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Capitalismo y descampesinización en el Suroeste dominicano Esta publicación ha sido posible gracias al apoyo de la Dirección General de Aduanas Santo Domingo 2009 Angel Moreta Archivo General de la Nación Volumen LXXXI
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Capitalismo y descampesinización en el Suroeste dominicano

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Esta publicación ha sido posible gracias al apoyo de la Dirección General de Aduanas

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Archivo General de la Nación Volumen LXXXI

Angel Moreta

Capitalismo y descampesinización en el Suroeste dominicano

Santo Domingo2009

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Archivo General de la Nación, volumen LXXXITítulo: Capitalismo y descampesinización en el Suroeste dominicanoAutor: Angel Moreta

Departamento de Investigación y DivulgaciónDirectora: Reina C. Rosario Fernández

Edición y cuidado: Lillibel N. Blanco FernándezDiagramación: Raymer A. Domínguez M.Diseño de cubierta: Raymer A. Domínguez M. y Karol González Snochowski

Fotos de cubierta: «Zona del valle de SJM» y «Cultivo de arroz con tracción animal». (Angel Moreta)

© Ediciones del Archivo General de la Nación, 2009

Archivo General de la NaciónCalle Modesto Díaz 2Ciudad UniversitariaSanto Domingo, Distrito NacionalTel. 809 362-1111, Fax. 809 362-1110www.agn.gov.do

ISBN: 978-9945-020-65-6

Impresión: Editora Búho, C. por A.

Impreso en República DominicanaPrinted in Dominican Republic

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Y que naide escupa sangre pa’ que otro viva mejor.

AtAhuAlpA YupAnqui

La dialéctica de Marx es método de investigación de relaciones sociales, relaciones de producción;

no de análisis de documentos.

león trotskY

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Agradecimientos

A Luisa Díaz Nin, quien fuera mi compañera, por su signi-ficativa ayuda, solidaridad y desprendimiento; sin ella no hu-biese sido posible este trabajo. Mi admiración y respeto por su grandeza de espíritu.

A Raymundo González, verdadero «comandante de tra-bajadores y trabajadoras» del Archivo General de la Nación (AGN), quien a través de su sensibilidad, apertura y dotes in-telectuales ha dado mucho al país.

A Lillibel Blanco, editora junior del AGN, por su interés profesional en los trabajos que le asignan, su cortesía, inteli-gencia, educación y capacidad técnica. Sin su ayuda este traba-jo no hubiese sido editado.

A Lusitania Martínez por el estímulo que representó para mí que el presente trabajo le fuera últil para su investigación sobre Plama Sola.

Angel MoretA

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Contenido

Introducción / 13

I. La región Sur y la provincia de San Juan de la Maguana / 19

II. Inicios del desarrollo capitalista en el valle de San Juan de la Maguana / 45

III. Apropiación terrateniente de los medios de producción en la agricultura / 69

IV. Intensificación del capitalismo agrario / 91

V. Procesos de descampesinización (1950-1970) / 121

VI. Las relaciones de producción en la microformación social regional / 141

VII. El campesinado en su relación con el capitalismo (¿Desaparición del campesinado mercantil en la microformación social regional?) / 181

Conclusión / 227

Bibliografía general / 231

Apéndice 1. El campesinado del Suroeste en la década del 20 / 239

Apéndice 2. El caudillismo regional / 251

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Apéndice 3. Materiales históricos previos e ideas para la investigación de las clases sociales en las estructuras agrarias del Suroeste (SJM). Aspectos técnicos y metodológicos / 259

Apéndice 4. Proletarización rural, capitalismo y clases sociales en el Suroeste (SJM). (Tendencias e hipótesis) / 309

Apéndice 5. Artículos publicados en el periódico local El Cable (1925 y 1935), por el escritor regionalista Manuel de Jesús Rodríguez Varona (1873-1956) / 345

Índice de cuadros / 355

Índice de ilustraciones / 359

Índice onomástico / 361

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Introducción

El presente trabajo pretende organizar los elementos históricos que hacen posible la explicación del proceso de establecimiento del capita­lismo en la agricultura de la región Suroeste, específicamente del valle de San Juan de la Maguana, desde fines del siglo xix hasta la confi­guración de las actuales relaciones sociales.

El intento permite una visión general de dicho proceso y de los procesos más específicos de diferenciación que sufrió el campesinado de la región en el siglo xx, la que ha estado dedicada principal­mente a la producción de mercancías agrícolas para el mercado interno.

Se trata de un esfuerzo de reconstrucción histórica y sociológi­ca, que comienza con los efectos del ca pital comercial, que es la forma primitiva del capital,1 hasta las formas agrocomerciales actuales, esfuerzo a ve ces somero en ciertos aspectos, con base en un trabajo de campo directo, que proporcionó, mediante fuentes de his toria oral, hilos conductores específicos e importantes para dicha reconstrucción.

En su globalidad, el intento es importante en nuestro país, si to­mamos en cuenta la inexistencia del trabajo de campo en las ciencias

1 «Históricamente, el capital, en su enfrentamiento con la propiedad de la tie-rra, se presenta en un comienzo y en todas partes bajo la forma de dinero, como patrimonio dinerario, capital comercial y capital usurario. Sin embar-go, no hace falta echar una ojeada retrospectiva a la protohistoria del capital para reconocer en el dinero su primera forma de manifestación.» (Karl Marx, El Capital, libro 1, sección tercera, México, Siglo XXI, 1982, pp. 179-180.)

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sociales en República Dominica, todavía escasamente desarrolladas e institucionalizadas.2

En realidad, este trabajo es el primero de tres partes del plan global que nos trazamos, las otras dos partes son: el estudio de la relación campesinado y capitalismo en la actualidad, y el de la fuerza de tra­bajo agrícola en condiciones de proletarización y semiproletarización, con lo cual tendremos una visión de conjunto de la región, la que tratamos como microformación social regio nal por sus características socioeconómicas específicas.3

A diferencia de otras regiones del país, en el valle de San Juan de la Maguana para 1920 no se puede hablar de subsunción for­mal del trabajo en el capital, ni por tanto, de la producción de plusvalor absoluto, porque el escenario estaba dominado por el ca­pital comercial, que es la forma primitiva de la relación capitalista como dominan te. El capital comercial, al igual que el usurario,4 corresponde a situaciones en las cuales «el capital ya apare ce des­empeñando determinadas funciones subordinadas, pero no en su función dominante, determinante de la forma social general, en su condición de comprador directo y apro piador directo del proceso de producción».5 La relación capitalista moderna, que se inicia como subsunción formal, se ha desarrollado, hasta cierto punto,

2 Dicha inexistencia casi total no ha permitido el conocimiento de procesos concretos de la formación social ni del descubrimiento de la problemáti-ca de la formación regional, como en otros países, por ejemplo, México y Brasil. Véase el trabajo de Héctor Díaz Polanco: Agricultura y sociedad en El Bajío, México, 1984, p. 8.

3 Sobre el concepto que proponemos de microformación social regional, véase el capítulo 4 de este trabajo. Sus características socioeconómicas son, entre otras: 1) región muy occidental distante del centro del país; 2) in-corporación tardía al mercado mundial; 3) formación tardía del mercado de trabajo; 4) predominio de comerciantes extranjeros, que sustituyen a los hateros de fines de siglo xix; 5) elites locales dominantes tradicionales muy cerradas en virtud del aislamiento del centro del país; 6) un campesi-nado tardíamente diferenciado, ideológicamente muy atrasado y con for-mas culturales reflejantes de ese distanciamiento; 7) ejercicio de un poder económico, político y social ligado a la iglesia, la región, el caudillismo, el espíritu de elite, el dominio directo de masas de hombres y mujeres en base a la tradición política, el patrimonialismo, etc. Véase nuestro análisis puramente económico de las relaciones de producción observadas en la microformación social regional.

4 K. Marx, El Capital, capítulo VI, p. 58. Véase el capítulo II del presente trabajo.5 K. Marx, El Capital, capítulo VI, p. 58

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15Introducción

a partir de esa forma, «que aquí y allá sigue constituyendo aún la fase de transición hacia la relación capitalista propiamente dicha».6

Cuando en la región del valle de San Juan de la Maguana, con el avance de la economía mercantil, se desarrolla la división del trabajo agrícola regional entre procesamiento y producción agrícola, y surgen las factorías agroprocesadoras, las agroindustrias y la producción agrícola capitalista, se puede hablar de subsunción formal del trabajo en el capital y, por tanto, de la producción del plusvalor ab soluto. Los campesinos mercantiles son sometidos por agroprocesadores (factorías y agroindustrias) y los obreros agrícolas proletarios y semiproletarios por el capitalismo agra rio.

Este proceso comienza a desplegarse a fines de 1940, cuando la especialización productiva empieza a cobrar auge, centrada en la producción de arroz y maní (y mucho an tes habichuela y maíz). Hacia 1970, la región del valle de San Juan de la Maguana puede considerarse ya una zona productora especializada en este tipo de alimentos para el mercado interno, con una división del trabajo consolidada entre agricultura y procesamiento industrial ligado a ella, un mercado de trabajo agrícola y la presencia de un ca­pitalismo agrario.7

El sometimiento de la fuerza de trabajo campesina al mercado de bienes, dinero y trabajo, en sentido general; el sometimiento de la fuer­za de trabajo obrera, proletaria y semiproletaria, al capital agrario y de factorías, muestra que latu sensu opera en la región a partir de este período señalado la lógica de va lorización del sistema y por ello la subsunción formal del trabajo al capital.8

El hecho más destacado aquí es la subsunción de las economías mercantiles campesinas al capital que opera en factorías arroceras y en agroindustrias recolectoras de maní para la elaboración industrial de grasas vegetales, como Industrias Lavador y la Sociedad Indus­trial Dominicana (La Manicera), y el surgimiento de un mercado de trabajo en la agricultura al que acuden miles de jornaleros y echa días

6 K. Marx, El Capital, capítulo VI.7 A propósito de este concepto, véase Vladimir Lenin, El desarrollo del capitalis­

mo en Rusia, capítulo I, Barcelona, 1974. 8 K. Marx, El Capital, capítulo IV; véanse los capítulos VI y VII de este trabajo. Véase

K. Marx, Capítulo VI inédito de El Capital, México, 1978.

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desprovistos de medios de pro ducción, gran parte de ellos en condicio­nes de semiproletarización.9

En el presente trabajo hablamos, con respec to al campesinado de la región, de dos procesos de diferenciación socioeconómica. El primero a principios del siglo xx, cuando intercambian con el capital comercial; y el segundo, hacia los años 40, cuando dicha relación se es tablece con el capital de factorías y agroindustrias.10

Hacia el 1900 se instalan comerciantes ex tranjeros en el medio ur­bano del valle de San Juan de la Maguana, de nacionalidad árabe e italiana, y algunos de descendencia española o directamente españoles y puerto rriqueños, que establecen negocios y almacenes, traen géneros de las zonas donde hay puertos (Azua, Barahona y la capital del país, que funciona como centro distante), esto es, telas, enseres diversos, combustible pa ra alumbrar, lámparas de gas, espuelas de caballos, cu­chillos, platos, machetes, etc. e intercambian con los campesinos.

Hacia los años 1910­1920 formalizan estos comerciantes una red mercantil, descrita someramente en el capítulo II, con la zona rural a través de compradores agentes comerciales, que adquieren productos agrícolas alimenticios y los traen a la ciudad mediante recuas,11 pro­ductos que eran sacados ya como mercancías agrícolas hacia fuera del valle por los comerciantes urbanos, los cuales tenían verdaderos centros de acopio.12

Ya para 1918 comenzaban los comerciantes a sustituir las recuas de animales y los recueros que viajaban a Azua y Barahona, y en­sanchar el intercambio in troduciendo vehículos de motor, en un valle distante hacia el occidente del país.

Los primeros vehículos de carga con motor de combustión interna fueron llevados al valle por estos comerciantes en 1918, y hacia los

9 K. Marx, El Capital, capítulo VI.10 Véanse los capítulos VI y VII del presente trabajo. 11 En el capítulo II describimos la red mercantil y en el III presentamos los me-

dios de producción que ya en 1915 habían logrado adquirir los comercian-tes. Véase el cuadro ‘‘Comerciantes extranjeros propietarios de tierras en el valle de San Juan de la Maguana (1900-1920). Red mercantil con el campe-sinado’’. Este cuadro fue construido con los datos que brinda El Libro Azul de Santo Domingo, publicado en 1920 en los Estados Unidos, y en 1976 en República Dominicana por la UASD, con presentación de Roberto Cassá.

12 En las fotos que incluye El Libro Azul de Santo Domingo se destaca el dato interesante de cómo ocupaban un mismo espacio la tienda de géneros (para ventas) y el alma-cén de acopio de habichuelas y otros productos comprados a los campesinos.

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17Introducción

años 1920­1925 eran propietarios de grandes extensiones, dedica das a la ganadería, mediante procesos de apropiación re feridos en el capí­tulo IV. El poder político y económico adquirido para ese período les permite francamente forcejear con el ingenio Barahona por los dere­chos de utilizar las aguas del río Yaque del Sur.13

Estas unidades de ganadería fueron transitorias, pues tan pronto comienza el cultivo de arroz en el valle, después de 1930, cambian los propietarios el uso del suelo y lo destinan principalmente, y sobre todo en sus zonas irrigadas, al cultivo de dicho producto, que despuntaba entonces como mercancía agrícola importante para el mercado interno. Dicho cultivo ya se había consolidado en otras regiones, e incluso se cultivaba desde fines del siglo xix en el Cibao, según comentarios de Pedro Francisco Bonó.14

Hacia el 1950 el valle de San Juan de la Ma guana entra en pro­cesos de especialización productiva y los comerciantes­terratenientes desarrollan las factorías agroprocesadoras, dando lugar a nuevos pro­cesos que son expues tos someramente en el capítulo VII.

En este último, nuestro trabajo presenta algunos elementos preli­minares de la relación cam pesinado y capitalismo en la región, con lo cual queda abordado lo más concreto de nuestra exposición, y se se­ñalan las clases y capas sociales ligadas a la agricultura de la región, aunque en forma todavía hipotética y embrionaria.15

13 Polémica importante vehiculada en el periódico local El Cable, dirigido por E. O. Garrido Puello, escritor, miembro de la elite local y relacionado con los caudillos en los años 1910-1920. Véase el apéndice IV, el cual recoge algu-nos artículos del escritor regionalista, prácticamente desconocido, Manuel de Jesús Rodríguez Varona, quien escribió varios materiales en el periódico semanario local El Cable y en el Listín Diario, actualmente recogidos en su totalidad en dos volúmenes, con notas, presentación, estudio introductorio, edición e ilustraciones de Angel Moreta, autor de este trabajo.

14 Emilio Rodríguez Demorizi, Papeles de Pedro Fco. Bonó, Santo Domingo, 1964. Véase el texto de Alejandro Angulo Guridi, incluido en dicha obra, en el cual polemiza con Pedro Fco. Bonó (p. 100 y ss.).

15 También este análisis se hace en forma somera, tomando en cuenta que co-rresponde propiamente a la segunda parte de nuestro plan global; por ello, cantidad considerable de datos empíricos quedan fuera de esta exposición. El objeto de esta primera parte es únicamente la explicación sociológica e histórica del establecimiento del capitalismo en dicha región.

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I. La región Sur y la provincia de San Juan de la Maguana

Ubicación de la región. generalidades

La región Suroeste está formada por siete provincias: Azua, Barahona, Independencia, Pedernales, San Juan de la Ma-guana, Elías Piña y Bahoruco. Tiene un área de gran tamaño, unos 14,500 kilómetros cuadrados, o sea, el 30% del territo-rio nacional. Su población para el año 1978 alcanzaba a casi 700,000 personas, el 13% del total del país.

Su densidad de población es de 38 habitantes por kilóme-tro cuadrado, más baja que la densidad promedio del país que es de alrededor de 100 kilómetros cuadrados.

Al norte tiene las estribaciones del macizo central; hacia el sur, las costas del mar Caribe; hacia el oeste, la frontera domi-nico-haitiana; hacia el este, la provincia Peravia.

Los ríos principales de la región nacen en la Cordillera Central; entre ellos está el Yaque del Sur, que recorre 200 ki-lómetros y muere en la Bahía de Neiba después de aumentar su volumen con el río San Juan. Es uno de los ríos más monta-ñosos del país, el que nace a mayor altura, el más im portante de la costa sur y uno de los cuatro más importantes de la isla. Sirve de límite provincial parcial entre Baraho na-Bahoruco y Azua-San Juan de la Maguana.

El río San Juan es el afluente principal del Yaque. Nace al noreste del Pico Duarte y pasa por La Maguana y San Juan, mo-jando el valle y reuniéndose al Yaque antes de Villarpando.

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La región Suroeste tiene una variedad de microclimas, con diferencias notables de precipitación y altitud; gracias a éstos, los campesinos pequeños cultivan una gran varie-dad de cosechas: café en las áreas elevadas, plátanos en las planicies donde hay agua de riego, habichuelas, guandul, tubérculos en todas partes. También se cultiva arroz y caña de azúcar en las fincas más grandes en forma empresarial, básicamente.

La región tiene un bosque xerofítico tropical seco donde tienen sus hábitats núcleos dispersos, pero importantes, de campesinos pobres que encuentran su base económica fa-miliar en actividades como la agricultura de tala y quema, la crianza de caprinos y la producción de carbón vegetal.

Los recursos naturales de esta región tropical es tán siendo agotados debido a la histórica tala de árboles pa ra explotar el carbón, la destrucción del bosque xerofíti co, la salinización de los suelos y la desertificación. Mu chas de estas actividades pueden atribuirse al campesinado, para la reproducción de su economía familiar, exageradamente precaria, pero también a empresarios capitalistas madereros que devastan el bosque tro-pical seco.

La región Suroeste es una de las más pobres del país y su sector agrario es poco desarrollado en el sentido «moder no» capitalista. Su producto per cápita regional sólo alcan za los 400 pesos anuales, lo que representa apenas el 45% del pro-medio existente en el país para los años 1977 y 1978. La distri-bución del ingreso es marcadamente desigual, apenas el 25%, aproximadamente, de la población económica activa, que se-gún el VI Censo Nacional de Población, era de más de 135,000 personas, tenía ingresos por encima de los 125 pesos mensua-les; el restante 75% percibía ingresos menores.1

Para la fecha de dicho censo, 1970, más de 88,000 ha-bitantes de la región, o sea, el 65.6% de la Población

1 Oficina Nacional de Planificación (ONAPLAN), Plandes 24, Región Suroeste, Santo Domingo, 1976; VI Censo Nacional de Población, tomo III, Santo Domingo, 1971; Secretaría de Estado de Agricultura (SEA), Medio am biente y recursos naturales, Santo Domingo, 1978; Santiago de la Fuente, Geografía dominicana, Santo Domingo, 1982.

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21La región Sur y la provincia de San Juan de la Maguana

Económicamente Activa (PEA), se ocupaban en las activida-des de agricultura, caza, silvicultura y pesca, La industria manu facturera apenas absorbían 9,500 personas, igual al 7.3% de la misma. Esto ilustra una tendencia, que todavía se mantiene, a un limitado crecimiento de las actividades ma-nufactureras, las cuales no tienen una gravitación significati-va en la re gión, pues en ella sólo se localiza un 4% de los es-tablecimientos industriales del país. Según datos del Plandes 24, Región Suroeste, de la Oficina Nacional de Planificación (ONAPLAN), las industrias clasificadas de acuerdo a la Ley 299 de Incentivo Industrial en el período 1968 -1978, alcan-zaron a sólo 9 establecimientos, con una inversión en capital productivo de 5.7 millones de pesos, suma que re presenta apenas el 2% de la inversión desembolsada en estímu lo a dicha ley, que ascendió a más de 336 millones de pesos en el período antes mencionado.

De igual modo, los préstamos del Fondo de Inversiones para el Desarrollo Económico (FIDE), entre mayo de 1966 y diciembre de 1978, es decir, en un período de 12 años, as-cendieron a 171 millones en todo el país, tocando a la región apenas 9 mi llones 260 mil pesos, que equivale al 5.4%. Y de los préstamos del Banco Agrícola, que sumaron casi 112 millones de pesos, fueron a la región apenas 14.6 millones, aproxima-damente el 13%. Lo mismo ocurre con los préstamos de los bancos comerciales.

Otras regiones del país, como el Centro Sur y el Ci bao, por ejemplo, captan el grueso del capital productivo y de las in-versiones que se realizan al amparo de la Ley de Incenti vo Industrial. Esta tendencia se acentuó en el período 1976 -1978, en el cual solamente se «clasificaron» dos industrias en la re-gión Suroeste.

La región cuenta con apenas algunas agroindustrias (a ex-cepción del azúcar, en Barahona), las cuales no trans forman el producto agrícola en la misma, sino que lo trasla dan a la capital como materia prima, casos como el maíz, el maní y el tomate. El mayor volumen de la producción agraria sale hacia fuera de la región, mayormente hacia la capital, que consume entre el 30 y el 40% de la producción nacional de este tipo.

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Al no tener sector de industria, los bienes manufacturados de subsistencia provienen de la capital, incluyendo algunos que salen como materia prima: grasas vegetales, pastas, hari-nas, tejidos, etc. con excepción de la leche, la cual, al menos en San Juan de la Maguana, se obtiene en la zona debido a la presencia de cierta ganadería.

Esta región para 1983 cubre el área más pobre del país, con los índices más elevados de desnutrición (58%), de mor-talidad in fantil (118 por 1,000), el número más elevado de ile-trados (42%), insuficiencias agudas en disponibilidad de agua potable (152 mil, de 2.5 millones de habitantes), vivienda y recursos de salud (6,065 personas por cada médico, cuando el promedio nacional es de 3.93).

Según informe sobre la situación de la vivienda en 1983,2 las zonas rurales de la región Sur-Suroeste son las que pre-sentan las condiciones más lastimosas, incluyendo la región Este del país, en las cuales el 80% de las viviendas presentan las siguientes características: pi so de tierra, sin acceso a agua corriente y utilización de letrina colectiva o ninguna letrina. Hay por encima de 109 mil viviendas en esas condiciones, lo que implica una pobla ción de alrededor de medio millón de habitantes viviendo en condiciones de extrema insalubridad. «Sólo la letrinización y el encementado de los pisos de esas viviendas significaría una reducción drástica de la tasa de mor-talidad, principalmen te de los niños menores de 1 año.»3

Los datos más recientes que existen sobre la desnutri-ción en el país se derivan de una encuesta realizada en 1983 (por la Secretaría de Estado de Salud Pública y Cáritas Dominicana), que abarcó una muestra de casi 13 mil niños me nores de seis años en distintas regiones. Según dicha inves tigación, los niños desnutridos en esa edad representan, pro porcionalmente, alrededor del 72%, siendo particular-mente más grave el problema en la región Suroeste, donde

2 ONAPLAN, Informe sobre la situación de la vivienda rural en República Dominicana, Santo Domingo, 1966.

3 Pablo Tactuk, «Un comentario al informe sobre la situación de la vivienda», El Nuevo Diario, 26-12-83; O. Vásquez Perdomo, «Situación nutricional en la región Suroeste», La Noticia, 7-11-82.

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la desnutrición de tercer grado afecta al 6% de la población de infantes encuestados.4

En los distintos informes oficiales y no oficiales que se han presentado sobre la realidad social del país en sus as-pectos sectoriales, se destaca siempre la región Suroeste como la más deprimida, particularmente sus zonas rurales en com paración con las de otras regiones, como la Norte y la Central-Sur, las cuales, según el Informe sobre la situación de la vivienda en República Dominicana, 1966, tie nen condiciones relativamente mejores.

Históricamente, como se verá, la región ha mante nido un aislamiento del centro del país, por la dificultad de las vías de comunicación terrestre: hasta 1930 no existió carretera que co-municara a Azua con San Juan de la Maguana, y todavía en la ac-tualidad no cuen ta con una vía de comunicación importante.

La región no desarrolló una base económica propia, a di-ferencia de otras, como la Norte, que les per mitiese subsistir adecuadamente y mantener una coherencia co mo región.

Existen pocos agentes económicos endógenos que dinamicen la región; el insuficiente desarrollo de la indus tria del Suroeste se explica en parte por la dependencia de las áreas más desarrolladas del país, situación desfavorable en factores de localiza­ción como transporte, energía, servi cios financie­ros, mercados, etc.5

El sector agrícola de la región Suroeste es poco de sarrollado en el sentido capitalista, pese a que, según esti mados que se han hecho en documentos oficiales, «tiene el po tencial de convertir-se en la frontera agrícola principal de la República Dominicana», dado el hecho de que apenas el 27% del área de la región se en-cuentra distribuida en fincas. Una gran cantidad de tierra aún pertenece al Estado o a co munidades.6 De más de 25 millones de

4 O. Vásquez, «Situación nutricional».5 ONAPLAN, Informe sobre la situación de la vivienda.6 SEA, Medio ambiente; ONAPLAN, Informe sobre la situación de la vivienda.

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tareas7 cultivadas en todo el país, 2 millones 700 mil, el 10.8%, pertenecían a la región. Y una población agrícola activa de casi 90 mil personas, el 17.7% de la PEA agrícola del país, tocaba a 31.5 tareas de tierras cultivadas por persona, mientras a nivel na-cional, para la misma fecha, 1970, una PEA agríco la de 502,191 personas tocaban a 51.6 tareas por habitante.

Existe un sector avanzado en la agricultura del Sur-Suroeste, cuyas actividades van dirigidas a la exporta ción, básicamente el azúcar. Opera a escalas de producción relativamente elevadas, utiliza tecnologías modernas con ni veles de productividad sobre el promedio de la región. Aquí habría que incluir los cultivos de arroz del valle de San Juan de la Maguana, hacia el occidente de la región, cuya producción y actividades van dirigidas al mer-cado interior de bienes de subsistencia, sector éste que, en su aspecto más «moderno», tiene altos niveles de inversión en capi-tal produc tivo (tecnología, etc.). Se utiliza estacionalmente una fuerza laboral barata para tareas de siembra, cosecha y recolec-ción, y los déficits temporales de mano de obra se resuelven par-cialmente en los cultivos de exportación, mediante la utilización de campesinos semiproletarios y jornaleros haitianos.

La actividad productiva azucarera vinculada a la exporta-ción, hacia el extremo sur, cuenta desde fines del siglo pasado e inicios del xx, cuando los más de 100 trapiches abrieron paso a los 4 ingenios que quedaron como fábricas de azúcar en Azua y Barahona, con un central azuca rero de gran importancia para esa zona, receptor de la ca ña de azúcar que proviene de un área agrícola de más de 191 mil tareas. La zona es la de mayor rendi-miento en toneladas de caña por hectárea, con un promedio de casi 90.0, cuando el promedio nacional es de 53.5 toneladas.

Hacia este extremo sur de la región existen tam bién activi-dades minero-extractivas que explotan bauxita, sal y yeso en forma primaria y se comportan como enclaves que generan un número reducido de empleos estables y concentran tecnolo-gía importada. La bauxita constituyó en 1973 el 43.3% de las exportaciones que hizo el país en di cho año.8

7 1 tarea = 629 m2 (aprox.); 1 hectárea = 15.9 tareas (aprox.). 8 S. de la Fuente, Geografía, p. 130; ONAPLAN, Informe sobre la situación de la

vivienda.

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La región, en consecuencia, hacia dicho extremo sur, pro-duce bienes para el mercado externo (azúcar y café) y pa ra consumo interno; y hacia su parte más occidental, que abar-ca el valle de San Juan de la Maguana y su coetáneo, el valle de Azua, produce bienes agrícolas para el mercado in terior (arroz y habichuela principalmente, víveres, maíz, maní y to-mate industrial).

De un total nacional de 1.4 millones de tareas arroceras, el Suroeste tenía 179,000, es decir, más del 12% en 1977. De habi-chuela roja cultivaba 503,763 tareas, de un total para todo el país de 694,388, o sea, el 72.5%, para ese mismo año.9 Igualmente en el cultivo del guandul (47%). En otros cultivos, incluyendo el arroz, la superficie sembrada es relativamente pequeña, com-parada con el total nacional, es decir, apenas el 16%.

La región tiene una estructura básicamente agrí cola en la cual coexisten unidades empresariales y econo mías campesi-nas numéricamente mayoritarias. Las primeras se vinculan a la producción de caña de azúcar, arroz, ha bichuela, al agro-procesamiento industrial del tomate, al café, etc. Trabaja con niveles de productividad y rentabi lidad relativamente elevados y gestión empresarial. En cambio, las economías campesinas se dirigen fundamentalmen te a la producción de alimentos bási-cos y al cultivo del café. Además, importantes sectores del cam-pesinado, en to da la región, encuentran la base económica de subsistencia en actividades como la agricultura de tala y que-ma, la pro ducción de carbón vegetal y la crianza de caprinos.

Según el VI Censo Agropecuario, de 43 millones de tareas que tenía el fondo agropecuario, 5 millones estaban dedicadas a bosques, la mayoría de los cuales corresponden a las zonas áridas y semiáridas del país, que son las zonas productoras de carbón vegetal en el sur y el noroeste del país, y que reciben menos de 60 y entre 60 y 85 centímetros de precipitación res-pectivamente en promedio anual.

De las diferentes actividades que llevan a cabo los campesi-nos de la región, según evaluaciones que se han hecho, la que causa efectos negativos más duraderos es la agricultura de tala

9 ONAPLAN, Informe sobre la situación de la vivienda.

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y quema. Los daños pueden notarse principalmente en las laderas empinadas en la sierra Martín García, sierra de Bahoruco, y en las laderas sureñas de la Cordillera Central y también en las de importan­cia como las de los ríos Yaque del Sur, del Medio y de Ocoa.

Solamente el campesinado más pobre se dedica a la elabo-ración de carbón, como ocupación principal, que cons tituye una fuente de vida para éstos; casi todo es transportado a las ciudades. En Azua hay más de 100 camio nes que trabajan a tiempo completo en el transporte de esta mercancía.

El Suroeste es la región productora de carbón más grande del país, se ha calculado aproximadamente dicha producción en 200 mil sacos mensuales, lo que representa un total anual de 2.4 millones de sacos.

Para 1971, según datos del VI Censo Agropecuario, había en la región Suroeste más de 53,000 explotaciones, de las cuales 646 unidades con extensión de 800 a 8,000 tenían 1.1 millón de tareas; y unas 41,480 fincas de menos de 80, apenas reunían 1.2 millones de tareas, equivalente al 76.4%. Existían, asimis-mo, 282 unidades de más de 1,600 tareas, que acaparaban 1.4 millones de tareas, el 26.1% del área total.

Esta estructura agraria latifundista-minifundista, muy mar-cada también en la región Este del país, comenzó a conformar-se desde 1950, cuando se constituyeron más de 180 mil nuevos minifundios en todo el país, reduciéndose su extensión prome-dio de 24.2 tareas en 1950 a 21.2 en 1960. En la región Suroeste habían, por ejem plo, en 1950, según el IV Censo Agropecuario, unas 3,600 unidades de menos de 10 tareas, y en 1970, 5,181 fincas de menos de 8 tareas, las cuales sufrieron un proceso de aca paramiento y pasaron a reducir su número de 5,382 explo-taciones en 1950 a 3,333 en 1960, aumentando su tamaño pro-medio de 366 en 1950 a 489 en 1960, aún cuando la super ficie global se redujo de 19.7 millones de tareas a 16.2 millones.10

Más adelante, cuando analicemos la concentración lati-fundista de las tierras del valle de San Juan de la Maguana,

10 Wilfredo Lozano, «La formación del proletariado en República Dominica-na», Problemática Rural en República Dominicana, Anales del IV Congreso Do-minicano de Sociología, Santo Domingo, 1983; IV Censo Agropecua rio, 1950. Cuadro No. 30; VI Censo Agropecuario, Vol. I.

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mostraremos los intensos procesos de descampesinización ocurridos en esa área entre 1950 y 1960, que tienen su inicio, no obstante, unos años antes de ese período. En toda la región Suroeste había en 1950 unas 3,628 unidades de menos de 8 tareas, en 1970 pasaron a haber 5,263 y en 1981 unas 7,604. Las unidades de 1950 tenían una superficie promedio de 9.2 tareas; las de 1970, unas 22.0; y las de 1981, alrededor de 23.1.

La tendencia de la región, según los datos de los censos agropecuarios, es hacia una minifundización progresiva, den-tro del mantenimiento de la polaridad la tifundio-minifundio. En el caso del valle de San Juan de la Maguana, como veremos, se producen importantes pro cesos de reconcentración terrate-niente que hacen posible, hacia el año 1960, un monopolio de las mejores tierras y demás recursos físicos de esa área, hasta llegar, en 1971, a 93 fincas con un tamaño promedio de 10,234 tareas, que acaparaban el 19.5%; unas 353,000 tareas de un fondo de cultivo provincial de 1.2 millones; y por otro lado, a unas 27,300 fincas de menos de 80 tareas (el 78.8% del total de tierras cultivadas de la provincia) con una superficie de 527.11

La región posee dos ejes de importancia que definen dos líneas funcionales dentro de la regionalización trazada por el Estado en 1968: una con centro en San Juan de la Maguana, se extiende a través de las ciudades El Cercado, Las Matas de Farfán y Elías Piña; otra con centro en Baraho na, se expande a través de las zonas urbanas de Neiba, Duver gé y Enriquillo, configurando ambos, sistemas de integración regional con la ciudad de Santo Domingo.12 Barahona funcio na como centro manufacturero, cuyos recursos mineros le dan un carácter de economía urbana de enclave con un papel agrí cola en segun-do rango, cuya producción, al igual que la del sector minero, va dirigida hacia afuera de la región.

San Juan de la Maguana, hacia el oeste, tiene una base agrí-cola y pecuaria, con suelos de las clases II y III dentro del valle, y cuyos recursos permiten obtener grandes rendimientos en la producción de arroz, ma ní y habichuela, todos destinados al consumo interno de bienes de subsistencia.

11 VI Censo Agropecuario, Vol. I.12 ONAPLAN, Informe sobre la situación de la vivienda.

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De igual forma, hacia el oeste (Azua, San Juan y Elías Piña) vienen organizándose en los últimos años, procesos de espe-cialización productiva basados en cultivos temporeros que ha-cen diferencia con Barahona en el extremo sur. En aquellas provincias había en 1971, 3.3 millones de tareas de cultivo, de las cuales el 37% correspondía a la provincia de San Juan de la Maguana, y más de la mitad de estas últimas, unas 648 mil tareas, se ubicaban en el valle, zona en la cual apenas habían 45 tareas sembradas de caña y cerca de 430 mil dedicadas a cultivos temporeros.13

Mientras en toda la región habían más de 160 ta reas sem-bradas de caña de azúcar, en toda la provincia de San Juan so-lamente habían 465 dedicadas a ese culti vo, lo cual contrasta con las provincias de Barahona, Baho ruco e Independencia, al sur, que tenían en conjunto más de 160 mil tareas dedicadas a la caña de azúcar, que representa el 5.5% de la superficie azucarera del país.

Esto explica que estas provincias que conforman el sur de la región se diferencian de las del oeste: mientras en aquellas los cultivos permanentes ocupan más de medio millón de tareas, en estas los temporeros abarcan más de 1.2 millones, el 23.4% del total de tierras de labranza dedicadas a cultivos temporeros del país y el 84.5% de los mismos en la región Suroeste.

Este último dato porcentual revela la importancia que en San Juan de la Maguana, Azua y Elías Piña tienen los cultivos temporeros en relación al total de las tierras en cultivo de la región Suroeste.

Muestra, asimismo, procesos de especialización productiva que desde hace años vienen dándose en San Juan y Azua; par-ticularmente en San Juan una producción de cerea les (arroz, maíz), leguminosas (habichuela, guandul) y oleaginosas que sirven, como el maní, de insumos al pro cesamiento agroindus-trial de aceites vegetales. Un fondo de cultivo de 1.2 millones de tareas (el 66.6% de la super ficie total de las explotaciones, que era de 1.8 millones), del cual unas 827 mil, que repre-senta el 66.4% de aquel, se utilizaban en cultivos temporeros.

13 Censo Agropecuario 1971, Vol. II.

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Apenas 156,267 tareas, en San Juan, se dedicaban a cultivos permanentes, es decir, el 12.5%, y 78,507 a pastos de cultivo, lo que hace un to tal de casi 235,000 tareas dedicadas a cultivos permanentes y pastos, o sea, un 19.5%.

El uso del suelo de labranza arroja un resultado histórico de un proceso que comenzó en 1920 y se desarrolló plenamente, en su sentido capitalista, hacia los años 1950, cuando en la re-gión Suroeste se le fi jó al valle de San Juan el papel, en la divi-sión social del trabajo, de productora de cereales y legumi nosas para el mercado interior.

De igual modo, dedicaba apenas 156 mil tareas de su fondo de cultivo a pastos permanentes y 77 mil (el 6.5%) a bosques y montes; a diferencia de Azua y Barahona, que de dicaban, respectivamente, el 14.8% y el 16% a montes y bosques,14 en contraste con la región Este y Central que de dican casi la mitad de la superficie en tareas a los pastos permanentes, y al extremo sur de la región de la que nos ocupamos, donde se produce el mismo fenómeno, aunque en me nor escala; en cambio hacia el extremo oeste, incluyendo el valle de San Juan de la Maguana, la proporción de pastos permanentes es menor.

Ello arroja el resultado de que en el extremo oeste, y bási-camente en el valle, la utilización del suelo, que hacia 1900 era básicamente ganadero, se oriente hacia 1970, más al cultivo de productos agrícolas que a la crianza y a los pastos.

En toda la provincia, apenas, como se vio, 78 mil tareas es-taban dedicadas a pastos cultivados, lo que representa el 6.2% de la superficie de labranza de la pro vincia y el 36.7% de las tie-rras dedicadas a pastos de cul tivos en toda la región Suroeste, que eran 213,823 tareas.

En el valle de San Juan apenas unas 48 mil ta reas estaban sometidas a pastos cultivados. Si tomamos en cuenta que éste se extiende en unas casi 649 mil tareas de superficie de cultivo, esto representa un 7.4%, lo que ex plica el desarrollo relativa-mente bajo de la ganadería, e inclusive un desarrollo regresi-vo comparado con años ante riores, cuando todavía no habían tomado impulso, antes de 1940, procesos de especialización

14 Censo Agropecuario 1971, Vol. II

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productiva de cereal y leguminosas, para el consumo interno, de mecanización agríco la y de concentración de las mejores tierras y recursos físi cos del valle, dentro de un proceso de in-tensificación del capitalismo en esa parte de la región.

Hoy en día San Juan de la Maguana es la provincia del Suroeste que presenta la mayor variabilidad de cultivos y las su-perficies más importantes de siembra. Es la mayor productora de habichuela, guandul, víveres, maíz, arroz y maní. La superfi-cie total sembrada era para 1975 de 564,932 tareas, es decir, el 32% de la superficie total sembrada en la región. Le sigue en rango, en cuanto a superficie sembrada, Barahona, con unas 334 mil tareas, de las cuales 220,248 corresponden al cultivo del café y más de 32,000 a víveres (plátanos). La provincia de me-nor desarrollo agrícola es Pedernales, con apenas 44 mil tareas de la superficie total sembrada de la región, o sea, el 2.5%.15

Cuadro 1 No. de explotaciones, superficie y tamaño promedio

en el Suroeste, 1971

Provincia No. de fincas

% Superficie (tareas)

% Tamaño promedio

El país 259,169 100.00 43,314,776 100.00 170D. N. 5,956 2.29 1,505,469 3.47 253Azua 9,743 3.75 1,041,630 2.40 107Bahoruco 4,849 1.87 543,674 1.25 112Barahona 5,700 2.19 1,116,419 2.57 196San Juan 21,989 8.48 1,807,989 4.17 82San Rafael 8,075 3.11 366,923 0.84 45Independencia 2,854 1.11 306,679 0.70 107Total Suroeste 53,210 20.51 5,183,314 11.93 649

Fuente: Censo Agropecuario 1971. Cuadro No. 1, Vol. II, p. 12 y ss.

15 ONAPLAN, Informe sobre la situación de la vivienda.

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33La región Sur y la provincia de San Juan de la Maguana

Según datos del VI Censo Agropecuario, en San Juan de la Maguana había 4,570 fincas sembradas de arroz, el 17% del total de fincas en estas condiciones en el país, con una super-ficie de más de 143 mil tareas, lo que repre senta el 93.2% de toda la superficie arrocera de la región, que era de más de 152 mil tareas.

Correspondió, además, el mayor volumen de produc ción, unos 336 mil quintales de 50 kilos, es decir, el se gundo lugar después de las provincias Duarte y La Vega, que tuvieron res-pectivamente 418 mil y 368 mil quintales, y tradicionales pro-ductoras de este cereal desde los años 1950.

En San Juan de la Maguana, casi el total de la producción de arroz que correspondió al año del VI Censo Agrope cuario, el 95% aproximadamente de unos 332 mil quinta les, fue desti-nado al intercambio, fenómeno que también se repite en las provincias mencionadas. En general, el 90% de la producción arrocera para 1971, ya se orientaba al mercado.

La producción de arroz de San Juan, en relación a toda la de la región Suroeste, que fue de 354,562 quintales de 50 ki-los, ocupó el 95%; el resto apenas al canzó a 24,860 quintales, una cantidad insignificante.

Este lugar de primer orden en la producción del cer eal, no solamente es con relación al Suroeste, sino también al Este y a la región Central, que apenas produjeron 145 mil quintales y 32 mil quintales respectivamente.16

el valle de san JUan de la MagUana. aspecto geográfico e histórico

Pertenece a la provincia del mismo nombre, la cual ocu-pa una extensión territorial de 3,560 kilómetros cuadrados, que representa el 26% de los 14,511 kilómetros cuadrados de toda la región Sur. Es una de las más gran des del país y se ubica hacia la parte occidental, que comprende, además, las provincias de Azua y Elías Piña. La otra parte de la región

16 VI Censo Agropecuario, Vol. II.

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se extiende más hacia el sur y el extremo sur, y convencio-nalmente se ha aceptado en diver sos documentos, que com-prende las provincias de Barahona, Bahoruco, Pedernales e Independencia.17

La agricultura de la provincia tiene un peso im portante en la producción de arroz, habichuela, maní y otros, como el maíz, y en ella se han desarrollado procesos y trans formaciones que constituyen el objeto de nuestro análisis.

El valle de San Juan posee una extensa llanura de cerca de 632 mil tareas, cultivables en su mayor parte con sistemas de riego que se alimentan de las aguas que aportan los ríos Yaque del Sur, Mijo y San Juan. Se ubica dentro de los 1,746 kilóme-tros cuadrados de tierra cultivable que tiene la provincia, el tercer lugar después del valle del Cibao, que dispone de 4,968 kilómetros cuadrados y de la llanura costera del Caribe, que tiene 5,140 kilómetros cuadrados. En el renglón de suelos no cultivables, ocupa uno de los últimos lugares.18

Dicho valle es el segundo del país por su extensión, des-pués del valle del Cibao. Comprende zonas irriga das hacia el este y el oeste, donde se desarrollan cultivos especializados de arroz, habichuela, pastos, sorgo, etc. Sus tierras son de buena fertilidad, de la clase II y III, con infraestructuras, por tanto, con buena renta diferen cial I y II.

Algunos autores lo sitúan, de norte a sur, desde las estriba-ciones de la Cordillera Central hasta la sierra de Neiba; y desde Elías Piña, al oeste, hasta Azua, al es te. Desde el punto de vista agrícola no tiene tanta extensión, pues en dirección al oeste, y al sur comprende vas tas porciones de bosque xerofítico, hacia donde fue empuja do históricamente el campesinado a medida que se intensifi caba la apropiación capitalista del valle.

La sierra de Neiba, al sur, se extiende desde la frontera has-ta el Yaque del Sur, río que la separa de la sierra de Martín García. Se levanta como una silla de caballo entre los valles de San Juan y La Hoya de Enri quillo que queda a unos 300 me-tros por debajo del va lle de San Juan y es una falla de la sierra

17 El VI Censo Agropecuario divide la región Sur en: Suro este (Azua, San Juan y Elías Piña) y Sureste, que com prende el resto de las provincias mencionadas.

18 S. de la Fuente, Geografía, apéndice A-9.

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de Neiba, tiene suelos poco cultivables que aparecen a lo largo de estrechos valles intramontañosos, pequeños y aislados.19

Dicha sierra se compone de altas montañas que se extien-den al sur del valle de San Juan y forman la divisoria entre las provincias de Azua y Barahona. A su este, separada de ella por el río Yaque del Sur, se encuentra la sierra de Martín García, la cual mira hacia los llanos de Azua al norte y hacia la bahía de Neiba por el sur.20

Con respecto al valle de San Juan, T. W. Vaughan en: Un reconocimiento geológico de la República Dominicana, de 1920, se refirie al período colonial, y decía que:

los que han viajado por la República [...] han es­crito interesantes relaciones de la belleza y la fertili­dad del valle de San Juan. Este valle está dotado por la naturaleza de una caída de lluvias mayor y más uniforme (sic) distribuida que la adyacente llanura de Azua, de manera que allí abunda más el agua para los fines del riego.21

Cronistas y viajeros, clérigos y funcionarios co loniales que escribieron informes y relatos de viajes y me morias sobre los recursos geográficos y las condiciones de vida de la colonia, se refirieron a la parte occiden tal de la región Sur elogiando y des-cribiendo sus ri quezas físicas. Uno de éstos, Diego Alcocer, en su Re lación sumaria del estado de la isla, de 1650, afirma ba que:

el valle de San Juan es de lindo temple, fres co y sano y que algunas veces hace muy gran frío. Cría se en él mucho ganado mayor y pudiera criar mucho menor porque se cría muy bueno. Alguno hay y se pudiera criar mucho si la falta de caudal no lo excusara.22

19 S. de la Fuente, Geografía, p. 60 y ss; T. W. Vaughan y otros. Un reconocimiento geológico de la República Dominicana, Santo Domingo, 1983.

20 T. W. Vaughan y otros, Un reconocimiento geológico.21 T. W. Vaughan y otros, Un reconocimiento geológico, p. 39 y ss.22 Citado por Víctor Garrido, Espigas Históricas, Santo Domin go, 1971 p. 330

y ss.; Emilio Rodríguez Demorizi, Enciclopedia domini cana del caballo, Ciudad Trujillo, 1960.

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Otra noticia de Alcocer sobre el valle en el siglo xvii es sobre la crianza de caballos:

ay en es te valle muchos caballos cerreros o como acá dicen, cimarrones, que todos los que quieren los cogen y se aprovechan de ellos. Es tanto el nú­mero de ellos que ponen admiración y es una de las maravillas del mundo […] dicen ay más de trein­ta mil caballos y los que se moderan al go dicen que más de veinte mil. Lo que admira más a los que no le han visto es que cuando van a espantar los ca ballos para que entren en los corrales empiezan a correr de una parte a otra y unos espantan a los otros de manera que puesta una persona en un lu­gar alto ve pasar un día entero caballos corriendo, que son tantos que hacen tem blar la tierra.23

23 E. Rodríguez Demorizi, Enciclopedia, p. 331. A la vida económica del valle en los siglos xvi y xvii, también se refirieron el padre Las Casas, Oviedo, el Lic.

Ilustración 3. Valle de San Juan de la Maguana. Recreación de la geógrafa Sandra Black

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37La región Sur y la provincia de San Juan de la Maguana

En el siglo xvi el valle era rico en crianza de animales y ganadería; aún cuando existían en él más de do ce grandes hatos, el área estaba prácticamente despoblada. Al informar sobre los pueblos que habían sufrido despoblamientos en el siglo xvi, antes de las devastaciones de 1606, Juan López

Velasco, cosmógrafo-cronista, en su trabajo Geografía de la Isla Española, reporta que la «villa de San Juan de la Maguana, en el medio de la isla, entre la ciudad de Santo Domingo y La Yaguana, cuarenta leguas de uno y otro pueblo, ha quedado

Echagoian (Relación de la isla Española), Antonio Sánchez Valverde (Idea del valor de la isla Española), incluidos en Relaciones históricas de Santo Domingo, E. Rodríguez Demorizi (editor), Santo Domingo; Juan López de Velasco (Geografía de la isla Española), Andrés Núñez de la Torra (Relación sumaria), incluidos en Relaciones geográficas de Santo Domingo, E. R. Demorizi (editor), Santo Domingo, 1978; M. L. Moreau de Saint-Mèry, Descripción de la parte española de Santo Domingo, Santo Domingo, 1978.

Ilustración 4. Parajes y secciones de San Juan

Recreación de la geógrafa Sandra A. Black

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en él la iglesia y la gente de dos ingenios de azúcar que hay allí juntos».24

Después de las devastaciones, la zona comenzó a repoblarse ya avanzado el siglo xvii. Andrés Núñez de la To rra, en su fo-lleto de 10 páginas impreso hacia 1662, informa haber encon-trado que la villa de San Juan «tendrá 50 vecinos, (y) socorre con 200 hombres».25 Pero hacia fines del siglo xviii, en 1796, cuando Moreau de Saint Mèry publicó su Descripción de la parte española de Santo Domingo, dio noticias de la existencia de 3,600 habitantes en 1764, y de 5,000 en 1796.26

El pueblo actual de San Juan no fue comenzado, sino muy entrado del siglo xviii, y en 1764 estaba todavía considerado como nuevo. Tenía entonces pocas casas, pero hoy es bastante importante. Está como a trescientas toesas del río Neiba, el que [...] se encuentra al norte y al oeste del pueblo. La causa de su establecimiento fue la multiplicación de los hatos y el alejamiento en que sus hateros se encontraban de sus parroquias. En 1764 había tres mil seiscien­tos habitantes [...] de los cuales trescientos estaban en condiciones de llevar armas. Actualmente, esta población es de cerca de 5 mil habitantes.27

En el siglo xviii la ganadería tomó impulso, no sólo en la región de San Juan de la Maguana, sino en la parte española, y se convirtió en el medio de vida de mayor trascendencia. El hato ganadero hizo la forma más importan te de propiedad privada. El presbítero Carlos Nouel, en su trabajo Límites parro­quiales, de 1885, da cuenta de la existencia de más de 25 hatos en la zona de San Juan «que no están cercanos a la villa».28

Este impulso de la crianza estuvo motivado en el hecho de que la parte occidental francesa de la isla «le adjudicó a su

24 E. Rodríguez Demorizi, Relaciones geográficas, p. 25.25 E. Rodríguez Demorizi, Relaciones geográficas, p. 75.26 M. L. Moreau de Saint-Mèry, Descripción, p. 256.27 M. L. Moreau de Saint-Mèry, Descripción, p. 256.28 E. Rodríguez Demorizi, Relaciones geográficas, p. 337.

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vecino oriental el papel de suministrador de carnes», en una coyuntura en la cual aquella colonia se encontraba en el auge de su desarrollo económico.29

Hasta la implantación de los modernos estableci mientos azucareros, a partir del último tercio del siglo xix, hubo una división regional del trabajo que comenzó a desarrollarse a mediados del siglo xvii, como conse cuencia del decaimiento de la minería, primero, y de las despoblaciones después, y que alcanzó su auge en el siglo xviii. Se trata de que la parte coste-ra del Sur, básicamente alrededor de Azua, continuó dedicada a la produc ción de azúcar, con métodos tradicionales de fa-bricación; y el Norte, el Este y los valles del Oeste (Azua y San Juan) se dedicaron a la ganadería.30

Si esta división se mantuvo hasta 1870 aproximadamente, con el auge azucarero que comenzó en esa misma fecha se alteró la estructura económica y social del país. Los terrenos privados más grandes se encontraban en la re gión Este, los hatos ganaderos, y al oeste de Azua y Baní, donde estaban las plantaciones tradicionales de azúcar. En el valle de San Juan, al occidente, había numerosos hatos ganaderos pero por su número parece que no eran de un tama ño exagerado.31

Los más de 200 trapiches o fábricas tradicionales de azúcar existentes alrededor de Azua, según Informe de la Comisión de Investigación de los Estados Unidos, desapare cieron para dar paso al establecimiento de tres ingenios mo dernos; pero más al oes-te, en el valle de San Juan de la Ma guana, continuó la crianza de animales y la actividad ganade ra, situación que comenzó a modificarse, como veremos, en trado el siglo xx.

La ausencia casi total de medios de comunicación hizo que las regiones llevaran una existencia casi autár quica que no permitía la producción para un mercado inter no o externo a no ser, como afirma Hoetink, que el área de producción estu-viera cercana de los puertos naturales, como en Azua, o que:

29 Harry Hoetink, El pueblo dominicano. 1850­1900, Santiago, 1972.30 H. Hoetink, El pueblo.31 E. Rodríguez Demorizi, Relaciones geográficas, informe citado de Carlos

Nouel, p. 336 y ss.

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el producto mismo se prestara al transporte irre­gular y rudo por los ríos, como era el caso de las maderas de la Línea Noroeste al sur de Montecristi y alrededor de Barahona. Finalmente, donde los productos agrícolas eran de suficiente valor y apro­piados para el transporte ligero, como el tabaco y el cacao, se podía resolver el pro blema del transporte, aunque en forma primitiva, con el uso de animales de carga. En cambio, el ganado se transporta ba así mismo.32

Durante la colonia, cada región se diferenció de acuerdo al tipo de producción y de recursos que poseía. Abandonada y semidespoblada, la colonia produjo regiones con existen-cia autárquica, microformaciones sociales que se dedicaban a producir, como el Cibao, víveres y tabaco; la ganadería en el Este y hacia el occidente de Azua y el valle de San Juan, y azúcar, mieles y madera en el Sur.

Según el informe citado de la Comisión Americana de Investigación, para la tercera década del siglo xix Azua produ-cía azúcar, maderas y mieles.

La común o distrito de Azua, en 1863, contenía 7,550 ha bitantes. Produce anualmente de 20,000 a 30,000 quintales de cera, 400 quintales de re­sina de guayacán, 500 tonela das de fustete, 100 toneladas de campeche, 30 toneladas del Brasil y cantidades más pequeñas de madera satén, pa lo de rosa, palo cochinilla.33

Mas al occidente, hacia San Juan de la Maguana, donde no había puertos naturales como el de Azua, se sintieron más tardíamente las consecuencias del auge azucarero y de la im-plantación de más de 30 ingenios modernos; la inexistencia de vías de comunicación hizo su existencia más autárquica

32 H. Hoetink, El pueblo, pp. 14-15. 33 E. Rodríguez Demorizi, Relaciones geográficas, informe citado de Carlos Nouel,

p. 261.

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que las otras regiones y continuó con el pastoreo y la crianza de animales hasta principios del siglo xx.

Todavía en 1920, según el censo de ese año, en el valle, más específicamente, en Punta Caña, se encontra ba el mejor cria-dero de caballos del país.

La parte oeste de la región Sur, al sufrir más tardíamente procesos de expansión capitalista, generará características di-ferentes de desarrollo del capitalismo que necesariamente no son homogéneas con aquellas vincu ladas al auge y la moder-nización azucarera.

Hacia 1910 todavía no se habían sentido plena mente los efectos del aumento del valor de la tierra, por tanto, apenas se iniciaban las particiones, la mercanti lización de las tierras del valle y la superación del sistema de terrenos comuneros, que en otras regiones ha bía hecho crisis como resultado del alza en el valor de la tierra.

Hacia 1920 no habían alcanzado todavía una importancia económica decisiva procesos de desarrollo del capi talismo en la agricultura para el mercado interno en San Juan de la Maguana, y es probable que en toda la región Sur. En las de-más regiones del país, la vinculación de la producción cam-pesina al capital se daba sobre la ba se de las relaciones co-merciales que mantenían producto res campesinos con una red de intermediarios, prestamis tas y exportadores (tabaco, cacao, etc.), dentro de todo un sistema económico que, tras el dominio de la burguesía exportadora, localizada en las prin-cipales ciudades de la región del Cibao, ponía a depender al campesina do, en el grado de su vínculo mercantil, del mer-cado mun dial.34

Este fenómeno de sometimiento mercantil del campesina-do a una economía de exportación, no se producía a princi-pios del siglo xx, y es probable que tampoco hacia los años veinte, en la zona del valle de San Juan de la Maguana. De hecho tal sometimiento se produjo, pero vinculado a grupos mercantiles locales. Ello constituyó la primera diferenciación del campesinado, a partir de los años veinte.

34 W. Lozano, «La formación del proletariado».

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En la provincia de Azua, de la cual San Juan era parte, se producía para exportación en el siglo xix, pero es probable que la zona occidental, al oeste de Azua, no estuviese involucrada en esa red comercial, ya tradicio nal en la región del Cibao.

A propósito del problema regional que se susci tó entre al-gunos intelectuales del siglo xix, entre ellos Pedro F. Bonó y Angulo Guridi, este último discute con el pri mero sobre la importancia de las regiones, tratando de de fender la idea de que todas las provincias, en tanto sean agrícolas, tienen la mis-ma importancia para la vida nacio nal. Sale a relucir que las provincias del Cibao:

producen mucho tabaco, es verdad, pero las de Azua y Santo Domingo producen mucho azúcar, (que se exporta no sólo al extranjero), y mucha madera, y mucha cera, amén del almidón, de cueros y granos, que tanto se exportan por allá como pue den exportarse por aquel puerto. Y no se olvide que también se empieza a cosechar mu­cho y buen tabaco en las provincias del Seibo y de Santo Domingo [...] Lo repetimos: que en un lugar de una misma nación se produzca mayor cantidad de cierto artí culo que en otro, y ni aun el que en uno se coseche trigo, por ejemplo, y en otros café o azúcar, no altera en ningún sentido la unidad o analogía de los intereses comunes [...]35

La región Sur estaba, ya a fines del xix, aunque en menor medida que el Cibao, involucrada en relaciones comer ciales con el mercado mundial, a través de los productos que se han mencionado: maderas, cueros, mieles, azúcar, cera, al midón y granos. Necesariamente no era una producción campe sina; además, tomando en cuenta la despoblación tradicional de la región, se puede suponer que más bien eran productos mer-cantiles agenciados por comerciantes.

35 E. Rodríguez Demorizi, Papeles, Santo Domingo, 1964, p. 115.

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Las regiones del país se fueron incorporando de ma nera desigual al capitalismo, unas más tardíamente que otras. La región Este lo hizo a través de la industrialización azu carera; la del Cibao, a través, básicamente, de una agricultura mercantil de exportación, proceso a través del cual se generó el tradicio-nal lazo mercantil del campesinado con re des de intermedia-rios, prestamistas y exportadores; el Sur a través, también, de una agricultura de exportación, pero hacia el occidente, San Juan de la Maguana, Elías Piña, etc., el proceso cobró auge ya entrado el siglo xx.

Fue una región que se mantuvo distante. José R. Abad na-rra y describe, en su Reseña general geográfico­estadística, cómo eran los «caminos del oeste» y las dificultades y vicisitudes que lo acompañaron, a fines del xix, por un camino real de Azua a San Juan de la Maguana.36

Esta parte del Suroeste, incluyendo el valle, hizo su incor-poración al capitalismo a través de una acumulación por vía comercial de grupos burgueses locales vinculados hacia el centro del país con la burguesía comercial, a través del co-mercio con Haití y puntos importantes de la región Sur, Azua y Barahona.

La acumulación regional del Suroeste estuvo centrada en su comienzo con el comercio urbano y urbano-rural. Todavía en 1920 existía fundamentalmente una agricultura de subsisten-cia, que ya comenzaba a descomponerse sobre la base de su incorporación a la producción de valores de cambio y sus víncu los con una red de intermediarios y burgueses mercanti-les urbanos locales.

36 José Ramón Abad, Reseña general geográfico­estadística de la República Domini­cana, Santo Domingo, 1993, p. 35 y ss. Véanse los apéndices números I y IV, en los cuales se recogen textos de 1920, de los escritores Víctor Garrido y Manuel de Jesús Rodríguez Varona. El Archivo General de la Nación (AGN) publicará una compilación en dos volúmenes inéditos de los trabajos de este último autor, muchos de ellos recogidos del periódico local El Cable, ya desaparecido; a saber, Sociología aldeana y otros textos (Vol. I) y Artículos (Vol. II), con estudio introductorio de Angel Moreta.

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II. Inicios del desarrollo capitalista en el valle de San Juan de la Maguana

antecedentes

La región Sur en el siglo xix tenía más de 200 trapiches (fábricas tradicionales de azúcar) y hacia el último tercio del mismo mantenía relaciones de producción liberadas del lastre de las relaciones esclavistas. Los varios centenares de molinos azucareros empleaban desde hacía más de medio siglo una mano de obra libre.

No obstante, había en su organización económica ciertos principios semifeudales, por ejemplo, un maestro azucarero con sus ayudantes. Este principio de organiza ción les impedía convertirse en modernos ingenios o en fábricas de azúcar más o menos avanzadas.

A fines del siglo xix, el auge azucarero desencadenado como consecuencia de grandes inversiones extran jeras en esta rama de la producción, provocó como efecto estructural el decaimiento de la producción azucarera tradicional del Sur a base de trapiches,1 y de la ganadería en la región Este.

Los trapiches del Sur decayeron completamente en un pro-ceso transicional que, según algunos autores, marcó el paso de relaciones de producción precapitalistas a rela ciones capitalistas en esta rama. En la región, los tra piches van a ser reemplazados

1 H. Hoetink, El pueblo, capítulo I; Andrés Cortén y otros, Azúcar y política en la República Dominicana, capítulo I, Santo Domingo, 1978.

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por unos cuatro ingenios, y en todo el país, varios cientos de aquellos serán sustituidos por menos de 30 ingenios.2

Hostos constató que «los trapiches que hormigueaban en los campos del Sur, han ido desapareciendo rápidamente y el trabajador de todas estas comarcas ha ido abandonando su producción en corta escala por convertirse en agente de la producción en gran escala».3

En Azua quedó un ingenio, tres en Baní, dos en San Cristóbal, San Pedro de Macorís y Samaná, trece en la capital y uno en Puerto Plata. Y para 1920 existían tres ingenios en Azua y uno en Barahona.4

La región Sur continuó dedicada a la producción de made-ras, mieles, cera, etc., dentro del modelo mercantilista que se configuró en el siglo xix a base de la «acción condicionante» del capital comercial sobre la economía.5 El renglón principal donde éste actuaba en la región eran los cortes de madera, y en menor importancia, los cueros, el ganado, las mieles y la cera, los cuales alcanzaron una mercantilización considerable.

Pese a que el funcionamiento de la economía de la región estaba condicionado por la actividad del capital comercial, ya tradicional, por ejemplo en el tabaco en la región del Cibao, continuaron existiendo renglones de economía de subsisten-cia, que particularmente hacia San Juan de la Maguana se con-servarían todavía hasta la década de 1920.

Hacia la parte occidental de la región Sur, o sea, el valle de San Juan de la Maguana básicamente, y todas las localidades adyacentes, para fines del xix y principios del xx, la ganadería entró en crisis y fue siendo sustituida en parte por la agricul-tura de alimentos, que entonces permanecía principalmente como agricultura de subsistencia.

El capital comercial era muy débil y no tuvo un área dónde actuar en forma predominante. Entrado el siglo xx comenzó

2 A. Cortén, Azúcar.3 E. Rodríguez Demorizi, Hostos en Santo Domingo, Vol. I, Santo Domingo,

1939.4 Censo de 1920, p. 19.5 Roberto Cassá, «Acerca de las relaciones capi talistas de producción en la

República Dominicana», Realidad Contemporánea, No. l, Santo Domingo, 1975.

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a actuar colocando mercancías entre los produc tores agrarios y mercantilizando productos distribuidos a base de la explota-ción comercial de los productores direc tos.

En 1887, según noticia de Víctor Garrido, San Juan de la Maguana era una «aldea enyerbada» en la cual los la drones se robaban los animales en la plaza pública para picarlos al día siguiente en el mercado, «dentro de la mayor impunidad». El mercado era fundamentalmente agrícola, de carnes y otros productos ganaderos. «Los alborotadores campesinos se adue-ñaban del pueblo los sábados y miércoles, días de mercado, con sus bebentinas y pendencias.»6

A nivel político predominaban las jefaturas cau dillistas locales, cuyo máximo exponente era el compadre de Ulises Heureaux, general Wenceslao Ramírez, nombrado por éste general de brigada en 1884 y jefe comunal de San Juan de la Maguana en 1887. Más adelante se analizará el papel de estos caudillos locales en la apropiación privada de los terrenos co-muneros y ejidales, proceso que en otras regiones se produjo a manos del capital azucarero.

En todo el valle imperaban las sabanas, las cua les, según un autor de la región, «eran una fuente de deleite espiritual».

[...] Las sabanas ofrecían no sólo el verdor de su suave al fombra de gramas, sino la majestuosi­dad de sus ilimitados horizontes; todas las tardes... las sabanas sentían holladas la paz de sus sende­ros por grupos de honestos jóvenes de ambos sexos, en pos de soledad y misterio para sus enamorados corazones en los encantos de la llanada [...]7

Sobresalían la sabana del pueblo, la de Solorín para los pa-seos pedestres, las de Mogollón, Jínova, Juan de Herrera, Hato del Padre, Santomé, Chalona, Suárez y Buena Vista «para los paseos a caballo efectuados en abi garrado grupo de amazonas y jinetes».8

6 E. Víctor Garrido, Espigas históricas, Santo Domingo, 1971, p. 262.7 E. O. Garrido Puello, Espejo del pasado, Santo Domingo, 1979, p. 37 y ss.8 E. O. Garrido Puello, Espejo.

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Cuando terminaba el verano se iniciaba el perío do de la recogida del ganado sabanero. «Era la época del ordeño en grande escala, de estampar la vacada mostrenca y de gran ac-tividad en los hatos. Los vaqueros iban y venían con el lazo sobre la silla, mostrando sus habilidades profe sionales, duchos en enlazar un toro o tumbar una res.»9

La residencia de los hateros tenía la casa prin cipal con sus anexos, corrales para las distintas clases de ganado y vivienda para los peones.

Las relaciones sociales en los hatos ya habían venido mo-dificándose en todo el país; se habían intensifi cado formas contractuales entre los trabajadores y los propietarios, sea me-diante pago de salarios en especie o en dinero, sea mediante obligaciones de trabajo a cambio del disfrute de tierra, etc.10

Los hatos tenían cierto peso social por cuanto eran unidades con relativa autosuficiencia y se vinculaban más al mercado in-terno, que ya era más o menos importante para fines del siglo xix, y particularmente con Haití había un importante comercio.

En la región la ganadería tenía un peso importan te, y ha-cia el extremo sur, Barahona, imperaban los cortes de ma-dera preciosa. En ella se daban relaciones mercanti les, pero muy débiles hacia el valle. Las memorias redac tadas por E. O. Garrido Puello, oriundo de la región, mues tran que en los hatos se confeccionaban «quesos amasados, muy sabrosos, y mantequilla».

La leche y el queso carecían de valor comercial por su abundancia y porque era una industria doméstico-rural gene-ralizada. Ya bien entrado el siglo, cuando ha bía crecido la po-blación urbana, se organizó una lechería y la botella se vendía al precio írrito de dos centavos. La carne se vendía a cuatro centavos la libra, los huevos a cinco por cuatro centavos, un pollo por cinco centavos, las telas muy baratas y los jornales muy precarios.11

Las relaciones mercantiles se daban vinculadas a la gana-dería; San Juan de la Maguana vendía carnes a la re gión del

9 E. O. Garrido Puello, Espejo.10 R. Cassá, «Acerca de las relaciones».11 E. O. Garrido Puello, Espejo.

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Cibao, Santo Domingo y Haití. Además, productos derivados de ella, como los cueros.

La población de la región en su gran mayoría estaba dedi-cada a actividades agrarias, y tenía acceso a la tierra. Se han apuntado algunos factores para expli car esto. Primero, la baja densidad demográfica provoca ba la existencia de enormes zo-nas desocupadas; segundo, debido a la debilidad económica generalizada, las tierras no tenían gran valor. En tercer lugar, no existía una clase agraria dominante de importancia que opusiera resis tencia a la configuración de la pequeña propie-dad agraria libre.12

Solamente entrado el siglo xx cobrarán importancia las operaciones de capital comercial. A diferencia de otras re-giones, se nutría so bre la base de un sistema de explotación y sometimiento de aquel campesinado en el cual la relación mercantilista había cobrado vigencia, vinculado al modelo agroexportador, en esta región dicho capital se desarrolló más tardíamente debido a la presencia casi absoluta de un campe-sinado de subsistencia autárquico, que dependía de un merca-do urbano débil para la adquisición de algunos bienes, y que comenza ba a transformarse vinculado al mercado interior.

Con la decadencia de la ganadería, que por lo de más, como se mencionó, tenía una baja mercantilización, y en la cual no operaba un capital comercial importante, la agricultu-ra campesina comienza a sustituirla y se vincula parcialmente al sector comercial, con el que pasó a realizar transacciones mercantiles, a las cuales nos referi mos más adelante. Dicha agricultura campesina autárquica comenzó a transformarse hacia la década del 1920.

Las zonas urbanas de la región tenían apenas im portancia como centros comerciales, residencia de produc tores agrarios y de ubicación de la administración pública. Ello ocurría para todo el país en el siglo xix, pero más tardíamente en la zona por cuanto el capital comercial que determinaba el funciona-miento de la base económica de la formación social regional, actuaba en renglones muy exiguos.

12 R. Cassá, «Acerca de las relaciones», pp. 40 y 42.

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Ilustración 5. División política de la región Suroeste, R. D., 1983

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el capital coMercial y el caMpesinado

En el período 1890-1930, en otras regiones del país, las econo-mías campesinas se enrolaron a vínculos mercantiles en función de la producción para exportación a través del capital comer-cial y usurario.13 La fronte ra agrícola no agotada, el bajo precio de la tierra y la débil presencia de las relaciones de producción capitalis tas son factores que no coadyuvarían a la afirmación de un proceso de descampesinización que generase una importante oferta de fuerza laboral para la producción azucarera.

Las economías campesinas planteaban estructuralmen-te una débil oferta de fuerza de trabajo al mercado la boral abierto por los ingenios. En el Suroeste, en cambio, el someti-miento del campesinado es al capital comercial y usurario en función de producción para el mercado interno, proceso que en el valle de San Juan de la Maguana se produce en el perío-do que va de 1910-1920 en adelante. En esta parte oeste de la región Sur la lógica mercantilista se desarrolla más tardía-mente: frontera agrícola no agotada en una zona en la que no hubo enclaves azucareros ni industrialización correspondien-te a ellos, con una débil extensión de rela ciones capitalistas, un fuerte peso de la producción cam pesina autárquica; estos factores no permitirían la genera ción de una fuerte oferta de fuerza de trabajo, si no más allá del 1940.

Solamente a partir del 1940, con el desarrollo de procesos latifundistas de concentración de medios de producción, se va a producir una cierta oferta de fuerza laboral para las uni-dades arroceras y un proceso de trans formación de las econo-mías autárquicas en mercantiles.

La especialización arrocera de las unidades campesinas mercantilizadas, más la correspondiente a las fin cas empresa-riales, serán elementos que conducirían en for ma importante al surgimiento de un capital-dinero vincula do a la operación de factorías y agroprocesadoras de arroz.

Hasta hoy este capital depende estructuralmente en la re-gión de las economías campesinas mercantiles.

13 R. Cassá, «Acerca de las relaciones»; W. Lozano, «La formación del proleta-riado», p. 22.

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El proceso de generación de un proletariado agrícola, en este contexto de preservación de economías campe sinas mer-cantiles, será peculiar porque creará grupos hete rogéneos proletarios y semiproletarios.

En la zona del valle de San Juan de la Maguana, el capital co-mercial actuaba en actividades exiguas, como ya se vio; solamen-te entrado el siglo xx comenzó a actuar colocando mercancías entre los productores agrarios, que eran traídas básicamente del centro del país, y mercanti lizando productos distribuidos a base de la explotación comercial y usurera de los campesinos.

Se ha expuesto la estructura del comercio en el sistema mercantilista del siglo xix,14 básicamente en lo referente a los cultivos de exportación: una burguesía mercantil conectada con comerciantes más pequeños, de escala local y regional, con los cuales comparte ganancias a tra vés de niveles de pre-cios para las mercancías, a base de la explotación usurera y comercial de los productos directos. En esta estructura, la ga-nancia comercial provenía de varios mecanismos, tales como préstamos en especie o de géneros de consumo cobrables con la cosecha y con recargo de interés, ventas a altos precios de mercancías importadas, compra forzada de las cosechas, etc.15 Este modelo, que operó fundamentalmente en el cultivo taba-quero, define un esquema cuyo eje de acumulación se sitúa en la ganancia comercial y usuraria.

El «comercio de frutos» comenzaba a existir para principios de siglo en la región, pero no había todavía establecimientos comerciales con escaparates y mostradores.16 Sin embargo, existía desde fines del xix un mercado urbano que funciona-ba los días miércoles y sábado; a él acudían com pradores y co-merciantes informales que llevaban sus productos a lomo de burros y mulos desde los lugares donde estaban almacenados. Algunos comerciantes eran representantes de compañías es-tablecidas en Azua, como la de Julio Coean y Compañía, la de José Lench, los Recio, etc. Estos comerciantes azuanos funcio-naban en enlace; recibían géneros (cera, mieles, cueros etc.)

14 R. Cassá, «Acerca de las relaciones»; H. Hoetink, El pueblo.15 H. Hoetink, El pueblo.16 E. O. Garrido Puello, Espejo, p. 47 y ss.

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y comestibles (habichuela) que venían en recuas desde San Juan de la Maguana; a su vez, proporcionaban géneros que venían de la capital (tejidos, fósforos, etc.) y que eran trans-portados al valle de San Juan.

Este movimiento también tenía que ver con Haití, a través de la frontera. San Juan era una zona tradicio nalmente vincu-lada al intercambio con dicha nación. Grupos de comerciantes pequeños se ocupaban, casi siempre en forma de contraban-do, de colocar en ese vecino país géneros como pieles, cera, etc., además de ganado. Los negociantes re gresaban de Haití con toda clase de artículos y chucherías: seda, fuerte azul, pur-ciana, alabanza, pañuelos, perfumes, lozas, clerén, ajo, cabulla y otros.17 Una parte de estos artículos atravesaba la frontera legalmente a través de las aduanas terrestres. Otra parte lo hacía en forma de contrabando, «que fue la ley de la frontera, formándose al amparo de esa ilegítima manipulación un pro-ductivo comercio».18

Este comercio con el vecino país data de la épo ca colonial, pero el mismo recibió un fuerte golpe cuando, como conse-cuencia de la Convención dominico­americana, los intereses nor-teamericanos interceptaron las aduanas del país, y se formó un cuerpo de carabineros con la misión de vigilar las fronteras con Haití.

Los alcances del contrabando eran tan extraor­dinarios y sus raíces tan hondas, que dio lugar a un grave y trágico incidente ocurrido en Las Matas de Farfán en el año 1906. Un fuerte contrabando perteneciente a distintos comercian tes del lugar fue sorprendido y decomisado. Cuatro funcio narios de aduana de nacionalidad yankee se encontraban en dicha población con motivo de la ocurrencia. Los perju dicados, cerrados a toda avenencia, exi­gían la entrega de la mercancía en forma enérgica y violenta, a mano ar mada. Al ser la petición de­negada atacaron la oficina, pereciendo en el asalto

17 E. O. Garrido Puello, Espejo.18 E. O. Garrido Puello, Espejo.

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dos de los yankees, salvándose los otros dos porque pudieron huir hacia Comendador donde estaba el cuartel de los carabineros [...]19

A su vez, comerciantes pequeños de Haití fre cuentaban el mercado urbano ya establecido en San Juan de la Maguana, y pagaban con la moneda de su país, la cual circulaba en pa-ridad con el peso dominicano en todas las provincias fronte-rizas hasta 1934. La casa comercial de J. Paniagua funcionaba como agente de cambio de la mone da haitiana la cual cambiaba en los bancos de Puerto Príncipe.

Los primeros establecimientos comerciales con es caparates y mostradores, exponiendo diariamente a la avi dez del público sus existencias comerciales, surgieron después del 1910, es probable que en el 1920; fueron los inmigrantes italianos Antonio, Flor y Samuel Marra; Antonio, Horacio y Liberato Marranzini, Miguel Dimayo y los árabes Simón Herrera, Bartolo, José y Miguel Paniagua, Elías y Nicolás Michelén, Pedro J. y José J. Hayaime, los que iniciaron dichos establecimientos.20

Estos comerciantes conformarían luego la prime ra bur-guesía mercantil de la región, cuyas operaciones se desarro-llaron en la zona urbana, pero luego, después de los años 1920, una vez que habían logrado amplios márgenes de acu-mulación, dirigieron su capital-dinero a la zona rural para negociar con campesinos la compra de frutos a través de re-des de intermediarios.

De hecho en la zona no existían grupos locales dominan-tes, a no ser, para esa época, los dirigentes caudillistas, que a nivel político manejaban al campesinado y mantenían una influencia sobre los diversos estratos sociales de la misma.

Los ganaderos y hateros, que disfrutaban en gran parte tie-rras comuneras, no llegaron a conformar un grupo dominan-te cohesionado capaz de mantener social y económicamente el hato como unidad productiva, y con poder suficien te para

19 E. O. Garrido Puello, Espejo.20 E. O. Garrido Puello, Espejo, p. 48. Algunos de estos inmigrantes re gresaron

a sus países, pero la mayoría se radicó permanentemente en la región, don-de establecieron fami lias y ocuparon un lugar distinguido en la sociedad.

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impedir la conformación de la pequeña propiedad agraria so-bre la base de la ocupación de tierras comuneras, ejidales, etc.

Fue a partir de las actividades de este capital comercial ur-bano que se inició el vínculo con el campesi nado. El primero que inició el «comercio de frutos»21 fue un inmigrante español llamado Felipe Collado. Le siguieron Pedro J. Heyaime, José y Miguel Paniagua, Liberato Marranzini, Antonio Marra y otros. Justamente aquellos comerciantes que años antes se habían establecido como negociantes urbanos que traían mercancías desde Azua y la capital.

Los productos de la tierra (habichuela, maíz, etc.) se cose-chaban para el consumo interno de la común de San Juan de la Maguana. Algunos de estos comerciantes, entre ellos bási-camente, Felipe Collado, pusieron en práctica la compra de productos agrícolas a los campesinos y asumie ron el papel de agentes mercantiles obteniendo volcar sobre las plazas vecinas el sobrante de las cosechas. También lograron hacer algunas expor-taciones de habichuelas a Puerto Rico.22

El capital comercial fue la principal vía de acumu lación en una región escasamente vinculada al mercado de ex portación. La vinculación que este capital desarrolló con el campesinado fue sobre la base de una lógica de subordina ción, pero a través de la mercantilización de productos y géneros para el merca-do interior.

El sistema de mercantilización que entonces se de sarrolló y que marcó el primer proceso de diferenciación del campe-sinado de la región, el cual se encontraba esparcido por las distintas secciones y parajes de la provincia, fue el siguiente:

comerciantes urbanos, como se ha mencionado, po­nían sumas de capital­dinero en manos de agen­tes interme diarios compradores ubicados en las

21 El concepto «comercio de frutos», empleado por E. O. Garrido Puello en su memoria Espejo del pasado, alu de justamente al intercambio del capital comercial con el campesinado.

22 Entrevistas de campo incluidas en los volúmenes inéditos de Manuel de Jésus Rodríguez Varona, Sociología aldeana y otros textos y Artículos; entre ellas, al Sr. Mayobanex Rodríguez, conocedor de la región, hijo del escritor regionalista.

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diferentes zonas agríco las de la provincia, tanto hacia el norte montañoso y húmedo, como hacia el este y el oeste del valle, y hacia el sur tropical seco. Don Jesús Aquino, Higuerito, SJM.

Dichos intermediarios funcionaban como aca paradores lo-cales que se relacionaban con el campesinado a través de siste-mas de medidas más o menos arbitrarios, y también utilizando un instrumento importante del cual esta ban provistos dichos acaparadores locales: un peso de balan za llamado romana.

De esta forma se organizó en toda la provincia una red mer-cantil cuyo centro se controlaba en la ciudad. Según las entre-vistas y observaciones de campo realizadas con per sonas muy mayores de edad en las diversas zonas, algunas de las cuales precisamente habían sido en el pasado agentes compradores de algunos de los comerciantes urbanos involucrados en la red, las sumas de capital-dinero que los comerciantes de la ciudad ponían en manos de ellos eran elevadas en tiempo de cosecha.

Las observaciones empíricas realizadas arrojan el mismo re-sultado: los agentes zonales mercantiles tenían su romana para trabajar con el campesinado; a menudo reci bían hasta 15,000 pesos o más para realizar transacciones; los productos agríco-las eran generalmente leguminosas (habichuela), pues el arroz todavía no había comenzado a sem brarse en esa región para la primera década del siglo xx, pese a que ya se conocía en el Cibao; el transporte de las compras a las ciudades generalmente se hacía en recuas, las cuales eran traídas hasta un determina-do punto cerca de la ciudad, donde vehículos y camiones de los capitalis tas comerciantes los recogían; casi todos estos agentes mercantiles, hoy muy avanzados de edad, todos octogenarios o más, residían en las zonas donde operaban o en sus cercanías, y reunían una gran experiencia en la compra de frutos, expresa-da no sólo en la cantidad de años dedicados a dicha actividad, sino también en la destreza en el manejo de la romana.

Uno de nuestros entrevistados, don Jesús Aquino de 100 años de edad, narró la forma o los procedimientos que utiliza-ba, generalmente vinculados al pesaje de los productos, para la expoliación del campesinado en la circula ción.

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Yo recibía el dinero del comerciante Marra; él me decía: «la habichuela te la recibo a tanto; usted se defiende». Esa era la palabra de ellos: «usted se defiende». La habi chuela estaba barata enton­ces, no es como ahora. La habi chuela se compraba a cualquier cosa después de diez pesos pa’bajo los cien kilos; yo nunca podía cantarle apenas los cien kilos a los pobres agricultores, tenía siempre que matarle sus tres o cuatro kilos [...]

Para matarle esos kilos yo preparaba la roma­na. Esa roma na que está ahí todavía la preparo yo que nadie se da cuenta que lo están engañando. A las pesas se le pone el gan cho, ellas tienen su plan­cha. Tengo planchas de 200 kilos, de 100, de 50, tengo de 25 kilos, también en libras. Las planchas se enganchan.

Ilustración 6. Balanza denominada romana, de 1920, utilizada por intermediarios

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Muchas veces la preparábamos con un mecáni­co, muchas veces le poníamos al gancho el machete, pero lo más cotidiano eran las planchas; pero mu­chas veces no utilizamos las planchas para ciertas personas, que uno no podía de ninguna ma nera, porque esas personas uno las necesitaba para que le trajeran a uno otros agricultores, y uno tenía que ayudar los, ahí venía el primo, el papá, el tío...

Había campesinos que no eran salvajes y uno no podía poner le las planchas; cuando eran amigos de uno yo no pesaba directamente, ponía otro a pe­sar y yo le decía: «cántame los kilos», pero ya él y yo estábamos en combinación; apa rentemente, en este caso, quien lo estaba matando a él era el otro [...]23

El capitalista comercial urbano enviaba la producción fue-ra de la región, principalmente a la capital.

Este representante del capital en la zona no establecía claramente el margen de beneficio que correspondería en términos porcentuales al comerciante zonal que lo represen-taba, razón por la cual éste se veía constreñido a obtener un diferencial de beneficio mediante el logro de un precio infe-rior al fijado como precio de compra por aquella figura.

Diversos comerciantes urbanos tenían el mismo ti po de contactos y similares representantes en las más di versas zonas agrícolas de la provincia. Existía una cade na de comerciantes urbanos y pequeños agentes comerciales compradores zona-les que operaban con capital-dinero de los primeros. Todavía en algunas secciones y parajes rurales de la provincia apare-cen ejemplares de estas figuras inter mediarias acaparadoras del pasado que mantienen en un aposento de sus viviendas el instrumento de pesaje que enton ces se llamaba romana. Como se percibe del testimonio de uno de ellos, utilizaban como procedimiento de astucia a otra persona que le pesaba a aque-llos campesinos que no eran salvajes o que eran compadreados

23 Testimonio de don Jesús Aquino, ex agente mercantil con 100 años de edad, residente en la sección Guazumal, al norte de San Juan de la Maguana (abril de 1983).

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o simplemente campesinos con los cuales él no quería chocar. Pero siem pre dentro de una fórmula de combinación para expoliar al productor.24

Puede conjeturarse con mucha propiedad que los comer-ciantes urbanos en el Suroeste no tuvieron el problema de competencia, apuntado por Hoetink,25 representado por el desarrollo y la presencia de la bodega central en las zonas o re-giones en las que se estableció el capital vincu lado a la indus-tria azucarera.26

Este autor expone cómo el comerciante de pueblo o local, «cuyo capital era frecuentemente limitado, no po día compe-tir ni en precios ni en surtidos con las grandes bodegas que traían sus mercancías directamente del extran jero».27

Y no sólo no tuvieron esa dificultad para lo grar márgenes considerables de acumulación, sino que además, desarrolla-ron ese primer vínculo con un campesina do totalmente igno-rante y analfabeto.28 Hay que tomar en cuenta, también, que dichos comerciantes, políticamen te, pasaron a tener «influen-cia» local y cierto poder, en la medida en que algunos de ellos se hicieron miembros del cabildo provincial.

Es probable que la principal fuente de expolia ción estuvie-se en la sustracción a través del pesaje, y no en procedimientos consuetudinarios de subordinación co mo en otros renglones, tales como el tabaco y el cacao.29 Pero sí el desarrollo del in-tercambio habrá creado en una segunda etapa otros procedi-mientos de sometimiento en la medida en que el campesina-do se fue vinculando al mercado en la adquisición de géneros de consumo y de géneros necesarios a la producción, como implementos agrícolas. Pero esto es puramente especulativo

24 Las entrevistas de campo realizadas con este tipo de figuras fueron sumamen-te interesantes para reconstruir sobre la base de un procedimiento empírico, el desarrollo del capitalismo en la agricultura de una región determinada.

25 Toda esta parte está apoyada en información de campo.26 H. Hoetink, El pueblo, p. 39.27 H. Hoetink, El pueblo, p. 38.28 Víctor Garrido, «Informe sobre la común de San Juan de la Maguana, 1920»,

citado por E. Rodríguez Demorizi en Lengua y folklore de Santo Domingo, Santo Domingo, 1975.

29 W. Lozano, «La formación del proletariado».

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si nos referimos a los años de 1920. Después de 1930, cuando comienza el cultivo de arroz en escala mercantil importante, es probable que se iniciara aquella segunda etapa, en la cual operarían meca nismos usureros, tasas de interés, compromiso de entregar cosechas, recargos de precios y otros mecanismos de expo liación y sustracción de excedente.

La acumulación del capital comercial no se limitó apenas a la circulación, sino que además los comer ciantes compra-ron tierras por cabeza de arenque, cerca ron y usurparon tierras, engañaron campesinos a base de la legislación agraria esta-blecida a partir de 1911, con notarios y agrimensores que per-tenecían a familias caudi llistas o que en todo caso estaban al servicio de la apro piación privada de los terrenos comuneros y ejidales (de las sabanas) del valle.

el caMpesinado de sUbsistencia en 1920

Hacia 1920 todavía había un campesinado de sub sistencia importante, pero en su generalidad las economías campesinas estaban en un proceso de mercantilización de la producción y de sometimiento al mercado interno regional. Este mercado ya venía formándose desde fines del siglo xix, años desde los cuales hay noticias no sólo de la existencia de días de feria y de mercado en la zona urbana, sino tam bién de comercio con Haití, y con Azua, como terminal del transporte a lomo de animal que venía de San Juan con cueros, ceras, mieles y productos agrícolas, que ya entonces, con la habichuela en primer lugar, había comenzado a sustituir a la ganadería.

En el Suroeste, el proceso de incorporación del campesina-do a la producción de valores de cambio se desarrolla a partir del 1920 aproximadamente, cuan do ya para esa fecha en otras regiones dicho proceso estaba muy avanzado y había comen-zado desde mucho antes de entrar el siglo xx, por ejemplo, en el tabaco y el ca cao, como ya se ha señalado.

En un informe de 1922, Víctor Garrido consta taba la trans-formación que se estaba produciendo:

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Mientras llovió y los pastizales reverdecieron copiosa mente cada primavera, San Juan fue el cuerno de la abun dancia. Surtía de ganado, es­pecialmente, a la República de Haití. Sus caballos fueron tan famosos, que el padre Meriño cita en su «Geografía Patria» los de Punta Caña. Toda esa riqueza era de sabana, no tenía solidez básica. Hoy la común es mísera. Perdida la esperanza de recons­truir la riqueza ganadera, los habitantes se han dedica do a la agricultura y se cultiva toda clase de frutos me nores. En grande escala la habichuela, que constituye un floreciente negocio de exportación; lue­go, arroz, maíz, guandul, garbanzo, arveja, pláta­no, rulo, yuca, batatas, papa, caña, tabaco, etc.30

Se constata en dicho reporte la decadencia de una activi-dad otrora importante, como el pastoreo y la ganadería, que acaba cediendo un lugar de primera impor tancia a la agricul-tura campesina, actividad a la cual se dedicaría la mayoría de la población. Ello habrá de cidido la degradación económica y social de los hateros y la desaparición de relaciones semi-serviles en la organización del hato. Dicha fuerza de trabajo habrá busca do ubicación en la agricultura de subsistencia que entonces comenzaba a producir valores de cambio.

Concomitantemente, los comerciantes, inmigran tes y nati-vos de la región pasarían a ocupar el primer lugar en la escala económica y social regional; como se ha visto, la actividad del capital comercial abrió los primeros elementos de incorpo-ración del campesinado a la producción de mercancías me-diante un vínculo de intercam bio en el cual el dinero como elemento de la circulación ocuparía un lugar importante.

El informe de Víctor Garrido permite constatar, además, que la habichuela era un renglón de producción de primer orden, inclusive como género de exportación. En segundo lugar, seguían toda clase de frutos menores, den tro de los cuales se encontraba el arroz, que todavía no había pasado a ser un

30 Víctor Garrido citado por E. Rodríguez Demorizi, Lengua y folklore.

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cultivo capitalista, ni un renglón de relevancia en la región, proceso que se produjo en 1940.

Otro autor regionalista, E. O. Garrido Puello, muestra nos-talgia por las consecuencias de los vientos bravíos del materia­lismo dentro de las cuales se cuenta la trans formación de las sabanas en haciendas de cultivo y pastiza les.

Y lo que fuera en antes campiñas de ensueños y amores son hoy ganaderías bajo cerca, arrozales, plantíos de ha bichuelas, papas, maíz, cebollas y maní. El arado surcan do la tierra y los canales de riego fecundándola han sus tituido al ganado que pastaba libremente, propiciando una economía más sólida para la región. El materialismo se tra gó los románticos sueños del pasado [...]31

Para 1920 la industria era prácticamente inexis tente; la princi-pal eran las factorías azucareras en Azua, en cuyos llanos costeros había plantaciones de caña y tres ingenios, con 45 kilómetros de vías férreas. Al oeste, la agricultura parcialmente mercantil, tenía una impor tante vinculación al mercado de bienes de subsisten-cia, aun que dentro de las limitaciones que imponía la región en su conjunto, entre ellas, la falta de medios terrestres de comu-nicación. Ello representaba un obstáculo a la mercantilización de productos agropecuarios, pues no había carretera, a no ser del kilómetro veinte de Azua hacia la capital.32

«Puede decirse que los hombres reparten su aten ción en-tre el pastoreo, el cultivo de la tierra y el comer cio.»33 Había en San Juan de la Maguana una industria doméstico-rural importante que fabricaba andullos, jáquimas, lazos, hicos de hamaca, «con la fibra de la cabulla, que tienen fama en el país por su excelencia»34; con la hoja del guano se elaboraban árganas, macutos, esteras, capachos; con otras hojas se

31 E. O. Garrido Puello, Espejo, p. 40.32 Entrevista con el señor Mayobanex Rodríguez, 1985.33 Víctor Garrido citado por E. Rodríguez Demorizi, Lengua y folklore.34 E. Rodríguez Demorizi, Lengua y folklore, p. 227. La descripción que sigue

sobre el campesinado se apoya en dicho informe.

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confeccionaban esterillas, aparejos, canastos, sillas rústi cas, con el fondo de guano retorcido.

Utilizando barro cocido, la industria doméstico-rural fabri-caba, asimismo, tinajas, ollas, cachimbos; con madera hacía bateas, barriles, tinajas; de la palma, el roble, caracolí y otras maderas, se sacaban tablas de construcción.

También se fabricaban quesos y mantequillas, utilizando la leche de vaca, cabras y ovejas; casabe, tor tillas de diversos tipos, almidón obtenido de la yuca; sombreros de cana; ras-paduras, producto del jugo de la caña puesto al fuego en grandes pailas; se confeccionaban, de igual modo, monturas, pellones y sudaderos; cigarros llamados túbanos.

El tabaco de esta común es inmejorable. El que se produce en la sección de Yabonico es de calidad tan superior, como el mejor tabaco cibaeño. Hay quien afirme que es superior. La intensidad de la indus­tria andullera (el andullo es de difícil manipula­ción) se debe a la dificultad para exportar con pro­vecho la aromática hoja. Valdría la pena hacer de esta común un centro tabacalero como Santiago.35

El capital comercial no se interesó en el taba co de que ha-bla el informe de Víctor Garrido de 1920. Es probable que el principal renglón en el cual aquel se interesara, fuera el de los productos agrícolas, básicamente la habichuela. La situación va a cambiar rápidamente a partir de 1930, con la generaliza-ción del cultivo de arroz.

Es probable, que la mayor parte de la producción artesanal campesina no saliera fuera de la región y que gran parte de ella se consumiera en las mismas localidades y zonas rurales de la región.

Ello tiende a mostrar que el consumo de bie nes de subsis-tencia por parte del campesinado era proveído por la indus-tria doméstico-rural y la agricultura; lo mismo puede decirse del consumo de medios de produc ción, aunque había algunos

35 Víctor Garrido citado por E. Rodríguez Demorizi, Lengua y folklore.

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que era absolutamente impres cindible adquirirlos en el co-mercio urbano, tales como machetes, azadas, mochas, picos, fósforos, combustible, sal, etc.

El consumo de bienes alimenticios, de ajuares del hogar, de materiales de construcción, de prendas de vestir era pro-veído fundamentalmente por la naturaleza; ésta jugaba to-davía para esos años un papel destacadísi mo en la provisión de elementos para la reproducción de la unidad familiar campesina.36

Nuestros campesinos viven en casas construi­das de tablas de palma y en bohíos de tejamaní embadurnados de lodo y blanqueados luego; pero el tejamaní solamente se usa por los muy pobres o en aquellas secciones en que no hay ta blas y resulta muy costosa la adquisición. Los enseres­ domésticos se componen de sillas criollas, mesas de madera, juegos de platos y tazas y tacitas de loza, cubiertos, cal deros, ollas de barro, tinajas, güiros, bangañas, cucharas, sacadores de agua, hechos del frugo del higuero, etc. Sólo los muy infelices o los muy miserables carecen de estas pequeñas co­modidades.

Los hombres duermen generalmente en hama­cas de tela, las mujeres en catres o barbacoas con colchones de algodón o de guajaca; pero el uso de la barbacoa ha quedado reduci do a cierta clase de gente inferior. Se alumbran con lámparas co­rrientes o con lamparitas de hojalata, llamadas jumeadoras, o con hachos de pino, que le dicen cuaba.37

Según el mismo informe, el campesino adornaba su vivien-da, generalmente con dos divisiones, con láminas y retratos

36 Luis Gómez, Descomposición de la comunidad campesina (1920­1970), Santo Domingo, 1982.

37 V. Garrido, «Informe sobre la común»; Rodríguez Demorizi, Lengua y folklo­re, p. 229.

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recortados de los periódicos; en la sala tenían una mesita con un mantel, y encima vasos y tacitas de café, esmerada-mente limpias.

Las prendas de vestir que usaban eran de fuerte azul y de listado, soletas, etc., principalmente en los días no feriados ni domingos. En los días festivos visten dril o casimir, dejan las soletas y usan un par de zapatos.

Del informe de Víctor Garrido se desprende que el cam-pesinado consumía en el mercado urbano elementos como: vasos, tazas, zapatos, manteles, fuerte azul, dril, casimir, lista-do, platos, cubiertos de loza, cucharas, calderos, gas para lám-paras jumeadoras, fósforos, etc. En cambio, to do lo demás, era proveído por la naturaleza y transformado por la industria doméstico-rural, de gran riqueza entonces y de primera im-portancia en la vida campesina.

En cuanto al consumo de sal y azúcar, el campesinado utili-zaba la sal de Neiba y la raspadura. Ambos productos llegaban al mercado en recuas de animales. «El acarreo proporcionaba un intercambio comercial entre las dos regiones, pues los nei-beros regresaban a sus hogares con géneros adquiridos en el comercio sanjuanero.»38

Comerciantes extranjeros propietarios de tierras en el valle de San Juan de la Maguana (1900-1920). Red mercantil

con el campesinado de subsistencia

Familias comerciantes Propiedades agrarias, etc. ActividadesLiberato Marranzini, asociado con Ves­pasiano Ciaccio, en Azua. Fundó su casa comercial en 1900.

Valiosa finca con potre­ros dedicados a la crian­za de ganado vacuno; casas y solares. Casa la Flor de Italia.

Negocios de café, ganado y productos en general, 20 emplea­dos.

Flor Marra Marranzini. Fundó su casa comer­cial en 1903.

Finca de potreros con 200 cabezas de ganado vacuno con edificio para peones; 4 casas y 4 sola­res. Casa la Linda.

Mercancía en general; importada de los Esta­dos Unidos.

38 E. O. Garrido Puello, Espejo, p. 66.

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Hermanos Marranzini: Carlos, Antonio y Hora­cio. Tienen 4 sucursa­les y agencias en toda la provincia de Azua.

3 magníficas casas, so­lares, 3 fincas con 10 mil tareas de superficie de las cuales 6 mil están cerra­das y cultivadas; ganado vacuno, criollo y africano. 500 cabezas de ga nado. Las fincas se ubican en Santomé, Manoguayabo y Juan de Herrera.

Toda clase de frutos y productos agrícolas, mercancías de todo tipo, importadas exclu­sivamente. Exportado­res de frutos.

Hermanos Paniagua: fundada en 1905.

Extensos potreros dedicados a la cría de ganado vacuno. Casa la Venus.

Compra y venta de productos tales como: café, cacao, frijoles y cera; con especialidad.

Don Juan J. Michelén. Se esta bleció con su familia en 1910.

Potreros muy buenos, ganado vacuno, un servi­cio de 100 mulas para el acarreo de carga; «una buena tenería».

«Compra y venta de productos del país»; especialmente frijoles «indianos», café, cue ros, cera, mieles, etc. Mercancías en general, tenerías.

Pedro J. Hayaime Fábrica de calzados denomi nada La Perla, grandes recuas y caba­llos de cargas; casas y fincas. Casa la Francia.

«Venta al por mayor y al detalle»; compra y venta de produc­tos del país; tejidos, provisio nes, peletería y ferrete ría.

Marranzini Hermanos, Sucur sal en Las Matas, adminis trada por don J. Balsamo.

Casas, solares, 3 fincas con más de 10 mil ta­reas; 6 mil tareas cerca­das y cultivadas; ganado vacuno, criollo y africano; 500 cabezas de ga nado vacuno.

Comercio en general, con especialidad en compra y venta de ví veres y ropa; toda clase de frutos del país.

Don Santiago Rodrí­guez (Las Matas). 1908.

(Sin datos) Comercio en general, con especialidad en compra y venta de ví veres y ropa, toda clase de frutos del país.

Fuente: El libro azul de Santo Domingo. Publicado en Estados Unidos en 1920. La UASD lo publicó en 1976, Editora Universitaria.

Según estos datos documentales y aquellos primariamente •provenientes de investigaciones de historia oral, se estable-ció hacia los años 10 una importante red mercantil entre

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el capital comercial y el campesinado, que cubría las zonas más productivas del valle de San Juan de la Maguana. Dicha red representó no sólo la acumulación inicial del capital comercial, sino que desató los primeros procesos de dife-renciación del campesinado de la región en su incorpora-ción al mercado interno en expansión.

Las medidas del gobierno de intervención norteamericana, •entre ellas la prohibición de la crianza libre de animales, fa-cilitaron el proceso de apropiación de las tierras del valle, junto a la alianza de caudillos y comerciantes.

Varios de éstos serían los primeros en establecer factorías •agroprocesadoras, en los años 40, y se asociarían como blo-que regional clasista al régimen de Trujillo, que les conce-dió la nacionalidad a partir del 1941.

Red mercantil en el valle de San Juan de la Maguana para el mercado interior, 1920

Comerciante urbano

Comerciante urbano

Comerciante urbano

Comerciante urbano

Campesinado de

subsistencia

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Ilustración 7. Zona del valle de San Juan de la Maguana

Ilustración 8. Zona del valle de San Juan de la Maguana

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III. Apropiación terrateniente de los medios de producción en la agricultura

condiciones necesarias al proceso de apropiación

Después de 1920, la economía campesina comienza a con-solidar su vínculo con el mercado y su transformación len-ta como productora de valores de cambio. Para que la pro-ducción de mercancías en el seno de sociedades agrarias se pueda dar, deberán ocurrir otros fenómenos que le son con-comitantes, como que las zonas urbanas alcancen cierto de-sarrollo, la división del trabajo se haga presente, y el co mercio y el mercado se amplíen.1

Estas condiciones comienzan a producirse a partir de los años 20. Ya para esa fecha la provincia de Azua, que compren-día el área oeste (San Juan de la Maguana y Elías Piña), hasta la frontera, tenía más de 100 mil habitantes, el tercer lugar den-tro de las 12 provincias del país en ese entonces; y la común de San Juan tenía más de 32 mil habi tantes, que representaba el 31.6% de la provincia de Azua y el 3.6% de la población total del país, que era de 894,600 habitantes.2

A partir de 1920 hubo una significativa amplia ción del co-mercio y el mercado debido al desarrollo del transporte ha-cia Azua, Barahona y otras provincias. Tra dicionalmente las

1 Ernest Mandel, Tratado de economía política I, México, 1980, p. 62 y ss.; Mario Margulis, Contradicciones en la estructura agraria y transferencias de valor, México, 1979, p. 9 y ss.

2 Censo de 1920, p. 143.

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dificultades de comunicación terrestre habían sido un obstá-culo para integrar el valle de San Juan de la Maguana a la circulación mercantil, a las que se agrega el hecho de que en dicha región no hubo históricamente presencia de compañías azucareras que le plantea ran a ésta la necesidad de vínculos con el mercado mundial capitalista. Ello condujo a un aisla-miento del centro del país que retardó, en comparación con otras regiones, su ampliación del mercado interior.

El viaje de San Juan de la Maguana a Azua, ha cia el este, era una travesía dura. Para el transporte de cargas se utilizaba la carreta de bueyes o de mulos;

[...] yo recuerdo que había cuestas que obligaban a bajar la mitad de la carga para poder subir la otra mitad; había que depo sitarla allá para volver a bajar con la carreta y entonces volver de nuevo con la carga que había quedado, luego acomo­dar la carga que había sido dejada arriba. Eso se hacía en Los Bancos. Ahí donde está el puente que hicieron los americanos el río era una playa, ese era el mejor paso, aun que tenía mucha agua [...]3

En el trayecto de 83 kilómetros hasta Azua existían algunos puntos conocidos por los recueros y viajantes que proporcio-naban albergue, yerba para los animales y comida, como en Los Toros y Arroyo Salado;

pero para el descanso, si no se caminaba provisto de ha maca, el duro suelo, sobre árganas por cabe­cera, las va lijas, el recurso heroico como urgente necesidad de una noche de expectativas [...] en la cual la espera del nuevo día era una luz en las tinieblas de la desesperación.4

Por decenios interminables el Sur fue la re­gión remota y olvidada, perdida entre montañas y

3 Entrevista de campo al septuagenario Mayobanex Rodríguez, 1985.4 E. O. Garrido Puello, Espejo, p. 64.

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sabanas, que muchos dominicanos, en desdeñosa ignorancia confundían con Haití. Sin ferrocarri­les y sin caminos viables, con los primiti vos medios de comunicación para las relaciones humanas, el caballo, la mula y el burro, eran los medios de mo­verse, de acercarse al mundo [...]5

Las recuas de carga llevaban exigua producción a Azua: habichuela, maní, dulces, raspadura, etc.6 Lleva ban lo que se producía en recuas de ocho y diez burros. La finalidad de es-tos viajes, al principio, era llevar los animales para traer mer-cancías que llegaban de la capital a los almacenes y depósitos de patio de los comerciantes azuanos Freites, Recio, Joaquín Ruiz, etc., en donde «le permitían a uno alojarse si llovía; mientras, uno dependía de lo que llevaba, huevos, tortilla, ras-padura y otras cositas que se producían aquí».7

Después de llegar el primer vehículo de motor a la ciudad de San Juan de la Maguana, en 1918, los ayunta mientos de ésta y de Azua decidieron reparar la vía, que solamente te-nía 15 kilómetros en condiciones aceptables, y terminar de construir el puente sobre el río Yaque del Sur, acción en la que influyeron los intereses comerciales, pues el cabildo de San Juan estaba bajo la influencia directa de éstos desde 1910 aproximadamente.8

Hoetink expone cómo a fines del siglo xix y principios del xx, los comerciantes urbanos locales tenían gran influencia en los ayuntamientos de aquellos municipios vincula dos a la ac-tividad azucarera. Algunos de estos ayuntamientos se quejaban de la corrupción que imperaba en la zona rural, en peticiones elevadas al Congreso Nacional9, pero lo que realmente había

5 E. O. Garrido Puello, Espejo.6 Entrevista de campo, 1985, entre ellos a Mayobanex Rodríguez, hijo de Ml.

de Js. Rodríguez Varona, publicista de SJM, en el periódico El Cable. 7 Entrevista de campo, 1984.8 Domingo Rodríguez, de los principales representantes del capital comer-

cial en la región, era presidente del Ayuntamiento en 1918. Luego, con el cultivo del arroz dentro de relaciones capitalista, organizó la primera facto-ría de arroz de la región. Véase: E. O. Garrido Puello, Espejo, p. 113.

9 H. Hoetink, El pueblo, p. 38.

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era, como consecuencia de una mayor circulación del dinero, un aumento enorme del número de pe queños comerciantes buhoneros que hacían competencia a los comerciantes locales establecidos en las zonas urbanas.

En el Suroeste, donde no se dio el fenómeno de un mer-cado de trabajo vinculado a la economía de exportación, la existencia de los comerciantes urbanos se produjo desde prin-cipios de siglo, quienes luego de acumular capital, se enfoca-ron en la agricultura.

Una vez que se acondicionó el camino de Azua a San Juan, los comerciantes trajeron camiones y automóvi les, que anu-laron las recuas de carga y arrojaron a la de socupación a los recueros. Este elemento reforzó la circulación mercantil y ac-cionó las redes de compras de pro ductos agropecuarios de las economías campesinas a través de intermediarios acaparado-res, descritas en el capítulo anterior. Entre los comerciantes que comenzaron rápidamente a utilizar vehículos de motor para transportar la producción del valle de San Juan hasta Azua, se encuen tran los inmigrantes que se establecieron a principios de siglo en la ciudad.10

Como se evidencia en el mapa de las carreteras construi-das en el país entre 1906 y 1930,11 sólo entre 1924 y 1930 se vino a construir la carretera desde Santo Domingo hasta Azua. Todavía después de este último año no existía una carretera hacia San Juan de la Maguana. Cuando ésta se construye, en-tre 1930 y 1940, el desarrollo capitalista de la región recibirá otro impulso en el sentido de su intensificación.

Ya antes, en 1926, se construyó el canal de Juan de Herrera, al norte, alimentado con las aguas del río San Juan, que pasó a mojar gran parte del valle, básicamente el norte y el este; con capacidad de un metro cúbico por segundo, absorbió algunos canales particulares que habían si do construidos con anterio-ridad por capitalistas indivi duales.

El sistema de riego en el valle es muy peculiar; desde fines del siglo xix está sobredeterminado por los intereses particulares

10 E. O. Garrido Puello, Espejo, p. 113.11 Frank Moya Pons, Manual de historia dominicana, Santo Domingo, 1992. El

mapa fue reconstruido por la geógrafa Sandra Black.

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que se han ido apropiando de las tierras de mejor capacidad productiva. El primer canal se construyó durante el gobierno de Ulises Heureaux, llamado regola del pueblo porque pasaba cerca de la ciudad, corría de norte a sur y llevaba sus aguas a la hacienda de la querida del presidente, señora Juana Ogando, ubicada en Manoguayabo.12 Para la misma época, el compadre y seguidor regional de Uli ses Heureaux, general Wenceslao Ramírez, caudillo político de toda esa zona Suroeste, constru-yó el canal de Mijo, que se alimentaba de las aguas del río del mismo nombre, con el fin de regar sus tierras de Mijo, en don-de tenía una gran hacienda agrícola y ganadera.

En las dos primeras décadas del siglo xx, se in tensificó la construcción de canales particulares de riego, construidos

12 E. O. Garrido Puello, Espejo, p. 36.

Ilustración 9. Carreteras construidas entre 1906 y 1930

Moya Pons, F. Manual de historia dominicana, 5ta. ed. UCMM, 1980.

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con capital-dinero privado, básicamente de co merciantes y de caudillos, entre ellos el hijo de Wenceslao Ramírez, el también general caudillista José del Carmen Ramírez, quien, al igual que el padre, era entendido en riego y había hecho estudios de agrimensura en la capital del país a fines del siglo xix.13

Después de 1926, con la construcción del canal de Juan de Herrera, se multiplicaron los canales particu lares: dece-nas de ellos tomaban las aguas de los ríos San Juan, Maguana, Mijo, Jínova, Mogollón, del Medio, Las Cuevas, Yaque del Sur, Vallejuelo, algunos de los cuales mojan el valle.

El problema de las aguas de riego se hizo im portante en la región para profundizar el proceso de acu mulación que ha-bía comenzado en la circulación con el capi tal comercial. El periódico local El Cable, fundado en 1921, cuya vida editorial

13 Víctor Garrido, En la ruta de mi vida, Santo Domingo, 1970, p. 66 y ss.

Ilustración 10. Zona del valle de San Juan de la Maguana

Recreación de la geógrafa Sandra A. Black

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duró hasta 1930, patroci nó la apertura del canal de Juan de Herrera a través de una serie de artículos escritos por su direc-tor.14 La campaña del periódico fue larga, recia y fructífera.

Asimismo, un grupo de ciudadanos de San Juan de la Maguana, a instancias de una vigorosa campaña de El Cable, constituyó en 1920 un Comité de Defensa de las Aguas del Sur, en donde estaban representados los intereses de los comercian-tes propietarios de tierras y fu turos propietarios, para luchar con el Central Barahona por una utilización no antojadiza de las aguas del río Yaque del Sur. Dicho Central azucarero ha-bía recibido una concesión de derechos de agua por parte del Gobierno de Ocupación, pero «interpretando antojadiza-mente la concesión que [...] le había otorgado el Gobierno Militar, procedía a medirlas tratando de precisar su caudal en las temporadas de sequía con el fin de limitar el uso de ellas a las per sonas que tomaban estas aguas y la de sus afluentes con destino al riego de sus haciendas».15

La actitud del Central Barahona, en manos de in tereses nor-teamericanos, causó desasosiego en toda la re gión de San Juan de la Maguana, cuya economía comenzaba a fundamentarse en la agricultura, y llevó al periódico El Ca ble a «una memorable campaña [...] de resonancia mundial» y que encontró eco en todos los periódicos del país, «excepto el Listín Diario».16

Prueba de que existía un interés por las aguas, particular-mente del capital comercial y las figuras caudi llistas locales, fue el hecho de que la Secretaría de Esta do de Agricultura e Inmigración, del Gobierno Militar nor teamericano, expidiera unos 12 títulos de agua, de un total de 26, para sacar regolas y construir canales de los ríos que mojan el valle, entre ellos, el Mijo y el San Juan.17

Uno de los solicitantes para las aguas del río Mijo fue el general Wenceslao Ramírez, solicitud que le fue aprobada.

14 V. Garrido, En la ruta, p. 120; E. O. Garrido Puello, Espejo, p. 37. En estas publicaciones se cuentan las circunstancias de la campaña.

15 E. O. Garrido Puello, Historia de un periódico, Santo Domingo, 1968, p. 41.16 E. O. Garrido Puello, Historia. Luego, en 1920, el director del Listín, Pelle rano

Sardá, explicó a una comisión que lo visitó que «el Central Barahona era un cliente no desdeñable de la empresa y que él juzgaba inoportuno atacarlo».

17 Censo de 1920, p. 70.

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Ya para esos años, el arroz y la habichuela eran de amplio consumo en el país. En 1920, por ejemplo, se importaron 13,076 toneladas métricas, con un valor de más de 3 millones de pesos, cifra que muestra que el país estaba alcanzando un consumo considerable de este producto, pero al mismo tiem-po que tenía una incapacidad productiva del mis mo.

Para esa época, el arroz, junto otros frutos, era un cultivo mercantil en la zona, aunque básicamente se utilizaba para consumo de subsistencia. Solamente a partir de 1930 va adqui-riendo una importancia considerable en la región, a la cual llegó tardíamente, comparado con la región del Ci bao, que ya a fines del siglo xix era cultivado como producto de subsisten-cia. Según Bonó, en el Cibao en 1890, el arroz ya se sembraba para autoconsumo.18 En San Juan de la Maguana, debido a la predominancia de la ganadería, este producto era práctica-mente desconocido.

En el Informe de la Comisión de Investigación de los Estados Unidos se da cuenta que en el Cibao «el arroz y el plátano se siembran para consumo doméstico».

Entre 1930 y 1940 se expandió la producción de arroz y se con-figuraron zonas en distintas regiones del país como especializa-das en la siembra y el cultivo de este cereal, hasta llegar, en 1942, a realizar exporta ciones de más de 50 mil toneladas métricas.19

Un factor que provocó la decadencia de la crianza de ani-males y, por tanto, el empobrecimiento de mu chas familias campesinas, fueron las prohibiciones a la crianza libre ejecuta-das por las tropas interventoras norteamericanas. Los campe-sinos tenían puercos, vacas, chivos y otros animales pastando libremente en las sabanas del valle. Los intervencionistas, una vez llegaron al valle, prohibieron la circulación de animales y casti gaban con multas «todo animal que violara el perímetro urbano, que ellos fijaron a su antojo»,20 y establecieron una alambrada de púas alrededor de la zona urbana con portones de entrada y salida que se cerraban de noche.

18 H. Hoetink, El pueblo; E. Rodríguez Demorizi, Papeles, pp. 101-103.19 Joaquín Balaguer, La realidad dominicana: semblanza de un país y de un régimen.

Buenos Aires, Argentina, 1947, p. 48 y ss.20 E. O. Garrido P., Espejo, p. 121.

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Estas medidas provocaron una diferenciación se gún la cual, unos tuvieron que «fomentar potreros», cerca dos con alambradas, y otros tuvieron que dejar la crianza y vender sus animales.

Las persecuciones que los intervencionistas ejecutaban con-tra la vagancia, sumadas a la eliminación de la crianza libre, llevó a muchas familias campesinas a refugiarse en la agricul-tura de subsistencia, en un momento en el cual se consolidaba la red mercantil que hemos descrito en el capítulo II.21

el proceso de apropiación

Los distintos elementos que se han analizado crearon las condiciones para que se configurara a partir de la interven-ción norteamericana, una presión por la tierra, que sería lle-vada a cabo en los años siguientes por el capital comercial, en alianza con notarios y agrimensores.

Para la fecha el capital comercial había logra do suficientes márgenes de acumulación y, además, poder po lítico en alian-za con el sector caudillista tradicional. En 1918, el presidente del cabildo local, y otros miem bros, eran representantes de dicho capital y maneja ban según sus intereses y necesidades, básicamente después de la retirada de las tropas intervento-ras, las activida des del mismo.

Para 1930 los intereses de este sector como dominante estaban configurados en la región. Los inmigran tes extran-jeros que personificaban la figura del capital comercial ya habían venido adquiriendo tierras porque se dieron cuenta que más tarde iban a tener su valor; los campesinos no valo-rizaban la tierra.

Se tenían títulos sobre terrenos comuneros, pero sin que ningún interesado tomara posesión de ellos, excepto para hacer algún conuco. La dejadez

21 La represión de las tropas norteamericanas fue activa en la región; inclusi-ve, los yanquis apresaban al que no tuviere la casa limpia. Información de campo.

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y la ignorancia llegaron al extremo que esos tí tulos pasaban de mano en mano sin que para esa cesión se instrumentara ningún acto legal. Suponían que bastaba la posesión.22

Después de 1930 se aceleraron las adquisiciones de tie-rras. Casi todos los comerciantes, que años antes habían sido inmigrantes,23 adquirieron, compraron, usurpa ron y tomaron tierras antes y después de 1930. Después de 1940, se converti-rían también en patronos de factorías procesadoras de arroz, lo que marcará una nueva etapa del desarrollo capitalista en la región.

En entrevista de campo, un anciano oriundo de la región, con edad de 108 años, refiriéndose al proceso, ex presaba que:

muchos las consiguieron (las tierras) con inteligen­cia; con el dedo decía: ‘esto es mío, y esto es mío, y aque llo también’ [...] Y así fue que las consi­guieron. En aquel tiempo era con el dedo que se conseguían las tierras. Usted decía: «esto es mío» y buscaba y pagaba bien a un agrimensor, medía las tierras, buscaba un notario y se queda ba con ellas y con todo lo que le parecía. Así consiguieron los Mesa toda esa sabana de Solorín y los alrede­dores del pueblo; todo eso era de ellos. ¿Los cam­pesinos? Esos eran unos infelices, los echaban a un lado; a ellos les com praban palocitos de alguna cerquita que tuvieran y por esa cerquita entonces cogían todo ese terreno; las tierras no tenían valor en aquellos tiempos [...]24

El asunto de la apropiación de la tierra se hizo un proble-ma de gran importancia, cuyos antecedentes ya venían en el

22 Información de campo, 1984; E. O. Garrido Puello, Espejo, p. 120.23 Los Paniagua, Hayaime, Octavio, Marranzini, Collado, Recio, Marra,

Rodríguez, etc.24 Entrevista realizada por Angel Moreta a un habitante de San Juan de la Maguana

de 108 años el 26 de febrero de 1983.

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reclamo de las aguas, en la construcción de canales privados, en la reparación del camino que conduce a Azua, en la polé-mica con el Cen tral Barahona y en la campaña por la cons-trucción del ca nal de Juan de Herrera, gestiones y actividades todas en las que participaba el Ayuntamiento.

En 1928, cuando se planteó en Azua la fusión del legalismo caudillista del Suroeste, con el Partido Nacio nal Horacista, los primeros reclamaban para la provincia de Azua tres cuestio-nes fundamentales que resolver, y que después de constituido el Gobierno algunas fueron apli cadas: la comunidad de las tierras, el reparto de las aguas y la construcción de vías de comunicación.25

El planteamiento sobre la comunidad de las tierras era con el fin de atajar la confección de títulos falsos que está haciendo virtualmente nulos los derechos de propie dad privada.

25 V. Garrido, En la ruta, p. 131 y ss.

Ilustración 11. Ríos de la provincia de San Juan

Sandra A. Black

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Títulos de agua expedidos por la Secretaría de Estado de Agricultura e Inmigración, en virtud de la orden ejecutiva No. 318, a los siguientes:

Domingo Rodríguez­Agua del Río San Juan­Azua.Jesús M. Vargas­Agua del río el Caño de Boña­Neiba­Barahona. Alberto Perdomo­Agua del río Plaza Cacique.Santiago J. Rodríguez­Agua del río Macasía­Matas de Farfán.J. Julio Coiscou­Agua del río Birán­Barahona.Asociación «La Altagracia»­Agua del río El Manguito­Neiba. Arabaje Hermanos­Agua del río Macasía­Matas de Farfán.A. Santiago­Agua del río Macasía­Matas de Farfán. Manuel Pérez­Agua del río Camana­Neiba.Sociedad de Irrigación «Los Tres»­Agua del río San Juan­San Juan. Joaquín García­Agua del río Yaque del Sur­Barahona.Sociedad de Irrigación «Amantes de la Agricultura»­Agua del río San Juan­San Juan­Azua.Ismael Mateo­Agua del río Jacahueque­Matas de Farfán. Inomina Palmer­Agua del río Jacahueque­Matas de Farfán.Sociedad de Irrigación «La Unión»­Agua del río San Juan­San Juan. Sociedad de Irrigación «La Unión»­Agua del río Macasía­San Juan. Sociedad de Irrigación «La Competencia»­Agua del río María Chiquita Neiba Barahona.Francisco Tomillo­Agua del río San Juan­San Juan.Sociedad de Irrigación «El Porvenir»­Agua del río Las Marías­ Neiba.Sociedad de Irrigación «El Esfuerzo»­Agua del río Baní­Baní. Sociedad de Irrigación «El Progreso»­Agua del río Baní­Baní.Sociedad de Irrigación «La Legalidad»­Agua del río Baní­Baní. Sociedad de Irrigación «El Adelanto»­Agua del río Baní­Baní. Wenceslao Ramírez­Agua del río Mija­San Juan­Azua. Resolución No. 74, Gaceta Oficial No. 3355­Luis Liberto Bogaert

Fuente: Primer Censo Nacional, R.D., 1920.

Esto muestra que el proceso de falsificación de títulos ha-bía comenzado tardíamente en el Suroeste. La apropiación de terrenos comuneros y ejidales en otras regiones había co-menzado con la ley que en 1911 hizo obligatoria la partición de los mismos; se desarrolló entonces todo un movimiento de falsificación y apropiación opor tunista de terrenos comuneros, fundamentalmente ligado al cultivo de la caña de azúcar, que estaba en manos de ex tranjeros y nacionales.26

26 H. Hoetink, El pueblo, p. 27 y ss.

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En el Suroeste, en cambio, dicho movimiento se desarrolla vinculado a las necesidades de expansión del capital comer-cial, y no del capital azucarero.

En 1920 solamente había un agrimensor en el valle de San Juan de la Maguana: un hijo del caudillo W. Ramírez, quien se había hecho agrimensor en el Instituto Profesional. Vinculado consanguíneamente al caudillismo local y miem-bro de los círculos de poder tradicionales, a los cuales se habían agregado los comerciantes urbanos; el joven José del Carmen Ramírez regresó de la capital hecho agrimen-sor «a una comarca donde la mayor parte de las tie rras eran comuneras»...27 Midió muchas de las tierras del valle y con-tribuyó a su repartición en manos de aque llos círculos de poder y del capital comercial.

Hostos y Bonó reaccionaron a las nuevas realida des de la intensificación del capitalismo azucarero y sus secuelas. En la región Suroeste no hubo voces que se le vantaran frente a este proceso regional de apropiación por parte de un capital comer-cial no vinculado fundamentalmen te a las exportaciones. Las voces que se oyeron apenas re clamaban, como hemos visto, las condiciones para que justa mente este proceso se produjera.

Desde fines del siglo xix, la ley de agrimenso res daba po-testad a éstos para decidir de la validez de la documentación presentada por requerientes.28 Si tenemos presente que para 1920, según el censo de ese año, había en todo el país menos de 60 agrimensores, podríamos darnos cuenta de que en una región como el Suroeste, incomunicada y distante, la tremenda especulación y presión febril alre dedor de la apropiación de medios de producción en la agri cultura, también se habrá pro-ducido (aunque no vinculado a las necesidades de expansión de la caña de azúcar, sino del cultivo de cereales y leguminosas que alcanzaban importan cia en el mercado interior en expan-sión) y que un solo agrimensor pudo haber reunido poder legal suficiente no sólo pa ra él consolidar y ampliar medios de producción, sino tam bién para «ayudar» a que sus asociados del capital comercial también consiguieran dichos medios.

27 V. Garrido, En la ruta, p. 65.28 V. Garrido, En la ruta.

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La familia del agrimensor tenía tradición agraria. Wenceslao Ramírez era conocedor de materia de riego, además de gran propietario y ganadero en Mijo, hacia el este del valle; padre del agrimensor José del Carmen Ramí rez, y de tres generales más, formaban una familia con po der local y lazos de compa-drazgo con Ulises Heureaux, quien tuvo una querida e hijos en San Juan de la Maguana. Era una familia caudillista, bien relacionada con el campesinado ignorante y analfabeto de la región, al cual manejaba de acuerdo con sus proyectos y necesidades.

Los caciques regionales se apropiaron de grandes exten-siones de tierras, las mejores del valle. En su obra Geografía y sociedad,29 Juan B. Pérez narra cómo en 1920, el general Wen-ceslao Ramírez tenía una amplia y cómoda re sidencia solariega en Mijo con grandes extensiones de tie rras agrícolas y gana-deras. Imaginemos el poder que tenía en la década del 90 del siglo xix, cuando había sido nom brado general y «jefe comunal de San Juan de la Maguana» por el presidente Heureaux, para pensar en las posibilida des de apropiación de tierras de este grupo de poder local, del cual participaban otros generales, como Ampayés Alcántara, Vidal y los hermanos del agrimensor Carmito Ramírez, que eran también tres generales.

Ello hace sustentar la idea de que en el Suroes te el caudi-llismo regionalista tuvo que ver con el proceso de apropiación de las tierras del valle en su alianza, como se ha dicho, con los comerciantes locales.

Nancie L. González analiza cómo «cada región tenía su caudillo, que al mismo tiempo que mantenía el orden dentro de su territorio, desafiaba los esfuerzos del gobierno central para controlarlo a él o a sus dependencias».30

Para ese tiempo hubo un auge de falsificacio nes de títu-los de tierras comuneras y ejidales; algunos notarios locales fueron hechos prisioneros por sospecha, y además existía una seria indeterminación acerca de la propiedad ejidal del Ayuntamiento, organismo éste que no disponía de ninguna

29 V. Garrido, En la ruta. 30 Nancie L. González, «Desiderio Arias, caudillo y héroe cultural», El Pequeño

Universo, No. 1, Santo Domingo, 1971.

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copia del Amparo Real con que la administración colonial dotó a los cabildos del país. Había comentarios inclusive de que el documento de Ampa ro Real había sido sustraído, destruido o perdido,31 hecho que evidencia de por sí la atmósfera de frau-de que existía en la región, inclusive dentro de las esferas del poder municipal.

E. O. Garrido Puello habla de que los ayuntamientos de San Juan de la Maguana, al igual que otros del país, desenvolvían sus actividades en ambiente pasivo, «sin mucho fervor por los intereses del pueblo».32 Esa desgana e indiferencia permitió que todos los terrenos aledaños al pueblo fueran mensurados por personas habili dosas, que se apropiaron de las mejores tierras del valle, incluyendo los ejidos del ayuntamiento que eran, como ex plica Hoetink, posesión común de los habitantes.33

Como ya se ha mencionado, dada la presencia de los co-merciantes en los ayuntamientos del período en San Juan de la Maguana, es muy probable que la sustracción de documentos ejidales y municipales, la usurpación y falsi ficación de títulos y la apropiación de los medios de pro ducción más importantes del valle, se produjera mediante algún uso del poder y del in-volucramiento de estas perso nificaciones del capital comercial en dichas actividades, y a través del mecanismo que menciona E. O. Garrido Puello como desgana e indiferencia de los cabildos locales de ese momento, situación que coincide con aquellas que refie re Hoetink sobre el monopolio del poder en los ca-bildos de aquellas provincias afectadas por el auge azucarero, de par te de los comerciantes.

La presión por la apropiación de los recursos fí sicos no era para instalar explotaciones azucareras ni plantaciones de cacao, como fue el caso en otras regiones. Cuando se desa-rrolla dicho proceso, entre 1920 y 1930, aproximadamente, a manos de grupos locales de las clases domi nantes, ya existía concomitantemente un dominio del capi tal comercial sobre

31 E. O. Garrido Puello, En el camino de la historia: 1911­1967, Santo Domingo, 1977, p. 88. Entrevista al Sr. Mesa, di ciembre 1983. Los abogados privados de su libertad fueron, uno de apellido Soñé y otro Castillo.

32 E. O. Garrido Puello, En el camino.33 H. Hoetink, El pueblo, p. 18.

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el campesinado y comenzaba a cobrar auge un mercado re-gional de alimentos, sin descontar una frontera agrícola no agotada en toda la región y el país.34

La mayoría de las personas mayores de la región que fueron entrevistadas coinciden en señalar cómo el pro ceso de apro-piación y concentración de los mejores recursos agrícolas, se produjo a través de la ignorancia de los cam pesinos y la inte­ligencia de los adquirientes. Los primeros alienaban, vendían o dejaban por cabeza de arenque o cola de túbano sus medios de producción. Las tierras no valían nada, en tierra de ciegos, el tuerto es rey; los campesinos eran engañados con base en la mensura-ción fraudulenta, en la legislación y el sistema de apropiación que dicha legislación –la ley de concesiones agrícolas que los nor-teamericanos hicieron aprobar en 1911–, estable ció sobre la base de nuevas relaciones de producción.35

La ley de 1911 permitirá las compras de grandes exten-siones de tierra a precios irrisorios. Bajo el Gobierno Militar de Ocupación dicha ley será reforzada con la creación del Tribunal de Tierras.36

El sistema Torrens también va a coadyuvar para que los pro-cesos de apropiación privada y fraudulenta de las tierras y re-cursos físicos, en la medida en que el intere sado en sanear un terreno solicitaba su reconocimien to al Tribunal de Tierras y éste seguía más adelante un procedimiento que dejaba prác-ticamente indefenso al cam pesino:37 publicaba un llamado en

34 La frontera agrícola en todo el país era de apenas 8.6 millones de tareas de superficie cultivada. En 1935 ha bía ascendido a 15 millones de tareas. (Ver Censo de 1920.)

35 Juan Bosch, Composición social dominicana: historia e intrepretación, [1970], Santo Domingo, 1988, pp. 265, 271. Ci tado por A. Cortén, Azúcar, p. 52.

36 A. Cortén, Azúcar, capítulo I.37 M. Medrano Vásquez, Formularios sobre saneamiento inmobiliario en Santo Do­

mingo, Santo Domingo, 1981. «El procedimiento se iniciaba con la concesión de prioridad, la cual puede

ser pedida tanto por la persona que se pre tenda propietario del inmueble a sanear, como por el Esta do a través del abogado del Estado, que es su representan te por ante el Tribunal de Tierras. El interesado eleva una instan-cia al Tribunal Superior de Tierras acompañándo le los documentos justifica-tivos del derecho de propiedad que le asiste, así como del contrato suscrito por el agrimen sor y él; si el impetrante se pretende propietario, sin discusión con nadie, ininterrumpidamente, entonces deberá acompa ñar su petición

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los periódicos para que los interesados en el saneamiento de determinado terre no sometan en un plazo dado sus solicitu-des y alegatos de posesión. Si en ese plazo no se recibía otro alegato que el de la primera persona interesada, entonces se saneaba y registraba a manos de esta última.

Debido a que los campesinos no leían ni leen periódicos, menos en la segunda y tercera décadas del siglo xx, y mucho menos en una región alejada del centro co mo el Suroeste, éstos perdían fácilmente sus tierras, máximamente en zo-nas sometidas al caudillismo de jefes políti cos y económi-cos locales, dentro de una dominación patrimo nial de estos grupos.38

En la región Este, la existencia de una fronte ra agríco-la no agotada, permitió hacia los años de intensi ficación de expropiaciones terratenientes (1916-1925), que grandes nú-cleos de campesinos se recampesinizaran, pasando a ocupar otras zonas agrícolas, básicamente, en la región Noroeste del país.39 Otra situación se verificó en el Su roeste, donde pobla-ciones campesinas se replegaron en la misma región hacia las estribaciones de montañas en la zona alta norte, hacia el bosque tropical seco del sur, y el bosque xerofítico seco al este del valle. En esas zonas se refugiaron núcleos campesi-nos pauperizados.40

de una certificación expedida por el alcal de pedáneo del lugar donde radi-que el terreno. Corresponde al Tribunal Superior de Tierras tramitar ante el director gene ral de mensuras catastrales para que este funcionario le im-ponga al inmueble objeto de saneamiento la designación catas tral pertinente y devuelva el expediente con sus recomenda ciones; luego se procede a dictar la Resolución que concede la prioridad, lo que implica que el agrimensor pueda iniciar, previo requisito de publicar en un periódico de circulación nacional el aviso del requerimiento para el saneamiento y el conocimiento de la audiencia que celebrará posteriormente el juez del Tribunal de Tierras de Jurisdicción Original que re sulte designado para su conocimiento, quien tendrá un papel activo en todo el proceso de saneamiento, distinto al juez en materia civil donde las pruebas las aportan las partes.»

38 Todavía en 1983, a San Juan de la Maguana llegan apenas 1,200 periódicos diariamente, sumando los distintos periódicos; pensemos que la población rural es de más de 160 mil ha bitantes.

39 W. Lozano, «La formación del proletariado». 40 José del Castillo da cuenta de núcleos que emigraron del Suroeste al Este

azucarero, en el período de constitución del enclave y de la inmigración

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Las familias involucradas en procesos de concen tración de medios de producción en la agricultura del va lle, con poder político (ligado al caudillismo regional) y poder económico (obtenido a través del comercio de bie nes, urbano y rural), y que monopolizaron, frente a un campesinado totalmente ig-norante, los mejores recursos produc tivos, conformaron gru-pos patrimonialistas, con base en el paternalismo, la fuerza, el engaño y el chantaje, en una relación de dominación regional que hasta hoy deja entre ver sus consecuencias.

Dichos grupos se reciprocaban entre sí en un sistema de apoyo mutuo, y hacia 1940-1950, forma ban un poder terrate-niente que explotaba fuerza de trabajo campesina «en colo-nato» sobre la base de relaciones no capitalistas de aparcería a la media y otras modalidades. Fueron, por tanto, un sector rentista que cobraba renta del suelo en especie y que logró amplios márgenes de acumulación que, más adelante, trans-firieron a otros sectores de la economía, como el financiero, agrocomercial (factorías) o de bienes inmuebles urbanos. Su desintegración parcial, pe ro importante, se explica más adelante.41

Algunos de estos rentistas llegaron a tener en la década del 1940 hasta 80 hombres en colonato dentro de sus unidades lati-fundistas, los cuales eran usufruc tuarios de 12, 15 y hasta 20 ta-reas a la media. Bajo este régimen de renta en producto, una modalidad de ren ta del suelo no capitalista, el terrateniente ayudaba al productor directo con sumas dinerarias para semi-llas y costos de producción; el campesino trabajaba las tie rras y la cosecha se dividía en dos mitades.42

de braceros azucareros a la R.D. CENDIA, UASD; citado también por W. Lozano, «La formación del proletariado».

41 Información de campo. Datos de Mayobanex Rodríguez, noviembre de 1985.

42 Entrevista a Zoilo Ramos, 1984, dirigente campesino de la región. Entrevista a algunos ex colonos, 1984, que fueron encontrados en las contingencias del trabajo de campo. Más adelante, en el capítulo IV, se analiza este proceso.

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Proceso de apropiación del valle de San Juan de la Maguana, 192043

43 Información de campo, 1984.

Apropiación de los medios de producción del

valle

Poder de los comerciantes

1900

Explotación del

campesinado

Agentes compradores zonales, 1920

Acumulación y poder de los comerciantes

Alianza con los caudillos y poder político

Desintegración del colonato y terratenientes

Colonato de

campesinos

Capitalismo agrario, factorías,

agroindustrias

El mercado interior

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Los caudillos y la Primera Intervención Norteamericana (1916-1924)

La mayoría de los caudillos regionales depusieron su autonomía, lideraz­go y poder y se sumaron a los interventores norteamericanos, haciéndose colaboradores de és tos. En el valle de SJM, los caudillos lilisistas, horacis­tas, etc., colaboraron abierta mente con los yanquis en la persecución del campesino Olivorio Mateo, precursor de prácticas mágico­religiosas de la región. A esos caudillos se refirió Fabio Fiallo en su conferencia sobre Cayo Báez:

«Frente a la consigna única de mucho terror por parte del ejército de ocupa­ción, el pueblo dominicano estaba desamparado no sólo en cuanto a sus ‘medios de defen sa’, sino también ‘de todo ejemplo de honor’, por la fuga cobarde de los bravucones que habían sido sus hombres de gobierno.»«¿Dónde estaban aquellos por quienes (el pueblo dominicano, A.M.) había derra mado a torrentes su sangre generosa en lucha enconada de hermano contra hermano? ¿En dónde los otros que él había exaltado a los puestos más eminentes y lucrativos de la Na ción, en los congresos, en la magistra­tura, en la diplomacia, en el manejo de los tesoros públicos?».«Ahí cuando se volvió a saber de ellos, cuando (el pueblo dominicano. A.M.) volvió a verlos, fue en el palacio del Gobernador Militar a quien iban a ofrecerle: los unos, su sumisión y sus influencias políticas; los otros, sus talentos, sus actividades, sus re laciones sociales [...] Y también en las fies­tas del Country Club, a donde algunos llevaban sus mujeres y sus hijas a danzar y divertirse con aquellos mismos rudos sargentones que convertían en pavesas nuestras aldeas, estrangulaban ancianos al correr de sus rápi­dos bri dones y aplicaban con sus propias manos el sable hecho ascua en el vientre desnudo de nues tros indefensos campesinos»...

Fuentes: Fabio Fiallo: «Presentación del mártir Cayo Báez», conferencia pro-nunciada en La Vega, 1923.Víctor Garrido: En la ruta de mi vida, Santo Domingo, 1970.El Libro Azul de Santo Domingo, publicado en 1920 por el gobierno de interven-ción. Edición de la UASD, Santo Domingo, 1976. Presentación de R. Cassá. Juan B. Pérez: Carta al presidente Roosevelt, 1933.

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Los caudillos y la Primera Intervención Norteamericana (1916-1924)

«En la primavera del 1917 el Gobierno Militar decidió extinguir el foco de anormalidad que mantenía encendido, desde muchos años antes, el lla­mado dios Olivorio y destacó sobre San Juan como jefe de operaciones al coronel Bears quien llegó precedido de una fama que no le favorecía. Las fuerzas de la Guardia Republicana con que debía operar se adelantaron y llegaron a la ciudad por el camino de Azua, encomendadas por el coronel Buenaventura Cabral, después de un buen descanso en Mijo, en la hacien­da del general Wenceslao Ramírez, quien enterado de los acontecimientos que se ave cinaban se trasladó a la población a esperar su desenvolvimien­to. Un poco más tarde, a través de la Cordillera Central, por el camino de San José de Las Matas, llegaron a San Juan tropas del Cuer po de Marina invasor. Cuando el coronel Bears llegó, lo primero que dispuso fue reunir en la sala del Ayuntamiento a todos los hombres de la población. Él llegó a San Juan animado de propósitos hostiles porque las intrigas de algu­nos dominicanos le habían informado que detrás de dios Olivorio estaba el general Carmito Ramírez, dirigente del Partido Legalista. Él expuso en la reunión a lo que iba y pidió cooperación. El general Wenceslao Ramírez, un viejo y sabio capitán de la región, se la ofreció en nombre de todos y también acompañarle en la ofensiva contra Olivorio, a pesar de sus años. Olivorio estaba en las lomas de Naranjo. Cuando Bears preguntó si había en la ciudad quien le hiciera un plano del lugar donde moraba Olivorio, el general Wenceslao le dijo que su hijo Carmi to podía hacérselo. El coronel Bears, asombrado exclamó: ‘me habían informado que el general Car mito era un bandido’. Se le dijo que lo hicieron víctima de una mala e interesada información por que el general Carmito no era un bandido sino un prestigio­so profesional. Se le hizo el plano y cuando se resolvió atacar a Olivorio, el general Carmito, enterado de que su anciano padre había resuelto correr el riesgo de acompañarlo, decidió no abandonar a su padre. Se atacó a Olivorio, un infeliz campesino a quien habían endiosado la ignorancia y el fanatismo, y como era de esperarse fue desalojado y dispersado. El general Wenceslao ganó la confianza del coronel Bears y éste, que había llegado a San Juan con la funesta idea de hacer un campo de concentración para enterrar los habitantes que residiesen en la zona norte y este de la común, así como de otras no menos negativas, desistió de sus proyectos y confió la normalización de la común al general Wenceslao quien salvó a San Juan de los graves sucesos que le amenazaban, provocados por las intrigas po­líticas de malos dominicanos.»

Fuente: V. Garrido, En la ruta, p. 65 y ss.

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Ilustración 13. Recua de mulos que traen productos al mercado

Ilustración 12. Factorías de arroz en el valle de San Juan de la Maguana

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IV. Intensificación del capitalismo agrario

debilitaMiento del colonato

Hasta 1950 los terratenientes y comerciantes rentistas man-tuvieron muchas de sus tierras en manos de campe sinos apar-ceros que las trabajaban a la media, es decir, de campesinos co­lonos que producían y pagaban renta del suelo en producto. El grupo de comerciantes que se apropió de las principales tierras del valle se configuró, por tan to, como un grupo ren-tista que explotaba campesinos en la producción a través de modalidades y relaciones no capita listas.1

La fuente principal de acumulación de estos grupos locales había sido el comercio y el campesinado explotado en la cir-culación; ahora se explotaba directamente fuerza de trabajo campesina en colonato.

El fenómeno del colonato al interior de unidades terrate-nientes fue de carácter transitorio, probablemente producto de la inexistencia todavía de grupos de productores capita-listas especializados en producir para el mercado in terno; fe-nómeno que cedió en forma importante tan pronto se hizo posible la configuración regional de estos grupos como con-secuencia de procesos de especialización productiva para el mercado interno que comenzaron a desarrollarse a partir de 1940 y adquirieron fuerza cerca de 1950.2

1 Cortén y otros, Azúcar.2 W. Lozano, «La formación del proletariado».

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Ello no quiere decir que las relaciones de produc ción que corresponden a la aparcería hayan llegado a su fin, pero sí, de manera importante, dentro del fenómeno del colo nato de tierras propiedad de terratenientes que no trabajaban directa-mente sus medios de producción. Siguen existien do diversas formas de renta del suelo, pero en lo que concier ne a la pro-ducción capitalista arrocera, que es la que sustituye al colo-nato a partir de 1950 y 1960, paga renta del suelo en dinero porque se trata de arrendamiento.3

Entre 1950 y 1960, esta relación de producción es pecífica en gran escala en la zona, sufrió un proceso de decadencia y disolución, el cual se acentuó en los primeros años de 1960, coincidente con la agitación social que siguió a la liquidación del grupo trujillista, cuando varios terratenientes tuvieron te-mor de que los campesinos se apropiaran de sus tierras, y co-menzaron a expulsarlos paulatinamente.

La disolución del colonato parece haber desarro llado re-sultados diversos; entre ellos, un proceso de proletarización campesina, en la medida en que estos producto res se vieron arrojados de sus unidades de explotación, muchos se incorpo-raron a los barrios pobres de la ciudad de San Juan, que co-menzaban a crecer a partir de esos años, donde se instalaron como fuerza de trabajo obrera en actividades agrícolas.

Por otro lado, un impulso a la instalación de unidades empre-sariales agrícolas; varias de esas explotaciones fundiarias terra-tenientes fueron puestas en manos de empre sarios capitalis-tas, básicamente en tierras arroceras del valle, que buscaron explotarlas en forma capitalista utili zando fuerza de trabajo asalariada, probablemente constituida en parte por la fuerza laboral campesina expulsada.4

Más adelante, esta fuerza laboral con hábitat en los barrios pobres, pasó a constituirse regularmente en un elemento del

3 Observación de campo, 1984. Mucho de lo que aquí se diga es producto de esta observación, inclusive el fenómeno del colonato de campesinos a que ya hicimos referencia en el capítulo III y estamos haciendo ahora, fue estable-cido mediante el trabajo empírico.

4 J. Cordero Michel, Informe sobre la República Dominicana, [1959], Santo Domingo, 1970, p. 56.

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mercado de fuerza de trabajo que entonces se constituía, ac-tualmente existente en las tres salidas prin cipales que tiene la ciudad: Juan de Herrera (al norte), ca rretera Sánchez (al este) y Las Matas (al oeste).

Con las leyes agrarias balagueristas se producirían conflictos entre campesinos colonos residuales y propietarios, que culmi-narían en expulsiones mediante la amenaza, el soborno, la compra paternalista de derechos, la manipulación, etc., y otros mecanismos de chantaje. Entre 1962 y 1964 se produjo hacia el sur de la ciudad, en Manoguayabo, un desalojo amplio y conflictivo de campesinos colonos, que dio lugar a protestas campesinas y probablemente al primer movimiento campesi-no de la región, en las cuales se destacó el viejo Ramos, padre del dirigente campesino Zoilo Ramos, de Maguana al Medio, un anciano hoy con más de 80 años de edad.5

Muchos de los campesinos desalojados se incorpo raron a otras actividades (traberos, billeteros, obreros urbanos, etc.) o se insertaron en nuevas relaciones de aparce ría con rentistas pequeños propietarios, en otras zonas agrícolas de la región.

Las tierras pasaron a manos de usufructuarios capitalistas, varios de ellos de factorías arro ceras, pagaban renta en dine-ro y trabajaban directamente como gestores empresarios y co­mandantes de trabajadores agrícolas.

Los terratenientes descubrieron la ganancia media capita-lista a través del latifundismo, sea trabajando ellos directamen-te, sea arrendando a inversionistas empresariales a cambio de la renta del suelo en dinero.

Concomitantemente, en esta coyuntura se producen pro-cesos de reconcentración latifundista antes y después de 1950, en los cuales sale perdiendo el campesinado, a través de com-pras bajo presión, paternalismo o chantaje. Algunos de estos productores se proletarizaron y se ins talaron en las orillas de la zona urbana, otros se reple garon hacia las zonas altas húme-das o hacia las zonas se cas del sur, en la misma región. Algunos

5 Información de campo, 1984. También entrevista a Zoilo Ramos. Cuando se haga la historia del movimiento campesino deberán recogerse estos acon-tecimientos como las primeras experiencias de luchas agrarias de núcleos campesinos de la región.

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de los capitalistas que entonces pasaban a ocupar las tierras, como el ca pitalista de factoría Homero Paniagua, terminaron de ejecutar procesos de expulsión y estimularon el cultivo ca-pitalista de arroz y habichuelas en esas tierras.

La configuración de un mercado de trabajo agríco la venía desde 1940 aproximadamente, cuando la economía campe-sina se va sumergiendo en una condición de precariedad es-tructural como consecuencia de la mercantilización creciente de la misma y de su sometimiento progresivo al mercado en expansión, hechos a los cuales nos referiremos más adelante.

La clase rentista pasó a ser residual en la medi da en que cedió como latifundista terrateniente al capita lismo agrario y a los dueños y empresarios de factorías arroceras sus tierras a través de diferentes vías, sin descontar que algunos de los miembros de aquella clase se incorporaron directamente al capitalismo agrario o de factorías, o sus descendientes.

Las vías a través de las cuales el sector ren tista se acercó a su desfiguración parcial fueron las si guientes: algunos vendieron para invertir en la compra de bienes inmuebles en las zonas ur-banas; otros murieron y las tierras se repartieron entre los here-deros, quienes a su vez las vendieron a capitalistas agrarios; otros terceros han sometido sus tierras al arrendamiento capitalis ta a empresarios urbanos grandes y medianos que pagan, como se ha mencionado en sentido moderno, renta del suelo.

De este proceso, más las apropiaciones que mencionamos, surge una recomposición y reconcentración de los medios de producción y recursos físicos del valle de San Juan de la Maguana que son dirigidos a la producción de cereal para el mercado interno dentro de la lógica general de valorización del capital-dinero, inherente al sistema capitalista.

La intensificación del capitalismo agrario a partir de 1950, teniendo una de sus bases en el arrendamiento capitalista, alimentará al mismo tiempo el capitalismo de factorías, que recientemente comenzaba sus actividades productivas y comer-ciales, en un proceso que creará mercado de trabajo regional y una fuente nueva de sometimiento del campesinado que se ha venido especializando en la producción arrocera. Este proce-so que venimos describiendo se inscribe dentro de uno de los

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momentos constitutivos del proceso de concentración latifun-dista de medios de producción en el país,6 que corresponde al surgimiento de unidades empresariales agrarias ligadas a la producción arrocera y cafetalera, además de la consolidación del latifundio ganadero y los procesos de expropiación terrate-niente que le fueron corre latos, teniendo estos últimos como principal protagonista al grupo trujillista, a partir de 1940, y que afectó a po blaciones campesinas del Sur y otras regiones.7

El primer momento, que constituye con aquel dos grandes etapas en el proceso de polarización latifundio-minifundio de la estructura agraria dominicana, va de fines del siglo xix hasta 1925, y corresponde al latifundio azucarero, teniendo su pun-to de mayor incidencia en el período 1916- 1925, concentrado básicamente en la región Este del país.

Como se ha visto, en el Suroeste dicho momento constitu-tivo del proceso de concentración fue protagoni zado por gru-pos locales de las clases dominantes, familias terratenientes y comerciantes no necesariamente vinculados al grupo trujillis-ta, aunque tampoco en contradicción con él, con la variante de que dichos grupos locales accedieron par cialmente al capi-talismo agrario después de 1950, debido a procesos particula-res de desagregación.8

El capitalismo agrario en el valle de San Juan y en las zo-nas llanas y fértiles, aunque en secano, que le son adyacentes, adquirió gran impulso después de 1960, con muchos empre-sarios grandes y medianos dedicados a la producción de arroz y habichuelas. Como se verá, en esta relación de producción participaron, y aún participan, los capitalistas de factorías agroprocesadoras, constituyendo ambos sectores la expresión más desarrolla da del capital vinculado a la agricultura de la región, incluyendo las agroindustrias Lavador y La Manicera, que se ha bían incorporado anteriormente.

6 W. Lozano, «La formación del proletariado».7 W. Lozano, «La formación del proletariado».8 Se trata de una explicación de un proceso particular, que implica un reor-

denamiento clasista regional, que no está plenamente confirmada con las evidencias históricas obtenidas en el proceso de investigación de campo; aunque casi todos los datos apuntan en el sentido que le hemos dado.

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El arrendamiento capitalista del suelo, como re lación de producción que se hizo importante en el proceso de desarro-llo del capitalismo agrario arrocero, no hizo de saparecer otras relaciones no capitalistas de pago de la renta de la tierra, como las que corresponden a la aparce ría a la media, a la tercia y a la cuarta. Y ni siquiera formas de pago no salariales, en espe-cie, todavía importantes ambas como relaciones que se dan básicamente en el campesinado. Las relaciones de aparcería (y sus moda lidades) se dan principalmente entre campesinos y rentistas pequeños y medianos y en tierras de secano, las cuales di lucidaremos en el capítulo V.

Para 1950, la provincia Benefactor9 tenía 821 casos de ex-plotaciones bajo administración, colonato y aparcería, con más de 50 mil tareas, básicamente en el valle de San Juan de la Maguana, mientras Azua reunía apenas 140, Barahona 225, Bahoruco 172 y San Rafael10 unos 72 casos, con una extensión, respectivamente, de 4,520; 872,307; 6,001 y 3,124 tareas. La excepción es Barahona, que reunía esa can tidad de superficie debido a las plantaciones azucareras bajo el régimen de admi-nistración, con 136 fincas y 867,563 tareas.11

Por tanto, si excluimos el caso de la provincia de Barahona, a San Juan de la Maguana corresponde el lugar más significa-tivo en volumen de superficies dedicadas al régimen de ad-ministración, aparcería y colonato, en 1950. El arrendamien-to, en cambio, para esa fecha, tenía escasa significa ción, pues existían apenas 95 casos, con poco más de 8,000 tareas; y en las demás provincias era todavía mucho menor, a excepción de la San Rafael, donde había 389 casos de arrendamiento con 18,395 tareas, situación comprensible por existir en ella un predominio de la pequeña propiedad.

La importancia de aparcería y arrendamiento en San Juan de la Maguana se amplió en 1971 al interior de la pequeña propiedad básicamente, lo que sirvió de refugio a núcleos campesinos y probablemente de contención a la proletariza-ción; de 95 casos de arrendamiento y 668 de aparce ría, con 8

9 Hoy San Juan de la Maguana.10 Hoy Elías Piña.11 Censo Agropecuario 1950.

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mil y 26 mil tareas respectivamente en 1950, se pasó a 1,339 casos de aparcería y 349 de arrendamiento en 1970, con casi 49 mil y 35 mil tareas respectivamente. La mayoría de éstos se daban en la zona del valle y en explotaciones menores de 80 tareas.12

Cuadro 3Procesos de concentración después

de 1960 en el arroz

Los censos registran intensos procesos de concentración del suelo en la caña de azúcar, pastos y arroz. En este último cultivo la concen-

tración fue del orden del 65%.Años No. de productores

arrocerosExtensión

ocupada de arroz (tareas)

1960 79,140 1.2 millones1971 27,715 1.2 millones

Fuente: Censos agropecuarios 1960 y 1971.

Para explicarnos la diferencia abismal podríamos tener en cuenta parcialmente los cambios de clasificación del V Censo.

En 1950 los procesos de concentración latifun dista toda-vía no eran muy acentuados en la agricultura de la provincia. De unas 17,500 explotaciones que existían en San Juan de la Maguana, alrededor de 15,000, o sea el 86% del total, tenían menos de 80 tareas, lo que muestra un peso muy significativo de economías campesinas. Esta es una característica general de todo el Suroeste, aunque no necesariamente de todas las provincias.

En 1950 en toda la región, la mayoría de las fincas tenían entre 32 y 80 tareas, y no se producía fundamen talmente la po-laridad latifundio-minifundio, aunque no de jaba de avisarse. En la provincia Benefactor, por ejemplo, había 76 fincas de 800 tareas en adelante, que concentra ban más de 135 mil tareas. Y no había una sola explotación, según el Censo Agropecuario,

12 Censo Agropecuario 1971.

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que reuniese 8,000 tareas, al igual que en Azua, en San Rafael y en Pedernales, aunque lo mismo no ocurría en Barahona, en donde ya para la fecha había 4 unidades con más de 8,000 ta-reas cada una, en una superficie de más de 75,000 tareas.

Cuadro 4Fincas y superficie de 800 a 8,000 tareas en adelante,

en San Juan de la Maguana y en la región Noroeste, 1950

Provincia Total de

fincas

Total superficie

800-8000 Más de 8000

Fin-cas

Superfi-cie

Fin-cas

Superficie

El país 276,848 37,022,748 5,040 9,030,779 342 10,712,253

D. N. 9,118 1,441,620 182 418,904 26 627,129Azua 7,401 372,806 18 28,693 1 8,000Bahoruco 5,580 314,086 7 20,202 5 111,808Barahona 6,264 1,618,191 105 221,140 11 936,590Benefactor 17,449 976,509 76 135,292 ­ ­Independencia 3,210 155,156 5 5,300 1 16,060San Rafael 6,938 311,868 48 99,449 7 13,277

Fuente: Censo Agropecuario 1950. Cuadro No. 30, p. 200.

Sin embargo, 76 fincas de más de 800 tareas, con un to-tal de 135 mil tareas, mostraban ya en 1950 que el proceso de apropiación y concentración se acentuaría des pués de esa década. En otras regiones el proceso mencio nado estaba más adelantado, como en el Norte y en el Este. En Puerto Plata, por ejemplo, existían 7 explotaciones de más de 8,000 tareas, con una extensión global de más de 200 mil tareas, siendo su fondo agropecuario de 1.2 millones en 6,000 uni dades. En San Pedro de Macorís, para 1950 existían 67 fincas de en tre 8,000 y 40,000, con una superficie de más de 1.4 millo nes de tareas, cuando el total de la provincia era de 1.7 millones en 4,443 unidades.

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99Intensificación del capitalismo agrario

Cuadro 5No. de explotaciones y superficie, de 800 a 8,000 y de más de 8,000

tareas en San Juan de la Maguana y en la región Suroeste, 1971

Provincia Total de

fincas

Total superficie

800-8000 Más de 8000Fin-cas

Superficie Fin-cas

Superficie

El país 259,169 43,314,776 6,649 12,486,985 438 12,402,001D. N. 5,956 1,505,469 281 587,062 18 465,193Azua 9,743 1,041,630 158 243,318 4 91,469Bahoruco 4,849 543,674 29 44,551 7 189,815Barahona 5,700 1,116,419 181 332,920 15 277,069Benefactor 21,989 1,807,989 224 404,669 7 97,252Independencia 2,854 306,679 36 52,727 2 54,182San Rafael 8,975 366,923 18 32,461 ­ ­Total Suroeste 54,110 5,183,314 646 1,110,646 35 709,787

Fuente: Censo Agropecuario 1971. Cuadro No. 3, Vol. I.

Se podrían mencionar otros casos de mayor agudeza en la concentración, por ejemplo, la provincia Duarte, que con un total de 25,803 fincas, en 3.2 millones de tareas, tenía 29 de 8,000 tareas en adelante, con una suma global de 536,129 ta-reas; el Distrito Nacional, con 9,118 fincas y 1.4 millones de fondo agropecuario, habían 26 fincas de más de 8,000 tareas, con una superficie de 627,129 tareas; La Vega, con 16,433 fin-cas, en una extensión de 1.8 millones, ha bían 8 fincas de más de 8,000, con una superficie de 600 mil tareas.

Estos ejemplos cuentan con su polo opuesto: las fincas de menos de 80 tareas, en todos los casos men cionados, son la mayoría numéricamente, no así en términos de superficie. Por ejemplo, en la provincia Duarte, más de 9,000 fincas re-unían el 5.1% de la superficie total; en La Vega, casi 11,000 fincas reunían el 4.1%, de un fondo agropecuario de más de 4 millones de tareas; en Puerto Plata, 2,150 fincas de menos de 80 tareas concentra ban apenas 78,225 tareas.13

En la provincia Benefactor había una cierta pre sencia del proceso de polarización de la estructura agraria dominicana, que había comenzado con la concentración la tifundista de

13 Censo Agropecuario 1950.

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medios de producción para la industria azuca rera y cuyo pun-to álgido estuvo entre 1916 y 1924, aunque todavía no estaba plenamente desarrollado. Es a partir de esta década que dicho proceso se agudizaría; pues si bien, como se dijo, no había ninguna finca de más de 8,000 tareas, existían 9 entre 3,200 y 8,000 en el valle, con una exten sión de más de 44 mil tareas, o sea, el 4.5% del fondo agro pecuario de la provincia, donde están las mejores tierras. Evidentemente, ni en El Cercado ni en Las Matas habían fin cas de más de 3,200 tareas.14

En 1970 el proceso de concentración latifundista se había acentuado en San Juan de la Maguana. De un fondo agrope-cuario de 978 mil tareas, en 17,500 unidades, en 1950, la pro-vincia había pasado a 1.8 millones de tareas en 21,989 fincas. Creció la pequeña propiedad minifundista y si en 1950 había 15,000 unidades de menos de 80 tareas, con una superficie de 413,311 tareas, en 1970 habrán 17,348 fincas del mismo rango con unas 527,800 tareas de extensión. Lo mismo puede decirse de las unidades precaristas de menos de 8 tareas: en 1950 había en la agricultura de la provin cia Benefactor 736 fincas de este rango con 4,269 tareas, y en 1970 existían 1,905 unidades de explotación con 8,185 tareas.

Lo mismo puede expresarse con respecto a las fin cas de más de 800 tareas: en 1950, como se vio, había 76 fincas de este tipo, con 135 mil tareas; en 1970 había 231 fincas de más de 800 tareas con 501,921 tareas, un au mento de 74% aproxi-madamente. En 1950 en toda la región Su roeste había 248 fin-cas de más de 800 tareas, y 63 en San Juan de la Maguana, de las cuales ninguna pasaba de 3,200 tareas y de 8,000 es obvio también que no había pese a que en la región existían 25.

En 1970, el número de las fincas de más de 800 ta reas en todo el Suroeste aumenta a 686 y a 35 las de más de 8,000. En San Juan de la Maguana, aumentó a 231 fincas de 800 tareas y a 7 explotaciones de más de 8,000, con 97,252 tareas. Este pro-ceso de concentración afectó fundamental mente las mejores tierras del valle.15

14 Censo Agropecuario 1971.15 Censos agropecuarios 1950 y 1971.

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101Intensificación del capitalismo agrario

Cuadro 6Distribución de la tierra según tamaño de finca

en San Juan de la Maguana, 1971

Tamaño Fincas No. fincas

% Superficie tareas

% Tamaño promedio

De menos de80 tareas

17,348 78.89 527,607 29.18 30

De 80 a 1600 4,548 20.68 927,274 51.28 496De 1600 en adelante

93 0.42 353,108 19.53 3,797

Total provincia 21,989 100 1,807,989 100 4,327Fuente: Censo Agropecuario 1971. Cuadro No. 3, Vol. I.

En esa zona se profundiza un proceso de intensi ficación capi-talista a partir de los años 1960, cuando inversionistas urbanos, capitalistas de factorías y otros ca pitales individuales invierten capital-dinero en la produc ción de arroz y de habichuela dentro de un movimiento de especialización productiva de la agricultu-ra hacia el mercado interno, que comienza en los años 40.16

Especialización productiva, concentración latifundista, mi-nifundización y precariedad estructural del campe sino serán los elementos del nuevo proceso a partir de 1960.

16 En el valle no hay un latifundismo clásico; las fincas concentran tierras pero no dentro de un acaparamiento exagerado, como en el Este. Había en 1970, 93 fincas de más de 1,600 tareas, con un total de 353 mil tareas, o sea, el 20% del fondo agropecuario. Es un latifundis mo importante si consideramos que aquí están comprendi das las mejores tierras de la provincia, pero no es clá sico.

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102 Angel Moreta

expansión del Mercado y especialización prodUctiva

La configuración de explotaciones arroceras gran des y la especialización de la producción son procesos que afectaron a la economía campesina en diverso modo, a partir de 1950. Por un lado, procesos de expropiación, que habrán provocado ex-pulsiones campesinas de la zona del valle, al igual que ocurrió en otras regiones del país con el surgi miento de modernas em-presas capitalistas agrarias ligadas a la producción arrocera, al café y la ganadería.17 Por otro lado, la agricultura campesina se inserta cada vez más en la producción de arroz y habichuela para el mercado interno, el cual, debido al crecimiento de las zonas urbanas del país, se encontraba en expansión. El cam-pesinado de esta zona, que ya estaba sometido al vínculo con el capital comercial y que se encontraba en sentido general en proceso de mer cantilización de su economía, profundiza su relación con el mercado de bienes y de dinero en función de su especia lización productiva.

En este aspecto juegan un papel importante las factorías agroprocesadoras de arroz y las agroindustrias de aceites ve-getales derivados del maní, que comienzan a orientar la pro-ducción campesina hacia el mercado, y crean la relación es-tructural con ella como proporcionadora de materia prima y de arroz húmedo en cáscara a través del fi nanciamiento del proceso de trabajo.

Hasta 1930 la especialización productiva del cam pesinado se dirigía básicamente al mercado de exportación, sobre todo en el Cibao. Con la crisis de ese año en la eco nomía mundial capitalista y la caída brusca de los precios de los productos tra-dicionales de exportación, y dada la ex pansión del consumo urbano que actuó como estimulador, se inicia un proceso de especialización productiva dirigida al mercado interno.18 De hecho, ya la región Suroeste venía enfilando su producción hacia géneros de subsistencia para la demanda interna des-de principios del desarrollo del capitalismo comercial, en los años 20 del presente siglo; y para 1970 estaría sellada en la

17 W. Lozano, «La formación del proletariado».18 W. Lozano, «La formación del proletariado».

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103Intensificación del capitalismo agrario

división del trabajo como una región cuya agricultura se espe-cializaba principalmente en propor cionar cereales, legumino-sas y oleaginosas al consumo urbano y a la industrialización de grasas vegetales.

La especialización productiva regional fue inci diendo para la mercantilización de la economía del campesi nado, justa-mente en una situación histórica de predominio de la peque-ña producción. Y llevó, en consecuencia, a ésta a profundizar su vinculación con el capital comercial ubica do en las agropro-cesadoras de arroz o factorías para los años 1960. Si en otras regiones, como en el Cibao, en que el campesinado producía para mercados de exportación desde fines del xix, la mercan-tilización de la producción campesina ya se había producido, en el Suroeste comenzaba a despuntar tardíamente, porque el campesinado de esta región no había tenido los factores de vínculos con mercados externos que lo estimularan a la pro-ducción de valores de cambio.

El incremento de la demanda de bienes de subsisten cia en las ciudades y de materias primas para la incipiente indus-trialización impulsada por el grupo trujillista auspiciaron las inversiones destinadas a la producción para el merca do inter-no, ya directamente, como propone W. Lozano, en manos de burgueses agrarios, como fue en la producción de arroz, ya a manos del campesinado, en la producción de alimentos y del maní para la industria.19

Un campesinado como el del Suroeste, específicamente el de San Juan de la Maguana, que no producía bienes para mer-cados de exportación, y que su vínculo mercantil había sido únicamente en función del intercambio con un mercado de consumo interno, muy pobre hasta antes de 1940, inicia su diferenciación no a través de una reorientación de su aparato productivo hacia otras ramas productivas, como fue el caso del campesinado del cacao en otras regiones, sino a través de su subordinación al capital comercial y usu rario, de factorías y agroindustrias y de la especializa ción productiva en géneros de subsistencia, como se ha di cho. Su diferenciación es tardía,

19 W. Lozano, «La formación del proletariado».

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104 Angel Moreta

y la mercantilización de su economía dirigida al mercado in-terno en una coyuntura de parálisis de los precios y de aumen-to de los precios de los productos industriales procedentes de la economía urbana, se hará en condiciones de intercambio desigual del campo a la ciudad;20 procesos que comienzan a despuntar entre 1940 y 1950 básicamente.

En 1960 la superficie cultivada de arroz en San Juan de la Maguana era de más de 106 mil tareas, y la de la región en su conjunto no sobrepasaba las 158,500 tareas, o sea, que reunía el 49% del total de extensión dedicada al arroz. Barahona apenas tenía 10,849; San Rafael, 14,357; Bahoruco, 6,944; Azua, 9,305.

El maní, en 1950, era producido por 2,761 fincas de la pro-vincia Benefactor, el mayor número de fincas dedi cadas al cul-tivo del producto en todo el país, en una extensión de más de 40 mil tareas. En ese año, otras provincias de la región de-dicaban cantidades insignificantes al produc to: por ejemplo, Barahona dedicaba 35 tareas en 5 fincas; Bahoruco, 5 tareas en 1 finca; Azua, 5,529 tareas en 498 fincas. El lugar más im-portante después de la provincia Bene factor lo tuvo San Rafael (Elías Piña), con 13,148 tareas en 770 unidades.21

En 1960, la superficie dedicada al maní había as cendido en la provincia Benefactor a más de 75 mil tareas, y el total de la región a 142 mil, lo que significa que te nía más del 50% de la superficie dedicada al producto.22

Para 1970, la producción arrocera de San Juan de la Maguana, comparada con la de toda la región Suroeste, que fue de 354.5 mil quintales, ocupó el 95%. El resto de la región apenas produjo 24 mil quintales, una cantidad insignificante. Dicha producción se hizo en 4,570 fincas dedica das al produc-to, lo que representaba el 17% del total de fincas arroceras del país, en más de 143 mil tareas, que equivalen al 93.2% de toda la región, que era poco más de 152 mil tareas.23

20 W. Lozano, «La formación del proletariado».21 Censo Agropecuario 1950.22 Censo Agropecuario 1950.23 Censo Agropecuario 1971.

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105Intensificación del capitalismo agrario

Cuadro 7 Superficie cultivada y cantidad cosechada

de arroz en el Suroeste, 1960

Provincias Total Superficie

cultivada (tareas)Cantidad de

cosecha (qq.)El país 1,288,930 2,634,645D. N. 26,042 38,446Azua 9,035 15,385Bahoruco 6,944 8,237San Juan 106,952 291,844San Rafael 14,357 23,568Independencia 10,170 21,670Total Suroeste 147,458 360,704

Fuente: Censo Agropecuario 1960.

Los 336 mil quintales de 50 kilos que produjo San Juan de la Maguana en 1970,24 le colocaron en se gundo lugar después de las provincias Duarte y La Vega, que tuvieron respectiva-mente, 418 mil y 368 mil quintales. El 95% de esa producción de San Juan de la Maguana fue des tinado al intercambio, fe-nómeno que también se repite en las 2 provincias menciona-das. Este lugar de primer orden del valle de San Juan y sus adyacencias, no solamente es con relación al Suroeste, sino también al Este y la región Central.

La producción campesina, dirigida al intercam bio con pre-cios estancados, al comenzar a especializarse, no solamente dependía más del capital comercial y usurero, sino también de productos elaborados en las manufacturas urbanas, cuyos precios «tendieron a elevarse de un modo más sistemático que los del sector agropecuario»,25 lo que representaba una sus-tracción de excedentes por la ciu dad.

24 Censo Agropecuario 1971.25 W. Lozano, «La formación del proletariado».

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106 Angel Moreta

Cuadro 8No. de fincas informantes, superficie cultivada

y cantidad de maní por provinciasdel Suroeste, 1950

Provincias Maní

No. de fincas

Superficie cultivada (tareas)

Cantidad cosechada (kilos)

La República 9,838 124,324 15,674,865Santo Domingo 10 323 3,926Azua 498 5,429 641,116Bahoruco 1 5 707Barahona 5 35 5,042Benefactor 2,761 40,432 5,044,188San Rafael 770 13,148 1,643,872Independencia 2 7 1,037

Fuente: Censo Agropecuario 1950.

J. R. Cordero Michel, en su Informe sobre la República Dominicana, exponía la situación del campesinado después de la década de los 40, como caracterizada por una cuádruple ex­plotación: «la renta del suelo, generalmen te pagada en especie, los impuestos, la ejercida por el capital comercial que mono-poliza el mercado y obliga al campesino a vender a precios bajos y a comprar[...] a precios altos; la que efectúa el capital, las más infames prácticas».26

Según el mismo informe, el crecimiento industrial en la década del 50 determina, no sólo procesos de ruina para el ar-tesanado urbano, sino también para el rural, lo que constituye un indicador de la descomposición del campesinado que se había hecho más o menos mercantil en diverso grado depen-diendo de la rama y la región.

Los procesos de descomposición del campesinado domi-nicano pasan por la formación del mercado interior.27 El de-sarrollo de un capitalismo agrario en la ganadería, el arroz, el maní, productos de exportación, como café y cacao, y la proletarización de millares de campesinos medios y pobres, crearon las condiciones para el desarrollo de un mercado de

26 W. Lozano, «La formación del proletariado», p. 56 y ss.27 W. Lozano, «La formación del proletariado», p. 62.

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107Intensificación del capitalismo agrario

bienes de subsistencia y producción. Según Cordero, el cam-pesinado proletarizado pasa a consumir menos en términos de bienes y a gastar más en términos dinerarios debido «a la transformación de la naturaleza económica del consumo, que pasa de consumo en especie a consumo en dinero».28

Cuadro 9Superficie cultivada y cantidad cosechada

de maní en el Suroeste, 1960

Provincias Maní en cáscara

Superficie cultivada (tareas)

Cantidadcosechada (qq.)

El país 590,580 1,398,728D. N. ­ ­Azua 23,708 54,414Bahoruco 420 840Barahona 671 1,243San Juan 75,514 172,628San Rafael 42,040 86,550Independencia 60 120Total Suroeste 142,413 315,795

Fuente: Censo Agropecuario 1960.

Estas transformaciones dieron paso en la formación social al surgimiento de un proletariado agrícola, caracteri zado básica-mente por una condición semiproletaria fundamental. En tor-no al cacao, el café y al arroz se definieron, inclusi ve, procesos migratorios que fortalecieron mercados regionales de fuerza laboral para el capitalismo agrario en su conjunto.29

W. Lozano, en base al censo cafetalero de 1943, muestra la existencia de un mercado de trabajo de más de 84 mil traba-jadores temporeros que tendían a concentrar se básicamente en Azua, Barahona, Espaillat y Provincia Trujillo. Al igual en las zonas arroceras de reguío en la que, aunque con caracte-rísticas diferentes, se organizó un dinámico mercado laboral

28 W. Lozano, «La formación del proletariado».29 W. Lozano, «La formación del proletariado».

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108 Angel Moreta

para 1950 en las zonas de Mao y Villa Vásquez, La Vega, San Francisco de Macorís y Cotuí.30

Cuadro 10Trabajadores remunerados y no remunerados en fincas

durante las semanas anteriores al censo en algunas provincias del Suroeste, 1950

Provincias Total Remunerados % No remunerados %El país 690,171 153,644 22.39 536,527 77.7Azua 18,150 3,365 19 14,785 81Bahoruco 11,048 1,180 10.6 9,868 89.3Barahona 18,461 5,301 28.7 13,160 71.3Benefactor 44,464 10,191 22.9 34,273 77.0Independencia 7,304 805 11 6,499 89.0San Rafael 14,205 3,218 22.7 10,987 77.3Total Suroeste 113,632 24,060 21.2 89,572 78.8

Fuente: Censo Agropecuario, 1950.

En el valle de San Juan de la Maguana la constitu ción de un mercado de fuerza de trabajo en la agricultura se efec-tuó más tardíamente, hacia la década de 1960. Uno de los factores que podrían explicar esta lenta configuración es el desarrollo del capitalismo, que todavía en 1950 no sem braba arroz en una escala considerable. Solamente a partir de 1960 dicho cultivo va a adquirir importancia dentro de la produc-ción capitalista.

Avanzada la década del 50, la economía campesina au tárquica de San Juan de la Maguana se encuentra sometida al mercado interior, proceso que se consuma hacia los años 60, sin que esta incorporación se traduzca en un mejoramiento de los niveles de vida, ni en una elevación de los niveles de consumo. Simplemente para poder subsistir tiene que vender y comprar, colocar en el mercado la mayoría de la producción y consumir una parte cada vez más pequeña de ella, mientras tiene que adquirir en el mer-cado parte importante de los bienes que consume.

30 W. Lozano, «La formación del proletariado».

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109Intensificación del capitalismo agrario

Cuadro 11Tendencia de las relaciones agrarias en R. D.

Trabajo remunerado y no remunerado en la agricultura, 1950

Zonas Trabajo remunerado % Trabajo no

remunerado % Total

El país 153,644 22.3 536,527 77.7 690.171El Suroeste 24,060 21.2 89,572 78.8 113,632

Fuente: Censo Agropecuario 1950. Los procentajes del país son relativos al total del personal ocupado (remunerado y no remunerado) en fincas, que era de 690,171 personas. Los porcentajes de la región son relativos al total del personal ocupa-do (remunerado y no remunerado) en fincas, que era de 112,661 personas.

Este campesinado mercantilizado pasa ahora a ser explota-do por el capital que opera en factorías de arroz, en agroin-dustrias que financian siembras de maní, por co merciantes que compran sus cosechas y por prestamistas usurarios que cobran tasas de interés.

Históricamente, el campesinado mercantilizado o integrado al mercado en la producción y el consumo, tiende a su descom-posición (proletarización o semiproletarización), por tanto, tiene que vender parte o la totalidad de su fuer za de trabajo en el mer-cado, es decir, «tiene que convertir se también en mercancía».31

Cabe la posibilidad de suponer, como se ha propuesto a nivel nacional, que estas circunstancias de crisis de la economía cam-pesina contribuyen al surgimiento de un proletariado, al pro-porcionarle al capitalismo agrario una oferta adecuada de fuer-za de trabajo,32 proceso que habrá adquirido impulso a partir de 1950, concomitante con la intensificación del capitalismo.

En la explicación del surgimiento y configuración de un mercado de trabajo en la región Suroeste y básicamente la agri-cultura del valle de San Juan de la Maguana, hay que tener en cuenta los elementos que se han mencionado, co mo coadyuvan-tes de dicho proceso. Entre ellos, la descom posición de la economía de subsistencia, que cobra auge en la década del 50; la concentración de los principales medios de producción agrícolas del valle, proceso que se da

31 I. Duarte, «Condiciones sociales del servicio doméstico en República Dominicana», Realidad Contemporánea. Nos. 3-4, Santo Domingo, 1984.

32 W. Lozano, «La formación del proletariado». I. Duarte, Capitalismo y superex­plotación relativa, capítulo I.

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110 Angel Moreta

en di versos momentos, desde principios del siglo xx; el patrón de herencia familiar, que ha actuado en la zona como una vía de acumulación en la medida en que las familias campesinas, generalmente extendidas, han tenido que partir los bienes y éstos caen fácilmente en manos de compradores capitalistas; el desarrollo del cultivo de arroz después de 1950 en esca la mercantil y la especialización productiva del mismo, tan to en manos campesinas como capitalistas; el some-timiento a las factorías y al capital de agroindustrias del maní; la ex pulsión de colonos de propiedades terratenientes en las que trabajaban como aparceros, lo que supuso una transformación del terrateniente que cobraba renta del suelo en producto, a renta en dinero; habría que tomar en cuenta, además, proce-sos en general de pauperización como consecuencia de ventas for zadas, endeudamientos, chantajes y falsificaciones de docu-mentos a manos del capital agrario, comercial y usurario.

Otros factores históricos habrían sido concurrentes, como procesos migratorios de núcleos rurales venidos del oes te (la frontera, Elías Piña, etc.) hacia el este o la zona del valle, parte de los cuales se asentarían en San Juan de la Maguana.

La estructuración de un mercado de trabajo en la región se produce de manera tardía, no tanto porque la es casez de población o la adhesión a la sociedad tradicional por parte de los campesinos lo habría dificultado, tesis que se han argumentado para el sector del azúcar,33 sino porque en dicha zona el merca-do no apareció ligado a las necesida des de la economía de ex-portación. Aparece más bien ligado a la expansión de cultivos arroceros, como un mercado labo ral especialmente regional, alimentado de una fuerza de trabajo campesina, proveniente básicamente de las economías de subsistencia existente en el va-lle, la zona montañosa húme da, la zona fronteriza hacia el oeste y la zona tropical del sur de la provincia, montañosa y árida.34

Por tanto, el surgimiento del mismo, regionalmente, vino acompañado de procesos de descomposición de la econo-mía de subsistencia, mercantilización agraria y desarrollo del mercado interior, despojos campesinos de las tierras del va lle, procesos de formación de capitales en el comercio urba no.

33 Cortén y otros, Azúcar, capítulo I.34 Véase el mapa del valle, capítulo I.

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111Intensificación del capitalismo agrario

Una vez que la región sufre la intensificación ca pitalista, mediante el despegue de una agricultura empresarial, y se instalan factorías arroceras, etc., actúan com binadamente procesos de reproducción ampliada y de acumu lación que es-tructuralmente conducen a un empuje de la di ferenciación; unos campesinos se proletarizan o pauperizan, otros logran convertirse en productores medianos y una gran mayoría fun-cionaliza sus economías mercantiles al contacto con el capital comercial, de factorías, prestamistas usura rios, sector finan-ciero estatal, etc.

En sentido general, entre los años 1950 y 1960, había una limitada difusión del asalariado en la agricultu ra del país, en la cual la fuerza de trabajo ocupada tenía una gran propor-ción de mano de obra compuesta por trabaja dores familiares. A diferencia de la zona urbana,35 en donde había una gran masa de independientes en el comercio, la pequeña industria,

35 Cortén y otros, Azúcar, capítulo IV.

Ilustración 15. Barrios periféricos, San Juan de la Maguana

Recreación de la geógrafa Sandra A. Black

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112 Angel Moreta

los servicios personales y el artesanato, o sea, un proletariado incipiente; en la agricultura, si excluimos el azúcar y el arroz, difícilmente podría hablarse de la existencia de un proletaria-do agrícola.

En 1950 la fuerza de trabajo asalariada agrícola en la región Suroeste era de 23,997 trabajadores; asimismo, había 88,664 no remunerados, totalizando una fuerza ocupa da de 112,661 personas, lo que representaba casi el 17% de la fuerza laboral ocupada del país en fincas que ascendía entonces a 690,171, incluyendo varones y hembras de más y de menos de 14 años de edad.36

En la provincia Benefactor existía entonces el ma yor núme-ro de asalariados agrícolas de toda la región en 1950: más de 10,000, quedando en segundo lugar la provincia de Barahona con más de 5,000 asalariados, pese a la existen cia en esta úl-tima zona de un central azucarero. En total, el personal ocu-pado en fincas de la primera provincia era de más de 44 mil personas, incluyendo unos 34 mil trabajadores familiares,37 o sea, el 77% de la fuerza laboral de la provincia y el 30.4% de la fuerza laboral de la región.

36 Censo Agropecuario 1950. La fuerza de trabajo ocupada del país se dividía en 153,644 remunerados y 536,527 no remunerados, respectivamente, el 22.2% y 77.7% del total de las personas ocupadas en el sector agrícola del país.

37 Censo Agropecuario 1950.

Ilustración 16. Reunión de obreros agrícolas en la zona urbana, dentro de las actividades del sindicato

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113Intensificación del capitalismo agrario

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114 Angel Moreta

Cuadro 13Salarios pagados en las fincas

del Suroeste en 1971

Provincias No. de

explotaciones Salarios pagados RD$

Total Personal agrícola

Personal administrativo

El país 68,935 5,370,184 4,956,174 414,010D. N. 2,051 279,690 242,286 37,404Azua 2,373 145,944 143,597 2,347Bahoruco 870 95,149 85,634 9,515La Estrelleta 1,733 51,766 51,288 478San Juan 7,040 312,163 306,155 6,008Barahona 1,461 152,897 139,706 13,191Independencia 729 33,011 31,451 1,560Región 14,206 790,930 757,831 33,099

Fuente: Censo agropecuario 1971.

En 1970 la región Suroeste tenía casi 46 mil fin cas con personal ocupado, unos 144 mil trabajadores, de los cuales el 71.1% eran familiares y el 21.9% personal remune rado, es decir, cerca de 31,500 trabajadores.38 El personal ocupado au-mentó en 20 años en toda la región de 122 mil en 1950 a 144 mil en 1970, un 27.8%; y la fuerza laboral remu nerada pasó de 23,997 personas en aquel año, a 31,500 traba jadores en 1970, un incremento de 31.2%. De igual modo, la fuerza de trabajo familiar ascendió a 102,516 personas, cuan do en 1950 era de 88,664, o sea, un aumento de 15.6%.

El asalariamiento se incrementó más que el trabajo familiar dentro de la población agrícola ocupada en la región en los últimos 20 años, hasta 1970.39

La provincia de San Juan de la Maguana tenía para esa dé-cada el mayor número de explotaciones de la región con per-sonal laboral, unas 18,834 fincas con casi 45 mil trabajadores familiares y 12,500 asalariados; el 40.9% de las fincas con per-sonal en el Suroeste y el 40% de los trabaja dores asalariados.

38 Censo Agropecuario 1970.39 Censo Agropecuario 1970. Cálculos realizados por el autor. La inexistencia

de resultados del VII Censo Agropecuario de 1981, no permite sacar otros porcentajes.

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115Intensificación del capitalismo agrario

En agosto de 1971, fecha de la realización del VI Censo Agropecuario, los 31,400 trabajadores asalariados de la región percibieron, en unas 14,206 explotaciones, unos 792,753 pe-sos, casi 56 pesos por cada unidad de producción y 25.18 por cada trabajador. Este último prome dio está por debajo del promedio del país, año en el cual el 28.1%, unos 188 mil tra-bajadores asalariados, de una masa la boral total de 668 mil personas ocupadas, recibió en forma de salarios pagados en pesos dominicanos, unos 5.3 millones, que equivalen a 28.56 pesos per cápita.40

Estos promedios ofrecen una idea del bajo nivel de vida de los jornaleros agrícolas de la región, cuya situa ción salarial no habrá cambiado significativamente si tomamos en cuenta, cosa que analizamos más adelante, que en la última década el valor de los bienes de subsistencia se incrementó en una mag-nitud porcentual mucho mayor que el salario nominal que pasó de RD$2.50 en 1974 a 3.50 en 1979, o sea, 1.38 centa-vos mensualmente en esos 6 años, un incremento promedio nomi nal prácticamente nulo en todo el país.41

En la provincia de San Juan de la Maguana, los 12,500 tra-bajadores asalariados que reporta el VI Censo Agropecuario, reci-bieron el 29.4% de los salarios pagados en la agricultura de la región Suroeste en agosto de 1971, unos 312,163 pesos, o sea, RD$24.90 por cabeza y RD$44.34 por finca en promedio; di-cha suma supera 2 veces el monto salarial que percibieron los 5,380 trabajadores remunerados de la provincia de Barahona y 10 veces los jornales que se pagaron a los 729 trabajadores de la provincia Independencia.42

En la provincia de Barahona, con 5,390 trabajado res asala-riados (el 17.1% del total regional), en 1,461 fin cas (el 10.2% de las explotaciones que ocuparon personal asalariado en la

40 Censo Agropecuario 1970. Cálculos del autor.41 El cálculo de lo que porcentualmente representan, en términos de impac-

to en el valor del salario, los aumen tos en el precio del salario habidos en 1966, 1974 y 1978 en el país, se hace. más adelante. En este aumento de 1.38 centavos mensuales de incremento del salario en 6 años, se dividieron 100 centavos de aumento por 72 meses que tienen años. Por eso decimos que el aumento fue prácticamente nulo.

42 Censo Agropecuario 1970. Cálculos del autor.

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116 Angel Moreta

región), se consumieron cerca de 140,000 pesos en jornales agrícolas durante la misma fecha; ello ha ce un promedio de casi 95.00 pesos por finca y de RD$25.91 per cápita.

En Azua, 6,304 trabajadores remunerados en 1971, el 20% de la región, consumieron casi 146,000 pesos en salario, en 2,373 explotaciones; el promedio por finca fue de RD$61.52 y por cabeza, RD$23.15.43

El salario per cápita mensual en las tres provin cias oscila promedialmente en RD$24.65, más de 4.00 pesos por debajo del promedio del país, que fue en esa ocasión de alrededor de RD$28.56.44 El promedio salarial pagado en fincas oscila entre los RD$44.34 pagados en San Juan de la Maguana a los casi RD$95.00 por finca pagados en Barahona.

En la provincia de San Juan de la Maguana se pa garon jor-nales en 7,040 fincas, cuando el total de unida des con personal ocupado era de 18,834, esto significa que, cerca de un 37% de las explotaciones tenían trabajo remunerado por encima del promedio nacional para la época, que era de 31%.

La provincia de San Juan de la Maguana ocupó en el VI Censo Agropecuario el tercer lugar en cuanto al monto total de salarios agrícolas que se consumieron a nivel nacional; estu-vieron primero San Cristóbal, donde pagaron 505,500 pesos, y San Francisco de Macorís, 331,600 pesos.

Para 1970 los mayores volúmenes de fuerza de tra bajo asa-lariada del Suroeste se concentran en las provincias de Azua, Barahona y San Juan de la Maguana, que son justamente las áreas donde se desarrollan los cultivos de caña de azúcar, arroz, habichuelas y tomate industrial. La mano de obra asala-riada, como se ha visto, es relativamente baja com parada con la fuerza de trabajo familiar (102 mil contra 31 mil), aún así la provincia de San Juan de la Maguana tiene el primer lugar regional.

Aún cuando las categorías del Censo Agropecuario no ayudan a determinar qué cantidad del volumen de mano de obra asalariada se caracteriza por tener una condición semi-proletaria, es razonable suponer que la unidad campesina se

43 Censo Agropecuario 1970. Cálculos del autor.44 Censo Agropecuario 1970. Cálculos del autor.

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117Intensificación del capitalismo agrario

ve forzada a acudir a este mercado laboral con el fin de asegu-rar un ingreso capaz de cubrir sus necesidades. Un elemen to para pensar cómo en la región dicha unidad se ve compelida a participar en el mercado de trabajo es el hecho de que la provincia de San Juan de la Maguana tiene el segundo lugar, después de Higüey, en el número de hogares rurales que se en cuentran en situación de extrema pobreza; tiene 9,915 familias campesinas con una deuda individual de 567 pesos anuales, a precios de 1977, lo que asciende en conjunto a más de 5.6 mi llones de pesos.45

El número de trabajadores asalariados que ofrece el Censo Agropecuario, asimismo, debe ser porcentualmente menor por cuanto incluye dos categorías de fuerza laboral dentro de aquellos, como son el personal agrícola y el personal admi­nistrativo.46 Esta dicotomía no permite captar con exactitud el número específico de jornaleros echa días que trabajaban en fincas en 1971. Generalmente, se dice que para esa fecha había 180,000 obreros agrícolas en el país, y la expresión no es precisa por cuanto el Censo no diferenció el personal ocupado en las labores directamente agrícolas o pecuarios y los asalariados ocupados como administradores, capataces, guarda campes-tres, celadores, transportistas, tractoristas, etc.

En base a estos elementos es pertinente sostener la idea de que el mercado laboral del valle de San Juan de la Maguana es de naturaleza heterogénea, compuesto por jor naleros pro-letarios y semiproletarios; y cuyo campesinado, como se verá, está sometido a partir de los años 70, a un segundo proceso de diferenciación.

Tanto el primero, al cual ya nos hemos referido, como el se-gundo, que se inicia cuando se intensifica el ca pitalismo agra-rio y surge la división del trabajo entre producción agrícola y agroprocesamiento industrial (factorías), son aspectos de un proceso de proletarización en sentido amplio que pasa por la formación del mercado interior.

45 ONAPLAN, Plandes 24; Banco Central de la República Dominicana, «Pri-mera Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos, 1976-1977», Revista de Estudios Económicos, No. 1, Santo Domingo, 1977.

46 Censo Agropecuario 1970.

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118 Angel Moreta

El proceso de proletarización lo vemos como una situa-ción estructural a que va siendo llevado el productor como consecuencia de la explotación en la circulación a tra vés del intercambio desigual,47 la creciente dependencia del salario, el sometimiento progresivo al mercado de bienes, trabajo y dinero; el arrebatamiento de la indus tria doméstico rural, la pérdida paulatina de animales, he rramientas y medios de pro-ducción. Este proceso tiene gra dos diferenciales dependien-do del ritmo de la intensifica ción capitalista.

Autores como Lehmann y L. Paré, ven que el proceso de proletarización es compatible con la empresa campesina, en la medida en que (Lehmann) la proletarización es la crecien-te dependencia de los campe sinos minifundistas del trabajo asalariado para su super vivencia; y también (L. Paré) en la me-dida en que el capi talismo del subdesarrollo «parece acomo-darse muy bien a las formas no capitalistas de producción para su reproduc ción».48 El capitalismo aprovecha la economía do-méstica del semiproletario, pues ésta cumple la función de reproducir todo el año la fuerza laboral que es utilizada espo-rádicamente por el capitalismo.49

Cuando la pequeña producción agraria efectuada por traba-jadores libres en formaciones capitalistas, se convierte en pro-ducción orientada al mercado, manteniendo sus características de pequeñas escalas, estratégicamente tiende a producirse una erosión de la misma. En la medida en que son sometidas por el capital, «cambia el carácter de clase del campesinado»,50 y hay sec-tores que se convierten en asa lariados o en burgueses, y dejan de ser campesinos. Los que siguen siendo campesinos se convierten en campesinos acomo dados o en campesinos pobres. Estos últi-mos, Lenin los inclu yó dentro del proletariado agrícola, clase que estable ce relaciones de explotación con el capitalismo agrario.51

47 W. Lozano, «Campesinos y proletarios en el desarrollo capitalista de la agricul-tura», Realidad Contemporánea, Nos. 8-9, Santo Domingo, 1979.

48 Luisa Paré, El proletariado agrícola en México, México, 1980, p. 31 y ss.; Lehman, «Proletarización campesina», Nueva Antropología, No. 4.

49 Lehman, «Proletarización campesina», Nueva Antropología, No. 4, México, 1980, p. 141 y ss.

50 L. Paré, El proletariado, p. 49.51 V. Lenin, Desarrollo, p. 716.

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119Intensificación del capitalismo agrario

Ilustración 17. Actividad de secado de arroz

Ilustración 18. Cultivo de arroz con tracción animal

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V. Procesos de descampesinización (1950-1970)

descaMpesinización del valle de sJM

La intensificación del capitalismo en el agro de la región, proceso al que hicimos referencia en el capí tulo IV,1 ha con-tribuido a la disolución de relaciones que eran importantes en el valle, como el colonato de campesinos aparceros en unidades terratenientes, la renta en pro ducto a la media, y actualmente a la tercia, modalidad esta última que sustituyó a aquella y que se encuentra en transi ción a la cuarta.2

A diferencia de otras regiones en las que el proceso de pro-letarización fue coincidente con la expansión de un capitalis-mo azucarero, en esta región se presenta, genéticamente y en su dinámica, como resultante de procesos de pauperización generalizada, en los que actúan, como se men cionó, diversos factores, entre ellos procesos de acumula ción originaria que se producen a manos de capitales individuales que actúan conforme a la lógica general de acumulación del sistema, y capitalistas agrarios, de factorías y agroindustrias.

La fuerza laboral agraria, en este sentido, es consumi-da básicamente por estos capitales (no necesariamente

1 La mayor parte de los elementos y datos expuestos en este capítulo V, pro-vienen del ejercicio de la observación de cam po en la zona estudiada.

2 Actualmente, a la tercia es una relación en debilitamiento los campesinos están prefiriendo trabajar a la cuarta, por que creen que ella es más ventajosa en térmi-nos de beneficios. Se trata de un proceso de transición de las formas de renta que culminará, a la postre, en una vigencia más generaliza da de la renta en dinero.

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monopólicos) que se activan en unidades empresariales contratantes de no grandes dimensiones ni con carácter de conglomerados que estén apoyados por el capital financiero del sistema capitalista.

El capital financiero-bancario, dirigido a estimular la inten­sificación capitalista en la agricultura, comienza a actuar en la región en los últimos años; apenas recientemente se estable-ció un banco de desarrollo en la zona urbana de la provincia de San Juan de la Maguana. Fuera de éste, el capital de préstamo dirigido a la agropecuaria acciona a través de los bancos esta-tales, que financian fundamentalmente a los capitalistas agra-rios y de factorías grandes y medianas.3

El sometimiento de la economía campesina por ca pitales agroindustriales y de factorías ha sido un fenómeno importan-te en la región desde la década del 50. Tal sometimiento repre-senta una tendencia general de los últimos años en el agro lati-noamericano, la cual puede manifestarse en zonas geográficas determinadas dentro de cada país, sin que implique necesaria-mente un proceso de homogenización progresiva del agro.4

Se ha concebido la subordinación del campesina do al ca-pital de agroindustrias como un aspecto de la modernización de la agricultura latinoamericana,5 proceso para el que se se-ñalan dos vías: la reforma agraria y la creación de incentivos a la inversión capitalista en el agro por parte del Estado.

La intensificación capitalista en las activida des agropecua-rias, sea por una u otra vía, no parece haber repercutido en el mejoramiento de la distribución del in greso, ni tiende necesa-riamente a homogenizar las áreas rurales ni a resolver los des­equilibrios económicos de la población rural.6 Se orienta más

3 Entre 1972 y 1977, el Banco Agrícola formalizó préstamo por más de 14 millones de pesos en San Juan de la Maguana, cuan do el total regional fue de 38 millones. Téngase en cuenta que el 42% de los créditos en 1974, por ejemplo, se dirigieron a fincas de más de 2,000 tareas. (Varios: «Generación y trans ferencia de tecnología agropecuaria», II Congreso Dominicano de Sociología, S. D., 1982).

4 C. Miró Quezada, D. Rodríguez, «Intensificación del capitalismo en la agri-cultura», Cuadernos agrarios, México, 1986.

5 C. Miró Quezada, D. Rodríguez, «Intensificación».6 C. Miró Quezada, D. Rodríguez, «Intensificación».

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123Procesos de descampesinización (1950-1970)

bien a crear una vía cam pesina frustrada que tiene como efec-to, al menos en la región, lo que propondremos más adelante, contribuir al estancamien to de la proletarización.7

Con el concepto intensificación se intenta evi tar la idea de un avance progresivo del capitalismo, que en forma creciente «va penetrando en las áreas rurales y homo geneizando las mis-mas en cuanto a relaciones de producción».8

El concepto se aleja del modelo clásico de desarrollo del capitalismo. En este se produce una paulatina desaparición de las formas y relaciones de producción atrasadas, no capi-talistas, junto con el surgimiento de una superpoblación relativa de fuerza de trabajo. Dentro de este modelo clásico, el proceso de proletarización implica necesariamente un resultado homo-genizador, en el que las funciones productivas y las relaciones de producción se reducen a una sola.9

De tal manera, intensificación del capitalismo no significa necesariamente proletarización creciente, sino más bien: 1) progresivo sometimiento de la producción agrícola al capita-lismo y 2) la cada vez más amplia depen dencia de los sectores que componen el agro no capitalista, del primer sector en general.

Dentro del primer aspecto, la agricultura se configura como un sector donde se invierte para obtener rentabilidad, según la lógica básica de funcionamiento del sistema; en el segundo se expresa un creciente sometimien to al mercado de bienes de subsistencia, al mercado de di nero y de trabajo. La cada vez más acentuada dependencia del sector capitalista puede asu-mir diversos aspectos, por ejemplo, la venta de fuerza laboral por parte del campesi no minifundista, la venta de excedentes de producción en el mercado por parte del campesino mer-cantil, el reordenamiento del latifundio, etc. y las relaciones

7 O sea, producir procesos de proletarización estancada, como le llamamos más adelante.

8 C. Miró Quezada, D. Rodríguez, «Intensificación».9 Mercedes Oliveira, «Sobre la explotación y opresión de las mujeres acasilla-

das en Chiapas», Cuadernos agrarios, No. 9, México, septiembre 1979. p. 46; Marx, El Capital, tomo I; Lenin, El desarrollo, p. 187; Warman, «El problema de proletariado agrícola en México», Polémica sobre las clases sociales en el cam­po mexicano, México, 1979, p. 95.

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entre estos sectores y el capitalismo «se hacen más estrechas y a menudo necesarias».10

Las masas de capitales agrarios individuales, de factorías arroceras y agroindustrias maniceras que se desenvuelven en la región según la lógica de valorización, han tenido un efecto descampesinizador en la medida en que han adquirido por diversas vías (compras, amenazas, endeudamiento, chantajes, violencias diversas, pulverización por herencia, etc.) medios de producción campesinos, y es tablecen un vínculo estructu-ral con las economías campesi nas que las desangra progresiva-mente, al cual nos referi mos más adelante.

Existen en las diversas zonas agrícolas del va lle, núcleos de familias campesinas que han perdido sus tierras, han vendido, han entregado o han sido despojados por capitalistas individua-les o agroprocesadoras. Es tas familias buscaron hábitats rura-les marginales y testimonian acerca de la forma en que perdie-ron medios de producción a manos del capital operante en la agricultura de la zona.

Ya se vio en el capítulo IV, que para 1970 el proceso de con-centración latifundista se había acentuado en San Juan de la Maguana. Entre 1950 y 1970 se produjo, concomitantemente con el crecimiento de la pequeña propie dad minifundista, un proceso violento de latifundización y acaparamiento de tie-rras. Las unidades de explotación mayores de 800 tareas en 1950 eran 76, con 135 mil tareas; y en 1970 pasaron a 231, con más de 501,921 tareas. De igual modo, en 1950 no había en el valle ninguna finca que concentrara más de 8,000 tareas (pues todas las que pasa ban de 800 no llegaban a 3,200), pero en 1970 se configu ran 7 explotaciones con más de 8,000 tareas, con un total de 97,252 tareas, proceso que afectó básicamente las mejores tierras del valle.

En un primer momento histórico, a principios del siglo xx, hubo procesos de apropiación de las mejores tie rras del valle, sobre la base del poder, el fraude y las ventas; en un segun-do momento se produjo una relación específica de régimen de colonos campesinos en aparcería a la media; en un tercero,

10 C. Miró Quezada, D. Rodríguez, «Intensificación».

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esos medios de producción fueron transferidos parcialmente a manos de inversionistas empre sariales agrarios sobre la base de lazos de amistad, parentesco o afinidad económica y social entre grupos regionales dominantes.

En un cuarto momento, actualmente, la intensificación capitalista provoca procesos de despojo, empobrecimien to paulatino, sometimiento al capital, al mercado capitalis ta, ventas forzadas por motivos de heren­cia, endeudamiento, fraude, poder, ventas forzadas y chantaje. Todo ello a fa vor de la masa de capitales que operan según la lógica de rentabilidad capitalista, dentro de mecanismos de reproduc-ción ampliada, sobre la base de la explotación del trabajo cam-pesino por establecimientos como factorías y agroindus trias, además de fuerza laboral de obreros y mujeres jornaleras.

Cuadro 14Procesos de descampesinización y concentración de la propiedad del suelo en el valle y la provincia de San Juan de la Maguana, 1950-1971

Años No. de unidades mayores de 800 tareas

Extensión de las fincas mayores de 800 tareas

1950 76 135,2921971 231 501,921

Fuente: Censos agropecuarios 1950 y 1971.

Cuadro 15Distribución de la tierra según tamaño de finca

en San Juan de la Maguana (1950 y 1970)(de 800 a 8,000 y más de 8,000 tareas)

Año Tamaño No. de fincas

Superficie tareas

1950 800 – 8,000 más de 8,000

76­

135,000­

1970 800 – 8,000 más de 8,000

2247

404,66997,252

Fuente: Censos agropecuarios 1950 y 1971.

En la actualidad, dichos capitales logran importantes már-genes de ganancia mediante la explotación de una fuerza

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laboral abundante, bajos salarios, largas jornadas de trabajo, incentivos estatales, créditos con baja tasa de interés, explota-ción del trabajo campesino en el arroz, el maní y la habichue-la, tolerancia oficial en cuanto al uso abusivo del riego y recur-sos físicos, seguridad en los pre cios mínimos de un producto comestible de subsistencia para el mercado interior, etc.

Factores demográficos, que se mencionaron a propósito de la explicación del surgimiento del mercado laboral re-gional, contribuyen a la configuración de una fuerza de tra-bajo abundante para las actividades agrícolas, que a su vez se transforma en fuerza laboral principalmente temporal y móvil en la cual la proletarización se produce como fenóme-no dominante.

Cuadro 16Procesos de descampesinización y concentración de la

propiedad del suelo en el valle de San Juan de la Maguana

Años Fincas menoresde 160 tareas

Fincas mayores de160 tareas

Extensión No. fincas Extensión No. fincas1950 323,768 8,026 268,291 5551971 421,183 10,300 703,909 1,125

Fuente: Censos agropecuarios 1950 y 1971.

Este proceso de intensificación capitalista agrario se efectúa en los últimos 20 años, como se vio, con au ge a partir de 1960, cuando la agricultura se especializa en la producción comercial de arroz y habichuela para el mercado interno, y el capitalismo en general asigna a la región, en la división social del trabajo, el papel de produc tora de cereal, leguminosas y oleaginosas para la agroindus tria de transformación de grasas y vegetales.

Actualmente, el valle de San Juan de la Maguana es un in-menso arrozal, con bolsones importantes de ganadería y pas-tos. Las tierras más fértiles tienen principalmente cul tivos em-presariales de arroz, habichuela, sorgo, etc. No se observan viviendas campesinas y prácticamente no hay hábitat campesi-no tradicional en las zonas principales del valle.

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descripción de las zonas agrícolas adyacentes al valle de san JUan de la MagUana

1) Hacia el este del valle, la zona está prácticamente des-campesinizada. En ella existen cultivos arroceros capitalistas, ganadería y pastos, hasta el kilometro 16 ó 17 de la carretera Sánchez, justo en el límite donde se agotan las tierras más pro-ductivas del valle y comienza el bosque tropical seco y árido.

Esta zona boscosa xerofítica se extiende hasta las inmedia-ciones de la provincia Peravia, con importantes excepciones de terrenos llanos y pequeños pero fértiles va lles intramon-tanos ocupados por compañías y productores empresariales, tanto en ganadería y pastos como en cultivos agroindustriales (básicamente maní, tomate y sorgo).

Ilustración 19. Factorías de San Juan

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Zonas agrícolas adyacentes del valle de San Juan de la Maguana

Cultivos alimenticios para el mercado internoI Zona montañosa (hacia el Norte):

Agricultura de tumba y quema, estacional con las lluvias, frijol, ba­tata, maíz.

II Zona árida (hacia el Sur):En secano, con bosques y tierras áridas, cultivos menores, maíz, frijol, maní.

III Zona irrigada (este y oeste):Las mejores tierras del valle. Básicamente se siembra arroz, habi­chuela y sorgo; pastos y ganadería. Desde el Km. 20 (Pedro Corto, al Oeste) hasta el Km. 12 de la Carretera Sánchez, hacia el este.

Fuente: Trabajo de campo, 1982.

En las llanuras boscosas de Azua se producen actualmente importantes ocupaciones de tipo capitalista que cambian vio-lentamente el uso de los suelos mediante incorporación de maquinaria que corta el bosque, limpia y prepara el terreno con el fin de utilizarlo en cultivos agroindustriales y de expor-tación. En la actualidad, ope ran, en grandes extensiones agrí-colas, que anteriormente eran desiertos, tres proyectos millo-narios de cultivos de vegetales (melones, pepinillos, etc.) y de capital extran jero. Las compañías ABC y DOMEX incorporan modernas tecnologías de producción, preparación y transpor-te de frutas y vegetales, estimuladas por las leyes de Incentivos Agro industrial (1980), de Incentivos Cambiarios (1984) y de exportaciones no tradicionales.11

El campesinado que ya no tiene presencia sig nificativa en la parte este del valle de San Juan de la Maguana, se retiró históricamente en varias direcciones; mas al este, hay muchas

11 «Convierten antiguo desierto Azua en floreciente erial de cultivos» (Y. Romero, editor), Listín Diario, 9-5-84. Leyes de incentivos: agroindustrial, de exportaciones no tradicionales y de incentivos cambiarios. La empresa DOMEX, por ejemplo, ya ha exportado más de 600 mil cajas de melones en los últimos 3 años, a RD$30.00 por unidad, por un valor de más de 3 millones de pesos. Otros proyectos se instalarán aproximadamente en el valle de Azua, entre ellos, uno israelí. Algunos bancos se están instalando en Azua; ya se instaló una sucursal del Banco de Reservas, y el Banco Popular está asociado en el financiamiento del transporte de vegetales hacia E. U. asegurando la rentabilidad final de las cosechas.

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aldeas y pequeños poblamientos a los márgenes de la princi-pal vía terrestre de comunicación donde existe un campesi-nado que no dispone de tierras pro ductivas y cultiva a duras penas una o dos tareas arranca das en forma extremadamente forzada y sin ninguna tecnolo gía, a no ser la más elemental y atrasada, al bosque xero fítico tropical seco.

Las estrategias de reproducción social de este campesinado están vinculadas fundamentalmente a la explotación forestal mediante la tecnología de tumba y quema para la producción de carbón vegetal en hornos de tierra y la crianza de cabras y otros animales domésticos, a través del método del forrajeo libre en extensivas tierras comunales y del gobierno.

La producción de carbón vegetal se inserta en circuitos de comercialización en el que participan transportistas y camio-neros que hacen llegar el producto a las zo nas urbanas donde es consumido como combustible por los sectores pobres que no pueden adquirir el gas licuado.

La región Suroeste es la principal productora de carbón ve-getal del país. Se ha calculado la producción promedio men-sual en cerca de 200 mil sacos, que representa un total anual de 2.4 millones de sacos, o sea, la mitad de lo que se estima que es la producción del carbón del país.12

La construcción de hornos de tierra para fabricar carbón ve-getal, al igual que la tradicional crianza de cabras, cuyos méto-dos no han cambiado por generaciones, conforman una tecno-logía que se inserta en toda una tradición cultural de la región desde hace décadas, y que conduce estratégicamente a un ago-tamiento de los recursos naturales. La bayahonda o el cambrón se hacen escasos y, en las áreas donde el carbón es producido intensamente, la destrucción del bosque seco provoca la ero-sión de los suelos, dejándolos «estériles y pedregosos».13

12 SEA, Medio ambiente.13 SEA, Medio ambiente, p. 101. «Los bosques secos están siendo seriamente ago-

tados. No existe ningún tipo de reforestación, los árboles que se cortan para hacer carbón son completamente destruidos o dejados como tozas cortas a las cuales les toma un largo tiempo regenerarse. Los retoños de las tozas tie-nen que enfrentarse a otra amenaza: los miles de cabras voraces que pacen libremente a través de los bosques secos de la región, los cuales, están des-apareciendo.» Los camioneros, por lo general, les pagan a los productores

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La producción de carbón vegetal en la región Suroeste

Los campesinos utilizan para quemar carbón: bayahonda, baitoa, palo de chivo, candelón, palo amargo, gua­yacán, etc. El principal que usan es el cambrón (bayahonda).El transporte de carbón es realizado por unos 450 camiones que viajan desde la región a Santo Domingo.Mensualmente, entran a Santo Do­mingo entre 25 y 30 mil sacos de carbón.Es comprado a los campesinos a RD$3.25, y es vendido a RD$6.00 aproxi madamente.

Aproximadamente, un 40% es con­sumido en la propia región que de­bido a su nivel de ingresos no pue­den comprar gas propano.De cada región camión viven unas 15 personas, unas 8 mil en total.Cada camionero obtiene entre 120 y 130 pesos mensuales con su trabajo.Muchos camioneros son dueños de hornos de carbón y algunos poseen más de un camión.Cada camionero paga al mes 30 pe sos a la Dirección General de Rentas Inter­nas y 30.00 a la Dirección Gene ral de Foresta, unos 328 mil pesos al año.

Fuentes: - Marcallé Abreu, R. «Miles de hornos de carbón en el Sur», El Nacio­nal, 25-7-82. Observación de campo.

A lo largo de la carretera que comunica las pro vincias de Azua y San Juan de la Maguana, hay unos 15 pobla dos rura-les que tienen de 20 a 70 viviendas. Los más peque ños tienen entre 30 y 50, los más grandes llegan a 70 u 80 casas. Además hay unos tres poblados grandes, que tienen a rededor de 600 viviendas.

El bosque xerofítico tropical, con una vegetación de cactus, bayahondas, guazábara, cambrón etc., tiene una pluviometría anual de menos de 1,000 mililitros y una tempe ratura prome-dio anual de 26 a 28 grados centígrados, y por ello es el mejor bosque para la producción de carbón vegetal.14

El campesinado de esta zona dispone de un hábitat su-mamente hostil. La incapacidad productiva del suelo lo mantiene en una situación económica extraordinariamente

RD$3.00 por saco. No se sabe cuál es el peso promedio de estos sacos, pues varían de tamaño. La mayoría de los campesinos de la región prefieren cons-truir hornos que producen de 20 a 25 sacos de carbón.

14 El bosque del Suroeste es de tipo secundario, es decir, que su vegetación ha nacido después de devastaciones forestales. Las plantas xerofíticas, por otro lado, son aquellas que acumulan un 45% de agua y son resistentes a temperaturas altas y a suelos secos con bajo volumen de agua por superficie de suelo. (Entre vista con la profesora de la UASD, Adalgisa Arias, 1985.)

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precaria. Lucha con la guazábara y el cambrón en el patio de su vi vienda, en donde apenas puede sembrar algunas plantas de maíz, plátano, etc. Vive absolutamente aislado en medio de ese hábitat seco, sin medios de subsistencia importantes.

2) El campesinado también se ha retirado históricamente hacia el sur de la provincia, zona boscosa seca y montañosa, donde se cultiva principalmente en secano; en ella se ha pro-ducido una cierta ocupación capitalista del suelo con fines ganaderos, forestales-madereros y otros. Dicha ocupación se ha producido últimamente, pues por ésta abundan los suelos baldíos y estatales, como la llanura de Cardón, que recien-temente fue ocupada por inversionistas agrarios urbanos y militares, con la oposición de los campesinos que reclaman dichas tierras y piden el estableci miento de proyectos agra-rios especializados.

Hacia el sur hay zonas, al igual que al este, en las que pre-dominan los poseedores y usufructuarios de 30 tareas en pro-medio y los capitalistas agrarios son todavía escasos, aunque existen. En ellas, si bien no se registra una presencia expansiva del capitalismo agrario propiamente dicho, impera, sin em-bargo, la lógica general del sistema capitalista. Por ejemplo, los productores campesinos están mercantilizados y someti-dos al mercado de bienes y de dinero; venden al comerciante intermediario, venden ellos directamente a factorías, toman prestado a usureros comerciantes agrícolas, pagan tasa de in-terés y procuran algún beneficio, aún cuando les es difícil con-seguirlo en la circulación.

Predominan los productores campesinos y el tra bajo fami-liar. Una característica estructural del mercado de trabajo en estas zonas es la venta irregular de la fuerza de trabajo, de-pendiendo de una oferta variable y según aparezca la oportuni-dad para el trabajador. El que tiene su pequeña explotación trabaja más ocasionalmente como asalariado que el que no la tiene. Los compradores de fuerza de trabajo son tanto ca-pitalistas grandes y medianos como campesinos mercantiles pequeños que funcionan básicamente con el trabajo familiar,

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y que consumen dicha fuerza labo ral en momentos de siem-bra y cosecha.15

Las condiciones de existencia y reproducción so cial de los jornaleros semiproletarios son sumamente preca rias; algunos entrevistados muestran un cuadro de vida deso lador. Tienen una alimentación deficiente, hacen una sola comida al día, pues si logran comer al mediodía difícilmente pueden volver a hacerlo en la noche. (Generalmente, la ración consiste en arroz blanco o moro sin nada de aditamento.) La venta de la fuerza laboral se efectúa tanto por día como por ajuste, in-distintamente. La baja capitalista de muchas unidades cam-pesinas lleva a una relación salarial en especie, a la cual nos referiremos más adelante.

En estas zonas de poca presencia de capitalistas agrarios difícilmente pueda hablarse de que la fuerza de trabajo cam-pesina semiproletarizada funciona como una reserva para el capital propiamente dicho; el mercado laboral, si bien funcio-na de acuerdo con la lógica general del capital, no es el mer-cado de un comprador que es patrono capitalista, ni de un vendedor que es un obrero echa días totalmente desprovisto de medios de producción. Son zonas de pauperización social generalizada y de proletarización estancada, esto es, que el campesino pobre encuentra cómo subsistir sin proleta rizarse en términos absolutos porque no existe la presión económica definida en ese sentido.

La presencia del mercado de bienes y de dinero tiene un efecto estructural erosivo sobre las economías simples de los productores, hacia el sur del valle y hacia el norte montañoso.

Los comerciantes intermediarios, por ejemplo, vie nen a es-tas comunidades en sus vehículos propios; anterior mente pe-saban los frutos en kilos y engañaban al campesino vendedor con un peso arreglado. Grupos de campesinos de estas comuni-dades buscaron y elaboraron ellos mismos mecanismos de de-fensa en lo concerniente a su relación con el capi tal mercan-til, uno de ellos fue vender por lata; deter minaron previamente el quantum de esta modalidad y fija ron precio a esas unidades

15 Observación de campo, 1984.

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dependiendo del producto. La observación de campo mues-tra aquí la elaboración de mecanismos de autoprotección con el fin de defender colectivamen te el valor de la producción campesina en la circulación capitalista.16

3) Hacia el oeste del valle hay mayor presen cia campesi-na, particularmente en las tierras que quedan cubiertas por el área de influencia de la presa de Sabane ta, en donde es signi-ficativa la explotación del trabajo campesino por métodos de aparcería y arrendamiento. Ambas relaciones en conjunto son relativamente importantes en la parte oeste.

El oeste del valle, hasta Pedro Corto, es una zona de signi-ficativa descampesinización en los últimos años, debido a los problemas de riego, infiltraciones del canal temporero, salini-zación de los suelos, etc. Es un área donde se explota intensa-mente el trabajo campesino a través de métodos de aparcería y arrendamiento. En el área de la pre sa de Sabaneta había en 1971, 112 mil tareas, de las cuales el 31% estaba en régimen de aparcería y arriendo, es decir, unas 34,400 tareas; y de estas últi-mas, el 33% correspondían a fincas menores de 80 tareas.17

En esta zona oeste del valle, el problema de las inunda ciones y la salinización, la prohibición de sembrar arroz siempre y cuando no estén inundadas las tierras (prohibición que es bur-lada por los capitalistas agrarios), el monopolio del riego, el control y el chantaje de los cabos de agua del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INDRHI), afectan la agricultura cam-pesina y han contri buido, junto a otros factores, como los costos de producción, a forzar procesos de descampesinización.

4) Hacia el norte del valle, la zona montañosa húmeda, de lluvias estacionales y siembras también estacionales de habi-chuela, maíz, maní, etc., constituye una im portante zona de ocupación campesina. Existen núcleos campesinos enclavados

16 Los intermediarios mercantiles prestan dinero y cobran un inte rés muy alto: por 100 pesos te cobran hasta 135, a pagar en 3 ó 4 meses, dependiendo del tipo y duración del cultivo. Obser vación de campo, 1984.

17 Informe Hanson Rodríguez sobre el área de influencia de la presa de Sabaneta, capí-tulo IV, Santo Domingo, 1973.

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históricamente en la zona alta, la cual también ha servido para acoger un campesinado empobrecido precarista que practica la agricultura montañosa de tumba y quema, tecnología pri-mitiva que erosiona los suelos en forma progresiva y provoca deforestación y agotamiento de recursos naturales (fuentes de agua, ríos y lluvias, etc.).

El campesino precarista de la zona montañosa norte todos los años tiene que hacer un conuco nuevo para poder seguir sembrando, lo que implica en desmontar, cortar, que mar y preparar el suelo. Hace solamente una cosecha por el proble-ma del declive del suelo y la erosión.

El maní y la habichuela, dos productos sembrados por el productor precarista, producen mucha erosión, no protegen el suelo, empobrecen al campesino y contribuyen al agota-miento de los recursos naturales: agua, suelo y vegetación. La erosión es un elemento negativo en la economía campesina montañosa, pues disminuye la producción y la productividad, se convierte en un importante factor de descampesinización en zonas con estas características.18

La agricultura de laderas, que se practica tradicionalmente en zonas altas, provoca cada año un desmejo ramiento de po-tencial y los recursos físicos y exige del productor una crecien-te intensidad de trabajo dentro de una decreciente produc-tividad; somete al campesino a una vida productiva nómada que estratégicamente conduce a un desgaste sustancial y, por ende, a un abandono de la actividad agrícola.19

En esta zona montañosa norte hay grandes canti dades de tierras estatales; subsisten importantes relaciones no capitalis-tas, como la aparcería a la tercia y a la cuarta, y el pago sa­larial en especie; los productores utilizan más fuerza de tra-bajo familiar y menos tecnología que en el valle. Hasta hace unas décadas, las economías campesinas de esta zona fueron propensas a sustraerse a las fuerzas centrípetas del mercado interno debido a la presen cia cultural de una fuerte estructu-ra de compadrazgo y de apoyo mutuo, y a una situación más

18 SEA, Levantamiento y clasificación de suelos de la Línea Noroeste, Santo Domingo, 1979.

19 L. Noboa, «El cultivo de las tierras de ladera», El Nuevo Diario, 25-8-83.

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ventajosa en cuanto a la obtención de víveres, bienes de sub-sistencia e inter cambio de servicios. Pero en la actualidad, ya cuentan con la generalización de los elementos básicos de la intensificación capitalista: el dinero, el crédito, cierta tecnolo-gía (fertilizantes, etc.), la dependencia de determinados bie-nes de subsistencia manufacturados, la orientación productiva especializada, etc.

Algunos elementos pueden apoyar la idea de que en la úl-tima década se han producido significativos procesos de des-campesinización:

a) Por lo pronto, la tasa de crecimiento demográfico anual en la zona urbana de la provincia de San Juan de la Maguana en la década del 70 fue de 5%, mientras en la zona rural fue de 1.5%; esto quiere decir que ha habido un crecimiento muy elevado en la zona urbana, y hay que suponer que en gran parte fue debido a la emigración de los habitantes del área rural a la ciudad, lo que habrá incrementado la pobla-ción urbana desocupada.20

b) Ello implica, asimismo, el desmesurado crecimiento que en la década del 70 tuvieron los sectores periféricos urba-nos, deprimidos incorrectamente llamados marginados, en donde se aloja una fuerza laboral heterogénea, uno de cu-yos componentes son los jornaleros agrícolas que cotidia-namente se incorporan a las zonas rurales a través de un mercado laboral relativamente regular en el valle. Se trata de una masa laboral activa, con há bitat urbano, pero estre-chamente vinculada en forma coti diana a las actividades agropecuarias. Aún cuando emigran a las ciudades, siguen vinculados a la agricultura. De ahí la categoría de obreros agrícolas urbanizados, que siguen relacionados básicamente a un mercado de trabajo rural, aún cuando tienen su hábi-tat en las zonas urbanas.

c) De igual modo, entre las regiones de origen de los inmi-grantes a Santo Domingo, según la encuesta que sobre migración a las ciudades de Santiago y Santo Domingo

20 Informe Hanson Rodríguez, capítulo IV.

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fue realizada por la Oficina Nacional de Planificación (ONAPLAN), en 1979, predomina el Cibao, con un 56.4% y el Su roeste, con 26.2%.

d) Del 1960 al 1980, la población rural, comparada con la po-blación urbana, ha disminuido relativamente un 15%, y la urbana ha crecido en igual número relativo. De seguir ese movimiento la población rural y urbana lle gará a igualarse en la próxima década, en una región predo minantemente campesina cuya agricultura no ha sido afectada por grandes plantaciones, como en San Cristóbal (Haina), San Pedro de Macorís o La Romana. En 1960, el 82% de la población de la provincia de San Juan de la Maguana era rural, y ape-nas el 18% urbana; para 1980, la proporción había pasado a 67% rural y 33% urbana.

e) En la región Suroeste, la población acti va se distribuía, en 1980, en la zona urbana, de la si guiente manera: 25% en la agricultura, 10.4% industria, 7.5% en la construcción, 16.0% en el comercio, el 32.2% en los servicios y el 8.9% en transporte y otras activi dades.21

Como se aprecia, una alta proporción de pobla ción activa de la región es agrícola, a pesar de tratar se de población urba-na. Lo cual se complementa con el dato de que en 1978 había en toda la región Suroeste una cantidad de 109 empresas in-dustriales, la mayoría de las cuales eran de tipo artesanal,22 o sea, que prácticamente no había ni hay presencia de activida-des manufactureras capaces de absorber grandes contingen-tes de fuerza laboral. 23

Ello explica que en zonas como las del valle de San Juan de la Maguana haya una gran proporción de fuerza de

21 ONAPLAN, Plandes 19, Bases para formular una política de empleo en la República Dominicana, Santo Domingo, 1974.

22 ONAPLAN, Plandes 19.23 Trabajo de campo, 1984. El estudio empírico de esta masa laboral proletaria

y semiproletaria no está contemplado en un proyecto más amplio que sobre campesina do, capitalismo y clases sociales en el Suroeste, estuvo en vías de cono-cimiento en el CERESD de la UASD. El proyecto tiene alcances teóricos y busca aportar concretamente al conocimiento del proletariado agrícola dominicano.

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trabajo urbana incorporada a un mercado laboral agrícola que la absorbe estacionalmente a una forma más o menos regular, 24 compuesta de jornaleros proletarios y semiproleta-rios, portadores de una tradición cultural en el manejo del proceso de trabajo arrocero, y generadores de un plusvalor absoluto limpio de cualquier mediación que es apropiado por los capitalistas agrarios; y también por los capitalistas de factorías y agroindustrias, en la medida en que muchos de esos jornaleros como se ha determinado, pa san alterna-tivamente de una esfera a otra de la división regional del trabajo, de acuerdo con la oferta estacional de fuerza de trabajo. Dicha masa laboral hace posible im portantes már-genes de acumulación para los capitalistas que operan en la zona. 25

Cuadro 17Población de la provincia de San Juan de la Maguana según años 1960, 1970 y 1981

Año Urbano % Rural % Total1960 27,160 18 125,230 82 152,3901970 44,310 24 146,495 76 190,8051981 78,595 33 161,362 67 239,957

Fuente: Censos de población, 1960, 1970, 1981.

24 Gumersindo del Rosario, «Empleo y distribución del ingreso en República Dominicana», Revista de Estudios Económicos, No. 2, julio-diciembre de 1982.

25 Los demás elementos señalados como coadyuvantes del proceso de descam-pesinización serán analizados más adelante.

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Cuadro 18Población activa en las zonas urbanas de la región Suroeste

comparada con todo el país 1980

Rama de actividad El país (%) Región Suroeste (%)

Agricultura 6.9 25.0Industria 1.9 10.4Construcción 6.1 7.5Comercio 21.7 16.0Transporte, almacenamiento y comunicaciones

3.9 2.7

Servicios 6.8 6.1Otras actividades 52.7 61.6Total 100.00 100.00

Fuente: Encuesta ONAPLAN, 1980.

Cuadro 19Población de los barrios de la zona

urbana del municipio, SJM

Zonas urbanas (barrios)

Viviendas Hombres Mujeres TotalH/M

Mayores 17 años

Quijá Quieta 727 1,734 1,775 3,509 1,660B. Damnificados 292 811 797 1,608 753Ens. Mesopotamia 347 991 1,074 2,065 942Guayusita 460 1,003 954 1,957 948Urb. Manoguayabo 242 581 700 1,281 590Barrio A 3,242 7,583 8,385 15,968 8,322Ens. Mira Flores 935 2,529 4,908 7,437 ­El Cepillo 315 980 957 1,937 892La Navaja 219 557 523 1,080 502Cueva de la Jaiba 170 360 389 749 380Barrio B 2,275 4,957 5,616 10,573 5,725Anacaona 595 1,545 1,545 3,090 1,475Ens. La Fe 50 152 167 319 132Urb. Villa Felicia 97 131 161 292 153Total 9,966 23,914 27,981 51,895 24,814

Fuente: Datos del censo de 1981, a nivel de barrios y parajes. Se consideran barrios marginados: Quijá Quieta, Los Damnificados, Guachupita, Ens. Meso-potamia, El Cepillo, Cueva de Jaiba, etc.

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139Procesos de descampesinización (1950-1970)

Cuadro 20Distribución de la población económicamente activa

por sectores en la región Suroeste

Distribución No. de personas %Población Económicamente Activa (PEA) 135,456 100.00Agricultura, caza, silvicultura y pesca 88,899 65.63Explotación de minas y canteras 219 0.16Industrias manufactureras 9,954 7.35Electricidad, gas y agua 45 0.03Construcción 1,571 1.16Comercio al por mayor y menor, restaurantes y hoteles

3,757 2.77

Establecimientos financieros, seguros, servi­cios a las empresas

1,275 0.94

Servicios comunales sociales y personales 11,570 8.54Transporte, almacenamiento y comunicaciones 2,539 1.87Actividades no bien especificadas 15,627 11.54

Fuente: Censo de población, 1971.

Ilustración 20. Foto de obreras de agroindustrias

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Ilustración 21. Atisbamiento en factorías

Ilustración 22. Transporte de sacos de arroz

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VI. Las relaciones de producción en la microformación social regional

la forMación social

San Juan de la Maguana es una microformación social ca-racterizada en la actualidad por relaciones de producción que forman un todo desigual y combinado con dominancia de relaciones capitalistas y con predominio numérico de eco-nomías campesinas, con una proporción considerable de po-blación liberada de los medios de produc ción en condicio-nes de proletarización y pauperización. Es posible que aquí se produzcan las más altas tasas de explotación del Suroeste, si descontamos el ingenio Bara hona, pues se ha desarrollado una agricultura capitalista intensa que encuentra condicio-nes propicias de acumulación debido, entre otros factores, a la abundante fuerza de trabajo proletaria y semiproletaria, y a un campesinado mer cantil de subsistencia que genera en la zona un porcenta je importante del producto agrícola subordinado al modo de producción capitalista en la circula-ción (crédito, tecnología, bienes de subsistencia manufactu-rados) y en la producción (factorías y agroindustrias, etc.).1

Es una característica de nuestra formación social el hecho de que, a pesar de la predominancia del modo de producción

1 Angel Moreta, «Proletarización rural, capitalismo y clases sociales en el Suroeste. Tendencias e hipótesis», III Con greso Dominicano de Sociología, octubre de 1982. Por lo demás, la fuente básica de in formación sigue siendo el trabajo de campo, 1982-1984.

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capitalista (dependiente del imperia lismo), coexistan con él otras formas productivas no capitalista en el sector agrícola.2 A pesar de la expan sión del capitalismo en el agro, subsisten, aunque no en forma significativa, unidades de producción orientadas al autoconsumo y fundamentalmente un núme-ro importante de unidades de producción mercantil simple orientadas básicamente hacia el mercado pero en las que to-davía es muy eleva da la contribución del trabajo del usufruc-tuario de la explotación, y cuyas ganancias se confunden con su salario, e inclusive, cuya fuerza de trabajo está pagada por debajo de su valor.3

En la actualidad, gran parte de las economías campesinas de San Juan de la Maguana están subordinadas al capita-lismo como sistema socioeconómico y político dominan te, lo que genera procesos de diferenciación (le llamaríamos históricamente el segundo proceso de diferenciación del campesinado de la región en su interacción con el sistema capitalista) que se expresan en el desarrollo de una bur-guesía agraria y un proletariado agrícola heterogéneo que coexisten con un campesinado en crisis frente al modo de producción dominante.

La explotación del proletariado agrícola es realizada ma-yormente por burgueses agrarios grandes y medianos más o menos modernizados, y la de los campesi nos más directamen-te por los capitalistas que operan en factorías, por el capital comercial y por las agroindus trias instaladas en la región para colectar maní y maíz con fines de agroprocesamiento indus-trial de aceites y grasas vegetales.4 Este elemento no excluye

2 Para el caso de México, Luisa Paré en su trabajo «Caciquismo y estructura de poder en la Sierra Norte de Puebla», Caciquismo y poder político en México (varios autores), México, 1979, habla de la «coexistencia de varios modos de produc-ción». Nosotros preferimos hablar de la coexistencia de formas productivas con un modo de producción dominante, puesto que la noción de modos de producción plantea problemas, algunos de los cuales han sido levantados por M. Margulis.

Contradicciones en la estructura agraria y transferencia de valor, capítulo I.3 Censalmente el peso de la pequeña propiedad es significativo en la agricul-

tura del país de la región Suroeste.4 El Complejo de la Sociedad Industrial Dominicana (SID), Proteínas Nacionales

y Maicera Nacional; e Industria Lavador. Sobre los motivos por los que no es

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el sistema de aparcería, vigente en la región todavía, pues las agroindustrias, factorías, etc., han sabido acomodarse a es ta relación para explotar a través de ella el trabajo campesino, sin descontar que la misma, particularmente en zonas margi-nales, contribuye efectivamente a contener procesos de prole-tarización absoluta en la medida en que funciona como una forma de empleo de la fuerza de trabajo.

Si tomamos en cuenta la conformación histórica del capita-lismo en el agro de la región, proceso acerca del cual presenta-mos un esquema de reconstrucción hasta llegar al momento del cual nos ocupamos en el pre sente capítulo, y la actual dinámica del mismo en la re gión, el papel que concretamente desempe-ña la relación de aparcería y otros elementos que se presentarán más adelante, se puede sugerir la hipótesis de la existencia de una proletarización estancada o deforme; por cuanto, si bien en la agricultura de la zona se siguen imponiendo relaciones y formas que corresponden al capitalismo y en ella impera la ló-gica de valorización, en sentido general no existen procesos de expropiación violentos por efecto de una invasión importante de capital-dinero en la agricultura, sean individuales o pertene-cientes a monopolios agroindustriales o financieros.

Esta característica impone un proceso lento, después de un movimiento de intensificación que tuvo una dinámica signifi-cativa en las dos décadas pasadas.

Actualmente, hay un sector capitalista consolidado en el agro, dedicado a una agricultura especializada y a la pecuaria. Se mueven sumas de capital-dinero no monopólicos, indivi-duales, acorde con la lógica general del sistema: la valoriza-ción del capital-dinero a costa de la explotación de una fuerza de trabajo abundante y barata y del consumo productivo de elementos del proceso de produc ción adquiridos en un mer-cado de productos y medios de producción agrícolas que se comportan como capital dentro de la fórmula general.

Proletarización deforme en vista de que no se trata del mo-delo clásico en el que se explican violentos y abiertos procesos de proletarización; vemos más bien procesos de intensificación

objeto del presente tra bajo de tesis la investigación del proletariado agrícola ni de las clases sociales agrarias de la región.

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capitalista que históricamente subordinan la fuerza de trabajo rural en el esquema de valorización y captación de plustrabajo.

Además, tomando en cuenta que en la región par te impor-tante de la fuerza de trabajo campesina está media da por rela-ciones de aparcería, estuvo mediada por relacio nes de colona­to, por formas de contratación a domicilio con agroindustrias de aceites comestibles y con factorías agrocomerciales y finan-cieras, que en cierta forma no coadyuvan a procesos de prole-tarización absoluta en su forma clásica.5 Ello no implica negar los factores que se han señalado básicamente como principa-les elementos de expulsión campesina en el agro dominicano: factores vinculados a procesos de acumulación originaria, al monopolio de la tierra y al estancamiento de las economías campesinas.6

En la formación regional hay un peso importante del se-miproletariado agrícola, familias precaristas que en grosan un ejército de reserva rural y que en un futuro cor to probable-mente serán incapaces de superar su nivel mínimo de sub-sistencia (una acentuación de su lado proletario). Debido a su falta de medios para adquirir más y mejores tie rras y para mejorar su proceso de producción, serán alcan zados por la tendencia a la pulverización de sus medios de producción o sobrevivirán como parias, tomando en considera ción que la mayoría vive en tierras áridas y de mala ca lidad en las cuales el capital no tiene interés ni podría operar en condiciones de ganancia media.

Dada la expansión capitalista en la agricultu ra de la región, que ha ocupado las mejores tierras del valle de San Juan de

5 No es visible el peso de grandes inversiones con alta compo sición orgánica, como está ocurriendo en el valle de Azua, el cual, después de la construc-ción de la infraestructura de riego de la presa de Sabana Yagua, ha recibido cuantiosas in yecciones millonarias de capital en el agro (ver la nota 2 de este capítulo). Este proceso se dio en menor escala en la parte oeste del valle de San Juan después de la construcción de la presa de Sabaneta.

6 I. Duarte, Capitalismo y superpoblación relativa en Santo Domingo, Santo Domingo, 1983, p. 166 y ss.

En efecto, no negamos la existencia de procesos de acumulación originaria en la región, como actos expropiatorios y abusos de poder de capitalistas y terratenientes tradicionales individuales, métodos a los cuales se hará refe-rencia más adelante.

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la Maguana, en un proceso de apropia ción que viene de la Primera Intervención Norteamericana (1916-1924), tierras de buena calidad y con renta diferen cial, existen importantes pro-cesos tendentes al incremento de la proletarización, la pauperi-zación no proletaria, las migraciones, etc., con fundamento en varias causas o facto res conjugados que actúan con intensidad diversa en la for mación regional.

Entre ellos, la pulverización de propiedades por vía suce-soral, pues en la región las familias son largas y el patrón de herencia coadyuva a ello; las ventas forzadas o expropiatorias aparentemente fraudulentas o no, los efectos de la compe-tencia capitalista, la crisis de precios de los productos alimen-ticios agrarios, la crisis de consumo de tecnología (insumos) que aumentaron violentamente de precios en 1984, lo que causa desasosiego en productos que como el arroz exigen muchos elementos tecnológicos; el in cremento demográfico y la baja capacidad absortiva de la unidad campesina; la ac-ción de una estructura de poder ya tradicional que ejercen los terratenientes y los burgueses agrarios sobre los recursos físicos (riego, etc.), los fenómenos naturales adversos que han ocurrido en el país con especial impacto en la zona, como se-quías (1980 y 1981), pestes (la de los puercos), enfermedades de los cultivos (en la habichuela, especialmente), ciclones e inundaciones, etc.

Además, hay que mencionar factores directamente des-campesinizadores como la pérdida de animales, máquinas y aperos a manos del capital usuario por medios de poder y chantaje, la absorción cada vez más extendida de fuerza la-boral en las zonas urbanas, los procesos más o menos cre-cientes de ruina del pequeño productor mercantil como con-secuencia de su sometimiento al capital, que lo explota en la producción y la circulación, y por tanto, su gradual erosión y estancamiento; el mecanismo crediticio con el capi tal comer-cial, etc.7

7 Algunos de estos factores serán analizados más adelante, en el capítulo VI. Aquí se refieren solamente debido a que esta parte trata de presentar un panorama, descriptivo en cierta forma, de la formación regional en los años recientes.

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La agricultura de la zona tiene una serie de contradiccio-nes que son reflejo de las características estruc turales de la agricultura en su conjunto, esto es, monopo lio de la tierra y los recursos productivos, desgaste gra dual de las pequeñas explotaciones mercantiles, procesos de proletarización, de superexplotación de la fuerza de traba jo proletaria y semi-proletaria (incluyendo mujeres y niños): proceso creciente de intercambio desigual desde la pequeña producción hacia ciertas fracciones de la burguesía agraria y el capital urbano-industrial (elevación constante de los precios de los productos industriales y estancamiento de los precios de los productos agrícolas, por ejemplo); mecanismos inflacionarios, usurarios, de financiamiento y de comercia lización de las diversas frac-ciones del capital que descapitalizan el campo a costa de los pequeños y medianos productores.

La región tiene un mercado interno consolidado, del cual participa y al cual está subordinado el campesina do mercan-til que es comprador y vendedor de bienes de sub sistencia y de ciertos bienes de producción muy elementales. Los bienes manufacturados provienen de centros urbanos e industriales más avanzados (aceite, fósforo, combustible, insumos agríco-las, etc.) y algunos de ellos han sustituido productos artesana-les domésticos.

Este proceso de mercantilización de las economías campe-sinas es concomitante con el desarrollo del mer cado interno, el cual ya vimos en el capítulo IV,8 y con la especialización pro-ductiva de la región en cultivos alimenticios para el consumo interno. A partir del 1950, cuando cobran auge estos elemen-tos, el campesinado o sectores importantes de éste, inicia un segundo proceso de diferenciación cuando se sumerge por entero en el intercambio y pasa a depender de él.

La región tenía un retraso económico en relación con otras en las cuales la agricultura mercantil y comercial capitalista había avanzado significativamente en productos como cacao,

8 «Intensificación del capitalismo agrario», en el que hacemos un esfuerzo por relacionar el proceso de mercantilización de las economías campesinas con la ampliación del mercado interno y la especialización productiva de la región en cultivos de alimentos para dicho mercado.

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café, tabaco, caña de azúcar, miel y cera. También en la gana-dería, el plátano, los cocos y otros frutos menores.9

El desarrollo de la agricultura comercial de la región se produce después de haberse dado un desarrollo mer cantil en la agricultura de alimentos: primero habichuela y maíz, luego arroz y maní, a partir de 1940. El carácter mercantil más im-portante existía en la ganadería desde 1900, pues se comercia-lizaban carnes hacia Haití y otras partes del país hasta el 1936. Una vez que el campesinado se mercantiliza en la agricultura de alimentos (habichuela, maíz, arroz, maní, etc.), la agricul-tura comercial despega después de 1950, con excepción de la ganadería. La producción mercantil campesina se desarrolla a partir de la producción para el au toconsumo en habichuela y maíz desde principios de siglo.

El desarrollo de la agricultura comercial se refleja en una acentuación de la división social del tra bajo, tanto a nivel de las explotaciones, por cuanto aumenta su grado de especia-lización en una rama determinada, como a nivel de la indus-tria, pues se desarrolla el capital en las factorías agroprocesa-doras de arroz. El proceso también se expresa a nivel de las regiones.10

La división social del trabajo en el valle de San Juan de la Maguana se manifiesta como trabajo productivo en la agri-cultura y como trabajo de procesamiento agroindustrial. La empresa capitalista y medianamente ca pitalista en el agro y las unidades mercantiles simples campesinas entregan el pro-ducto (arroz fundamentalmente) a las factorías que se van a encargar de su transformación (secado, molienda, limpieza, envasado, clasificación e in clusive su comercialización).

La producción agrícola capitalista desarrolla una débil di-visión técnica del trabajo: tractoristas, bom bistas o aplicadores de abonos (pesticidas, etc.), bueyeros o gañanes, transplanta-dores o sembradores, cortadores, transportistas, etc. Lo mismo ocurre en las factorías agro procesadoras: obreros terraceros, secadores, molineros, cosedores, transportistas, etc.

9 J. Serrulle y J. Boin, El proceso de desarrollo del capitalismo en República Dominicana (1844­1930), tomo II, Santo Domingo, 1981, p. 289 y ss.

10 J. Serrulle y J. Boin, El proceso.

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La división técnica del trabajo entraña una competencia en la productividad del trabajo, tendiendo a igua larse (perecua-ción) el trabajo socialmente necesario para cada operación. Por tanto, un régimen de mercado de traba jo que produce esta igualación a través del mecanismo social de la concurren-cia de productores independientes.11

Fuera de las agroindustrias procesadoras, la re gión no tie-ne una industria significativa, ni una industria vinculada a la agricultura. En 1973, según el Informe Hanson Rodríguez, ape-nas existía una fábrica de mantequilla y queso en condiciones precarias, una de queso en hojas, una talabar tería y una indus-tria a nivel artesanal de efectos de cuero.

El atraso industrial de la región viene motivado por factores históricos: su lejanía del centro del país, su incomunicación sistemática (solamente en la década del 40 vi no a construirse el tramo carretero de la provincia Azua a Elías Piña), su espe-cialización productiva regional en culti vos alimenticios para el mercado interno, una vez se configu ra éste y decae la gana-dería como actividad productiva principal de la región.

De los informes de la Cámara de Comercio del 40, no se desprenden datos sobre industrias ni gremios, a diferencia, por ejemplo, de provincias como Puer to Plata, San Pedro de Macorís, Santiago o de Santo Domin go.

Mientras en estas zonas se incrementaba la participación en el mercado interno, en esa década en expansión, a través de la industrialización, en el Suroeste se hacía a través del aumento de la producción agrícola. Según dichos informes, las industrias existentes en esta región en 1946, por ejemplo, eran factorías, fábricas de queso y mantequilla, de dulces, ta-labarterías, tenerías, andullos, confecciones de cana. Estas in-dustrias han retrocedido, por ejemplo con la decadencia del tabaco, que en 1920 eran de los mejores del país, y en cambio aumentó la producción agrícola, como se desprende de los periódicos locales de la época.12

11 Con respecto a la división técnica del trabajo y a la socialización o cooperación en cultivos como la caña de azúcar, véase A. Cortén y otros, Azúcar, p. 64 y ss.

12 Informe Hanson Rodríguez, pp. 5-14; ONE, Estadísticas Industriales de República Dominicana, 1975, Santo Domingo; informes de las cámaras de Comercio

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En lo relativo a los volúmenes de producción agrí cola para el mercado interno, el valle de San Juan de la Ma guana es uno de los más importantes centros del país, princi palmente en granos básicos como arroz, habichuelas, maíz, ma ní, guandul, etc.13

En la región Suroeste, la producción arrocera cons tituye una de las más importantes actividades agrícolas. En 1978 pro-dujo unos 542,591 quintales, con un valor bruto de RD $5.5 millones de pesos. En 1981 produjo cerca de 700 mil quintales de arroz, sobre un total nacional de 5.8 millones de quintales. Igualmente, la región es la mayor productora de habichuelas, con una producción anual de más de 350 mil quintales. En 1981, San Juan de la Maguana pro dujo el 54% de la produc-ción nacional de habichuelas: unos 485 mil quintales de habi-chuelas rojas.14

En la distribución de las áreas arroceras del país, según las zonas agroclimáticas, el Suroeste representa el 11% de la superficie dedicada a este cultivo a nivel nacional, lo que la hace ocupar el tercer lugar, después del Noroeste y el Cibao Central, en superficie dedicada al cereal. El Noroeste siembra el 30% del arroz y el Cibao Central un 49%.15

Igualmente, en habichuelas la región Suroeste no so-lamente es el primer productor nacional, con unas 400 mil ta reas sembradas en 1978 y una producción de más de 600 mil quintales, sino también el segundo productor de guandules y el pri mer productor de maní. Para 1971, según el IV Censo Nacional Agropecuario, disponía del primer lugar en superficie de siembra y en volúmenes de producción de maní.16

de Azua, San Juan, Puer to Plata, San Pedro de Macorís, Santiago, Santo Domingo, etc. 1946 y 1954. La Ley de Incentivo a la Agroindustria no ha tenido en casi un lustro nin-gún impacto en la región, pese a que ella conce de importantes ventajas a las inversiones que se dirijan a es te renglón en la frontera.

13 El proyecto de una guandulera en San Juan de la Maguana, de INESPRE, ha caído en el estancamiento. Actualmente se deterioran las maquinarias que, por valor de más de 250 mil pesos, fueron importadas para el proyecto.

14 SEA, Memorias de las Direcciones Regionales, Santo Domingo, 1970; Miriam González, Sistema de producción y comercialización del arroz en la región Suroeste, Santo Domingo, 1979.

15 SEA, Memorias. 16 SEA, Estrategia para el desarrollo.

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Para 1971 la región Suroeste estaba definitivamente espe-cializada en la producción de arroz, habichuelas, maíz, maní y guandules, estos es, en cultivos alimenticios para el mercado inter no. Ello hace que para esa década, tendencia que se man-tiene en la actualidad, predominaran los cultivos temporeros por encima de los cultivos permanentes: de un fondo agrope-cuario de 1.8 millones de tareas en toda la provincia de San Juan de la Maguana, 1.2 millones estaban dedicadas a tierras de labranza, mientras 295 mil tareas estaban ocupadas por pastos cultivados.17

Las zonas tradicionales arroceras del sistema del valle de San Juan de la Maguana envuelven unas 180 mil tareas por temporadas de siembra, con una productividad promedio de 3.4 quintales por tarea, dependiendo de los re cursos de los productores para invertir en preparación del sue lo y en las diferentes operaciones del cultivo. Entre otras, dichas zonas se ubican en Sabana Alta, Juan de Herrera, Guani to, Jínova, la entrada de Santomé, Hato del Padre, etc.18

Las aguas de los canales San Juan, Donao, Santomé; la pues-ta en servicio del viejo canal José Joaquín Puello, con la inau-guración de la presa de Sabaneta, al norte del valle, ampliaron el sistema de riego e hicieron posible recuperar a favor de la producción de arroz unas 120 mil tareas. Al ser inundadas por las filtraciones del canal, se hicieron inservi bles para la siembra de otros cultivos y tuvieron que dedicarse al cereal. La productividad de esas tierras casi vírgenes incorporadas a la producción, fue muy elevada en pro medio de unos 4 a 6 quintales por tarea.19

Las tierras incorporadas a la producción arrocera con la re-habilitación del canal y la construcción de la presa, al norte y al oeste del valle, fueron apropiadas en forma im portante por capitalistas y terratenientes, y las dedicaron a la siembra de un producto que como el arroz, tiene un mercado interno estable.

17 Censo Agropecuario 1971, Vol. 1, p. 73.18 El uso de los suelos se analizó en el capítulo III a propósito de la especia-

lización productiva de la región.19 J. Mesa Medina, «Crisis del arroz en San Juan de la Maguana», Listín Diario,

16-6-84.

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Hoy en día se están conjugando los factores de una crisis importante en la producción de arroz debido al in cremento desproporcionado que en los precios de importación, como consecuencia de medidas impositivas y del traspaso de los insu-mos agrícolas al mercado libre de divisas en abril de 1984, han sufrido todos los elementos tecnológicos importados concer-nientes al agro. Además, en mayo de 1984, la jornada laboral en la agricultura fue aumentada en su precio, que ascendió a RD$5.00 en vez de RD$3.50, en todo el país.

La burguesía agraria de la rama arrocera, tanto en el Suroeste como en el Noroeste ha denunciado la crisis a través de un discurso que hace énfasis en la posible dimi-nución drás tica de las áreas de siembra para 1984 y una consiguiente reducción en la producción de arroz, la cual será importante como para forzar un retorno a las importa-ciones del mismo.

En el valle de SJM han anunciado para el año 1984 una disgregación de aproxima damente 200 mil tareas, que serán de-dicadas a otros culti vos más rentables por los capitalistas agra-rios, y que dis minuirán la producción en cerca de 1 millón de quintales. Lo mismo han anunciado sus representantes para la región Suroeste.20

En todos los cultivos, San Juan tenía en 1971 el mayor volu-men de fincas, superficie en tareas y producción en quintales de toda la región Sur-Suroeste.

20 J. Mesa Medina, presidente de la Asociación de Productores de Arroz del Suroeste, in: La crisis del arroz en SJM; F. Gómez Estrella, «Arroz», Listín Diario, 18-5-84; comunicados diversos del 7 de junio de 1984, del 25 de mayo de 1984 etc., en la prensa nacional.

A esta crisis se hará referencia más adelante, en el capítulo VII.

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Cuadro 21Participación porcentual de la región Suroeste en

la producción nacional de arroz y habichuela

Años Producción total Producción de la región Suroeste

Arroz Habichuela Arroz Habichuelaqq. qq. qq. % qq. %

1974 5,188,920 874,600 495,000 10 216,000 251975 4,372,220 714,180 607,520 14 229,240 321976 5,886,300 775,560 525,000 9 233,662 301977 5,415,600 905,608 690,917 13 405,685 451978 3,961,617 961,994 542,591 10 417,692 431979 5,093,454 1,477,718 674,178 13 674,496 45

Fuente: Memorias anuales de las siete direcciones regionales agropecuarias de la Secretaría de Estado de Agricultura (SEA); República Dominicana en cifras, 1978.

Cuadro 22Producción de habichuelas rojas en la región Suroeste y

San Juan de la Maguana de participación en la producción nacional, 1979-1982, en qq.

Años Producción nacional

Región Suroeste

% San Juan de la Maguana

%

1979 835,000 340,835 41 259,491 311980 807,000 397,984 49 167,632 211981 713,000 234,771 33 184,390 261982 569,000 192,321 34 135,425 24

Fuente: Plan operativo, SEA, 1982. Unidad Regional de Planificación y Econo-mía (URPE).

Cuadro 23Producción arrocera del valle de San Juan

de la Maguana, 1979-1981

Años Producción zona SJM (qq.)

Producción regio-nal Suroeste (qq.)

Aportación zona SJM. Suroeste (%)

1979 348,352 477,132 731980 541,879 799,451 681981 484,262 667,633 73

Fuente: URPE., SEA.

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Cuadro 24Producción de habichuelas por regiones,

1977-1978

Regiones 1977 1978 Participación porcentual (%)

Producción (qq.)

Producción (qq.)

1977 1978

Suroeste 405,685 417,962 44.3 43.4Norte 207,600 189,961 22.7 19.7Central 84,905 135,738 9.3 14.2Este 101,825 83,674 11.2 8.7Sur 57,067 57,067 6.2 5.9Nordeste 21,434 50,010 2.3 5.2Noroeste 36,940 27,622 4.0 2.9Totales 915,456 962,034 100.0 100.0

Fuente: Elaborado según informaciones de la URPE, SEA.

Cuadro 25Producción de arroz por regiones,

1977-1978

Regiones1977 1978 Participación

porcentual (%)Producción

(qq.) Producción

(qq.)1977 1978

Suroeste 690,917 542,591 12.7 9.5Norte 1,213,000 1,471,970 22.4 25.9Central 126,133 295,364 2.3 5.2Este 372,054 825,886 6.9 14.5Sur 26,745 46,274 0.5 9.8Nordeste 1,613,566 1,236,529 29.8 21.7Noroeste 1,373,185 1,273,003 25.4 22.4Totales 5,415,600 5,691,617 100.0 100.0

Fuente: Elaborado según informaciones de la URPE, SEA.

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154 Angel Moreta

Cuadro 26No. de fincas, extensión y producción según cultivos en

San Juan de la Maguana, 1971

Producto No. de fincas Extensión sembrada (tareas)

Producción (qq.)

Arroz 3,939 145,862 332,787Habichuelas 5,670 105,161 124,348Maíz 6,719 85,000 126,233Maní 6,403 137,122 196,241Guandul 2,591 22,700 24,925

Fuente: Censo Agropecuario 1971. Vols. 1 y 2.

Cuadro 27Distribución de las áreas arroceras según

zonas agro-climáticas R.D., 1978

Regiones Superficie (tareas)

%

Noroeste 471,600 30Cibao Central 782.255 49Este 64,400 4Sur Central 88,340 6Sur­Suroeste 173,717 11

Fuente: SEA.

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Cuadro 28Producción, superficie y rendimiento de maní, según provincias de mayor producción, 1971

Provincias Produc-ción (qq.)

% Super-ficie

(tareas)

% Rendimien-to (qq./tareas)

No. de explo-tación

SJM 196,241 22.5 137,122 21.4 1.3 6,403Dajabón 109,732 12.6 79,267 17.3 1.3 4,069La Estrelleta 80,939 9.3 61,970 9.6 1.3 3,467La Altagracia 76,700 8.8 55,831 8.7 1.3 2,250Stgo. R. 76,380 8.7 55,181 9.0 1.3 3,399Peravia 53,588 6.1 39,538 6.1 1.3 1,840Santiago 36,714 4.2 27,828 4.3 1.3 2,220Azua 32,512 3.7 24,107 3.7 1.3 1,424La Vega 30,584 3.5 24,279 3.8 1.2 1,887María T. S. 29,184 3.3 20,741 3.2 1.4 1,152Otras 151,326 17.3 115,843 18.0 1.3 010 princ.prov. 722,574 82.7 528,864 82.0 1.3Total 873,900 100.0 664,707 100.0 1.3 36,160

Fuente: Censo Agropecuario 1971. Vol. I, p. 73 y ss.

Cuadro 29Producción de arroz según años en la región Suroeste y la provincia de

San Juan de la Maguana, 1979-1981, en miles de qq.

Años Producción total

Producción Suroeste

Producción SJM

Aporte regional SJM

Área total de

siembra1979 5,400 477.1 348.3 73% 1.61980 5,700 799.4 541.8 68% 1.71981 5,737 667.6 484.2 73% 1.7

Valor de las ventas de arroz (millones)1979 RD$ 112,799 1980 RD$ 120,509 1981 RD$ 129,773

Fuentes: Unidad Regional Suroeste (URPE) Boletín Trimestral ONE, 1983. Departamento Fomento Arrocero, informe al presidente, 1981.

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relaciones de prodUcción y forMas de explotación del trabaJo caMpesino

En la agricultura de la región coexisten (a ni vel de la obser-vación empírica) diversos tipos de relaciones de producción y formas productivas (capitalistas y no capitalistas), que se arti-culan entre sí en forma desigual y combinada.

Hemos analizado someramente el proceso histórico re-gional (capítulos II, III y IV) procurando mostrar la moda-lidad específica de desarrollo de relaciones capitalis tas. Ello ha implicado observar cómo éstas han ido imponiendo su lógica con respecto a las formas de producción campe sinas. De hecho, cuando se estudia la realidad subdesarro llada, el problema de la existencia de relaciones de produc ción no capitalistas «y su entrelazamiento con el modo de producción capitalista y, por lo tanto, la existencia de cla ses sociales dis-tintas a la burguesía y el proletariado, son hechos que no pue-den negarse»...21

Se han establecido procesos de observación empírica sobre relaciones y formas productivas como las siguien tes:

1) El pago salarial en la agricultura, en factorías y agroin-dustrias, que impone la presencia de un pro letariado agrícola heterogéneo, compuesto de diversas figu ras socioeconómicas que constituyen una clientela fija pa ra el capitalismo agrario del valle en los momentos en que éste más demanda de osa fuerza de trabajo; 2) la agricultura como productora de valores de cambio, por tanto, un intercam bio mercantil desarrollado que se impone como dominante en la esfera de la circulación y de la producción; 3) la ganan cia capitalista, sea a través del agroprocesamiento industrial o de la producción agrícola; 4) el arrendamiento capitalista (en dinero); 5) relaciones de aparcería o de pago de la renta en productos en diversas mo-dalidades, pero principalmente a la tercia y la cuarta; 6) una cierta presencia del pago salarial en especie, particularmente en las zonas de mayor pre sencia de explotaciones campesinas,

21 M. Coello, «El novísimo ciclo M-D-M transformado» y «Modo campesino de producción», Marxismo y Antropología, No. 2, 1980, p. 19.

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producto de su baja capita lización; 7) la semiproletarización campesina, relación impor tante en la que se encuentran una gran cantidad de campesinos pobres que complementan pre-cariamente su subsistencia a través de la venta de su fuerza de trabajo; 8) la producción mercan til campesina, que procura producir un excedente y realizar algún beneficio, actualmente colocada en forma importante en una crisis estructural frente al mercado capitalista.

Las líneas que siguen, hasta el final del trabajo, buscan de-sarrollar estas relaciones de producción, con énfasis en el ca-rácter de vínculo entre campesinado y capitalismo.22

Alrededor de estas relaciones de producción y formas pro-ductivas se hicieron observaciones de campo más o menos prolongadas. Solamente algunas podrán ser desarrolladas en el presente trabajo de investigación.

Relaciones y formas productivas en la región de San Juan de la Maguana, 1982

Pago salarial en factorías, agroin­dustrias y explotaciones agrícolas capi­talistas y campesinas, y como su reflejo un proletariado agrícola compuesto de figuras socioeconó micas diversas.Un intercambio mercantil desarro llado como dominante o circulación mercantil capitalista.La ganancia capitalista en la pro ducción agrícola, factorías y agroin dustrias del maní y del maíz; la ga nancia comercial vinculada a la agricultura, a través del arrenda miento capitalista.

Relaciones de aparcería en diversas modalidades, principalmente a «la tercería» y a la «cuarta»; el arrenda­miento por parte de campesinos o «formas mixtas» de arrendamiento (Marx).Presencia débil del pago salarial en especie, más significativamente en zo­nas campesinas.La semiproletarización campesina que amortigua la proletarización campesi­na y puede estar mediada por relacio­nes de aparcería.La producción mercantil campesina y de subsistencia, actualmente en crisis estructural frente al capita­lismo.

Fuente: Observación de campo, 1982.

22 R. Cassá, Modos de producción, clases sociales y luchas políticas, Santo Domingo, 1977. Distingue las siguientes formas de explotación en la agricultura de la formación social domi nicana: por métodos de aparcería, el trabajo de minifundis tas, el salario en explotaciones grandes y medianas. Pienso que hay que agregar aque-llas formas de explotación que deri van específicamente del relacionamiento peculiar (según re giones) entre campesinado y capitalismo.

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Las modalidades específicas que adoptan en la región la explotación de la fuerza de trabajo campesina es tán compren-didas dentro de esas relaciones y formas produc tivas. Las re-laciones de mayor amplitud corresponden al ca pitalismo, que se imbrica, explotándolas con las no capita listas. Esas modali-dades son las siguientes:

1) Las relaciones de aparcería que envuelven a productores campesinos fundamentalmente a la tercia y a la cuarta, en cultivos como arroz, maíz, maní y habichuela,

2) la semiproletización campesina,3) el contrato vertical con industrias como La vador y La Manicera

(Sociedad Industrial Dominicana) y con establecimientos agroprocesadores (factorías) de arroz,

4) la explotación que ejerce el capital comercial y el usurario.

1. La primera se efectúa tanto entre capitalis tas grandes como entre propietarios medianos que perciben la renta del suelo. Las relaciones de producción correspondientes al colo­nato de campesinos en grandes unidades te rratenientes, prác-ticamente han desaparecido, proceso al que ya hicimos alu-sión en el capítulo IV.

Formas de explotación del trabajo campesinopor el capitalismo en la región de SJM

Relaciones de aparcería (en cultivos como arroz, maíz, maní y habichue-1. las) y formas mixtas de arrendamiento, como el de campesinos pequeños mercantiles.Semiproletarización campesina (no excluye la anterior ni la que sigue).2. Contrato vertical con agroindustrias (1940).3. Contrato con factorías agroprocesadoras (1940).4. Relaciones sistemáticas con el capital comercial usurario (de cuyas operacio-5. nes participan significativamente las factorías).

Fuente: Trabajo de campo, 1982-1983.

Sobre las dos primeras formas tratamos de ofrecer elemen-tos en lo que resta del presente capítulo; y sobre las otras tres relaciones, en el capítulo VII sobre «El campesinado mercantil y el sector capitalista regional».

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2. La semiproletarización campesina es resultante de pro-cesos de pauperización, de degradación económica y social como consecuencia del sometimiento al mercado interno. Se trata de un campesinado pobre que es llevado a combi-nar asalariamiento y trabajo familiar para lograr su repro-ducción familiar. Este campesinado tiene su hábitat en las tierras áridas del sur del valle o en las húmedas y montañosas del norte. No se puede hablar de una migración interrural en este campesino, es decir, que pase un tiempo en la zona de trabajo y otro en la unidad de producción que usufructúa. Ele mentos concretos indican que no existe esta tradición de movi lidad específica incorporada a la fuerza de trabajo regional.

3. La tercera forma de explotación del trabajo campesino es la de aquellos productores que deciden contratar su fuer-za de trabajo para agroindustrias del maní y del maíz, como las ya mencionadas. En la región estos contratos son muy im-portantes y tradicionales en el campesinado precarista semi-proletario que dispone de escasísimos recursos de tierra, agua y dinero, y que como una forma de empleo decide meterse con Industrias Lavador o la Sociedad Industrial Dominicana. Aún así, actualmente hay un proceso de decadencia del cul-tivo del maní, generado en diversos factores, que ha sacado miles de productores del mismo y ha disminuido el área total de siembra, tendencia que se expresa también en otras regio-nes del país.

Dentro de esta modalidad esta la contratación del campe-sinado mercantil y de subsistencia con factorías arroceras de la zona, tan importante y tradicional co mo la que establece con las industrias; representan éstas la fracción más sólida del capital involucrado en la agri cultura regional.

4. La explotación del campesinado mercantil y de subsis-tencia a través de las operaciones financieras de compra y ven-ta del capital comercial es generalizada en toda la región (a ella se hace referencia más adelante).

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La existencia de las cuatro formas mencionadas de explo-tación del trabajo campesino en la región puede presen tar formas mixtas o peculiares.

Existen casos, por ejemplo, muy frecuentes de combinación (en un círculo de 3 personas) de pago de la renta en dinero y de aparcería. Esta situación se produce cuando un propietario campesino, por circunstancias varias, no trabaja él directamen-te como agente de la producción y la arrienda en di nero a un poseedor de dinero urbano no campesino, figura ésta que a su vez pone las tierras a producir en manos de un campe sino pobre en aparcería a la tercia.23

Dentro de este caso descrito puede producir se una variante de la combinación de renta en dinero y aparcería a la tercia: consiste en que un pequeño productor campesino que es pro-pietario de tierra y la arrienda en dinero (a RD$20.00, RD$15.00 y hasta a RD$10.00 la de peores condiciones) a un pequeño in-versionista de la misma zona, y permanece en su propia tierra trabajando a la tercia para dicho personaje. En este caso, el pro-ductor elige reducirse a aparcero en su propio predio: si tiene 20 tareas y las arrienda a RD$20.00, recibirá por adelantado en dinero la suma global de RD$400.00 por un año. Permanece en la tierra y la cultiva a la tercia. Si produce 60 sacos de habichue-la, devolverá 40 sacos al pequeño capitalista de la zona.

Una vez hecho el contrato, todos los gastos del proceso de producción quedan a cargo del campesino aparcero o del cam-pesino que se ha reducido a la figura social de un productor que paga renta en producto a la tercia. O sea, que el arrendata-rio puede dejar al campesino propietario como usu fructuario pagando renta en producto. Pero también puede buscarse un tercer productor que trabaje la tierra bajo las mis mas relacio-nes. El mecanismo que permite que el arrendatario deje o no al propietario en la tierra, es aleatorio y depende de factores su-perestructurales (amiguismo, parentesco, compa drazgo, etc.), y no solamente económicos.24

23 Observación de campo en varios parajes y secciones adyacentes al valle de San Juan de la Maguana, 1983.

24 Observación de campo, primer semestre de 1983. Comunidades de la parte norte del valle.

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En la forma productiva que corresponde a la aparcería a la tercia, la más generalizada de este tipo de pago de la renta en productos, pueden entrar a su vez relaciones salariales de dos tipos: un pago salarial en dinero y un pago salarial en pro-ducto, dependiendo de circunstancias diversas; este último se produce fundamental mente en los momentos de la cosecha del producto, contando con que se trata de un cultivo de ali-mentos y no agroin dustrial como el maní.25

Otras relaciones no capitalistas como la aparcería a la media y en menor medida el colonato de campesinos apar-ceros a mano de terratenientes, entraron en desaparición. Prácticamente, los campesinos no tienen interés en trabajar a la media porque es muy poco ventajoso para ellos. Bajo esta modalidad de renta en producto, el campesino usufructua-rio debía ir recibiendo ayuda para el proceso de trabajo por parte del arrendatario: para semillas, preparación del terre no, gastos diversos, etc., y esto presentaba inconvenientes de tipo práctico, por ejemplo, calcular la proporción de gas tos que cada quien debía aportar. El proceso se hacía dificultoso. En lo relativo al colonato de campesinos apar ceros a la media, que-dan residuos todavía en la región, aun que, como se analizó, su desaparición entre los años 50 y 70 marcó un importante elemento de descampesinización.26

El mayor número de casos de aparcería de toda la región Sur-Suroeste se ubicaba en la provincia de SJM. De unos 1,660 casos en el Suroeste, ésta tenía 1,345 (el 81.1%) y casi 4 ve-ces más que la parte sur (Barahona, Bahoruco, Pedernales e Independencia). Esta apenas comprendía 348 fincas en apar-cería, por tanto, casi 3 veces menos que en el valle de San Juan, donde había 895 fincas en esas condiciones.

De igual modo, la mayor cantidad de fincas con más de una forma de tenencia se encontraba en la provincia de SJM: de 6,087 fincas en todo el Suroeste y Sur, con unas 517 mil tareas, aquella tenía 3,978 explotaciones (el 65.3%), con un total de

25 El maní generalmente se cultiva bajo contrato con una agroindustria (La Manicera o Lavador). Es una tradición.

26 Este proceso fue protagonizado por los terratenientes tradi cionales precapi-talistas, expuesto en el capítulo IV.

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333,475 tareas, extensión que re presenta el 64.4% de la super-ficie total del Suroeste en estas relaciones.27

Este último dato es importante porque revela que la apar-cería, declarada censalmente, era significativa en San Juan de la Maguana, comparada con el Sur y el Suroeste. Además, que era muy extendida desde el punto de vista de que la mayor cantidad de fincas con más de una forma de tenen cia existente en San Juan para 1971, incluye de manera sig nificativa fincas en relaciones mixtas (de aparcería arrien do, colonato, etc.).

Es probable que en estas 333,475 tareas con más de una for-ma de tenencia, la aparcería sea más extensa que en las cifras manifiestas censalmente catalogadas como ta les.

Desde este punto de vista, las relaciones de aparcería es-condidas en las formas mixtas, algunas de las cuales expone-mos cualitativamente aquí basados en observación de campo, probablemente son tan importantes como los 1,345 casos de aparcería (el 81.1% del Suroeste) que tenía SJM.28

Ello apoya la idea de que las relaciones de aparcería, de las cuales el capitalismo saca plustrabajo campesino en el maní, el maíz, la habichuela y el arroz, adecuándose a ellas mediante diversos mecanismos de explotación, operan como formas de empleo. Por tanto, como mediación: las relaciones de aparce-ría obstruyen procesos de proletarización absoluta en contin-gentes importantes del campesinado regional.

A ello hay que agregar también el hecho de que las fincas pro-pias o que figuran como tales, representan el 55.4% del total de explotaciones. La gran mayoría de éstas tenía menos de 80 tareas: de un total de 53 mil fincas existentes en todo el Sur-Suroeste, unas 46 mil (más del 90%) tenían 79 tareas y 5 mil menos de 8.

En las zonas del valle existía el mayor número de casos de aparcería y de arrendamiento: 895 explotaciones en aparce-ría, de las cuales unas 830 en fincas de 8 a 79 tareas; y 244 casos de arrendamientos, de los cuales 186 (el 76.2%) se daban en fincas pequeñas.

Había además unas 2,395 fincas con más de una forma de tenencia. En el Suroeste existían 310 casos mixtos, de los cuales

27 Censo Agropecuario 1971, Vol. I, cuadro 9.28 Censo Agropecuario 1971.

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230 en San Juan, el 74.1%. Cerca del 90% de estos casos hetero-géneos se ubican en fincas de menos de 80 tareas. Todos suman 3,793 explotaciones, de un to tal de 11,428 fincas en el valle.

Esta es una zona significativa en términos de la presencia de estas formas simples de tenencia.

El arrendamiento, como una forma más avanzada que la aparcería, ya comenzaba a despuntar en las fincas grandes del valle en 1971. Había 28 casos en fincas de 160 a 800 ta reas (cuando prácticamente no había un solo caso en El Cercado y apenas 3 en Las Matas) y 7 casos de 800 tareas en adelante.

Hay que tomar en cuenta que en el valle podían haber fin-cas grandes (de 160 a 800 tareas) en aparcería, como era el caso, pues habían 65 explotaciones en estas condicio nes que no estaban en manos de un solo usufructuario, sino de mu-chos productores campesinos (a la media, primero; a la tercia, después de 1960) que eran asentados como colo nos por terrate-nientes tradicionales. En el valle existía esa cantidad en 1970, lo que no ocurría significativamente ni siquiera en Barahona, que tenía apenas 4 casos de este tipo.29

Después de 1960 hubo transformaciones en el valle que afectaron cantidades de campesinos­colonos que trabajaban en aparcería o bajo formas mixtas de arrendamiento.30

Los terratenientes (al igual como ocurrió en el Cibao con el cacao) descampesinizaron sus explotaciones y arrendaron en dinero sus tierras a inversionistas agrarios, a agricultores medianamente capitalistas, que explotaban el suelo en forma capitalista, básicamente en el arroz y la habichuela.

Fue el desarrollo de una nueva relación de producción: el arrendamiento en dinero. Este es pagado en una su ma global dineraria adelantada, en las zonas más productivas del valle, por empresarios medianos y capitalistas agrarios incipientes. Dentro de esta nueva relación, muchos inversio nistas urbanos encuen-tran en el pago de la renta dineraria las posibilidades de con-vertir el dinero en capital en el agro, mediante la utilización y la explotación de una fuerza laboral proletaria y semiproletaria.

29 Censo Agropecuario 1971.30 Véase el capítulo IV de este trabajo. En él enfocamos el pro ceso de debilita-

miento del colonato de campesinos encasi llados en unidades terratenientes.

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Los antecedentes del arrendamiento capitalista, cuya pre-sencia a partir de los años 60 marca la transición del terrate-niente tradicional hacia un vínculo más activo con el capitalis-mo, se encuentran en la decadencia y casi disolución de una relación de producción específica de la región, como fue el colonato de campesinos aparceros acasillados en uni dades te-rratenientes y que producían la renta en producto la media.31

En el capítulo VII, a propósito del sector capitalis ta, se vol-verá a hacer referencia a esta relación.

El campesino que en la actualidad está inserto en relaciones de aparcería a la tercia, relaciones con tendencia a transformarse a la cuarta,32 una vez ha recibido la tie rra, entra en relaciones con el capitalismo: de agroindustrias, si es maní lo que va a sembrar; de factorías, si es arroz o habichuelas; con el capital comercial en diversos productos. Como resultado de esta transacción irá recibiendo partidas periódicas de dinero, parte del cual utilizará en su reproducción familiar, y otra para pagar costos del proceso de producción. Recibirá, además, elementos para dicho proceso, como semillas, abonos preparación del suelo en el caso de las agroindustrias y factorías que disponen de tractores.

Cuadro 30Explotaciones y superficie en tareas con más de una forma

de tenencia en San Juan de la Maguana

Régimen No. de explotaciones SuperficieA modo de propietario 1,491 149,611Arrendamiento y/o aparcería 1,006 65,433«Reformas» 103 8,779Demás formas mixtas de tendencia 1,378 109,652Total SJM 3,978 333,475

Fuente: Censo Agropecuario 1971. Vols. I y II.

En este vínculo formal con el capital, el campesino apar-cero asume un segundo aspecto: si en cuanto aparcero se

31 Véase capítulo IV de este trabajo.32 A la cuarta es actualmente la modalidad de renta en producto que más está

interesando al productor. (Véase la nota No. 2 del presente capítulo.)

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sumerge en relaciones no capitalistas de pago de la renta en producto y en cuanto vinculado al capital asume relaciones de subordinación a elementos económicos del capitalismo, el cual va a extraer plustrabajo campesino a través de diversos mecanismos que serán expuestos más adelante.33

Se trata de una relación bifacética: por un lado, en tanto productor pequeño mercantil que paga renta del sue lo a la ter­cia, y por otro, en tanto, para poner a traba jar el proceso de pro-ducción propiamente en la unidad de exportación, tiene que subordinarse a elementos específicos del capitalismo, como el crédito (financiamiento, la tecnología, etc.).

Al final, en promedio, si tomamos en consideración sus nive-les materiales de vida y su personal participación intensiva y ex-tensiva en el proceso de trabajo, queda en manos de este agente económico mercantil simple, un diferencial di nerario (o una que otra parte de la producción para el consu mo familiar), su-mamente exiguo como para representar un valor suficiente y compensatorio del valor total de la fuerza de trabajo familiar.

Al final, en promedio, si tomamos en consideración sus nive-les materiales de vida y su personal participación intensiva y ex-tensiva en el proceso de trabajo, queda en manos de este agente económico mercantil simple, un diferencial di nerario (o una que otra parte de la producción para el consu mo familiar), su-mamente exiguo como para representar un valor suficiente y compensatorio del valor total de la fuerza de trabajo familiar.

Este campesino está cruzado históricamente entre relacio-nes de producción capitalista y no capitalista; subordina do al capitalismo en la producción y la circulación, se en frenta coti-dianamente a una descapitalización progresiva, que lo coloca en el umbral de la proletarización definitiva.34

33 Tasas de interés, recargo nominal de precios, cobro de ser vicios de secado y procesamiento, de transporte del producto, etc.

34 El análisis cualitativo que se hace aquí del campesinado apar cero, en su aspecto de productor pequeño mercantil, se aplica también al campesino mercantil que no tiene la condición de aparcero, sino de propietario, lo que se trata más adelante; pero no las contradicciones entre jornaleros y agricultores capi talistas, porque esto último podría estudiarse en un proyec-to de investigación que estuvo en el CERESD.

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Así como en las zonas y comunidades adyacentes al valle de condiciones muy pobres es común que un propietario pequeño no disponga de dinero para desarrollar independiente mente un proceso de producción, dada la descapitalización, y se trance con un arrendador urbano no campesino. Como se vio, existen casos también de campesinos que han logrado diferen ciarse y convertirse, al cabo de los años, en campesinos medianos sin haber sido directamente propietarios sino arren-dadores de diversas unidades salteadas de explotación en las cuales trabajan ellos directamente en el proceso de trabajo y que a la postre terminan siendo propietarios de unidades sal-teadas, las cuales también muchas veces ponen en aparcería con campesinos pobres. Estos emplean jornaleros asalariados en operacio nes en las cuales no participan ellos en forma di-recta, como el desyerbo o el repaso, por ejemplo, y suelen tener relaciones tensas con los obreros que contratan, debido a su celo y su afán competitivo.35

A diferencia de esos campesinos diferenciados, muy esca-sos en cada comunidad, los campesinos aparceros (y en ge-neral los campesinos no aparceros) no explotan a los jornale-ros echa días asalariados, pues pagan generalmente al mismo nivel salarial promedio que los agricultores grandes cuando es por tiempo, e inclusive si es por ajuste. En momentos de cose cha, estos campesinos tienden a pagar parcialmente en produc to, un equivalente salarial calculado al promedio vi-gente, lo que muestra no sólo una situación de debilidad eco-nómica, sino la vigencia residual de una forma de pago extra-ña al capitalismo.

Las contradicciones tienden a ser mínimas compa radas con las que se producen entre jornaleros y agricultores capitalistas y entre aquellos y campesinos medianos diferencia dos o en diferenciación.36

35 Observación de campo, 1983. Estos productores diferenciados son muy po-cos en cada comunidad rural observada: no pasan de cuatro o cinco en cada una de ellas.

36 Observación de campo, 1983. Aun así, en estos casos, las con tradicciones se limitan a discusiones individuales de jornale ros y empleadores. No existe asomo significativo de una con ciencia obrera ni de una ideología sindical.

R. Bartra: «Sobre las clases sociales en el campo mexicano», Cuadernos

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En las zonas de predominancia campesina los obreros agrí-colas casi siempre son campesinos pobres que disponen de al-gún lote pequeño de tierra en aparcería o propiedad y venden su fuerza laboral a campesinos arrendadores o campesinos a la ter cia que utilizan ayudantes en escala limitada y en momen-tos muy específicos del proceso de trabajo. Estos campesinos pueden pagar parcialmente a los ayudantes con producto, si es en el momento de la cosecha, o con dinero cuando lo toma prestado o adelantado de la agroindustria, casi siempre al pre-cio normal esta blecido generalmente.

Desde este punto de vista el campesino pobre o la relación de semiproletarización es importante no sólo para explo-taciones campesinas (cualesquiera sea su régimen de propie-dad y sus relaciones sociales), sino también para explotaciones capitalistas, fundamentalmente en el valle.

Por ejemplo, en las zonas agrícolas al norte de Juan de Herrera,37 fundamentalmente campesinas, los usufructuarios de las explotaciones son productores mercantiles que siem-bran principalmente arroz, maní y habichuela. Utilizan una fuerza obrera básicamente campesina, de la cual forman parte de mujeres que trabajan en el arranque de habichuela y el despalillamiento del maní.

Las mujeres se movilizan, al igual que los jorna leros agrí-colas, de lugares cercanos, dentro de la misma sección de re-sidencia o secciones vecinas, y trabajan de 7:00 am hasta el mediodía como horario principal, pues las tardes son reser-vadas para el despalillamiento. Reciben RD$1.50 tanto en el arranque del maní como en el de la habichuela.

La mujer deja el trabajo doméstico en marzo para arrancar habichuelas y en mayo-junio para despalillar maní; son los dos momentos principales en que ella se incorpora a la produc-ción como vendedor de fuerza de trabajo. Prácticamente, es-tas tareas están reservadas a la mujer, el hombre no participa en dicha actividad. Una buena despalilladora lo máximo que

agrarios, No. 1, México, enero-marzo de 1976. 37 Juan de Herrera es una de las zonas agrícolas arroceras más importantes del

valle, con cultivos capitalistas del cereal. En 1971 tenía la mayor cantidad de fincas, 1721 explotaciones, con casi 89 mil tareas.

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puede reunir son dos sacos de maní de 100 libras, y la más exce-lente podría acercarse a los 3 sacos (esto es, casi RD$4.50).38

El ingreso de la mujer es una forma complementaria de ingreso que ayuda a la reproducción familiar de la unidad se-miproletaria, y debido a que el empleador es principalmente pequeño productor no se puede hablar de explotación de la fuerza de trabajo femenino. En las explotaciones capitalistas o medianamente capitalistas hay empleo asalariado de fuerza de trabajo femenina, pero en las explotaciones pequeñas el empleo de fuerza de trabajo asalariada tiende a escasear debi-do a que la presencia del intercambio de servicios y el apoyo mutuo es más importante que el salario.39

En lo relacionado a la naturaleza de la relación social que envuelve al campesino aparcero a la tercia, no postulamos que se traten de relaciones aparentemente semifeudales, sino de relaciones no capitalistas, pero de las cuales el capital extrae un excedente, por tanto, podría decirse que están esencial-mente envueltas por el capitalismo o sometidas por él.

L. Crouch y De Janvry sugieren que un cierto tipo de apar-cería que se produce en el cultivo del tabaco, en la región del Cibao, es esencialmente capitalista, aunque no formalmente asalariada, en la cual el productor aparcero desempeña las funciones desde capataz hasta obrero.40

38 Observación de campo, 1984. En los casos en que campesinos pobres em-plean fuerza de trabajo asalariada no hay extracción de un excedente para la valorización de un capital. (Véase R. Bartra, Estructura agraria y clases so­ciales en México, México, 1978.) Una razón técnica, inherente al cultivo de habichuelas, por ejemplo, hace que las mujeres trabajen hasta la 12:00 me-ridiano, y es que culturalmente los manojos de plantas se dejan secar sobre el terreno un día para batirlo al otro día. (Batir o apalear la habichuela es golpearla o piso tearla, etc. para que salga de la vaina.)

39 El convite sigue existiendo en la región pero transformado bajo la modalidad de intercambio mutuo de servicios. El con vite, como práctica cultural del proceso de trabajo, entra en debilitamiento con la crisis que afecta a las eco-nomías campesinas, en la medida en que éstas van sufriendo el im pacto de su sometimiento al mercado interno.

En los convites que todavía se celebran se come arroz, habichuela y espa-guetis. Imposible matar un becerro, pues sale más caro o igual que si fuera pagando en salario. Observación de campo, 1984.

40 L. Crouch y De Janvry, «Acumulación de capital y miseria rural en América Latina», Problemas de desarrollo centroamericano, 1977, p. 291 y ss.

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El trabajo a destajo a domicilio, con un capitalista que vende al campesino la materia prima y le compra el producto, es otro caso de una relación salarial que denota la presencia del capi-talismo y que puede no manifestarse formalmente, del cual nos ocuparemos a propósito de las factorías y agroindustrias.41

Por otro lado, en lo relativo al campesinado pobre, en el cual se reproduce la relación de semiproletarización, en las distintas zonas agrícolas adyacentes al valle, principalmente hacia el sur y el norte, hay masas de familias rurales desagregadas en pequeñas comunidades que los censos podrían captar como propietarias de medios de producción porque disponen de algunas varas de tierra. Pero en realidad son familias semiproletarias brutalmente empobrecidas y crónicamente desempleadas, Crouch y de Janvry proponen que familias en estas condiciones podrían ser clasifica-das como una especie de lumpem proletario rural.42

Cuadro 34Familias precaristas con menos de 8 tareas en las zonas

adyacentes del valle de SJM

Lugares Número Terrenos salteados Superficie (tareas)Zona urbana 22 22 112Bohechío 82 87 399Chalona 70 70 213Las Charcas M. N. 42 45 117Guanito 69 80 333Hato de Padre 90 92 373La Jagua 58 67 261Juan de Herrera 417 459 1,638Mogollón 79 86 340Pedro Corto 37 37 191Pueblo Nuevo 103 107 435Río A. del Norte 10 13 50La Zanja 107 118 409Hato Nuevo 145 177 586Total 1,331 1,460 5,457

Fuente: Censo Agropecuario 1971, Vol. IV. En el total se incluye El Cercado con 160 explotaciones y Las Matas con 414.

41 L. Crouch y De Janvry, «Acumulación de capital», p. 291 y ss.42 L. Crouch y De Janvry, «Acumulación de capital».

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Pueden disponer de cierta cantidad de tierras marginales y erosionadas, distanciadas de los mercados y encontrar ocasional-mente trabajo asalariado. Con apariencia campesina, su repro-ducción está prácticamente bloqueada, pues se les enfrenta un capitalismo en el valle que no las utiliza como fuerza de trabajo en forma sistemáticamente regular (no sólo por la distancia, sino por la maquinaria de que dispone) ni necesi ta sus tierras erosio-nadas; estas familias son más bien deshechos del campesinado de la región, y sobrevivirán como parias en la zona rural.

Cuadro 35No. de explotaciones menores de 8 tareas

en la región Suroeste y Sur

Provincia No. de explotaciones % No. de terrenos

Tareas de superficie

%

Azua 532 1.05 534 2,096 1.08SJM 1,905 3.84 2,100 8,185 4.22Elías Piña 654 1.32 307 1,171 0.60Barahona 1,015 2.04 1,123 4,260 1.19Bahoruco 811 1.63 867 3,334 1.72Independencia 282 0.57 307 1,171 0.60Pedernales 73 0.15 74 266 0.14Ambas regiones 5,272 10.6 5,312 20,483 9.55

Fuente: Censo Agropecuario 1971, Vol. IV.

Para 1971 existían más de 2 mil familias con me nos de 8 ta-reas, en las adyacencias del valle; para 1980 habrían aumenta-do según la tendencia observada por el VII Cen so Agropecuario Nacional, es decir, mayor número de explota ciones minifun-distas con menor extensión promedio y menor número relati-vo de las fincas latifundistas con mayor extensión o superficie promedio.43

43 Disminución del área promedio de los minifundios e intensa subdivisión de estas fincas; en las fincas de 8 a 80 tareas, surgieron 67,703 nuevas pro-piedades, pero el área promedio disminuyó de 29 tareas (1971) a 20 tareas (1982). Hubo una importante subdivisión en estas fincas campesinas; es posible que el área disminuida en ellas haya pasado al estrato de fincas mayores de 80 tareas, aquellas que tienen entre 80 y 160 tareas, pues en

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Según el Censo Agropecuario de 1971, solamente 52 de estas explotaciones precaristas (el 2.5%) utilizaron tra bajo asalaria-do. Pagaron en promedio unos RD$15.00 por finca, lo que muestra una salarización insignificante y un nivel de pagos su-mamente exiguo, prácticamente nulo.

Finalmente, existe un sector capitalista en la agricultura de alimentos en el que predominan relaciones so bre la base de la explotación del trabajo de productores mercantiles campesinos, del trabajo asalariado de campesinos pobres semiproletarizados y de jornaleros echa días que trabajan fundamentalmente en el agro, aunque también fuera de él, ocasionalmente, cuando la demanda de fuerza laboral disminuye.

Nos ocuparemos de analizar dicho sector y las relaciones que ha establecido con el cam pesinado mercantil de la re-gión, para exponer la tercera y cuarta formas de explotación del trabajo campesino.

Las relaciones salariales en el agro y vinculadas al agro como en factorías y plantas agroindustriales, muestran la presencia de un importante sector del proletariado agríco-la que tiene carácter heterogéneo, compuesto por diversas figuras socioeconómicas que forman un ejército de reserva para el sector capitalista en su conjunto en la agricultura de la re gión.

Dichas figuras son: 1) aquellos obreros agrícolas que tienen su hábitat en las zonas deprimidas de la ciudad; 2) las muje-res obreras agrícolas y las vinculadas a agroindus trias; 3) obreros agrícolas semiproletarizados con hábitat en las zonas rurales; 4) obreros de factorías y agroindustrias; 5) obreros ajusteros o intermediaristas entre el patrono y el jornalero.

El proletariado y semiproletariado agrícolas no se rán obje-to de exposición en el presente trabajo; el capítulo último que sigue se ocupa de analizar, con cierta brevedad, la situación

éstas el área promedio sufrió un ligero aumen to (de 109 a 113 tareas) aun-que disminuyó el número de explotaciones. Finalmente, las fincas de 160 a 3,200 tareas aumentaron 5.3 en superficie y 5.7 en número. Se acentuó la minifundización, por un lado, y la concentración por otro.

Cifras preliminares del Censo Agropecuario de 1981.

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174 Angel Moreta

del campesinado mercantil en su vínculo estructural con el capitalismo regional.44

Cuadro 36Explotación menores de 8 tareas en el Suroeste

y San Juan de la Maguana, 1950-1960-1971

Localidades 1950 1960 1971Fincas Extensión Fincas Extensión Fincas Extensión

SJM 736 4,269 5,000 30,300 2,905 8,185Suroeste 2,628 9,250 16,7000 89,500 5,263 22,029El país 46,314 206,159 126,101 564,206 49,651 194.112

Fuente: Censos agropecuarios 1950-1960-1971.

El Censo del 60 computa las fincas como de menos de 10 tareas; el de 70, de menos de 8 tareas. Obviamente, esta es una dificultad para medir el número de unidades menores de 8 tareas, y lo más posible es que ello pueda explicarse entre el número de fincas menores de 10 tareas en 1950, y de menos de 8 en 1971.

44 Como se explica en la introducción, el presente trabajo busca reconstruir las líneas fundamentales (aun cuando se haga un tanto esquemáticamen-te) del proceso de establecimiento e intensificación del capitalismo en la región Suroeste; constituye la primera parte de un trabajo más amplio que se contemplaba realizar a través del proyecto «Campesinado, capitalismo y clases sociales en el Suroeste», el cual terminó en las gavetas del CERESD, hoy rescatado gracias al AGN.

La exposición relacionada con la fuerza de trabajo proletaria y semiproleta-ria queda fuera del ámbito de esta tesis; es una dimensión del proceso que corresponde al proyecto mencionado.

Quedan fuera además otras dimensiones, como las clases sociales agrarias de la región, su configuración, ideología, mecanismos de acumulación y ex-plotación del campesinado mercantil y del proletariado y semiproletariado agrícola.

Se hace énfasis en una perspectiva antropológica y en una tradi ción técnica de investigación de campo, ligada por la antropología tradicional, como el procedimiento más interesante para re construir el objeto de conocimiento propuesto en el proyecto. Véanse 1a nota 24 y las últimas páginas de este capítulo. En la introducción se enfoca dicho problema; su delimitación es pertinente hacerla desde el ámbito mismo de la investigación, a fin de que se capten las diferencias cualitativas existentes entre aquel proyecto y el pre-sente trabajo.

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Ilustración 23. Factoría de arroz, San Juan de la Maguana

Ilustración 24. Factoría de arroz, San Juan de la Maguana

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VII. El campesinado en su relación con el capitalismo (¿Desaparición del campesinado mercantil en la microformación social regional?)1

diagnóstico de la sitUación de las econoMías caMpesinas en sJM

La producción campesina en la zona es de subsistencia y mercantil. Produce básicamente arroz, habichuela y cultivos alimenticios de subsistencia. Generalmente, tiene su hábitat hacia el sur, zona árida, en secano; hacia el norte, zona monta-ñosa, con lluvias estacionales y hacia el oeste del valle. Tiende a ser una economía mercantil especializada en los cultivos ali-menticios mencionados e históricamente se ha ido retirando del valle, de la zona irrigada hacia sus zo nas límites.

La producción campesina está caracterizada por el atraso tecnológico y retrocesos importantes, pues los campesinos vuelven a sembrar las variedades tradicionales, que exigen menos costos de producción, aunque resultan afectadas en la productividad.

La tendencia no es a sembrar productos de subsistencia, sino mercantiles. Todos quieren sembrar arroz, aunque no haya re-guío. Inclusive en la montaña los campesinos siembran el cereal.

1 Este capítulo no pertenece propiamente a la investigación. Se ocupa de presentar algunos elementos de la relación existente en los años 1983-84, entre el campesinado mercan til y el capitalismo en la microformación so-cial regional. Los datos manejados pertenecen a otro trabajo, derivado de esta investigación, aunque no están directamente comprendidos en ella.

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Existe una economía campesina de subsistencia, significa-tiva en las zonas altas y áridas, que brinda una cantidad de campesinos pobres semiproletarios como fuerza de trabajo asalariada.

Hay un proceso consolidado de subordina ción de la pro-ducción campesina mercantil a los elementos económicos del capitalismo. La tendencia es hacia una especialización pro-ductiva y a una creciente inserción en el mercado. Para ello recurre al crédito y tecnología, elementos que obtiene de fac-torías y comerciantes acaparadores. El crédito es un elemento que orienta la producción campesina hacia donde interese al capital y mantiene atado al productor durante el proceso de trabajo, hasta el punto de que se convierte en una especie de asalariado del comerciante o de las factorías. Sus cosechas no les perte nece puesto que desde que hace el contrato se com-promete a entregársela.2 El interés oscila entre el 3% y el 4% y el campesino recibe el dinero en partidas periódicas, que inclusive utiliza en la compra de algunos alimentos. Las facto-rías cobran además en tre RD$3.00 y RD$4.00 por el procesa-miento del arroz, sin contar que los insumos adelantados son cobrados al final con recargo de precios.3

Los inversionistas de factorías ganan además al clasifi car el producto por su grado de humedad y su impureza; casi siem-pre le clasifican al pequeño productor por debajo de lo que corresponde.4

Si calculamos que más del 50% del crédito en la zo na es proveniente de fuentes par ticulares, y que más del 70% de los productores de arroz son campesinos, es fácil darse cuenta que el crédito otorgado por las factorías viene a ser un ele-mento clave para la valorización de su capital.

A pesar de las condiciones altamente desfavorables de este sistema de crédito, la casi totalidad de los producto res

2 Sobre el contrato que establecen los campesinos con los capitalistas o vice-versa, no nos ocupamos aquí. Me diante el trabajo de campo (1982-1985) obtuvimos copias de contratos firmados y datos numerosos acerca de su ca-rácter leonino.

3 Trabajo de campo, 1983. 4 Estimaciones sobre la base del trabajo de campo, 1984.

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en zonas de pequeños cultivadores de arroz, recurren a es ta fuente de financiamiento, atraídos por la facilidad con que se conceden, una vez que se establecen las relaciones con el intermediario; especialmente en el caso en que ya se recu rrió a él anteriormente.5

La burguesía comercial, de menor poder que los capitalis-tas de factorías, es un sector organi zado, con voluntad políti-ca, en una asociación de comerciantes de frutos. A raíz de los ataques de que fue obje to desde INESPRE y la SEA, cuando vio que los campesinos comen zaron a verlos, erróneamente, como su principal enemigo.6

Esta burguesía comercial también financia cosechas, inclu-sive antes de terminar un cultivo su ciclo vegetativo normal, corriendo ella los riesgos por pérdidas (venta a la flor); y tecno-logía, como fertilizantes, herbicidas, etc. Financia, asimismo, mediante entregas periódicas, gastos del proceso de trabajo campesino.

Ambas fracciones de la burguesía agraria regional valorizan su capital sobre la base de la explotación del trabajo campesino.

Otro es el caso de agroindustrias que trabajan con materias primas como el maní. Esta frac ción del capital financia el pro-ceso de trabajo (preparación de terrenos, aplicación de abo-nos, yercibidas, etc.) y proporciona tecnología a campesinos que comprometen sus cosechas.

Las semillas son facilitadas en fundas de 50 libras, pero el campesino debe pagarlas como si fuesen 100 libras. La compañía alega, no sólo que en el proceso de selección in-curre en gastos (pago de obreras despalilladoras, deprecia-ción de maqui narias descascaradoras, etc.), sino también que 100 libras de maní en cáscara equivalen a 50 descasca-rado y seleccionado.

La industria recibe la producción del campesino al fi nal de la cosecha y después de descontarse el costo y el dinero ade-lantado le entrega el sobran te. En caso de que el productor

5 SEA. Diagnóstico del sistema de mercadeo agrícola en Re pública Dominicana, Santo Domingo, p. 69 y ss.

6 A raíz de la campaña lanzada en 1980 por el gobierno de Antonio Guzmán contra la especulación comercial.

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pierda la cosecha y se endeude con la empresa o cuando, una vez recibidos los in sumos y el dinero falta a su compromiso de entregar, puede suceder que la compañía vuelva a prestarle nue vamente para que inicie un nuevo proceso de producción y pue da pagar, o que lo someta a la justicia.7

La decisión que tomó la industria en 1983, de sólo hacer contratos con aquellos productores con tie rras de reguío, responde a la necesidad de garantizar su dinero, ya que un productor con tierras en seca no depende de la lluvia para ob-tener buena cosecha.

La tendencia apunta en el sentido de que las economías campesinas mercantiles están articuladas y subordinadas al ca-pitalismo de factorías y de agroindustrias, y al capital comer-cial acaparador, tanto en cultivos no alimenticios como cul-tivos alimenticios especializados. Estas fracciones del ca pital compran una producción que sacrifica la renta de la tierra en muchos casos.8

Las agroindustrias y factorías, además de que ob tienen plusvalor de sus obreros (incluida una cantidad impor tante de mujeres que trabajan en el despalillamiento, selección y empaque de maní para semillas, tractoristas que trabajan a destajo hasta la noche, para ganar más, etc.), obtienen tam-bién otra ganancia extra proveniente de la explotación de los campe sinos, en forma de materia prima barata (por debajo de su va lor), la cual ya ha venido pagando en forma de adelantos y elementos que corresponden al mismo proceso de trabajo (abonos, semillas, tractor para roturación de tierras, etc.) y que corren por cuenta del mismo productor directo.

Estas economías campesinas, que según algunos autores podrían calificarse de «asalariados a domicilio» o «proletarios disfrazados de campesinos»,9 son funcionales al proceso de

7 Muchos campesinos eran privados de su libertad mediante mecanismos de connivencia policial, pues en el Derecho dominicano no hay apremio corporal. Una deuda no da al acreedor derecho de persecución, a no ser después de una demanda. Se trata de un abuso de poder de esas compañías con los campesinos, que tienen pocos medios de defensa.

8 El campesinado, generalmente, sacrifica (es decir, deja de recibir) la renta del suelo, pues los precios son fijados en el mercado capitalista.

9 L. Paré, El proletariado agrícola, capítulo I.

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valorización de las fracciones del capital que hemos mencio-nado, desde 1940 aproximadamente, y en este sentido no se puede hablar de que desaparecerán a corto plazo, aunque es indudable que cada día tienen que trabajar más y el proceso de erosión de sus economías es estable aunque gradual.

Costos de producción

Si atendemos a otros elementos del proceso de produc-ción, como el riego, los costos de producción de la tecnolo-gía, etc., la situación de los productores campesinos es cada día más difícil. Históricamente, el riego es un problema pecu-liar en San Juan de la Ma guana, ya que es un recurso produc-tivo del cual disponen mayormente los capitalistas agrarios en detrimento de los campesinos, sobre la base del tráfico de influencia y poder.10

La tecnología es cada vez más cara pero necesaria para aquel productor que, por ejemplo, en el cultivo de arroz y habichuela, quiera elevar la productividad. El arroz ha sido uno de los cultivos que mayor progreso tecnológico ha sufrido en los últimos años. Semillas mejo radas, yerbicidas, pesticidas, fertilizantes, semilleros en cajas, motocultores para siembra por trasplante, microcombinadas para trillar, ventear y enva-sar. Es un cultivo, además, cuyas áreas de siembra, productivi-dad promedio, etc. van en aumento en el país, con un merca-do seguro más o menos estable.

En la región los productores campesinos no pueden con-sumir tanta tecnología porque sus costos de producción lo llevan al final del proceso de trabajo a obtener apenas una diferencia precaria. Las exigencias tecnológicas crecientes representan un factor de competitividad con el capital que estratégicamente pone en desventaja a los productores cam-pesinos, que están volviendo no sólo al alquiler del buey, sino también a la siembra de variedades tra dicionales que tienen menor productividad pero exigen menos tecnología.

10 En los capítulos anteriores se vio la importancia que tuvo el riego, la cons-trucción de canales, etc. para los círculos propietarios y terratenientes de la zona, algunos de los cuales estuvieron vinculados al poder caudillista.

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Los costos de producción, como un aspecto concreto de la subsunción del trabajo campesino al capital, es un factor de primer orden en la zona para el desgaste y el déficit perma-nente de la producción mercantil campesina.

Cuadro 41Evolución de los costos de producción del maíz por

tareas entre 1970 y 1982

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Fuente: Anuarios del Banco Agrícola de la República Dominicana.

Los costos de producción sujetan cada vez más a las pequeñas explotaciones agrícolas al capital comercial, agroindustrial y de préstamo, llevándolas al déficit constante. Algo a tomar en cuenta, pa ra mayor lucidez, es que en este cálculo no se tomó en consideración ninguna tasa de interés ni recargo de pre-cios por la entrega de insumos a crédito.11

Un estudio de costos de producción del maíz, rea lizado por el Bloque de Asociaciones Campesinas de Las Ma tas, tomando como base el maíz y la habichuela, demostró, que los produc-tores campesinos viven sumergidos en un déficit constante.12

11 Después de los cambios de precios, tanto del arroz como de los insumos, habría que repetir el cálculo, pero to mando en cuenta que el elemento estructural básico es la subordinación al capital comercial, agroindustrial y de préstamo.

12 MCI, Las Matas de Farfán, 1984. Los resultados le fueron entregados al

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187El campesinado en su relación con el capitalismo...

El estudio demostró que el costo de producción por tarea es de RD$24.61, al considerar las actividades e insumos del producto, recolección, desgrane, en sacado y transporte. En condiciones óptimas de productivi dad (2.5 qq. por tarea) cada campesino tendría pérdida de RD$2.73 por tarea. Si tiene 30, el déficit sería de RD$81.90 por cosecha.

Si hacemos este cálculo con un capitalista agrario que tie-ne por ejemplo 2,000 tareas arroceras en explotación, vere-mos que los resultados son otros. El cuadro estimativo que construimos sobre el beneficio neto de fincas arroceras según áreas de más de 800 tareas en base a rendimiento promedio y costos, en 2,000 tareas, por ejemplo, un productor obtiene un diferencial de ingreso neto de RD$73,900.13

Asimismo, del cuadro «Costos de producción de una tarea en unidad agrícola capitalista (SJM)», se pueden sacar algu-nos cálculos que muestran el beneficio neto de un productor capitalista.

El costo de producción de RD$83.05, en febrero de 1983, es más o menos adecuado para este tipo de finca, según el informante, no sólo porque en 1981 el promedio en SJM era de RD$70.00 por tarea, sino además porque se han incluido todos los factores, incluyendo la tasa de interés de 12% se-mestral, pagable a un banco comercial, que es de 4.70 para los 78.35 por tarea.

Dentro de esta lógica, unas 800 tareas necesitarían aproxi-madamente RD$66,440 como dinero de préstamo, en la suposi-ción de que el capitalista no pone dinero de contrapar tida. Y pa-garía RD$376.00 de tasa de interés. Pero en cambio, tendría un beneficio neto de RD$29,560 y un ingreso total de RD$96,000. RD$66,440 habrán sido de gastos del proceso de trabajo.

Esto equivale a un ingreso de RD$2,463.33 mensua les, con un per cápita mensual, en caso de que sea una familia de 6 miembros, de RD$410.55; y un ingreso familiar percápita anual de RD$4,926.60.14

Secretario de Agricultura en visita que hizo a la localidad en 1982.13 Información de campo, 1985.14 Si repetimos este cálculo con más de 800 tareas, por ejemplo, como se men-

cionó ligeramente atrás, el diferencial neto de ganancia será mayor para el

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189El campesinado en su relación con el capitalismo...

Cuadro 43Costo de producción de una tarea en una unidad agrícola capitalista,

febrero 1983, SJM15

Costo de producción de una tarea de arroz1. Preparación de tierra con maquinaria (tractor)

a) Corte b) Crucec) Nivelación mecánica d) Muros

RD$ 3.50 tareasRD$ 3.50 tareasRD$ 2.50 tareasRD$ 3.50 tareas

La deuda y el ingreso

Por otro lado, la deuda campesina de las familias de la zona es una de las más elevadas; ella coloca en la línea de pobreza extrema a más de 9,915 familias, con unos 44,000 miembros.

Dicha deuda asciende a 557 pesos anuales por familias, lo que hace un total de más de 6 millones de pesos, que pone al campesinado regional en el segundo lugar en la distribución de la pobreza rural del país. Esas familias campesinas tienen in gresos de 7.5 millones, pero sus gastos se elevan por encima de los 13 millones de pesos.16

De igual modo, el ingreso de los productores campesi-nos es cada vez más precario. En 1973, según el Informe de Hanson Rodríguez, en el área de influencia de la presa de Sabaneta el ingreso anual por familia promedio no supera a los 345 pesos, cifra que revela una situación estructural de extre ma pobreza. Los campesinos de dicha zona generaron un ingreso del orden de los 3.8 millones de pesos en ese año, excluyendo la pecuaria. Gastaron cer ca de 3.7 millo-nes y obtuvieron un beneficio de 41 mil pesos, que dividido entre 2,750 fincas, da un ingreso de pobreza, al to mar en

capitalista agrario, sin contar el hecho de que muchas veces este tiene seguro agrícola que eventualmente le evita pérdidas por concepto de enfermedades y otros riesgos naturales.

15 Sergio Perelló, «La comunidad campesina», Polémica sobre las clases sociales agrarias en el campo de México (varios autores), México, 1979.

16 Banco Central de la R. D., «Primera Encues ta Nacional».

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cuenta que en dichos promedios se juntaron productores de grandes ingresos con productores que apenas consiguen ingresos de subsistencia.17

El ingreso de las familias rurales se hace cada vez más pre-cario debido a los aumentos generales de precios en la esfe-ra capitalista, como consecuencia de la política económi ca implementada por el Estado a partir de los años 1983-84, la cual trajo una crisis importante a la pro ducción arrocera de la zona, tanto capitalista como campesina.

La Población Económicamente Activa ocupada en la zona ru ral del Suroeste era de 78,119 personas en 1981, de la cual el 48.7%, es decir, unos 40,000 habitantes, corresponden a la zona rural de San Juan de la Maguana. El ingreso prome-dio de esta población es de 92.30, más bajo que el de Azua, Barahona y Bahoruco.18 Solamente se equipara al ingreso pro-medio de la PEA ocupada rural de las provincias de Elías Piña (RD$92.50) e Independencia (91.60).19

Crisis de costos de producción y golpes sufridos por las economías campesinas (1980 en adelante)

En 1980 las economías campesinas de la zona sufrieron fuer-tes golpes, como la eliminación de los cerdos, inundacio nes ciclónicas, que provocaron endeudamiento a los campesinos; plagas de insectos que atacaron el arroz, maíz y habichuela; el cierre de créditos y la suspensión de las actividades de las in-dustrias, falta de agua de riego, salinización del suelo en el área oeste del va lle, sequías, inundaciones por filtraciones del canal temporero J. J. Puello, que se alimenta de la presa de Sabaneta; la declaración del Parque Nacional José del C. Ramírez, que impidió la subsistencia de muchas familias precaristas; el mono polio del riego en canales privados, la erosión del suelo

17 Informe Hanson Rodríguez. 18 Oficina Nacional de Estadística. «PEA de 10 años y más, Población Econó-

micamente Activa, ocupada según ingreso promedio, por región, subregión, provincia, zona y sexo», Santo Domingo, 1981.

19 La PEA agrícola ocupada de SJM es mayor que la de la subregión de Enriquillo, (31,692 en conjunto) y tiene el 52% de la de Elías Piña, Azua y SJM en total.

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en cultivos de laderas, etc. Todos esos elementos de 1980 se metamorfosearon, en factores de descampesinización.20

Cuadro 44Hogares rurales en extrema pobreza,

unidad de consumo

Unidades primarias de mues-

treos, muni-cipios

Hogares Ingresos RD$

GastosRD$

Endeuda-miento

RD$

Endeuda-miento por familia RD$

San Juan 9,915 7,520,780 13,141,620 5,620,872 566.91Fuente: Banco Central de la República Dominicana, «Primera Encuesta Nacio-nal de Ingresos y Gastos, 1976-1977», Revista de Estudios Económicos, No. 1, Santo Domingo, 1977.

Deducciones (en RD$)

Ingreso anual por familiaIngreso mensual por familiaGasto anual por familiaGasto mensual por familiaEndeudamiento mensual por familia

758.5263.21

1,325.42110.4547.24

En SJM había en 1971 un peso importantísimo de la crian-za porcina: 52,000 cabezas, de un total de 94,000 que había en la región Suroeste, en 22,718 explotaciones, de un total de 22,000 que tenía la provincia.21

Al valle correspondía 6,356 de esas explotaciones y 27,680 de esas cabezas.

La fiebre porcina africana fue un factor natural cla ve en el proceso de pauperización actual del campesinado de la zona y empobreció a muchas familias que tenían en la crianza de esos animales una fuente adicional de ingresos.

20 M. Torres, «Falta de agua y caminos desalienta agro en SJM», Listín Diario, 10-3-81.

21 Censo Agropecuario 1971, Vol. II.

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Cuadro 45Familias rurales en extrema pobreza, en algunas provincias,

incluyendo Azua y SJM

Zonas No. de hogares

No. de miem-bros

Ingresos anuales

RD$

Costos anuales

RD$

Endeuda-miento anual RD$

Endeuda-miento

por familia anual RD$

D.N. 9,415 48,874 7,515,654 8,715,012 1,199,448 127.40Azua 330 1,146 221,612 445,884 124,272 376.56SJM 9,915 44,142 7,520,748 13,141,620 5,620,872 566.91SJM (muni­cipio)

4,304 19,305 3,469,620 4,665,150 1,255,536 291.71

La Vega

9.012 58.068 6,346,716 9,883,848 3,883,848 392.49

Fuente: Banco Central de la R. D., «Primera Encuesta Nacional».

Cuadro 46Familias con ingresos menores de RD$200.00, 1977,

zona rural del país

No. hogares

Miembros Ingreso anual

Gasto anual por familia

Hogares con in­greso de menos de RD$100.00

179,247 950,079 145,481,900 3,247.98

De RD$100.00 a RD$200.00

206,841 1,228,632 497,088,700 2,472.09

Fuente: Banco Central de la R. D., «Primera Encuesta Nacional», p. 26.

En 1984 se desarrolla una crisis en el cultivo de arroz genera-da en el alza de precios de los insumos que afec ta directamen-te a los productores campesinos, que son los que producen el 63.5% de arroz a nivel nacional.22 Los aumentos de precios fue-ron exorbitantes, y tuvieron su base en el hecho de que la com-pra de estos productos fue remitida al mercado li bre de divisas.

Antes de 1984, de hecho, existía un desequilibrio conside-rable entre los costos de producción y los precios de venta

22 Véase el cuadro 48, «Origen de la producción interna de arroz por extracto de tamaño de finca».

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193El campesinado en su relación con el capitalismo...

del arroz en el mercado interno, que el gobierno intentó dis-minuir aumentando dichos precios dos veces en 1985. Dicho desequilibrio ya venía afectando a los producto res campesinos desde años antes, obligándolos a compensar regresando a vie-jas prácticas y tecnologías, o abandonando el cultivo del cereal simplemente; y a los productores empresariales, obligándolos a buscar otros cultivos más rentables.23

La producción de arroz disminuyó a nivel nacional. En el Valle de SJM bajó un 12% durante los años 1983-84, mien-tras aumentó relativamente la producción de habichue-la, maíz, etc., según la Unidad Regional de Planificación y Economía.

Los costos de producción por tarea aumentaron de RD$85.00 en promedio, en 1982, a RD$140.00 en mayo de 1984.

Los capitalistas arroceros del Suroeste, al igual que los del Noroeste y el Cibao Central, conjuntamente con los de fac-torías, plantean en comunicados y artículos en la prensa na-cional el problema del aumento en los costos de producción y exigen aumentos en los precios del arroz, o de lo contrario dicen que dejarían de sembrar y «el país tendría que volver a importar arroz».24

La crisis afecta desigualmente a productores campesinos y capita-listas. Los primeros prácticamente no pueden competir; los segun-dos, obtienen ingresos netos de cerca de RD$150.00 por tarea.25

Retirada de productores capitalistas

Algunos productores empresariales se retiraron del cultivo y se orientaron a otros más rentables, entre ellos el sorgo. Uno

23 Véanse los artículos publicados en el Listín Diario, por dos representantes de la burguesía agraria en la coyuntura de crisis de 1984: J. Mesa Medina, «Crisis del arroz en San Juan de la Maguana» (16-6-84) y F. Gómez Estrella, «Arroz» (18-5-84), también los comunicados del 25-5-84 y 7-6-84, de las aso-ciaciones de empresarios arroceros y de factorías. J. Mesa Medina, en su artículo, analiza la eliminación del campesinado arrocero en SJM.

24 Comunicados del 25-5-84 y del 7-6-84 en la prensa nacio nal, advierten las consecuencias: se dejarán de sembrar 200 mil tareas (1 millón de quintales) en SJM y 200 mil en el Noroeste (900,000 quintales).

25 Entrevistas realizadas por estudiantes de la UNPHU en SJM, en diciembre de 1985.

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194 Angel Moreta

de los representantes de la burguesía agraria re gional anunció el asunto en estos términos:

los únicos productores arroceros que se dedicarían a la siembra del cereal (en el valle de SJM) serán los medianos, pues los grandes se han retirado para buscar ventajas en la producción de otros cultivos, entre los cuales sobresalen el sorgo, cuya renta­bilidad está asegurada este año por disposiciones oficiales; y a los pequeños arroceros los han sacado del mercado produc tor las circunstancias adversas, lo indefinible del potencial rentable de las cosechas y la falta de créditos bancarios y refacciones por parte de los molineros.26

Cuadro 47Disminución de la producción de arroz y otros cultivos (qq.) en SJM,

según años 1981 y 1984.

Cultivos Años Variación %1981 1984

Arroz 855,280 587,790 31.2Maíz 199,786 627,432 68.1Sorgo 81,002 119,220 40.4Habichuela roja 192,331 451,205 57.5Habichuela negra 58,335 46,273 20.6Maní 203,936 173,207 12.6Guandul 88,886 385,139 72.9

Fuente: URPE, SEA (SJM).

La producción de arroz en el valle disminuyó como con-secuencia de esta crisis, no en un millón de quinta les como habían preanunciado los capitalistas agrarios, sino en 267,000 quintales, es decir, un 31.2% en relación al 1982.27

26 J. Mesa Medina, «Crisis del arroz». 27 Datos de la URPE, SEA en SJM. J. Mesa Medina, «Crisis del arroz», anuncia-

ba que del valle se disgregarían unas 200,000 tareas, un 66% de las tierras arroceras de SJM, lo que determinaría la disminución de la producción en cerca de 1,000,000 de qq. Obviamente, una exageración de la burguesía

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195El campesinado en su relación con el capitalismo...

Cuadro 48Origen de la producción interna de arroz

por estrato de tamaño de la finca

Estrato de tama-ño (en tareas)

Porcentaje de la producción

Porcentaje de la producción

comercializada

Porcentaje de la produc ción consu-

mida e insu mida por la población

Menos de 5 0.7 46.2 58.8 5.1 – 30 10.2 81.3 18.7 30.1 – 80 65.5 96.0 4.0 80.1 – 200 19.4 95.5 4.5200.1 – y más 6.2 96.7 3.3

Fuente: División de Estadísticas, Departamento de Economía Agropecuaria, SEA.

Cuadro 49Margen del productor y de comercialización de pequeños productores.

Sistema de ventas de arroz elaborado (en porcentaje)

Margen del productor 72.5Margen del transportista 1.7Margen de la factoría 9.1Margen de INESPRE 0.6Margen del mayorista 3.5Margen del detallista 12.6Total 100.00

Fuente: SEA, Diagnóstico sobre el sistema de mercado agrícola en República Dominica­na, capítulo III, Santo Domingo.

La eliminación del campesinado arrocero es un proce so que alcanza en la década su mayor profundidad. El produc-tor campesino se orienta a otros renglones productivos, como el guandul, la habichuela y el maíz, cultivos tradicionales del campesinado de la región. Probablemente, en las demás zonas

arrocera en su lucha por aumentar los pre cios del arroz en la coyuntura de crisis del 1984. El cuadro 47, «Disminución de la producción de arroz en SJM, según años 1982 y 1984, y otros cultivos» muestra que en realidad la producción total no llegó al millón.

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196 Angel Moreta

arroce ras del país, el Cibao Central y el Noroeste, se haya dado o se esté produciendo el mismo proceso.28

En años anteriores, el pequeño productor arro­cero dependía tanto de las facilidades financie­ras del Banco estatal como de otras instituciones bancarias; y cuando no estaba en condiciones de recurrir a tales fuentes, podía contar con la entre­ga a crédito de los insumos varios, incluyendo fer­tilizantes y pesticidas en general por parte de los moline ros, los cuales harían el descuento de estos insumos a la hora de percibir el arroz cosechado por cada productor.29

Para 1984, sin embargo, tales facilidades pare­cen alejarse cada vez más del pequeño productor, pues los mo lineros señalan que la tardanza en el pago de INESPRE, unida a la contracción en el sistema bancario, hacen imposible ofrecer créditos a los cosecheros, ya que también las compañías productoras o importadoras de los insumos han restringido o eliminado la entrega de estos a los molineros.30

28 Véase el cuadro 47.29 J. Mesa Medina, «Crisis del arroz».30 J. Mesa Medina, «Crisis del arroz». La Asociación de Fabricantes e Impor-

tadores de Pro ductos Agroquímicos, en comunicado aparecido en el Listín Diario de fecha 14-12-83, advierte los prejuicios que acarrearía traspasar al mercado paralelo la importación de agroquímicos:

«Una baja dramática de la producción y la rentabilidad del sector agro-pecuario; frenó al desarrollo de la agroindus trias; alza significativa en el costo de la vida; diserción de cosecheros eficientes hacia otras actividades; reducción de la oferta de productos agrícolas, ganaderos y agroindus triales; desempleo laboral y, en definitiva, disminución de la capacidad del país para el pago de la deuda exterior.»

En igual sentido se pronunciaron las asociaciones de productores de arroz del Noroeste, Cibao Central, San Juan de la Maguana. y Nordeste. Temen que el traspaso de los insumos al mercado paralelo llevará a subir el precio del arroz y, por tanto, que lo afecte el consu mo. Ponen ejemplos de aumen-tos en los costos de produc ción.

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197El campesinado en su relación con el capitalismo...

Cuadro 50Precios de algunos de los pesticidas más usados

en el cultivo de arroz en dos períodos distintos

Pesticida Precios en 1979 Precios en 1983HerbicidasSTAM F­34STAM LV­102.4 ­ D (6 amina)InsecticidasAzodrin 60Nuvacron 60RodenticidasWarfarinaRacumin

RD$9.90 /Galón

10.50 / Galón 7.40 / Galón

10.50 / Litro 9.70 / Litro

1.00 / Libra 1.00 / Libra

RD$ 20.50 / Galón 24.00 / Galón 14.50 / Galón

18.50 / Litro15.75 / Litro

1.50 / Libra 3.00 / Libra

Fuente: Saturnino de los Santos S. y otros, efectos socioeconómicos de un uso inadecuado de los pesticidas en la producción arrocera de la región noroeste. (Tesis de grado, 1984, UASD).

Esto unido al incremento que han experimentado los cos-tos por aplicación de estos insumos, no dejan lugar a dudas de que se ha registrado un considerable aumento en los costos de producción del arroz por este concepto en el Noroeste.

En todo ello entran en juego una serie de factores de ín-dole técnico y cultural que es preciso conocer y manejar para que la empresa pueda resultar lo suficientemente rentable y motivadora.

La tecnología tiene un costo que debe ser retribuido por los resultados de su aplicación, y esos resultados están ínti-mamente relacionados con la apropiación, la oportunidad, la forma y la suficiencia de dicha tecnología implementada.

concentración de la propiedad del sUelo

Para 1971 había en SJM unas 22,000 explotaciones, de las cuales 11,553 eran de propiedad (47.4%) y 10,436 eran no propias, más del 50%. De aquel total, unas 3,937 fincas estaban dedicadas al cultivo de arroz.

En el valle se repite el fenómeno: 11,928 fincas, de las cuales 4,515 (el 60%) eran de propiedad y el resto no propias de sus usu-fructuarios. De igual modo, 3,756 unidades, el 33%, eran arroceras,

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198 Angel Moreta

con más de 136,000 tareas, es decir, el 94.8% de un total de 143,677 tareas dedi cadas al cultivo de arroz en toda la provincia.31

31 Censo Agropecuario de 1971, Vol. II.

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199El campesinado en su relación con el capitalismo...

Ya se vio que de 1950 a 1970 hubo un proceso de concen-tración latifundista de las mejores tierras del valle de SJM, proceso al que aludimos en los capítulos IV y V. Mostramos entonces cómo en ese período se confi guró una estructura altamente monopólica del suelo fértil del valle, en el cual 230 explotaciones concentraron 500,000 tareas, mientras 17,348 fincas menores de 80 tareas disponían casi de igual extensión: unas 527,000 tareas, con 30 en prome dio.32

Se mostró, asimismo, que en las zonas más bajas y fértiles del valle prácticamente no hay hábitats campesinos en la actua-lidad, pues el proceso de con centración terrateniente expulsó al campesinado hacia otras zonas del valle y de la provincia.33

De las 22,000 unidades de explotación que confi guran el fondo agropecuario de la provincia, unas 17,350, el 78.8%, eran menores de 80 tareas. Ello representa una población de cerca de 90,000 personas, de las cuales la mitad no dispone de la propiedad del suelo. A esto hay que sumarle las 2,000 fami-lias de campesinos pobres (unas 9,000 personas) con menos de 8 tareas, y unos 13,000 asalariados agrícolas.34

Tenemos, en consecuencia, unas 24,000 familias sin medios de producción, que representa unas 90,000 personas, en una población rural de 145,000 habitantes, de la cual, 55,000 (alre-dedor de 11,000 familias) disponen de la propiedad del suelo, cuya superficie global en la provincia es de 1.8 millones de tareas en 22,000 unidades.

De estas 11,000 familias con disfrute de propiedad, la ma-yoría serán campesinas y de pequeña producción, pues, co mo se vio, el 78.8% del fondo agropecuario de la zona es menor que 80 tareas.

32 Consúltense los capítulos IV y V. Varios cuadros fueron elaborados para mostrar el proceso de concentración latifundista. V y VI censos agrope-cuarios 1950 y 1970.

33 Consúltense los capítulos IV y V.34 Cálculos aproximados realizados por el autor en base a los datos del VI

Censo Nacional Agropecuario 1971.

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200 Angel Moreta

Cuadro 51No. de explotaciones en SJM y el valle, según propiedad o número de

tierra y número de explotaciones arroceras

Lugar No. de explotaciones

Propiedad No. propiedad Explotaciones arroceras

SJM 22,000100%

11,55352.5%

10,43646%

3,93717.8%

El valle 11,428100%

4,51539.5%

6,91360.4%

3,75632.8%

Fuente: Censo Agropecuario 1971, cuadro 19 y otros, Vol. II.

Monopolio del riego

En SJM no hay latifundistas de 20,000 tareas como en otras regiones del país, en el Este por ejemplo, pero hay con-centración capitalista de los recursos productivos (tierra, agua, crédito, tecnología, etc.) que permite la valorización capitalis-ta sobre la base de la explotación de fuerza de trabajo proleta-ria y semiproletaria.35

Históricamente, el riego en el valle de SJM es un re curso pro-ductivo del cual disponen mayormente los capitalistas agrarios.

El monopolio del riego por dichos capitalistas es un ele-mento que opera en detrimento del campesinado. Exis ten más de 100 canales particulares cuyos propietarios negocian el suministro de agua a pequeños y medianos campesinos a cambio de que éstos les entreguen sus cosechas de habichue-las y otros productos, a la tercia y a la cuarta.36

Los canales particulares riegan las principales uni dades arroceras y de habichuelas: cuando el agua se agota en los tiempos de sequía, los propietarios, utilizando su poder

35 VI Censo Agropecuario 1971, Vol. II.36 Múltiples denuncias se han hecho desde la región en este sentido. Véase el

reportaje de Manuel Espinosa Rosario: «Señalan males afectan sistema de regadío en región Suroeste», El Nacional, 22-12-81. Véase también periódi-co local El Agrario, No. 2 del 15-10-82, que contiene de nuncia de que «los dueños de los canales privados faci litan agua a los infelices campesinos a cambio de que estos les entreguen la cuarta, la tercia y hasta la me dia de sus cosechas».

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201El campesinado en su relación con el capitalismo...

económico y social, logran que el INDRHI les facilite el agua que le hace falta a sus cultivos.37

Los períodos prolongados de sequía, relacionados con la deforestación de bosques, ríos y arroyos, hacen cada vez más difícil la situación del campesinado, tomando en cuenta que las mejores tierras, están monopolizadas, y que de 1.8 millo-nes de tareas que constituyen el fondo agropecuario de SJM, 1.4 son secanas (11.72%) y apenas 328 mil están bajo riego (un 18%).

A varias décadas se remonta el mal funcionamiento de los canales estatales (falta de compuertas, de revestimiento, su-ciedad y filtraciones, que provoca que millares de metros cú-bicos de agua se pierdan diariamente. De 160 kilómetros de ca nales públicos en todo el Suroeste, sólo 55 (un 34%) están encachados.38

A ello, hay que agregar que los capitalistas agrarios viola-ron disposiciones del INDRHI que prohibían la siembra de arroz en el área de influencia del canal J. J. Puello, especial-mente la margen derecha que no había sido afectada por las inundaciones y filtraciones de dicho canal. Han violado otras disposiciones, sin que hayan recibido ningún tipo de sanción legal.39

Las grandes presas que generalmente influencian los gran-des valles, han pasado a beneficiar fundamentalmente a las minorías latifundistas que monopolizan los mejores suelos, como acontece con la presa de Sabaneta.40

37 Información de campo (1982-1985) muestra como en la parte oeste del va-lle el riego representa un mecanismo que favorece a los capitalistas agrarios y perjudica a los productores pequeños.

En dicha parte oeste se conocen casos de cabos de agua del INDRHI que han comprado casas con las propinas que reci ben como pago de los capitalistas agrarios por facilitarles el agua de riego de modo privilegiado.

38 M. Espinosa Rosario, «Señalan males afectan», El Nacional, 22-12-81. 39 Véase el comunicado del INDRHI prohibiendo la siembra de arroz en el

área de influencia del canal J. J. Puello, Listín Diario, 19-1-82.40 Véase el trabajo sobre «Generación y transferencia de tecnología en la

agropecuaria de R.D.», varios autores, Tercer Congreso Dominicano de Sociología (1982).

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202 Angel Moreta

Cuadro 52El riego en SJM, según tierras secanas o no

Localidades Total tareas Bajo riego Secanas % regableSan Juan de la Maguana

1,816,171 328,368 1,487,806 18.08

Azua 1,043,726 221,174 822,552 21.09Elías PiñaLas MatasEl Cercado

396,906 126,016 243,890 34.07

Totales 3,229,806 675,558 2,554,248 20.92Fuentes: Dirección Regional, SEAM. Espinosa Rosario, «Señalan males afectan sistemas de regadío en región Suroeste», El Nacional, 22-12-81.

iniciativas de reforMa agraria

Las iniciativas de reforma del agro regional han tenido un alcance insignificante, pues de 1954 a 1982, es decir, en 28 años, solamente han logrado producir 2,762 beneficiarios en 9 asentamientos, muchos de los cuales han desaparecido. El gobierno definido como agrarista de Antonio Guzmán (1978-1982) apenas logró distribuir 50,000 tareas en 4 años.41

Según el cuadro 55, a SJM sólo corresponden 9 asentamien-tos agrarios, de un total de 15 en toda la región Suroeste. De estos, 6 fueron realizados como co lonias agrícolas en el período de Trujillo.42

Los asentamientos instalados por el Instituto Agrario Dominicano (IAD) en la provincia más grande de todo el Suroeste y el Sur llegan apenas a cinco: Pedro Corto, El Piñal, Marranzini, Magueyal y San Juan Bautista, estos dos últimos he-chos en toda la región, en el gobierno de Antonio Guzmán.

41 De un total 15 asentamientos, en toda la región, a SJM so lamente correspon-den 9 asentamientos, o sea, 2,762 bene ficiarios, pues 2,312 corresponden a los otros asenta mientos. URPE Oficina Regional de la SEA, SJM, 1982.

42 Véase el cuadro: «Relación de los asentamientos campesinos realizados en la región Suroeste desde la era de Trujillo hasta la fecha, 1954-1982».

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Cuadro 53Relación de los asentamientos campesinos realizados

en la región Suroeste desde la era de Trujillo hasta la fecha, 1954-1982

Asentamiento No. Tipo Provincia Ubicación Sup. No. Ben.

Pedro Corto 150 Individual San Juan San Juan 33,300 707Matayaya 89 Colonia San Juan San Juan 7,093 142Sabana Larga 96 Colonia Elías Piña Elías Piña 26,321 972Guayabal 136 Colonia Azua P. Las Casas 40,829 545Vallejuelo 99 Colonia San Juan Vallejuelo 14,841 331Guanito 74 Colonia San Juan San Juan 20,000 433Mogollón 118 Colonia San Juan San Juan 6,321 131Sabana Mula 121 Individual Elías Piña Bánica 1,700 37Sabana Cruz 95 Individual Elías Piña Bánica 8,572 217Ramón Mella 93 Individual Elías Piña Hondo Valle 200,000 927El Piñar 71 Individual San Juan El Cercado 12,566 226Marranzini 118 Colectivo San Juan Mogollón 818 13Magueyal 100 Colectivo San Juan Pedro Corto 8,362 200San Juan Bautista

221 Colectivo San Juan Km. 4 S. J. 844 34

Las Lagunas 209 Individual Elías Piña Las Lagunas 12,000 159Totales 393,567 5,074

Fuente: URPE. Oficina Regional de la SEA, SJM.

En el gobierno de Jorge Blanco (segundo del PRD) no se realizó un solo asentamiento en la región. La única inicia-tiva que tomó fue designar mediante decreto 1083, en 1983, una comisión para investigar los terrenos del Estado que están en manos de particulares. La intención del de-creto fue agi lizar la reforma agraria en su aspecto de re-cuperación de tie rras estatales. Las autoridades agrarias, sin embargo, no cumplieron con el decreto. En la región Suroeste no se recibió una sola visita de dicha comisión; antes bien, el IAD se dedicó a sanear los asentamientos, sa-cando campesinos que se «apartan» de las reglas estableci-das e introduciendo otros que casi siempre son allegados al partido oficial.

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204 Angel Moreta

En 1983 el IAD defendió la tesis de que no tiene tie rras para distribuir en la región. Como reflejo de un estanca-miento global de la reforma agraria en el país, el IAD deja de ser un organismo dirigido a la reforma de la tenencia para con vertirse únicamente en un organismo burocrático y de administración de los asentamientos ya instalados. Aún así, éstos, que reúnen más de 6 millones de tareas, están en crisis de produc tividad y producción, pues apenas la mitad de las tierras producen.

En 1984, como consecuencia de la política agraria del go-bierno de Jorge Blanco, el secretario de Agricultura hizo la propuesta de que el capital privado invirtiera en los asenta-mientos de la Reforma Agraria. Una fórmula controversial que no surtió ningún efecto y que mostraba la ausencia de un programa de dicha reforma por parte del segundo gobierno del PRD.43

La reforma de la relación de propiedad en el agro ha sido totalmente insuficiente, pese a las grandes obras mi llonarias de infraestructura que en la región ha construido el Estado. Las más grandes de ellas son las presas de Sabaneta y Sabana Yegua, y el sistema de canales y drenaje que alimen tan su em-balse, a un costo de más de 200 millones de pesos.44

La presa de Sabana Yegua, al norte del valle, permitió in-corporar al riego más de 100 mil tareas prácticamente vír-genes, que fueron rápidamente acaparadas por capitalistas agrarios y grandes propietarios. Estos se beneficiaron con las inundaciones de las mismas (debido a las filtraciones del ca-nal J. J. Puello) mediante intensas siembras de arroz. Como se dijo, la siembra del cereal fue prohibida por las autoridades en esa par te del valle, pero los grandes propietarios siguieron sembran do y a éstas solamente les quedó permitir la siembra de arroz en las tierras inundadas.45

43 Ver periódicos del mes de junio de 1984, que recoge la pro puesta del Secretario de Agricultura.

44 Quiterio Cedeño, «La producción de los grandes propietarios es un mito de San Juan», El Nuevo Diario, 13-2-1982.

45 Véanse notas 40-42 de este capítulo. Las autoridades prohibieron pri-mero en un comunicado público, y luego permitieron también en un comunicado la siembra de arroz, lo que muestra el poder regional de

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205El campesinado en su relación con el capitalismo...

El Estado dominicano ha invertido sumas millonarias en la presa de Sabaneta y obras de infraestructura, para que el 68% de la superficie de la zona de influencia permanezca en ma nos de apenas 170 propietarios capitalistas, y de 122 que aca paran 506,832 tareas, o sea, el 58% de los terrenos parcelados.46

Se argumenta que no hay tierras reformables en el valle, incluyendo el IAD. No obstante, es injustificable que el Estado declare que no hay tierras captables cuando se podían aplicar las leyes agrarias, especialmente la de tierras baldías y cuota–parte. Las inversiones estatales en las obras de infraestructura benefi cian a 1,371 propietarios, de los cuales 27 tienen 212 mil tareas, el 72.8% de 631,024 tareas que constituyen el fon-do agrícola de esa zona.47

En la zona de influencia de la presa de Sabaneta la con-centración latifundista del suelo es más acentuada que en el res to del valle, pues en éste 175 fincas mayores de 800 tareas con centran 407,555 tareas, y en la zona de influencia 170 fin-cas del mismo rango concentran 432,884 tareas.48

En las 122 fincas que acaparan el 73% de las tierras del Área de Influencia, se incluyen las 58 que monopolizan el 58.5%.

los grandes propieta rios y la incoherencia de la política agraria del gobierno.

46 Censo Agropecuario 1971.47 Censo Agropecuario 1971. Quiterio Cedeño, «La producción». Las fincas mayores de 800 tareas en el área de influencia de la presa de

Sabaneta ascienden a 122 y concentran una extensión de más de 369,000 tareas. E1 área ocupada total es de 506,832 tareas.

48 Concentración latifundista del suelo y los procesos de apropiación terra-teniente que le procedieron, fueron ex puestos en los capítulos V y VI de este trabajo. Ver los cuadros sobre tenencia en la década del 70, según el VI Censo Agropecuario de 1971.

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206 Angel Moreta

Cuadro 54Concentración del suelo en el área de la presa de Sabaneta

No. de fincas Extensión %1,371 506,835 100.0

58 296,576 58.5 122 396,000 72.8

Cuadro 55Distribución de la tierra según tamaño de finca en la zona de influencia de la presa Sabaneta

Tamaño No. de fincas Superficie (tareas) Tamaño promedioHasta 80 2,574 96,754 37.5160 – 800 338 127,655 377.6Más de 800 170 432,884 2,654.3Total 3,082

Fuente: VI Censo Agropecuario; Informe Hanson Rodríguez.

En las fincas de menos de 80 tareas no se incluyen 1,905 explotaciones de menos de 8, con una superficie de 8,185 tareas.

Cuadro 56Distribución de la tierra según tamaño de

finca en SJM

Tamaño No. de fincas Superficie Tamaño promedioHasta 80 17,348 527,607 30.0160 – 800 1,545 469,957 304.1800 – 8,000 224 404,669 1,806Más de 8,000 7 97,252 13,893

Fuente: Censo Agropecuario 1971, Vol. I, cuadro III.

Fuente: Datos preliminares del Censo Agropecuario 1971, manejados por el Informe Hanson Rodríguez, 1973.

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Cuadro 57Procesos de descampesinización y concentración

de la tierra en las provincias del Suroeste, 1950-1971

ProvinciasNo. de unidades mayores

de 800 tareasExtensión de las fincas mayores de 800 tareas

1950 1971 1950 1971El país 7,087 14,836,755D.N. 299 10,522,55Bahoruco 39 234,366Barahona 196 609,989Azua 162 334,814SJM 76 231 135,292 501,921Elías Piña 18 32,460

Fuente: Censos agropecuarios 1950 y 1971.

las clases capitalistas y la explotación del caMpesinado

Las clases sociales rurales en el valle de SJM se organizan actualmente de la siguiente manara:

La burguesía agraria, que comprende los capitalistas y 1. ganaderos, de factorías y comerciantes aca paradores. Terratenientes arrendatarios tradicionales (ren tistas) 2. en vías de desaparición. Pequeña burguesía agraria con posibilidades de 3. acumulación, arrendataria y no arrendataria; em-presarios medianos no campesinos, arrendatarios y no arrendatarios (agrónomos, abogados, etc.) con más de 300 tareas. Campesinos mercantiles y de subsistencia que se auto-4. rreproducen precariamente de la agricultura (aproxi-madamente de 80 a 100 tareas en la zona montañosa). Proletariado agrícola (jornaleros y echa días) y cam- 5. pesinos pobres semiproletarios en vías de descampe-sinizarse.

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208 Angel Moreta

La burguesía agraria

Explota directamente obreros agrícolas, así como campesi-nos que periódicamente venden su fuerza de trabajo, en sus diversas fracciones. Particularmente, los capitalistas agrarios obtienen altas tasas de plusvalor sobre la base de la explota-ción de fuerza de trabajo asalariada en la empresa arrocera y de habichuela, garantiza su rentabilidad presionando hacia abajo el límite del salario, explotando una fuerza de trabajo totalmente desorganizada.

Ganancia de las factorías cuando prestandinero y venden insumos

Las factorías también prestan capital­dinero a capitalistas arrendatarios de grandes extensiones. Por ejemplo, un productor que arrendó 2,000 tareas a la familia Mesa en Solorín, recibió 30,000 e insumos de Ramón Lantigua. Veamos:

Prestó 30,000.00 al 3% mensual: son 300.00 mensuales y 1,800.00 1. semestrales por concepto de la tasa de interés.Adelantó 600 qq. de abono a 18.00: son 10,800, pero la factoría, al 2. adquirirlos a 12.00 pesos por cada uno, pagó solamente 7,200.00 pesos. La diferencia es de 3,600.00Adelantó 3 tanques de yerbicidas de 55 galones cada uno a 1,100.00. 3. A 27.00 el galón, son 3,300.00 pesos. Las factorías lo adquieren a 20.00 el galón. La diferencia es de 1,000.00 pesos en 3 tanques de yerbicida.

La ganancia, en este específico caso, es de 6,400.00 pesos solamente en tasas de interés y diferencial de precios en la venta de abonos y de yerbi­cidas a un productor capitalista medio, en 6 meses. No se calculan otras fuentes de ganancia.

Fuente: Entrevista al productor L. Manuel Beltré, Mogollón, San Juan de la Maguana, septiembre de 1982.

Tiene la concentración de los mejores recursos de la tie-rra, agua, crédito e insumos, sin contar el gran poder polí-tico local de que dispone, aliada a militares y jerarcas de la

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iglesia. Están organizados políticamente en asociaciones de produc tores agropecuarios y dueños de factorías agroproce-sadoras, que libran luchas a favor de sus intereses a través de la prensa nacional y mediante diversos mecanismos de presión.49

En 1963 los principales capitalistas agrarios y terra tenientes de SJM apoyaron en un comunicado en el Listín Diario, el 26 de septiembre de 1963, el golpe de Estado contra Juan Bosch.

Los capitalistas de factorías (y en menor medida los capi-talistas comerciantes) reciben una parte del plusvalor direc-tamente sustraido por los burgueses agrarios al proletariado agrícola, en proporción al capital invertido por aquellos en la indus tria de procesamiento de arroz.

La burguesía industrial de factorías

Es la fracción del capital más poderosa en la zo na, junto a la burguesía agraria. En ella se juntan activida des comerciales (venden mercancías agrícolas) y financieras (mercancía dine-ro). Algunos son empresarios agrícolas dueños de tierras con buena renta diferencial. Esta fracción se ubi ca en la circula-ción fundamentalmente, y en la producción cuando la planta industrial entra en fase de molienda y procesamien to de las mercancías agrícolas provenientes mayormente de la peque-ña producción.

El proceso de trabajo de las factorías se concentra en la lim-pieza, descascarado, pulido, secado y clasificación del arroz. Anualmente, descascaran unos 400,000 qq. de ese producto y manejan unos 15 millones de pesos.

Algunos capitalistas de factorías son también empresarios arroceros. Cuando ambas figuras coinciden porque son al mismo tiempo propietarios de tierras arroceras, generalmen-te con renta diferencial, hacen el papel de terrateniente. El terrate niente está definido por un ingreso: la renta de la tie-rra como superganancia específica de la agricultura (Marx le

49 La asociación de productores arroceros se configura en 1984, y hace su aviso de incorporación en septiembre de 1985.

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llama «for ma de plusganancia»). El atributo de terratenientes pertenece rá a quienes se apropien de este ingreso.

En este sentido, los capitalistas agrarios que se apropien de este ingreso son herederos del carácter de terra tenientes. Por tanto, estamos manejando la hipótesis, (surgi da en el trabajo de campo) de que este caso específico perci be:

La ganancia media (incluida en el proceso medio de 1. producción),la superganancia de la renta diferencial y2. la renta de la tierra como superganancia especí fica de 3. la agricultura.

Sin contar la tasa de interés por concepto de los créditos en dinero, ni e1 recargo de precios a mercancías agrícolas, como abonos, etc., obtenidos por este capitalista al por mayor de las casas comercializadoras.

El capitalismo de factorías utiliza la economía cam pesina arrocera para valorizarse a través de la circulación. El proceso campesino funciona como proceso de producción para el ca-pital de factorías, que además explota fuerza de trabajo en su propio proceso agroindustrial.

La tendencia es que el sector campesino es funcional al proceso de acumulación de la burguesía agroindustrial, inclu-yendo aquí a Lavador y La Manicera; si este campesino dejara de existir económicamente, probable es que ello advertiría en un factor de no acumulación.

La mayor tajada del plusvalor en la zona se la lle van los capitalistas agroindustriales (sobre la base de la ex plotación del campesino arrocero), los capitalistas agrarios (sobre la base de la explotación de jornaleros y echa días) y subsidia-riamente, los terratenientes, que perciben la renta del suelo, aunque aquellos, comparados en éstos, perciben otras super-ganancias.

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212 Angel Moreta

la bUrgUesía agraria y los rentistas

La burguesía agraria explota las tierras más productivas del valle, con renta diferencial, y utiliza grandes can tidades de obreros agrícolas, jornaleros y echa días. Muchas de esas tierras son de propiedad terrateniente, arrendadas a éstos, a productores no campesinos y a una cierta pequeña burguesía agraria con posibilidades de acumulación.

La clase terrateniente conforma una clase rentista para-sitaria que percibe la renta de la tierra e invierte en ra mas y sectores fuera de la agricultura. Esta clase se formó en la zona hace varias décadas, entre la primera intervención nor-teamericana y el advenimiento de Trujillo, mediante meca-nismos fraudulentos y mensuras catastrales engañosas efec-tuadas por un agrimensor empírico que en la época midió las tierras del valle y las repartió entre algunas familias, hoy bien conocidas. Ello coincidió con la construcción, al norte, durante el gobierno de Horacio Vásquez, del canal de Juan de Herrera, en la Sección que lleva el mismo nombre, que se alimenta de las aguas del río San Juan, y actualmente de la presa de Sa baneta.50

A partir de la construcción del canal comienza a desarro-llarse un capitalismo agrario vinculado al cultivo de productos alimenticios, entre ellos el arroz. Aquellas fami lias abando-naron la producción directa en los últimos 10 años y actual-mente forman una clase rentista que participa de la ganancia media que produce el capital agrario mediante la ex plotación de grandes contingentes de fuerza de trabajo asala riada. Está conformada por los grandes propietarios tradicio nales, actualmente en vías de desaparición. En la década del 50 te-nían grandes cantidades de campesinos en colonato y poste-riormente, en los años 70, arrendaban sus tierras en dinero, renta pagada por adelantado.51

La transformación de las economías naturales autár quicas en economía parcelaria mercantil, la generación de una cla-se obrera rural y la conformación de una burguesía agraria

50 Véase el capítulo III del presente trabajo. 51 Véase el capítulo IV del presente trabajo.

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213El campesinado en su relación con el capitalismo...

y ganadera sobre la base del arrendamiento y posesión de propie dades terratenientes es ya un proceso consolidado en la zona.

El modelo de K. Kautsky y R. Luxemburgo, que da cuen-ta del proceso de disolución por el capital de la economía autár quica y del proceso subsecuente de conformación de economías campesinas mercantiles vinculadas a un mer-cado capitalista y la generación de un proletariado agríco-la, es útil para comprender las transformaciones habidas en la agricultura de la zona, analizadas en los capítulos IV y V.

Asimismo, es necesario tener en cuenta la expli cación de K. Marx de la transformación de la renta en dinero, en la cual el capital subsume directamente el trabajo agrícola.52

En esta explicación, la renta modifica su naturaleza y pasa de ser la forma normal de plusvalor a excedente del plus trabajo por encima de la forma de la ganancia. Ahora el capita lista se convierte en verdadero comandante de trabajadores agrícolas y en explotador real de su plustrabajo, y extrae directamente todo el plustrabajo (la ganancia y el excedente por encima de la ganancia), lo percibe en la forma de plusproducto total y lo convierte en dinero.53

«Ya sólo queda una parte excedente de este plusvalor extraído por él, en virtud de su capital y por explotación directa de los obreros rurales, la que cede como renta al terratenien te».54

El arrendamiento capitalista de la tierra, que pro duce ren-ta «en el sentido moderno», según Marx; la existencia, aun-que ya en extinción, de una clase rentista tradicional, de una burguesía agraria modernizada y de grandes contingentes de obreros asalariados en la agricultura, nos hace tener en cuen-ta el modelo mencionado.

52 K. Marx, El Capital, p. 1007 y ss.53 K. Marx, El Capital.54 K. Marx, El Capital. p. 1017.

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214 Angel Moreta

ideología de la bUrgUesía agraria regional: tesis de Una reforMa agraria natUral

El arrendamiento capitalista del suelo cumple en la región la función, de carácter político, de encubrir la concentración latifundista de las mejores tierras, pues éstas aparecen cum-pliendo un papel en la producción.

Cumple, además, específicamente en favor de la bur guesía agraria una función ideológica de primera importancia, pues le permite a ésta y a sus representantes en el plano ideo lógico y de intereses hablar y manejar la tesis de que en el valle de SJM existe una reforma agraria natural.

Es decir, que las tierras tienen una especie de distribu-ción natural, pues cada hombre del campo dispone de su pedacito de tierra, además de una vocación innata por su peda zo. La reforma agraria, por tanto, es innecesaria en la región e intentarla no traería otra cosa que conflictos innecesarios.55

Esta tesis, ampliamente difundida y defendida por la bur-guesía agraria, busca poner como antihistórica la lu cha por la tierra y la reforma agraria, y quitarle sentido, por tanto, a lo que ha sido una de las demandas principales del campesinado pobre y del proletariado agrícola de la zo na.

Su punto de vista lo expresó la burguesía agraria con mo-tivo de las ocupaciones de tierras llevadas a cabo en 1982, y 1983 por organizaciones campesinas, las cuales se repiten en 1985. El poder de esta clase se manifestó me diante una lista de personas que debían ser perseguidas, y así se hizo. En este entonces la demagogia agrarista del go bierno de A. Guzmán se tradujo en un endurecimiento de la represión y en la crea-ción de enemigos no fundamentales como objetivos de lucha impuestos al campesinado, como lo fue la persecución contra los comerciantes de frutos.

Localmente hay una política de máxima garantía pa ra los terratenientes. Junto con la burguesía agraria, agrocomer-cial y de factorías forman un poder local fuerte con base de

55 Entrevistas realizadas a voceros repre sentantes y burgueses agrarios de SJM en 1983, entre ellos, Teto Pue llo, Mayobanex Rodríguez y Lolito Piña.

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sustentación en los cuerpos armados y la Iglesia, incluyendo al obispo residente en SJM, Tomás O’Reylli.

El poder político deriva de la tradición familiar, el aisla-miento regional, el caudillismo tradicional, el caci quismo ru-ral, el atraso ideológico del campesinado y fundamentalmente de la base económica (el monopolio y la concentración de los recursos productivos: tierra, agua, crédito, tecnología, etc.).

La hipótesis que manejamos sobre los capitalistas de factorías cuando al mismo tiempo son terratenientes (coinci-den ambas figuras en casi todos los casos), consideramos que debe postularse también para el caso de burgueses agrarios que al mismo tiempo han ido asumiendo la figura del terra-teniente, es decir, obtienen: la renta de la tierra, la ganancia media y la renta diferencial.

La ideología de la burguesía local tiene otros elementos empíricos como los siguientes:

1) Negar las contradicciones del sector agrario de SJM, entre campesinos y capitalistas de factorías y comer-ciantes, por un lado; y entre proletarios agrícolas y burgueses agrarios, por otro. Y ni qué decir de la lu-cha de la burguesía agraria contra los capitalistas de factorías y los comerciantes en torno a la apropiación del excedente;56

2) esconder la real situación de las economías campe-sinas presentándolas como equilibradas y con su ga­nancia en proporción a las explotaciones capitalistas;

3) explicar el proceso de separación del productor de sus medios de producción sobre la base de que el campesi-no emigra atraído por las luces de las ciudades, decide vender sus tierras porque le atrae más comprar un vehí-culo, vender billetes, disfrutar el medio urbano, etc.;

4) el salario es visto como natural y la explotación del trabajo campesino también, etc.

56 L. Crouch y De Janvry, «Acumulación de capital», p. 82.

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los coMerciantes acaparadores

Constituyen más bien un sector de pequeños capitalistas comerciantes de mercancías agrícolas, básicamente prove-nientes de la producción campesina. No ha alcanzado los niveles de acumulación que las otras fracciones de la bur-guesía agraria. Sus gastos en capital constante y variable no se asemejan en proporción a los de aquellas fracciones. Ello se debe a que la comercialización de la principal mercan-cía agrícola de la zona, el arroz, está sometida al monopolio de INESPRE (siempre que sea arroz descascarado). Aun así, esta burguesía corredora mercantil comercializa el arroz en cáscara hacia otras regiones del país y con molineros de la misma zona.

Maneja un capital dinero de más de RD$250,000 anua-les, distribuidos de la siguiente manera: 120,000 qq. de maíz; 10,000 qq. de arroz; 100,000 qq. de habichuela entre roja, blanca y negra.57 Explota a campesinos medios y pobres y re-cibe una par te de la plusvalía arrancada por el capitalista agrí-cola a los trabajadores del campo, en proporción al monto del capital em pleado por estos comerciantes para la realización de las mercancías agrícolas.

Ya en el Informe de Hanson Rodríguez, de 1973, 58 los co merciantes aparecen como los más gananciosos con las mercancías agrícolas en la zona, excepto con el maní, cuya comercia lización está mo-nopolizada por el capital agroindustrial. 59

En la compra de habichuela, guandul, maíz y otros pro-ductos, los comerciantes obtienen unos márgenes muy altos de comercialización.60 El proveedor exclusivo de estas mercancías

57 L. Crouch y De Janvry, «Acumulación de capital». Información y trabajo de campo, 1982-1985. Estos elementos se desarrollarán luego en el trabajo fonográfico.

58 Información de campo, 1983.59 Informe Hanson Rodríguez.60 El campesinado de la zona no comercializa igual el guandul y la habichue-

la. El guandul lo vende según dos formas: por sacos verdes en vainas y por sacos secos y venteados (quintalitos de 50 libras, a RD$45.00). La habichuela la comer cializa de una sola manera: sin vaina, ya batida y ventea da. Para ambas tiene sus propias medidas, que son mecanismos de defensa en la circula-ción mercancías y resultados culturales. Por ejemplo, un saco de habichuela

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es el campesinado mercantil, pues el gran productor tiene sus propias formas de comercialización, diferentes a las del campe sinado.61

Explotación del campesinado por el capital comercial

Pesos y medidas que en la circulación perjudican al campesinado

Existen en los campos de la zona una serie de pesos y medidas que favorecen el engaño al campesinado. Ellas son, por ejemplo, las siguientes: carga, cajón, lata cuadrada, lata redonda, cantina, jarro de jugo, jarro de avena, saco en tusa, etc.Se usan pesos como: kilo de 2 libras (un kilo tiene más de 2 libras), fanegas diversas (de 140, 160, etc. libras), fanegas en kilos, quintal en kilos, quintal en libras, etc.Todos esos pesos y medidas de los productos campesinos (maní, arroz, habichuela, tubérculos, etc.) favorecen la especulación mercantil, el agio­tismo, el engaño y el logro de intermediarios y burgueses mercantiles, de factorías y molinos, de agroindustrias, etc.En algunas comunidades, los campesinos mercantiles han buscado, como medio de defensa en la circulación, en su trato con burgueses acaparado­res, sus propios sistemas de medidas, calculando determinadas cantidades fijas en determinados recipientes, asumiendo así que éstos representan tales cantidades.(Véanse las notas 63 y 64 de este capítulo).

Fuente: Trabajo de campo, diciembre de 1984.

venteada es igual a 8 latas; una lata tiene 50 jarritos; cada jarri to vale 0.25 centavos. Por tanto, un saco es igual a 400 jarros. Los comerciantes com-pran a RD$100.00 la carga (datos del 1984), esto es, un saco de 300 jarros. Los campesinos entienden que un jarro y medio es igual a 1 libra; 1 kilo tiene 3 jarros; 400 jarros son iguales a 130 kilos aproximadamente. Los co-merciantes venden la caja a RD$140.00, aproximadamente.

61 Trabajo de campo, diciembre de 1984. Los grandes productores de arroz y habichuela venden a compradores fijos, dueños de factorías, en cáscara hú-medo. No tienen que ver con el procesamiento, molienda, secado, almace-naje, etc. Inclusive, pesan el arroz en sus propias fincas antes de traspasarlo a las factorías. De esta manera obvian cualquier error o engaño por parte de comerciantes o transportista.

El campesino, en cambio, hace contrato con las factorías y a ellas entrega la pro-ducción. Estas adelantan dinero, insumos y servicios (preparación de suelos, transporte etc.) y reciben la producción, la que pesan, clasifican según calidad y grado de humedad más o menos con indepen dencia del productor campesino.

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Comercialización del guandul y la habichuela

El campesinado de la zona montañosa húmeda. Formas de comercia-lización del guandul y la habichuela

Bajan a la zona urbana en grupos de mulos aparejados. Mantienen un contrato con el mercado a una escala de comercialización pequeña. Gran cantidad de ellos vienen directamente a traer sus productos, los cuales rea­lizan en forma mercantil en los mercados de la ciudad: el de la avenida Anacaona, el de la calle José Joaquín Puello, el más pequeño de la calle Colón, etc.Dejan los mulos en solares, debajo de los árboles, amarrados y aparejados en las cercanías de los mercados. Llegan a juntarse en un solo solar hasta 30 animales de carga de este tipo. Los campesinos pagan por animal unos 0.20 centavos para el cuido de los mismos por parte de los vecinos que viven más cerca del solar. Todavía en horas de la tarde hay mulos en los solares esperando por sus usuarios y dueños.Las familias que perciben los 0.20 centavos por cuido de cada animal, utili­zan ese dinero para comer al día, según observación.Los campesinos venden la lata de guandul en vainitas a venduteros del mercado, los cuales se encargan de desvainarlos y venderlos en jarros.Los productores venden la lata (bidón) de guandul verde en vainitas al pre­cio de RD$5.50 la lata, la cual produce el vendutero entre 14 y 15 jarros, que son vendidos, según su calidad, a un promedio de 0.45 centavos el jarro.Cada lata de guandul verde, al ser convertida en guandul sin vainitas en ja­rro, produce el vendutero un diferencial promedio, según nuestros cálculos, de más de RD$1.00, pues, por ejemplo, 15 jarros a 0.45 centavos es igual a RD$6.75.La habichuela, al contrario, este campesino no la vende en lata en vainas, sino en jarros, sin vainitas, ya habiendo sido previamente batida, venteada y medida, en la casa del campesino.De la buena, el jarro se vende a 0.50 centavos; de la llamada mejorcita a 0.45 centavos el jarro; y de la mala, en unos 0.40 centavos la misma me­dida.El campesino comercializa, por tanto en forma diferente al guandul y la habichuela.Obviamente, es un productor que aspira a mercantil y está subordinado a las fuerzas locales. Este es el problema de la subsunción del trabajo cam­pesino al mercado interior ya constituido.

Fuente: trabajo de campo, agosto de 1983.

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El capital de agroindustrias

Dos importantes agroindustrias que trabajan con el maní como materia prima operaban en la región y subordinaban grandes núcleos de campesinos que se comprometían me-diante contrato a cultivar y producir para ellas la oleaginosa.

Operan en la región desde la década del 40, hecho que representó un elemento importante del segundo proceso de diferenciación del campesinado de la zona.

Durante décadas la Sociedad Industrial Dominicana mono-polizó la transformación del maní en grasas vegetales y explo-tó fuerza de trabajo campesina comprándole a RD$8.00 pesos las 100 libras de maní seco, sano y limpio, precio fijo que se mantuvo hasta 1982 y que llevó a que el productor campesino se re­tirara del cultivo del producto, en vista del déficit crónico y de la explotación a que era sometido.

En 1984, en el Suroeste habían 26,000 productores de maní, el 85% de 40,000 a nivel nacional, en su mayoría con 15 tareas promedio y con terrenos en condiciones marginales y en secano.62

Estos productores dependen exclusivamente del crédito de la SID y de Industrias Lavador, las cuales les proporcionan préstamos para gastos del proceso de trabajo, pues ni los ban-cos comerciales ni el Banco Agrícola prestan a los campesinos para sembrar maní. La mayoría prefiere la siembra de esta legumbre a otros cultivos por cuanto las agroindustrias les dan facilidades para costearla.

El cultivo funciona como estrategia de reproducción social, que les permite a la mayoría de los productores obtener algún ingreso para cubrir gastos de alimentación durante el ciclo de producción.

Estos productores sobreviven en condiciones de pau-perismo, no obtienen ningún beneficio al final del pro-ceso de trabajo,63 pero hacen posible que estos emporios

62 Véase informe del agrónomo Manuel Dicló, sobre el productor de maní en SJM. Dirección Regional Agropecuario del Suroeste.

63 El precio del maní fue aumentado dos veces desde 1982, lo que permite una compensación con respecto al acelerado costo de la vida.

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agroindustriales obtengan un insumo seguro y barato, sin riesgos para ellos, esto es, sin intervenir directamente en el proceso de siembra ni arriesgar propios capitales, por cuanto dichos gastos serán cubiertos a final con el valor del trabajo del mismo productor. La responsabilidad es del campesinado, cuyo contrato funciona en la práctica como un salario y el campesino mismo como un trabajador a domicilio.64

La Manicera y Lavador no cobraban directamente tasas de interés sobre las partidas de dinero entregadas a los produc-tores de maní. Sugerimos la hipótesis de que dicha tasa pue-de ser captada en forma transmutada, por ejemplo, mediante un recargo de precios en los servicios maquinizados de pre-paración de suelos (corte, cruce y rastreo de las tierras), un recargo en la pesada del producto al final de la cosecha, o un re cargo en el valor de las semillas u otros mecanismos ignorados.65

En años anteriores al 1982, fue algo indudable que las jugo-sas ganancias de las agroindustrias estaban, en parte, generadas en la pesada del maní, pero los escándalos y protestas realizadas por los productores de la zona llevaron a que dicho emporio agroindustrial tuviese un mayor cuidado en el asunto.66

Dos factores influyen en el abandono del cultivo del maní: de un lado, los campesinos no se sienten estimulados a seguir produciendo debido a los escasos beneficios que reciben; y de otro, la SID desarrolla una política de importación de cru-dos de los Estados Unidos, la India y Senegal, y abandona de manera importante los contratos de financiamiento a los campesinos. El 82% de los crudos importados para la fabrica-ción de grasas vegetales caen en manos de La Manicera.67

64 Esta hipótesis es ajustada dadas las características del vínculo campesino-agroin-dustria, pero debe fundamentarse, lo que haremos en un trabajo posterior.

65 Hipótesis surgidas en el trabajo de campo, 1982-1985. Tienen fundamento empí-rico también las hipótesis de la reproducción social y del trabajo a domicilio.

66 Las agroindustrias discriminan a los productores que reclaman, negándose a otorgarles contrato en la próxima siembra. Una directa y sutil forma de coacción. El resto se distribuye entre Aceites Ambar e Industrias Lavador. Véase artículo de Ubi Rivas «Voracidad de la Sociedad Industrial Dominicana», El Sol, 24-10-83.

67 La Sociedad Industrial Dominicana (SID) pretende exportar grasas bajo 1a protección, inclusive, de la Ley 69 de Certificado de Abono Cambiario para exportaciones no tradicionales, pese al tradicional déficit que sufre el país

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La Manicera fue una creación de Trujillo en 1938, heredada luego por los hijos de Santanita Bonetti, colaborador del régi-men y en el cual Trujillo puso algunos derechos de acciones. Hoy constituye un emporio privado que monopoliza la fabrica-ción de grasas vegetales, la importación de crudos y el fomento de cultivos agroindustriales para exportación de grasas.68

el fUtUro y las lUchas sociales del caMpesinado Mercantil

Los primeros movimientos y organizaciones de campesi-nos surgen en la región Suroeste, específicamente en SJM, hacia los años 1978. El denominado Movimiento Campesino Independiente (MCI) surge en la zona y sus principales diri-gentes son oriundos de la misma.

También surgió el Movimiento Campesino Organizado (MCO), como derivación del MCI y en oposición a él. Esta organización fue fuerte en el valle de SJM, inclusive algunas de las principales ocupaciones de tierras fueron motorizadas por dicho movimiento, en 1982 y 1983. Tuvo gran arraigo al norte del valle principalmente pero no trascendió los límites de la provincia. Posteriormente, se disolvió y algunos de sus dirigentes se sumaron al gobierno de Jorge Blanco y al partido oficial y abandonaron la lucha del campesinado.69

en materia de producción de grasas las plantaciones de algodón en Mao y de Palma Africana en Monte Plata caerían dentro de esta política de la SID, po-lítica oportunista, pues pretende encubrirse bajo la Ley 69. (Véase artículo de Ubi Rivas, «Voracidad de la Sociedad»; «Los Bonetti y los excrementos de Oviedo», Hablan los Comunistas, No. 278, Santo Domingo, 37-2-83. De igual modo el libro del periodista Bienvenido Álvarez Vega, Prensa escrita y estructu­ra de poder en República Dominicana, donde se hace una genealogía de familiar y apellidos de la se dominante dominicana, entre ellos, los Bonetti, hijos de Santanita Bonetti, amigo personal y beneficiario millonario del dictador.

68 Firmaron comunicados en la prensa nacional a favor del gobierno, en me-dio de las huelgas que se produjeron contra la política fondomonetarista de Jorge Blanco, en 1984. La división MCI-MCO se produce fundamental-mente como reflejo de prácticas viciosas y aparatistas de la izquierda en el movimiento campesino, por motivos básicamente políticos.

69 En el Tribunal de Tierras de SJM, por ejemplo, solamente en 1982 había unos 18 mil casos, divididos en tres categorías principales: ventas, solicitudes de legalización y herencia.

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Los movimientos y organizaciones campesinas han desa-rrollado importantes luchas agrarias en la región tendentes a lograr la aplicación de las leyes agrarias promulgadas en 1971, pero han sido reprimidos manu militari en las ocupaciones de tierras de 1981 y 1982.70

Por el análisis somero que hemos hecho, se percibe la situa-ción difícil en que se encuentra el campesinado de la región. Dadas esas condiciones objetivas, que se contraponen a él, cabe preguntarse por el futuro del campesinado en la zona.

En el capítulo V sobre los procesos de descampesinización en el valle, apuntábamos las transformaciones del campesina-do mercantil; y en el presente capítulo mostramos la casi des-aparición del campesinado arrocero, que dirige su esfuerzo hacia la producción en otros cultivos, como maíz, habichuela, guandul, etc.

Históricamente, las economías campesinas fueron siendo desplazadas a los confines del valle, producto de la compe-tencia de la explotación arrocera de tipo capitalista. En los últimos años en éste y sus inmediaciones se expresó una ten-dencia a la venta de tierras al capitalista o empresario circun-dante, concomitante a las ventas por endeudamiento, por he-rencia, etc.71

La tendencia general en SJM es a la desaparición a largo plazo de la economía campesina, principalmente en las zonas de mayor desarrollo capitalista.

La observación indica que por lo menos en la zona alta del valle la economía campesina sobrevivirá por mucho tiempo, produciendo alimentos en condiciones de producción difíciles, pero que en todo caso son necesarias al consumo urbano.72

70 El campesino de la zona alta húmeda sobrevive también gracias a ciertos mecanismos económicos e ideológicos de reproducción de los que no dis-ponen de las zonas bajas, como el intercambio de bienes y servicios y una fuerte relación de compadrazgo como elemento superestructural que con-tribuye a la subsistencia.

71 Como ya dijimos, en este trabajo no nos ocuparemos de exponer sobre el proletariado agrícola. Será objeto de monografía a parte. Véase capítulo VI, donde hacemos referencia al proletariado agrícola de la región y las figuras socioeconómicas que lo componen.

72 Sergio Perelló y otros, Polémica sobre las clases sociales en el campo mexicano, México, 1979.

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La explotación que sobre el campesinado (y el proleta-riado agrícola)73 ejerce el sector capitalista de la región, que opera inclusive con métodos de acumulación originaria, abre perspectivas crecientes de proletarización. Este proceso tiene como expresión el sometimiento creciente al mercado ca-pitalista, el déficit acumulado, la precariedad progresiva de la vida familiar, social y económica del campesinado, afecta-do además por elementos como inmigraciones parciales de miembros de la familia expulsados de la zona rural, semipro-letarización, endeudamiento, retroceso tecnológico (como consecuencia del incremento en los costos de producción) y catástrofes naturales.

De hecho, las economías campesinas son débiles, pues tienen pocas posibilidades de acumulación, debido a: la tec-nología utilizada, casi siempre tradicional; los costos de pro-ducción, la organización individual del trabajo, las ataduras a circuitos comerciales desventajosos, la mala calidad del suelo, la carencia de riego artificial, la erosión y otros factores que provocan en conjunto la inseguridad de generar un valor sufi-ciente que le permita acumular.74

Pero aún cuando el valor generado sea suficiente éste no es pagado en el mercado, por lo que puede decirse que es un valor que transfiere a otros sectores de la economía. Debido a que se halla inmerso en una economía monetaria, en donde el intercambio de valores de plasma en precios... El campesi-no no alcanza a cubrir sus propios costos, por lo que intercam-bia sus productos por manufacturas de origen industrial de manera desventajosa.75

El campesinado se resiste a dejar de existir, y no por aquello de amor al terruño» o porque sea un comodín pequeño­burgués, sino porque objetivamente sabe lo difícil que le resultaría ubicarse en otra rama de la producción; por ello comienza por superexplotar su trabajo y el de su familia, a emplear variedades que requieren menor uso de tecnología, se vincula

73 S. Perelló y otros, Polémica.74 Trabajo de campo, marzo de 1984.75 Las formas de explotación del campesinado de la región se exponen en los

capítulos VI y VII de este trabajo.

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al mercado de trabajo como jornalero echa días de manera ocasional, para seguir siendo campesino.76

El campesino lucha por su diferenciación. Los producto-res más deficientes quieren convertirse en mercantiles (pero la extensión y calidad de las tierras lo obstaculiza), y el cam-pesinado mercantil prefiere no vender su fuerza laboral en fincas y dedicar todas sus energías a sus propios predios, aun sean montañosos,77 y a realizar otras actividades económicas subsidiarias: comercio, artesanía, intercala de cultivos para el autoconsumo, algunos cobran por hacer oraciones, ensalmos, curas y rezos (rezadores), etc.

A medida que el campesino es más semiproleta­rio porque depende más de la venta de su fuerza laboral en unidades campesinas y capitalistas o unidades medianas, su vida es más precaria: as­pira a tierras y realiza todo tipo de actividad para la subsistencia, trabaja como echa días, como ga­ñán, limpia regolas, arregla canales, y debido a que tiene menos habilidad y más precarias condi­ciones, tiene menos posibilidades de diferenciación a través de otras actividades (rifero, ensalmador, rezador, comerciante, etc.).78

El campesinado mercantil utiliza insumos, coge dinero de préstamo (del comerciante, del prestamista usurario etc., de-pendiendo del cultivo), vende su producción en el mercado urbano directamente o a través de compradores mercantiles intermediarios y generalmente pertenece a una asociación campesina que funciona para él como mecanismo de defensa económica y social frente al mercado capitalista.

Generalmente, el campesinado de las asociaciones aspira a diferenciarse hacia arriba y es ideológicamente poco desa-rrollado. El mecanismo asociativo ha servido en parte para

76 Trabajo de campo, marzo de 1984.77 Trabajo de campo, marzo de 1984.78 Al margen de dinero, crédito, tecnología, mercado de tierras, bienes y fuer-

za de trabajo; especialización productiva, etc.

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acentuar en él su ideología conservadora. Este tipo de campe-sino en muchos casos está en uno de los partidos de turno: el balaguerista o el perredeísmo, los dos grandes partidos clien-telistas del sistema político dominicano.

No obstante, sus luchas económicas son movimientos socia-les de resistencia y luchas por subsistir frente a una sociedad rural crecientemente dominada por el mercado capitalista, que cuenta con la generalización de los elementos básicos de la intensificación capitalista.79

En la zona hay cuatro bloques de juntas campesinas y cada una tiene sus propias demandas que giran alrededor de riego, crédito, comercialización, transporte, atención técnica de la Secretaria de Agricultura, semillas y abonos, precios, salud, ru-ral, aplicación de las leyes agrarias del 1972 (principalmente la de la cuota parte, latifundio y tierras baldías), redistribu-ción de tierras y rescate de tierras estatales en manos de los terratenientes.

Los campesinos mercantiles luchan por sus condiciones de reproducción y los campesinos pobres y jornaleros, por trans-formarse en productores mercantiles con capacidad de auto-reproducción.

En las luchas y demandas se han incluido una categoría lla-mada campesinos sin tierra, que son campesinos pobres semipro-letarios y jornaleros que se ganan la vida vendiendo su fuerza de trabajo. En este caso, como en otros, las asociaciones de campesinos representan a obreros agrícolas en el plano políti-co y los movían a la lucha por reivindicaciones campesinas.80

79 Documento elaborado por el autor.80 Esto muestra, en la zona, la debilidad del proletariado agrícola; característi-

ca común a otras regiones. Los obstáculos a la organización de los obreros agrícolas son múltiples en la agricultura dominicana. Véase nuestro traba-jo: «Campesinado, capitalismo y proletarización en el Suroeste», Revista de Antropología de la UASD, Nos. 23-26, Santo Domingo, 1983.

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Ilustración 26. Obreros tomando un descanso

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Conclusión

El proceso de establecimiento del capitalismo en la agricul-tura de la región Suroeste, específicamente en el valle de San Juan de la Maguana, desde fines del siglo xix hasta la confi-guración de las actuales relaciones sociales, pasa por diversas etapas o momentos históricos.

En este trabajo se propone una explicación de dicho proceso mediante una reconstrucción histórico-sociológica que parte del capital comercial como la forma primitiva del capital hasta las actuales formas agro comerciales predominantes en la región.

Fuentes de historia oral y un persistente trabajo de obser-vación in situ dieron los hilos conductores para el esfuerzo de reconstrucción, en un intento que vale la pena considerar po-sitivamente si tomamos en consideración lo escaso del trabajo de campo en la investigación sociológica en nuestro país.

La región la hemos tratado como microformación social re­gional, por sus características geográficas y socioeconómicas específicas. Entre ellas, se impone su incorporación tardía al mercado mundial, el predominio de comerciantes extranjeros, caudillos omnímodos y elites locales dominantes tradicionales (que explotan sumariamente al campesinado y a la fuerza de trabajo proletaria y semiproletaria), la formación tardía de un mercado de trabajo, el desarrollo de formas productivas y rela-ciones sociales que se combinan peculiarmente para producir el dominio directo de masas de hombres y mujeres a base del ejercicio patrimonial de un poder económico, político y social

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ligado a la Iglesia, los comerciantes y capitalistas agrarios, te-rratenientes tradicionales herederos del caudillismo local y dominadores de un campesinado tardíamente diferenciado, ideológicamente atrasado y con formas socioculturales reflec-tantes del distanciamiento geográfico de la zona que facilita su expoliación y dominio.1

Con el avance de la economía mercantil se desarrollan pro-cesos de diferenciación del campesinado, de división del tra-bajo agrícola regional y de desarrollo de la producción agraria capitalista.2 Hemos utilizado el concepto de intensificación del capitalismo en vez de desarrollo del capitalismo, no sólo para dejar lugar a la propuesta del concepto de proletarización estancada, sino también para sugerir la ampliación de relaciones capita-listas a través de la cada vez más creciente dependencia del campesinado y del habitante rural en general del mercado de bienes, dinero y trabajo. Es decir, para relacionar el proceso de mercantilización de la economía campesina con la amplia-ción del mercado interno y la especialización productiva de la región en cultivos de alimentos.3

Se trata de ordenar, un tanto esquemáticamente, lo que po-dría considerarse como las líneas fundamentales del proceso de establecimiento e intensificación del capitalismo en el valle de San Juan de la Maguana, en realidad la primera parte de un trabajo más amplio.4

Como punto de partida, caracterizamos geográfica e his-tóricamente la región (capítulo I), indagamos los inicios

1 Véase la nota 3 de la introducción.2 Las relaciones de aparcería, el contrato con agroindustrias y factorías, el

intercambio mutuo en los campesinos pobres como práctica sociocultural, la semiproletarización como pauperización no proletaria, procesos lentos y no violentos de «intensificación del capitalismo», etc. hacen hablar de situa-ciones concretas de transición de la fuerza de trabajo caracterizables como «estancamiento de la proletarización rural» o «proletarización estancada», puesto que no siguen con precisión el modelo clásico. Esto no descarta procesos de acumulación originaria en la región.

3 El concepto intensificación del capitalismo es propuesto por C. Miró Quezada y D. Rodríguez, «Intensificación del capitalismo», Cuadernos agrarios, México, 1986.

4 En el capítulo VI explicamos el asunto del proyecto de investigación «Cam-pesinado, capitalismo y clases sociales en el Suroeste».

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229Conclusión

del establecimiento capitalista en el valle de San Juan de la Maguana y el primer proceso de diferenciación de los cam-pesinos (capítulo II), exponemos los elementos históricos del proceso de apropiación privada y las condiciones necesarias al mismo (capítulo III), el debilitamiento de una forma produc-tiva peculiar en el valle, el colonato de campesinos (motivado en causas de tipo económico y social), a través de procesos de intensificación del capitalismo en la agricultura (capítulo IV); en consecuencia, la dinámica, hacia los años 50, de descam-pesinización del valle, que nos impuso la descripción somera de las zonas agrícolas adyacentes al mismo (capítulo V); y la situación más reciente del campesinado en su relación con el sector capitalista (capítulo VII), que muestra una de las con-tradicciones más importantes del capitalismo dependiente: convivir con el sector precapitalista pero lo erosiona y destru-ye paulatinamente.5

En la actualidad, la agricultura del valle de San Juan de la Maguana (capítulo VII) se caracteriza, en lo relativo a las cla-ses sociales, por la presencia de un campesinado mercantil de subsistencia, una burguesía agraria sólida que comprende los capitalistas de agroprocesadoras (factorías) y un proletariado agrícola heterogéneo y deforme, de características socioeco-nómicas específicas; el capital comercial penetra las formas productivas campesinas y media en la producción y la circu-lación de manera activa, imponiendo su subordinación a los campesinos.

En el sistema dependiente dominicano la presencia domi-nante del capitalismo pone en crisis las relaciones precapita-listas, provocando paulatina pero progresivamente su disolu-ción lenta, proletarizando y empobreciendo a campesinos y artesanos.6

5 Véase la introducción general al presente trabajo.6 Roberto Cassá, Modos de Producción, Capítulo I. Contiene una discusión so-

bre la pauperización que provoca en el sector no capitalista o precapitalista la presencia del sector capitalista. A este propósito consúltense los trabajos de Mario Margulis, Contradicciones en la estructura aagraria y transferencias de valor, y Luisa Paré, El proletariado.

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Apéndice 1. El campesinado del Suroeste en la década del 20

coMún de san JUan

DAtos AcercA Del lA situAción, históricA, rAzA, cArácter, religión, fiestAs, costuMbres, inDustriAles, lenguAje, etc.1

Carácter:

El habitante de esta común es apacible, de índole bonda-dosa, hospitalario en sumo grado. En cualquier casa urbana o rural que usted llega, salvo que la penuria sea mu cha, en-cuentra alojamiento, comida y cama gratuitamente. Nuestros campesinos se tratan con la mayor familiaridad, ge neralmente están unidos por los vínculos espirituales del compadrazgo. Las estadísticas criminales arrojan datos casi nulos. Las infrac-ciones delictuosas que se cometen son, comúnmente, por ra-terías: algunos racimos de plátanos o rulos o al gún chivo o algún cerdo, etc. Nuestro campesino en cuestiones políticas, es un gran discreto. Oye y calla. Nunca se sabe su verdadera opinión, nunca se compromete abiertamente. En realidad, no le interesan esas cosas y si se ve obligado a to mar carta en ellas, o lo hace siguiendo las inspiraciones de la autoridad o

1 Extractos del informe redactado por Víctor Garrido, intendente de edu-cación en la común de San Juan de la Maguana (1920), Emilio Rodríguez Demorizi, Lengua y folklore en Santo Domingo, Santiago, 1975, pp. 226-233.

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de aquellas personas que han fungido de sus je fes naturales por largo tiempo. Es un hábito adquirido dentro de las disci-plinas clásicas del despotismo que han imperado siempre en la República como norma de gobierno. Esta región, además, mientras el resto del país se desangra en las guerras civiles, vivió en completa paz ajena a las luchas de las faccio nes parti-daristas, desde que cesaron los Seis Años hasta 1921. La parti-cipación de nuestra gente en todas las guerras nacionales no permite dudar de su patriotismo. Actualmente, ve con malos ojos la Ocupación, que la considera atentatoria a sus intereses por los impuestos que le obliga a pagar, pero su espíritu es ar ca sellada a las exteriorizaciones verbales. Nuestro campesi-no es interesante. Discute y defiende encarnizadamente hasta una hilacha que considera detentada por otro. No es esplén-dido y su dinero, reducido a oro, lo guarda por lo regular en-terrado. Siente placer en saber que tiene tantos novillos en la sabana o tantas cabezas de res o tantas onzas enterradas. Esta tendencia a guardar lo impulsa a hacer economías, ordinaria-mente vi viendo dentro de la mayor estrechez, imponiéndose grandes priva ciones. Es religioso. Acude a misa en la ermita vecina, o a la iglesia ciudadana en días de grandes solemnida-des. Cuando es llegada la ocasión, da notaciones de intrepidez y pundonor. Cuando forma parte de algún cuerpo organizado sobresale por su buena conducta y frecuentemente obtiene ascensos. Es más holgazán que trabajador, pero en esto influye la costumbre del pastoreo de que vivió hace poco y las condi-ciones climatéricas de la comarca. Casi no llueve, el riego es muy costoso y la labor agrícola muy difícil. Es moral. En esta común se desconocen prácticas vicio sas que son un azote en otras regiones. Es respetuoso de la ley. Todas las prescripcio-nes legales son acatadas y cumplidas sin re beldía. El hombre urbano, según la clase social, admite parale lo con sus iguales de nuestras ciudades principales.

Ocupaciones e industrias

El aliciente principal de los fundadores españo les de este municipio fueron los grandes llanos con sus pastos de leyenda.

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241Apéndice 1

La pródiga tierra los convidó a la crianza y se dedicaron, na-turalmente, a ella, fomentando una rique za no por enorme menos contingente. Esa ocupación heredada y favorecida por las condiciones circunstanciales del medio, fue la de todo el mundo. Mientras llovió y los pastizales reverdecieron copio-samente cada primavera, San Juan fue el cuerno de la abun-dancia. Surtía de ganado, especialmente, a la República de Haití. Sus caballos tan famosos, que el padre Meriño cita en su Geografía Patria los de Punta Caña. Toda esa riqueza era de sa-bana, no tenía solidez básica. Hoy la común es mísera. Perdida la esperanza de reconstruir la riqueza ganadera, los habitantes se han dedicado a la agricultura y se cultiva toda clase de frutos menores. En gran es cala la habichuela, que constituye un flo-reciente negocio de exportación; luego, arroz, maíz, guandul, garbanzo, arveja, plátano, rulo, yuca, batatas, papa, caña, taba-co, etc... El café se produce muy bien en la parte montañosa y constituye un buen renglón de producción en las secciones ribereñas del río Las Cuevas. Hay cultivadas miles de tareas de pasto artificial, yerba de guinea y de páez. Algunos de esos fru-tos como el ta baco y el maíz, no constituyen importantes ren-glones de expor tación por falta de caminos apropiados que abaraten el transporte de ellos a los centros consumidores. El tabaco de esta co mún es inmejorable. El que se produce en la sección de Yaboni co es de calidad tan superior, como el mejor tabaco cibaeño. Hay quien afirme es superior. La inten-sidad de la industria andullera (el andullo es de difícil mani-pulación) se debe a la dificultad para exportar con provecho la aromática hoja. Valdría la pena hacer de esta común un centro tabacalero como Santiago. Las tierras no son apropia-das para el cultivo del cacao. Puede decirse que los hombres reparten su atención entre el pastoreo, el cultivo de la tierra y el comercio. Hay muchas pequeñas in dustrias. La principal la constituye la fabricación de andullos, especialidad de la re-gión llamada de Los Ríos, que comprende las secciones de El Coco, Arroyo Cano, Bui, Las Lagunas, La Siembra, Túbano, Ocoa, Sabana Yegua, y otros lugarejos y de las secciones de Yabonico y Río Arriba de San Juan. Se confeccionan jáquimas, lazos, hicos de hamaca, con la fibra de la cabulla, que tienen

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fama en el país por su excelencia. Se confeccionan, con la hoja del guano, lazos, árganas, macutos, esteras, capachos y con otras hojas o cortezas blandas, esterillas, aparejos, canas-tos, sillas rústicas, con el fondo de guano retorcido. Se hacen de barro cocido, tinajas, ollas, cachimbos; de madera, bateas, tinajas, barriles, de palma, roble, caracolí y otras maderas de construc ción, se hacen tablas, quesos y mantequilla, llamadas criollos, de la leche de vaca, cabras, y ovejas, cazabe, tortillas de varias clases, almidón producto de la yuca, sombreros de caña raspaduras, producto del jugo de la caña, puesto al fue-go en grandes pailas; se hacen sudaderos, monturas, pellones, cigarros aquí llamados túbanos, etc.

Religión, fiestas costumbres

La religión de los habitantes de la común es la católica, apostólica, romana. En muchos caseríos rurales hay ermitas levantadas por el fervor de los fieles. En ella se celebran de-terminadas festividades religiosas y cuando el cura se trasla-da a hacer esas celebraciones, mientras du ra su estadía en el lugar, los días toman aspecto festivo. El campesino los apro-vecha para ir a misa, realizar bautizos y matrimonios concer-tados, responsos, funerales, etc. También acuden a la iglesia del pueblo: pero generalmente en las gran des solemnidades. Estas son: el día de Nuestra Señora de la Al tagracia, que se ha hecho de fiesta por disposición espontánea de los espíritus creyentes; el día de San Juan, patrono de la común, vencido por la primera que se ha adueñado de la pompa y piedad que lo exultaban en fiestas memorables; el Viernes San to, de nutri-das procesiones; y el Sábado de Gloria, con sus largos rituales sugerentes. Pero los días felices de las opu lentas primicias que hicieron famosa esta jurisdicción eclesiástica, sueño dorado de sacerdotes sin fortuna, han pasado ya por la decadencia de la piedad religiosa o por la miseria o por mezcla de ambas cosas, probablemente.

Las diversiones más socorridas de nuestros campesi nos son las jugadas de gallos y el baile. Se transportan lar gas distancias, con su gallo en la mano, para echar su pelea, ordinariamente

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con apuesta escasa. A los que meten mucho dinero a la pata de un gallo se les llama buenos tercios. Estos no abundan, pero son citados elogiosamente como hombres que no les duele perder la plata. Invierten tiempo y ponen mucho es-mero en alistar sus gallos antes de jugarlos. La pasión los lleva a la infracción de la ley, prohibidas en los campos las jugadas, se internan monte adentro a verificarlas. Sorprendidos por los agentes del orden público, se someten pacíficamente a la ac-ción represiva del juzgado policial.

No sólo el juego de gallos apasiona a nuestros cam pesinos, también les arrastra, al extremo de confrontar las prohibiciones legales, el juego de barajas o talla y el de da dos; pero la mayoría no rinde culto y se dedican más bien jugadores de oficio.

Como las casas o bohíos son de salas poco espacio sas, los bailes se celebran en enramadas preparadas para ese fin con adherencia a uno de los frentes del bohío. La músi ca general-mente la forman un balsié, un acordeón, un güiro y un pande-ro. Las piezas bailables son el carabiné o ron y la mangulina. Para bailar el carabiné los bailadores toman su pareja con la mano derecha y al son de la música describen un círculo cami-nando rítmicamente sobre la misma mano; luego ese mismo círculo se mueve hacia la izquierda; cada bailador suel ta su pareja y baila por delante de su vecina de la derecha que hace lo mismo; le da una vuelta tomándola de la mano, y vuelve so-bre su pareja a formar la cadena armoniosa del baile; luego se deshace de ella y baila con todas las parejas los movimientos y, cuando cada uno ha reconquistado su pareja, termina la pieza tomándose todos los bailadores de las manos circularmente. Es te baile es dirigido por un bastonero que lo organiza por número determinado de parejas. Uno de los bailadores indi-ca, con un canto, cuándo debe hacerse cada movimiento. Los hay encantado res por la gracia de sus cantos. Hay, asimismo, bailadores muy divertidos y figureros. El baile en sí es anima-dor y excitan te y si los músicos son buenos y cantan a la vez que tocan pie zas, el entusiasmo se hace delirante. La mangu-lina es de una mú sica más lenta, menos excitadora, y se baila como la danza a la cual se parece. Se toca siempre después del ron como la danza sigue generalmente al valse.

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Nuestros campesinos viven en casas construidas de tablas de palma y en bohíos de tejamaní embadurnados de todo y blanqueados luego: pero el tejamaní solamente se usa por los muy pobres o en aquellas secciones en que no hay tablas y re-sulta muy costosa su adquisición. Los enseres domésticos se componen de sillas criollas, mesas de madera, juegos de pla-tos y tazas y tácitas de loza, cubiertos, calderos, ollas de barro, tinajas, güiros, bangañas, cucharas, sacadores de agua, hechos del fruto del higüero, etc. Sólo los muy infelices o los muy miserables carecen de estas pequeñas comodidades. Los hom-bres duermen generalmente en hamacas de tela, las mujeres en catres o barbacoas con colchones de algodón o de guajacal pero el uso de la barbacoa ha quedado reducido a cierta clase de gente in ferior. Se alumbran con lámparas corrientes o con lamparitas de hojalata, llamadas jumeadoras, o con hachos de pino, que le dicen cuaba. Adornan sus casas con láminas y retratos recortados de periódicos y puede verse en la sala (las casas generalmente son de dos divisiones) una mesa con su carpeta y encima de ella los vasos y las tacitas de café esme-radamente limpios. No es extraño que en aquellas casas de personas acomodadas que están más en contacto con la ciu-dad, se vean flamantes camas de hierro, sillas y mecedoras de lustre (extranjera). Para trabajar visten de fuerte azul y deter-minados actos, visten de dril o casimir y calzan buenos zapatos como cualquier ciu dadano.

Las familias por el matrimonio. Cuando dos jóve nes se dan palabra de cariño, los padres conciertan el enla ce que, por lo general, se verifica cuando el mozo ha construido su casa y conuco. Las nupcias son un verdadero acon tecimiento. Son invitados todos los miembros de la familia y todos los amigos en muchas leguas a la redonda y ese día los desposados y sus acompañantes lucen sus mejores trajes y los caballos de más brío y renombre, galanamente enjaezados. Ve rificada la boda en el pueblo, retornan al lugar de proceden cia, y allí la noche transcurre entre libaciones, comilonas y baila. Pero predomi-na el amancebamiento. Es la forma de es tablecer familia soco-rrida por los que no pueden afrontar los gastos matrimoniales. En estos casos los padres y los galanes raptores se entienden

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familiarmente. Hay don juanes rurales que reparten su amor hasta en una docena de mancebas y que cuentan con descen-dencia ilegítima de cuarenta y más hijos. A de cir verdad en el país existe de hecho la poligamia.

Para cercar sus tumbas (desmontes) y hacer la siem bra y la recolección practican los principios cooperativos. El inte-resado invita a los vecinos y todos acuden, abandonando sus propias labores, a dar la ayuda solicitada que no tiene otra retribución que la abundante comida y el aguardiente que consu men durante el trabajo. Esas juntas toman el nombre de convite.

Los amigos se consideran obligados a asistir al ve lorio, en-terramiento y último rezo del amigo muerto. Cuando la des-gracia noticia circula a tiempo acuden de todos los pun tos car-dinales al velorio. El que no ha podido asistir al ve lorio, va sin falta al rezo. En los velorios, que generalmente duran de un día para otro, se sacrifican reses o cerdos que se destinan a ha-cer comida para los concurrentes que, además, son obsequia-dos con ron, vino, licores, café, jengibre, cigarros y cigarrillos. La noche se pasa entre cuentos, adivinanzas y jue gos de brisca y dados (este último está prohibido hoy), mientras un sordo e ininterrumpido murmullo advierte que los que rodean al cadáver rezan por el alma del difunto. A la hora de sacar el ca-dáver para conducirlo al cementerio, darán con él tres vueltas a la casa. Esta es la despedida del muerto. Es creencia fundada que si no se hace eso, el muerto quedará rondando la casa y perturbando la paz de la familia. Se cuentan al respecto his-torias no por fúnebres menos diver tidas. Esta costumbre, de origen haitiano, va desapare ciendo. El último rezo se verifica el noveno día del en terramiento. Ese día termina el rincón. Para recibir a la enorme concurrencia procedente de todas partes, se hacen grandes preparativos: comidas y bebidas en abundancia. Hay ocasiones en que se liba tanto, que el acto funerario termi na en una parranda. Se repiten las mismas es-cenas del velo rio: cuentos, adivinanzas, juego, brindis, etc. A los velo rios de los niñitos, que son aprovechados para diver-siones (tocar, cantar décimas, jugar, enamorarse, etc), se les lla ma baquiní. Hay parrandas de estas que duran dos y tres

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días con el muertico en andas. Las mujeres, mientras el luto es riguroso, visten de negro y se cubren la cabeza con paños blancos. Creen nuestros campesinos que los muertos salen y las ánimas en pena. Estas se manifiestan en las exhala ciones que cruzan fugazmente por la atmósfera y que les ha cen santi-guarse exclamando: «Dios la lleve a buen lugar».

En otro tiempo (todas las sencillas costumbres tradiciona-les van desapareciendo), el 24 de junio, día del patrono de San Juan, afluían a la villa jinetes y amazonas de todos los cam-pos y por las empolvadas calles fatigaban, en carreras tendi-das, haciendo alarde de su intrepidez y pericia hípicas, los más airosos brindones de buena sangre. La costumbre perdura, principalmente en los campos, pero en decadencia. También perduran aunque sin la pomposidad de otros tiempos, las co-rridas de burros en honor de San Pedro. Ese día los mucha-chos aparejan sus burros desde mediodía y se van de juerga para festejar al llevero celeste .

Existe, con carácter religioso, la Hermandad del Espíritu Santo, la cual tiene la mayoría de sus afilia dos en la sección del Batey, de habitantes de raza negra. La celebración del Espíritu Santo comienza con siete vier nes de anticipación. Cada vier-nes se tocan los palos o juambeses (especie de balsié de gran tamaño) y a su sonido y al del canto que le acompaña, pare-jas escogidas trenzan un bai le bárbaro, provocativo y sensual, en el cual el hombre es perseguido furiosamente por la mu-jer, que le hace mil con torsiones y figuras, hasta que termina cuando el persegui do es atrapado en callejón sin salida, en el círculo de es pectadores previamente formado, por su ardoro-sa y ágil perseguidora. El día del Espíritu Santo la Hermandad concurre a misa y durante la celebración de los oficios se to-can los palos. Cuando un afiliado muere, se tocan también en la ca sa del muerto y en la iglesia durante los actos fúnebres.

De color religioso, asimismo, son las velacio nes, noches de vela y penitencias. Tanto para las velacio nes como para las no-ches de vela se erige un altar en el cual se coloca el Santo de la devoción entre cirios encendi dos, y alrededor se congregan los rezadores. La velación es de día y durante ella solamente se reza. En las noches de vela se reza y se canta. Tienen aspecto

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festivo. Los mozos rusticanos se desviven por estos actos que les permiten amoríos. Se celebran en cumplimiento de alguna promesa, generalmente hecha por la conservación de la vida de algún miembro de la familia o amigo, puesta en peligro por enfermedad. Las penitencias son promesas también; pero más comúnmente tendientes a recabar la misericordia de Dios a causa de algún fenóme no natural como temblores, terremo-tos, aparición de algún co meta, sequía prolongada. En estos casos es costumbre transportarse a grandes distancias con pie-dras en la cabeza para depo sitarlas en sitio determinado. De ahí que en casi todos los vecindarios rurales existan cruces rodeadas de centenares de piedras, las cuales sirven de punto de congregación para la celebración de esas penitencias.

Las fiestas de la cruz, en honor de la Santísima Cruz, tienen lugar durante todo el mes de mayo. Un altar con la imagen venerada y cuajado de luces y de flores, congrega a los de votos que entonan a todo pulmón salves que casi siempre rema tan con este estribillo:

Santísima, Santísima Cruzde Mayo, señora eh...

Los festivales de cada noche tiene sus abandera dos que los hacen más rumbosos obsequiando licores, dulces, etc. En es-tas fiestas se come, se bebe, se hacen conquistas amo rosas y gozan del favor de todos aquellos que andan a caza de aventu-ras donjuanescas.

Para curar sus enfermedades los campesinos apelan gene-ralmente a dos medios: a las botellas y bebedizos de los curan-deros y curanderas rurales y las artimañas, llenas de misterio, del bocó. El bocó es el curado de guangá. Para los ignaros campesinos todas aquellas enfermedades que no pue den ser combatidas por los curanderos habituales, tienen su origen en el guangá y no son curables sino por quien sabe contra rrestar sus efectos. Hoy en día, sin embargo, la mayoría lla ma al médi-co y sin duda todo el mundo lo llamará si su ciencia estuviera al alcance de todos los bolsillos. Esta común es extensa, tiene pocos médicos y el transporte de ellos al campo cuesta caro.

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El resultado es que sólo los que tienen algo de que disponer solicitan sus servicios.

Durante los últimos quince años, en el ánimo de muchos de nuestros campesinos, y aún de muchos campe sinos de esta región y de otros lugares del país, ha ad quirido proporcio-nes de taumaturgo Olivorio Mateo, habi tante de la sección de La Maguana. De entonces acá, por los descreídos, que son los más, Olivorio Mateo ha sido consagrado con el mote iró-nico de dios Olivorio. Para su: adeptos Olivorio Mateo es el Maestro. ¿Quién es Olivorio Mateo? ¿Qué influencia ha teni-do en las sencillas costum bres de nuestros campesinos? Hasta que apareció llamando la atención de la gente, Olivorio había sido un campesino insignificante, pobre jornalero, en quien se podían notar indicios de anormalidad cerebral. Solía des-aparecer algunas veces e internarse en los montes vecinos. Un día, tras lar ga ausencia, se apareció con un cordón anudado en la frente contando una historia curiosa, mágica. Jinete en un caballo amarillo como el oro había estado de visita por los países celestes en los cuales el buen dios le había recibido amable mente y armándole de las virtudes sobrenaturales de que se mostraba poseedor. A un pobre diablo se le ocurrió atragantar se con un pedazo de cuero frito. Olivorio fue llama-do y con un simple masaje externo le desatoró. Para aquellos infelices ignorantes, eso era maravilloso. La fama de Olivorio comenzó a crecer como las pompas de jabón. La curiosidad llevó a mu cha gente a conocerlo. Otra mucha, generalmente de inconducta notoria y forastera, se acampó allí para gozar de las delicias de la vida desordenada que se inició. A poco Olivorio era motivo de preocupación para las autoridades lo-cales por los in dividuos diversos que le rodeaban y que en un momento dado po dían ser agentes de perturbación del or-den público. Fue capturado y condenado a RD$5.00 de multa por ejercer indebidamente la medicina. Cuando fue puesto en libertad, su crédito se hizo más extenso y sus acompañan-tes aumentaron a favor de la intranquilidad pública reinante que les permitió gozar de impunidad A raíz de la Ocupación, en los días del desarme, se adelantaron a desarmar a algunos campesinos y por su parte se negaron a en tregar las armas.

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Perseguidos y batidos, desde entonces Olivorio anda prófugo por las lomas con un pequeño grupo de adeptos que nun-ca le ha desamparado. Toda persecución ha sido inútil. Es el monarca de las escarpadas lomas que le brindan seguro asilo. Olivorio en sí es nadie. Un hombre que comúnmente es tá bo-rracho y que al hablar con él da la impresión de un loco. Salvo algunos agravios al pudor femenino y cierta holgazanería fo-mentada por algunos duchos que explotaban aquella agrupa-ción fanatizada, bajo la dirección del santomero Juan Samuel, hábil en prácticas espiritistas, la influencia de Olivorio Mateo en nuestras masas rurales ha sido nula. Pero es un tipo curio-so de nuestro medio, interesante por la multitud de personas que le ha rodeado, creyéndole un enviado de Dios, y no podía ser eliminado de estas notas.2

2 Poco tiempo después Olivorio fue traicionado por un compañero y muerto por la fuerza pública en lo que se llamó un combate. Su cadáver fue llevado a la población de San Juan y enterrado en su cementerio.

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Apéndice 2. El caudillismo regional

rasgos biográficos del general José del carMen raMírez (carMito)1

José del Carmen Ramírez fue inquieto al amanecer su juven-tud y pretendió abandonar la casa paterna para incorporarse a la guerra que peleaba Cuba por su independencia. Su padre, el general Wenceslao Ramírez, jefe de las Fronteras, se lo en-vió a su compadre Lilís para que le enfriara el ardimiento gue-rrero. Lilís le incorporó a su Estado Mayor y le aconsejó que estudiase que era lo que deseaba su compadre Wenceslao.

El sanjuanero Carmito se inscribió en la Escuela Central que dirigía don Manuel de Jesús de Peña y Reynoso y se graduó de maestro. Fue profesor en el colegio Santo Tomás. Fundó aso-ciaciones li terarias con sus inteligentes compañeros de aulas. Tuvo oportunidad de presidir con mesura, sesiones tormento-sas en momentos de discusiones apasionadas. Estuvo a punto de vérselas con su protector Lilís por de bilidades amorosas in-discretas con una de sus amantes. Finalmente, se hizo agrimen-sor y se volvió a San Juan a ejercer su profesión en una co marca donde la mayor parte de las tierras eran comuneras y sus due-ños andaban a caza de quien se las mensurara. Pudo hacerse rico; pero era desinteresado y dadivoso. Era horacista y se halló

1 Víctor Garrido, En la ruta de mi vida, capítulo III, Santo Domingo, 1970, pp. 65-66.

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como otros jóvenes sanjuaneros horacistas en el sitio a la capi-tal de Santo Domingo cuando murieron heroicamente Aquiles Álvarez y Casimiro Cordero y que terminó en una desbandada general de cobardía. Era heredero del patrimonio po lítico de su padre. Su profesión le granjeaba amigos. Estaba destina do a ser general y político y no lo sabía, aunque le repugnaban las dic taduras porque era hombre de principios que creía en la libertad y el derecho. Odiaba la crueldad y era generoso.

El 19 de noviembre de 1911, murió el presidente Cáceres y Alfredo Victoria se adueñó por la fuerza del poder. Hizo que el Congre so eligiera a su tío Eladio Victoria presidente interi-no y luego con vocó los colegios electorales para que lo eligie-ran definitivamente. Las fuerzas políticas del país atropelladas por Alfredo Victoria se su blevaron. La Revolución estalló por todas partes. El pacífico Carmi to Ramírez despertó de su éxta-sis, su indiferencia se vino al suelo y respondió al llamamiento nacional. Se fue a Haití y se juntó con Luis Felipe Vidal, uno de los autores prófugos del 19 de noviembre. Se graduaron de generales en la escuela de la rebeldía encrespada contra el go-bierno tiránico de los Victoria y levantaron la Revolución del Sur donde no se peleaba desde los Seis Años. Esta Revolución peleó en Sa bana Mula, en Bánica, en Las Matas de Farfán, en el Naranjo, en El Cer cado, en Los Palos de Burro, en La Laguna, en San Juan, en Azua, y ven ció. Era el año 1912. Luego en el año 1914 peleó en Baní, Las Tablas, Paya, Sombrero, Boca Canasta, Honduras y La Fe, durante la guerra contra Bordas Valdés, y venció. El general Carmito Ramírez, revolucionario sureño, era ya político de estatura na cional. El huracán de la Ocupación Militar azotó la República derribando encimas respetables. El general Carmito Ramírez fue metido en cár-cel durante nueve meses, donde sus carceleros le so metían de cuando en cuando a pan y agua para castigar su altivez pa-triótica. La llama nacionalista no se apagó en su pecho. Cuan-do desapareció la intervención militar volvió a la lucha polí-tica. Fue Gobernador de provincia, fue Secretario de Estado, fue Comisionado en el Sur, fue Comisionado en el Este, fue Diputado, fue Sena dor y, por encima de todo, fue un hom-bre bueno y desprendido que todo el mundo amaba, por su

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irradiante simpatía personal. Del gene ral Carmito únicamen-te puede decirse que careció de iniciativa y de ambición para lanzarse a la conquista del poder en un país donde triunfan so-lamente las garras. Él nació en 1878 en Caralinda, ju risdicción de Las Matas de Farfán, hijo del general Wenceslao Ramí rez y doña María Olegario Carrasco, y murió en New York el 21 de ju nio de 1956. Tenía 78 años. (p. 65 y ss.)

el coronel bears en san JUan2

En la primavera del 1917 el Gobierno Militar decidió extin-guir el foco de anormalidad que mantenía encendido, desde muchos años antes, el llamado dios Olivorio y destacó sobre San Juan como jefe de operaciones al coronel Bears quien lle-gó pre cedido de una fama que no le favorecía. Las fuerzas de la Guardia Republicana con que debía operar se adelantaron y llegaron a la ciudad por el camino de Azua, comandadas por el coronel Buena ventura Cabral, después de un buen descan-so en Mijo, en la hacien da del general Wenceslao Ramírez, quien enterado de los aconteci mientos que se avecinaban se trasladó a la población a esperar su desenvolvimiento. Un poco más tarde, a través de la Cordille ra Central, por el camino de San José de Las Matas, llegaron a San Juan tropas del cuerpo de marina invasor. Cuando el coronel Bears llegó, lo primero que dispuso fue reunir en la sala del Ayunta miento a todos los hombres de la población. Él llegó a San Juan animado de pro-pósitos hostiles porque las intrigas de algunos domi nicanos le habían informado que detrás de dios Olivorio estaba el gene-ral Carmito Ramírez, dirigente del Partido Legalista. Él expu-so en la reunión a lo que iba y pidió cooperación. El general Wen ceslao Ramírez, un viejo y sabio capitán de la región, se la ofre ció en nombre de todos y también acompañarle en la ofensiva contra Olivorio, a pesar de sus años. Olivorio estaba en las lomas de Na ranjo, cuando Bears preguntó si había en la ciudad quien le hicie ra un plano del lugar donde moraba

2 V. Garrido, En la ruta, capítulo IV, pp. 130-104.

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Olivorio; el general Wenceslao le dijo que su hijo Carmito podía hacérselo. El coronel Bears, asombrado exclamó: «me habían informado que el general Carmito era un bandido». Se le dijo que lo hicieron víctima de una mala e inte resada información porque el general Carmito no era un bandido si no un prestigioso profesional. Se le hizo el plano y cuan-do se re solvió atacar a Olivorio, el general Carmito, enterado de que su an ciano padre había resuelto correr el riesgo de acompañarlo, decidió no abandonar a su padre. Se atacó a Olivorio, un infeliz campesino a quien habían endiosado la ignorancia y el fanatismo, y como era de esperarse fue des-alojado y dispersado. El general Wenceslao ga nó la confianza del coronel Bears y éste, que había llegado a San Juan con la funesta idea de hacer un campo de concentración para en-cerrar los habitantes que residiesen en la zona norte y este de la co mún, así como de otras no menos negativas, desistió de sus proyectos y confió la normalización de la común al general Wenceslao quien sal vó a San Juan de los graves sucesos que le amenazaban, provocados por las intrigas políticas de malos dominicanos. El dios Olivorio, hu yendo entre las lomas perse-guido sin cesar por el teniente de la Guar dia Republicana, el sanjuanero Esteban Luna, y traicionado por algún compañe-ro, fue asaltado y muerto algún tiempo después. Su cadáver, llevado en una parihuela a la población fue exhibido frente a la Comandancia de Armas debajo de un flamboyán. Se le dio sepultura en el ce menterio local y con su muerte se extinguió el «oliborismo». (p. 103 y ss.).

prisión del general carMito raMírez3

El blanco en San Juan de las intrigas malévolas de sus ad-versarios políticos y de la desconfianza de los ocupantes era el general Carmito Ramírez. El general Carmito, con su in-menso presti gio en la región era sin duda el amo del Sur. Era un intelectual y un profesional. Un hombre de principios

3 V. Garrido, En la ruta, capítulo IV, pp. 109-111.

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democráticos y amante de su patria, capaz de combatir al in-vasor intruso con las armas en la ma no si hubiese dedicado a su trabajo en acatamiento de la consigna de cordura procla-mada como fórmula de conveniencia nacional por los mis mos políticos que con sus desaciertos y pasiones partidarias habían hundido la República en la noche de la Ocupación Militar. Sin embar go, los agentes de la autoridad militar americana, impresionados por los informes adversos de indignos domini-canos que llegaron a pintar le al general Carmito como un ban-dido que mantenía la amenaza olibo rista en la zona rural de la común de San Juan, un día le echaron ma no y lo recluyeron durante nueve meses como prisionero peligroso en la cárcel de la Fortaleza Ozama. ¿Qué pretexto hallaron para encarce-larlo? En los días de su aprisionamiento se comentó que él recibía armas de procedencia alemana para un alzamiento en combinación con elementos del Cibao y a la vez otra versión decía que el general Carmito había dirigido una circular a sus amigos a principios de la in vasión y que habiéndose robado una noche en su oficina una copia de esa circular, le fue cam-biada la fecha por otra reciente, y enviada al Gobierno por tres vías distintas para impresionarle desfavorable mente con-tra el general Carmito. Lo cierto era que el tiempo trans curría y que el general Carmito permanecía en la cárcel. Su padre el general Wenceslao Ramírez, decidió verse con el gobernador mili tar Snowden para averiguar la causa de la prisi6n de su hijo, y con esa finalidad se trasladó a la capital en donde logró entrevistarse con el Gobernador. Fue una entrevista dramática entre un hombre que demandaba justicia y otro hombre que representaba el tremendo poder de la nación sojuzgadora de nuestra soberanía. El general Wenceslao dijo al Almirante: «Soy antiamericano: pero he cooperado con Uds. creyendo que venían a enseñarnos a vivir de manera distinta a como hemos vivido. Deseo saber por qué está preso mi hijo». «De qué se asombra», respondió el Almirante. «Hemos hecho con su hijo lo que us tedes acostumbran a hacer»; a lo que el ge-neral Wenceslao contestó reprimiendo su desagrado: «Yo creí que ustedes habían venido a enseñar nos a vivir de otro modo; pero si es para hacer lo mismo que nosotros hacemos y peor

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que nosotros, no tenían a qué venir». Esta expresiva respues-ta impresionó al Almirante y a los funcionarios militares que le acompañaban y el Almirante invitó al general Wenceslao para una nueva entrevista en la mañana del día siguiente. El General se presentó a la hora indicada y el Almirante lo reci-bió con estas palabras: «He pensado acerca de lo que Ud. me dijo ayer; usted tiene razón. He orde nado que le entreguen a su hijo. Le agradezco la cooperación que nos está prestando en el Sur con su influencia». (p. 109).

concesión de agUa a the barahona coMpany4

El 24 de marzo de 1917, The Barahona Company, Inc., fue autorizada a gozar «de las franquicias acordadas a las empre sas agrícolas por la Ley de Franquicias agrarias del 26 de junio de 1911»; y el 27 de enero de 1919 solicitó permiso para tomar agua del río Yaque del Sur «hasta la cantidad de 21 metros cúbicos por segundo con el fin de irrigar sus tierras ubicadas en la provincia de Barahona». El Gobierno Militar el 31 de julio de 1919 acce-dió a lo pedido autorizando a The Barahona Company, Inc., «a tomar agua a razón de no menos de un litro por segundo para cada hectárea, has ta el monto total de no más de 21 metros cú-bicos por segundo del río Yaque del Sur para irrigar sus tierras», sujeta la compañía a diver sas responsabilidades y condiciones que se puntualizan en la resolu ción por la cual se le otorgó el permiso. Esta resolución la enten dió a su acomodo la compañía y pretendió aplicarla no sólo al Yaque del Sur, sino también a sus afluentes los ríos Las Cuevas, Río Enme dio y San Juan, aguijonea-da por la ambición de asegurarse sus 21 me tros cúbicos de agua por segundo, aunque perdiesen sus propietarios los habitantes de la cuenca del Yaque del Sur. Los agrimensores de la compañía comenzaron su trabajo de evaluación de las aguas penetran do sin ningún miramiento en las propiedades ajenas ubicadas en las márgenes del Yaque y cundió el temor y el clamor de protesta de los campesinos perjudicados.

4 V. Garrido, En la ruta, capítulo IV, pp. 111-113.

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Esta situación conflictiva creada por una compañía extran-jera favorecida por una resolución emanada de un gobierno militar ex traño que se había incautado de nuestro territorio por el empleo abu sivo de la fuerza, alarmó a la común de San Juan que se consideró ame nazada en sus esencias vitales si se la despoja de las aguas de sus ríos. En presencia de estos in-fortunados acontecimientos, el general Wenceslao Ramírez, para esos momentos el hombre del Sur más influyente en los círculos gubernamentales por sus servicios prestados a los ocu pantes en interés del mantenimiento del orden público y del sosiego de la familia sureña, tan indignada por el atro-pello cometido contra nues tra soberanía como el resto de la República, se dirigió por telegrama al Gobernador de turno en el Palacio Nacional, haciéndole saber que no le respondía de la paz en el Sur si The Barahona Company, Inc., no sus-pendía sus abusos contra las propiedades de los campesinos de la región. También se constituyó un Comité de Defensa de las Aguas del Sur inte grado por todas las personas importantes de la población de San Juan, el cual preparó un memorial en español e inglés destinado al Gobernador Militar. Para la en-trega de este documento a su destinatario, fue de signada una comisión que integraron los señores E. O. Garrido Puello, su presidente, y el Dr. Alejandro Cabral y don Carlos Marranzini, quie nes se entrevistaron con el gobernador Robinson y le ex-pusieron el con tenido del memorial y la gravedad de los he-chos que venían sucediéndose. El Almirante oyó con simpatía la exposición de los representativos san juaneros y les prome-tió una visita a San Juan para resolver lo proceden te sobre el campo mismo de los sucesos. Tal como lo había ofrecido, el Almirante fue a San Juan unos días después y en una conferen-cia celebra da en el local de la suprimida jefatura comunal con los componentes del Comité de Defensa y otros elementos de la ciudad, se discutió nuevamente la situación. Ante la actitud franca y responsable de los representantes más caracteriza-dos de la común que reclamaban que su caso fuera decidido con imparcialidad y justicia, parece que el gobierno ocupante tomó pro videncias encaminadas a la cesación de los excesos pues el estado de co sas imperantes desapareció, devolviendo

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la tranquilidad a los ánimos afectados por los atropellos de The Barahona Company, Inc. Después de la de socupación mi-litar, el gobierno del presidente Vásquez modificó dicha re-solución reduciendo la cantidad de metros cúbicos por segun-do de que podía disponer dicha empresa.

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Apéndice 3. Materiales históricos pre-vios e ideas para la investigación de las clases sociales en las estructuras agrarias del Suroeste (SJM). Aspectos técnicos y metodológicos1

introdUcción

El desarrollo de una investigación social con trabajo de campo en nuestro país, tiene dificultades ilimitadas, de tipo material y espiritual. Material, por cuanto sale costosa y es di-fícil conseguir apoyo de instituciones o personas. Espiritual, porque, al no tener tradición de investigación de campo, no disponemos todavía hoy de ca racterizaciones generalizadoras acerca del campesinado, el proletariado agrícola y las clases sociales rurales de nuestra formación social.

El trabajo crítico realizado en el país en el área de socio-logía agraria ha sido muy importante, aunque hay que reco-nocer que el mismo se ha efectuado principalmente sobre la base de documentos (censos, estadísticas y memorias, etc.), y no de la experiencia viva, como en otros países de América Latina.2 Solemos hablar de las posibilidades políticas y de la

1 Propuesta de investigación de Angel Moreta, Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, CERESD-UASD, Santo Domingo, 1986.

2 José Ricardo Roques, Sociología rural dominicana, Santo Domingo, mayo de 1980. El autor elabora una revisión panorámica general interesante acerca de la documentación bibliográfica más relevante existente sobre la

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organización del proletariado agrícola y del campesi nado, de la ideología de la burguesía agraria o industrial, de las cla ses rurales, pero todo ello lo hacemos fundamentalmente sobre una base documentalista.

Me inscribo entre aquellos que piensan que es necesario de que las ciencias sociales en República Dominicana dejen cierto nivel es peculativo en que se han mantenido y den un paso de avance en dirección al conocimiento de los procesos sociales en forma viva.

Ello no sugiere la puesta en acción de una práctica ciega y ateórica de carácter empirista. Al contrario, considero que cada problema objeto de investigación tiene que ser sustan-ciado inte gralmente en términos de un cuerpo teórico, pero no para que éste dictamine cómo tienen que comportarse los hechos, sino para que los hechos digan cómo se comporta la teoría. No para que la realidad brote de los conceptos o que sea «leída» con los conceptos, sino para que los conceptos broten de la realidad o sean leídos con ella.

En este sentido, partimos necesariamente de algunos planteos teóricos en torno al fenómeno de la proletarización rural, pero tendrá que ser la práctica misma, sinuosa y difí-cil, la que irá sugiriendo particularizaciones que no estaban contempladas en las categorías. Cada fenómeno social tiene sus particularidades históricas de acuerdo con el contexto en que se insertan. A menudo pensamos la realidad según «es-quemas», sin sopesar que éstos son obs táculos al conocimien-to. Pensamos, por ejemplo, esquemáticamente en las clases: burguesía y proletariado, sin buscar la variedad de fi guras socioeconómicas que las componen concretamente en cada región y la articulación específica que se produce entre ellas. Con esa actitud cerramos para la posibilidad de comprender las distintas clases que en un momento histórico determinado

agricultura dominicana. Una lectura aún somera de esta exposición mostra-rá la tendencia a que hacemos alusión.

El apéndice de Carlos Dore, «Breve revisión bibliográfica sobre estructura agraria dominicana», incluida en su libro Problemas de estructura agraria do­minicana, Santo Domingo, 1978, recoge, asimismo, en forma de listado, la documentación importante sobre estructura agraria dominicana.

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y en una microformación social dada actúan en el proceso de producción y circulación.3

Consideramos que estudios concretos de las relaciones de producción en la agricultura dominicana pueden aportar al conocimiento de las clases rurales, capitalistas y rentistas, como del campesinado y del proletariado agrícola. Sobre estas últimas no sabemos más que algunas determinaciones especulativas generales, carecemos de generalizaciones que estimulen y que en la prác-tica ayuden a formular ideas acerca de cómo debiera darse la organización del campesinado y del proletariado y cual debie-ra ser el sentido particular de sus luchas políticas, económicas e ideológicas.

planteaMiento y deterMinación del obJeto de la investigación

El presente material se plantea realizar un estudio concre-to, con trabajo de campo prolongado y con una base teóri-ca específica, sobre procesos de proletarización y desarrollo del capitalismo en una zona importante de la agricultura del Suroeste, la provincia de San Juan de la Maguana, la más gran-de y de mayor población de la región.

Ello envuelve el estudio de la dinámica que conduce a la generación del proletariado agrícola, las condiciones y meca-nismos de su reproducción social, sus relaciones estructurales en el campesinado, la burguesía agraria y la clase rentista; y los aspectos superestructurales, las formas de conciencia política

3 El romper estos esquemas paralizantes, por ejemplo, permitió llevar recien-temente en nuestra investigación, a una formulación más o menos hipoté-tica, pero con fundamento en la observación concreta, de la organización de las clases sociales en la agricultura de San Juan de Maguana, a la cual nos referimos en la hipótesis. «Yo creo que jamás hubiese podido formular un esquema de clases, transitorio por los demás, sin desarrollar un proceso concreto de observación.» En este sentido, preciso es que se puede afirmar, que los conceptos brotan de lo real, y no lo contrario; y que el trabajo de campo es una necesidad si de veras queremos avanzar más de lo que hemos hecho hasta ahora en el conocimiento de nuestra realidad concreta. Tal esquema hipotético será profundizado ampliamente en la investigación a desarrollarse en este proyecto.

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e ideológica que median el comportamiento de esta clase do-minada y de otras clases sociales.

Es de fundamental importancia el análisis concreto de la si-tuación global de las economías campesinas y del carácter de su vínculo estructural con el capitalismo de la región, para com-prender, no sólo las formas de explotación del trabajo campesino y el proceso específico de valorización del capital en base a ellas, sino el proceso de conformación del proletariado agrícola.

En nuestro encuadramiento teórico, la proletarización es resultante del proceso de separación de los trabajadores de sus medios de producción y su incorporación al régimen sa-larial, donde producen plusvalor; este fenómeno va siempre precedido de procesos de descampesinización y ambos en conjunto tienen que ser comprendidos en relación con el fun-cionamiento y expansión del capital en la agricultura.

Por tanto, en esta perspectiva se incluye fundamentalmen-te la observación de las condiciones históricas específicas de las economías campesinas, del desarrollo del capitalismo y de las clases sociales vinculadas a la agricultura en la zona investi-gada de que se trate.

La investigación privilegiará estos elementos concretos, sugeridos no sólo por la perspectiva teórica, sino también por una experiencia preliminar de campo que se ha venido realizando. Esta última muestra, en efecto, que no es posible analizar procesos de proletarización en el agro sin entender previamente a la dinámica que se produce en la relación de las economías campesinas con el desarrollo del capitalismo; y éste último, a su vez, remite necesariamente a la investigación de las clases rurales en la zona concreta en que el observador se encuentre estudiando aquel fenómeno.

Por tanto, la práctica misma de investigación convalida un entramado que ya está relacionado en la teoría. Y el proletaria-do agrícola aparecerá como una clase social que no puede ser estudiada de manera inmanente, sino en sus interrelaciones y subordinaciones con las demás clases sociales de esa zona; para comprenderlo y explicarlo mejor, hay que ver la serie de vinculaciones con el campesinado, la burguesía agraria y los rentistas terratenientes, pues donde hay proletariado agrícola

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tiene que haber necesariamente capitalismo agrario: son dos polos de una misma contradicción.

Es una tarea de gran importancia hacer fino el análisis para descubrir concretamente los distintos elementos que lo cons-tituyen localmente, cada uno con características económicas e ideológicas diferentes.

Pensamos con frecuencia que el proletariado rural, al igual que el campesinado, forma un todo homogéneo, y no es así. Por ello, no puede ser a partir de los censos y estadísticas, mediante un procedimiento puramente deductivo, como va-mos a establecer capas y sectores de esta clase, sino a través de la observación concreta. Al hablar del proletariado agrícola generalmente pensamos en obreros como los braceros de la caña, por ejemplo, sin sospechar que hay una complejidad co-rrespondiente a un fenómeno más rico que las esquematiza-ciones corrientes que obstaculizan su conocimiento.4

El proletariado agrícola es una clase compleja y heterogé-nea, que incluye una variedad de figuras socioeconómicas, con condiciones de reproducción y comportamientos ideo-lógicos sumamente diferentes: desde el obrero agrícola que se reproduce exclusivamente con el salario hasta trabajadores que combinan ésta con su participación directa estacional en la producción parcelaria.

sUbsUnción del trabaJo al capital

En análisis de la relación específica de las economías cam-pesinas y el capitalismo, necesario para estudiar el proceso de proletarización agrícola, el concepto de subsunción del traba-jo al capital, expuesto por Marx en el Capítulo VI inédito, es de gran importancia. Permite comprender el vínculo de asimila-ción de formas no capitalista a la racionalidad del modo de producción dominante y que la reproducción de esas formas depende completamente de su subsunción a las leyes que ri-gen la reproducción del modo de producción en su conjunto.

4 Luisa Paré y otros, Polémica sobre las clases sociales en el campo mexicano, México, 1979; Héctor Díaz Polanco, Agricultura y sociedad en el Bajío, México, 1984.

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Si bien Marx lo aplicó a situaciones en que el capital pasa a controlar directamente el proceso productivo, se ha aplicado también a casos en los cuales se verifique un proceso de explo-tación del trabajo por el capital en sentido general. El carácter decisivo de la subsunción en su aspecto formal es que la lógica del valor de cambio se impone sobre el valor de uso y la fuerza de trabajo se transforma en mercancía. Desde esta óptica la subsunción se puede comprender como subordinación al ca-pital del sistema campesino, a través del mercado como esfera de dominación controlada por el capitalismo.5

La subsunción de la producción campesina asume diversas formas, pero la más nítida es la subordinación al mercado de bienes y de dinero, y al mercado de trabajo. El mercado es una esfera de dominación de las formas no capitalistas por el capital, esfera a la cual se subsume para lograr su propia reproducción.

Una lógica de intercambio desigual se instala en el vínculo del campesinado con el mercado capitalista con importantes consecuencias para la proletarización de la fuerza de trabajo en la agricultura, pues dicho vínculo se traduce en una per-manente desacumulación de la producción campesina a favor del capital global en su conjunto. El campesino, mediante un complejo proceso (que no podemos exponer aquí) es llevado a situarse en una crisis estructural permanente contra la cual lucha para lograr las condiciones mínimas de su equilibrio económico, y a vender su fuerza de trabajo en los términos de intercambio desigual, esto es, por un precio que está por de-bajo de su valor de cambio. (Aquí se plantea una estimulante discusión teórica con motivo de la tesis de C. Meillassoux, las que permiten ver la economía campesina, y en ella al semipro-letariado, como un ejército de reserva para el capital).

El mercado, en consecuencia, es un factor de empobre-cimiento progresivo del campesinado, pues en él funcionan mecanismos de intercambio desigual a través de los cuales el capital succiona parte del valor creado en la producción. Esto

5 R. Bartra, La explotación del trabajo campesino por el capital, capítulo II, México, 1979; W. Lozano, «Campesinos y proletarios en el desarrollo capitalista de la agricultura», Realidad Contemporánea, Nos. 8-9, Santo Domingo, 1979.

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genera un proceso de descomposición gradual que es reforza-do por mecanismos como la formación de la renta diferencial, esto es, la baja productividad de una unidad campesina.

descaMpesinización y acUMUlación

Si la subsunción del trabajo campesino al capital fija una relación de explotación que desgasta a largo plazo la pequeña producción, la descampesinización puede ocurrir como resul-tado de procesos de expropiación (la vía de la acumulación originaria) o de la acumulación capitalista (la vía de la repro-ducción ampliada).

En el primer caso puede sobrevenir la destrucción de la eco-nomía campesina; y en el segundo, destrucción, funcionaliza-ción o, en todo caso, procesos de descomposición de diverso grado y ritmo, consecuencia de la subsunción de la economía campesina de las leyes del modo de producción capitalista.

Hay una relación estrecha entre ambos tipos de acumula-ción y en los últimos años se han sugerido hipótesis que plan-tean una acción combinada de ambos en las condiciones del subdesarrollo.6 Una de las contradicciones del capital es la co-existencia de ambos tipos, que se expresa en una dialéctica de disolución-reproducción de las economías campesinas.

En la vía de la «acumulación capitalista», el capital subor-dina la producción campesina a las exigencias de la reproduc-ción ampliada y la disolución se produce únicamente como efecto de la erosión gradual a que aquella es sometida. El re-productor campesino, de esta manera, es arrastrado a vincu-larse estructuralmente con el capitalismo y a depender cada vez en mayor medida del incremento de su fuerza de trabajo y llegará un momento, tal vez remoto, en que la venta de esa mercancía ocupará un lugar principal en relación a sus me-dios de producción.

La investigación de campo hará posible relacionar y descu-brir factores concretos, locales y regionales de proletarización

6 R. Bartra. La explotación.

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vinculados a la subsunción, la acumulación originaria o repro-ducción ampliada del capital.

¿por qUé proletarización rUral en el sUroeste (sJM)?

a) El tipo de análisis que estamos sugiriendo en términos de relacionar las economías campesinas con las formas de acu-mulación y de subsunción del trabajo campesino al capital, conduce concretamente, al menos en términos de mi expe-riencia de campo, «a la observación del fenómeno de las cla-ses agrarias y la teoría de la distribución de la ganancia media entre las clases capitalistas vinculadas a la agricultura». Por tanto, a las contradicciones que se producen entre ellas por la apropiación del excedente del trabajo campesino y de los obreros agrícolas y semiproletarios.

De esta forma se podrán ir relacionando, a partir del tra-bajo de campo, los elementos explicativos del proceso de proletarización y de conformación de un proletariado agrí-cola en una rama dada de la producción agropecuaria. San Juan de la Maguana es una microformación social caracteri-zada por relaciones de producción que forman un todo des-igual y combinado con dominancia de relaciones capitalistas y predominio numérico de economías campesinas con una proporción considerable de población liberada de los me-dios de producción en condiciones de proletarización y pau-perización. Es posible que aquí se produzcan las más altas tasas de explotación del Suroeste, pues hay una agricultura capitalista intensa que encuentra condiciones propicias de acumulación debido a la abundante fuerza de trabajo prole-taria y semiproletaria, y a un campesinado mercantil de sub-sistencia que genera en la zona un porcentaje considerable de producto agrícola, subordinado al modo de producción capitalista en la circulación (crédito, tecnología, bienes de subsistencia industriales) y en la producción (agroindus-trias, etc.).

La agricultura de la zona tiene una serie de contradiccio-nes que son reflejo de las «características estructurales de la

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agricultura dominicana», esto es, monopolio de la tierra y los recursos productivos, desgaste gradual de las pequeñas explotaciones mercantiles, procesos de proletarización, de superexplotación, de la fuerza de trabajo proletaria y semi-proletaria (incluyendo mujeres y niños); proceso creciente de transferencia de valor desde la pequeña producción hacia ciertas fracciones de la burguesía agraria y el capital indus-trial, (elevación constante de los precios de los productos industriales y rebaja de los precios de productos agrícolas); mecanismos inflacionarios, usuarios, de financiamiento y comercialización de las diversas fracciones de la burguesía que descapitalizan el campo a costa del pequeño y mediano productor.

El empobrecimiento creciente de la población rural se tra-duce en bajísimos niveles de vida de hombres, mujeres y niños y en una migración continua campo-ciudad. A todo ello se le agrega un desarrollo desigual entre economía campesina y agricultura capitalista en cuanto a niveles de productividad, de acumulación, de desarrollo técnico, renta diferencial, uso de fuerza de trabajo asalariado, etc.

eleMentos del proceso descaMpesinizador

En la actualidad, gran parte de las economías campesinas de la zona están subordinadas al capitalismo, lo que genera un proceso de diferenciación cuya magnitud no se ha observado, pero que se presume en el desarrollo de una burguesía agraria y un proletariado agrícola que coexisten con el campesinado todavía no diferenciado con claridad hacia uno de estos dos extremos, aunque tal situación no excluye de ningún modo una crisis estructural de dichas economías.

La explotación del proletariado es realizada por burgueses agrarios más o menos modernizados, y la de los campesinos principalmente por los capitalistas de factorías y agroindus-trias, y por burgueses mercantiles. Lo que implica pensar que el sistema de explotación campesina por métodos de aparce-ría, métodos que en la práctica contribuyen a la contención de

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la proletarización, ha ido perdiendo importancia en la zona, aunque subsiste todavía.

Existe un peso importante en la zona del semiproletariado, familias precarias que engrosan el ejército de reserva para el capital, que compra esta fuerza de trabajo por debajo de su valor de cambio y además no carga con el costo de la repro-ducción total de la misma, dado que ésta se produce fuera de la relación capitalista. Ello así porque casi siempre la sub-sistencia del campesino pobre semiproletariado no depende exclusivamente del salario que perciba eventualmente, sino que éste viene a ser un componente de su ingreso total.

No sabemos todavía hasta donde los campesinos precaristas pobres incapaces de superar su nivel mínimo de subsistencia y debido a su falta de medios para adquirir más y mejores tie-rras y para mejorar su proceso de producción, serán alcanza-dos inmediatamente por la tendencia a la pulverización de sus propiedades o hasta donde sobrevivirán como parias, toman-do en consideración que muchos viven en tierras áridas y de mala calidad en las cuales el capital no tiene interés ni puede operar en condiciones de ganancia media.

Pero lo que sí parece probable es que, dada la expansión capitalista en la agricultura de esta zona, que ha ocupado ya las mejores tierras con renta diferencial, «hay ya un proceso tendente al incremento del proletariado agrícola, con funda-mento en varias causas conjugadas, que actúan con intensidad diversa» como la pulverización por vía sucesoral (en San Juan las familias rurales son largas y el patrón de herencia tiende a la pulverización); la expropiación, fraudulenta o no; la com-petencia capitalista; la diferencia entre el incremento demo-gráfico y la capacidad de absorción de mano de obra por la unidad campesina; por la acción de una estructura de poder ya tradicional y el control que ejercen terratenientes y burgue-ses agrarios de las mejores tierras y demás recursos, sin contar los efectos negativos de fenómenos naturales adversos, que se suceden periódicamente (sequías, pestes, inundaciones, ciclo-nes, etc.).7

7 L. Paré, Polémica; H. Díaz Polanco, Agricultura.

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En sentido general, a esos factores de descampesinización hay que agregar la pérdida de animales, máquinas y aperos de mano del capital usurario y comercial, por motivos de poder, chantaje y engaño; la ruina creciente del pequeño reproduc-tor como consecuencia de la competencia y de la subsunción del trabajo campesino al capital; la erosión gradual y el estan-camiento de la unidad campesina, etc.

Otros elementos constitutivos del proceso de descampesi-nización son los siguientes:

El mecanismo crediticio1. : es muy frecuente el caso de pe-queños productores que hipotecan sus propiedades (los abogados notarios que radican en la ciudad dan cuenta de esta situación). El sistema de suelos:2. los capitales agrarios ocupan las tierras más fértiles del valle, mientas los pequeños productores se mueven hacia las zonas más áridas y montañosas. El sistema de riego:3. incide de manera determinante; en el valle se ha podido desarrollar un capitalismo agrario, en parte, gracias al riego. La participación hereditaria:4. si un padre posee 80 tareas y tiene 8 hijos, al morir a cada uno de ellos le tocarían 10 tareas, cantidad que se encuentra en desventaja para poder subsistir en competencia con las demás fincas de mayor tamaño y mejor tecnología. Tecnología:5. constituye un agente importante en el pro-ceso de desgaste debido a sus costos de producción. En contraposición el capital compra tecnología más barata (la compra al por mayor y en efectivo) a las casas fabri-cantes y obtiene mayor productividad.

Intercambio desigual: el campesino concurre a un merca-do de capitalistas del cual depende y compra mercancías por un valor mayor de los valores recibidos al vender sus produc-tos agrícolas.

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la prodUcción caMpesina y la valorización del capital

La producción campesina es de subsistencia y mercantil; tiene su hábitat hacia el sur, zona árida; hacia el norte, zona montañosa, con lluvias estacionales y hacia el oeste el valle. Tiende actualmente a ser economía mercantil especializa-dora en cultivos alimenticios e históricamente se ha venido retirando de la zona irrigada hacia los límites del valle. La tendencia a la especialización productiva que se observa pue-de interpretarse provisionalmente como una manera de in-serción en el mercado capitalista, reforzada por la necesidad del crédito y la tecnología, elementos éstos del proceso de trabajo arrocero que obtienen de los capitalistas de factorías y de los burgueses mercantiles que controlan la circulación de mercancías agrícolas.

La producción campesina, a través de aquellos elementos, se orienta así a donde interesa el capital, hasta el punto de que podría hablarse del campesino como una especie de «asa-lariado» del capitalista. El crédito otorgado por las factorías, agroindustrias y burgueses mercantiles es un elemento impor-tante de la valorización del capital.

Los burgueses mercantiles financian también, mediante entregas y adelantos periódicos, gastos del proceso de traba-jo campesino, ya no en arroz solamente, sino en otros culti-vos alimenticios de gran demanda en el mercado de bienes agrícolas.8

Cada una de estas fracciones del capital merece un estudio en profundidad para descubrir la lógica de la explotación del campesinado y del proletariado agrícola, acorde con posibles mecanismos locales y regionales de acumulación.

Otra fracción importante son los capitalistas agrarios que explotan directamente a los obreros y jornaleros agrícolas y

8 Los burgueses mercantiles están organizados en una asociación de comer-ciantes de frutos; es tal vez el único caso en todo el Suroeste. En el docu-mento de la Secretaría de Estado de Agricultura, Diagnóstico del sistema de mercadeo agrícola, Santo Domingo, p. 69, se dice que a pesar de las condicio-nes altamente desfavorables del crédito no institucional «la casi totalidad de los pobladores en zonas de pequeños cultivadores de arroz, recurren a esta fuente de financiamiento, atraídos por la facilidad con que se conceden».

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obtiene altas tasas de plusvalor sobre la base de la explota-ción de fuerza de trabajo asalariada. Explota esta burguesía las tierras más productivas del valle, con renta diferencial, y utiliza grandes cantidades de obreros agrícolas, jornaleros y echa días. Muchas de esas tierras son de la clase rentista o te-rrateniente, arrendadas a éstos y a productores no campesinos y a una cierta pequeña burguesía agraria con posibilidades de acumulación.

Forman la fracción más poderosa, junto con la burguesía de factorías.9 Algunos capitalistas de factorías son también empresarios arroceros. Cuando ambas figuras coinciden por-que son al mismo tiempo propietarios de tierras arroceras, generalmente con renta diferencial, hacen el papel de terra-tenientes. El terrateniente está definido por un ingreso: la renta de la tierra como superganancia específica de la agri-cultura (Marx le llama «forma de plusganancia»). El atributo de terratenientes pertenecerá a quieres se apropien de este ingreso.

En ese sentido, los capitalistas agrarios que se apropien de este ingreso son herederos del carácter de terratenientes, por tanto, tienen altas tasas de acumulación, pues en este caso es-pecífico presumimos que reciben: la ganancia media (inclui-da en el precio medio de producción), la superganancia de la renta diferencial y la renta de la tierra como superganancia específica de la agricultura.

El capitalismo de factorías y agroindustrias utiliza la eco-nomía campesina arrocera para valorizarse a través de la cir-culación. El proceso de trabajo campesino funcionaría como proceso de producción para el capital, que además explota fuerza de trabajo en su propio proceso agroindustrial.10

9 En ella se juntan actividades comerciales (venden mercancías para consu-mo agrícola) y financieras (mercancía dinero). Algunos son empresarios agrícolas dueños de tierras con buena renta diferencial.

10 La Manicera recibe la producción al campesino al final de la cosecha y des-pués de descontarse el costo de las semillas y el dinero adelantado a crédito, le entrega el sobrante. En caso de que el productor pierda la cosecha y se endeude con la empresa, puede suceder que la compañía vuelva a prestarle nuevamente para que inicie un nuevo proceso de producción y pueda pa-gar, «o que lo someta a la justicia y lo tome preso»...

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La tendencia estructural, pues, en lo relativo a las economías campesinas, apunta en el sentido de una articulación y subor-dinación al capitalismo de factorías y de agroindustrias, y al capital comercial acaparador, tanto en cultivos no alimenticios como en cultivos alimenticios especializados. Pareciera que es-tas fracciones del capital compran una producción que «sacri-fica» la renta de la tierra, y hasta la ganancia media en muchos casos, fenómenos que habrá que determinar empíricamente.

El sector campesino mercantil aparece como funcional al proceso de acumulación del capital agroindustrial, incluyen-do aquí a Lavador y La Manicera; si este campesino arrocero dejara de existir económicamente, es probable, cosa que la investigación tiene que determinar, que tal situación se con-vierta en un factor de no acumulación.

De cualquier forma, la investigación deberá establecer concretamente a través de qué mecanismos la mayor tajada del plusvalor en la zona se la llevan los capitalistas agroin-dustriales (sobre la base de la explotación del campesinado arrocero, manicero, etc.), los capitalistas agrarios (sobre la base de la explotación de jornaleros y echa días semiproleta-riados) y subsidiariamente, los terratenientes, que perciben la renta del suelo, aunque aquellos, comparados con éstos, perciben, como se sugiere arriba, otras superganancias.

Otros elementos del proceso de producción contribuyen al deterioro de los productores campesinos mercantiles. Los costos de la producción por ejemplo, como un aspecto concre-to de la subsunción del trabajo campesino al capital, aparecen como un factor de primer orden para el desgaste y el déficit progresivo de la unidad de producción mercantil campesina.11

11 Un estudio de costos de producción del maíz, realizado por el «Bloque de Asociaciones Campesinas de Las Matas», tomando como base el maíz y la habichuela, demostró a los funcionarios de INESPRE y SEA, que los pro-ductores campesinos viven sometidos al déficit constante. El estudio sobre el maíz demostró que el costo de la producción por tarea es de RD$24.61, tomando en cuenta las actividades e insumos del producto, recolección, desgrane, ensacado y transporte. En condiciones óptimas de productividad promedio (esto es, de 2.5qq. por tarea) cada campesino tendría una pérdi-da de RD$2.73 por tarea. Si tiene 30 tareas, el déficit sería de RD$81.90 por cosecha.

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Los costos de producción son cada vez más crecientes y en su lucha constante por enfrentarlos, el campesinado opta por incrementar la cuota de trabajo familiar en el pro-ceso de producción y además disminuir en éste el compo-nente tecnológico. De ahí que actualmente tienda a dejar variedades modernas de cultivos de arroz por variedades tradicionales.12

Dichos costos sujetan cada vez más a las pequeñas explo-taciones al capital de préstamo, comercial y agroindustrial, llevándolas al déficit permanente, que puede ser funcional al proceso de valorización, según presume este proyecto.13

En los últimos años se ha venido expresando la tendencia a la venta de tierras al capitalista circundante, proceso conco-mitante a otros de igual carácter descampesinizador, como las ventas por endeudamiento y por herencia.14

En términos generales, el campesino se resiste a dejar de existir como productor autorreproductivo porque objetiva-mente sabe lo difícil que le resulta ubicarse en otra rama de la producción; por ello utiliza mecanismos de defensa que no se conocen todavía en las distintas regiones del país, pero que más o menos podrían sugerirse como los siguientes, al menos para la zona en cuestión: superexplota su trabajo y el de su familia, vende su fuerza de trabajo a ratos, emplea variedades que requieren menor uso de tecnología para abaratar los cos-tos de producción, aún tenga menos productividad, se adapta al mínimo fisiológico de subsistencia, etc.

12 «El arroz ha sido uno de los cultivos que mayores progresos tecnológicos ha sufrido en los últimos 8 años.» Semillas mejoradas, yerbicidas, pesticidas, fertilizantes, semilleros en cajas, motocultores para siembra por transplante, microcombinadas para trillar, ventear y envasar. Es un cultivo, además, cuyas áreas de siembra, productividad promedio, etc. van en aumento en el país, con un mercado seguro más o menos estable.

13 Las exigencias tecnológicas crecientes representan un factor de competitivi-dad con el capital que estratégicamente pone en desventaja a los producto-res campesinos. Actualmente, hay un proceso de retorno no sólo al alquiler del buey, sino también a la siembra de variedades tradicionales que tienen menor productividad pero exigen menos tecnología.

14 En el Tribunal de Tierras de San Juan de la Maguana, por ejemplo, sola-mente en 1982 entraron más de 18,000 casos, divididos en tres categorías principales: ventas, solicitudes de legalización y herencia.

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Y de hecho, en términos teóricos, al menos en lo concer-niente al capitalismo como modo de producción, las econo-mías campesinas tienen posibilidades inseguras de generar un valor excedente que les permita acumular debido casi siempre, en dependencia de factores históricos relativos, a la tecnología tradicional utilizada, los costos de producción, la organización individual, la escasez de recursos, la atadura a circuitos comerciales no ventajosos, la mala calidad del suelo, la carencia de riego artificial, la erosión, los factores naturales adversos, etc.15

En la zona los campesinos libran luchas a través de sus organizaciones. Un apartado de las investigaciones dedica-do al análisis de sus demandas, reivindicaciones, escisiones y contradicciones puede evidenciar probablemente cómo los mismos todavía no alcanzan a ver al capital como su enemigo fundamental común, al igual que el proletariado agrícola, cuáles son las causas de ello y qué implicaciones permeabilizadoras tiene para la estructuración del movi-miento campesino.

En sus luchas y demandas, las organizaciones campesinas incluyen una categoría llamada «campesinos sin tierra», que son campesinos pobres semiproletariados y jornaleros echa días que se ganan la vida vendiendo su fuerza de trabajo. En este caso, como en otros, las asociaciones de campesinos re-presentan a obreros agrícolas en el plano político y en la lu-cha por reivindicaciones propiamente campesinas. Por ello, a esta investigación le merecerá todo un esfuerzo tematizar empíricamente la problemática del «campesino sin tierra» y sus implicaciones en el plano ideológico y político.

En la actualidad, la lucha de los campesinos precaristas es por su subsistencia como campesinos, mientras la de los

15 L. Paré, Polémica. «Pero, aún cuando el valor generado sea suficiente, esto no es pagado

en el mercado, por lo que puede decirse que es un valor que transfiere a otros sectores de la economía. Debido a que se halla inmerso en una economía monetaria, en donde el intercambio de valores se plasma en precios..., el campesino no alcanza a cubrir sus propios costos, por lo que intercambia sus productos por manufacturas de origen industrial de ma-nera desventajosa.»

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campesinos mercantiles es por sus condiciones de producción y por su mantenimiento como tales. Los primeros luchan por tierra (y aquí coinciden con el proletariado agrícola) y los se-gundos por la reproducción de sus condiciones de produc-ción. Y en esta lucha arrastran al proletariado agrícola y lo representan en el plano político.

Esto no implica evidentemente en afirmar que tanto el asa-lariado como el campesino hayan comprendido cuáles son las salidas que les ofrece su condición de explotados, ni que ha-yan visto que se encuentran frente a una relación común que tiene por «amo» al capital.16

el proletariado agrícola y otras clases sociales

En las hipótesis de este proyecto se propone, a ser estudia-do en profundidad, un cuadro de las clases sociales existentes en la zona, basándonos en un proceso preliminar de observa-ción de campo que ha venido realizándose. Dentro de él, un proletariado agrícola ya conformado como fenómeno hetero-géneo constituido por diversas figuras socioeconómicas, que se desglosan en el apartado dedicado a exponer las «fuentes» de construcción del dato de esta investigación.

La transformación de las economías naturales autárquicas en economías parcelarias mercantiles, la generación de una clase obrera rural y la conformación de una burguesía agraria y ganadera sobre la base del arrendamiento y posesión de pro-piedades terratenientes, es ya un proceso en vías de consolida-ción histórica en la región.

El modelo de Kautsky y R. Luxemburgo, que da cuenta del proceso de disolución por el capital de la economía autárqui-ca y del proceso subsecuente de conformación de economías campesinas mercantiles vinculadas a un mercado capitalista, y la generación de un proletariado agrícola, es útil para com-prender las transformaciones habidas en la agricultura de la zona.

16 C. Faure, «La producción campesina y la producción capitalista», Estudios Sociales Centroamericanos, Costa Rica, abril de 1976.

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El nuevo proceso es, que prácticamente en la zona del valle en los últimos años, se abre un período en la cual se intensi-fica el desarrollo capitalista de la agricultura, y la economía campesina arrocera va siempre desplazada geográficamente hacia otras zonas.

El valle comprende la zona irrigada, hacia el este y el oeste abarcando las mejores tierras, donde hay cultivos especializa-dos: arroz, habichuela, sorgo, pastos y ganadería. Tierras de buena fertilidad y con infraestructura, por tanto con renta di-ferencial I y II.

Las evidencias sugieren la existencia de una clase rentis-ta definida por lo que se podría aquí recurrir al modelo de Marx de la transformación de la renta en dinero, en el cual el capital se subsume directamente en el trabajo agrícola.17

En el modelo, la renta era la forma más normal del plusva-lor; se modifica ahora su naturaleza y pasa a ser un excedente del plustrabajo por encina de la forma de la ganadería, de la cual se apropia la burguesía. Ahora el capitalista, «converti-do en verdadero comandante de trabajadores agrícolas y el explotador real de su plustrabajo», extrae directamente todo el plustrabajo (la ganancia y el excedente por encima de la ganancia), lo percibe en la forma del plusproducto total y lo convierte en dinero. «Ya sólo queda una parte excedente de este plusvalor extraído por él, en virtud de su capital y por explotación directa de los obreros rurales, la que cede como rente al terrateniente.»

«A esta transformación corresponde una paulatina trans-formación en el modo de producción, pues el arrendatario ca-pitalista produce el producto agrícola como mercancía, mien-tras que antes sólo el excedente por encima de los medios de subsistencia se transformaba en mercancía.»18

El arrendatario capitalista de la tierra, que produce renta «en el sentido moderno», según Marx, la existen-cia de una clase rentista tradicional, de una burguesía agraria modernizada y de grandes cantidades de obreros

17 Marx, El Capital, tomo 8, 10ma edición, (Trad. Pedro Scaron), México, 1982, p. 1016 y ss.

18 Marx, El Capital, p. 1017.

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asalariados en la agricultura, nos hace tener en cuenta el modelo mencionado.

Dicho arrendamiento, además de que cumple la función de encubrir la concentración latifundista de las mejores tie-rras, cumple una función ideológica de primera importancia a favor de la burguesía agraria, pues le permite a ésta y a sus representantes en el plano ideológico y de intereses hablar y manejar la tesis de que en SJM existe una «reforma agraria natural».

Esta tesis ideológica pone como antihistórica la lucha por la tierra y la reforma agraria y le quita sentido, por tanto, a una de las demandas principales del campesinado pobre y del proletariado agrícola en la zona.

La clase terrateniente conforma hoy en la zona una clase rentista parasitaria que percibe la renta de la tierra y se pre-sume invierte en ramas y sectores fuera de la agricultura. Esta clase rentista se formó hacia varias décadas, entre la Primera Intervención Norteamericana y el advenimiento de Trujillo, mediante mecanismos fraudulentos y mensuras catastrales engañosas efectuadas por un agrimensor empírico que en la época midió todas las tierras del valle y las repartió entre al-gunas familias, hoy bien conocidas, las cuales, en los últimos años, han abandonado la producción directa. Forman una clase rentista que participa de la garantía media que produce el capital agrario mediante la explotación de grandes contin-gentes de fuerza de trabajo asalariada.

El estudio de las condiciones de formación de esta clase es importante para la «historia de la formación de la propiedad territorial en el país», la cual tiene características regionales diferentes en la formación social.

El proletariado agrícola de la zona es una de las clases más ex-plotadas por los capitalistas agrarios y ganaderos, que pasan sala-rios que no se corresponden con el valor de la fuerza de trabajo en la zona. El capital no solamente paga por debajo de su valor, sino que además no retribuye la destreza que tiene el obrero agrícola desde el punto de vista del proceso de trabajo específi-camente arrocero. Hay niveles de calificación de este proceso, y las mujeres y los niños, cuya experiencia el capital aprovecha sin

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haber gastado valor alguno en su «formación», rinde jornadas de trabajo sumamente baratas para el capitalista.

En este proyecto la categoría de superexplotación de la fuerza laboral será manejada para el análisis de la reproduc-ción social del proletariado agrícola.

En el plano político, los obreros agrícolas, jornaleros y echa días se dejan representar por el campesinado; no perciben to-davía al capital como su enemigo principal. La investigación se propone profundizar las causas concretas de esta situación así como en los principales obstáculos que operan negativamente para su organización, que son diversos y de variada índole.

Los trabajadores intuyen que ellos «viven mal», pero no es-tán conscientes del grado de explotación a que están someti-dos por el capitalismo agrario. Ello representa un factor polí-tico e ideológico favorable y significativo para la acumulación capitalista, además de un «obstáculo concreto a la sindicaliza-ción». En estas condiciones, no les pueden arrancar ningún tipo de prestación laboral al capitalista, quien se ve libre para arrebatarles una masa de plusvalor absoluto limpio de cual-quier mediación.19

la consciencia política e ideológica

La investigación de la consciencia ideológica y política es subsidiaria en esta investigación, pero de gran importancia para definir el carácter de clase del proletariado, el semi-proletariado y el campesinado, además de la burguesía agra-ria de la zona. Pensamos que la clase obrera rural no está plenamente definida en la medida en que en ella hay una

19 Localmente, se produce una máxima garantía para los terratenientes. Junto con la burguesía agraria y agroindustrial forman un poder local fuerte con base de sustentación en los cuerpos armados.

El poder de la burguesía agraria se manifestó en la coyuntura de febrero de 1982, con motivo de las ocupaciones campesinas; esta clase elaboró una lista de personas que debían ser perseguidas y así se hizo. La demagogia agraris-ta guzmanista se tradujo en un endurecimiento de la represión y en la crea-ción de enemigos no fundamentales como objetivos de lucha impuestos al campesinado: Tal fue la persecución contra los comerciantes corredores.

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presencia de semiproletarios, y la frontera con el campesina-do no ha sido totalmente borrada.20 La investigación puede arrojar luces sobre este problema, del cual interesa estudiar si hay cambios en la consciencia social de los asalariados agríco-las en el sentido de una debilitación de rasgos campesinos o una pronunciación de los elementos proletarios en la medida en que se desarrollan los procesos de descampesinización y proletarización.

Esto exige constatar hasta qué punto el semiproletariado tiene, por ejemplo, una consciencia política diferente al cam-pesinado y al proletariado debido a su situación objetiva de productor independiente y asalariado. Este aspecto es relevan-te desde el punto de vista de la organización sindical, dado que presumimos que el semiproletariado tiene un peso en las relaciones de producción del campo dominicano.

Un análisis de este proceso superestructural puede ofrecer señalamientos útiles para aclarar las posibilidades y el carácter de la organización de los asalariados rurales.

Conforme el esquema de las clases rurales propuesto por L. Paré,21 distinguimos como clase diferente a los trabajadores totalmente proletarizados (que no mantienen la propiedad de la tierra), los campesinos productores independientes que se producen gracias a su tierra y los trabajadores parcialmente proletarizados (semiproletarios).

Los primeros participan de relaciones de producción ca-pitalista en la agricultura. Los segundos, pese a su carácter mercantil, se ubican en formas productivas y relaciones de producción no capitalistas que se articulan de manera su-bordinada y desigual con el modo de producción capitalista, «que lo domina y explota en la medida de su grado de de-sarrollo» y según diversos mecanismos de acumulación. Los terceros, trabajadores semiproletarizados, comparten la do-ble condición de campesinos (en su rasgo de productores in-dependientes) y de proletarios (en su carácter de vendedores de su fuerza de trabajo).

20 Roberto Cassá, Modos de producción, clases y luchas políticas, Santo Domingo, 1977.

21 Luisa Paré, El proletariado agrícola en México, capítulo II, México, 1980.

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Estas características materiales conllevan diferencias signi-ficativas en el plano de la consciencia, conforme a una dialé-ctica base, superestructura que hay que tener presente para comprender cómo cada fracción de los asalariados rurales percibe sus intereses y mide sus aspiraciones.

Desde el punto de vista económico e ideológico median importantes diferencias entre proletariado, semiproletaria-do y campesinado que nuestra investigación deberá tener en cuenta para interpretar sus proyectos clasistas y su comporta-miento político.

iMportancia de la propUesta

Con ésta se refuerza lo que es apenas germinal en la UASD: la investigación social con fundamento en el trabajo de campo acerca de relaciones de producción en una región determina-da y una zona específica de la agricultura dominicana.22

Deshilvanar relaciones de producción en una zona especí-fica, determinar mecanismos regionales de acumulación, de proletarización y descampesinización; procesos concretos de articulación y conformación de las clases sociales agrarias, in-cluyendo el proletariado agrícola, es una tarea inmediata muy importante para continuar profundizando en el conocimien-to de nuestra formación social.

El resultado tendrá que ir en la dirección de explicar el proletariado agrícola y el proceso de desarrollo del capitalis-mo en una región determinada del país, necesario para futu-ras e imprescindibles caracterizaciones generalizadoras.

Es urgente que la sociología rural se dirija al cam-po. El trabajo hasta hoy realizado por las ciencias socia-les lo caracterizamos más atrás, como fundamentalmente

22 Germinal digo por cuanto han sido pocos los proyectos que se fundamen-ten en la investigación de campo, con excepción de las investigadoras Isis Duarte, Lusitania Martínez, Martha Davis, etc. No es un defecto de los pro-yectos, sino una etapa histórica de la investigación social en el país. Además, producto también de las condiciones materiales escasas que brinda la UASD y el Estado para el trabajo de investigación de campo.

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documentalista; el mismo ha sido muy importante para el desarrollo del conocimiento de la agricultura, pero en la actualidad se hace necesario, además, alfabetizarnos en la realidad concreta de nuestras relaciones agrarias e interro-garlas directamente.

El proyecto tiene un gran significado desde el punto de vista de que permitirá hacer posible la iniciación del conoci-miento concreto de uno de los fenómenos cruciales de la agri-cultura dominicana, del procesos de proletarización, acerca de los cuales existe hasta hoy escasa investigación con trabajo de campo.

La realización del proyecto hará variable, en el plano ideo-lógico y político, el lanzamiento de respuestas relativamente sólidas al problema de por qué hasta hoy no se han formado organizaciones sindicales del proletariado agrícola dominicano y por qué los intentos de representarlo o representarse se han dado a través de las organizaciones del campesinado.

obJetivos globales y específicos

globAles:

Aportar al conocimiento de las clases sociales rurales de la formación social dominicana en general, y en particular del proletariado agrícola, clase de la cual no sabemos más que algunas determinaciones generales, y sin embargo, su cono-cimiento es muy necesario para estimular los esfuerzos por la organización de las masas campesinas.

Estudiar el proceso de proletarización rural más en su as-pecto laboral, que empresarial-capitalista: discriminar las si-tuaciones complejas, mixtas o combinadas, que desde el punto de vista de la generación y la reproducción de la clase obrera rural probablemente se presenten concretamente al observa-dor de las mismas.

Contribuir al conocimiento de los procesos económicos y sociales de la agropecuaria dominicana con la realización de un estudio empírico de la base teórica y con nivel de

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agregación reducido que permita una captación concreta de aquellos procesos.

específicos:

Contribuir esta investigación en un punto de partida para comenzar a conocer el proletariado agrícola mediante trabajo de campo; analizar la dinámica del proceso de proletarización en relación con el ritmo de penetración capitalista en la agri-cultura de San Juan de la Maguana, con la permanencia de formas no capitalistas de producción y la reforma agraria; hur-gar algunas características del proletariado rural de esa zona que permita definir su carácter de clase y presentar problemas relacionados con la organización laboral rural.

Contribuir a una futura visión de conjunto, a una carac-terización generalizadora (imposible de obtener todavía), a partir del estudio de los rasgos más sobresalientes del pro-letariado rural de San Juan de la Maguana. El proletariado rural dominicano es una clase muy heterogénea; y se nece-sitarán muchos estudios regionales y especí ficos para poder hablar en términos de aquella caracterización.

Observar en la zona señalada los procesos de proletariza-ción, sus características y modalidades, dinámica y factores condicionantes; determinar cuáles son las condiciones so-cioeconómicas que hacen posible su subsistencia; cuáles son las interrelaciones con las demás clases, el campesinado, la burguesía agraria y la clase rentista.

Servir a la causa prioritaria de organizar a los obreros agrí-colas, una de las clases más explotadas del país, señalando los rasgos y peculiaridades de la misma que deban ser tomados en cuenta para acceder a su organización.

antecedentes históricos

Sobre el proletariado rural no se ha trabajado sistemáticamen-te en el país. Lo que más se conocen son estudios en ciernes sobre el proletariado en la industria azucarera. Se conoce muy

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poco acerca de la configuración y generación, condiciones de re-producción, etc. de esta clase rural en otros sectores productivos de la agropecuaria, como el cacao, el café, el tabaco y el arroz.

En general, los procesos de descampesinización y proleta-rización no han sido estudiados en el país en lo que se refiere a la agricultura. Existen referencias generales, apreciaciones de base documental y estadística sobre el desarrollo del capi-talismo en el agro que constituyen un marco obligatorio para cualquier investigación, pero no estudios específicos de pro-fundidad que muestren las modalidades y el grado o ritmo que alcanzan estos procesos en la agricultura dominicana en los últimos años.

Un aporte interesante es la obra de Isis Duarte, Capitalismo y superpoblación en Santo Domingo, en la cual trata de mostrar la autora la relación dialéctica existente entre superexplotación del trabajo y superpoblación relativa a las sociedades depen-dientes, como República Dominicana. Isis Duarte muestra que la superexplotación del trabajo en el nexo capitalista es posi-ble por la presencia de una gran población excedente semio-cupada que cumple con la función de ejército de reserva en el nexo no capitalista, tanto en el campo como en la ciudad.

El capítulo II: «Capitalismo y descampesinización en la República Dominicana», es el primer aporte relativamente sis-temático al conocimiento de la proletarización en el país.

docUMentos oficiales

Contamos en la actualidad con una gran cantidad de do-cumentos acerca de aspectos determinados de la agricultura dominicana. Se destacan los trabajos realizados por iniciativa del sector oficial (SEA, CEAA, ONAPLAN, IAD, CEDOPEX, ONE, Banco Agrícola, Banco Central), por fuentes norteame-ricanas como el USAID, e instituciones internacionales como el IICA y la OEA.

Las políticas dirigidas al sector agropecuario han exigido al Gobierno dominicano, con el apoyo de agencias norteame-ricanas o internacionales, la realización de estudios sobre las

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condiciones y dinámica del mismo. Estas investigaciones tie-nen carácter de diagnósticos y son esencialmente de alcan-ce operativo; aunque tratan una diversidad de aspectos de la agropecuaria, desde los más «técnicos» hasta los que tienen contenido económico y sociológico, como empleo rural, in-greso, tenencia, comercialización, uso de la tierra, etc., «ado-lecen de escasa elaboración conceptual y de un sesgo particu-larmente descriptivo, empírico y ahistórico».

Desde este punto de vista podemos afirmar que nuestro es-tudio sobre proletarización rural no tiene precedentes.

Algunos de esos trabajos son los siguientes: de ONAPLAN, Empleo en Santo Domingo y Santiago en 1979, Empleo en la zafra azucarera dominicana, Participación de la mano de obra haitiana en el mercado laboral: los casos de la caña y el café; Bases para una política de empleo en República Dominicana.

Del Instituto Agrario Dominicano (IAD): Los recursos hu­manos en la República Dominicana (G. Rogers); Diagnóstico de la fuerza de trabajo agrícola.

De la Secretaría de Agricultura (SEA): Aspectos del empleo ru­ral en República Dominicana; Plan de desarrollo agropecuario 1980­1982; Encuesta de Análisis sectorial sobre empleo agrícola. (1977).

Estos son los principales documentos institucionales sobre utilización de la fuerza de trabajo del agro.

Otros trabajos, que se inscriben en una línea crítica se de-ben a investigaciones individuales, entre ellos los siguientes trabajos de investigadores individuales:

1. El trabajo de W. Lozano: Campesinos y proletarios en el desa-rrollo capitalista de la agricultura llama la atención para la impor-tancia que tiene el estudio del semiproletariado rural en aquellas economías agroexportadoras en que el capital no se compromete con una proletarización total de esta fuerza de trabajo.

2. El artículo de A. Cortén, «Valor de la fuerza de trabajo y formas de proletarización» analiza las formas de reproduc-ción de la fuerza de trabajo en la agricultura y su tendencia estructural hacia la semiproletarización, tomando en cuenta circunstancias concretas de Haití y República Dominicana.

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El libro colectivo Azúcar y Política en la República Dominicana (Cortén, Vilas, Duarte, Acosta) presenta algunos datos acer-ca de las relaciones de producción en la economía azucarera del país, sobre la migración de trabajadores desde Haití a los centrales dominicanos y los esquemas de dominación política en República Dominicana; asimismo, un trabajo de I. Duarte, Dominación Social y Leyes Agrarias, presenta un esbozo de la estruc-tura de clases del sector agropecuario y hace observación sobre las leyes agrarias promulgadas por el gobierno de Balaguer.

3. El informe de J. del Castillo, La inmigración de braceros azucareros en la República Dominicana, 1900­1930, trata sobre la configuración de la fuerza de trabajo utilizada en la industria azucarera. Básicamente, el autor se detiene en la evolución de la inmigración de obreros azucareros provenientes de las pequeñas Antillas del Caribe, llamados generalmente «coco-los». Este trabajo, por su documentación y análisis, una vez terminado, podrá constituirse en un sentido muy importante acerca de la conformación de la fuerza de trabajo en la indus-tria azucarera dominicana.

4. El trabajo de L. Gómez, Algunos cambios en la comunidad campesina dominicana (1920­1970), analiza la producción cam-pesina del país a partir de la segunda década del presente si-glo y la economía natural de entonces. El autor ve que el mer-cado interior llega al sector no capitalista, lo cual se traduce cada vez más profundamente en un proceso de descomposi-ción acorde con corrientes urbanizadoras de distintos alcan-ces. En uno de los primeros trabajos sobre esta problemática en el país, si descontamos el libro de W. Lozano, La domina­ción imperialista en la República Dominicana, que contribuye a la comprensión de la situación agraria entre los años 1900 y 1930, y cuyo capítulo sexto («Las políticas de dominación de los interventores») arroja luces sobre la estructura de la fuerza de trabajo.

5. La tesis de Roberto Cassá, Acerca del surgimiento de relaciones capitalistas en República Dominicana, ofrece una interpretación

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de las condiciones a partir de las cuales surge el capitalismo a fines del siglo pasado con el desarrollo de la industria azucare-ra, y muestra el peso de las formas no capitalistas en la forma-ción social del período inmediatamente anterior al desarrollo capitalista.

6. De igual modo, la investigación de L. Gómez, Relaciones de producción dominantes en la sociedad dominicana, 1875­1975, siguiendo una línea abierta por el trabajo anterior de R. Cassá y por trabajos de Frank Báez, Andrés Cortén, etc., hace un in-tento de interpretación del desarrollo de la formación social dominicana utilizando como modelo metodológico el libro ya clásico de Lenin, Desarrollo del capitalismo en Rusia, con aportes en diversos aspectos y en lo que respecta al sector agrícola. La caracterización de la formación social en términos del modo de producción es sumamente importante para orientar futu-ras investigaciones.

7. El estudio de la OIT, Generación de empleo productivo y creci­miento económico: El caso de la República Dominicana, ofrece datos sobre el sector agrario y da una interpretación del empleo del enfoque Cepal. Los datos son importantes para ver la situa-ción de la fuerza de trabajo en la agricultura del país.

8. Una serie de artículos de Ángel Serrulle, aparecidos en el periódico El Sol, en septiembre del 1981, se refieren a los constreñidos jurídicos, los obstáculos y la necesidad de orga-nización que tienen los proletarios agrícolas del país. Arroja luces sobre las posibilidades de organización de éstos aún dentro del contexto de la legislación existente, pues es sabido que el Art. 265 del Código de Trabajo, por ejemplo, niega el reconocimiento de sindicatos de obreros agrícolas en aquellas empresas agropecuarias que no empleen de manera fija más de 10 trabajadores.

9. En el libro reciente, El proceso de desarrollo del capitalismo en República Dominicana, 1844­1930, tomo II, dedicado a la agri-cultura, J. Serrulle y J. Boin exponen, con una documentación

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desconocida en el país, el desarrollo de las relaciones capita-listas en la agricultura con un análisis de las clases sociales en esa rama.

Para los autores, en el período 1875-1930, nace y se desa-rrolla el modo de producción que caracteriza nuestra sociedad actual, es decir, el modo de producción capitalista. El análisis de ese período y del que le antecedió intenta mostrar el inicio y de-sarrollo del proceso de nacimiento en República Dominicana, fundamentalmente sobre la base de que son internos los princi-pales elementos que impulsan el desarrollo del capitalismo.

10. La obra de R. Cassá, Capitalismo y dictadura, contiene un capítulo: «Economía y relaciones de producción en el sector agropecuario», que es de gran interés para el conocimiento de las principales tendencias económicas de la agropecuaria dominicana durante el régimen trujillista, tanto de las econo-mías campesinas como del desarrollo de la producción agrí-cola capitalista. Lo más característico en el desarrollo de las fuerzas productivas en este sector se situaba justamente fuera de él, «por medio de obras públicas o medios de producción que sólo directamente incidían en la productividad del traba-jo agrícola», como los canales de riego, las vías de comunica-ción, instalaciones de conservación de frutos, etc. El trabajo expone las características estructurales del sector agrario, por lo que se constituye en la actualidad en un aporte al estudio de las relaciones de producción y las fuerzas productivas de dicho sector.

Esta investigación es obligatoria para ver el desarrollo de relaciones capitalistas y no capitalistas en el sector agrario y la problemática de la combinación de acumulación capitalista y acumulación originaria.

11. El trabajo de Wilfredo Lozano: «Formación del proleta-riado agrícola dominicano», presentando como ponencia en el III Congreso Dominicano de Sociología (octubre, 1982), es una reflexión con base histórica y estadística importante para la comprensión de las condiciones estructurales generadoras de la clase obrera rural del país.

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Estos son los principales textos relacionados de una forma directa o indirectamente con el problema de la fuerza de tra-bajo en el sector agropecuario dominicano.

Nuestro estudio no tiene antecedentes en el sentido de que pretende ser una investigación de campo, de base teórica no funcionalista, acerca del proletariado rural, en una zona espe-cífica del Suroeste.

Sin embargo, decimos más adelante, que, desde el punto de vista del proceso global de expansión del capital, tomare-mos en consideración autores que de una forma u otra han tocado aspectos de nuestra temática, entre ellos L. Gómez, R. Cassá, C. Vilas, W. Lozano, J. del Castillo, I. Duarte, F. Báez y A. Cortén.

Marco teórico Metodológico

perspectivA teóricA

En el proyecto optamos por una actitud teórica basada en las categorías del materialismo histórico, con énfasis en la teo-ría de los modos de producción, en la teoría de las clases so-ciales, de la acumulación capitalista, de la renta de la tierra, atendiendo a las regiones teóricas y aspectos fundamentales del problema a estudiar.

La teoría de los modos de producción: las relaciones y es-tructuras económicas, políticas e ideológicas surgen en rela-ción directa a la explotación del trabajo y la propiedad de los medios de producción y el valor creado. Las relaciones socia-les generadas en el modo de producción comportan las sa-tisfacciones económicas y sociales de la sociedad, la manera como son reproducidos por los miembros de la sociedad.

La teoría de la acumulación capitalista: algunas regiones y problemáticas básicas permiten definir las lindes teóricas de la misma. Las categorías de subsunción del trabajo al capital y la reproducción ampliada estructuran la teoría de la ex-plotación proveyendo de mayor capacidad analítica el con-cepto de modo de producción capitalista. Las categorías de

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división social del trabajo superpoblación relativa y ejército de reserva, como de acumulación originaria, son imprescin-dibles para inferencias sobre el carácter de los procesos en su conjunto.

La teoría de la renta de tierra: imprescindiblemente para el desarrollo de las relaciones de producción y las relaciones de clase de modo de producción capitalista en la agricultura y su diferencia esencial con relaciones no capitalistas. La renta en la sociedad capitalista no es un «ingreso en general»23 sino la parte de la plusvalía que queda una vez descontada la ganan-cia media del capital, es decir, presupone el trabajo asalariado en la agricultura y la metamorfosis del agricultor en empresa-rio. Permite interpretar las contradicciones entre agricultura e industria y la lucha entre el capital industrial y el agrario por su apropiación. No hay condición que impida la formación de la renta diferencial en la agricultura capitalista. Ella forma un mecanismo de transferencia de valor desde la economía campesina al capital.

La teoría de las clases sociales: fundamentada en la relación histórica que establecen los hombres con los medios de pro-ducción, de donde se derivan las relaciones de poder que se producen en un período histórico determinado. Los distintos procesos administrativos, de organización y regulación de la producción, tienen que ver con la posición de los agentes de la producción en el proceso productivo global, de acuerdo a la ecuación de explotación que defina las relaciones sociales. Las clases irán de acuerdo al modo de producción.24

MetoDologíA

a) En el estudio de los procesos que se manifiestan en la agri-cultura de una formación social capitalista subdesarrolla-da, nosotros vemos como obligatorio mantener una con-cepción totalizadora que refiera aquellos procesos hacia los elementos estructurales que le dan sentido.

23 V. Lenin, Teoría de la cuestión agraria, México, 1976, p. 240 y ss.24 Sergio de la Peña, El modo de producción capitalista, capítulo III, México,

1986.

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Los procesos que se producen en la agricultura no pue-den ser estudiados de forma inmanente, sin ver la arti-culación que guardan con la formación social y con el mercado mundial, articulación en la cual se presentan distintos niveles que requieren explicación adecuada con referencia al contexto histórico-estructural que los relaciona.

La perspectiva globalizante que vemos como necesaria debe tener en cuenta los rasgos estructurales del capi-talismo subdesarrollado dominicano, con referencia al proceso de desarrollo del capitalismo contemporáneo a nivel más general.

Manteniendo como contexto necesario de la visión de los fenómenos económicos y sociales esta perspectiva, obviare-mos el camino que lleva a un enfoque particularista y tec-nocrático de la agricultura.

b) En este sentido, pensamos tener en cuenta a manera de referencias generales lo relacionados con:

• ElmodelodeacumulaciónvigenteenlaRepúblicaDomi-nicana, las políticas del Estado dominicano hacia la agri-cultura y la dinámica del proceso de penetración del ca-pitalismo en el agro como reflejo de la generalización del modo de producción capitalista en la formación social.

• Ladivisióninternacionaldeltrabajoylavinculaciónquepodrían tener los procesos económicos a nivel mundial y la agricultura dominicana.

• Asimismo, el conjunto de características estructuralesdel capitalismo subdesarrollado agroexportador.

c) A partir de estos criterios integradores generales como contexto lógico necesario, procederemos a una revisión teórica de los principales conceptos en función de los cuales abordaré el problema de la investigación, esto es, los procesos de proletarización en la agricultura, las con-diciones de reproducción, y subsistencia del proletariado rural en un área específica del Suroeste de la República

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Dominicana, el desarrollo del capitalismo y las clases vin-culadas a la agricultura.

La teoría del modo de producción capitalista elaborada por C. Marx aporta el instrumental teórico fundamental para nuestra investigación.

La revisión teórica de los conceptos y categorías en fun-ción de las cuales manejaremos el problema hará posi-ble delimitar adecuadamente las categorías más especí-ficas que intervendrán en nuestra práctica así como el manejo más conveniente de las categorías del materia-lismo histórico.

Al lado de los autores clásicos como Lenin, Kautsky, Luxem-burgo y Marx, recurriremos también a más autores recien-tes, entre ellos, C. Vergopoulos, S. Amin, C. Servolin, C. Faure, C. Meillassoux, B. Lautier, E. Mandel, Ph. Rey; y au-tores latinoamericanos, como R. Bartra, L. Paré, A. War-man, Archatti, etc.

d) Este procedimiento de revisión permitirá delimitar las ba-ses teóricas pertinentes a temas como: a) el desarrollo del capitalismo en la agricultura; b) economías campesinas en el capitalismo subdesarrollado; c) proletarización y semipro-letarización rural; d) clases sociales rurales; y e) agricultura y Estado.

Estas «áreas conceptuales», y algunas más que se hagan ne-cesarias o pertinentes, son relativas a nuestra investigación y tienen que ver directamente con la profundización de los diversos aspectos vinculados a la problemática teórica de nuestro objeto de estudio.

e) No buscamos hacer la investigación a partir de ideas abs-tractas, sino de las condiciones concretas en que esos con-ceptos se presentan en la realidad dominicana. El nivel de agregación de nuestro objeto no viene a ser exclusivamente grande (la totalidad del país, la totalidad de la población), sino que, como ya vimos, en el planteamiento del objeto hemos elegido un área (San Juan de la Maguana) de la re-gión del país (región Suroeste) y una de las clases sociales

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rurales (los habitantes rurales de esa área en proceso y en condiciones sociales económicas de proletarización y semi-proletarización).

Este nivel de agregación, sin embargo, no obstruye la pers-pectiva totalizadora-integradora ya mencionada, sino que la succiona a favor del reconocimiento de la realidad con-creta en toda y con toda complejidad.

f) Nuestro «marco metodológico» rehuye el encuadramiento funcionalista, que utiliza solamente datos sincrónicos refe-rentes a un momento aleatorio en el tiempo, entresacados del devenir histórico; estos datos, así configurados, consti-tuyen una abstracción estática del proceso histórico-social.

Este tipo de análisis no se acoge a una metodología de la to-talidad, por cuanto ésta se fundamenta en la profundidad histórica, en ver la sociedad en función del conjunto de sus constreñimientos estructurales, como un continuo, como una dinámica compleja a través de la cual se expresan y objetan los grupos sociales y sus contradicciones.25

g) El proyecto se adscribe a un concepto de ciencia que distingue lo fenoménico de lo esencial en los componentes de la reali-dad objetiva.26 El conocimiento científico de lo social sólo es tal cuando es capaz de apropiarse de lo esencial-estructural de la realidad estudiada, atravesando críticamente las apariencias fenoménicas que obstaculizan dicho conocimiento.

El concepto neoempirista de ciencia, al cual se adscribe el funcionalismo, en cambio, considera que la búsqueda de lo esencial es una tarea metafísica. De aquí que el cono-cimiento social empirista confunda «los hechos científicos con los datos y la realidad social con su exterioridad y su presentación», quedando la explicación a nivel de la des-cripción y de la inmediatez de lo real.

La tesis del conocimiento científico como producción de un concreto pensado permite rechazar con fundamento la

25 L. Paré, Polémica; A. Warman, «El problema del proletariado en México, El campesinado en México, México, 1981.

26 K. Kosik, Dialéctica de lo concreto, México, 1978.

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teoría empirista. Aquí es condición necesaria la superación del momento de la representación; el objeto de la investi-gación no es lo que simplemente está ahí enfrente de noso-tros, la realidad no es lo que se encuentra inmediatamente con el instrumento analítico, sino que ella es «una totali-dad mediada en sus dos aspectos»: como totalidad pensada y como totalidad real. Como totalidad pensada debe evi-denciar los procesos de transformación de lo concreto real; y como totalidad real, debe mostrar su realidad completa más allá de lo que se revela a la simple representación.27

h) Como vimos más arriba, nuestra investigación requiriere de la substanciación de cuatro o más áreas conceptuales importantes para nuestra práctica:

• Desarrollodelcapitalismoenlaagricultura.• Economíascampesinasycapitalismosubdesarrollado.• Proletarizaciónruralysemiproletarización.• Clasessocialesenlaagriculturaypolíticasestatales.

procediMientos

En las tareas de construcción del dato científico utilizaremos tanto el «trabajo documental» como el «trabajo de campo».

a) El primero requiere de una consulta sistemática de libros, revistas, artículos, documentos (censos, memorias, esta-dísticas de población y agropecuarias) y periódicos. El se-gundo exige un trabajo vivo de observación prolongada in situ, durante el cual utilizaremos instrumentos y técni-cas de investigación empírica: entrevistas de profundidad, cuestionarios, procedimiento general de observación, his-torias de vidas, testimonios por sectores del proletariado agrícola, etc.

27 J. J. Botero Cadavid, «Empirismo, teoría y práctica en las Ciencias Sociales», Cuadernos de Filosofía, No. 6, Colombia, p. 220 y ss.

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b) Los instrumentos de observación de campo, serán construi-dos en base, fundamentalmente, a los factores de diferen-ciación de los asalariados agrícolas que propone Luisa Paré en su obra mencionada. Estos factores son los siguientes:

• Vinculaciónonoconlosmediosdeproducción.• Carácterpermanenteoeventualeneltrabajo(empleo

fijo o empleo eventual).• Niveldecalificación(calificadosonocalificados).• Caráctermigratoriodeltrabajo(trabajoexclusivoenlas

zonas de residencia o fuera de ella).• Tipodeempresaalaquesevendelafuerzadetrabajo

(empresas agrícolas capitalistas o campesinas).

Se trata de buscar las implicaciones de cada una de estas categorías y el significado diferencial que tienen desde el punto de vista económico e, inclusive, ideológico y político.

Tanto el trabajo documental como el de campo permitirán tra-ducir el problema de la investigación empíricamente y construir-lo teóricamente a través de las categorías y las áreas conceptuales delimitadas más arriba como pertinentes a nuestra práctica.

Más adelante, en el apartado dedicado a dilucidar las fuen-tes de esta investigación, se establecen otras precisiones que amplían el punto relativo a los procedimientos y técnicas de indagación empírica.

aplicación del instrUMento

Los factores mencionados sugeridos por L. Paré, serán to-mados en cuenta para la elaboración del instrumento; en la versión preliminar del mismo ha desempeñado un rol signifi-cativo la experiencia preliminar del campo que se ha venido realizando.

La aplicación del instrumento se hará eligiendo muestras de cada una de las que hemos considerado (Ponencia en el III Congreso) como figuras socioeconómicas del proletariado agrícola de la zona, a saber:

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• Obrerosagrícolasenfincasagrícolas.• Obrerosagrícolasenfincasganaderas.• Obreros agrícolas echa-días con hábitat en los barrios

marginados de la ciudad.• Obrerosagroindustriales(Lavador,LaManicera).• Obrerosyasalariadosdefactoríasarroceras.

Este esquema de aplicación del instrumento no excluye, obviamente, el procedimiento general de observación y espe-cíficamente la entrevista informal, instrumento muy rico este último para obtener información viva, fundamentalmente información no sólo del proletariado agrícola, sino de otros elementos que forman parte de la red de relaciones clasistas como administradores de fincas, obres «ajusteros», burgueses agrarios, rentistas, capitalistas de factorías, campesinos, etc. Y particularmente para construir y armar cuadros de datos muy concretos como costos de producción (en unidades campesi-nas y capitalistas), costos de producción de trabajo de la fuer-za de trabajo, etc.

investigación Militante

El carácter de investigación de campo, la perspectiva teóri-ca, la metodología y los objetivos de la presente propuesta de investigación, le dan posibilidades y condiciones para compar-tir el perfil de «investigación militante».

Entiendo por ésta, aquella en la cual el conocimiento del obje-to permite su transformación. El objeto de conocimiento se con-vierte paulatinamente en sujeto de transformación, en la medida en que se va produciendo una profundización en la realidad, y por ende, una imbricación de sujeto y objeto y una transforma-ción cualitativa del objeto en sujeto de transformación.

Por tanto, la investigación activa no se limita a conocer; dentro de ella, sujeto y objeto son activos. Este enseña al in-vestigador, lo alfabetiza en él; y el investigador lo descubre, lo elabora y constituye sobre la base de la teoría y las categorías científicas pertinentes ya desarrolladas sistemáticamente.

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La realidad se reconoce con la teoría, (pero no procedien-do con exterioridad a ella) en su contrato sensorial inmediato, punto de partida de la intuición y la presentación, de modo a descubrir las implicaciones cognoscitivas profundas, las re-laciones esenciales internas, despojándola de su apariencia encubridora.28

hipótesis globales y específicas

globAles:

1. En la agricultura dominicana se produce un proceso cre-ciente de penetración capitalista, ya iniciado en décadas an-teriores, dentro de un contexto en el cual la formación social en su conjunto se inserta en la economía mundial capitalista en función de grandes tendencias que se manifiestan a nivel estructural.

2. Los procesos económicos y sociales que se expresan en la agricultura dominicana son reflejo de la dinámica del de-sarrollo del capitalismo y de su articulación con la economía mundial capitalista.

3. La región en su conjunto no es todavía de amplia y definida desintegración de la economía campesina debido posiblemente a factores históricos-estructurales, como la densidad demográfica, las condiciones naturales, las luchas campesinas, la predominancia del semiproletariado, que funciona como ejército de reserva, la política económica del Estado, que no ha ido claramente a desarrollar una acumulación capitalista típica de crecimiento industrial sobre la base de una economía próspera y una agricultura descampesinizada.

28 Orlando Fals Borda, «Sobre la investigación-acción», citado en la bibliogra-fía, desarrolla algunas preocupaciones y reflexiones acerca de experiencias de investigación de nuevo tipo realizadas en América Latina.

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4. El proletariado agrícola del país permanece no organiza-do sindicalmente debido a su no separación total de la tierra, principal medio de producción en la agricultura, o a su muy reciente separación. Esto conlleva a que sus intentos de orga-nización clasista sean prácticamente inexistentes o aparezcan mezclados con los intereses y proyectos de organización cam-pesina.

5. La clase obrera rural del país no está plenamente defini-da si consideramos que está formada también por semiprole-tariados, lo que quiere decir que la «frontera» con el campe-sinado no se ha establecido todavía claramente. Sin embargo, los procesos de proletarización en el campo son intensos, a pesar de las tendencias contrarias que resultan de la presencia de las dos relaciones de producción.

6. Entre las causas importantes de la proletarización rural en República Dominicana hay que considerar la pérdida de medios de producción (animales, máquinas, tierra, aperos, etc.) a manos del capital usurario y comercial, por motivos de poder, chantaje y engaño; la absorción cada vez más exten-dida de fuerza de trabajo campesina por la industria, lo cual provoca emigración a las ciudades; la ruina creciente del pe-queño productor como consecuencia de la competitividad del capital; la subsunción del trabajo campesino al capital; la ero-sión progresiva y el estancamiento de la unidad campesina; la fragmentación y pulverización por vía de herencia, etc.

específicAs:

Sobre desarrollo del capitalismo y clases sociales

1. San Juan de la Maguana es una microformación social caracterizada por relaciones de producción que forma un todo desigual y combinado con dominancia de relaciones de producción capitalistas y predominio numérico de la econo-mía campesina.

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2. Generalmente, a mayor desarrollo capitalista en la agri-cultura corresponde una mayor proporción de población sin tierra, parte de la cual pasa a estar ploretarizada. San Juan tie-ne probablemente el mayor desarrollo capitalista relativo de la agricultura del Suroeste, por lo que hay allí una proporción considerable de población liberada de los medios de produc-ción en condiciones de proletarización.

3. La agricultura capitalista, que genera en la zona un por-centaje considerable del producto agrícola, encuentra condi-ciones propicias para su producción debido a la abundante oferta de mano de obra proletaria y semiproletaria. En la agri-cultura de San Juan hay una explotación intensa del trabajo campesino, que lo coloca constantemente por debajo del ni-vel de subsistencia a favor de la burguesía agraria, mercantil y agroindustrial en la zona.

4. Hay un desarrollo desigual en el agro de San Juan; los productores son, por un lado, el sector campesino, y por otro, el sector capitalista, con diferencias en cuanto a organización de la producción, a fuerza de trabajo empleada, al tamaño de la explotación, a las relaciones de producción, al régimen de tenencia, a las condiciones de acumulación, composición orgánica y renta diferencial.

5. Las clases sociales fundamentales en la zona son: los capi-talistas agropecuarios, capitalistas de factorías y comerciantes acaparadores, la clase rentista, una pequeña burguesía con po-sibilidades de acumulación (empresarios medianos no campe-sinos), campesinos mercantiles y de subsistencia que se auto-rreproducen precariamente de la agricultura, el proletariado agrícola y los campesinos pobres en vías de descampenizarse.

6. Las clases sociales cuyo esquema hemos sugerido, guar-dan una serie de contradicciones que no han sido descubier-tas a plenitud todavía. Los capitalistas de agroindustrias y la burguesía agraria luchan entre sí por la apropiación del exce-dente, y mientras esta última tiende a descampesinizar, aquella

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recampesiniza relativamente en la medida en que organiza la producción campesina a través de la circulación, y su interés básico reside en mantener ese vínculo antes de expropiarle los medios de producción.

7. Los capitalistas, cuando se funden con la figura del terra-teniente, además de percibir la ganancia media, perciben la renta diferencial y la renta de la tierra. Esto explica en parte el poder de los burgueses locales, y sus niveles considerables de acumulación.

Sobre las economías campesinas

1. La subordinación de las economías campesinas de la zona al capitalismo trae como resultado un proceso interno de diferenciación y descomposición en clases antagónicas; una burguesía y un proletariado que coexisten con un sector de campesinos todavía no definido nítidamente hacia ningu-no de estos dos extremos, aunque esa indefinición puede en-cerrar obviamente un proceso estructural de crisis, que debe ser observado por la investigación.

2. Tomando teóricamente en cuenta que las economías cam-pesinas parcelarias basan su producción fundamentalmente en el uso de la fuerza de trabajo familiar, que no suelen, por tanto, contratar fuerza de trabajo asalariada, que cuentan con escasos recursos de tierra y capital y que desarrollan un intercambio mercantil simple; asimismo, que los ingresos del campesinado pobre provienen de fuentes diversas (autoconsumo, venta de su fuerza de trabajo, comercialización de cierta producción ar-tesanal, etc.), suponemos que la producción y subsistencia de los grupos semiproletarizados de la zona no se debe exclusiva-mente al salario en dinero que puedan percibir, sino que éste viene a ser un componente de su ingreso salarial total.

3. Los campesinos minifundistas serán incapaces de superar el nivel de subsistencia y debido, entre otras cosas, a su falta de recursos para adquirir más y mejores tierras y para mejorar

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sus técnicas de producción, la tendencia es hacia la pulveriza-ción de esas propiedades, sea por vía sucesoral, por despojo, por efecto de la competencia capitalista, factores concretos regionales, etc.

Dada la penetración del capitalista en la agricultura, hay ya un proceso de desarrollo tendente al incremento del pro-letariado de San Juan, con una de sus causas en la estructura de poder y el control que ejercen terratenientes y burgueses agrarios sobre las mejores tierras y sus complementos físicos.

4. Si bien subsisten en la zona amplios cultivos de econo-mía mercantil de pequeña escala que producen para el mer-cado interno, la tendencia fundamental del capitalismo en la misma es hacia la erosión y desgaste, aún sea a largo plazo, de las condiciones de trabajo de los pequeños productores y el dominio de las explotaciones basadas en relaciones salariales.

5. En San Juan el campesinado está subordinado al modo de producción capitalista en la esfera de la circulación y últi-mamente ha pasado a la esfera de la producción a través del crédito, insumos, tecnologías, que explotan al campesino se-gún una lógica capitalista.

6. Partiendo de un intento todavía provisorio de análisis del vínculo que en la esfera de la circulación se presenta entre pro-ducción mercantil campesina y capitalismo de factorías y agroin-dustrial, tratando de descubrir elementos económicos significati-vos de este vínculo estructural, para establecer la real situación de aquellas en cuanto a sus posibilidades de reproducción, se perci-be la tendencia hacia el desgaste gradual de las mismas. Pero al mismo tiempo su vinculación relativamente estable con el capital hace pensar en una probable situación de funcionalización a fa-vor de éste, que succiona al excedente del trabajo campesino y no hace posible su desaparición inmediata.

Mientas, hay una situación de déficit real que se refleja en los costos de producción, el crédito, la tecnología y otros ele-mentos y la tendencia al desplazamiento hacia las tierras de escasa renta diferencial.

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7. La intensificación tecnológica del proceso de trabajo, irresistible por sus costos de producción para el campesino, está generando una tendencia al desplazamiento de fuerza de trabajo asalariada hacia otros sectores. El incremento de po-blación depauperada en los barrios pobres de la ciudad refleja en cierta forma este proceso.

Sobre el proletariado agrícola

1. El proletariado agrícola concretamente en la zona es una clase heterogénea, compuesta por varias «figuras socioeconó-micas»: obreros agrícolas con su lugar de asentamiento en la zona rural; obreros agrícolas con su lugar de asentamiento en las zonas deprimidas de la ciudad (pero activamente vinculados a la agricultura); obreros de factorías y agroindustrias; obreros «ajusteros»; obreros operadores de maquinaria y aplicadores de tecnología agropecuaria (bombistas, bueyeros, tractoristas, etc.). (Véase más adelante, en la parte dedicada a exponer las fuentes de investigación, un desglose del punto.)

2. Debido al carácter del capitalismo regional, que no ha pro-letarizado totalmente la masa campesina ni requiere en gran es-cala la mano de obra permanente, tienen un peso importante los semiproletariados, y en razón de ello las luchas agrarias han revestido un contenido más campesino que proletario, más por recuperar tierras que por mejorar las condiciones laborales. Este rasgo puede envolver obstáculos importantes para la organiza-ción del proletariado agrícola, en la medida en que a nivel de comportamiento político actúan según intereses campesinos.

3. El proletariado agrícola es una clase heterogénea que incluye un conjunto de figuras socioeconómicas diversas, como nosotros hemos propuesto, y rinde las más altas tasas de plusvalor en la zona, incluyendo mujeres y niños; vive en condiciones de pauperización extrema y los salarios pagados por los capitalistas agrarios no se corresponden con el valor de la fuerza de trabajo, por lo que se puede usar en este caso «la categoría de superexplotación de la fuerza laboral».

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4. La clase obrera rural tiene serias dificultades de organi-zación, ideológicas y materiales, lo que coadyuva al proceso de acumulación y a la manipulación por parte del capitalista, con-vertido, en virtud de la existencia de la renta capitalista del sue-lo, en verdadero «comandante de trabajadores asalariados».

5. El obrero agrícola lucha junto al campesinado pobre por tierras y por convertirse en un productor autorrepro-ductivo. En esta brega se deja representar, en calidad de «campesino sin tierra», por las organizaciones campesinas, cuyas demandas fundamentales, aunque no la hemos estu-diado aún y apenas la hemos mencionado, son específica-mente de carácter campesino. Ambas clases, en la zona, no ven todavía que su «amo» común, como dice C. Faure,29 es el capital.

desglose analítico

1. Problemas de determinación del objeto y discusiones teóricas:

• Proletarizaciónruralydesarrollodelcapitalismoenlosmodelos clásicos.

• Proletariadoagrícola,semiproletariadoycampesinado:el problema de la magnitud del proletariado agrícola.

• Elpesoespecíficodelasrelacionessalariales.• Formasdeconcienciaydeorganizacióndelproletaria-

do agrícola. (Perspectivas de análisis.) Aspectos superes-tructurales del problema.

• Dificultadesdemediciónydecensoporelcaráctertempo-rario y migratorio de la fuerza de trabajo proletaria rural.

• Problemasdecensosyestadísticasoficialesconrespectoa las clases sociales rurales.

29 C. Faure, «La producción campesina».

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2. La economía campesina en el valle de San Juan de la Maguana:

• Situacióndelaseconomíascampesinasenlazona.• Vinculaciónconlasdiversasfraccionesdelcapital.• Laexplotacióndeltrabajocampesinoyelprocesodeva-

lorización.• Subsuncióndeltrabajoalcapital.• Loscostosdeproduccióncomounelementoestructural

de la subsunción.• Otrosfactoresdecompetitividadconlasgrandesexplo-

taciones: riego, tecnología, capital-dinero, fuerza de tra-bajo, crédito, etc.

• Desarrollocapitalistaenlaagricultura;composiciónor-gánica del capital, crédito, insumos y mercado (de traba-jo, de bienes y de dinero).

• Procesosdediferenciacióninterna.• Transformacionesdelaeconomíacampesina.

3. Grados y ritmos del desarrollo capitalista en el área:

• Fuerzadetrabajoasalariadasegúneltamañodelasex-plotaciones y tipos de cultivos.

• Manodeobraasalariadayfuerzadetrabajofamiliar.• ProporciónenrelaciónconlaPEAdelaprovincia.• Asalariadospropiamentedicho;semi-asalariados.• Formasderemuneraciónsalarial(sistemasdepago):por

ajuste, por tiempo, a «sueldo fijo», otras formas de pago.• Elmarcojurídicodelsalario.• Procesosmigratoriosderegionesadyacentes,flujosde

capital y fuerza de trabajo.• Movilidad desde el lugar de residencia a las zonas de

empleo.• Lasmigracionesrural-ruralydetipotemporaloestacional.• Formasdeexplotacióndeltrabajoenlaagriculturadela

zona.• Elpatróndeherenciaenlazonacomovíadeacumula-

ción originaria.

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4. Factores de desarrollo del proletariado agrícola:

• Contradiccionesenelsectoragrario.• Factoresdedescampesinizaciónydescomposición,mer-

cantilización del consumo, concentración de los medios de producción en las manos de los poseedores de dine-ro o capital, establecimiento de empresas capitalistas y de grandes explotaciones, pauperización y efectos de la competencia capitalista, intercambio desigual proletari-zación coincidente con desarrollo capitalista, proletari-zación que resulta de la pauperización.

5. Condiciones de reproducción del proletariado agrícola:

• Formasdeproletarizaciónysemiproletarización.• Proletariadoysemiproletariadoencuantoasuscondi-

ciones de vida y reproducción.• Mecanismosdiversosdereproduccióndelavida.• Papel que desempeña la relación directa con la tierra

en términos económicos, políticos e ideológicos en el proletariado y semiproletariado.

• Subordinacióndeltrabajocampesinoalmercado.• Relacionesentreeconomíacampesinayproletarización.• Ingresoprovenientedelarelaciónsalarialydelaunidad

campesina. Proporción e ingreso monetario total.

6. Las clases sociales:

• BurguesíaagrariaenSanJuandelaMaguana.Ideología.• Burguesíaindustrialdefactorías.• Laburguesíaagrariaylosterratenientes(rentistas).• Loscapitalistascomercialesacaparadores.• Elproletariadoagrícola.

Figuras socioeconómicas del proletariado agrícola de San Juan de la Maguana. (Ver el apartado que trata sobre las fuen-tes de la investigación, más adelante.)

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7. La conciencia política del proletariado y las demás clases sociales:

• Posibilidadesdeorganización.• Tiposdedemandas(campesinasoproletarias).• Ideologíasdiversasyrepresentacionesdelmicromundo

regional.• Papeldelaselaboracionesypropuestasideológicasenla

lucha y la relación de las clases sociales de la zona.

fUentes

Nuestra investigación tiene como fuentes fundamentales para la construcción del dato científico: la documental y el trabajo de campo.

La fuente documental está constituida por libros, revistas, artículos, documentos (censos, memorias, estadísticas diversas) y periódicos. Genéricamente la documentación la dividimos en oficial y no oficial. En la primera figuran los diversos docu-mentos y publicaciones oficiales depositados en bibliotecas y archivos, como los diversos censos nacionales de población, los censos agropecuarios, los censos provisionales, los censos por productos específicos del agro; boletines estadísticos diversos y las cuentas nacionales, las memorias, etc. En la no oficial in-cluimos todas las publicaciones de investigadores individuales y de censos e institutos de investigación no oficiales.

Nuestras fuentes documentales básicas son los censos de población, agropecuarios, etc., las fuentes estadísticas, revistas y periódicos, libros y monografías de investigación sobre fuer-za de trabajo en la agricultura, las leyes que tienen que ver con la remuneración salarial en el país, en la agricultura y en las regiones del país.

Pero la fuente imprescindible es el trabajo de campo, sin el cual no se pueden captar las peculiaridades del problema a estudiar. Además de realizar entrevistas en profundidad con representantes de las diversas clases sociales (capitalistas

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agrarios, campesinos y obreros agrícolas), haremos historias de vida y aplicaremos cuestionarios y encuestas por cuota.

Son fuentes de dato para nuestra investigación: el Tribunal de Tierras, la oficina local de Seguro Social, Rentas Internas, la Cámara de Comercio, las asociaciones de arroceros capita-listas y comerciantes acaparadores, existentes actualmente en San Juan de la Maguana, los abogados notarios, etc. Además, la clase misma que interesa a la investigación, el proletariado agrícola, y las figuras socioeconómicas que concretamente lo componen en la región. Según propuesta hipotética que hici-mos en el III Congreso de Sociología y según la experiencia de campo realizada, esas figuras componentes son:

1. Obreros agrícolas cuyo lugar de asentamiento está en la zona rural, en la agricultura y la ganadería, tanto en la zona árida y montañosa, pero básicamente en la irri-gada y en comunidades agrícolas no muy distantes de la ciudad.

2. Obreros agrícolas, jornaleros y echa días cuyo lugar de asentamiento está en los barrios pobres de la periferia de la ciudad, como Quijá Quieta, Los Transformadores, Los Mojao o Raspa-Jincao, Guachupita, etc. Estos sec-tores han crecido en los últimos 10 años y en ellos re-siden grandes cantidades de hombres desocupados y subocupados, jornaleros eventuales, etc.

3. Asalariados agrícolas de La Manicera y Lavador, agroin-dustrias que emplean mujeres para seleccionar el maní, obreros tractoristas, etc. Y los trabajadores de factorías.

4. Asalariados operadores de maquinaria y aplicadores de tecnología agropecuaria (tractoristas, bueyeros, bombis-tas, etc.).

5. Hay una figura socioeconómica que está desarrollándose actualmente, y que desde el punto de vista de su repro-ducción es obrero agrícola, pero desde el punto de vista de la contratación de fuerza de trabajo por el capital es intermediario entre el patrón y el jornalero: es la figura del «ajustero», que contrata «ajustes» (venta de la fuerza

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de trabajo por determinada cantidad de operaciones, como cantidad de hombres variables e igualmente de magnitud de salario variable).

El ajustero es una figura nueva y se diferencia ideológica-mente del jornalero y echa días por su habilidad, su califica-ción y su trato con el patrón.

El proyecto permitirá un conocimiento profundo del proleta-riado agrícola de San Juan de la Maguana, mediante la observa-ción concreta de estos elementos y de las otras clases sociales.

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Apéndice 4. Proletarización rural, capitalismo y clases sociales en el Suroeste (SJM). (Tendencias e hipótesis)1

nota aclaratoria:2

El presente texto recoge el material empírico-sociológico, provisional y en curso, que luego, una vez concluida la in-vestigación, constituida por el presente libro, se trasmutó en una propuesta teórica-metodológica y empírica más amplia, la cual se recoge en el apéndice No. 2, del presente libro. Se incluye en razón de que forma orgánicamente parte del libro y de la propuesta de mayor alcance recogida en dicho apén-dice. Si nosotros no estuviésemos convencidos de los aportes que, modestamente, contienen desde el punto de vista de la «investigación empírica de sustentación teórica y del trabajo de campo», no lo incluiríamos en el volumen. Todo científico social que pretenda recorrer el camino de la investigación so-cial aquí trazado, en cuanto a otras regiones del país, deberá casi necesariamente trillar los pasos que envuelve el presen-te material. «Es parte de la historia del trabajo sociológico empírico y de campo en República Dominicana. Una lección

1 Ponencia de Angel Moreta publicada en: Problemática rural en República Dominicana. III Congreso de Sociología (del 8 al 21 de octubre de 1982), Asociación Dominicana de Sociólogos, Santo Domingo, 1983, pp. 165-193.

2 Esta nota redactada por Angel Moreta en 1999 no está incluida en la publi-cación III Congreso de Sociología.

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definitiva que en la UASD lo hayan mediatizado en forma maliciosa.» En mi querida academia, víctima de grupos e in-dividuos frustratorios (cuyo sumum bonum es el de carácter personal), que no representan los símbolos de la academia, sino sus propios e indigentes desideratuns; es necesario des-garrar vestiduras…

Angel MoretA

preliMinares

El desarrollo de una investigación de campo en nuestro país tiene dificultades sin límite, de tipo material e intelectual. Materiales, por cuanto sale muy costoso y es difícil conseguir apoyo de instituciones o personas. Y espirituales, porque, al no tener tradición de investigación de campo, no disponemos hoy todavía de caracterizaciones generalizadoras acerca del campesinado, el proletariado agrícola y las clases sociales ru-rales de nuestro país.

Hasta hoy el trabajo realizado en República Dominicana que ha sido importante, se ha efectuado sobre la base de docu-mentos (censos, estadísticas y memorias, etc.) y no de la expe-riencia viva, como en otros países de América Latina. Solemos hablar de las posibilidades políticas y de la organización del proletariado agrícola y del campesinado, de la ideología de la burguesía agraria o industrial, de las clases rurales, pero todo ello sobre una base documentalista. «Soy de los que pien-san que ya es hora de que las ciencias sociales en República Dominicana dejen el nivel especulativo en que se han mante-nido y den un paso de avance en dirección al conocimiento de los procesos sociales en forma viva.»

Esto no sugiere la puesta en acción de una práctica ciega y ateórica, de una práctica empirista. Considero que cada pro-blema objeto de investigación tiene que ser sustanciado inte-gralmente en términos de un cuerpo teórico, no para que éste diga cómo tiene que comportarse el fenómeno, no para que la realidad brote de los conceptos, sino para que los conceptos

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broten de la realidad, en otras palabras, no para que la reali-dad sea «leída» con la teoría, sino para que la teoría sea leída con la realidad.

En este sentido, nosotros hemos partido de algunos plan-teos teóricos en torno al fenómeno de la proletarización ru-ral, pero ha sido la misma práctica de investigación, sinuo-sa y difícil, la que ha ido sugiriendo particularizaciones que no estaban contempladas en las categorías. Cada fenómeno social tiene sus particularidades históricas de acuerdo con el contexto en que se insertan. A menudo pensamos la realidad según «esquemas» sin sopesar que los esquemas son obstácu-los al conocimiento. Pensamos, por ejemplo, en que las clases solamente son dos: burguesía y proletariado. Y con ello nos cerramos para comprender concretamente las distintas clases y sectores de clase que en un momento histórico dado y en una microformación social determinada están actuando en el proceso de producción y circulación.

El romper estos esquemas paralizantes, por ejemplo, per-mitió llegar recientemente en nuestra investigación, a una for-mulación más o menos hipotética, pero con fundamento en la observación concreta, de la organización de las clases sociales en la agricultura de San Juan de la Maguana, a la cual nos refe-riremos más adelante. Yo creo que jamás hubiese sido posible formular un esquema de clases, transitorio por lo demás, sin desarrollar un proceso concreto de observación. En este sen-tido preciso es que se puede afirmar que los conceptos brotan de lo real, y no de lo contrario, y que el trabajo de campo es una necesidad si de veras queremos avanzar más de lo que lo hemos hecho hasta ahora en el conocimiento de nuestra realidad concreta.

i. planteaMiento del obJeto

En nuestro encuadramiento teórico, la proletarización es resultante del proceso de separación de los trabajadores de sus medios de producción y su incorporación al régimen sa-larial, donde producen plusvalor; este fenómeno va siempre

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precedido de procesos de descampesinización y ambos en conjunto tienen que ser comprendidos en relación con el fun-cionamiento y expansión del capital en la agricultura.

Por tanto, en esta perspectiva incluye fundamentalmente la observación de las condiciones históricas específicas de las economías campesinas, del desarrollo del capitalismo y de las clases sociales vinculadas a la agricultura en la zona investiga-da de que se trate.

Nuestra exposición privilegiará estos elementos concretos, sugeridos no sólo por la perspectiva teórica, sino también por la experiencia de campo. En efecto, esta última nos muestra que «no es posible analizar el proceso de proletarización en la agricultura sin atender previamente a la dinámica que se produce en la relación de las economías campesinas con el desarrollo del capitalismo»; y este último, a su vez, remite ne-cesariamente a la investigación de las clases sociales rurales en la zona concreta en que nos encontramos estudiando aquel fenómeno.

Por tanto, la práctica misma de investigación convalida un entramado que ya está relacionado en la teoría. Y el prole-tariado agrícola va a parecer como una clase social que no puede ser estudiada de manera inmanente; investigándolo en el terreno mismo, uno se da cuenta que tiene que obser-var también las demás clases en esa zona, sus interrelaciones y subordinaciones, etc., para explicar y comprender mejor a aquél. «El proletariado agrícola guarda una serie de vincula-ciones con otras clases: el campesinado, la burguesía agraria y los terratenientes.» Donde hay proletariado agrícola tiene que haber capitalismo agrario, son dos polos de una misma con-tradicción. Hacer fino el análisis para descubrir los distintos sectores que lo componen, con características económicas e ideológicas diferentes, es una tarea de gran importancia...

A menudo pensamos que el proletariado rural, al igual que el campesinado, forma un todo homogéneo, pero no es así. Y no puede ser a partir de los censos y estadísticas, de manera puramente deductiva, como vamos a establecer capas y secto-res de esta clase, sino mediante la observación concreta. «Al hablar de proletariado agrícola frecuentemente pensamos

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en obreros como los braceros de la caña, por ejemplo, sin sospechar que hay una complejidad correspondiente a un fe-nómeno más rico que las esquematizaciones corrientes que obstaculizan sus conocimientos.» El proletariado agrícola es una clase compleja que incluye una variedad de figuras so-cioeconómicas, que tienen condiciones de reproducción y hasta comportamientos ideológicos sumamente diferentes; desde el obrero agrícola que se reproduce exclusivamente con el salario, hasta trabajadores que combinan la venta de su fuerza de trabajo con su participación estacional directa en la producción parcelaria.

subsunción Del trAbAjo Al cApitAl

En el análisis de la relación específica de las economías cam-pesinas y el capitalismo, necesario para estudiar el proceso de proletarización agrícola; y el concepto de subsunción del tra-bajo al capital, expuesto por Marx en el capítulo VI inédito, es de gran importancia. Permite comprender el vinculo de asimi-lación de formas no capitalistas a la racionalidad del modo de producción dominante y que la reproducción de esas formas depende completamente de su subsunción a las leyes que rigen la reproducción del modo de producción en su conjunto.

Si bien Marx lo aplicó a situaciones en que el capital pasa a controlar directamente el proceso productivo, se ha aplica-do también a casos en los cuales se verifique «un proceso de explotación del trabajo por el capital en sentido general». El carácter decisivo de la subsunción en su aspecto formal es que la lógica del valor de cambio se impone sobre el valor de uso y la fuerza de trabajo se transforma en mercancía. Desde esta óptica la subsunción se puede comprender como subordina-ción al capital del sistema campesino, a través del mercado como esfera de dominación controlada por el capitalismo. (R. Bartra, 1979.)

La subsunción de la producción campesina al capital asu-me diversas formas, pero las más nítidas son la subordinación al mercado de bienes y de dinero, y al mercado de trabajo. El mercado es una esfera de dominación de las formas no

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capitalistas por el capital, esfera a la cual se subsumen para lograr su propia reproducción.

«Una lógica de intercambio desigual se instala en el vínculo del campesinado con el mercado capitalista con importantes consecuencias para la proletarización de la fuerza de trabajo en la agricultura», pues dicho vínculo se traduce en una per-manente desacumulación de la producción campesina en fa-vor del capital global en su conjunto. El campesino, mediante un complejo proceso (que no podemos exponer aquí) es lle-vado a situarse en una crisis estructural permanente contra la cual lucha para lograr las condiciones mínimas de su equilibrio económico, y a vender su fuerza de trabajo en los términos del intercambio desigual, esto es, por un precio que está por de-bajo de su valor de cambio. (Aquí se plantea una estimulante discusión teórica con motivo de la tesis de C. Meillassoux, las que permiten ver la economía campesina, y en ella al semipro-letariado, como un ejército de reserva para el capital).

«El mercado, en consecuencia, es un factor de empobre-cimiento progresivo del campesinado, pues en él funcionan mecanismos de intercambio desigual a través de los cuales el capital succiona parte del valor creado en la producción.» Esto genera un proceso de descomposición gradual que es reforza-do por mecanismos como la formación de la renta diferencial, esto es, la baja productividad de la unidad campesina.

DescAMpesinizAción Y AcuMulAción

Si la subsunción del trabajo campesino al capital fija una relación de explotación que desgasta a largo plazo la pequeña producción, la descampesinización puede ocurrir como re-sultado de procesos de expropiación (la vía de acumulación originaria) o de la acumulación capitalista (la vía de la repro-ducción ampliada).

En el primer caso puede sobrevenir la destrucción de la eco-nomía campesina; y en el segundo, destrucción, funcionaliza-ción o, en todo caso, procesos de descomposición de diverso grado y ritmo, consecuencia de la subsunción de la economía campesina a las leyes del modo de producción capitalista.

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Hay relación estrecha entre ambos tipos de acumulación, en los últimos años se han sugerido hipótesis que plantean una acción combinada de ambos en las condiciones del sub-desarrollo (R. Bartra, 1976). Una de las contradicciones del capital es la coexistencia de ambos tipos, que se expresa en una dialéctica de disolución-reproducción de las economías campesinas.

En vía de la «acumulación capitalista», el capital subordina la producción campesina a las exigencias de la reproducción ampliada y «la disolución se produce únicamente como efec-to de la erosión gradual a que aquella es sometida». El pro-ductor campesino, de esta manera, es arrastrado a vincularse estructuralmente con el capitalismo y a depender cada vez en mayor medida del incremento de su fuerza de trabajo y llegará un momento, tal vez remoto, en que la venta de esa mercancía ocupará un lugar principal en relación a sus me-dios de producción.

La investigación de campo hará posible relacionar y descu-brir factores concretos, locales y regionales, de proletarización vinculados a: 1) la subsunción, 2) la acumulación originaria o 3) la reproducción ampliada del capital.

¿por qué proletArizAción rurAl en sAn juAn De lA MAguAnA?

El tipo de análisis que estamos sugiriendo en términos de relacionar las economías campesinas con las formas de acu-mulación y de subsunción del trabajo campesino al capital, conduce concretamente, al menos en términos de nuestra ex-periencia de campo, «a la observación del fenómeno de las clases agrarias y a la teoría de la distribución de la ganancia media entre las clases capitalistas vinculadas a la agricultura». Por tanto, a las contradicciones que se producen entre ellas por la apropiación del excedente del trabajo campesino y de los obreros agrícolas y semiproletarios.

De esta forma se pueden ir relacionando, a partir del traba-jo de campo, los elementos explicativos del proceso de prole-tarización y de conformación de un proletariado agrícola en una rama dada de la producción agropecuaria.

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En San Juan de la Maguana hay un proletariado agrícola ya conformado, tal vez en una magnitud que no sospechábamos. No dejaba, por tanto, de ser interesante estudiar el fenómeno en una zona como ésta que envuelve el mayor desarrollo de relaciones capitalistas de la región Suroeste.

Pensamos que estudios concretos de las relaciones de pro-ducción en la agricultura dominicana pueden aportar al cono-cimiento de las clases sociales rurales, de las clases capitalistas y rentistas, como del campesinado y del proletariado agrícola. Sobre esta última no sabemos más que «algunas determinacio-nes especulativas generales, carecemos de caracterizaciones generalizadoras», que estimulen más investigaciones y que en la práctica ayuden a formular ideas acerca de cómo debiera darse la organización del campesinado y del proletariado y cuál debiera ser el sentido particular de sus luchas políticas, económicas e ideológicas.

San Juan de la Maguana es una microformación social ca-racterizada por relaciones de producción que forman un todo desigual y combinado con dominancia de relaciones capitalis-tas y predominio numérico de economías campesinas con una proporción considerable de población liberada de los medios de producción en condiciones de proletarización pauperiza-ción. Es posible que aquí se produzcan las más altas tasas de explotación del Suroeste, pues hay una agricultura capitalista intensa que encuentra condiciones propicias de acumulación debido a la abundante fuerza de trabajo proletaria y semi-proletaria, y a un campesinado mercantil de subsistencia que genera en la zona un porcentaje considerable del producto agrícola, subordinado al modo de producción capitalista en la circulación (crédito, tecnología, bienes de subsistencia indus-triales) y en la producción (agroindustrias, etc.).

En la actualidad, gran parte de las economías campesinas de San Juan de la Maguana están subordinadas al capitalismo, lo que genera un proceso de diferenciación cuya magnitud no hemos todavía observado, pero que se expresa en el de-sarrollo de una burguesía agraria y un proletariado agrícola que coexisten con un campesinado todavía no diferenciado claramente hacia ninguno de estos dos extremos, aunque en

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crisis. La explotación del proletariado es realizada mayormen-te por burgueses agrarios más o menos modernizados, y la de los campesinos principalmente por los capitalistas de facto-rías, y de agroindustrias, y por burgueses mercantiles. Lo que quiere decir, además, que el sistema de explotación campesi-na por métodos de aparcería (que en la práctica contribuyen a la contención de la proletarización) ha ido perdiendo im-portancia en la zona, aunque subsiste todavía.

En San Juan de la Maguana hay un peso importante del semiproletariado, familias precaristas que engrosan el ejército de reserva para el capital, que compra esta fuerza de traba-jo por debajo de su valor de cambio y además no carga con el costo de reproducción total de la misma, dado que esta se produce fuera de la relación capitalista. Ello así porque casi siempre la subsistencia del campesino pobre semiproletariza-do no depende exclusivamente del salario que perciba even-tualmente, sino que este viene a ser un componente de su ingreso total.

No sabemos todavía hasta donde los campesinos precaristas pobres incapaces de superar su nivel mínimo de subsistencia y debido a su falta de medios para adquirir más y mejores tierras y para mejorar su proceso de producción, serán alcanzados inmediatamente por la tendencia a la plusvalorización de sus propiedades o hasta donde sobrevivirán como parias, toman-do en consideración que muchos viven en tierras áridas y de mala calidad en las cuales el capital no tiene interés ni puede operar en condiciones de ganancia media.

Pero lo que si parece probable es que, dada la expansión capitalista en la agricultura de la zona que ha ocupado ya las mejores tierras con renta diferencial, «hay ya un proceso ten-dente al incremento del proletariado agrícola, con fundamen-to en varias causas conjugadas, que actúan con intensidad di-versa», como la pulverización por vía sucesoral (en San Juan las familias rurales son largas y el patrón de herencia tiende a la pulverización); la expropiación, fraudulenta o no; la com-petencia capitalista, le diferencia entre el incremento demo-gráfico y la capacidad de absorción de mano de obra por la unidad campesina; por la acción de una estructura de poder

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ya tradicional y el control que ejercen terratenientes y burgue-ses agrarios de las mejores tierras y demás recursos, sin contar los efectos negativos de fenómenos naturales adversos, que se suceden periódicamente (sequías, pestes, inundaciones, ciclo-nes, etc.).

En sentido general, a esos factores de descampesinización hay que agregar la pérdida de animales, máquinas y aperos a manos del capital usuario y comercial, por motivos de poder, chantaje y engaño; la absorción cada vez más extendida de fuer-za de trabajo en las ciudades, la ruina creciente del pequeño productor como consecuencia de la competencia y de la sub-sunción del trabajo campesino al capital, la erosión gradual y el estancamiento económico de la unidad campesina, etc.

En la actualidad, la lucha de los campesinos precaristas es por su subsistencia, mientras la de los campesinos mercantiles es por sus condiciones de producción y por su mantenimiento como tales. Los primeros luchan por tierras (aquí coinciden con el proletariado agrícola) y los segundos por la reproduc-ción de sus condiciones de producción. Y en esta lucha, como veremos, arrastran al proletariado agrícola, y lo representan en el plano político.

La agricultura de la zona tiene una serie de contradicciones que son reflejo de las características estructurales de la agricul-tura dominicana, esto es: monopolio de la tierra y los recursos productivos, desgaste gradual de las pequeñas explotaciones mercantiles, procesos de proletarización, de superexplotación de la fuerza de trabajo proletaria y semiproletaria (incluyendo mujeres y niños); proceso creciente de transferencia de valor desde la pequeña producción hacia ciertas fracciones de la bur-guesía agraria y el capital industrial (elevación constante de los precios de los productos industriales y rebaja o congelamiento de los precios de los productos agrícolas); mecanismos inflacio-narios, usuarios, de financiamiento y comercialización de las diversas fracciones de la burguesía que descapitalizan el campo a costa del pequeño y mediano productor.

El empobrecimiento creciente de la población rural se tra-duce en bajísimos niveles de vida de hombres, mujeres y niños y en una migración continua campo- ciudad. A todo ello se

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le agrega un desarrollo desigual entre economía campesina y agricultura capitalista en cuanto a niveles de productividad, de acumulación, de desarrollo técnico, renta diferencial, uso de fuerza de trabajo asalariado, etc.

ii. sitUación de las econoMías caMpesinas en sJM

La producción campesina de SJM es de subsistencia y mercantil. Produce básicamente arroz, habichuela y cultivos alimenticios de subsistencia. Generalmente, tiene su hábitat hacia el sur, zona árida, en secano; hacia el norte, zona monta-ñosa, con lluvias estacionales y hacia el oeste del valle. Tiende actualmente a ser una economía mercantil especializada en los cultivos alimenticios mencionados e históricamente se ha ido retirando del valle, de la zona irrigada, hacia las zonas lími-tes del valle. La producción, particularmente en habichuela, tiene un retraso tecnológico y en el arroz sufre un retroceso actualmente, pues los campesinos están volviendo a sembrar las variedades tradicionales, que exigen menos costos de pro-ducción aunque tienen menos productividad.

La tendencia no es a sembrar productos de subsistencia, sino mercantiles. Todo el mundo quiere sembrar arroz, aun-que no tenga reguío, inclusive en la montaña, los campesinos, además de la habichuela, siembran arroz.

Hay también una economía campesina mayormente de subsistencia, muy significativa en la zona alta y la árida, que brinda la mayor cantidad de campesinos pobres semiproleta-rios como fuerza de trabajo asalariada.

Actualmente, hay un proceso establecido de subordinación de la producción campesina mercantil a los elementos econó-micos del capitalismo. La tendencia a la especialización pro-ductiva es una manera de ésta insertase en el mercado. Para ello recurre al crédito y a la tecnología, elementos que obtie-ne de los capitalistas de factorías y de los comerciantes acapa-radores. El crédito es un elemento que orienta la producción campesina hacia donde interesa al capital, y mantiene atado al productor durante todo el proceso de trabajo, hasta el punto

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de que se convierte en una especie de asalariado del capitalista comerciante o de factoría. Su cosecha no le pertenece puesto que desde que hace el contrato con los capitalistas se com-promete a entregársela. El interés oscila entre el 3 y el 4 por ciento y el campesino recibe el dinero en partidas periódicas de RD$20.00, RD$25.00, etc., que además emplea en su subsis-tencia. Las factorías cobran además entre RD$3.00 y RD$4.00 por el procesamiento del arroz, sin contar que los insumos adelantados son cobrados al final con recargo de precios.

Los capitalistas de factorías ganan además al clasificar el producto por su grado de humedad y su impureza; casi siem-pre le clasifican al pequeño productor por debajo de lo que corresponde.

Si calculamos que más del 50% del crédito en la zona no es proveniente del Banco Agrícola, sino de fuentes particulares, y que más del 70% de los productores de arroz son campesinos, es fácil darse cuenta que el crédito otorgado por las factorías es un elemento clave para la valorización de su capital.

«A pesar de las condiciones altamente desfavorables de este sistema de crédito, la casi totalidad de los productores en zonas de pequeños cultivadores de arroz, recurren a esta fuente de financiamiento, atraídos por la facilidad con que se conceden, una vez que se establecen las relaciones con el intermediario; especialmente en el caso en que se recurrió a él anteriormente». (Diagnóstico del Sistema de Mercadeo Agrícola en República Dominicana, SEA, p. 69).

La burguesía comercial acaparadora, de menor poder que los capitalistas de factorías, es un sector organizado, con vo-luntad política en una «asociación de comerciantes de frutos». «Probablemente sea el único caso en todo el Suroeste.» La organización de este sector vino a raíz de los ataques de que fue objeto desde INESPRE y la SEA, cuando los comerciantes se dieron cuenta de que los campesinos comenzaron a verlos, erróneamente, como su principal enemigo.

Esta burguesía comercial también financia cosechas, in-clusive antes de terminar un cultivo su ciclo vegetativo nor-mal, corriendo ella los riesgos por pérdidas («venta a la flor») y tecnología, como fertilizantes, etc. Financia también,

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mediante entregas periódicas, gastos del proceso de trabajo campesino.

Ambas fracciones de la burguesía agraria valorizan su capi-tal sobre la base de la explotación del trabajo campesino.

Otro es el caso de agroindustrias que trabajan con materias primas como el maní: La Manicera y Lavador. Esta fracción del capital financia el proceso de trabajo (preparación de te-rrenos, aplicación de abonos, yerbicidas, etc.) y proporciona tecnología a campesinos que comprometen sus cosechas.

Las semillas son facilitadas en fundas de 50 libras, pero el campesino debe pagarlas como si fuesen de 100 libras: la com-pañía alega, no sólo que en el proceso de selección incurre en gastos (pago de obreras despalilladoras, depreciación de ma-quinarias descascaradoras, etc.), sino también que 100 libras de maní en cáscara equivalen a 50 descascarado y seleccionado.

La Manicera recibe la producción del campesino al final de la cosecha y, después de descontarse el costo de las semillas y el dinero adelantado a crédito, le entrega el sobrante. En caso de que el productor pierda la cosecha y se endeude con la em-presa o cuando, una vez recibidas las semillas e insumos y el dinero, falta a su compromiso de entregarle la cosecha, puede suceder que la compañía vuelva a prestarle nuevamente para que inicie un nuevo proceso de producción y pueda pagar, o que lo someta a la justicia y lo tome preso.

La decisión más reciente de esta compañía de solamente hacer contratos con aquellos productores que tengan tierras de refugio responde a la necesidad por parte de ésta de ga-rantizar su dinero, ya que un productor con tierras en secano depende de la lluvia para obtener una buena cosecha.

«La tendencia apunta en el sentido de que las economías campesinas mercantiles están articuladas y subordinadas al ca-pitalismo de factorías y de agroindustrias», y al capital comer-cial acaparador, tanto en cultivos no alimenticios como cul-tivos alimenticios especializados. Estas fracciones del capital compran una producción que «sacrifica» la renta de la tierra en muchos casos.

Las agroindustrias y factorías, además de que obtienen plusvalor de sus obreros (incluida una cantidad importante

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de mujeres que trabajan en el despalillamiento, selección y empaque de maní para semillas, tractoristas que trabajan a destajo hasta la noche, para ganar más, etc.) obtienen tam-bién otra ganancia extra proveniente de la explotación de los campesinos, en forma de materia prima barata (por de-bajo de su valor), la cual ya ha venido pagando en forma de adelantos y de elementos que corresponden al mismo pro-ceso de trabajo (abonos, semillas, tractor para roturación de tierras, etc.), y que corren por cuenta del mismo productor directo.

Estas economías campesinas, que según algunos autores podrían calificarse, todavía sin muchos elementos, de «asala-riados a domicilio» o «proletarios disfrazados de campesinos» (Luisa Paré, El Proletario Agrícola en México) parece que son funcionales al proceso de valorización de las fracciones del capital que hemos mencionado. Y en este sentido «no se pue-de hablar de que desaparecerán en corto plazo», aunque es indudable que cada día estos campesinos tienen que trabajar más y el proceso de erosión de sus economías es estable aun-que gradual.

costos De proDucción

Si atendemos a otros elementos del proceso de produc-ción, como el riego, los costos de producción, la tecnología, etc., la situación de los productores campesinos es cada día más difícil. El riego es un problema muy peculiar en San Juan de la Maguana, el cual no vamos a analizar aquí, pero es un recurso productivo del cual disponen mayormente los capita-listas agrarios en detrimento de los campesinos, sobre la base del tráfico de influencia y poder.

La tecnología es cada vez más cara pero necesaria para aquel productor que, por ejemplo, en el cultivo de arroz y habichuelas, quiera elevar la productividad. El arroz ha sido uno de los cultivos que mayores progresos tecnológicos ha sufrido en los últimos 8 años. Semillas mejoradas, yerbicidas, pesticidas, fertilizantes, semilleros en cajas, motocultores para siembra por trasplante, microcombinadas para trillar, ventear

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y envasar. Es un cultivo, además, cuyas áreas de siembra, pro-ductividad promedio, etc., van en aumento en el país, con un mercado seguro más o menos estable.

En San Juan de la Maguana los productores campesinos no pueden consumir tanta tecnología porque sus costos de producción lo llevan al final del proceso de trabajo a obtener apenas una diferencia precaria. Las exigencias tecnológicas crecientes representan un factor de competitividad con el ca-pital que estratégicamente pone en desventajas a los produc-tores campesinos. Actualmente, estos están volviendo no sólo al alquiler del buey sino también a la siembra de variedades tradicionales que tienen mayor productividad pero exigen menos tecnología.

Los costos de producción, como un aspecto concreto de la subsunción del trabajo campesino al capital, representan un factor de primer orden en la zona para el «desgaste y el déficit permanente de la producción mercantil campesina».

En su lucha constante por enfrentar los costos de produc-ción, el campesino opta por incrementar el trabajo familiar en el proceso de trabajo y disminuir en éste el componente tecnológico.

De ahí que actualmente tienda a dejar la variedad Juma-58 por la «diente de gato» o Mengolo. Sin embargo, el campesi-no sigue dejando mayor excedente de trabajo al capital.

Un ejemplo de un productor ficticio que tuviese 20 tareas, con un rendimiento de 4 qq. por tareas, a RD$20.00 el qq. a precio de finca, y un costo de producción de RD$60.00 por tarea (ac-tualmente el promedio es alrededor de RD$65.00), resultaría lo si-guiente: 20 ts. x 4 qq. 80 qq. x 20.00 RD$1,600.00, menos los costos de producción, que son RD$1,200.00, le quedan: RD$400.00.

Si dividimos este ingreso de RD$400.00 por el número de meses de la cosecha, que son 6, tenemos: casi RD$70.00 men-sual. Y si dividimos RD$70.00 mensual entre 30 días, tenemos: RD$2.00 y pico diarios.

Este cálculo algo ficticio revela que los costos de producción sujetan cada vez más a las pequeñas explotaciones agrícolas al capital comercial, agroindustrial y de préstamo, llevándolas al déficit constante. Algo a tomar en cuenta, para mayor lucidez,

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es que en ese cálculo no se tomó en consideración ninguna tasa de interés ni recargo de precios por la entrega de insumos a crédito.

Origen de la producción interna de arrozpor estrato de tamaño en la finca

Estrato de tamaño (en tareas)

Porcentaje de la producción

Porcentaje de la producción

comercializada

Porcentaje de la producción

comercializada e insumida por el

Prod.Menos de 5 0.7 46.2 53.85.1 – 30 10.2 81.3 18.730.1 – 80 63.5 96.0 4.080.1 – 200 19.4 95.5 4.5200.1 – y más 6.2 96.7 3.3

Fuente: División de Estadísticas, Departamento de Economía Agropecuaria, SEA.

Si repetimos este cálculo con un capitalista agrario que tie-ne 1,000 tareas arroceras en explotación, veremos que los re-sultados son muy otros.

Un estudio de costo de producción del maíz, realizado por el Bloque de Asociaciones Campesinas de Las Matas, tomando como base el maíz y la habichuela, demostró a los funciona-rios de INESPRE y SEA, que los productores campesinos viven sumergidos en un déficit constante.

El estudio sobre el maíz demostró que el costo de pro-ducción por tarea es de RD$24.61, tomando en cuenta las actividades e insumos del producto, recolección, desgrane, ensacado y transporte. En condiciones óptimas de producti-vidad (2.5 qq. por tarea) cada campesino tendría una pérdi-da de RD$2.73 por tarea. Si tiene 30 tareas, el déficit sería de RD$81.90 por cosecha.

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325Apéndice 4

Margen de productor y de comercialización de pequeños productores. Sistema de venta de arroz

elaborado (en porcentajes)

Margen del productor 72.5Margen del transportista 1.7Margen de la factoría 9.1Margen del INESPRE 0.6Margen del mayorista 3.5Margen del detallista 12.6Total 100.0

DiAgnóstico sobre el sisteMA De MercADeo AgrícolA en repúlicA DoMinicAnA, seA, cApítulo iii.

¿Cuál es el futuro de las economías campesinas mercantiles en San Juan de la Maguana?

Esta es una interrogante que todavía no podemos respon-der. La tendencia general en la agricultura de la zona es a des-aparecer a largo plazo, principalmente en las zonas de mayor desarrollo capitalista, y de hecho en los últimos 10 años ello ha venido ocurriendo.

En los últimos años se ha venido manifestando una ten-dencia en el valle a la venta de tierras al capitalista circun-dante, concomitante a las ventas por endeudamiento, por herencia, etc. En el Tribunal de Tierras de San Juan de la Maguana por ejemplo, solamente en 1982 entraron más de 18 mil casos, divididos en tres categorías principales: ventas, solicitudes de legalización y herencia. Esto nos hace suponer que los datos del sexto censo están muy lejos de la realidad de la zona.

Además, ya se vio, las economías campesinas van siendo desplazadas a los confines del valle, donde comienzan a ele-varse las montañas, producto de la competencia de la gran explotación arrocera.

El campesino se resiste a dejar de existir, y no por ello de «amor al terruño» o porque sea un «comodín pequeño-

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burgués», sino porque objetivamente sabe lo difícil que le resul-taría ubicarse en otra rama de la producción; por ello comienza por superexplotar su trabajo y el de su familia, a vender su fuer-za de trabajo, a emplear variedades que requieren menor uso de tecnología, etc.

Las economías campesinas, de hecho, tienen pocas posibi-lidades de acumulación, debido a la tecnología tradicional uti-lizada, «los costos de producción», la organización individual, la escasez de recursos, «la atadura a circuitos comerciales no ventajosos», la mala calidad del suelo, la carencia de riego ar-tificial, la erosión, etc., por estos y otros factores (Perelló S, La comunidad campesina, in: Polémica sobre las clases sociales en el campo mexicano, 1980. Editora Macehual, México) tienen posibilidades inseguras de generar un valor suficiente que le permita acumular.

«Pero aún cuando el valor generado sea suficiente, éste no es pagado en el mercado, por lo que puede decirse que es un valor que transfiere a otros sectores de la economía. Debido a que se halla inmerso en una economía monetaria, en donde el intercambio de valores se plasma en precios [...] El campe-sino no alcanza a cubrir sus propios costos, por lo que inter-cambia sus productos por manufacturas de origen industrial de manera desventajosa». (Perelló, S., obra citada).

La observación nos dice que por lo menos en la zona mon-tañosa la economía campesina sobrevivirá por mucho tiempo; produce mercancías alimenticias en condiciones de produc-ción difíciles (San Juan produce la mitad de la producción nacional de habichuelas), las que, a través de INESPRE, sirven a la reproducción de la fuerza de trabajo urbana industrial y facilitan la acumulación de los capitales industriales, capitales estos que no entrarían en contradicción con aquellas econo-mías por ser manejables en materia de precios, diferente a si los productores fueran capitalistas agrarios.

El campesino de la montaña sobrevive también gracias a ciertos mecanismos económicos e ideológicos de reproduc-ción de los que no dispone el del valle, como el intercambio de bienes y servicios con sus congéneres, y una fuerte estructu-ra de compadrazgo, elemento superestructural éste que ayuda

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327Apéndice 4

05

101520253035404550556065

CLASES (tamaño de fincas en tareas)

FREC

UEN

CIA

(No.

de

agric

ulto

res)

a la subsistencia; y participan todavía muchos de ellos de los «días de mercado» donde al final del día se practica el «cam-balache» (el intercambio directo de productos agrícolas).

Los campesinos de San Juan de la Maguana libran luchas a través de sus organizaciones. En la zona hay cuatro bloques de juntas campesinas y cada una tiene sus propias demandas que giran alrededor de riego, crédito, comercialización, trans-porte, atención técnica de la SEA, semillas y abonos, precios, salud rural, aplicación de las leyes agrarias (principalmente la de cuota-aparte, latifundio y tierras baldías) redistribución de tierras y rescate de tierras estatales en manos de los terra-tenientes.

Relación del tamaño de finca y número de agricultores

En estas demandas, los campesinos incluyen una categoría llamada «campesinos sin tierras», que son campesinos pobres semiproletarios y jornaleros que se ganan la vida vendiendo su fuerza de trabajo. «En este caso, como en otros, las asociaciones de campesinos representan a obreros agrícolas en el plano polí-tico y los mueven a la lucha por reivindicaciones campesinas».

Los campesinos mercantiles luchan por sus condiciones de reproducción y los campesinos pobres y jornaleros, por transformarse en productores mercantiles con capacidad de autoreproducción. De alguna manera que todavía no hemos investigado, han comprendido las salidas que les ofrece su

Frec

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)

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condición de explotados. Como diría Faure: Tanto el asalaria-do como el campesino se encuentran frente a una relación de producción común que tiene por «amo» al capital («La pro-ducción campesina y la explotación capitalista», Antropología Marxista No. 2, 1979).

iii. las clases sociales

Actualmente, la investigación de campo está permitiendo elaborar un esquema, hipotético todavía, de la organización de las clases sociales rurales en la zona, que más o menos es el siguiente:

1. Burguesía agraria (capitalistas agrarios y ganaderos, capitalistas de factorías y capitalistas comerciantes acaparadores).

2. Terratenientes arrendatarios tradicionales (rentistas).3. Pequeña burguesía agraria con posibilidades de acu-

mulación (arrendataria y no arrendataria); empre-sarios medianos no campesinos, arrendatarios y no arrendatarios (agrónomos, abogados, etc.) con más de 300 tartas.

4. Campesinos mercantiles y de subsistencia que se auto-rreproducen precariamente de la agricultura (aproxi-madamente de 80 a 100 tareas en la zona montañosa).

5. Proletariado agrícola (jornaleros y echa días) y campesi-nos pobres semiproletarios en vías de descampesinizarse.

lA burguesíA AgrAriA en sjM. iDeologíA

Explotar directamente a los obreros agrícolas, así como a los campesinos que periódicamente venden su fuerza de tra-bajo, en sus diversas fracciones. Particularmente, los capitalis-tas agrarios obtienen altas tasas de plusvalor sobre la base de la explotación de fuerza de trabajo asalariada.

Los capitalistas de factorías (y en menor medida los ca-pitalistas comerciantes) reciben una parte del plusvalor

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directamente arrancado por los burgueses agrarios al proleta-riado agrícola, en proporción al capital invertido por aquellos en la industria de procesamiento de arroz.

lA burguesíA inDustriAl De fActoríAs

Es la fracción del capital más poderosa en la zona, junto con la burguesía agraria. En ella se juntan actividades comer-ciales (venden mercancías agrícolas) y financieras (mercancía dinero). Algunos son empresarios agrícolas dueños de tierras con buena renta diferencial. Esta fracción se ubica en la cir-culación fundamentalmente, y en la producción cuando la planta industrial entra en fase de molienda y procesamiento de las mercancías agrícolas provenientes mayormente de la pequeña producción.

El proceso de trabajo de las factorías se concentra en la lim-pieza, descascarado, pulido, secado y clasificación del arroz. Anualmente descascaran unos 400,000 qq. de ese producto y manejan unos 15 millones de pesos.

Algunos capitalistas de factorías son también empresa-rios arroceros. «Cuando ambas figuras coinciden porque son al mismo tiempo propietarios de tierras arroceras, ge-neralmente con renta diferencial, hacen el papel de terra-tenientes.» El terrateniente está definido por un ingreso: la renta de la tierra como superganancia específica de la agricultura (Marx le llama «forma de la plusganancia»). El atributo de terratenientes pertenecerá a quienes se apro-pien de este ingreso.

En este sentido, los capitalistas agrarios que se apropien de este ingreso son herederos del carácter de terratenientes. «Estamos manejando la hipótesis, por tanto, (surgida en el trabajo de campo) de que en este caso específico perciben»:

• Lagananciamedia(incluidaenelpreciomediodepro-ducción).

• Lasupergananciadelarentadiferencial.• Larentadelatierracomosupergananciaespecíficade

la agricultura.

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Sin contar el recargo de precios a mercancías agrícolas como abonos, etc., obtenidos por este capitalista al por mayor de las casas comercializadoras; ni la tasa de interés por con-cepto de los créditos en dinero.

El capitalismo de factorías utiliza la economía campesina arrocera para valorizarse a través de la circulación. «El proce-so de trabajo campesino funciona como proceso de produc-ción para el capital de factorías», que además explota fuerza de trabajo en su propio proceso agroindustrial.

La tendencia parece ser (y es otra hipótesis surgida en el trabajo de campo) que el sector campesino es funcional al proceso de acumulación de la burguesía agroindustrial, incluyendo aquí a Lavador y La Manicera; si este campesino arrocero dejara de existir económicamente, es probable que ello se convertiría en un factor de no acumulación para el mismo.

La mayor tajada del plusvalor en la zona se la llevan los capitalistas agroin dustriales (sobre la base de la explotación del campesinado arrocero), los capitalistas agrarios (sobre la base de la explotación de jornaleros y echa días) y subsidia-riamente, los terratenientes, que perciben la renta del suelo, aunque aquellos, comparados con estos, perciben otras super-ganancias.

lA burguesíA AgrAriA Y los terrAtenientes (rentistAs)

La burguesía agraria explota las tierras más productivas del valle, con renta diferencial, y utiliza grandes cantidades de obreros agrícolas, jornaleros y echa días. Muchas de esas tie-rras son de propiedad terrateniente, arrendadas a aquella y a productores no campesinos, y a una cierta pequeña burguesía agraria con posibilidades de acumulación.

La clase terrateniente conforma hoy en SJM una clase ren-tista parasitaria que percibe la renta de la tierra e invierte en ramas y sectores fuera de la agricultura. Las evidencias aportan en el sentido de que esta clase rentistas se formó en la zona hace varias décadas, entre la primera intervención norteame-ricana y el advenimiento de Trujillo, mediante mecanismos

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fraudulentos y mensuras catastrales engañosas efectuadas por un agrimensor empírico que en la época midió todas las tierras del valle y las repartió entre algunas familias, hoy bien cono-cidas. Ello coincidió con la construcción, al norte, durante el gobierno de Horacio Vásquez, del canal de Juan de Herrera, en la sección de Juan de Herrera, canal que se alimenta de las aguas del río San Juan, y actualmente de la presa Sabaneta.

A partir de la construcción del canal comienza a desarro-llarse un capitalismo agrario vinculado al cultivo de productos alimenticios, entre ellos el arroz. Aquellas familias abandona-ron la producción directa en los últimos 10 años y actualmen-te forman una clase rentista que participa de la ganancia me-dia que produce el capital agrario mediante la explotación de grandes contingentes de fuerza de trabajo asalariada.

La transformación de la economía natural autárquica en economía parcelaria mercantil, la generación de una clase obrera rural y la conformación de una burguesía agraria y ga-nadera sobre la base del arrendamiento y posesión de propie-dades terratenientes, es ya un proceso en vías de consolidarse en la zona.

El modelo de Kautsky y R. Luxemburgo, que da cuenta del proceso de disolución por el capital de la economía autárquica y del proceso subsecuente de conformación de economías cam-pesinas mercantiles vinculadas a un mercado capitalista, y la ge-neración de un proletariado agrícola, es útil para comprender las transformaciones habidas en la agricultura de la zona.

El nuevo proceso es, o la tendencia principal, que prácti-camente en la zona del valle en los últimos años, se abre un período en el cual se intensifica el desarrollo capitalista de la agricultura, y la economía campesina arrocera va siendo des-plazada, tendencia de la cual ya hicimos mención.

El valle comprende la zona irrigada, hacia el este y el oeste abarcando las mejores tierras, donde hay cultivos especializa-dos: arroz, habichuela, sorgo, pastos y ganadería. Tierras de buena fertilidad y con infraestructura, por tanto con renta di-ferencial I y II.

La burguesía agraria y los terratenientes acaparan más del 27% de las mejores tierras, mientras más de 17,000 campesinos

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pobres tienen que mantener su miseria con 30 tareas prome-dio, en una región que tiene en su zona rural más de 100,000 habitantes.

En la zona hay una clase rentista definida, según parecen su-gerir las evidencias, conformada por los grandes propietarios tradicionales que arriendan sus tierras anualmente a RD$20.00 por tareas aproximadamente, renta pagadera básicamente en dinero y por adelantado, aunque ello no excluye otras formas de renta, no capitalistas, muy significativas en la zona.

«Aquí es necesario, todavía no sabemos hasta dónde, recurrir al modelo de Marx de la transformación de la renta en dinero, en el cual el capital se subsuma directamente el trabajo agrícola. (El Capital, p. 1007 y ss.). La renta era la forma normal del plus-valor; se modifica su naturaleza y pasa a ser un excedente del plus trabajo por encima de la forma de la ganancia, de la cual se apropia la burguesía. Ahora el capitalista, "convertido en verda-dero comandante de trabajadores agrícolas y en explotador real de su plustrabajo", +extrae directamente todo el plustrabajo (la ganancia y el excedente por encima de la ganancia), lo percibe en la forma del plusproducto total y lo convierte en dinero. "Ya sólo queda una parte excedente de este plusvalor extraído por él, en virtud de su capital y por explotación directa de los obreros rurales, la que cede como renta al terrateniente."»

«A esta transformación corresponde una paulatina transfor-mación en el modelo de producción, pues el arrendatario capi-talista produce el producto agrícola como mercancía, mientras que antes sólo el excedente por encima de los medios de sub-sistencia se transformaba en mercancía». (El Capital, p. 1017).

El arrendamiento capitalista de la tierra, que produce renta «en el sentido moderno», según Marx, la existencia de una cla-se rentista tradicional, de una burguesía agraria modernizada, y de grandes cantidades de obreros asalariados en la agricultu-ra, nos hace tener en cuenta el modelo mencionado.

Dicho arrendamiento en la actualidad, además de que cumple la función de encubrir la concentración latifundista de las mejores tierras, cumple una función ideológica de pri-mera importancia a favor de la burguesía agraria, pues le per-mite a ésta y a sus representantes en el plano ideológico y de

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intereses hablar y manejar la tesis de que en SJM existe una «reforma agraria natural».

Esta tesis, planteada por toda la burguesía agraria de la zona, busca poner como antihistórica la lucha por la tierra y la reforma agraria; y quitarle sentido, por tanto, a una de las de-mandas principales del campesinado pobre y del proletariado agrícola de la misma.

La ideología de la burguesía local tiene otros elementos como los siguientes: 1) Negar las contradicciones del sector agrario de SJM, entre campesinos y capitalistas de factorías y comerciantes, por un lado; y entre proletarios agrícolas y burgueses agrarios, por otro. Y ni qué decir de la lucha de la burguesía agraria contra los capitalistas de factorías y los comerciantes en torno a la apropiación del excedente (L. Crouch, p. 82); 2) Esconde la real situación de las econo-mías campesinas presentándolas como equilibradas y con su «ganancia» en proporción a las explotaciones capitalistas; 3) Explicar el proceso de separación del productor de sus medios de producción sobre la base de que el campesino emigra atraído por las luces de 1as ciudades, decide vender sus tierras porque le atrae más comprar vehículo, vender billetes, disfrutar el medio urbano etc.; 4) El salario es visto como «natural» y la explotación del trabajo campesino tam-bién, etc.

Localmente, hay una política de máxima garantía para los terratenientes. Junto con la burguesía agraria y agroindustrial forman un poder local fuerte con base de sustentación en los cuerpos armados.

El poder de la burguesía agraria se manifestó en la coyun-tura de febrero de 1982, con motivo de las ocupaciones cam-pesinas; esta clase elaboró una lista de personas que debían ser perseguidas y así hizo. La demagogia agrarista guzmanista se tradujo en un endurecimiento de la represión y en la crea-ción de enemigos no fundamentales como objetivos de lucha impuesto al campesinado. Tal fue, por ejemplo, la persecu-ción contra los comerciantes corredores.

Por lo demás, la misma hipótesis que manejamos a propósi-to de los capitalistas de factoría cuando al mismo tiempo con

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terratenientes, será manejada en esta investigación para el caso de burgueses agrarios que al mismo tiempo han ido asu-miendo la figura del terrateniente, es decir, obtienen la renta de la tierra, la ganancia media y la renta diferencial.

los cApitAlistAs coMerciAles AcApArADores

Es más bien un sector de pequeños capitalistas comercian-tes de mercancías agrícolas, básicamente provenientes de la producción campesina. No ha alcanzado los niveles de acu-mulación que las otras fracciones de la burguesía agraria. Sus gastos en capital constante y variable no se asemejan en pro-porción a los de aquellas fracciones. Ello se debe a que la co-mercialización de la principal mercancía agrícola de la zona, el arroz, está sometida al monopolio de INESPRE, siempre que sea arroz descascarado. Aun así, esta burguesía corredora mercantil comercializa el arroz en cáscara hacia otras regiones del país y con molineros de la misma zona.

Maneja un capital de más de RD$250.000 anuales, distri-buidos de la siguiente manera: 120.000 qq. de maíz; 110.000 qq. de arroz; 100.000 qq. de habichuela entre roja, blanca y negra. Explota a campesinos medios y pobres y recibe una parte de la plusvalía arrancada por el capitalista agrícola a los trabajadores del campo, en proporción al monto del capital empleado por estos comerciantes para la realización de las mercancías agrícolas.

el proletAriADo AgrícolA

Entre los elementos más importantes que han incidido en el proceso de descampesinización están: 1) el mecanismo cre-diticio; es muy frecuente el caso de pequeños productores que hipotecan sus propiedades (los abogados notarios radicados en la ciudad dan cuenta de ésta situación); 2) el sistema de suelos; como ya vimos, los capitalistas agrarios ocupan las tie-rras más fértiles del valle, mientras los pequeños productores se mueven hacia las zonas áridas y montañosas; 3) el sistema de riego; incide de manera determinante; en el valle se ha

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podido desarrollar un capitalismo agrario, en parte, gracias al riego; 4) la partición hereditaria; si un padre posee 80 tareas y tiene 8 hijos, al morir a cada uno de ellos les tocaría 10 tareas, cantidad que se encuentra en desventaja para poder subsistir en competencia con las demás fincas de mayor tamaño y me-jor tecnología; 5) tecnología, constituye un agente importante en el proceso de desgaste debido a sus costos de producción. En contraposición, el capitalista compra tecnología más bara-ta (la compra al por mayor y en efectivo a las casas fabricantes) y obtiene mayor productividad; 6) intercambio desigual: el campesino concurre a un mercado capitalista del cual depen-de y compra mercancías por un valor mayor que los valores recibidos al vender sus productos agrícolas.

A estos factores concretos de descampesinización que el trabajo de campo ha ido recogiendo, se agregarían probable-mente otros que deberán tomarse en cuenta, como el tamaño de las familias rurales, en las cuales se produce una diferencia entre su incremento demográfico y su capacidad de absorción de todos los miembros, en una economía precisamente subor-dinada crecientemente al mercado.

figurAs socioeconóMicAs Del proletAriADo AgrícolA

Es una clase heterogénea en SJM. Hasta ahora hemos podi-do establecer las siguientes figuras componentes, en forma de hipótesis:

l. Obreros agrícolas cuyo lugar de asentamiento está en la zona rural, en la agricultura y la ganadería, tanto en la zona árida y montañosa, pero básicamente en la irrigada y en comunidades agrícolas no muy distantes de la ciudad.

2. Obreros agrícolas, jornaleros y hecha días cuyos lugar de asentamiento está en los barrios pobres de la periferia de la ciudad; como Quijá Quieta, Los Transformadores, Los Mojo o Raspa-Jincao, Guachupita, etc. Estos secto-res han crecido en los últimos 10 años y en ellos re-siden grandes cantidades de hombres desocupados y subocupados, jornaleros eventuales, etc.

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3. Asalariados agrícolas de La Manicera y Lavador, agroin-dustrias que emplean mujeres para seleccionar el maní, terraceros, obreros tractoristas, etc., trabajadores de fac-torías, que se dividen también en varias categorías.

4. Asalariados operadores de maquinaria y aplicadores de tecnología agropecuaria (tractoristas, bueyeros, bom-bistas, etc.).

5. Hay una figura socioeconómica que está desarrollándose actualmente, y que desde el punto de vista de su repro-ducción es obrero agrícola, pero desde el punto de vista de la contratación de fuerza de trabajo por el capital es intermediario entre el patrón y el jornalero: es la figura del «ajustero», que contrata «ajuste» (venta de la fuerza de trabajo por determinada cantidad de operaciones, con cantidades de hombres variables e igualmente de magni-tud de salario variable).

El ajustero es una figura nueva y se diferencia ideológica-mente del jornalero y hecha días por su habilidad, su califica-ción y su trato con el patrón.

Es posible concretar aquí, por razones de espacio, lo poco que todavía sabemos de cada una de estas figuras. Su hetero-geneidad plantea importantes problemas a nuestra investiga-ción que no han sido resueltos todavía.

superexplotAción Del proletAriADo AgrícolA

Los salarios rurales pagados por las explotaciones capitalis-tas agrarias y ganaderas no se corresponden con el valor de la fuerza de trabajo en la zona. El valor de la fuerza de trabajo se obtiene por la cantidad de tiempo de trabajo socialmente ne-cesario contenido en los medios de vida (alimentos, vestido, casa, transporte, etc.) indispensables para mantener al traba-jador y a su familia. Es obvio que aquellos salarios no se corres-ponden con el valor de la fuerza de trabajo hoy día en R.D.

El subingreso que eventualmente obtiene el campesi-no semiproletario y los jornaleros y hecha días eventuales de RD$3.50 y RD$4.00 diarios en la agricultura de SJM se

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corresponde apenas con el mínimo fisiológico y no le permi-te reproducirse junto con su familia como fuerza de trabajo adecuada.

Jornadas prolongadas de 8 y 10 horas de trabajo, sin ali-mentación ni transporte, producen un plusvalor absoluto que el capitalista capta de la fuerza de trabajo libre.

La reproducción próxima a los niveles de subsistencia de una familia de, por ejemplo, seis miembros, tiene actualmente un valor de más de 250 pesos mensuales, dado el costo, siem-pre creciente en precios, de los medios de consumo básicos, según se desprende del análisis hecho a los resultados de varias entrevistas realizadas a familias trabajadoras. (L. Vicens, «Se agudiza calidad de la vida en el sector obrero», Nuevo Diario.)

El capital no solamente paga por debajo de su valor la fuer-za de trabajo, sino que además no retribuye la «calificación» de la misma en lo relativo a la experiencia y destreza que ha acumulado desde el punto de vista del proceso de trabajo; y las mujeres y los niños, cuya experiencia el capital aprovecha sin haber gastado valor alguno en su «formación», rinden jornadas de trabajo sumamente baratas para el capitalista.

El cuadro que sigue muestra que el «costo de a vida» aumen-tó un 33% entre enero de 1979 y enero de 1980. Pese a ello, el salario de RD$3.50 promedio pagado en la zona a los traba-jadores, y de RD$2.00 a RD$3.00 a las mujeres (y a los niños mucho menos), corresponde, tal vez, (fenómeno que nuestra investigación tiene que medir) al mínimo de subsistencia. «Por ello creemos que la categoría de superexplotación de la fuerza laboral debe ser manejada para el análisis de la reproducción social del proletariado agrícola en la agricultura de SJM.»

En algunos aspectos del proceso de trabajo del arroz y la habichuela predomina la forma de pago a destajo tanto para hombres como para mujeres. Esta forma es la que más convie-ne al capital por cuanto en el trasplante de arroz, por ejemplo, el capitalista prescinde de la vigilancia necesaria a las formas de pago por tiempo y logra mejores resultados en intensidad y calidad.

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Gastos mínimos de una familia integrada por 6 miembros

Desayuno:12 panes de agua1/2 barra de mantequilla6 huevos (a 0.08 c/u) aceite de maní (un poco)1 sobrecito de café1/2 libra de azúcar blanca carbón

Comida:3 libras de arroz (a 0.40 c/u)1 libra de habichuelas rojas1/2 botella de aceite de maní salsa de tomate recaos (ajos, ajíes, etc.) cebolla6 plátanos (a 0.05 c/u) 2 libras de carne molida (de la más barata) carbón

Cena:1 cartón de leche pasteurizada1 cajita de maizena (pequeña)1 libra de azúcar blanca especies (canela)6 panes de agua1/2 libra de azúcar blanca carbón

Total diarioTotal mensual

Otros gastos:12 pastas de jabón (a 30 c/u)Tranasporte (jefe de familia) (0.40)

RD$0.400.300.480.200.120.25

1.83Total 3.58

RD$1.200.600.500.150.150.150.401.40

1.83Total 6.38

RD$0.450.300.500.150.250.251.52

Total 3.42

RD$13.38RD$401.40

RD$3.6012.000.48

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339Apéndice 4

La fuerza de trabajo femenina es de gran uso para el capita-lista de factoría y de agroindustrias, así como para la burguesía agraria. Trabajan en el despalillamiento del maní, la recogida de habichuela, el venteo y selección, en el trasplante de arroz (una labor «calificada» dentro de este cultivo), desyerbo y fu-migación, y su salario es más bajo que el de los hombres. Una cantidad considerable de mujeres de la sección El Batey son «especializadas» en las tareas de trasplante y por su nivel de calificación son codiciadas por los capitalistas, que le pagan la tarea por ajuste, a razón de RD$3.50, cuando el promedio es de RD$6.00 y RD$7.00. Un hombre no puede trasplantar más de una tarea por día.

Esta breve serie histórica es indicativa del sustancial aumen-to registrado en los últimos meses en el costo de la vida en Santo Domingo, pero también extensible a las localidades del interior. Puede advertirse que la canasta familiar constaba en diciembre de 1978, 121 pesos con 61 centavos y el mismo mes del año siguiente tenía un costo de 183 pesos con 60 cheles, es decir, casi 62 pesos adicionales, lo que representa un aumento equivalente a más del 50%. El aumento registrado en su costo de enero de 1979 a enero de 1980 es de más de un 33%.

En la actualidad, nuestra investigación observa una tendencia al desplazamiento de fuerza de trabajo agrícola por efecto de la utilización de tecnología por parte de los capitalistas: yerbicidas, maquinaria, «siembra directa» (que sustituye el trasplante), etc. Algunos capitalistas tienen una máquina llamada «combinada» que cosecha (corta, trilla y ventea) cientos de tareas de arroz en un día y que cuesta más de 120,000 pesos, con una vida útil de no más de 6 años. Esta máquina es odiada por los trabajadores y la primera que llegó a SJM, hace unos 8 años, fue objeto de un siniestro por parte de éstos, que intentaron quemarla.

El desplazamiento de fuerza de trabajo alimenta el éxo-do rural urbano y la miseria en los barrio periféricos de SJM, donde viven grandes cantidades de jornaleros y hecha días en condiciones materiales y espirituales que no podemos analizar ahora aquí. En la zona urbana de SJM ha habido un incremen-to exagerado últimamente de todo tipo de micronegocios, fri-tureros, paleteros, chiriperos de todo tipo; y un incremento de

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los vicios, los juegos de palé y caracas, prostitución, negocios, etc. Negociantes de palé calculan un movimiento cada noche de más de 10,000 pesos.

Costo de adquisición mensual por año de la ca nasta familiar agropecuaria en Santo Domingo (RD$)

Mes 1977 1978 1979Enero 116.59 124.86 125.40Febrero 115.83 122.22 123.46Marzo 115.19 119.50 122.30Abril 117.62 119.39 122.30Mayo 115.89 123.79 121.70Junio 117.52 119.12 121.12Julio 123.76 117.56 132.74Agosto 130.56 118.27 135.54Septiembre 135.01 119.52 143.34Octubre 123.99 121.23 154.84Noviembre 123.42 121.18 179.57Diciembre 120.32 121.61 183.60Promedio 121.31 120.27 138.83

Los trabajadores no cuentan con ningún tipo de prestación laboral, no tienen seguro social, ni siquiera transporte; cuan-do se enferman en las fincas o se accidentan tienen que cu-rarse con el monto de su salario. Algunos capitalistas ofrecen transporte con el fin de aprovechar más íntegramente la jor-nada y el obrero no se retrase en llegar a la unidad de explo-tación más allá de las 7:00 am También ofrecen comida, con dos finalidades: Por un lado manipular ideológicamente de manera paternalista al trabajador y por otro, evitar que pierda tiempo en la preparación de comidas, acortar el intervalo de éstas y hacer más intensa la jornada. Además, con la intención de que «rindan más», pues el obrero agrícola se mantiene con tabaco y café hasta no más de las 12 meridiano.

En las explotaciones donde no ofrecen comida, el trabaja-dor lleva un pan y con él se sostiene hasta el regreso en la no-checita, cuando compra con el jornal la comida en la pulpería.

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341Apéndice 4

Y cuando no ofrecen transporte tiene que pagarlo él mismo, razón de casi RD$1.00 o más.

La figura socioeconómica del proletariado agrícola de SJM que vive en la zona urbana, llega extenuado de noche a la casa y ya no tiene tiempo a no ser para dormir. Ello ha dificultado enormemente la consolidación del único sindicato de obreros agrícolas existentes en toda la zona, y tal vez en el Suroeste; se fundó en noviembre de 1981 y hasta la fecha no ha podido rebasar los 80 miembros.

En SJM los obstáculos principales para la organización sin-dical del proletariado agrícola, según el nivel de nuestra obser-vación, son los siguientes: l) el paternalismo de los capitalistas agrarios, que los confunde ideológicamente; 2) Trabajan dis-persos, en una finca hoy y otra mañana; no hacen contacto co-tidiano los mismos hombres todos los días, como en la unidad fabril; que les permite apoyarse mutuamente, cooperar entre sí e identificarse; 3) La oferta abundante estacional de fuerza laboral permite al capitalista manipularlos para impedir su or-ganización. 4) Trabajan todo el tiempo, no pueden pensar en ellos, en desarrollarse, ir de noche a una escuela porque llegan extenuados de jornadas laborales intensas y de un transporte penoso que les roba horas de descanso o de estar en la familia; 5) el artículo 265 del Código de Trabajo que expresa: «No se aplican las disposiciones de este Código a las empresas agríco-las, agroindustriales, pecuarias o forestales que ocupen de ma-nera continua y permanente no más de 10 trabajadores».

El proletariado agrícola es una de las clases más explota-das y menos organizada del país. Generalmente, se deja re-presentar por el campesinado. Ello ocurre en SJM, en donde los trabajadores y jornaleros no ven todavía al capital como su enemigo principal. El campesinado tampoco ve al capital como enemigo fundamental.

Intuitivamente, los trabajadores saben que los patronos ca-pitalistas «viven bien» y ellos mal, pero no están consciente del grado de explotación a que están sometidos por el capitalismo agrario. Ello representa un factor político e ideológico favora-ble y significativo para la acumulación capitalista, además un obstáculo concreto a la sindicalización.

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Los trabajadores agrícolas de SJM, en estas condiciones, no les pueden arrancar ningún tipo de prestación al capitalista, quien se ve libre para a arrebatarles una masa de plusvalor absoluto limpia de cualquier mediación.

en síntesis

La observación de campo permite ir estableciendo situacio-nes y tendencias que se están produciendo en la agricultura de SJM. Partiendo de un intento todavía provisorio de análisis del vínculo que en la esfera de la circulación se presenta en-tre producción mercantil campesina y capitalismo de factorías y agroindustrial, tratando de descubrir elementos económicos significativos de este vínculo estructural, para establecer la real situación de aquellas en cuanto a sus posibilidades de repro-ducción, se percibe la tendencia hacia el desgaste gradual de las mismas. Pero al mismo tiempo su vinculación relativamente estable con el capital hace pensar en una probable situación funcionalización a favor de éste, que succiona el excedente del trabajo campesino y no hace visible su desaparición inmediata.

Mientras, hay una situación de déficit real que se refleja en los costos de producción, el crédito, la tecnología y otros elementos y la tendencia al desplazamiento hacia las tierras de escasa renta diferencial.

Las clases sociales cuyo esquema hemos sugerido, guardan una serie de contradicciones que no ha sido descubiertas a plenitud todavía. Los capitalistas de agroindustria y la burgue-sía agraria luchan entre sí por la apropiación del excedente, y mientras esta última tiende a descampesinizar, aquella re-campesiniza relativamente en la medida en que organiza la producción campesina a través de la circulación, y su interés básico reside en mantener ese vinculo antes que expropiarle los medios de producción.

Los capitalistas, cuando se funden con la figura del terrate-niente, además de percibir de la ganancia media, perciben la renta diferencial y la renta de la tierra. Esto explica en parte el poder de los burgueses locales, y sus niveles considerables de acumulación.

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La intensificación tecnológica del proceso de trabajo, irre-sistible por sus costos de producción para el campesino, está generando una tendencia al desplazamiento de fuerza de tra-bajo asalariada hacia otros sectores. El incremento de pobla-ción depauperada en los barrios pobres de la ciudad refleja en cierta forma este proceso.

El proletariado agrícola es una clase heterogénea que in-cluye un conjunto de figura socioeconómicas diversas, como nosotros hemos propuesto, y rinde las más altas tasas de plus-valor en la zona, incluyendo mujeres y niños; vive en condicio-nes de pauperización extrema y los salarios pagados por los capitalistas agrarios no se corresponden con el valor real de la fuerza de trabajo, por lo que se puede usar en este caso la categoría de superexplotación de la fuerza laboral.

La clase obrera rural tiene serias dificultades de organi-zación, ideológicas y materiales, lo que coadyuva al proceso de acumulación y a la manipulación por parte del capitalis-ta, convertido, en virtud de la existencia de la renta capita-lista del suelo, en verdadero «comandante de trabajadores asalariados».

El obrero agrícola lucha junto al campesinado pobre por tierras y por convertirse en un productor autorreproducido. En esta brega se deja representar, en calidad de «campesino sin tierras», por las organizaciones campesinas, cuyas deman-das fundamentales, aunque no las hemos estudiado aún y ape-nas la hemos mencionado, son específicamente de carácter campesino. Ambas clases, en la zona, no ven todavía que su «amo» común, como dice Cl. Faure, es el capital.

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Apéndice 5. Artículos publicados en el periódico local El Cable (1925 y 1935), por el escritor regionalista Manuel de Jesús Rodríguez Varona (1873-1956)1

agricUltores, terratenientes y ganaderos

Nuestros mal llamados agricultores no son realidad sino rutinarios aborígenes de pequeñas siembras de gramíneas y tubérculos que apenas les producen para el necesario sus-tento y las más ingentes necesidades de la vida, no pudien-do, generalmente, hacer género alguno de economías para las previsiones de la salud, ni mucho menos para el acre-centamiento de la finca; resultando de ahí que el ahorro no exista en esta región en materia agrícola y de que, nin-gún agricultor esté debidamente preparado e instruido en la conveniente selección de los granos y, ni tampoco en la preparación y acondicionamiento científico de las tierras, para la obtención de abundantes cosechas de calidades su-periores, capaces de monopolizar el mercado en razón del equilibrio de la oferta y la demanda que hacen de la pro-ducción agrícola verdadera fuente de bienestar económico de la región.

1 Estos trabajos serán publicados por el Archivo General de la Nación (AGN), en dos volúmenes inéditos, Sociología aldeana y otros textos (Vol. I) y Artículos (Vol. II), presentación y notas de Angel Moreta.

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La ilegalidad y usura de los acaparadores de los produc-tos someten al infeliz sembrador o cosechero agrícola a ser obligado tributario de su agio capitalista y, los contratos leo-ninos que estos firman por hambre y desnudez, para pagar ½ y el dos tercio por uno de capital en la producción, son causas esquiladoras, reales de los pocos beneficios o posibles rendimientos de sus campos de producción agrícola, hacien-do, en consecuencia, generalmente abandono de la finca o de la pequeña haciendita a favor de su espoleador y, o va a parar esta a manos del prestamista directamente, o a las de un tercero doblemente usuario, o se convierte en «Botado», mientras el esquilmado propietario, el que con benignidad y ahorro a cargo de infinitos sufrimientos materiales y mora-les hubiera ascendido a la categoría de propietario agrícola o semi-hacendista, queda, de la mañana a la noche, convertido en bracero adocenado de las fincas de caña o centrales azuca-reras, o escuálido peón de una que otra industria o factoría del país, por obra y gracia de la usura y del agio en tripulante ejercicio por la absoluta carencia del proteccionismo agrícola en la República.

Es preciso que la escuela agrícola se difunda en la región, que se enseñen el manejo del arado y el uso del rastrillo y que, el uso de las aguas tenga aplicación científica sobre el terreno en cultivo; de tal modo que la planta se alimente, crezca loza-na y fructífera dentro de las condiciones climatológicas y en el tiempo preciso requerido; para que todo esto suceda hay, pues, que abandonar el viejo doctrinarismo o rutinarismo aldeano y hacer ensayos científicos conducentes a patentizar la eficacia de tales científicos procedimientos; de ahí a la común prospe-ridad y fuerza agrícola de la región no hay más que un paso.

Nuestros terratenientes, en su mayoría analfabetos, adqui-rentes a título de sucesores ignoran el valor real de las tierras y venden el solar propio a cambio de baratijas que el extranje-ro meticuloso y oportunista les ofrece, quedando reducidos a pequeñas posesiones por el acaparamiento de los dueños de títulos de personas acaudaladas, o de las fincas de caña que radican en el territorio a fuer de poseedoras con documen-tos fabulosos de dudosa legalidad, adquiridos de satrapitas o

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encubiertos falsificadores que se los venden deshonestamente, en grandes parcelas imposible de ser mensuradas legalmente dentro del estrecho territorio de la provincia o la región.

El pequeño terrateniente que no ha cedido a los halagos o a las palurdas ofertas de los compradores usurarios se ve forza-do a proteger su pequeña hacienda o su conuco y bohío con la mensura provisional, o caer dentro de las llamadas parcela-ciones en los predios de mensura, con lo cual, sin habérsele dado valor real a la finca ha carecido su precio, sembrando de obstáculos su crédito, reduciendo la finca –que bien podría ser próspera– a una cerca emboscada, un corral de cabras de-generadas y un criadero de aves de corral que, el infeliz cam-pesino torpe y sin amparo del banco o del prestamista liberal somete sus cortos haberes a las onerosas regulaciones del im-puesto sobre la propiedad.

Es preciso que los hombres de la región dediquen su amor propio a poner en claro la propiedad de la tierra, haciendo labor honesta contra la inmensa cantidad de títulos falsos con que viven estafando a diario unos cuantos meticulosos, solapa-dos comerciantes desordenados nuestra pobre gente campe-sina; ya quitándoles fajas de terreno poseídas a justos títulos, ora haciendo ventas a granel a cuantos incautos les compran, para luego sembrar la molestia y fomentar el encono entre los viejos poseedores, para más luego, con legajos inservibles o exóticos juicios de fementidos testamentos, venir a sanear las malas posesiones vendidas y remachar nuevos clavos a las viejas cadenas del esclavismo terrateniente.

Nuestra producción ganadera está reducida a menos de la vigésima parte en toda la región sureña o suroestana, a causa del viejo sistema patriarcal de la crianza libre en los predios comuneros, expuesta a todas las contingencias del tiempo y a los cambios atmosféricos que modifican notablemente, en oca-siones, la faz prolífica del terreno, haciéndolo menos produc-tivo y menos abundante, como antaño, en pasto natural, no pudiendo señalarse sino muy escasos criadores ganaderos que puedan, de acuerdo con la ley, llamarse verdaderamente tales.

Entre nuestros habitantes son bien pocos los que alcan-zan a comprender los grandes beneficios que se derivan de la

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organización de su crianza ganadera en general; así como la de la vitalidad [que] da esa misma crianza su establecimiento bajo cerca con pastos artificiales de buenas yerbas y abundan-tes aguadas, haciendo, a la vez el cruzamiento con ceméntales apropiados de pura raza; ya para obtener ganado de peso y de tamaño, por la mucha musculatura; ora para lechero por la producción multiplicada de este producto natural en las vacas, cabras y ovejos, a causa del eficiente resultado que se de-riva del cruzamiento o selección con ganado verdaderamente musculoso o lechero.

Hay que propender a obtener las divisiones agrarias, de modo que en el terruño regional prosperen la agricultura y la ganadería de una manera efectiva, dando valor al ganado por su peso y calidad y a los productos agrícolas por su selección y acondicionamiento científicos. Son estas, pues, a grandes rasgos las tres fases de verdadero progreso sobre que debe ci-mentarse el suspirado bienestar de la región y, somos nosotros los hombres de la presente época quienes tenemos el compro-miso de honor, el indeclinable, laudatorio deber de tan noble como patriótico desiderátum.

Las Matas de Farfán, junio de 1925.

religión y costUMbres

En esta infortunada región sureña o suroestana el espíritu religioso está completamente decaído, a causa de la falta, casi absoluta, de verdaderos predicadores y ejemplarizadores de las doctrinas cristianas; porque, a decir verdad, la mayoría de los curas de almas o sacerdotes del clero católico que tenemos por estos trigales, para nada se ocupan del religioso oficio que les está encomendado y, antes que curas de almas son unos como fenicios que comercian vilmente con la religión, impor-tándoseles un bledo el clamor de las familias y la protesta de la sociedad; llegando a tal extremo sucrosa indolencia y culpa-ble abandono de la Iglesia que, ni siquiera cumplen con sus más elementales mandatos y, ni tampoco tienen ayudantes,

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clérigos, monaguillos o sacristanes para el santo sacrificio de la misa.

Curas hemos tenido por aquí que, no solamente han servido deshonestamente sus destinos, dejando completamente incum-plidos sus deberes en la Iglesia, cuanto que han ejercido públi-camente la prostitución, llegando hasta las violencias contra el sexo débil, sembrando el deshonor y la miseria en los hogares humildes, escandalizando la sociedad con sus canallescas delin-cuencias condignas de la pública repudiación y de la airada exe-cración social; de modo pues, que nuestro desacreditado estado religioso en la región sureña o suroestana con alguna que otra noble excepción pende de la falta de cumplimiento de los de-beres morales y evangélicos encomendados a los curas de almas o ministros del culto, antes que de la dejadez o abandono de sus moradores que antaño concurrían devotos y obedientes a las festividades religiosas, levantaban templos y daban placenteros sus contribuciones para hacer notable y prolífico el esplendor de las doctrinas del crucificado, llenando de amor y fe el cora-zón de la ciudadanía y arraigando las creencias providenciales en los futuros destinos de la humanidad, haciendo armónica la vida municipal y comarcana con el ejercicio honesto de la religión beatífica del sabio redentor de Galilea.

Esa desmoralización o abandono inconsiderado de los de-beres religiosos, a causa de los malos ejemplos de los llamados sacerdotes católicos en esta desventurada región, de algunos años a esta parte, ha venido relajando las costumbres domés-ticas y populares, sembrando la insana en los corazones de la niñez, encalleciendo los sentimientos del adulto cuajando de indolente abandono el alma de la senectud; de ahí este caótico estado social apacentador de todo encono, sembra-dor fatídico de los desconciertos sociales que ensombrecen y denigran los destinos de la región, haciendo nula y sin valor alguno moral la anhelada grandeza de sus hombres, dejando sin virtud y sin cohesión el ejercicio de los deberes ciudadanos contraídos con el municipio y con la Patria.

Nuestras costumbres patriarcales han sido arrasadas veloz-mente por el torrente de las pasiones políticas en censura-ble ejercicio; de una parte y, de la otra, por la indolente ala

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protectora se cobija el credo nacional y por cuya virtualidad moral viven y florecen las instituciones.

Preciso es, pues, levantar el espíritu religioso y fortificar las buenas costumbres domésticas y populares, para que podamos hacer de los municipios pequeñas patrias en la Patria grande del pueblo dominicano donde florezcan las buenas acciones, prosperen las fuentes todas de la potencial riqueza de la vida plenos de satisfacción por haber cumplido nuestros derechos en la familia, en el municipio y en la Patria.

Las Matas de Farfán, junio de 1925.

los réprobos

De aparente civismo, trajeados de mansos corderos se presentan los réprobos de la región en el escenario político comarcano, inflamados como pompas de jabón, hidrópicos de ínfulas libertarias, esgrimiendo de oficio ampuloso diti-rambo artero, maculoso y ruin, o sincerando sus flacos pro-cedimientos con el auto-bombo o el aplauso incesariante de los falderillos de aldea, para medrar a sus anchas a la sombra tentadora de los acostumbrados , menesterosos convenciona-lismos medievales y atrapar canonjías presupuestales a cambio de cepillar alpacas incoloras o haciendo oficio de verdaderos centuriones en el alardeante escenario de política tumultua-ria de insanas y apandilladas maquinaciones semibárbaras, de iconoclástica marrullería politiquera.

Más de un Pacheco de estirpe lugareña y plebellana, sur-gido como hongo de la pampa se da el aire fantasmagó-rico de hombre de ideales puros y nobles, de doctrinario y ejemplarizador dignísimo de paz jurídica y de amor al prójimo; verdaderas almas de cántaro, réprobos miserables en cuyos encallecidos pechos solo apacientan y se hacinan villanamente acciones detestables, rivalidades rastreras, he-diondas y maléficas a cuya eficacia mefítica prosperan to-das las insanas y se alimentan todas las bajuras insolentes de la sociedad y se acicala y atufa cuanto lechuguino fue

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villanamente pródigo en incensar fementidas matuteros o inconfesos mandarines de nuestras épocas medievales, o caudillos espoleantes y ridículos que sobrenadan en la al-tura –por obra y gracia de los convencionalismos políticos– como los gusarapos en las revueltas aguas, englobados en la ola tumultuaria a merced del torrente incontenido, a causa de la incapacidad política o de la falta de verdadero civismo de que están carentes estas esquilmadas sociedades suroes-tanas o intra-terrestres.

Es obligado desiderátum tirar fuertes líneas de separación entre el mal y el bien, apartando de la sociedad cuanto pueda ser nocivo a su futuro progreso, a su civilización, en fin, enco-mendada en los actuales críticos momentos de la presente épo-ca; es decir, al civismo en acción que ha de levantar a noble y envidiable altura moral nuestra estructura ciudadana, haciendo próspera, rica y feliz la región, repudiando las malas acciones y haciendo cotidiano ejercicio de los derechos y deberes ciuda-danos que han de integrar el carácter y el honor bien entendi-do de los pocos que vivimos en este jirón de tierra comarcana anhelando y laborando tesoneramente por el coronamiento de las reformas sociales que hagan ricas y organizadas nuestras municipalidades, para hacer cada vez más independiente y más moral y jurídicamente grande el pueblo dominicano.

¡Atrás los públicos mangoneadores politiqueros consue-tudinarios de la región!, ¡atrás los réprobos sustentadores adocenados de ideas de regresión moral y de fuerza de co-hecho embaucador y bárbaro de estulto caciquismo y, a paso a la juventud ilustrada, al civismo en acción dignificadota de progreso civilización que salva los pueblos iluminándoles el camino de la libertad y del honor, haciéndolos ricos y felices por el respeto a las instituciones!...; paso, pues, a la falange emuladora del bien público, contentadota, sana y leal en las sabias prácticas constitucionales, de cuya suspirada grandeza y noble estabilidad está pendiente el porvenir de estos pueblos sureños o suroestanos, de estos vilipendiados y esquilmados pueblos comarcanos.

San Juan de la Maguana, junio de 1925.

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sociología MUnicipal aldeana

Estos ayuntamientos o consejos edilicios o cuerpos munici-pales colegiados que tienen a su cargo la representación por delegación de los bienes comunales, son en la región con al-gunas excepciones verdaderos adefesios, cuerpos sin calor ni vida; porque sus componentes, o regidores carecen, general-mente, de la capacidad y buenas intenciones, y del carácter del hombre racional y justo que dedica sus actividades al bien colectivo, a la armonía y al orden social bien entendido dentro de la municipalidad; esto así, porque son cargos ad-honoren u honoríficos y gratuitos en los cuales solo deben figurar hom-bres capacitados, íntegros y laboriosos de que estamos un tan-to carente en nuestra tierra adentro del país en estas aparta-das aldeas o villorrios en recuento o tardía formación, a causa de la acción disgregadora del medio ambiente y de la gregaria formación de sus colectividades municipales, de sus ayunta-mientos o consejos edilicios carentes de la vinculación moral de cívico apostolado, ayunos de consagración al bien general; porque sus elementos constitutivos hacen vida personalísima, a causa, también, de la torpe y ridícula sustentación del ma-quiavélico doctrinarismo político de «Divide y Vencerás», sin parar las mientes en que venciendo por la división política se cimenta la debilidad orgánica del cuerpo social y, como consecuencia biológica la muerte o el estacionamiento inde-finido de la actividad colectiva; es decir, el aniquilamiento de los elementos indispensables al desarrollo de civilización y de cultura por la evolución reformadora y prestigiadora de la so-ciología municipal aldeana.

A tales corporaciones vive adscrita la sindicatura municipal que tiene a su cargo, en razón de nuestra legislación la defen-sa adjetiva de los intereses comunales con voz consultiva en las deliberaciones del Consejo Municipal; siendo este personaje, a la par que los ayuntamientos responsables ante la sana moral de la organización de la vida municipal, carente, qué dolor!... generalmente de la capacidad educativa para contenerse den-tro de los límites jurisdiccionales, no menos que actuar den-tro de las buenas intenciones que deben servir de pauta para

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modelar sus cívicas actuaciones en tan prominente, merito-rio cargo municipal, cuanto que, tales elementos se dedican a todo género de politiqueo profesional y ridículo, haciendo, las más de las veces, de policías ad-hoc, de cucos truculentos el sesudo pacifismo en desbordante acción de absolutismo in-contenido casi siempre, contra la obra modeladora del bien público; son pues, nuestros ayuntamientos y nuestros síndicos de comunes intra terrestres, en su mayoría verdaderas tránsfu-gas del civismo, jurados enemigos del clamor popular, desaira-dos sostenedores de los mas antojadizos desaciertos, burócra-tas de sí mismos y obstinados defensores de toda regresión.

Se impone, pues, una reforma en nuestra organización municipal que venga a poner cese a estas andadas vegetarias de traspatio, poniéndose en manos de hombres prudentes y laboriosos el desenvolvimiento económico-social de nuestras municipalidades, apartando de ese ramo a todo inadecuado servidor público que, dentro de otros campos de acción pue-da ser útil al bien social, reinando de ese modo la verdadera estabilidad en la vida municipal.

San Juan, 28 de noviembre de 1935.

elite social aldeana

Bien claro se distingue el estado cultural de nuestras socie-dades en embrión en la singularización y marcado exclusivis-mo de cuantos en la obra evolutiva del conglomerado no sir-ven con sus virtudes y talentos, con sus medios económicos, ni con su cívica actuación ciudadana los sacrosantos destinos de la sociedad, empecinados, generalmente, en soñados abolen-gos de Estuardos o Borbones, llevando tan vanas pretensiones al egoísta empeño, al pretenso atentado de dictar la ley a los demás, al prurito de considerarse superiores en todo y para todo, sin miramientos de ningún linaje.

La rama femenina se distingue apreciablemente por su ele-gancia, su gentileza y bellos atractivos, por la fineza de sus mo-dales, dejando, generalmente, el hombre mucho que desear,

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por la carencia de los aprestos de la galantería y de las gracias con que debe hacerse atractivos, cautivadores y joviales en el ara santa de los diplomáticos sinceramientos sociológicos, le-vantándose así a un alto nivel social y prestigiando la elite en que viven y sobre que deben descansar y prestigiarse, plenas de fe y de optimismo nuestras nacientes sociedades.

Un estado congénito, semi atávico de infecundo tacañe-rismo lugareño o aldeano, auspiciado por raciales exotismos mantiene huérfano el ambiente de la galantería y débil la ac-ción emuladora de los elementos de sociabilidad, infiltrándose el espíritu nuevo de nuestra juventud el inmisericorde apego a los bienes de fortuna, con marcado abandono, con indolen-te desdén de los honestos goces y espirituales esparcimientos, a cambio de efímeras satisfacciones individualistas de vivir en holganza, con el vientre lleno de materiales hartazgos, con el alma ausente de las ingentes consagraciones del espíritu en la moralizadora vida de relación de que se alimentan las socieda-des en su afán de perfección y de arraigo de ideales que viven los pueblos nacidos dentro de la libertad, para la civilización y el progreso.

Requiérese una reacción en el medio ambiente social, sem-brando la buena cimiente de la hidalguía, las buenas maneras y las gracias que en sociología, como en la diplomacia son tan útiles al crédito de las colectividades, para que las sociedades rejuvenezcan y vivan, como es de desearse, vida de trabajo ho-nesto, de esparcimientos civilizadores en que el alma de los pueblos se edifica fantaseando por cima de las humanas fla-quezas, para vivir, perfilar y cimentar los ulteriores destinos sociológicos en el pueblo, la aldea o el villorrio.

San Juan, 30 de noviembre de 1935.

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Índice de cuadros

Cuadro 1. No. de explotaciones, superficie y tamaño prome-dio en el Suroeste, 1971 / 31

Cuadro 2. Superficie de las tierras de cultivo en San Juan de la Maguana, según uso de la tierra, 1971 / 32

Cuadro 3. Procesos de concentración después de 1960 en el arroz / 97

Cuadro 4. Fincas y superficie de 800 a 8,000 en adelante, en San Juan de la Maguana y en la región Noroeste, 1950 / 98

Cuadro 5. No. de explotaciones y superficie, de 800 a 8,000 y de más de 8,000 tareas en San Juan de la Maguana y en la región Suroeste, 1971 / 99

Cuadro 6. Distribución de la tierra según tamaño de finca en San Juan de la Maguana, 1971 / 101

Cuadro 7. Superficie cultivada y cantidad cosechada de arroz en el Suroeste, 1960 / 105

Cuadro 8. No. de fincas informantes, superficie cultivada y can-tidad de maní por provincias del Suroeste, 1950 / 106

Cuadro 9. Superficie cultivada y cantidad cosechada de maní en el Suroeste, 1960 / 107

Cuadro 10. Trabajadores remunerados y no remunerados en fincas durante las semanas anteriores al censo en algu-nas provincias del Suroeste, 1950 / 108

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356 Angel Moreta

Cuadro 11. Tendencia de las relaciones agrarias en R. D. Trabajo remunerado y no remunerado en la agricultu-ra, 1950 / 109

Cuadro 12. Explotaciones del Suroeste que ocuparon perso-nal, 1970 / 113

Cuadro 13. Salarios pagados en las fincas del Suroeste en 1971 / 114

Cuadro 14. Procesos de descampesinización y concentración de la propiedad del suelo en el valle y la provincia de San Juan de la Maguana, 1950-1971 / 125

Cuadro 15. Distribución de la tierra según tamaño de finca en San Juan de la Maguana (1950 y 1970) (de 800 a 8,000 y más de 8,000 tareas) / 125

Cuadro 16. Procesos de descampesinización y concentración de la propiedad del suelo en el valle de San Juan de la Maguana / 126

Cuadro 17. Población de la provincia de San Juan de la Maguana según años 1960, 1970 y 1981 / 137

Cuadro 18. Población activa en las zonas urbanas de la re-gión Suroeste comparada con todo el país 1980 / 138

Cuadro 19. Población de los barrios de la zona urbana del municipio, SJM / 138

Cuadro 20. Distribución de la población económicamente activapor sectores en la región Suroeste / 139

Cuadro 21. Participación porcentual de la región Suroeste en la producción nacional de arroz y habichuela / 152

Cuadro 22. Producción de habichuelas rojas en la región Suroeste y San Juan de la Maguana de participación en la producción nacional, 1979-1982, en qq. / 152

Cuadro 23. Producción arrocera del valle de San Juan de la Maguana, 1979-1981 / 152

Cuadro 24. Producción de habichuelas por regiones, 1977-1978 / 153Cuadro 25. Producción de arroz por regiones, 1977-1978 / 153Cuadro 26. No. de fincas, extensión y producción según cul-

tivos enSan Juan de la Maguana, 1971 / 154

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357Índice de cuadros

Cuadro 27. Distribución de las áreas arroceras según zonas agro-climáticas R.D, 1978 / 154

Cuadro 28. Producción, superficie y rendimiento de maní, según provincias de mayor producción, 1971 / 155

Cuadro 29. Producción de arroz según años en la región Suroeste y la provincia de San Juan de la Maguana, 1979-1981, en miles de qq. / 155

Cuadro 30. Explotaciones y superficie con más de una forma de tenencia en San Juan de la Maguana / 164

Cuadro 31. No. de explotaciones por régimen de tenencia en la región Suroeste / 166

Cuadro 32. No. de explotaciones por régimen de tenencia en la región Sur / 167

Cuadro 33. Aparcería, arrendamiento y otras formas de te-nencia en San Juan de la Maguana 1950-1971 / 167

Cuadro 34. Familias precaristas con menos de 8 tareas en las zonas adyacentes del valle de SJM / 171

Cuadro 35. No. de explotaciones menores de 8 tareas en la región Suroeste y Sur / 172

Cuadro 36. Explotación menores de 8 tareas en el Suroeste y San Juan de la Maguana, 1950-1960-1971 / 174

Cuadro 37. No. de fincas por régimen de tenencia en San Juan de la Maguana, 1971 / 175

Cuadro 38. Productores, propietarios, arrendatarios, aparceros, con-cesionarios y colonos en la región Sur-Suroeste, 1960 / 176

Cuadro 39. Productos propietarios, arrendatarios, aparceros, concesionarios y colonos en la provincia de San Juan de la Maguana, 1960 / 177

Cuadro 40. Comparación de costos de producción de arroz, 1981 / 178

Cuadro 41. Evolución de los costos de producción del maíz por tareas entre 1970 y 1982 / 186

Cuadro 42. Beneficio neto de fincas capitalistas arroceras según áreas variables de más de 800 tareas, en base a rendimiento, promedio y costos, 1983 / 188

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358 Angel Moreta

Cuadro 43. Costo de producción de una tarea en una unidad agrícola capitalista, febrero 1983, SJM / 189

Cuadro 44. Hogares rurales en extrema pobreza, unidad de consumo 0-RD$94-00 / 191

Cuadro 45. Familias rurales en extrema pobreza, en algunas provincias, incluyendo Azua y SJM / 192

Cuadro 46. Familias con ingresos menores de RD$200.00, 1977, zona rural del país / 192

Cuadro 47. Disminución de la producción de arroz en SJM, según años 1981 y 1984, y otros cultivos / 194

Cuadro 48. Origen de la producción interna de arroz por estrato de tamaño de la finca / 195

Cuadro 49. Margen del productor y de comercialización de pequeños productores. Sistema de ventas de arroz elaborado(en porcentaje) / 195

Cuadro 50. Precios de algunos de los pesticidas más usados en el cultivo de arroz en dos períodos distintos / 197

Cuadro 51. No. de explotaciones en SJM y el valle, según pro-piedad o número de tierra y número de explotaciones arroceras / 200

Cuadro 52. El riego en SJM, según tierras sercanas o no / 202

Cuadro 53. Relación de los asentamientos campesinos rea-lizados en la región Suroeste desde la era de Trujillo hasta la fecha. 1954-1982 / 203

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– 359 –

Índice de ilustraciones

Ilustración 1. Ubicación de la región Suroeste / 18Ilustración 2. División política de la República Dominicana,

1983 / 25Ilustración 3. Valle de San Juan de la Maguana. Recreación

de la geógrafa Sandra Black / 36Ilustración 4. Parajes y secciones de San Juan / 37Ilustración 5. División política de la región Suroeste, R. D.,

1983 / 50Ilustración 6. Balanza denominada romana, de 1920, utilizada

por intermediarios / 57Ilustración 7. Zona del valle de San Juan de la Maguana / 68Ilustración 8. Zona del valle de San Juan de la Maguana / 68Ilustración 9. Carreteras construidas entre 1906 y 1930 / 73Ilustración 10. Zona del valle de San Juan de la Maguana / 74Ilustración 11. Ríos de la provincia de San Juan / 79Ilustración 12, Factorías de arroz en el valle de San Juan de la

Maguana / 90Ilustración 13. Recua de mulos que traen productos al

mercado / 90Ilustración 15. Barrios periféricos, San Juan de la Maguana / 111Ilustración 16. Reunión de obreros agrícolas en la zona

urbana, dentro de las actividades del sindicato / 112

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360 Angel Moreta

Ilustración 17. Actividad de secado de arroz / 119Ilustración 18. Cultivo de arroz con tracción animal / 119Ilustración 19. Factorías de San Juan / 127Ilustración 20. Foto de obreras de agroindustrias / 139Ilustración 21. Atisbamiento en factorías / 140Ilustración 22. Transporte de sacos de arroz / 140Ilustración 23. Factoría de arroz, San Juan de la Maguana / 179Ilustración 24. Factoría de arroz, San Juan de la Maguana / 179Ilustración 25. «El desastre económico del gobierno»,

edición especial del periódico del PLD, 4 de julio de 1986 / 198

Ilustración 26. Obreros tomando un descanzo / 226

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Page 361: volumen_81

– 361 –

a

Abad, José R. 43Acosta 285Alcántara, Ampayés 82Alcocer, Diego 35, 36Álvarez, Aquiles 252Álvarez Vega, Bienvenido 221 Amin, S. 291Angulo Guridi, Alejandro 17, 42Aquino, Jesús 56, 58Archatti 291Arias, Adalgisa 130Arias, Desiderio 82

b

Báez, Cayo 88Báez, Frank 286, 288Balaguer, Joaquín 76, 285Bartra, Roger 168, 170, 264, 265, 291,

313, 315Bears, coronel 89, 253, 254Beltré, L. Manuel 208Black, Sandra A. 36, 37, 72, 74, 79, 111Bogaert, Luis Liberto 80Boin, J. 147, 286

Bonetti, los 221Bonetti, Santanita 221Bonó, Pedro Francisco 17, 42, 76, 81Bordas Valdés, José 84, 209, 252Bosch, Juan 84, 209Botero Cadavid, J. J. 293

c

Cabral, Alejandro 257Cabral, Buenaventura 89, 253Cáceres, Ramón 252Casas, fray Bartolomé de las 36 Cassá, Roberto 16, 46, 48, 49, 51, 52,

88, 157, 229, 251, 279, 285-288Castillo, abogado 83Castillo, José del 85, 285, 288Cedeño, Quiterio 204, 205Ciaccio, Vespasiano 65Coean, Julio 52Coello, M. 156Coiscou, J. Julio 80Collado, Felipe 55Collado, los 78Cordero, Casimiro 252Cordero Michel, J. R. 92, 106, 107Cortén, Andrés 45, 46, 84, 91, 110,

111, 148, 284-286, 288Crouch, L. 170, 171, 215, 216, 333

Índice onomástico

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Page 362: volumen_81

362 Angel Moreta

d

Davis, Martha 280De Janvry 170, 171, 215, 216Díaz Polanco, Héctor 14, 263, 268Dimayo, Miguel 54Dore Cabral, Carlos 260Duarte, Isis 109,144, 280, 283, 285, 288

e

Echagoian, Juan de 37Espinosa Rosario, M. 200-202

f

Fals Borda, Orlando 296Faure, C. 275, 291, 302, 328, 343Fernández de Oviedo, Gonzalo 36Fiallo, Fabio 88Fuente, Santiago de la 20, 24, 34, 35

g

García, Joaquín 80Garrido, Víctor 35, 43, 47, 59-65, 74,

75, 79, 81, 82, 88, 89, 239, 251, 253, 254, 256

Garrido Puello, E. O. 17, 47, 48, 52-55, 62, 65, 70-73, 75, 76, 78, 83, 257

Gómez Estrella, F. 151, 193Gómez, Luis 64, 285, 286, 288González, Miriam 149González, Nancie L. 82Guzmán, Antonio 183, 202, 214

h

Hayaime, José J. 54, 66Hayaime, los 78

Hayaime, Pedro J. 54, 55, 66Herrera, Simón 54Heureaux, Ulises (Lilís) 47, 73, 82, 249, 251Hoetink, Harry 39, 40, 45, 52, 59, 71, 76, 80, 83Hostos, Eugenio María de 46, 81

J

Jorge Blanco, Salvador 203, 204, 221Juan Samuel 249

K

Kautsky, Karl 213, 275, 291, 331Kosik, Karel 292

l

Lantigua, Ramón 208Lautier, B. 291Lehman, Jacob 118Lench, José 52Lenin, Vladimir I. 15, 118, 123, 286, 289, 291López de Velasco, Juan 37Lozano, Wilfredo 27, 41, 51, 59, 85, 86, 91, 95, 102-109, 118, 264, 284,

285, 287, 288Luxemburgo, Rosa 213, 275, 291, 331

M

Mandel, Ernest 69, 291Marcallé Abreu, R. 130Margulis, Mario 69, 142, 229Marra, Antonio 54, 55Marra, Flor 54, 65Marra, los 78Marra, Samuel 54

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363Índice onomástico

Marranzini, Antonio 54, 66Marranzini, Carlos 66, 257Marranzini, Horacio 54, 66Marranzini, Liberato 54, 55, 65Marranzini, los 78Martínez, Lusitania 280Marx, Karl 13-16, 123, 157, 209, 213,

263, 264, 271, 276, 291, 313, 329, 332

Mateo, Ismael 80Mateo, Olivorio 88, 89, 248, 249, 253,

254Medrano Vásquez, M. 84Meillassoux, C. 264, 291, 314Meriño, Fernando Arturo de 61, 241Mesa, los 78, 208Mesa, señor 83Mesa Medina, J. 150, 151, 193, 194,

196Michelén, Elías 54Michelén, Juan J. 66Michelén, Nicolás 54Miró Quezada, C. 122-124, 228Moreau de Saint-Mèry, M. L. 37, 38Moreta, Angel 17, 43, 141, 188, 259,

309, 345Moya Pons, Frank 72, 73

n

Noboa, L. 134Nouel, Carlos 38-40Núñez de la Torra, Andrés 37, 38

o

Octavio, los 78 Ogando, Juana 73Oliveira, Mercedes 123O’Reylli, Tomás 215

p

Pacheco 350Paniagua, Bartolo 54Paniagua, Homero 94Paniagua, José 54, 55Paniagua, los 66, 78Paniagua, Miguel 54, 55Paré, Luisa 118, 142, 184, 229, 263,

268, 274, 279, 291, 292, 294, 322Peña, Sergio de la 289Peña y Reynoso, Manuel de Jesús de 251Perdomo, Alberto 80Perelló, Sergio 189, 222, 223, 326Pérez, Juan B. 82, 88Pérez, Manuel 80Piña, Lolito 214Puello, Teto 214

r

Ramírez, José del Carmen (Carmito) 74, 81, 82, 89, 251-255

Ramírez, Wenceslao 47, 73-75, 80-82, 89, 251, 253-257

Ramos, Zoilo 86, 93Recio, los 52, 71, 78Rey, Ph. 291Rivas, Ubi 220, 221Robinson, gobernador 257Rodríguez, Domingo 71, 80, 122, 123,

124Rodríguez, los 78Rodríguez, Mayobanex 55, 62, 70, 71,

86, 214Rodríguez, Santiago J. 80Rodríguez Demorizi, Emilio 17, 35-40,

42, 46, 59, 61-64, 76, 239Rodríguez Varona, Manuel de Jesús

17, 43, 55, 71, 345Romero, Y. 128

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Page 364: volumen_81

364 Angel Moreta

Roosevelt, Franklin Delano 88Roques, José Ricardo 259Rosario, Gumersindo del 137

s

Sánchez Valverde, Antonio 37Santiago, A. 80Santos, Saturnino de los 197Scaron, Pedro 276Serrulle, Ángel 286Serrulle, J. 147, 286Servolin, C. 291Snowden, Thomas 255 Soñé, abogado 83

t

Tactuk, Pablo 22Tomillo, Francisco 80Torres, M. 191Trujillo, Rafael Leónidas 67, 202, 203,

212, 221, 277, 330

v

Vargas, Jesús M. 80Vásquez, Horacio 212, 258, 331Vásquez Perdomo, O. 22, 23Vaughan, T. W. 35Vergopoulos, C. 291Vicens, L. 337Victoria, Alfredo 252Victoria, Eladio 252Victoria, los 252Vidal, Luis Felipe 82, 252Vilas, C. 285, 288

W

Warman, Arturo 123, 291, 292

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– 365 –

Publicaciones del Archivo General de la Nación

Vol. I Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo, 1844­1846. Edición y notas de E. Rodríguez Demorizi. C. T., 1944.

Vol. II Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección de E. Rodríguez Demorizi, Vol. I. C. T., 1944.

Vol. III Samaná, pasado y porvenir. E. Rodríguez Demorizi. C. T., 1945Vol. IV Relaciones históricas de Santo Domingo. Colección y notas de E. Ro-

dríguez Demorizi, Vol. II. C. T., 1945.Vol. V Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección

de E. Rodríguez Demorizi, Vol. II. Santiago, 1947.Vol. VI San Cristóbal de antaño. E. Rodríguez Demorizi, Vol. II. Santiago,

1946.Vol. VII Manuel Rodríguez Objío (poeta, restaurador, historiador, mártir). R.

Lugo Lovatón. C. T., 1951.Vol. VIII Relaciones. Manuel Rodríguez Objío. Introducción, títulos y notas

por R. Lugo Lovatón. C. T., 1951.Vol. IX Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo, 1846­1850,

Vol. II. Edición y notas de E. Rodríguez Demorizi. C. T., 1947.Vol. X Índice general del «Boletín» del 1938 al 1944. C. T., 1949.Vol. XI Historia de los aventureros, filibusteros y bucaneros de América. Alexan-

der O. Exquemelin. Traducción de C. A. Rodríguez. Introduc-ción de R. Lugo Lovatón. C. T., 1953.

Vol. XII Obras de Trujillo. Introducción de R. Lugo Lovatón. C. T., 1956.Vol. XIII Relaciones históricas de Santo Domingo. Colección y notas de E. Ro-

dríguez Demorizi, Vol. III. C. T., 1957.Vol. XIV Cesión de Santo Domingo a Francia. Correspondencia de Godoy, García

Roume, Hedouville, Louverture Rigaud y otros. 1795­1802. Edición de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III. C. T., 1959.

Vol. XV Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III. C. T., 1959.

Vol. XVI Escritos dispersos (Tomo I: 1896­1908). José Ramón López. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2005.

Vol LXXXI San Juan 2009-05-21.indd 365 21/05/2009 12:06:01 p.m.

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366 Publicaciones del Archivo General de la Nación

Vol. XVII Escritos dispersos (Tomo II: 1909­1916). José Ramón López. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2005.

Vol. XVIII Escritos dispersos (Tomo III: 1917­1922). José Ramón López. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2005.

Vol. XIX Máximo Gómez a cien años de su fallecimiento, 1905­2005. Edición de Emilio Cordero Michel. Santo Domingo, D. N., 2005.

Vol. XX Lilí, el sanguinario machetero dominicano. Juan Vicente Flores. San-to Domingo, D. N., 2006.

Vol. XXI Escritos selectos. Manuel de Jesús de Peña y Reynoso. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006.

Vol. XXII Obras escogidas 1. Artículos. Alejandro Angulo Guridi. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006.

Vol. XXIII Obras escogidas 2. Ensayos. Alejandro Angulo Guridi. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006.

Vol. XXIV Obras escogidas 3. Epistolario. Alejandro Angulo Guridi. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006.

Vol. XXV La colonización de la frontera dominicana 1680­1796. Manuel Vicen-te Hernández González. Santo Domingo, D. N., 2006.

Vol. XXVI Fabio Fiallo en La Bandera Libre. Compilación de Rafael Darío Herrera. Santo Domingo, D. N., 2006.

Vol. XXVII Expansión fundacional y crecimiento en el norte dominicano (1680­1795). El Cibao y la bahía de Samaná. Manuel Hernández Gonzá-lez. Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXVIII Documentos inéditos de Fernando A. de Meriño. Compilación de José Luis Sáez, S. J. Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXIX Textos selectos. Pedro Francisco Bonó. Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXX Iglesia, espacio y poder: Santo Domingo (1498­1521), experiencia fun­dacional del Nuevo Mundo. Miguel D. Mena. Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXXI Cedulario de la isla de Santo Domingo, Vol. I: 1492­1501. Fray Vicente Rubio, O. P. (Coedición: Centro de Altos Estudios Humanísticos y del Idioma Español). Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXXII La Vega, 25 años de historia 1861­1886. (Tomo I: Hechos sobresalientes en la provincia). Compilación de Alfredo Rafael Hernández Fi-gueroa. Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXXIII La Vega, 25 años de historia 1861­1886. (Tomo II: Reorganización de la provincia post Restauración). Compilación de Alfredo Rafael Hernández Figueroa. Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXXIV Cartas del Cabildo de Santo Domingo en el siglo XVII. Compilación de Genaro Rodríguez Morel. (Coedición: Academia Dominicana de la Historia). Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXXV Memorias del Primer Encuentro Nacional de Archivos. Edición de Dantes Ortiz. Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol LXXXI San Juan 2009-05-21.indd 366 21/05/2009 12:06:01 p.m.

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367Publicaciones del Archivo General de la Nación

Vol. XXXVI Actas de los primeros congresos obreros dominicanos, 1920 y 1922. San-to Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXXVII Documentos para la historia de la educación moderna en la República Dominicana (1879­1894), tomo I. Raymundo González. (Coedi-ción: Academia Dominicana de la Historia). Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXXVIII Documentos para la historia de la educación moderna en la República Dominicana (1879­1894), tomo II. Raymundo González. (Coedi-ción: Academia Dominicana de la Historia). Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXXIX Una carta a Maritain. Traducción e introducción del P. Jesús Her-nández. Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XL Manual de indización para archivos. Marisol Mesa, Elvira Corbelle Sanjurjo, Alba Gilda Dreke de Alfonso, Miriam Ruiz Meriño, Jorge Macle Cruz. (Coedición: Archivo Nacional de la República de Cuba). Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XLI Apuntes históricos sobre Santo Domingo. Dr. Alejandro Llenas. Edi-ción de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XLII Ensayos y apuntes diversos. Dr. Alejandro Llenas. Edición de An-drés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XLIII La educación científica de la mujer. Eugenio María de Hostos. Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XLIV Cartas de la Real Audiencia de Santo Domingo (1530­1546). Com-pilación de Genaro Rodríguez Morel. (Coedición: Academia Dominicana de la Historia). Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. XLV Américo Lugo en Patria. Selección. Compilación de Rafael Darío Herrera. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. XLVI Años imborrables. Rafael Alburquerque Zayas-Bazán. Santo Do-mingo, D. N., 2008.

Vol. XLVII Censos municipales del siglo xix y otras estadísticas de población. Alejan-dro Paulino Ramos. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. XLVIII Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel (tomo I). Compilación de José Luis Saez, S. J. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. XLIX Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel (tomo II). Compilación de José Luis Saez, S. J. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. L Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel (tomo III). Compilación de José Luis Saez, S. J. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LI Prosas polémicas 1. Primeros escritos, textos marginales, Yanquilinarias. Félix Evaristo Mejía. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Do-mingo, D. N., 2008.

Vol. LII Prosas polémicas 2. Textos educativos y Discursos. Félix Evaristo Mejía. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008.

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368 Publicaciones del Archivo General de la Nación

Vol. LIII Prosas polémicas 3. Ensayos. Félix Evaristo Mejía. Edición de An-drés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LIV Autoridad para educar. La historia de la escuela católica dominicana. José Luis Sáez, S. J. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LV Relatos de Rodrigo de Bastidas. Antonio Sánchez Hernández. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LVI Textos reunidos 1. Escritos políticos iniciales. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LVII Textos reunidos 2. Ensayos. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LVIII Textos reunidos 3. Artículos y Controversia histórica. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LIX Textos reunidos 4. Cartas, Ministerios y misiones diplomáticas. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LX La sumisión bien pagada. La iglesia dominicana bajo la Era de Trujillo (1930­1961), tomo I. José Luis Sáez, S. J. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXI La sumisión bien pagada. La iglesia dominicana bajo la Era de Trujillo (1930­1961), tomo II. José Luis Sáez, S. J. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXII Legislación archivística dominicana, 1847­2007. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXIII Libro de bautismos de esclavos (1636­1670). Transcripción de José Luis Sáez, S. J. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXIV Los gavilleros (1904­1916). María Filomena González Canalda. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXV El sur dominicano (1680­1795). Cambios sociales y transformaciones económicas. Manuel Vicente Hernández González. Santo Domin-go, D. N., 2008.

Vol. LXVI Cuadros históricos dominicanos. César A. Herrera. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXVII Escritos 1. Cosas, cartas y... otras cosas. Hipólito Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXVIII Escritos 2. Ensayos. Hipólito Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXIX Memorias, informes y noticias dominicanas. H. Thomasset. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXX Manual de procedimientos para el tratamiento documental. Martha Marina Ferriol Marchena, Olga María Pedierro Valdés, Marisol Mesa León, Mercedes Maza Llovet. (Coedición: Archivo Nacio-nal de la República de Cuba). Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXXI Escritos desde aquí y desde allá. Juan Vicente Flores. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008.

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369Publicaciones del Archivo General de la Nación

Vol. LXXII De la calle a los estrados por justicia y libertad. Ramón Antonio Veras –Negro–. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXXIII Escritos y apuntes históricos. Vetilio Alfau Durán. Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. LXXIV Almoina, un exiliado gallego contra la dictadura trujillista. Salvador E. Morales Pérez. Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. LXXV Escritos 1. Cartas insurgentes y otras misivas, Mariano A. Cestero. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. LXXVI Escritos 2. Artículos y ensayos, Mariano A. Cestero. Edición de An-drés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. LXXVII Más que un eco de la opinión. 1. Misceláneos, 1874­1898. Francisco Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domin-go, D. N., 2009.

Vol. LXXVIII Más que un eco de la opinión. 2. Escritos, 1879­1885. Francisco Gre-gorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. LXXIX Más que un eco de la opinión. 3. Escritos, 1886­1889. Francisco Gre-gorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. LXXX Más que un eco de la opinión. 4. Escritos, 1890­1897. Francisco Gre-gorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.

colección JUvenil

Vol. I Textos selectos. Pedro Francisco Bonó. Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. II Heroínas nacionales. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. III Vida y obra de Ercilia Pepín. Alejandro Paulino Ramos. Santo Do-

mingo, D. N., 2007. Vol. IV Dictadores dominicanos del siglo xix. Roberto Cassá. Santo Domingo,

D. N., 2008.Vol. V Padres de la Patria. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2008.Vol. VI Pensadores criollos. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2008.

colección cUadernos popUlares

Vol. 1 Ideología revolucionaria de Juan Pablo Duarte. Juan Isidro Jimenes Grullón. Santo Domingo, D. N., 2009.

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Esta primera edición de Capitalismo y descampesinización en el Suroeste dominicano, de Angel Moreta, se terminó de

imprimir en los talleres gráficos de Editora Búho, C. por A., en el mes de mayo del año 2009

y consta de 1000 ejemplares.

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