I
UNIVERSIDAD DE COSTA RICA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
ESCUELA DE PSICOLOGÍA
TESIS PARA OPTAR AL GRADO DE
LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA
Masculinidad, vínculo y duelo:
Experiencias subjetivas ante la pérdida por separación de sus parejas mujeres
en hombres adultos que asisten a grupos de crecimiento personal en el Instituto Wëm.
Esteban Navarro Díaz
A53941
Comité Asesor:
Director: M.A. Álvaro Campos Guadamuz
Lector: M.Sc. José Manuel Salas Calvo
Lector: Lic. Ruthman Moreira Chavarría
2014
II
Resumen
Los procesos de duelo por pérdida de relación de pareja son fenómenos actuales y
crecientes en la sociedad costarricense que por lo general implican grandes cambios en la
cotidianidad de las personas y sus seres cercanos. Asimismo suelen correlacionarse con periodos
prolongados de crisis y malestar en donde se experimentan alteraciones temporales a nivel físico y
psicológico. En hombres existen indicios que sugieren un aumento en la vulnerabilidad durante el
periodo de duelo por pérdida de relación de pareja (Moreira, 2011), lo cual se refleja en de
comportamientos autodestructivos, comportamiento violento y deterioro de la salud física y mental
(Ávila et al, 2010).
Tradicionalmente el duelo se ha estudiado desde una perspectiva clínica y basada en la
subjetividad en donde se analizan las dinámicas de los vínculos primarios; asimismo existen otras
aproximaciones que hacen énfasis en factores de tipo cultural y social. No obstante, son escasos los
estudios que intentan integrar ambas perspectivas y al mismo tiempo diferenciar el fenómeno por
condiciones de género. El presente documento intenta integrar ambas aproximaciones de tal forma
que se pueda comprender este fenómeno como subjetivo y social al mismo tiempo. Es decir,
pretende analizar la construcción social de la masculinidad y los vínculos primarios como recurso
para vislumbrar y delimitar los procesos de duelo desde una perspectiva dialéctica y compleja.
Se muestra los resultados de dos un grupo de discusión y cinco entrevistas realizadas a
hombres que buscaron ayuda en los grupos de apoyo del Instituto Wëm tras perder una relación de
pareja significativa, de modo que es un diseño de estudio de casos en modalidad colectiva con una
aproximación crítica/constructivista.
III
Se analizó la historia vincular y las dinámicas de interacción con los seres amados en la
infancia y la vida adulta al mismo tiempo que se indagó sobre los diversos factores de socialización
de la masculinidad que se relacionan con la vinculación de pareja.
Los resultados integran varios elementos de la construcción subjetiva del vínculo, la
construcción social de la interacción entre géneros y su incidencia en los procesos psíquicos del
duelo por pérdida de relación de pareja; por último se formulan una serie de conclusiones y
recomendaciones para brindar aportes teóricos y limitaciones en el estudio del tema. Se espera
haber posibilitado insumos para la creación de alternativas que ayuden a disminuir la violencia de
pareja e intrafamiliar en el momento de la separación para mejorar la calidad de vida de los
hombres y de quienes les rodean.
IV
Agradecimientos
Quiero agradecer a Dios por la oportunidad de la vida, de la muerte y la esperanza que
conllevan el amar a otros seres humanos.
A Sonia, Alfonso y Alejandra por ser incondicionales y enseñarme el significado de lo que
es ser parte de una familia.
A Ruthman, José Manuel y Álvaro por conformar mi equipo asesor y acompañarme durante
todo este proceso.
A todos aquellos hombres que buscan ayuda y demás personas que forman parte del
Instituto Wëm por haber inspirado este proyecto.
Y por último, a todos aquellos seres queridos que estuvieron en el inicio pero que ahora por
diversas razones se han ido. Porque la vida inevitablemente conduce a la muerte, porque la muerte
está llena de vida.
V
Índice
Contenido
Justificación .......................................................................................................................................9
Marco de Referencia ........................................................................................................................11
Antecedentes ................................................................................................................................11
Marco Conceptual ........................................................................................................................17
Construcción de vínculos primarios .........................................................................................19
Las representaciones del Objeto y el Sí-mismo ....................................................................19
Narcisismo, cuido y afecto en los vínculos primarios. ..........................................................28
Violencia, abandono y rechazo en los vínculos primarios ....................................................31
Procesos de vinculación de pareja: amor, pérdida y duelo........................................................33
Inicio del vínculo de pareja ..................................................................................................33
Conceptualización y delimitación del vínculo de pareja .......................................................37
Sobre las dinámicas de la crisis y la vinculación de pareja. ..................................................40
Duelo ante la pérdida del ser amado .....................................................................................43
Subjetividad y construcción social de la masculinidad .............................................................47
Últimas implicaciones teóricas: el movimiento dialéctico del fenómeno estudiado .................52
Pregunta y problema de investigación ..............................................................................................55
Objetivos ..........................................................................................................................................57
Objetivo General 1 .......................................................................................................................57
Objetivos Específicos ...............................................................................................................57
Objetivo General 2 .......................................................................................................................58
Objetivo externo ...........................................................................................................................58
Metodología .....................................................................................................................................59
Estrategia Metodológica ...............................................................................................................59
Tipo de estudio .........................................................................................................................59
Diseño de Investigación ...........................................................................................................60
Selección de Participantes en la Investigación .............................................................................60
Técnicas e instrumentos de recolección de información ...............................................................64
VI
Grupo de discusión ...................................................................................................................65
Entrevistas a Profundidad .........................................................................................................65
Procedimientos para la sistematización de los datos.....................................................................66
Análisis de los datos .................................................................................................................67
Validez y Confiabilidad ...........................................................................................................68
Protección a los participantes ...................................................................................................69
Propuesta para la redacción del informe final ...........................................................................70
Análisis de los resultados .................................................................................................................71
Descripción de los casos...............................................................................................................71
Caso: Rolando ..........................................................................................................................71
Caso: Eliseo..............................................................................................................................83
Caso: Octavio ...........................................................................................................................95
Caso: Roberto .........................................................................................................................105
Caso: Juan E. ..........................................................................................................................115
Análisis teórico de los casos .......................................................................................................130
Te pego porque te quiero: La dinámica de la violencia y la fantasmática de los vínculos
primarios. ...............................................................................................................................130
Violencia y vinculación con la madre y el padre. ...............................................................131
Violencia y el Sí mismo .....................................................................................................136
La erotización y naturalización de la violencia ...................................................................141
La violencia extrema y la marginalidad dentro del vínculo. ...............................................145
Príncipes que salvan princesas: La dinámica de la idealización y del amor del Objeto. .........149
Idealización y construcción de los primeros vínculos de pareja .........................................149
El caso de Juan E., la vinculación múltiple y la idealización. .............................................154
La voy a conquistar de nuevo: Las reacciones precríticas y su percepción antes de la crisis de
pareja. .....................................................................................................................................160
Reacciones precríticas y dinámicas inconscientes subyacentes ..........................................160
Negación y Seudonegación ................................................................................................162
Alejamiento y pérdida de interés ........................................................................................164
Paranoia y el tercero especular ...........................................................................................166
El rompimiento de los rituales entrañables y el rol del cuerpo ...........................................169
VII
La Fuga del vínculo ............................................................................................................172
Otros acuerdos colusivos: La fantasía de reparación e indemnización ...............................175
Sobre los procesos precríticos y su relación con la reparación. ..........................................177
La reedición de las dinámicas de la infancia en la precrisis. ...............................................181
¿Y ahora qué hago?: Fantasías y ansiedades durante el periodo de Crisis y la ruptura del
vínculo de pareja. ...................................................................................................................187
Sobre el contexto de llegada a la crisis. ..............................................................................188
La catástrofe del Yo y del mundo interno. ..........................................................................191
La cristalización de la crisis................................................................................................200
Gastar el Dolor: La elaboración del proceso de duelo y la reorganización de la vida cotidiana
...............................................................................................................................................207
Sobre la dialéctica del proceso del duelo, el espectro y sus polaridades. ............................209
El espectro del proceso del duelo por pérdida de pareja: La polaridad maníaca y compulsiva
...........................................................................................................................................212
La aceptación total de la pérdida y el Tercero como catalizador del duelo. ........................215
El espectro del proceso del duelo por pérdida de pareja: la polaridad depresiva. ...............219
La Integración y el proceso de elaboración del duelo .........................................................224
Duelo: la vida, el encuentro con la muerte y la esperanza ..................................................229
La elaboración del duelo y la violencia infantil. .................................................................232
El término del proceso del duelo y su elaboración: criterios y posibilidades ......................235
Reaprendiendo a ser hombre: Las masculinidades y el duelo por pérdida del vínculo de pareja
...............................................................................................................................................243
La socialización del vínculo, violencia y las masculinidades .............................................244
Dos paradigmas o modelos de vinculación de pareja con las mujeres ................................248
La crisis de pareja según la masculinidad hegemónica: cambio de roles y malestar ...........252
La masculinidad herida.......................................................................................................255
Masculinidad y elaboración del duelo : El cuerpo de la mujer como marcador de la
vinculación y la pérdida......................................................................................................258
Migración hacia un nuevo paradigma de vinculación .........................................................264
El duelo como oportunidad para la construcción de nuevas masculinidades: los nuevos
grupos de pares y la fraternidad entre hombres. .................................................................268
Conclusiones ..................................................................................................................................276
Recomendaciones ...........................................................................................................................286
VIII
Anexos ...........................................................................................................................................310
Anexo 1: Reseña del Instituto WEM ..................................................................................310
Anexo 2: Guía de Grupo de discusión ................................................................................312
Anexo 3: Guía de Entrevista ...............................................................................................314
Anexo 4: Fórmula de Consentimiento Informado (para grupos de discusión) ....................321
Anexo 5: Fórmula de Consentimiento Informado (para entrevistas) ..................................327
9
Justificación
La última década en Costa Rica se ha caracterizado por el aumento en el índice de divorcios
y separaciones. En el año 2010 hubo en promedio treinta y un divorcios diarios, once mil quinientos
en todo ese año, por lo cual se estima un incremento del sesenta y tres por ciento en comparación al
2001, es decir, un divorcio por cada dos matrimonios (Oviedo, 2011). Este incremento en la tasa de
separaciones y divorcios genera fuertes cambios en la vida diaria como la división de bienes,
pérdida de proyectos en común, delimitación de responsabilidades de cuido, y pago de pensiones
alimenticias; los cuales se asocian con crisis personales e implican procesos de duelo por pérdida de
la pareja (Moreira, 2011).
Por otra parte, la mayoría del corpus teórico, de la intervención psicológica clínica,
homologa los procesos de pérdida por separación del vínculo de pareja a los de pérdida por muerte
de una persona, al mismo tiempo que consideran que no hay diferencias significativas entre
hombres y mujeres. Lo anterior suele ser contradictorio ya que se ha determinado que estas crisis y
procesos se afrontan de distinta forma según factores culturales y sociales (Worden, 2002). Al
parecer son escasas las propuestas que integren las experiencias de duelo y pérdida acorde a la
socialización de género ya que comúnmente se delimitan como experiencias universales comunes
en todas las sociedades.
Los resultados de trabajo del Instituto Wëm han mostrado que los hombres consultan
mayoritariamente por conflictos en relaciones significativas de pareja y de igual forma reflejan una
marcada dificultad para elaborar el duelo por pérdida del vínculo (Moreira, 2011). Se estima que
tres de cada cuatro llamadas a la Línea de Apoyo para Hombres, de dicho instituto, se centraron en
10
temas relacionados con la pareja –celos, violencia, comunicación y consultas legales-y en la
dificultad de aceptar la separación y pérdida de la misma (Araya, 2010).
De acuerdo con R. Moreira (2011), muchos de los hombres que asisten a los grupos de
apoyo, aun estando separados, están en riesgo de ejercer violencia y presentar comportamientos
autodestructivos como ideación suicida, gestos suicidas, consumo de alcohol, consumo de drogas
ilícitas y conducción temerarias. Lo anterior se refleja en el aumento de la vulnerabilidad al daño
hacia sí mismo, a sus exparejas y a otras personas cercanas.
Por lo tanto es necesaria la investigación de los procesos de duelo por pérdida de pareja que
enfaticen la construcción de la subjetividad y su relación con el género para poder crear nuevas
aproximaciones teóricas y prácticas las cuales permitirán atender y visibilizar las necesidades de
una población que claramente se encuentra vulnerable ante estos sucesos.
11
Marco de Referencia
Antecedentes
Las investigaciones que abordan el tema de pareja, se centran en tópicos asociados con
celos, violencia, divorcio y crianza de los hijos y poblaciones específicas como personas
homosexuales, adolescentes, adultos mayores, hombres agresores y mujeres agredidas. Aquellas
que estudian la pareja en términos de vinculación, vivencia y duelo en la población general -mujeres
y hombres adultos, heterosexuales, de distintos contextos socioeconómicos-, son escasas. No se
encontraron, en la revisión llevada a cabo, estudios enfocados en la vinculación de hombres con
parejas mujeres, y su elaboración del duelo, luego de la pérdida.
Ureña (1993) indagó las crisis de veinticinco matrimonios, identificando factores
psicosociales que les facilitaran o agravaran su resolución, considerando aspectos como:
resoluciones míticas a los conflictos, el papel de los roles de género y la dimensión erótica de cada
uno de estos, y el papel del Tercero como generador de conflicto. Concluye que hay una marcada
diferencia en la vivencia erótica de cada miembro de acuerdo a su rol de género, una necesidad de
complementación con el otro, en la que en momentos se niegan las propias necesidades y en
momentos se niegan las del otro, y una dinámica del ejercicio del poder desde la masculinidad por
parte del varón, en la relación. La vivencia de pareja entonces, no es igual en hombres y en mujeres,
dando pie a la importancia de indagar cómo es ésta según el género de la persona y la socialización
de ésta. En este último aspecto no profundiza la autora.
12
Barrios & Núñez (1997) también hacen visible la importancia de considerar el género al
analizar la vivencia de pareja. Realizaron entrevistas a profundidad con diez parejas adolescentes,
con edades entre los dieciséis y los diecinueve años para indagar las concepciones y prácticas entre
los géneros en relaciones de noviazgo. Encontraron que éstas no difieren mucho de las que
establecen personas adultas, pues contienen algunos de los mismos aspectos: la pareja como fuente
de satisfacción de necesidades emocionales; el carácter idealista y mítico de la relación como único
medio de autorrealización emocional; las desigualdades de género y el ejercicio del poder por parte
del varón en la relación; la falta de diálogo y comprensión mutua; y la idealización del otro.
Concluyen que, “cuando se conforma la relación de pareja cada miembro vive su propio proceso
de desarrollo y el de pareja, de acuerdo con las normas culturales y con el desarrollo personal de
cada uno(a)” (p. 3). Destaca la similitud encontrada en el estudio entre estas parejas adolescentes y
las de personas adultas, en aspectos ligados a la concepción y significado que cada miembro le
asigna a la relación vincular y en cómo éstos significados están transversalizados por la
socialización y la historia personal de cada uno.
Siguiendo con estudios que analizan la pareja desde su dinámica vincular, Arce et al. (2006)
con base en la propuesta teórica de Lemaire (1986), reconocieron en el discurso de las parejas,
elementos que expresan la etapa en la que se encuentran, con el fin de estudiar dichas fases de
pareja y el papel que juega el amor idealizado en ellas. Encontraron que todas las parejas
estudiadas: a) iniciaron con el flechazo y las características de la primera etapa del amor -sensación
de amor a primera vista, erotización del cuerpo, alteración de la conciencia-; b) presentaron una
sensación de completitud en la que cada uno era salvador de la falta y la soledad del otro -en un
intercambio simbiótico-; c) tenían elementos propuestos por Lemaire en su teoría. Resaltan que “el
amor idealizado es la principal justificación que posibilita la construcción de un proyecto de
pareja, el cual devino de la infancia, a partir de la conformación y formación de los individuos en
relación con las figuras parentales y la interacción con la cultura” (p.277); nuevamente surgen
13
elementos de socialización y de historia de vida, como aspectos clave para la conformación de la
pareja.
Brenes & Calderón (2006) crearon un manual a partir de las cogniciones, conductas y
emociones funcionales y disfuncionales de parejas en transición al matrimonio. Los resultados
sugieren que existe una dificultad en el reconocimiento de éstas y una tendencia hacia cambios en
cuanto a los roles de los hombres dentro de las mismas. Recomiendan las entrevistas
semiestructuradas “como un recurso terapéutico evaluativo que permitirá obtener información
amplia sobre la pareja” (p.479) y mencionan que “a pesar de ser un tema de tanta importancia,
no se han desarrollado trabajos (…) con un énfasis en la vida de pareja” (p. 480). Llaman la
atención acerca de la relevancia de llevar a cabo investigación e intervención en este sentido.
Tres estudios consideran la dinámica de pareja y el vínculo afectivo en población
masculina, dos de ellos en hombres con orientación homosexual y otro más, desde el análisis de los
celos. Sandí & Venegas (2008) indagan la dinámica subjetiva de hombres celosos que ejercen
violencia hacia sus parejas; establecen la función que cumplen los celos, las reacciones que generan
y los factores que desencadenan la conducta violenta en estos hombres. Hallaron que en estos
hombres existe un temor a la soledad y que se da una pérdida de la confianza y de la seguridad
cuando la mujer trata de “liberarse”, se espera restaura la confianza al exigir la sumisión de su
pareja. Los celos, según los autores, vienen a ser una respuesta ante el temor, desde la masculinidad
hegemónica, de la pérdida de control hacia los demás. Mencionan que “estos hombres no se sienten
merecedores del cariño de su pareja, con lo cual la ambivalencia afectiva e inseguridad con
respecto a la relación de pareja se prolonga generando malestar” (p.160). Ponen énfasis en el
papel que juega la socialización masculina en los celos y recomiendan que se hagan estudios acerca
del tema de pareja, la socialización masculina y que se utilice una metodología grupal para abordar
el tema de la dinámica vincular en los hombres.
14
Alfaro & Cabrera (2002) analizan desde la óptica psicosocial el proceso de construcción y
desarrollo del vínculo amoroso en parejas de hombres homosexuales. Dicen que a) existe una fuerte
idealización del otro y de la relación de pareja como fuente de estabilidad emocional –elemento
hallado en otros estudios reseñados y que parece ser algo característico del vínculo sin importar
edad, género u orientación sexual-; b) se asumen roles y encargos de la masculinidad; c) se
reproducen patrones de interacción y encargos de la familia de origen; d) existe un vínculo
simbiótico, con relaciones en las que el sexo tiene una gran importancia y en las que, una de las
principales causas de las crisis, es el dilema de la fidelidad. Concluyen que “el establecimiento de
la relación amorosa en las parejas gays masculinas se construye y desarrolla de manera similar a
la de cualquier pareja” (p.194). Guzmán & Méndez (2003) analizaron la construcción del vínculo
de pareja entre hombres homosexuales, a través de explorar algunos elementos de su dinámica.
Nuevamente aparece una concepción idealizada de lo que es ser pareja en los hombres gay, con
“una clara determinación psicosocial de establecerse en pareja como intento de combatir un
sentimiento de incompletud perenne (…) heredado socialmente” (p.4). Encontraron que les es
difícil establecer los roles dentro de la pareja puesto que éstos tradicionalmente se han configurado
a partir de una complementariedad en las relaciones heterosexuales.
Enfocadas en el estudio de los procesos de duelo relacionados con la pérdida del vínculo
amoroso están las investigaciones de Sandoval (2009), Bonilla & Vargas (2009) y Alvarado (2002).
Sandoval (2009) explora la dinámica del duelo por fallecimiento de la pareja en hombres gay en
donde considera que la experiencia subjetiva de pérdida así como la dimensión social con familiares
y personas cercanas. Hizo entrevistas a profundidad con dos sujetos y encontró dos factores que
influyen en la dinámica del proceso de duelo: el posicionamiento desde la gaycidad y el tipo de
vinculación establecida. Reconoce la importancia de participar en los rituales sociales posteriores a
la muerte en el proceso de elaboración de la pérdida.
15
Bonilla & Vargas (2009) indagaron las estrategias de afrontamiento usadas por personas
adultas mayores ante la muerte del cónyuge. Algunos factores que facilitan el sobrellevar la pérdida
son: una autoimagen positiva; una concepción madura de lo que significa ser pareja -fuerte
identidad e intimidad de pareja, entendimiento de las crisis como oportunidades de cambio,
proyectos en común, buena comunicación-; un fuerte componente de espiritualidad; y contar con
redes de apoyo. No encontraron diferencias según lo esperado o no de la muerte, ni se
profundizaron diferencias según el género de las personas entrevistadas. A pesar de que éste tipo de
investigaciones se centran en pérdida por muerte del cónyuge, plantean inquietudes en cuanto a qué
tan similar pueden ser las experiencias, vivencias y conclusiones en el caso de un proceso de duelo
por separación de la pareja.
Alvarado (2002) busca dar respuesta a estas incógnitas y elabora un estudio desde la teoría
psicoanalítica de las relaciones objetales en donde, mediante entrevistas a dos mujeres, buscan
comprender la experiencia subjetiva ante la ruptura del vínculo amoroso y analizar los procesos
afectivos, los mecanismos defensivos involucrados, y la percepción de la persona amada y de sí
mismas. Halló que: a) estas mujeres idealizan al objeto amado, sobre valorizan lo masculino y
desvalorizan lo femenino; b) hay un fuerte componente de la socialización en los roles rígidos y
estereotipados de género –dependencia y sumisión; y c) se identifican mecanismos de escisión,
negación y proyección; presencia de ira, temor, síntomas depresivos, y la negativa para aceptar la
ambivalencia de afectos hacia la persona amada lo cual genera temores y ansiedades. Esta
investigación abre las perspectivas acerca de la importancia de analizar la experiencia de la ruptura
del vínculo de pareja en la contraparte masculina.
Existen abundantes estudios centrados en comprender la manera en que se vinculan los
hombres en otro tipo de relaciones que no son la pareja (Ceciliano, 2007; Álvarez, 2006) y en otros
procesos de duelo que viven las parejas, como pérdidas de hijos o por enfermedad terminal o
16
privación de libertad (Gutiérrez, 2009; Córdoba & Rodríguez, 2008; Arguedas & Peralta, 2004;
Elizondo & Bonilla, 2003); o en el análisis de la vivencia de los hombres en otros contextos a la luz
de la masculinidad (Vargas, 2007; Calderón & Vargas, 2004; Contreras & Mora, 2003; Solano,
2003). Hacer una revisión exhaustiva de estos trabajos va más allá del alcance de ésta investigación,
no obstante se mencionan por ser acercamientos paralelos a algunos de los temas centrales del
presente estudio.
A partir de la exhaustiva revisión de los diferentes estudios cercanos a la temática de esta
investigación, se obtienen varias conclusiones compartidas por la mayoría de éstos:
1. Existe, independientemente de la edad en que se establezca el vínculo y el tipo de
pareja que se forme, una depositación de encargos de completitud, satisfacción plena y
felicidad total en ésta, encargos que al momento de darse la finalización del vínculo
tienen un fuerte impacto en el proceso de duelo.
2. Hay una variedad de conflictos que surgen en la pareja, relacionados con la toma de
conciencia –o la completa ausencia de ésta- de que esos encargos no serán satisfechos
en su totalidad por esa relación de pareja.
3. En la dinámica de pareja se expresa una serie de aprendizajes, fruto de la socialización
de género y de la historia personal de cada miembro. Estas expresiones suelen ser
motivo de conflicto en la pareja y de desilusión, crisis y resquebrajamiento del vínculo.
Falta analizar cómo influyen estos encargos en los procesos de pérdida del vínculo
amoroso.
4. Uno de los aspectos más conflictivos en las parejas estudiadas, es la vivencia de los
roles de género, principalmente, se da una referencia constante a lo problemático que
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resulta la asunción de éstos por parte del hombre, pues ellos tienen vivencias de
ejercicio de poder, control y frialdad en el vínculo con sus parejas.
Hasta ahora no se ha indagado como es la experiencia de hombres de hombres heterosexuales
dentro de sus relaciones de pareja, cómo es el vínculo que éstos establecen, ni mucho menos cómo
es la dinámica del proceso de duelo una vez que se ha dado la ruptura del vínculo. De acuerdo con
Alvarado (2002) “sería importante (…) realizar una investigación sobre cuáles son las estrategias
de elaboración de las pérdidas en la masculinidad, cómo se vivencia el duelo (…) sobre los
vínculos que pretenden establecer hombres y mujeres, en su relación amorosa” (p.249)
Una investigación que considere las conclusiones y recomendaciones anteriores podrá
enriquecer los abordajes con hombres en torno a la vivencia de pareja y la experiencia de pérdida de
vínculo de pareja, más si se consideran los datos mencionados, relacionados con la afluencia de este
tipo de situaciones en el Instituto Wëm (Moreira, 2011).
Marco Conceptual
Para entender la construcción y el devenir de los procesos de duelo por pérdida de pareja en
la edad adulta es necesario analizar primero la forma en que se entablan los vínculos en la infancia
ya que estos son modelos de interacción que se mantienen a lo largo de toda la vida (Kernberg,
1995). Analizar cómo se organizó el sujeto ante las experiencias de abandono y de gratificación
brinda elementos estructurales que permiten ubicar el origen y la dinámica de poder subyacente que
se encuentra en la construcción de los vínculos. De igual forma reflejan lo que S. Freud (1914b)
denominó como “compulsión a la repetición”, ya que es la actuación y repetición de escenas
conflictivas que produjeron malestar a lo largo de toda la vida.
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A partir de las experiencias subjetivas de la infancia ante el malestar, el sujeto construye
estrategias de supervivencia (Miller, 1984) y diferentes formas de lidiar ante las situaciones
conflictivas. Dichos episodios de malestar se consideran crisis que se presentarán durante el resto de
la vida del sujeto. Por lo tanto, los procesos de duelo por pérdida de pareja también son crisis que
reflejan el dolor humano y de forma directa están mediados por las dinámicas subjetivas para
sobrellevar el malestar, las cuales fueron instauradas en la infancia y en la interacción vincular.
Acorde a lo anterior, aquello que es subjetivo se crea en el vínculo, el cual es
necesariamente social ya que implica el contacto y la interacción con otras personas. En
consecuencia, el vínculo se encuentra atravesado por ideologías que reflejan las relaciones
históricas de poder entre diferentes grupos y géneros por lo que se considera que la dinámica social
también es dinámica individual ya que una sobrelleva a la otra. Sin embargo, sería erróneo plantear
que lo subjetivo no influencia ni transforma a lo social ya que el fenómeno debe de ser visto como
un sistema que se retroalimenta mutuamente en una dinámica claramente dialéctica. Es decir,
aquellos cambios en lo social forman nuevas subjetividades y aproximaciones a lo vincular -las
relaciones de pareja, el amor y la paternidad- lo cual a su vez cambian las condiciones sociales que
le dieron origen de forma recíproca.
La presente investigación trata de abordar este fenómeno al ubicar y relacionar los
diferentes cambios en los roles y la interacción de género dentro de espacios considerados
tradicionalmente como privados y subjetivos como las relaciones de pareja significativas, sus crisis
y el duelo.
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Construcción de vínculos primarios
Las representaciones del Objeto y el Sí-mismo
La construcción de vínculos humanos son procesos que transcurren a lo largo del ciclo vital
de tal forma que son la introyección de los roles de interacción con los seres cercanos (Kernberg,
1995). Su conformación data desde los primeros momentos de la vida por lo que contienen
experiencias gratificantes de afecto y cuido y al mismo tiempo experiencias de frustración y
abandono en la infancia (Klein, 1937; Segal, 1988; Kernberg, 1995; Winnicot, 1956). Se utiliza el
término “Relaciones de Objetales” para definir el resultado psíquico de la construcción del vínculo
(Klein, 1937) de modo que son las representaciones mentales producto de la introyección y del
desarrollo que posibilitan el surgimiento de otras instancias psíquicas como el Yo y el Superyó
(Palombo, Bendicsen & Koch, 2009).
M. Mahler (1963) señala que, desde el nacimiento, el bebé carga libidinalmente este tipo de
relaciones y establece una dependencia simbiótica con la madre1. En dicha fase simbiótica se
experimenta una sensación de completitud y homeostasis, por parte del recién nacido, debido a las
condiciones primitivas de la percepción y el desarrollo. A continuación se describen las dos
primeras fases de este proceso según M. Mahler (1963):
Fase autista: inicia en los primeros tres meses de nacido por lo que se considera al
bebé como un organismo con respuestas instintivas y reflejas. De ahí que toda su
energía psíquica queda investida en sí mismo y el contacto con el exterior no es
mediado por instancias psíquicas complejas. Este proceso psíquico se relaciona con
1 El concepto “Madre” hacer referencia a una función de cuido y protección del recién nacido no se refiere
directamente a un género es especifico (Palombo, Bendicsen & Koch, 2009; Winnicott, 1965)
20
lo planteado por S. Freud (1914a) como “narcisismo primario” en donde el recién
nacido se catectiza a sí mismo con su propia libido.
Fase simbiótica: acontece después entre los dos a cinco meses de nacido y se
caracteriza por la unión de la diada madre-hijo. Dicha unión o simbiosis se
caracteriza por la sensación de homeostasis y la configuración de las experiencias
placenteras y aversivas como buenas o malas respectivamente. Al inicio del
proceso el recién nacido no diferencia su ser como separado de la madre pero
eventualmente emerge el conocimiento de que existe una persona que lo cuida y
por ende surge la distinción entre el “Yo y no-Yo”. Se considera esta etapa como
“preobjetal” (Mahler, 1963) ya que inicia otros procesos de construcción del
Objeto de amor y el consecuente nacimiento psicológico del bebé. Esta fase
también se relaciona con la etapa de “dependencia absoluta” de D. Winnicott
(1965) en donde hace referencia al rol de la madre quien actúa como un espejo y le
refleja al bebé, mediante gestos y palabras, diferentes elementos que lo constituyen
narcisísticamente.
J. Bleger (1962) plantea el concepto “posición Glisco-cárica” para describir este periodo
como un estadio previo a la formación de la representación del Objeto en donde no hay diferencias
para el bebé entre lo que es la figura materna y él mismo. Es decir, el bebé no encuentra definición
ni delimitación de su ser tanto a nivel físico como psicológico por lo que se considera que todavía
no se ha dado paso al nacimiento de su propia subjetividad –nacimiento psicológico- (Mahler,
1963).
Conforme pasan los meses el recién nacido empieza a cobrar mayor conciencia de su
entorno y del mundo exterior e inicia dos procesos de desarrollo fundamentales denominados como
“Separación e Individuación” (Mahler, 1963). El proceso de separación implica salir del estado de
21
fusión y simbiosis materno para diferenciarse de la madre, desarrollar sus propios límites y
desplegar estructuras intrapsíquicas -incluyen procesos cognitivos como la percepción y la
memoria (Palombo, Bendicsen, & Koch, 2009)- de modo que esta etapa culmina con la creación y
delimitación de dos representaciones en el mundo interno que son el Sí-mismo (Kernberg, 1976) y
el Objeto de amor (Mahler, 1963). El otro proceso adjunto es el de individuación el cual conlleva el
crear y asumir la propias características relacionadas con la identidad y la autonomía por parte de
recién nacido; M. Mahler (1963) señala que este proceso implica la retención de dichas
características para el resto de la vida.
M. Mahler (1963) propone una última fase dentro de su modelo para poder explicar el
origen al nacimiento psicológico del bebé y las etapas de internalización de Objeto de amor:
Fase Separación-Individuación: Acontece entre los primeros cinco y treinta y seis
meses de vida. Y suele dividirse en cuatro subfases que son:
o Diferenciación: sucede entre los primeros cinco y diez meses de vida y
marca la maduración del sistema sensitivo por lo que el bebé puede
empezar a sentir curiosidad, a descubrir el mundo externo y aproximarse a
él de formas diferentes.
o Ejercicio/Práctica: emerge entre los diez y dieciséis primeros meses de
edad y se caracteriza por la habilidad de desplazarse y alejarse de la madre
–gatear y escalar-. Se practican habilidades para separarse y reencontrarse
con quien lo cuida y al mismo tiempo se experimenta miedo ante la posible
pérdida o ansiedad de separación.
o Reaproximación: acontece entre los dieciséis y veinticuatro meses de
nacido y hace referencia al momento en donde el bebé se reúne con la
madre después del periodo anterior –ejercicio/práctica-, esto es el inicio del
22
reconocimiento de que la madre es una persona separada e individualizada.
En esta etapa se desarrollan elementos como la empatía y la vivencia de un
amplio rango de emociones además de darse cuenta de la existencia de la
figura paterna que configurará los momentos iniciales del complejo de
Edipo. Asimismo, se inician los procesos de escisión y ambivalencia hacia
el Objeto amado.
o Consolidación y constancias del objeto emocional: sucede entre los dos a
tres años de edad y se caracteriza por terminar de delinear los propios
límites del bebé y la madre. Igualmente implica la internalización de la
representación de la madre como un Objeto total e integrado por lo que
tiene mayor capacidad de tolerancia ante la frustración, mayor confianza y
seguridad ante quien lo cuida.
Durante este periodo el recién nacido ubica al pecho materno como primer Objeto de amor,
el cual es concebido como fuente de nutrición, amor, calor y placer inagotable. M. Klein (1957)
señala que de forma conjunta inician procesos de identificación con el pecho, es decir, el bebé lo
percibe como Objeto perfecto. En consecuencia surge envidia primitiva hacia éste ya que no logra
llegar a tal grado de perfección idealizada -el recién nacido no se puede convertir en fuente de
placer, completitud y simbiosis-. Posteriormente, se inician los primeros conflictos psíquicos, en
donde por primera vez, se empieza a descalificar al pecho materno con el objetivo de minimizar la
envidia primitiva (Segal, 1988).
A estos procesos M. Klein (1937) los organizó en dos “posiciones” psicológicas que
denotan la dinámica de relación del bebé con sus Objetos de amor, a continuación se describen:
Posición Esquizo-paranoide: El bebé empieza a experimentar momentos de
ansiedad y miedo, producto de la realidad externa y el encuentro con la pulsión de
23
muerte -trauma de nacimiento, ida momentánea de la madre y demás situaciones
percibidas como amenazantes- (Klein, 1937). La pulsión de muerte experimentada
se convierte en agresión y luego es proyectada hacía el Objeto primario de
vinculación -pecho materno-. Al percibir al pecho como Objeto amenazador y
fuente de ansiedad, el bebé lo escinde para dar como resultado dos
representaciones del mismo: Objeto bueno -pecho bueno cargado de libido,
gratificante e introyectado- y Objeto malo -cargado con pulsión de muerte,
persecutorio, privatorio y doloroso- (Klein 1937; Segal 1988). La dinámica
resultante en este conflicto consiste en tratar de resguardar internamente el Objeto
bueno e idealizado y mantener, en el mundo externo, las representaciones del
Objeto malo y del Yo asociadas con la pulsión de muerte y lo aversivo. Por tanto,
la primera estrategia utilizada es el establecimiento de fantasías que son recursos
psíquicos para lidiar con la ansiedad de modo que conllevan la creación consciente
o inconsciente de una realidad imaginaria de lo que puede ser posible –contiene
sueños y aspiraciones-. La fantasía predominante consiste en el temor de
introyectar al Objeto malo y destruir al Objeto ideal y al Yo (Segal 1988). Durante
esta posición, el bebé desarrolla varios mecanismos de defensa primitivos para
protegerse de la ansiedad, los más usados son:
o Escisión: división de la representación del Objeto de vinculación primario
en bueno y malo.
o Identificación proyectiva: es la atribuirle elementos del Yo y del mundo
interno a los Objetos del mundo externo.
o Introyección: es la internalización de las cualidades e impulsos en el Yo
provenientes de los Objetos del mundo externo.
24
o Idealización: Implica percibir al Objeto como perfecto y carente de
errores.
La palabra “esquizo- paranoide” viene del griego σχίζειν (schizein) que significa
“dividir” y del concepto moderno de paranoia que refiere a ideas delirantes y
persecutorias, por lo tanto esta posición hace referencia al proceso inicial de
creación de las representaciones de los Objetos y del mundo interno en donde se
percibe al ser amado como una amenaza y por ende se le divide para sobrellevar la
ansiedad.
Posición depresiva: Inicia cuando el bebé ya no necesita la escisión como
mecanismo por lo que el Yo se fortalece al creer que puede proteger al Objeto ideal
y empiezar a tolerar más el instinto de muerte y las ansiedades respectivas. Al
inicio se utilizan defensas maníacas que son mecanismos psíquicos que tratan de
proteger al bebé de la experiencia de ansiedad depresiva, culpa y pérdida; los más
usados son:
o Omnipotencia: fantasía en donde el bebé cree que tiene el poder y el
control de todas las situaciones que pasan a su alrededor –triunfo y
desprecio-.
o Negación: hace referencia a evitar enfrentar un acontecimiento o
sentimiento cercano que genere ansiedad.
Posteriormente dichos mecanismos empiezan a decaer en desuso y el bebé empieza a
reconocer a la madre como Objeto total producto de las experiencias cotidianas, es decir, trasciende
la percepción de Objeto como pecho para llegar a entender al Objeto como una persona integrada y
diferenciada del Yo (Klein, 1957; Mahler, 1963). Se percibe al Objeto bueno y al Objeto malo
como de una misma procedencia y empieza a integrar experiencias gratificantes y frustrantes, lo
25
cual permite la reducción del mecanismo de escisión para lidiar con la ansiedad, asimismo, se inicia
el duelo y la nostalgia por la pérdida del Objeto ideal. Al integrar ambas representaciones de los
Objetos se renuncia a la idealización de los mismos y se pierde la sensación de completitud y
noción de perfección total con el Objeto (Lemaire, 1986; Klein, 1957; Segal, 1988). Aparece la
culpa, al recordar los impulsos destructivos y fantasías persecutorias depositadas en el Objeto y
surgen intentos de reparación por parte del bebé hacia el Objeto amado. Al creer que sus propias
fantasías de destrucción dañaron al Objeto, se asume que el amor y cariño experimentados en el
inicio del vínculo pueden resarcir el daño. Dentro del transcurso normal de este proceso, se espera
que el bebé sobrepase la ansiedad y recupere las relaciones con los Objetos mediante la reparación
en el plano de la fantasía en el mundo interno, concretizada al mismo tiempo en la realidad externa
(Segal, 1988; Klein, 1957).
De acuerdo con M. Mahler (1963), M. Klein (1937) y H. Segal (1988), se espera que al
final de ambas posiciones el bebé pueda: a) Lograr mayor diferenciación del Yo -advertir su propia
existencia separada los Objetos- con lo que adquiere la capacidad de respetar y amar a las personas
como seres diferenciados; b) Reconocer sus propios impulsos y fantasías para distinguir entre la
realidad externa y el mundo interno; y c) Consolidar la conformación del Superyó al ser compuesto
por objetos ideales y persecutorios. Por último este proceso se define como inacabado dado que la
integración de la representación del Objeto nunca será y ninguna posición puede ser reemplazada
definitivamente por otra (Segal, 1988).
26
Cuando en el proceso de desarrollo no se consolida -la elaboración y transición por la etapa
depresiva- por lo general el bebé hace una regresión a la etapa Esquizo-paranoide y reexperimenta
la ansiedad persecutoria ante la presencia del Objeto malo y en consecuencia se dificulta y
problematiza el desarrollo ulterior (Segal, 1988; Klein, 1957).
Por otra parte, J. Bolwby (1969) plantea un modelo en que ha sido considerado por algunos
autores como una elaboración posterior de las posiciones de kleinianas (Palombo, Bendicsen, &
Koch, 2009) ya que caracteriza el proceso de apego, la separación y pérdida dentro del vínculo
materno. A continuación las fases planteadas (Bolwby, 1969; Bolwby, 1973; Bolwby, 1980):
Protesta/Ansiedad de separación: es el momento inicial cuando el bebé es
separado de su madre por diversas circunstancias y se genera en él ansiedad por la
27
separación y deseos por volver con la figura materna. Este modelo incluye muchas
de las reacciones propias de la posición esquizo-paranoide en donde el bebé teme
por su bienestar (Palombo, Bendicsen, & Koch, 2009).
Desesperación/Duelo y luto: después de la etapa anterior el bebé tiende a retirarse
y a sentirse más desesperanzado ante la posible llegada de la madre de modo que
empieza a tener signos de duelo y malestar ante la posible pérdida. Se asocian
muchas de estas reacciones con la posición depresiva kleiniana en donde aparecen
sentimientos de culpa y tristeza (Palombo, Bendicsen, & Koch, 2009).
Desapego: Es un periodo posterior en donde el bebe se mantiene indiferente ante
una eventual llegada de la madre. Si el periodo se prolonga se disminuirá la
capacidad de discriminar a los cuidadores y se relacionará de forma superficial con
ellos por lo que se considera defensa ante los sentimientos de pérdida generados en
las fases anteriores. El resultado de este proceso varía dependiendo de las
experiencias de abandono que haya experimentado el bebé.
Cada uno de los modelos descritos anteriormente se configuran como mecanismos
primitivos y procesos psíquicos de defensa ante la ansiedad de la separación y la pérdida de ahí que
acontecen desde la infancia y algunos continúan como procesos psicológicos hasta el final de la
vida. Las fases propuestas por M. Mahler (1963) y D. Winnicott (1965) sugieren secuencialidad y
limitan el proceso a los primeros años de vida sin embargo dichos aportes se articulan a las
propuestas de M. Klein (1937) y J. Bowlby (1980) en donde las dinámicas con la figura materna se
reexperimentan a lo largo de todo el ciclo vital y durante todas las relaciones de Objeto. En
consecuencia los sujetos oscilan entre una posición/fase/etapa y otra por lo que las dinámicas
resultantes son elaboraciones adultas de las experiencias infantiles (Palombo, Bendicsen, & Koch,
2009).
28
Por último O. Kernberg (1976) retoma los aportes de M. Mahler (1963) y M. Klein (1957) y
elabora su teoría desde la construcción de la representación del sujeto y no del Objeto. Esto se debe
a que tradicionalmente las teorías de las relaciones objetales abordaban el proceso de la
construcción de la subjetividad a través del Objeto y del mundo interno (Palombo, Bendicsen, &
Koch, 2009) y dejaban por fuera los procesos referentes a la representación del Sujeto. De tal forma
que O. Kernberg (1976) aplica los mismos procesos de la formación del Objeto –escisión,
idealización e identificación proyectiva entre otros- a las representaciones del sujeto a las cuales
denominó como Sí-mismo. Es decir, el Sí-mismo igualmente se escinde y tiene representaciones
Buenas y Malas disociadas de ahí que también pasa por procesos de integración de dichas
representaciones a nivel yoico.
Narcisismo, cuido y afecto en los vínculos primarios.
D. Winnicott (1956) define el concepto “figura materna” como una función psíquica que
posibilita el desarrollo del bebé en los primeros momentos de la infancia. De esta forma la madre se
encarga de facilitar un ambiente de sostén para que el bebé pueda diferenciarse como un ser
individual y separado. D. Winnicott (1965) define tres funciones maternas asociadas al cuido y al
afecto en la infancia las cuales son a) sostenimiento b) manipulación/manejo c) presentación
objetal. Dichas funciones ayudan a la formación del Objeto y delimitan las interacciones sociales en
la vida adulta ya que pasan por la interacción de la madre, su cuerpo y el bebé.
Para ilustrar lo anterior se utiliza la metáfora del espejo (Palombo, Bendicsen, & Koch,
2009) en donde la madre, a través de gestos, palabras y contacto físico, le refleja al bebé elementos
que aprueban o rechazan su actuar y sentir. De esta forma, el recién nacido ve en el rostro y la
interacción con la madre aquellas características deseadas y valorados por terceros en su propio ser.
29
Este proceso también es descrito por J. Lacan (1972) y lo define como “estadio del espejo” en
donde a través del deseo materno y la respectiva investidura libidinal el bebé puede atribuirle
características e ideales al Yo.
Los procesos anteriores se relacionan intrínsecamente con el concepto freudiano de
“narcisismo secundario” (Freud, 1914a) ya que implican la investidura de libido del sujeto sobre el
Yo. A continuación se describe los momentos y dinámicas que subyacen a este proceso:
Inicialmente el Yo despliega su libido sobre los progenitores y estos a su vez sobre
el bebé mediante afecto y cuido. Sin embargo dichas expresiones de afecto y cuido
de los padres también reflejan un deseo y demandas sobre lo que quieren de su
hijo/a.
Estas demandas y deseos parentales se denominan “Ideal del Yo” ya que es un
modelo de actuar, pensar y sentir creado por los progenitores, al cual el bebé intenta
adecuarse.
El proceso del “narcisismo” es la investidura libidinal del Ideal del Yo, su
identificación y la retribución de la propia energía libidinal sobre sí mismo. El ideal
del yo es una especie de filtro sobre el cual parte de la libido del sujeto se
30
direcciona de modo que constituye un elemento que delimita los procesos de
enamoramiento en la edad adulta.
En síntesis, las diversas expresiones de afecto y cuido son elementos constitutivos del ideal
del yo y del narcisismo, de modo que son producto de la interacción social entre la función madre y
el bebé. Los roles y funciones que desempeña la madre condicionan la formación del mundo interno
y sus Objetos ya que la madre actúa como mediadora entre el niño y el medio en que se
desenvuelve (Winnicott, 1965). De tal forma, estos procesos se articulan e introyectan en la infancia
sin embargo, en la edad adulta, se repiten de forma continua (Freud, 1949), en especial en la
vinculación de pareja adulta.
31
Violencia, abandono y rechazo en los vínculos primarios
De forma similar a la planteada anteriormente, el abandono, el rechazo y la violencia son
elementos que también constituyen la formación de vínculos de amor, de los Objetos y del mundo
interno. D. Winnicot (1965) plantea el concepto “madre suficientemente buena” para delimitar la
función madre que posibilita un ambiente de sostenimiento apto para el desarrollo, es decir,
describe a la madre que puede atender las necesidades del bebé, permitirles su expresión,
interpretarlas y al mismo tiempo es capaz de satisfacerlas de forma gratificante. De forma contraria,
una madre “banalmente dedicada” (Winnicott, 1965) es aquella que no atiende de forma oportuna
las necesidades del bebé, lo cual se puede observar en situaciones de castigo físico, abandono,
rechazo, humillaciones, chantajes y hasta tortura.
Según A. Miller (1984) el castigo físico es uno de los fenómenos más comunes en las
sociedades occidentales, de ahí que engloba no solamente el fenómeno de la violencia y la
desatención de necesidades infantiles sino que también despliega una ideología de dominación y
sometimiento de otro ser humano (Miller, 2001). Dicha ideología la denomina como “pedagogía
negra” (Miller, 1984) y se asocia con los significados y mensajes creados entorno a la violencia
infantil y la desatención de las necesidades por parte de los progenitores. A continuación las
características principales:
El castigo físico es considerado como una forma de interacción normal la cual es
necesaria para el desarrollo de los niños/as. De ahí que cuando se ejerce el castigo
se mencionan frases como “por tu propio bien” para señalar lo normativo de esta
acción.
El pegar es considerado como una forma de educación, disciplina y orientación
válida para los/as niños/as, por lo tanto se justifica su actuar bajo esta premisa.
32
Se culpabiliza al niño/a por el castigo recibido y se victimiza al agresor por “estar
obligado” a ejercer violencia hacia el menor.
Se aprende a obedecer mediante la violencia por lo que cualquier queja o resistencia
tiende a ser penalizada. Lo anterior implica la obligación de callar y silenciar el
propio malestar ya que la expresión del mismo trae consecuencias más dolorosas.
Cuando el sujeto es adulto tiene la obligación de perdonar, aceptar, comprender y
agradecer a los progenitores por la violencia recibida durante la infancia. De ahí
que se le prohíbe a la persona cuestionar, reclamar, juzgar u odiar a los padres por
haber cometido este tipo de acciones.
Se considera un modelo heredado de generación en generación de ahí que tiende a
ser validado por quienes lo padecieron.
El castigo físico trae consigo tres mecanismos psíquicos que posibilitan y articulan la
pedagogía negra dentro de los vínculos primarios (Miller, 2001). El primero de ellos es la
“represión del trauma”, la cual implica contención y traslado al inconsciente de los pensamientos,
imágenes, recuerdos y sentimientos que conllevan el haber sido violentado en la infancia; se
reprimen estas escenas como un mecanismo de defensa y supervivencia para sobrellevar el castigo y
los abusos. El segundo de ellos es la “idealización del agresor” la cual se caracteriza por elevar a la
perfección las cualidades y sobrevalorar a quien agrede con el objetivo de evitar la ambivalencia
hacia los progenitores. El tercer mecanismo es el de la “proyección/introyección” de las cualidades
aversivas del agresor sobre el sujeto u otros Objetos del mundo externo, lo cual da soporte a la
idealización y justifica a la violencia hacía sí mismo.
Por último, A. Miller (2001) conceptualiza algunas consecuencias a nivel psicológico de las
dinámicas propias del castigo físico por lo que crea el constructo “Ceguera emocional” para
describirlas en conjunto. La ceguera emocional se articula como el resultado de años de negación
33
de la violencia infantil por lo que se desarrolla en la edad adulta: a) falta de empatía ante el
maltrato; b) escasa expresión de emociones ante la violencia infantil; c) incapacidad de atender las
necesidades de cuido y afecto en otros vínculos –hijos/as- ; d) difícil acceso a la integración de las
representaciones de las figuras de cuido. A. Miller (2001) utiliza la palabra “ceguera” para denotar
la incapacidad de valorar y establecer contacto, a nivel emocional, con el sufrimiento de otro ser
humano ante la violencia infantil.
En síntesis, los procesos expuestos en los apartados anteriores delimitan la fantasmática en
la vinculación cuando el bebé crece y establece relaciones de pareja. Dichas dinámicas se reeditan
en la interacción y el vínculo con la persona amada por lo que llegan a entrelazarse y a formar una
compleja red vincular que conlleva experiencias de cuido, afecto, rechazo, violencia y abandono
(Lemaire, 1986).
Procesos de vinculación de pareja: amor, pérdida y duelo
Inicio del vínculo de pareja
Los procesos de vinculación de pareja en la vida adulta son el retorno de las experiencias de
los vínculos primarios en la infancia (Lemaire, 1986) de ahí que transiten los mismos procesos de
formación y constitución del Objeto a nivel intersubjetivo.
Inicialmente el proceso de selección de la pareja contiene elementos tanto intrasubjetivos
como socio/culturales –intersubjetivos-, los cuales se describen a continuación:
Socioculturales: principalmente aplica el concepto de “homogamia” planteado por
J. Lemaire (1986) en donde las personas buscan características similares en sus
34
prospectos de pareja. Algunos ejemplos son la similitud en la clase social, nivel
educativo, profesión y procedencia geográfica. Este proceso de selección contiene
elementos constituidos en el ideal del yo (Freud, 1914a) de modo que se
construyen alrededor de demandas propias de familias, grupos sociales y naciones.
“Este ideal, además de su parte individual, su parte social: es también el ideal común de
una familia, de una clase social o de una nación.”(p.12)
(Freud, 1914a)
Procesos intrasubjetivos: son características singulares producidas en la
vinculación infantil y la sensación de fusión inicial, por lo general, se relaciona
con el erotismo y la atracción a características como la estatura, el tono de la vos,
el color de cabello y demás elementos.
A este momento inicial se le denomina como “Flechazo” (Lemaire, 1986) ya que es un
proceso inconsciente que emerge de forma imprevista y ubica al sujeto como un ser deseante y en
falta. De tal modo, el sujeto anhela poder interactuar con la posible pareja e idealiza sus cualidades
al mismo tiempo que ignora otras posiblemente aversivas o displacenteras. Dicha idealización,
como proceso de construcción de pareja, comparte las mismas cualidades que las experimentadas en
los vínculos primarios por lo que es una identificación proyectiva de sus propios deseos y
necesidades –Ideal del Yo-.
“La idealización es un proceso que tiene efecto en el objeto, engrandeciéndolo y
elevándolo psíquicamente”. (p. 8)
S. Freud (1914a)
35
Según J. Lemaire (1986) y J. Puget (1998) el deseo será correspondido si ambas personas
pueden articular sus propias fantasías dentro de un mismo marco de interacción, esto es, si ambos
sujetos logran proyectar sus propios deseos, ideales yoicos y dinámicas vinculares primarias sobre
la otra persona y ésta a su vez corresponde con el mismo acto. Este fenómeno es definido como
“Fantasmática” (Lemaire, 1986), “Zócalo inconsciente” (Puget, 2001) o “Interfantasmática”
(Pichon-Riviere, 1985) y se estable mediante acuerdos inconscientes que tratan de sobrellevar
deseos infantiles insatisfechos, identificaciones históricas edípicas y representaciones
socioculturales relacionadas con el ideal del Yo.
“Se ama a aquello que hemos sido y hemos dejado de ser o aquello que posee
perfecciones de que carecemos2 (p. 12)
S. Freud (1914a)
La interfantasmática es el resultado de la afluencia recíproca entre dos subjetividades que
se encuentran en juego, de ahí que es la condición Sine qua non para formar un vínculo de pareja y
al mismo tiempo se convierte en terrero del inconsciente que pautará las interacciones cotidianas.
Una vez establecida la fantasmática inician las primeras transacciones erótico/afectivas en la
incipiente relación por lo que acontece la siguiente etapa denominada “Luna de miel” (Lemaire
1986) la cual tiene las siguientes características:
Se reviven los momentos de la primera simbiosis materna.
36
Se idealiza el vínculo de pareja como aquella fuente de satisfacción y placer
inagotable.
Emergen fantasía de omnipotencia y triunfo.
Se asume la tarea de llenar y satisfacer aquello que le falta al compañero/a,
mientras se espera que éste subsane las propias faltas y necesidades.
Durante este periodo se consolida la interacción desde la búsqueda del placer y la fantasía
de fusión y al mismo tiempo la pareja se define como “refugio” (Lemaire, 1986). De tal forma se
crea dependencia hacia el ser amado ya que es fuente de cuido, protección, afecto y reafirma los
procesos de construcción narcisista.
“La dependencia al objeto amado es causa de disminución de este sentimiento: el
enamorado es humilde. El que ama pierde, por así decirlo, una parte de su narcisismo, y
solo puede compensarlo siendo amado. (p. 10)”
S. Freud (1914a)
La dinámica y proceso de estructuración de la pareja, implica la confluencia de las
experiencias vinculares primarias de dos sujetos diferentes de modo que ambas fantasmáticas
encajan en un momento inicial y dan la sensación y promesa de completitud a través de la pareja
(Lemaire, 1986). Este momento de encuentro llegará cuando los sujetos hayan realizado el duelo
por las diferentes relaciones vinculares en la infancia, y les permita establecer vínculos más allá de
los primarios (Kernberg, 1995). Se ponen en juego los diferentes modelos parentales que cada
miembro ha internalizado durante la vida, lo cual incluye expectativas que tratan de reforzar al Yo,
narcisísticamente (Lemaire, 1986). La estructura diádica posterior, es el resultado de un proceso
37
regulatorio en busca del equilibrio ante las diferentes crisis e integraciones de la otra persona como
Objeto amado.
Conceptualización y delimitación del vínculo de pareja
El concepto Vínculo de pareja, que se estudia en el presente trabajo, hace referencia a lo
que J. Lemaire (1986) denomina como “Vínculo conyugal”, el cual es caracterizado por la
capacidad para soportar el sufrimiento y el conflicto generado en la interacción de los miembros -
presencia de la pulsión de muerte y destrucción-. Es decir, este tipo de vínculo se caracteriza por la
habilidad de sobrellevar las experiencias dolorosas y frustrantes, ser capaz de sobrevivir a través del
tiempo y tener la intención de permanecer juntos de forma indefinida. Asimismo, J. Puget (1998)
denomina a éste como “Pareja matrimonial”, la cual es el vínculo de dos personas de diferente
sexo con espacios intersubjetivamente construidos de ahí que sea la confluencia de dos mundos
subjetivos diferentes que forman una estructura dinámica distinta a cada uno de los miembros.
Para diferenciar al Vínculo de pareja de otros tipos de vínculos se enuncian las siguientes
características (Puget, 1998):
Cotidianidad: implica tiempo y espacios comunes cargados simbólicamente de ahí que son
lugares y momentos dedicados al encuentro con la pareja.
Proyecto vital compartido: son planes y proyectos a futuro, catectizados por ambos
miembros, asimismo son construcciones intersubjetivas que puede generar ansiedades y
fantasías durante los diversos períodos de crisis de la pareja.
Relaciones sexuales: hace énfasis a la aceptación de la pareja como una persona diferente
de sí mismo y se comprende como una fuente renovada de placer.
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Monogamia: refiere a la tendencia y el deseo de simbiosis con el Objeto único y la
exclusividad en la interacción.
El vínculo de pareja estudiado conlleva dinámicas diferentes a lo que pueden ser vínculos de
noviazgo o de amistad ya que implican la convivencia y la interacción sexual/genital entres sus
miembros.
La dinámica y proceso de estructuración de la pareja, implica la confluencia de las experiencias
vinculares primarias de dos sujetos diferentes. Ambas fantasmáticas encajan en un momento inicial
y dan la sensación y promesa de completitud a través de la pareja (Lemaire, 1986). Este momento
de encuentro llegará cuando los sujetos hayan realizado el duelo por las diferentes relaciones
vinculares en la infancia, y les permita establecer vínculos más allá de los primarios (Kernberg,
1995). Se ponen en juego los diferentes modelos parentales que cada miembro ha internalizado
durante la vida, lo cual incluye expectativas que tratan de reforzar al Yo, narcisísticamente
(Lemaire, 1986). La estructura diádica posterior, es el resultado de un proceso regulatorio en busca
del equilibrio ante las diferentes crisis e integraciones del otro como objeto amado.
Por último, R. Sternberg (1990) plantea que los vínculos de amor están sujetados a una serie de
elementos constitutivos que delimitan su interacción y dinámicas. A continuación se describe cada
uno de los elementos:
Intimidad: son sentimientos asociados a la autorrevelación y al acercamiento con el
ser amado. Implica el acto de dar, recibir y compartir de forma constante de modo que
permite el conocimiento mutuo de aspectos ocultados a la mayoría de las personas.
Pasión: implica el deseo de fusión y unión con la pareja por lo que se relaciona con la
excitación psicológica y mayor intensidad en las emociones.
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Compromiso: es la disposición de estar presente en la vida de la pareja así como
establecer proyectos juntos. Se relaciona con el concepto de E. Fromm (1966) del
amor como una “decisión” lo cual implica estar al lado del ser amado a pesar de las
dificultades –en los buenos y malos momentos-.
Cada uno de estos elementos se encuentra en los vínculos de pareja, sin embargo su
dinámica tiende a cambiar conforme pasa el tiempo y aparecen nuevos momentos en el desarrollo
como la llegada de hijos/as o nuevos trabajos. Según el autor las relaciones de amor se pueden
configurar de formas muy diferentes en donde todas a las combinaciones son posibles, es decir,
pueden haber parejas con mucha intimidad pero poco compromiso y pasión o bien mucho
compromiso y poca pasión e intimidad y así sucesivamente. Lo anterior se ilustra con el siguiente
cuadro:
Tipo de amor Intimidad Pasión Compromiso Características
Cariño X Se relaciona con el concepto de amistad.
Hay cercanía pero no compromisos ni pasión.
Encaprichamiento X Conocido como “amor a primera vista”.
Son deseos intensos sobre una persona con la cual no hay cercanía.
Amor vacío X No hay sentimientos de uno hacia otro sin embargo hay respeto y reciprocidad en el
trato. Solo están unidos por proyectos en
común
Amor Romántico X X Hay cercanía tanto física como emocional pero hay renuencia al compromiso
Amor sociable X X Comúnmente visto en las relaciones de
pareja con amplia trayectoria de años. No
hay cercanía física pero se guarda cariño
y compromisos en común.
Amor Fatuo X X El compromiso es motivado por la pasión
pero no hay cercanía emocional ni
autorrevelación hacia la otra persona
Amor consumado X X X Se considera la forma más lograda de
amor, en donde todos los elementos están
presentes. Sin embargo es la forma más
difícil de mantener en el tiempo.
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Por último, la teoría de Sternberg (1990) plantea los procesos de vinculación y amor como una
construcción de la pareja a lo largo del tiempo, lo cual los convierte en fenómenos dinámicos en
continua transformación. Un vínculo de pareja puede transmutar de muchas formas a lo largo de su
existencia de modo que se condiciona la interacción y la economía de la energía libidinal.
Sobre las dinámicas de la crisis y la vinculación de pareja.
Después de las dos etapas anteriores –Flechazo y luna de miel- (Lemaire, 1986) la pareja pasará por
otros momentos en la constitución de sus dinámicas, el primer de ellos se le denomina como
“Precrisis” (Lemaire, 1986) y se caracteriza por:
El proceso de idealización de la persona amada se mantiene pero tiende a decaer conforme
pasa el tiempo dentro de la convivencia.
Cada vez es más difícil ocultar e ignorar las carencias y elementos aversivos en la persona
amada de ahí que se emplean recursos defensivos como la negación, la escisión y la
disociación.
o Cada persona intenta varios recursos como discusiones y quejas para poder cambiar
en la pareja aquellas cosas que evidencian las carencias personales y mantener la
promesa inicial de completitud.
o Surgen promesas de cambio por parte de alguno de los miembros de la pareja, que
conlleva sentimientos de frustración, odio y enojo ante una eventual crisis o
separación.
o La demanda de cambio puede ser percibida como rechazo y disgusto, lo cual
acentúa el conflicto latente y prepara la antesala de la crisis.
41
La precrisis se caracteriza por desarrollar reacciones previas ante la pérdida y el conflicto de
pareja, por lo general son intentos que tratan de sobrellevar el malestar producido dentro de la
interacción mediante la represión de escenas aversivas y conflictos en la diada (Lemaire, 1986).
Durante esta etapa surgen “colusiones o acuerdos colusivos” los cuales son alianzas inconscientes
que permiten mantener la fantasía de fusión de pareja (Lemaire, 1986), algunos ejemplos se
relacionan con la evitación de las discusiones, negación de los sentimientos mutuos y sublimación
de la libido en otras actividades y personas fuera de la relación como hijos/as, trabajo y amigos/as.
En este proceso inicia también la “desidealización” (Lemaire, 1986) que remite a la
decadencia de la fantasía de fusión y al detrimento de las cualidades proyectadas en el ser amado.
Según varios autores (Lemaire, 1986; Campuzano, 1993) este proceso emerge a los años de
convivencia en pareja y puede tener varias causas las cuales se asocian al rompimiento de acuerdos
inconscientes o conscientes de cuido mutuo y satisfacción mutua o exclusividad.
Cuando los acuerdos colusivos no son suficientes para mantener idealizado al ser amado se
pone en duda la fantasía de fusión y la convivencia se dificulta de ahí que surgen deseos en los
miembros de la pareja de separarse o terminar el vínculo. A esta reacción se le conoce como “crisis
de pareja” (Lemaire, 1986) y se caracteriza por:
La inversión del proceso de idealización y fusión, es decir, la energía psíquica se
traslada de la diada al mundo exterior y hacia otros Objetos.
La idealización de la persona amada empieza a desaparecer y quedan en
evidencia sus carencias.
Emergen sentimientos de enojo, culpa y frustración pues el proyecto de
completitud/fusión de pareja queda relegado al fracaso.
Los sujetos sienten una pérdida de control en la interacción de pareja, es decir, no
encuentran solución viable que evite los problemas o la eventual separación.
42
Los procesos de crisis implican la pérdida del control y la ruptura en la cotidianidad de los
sujetos (Slaikeu, 1996), de ahí que emergen grandes montos de malestar y se altera el
funcionamiento psíquico, físico y social en las personas (Rocamora, 2012). A este fenómeno de
pareja I. Carursso (1989) lo denomina como “catástrofe del yo” ya que se caracteriza por la herida
narcisista que implica la separación, asimismo conlleva a la desesperación, pensamientos
apocalípticos, pérdida del Ideal del Yo y conflictos entre instancias psíquicas como el Superyó y el
Yo. Durante este momento los sujetos experimentan fuertes montos de agresividad, como un intento
de defensa ante la pérdida, indiferencia y resignación ante el conflicto.
A pesar de lo anterior, las crisis también constituyen ventanas de oportunidad para el
desarrollo de los sujetos a lo largo del ciclo vital (Erickson, 1985) de tal forma que la superación de
este proceso queda condicionado al acceso de la posición depresiva kleiniana, en donde la
elaboración del duelo ayuda a la integración del Objeto de amor y a asumir las propias carencias y
necesidades. Asimismo, la crisis no implica necesariamente la ruptura de la relación de pareja, ya
que su elaboración puede ayudar al cambio de la dinámica y funcionamiento de la misma.
Se espera que en el desarrollo del vínculo de pareja cada miembro pueda integrar los
aspectos ambivalentes y en consecuencia convertirse en Objeto Amoroso Unificado (Lemaire,
1986), en el que confluyen las dimensiones placenteras y aversivas del Objeto en una misma
representación.
Por último, la crisis de pareja pueden finalizar en tres posibles escenarios a los cuales se les
denomina en conjunto como “postcrisis” (Lemaire, 1986), a continuación su descripción:
Muerte del vínculo: aumenta la agresividad y se descatectiza completamente el
vínculo de amor, de tal forma que los procesos de idealización no se reinician y
llevan a la ruptura, separación y pérdida del vínculo.
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Mantenimiento latente de la crisis: los miembros se distancian permanentemente y
la atención se centra en la realización de actividades cotidianas como el cuido y
crianza de los hijos/as, actividades económicas y sociales de ahí que los miembros
no vuelvan a invertir más energía en el vínculo.
Reorganización del vínculo: conlleva a la elaboración del duelo y al desmontaje de
antiguos encargos de completitud dentro de la interfantasmática de modo que se
reinicia una nueva idealización del ser amado y se aceptan e integran características
referentes a la insatisfacción de la propia falta.
Las etapas planteadas anteriormente por J. Lemaire (1986) -flechazo, luna de miel,
precrisis, crisis y postcrisis- describen la organización de la diada y al mismo tiempo
conceptualizan los cambios en sus psicodinamias ante eventos críticos y de ruptura. El proceso de
duelo por pérdida de relación de pareja acontece cuando la diada no logra sobrellevar la crisis y la
pérdida del vínculo es inminente. En consecuencia, las experiencias gratificantes y frustrantes
vividas en los vínculos primarios, junto con las dinámicas de las crisis de la diada, configuran la
resolución y elaboración del duelo posteriormente.
Duelo ante la pérdida del ser amado
El término “duelo” en español hace referencia a un amplio espectro del fenómeno
estudiado, de ahí que la palabra engloba de forma indiferenciada procesos y estados emocionales
cercanos en el tiempo pero conceptualmente diferentes. W. Worden (2002) propone la
diferenciación de este término a partir los conceptos en inglés de “Grief, bereavement y mourning”,
de ahí que surge la siguiente delimitación conceptual del fenómeno:
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Malestar, dolor o sufrimiento: es el equivalente a la palabra “Grief” y hace
referencia a la experiencia catártica que sucede en el sujeto al darse cuenta de la
pérdida del ser amado.
Proceso de duelo: es homologable a la palabra “bereavement” ya que delimita en
el tiempo a aquel malestar, dolor o sufrimiento –grief- tras la pérdida. Hace
referencia al proceso en donde se toma contacto con la dimensión emocional de lo
perdido.
Elaboración del duelo: Es el momento posterior al proceso del duelo ya que
implica la disminución de la abreacción y catarsis emocional. Comúnmente es
traducido como luto ya que envuelve un periodo de simbolización, de rituales y
organización de la vida cotidiana tras la pérdida del ser querido.
La diferencia entre los procesos de duelo y las crisis psicológicas radica en las causas del
fenómeno estudiado ya que en las crisis el elemento central es el detrimento del control (Slaikeu,
1993) mientras que en los duelos el elemento central es la pérdida/muerte del ser amado (Worden,
2002). Ambos elementos se pueden traslapar en una misma experiencia, por ejemplo, un proceso de
duelo por pérdida de pareja puede implicar, en muchos casos, crisis psicológicas ya que se
menoscaba el control sobre situaciones como la convivencia. De forma antagónica no toda crisis
implica un duelo ya que la pérdida de control se puede dar de forma aislada sin una pérdida.
Los procesos de duelo comúnmente implican aceptación de lo perdido y una intensa carga
emocional relacionada con el dolor, tristeza, frustración y enojo (Fonegra, 2001). Los momentos
posteriores se asocian con el recordar las experiencias compartidas con el ser perdido, de ahí que
sean comunes las visitas a lugares habituales, búsqueda de fotografías y artículos que tienden a ser
atesorados y guardados. En algunas ocasiones las personas experimentan dificultades para aceptar
la pérdida y lograr la integración del Objeto, según Lemaire (1986) algunas posibles razones pueden
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estar relacionadas con: la idealización apasionada, negativa de compromiso, parcializaciones del
Objeto y experiencias de carencia y frustración constantes durante la infancia.
El inicio del este periodo se caracteriza por la búsqueda y la reexperimentación de las
actividades y emociones asociadas al ser amado; I. Fonegra (2001) afirma que este instante es una
acción que ayuda al sujeto a dimensionar lo perdido ya que por lo general una pérdida sobrelleva a
otras pérdidas como proyectos en común, espacios cotidianos y estabilidad económica entre otras.
Posteriormente, los procesos de elaboración del duelo se centran en la reorganización de la
vida cotidiana de ahí que el sujeto toma una posición activa en donde le da un significado a la
pérdida y reinvierte, en forma de nuevos proyectos y otras actividades, los espacios que antes
compartía con el ser amado. I. Carusso (1989) lo define como “salida hacia adelante e
ideologización” ya que implica la elaboración de explicaciones y nuevos cánones de la experiencia
de pérdida.
En cuanto al proceso de duelo por la pareja, la experiencia implica la pérdida de múltiples
elementos del mundo interno que contienen a los Objetos y al Sí-mismo. M. Klein (1957) indica
que el trabajo del duelo por el vínculo se hace en la posición depresiva ante la pérdida de la
representación idealizada del Objeto. De forma consecuente, se renuncia a la simbiosis con el
Objeto parcial bueno y se da paso a la ambivalencia de afecto hacia un objeto en proceso de
integración. Simultáneamente, aparece el duelo por la interfantasmática instaurada en el inicio de la
relación de pareja y se pierde la expectativa de haber encontrado a una persona capaz de satisfacer
cualquier carencia existencial (Lemaire, 1986).
La separación implica la pérdida de parte de la identidad del Yo, quien se ha construido a lo
largo del tiempo en la interacción con el Objeto que ahora se ha perdido (Kernberg, 1995; Carusso,
1989). En este proceso emergen defensas maníacas, que son mecanismos puestos en práctica
46
durante la posición Esquizo-paranoide (Segal, 1988) y que retornan con el objetivo de evitar la
ansiedad ante la culpa por la pérdida y posibles ataques ambivalentes del Yo.
El proceso de elaboración del duelo concluye cuando la persona logra reorientar la energía
libidinal, depositada en el Objeto perdido, para invertirla en otros Objetos y actividades –incluido el
Sí-mismo-, por consiguientese construye una nueva forma de representación de ese Objeto, al que
no puede descatextizar del todo (Worden, 2002).
En la elaboración del duelo confluyen, además de los elementos planteados anteriormente,
procesos mediados por la sociedad y la cultura los cuales se relacionan con la expresión del
malestar y la simbolización del mismo. Según I. Fonegra (2001) la sociedad promueve rituales
culturales que posibilitan la expresión del dolor y por lo general se relacionan con la religión como
son los sepelios o los funerales, de ahí que la participación en los mismos se consideran recursos
factibles para sobrellevarla pérdida. En contraposición, S. Freud (1930) plantea que la cultura
también carga al sujeto con un monto considerable de represión ya que delimita tanto la expresión
de pulsiones de destrucción como de satisfacción libidinal y en consecuencia es coautora del
malestar humano.
Siguiendo los planteamientos anteriores, E. Worden (2002) propone el concepto de
“mediadores del duelo” para delimitar las particularidades de los procesos de elaboración acorde a
características subjetivas, sociales y culturales como la naturaleza del apego, el tipo de pérdida,
rasgos de personalidad, grupos de apoyo y creencias religiosas. Cada una de estos mediadores
pueden facilitar o dificultar la expresión del malestar de ahí que condicionan de forma directa el
proceso del duelo y su resolución.
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Subjetividad y construcción social de la masculinidad
El concepto de masculinidad y patriarcado hace referencia a una construcción histórica,
social, cultural y psicológica que data hace más de cuatro mil años de antigüedad caracterizada por
el ejercicio del poder y el control sobre las mujeres (Lerner, 1990). Conlleva a la asignación de
características y atributos al sexo biológico de los hombres y las mujeres, de tal manera que se crean
roles de interacción que están cargados de guiones y normas de comportamiento que corresponden a
la forma de ser percibido/a y tratado/a por los demás (Campos & Salas, 2002). Lo anterior tiene el
objetivo de marcar una diferencia simbólica la cual se encarna en formas de pensar, sentir, actuar
así como características externas que delimitan divergencia y contradicción (Connell, 2003), por
ejemplo, cuando un niño o niña nace se establecen una especie de señalización claramente
diferenciada en donde se le asigna cierto tipo de vestimenta, corte de cabello y juguetes entre otros.
Al atribuir diversas características al sexo biológico se le permite a los sujetos ser
integrados e interactuar en el sistema social; a este proceso se le denomina como “socialización de
género” (Campos & Salas; 2007) y se determina por:
“La manera como la sociedad nos enseña y nos dice a los hombres cómo tenemos que
comportarnos, qué tenemos que pensar y cómo tenemos que manejar nuestros
sentimientos. Son mensajes, encargos, mandatos y roles que hombres y mujeres
aprendemos desde que nacemos acerca de cómo debemos de comportarnos los hombres.”
(p. 28)
Campos & Salas (2007)
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Debido a que el sistema patriarcal imperante ha sometido y denigrado al género femenino
desde sus inicios (Lenner, 1990), se ha simbolizado a los masculino y al hombre como Ser superior
mientras que lo femenino y a la mujer como Ser inferior para reflejar esta dinámica de dominación
(Valdés & Olavarría, 1997). Según varios autores (Burin & Meler, 2004; Bourdieu, 2000) el
proceso inicial se centra sobre una dicotomía denominada como “diferencia sexual simbólica”, en
donde el patriarcado sitúa los géneros masculino y femenino como antagónicos. Aquello que es
considerado masculino se relaciona con lo socialmente deseado como la fortaleza, racionalidad,
actividad y lo público mientras que lo femenino se relaciona con lo opuesto, o sea la debilidad,
emocionalidad, pasividad y lo privado (Lagarde, 1990). E. Badinter (1993) señala que dentro de los
procesos de socialización de la masculinidad existe una ideología clara la cual exige el ejercicio del
poder y el sometimiento de otros por lo que al mismo tiempo sus atributos son considerados como
símbolos de poder.
Acorde a R. Connell (2003) existe un amplio rango de configuraciones simbólicas de la
masculinidad que intentan denotar el poder de dominio, el control, la territorialidad y demás
atributos. Muchas de estas masculinidades igualmente se construyen con base en diferencias a nivel
de clase social, educación, orientación sexual y ubicación geográfica de ahí que delimiten las
relaciones de poder no solo en contraste a las mujeres sino que también entre los mismos hombres
(Connell, 2003; Badinter, 1993).
A pesar de lo anterior, existe una representación catalogada como central y validada
ampliamente por el sistema patriarcal a la cual se le denominó como “Masculinidad hegemónica”
(Connell, 2003). Dicha representación se caracteriza por:
Asociar la masculinidad con el poder de dominio y el control sobre las mujeres, sus
hijos/as y otros hombres. Implica el concepto de “Territorialidad” en donde se
asume la posesión de los hijos/as y pareja de tal manera que se les considera el
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territorio al cual deben de proteger, controlar y apartar de terceros –otros hombres
principalmente-.
Validar la expresión de valentía, fuerza física, agresividad, omnipotencia y
competitividad.
La orientación heterosexual como obligatoria –heteronormatividad-.
La negación de la afectividad hacia otros hombres y represión del miedo.
Violencia dirigida hacia las mujeres, los niños/as y hacia otros hombres.
Al ser una justificación del dominio, la masculinidad hegemónica se encuentra siempre en
constante demostración, es decir, los hombres durante toda la vida tienen que demostrar su
“hombría/virilidad” y autoridad sobre las otras personas (Gilmore, 1994). La estrategia más común
es la diferenciación y evitación del mundo simbólico femenino, esto es, evitar asumir cualquier
característica asociada a las mujeres como la emocionalidad o la dependencia. Asimismo, se trata
de acrecentar los atributos vinculados a lo masculino a través de la competitividad entre pares, de
ahí que se crean los “rituales de virilidad” (Gilmore, 1994) que tienen el objetivo de probar a los
hombres como merecedores de su condición de género y brindar validación a nivel grupal –
validación homosocial-. La mayoría de estos estos rituales incluyen prácticas que se asocian la
fantasía de omnipotencia y a comportamientos de alto riesgo en donde se pone en peligro la vida y
la salud propia, algunos ejemplos son la conducción temeraria y consumo desmedido de alcohol
(Rivas, 2005).
D. Gilmore (1994) plantea que este proceso se desarrolla de forma particular en cada
sociedad y cultura patriarcal, sin embargo suele tener elementos comunes en donde al rol masculino
se le impone una serie de obligaciones o “mandatos” como:
Ser procreador: se relaciona con los encargos que Campos & Salas (2002)
describen sobre la vida sexual masculina, los cuales se asocian con a) siempre estar
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listo para el sexo; b) tener erecciones siempre; c) durar mucho tiempo antes de
eyacular; d) ser el responsable de brindarle la satisfacción sexual a la mujer.
Proveedor: Se relaciona con ser la persona que aporta la manutención económica y
asume la mayoría de los gastos de los miembros del hogar. Este mandato se ve
cuestionado cuando la pareja gana más dinero que el hombre o bien cuando éste se
encuentra desempleado.
Protector: implica el control sobre los seres queridos o cercanos y se ejerce
mediante la violencia hacia quien hace la amenaza o la invasión.
Autosuficiente: conlleva el no pedir ayuda ni dejarse ayudar por otras personas, ya
que esto se puede asociar con la debilidad y vulnerabilidad.
Burin & Meler (2004) afirman que la masculinidad y su proceso de socialización ocurren
desde los primeros instantes de la infancia, sin embargo aseguran que es un momento el cual está
orientado a la vivencia de la adultez ya que el ser niño se considera como antagónico y previo al ser
hombre. De esta forma, la adolescencia se considera la cúspide de este proceso de socialización ya
que para estas edades los sujetos habrán experimentado diversos rituales de virilidad, violencia y
presión social (Burin & Meler, 2004).
En consecuencia de lo anterior, se puede explicar la homofobia, la misoginia y el adulto
centrismo como reacciones del mismo patriarcado ante el rompimiento de los mandatos de la
masculinidad hegemónica (Burin & Meler, 2004), es decir, ante la exigencia de la
heteronomatividad emerge la homofobia, ante la demanda por la virilidad surge la misoginia y ante
el imperativo de la autosuficiencia el adultocentrismo. Cuando un hombre o niño incumplen con las
demandas anteriores –se resiste a demostrar su virilidad y asume atributos femeninos- se ve
enfrentado a la exclusión, aislamiento y agresión por parte de otros hombres y demás personas, de
ahí que se experimente grandes montos de culpa y vergüenza (Campos & Salas, 2002).
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Por último, E. Badinter (1993) considera que el mundo de lo masculino se encuentra lleno
de prohibiciones y mandatos los cuales traen consecuencias nocivas para los hombres, de ahí que
plantea el concepto “mutilación del hombre” para describir cómo el sistema niega de forma
selectiva la experiencias de vulnerabilidad y sufrimiento. Según Rivera- Medina (1991) y E.
Badinter (1993) el estatus de poder, control y éxito que ostenta la población masculina implica
también una cuota de malestar ya que conlleva a la negación de las emociones y al deterioro tras
continuas experiencias de riesgo y de violencia.
“el modelo de hombre superviril, desmadrado y desfaminizado, es fuente de un verdadero
malestar de identidad que causa una doble violencia: la que agrede a los demás y la que
se vuelve contra sí mismo (p.173)
E. Badinter (1993)
Campos & Salas (2002) mencionan que las ansiedades y fantasías que colocan a los sujetos
en estados de desprotección, amenaza y miedo son negadas socialmente e intoleradas por los
mismos hombres. De ahí que se minimicen las crisis personales, en especial aquellas relacionadas
con los vínculos de pareja. Esto se debe a que en todo momento los hombres tienen que demostrar
ser fuertes y negar las emociones de modo que el resultado es “la angustia, dificultades afectivas,
miedo al fracaso y comportamientos compesatorios potencialmente peligrosos y destructores”
(Badiner, 1993, p.174).
Por último J. Vílchez Cambronero (s.f.) propone el concepto de “coraza emocional” para
describir el resultado de este proceso de socialización en los hombres, en donde las emociones son
negadas y reprimidas. Muchas de las características se relacionan con a) la alteración de la
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percepción y la empatía hacia los demás y las emociones que las otras personas pueden
experimentar; b) pérdida del contacto con el cuerpo lo cual significa aumento de tensión muscular y
enfermedades de tipo psicofisiológicas como la hipertensión, la cefalea tensiona y demás; c)
evasión de los conflictos de forma tal que se prescinde el hablar y comunicar el malestar; d) rigidez
en la forma de interactuar con las personas, es decir, actúan bajo un mismo canon de
comportamiento lo cual los hace muy predecibles, inflexibles y automatizados en el actuar; e)
rumiación entorno al displacer y aquello que se sale de su control ya sea en presente cercano o en el
pasado.
Últimas implicaciones teóricas: el movimiento dialéctico del fenómeno
estudiado
Al analizar los diferentes procesos psíquicos, anteriormente descritos, se propone el
concepto de “dialéctica” para englobar y describir la vasta mayoría de sus dinámicas. Según A.
Merani (1968) los fenómenos psicológicos engloban en su totalidad las características de la fórmula
dialéctica planteada a sus inicios por el filósofo H. Hegel y elaborada posteriormente por otros
autores como K. Mark y T. Adorno. De tal manera, que la psicología como ciencia no conlleva a un
entendimiento aislado e idealista de los procesos sino que se nutre de la interacción entre elementos
históricos, sociales y culturales ya que el sujeto se encuentra inmerso en todas estas dimensiones y
realidades.
Por lo tanto la dinámica dialéctica implica un primer momento el cual es la existencia de
dos contrarios: a) “Tesis” que es una tradición o estatuto antiguo que organiza al sistema actual; y
b) “Antítesis” que es el orden que emerge, contradice y problematiza a la Tesis. El fenómeno
resultante es la interacción y diálogo de ambas posiciones contrapuestas, de ahí que el proceso
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siempre se encuentre en constante movimiento y cambio. El segundo momento se denomina como
“Síntesis” ya que trata de integrar ambos aportes y superar el estatuto anterior de la Tesis (Merani,
1968).
La dinámica anterior se puede ilustrar en los diversos fenómenos descritos en apartados
anteriores, por ejemplo:
La dialéctica de la construcción del sujeto a través del Objeto: por medio de la
contraposición de ambos se genera el proceso de separación e individuación
(Mahler, 1963) de tal forma que el sujeto introyecta diversas representaciones del
Objeto de amor en su mundo interno (Klein, 1937).
Dinámicas de la interfantasmática: es producto de la interacción de los
fantasmas/fantasmáticas de ambos miembros de la pareja (Bleger, 1962) y su
integración produce una compleja red inconsciente de significados y colusiones
asociadas a la fantasía de fusión (Lemaire, 1986).
Procesos de duelo: la muerte de un ser querido implica un proceso de construcción
y reelaboración de la experiencia, de tal manera que tras la pérdida surgen nuevos
proyectos y vínculos que reflejan la vida y una nueva organización.
Masculinidad contra feminidad: describe los procesos de socialización en donde se
establecen las dicotomías asociadas a los géneros de tal manera que refleja las
relaciones de dominación y poder subyacentes.
Lo que en su momento es una síntesis se convertirá en un futuro en una tesis al emerger su
propia contradicción –antítesis-, por lo tanto los procesos dialécticos describen el devenir de un
sistema y su cuestionamiento inherente. Algunas de las características principales se asocian a)
movimiento constante e infinito debido a los cambios continuos de entre tesis, antítesis y síntesis de
ahí que todo proceso no es universal ni rígido b) el fenómeno se entiende como histórico o
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evolutivo lo que conlleva a sobre los antecedentes la oposición y conflicto c) la lucha de contrarios
puede conducir eventualmente a la unidad de un mismo proceso d) varios cambios cuantitativos en
un fenómeno producen un cambio cualitativo eventualmente.
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Pregunta y problema de investigación
La pareja es un tema recurrente de investigación, ya que es una de las formas más comunes
de vinculación entre las personas. Abundan en el contexto nacional las investigaciones en torno a
ella, por lo que se centran principalmente en la manera en que se conforman las parejas, las
dinámicas y las crisis de éstas (Ureña, 1993; Barrios & Núñez, 1997; Arce, Capella, Chinchilla &
Rodríguez, 2006; Brenes & Calderón, 2006; Sandí & Venegas, 2008); o con énfasis en la
conformación de parejas diversas (Alfaro & Cabrera, 2002; Guzmán & Méndez, 2003). También
hay investigaciones que analizan un aspecto intrínseco de la vinculación de pareja, como lo es el
duelo (Sandoval, 2009; Bonilla & Vargas, 2009), pero consideran la pérdida por muerte del
cónyuge. Solamente se encontró una investigación (Alvarado, 2002) que analizó el proceso de
duelo por separación en población femenina.
Existen abundantes posiciones teóricas en torno a la pareja, algunas de ellas plantean que la
elección, dinámica y duelo por pérdida de la pareja están íntimamente ligados a las experiencias
tempranas de vinculación con las primeras figuras significativas y los roles de interacción
(Kernberg, 1995; Lemaire, 1986; Puget, 1998). Además señalan que la socialización de género
igualmente influye de manera significativa en éstos procesos (Campos & Salas, 2002; Valdés &
Olavarría, 1997).
Además, según W. Worden (2002) y R. Moreira (2011), la experiencia clínica muestra que
los hombres tienen mayor dificultad en la elaboración del duelo por pérdida de pareja, lo que
aumenta sus consecuencias negativas y deriva en muchas ocasiones en episodios de violencia hacia
sí mismos, sus exparejas y quienes los rodean.
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No obstante la importancia de lo anteriormente reseñado, no se encontraron estudios que
analicen la experiencia de duelo en hombres y que consideren las vivencias tempranas de
vinculación y las características propias de la socialización masculina. Este estudio pretende hacer
dicha integración, para lo cual se plantea la siguiente pregunta de investigación:
¿Cómo es la dinámica subjetiva del proceso de duelo por pérdida del vínculo de pareja por
separación en hombres adultos que asisten a grupos de reflexión o ayuda?
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Objetivos
Objetivo General 1
Analizar la conformación de los vínculos primarios y los vínculos de pareja significativos
en hombres adultos, para comprender la dinámica del proceso de duelo por pérdida del vínculo
de pareja por separación.
Objetivos Específicos
1.1. Indagar la dinámica de los vínculos primarios para analizar la construcción de los
vínculos de pareja.
1.2. Reconstruir la historia de las relaciones de pareja para identificar el significado del
vínculo amoroso y los procesos de idealización.
1.3. Conocer las reacciones precríticas y la manera en que estos hombres perciben la
situación de crisis de pareja antes de la separación.
1.4. Describir las ansiedades y fantasías presentes en estos hombres durante la separación
para entender la crisis ante la pérdida del vínculo de pareja.
1.5. Identificar las defensas y los intentos de reparación utilizados para la elaboración del
duelo posterior a la pérdida de la relación de pareja y la reorganización de la vida cotidiana.
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Objetivo General 2
Comprender los aspectos de la socialización género de la masculinidad involucrados en los
procesos de vinculación, pérdida y elaboración del duelo de pareja en éstos hombres.
Objetivo externo
Aportar elementos conceptuales, desde la integración de las teorías de masculinidad y la
vinculación afectiva, para el abordaje de los procesos de duelo por separación en hombres, que
faciliten la creación de alternativas y políticas públicas que ayuden a disminuir la violencia de
pareja e intrafamiliar en el momento de la separación, y mejoren la calidad de vida de los
hombres y de quienes les rodean.
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Metodología
Estrategia Metodológica
Tipo de estudio
La respuesta al problema de investigación se indagó mediante una estrategia cualitativa con
una aproximación crítica/constructivista. Los estudios críticos/constructivistas, según D. Marks &
L. Yardley (2004), asumen que el conocimiento es mediado por la subjetividad y al mismo tiempo
es construido socialmente dentro de la cultura, el lenguaje y la interacción. Por lo tanto, esta
aproximación se centra en comprender los diferentes significados y el contexto en el cual subyacen
los mismos.
Para lograr esta aproximación, se buscó analizar los diferentes elementos asociados a la
experiencia del duelo por pérdida de pareja, la masculinidad y los vínculos significativos en los
hombres participantes. El análisis crítico, dentro de esta aproximación, implica ahondar en las
relaciones de poder y los procesos macro sociales para crear reflexiones teóricas sobre los
postulados filosóficos, los propósitos y consecuencias de las diferentes actividades sociales e
individuales (Marks & Yardley, 2004). Tiene una función reflexiva que promueve consciencia
socio/política en torno a las necesidades de poblaciones vulnerables y desprotegidas.
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Diseño de Investigación
Este estudio tiene un diseño cualitativo de estudio de casos en modalidad colectiva
(Cresswell, 2007 & Stake, 1998) lo que implica centrarse en la subjetividad, las experiencias de
vida y de pareja en hombres. Esta aproximación busca investigar de forma profunda y minuciosa las
dinámicas y aspectos relacionados a un mismo fenómeno, se estudian casos de forma de conjunta
con el objetivo de poder comprobar, contrastar efectos, relaciones y contextos en donde el mismo
fenómeno ocurre (Stake, 1998 & Cresswell, 2007). Es un diseño transversal ya que recolectó datos
en un solo momento y en un tiempo único; y narrativo, pues se recogió información sobre las
historias de vida y experiencias de los hombres que asisten a los grupos de crecimiento personal,
para describirlas, analizarlas y centrarse en un tópico común -la vivencia del duelo-. Hernández,
Fernández y Baptista (2006) indican que en un diseño de este tipo “el elemento clave de los datos
narrativos lo constituyen las experiencias personales, grupales y sociales de los participantes”
(p.702).
Como estrategia metodológica para el cumplimiento de los objetivos de este estudio, se
utilizará una perspectiva cualitativa, con diseño transversal narrativo y un alcance crítico/
constructivista.
Selección de Participantes en la Investigación
En los estudios cualitativos, al seleccionar a los participantes no es importante “la cantidad
de personas sino la composición de los grupos, ya que una mayor cantidad no supone más
información en el sentido de novedad, de conocimientos nuevos, sino que se observa mayor
61
redundancia o saturación” (Ito & Vargas, 2005; pp.32-33). Tampoco se busca la representatividad
de los casos, pues no se tiene la intención de generalizar los resultados; sino describir la
singularidad de cada uno de ellos desde su unicidad y peculiaridad (Rodríguez, Gil & García, 1999).
En un primer momento se llevó a cabo una preselección de doce posibles casos mediante la
referencia directa de los psicólogos que atienden grupos de crecimiento personal en el Instituto
Wëm. Por medio de dos sesiones de grupo de discusión en la que se trató temas generales del duelo,
se seleccionó cinco de ellos para el análisis individual de la dinámica del proceso de duelo; esta
selección final se hizo con los criterios de inclusión que se detallan más adelante.
Se profundizó la indagación de la dinámica subjetiva del duelo con cinco hombres, a partir
de la revisión de antecedentes (Sandoval, 2009; Bonilla & Vargas 2009; Alvarado, 2002) realizada
para este estudio, se determinó que este es el número de participantes recomendado cuando se
utiliza estudios de caso. Para la preselección, se escogió trabajar con doce hombres ya que es el
número máximo recomendado en cada grupo focal. (Álvarez-Gayou, 2003).
Los criterios de inclusión para la preselección serán:
● Ser hombre y asistir a algún grupo de crecimiento personal del Instituto Wëm.
● Haber buscado la asistencia a los grupos, por haber vivido una situación de separación de
pareja, en donde hubiera convivencia y no haya habido reconciliación.
● Haber cumplido un tiempo de entre seis meses y hasta un año entre el rompimiento con su
pareja y la participación en el estudio. No es relevante el tiempo de participación en los
grupos de crecimiento personal.
● Percibir una afectación significativa en las diferentes áreas de su vida, producto del
rompimiento con su pareja.
62
● Tener entre dieciocho y setenta años de edad.
● Estar dispuesto a ser grabado en audio durante el grupo focal.
De estos participantes preseleccionados, las características necesarias para profundizar su
caso fueron:
● Presentar una vivencia particular de elaboración del duelo: que se le haya dificultado, que
perciba que le esté afectando más de lo esperado por él, o que haya presentado una crisis
muy fuerte –afectación en lo conductual, afectivo, somático, interpersonal y cognitivo-
(Slaikeu, 1996) .
● Tener facilidad para recordar sus vivencias de la infancia temprana y su relación con sus
figuras de cuido significativas.
● Mostrar facilidad narrativa y de introspección al hablar de su historia vincular.
● Que tenga disposición y tiempo para asistir a las sesiones de entrevista requeridas.
● Estar dispuesto a ser grabado en audio durante las entrevistas individuales.
Finalmente, los criterios de exclusión serán:
● No asistir al grupo focal ni a las entrevistas en donde se recolectan los datos.
● No tener la edad establecida en los criterios de inclusión anteriores.
● No tener certeza de que haya pasado por una experiencia de ruptura de vínculo amoroso en
los seis meses a un año.
● No querer ser grabado en audio.
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Las variables socio demográficas tales como la condición económica y el nivel educativo
no se consideran criterios de inclusión o de exclusión pues no son significativas en el planteamiento
del problema.
Como se ha mencionado anteriormente, este estudio fue llevado a cabo en el marco de los
servicios que ofrece el Instituto Wëm por ser una institución con experiencia en el trabajo en
masculinidad. De esta manera, los hombres que participaron en la investigación fueron contactados
en los diferentes grupos de crecimiento personal que posee el instituto, a los cuales asisten hombres
de entre dieciocho y setenta años con problemáticas diversas en donde la ruptura del vínculo
amoroso por separación es una de las más frecuentes.
Se consideró apropiado obtener el criterio de los expertos que aportaron su conocimiento
por lo que colaboraron profesionales en Psicología, adscritos al Colegio de Psicólogos que
contaban con experiencia comprobada en todos o algunos de los siguientes temas:
● Masculinidad y Género.
● Psicoterapia de pareja.
● Psicoterapia individual.
● Métodos y técnicas de investigación cualitativa.
El aporte de estos expertos fue la validación de las técnicas e instrumentos que se utilizaron
para la recolección de los datos.
64
Técnicas e instrumentos de recolección de información
Diversos autores (Hernández, Fernández & Baptista, 2006; Ito & Vargas, 2005; Vázquez,
2006; Rodríguez, Gil & García, 1999), afirman que en investigación cualitativa la recolección,
sistematización y análisis de los datos no son etapas puras, sino que se encuentran traslapadas y
mezcladas en una constante interacción dialéctica. Dichas etapas, para efecto de este estudio, se
dividieron de acuerdo a la propuesta de Rodríguez, Gil & García (1999):
1. Fase preparativa: etapa reflexiva en la que se define el objeto de investigación. Se inició
con la revisión de la información acerca del mismo y se hizo el diseño del estudio y de la
metodología que utilizada.
2. Fase de trabajo de campo: permite el acercamiento al campo y la recolección productiva
de los datos que dan sustento a la investigación. Para la recolección de datos se hicieron
técnicas e instrumentos, los cuales se detallarán más adelante.
3. Fase analítica: se inició desde el momento en que se recolecta la información, hace
referencia al proceso de sistematización y análisis de los datos.
4. Fase Informativa: es la culminación del proceso de investigación, incluye la
presentación y difusión de los resultados.
La Fase de trabajo de campo se detalla en este apartado, mientras que las fases analítica e
informativa se amplían en los siguientes. El acercamiento al campo trascurrió mediante la
asistencia del investigador a los grupos de crecimiento personal del Instituto Wëm, para conocer su
dinámica y tener un acercamiento al ambiente que reúne a la población participante. La recolección
de los datos se realizó mediante la utilización de dos estrategias cualitativas -ver protocolos en
anexos-
65
Grupo de discusión
El primer momento para la recolección de información consistió en dos sesiones de grupo
de discusión. En esos espacios se indagó, de forma general, aspectos propios de la dinámica del
proceso de duelo en la vivencia masculina y de la socialización de pareja en los hombres, así como
se seleccionó a quienes se les invitará a participar en las entrevistas individuales.
El grupo de discusión es una técnica utilizada para crear discusión en torno a un mismo
tema, se engloban aspectos de la vivencia individual en la convivencia grupal, se nutre de las
experiencias de cada uno de sus participantes, quienes comparten un tema y diversos elementos que
posibilitan el diálogo en el grupo. Permite compartir creencias, prácticas y percepciones en un
pequeño grupo de personas, e implica cierto grado de informalidad en el habla, pero al mismo
tiempo cierto grado de estructuración y facilitación provisto por quien investiga (Babbie, 2000).
También se utilizó como un paso previo a la entrevista personal debido a que la estrategia no aborda
temas que generen excesiva sensibilidad en los participantes (Mack et al, 2005).
La técnica de grupo de discusión contó con la participación de doce hombres, se realizó en
dos sesiones con temáticas complementarias -masculinidad y pareja; masculinidad y duelo- y
tuvieron una duración de dos horas cada una -ver Guía de Grupo de discusión en Anexo 2-.
Entrevistas a Profundidad
La técnica de la entrevista a profundidad con orientación clínica (Sommers- Flanagan,
Sommers- Flanagan, 2009) permitió ahondar en la temática a investigar. Esta técnica, de tipo
autobiográfico, indagó diversos aspectos de la vivencia particular de cada individuo, enfatizó en el
significado profundo de diversos acontecimientos que han marcado el devenir y la comprensión de
66
la vivencia misma, al configurar el pensamiento y la acción del sujeto (Galindo, 1998). Develó
además diversos aspectos de la vida del sujeto y los ubicó en una secuencia espacial, lo cual facilitó
la lectura de los datos y ahondó en aspectos propios de diversos momentos de la vida del
participante, como la infancia, la adolescencia o la vida adulta (Lulle, 1998).
La mayor riqueza de la entrevista a profundidad es, según Mack et al (2005), el permitirle
al entrevistador sumergirse en la realidad y la perspectiva que tiene el entrevistado, planteando un
tema general y dejándose llevar por el discurso de éste. El investigador asume un papel directivo,
únicamente al momento de plantear algunas preguntas esclarecedoras. Plantean estos mismos
autores que ésta técnica facilita la obtención de una perspectiva interpretativa de las conexiones y
las relaciones entre los fenómenos, los eventos y las creencias de las que habla la persona. El
presente estudio contó con dos entrevistas por cada uno de los cinco participantes seleccionados; en
la primera se indagó la historia vincular y de pareja y en la segunda, la crisis por pérdida del
vínculo. Cada entrevista duró aproximadamente una hora y treinta minutos, no obstante el uso del
tiempo fue flexible dado la cantidad de entrevistas necesarias y las características de expresión
verbal de cada participante -ver Guía de Entrevista en Anexo 3-.
Procedimientos para la sistematización de los datos
Vázquez (2006) propone, para la fase analítica de una investigación cualitativa, los
siguientes pasos: a) grabar los datos, b) escuchar y escribir la información -numerando y haciendo
comentarios al margen-, c) leer y organizar los datos, d) analizar los contenidos -construcción de
categorías-, e) describir los resultados y f) interpretar los resultados.
La sistematización de los datos contempló los pasos a, b y c. Se realizaron grabaciones en
audio de las sesiones de grupo focal y de las entrevistas individuales; además durante éstas, se tomó
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nota de la información que no quedó registrada en audio -respuestas corporales, gestos, lenguaje no
verbal-. Al finalizar cada espacio se hizo la transcripción de las grabaciones y procedió a incorporar
las notas como comentarios al margen de la información contenida en las transcripciones.
Análisis de los datos
En esta investigación se usará la estrategia de análisis de contenido (Weber, 1990) que
consiste en la observación y lectura de los datos con el fin de encontrar el tema emergente y
recurrente en los grupos focales –se da énfasis en temas latentes- ; al mismo se utilizará el análisis
narrativo (Reissman, 1993) que busca reconstruir la historia individual y autobiográfica de cada
uno de los casos para analizarlos y contrastarlos entre sí. Se llevará cabo una categorización sin
usar técnicas estadísticas. Se utilizarán los pasos d, e, y f reseñados anteriormente:
● Construcción de categorías: corresponde con lo que Rodríguez, Gil & García (1999)
llaman reducción de los datos. Se identificarán dentro de la información recabada y a partir
de los objetivos planteados, categorías dentro de las cuales se puedan agrupar los datos;
implica también el establecimiento de subcategorías para un mejor manejo de éstos. Se
utilizarán resúmenes de la información, así como citas o ejemplos, según su frecuencia o
excepción.
● La descripción de los resultados o disposición y transformación de los datos: una vez que
se haya agrupado la información, se señalarán semejanzas o contradicciones en la misma,
dándoles un orden y preparándolas para la detección de conclusiones.
● Interpretación de resultados y obtención de conclusiones: se buscará dar un sentido a los
hallazgos, mediante el establecimiento de relaciones entre los datos y el desarrollo de
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explicaciones. Se usará un proceso dialéctico donde la base teórica que sustenta la
investigación, se cruzará y enriquecerá con la información empírica y viceversa.
Validez y Confiabilidad
De acuerdo a Hernández et al (2006), el concepto validez se refiere a la capacidad del
investigador para lograr captar, en toda su dimensión y riqueza, la experiencia de las personas
participantes. Asimismo implica poder garantizar que aquello que se observa y analiza es real y no
una formación o proyección del investigador (Flick, 2002).
Para garantizar lo anterior se ejecutaron varios métodos de validez, los cuales se describen a
continuación (Flick, 2002):
Validez de procedimiento: implicó escuchar los más posible y tratar de precisar las
intervenciones verbales de forma corta y directa para no influenciar el discurso libre del
participante en torno al tema tratado. Posteriormente, se trascribió de forma pronta los
hallazgos y las notas para luego compartirlas y discutirlas con colegas –en este caso aplica
en el equipo asesor-.
Validación comunicativa: después de la entrevista con los casos se procede a presentar el
contenido por escrito a los participantes para que ellos puedan evaluar la fiabilidad de lo
que ahí se encuentra escrito así como validar la notas y señalamientos.
Triangulación de teoría: se entablan múltiples hipótesis entorno a diferentes categorías de
análisis para contrastarlas y ver cuál de ellas explica mejor el fenómeno y sus dinámicas.
Triangulación del método: se utilizaron dos métodos diferentes de recolección de datos –
entrevistas a profundidad y grupos de discusión- lo cual posibilitó la obtención de
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información de diferentes fuentes que giran entorno a un mismo fenómeno. Esto facilitó la
reiteración de datos que reafirmaban diversas dimensiones de fenómeno estudiado lo cual
confirmaba su existencia y validez.
Por otra parte, la confiabilidad o dependencia, se da en la medida en que diferentes
investigadores generen resultados equivalentes con datos de campo y análisis similares. Para
asegurar la confiabilidad en la recolección y el análisis de los datos se recurrió a medios de
grabación y a la transcripción estricta de la información recabada en cada grupo de discusión y cada
entrevista para mantener las condiciones en cuanto a la aplicación estricta de los protocolos,
tiempos y condiciones propuestas en este documento. Lo anterior se le denomina como “fiabilidad
de procedimiento” (Flick, 2002) ya que implica rigurosidad en la calidad del registro de los datos y
estandarización de la forma de proceder para tomar las notas y llevar los protocolos.
Siguiendo las recomendaciones de estos autores, para garantizar la validez y la
confiabilidad en esta investigación el investigador fue constantemente respaldado con la experiencia
y la opinión de los expertos mediante chequeos cruzados de la información. Todo esto se hizo con
el apoyo del equipo asesor -que funcionó como un auditor externo (Hernández, Fernández &
Baptista, 2006, p.664) y acompañó los procesos de análisis y obtención de resultados-.
Protección a los participantes
En esta investigación se garantizará la protección de la privacidad y la dignidad de los hombres
participantes, a través de la utilización del formato de consentimiento informado de la Vicerrectoría
de Investigación de la Universidad de Costa Rica en el que se hacen explícitos los objetivos de la
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investigación y la libertad de abandonar la misma, en cualquier momento, si el sujeto así lo desea
(ver Anexos 4 y 5). Además, se usarán pseudónimos y se omitirán datos personales o rasgos de las
historias, que puedan hacer identificable la verdadera identidad de quien las aporta.
La información que se obtenga mediante las diferentes estrategias y técnicas de investigación,
se manejará de forma cuidadosa y discreta, evitando que personas ajenas a este estudio tengan
acceso a ella. Los medios de recopilación de los datos (grabaciones y notas), serán destruidos una
vez que haya finalizado la investigación y se hayan expuesto los resultados.
Propuesta para la redacción del informe final
La fase informativa (Rodríguez, Gil & García, 1999) de esta investigación, se hizo de dos
formas: la primera de ellas mediante la elaboración de un informe final en el que, además de
profundizar lo contenido en el presente documento, se presentó el análisis de los resultados
obtenidos. Esto se hizo agrupándolos en diferentes capítulos de acuerdo con cada uno de los
objetivos planteados, además de un apartado final que resumió las conclusiones, limitaciones y
recomendaciones derivadas de la investigación. El segundo momento, fue una presentación oral de
los resultados, conocida como defensa de tesis, en la que, de manera breve y concisa, se expuso la
información más relevante obtenida de la investigación.
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Análisis de los resultados
Descripción de los casos
En el presente apartado se hace un breve recuento de la historia de los vínculos significativos a lo
largo de la vida de los cinco participantes, asimismo describe, de forma breve, los acontecimientos
que pasaron durante la separación y pérdida del último vínculo de pareja por el cual se encuentran
en proceso de duelo.
Caso: Rolando
Datos sociodemográficos: Hombre de cuarenta y seis años con educación universitaria
completa. Es médico de condicióne socioeconómica media. Practica la religión católica y
tiene un hijo varón de seis años.
Infancia y Adolescencia
La familia de Rolando está conformada por su padre, su madre y un hermano mayor con el
que nunca ha tenido una buena relación fraterna. Además su padre tenía otros cuatro hijos que había
procreado en una relación previa, con los cuales mantiene una relación cercana y afectuosa. Hay un
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número desconocido de hermanos nacieron en el contexto de distintas relaciones extramaritales que
mantuvo su padre.
La madre nunca impidió que Rolando mantuviera una relación cercana con sus medios
hermanos por lo que facilitó que él visitara y compartiera con ellos y sus familias. Esta actitud la
explica a partir de la forma de crianza que tuvieron sus padres y el machismo predominante en su
familia.
“Mi mamá fue criada a la antigua, el hombre podía hacer lo que le daba la gana y la
mujer se quedaba en la casa. A papá nunca le vi ninguna actitud de arrepentimiento ni de
nada. Mi papá era machista, lo que él decía tenía que hacerse”
Rolando recibió afecto de su madre pero no de su padre por lo que describe su relación con
éste como distante y abandónica.
“(…) mi mama siempre nos decía que nos quería, nos abrazaba y nos besaba. Yo no
recuerdo que mi papá me abrazara o me dijera un te quiero”.
La relación con su padre era “fría y distante” por lo que la comunicación era escasa;
Rolando comenta que siempre sintió que su padre prefería a su hermano mayor, situación que le
duele profundamente y que no comprende por qué se dio.
73
“El hijo predilecto era mi hermano mayor, era el inteligente, el ingenioso (…) y yo era el
sorompo (…) duele saber que papá piense que uno es más tonto que el hermano, que papá
piense que uno es más limitado y el otro es su predilecto”.
Rolando habla de cómo a él le correspondía trabajar para poder ir a estudiar y tenía que
hacerse cargo de múltiples labores pesadas dentro de su hogar, mientras que a su hermano todo se lo
facilitaban puesto que iba a la escuela y al colegio sin la exigencia de trabajar para ello.
“Cuando yo estaba en el colegio, un colegio agropecuario, me levantaban a las tres de la
mañana a traer unas vacas. Mi hermano se quedaba acostado durmiendo y se iba al
colegio tranquilo, a mí me levantaban las tres de la mañana para ir a traer las vacas y
ordeñarlas. Después de que ordeñar las vacas tenía que llevarlas al potrero, luego me
llegaba a bañar y me iba al colegio a pie. No me daban plata para ir al colegio, era muy
poco. Si me iba en bus no podía comprarme nada, ni una empanada para pasar el día.
Tenía que regresar del colegio, quitarme el uniforme, tomar café, ir a recoger las vacas y
ordeñarlas de nuevo, y antes de que se fuera la luz del día tenía que cortar pasto y dejar
pasto picado para los animales (…) y después a estudiar”
Esta pesada jornada laboral y de estudio la llevaba a cabo diariamente, desde el inicio del
colegio hasta que entró a la universidad. Rolando narra con tristeza como tenía que llevar a cabo
esas labores sin importar las condiciones climáticas ni el día de la semana.
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“(…) lloviera o no lloviera, nunca me compro una capa, me tenía que meter en una bolsa
plástica para no mojarme. Sólo el domingo me dejaban descansar un poquito más y
tocaba ir a traer las vacas a las cinco de la mañana, no a las tres (…) los domingos me
ayudaban un poco, mi hermano me ayudaba a cortar el pasto y a traerlo”
Asimismo, al ser una jornada extenuante y de mucha exigencia física, no era extraño que
Rolando sufriera heridas producto de las diferentes labores que llevaba a cabo.
“(…) era chiquitillo y flaco. Me acuerdo de cargas de pasto que me echaba al hombro tan
pesadas que tenía que buscar una peña, para que me cayera en la espalda y llevármela, si
se me caía había veces que no las podía juntar. Eran tan pesadas que no me las
aguantaba, las llevaba kilómetros al hombro (…) en la oscuridad, con un bombillo me
dedicaba a picar y tenía muchas cortadas en las manos y los pies”.
El hermano de Rolando no tenía esa carga de trabajo, lo que percibía como una preferencia
de sus padres hacia su hermano y como una forma de castigo de sus padres hacia él. Esto lo sentía
como un fuerte rechazo que, aunado a la falta de expresión afectiva que recibió, marcó su infancia
como una época sumamente dolorosa y desagradable.
“De mi mamá recibí poco cariño. De mi papá no recuerdo nada, compartía con nosotros
los domingos en el estadio, nada más, no recuerdo un beso ni un abrazo (…) No concibo
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como alguien puede trabajar tanto tiempo y sólo te compre un pantalón y los zapatos
para todo el año”
Ante esta escasa expresión afectiva, fue un tío paterno y una vecina de Rolando quienes
más le dieron cariño, en forma de cuido, bienes materiales y tiempo compartido.
“(…) la vecina de la par, ella siempre nos regalaba un juguetito porque mi papá no nos
compraba (…) cuando llegaba a diciembre (…) luego me iba a la casa de mi tío a pasar
ratos de Navidad, jugábamos mucho y disfrutamos mucho. Hasta que llegó la época de
colegio en que teníamos vacas y mi hermano se iba a vacilar con ellos y yo me quedaba
atendiéndolas”.
Estas vivencias hicieron que Rolando construyera una estrategia en la que callaba y
escondía sus emociones pero al mismo tiempo consideraba al trabajo duro como la salida futura de
su condición de explotación.
“(…) me llegué a hacer una concha y con el tiempo no llegó a afectarme porque me
dediqué al estudio y hacer las cosas que tenía que hacer. Como si fuera un perro que uno
entrena (…) a callar y a hacer las cosas, me dije que yo no quería ser igual que mi papá y
que no quería trabajar en construcción. Me dije que me iba a despedazar la espalda para
ser lo que yo quiero para algún futuro darle algo mejor a mi hijo de lo que él me dio a
mí”.
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Vínculos de pareja significativos
Rolando no tuvo pareja durante ese período debido a la doble jornada laboral durante toda
su adolescencia -el estudio en un colegio agropecuario y el trabajo de campo con el ganado de la
familia durante las madrugadas y las noches-. Los noviazgos, las amistades y las mujeres fueron
cosas desconocidas en esa época, situación que resiente aún hoy día.
“(…) tener novia no significaba nada porque nunca supe que era darle un beso a una
mujer, primero que nada nunca tuve plata; segundo tenía que entrar a siete y luego hacer
asignaciones porque tenía que estudiar. Era muy cansado porque tenía que levantarme a
las la mañana del día siguiente. No significaba nada, era una muchacha atractiva que las
hormonas mueve y a uno le llama la atención pero hasta ahí”.
A pesar que “se le movían las hormonas”, la timidez de Rolando nunca le permitió
acercarse a Saray, la compañera del colegio que siempre le gustó y ante la cual se sentía inseguro y
deseaba confesarle su interés. Una vez que Rolando terminó el colegio y se incorporó a la
universidad tuvo la oportunidad de empezar a generar la suficiente confianza en sí mismo para
poder empezar a acercarse a las mujeres.
En el segundo semestre del primer año de universidad, Rolando conoce a Amanda, su
primera pareja y su esposa durante tres años. Empiezan la relación siendo compañeros de un curso y
después de ese primer año la relación termina debido al miedo que tenía Amanda de llevarlo a
conocer a sus padres -era su primer novio-. Ante esta situación, Rolando se siente triste pero a la
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vez aliviado pues no tenía que mantener una relación y podía trabajar más tiempo para pagar sus
estudios.
Durante cuatro años Rolando se concentró en su carrera y sus trabajos, hasta que se
reencontró con Amanda y retomaron la relación. En ésta segunda oportunidad, Rolando sí se acerca
a la casa de ella e inician entonces una “relación formal”. Él siente en Amanda un gran apoyo ante
lo que era su vida, ya que nuevamente Rolando contaba con un estilo de vida cargado de
ocupaciones.
“Los primeros años lo llevaba a medio tiempo porque tenía que trabajar otros medios
tiempos, lo que tenía que haber hecho en tres años y medio lo hice en seis años. Lo que
fue el último año de la carrera, en donde se veían las materias más profundas, y el
internado, lo hice en tiempo completo y trabajaba en la noche, estudiaba desde las once
de la noche hasta las dos de la madrugada en la casa, me acostaba de dos a cinco”.
Rolando valoraba mucho el apoyo, el cariño y los detalles que tenía Amanda con él, de
manera que apenas termino la carrera se casó con ella y empezaron la convivencia, esto a pesar de
que él hubiera deseado esperar un poco más tiempo y disfrutar el ejercicio de su profesión antes de
casarse. Al año, refiere Rolando, la relación empezó a “enfriarse” y dejaron de compartir tiempo
juntos por lo que de nuevo el trabajo tiene un papel protagónico en su vida.
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“Me enamoré mucho de mi trabajo, será porque me acostumbré a trabajar mucho. Tenía
dos trabajos. La ruptura se dio porque yo le dedicaba mucho tiempo al trabajo y la
relación se enfrió. Yo sentía que era un poco fría y al final yo la terminé”.
La relación entre Amanda y Rolando terminó y entonces se separaron, principalmente
debido a la falta de tiempo en pareja, pero también dado que les fue imposible procrear a un hijo/a.
Además, para ese momento Rolando había conocido a Eva quien sería su segunda esposa.
Eva y Rolando se conocieron en el negocio de él, ella era una cliente que se acercó
buscando sus servicios. Rolando estaba casado con Amanda pero se sintió atraído hacia Eva, de
manera que ella fue el impulso para terminar ese primer matrimonio e iniciar una relación con ella.
“(…) yo venía perdiendo interés en esa relación y terminé la relación cuando vi la
posibilidad de estar con alguien más”.
La historia con Eva empezó cuando ella, en agradecimiento por curarle a su mascota le
regala una repostería hecha por ella. Esto resulta atractivo para Rolando, además del físico de Eva, a
tal grado que es un incentivo para iniciar un coqueteo. Ella tenía pareja de tal forma que la relación
se escondía de las demás personas, pero una vez que ella terminó con la anterior relación
mantuvieron contacto sexual y así, de acuerdo con Rolando, inició el vínculo de pareja.
La relación comienza e inmediatamente Rolando toma un papel de proveedor con ella y la
apoya dándole comida y dinero debido a una situación económica que estaba viviendo. Después de
un año empiezan a convivir juntos; ambos acordaron que él se encargaba de proveer alimentos a la
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casa mientras ella se encargaba de los quehaceres domésticos. Rolando empieza, con el apoyo de su
pareja a crecer económicamente y a cambiar la manera de concebir el trabajo y el dinero por lo que
aumente la seguridad en sí mismo.
“Al lado de ella fui creciendo mucho en la parte económica, me apoyaba y estimulaba. Yo
no veía más allá de las narices, por lo que mi papá nos enseñó a nosotros que como uno
es pobre no tiene derecho a disfrutar cosas bonitas. Ella me apoyó y como el suegro
trabajaba en administración fui adquiriendo conocimientos a la par de ellos en
administración. Fui adquiriendo mucha seguridad”.
Rolando se sentía seguro, apreciado, valorado y respetado dentro de su relación, comenta
que sentía que con ella había mucha intimidad, mucho apoyo y mucho compromiso, además el
aspecto sexual de la misma era algo que satisfacía bastante a Rolando.
“Cuando yo la conocí era una persona muy especial, muy llena de Dios (…) dulce,
amable, me apoyaba y me enseñaba. Me sentía muy pleno a la par de ella, sexualmente
era increíble. Afortunadamente no había que irse a desahogar a la calle. Había que
ponerle mucho empeño para satisfacerla sexualmente. En la intimidad éramos una pareja
muy fuerte”.
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Crisis de pareja y duelo
La crisis en la relación de pareja inició cuando Eva queda embarazada a los tres años
relación. El embarazo fue inesperado ya que ser madre no estaba entre los planes de Eva por lo que
ella empezó a rechazar al niño. Inmediatamente Rolando asumió el rol de cuido, encargándose
prácticamente de todas las labores relacionadas con el niño.
“Ella no quería ser madre, lo rechazó, lo quería abortar. Recién nacido el chiquito no
quería casi que ni atenderlo y yo empecé a asumir su rol. Hice funciones que no me
correspondían, funciones de la madre, por ejemplo, el bañarlo, el asolearlo y cambiar
pañales(…) lo hacía con mucho gusto pero tenía que cerrar en ocasiones mi negocio para
llevarla a ella con el chiquito al pediatra (…) Para ella era una vergüenza que la vieran
embarazada y se encerró en la casa y no salió más”.
El sentir un rechazo hacia él y hacia el niño empezó a generar en Rolando sentimientos de
enojo y frustración, “a veces daba ganas de agarrarla del pescuezo”, y fue el inicio de un proceso
de separación y distanciamiento en la relación iniciado, de acuerdo con Rolando, por Eva.
“Siete años después del embarazo no volví a tener con ella a un contacto genital, ni un
abrazo. En el momento anterior a salir embarazada éramos sexualmente muy activos. (…)
Luego salió embarazada y nunca más me dejó volver a tocarla. (…) Ella empezó a
alejarse en todos los sentidos, no quiso ayudarme en los negocios, a raíz de eso contraté
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al hermano que al final me robó siete millones y medio, ahí fue donde empezaron las
dificultades económicas”.
Luego de siete años de llevar la relación de pareja de esta manera, Rolando se muda a un
anexo de la casa. A pesar de salir del núcleo familiar, él continúa apoyándola económicamente y le
facilita un préstamo de dinero para que inicie un negocio. Ella se asocia con un hombre, con el que
empieza a salir, lo que desata en Rolando la sospecha de que ella podía tener otras parejas y lo
llevan a generar reacciones de celos.
“El chavalo empezó a decirle que era una diva y que estaba muy jovencita y le llenó la
cabeza de humo. Después llegaba a la una o a las dos de la madrugada pero andaba con
el playo y yo decía -como es playo, no pasa nada. Pero luego me cayó la peseta, si el
playo anda buscando hombres y a ella también le puede llegar uno”.
En esos momentos Rolando se sentía rechazado y desplazado, pero se mantenía en una
relación de convivencia aunque ya no quedará relación afectiva alguna. Compartía con Eva los
espacios de alimentación y cuido de Paolo, su hijo; y estaba pendiente de cada cosa que ella hacía.
Fue hasta que Eva le dijo de frente que ya no lo quería y que hace muchos años había
dejado de hacerlo por lo que Rolando comprendió que la relación había terminado; hecho que
aceptó hasta que se dio cuenta que ella frecuentaba moteles con otros hombres.
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“(…) muy duro, fue un golpe muy fuerte. Fue como que te metieran la mano y te
arrancaran las vísceras estando vivo. Estaba en shock, pensé que todo se fue para la
mierda, que mi proyecto de vida y el hijo que tanto adoro tal vez me lo vayan a quitar.
Eso lo que más me duele, yo no la pudo tener amarrada de un pie y que me siga
queriendo”.
En ese momento inició un proceso de deterioro físico y emocional en Rolando. Perdió más
de cinco kilos, padeció de males estomacales, no dormía bien. Tenía sentimiento de enojo hacia sí
mismo y hacia ella, hubo un descuido general de su persona. Curiosamente, a pesar de la crisis que
estaba experimentando, en ningún momento hubo afectación en su trabajo.
“Nunca fallé en mi trabajo. Nunca mezcle mis problemas con el trabajo, cuando llegaba
mucho trabajo eso me permitía no pensar en situaciones financieras y sentimentales. Me
refugiaba en eso para esconderme”.
Una vez que pasó este proceso doloroso y de crisis personal, Rolando empezó a abrir sus
horizontes a cosas nuevas, empezó a asistir a grupos espirituales y de apoyo emocional; a retomar
las amistades y las relaciones con su familia extendida. Además se ha dedicado a cuidar de su hijo,
compartir mucho tiempo con él y a recuperar espacios de entretenimiento que había dejado. Con
Eva mantiene una relación cordial centrada únicamente en aspectos relacionados con Paolo.
Al hacer una retrospectiva de sus relaciones, Rolando menciona que Eva, a pesar de haber
sido la segunda pareja en el tiempo, es la primera en cuanto a importancia ya que el apoyo que le
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brindó fue vital en determinado momento de su vida. Ahora quiere estar un tiempo solo sin
embargo dedica momentos a pesar en las cualidades de la pareja ideal para rehacer su vida.
“Busco una persona que me llene espiritualmente, que me apoye en todos los sentidos,
tanto emocional como espiritual y económicamente. Y el apoyo que ocupo con mi hijo”.
Caso: Eliseo
Datos sociodemográficos: Hombre de cuarenta años con secundaria incompleta. Es
comerciante de condición socioeconómica media. Practica la religión cristiana y tiene tres
hijos de dieciocho, nueve y seis años; y dos hijas de diecisiete y cuatro años. Los mayores
son de su primer matrimonio y los menores de una segunda relación de pareja.
Infancia y Adolescencia
Eliseo creció en un hogar compuesto por él, sus cinco hermanas, su padre y su madre; la
diferencia de edades entre las hermanas es de dos años, siendo el cuarto hijo. Cuando Eliseo tenía
seis años de edad, el núcleo familiar migró desde la zona costera hacia el centro del país en busca de
mejores condiciones de salud para su madre, quien padecía de asma. Las condiciones económicas
de la familia de Eliseo fueron de extrema pobreza, a tal grado que vivían “(…) debajo de la casa, en
una galera”.
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Debido a las carencias económicas, Eliseo no contó con juguetes sino hasta los diez años,
por lo que lo asociaba con ser “demasiado peleón” debido a que “no tenía nada que hacer”. La
relación con sus hermanas estaba marcada por sus propias travesuras, él les jalaba el pelo y las
molestaba por lo que nunca ha tenido una confianza profunda con sus hermanas, de las cuales las
dos mayores viven con sus padres y las restantes están ya casadas y con hijos.
De la relación de pareja entre sus padres la describe como de “carácter muy feo (…) se
ofenden mucho”; sus padres nunca se separaron y aún continúan juntos. Su padre fue una figura que
infundía miedo hacia todos sus hijos/as; se desempeñó en lo que respecta al aspecto económico,
pero en lo afectivo su relación fue distante y ausente.
Su madre tampoco constituyó una figura cercana ni de confianza para él; la manera en que
le expresaban amor y cariño en la infancia era a través de cuidados como la comida y otras labores
domésticas, pero que nunca recibió besos, caricias ni palabras de amor.
“(…) no, yo siempre he dicho que me gustaría que mis papás me dijeran –te amo-, la
verdad es que nunca (…) o sea, yo sé que me aman, pero yo sé que mis papás nunca me lo
van a decir, yo sé que no (…)”.
El momento en el que se sintió más amado fue el día en que una tía política le regaló su
primer juguete -un carrito-. Al hablar acerca de la cantidad de tiempo que le dedicaba su padre a
pasar con él, cuando era niño, mencionó que era mínimo pues únicamente era en momentos de
revisión de su desempeño escolar –tareas y asignaciones-, actividad que generalmente finalizaba
con un castigo. De quien recuerda pasar mayor tiempo compartido es de un tío que siempre lo
apoyó en sus partidos y conversaciones de fútbol.
Para Eliseo el ser cuidado es contar con las mínimas condiciones de vida -ropa, comida y
estudio-, sin embargo afirma que le hizo falta más contacto y cercanía afectiva con sus progenitores.
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“(…) Yo le agradezco a mi papá que nunca nos faltó la comida ni la ropa ni nada de eso,
pero como te digo, siento que en la parte afectiva faltó algo (…). Es que yo sé que me
quieren y me aman, pero que yo me acuerde, nunca hubo de eso, como le digo, quizá
porque a ellos les cuesta ser afectivos (…)”.
Aún a pesar de que el castigo físico fue bastante recurrente en esos años Eliseo no se sentía
rechazado. Cuando desobedecía o sacaba malas notas en la escuela, su madre le comentaba a su
padre y éste lo maltrataba.
“(…) sin preguntar agarraba la tajona, es un palo con un mecate gruesote amarrado a la
punta, y me pegaba, me pegaba muy duro (…) no era que yo sentía que era rechazado, pero
sí sentía que mi papá era malo o algo así. A mis hermanas también les pegaba, pero tal vez
con menos dureza que a mí; a mí me pegaba con frecuencia y más duro (…)”.
Dicha violencia era bastante frecuente, casi todos los días, y con mucha dureza;
generalmente acompañado de improperios y en complicidad entre su padre y su madre:
“(…) me agarraban de las manos y me decían -pedazo de huevón, para que aprenda- y
me daba; por cualquier cosa, mi mamá le decía -es que vieras que Eliseo no hace caso-
(…) entonces mi tata me pegaba mucho más duro (…)”.
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Ante las constantes situaciones y vivencias de castigo físico, Eliseo desarrolló varias
maneras de reaccionar. La primera de ellas consistía en considerar a la violencia como algo normal,
cotidiano e indoloro:
“(…) de tanto que me pegaban ya como que me acostumbraba y ya no me dolía. Una vez
me dieron y yo me estaba haciendo que estaba llorando pero yo no estaba llorando (…) y
me dieron todavía más duro y más duro, hasta que lloré, mi papá me decía –¿No está
llorando pedazo de huevón?- y me golpeó, hasta que lloré. Ya al final no lloraba, porque
ya no me dolía (…)”
La segunda estrategia era la de la soledad, de modo que cuando lo maltrataban se aislaba:
“me iba para el cuarto o me iba para abajo y hasta que me pasara ya volvía (…)”. Eliseo
justificaba la violencia a través de comprender la manera en que sus padres actuaban, quitándoles
responsabilidad y validando su accionar.
“(…) muchas veces no era culpa de mi papá, él trabajaba mucho (…) desde las cuatro de
la mañana que se iba, y llegaba a las tres y quizá tenía ganas de sentarse o de tomar café
o de comer y de entrada le decían quejas de mí. Entonces él descargaba todo eso en
contra mía. Como le digo, yo no le guardo rencor, yo lo veo así, tal vez descargaba
conmigo (…) nadie sabía los problemas que traía (…).”
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Vínculos de pareja significativos
En su historia de pareja, Eliseo dice haber tenido cuatro relaciones significativas: Silvia,
María -su primera esposa-, Dora y Yarlery -segunda esposa-.
A la edad de diecisiete años, Eliseo ingresa a trabajar en un restaurante de comida rápida en
donde al poco tiempo se involucra en una relación de pareja con Silvia, una mujer de veintinueve
años, casada. Ella se convierte en su primera experiencia de pareja, y es una relación caracterizada
por ser romántica en la que se sentía aceptado y con mucha confianza.
“(…) me gustó mucho y teníamos el mismo horario (…) yo la invitaba a un helado o algo
así, y empezamos a salir, pero nunca tuve relaciones, solo besos y así (…)”.
Eliseo mantenía relaciones paralelas con otras mujeres, lo que conllevó el final de esa
relación luego de nueve meses. Su segunda pareja significativa fue María, a quien conoció mientras
estaba en la relación anterior. Después de seis meses de noviazgo deciden casarse por dos razones
principales: la experiencia sexual que habían tenido y la tentativa de salir de la casa de sus padres.
“(…) imagínese que con Silvia anduve más y con María menos, pero con María tuve
relaciones y con Silvia no, entonces me imagino que fue por eso (…) yo siento que no me
casé enamorado yo sentía atracción por ella pero, no estaba enamorado, apasionado por
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ella; duramos trece años casados y con tres hijos. Fue la persona a la que yo le hice más
daño en mi vida (…)”
Eliseo considera que no valoró el vínculo con María y que nunca le agradeció sino que
siempre fue irrespetuoso durante la convivencia.
“(…) yo tomaba mucho y empecé a conocer mujeres (…) llegaba a las tres o cuatro de la
mañana, y entonces María me dijo -no, esto no es un hotel y se me va-, ella me decía
siempre que cambiara pero como uno estaba en esas cosas, no le importa si es buena o
mala, (…) al tiempo me echaron de la casa (…)”
Eliseo considera que la crisis de pareja se dio desde el comienzo ya que no pasaron mucho
tiempo juntos ni tampoco se dedicaron a fortalecer los compromisos adquiridos durante la
convivencia.
“(…) El problema fui yo (…) nos disfrutamos muy poco, seis meses; después nos
casamos, y quedo embarazada (…) y ya no salíamos (…) entonces yo si salía y ella por
aparte. Luego muy rápido quedo embarazada (…) y yo continué saliendo solo (…) y me
aguantó tanto porque, tuve demasiadas infidelidades (…)”
Estando casado inicia una relación paralela con Dora, a quien conoció en el trabajo y con
quien empezó a compartir los fines de semana en las fiestas a las que asistía. Esta relación se
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mantuvo de forma paralela al matrimonio con María durante un año y medio. La relación terminó
cuando María descubrió la relación con Dora y lo puso a escoger. Eliseo finaliza la relación con
Dora, pero continúa saliendo los fines de semana hasta que María decide finalizar la relación.
Cuando termina la relación con María, Eliseo se fue a vivir a un apartamento y ahí conoce a
Yarlery con quien después de cierto tiempo inicia una nueva relación de pareja.
Crisis de pareja y duelo
A los cuatro meses de ser pareja de Yarlery, Eliseo fue testigo de una discusión de Yarlery
con otro hombre y ella le confiesó que ese otro hombre es su pareja y que ella está con Eliseo por
que le ayuda con los gastos económicos.
Ante esta situación Eliseo se aleja de ella, volviendo luego de unos días, ya que Yarlery le
aseguró que ya no estaba con nadie más. Luego de ocho meses de ser pareja, ella quedó embarazada
y le dijo no saber de quién es el niño pues aún mantienía relación con el otro hombre. Eliseo se
alejó nuevamente, pero Yarlery insistió en regresar.
“(…) ella llegó como a la una de la mañana, llorándome y se hincaba y me decía que ese
mae la había dejado botada (…) y se quedó conmigo y nació el bebé (…)”
Durante el embarazo, Yarlery hizo todo lo posible por abortar al bebé, se refería al niño en
forma despectiva y no quería verlo nacer. Ante esto Eliseo reaccionó de forma violenta en algunas
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ocasiones llegando a pegarle a su pareja. Con el segundo embarazo se repitió la historia y generó
conflicto en la relación de pareja.
“La relación siempre estuvo en crisis (…) nació y peleábamos constantemente (…) cuando
me dijo que no nos quería yo llamé un policía, un amigo, y el mae me mandó una unidad, y
cuando llegó la unidad se puso a llorar y a decir que la estaba maltratando y me sacaron a
mí. Yo me fui para donde una señora que es amiga mía pero yo no me lo podía creer (…)
¡A los dos días volví, a pesar de eso!”
Eliseo empezó a sentir que la relación estaba en problemas, y a pesar de todas las
situaciones –ausencia de comunicación, poca tolerancia y violencia intrafamiliar - él empieza a
tratar de mantener la relación y continuar con la convivencia.
“(…) yo llegaba del trabajo y llegaba a cocinar (…) me envolvió tanto ella (…) que yo
hacía cosas que no me correspondían para tenerla contenta y a mi lado (…)”
Eliseo comenta que la principal razón que lo mantuvo en la relación fue la parte sexual y la
atracción física de Yarlery; él se sentía admirado por tenerla a ella como pareja.
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“(…) la parte sexual (…) que tenía más cuerpo que todas las que había tenido, me
llamaba la atención (…) bonita de cara, bonita de que tenía más pechos(…) yo salía con
ella y me sentía orgulloso, que dijeran -¡que mujer más bonita andas!-(...)”
A pesar de los constantes conflictos y peleas con su pareja, siempre se mantuvo con ella
hasta el momento en que empezó a sospechar que Yarlery tenía una relación cercana con su
exnovio.
“(…) como que yo sabía que era él (…) Yo estaba en mi trabajo y pensaba que se estaba
viendo con el mae (…)”
En ese momento inició un proceso de celos y control hacia su pareja, la llevaba a trabajar a
su negocio para tenerla todo el día a la par, daba cantidades altas de dinero para mantenerla a su
lado. Eliseo dice que no estaba consciente de la problemática de su relación y que se mantuvo con
la idea de que todo iba bien, hasta que un día descubrió que Yarlery tenía una relación con otro
hombre.
“(…) está en la computadora y yo veo la foto del mae, estaba chateando con él (…)
entonces yo entro y ella cambia la página, yo le pregunto -¿Usted anda con Mauricio
verdad?-, ella me hace -No, nada que ver, no es con Mauricio con quien ando. Hay
alguien que me tiene ilusionada pero no es él- (…) Ahí fue donde empezó a deteriorarse
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más la relación.(…) Al tiempo me dijo - Ya no quiero nada con usted, y a partir de hoy
vamos a dormir separados-.”
Eliseo no aceptó que la relación estaba por acabar y, a pesar que Yarlery le decía que ya no
quería estar a su lado, seguía en la casa, le compraba ropa y le daba dinero como una manera de
mantenerla a su lado. Describe esta situación como una obsesión en donde quería estar con ella.
“(…) obsesión, definitivamente sí, y eso me llevó a soportar, fui alfombra, fui de todo.”
Cuando Eliseo tomó la decisión de salir de su casa e iniciar el proceso de aceptación sintió
mucho dolor.
“(…) Me dolió mucho, me dolió mucho (…) yo siento que esa relación nació muerta, yo
la quise y de verdad me dolió mucho (…) en los primeros días pasaba a recoger a mis
hijos para llevarlos al kínder, pero yo no pasaba por ellos, yo pasaba para verla a ella
(…) yo sabía que estaba con ese mae; porque ya después de una semana el mae llegaba a
visitarla (…)”
Uno de los reclamos y quejas más frecuentes se relacionan al comportamiento de celos ya
que era eso lo que Yarlery le reclamó al finalizar la relación.
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“(…) Ella la cortó, diciendo que me dejaba porque yo la ahogué (…) que yo la celaba,
que nunca la dejé en paz, que nunca la dejé crecer como persona, que ella nunca pudo
trabajar porque yo no la dejé, que no se ponía la ropa que le gustaba porque yo no la
dejaba (…)”
En principio negaba que la relación hubiera terminado y deseaba que la relación volviera a
ser lo que había sido. Le atormentaba la idea de volver a pasar por una situación de pérdida de
pareja nuevamente.
“(…) Pensaba que ojala no fuera cierto, que ojala fuera un sueño, que todo eso no hubiera
pasado, porque yo sentía que aún la quería (…) que era difícil empezar de nuevo con otra
persona y conocerse (…) pensaba que Yarlery iba a ser la persona que iba a estar conmigo
siempre y a pesar de todo (…)”
Se desarrolló en él un fuerte sentimiento de culpa ante la pérdida del vínculo, pues
consideraba que con sus reacciones y con sus comportamientos la había alejado, que había sido él el
responsable de la finalización de la relación. No obstante, se generaban en él sentimientos
contradictorios pues en otras relaciones no había sido celoso y dice que desde un principio Yarlery
le dio razones para desconfiar. Esta disyuntiva le generó mucho miedo e inseguridad ante futuras
relaciones y fue una de las razones que lo llevó a buscar ayuda. Otras emociones que refiere sentir
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al momento de la pérdida fueron dolor, decepción, miedo y vergüenza; asimismo, comenta que su
salud se vio afectada en ese momento.
“(…) fueron como dos o tres meses de dolor, bajé siete kilos, no comía porque no me
daba hambre (…) al principio no dormía bien, me despertaba, pensando en esas cosas, no
trabajaba y no me concentraba bien (…) me daba miedo, no aceptaba que estuviera con
otra persona (…) pensaba en el qué dirán (…)”
Eliseo describe las actitudes que le han permitido sentirse mejor luego de haber finalizado
la relación. Para él ha sido clave aceptar la pérdida y vivir el dolor, “echar para adelante”, retomar
la relación con sus hijos, ir al gimnasio y, en general, dedicarse tiempo para sí mismo. Ahora, a
varios años de la separación, ha retomado su trabajo, ha ampliado su grupo de amistades y ha
recuperado sus pasatiempos y sus actividades, las cuales había dejado de hacer por estar
controlando y vigilando a su expareja. Dice querer construir una relación agradable con Yarlery de
manera que puedan tener buena comunicación y negociar aspectos con respecto al cuido de sus
hijos.
La historia vincular de Eliseo es particular dado que ha tenido varios vínculos de pareja
paralelos; esto se correlaciona con la intensidad de los procesos de separación. Es hasta esta
segunda separación, que se permitió exteriorizar el dolor y darse un espacio de soledad para
reflexionar en torno al proceso de pérdida.
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“(…) los errores que cometí con María fue por fiestero y mujeriego (…) me queda de
experiencia que tengo que ser más selectivo y cuidadoso (…) ver si somos compatibles, no
caer tan rápido (…) con las dos exparejas fue muy rápido, con la primera seis meses y me
casé, y con lo otra casi de una vez ya estaba juntado, no me di tiempo de conocerlas más
(…) entonces ahora yo quiero que nos conozcamos más y ver si somos compatibles(…)”
Él se plantea la necesidad de tomarse más tiempo para sí mismo, para sus hijos y para
conocer y relacionarse con futuras parejas. Él desea mejorar su situación, cambiar su pensamiento
machista y sentirse mejor consigo mismo antes de involucrarse con alguien más, así también
empieza a cuidar de su salud y a dedicar tiempo para sí mismo para luego poder amar a otra
persona, pues considera que nunca ha amado a ninguna de sus parejas. Eliseo expresa una nostalgia
por la pérdida de la relación con María, mujer con la que él considera que se sintió realmente
amado.
Caso: Octavio
Datos sociodemográficos: Hombre de cincuenta años con secundaria incompleta. De
profesión técnica y condición socioeconómica media. Practica la religión católica y tiene
tres hijos varones de treinta, veintiocho y veinte años de edad producto de la misma
relación de pareja.
Infancia y Adolescencia
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Octavio creció en el seno de una familia numerosa conformada por su padre, su madre y
nueve hermanos. De ellos cuatro eran varones y seis mujeres con una distancia de dos años
aproximadamente entre cada uno; él es el séptimo de los nueve. La familia de Octavio vivía en uno
de los cantones más grandes del Área metropolitana y poseían grandes carencias económicas debido
a la cantidad de miembros en la familia.
“(…) era épocas muy duras en que todo costaba más y éramos más (…) costaba más la
parte económica, no teníamos casa propia entonces andábamos alquilando (…) todos
vivíamos juntos, todos en pelota en un cuarto”.
La relación con sus hermanos y hermanas es descrita como “buena” y eran los hijos/as
mayores quienes más se peleaban o discutían por cuestiones como ropa, artículos personales o
juguetes. Dice que lo más difícil de su niñez era las limitaciones económicas que vivieron conforme
crecían.
“Fue la parte más fea de la infancia (…) había muchas limitaciones económicas para ir a
la escuela, yo llevaba un pedacito de lápiz y un par de hojillas y estaba descalzo (…) a
veces comíamos bien, a veces ni comíamos”.
En cuanto a sus padres, Octavio refiere que en general la relación con ellos era bastante
buena, con excepción de algunos momentos en que su padre se tornaba agresivo -con sus hermanos
mayores principalmente-. A él no lo agredía, pero refiere tenerle cierto resentimiento por las
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limitaciones económicas, ya que no pudo concluir el colegio por esta misma razón. Este
resentimiento que Octavio guarda hacia su padre se agudiza cuando se entera que éste tenía tres
hijos con otra señora y una familia paralela.
“(…) mi tata tiene otra familia, porque la señora esa no se casó (…) tiene tres hijos con
esa misma señora y yo conocí a dos (…) me sentí como un perro (…) una vez le dije – Por
esa torta yo no pude ni estudiar, hubieron muchas limitaciones económicas (…) pero
parte de esas limitaciones era porque tenías otros hijos y nunca supimos- (…)”
Octavio se enteró de la otra familia de su papá a la edad de veintisiete años y le
correspondió a él, por ser el más allegado a su madre, darle la noticia. Al conocerse la noticia toda
la familia reaccionió negativamente hacia el papá, culpándolo de las carencias económicas al tener
que mantener trece hijos y dos esposas. La madre de Octavio, al enterarse de la vida paralela de su
esposo, le pidió que se fuera de la casa; pero luego lo volvió a recibir y así viveron juntos hasta su
muerte, hace dos años. Octavio percibió esta reacción de su madre como un acto de amor, mientras
que en las actitudes de su padre como falta de respeto hacia su madre.
Otra de las razones que llevan a Octavio a enfadarse con su padre fue el hecho de tener que
“andarlo jalando para todo lado, sacarlo de las cantinas”, y de ser testigo de varias infidelidades
de éste hacia su madre. En cuanto al afecto recibido, menciona que su madre lo chineaba bastante y
lo hacía a través de darle comidas y atenciones; mientras que su padre, a pesar de ser grosero, sí le
dedicaba afecto a través de tiempo y compañía. Refiere además que de sus hermanas mayores
recibía también afecto -“chineos”- y también algunos regaños; eran como “segundas mamás”.
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Para Octavio la forma en que su madre lo cuidaba, a través de chineos y atenciones -servirle
la comida, alistarle el café, acompañarlo al dormir- y preocupaciones por su bienestar, era algo que
lo hacía sentir valioso e importante. Incluso refiere que esos son los recuerdos más agradables y
valiosos que posee de su niñez. El cuido se convierte en un aspecto clave de su vida ya que para él
significa amor, cariño y protección, y cuando percibe carencia de cuido, se siente castigado y
rechazado.
Tras la llegada de la adolescencia, Octavio empiezó a laborar en diferentes oficios para
aportar a su casa. Esto lo definió como un cambio cualitativo en su vida ya que adquirió nuevas
responsabilidades y mayores libertades. Menciona que nunca tuvo novia durante la adolescencia a
pesar de considerar que era algo muy anhelado.
“En mi adolescencia yo no estaba muy entrenado para eso, era muy inocente en muchas
cosas, todavía yo a los dieciocho años no había tenido sexo. Siempre fui como muy
tranquilo. Yo me imaginaba que era bonito (…) tenía amigos que si tenían novia, pero a
mí no me salía nada”.
Octavio considera que lo fue difícil tener novia en la adolescencia debido a su inseguridad y
timidez así como no contar con la guía de una persona que le dijera como acercarse a las mujeres y
aprovechar el interés que estas puedan mostrar.
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Vínculos de pareja significativos
Octavio menciona cuatro parejas, de las cuales dos le son significativas. La primera de las
parejas significativas es su exesposa, Lidia, con quien empezó la relación a la edad de diecinueve
años, cuando ella tenía dieciséis; se conocieron en el barrio y comenzaron siendo amigos y luego
iniciaron una relación hasta que ella quedo embarazada y Octavio decidió casarse luego de un año
de noviazgo.
“Yo la andaba chineando de aquí para allá (…) cuando llegó el embarazo decidimos
casarnos, fue muy difícil porque no me aceptaron, todo me lo tiraron al suelo (…)
entonces ella decidió irse conmigo (…) Nos casamos, no fuimos a vivir donde mi mama”.
Durante esos primeros años de relación, Octavio se sentía seguro del sentimiento que
compartían y la aceptación que recibía por parte de Lidia. Además se sentía satisfecho por el cuido
que recibía de ella y la confianza que tenían en la relación.
La segunda relación significativa en la vida de Octavio se presentó cuanto este tenía treinta
y ocho años; ella se llamaba Sandra y eran compañeros de trabajo. Octavio menciona que fue una
relación meramente sexual y que ella insistió durante mucho tiempo hasta que él cedió.
“(…) ella pagaba todo. Me decía -Yo quiero estar con usted, tengamos sexo.- y yo le
decía -No, mire, yo soy casado tengo tres hijos.- (…) pero al tiempo caí (…) una vez ella
me dijo -¿Qué, usted es playo?- y yo le dije –No, te digo que tengo esposa y tres hijos (…)
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pero se lo voy a demostrar ¿Qué quiere hacer?- y ella me dijo -Yo pago un motel, yo pago
la fiesta- (…)”.
No obstante, Octavio acepta que, más allá del mero acercamiento sexual, había con Sandra
una cercanía afectiva basada en actos de cuido -apoyo en trabajos, regalos y detalles-, en especial en
momentos en que él se sentía descuidado por parte de Lidia.
“(…) esa mujer se paseó en mi vida (…) ella se enamoró de mí (…) ella tenía todo
montado, yo nada más fui a la acción.(…) ella muy enamorada me dice -Te amo, estoy
enamorada- y yo le dije, -Ya le demostré que no soy playo, fue la primera y última vez que
me la cojo- (…) luego empezó a llorar (…) agarró la factura y habló con mi esposa y le
dijo -Aquí estuve con su esposo y nos acostamos- (…). Ese día llegué yo a la casa (…) y
me mi esposa me pidió explicaciones por esa factura.”
Después de ese episodio, la relación con Sandra terminó y al mismo tiempo inició la crisis
de pareja con su esposa Lidia que duraría varios años antes de la separación.
Crisis de pareja y duelo
Para Octavio el amar y ser amado tiene que ver con seguridad, compañía y cuido. Incluso
menciona que es importante sentirse necesitado y necesitar a la pareja. En un principio la relación
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con Lidia le brindaba todo esto, pues a pesar de las dificultades económicas en la que inició su
matrimonio y los esfuerzos laborales que tuvo q llevar a cabo para asegurar la manutención de su
familia, él se sentía correspondido en estos aspectos.
La relación con Lidia se caracterizaba por ser amena y cordial, pero esto cambió una vez
que sucedió el episodio de Sandra. En consecuencia la relación se transformó y la interacción se
caracterizó por la hostilidad y conflictos mutuos.
“Había muchas desconfianzas, siempre me lo estaba restregando, me echó tres veces de
la casa (…) cuando habían bronquillas siempre salía el tema ahí de esta mujer. Nunca
me pidió que saliera del trabajo, nunca me lo dijo pero si lo pensé. Me decía que me fuera
a acostar con la otra (…) Empezó a ser agresiva, ya después hasta me levantaba la mano
(…) yo mejor me iba para no hacer más el problema.”
A través de los doce años posteriores la relación entró en crisis, Octavio menciona observar
algunos cambios en la dinámica de pareja y al mismo tiempo se sentía incapaz de sobrellevarlos o
solucionarlos.
“Ella ya no quería ni aplanchar ni nada, si teníamos sexo era por complacer nada
más(…) eso han sido los últimos doce años. Yo le dije a ella -si no perdonó para que
volvimos doce años, arrastrando eso-. Éstos doce años yo he tenido esta situación ahí
pegada”.
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Octavio menciona que fue el amor lo que llevó a mantenerse en la relación y a hacer
cambios en su comportamiento, y principalmente se dedicó a comprar el amor de ella a través de
proveer económicamente y esperar un cambio que no se dio. El momento en que Octavio se dio
cuenta de la pareja estaba definitivamente en crisis, fue cuando hizo las tres mayores compras
posibles: le compró una casa nueva, le regaló un carro y le propuso renovar los votos matrimoniales
ante la iglesia católica. Octavio esperaba lograr resolver definitivamente el problema en la pareja y
sin embargo obtuvo desprecio, alejamiento y rompimiento definitivo.
“(…) El carro lo compramos y lo metimos al patio porque la choza es bien grande, son
mil metros; (…) pero ella no lo quería, me dijo que mejor lo vendiéramos (...) Yo me sentí
una decepción tan grande, un desprecio.(…)Yo esperaba que me abrazara, me besara,
una reacción bonita, positiva, del esfuerzo, porque es un esfuerzo que hace uno.(…)
después de eso, se vendió el carro (…) a los meses, cuando ya teníamos la casa lista, le
digo –¿Por qué no nos casamos? Mi mamá quería que nos casáramos y su mamá
también- y ella me dijo -¿Qué me va a dar? quiero un crucero de luna de miel, quiero
anillos caros y fiesta de compromiso- yo estaba dispuesto a cumplir con los requisitos.”
Se llevó a cabo la fiesta de compromiso y dos meses después el comportamiento de Lidia
fue cambiando radicalmente al punto de ignorar completamente a Octavio; conversaba por teléfono
y por computadora hasta altas horas de la noche. Luego Octavio encuentra una factura por un monto
alto de dinero y le pide una explicación a Lidia. Tras la confrontación Lidia decidió ir a dormir a un
cuarto aparte, le devolvió el anillo y un mes y medio después se fue a vivir fuera de la casa.
Ante estas situaciones Octavio se sentía impotente, frustrado, asustado y dolido. Tenía
miedo de perder a sus hijos puesto que, según él, Lidia les había dicho cosas negativas y se sentía
atormentado ante la posibilidad de que ella estuviera con otra persona. Ante el riesgo de perder la
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relación con su esposa, Octavio siguió comprándole regalos y dándole dinero con el objetivo de
mantener a su lado.
“Le pagué las cuentas, porque eso la tenía muy estresada a ella (…) quería comprarla
(…) Ella dormía en un cuarto y yo dormía en otro cuarto (…) yo me levantaba en la
madrugada, salía de mi cuarto e iba al de ella (…) estaba con los audífonos y el celular y
a pesar de que mis insistencia ella nunca quiso volver a dormir conmigo (…) Ya yo le
lloraba en la choza y los carajillos me preguntaban qué pasaba”.
No fue sino hasta el momento en que Lidia le confesó que tenía una relación con otro
hombre, que Octavio se dio cuenta que ya todo había acabado. Se desarrolló en él una culpabilidad
muy grande pues consideraba que se merecía lo que estaba pasando al haberle sido infiel a su pareja
años atrás. No obstante, esa culpa decayó una vez que se enteró que muchos años atrás -quince
aproximadamente- Lidia le había mantenido una relación paralela con otro hombre.
Ante la eminente separación, Octavio hace un último intento de reparación pidiéndole a
Lidia que lo intenten de nuevo, pero ella le asegura que ya no lo ama y que únicamente lo aprecia
como el padre de sus hijos.
“(…) como si me hubiera pasado un tráiler por encima (…) con dolor, frustración,
desesperación, impotencia, fue fatal (…) me tiré al suelo, le dije -No siga con esa
relación, yo la perdono- (…) luego le dije -No me queda otra que irme. Ojalá que la
consciencia y Dios la juzguen por esto.-”
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Inmediatamente posterior a la separación Octavio se sentía desesperanzado, sentía que nada
valía la pena y todo había terminado; paralelamente se desarrolló un fuerte resentimiento hacia ella
y una enorme preocupación acerca de la manera en que iba a enfrentar la vida con sus hijos en el
futuro. Tenía además pensamientos recurrentes acerca de la manera en que ella se estaba
relacionando con la nueva pareja y cómo éste llegó a ocupar su lugar.
Actualmente, Octavio dice haber logrado una convivencia estable y agradable con sus
hijos, ha mejorado la relación con algunas personas a su alrededor como su familia extendida, sus
amigos y sus compañeros de trabajo. Con respecto a Lidia comenta que no desea volver a tener una
relación con ella y se está preparando para mantener esa decisión en firme por si ella regresara en
algún momento.
“(…)El fin de año, que fue el primero que lo pasamos sólo, nos fuimos para la playa, mis
hijos, mis nueras y yo, (…) y me gustó (…) por decirte algo, fui al gimnasio, y me gusta el
gimnasio, ando mucho en moto; he conocido más gente, amistades, amigos; me puedo
relacionar más (…)”.
Para Octavio la clave ha sido recuperar espacios que él mismo había ido cerrando durante la
relación y, lo que es más importante, volver a pensar en sí mismo y satisfacer sus necesidades sin
depender de una pareja en su vida.
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Caso: Roberto
Datos sociodemográficos: Hombre de cuarenta y tres años con educación secundaria
completa. Profesional técnico de condición socioeconómica media baja. Adscrito a la
religión católica y tiene un hijo de cinco años.
Infancia y Adolescencia
La familia de Roberto está conformada por cuatro hermanos, Jessica, José, Carolina y
Camilo, y sus dos padres, él es el tercero de los hijos de la pareja. La hermana mayor y Roberto
nacieron dentro de la primera relación de pareja que tuvo la madre alrededor de los veinte años de
edad.
Al poco tiempo de haber nacido Roberto es abandonado por su padre biológico y
posteriormente la madre conoce a otro hombre, el cual sería su pareja y el padre de los tres hijos
menores. Según Roberto, este hombre lo adoptó a él como hijo y sería la pareja que mantendría la
madre hasta la actualidad.
La madre prefería no hablarle a Roberto acerca de su padre biológico por lo que lo llevaba
periódicamente a visitar a su madrina, quien era en realidad la hermana del padre biológico, es
decir, su tía. Las visitas tenían la finalidad mantener contacto con la familia paterna de Roberto y
llevarle noticias a su padre quien vivía mucho tiempo en el extranjero. De la misma forma Roberto
visitaba a la madre de su tía paterna de forma periódica sin saber que se trataba de su abuela hasta la
edad de ocho años cuando la madre le dice la realidad de sus familiares y conoce a su padre
biológico quien había llegado de visita.
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Esta situación confundió mucho a Roberto cuando fue niño, al parecer la madre lo obligó a
guardar el secreto mientras él viviera en la casa. Al principio sintió culpa, ya que creía que estaba
engañando a su padre adoptivo, sin embargo conforme pasó el tiempo se fue acostumbrando a la
situación y dicha culpa desapareció.
“Yo me sentí como extraño, yo decía –Qué raro tengo dos papás ¿Cómo será eso?- (…)
mi mamá me decía -Pero no diga nada- y yo siempre vivía con ese secreto; todavía ahora
mi papá adoptivo no sabe eso, o sea que yo iba allá.”
Posteriormente, cada año Roberto iba a visitar a su padre biológico y recibía regalos de él,
generalmente ropa y dinero; comenta que nunca se creó una relación afectuosa con él, suele
compararla como un vínculo de amistad con transacciones materiales. No obstante dice que su
relación con sus abuelos paternos era mucho más estrecha debido a que ellos le daban mucho más
cariño y los frecuentaba desde hace mucho más tiempo atrás.
Durante la infancia Roberto peleaba y tenía muchos conflictos con su hermano José y su
hermana Jéssica; eran conflictos cotidianos con el objetivo de llamar la atención de la madre la cual
tenía a cargo a dos hijos recién nacidos. Cuando las peleas tenían lugar, la madre los regañaba y los
castigaba físicamente para que no se golpearan ni insultaran. Otro conflicto cotidiano ocurría
cuando el padre adoptivo de Roberto llegaba a la casa ebrio y peleaba con su madre; al parecer esta
situación fue común durante los primeros años de vida, sin embargo se aminoró conforme pasó el
tiempo.
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“Cuando llegaba se armaba la de san quintín y peleaban mucho y se gritaban y todo (…)
mi tata era muy violento y hubo maltrato físico entre ellos (…) Era entre los dos, pero yo
me acuerdo que mi tata era el que empezaba. Se gritaban y se agarraban.”
Roberto dice haber estado muy cerca de sus familiares maternos y que en muchas ocasiones
algunos de estos, tíos y abuelo principalmente, permanecían un periodo viviendo en su casa debido
a problemas de tipo económicos y maritales -separaciones y divorcios-. Experimentó la pérdida de
su tía y su abuela antes de la edad de nueve años, lo cual le dolió mucho debido a la cercanía de
ellos y el sufrimiento visto en los padres y hermanos.
La relación de Roberto con su madre la cataloga como distante, por lo general se remontaba
a poca expresión de afecto -no lo abrazaba, besada o manifestaba aprecio a él- y claras muestras de
actividades relacionadas con el cuido -cocinar, aplanchar, lavar y demás labores domésticas-
Mientras que la relación con el padre adoptivo era todavía menos afectiva e implicaba actividades
de proveedor económico. Son escasas las veces cuando Roberto compartía tiempo con sus padres,
sin embargo comenta que mucho del tiempo y afecto lo recibía de sus abuelos, tíos y primos
maternos con quienes jugaba y visitaba constantemente.
“Yo tenía un tío que era con el que íbamos a jugar mejenga, tío Roy y él nos quería
mucho; con él era el que nos íbamos a chirotear, y con los primos que nos íbamos a jugar
clavito y escondido y salve el tarro y todo el montón de primillos”
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Roberto asegura haber tenido una infancia cómoda y sentirse muy seguro con sus padres,
para él fue importante saber que tenía un techo y comida disponible en cualquier momento, así
como que su familia estuviera unida a pesar de las disputas y enfrentamientos entre los miembros.
A inicios de la adolescencia Roberto comienza a tener mejores condiciones económicas, lo
cual repercute en el cambio de residencia. En ese momento viven en un lugar con mayor espacio y
la familia se encontraba construyendo su casa propia. Esta situación hizo que Roberto tuviera que
empezar a trabajar en labores de construcción como peón después de las jornadas lectivas en el
colegio.
Roberto empieza a manifestar su gusto por las mujeres en los primeros años de colegio,
comúnmente formaba parte de diversos juegos en donde besaba a compañeras y las acariciaba; las
relaciones de noviazgo implicaban enviarles cartas a las novias, compartir espacios de ocio,
obsequiar regalos y comida, sin embargo eran inestables en el tiempo y de corta duración.
“Me acuerdo que jugaba con una chavalilla que era la que lo apretaba a uno y ya ella
estaba más desarrollada entonces era la que se dejaba tocar.”
En más de una ocasión Roberto se sentía frustrado al no poner salir o relacionarse con
ciertas mujeres por las que se sentía atraído; por lo general trataba de ser atrayente por medio de
sobresalir en las clases de educación física del colegio pero esto en la mayoría de las veces le
resultaba inútil.
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Vínculos de pareja Significativos
El primer vínculo de pareja significativo para Roberto fue con Virginia, ella tenía veintitrés
años y él veintidós; se conocieron en un supermercado, Roberto era display de productos y ella
demostradora. Al inicio Roberto la invita a salir y se da cuenta de que ella tenía una hija y que en
ocasiones esta situación le dificulta las salidas. Sin embargo al poco tiempo la pareja empieza a
frecuentarse más a menudo y Roberto decide presentarse ante la madre de Virginia como novio y
empieza visitarla en la casa de forma reiterada.
La relación de pareja entra en deterioro cuando ella comienza a ser celosa y a tratar de
controlarlo, al parecer no le gustaba que Roberto hablara con otras mujeres o que compartiera
salidas y fiestas con compañeros/as de trabajo. A pesar de esto Roberto siguió saliendo con sus
amigos e inclusive coqueteaba con otras mujeres. Al poco tiempo empezó a sentirse inseguro ya que
imaginaba que Virginia podía estar coqueteando con otras personas como él lo hacía.
Se separan por los deseos y demandas de Virginia en relación a la convivencia, según
Roberto, esta situación se agrava cuando había conflictos entre la madre y la hija. Roberto se
negaba rotundamente a convivir con ella y se sentía presionado, por lo cual, tras un tiempo decide
terminar la relación con ella y evitar frecuentarla en los diversos lugares de trabajo por lo que nunca
más se volvieron a ver.
A los dos años de terminada la relación conoce a otra mujer llamada Marcela, quien sería su
segunda pareja significativa. En aquel momento Roberto había dejado su trabajo de display y había
pasado por otras profesiones relacionadas con la seguridad de locales por lo que obtuvo un trabajo
de guardia de seguridad en un banco. Luego empezó a participar en grupos de fútbol en donde
conoce a Marcela y posteriormente deciden organizar citas.
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Roberto comenta no sentirse atraído por Marcela desde el inicio, sin embargo prueba salir
con ella en reiteradas ocasiones con lo cual su amistad e interés se asentó. En aquel momento
Marcela era madre de un niño pequeño de cinco años de edad y vivía con su madre y abuela. Al
cabo de un año de relación Roberto empiezó a tener problemas y diferencias con su suegra quien
una vez lo llamó al trabajo para insultarlo, esta situación lo molestó demasiado y fue causante de un
distanciamiento en la pareja que duró quince días.
Roberto dice que esta relación de pareja para él no era de gran importancia, que
comúnmente la valoraba como pasajera y con poco futuro, de tal forma que a pesar de estar
vinculado más de un año con Marcela, salía con otras mujeres con las que se vinculaba
paralelamente.
Después del periodo de distanciamiento, Marcela decide convencer a Roberto para que
formalicen su relación, lo cual motiva a Roberto pedir condiciones como evitar contacto con su
suegra y demás situaciones que le resultaban incómodas. Poco tiempo después Roberto observa el
compromiso de Marcela y se empieza a apegar más a ella; decide hacer un préstamo y comprar una
casa para empezar a convivir juntos. Se acuerda que el hijo de Marcela, Rolando, sería criado por la
abuela.
Roberto se sentía inseguro al inicio de esta situación, sin embargo con el tiempo empezó a
confiar más en su pareja y a asumir más deudas para tener mayores comodidades -compra de
muebles y electrodomésticos-. A los pocos años Roberto y Marcela engendran a su único hijo al que
llaman Jesús, ambos se sienten muy contentos en ese momento y empiezan a dedicarle más tiempo
a las labores de crianza y demás cuidados de futuro hijo.
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“También ella me dijo -¡Qué bendición, vamos a tener un hijo! (…) lo aceptamos muy
bien los dos (…)”
Crisis de pareja y duelo
La crisis acontece cuando se le declara cáncer terminal a la madre de Marcela, esta
situación termina en su muerte y la obligación del cuido y crianza de Rolando –el primer hijo de
Marcela-. Al inicio hubo un gran choque entre Rolando y Roberto ya que el primero no obedecía las
reglas y demandas impuestas por el segundo. Roberto comentó que al no ser el padre biológico de
Rolando, no tenía el derecho de regañarlo o bien ponerle límites y reglas, ésta situación producía
diferencias y discusiones con Marcela quien recordaba al fallecimiento de su madre y la necesidad
de comprender y mitigar los cambios para su hijo mayor.
“(…) entonces le decía a Marcela -Vea tenemos que cambiar con lo de Rolando-, ella me
decía -Sí, pero usted tiene que entender que él vivió allá y se le dieron muchos gustos-.”
Los reclamos posteriores a esta situación provenían de Marcela, quien se molestaba debido
a que Roberto “salía de fiesta” con sus amigos los viernes, a esto Roberto respondía de forma
evasiva e invitaba a Marcela a que hiciera lo mismo y cambiaran los roles, es decir, él se quedaría
algunos viernes con los hijos y ella saldría. A pesar de esta iniciativa los problemas continuaron y
Marcela empieza con nuevas solicitudes; en este momento ella quiere irse a vivir a un pueblo
cercano en donde se vivió cuando era niña, en ese lugar había una casa más espaciosa que le fue
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heredada después de la muerte de su madre. Roberto no quería ceder debido a que eso implicó dejar
el lugar en donde viven y perder la cercanía con sus familiares y amigos de la localidad. Sin
embargo, al poco tiempo Roberto cedió esta condición y se fue a vivir al lugar donde Marcela
quería.
La situación se estabilizó conforme pasaron los meses, Roberto comenta que en ese
momento la cercanía afectiva, entre ambos, era constante. Posterior a la mudanza, Marcela decide
dejar de trabajar para criar a sus hijos hasta que fueran más grandes, a esto Roberto accede con
agrado. Al cabo de ocho años Marcela decide volver a trabajar y contratar a una persona para que
cuide a sus hijos y realice las labores domésticas.
Cuando Marcela inicia con el nuevo trabajo, Roberto nota que ella empieza a cambiar su
“forma de ser”, por lo general se distanciaba cada vez más, lloraba de forma esporádica sin dar
explicaciones, su estado anímico era predominantemente triste y cada vez era más frecuente sus
salidas nocturnas y llegadas tardías a la casa. Esta situación preocupaba demasiado a Roberto, el
cual se preguntaba por la condición de Marcela sin llegar a una explicación satisfactoria; él sabía
que había una crisis en su relación de pareja pero no entendía las razones y aún menos sabía cómo
afrontarla.
“(…) ella empezó con el celular (…) a veces como a las once y media de la noche (…) y
yo le decía - Deja ese celular ¡no te deja tranquila! Apaga ese chunche-.”
Conforme pasaban los meses los reclamos de Roberto por el comportamiento de Marcela
eran cada vez más constantes y llenos de frustración; pensaba en la posibilidad de abandonar la
casa, poco tiempo después encuentra en su cama una nota de Marcela que le pide que se vaya de la
casa.
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“(…) y a mí me agarró una cosa aquí, un frío y después como que me hervía la sangre,
una reacción ahí rarísima y me dije -¿pero qué es esto? ¡Esto no puede estar
sucediendo!-“
Después de esta situación Roberto empieza a tratar de llamarla y a buscarla para pedir
explicaciones, al cabo de unas horas logra contactarla y al llegar a la casa ambos tienen una
conversación al respecto. Roberto se da cuenta de que su pareja le reclama por el tiempo en que
convivieron, ella dice que él ya no le habla y que se han distanciado mucho, a estas quejas Roberto
confirma su intención por querer cambiar y hacer un esfuerzo para que funcione la relación. Ambos
acuerdan seguir juntos, sin embargo Marcela continúa llegando tarde a la casa y Roberto empieza a
sentirse cada vez más celoso y le reclama con mayor molestia. A los pocos meses, en la época de
Navidad, Roberto descubre en el celular de ella la foto de un hombre y escuchó una conversación de
Marcela con su hermana en donde le dice que ya no quiere vivir con él; después de esa situación
Roberto decide irse de la casa en donde vivió.
“(…) yo me di cuenta que había sido infiel y de ahí en adelante, ya pasaron los pleitos y
todo; pero yo no me resignaba a perderla, digo yo -Puta, yo que al principio no quería,
ahora sí quiero(…) no, ese mae no va a ser más que yo, yo la voy a conquistar de nuevo-”
Después de salir de su casa Roberto confirma que Marcela tiene una relación con otro
hombre, situación que lo aqueja fuertemente pero al mismo tiempo lo motiva a seguir tratando de
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acercarse y volver a encontrar la forma de regresar a su casa. Marcela dice no saber lo que quiere en
ese momento, sin embargo a los seis meses decide darle otra oportunidad y volver a intentar
convivir. Según Roberto la situación se repite de la misma forma, Marcela empieza a repetir los
mismos comportamientos que el año anterior, se muestra igualmente evasiva y llegaba tarde por las
noches; al poco tiempo Roberto se da cuenta de que Marcela tiene una relación con un hombre
diferente debido a que ella misma se lo confiesa.
Lo anterior motiva a Roberto a irse definitivamente de la casa en donde vivió, sin embargo se sentía
muy triste tras las separación, comenta que pensaba mucho en su expareja, dice que se sentía
traicionado, enojado, frustrado y que aún, meses después de los acontecimientos, mantenía la
esperanza de volver a la casa con ella.
“Me sentía muy triste (…) yo no fui un mae cabrón (…) pero mi proyecto de vida era
envejecer con ella y ver a los nietos (…) lloraba mucho”
Durante los meses siguientes Roberto esperó que Marcela se acercara para pedirle volver,
sin embargo esto nunca sucedió. Comenta sentirse muy culpable por el fracaso de su proyecto de
relación y pensar constantemente en las posibilidades de volver y las implicaciones que esto le
traería, pensaba en que los problemas se hubieran podido resolver con una buena comunicación y
que al mismo tiempo ella era la culpable de todo, que ella había vuelto a ser la misma persona que
conoció al principio, es decir, una mujer que salía y tenía varias parejas.
Además esto le trajo problemas para dormir, pérdida del apetito y pérdida de peso; pensaba
en que Rolando había ganado el pleito que tenía con él durante años, es decir, que había logrado
separar a Marcela de él; por otra parte pensaba reiteradamente en su hijo Jesús, al cual no lo tendría
cerca para mostrarle su afecto.
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“Y con Jesús si sentía mucha tristeza, de tener que dejarlo sin un papá, sentía mucho
dolor (…) no iba a estar para muchas cosas con él (…) no lo iba a ver todos los días, no
lo iba a chinear y no iba a hacer un montón de cosas a su lado (…) toda la falta de amor
que no recibí y la historia se repite ahora con Jesús”
Roberto no aceptaba la pérdida de Marcela, aún esperaba que la situación se arreglara al año
de haber terminado con ella, recibió mucha ayuda y apoyo por parte de su familia de origen,
quienes lo acogieron en su casa. Igualmente compartía más tiempo con sus amigos cercanos y
empezó a buscar grupos de ayuda para hablar del tema.
Roberto dice tener dificultad para poder relacionarse con las mujeres, después de la ruptura
empezó a salir a clubes nocturnos y a bares con el objetivo de poder encontrar una pareja, sin
embargo no lo ha logrado. Comenta haber tenido sexo comercial con trabajadoras sexuales y
haberlo disfrutado; por otra parte dice haber encontrado mujeres dispuestas a vincularse con él pero
manifiesta haberlas rechazado a todas, dice no sentirse listo para entablar otra relación. En la
actualidad Roberto vive con sus padres y no mantiene comunicación ni contacto con Marcela ni con
Rolando, son escasas las situaciones en donde les habla, por lo general con el objetivo de lograr
comunicarse con hijo Jesús.
Caso: Juan E.
Datos sociodemográficos: Hombre de cuarenta años con educación secundaria incompleta.
Empresario de condición socioeconómica media. Practica la religión cristiana Adscrito a la
religión católica y una hija de quince años y tres hijos de cinco, diez y once años.
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Infancia y Adolescencia
Juan E. es criado por su Abuela materna inmediatamente después de su nacimiento ya que
sus padres biológicos -Ana y Eduardo- no querían asumir su cuido debido a que había sido
concebido dentro de una relación extramarital. Juan es el cuarto de cinco hijos por línea materna y
el tercero por línea paterna. Menciona que su padre nunca supo que su madre estaba casada con otra
persona hasta el momento en que él nació.
“Mi mamá nunca le confesó a mi papá que ella era casada. Cuando yo nací (…) él se dio
cuenta de que ella era casada. Cuando fueron a darme los apellidos, le dijeron aquí no
hay un Juan E. Muñoz Cruz, aquí hay un Juan E. Saenz Cruz (…) papá se molestó
bastante porque sintió que mi mamá lo había engañado y mi papá jalo, me dejó (…) mi
mamá me tuvo que dejar con mi abuela porque no podía verme ni criarme. En otras
palabras me regaló a mi abuela.”
La madre asume el cuido de las dos hijas mujeres María y Joseline, de las cuales la primera
era la única hija que es considerada como “hija del matrimonio”. Los otros dos varones Marcos y
Enrique fueron criados por las familias paternas respectivas. Juan comenta que el caso de él es
diferente ya que tuvo que vivir en varias casas de familiares maternos, en específico de tíos y tías.
De esta situación se desprende el hecho de no tener los suficientes recursos económicos para poder
pagar un lugar para vivir. De sus dos hermanos por línea paterna -Donald y Mario- comenta que
fueron criados por el padre, el primero de ellos falleció a la edad de treinta y tres años por adicción
a drogas.
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“Vivimos toda una vida arrimados, muy pobres. (…) con mi tío, ahí vivían los primos, la
esposa de mi tío y así sucesivamente. Y después nos fuimos a vivir adonde mi tía, ahí
vivían mis primos.”
Durante su infancia trabajó para poder traer ingresos a su casa, desde los seis años trabajaba
vendiendo verduras, papel periódico, botellas y demás actividades. Al mismo tiempo estudiaba en la
escuela pero abandonó los estudios a la edad de dieciséis años para poder dedicarse a un trabajo
estable y remunerado en una empresa de procesamiento de madera.
Juan E. comenta que nunca se relacionó con sus padres biológicos hasta entrada la edad
adulta, dice no sentir resentimiento por lo sucedido. En cuanto a su padre refiere quererlo mucho y
visitarlo ya que vive en el extranjero; respecto a su madre menciona convivir con ella pero no poder
expresarle afecto alguno ya que el rol de madre de cuido fue ejercido por su abuela.
“A mami no le siento ese cariño de hijo. Cuando digo mami relato a mi propia abuela, es
mi propia mamá. Para mi padre y mi madre fue mi abuela (…)”
Además de las exigencias, del trabajo que realizaba, experimentó rechazo y violencia por
casi todas las personas con las que convivía. Menciona la humillación vivida por parte de los
primos y los tíos; la describe como abundante en aspectos relacionados con bienes materiales,
insultos y humillaciones.
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(…) me hicieron sufrir mucho. Mucha humillación. Yo iba a la escuela con ropa que ellos
me regalaban y me ridiculizaban con los amigos míos. (...) me recuerdo que por ejemplo
daban arroz y frijoles y huevo (…) cuando aparecía un pedazo de carne llegaba un David
o un Héctor o José y me quitaban el pedazo de carne para dárselo a ellos.
Juan comenta que durante esta edad nunca se sintió amado, el afecto por parte de sus
familiares era escaso y solo se podía observar de parte de su abuela y su tía Zaida en momentos
esporádicos; por lo general la expresión de este afecto se manifestaba mediante las labores
domésticas –alimentación y lavado de ropa-. De igual forma menciona que nunca pasaban tiempo a
su lado, por lo general le hablaban y se acercaban cuando tenían que asignarle una tarea o trabajo a
realizar. Junto a lo anterior, también tenía muchas prohibiciones en su casa que limitaban las horas
de juegos y las personas con las que podía relacionarse; afirma haber vivido toda la infancia con
miedo a ser castigado físicamente y abandonado por su comportamiento.
“Pasar conmigo era - vaya haga este mandado, vaya a tal lado, haga la tal cosa- Todo
era prohibido para mí. Jugaba vendiendo chayotes, vendiendo culantro, jugaba con las
botellas, jugaba con los carretones del supermercado. Ese era mi juguete (…) tenía un
amigo que se llamaba José, pero me prohibían tener amigos. Ya después de cierta hora yo
no podía salir a jugar.
Por lo general el castigo físico era muy amplio y frecuente, era castigado prácticamente por
cualquier cosa que disgustara a su abuela o alguno de sus familiares; las acciones llevadas a cabo
incluían golpes con objetos, gritos, ofensas, jalones de orejas y demás. Comenta que le pegaban
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diariamente y que por lo general la abuela era quien ejecutaba el castigo. Juan piensa que el castigo
recibido le ha ayudado a mantenerse “en buenos pasos” y se compara con otras personas cercanas
que no fueron maltratadas y que ahora se encuentran en situaciones de drogadicción y delincuencia.
“Hoy le agradezco al ser el Juan que soy. Veo ahora a mis compañeros de infancia, con
los que crecí (…) son personas que están perdidos en las drogas, el licor, abandonados y
no tienen en dónde caer muertos. Yo relato lo que mamá me decía y lo traigo a mi vida.”
En la adolescencia Juan empieza a compartir otros espacios que comúnmente le eran
prohibidos; a los trece años la abuela le da permiso para ir a una iglesia evangélica la cual describe
como “lo más bello de mi vida”. En este lugar conoce a personas de su misma edad y empieza a
sentirse amado y aceptado como nunca antes; este espacio lo anhelaba y perseguía con ahínco,
cuando la abuela le prohibió ir al culto de jóvenes, Juan habló con el Pastor y éste último convenció
a la abuela para que dejara a su nieto ir a las actividades en la noche.
En la misma época Juan entra al colegio y al final del curso lectivo abandona los estudios
debido a la cantidad de trabajo que asumía durante la tarde, hasta de dieciséis horas diarias, y la
asistencia al grupo religioso durante las noches. Conforme fue pasando el tiempo Juan empezaba a
tener más tiempo libre y a compartir más espacios con grupos de pares; las salidas comunes eran
visitas a sodas y momentos de receso en las actividades de la iglesia.
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Vínculos de pareja Significativos
A los quince años tiene su primera novia que describe como su “primer mujer en todo”, su
nombre es Karla. La conoce en la iglesia a la que asistía y luego empieza a visitarla con mayor
frecuencia a su casa. La abuela no puso objeción en que Juan empezara a tener novia ya que éste
quería casarse con ella y comprometerse a formar una familia. Karla fue la primera mujer con la que
Juan tuvo relaciones coitales, esta situación fue conflictiva para él debido a que entraba en
contradicción con sus valores morales y religiosos.
“Yo ni sabía cómo se hacía el amor, ella me agarró en un cafetal y me dijo acuéstese ahí
y quítese los pantalones. Ella tenía experiencia.”
Cuando la suegra de Juan se da cuenta que éste había comprado algunas cosas para
amueblar la casa cuando se casaran -cama, refrigeradora y cocina- le revela que su hija no le fue
fiel, ya que en muchas ocasiones frecuentaba bares y besaba a hombres que no conocía. Esta
situación afectó fuertemente a Juan de tal forma que no quiso volver a ver a Karla y rompe su
relación de forma definitiva.
“(…) yo agarré el bolsillo y me vine y la escuché cuando venía detrás mío y le digo -aquí
Karla se acabó todo, mucho me duele, porque usted está jugando conmigo, yo quería
cosas con usted-“
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A los tres años después Juan conoce a Marilyn mientras practicaba ciclismo, al inicio él no
creía que a ella le pudiera interesar, sin embargo ella empieza a frecuentar lugares en donde Juan
practicaba deporte. Posteriormente Juan decide buscar la manera de hablarle por lo cual decide ir a
la casa en donde ella estaba y en ese lugar le manifiesta su interés, el cual fue bien recibido. Marilyn
le da el número de teléfono a Juan para mantenerse en contacto debido a que vive en una zona
cercana a la costa y su estadía sería temporal; posteriormente mantienen conversaciones por
teléfono y al mes siguiente Juan decide ir a visitarla al pueblo donde vive y a pedir el permiso a los
padres para poder ser su novio. Después Juan se casa con Marilyn a pesar del rechazo de esta
situación por parte de la abuela. El matrimonio era una forma de vivir una vida que no podía tener
al lado de su abuela, era una forma de escapar ante tanto rechazo y violencia.
“El matrimonio era como mi carta de libertad como para poder salir del encarcelamiento
en que me encontraba con mi abuela.”
Vivieron seis meses en el área metropolitana, el ambiente no era favorable debido a que
Marilyn extrañaba a sus familiares. Al cabo de este tiempo Juan decide irse a vivir en el pueblo de
origen de su esposa, lo cual le trajo más problemas ya que el trabajo que tenía que realizar era muy
extenuante y mal pagado. Juan y Marilyn entran en conflicto dado que no podían ponerse de
acuerdo en donde vivir; esta situación dio como resultado la separación de la pareja. Juan vuelve a
vivir con su abuela después de seis meses de casado y continúa visitando a Marilyn
esporádicamente; a los dos años de separados nació la única hija del matrimonio. Durante este
tiempo Juan conoce a otra mujer con la cual inicia una relación de pareja, lo que lo motivó a poner
fin a su matrimonio con Marilyn años después.
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El nombre de la mujer con la cual hace pareja es Lidia, ella tenía dieciséis años y Juan
veintiún años en aquel momento. Se conocen por medio de la madre de Lidia quien le alquilaba un
apartamento a Juan y a Marilyn cuando ambos vivían en el área Metropolitana. Cuando Juan retorna
a vivir con su abuela decide invitar a salir a Lidia y empiezan una relación de novios al mes
después. Juan comenta que durante los cinco años de relación con Lidia nunca se separó de
Marilyn. Afirma que ambas mujeres sabían de la situación y esto no lo afectaba directamente salvo
en algunas ocasiones cuando Lidia le pedía que se divorciara de Marilyn y se comprometiera en
matrimonio con ella.
“Ella quería que nos casáramos (...) A mí no me interesaba, sólo quería estar con ella
nada más.”
Al cabo de este tiempo Juan sentía celos respecto a Lidia, creía que ella le era infiel,
especialmente cuando la veía hablar con otros hombres, sin embargo dice que esto fue algo
cotidiano en todas las relaciones que tuvo durante esos años de vida. Cinco años después la relación
con Lidia acaba cuando conoce a otra mujer llamada Diana, la cual le da más “emoción a su vida”
ya que el vínculo con Lidia había dejado de ser intenso y no implicaba afecto para ambos.
“Se fue apagando el amor, ya era puro sexo. Ya no había aquello bonito, aquello tuanis.
Era sólo llegar y meterla y vámonos. Eso era todo. Por parte de ella yo creo que el amor
estaba todavía.”
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Juan dice que mientras estuvo con Lidia se relacionó sexual y emocionalmente con otras
mujeres, sin embargo no se apegó con ninguna hasta la llegada con Diana. En aquel momento Juan
trabajaba en una empresa que se encargaba de hacer demostraciones de productos en los
supermercados, conoció a Diana porque ella trabajaba con la competencia como demostradora de
productos. Ella había terminado recientemente una relación con su novio quien era chofer de bus,
sin embargo Juan desconfiaba de esto; hasta que un día la investigó y la siguió hasta encontrarla
bajándose de un bus. La confronta y le pregunta si le es fiel, a lo que ella responde afirmativamente
y asegura que esa escena era la despedida con el exnovio.
“(…) Ya teníamos un mes de estar jalando. Yo sabía que ella estando conmigo se veía con
el mae. No sé si pasó algo, pero siempre mantuve mis sospechas.”
Al año Juan decide convivir con Diana, empezó quedándose un par de días a la semana y
luego, poco a poco, duraba más tiempo en la estancia; ella da a luz a dos hijos en los años
siguientes. Juan manifiesta, al día de hoy, no saber si es padre de esos dos hijos, ya que el tío de
Diana formó una secta en donde decía que era enviado de dios y en consecuencia todas las mujeres
de la familia tenían que tener sexo con él.
“(…) practicaban una religión rarísima y llegaba un tío de ella. Y el mae hacía una
pantomima, decía que le entraba espíritus. Y entonces ellas tenían que ir a tener sexo con
el mae (...). Siendo la sobrina, el mae se las coje a todas. Hasta a la hermana se cogió. Él
decía que tenían que tener sexo con él porque era el enviado. Él tenía que depositar en
ellas (…) Se mandó a todas.”
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Al cabo de cinco o seis años de relación Juan decide dejar de convivir con Diana ya que la
situación de pareja se encontraba en crisis, no quiso darle sus apellidos a los hijos de Diana y
desconfiaba de su fidelidad. Previamente a la separación Juan conoció a Clara quien sería la
próxima pareja y la mujer que lo motivaría a separarse de Diana y divorciarse de Marilyn.
Juan conoce a Clara mientras iba en carro hacia su casa, él la notó desde lejos y se sintió
muy atraído hacia ella; le hizo un par de preguntas para iniciar la conversación y pedirle el teléfono.
Esta situación aconteció mientras Juan todavía vivía con Diana, posteriormente frecuentaron varios
lugares para verse “a escondidas”. Clara se había casado muy joven, a la edad de doce años, y
había convivido con su esposo por otros doce años, recientemente se había separado y
posteriormente divorciado de su exesposo.
Clara nunca supo que Juan estaba comprometido en una relación con Diana hasta un día, en
donde la última la llamó para confrontarla e informarle de su situación con Juan, este
acontecimiento es perdonado por Clara y continúa su relación con Juan.
“Clara es la mujer que más infidelidades me ha aguantado. (…) Clara llevó mucho palo
conmigo. Se ha dado cuenta de unas cinco infidelidades, pero fueron mucho más.”
Al poco tiempo de terminada su relación anterior Juan decidió casarse civilmente con Clara
y empezar a convivir, al cabo de un par de años ambos acordaron que Juan viajara y trabajara a los
Estados Unidos para ganar más dinero y crecer económicamente. En ese lugar Juan conoce a
Verónica con quien se enamora y convive los tres meses de estadía en el extranjero, luego ambos
regresan a Costa Rica y continúan frecuentándose. Juan tenía dos relaciones de pareja paralelas en
125
aquel momento hasta que al poco tiempo fue descubierto por Clara y fue obligado a elegir entre las
dos.
Juan se siente más atraído por Clara y decide terminar su relación con Verónica quien ante
la decepción decide volver a los Estados Unidos para casarse y residir de forma permanente. Juan
siempre desconfió de Clara ya que consideraba al exesposo una amenaza, los celos empezaron a ser
cada vez más fuertes.
Conforme pasaron los años Juan se involucró sexual y emocionalmente con otras mujeres
mientras convivía con Clara; hace un par de años conoce a Paola quien acepta la relación de pareja
a pesar que Juan conviviera con otra mujer. Hace seis meses Juan se divorcia de Clara, tras diez
años de relación, debido a los conflictos por las infidelidades descubiertas, el último incidente
ocurre cuando él llamó a Clara desde el teléfono de un hotel de playa y ella rastrea la llamada y
averigua que se está hospedado con Paola.
“Paola veía a donde yo lloraba por Clara. Y ella me decía –si tengo que hacer algo para
que ella vuelva con usted yo lo voy a hacer. Vuelva con ella-.”
Juan conoce a Paola en una pulpería que está administrando, dice que ella mostró interés
desde el principio a pesar de la diferencia de edades, él tenía treinta y siete años y ella dieciocho.
Después que ella lo llamó a su celular empiezan a frecuentarse en citas y viajes de trabajo a
diferentes provincias del país. Al poco tiempo de relación, Juan le regala una casa para que viva ella
con su hijo Elías que había nacido recientemente y poder visitarla más a menudo; en la actualidad
tienen ocho años de ser pareja.
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Crisis de pareja y duelo
Juan afirma no haber dejado que Clara hiciera su “luto” por el matrimonio de doce años
con su exesposo Guido ya que se empieza a vincular con ella a tan solo semanas después del
divorcio y esto lo asocia con los sentimientos de inseguridad y celos que aquejaron todo el tiempo
en la relación. A Juan le molestaba ver a Guido entrar a la casa a visitar a los dos hijos del antiguo
matrimonio y conversar con Clara -Clara y Juan no tuvieron hijos en los diez años de convivencia-.
“Sus sentimientos están totalmente confusos, yo le pregunto -¿Qué siente usted por
Guido?- Y ella me dijo -No sé si lo quiero, lo extraño o me hace falta, no sé.- Para mí eso
fue un semillazo. (…) ese mae fue un fantasma (…).”
Juan asegura que, a finales del primer año de convivir, Clara se dio cuenta de su relación
paralela con Verónica y desde entonces ha vivido múltiples reclamos y demandas asociadas con el
tiempo que él dedicaba a pasar con ella y la expresión de cariño y compromiso al matrimonio. Dice
que en diez años hubo varias separaciones en donde Juan se iba de la casa por un mes y luego
reconquistaba a Clara y le pedía volver a la casa -en varias ocasiones le pusieron medidas cautelares
por violencia doméstica.
Los años posteriores se caracterizaron por la desconfianza y el alejamiento progresivo de la
pareja, sin embargo Juan nota la magnitud de la crisis hasta hace un año cuando descubre que Clara
le fue infiel. La situación inicia “por casualidad” cuando Juan le presta a Clara uno de sus carros
que tiene instalado un GPS, el cual le manda una señal si se desvía de la ruta; en esa situación ella le
127
había dicho que iba a visitar a su madre en el hospital. Sin embargo el GPS marcaba la dirección
hacia un motel, Juan decidió seguir el carro y vio a su esposa salir del lugar con otro hombre.
Poco después, en la noche, Juan confronta a Clara por lo acontecido y ella con mucha
vergüenza le promete nunca más volver a serle infiel, ambos quemaron las ropas que tenían puestas
ese día y tuvieron relaciones sexuales. Juan dice que el recordar esta situación lo llena de angustia y
molestia, ese recuerdo le ha costado mucho superarlo y todavía le genera aversión lo sucedido.
“(…) fue como León, como marcar la vara. Este es mi territorio, yo lo marco.”
Después de lo anterior Juan se siente triste, con ganas de llorar, desubicado y con dolor en el pecho,
pensaba en “llamar la atención” y planeaba quitarse la vida por lo que aceleraba su auto en la pista y
consumía altas dosis de pastillas. Esta situación le recuerda cuando era niño; las únicas veces en que
lo cuidaban era cuando estaba enfermo de gravedad, por ejemplo, cuando lo cuidaban por una
operación o cuando era internado en el hospital.
Juan dice haberse dado cuenta que su relación con Clara había terminado tan solo quince
días antes del divorcio, no obstante sostiene que su relación aún puede ser recuperada pero no
quiere hacer el esfuerzo debido al daño ocasionado.
Posterior a los continuos reclamos y mutuos rechazos, Juan decide pedirle el divorcio a Clara y ella
acepta; el trámite tardó menos de una semana y al cabo de quince días Juan estaba saliendo de su
casa con la mitad de los bienes del matrimonio y camino a vivir con su madre biológica. Juan
describe que la relación con Clara ha cambiado mucho y la cataloga como “fría, seca y de solo
hablar lo necesario”.
128
“(…) y si yo me pongo a luchar y trato que vea los cambios en mi yo sé que yo puedo
recuperarla. Pero ahora hay algo dentro de mí que no me deja, que me dice que deje las
varas así (…) Hay algo que me dice -Si ella es suya va volver y si no es suya no va a
volver, déjela-.”
Lo único que extraña en este momento de la relación con Clara es el sexo, manifiesta que
esta mujer es la que más lo ha marcado en la vida y que le recuerda a su abuela debido q que de
igual forma lo disciplinaba, controlaba y educaba.
Tras haber pasado varios meses del divorcio, Juan manifiesta sentirse culpable por todo el
sufrimiento que le ha hecho sentir a Clara y al mismo tiempo cree tener responsabilidad económica
sobre ella y los hijos que comparte con Guido. En ocasiones dice sentir ganas de conversar con el
Clara, mandarle mensajes o llamarla por teléfono para saber cómo se encuentra y oír su voz.
Después de esta situación Juan se ha concentrado más en actividades relacionadas con la
iglesia, un voluntariado y en el crecimiento de sus negocios y empresas, de igual forma se ha
dedicado a pasar más tiempo con sus hijos provenientes de las relaciones anteriores.
Después del divorcio sigue frecuentando a Paola, sin embargo afronta una crisis con esta
pareja desde que se dio cuenta que ella se comunicaba y tenía visitas conyugales con un hombre que
se encontraba preso en la cárcel. Juan descubrió esta situación cuando le revisó el celular y los
mensajes a Paola.
Juan ha querido irse a vivir con Paola a la casa que él mismo le había comprado no obstante
ella le niega el acceso aludiendo al miedo a vincularse con un hombre como él quien ha tenido
varias relaciones con otras mujeres mientras se encuentra casado. A pesar de lo anterior Paola dice
129
amar y querer al Juan mientras que él dice sentirse confundido, desplazado y rechazado por la
situación que afronta.
“Yo le hablé, le dije que me iba a ir y ella me dijo -No se vaya, usted es como mi esposo
sólo que no estamos casados, yo lo quiero a mi lado ¡Entiéndame! Yo no he estado
acostumbrada y no he estado con nadie, necesito cambiar esta actitud de parte mía-.”
En este momento Paola pidió a Juan un lapso de tiempo para decidir si dejarlo vivir en su
casa; él en cambio, ha prometido ser fiel y nunca volver a buscar a otras mujeres. Juan asegura que
ella ha sido su escapatoria en muchas ocasiones cuando la relación con Clara estaba en crisis pero
ahora se encuentra en un momento “difícil” en donde no quiere tener otra relación de pareja más
que con Paola.
Diagrama 1
130
Análisis teórico de los casos
El presente apartado recoge el análisis de los cinco casos estudiados y los dos grupos de discusión
realizados durante la recolección de los datos. Los primeros cinco grandes apartados retoman de
forma minuciosa las experiencias de los casos en detalle y el último elabora una síntesis del material
obtenido de los grupos de discusión.
Te pego porque te quiero: La dinámica de la violencia y la fantasmática
de los vínculos primarios.
“Pues mientras a un ser humano no le esté
permitido ver ciertas cosas, no le quedará más
remedio que pasarlas por alto, interpretarlas mal y
rechazarlas de cualquier modo.” (p. 23)
A. Miller (1984)
La construcción de la subjetividad mediante los vínculos primarios es un tema que pasa
necesariamente por la descripción y análisis de los diferentes patrones de interacción con otros seres
humanos (Kernberg, 1995), en la totalidad de los casos entrevistados se puede observar que dicho
proceso acontece dentro de la familia tradicional en donde tanto la figura materna como paterna
tienen protagonismo y ejercen roles diferenciados.
131
En el presente capítulo se analizan diferentes categorías y psicodinamias que influyen en la
formación de la representación del Objeto de amor y del Sí- mismo.
Violencia y vinculación con la madre y el padre.
“(…) yo sé que me aman, pero yo sé que nunca me
lo van a decir, yo sé que no”
Eliseo
En los casos analizados el primer objeto de amor se instaura en la madre quien es la primera
figura de cuido, este vínculo se caracteriza por aportar elementos básicos de protección que se
limitaban a la satisfacción de sus necesidades y derechos básicos como el alimento, techo y
educación.
Tradicionalmente la figura materna fungía roles diferentes a los del padre durante la
infancia, en su totalidad las madres cuidadoras eran amas de casa de clase media baja por lo cual la
presencia de ellas alrededor de sus hijos/as era constante y descrita como “cercana”. Sin embargo
esta cercanía no implicaba necesariamente atención, cuido y expresiones de cariño debido a que la
cantidad de hijos/as comúnmente sobrepasaba las cinco personas y el tiempo se dividía junto con
las labores domésticas.
La madre lidiaba con los problemas de convivencia fraterna, organizaba la distribución de
las labores y en muchas ocasiones alguna hermana mayor asumía el cuido de hermanos más
pequeños -igualmente ejercía roles de arbitraje y se encargaba de castigar, generalmente de forma
132
violenta, a los hermanos que no cumplían con los requerimientos-. La interacción con la madre
socializaba comportamientos tanto violentos como de cuido dentro del vínculo con sus hijos/as, por
un lado era capaz de proteger y cuidar al mismo tiempo que podía violentar y rechazar.
“(…) mi mama siempre me chineaba me decía - ¿papito que quiere?- y me daba comida,
bueno cuando había (…) siempre nos cuidó. De hecho la poquilla ropa que teníamos ella
nos la engomaba. (…) y sin embargo, la que me pegó fue mi mama, me dijo -papito pero
mire- y ¡plas!; siempre nos trataban así, con amabilidad. El castigo fue faja (…)
Octavio
En el caso del vínculo con el padre la relación es totalmente antagónica ya que permanecía
fuera de la casa la mayor parte del día y solo cumplía con el rol de proveedor. La expresión de
emociones y manifestaciones de cariño eran casi inexistentes hacia sus hijos varones y por lo
general era el encargado de ejercer los castigos ante faltas más graves.
En la mayoría de los casos la figura paterna era abandónica -se ausentaba por periodos
prolongados del hogar sin saber su paradero- y en otros era fuente de rechazo y desvalorización. Por
lo general se le tenía miedo a su presencia ya que era él quien los castigaba de formas más
frecuentes y violentas. El padre era una figura a la cual se hace referencia de formas ambivalentes,
por parte de los entrevistados, en muchas ocasiones se agradece e idealiza la función de proveedor y
por otro lado se recrimina su ausencia y la desmesurada violencia vivida.
133
“Yo le agradezco a mi papá que nunca nos faltó la comida ni la ropa ni nada de eso, pero
como te digo, siento que en la parte afectiva faltó algo (…) quizá porque a él le cuesta ser
afectivo.”
Eliseo
“(…) de las cosas que me duelen es que mi tata tomaba mucho, entonces a veces llegaba
a la casa y hacía unas cosas terribles. Cuando llegaba se armaba la de san quintín y
peleaban mucho y se gritaba y todo; mi tata era muy violento y hubo maltrato físico (…)
Roberto
El vínculo materno y paterno aportaron elementos claramente diferenciados en la matriz
vincular, ambos se caracterizaban por el uso de la violencia de forma sistemática –golpes,
humillaciones, chantajes y demás- pero se diferenciaban en la forma de cuido y nutrición afectiva
brindada.
La madre cuida y rechaza de forma simultánea lo que genera una dinámica relacionada con
el “dar para recibir a la que se le va a denominar como “Quid pro Quo”. El niño podía esperar
cariño y afecto si se cumplían con las exigencias las cuales consistían básicamente en traer dinero a
la casa, no hacer reclamos o demandas y evitar conflictos con hermanos. Al responder a la pregunta
sobre si se han sentido amados por sus madres los entrevistados, en su gran mayoría, responden que
sí y que dicho amor es tangible y visible –la comida preparada, la ropa lavada, abrazos y besos-. Sin
embargo, comentan que la interacción no era constante y giraba en torno a labores domésticas, esto
134
implica que el cuido y afecto percibidos eran esporádicos y poco frecuentes en comparación a los
episodios de violencia que acontecían de formas reiteradas.
El vínculo hacia la madre se caracterizaba por una constante búsqueda de cariño y por
conformarse con expresiones escasas y aisladas. La dinámica “Quid pro Quo” queda configurada
de tal forma que el cuido y afecto es una transacción, una mercancía, la cual tiene un elevado precio
y se paga con trabajo duro y sometimiento ante las demandas del vínculo con la madre.
Contrariamente, la relación con el padre es fuente nula de afecto, es abandónico y ejerce
funciones meramente castrantes lo que elabora, en los vínculos con los hijos varones, características
de tipo paranoides en donde se teme y no se sabe que pueda suceder al estar en contacto con él. Los
entrevistados no saben que esperar de sus padres más allá de actos violentos o de rechazo, la
sospecha al posible abandono asoció al padre con la traición, el vínculo no tiene pautas claras en los
patrones de interacción.
Las estrategias más comunes utilizadas reflejan mecanismos inconscientes como la
negación del odio ante el padre y la idealización de su figura para intentar dar lógica y sobrevivir
psicológicamente ante la violencia.
Según A. Miller (1984) las necesidades afectivas de los niños que han sido violentados son
precariamente satisfechas, en muchos de los casos entra en juego lo que se denomina “pedagogía
negra” (Miller, 1984), en donde se le culpabiliza al niño o niña por la violencia que va a recibir y se
victimiza la figura de los padres. Cualquier resistencia al castigo es prohibida y en consecuencia se
reprime la vivencia del malestar de la infancia.
En resumen, el vínculo materno se configura entorno a la cercanía física con sus hijos y
brinda tanto elementos de cuido como de rechazo por lo que se desarrolla una dinámica Quid pro
Quo; mientras que el vínculo paterno se ordena en torno a la lejanía física y la escasa afectividad
135
con periodos recurrentes de violencia y rechazo lo cual gesta una dinámica paranoide en donde el
padre es temido y evadido lo que conlleva mayores montos de represión
Ambos vínculos se reproducen de forma evidente dentro del grupo fraterno, es decir, las
hermanas reproducen roles propios de la madre y los hermanos roles cercanos a los del padre con lo
cual se instaura una matriz vincular que se replica de forma constante en la elección posterior de
pareja y otros Objetos de amor.
Diagrama 2
136
Violencia y el Sí mismo
“No es el sufrimiento causado por las frustraciones
lo que produce las enfermedades psíquicas sino la
prohibición de vivir y articular dicho sufrimiento.”
(p. 246)
A. Miller (1984)
En la totalidad de los casos la violencia recibida durante la infancia fue un hecho remarcado
y señalado de forma reiterativa. Los hombres comentan que fue constante recibir castigos tanto de
tipo físico, verbal -golpes, gritos, fajazos e insultos- y psicológico –humillaciones y chantajes- lo
cuales aumentaban en intensidad, duración y frecuencia conforme iba avanzando la edad. El
objetivo de estos castigos era poder crear límites y reglas para los hijos/as cuando estos cometieran
alguna falta, sin embargo en muchas ocasiones estos eran acusados de injustos y sobre
dimensionados.
“(…) me pegaban casi que todos los días por lo mismo (…) por cualquier cosa mi tata me
pegaba y siempre me quedaban marcadas las líneas y yo me iba para el cuarto y hasta
que me pasara volvía (…) y me aislaba (...)y seguro de tanto que me pegaban me
acostumbraba y ya no me dolía”
Eliseo
137
Durante este proceso la violencia cumple un papel formador en las relaciones entre los
progenitores y el hijo, es parte de las transacciones diarias y se utiliza para comunicar malestar,
inconformidad y conflicto. Se convierte en parte de la mirada que los padres despliegan sobre sus
descendientes con lo cual se carga el deseo y la consecuente formación del Yo ideal (Freud, 1914a).
Mediante la violencia los padres comunican que es lo que quieren de sus hijos/as, cómo quieren que
se comporten, las emociones a expresar y demás elementos de la vida cotidiana.
En consecuencia, la violencia se introyecta y modela las características primarias del
proceso de individuación (Mahelr, Pine & Bergman, 1975) y del Sí-mismo (Miller, 2001). A
continuación algunas características de las representaciones del Sí-mismo del niño violentado.
Los elementos “malos” de la representación del Si-mismo se elaboran en episodios
relacionados con momentos lúdicos -salidas a lugares y juegos-, de conflicto fraterno -peleas entre
hermanos- o de situaciones en donde tienen diversas necesidades sin ser satisfechas. El Sí-mismo
malo es aquel que disfruta o posee cierto grado de libertad en sus acciones, al mismo tiempo que se
enfrenta ante condiciones adversas o personas rivales. Esta posición es penalizada por las figuras de
cuido y por lo general se humilla y degrada con el objetivo de someter al niño a sus deseos y
Diagrama 3
138
demandas. Este es el punto central de la pedagogía negra (Miller, 1984) el cual consiste en alienar
al niño para que piense que sus propios deseos, motivaciones e intereses son erróneos y denigrantes,
se perfila al infante como “originariamente malo” el cual debe de ser corregido mediante la
violencia.
De forma paralela se promueve una antítesis en donde la representación del Sí-mismo
bueno es sumisa ante la autoridad y trabaja para los deseos de los padres, en esencia se establece un
vínculo de dominación en donde la violencia es la transacción habitual.
“(…) era una máquina, vaya, venga, haga, tome. No había nada (…) me sentía con
miedo, miedo que me pegaran, miedo a todo.”
Juan E.
“Yo era muy desobediente con mi mamá, llegaba de la escuela y me iba a mejenguear,
cuando ella me decía que no (…) iba a una finca con un amigo y nos íbamos a cortar
guayabas, y mi mamá me regañaba (…)un día mi mamá me iba a pegar y yo le quité con
lo que me iba a pegar y le alcé la mano, ese día me dieron duro.”
Eliseo
Los casos se identifican, en su mayoría, con el Si- mismo malo de forma sistemática debido
a la frecuencia del castigo recibido y se desarrolla una dinámica expiatoria, de forma muy semejante
a las figuras de mártires religiosos, en donde se paga las faltas con dolor y sumisión lo cual trae la
promesa posterior de beneficios de cariño, cuido y bienestar. Esta situación se articula con la
139
negación del dolor y la frustración del ser castigado y se obliga a agradecer a los padres por tratar
de convertirlos en sujetos adaptados y de “bien” (Miller, 2001).
Los entrevistados tratan de cumplir esta fantasía de forma ambivalente; desde su mirada
como adultos admiten haber sido víctimas de violencia pero al mismo tiempo la justifican y
naturalizan, era una lucha para poder identificarse y llegar a ser el Si –mismo bueno aunque esto
signifique reprimir su propio enojo y malestar. Esta situación trae consigo repetidas manifestaciones
de ambivalencia hacia el objeto de amor por lo que las personas entrevistadas afirmaron como
necesaria la violencia para su formación subjetiva debido a la naturaleza “mala” de su ser.
“Hoy le agradezco lo que sufrí (…) Veo ahora a mis compañeros de infancia, con los que
crecí (…) son personas que están perdidos en las drogas, el licor, abandonados y no
tienen en dónde caer muertos. Yo relato lo que mamá me decía y lo traigo a mi vida.”
Juan E.
El significado de ser amado era ser violentado, ya que el mismo maltrato era una forma de
adaptar al niño a la vida e integrarlo al mundo, los entrevistados refieren haber sido niños que
sufrieron mucha violencia y que reprimieron su propio malestar como estrategia de supervivencia.
“(…) al final yo no lloraba, porque no me dolía (…) luego analice que muchas veces no
era culpa de mi papá (…) yo no le guardo rencor, porque yo lo veo así porque tal vez él
descargaba eso conmigo (…)”
140
Eliseo
Acorde a S. Freud (1910) el ideal del yo es un modelo al cual el sujeto trata de amoldarse y
es construido por los progenitores y por la sociedad misma; en estos casos la violencia media la
construcción de dicho modelo basado en la negación del sufrimiento y de las necesidades de cariño
y cuido. La idealización del Yo resulta inalcanzable ya que deja de lado aspectos inherentemente
humanos como la resistencia a la violencia, el abuso y al sometimiento ante los deseos del otro.
Tratar de alcanzar este ideal cobró grandes montos de energía psíquica por lo que a mayor
idealización del Yo más represión del malestar y por ende más síntomatología neurótica –
ambivalencia, negación y ceguera emocional (Miller, 2001).
141
La erotización y naturalización de la violencia
El tema de la erotización de la violencia ha sido trabajado inicialmente por S. Freud (1919)
al hacer referencia al castigo infantil el cual se elabora en fantasía y se repite posteriormente en la
dinámica vincular de la vida adulta. La violencia se convierte en un acto continuo en donde el dolor
adquiere un significado particular al adjuntarle elementos relacionados con la expresión de afecto
dentro del vínculo.
Juan E. y Eliseo comentaron que el castigo recibido era tan frecuente que el mismo dolor
era “normal”, las opciones se limitaban a resistir el mismo y a intentar encubrir la falta que era
castigada.
“(…) a veces me pegaban, y seguro de tanto que me pegaban ya como que me
acostumbraba y ya no me dolía. Una vez me dieron y yo me estaba haciendo que estaba
llorando pero yo no estaba llorando y una hermana dice- papi vea, Eliseo se está riendo-
y me dieron todavía más duro y más duro, hasta que lloré (…)Ya al final no lloraba,
porque no me dolía ”
Eliseo
El naturalizar la violencia implica apreciarla como necesaria para la educación de los niños
y niñas por tanto se convierte en un modo frecuente de transacción entre los padres y el hijo/a. A
continuación se plantean la dinámica de dos roles dentro de la interacción vincular que se catectizan
y erotizan.
142
Rol/posición del agresor: es quien ejerce violencia hacia otra persona y su contenido
inconsciente remite al castigo como un acto de “dar” amor e intimidad. Inicialmente la
posición la asume el Objeto de amor durante la infancia- las figuras de cuido-.
Rol/posición del agredido: consiste en resistir actos violentos propiciados por los seres
amados y significarlos como “recibir” muestras de amor y cercanía. Esta es la posición
vivida durante la infancia por las personas entrevistadas.
Consecuentemente dar y recibir violencia simboliza ser amado y amar pero al mismo
tiempo conlleva a la relación, al apego y al compromiso por un vínculo. Al inicio de la infancia los
entrevistados experimentaron la posición del agredido, sin embargo esto cambia en distintos
momentos, en especial al relacionarse con hermanos de edades cercanas en donde los conflictos
eran cada vez más frecuentes.
Estos hombres comenzaron a ejercer roles que eran antes propios de los padres, por lo
general se replica el vínculo de dominación en donde se somete a la otra persona a la voluntad y al
deseo propio –en los primeros años de vida se evidencia en las relaciones fraternas, cuando un
hermano golpea y toma provecho del otro-. Esta situación adquiere complejidad conforme pasa el
tiempo ya que ambas posiciones –agresor y agredido- pueden ser vividas de forma simultánea en
una misma relación de Objeto e inclusive pueden variar en la frecuencia y permanencia a lo largo
de tiempo.
143
“Peleaba mucho con mi hermano menor (…) le decía tonto o que no servía o alguna cosa
de esas o yo me burlaba de él y entonces terminábamos peleando (…) luego mi mamá con
la faja venía a darnos a los dos.”
Roberto
En muchas ocasiones es tanta la alienación producida que se concibe al niño, quien es
agredido, como el incitador de la agresión y por ende responsable de su propio dolor y de “obligar”
a los padres a realizar tan incómoda y penosa acción -quien es agredido es concebido como agresor
a pesar de ser éste el único a quien se agrede-.
Las consecuencias psicológicas de este proceso vivido durante la infancia han sido
ampliamente documentadas por A. Miller (2001) y hacen referencia a dos mecanismos producidos
por la represión de las escenas traumáticas infantiles.
Negación: Hace referencia a negar y minimizar el dolor sufrido por la violencia, se intenta
olvidar y ocultar los sentimientos surgidos de la vivencia traumática infantil.
Idealización: Se exalta y crea cualidades positivas sobre la figura del agresor con el
objetivo de disociar y proyectar los elementos aversivos sobre el Yo y sobre otras personas
y situaciones.
Reprimir el recuerdo del trauma –castigos físicos, humillaciones y tortura- e idealizar al
agresor -la prohibición de expresar odio y malestar- son elementos comunes en la dinámica de la
violencia en la infancia (Miller, 1984) y tienen como objetivo lograr la supervivencia del infante
ante la violencia. Las consecuencias observadas en los casos analizados se asocian con el
empobrecimiento de ciertos recursos yoicos como:
144
Capacidad empática: les es difícil entender y sentir lo que sus hijos/as y pareja pueden
experimentar cuando son violentados dentro del grupo familiar.
Expresión de emociones: escasa expresión de emociones relacionadas con la frustración, el
miedo y la tristeza, se expresa mayoritariamente el enojo.
Aceptación e integración: Se naturaliza la violencia, los hombres no la perciben como
dañina y en consecuencia se disminuye la capacidad de aceptar la frustración y el malestar.
Se concretiza en más violencia dirigida hacia los otros o hacia sí mismo --
comportamientos autodestructivos-.
Atención de necesidades en el vínculo: se intenta satisfacer necesidades relacionadas con el
dinero –alimentación, techo o vestimenta.- y se deja de lado actividades como el cuido y
afecto hacia los/as hijos/as y la pareja.
La dialéctica agresor/agredido ha sido repetida de forma compulsiva durante toda la vida
de los participantes del estudio, en especial se puede apreciar como retorna lo reprimido en las
diferentes relaciones de pareja que acontecen durante la adolescencia y la etapa adulta (Lemaire,
1986). Es posible que dicha repetición de los roles y las dinámicas sean un intento de elaboración
fallida del trauma de haber sido violentado de ahí que la reproducción de la violencia puede tener
dos objetivos a nivel psíquico: a) la descarga abreactiva de los sentimientos reprimidos –frustración,
miedo y tristeza- b) restituir el control y así poder dar un desenlace diferente a la escena
traumática2.
2 Cuando las escenas traumáticas de violencia infantil aún permanecen reprimidas no se consolida desenlaces diferentes y por lo tanto
no se elabora la experiencia.
145
“Mi tata es de los que se golpea y despedaza, y yo era así, yo me golpeaba con algo y lo
agarraba a patadas”
Eliseo
La violencia extrema y la marginalidad dentro del vínculo.
De los cinco casos estudiados se destaca el de Juan E. por sufrir una situación de violencia
mucho más intensa y frecuente que el resto de los demás. Este tipo violencia trascendía a otros
niveles y prácticas. Las formas de violencia más comunes eran de tipo verbal o física, pero en este
caso implicaba otras manifestaciones de tipo patrimonial, simbólica y psicológica-.
“Mi mamá (…) no me daba amor, no me daba cariño, el amor de ella era porque me
daba de comer, porque me lavaba la ropa. (…) Ella me quemaba, cuando estaba
haciendo el arroz, lo hacía en leña y me decía -venga maricón para que aprenda- y me
tiraba y me quemaba con la manteca.”
Juan E.
Se ha decidido denominar a estas situaciones como “violencia extrema” ya que no se
somete a consideraciones el uso ni los medios para castigar al infante. Se considera como un acto
inflexible que no toma en cuenta las consecuencias de tipo físico y psicológico y va más allá de
evocar a un castigo o limitante al comportamiento. Pasa por la mirada de desaprobación y tiene
como única finalidad destruir a la otra persona. Juan E. considera a este tipo de violencia como
146
“imposible de evitar o prever”, y ha generado en consecuencia lo que (Seligmnan, 1975) ha
denominado “indefensión aprendida”, es decir, existe la creencia de no tener la capacidad y
recursos personales necesarios para poder superar una situación altamente agravante.
El vínculo se caracterizaba por ubicar a Juan E. en una posición “marginal” por
consiguiente su condición, sus necesidades y demás intereses estaban al margen de la figura de
cuido, siempre se anteponían ante los deseos de otras personas y de forma premeditada se le
excluía.
“(…) recuerdo que por ejemplo me daban arroz y frijoles y huevo (…) cuando aparecía
un pedazo de carne llegaba un David o un Héctor o José y me quitaban el pedazo de
carne para dárselo a ellos.”
Juan E.
Al igual que la palabra extrema hace referencia a lo periférico y aislado (Diccionario de la
real academia de la lengua española, 2001) la palabra marginal evoca los límites y lo secundario de
la posición. La marginalidad en la vinculación primaria se puede observar en reiteradas ocasiones
cuando Juan se autodenomina como “arrimado”, es decir, sus intereses, su placer y desarrollo se
encuentran ubicados al margen, siempre a misericordia y bondad de otras personas cercanas de las
cuales recibe violencia y cuyos deseos e intereses se sobreponen ante los propios.
147
“(…) me hicieron sufrir mucho. Mucha humillación. Yo iba a la escuela con ropa que mis
primos me regalaban (…) pero luego ellos mismos me ridiculizaban con los amigos míos.
(...)”
Juan E.
El vínculo marginal implica al mismo tiempo aislamiento del infante en su condición de
violencia, por lo general se le prohibía a Juan E. tener amigos y compartir momentos con ellos. No
existió la posibilidad que surja la figura que A. Miller (2001) denomina como “testigo auxiliador”,
es decir, el cuidador no brinda el espacio ni la oportunidad para que otra persona pueda ayudar a
sobrellevar la violencia y brindar un punto de apoyo que podría variar el significado de lo que es ser
amado y amar.
Las consecuencias de la violencia extrema y la marginalidad sufrida perfilan gran
ambivalencia hacia la figura cuidadora –se reprime el odio sentido y se idealiza al agresor- y de
igual forma existe mayor dificultad en consolidar e integrar una representación del Sí-mismo
estable –se autoevalúa como una persona merecedora de castigos y difícilmente se considera una
víctima de violencia infantil-.
Se observó que los hombres que viven mayor gravedad y frecuencia de violencia infantil
desarrollan una imagen más disminuida y devaluada del Sí–mismo así como una construcción
narcisista pobre por consiguiente son escasas las cualidades positivas y elementos que constituyen
el proceso de autoestimación.
148
Resu
men
1
149
Príncipes que salvan princesas: La dinámica de la idealización y del amor
del Objeto.
“Se ama a aquello que hemos sido y hemos dejado
de ser o aquello que posee perfecciones de que
carecemos” (p. 12)
S. Freud (1910)
Las relaciones de pareja reviven las dinámicas iniciales de los vínculos primarios (Lemaire,
1986 y Puget, 1998) y por lo general constituyen una amplia red vincular en donde los fantasmas y
fantasías de cada individuo se entrelazan y forman así una compleja red de significados dentro de
la interacción que se denomina interfantasmática.
En el presente capítulo se analiza la construcción inicial de las relaciones de pareja y los
procesos de idealización que dieron origen a la interfantasmática.
Idealización y construcción de los primeros vínculos de pareja
En casi la totalidad de los casos analizados las relaciones de pareja significativas acontecen
a finales de la adolescencia -alrededor de los dieciocho años-. No se formalizaron relaciones de
pareja en los periodos previos y fueron escasos los episodios en donde se compartía afecto y
contacto erótico.
150
“(…) tener novia no significaba nada porque nunca supe que era darle un beso a una
mujer hasta después de la adolescencia (...) primero que nada nunca tuve plata ¿Cómo la
invitaba a comer aunque sea una empanada en la soda? Segundo tenía que entrar a siete
y luego hacer asignaciones porque tenía que estudiar. Era muy cansado porque tenía que
levantarme a las la mañana del día siguiente. No significaba nada, era una muchacha
atractiva que las hormonas mueve y a uno le llama la atención.”
Rolando
La interacción con las mujeres provenía de los grupos de pares -compartían espacios
colectivos en el colegio y en la comunidad- y por lo general se entablaban relaciones de amistad
para participar en actividades de ocio.
Esta situación cambió cuando los entrevistados iniciaron su carrera universitaria o
empezaron a trabajar; tenían que desplazarse a mayores distancias y contaban con mayor ingreso
económico por lo cual había mucho menos control por parte de los padres. Según Lemaire (1986) el
proceso de elección de pareja también pasa por componentes sociales de ahí que estos procesos
conllevan vincularse con personas de la misma clase social y nivel educativo -denomina como
“homogamia”-. En consecuencia las mujeres con las que establecen vínculos de pareja tienen
características y viven momentos similares a los propios en cada uno de los casos.
Los entrevistados conocen a las parejas en lugares lejanos a la comunidad de origen – en el
trabajo y la universidad- y empiezan a frecuentarse por mayor tiempo. En este momento todas las
personas entrevistadas vivían con sus padres y se encontraban deseosos de poder establecer nuevos
proyectos y vivir fuera de la casa.
151
Durante los primeros vínculos de pareja experimentaron cariño concretizado en besos,
abrazos y palabras lo cual fue tan abrumador que por primera vez en la vida estaban ante un vínculo
íntimo en donde recibían más afecto que violencia; la aceptación también jugó un papel importante
ya que permitía consolidar más seguridad y confianza hacía sí mismos.
“El que ella me aceptara sin esa seguridad económica es un apoyo enorme (…) ver que
la pareja que yo amaba me aceptaba en las condiciones que yo le ofrecía.”
Octavio
Las vivencias subjetivas dentro de la adolescencia tienen un carácter formador al igual que
las experiencias infantiles (Sullivan, 1974), estos casos posibilitaron nuevas formas de interacción
dentro de los vínculos de amor y plantearon la afectividad más allá de la violencia y su continua
represión.
Posteriormente los hombres construyeron planes a futuro de forma muy rápida y
comenzaron a idealizar el hacer la vida junto a su pareja mujer; según J. Lemaire (1986) y J. Puget
(1994) la idealización es un proceso inicial dentro de la relación de pareja y por lo general conlleva
la ilusión de realizar las fantasías de fusión y completitud. En el caso de la mayoría de los
entrevistados la idealización implicó aludir a la pareja como totalmente buena e incapaz de ser
violenta o aversiva con la cual se pueden fusionar bajo la promesa de nunca sufrir y vivir una vida
hedonista.
De forma simultánea los hombres no solo idealizaron la posibilidad de una convivencia
placentera sino que de igual forma construyeron una fantasía entorno a la “fuga” de la familia de
152
origen y escape de la violencia vivida en la infancia y la reciente adolescencia. El tener una pareja y
un proyecto en común era una forma, socialmente justificada, de salir de la casa y poder acceder a
mayores libertades. El vínculo simboliza inconscientemente la libertad perdida y el afecto que
nunca tuvieron en los años anteriores. La pareja es considerada como un “refugio” (Lemaire, 1986)
el cual tiene el objetivo de proteger a sus miembros en situaciones amenazantes que provienen del
exterior –dificultades laborales y disputas con la familia de origen-.
“El matrimonio era como mi carta de libertad como para poder salir del encarcelamiento
en que me encontraba.”
Juan E.
Para los entrevistados la pareja tiene el encargo de reparar3 el rechazo y la violencia
producto de la infancia y al mismo tiempo los entrevistados asumieron la reparación de ella como
muestra de amor. Es decir, ambos seres pactan repararse el uno al otro, reparar un daño que no han
hecho, un daño producto de la vinculación y el haber amado a otras personas.
Freud (1914a) menciona que dentro del proceso de idealización se enriquecen elementos del
Yo –el ideal del Yo principalmente- y en consecuencia la autoestimación y el narcisismo se
fortalecen así pues tener una relación de pareja afianzó algunas fantasías de omnipotencia durante
este proceso –se creía que al lado del ser amado se puede lograr éxito en cualquier proyecto-.
3 El término reparación hace referencia a concepto de M. Klein (1937) en donde se le brinda amor y
cuidados al Objeto con el objetivo de que este olvide el dolor y el daño recibido.
153
Estas fantasías de omnipotencia se consolidaron en dos patrones o puntos de entrada a la
convivencia en pareja, a continuación una breve descripción de ambos:
Embarazo no planificado: se observa en el caso de Octavio cuando su pareja, Lidia, queda
embarazada. A pesar de las dificultades económicas él se enfrentó al rechazo del suegro y
del resto de la familia. Decide llevarse a vivir a Lidia con él y buscar un mejor trabajo.
“(…) fue muy difícil porque no me aceptaron, todo me lo tiraron al suelo, la suegra y mi
cuñado (…) Cuando yo llegué a pedir la mano me dijeron –no ¿cómo usted los va a
mantener si trabaja en construcción y no tiene estudio?- de una vez me dijeron que no
servía para nada, me tiraron al suelo.(…) se supone que a Lidia la maltrataban en la
casa (…) ella decidió irse conmigo”.
Octavio
Problemas familiares, económicos y con otras personas: Se observa en el caso de Roberto
y Eliseo cuando se vinculan con mujeres que han tenido hijos/as y viven con otros
familiares como tíos/as o abuelos/as. En estos casos se refleja la presión y las difíciles
condiciones difíciles que tiene que afrontar una mujer jefa de hogar por lo que ellos
decidieron convivir con sus parejas para mejorar su entorno económico y así amortiguar
los conflictos que tenían ellas con los familiares.
“(…) tenía miedo al futuro por todos los problemas que ella tenía pero la verdad es que a
mí me gustaba la chavala y me sentía bien y le entramos a la aventura. Me acuerdo que
154
un domingo yo le dije a mi mama que me iba a llevar las cosas y ahí dormimos un tiempo
en la cama mía (…) fuimos a un pueblito y compré unos muebles (…) mandé a hacer los
sillones y otras cosas que ella no tenía y ahí empezamos.”
Roberto
Vincularse simbolizó un acto de “rescate” del ser amado y se esperó que esta muestra de
amor trajera consigo una recompensa constituida por actos de cuido y afecto. Estos casos reflejan el
retorno de la dinámica “Quid pro Quo” propia de la infancia en donde el niño se sometía ante las
demandas de la figura cuidadora con la promesa que dicho sometimiento lo haría merecedor de
cariño y protección. La fantasía de “salvar” a su pareja de las condiciones que la atrapan no es más
que una elaboración omnipotente y mesiánica del Quid pro Quo en la edad adulta de ahí que los
participantes vieron como heroico ir a convivir con su pareja a pesar las dificultades que esto
conllevó.
De forma progresiva y pausada la dinámica de idealización decayó debido a las nuevas
exigencias que conllevan la cotidianidad como los conflictos de pareja, llegada de los hijos/as y
deudas económicas. Estas nuevas situaciones emergieron al poco tiempo de convivir, mostraron
discrepancias y distanciamientos en la pareja lo cual desencadenó posteriormente la crisis del
vínculo4.
El caso de Juan E., la vinculación múltiple y la idealización.
4 Este tema será tratado en el próximo capítulo
155
El caso de Juan E. remite a procesos psíquicos un poco diferentes al resto de los casos
entrevistados en relación al tema de la idealización y la vinculación. Esto se evidencia desde el
inicio debido a las condiciones en que se cría –abandono, marginalidad vincular y violencia
extrema-.
Las dinámicas de los vínculos de pareja, en el caso de Juan, se ven permeadas por una
constante búsqueda de la libertad mediante la fuga de los vínculos. Su vínculo primario, relación
con su abuela materna, se caracterizó por la explotación y la sumisión total al deseo de ella. A Juan
no se le daban opciones ni tampoco premios o retribuciones, simplemente tenía que trabajar
mientras observaba la diferencia en el trato a otras personas -primos principalmente-.
“Pasar conmigo era -vaya haga este mandado, vaya a tal lado, haga la tal cosa-. Todo
era prohibido para mí. Jugaba vendiendo chayotes, vendiendo con culantro, jugaba con
las botellas, jugaba con los carretones del supermercado. Ese era mi juguete.”
Juan E.
El vínculo lo atrapaba y lo dominaba, cualquier iniciativa era castigada fuertemente, lo
único que podía hacer era resistir, no podía esperar más que castigo y rechazo de su madre.
“(…) me pegaba mucho, me agredían, me gritaban. (…) Una vez me llevaron a donde mi
abuela paterna (…) y me van sirviendo aquel plato con huevos, papas, carne y todo. Y me
las mandé todas ¿Cómo no comer si no me dan nada?(...) . Y después llegaron y me
156
cinchonearon todo en la casa, que porque me había comido todo (…) porque es una mala
costumbre comérmelo todo.”.
Juan E.
Con la llegada de las primeras relaciones de pareja Juan E. descubre que el vínculo tiene la
capacidad de ser mucho más nutritivo afectivamente. Llega vincularse con otras mujeres pero de
forma inconsciente asocia el vínculo con llegar a vivir la misma dinámica que con su abuela
materna por lo que teme quedar atrapado en una situación de violencia extrema.
Tras el rompimiento con Karla, se hace evidente la dinámica que va a construir con sus
parejas posteriores la cual consiste en crear nuevos vínculos de pareja paralelamente para huir de
los vínculos anteriores.
Ante la vinculación crea una fantasía de fuga, una especie de puerta o salida que le permita
seguir disfrutando del cuido y afecto del estar vinculado sin considerarse atrapado o dominado por
el ser amado.
Su primera fantasía de fuga acontece al casarse con Marilyn, él afirma que sabía que esa
relación iba a ser de corta duración ya que le dice a su abuela materna que volvería a vivir con ella a
los seis meses posteriores -algo que ocurre efectivamente-. Al inicio de los vínculos Juan
experimentó plenitud, cuido y amor, sin embargo cuando empezaba a vivir episodios monótonos y
conflictivos buscaba esa sensación de protección y cuido en otras mujeres con las cuales terminaba
vinculándose.
El resultado de este proceso fue una vinculación múltiple de pareja a lo largo de la vida
adulta; Juan E. estaba en búsqueda de una nueva pareja de forma constante -podía mantener hasta
157
Diagrama 4
cinco relaciones al mismo tiempo-. La nutrición afectiva de un vínculo no era suficiente, Juan
buscaba varias parejas para poder subsanar aquella violencia vivida en la infancia y la adolescencia,
sin embargo ante cualquier señal de violencia o conflicto él tendió a huir ya que lo asoció con la
explotación y el daño gestados en el vínculo materno del cual no pudo escapar; no había pareja que
lo hiciera sentir satisfecho por mucho tiempo, no existía la posibilidad de acceder a la fantasía de
completitud o fusión por largos periodos.
En consecuencia la idealización de las diferentes parejas se acorta en el tiempo, por lo
general el compromiso y proyectos en común varían, Juan E. busca lo opuesto a lo que vivió en el
vínculo primario: el Objeto totalmente gratificante. La paradoja de esta situación reside en la
búsqueda de un vínculo imposible -completamente gratificante e incondicional- al mismo tiempo
que huye de situaciones inevitables- conflictos y desacuerdos-. 5
A continuación se presenta una imagen que grafica las relaciones múltiples de parejas
significativas que ha tenido Juan E. a través del tiempo.
5 Juan convivió con la mayoría de las mujeres con las que se apegó, tuvo cuatro hijos y se casó civilmente dos
veces. En la mayoría de los casos no mantiene contacto con las exparejas, salvo aquellas con las que tiene
hijos y aún paga pensión. Visita esporádicamente a sus hijos e hijas.
158
El tema de la vinculación múltiple de pareja es abordado por Lemaire (1986) y Campuzano
(1993) y la describen como la como una defensa ante la fusión con el Objeto de amor, sin embargo
no precisa cuales son las causas subyacentes a dicha defensa ni las implicaciones que tiene dentro
del proceso de idealización. El caso de Juan E. puede dar explicaciones a algunos de estos puntos
pendientes:
1. La violencia extrema en el vínculo y la marginalidad asilan al infante y le imposibilitan la
aparición de otras personas que puedan brindar cuido y afecto –testigo auxiliador- Ante tal
carencia psíquica surgió una necesidad compulsiva por obtener cuido y afecto de fuentes
múltiples en la vida adulta.
2. Se le teme de forma paranoide al ser amado ya que la violencia infantil recibida no era
prevista ni se podía evitar.
3. La resistencia a la fusión y la idealización de corta duración es una defensa inconsciente
ante la marginalidad y la violencia extrema del vínculo primario.
159
Resu
men
2
160
La voy a conquistar de nuevo: Las reacciones precríticas y su percepción
antes de la crisis de pareja.
La precrisis es un momento crucial a lo interno de las relaciones de pareja, tiene un carácter
formador y anuncia la entrada a escena de nuevas dinámicas (Lemaire, 1986). Cada individuo
aporta elementos propios de su subjetividad y su historia vincular para hacerle frente a esta
situación.
En este capítulo se analiza las diversas reacciones precríticas que se construyeron dentro de
los vínculos de pareja al mismo tiempo que se indaga su relación con la historia vincular primaria
de los hombres participantes del estudio.
Reacciones precríticas y dinámicas inconscientes subyacentes
El término Precrisis fue creado por Lemaire (1986) para indicar aquel momento en donde la
dinámica de pareja pasa por un periodo de cambio, la idealización como proceso empieza a decaer y
emergen nuevas formas de representación del Objeto de amor.
En la totalidad de los casos analizados, los hombres empiezan a percibir elementos
aversivos en sus parejas que generan malestar en la relación. En muchas ocasiones se vincula con
el hecho de no ser satisfechas algunas de sus exigencias o expectativas – discusiones, dificultades
para llegar a acuerdos, poca expresión de afecto y distanciamiento por parte de sus parejas-. Otra
serie de elementos que emergen se asocian también a las exigencias que sus parejas les hacen y que
ellos mismos no acceden a cumplir - mayor intimidad y más comunicación-.
161
Lo anterior desgasta los ideales con los que se inició la convivencia de pareja así como las
expectativas y promesas inconscientes que fundaron el vínculo –promesas mesiánicas, de salvación
y rescate de la pareja-. Se desvanece el deseo de fusión con el Objeto (Lemaire 1986, Puget 1998) y
cambian los patrones de interacción con el mismo, la interfantasmática se transforma y entra en
juego nuevas dimensiones del vínculo primario.
“Se puso a llorar, le dije que por mi trabajo tal vez no le dedicaba tanto tiempo. (...)
Trataba de que comiéramos juntos, la esperaba. Al final le dije que mejor nos
separáramos, que ella siga su camino y yo seguiré con el mío (…) No tuvimos hijos, yo
creo que eso fue una de las partes que nos separó un poquitillo (…)”
Rolando
Ante la eventual crisis estos hombres intentaban estabilizar las dinámicas vinculares de
pareja y retornar a los primeros procesos de idealización y anhelo de fusión. Son actos inconscientes
que se tramitan de formas tan diversas –palabras, gestos y miradas- que pasan por la expresión
verbal así como por el cuerpo. Es un intento de retorno al Status Quo de la relación y contención de
la inminente crisis ya que se enfrentan ante un contenido altamente reprimido, el cual es el fracaso
de la fusión con el ser amado y la promesa omnipotente de reparación y refugio.
La situación se torna mucho más compleja ya que estos procesos también acontecen de
forma simultánea en el psiquismo de sus parejas mujeres. Cada miembro de la relación pondrá en
acción sus propias dinámicas inconscientes que interactúan y se significan de forma paralela
(Lemaire 1986, Puget 1998). Los siguientes apartados son la descrición de las reacciones precríticas
puestas en la interacción de pareja por parte de los hombres participantes.
162
Negación y Seudonegación
El término negación ha sido abordado ampliamente por A. Freud (1960) e implica un
mecanismo de defensa ante un contenido reprimido, es el rechazo de un hecho que se impone desde
el mundo exterior. La negación de la cercana crisis es una reacción precrítica común y conlleva un
estado pasivo ante la situación, el contenido sigue siendo reprimido y por lo tanto permanece
inconsciente. Los participantes no visualizan, en el momento precrítico, la dimensión de la
situación, niegan rotundamente el malestar e inclusive suelen proyectarlo en sus compañeras -no
admiten su propia falta y le expelen la culpa–.
Por otra parte, la Seudonegación implica un grado mayor de consciencia, en donde se
visualiza la posible crisis de la pareja, la propia participación y autoría, por lo general conlleva
acciones relacionadas con la reparación y la racionalización de los hechos.
“Pues yo realmente la amaba, yo traté e hice muchos cambios; salía del brete y me iba
para la choza, salíamos a comer todos los fines de semana para que ella no hiciera nada,
empecé a comprarla, prácticamente; le daba tiempo, dinero, salga, vaya (…)”
Octavio
La Seudonegación implica silenciar el malestar de forma consciente; por lo general los
participantes evitan hablar del problema ya que no entienden completamente sus orígenes y
dinámicas. La reparación vuelve a remitir a la dinámica Quid pro Quo, en donde el rol de proveedor
se ejerce ante la espera de la recompensa que sería la re-idealización del vínculo.
163
Ante la situación de precrisis, los participantes esperaban que sus intentos de silenciar el
malestar y dedicarse a proveer fueran suficientes. Estos eran los únicos medios de reparación o
soluciones previas al desencadenamiento de la crisis sin embargo fueron insuficientes para evitar la
llegada de la misma. A pesar de lo anterior, dichos intentos sirvieron como acuerdos colusivos
(Lemaire 1986) que retrasaban la llegada de la crisis por meses, años e inclusive lustros.
La dinámica resultante, en la mayoría de los casos, remitía a la confrontación y discusión
por parte de las parejas mujeres hacia los hombres, al parecer ellas podían verbalizar mucho más
claramente el propio malestar. Ante tales demandas la Negación y la Seudonegación aparecían y la
interacción se volvía más violenta –gritos, insultos y palabras de desprecio. Retornaba la
naturalización de la violencia en el vínculo lo cual acentuaba la desidealización del ser amado.
Se forma una dinámica cíclica en donde la pareja trata de volver a procesos de idealización
pero al no conseguirlo se acentúan las reacciones precríticas y la violencia del uno hacia el otro. Es
importante resaltar que este mecanismo es el más utilizado al inicio de la precrisis de pareja por
parte de los hombres, por lo general el malestar no es nombrado y en la mayoría de las ocasiones se
intenta reprimir.
Diagrama 5
164
Alejamiento y pérdida de interés
Ante la imposibilidad y frustración de no poder cambiar la situación, los miembros se
distancian de forma progresiva, esto implica menor tiempo de contacto el uno con el otro y mayor
tiempo invertido en otras actividades – trabajo, cuido de los hijos/as o amigos/as.- Se comunican
cada vez menos, las expresiones de afecto disminuyen y el interés por las actividades y necesidades
de la pareja escasea.
Detrás de esta reacción los hombres esperan poder mitigar el conflicto y disminuir las
transacciones de violencia en el vínculo -algo que efectivamente ocurre-. Sin embargo las
consecuencias que conlleva este acto impactan en la relación de forma perjudicial, según R.
Sternberg (1990) muchas de las crisis de pareja influyen en elementos como la pasión y la
intimidad, es decir, la cercanía, la expresión de deseos, necesidades y la unión con la otra persona
disminuyen. En consecuencia R. Sternberg (1990) llama a este tipo de relación, caracterizada por la
distancia y pérdida de interés, como “amor vacío” -el motivo de la unión de la pareja reside
Diagrama 5
165
enteramente en un compromiso adquirido tiempo atrás y no contiene muestras de afecto ni
confianza-.
“ (…) ella decía que yo era poco comunicativo, que yo me esperaba para mañana lo que
puedo hacer hoy. (…) Tenía que ir a fincas a hacer trabajos, me iba a las tres de la
mañana y ya a las doce iba terminando, estaba en el volcán de Turrialba y luego me
venía como dos horas de viaje en doble tracción, con malos climas. Llegaba, me bañaba y
seguía trabajando en el negocio cansado (…)”
Rolando
Se consolida una fantasía en donde al dejar de lado la interacción con la pareja se
disminuirían los problemas y el daño causado dentro del conflicto de ahí que los participantes
esperaban que “con el tiempo las cosas mejoraran”. El carácter pasivo contrasta mucho con las
reacciones de las parejas mujeres, ya que en muchos momentos ellas optaban por verbalizar el
malestar e intentaban acercarse a ellos desde la queja, la demanda y la falta.
De forma similar a la reacción precrítica anterior, la dinámica resultante es cíclica y
ejemplifica claramente lo que V. Satir (1986) define como “causalidad circular”, es decir, la
dinámica es un sistema que se alimenta a sí mismo conforme va pasando los ciclos cumplidos, las
acciones de uno de los cónyuges alimentan las acciones, fantasías y miedos de la otra persona y así
acontece sucesivamente hasta que el sistema colapse y se necesiten nuevas formas de interacción.
166
Paranoia y el tercero especular
Esta situación se concretiza con la presencia de celos por lo que los hombres entrevistados
mencionaron que temían perder el amor de sus parejas durante este periodo. Ocurre posteriormente
al alejamiento y pérdida de interés por parte de sus parejas mujeres de ahí que en muchas ocasiones
ellas dejan de hacer demandas y acceden a la misma dinámica que sus contrapartes masculinas.
La mayoría de los hombres entrevistados experimentaron sentimientos de miedo e
inseguridad en la precrisis, temían que la pareja tuviera una relación con otro hombre. Al inicio
dicho temor paranoide se consolidaba en ideas recurrentes acerca del comportamiento de su pareja;
empezaban a indagar los momentos en que estaba fuera de la casa, las comunicaciones que
mantenía por mensajes de celular y las redes sociales de internet.
En muchos casos registraban el celular o el robaban la contraseña del correo electrónico de
sus parejas. La mayoría de los hombres entrevistados explicaban que el distanciamiento de su
compañera es por la intrusión de otro hombre –un Tercero- en su vínculo de pareja.
Diagrama 6
167
Al caracterizar a este posible Tercero, que supuestamente se inmiscuía en la relación, se
evidencia el carácter proyectivo y especular del mismo. Por lo general, el Tercero era fantaseado
como un hombre que se “aprovechaba de los problemas de pareja”, le daba aquella cercanía y
atención que no era provista por el cónyuge; era visto como una especie de invasor o estratega que
aparecía como un buen amigo de la pareja y que progresivamente adquiría el cariño, acentuaba el
desprecio y acrecentaba la crisis junto con el distanciamiento hacia la pareja masculina.
“(…) ella quiso trabajar otra vez (…) ella lloraba mucho y yo le decía que no era para
tanto y ella me dijo que se sentía como muy feliz pero muy triste (…) y siguió ahí con lo
mismo, con el mismo patrón, (…) y yo pensaba que era raro y la notaba distante y yo
pensaba que algo le pasaba a esta chavala y ahí fue donde pensé que le estaban
endulzando el oído (…)”
Roberto
El Tercero era una especie de enemigo a derrotar y con el cual se debía de competir;
muchos hombres trataron de acercarse más a sus parejas, pasaban menos tiempo fuera de la casa,
asumían labores domésticas, le daban más dinero a sus compañeras para gastos personales y
planeaban viajes en familia. A pesar de estos intentos de reparación el distanciamiento continuaba y
la crisis de pareja se volvía inminente.
Muchas de las características que envolvían la imagen del Tercero hacían referencia a la
propia falta de los hombres entrevistados, es decir el Tercero lo definían como aquella persona que
tiene cualidades, virtudes o condiciones que ellos mismos carecían.
168
Algunos ejemplos de los atributos proyectados al Tercero son:
Características físicas: mayor estatura, facciones más perfiladas y mayor musculatura.
Características de la interacción: mayor sentido del humor, mayor capacidad de escucha y
más empatía.
Otras cualidades: mayor poder económico, mejor desempeño sexual y mejor habilidad de
persuasión.
Al igual que la imagen invertida aparece en el reflejo de un espejo, el Tercero hace su
aparición de forma especular mediante el mecanismo psíquico denominado como “formación
reactiva” (Freud, 1905), en donde los propios contenidos reprimidos del Sujeto se transforman en
lo contrario y posibilitan la interacción con el mismo. La propia falta se proyecta sobre el Tercero el
cual atormenta y persigue, la génesis de muchos de los problemas y conflictos de pareja se le
adjudican debido a su presencia.
Se teme que el Tercero pueda ocupar el propio lugar en la relación con el ser amado, la falta
habría sido fantaseada en torno a los momentos en que se le hizo daño a la pareja –desprecio,
violencia y distanciamiento-. Las dinámicas posteriores se caracterizan por la competencia con el
Tercero y emergen fantasías de omnipotencia así como de destrucción del mismo con el objetivo de
“recuperar” a su pareja.
169
Diagrama 7
El rompimiento de los rituales entrañables y el rol del cuerpo
Los hombres hacen referencia a una serie de actividades que realizaban al lado del ser
amado que se caracterizaban por ser exclusivas6 –caricias, besos, sobrenombres y relaciones
coitales-. Dichas actividades se relacionaban con la idea de compromiso e intimidad hacia la
persona amada de modo que eran símbolo inconsciente de la fantasía de fusión y completitud.
Durante el periodo previo a la crisis los hombres comentan percibir algunos cambios
importantes en dichas actividades que realizaban junto a su pareja, en la mayoría de los casos se
6 6 R. Sternberg (1986) las define como “rituales entrañables” los cuales son gestos exclusivos que solo se
realizan con el ser amado y no involucran a terceros.
170
menciona la disminución en la frecuencia de las relaciones coitales y el contacto erótico – caricias y
besos-.
Acorde a lo anterior, la diminución de estas actividades denominadas como “rituales
entrañables” (Sternberg, 1986) implicó el rompimiento y la decadencia de la fantasía de fusión,
fueron al mismo tiempo formas de representación de la dinámica de pareja en el donde el cuerpo
toma protagonismo. Dependiendo de la dinámica existente, los rituales cambian de frecuencia y se
crea una especie de vaivén de los mismos en donde existen temporadas con mucha actividad y otras
con poca.
“(…) cuando yo me di cuenta de eso yo le hago a Clara el amor toda la noche. Ella
quemó la ropa que andaba, el calzón, el pantalón todo lo que andaba el día que fue infiel.
Ella no me quería ver la cara. Ella lo asumió con arrepentimiento y estoy seguro que ya
no más (…) - fue como un león, como marcar la vara. Este es mi territorio, yo lo marco.”
Juan E.
En el caso anterior el mensaje trasmitido por Juan E. es muy claro ya que el acto sexual era
un símbolo de fusión con el ser amado, una promesa de remediar el distanciamiento y solventar la
inminente crisis.
Muchas de las reacciones precríticas tienen un carácter conversivo o somático al modo
tradicionalmente planteado por S. Freud (1895) en la casuística sobre la histeria; los síntomas y el
malestar hablan a través del cuerpo y su relación es simbólica. Suelen haber momentos en donde la
171
dinámica de pareja se expresa por cansancio físico, dolor muscular, cefaleas y enfermedades de
gastrointestinales.
En resumen, el rompimiento y la decadencia de los rituales entrañables son una especie de
lenguaje no verbal en donde se intenta trasmitir el malestar por medio del cuerpo; dichos mensajes
son una simbolización de la ruptura de las fantasías originadas en la idealización inicial. El cuerpo y
la interacción misma representan un indicador del estado de las dinámicas de pareja, la forma que
interactúan y las actividades que realizan en común adquieren un significado intersubjetivo y
reflejan las estrategias de expresión del malestar y resolución del conflicto mismo.
172
La Fuga del vínculo
En varios de los casos analizados -Juan E, Octavio y Eliseo- comentaron que la
vinculación paralela con otras mujeres fue una situación vivida comúnmente en momentos previos a
la crisis de pareja. La relación con sus parejas se caracterizaba por ser distante y con escasa
comunicación; en muchos casos se prolongaba por mucho tiempo. Cuando esto ocurría algunos
participantes buscaban excusas para poder frecuentar a otras mujeres y pasar más tiempo fuera de la
casa. Esta situación era común y en muchas ocasiones se repetía de la misma forma en el caso de
sus pareja -ellas buscaban igualmente a otro hombre-. Este fenómeno se describe de forma amplia
por Campusano (1993) en donde la dinámica resultante se configura a modo de un triángulo –matriz
de vínculos- en donde la relación paralela brinda elementos afectivos/sexuales que evitan el
rompimiento con la primera relación.
El caso de Juan E. ilustra esta dinámica ya que cuando había problemas con Clara, él
frecuentaba y nutría la relación con Paola, salían de forma más frecuente y pasaba más tiempo fuera
de casa - Juan no visualizaba la posibilidad de terminar con las relaciones de pareja, casi en la
totalidad de los casos la decisión de finalizar el vínculo residía en las mujeres-. Por lo general esta
dinámica implicaba la construcción de una red amplia de vínculos en donde ambos miembros
sentían celos y buscaban la forma de demostrar el engaño por parte de la pareja.
173
Los diferentes elementos del vínculo –pasión, compromiso e intimidad- (Sternberg, 1986)
se construyen de forma diferente en cada uno de los vínculos de la matriz, lo que produce variedad
e interdependencia. Es decir, hay vínculos destinados a ser cargados con pasión –amor romántico-,
otros de intimidad –amor/compañerismo- y otros de compromiso –amor fatuo-; por lo general el
vínculo de mayor duración en el tiempo es el más cargado con compromiso – parejas como Paola,
Clara y Marilyn-.
En el cuadro anterior se puede observar la extensa red de relaciones de pareja que se
articula en el caso de Juan E. de forma que cada persona tiene por lo menos a un tercero/tercera el
cual le oculta a su pareja. Juan le oculta a Clara la relación con tres mujeres mientras que Paola y
Clara le ocultan a Juan la relación con otro hombre en cada caso.
Diagrama 8
Diagrama 9
174
En consecuencia los hombres mencionan negar la crisis de pareja e ignorar el conflicto,
esperar que las mujeres lo nombraran, en ningún momento asumían roles proactivos dirigidos hacia
el cambio, se fugaban y refugiaban en otros vínculos con mujeres hasta el momento en que la
situación era insostenible y las parejas se desgastaban.
“Después yo entro a trabajar y le dedicaba mucho tiempo. Ella me decía que yo no tenía
tiempo para ella y que no le sacaba ratos, que no le demostraba que la quería, que no le
demostraba que ella para mí era importante (...) casi todo el proceso de los diez años que
conviví con ella le fui infiel (…) empecé con Verónica.”
Juan E.
El proceso que antecede al rompimiento duraba meses e inclusive años, son escasas las
situaciones en donde se realizaban acciones concretas para asumir la falta, en muchas ocasiones se
centraban en identificar a los terceros con quienes sus parejas frecuentaban para luego forzar a
terminar esa relación.
Ante el malestar inminente y la escasa reparación del vínculo, la fuga mediante la
vinculación paralela era la alternativa seleccionada y conlleva a otros procesos de desgaste en la
interacción - el distanciamiento se agravaba y los mecanismos de negación se acentuaban-.
175
Otros acuerdos colusivos: La fantasía de reparación e indemnización
Los acuerdos colusivos son definidos por J. Lemaire (1986) como aquellas dinámicas
inconscientes en donde se acuerda la convivencia a cambio de ceder a las demandas y deseos de la
pareja de forma mutua; son psicodinamias que están orientadas a mantener la fantasía de fusión con
la pareja a pesar de la inminente crisis o daño hecho al Objeto.
Lo anterior se presentó comúnmente a través de situaciones en donde se descubre vínculos
paralelos por parte de los hombres. Estas situaciones implicaron la desidealización del vínculo e
introdujeron la inminente crisis con miras a la separación.
En consecuencia la pareja se distancia por un periodo de tiempo, evita hablar, desconfía e
investiga los acontecimientos para entender las dimensiones de la situación. Esto trae consigo
mucho malestar que se evidencia en las reiteradas discusiones, gritos, insultos y demás -la fantasía
inicial de simbiosis queda cuestionada-.
En la mayoría de los casos, los hombres piden perdón a sus parejas e idean escusas para
poder justificar la situación; muchas de estas van orientadas hacia el exterior y tratan de
visualizarlas como parte de la crisis de pareja por lo que es común escuchar frases como “es que
ella se metió”, “me sentía muy solo y no sabía qué hacer”, “fui un tonto no supe valorarte”.
En la totalidad de los casos las parejas mujeres deciden acceder a la disculpa de su
compañero y entra en escena el acuerdo de indemnización en donde el hombre accede a pagar el
daño causado a su pareja; esto implica una serie de acciones y comportamientos que se describen a
continuación.
176
Pago material: acceder a todas las demandas y deseos materiales que la pareja pida. No se
cuestiona la utilidad o la rentabilidad de los mismos. Se incurre en deudas e hipotecas con
el objetivo de satisfacer a la pareja.
Pago afectivo: acuerda no hacer solicitudes de afecto a su pareja, por lo general no se
reclama la pérdida de los rituales entrañables ni el poco contacto físico o sexual.
Pago de espacio y límites: Los hombres dejan de lado comportamientos asociados con el
control y el poder en relación al tiempo que dispone su pareja. No piden explicaciones en
donde han estado ni limitan sus propios espacios.
Pago en violencia: Se asume como castigo toda aquella violencia proveniente de la pareja
relacionada con insultos, gritos e inclusive golpes. Los hombres no hacen nada para limitar
este tipo de situaciones.
“Había muchas desconfianzas, siempre me lo estaba restregando, aunque ella me echó
tres veces de la casa, (…) pero cuando habían bronquillas siempre salía el tema de esta
mujer (…) empezó a ser agresiva, ya después hasta me levantaba la mano, yo mejor me
iba para no hacer más el problema”
Octavio
En la totalidad de los casos se presenta la fantasía omnipotente en donde se cree haber
resuelto los problemas si se encuentra conviviendo con su pareja bajo el mismo techo, los hombres
creían que cualquier salida de la casa desencadenaría una eventual crisis y agotaría los recursos de
la pareja para solventar el conflicto.
177
Este tipo de acuerdo cambia conforme pasa el tiempo, por lo general los hombres pasan de
una a otra estrategia para poder probar su eficacia y ver si esto resuelve el conflicto. Cada uno de
estos acuerdos o “formas de indemnización” se agotan conforme avanza la situación y en general
confluyen en una actitud cínica de los hombres ante el acuerdo.
“La última vez cuando volví yo le dije -se acaba esto… porque ya yo no ando con ella-
(…) o volvemos de una vez o me voy.”
Octavio
En ninguno de los casos, en donde los hombres tuvieron vínculos paralelos, se logró la
reparación del Objeto y la reidealización del vínculo, la duración de este proceso varía
enormemente de ahí que puede conllevar meses e inclusive años.
Muchas de las reacciones precríticas han sido descritas como cíclicas y secuenciales,
además son paralelas y de duración variable –utilizadas por meses y hasta por años- de modo que
no todas son experimentadas por los participantes y en muchas ocasiones retornan en su uso
dependiendo del momento y de la dinámica existente.
Sobre los procesos precríticos y su relación con la reparación.
El término reparación fue planteado por M. Klein (1937) para definir aquella acción
destinada a subsanar el daño hecho hacia el Objeto de amor; implica actos de cuido y protección
178
con el fin de guardar la integridad del mismo. Son demostraciones de amor que están cargadas de
un monto considerable de culpa por haber dañado a quien se ama.
La posibilidad de reparación es una gran interrogante dentro de cada uno de los casos
analizados, al parecer los hombres acceden a estas acciones al poco tiempo de estar en convivencia
y consideran que hay algo “que se le debe” a la pareja y que posiblemente explique las nuevas
dinámicas inconscientes en la precrisis.
“(…) me dediqué a comprar el amor de ella, le pagué las cuentas, porque eso la tenía
muy estresada a ella (…) ni comprándola. Ella dormía en el cuarto, y yo dormía en otro
cuarto, yo me levantaba en la madrugada como idiota, salía de mi cuarto e iba al de ella,
(…) le digo – ¿Qué haces?- ella dice -¡Nada! salga de aquí, salga no quiero estar con
usted-, yo le digo -Venga, vamos para la cama-, ella dice -No, no quiero estar con usted-
y así me tuvo mes y medio. Ya yo le lloraba en la choza, los carajillos me preguntaban
qué pasaba y yo decía - no sé qué es lo que tiene su mama-.”
Octavio
La reparación implica al mismo tiempo delimitar las coordenadas de aquello que es dañado
o la forma en que se daña; en muchos de los casos se desconoce por completo la falta y se procede a
reparar con la esperanza que cualquiera de estas acciones frene la crisis y el conflicto. Los datos
sugieren que el daño repercute necesariamente en los patrones de interacción así como en el cambio
en representaciones de la interfantasmática de pareja; a continuación se plantea tres líneas de
descripción de aquello que ha sufrido cambios y daño.
179
Daño a la fantasía de fusión: Se daña el capital simbólico de la fusión de pareja, es decir, se
daña aquel sentir de unidad y confianza. Se puede evidenciar en múltiples situaciones como
al descubrir que la pareja se vincula afectiva y sexualmente con otras mujeres.
Carencia de cuido y afecto: Se disminuye la intimidad y la pasión con la pareja de modo
que se bajan las expectativas de expresión de cariño y ya no se considera al cónyuge como
aquella persona que puede hacerse cargo de proteger y cuidar. Esta es una de las situaciones
que se manifiestan inicialmente en los casos analizados y por lo general es constante hasta
el final de la relación.
Violencia y destrucción hacia el ser amado: no solo carece de cuido y afecto sino también
implica haber atentado contra la integridad física o psicológica de la pareja. La interacción
en la relación se vuelve más violenta y se aíslan el uno del otro.
Las relaciones de pareja están envueltas en actos constantes de construcción intersubjetiva,
es decir, no solamente se trata de acceder a una casa, automóvil u otros bienes materiales sino que
se trata de cargar con significado aquello logrado. Es la construcción de una fantasía heredada desde
la infancia primitiva; es la promesa de encontrar aquella persona que posibilite el desarrollo y
asociarla como fuente de felicidad y la completitud.
Por lo tanto, aquello que se daña también es de carácter simbólico e intersubjetivo, el acto
de agresión y daño es un acto de destrucción que se relaciona de forma dialéctica con lo que se
construye. Después de los procesos de idealización del noviazgo e inicios de la convivencia entran
en juego elementos destructivos propios de la precrisis y su desarrollo ulterior es la historia de esta
lucha constante por construir una intersubjetividad que corresponda a las fantasías, miedos y
ansiedades propias de cada uno de los involucrados.
180
Según J. Lemaire (1986) y J. Puget (1998) este proceso conlleva a la crisis de la pareja y la
única posibilidad de resolución, en donde se consolide a relación, es volver a idealizar el vínculo, es
decir, volver a encontrar en la pareja aquellas cualidades ideales que le den valor al Objeto y hagan
deseable volver a convivir. En la totalidad de estos casos este proceso nunca se dio, por lo general la
precrisis se consolidó por mucho tiempo y los diversos intentos de reparación no posibilitaron la
resolución del conflicto de pareja.
Surgen las siguientes preguntas ¿Qué sucede que ninguno de los casos logró reparar o
palear la crisis en la pareja? ¿Por qué el proceso de reidealización no aconteció? ¿Es posible la
reparación de un vínculo de pareja cuando han acontecido grandes daños hacia quien se ama?
Al analizar lo sucedido se puede denotar que la naturaleza de la reparación tiene un carácter
exterior y material, es decir, apuestan a reparar mediante dinero, mediante aislamiento e inclusive
mediante la aceptación de la violencia mutua.
En todo momento la reparación proyectó lo propiamente subjetivo, es decir, los hombres
del estudio buscaron dar aquellas cosas que ellos consideraban como reparadoras pero de su propia
subjetividad y momento de vida. El hecho de dar bienes materiales puede referir al malestar y
tensión generados por ser el proveedor, el hecho de aislarse y brindar espacios sin hablar puede
referir a la necesidad de momentos para desvincularse del problema y el hecho de no limitar el
comportamiento violento de su pareja se puede interpretar como aquella necesidad de expresión
verbal y aceptación de su propio malestar.
El fallo reside en que la reparación nunca apuntó a lo simbólico en el nivel intersubjetivo,
no se “reinició” el proceso de construcción conjunta mediante la idealización ya que nunca se
tomó en cuenta la subjetividad y el aporte simbólico de la pareja mujer. Se trató como una especie
de ensayo y error en donde se hacían diferentes intentos esperando que alguno reparara la pérdida
de confianza, la violencia ejercida y demás. Se esperaba que ella simbolizara de la misma forma y
181
le diera el mismo valor a aquellas cosas que ellos hacían de ahí que la dificultad residiera en que los
actos de reparación se hicieron de forma individual y unilateralmente cuando en realidad este es un
proceso de construcción conjunta..
“(…) nunca lo acepté, yo dormía aparte y ella me lavaba y todo, ella dormía con los
chiquitos y yo aparte (…) y yo le prometía y con tal de ganármela la metí a un curso de
maquillaje profesional (...) como comprándola, así y todo (…) yo seguía mendingándole
cariño, ella salía, y yo salía (…) pero ya no salía en paz porque yo me imaginaba que
andaba con alguien (…) estaba esperando algo que no iba a llegar (…)
Eliseo
El resultado de este proceso generó en sí mismo más malestar y disconformidad en la
precrisis ya que los hombres no lograron mayor cercanía con sus compañeras, hubo mayor
violencia y distanciamiento lo que terminó por acentuarse y dejar de lado las acciones reparatorias.
Las secuelas se aprecian en la forma en que los participantes perciben estas situaciones ya que en un
inicio no hay consciencia suficiente del problema y la demanda por lo que tras no encontrar
resultados positivos terminan por ignorar, minimizar la situación y habituarse al malestar.
La reedición de las dinámicas de la infancia en la precrisis.
El vínculo de pareja es un espacio habitual para que retornen fantasías y escenas reprimidas
(Lemaire, 1986) lo cual se refleja al desplazarle a la pareja mujer parte de los patrones de
182
interacción de la figura cuidadora, es decir, la forma de sobrellevar la violencia y el malestar en la
infancia se replica en la edad adulta adentro del vínculo de pareja. Cada una de las reacciones
precríticas correlacionan con procesos psicológicos, estrategias de supervivencia o secuelas de la
violencia experimentada en la infancia de estos hombres.
Parte de las secuelas de la violencia infantil se asociaron con la negación del malestar
vivido lo que evolucionó en una precaria expresión de emociones en la edad adulta, esta situación
se articuló dentro de varias reacciones precríticas en donde también se negaba el malestar de la
pareja o bien se utilizaron otras vías de expresión a nivel inconsciente como rituales entrañables y
regalos materiales. Los hombres trataron de reprimir el malestar y silenciarlo como una forma de
sobrellevar y evitar mayor daño al igual que en la infancia.
Para ilustrar lo anterior se contrastan dos fragmentos de la entrevista realizada a Rolando, el
primero hace referencia a la infancia y el segundo relata una escena de convivencia en pareja de la
edad adulta.
“Cuando me pegaban como que llegué a hacer una concha y con el tiempo no llegó a
afectarme porque me dediqué al estudio y hacer las cosas que tenía que hacer. Como si
fuera un perro que uno entrena (…) callar y hacer las cosas”
Rolando
“(…) ella me echó de la casa, yo me pasé a la parte de arriba del consultorio. Mientras
me acomodaba, saqué un préstamo al banco para hacer la casa nueva para que ella
183
hiciera un negocio de medicina alternativa (…) callaba esperando que algún día ella
cambiara.”
Rolando
Ambas escenas reflejan una misma dinámica ante el ser amado, por lo general se reprimía la
expresión del malestar y se trataba de desviar la frustración y la energía en otras actividades
relacionadas con lo económico y profesional. Queda claro que la expresión de afecto es escasa y en
consecuencia se utilizan otros recursos en su lugar.
El poco interés a las necesidades del otro y el aislamiento son otros elementos asociados a
la dinámica infantil ya que son consecuencia de la limitada habilidad empática desarrollada. Según
A. Miller (2001) al niño/a se le obliga a callar el sufrimiento y consecuentemente se disminuye su
capacidad de expresión y reconocimiento del daño vivido. Por lo que cuando se llega a la edad
adulta la violencia -dentro del vínculo de pareja- no se percibe como aversiva o dañina y no pueden
comprender la razón del dolor, la frustración o tristeza en el ser amado.
De forma similar la ambivalencia hacia las figuras de cuido se elabora en la edad adulta
mediante las vinculaciones paralelas y la paranoia por una tercera persona. La obligación para el
niño consistía en idealizar al agresor a pesar del daño recibido lo cual era una tarea imposible dado
que existían elementos claramente aversivos –insultos, humillaciones y golpes-. La alternativa a
esto fue el mecanismo de proyección, en donde todo aquello aversivo del ser amado tenía que
desplazarse a otras personas o situaciones. Posteriormente, en la vida adulta, se proyectan estos
contenidos sobre la imagen de un Tercero o sobre otro vínculo con otra mujer. Lo anterior se refleja
cuando la totalidad de los hombres hicieron elaboraciones en donde transferían la “culpa” o razón
184
de fracaso a otra persona –se consideraba al vínculo de pareja como víctima de la intromisión y
aprovechamiento de otras personas-.
“(…) cuando me pegaban sentía como que mi papá era malo; después comprendí que él
no lo era (…) me di cuenta que él no tenía la culpa (…) porque yo era muy desobediente
con mi mamá.”
Eliseo
“El problema fui yo, el matrimonio lo disfrutamos muy poco (…) con la otra mujer nos
conocimos en el trabajo y a mí me gustó (…) pero un día mi esposa me pescó (…) fue
también culpa de la amante, estaba en un momento difícil y ella se aprovechó y se metió.”
Eliseo
Por último se perfila que dicha reedición de las dinámicas infantiles acontecen en la vida
adulta de pareja debido a los fuertes montos de represión que traen intrínsecamente y la consecuente
dificultad de verbalización y conscientización de los hechos. Muchas reacciones precríticas estarán
destinadas a repetirse si no se accede a espacios de reflexión, análisis y expresión subjetiva de esta y
otras vivencias traumáticas –hacer consciencia mediante la palabra de aquello que se ha callado-.
185
R
esu
men
3.1
186
Resu
men
3.2
187
¿Y ahora qué hago?: Fantasías y ansiedades durante el periodo de Crisis
y la ruptura del vínculo de pareja.
La crisis es un periodo crucial en el desarrollo de los procesos subjetivos, anuncian posibles
cambios y puntos de ruptura de diferentes psicodinámias así también implica restructuración pero al
mismo tiempo caos y catástrofe. La crisis conlleva al agotamiento de los recursos personales,
amenaza la integridad y el bienestar al mismo tiempo que asegura el desarrollo del Sujeto y sus
habilidades para la vida (Erickson, 1985; Slaikeu, 1996; Rocamora, 2012).
En el presente capítulo se analiza la dinámica que acontece durante los periodos críticos en
los hombres del estudio, se describe el proceso de pérdida y destrucción de lo cotidiano así como la
interacción que acontece con el mundo externo.
188
Sobre el contexto de llegada a la crisis.
Este periodo, en la totalidad de los casos, es cargado con grandes montos de significado por
lo que ha sido descrito como un punto de quiebre en donde la cotidianidad cambia bruscamente.
“(…) en mi vida no había experimentado algo tan feo, una tristeza tan grande; una
desilusión; no quería hacer nada. El problema es que se encierra uno en ese bache y no
quiere salir usted de ese hueco; porque le falta esa otra persona (…)”
Eliseo
El punto de llegada a la crisis se presenta con la separación de la pareja y la salida del
recinto familiar de ahí que frecuentemente se escuchan frases como “ya no te quiero”, “váyase a
vivir a otro lado”. Las diferencias de la crisis y los procesos précríticos son la apreciación subjetiva
que hacen los hombres sobre la capacidad de controlar la convivencia de pareja, es decir, el
contraste reside en mantener la fantasía de control de la situación y es la creencia de poder hacer
que la pareja “siga viviendo bajo el mismo techo” que ellos. Al caducar esta fantasía de control los
hombres ingresan en procesos cargados de malestar y disforia que acorde a Slaikeu (1996)
desencadenan crisis en otras situaciones y contextos.
Cuando se pierde el espacio de convivencia los hombres experimentan varias situaciones de
crisis, las cuales se enumeran a continuación:
Crisis de pareja: el proyecto de convivencia y simbiosis se cuestiona de modo que no hay
certeza que del futuro de la pareja ni de su deseo y amor mutuo.
189
Crisis individuales: aparece a nivel subjetivo en la herida narcisista y los ideales del yo se
destruyen. El mundo interno empieza a transformarse de ahí que se pierde la sensación de
seguridad y control sobre el mundo exterior.
Crisis Laborales y con otros vínculos: acontece al poco tiempo de iniciada las dos crisis
anteriores, debido al deterioro del Yo y la substracción al mundo interno (Carusso, 1989),
se descuidan las responsabilidades laborales y otros compromisos como el cuido de los
hijos/as. Esto igualmente crea conflicto en las relaciones sociales y en ocasiones se
concretiza con el despido.
Otras crisis no resueltas: Se revive el malestar y el recuerdo de otras situaciones y duelos
no elaborados por consiguiente algunas de las situaciones más comunes son los
sentimientos de culpa por la pérdida de una relación de pareja anterior, por la pérdida de
algún ser querido y situaciones similares.
“Me afectó todo (…) estaba inseguro, inestable, sin un norte, emocionalmente como me
siento ahorita, decaído, sin ganas. (…) me acordé de lo que pasó con Marylin y Clara y
como lo arruiné todo de nuevo (…)”
Juan E.
Al inicio el primer mecanismo utilizado durante la crisis es la fantasía de omnipotencia, los
hombres del estudio tratan de minimizar el malestar subjetivo y darle continuidad a sus vidas como
si se tratara de un hecho sin importancia o de poca gravedad. Algunos evitaban hablar de esto con
sus familiares y amigos; otros se dedicaban a evitar el contacto y expresión de emociones como el
dolor, la tristeza y la frustración. Igualmente evitaban hablar de la situación y en su lugar emergían
190
actos y comportamientos autodestructivos que ponían en riesgo su propia integridad como el alto
consumo de alcohol, uso de drogas ilícitas y conducción temeraria.
“(…) todo lo que yo he vivido y ni siquiera mi mamá, ni mi papá ni mis hermanas se han
dado cuenta de eso; nada más que terminé y listo (…)”
Eliseo
Posteriormente al ser amado se le minimiza y desprecia por haber sido abandónico, se
fantasea con la capacidad de hacerle daño, de igual forma se introyecta esta fantasía de destrucción
sobre el Sí-mismo y se trata de derrumbar aquello de carácter subjetivo que le recuerda el vínculo
que lo une con la pareja. Al inicio no existe la aceptación de la crisis y del problema de modo que la
fantasía de omnipotencia facilita desviar la atención sobre el dolor y focalizarse en las represalias.
“(…) y yo pensaba que era raro y la notaba distante y yo pensaba que algo le pasaba a
esta chavala (…) y yo decía que si tenía que irme me iba; yo decía eso, como macho (…)
ultimadamente si tengo que irme ella lo va a lamentar (…)“
Roberto
191
La catástrofe del Yo y del mundo interno.
Durante el proceso de separación y pérdida de la relación de pareja, la fantasía de
omnipotencia decae y en su lugar se establecen otros procesos psíquicos asociados al malestar. I.
Carusso (1989) define a este proceso como “catástrofe del Yo”, el cual es un periodo en donde las
personas experimentan la pérdida de elementos constitutivos de la identidad del Yo y del narcisísmo
-ideales del Yo-.
En los casos analizados resalta la forma drástica y dramática en que irrumpe este proceso en
sus vidas de modo que se carga de grandes montos de violencia y su cotidianidad cambian de forma
tajante. Para muchos de los entrevistados la ruptura implicó no tener un lugar en donde vivir,
escases de dinero y demás limitaciones materiales, igualmente implicó conflictos con terceras
personas.
El proyecto de vida se desarticula en cuestión de días ya que no encuentran razones para
mantener un trabajo, continuar con estudios y otras metas que deseaban para un futuro. Es un
proceso nihilista de destrucción y vacío de todas aquellas representaciones que formaban parte del
mundo interno de estos hombres. La destrucción no fue progresiva sino que fue total y devastadora
a tal punto que ellos no notaron su llegada.
“(…) no lo vi venir y después de eso yo me sentía el hombre más desgraciado de todos,
hasta cuestioné seguir con la vida, porque pensé que ella era mi vida. Todo lo que
tenemos es por ella; mis hijos, el progreso económico, la casa y todo, los nietos, todo
giraba en torno a ella; el centro de atracción de todo era ella.”
Octavio
192
Los hombres experimentaban culpa, vergüenza e ira por lo que muchos de ellos se
reprocharon esta situación e intentaron volver al estado anterior. En algunas ocasiones llamaban a
sus exparejas, hablaban con sus hijos e hijas y realizaban varios acercamientos para poder volver a
su casa pero la negativa de las exparejas fue constante y definitiva.
Esta situación se prolonga por mucho tiempo –meses- y trae consecuencias a nivel somático
que simbolizan la pérdida del ser amado de ahí que al dimensionar el quebranto del vínculo estos
hombres también pierden el apetito, el sueño, peso corporal y cabello; su estado de ánimo decae -
hipobulia-, se enferman con mayor facilidad –padecimientos gastrointestinales y cefaleas.- y
aparecen alergias. Tanto el cuerpo como las representaciones psíquicas mueren lenta y
conjuntamente ante un malestar que es callado y censurado de forma prolongada.
Acorde a J. Lemaire (1986) y J. Puget (1998) la pareja nutre de forma sustancial la imagen
que tiene el Sí-mismo de su propio Yo, es decir, eleva la autoestimación (Freud, 1914a) pero al
mismo tiempo hace que dependa este de la otra persona.
“En la vida erótica el no ser amado disminuye la autoestimación, y el serlo, la
incrementa. Ya hemos indicado que el ser amado constituye el fin y la satisfacción en la
elección narcisista de objeto. (…) La dependencia al objeto amado es causa de
disminución de este sentimiento: el enamorado es humilde. El que ama pierde, por así
decirlo, una parte de su narcisismo, y solo puede compensarlo siendo amado.”(p. 10)
S. Freud (1914a)
193
La consciencia de la pérdida de pareja trae consigo la consciencia de la muerte (Carusso,
1989), por tanto es la pérdida de un sinnúmero de elementos que fueron construidos durante mucho
tiempo en conjunto con la pareja. Se pierde gran parte del mundo interno y al mismo tiempo de
aquello que es intersubjetivo como los proyectos de vida, la fantasía de simbiosis y completitud, la
sensación de protección y seguridad.
La desorganización del Yo fue tan desbordante que regresa al sujeto a estadios primitivos
de vinculación como la posición Glisco-cárica planteada por J. Bleger (1962), en donde no existe
diferenciación entre el Sujeto y el Objeto de amor. En la mayoría de los casos no se sabe cuáles
fueron las causas, se gestan explicaciones y se cree saber lo que la pareja puede pensar ante la
separación. Lo inestable e inesperado de la crisis trae consigo el paso de un estadio a otro de forma
constante, de la posición Glisco–cárica a la Esquizoparanoide y de esta a la posición Depresiva y así
sucesivamente.
La totalidad de casos presentan grandes montos de culpabilidad a los pocos días de iniciado
el proceso de separación de ahí que remarcan y rumean la propia falta y se especula sobre cuáles
fueron las razones por las que se dio la separación. En la mayoría de los casos surge angustia ante la
pérdida y le atribuyen la causa de este proceso a situaciones como relacionarse con otra mujer en
plano sexual, ejercicio de violencia, poca intimidad y pasión en la relación, discusiones y
desacuerdos, embarazos no planeados, fracasos propios en el trabajo y otros proyectos de la vida.
La separación es interpretada como el castigo por haber hecho daño a la persona amada y
la culpa es reflejo de no haber cumplido con las exigencias de sus parejas.
“(…) prácticamente cuando me lo dijo por teléfono, que se iba de la casa (…) me monté
a la moto y me vine, ni siquiera había llegado y una desesperación en el teléfono, yo sentí
194
un vacío y pensé - tome por hijo de puta- porque lo primero que se me vino a la mente fue,
ojo por ojo, clavo saca otro clavo; (…) honestamente me sentía culpable (…)”
Octavio
El considerar la separación un castigo implica revivir escenas de violencia infantil, en
donde al no obedecer los deseos y demandas de la madre o el padre se sufre del dolor. Casos como
Eliseo y Juan E. parecen indicar que a mayor violencia vivida en los vínculos primarios mayor es la
violencia y los comportamientos autodestructivos dirigidos hacia el Yo durante los procesos de
pérdida y duelo de pareja en la edad adulta. La violencia y el castigo son introyectados en la
instancia psíquica del Superyó (Freud, 1923) y emergen en la edad adulta al convertirse en
comportamientos autodestructivos, ideaciones y gestos suicidas (Zúñiga, 2012). Como se mencionó
en capítulos anteriores la violencia se naturaliza e introyecta siendo esta una especie de penitencia a
pagar, para ser cuidado y protegido se tiene que sobrellevar el daño físico.
En síntesis, la catástrofe del Yo resalta por la psicodinámia del malestar en donde se calla
y se silencia al mismo tiempo que se acentúa y eleva por medio de comportamientos
autodestructivos. No solo se revive la pérdida y el daño actual con la expareja sino que también
proyecta las pérdidas y daños hechos al Si-mismo desde la infancia. El siguiente esquema describe
la dinámica caótica de este proceso de crisis en donde se transita de uno a otro estadio, la forma no
es secuencial ni tampoco ascendente y se puede expresar en lapsos breves.
195
Diagrama 10
196
La psicodinámica con el Objeto de amor durante la crisis.
En el periodo de crisis la ambivalencia hacia la pareja describe en su totalidad la amplia
gama de sentimientos, fantasías y ansiedades que experimentaron los casos estudiados de ahí que
implicó la lucha dialéctica entre el amor –pulsión de vida- y el odio –pulsión de muerte- presentes
durante todo el proceso de crisis y durante la elaboración de duelo posteriormente.
Cuando acontece la separación de la pareja se edifican dos procesos:
Creación y re-fusión con el Objeto: Este proceso se describió ampliamente en el capítulo
anterior al hacer referencia a la colusión y los intentos reparatorios en la pareja; se presenta
de forma constante no solo durante la precrisis sino dentro de la misma crisis y el proceso
posterior de elaboración del duelo. Retrata los intentos de re-idealización del vínculo y un
retorno a la fantasía de fusión con el Objeto amado. Si se lograra la superposición de este
proceso sobre el segundo la crisis tendría una resolución que permitiría el retorno a la
convivencia y perduraría la vida de pareja (Lemaire, 1986). Los casos analizados describen
un estado de enamoramiento y representan a la pareja como “el amor de la vida”, “la única
que lo acepta como es”, “por quien daría todo”. Los hombres expresan gratitud y
dependencia hacia el ser amado y ansiedad ante la pérdida al mismo tiempo, por lo tanto
atienden al cuido y las demandas de la pareja- prevalece la posición Depresiva de M. Klein
(1937)-.
Destrucción y separación con el Objeto: Este proceso se presenta intensamente durante la
crisis y por lo general se sobrepone en varios momentos al primer proceso. La mayoría de
los hombres del estudio experimentan enojo y se articula la fantasía de omnipotencia y daño
hacia la pareja, en muchas ocasiones se materializa por medio de ofensas verbales y
197
violencia patrimonial –destrucción de posesiones y daño a la residencia entre otros.- El ser
amado que consolidaba la imagen narcisista ahora cumple la función opuesta, según
Carusso (1989) “la supervivencia del otro es una ofensa narcisista” y por consiguiente la
destrucción y denigración de la pareja son consideradas las únicas formas de sanación de la
herida narcisista. Si este proceso perdura el desenlace llevaría a la muerte del vínculo y al
inicio del proceso de elaboración del duelo -prevalece la posición Esquizoparanoide de M.
Klein (1937)-.
La ambivalencia de ambos procesos se presenta de forma invariable en todos los casos y
expresa la escisión y la regresión a estadios anteriores de modo que los sentimientos de amor y odio
pueden ir y venir en intervalos de días e inclusive horas. El producto es el malestar por tratar de
integrar una situación psíquicamente ambigua -no saben si percibir a la expareja como fuente de
seguridad y protección o como una amenaza-.
Para ambos procesos la resolución es diferente, en el primer caso –Creación y Re-fusión-
los hombres, de forma progresiva, comienzan a desplazar toda su energía hacia otros vínculos
cercanos –hijos/as, hermanos/as y padres.- debido a que la separación de pareja aconteció y a la
negativa de un posible acercamiento o colusión de pareja. Por lo tanto empiezan a dedicar más
tiempo al cuido y a la atención de los mismos, por lo general la mayoría de los vínculos elegidos
son los hijos e hijas y algunos miembros de la familia de origen los cuales se caracterizan por haber
recibido cuotas significativas de agresión y haber estado en conflicto por mucho tiempo.
198
“Después de eso me encontré una hermana mía (…) teníamos dos años de no hablarnos y
nos dimos un abrazo como si no hubiera pasado nada, y lo necesitaba; donde la vi me
alegró (…) yo le di un abrazo y me dijo -mi hermanito como te he extrañado-; después de
eso todas mis hermanas se comunicaron conmigo; ahora llevamos una relación (…)”
Octavio
La reparación de los vínculos cercanos es una especie de sublimación de la pulsión de vida
ya que al no poder fusionarse con la pareja se buscan Objetos substitutos a los cuales catectizar o re-
catectizar. En el caso de los hijos e hijas la reparación y el acercamiento toma una psicodinamia
más compleja ya que los hombres homologan el malestar de los hijos/as –por la separación de sus
padres- al malestar propio que se experimentó en la infancia. La reparación del vínculo con los
hijos/as simboliza la propia reparación deseada por los hombres hacía si mismos durante la infancia
y adquiere así un carácter proyectivo.
“Me preocupaban mis hijos, me sentía triste, porque yo pensé que yo los amaba (…) yo
me di cuenta que estando en la relación yo no los valoré tanto como los valoro ahora.
Entonces me daba por pensar de que no iban a estar conmigo siendo tan pequeñitos (…)
Entonces yo decía -aquí yo tengo que mejorar- (…) no quiero que mis hijos sufran como
yo sufrí cuando tenía su edad”
Eliseo
199
En el segundo proceso –Destrucción y separación- los hijos e hijas también ocuparon un
lugar particular en la dinámica ya que en varios casos –tanto la madre como el padre- trataban de
socavar información sobre la expareja y al mismo tiempo los descalificaban en sus acciones. Los
hijos/as eran un terreno común en la disputa en donde los padres trataban de convencerlos sobre la
culpabilidad del progenitor contrario por lo que de esta forma se accedía a parte de la fantasía de
destrucción del ser amado.
“(…) los primeros días pasaba a recoger a mis hijos para llevarlos a la escuela, pero yo
no pasaba por ellos, yo pasaba para verla a ella y ver que hacía, estaba obsesionado (…)
la ex les dijo a ellos que me dejaba porque yo la ahogué, que yo la celaba, que nunca la
dejé en paz, que nunca la dejé crecer como persona, que ella nunca pudo trabajar porque
yo no la dejé, que no se ponía la ropa que le gustaba porque yo no la dejaba (…) yo
también les hablé mal de su mamá en su momento”
Eliseo
La pulsión de muerte se elabora en varios escenarios de modo que al inicio se trata de dañar
al Yo y al cuerpo a través de comportamientos autodestructivos y de forma paralela la energía
también se destina hacia la expareja y posteriormente hacia terceros como familiares o bienes
materiales. El proceso concluye posteriormente en la etapa de duelo que se explicará ampliamente
en el siguiente capítulo.
200
La cristalización de la crisis
A este punto se ha analizado el periodo agudo de la crisis, en donde los hombres perdieron
el control sobre su situación de vida y trataron de buscar la estabilidad anterior. El siguiente
diagrama retrata la secuencia del proceso vivido por los hombres antes, durante y después de la
separación de pareja.
El punto más alto del diagrama refleja la intensidad de los síntomas y del malestar sin embargo la
dinámica se caracteriza por ser mucho más irregular y presentar periodos de mejora momentánea así
como de recaída.
Diagrama 11
Diagrama 12
201
La palabra crisis viene del griego κρίσις (Krinein) y su significado se relaciona con la
ruptura y el cambio de las cosas (Rocamora, 2012), dentro del proceso se espera que el curso del
malestar se aminore conforme pasa el tiempo y a su vez se pueda hacer ajustes que eviten futuros
conflictos y retornar así al momento previo del quiebre (Slaikeu, 1996; Rocamora, 2012 y Lemaire,
1986). Acorde a lo observado en los casos, este periodo tiene la singularidad de ser prolongado y
determinado por elementos externos de modo que la búsqueda de la estabilidad es escasa y se
caracteriza por la pasividad de los hombres y la disposición a resistir el malestar.
El resultado de este proceso revela la prolongación del malestar por periodos alarmantes
que van desde meses que pueden sumar más de un año de ahí que la mayoría de los hombres
esperaban que la crisis terminara por sí sola, no pedían ayuda ni tampoco hacían cambios ante los
acontecimientos
Se propone el término “cristalización de la crisis” para describir este fenómeno en donde
los hombres se inmovilizaron ante la separación y la precrisis de pareja. La palabra “cristalización”
se toma de la química (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, 2001) y explica el
proceso de transformación de un fluido o gas a un estado sólido en forma de cristal. El concepto
anterior pretende ilustrar como las dinámicas de pareja iniciales –idealización y luna de miel- se
Diagrama 13
202
transforman en reacciones precríticas que contienen a su vez patrones de interacción rígidos y
monótonos. A pesar de estar en un periodo de “ruptura” no hubo cambio o fluidez en su
comportamiento y por lo general esto los llevó a soportar grandes montos de malestar.
Los hombres no gestionaron su crisis hasta que fueran muy graves los daños o si estuviera
en riesgo la vida de ahí que en muchas ocasiones el deterioro físico era evidente e inclusive algunos
traían consigo diagnósticos relacionados con episodios leves de depresión, estrés y ansiedad de
varios tipos. En otros casos aumentó sintomatología e incidencia de enfermedades cardiovasculares
y gástricas.
“(…) fueron dos o tres meses de dolor, bajé siete kilos (…) yo no comía porque no me
daba hambre, yo no lo podía creer (…) me daba miedo, no aceptaba que ella estuviera
con otra persona y al final no hacía nada”
Eliseo
“(…) me dolió, me tire al suelo (…) era pura frustración, dolor e impotencia (…) le suda
a uno el cuerpo, le sudan las manos, un ardor en el estómago, bilis, una ansiedad de
saber dónde está y enojo (…)”
Octavio
“Mi estado físico se deterioró, al poco tiempo perdí catorce libras de peso, me daba
diarrea, comía y tenía que ir al baño, pasé mucho tiempo así.(…) No dormía bien, cuando
203
me llegaba mucho trabajo me permitía no pensar en situaciones financieras y
sentimentales, me refugiaban eso para esconderme.”
Rolando
En la mayoría de experiencias previas –pérdida de otras parejas significativas- se mantuvo
la crisis en su apogeo por mucho tiempo hasta que llegó a escena una nueva pareja mujer; en esa
circunstancia el malestar parecía disminuirse y un nuevo ciclo de enamoramiento iniciaba. Lo
anterior sugiere que los recursos utilizados para sobrellevar la crisis emergen de terceras personas y
de momentos imprevistos, al parecer casos como el de Juan E. retratan poca elaboración del proceso
lo que explica la repetición de muchas de las dinámicas y fantasmásticas posteriormente.
Por último, se considera que el aislamiento, la naturalización de la violencia y la poca
expresividad de emociones son componentes que mantienen la dinámica de la crisis cristalizada y
en consecuencia sustentan la represión del malestar que deviene del dolor de la pérdida. Esta
situación se puede asociar con los altos índices de riesgo de muerte y daño que viven los hombres
204
cuando se encuentran separados en comparación a los que están casados o tienen una pareja
estable (Stenberg, 1990).
Las crisis humanas son procesos de adaptación que fortalecen al sujeto y promueven la
concientización del contenido reprimido, si estos acontecimientos no generan lo anterior los
resultados serán más devastadores y dañinos que las causas que lo iniciaron.
205
Resu
men
4.1
206
Resu
men
4.2
207
Gastar el Dolor: La elaboración del proceso de duelo y la reorganización
de la vida cotidiana
“La muerte no existe en contraposición a la vida
sino como parte de ella.” (p. 37)
Haruki Murakami (1987)
El término duelo ha sido ampliamente utilizado en los trabajos de psicología científica
desde hace un siglo atrás (Freud, 1917b), sin embargo la palabra tuvo primero su asidero en la
sociedad y la cultura por lo que su significado y connotación tienden a variar de idioma a idioma.
En la lengua española la palabra duelo hace referencia etimológicamente a “dolor o sufrimiento”
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, 2001), sin embargo engloba otros
procesos psicológicos que se encuentran concatenados y diferenciados entre sí.
Tradicionalmente el vocablo comprende a tres procesos y circunstancias diferentes a nivel
psicológico, según W. Worden (2002) estas dimensiones pertenecen a las palabras en inglés
“Grief”, “Bereavement” y “Mourning”. A continuación se explica cada una de ellas y la forma en
que se utiliza en el capítulo su término homologable en español:
Grief: esta palabra denota el dolor y el malestar que experimenta la persona al darse cuenta
de la pérdida de aquello que se ama. Es la catarsis inicial que en la mayoría de los casos se
concatena con las reacciones de la crisis de pareja por separación. Se diferencian de la crisis
de pareja por el concepto de “Aceptación” en donde la persona asiente la pérdida y lo
208
definitivo de la misma. Se utilizan palabras como “dolor”, “sufrimiento” y “malestar” para
referirse a este concepto durante el presente capítulo.
Bereavement: el término tiene la finalidad de ubicar temporalmente al proceso de malestar
y dolor –grief- descrito anteriormente. Es un periodo de desorganización en donde emergen
diferentes emociones, pensamientos y acciones que se cargan de significado a nivel
individual. Se asocia con la concientización de la pérdida y la dimensión de los daños. Se
utiliza el término “Duelo” o “Periodo/Proceso de duelo” para indicar este aspecto del
fenómeno estudiado.
Mourning: Define el proceso posterior en donde la persona trasforma y resignifica el dolor
experimentado anteriormente. El cambio se delimita por la disminución de la abreacción y
la catarsis e implica la reinversión de las energías psíquicas en otras actividades que
comúnmente están delimitadas por rituales y pautas culturales. El término suele ser
traducido como “Luto” ya que envuelve actos simbólicos y un periodo posterior de
organización de modo que en el presente capítulo se utiliza la palabra “Elaboración del
duelo” para hacer referencia a este proceso y señalar el carácter activo del mismo.
209
Sobre la dialéctica del proceso del duelo, el espectro y sus polaridades.
El proceso de duelo se caracteriza por la posición del sujeto ante su malestar, las acciones,
ansiedades y fantasías que este asume en los diferentes momentos (Worden, 2002). El curso de este
proceso no es regular ni secuencial y por lo general el sujeto experimenta diversos comportamientos
y emociones de forma paralela y ambivalente. La elaboración de este fenómeno psicológico es de
características dialécticas ya que tiene una serie de elementos contrarios que dan sentido de
transformación y movimiento; a continuación se enuncian algunos ejemplos.
Preservación contra Destrucción: Hace referencia a la transformación de la fantasía de
fusión en la pareja así como todos aquellos elementos cargados subjetivamente durante el
vínculo. Por ejemplo, la renuncia a concretizar proyectos comunes que quedaron pendientes
como la construcción de casa, planes de viaje y procreación de hijos/as.
Negación contra Aceptación: Corresponde a la percepción de la pérdida y abarca las nuevas
circunstancias que han cambiado recientemente. Por ejemplo, el nuevo rol de paternidad y
régimen de visitas o el nuevo vínculo de amor de la expareja.
Manía contra Depresión: Corresponden al uso de la energía psíquica y el curso de las
fantasías y ansiedades correspondientes. Por ejemplo, la fantasía de omnipotencia como
búsqueda compulsiva por otros vínculos o la ansiedad paranoide como la dinámica de
competencia con un posible Tercero –nuevo vínculo de amor de la expareja-
Esperanza contra Desesperanza: Describe la expectativa y el anhelo de reparación del
vínculo de pareja. Por ejemplo, la anuencia por agradar a la pareja y obtener su perdón, la
resistencia a realizar nuevos proyectos de vida de forma individual y los intentos de volver
a convivir con expareja bajo el mismo techo.
210
El ser un proceso de curso dialéctico implica constante movimiento de los diferentes
elementos, es decir, un vaivén en las reacciones, fantasías y ansiedades. Esta situación refleja
también el concepto de crisis ya que pasa de un estado previo, en relativa estabilidad, a uno en
constante movimiento y cambio para luego volver a estar en un proceso de estabilidad (Slaikeu,
1996). La confrontación de cada elemento y su contrario gestan al tiempo posterior la “Integración”
o “Síntesis” que en su efecto es el concepto de Elaboración del duelo y pretende ser la
concretización del cambio y una nueva etapa.
Se propone el concepto “Espectro” para delimitar y organizar teóricamente el proceso de
duelo; según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (2001) el término es
definido como un “continuo” en donde no se puede dividir sus componentes ya que su
configuración es progresiva y constante. Para ilustrar lo anterior se propone como metáfora las
siguientes imágenes que son varios espectros del color.
Al analizar al espectro se nota que no hay un único color, sino varias intensidades del
mismo; y permite ver cómo, de forma progresiva, un color se puede degradar en otras tonalidades
hasta alejarse del color inicial. De forma similar las acciones, estados emocionales, fantasías y
ansiedades se comportan en los procesos de duelo, es decir, son continuos que van, de forma
progresiva, moviéndose de un extremo a otro en busca de la estabilidad dentro de la crisis o en
Diagrama 14
211
efecto su transformación. Por ejemplo, en el caso de las fantasías de omnipotencia, el sujeto pasa
por un momento inicial en donde busca nuevas parejas para luego, en otro momento, aislarse y
renegar del vínculo; de ahí que ambas formas son manifestaciones diferentes de una misma defensa
maníaca y describen diferentes usos de la energía psíquica y la catectización de los Objetos.
La naturaleza dialéctica no se permite una categorización tajante debido a que el contenido
se encuentra en constante cambio, solamente se puede contrastar dichos procesos desde sus
extremos y contrarios. Por lo tanto a cada uno de estos extremos se les ha denominado como
“Polaridades” ya que se contrapone el uno con el otro y muestran una dirección contraria en la
evolución de la dinámica psíquica.
El proceso de duelo contiene múltiples aristas y dinámicas dialécticas por lo cual se ha
decidido disponerlos en dos grandes Polaridades, en donde la primera tiene características de tipo
“Maníacas y Compulsivas” y la segunda tiene características de tipo “Depresivas”. Cada una de
estas polaridades tiene elementos centrales que identifican logros o condiciones alcanzadas como la
aceptación de la pérdida, la expresión de emociones y la verbalización del malestar.
Diagrama 15
212
El espectro del proceso del duelo por pérdida de pareja: La polaridad maníaca y
compulsiva
Los procesos de duelo y su posterior elaboración requieren inicialmente la aceptación de la
pérdida de aquello con lo que se guarda un vínculo en común. En la totalidad de los casos dicha
aceptación pasa por dos momentos cualitativamente distintos, el primero de ellos se ha denominado
“Aceptación racionalizada” o “Aceptación parcial” y ocurre en los momentos posteriores en donde
se ha vivido en separación –por semanas o hasta meses que superen la suma de un año-. Los
hombres aceptaron la pérdida inicialmente de forma racional y la asociaron a sucesos como la firma
del divorcio, el retiro de todas las pertenencias de la casa donde convivían o una nueva relación de
pareja con una mujer. La apreciación es enteramente intelectual, aún continúan las fantasías de
omnipotencia y las defensas maníacas por lo que la expresión del malestar y la catarsis no
acontecen en este momento.
El inicio del proceso de duelo ocurrió desde la negación de cualquier emoción que indicara
vulnerabilidad y malestar, durante la separación se empieza a anticipar este proceso pero se hace
desde la omnipotencia. En todos los casos fue la pareja mujer quien decidió terminar con la
convivencia, la ruptura se consideró como desprecio o traición por parte de ella por lo tanto la
propia supervivencia y el control sobre las emociones eran demostraciones del triunfo personal ante
esta supuesta ofensa.
213
“(…) fui al gimnasio, andaba mucho en motocicleta, conocí a más gente (…) no quería
tener una relación de ningún tipo con la ex (…) yo quería que volviera y viera que soy
otra persona, no la que dejó destruida (…)”
Octavio
Esta polaridad del proceso de duelo tiene cualidades maníacas y compulsivas ya que trae
consigo un amplio repertorio de defensas que se repiten de forma apremiante para evitar el malestar
y el dolor de este proceso. Tras la pérdida y la sensación de vacío del mundo interno (Carusso,
1989) algunos hombres trataron de buscar un vínculo de pareja casi que de forma inmediata,
frecuentaron bares y centros nocturnos para sentir que la situación “ya había pasado”. El concepto
de pareja como refugio (Lemaire, 1986) se ilustra en estos casos y sugiere que la compulsión a la
búsqueda de pareja es un intento de subsanar la herida narcisista producto de la separación.
Junto a la búsqueda inmediata de una nueva pareja se articulan otras fantasías en donde los
hombres acceden a tener contacto erótico con mujeres pero al mismo tiempo evitan vincularse
afectivamente, creen que si se sienten “enamorados” e idealizan a una mujer se verán envueltos en
una posición vulnerable que los haría repetir la historia que vivieron recientemente con su expareja.
Lo describen como una “medida de seguridad” y lo demuestran en poco interés por compromisos,
palabras de desprecio y rechazo hacia la nueva pareja; estos comportamientos de tipo misógino son
en efecto desplazamiento y sublimación del odio y frustración que no pudieron expresar en el
momento de crisis y pérdida de la relación de pareja.
“(…) en ese momento no tenía muchas amistades porque solo estaba en la casa; pero
después empecé a mensajear y a salir con chicas (…) no quería enamorarme por lo que
214
me pasó con la ex (…) me podían llamar pero no me comprometía con ellas porque creía
que eran peligrosas (…) había más apertura al mundo, era el inicio.”
Octavio
Lo paradójico de esta situación radica en que la vinculación múltiple y compulsiva con
otras mujeres es una estrategia para no apegarse en una relación de pareja de modo que la constante
rotación refleja la resistencia al enamoramiento, sentir afecto y recibir cuido. Este escenario sirve
para desviar la atención sobre el malestar y se acompaña de comportamientos de riesgo como el
consumo de alcohol, de drogas, manejo temerario y demás.
La dinámica anterior refleja contradicciones en el discurso y los actos, desde la fantasía se
recalca desinterés y despreocupación por lo que pudiera hacer la expareja pero en la cotidianidad
mantienen el interés y tratan de monitorear lo que hace al preguntarle por ella a los hijos e hijas,
visitar el hogar en donde viven y ofrecer favores como pintar la casa o reparar una gotera. De forma
incongruente mantienen todavía interés pero lo niegan en ese momento, muchas de las
preocupaciones oscilan entorno a lo disposición de la expareja a iniciar una nueva relación con otro
hombre, algunas de las preguntas que realizan a los hijos e hijas son: “¿Tu mamá sale mucho de
casa? ¿A qué horas sale? ¿Sale sola o con las amigas? ¿Habla/mensajea mucho por teléfono?
¿Pasa mucho tiempo en la computadora? ¿Qué hace con todo el dinero que le doy a ustedes?
Junto a la fantasía de omnipotencia posteriormente aparecerá otra de tipo paranoide en
donde, al igual que en la precrisis, se le teme a un posible Tercero –otro hombre- el cual tiene las
mismas características que las planteadas apartados anteriores. Es posible que la compulsión por la
búsqueda de una nueva pareja sea contenido proyectado a modo de “celos proyectivos” en donde se
especula y asume que la expareja realiza lo mismo que ellos hacen –salidas por la noche y visitas a
215
bares-. En consecuencia tratan de monitorear la situación y compiten fantaseosamente con el
Tercero mediante alardes de su nueva condición de “soltería” y el supuesto bienestar alcanzado.
Por último esta condición de manía y compulsión se prolongó por periodos variables y
sirvió como único recurso para sobrellevar el inicio del duelo, la mayor dificultad reside en que este
es un momento pasajero en el proceso y la permanencia en este punto aumenta los
comportamientos de riesgo y el desgaste físico/psicológico de estos hombres. Igualmente no se
posibilitan espacios para el trabajo reflexivo en donde se pueda resignificar y traer a la consciencia
muchas de las situaciones de malestar y sus respectivas fantasmáticas.
La aceptación total de la pérdida y el Tercero como catalizador del duelo.
El otro momento de la aceptación se le ha denominado como “Aceptación emotiva” o
“Aceptación total” y acontece en circunstancias muy claras y poco variable ya que en la totalidad
de los casos sucedió cuando los hombres vieron que la expareja tenía una nueva relación de amor.
Literalmente al “observarla” con otro hombre -tomada de la mano o dándole un beso- los
entrevistados experimentaron mayor intensidad en emociones como la tristeza, frustración y enojo.
Al parecer este tipo de aceptación solo aconteció a través de la vista ya que ellos se mantuvieron
incrédulos ante comentarios de terceros y frases que ellas mismas decían: “Ya no te quiero” “Lo
nuestro terminó” “Lo mejor es que cada quien siga su propio camino”.
“(…) nunca lo acepté, yo dormía aparte y ella dormía con los chiquitos (…) la metí a un
curso de maquillaje profesional (…) yo sabía que salía a las tres del curso y cuando ella
llegaba a las seis yo le reclamaba y ella me preguntaba por qué le reclamaba si no
216
teníamos nada (…) ella salía y yo salía pero yo no salía en paz porque yo me imaginaba
que andaba con alguien (…) yo siempre pensé que era con ese mae porque a mí se me
metió en la cabeza (…) hasta que un día la seguí y la vi besándolo a la entrada de un bar.
En ese momento supe que la había perdido para siempre.”
Eliseo
La diferencia con el concepto de “Aceptación parcial” reside en que no media
racionalización alguna y la expresión de emociones ocurren por primera vez en el ámbito público, al
parecer el dolor y sufrimiento se externalizan y se comparten con personas cercanas. Después de
esto algunos de ellos lloraban en público de forma imprevista –labilidad emocional-, empezaban a
conversar más ampliamente con sus amigos sobre el tema y recordaban de forma nostálgica
momentos agradables que pasaron junto a ella. Se denomina como “total” debido a que integra
elementos tanto del pensamiento como del afecto de ahí que incluye la verbalización de aquello que
se siente y las ambivalencias conjuntamente.
Parte del contenido reprimido se hace consciente, en especial aquel que describe el interés
que aún mantenían por ella después de la pérdida por tanto la aceptación total permitió que los
hombres renegaran de lo perdido, los ubica en una posición diferente en donde la culpa tuvo un
lugar predominante. De forma paralela se reidealiza a la expareja, se valora como un “tesoro
perdido”, algo apreciado que se ha ido por su negligencia y por no expresar su deseo de volver.
Los hombres hicieron un recuento de la propia historia para poder entender en cual instante
aconteció la pérdida por lo que la conclusión, en la totalidad de los casos, reveló que fue hace
mucho tiempo atrás –años-.
217
Este tipo de aceptación desestabilizó por completo la fantasía de omnipotencia construida
previamente, en ese momento los hombres utilizaron su energía en poder dar una explicación a la
situación, buscaron confirmaciones de lo sucedido al hablar con amigos y familiares cercanos a la
expareja, destinaron tiempo a imaginar cómo habría hecho el Tercero para seducirla y de forma
simultánea sufrían de mucha angustia al imaginarla disfrutando y conviviendo al lado de éste.
“(…) me enojaba, me daba un ansiedad al no saber dónde está, yo me acostaba en las
noches y decía -¿Cómo le estarán haciendo el amor? ¿Dónde estará?(…) Seguro le está
cocinando al otro y los hijos en la casa están solos.”
Octavio
La “Aceptación total” ocurre con el ingreso de un Tercero y la visualización del mismo,
esta situación es bastante distintiva y plantea las siguiente interrogantes ¿Qué simboliza el observar
a la expareja con otro hombre? ¿Por qué los hombres aceptan completamente la pérdida hasta ver
esta escena? ¿Por qué el rechazo previo concretizado en palabras y actos no es suficiente para
aceptar totalmente la pérdida? ¿Qué contenido de esta escena desarticuló la fantasía de
omnipotencia y generó nuevos procesos?
Este suceso ha sido descrito como “impactante” e “inesperado” y al parecer da nueva
información al sujeto sobre la situación, es posible que responda a las preguntas que se formaban
durante la separación “¿Me habrá olvidado todavía?”, “¿Podrá querer a otro hombre después de
mí?”. Es común observar que los hombres trataban de predecir el curso de los sucesos y las
emociones de la expareja, se considera que muchas de las indagaciones hechas a los hijos /as y el
control ejercido trataban de dar respuesta a estas preguntas pero no lo lograban completamente. Las
218
palabras previas y el rechazo de la expareja no fueron suficientes para que llegara la aceptación
total, por lo general permitían la especulación y en muchas ocasiones los hombres lo asumían como
mentira.
Por lo tanto el ver a la expareja con otro hombre se puede considerar como una especie de
mensaje nunca antes dicho en donde los elementos que lo constituyen son el cuerpo y su uso como
el besar, el tocar y andar de la mano en público. Al ver esto, los hombres dicen que “no queda
duda” de las emociones y acciones de la expareja, la pérdida se asocia al verse desplazados por otra
persona y observar que comparte las mismas muestras de cariño que antes les eran exclusivas. El
expresar afecto hacia la nueva pareja en espacios concurridos reafirma el carácter público del
mismo y demuestra también lo explícito del comunicado por lo que es asumido como definitivo y
formal. El cuerpo y su uso son la letra con la que se escribe el mensaje y el ver que otro hombre
disfruta y goza con el cuerpo retrata el significado del mismo.
“(…) yo creía que tenía a otro y casualmente me lo comentaron mis hermanas y mi mama
(…) creía que eran mentiras, muchas veces uno no cree o no hace caso (…) al día
después que los vi la busqué y la enfrenté, le pregunté -¿Qué pasó? ¿Cómo que tienes
otra pareja? ¿Cómo me mentías en la cara? ¿Has tenido sexo con él? Tanto engaño que
hiciste, tantas cosas que le dijiste a los hijos, mejor hubieras sido honesta- (…) ella me
dijo -Estoy siendo honesta, ese hombre lo conocí estando fuera de la casa, después de que
terminamos- (…) yo le lloraba y le seguía preguntando- ¿Y nosotros qué? ¿Cómo vamos
a terminar así? ¿Por qué me haces esto? ¿Y qué va a pasar con nuestros hijos y nuestros
nietos qué?”(…) yo me le hincaba, le lloraba, ella me decía que no me pusiera así, que a
ella le dolía pero nada más, ahí todo se acabó.”
Octavio
219
Por último se ha decidido utilizar la categoría “Catalizador del duelo” para describir al
Tercero y las dinámicas anteriormente explicadas, el concepto se toma de la química y del proceso
llamado catálisis el cual es la aceleración de una reacción química con el ingreso de un elemento
ajeno en pequeñas cantidades (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, 2001). En
el caso del duelo, la presencia de un Tercero como alternativa de pareja, aceleró el proceso de
aceptación de la pérdida y en consecuencia la expresión del malestar aumentó, decayó la fantasía de
omnipotencia y se accedió más fácilmente a psicodinámias propias de la polaridad contraria -
condición depresiva-. La evolución de cada caso fue distinta, los tiempos de permanencia en cada
polaridad variaron enormemente, sin embargo queda claro que tras la llegada del catalizador el
proceso cambia tajantemente y lo perfila hacia nuevas reacciones que conducen a la integración y
elaboración de la experiencia de pérdida; por lo general hace que los hombres renuncien a la
fantasía de fusión con la expareja y obliga a reinvertir dicha energía psíquica en otras actividades y
personas.
El espectro del proceso del duelo por pérdida de pareja: la polaridad depresiva.
Tras la llegada del catalizador y la aceptación total de la pérdida, el proceso de duelo
tiende a orientarse primordialmente en esta polaridad, por lo general muchas de las defensas
maníacas caen en desuso y el sujeto se ve envuelto en una encrucijada por adaptarse a las nuevas
condiciones y utilizar nuevas estrategias de reparación.
En la mayoría de los casos los hombres cesan de buscar una nueva relación de pareja y de
vincularse de forma múltiple con varias mujeres además dejan de frecuentar bares y centros
nocturnos por lo que se aíslan socialmente. El deterioro físico y el desgaste psicológico también se
acentúan en esta condición por consiguiente el consumo de drogas aumenta, hay ideación suicida,
220
labilidad emocional y alteración de los ciclos de sueño y apetito. De igual manera la dinámica del
malestar tiende a cambiar de modo que se verbaliza con mayor frecuencia y se utiliza la energía
psíquica en actividades orientadas a la comprensión de la situación. En síntesis, la sensación del
malestar tiende a aumentar por lo que la expresión y verbalización de mismo fue un recurso viable
para mitigar el deterioro.
“(…) después de ese momento pude hablar más fácilmente (…) y me dije -No me queda
otra que irme, está bien- (…) las cosas dolían más porque me dejaba sentirlas.”
Octavio
Esto refleja un proceso de cambio en la economía de la energía psíquica de los hombres ya
que contrasta ampliamente con la polaridad opuesta, es decir, en la polaridad de manía y
compulsión la energía estaba dirigida hacia el mundo externo y se evitaba el contacto con la
situación de malestar mientras que en este momento la energía se dirige hacia el mundo interno lo
que propicia mayor contacto con la experiencia de pérdida. La descatectización del mundo externo
y la pérdida de las defensas maníacas hacen que el sujeto se encuentre en un periodo de aislamiento
y anhedonia por lo que la vulnerabilidad al daño se puede concretizar en episodios de “acting out”
al causar lesiones de tipo físico o bien detrimento de la salud mental.
La permanencia de los procesos anteriores y el deterioro alcanzado obligaron a los hombres
a pedir ayuda y a buscar otros recursos para sobrellevar el malestar de ahí que la totalidad de ellos
acudieron al Instituto Wëm. Durante este periodo comentan percibir diferencias tajantes en el
trascurso del proceso del duelo de ahí que, en la mayoría de los casos, la expresión del malestar
pasó por la búsqueda y articulación de nuevas explicaciones que dieran sentido a los
221
acontecimientos. Se crea entonces un espacio para resignificar la pérdida y apreciar sus
dimensiones.
“Y una señora fue que me dijo que fuera a Wëm y yo empecé a ir (…) al inicio nada de lo
que me pasaba tenía sentido para mí (…) pero después de hablarlo tanto empecé a
entender mi errores y en lo que había metido la pata (…) eso me dio tranquilidad y paz.”
Eliseo
El trascurso de esta polaridad permite que los hombres ahonden en el significado y las
causas de la pérdida lo cual posibilitó la elaboración posterior del duelo. Algunas de las
explicaciones que se articularon alrededor de este momento fueron:
Sobre el rol de proveedor: Se cuestionaron las diferentes fantasías en las cuales el
hombre provee materialmente y asume que por esto es amado. Lo definen como
“comprar” amor y describen cómo esta condición está presente dentro de las relaciones
con los seres amados.
Sobre el desinterés hacia los problemas de pareja: asociado a lo anterior hicieron énfasis
en el acto de llevar dinero a la casa y las escasas manifestaciones de afecto hechas hacia
sus seres queridos. Hablan de cómo “compraban las soluciones”, es decir, ante cualquier
demanda o problema ellos daban dinero o bienes materiales con el objetivo de que esto
paleara el conflicto o cesaran las exigencias.
222
Sobre la violencia vivida en la infancia y su relación con la crianza de los hijos/as:
verbalizaron el significado de las experiencias de violencia infantil y cómo se
reproducían las mismas en la crianza con sus propios hijos e hijas.
Sobre la poca disponibilidad a la comunicación: Describieron el aislamiento y el silencio
que guardan ante los problemas de pareja y de forma similar lo asociaron con la
dificultad a la hora de expresar emociones.
Sobre la violencia intrafamiliar ejercida: comentaron los diferentes actos de violencia
que ejercieron durante la convivencia de pareja por lo que hicieron consciencia de formas
de agresión que comúnmente son naturalizadas como la violencia verbal, patrimonial y
psicológica.
Sobre sus propios intereses de reparación y retorno: articularon su demanda relacionada
con la posibilidad de volver a convivir con su expareja además de la fantasía de
omnipotencia y venganza hacia el Tercero. Expresaron emociones relacionadas con la
frustración y el enojo por lo acontecido así como la vergüenza y arrepentimiento por
haber hecho daño a la pareja y a sus hijos e hijas.
Sobre sus propios miedos y reacciones ante la pérdida: reflejaron ansiedades
relacionadas con el miedo a no volver a encontrar una pareja o alguien que volviera
amarlos. Identificaron sus experiencias de abandono y asumieron tiempo en soledad.
Acorde a lo anterior, los espacios de reflexión dieron la posibilidad del desplazamiento de
la mirada de los hombres hacia su propia condición subjetiva, sus emociones, sus fantasías y sus
ansiedades. Lo anterior contrasta ampliamente con el inicio del proceso en donde la mirada residía
en las circunstancias externas al igual que en las situaciones que vivían otras personas como sus
exparejas, el Tercero, sus hijos e hijas.
223
El desplazamiento de la mirada o foco de atención permite preparar la llegada al proceso
posterior de elaboración del duelo y asimismo posibilita mayor consciencia y “claridad” en las
dinámicas de reparación y culpa experimentadas. Con el paso del tiempo ambas dinámicas
cambiarán igualmente de perspectiva en donde la causas de la pérdida tienden a ser distribuidas en
varios actores –el mismo sujeto, la pareja, otras personas y el trabajo- de ahí que la lógica de la
reparación se centrarán en comportamientos de autocuidado y protección hacia el mismo sujeto. Lo
anterior contrasta con el inicio del proceso en donde se asumía la autoría total de la pérdida y se
intentaba cuidar y proteger al ser amado.
“(…) al inicio daba todo por volver con ella y que me perdona (…) creía que todo era
culpa mía (…) Una amiga mía me dijo que fuera a Wëm y que ahí me iban a ayudar. Al
poco tiempo de estar en los grupos fue cuando comprendí que tenía que curarme y
sanarme yo primero (…) y que nada podía hacer para que ella cambiara de decisión.
Empecé a ver las cosas diferentes, no todo era culpa mía, tuve que tomar decisiones para
estar bien y ayudarme a mí mismo.”
Rolando
Durante esta polaridad el principio de realidad (Freud, 1911) se antepone ante el principio
del placer debido a la llegada a la consciencia de nuevo contenido, en efecto, muchas de las
fantasías y ansiedades previas decaen y en su lugar aparecen nuevos elementos a los cuales se
destinará la energía psíquica. El principio de realidad se refuerza al integrar las nuevas
elaboraciones e insights gestados en esta polaridad lo cual se traduce en la renuncia a la fantasía del
fusión y reparación del ser amado en la fase de elaboración del duelo.
224
Por último esta polaridad es igualmente paradójica que la anterior debido a que la expresión
del malestar y la reflexión en torno a la pérdida posibilitan procesos posteriores que alivian el dolor
psíquico, ayudan a la integración de la experiencia y fortalecen al Yo.
La Integración y el proceso de elaboración del duelo
Acorde a lo analizado anteriormente, la crisis por pérdida de pareja desorganiza al Yo y
causa que muchas de las representaciones del mundo interno y del ser amado se escindan y
desorganicen igualmente. Cada una de las polaridades reflejan el proceso de escisión y los diversos
intentos de estructuración de la experiencia de pérdida por lo que se tomó como base los conceptos
Kleininanos (Klein, 1937) de “Posiciónes” y se reelaboraron bajo en concepto de Espectro y la
dinámica del movimiento dialéctico intrínseco. Por lo tanto el devenir del proceso de duelo es la
lucha dialéctica de cada una de estas polaridades que engloban dentro sí fantasías, pulsiones,
ansiedades y psicodinamias en general.
La síntesis dialéctica de las dos polaridades anteriores implica la integración de ambos
procesos y además la transformación del contenido y el estado en que se encuentra la persona. En
los casos analizados, el proceso acontece en periodos variables y la conclusión del mismo solo se
puede observar una vez alcanzados la mayoría de los Criterios de resolución que se describirán en
la presente sección.
De igual forma el proceso de Elaboración del duelo está íntimamente ligado al término
“Integración” el cual es planteado por M. Klein (1937) para indicar la incorporación de elementos
aversivos y placenteros dentro de una misma representación del Objeto amor. En los casos
analizados, el proceso de integración no solo incluye la representación de la expareja sino que
225
también trae consigo a varias representaciones del mundo interno del sujeto. El momento inicial de
la integración acontece al nombrar el malestar, darle un significado, una explicación subjetiva e
incorporarlo a las diferentes representaciones de los Objetos del mundo interno.
“(…) después de esto aprendí muchas cosas (…) creía que podía andar con otra mujer y
que mi ex no podía salir con otro hombre (…) ahora me pregunto ¿Soy más que esa
mujer? ¿Qué tengo yo que ella no? Tanto puede ella como yo (…) aprendí a quitar esa
parte de mí (…) hay personas que me dicen que no soy machista. Si solo supieran lo que
he tenido que pasar para llegar a esto...”
Juan E.
La integración aconteció en Juan E. al aceptar que la expareja tiene una relación con otro
hombre y que la vinculación de pareja no es capaz de garantizarle la certeza de nunca ser dañado
narcisísticamente. El proceso también pasó por experimentar la ansiedad ante la presencia de un
Tercero y la frustración ante la impotencia de reparar el vínculo perdido. Se refleja la
transformación de una creencia, ansiedad o fantasía y en su lugar acontece una elaboración que
integra elementos aversivos y placenteros de la experiencia.
“(…) después de ver todo este me doy cuenta que si quiero tener una pareja tengo que
tratarla bien, chinearla (…) que en muchas ocasiones descuidé la relación y por eso
decidí buscar a otras mujeres (…)”
Juan E.
226
Diagrama 15
Esta síntesis instaura nuevas formas de aproximarse ante personas a eventos que alguna vez
le resultaron aversivos, permite flexibilidad en la interacción con los mismos y refleja la
disminución del malestar al ser verbalizado. Se aleja de la fantasía de omnipotencia de la polaridad
maníaca pero al mismo tiempo no se paraliza por la ansiedad paranoide ante la llegada de un
Tercero. De forma similar el extracto anterior refleja la integración de representaciones buenas y
malas tanto en el Objeto de amor como en el Sí-mismo.
Se muestra el siguiente cuadro para ilustrar las diferentes dinámicas, fantasías y ansiedades
presentes en cada una de las polaridades y las integraciones logradas por los casos estudiados.
A continuación se describe el resultado de cada una de las síntesis:
227
Aceptación racionalizada contra Aceptación Emotiva: permite integrar procesos de
sentimiento y pensamiento dentro de la misma representación de un acontecimiento de ahí
que el sujeto adquiere la capacidad de expresar las emociones y deja de lado la represión de
la vivencia del malestar. Disminuye el uso de la escisión y la identificación proyectiva
como mecanismos para sobrellevar la experiencia de la pérdida.
Malestar silenciado contra Malestar verbalizado: posibilita la reflexión y creación de
significado entorno a las maneras en que los hombres expresan el malestar así como
explican las causas de la pérdida. Promueve la expresión emocional y alivia algunas de las
secuelas de la “Ceguera Emocional” (Miller, 2001) producto de la violencia infantil.
Fantasía de omnipotencia contra Ansiedad por la presencia del Tercero: Permite la
concientización de la propia vulnerabilidad por lo que promueve la utilización de
comportamientos de cuido y preservación hacia el Yo en lugar de las comportamientos
autodestructivos comúnmente observados, es decir, el proceso integra contenido sobre las
representaciones del Sí- mismo, lo hace más funcional y mejor preparado para sobrellevar
las reacciones ante la crisis.
Fantasía de destrucción contra Fantasía de reparación del ser amado: La integración
acontece cuando ambas fantasías desaparecen y se descatectiza a la expareja. Se puede
observar cuando los hombres desvían su energía hacia otros proyectos y renuncian a
monitorear las acciones de ella. El resultado es la convergencia de las representaciones del
Objeto Bueno y Malo en una sola representación.
Catectización contra Descatectización del mundo externo: La síntesis se produce una vez
descatectizada la relación con la expareja y al crear nuevos proyectos o retomar antiguos.
La diferencia respecto al momento inicial de la polaridad maníaca reside en que la
vinculación venidera deja de ser compulsiva y no es utilizada como defensa ante la
sensación de malestar.
228
Principio del Placer contra Principio de Realidad: se renuncia a realizar las fantasías de
destrucción y reparación con la expareja –principio del placer-. Se sublima la energía en
otras situaciones y se buscan Objetos sustitutos –principio de realidad-.
Por último, la elaboración del duelo es un proceso dinámico en continua transformación y
movimiento, por esta razón nunca podrá considerarse agotado o finalizado. Lo que es la síntesis o la
integración pueden convertirse en tesis al encontrar su opuesto en un momento futuro. El proceso es
infinito y en espiral ascendente lo que significa que los sujetos pueden volver a experimentar cada
una de las polaridades en una nueva crisis por pérdida de relación de pareja. Acorde a E. Erickson
(1985) el curso del desarrollo del sujeto se da a lo largo de toda la vida y el motor de dicho
desarrollo son las crisis, así pues las pérdidas del ser amado traen consigo la posibilidad de
fortalecer al Yo y atravesar la fantasmática gestada en la infancia, si por el contrario no se logra
elaborar estas experiencias de duelo el resultado será la cristalización de la crisis en donde el sujeto
se habitúa al malestar, se exacerban la sintomatología neurótica y se vuelve más vulnerable ante las
demandas externas.
229
Duelo: la vida, el encuentro con la muerte y la esperanza
“Levantando la tapa de un gran vaso que tenía en
sus manos esparció sobre los hombres las miserias
horribles. Únicamente la Esperanza quedó en el
vaso, detenida en los bordes.” (p. 56)
Hesíodo (800 A.C)
Los procesos de duelo son encuentros con la muerte y la destrucción (Carusso, 1989) pero
al mismo tiempo conllevan su opuesto que es la vida y la creación; varios autores (Fonegra 2001;
Worden 2002; Bravo, 2000) han señalado que dicho proceso llega a su elaboración cuando se
supera el periodo de crisis y se reorganiza la vida cotidiana. Lo anterior significa que el sujeto
reconstruye su entorno como un intento de reparación tras la pérdida del ser amado de ahí que al
mismo tiempo puede sobrellevar el miedo a volver a perder a un ser querido.
En los casos de duelo por pérdida de relación de pareja el encuentro con la muerte es muy
diferente por lo que a continuación se enumeran algunas particularidades del mismo:
Rituales y manifestaciones sociales: En la sociedad costarricense no existen
manifestaciones culturales institucionalizadas que marquen una transición o simbolicen la
pérdida de la relación de pareja como acontece con la muerte biológica.
Lo reversible de la muerte: En la mayoría de los duelos la muerte es considerada como
irreversible y definitiva sin embargo esto no sucede en los procesos de duelo por pérdida de
pareja ya que es común observar que muchas parejas se reconcilian y vuelven a convivir
230
después de periodos de crisis. Por lo tanto no existe certeza total en cuanto a la pérdida se
refiere.
La presencia física de lo perdido: tras la pérdida, muchos hombres mantienen el contacto
con su expareja debido a que aún guardan obligaciones en común como la crianza de los
hijos/as y deudas. Se diferencia del duelo por un fallecido ya que aquello que se pierde aún
continúa vivo e interactúa con ellos.
Las características anteriores marcan una diferencia tajante en el encuentro con la muerte de
ahí que posiblemente no guarden relación cercana con los demás procesos de duelo salvo aquellos
que I. Fonegra (2001) ha denominado como “duelos por un desaparecido” los cuales retratan la
desaparición de un ser querido y la incertidumbre de su regreso, por ejemplo personas perdidas en
un naufragio, en una excursión en la montaña o tras un desastre natural. Según esta autora, el duelo
por una persona desaparecida es de más difícil elaboración y de mayor duración a través del tiempo
(Fonegra, 2001) de modo que su causa reside en mantener la esperanza en que algún día retorne el
ser amado.
Al parecer la Esperanza tiene igualmente un lugar primordial en la elaboración de los
duelos por pérdida de pareja ya que ubica al sujeto en una condición de espera incierta pero al
mismo tiempo es un recurso ampliamente utilizado para sobrellevar el malestar en la crisis. En
varias de las situaciones los hombres del estudio abordaron este tema y aseguraron que la
posibilidad de volver a tener una relación con la expareja puede ser viable sin embargo afirmaron
que esta expectativa los mantendría todavía inmersos en el proceso de duelo y malestar.
“(…) antes pensaba en la posibilidad de volver con la ex (…) yo no puedo decir de esa
agua no beberé pero si sigo esperando no podré avanzar ni rehacer mi vida (…) ya está
231
definido de parte mía porque yo ya viví el luto (…) dejé de mendigarle amor (…) es difícil
empezar de nuevo con otra persona (…) antes pensaba que la ex iba a ser la persona que
estaría conmigo para siempre y a pesar de todo.”
Eliseo
La esperanza de volver con la expareja después de la pérdida, en algunos casos, tendió a
ubicar al sujeto en una condición pasiva, retardó la elaboración del duelo y prolongó la crisis. Al
parecer la elaboración del duelo requiere trascender esta condición y tomar una actitud más activa
en donde la esperanza sea desplazada por la pulsión de muerte. Es decir, los sujetos realizaron actos
como quemar y deshacerse de objetos que le recordaban el vínculo perdido para integrar y
simbolizar la renuncia a la fantasía de reparación y el retorno a la fusión de pareja; igualmente
evitaron frecuentar lugares y actividades que acostumbraban hacer con la expareja así como
cualquier otra situación que les hiciera recordar el vínculo perdido.
Todas las manifestaciones anteriores referían a la cotidianidad y a una nueva configuración
de la misma de ahí que la destrucción del recuerdo y la esperanza posibilitan la catectización de
nuevos Objetos y la resignificación de la vivencia de pérdida.
En síntesis, los procesos de duelo por pérdida de relación de pareja guardan características
distintivas en cuanto al encuentro con la muerte y la esperanza de recuperar lo perdido por lo cual la
elaboración del duelo se consolidará al sustituir la esperanza –pulsión de vida- por la pulsión de
muerte. El renunciar a la esperanza implica abrir paso para la reorganización de la vida cotidiana y
nuevos procesos de integración. Al igual que varias de las versiones del mito griego de Pandora y el
ánfora la esperanza puede ser considerada un bien o mal dependiendo de contexto y la espera que
esta simbolice (García, 2003).
232
La elaboración del duelo y la violencia infantil.
Los procesos de duelo por pérdida de pareja en la edad adulta repiten una serie de
psicodinamias gestadas en los vínculos primarios de la infancia. En estos casos la presencia de
violencia infantil configuró fuertemente la relación con el ser amado y al mismo tiempo delimitó la
formación de las representaciones del Sí-mismo, a continuación se repasan algunas de las
consecuencias a nivel vincular que fueron descritas en apartados anteriores.
Erotización y Naturalización de la violencia: las humillaciones, el maltrato físico y
demás manifestaciones de violencia se asumieron como muestras de afecto y cuido por lo
que se consideraron el único medio para ser socializado. En la edad adulta la dinámica se
elabora al recurrir a comportamientos autodestructivos en momentos de crisis y pérdida
del vínculo con el ser amado.
Idealización de agresor: se justifica la violencia infantil y al agresor por lo que se
idealiza su figura, se reprime la experiencia de sufrimiento y se suprime cualquier
expresión de odio o resentimiento hacia quien los agredió. En la edad adulta se elabora al
ejercer violencia hacia sus hijos, hijas y su pareja mujer de ahí que justifiquen sus
acciones y deseos por ser valorados al violentar.
Pobre autoestimación y narcisismo deteriorado: La violencia en la edad infantil deterioró
la representación del Sí-mismo ya que los padres adjudicaron las causas del maltrato
cuando eran niños. Se gesta la dinámica Quid pro Quo en donde para ser merecedores de
amor tienen que sobrellevar la violencia y sucumbir a las demandas del ser amado. En la
233
edad adulta esta dinámica se reelabora por medio de la culpa ante la pérdida y las
fantasías paranoides hacia un posible Tercero.
Dificultad para atender y cuidar del vínculo de amor: La única forma encontrada para
sobrellevar la violencia infantil fue la represión de la experiencia de violencia y la
sumisión ante las demandas de los progenitores por esta razón, en la edad adulta, los
hombres atienden de forma similar al vínculo, es decir, procuran ejercer el rol de
proveedor y suprimen la expresión de afecto y cuido hacia los seres amados.
Poca expresividad de emociones: Cada vez que los hombres manifestaron el malestar o
se resistieron a la violencia y a los abusos durante la infancia fueron posteriormente
sometidos a mayores castigos y humillaciones, por esta razón la poca expresión de
emociones y la represión del malestar fueron algunas de las estrategias de supervivencia
utilizadas para sobrellevar la violencia infantil. En la edad adulta esta dinámica se
presenta con la negación/seudonegación de la crisis de pareja, la pasividad ante la
búsqueda de posibles soluciones y la poca verbalización del malestar ante la pérdida del
vínculo.
Falta de empatía: Conforme a lo anterior, la poca expresión de emociones disminuye la
capacidad de comprender y reconocer las emociones así como el malestar en las otras
personas. Al reprimir el propio malestar se limitó la habilidad de verbalización del mismo
y consecuentemente, en la edad adulta, los hombres no dimensionaron los daños hechos
hacia sus hijos, hijas y parejas al ejercer violencia ni tampoco expresaron el malestar en
los momentos de crisis, de separación y pérdida.
Las consecuencias anteriores impactan directamente en la elaboración del proceso del duelo
en la edad adulta ya que se ha observado que los casos que han vivido más violencia infantil
234
también han sido los que más defensas maníacas utilizan durante la separación y la pérdida, de
forma simultánea, también son los casos cuyos procesos de elaboración toman mucho tiempo en
resolverse. Entre más violencia vivida más consolidados están los mecanismos de represión,
idealización, erotización y naturalización de la violencia por lo tanto hay mayor dificultad para
poder asumir el propio malestar y el curso de la crisis. De igual forma los casos de mayor violencia
infantil también son los que más incurren en comportamientos autodestructivos en los periodos de
crisis en la edad adulta y al mismo tiempo son los que más carecen de estrategias de autocuidado en
dichos momentos adversos.
El caso que mejor ilustra lo anterior es el de Juan E. quien sufrió de violencia extrema y
marginalidad en el vínculo y años después vive procesos de duelo desde la búsqueda y la
vinculación compulsiva. Al parecer la represión de la experiencia de violencia infantil le dificultó,
en la edad adulta, expresar el malestar y asumir el periodo de dolor por lo que elaboración y
resignificación de la experiencia de pérdida suele ser escasa. Cada vez que había crisis y pérdida de
pareja Juan E. evitaba el malestar al vincularse con otras mujeres lo cual reiniciaba procesos de
idealización y dejaba de lado el trabajo de elaboración de duelo pendiente.
“(…) quiero formar una familia y un hogar (…) yo quiero ser fiel. Ya me estoy hartando y
cansando de esto (…) yo quiero a alguien en mi vida. Yo agradecería que fuera una
persona como la ex (…) tener estabilidad, sentirme en paz, tranquilo de poder andar con
mi esposa y poder presentarla (…) llorar lo que tenga que llorar, dar todo lo mejor de mí
y no caer en los mismos errores de siempre.”
Juan E.
235
El término del proceso del duelo y su elaboración: criterios y posibilidades
Asegurar que el duelo y su elaboración tienen una finalización definida en el tiempo es
poco sustentable a nivel teórico ya que estos procesos psíquicos se repiten en todos los seres
humanos a lo largo de la vida. Mucho del malestar ante la pérdida puede ser elaborado años después
o bien mantenerse reprimido de por vida, así también la experiencia de pérdida se continúa
resignificando a lo largo de los años, en especial, con la llegada de nuevas experiencias de pérdida
de seres amados. Se ha observado que durante la última experiencia de pérdida muchos de los casos
recordaron situaciones similares del pasado en donde también perdieron una relación de pareja
significativa. Por consiguiente, muchas de la elaboraciones realizadas en ese momento también
integraron contenido de las experiencias previas, de tal forma que el proceso de duelo por la última
expareja también incluía a la totalidad de relaciones de pareja previas.
A pesar de lo anterior hay elementos teóricos que pueden delimitar etapas alcanzadas como
el concepto de “Desapego” planteado por J. Bolwby (1980) en donde la persona deja de
experimentar afecto y cercanía hacia un vínculo tras un periodo de duelo. Este concepto ha sido
estudiado en niños y niñas para ejemplificar el desinterés y la indiferencia ante el regreso de la
figura de cuido por tal razón este elemento teórico también puede ejemplificar las diferentes
dinámicas que acontecen en los procesos de elaboración de duelo en la edad adulta.
“Con la ex no hay relación sentimental después de la demanda (…) solo una relación de
padres que cuidan a sus hijos (…) y yo me alegro de que ella ahora tenga pareja, ella
pasó mucho tiempo sola (…) ella se lo merece (…)”.
Eliseo
236
Al preguntarle a Eliseo sobre el final del proceso afirma no sentir los mismos montos de
ansiedad y malestar que sintió al inicio de la pérdida igualmente comenta que ahora puede acercarse
a su expareja y no sentir “deseos de estar con ella”, ni culpa ni arrepentimiento por el pasado. Al
parecer los cambios giran en torno a un estado emocional en relativa tranquilidad y estabilidad así
como la reorganización de su vida cotidiana y la dinámica de interacción con la expareja.
Conforme a lo anterior se puede asegurar que el periodo de duelo y el malestar son
reacciones ante una crisis de tipo psicológico las cuales disminuyen en intensidad acorde a la
elaboración del duelo.
El cuadro anterior ilustra cómo la crisis inicia con la pérdida del vínculo de pareja para
luego manifestar todas las reacciones de malestar y posteriormente terminar con la elaboración del
duelo que orienta la organización posterior de la cotidianidad.
Por lo tanto el retorno a la vida cotidiana y el desapego pueden ser los indicadores del final
del periodo de ruptura marcado por la crisis y al mismo tiempo delimitar criterios de resolución e
integración. A continuación se describen las características y dinámicas que sucedieron en ese
momento:
Diagrama 16
237
Sobre la economía pulsional
Superación de la herida narcisista mediante nuevas vinculaciones de pareja con otras
mujeres sin ser estas de características maníacas o compulsivas.
Disminuye la frecuencia de las fantasías reparatorias y de destrucción hacia la expareja o
bien no se busca la sublimación de las mismas.
Se catectizan nuevos proyectos como la búsqueda de un apartamento, aprendizaje de un
nuevo oficio, búsqueda de un nuevo trabajo y demás. Cada uno de estos proyectos se
delimita por no incluir a la expareja y hacerlos en función a su el deseo propio.
Desaparecen los sentimientos de ambivalencia –amor y odio- hacia la expareja de forma
que no hay sensación de apego ni se espera cuido o protección por parte de ella.
Desvanecimiento de la ansiedad por la presencia de un Tercero en la vida de la expareja por
consiguiente cesan las preguntas hacia los hijos e hijas que tienen como finalidad el
monitoreo del quehacer de la expareja.
Sobre contenido consciente e incremento de la fortaleza del Yo
Aceptación de la situación de vulnerabilidad y debilidad además de la desaparición de las
antiguas fantasías de omnipotencia.
Disminución del malestar psíquico y el deterioro físico así como aumento de
comportamientos de autocuidado y preservación.
Desaparece la culpa y el arrepentimiento por la pérdida de pareja lo cual se ve reflejado en
la disminución del pensamiento rumiativo entorno a la falta.
238
Aceptación total de lo perdido y desaparición de la esperanza de un retorno a la
convivencia y al vínculo con la expareja.
Nuevo contenido que emerge en la consciencia por lo que se resignifica la experiencia y
dinámicas presentes en el periodo de crisis.
No todos los casos alcanzaron la totalidad de los puntos anteriores debido a que los procesos
de duelo fueron diferentes en relación a la expresión del malestar y el tiempo destinado a la
reflexión y resignificación de las dinámicas de la pérdida. Igualmente el uso de las defensas
maníacas también varió en los casos de tal forma que quienes más las utilizaban elaboraron menos
contenido.
De lo anterior se puede asegurar que la pérdida de un vínculo de pareja puede desencadenar
malestar y periodos de duelo que a su vez son “oportunidades” para que emerja contenido
inconsciente y se fortalezca al Yo. En efecto la palabra Crisis en mandarín (Wéijī) ilustra esta
situación ya que está formada por dos caracteres (危機) que significan “oportunidad y amenaza”
de forma simultánea (Slaikeu, 1996). Por lo tanto los procesos de duelo se pueden considerar como
una “ventana de oportunidad” y al mismo tiempo un “momento de amenaza” para las personas
por lo que este proceso se condiciona por la posición del sujeto ante su malestar y la capacidad de
asumir el trabajo psíquico de la resignificación del mismo.
239
“(…) he terminado dos relaciones muy fuertes con parejas de mucho tiempo e hijos (…)
lo que me ayudó fue ir hablar de mi problema en los grupos y comprender los errores que
cometí (…) me queda de experiencia (…) que tengo que ser más selectivo, cuidadoso, ver
si se da con otra persona, ver si somos compatibles (…) es agarrar coraje y tomar el
problema de frente, aunque duela.”
Eliseo
240
Resu
men
5.1
241
Resu
men
5.2
242
Resu
men
5.3
243
Reaprendiendo a ser hombre: Las masculinidades y el duelo por pérdida
del vínculo de pareja
La subjetividad es construida a través de los vínculos y patrones de interacción con los seres
amados (Kernberg, 1995), de igual forma dichos patrones traen consigo la ideología del sistema
patriarcal por lo que tienen el objetivo de replicar sus dinámicas en todos los ámbitos de relación
humana lo cual incluye a los vínculos de amor y a la convivencia en pareja. De tal forma, la
socialización de género de la masculinidad es un proceso constante a lo largo de toda la vida por lo
cual acontece al inicio en la familia y de forma posterior continúa en los grupos de pares e
instituciones sociales. Este proceso procura que las personas repliquen un modelo dicotómico
patriarcal en donde a los hombres adquieren roles y patrones de interacción muy bien delimitados.
En el presente capítulo se analiza los diversos aspectos que socializan el significado de ser hombre
y su relación con los vínculos de amor para poder identificar las diversas dinámicas que acontecen
durante la separación y pérdida del vínculo de pareja en la edad adulta.
244
La socialización del vínculo, violencia y las masculinidades
“Este ideal, además de su parte individual, su parte
social: es también el ideal común de una familia,
de una clase social o de una nación.” (p. 12)
S. Freud (1914a)
El núcleo central de la socialización de la masculinidad hegemónica se ubica en considerar
al hombre adulto como superior a la mujer (Badinter, 1993) por lo que los encargos y rituales de
virilidad que se realizan suelen ser expresiones de la confirmación de esta creencia (Gilmore, 1994).
De esta forma lo masculino se interpreta como aquello que es más fuerte y más racional (Campos &
Salas, 2002; Bourdiue, 2002) de ahí que se utilice la violencia hacia los niños varones como un
recurso necesario para trasmitir la ideología del Patriarcado.
“Me golpeaban de niño para hacerme hombre (…) para que sea fuerte y que después no
llore.”
Los participantes comentaron que conforme iban creciendo se les daba menos cariño y se
les golpeaba más y que dicha violencia debía de ser asumida desde el silencio ya que cualquier
queja o resistencia les causaba mayores castigos y humillaciones. Por lo tanto, la violencia y la poca
245
expresión del malestar son símbolos de la fortaleza del ser hombre, su racionalidad y su control.
Estas manifestaciones también se pueden observar con las descripciones de los grupos de pares
masculinos en donde la expresión del afecto se asocia a comportamientos violentos, choteo y
hostigamiento escolar.
Para vincularse con otras personas, en especial en grupos de pares, los hombres debían de
estar dispuestos a resistir la violencia generada en la interacción y en muchas situaciones agredir a
otros pares como estrategia de supervivencia y aceptación dentro del grupo. El enojo era la única
emoción permitida ya que se suele asociar a la violencia y el aislamiento era el último recurso a
utilizar cuando el dolor era sobrecogedor.
“En mi casa me pegan muy duro (…) también tenía que defenderme en la escuela porque
ahí también me daban duro (…) al final de la vida uno tiene que hacer cayo y dejar de
sentir dolor o la gente se le monta y le va peor.”
En capítulos anteriores se describió como la dinámica familiar silenciaba a los hombres y
los obligaba a soportar grandes montos de violencia infantil por lo que no es de sorprender que esta
misma dinámica se encuentre presente en los grupos de pares y en los procesos de socialización de
género fuera del hogar. En consecuencia ambas dinámicas se refuerzan mutuamente y configuran
un modelo de masculinidad basado en comportamientos violentos, con poca habilidad empática,
con limitada capacidad de expresión de emociones y con tendencias a aislarse socialmente cuando
el dolor es abrumador.
Esta experiencia de violencia de igual forma configuró a instancias psíquicas como el ideal
del yo (Freud 1914a) ya que reflejaron la mirada y el deseo no solo de los grupos de pares sino de
246
los mismos progenitores sobre el sujeto. De tal forma, este ideal fue la fuente narcisista y de
autoestimación de los hombres en donde se auto-valoraron a través de elementos relacionados con
la violencia: resistirla, ejercerla y guardar silencio.
Un modelo alternativo en donde los hombres verbalicen el malestar y expresen emociones
como la tristeza y la frustración frecuentemente es suprimido y violentado ya que estas
características son asociadas con lo femenino y transgreden la dicotomía que asocia al hombre con
la fortaleza y la racionalidad (Bourdieu, 2000; Gilmore, 1994).
Por otra parte el vínculo de pareja con el sexo opuesto y la interacción con las mujeres se
socializa de forma diferente desde iniciada la infancia, por lo general los padres mencionan una
serie de exigencias previas que los hombres tienen que cumplir para poder “tener novia o esposa”;
esto se asocia con los roles del ser proveedor y ejercer el control sobre decisiones relacionadas con
la vida familiar (Gilmore, 1994).
A continuación se citan algunas frases que ilustran lo anterior:
“Cuando le pregunté a mi papá cómo era tener novia él me dijo –Primero trabaje y tenga
dinero, luego hablamos-.”
“Yo sabía que no podía tener novia porque no tenía dinero para invitarla a salir”
“Para casarse hay que tener dinero (…) y casarse es la licencia para tener sexo”
247
Muchas de las citas anteriores aluden al trabajo y al proveer a otras personas como requisito
para el contacto erótico y afectivo con una pareja mujer. Acorde a lo planteado por E. Fromm
(1966) en el enamoramiento y el cortejo interactúa la lógica de la mercancía en donde se obtiene
cariño a través del pago material. Esto correlaciona fuertemente con la dinámica del Quid pro Quo
de los vínculos primarios en donde el cuido y el afecto se consiguen a través de someterse a las
demandas del ser amado.
“En una cultura en la que prevalece la orientación mercantil y en la que el éxito material
constituye el valor predominante, no hay en realidad motivos para sorprenderse de que
las relaciones amorosas humanas sigan el mismo esquema de intercambio que gobierna
el mercado de bienes y de trabajo.” (p.6)
E. Fromm (1966)
Los participantes comentan que el acto de “comprar amor” no es “transacción a ciegas”
ya que también hay procesos de selección del ser amado en donde se buscan características y roles
comúnmente asociados a la sumisión, obediencia y pasividad en las parejas mujeres. Lo anterior de
igual forma condiciona a los hombres a buscar ganar más dinero y establece la creencia de que el
mismo es suficiente para mantener un vínculo con una mujer de por vida (Badinter, 1993).
“Mis papás me dijeron que buscara a una mujer que me hiciera caso (…) trabajé mucho
para que no le faltara nada en la vida pero eso no valió de nada al final porque ahora las
mujeres son diferentes y se van cuando quieren.”
248
Dos paradigmas o modelos de vinculación de pareja con las mujeres
En concepto Paradigma hace referencia a esquemas formales que tienen el objetivo
organizar el contenido y el uso del mismo (Diccionario de la Real Academia de la Lengua
Española, 2001). Aplicar este concepto a la vinculación de pareja implica un modelo de
organización que oriente las dinámicas de interacción entre la pareja. De tal forma, cada paradigma
está atravesado por ideologías y creencias que tratan de dar un significado a las acciones y
emociones experimentadas (Badinter, 1993) que de igual forma reflejan diferentes espacios de
socialización y discursos sobre lo que es el rol de los hombres y la amplia gama de masculinidades
subyacentes.
El análisis del contenido de las entrevistas demuestra la presencia de dos paradigmas en
cuanto se refiere a los vínculos de amor con una pareja mujer, a continuación se describe cada uno
de ellos:
Modelo Familiar Romántico: Expresa los ideales de instituciones sociales y del amor
romántico, esto es el deseo de tener un matrimonio, engendrar hijos e hijas, darles
manutención y producir bienes materiales como casa y automóvil. Se socializa
principalmente en la familia de procedencia a través de los discursos parentales
relacionados con la importancia del trabajo y el compromiso en el matrimonio. El erotismo
y deseo en la relación de pareja se consideran aspectos secundarios por lo cual se silencian
de forma frecuente. Se construye un ideal en donde el hombre será servido por todos los
miembros de la familia y amado por proveer y ejercer el control (Badinter, 1993; Gilmore,
1994). Este paradigma es de carácter público ya que es validado por instituciones religiosas
y por figuras legales. El placer y el amor vienen del compromiso hacia sus parejas y el
249
correspondiente éxito material que lo respalda por tanto el consolidar este modelo
simboliza la virilidad y la fortaleza del hombre (Gilmore, 1994; Badinter, 1993).
“El hombre es el que tiene que llevar la comida y la mujer estar en la casa. Jamás le
hablan a uno de sexualidad, porque eso era coscorrón seguro.”
“Sobre el sexo y la intimidad en el matrimonio nunca me dijeron nada (…) en mi casa me
decían que hay que serle fiel a la pareja, que había trabajar mucho y darle lo mejor a la
esposa y a los hijos (…) yo los metí a escuelas privadas, a ella le compré carro (…) un
hombre de verdad era el que hacía todo esto.”
Modelo evasivo: hace referencias a varios ideales de la masculinidad hegemónica los
cuales se caracterizan por evitar compromisos como el matrimonio y buscar relaciones
esporádicas con mujeres en el plano erótico/coital. Se socializa principalmente dentro de
grupos de pares durante la adolescencia y la edad adulta por lo que cada experiencia sexual
es una demostración de virilidad en este contexto (Gilmore, 1994). El vincularse se
considera como una especie de “cacería” en donde el contacto con el cuerpo de la mujer
es el símbolo de aquello que se “caza” no obstante cualquier manifestación de afecto e
idealización hacia dicha mujer se considera sinónimo de debilidad y en consecuencia se
evita, se reprime o se niega la experiencia. La vinculación con múltiples mujeres de forma
simultánea es un ideal a alcanzar por lo que se le relaciona con características como la
perspicacia, intelectualidad y la aventura así mismo se procura no tener hijos/as, formar
una familia o convivir de forma permanente con una sola mujer. El placer y el erotismo son
250
prioritarios pero solo se validan mediante el contacto con el cuerpo de la mujer de ahí que
se incurra en muchas comportamientos sexuales de riesgo y propio de espacios y contextos
privados. Este paradigma, al ser socializado principalmente dentro de los grupos de pares,
genera mucha validación homosocial (Valdés & Olavarría, 1997) por lo que es un
escenario de demostración de la masculinidad en casi todas las edades de los hombres. A
continuación se citan algunas frases dichas por los participantes para ilustrar.
“La mujer en la casa y el hombre de la calle”
“Cuando la de abajo se para la de arriba no piensa”
“Amarren las yeguas porque los caballos andan sueltos”
Al parecer existe una división tajante en la forma de vincularse con las mujeres en cuanto
relación de pareja se refiere, asimismo el planteamiento anterior coincide con lo propuesto por S.
Freud (1912) sobre el antagonismo entre la cultura y la vida pulsional del sujeto en donde se
“degrada” la elección del Objeto de amor. Esto es vincularse con una mujer desde posiciones
diferentes en relación al placer y al compromiso, por ejemplo varios participantes mencionan que
hay mujeres para “casarse”, “de una sola noche”, “para tener hijos” y demás.
Al contrastar cada uno de estos paradigmas se observa que son mutuamente excluyentes
pero al mismo se encuentran interiorizados dentro de una misma representación social de la
masculinidad hegemónica. Por consiguiente, los participantes manifestaron ambivalencia ante
251
ambos, es decir, los aceptaban como modelos válidos pero al mismo tiempo rechazaban elementos
de éstos por lo que se asumen de forma conveniente al contexto social en donde se encuentren en
ese momento.
El trabajo psíquico que realizan los hombres se relaciona con la integración de esta
contradicción y dar respuesta a preguntas como ¿Qué significa ser buena pareja, buen amante?
¿Cómo se ama a una mujer? No obstante la integración de ambos modelos nunca se logró previo al
perdido de duelo por lo que el resultado es la vivencia simultánea de ambas experiencias y la
disociación como alternativa.
252
La crisis de pareja según la masculinidad hegemónica: cambio de roles y malestar
Los hombres entrevistados asociaron la pérdida y la separación del vínculo de pareja en la
edad adulta con los nuevos cambios en los roles de género que se gestaron durante los años de
convivencia. Al inicio se socializaba a los hombres para esperar de sus parejas pasividad,
aislamiento y obediencia sin embargo esto contrastó con la nueva dinámica que acontecía durante la
convivencia en donde las mujeres asumieron un rol más activo e independiente, por ejemplo, la
incursión en el trabajo remunerado, ir a la universidad a estudiar y formar parte de movimientos
políticos o comunales.
“Es que antes aguantaba más la mujer porque tenía que hacer lo que el hombre decía
(…) a la mujer la golpeaban y le daban duro (…) el hombre era el que tenía el derecho
porque era su mujer (…) ahora el que lo hace va directo a la cárcel.”
“En ese tiempo la sociedad indicaba que la mujer tiene que estar en la casa (…) el
hombre era el que tenía que salir a trabajar y proveía todo lo demás. Contrario a lo que
pasa actualmente, ellas se han ido superando, han estudiado. Ahora ellas han adquirido
ciertos beneficios que no tenían en ese momento. Consiguen trabajos que en ocasiones
son mejores de los que consiguen un varón. Esa era la diferencia que habría en ese
tiempo respecto al actual. Ahora hay mujeres que manejan taxi y trabajan en lo que sea.”
253
Los hombres manifestaron sentirse “sorprendidos y desubicados” ya que esta dinámica
contrastaba con lo observado durante la infancia y el vínculo de pareja de los progenitores. Al
parecer surge malestar en los hombres al no saber cómo interactuar con sus parejas por consiguiente
surgieron conflictos relacionados con:
Participación en espacios públicos: Frecuentemente se asociaba a episodios de celos en
donde los hombres temían perder su pareja o bien que esta se “enamorara” de otro
hombre. También se asocia a la pérdida del control y la imposibilidad de monitorear lo que
hacía su compañera sentimental por lo que las quejas se asociaban a la estancia de la mujer
en el hogar, a su forma de vestir para salir de la casa y a los espacios de ocio que compartía
con compañeros/as de trabajo o de estudio.
Trabajo reproductivo: surgía conflicto en la organización y asignación de las labores
domésticas ya que la mayoría de los hombres pretendían que sus parejas, además de
trabajar o estudiar, también realizaran la totalidad de las tareas de mantenimiento del
hogar.
Expresión de afecto y comunicación: Las parejas mujeres exigían mayores espacios para la
construcción de la intimidad en el vínculo de pareja, sin embargo los hombres tendieron a
desatender esta demanda y a trabajar para proveer mejor. Se aislaban y evadían los
espacios para conversar ya que los relacionaban con conflictos que eran difíciles de
resolver.
“Me excedí dando dinero (…) solía pensar que estaba a mi servicio, le exigía mucho (…)
fue por ser machista y celoso que me pasó esto.”
254
“Cuando llegaba a la casa y las cosas no estaban hechas yo le decía a mi ex -Pues
hágalas, ya sabe que tiene que hacer las cosas- (…) a veces no estaba hecha la comida y
el chiquito no había hecho la tarea (…) Yo la ayudaba a hacer la comida a veces
esperando que hiciera todo lo demás pero no arrancaba y le daba largas (…) Cuando ya
comenzaba a discutir, porque no hacía las cosas, yo me iba al cuarto y no le hablaba más
(…) nos aislábamos (...)”
Cada uno de estos conflictos se asocia a las manifestaciones de poder y control para las
cuales los hombres fueron socializados por lo que el malestar generado emergía al tratar de
sustentar esta posición. No mantener la condición de poder hacia la pareja compromete a los
hombres con los mandatos de la masculinidad hegemónica (Connell, 2003) por lo que ellos
utilizaban la violencia –principalmente verbal y psicológica- como estrategia para reproducir la
dinámica de pareja y los patrones de vinculación tradicionalmente socializados. Ante dicho
conflicto las mujeres opusieron resistencia y plantearon a sus parejas nuevas demandas; lo anterior
es la génesis del conflicto que articuló los procesos de desidealización previos a la crisis de pareja y
su pérdida.
A pesar del cambio en el rol de sus parejas, los hombres no cambiaron la forma de
interactuar por lo que recurrieron a los antiguos recursos de aislamiento y negación de malestar
descritos en apartados anteriores. Los antiguos paradigmas de vinculación no incluían dinámicas en
donde las mujeres desempeñaran un rol más activo por lo que la resistencia al cambio se asocia con
la culpabilización de las mujeres, es decir, los hombres adjudicaban, durante el periodo de crisis y
convivencia, la responsabilidad del conflicto hacia sus parejas ya que este cambio no era previsto en
ningún contexto socializador.
255
Lo anterior se relaciona con lo planteado por E. Rivera Medina (1991) en donde la
condición de privilegio de los hombres exige al mismo tiempo malestar ante la incertidumbre de
perder la posición de poder y control. Es decir, la socialización de la masculinidad implica continua
demostración de la misma lo que a su vez es el foco de su carencia y dolor (Gilmore, 1994; Rivera-
Medina 1991).
La masculinidad herida
La pérdida de vínculo de pareja llega tras un periodo prolongado malestar ante la separación
por lo que se experimenta al inicio desde la omnipotencia y la negación del dolor. Como se
describió en capítulos anteriores, dichos mecanismos psíquicos tienen la función de proteger al
sujeto del malestar a nivel narcisista sin embargo no perduran durante todo el proceso de duelo y
dan paso a otras dinámicas que permiten la integración y la resignificación de la experiencia.
En lo referente a los procesos de socialización de la masculinidad, la pérdida de pareja se
asocia al fracaso del paradigma o modelo de vinculación Familiar-Romántico lo cual conlleva a la
crisis de elementos constitutivos de la masculinidad hegemónica en los hombres. La pérdida es
considerada por los entrevistados como un símbolo del fracaso que a su vez se relaciona con el
cuestionamiento de las características que conforman la identidad del ser hombre como su virilidad,
fortaleza y poder.
“Cuando yo tuve que salir de la casa me sentí defraudado, con dolor (…) creía que yo
era culpable (…) pensaba en qué diría la gente de mí (…) me daba miedo que dijeran que
no pude con el matrimonio, que me quedó grande la yegua (…)”
256
La pérdida de la relación simbolizó para los hombres una posición en donde no pueden
ejercer el poder sobre la pareja y la consecuente pérdida de control sobre los hijos e hijas. Lo
anterior implica un nuevo escenario nunca antes vivido en donde la actuación7 de la masculinidad
entra en crisis y contradicción ya que el rol de los hombres cambia de forma tajante. Se mantienen
roles y mandatos como el proveer pero otros quedan limitados como la territorialidad, el poder y el
control. Los participantes percibieron como “injusta” esta condición ya que se veían obligados a
dar dinero pero no obtenían a cambio los privilegios comúnmente relacionados como la obediencia,
admiración, subordinación y docilidad.
La violencia es uno de los elementos socializadores de la masculinidad hegemónica
(Badinter, 1993) y así mismo consolida la construcción del narcisismo en los hombres ya que
contribuye a la formación del ideal del Yo. Socialmente se idealiza la representación del hombre
cuya fortaleza deviene de la resistencia al dolor, por lo tanto la construcción de este hombre ideal se
ha consolidado mediante las experiencias de violencia, su represión y el silencio al dolor que
generan. Durante la pérdida los hombres recurrieron a la violencia como un recurso común para
reconstruir y reafirmar varias de las categorías de la masculinidad hegemónica que fueron
quebrantadas, por ejemplo:
Violencia hacia sí mismo: Manifestada en comportamientos de riesgo y autodestrutivos
como la conducción temeraria, uso de drogas, aislamiento y demás.
7 El término “actuación” hace referencia a los aportes de R. Connell (2003) en donde las masculinidades son
puestas en escena de roles y significados asociados al ser hombre.
257
Violencia hacia la expareja, hijos e hijas: principalmente de tipo verbal y es ejercida
mediante llamadas de teléfono, interrogatorios a los hijos/as, discusiones por celos y
monitoreo de cuentas bancarias y tarjetas de crédito.
Violencia hacia otros hombres: se concretiza en espacios públicos como la búsqueda
conflictos en el trabajo o peleas callejeras.
Violencia hacia otras mujeres: acontece en espacios públicos y se manifiesta en acoso
callejero y la misoginia resultante al tratar de buscar una nueva pareja.
Se considera que la violencia hacia sí mismo, hacia los seres amados y hacia terceras
personas se utilizó como un recurso de reparación ante la herida narcisista y la identidad masculina
asociada a lo hegemónico ya que esto convocó diversas defensas maniacas como las fantasías
omnipotentes. Igualmente el expresar el malestar de la pérdida a través de la violencia replicó las
dinámicas de la infancia –castigo físico- y también los procesos de socialización de la masculinidad
entre pares. Se utilizaba la violencia como un recurso para volver al status quo anterior y al mismo
tiempo trataba de restituir elementos asociados a la virilidad y fortaleza en los hombres.
Por último los hombres idealizaron y visualizaron al modelo evasivo como alternativa a la
vinculación de pareja por lo que muchos buscaron contacto erótico de forma compulsiva y múltiple
con otras mujeres con el objetivo de reparar el daño narcisista hecho a su propia masculinidad
hegemónica. Como se explicó en capítulos anteriores, los hombres evitaban idealizar y apegarse a
potenciales parejas en ese momento, por lo que se consideraba a las mujeres como “peligrosas”
dado el sentimiento de inseguridad experimentado tras la pérdida. La misoginia resultante se
articuló a las fantasías de omnipotencia y ansiedades paranoides presentes en los primeros
momentos de la pérdida de ahí que varios aspectos de la socialización de género se ajusten y
refuercen la polaridad de tipo manico/compulsiva.
258
“(…) y salí con varias mujeres, una vez fui a un salón e hice amistad con una muchacha,
pero a la semana ya salió de mi vida (…) no quería nadar formal ni enamorarme de
nuevo (…) al más mínimo detalle en donde sentía que estaba fallando terminaba
mandando todo al carajo de una vez.”
“Hay tanto miedo de volver a vivir lo mismo (…) siento que uno se vuelve más detallista y
no le es fácil (…) terminaba asustándome cualquier cosita.”
Masculinidad y elaboración del duelo : El cuerpo de la mujer como marcador de la
vinculación y la pérdida
El cuerpo de las mujeres adquiere una connotación especial dentro del Patriarcado ya que se
asocia a la propiedad privada y a su consumo como mercancía (Arroba, 1996) de ahí que a lo
interno de la masculinidad hegemónica se busca el contacto y posesión de las mujeres y su cuerpo
mediante la vinculación de pareja, el sexo comercial y el acoso sexual callejero entre otros. El
acceder al cuerpo de las mujeres es un marcador de virilidad en la sociedad ya que es asociado a los
mandatos de territorialidad y poder de dominio.
Acorde a lo descrito en apartados anteriores, se observa múltiples planos de interacción con
el cuerpo de la mujer en donde se degrada y escinde la elección del Objeto de amor, por ejemplo se
puede observar que los entrevistados categorizan a las mujeres y a la interacción desde varios
puntos o condiciones.
259
Mujer para casarse: se busca a una mujer virgen o que no haya tenido muchas
experiencias de relación de pareja previas. Tratan de encontrar a una persona con la cual
puedan tener hijos/as, adquirir deudas económicas e iniciar otros proyectos a largo plazo.
Mujer para frecuentar esporádicamente: no es requisito la virginidad o la inexperiencia
sexual, por consiguiente se espera encontrar a una pareja la cual no quiera compromisos a
mediano o largo plazo –convivencia e hijos/as-. Es destinada para el placer pero al mismo
tiempo involucra elementos lúdicos y de enamoramiento propios de la idealización inicial
de pareja.
Mujer para comprar sexo: la relación está únicamente destinada al acto coital por lo que el
pago monetario es el medio de transacción. No interesan los procesos de enamoramiento y
cortejo o bien frecuentarse en futuras ocasiones. Es una relación destinada únicamente al
placer del hombre y asimismo el compromiso no es opción alguna.
Mujer para acosarla en espacios públicos: hace referencia al acoso sexual callejero en
donde los hombres esperan manifestar violencia sexual hacia las mujeres. No hay intentos
de entablar una conversación o bien el pagar por sexo por lo que la interacción se
caracteriza por un único encuentro.
Todas estas categorías tienen en común el contacto físico o visual lo cual se manifiesta al
tocar, besar y ver el cuerpo femenino. De tal forma, el cuerpo de las mujeres y la interacción con
mismo es un marcador de vinculación o de relación que al mismo tiempo implica una dimensión de
posesión o propiedad, es decir, dentro del Patriarcado se enseña a los hombres a “comprar” el
cuerpo de las mujeres pero al mismo tiempo a categorizarlo y a delimitar su interacción acorde a lo
pagado. Por ejemplo, el sexo comercial implica un flujo limitado de dinero por lo que la interacción
260
solo acontece por periodos cortos y el concepto de pertenencia o posesión solo remite al espacio del
tiempo comprado –una noche o unas horas-; otro ejemplo diferente trascurre cuando los hombres
eligieron a una mujer para convivir y formar una familia, por lo general ellos ejercieron el rol de
proveedor de forma constante, sus demandas fueron igualmente persistentes y la creencia de
posesión de la pareja implicó la totalidad de los espacios de la interacción –de por vida-.
En la presente investigación se analizó las dinámicas en los vínculos de pareja significativos
los cuales se encuentran dentro de la primera categoría denominada “mujer para casarse”. Las
características principales giran en torno a la creencia de la posesión del cuerpo de la mujer, su
exclusividad y la obligación de proveer dinero mientras perdure el compromiso. Así mismo la
insistencia y búsqueda de una pareja con poca experiencia sexual se asocia a la territorialidad en la
masculinidad hegemónica, en donde se considera a la mujer como aquella propiedad que debe de
ser protegida pero al mismo tiempo debe de cumplir con los ideales de la virginidad y pureza.
Diagrama 17
261
“La exigencia de que la novia no traiga al matrimonio el recuerdo del comercio sexual
con otro hombre no es más que la aplicación consecuente del derecho de propiedad
exclusiva sobre una mujer, es la esencia de la monogamia: la extensión de ese monopolio
al pasado” (p. 189)
Freud (1917a)
El patriarcado organiza a los géneros en dicotomías (Bourdieu, 2000) por lo tanto a la mujer
se le asocia dentro del campo de la inexperiencia sexual y al hombre dentro de su opuesto –la
experiencia sexual previa-. S. Freud (1917a) afirma que el tabú de la virginidad trata de establecer
una garantía social sobre la procedencia del cuerpo de la mujer ya que se espera que el rol del
hombre inscriba en el cuerpo femenino experiencias primigenias asociadas al vínculo y a la
sexualidad. Por lo tanto, la presencia de una historia pasada y otro hombre fractura la dinámica
anterior y en consecuencia los mandatos de territorialidad.
Las dinámicas anteriores -territorialidad y omnipotencia- se quebrantan durante el periodo
de duelo y pérdida de pareja debido a la finalización de la convivencia y la imposibilidad de
monitorear y controlar por parte de los hombres, sin embargo permanecen latentes durante un
tiempo variable hasta la llegada de un Tercero quien entablaría una nueva relación de amor con la
expareja.
Cuando lo anterior sucede, emergen nuevas dinámicas asociadas a la expresión del malestar
y a la aceptación total de la pérdida. En la totalidad de los casos, la llegada de un Tercero implicó la
interacción de otro hombre con el cuerpo de la mujer lo cual cuestionó directamente la
territorialidad y el poder de dominio de los hombres en duelo. Los entrevistados comentaron de
262
forma recurrente que mucho del malestar provenía de los pensamientos repetitivos asociados a
expareja y el contacto físico/erótico con el Tercero.
“Cuando me di cuenta no podía dormir (…) solo pensaba en lo que ella podía estar
haciendo con el otro mae”
“Me sentía como un idiota ¿Cómo no lo vi antes? ¿Cómo dejé que se metiera este
hombre? (…) no soportaba la idea”
“Es una pesadilla, pensaba en cómo le estaban haciendo el amor, cómo la besaba, qué le
decía (…).”
“(…) antes quería recuperarla pero cuando los vi juntos sabía que había perdido la
batalla, él me ganó”
La llegada del Tercero y el contacto físico/erótico con la expareja trajo nuevos elementos y
dimensiones a la pérdida, por lo general los hombres consideraron a su expareja, a sus hijos/as y su
antigua residencia como su propio territorio de modo que la presencia de un Tercero fue
interpretada como una “invasión” o “robo” de aquello que se posee. El hecho que otro hombre
conviva con la expareja e interactúe con sus hijos/as simbolizó la usurpación de roles hegemónicos
como el rol de proveedor que ejerce el poder de dominio y control. De igual forma, se interpretó
como una “derrota” ante las expectativas de volver a restablecer el vínculo de pareja perdido ya
que el indicador de reparación fue asociado con el retorno a la convivencia y el contacto
263
físico/erótico con la expareja. Los hombres no pudieron convencer a sus exparejas de abandonar la
su relación con el Tercero por tanto las ansiedades paranoides y la impotencia sustituyeron a las
fantasías de omnipotencia previas.
En síntesis, los hombres del estudio delimitaron los vínculos de pareja significativos a
través del contacto con el cuerpo de las mujeres que a su vez eran considerados mercancías que se
deben de comprar. La pérdida de pareja implicó la crisis de los mandatos de la masculinidad
hegemónica relacionados con la territorialidad y la omnipotencia por lo que la llegada posterior de
un Tercero terminó por descartar la expectativa de retorno al vínculo perdido.
264
Migración hacia un nuevo paradigma de vinculación
Tras la pérdida y la llegada del Tercero, la mayoría de los hombres comenzaron un periodo
diferente en la etapa del duelo caracterizado por espacios de reflexión, la expresión del malestar y
resignificación de la experiencia. En consecuencia, se elaboró contenido de modelos de vinculación,
roles de la masculinidad hegemónica y proyectos de vida futuros.
Al inicio se acentúan los pensamientos misóginos respecto a la vinculación de pareja e
incluso aparecen ansiedades paranoides asociadas a la pérdida de seguridad, la legislación y demás.
La resistencia a la vinculación de pareja aparece comúnmente durante el proceso de elaboración del
duelo por lo que el modelo evasvio de vinculación fue asumido durante este periodo.
“Tenía la intención de buscar una compañera, pero en esos momentos a mí no me
ilusionaba (…) tenía miedo que me volviera a pasar (…) que me echaran de nuevo la ley y
que me pusieran medidas cautelares.
“Yo estaba más quejoso, más selectivo (…) quería adivinar lo que ellas quieren de uno, si
era dinero, si era algún favor (…) creía que ellas estaban para ver que agarraban.
“Una vez llevé a dos chavalas hasta la casa y no pasó nada (...) un tiempo atrás, cuando
quería satisfacer sexualmente, iba y le pagaba a otra chavala para evitar el riesgo de
involucrarme de nuevo.”
265
La llegada del Tercero consolidó la herida narcisista la cual se trató de sobrellevar mediante
la vinculación con nuevas parejas. Interactuar con mujeres era símbolo de virilidad por lo que el
cortejo y las experiencias sexuales se definían como una “competencia” ante el Tercero. Dicha
competencia es una dinámica común entre los grupos de pares de hombres (Valdés y Olavarría,
1997) por lo que los condiciona a buscar elementos comunes que verifiquen la propia virilidad. Por
lo tanto, la llegada de nuevos vínculos implicó el retorno del mandato de territorialidad y un nuevo
escenario para sobrellevar la pérdida y la herida narcisista. Fue común observar la preocupación de
los hombres por ridiculizar al Tercero en sus conversaciones con sus amigos y personas cercanas al
mismo tiempo que hacían alarde de su condición de soltería y cortejo, al parecer el vincularse y
evitar el compromiso eran formas “venganza” dirigidas hacia la expareja por haber elegido a un
Tercero como alternativa.
“Yo tenía que ser más hombre (…) hablaba con mis amigos sobre la tontera que hizo ese
mae al irse con mi ex (…) alardeaba mucho, creía que ser soltero era lo mejor que me
había pasado (…) me sentía liberado.”
A pesar de lo anterior, los participantes comentaron sentir ambivalencia en esta condición
ya que de forma paralela anhelaban elementos del vínculo perdido. Por lo general, el modelo
evasivo decayó con el tiempo debido a que no cumplía con todas las expectativas, deseos y
mandatos a nivel subjetivo y social, por ejemplo se observó que muchos hombres manifestaron el
deseo de terminar la búsqueda y cortejo para dedicarse a una relación de pareja estable en el tiempo
con la cual se pudieran asumir compromisos.
266
Con forme pasó el tiempo, los hombres restructuraron una nueva experiencia del vínculo de
pareja por lo que emergió un nuevo modelo o paradigma de vinculación que es la síntesis de los dos
modelos descritos anteriormente. Este nuevo modelo surgió a partir de las experiencias de
vinculación posteriores a la pérdida y forman parte del contenido integrado de la elaboración del
duelo. Algunas características son:
Procesos de idealización: Se establecen los mismos procesos de cortejo e idealización que
estuvieron presentes en los vínculos significativos anteriores. Se sigue considerando a la
pareja como refugio, fuente de cariño y cuido, asimismo se busca la exclusividad por lo que
ambos miembros acuerdan no entablar relaciones de pareja de forma paralela. El vínculo se
nombra de diferentes formas, por ejemplo, al inicio se le llama noviazgo pero conforme
pasa el tiempo pierde este nombre y se le domina como “pareja”.
Evitación de la convivencia, procreación de hijos/as y compromisos a largo plazo: Cada
uno de los miembros de la pareja tienen domicilios diferentes, por lo general no planean
tener hijos/as, comprar una casa o adquirir una deuda en común. El convivir es considerado
como un “riesgo” ya que se asocia a la crisis y a la pérdida del vínculo, no obstante sí se
adquieren responsabilidades pero son a corto plazo y conciernen a espacios de ocio –pago
en conjunto de un club de viajes y tiempo destinado a compartir juntos.-
Preocupación por las crisis de pareja: se considera a la relación de pareja como un vínculo
frágil en donde existe la posibilidad de ruptura en cualquier momento. Se abandonan las
certezas relacionadas con amor romántico y la propiedad del ser amado, en consecuencia
se utiliza mucha energía psíquica en evaluar la relación de pareja e identificar eventuales
reacciones precríticas.
267
Aumento de espacios lúdicos e intimidad: el rol de proveedor cambia sustancialmente, lo
cual se refleja cuando las parejas mujeres comparten los gastos que conlleva el pasar tiempo
en conjunto. La mayor parte del tiempo se dedica a la construcción de la intimidad y a
momentos lúdicos debido a la ausencia de proyectos en común como la crianza de hijos/as,
deudas o negocios.
La convivencia de pareja adquiere una connotación distintiva ya que se evita de forma
sistemática en la mayoría de los casos estudiados. Durante la convivencia emergió la crisis de pareja
y por lo general los hombres la relacionaron con las situaciones de violencia, poder de dominio y
control hacia los seres queridos. Por lo tanto, evadir la convivencia en el vínculo refleja las nuevas
configuraciones de este modelo en donde los hombres temen repetir los mismos patrones de
interacción y revivir la incertidumbre ante los nuevos roles de género de la mujer.
“Ahora que tengo pareja es mejor que cada uno esté en su casa (…) no quiero volver a
convivir porqué ahí fue cuando se echa todo a perder (…) mejor de novios y cada quien
en su casa (…)”
De igual forma este modelo refleja espacios en donde la actuación de la masculinidad
hegemónica cambia de forma sustancial por lo que constituye una posible salida y construcción de
una nueva cotidianidad basada en modelos emergentes de masculinidades alternativas. Por ejemplo,
tras la pérdida de pareja muchos de los hombres entrevistados empezaron a hacerse cargo de las
labores domésticas en sus nuevos domicilios, del régimen de visitas a los hijos/as y de otras
actividades que comúnmente se asociaban al quehacer femenino, asimismo, dentro del cortejo y la
búsqueda de pareja, muchos abandonaron el rol de proveedor y compartieron los gastos en común.
268
Por último, la pérdida de pareja implicó una crisis en la convivencia entre los géneros, lo
cual posibilitó la creación de nuevos modelos de interacción, sin embargo es ilusorio plantear que
esto conlleve a la superación de la masculinidad hegemónica ya que de igual forma emergieron
nuevas manifestaciones de territorialidad, poder de dominio y control en los hombres que se han
denominado como micromachismos (Bonino, 1991) y hacen referencia a actitudes y
comportamientos sutiles en donde se coacciona, intimida y domina a la pareja. Algunos ejemplos
observados se relacionaron con la propia victimización, comentarios descalificativos y
culpabilización de la mujer así como la exigencia del control de gastos y detalles en los que se usa
la pensión alimenticia.
El duelo como oportunidad para la construcción de nuevas masculinidades: los nuevos
grupos de pares y la fraternidad entre hombres.
El duelo por pérdida de pareja es un proceso de deconstrucción y reconstrucción subjetiva
ya que implica cambios en el las representaciones del mundo interno y la elaboración de la
experiencia de crisis que conlleva. La pérdida crea una herida en el narcisismo masculino, el cual
es socializado mediante los mandatos de la masculinidad hegemónica, por lo que elementos como la
omnipotencia y la territorialidad también entran en crisis y en duda por los mismos hombres.
Consecuentemente, el duelo refleja un cuestionamiento a la convivencia de pareja y a los antiguos
roles de género los cuales fueron asociados por los hombres con la llegada de conquistas de varios
derechos de las mujeres y políticas destinadas a la equidad de género. Durante este proceso los
cambios son diversos y pueden ir en diferentes direcciones, sin embargo el elemento común es el
retorno a una nueva cotidianidad lo cual implica transformación en las interacciones con las
personas cercanas, en especial, con los seres amados –parejas, amigos/as e hijos/as-.
269
Acorde a lo anterior, el proceso de duelo requiere de la construcción de nuevos significados
entorno a la experiencia del vínculo, su pérdida y los roles masculinos, por lo que este fenómeno no
es solamente de características individuales sino que se relaciona dialécticamente con el contexto
social del sujeto. En los capítulos anteriores se describió como los procesos de duelo son
construidos a través de la interacción con otros seres humanos por lo que las dinámicas subjetivas
son producto de la internalización del vínculo. Consecuentemente, los cambios recientes en el
contexto social condicionan, de forma directa, la experiencia subjetiva de lo que es vincularse, el
significado de ser hombre y el proceso de pérdida.
Es posible que las transformaciones más notorias residieran en la organización de los
hombres y la búsqueda de ayuda para sobrellevar lo perdido. Los participantes comentaron que en
el pasado las experiencias de duelo por pérdida del vínculo de pareja eran poco frecuentes y por lo
general eran sobrellevadas desde el aislamiento y el silencio. En la actualidad, las experiencias de
pérdida de pareja y separación han aumentado en la última década (Oviedo, 2011) por lo que parte
de este proceso se refleja dentro de los grupos de hombres del Instituto Wëm, los cuales actuaron
como nuevos espacios de resocialización y de interacción masculina en relación a la experiencia del
vínculo con los seres amados.
Según los participantes, el sobrellevar la experiencia del duelo en un contexto grupal
posibilitó la ruptura con dinámicas tradicionales relacionadas con el malestar ya que facilitó la
expresión de emociones y al mismo tiempo fortaleció la empatía al escucharse mutuamente. Este
espacio resocializador ayudó a aceptar la condición de vulnerabilidad en la cual se encuentran los
hombres tras la pérdida de una relación de pareja, así mismo fue un espacio para la deconstrucción
conjunta de la masculinidad hegemónica y sus diversos mandatos como la territorialidad, ejercicio
del poder de dominio y el control.
270
“(…) muchas cosas cambiaron cuando empecé a venir a Wëm (…) cuando hablé enfrente
de los demás y luego escuché me di cuenta que no estaba solo (…) que no soy el único que
tiene este tipo de problemas (…) entonces empecé a relajarme y a seguir viniendo (…)
todo eso me ha ayudado porque el centro de atención soy yo y lo que siento en este
momento. (…) ahora tengo amigos (…) este proceso aquí en Wëm me ha ayudado a
sentir más, ser menos machista y a entender mejor a las personas (…)”
A continuación se contrastan algunas características de los grupos de hombres del Instituto
Wëm en relación a otros grupos de pares tradicionales descritos por los entrevistados.
Grupos de pares tradicionales en la infancia y la edad adulta: la violencia era un medio
común de interacción y se utilizaba para expresar el afecto y la cercanía entre sus
miembros. Se promovía comportamientos de riesgo y se utilizaban como indicadores de
virilidad. Se evita hablar de los problemas y emociones como la tristeza, frustración y
miedo por lo que su aproximación se realiza desde la omnipotencia y la negación de la
propia vulnerabilidad; en consecuencia se reforzaba los esquemas de la masculinidad
hegemónica tradicional.
Grupos de pares dentro del Instituto Wëm: las prácticas de violencia en la interacción
disminuyen de forma considerable por lo que se construyen nuevas formas de expresión de
cercanía y contacto entre hombres. Se promovían comportamientos de autocuidado y
preservación las cuales consistían en mejorar hábitos de alimentación, sueño y actividad
física. Se validaba el espacio para poder hablar sobre diversos problemas, en especial, sobre
las emociones, situaciones de crisis de pareja y malestar psicológico en general. Se
271
cuestionó y deconstruyó los diversos mandatos de la masculinidad hegemónica al mismo
tiempo que intentó construir, de forma conjunta, masculinidades alternativas.
Asumir el proceso de duelo desde la grupalidad fue una segunda escena de la socialización
de género ya que la dinámica se articuló desde otros puntos de interacción masculina, por
consiguiente, la competencia y la segregación, valoradas en el patriarcado, caen en desuso y se
promovieron otros elementos como la solidaridad y la fraternidad entre pares. Los hombres
comentan que al ser escuchados, verbalizar el malestar y no ser penalizados por esto transformó los
recursos utilizados para sobrellevar el duelo; al parecer la identificación con otros hombres en
situaciones de sufrimiento similar ayudó a cambiar de perspectiva sobre el malestar y a validar su
expresión.
W. Worden (2002) plantea que el duelo contiene mediadores los cuales son factores tanto
de tipo personales –características de personalidad y género- como interpersonales –apego y redes
de apoyo- que facilitan o dificultan la experiencia y elaboración del duelo. De igual forma la
interacción del grupo de pares y la construcción de las masculinidades subyacentes son elementos
que se articularon como mediadores en los procesos de duelo de los hombres ya que posibilitaron
nuevas estrategias para la resolución de la crisis y de los problemas emergentes, por ejemplo, los
participantes comentaron que durante el proceso aprendieron a aceptar la pérdida y a reorganizar
sus prioridades, en particular, aquellas relacionadas con el ejercicio de la paternidad con régimen de
visitas, la interacción con la expareja para la firma del divorcio o la división de los bienes
gananciales.
Se plantea el término “Fraternidad” para describir parte de la experiencia vivida en los
grupos de pares en donde se practican los principios de hermandad, afecto o cordialidad entre
hombres (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, 2001). El elemento
272
“hermandad” implica concebir a los pares como seres similares que comparten un mismo origen y
por ende una vivencia subjetiva cercana, por lo que esto se refleja en la concientización de la propia
socialización de la masculinidad y las experiencias de violencia a lo largo de toda la vida. El
elemento “afecto y cordialidad” conlleva la expresión de las emociones, empatía y al mismo
tiempo el cuido y protección de los pares debido a la capacidad de identificación de la experiencia
de los unos con los otros. En síntesis la Fraternidad hace referencia a cuido esencial (Boff, 2002)
que ejercen los hombres entre pares al conocer sus propias condiciones de género y el malestar
compartido.
“(…) un compa del grupo me dio posada en la casa por unos días (…) me decía –mae,
usted va salir de esta- (…) eso me ayudó mucho, ver como lo recibían cuando uno se
llegaba al grupo.”
Anteriormente los hombres fueron socializados bajo el principio de destrucción (Boff &
Muraro, 2004), el cual consiste en hacer daño y dominar en las relaciones con las personas y el
medio ambiente. Al parecer el espacio grupal ayudó a reconfigurar las formas de interacción con los
personas y el entorno de los participantes por lo que fue un intento de integración con el principio
opuesto, tradicionalmente asociado con lo femenino, que es el cuido y la preservación (Boff &
Muraro, 2004) de las personas y de aquello con lo cual se guarda un vínculo.
En síntesis, la grupalidad construida emerge desde la experiencia de la pérdida de pareja
por lo que es un reflejo de la crisis de la convivencia y los diferentes roles de género en la sociedad.
De forma conjunta este proceso psíquico incluye transformaciones en los roles de interacción y la
construcción social de la masculinidad por lo que brotan nuevas elaboraciones de masculinidades
273
alternativas que promueven comportamientos de autocuidado, verbalización de la experiencia del
malestar y prácticas de cuido hacia otras personas. El duelo se interpreta como un momento y una
invitación para construir nuevos significados entorno al ser hombre en donde se trascienda la
tradicional división y dicotomía masculino/femenino.
274
R
esu
men
6.1
275
Resu
men
6.2
276
Conclusiones
Sobre la violencia infantil y su dinámica en los vínculos primarios
La violencia infantil refleja una ideología de dominación propia del patriarcado, en donde el
maltrato no va dirigido únicamente al género femenino. En la totalidad de los casos, los hombres
fueron víctimas de violencia con una finalidad muy clara, la cual es conformar la masculinidad
hegemónica y delimitar los patrones de interacción entre géneros. Acorde a esto, la violencia es
vista como un recurso más que gira en torno a “mandatos” o “cánones”:
La violencia y el malestar generado debe de silenciarse: implica acallar el propio dolor
como estrategia de supervivencia.
La violencia debe de ejercerse: igualmente es una pauta para obtener respeto y valía dentro
de los diversos grupos sociales como los pares o la familia.
La violencia debe de resistirse: se relaciona con los rituales de virilidad y el riesgo para
demostrar la propia “hombría”, asimismo conlleva el buscar de forma activa experiencias
de este tipo durante toda la vida como recurso de satisfacción narcisista
En cuanto a los roles de los cuidadores se concluye que no existen diferencias marcadas en
el uso de la violencia proveniente de la madre o el padre, sin embargo sí se diferencian en las
expresiones de afecto y cuido. La madre proporcionó cariño y afecto de forma esporádica mientras
que la figura paterna se caracterizó por la escasa emocionalidad y abandono de sus hijos/as. De tal
forma, la violencia es un elemento que aconteció frecuentemente en la vinculación primaria con las
figuras de cuido, por lo que ante cualquier incumplimiento de las demandas parentales se castigó
277
con el intento de limitar, humillar y denigrar al infante. En consecuencia las necesidades afectivas y
de cuido quedaron desatendidas y el niño se comportó en función de evitar el castigo y reprimir
dicha experiencia traumática –estrategia psicológica de supervivencia (Miller, 1984)-.
Posteriormente, los hombres víctimas de violencia infantil naturalizaron el maltrato y lo
simbolizaron como fuente de afecto y cuido. El sometimiento a la voluntad de las figuras de los
padres y resistencia al castigo se configuró como la única vía de bienestar: erotización de la
violencia y dinámica Quid pro Quo.
El uso exacerbado de la violencia y el rechazo –violencia extrema y marginalidad del
vínculo – delimitaron las representaciones del Sí –mismo y el aislamiento del infante. A mayor
violencia infantil vivida se observó que más pobre es la construcción narcisista cuando adulto y más
agravantes eran las consecuencias producto de la represión del trauma –menor capacidad empática,
difícil expresión emocional y proyección de la violencia hacia otros y hacia sí mismo-.
Por último, se denota como lo subjetivo es construido socialmente, de ahí que las primeras
experiencias de vinculación en la infancia cargan, de forma reiterativa, con elementos distintivos
del patriarcado los cuales denotan un uso excesivo de violencia como recurso socializador de los
futuros vínculos.
Sobre los primeros vínculos de pareja y la idealización
Las primeras experiencias de pareja en la edad adolecente y adulta delimitaron nuevos modelos
de afectividad que crearon diferencias en patrones de interacción en donde el cariño y el cuido
predominaron más que la violencia en un momento inicial.
Posteriormente, las primeras relaciones de convivencia en pareja se configuraron como una
“fantasía de fuga y de omnipotencia” en donde los hombres esperaron adquirir más libertades y
experimentar más cariño y cuido que el brindado por los padres en la infancia -el vínculo se
construyó como un pacto inconsciente de la reparación de la pareja y del Sí-mismo-. De igual
278
forma, la convivencia inicial en pareja fue significada como un “rescate” de las condiciones
adversas que rodeaban al ser amado –embarazo no planeado, problemas económicos y violencia
intrafamiliar- por lo que se consideró como un acto de amor el sobrellevar la situación y se esperó
que esto fuera meritorio de afecto –dinámica adulta del Quid pro Quo-.
Por último, el aislamiento producto de la violencia extrema y la marginalidad vincular en la
infancia se pueden asociar con el detrimento en la construcción e idealización de los vínculos de
pareja en la edad adulta. El miedo a ser atrapado y violentado por la figura del cuidador emerge
como miedo a vincularse de forma permanente con una pareja por lo que se realizan conductas con
este significado inconsciente –vinculación múltiple e idealización de corta duración-.
Sobre las dinámicas de las reacciones precríticas
La mayoría de las reacciones precríticas configuraron una dinámica cíclica de ahí que se
repitieron en diferentes momentos y tuvieron una duración variable en el tiempo. En lugar de
disminuir el conflicto terminaron por agravarlo y aumentaron el malestar en la relación de pareja.
Asimismo, la construcción de las reacciones precríticas se sustentó sobre una dimensión simbólica
en donde el lenguaje verbal escaseaba de ahí que dicho mensaje fue transmitido mediante el cuerpo
y diversas acciones que fueron interpretadas de forma heterogénea y ambigua en cada uno de los
casos.
Se identificaron seis dinámicas precríticas que se describen a continuación:
Negación y Seudonegación: implicaron pasividad ante la experiencia del malestar,
represión inconsciente o consciente del conflicto, proyección de la falta sobre su pareja,
racionalización e intentos incipientes de reparación.
279
Alejamiento y pérdida del interés: la pareja compartió cada vez menos espacios en
conjunto, la comunicación verbal se hizo escasa y disminuía la expresión de afecto mutuo.
Paranoia y el Tercero especular: aparecieron ansiedades relacionadas con la posibilidad de
perder la relación de pareja por lo que se ve acompañado de celos y control. De forma
paralela se creó una fantasía paranoide en donde entró a escena un Tercero quien es otro
hombre al cual se le adjudicaba la responsabilidad de la crisis de pareja por haber tratado de
conquistar y seducir a la pareja.
Rompimiento de rituales entrañables: los rituales entrañables cayeron en desuso y se
activaron de forma esporádica en el trascurso de la precrisis. En consecuencia el cuerpo y
su sintomatología apareció para comunicar el malestar y el deterioro de la fantasía de
fusión.
Fuga del vínculo: consistió en entablar vínculos de pareja paralelos con otras mujeres con
el objetivo de obtener el afecto y el cuido que escaseaba en la relación inicial.
Otros acuerdos colusivos: Principalmente fueron fantasías de reparación e indemnización
por haber dañado al ser amado las cuales se concretizaron al acceder a las demandas
materiales, dejar de lado el control y no limitar las transacciones violentas en la pareja.
Por lo general los hombres no percibieron la crisis de pareja en sus momentos iniciales ya
que las diferentes reacciones precríticas como el aislamiento y la negación ayudaron a ocultar e
ignorar esta situación por periodos prolongados.
Por último, la reparación del vínculo de pareja no aconteció en ninguno de los casos ya que
muchos de los intentos no incluyeron la colaboración del ser amado o por lo menos alguna
valoración subjetiva de los mismos.
280
Sobre el periodo de crisis de pareja
La crisis por separación y pérdida de pareja se elaboró desde la negación, el aislamiento y el
silencio. Mucha de la energía psíquica fue desviada hacia conductas autodestructivas lo que trajo el
deterioro progresivo y prolongado de los hombres. Los fuertes montos de culpa y pensamiento
rumiativo en torno a la pérdida se asociaron a las escenas vividas de violencia infantil en donde el
maltrato hacia sí mismos se justificaba y se evaluaba como necesario para volver a ser amado.
El periodo de crisis trajo consigo grandes montos de ambivalencia hacia la pareja de ahí que en
cierto momento se intentó volver a vincularse y reidealizar el vínculo y en otros se articularon
fantasías de destrucción y omnipotencia. De tal forma, el resultado fue un periodo intensamente
caótico y oscilante.
Por otra parte, el malestar vivido por los hijos e hijas al ver que sus padres se separan fue
homologado al propio malestar vivido por los hombres durante la infancia y los episodios de
violencia infantil. Los intentos de reparación y cuido hacia los hijos e hijas fueron una elaboración
del propio deseo de haber sido protegido y cuidado en esta época.
Se creó el término “cristalización de la crisis” para describir el estado resultante de la pasividad
de los hombres ante la ruptura de la relación de pareja, esto se asoció a las secuelas de la violencia
infantil en donde a los hombres se les obligó a soportar el maltrato y a esperar que esto fuera
suficiente para evitar futuras agresiones y resolver los conflictos. Lo anterior aumentó la
vulnerabilidad y el malestar ya que no posibilitó la gestión de los recursos personales para disminuir
el daño.
Por último, es importante denotar que la pasibilidad y el deterioro gestados dentro de este
proceso responden de forma directa a las dinámicas de propias de los vínculos primarios y de la
violencia infantil debido a que estos hombres fueron socializados para resistir la violencia bajo
cualquier circunstancia. Es así, como las crisis no son gestionadas ni prevenidas ya que la
281
pasibilidad y resistencia ante el malestar fueron estrategias de supervivencia para sobrellevar a
violencia infantil dentro de la familia de origen.
Sobre el proceso de duelo y su elaboración
Se concluye que el proceso de Duelo es de características dialécticas, de ahí que sea un
movimiento continuo de trasformación que no se puede categorizar ni dividir. Es un vaivén de
defensas, fantasías y ansiedades las cuales contienen opuestos que ubican al proceso en un espectro
con dos polaridades. Cada una de estas polaridades implica una posición ante el malestar, la
aceptación y la integración de la experiencia.
La primera polaridad es de características maníaco/compulsivas por lo que son fantasías de
omnipotencia y defensas maníacas ante el sentimiento de pérdida que tienen el objetivo de
evitar el malestar pero al mismo tiempo aumentan el deterioro físico y psicológico del
sujeto así como limitan la integración y la emergencia del contenido inconsciente.
La otra polaridad es de características depresivas por lo que reflejan el desuso de las
estrategias anteriormente mencionadas. También posibilita mayor contacto con las
emociones y sentimientos de culpa lo que genera un espacio de reflexión en torno a la
pérdida e inicia el proceso de resignificación de la experiencia.
El proceso de elaboración del duelo fue la síntesis del movimiento dialéctico del encuentro
de las dos polaridades. Implicó la integración del contenido en las presentaciones del Sí – mismo y
el Objeto por lo que conllevó a la reorganización del estado de crisis en que se encontraba el sujeto.
Igualmente, el duelo es un proceso dual que requirió asumir la pulsión de muerte y de vida de forma
simultánea de ahí que desencadenó la construcción de una nueva cotidianidad, reorganización de la
282
vida después de la pérdida de pareja y sobrepasar las fantasías y esperanzas de reparación y retorno
con el antiguo ser amado.
Un elemento importante, en el desarrollo del proceso del duelo, fue la aceptación de la
pérdida ya que pasó por dos momentos en donde el primero –“aceptación parcial/racionalizada”-
fue una defensa intelectualizada y el segundo –“aceptación total o emotiva”- conllevó a la
abreacción y a mayor contacto emocional. La llegada del Tercero –nueva pareja de la expareja-
facilitó la aceptación emotiva de la pérdida al mismo tiempo que aumentó el malestar y la crisis. Se
consideró al Tercero como un catalizador del proceso de duelo debido a que tras su llegada se
aceleró la elaboración y la verbalización del malestar.
Otros elementos importantes fueron las experiencias de violencia infantil ya que trajeron
consecuencias en la elaboración de los duelos en la edad adulta. La represión de la experiencia de
violencia obstaculizó la expresión del malestar en los duelos posteriores y aumentó el uso de
defensas maníacas lo que dificultó la elaboración de la experiencia de pérdida.
Por último, no es posible delimitar una finalización del proceso de duelo de pareja debido a que
suele ser elaborado durante toda la vida en especial con la presencia de nuevas experiencias de
pérdida de pareja. Sin embargo hay criterios que pueden señalar la finalización de la crisis
intrínseca y el retorno a la estabilidad y la vida cotidiana. Dichos criterios se asociaron a la
reorganización de la economía psíquica que se orientó a nuevos proyectos y abandonó la realización
de fantasías y ansiedades relacionadas con la expareja. Asimismo, fortalecieron al Yo y
posibilitaron la resginficación e integración del contenido hecho consciente en las representaciones
del mundo interno.
283
Sobre las masculinidades, su socialización y el duelo por pérdida del vínculo de pareja
Los diferentes modelos de masculinidad, en los hombres, fueron socializados mediante el
ejercicio de la violencia tanto a lo interno de la familia de origen como a lo externo con los grupos
de pares. La dinámica resultante obligaba a los hombres a resistir, ejercer y guardar silencio ante la
violencia de ahí que estos mandatos se relacionaron con características de la masculinidad
hegemónica como la fortaleza y virilidad. Igualmente la vinculación de pareja fue socializada a
través de discursos hegemónicos de poder de dominio en donde el vincularse se asoció con el acto
de comprar una mercancía (Fromm, 1966) y ejercer el control sobre esta.
Se observaron dos modelos/paradigmas de vinculación los cuales son esquemas que orientaron
la interacción con las mujeres dentro del vínculo de pareja.
Modelo Familiar/Romántico: implica la creación de una familia y el compromiso del
matrimonio los cuales se interpretaron desde la territorialidad y la posesión. Los atributos
asociados a la masculinidad hegemónica son el rol de proveedor y de control hacia su
pareja y sus hijos e hijas.
Modelo evasivo: se caracteriza por evitar el compromiso de la convivencia con las parejas,
asimismo busca el contacto erótico/coital y establecer vínculos múltiples y paralelos con las
mujeres. Los atributos asociados a la masculinidad hegemónica se centraron en la búsqueda
y seducción continuas así como el desapego ante una posible pareja.
Posteriormente, cuando aconteció la crisis y pérdida de pareja, varios elementos constitutivos
de la masculinidad hegemónica como la territorialidad, el control y poder de dominio se
cuestionaron debido a que no fueron suficientes para sobrellevar y organizar la convivencia con sus
parejas. Lo anterior fue asociado, por los hombres, a cambios en los roles de género de las mujeres,
los cuales se caracterizaron por mayor acceso al trabajo remunerado, oportunidades de estudio
284
universitario y participación en movimientos comunitarios. Asimismo, los hombres interpretaron la
crisis y la pérdida de pareja como el fracaso del modelo Familiar/romántico.
Consecuentemente, la separación implicó una herida narcisista en la constitución de la
masculinidad de los hombres de ahí que ejercieron varas manifestaciones de violencia –hacia sí
mismo, a los seres queridos y a terceras personas- como una estrategia para poder reparar dicha
herida y sobrellevar el periodo de crisis.
El duelo y la pérdida se asocian al contacto con el cuerpo de las mujeres ya que la interacción
con el mismo es considerada un marcador de vinculación para los hombres. Como resultado se
tiende categorizar a las mujeres y la interacción con su cuerpo –mujeres para casarse, para
frecuentar esporádicamente, para comprar sexo y para acosar en espacios públicos-. La llegada de
un Tercero –hombre con quien la expareja inició una nueva relación- se asoció al cuestionamiento
de mandatos de la masculinidad hegemónica como la territorialidad y el control ya que implicaban
la dimensión del cuerpo de la mujer, su uso y goce por parte de otro hombre, por consiguiente se
generó, en ellos, ansiedades paranoides e impotencia ante la pérdida.
Lo anterior sugiere una especie de retrato filogenético en la especie, en especial en los hombres
y sus formas de competencia y de derrota. Al parecer la presencia de un Tercero y la interacción
con el cuerpo de la mujer conlleva no solo al sufrimiento sino a la simbolización de la propia
muerte, es decir, el perder una relación de pareja y ver ocupado su lugar implica la derrota la cual
debe de ser actuada mediante comportamientos autodestructivos que lleven al deterioro y al riesgo.
Por otra parte, durante el periodo de elaboración del duelo hay claras evidencias de la migración
y construcción de un nuevo modelo/paradigma de vinculación de pareja, en donde los hombres
evitan la convivencia pero al mismo tiempo promueven la exclusividad del vínculo y la
construcción de espacios lúdicos y de intimidad. De forma conjunta, emergieron nuevos modelos de
masculinidades alternativas en donde los hombres se involucraron en actividades como el cuido de
285
los hijos/as y labores domésticas, no obstante también surgieron micromachismos (Bonino, 1991)
que son nuevas formas de ejercer el poder y control hacia las mujeres.
Por último, los cambios producidos en los procesos de duelo y crisis de pareja posibilitaron que
los hombres pidieran ayuda y buscaran sobrellevar el proceso mediante los grupos de pares en
Instituto Wëm. Lo anterior promovió la fraternidad y solidaridad entre ellos lo cual llevó al cuido y
protección entre iguales al conocer su propia condición de género y malestar compartido. El grupo
de pares fue un escenario de socialización que actuó como mediador del duelo ya que modeló
comportamientos no violentos y de autocuidado, asimismo facilitó la verbalización del malestar, la
empatía, expresión de emociones y deconstrucción de la masculinidad hegemónica.
286
Recomendaciones
Violencia infantil en los vínculos primarios
La violencia infantil se ha mantenido escondida, naturalizada y silenciada a lo interno de
cada hogar, de ahí que la detección oportuna de situaciones abusivas es imperante para poder
abordar esta problemática de forma inicial.
Se recomienda la creación de estrategias de detección comunitarias de violencia en donde
se involucre a varios grupos regionales más allá de las tradicionales instituciones gubernamentales,
por ejemplo asociaciones de desarrollo, comercio, centros educativos, grupos religiosos y
organizaciones filantrópicas en general. Es importante involucrar a la mayor cantidad de actores
dentro de este proceso ya que esto aumentaría la participación de la sociedad civil en general y
posibilitaría la creación de redes, protocolos de detección y colaboración conjunta a nivel local.
Otro elemento importante sería la creación de campañas de prevención de la violencia
infantil en donde se utilice medios masivos de comunicación como la radio, la televisión y la prensa
escrita. Se recomienda abordar temas relacionados principalmente con las secuelas de la violencia
para las personas menores de edad así como las creencias y mitos asociados al castigo físico como
una forma de educación y socialización. Además dichas campañas podrían incluir temas
pedagógicos como las alternativas al castigo físico, las formas de denunciar los abusos, los tipos de
violencia más allá de la física y su naturalización en la sociedad costarricense.
Dado que el rol desempeñado por los padres fue descrito, por los entrevistados, como
“abandónico y altamente violento” se debe de priorizar el trabajo con los hombres y el tema de
paternidad en los diferentes escenarios educativos, laborales y de salud como la escuelas, colegios,
287
centros de trabajo y los equipos básicos de atención intención integral de la –E.B.A.I.S.-. El
objetivo de este tipo de intervenciones implicaría la promoción de nuevos roles de paternidad en
donde los hombres se involucren en la crianza de sus hijos e hijas y al mismo puedan aprender
alternativas al castigo violento.
Otro escenario a trabajar reside en los grupos de pares en la infancia, los cuales también
ejercen violencia entre sus miembros como estrategia de socialización de la masculinidad
hegemónica. Comúnmente suele denominarse como acoso escolar, riñas o choteo y el escenario
más común es dentro de los centros educativos. De tal forma, se recomienda trabajar este tema
desde un enfoque de masculinidad y prevención de la violencia pero orientado al trato con los
semejantes dentro de las escuelas y colegios, de ahí que es importante crear espacios para la
discusión y detección a nivel institucional e involucrar a profesores/as, administrativos y a
alumnos/as de forma conjunta.
Por último, se recomienda incorporar el trabajo de la subjetividad y de la masculinidad en
las diversas intervenciones con los padres, sus hijos y grupos de pares una vez detectada la
violencia infantil. En todos los casos es necesario crear espacios de reflexión en torno a las propias
experiencias de violencia infantil y promover los siguientes objetivos:
Hacer consciente el sufrimiento y el significado de las propias experiencias de violencia
infantil para poder verbalizar el malestar reprimido y expresar sentimientos de tristeza,
miedo y enojo ante los abusos.
Cuestionar y desidealizar el rol del agresor y modelo pedagógico al cual subyace –
Pedagogía Negra (Miller, 1984)-. Lo cual implica el análisis colectivo de las causas del
sufrimiento vivido y sus consecuencias para la creación conjunta y puesta en práctica de
nuevas alternativas a la violencia infantil.
Rechazar tajantemente el castigo físico y otras formas de violencia.
288
Fortalecer la autoestimación y la autoimagen ya que estas suelen verse afectadas cuando se
experimenta violencia infantil (Miller, 1984).
Precisar los procesos de socialización de la masculinidad a través de la violencia para
identificar las diversas formas en que se reproduce en la sociedad y en la interacción entre
hombres.
Sobre la crisis y los procesos del duelo en la edad adulta
El comportamiento autodestructivo y de riesgo fue común en los hombres al atravesar el
periodo de crisis, pérdida y duelo de relación de pareja, de ahí que muchos de ellos experimentaron
deterioro tanto a nivel físico como psicológico.
Se recomienda la creación de políticas públicas que aborden el tema de los hombres y la
salud a nivel integral ya que existen índices que sugieren una brecha a partir del género en Costa
Rica (Ávila et al, 2010). Es necesario implementar un plan de acción en el sistema de salud a nivel
comunitario en donde se promueva la salud mental y el autocuidado ya que los procesos de pérdida
y separación son cada vez más comunes en todas las zonas del país (Oviedo, 2011) y por lo general
son sobrellevados por los hombres desde la soledad y el aislamiento. En cuanto a la detección de
esta problemática se puede utilizar varios entes gubernamentales como el Patronato Nacional de la
Infancia y los juzgados de violencia doméstica para captar la población general de hombres que
viven una crisis, de modo que se les posibilite recursos y espacios para promover la salud
integralmente y prevenir comportamientos de riesgo y de violencia hacia otras personas. Igualmente
se recomienda articular el tema en redes de instituciones regionales o a través de gobiernos
comunitarios en donde los diversos actores puedan gestionar recursos y proveer de atención a los
hombres en crisis y duelo.
289
Conforme a lo anterior, también se recomienda crear una campaña que publicite la
promoción y prevención de la salud en hombres en tres áreas: a) física, b) psicológica y c) social.
De modo que la población en general pueda visibilizar el tema de la crisis como materia de salud
pública y al mismo tiempo se pueda generar procesos educativos que motiven a más hombres a
buscar ayuda para sobrellevar este proceso.
Por otra parte, es importante apoyar las iniciativas de organizaciones como el Instituto Wëm
ya que contribuyen a la creación de un modelo de atención dirigido a hombres en grupos de pares y
trabajo comunitario. Por lo tanto, se recomienda fortalecer a esta institución y difundir su propuesta
en los entes gubernamentales y demás instituciones que atienden hombres en crisis y duelo con el
objetivo de concientizar a los funcionarios/as, brindar un mejor servicio y movilizar recursos para
bajar el riesgo y la vulnerabilidad en estos periodos.
Por último, durante el análisis del proceso de duelo sobresalió la dinámica de la negación
del malestar y los comportamientos autodestructivos en los hombres de modo que se recomienda los
siguientes puntos para el trabajo de esta temática en espacios para la atención del duelo y la crisis:
Permitir espacios para la reflexión y la expresión del propio malestar y las emociones
subyacentes ya que fueron constantes los casos en donde se reprimió la experiencia y se
recurrió a comportamientos autodestructivos y de riesgo.
Delimitar las diversas formas de violencia que se consideran “comunes o normales” dentro
de la cotidianidad -misoginia, micromachismos, poder de dominio y control-, visibilizar su
práctica y rechazar cualquier forma o expresión de las mismas.
Promover comportamientos de autocuidado al momento de los periodos de duelo y crisis,
de igual forma se recomienda facilitar estrategias de resolución alternativa de conflictos y
dar seguimiento a las mismas.
290
Fortalecer el trabajo entre pares ya que esto recrea espacios de socialización de género que
ayudan a deconstruir la masculinidad hegemónica y los diversos procesos subjetivos que
articula, así también posibilita la creación de masculinidades alternativas y nuevos roles
para la interacción de pareja.
Para posibles estudios y trabajo académico en el tema
Se recomienda ahondar en el tema de la experiencia subjetiva de la crisis y el duelo en
hombres y su relación con los procesos de socialización masculina pero extrapolándolos en otras
circunstancias y tipos de crisis como la pérdida de empleo, la jubilación, la muerte de un hijo/a y
demás situaciones de pérdida. Asimismo, se podría ampliar la población de estudio a lugares fuera
del área metropolitana y a grupos de edades diferentes como niños, adolescentes y adultos
mayores.
De igual forma, surge la interrogante sobre cómo serían estos procesos de duelo y
separación de pareja, en los hombres, si no hubieran asistido a los grupos de crecimiento personal
del Instituto Wëm. Por lo tanto, se recomienda realizar estudios con población y circunstancias
similares pero variando la condición de asistencia a los grupos para poder establecer luego
similitudes y diferencias en tanto al procesos sobrellevados con otros recursos más allá de los
analizados en el presente documento.
Por otra parte, se recomienda estudiar fenómenos como el femicidio y la violencia
doméstica desde la perspectiva subjetiva de los hombres ya que estos casos suelen asociarse con
periodos de crisis y separación en la pareja. También estudiar las secuelas de estos procesos en los
seres cercanos como los hijo/as puede ayudar a ampliar el entendimiento de las dimensiones de las
crisis y los procesos de duelo por pérdida de pareja.
291
Un tema mencionado en reiteradas ocasiones, por lo participantes, fue el la paternidad y sus
diversas aristas como la construcción de nuevas masculinidades, periodos de separación con los
hijos/as y las experiencias subjetivas en relación a la figura del padre agresor. El estudio de estos
temas posiblemente ampliará la comprensión del fenómeno de la construcción de nuevas
masculinidades y sus periodos de crisis.
Por último, a nivel metodológico se recomienda utilizar estudios longitudinales ya que son
escasas estas aproximaciones metodológicas y a su vez podrían ayudar a delimitar mejor la relación
causal existente entre los procesos de duelo de la edad adulta y las secuelas de la violencia infantil
experimentada en la infancia. También se sugiere incluir a las parejas mujeres o a sus hijo/as dentro
de la unidad de análisis ya que pueden aportar datos para la reconstrucción de las dinámicas de
familia y pareja y así dimensionar otros componentes dentro de la crisis y el duelo.
292
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infancia y el comportamiento autodestructivo en hombres adultos. Tesis para optar al
grado de Licenciatura en Psicología de la Universidad de Costa Rica.
310
Anexos
Anexo 1: Reseña del Instituto WEM
El Instituto Costarricense para la Acción, Investigación, y Educación en Masculinidad,
Pareja y Sexualidad -Wëm- es una organización que se ha dedicado por más de once años al trabajo
con hombres en temas relacionados con la masculinidad, pareja y sexualidad. La palabra “Wëm” se
deriva de la lengua indígena Bribri y denomina a aquellas personas de género masculino en la
sociedad – padres, amigos, hermanos y compañeros.- (Moreira, 2011).
Se funda en el año 1999 como parte del interés académico relacionado con la condición de
género de los hombres en Costa Rica y su vínculo con temáticas como la violencia doméstica, la
paternidad, la comunicación y otras observadas en la práctica clínica psicológica. Sus primeras
experiencias de trabajo con hombres acontecen con la creación de la Línea de Apoyo para Hombres
–ApH-, la cual tiene la función de brindar apoyo, asesoría y contención emocional a hombres que se
encuentran en crisis debido a temas relacionados con procesos de vinculación de pareja,
sexualidad, violencia doméstica y otros (Moreira, 2011).
Tras la consolidación de la línea, Wëm empieza a impartir talleres destinados a los hombres
que llamaban en busca de ayuda, se empiezan a trabajar temas relacionados con el manejo del
enojo, celos, paternidad, comunicación, construcción social de la masculinidad y otros.
Posteriormente, en el año 2003 se crean grupos de hombres destinados a la reflexión y apoyo mutuo
en temas de masculinidad y crisis personales relacionadas (Moreira, 2011).
En la actualidad el Instituto WEM ha realizado varias publicaciones e investigaciones en
temas como sexualidad, explotación sexual comercial, violencia doméstica y masculinidad en
311
general. Igualmente realiza campañas de divulgación e incidencia social relacionadas con la
prevención de la violencia, la creación de una cultura de paz, paternidad y salud masculina. La línea
ApH atiende en promedio 20 llamadas diarias, además se cuenta con nueve grupos de crecimiento
personal de hombres a la semana -alrededor de quinientos hombres en total- y se imparten talleres
destinados a hombres, mujeres, población indígena y adolescentes (Moreira, 2011).
El instituto WEM contribuye de forma activa y significativa en la creación de alternativas
para vivir la masculinidad en hombres en Costa Rica ante situaciones como la violencia doméstica,
paternidad y relaciones de pareja en general.
312
Anexo 2: Guía de Grupo de discusión
Socialización de Género, roles y pareja (Sesión 1)
Fecha:________________ Hora Inicio:__________________ Hora de
cierre:______________
Número de Participantes:____________
Facilitador:_____________________________________________________
Observador:____________________________________________________
¿Cómo se enseña a un niño a ser hombre y a tener novia?
¿Cómo nos dice la sociedad que tiene que darse una relación de pareja entre un hombre y una mujer
adultos?
¿Qué es estar enamorado de una mujer para un hombre?
¿Cuándo un hombres es una buen pareja y cuando es mala pareja?
¿Qué es cuidar y proteger a su pareja para los hombres?
Masculinidad, Pérdida y crisis (Sesión 2)
313
Fecha:________________ Hora Inicio:__________________ Hora de
cierre:______________
Número de Participantes:____________
Facilitador:_____________________________________________________
Observador:____________________________________________________
¿Cuáles son los problemas más frecuentes que viven los hombres en sus relaciones de pareja?
¿Cuáles son las causas de esos problemas?
¿Cómo afrontan las crisis de pareja los hombres?
¿Qué siente y hace un hombre cuando pierde su relación de pareja?
¿Cómo hacen los hombres para sobrellevar el dolor y el sufrimiento?
¿Cómo hacen los hombres para volver a relacionarse con otras mujeres después de la pérdida?
314
Anexo 3: Guía de Entrevista
Vinculación primaria y Vínculos de pareja (sesión de entrevista 1)
Fecha:________________ Hora Inicio:__________________ Hora de
cierre:______________
Seudónimo del participante:____________________________ Número de sesión de
entrevista:_____
Entrevistadores:___________________________________________________________________
Contexto familiar
¿Quiénes fueron las personas que cuidaron de usted en la infancia?
¿Cómo estaba conformada la familia con la que creció?
¿Cuántos hermanos tenía y cómo era su relación con ellos?
¿Falleció alguna persona cercana en la infancia?
¿Hubo divorcio o separación por parte de sus padres?
¿Hubo nuevos miembros en la familia, nuevas parejas de los padres?
315
Experiencias de afecto
Cuando era niño:
¿Cómo me expresaban que me querían?
¿Cuánto tiempo dedicaban a pasar conmigo?
¿Había otras personas aparte de mis padres de las cuales recibía afecto? ¿De quiénes y cómo?
¿Cuáles son los momentos en donde me sentía más querido y amado?
Experiencias de seguridad y cuido
Cuando era niño:
¿Fui cuidado en la infancia, cómo?
¿Qué tan seguro me sentía con mis padres y las personas que me cuidaban?
¿Por parte de quien me sentía más cuidado?
¿Qué hacía para sentirme seguro cuando ellos no estaban?
¿Qué significa para mí el ser cuidado por alguien?
Experiencias de rechazo y abandono
316
¿Alguna vez me sentí rechazado o abandonado por mis padres/cuidadores?
¿De qué forma me rechazaban o abandonaban?
¿Qué tan frecuente era esa situación?
¿Qué hacía cuando me sentía rechazado o abandonado?
¿Cuáles eran las razones por las cuales creía que me rechazaban o abandonaban?
Adolescencia
¿Cómo era mi relación con mis padres cuando era adolecente?
¿Qué significaba para mí las relaciones de pareja cuando era adolescente?
¿Tuve novias, amigas con derecho, alguna mujer que me interesaba en esa edad, cómo era esa
relación, que sentía y pensaba?
¿Tuve alguna decepción amorosa, rompimiento, frustración en relación a las relaciones amorosas en
la adolescencia?
…cómo fueron?
…cómo las sobrellevé?
… cómo volví a relacionarme con las mujeres que me interesaban?
Historia de vínculos de pareja
317
¿Podría describir las relaciones de pareja más importantes que ha tenido durante su vida?
Sobre cada una de las relaciones podría describir:
● Edad en que se dio el vínculo
● Tipo de vínculo (matrimonio, noviazgo, amistad con derecho, amor platónico u otros)
● Tiempo de duración.
● Forma en que se conocieron, enamoraron y cortejaron.
● ¿Qué tanta seguridad/confianza sentía en esa relación?
● ¿Me sentía aceptado/rechazado en ese vínculo?
● Crisis de pareja, problemas y resolución
● ¿Cómo terminó el vínculo con esa persona?
318
Crisis, pérdida y duelo (sesión de entrevista 2)
Fecha:________________ Hora Inicio:__________________ Hora de
cierre:______________
Seudónimo del participante:____________________________ Número de sesión de
entrevista:_____
Entrevistadores:___________________________________________________________________
Última pareja (Crisis)
¿Cuándo fue que usted notó que había cambios en la forma en que se relacionaban usted y su
pareja?
¿En algún momento su pareja le hizo reclamos o le manifestó algún malestar referente a su relación
de pareja?
¿Cuándo se dio cuenta que había un problema con su relación de pareja? ¿Cómo fue que se dio
cuenta? ¿A través de qué/quien se dio cuenta?
¿Desde cuándo cree que había problemas en su relación de pareja? ¿Qué tipos de problemas había?
¿Según usted qué los causaba?
¿En esos momentos en que habían cambios, como se sentía usted? ¿Qué pensaba? ¿Qué hacía?
Pérdida y duelo
319
¿Cuándo se dio cuenta que su relación de pareja ya había terminado?
¿Cuándo y cómo aceptó que su relación había terminado?
¿Cómo fue el proceso de separación de la pareja?
¿Quién terminó la relación, en qué términos se dio la ruptura, cuánto tiempo duró el proceso de
ruptura?
¿Qué pensamientos tenía al momento de que la relación terminó?
¿Cuál era su opinión durante el proceso de la ruptura de:
…usted mismo?
…su expareja?
…sus hijos(as)?
…su proyecto de vida?
…su familia extendida?
¿Qué emociones y sensaciones tuvo cuando se acabó la relación?
¿Qué ha hecho para sobrellevar estas emociones? (depende de las emociones que han dicho).
En general, ¿Cuál fue su estado físico y de salud desde el momento de la ruptura?
¿Cómo cree usted que ha influido la separación de su pareja, inmediatamente después del
rompimiento, en…
…su familia nuclear (hijos y ex pareja)?
…su familia extendida?
320
…su trabajo? (entorno laboral y relaciones laboral)
…sus diferentes grupos de amigos?
…otras áreas sociales de su vida?
¿Cómo es la relación con su expareja, después de la ruptura?
321
Anexo 4: Fórmula de Consentimiento Informado (para grupos de discusión)
UNIVERSIDAD DE COSTA RICA
VICERRECTORÍA DE INVESTIGACIÓN
COMITÉ ÉTICO CIENTIFICO
Teléfonos:(506) 2511-4201 Telefax: (506) 2224-9367
FÓRMULA DE CONSENTIMIENTO INFORMADO
(Para participar en los grupos focales)
Masculinidad, vínculo y duelo: Experiencia subjetiva ante la pérdida por separación de sus
parejas mujeres, en hombres que asisten a grupos de crecimiento personal en el Instituto WEM.
Nombre del Investigador: Esteban Navarro Díaz_____
Nombre del participante: _______________________________
Escuela de Psicología
322
A. PROPÓSITO DEL PROYECTO: Esta investigación es realizada por Esteban Navarro Díaz,
estudiante de Licenciatura en Psicología de la Universidad de Costa Rica (UCR). Por medio de este
estudio, se pretende obtener información acerca de la manera en que los hombres viven el
rompimiento de pareja y como les afecta en su vida. Para ello, es de suma importancia obtener
información respecto a algunos aspectos de su historia como la relación con sus padres y las parejas
que haya tenido, así como la forma en que se dio la última separación y cómo les ha afectado.
B. ¿QUÉ SE HARÁ?: Para cumplir con los objetivos de la investigación, ésta se divide en dos
partes:
A. Se hará dos reuniones grupales con 12 hombres, con una duración de 2 horas y en las cuales
se hablará acerca de la manera en que los hombres nos hacemos pareja de las mujeres y cómo
enfrentamos el momento de la separación cuando se termina la relación.
B. Se escogerán a 5 de esos hombres para llevar a cabo 2 entrevistas individuales y conocer de
una manera más profunda su experiencia de rompimiento de pareja, la historia de la relación con su
padre y madre y la historia de sus diferentes relaciones de pareja. Dicha entrevista tendrá una
duración aproximada de 1 hora y 30 minutos.
323
Tanto las reuniones grupales como las entrevistas, serán grabadas con el propósito de registrar de
manera exacta y veraz la información facilitada por los participantes. Apenas se utilice la
información obtenida a través de las grabaciones de audio, las notas y entrevistas, se procederá a
eliminarlas.
Para esta ocasión se le solicita su participación en la parte A de la investigación, esto es, en las dos
reuniones grupales que serán llevadas a cabo. Se solicita su participación dado que su experiencia
como hombre que ha pasado por una separación de pareja es muy valiosa y puede aportarle mucho
a la investigación.
Tome en cuenta que en caso que usted así lo decida, podrá retirarse en cualquier momento de la
investigación.
C. RIESGOS:
1. La colaboración en este estudio no implica riesgos directos para usted, no obstante, cabe la
posibilidad de que al hablar de situaciones que han podido resultar dolorosas, usted reviva los
sentimientos que tuvo en ese momento y sienta la necesidad de una intervención de apoyo más allá
de los espacios de la investigación.
2. Si este es el caso, los investigadores se comprometen a facilitarle el contacto con algún
profesional en psicología para que de manera gratuita le brinde el espacio de contención psicológica
que sea necesario.
324
D. BENEFICIOS: Como resultado de la participación en este estudio, usted no obtendrá
ningún beneficio directo, más allá del de aclarar algunos elementos para comprender aún mejor su
experiencia de vida y de pareja. Asimismo, colaborará para que otros hombres se puedan beneficiar
al obtener este tipo de información.
E. Antes de dar su autorización para este estudio, usted debe haber hablado con Esteban
Navarro y deben haberle contestado satisfactoriamente todas sus preguntas. Si quisiera más
información más adelante, puede obtenerla llamando a Esteban Navarro al número de teléfono
8879-4739, de lunes a viernes de 8:00 a.m. a 4:00 p.m. Para cualquier consulta adicional puede
comunicarse a la Vicerrectoría de Investigación de la Universidad de Costa Rica a los teléfonos
2511-4201 ó 2511-5006, de lunes a viernes de 8 a.m. a 5 p.m.
F. Usted recibirá una copia de esta fórmula firmada para su uso personal.
G. Su participación en este estudio es voluntaria. Tiene el derecho de negarse a participar o a
discontinuar su participación en cualquier momento, sin que esta decisión afecte la calidad de la
atención psicológica que ha venido recibiendo en el Instituto WEM.
H. La participación en este estudio es confidencial, los resultados podrían aparecer en una
publicación científica o ser divulgados en una reunión científica pero de manera anónima.
I. Usted no perderá ningún derecho legal por firmar este documento.
325
CONSENTIMIENTO
He leído o se me ha leído, toda la información descrita en esta fórmula, antes de firmarla. Se me ha
brindado la oportunidad de hacer preguntas y éstas han sido contestadas en forma adecuada. Por lo
tanto, accedo a participar como sujeto de investigación en las reuniones grupales que forman parte
de este estudio
______________________________________________________________________
Nombre, cédula y sujeto
fecha
________________________________________________________________________
Nombre, cédula y firma del testigo fecha
326
______________________________________________________________________
Nombre, cédula y firma del Investigador que solicita el consentimiento fecha
_________________________
NUEVA VERSIÓN FCI – APROBADO EN SESION DEL COMITÉ ÉTICO CIENTÍFICO (CEC)
NO. 149 REALIZADA EL 4 DE JUNIO DE 2008.
CELM-Form.Consent-Inform 06-08
327
Anexo 5: Fórmula de Consentimiento Informado (para entrevistas)
UNIVERSIDAD DE COSTA RICA
VICERRECTORÍA DE INVESTIGACIÓN
COMITÉ ÉTICO CIENTIFICO
Teléfonos:(506) 2511-4201 Telefax: (506) 2224-9367
FÓRMULA DE CONSENTIMIENTO INFORMADO
(Para participar en las entrevistas)
Masculinidad, vínculo y duelo: Experiencia subjetiva ante la pérdida por separación de sus
parejas mujeres, en hombres que asisten a grupos de crecimiento personal en el Instituto WEM.
Nombre del Investigador: Esteban Navarro Díaz_____
Escuela de Psicología
328
Nombre del participante: _______________________________
A. PROPÓSITO DEL PROYECTO: Esta investigación es realizada por Esteban Navarro Díaz,
estudiante de Licenciatura en Psicología de la Universidad de Costa Rica (UCR). Por medio de este
estudio, se pretende obtener información acerca de la manera en que los hombres viven el
rompimiento de pareja y como les afecta en su vida. Para ello, es de suma importancia obtener
información respecto a algunos aspectos de su historia como la relación con sus padres y las parejas
que haya tenido, así como la forma en que se dio la última separación y cómo les ha afectado.
B. ¿QUÉ SE HARÁ?: Para cumplir con los objetivos de la investigación, ésta se divide en dos
partes:
A. Se harán dos reuniones grupales con 12 hombres, con una duración de 2 horas y en las
cuales se hablará acerca de la manera en que los hombres nos hacemos pareja de las mujeres y
cómo enfrentamos el momento de la separación cuando se termina la relación.
B. Se escogerán a 5 de esos hombres para llevar a cabo 2 entrevistas individuales y conocer de
una manera más profunda su experiencia de rompimiento de pareja, la historia de la relación con su
padre y madre y la historia de sus diferentes relaciones de pareja. Dicha entrevista tendrá una
duración aproximada de 1 hora y 30 minutos.
329
Tanto las reuniones grupales como las entrevistas, serán grabadas con el propósito de registrar de
manera exacta y veraz la información facilitada por los participantes. Apenas se utilice la
información obtenida a través de las grabaciones de audio, las notas y entrevistas, se procederá a
eliminarlas.
Como recordará, usted participó en dos reuniones grupales que consistían en la parte A de la
investigación. Para esta ocasión se le solicita su participación en la parte B de la misma, esto es, en
las dos entrevistas individuales que serán llevadas a cabo. Se solicita su participación en este
segundo momento, dado que su apertura para hablar de sus experiencias y la facilidad con que lo
hizo durante las reuniones anteriores pueden aportar en gran medida a profundizar los temas
tratados y colaborar con la investigación.
Tome en cuenta que en caso que usted así lo decida, podrá retirarse en cualquier momento de la
investigación.
C. RIESGOS:
1. La colaboración en este estudio no implica riesgos directos para usted, no obstante, cabe la
posibilidad de que al hablar de situaciones que han podido resultar dolorosas, usted reviva los
sentimientos que tuvo en ese momento y sienta la necesidad de una intervención de apoyo más allá
de los espacios de la investigación.
330
2. Si este es el caso, los investigadores se comprometen a facilitarle el contacto con algún
profesional en psicología para que de manera gratuita le brinde el espacio de contención psicológica
que sea necesario.
D. BENEFICIOS: Como resultado de la participación en este estudio, usted no obtendrán
ningún beneficio directo, más allá del de aclarar algunos elementos para comprender más mejor su
experiencia de vida y de pareja. Asimismo, colaborará para que otros hombres se puedan beneficiar
al obtener este tipo de información.
E. Antes de dar su autorización para este estudio, usted debe haber hablado con Esteban
Navarro y deben haberle contestado satisfactoriamente todas sus preguntas. Si quisiera más
información más adelante, puede obtenerla llamando a Esteban Navarro al número de teléfono
8879-4739, de lunes a viernes de 8:00 a.m. a 4:00 p.m. Para cualquier consulta adicional puede
comunicarse a la Vicerrectoría de Investigación de la Universidad de Costa Rica a los teléfonos
2511-4201 ó 2511-5006, de lunes a viernes de 8 a.m. a 5 p.m.
F. Usted recibirá una copia de esta fórmula firmada para su uso personal.
G. Su participación en este estudio es voluntaria. Tiene el derecho de negarse a participar o a
discontinuar su participación en cualquier momento, sin que esta decisión afecte la calidad de la
atención psicológica que ha venido recibiendo en el Instituto WEM.
331
H. La participación en este estudio es confidencial, los resultados podrían aparecer en una
publicación científica o ser divulgados en una reunión científica pero de manera anónima.
I. No perderá ningún derecho legal por firmar este documento.
CONSENTIMIENTO
He leído o se me ha leído, toda la información descrita en esta fórmula, antes de firmarla. Se me ha
brindado la oportunidad de hacer preguntas y éstas han sido contestadas en forma adecuada. Por lo
tanto, accedo a participar como sujeto de investigación en las reuniones grupales que forman parte
de este estudio
______________________________________________________________________
Nombre, cédula y sujeto
fecha
332
________________________________________________________________________
Nombre, cédula y firma del testigo fecha
______________________________________________________________________
Nombre, cédula y firma del Investigador que solicita el consentimiento fecha
________________________
NUEVA VERSIÓN FCI – APROBADO EN SESION DEL COMITÉ ÉTICO CIENTÍFICO (CEC)
NO. 149 REALIZADA EL 4 DE JUNIO DE 2008.
CELM-Form.Consent-Inform 06-08