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Vallejo Campos, Alvaro - Platon. El Filosofo de Atenas Ed. Montesinos 1996

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    A.N.Whiteheaddijo,quizsexageradamente,que

    toda la filosofa occidental erauna anotacin apiedepginadelaobradePlatn.Peronocabe

    ningunadudadequePlatnesunodelosgran-

    desclsicosdelpensamiento,ytodaviahoyejer-

    cesobrenosotrosunaseduccinirresistible.Sus

    obrasescritasenformadedilogosrevelanunta-

    lento drmaticoextraordinario,quesabe implicar

    allectorenlareflexinsobrelosgrandesproble-masqueconstituyenanhoylatareadelpensar.

    Lafilosofaplatnicanacidesuvocacinpolti-

    ca, yeneste libro semuestra la relacin de los

    temas ms diversos que abord en sus obras

    conel ncleo fundamental de suspreocupacio-

    nesticopolticas.

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    Alvaro Vallejo Campos

    PLATN

    El filsofo de Atenas

    M O N T E S I N O S

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    Biblioteca de Divulgacin Temtica/ 65

    Primera edicin: 1996

    Alvaro Vallejo Campos

    Edicin propiedad de Literatura y Ciencia.S.L.

    Diseo cubierta: Elisa N. Cabot

    Ilustracin: detalle de un grabado titulado

    La creacin del mundo,de Cayetano Anbal

    ISBN:

    Depsito legal:Imprime: Novagrafik-Barcelona

    Impreso en Espaa

    Printed in Spain

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    Atenea Pensativa. Amamos la belleza con austeridad y la sabidura sin

    l j i " (T II40)

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    relajacin" (Tuc II40)

    Prlogo

    No hace falta justificar la existencia de un nuevo libro sobre Platn

    desde el punto de vista de la actualidad acadmica. La ltima

    bibliografa platnica' de la que tenemos noticia, correspondiente a

    los aos 1992-94, contiene en sus ochenta pginas varios cientos de

    libros y artculos. La cuestin es si tiene sentido un libro ms. Exis

    ten ya en castellano varios manuales sobre el pensamiento platni

    co, pero los alumnos que comienzan sus estudios universitarios

    sienten a veces la necesidad de un libro que les ofrezca en pocas

    pginas una panormica de la filosofa platnica. Los actuales pla

    nes de estudios que sobrecargan de contenidos a los alumnos no

    dejan lugar muchas veces para digerir los varios cientos de pginas

    que contiene cualquier manual. A veces esta informacin est

    incluso presentada como comentario de cada dilogo, con lo que sehace ms difcil llegar a tener una idea general y sistemtica de la

    filosofa platnica en el tiempo que normalmente se le puede dedi

    car a ello. Este libro est dirigido a aquellos que quieren introducir

    se en la filosofa platnica, pero he pretendido en todo momento

    hacer conciliables dos exigencias. La primera de ellas consiste en

    adaptarme a las proporciones y caractersticas de esta coleccin. La

    segunda ha sido huir de una presentacin meramente general queno entre de lleno en los contenidos fundamentales del pensamiento

    platnico. Me gustara mucho pensar que este libro pudiera servir

    tambin para preparar un examen o una clase. En ese sentido, he

    procurado siempre dar suficientes indicaciones que permitan desa

    rrollar lo que aqu se expone a veces de una forma ms resumida.

    I. Luc Brisson, Plato Bibliography, preparada para la Sociedad Inter

    nacional de Platonistas.

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    Las notas indican una bibliografa mnima que informa al lector de

    las fuentes ms importantes que se han utilizado. Adems he inser

    tado en el texto numerosas citas que remiten a los dilogos, de

    manera que el lector interesado puede ampliar por su cuenta fcil

    mente los temas que ms le interesen.

    Este libro, como es natural, debe mucho a otros. Me complace

    reconocer la deuda contrada con los grandes comentaristas como

    Taylor, Comford. Ross. Jaeger, Robn, Guthrie, Friedlnder. Cher-

    niss, Vlastos o tantos otros que. a veces, no podr siquiera citar en

    las siguientes pginas. Tambin me gustara recordar al profesor

    Pedro Cerezo, de la Universidad de Granada, que hace muchos

    aos alent mi dedicacin a la filosofa platnica y especialmente alprofesor Toms Calvo, hoy en la Complutense, que dirigi mi tesis

    doctoral y ha tenido que soportar durante muchos aos la pesada

    carga de leer y comentar todo lo que he escrito. Quiero agradecer

    tambin a Cayetano Anbal su permiso para reproducir en la porta

    da el detalle de un grabado suyo titulado La Creacin del Mundo.

    Por ltimo, me gustara decir algo sobre el ttulo. Quin fue el

    filsofo de Atenas? Algunos podran pensar inmediatamente enScrates, porque fue l verdaderamente el que baj la filosofa del

    cielo a la tierra y las calles de su ciudad natal. Sin embargo, su figu

    ra debe hoy mucho al retrato de otros y en algunos aspectos los

    contornos de su pensamiento permanecen imprecisos para nosotros.

    Por el contrario. Platn ha legado a la posteridad una obra impre

    sionante y yo me atrevera a decir que en ningn momento, ni

    siquiera cuando reflexionaba sobre las ms intrincadas cuestiones

    del cosmos, olvid los problemas en los que se debata el destino de

    su propia patria. La virtud de un clsico est precisamente en su

    capacidad para situar los problemas de su propia existencia en una

    dimensin universal y creo que Platn ha logrado esto como pocos

    pensadores. A lo largo de las siguientes pginas he procurado tener

    presente siempre aquellas motivaciones ticas y polticas que cons

    tituyen el suelo desde el que se levanta el edificio impresionante de

    la filosofa platnica.

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    Introduccin

    Antecedentes histricos.

    Es muy difcil llegar a comprender el pensamiento de Platn,si no tenemos en cuenta las circunstancias histricas en las que

    estaba inmersa Atenas en el ltimo tercio del s.V. a. de C. y las

    influencias filosficas que fue asimilando al hilo de su profunda

    preocupacin por los problemas sociales. Platn naci en el ao

    427 a. de C. y muri a los ochenta aos en el 347. Esto quiere

    decir que pudo ver a Atenas en la plenitud de su grandeza y que,

    al mismo tiempo, durante los primeros treinta aos de su vida,

    asisti al declive que la llevara finalmente a la derrota ante

    Esparta en la Guerra del Peloponeso. En los ltimos aos de este

    conflicto, en el que se vieron involucrados la mayora de los

    pequeos estados griegos, debi presenciar igualmente las dos

    revoluciones oligrquicas del 411 y el 404 a.C. que desgarraron

    a la ciudad, y poco despus la restauracin de la democracia. En

    los aos sucesivos, hasta el momento de su muerte, conoci el

    declive posterior de Esparta, el establecimiento de Tebas como

    potencia hegemnica y finalmente el surgimiento del poder

    macednico bajo el mando de Filipo.

    El pensamiento de Platn tiene enormes dimensiones que se

    proyectan en direcciones muy diferentes y sera, por tanto, caer

    en un reduccionismo unilateral la pretensin de presentarlocomo un filsofo centrado exclusivamente en problemas polti-

    cos o sociales. Pero cuanto ms reflexionamos sobre los verda-

    deros motivos de los que nace su pensamiento mejor comprendemos

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    la unidad de toda su doctrina filosfica incluso en aspectos aparen

    temente alejados. Platn consideraba gravemente amenazado el

    espritu de concordia y unidad que haba hecho posible la vida en la

    polisy toda su vida luch por aportar soluciones que contribuyerana restaurarlo frente a la accin disolvente que haban ejercido con

    tra l los ms diversos factores. Sin voluntad de reduccionismo

    intentar poner en evidencia esta intencin al tratar de asuntos tan

    distantes como la cosmologa, la ontologa o la epistemologa de

    Platn. Para ello es, pues, imprescindible que recordemos los acon

    tecimientos histricos ms significativos que contribuyeron a for

    mar su conciencia y que incluso le determinaron a entregar su vidaa la filosofa, a falta de otra va mejor para contribuir a solucionar

    los problemas de su patria.

    La invasin persa a principios del siglo V y las necesidades

    comerciales de Atenas impulsaron una poltica basada en el domi

    nio del mar que sera la base tanto del enorme poder alcanzado por

    la ciudad a escala internacional como de la radicalizacin del rgi

    men democrtico, cuyos excesos conmovieron a Platn. La necesidad que tena la poblacin ateniense de aprovisionarse de trigo y de

    otras materias primas imprescindibles para su supervivencia impo

    na la conveniencia de ejercer un control adecuado sobre las rutas

    martimas que van desde el Pireo y el mar Egeo hasta Crimea

    pasando por el Helesponto1. A principios del siglo V los persas

    enviaron embajadores a las ciudades griegas en nombre de Daro

    exigiendo "tierra y agua" en seal de sumisin al poder imperial delrey. Algunas ciudades se sometieron y otras, como Eretra, que se

    resistieron, sucumbieron ante el poderossimo ejrcito persa. Ate

    nienses y espartanos se opusieron a las pretensiones de los persas y

    los primeros pudieron protagonizar, casi en solitario, uno de los

    episodios blicos ms conocidos de lodos los tiempos. En el ao

    491 a C. tuvo lugar en la llanura de Maratn la famosa batalla que

    1. Cfr. J.K. Davies, La Democraciay la Grecia Clsica, Madrid, 1981

    (1978), pgs.52-3.

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    convirti en mticos a los combatientes atenienses que triunfaron

    contra los persas en defensa de la libertad de toda Grecia. Platn

    recuerda en las Leyes este episodio como un momento ideal en la

    historia de Atenas. Alaba el "antiguo rgimen (Leyes III, 698b)que lo hizo posible, basado en el temor respetuoso a la ley y en una

    constitucin que otorgaba los cargos polticos segn cuatro catego-

    ras de ciudadanos.

    Soln haba establecido, efectivamente, en tomo al ao 594 o 593

    un nuevo sistema constitucional basado en cuatro categoras de ciu-

    dadanos segn los ingresos de que disponan, evaluados en medi-

    das de granos o lquidos. Su intervencin tuvo lugar en un

    momento de graves conflictos sociales entre la aristocracia y el

    pueblo, que estaba sometido probablemente a un gravoso rgimen

    de cargas hipotecarias sobre la tierra. Soln llev a cabo muy

    diversas medidas, entre las que destaca la supresin de estas deudas

    y el rescate de deudores que haban sido vendidos como esclavos,

    para restablecer una situacin de equilibrio o buen orden(eunoma)entre las partes. No cabe duda de que algunas de sus medidas legis-

    lativas aumentaron la libertad del individuo frente al poder del

    genos o clan familiar. En este sentido hay que interpretar, por

    ejemplo, la posibilidad que se daba ahora de testar legando la tierra

    a una persona que no perteneciera a aqul. El establecimiento de

    las cuatro clases creaba un criterio econmico para la distribucin

    del poder poltico que acababa con no pocos privilegios de la aris-tocracia1. Segn nos cuenta Aristteles (La Constitucin de Atenas

    7), las diversas magistraturas quedaron reservadas a las tres prime-

    ras clases, es decir, a los ciudadanos productores de quinientas me-

    didas anuales, a los caballeros (trescientas medidas) y a los zeugitas

    (doscientas medidas), mientras que se concedi participacin sola-

    mente en la Asamblea y los tribunales a los jornaleros o integrantes

    de la clase inferior de los thtes.No es probable que la Asamblea

    tuviera en este momento un papel poltico muy importante, pero2

    2. Cfr. O. Murray, Grecia Antigua, Madrid, 1981, pg.181.

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    Soln cre los tribunales de apelacin contra las rdenes de deten

    cin de los magistrados. Aristteles da mucha importancia a esta

    medida que hace de Soln uno de los fundadores de la democracia

    ateniense, porque al ser el pueblo soberano en los votos viene a serseor del gobierno {La Constitucin de Atenas9). Estos tribunales

    sern el origen de los tribunales populares posteriores.

    Las clases creadas por Soln guardan, por otra parte, una gran

    relacin con la participacin de los ciudadanos en el ejrcito. Las

    dos primeras (los ciudadanos de quinientas medidas y los caballe

    ros) participaban en la caballera, mientras que la clase de los

    pequeos propietarios (los zeugitas) formaban parte de la infanteraligera, los hoplilas, que desempearon un papel heroico en Mara

    tn. Hay que tener en cuenta que los ciudadanos tenan que costear

    se su propio equipo militar y, en consecuencia, podan reclamar la

    parte que en justicia les corresponda en la administracin de los

    asuntos del estado. La clase de los thtes slo sera movilizada

    excepcionalmente y probablemente sus integrantes no formaban

    pane del censo militar1.Soln introdujo igualmente, si es cierto el testimonio de Aristte

    les, el sorteo para el otorgamiento de las magistraturas, pero en una

    forma mixta, ya que tena lugar entre los candidatos previamente

    designados por cada una de las tribus. Para la eleccin de los nueve

    arcontes. por ejemplo, las tribus elgan diez candidatos cada una y

    luego se haca el sorteo entre ellos. Platn e Iscrates (cfr. Areopa-

    gtico21-23) criticarn el empleo del sorteo, porque, sin estas limitaciones previstas por Soln, en la democracia radicalizada que

    ellos conocieron, pondr el gobierno en manos de una masa inex

    perta sin atender al mrito de los ciudadanos.

    Despus del perodo de tirana de los Pisistrtidas, volvieron a

    recrudecerse las disputas entre partidarios de la oligarqua y los

    demcratas, que se decantaron favorablemente del lado de estos3

    3. Cfr.J. Ellul. Historia de as Instituciones de la Antigedad,Madrid,

    1970 (1967), pg.48; O. Murray, opus cit.,pg. 181-2.

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    ltimos. Clstenes emprendi un programa de reformas en tomo al

    ao 508 o 507, que supondr un debilitamiento del rgimen aristo-

    crtico de lasfratrascon el que se controlaba el acceso a la ciuda-

    dana y la distribucin de cargos. El fundamento de la reformaconsisti en la sustitucin de las cuatro tribus tradicionales de Ate-

    nas por diez nuevas tribus compuestas a su vez por tres tritioso

    demarcaciones territoriales, pertenecientes a tres zonas geogrficas

    diferentes, la costa, el interior y la ciudad. Con esto se sustitua la

    antigua organizacin aristocrtica basada en adhesiones e influen-

    cias territoriales por una organizacin poltica que dilua el poder

    de los nobles en nuevas tribus cuyos miembros se reclutaban en

    zonas muy diversas del estado. Soln haba creado un Consejo de

    cuatrocientos miembros que ahora pas a tener quinientos, cin-

    cuenta por cada tribu, que se elegan por sorteo de una lista previa-

    mente seleccionada por los demoio circunscripciones locales. El

    Consejo establecido por Clstenes tendr importantes funciones en

    la administracin de un rgimen democrtico no representativo,como ser el ateniense, en el que los ciudadanos decidan directa-

    mente en la Asamblea las cuestiones que se sometan a su conside-

    racin. Sus funciones consistirn en preparar el orden del da de la

    Asamblea, pero estar dotado de las competencias administrativas

    necesarias para garantizar el cumplimiento de lo decidido en ella.

    Clstenes, al quebrantar la organizacin tradicional de la tribu,

    que posibilitaba el control aristocrtico de los resortes del poder,puso sin duda las bases del rgimen democrtico. Pero este rgi-

    men de isonoma, que garantizaba una igualdad superior al

    ideal del buen orden preconizado por Soln, tena, sin duda,

    suficientes restricciones que le alejaban todava de la demo-

    cracia radicalizada denostada por Platn. Precisamente a estas

    restricciones debe hacer referencia Platn cuando en el texto

    ya citado de las Leyesalaba el antiguo rgimen e Iscrates, dela misma manera, en el Areopagtico (16) contrapone su ideal

    de la ptrios politea, basado en la democracia limitada de

    Soln y Clstenes, a la constitucin vigente de la ltima etapa

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    de las reformas radicales de Efialtes y Pericles. Tanto Iscrates

    (Areopagtico 37 y sgs.) como Aristteles (La Constitucin de

    Atenascaps. 23 y 23) coinciden en atribuir un papel importante

    en este sentido al Arepago. Este consejo, de carcter aristocrtico, integrado por los que haban sido arcontes, era el

    guardin de la constitucin y lleg a tener importantes funcio

    nes en la interpretacin de las leyes, la administracin de justi

    cia y en materia de moral y costumbres.

    Un hecho trascendente en la democratizacin del rgimen

    ateniense fue la poltica martima impulsada por Temstocles.

    Cuando se descubri un nuevo filn en las minas de plata deLaurin en el ao 483, Temstocles sostuvo que haba que

    emplear estos recursos econmicos en la construccin de una

    flota. La importancia de esta medida en la poltica exterior ate

    niense es evidente, ya que la poderosa escuadra se convirti en

    el brazo armado que permiti a la ciudad la construccin de un

    gran imperio, pero su significado para el propio rgimen polti

    co de Atenas fue tambin de enorme importancia. La Repblica de los Atenienses,obra annima, que se debe sin duda a un

    partidario de la oligarqua ateniense, tiene perfectamente claro

    el significado poltico que tuvo para el estado la dependencia

    de la escuadra, cuando afirma que es justo que all salgan

    mejor librados los pobres y el pueblo que los nobles y los ricos

    por una razn, porque el pueblo es quien impulsa las naves y

    quien da su fuerza a la ciudad...mucho ms que los hoplitas,los nobles y los aristcratas4.

    La invasin de los persas haba dado el argumento inmediato

    para la construccin de una flota que deba impedir un nuevo

    desembarco del ejrcito invasor. Desde este momento, la poltica

    ateniense se debate en torno a dos opciones, la demcrata radical

    4. Cfr. Jenofonte, Repblica de los Lacedemonios, Pseudo-Jenofonte,Repblica de los Atenienses,ed.. trad. y notas con estudio preliminar de

    M. Rico Gmez. Madrid, 1989 (1973), pgs.84-5.

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    interesada en el mantenimiento del poder martimo, que daba un

    nuevo protagonismo a la clase de los thtes,y la de tendencia oli-

    grquica, que se opone al protagonismo de la escuadra, simpatiza

    con los espartanos y desaprueba la poltica imperialista desmedidade los demagogos populares. No hay duda de qu opcin fue con-

    templada por Platn con ms simpatas. Pginas despus de la ala-

    banza dedicada al espritu de los combatientes de Maratn y ante la

    sugerencia hecha por Clinias de que la batalla naval de Salamina

    (ao 480 a.C.) salv a Grecia, el Ateniense replica que es mejor

    decir eso de las batallas terrestres de Maratn y Platea (479 a.C.).

    porque stas hicieron mejores a los griegos y las otras (las marti-

    mas) no. Las trirremes, se dice all (707a), constituyen un mal

    para los hoplitas que combaten, porque con las tcticas navales

    hasta los leones se acostumbraran a huir de los ciervos* (Leyes

    IV 707a). Adems cuando se produce un triunfo militar debido a la

    escuadra, los honores, dice el Ateniense (707b), no pueden ir a lo

    mejor de los guerreros, porque la victoria es debida a los pilotos y

    remeros, que no es gente de gran vala.

    Desde Temstocles hasta Efialtes y Pendes, asistimos a una pol-

    tica propugnada por el partido popular que consiste en favorecer el

    poder martimo, fortificar la ciudad con murallas, que la mantengan

    a salvo de las invasiones por tierra, y otorgar un protagonismo pol-

    tico absoluto a las masas populares por medio de un programa de56

    5. Este personaje representa en lasLeyesla opinin del propio Platn.

    6. Leyes707c. Palabras como stas dan la razn a Bowra cuando afir-

    ma que Maratn era un mito nacional sin ser un mito democrtico.

    Cfr. C.M. Bowra. La Atenas de Fereles, Madrid, 1979 (1970), pg.25.

    La democracia ateniense necesitaba un hecho heroico semejante, que se

    lo proporcionara la segunda oleada de invasiones persas. Aristteles

    dice en la Poltica (VII 4, 1304a22 y sg.) que la muchedumbre de la

    escuadra, al ser responsable de la victoria de Salamina, hizo ms pode-

    rosa a la democracia por la hegemona lograda gracias al poder marti-

    mo.

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    reformas que garantizara el carcter igualitario de la democracia

    ateniense. Efialtes atac el poder del Arepago en tomo al ao 462

    entablando procesos de corrupcin contra sus integrantes. Cuando

    fue asesinado poco despus, las reformas no se interrumpieron gracias a la intervencin de Pericles, que se hizo con el poder y domi

    nara la escena poltica ateniense hasta su muerte. Al trmino de

    este proceso, el poder legislativo haba sido conferido a la Asam

    blea y el judicial a los tribunales populares de justicia. El arcontado

    qued abierto incluso a la clase de los zeugitas, se radicaliz la

    eleccin por sorteo, suprimindose la designacin previa, que

    haba sido mantenida por Soln y Clstenes, y se introdujo lapaga por desempeo de funciones pblicas, de manera que lodos

    los ciudadanos pudieran participar en la administracin del esta

    do. Los quinientos miembros del Consejo o Boul, que se iban

    turnando en el ejercicio de sus funciones a lo largo del ao, los

    jurados de los tribunales de justicia, los arcontes y otros muchos

    funcionarios administrativos reciban su paga del estado y con

    ello todas estas funciones quedaban abiertas a las clases msdesfavorecidas econmicamente, a las que antes se les haba

    vedado su intervencin. La prctica del ostracismo, instaurada,

    al parecer, por Clstenes, para enviar al exilio a cualquier perso

    nalidad que pudiera suponer una amenaza para el poder popular,

    y la acusacin de ilegalidad o graph paranmon, propuesta por

    Pericles para la defensa de la constitucin, constituan dos ins

    trumentos eficaces para la perpetuacin del sistema.Platn ha dado una pintura tremendamente negativa del rgi

    men democrtico ateniense y de los lderes polticos que lo

    impulsaron. Sus crticas coinciden en muchas aspectos con el

    conservadurismo de otras figuras de la literatura ateniense como

    Aristfanes, Tucdides o Iscrates. El Gorgias contiene una cr

    tica muy dura contra polticos como Pericles, Cimn, Milcades

    o Temstocles. De Pericles dice (Gorg. 5l5e) que hizo a losatenienses inactivos, cobardes, locuaces y amantes del dinero, al

    haber establecido por primera vez una paga por los servicios pbli-

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    eos. Platn criticar el igualitarismo servil instaurado por estos

    polticos que, a su juicio, no hicieron sino alimentar las bajas pasio-

    nes del pueblo con su poltica exterior imperialista. Construyeron

    naves, murallas y arsenales (Gorgias517c) y llenaron a la ciu-dad de tributos y otras cosas ftiles de este tipo (519a).

    Despus de las Guerras Mdicas, en el ao 478 a C., se constituy

    una Confederacin de estados griegos en tomo al podero martimo

    de Atenas. En un principio el motivo de la alianza era la amenaza

    de una nueva invasin y la proteccin de las ciudades que haban

    sido liberadas. De los aliados, unos contribuan con barcos y hom-

    bres y otros con dinero, con esos tributos a los que hace referenciaPlatn en el texto que acabamos de citar. La superioridad naval de

    Atenas la convirti en la potencia hegcmnica de esta Liga. Al

    principio el tesoro se guardaba en Dlos, pero ms tarde Atenas

    sufri una importante derrota en una expedicin a Egipto y, por el

    temor a una posible invasin, se traslad a Atenas en el ao 454

    a.C. Pericles utiliz los ingresos recibidos para acometer un ambi-

    cioso programa de construcciones pblicas que engrandecieron a la

    ciudad y le dieron un esplendor que proclamaba su poder. Platn se

    refiere a ello probablemente cuando menciona las cosas ftiles

    (phyari&n) de ese rgimen imperialista que hincharon y ulcera-

    ron a la ciudad. El punto de vista conservador vea con recelo esta

    poltica de Pericles y presentaba el imperialismo ateniense como

    una tirana ejercida por la fuerza contra los aliados.

    La poltica imperialista ateniense entr en conflicto con los intere-

    ses espartanos y se produjeron toda una serie de incidentes blicos

    a los que se puso fin temporalmente con la paz de los treinta aos

    en el 445 a.C. Pero el enfrentamiento entre los dos bloques con sus

    aliados respectivos era demasiado grande como para no estallar

    7. Plutarco se refiere a las crticas vertidas contra Pericles por esta utiliza-

    cin del dinero de los aliados. Grecia, decan sus enemigos (cfr.Plutarco,PericlesXII), se da cuenta de que est sujeta a una tirana, cuando ve que

    Atenas se gasta como una mujerzuela en estatuas y templos el dinero que

    se da para la guerra.

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    definitivamente en una guerra abierta y larga. En el 431 se inicia laGuerra del Peloponeso que finalizar el ao 404 con la derrota deAtenas, que llevar consigo la destruccin de sus murallas y la pr-

    dida del imperio. Con esto hemos llegado ya a los primeros aos dela vida de Platn.Pendes muri en el ao 429 a consecuencia de una peste que se

    declar en la ciudad. Al inicio de la guerra su estrategia consista enrehuir lodo enfrentamiento con los espartanos en tierra y aprove-char los recursos que proporcionaba el dominio absoluto que Ate-nas tena por mar. Haba que abandonar las casas y la campia para

    defender el mar y la ciudad (Tuddtdes1 143). Pericles estaba deci-dido a entrar en guerra porque saba que ceder a las exigencias delos espartanos era perder la posicin hegemnica que Atenas tenaen ese momento y pensaba que se les poda hacer mucho dao conel dominio de la escuadra, siempre que la ciudad se limitase adefender lo que tena sin arriesgarse a los peligros de nuevas con-quistas. Manteniendo una poltica firme con los aliados para evitar

    la defeccin de stos, al final los recursos econmicos y militaresde Atenas se impondran. Esta estrategia tena sus inconvenientes,porque los espartanos invadan ao tras ao el tica y los propieta-rios rurales tenan que soportar la devastacin de sus haciendas. Porotra parte, la poblacin proveniente de fuera de la ciudad tena querefugiarse dentro de las murallas y se produca un hacinamientoque agravaba la situacin.

    Al principio de la guerra, a pesar de las protestas iniciales contraPericles por la estrategia adoptada, ste pudo contener las tensionesinternas, por el prestigio y el control que ejerca de la situacin. Asu muerte se desataron las rivalidades entre los moderados, de ten-dencias oligrquicas, deseosos de llegar a un entendimiento conEsparta, y los demagogos radicales, empeados en llevar la guerrahasta sus ltimas consecuencias. Surgen en esta etapa polticos

    ambiciosos y sin escrpulos, como Alcibades. dispuestos aemprender cualquier accin blica que les permitiera prevalecersobre sus rivales y ganar as el favor del pueblo con el botn de sus

    20

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    conquistas. Una de esta iniciativas, promovida precisamente por

    Alcibades. fue la expedicin a Sicilia, que acab para Atenas con

    la destruccin de su flota y la muerte o la esclavitud de miles de sus

    hombres en el ao 413. Despus la situacin intema en la ciudad sehizo prcticamente insostenible y se produjeron dos revoluciones

    oligrquicas en los aos 411 y 404. La guerra con Esparta y sus

    aliados termin en una derrota que le cost a Atenas el desmantela-

    miento de su imperio, la destruccin de las murallas y la suspen

    sin temporal del rgimen democrtico. Los espartanos impusieron,

    efectivamente, un rgimen oligrquico, a la terminacin de la gue

    rra. que llev al poder a los Treinta Tiranos. Durante el breve tiem

    po que dur su mandato hasta la restauracin de la democracia en

    el ao 403 implantaron un rgimen de terror que cost la vida o el

    exilio a miles de ciudadanos.

    Este es el panorama que vivi Platn en los treinta primeros

    aos de su vida. Platn fue. por excelencia, el filsofo de Atenas,

    porque senta en su propio ser, como ningn otro, las desventuras

    de una patria que vea abocada al desastre y la perdicin. Haba

    nacido en el seno de una familia aristocrtica. Su padre. Aristn,

    se deca descendiente de Codro, el ltimo rey de Atenas y su

    madre, Perictione. estaba emparentada con Soln. A su familia no

    hay que atribuir una adscripcin necesariamente oligrquica. Por

    un lado, Critias y Crmides, que participaron activamente en el

    rgimen de los Treinta Tiranos, eran primo y hermano de sumadre. Pero, por otro lado, el padrastro de Platn, Pirilampes, con

    quien contrajo matrimonio Perictione en segundas nupcias era, al

    parecer, amigo de Pericles. Es posible* incluso que ni siquiera Cri-

    lias y Crmides estuvieran del lado oligrquico claramente desde

    un principio y que se fueran inclinando hacia este bando a medida

    que transcurra la guerra. Hubo muchas familias ricas y nobles que8

    8. Cfr.J.Burnet, Greek PhUosophy, Thulea lo Pialo, Londres-N.York,

    1968 (1914), pgs. 170-1.

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    aceptaron el rgimen de Pericles en un principio" y que luego se

    pasaron al bando de la oligarqua por la opresin financiera a la

    que estaban sometidos.

    En el perodo de la Guerra del Peloponeso hubo muchos aconteci

    mientos que debieron convencer a Platn de que el estado ateniense

    era un instrumento dominado por fuerzas e intereses irracionales910.

    Haba lderes del partido popular empeados en continuar la guerra

    a cualquier precio para mantener el imperio que permita sufragar

    los costes de un rgimen igualitario como era el ateniense. Cuando

    se produjo la rebelin de Mitilene en tomo al 428 427 y fue sofo

    cada por la intervencin del ejrcito ateniense, la Asamblea decidi

    matar no slo a los prisioneros, sino a todos los mitilenios mayores

    de edad y vender como esclavos a los nios y mujeres (cft.Tucidt-

    des III. 36). Los atenienses enviaron una trirreme con estas rdenes

    al ejrcito mandado por Paquete, que esperaba all instrucciones. Al

    da siguiente se arrepintieron de la decisin tomada, porque pensa

    ron que era cruel castigar a toda la poblacin en vez de hacer justi

    cia slo con los culpables. Clen, uno de los dirigentes del partido

    popular en aquel momento, era partidario del castigo, consciente de

    que el imperio era una tirana sobre gentes que urden intrigas

    (Tuc., III, 37). Sus razonamientos muestran de manera descamada

    la concepcin de la poltica exterior ateniense preconizada por los

    demagogos que controlaban ocasionalmente el poder en una demo

    cracia radicalizada y asamblearia como era aquella. Las alternativaspara l eran seguir con el imperio, aunque fuese injusto, y castigar

    les contra la justicia, por razones de conveniencia, o bien dejar el

    imperio y hacer de hombres buenos en una situacin sin peligros

    (Tuc., III, 40). En aquella ocasin se impuso la moderacin y la

    Asamblea, por un ajustado margen de votos, decidi volverse atrs,

    9. Esta es la opinin de G.C. Field. cfr. Plato and his Contemporaries,

    Londres, 1930, pg.5.10. He analizado con detalle la visin platnica de la situacin enMito

    y Persuasin en Platn, Er, Revista de Filosofa (Suplementos), Sevi

    lla, 1993, pgs. 10-43.

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    por lo que hubo que enviar una trirreme a toda prisa con la contra-orden, para que la poblacin no fuera aniquilada. En otros casos,como el de Melos (416 a.C.), la moderacin no logr imponersesobre el deseo de mantener el imperio a cualquier coste.

    Casos como ste debieron provocar en Platn un sentimiento con-trario a las ambiciones extremas y los procedimientos del rgimendemocrtico ateniense. Por eso no es de extraar que en la CarlaVII (324d) Platn nos revele las esperanzas que concibi ante lainstauracin de un nuevo rgimen en el 404, cuando se produjo laderrota definitiva de Atenas. l pens que los nuevos dirigentes,entre los que estaban allegados y conocidos suyos, iban a gobernarla ciudad conducindola de una forma injusta de vida a una ordena-cin justa de la convivencia. Pero sus esperanzas se desvanecieronhasta el punto de que los nuevos gobernantes hicieron que se recor-dara el rgimen anterior como una edad de oro. Efectivamente, elgobierno de los Treinta Tiranos situ a Atenas en una situacin de

    guerra civil y las condenas a muerte o las confiscaciones de bienesse produjeron hasta su derrocamiento a manos de los partidarios delrgimen democrtico que estaban en el exilio.Platn nos confiesa que pensaba dedicarse a los asuntos del estado

    tan pronto como fuera dueo de sus actos, pero esta decidida voca-cin poltica, agudizada sin duda por los problemas que viva supatria, debi esperar indefinidamente ante la adversidad de las cir-

    cunstancias. Tanto antes como despus del gobierno de los TreintaTiranos, Platn experiment vehementemente el deseo de ocuparsede los asuntos polticos. En la restauracin de la democracia, quetuvo lugar poco despus, se decret una amnista que impeda enta-blar procesos por causas polticas y Platn elogia la gran equidadde los vencedores. Pero algunos de los que tuvieron un papel influ-yente en el nuevo rgimen acusaron a Scrates de impiedad y co-

    rrupcin de la juventud y consiguieron que se condenara a muerte aquien l consideraba el hombre ms justo de su tiempo (CartaVil324e), cometiendo la gran injusticia de castigar a una personaque, con riesgo de su propia vida, se haba atrevido a desobedecer

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    las rdenes del anterior rgimen oligrquico. Este hecho convenci

    a Platn de que el rgimen democrtico ateniense segua estando a

    merced de fuerzas irracionales. En este momento le abandon ade

    ms el entusiasmo que haba tenido en otros momentos, porquecomprendi que en una situacin como aqulla, dominada por tales

    tensiones y conflictos, la magnitud de los medios para ponerle

    remedio estaba fuera totalmente de su alcance. Los temperamentos

    especulativos como el suyo conciben unas soluciones a los proble

    mas de tal envergadura que nunca pueden llevarse realmente a la

    prctica". Platn debi darse cuenta de la imposibilidad de su

    empresa porque su diagnstico de la situacin era extremadamente

    pesimista. El rgimen legislativo ateniense se hallaba, segn lo vea

    l, en un estado casi incurable y hubiera necesitado unos reme

    dios extraordinarios acompaados de la suerte, cosa que evidente

    mente no estaba en manos de una persona que, sin amigos y

    partidarios, no representaba nada en la correlacin de fuerzas de

    aquel momento.Platn tena, pues, una indudable vocacin poltica, frustrada por

    la turbulencia del momento y las caractersticas de su propia perso

    nalidad. Aoraba, como Iscrates. el antiguo rgimen que restringa

    la participacin poltica e impeda los males de una democracia

    asamblearia y radicalizada, as como las costumbres y prcticas de

    los padres (Carta Vil325d) que idealiza frente a la corrupcin de

    la letra y el espritu" de las leyes que le loc vivir. Su visin de la11

    11. Vanse en este sentido los comentarios de Guthrie, que sabe distin

    guir el genio especulativo del talante del hombre de accin, en su Histo

    ria de la Filosofa Griega, Madrid, 1990, vol.IV, pg.38 y sgs.

    M.I.Finley ha criticado esta dimensin de la personalidad de Platn y la

    imagen que describe de la Atenas de aquel tiempo en la Carta Vilcomo

    una sociedad corrupta y decadente, afectada por males incurables. El

    lector debera tener en cuenta su defensa de la democracia ateniense,

    independientemente de comprender las razones de Platn. Cfr.M.I. Fin-

    ley, Platn y la Praxis Poltica, enAspectos de la Antigedad,Barce

    lona. 1975 (1960), pgs. 100-118.

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    situacin, bajo el impacto de la muerte de Scrates, era de rechazototal y, en estas circunstancias, era natural que concibiera soluciones especulativas de alternativa total ms que medidas concretas de

    accin inmediata. Por eso, perdido el entusiasmo del principio, dejde esperar otras oportunidades para intervenir activamente (CartaVil326a). En laRepblicahay un extenso pasaje donde las crticasa una democracia de masas posedas por la locura se unen al reconocimiento amargo del escaso papel que puede desempear un filsofo en tales situaciones. ste tiene que resignarse a comprobar queno hay nadie que haga algo sensato en los asuntos de la ciudad y

    que no puede prestarse a intervenir sin grave riesgo para su propiavida, por lo que busca la tranquilidad y se ocupa de sus propiascosas, como le sucede a alguien que es arrastrado en una tempestadpor la polvoreda y las lluvias y se aparta refugindose bajo unmuro (RepA96).

    Estas palabras describen casi exactamente la experiencia del propio Platn. La amargura y la decepcin ante las escasas posibilidades efectivas que tena de actuar, si bien le restaron entusiasmo porla accin inmediata, no le llevaron a abandonar la tarea de indagarcmo podra producirse alguna mejora en el rgimen poltico y lavida pblica ateniense (Carta Vil325e-326a). Las frustraciones desu vocacin poltica le inclinaron ms, si ello era posible, a la especulacin filosfica y a contemplar en la recta filosofa la nicafuente por la que se puede llegar a concebir la justicia en la vidapblica y privada. Platn estaba convencido de que los males nocesarn para el gnero humano hasta que la clase de los que filosofan recta y verdaderamente llegue al ejercicio del poder o hasta elmomento en que, por una gracia de la divinidad, los que gobiernanen las ciudades filosofen realmente (Cana Vil326a-b, cfr.tb. Rep.499b-c). Esta alianza del conocimiento y el poder fue la aspiracin

    ideal de Platn, el gobierno concebido como un arte a salvo de lalocura que representan para el estado las pasiones de la multitud olos intereses particulares.

    Pero Platn no se cruz meramente de brazos y se limit a sus

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    tareas docentes en la Academia y a escribir los dilogos que han

    llegado hasta nosotros. En cierta ocasin intent de alguna manera

    llevar a cabo su ideal de un gobierno basado en el conocimiento.

    Cuando tena unos cuarenta aos (387 a.C.) hizo un viaje al sur deItalia, probablemente con el deseo de estrechar lazos con las escue

    las pitagricas all establecidas. Pero en Siracusa conoci a Din,

    que despert en l una gran atraccin. La hermana de Din. Arist-

    maca. estaba casada con Dioniso, tirano de Siracusa. y el mismo

    Dioniso se cas con una hija del tirano. El encuentro con Platn

    debi producir tambin en Din un gran impacto y despert proba

    blemente en l la conciencia de unos ideales que casaban mal con

    el gobierno desptico de un tirano (cfr.Carla Vil327a). Como con

    secuencia de este encuentro Platn volver a Siracusa en otras dos

    ocasiones para intentar llevar a la prctica sus proyectos de refor

    mas polticas. Pero, antes de esto, volvi a Atenas y fund la Aca

    demia, que tom su nombre del lugar en el que estaba radicada, en

    las afueras de la ciudad, un emplazamiento consagrado al hroe

    Academos. Platn debi permanecer aqu durante los veinte aos

    que transcurrieron hasta su nuevo viaje a Siracusa. Entre las ense

    anzas impartidas en la Academia tiguraran, sin duda, las matem

    ticas. que se contemplan en la Repblica como una parte esencial

    en la formacin de los futuros gobernantes, y estudios de legisla

    cin. Sabemos que discpulos de Platn formados en la Academia,

    como Erasto y Coriseo'2, desempearon funciones legislativas,cuando volvieron a sus ciudades de origen. Es posible incluso que

    se hicieran estudios de ciencias naturales, si tenemos en cuenta el

    inters que demuestra Platn en el Timeopor cuestiones referentes

    a la naturaleza.

    En el ao 367 a.C, cuando muri Dioniso 1. Din llam a Platn,

    pensando que haba llegado ese azar divino" (Carta Vil327e) que

    era necesario para lograr la confluencia de filosofa y poder. Platn12

    12. Cfr.W.K.C.Guthrie, Historia de la Filosofa Griega, vol.IV,

    pg.33-4.

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    no se neg a ir, a pesar de lo arriesgado del viaje y las circunstan-

    cias en las que se iba a ver inmerso. No poda negarse por su deber

    de amistad hacia Din y por la causa de la losofa. Platn no que-

    ra que se le considerase un hombre meramente de palabras que nopone en accin sus propios planes para la reforma de los sistemas

    polticos (Carla Vil328c). Era la ocasin de convencer a esa nica

    persona capaz de llevarlos a la prctica y no poda negar a Din los

    razonamientos y la persuasin necesarios para conseguirlo y con-

    ducir a un joven gobernante hacia el bien y la justicia. Pero el

    resultado de la experiencia siciliana fue bastante desalentador, por-

    que Platn encontr a su llegada un ambiente contrario a Din, quefue expulsado a los tres meses. Sin embargo, Dioniso quera que

    Platn permaneciera junto a l y no le dio facilidades para marchar-

    se. Por lin pudo volver a Atenas con la promesa de Dioniso de que

    le hara volver junto a Din cuando solucionara sus problemas en la

    isla.

    Poco despus, terminados los conflictos blicos en Sicilia, en

    lomo al 361 a C., Platn fue por tercera vez con la promesa de Dio-niso de que con su llegada se arreglaran los asuntos de Din

    (Caria Vil 339c). Influyeron igualmente los informes recibidos

    acerca del genuino inters que Dioniso demostraba ahora por la

    filosofa, que Platn conoca por su amigo el pitagrico Arquitas de

    Tarento. El viaje termin en un nuevo fracaso, porque, al poco de

    llegar. Dioniso vendi los bienes de Din a espaldas de Platn.

    Despus de estar retenido contra su voluntad una vez ms. Platn

    consigui hacer llegar una carta a sus amigos de Tarento que le

    enviaron una embarcacin con el ruego a Dioniso de que le dejara

    marchar. Platn sali contento con poder salvar la vida. A su llega-

    da al Peloponeso, Din le pidi que se uniera a l en una expedi-

    cin de venganza contra Dioniso. Platn se neg, entre otras

    razones, por los lazos de hospitalidad que le unan a ste ltimo,

    que le haba dejado partir sano y salvo. La expedicin, que se vio

    acompaada por el xito, termin, sin embargo, con el asesinato

    de Din y con una Sicilia ensangrentada por las luchas civiles.

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    Nos preocupamos a la vez de los asuntos privados y

    de los pblicos, y gentes de diferentes oficios conocen

    suficientemente la cosa pblica; pues somos los nicos

    que consideramos no hombre pacfico, sino intil, al

    que nada participa en ella, y adems, o nos formamos

    un juicio propio o al menos estudiamos con exactitud

    los negocios pblicos, no considerando las palabras

    dafio para la accin, sino mayor dao el no enterarse

    previamente por la palabra antes de poner en obra loque es preciso. Pues tenemos tambin en alto grado

    esta peculiaridad: ser los ms audaces y reflexionar

    adems sobre lo que emprendemos; mientras que a los

    otros la ignorancia les da osada, y la reflexin, demo-

    ra.

    Palabras de Pericles en Tucdides,Historiade la Guerra del Peloponeso,II, 40'.I.

    I . La traduccin es de F.Rodrguez Adrados.

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    cosa que explica en cierto sentido el pesimismo de Platn en los

    ltimos aos de su vida. Platn debi permanecer ya en la Aca

    demia hasta su muerte acontecida trece aos despus en el 347 a

    C. Probablemente dedicara estos ltimos aos a la enseanza ya la composicin de sus ltimas obras.

    Los Dilogos.

    A lo largo de un perodo de cincuenta aos Platn compuso

    dilogos, que se han conservado en su totalidad. En este caso, a

    diferencia de lo que ocurre con otros autores de la antigedad, elproblema no es la prdida de obras sino el hecho de que se le

    atribuyen algunos dilogos de dudosa autenticidad. Otros son

    claramente apcrifos. Aparte de las dudas surgidas sobre la

    autenticidad de algn dilogo concreto, las mayores disputas de

    los especialistas han versado sobre la datacin cronolgica de

    las obras platnicas. Sera, desde luego, de extraordinario inte

    rs conocer el orden en que fueron compuestas, porque esto nosaclarara no slo la evolucin de su pensamiento filosfico, sino

    la ltima fase de su doctrina. Algunos especialistas, por ejem

    plo, han dudado de que Platn defendiera la versin clsica de

    la teora de las formas en los ltimos aos de su vida. Por ello,

    si tuviramos certeza de que una obra como el Timeopertenece

    a la ltima poca de la trayectoria literaria de Platn, tal y como

    se pensaba tradicionalmente, esas dudas tendran que eliminarse

    totalmente.

    Se han utilizado diversos criterios para la ordenacin de los

    dilogos. En algunos casos excepcionales stos hacen referencia

    a hechos histricos conocidos, lo que proporciona al menos un

    terminas post quem que permite su ubicacin cronolgica con

    cierta aproximacin. Otras veces, tambin excepcionalmente,

    hay referencias de unos dilogos a otros, como ocurre en el caso

    del Timeo respecto a la Repblica o en el grupo del Teeteto,

    Sofistay Poltico,lo cual resuelve la cuestin de sus relaciones cro-

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    nolgicas respectivas. Pero con esto no podemos adelantar mucho

    respecto a la totalidad de los casi treinta dilogos reconocidos.

    Desde mediados del siglo pasado se ha utilizado, a falta de otros

    datos ms terminantes, como los que acabamos de mencionar, el

    mtodo de la estadstica lingstica o estilometra. Desde los estu

    dios pioneros de L.Campbell en 1867 hasta la actualidad se han

    empleado diversos criterios de recuento: la aparicin de trminos

    determinados [L.Campbell (1867); A. Daz Tejera (1961)], la pre

    sencia de ciertas partculas junto a otras palabras y el uso alternati

    vo de sinnimos [(W.Dittenberg (1881), M.Schanz (1886)], las

    frmulas de respuesta [(C. Ritter (1888), H.von Amim (1912)], la

    aparicin del hiato [(GJanell (1901)] o incluso el ritmo de la prosa

    [(D.Wishart, S.V.Leach (1970)]. Por el testimonio de Aristteles y

    otros autores de la antigedad como Olimpiodoro, sabemos que las

    Leyesfue la ltima obra escrita por Platn, de aqu que la estilome

    tra tome las caractersticas de su estilo como indicio seguro del

    carcter tardo de una obra. Frente a la subjetividad de las conside

    raciones filosficas sobre cmo debi ser la evolucin del pensa

    miento platnico y, en consecuencia, la ordenacin de los dilogos,

    el mtodo estilomirco ha permitido generar un cierto consenso

    que distribuye las obras de Platn en tres grandes grupos: uno de

    dilogos iniciales, otro de madurez y, finalmente, un perodo tardo.

    Subsisten algunas dudas en el caso de algn dilogo concreto y,

    desde luego, pretender establecer el orden de cada uno en el seno

    del grupo al que pertenece supone necesariamente adentrarse en un

    terreno de arenas movedizas. A ttulo de ejemplo damos a continua

    cin el siguiente cuadro tomado de Vlastos:13

    13. Puede encontrarse un til resumen con los hallazgos de cada inten

    to significativo y una evaluacin de sus mritos y errores en L.Brand-

    wood, Slylometry and chronology, en The Cambridge Companion to

    Plato,ed.by R.Kraut, Cambridge. 1992. pgs.90-120.

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    Grupo 1, dilogos del primer periodo, en orden alfabtico; a:Apo

    loga, Crmides, Critn, Eutifrn, Gorgias, Hipias Menor, ln.

    Laques, Protgoras, Repblica Libro I,

    b: dilogos transicionales: Eutidemo, Hipias Mayor, Lisis, Men-

    xeno, Menn.

    Grupo II. dilogos del periodo medio, en su secuencia cronolgi

    ca ms probable; Crlilo, Fedn, Banquete, Repblica Libros II-X,

    Fedro, Pannnides, Teeteto.

    Grupo III. dilogos del ltimo periodo, en la secuencia cronolgi

    ca ms probable; Tuneo, Cridas, Sofista, Poltico, Filebo, Leyes.'*

    Para terminar convendra decir algo sobre el gnero literario del

    dilogo platnico. Es muy posible que Platn eligiera esta forma de

    expresin en un principio, porque pensaba que era la ms adecuada

    para refle jar las caracte rsticas esenciales del pensamiento

    socrtico1. Scrates pensaba que el dilogo era un instrumento til

    para superar el relativismo y el individualismo de sofistas como

    Protgoras o Gorgias. porque crea que, si se construa sobre funda

    mentos racionales, generaba acuerdos intersubjetivos que se con

    vertan en garanta de verdad, de una verdad que poda erigirse1415

    14. Cfr. G.VIastos, Scrates, Ironist and Moral Philosopher,Cambrid

    ge, 1992 (1991). pgs.46-7. En la Introduccin de E.Lled al volumen I

    de los Dilogosen la edicin de la Biblioteca Clsica Gredos (Madrid,

    1981) el lector puede encontrar tablas de ordenacin debidas a varios

    autores, as como la del propio Lled que distingue cuatro perodos;

    poca de juventud (393 a 389), de transicin (388-385). de madurez

    (385-370) y de vejez (369-347).

    15. Cfr.T.H. Irwin. Plato: The inlellectual Background", en The Cam

    bridge Companion to Plato, pg.76. Sobre las relaciones del dilogo

    platnico con otros gneros literarios griegos, puede verse A.Lesky.

    Historia de la Literatura Griega, ed. Gredos, Madrid, 1985 (1963),

    pg.543 y sgs.

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    incluso por encima de intereses enfrentados (cfr., por ej., Gorgias486e). Para Scrates, cuando se llegaba a un acuerdo con el interlocutor por medio del dilogo en comn, las conclusiones quedaban

    aseguradas con razonamientos de hierro y acero (Gorgias509a).En medio de las incertidumbres que encerraban para el hombre losestudios de la naturaleza, el dilogo era, en el mbito de las cuestiones humanas, un instrumento eficaz que haca necesaria la formadia-lctica de la filosofa. Para Scrates el dilogo era el nicomedio posible de la mayutica, es decir, del arte de lograr que seael propio interlocutor el que d a luz por s mismo la verdad. l no

    crea en una educacin capaz de poner el conocimiento en la mentedel discpulo como quien infunde vista a unos ojos ciegos (Rep.518c).Por otra parte. Scrates, segn nos cuenta Aristteles (RefutacionesSofsticas 183b7), se limitaba a preguntar y no responda nunca, porque haca continuamente profesin de ignorancia. De manera que loslargos discursos se compadeceran mal con el conocido slo sque no s nada. Puede decirse con Friedlnder que con l irrumpe

    un movimiento dialgico en el pensamiento griego" y que, por todas estas razones, la creacin de dilogos socrticos se convirtipara Platn en una necesidad inevitable16.

    En las primeras obras de Platn hay ocasiones en que el carcterdialogado da a la filosofa la forma de un pensamiento roto, comoha dicho Llcd17, porque el dilogo es real y las respuestas quedansiempre sujetas a las dudas y las contradicciones de los personajes.El Gorgiassera un claro ejemplo de ello, porque aqu los persona

    jes tienen sus propios puntos de vista y slo a duras penas se dejanpersuadir por Scrates. En ese sentido es verdad que el dilogo platnico tiene unas caractersticas propias y un dramatismo que lediferencian de otros ensayos posteriores, como los de Galileo, Ber-keley o Hume, donde la forma dialogada se convierte en una mera

    16. Cfr.P.Friedlnder, Plato: An Introduction. Princeton, 1973 (1954),pg.157.17. Cfr.opus cit.,pg.16.

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    sucesin dogmtica de tesis enfrentadas. Sin embargo, no siempre

    ocurre esto. Otras veces, a pesar de la forma dialogada, los perso-

    najes cooperan con sus objeciones al desarrollo de la argumenta-cin y se alcanzan conclusiones positivas, como es el caso del

    Fedn. Por eso sera errneo decir que el nico objetivo de los

    dilogos platnicos consiste en mostrar ideas filosficas contra-

    rias y construir dramticamente los personajes que las susten-

    tan"1. En la inmensa mayora de los casos al lector no le quedan

    dudas acerca de cules son las ideas que defiende el propio Pla-

    tn.En las ltimas obras, como el Timeoo lasLeyes, la concepcin

    mayutica del dilogo y la descripcin dramtica de los perso-

    najes van pasando a un segundo plano hasta difuminarse por

    completo. Entonces, como ha mostrado Jaeger1, queda en pri-

    mer plano el elemento cientfico que acaba por romper la forma

    del dilogo y busca medios propios de expresin. Con ello la

    figura de Scrates desaparece de la escena y es sustituida porotros interlocutores (el Ateniense en el caso de las Leyes)o se

    limita a escuchar el discurso pronunciado por ellos (Timeo de

    Lcride en el caso del Timeo). 1819

    18. En este sentido estamos de acuerdo con R.Kraut. Introduction to ihcstudy of Plato, en The Cambridge Companion to Plato,pg.26.

    19. Cfr. W.Jaeger, Aristteles. Bases para la historia de su desarrollo

    intelectual,Mxico. 1983 (1923), pg.40.

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    Los retos del pensamiento platnico

    Apane de las circunstancias polticas que hemos mencionado, que

    influyeron notablemente en la actitud y la conciencia que Platn se

    fue formando de la situacin, existan tambin factores de naturale

    za intelectual que constituan un reto para su pensamiento. Platn

    recibe influencias de diversas fuentes que va integrando y ajustan-

    do, como veremos, dentro del esquema de sus propias concepciones

    filosficas. Herclito, Parmnides, los pitagricos, los filsofos dela naturaleza y, sobre todo. Scrates, aportan elementos que iremos

    viendo en las prximas pginas. Pero el pensamiento de los sofistas

    fue, sin ninguna duda, el gran reto al que se sinti obligado a res

    ponder en muchas de sus obras. Esto es verdad hasta el punto de

    que Platn, al criticarlos, va erigiendo los fundamentos de sus pro

    pias concepciones filosficas.

    Los sofistas han sido considerados responsables de los males de lasociedad ateniense por haber difundido ideas que contribuyeron a

    minar el orden de las viejas virtudes tradicionales1. Este punto de

    1. La imagen negativa de los sofistas est acreditada por el mismo

    carcter peyorativo que tiene la palabra. Sin embargo, desde fines del

    siglo pasado, con la obra de Grate, hasta nuestros das, los sofistas han

    tenido tambin sus defensores. K.Popper (La Sociedad Abiertay sus

    Enemigos, Buenos Aires. 1981. pg. 181) ha visto en algunas figurasdestacadas de este movimiento "una gran generacin empeada en

    asumir la tarea de la razn ante el derrumbe de la sociedad cerrada.

    Uno de los ltimos libros aparecidos, The Great Sophists in Periclean

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    vista est presente en la obra de Platn cuando, por ejemplo, nitodice de ellos que son desgracia evidente y corrupcin para los quetienen trato con ellos (Menn 91c). Pero Platn se da cuenta de

    que este veredicto es, en cierta manera, injusto, porque ellos noensean otra cosa que las opiniones de la mayora (Rep. 493a).Son como el guardin de una criatura grande y poderosa cuyos instintos y pasiones han aprendido para saber cmo halagarlo y servirlo (cfr.Rep. 493a-c), llamando bueno a aquello que complace al

    pueblo y malo a lo que le molesta. Sin embargo, tambin tienenuna gran responsabilidad, porque su crtica del nomostradicional,

    es decir, de los fundamentos tico-polticos que hacen posible laconvivencia en la ciudad, ha contribuido a liberar esas elementosirracionales antes contenidos por la fuer/a de la tradicin1.

    En este sentido, a Platn le preocuparon fundamentalmente surelativismo y sus ideas acerca de la convencionalidad de las leyes,

    porque pensaba que una y otra vertiente podan contribuir claramente a minar las bases de la moral comunitaria, ya deterioradas

    por el peso de los acontecimientos. En cuanto a lo primero. Platnhace referencia varias veces en el curso de los dilogos a Protgo-ras. a quien trata en general con respeto, pero cuyo relativismoindividualista le parece difcilmente conciliable con los fundamentos tericos de la moral. En los dilogos se cita varas veces la sentencia de Protgoras de que el hombre es medida de todas lascosas. Esta afirmacin se ha interpretado de muy diversas mane

    ras, pero Platn tanto en el Crdtilo (386a), como en el Teeleto(132a), la entiende en el sentido individualista de que la verdad

    Athens, Oxford, 1992 (1988), de Jaqueline de Romilly, se inscribe enesta misma lnea, porque intenta poner en evidencia aquellos testimonios minusvalorados que nos hablan de aspectos bien diferentes delamoralismo que normalmente se les atribuye. Cfr., opus cit., pg.128.2. Cfr. F.Rodrgue/. Adrados, La Democracia Ateniense, Madrid. 1980

    (1975), pg.329 y miMito y Persuasin,pgs 43-49.3. Cfir.W.K.C.Guthrie,Historia de la Filosofa Griega,vol.III, Madrid,1988 (1969). pgs. 189-192.

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    depende del criterio de cada persona en particular y siempre tiene

    presente las consecuencias morales que se siguen de ella. En el pri

    mero de estos dilogos (386a-e), compartir el punto de vista relati

    vista expresado en la tesis de Protgoras significara negar la

    existencia de hombres buenos y malos. En el Teeteto (I57d), la

    posicin del sofista de Abdera lleva igualmente a sostener que lo

    bueno y lo bello no tienen una realidad objetiva. De acuerdo con su

    teora, tal y como lo ve Platn, habr que decir que lo que a cada

    ciudad le parece justo y recto, lo es, en efecto, para ella, en tanto lo

    juzgue asf (Jeet. 167c).

    En la reconstruccin que Platn hace del relativismo protagrico,

    la doctrina se fundamenta en una teora sensualista del conocimien

    to, que identifica la percepcin con el saber, y en la idea defendida

    por Herclito de la movilidad de todo lo real. Estas dos races de la

    doctrina de Protgoras nos proporcionan una clave para entender

    posteriormente la teora de las formas, porque constituyen el negati

    vo de caractersticas esenciales de esta teora, que afirmar precisa

    mente, frente a Protgoras, la naturaleza intelectiva del conocimiento,

    y la inmutabilidad de las ideas. La tesis del hombre medida se une a

    la teora del saber como percepcin, a los ojos de Platn, porque las

    cualidades sensibles slo surgen en relacin a un sujeto perceptor y

    ste se convierte en juez o criterio de la existencia de aqullas. Si la

    miel parece amarga a un sujeto, por la condicin particular en que

    se halle, lo ser, efectivamente, para l, ya que el amargor o la dul

    zura no existen independientemente, sino como resultado de la inte

    raccin de la miel con el sujeto. No tiene sentido hablar de estascualidades sin referencia a un individuo que las percibe. Tenemos,

    pues, una posicin cercana al fenomenalismo4. Las cosas son un

    agregado o coleccin de cualidades sensibles (cfr.!57b-c). Esto

    equivale a decir que ninguna cosa tiene un ser nico en sf misma y

    4. Cfr., por ej., T.Calvo Martnez, De los Sofistas a Platn, Madrid,

    1986, pgs.90-1. Para las diferencias con el fenomenalismo moderno,vase J.H.McDwell, Plato, Thealetus,Oxford, 1973. pg.143.

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    por s misma, sino que siempre llega a ser para alguien (Teet.I57a-b).Por otra parte, Platn relaciona invariablemente este subjetivismo

    protagrico con la tesis de Herclito de que todo est en movimiento (cfr.por ej., 160d-e). Todas las cualidades sensibles, en las queconsiste nuestro conocimiento de las cosas, son procesos que surgen del encuentro de un sujeto perceptor y un objeto, que son, a suvez, realidades en movimiento. El sensualismo que Platn atribuyea Protgoras convierte al individuo en criterio ltimo de la verdad yla existencia de las cosas. stas quedan privadas de una realidad

    propia en la que pudiera fundarse la objetividad del conocimiento.Frente a este subjetivismo y a la movilidad en que aparece envueltala realidad, Platn querr defender lo que l llama la bebaits tsousaso consistencia de la realidad (cfr.Crtilo386a). Esto significa para l que lo real tiene un ser propioal que el sujeto cognos-cente tiene que adecuarse, si quiere estar en la verdad, y unaestabilidad permanente que hace posible el conocimiento. Este

    concepto, esencial en su teora de las formas, est. pues, en las antpodas del relativismo de Protgoras.

    Ya hemos visto la preocupacin de Platn por las consecuenciasmorales de esta teora. Pero esto no significa que le atribuya a Protgoras posiciones inmoralistas. En el Teeteto, donde Platnreconstruye, como hemos visto, las bases tericas del relativismo,le asigna a su pensamiento un carcter utilitarista que lo pone a

    salvo del inmoralismo (I66d y sgs.). Esto coincide con la imagenofrecida en otros dilogos, como el Protgoras,donde el famososofista llega a decir que los ciudadanos que no participen del pudory la justicia deben morir como una enfermedad de la ciudad(322d). Sin embargo, a Platn le preocupaba ese relativismo individualista porque poda contribuir a disolver el compromiso del individuo con la moral comunitaria y liberar as fuerzas irracionales

    que pusieran en peligro la integridad del estado.El otro frente contra el que Platn tena que luchar es el con

    vencionalismo presente en lodos los sofistas bajo una u otra

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    forma5.En un principio las leyes tenan un respaldo divino. Poste

    riormente. cuando se racionaliza el concepto de divinidad, todava

    encontramos un intento de fundar las leyes humanas en la nica

    ley divina de la que se nutren stas, segn dice Herclito (DK B114). En este sentido no hay todava oposicin entre el orden huma

    no de las leyes y los usos y costumbres, de un lado, y la realidad, de

    otro. Segn la sentencia de Herclito, la naturaleza est gobernada

    por los mismos principios de donde surgen o deben surgir las leyes

    humanas. Pero, a lo largo del siglo V, se va a operar un cambio y

    ambos rdenes se opondrn de tal manera que la naturaleza repre

    sentar lo inmutable, real y necesario, frente a la mutabilidad, artifi-cialidad y arbitrariedad de las leyes humanas. Un filsofo como

    Demcrito, que recibe las influencias de las nuevas experiencias

    sociales y polticas, dir (DK 68 B 9) que lo dulce y lo amargo, lo

    caliente y lo fro, as como el color existen por convencin (nmdi),

    porque en realidad (etei)slo existen los tomos y el vaco.

    La oposicin entrephysisy nomos,entre naturaleza y ley, adopta

    en los sofstas muchas formas. Algunos estn a favor de la ley,

    como Protgoras, porque creen que aporta a la naturaleza humana

    un principio de civilizacin, que moraliza al individuo y le hace

    capaz de vivir en sociedad, sin la cual no podra subsistir. Otros

    defienden, por el contrario, que la ley significa un elemento de

    coaccin innecesaria ejercida contra la naturaleza. En este ltimo

    grupo de defensores de la naturaleza frente al nmos,nos encontra

    mos, por otra parte, con dos posiciones diferentes. Unos, como

    Hipias de Elide (cfr.Prot.337c-d), critican las leyes por introducir

    artificialmente diferencias que separan a los hombres, ejerciendo

    una especie de tirana contra la naturaleza, mientras que, de acuerdo

    con sta, todos los ciudadanos perteneceran a una misma comuni

    dad humana. Otros, como Calicles en el Gorgias,ven en la ley, por

    S. Respecto a las diversas posiciones de la ilustracin sofstica sobre el

    problema de las relaciones entre naturaleza y ley, vase el cap.IV deW.K.C.Guthrie, Historia de la Filosofa Griega,vol.III.

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    Nadie se ha detenido en demostrar alguna vez suficientemente en poesa o en prosa que la injusticia es el

    mayor mal que puede poseer el alma en s misma y que

    la justicia es el bien ms grande, pues, si alguien lo

    hubiera hecho desde el principio y nos hubiscis per

    suadido desde jvenes, no nos vigilaramos unos a otros

    para que no se cometan injusticias, sino que cada uno

    sera el mejor guardin de s mismo, porque temera

    delinquir y tener que convivir con la ms grande de lasdesgracias.

    Palabras de Adimanto en la Repblica

    (366e-367a).

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    el contrario, un principio que impone una igualdad artificial y evita

    que impere el principio natural de la ley del ms fuerte.

    En cualquier caso, la reflexin sobre el nmos,segn la enjuicia

    Platn, no ha venido a dotar a las leyes de un nuevo fundamentoque pueda sustituir al antiguo orden de los principios tico-polti

    cos respaldados por la divinidad. Por el contrario, ha contribuido a

    disolver los lazos por los que el individuo se senta ligado y com

    prometido con las leyes y la moral de la polis. Se pueden dar multitud

    de referencias en este sentido. El caso de Antifonte, no mencionado

    por Platn, es muy ilustrativo. La justicia consiste para l (DK 87

    B 44, frag.A) en no transgredir las leyes de la ciudad en la que

    uno vive como ciudadano, pero a continuacin afirma que un hom

    bre practicar la justicia con gran utilidad propia si hace mucho

    caso de las leyes cuando hay testigos, pero, si se halla slo y sin

    testigos, ha de cumplir los dictmenes de la naturaleza*. Vemos

    en este texto la clara oposicin entre lo que es por naturaleza y lo

    que se debe a la convencin y el acuerdo social. Si se violan los

    preceptos legales, el dao para el individuo depende de la presen

    cia de testigos, es decir, de las fuerzas coercitivas de la sociedad.

    Sin embargo, cuando uno se atreve a violar los preceptos (t nmi-

    ma) de la naturaleza, dice Antifonte (B 44, A col.II). el dao no es

    menor o mayor por la ausencia o la presencia de testigos: pues

    uno no se ve daado en relacin a la opinin, sino a la verdad".

    Como se ve, la oposicin physis-nmos termina por identificarse

    con la diferencia entre verdad y opinin, es decir, con lo que est

    fundado en la naturaleza real de las cosas y lo que debe su existen

    cia slo a las convenciones arbitrarias de los hombres.

    En esta oposicin asistimos a la consecuencia ms temida por

    Platn, porque se produce verdaderamente un divorcio de los inte

    reses del individuo y la comunidad. Lo que las leyes determinan

    es atadura para la naturaleza, pero lo que sta establece es liber-6

    6. La traduccin es de A. Piqu Angordans. Sofistas, Testimonios y

    Fragmentos, Barcelona, 1985.

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    tad (frag.A, col.IV). La conveniencia natural de un comporta

    miento se interpreta desde un punto de vista individualista como

    placer y utilidad, mientras que las leyes son una sujecin que no

    responde a los verdaderos intereses del individuo. En Antifonte seve con toda claridad que ste ya no est dispuesto a aceptar la res

    triccin impuesta por las leyes a sus propios intereses, porque se da

    cuenta de que el entramado de principios legales no puede ponerle

    a salvo eficazmente de los daos causados por otros individuos que

    s estn dispuestos a violar el orden de la justicia comunitaria. En

    otro caso, dice Antifonte, la obediencia a las leyes no sera des

    ventajosa. Pero la polis con sus principios legales no puede asegurar a quien deje de lado su propia conveniencia en favor de la

    justicia que no va a ser daado o injuriado por otros individuos

    menos respetuosos con el orden legal. Por esta razn yo creo que

    Antifonte expresa su propia prdida de confianza en el nomos,

    cuando dice que su indagacin tiene como objeto el conflicto de las

    disposiciones legales con la naturaleza1. Si hubiera que adscribirlo

    a alguna tendencia en su crtica del nomos,parece claro que oscilaentre un egosmo individualista, que ve en el placer el criterio ade

    cuado de conducta, y un sentido igualitarista, que critica igualmen

    te las diferencias artificiales impuestas por las leyes*.

    El caso de Calicles, descrito en el Gorgias,coincide con Anti-

    fonte en el mismo desprecio por las leyes, pero este personaje

    de Platn, a diferencia de Antifonte, destaca las diferencias en

    el concepto de naturaleza y, en consecuencia, critica al nomos

    porque considera que introduce una igualdad artificial en lugar

    7. Cfr. G.B. Kerferd. The Sophistic Movement,Cambridge, 1993 (1981),

    pg.l 15-6. Vase, sin embargo, J. de Romilly, The Great Sophists in Peri-

    clean Athens,pg. 127, para quien la posicin de Antifonte es de mero an

    lisis, sin defender, como Calicles, sus preferencias por las disposiciones

    naturales.

    8. En relacin con esto ltimo hay que tener en cuenta su hincapi en la

    igualdad de la naturaleza humana (cfr. DK B 44, B. col.II).

    Cfr.W.K.C.Guthrie.Historia de la Filosofa Griega,vol.III, pg.l 14.

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    del principio natural del derecho del ms fuerte. La oposicin entre

    naturaleza y ley es evidente, segn Calicles, porque por naturaleza

    es ms feo todo lo que es ms desventajoso para el individuo,

    como, por ejemplo, sufrir la injusticia, pero por ley, es ms feocometerla (Gorg. 483a). Desde el punto de vista igualmente hedo-

    nista que Platn le atribuye a este personaje, por otra parte desco

    nocido, las leyes no responden tampoco a los intereses del

    individuo, sino a las conveniencias de la comunidad, que Calicles

    contempla como un agrupamiento de hombres dbiles e inferio

    res para protegerse de naturalezas mejor dotadas. Las leyes y los

    conceptos convencionales de moralidad no son ms que un artificio

    del que se sirve la polis para esclavizar al hombre superior, por

    medio de encantos y hechizos, dicindole que es necesario tener lo

    mismo y que esto es lo bello y lo justo (483e-484a). Un hombre de

    naturaleza apropiada se desembarazara de todas estas leyes con

    trarias a la naturaleza y afirmara su libertad frente al nomos,piso

    teando las artimaas de una sociedad gualitarista cuyos intereses le

    son extraos.

    Cuando Platn analiza estas reflexiones de la sofstica sobre la

    naturaleza de la moral y la ley, descubre que bajo ellas late una

    concepcin nacionalista de la naturaleza humana que hace depen

    der de las pasiones la dinmica de la conducta y ve en ello, en una

    perspectiva antropolgica, la explicacin de todas las tensiones

    desatadas en la sociedad ateniense que le llevaron a su perdicin.

    Para Calicles el ideal de vida es dejar que los deseos se hagan tan

    grandes como sea posible y no reprimirlos, sino servirlos con valen

    ta e inteligencia (491e-492a). En este ideal humano expresado en

    la virtud de la andrea, es decir, en el valor que es propio de un

    hombre autntico, comprobamos que a la inteligencia slo le

    corresponde el insignificante papel de convertirse en una esclava de

    las pasiones y los deseos irracionales. El rechazo de la modera

    cin y la justicia, tal y como lo ve Platn (492b), es el ltimo pro

    ducto de una falsa sabidura, que predica la intemperancia yreclama para el individuo una libertad (Gorg.492c) absoluta fren-

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    te a las normas comunitarias como camino seguro para alcanzar la

    virtud y la felicidad.

    En la Repblica Glaucn expone en el episodio del anillo de

    Giges una concepcin realista de la justicia que acaba en las mis-mas consecuencias. Se trata una vez ms del fundamento en el que

    se asientan la ley y la moral. Si dispusiramos, como el pastor del

    relato, de un anillo que nos volviera invisibles, el justo actuar

    como el injusto, una vez desaparecida la fuerza coactiva de la justi-

    cia legal. La creencia extendida, relatada por Glaucn, dice que los

    hombres no consideran la justicia un bien, sino un mal menor que

    consiste en respetar los preceptos legales, erigidos por su propioacuerdo, para no tener que sufrir el mal de padecer las injusticias

    de los dems. El que se preocupa no de ser justo, sino de parecerlo,

    es el que mejor adapta su comportamiento a la verdad y no a la opi-

    nin (/tep.II. 362a), porque es fiel a los intereses de su propia natu-

    raleza. Un hombre autntico que no necesitara de pactos con los

    dems para sobrevivir no se preocupara en lo ms mnimo de los

    preceptos de la justicia (359b).La tesis de Adimanto, mencionada a continuacin en laRepblica,

    no hace ms que deducir las consecuencias extradas de las inter-

    venciones de Trasmaco y Glaucn y expresa mejor que ningn

    otro personaje el reto del pensamiento platnico. Lo que se necesita

    es una defensa de la justicia que muestre su conveniencia para el

    individuo, an cuando se oculte a la mirada de hombres y dioses

    (/fcp.366e). Platn tena que demostrar que la justicia es un ordencongruente con las necesidades y la dinmica del propio individuo

    y no un entramado de prescripciones superpuestas sobre su propia

    naturaleza por unos intereses que le son extraos.

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    La Teora de las Formas

    La teora de las formas fue la respuesta de Platn al subjetivismo

    protagrico, pero, a la hora de formularla, influyeron en l otras

    motivaciones. Quizs la influencia ms decisiva recibida por Platn

    vino determinada por la bsqueda socrtica de las definiciones. Si

    es verdad lo que nos cuenta el Fednde la autobiografa intelectual

    de Scrates, ste abandon todo inters por la indagacin de la

    naturaleza y se centr en la investigacin de temas ticos como la

    virtud, la belleza o el bien. Scrates pensaba, como hemos visto,

    que por medio del dilogo racional poda llegarse a acuerdos objeti

    vos que superaran el relativismo individualista defendido por algu

    nos sofistas. Desde el punto de vista del objeto de conocimiento,

    sobre todo en lo que se refiere a cuestiones ticas, pensaba igual

    mente que uno deba esforzarse por alcanzar la unidad del concepto

    que se encuentra desperdigada en la multitud de casos particulares

    que lo ejemplifican1. Es lo que se conoce normalmente como esen-

    cialismo socrtico. Scrates pensaba que todas las cosas que reci

    ben una misma denominacin tienen algo en comn. Para interpretar

    adecuadamente esta creencia hay que verla en el contexto de lasactitudes subjetivistas y relativistas de los sofistas. Protgoras afir

    maba que el bien era algo variado y multiforme (Protgoras,

    I. El lector puede ver la breve y clara exposicin de R.Mondolfo, Scra

    tes,Buenos Aires. 1988 (II ed.), pgs.79-86. Mondolfo dice que Scra

    tes afirma vigorosamente la exigencia de unidad tanto desde el punto devista del sujeto como del objeto de conocimiento (ibd.pg.H1).

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    334b), con lo que quera decir que lo que es bueno para uno poda

    ser malo para otro. El concepto no tiene una referencia objetiva en

    la naturaleza de las cosas, sino que surge en la relacin de ellas con

    los diferentes sujetos, con lo que el bien se desmenuzara en unamultitud de perspectivas y en un subjetivismo que, para Scrates,

    aleja toda posibilidad de una fundamentacin rigurosa de la

    moral.

    Scrates estaba, sin embargo, convencido de que esa fundamenta-

    cin objetiva de la moral es posible y vea en las definiciones el

    camino para conseguirlo. Las definiciones, efectivamente, tienen

    que proporcionarnos criterios objetivos de lo que est bien o estmal. de lo que es el valor y la cobarda, o la belleza y la fealdad,

    porque habrn de determinar con la mayor exactitud posible las

    caractersticas que tienen en comn las cosas a las que damos estas

    denominaciones. El hecho de que el mtodo de las definiciones no

    era para Scrates filosficamente inocuo, sino un instrumento para

    poner lmites al subjetivismo disolvente de los sofistas, queda claro

    con un ejemplo tomado del Eulifrn.En este dilogo pregunta aEutifrn qu es lo piadoso y en uno de sus intentos ste responde

    que lo po es lo que agrada a los dioses (Eut. 9e), pero Scrates

    pondr mucho inters en hacerle ver a su interlocutor que lo po no

    es po porque agrade a los dioses, sino que, en todo caso, agradar

    a los dioses por ser po. La cualidad de lo po reside, pues, en las co-

    sas, como una caracterstica comn que posee todo aquello que recibe

    este calificativo. Otra cosa distinta ser que los sujetos correspon-dientes lo aprecien as. pero independientemente de la voluntad de

    stos, se trata de algo objetivo, que existe en las cosas mismas. Por

    eso, segn lo ve Scrates, Eutifrn ha confundido en su definicin

    un mero accidente {patitos),como es el hecho de que lo po resulte

    amado, con la realidad {ousa, Eut. I la) misma de lo po, que es

    independiente de ello.

    El objetivo de Scrates era, pues, hallar criterios objetivos funda-dos en la naturaleza de las cosas que funcionaran como paradigmas

    {Eut.6e). de manera que, tenindolos a la vista, se pudiera saber si

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    es po, bello o valeroso un acto determinado. El mismo Aristtelesviene a decimos que la bsqueda socrtica de las definiciones esten el origen de la teora platnica de las formas (cfr.Metaf. 1, 6987b). Aristteles establece, sin embargo, una diferencia importante entre Scrates y su discpulo, porque, segn el relato de laMeta

    fsica,habra sido Platn el responsable de atribuir a las formas, queeran el objeto de las definiciones socrticas, una existencia separadao independiente de los casos particulares en los que aparecen encarnadas. La mayora de los especialistas de este siglo han aceptado eneste punto la veracidad de la exposicin aristotlica7. Hay dosScrates en Platn con notables diferencias: el de los primeros di

    logos, llamados socrticos, y el de los dilogos posteriores demadurez. Normalmente el principio hcrmcnutico utilizado paradistinguir al Scrates histrico del Scrates platnico consiste enatribuir al primero aquellos aspectos especficos en los que difieredel posterior, que representara el pensamiento original de Platn'.En lo que se refiere a la teora de las formas, no hay un solo pasaje enlos primeros dilogos en el que Scrates afirme claramente la trascen-23

    2. Dos importantes excepciones a esta tendencia son J.Bumet y A.E.Tay-lor, que consideran socrtica la teora normalmente atribuida a Platn. Cfr.J.Bumet, Greek Philosophy, Thales to Plato,I2S y sgs. Bumet ignora, portanto, la validez del testimonio aristotlico, porque, en su opinin (loc.cit,pg. 127-8), la informacin proporcionada por Aristteles se basa **en losdilogos platnicos y especialmente en el Fedn. Si tenemos en cuentaque Aristteles permaneci en la Academia de Platn ms de veinte aos,

    parece increble que. al menos en un punto tan fundamental como ste, notuviera otra informacin que los dilogos. Puede verse tambin. A.E.Tay-lor.El Pensamiento de Scrates,Mxico. 1969 (1932). pg. 134 y sgs.3. ste es, por ejemplo, el criterio utilizado por G.VIastos en su libro

    Scrates, Ironist and Moral Philosopher.Vlastos establece una lista dediez diferencias importantes entre el Scrates histrico y el platnico,entre las cuales cita la teora de las formas, porque, a su juicio, mientrasel Scrates de los dilogos intermedios tiene una grandiosa teora meta

    fsica de formas dotadas de existencia separada, dicha teora no apareceen el Scrates de los dilogos iniciales. Cfr.opus cit.,pg.48-9.

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    dencia de la forma respecto a las cosas particulares, mientras que lo

    especfico de la teora platnica, como subraya Aristteles, es pre

    cisamente la atribucin de esta caracterstica.

    Esto no significa, en absoluto, negar la influencia de Scrates enla teora, que es precisamente de lo que venimos tratando desde el

    comienzo de este captulo. Algunos autores han dicho con razn

    que la teora de las formas, en su formulacin platnica, era la

    resolucin natural dada por el discpulo a los interrogantes que

    Scrates haba dejado sin resolver*.

    Los dilogos iniciales

    La metodologa socrtica en estas primeras obras consiste en

    dirigirse a diversos interlocutores que creen estar en posesin de

    conocimientos relativos al lema objeto de investigacin. Scrates

    les pregunta qu es la virtud, el valor o la piedad, y la indagacin

    no alcanza nunca, por diversas razones, resultados satisfactorios,

    por lo que se Ies suele llamar dilogos aporticos. Los interlocutores no entienden al principio los requisitos que deben satisfacer sus

    respuestas para que Scrates las considere aceptables. Un error

    muy frecuente consiste en enumerar determinados casos de la vir

    tud en cuestin, en lugar de definir los rasgos universales que se

    dan en todos ellos. Este es, por ejemplo, el caso de Eutifrn, que, al

    preguntarle Scrates por la piedad, responde diciendo que es lo que

    l se dispone a hacer en ese momento, acusar al que comete delitoy peca (cfr./. 5d) por las razones que sea. Pero Scrates no per-4

    4. Friedlndcr ha dicho que Platn transform las preguntas de Scrates

    en preguntas y respuestas yque las formas son la solucin de Platn a la

    cuestin socrtica, "una respuesta que Platn ley en la existencia misma

    de Scrates. Cfr.P Friedlnder, Plato, An Introduction, pg.X y 60.

    Tambin R.Mondolfo se acerca a esta perspectiva del problema cuando

    dice que, al declarar que el conocimiento verdadero o ciencia ha deconstituirse mediante los universales. Scrates implica ya en su gnoseo-

    loga la tendencia a una ontologa idealista. Cfr.opus cit.,pg.86.

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    sigue una enumeracin de casos concretos de piedad sino unamisma cosa en sf misma que est presente en toda accin que seapiadosa (auto hautdi,5d), es decir, una cierta forma nica (man

    tina idan, Sd). sta es el objeto de la definicin, que consiste endeterminar con exactitud los caracteres presentes en todos los casosde piedad, el eidos(6d) o forma por la que todas las cosas pas sonpas.

    Esto es el conocido esencialismo socrtico. Aqu, como diceRoss1, est en germen la teora de que a todo nombre comn lecorresponde una entidad nica, a la que se hace referencia en todos

    los usos del nombre. Se trata, efectivamente, de un presupuestoterico, aparentemente inocente, cuyas implicaciones metafsicasno se desarrollan en los primeros dilogos, pero que dar lugar enobras posteriores, como el Fedny laRepblica,a las formas dotadas de existencia trascendente, cuando Platn reflexione sobre elalcance de la propuesta socrtica. La palabra eidos,que ha hecho suaparicin en el Eutifrnen el sentido tcnico que habr de tener enel pensamiento platnico (junto a ida), significaba originalmentelo que es visto" de un objeto cualquiera y de ah forma y figura,como aparece en Homero y en Herdoto, referida a la apariencia deuna mujer o de un perro determinado. Pero tambin significabaforma" en el sentido de clase o naturaleza, como la emplea Tuc-dides (II, SO) al referirse al tipo o naturaleza de enfermedad que caysobre los atenienses. Este es un sentido muy prximo al que tiene lapalabra en el Eutifrn,porque la forma de la que se nos habla es

    universal y su definicin proporciona un pardeigma o criterio(cfr.e) que ha de servir para distinguir un tipo de accin (la piadosa) de otros diferentes.

    Slo nos resta hacer dos observaciones. La primera es que nodebemos dejamos desorientar por la denominacin de teora de lasideas. Efectivamente, cuando omos hablar de ideas,podramos5

    5. D.Ross, La Teora de las Ideas de Platn, Madrid, 1989 (1951),pg.26.

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    entender que estamos ante abstracciones meramente conceptuales.Tambin, en definitiva, e


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