Date post: | 15-Jan-2016 |
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República Bolivariana de Venezuela
Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria
UPT De Paria “Luis Mariano Rivera”
Fundación Misión Sucre
Aldea Universitaria República del Uruguay
Maturín-Edo-Monagas
TUTOR(a): BACHILLERES:
EUCLIDES MARQUEZ
ANA SALAZAR
C.I 16.175.462
MARILUZ REYES
C.I 14.918.036
ADMINISTRACION 2/2. SECCION 03
INTRODUCCIÓN
La ingeniería genética ha ido aportando sus avances tecnológicos y científicos a distintas áreas, como la farmacéutica, el sector agropecuario y el sector alimentario entre otros. Con el desarrollo de los alimentos manipulados genéticamente se ha logrado incorporar características hasta entonces inexistentes como la resistencia a plagas, herbicidas, temperaturas adversas, etc. Estos alimentos conocidos como transgénicos se obtienen a partir del entrecruzamiento de genes de distintas especies, lo que ha desarrollado controversias a nivel mundial.Los alimentos transgénicos se han situado en el centro de un complejo debate en el que se mezclan aspectos meramente técnicos y biológicos, con otros de diversa índole: intereses generados por las patentes, protección de los consumidores, derechos de los agricultores, bioseguridad, etc. Ciertamente, la aceptación ética de la aplicación de las técnicas del ADN recombinante a las especies vegetales debe tener en cuenta el incremento de la producción y la mayor rentabilidad y seguridad de las futuras cosechas.Sin embargo, es claro que éste no puede convertirse en el único y exclusivo factor a tener en cuenta. El debate ético sobre las especies transgénicas y su repercusión sobre la salud y el entorno del ser humano, se mueve sobre una crítica previa a la moderna visión instrumental de la naturaleza reconociéndole, por el contrario, un claro valor inherente. Ello puede justificar el establecimiento de límites a la actuación humana, impidiendo la consideración de lo creado como un mero objeto susceptible de apropiación.El tema de los alimentos transgénicos a nivel mundial es controversial y se mueve en un medio bipolar, aquellos grupos que defienden a los alimentos modificados genéticamente y otro grupo que se manifiestan en contra de los mismos. La aceptación ética de estos productos biotecnológicos y sus implicaciones bioéticas en el mundo moderno son los objetivos de este trabajo.
1-Un transgénico (organismo genéticamente modificado u OGM)
Es un ser vivo creado artificialmente con una técnica que permite insertar a una
planta o a un animal genes de virus, bacterias, vegetales, animales e incluso de
humanos. Por ejemplo, los biotecnólogos pueden tomar el gen de una bacteria e
insertarla en el maíz, creando un organismo vivo completamente nuevo, esto con
el fin de producir una sustancia insecticida; o, bien, insertarle un gen para darle
resistencia a herbicidas.
Esta técnica permite a los biotecnólogos saltarse la selección natural al
intercambiar genes entre especies e incluso reinos que naturalmente no podrían
cruzarse. El objetivo de la biotecnología aplicada a la agricultura es controlar la
producción de alimentos, a fin de lograr mayores ganancias para empresas
como Monsanto, Bayer, Syngenta, Pioneer y Dow Agroscience, que al desarrollar
estos organismos tratan de controlar los granos básicos que alimentan a la
humanidad como maíz, soya, canola, algodón, sorgo, arroz y trigo.
. La diferencia fundamental con las técnicas tradicionales de mejora genética es
que permiten franquear las barreras entre especies para crear seres vivos que no
existían en la naturaleza. Se trata de un experimento a gran escala basado en un
modelo científico que está en entredicho. La ingeniería genética aplicada para la
creación de los cultivos transgénicos parte del principio de que los genes tienen
una función en sí mismos, sin tener en consideración cualquier otro factor interno
o externo al organismo. Estas incertidumbres hacen que no se pueda descartar el
fenómeno de”inestabilidad genética” de los OMG.
Alimentos transgénicos
Se llaman alimentos transgénicos u organismos genéticamente modificados a
todos aquellos que proceden de Organismos Genéticamente Modificados (OGM)
directa o indirectamente, por incluirlos en su proceso productivo. La palabra
"transgénico" proviene de "trans" (cruzar de genes de otras especies. La ventaja
de la ingeniería genética es que permite alterar los genes sin depender de
los procesos naturales de reproducción.
Están elaborados con materias primas vegetales o animales genéticamente
modificadas. Puede hacerse de dos maneras: introduciendo un gen de otra
especie por medio de la ingeniería genética o cambiando la expresión de genes
propios sin introducir ADN de otra especie. Sin embargo, no siempre son de
hecho "transgénicos" ya que muchas veces el gen que se introduce proviene del
mismo género.
Entre los vegetales transgénicos más importantes para la industria alimenticia
encontramos: la soja RoundupReady resistente al herbicida glifosato, y
el maíz resistente al taladro, un insecto. Aunque se utilice en varios casos la
harina, la utilización principal del maíz en relación con la alimentación humana es
la obtención del almidón, y a partir de éste la glucosa y la fructosa. La soja está
destinada a la producción de aceite, lecitina y proteína.
Un lugar a otro) y "génico" (referido a los genes), o sea, es todo aquel organismo
que tiene incorporado un gen extraño.
Es decir, son organismos cuyo material genético ha sido modificado de una
manera que no acaece en el apareamiento o recombinación natural, por
la introducción de
Los alimentos transgénicos han sido desarrollados con base en algunas hipótesis:
· La primera es que el hambre se debe a una brecha entre la producción
de alimentos y la densidad de la población humana o tasa de crecimiento. Sin
embargo, podemos verificar que no hay relación entre la ocurrencia frecuente de
hambre entre un país y su población. Por cada nación densamente poblada y
hambrienta como Bangladesh o Haití, existe una nación escasamente poblada y
hambrienta como Brasil e Indonesia. El mundo produce hoy más alimento por
habitante que nunca. Las verdaderas causas del hambre son la pobreza, la
desigualdad y la falta de acceso.
· Otra es que la ingeniería genética es la única o mejor forma de
incrementar la producción agrícola y, por tanto, enfrentar las necesidades
alimentarias futuras. Lo cierto y comprobado es que la mayoría de las
innovaciones en biotecnología agrícola han sido dirigidas a obtener beneficios
económicos más bien que empujadas por la necesidad. De hecho, tecnologías de
bajo insumo implementadas por agricultores y ONGs están contribuyendo de
modo significativo a la seguridad alimentaria a los niveles familiar, nacional y
regional en Á frica, Asia y Latinoamérica.
Antecedentes y actualidad
A nivel mundial
Durante siglos, se utilizó la similitud familiar para mejorar
la productividad de plantas y animales. Cuando se cultivaban plantas se
seleccionan, por su mayor tamaño, fortaleza, y por ser menos proclives a
padecer enfermedades, de esta forma se creaban híbridos mejores. No se
pensaba que en ese momento se estaba practicando una forma rudimentaria
de ingeniería genética.
El objetivo perseguido era buscar nuevas maneras de incrementar la productividad
al tiempo que se reducían los costos. Los primeros agricultores seleccionaban los
cultivos más fuertes, más resistentes a enfermedades, o más rendidores,
conservando la mejor semilla de la mejor planta para el año siguiente. Se estaban
aplicando los principios de la fitotecnia, desarrollada más tarde, cuando
las leyes de la herencia son descubiertas por Mendel. Hacia los años ´30 la
fitotecnia dio lugar al desarrollo de los primeros cultivos híbridos, lo que produjo un
gran aumento en la producción.
Se tuvo que esperar al desarrollo de la genética y al conocimiento de los
mecanismos de la evolución biológica por selección natural para que se practicara
una mejora y una selección sistematizada. Fue la Revolución Verde, en la que
los procedimientos eran sistemáticos y se recurría a la tipificación de la
variabilidad natural, el uso de la mutación, la recombinación sexual por
cruzamiento, la hibridación con especies próximas, y por último la selección de la
progenie. Esta etapa que culmina en los años setenta del siglo pasado, condujo a
la obtención de plantas, muchas veces híbridos, con características como frutos
más grandes, mayor contenido en sustancias nutritivas, crecimiento más rápido,
etc.
Como consecuencia de esto, se obtuvieron plantas de alta productividad, muy
homogéneas, a veces estériles, con claras ventajas desde el punto de vista de la
producción y de una agricultura basada en tecnologías modernas y económicas.
La contracara de esta metodología no tardó en aparecer: en primer lugar, por
tratarse de cultivos que suelen requerir fertilizantes y plaguicidas, y en segundo
lugar, por encontrarse la tecnología en manos de los países desarrollados. Así los
países del tercer mundo veían aumentar sus cosechas, a veces de forma muy
importante, pero al costo de hacerse económicamente y tecnológicamente
dependientes de países ricos. Además surgió un nuevo efecto negativo:
la erosión genética, es decir, la pérdida de variabilidad genética que se produce en
las especies cultivadas de muchos países agrícolamente dependientes al verse
desplazadas las variedades autóctonas por las foráneas de alta productividad.
La era de los denominados "alimentos transgénicos" para el consumo humano
directo se abrió el 18 de mayo de 1994, cuando la Food and Drug Administración
(FDA) de Estados Unidos autorizó la comercialización del primer alimento con un
gen "extraño", el tomate "Flavr-Savr", obtenido por la empresa Calgene, con
maduración retardada. Las semillas para el cultivo de alimentos transgénicos son
desarrolladas, producidas y comercializadas por empresas multinacionales, entre
ellas se destacan Dupont, Monsanto, Novartis, Aventis y Limagrain. Los vegetales
transgénicos más importantes para la industria alimentaria son por el momento,
la soja resistente al herbicida Glifosato y el maíz Bt.
El primer cultivo transgénico liberado comercialmente en la Argentina, en 1996,
fue la soja tolerante al herbicida glifosato. Con posterioridad a esa fecha se han
aprobado variedades transgénicas de maíz y de algodón con tolerancia a
herbicidas y resistencia a insectos.
El gobierno argentino ha promovido la ingeniería genética en forma tal que se ha
convertido en el segundo productor mundial de organismos vegetales
genéticamente manipulados, después de Estados Unidos. Gran cantidad de
alimentos contienen ingredientes modificados genéticamente. Se calcula que el
60% de los alimentos procesados contienen soja y durante la última cosecha este
cultivo cubrió el 90% de la producción total con transgénicos con lo que es altísima
la probabilidad de estar consumiendo, sin saberlo, soja transgénica.
Los beneficios de la Ingeniería Genética, han sido contrastados con las
preocupaciones surgidas de los consumidores sobre la seguridad de
los productos transgénicos. Las discusiones se han centrado en los
posibles riesgos impredecibles de estos alimentos, tanto para la salud humana o
animal como para el medioambiente.
Dada la enorme complejidad del código genético, incluso en organismos muy
simples tales como bacterias, nadie puede predecir los efectos de introducir
nuevos genes en cualquier organismo o planta, ni el alcance de los nocivos
efectos para la salud sobre cualquier persona que lo ingiera. Esto sucede debido
a:
· Que el gen transpuesto podría reaccionar de manera diferente cuando
funcione dentro del huésped.
· Que la estructura genética original del huésped se puede desorganizar
· Que los genes del huésped y el gen transpuesto combinados tienen
efectos imprevisibles.
Sin embargo, a medida que crece el debate sobre la seguridad de los OGM, no se
han evidenciado todavía problemas específicos, y es por ello que actualmente se
habla de riesgos "potenciales". Aunque otros autores opinan que sí se puede
hablar de riesgos demostrados debido al consumo de alimentos transgénicos. En
todo caso habría que evaluar cuan compensados están los riesgos potenciales
por los beneficios obtenidos en los cultivos, también potenciales en muchos casos
(como la reducción del uso de pesticidas químicos, disminución de costos y
mejoramiento del valor nutricional).
Beneficios obtenidos en vegetales en particular
1. SOJA .- La inclusión de genes vegetales, animales o bacterianos da lugar a
la síntesis de proteínas específicas. La soja resistente al herbicida glifosato,
conocida con el nombre de "Roundup Ready" y producida por
la empresa Monsanto contiene un gen bacteriano que codifica el enzima 5-
enolpiruvil-shikimato-3-fosfato sintetasa. Este enzima participa en la síntesis de los
aminoácidos aromáticos, y el propio del vegetal es inhibido por el glifosato; de ahí
su acción herbicida. El bacteriano no es inhibido.
2. MAIZ.- El maíz resistente al ataque de insectos contienen un gen que codifica
una proteína del Bacillus thuringiensis, que tiene acción insecticida al ser capaz de
unirse a receptores específicos en el tubo digestivo de determinados insectos,
interfiriendo con su proceso de alimentación y causando su muerte. La toxina no
tiene ningún efecto sobre las personas ni sobre otros animales.
La utilización de plantas con genes de resistencia a insectos y herbicidas permite
reducir la utilización de plaguicidas y conseguir un mayor rendimiento. También se
ha obtenido un vegetal con un aceite de elevado contenido en ácido laúrico,
mediante la inserción del gen que codifica una tioesterasa de cierta especie de
laurel. Los vegetales resistentes a virus se consiguen haciendo que sinteticen una
proteína vírica que interfiere con la propagación normal del agente infeccioso.
Estos vegetales contienen proteína vírica, pero menos de la que contienen los
normales cuando están severamente infectados.
Estos dos tipos de vegetales transgénicos son los más importantes para la
industria alimentaria; la soja resistente al herbicida glifosato y el maíz resistente al
taladro, un insecto. Aunque se utilice en algunos casos la harina, la utilización
fundamental del maíz en relación con la alimentación humana es la obtención del
almidón, y a partir de este de glucosa y de fructosa. La soja está destinada a la
producción de aceite, lecitina y proteína.
Puesto que la harina de maíz, la proteína de soja y los productos elaborados con
ellas contienen DNA y proteínas diferentes a la de las otras variedades de maíz,
en la Unión Europea (no en los Estados Unidos, ni en los países el MERCOSUR)
existe la obligación de mencionar su presencia en el etiquetado de los alimentos.
Aunque no se ha detectado ningún caso, sería concebible la existencia de
personas alérgicas a las nuevas proteínas.
El aceite de soja transgénica, la glucosa y la fructosa obtenidas del almidón de
maíz transgénico no contienen ningún material distintito a los que contienen
cuando se obtienen a partir de los vegetales convencionales. En la mayoría de los
casos, ni siquiera las técnicas de PCR, que como se sabe tienen una sensibilidad
extrema, son capaces de detectar material genético extraño, razón por lo que no
existe ninguna obligación de etiquetado diferencial.
En el caso de los alimentos completos, o de partes que incluyan la proteína
extraña, como podría ser la proteína de soja o la harina de maíz, habría que
considerar el riesgo de la aparición de alergias a la nueva proteína. (Por ej., en el
caso de la soja a la que se le había introducido el gen de una proteína de la nuez
del Brasil para aumentar el contenido de aminoácidos azufrados de sus proteínas
y por ende su valor nutricional. La nueva proteína resulto ser alergenica, y esta
soja no ha llegado a salir al mercado. Sin embargo, esto es absolutamente
excepcional, y no existe ninguna evidencia de que las proteínas introducidas por
medio de la ingeniería genética sean más alergénicas que las naturales).
En el caso de la utilización de materiales procesados exentos de proteínas, como
el aceite de soja o la glucosa obtenida a partir del almidón del maíz, no existe
ningún material que no se encuentre en el producto convencional, y
consecuentemente no existe ningún riesgo, ni siquiera hipotético, atribuible a la
manipulación genética. Incluso en los casos en que existe alergia a una proteína
de la semilla oleaginosa (convencional o transgénica), un aceite procesado no
produce respuesta.
2) COMO AFECTAN AL SER HUMANO LOS TRANSGENICOS-
DAÑOS A LA SALUD
En la actualidad casi cualquier alimento puede ser genéticamente modificado, lo
que significa que estos pueden formar parte de una dieta regular aún sin tener
conocimiento de su origen, por ello la importancia de conocer algunas
consecuencias de su consumo, según los Institutos Nacionales de Salud de
Estados Unidos, como:
1. Intoxicación . Además de generar una reacción que puede ser simple como una
intoxicación, los alimentos transgénicos pueden causar alergias como resultado de
su consumo frecuente.
2. Resistencia a medicamentos. Debido a la transferencia de la resistencia a
antibióticos, por el consumo de OGM que contienen marcadores genéticos con
resistencia a antibióticos, algunos medicamentos dejan de tener su efecto sobre
determinadas enfermedades infecciosas.
3. Envenenamiento. Mayores residuos de agroquímicos en los alimentos,
diseñados para resistir un empleo mayor de químicos, suelen contener pesticidas
y otros productos, los cuales han sido relacionados con enfermedades crónicas,
como el cáncer, según especialistas de la Universidad de Chicago.
4. Mutaciones genéticas. La recombinación de virus y bacterias en los alimentos
transgénicos, potencialmente podrían dar origen a nuevas enfermedades o cepas
más patógenas de algunas enfermedades como las gastrointestinales.
5. Daño al hígado . De acuerdo con un estudio publicado en la revista Food and
Chemical Toxicology, aplicado a ratas, el consumo frecuente durante dos años de
alimentos transgénicos pueden dar lugar a daño hepático, además de un mayor
riesgo de tumoraciones.
Si bien aún se está recabando evidencia de las consecuencias por la ingesta de
alimentos transgénicos o genéticamente modificados, la FAO (Food and
Agriculture Organization of the United Nations, ha emitido diversas alertas para
que este tipo de comida esté plenamente identificada a través de su etiquetado,
además de recomendar un consumo moderado.
Genes transgénicos alteran la composición de la flora del tracto digestivo
Este descubrimiento es sorprendente ya que comprueba que son falsas las afirmaciones hechas por Monsanto y otros- que los transgénicos no son distintos a los que no son a la hora de interactuar en el cuerpo. Monsanto hasta declara en su página de “Seguridad de Alimentos” que el ADN de los OMG se “digieren exhaustivamente” y que “no presentan ningún peligro”, declaraciones que ahora se comprueba son mentiras.
Basado en los últimos análisis de cómo los genes de las comidas son transferidas del tracto digestivo al sistema circulatorio, ahora es evidente que los genes de los OMG sí logran pasar por el sistema circulatorio en su totalidad. Su presencia
también está asociada a enfermedades como la inflamatoria del intestino, adenoma y cáncer colorrectal.
Ante la presencia de genes transgénicos en el intestino delgado se encontró también que afecta la composición de la flora intestinal, a las bacterias responsables de proteger al intestino en contra de invasores foráneos y de ayudar a absorber los nutrientes de los alimentos. Personas con ileostomías, o perforaciones en sus paredes abdominales como resultado de una cirugía, literalmente albergan secuencias completas de ADN de transgénicos en sus tractos digestivos.
3- 3-PORQUE LA LEGISLACION VENEZOLANA NO PERMITE LOS TRANSGÉNICOS
-El Marco Legal Nacional (VENEZUELA)
1. No existe legislación que regule específicamente actividades con transgénicos (organismos modificados genéticamente) pero si existen disposiciones en el articulado de tratados y Leyes nacionales de los cuales destacamos:
- La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) en su artículo 117 (el derecho ciudadano a consumir bienes y servicios de calidad); el Artículo 127 establece la obligación que tiene el Estado de proteger, con la activa participación con la sociedad, la diversidad biológica y genética, un ambiente libre de contaminación y el Artículo 129 garantiza para las generaciones actuales y futuras, el Derecho ciudadano al equilibrio ecológico.
- El Convenio sobre Diversidad Biológica (1992) y ratificado el 12 /09/94 en el cual en su artículo 12 se establece como objetivos para la política nacional:
Evitar o reducir al mínimo los efectos adversos sobre la biodiversidad delos
organismos modificados genéticamente (OMG)
Aplicar el enfoque de precaución del Principio 15 de la declaración de Río de
Janeiro sobre ambiente y desarrollo.
- El Protocolo de Cartagena, acuerdo internacional resultante del Convenio de Diversidad Biológica, ratificado el 2 de enero de 2002, que establece los requisitos mínimos para evitar riesgos para el ambiente y la salud en el comercio internacional de OMG.
- La Ley de Diversidad Biológica (24 de Mayo del 2000) que establece:
Los derechos comunitarios y colectivos de las comunidades indígenas y
locales para negar su consentimiento sobre proyectos de índole
biotecnológica. (Artículo 43)
Que quienes pretenden usar o liberar OMG deberán demostrar la inocuidad de
los mismos a la salud ( Artículo 104)
El Principio de Precaución (Artículo 105.)
2. Hace dos años, en un foro nacional que se realizó en Mérida, RAPAL-VE entregó a la Ministra del Ambiente, Dra. Ana Elisa Osorio, una solicitud de moratoria, acompañada por más de 8000 firmas, y un borrador de decreto presidencial precisamente para prohibir los OMG en Venezuela. El MARN tiene la potestad y el deber de hacer una resolución ministerial para prohibir la liberación al ambiente de OMG. No entendemos porque el MARN no ha hecho tal resolución sobre todo porque la Ministra siempre ha manifestado su preocupación por los riesgos de los OMG y la necesidad de tomar precaución.
Un decreto presidencial tiene mayor fuerza porque es por encima del nivel ministerial y su ámbito va más allá del ámbito de un sólo ministerio. El Ministerio del Ambiente no tiene competencia de legislar sobre alimentos pero en un decreto presidencial si. Puede y debe prohibir tanto la liberación al ambiente de OMG como el comercio y uso de los alimentos y todos los derivados y productos de transgénicos.
3. Bajo el Protocolo de Cartagena, cada país Parte debe crear un Marco Nacional de Bioseguridad. El MARN representa a Venezuela en este acuerdo y es el Coordinador Nacional Responsable de crear dicho marco.
Un Marco de Bioseguridad incluye el marco legal (reglamento) y los controles necesarios para garantizar la bioseguridad frente a los riesgos de los OMG. El monitoreo, la fiscalización, las evaluaciones de riesgo y estudios científicos independientes involucran el uso de costosa infraestructura y tecnología de punta, personal técnico altamente calificado y se necesita un sistema administrativo moderno y eficiente. Crear tal marco de bioseguridad significa un enorme e innecesario costo, una onerosa carga para los países para tratar de protegerse contra los riesgos de los OMG que, en su mayor parte, están siendo impuestos por intereses comerciales transnacionales. Es un gasto innecesario porque no existe ninguna necesidad de los transgénicos: no ofrecen ningún beneficio para la alimentación ni para la agricultura, pero sí muchos riesgos, y existen alternativas ecológicas no-riesgosas, auténticamente sostenibles para resolver los problemas de la producción de alimentos sanos.
Para todos los países del tercer mundo, crear un marco de bioseguridad coherente y fuerte significa desviar recursos destinados a resolver problemas nacionales agudos reales de hambre, de agua potable, de salud y educación. Cabe reflexionar sobre la justificación moral de permitir que los intereses corporativos impongan estas tecnologías cuyo control y regulación obligan a sacrificar
necesidades básicas de la población para montar un costoso aparato de defensa contra los riesgos de los OMG. Dado las enormes inversiones requeridas, la falta de conocimiento sobre el tema e intereses poderosos promoviendo los OMG, se corre el riesgo de que se crea una legislación débil y permisiva que deja la población y el ambiente expuestos a los riesgos. Pero NO HAY DEFENSA CONTRA LA CONTAMINACIÓN GENÉTICA. No existe sistema de bioseguridad que puede prevenir la contaminación de los cultivos por los transgenes.
En Venezuela, merecemos una legislación tan exigente como la más avanzada en vigor y siempre puede perfeccionarse. Sin implementación, sin un marco completo de bioseguridad, la legislación es letra muerta y cuando no se pueda prevenir los riesgos asociados a una actividad, el Principio de Precaución nos obliga a prohibirla.
4. Bajo el Protocolo de Cartagena, se debe comunicar la decisión de prohibir los OMG al BIOSAFETY CLEARING HOUSE de manera que todos los países sepan que en Venezuela no se puede comerciar con transgénicos.
4-Quienes son las grandes empresas que comercializan los transgenicos
- Qué
Los cultivos transgénicos están muy concentrados en apenas 6 países, en unos pocos cultivos y en unas pocas características. Aunque hay muchas plantas transgénicas, sólo unas pocas se cultivan. La soja transgénica, con 41,4 millones de hectáreas en 2003, representó el 61% del área transgénica mundial; el maíz, con 15,5 millones de hectáreas, el 23%. El resto corresponde al algodón, con 7,2 millones de hectáreas y el 11% del total mundial, y a la colza, con 3,6 millones de hectáreas y el 5% del total mundial.
En el año 2003 el 55% de los 76 millones de hectáreas de soja cultivadas en el mundo correspondió a la soja transgénica, el 21% de los 34 millones de hectáreas cultivadas de algodón, el 16% de la colza de los 22 millones de hectáreas cultivadas en el mundo, y el 11% de los 140 millones de hectáreas de maíz cultivadas en el mundo correspondió al maíz transgénico. Si se suman los cuatro cultivos citados, el 25% de los 272 millones de hectáreas correspondió a los cultivos transgénicos.
Quién
Monsanto tiene el 80% del mercado de las plantas transgénicas, seguida por Aventis con el 7%, Syngenta (antes Novartis) con el 5%, BASF con el 5% y DuPont con el 3%. Estas empresas también producen el 60% de los plaguicidas y el 23% de las semillas comerciales.
Cómo
La práctica totalidad de los cultivos transgénicos han sido manipulados para reemplazar a sustancias químicas de amplio uso, sobre todo insecticidas (Bacillus thuringiensis) y herbicidas (glifosato o glufosinato, fabricados también por las mismas empresas que venden las semillas). La mayoría de las plantas transgénicas incorporan un gen de resistencia a los antibióticos (gen marcador). Cerca del 18% por ciento de los cultivos transgénicos mundiales son variedades Bt (Bacillus thuringiensis), sobre todo de maíz (9,1 millones de hectáreas, 13% del total mundial en 2003), manipuladas para producir una toxina contra los insectos (12,2 millones de hectáreas en total), y el 73% son cultivos transgénicos de soja (41,4 millones de hectáreas, 61%), maíz, colza y algodón diseñados para resistir a herbicidas como el glifosato o el glufosinato. El resto llevan ambas características, Bt y resistencia al glifosato.
Dónde
Estados Unidos (63%), Argentina (21%), Canadá (6%), China (4%), Brasil (4%) y Suráfrica (1%) representan el 99% de la superficie plantada con transgénicos en 2003, aunque en el resto del mundo, afortunadamente, no pasan de ocupar un lugar marginal. No obstante, ha aumentado el número de países con cultivos transgénicos, 6 en 1996, 9 en 1998, 13 en 2001, y 18 en 2003. Los transgénicos se cultivan en 7 países industrializados (Estados Unidos, Canadá, Australia, España, Alemania, Rumania y Bulgaria) y en 11 países en desarrollo (Argentina, China, Suráfrica, México, Indonesia, Brasil, India, Uruguay, Colombia, Honduras y Filipinas).
El ISAAA prevé que en los próximos cinco años 10 millones de agricultores de 25 países sembrarán 100 millones de hectáreas de cultivos transgénicos, y el valor del mercado mundial de transgénicos pasará de los actuales 4.500 millones de dólares de este año a 5.000 millones en el año 2005.
Estados Unidos sembró 42,8 millones de hectáreas con cultivos transgénicos, un 10% más que en 2002, representando el 63% del total mundial (básicamente maíz Bt y soja tolerante a herbicidas). Argentina plantó 13,9 millones de hectáreas, un 3% más que en 2002 y un 21% del total mundial (maíz Bt, y casi el 100% de la superficie de soja). Canadá cultivó 4,4 millones de hectáreas, el 6% del total mundial y un 26% más que en 2002 (colza, maíz Bt y soja tolerante a herbicidas).
Brasil, que en 2003 sembró soja transgénica legalmente por primera vez (ya se importaban semillas de soja transgénica de contrabando, procedentes de Argentina), a pesar de las promesas electorales del presidente Lula y de la
oposición de buena parte del PT, plantó 3 millones de hectáreas, un 4% del total mundial (en su totalidad soja resistente al herbicida glifosato, que vende Monsanto, al igual que las semillas transgénicas).
China plantó 2,8 millones de hectáreas de algodón transgénico (58% del cultivo nacional de algodón), con un aumento del 33% respecto a 2002 y el 4% del total mundial. Suráfrica sembró 400.000 hectáreas, un 33% más que en 2002 y un 1% del total mundial (maíz Bt, algodón y soja). En Australia disminuyó la superficie cultivada, que fue de sólo 100.000 hectáreas de algodón transgénico. India plantó algodón Bt por segundo año, llegando a 100.000 hectáreas en 2003. Uruguay plantó 60.000 hectáreas de soja y maíz Bt, y Rumania sembró 70.000 hectáreas de soja transgénica.
España siguió siendo el único país de la Unión Europea que sembró una superficie importante con cultivos transgénicos, 32.000 hectáreas de maíz Bt, con un aumento del 33% respecto a 2002, aunque deberá dejar de cultivarlo, por la utilización de antibióticos, que inducen a resistencias, tras la resolución del Parlamento Europeo. En el resto de Europa, Alemania sembró una pequeña superficie con maíz Bt, y Bulgaria siguió cultivando unos pocos miles de hectáreas de maíz tolerante a herbicidas.
Filipinas sembró por primera vez cultivos transgénicos en 2003, unas 20.000 hectáreas de maíz Bt. En Indonesia los agricultores sembraron una pequeña superficie con algodón Bt en Sulawesi. Colombia aumentó las plantaciones de maíz Bt hasta unas 5.000 hectáreas, y Honduras plantó 2.000 hectáreas de maíz Bt en 2003 (500 hectáreas en 2002). México cultivó 25.000 hectáreas de maíz Bt y 10.000 hectáreas de soja tolerante al herbicida glifosato.
Cuándo
La progresión ha sido espectacular, desde el primer cultivo transgénico de tabaco en 1992 en China, y las primeras plantaciones comerciales en Estados Unidos en 1994. En 1995 se cultivaron apenas 200.000 hectáreas, en 1996 se pasó a 1,7 millones de hectáreas, en 1997 a 11 millones, en 1998 se cultivaron 27,8 millones, en 1999 se plantaron 39,9 millones, 43 millones en 2000, 52,6 millones en 2001, 58,7 millones en 2002 y en el año 2003 se alcanzaron los 67,7 millones de hectáreas, con un crecimiento mundial del 15% (11% en los países industrializados respecto a 2002 y un 28% de aumento en los países en desarrollo).
Cuánto
En 1983 se creó la primera planta transgénica, y en 20 años los cultivos transgénicos, impulsados por unas pocas multinacionales, pasaron de la nada a más de 67,7 millones de hectáreas en el año 2003, sin que aún se conozcan sus consecuencias sobre la salud y el medio ambiente, y en contradicción con el más elemental principio de precaución. Según el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas (ISAAA), el área mundial de cultivos transgénicos se multiplicó por 40 desde 1996.
Por qué
Las plantas transgénicas son mayoritariamente resistentes a los herbicidas, y se venden formando parte de un "paquete de tecnología" que incluye la semilla transgénica y el herbicida al que es resistente. Los dos productos principales son actualmente el "Roundup Ready" de Monsanto que tolera su herbicida "Roundup" (glifosato), y el "Liberty Link" de AgrEvo que tolera su herbicida "Liberty" (glufosinato).
Puede parecer contradictorio y demagógico, pero un objetivo declarado de tales plantas transgénicas es reducir el uso de herbicidas. Al diseñar cultivos tolerantes a niveles muy altos de exposición a un herbicida (que es un producto químico tóxico para la mayoría de las plantas), las empresas ofrecen a los agricultores la opción de usar potentes aplicaciones de herbicidas en la estación de crecimiento, en lugar de la práctica normal que requiere una serie de aplicaciones de varios compuestos diferentes. A pesar de lo que pregonan las empresas fabricantes, en la práctica aumenta la cantidad de herbicidas aplicados, al no afectar a las plantas cultivadas, pero su simplicidad facilita el trabajo de muchos agricultores.
Otro beneficio potencial pregonado por Monsanto es que pueden permitir "el mínimo laboreo", las técnicas de cultivo que reducen la necesidad de arar o incluso lo eliminan completamente. Una de las razones para arar es eliminar las malas hierbas, pero al dejar la tierra desnuda, el arado agrava la erosión del suelo fértil.
Las plantas transgénicas resistentes a los herbicidas, al igual que los cultivos Bt, son una extensión del modelo actual basado en los plaguicidas. Pueden permitir una reducción del uso de los herbicidas a corto plazo, pero su adopción generalizada promoverá la dependencia de los herbicidas. En muchas partes del mundo en desarrollo, donde hoy apenas se usan herbicidas, el hábito de su uso podría agravar la crisis ambiental: los herbicidas son tóxicos para muchos organismos del suelo, contaminan las aguas subterráneas y pueden tener efectos a largo plazo en las personas y en la fauna. Y, por supuesto, la resistencia aparecerá, pues se favorece la dependencia de unos pocos herbicidas de amplio
espectro (glifosato y glufosinato), por lo que la resistencia se desarrollará más rápidamente, y la agricultura será más vulnerable. En EE UU el uso generalizado de Roundup (glifosato) en la soja Roundup Ready ha promovido varias especies de malas hierbas resistentes a ese herbicida.
El Bacillus thuringiensis (Bt) transgénico reemplaza a un insecticida, que antes se rociaba sobre las plantas, por otro dentro de la misma planta. La resistencia de las plagas al Bt podría aparecer en pocos años, afectando no sólo a los cultivos transgénicos, dado que el Bt también se usa en los cultivos convencionales. Los agricultores verán cómo uno de los plaguicidas más benigno ambientalmente dejará de ser útil. Los cultivos Bt son un retroceso a los peores días del empleo masivo de plaguicidas químicos, cuando se animaba a que los agricultores rociaran sus campos con plaguicidas cuya toxicidad no tardó en aparecer. El Bt está programado para atacar a la plaga durante todo el periodo de crecimiento de la planta, aumentando la probabilidad de resistencia, al aumentar al máximo la exposición.
En 1997, un año después de su primera plantación comercial en Canadá, un agricultor informó, y las pruebas de ADN confirmaron, que la colza Roundup Ready se había propagado, por polinización, a una especie silvestre cercana, que crecía en los márgenes del sembrado, produciendo una mala hierba con resistencia al herbicida. El gen con resistencia al herbicida había "escapado." Había aparecido una grave contaminación, la genética, al abrir la caja de Pandora transgénica.
Si un cultivo transgénico es capaz de reproducirse sexualmente (y generalmente lo es), la fuga de "transgenes" es inevitable, lo que puede tener graves consecuencias en las zonas de gran diversidad agrícola. El algodón de Monsanto, mezcla de Roundup Ready y Bt, está en el mercado desde hace varios años. En el futuro podría difundir una amplia variedad de potentes genes en la naturaleza.
Todas las semillas transgénicas están patentadas. Hasta ahora los agricultores podían comprar las semillas, incluso las patentadas, y podían usarlas posteriormente en sus propios cultivos e incluso cambiarlas por otras semillas. Pero con las nuevas leyes de patentes, todas esas actividades son ilegales; el comprador paga por usar una sola vez el germoplasma.
El derecho a poseer genes es un fenómeno nuevo en la historia mundial y sus efectos en la agricultura, y en la vida en general, todavía es muy incierto. Las multinacionales argumentan que la propiedad intelectual es esencial para que prospere su industria. Para otros se trata de un nuevo neofeudalismo, que convierte a los agricultores en los nuevos siervos de las multinacionales, que les
venden semillas y plaguicidas y les compran la producción a muy bajos precios, sin dejarles ni oficio ni beneficio, con el único consuelo de la propiedad formal sobre la tierra que cultivan. En la práctica, una especie de franquicia de Monsanto. Las multinacionales de las semillas transgénicas han iniciado una nueva era, cuyo fin es controlar la industria más importante y básica (todos comemos todos los días, y la mayoría tres veces), una industria que factura más de 2 billones de dólares, la industria alimentaria.
Las patentes son un ingrediente importante en la expansión de la industria. Las ventas globales de plantas transgénicas crecieron de 75 millones de dólares en 1995 a 4.500 millones en 2003. Se espera que las ventas alcancen los 5.000 millones en 2005 y 25.000 millones en el año 2010.
Las patentes dan a las multinacionales un enorme poder sobre los agricultores. Para defender sus derechos sobre las patentes, las cuatro o cinco multinacionales del sector exigen a los agricultores que firmen "contratos de semillas", un fenómeno totalmente nuevo en la agricultura. Los contratos pueden estipular qué marca de plaguicidas debe usar el agricultor, una especie de mercado cautivo para algunos herbicidas en estos "paquetes tecnológicos."
La lucha para reforzar las patentes no se detendrá con este tipo de contratos. La llamada "tecnología de protección de los genes", popularmente denominada "terminator", puede hacer que los contratos sobre las semillas sean una realidad biológica, al igual que los actuales desarrollos tecnológicos. La tecnología terminator o similares (traitor) impiden que las semillas recolectadas vuelvan a germinar. La tecnología terminator aumentará la uniformidad de los cultivos al restringir la práctica de guardar y cruzar semillas de un año para otro por los agricultores.
Y en cuanto al potencial de la biotecnología para alimentar a la población mundial, las tendencias actuales no son muy alentadoras. El problema del hambre, que afecta según la FAO a 842 millones de personas, es un problema de distribución y de desigualdades, y no de falta de alimentos, que sobran. Las plantas transgénicas están hechas para dar beneficios a las 4 multinacionales que las fabrican, y no para alimentar a los pobres del mundo. Pretender adornar con el supuesto altruismo de alimentar a los hambrientos lo que es una apropiación y un oligopolio sobre la alimentación, es uno de los mayores escarnios contemporáneos.
La agricultura ecológica, con mezcla de cultivos, sin empleo de herbicidas y otros plaguicidas ni abonos químicos, con mezcla de ganado y cultivos de leguminosas, permite obtener mejores resultados a largo plazo, y es el nuevo paradigma
agrícola de la sostenibilidad, muy diferente al enfoque tecnocrático que hoy domina el pensamiento.
El rechazo de los consumidores y de los fabricantes y grandes comercializadores de alimentos en Europa ha reducido el consumo de los alimentos transgénicos. Las exportaciones estadounidenses de soja y maíz a la Unión Europea han caído estrepitosamente.
Los consumidores podemos y debemos rechazar los transgénicos, por razones de salud (alergias, resistencia a los antibióticos), de la calidad de los alimentos, de los riesgos ambientales (contaminación genética, pérdida de biodiversidad, resistencias) y de los riesgos económicos y políticos que se derivarían de poner nuestra alimentación en manos de cinco grandes multinacionales.
El rápido lanzamiento de los cultivos transgénicos es muy parecido al del DDT y a las centrales nucleares, hoy en crisis. La combinación de oposición pública y crisis financiera forzó a la paralización del desarrollo de estas tecnologías, después de que sus efectos en el medio ambiente y en la salud humana demostraran ser más complejos, difusos y duraderos que las promesas que acompañaron a su rápida comercialización. En un esfuerzo para evitar este mismo ciclo con la introducción de cada nueva tecnología "revolucionaria", se ha propuesto la adopción del principio de precaución, al que se oponen las multinacionales citadas.
La transición a una agricultura y ganadería ecológica es una necesidad imperiosa, y así empiezan a entenderlo los consumidores y los propios agricultores. En 2002 la agricultura ecológica certificada se extendió por 23 millones de hectáreas, aunque una cantidad muy superior no etiquetada se cultivó sin agroquímicos ni transgénicos.
Los transgénicos tendrán consecuencias mucho más graves y prolongadas que los plaguicidas tóxicos, y suponen el último eslabón de un modelo insostenible, que empobrece a los agricultores y perjudica a los consumidores, beneficiando sólo a unas pocas empresas multinacionales, con un enorme poder de manipulación e influencia sobre algunos gobiernos, como el de Estados Unidos, que a su vez presionan a la Unión Europea y a otros países donde el rechazo a los transgénicos es cada vez mayor.
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CONCLUSIÒN
En conclusión, los alimentos transgénicos se han situado en el centro de un complejo debate en el que se mezclan aspectos meramente técnicos y biológicos, con otros de diversa índole: intereses generados por las patentes, protección de los consumidores, derechos de los agricultores, bioseguridad, etc. Ciertamente, la aceptación ética de la aplicación de las técnicas del ADN recombinante a las especies vegetales debe tener en cuenta el incremento de la producción y la mayor rentabilidad y seguridad de las futuras cosechas. Sin embargo, es claro que éste no puede convertirse en el único y exclusivo factor a tener en cuenta.
El debate ético sobre las especies transgénicas y su repercusión sobre la salud y el entorno del ser humano, debe partir de una crítica previa a la moderna visión instrumental de la naturaleza reconociéndole, por el contrario, un claro valor inherente. Ello puede justificar el establecimiento de límites a la actuación humana, impidiendo la consideración de lo creado como un mero objeto susceptible de apropiación. De acuerdo con ello, la aplicación de la técnica del ADN recombinante a especies vegetales sólo podría ser hipotéticamente aceptada si tuviera como finalidad la promoción del bien común humano y ambiental, de tal modo que se garantizara la inexistencia de cualquier implícitoatentado o riesgo para la biodiversidad. Asimismo, debería garantizarse que van a ser tenidos en cuenta, de una manera especial, los intereses de losmás necesitados de los beneficios de estas especies.
Por otro lado, es importante resaltar que el control de las nuevas especies transgénicas no puede reducirse, como ocurre en la actualidad, a un capítulo meramente privado. Se trata de una cuestión de carácter público, por los bienes que quedan afectados, especies vivas, y porque sus posibles consecuencias en el medio ambiente y en los organismos humanos afectan a toda la población, e incluso a las futuras generaciones. Por último, creo que es importante insistir en que, en la actualidad, no se cumplen, de hecho, estas condiciones. No está totalmente demostrada la ausencia de peligro para el medio ambiente y para los seres humanos derivada del cultivo y comercialización de estas especies. Al contrario, cada vez se reafirma más la existencia de verdaderos riesgos inherentes al cultivo de estas especies.