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5/24/2018 Vallejo Campos, Alvaro - Platon. El Filosofo de Atenas Ed. Montesinos 1996
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A.N.Whiteheaddijo,quizsexageradamente,que
toda la filosofa occidental erauna anotacin apiedepginadelaobradePlatn.Peronocabe
ningunadudadequePlatnesunodelosgran-
desclsicosdelpensamiento,ytodaviahoyejer-
cesobrenosotrosunaseduccinirresistible.Sus
obrasescritasenformadedilogosrevelanunta-
lento drmaticoextraordinario,quesabe implicar
allectorenlareflexinsobrelosgrandesproble-masqueconstituyenanhoylatareadelpensar.
Lafilosofaplatnicanacidesuvocacinpolti-
ca, yeneste libro semuestra la relacin de los
temas ms diversos que abord en sus obras
conel ncleo fundamental de suspreocupacio-
nesticopolticas.
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Alvaro Vallejo Campos
PLATN
El filsofo de Atenas
M O N T E S I N O S
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Biblioteca de Divulgacin Temtica/ 65
Primera edicin: 1996
Alvaro Vallejo Campos
Edicin propiedad de Literatura y Ciencia.S.L.
Diseo cubierta: Elisa N. Cabot
Ilustracin: detalle de un grabado titulado
La creacin del mundo,de Cayetano Anbal
ISBN:
Depsito legal:Imprime: Novagrafik-Barcelona
Impreso en Espaa
Printed in Spain
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Atenea Pensativa. Amamos la belleza con austeridad y la sabidura sin
l j i " (T II40)
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relajacin" (Tuc II40)
Prlogo
No hace falta justificar la existencia de un nuevo libro sobre Platn
desde el punto de vista de la actualidad acadmica. La ltima
bibliografa platnica' de la que tenemos noticia, correspondiente a
los aos 1992-94, contiene en sus ochenta pginas varios cientos de
libros y artculos. La cuestin es si tiene sentido un libro ms. Exis
ten ya en castellano varios manuales sobre el pensamiento platni
co, pero los alumnos que comienzan sus estudios universitarios
sienten a veces la necesidad de un libro que les ofrezca en pocas
pginas una panormica de la filosofa platnica. Los actuales pla
nes de estudios que sobrecargan de contenidos a los alumnos no
dejan lugar muchas veces para digerir los varios cientos de pginas
que contiene cualquier manual. A veces esta informacin est
incluso presentada como comentario de cada dilogo, con lo que sehace ms difcil llegar a tener una idea general y sistemtica de la
filosofa platnica en el tiempo que normalmente se le puede dedi
car a ello. Este libro est dirigido a aquellos que quieren introducir
se en la filosofa platnica, pero he pretendido en todo momento
hacer conciliables dos exigencias. La primera de ellas consiste en
adaptarme a las proporciones y caractersticas de esta coleccin. La
segunda ha sido huir de una presentacin meramente general queno entre de lleno en los contenidos fundamentales del pensamiento
platnico. Me gustara mucho pensar que este libro pudiera servir
tambin para preparar un examen o una clase. En ese sentido, he
procurado siempre dar suficientes indicaciones que permitan desa
rrollar lo que aqu se expone a veces de una forma ms resumida.
I. Luc Brisson, Plato Bibliography, preparada para la Sociedad Inter
nacional de Platonistas.
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Las notas indican una bibliografa mnima que informa al lector de
las fuentes ms importantes que se han utilizado. Adems he inser
tado en el texto numerosas citas que remiten a los dilogos, de
manera que el lector interesado puede ampliar por su cuenta fcil
mente los temas que ms le interesen.
Este libro, como es natural, debe mucho a otros. Me complace
reconocer la deuda contrada con los grandes comentaristas como
Taylor, Comford. Ross. Jaeger, Robn, Guthrie, Friedlnder. Cher-
niss, Vlastos o tantos otros que. a veces, no podr siquiera citar en
las siguientes pginas. Tambin me gustara recordar al profesor
Pedro Cerezo, de la Universidad de Granada, que hace muchos
aos alent mi dedicacin a la filosofa platnica y especialmente alprofesor Toms Calvo, hoy en la Complutense, que dirigi mi tesis
doctoral y ha tenido que soportar durante muchos aos la pesada
carga de leer y comentar todo lo que he escrito. Quiero agradecer
tambin a Cayetano Anbal su permiso para reproducir en la porta
da el detalle de un grabado suyo titulado La Creacin del Mundo.
Por ltimo, me gustara decir algo sobre el ttulo. Quin fue el
filsofo de Atenas? Algunos podran pensar inmediatamente enScrates, porque fue l verdaderamente el que baj la filosofa del
cielo a la tierra y las calles de su ciudad natal. Sin embargo, su figu
ra debe hoy mucho al retrato de otros y en algunos aspectos los
contornos de su pensamiento permanecen imprecisos para nosotros.
Por el contrario. Platn ha legado a la posteridad una obra impre
sionante y yo me atrevera a decir que en ningn momento, ni
siquiera cuando reflexionaba sobre las ms intrincadas cuestiones
del cosmos, olvid los problemas en los que se debata el destino de
su propia patria. La virtud de un clsico est precisamente en su
capacidad para situar los problemas de su propia existencia en una
dimensin universal y creo que Platn ha logrado esto como pocos
pensadores. A lo largo de las siguientes pginas he procurado tener
presente siempre aquellas motivaciones ticas y polticas que cons
tituyen el suelo desde el que se levanta el edificio impresionante de
la filosofa platnica.
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Introduccin
Antecedentes histricos.
Es muy difcil llegar a comprender el pensamiento de Platn,si no tenemos en cuenta las circunstancias histricas en las que
estaba inmersa Atenas en el ltimo tercio del s.V. a. de C. y las
influencias filosficas que fue asimilando al hilo de su profunda
preocupacin por los problemas sociales. Platn naci en el ao
427 a. de C. y muri a los ochenta aos en el 347. Esto quiere
decir que pudo ver a Atenas en la plenitud de su grandeza y que,
al mismo tiempo, durante los primeros treinta aos de su vida,
asisti al declive que la llevara finalmente a la derrota ante
Esparta en la Guerra del Peloponeso. En los ltimos aos de este
conflicto, en el que se vieron involucrados la mayora de los
pequeos estados griegos, debi presenciar igualmente las dos
revoluciones oligrquicas del 411 y el 404 a.C. que desgarraron
a la ciudad, y poco despus la restauracin de la democracia. En
los aos sucesivos, hasta el momento de su muerte, conoci el
declive posterior de Esparta, el establecimiento de Tebas como
potencia hegemnica y finalmente el surgimiento del poder
macednico bajo el mando de Filipo.
El pensamiento de Platn tiene enormes dimensiones que se
proyectan en direcciones muy diferentes y sera, por tanto, caer
en un reduccionismo unilateral la pretensin de presentarlocomo un filsofo centrado exclusivamente en problemas polti-
cos o sociales. Pero cuanto ms reflexionamos sobre los verda-
deros motivos de los que nace su pensamiento mejor comprendemos
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la unidad de toda su doctrina filosfica incluso en aspectos aparen
temente alejados. Platn consideraba gravemente amenazado el
espritu de concordia y unidad que haba hecho posible la vida en la
polisy toda su vida luch por aportar soluciones que contribuyerana restaurarlo frente a la accin disolvente que haban ejercido con
tra l los ms diversos factores. Sin voluntad de reduccionismo
intentar poner en evidencia esta intencin al tratar de asuntos tan
distantes como la cosmologa, la ontologa o la epistemologa de
Platn. Para ello es, pues, imprescindible que recordemos los acon
tecimientos histricos ms significativos que contribuyeron a for
mar su conciencia y que incluso le determinaron a entregar su vidaa la filosofa, a falta de otra va mejor para contribuir a solucionar
los problemas de su patria.
La invasin persa a principios del siglo V y las necesidades
comerciales de Atenas impulsaron una poltica basada en el domi
nio del mar que sera la base tanto del enorme poder alcanzado por
la ciudad a escala internacional como de la radicalizacin del rgi
men democrtico, cuyos excesos conmovieron a Platn. La necesidad que tena la poblacin ateniense de aprovisionarse de trigo y de
otras materias primas imprescindibles para su supervivencia impo
na la conveniencia de ejercer un control adecuado sobre las rutas
martimas que van desde el Pireo y el mar Egeo hasta Crimea
pasando por el Helesponto1. A principios del siglo V los persas
enviaron embajadores a las ciudades griegas en nombre de Daro
exigiendo "tierra y agua" en seal de sumisin al poder imperial delrey. Algunas ciudades se sometieron y otras, como Eretra, que se
resistieron, sucumbieron ante el poderossimo ejrcito persa. Ate
nienses y espartanos se opusieron a las pretensiones de los persas y
los primeros pudieron protagonizar, casi en solitario, uno de los
episodios blicos ms conocidos de lodos los tiempos. En el ao
491 a C. tuvo lugar en la llanura de Maratn la famosa batalla que
1. Cfr. J.K. Davies, La Democraciay la Grecia Clsica, Madrid, 1981
(1978), pgs.52-3.
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convirti en mticos a los combatientes atenienses que triunfaron
contra los persas en defensa de la libertad de toda Grecia. Platn
recuerda en las Leyes este episodio como un momento ideal en la
historia de Atenas. Alaba el "antiguo rgimen (Leyes III, 698b)que lo hizo posible, basado en el temor respetuoso a la ley y en una
constitucin que otorgaba los cargos polticos segn cuatro catego-
ras de ciudadanos.
Soln haba establecido, efectivamente, en tomo al ao 594 o 593
un nuevo sistema constitucional basado en cuatro categoras de ciu-
dadanos segn los ingresos de que disponan, evaluados en medi-
das de granos o lquidos. Su intervencin tuvo lugar en un
momento de graves conflictos sociales entre la aristocracia y el
pueblo, que estaba sometido probablemente a un gravoso rgimen
de cargas hipotecarias sobre la tierra. Soln llev a cabo muy
diversas medidas, entre las que destaca la supresin de estas deudas
y el rescate de deudores que haban sido vendidos como esclavos,
para restablecer una situacin de equilibrio o buen orden(eunoma)entre las partes. No cabe duda de que algunas de sus medidas legis-
lativas aumentaron la libertad del individuo frente al poder del
genos o clan familiar. En este sentido hay que interpretar, por
ejemplo, la posibilidad que se daba ahora de testar legando la tierra
a una persona que no perteneciera a aqul. El establecimiento de
las cuatro clases creaba un criterio econmico para la distribucin
del poder poltico que acababa con no pocos privilegios de la aris-tocracia1. Segn nos cuenta Aristteles (La Constitucin de Atenas
7), las diversas magistraturas quedaron reservadas a las tres prime-
ras clases, es decir, a los ciudadanos productores de quinientas me-
didas anuales, a los caballeros (trescientas medidas) y a los zeugitas
(doscientas medidas), mientras que se concedi participacin sola-
mente en la Asamblea y los tribunales a los jornaleros o integrantes
de la clase inferior de los thtes.No es probable que la Asamblea
tuviera en este momento un papel poltico muy importante, pero2
2. Cfr. O. Murray, Grecia Antigua, Madrid, 1981, pg.181.
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Soln cre los tribunales de apelacin contra las rdenes de deten
cin de los magistrados. Aristteles da mucha importancia a esta
medida que hace de Soln uno de los fundadores de la democracia
ateniense, porque al ser el pueblo soberano en los votos viene a serseor del gobierno {La Constitucin de Atenas9). Estos tribunales
sern el origen de los tribunales populares posteriores.
Las clases creadas por Soln guardan, por otra parte, una gran
relacin con la participacin de los ciudadanos en el ejrcito. Las
dos primeras (los ciudadanos de quinientas medidas y los caballe
ros) participaban en la caballera, mientras que la clase de los
pequeos propietarios (los zeugitas) formaban parte de la infanteraligera, los hoplilas, que desempearon un papel heroico en Mara
tn. Hay que tener en cuenta que los ciudadanos tenan que costear
se su propio equipo militar y, en consecuencia, podan reclamar la
parte que en justicia les corresponda en la administracin de los
asuntos del estado. La clase de los thtes slo sera movilizada
excepcionalmente y probablemente sus integrantes no formaban
pane del censo militar1.Soln introdujo igualmente, si es cierto el testimonio de Aristte
les, el sorteo para el otorgamiento de las magistraturas, pero en una
forma mixta, ya que tena lugar entre los candidatos previamente
designados por cada una de las tribus. Para la eleccin de los nueve
arcontes. por ejemplo, las tribus elgan diez candidatos cada una y
luego se haca el sorteo entre ellos. Platn e Iscrates (cfr. Areopa-
gtico21-23) criticarn el empleo del sorteo, porque, sin estas limitaciones previstas por Soln, en la democracia radicalizada que
ellos conocieron, pondr el gobierno en manos de una masa inex
perta sin atender al mrito de los ciudadanos.
Despus del perodo de tirana de los Pisistrtidas, volvieron a
recrudecerse las disputas entre partidarios de la oligarqua y los
demcratas, que se decantaron favorablemente del lado de estos3
3. Cfr.J. Ellul. Historia de as Instituciones de la Antigedad,Madrid,
1970 (1967), pg.48; O. Murray, opus cit.,pg. 181-2.
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ltimos. Clstenes emprendi un programa de reformas en tomo al
ao 508 o 507, que supondr un debilitamiento del rgimen aristo-
crtico de lasfratrascon el que se controlaba el acceso a la ciuda-
dana y la distribucin de cargos. El fundamento de la reformaconsisti en la sustitucin de las cuatro tribus tradicionales de Ate-
nas por diez nuevas tribus compuestas a su vez por tres tritioso
demarcaciones territoriales, pertenecientes a tres zonas geogrficas
diferentes, la costa, el interior y la ciudad. Con esto se sustitua la
antigua organizacin aristocrtica basada en adhesiones e influen-
cias territoriales por una organizacin poltica que dilua el poder
de los nobles en nuevas tribus cuyos miembros se reclutaban en
zonas muy diversas del estado. Soln haba creado un Consejo de
cuatrocientos miembros que ahora pas a tener quinientos, cin-
cuenta por cada tribu, que se elegan por sorteo de una lista previa-
mente seleccionada por los demoio circunscripciones locales. El
Consejo establecido por Clstenes tendr importantes funciones en
la administracin de un rgimen democrtico no representativo,como ser el ateniense, en el que los ciudadanos decidan directa-
mente en la Asamblea las cuestiones que se sometan a su conside-
racin. Sus funciones consistirn en preparar el orden del da de la
Asamblea, pero estar dotado de las competencias administrativas
necesarias para garantizar el cumplimiento de lo decidido en ella.
Clstenes, al quebrantar la organizacin tradicional de la tribu,
que posibilitaba el control aristocrtico de los resortes del poder,puso sin duda las bases del rgimen democrtico. Pero este rgi-
men de isonoma, que garantizaba una igualdad superior al
ideal del buen orden preconizado por Soln, tena, sin duda,
suficientes restricciones que le alejaban todava de la demo-
cracia radicalizada denostada por Platn. Precisamente a estas
restricciones debe hacer referencia Platn cuando en el texto
ya citado de las Leyesalaba el antiguo rgimen e Iscrates, dela misma manera, en el Areopagtico (16) contrapone su ideal
de la ptrios politea, basado en la democracia limitada de
Soln y Clstenes, a la constitucin vigente de la ltima etapa
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de las reformas radicales de Efialtes y Pericles. Tanto Iscrates
(Areopagtico 37 y sgs.) como Aristteles (La Constitucin de
Atenascaps. 23 y 23) coinciden en atribuir un papel importante
en este sentido al Arepago. Este consejo, de carcter aristocrtico, integrado por los que haban sido arcontes, era el
guardin de la constitucin y lleg a tener importantes funcio
nes en la interpretacin de las leyes, la administracin de justi
cia y en materia de moral y costumbres.
Un hecho trascendente en la democratizacin del rgimen
ateniense fue la poltica martima impulsada por Temstocles.
Cuando se descubri un nuevo filn en las minas de plata deLaurin en el ao 483, Temstocles sostuvo que haba que
emplear estos recursos econmicos en la construccin de una
flota. La importancia de esta medida en la poltica exterior ate
niense es evidente, ya que la poderosa escuadra se convirti en
el brazo armado que permiti a la ciudad la construccin de un
gran imperio, pero su significado para el propio rgimen polti
co de Atenas fue tambin de enorme importancia. La Repblica de los Atenienses,obra annima, que se debe sin duda a un
partidario de la oligarqua ateniense, tiene perfectamente claro
el significado poltico que tuvo para el estado la dependencia
de la escuadra, cuando afirma que es justo que all salgan
mejor librados los pobres y el pueblo que los nobles y los ricos
por una razn, porque el pueblo es quien impulsa las naves y
quien da su fuerza a la ciudad...mucho ms que los hoplitas,los nobles y los aristcratas4.
La invasin de los persas haba dado el argumento inmediato
para la construccin de una flota que deba impedir un nuevo
desembarco del ejrcito invasor. Desde este momento, la poltica
ateniense se debate en torno a dos opciones, la demcrata radical
4. Cfr. Jenofonte, Repblica de los Lacedemonios, Pseudo-Jenofonte,Repblica de los Atenienses,ed.. trad. y notas con estudio preliminar de
M. Rico Gmez. Madrid, 1989 (1973), pgs.84-5.
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interesada en el mantenimiento del poder martimo, que daba un
nuevo protagonismo a la clase de los thtes,y la de tendencia oli-
grquica, que se opone al protagonismo de la escuadra, simpatiza
con los espartanos y desaprueba la poltica imperialista desmedidade los demagogos populares. No hay duda de qu opcin fue con-
templada por Platn con ms simpatas. Pginas despus de la ala-
banza dedicada al espritu de los combatientes de Maratn y ante la
sugerencia hecha por Clinias de que la batalla naval de Salamina
(ao 480 a.C.) salv a Grecia, el Ateniense replica que es mejor
decir eso de las batallas terrestres de Maratn y Platea (479 a.C.).
porque stas hicieron mejores a los griegos y las otras (las marti-
mas) no. Las trirremes, se dice all (707a), constituyen un mal
para los hoplitas que combaten, porque con las tcticas navales
hasta los leones se acostumbraran a huir de los ciervos* (Leyes
IV 707a). Adems cuando se produce un triunfo militar debido a la
escuadra, los honores, dice el Ateniense (707b), no pueden ir a lo
mejor de los guerreros, porque la victoria es debida a los pilotos y
remeros, que no es gente de gran vala.
Desde Temstocles hasta Efialtes y Pendes, asistimos a una pol-
tica propugnada por el partido popular que consiste en favorecer el
poder martimo, fortificar la ciudad con murallas, que la mantengan
a salvo de las invasiones por tierra, y otorgar un protagonismo pol-
tico absoluto a las masas populares por medio de un programa de56
5. Este personaje representa en lasLeyesla opinin del propio Platn.
6. Leyes707c. Palabras como stas dan la razn a Bowra cuando afir-
ma que Maratn era un mito nacional sin ser un mito democrtico.
Cfr. C.M. Bowra. La Atenas de Fereles, Madrid, 1979 (1970), pg.25.
La democracia ateniense necesitaba un hecho heroico semejante, que se
lo proporcionara la segunda oleada de invasiones persas. Aristteles
dice en la Poltica (VII 4, 1304a22 y sg.) que la muchedumbre de la
escuadra, al ser responsable de la victoria de Salamina, hizo ms pode-
rosa a la democracia por la hegemona lograda gracias al poder marti-
mo.
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reformas que garantizara el carcter igualitario de la democracia
ateniense. Efialtes atac el poder del Arepago en tomo al ao 462
entablando procesos de corrupcin contra sus integrantes. Cuando
fue asesinado poco despus, las reformas no se interrumpieron gracias a la intervencin de Pericles, que se hizo con el poder y domi
nara la escena poltica ateniense hasta su muerte. Al trmino de
este proceso, el poder legislativo haba sido conferido a la Asam
blea y el judicial a los tribunales populares de justicia. El arcontado
qued abierto incluso a la clase de los zeugitas, se radicaliz la
eleccin por sorteo, suprimindose la designacin previa, que
haba sido mantenida por Soln y Clstenes, y se introdujo lapaga por desempeo de funciones pblicas, de manera que lodos
los ciudadanos pudieran participar en la administracin del esta
do. Los quinientos miembros del Consejo o Boul, que se iban
turnando en el ejercicio de sus funciones a lo largo del ao, los
jurados de los tribunales de justicia, los arcontes y otros muchos
funcionarios administrativos reciban su paga del estado y con
ello todas estas funciones quedaban abiertas a las clases msdesfavorecidas econmicamente, a las que antes se les haba
vedado su intervencin. La prctica del ostracismo, instaurada,
al parecer, por Clstenes, para enviar al exilio a cualquier perso
nalidad que pudiera suponer una amenaza para el poder popular,
y la acusacin de ilegalidad o graph paranmon, propuesta por
Pericles para la defensa de la constitucin, constituan dos ins
trumentos eficaces para la perpetuacin del sistema.Platn ha dado una pintura tremendamente negativa del rgi
men democrtico ateniense y de los lderes polticos que lo
impulsaron. Sus crticas coinciden en muchas aspectos con el
conservadurismo de otras figuras de la literatura ateniense como
Aristfanes, Tucdides o Iscrates. El Gorgias contiene una cr
tica muy dura contra polticos como Pericles, Cimn, Milcades
o Temstocles. De Pericles dice (Gorg. 5l5e) que hizo a losatenienses inactivos, cobardes, locuaces y amantes del dinero, al
haber establecido por primera vez una paga por los servicios pbli-
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eos. Platn criticar el igualitarismo servil instaurado por estos
polticos que, a su juicio, no hicieron sino alimentar las bajas pasio-
nes del pueblo con su poltica exterior imperialista. Construyeron
naves, murallas y arsenales (Gorgias517c) y llenaron a la ciu-dad de tributos y otras cosas ftiles de este tipo (519a).
Despus de las Guerras Mdicas, en el ao 478 a C., se constituy
una Confederacin de estados griegos en tomo al podero martimo
de Atenas. En un principio el motivo de la alianza era la amenaza
de una nueva invasin y la proteccin de las ciudades que haban
sido liberadas. De los aliados, unos contribuan con barcos y hom-
bres y otros con dinero, con esos tributos a los que hace referenciaPlatn en el texto que acabamos de citar. La superioridad naval de
Atenas la convirti en la potencia hegcmnica de esta Liga. Al
principio el tesoro se guardaba en Dlos, pero ms tarde Atenas
sufri una importante derrota en una expedicin a Egipto y, por el
temor a una posible invasin, se traslad a Atenas en el ao 454
a.C. Pericles utiliz los ingresos recibidos para acometer un ambi-
cioso programa de construcciones pblicas que engrandecieron a la
ciudad y le dieron un esplendor que proclamaba su poder. Platn se
refiere a ello probablemente cuando menciona las cosas ftiles
(phyari&n) de ese rgimen imperialista que hincharon y ulcera-
ron a la ciudad. El punto de vista conservador vea con recelo esta
poltica de Pericles y presentaba el imperialismo ateniense como
una tirana ejercida por la fuerza contra los aliados.
La poltica imperialista ateniense entr en conflicto con los intere-
ses espartanos y se produjeron toda una serie de incidentes blicos
a los que se puso fin temporalmente con la paz de los treinta aos
en el 445 a.C. Pero el enfrentamiento entre los dos bloques con sus
aliados respectivos era demasiado grande como para no estallar
7. Plutarco se refiere a las crticas vertidas contra Pericles por esta utiliza-
cin del dinero de los aliados. Grecia, decan sus enemigos (cfr.Plutarco,PericlesXII), se da cuenta de que est sujeta a una tirana, cuando ve que
Atenas se gasta como una mujerzuela en estatuas y templos el dinero que
se da para la guerra.
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definitivamente en una guerra abierta y larga. En el 431 se inicia laGuerra del Peloponeso que finalizar el ao 404 con la derrota deAtenas, que llevar consigo la destruccin de sus murallas y la pr-
dida del imperio. Con esto hemos llegado ya a los primeros aos dela vida de Platn.Pendes muri en el ao 429 a consecuencia de una peste que se
declar en la ciudad. Al inicio de la guerra su estrategia consista enrehuir lodo enfrentamiento con los espartanos en tierra y aprove-char los recursos que proporcionaba el dominio absoluto que Ate-nas tena por mar. Haba que abandonar las casas y la campia para
defender el mar y la ciudad (Tuddtdes1 143). Pericles estaba deci-dido a entrar en guerra porque saba que ceder a las exigencias delos espartanos era perder la posicin hegemnica que Atenas tenaen ese momento y pensaba que se les poda hacer mucho dao conel dominio de la escuadra, siempre que la ciudad se limitase adefender lo que tena sin arriesgarse a los peligros de nuevas con-quistas. Manteniendo una poltica firme con los aliados para evitar
la defeccin de stos, al final los recursos econmicos y militaresde Atenas se impondran. Esta estrategia tena sus inconvenientes,porque los espartanos invadan ao tras ao el tica y los propieta-rios rurales tenan que soportar la devastacin de sus haciendas. Porotra parte, la poblacin proveniente de fuera de la ciudad tena querefugiarse dentro de las murallas y se produca un hacinamientoque agravaba la situacin.
Al principio de la guerra, a pesar de las protestas iniciales contraPericles por la estrategia adoptada, ste pudo contener las tensionesinternas, por el prestigio y el control que ejerca de la situacin. Asu muerte se desataron las rivalidades entre los moderados, de ten-dencias oligrquicas, deseosos de llegar a un entendimiento conEsparta, y los demagogos radicales, empeados en llevar la guerrahasta sus ltimas consecuencias. Surgen en esta etapa polticos
ambiciosos y sin escrpulos, como Alcibades. dispuestos aemprender cualquier accin blica que les permitiera prevalecersobre sus rivales y ganar as el favor del pueblo con el botn de sus
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conquistas. Una de esta iniciativas, promovida precisamente por
Alcibades. fue la expedicin a Sicilia, que acab para Atenas con
la destruccin de su flota y la muerte o la esclavitud de miles de sus
hombres en el ao 413. Despus la situacin intema en la ciudad sehizo prcticamente insostenible y se produjeron dos revoluciones
oligrquicas en los aos 411 y 404. La guerra con Esparta y sus
aliados termin en una derrota que le cost a Atenas el desmantela-
miento de su imperio, la destruccin de las murallas y la suspen
sin temporal del rgimen democrtico. Los espartanos impusieron,
efectivamente, un rgimen oligrquico, a la terminacin de la gue
rra. que llev al poder a los Treinta Tiranos. Durante el breve tiem
po que dur su mandato hasta la restauracin de la democracia en
el ao 403 implantaron un rgimen de terror que cost la vida o el
exilio a miles de ciudadanos.
Este es el panorama que vivi Platn en los treinta primeros
aos de su vida. Platn fue. por excelencia, el filsofo de Atenas,
porque senta en su propio ser, como ningn otro, las desventuras
de una patria que vea abocada al desastre y la perdicin. Haba
nacido en el seno de una familia aristocrtica. Su padre. Aristn,
se deca descendiente de Codro, el ltimo rey de Atenas y su
madre, Perictione. estaba emparentada con Soln. A su familia no
hay que atribuir una adscripcin necesariamente oligrquica. Por
un lado, Critias y Crmides, que participaron activamente en el
rgimen de los Treinta Tiranos, eran primo y hermano de sumadre. Pero, por otro lado, el padrastro de Platn, Pirilampes, con
quien contrajo matrimonio Perictione en segundas nupcias era, al
parecer, amigo de Pericles. Es posible* incluso que ni siquiera Cri-
lias y Crmides estuvieran del lado oligrquico claramente desde
un principio y que se fueran inclinando hacia este bando a medida
que transcurra la guerra. Hubo muchas familias ricas y nobles que8
8. Cfr.J.Burnet, Greek PhUosophy, Thulea lo Pialo, Londres-N.York,
1968 (1914), pgs. 170-1.
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aceptaron el rgimen de Pericles en un principio" y que luego se
pasaron al bando de la oligarqua por la opresin financiera a la
que estaban sometidos.
En el perodo de la Guerra del Peloponeso hubo muchos aconteci
mientos que debieron convencer a Platn de que el estado ateniense
era un instrumento dominado por fuerzas e intereses irracionales910.
Haba lderes del partido popular empeados en continuar la guerra
a cualquier precio para mantener el imperio que permita sufragar
los costes de un rgimen igualitario como era el ateniense. Cuando
se produjo la rebelin de Mitilene en tomo al 428 427 y fue sofo
cada por la intervencin del ejrcito ateniense, la Asamblea decidi
matar no slo a los prisioneros, sino a todos los mitilenios mayores
de edad y vender como esclavos a los nios y mujeres (cft.Tucidt-
des III. 36). Los atenienses enviaron una trirreme con estas rdenes
al ejrcito mandado por Paquete, que esperaba all instrucciones. Al
da siguiente se arrepintieron de la decisin tomada, porque pensa
ron que era cruel castigar a toda la poblacin en vez de hacer justi
cia slo con los culpables. Clen, uno de los dirigentes del partido
popular en aquel momento, era partidario del castigo, consciente de
que el imperio era una tirana sobre gentes que urden intrigas
(Tuc., III, 37). Sus razonamientos muestran de manera descamada
la concepcin de la poltica exterior ateniense preconizada por los
demagogos que controlaban ocasionalmente el poder en una demo
cracia radicalizada y asamblearia como era aquella. Las alternativaspara l eran seguir con el imperio, aunque fuese injusto, y castigar
les contra la justicia, por razones de conveniencia, o bien dejar el
imperio y hacer de hombres buenos en una situacin sin peligros
(Tuc., III, 40). En aquella ocasin se impuso la moderacin y la
Asamblea, por un ajustado margen de votos, decidi volverse atrs,
9. Esta es la opinin de G.C. Field. cfr. Plato and his Contemporaries,
Londres, 1930, pg.5.10. He analizado con detalle la visin platnica de la situacin enMito
y Persuasin en Platn, Er, Revista de Filosofa (Suplementos), Sevi
lla, 1993, pgs. 10-43.
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por lo que hubo que enviar una trirreme a toda prisa con la contra-orden, para que la poblacin no fuera aniquilada. En otros casos,como el de Melos (416 a.C.), la moderacin no logr imponersesobre el deseo de mantener el imperio a cualquier coste.
Casos como ste debieron provocar en Platn un sentimiento con-trario a las ambiciones extremas y los procedimientos del rgimendemocrtico ateniense. Por eso no es de extraar que en la CarlaVII (324d) Platn nos revele las esperanzas que concibi ante lainstauracin de un nuevo rgimen en el 404, cuando se produjo laderrota definitiva de Atenas. l pens que los nuevos dirigentes,entre los que estaban allegados y conocidos suyos, iban a gobernarla ciudad conducindola de una forma injusta de vida a una ordena-cin justa de la convivencia. Pero sus esperanzas se desvanecieronhasta el punto de que los nuevos gobernantes hicieron que se recor-dara el rgimen anterior como una edad de oro. Efectivamente, elgobierno de los Treinta Tiranos situ a Atenas en una situacin de
guerra civil y las condenas a muerte o las confiscaciones de bienesse produjeron hasta su derrocamiento a manos de los partidarios delrgimen democrtico que estaban en el exilio.Platn nos confiesa que pensaba dedicarse a los asuntos del estado
tan pronto como fuera dueo de sus actos, pero esta decidida voca-cin poltica, agudizada sin duda por los problemas que viva supatria, debi esperar indefinidamente ante la adversidad de las cir-
cunstancias. Tanto antes como despus del gobierno de los TreintaTiranos, Platn experiment vehementemente el deseo de ocuparsede los asuntos polticos. En la restauracin de la democracia, quetuvo lugar poco despus, se decret una amnista que impeda enta-blar procesos por causas polticas y Platn elogia la gran equidadde los vencedores. Pero algunos de los que tuvieron un papel influ-yente en el nuevo rgimen acusaron a Scrates de impiedad y co-
rrupcin de la juventud y consiguieron que se condenara a muerte aquien l consideraba el hombre ms justo de su tiempo (CartaVil324e), cometiendo la gran injusticia de castigar a una personaque, con riesgo de su propia vida, se haba atrevido a desobedecer
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las rdenes del anterior rgimen oligrquico. Este hecho convenci
a Platn de que el rgimen democrtico ateniense segua estando a
merced de fuerzas irracionales. En este momento le abandon ade
ms el entusiasmo que haba tenido en otros momentos, porquecomprendi que en una situacin como aqulla, dominada por tales
tensiones y conflictos, la magnitud de los medios para ponerle
remedio estaba fuera totalmente de su alcance. Los temperamentos
especulativos como el suyo conciben unas soluciones a los proble
mas de tal envergadura que nunca pueden llevarse realmente a la
prctica". Platn debi darse cuenta de la imposibilidad de su
empresa porque su diagnstico de la situacin era extremadamente
pesimista. El rgimen legislativo ateniense se hallaba, segn lo vea
l, en un estado casi incurable y hubiera necesitado unos reme
dios extraordinarios acompaados de la suerte, cosa que evidente
mente no estaba en manos de una persona que, sin amigos y
partidarios, no representaba nada en la correlacin de fuerzas de
aquel momento.Platn tena, pues, una indudable vocacin poltica, frustrada por
la turbulencia del momento y las caractersticas de su propia perso
nalidad. Aoraba, como Iscrates. el antiguo rgimen que restringa
la participacin poltica e impeda los males de una democracia
asamblearia y radicalizada, as como las costumbres y prcticas de
los padres (Carta Vil325d) que idealiza frente a la corrupcin de
la letra y el espritu" de las leyes que le loc vivir. Su visin de la11
11. Vanse en este sentido los comentarios de Guthrie, que sabe distin
guir el genio especulativo del talante del hombre de accin, en su Histo
ria de la Filosofa Griega, Madrid, 1990, vol.IV, pg.38 y sgs.
M.I.Finley ha criticado esta dimensin de la personalidad de Platn y la
imagen que describe de la Atenas de aquel tiempo en la Carta Vilcomo
una sociedad corrupta y decadente, afectada por males incurables. El
lector debera tener en cuenta su defensa de la democracia ateniense,
independientemente de comprender las razones de Platn. Cfr.M.I. Fin-
ley, Platn y la Praxis Poltica, enAspectos de la Antigedad,Barce
lona. 1975 (1960), pgs. 100-118.
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situacin, bajo el impacto de la muerte de Scrates, era de rechazototal y, en estas circunstancias, era natural que concibiera soluciones especulativas de alternativa total ms que medidas concretas de
accin inmediata. Por eso, perdido el entusiasmo del principio, dejde esperar otras oportunidades para intervenir activamente (CartaVil326a). En laRepblicahay un extenso pasaje donde las crticasa una democracia de masas posedas por la locura se unen al reconocimiento amargo del escaso papel que puede desempear un filsofo en tales situaciones. ste tiene que resignarse a comprobar queno hay nadie que haga algo sensato en los asuntos de la ciudad y
que no puede prestarse a intervenir sin grave riesgo para su propiavida, por lo que busca la tranquilidad y se ocupa de sus propiascosas, como le sucede a alguien que es arrastrado en una tempestadpor la polvoreda y las lluvias y se aparta refugindose bajo unmuro (RepA96).
Estas palabras describen casi exactamente la experiencia del propio Platn. La amargura y la decepcin ante las escasas posibilidades efectivas que tena de actuar, si bien le restaron entusiasmo porla accin inmediata, no le llevaron a abandonar la tarea de indagarcmo podra producirse alguna mejora en el rgimen poltico y lavida pblica ateniense (Carta Vil325e-326a). Las frustraciones desu vocacin poltica le inclinaron ms, si ello era posible, a la especulacin filosfica y a contemplar en la recta filosofa la nicafuente por la que se puede llegar a concebir la justicia en la vidapblica y privada. Platn estaba convencido de que los males nocesarn para el gnero humano hasta que la clase de los que filosofan recta y verdaderamente llegue al ejercicio del poder o hasta elmomento en que, por una gracia de la divinidad, los que gobiernanen las ciudades filosofen realmente (Cana Vil326a-b, cfr.tb. Rep.499b-c). Esta alianza del conocimiento y el poder fue la aspiracin
ideal de Platn, el gobierno concebido como un arte a salvo de lalocura que representan para el estado las pasiones de la multitud olos intereses particulares.
Pero Platn no se cruz meramente de brazos y se limit a sus
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tareas docentes en la Academia y a escribir los dilogos que han
llegado hasta nosotros. En cierta ocasin intent de alguna manera
llevar a cabo su ideal de un gobierno basado en el conocimiento.
Cuando tena unos cuarenta aos (387 a.C.) hizo un viaje al sur deItalia, probablemente con el deseo de estrechar lazos con las escue
las pitagricas all establecidas. Pero en Siracusa conoci a Din,
que despert en l una gran atraccin. La hermana de Din. Arist-
maca. estaba casada con Dioniso, tirano de Siracusa. y el mismo
Dioniso se cas con una hija del tirano. El encuentro con Platn
debi producir tambin en Din un gran impacto y despert proba
blemente en l la conciencia de unos ideales que casaban mal con
el gobierno desptico de un tirano (cfr.Carla Vil327a). Como con
secuencia de este encuentro Platn volver a Siracusa en otras dos
ocasiones para intentar llevar a la prctica sus proyectos de refor
mas polticas. Pero, antes de esto, volvi a Atenas y fund la Aca
demia, que tom su nombre del lugar en el que estaba radicada, en
las afueras de la ciudad, un emplazamiento consagrado al hroe
Academos. Platn debi permanecer aqu durante los veinte aos
que transcurrieron hasta su nuevo viaje a Siracusa. Entre las ense
anzas impartidas en la Academia tiguraran, sin duda, las matem
ticas. que se contemplan en la Repblica como una parte esencial
en la formacin de los futuros gobernantes, y estudios de legisla
cin. Sabemos que discpulos de Platn formados en la Academia,
como Erasto y Coriseo'2, desempearon funciones legislativas,cuando volvieron a sus ciudades de origen. Es posible incluso que
se hicieran estudios de ciencias naturales, si tenemos en cuenta el
inters que demuestra Platn en el Timeopor cuestiones referentes
a la naturaleza.
En el ao 367 a.C, cuando muri Dioniso 1. Din llam a Platn,
pensando que haba llegado ese azar divino" (Carta Vil327e) que
era necesario para lograr la confluencia de filosofa y poder. Platn12
12. Cfr.W.K.C.Guthrie, Historia de la Filosofa Griega, vol.IV,
pg.33-4.
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no se neg a ir, a pesar de lo arriesgado del viaje y las circunstan-
cias en las que se iba a ver inmerso. No poda negarse por su deber
de amistad hacia Din y por la causa de la losofa. Platn no que-
ra que se le considerase un hombre meramente de palabras que nopone en accin sus propios planes para la reforma de los sistemas
polticos (Carla Vil328c). Era la ocasin de convencer a esa nica
persona capaz de llevarlos a la prctica y no poda negar a Din los
razonamientos y la persuasin necesarios para conseguirlo y con-
ducir a un joven gobernante hacia el bien y la justicia. Pero el
resultado de la experiencia siciliana fue bastante desalentador, por-
que Platn encontr a su llegada un ambiente contrario a Din, quefue expulsado a los tres meses. Sin embargo, Dioniso quera que
Platn permaneciera junto a l y no le dio facilidades para marchar-
se. Por lin pudo volver a Atenas con la promesa de Dioniso de que
le hara volver junto a Din cuando solucionara sus problemas en la
isla.
Poco despus, terminados los conflictos blicos en Sicilia, en
lomo al 361 a C., Platn fue por tercera vez con la promesa de Dio-niso de que con su llegada se arreglaran los asuntos de Din
(Caria Vil 339c). Influyeron igualmente los informes recibidos
acerca del genuino inters que Dioniso demostraba ahora por la
filosofa, que Platn conoca por su amigo el pitagrico Arquitas de
Tarento. El viaje termin en un nuevo fracaso, porque, al poco de
llegar. Dioniso vendi los bienes de Din a espaldas de Platn.
Despus de estar retenido contra su voluntad una vez ms. Platn
consigui hacer llegar una carta a sus amigos de Tarento que le
enviaron una embarcacin con el ruego a Dioniso de que le dejara
marchar. Platn sali contento con poder salvar la vida. A su llega-
da al Peloponeso, Din le pidi que se uniera a l en una expedi-
cin de venganza contra Dioniso. Platn se neg, entre otras
razones, por los lazos de hospitalidad que le unan a ste ltimo,
que le haba dejado partir sano y salvo. La expedicin, que se vio
acompaada por el xito, termin, sin embargo, con el asesinato
de Din y con una Sicilia ensangrentada por las luchas civiles.
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Nos preocupamos a la vez de los asuntos privados y
de los pblicos, y gentes de diferentes oficios conocen
suficientemente la cosa pblica; pues somos los nicos
que consideramos no hombre pacfico, sino intil, al
que nada participa en ella, y adems, o nos formamos
un juicio propio o al menos estudiamos con exactitud
los negocios pblicos, no considerando las palabras
dafio para la accin, sino mayor dao el no enterarse
previamente por la palabra antes de poner en obra loque es preciso. Pues tenemos tambin en alto grado
esta peculiaridad: ser los ms audaces y reflexionar
adems sobre lo que emprendemos; mientras que a los
otros la ignorancia les da osada, y la reflexin, demo-
ra.
Palabras de Pericles en Tucdides,Historiade la Guerra del Peloponeso,II, 40'.I.
I . La traduccin es de F.Rodrguez Adrados.
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cosa que explica en cierto sentido el pesimismo de Platn en los
ltimos aos de su vida. Platn debi permanecer ya en la Aca
demia hasta su muerte acontecida trece aos despus en el 347 a
C. Probablemente dedicara estos ltimos aos a la enseanza ya la composicin de sus ltimas obras.
Los Dilogos.
A lo largo de un perodo de cincuenta aos Platn compuso
dilogos, que se han conservado en su totalidad. En este caso, a
diferencia de lo que ocurre con otros autores de la antigedad, elproblema no es la prdida de obras sino el hecho de que se le
atribuyen algunos dilogos de dudosa autenticidad. Otros son
claramente apcrifos. Aparte de las dudas surgidas sobre la
autenticidad de algn dilogo concreto, las mayores disputas de
los especialistas han versado sobre la datacin cronolgica de
las obras platnicas. Sera, desde luego, de extraordinario inte
rs conocer el orden en que fueron compuestas, porque esto nosaclarara no slo la evolucin de su pensamiento filosfico, sino
la ltima fase de su doctrina. Algunos especialistas, por ejem
plo, han dudado de que Platn defendiera la versin clsica de
la teora de las formas en los ltimos aos de su vida. Por ello,
si tuviramos certeza de que una obra como el Timeopertenece
a la ltima poca de la trayectoria literaria de Platn, tal y como
se pensaba tradicionalmente, esas dudas tendran que eliminarse
totalmente.
Se han utilizado diversos criterios para la ordenacin de los
dilogos. En algunos casos excepcionales stos hacen referencia
a hechos histricos conocidos, lo que proporciona al menos un
terminas post quem que permite su ubicacin cronolgica con
cierta aproximacin. Otras veces, tambin excepcionalmente,
hay referencias de unos dilogos a otros, como ocurre en el caso
del Timeo respecto a la Repblica o en el grupo del Teeteto,
Sofistay Poltico,lo cual resuelve la cuestin de sus relaciones cro-
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nolgicas respectivas. Pero con esto no podemos adelantar mucho
respecto a la totalidad de los casi treinta dilogos reconocidos.
Desde mediados del siglo pasado se ha utilizado, a falta de otros
datos ms terminantes, como los que acabamos de mencionar, el
mtodo de la estadstica lingstica o estilometra. Desde los estu
dios pioneros de L.Campbell en 1867 hasta la actualidad se han
empleado diversos criterios de recuento: la aparicin de trminos
determinados [L.Campbell (1867); A. Daz Tejera (1961)], la pre
sencia de ciertas partculas junto a otras palabras y el uso alternati
vo de sinnimos [(W.Dittenberg (1881), M.Schanz (1886)], las
frmulas de respuesta [(C. Ritter (1888), H.von Amim (1912)], la
aparicin del hiato [(GJanell (1901)] o incluso el ritmo de la prosa
[(D.Wishart, S.V.Leach (1970)]. Por el testimonio de Aristteles y
otros autores de la antigedad como Olimpiodoro, sabemos que las
Leyesfue la ltima obra escrita por Platn, de aqu que la estilome
tra tome las caractersticas de su estilo como indicio seguro del
carcter tardo de una obra. Frente a la subjetividad de las conside
raciones filosficas sobre cmo debi ser la evolucin del pensa
miento platnico y, en consecuencia, la ordenacin de los dilogos,
el mtodo estilomirco ha permitido generar un cierto consenso
que distribuye las obras de Platn en tres grandes grupos: uno de
dilogos iniciales, otro de madurez y, finalmente, un perodo tardo.
Subsisten algunas dudas en el caso de algn dilogo concreto y,
desde luego, pretender establecer el orden de cada uno en el seno
del grupo al que pertenece supone necesariamente adentrarse en un
terreno de arenas movedizas. A ttulo de ejemplo damos a continua
cin el siguiente cuadro tomado de Vlastos:13
13. Puede encontrarse un til resumen con los hallazgos de cada inten
to significativo y una evaluacin de sus mritos y errores en L.Brand-
wood, Slylometry and chronology, en The Cambridge Companion to
Plato,ed.by R.Kraut, Cambridge. 1992. pgs.90-120.
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Grupo 1, dilogos del primer periodo, en orden alfabtico; a:Apo
loga, Crmides, Critn, Eutifrn, Gorgias, Hipias Menor, ln.
Laques, Protgoras, Repblica Libro I,
b: dilogos transicionales: Eutidemo, Hipias Mayor, Lisis, Men-
xeno, Menn.
Grupo II. dilogos del periodo medio, en su secuencia cronolgi
ca ms probable; Crlilo, Fedn, Banquete, Repblica Libros II-X,
Fedro, Pannnides, Teeteto.
Grupo III. dilogos del ltimo periodo, en la secuencia cronolgi
ca ms probable; Tuneo, Cridas, Sofista, Poltico, Filebo, Leyes.'*
Para terminar convendra decir algo sobre el gnero literario del
dilogo platnico. Es muy posible que Platn eligiera esta forma de
expresin en un principio, porque pensaba que era la ms adecuada
para refle jar las caracte rsticas esenciales del pensamiento
socrtico1. Scrates pensaba que el dilogo era un instrumento til
para superar el relativismo y el individualismo de sofistas como
Protgoras o Gorgias. porque crea que, si se construa sobre funda
mentos racionales, generaba acuerdos intersubjetivos que se con
vertan en garanta de verdad, de una verdad que poda erigirse1415
14. Cfr. G.VIastos, Scrates, Ironist and Moral Philosopher,Cambrid
ge, 1992 (1991). pgs.46-7. En la Introduccin de E.Lled al volumen I
de los Dilogosen la edicin de la Biblioteca Clsica Gredos (Madrid,
1981) el lector puede encontrar tablas de ordenacin debidas a varios
autores, as como la del propio Lled que distingue cuatro perodos;
poca de juventud (393 a 389), de transicin (388-385). de madurez
(385-370) y de vejez (369-347).
15. Cfr.T.H. Irwin. Plato: The inlellectual Background", en The Cam
bridge Companion to Plato, pg.76. Sobre las relaciones del dilogo
platnico con otros gneros literarios griegos, puede verse A.Lesky.
Historia de la Literatura Griega, ed. Gredos, Madrid, 1985 (1963),
pg.543 y sgs.
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incluso por encima de intereses enfrentados (cfr., por ej., Gorgias486e). Para Scrates, cuando se llegaba a un acuerdo con el interlocutor por medio del dilogo en comn, las conclusiones quedaban
aseguradas con razonamientos de hierro y acero (Gorgias509a).En medio de las incertidumbres que encerraban para el hombre losestudios de la naturaleza, el dilogo era, en el mbito de las cuestiones humanas, un instrumento eficaz que haca necesaria la formadia-lctica de la filosofa. Para Scrates el dilogo era el nicomedio posible de la mayutica, es decir, del arte de lograr que seael propio interlocutor el que d a luz por s mismo la verdad. l no
crea en una educacin capaz de poner el conocimiento en la mentedel discpulo como quien infunde vista a unos ojos ciegos (Rep.518c).Por otra parte. Scrates, segn nos cuenta Aristteles (RefutacionesSofsticas 183b7), se limitaba a preguntar y no responda nunca, porque haca continuamente profesin de ignorancia. De manera que loslargos discursos se compadeceran mal con el conocido slo sque no s nada. Puede decirse con Friedlnder que con l irrumpe
un movimiento dialgico en el pensamiento griego" y que, por todas estas razones, la creacin de dilogos socrticos se convirtipara Platn en una necesidad inevitable16.
En las primeras obras de Platn hay ocasiones en que el carcterdialogado da a la filosofa la forma de un pensamiento roto, comoha dicho Llcd17, porque el dilogo es real y las respuestas quedansiempre sujetas a las dudas y las contradicciones de los personajes.El Gorgiassera un claro ejemplo de ello, porque aqu los persona
jes tienen sus propios puntos de vista y slo a duras penas se dejanpersuadir por Scrates. En ese sentido es verdad que el dilogo platnico tiene unas caractersticas propias y un dramatismo que lediferencian de otros ensayos posteriores, como los de Galileo, Ber-keley o Hume, donde la forma dialogada se convierte en una mera
16. Cfr.P.Friedlnder, Plato: An Introduction. Princeton, 1973 (1954),pg.157.17. Cfr.opus cit.,pg.16.
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sucesin dogmtica de tesis enfrentadas. Sin embargo, no siempre
ocurre esto. Otras veces, a pesar de la forma dialogada, los perso-
najes cooperan con sus objeciones al desarrollo de la argumenta-cin y se alcanzan conclusiones positivas, como es el caso del
Fedn. Por eso sera errneo decir que el nico objetivo de los
dilogos platnicos consiste en mostrar ideas filosficas contra-
rias y construir dramticamente los personajes que las susten-
tan"1. En la inmensa mayora de los casos al lector no le quedan
dudas acerca de cules son las ideas que defiende el propio Pla-
tn.En las ltimas obras, como el Timeoo lasLeyes, la concepcin
mayutica del dilogo y la descripcin dramtica de los perso-
najes van pasando a un segundo plano hasta difuminarse por
completo. Entonces, como ha mostrado Jaeger1, queda en pri-
mer plano el elemento cientfico que acaba por romper la forma
del dilogo y busca medios propios de expresin. Con ello la
figura de Scrates desaparece de la escena y es sustituida porotros interlocutores (el Ateniense en el caso de las Leyes)o se
limita a escuchar el discurso pronunciado por ellos (Timeo de
Lcride en el caso del Timeo). 1819
18. En este sentido estamos de acuerdo con R.Kraut. Introduction to ihcstudy of Plato, en The Cambridge Companion to Plato,pg.26.
19. Cfr. W.Jaeger, Aristteles. Bases para la historia de su desarrollo
intelectual,Mxico. 1983 (1923), pg.40.
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Los retos del pensamiento platnico
Apane de las circunstancias polticas que hemos mencionado, que
influyeron notablemente en la actitud y la conciencia que Platn se
fue formando de la situacin, existan tambin factores de naturale
za intelectual que constituan un reto para su pensamiento. Platn
recibe influencias de diversas fuentes que va integrando y ajustan-
do, como veremos, dentro del esquema de sus propias concepciones
filosficas. Herclito, Parmnides, los pitagricos, los filsofos dela naturaleza y, sobre todo. Scrates, aportan elementos que iremos
viendo en las prximas pginas. Pero el pensamiento de los sofistas
fue, sin ninguna duda, el gran reto al que se sinti obligado a res
ponder en muchas de sus obras. Esto es verdad hasta el punto de
que Platn, al criticarlos, va erigiendo los fundamentos de sus pro
pias concepciones filosficas.
Los sofistas han sido considerados responsables de los males de lasociedad ateniense por haber difundido ideas que contribuyeron a
minar el orden de las viejas virtudes tradicionales1. Este punto de
1. La imagen negativa de los sofistas est acreditada por el mismo
carcter peyorativo que tiene la palabra. Sin embargo, desde fines del
siglo pasado, con la obra de Grate, hasta nuestros das, los sofistas han
tenido tambin sus defensores. K.Popper (La Sociedad Abiertay sus
Enemigos, Buenos Aires. 1981. pg. 181) ha visto en algunas figurasdestacadas de este movimiento "una gran generacin empeada en
asumir la tarea de la razn ante el derrumbe de la sociedad cerrada.
Uno de los ltimos libros aparecidos, The Great Sophists in Periclean
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vista est presente en la obra de Platn cuando, por ejemplo, nitodice de ellos que son desgracia evidente y corrupcin para los quetienen trato con ellos (Menn 91c). Pero Platn se da cuenta de
que este veredicto es, en cierta manera, injusto, porque ellos noensean otra cosa que las opiniones de la mayora (Rep. 493a).Son como el guardin de una criatura grande y poderosa cuyos instintos y pasiones han aprendido para saber cmo halagarlo y servirlo (cfr.Rep. 493a-c), llamando bueno a aquello que complace al
pueblo y malo a lo que le molesta. Sin embargo, tambin tienenuna gran responsabilidad, porque su crtica del nomostradicional,
es decir, de los fundamentos tico-polticos que hacen posible laconvivencia en la ciudad, ha contribuido a liberar esas elementosirracionales antes contenidos por la fuer/a de la tradicin1.
En este sentido, a Platn le preocuparon fundamentalmente surelativismo y sus ideas acerca de la convencionalidad de las leyes,
porque pensaba que una y otra vertiente podan contribuir claramente a minar las bases de la moral comunitaria, ya deterioradas
por el peso de los acontecimientos. En cuanto a lo primero. Platnhace referencia varias veces en el curso de los dilogos a Protgo-ras. a quien trata en general con respeto, pero cuyo relativismoindividualista le parece difcilmente conciliable con los fundamentos tericos de la moral. En los dilogos se cita varas veces la sentencia de Protgoras de que el hombre es medida de todas lascosas. Esta afirmacin se ha interpretado de muy diversas mane
ras, pero Platn tanto en el Crdtilo (386a), como en el Teeleto(132a), la entiende en el sentido individualista de que la verdad
Athens, Oxford, 1992 (1988), de Jaqueline de Romilly, se inscribe enesta misma lnea, porque intenta poner en evidencia aquellos testimonios minusvalorados que nos hablan de aspectos bien diferentes delamoralismo que normalmente se les atribuye. Cfr., opus cit., pg.128.2. Cfr. F.Rodrgue/. Adrados, La Democracia Ateniense, Madrid. 1980
(1975), pg.329 y miMito y Persuasin,pgs 43-49.3. Cfir.W.K.C.Guthrie,Historia de la Filosofa Griega,vol.III, Madrid,1988 (1969). pgs. 189-192.
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depende del criterio de cada persona en particular y siempre tiene
presente las consecuencias morales que se siguen de ella. En el pri
mero de estos dilogos (386a-e), compartir el punto de vista relati
vista expresado en la tesis de Protgoras significara negar la
existencia de hombres buenos y malos. En el Teeteto (I57d), la
posicin del sofista de Abdera lleva igualmente a sostener que lo
bueno y lo bello no tienen una realidad objetiva. De acuerdo con su
teora, tal y como lo ve Platn, habr que decir que lo que a cada
ciudad le parece justo y recto, lo es, en efecto, para ella, en tanto lo
juzgue asf (Jeet. 167c).
En la reconstruccin que Platn hace del relativismo protagrico,
la doctrina se fundamenta en una teora sensualista del conocimien
to, que identifica la percepcin con el saber, y en la idea defendida
por Herclito de la movilidad de todo lo real. Estas dos races de la
doctrina de Protgoras nos proporcionan una clave para entender
posteriormente la teora de las formas, porque constituyen el negati
vo de caractersticas esenciales de esta teora, que afirmar precisa
mente, frente a Protgoras, la naturaleza intelectiva del conocimiento,
y la inmutabilidad de las ideas. La tesis del hombre medida se une a
la teora del saber como percepcin, a los ojos de Platn, porque las
cualidades sensibles slo surgen en relacin a un sujeto perceptor y
ste se convierte en juez o criterio de la existencia de aqullas. Si la
miel parece amarga a un sujeto, por la condicin particular en que
se halle, lo ser, efectivamente, para l, ya que el amargor o la dul
zura no existen independientemente, sino como resultado de la inte
raccin de la miel con el sujeto. No tiene sentido hablar de estascualidades sin referencia a un individuo que las percibe. Tenemos,
pues, una posicin cercana al fenomenalismo4. Las cosas son un
agregado o coleccin de cualidades sensibles (cfr.!57b-c). Esto
equivale a decir que ninguna cosa tiene un ser nico en sf misma y
4. Cfr., por ej., T.Calvo Martnez, De los Sofistas a Platn, Madrid,
1986, pgs.90-1. Para las diferencias con el fenomenalismo moderno,vase J.H.McDwell, Plato, Thealetus,Oxford, 1973. pg.143.
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por s misma, sino que siempre llega a ser para alguien (Teet.I57a-b).Por otra parte, Platn relaciona invariablemente este subjetivismo
protagrico con la tesis de Herclito de que todo est en movimiento (cfr.por ej., 160d-e). Todas las cualidades sensibles, en las queconsiste nuestro conocimiento de las cosas, son procesos que surgen del encuentro de un sujeto perceptor y un objeto, que son, a suvez, realidades en movimiento. El sensualismo que Platn atribuyea Protgoras convierte al individuo en criterio ltimo de la verdad yla existencia de las cosas. stas quedan privadas de una realidad
propia en la que pudiera fundarse la objetividad del conocimiento.Frente a este subjetivismo y a la movilidad en que aparece envueltala realidad, Platn querr defender lo que l llama la bebaits tsousaso consistencia de la realidad (cfr.Crtilo386a). Esto significa para l que lo real tiene un ser propioal que el sujeto cognos-cente tiene que adecuarse, si quiere estar en la verdad, y unaestabilidad permanente que hace posible el conocimiento. Este
concepto, esencial en su teora de las formas, est. pues, en las antpodas del relativismo de Protgoras.
Ya hemos visto la preocupacin de Platn por las consecuenciasmorales de esta teora. Pero esto no significa que le atribuya a Protgoras posiciones inmoralistas. En el Teeteto, donde Platnreconstruye, como hemos visto, las bases tericas del relativismo,le asigna a su pensamiento un carcter utilitarista que lo pone a
salvo del inmoralismo (I66d y sgs.). Esto coincide con la imagenofrecida en otros dilogos, como el Protgoras,donde el famososofista llega a decir que los ciudadanos que no participen del pudory la justicia deben morir como una enfermedad de la ciudad(322d). Sin embargo, a Platn le preocupaba ese relativismo individualista porque poda contribuir a disolver el compromiso del individuo con la moral comunitaria y liberar as fuerzas irracionales
que pusieran en peligro la integridad del estado.El otro frente contra el que Platn tena que luchar es el con
vencionalismo presente en lodos los sofistas bajo una u otra
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forma5.En un principio las leyes tenan un respaldo divino. Poste
riormente. cuando se racionaliza el concepto de divinidad, todava
encontramos un intento de fundar las leyes humanas en la nica
ley divina de la que se nutren stas, segn dice Herclito (DK B114). En este sentido no hay todava oposicin entre el orden huma
no de las leyes y los usos y costumbres, de un lado, y la realidad, de
otro. Segn la sentencia de Herclito, la naturaleza est gobernada
por los mismos principios de donde surgen o deben surgir las leyes
humanas. Pero, a lo largo del siglo V, se va a operar un cambio y
ambos rdenes se opondrn de tal manera que la naturaleza repre
sentar lo inmutable, real y necesario, frente a la mutabilidad, artifi-cialidad y arbitrariedad de las leyes humanas. Un filsofo como
Demcrito, que recibe las influencias de las nuevas experiencias
sociales y polticas, dir (DK 68 B 9) que lo dulce y lo amargo, lo
caliente y lo fro, as como el color existen por convencin (nmdi),
porque en realidad (etei)slo existen los tomos y el vaco.
La oposicin entrephysisy nomos,entre naturaleza y ley, adopta
en los sofstas muchas formas. Algunos estn a favor de la ley,
como Protgoras, porque creen que aporta a la naturaleza humana
un principio de civilizacin, que moraliza al individuo y le hace
capaz de vivir en sociedad, sin la cual no podra subsistir. Otros
defienden, por el contrario, que la ley significa un elemento de
coaccin innecesaria ejercida contra la naturaleza. En este ltimo
grupo de defensores de la naturaleza frente al nmos,nos encontra
mos, por otra parte, con dos posiciones diferentes. Unos, como
Hipias de Elide (cfr.Prot.337c-d), critican las leyes por introducir
artificialmente diferencias que separan a los hombres, ejerciendo
una especie de tirana contra la naturaleza, mientras que, de acuerdo
con sta, todos los ciudadanos perteneceran a una misma comuni
dad humana. Otros, como Calicles en el Gorgias,ven en la ley, por
S. Respecto a las diversas posiciones de la ilustracin sofstica sobre el
problema de las relaciones entre naturaleza y ley, vase el cap.IV deW.K.C.Guthrie, Historia de la Filosofa Griega,vol.III.
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Nadie se ha detenido en demostrar alguna vez suficientemente en poesa o en prosa que la injusticia es el
mayor mal que puede poseer el alma en s misma y que
la justicia es el bien ms grande, pues, si alguien lo
hubiera hecho desde el principio y nos hubiscis per
suadido desde jvenes, no nos vigilaramos unos a otros
para que no se cometan injusticias, sino que cada uno
sera el mejor guardin de s mismo, porque temera
delinquir y tener que convivir con la ms grande de lasdesgracias.
Palabras de Adimanto en la Repblica
(366e-367a).
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el contrario, un principio que impone una igualdad artificial y evita
que impere el principio natural de la ley del ms fuerte.
En cualquier caso, la reflexin sobre el nmos,segn la enjuicia
Platn, no ha venido a dotar a las leyes de un nuevo fundamentoque pueda sustituir al antiguo orden de los principios tico-polti
cos respaldados por la divinidad. Por el contrario, ha contribuido a
disolver los lazos por los que el individuo se senta ligado y com
prometido con las leyes y la moral de la polis. Se pueden dar multitud
de referencias en este sentido. El caso de Antifonte, no mencionado
por Platn, es muy ilustrativo. La justicia consiste para l (DK 87
B 44, frag.A) en no transgredir las leyes de la ciudad en la que
uno vive como ciudadano, pero a continuacin afirma que un hom
bre practicar la justicia con gran utilidad propia si hace mucho
caso de las leyes cuando hay testigos, pero, si se halla slo y sin
testigos, ha de cumplir los dictmenes de la naturaleza*. Vemos
en este texto la clara oposicin entre lo que es por naturaleza y lo
que se debe a la convencin y el acuerdo social. Si se violan los
preceptos legales, el dao para el individuo depende de la presen
cia de testigos, es decir, de las fuerzas coercitivas de la sociedad.
Sin embargo, cuando uno se atreve a violar los preceptos (t nmi-
ma) de la naturaleza, dice Antifonte (B 44, A col.II). el dao no es
menor o mayor por la ausencia o la presencia de testigos: pues
uno no se ve daado en relacin a la opinin, sino a la verdad".
Como se ve, la oposicin physis-nmos termina por identificarse
con la diferencia entre verdad y opinin, es decir, con lo que est
fundado en la naturaleza real de las cosas y lo que debe su existen
cia slo a las convenciones arbitrarias de los hombres.
En esta oposicin asistimos a la consecuencia ms temida por
Platn, porque se produce verdaderamente un divorcio de los inte
reses del individuo y la comunidad. Lo que las leyes determinan
es atadura para la naturaleza, pero lo que sta establece es liber-6
6. La traduccin es de A. Piqu Angordans. Sofistas, Testimonios y
Fragmentos, Barcelona, 1985.
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tad (frag.A, col.IV). La conveniencia natural de un comporta
miento se interpreta desde un punto de vista individualista como
placer y utilidad, mientras que las leyes son una sujecin que no
responde a los verdaderos intereses del individuo. En Antifonte seve con toda claridad que ste ya no est dispuesto a aceptar la res
triccin impuesta por las leyes a sus propios intereses, porque se da
cuenta de que el entramado de principios legales no puede ponerle
a salvo eficazmente de los daos causados por otros individuos que
s estn dispuestos a violar el orden de la justicia comunitaria. En
otro caso, dice Antifonte, la obediencia a las leyes no sera des
ventajosa. Pero la polis con sus principios legales no puede asegurar a quien deje de lado su propia conveniencia en favor de la
justicia que no va a ser daado o injuriado por otros individuos
menos respetuosos con el orden legal. Por esta razn yo creo que
Antifonte expresa su propia prdida de confianza en el nomos,
cuando dice que su indagacin tiene como objeto el conflicto de las
disposiciones legales con la naturaleza1. Si hubiera que adscribirlo
a alguna tendencia en su crtica del nomos,parece claro que oscilaentre un egosmo individualista, que ve en el placer el criterio ade
cuado de conducta, y un sentido igualitarista, que critica igualmen
te las diferencias artificiales impuestas por las leyes*.
El caso de Calicles, descrito en el Gorgias,coincide con Anti-
fonte en el mismo desprecio por las leyes, pero este personaje
de Platn, a diferencia de Antifonte, destaca las diferencias en
el concepto de naturaleza y, en consecuencia, critica al nomos
porque considera que introduce una igualdad artificial en lugar
7. Cfr. G.B. Kerferd. The Sophistic Movement,Cambridge, 1993 (1981),
pg.l 15-6. Vase, sin embargo, J. de Romilly, The Great Sophists in Peri-
clean Athens,pg. 127, para quien la posicin de Antifonte es de mero an
lisis, sin defender, como Calicles, sus preferencias por las disposiciones
naturales.
8. En relacin con esto ltimo hay que tener en cuenta su hincapi en la
igualdad de la naturaleza humana (cfr. DK B 44, B. col.II).
Cfr.W.K.C.Guthrie.Historia de la Filosofa Griega,vol.III, pg.l 14.
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del principio natural del derecho del ms fuerte. La oposicin entre
naturaleza y ley es evidente, segn Calicles, porque por naturaleza
es ms feo todo lo que es ms desventajoso para el individuo,
como, por ejemplo, sufrir la injusticia, pero por ley, es ms feocometerla (Gorg. 483a). Desde el punto de vista igualmente hedo-
nista que Platn le atribuye a este personaje, por otra parte desco
nocido, las leyes no responden tampoco a los intereses del
individuo, sino a las conveniencias de la comunidad, que Calicles
contempla como un agrupamiento de hombres dbiles e inferio
res para protegerse de naturalezas mejor dotadas. Las leyes y los
conceptos convencionales de moralidad no son ms que un artificio
del que se sirve la polis para esclavizar al hombre superior, por
medio de encantos y hechizos, dicindole que es necesario tener lo
mismo y que esto es lo bello y lo justo (483e-484a). Un hombre de
naturaleza apropiada se desembarazara de todas estas leyes con
trarias a la naturaleza y afirmara su libertad frente al nomos,piso
teando las artimaas de una sociedad gualitarista cuyos intereses le
son extraos.
Cuando Platn analiza estas reflexiones de la sofstica sobre la
naturaleza de la moral y la ley, descubre que bajo ellas late una
concepcin nacionalista de la naturaleza humana que hace depen
der de las pasiones la dinmica de la conducta y ve en ello, en una
perspectiva antropolgica, la explicacin de todas las tensiones
desatadas en la sociedad ateniense que le llevaron a su perdicin.
Para Calicles el ideal de vida es dejar que los deseos se hagan tan
grandes como sea posible y no reprimirlos, sino servirlos con valen
ta e inteligencia (491e-492a). En este ideal humano expresado en
la virtud de la andrea, es decir, en el valor que es propio de un
hombre autntico, comprobamos que a la inteligencia slo le
corresponde el insignificante papel de convertirse en una esclava de
las pasiones y los deseos irracionales. El rechazo de la modera
cin y la justicia, tal y como lo ve Platn (492b), es el ltimo pro
ducto de una falsa sabidura, que predica la intemperancia yreclama para el individuo una libertad (Gorg.492c) absoluta fren-
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te a las normas comunitarias como camino seguro para alcanzar la
virtud y la felicidad.
En la Repblica Glaucn expone en el episodio del anillo de
Giges una concepcin realista de la justicia que acaba en las mis-mas consecuencias. Se trata una vez ms del fundamento en el que
se asientan la ley y la moral. Si dispusiramos, como el pastor del
relato, de un anillo que nos volviera invisibles, el justo actuar
como el injusto, una vez desaparecida la fuerza coactiva de la justi-
cia legal. La creencia extendida, relatada por Glaucn, dice que los
hombres no consideran la justicia un bien, sino un mal menor que
consiste en respetar los preceptos legales, erigidos por su propioacuerdo, para no tener que sufrir el mal de padecer las injusticias
de los dems. El que se preocupa no de ser justo, sino de parecerlo,
es el que mejor adapta su comportamiento a la verdad y no a la opi-
nin (/tep.II. 362a), porque es fiel a los intereses de su propia natu-
raleza. Un hombre autntico que no necesitara de pactos con los
dems para sobrevivir no se preocupara en lo ms mnimo de los
preceptos de la justicia (359b).La tesis de Adimanto, mencionada a continuacin en laRepblica,
no hace ms que deducir las consecuencias extradas de las inter-
venciones de Trasmaco y Glaucn y expresa mejor que ningn
otro personaje el reto del pensamiento platnico. Lo que se necesita
es una defensa de la justicia que muestre su conveniencia para el
individuo, an cuando se oculte a la mirada de hombres y dioses
(/fcp.366e). Platn tena que demostrar que la justicia es un ordencongruente con las necesidades y la dinmica del propio individuo
y no un entramado de prescripciones superpuestas sobre su propia
naturaleza por unos intereses que le son extraos.
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La Teora de las Formas
La teora de las formas fue la respuesta de Platn al subjetivismo
protagrico, pero, a la hora de formularla, influyeron en l otras
motivaciones. Quizs la influencia ms decisiva recibida por Platn
vino determinada por la bsqueda socrtica de las definiciones. Si
es verdad lo que nos cuenta el Fednde la autobiografa intelectual
de Scrates, ste abandon todo inters por la indagacin de la
naturaleza y se centr en la investigacin de temas ticos como la
virtud, la belleza o el bien. Scrates pensaba, como hemos visto,
que por medio del dilogo racional poda llegarse a acuerdos objeti
vos que superaran el relativismo individualista defendido por algu
nos sofistas. Desde el punto de vista del objeto de conocimiento,
sobre todo en lo que se refiere a cuestiones ticas, pensaba igual
mente que uno deba esforzarse por alcanzar la unidad del concepto
que se encuentra desperdigada en la multitud de casos particulares
que lo ejemplifican1. Es lo que se conoce normalmente como esen-
cialismo socrtico. Scrates pensaba que todas las cosas que reci
ben una misma denominacin tienen algo en comn. Para interpretar
adecuadamente esta creencia hay que verla en el contexto de lasactitudes subjetivistas y relativistas de los sofistas. Protgoras afir
maba que el bien era algo variado y multiforme (Protgoras,
I. El lector puede ver la breve y clara exposicin de R.Mondolfo, Scra
tes,Buenos Aires. 1988 (II ed.), pgs.79-86. Mondolfo dice que Scra
tes afirma vigorosamente la exigencia de unidad tanto desde el punto devista del sujeto como del objeto de conocimiento (ibd.pg.H1).
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334b), con lo que quera decir que lo que es bueno para uno poda
ser malo para otro. El concepto no tiene una referencia objetiva en
la naturaleza de las cosas, sino que surge en la relacin de ellas con
los diferentes sujetos, con lo que el bien se desmenuzara en unamultitud de perspectivas y en un subjetivismo que, para Scrates,
aleja toda posibilidad de una fundamentacin rigurosa de la
moral.
Scrates estaba, sin embargo, convencido de que esa fundamenta-
cin objetiva de la moral es posible y vea en las definiciones el
camino para conseguirlo. Las definiciones, efectivamente, tienen
que proporcionarnos criterios objetivos de lo que est bien o estmal. de lo que es el valor y la cobarda, o la belleza y la fealdad,
porque habrn de determinar con la mayor exactitud posible las
caractersticas que tienen en comn las cosas a las que damos estas
denominaciones. El hecho de que el mtodo de las definiciones no
era para Scrates filosficamente inocuo, sino un instrumento para
poner lmites al subjetivismo disolvente de los sofistas, queda claro
con un ejemplo tomado del Eulifrn.En este dilogo pregunta aEutifrn qu es lo piadoso y en uno de sus intentos ste responde
que lo po es lo que agrada a los dioses (Eut. 9e), pero Scrates
pondr mucho inters en hacerle ver a su interlocutor que lo po no
es po porque agrade a los dioses, sino que, en todo caso, agradar
a los dioses por ser po. La cualidad de lo po reside, pues, en las co-
sas, como una caracterstica comn que posee todo aquello que recibe
este calificativo. Otra cosa distinta ser que los sujetos correspon-dientes lo aprecien as. pero independientemente de la voluntad de
stos, se trata de algo objetivo, que existe en las cosas mismas. Por
eso, segn lo ve Scrates, Eutifrn ha confundido en su definicin
un mero accidente {patitos),como es el hecho de que lo po resulte
amado, con la realidad {ousa, Eut. I la) misma de lo po, que es
independiente de ello.
El objetivo de Scrates era, pues, hallar criterios objetivos funda-dos en la naturaleza de las cosas que funcionaran como paradigmas
{Eut.6e). de manera que, tenindolos a la vista, se pudiera saber si
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es po, bello o valeroso un acto determinado. El mismo Aristtelesviene a decimos que la bsqueda socrtica de las definiciones esten el origen de la teora platnica de las formas (cfr.Metaf. 1, 6987b). Aristteles establece, sin embargo, una diferencia importante entre Scrates y su discpulo, porque, segn el relato de laMeta
fsica,habra sido Platn el responsable de atribuir a las formas, queeran el objeto de las definiciones socrticas, una existencia separadao independiente de los casos particulares en los que aparecen encarnadas. La mayora de los especialistas de este siglo han aceptado eneste punto la veracidad de la exposicin aristotlica7. Hay dosScrates en Platn con notables diferencias: el de los primeros di
logos, llamados socrticos, y el de los dilogos posteriores demadurez. Normalmente el principio hcrmcnutico utilizado paradistinguir al Scrates histrico del Scrates platnico consiste enatribuir al primero aquellos aspectos especficos en los que difieredel posterior, que representara el pensamiento original de Platn'.En lo que se refiere a la teora de las formas, no hay un solo pasaje enlos primeros dilogos en el que Scrates afirme claramente la trascen-23
2. Dos importantes excepciones a esta tendencia son J.Bumet y A.E.Tay-lor, que consideran socrtica la teora normalmente atribuida a Platn. Cfr.J.Bumet, Greek Philosophy, Thales to Plato,I2S y sgs. Bumet ignora, portanto, la validez del testimonio aristotlico, porque, en su opinin (loc.cit,pg. 127-8), la informacin proporcionada por Aristteles se basa **en losdilogos platnicos y especialmente en el Fedn. Si tenemos en cuentaque Aristteles permaneci en la Academia de Platn ms de veinte aos,
parece increble que. al menos en un punto tan fundamental como ste, notuviera otra informacin que los dilogos. Puede verse tambin. A.E.Tay-lor.El Pensamiento de Scrates,Mxico. 1969 (1932). pg. 134 y sgs.3. ste es, por ejemplo, el criterio utilizado por G.VIastos en su libro
Scrates, Ironist and Moral Philosopher.Vlastos establece una lista dediez diferencias importantes entre el Scrates histrico y el platnico,entre las cuales cita la teora de las formas, porque, a su juicio, mientrasel Scrates de los dilogos intermedios tiene una grandiosa teora meta
fsica de formas dotadas de existencia separada, dicha teora no apareceen el Scrates de los dilogos iniciales. Cfr.opus cit.,pg.48-9.
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dencia de la forma respecto a las cosas particulares, mientras que lo
especfico de la teora platnica, como subraya Aristteles, es pre
cisamente la atribucin de esta caracterstica.
Esto no significa, en absoluto, negar la influencia de Scrates enla teora, que es precisamente de lo que venimos tratando desde el
comienzo de este captulo. Algunos autores han dicho con razn
que la teora de las formas, en su formulacin platnica, era la
resolucin natural dada por el discpulo a los interrogantes que
Scrates haba dejado sin resolver*.
Los dilogos iniciales
La metodologa socrtica en estas primeras obras consiste en
dirigirse a diversos interlocutores que creen estar en posesin de
conocimientos relativos al lema objeto de investigacin. Scrates
les pregunta qu es la virtud, el valor o la piedad, y la indagacin
no alcanza nunca, por diversas razones, resultados satisfactorios,
por lo que se Ies suele llamar dilogos aporticos. Los interlocutores no entienden al principio los requisitos que deben satisfacer sus
respuestas para que Scrates las considere aceptables. Un error
muy frecuente consiste en enumerar determinados casos de la vir
tud en cuestin, en lugar de definir los rasgos universales que se
dan en todos ellos. Este es, por ejemplo, el caso de Eutifrn, que, al
preguntarle Scrates por la piedad, responde diciendo que es lo que
l se dispone a hacer en ese momento, acusar al que comete delitoy peca (cfr./. 5d) por las razones que sea. Pero Scrates no per-4
4. Friedlndcr ha dicho que Platn transform las preguntas de Scrates
en preguntas y respuestas yque las formas son la solucin de Platn a la
cuestin socrtica, "una respuesta que Platn ley en la existencia misma
de Scrates. Cfr.P Friedlnder, Plato, An Introduction, pg.X y 60.
Tambin R.Mondolfo se acerca a esta perspectiva del problema cuando
dice que, al declarar que el conocimiento verdadero o ciencia ha deconstituirse mediante los universales. Scrates implica ya en su gnoseo-
loga la tendencia a una ontologa idealista. Cfr.opus cit.,pg.86.
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sigue una enumeracin de casos concretos de piedad sino unamisma cosa en sf misma que est presente en toda accin que seapiadosa (auto hautdi,5d), es decir, una cierta forma nica (man
tina idan, Sd). sta es el objeto de la definicin, que consiste endeterminar con exactitud los caracteres presentes en todos los casosde piedad, el eidos(6d) o forma por la que todas las cosas pas sonpas.
Esto es el conocido esencialismo socrtico. Aqu, como diceRoss1, est en germen la teora de que a todo nombre comn lecorresponde una entidad nica, a la que se hace referencia en todos
los usos del nombre. Se trata, efectivamente, de un presupuestoterico, aparentemente inocente, cuyas implicaciones metafsicasno se desarrollan en los primeros dilogos, pero que dar lugar enobras posteriores, como el Fedny laRepblica,a las formas dotadas de existencia trascendente, cuando Platn reflexione sobre elalcance de la propuesta socrtica. La palabra eidos,que ha hecho suaparicin en el Eutifrnen el sentido tcnico que habr de tener enel pensamiento platnico (junto a ida), significaba originalmentelo que es visto" de un objeto cualquiera y de ah forma y figura,como aparece en Homero y en Herdoto, referida a la apariencia deuna mujer o de un perro determinado. Pero tambin significabaforma" en el sentido de clase o naturaleza, como la emplea Tuc-dides (II, SO) al referirse al tipo o naturaleza de enfermedad que caysobre los atenienses. Este es un sentido muy prximo al que tiene lapalabra en el Eutifrn,porque la forma de la que se nos habla es
universal y su definicin proporciona un pardeigma o criterio(cfr.e) que ha de servir para distinguir un tipo de accin (la piadosa) de otros diferentes.
Slo nos resta hacer dos observaciones. La primera es que nodebemos dejamos desorientar por la denominacin de teora de lasideas. Efectivamente, cuando omos hablar de ideas,podramos5
5. D.Ross, La Teora de las Ideas de Platn, Madrid, 1989 (1951),pg.26.
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entender que estamos ante abstracciones meramente conceptuales.Tambin, en definitiva, e