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Tracey Richardson

Date post: 07-Jul-2018
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    El ÚLTIMO SALUDO

    (Last Salute)

    Tracey Richardson 

    Traducción Libre by TEAM LGM

    AGRADECIMIENTOS

    Se necesita un pueblo para criar a un escritor, y hay demasiadas personas a

    quienes agradecer que generosamente y sin condiciones me han ofrecido su apoyo,estímulo, consejo y alegre distracción con los años. Todos y cada uno de sus actosse ha manifestado en mis palabras. Cada conexión emocional que he hecho en mivida resuena en estas palabras también, y por todo eso, estoy agradecida. Mieditora, Medora MacDougall – ¡eres fuerza! Estoy en deuda con Bella Books por sulealtad y profesionalismo. ¡Ustedes no van a encontrar mejores libros de calidadpara las mujeres en cualquier otro lugar! Y a las lectoras, gracias por pasar unascuantas horas de su tiempo conmigo... que son la inspiración detrás de mi trabajo.Mi mayor agradecimiento para Sandra, por su amor, apoyo y presencia constante.¡Está bien, y por aguantarme cuando estoy en modo de escritura!

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    SOBRE LA AUTORA 

    Tracey es la autora de otras seis novelas de Bella Books, incluidas laspopulares  No Rules of Engagement (Sin compromiso), The candidate (Lacandidata) y The campaign (La campaña). Ella ha sido ganadora y finalista de variospremios de ficción lesbiana, así como premios periodísticos. Tracey trabaja comoreportera/editora de un periódico en el suroeste de Ontario, con su pareja y dosperros labradores color chocolate muy ocupados. Cuando no está escribiendo orealizando información periodística, a Tracey le gusta jugar hockey sobre hielo ygolf, y está tratando de re-aprender a tocar la guitarra. Por favor, visite su sitiowww.traceyrichardson.net

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    Dedicatoria 

     A mi amiga Lynn, quien partió demasiado pronto. Y para aquellos que hanservido y continúan sirviendo.

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    Capítulo Uno

    Pamela Wright nunca pensó que volvería a ocurrir. Sólo mucho después, lamiopía de la pena como una visión borrosa, la maravilla de la cruel rapidez con que

    su mundo se había derrumbado con un sencillo e inesperado golpe en la puerta.Ella nunca lo vio venir, nunca lo esperó, a pesar de que debería haberlo hecho.Había sido visitada por la tragedia antes, había aprendido esa dura lección hacemucho tiempo. Su error fue haber pensado que no podría volver a ocurrir, que unrayo nunca cae dos veces en el mismo lugar. Dejarse mecer en una falsa y débilsensación de seguridad era inexcusable y era algo que ella juró que nunca volveríaa suceder.

    Comenzó como uno de esos días, en la sala de emergencias del Centro

    Médico de la Universidad de Chicago de Illinois  – el tipo de día que le provocabadolor de cabeza a Pam y que la hacía correr a casa y ponerse la pijama, para veruno de sus viejas películas de romance en DVD, disfrutar de la comodidadprohibidas de una bolsa de papas fritas que obstruyen las arterias y uno o dos vasosde vino.

    Se sentía casi, pero no totalmente, bastante culpable sobre su pequeño planmientras subía los escalones de su casa de dos dormitorios, en el centro de laciudad, agradeciendo a Dios dejar el día atrás. Si hubiera sido uno de esos locos

    días, donde los turnos en emergencia se llenaban de adrenalina con el ingreso depersonas heridas en accidentes automovilísticos a la orilla del lago o tiroteos de laspandillas del sur- el tipo de situaciones trágicas que eran un terreno fértil para losheroicos médicos- ella todavía estuviera acelerada. Se vistió y se puso su zapatillasde correr, luego buscó en la nevera por unos espaguetis y albóndigas sobrantes ytrató de decidir entre las películas Sleepless in Seattle o Mientras dormías. Pero nohabía habido suerte. En lugar de ello, el día había sido deprimente, ni un alma, y suagotamiento era más mental que físico, porque había terminado su turno sin ningúnsentido de logro, sin sentirse realizada de haber ayudado a alguien de una manerasignificativa.

    Humm, pensó, ¿Meg Ryan o Sandra Bullock?  Ambas eran lindas ysaludables, exactamente el tipo de mujer que Pam secretamente añoraba, peronunca tuvo el tiempo, la energía o la descarada confianza para perseguir. Un perropodía ser lindo y saludable también, y ella tenía una mejor oportunidad de compartir

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    su vida con un labrador chocolate que con una Meg o Sandra, reflexionó.Patéticamente, esa idea estaba bien con ella en el momento.

    Pam puso el plato de espaguetis en el microondas y se sirvió una copa de

    merlot cabernet, brindando en silencio por el hecho de que mañana no sería un díade mucho trabajo. Eso le daría tiempo suficiente para deshacerse de la agitación desu turno, que había comenzado con el Sr. Shiffler, un veterano hombre que fumabados cajetillas al día, con un caso grave de enfisema. Él tomaba más de una docenade medicamentos al día, pero había decidido días atrás que estaba cansado de laspastillas, por lo que las dejó. Como era de esperar, su respiración se habíadeteriorado y desde esta mañana estaba en la sala de emergencias, con sibilanciasy tosiendo como un hombre que boqueaba su último aliento, en el que con todaprobabilidad se encontraba. Ella lo había medicado con esteroides, antibióticos, ledio un tratamiento de nebulización, y después de todo eso, él seguía necesitando

    un respirador. Totalmente frustrante e inútil. Entonces, un chico de quince años,había llegado en ambulancia, por intoxicación con alcohol. Después de eso, hubotres pacientes consecutivos que se quejaban de lesiones misteriosas en la espalday ella solo les podía prescribir aun poco de OxyContin y estarían en camino. "Sólouna pocas pastillas, doc., para superar lo peor de todo esto. " Y esos eran losmejores momentos del día.

    Definitivamente era Meg Ryan, decidió Pam, deslizando el DVD en sucasetera y retirando su plato del microondas. Mañana tendría que ir a una carrera

    de cinco kilómetros a lo largo del lago, tal vez participar en el concurso anual devuelo de cometas en Lincoln Park, escribirle a su hermana Laura queinexcusablemente desde hace mucho tiempo no recibía correo electrónico. Y quiénsabe, tal vez ella finalmente aceptaría la oferta de una cita, de la bajita y lindaasistente social, Connie Mayfield, quien le había insistido a Pam en ello durante tressemanas. En cualquier caso, podría recargar sus baterías y disfrutar de sus días dedescanso y superar el hecho de que, días como hoy la hacían sentir como si todasu formación y educación, todas las horas que presentó como residente de medicinade emergencia, eran buenas para poco más que vendar a la gente y enviarlos de

    vuelta a sus vidas autodestructivas.

    La autocompasión no era normalmente la naturaleza de Pam. Si quería serun verdadero héroe médico , después de todo, ella habría seguido a su hermanamayor, Laura, quien estaba en el ejército, donde podía ayudar a los soldados y alos aldeanos enfermos y heridos en Afganistán en este momento, mientras tratabade evitar un disparo en el trasero. Pero ella no tenía el estómago para obtener esa

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    marca gloria. De ninguna manera. Y ella nunca había estado demasiado orgullosapara admitir, que la parte de tratar de evitar un disparo en el trasero, era lo que lahabía mantenido no vestir el uniforme. Su instinto de conservación estabafirmemente demasiado arraigado. Ella no era Laura.

    Sacudió la cabeza y sonrió, mientras recordaba a Laura bromeando acercade tomar su residencia en Chicago, donde había tantas armas en la ciudad comoprobablemente había en todo Afganistán. Por lo menos voy a estar armada cuandoalguien trate de dispararme, había dicho Laura, con una sonrisa carente de alegría."Me preocupo por ti, hermanita", había dicho ella. Irónico sin embargo, porque eraPam quien estaba preocupada por Laura.

    Pam volvió su atención a la película, sintiendo que su cuerpo se relajaba con

    los primeros sorbos calmantes del vino. Meg Ryan estaba escuchando al niño en elprograma de radio, con la súplica por una novia para su solitaria papá, cuando eltimbre de Pam sonó. Qué raro, pensó. Sus horas de trabajo eran tanimprevisiblemente largas, que cualquier persona que quería verla, la conocía losuficiente para enviarle un texto o llamarla primero para asegurarse de que estabaen casa. Tal vez, pensó con una sonrisa, algún chico en algún lugar estaba tratandode emparejarla con una solitaria pero sexy viuda, como el niño en la película, y laviuda sexy estaba ahora en su puerta rogando para entrar. Sí, como si esas cosasde cuentos de hadas fueran a pasarme a mí.  

    Sin dejar de sonreír, abrió la puerta a un hombre y una mujer vestidostotalmente en trajes del ejército, sus botones dorados brillaban bajo la luz delporche, sus corbatas perfectamente derechas, la raya de los pantalones afiladoscomo el filo de un cuchillo. El detalle de sus caras no mostraban mucho, pero noestaban sonriendo  –ella se dio cuenta. ¿Amigos de Laura tal vez? Había visto aLaura vestir con el uniforme del ejército sólo en tres ocasiones  –en su graduaciónde la escuela de medicina, en una boda y en el funeral de su madre.

    Un funeral. ¡Oh, Dios mío! ¡No!

    Su mente se quedó totalmente en blanco. Sus rodillas empezaron a temblartan violentamente que estaba segura de que ellos se dieron cuenta. Nada se movía

     –ni el tiempo, ni estos dos extraños, ni siquiera el tráfico en la calle. El ruido de fondode la televisión parecía haberse detenido también. Todo estaba en silencio, inmóvil

     – como un gran vacío. 

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    Con una voz sin matices, preguntó la mujer: "¿Es Usted la Dra. PamelaWright?"

    Pam apenas pudo asentir con la cabeza.

    "¿Podemos entrar?"

    Involuntariamente, ella se hizo a un lado para dejarlos pasar, a pesar de quelo que realmente quería hacer era enviarlos de regreso, era la forma en que lo haríacon un vendedor pésimo que va de puerta a puerta. Se le ocurrió que si ella no losdejaba entrar, no podrían entregarle el mensaje.

    "Soy la Comandante Rowan," la mujer del ejército continuó con esa voz

    plana. "Y él es el Capitán Mitchell. Estamos aquí por su hermana, la ComandanteLaura Wright."

    Lo sé,  quería gritar Pam. ¡Y ahora van a decirme que ella está muerta!  

    "¿Quiere sentarse?" Preguntó Rowan, como si esa fuera su casa y no la dePamela. Ella parecía tener el papel de dar el discurso, lo que parecía la mejor laalternativa, Pam decidió. El chico parecía nervioso, inseguro, como si tal vezestuviera aprendiendo sobre la marcha.

    "No", respondió con voz áspera. Ella tomaría esto de pie, al igual que letocaba a ella cuando entregaba las malas noticias.

    "El Secretario del Ejército me ha pedido que le informe, que su hermana laComandante Laura Wright, fue abatida en acción...” 

    ¡Oh Jesús, no!  El corazón de Pam sonó en sus oídos como si latiera a unmillón de latidos por minuto y ella intentó apoyarse ciegamente en la pared paraevitar colapsar en el suelo. Su pecho estaba pesado, no podía respirar. Su cuerpoestaba reaccionando mucho más rápido que sus emociones, lo cual era un conceptototalmente extraño para ella. Ella siempre había sido tan condenadamente buenaen mantener el control. Practicarlo le permitía ser estoico, estar al mando, sinimportar las circunstancias. Pero esto... esto la dominó, lanzándola a todas partescomo si fuera un pequeño bote de remos recibiendo una paliza en el mar. La Oficialseguía hablando, pero dentro de la mayoría de sus palabras, sólo el registro de laparte de un accidente de helicóptero en Afganistán, y que Laura no habíasobrevivido a sus heridas – atrapó a Pam.

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    "Váyanse," ordenó Pam con lágrimas cuando pudo encontrar su voz. "Porfavor, quiero que se vayan ahora."

    No podía soportar más ver esos uniformes de color azul oscuro y las medallasde colores. Los dos no se querían ir. Se ofrecieron a quedarse, para llamar a un

    amigo, a alguien. No había más familia, sólo eran ella y Laura, y los dos oficialesencargados de notificar las bajas, parecían como si hubieran sido engañados alrespecto. A regañadientes accedieron a irse, retirándose las gorras con sus manossuaves, diciéndole que alguien se pondría en contacto de nuevo mañana, paraayudarla con los detalles del funeral.

    Pam se deslizó al suelo mientras la puerta se cerraba, debilitada en todas lasformas posibles. Así que esto es lo que se siente, pensó aturdida, como si estuvierafuera de sí. Muchas veces, ella había tenido que llevar a cabo las sombrías

    obligaciones de notificación en el servicio de urgencias. Ella sabía lo que era estaren ese lado de la noticia, sabía demasiado bien lo que era ver a su madre morir porel cáncer. Pero esto. Esto era diferente. Laura era todo lo que tenía, y ahora sehabía ido. "Laura", susurró con desesperación. Laura, Laura, Laura. ¡No puede serverdad, por favor! ¡No!. Se llevó la mano a la boca, como si este acto pudieradisminuir de alguna manera el impacto de la muerte de Laura.

    Laura era la hermana mayor, que podía hacer de todo, la que era másinteligente, más valiente, la mejor atleta. Era la que estaba llena de alegría y

    aventura. Ella era la invencible, el modelo a seguir, la protectora de la única familiaque Pam tenía, ¡por el amor de Dios! No, no tenía ningún sentido. Laura siemprehabía estado en su vida, -distante, sí pero siempre está ahí. Siempre a una llamadatelefónica o un correo electrónico de distancia. Lágrimas silenciosas se convirtieronen sollozos. Pamela Wright nunca se había sentido tan sola, tan despojada en todasu vida.

    ***

    Trish Tomlinson acomodó los ensayos restantes-ya había clasificado cercade la mitad de ellos- en su gastado bolso de cuero. Ella era por lo general una delos últimos maestros de la Escuela Secundaria Huron de Ann Arbor, en salir deltrabajo cada día, pero esta vez ella tenía un vago pero persistente deseo de llegara casa lo más rápido que pudiera. Se preguntó, con preocupación leve, si algoestaba por ocurrir.

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    Ella dio las buenas noches a un par de estudiantes persistentes en el salón,agitó su mano a modo de saludo hacia un compañero maestro y se dirigió hacia lapuerta- las del frente esta vez, en lugar de la más cercana al estacionamiento queusualmente tomaba. Un pequeño paseo, con un poco de aire fresco podría liberarla

    de ese cosquilleo en la garganta, razonó. El portero estaba al pie del asta principal,tomando la cuerda que sujetaba la bandera. Ella lo miró por un momento antes deaproximarse. No era una ocurrencia común ver la bandera cayendo a media asta,y cuando eso sucedía, era señal de una mala noticia, por supuesto.

    "Hey, Jim" dijo ella rápidamente. "¿Por qué está a media asta?"

    El hombre mayor, casi tan delgado como el poste de aluminio, encogió sushombros huesudos. "No lo sé, señora, salvo que era uno de los nuestros."

    Mierda. Ella no había escuchado noticias durante todo el día, pero tal vez laescuela acababa de ser notificada. Se quedó un momento más, observando a Jimatar la bandera en su lugar y mentalmente se desplazó a través de una lista deposibles candidatos. Michael Ferguson no había estado en la escuela por un par dedías. Jarrod Murray había estado fuera toda la semana sin dar explicaciones. Eraprimavera, y a los chicos les gustaban los coches rápidos, la música a todo volumeny, por desgracia, la cerveza fría o caliente. Una receta segura para un desastre, yun par de estudiantes siempre sucumbían cada año escolar.

    Trish empezó a caminar hacia el estacionamiento, se detuvo, giróbruscamente sobre sus botas Blundstone. Si ella no se enteraba de quién habíamuerto, le estaría inquietando el resto de la tarde.

    "Que tengas buena noche, Jim," gritó y se dirigió hacia el interior.

    Ella se metió en la oficina, donde la secretaria restante estaba empacandosus cosas del día.

    "Eyy, Marla."

    La corpulenta mujer afroamericana le sonrió, moviendo suavemente lacabeza. "¿Por qué, señorita Tomlinson, no puedo creer que casi me ganes a salirde aquí? ¿Desde cuándo te vas antes de las cinco de la tarde?"

    "Me has pillado. Decidió salir temprano hoy".

    "¿Una cita apasionada o algo así?"

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    Todo el personal sabía que ella estaba soltera, a pesar de que rara vezdiscutía su vida privada. Ella no estaba en el closet exactamente. Era más biencomo que su vida era demasiado aburrida para comentarla.

    "No, nada de eso. Escucha, acabo de ver la bandera afuera. ¿Alguien

    murió?"

    "Sí, un alumno de generaciones pasadas."

     Aliviada, Trish exhaló un respiro nervioso que había estado conteniendo.Luego la curiosidad se apoderó de nuevo. Ella era una alumna de la SecundariaHuron, clase de '93, y la única maestra en la escuela que podría hacer tal afirmación."Alumno de generación pasada" podría ser hace cuarenta años o podría ser alguiencon quien ella se había graduado. "¿Sabes quién era?"

    "De hecho, sí. Un soldado. Déjame ver el correo electrónico que nos llegó

    hace una hora más o menos."

    El corazón de Trish le dio un vuelco, luego otro. Entonces estuvo a punto dedetenerse. No, por favor, no… no dejes que sea ella. 

    "Vamos a ver aquí. Una mujer. Hmm, es una pena, no era muy grande. Esamaldita guerra allí. Parece que nunca se va a acabar".

    ¡Maldita sea, sólo dime quién!

    "Bien, aquí está el nombre. Se graduó en 1993, la Comandante Laura Wright,

    a sus treinta y ocho años. Asesinada ayer en..."

    Trish no oyó nada más allá del nombre de Laura. La secretaria seguíahablando, al menos sus labios seguían moviéndose, pero Trish no pudo oír nadamás allá que la sangre corriendo en sus oídos. No podía respirar. Era como si seahogara con nada más tangible que el aire -aire que no era capaz de llegar a suspulmones.

    No Laura, no mi Laura, Oh Dios!  Era todo en lo que podía pensar, una y otravez, como una canción que se reproduce en lo que parecieran minutos.

    Simplemente no podía ser su novia de la secundaria, su primer amor, su único amor.Esto no podía estar pasando. Y mientras su mente se negaba a creerlo, su cuerpono tenía ninguna duda. Sus piernas comenzaron a temblar, a adormecerse, y luegosu visión se redujo hasta que no era más grande que la cabeza de un alfiler. Estabacayendo, dando vueltas, envuelta en la negrura.

    Ella no sintió el suelo mientras caía.

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    Capítulo Dos

    Pam se estremeció en el asiento trasero de la limusina. Estaba nerviosa,asustada. Laura estaba regresando a casa a Ann Arbor. En un ataúd. La idea la

    hizo temblar de nuevo.

     A través de las ventanas fuertemente entintadas del coche, vio el enormeavión de pasajeros detenerse en la pista del aeropuerto metropolitano de Detroit.Un coche fúnebre liso negro avanzó hacia él, seguido por una camioneta con placasdel gobierno. Sin duda, en cualquier momento la puerta del avión se abriría y Lauraestaría allí de pie, saludando y sonriendo, alta y delgada, ansiosa por pisar suelonorteamericano de nuevo. Tan difícil como Pam luchaba por aceptar la realidad, ellano estaba dispuesta a admitir que nunca vería a Laura de nuevo. Tal vez si lasvisiones vinieran de otro lugar, podría querer que sucedieran. Era uno de los juegos

    mentales que había estado jugando en el último par de días  –como una defensacontra el choque emocional.

    Ocho soldados en uniforme de gala del ejército salieron de la furgoneta, unopor uno y se movieron en formación rígida hasta la puerta de carga del avión. Eracomo ver una película en la que todo el mundo tenía un papel que desempeñar,incluida ella misma. Ella podía hacer esto. Sin guion, sin ensayos, sabía cómo hacerduelo. Ella había estado antes en el papel de duelo como hija, y mientras el papelde la hermana en duelo era nueva y aún más desgarrador, no tenía más remedioque guiarse a través de los movimientos. Se agarró a la toallita seca en su mano,

    sin saber cuándo o incluso si las lágrimas caerían hoy. Había llorado tanto, que ellano sabía si aún le quedaban lágrimas.

    La puerta de su lado se abrió bruscamente. Una blanco mano enguantada sele tendió.

    "¿Pamela Wright? Hola, soy la Teniente Camile Chávez".

    La mano enguantada estrechó la de Pam, conduciéndola fuera de lalimusina.

    "Lo siento mucho, Pamela. Sé que las palabras no son suficientes, peroquiero que sepa cuán profundamente entristecida estoy por Laura. Lo que ellasignificaba para mí, para todos sus colegas y para las personas a las que sirvió. Suamistad era un increíble honor, nunca la olvidaré. La extrañaré mucho".

    El rostro de Camille Chávez habló de su dolor. Había círculos oscuros bajosus ojos, cansancio en sus movimientos bajo el porte militar bien entrenado que nopudo ocultar.

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    "Gracias," dijo Pam con voz temblorosa. "Ella la mencionó un par de vecesen sus correos electrónicos. Tengo entendido que eran buenos amigas."

    La teniente asintió con gravedad. "Nos conocimos en Fort Benning, hace dosaños, cuando yo estaba empezando mi carrera de enfermería. Ambas fuimos

    desplegadas a Afganistán al mismo tiempo, en otoño pasado."

    "Tú eres la que la trajo a casa, ¿no es así?" Le dolió decir casa,  porquerealmente Laura nunca volvería a casa de nuevo. Una cosa era segura. Lauranunca volvería a dejar suelo americano de nuevo.

    "Sí. No me he alejado de su lado durante las últimas veinticuatro horas."

    Pam estaba contenta de que Laura no estuviera sola y que el ejército sepreocupara lo suficiente para asegurarse de ello. A Camille debió haberle importadomucho Laura, y Pam se preguntó fugazmente si en algún momento habrían sido

    amantes. Desde que se unió al ejército, Laura había hecho silenciosamente sucamino a través de toda una larga lista de mujeres. Todos esos años, ella no sehabía atado por ninguna amante. O por nada más, para el caso. Esa fue la razónprincipal, suponía Pam, que la vida del ejército parecía convenirle a la perfección.Excepto... lo que el ejército da, te lo quita. Pam sintió la amenaza de las lágrimas.

    Camille le apretó la mano. "Ven conmigo. Haremos esto juntas, ¿deacuerdo?"

    Pam asintió mientras las lágrimas comenzaron a caer. Se trasladaron a los

    pies de la cinta transportadora que se había introducido en la bodega de carga.Comenzó a girar mecánicamente mientras la puerta grande se retraía. Pam sequedó sin aliento, cuando el ataúd cubierto por la bandera apareció a la vista.

    "Lo sé," susurró Camille.

    Era un espectáculo impactante. La bandera iluminada nítidamente contra losrayos de sol, estaba alrededor del ataúd como una manta apretada. El color rojo enla bandera hizo pensar a Pam en la sangre. Laura había muerto cuando elhelicóptero que la llevaba, se estrelló en una tormenta de arena al tratar de aterrizaren una base de operaciones de avanzada. Los otros habían sido gravementeheridos pero sobrevivieron; Laura fue la única víctima mortal. Pam aún no habíapedido más detalles sobre la muerte de Laura. Con el tiempo lo haría, pero noestaba preparada para eso todavía.

    Los soldados, alineados como postes de cercas perfectamente rectos a lolargo de la cinta transportadora, saludaron cuando el ataúd recorrió su camino haciaabajo. La barbilla de Camille se estremeció, pero mantuvo el mismo tipo de saludo

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    y se quedó tan rígidamente como los demás. Los hombros de Pam se desplomaroncuando los soldados alzaron el ataúd y lenta pero perfectamente sincronizados enel paso, lo llevaron a la carroza fúnebre. El portazo de la puerta trasera del cochefúnebre, causó que Pam diera un brinco, la finalidad de la misma era discordante.Y justo así, Laura se había ido de nuevo.

    Camille le tocó el codo. "¿Está bien si voy en la limusina contigo a lafuneraria?"

    "Por supuesto, pero si quieres ir con Lau-"

    "No. Yo preferiría que no estuvieras sola en este momento. Y vamos a estar justo detrás de ella."

    Sin decir palabra, se subieron a la parte de atrás de la limusina para recorrerlos veinte minutos a lo largo de la Interestatal 94 rumbo a Ann Arbor, a la misma

    funeraria donde Pam y Laura habían llevado a su madre hacía seis años. Tantamuerte en la vida de Pam. Demasiada. ¿Cómo era posible soportar esto? ¿O estosería lo que la rompería?, se preguntó aturdida.

    El coche fúnebre rodaba por delante de ellos y, a través de los vidriosentintados, Pam podía ver el ataúd de Laura y la bandera envolviéndolo. Era casihermoso, excepto que significaba la cosa más horrible e imaginable  – la muerte.

    Pam se quedó aturdida mirando al frente. "No puedo creer que Laura estéahí."

    "El ejército recomendó un ataúd cerrado. Sus heridas..."

    Pam negó firmemente con la cabeza. "No quiero saber."

    "¿Quieres verla en privado?"

    "¿Y tú?" Pam espetó, sin querer.

    "No," dijo Camille. "Quiero recordarla como era la última vez que la vi." Susonrisa era débil, íntima. "Fue hace más de un mes. Ella tenía envidia de que yoestuviera siendo enviada a Takhar por un tiempo, para trabajar en una clínica allí.

    No le gustaba estar atrapada en la base de Bagram, durante un largo período detiempo. Le gustaba salir a las clínicas en las aldeas, a las bases de operaciones deavanzada. Ella tenía razón en tratar de conseguir salir de la base, porque nuncahabía estado en Takhar. Ella se estaba enojando por ello, maldiciendo al ejército,maldiciendo al Coronel que estaba a cargo del hospital de la base. Ella inclusoamenazó con ir sobre su cabeza. Por supuesto, nunca se arriesgaría a ese tipo deinsubordinación. Ella estaba desahogándose".

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    "Era un buen soldado, ¿no?"

    "La mejor, Pamela. Sin duda la mejor."

    Habían pasado seis meses desde que la había visto por última vez a suhermana. Fue el pasado mes de octubre. Laura había tenido una semana dedescanso, en su último permiso antes del despliegue a Afganistán en Noviembre.Ella había visitado a Pam en Chicago durante un par de días, luego se dirigió a Ann

     Arbor en un coche de alquiler para hacer un recorrido. Más tarde le envió un correoelectrónico a Pam, donde decía que había pasado por la antigua casa de la familia,la cual estaba a la venta por segunda o tercera vez, desde que su madre murió, yvisitó a viejos amigos. Un pequeño viaje por la línea de su memoria, y Pam se alegróde que Laura lo hubiera hecho. Laura había querido que ella la acompañar, peroPam no podía conseguir el tiempo libre en su trabajo. Deseó ahora haberlo hechode todos modos, incluso si hubiera significado reportarse enferma. Pero las

    hermanas Wright eran demasiado orientadas por las normas, demasiadopreocupadas por el cumplimiento de sus obligaciones como para hacer algo comoreportarse enfermas cuando estaban perfectamente sanas.

    Oh, Laura, ¿por qué no dejaste ese maldito ejército a estas alturas? Les pagaste mucho más por estar en esa escuela de medicina - les diste trece años,sirviendo en zonas de guerra. ¿No era más que suficiente?

    ¿A quién quería engañar? Laura no había estado ni de cerca de dejar elejército. Había amado al ejército. Le encantaba la camaradería, el sentido depropósito y del deber, los riesgos, el honor. Y ella se miraba condenadamenteespectacular con ese uniforme, toda ella orgullosa y hasta un poco arrogante,

     jugando con su apariencia de autoridad.

    Pamela se aclaró la garganta para alejar sus pensamientos. "¿Qué pasarádespués?"

    "Vamos a tener todo listo para el programa de mañana. Cuatro soldados lacustodiarán cada minuto. Pasado mañana, volaremos al Cementerio Nacional de

     Arlington para un entierro con honores, según eran sus deseos.” 

    El ejército exigía a sus soldados exponer sus últimos deseos antes de tiempo.No eran nada si no se preparaban para lo peor.

    "Hay una carta", dijo Camille suavemente. "Antes de cada despliegue, lossoldados deben escribir una última carta a los familiares y esta se mantiene en elexpediente. La tengo conmigo. Tú puedes..."

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    "No puedo. No en este momento." Pam se negó a manejar más de una cosaa la vez. Más tarde, ella leería la carta, pasaría por las cosas de Laura. Sería muchomás fácil, aunque más fácil no era la palabra correcta, si alguien tenía que ayudarlaa pasar por esto. Trató de pensar en la palabra apropiada en lugar de más fácil :¿manejable? ¿Tolerable? ¿Más suave? Algo menos malditamente atemorizante,

    con seguridad, pero nada en este mundo podía ayudar a que la muerte de Laurafuera fácil. Tenía amigos, pero ninguno de ellos había conocido a Laura. No habíaotros miembros de la familia de mucha consecuencia, ni amantes de muchaimportancia para ninguna de las dos. La última novia seria de Pam había sido unacompañera de estudios en la escuela de medicina. Habían durado ocho meses, unarelación más de competición que de compañerismo. En cuanto a Laura, ella nohabía traído a casa a nadie en años, no había mencionado a nadie de importanciaen algún tiempo. Ella parecía pasarla bien o tener largos períodos de celibato. Susinconsistentes vidas amorosas les hacía bromear, acerca de vivir juntas después de

    que Laura se retirara del ejército. Cómo serían dos hermanas ancianascompartiendo un viejo caserón, con sus diplomas médicos amarillentos colgandotorcidos en la pared, sus tres perros y dos gatos acurrucados bajo sus pies, uncontenedor de reciclaje lleno de botellas de vino en la acera cada semana.

    Queriendo sonreír ante la visión, pero dejando ceder su ira en su lugar, Pam,"Pensé que ella estaría a salvo allí. Se suponía que debía estar más segura que losotros, porque era un médico".

    "Es cierto, el personal médico no está en las líneas del frente, pero siemprehay peligro. Incluso si ella nunca hubiera salido de la base, sigue siendo peligroso.

    La base es atacada ocasionalmente. Y nos esperan para ir fuera de la alambrada aveces dando clínicas en la comunidad, tratando a los soldados en las bases deoperaciones de avanzada, incluso escoltando evacuaciones médicas en helicópteroa veces".

    En sus correos electrónicos, llamadas telefónicas y discusiones, Laurasiempre había minimizado el peligro. Incluso durante sus dos giras en Irak, cuandolas cosas eran aún más calientes que el infierno allí, nunca decía mucho acerca delos riesgos. Sin embargo, su muerte no tenía mucho sentido. Las probabilidadeseran tan lejanas y sin embargo... había sucedido.

    No podía pensar en eso ahora, no podía jugar el juego de lo que  pasaría si .Pamela volvió su rostro hacia la ventana. Ya estaban en Ann Arbor, la ciudad dondeella y Laura habían pasado la mayor parte de sus vidas. Las familiares banderas yseñales de la Universidad de Michigan estaban por todas partes, dándole a Pamuna punzada suave de la nostalgia. Los estudiantes paseaban por las calles,muchos de ellos con los habituales colores azul marino y oro de la escuela, la

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    mayoría de ellos sin preocupaciones y sin cargas. Era bueno estar en territoriofamiliar, los recuerdos de ella y de Laura en el Alma Mater la envolvía en un mantode consuelo.

    Mientras la procesión se acercaba a la ciudad, Pam se dio cuenta de las

    personas agrupadas en la acera en pequeños grupos, algunos sostenían pequeñasbanderas norteamericanas, otros con sus manos sobre sus corazones. Con cadabloque, más personas estaban de pie en la acera, mirando silenciosamente. "¿Esesto lo que creo que es?", Susurró con asombro.

    Camille asintió, sintiéndose ella misma bien acogida. "He oído hablar de queesto ocurre en las comunidades. La gente que brinda espontáneamente susrespetos." Su voz comenzó a quebrarse. "Me hace sentir muy orgullosa, ¿sabes?"

    No, Pam no lo sabía, pero estaba empezando a entender. La gente poníacuidado, sobre todo acerca de uno de los suyos, y esto trajo lágrimas frescas a lasuperficie otra vez. Tal vez no estaba tan sola después de todo. Examinó los rostrosque pasaban. Uno de ellos se destacaba, y Pam apretó la cara contra el cristal. EraTrish Tomlinson, de pie en la acera, mirando el coche fúnebre, parecía afligida.

    Pam puso su mano contra el vidrio para saludar, antes de darse cuenta deque el teñido era demasiado oscuro para que Trish la viera. Trish. Gracias a Dios.Si alguien podía entenderla, si alguien sería capaz de llorar con ella, esa podía serTrish. Esperaba que, a pesar de que no tenía derecho, que Trish llegaría a lafuneraria más tarde y la buscaría. Por favor, Trish.

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    Capítulo Tres

     A medida que el coche fúnebre y su contenido envuelto en banderas pasaronlentamente, Trish sintió la finalidad de la muerte de Laura, como un portazo que

    cerró la puerta de acero en su corazón. Ella no sabía lo que había esperado,uniéndose a los extraños en la calle para ver la sombría procesión. Tal vez esperabaque alguien le dijera que era sólo una broma, y Laura saldría por el solar del techode uno de los coches que pasaban, sonriendo y luciendo magnífica, con su cabellorubio como el sol y sus ojos gris-verdes que brillaban con picardía encantadora y laalegría de vivir que poseía sólo alguien que enfrenta regularmente el peligro. O talvez alguien podría anunciar que todo había sido un caso de confusión de identidady Laura todavía estaba en Afganistán. Pero ninguno de estos escenarios estabadisponible, y esto era todo lo que Trish podía hacer para no llorar en público.

    "¡Qué lástima tan horrible!," murmuró al aire una mujer mayor a su lado."¿Cuántas más va a tomar?"

     A Trish no le importaba, porque había tomado la vida del único soldado quea ella le importaba. Intelectualmente, siempre había entendido los riesgos. Habíanhablado de ello largamente, cuando Laura se detuvo por la escuela durante unabreve visita a la ciudad el pasado otoño, justo antes de su despliegue. Charlaronsobre el césped de la escuela por unos momentos, compartieron una cena y un parde copas de vino. Al igual que un vendedor que da a su mejor discurso, Laura leexplicó los beneficios de lo que iba a estar haciendo por allá, como estos beneficios

    superaban los riesgos, que su trabajo era mucho más importante que el miedo - elsuyo o el de alguien más. Habían tenido una conversación idéntica hacía diecisieteaños, cuando Laura se unió al ejército como una forma de sufragar los gastos de laescuela de medicina. Incluso entonces, antes de que ella experimentara la durarealidad de la guerra, Laura había minimizado el peligro. Pero no había sidosuficiente para convencer a Trish de aguantar hasta el final. Ninguna de las dospodía dar lo que la otra necesitaba, y para Trish, la imperdonable conclusión eraque Laura había elegido al ejército sobre ella. Había elegido un modo de vida quesimplemente no podía incluir a una pareja de regreso a casa.

    El miedo de Trish de que Laura pudiera ser asesinada, fue la mayor razónpor la que ella se había excluido de su relación hace tantos años. Ella no queríaterminar como una joven viuda. Excepto que ella no habría sido una viuda en ningúnsentido oficial, no en Michigan y no con la ley No preguntes, no digas  en vigordurante la mayor parte de la carrera de Laura. Ahora, Trish era simplemente unaantigua amiga. Una amante de tiempo pasado. Bueno, más que una amante. Suprimer amor. Y el primer gran amor que solo se tiene una vez, sabía Trish. Ella y

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    Laura se habían unido para siempre en esa alianza embriagadora dedescubrimiento sin límites, de la esperanza inocente, de un futuro mágico que aúntenía que trazar. Y mientras esa unión especial era de hace mucho tiempo, habíadejado una huella permanente en el alma de Trish. Ella nunca había sido capaz deborrar de su vida a Laura.

    ¿Y ahora qué? se preguntó Trish, su corazón estaba pesado como una roca.Ella se quedó en la acera mientras las personas que la rodeaban reanudaron sucamino y siguieron adelante, su vida diaria tomando forma de nuevo. ¿Debería ir acasa? ¿Finalmente seguir adelante con su vida, ahora que la antorcha que habíaestado llevando durante tantos años, había sido tan cruel y permanentementeapagada? Si se fuera a casa, sería solo para revolcarse en su miseria y mirar -denuevo- la foto 5x7 enmarcada de Laura, en la graduación de la escuela de medicinahace trece años. Fue la última vez que habían estado felices y juntas, justo antesde que todo cambiara. Justo antes de que Laura se entregara al ejército.

    Lo que realmente le gustaría hacer era emborracharse, pero la idea de bebersola no tenía ningún atractivo.

    Se tambaleó hacia delante, en dirección a la funeraria. Había leído en elperiódico que el velorio podía ser mañana, y después de eso, el cuerpo de Laurasería llevado hasta el cementerio nacional de Arlington, Virginia, para un entierroceremonial. Pero ella no quería esperar al velorio de mañana, y se le ocurrió queestaba actuando como el viejo perro fiel que seguía sentado en la puerta de su amo,incluso después de que el Maestro había partido. Patético, pero su corazón roto no

    le permitiría ninguna alternativa.

     Algunos soldados se arremolinaban fuera, hablando en voz baja entre ellos,casi sin mirarla pasar, mientras el humo de un par de cigarrillos por un momento laincomodó. Las puertas delanteras se abrieron y Trish marchó a través de ellas conun propósito en sus pasos.

    "¿Puedo ayudarle?" El gerente de la funeraria, demasiado joven para parecertan adusto y serio, le preguntó con cortesía.

    "Yo, ah, soy amiga de la Comandante Laura Wright."

    "Lo siento, pero el velorio de la Comandante Wright es mañana por la tarde.Tal vez...” 

    "Trish! Oh, estoy tan contenta de que hayas venido".

    Pamela Wright pasó junto al joven gerente de la funeraria y cayó en losbrazos de Trish. Era alta, un poco más alta que Laura, y con su misma fisonomía, -

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    toda llena de fuerza. Ella se aferró fuertemente a Trish, como si ella fuera susalvavidas.

    "Quería estar aquí, pero no estaba segura..." Trish se sintió incómoda, fuerade lugar.

    Cuando Pam finalmente se separó, Trish gimió en silencio. Pam se parecíatanto a Laura - el corto pelo rubio fácilmente despeinado, la nariz perfectamenterecta, los hoyuelos matadores. Y esos ojos- gris-verdes idénticos a los de Laura.¿Cómo es que ella realmente no había notado el extraño parecido antes? Pam eracomo una copia más joven de Laura, siete años más joven para ser exactos, y enun instante Trish fue transportada a otra época, a un momento en que Pam era unachica desgarbada bañada por el sol, en la cúspide de la adolescencia.

    "Por supuesto que debes estar aquí", dijo Pam suavemente. "Tenía laesperanza de que lo hicieras. No hay nadie más..."

    "Lo sé," Trish se ahogó. Tenía que recuperar la compostura, por el bien dePam y nada más. Con esfuerzo se aclaró la garganta. "Cualquier cosa quenecesites."

    "¿Puedes venir a la sala de observación conmigo?"

    Trish vaciló. No sabía si podía manejar el ver a Laura en un ataúd.

    "Está cerrado", dijo Pam, como si le leyera el pensamiento.

    "Está bien." Trish la siguió a través de las grandes puertas dobles delsantuario interior. El ataúd cubierto por la bandera estaba sobre una tarima, unossoldados de pie, erguidos perfectamente en cada una de las cuatro esquinas. Lahabitación estaba extrañamente silenciosa, ni siquiera una tos o el sonido de unagarganta que se aclarar. La bandera estaba brillantemente iluminada por las lucesdel techo, el ataúd era claramente la estrella de este espectáculo macabro. Laadrenalina y la emoción enviaron al galope el corazón de Trish. A su lado, Pamelala tomó de la mano, se la apretó, y se le ocurrió a Trish que eso debía ser lo que lohacía reconfortante.

    "Oh, Pam." Su voz era de papel. Emociones identificables se agolpaban enella, chocando unas con otras. Se estaba ahogando en ellas.

    Una gran foto tamaño poster, de Laura en su uniforme de gala, descansabasobre un caballete al lado del ataúd. Era todo tan irreal, tan incomprensible. ¿Estásucediendo realmente? Podría ser un escenario de película, pensó Trish.

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    "No me gusta que esa sea la única foto de Laura," Pam dijo entre dientes, yTrish sabía exactamente lo que quería decir  –era una foto del ejército de Laura,como si eso fuera todo lo que Laura era, todo lo que había sido nunca. "Me olvidéde traer fotos de casa. Maldita sea, yo..."

    "Está bien. Tengo algunas".

    Los hombros de Pam se relajaron, pero su rostro seguía siendo una máscarade angustia. "Trish, yo no creo que pueda hacer esto sola."

    "No tienes que hacerlo. ¿Has comido ya?"

    Era hora de la cena, y aunque la comida era la última cosa en mente de Trish,ella no quería que Pam se colapsara por hambre y agotamiento.

    Pam miró su reloj, negó con la cabeza.

    "Ven a casa conmigo."

    Pam la miró inquisitivamente.

    "A menos que quieras quedarte aquí toda la noche," enmendó rápidamente."Yo puedo quedarme también."

    "No, no creo que me pueda quedar aquí mucho más tiempo".

    Entonces deja que me ocupe de ti, Trish quería decirle. No puedo cuidar deLaura, pero puedo cuidar de ti. "Creo que me las arreglaré para hacer algo de comer.

    Podemos elegir las fotos". No tienes que estar sola ni yo tampoco.

    Pam asintió. En silencio, miraron el ataúd durante unos minutos más, hastaque Trish suavemente la alejó. 

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    Capítulo Cuatro

    Mientras Pam seguía a Trish por el sendero de ladrillo de la casa de Trish,ella se acordó de su infancia en la casa de dos pisos, de estilo victoriano de finales

    de 1800, con una chimenea de ladrillo en la sala de estar, un largo porche en laparte delantera del lado de la casa, un pequeño patio que no había sido casi losuficientemente grande para que jugaran las dos hermanas. Pero habían amadoesa casa, su mamá sobre todo, y ella había trabajado arduamente para aferrarse aella después de la muerte de su padre, cuando ella y Laura eran niñas.

    La casa de Trish estaba muy ordenada en el interior, ordenado peroagradable y cálido. Pisos de madera oscura brillaban y estaban parcialmentecubiertas por alfombras de colores brillantes. Atrevidas pinturas abstractas colgabande las paredes, fotos enmarcadas profesionalmente también. Una biblioteca de piso

    a techo estaba repleto de libros de tapa dura y de bolsillo. Una buena casa para viviry disfrutar, fue lo que vino a la mente de Pam. Mientras miraba a su alrededor, sedio cuenta de la evidencia de que Trish vivía sola. Los zapatos parecían todos delmismo tamaño, chaquetas idénticas en tamaño colgaban en el perchero, ysimplemente no había tantas cosas para dos personas. Pero ella le preguntó detodos modos.

    "Síp, sólo yo," respondió Trish con una sonrisa que era difícil de leer. “Y también vivo con mis perros. El último murió hace cinco meses".

    "Lo siento."

    Trish la llevó hasta la mesa de la cocina que daba a una terraza y a un patiomagníficamente lleno de flores. "Voy a conseguir otro perro algún día, cuando estélista. ¿Tú tienes mascotas?"

    "Con mi horario de trabajo, no creo que tendría tiempo para una mascota decompañía."

    Trish rebuscó afanosamente a través de los armarios, y se le ocurrió a Pamque ella era el tipo de persona que le gustaba mantenerse ocupada, que no se

    mantenía quieta por mucho tiempo."No tienes que buscarte un problema, Trish. Realmente no tengo hambre".

    "Yo tampoco, pero voy a hacernos unos bocadillos de queso a la parrilla yuna ensalada césar. Y  me voy a sentar aquí y asegurarme de que comas".

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    Pam se rio por un momento, la primera vez en días. "Ya no soy la hermanitapequeña que tú y Laura tenían que cuidar."

    Trish sonrió, poniendo una sartén de hierro fundido en la estufa. "Todas esasnoches que tu mamá trabajaba, Laura y yo teníamos que cuidarte. No podíamos

    esperar hasta que te fueras a dormir. ¿Recuerdas cómo solíamos sobornar te?"

    "Claro que sí. Yo tenía el cajón lleno de barras de caramelo, gracias austedes. Pero me colaba por las escaleras y las miraba besándose en el sofá. Esincreíble que tú y Laura nunca me pillaran".

    Un ligero rubor se abrió camino hasta las mejillas de Trish. "Lo sospechaba.Supongo que Laura y yo sospechábamos que tú podrías convertirte en gay también,¿eh? Teniendo estos, ejem, modelos tan visibles"

    La mantequilla crepitaba en la sartén mientras Pam pensaba en que, cuando

    era una precoz niña de diez años, sentía un flechazo inmenso por la novia de suhermana mayor. Ella soñaba que Trish la besara de esa manera, que esos ojosmarrones se derramaran tan amorosamente sobre ella y que la mirara como mirabaa Laura. Ella solía acompañarlas hasta que ellas se lo permitían, y Pam inhalabaclandestinamente la sutil fragancia de jabón y champú floral de Trish y cerraba losojos al escuchar esa voz de miel suave. Era embriagador estar cerca de la bonitachica de diecisiete años, Trish, quien tenía el tacto más suave y la sonrisa másamable y, que nunca la trató como la pequeña hermanita molesta de su novia. Pamnunca reveló su amor platónico de juventud por Trish, por temor a que pudieranburlarse. O peor aún, compadecerse.

    "Bueno," bromeó Pam, "Tenía que haber obtenido la idea de alguna parte."

    Trish colocó los sándwiches de queso con la mantequilla caliente, sacó dosvasos del armario y las llenó de té helado. "Creo que todavía estoy esperando mihorno tostador en eso."

    "Es curioso, eso es exactamente lo que Laura dijo que el día que salí delarmario ante ella. Yo estaba en el primer año de la escuela de medicina. Ella seechó a reír y dijo: ´ ¿Tienes que copiarme en todo? ´ era una broma, por supuesto,

    porque sabía que la única cosa que yo nunca copiaría era unirme al ejército".La exasperación asomó sobre el rostro de Trish. "Hablé con ella intentando

    evitar que se uniera al maldito ejército. La amenacé con romper con ella,prometiendo seguirla a cualquier lugar, siempre y cuando no fuera a una base delejército. Lo intenté todo. Incluso le dije que yo misma me saldría de la escuela yconseguiría un trabajo para ayudarla a pagar la escuela de medicina, ya que el costode la matrícula era su gran excusa para unirse al ejército".

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    "Lo sé. Recuerdo algo de esa tensión entre ustedes, en aquel entonces".

    Trish vertió una bolsa premezclada de ensalada en un tazón. "Ese fue elcomienzo de todos los problemas entre nosotras", dijo en un largo suspiro. "Sólo sepuso peor y no pudimos superarlo, una vez que me di cuenta de que ella se hubiera

    unido al ejército de todos modos, por las cuotas escolares o no. Ella amaba almaldito ejército".

    "Me enojé cuando ustedes rompieron," espetó Pam. Ella estaba devastadacuando Trish dejó de venir, odiaba que su hermana fuera tan infeliz durante meses,odiaba que no había nada que pudiera hacer para revertir la situación. "Laura fuemiserable durante mucho tiempo después. Supongo que yo también".

    "Nos hizo infelices a las tres." Trish acercó los sándwiches en un plato, añadióun par de pepinillos en vinagre al lado. "Disculpa, esto es una cena pobre."

    "No, esto es maravilloso. Si no fuera por esto, probablemente no comeríanada en todo el día".

    "Oh, Pam." Trish se estiró y tocó su mano brevemente. El gesto estuvo muycerca de provocar a Pam hasta las lágrimas.

    Para evitar una explosión de emoción, Pam se ocupó de su sándwich. "Tú yLaura permanecieron en contacto a través de los años, así que estoy contenta poreso." Pero nunca te mantuviste en contacto conmigo. Nunca realmente me dijisteadiós una vez que tú y Laura se fueron por su propio camino.  

    "Nosotras no lo estuvimos durante mucho tiempo, pero los últimos cuatro ocinco años, hablábamos por teléfono una o dos veces al año, algunos correoselectrónicos. La vi cuando ella llegó a la ciudad el pasado otoño. Tuvimos una cena.Estoy tan contenta de haberlo hecho".

    Laura no había mucho mencionado mucho a Trish en los últimos años, peroPam podía leer entre líneas. Sabía que todavía se preocupaban una de la otra enun nivel que iba mucho más allá de sus vidas cotidianas. Parecía que tenían unvínculo muy fuerte que se mantenía entre ellas. "¿Cómo es posible?" dijo Pam convoz vacilante, "¿que tú y yo nunca nos hayamos mantenido en contacto?" En algúnmomento, ella había pensado que podrían. O por lo menos, había esperado queella y Trish fueran amigas también.

    "No lo sé. Supongo que te perdí la pista después de que tu madre murió y temudaste a Chicago. Yo sabía que estabas ocupada con la escuela de medicina ytodo eso, pero me hubiera gustado que siguiéramos siendo amigas. Lo siento." Los

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    ojos castaños eran tan auténticos, tan comprensivos. Exactamente los mismos quePam recordaba desde hacía tantos años.

    "Yo también. Lamento no haberte localizado. Tienes razón, yo estabaocupada. Estoy ocupada. Pero es una mala excusa." Miró a Trish y confió en que

    su desesperación no se notara. "Me vendría bien una amiga ahora."

    "Yo podría serlo. ¿Dónde te estás quedando?"

    "En el Marriott."

    "¿Por qué no te quedas aquí conmigo, hasta que llegue el momento de llevara Laura a Arlington? No me gusta la idea de nosotras estar solas en este momento".

    Los nudos en los hombros de Pam se disolvieron inmediatamente. “Sí”

    respondió ella, a ella le gustaría eso. Estar con Trish se sentía extrañamente familiar

    y decididamente reconfortante. Trish era el único lazo que tenía ahora en estaciudad, era la única persona con quien podía hablar acerca de haber crecido aquí,de hablar de Laura, de su madre, sobre todo de los recuerdos. Trish eraprácticamente de la familia, y ella quería estar acompañada de Pam en una maneraque nadie más podía hacerlo en este momento.

    El sol se ponía rápidamente, y Trish encendió una lámpara, mientras setrasladaron a la sala de estar. Otro interruptor y la chimenea de gas volvió a la vida

     – el frío de abril, aún provocaba un escalofrío- y algo de humedad de la vieja casa.Pam cogió la foto enmarcada de las tres de la repisa de la chimenea. Era la

    graduación como médico de Laura, y se veía absolutamente encantadora ytotalmente emocionada por el futuro. Pam, quien estaba a punto de graduarse de lasecundaria, estaba mirando con asombro a su hermana mayor, mientras que Trishmiraba con cautela hacia la cámara.

    "¿Ya sabías que cuando se tomó esta foto, las cosas ya no eran lo mismoentre tú y Laura?"

    "Sí. Nos mantuvimos cerca durante unas pocas semanas después de sugraduación, pero las dos sabíamos que nuestras vidas se estaban separando. Yoya estaba enseñando aquí. No quería irme. Laura sabía que nunca iba a volver aquípara quedarse, probablemente no estaría en un mismo lugar durante mucho, muchotiempo. Nunca más pudimos encontrar un terreno común".

    Pam acomodó la foto de nuevo y se trasladó al sofá. "Tú nunca quisiste serla esposa de un militar."

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    Trish se rio con amargura y se sentó junto a Pam. "Querrás decir que noquería ser el pequeño y sucio secreto de Laura. No, el ejército no exactamente habíapuesto una alfombra de bienvenida a las parejas del mismo sexo, y yo no podíasoportar la idea de vivir de esa manera. Además, yo estaba empezando mi carreraaquí, Laura se había embarcado en la de ella. Quería invertir en mi comunidad.

    Laura estaba feliz flotando justo a donde el ejército la enviara. Eso no nos hacíaexactamente compatibles".

    "Es cierto. Pero ustedes dos se amaban tanto. Yo era joven e ingenua, lo sé,pero yo pensé que ustedes estarían siempre juntas". Recordó cuando ellas estabanen la secundaria, siempre riendo, siempre tomadas de la mano, siempre tancondenadamente felices, como si estuvieran destinadas a estar juntas parasiempre. "Yo casi no podía creerlo cuando de repente ya no eran una pareja. Paramí era como, no sé, lo que la separación de los Beatles debió sentirse en lageneración de nuestros padres."

    Eso hizo sacar una sonrisa a Trish. "Bueno, como los Beatles, creo queincluso las cosas buenas tienen que llegar al final. La vida se puso más difícil yparecía que se endurecía bastante rápido para Laura y para mí".

    "¿Todavía estarían juntas si Laura nunca se hubiera unido al ejército?"

    "Laura nunca hubiera dejado de entrar en el ejército. Necesitaba esaaventura en su vida, necesitaba sentir que estaba haciendo algo bueno en el mundo,sirviendo a los demás de una manera que no podría haber hecho si se hubieraquedado a trabajar en algún hospital o clínica en Estados Unidos." La cara de Trishse sonrojó. "Lo siento. No pretendo sugerir que lo que haces..."

    "No, yo sé lo que quieres decir." Diablos, muchos días, ella sentía que noestaba haciendo mucho bien en el hospital tampoco, pero en su corazón sabía queestaba haciendo algo útil con su vida. No en una escala global como Laura, peroaun así, estaba haciendo algo bueno, estaba ayudando a la gente. "Laura tenía unacierta mentalidad de héroe en ella. Ella nació con eso. Es algo que jamás podríaemular, aunque lo intentara".

    "Me alegro de que no lo hagas, o tú también podrías..."

    "¿Morir también?" Pam agregó, sus pensamientos dieron un giro sombrío. Lamuerte era la razón por la que estaban aquí, charlando en la sala de Trish, reunidasde nuevo. ¡Qué extraño se sentía que apenas dos de ellas estuvieran juntas, que latercera y el más importante eslabón en su triunvirato, Laura, estaba ausente! Untriciclo sin una de sus ruedas.

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    Trish se inclinó hacia delante, con los codos en las rodillas. "Maldita sea. ¿Porqué no podía haber elegido un camino más seguro? Quiero decir, ella podría haberhecho un trabajo noble y no tener que arriesgar su vida en el otro lado del mundo.Esto... esto... es lo que ha pasado, es algo que siempre temí que pasaría. No puedodecir que lo esperaba, pero me lo temía".

    La garganta de Pam se apretó. Ella había tenido esos mismos pensamientos,sabía que Laura estaría en peligro todo el tiempo que permaneciera en el ejército,pero se había convencido a sí misma de que Laura podría salir de eso. "No habíamanera de que habláramos con ella para que saliera del ejército. Lo intenté, yo séque tú lo intentaste también. Ella iba a vivir su vida de la manera que quería, sinimportar lo que las personas que la amaban tenían que decir al respecto. Ella erasu propia dueña. Acepté eso hace mucho tiempo."

    "Lo sé. Tienes razón." Trish se apretó los brazos alrededor de sí misma, como

    protegiéndose de un escalofrío. "Supongo que nunca pude aceptar esa tercainsistencia de ella, por lo que la dejé ir. Tuve que dejarla ir, así no dolería tanto si lepasaba pasado algo. Y ahora..."

    "Ahora se ha ido", murmuró Pam en voz baja, con un nudo en la garganta.

    Trish negó con la cabeza, su boca era una línea amarga. Pam sabía que ellatambién iba a enfadarse, que iría a través de este mismo escenario en algúnmomento. Pero en este momento extrañaba a Laura, terriblemente. No podíaimaginar lo que el futuro sería sin ella. Era tan condenadamente triste, un vacíodolorosamente horrible. Hundió la cara entre las manos y dejó que los sollozosatormentaran su cuerpo en oleadas turbulentas.

    "Oh, Pammy."

    Si Pam pudiera sonreír, ya lo habría hecho. Ese era el nombre de la mascotade Trish cuando era pequeña, y la transportó de vuelta a ese tiempo y la hizo sentiramada por un pequeño momento. La hacía sentirse protegida de una manera queno había sentido desde aquellos días.

    Trish se agachó junto a ella, la atrajo en un abrazo, abrazándola con fuerza,

    con tanta fuerza como una madre lo haría con su niña pequeña llorando de dolor.Pam hundió la cara en el hombro de Trish, sintió el calor de su mano frotando encírculos suaves en la espalda. No había nadie más que pudiera sostenerla así, quepudiera entender su pérdida, que podría identificarse con su soledad en el mundo.Sin Laura, Trish ahora era su único vínculo real con su pasado.

    "Trish, por favor no me dejes", dijo conmovida.

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    Capítulo Cinco

    Cientos de personas –si no es que miles- vieron pasar el ataúd envuelto enla bandera para presentarle sus respetos. La mayoría de ellos que Trish no

    reconoció, aunque sí pudo notar algunos antiguos profesores, unos amigos de lainfancia, los antiguos vecinos de los Wright, algunos de sus compañeros en laescuela. Los políticos locales se presentaron también, por supuesto, cumpliendocon un deber. Trish se encontró deseando que sus padres, quienes se habíanretirado a Hawái hacía más de una década, hubieran podido hacer el viaje. Peroestaban a distancia, física y emocionalmente, como de costumbre. Eran sólo ella yPam, y ella se maravilló de cómo Pam heroicamente logró mantenerse en pie paralas cuatro horas que se tardó en saludar a todos personalmente. Camille se quedómuy cerca.

    La parte más difícil para Trish fue escuchar los discursos. Un Mayor delejército habló primero, a pesar de que apenas conocía a Laura. Habló mucho sobrela misión, sobre el ejército, como si fuera una vocación más alta que los simplesmortales no lo entendían. Eso ofendió ligeramente a Trish. En este momento, ellasólo condenaba todo eso de la misión y su terrible costo humano. Si ella tuviera elpoder, Dios sabía que ella traería a casa en este mismo segundo, a todos loshombres y mujeres en uniforme.

    ¿Cómo había llegado a esto, Laura en un ataúd? ¿Cómo se habían pasadolos años en un abrir y cerrar de ojos? ¿Realmente habían pasado diecisiete años

    que Laura anunció que se uniría al ejército para que pudiera ir a la escuela demedicina? ¿Seguido de trece años de servicio peligroso, comenzando justo antesdel 9/11? Con la misma sensación de malestar en el estómago, se acordó del díaque Laura anunció que ya se iba. Fue el día en que se cerró un capítulo en la vidade Trish y comenzó uno nuevo e involuntaria. Fue el día en que tuvo que empezara dejar de lado el sueño de las dos, de una vida en común, porque el ejército seconvertiría en el compañero de Laura, su primera prioridad. El ejército había tomadolo mejor de Laura, dejando a Trish con sólo los restos, y simplemente no erasuficientemente. Se merecía más de Laura, y de alguna manera parecía más fácilen ese entonces a alejarse, para comenzar a planificar un futuro sin ella. Las frases

     podían llegar tan fácilmente, tan definitivamente, cuando pensaba que todavía teníatoda la vida por delante, reflexionó Trish.

    "Si me amas, no harás eso."

    "Si lo haces, te dejaré."

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    un momento para recomponerse. "Participar en el ejército no es para todos. Desdeluego, no es para mí. Y por mucho que la vida que escogió Laura me asustaba, eralo que ella quería." Pam miró suavemente a Trish, y Trish supo que las palabras dePam eran para ella.

    "De hecho, Laura habló un poco más acerca del ejército en los últimos treceaños. Yo sé que ella realmente se sentía parte de algo mucho más grande que ellamisma, y en verdad, ¿qué mejor sentido de propósito puede tener una persona, queser parte de algo mucho más grande?"

    Hubo asentimientos de concordancia entre la multitud, sonrisas deentendimiento. Pam tomó un largo rato antes de empezar de nuevo. Tenía que sertan difícil decir cosas buenas sobre el ejército en estos momentos. Si hubiera estadoTrish ahí arriba, no había manera de que pudiera hacerlo. ¡Ella habría dicho que sesujetaran a la misión en sus traseros!

    "Laura nunca habló de los peligros, sólo hablaba de las cosas buenas, sobrelos progresos realizados, sobre lo que era ayudar al pueblo afgano. Ella me dijo lohumildes y agradecidos que eran ellos. Eso era de lo que ella y yo hablábamosmucho, la parte de la ayuda, la parte médica, y no de la lucha. Nunca quise pensaren esa parte, y creo que Laura lo sabía. Saben, ella nunca se olvidó de su ciudadnatal. Volvió aquí por unos pocos días antes de su despliegue, el pasado otoño."

    Trish recordó cómo se miraba Laura entonces. Confiada y orgullosa, como siel despliegue no fuera nada. Pero había una energía nerviosa acerca de ellatambién. Condujeron hacia la antigua casa de la familia Wright, en camino a la cenay Laura estaba enfocada inusualmente por completo a la charla y a la nostalgia delos viejos tiempos. A lo largo de la cena también, no podía dejar de hablar de losviejos días- el campeonato que había logrado en el equipo de baloncesto, la huertade su madre en la que nunca parecía crecer nada más que malas hierbas, la primeravez que condujo sola el coche de su madre, la vez que los dos habían enjabonadolas ventanas de la casa de su profesor más odiado. Y de otros recuerdos, másíntimos también.

    "Jesús, Trish, ¿recuerdas aquella tarde que nos escapamos de la escuela ymi mamá nos encontró a nosotras en la cama?"

    "¿Cómo podría olvidarlo? Oh Dios mío, fue mi momento más vergonzoso demi vida. ¡Todavía lo es! Nunca pude mirarla a los ojos durante un largo tiempo,después de eso."

    Laura se había reído tan fuerte que había lágrimas en sus ojos. "Era un pocodifícil volver al armario después de eso. Lo bueno es que ni siquiera lo intentamos".

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    "Tu madre sabía desde el principio que éramos más que amigas."  

    "Sí, probablemente lo sabía. Ella fue muy comprensiva al respecto. Muchomás comprensiva, que cuando se trató de que me alistara en el ejército. Hombre.¿Has notado que nunca mantuvo una foto mía con uniforme?"

    Laura se había quedado callada desde entonces. Triste, tal vez, osimplemente reflexiva. La conversación pasó a otro tema, pero Trish había sentidocomo si Laura hubiera tenido un mal presentimiento, una premonición tal vez oquizás algunos arrepentimientos. En cualquier caso, ella no quería hablar de ello, ytampoco Trish. Ahora deseaba que lo hubieran discutido, incluso si eso no hubieracambiado para nada los acontecimientos.

    "Tal vez," Pam estaba diciendo, con la voz temblorosa de nuevo. "Tal vez fuesu manera de decir adiós a este lugar. Supongo que nunca lo sabremos, pero mealegro de que haya tenido la oportunidad de visitar la ciudad por última vez, paraver a algunos viejos amigos, para pensar en los viejos tiempos. A veces... losrecuerdos son lo único que nos queda". Pam sollozó, secándose una lágrima de lamejilla. "Siempre tendré los recuerdos de Laura. Ella siempre estará en mi corazón".Hizo otra pausa, cerró los ojos, se enjugó otra lágrima. Estaba siendo tancondenadamente valiente. "Ella fue la mejor hermana mayor que cualquier personapodría haber tenido. Te quiero, Laura. Gracias".

    Con eso, Pam se disolvió en una cascada de lágrimas. Al instante Camillesaltó a su lado, ayudando a guiarla a bajar unos pasos del atril. Trish se levantótambién, ayudando a Camille a escoltar a Pam hasta una silla en la primera fila.Pam continuó llorando al cubrirse con un Kleenex y Trish deslizó su brazo alrededorde sus hombros temblorosos. "Ella también te amaba, Pammy. Mucho."

    ***

    Había sido el día más difícil de su vida, saludando a los cientos de personasque habían venido a presentar sus respetos, luego el discurso, agradecer a la gente

    y luego otra vez en la tarde el almuerzo. Hasta ahora, ella había pensado que elfuneral de su madre había sido el día más duro de su vida, pero ese día palidecióen comparación con esto. Se supone que los padres mueren primero, las hermanasno, al menos no todavía. Y ella no había estado sola para el funeral de su madre.Miraba a Trish, persistente ante el último grupo de personas dispuestas a irse.¿Cómo podía haber previsto hacer esto sin la ayuda de Trish? Quería pedirle a Trishque la acompañara a Arlington para el entierro, porque no podía soportar la idea de

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    tener que sentarse sola mientras pasaba el "toque del silencio", plegando labandera, viendo a Laura escapar para siempre. Su formación médica le habíaenseñado que cuando uno necesitaba ayuda, cuando estaba luchando, eraimportante pedir ayuda.

    "¿Estás bien?" Preguntó Trish en voz baja.

    Pam se encogió de hombros y se tragó las palabras que quería decir. Sabíaque Trish vendría a Arlington si se lo pedía, pero era demasiado pedir, sobre todode alguien que no había sido parte de su vida y ni la de Laura durante mucho tiempo.Ella no quería que Trish lo hiciera por compasión o culpa.

    Camille se les apareció al lado. Varios de los soldados querían dirigirse al barprivado en el American Legión Hall, pasando la calle, para tomar una bebida yaguantar un poco, les informó. ¿Ella y Trish querían venir? Significaría mucho paralos soldados a tener la familia de Laura allí.

    Pam se sentía obligada a ir, para mostrar su solidaridad con los soldados ydarles las gracias por haber venido. Incluso podría tomar una bebida, pero ella nose quedaría más allá de una copa de vino. Ella no era uno de ellos, y no quería estarcerca si llegaran a ponerse ruidosos o sensibleros. Ella le dijo a Trish que podíavolver a casa en un taxi, si ella no tenía ganas de unirse a ella.

    Trish asintió lacónicamente, dijo que la vería de nuevo en casa. Pam sabíaque Trish estaba demasiado enojada con el ejército, como para sentarse en unahabitación llena de soldados y socializar con ellos. La ira y la amargura de Trish, la

    profundidad de los sentimientos que todavía eran evidentes que tenía por Laura,sorprendieron a Pam un poco. Ella asumió que Trish lo había superado hacía muchotiempo, pero ahora se preguntaba si alguna vez lo hizo. Ella parecía no sólo solitaria,sino completamente desapegada, totalmente dedicada a su trabajo. Todavía era

     joven, ni siquiera tenía cuarenta. Demasiado joven para estar atascada en el pasado. La idea la entristeció.

    La cerveza fluyó como un río desbocado, y lo mismo lo hicieron las historias.Los soldados se rieron y lloraron, hablaron de Laura y de los demás compañerosque habían perdido. Historias divertidas en su mayoría. Como la vez que Laura ganó

    un concurso de baile improvisando una canción de Lady Gaga, enseñándoles cómomoverse incluso a los soldados más jóvenes. Había habido también una pelea enel comedor una vez, y Laura para detenerla, había sugerido que cualquier personaque no saliera del comedor en treinta segundos, iba a ser inscrito para donar sangre-que ella personalmente los arrastraría hasta el laboratorio. (Y ella lo haría, estabanseguros.) También contaron historias más serias, sobre cómo los había vendado,haciéndolos sentir mejor al instante, con sus habilidades médicas. Podía aplicar una

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    aguja que se sintiera como poco más que una picadura de mosquito, podría coserun corte sin dejar cicatriz.

    Pam tomó un sorbo de vino, su cabeza daba vueltas. Fue bueno escucharlas historias, ver cuán amada y respetada era Laura. El ejército era una familia, ella

    pudo ver eso con toda claridad. Sin embargo, los uniformes, ese mundo obvio delcual ella no era parte, le recordaba cómo drásticamente, la trayectoria de Laura sehabía distanciado de la suya propia. Ambas eran médicos, ambas eran gay,compartían el mismo ADN, pero en realidad, no habían tenido mucho más en comúnen los últimos años. Sus personalidades eran muy diferentes. Mientras Laura eraaventurera, Pam se mostraba cautelosa. Cuando Laura estaba feliz de ir a donde elviento la llevara, Pam planeaba todo, echaba raíces. Y sin embargo, había habidoun fuerte vínculo fraternal entre ellas -uno que no tenían que hablarlo o demostrarlo.Estaba justo allí.

    "Yo debería haberlo sabido. Debería haber sentido algo", le dijo Pam condesesperación a Camille, que estaba sentada junto a ella, acariciando el vasocaliente de cerveza.

    "Deberías haber sabido ¿qué?"

    "Que algo le estaba sucediendo. Ya sabes, cuando ella murió. Debí haberlosentido."

    "No te preocupes," Camille la tranquilizó. “Ella no estaba sola, y eso era loimportante."

    "¿Acaso ella...?" Pam respiró profundamente para calmarse. Ella no queríasaber los detalles antes, pero ahora sí. Algunos de ellos, por lo menos. Cuando sele dio primero la noticia, parte de la negación era bloquear los detalles de la muertede Laura. Eso podría ser menos real si no se conocieran los detalles. Pero era real,y ella no podía aceptarlo hasta que supiera lo que había pasado." ¿Ella sufrió?"

    "No, no sufrió. Un cuello roto. Pero hubo otros daños. Del impacto. Una grancantidad de huesos rotos. Fue instantáneo".

    Bien, así que había sido rápido. Probablemente no supo qué la golpeó, solosaber que el helicóptero estaba cayendo. Se preguntó cuáles habrían sido losúltimos pensamientos de Laura, lo que había estado en su mente mientras elhelicóptero se venía abajo. Probablemente ella sólo esperaba sobrevivir y que losdemás sobrevivieran también. O tal vez había habido un momento de resignación,de tranquila aceptación de que probablemente no iba a salir bien.

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    Suavemente, Camille le dijo más sobre el accidente, sobre los intentos deresucitar a Laura y luego el transporte cuidadoso de su cuerpo, en todas las etapaspara traerla a casa. Le dijo como, a la mañana siguiente después del accidente, unafamilia afgana que Laura había ayudado una vez, se presentó en las puertas de labase militar, de luto por Laura.

    "Me dieron algo, algo que querían que la familia de Laura tuviera." De subolsillo sacó una pulsera de cuentas de colores, naranja, rojo y oro." Me dijeron quegracias a ella, su hija viviría para ver muchas más puestas de sol."

    "¡Es hermoso!" Pam deslizó sobre su muñeca izquierda y la sostuvo hacialas luces tenues del techo. Esto era mejor que una medalla, porque se trataba dealguien a quien Laura había ayudado y para quien significaba algo. Sí, era muchomás personal que una medalla y mucho más gratificante. Las lágrimas la llenaronotra vez. "Gracias, Camille. Y si alguna vez los ves de nuevo..."

    "Probablemente no, pero lo entiendo."

    "Me gustaría saber más acerca de lo que Laura estaba haciendo allí. Ella nodijo mucho al respecto, pero quiero tratar de entender. "Necesito entender, añadiópara sí misma, porque si no lo hago, siempre voy a resentir su sacrificio.

    "Ella llevaba un Diario allá. Dijo que siempre había querido llevar uno las otrasveces que era desplegada, pero no lo había hecho hasta ese momento".

    "¿Crees que ella sabía que podría ser la última vez? ¿Que ella no volvería a

    casa?""Ella nunca me dijo nada parecido. Si cualquiera de nosotros se siente de

    esa manera  –  y nosotros lo sentimos- no hablamos de ello. Es como unaenfermedad que no se desea que se propague a otras personas. Uno no quieremostrar su miedo o cualquier negatividad. Nadie quiere que algo se convierta enuna profecía auto cumplida".

    "Ese Diario. ¿Dónde está?"

    "Está con todas sus cosas. Te será enviado de la base militar. Probablemente

    tomará un mes o algo así."

    Mejor así , pensó Pam. Tal vez para entonces ella sería lo suficientementefuerte como para leerlo.

    "Tengo su carta," dijo Camille suavemente, metiendo la mano en el bolsillo,pero sin quitarla hasta que Pam asintió.

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    Pam aceptó el sobre blanco y cerrado, dobló las orillas y lo metió en su bolsillodel abrigo. No quería pensar en ello en estos momentos y desde luego no queríaleerlo frente a estos extraños. De repente, tenía que salir de ese lugar, lejos de lasrisas y de los nítidos uniformes y de los ojos que habían visto demasiado en sus

     jóvenes vidas.

    Camille dijo que la entendía y que un coche pasaría a recogerla a primerahora de la mañana, para el viaje al aeropuerto.

    En el viaje en taxi a casa de Trish, Pam consideró la noticia de que Laurahabía estado guardando un diario. ¿Qué había escrito acerca de la misión?¿Tendría solo una lista de las cosas que estaba haciendo sobre la base militar o eraque anotaba sus pensamientos? ¿Sus opiniones? ¿El diario explicaría lo que la llevóa vivir un estilo de vida errante pero extremadamente arriesgado? Había algosolitaria sobre la idea de nunca echar raíces, pero Pam estaba sola también, y ella

    no estaba viviendo una vida errante.

    Ella nunca había tenido la intención de que su vida fuera tan solitaria, siemprese había dado prisa en culpar a su soledad, por su vida tan ocupada comoestudiante de medicina y ahora como residente. Había asumido que Laura vivió unavida bastante solitaria también, pero ¿qué sabía ella? Laura probablemente tuvo unmontón de amigos, un montón de amantes, personas y una existencia de la cualPam no sabía nada. Una vida rica y plena, tal vez, y una que era tan diferente de lade Pam, que Laura había decidido no compartir gran parte de eso con ella, todosestos años.

    "Yo no la conocía," Pam susurró en el abrazo que Trish le dio en la puerta, asu llegada. "Y yo no puedo soportar ese pensamiento."

    "Tonterías. La conocías mejor que nadie." Trish la sentó en el sofá y cogiódos copas de vino, trayendo la botella con ella y colocándola en la mesa de café.

    "No. Tú la conocías mejor que yo. Mejor que nadie, probablemente."

    Trish resopló. "Dormir con alguien no significa necesariamente que losconoces."

    Eso era cierto. Pam se había acostado con un total de cuatro personas en suvida, ninguna de las cuales se podía decir que conocía muy bien.

    "Recuerdo que pensé," Trish continuó después de un largo sorbo de su vino,"hace mucho tiempo, que Laura quería una vida conmigo. Que el ejército era sóloun medio para un fin. Pero estaba equivocada. Cuando escogió el ejército sobre mí,me di cuenta de que no la había conocido tan bien como yo pensaba".

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    "Tal vez no era tan simple. Quizás Laura esperaba que pudiera tenerte a ti, junto con una vida en el ejército".

    "Si lo pensó, era ingenua. Yo nunca podría haber vivido con la mentalidad deno-preguntes, no-digas para mantener nuestra relación en secreto. Hubiera sido

    imposible volver al armario, después de estar juntas en nuestro último año en laescuela secundaria y luego en la universidad." Trish se quedó mirando su vasodurante largo tiempo. La gravedad de su tristeza compartida era tan pesada yominosa, como sonaba el tic-tac del reloj antiguo en la repisa de la chimenea.

    "Nunca lo superaste, ¿verdad?"

    Trish negó con la cabeza. Comenzó a llorar en silencio, y el hecho de que notrató de detener sus lágrimas, honraba a Pam. Cuando todo el mundo se haya ido,dame tus lágrimas, pensó Pam, recordando fragmentos de un poema. Sus lágrimasestaban a salvo con ellas.

    Era obvio que Trish aún amaba a Laura, que nunca había dejado de estarenamorada de ella. "Oh, Dios, lo siento", fue todo lo que Pam pudo decir. Habíaestado tan abrumada por su propio dolor, que ella no se había dado cuenta de lamagnitud del dolor de Trish, hasta ahora. Puso sus brazos alrededor de Trish y lapresionó contra ella, absorbiendo sus sollozos, dejando que sus lágrimas tiñeran sublusa. Ella nunca había conocido esa clase de amor antes, pero Trish obviamentesí, y ella estaba sufriendo por eso ahora.

     Acarició la cabeza de Trish, las suaves olas marrones de su sedoso cabello

    entre sus dedos. Trish siempre tuvo el cabello más bonito, naturalmente ondulado, justo debajo de su cuello ahora, y seguía siendo tan suave y brilloso. Pam no pudoevitar inhalar el olor a limón y menta de su champú, recordando una época en laque de niña, enferma en la cama con la garganta por estreptococos, Trish le habíafrotado su espalda y leía un cuento antes de dormir. Recordó en ese momento cómoolía Trish, a todas las cosas buenas y reconfortantes. Como el amor. Como en casa.Todavía olía a esas cosas.

    "Lo siento", dijo finalmente Trish, alejándose y llenando sus copas. "Debespensar que estoy muy atrofiada emocionalmente. Atrapada en el tiempo o algo así.

    Qué patético".

    "No, no es patético. Estoy celosa".

    "¿Lo estás?"

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    Ooops. No había querido decirlo así. Ella sabía que su cara estabaponiéndose caliente y no era sólo por el vino. "¿Quién no estaría celosa de esaclase de amor? Quiero decir, ser capaz de amar a alguien tan profundamente".

    "Así que, ¿no tienes a alguien?"

    "Pues no." El hecho de que ella nunca había estado enamorada, nunca lehabía tanto molestaba antes, como ahora.

    "Vamos, en serio."

    "Es serio, por desgracia."

    Trish parecía contemplar esto. Por lo menos el cambio de tema había puestofin a sus lágrimas. "Pero, seguramente habrás tenido un montón de novias en losúltimos años."

    Pam se rio con amargura. "Sí, claro. ¿Qué te hace pensar eso?"

    "Porque, obvio Pam, eres hermosa, inteligente y exitosa. Las mujeres debenestar trepando para llegar a ti."

    "Bueno, si lo están, no están siendo muy obvias."

    Trish bebió más vino, sus ojos chispeaban. "Más bien tú no lo estás notando,sería mi conjetura."

    Pam podría jugar este jueguito. "Si alguien debe tener las mujeres en fila

    alrededor de la cuadra, debes ser tú, nena." Bien, estaba un poco borracha, pero sesentía bien decir lo que pensaba.

    "Bueno, ahora esa es una pequeña fantasía. Ni siquiera he tenido una citaen casi dos años."

    "¿Qué?" Trish tenía que estar bromeando. Joder, si Trish habría sido sumaestra en la escuela secundaria, se habría metido en un buen lío. "Ahora estás

     jugando conmigo."

    "No, lamentablemente no es así."Pam se terminó su copa de vino y se envalentonó. "¿Es por Laura? ¿Porque

    nunca la olvidaste?"

    Trish se encogió de hombros, volvió a llenar los vasos. "Tal vez, no lo sé. Esoes lo que dice Rosa".

    "¿Quién es Rosa?"

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    "Mi mejor amiga. En realidad, ella fue la última mujer con la que salí".

    "¿Eres la mejor amiga de la última mujer con la que saliste?"

    "Sip. Tratamos de salir durante más de un año, pero ella juró que yo noestaba en ello, y tenía razón, supongo. Nos quedamos como amigas. Ella jura queno le daré a nadie la oportunidad de compararse incluso con Laura. Bastantepatético, ¿no te parece?"

    "Demonios, no. Te diré lo que es patético. Patético es nunca tener unarelación que dure más de unos pocos meses. Nunca encontrar a alguien quedespierte ni remotamente mi corazón. Como que llegué al punto en el que meimagino que no tiene sentido ni siquiera intentar nunca más."

    "Oh, Pam, tienes que intentarlo al menos. El amor nos visita a todos nosotrosal final. Me acaba de pasar el tenerlo desde el principio en mi vida. Lo cruel de esto

    es saber lo que el amor puede ser y luego no volver a encontrarlo. Adivina comoLaura me arruinó".

    Bien, ahora realmente se estaba emborrachando, pero qué demonios. Ellanunca tendría un momento como este con Trish de nuevo. Ella sonrió, con lapicardía y la valentía burbujeando en su sangre. "Bueno, Laura pudo habertearruinado a ti, pero tú me arruinaste a mí, Trish Tomlinson."

    Trish, con los ojos vidriosos por su propia embriaguez, miró a Pamespeculativamente. "¿Qué?"

    "Sip. Arruinado este joven corazón adolescente. Desde el momento en quetenía diez años hasta que..." Mierda. Está bien, quizá no había fecha de terminación,sin caducidad a este amor tonto de la infancia, pero no podía decirle a Trish. Y elenamoramiento de verdad era una tontería. Completamente sin fundamento. Y

     juvenil. "Dios, no lo sé, hasta que tú y Laura rompieron, yo tenía el mayorenamoramiento hasta la muerte de ti."

    "¿En serio?"

    "Sip. Hubiera saltado por los acantilados por ti. Me echaron de la clase de

    matemáticas una vez, por garabatear tú nombre en mi cuaderno. No me digas quenunca lo imaginaste".

    Trish la miró complacida -gracias a Dios- y no con condena o asco. "Estábien, en cierto modo me imaginé que lo estabas. Eras un poco como un pequeñocachorro a mi alrededor".

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    "¡Un poco! Jesús. Eras tan dulce, que ni siquiera intentaste darme un golpe.Quiero decir, ¿cómo lo soportaste?"

    "Era lindo, en realidad. Me sentí halagada. Estoy aún más halagada ahorade saber que podría haber sido tu señora Robinson." Trish se rio y movió las cejas.

    Pam también se rio, imaginando la escena de El graduado, donde la señoraRobinson descubre sus pechos ante el joven Benjamín y le hace proposiciones. "Novas a llevarme arriba y a quitarme la camisa, ¿verdad?" Ella se encogió un pocodespués de que las palabras salieron, su audacia era un poco impactante.

    Había un brillo en los ojos de Trish cuando le dijo "Supongo que te hubieragustado hace quince años, ¿eh?"

    No, ahí es donde te equivocas. Me hubiera gustado mucho másrecientemente que eso. "Sí, definitivamente me hubiera gustado mucho."

    Tan rápidamente como había resucitado, el espíritu de Pam comenzó a caeren picada. Trish pertenecía a Laura- siempre había sido, siempre lo haría, inclusoen la muerte. Había aprendido hacía mucho tiempo que nunca competiría con Lauramás allá de seguirla a la escuela de medicina. Laura la superaba en todo, inclusocon las mujeres. Ella suspiró profundamente. "Así que, aquí estamos, con nuestroscorazones para siempre grabados por alguien que nunca podremos tener."

    "Oh, Pam." Trish extendió la mano y tocó su mejilla. Su roce era tan tierno,tan lleno de comprensión y amabilidad. Pam se acarició en él, cerró los ojos, quería

    llorar, quería besar esos hermosos dedos.Trish estaba tan cerca de Pam, que ella podía sentir su aliento en la mejilla.

    Pam tenía miedo de abrir los ojos, temerosa de lo que pudiera ver en los ojos deTrish. No estaba segura de lo que sería peor, si ver el rechazo o ver la atracciónmutua. No, decidió. Nada bueno puede venir de cualquiera de los escenarios. Sedijo a sí misma que eran sólo sus emociones que estaban sacando lo mejor de ellas,su dolor y la nostalgia que los unía.

    "Trish", susurró Pam, sabiendo que si ella no lo pedía ahora, nunca lo haría."¿Harías algo por mí?"

    "Claro. Cualquier cosa".

    Pam abrió los ojos. Oh Dios. Trish la miraba con tanto cariño, con tantabondad y generosidad... todas las cosas que siempre habían cimentado su pequeñoenamoramiento de ella. Ella tragó saliva y siguió adelante antes de perder el coraje."¿Quieres venir a Arlington conmigo? ¿Para el funeral de Laura?"

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    Los ojos de Trish se cerraron de golpe, su cara se volvió una máscara deangustia.

    Oh, mierda, yo no debí haber preguntado. Es demasiado.

    "S-sí," Trish respondió con voz entrecortada. "Yo-Yo estaré feliz de ircontigo."

    "¿Estás segura?"

    "Sí." Trish trató de sonreír, pero el esfuerzo parecía inútil. "Vamos a decirleadiós juntas. Se siente como si fuera lo correcto hacer."

    "Gracias," Pam respondió, sabiendo que a Laura le gustaría la idea de ellas juntas diciéndole adiós. De repente, Pam estaba exhausta. Era como si cada partede su cuerpo ansiaba el sueño, y ya no podía mantener los ojos abiertos.

    Sin decir palabra, se deslizó hacia abajo y apoyó la cabeza en el regazo deTrish. Acababa de acostarse por un momento, dormitar un poco. Ella cerró los ojosy sintió la mano de Trish alisarle el cabello de la frente, acariciándole suavemente.Ella sabía que el sueño era inminente.

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    Capítulo Seis

    Camille era exactamente igual al tipo de mujer en la que Laura podría haberestado interesada sexualmente, y cuando los tres eran conducidas en la limusina alaeropuerto, Trish se preguntó si Camille y Laura habían sido amantes. Elpensamiento le dolió un poco. No era la parte sexual la que sentía hiriente. Laura,sin duda, habría tenido muchas amantes desde que ellas se habían separado, yTrish había tenido unas cuantas. Eran los momentos de Laura, la cercanía de Laura,el corazón de Laura lo que ella había extrañado más, de lo que permanecía celosa.¿Qué tanto de ello había compartido Camille con ella? ¿Cuánto tiempo habíancompartido? ¿Cuánta parte de la vida de Laura había estado con ella? ¿Habíancompartido risas, lágrimas, recuerdos?

    Camille no evitaba nada de eso. Ella era claramente emocional y estabaenojada por la muerte de Laura, pero era estoica también. Era joven, muy cercanaa la edad de Pam.

    Trish encontró su voz e interrumpió el melancólico silencio. "¿Cómo era ellaallí? ¿En Afganistán?"

    Los ojos oscuros de Camille se volvieron de repente hacia ella, serios yligeramente sospechosos. “¿Laura? ¿Qué quieres decir?"

    "Quiero decir..." Trish continuó, no muy segura de lo que quería decir. "No lo

    sé. ¿Le gustaba estar allí? ¿Cuál era su estado de ánimo? ¿Estaba ansiosa porterminar el recorrido?" Se había imaginado todo tipo de cosas sobre Laura allí -quelo odiaba y no podía esperar a salir, que le encantaba y quería quedarse parasiempre. Ella no tenía ni idea.

    Camille hizo una pausa, sus ojos se suavizaron. "Todos tenemos momentosde amor y odio allí. Es complicado. Puede ser frustrante y gratificante, todo encuestión de minutos. De alguna manera llegar a un lugar donde se aprecia lamontaña rusa o al menos se aprende a vivir con ello. Pero sobre todo, se llega avivir en el momento. Tome las cosas con una hora, un día a la vez. A veces, un

    minuto a la vez.""Ella escribió un diario allá," le dijo Pam a Trish. "No estoy segura de sí voy

    a ser capaz de leerlo."

    "Entie


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