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Voluntad, amor y destino: Altisidora, la sin par doncella ... · provocada por el distanciamiento...

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Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Eduardo URBINA. Voluntad, amor y destino: Altisidora, la... - Voluntad, amor y destino: Altisidora, la sin par doncella de don Quijote Eduardo Urbina TEXAS A&M UNIVERSITY EL CONFLICTO TRADICIONAL ENTRE caballería y amor enraizado en la literatura artúrica, desde Chrétien de Troyes a Montalvo, se renueva en la parodia cervantina en la burlesca oposición entre el deseo de don Quijote de ganar «eterno nombre y fama,» radicado en la aventura y en el ejercicio de su profesión de caballero andante como servicio a otros, y su voluntad individual de ser al servicio de la «señora de sus pensamientos» en el ámbito del ideal amoroso. Si bien en un principio don Quijote considera estos dos intereses compatibles, manteniendo a Dulcinea como ideal convenientemente distante y controlado a la que remitir como tributo la noticia y fruto de sus hazañas, esta intención se hace pronto problemática y llegará a ser ya en la segunda parte del todo irrealizable con el encantamiento de su ausente y elusiva señora. La resultante imposibilidad de control y remisión del interés amoroso se manifiesta en la insistente mala fortuna por la que, cree, le persiguen sus enemigos encantadores. En términos de la parodia burlesca que da origen a su historia, don Quijote se ve condenado a sufrir un destino y una fortuna doblemente adversos: la imposibilidad de lograr ejercer plenamente como enamorado su misión al servicio de la caballería andante, y la imposibilidad de lograr como caballero andante servir su interés amoroso desencantando a Dulcinea. A consecuencia del proceso continuo de inversión burlesca del interés amoroso de don Quijote, la historia de sus desventuras torna en la segunda parte un carácter marcadamente negativo, como han apuntado en diferentes sentidos, i.e., desplazamiento, degradación, desaparición, desvirilización. El mundo abierto y activo de la caballería proyectada imaginativamente por don Quijote en los primeros capítulos da paso a un universo ficcional de carácter pastoril y/o cortesano a medida que el interés amoroso figura como eje central de la narración y preocupación constante de don Quijote. Este vacío, acentuado por la melancolía provocada por el distanciamiento ficcional de una Dulcinea encantada, viene a ser llenado por nuevas figuras e intereses narrativos paródico-burlescos de carácter reflexivo y metaficcional relacionados con 1) la torna de conciencia de don Quijote como ente historiado, 2) la intervención activa en la historia de personajes-lectores, y 3) la intemalización ficcional de la Historia misma, tanto la <verdadera> primera parte de Cervantes como la segunda falsa del tal Avellaneda. Por lo que respecta a la realización del interés amoroso del hidalgo manchego, todo se 565 t- Centro Virtual Cervantes
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Voluntad, amor y destino: Altisidora, la sin par doncella de don Quijote

Eduardo Urbina TEXAS A&M UNIVERSITY

EL CONFLICTO TRADICIONAL ENTRE caballería y amor enraizado en la literatura artúrica, desde Chrétien de Troyes a Montalvo, se renueva en la parodia cervantina en la burlesca oposición entre el deseo de don Quijote de ganar «eterno nombre y fama,» radicado en la aventura y en el ejercicio de su profesión de caballero andante como servicio a otros, y su voluntad individual de ser al servicio de la «señora de sus pensamientos» en el ámbito del ideal amoroso. Si bien en un principio don Quijote considera estos dos intereses compatibles, manteniendo a Dulcinea como ideal convenientemente distante y controlado a la que remitir como tributo la noticia y fruto de sus hazañas, esta intención se hace pronto problemática y llegará a ser ya en la segunda parte del todo irrealizable con el encantamiento de su ausente y elusiva señora. La resultante imposibilidad de control y remisión del interés amoroso se manifiesta en la insistente mala fortuna por la que, cree, le persiguen sus enemigos encantadores. En términos de la parodia burlesca que da origen a su historia, don Quijote se ve condenado a sufrir un destino y una fortuna doblemente adversos: la imposibilidad de lograr ejercer plenamente como enamorado su misión al servicio de la caballería andante, y la imposibilidad de lograr como caballero andante servir su interés amoroso desencantando a Dulcinea.

A consecuencia del proceso continuo de inversión burlesca del interés amoroso de don Quijote, la historia de sus desventuras torna en la segunda parte un carácter marcadamente negativo, como han apuntado en diferentes sentidos, i.e., desplazamiento, degradación, desaparición, desvirilización. El mundo abierto y activo de la caballería proyectada imaginativamente por don Quijote en los primeros capítulos da paso a un universo ficcional de carácter pastoril y/o cortesano a medida que el interés amoroso figura como eje central de la narración y preocupación constante de don Quijote. Este vacío, acentuado por la melancolía provocada por el distanciamiento ficcional de una Dulcinea encantada, viene a ser llenado por nuevas figuras e intereses narrativos paródico-burlescos de carácter reflexivo y metaficcional relacionados con 1) la torna de conciencia de don Quijote como ente historiado, 2) la intervención activa en la historia de personajes-lectores, y 3) la intemalización ficcional de la Historia misma, tanto la <verdadera> primera parte de Cervantes como la segunda falsa del tal Avellaneda.

Por lo que respecta a la realización del interés amoroso del hidalgo manchego, todo se

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hace otro en el Quijote de 1615: la <otra> Dulcinea, la de Sancho y los duques, oscurece graduahnente a la de don Quijote, mientras que otras historias de enamorados distraen la necesidad de servicio del caballero a Dulcinea (Basilio y Quiteria, la dueña Dolorida, doña Rodríguez y su hija, Claudia Jerónima, y la hermosa morisca Ana Félix). Pero aún más crucial en este proceso de otredad es la aparición de otra nueva «dulce enemiga,» la desenvuelta doncella Altisidora, que asalta la voluntad de ser enamorado del caballero revelando con ello su fatal dependencia y sumisión a Dulcinea, hasta delinearse como rival e inversión burlesca de su señora.

El asalto e inversión de los motivos de la doncella menesterosa y de la infanta enamorada recuerdan lo ocurrido en la primera parte con Maritornes y la hija del ventero, así como con Dorotea-Micomicona, además de con la inclusión desplazante de las historias de Marcela-Grisóstomo y Cardenio-Dorotea-don F emando-Luscinda. En la segunda parte, estas acciones paródico-burlescas continúan pero tienen lugar significativamente tras el encantamiento de Dulcinea, operando negativamente en el ánimo del personaje, en el contexto de la aventura guardada del desencantamiento. Estos episodios van acompañados también de un cambio de trayectoria clave-de la búsqueda a la agonía-que asociamos con la imposición de la providencia narrativa ejercida por los pequeños dioses de la parodia cervantina---del cura a los duques. Los resultados son de sobras conocidos: pérdida de control autorial, pasividad impuesta, progresiva melancolía, tendencia a la introspección, y admisión de responsabilidad individual. Estos «inesperados» efectos de la parodia posibilitan irónicamente la purga de la hybris de don Quijote.

El papel de las «dulces enemigas» que persiguen a don Quijote y desplazan a Dulcinea consiste en obligarle a reconocer la responsabilidad de su desventura, al tiempo que su frustado servicio como caballero enamorado conduce a su agónico devenir en la historia como caballero andante. Resulta paradójico observar, sin embargo, que la burlesca trayectoria impuesta por su fortuna amorosa a través de los agentes de la parodia se hace reflexiva, incluso redentiva, y que don Quijote transciende, por su lealtad y bondad, su condición de héroe burlesco, hasta convertirse en <vencedor de sí mismo,> tal y como declarada un tanto Sancho a su regreso a la aldea.

La concepción imaginativa de Dulcinea como objeto amoroso del caballero ocurre in extremis y secundariamente por necesidad tras haber el hidalgo manchego dado nombre a su caballo y tras haberse incluso ocupado antes de limpiar sus armas:

Limpias, pues, sus armas ... puesto nombre a su rocín ... se dio a entender que no le faltaba otra cosa síno buscar una dama de quien enamorarse, porque el caballero andante sín amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma. (1.1,43)1

Aunque su plena significación pase inadvertida en este momento inicial, consideramos esta declaración, en el contexto del conflicto en la literatura artúrica entre caballería y amor, como un fallo o límite insalvable que perseguirá y hará víctima a don Quijote de su profesada

1 Cito por la edición del Quijote del Instituto Cervantes dirigida por Francisco Rico (Barcelona: Crítica, 1998).

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dependencia. Aunque se trata de una clave formuláica en la parodia, lo cierto es que su interés amoroso y su total swnisión a Dulcinea se habrán de convertir en una dependencia de imposible superación.

El servicio de don Quijote a Dulcinea, su fidelidad y castidad, constituye en la primera parte un leitmotiv dominante por el cual el caballero manifiesta su deseo de ser enamorado, su dedicación constante a su ideal. Don Quijote se declara sucesivamente «sujeto y rendido» (1.4,67), «cautivo» (1.8, l O 1 ), «ferido de ausencia» (1.25,286) de la que es siempre y ante todo «señora,» como declara a Micomicona, «que de mi corazón y libertad tiene la llave» (1.29,338).

Sin embargo, cabe recordar desde la perspectiva de la parodia, que la historia nos previene del carácter disparatado y burlesco de tales amores cuando en medio del discurso de don Quijote al comienzo de su primera salida, éste habla de Dulcinea «como si verdaderamente fuera enamorado» (1.2,47). Esta pretensión ofrece al caballero en un principio una distancia desde la que ejercer su imaginación y locura, y culmina en la admisión a Sancho de la identidad y función de su dulcísima señora: «para lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta princesa» (I.25,285) [énfasis nuestro]. La obligada invención y necesaria existencia se convierte en fingida ausencia a través de la cual don Quijote refuerza y defiende el carácter ideal y absoluto de su ser enamorado. Pero una vez percibido el juego, bastará con que la providencia narrativa a través de sus agentes convierta tal ausencia y la transforme en auténtica carencia, es decir, en ficción burlesca de segundo grado (Sancho) y en burla ficcional de tercer grado (duques), para que don Quijote se vea forzado a confrontar los límites de su locura y a afrontar las consecuencias de su ilusorio deseo.

En la segunda parte, en conversación con la duquesa, don Quijote repite con variantes su invocación inicial sobre el carácter esencial de su interés amoroso en Dulcinea, reconociéndolo como la parte más vulnerable de su ser a los malignos encantadores que le persiguen y atacan donde más daño le hace: <<porque quitarle a un caballero andante su dama es quitarle los ojos ... que el caballero andante sin dama es como el árbol sin hojas ... y la sombra sin cuerpo de quien se cause» (Il.32,896-97). Es entonces que, confrontado con la invención de su fantástica dama don Quijote responde ambiguamente a la duquesa sobre su existencia, que «no son de las cosas cuya averiguación se ha de llevar a cabo,» reiterando de nuevo que él la contempla «como conviene que sea» (897) [énfasis nuestro]. Sin embargo, tanto el contexto narrativo como la ironía temática ponen de manifiesto lo muy inconveniente que resulta para el ejercicio de la caballería la swnisión de su voluntad a tan alta como ausente señora.

En otro lugar consideré a Altisidora como parte del proceso de transformación en la parodia cervantina del tópico de la «dulce mi enemiga,» a su vez relacionado con el de la «belle dame sans merci.» Me ocupo ahora de extender aquí conclusiones anteriores y ampliar el análisis del personaje en el marco del conflicto apuntado en el devenir de don Quijote entre caballería y amor, y más particularmente señalar su representación burlesca y afinidad con Morgan le Fay, en algunos de sus atributos y funciones, así como posible encarnación paródica de la Fortuna, diosa omnipresente en los asuntos de amor, y más aún en los de don Quijote.

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Los antecendentes narrativos de Altisidora como doncella y como encamación paródica de la infanta enamorada del caballero, motivo tradicional de la literatura caballaresca, se remiten todos a aventuras y episodios de la primera parte. La primera mención relacionada con dicho motivo la encontramos en la visita a la primera venta en el caso de las dos «altas doncellas» que le reciben, asisten y alimentan, con ayuda de las cuales es armado caballero (1.2,52; 3,61), y a cuyo servicio se declara otorgándoles en agradecimiento el «don,» no sin antes recordar lo ocurrido a Lanzarote cuando de Bretaña vino.

Los dos casos principales en los que Cervantes elabora la transformación paródico-burlesca del motivo de la doncella o infanta enamorada del caballero, en anticipo de su culminación en la segunda parte con Altisidora, suceden en la segunda venta. A Maritornes y a la hija del ventero les corresponde el papel de envueltas y desenvueltas doncellas. En ambos episodios don Quijote se admira y se complace en contemplar en su imaginación el amor de las doncellas, y en ambas se escuda leal y convenientemente en Dulcinea como su <<Única señora» (1.16,174) y «señora absoluta de su alma» (1.43,507). Aunque Maritornes es la que acaba a su pesar en sus brazos, don Quijote se cree enamorado y perseguido por la hija del ventero, «fermosa doncella» y «alta señora» capaz de poner en peligro su honestidad.

En la segunda visita a la venta, en el capítulo 4 3, las dos ahora «semidoncellas,» en pago quizás de lo ocurrido durante la primera, pretenden atraer a don Quijote a la que cree reja dorada e idean una burla a consecuencia de la cual el «cautivo caballero» termina colgado del agujero del pajar por uno de sus miembros, víctima así del amor de la «fermosa» y «ferida doncella» (1.43,508), con las consiguientes quejas y enconmendación a su sin par Dulcinea.

A estos dos acosos y burlescos encuentros amorosos, en los que el ingenioso hidalgo cree ve confirmado su papel de caballero andante y enamorado, hay que añadir, para redondear el desarrollo del tópico de la doncella/infanta enamorada y los antecedentes de Altisidora, los dos relatos autoparódicos en los que don Quijote describe y proyecta acciones caballerescas típicas, y en las que aparece prominentemente la figura de la infanta enamorada. Tras la ganancia del yelmo de Mambrino, don Quijote recrea para Sancho en tiempo futuro, a fin de asegurarle sobre el valor de sus aventuras, los hitos y hazañas que han de marcar la carrera del caballero hasta ganar fama y verse reconocido y hecho historia. Entre ellos, cuenta don Quijote, habrá de suceder que en llegando la noticia de las victorias del caballero al palacio de la reina y siendo recibido por ésta con gran honor y afecto, conocerá a su hija la infanta, una «de las más fermosas y acabadas doncellas» del mundo, y sucederá «que ella ponga los ojos en el caballero ... y, sin saber cómo ni cómo no, han de quedar presos y enlazados en la intricable red amorosa ... » (1.21,229-30). Esta anticipada aventura contiene no pocos detalles de lo que habrá de ocurrir en el palacio de los duques y en el asedio de Altisidora-rejas, desmayos, suspiros, insomnio, despedidas, partida-sólo que aquí don Quijote proyecta un amor y un casamiento que se ve obligado a negarse a sí mismo por la voluntad entregada a su ausente y sin par señora Dulcinea.

En la historia del caballero del lago hirviente que don Quijote relata al canónigo en defensa de la verdad de las aventuras narradas en los libros de caballerías, así como del gusto y contento que de su lectura se recibe, queda incluido por necesidad el episodio del encuentro del caballero con solícitas y amables doncellas que le reciben, desnudan, bañan, visten y regalan. Incluye asimismo en su relato la presencia de «otra mucho más hermosa doncella»

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(1.50,570-71) que entrando a deshora en la sala donde se halla el caballero a solas, «quizá mondándose los dientes,» le da cuenta de cómo se encuentra en aquel castillo encantada, junto con otros pormenores que deja en el aire sin contar don Quijote pero que habrían de causar en «los leyentes que van leyendo su historia» no poca admiración y maravilla.

No hay en la segunda parte encuentros o historias narradas de doncellas o infantas enamoradas del caballero; sólo Altisidora. De hecho, parece como si todos los detalles y motivos esbozados en ellas quedasen recogidos todos en el episodio de la visita de don Quijote al palacio de los duques y concentrados en el burlesco asedio del que allí es objeto por parte de la fingida enamorada y desenvuelta doncella. Por lo que respecta al interés amoroso de don Quijote y su desarrollo ficcional en la parodia, dominan en la segunda parte, hasta que irrumpe Altisidora en el capítulo 44, las burlas y encuentros relacionados con el desencantamiento de Dulcinea, que ocupan y preocupan constantemente a don Quijote. Altisidora representa, pues, la culminación del tópico de la doncella enamorada, al mismo tiempo que se constituye en enemiga y rival de Dulcinea, y con ello en instrumento final de la burlesca ironización del interés amoroso de don Quijote.

Si bien el intermitente episodio de la farsa entremesi! caballeresca de los amores de Altisidora y don Quijote apunta hacia una intertextualidad muy compleja que va desde la mitología clásica a Garcilaso, y si bien su referencialidad satírica va más allá de los confines de la parodia cervantina de los libros de caballerías, nuestro interés presente se limita a señalar aquellos paralelos y contactos específicamente pertinentes para el análisis del tópico y temática que nos ocupa. He aquí, pues, los momentos y maneras a través de los cuales Altisidora rivaliza y sustituye a Dulcinea en el ámbito de la continua parodia burlesca de los amores entre don Quijote y su señora.

Para empezar importa subrayar de nuevo que la fortuna caballeresca del ingenioso hidalgo está ligada a Dulcinea en todas sus guisas a través de la narración, por designio propio pero inevitable: ideal o fantástica, «real» o encantada, ausente o carente. Por ello su mala fortuna y desventura también proceden de la dependencia que tal sumisión absoluta al interés amoroso representa como parodia del conflicto básico entre caballería y amor. El juego ficcional y metaficcional en tomo a este principio narrativo caracteriza el devenir agónico del personaje; el cual ocasiona, como he señalado en otro lugar, su vital melancolía y tendencia a la reflexión a través del desarrollo del motivo de la aventura guardada. Ahora bien, al tiempo que se ficcionaliza a Dulcinea, más allá de la ficción quijotesca, hasta quedar encamada en otras figuras femeninas burlescas relacionadas con el tópico de la «dulce enemiga,» la ideal y ausente amada de don Quijote, ahna de su cuerpo y señora de su voluntad, desemboca burlesca y paródicamente en la joven, discreta y desenvuelta doncella Altisidora.

Parte de la discreción y gracia de Altisidora se deriva sin duda del mundo en el que vive, el mundo de los duques y su corte, y particularmente de las mismas lecturas que hacen posible las burlas de aquéllos y la representación de su papel. No sólo sabe actuar consecuentemente con los modelos de las doncellas enamoradas en los libros de caballerías, sino que también ha aprendido a componer y cantar romances, fingir desmayos, pretender desengaños y pronunciar maldiciones. En el primer acto de su farsa, Altisidora declara en su disparatado romance su oposición a su rival Dulcinea, a la que describe como «doncella

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rolliza y sana,» y enuncia el cambio de interés amoroso que pretende, <<trocárame yo con ella,» amenazando a don Quijote con una unión algo menos que ideal: «quién se viera en tus brazos/ o, si no, junto a tu cama, rascándote la cabeza/ y matándote la caspa» (II.44,988).

En contraste con lo anticipado en sus historias a Sancho y al canónigo, don Quijote, que reconoce a Altisidora como doncella enamorada, no admite ni considera la posibilidad que se le ofrece de replicar en su persona lo sucedido a los caballeros andantes que imita. Lo cierto, claro, es que Dulcinea es sólo suya y para lo que él la quiere, y no admite alteraciones ni sustitución alguna, lo cual a estas alturas es agua mojada. La Dulcinea de la ficción quijotesca, con todos sus limites y limitaciones, ya no existe, y la nueva fortuna amorosa de don Quijote, la única que se le permite en la parodia es ésta que ahora se le ofrece más como penitencia que como salvación.

Altisidora la antagonista de Dulcinea en la parodia burlesca que representa en su farsa, y por ello, cuando la maldice, sus palabras marcan el destino agónico del desventurado caballero: «plega a Dios ... porque nunca salga de su encanto esta tan amada tuya Dulcinea ... » (11.46,1003). Y ciertamente, la alta doncella y ahora «sin par» Altisidora obtiene para su persona en el tercer acto de su resurrección aquellas gracias y poder de las que tan necesitada anda Dulcinea, del mismo Sancho Panza que la encantara, agotando así la ocasión y su paciencia. Don Quijote apremia a Sancho a realizar similar milagro para su señora, pero no habrá tal; la transformación burlesca de la «dulce enemiga» ha concluido, y Dulcinea queda definitivamente guardada en un formidable laberinto de múltiples ficciones y burlescas farsas.

A pesar del considerable interés que la crítica más reciente ha demostrado por rescatar lo «femenino» en la obra de Cervantes y reconsiderar los personajes femeninos del Quijote a la luz de las nuevas teorías e intereses ideológicos postmodernistas, lo cierto es que Altisidora ha pasado en el proceso del olvido a los infiernos. No nos parece un personaje tan bajo o despreciable, y ensayando una contextualización más amplia, y creo que más ajustada al texto, vemos en ella el remate acertado de un tópico caballeresco de importancia principal para la comprensión del interés amoroso de don Quijote y su relación con Dulcinea, así como un ejemplo más del sentido lúdico e innovadora comicidad que acompaña la parodia cervantina de los libros de caballerías.

El ataque crítico a Altisidora, realizado casi sin excepción en beneficio del culto al ideal amoroso representado por Dulcinea y de la reverencia del carácter mítico de don Quijote, se ha propuesto poner en duda su doncellez, resaltar la maldad de sus intenciones, diagnosticar peyorativamente su feminidad y hasta convertir en enferma aberración lo que, gatos aparte, no pasa de ser la manifestación consecuente y justificada de un espíritu festivo joven inclinado al juego y a la burla, y expresado por Cervantes en la ficción en términos de farsa entremesi!, como hiciera con Lorenza en El viejo celoso.

Altisidora es doncella como le corresponde ser a la que hace el papel de infanta enamorada, según las aventuras ensayadas en la primera parte por Maritornes y la hija del ventero, y las historias proyectadas por el propio don Quijote en anticipo de su futura fama. Altisidora es «alta» como le corresponde al linaje de quien pretende ser la enamorada de tan alto caballero como don Quijote, alta también como lo son las altas doncellas descritas en las aventuras de la primera parte, y «alta señora» como la misma Dulcinea a la que viene a rivalizar y sustituir en la culminación de la parodia burlesca de los amores del ingenioso

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hidalgo manchego. Incluso, podría afirmarse que le corresponde ser alta en su desenvoltura e imaginación para estar a la altura de don Quijote y para que su desengaño sea así equiparable al del caballero y resulte más eficaz en su caída.

Hablando de alturas, y para redondear y concluir nuestro análisis queda por señalar la elación que existe entre el papel y función de Altisidora yun personaje femenino caballeresco clave, Morgan le Fay de la literatura artúrica-Morgana en el Orlando de Ariosto. Como Altisidora, Morgan no sólo se caracteriza por su doble relación con Arturo, del que es antagonista primero y protectora después, sino por la hostilidad y malicia que en ella despierta el haber sido rechazada por Lanzarote, lo cual le lleva a descubrir públicamente su traición, así como la infidelidad de la reina Ginebra, enemiga y rival suya. Su figura ha pasado por diversas encarnaciones, siendo en sus orígenes diosa con poderes mágicos aprendidos de Merlín, encantadora capaz de diversas apariencias-joven y vieja-y más modernamente sabia protectora del caballero con el poder de curar las heridas de Arturo, que desemboca en la Urganda de Amadís y Palmerín. Altisidora pretende el amor de don Quijote, es rechazada, se declara enemiga de Dulcinea, ataca hostilmente al caballero para luego curar sus heridas, y tiene como única recompensa de sus trabajos y maldiciones consolidar la definitiva ausencia y separación de la encantada Dulcinea de su leal pero imprudente caballero.

Altisidora, doblemente alta por su nombre como encarnación burlesca de Isis-Isidora o regalo de Isis, discípula de la diosa del amor y la alegría, entre otros muchos atribu-tos--demuestra sus gracias y artes de doncella encantadora en el contexto de la parodia caballeresca hasta y rivalizar burlescamente a la endiosada, «soberana y alta» (I.25,286) señora que da vida y muerte a don Quijote. Así, ya sea por correspondencia mítica, por antagonismo paródico o rivalidad narrativa, Altisidora viene a ser claramente la figura femenina en la que culmina el tema del interés amoroso de don Quijote, en conflicto siempre con su andante caballería, pone punto final al desarrollo paródico del tópico de la doncella o infanta enamorada, al tiempo que, paradójicamente por los efectos que causa en su ánimo, conduce al caballero a su melancolía e introspección, a su derrota y a su victoria final sobre sí mismo.

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