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Relatos de Fantasía Épica - Volumen I

Date post: 04-Mar-2016
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Recopilación de Relatos del foro www.fantasiaepica.com

of 112

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    Relatos de Fantasa pica is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License. Cada autor de cada relato e imagen se reserva el derecho exclusivo sobre su obra, permitiendo su distribucin nicamente de forma gratuita mientras no se afecte su contenido ni se utilice para daar la imagen de cada autor. Diseo de portada: Luisa Fernanda Negrete Sosa.

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    "La gloria o el mrito de ciertos

    hombres consiste en escribir bien. La de otros en no escribir nada."

    Jean de La Bruyre

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    NDICE

    PRLOGO .............................................................................................................. 5 LA HISTORIA MS REAL ............................................................................. 6 BAJO EL PUENTE ............................................................................................ 10 SONATA DE UN ADIS ................................................................................. 15 HILO DE PLATA ................................................................................................. 20 EL LTIMO TEMPLARIO ............................................................................. 27 MEDIANOCHE .................................................................................................... 32 LA NOVIA DEL DRAGNOR .......................................................................... 41 HANSEL Y GRETEL ......................................................................................... 47 VOZ DE GUARDIN, CORAZN DE CENTINELA ......................... 55 INFORME PARA LA ACADEMIA DE CIENCIAS ............................. 61 EL LTIMO INVIERNO EN LA ISLA DEVON ................................... 66 SALTO AL ABISMO .......................................................................................... 71 LARA ......................................................................................................................... 75 EL LOCOMVIL ................................................................................................. 80 EL DECLIVE DE LOS ESCLAVISTAS .................................................... 85 LA BATALLA DEL RO HSER ................................................................... 91 EL DESPERTAR DE SOL NACIENTE .................................................... 97 LA LTIMA PARTIDA .................................................................................... 102 CIUDADANOS DE CULRN ........................................................................... 109

  • PRLOGO

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    PRLOGO Este libro es el resultado de una recopilacin de relatos que

    participaron en los retos literarios celebrados mensualmente en el foro www.fantasiaepica.com.

    En l, cada forero participante mantiene su anonimato, subiendo un relato bajo el seudnimo de comodn, adoptando as, la identidad del ser mtico que ya se ha vuelto un cono de los desafos del foro.

    A lo largo de los numerosos retos hemos sumado relatos maravillosos, surgidos de la imaginacin de los escritores de fantasa pica, y es por eso que hemos decidido reunirlos en este compendio para compartirlos con todos vosotros.

    Entre ellos habr viajes fantsticos, mundos nuevos, historias y personajes surgidos en el marco de la temtica o ambiente propuesto en cada reto, volvindose as un desafo para cada participante, donde se pondr a prueba la imaginacin y el ingenio de cada uno.

    En el primer reto se plante escribir sobre otro compaero del foro, elegido mediante un sorteo. En el segundo, Una imagen un relato, consisti en experimentar la escritura a partir de la escena de una pelcula, dejando en manos del escritor narrar lo que ocurriera. En el tercero, Ucrona I, el escritor deba basarse en un acontecimiento histrico real, pero con un desenlace alternativo. En el cuarto reto, Cuento Infantil Alternativo I, la propuesta era trabajar sobre un relato de la literatura infantil popular y, mediante este, crear una nueva historia. En el quinto reto, Inventa tu propia raza I, tal y como el nombre lo indica, el escritor deba crear un relato con seres fantasiosos nacidos de lo profundo de su imaginacin. En el sexto reto, Relato Invernal I, se deba incluir elementos referentes al invierno mezclados con la fantasa. En el sptimo reto, Relato Ertico, la historia deba girar en torno al sexo y al erotismo. Llegando al final, en el octavo reto, Futuro Imperfecto I, el escenario del desafo era el de un mundo post apocalptico. El noveno y ltimo reto Batalla pica I, el contexto deba ser el de una lucha gloriosa creada por el autor.

    Sin ms, os invitamos a recorrer junto a nosotros los senderos de nuestros mundos, y a dejar volar la imaginacin

  • LA HISTORIA MS REAL

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    LA HISTORIA MS REAL

    Reto I. Fernando (Ferran) Cuerva Castillo (Wherter), Espaa.

    Adoro los libros de fantasa desde bien pequeo y, desde hace unos

    cinco aos, siempre hay algn libro de fantasa pica para adultos sobre la mesita de noche. Este gnero en particular me est fascinando; Martin, Abercrombie, Sapkowski han sido fieles compaeros de hazaas en innumerables noches de lectura. Mi gran ilusin sera acabar una novela y s que es muy factible con la ayuda de estas increbles personas que habitan Fantasapica.com.

    Apur el ltimo sorbo del caf, que haba permanecido fro en la taza.

    Esper varios minutos hasta que al fin se decidi a leer lo que haba plasmado en el papel. Su mente volaba una y otra vez a los parajes que haba creado con tanto esmero, casi reales y siempre tropezaba en ella. La haba definido miles de veces, pero nunca lograba capturar en los folios la imagen que se formaba de su musa. Arrug las hojas, el trabajo de varios das, y las lanz a la rebosante papelera para acabar rebotando en el suelo, haciendo compaa a cientos de borradores ms. Se levant, casi desesperado, y se mach en busca de una tasca para intentar hallar la inspiracin entre vaso y vaso de un whisky cualquiera. Comenz a bajar las empinadas escaleras del piso que hered de sus abuelos. Cada peldao, un desafo para el equilibrio humano: quizs me vaya a un circo, a lo mejor tengo ms futuro que escribiendo.

    El bar estaba abarrotado de almas como la suya. Donde debera haber alegra solo haba depresin, y eso haca que el pozo donde se haba metido fuera an ms profundo. Justo despus del primer amargo trago, el mvil empez a sonar en su bolsillo; las notas de alguna cancin de Led Zeppelin inundaron momentneamente el local haciendo que varias cabezas giraran en su direccin para, tras un instante, volver a sus posiciones originales despus de que Canamero apretara la tecla de contestar.

    S, quin es? pregunt, aunque saba de sobra que era Ramn Prez, el de la editorial.

    Muy buenas, Canamero. Soy Ramn. Oye!, cmo va esa novela que debera estar acabada para el ao pasado?

    Por buen camino, Ramn por buen camino. Eso mismo llevas dicindome todos los lunes desde que firmamos el

    contrato. Mira, Canamero, yo no puedo esperar ms. La gente est

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    ansiosa por leer nuevo material tuyo. Sabes de sobra que el xito de tu primer libro debera haber tenido continuidad hace meses. Si dejamos escapar el tiempo, la gente encontrar en cualquier escritorucho del tres al cuarto al nuevo Canamero y se olvidar de ti, y las ganancias

    ...solo os importan las ganancias interrumpi, airado. Las ganancias son lo nico importante, tanto para nosotros como

    para ti. Tienes una ltima oportunidad. Carraspe durante unos segundos. En quince das quiero algo sobre mi mesa, si no te demandaremos. Te esperamos en la editorial con los brazos abiertos. Un saludo, Canamero.

    A la mierda, cabrones! Su grito volvi a llamar la atencin de los presentes, pero Ramn haba colgado antes de orlo.

    Sali del bar ocho whiskys despus. No iba a volver a su casa, y quizs no volviera a ningn sitio. Sus piernas flaqueaban fruto de sus devaneos alcohlicos y no tuvo ms remedio que sentarse o caerse en un banco. Su cabeza no paraba de dar vueltas y su mente turbia volva a crear pasajes increbles. Solo me falta ella, cmo atraparla?

    Los ojos empezaban a colapsarse, y el punto fijo al cual diriga la mirada se distorsionaba y desapareca.

    Se encuentra bien? pregunt una angelical voz femenina. Qu, cmo? Dnde, cundo, por qu? continu la divertida chica. Veo

    que lo que tienes es una simple cogorza. No!, no, espera! Intent enfocar la imagen de su interlocutora y,

    cuando al fin lo consigui, las alarmas de su mecanismo se dispararon. Eres t!

    Bueno, has acertado contest riendo. Ahora, deberas afinar un poquito ms. Ts hay muchas en el mundo.

    Perdona consigui decir fuera de s. Es que te he estado esperando tanto tiempo, que ahora que te encuentro Dios mo!, debes pensar que soy un borracho!... Es que, mira

    Tranquilzate! Solo quera saber si estabas bien, y ahora que veo que ests peor de lo que imaginaba, debera llamar a una ambulancia.

    Espera! Me llamo Canamero y soy escritor, y es que, no te lo vas a creer!

    Eres la chica de mi segunda novela, a la que nunca consigo describir y ahora te he encontrado.

    Un momento. Canamero?, el que ha escrito "Los tteres del mal"? Exacto!, lo has ledo? Mira! La chica removi el interior de su bolso y sac un libro de

    bolsillo. Se lo mostr con premura, busc la fotografa del autor para

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    descubrir que era exactamente el que yaca en el banco.Guauuuuuuuuuuuuuuu!, Canamero en persona no me lo puedo creer! Cuando se lo diga a mis amigas se van a caer de espaldas. Mira que cuando te he visto pensaba que eras musulmn, por esas barbas y ese moreno de piel. Sabes?, es que estoy yendo a clase de rabe y

    S, s, muy interesante, pero vers, tengo un problemn y solo t me puedes ayudar.

    Har lo que sea! Pues tendras que acompaarme a mi casa y Todos los escritores sois tan directos? pregunt sonrojada. No, no es lo que te piensas. En fin, que tengo que plasmarte tal

    como eres en mi novela. nicamente tu presencia har que logre mi objetivo. Te estar agradecido eternamente.

    Bueno, espero que mi nombre salga en la dedicatoria principal. Por cierto, me llamo Susana. Le adelant la mano y l la estrech.

    Un placer Un inmenso placer. Entraron en el piso despus de luchar lo indecible con los peldaos.

    Aquello pareca ms la morada de un enfermo de sndrome de Digenes que del ganador del penltimo premio Tierra. Canamero se disculp del aspecto del piso diciendo que haba estado muy atareado con la novela. Susana qued muy sorprendida al comprobar que no haba ordenador, pero s una vieja mquina de mecanografa. Odio los ordenadores, soy muy tradicional. Mientras charlaban animadamente, el escritor absorba cada uno de los detalles de la chica e iba tecleando en su vieja mquina lo que pareca el principio de una gran obra. Las pginas se sucedan una tras otra a una velocidad que extra a la musa de su novela.

    Cmo te vienen las ideas tan rpido? susurr Susana, para no distraer en exceso al escritor.

    Estn todas en mi cabeza. Solo me faltabas t. Las horas pasaban en un clima de excelencia. Susana se senta muy

    cmoda y dej de hablar con Canamero; solo le miraba descubriendo en cada uno de sus poros la clarividencia de un ser superior. l la absorba y ella se dejaba absorber. La chica se fue acercando con lentitud al escritor, al cual produca ms adrenalina que saltaba de su cuerpo a travs de sus dedos y se impriman en las hojas con emociones contrapuestas.

    Finalmente, Susana acerc sus labios a los de l, y Canamero no pudo rechazarlos.

    Qudate esta noche, por favor.

  • LA HISTORIA MS REAL

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    Estaba deseando que me lo pidieras. Hicieron el amor encima de los borradores hasta caer extenuados en

    el silln, sin embargo, una vez el placer y el cansancio le dieron tregua, pudo seguir trabajando en su novela. Ella se durmi en el sof. l la segua observando mientras sorba todo su jugo e impregnaba las pginas de su sustancia. Cuando amaneci, de la chica no quedaba nada. Su ser se haba transmutado al futuro libro all estaba toda su esencia.

    Cruz la calle para llegar a la puerta de la editorial. Subi las escaleras que llevaban al piso donde estaba el despacho de Ramn. Su secretaria se sorprendi de la visita, pero cuando le mostr el manuscrito que llevaba consigo, sonri y le dijo que poda pasar.

    Hombre, qu alegra!, no me dirs que me traes la novela? Mira que ayer me lo pintabas muy negro. En fin, deja que le eche un vistazo rpido. Ramn cogi el cmulo de pginas y las separ por la mitad. Empez a leer y no poda parar, devoraba los folios y su cara reflejaba un sinfn de emociones. Despus de una hora, ms o menos, se detuvo. En mi vida no haba ledo algo tan grande. Cmo diantres has podido plasmar a un personaje de esta manera? Parece como si lo tuviera delante, como si lo pudiera estar tocando. Esto es innovacin, es Es Son las cuatro dimensiones en una novela. Me rindo, pdeme lo que quieras, porque vas a tener el mundo a tus pies. No voy a perder ni un segundo ms, quiero publicarlo ya!

    Hgalo cuando quiera, pero, por favor, no cambie ni una palabra de las descripciones de mi personaje. Si lo hace, lo destruir y mi vida sin Canamero sera efmera.

    Descuida, Susana. Canamero permanecer en tu novela tal y como t lo has descrito.

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    BAJO EL PUENTE

    Reto II. Sashka, Espaa.

    Bajo el puente, en aquella especie de tnel angosto que atravesaba la

    torrentera casi siempre seca, all era donde l se refugiaba desde nio cuando quera paz, cuando quera alejarse de los gritos de sus padres, de los prejuicios de los dems o del ruido ensordecedor del mundo.

    A medida que pasaron los aos y crecieron los problemas o, mejor dicho, fue consciente de otros problemas, necesit ese parntesis con ms asiduidad.

    Casi cada tarde, al salir del instituto, sus pasos le llevaban a su rincn inexorablemente.

    Se dej caer con descuido contra el muro, sac una hoja de papel y un lpiz y se dispuso a dibujar con la carpeta sobre las rodillas. No llevaba mucho rato all cuando la Rumi apareci en la entrada del tnel, como de costumbre.

    Hola, Ronald dijo ella sin dejar de mascar un chicle; siempre llevaba un chicle en la boca, cosa que le haba valido su apodo: Rumi, de rumiante.

    Hola respondi l sin levantar la vista. Qu ests dibujando? Un hada. Guau! exclam la muchacha sentndose junto a l. Estoy

    deseando verla volar! La ests haciendo para m, verdad? Gracias! Ya sabes cunto me gustan.

    No s si volar. Has trado polvos de esos? Qu va, no tengo dinero, y el Choni ya no me fa. Vaya mierda Pues sin los polvos no creo que vuele. No estoy de

    humor. Ya Ayer noche se oyeron los gritos en toda la calleconfes

    ella, incumpliendo el mandato sagrado del barrio: nunca nadie oa nada. La muchacha acarici con cuidado un morado en la mandbula de Ronald. Te ha pegado, tu padre, digo

    Ayer me enfrent a l, Rumi, no pude quedarme quieto mientras pegaba a mi madre

    Dios Qu mierda de vidadijo l pellizcndose el puente de la nariz

    sin soltar el lpiz. Un da me ir, no lo soportar ms y me ir

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    No digas eso! se enfad ella. Sin tus dibujos, sin tu magia, mi vida sera una completa basura, Ron. Si te fueras, mi mundo se tambaleara hasta los cimientos Nadie ms que t me traga, y yo paso tambin de esos imbciles.

    De qu color la quieres hoy? cambi de tema el muchacho, intentando mitigar el sentimiento de culpa que le invadi tras las palabras de la Rumi. Porque saba que un da se marchara sin mirar atrs.

    Mmmmm Rosa. Ronald sac tres rotuladores de distintos tonos rosas y destap uno de

    ellos. La Rumi no perda detalle, le encantaba ver cmo el trabajo del chico cobraba forma.

    Por qu nunca le has hablado a nadie de tu don, Ronald? Me da un poco de miedo lo que pueda pasar si lo digo. Poco antes de acabar, Ronald levant el rotulador. Cierra los ojos le dijo. Ella obedeci con una sonrisa; despus escuch el roce de la punta del

    instrumento contra el papel hasta que l termin. Not contra su rostro algo liviano y suave acaricindola

    intermitentemente, como si alguien la fustigase con una brizna de hierba: saba lo que era y abri unos ojos llenos de ilusin buscando a su hada.

    Y, en efecto, all estaba, volando prxima a su nariz: un hada rosa hermossima que rea sin ruido, jugando con ella. La visin nubl sus ojos de lgrimas, pues contemplar algo as era todo un privilegio: su hada, la ms hermosa de todas, regalo de la persona a quien ella ms quera en este mundo.

    Como las otras veces, el hada se cans pronto y se march hacia el bosque. La Rumi adopt una expresin triste al verla alejarse, siempre senta un repentino vaco cuando sus hadas se iban.

    A Ronald, sin embargo, le daba igual. Creo que esta era la ms bonita que has hecho hasta ahora, Ron. Siempre me dices lo mismo. Ser que cada da que pasa te superas. Oye, a dnde se van tus

    hadas? quiso saber, mirando la silueta vaca en la hoja de papel. Ronald se encogi de hombros. Mis hadas son libres. Esa noche la Rumi oy ms gritos provenientes de la casa de Ronald,

    y al da siguiente la cara del muchacho mostraba nuevas seales de violencia. l no delat a su padre ante la profesora, ni ante el director

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    del instituto, ni siquiera ante la asistente social a quien el colegio hizo acudir. Pero ella, aunque se senta orgullosa de la integridad del chico, arda de rabia ante la injusticia que sufra.

    Tras las clases, volvieron a encontrarse bajo el puente. Ron! le llam ella entrando en el tnel. Corri a reunirse con l,

    aterriz a su lado y le aferr el brazo. No vuelvas a enfrentarte a l Te matar!

    Djame en paz, Rumi, y no me digas lo que tengo que hacer. Quiero ayudarte No me puedes ayudar. Ella se acuclill frente al muchacho y cogi su rostro con ambas

    manos. Observ el labio partido, el pmulo abierto y el morado del da anterior.

    Dios, qu cara te ha puesto, ese pedazo de bruto! Y entonces, con un sentimiento mitad compasin, mitad amor, la

    Rumi deposit un suave beso en los labios de Ronald. Por fin se atrevi a hacerlo y ella, que pareca tan lanzada, tembl como una hoja.

    l se dej besar y luego, cuando la chica iba a retirarse, la retuvo abrazndola con fuerza, prolongando e intensificando aquel beso.

    Rumi No me llames por mi apodo, no ahora Maribel Los besos encendieron la llama del deseo y ambos dejaron que aquel

    fuego les devorara. Retozaron all, sobre la hierba, e hicieron el amor por primera vez de un modo torpe pero lleno de ilusin. Ambos intentaron darse completamente al otro, por instinto, sin experiencia; lo consiguieron gracias al sincero amor que sentan el uno por el otro.

    Y luego se miraron durante mucho rato, sin hablar. Despus, las palabras vinieron a estropear el momento. No vayas a tu casa esta noche No puedo dejar sola a mi madre, es que acaso no lo entiendes? se

    enfad l. No quiero que te pase nada malo, Ron Pues reza para que se muera mi padre. As terminaran todos mis

    problemas Ronald se levant, se visti y sacudi su ropa con las manos para

    desprender de sta las briznas de hierba, con prisas, como si la noche que caa supusiera una frontera a su libertad.

    La Rumi no dijo nada. Se visti despacio, pensativa; le mir marchar con impotencia. Saba lo que tena que hacer. Solo La Bruja poda ayudarla en este asunto. Se estremeci con aprensin.

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    A pesar de la hora, se present en casa de la extraa mujer a quien todo el mundo evitaba en el barrio, y llam decidida a la puerta.

    Quin es? pregunt alguien desde el otro lado. Necesito hablar con usteddijo la muchacha con voz

    compungida. La puerta se abri con un crujido y una mujer madura qued frente a

    ella mirndola con intensidad. Pasa. Saba que vendras. Sinti un nudo en el estmago, pero obedeci. La Bruja la condujo

    hasta una estancia de paredes pintadas de negro que ola a incienso. Cientos de velas de diversas formas y colores iluminaban la sala.

    Sintate le orden la mujer. S lo que quieres de m, me lo han dicho los Entes. Lo que quieres te costar caro. Provocar la muerte de alguien siempre implica perder el alma. Ests dispuesta a eso?

    No me importa respondi tratando de disimular la aprensin que le caus que la otra conociera sus intenciones de antemano.

    La Bruja la mir un instante ms. Como vio una absoluta determinacin en sus ojos, prosigui.

    Solo hay un modo de hacerlo dijo sacando una hoja doblada de papel del bolsillo de su holgado delantal. La vctima debe leer la frase que est aqu escrita; la forma de conseguirlo es problema tuyo.

    Y, morir? La primera persona que lo lea caer fulminada al momento. Ella tom el papel sin desplegarlo y lo guard en la cartera, entre las

    hojas del libro de latn. Cunto le debo? Tu alma, chiquilla, que no es poco La Bruja escuch la noticia dos das despus, aunque ella ya lo saba.

    Lo haba sabido an antes de que aquella infeliz se presentara ante la puerta de su casa. Los Entes siempre le buscaban presas fciles, y las jovencitas enamoradas solan ser las ms confiadas.

    La haban encontrado ahorcada bajo el puente. Suicidio, dijeron. Aquellos que acudieron a descolgar el cuerpo o certificar su muerte quedaron impresionados por la escena: bajo sus pies, diseminadas por el suelo, decenas de pequeas hadas de papel coloreado movan sus alas muertas al son de la brisa, creando un extrao y triste efecto.

    Todos dieron por sentado que se haba suicidado por amor, porque no soport la muerte del muchacho, Ronald, acaecida la noche anterior; pero nadie ms que La bruja supo que tambin la culpa la arrastr a ello.

  • BAJO EL PUENTE

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    Porque Ronald muri mientras lea a su padre una carta dirigida a este, la carta que Maribel misma deposit en su buzn pues Maribel ignoraba que el hombre era analfabeto.

  • SONATA DE UN ADIS

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    SONATA DE UN ADIS

    Una imagen, un relato I (1. Posicin). Mabel Gracia D. (Azaharys), Chile.

    Este cuento surgi por la imagen que otro participante del foro

    (ZarthocM) me entreg, y las reglas fueron que estuviera escrito en primera persona, que fuera un drama y que el chelo tuviera un nombre humano y fuera el nico que se mencionara.

    Mi arpa! Mi hermosa y adorada arpa! Ella, que sonaba alegre

    como un manantial de primavera, hoy solo fue un adagio de tristeza que reson en mi interior y termin por desatar mis tempestades. Tantas ganas que tena de sentirla cerca!, pens que me conformara con ello; mas en el instante en que pude escuchar sus envolventes notas colndose por la rendija de la puerta de mi encierro, trayendo luz a mi oscuridad, solo un deseo me embarg por entero, quera que me llevara con ella! No me import que no fuera una intrprete experta ni que los sonidos que sacara de m fueran quejumbrosos y poco afinados. Si ella hubiese podido liberarme de este estrecho cuartucho maloliente! Volver a sentir sus piernas apretadas a mi cuerpo habra sido estar en el cielo. Volver a sentir su mano frgil recorriendo mi mstil, y la otra moviendo el arco de forma imprecisa para jugar con mis cuerdas, habra

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    sido como morir en el ms excelso y puro de los placeres, aunque el maestro ya no estuviera aqu para guiarla, para ensearle la forma correcta de hacerlo.

    Dnde est Baptist? pregunt mi arpa, y me estremec al or mi nombre. Ella no me haba olvidado. Despus de dos meses de la muerte del maestro, yo ya haba perdido la esperanza de que viniera a buscarme.

    Te refieres a mi esposo?... De seguro est en el infierno, componiendo romanzas para los demonios. El muy infame me dej en ruinas respondi la trompeta destemplada; esa mujer chillona y estridente, siempre tan cida y tan hiriente.

    Sabes bien que me refiero a su violonchelo. En su testamento me lo dej. Vengo a exigir que me lo entregues la encar mi arpa, y su voz interpret aquellas palabras con un mezzo-forte que me encant.

    En ese momento escuch que la campanilla de la puerta principal en el primer piso tintine.

    Nunca voy a entender la mana que mi esposo tena de ponerle nombres de persona a los instrumentos que posea, especialmente al chelo bautizarlo con su propio nombre, hay que ver la locura! se quej la trompeta mientras se pona de pie. Disculpa, querida. Estaba esperando a alguien. Vuelvo enseguida. Su voz pareci ms comedida que antes, pero de seguro se haba enfrentado a mi arpa con su postura de reina, altanera y digna, aunque por dentro siguiera siendo la misma prostituta trepadora y vulgar del barrio Whitechapel, en Londres.

    Luego de que ella bajara por la escalera, escuch a mi arpa caminar por la sala; tal vez se detuvo a contemplar la pintura que Eakins hizo para el maestro y para m. Pude sentir en ese momento su alma, pude incluso intuir sus pensamientos; aquello fue una melanclica composicin de recuerdos dolorosos, impregnados del vaco que deja el engao. Ay! El maestro y mi arpa con qu pasin y entrega se amaron! Fueron tan felices durante los aos que estuvieron juntos, antes de que l perdiera el rumbo, antes de que los sueos que haban alcanzado fueran ultrajados por el ego, por la necesidad de fama y aplauso, por las asociaciones que l estableci con hombres pudientes que podan conseguir presentaciones en los lugares ms prestigiosos de Europa, relaciones de negocios que exigan una desvirtuada vida social, llena de excesos. El Maestro no era como ellos!, yo lo s, yo lo conoc, lo sent... l me hizo, me fabric, me dio vida y tambin un nombre; l era un ser humano demasiado frgil, demasiado dbil e influenciable...

    Todava recuerdo cuando el maestro y yo conocimos a mi arpa en el Covent Garden; el an era un hombre pobre y carente de roce social, ni

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    siquiera tena dinero suficiente para retocarme el barniz con la frecuencia que yo requera. Recin habamos conseguido un lugar en la filarmnica y, al terminar la funcin, ella estaba all, detrs del escenario: el ms precioso ejemplar humano que haba visto jams. Su presencia fue una de esas sinfonas que, cuando se escucha por primera vez, se desea seguir oyendo por el resto de la vida: sus ojos destilaban sonidos que parecan coros de ngeles, su risa le ganaba en hermosura a los trinos ms perfectos de un piano y su cabello se mova al ritmo de los violines que sus modales y maneras hacan sonar en mi mente. No obstante, era de su interior de donde surga aquello que se convertira en mi inspiracin de por vida; eran notas que parecan gotas de roco generadas en un amanecer de quimeras, como el sonido de un arpa que cantaba las melodas ms delicadas de la existencia. Me demor en salir del estupor inicial que la msica de su ser me produca, pero luego sent a mi maestro turbado y contrado ante su juventud y belleza. Sin embargo, no solo la hermosura de mi arpa haba mermado la personalidad de l, sino tambin el oscuro sonido de un imponente contrabajo, el padre de ella, quien con descaro se atrevi a ofrecerle una gran suma de dinero para costear en secreto el capricho de su hija consentida, el de aprender a tocar el chelo; actividad impensada para una dama. Mi maestro no pudo negarse, aunque yo s que fue ms por la necesidad del dinero que por la atraccin que sinti hacia ella. En ese entonces, l no habra tenido las agallas para abordarla. Ja! Cmo se arrepinti aquel contrabajo de haberlo contratado, despus, cuando mi arpa se fug con el maestro. Lstima que nunca supo que la idea fue de ella Aaah!, en ocasiones era tan intempestiva, como una meloda sbita que surge en un arreglo musical y cambia la obra en su forma y esencia. Fue tan fcil para ambos enamorarnos de ella!

    Pero hoy, al escuchar a la trompeta destemplada volver a la sala, mis

    recuerdos se derrumbaron; supongo que tambin lo hicieron los de mi arpa.

    Mi visita va a esperar a que termine este asunto contigo le dijo parcamente. Te tengo una mala noticia. El chelo no est.

    Cmo que no est?! El maestro lo inciner poco antes de morir. No!, no puede ser! l jams... jams habra hecho una cosa

    semejante! Lo siento, querida. Sus cenizas an estn en el patio. No quise

    mandar a que las limpiaran, por si venas, para que vieras por ti misma la locura en la que l cay. Imagina! quemar un instrumento que vala

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    tanto dinero le dijo, actuando su mentira con virtuosismo. La muy desgraciada! En ese momento comprend por qu despus de la muerte del maestro me cambi el clavijero y las cuerdas: fue para engaar a mi arpa.

    No! No puede ser!, tengo que cerciorarme de que se trata de Baptist. La angustia en la voz de mi arpa fluy en un nervioso tremolo. Casi pude ver cmo el candor y el brillo de sus ojos zarcos se velaban con la desilusin.

    Te lo ensear, sgueme la inst la trompeta con tono victorioso.

    Las dos salieron de la sala, y el silencio me trajo el presagio de que seran los ltimos momentos cerca de ella. Fue all cuando la culpa me posey, creando una desarmona que me destempl por entero. Tres aos! Tres aos desde que mi arpa abandon a mi maestro; si ella hubiese sabido en ese momento cunto l la amaba, lo arrepentido que estaba, lo habra perdonado a ojos cerrados; se habra quedado. Pero l nunca pudo expresar en palabras lo que era en verdad importante; padeci del mal de muchos msicos, que creen que con las notas bien puestas en una hermosa meloda lo dicen todo. Era tan poco dado a hablar de lo que haba en su interior; y yo crea que ella, a pesar de comprender los sentimientos que l pona en cada una de sus obras, aquella vez, s necesitaba de las palabras profundas y sentidas que nacen del corazn.

    Descubrir la infidelidad del maestro fue para mi arpa el quiebre de sus ms bellas melodas, y yo yo estaba enfadado, tan enfadado con l, tambin. Cmo era posible que hubiera traicionado a mi arpa con esa vulgar trompeta destemplada, arpa manipuladora con la que despus termin casndose! Me enoj tanto que romp la simbiosis con l; all estuvo mi ms grave error. l crey haber perdido su inspiracin cuando mi arpa se fue; luego se desmoron, se avergonz y no supo cmo pedir perdn. Pasados unos das acudi a m, pues saba que ella lo entendera si se lo explicaba a travs de la msica. Pero esa vez yo me negu a cooperar: de m solo consigui sonidos rudos y disonantes modelados por mi rabia. Ahora me arrepiento. Cunto me arrepiento de haberlo dejado solo! Rehus a ser su canal, su puente... es que yo quera que l le hablara!, que dejara de refugiarse en m y que fluyera en sus palabras como un ro, como la msica que deja salir tantos sentimientos sin contencin en una armona vibrante y sincera; ella se lo mereca.

    Mi maestro!... ay, mi pobre maestro!... tan sensible, tan hermoso de alma, pero tan dbil ante el mundo. Perdi a mi arpa, a nuestra arpa, y su mundo interior se agri hasta que su cuerpo enferm de leucemia. Yo

  • SONATA DE UN ADIS

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    escuch cmo nota a nota el dolor lo fue consumiendo; se fue apagando. Fue un morendo triste y lento.

    En la negrura de mi encierro escuch nuevamente pasos por la

    escalera. La trompeta destemplada entr primero. Pude imaginar la sonrisa de triunfo en su rostro, Y a mi arpa detrs intentando reprimir un llanto explosivo.

    Toma, te regalo la pintura que Eakins hizo de mi esposo y su chelo, as no te vas con las manos vacas y podrs recordarlos, a ambos le dijo la trompeta, fingiendo empata hacia ella mientras descolgaba la pintura de la pared.

    El llanto de mi arpa estall finalmente en un fortissimo agitatto, como una tormenta que se desata con amargura incontenible; all comprend que, pese a todo, incluso despus de su muerte, ella lo segua amando; y yo, yo que era casi un pedazo de l, lo nico que quera era permanecer a su lado para cubrirla con melodas que aplacaran su dolor.

    Mi arpa y yo fuimos los nicos que realmente lo conocimos, lo comprendimos... y por obra de una vulgar trompeta barata, el consuelo de permanecer ella conmigo y yo con ella, nos fue negado. Me puse a llorar tambin, aunque no haba mano alguna que sacara las tristes melodas que en ese momento me inundaban.

    No hubo ms sonidos que el de sus pasos bajando la escalera; y yo me qued sumido en el ms fro y amargo silencio. Nunca me gust el silencio, menos el que va de la mano de un adis obligado.

    No me di cuenta en qu instante la trompeta destemplada volvi a la sala, junto a la visita que se haba quedado esperando en el vestbulo: un trombn de recio metal. Sumido en mi pena, tampoco tom atencin a la larga conversacin que sostuvieron; ni me enter del acuerdo monetario al cual llegaron, hasta que la escuch decir:

    Es un instrumento nico, ya lo ver. Su cliente japons estar complacido. Si me ayuda a mover la biblioteca se lo agradecer. Detrs de ella est la pequea bodega donde lo guardo. Usted sabe que un tesoro as conviene tenerlo lejos de miradas ambiciosas.

    Ahora lo comprendo: lejos... as que lejos de mi adorada arpa me voy, a derramar en espacios desconocidos las sentidas notas que en mi madera hoy se grabaron y que, con certeza, cambiaran para siempre el sonido de mi voz.

  • HILO DE PLATA

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    HILO DE PLATA

    Una imagen, un relato I (5. Posicin). Jay Murielson (Shamrocky), Espaa.

    El punto de partida de este relato fue la imagen de un rbol seco en

    medio de un pramo, bajo un cielo nublado de un tono amarillento algo enfermizo. Un buen punto de encuentro, pens, para gentes de dudosa catadura moral: un ladrn, un asesino... y alguien todava peor.

    El polvo, apelmazado por la humedad del aire, no se mova al paso de

    los dos caminantes. Uno de ellos insista en perturbar el estril suelo de aquel pramo pateando con la punta de su bota cualquier rastrojo o piedra que se cruzaba en su camino.

    Llevaba cuatro das caminando por bosques y colinas, siempre alejado de los caminos o lugares habitados, cargando con aquel petate parduzco que le haca sudar la espalda y con la nica compaa de un asesino cuya conversacin se limitaba a informarle de la direccin que tomaran durante las horas siguientes, sin dar ninguna pista del destino final de aquella tediosa huida.

  • HILO DE PLATA

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    Haba cargado con el pesado bulto porque siempre se vanagloriaba de su fuerza, y no quera desmentirse a s mismo mostrando cansancio. O de eso intentaba convencerse, porque la verdad era que tena miedo de su socio. Aunque fuese ms robusto, mayor y supuestamente ms experimentado, saba que no saldra vivo si se enfrentaban. Al fin y al cabo l era un ladrn que, a veces, mataba a alguien, pero Huris era un asesino que, a veces, colaboraba en robos.

    Desde que dejasen el cobijo de las colinas para caminar por campo abierto ambos estaban ms tensos de lo habitual. No podan evitar mirar a su alrededor, incluso atrs, cada poco tiempo. Las nubes filtraban los ltimos rayos anaranjados del ocaso como un sudario sucio, dndole un aspecto macilento a aquel paraje, ya de por s poco agradable.

    Larko, mantente alerta. Estamos llegando. El ladrn se acomod la correa del petate sobre el hombro y se rasc

    las pobladas patillas, un gesto que, para aquellos que lo conocan, delataba su nerviosismo. Mir al punto indicado, esperando ver algn tipo de construccin, incluso una cabaa o una tienda de lona, pero lo nico que se ergua all era un rbol seco, el nico rbol que haban visto desde que dejaron atrs las colinas.

    Cuando llegaron bajo las descarnadas ramas, Huris mir en todas direcciones mientras Larko soltaba el bulto cuidadosamente, apoyndolo junto a las races. Despus de estirar la espalda y soltar un gruido de satisfaccin dio unas palmaditas en el tronco.

    Un rbol muerto. Cmo no. Huris se volvi hacia l, sonriendo por primera vez en muchos das, y

    le indic con un gesto que se sentase en el suelo. Descansemos. Sospecho que va a hacernos esperar al menos hasta

    que termine de ponerse el sol. El asesino se sent con la espalda apoyada en el rbol, mirando hacia

    la puesta de sol, y su compaero se acomod del otro lado, vigilando en direccin opuesta.

    Espero que tengas razndijo Larko. Si paso otra noche durmiendo sobre tierra hmeda cuando llegue a La Cueva no podr disfrutar como tengo pensado.

    La Cueva de la que hablaba no era realmente una cueva, sino una zona muy concreta de los suburbios de Nalos, controlada por contrabandistas, donde tenan pensado esconderse por un tiempo. Nadie entraba en La Cueva a buscar a alguien a no ser que supiese con absoluta seguridad que estaba all, y para cuando alguien lo supiese ya se habran marchado. Un fugitivo no sobrevive mucho tiempo si no est

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    dispuesto a invertir parte de sus ganancias en buenos escondites e informadores fiables, y tanto Larko como Huris lo saban muy bien.

    Aburrido por la espera, e inquieto debido a la naturaleza de la persona que esperaban, Larko no poda mantenerse en silencio demasiado tiempo.

    Crees que vendr en carruaje? Si es as podra llevarnos cerca de Nalos y no tendramos que atravesar los pantanos a pie.

    Huris suspir. Su forma de combatir la inquietud era sumirse en sus pensamientos y abstraerse, cosa que iba a resultar imposible. Podra mandarlo callar, pero no quera tensar demasiado la cuerda ahora que estaban tan cerca del final, y ya haban surgido bastantes problemas durante aquel trabajo.

    No creo que quiera arriesgarse a que lo vean con nosotros, sobre todo despus de... el imprevisto que hemos tenido contest al fin.

    Esta vez fue Larko quien solt un suspiro contrariado, al recordar lo sucedido casi cinco das antes. El encargo no les haba parecido demasiado difcil cuando lo aceptaron: tenan que entrar en Fentes, una ciudad amurallada y bien defendida si el atacante era un ejrcito pero accesible para un grupo reducido que saba como burlar a unos centinelas. Una vez dentro deban entrar en la mansin de una acaudalada fentiana, viuda de un noble, y robar de su stano un objeto que les haba sido descrito con todo detalle. Huris dara cuenta de los guardias que custodiaban la mansin, Larko vigilara los alrededores y Sanira entrara en el stano. Sanira no estaba sentada bajo el rbol seco.

    Quin iba a esperar que esa maldita vieja durmiese con una ballesta cargada bajo la cama? dijo Larko. Aunque seguro que ella tampoco esperaba que una ladrona con un virote clavado en el ojo pudiese degollarla antes de morir.

    La culpa fue suya y de su maldita avaricia dijo el asesino, de pronto alterado. Tena que entrar solamente en el stano, y no ponerse a buscar joyas por toda la casa.

    La chica solo quera aumentar las ganancias. Te parece poca ganancia la fortuna que Gavent nos ha pagado por

    robar ese objeto? Huris respir hondo, tratando de calmarse. Lo que le sacaba de quicio

    no era la muerte de Sanira ni la de la anciana, sino que no hubiese salido todo exactamente como esperaba. Por eso procuraba trabajar siempre solo.

    Si lo piensas nos ha hecho un favor habl de nuevo el ladrn, en tono conciliador. Al encontrarla muerta en el dormitorio de la vieja

  • HILO DE PLATA

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    habrn pensado que ella era la nica intrusa. El stano estaba repleto de trastos intiles, y nadie notar que falta uno.

    Ms tranquilo, aparentemente, el asesino continu mirando el horizonte, ms oscuro a cada minuto que pasaba.

    Crees que trama algo? dijo Larko, ms inquieto a medida que oscureca e incapaz de permanecer en silencio.

    Quin? Gavent. No te parece raro que nos haya pagado tanto, y por

    adelantado, por esa baratija? Y a qu viene citarnos en este lugar? Huris ignor deliberadamente la ltima pregunta, que no dejaba de

    hacerse a s mismo, y contest solo a la primera. Nosotros no somos nigromantes. Si tiene tanto inters en ese objeto

    debe de ser por algo relacionado con su oficio que nosotros no entendemos.

    O sea, que te fas de l. Por qu iba a desconfiar? dijo el asesino, alterndose de nuevo.

    Debera ser l quien desconfiase de nosotros, despus de habernos dado todo ese oro por adelantado.

    Sabe que no escaparemos con el oro porque le tenemos miedo. Yo no le tengo ningn miedo. Soy un profesional, y si me pagan por

    hacer algo lo hago. Larko se movi, rozando con la espalda el tronco del rbol para

    acercarse a su compaero y poder verle el rostro mientras hablaban. Pues yo s le tengo miedo, y Sanira tambin se lo tena, por eso no

    se nos pas por la cabeza largarnos con el oro. Pero parece que contigo fue ms sutil.

    Qu quieres decir? Es que no sabes nada de los nigromantes? Su poder se basa en la

    voluntad, en imponer su propia voluntad a la de otros, ya sean muertos o vivos. Pueden convencerte de que te claves tu propia daga en el estmago y morirs pensando que ha sido idea tuya.

    Huris movi la mano en seal de desprecio, sin dejar de mirar el pramo, tan oscuro que ya apenas distingua el perfil de las colinas.

    He tratado antes con los de su clase, y te aseguro que nunca han doblegado mi voluntad.

    Larko recul hacia su anterior posicin, dando de nuevo la espalda a Huris, y la mente del asesino se remont a lo ocurrido doce das atrs en un antiguo casern situado en la zona ms antigua de Nalos, un barrio donde cada mansin rivalizaba en lujo con su vecina. Izak Gavent los haba citado en su propia casa, algo poco usual en aquel tipo de negocios

  • HILO DE PLATA

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    turbios, pero Izak Gavent no era el ms convencional de los nigromantes.

    Los dos ladrones y el asesino fueron conducidos por un sirviente hasta un magnfico saln, donde se les invit a sentarse y esperaron a su anfitrin y futuro cliente durante no poco rato. Cuando se abri una de las puertas y apareci Gavent, ninguno pudo evitar un leve gesto de sorpresa, ya que no se pareca en nada a los pocos nigromantes que haban tenido oportunidad de conocer, todos hombres ancianos o avejentados, cubiertos por sobrias tnicas negras y de carcter desabrido, huraos o desconfiados hasta rozar la paranoia.

    Izak Gavent haba visto poco ms de veinte inviernos, tena un rostro de facciones armoniosas con la palidez propia de quien pasa poco tiempo al aire libre pero sin el tinte enfermizo habitual entre los suyos. En lugar de tnica vesta una casaca negra, con intrincados smbolos bordados con hilo de plata en los faldones y las bocamangas, pantalones negros y botas igualmente adornadas con plata. Cualquiera lo hubiese tomado por un joven noble antes que por uno de los ms temidos transentes del Camino del Thanos, como algunos llamaban a la nigromancia.

    Creo que le caes muy bien. Huris casi dio un respingo al escuchar de nuevo la voz de Larko,

    quien milagrosamente llevaba varios minutos callado. Un leve crujido le hizo levantar la vista, y vio las ramas del rbol seco mecindose con la dbil brisa.

    Y no es de extraar, eres ms joven y apuesto que yo, y adems los asesinos tenis un encanto especial.

    Pero de qu hablas? pregunt Huris. Ya me entiendes... continu Larko, en un tono con el que

    resultaba difcil precisar si hablaba en broma o en serio. Todo el mundo sabe que las mujeres no son la debilidad de Gavent.

    El asesino ri ante las insinuaciones del ladrn. Todo el mundo saba muchas cosas sobre Izak Gavent, pero al mismo tiempo nadie pareca saber nada. Una red de rumores, medias verdades e incluso leyendas, que sin duda l mismo fomentaba.

    Dudo mucho que Gavent sea capaz de amar, o de sentir deseo por alguien. Sabes tan bien como yo que clase de monstruo es, aunque no lo parezca.

    Larko acomod la cabeza en el petate y se tumb bocarriba, meditando las palabras de su compaero durante unos segundos antes de hablar de nuevo.

    De qu hablsteis? Sabes de qu hablamos, Sanira y t estbais presentes.

  • HILO DE PLATA

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    Hablsteis a solas antes de que nos fusemos, no lo recuerdas? Huris apret las mandbulas. Aquel ladrn estaba llegando a un nivel

    de impertinencia que le habra costado la vida en otras circunstancias, pero ya quedaba poco. En cuanto entregasen el objeto y llegasen a La Cueva no tendra que verlo nunca ms.

    Me habl de este lugar y de cmo encontrarlo. Y si hubieses muerto? Cmo nos habramos reunido con l? Con un sonoro resoplido el asesino dej claro que no quera continuar

    con la conversacin. Ser mejor que te calles, o sers t quien se pierda la reunindijo,

    de forma tan cortante que Larko comprob con disimulo si tena su pual a mano.

    Ya haba anochecido por completo, las nubes ocultaban la luna y no se escuchaba absolutamente nada en aquel pramo, ni pasos, ni un carruaje, ni la brisa, ni un miserable grillo. Cuando al estirar su dolorido cuello Larko mir hacia arriba vio algo que le hizo romper de nuevo el silencio, aunque habl para s mismo, casi en un susurro.

    Esto s que no lo haba visto nunca: un rbol muerto que florece por la noche.

    Huris escuch la frase y levant de inmediato la vista. En efecto, multitud de flores blancas, semejantes a las del jazmn pero algo ms grandes, se abran entre las ramas aparentemente secas del rbol. Cuando la luz de la luna consigui colarse entre las nubes y aquellos ptalos plidos adquirieron un brillo plateado Huris comprendi lo que estaba pasando e intent gritar, pero ya era tarde. El polen, casi invisible en la oscuridad, haba entrado en su cuerpo, paralizndolo por completo e impidindole respirar. Poda escuchar los jadeos desesperados de Larko al otro lado del tronco.

    Al mirar de nuevo hacia arriba no vio las ramas secas ni las flores, y se dio cuenta de que ya no estaba apoyado en el tronco de un rbol, sino en el regazo de alquien vestido de negro. Con una sonrisa de nio sdico Izak Gavent contemplaba su muerte.

    De verdad crees que soy incapaz de amar? dijo el nigromante, con un tono entre la burla y el reproche.

    Huris intent respirar por ltima vez, sin xito, y qued inmvil. Gavent le baj los prpados con sus dedos plidos, le cerr la boca y deposit con suavidad el cuerpo en el suelo antes de ponerse en pie y echar un vistazo a su alrededor, dedicando unos instantes a regodearse en su propio talento. Adoptar la apariencia de un rbol no era demasiado difcil, incluso los druidas podan hacerlo, y esparcir veneno desde sus

  • HILO DE PLATA

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    ramas tampoco resultaba complicado, pero el toque de las flores blancas abrindose a la luz de la luna le pareca sublime.

    A continuacin recogi el petate, cado dentro del agujero que haba dejado el falso rbol, comprob que tanto el preciado objeto como el oro que haba pagado por l estaban dentro, tir todo lo dems en el agujero y pronunci una breve palabra que invoc a un fuego fatuo.

    La pequea llama verdosa flot cerca de su amo mientras ste sacaba de su casaca un frasco y rociaba con su contenido los dos cadveres, al tiempo que pronunciaba varias frases breves e incomprensibles. Gracias a aquel sencillo conjuro, los cuerpos e incluso las ropas y el cuero se descompondran tan deprisa que por la maana solo quedara un puado de huesos y jirones. Si alguien llegaba a pasar por all pensara que los cadveres llevaban aos en ese lugar y nadie se molestara en investigar.

    El nigromante cogi sus pertenencias y se alej caminando, precedido por el fuego fatuo para no tropezar en la oscuridad. Antes de que las nubes volviesen a engullirla la luna hizo brillar los intrincados smbolos, bordados con hilo de plata, que adornaban sus vestiduras.

  • EL LTIMO TEMPLARIO

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    EL LTIMO TEMPLARIO

    Ucrona I. (1 Posicin). Bruno Walter Juanche, Uruguay.

    El ltimo Templario fue el primer relato con el que me atrev a

    participar en los retos del foro. Al hablar de una Ucrona, entendemos que es un final alternativo a un hecho histrico y real. En este caso, opt por narrar sobre los das finales de Jaques De Molay, el ltimo Gran Maestre de la orden templaria. Quiz muchos nunca hayis odo hablar de l, pero os invito a remontar la imaginacin a aquellos das de antao y descubrir qu habra sucedido si todo hubiera sido diferente.

    Invierno del ao 1307 d.C. Pars, Francia.

    En nombre de su divina providencia el Supremo Pontfice Clemente V y su majestad, el Rey Felipe IV el Hermoso, se acusa y condena por cargos de sacrilegio contra la Santa Cruz, simona e idolatra del demonio, a Jacques de Molay, Gran Maestre de la Orden del Temple, a la muerte en la hoguera! Adems de ello, se confiscarn todas sus tierras y propiedades, as como las de la Orden del Temple, y se condenar a la misma suerte a todos sus caballeros! las palabras del heraldo real sonaron tan fras como el glido e impvido viento del norte. El pueblo ante l, a la sombra de las torres de Notre Dame, se estremeci. No por la fra ventisca ni la nieve, sino por la mera idea del infortunio que caera sobre los caballeros templarios al negrseles el cielo.

    Jacques haba escuchado rumores entre sus ms fieles y humildes

    caballeros sobre la pesadilla. Una pesadilla llamada Inquisicin, que recorra todos los pueblos de Francia. Por supuesto que hubo traidores entre los suyos, adoradores del demonio y pecadores. Pero eran los menos, y siempre haban sido desenmascarados y condenados por ello. Volvera a pedir clemencia a Dios.

    Se inclin de rodillas una vez ms, ante la Santa Cruz de la iglesia. Sus huesos crepitaron como el ardor de las ascuas en un brasero, y or. Rog a Dios por piedad para sus hermanos cados, para aquellos condenados injustamente y le pidi que no olvidara de l cuando su santo juicio llegara.

  • EL LTIMO TEMPLARIO

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    Un gran escndalo, seguido de algunos gritos ahogados, abrumaron las calles de Molay y se filtraron entre las vetustas piedras de la iglesia hasta los odos de Jacques.

    El anciano maestre se puso en pie, sin permitirse darle la espalda a la Santa Cruz, y se mantuvo absorto, contemplndola, como si el cielo se abriese ante sus ojos.

    Las puertas de la iglesia estallaron y el repiqueteo de pesadas armaduras metlicas contra las fras losas invadi la sala. Los precipitados pasos redujeron la velocidad hasta convertirse en un funesto andar. Otra vez volvi a sonar el chasquido de una espada contra el acero y un seco alarido acall su sonido.

    Jacques Bernard de Molay, por orden del supremo pontfice Clemente V y el rey Felipe IV de Francia, estis arrestado conden una voz tosca y rgida a sus espaldas, que perpetu en eco en toda la cmara.

    Un par de manos enguantadas en acero se aferraron abruptamente a los hombros del Gran Maestre, atenazndolo, y apresaron sus manos entre fros grilletes.

    Tres pares de guardias llegaron hasta las piras ya dispuestas en la

    tarima. Cada pareja arrastraba por los brazos a un prisionero, la sombra de un caballero mermado. Las cadenas repiqueteaban a sus pies, y los grilletes se estremecan ante el infame destino que deban enfrentar.

    El pueblo aclam su llegada, lanzando pullas y fruta podrida a los reos. Sus cuerpos estaban demacrados tras incontables torturas. Jacques apenas poda ver. Su rostro estaba tan inflamado que alcanzaba a percibir solo con uno de sus ojos. El otro estaba demasiado magullado, oculto entre oscuros moretones.

    La guardia francesa encaram a los prisioneros, encadenndolos contra las columnas de las hogueras. Apenas podan mantenerse en pie. Solo Jacques evoc la suficiente fuerza de voluntad para lograrlo, mientras senta cmo le flaqueaban las piernas y le abandonaban las fuerzas.

    Uno de los guardias pas con un barril ante ellos, lo abri, y los reg a cada uno con aceite, as como a la pila de lea que se amontonaba bajo sus pies. Jacques escupi con desaire.

    El mismsimo rey Felipe IV asista a la quema de los ltimos templarios. Se acerc a los tres prisioneros y les escudri meticulosamente. Se pase delante de ellos con gallarda, haciendo gala de brillantes joyeras y un hermoso atuendo de terciopelo garzo.

  • EL LTIMO TEMPLARIO

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    Jacques de Molay, vuestras ltimas palabras antes de morir? inquiri el soberano, torciendo sus labios en una horrenda mueca de desagrado.

    El prisionero, orgulloso caballero y Gran Maestre en su interior, gir la cabeza para enfrentarse al rostro del rey. El sol brillaba insensible, cegndole la poca visin que an le quedaba. No poda ver ms que una sombra, pero senta su inmunda presencia ante l.

    Dios sabe quin se equivoca y ha pecado, y la desgracia se abatir pronto sobre aquellos que nos han condenado sin razn. Dios vengar nuestra muerte. Seor, sabed que, en verdad, todos aquellos que nos son contrarios, por nosotros van a sufrir anunci Jacques entre espasmos, escupiendo cogulos de sangre. Clemente, y t tambin, Felipe, traidores a la palabra dada, os emplazo a los dos ante el Tribunal de Dios! A Clemente antes de cuarenta das y a ti, Felipe, dentro de este mismo ao pronunci su maldicin con palabras tan cargadas de ira y odio que pareci alienarse de s mismo para poseerse, aunque sea por un momento, por el mismsimo demonio.

    Por alguna razn, Felipe se estremeci ante las palabras de Jacques. Sinti temor, pavor de tal blasfemia, y se volvi de espaldas al pueblo para ocultar su espanto. Revolvi su mente, intentando articular palabras, pero se le hizo un nudo la garganta.

    Quemadlos! orden por fin, cuando recupero la postura. Quemadlos a todos!

    El pblico estall en jolgorio al ver a uno de los guardias acercarse a las piras con la antorcha encendida. El pueblo de Francia ansiaba la purga de los herejes.

    El guardia acerc la antorcha a una de las hogueras y sta se encendi al instante. El fuego creci hacia la primera pira, donde se encontraba uno de los prisioneros, decado y solemne, aguardando su final. Las llamas crecieron y lo envolvieron con sus lenguas gneas hasta acallar su grito desesperado.

    Jacques se estremeci, y elev su mirada para enfrentarse al firmamento. El sol le ceg y sinti el calor de las llamas acercndose a l.

    Dios mo, mi Seor comenz a articular. Apiadaos de mi alma en vuestro seno El humo inund las fosas nasales de Jacques hacindole romper en espasmos, mientras el crepitar de las llamas se acercaba y la aclamacin del pblico por su muerte prorrumpa en vtores.

    Todo se volvi gris y negro, confuso y ardiente. Un estruendo ensordecedor reson a sus espaldas. Tosi enfebrecido; el oxgeno no pareca llegarle a la cabeza. No poda pensar ni razonar, y sinti cmo le

  • EL LTIMO TEMPLARIO

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    arrancaban brutalmente de s. Su cuerpo se sacudi y lo abord una extraa sensacin como si se alzara en el aire. El mundo comenz a oscurecrsele, y le pareci recordar el sonido de las batallas: acero contra acero, gritos de guerra, cascos de corceles y alaridos ahogados. Pero pronto, cuando crey que el cielo se abra ante l, la oscuridad acab engullndolo por completo.

    Jacques despert. Un fuerte dolor de cabeza le invadi de pronto.

    Solt un leve quejido y pestae nuevamente. Una ventisca meci una sbana blanca que cubra un portal, y trajo consigo el aroma fresco de la sal. El anciano se enderez, confuso.

    Observ sus manos; se encontraban vendadas, pero ya no le ardan como antes. Tante su rostro y tampoco pareca estar tan inflamado.

    Hizo acopio de sus pocas energas y se puso de pie. Los huesos resonaron al acomodrsele las vrtebras, y solt un leve quejido.

    Gran Maestre, qu gusto ver que os habis recuperado! exclam un joven al acercarse a l.

    Jacques lo reconoci al instante. Era Jean, su mozo de cuadra en Molay.

    Jean, qu ha sucedido? logr articular el maestre, arrastrando sus palabras.

    Seor, cuando las noticias llegaron a mis odos sobre vuestra captura, corr a advertirle de lo sucedido a los Cnones del Temple. Recordis? Aquellos que salvasteis en la costa Siria, cerca de la ciudad de Tartus le revel el joven mozo. Al principio no me crean, pero luego las noticias de la Inquisicin llegaron hasta sus odos y, como os deban su vida a los ojos de Dios, acudieron enseguida a organizar vuestro rescate. Sois el ltimo de los Templarios, mi seor!

    Jacques medit las palabras del joven, y cruz a duras penas el portal de la habitacin. Camin por la cubierta de una enorme barca de transporte, cargada con millares de relucientes piezas de oro, plata, joyas y artculos de valor engarzados en piedras preciosas y brillantes.

    Por cierto, mi seor. Lo mejor de todo es que hemos logrado escapar con todas las arcas del Temple, como podis ver. Espero no me rete por ello, pens que estara muy disgustado si se enterara que el rey Felipe las hubiera confiscado el joven mozo habl con mpetu, mientras que el anciano se estremeci ante lo que vea.

    Dnde estamos? pregunt Jacques, an absorto y aturdido. Cerca de la costa de Sicilia, hemos navegado durante mucho

    tiempo, mi seor. Es una bendicin de Dios que hayis despertado! La alegra del joven eclips al instante, sus cejas decayeron y su alegre tono

  • EL LTIMO TEMPLARIO

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    se opac. Seor, sois el ltimo de los Templarios. La Orden ha sido exterminada.

    Jacques se estremeci ante las palabras de su mozo. Instintivamente llev su nudosa mano a la cintura buscando su espada; pero esta no se encontraba. Tampoco vesta una cota de mallas, sino una holgada bata blanca, sucia y ensangrentada.

    Traedme una espada! le orden el anciano. El joven corri al instante, en pos de un arma. Volvi tras unos

    momentos y le tendi por el pomo su antigua bastarda. El Gran Maestre rode la empuadura con sus dedos nudosos y

    temblorosos, y blandi el arma, quitndola de la vaina. De rodillas le orden al joven Jean, quien se estremeci y trag

    saliva, temeroso. Mas no dud y se postr ante su seor. Jean de Vitrey pronunci el Gran Maestre, calzando el filo de la espada sobre el hombro del joven. Os consagro ante Dios: Caballero del Templo de Salomn, y mi sucesor como Gran Maestre. Aceptis humildemente mi ltimo encargo?

    Jean tembl en el suelo, aterrado, pero orgulloso ante la idea de volverse un caballero.

    S, mi seor. Renuncio a todas mis pertenencias y servir con humildad a la Orden.

    La espada tembl en las manos de Jacques y cay al suelo, repiqueteando. Las piernas le flaquearon y se desplom, al no lograr seguir mantenindose de pie, cayendo en los brazos del nuevo caballero.

    Mi seor! exclam el joven, aterrado. El cuerpo de Jacques se sacuda en espasmos, sus ojos comenzaron a

    irse hacia el ms all y un dejo de sangre asom entre sus labios. Sucdeme, Jean de Vitrey, ahora vos sois la Orden, y el ltimo de

    los Templarios.

  • MEDIANOCHE

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    MEDIANOCHE

    Ucrona I. David Redondo Iglesias, Espaa.

    Este reto constitua un desafo bastante seductor: alterar un momento

    concreto de la historia de la humanidad para crear una realidad alternativa. Desde el principio lo tuve claro, no haba un periodo que ofreciera tantas y tan retorcidas posibilidades como la Guerra Fra (no obstante, elegir uno solo fue todo un caos). George Orwell y el carcter sucio y perturbador de 1984 fueron la inspiracin perfecta.

    Tras las recientes noticias sobre la plena operatividad del primer

    dispositivo termonuclear de la nacin, se ha dado carta blanca al proyecto de desarrollo de la bomba H. A su vez, los laboratorios de la U.R.S.S. siguen experimentando con tecnologa similar. Por estos motivos, el Reloj del Apocalipsis ha pasado a marcar las 23:58. Dos minutos para la medianoche.

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    Boletn de Cientficos Atmicos de la Universidad de Chicago, Illinois, EE.UU., 15 de enero de 1953

    Haca fro. En realidad siempre lo haca ah dentro, pero ese da le estaba

    costando demasiado soportarlo. En un esfuerzo por mitigar su efecto, se encogi cuanto pudo en un rincn, pero fue intil. Aquel fro ya estaba aferrado a sus huesos.

    Se encontraba en una celda sin ventanas, iluminada por la temblorosa luz de un fluorescente. El incesante ruido del sistema de ventilacin casi haba conseguido enloquecerlo durante los primeros das de confinamiento, pero con el tiempo haba acabado por convertirse en su nica compaa, a excepcin de las ocasionales entradas y salidas de su carcelero.

    Y haca ya mucho tiempo desde que decidi ignorar esas visitas. Durante los primeros das de encierro se deshizo en gritos hacia aquel

    hombre, pidiendo explicaciones y profiriendo numerosos insultos, pero este se haba limitado a cumplir su trabajo sin decir una sola palabra.

    No tard demasiado en acostumbrarse a su silencio. Todas las noches, despus de cenar, me llevaba a mi hijo mayor al

    saln mientras mi esposa baaba al beb, y nos sentbamos a ver las noticias en nuestra recin estrenada televisin, una Raytheon forrada de madera oscura. Al chico no le atraa demasiado la idea, pero yo sola colocar mi mano sobre uno de sus huesudos hombros y decirle.

    Jams subestimes el valor de una noticia. Aquel da, sin embargo, ninguno de los dos era capaz de apartar la

    mirada del programa, que en ese momento retransmita una detonacin controlada.

    Las pruebas del dispositivo termonuclear han sido satisfactorias. El resultado de la explosin ha sido la desaparicin del islote narraba el presentador, con un matiz apocalptico aferrado a una voz que casi rozaba el paroxismo. Esta explosin controlada, sin embargo, no ha disuadido a los laboratorios soviticos, en los cuales siguen adelante con el desarrollo de la Bomba de Hidrgeno. Estos son precisamente los sucesos que llevaron a publicar en el Boletn de Cientficos Atmicos, el pasado quince de enero, los nuevos cambios en el ya conocido como Reloj del Fin del Mundo, que ya seala los dos minutos para la medianoche.

    Qu es el Reloj del Fin del Mundo? pregunt mi hijo.

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    En lugar de contestar, mantuve la vista fija en la pantalla, sumido en un tenso silencio. Aquel reloj siempre se me haba antojado como una patraa alarmista, pero saba perfectamente que, en aquella ocasin, el riesgo era real.

    Seor? insisti el nio, tratando de captar mi atencin, pero persist en mi mutismo. En aquel instante estaban emitiendo nuevamente las imgenes de la explosin, y la nube de hongo ocupaba todo mi campo visual, ensombreciendo mis pensamientos.

    Incapaz de aguantarlo ms, me levant y apagu el aparato. Basta de televisin por hoy coment, anticipndome a una posible

    rplica por parte de mi hijo, pero este no dijo nada. Al mirarlo, descubr una expresin de pnico dibujada en su rostro.

    No pasa nada, hijo dije con una sonrisa que pretenda ser tranquilizadora, mientras trataba de reprimir el sentimiento de culpa. Todo est bien.

    Tras un esfuerzo supremo, el recluso consigui incorporarse. No

    recordaba haber estado tan dbil en toda su vida. Con suma lentitud, avanz un par de pasos, pero no tard en perder el equilibrio y chocar contra la puerta de la celda.

    Mierda! dijo entre dientes, aunque se olvid de su frustracin al notar los secos y polvorientos vestigios de lo que un da fue su voz.

    No estaba seguro, pero era posible que llevase meses sin hablar. Apoyndose en la pared, consigui regresar al rincn, y all volvi a

    encogerse sobre s mismo. Por primera vez en mucho tiempo unas abrasadoras lgrimas corran por sus mejillas. Haba quedado reducido a la nada ms absoluta, y aunque ya ni siquiera tena fuerzas para permanecer en pie, el miedo lo paralizaba ms que su propio deterioro. Y as, sumido en una gran impotencia, apoy la cabeza contra la pared y llor con amargura.

    Breves instantes despus, la puerta de la celda se abri. Ni siquiera alz la cabeza para mirar a su guardin, que deposit sobre la cama una bandeja con comida.

    Qu hay hoy en el men? pregunt de pronto, con sorna, movido por un ciego y desconocido impulso.

    Como siempre, no hubo respuesta, pero aquel da no pensaba consentirlo. Aquel da quera una. Aquel da se mereca una.

    No vas a decrmelo? continu, alzando cuanto pudo su voz llena de ceniza. Te cortaron la lengua despus de venderte al enemigo, maldita hiena rastrera?

    Volvi a callar.

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    Ante ese silencio, el recluso alz la cabeza y escrut con detenimiento el rostro que tena delante, aunque ya lo haba hecho mil veces ms. Era amplio y anguloso, con unos ojos grises tan inexpresivos como todo lo dems en l. Al principio, haba dudado de su origen, pero con el paso del tiempo haba llegado a estar convencido de que era americano.

    Responde, cerdo asqueroso! exclam, sin cejar en el empeo de romper su silencio, aunque fuese solamente aquel da. Bastardo traidor!

    Entonces tampoco respondi, pero su gesto imperturbable se deshizo, y, por primera vez desde que el recluso cay bajo su custodia, este le dedic una sonrisa. Una sonrisa que se clav en lo ms profundo de su alma, pues nunca antes haba sido capaz de ver un mensaje tan claro en un simple gesto. Aquella sonrisa lo estaba acusando directamente a l. Le lanzaba un mensaje que, en su fuero interno, se haba gritado a s mismo desde el primer da de encierro, cada vez que dedicaba un pensamiento a maldecir a sus captores, y yo lo acuso a l?.

    Abatido, se arrastr hasta la bandeja cerrada de forma hermtica, donde un plato de carne con aspecto ceniciento le esperaba tras la tapa de plstico transparente. De inmediato, el sonido de la puerta al cerrarse le indic la ausencia de su vigilante.

    No obstante, la sonrisa segua all. Mis pasos se vean amortiguados por la moqueta que cubra el suelo,

    por lo que aprovech para correr tan rpido como pude. Ante mis ojos, el pasillo desembocaba en una puerta blanca que, al alcanzar, abr sin miramientos. Pero nada ms irrumpir en el despacho me encontr con la adusta expresin de Johnson.

    Seor secretario, llega usted con retraso. Me reprendi con su voz grave y nasal.

    Lo s y lo lamento, seor vicepresidente respond, algo avergonzado por mi impetuosa entrada, mientras trataba de recuperar la compostura.

    Tras inclinar la cabeza ante el vicepresidente, me intern en el despacho oval, donde me encontr, mirando fijamente hacia un telfono negro con expresin an ms seria que Johnson, al presidente Kennedy. Trataba a toda costa de mantener la calma, pero su frente estaba perlada de sudor.

    Seor secretario me salud, sin apartar siquiera la mirada del telfono. Qu noticias tenemos?

    Ninguna, seor presidente respond, con la boca seca. Al parecer, el U-2 fue incapaz de identificar los barcos a tiempo, as que,

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    cuando llegaron a Baha de Cochinos, fue imposible detenerlos. Aun as, uno de los misiles soviticos lo ha derribado. Se ha perdido todo apoyo visual areo, as que no hay novedades, pero estamos intentando recuperarlo.

    Habis ordenado el bloqueo? intervino Johnson. As es, seor. La isla est en completa cuarentena, y seguimos

    estrechando el cerco. Permanecemos a la espera de rdenes para atacar. Yo mismo he enviado un mensaje personal al presidente Jrushchov

    indic el presidente, con ms decisin de la que pareca albergar. Si los misiles permanecen en Cuba, lo tomaremos como un acto de guerra, y responderemos como tal.

    Al or sus palabras, fui incapaz de contener una exclamacin de sorpresa.

    Seor presidente musit Johnson, con el ceo fruncido. No podemos responder, el ex-presidente Eisenhower dilapid gran parte de nuestro presupuesto militar en campaas propagandsticas. Las bases de Turqua y la RFA estn bajo mnimos.

    No intervine, con mayor brusquedad de la que pretenda. Contamos con ciertos apoyos en Israel. Podemos lanzar un ataque en veinticuatro horas.

    Pero Johnson neg con la cabeza. Responderan con otro de iguales caractersticas. Antes de que

    podamos impedirlo, sufriremos ataques en nuestro propio territorio. Con el debido respeto, seor vicepresidente, no creo que debamos

    limitarnos a entregarles el pas en bandeja Esccheme bien, seor secretario me interrumpi, tajante.

    Hace ya ms de cien aos que no se produce ninguna batalla en suelo estadounidense, y mientras yo sea vicepresidente, as seguir siendo.

    A punto estaba de responder cuando comenz a sonar el telfono. Las palabras murieron en mi garganta de inmediato. Durante unos segundos, ninguno de los tres hicimos ningn movimiento hasta que, tras tantos tonos que acab perdiendo la cuenta, el presidente lo cogi con decisin. Sin embargo, a medida que la persona al otro lado de la lnea hablaba, su rostro iba adquiriendo una palidez mortecina.

    Cmo dice? balbuce. Volvi a guardar silencio, mientras Johnson y yo cruzbamos una rpida mirada, que me bast para descubrir que ambos intuamos lo que estaba sucediendo. Al cabo de unos minutos, aadi. En una hora tendr su respuesta.

    Acto seguido, colg el telfono. Jrushchov ha hecho un comunicado anunci, confirmando

    nuestros temores. Los misiles estn armados, tenemos veinticuatro

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    horas para anunciar nuestra rendicin incondicional y, como prueba de ello, mi dimisin. Si no lo hacemos, lanzarn un ataque.

    El recluso apenas haba comido la mitad de la carne cuando comenz

    a sentir unas fuertes punzadas de dolor en el estmago. A pesar del hambre que tena, volvi a cerrar la tapa. Mientras lo haca, la idea de que si lo liberasen en aquel mismo instante y lo trasladaran urgentemente a un hospital morira en pocos das se apoder de l.

    Para su sorpresa, no era una perspectiva muy desalentadora. Entonces descubri un detalle en el que no haba reparado. Al lado de

    la carne, en una diminuta caja cerrada tambin de forma hermtica, haba un nico cigarrillo y una cerilla. Nunca antes le haban ofrecido uno. Aquella era la ltima seal que necesitaba para saber lo que haba estado intuyendo desde que el frio lo despert aquel da. Con una carcajada que son ms como un lastimero quejido, sac el cigarro y se lo puso en la boca.

    Unos segundos despus, volvi a entrar su carcelero. En aquella ocasin iba enfundado en un traje anti-radiacin. En completo silencio, sac la bandeja y sali al pasillo. Era la primera vez que dejaba la puerta abierta.

    Intrigado, el reo contempl el pasillo con detenimiento, y se dio cuenta de que pareca una progresin de la celda. De pronto, una pregunta acudi a su cabeza. Intentara escapar si tuviese energa suficiente para hacerlo?

    Por supuesto, se dijo mentalmente. Pero no se fiaba. No sera la primera vez que su cerebro le engaaba. Antes de que pudiese volver a preguntrselo, el celador volvi a entrar.

    Tras respirar hondo un par de veces, prendi la cerilla y encendi el cigarro. La primera calada entr como una llamarada por su garganta, y no pudo evitar toser levemente un par de veces, pero no tard en acostumbrarse. Era mucho peor de lo que recordaba, pero su sabor le hizo rememorar lejanos recuerdos. Mientras tanto, el carcelero lo ayud a incorporarse y espos sus manos.

    En marcha murmur con dificultad, con el cigarro an en la boca. El paseo fue tan extenuante que apenas levant la vista del suelo.

    Junto a l, el carcelero lo guiaba por numerosos tramos ascendentes de escaleras, a la vez que lo ayudaba a caminar.

    Se detuvieron ante una puerta metlica, la cual dos hombres vestidos tambin con trajes protectores abrieron con un gran esfuerzo. Cuando sus ojos se encontraron con el panorama que mostraba el exterior, a punto estuvo de desfallecer.

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    El cielo estaba cubierto por una gruesa capa de ceniza que mostraba un espeluznante brillo blanquecino, como si tras ella se desatara una furiosa tormenta elctrica. A ras del suelo, la visin no era mucho mejor. Durante mucho tiempo se haba preguntado qu se encontrara cuando, al fin, viese el exterior. Haba esperado ver montaas de escombros, cadveres y cucarachas campando a sus anchas bajo aquel cielo contaminado, pero jams haba esperado encontrarse aquello. Lo nico que quedaba era un extenso desierto de polvo. Ante l se encontraban las ruinas de los Estados Unidos de Amrica.

    Todo est dispuesto, seor presidente susurr uno de los

    guardaespaldas. Haba visto muchos discursos presidenciales televisados, pero jams

    haba presenciado ninguno en persona. Y, sin embargo, todo pareca ms artificial.

    Se haba dispuesto un vistoso atril frente a una pared azul, con un enorme escudo gubernamental. Sin invitados. Sin periodistas. Solamente una cmara de televisin.

    Ciudadanos de los Estados Unidos de Amrica comenz el presidente a la seal de Guthman, el jefe de prensa. Oscuros tiempos nos han tocado vivir. Nuestra tenaz lucha por la democracia se ha visto truncada en numerosas ocasiones por conflictos, persecuciones y temor. Conflictos causados por nuestro miedo, persecuciones provocadas por una nefasta represin, y temor a un misterioso y lejano enemigo. Ayer, 27 de octubre de 1962, ese enemigo dio un paso definitivo, y con gran pesar he de decir que, para garantizar la seguridad de todos y cada uno de los ciudadanos de la nacin, la guerra ha tocado a su fin de la peor de las formas.

    Seor secretario susurr a mi espalda la voz del general Landsdale, quien acababa de entrar discretamente en la sala de prensa. No tenemos apoyo areo, pero hemos estrechado el cerco. Sabemos dnde se encuentran las bases. La isla sigue rodeada. Si intervenimos ahora, podremos desmantelarlas.

    A pesar de que Landsdale esperaba una respuesta inmediata, guard silencio. Una accin rpida como aquella dara al traste con la amenaza sovitica; pero, como haba dicho Johnson, si algo sala mal, por primera vez el territorio estadounidense pagara directamente las consecuencias. Mientras tanto, el discurso de Kennedy continuaba.

    El mximo dirigente de la Unin Sovitica, Nikita Jrushchov, ha solicitado, como uno de los trminos de su victoria, mi dimisin como

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    presidente de los Estados Unidos. De lo contrario, se producir un ataque de fatales consecuencias para nuestra nacin.

    En aquel instante, mi cabeza era un hervidero de ideas arriesgadas. Si conseguamos desmantelar las bases de misiles, los soviticos no contaran ms con Cuba, y la guerra se decantara de nuestro lado. Podramos utilizar Israel, Turqua y la RFA en las mismas condiciones y asegurarnos la victoria.

    Hganlo, por el amor de Dios! murmur al fin, en un susurro casi ahogado.

    El acuerdo no tardar en llevarse a trminoprosigui el presidente, ajeno a lo que acababa de suceder. Sin embargo, an es mi deber rogaros que guardis la calma. Quiero transmitiros un sincero mensaje de unidad. Si todos permanecemos juntos, no habr nada que no podamos superar. Ni siquiera la tormenta que se avecina.

    Como apenas poda mantenerse en pie por s solo, lo ataron a un poste

    de madera, a la derecha de otros tres hombres, de espaldas a un amplio muro. Al principio, crey ver en ellos la sombra de unos viejos conocidos, pero, al igual que la suya, sus identidades ya no estaban all. Solo eran rostros cerosos y cuerpos extremadamente delgados. Eran poco ms que esqueletos. Ni siquiera conservaban ms que unos sucios mechones de pelo y unos cuantos dientes. Se pregunt si l mismo ofrecera aquel aspecto. Claro que s, se dijo con amargura.

    Frente a ellos haba cerca de una docena de hombres, todos vestidos con trajes anti-radiacin y con idnticos fusiles en sus manos. Uno de ellos, situado a la izquierda del resto, grit una orden ininteligible para el recluso.

    Uno de los hombres se ech a llorar de forma escandalosa, mientras

    murmuraba algo parecido a no quiero morir. Otro de ellos, el que se encontraba al otro extremo del paredn, comenz a insultar al pelotn de forma tan salvaje que ni siquiera se le entenda.

    continu el militar, impasible a los llantos. Mientras los doce hombres alzaron sus fusiles hacia ellos, el preso

    situado junto a l comenz a rezar de forma acelerada. En aquel momento, se pregunt si deba hacer l lo mismo, pero, al buscar en su interior, no encontr nada. Casi era un alivio que todo fuese a terminar en pocos segundos. Sin embargo, al volver de nuevo la vista hacia el pelotn de fusilamiento, se le hizo un nudo en la garganta, y la realidad volvi a imponerse. No quera morir.

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    En aquel momento se sinti asustado, y a punto estuvo de echarse a llorar, al igual que aquel otro condenado. Sin embargo, y sin saber muy bien por qu, record lo que le dijo a su hijo para tranquilizarlo cuando vieron aquella explosin nuclear por televisin. No pasa nada, hijo. Al pensar en l, su corazn se llen de serenidad. Inmediatamente rememor aquellas lejanas noches con su hijo frente a aquel televisor recubierto de madera. No tard en acudir a su mente todo lo que, hasta entonces, haba estado profundamente enterrado. Con el corazn rebosante de emocin, murmur.

    Gracias orden al fin el militar, y, acto seguido, el pelotn al

    completo abri fuego. Las balas le produjeron un ardor insoportable al penetrar en su piel,

    pero el dolor no tard en desaparecer. De pronto, haba dejado de sentirse tan pesado. En aquel momento haba pasado a ser una pluma mecida al son de un viento podrido. Con sus ltimas fuerzas, dirigi sus ojos al cielo gris. Aquella deba ser la temida medianoche. Aun as, l solo vea un sol resplandeciente.

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    LA NOVIA DEL DRAGNOR

    Cuento infantil alternativo I (adaptacin oscura de Caperucita Roja) (1. Posicin).

    Mabel Gracia D. (Azaharys), Chile. En el reto se pidi un final alternativo, desvirtuado, para un cuento

    conocido. Segn mi opinin, el cuento de caperucita roja, por su origen, era el que reuna las mejores condiciones para realizar el objetivo y matar la inocencia. As que me bas en l. Espero lo disfruten.

    En un pueblo al norte de la vieja Europa, bordeando un bosque de

    espesa fronda, viva una madre y una hija. Como era habitual cada fin de semana, la madre prepar una cesta con rojas manzanas, carne seca, un buen trozo de queso y pan recin horneado. Pero su nimo aquella tarde estaba pesaroso, y se qued mirando el envo llena de dudas.

    Vas a poner algo ms en la canasta?, puedo irme ya? pregunt la hija, mirndola con sus candorosos ojos verdes y una vivaz sonrisa.

    La mujer la contempl y la encontr preciosa; llevaba puesta la caperuza roja que le haba regalado en su ltimo cumpleaos, el nmero catorce, y los claros rizos se le asomaban por debajo de la capucha.

    Est lista. Dale un beso a tu abuela de mi parte. Su voz son inquieta, y al entregarle la cesta no la solt de inmediato. Mi pequea Caperucita, por favor, ten cuidado al cruzar el bosque. Se acerca el solsticio de invierno y t sabes que en estas fechas siempre desaparece alguna inocente

    Pero, madre No creers que las historias que se cuentan sobre la Novia del Dragnor son ciertas?

    T sabes lo que se dice, mi Caperucita. La mayora de la gente del pueblo crea en la existencia de aquel personaje. Decan que era una bruja que en la llegada de cada invierno se llevaba a una joven como ofrenda a su seor, un demonio de bestial aspecto.

    Pese a los resquemores de la madre, Caperucita se march, prometiendo que si la alcanzaba la noche pernoctara en casa de la abuela y retornara al da siguiente. Ella no tena miedo, crea conocer el bosque como la palma de su mano. En ocasiones, en el camino se topaba con ms de algn leador que la saludaba con cario, pues la conocan desde pequea. Pero esa tarde no haba visto a nadie; le pareci que un halo penumbroso se haba apoderado de los rboles, haciendo que los pjaros y animalillos del bosque se cobijaran en sus nidos y guaridas.

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    Por unos instantes, las palabras de la madre resurgieron en sus pensamientos. Movi la cabeza de lado a lado para cortar esas inquietudes.

    Tonteras! se dijo, y continu avanzando. Faltando un par de millas para llegar a su destino, la seductora voz

    de un hombre la sobresalt: Adnde vas, Caperucita? Alz la vista hacia su izquierda, y entre las ramas de un viejo fresno

    lo vio. El desconocido salt al camino con gran agilidad y se enderez frente a ella. Caperucita se qued muda, no del temor sino por la apariencia del individuo: era muy alto, tena unos ojos endiabladamente bellos, azules y profundos como una noche iluminada por la luna, y un rostro de lneas armnicas, blanco como el alabastro, que a ella le pareci perfecto. El cabello liso y oscuro le caa al sujeto sobre los hombros, y vesta un traje de terciopelo negro que le daba gran prestancia.

    Quin eres? Acaso me conoces? pregunt, maravillada. Mi nombre es Antn de Dresst se present. He adquirido unas

    tierras al otro lado del bosque y me he mudado hace poco. Suelo venir a pasear durante el atardecer; algunas veces te he visto conversar con los leadores. Sent el irresistible deseo de conocerte y charlar un rato. Espero no haberte asustado y que mi compaa no te sea molesta agreg, cautivndola con su sonrisa.

    No, no me he asustado. Fue solo la sorpresa. Ser un placer si me acompaas un rato.

    Con gestos y miradas tentadoras, Anton la cortej el resto del camino, y la conversacin fluy fresca y graciosa. Y antes de salir de la arboleda, pidi a Caperucita que no hablara con nadie sobre l, pues no deseaba revelar an su presencia en el pueblo. Se despidieron con una sonrisa, prometiendo volver a encontrarse.

    El resto del camino, a Caperucita le pareci como si pisara sobre motas de algodn. Sin darse cuenta, se haba sumido en sus primeras fantasas romnticas. No sinti el paso del tiempo cuando ya estaba ante la cabaa de la abuela. Recogi la llave de debajo del tapete, abri la puerta y entr.

    Hola, mi Caperucita, te esperaba dijo la abuela, en tono amoroso. Era una mujer que rondaba los cincuenta aos, que a pesar de poseer

    arrugas en el rostro y el cabello ms blanco que rubio, an era bella. Se hallaba sentada frente a una mesa, con las manos entrelazadas.

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    Qu tal, abuelita? Caperucita dej la cesta a un costado y al volver a mirar a la abuela percibi una profunda melancola en sus ojos. Ests bien?

    Bien, mi tesoro. Es solo que la llegada del invierno entristece mi corazn. T sabes que pronto se cumplen veinte aos de la muerte de tu abuelo dijo, decada. Ven a darme un abrazo.

    La noche cay pronto, y Caperucita decidi dormir all. Como en otras ocasiones, ocup un estrecho pero clido cuarto al lado del de su abuela. Pero despert varias veces creyendo que una maligna sombra acechaba alrededor de su cama; y, a instantes, le pareci escuchar la balbuceante voz de un hombre en el dormitorio contiguo. Finalmente, consigui conciliar un sueo profundo hasta que la luz de la maana la despert.

    Anoche cre or voces. Haba alguien ms contigo? pregunt, intrigada, durante el desayuno.

    Alguien ms?... Qu extraos sueos has tenido! exclam la abuela con una suave risilla, y no le dio mayor importancia.

    Tras olvidar la misteriosa noche, Caperucita estaba lista para regresar a su casa. La abuela le dio un gran abrazo, despus un beso, y la acompa hasta la puerta; all se qued largo rato, mientras contemplaba con ojos sombros cmo se alejaba por el sendero. Una alta y oscura figura, que provino del interior de la casa, se situ a su espalda. La mano blanca del hombre se pase por la cabeza de la mujer ordenndole el cabello, para terminar dndole una sugerente caricia desde el cuello hasta el hombro. Ella esboz una sonrisa contrariada, y en voz baja y penosa le dijo:

    As que ya has escogido a tu vctima No ser fcil esta vez, pues la quiero de verdad. Mas a ti, mi amado Dragnor, no puedo negarte nada.

    Los das siguientes, Caperucita se vio presa de una terrible ansiedad;

    lo nico que ocupaba su corazn era el deseo de volver a ver a Antn. Sin que su madre se enterara, se escap varias veces al bosque esperando encontrarse con l, pero solo se topaba con los leadores y, extraamente, se desesperaba al sentir que si no lo volva a ver morira. Mas para su fortuna, o desdicha, en el siguiente viaje a casa de la abuela su anhelo se cumpli, y Antn de Drest se mostr tan alegre como ella por el encuentro.

    Paseemos un rato por el bosque sugiri Caperucita, regalndole una coqueta sonrisa.

    Vaya!, qu mala suerte! Ahora no puedo; tengo algo que hacer Vio cmo los ojos de Caperucita se velaban de desilusin aunque, no

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    demorar demasiado en mis asuntos. Si lo deseas, date prisa en casa de tu abuela y vuelve a este mismo lugar al caer la noche. Estar esperndote.

    Ella no contest al instante, pues le cost desprenderse de los seductores ojos de Antn. Se sinti sobrepasada por las sensaciones nuevas que la oferta le haba provocado.

    Si damos un paseo tan tarde, mi madre me regaar al regresar Adems, no ser peligroso? pregunt luego, intentando ocultar su excitacin.

    Cmo podra yo permitir que alguien te hiciera dao!... Tengo un plan: regresa a tu casa maana temprano, dile a tu madre que te quedaste a dormir junto a tu abuela. Prometo protegerte bien Te ensear lugares y bondades de este bosque que solo se disfrutan bajo la luz de la luna.

    Ella sonri sin decir nada, pero la fascinacin que le bull dentro desbord por su fresca mirada. Un destello de varonil triunfo resplandeci en el rostro de Antn.

    La vspera del solsticio de invierno lleg; y algo ms tarde de lo

    acostumbrado, cuando el sol ya haba apagado sus fuegos en el horizonte, Caperucita caminaba una vez ms a casa de la abuela. Su madre haba accedido a aquella visita inesperada en esa fecha tan temida, solo porque un leador haba comunicado que la mujer no se encontraba bien. Al llegar a la cabaa al otro lado del bosque, Caperucita la encontr tendida en un sof, con lgrimas en los ojos.

    Abuela, qu te ha ocurrido?, qu mal te ha aquejado? pregunt en tono preocupado.

    No es un mal del cuerpo, sino del alma explic, suspirando. Hoy es el aniversario de la muerte de tu abuelo. Nadie lo sabe, pero cada ao me interno en el bosque y suelo caminar hasta el lugar donde encontraron sus restos para depositar all un ramo de flores indic un pequeo atado de geranios blancos que yacan sobre la mesa. Cada ao que pasa, el dolor de mi corazn es mayor; me temo que esta vez no ser capaz de llegar sola. Me acompaars, mi tesoro?

    A estas horas?, por qu no vamos maana? cuestion Caperucita.

    Oh! Maana ya no tendr sentido es importante para m. Me acompaas, por favor?

    Por supuesto, abuela contest la nieta con su dulce sonrisa, aunque con un dejo de extraa frialdad en la mirada.

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    Las dos salieron de la cabaa envueltas en las primeras sombras de la noche. Al cabo de un par de horas, llegaron a un sendero que Caperucita jams haba visto.

    Qu extrao! Nunca supe de este camino. Es una senda que muy pocos conocen. Hace veinte aos, tu abuelo

    tuvo el infortunio de recorrerla, intentando dar caza a un lobo; pero Suspir, y ninguna habl ms.

    Caminaron hasta llegar a un extrao claro atiborrado de hierba, donde la luz de la luna iluminaba una piedra alta que yaca en el medio. Alrededor, y entre los rboles, las sombras de la noche parecan velos danzantes de misteriosa frialdad. La abuela pidi a Caperucita que sostuviera el ramillete de flores, y luego se acerc a la piedra y dej caer su capucha.

    Hemos llegado, mi seor dijo en voz alta. Como cada ao, vengo a cumplir mi promesa, mi prueba de amor y lealtad.

    Mucho ms atrs de la piedra, de entre los rboles, Antn de Drest apareci trayendo junto a l la presencia de oscuros espectros de imprecisa forma, que se arrastraban a sus pies con sonidos sibilantes. Avanz erguido, como un seor todopoderoso rodeado de tinieblas, y antes de llegar al centro del claro su forma cambi. Nieta y abuela lo vieron transformarse en una gran bestia: un lobo negro de proporciones gigantescas, pelaje azabache, hocico fiero y brillantes ojos azules. La abuela se arrodill ante l y Caperucita lo contempl con gran asombro. Luego, los ojos de la Novia del Dragnor, vidriosos e inquietos, se dirigieron a su nieta.

    Lo siento mucho, mi tesoro pues, mi seor ha decidido tu destino: sers esta noche su cena le dijo, con verdadera tristeza.

    Oh, abuela! Has sido capaz de entregarme al Dragnor! Pens que no lo lograras. Pero no ests triste, comprendo lo que una mujer es capaz de hacer por amor.

    Los espectros que se retorcan alrededor del Dragnor, en ese instante, saltaron hacia la abuela asindola con fuerza sobrehumana de sus brazos y piernas, y la apoyaron contra la piedra.

    Qu est sucediendo aqu?! grit la mujer, atnita. La best


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