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2015 - TESIS DE LICENCIATURA - Como un ciego frente al mar. Antropología del Sonido en los exCCDTyE...

Date post: 08-Dec-2023
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Universidad de Buenos Aires Facultad de Filosofía y Letras Departamento de Ciencias Antropológicas Tesis de Licenciatura en Antropología Como un ciego frente al mar Antropología del Sonido en los ex CCDTyE “Automotores Orletti”, “Club Atlético” y “Olimpo” Autor Facundo Petit de Murat Directora de Tesis Dra. María Celeste Perosino Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Diciembre de 2015.
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Universidad de Buenos Aires

Facultad de Filosofía y Letras

Departamento de Ciencias Antropológicas

Tesis de Licenciatura en Antropología

Como un ciego frente al mar

Antropología del Sonido en los ex CCDTyE “Automotores

Orletti”, “Club Atlético” y “Olimpo”

Autor

Facundo Petit de Murat

Directora de Tesis

Dra. María Celeste Perosino

Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Diciembre de 2015.

1

Se queda oyendo como un ciego frente al mar.

Luis Alberto Spinetta. Los libros de la buena memoria.

Hablen lo imprescindible, y con poca voz. Pero siempre recuerden, que el

recordar no tiene ruido.

Liliana Bodoc. Los días de la sombra.

2

Agradecimientos

Es imprescindible, para aquellos que enfrenten en forma voluntaria u obligada la

lectura de este trabajo, que piensen en él como el resultado, no de la unidad, sino de una

multiplicidad. Muchas personas me guiaron en el camino de culminar con la tesis de

licenciatura. Espero poder abarcarlas a todas en esta página, para corresponder su

influencia en nuestros aciertos, y para luego hacerme cargo, a título individual, de los

errores y carencias.

Agradezco a mi directora, María Celeste Perosino, por su paciencia en el

desarrollo de esta tesis, y por los consejos que derivaron en un producto final con el cual

me encuentro cómodo, satisfecho y contento. También a Mayra Valcarcel, cuya

meticulosa lectura me permitió afinar cuestiones conceptuales y de redacción que me

hubiesen trastornado si no las hubiera descubierto a tiempo.

A mis amigxs de y para siempre, con quienes estudié esta carrera y de/con

quienes aprendí a sostenerme teórica y prácticamente, a discutir y a hablar, a reírme en

los momentos (in)oportunos, a meter la „x‟ para que lo femenino no quede opacado.

Ellxs son Bruno, Naza, Santi, Marto, María y Pey.

Para el equipo del Dr. Vaquer, con quienes estoy empezando a escribir cosas de

arqueología, un abrazo exagerado, porque con ellos descubrí lo que es verdaderamente

el trabajo en equipo y con quienes, sin que ellos se den mucha cuenta, me enteré que

quiero hacer de mi vida la investigación. Para la siempre Pey, Nacho, Yami, Joel, Jose,

Babi y, la que va a aparecer al final, Jesi, un eterno agradecimiento.

A la cátedra de Antropología Sistemática III, cuyos docentes y colegas

adscriptos han sido, desde hace varios años, una conexión impermeable con una

Facultad a la cual quiero tanto que la critico un montón.

Esta tesis está dedicada y, en consonancia, merece un fuerte y sonoro

agradecimiento a mis viejos, a quienes espero haber sorprendido con la finalización de

un largo pero necesario proceso de trabajo.

Por supuesto que este trabajo requirió de la enorme voluntad y del escaso tiempo

de quienes trabajan y viven de la organización y la gestión de los Espacios de la

Memoria, a quienes espero ver siempre tan fuertes como estos años, en tanto

desempeñan un rol clave para hacer olvidar a las sociedades de sus amnesias selectivas.

A mis colegas y amigos compañeros de Tecnópolis, con quienes compartimos la

responsabilidad de divulgar el conocimiento antropológico y arqueológico durante

buena parte del año 2014, con quienes pude aprender y recordar muchas cuestiones

clave del para qué estudiamos y amamos esta ciencia.

Por último, para que su energía se despliegue a través de toda esta tesis, le

agradezco a Jesi, que me impulsó en el momento necesario a empezar y terminar de

escribir esta cuenta pendiente, a amar el conocimiento y la investigación, a darme

cuenta de aquellas cosas para las que soy bueno. Para ella, todo.

3

Índice

Capítulo I. Introducción 5

Problema de investigación 5

Objetivo general y objetivos específicos 7

Estructura de la tesis 8

Capítulo II. Marco Teórico 9

Ciencia y sujetos: Del par objetivismo/subjetivismo a la Teoría de la Práctica 9

y la doble hermenéutica

Las bases de la crítica cultural y los albores de la Antropología del Sonido 12

Nociones del espacio 13

Capítulo III. Antecedentes 15

Antropología del Sonido 15

Memoria, historia y testimonio 19

Dictadura y Centros Clandestinos de Detención 24

Capítulo IV. Metodología 30

Acceso al campo 31

Estrategias metodológicas 32

Capítulo V. Espacios disruptivos/Detrás de las paredes 35

“Automotores Orletti”: La casita del terror 35

El nombre de los sonidos 40

“Club Atlético”: Debajo de la autopista 44

El silencio 48

El sonido en estructura 49

”Olimpo” 51

La música del Olimpo 51

En medio del barrio 55

Capítulo VI. Palabras finales 58

Discusiones 58

Conclusiones 61

Bibliografía 64

4

Índice de figuras1

Figura 5.1. Fachada de “Automotores Orletti” 36

Figura 5.2. Planos de ambas plantas de “Orletti” 37

Figura 5.3. Escalera de “Automotores Orletti” 39

Figura 5.4. Cortina metálica de enrollar mencionada en los testimonios 41

Figura 5.5. Cruce ferroviario ubicado en diagonal a la entrada de

“Automotores Orletti” 42

Figura 5.6. Colegio situado en el contrafrente de “Automotores Orletti” 43

Figura 5.7. Documento fotográfico sobre la construcción de la Autopista

25 de Mayo y de cómo su trazado implicó el soterramiento del “Club Atlético” 45

Figura 5.8. La recuperación de “Atlético” por medio del trabajo arqueológico 46

Figura 5.9. Plano del sótano de “Club Atlético” 47

Figura 5.10. La pelotita de ping-pong hallada por medio de la excavación 50

Figura 5.11. Esquina Olivera y Falcón del predio del ex CCDTyE “Olimpo” 51

Figura 5.12. Plano de “Olimpo” 52

Figura 5.13. “Pozo” de “Olimpo” 54

Figura 5.14. La presencia de “Olimpo” en medio del sistema barrial 56

1 Las imágenes citadas, a menos que sean propias, son de acceso público a través de las páginas oficiales

de los ex CCDTyE trabajados o la folletería de difusión entregada en las visitas. Las especificaciones se

encuentran insertas en el texto.

5

Entre los ruidos, empecé a oír fragmentos de una melodía concisa, muy remota…Dejé

de oírla y pensé que había sido como esas figuras que, según Leonardo, aparecen

cuando miramos un rato las manchas de humedad.

Adolfo Bioy Casares. La invención de Morel.

Capítulo I. Introducción

Problema de investigación

Cuando el afuera se torna difuso a un sentido, los demás se agudizan e

intensifican. Intentan resolver el rompecabezas de la realidad que queda trunco. Pero ese

rompecabezas siempre se llena desde lo conocido, lleva la impronta del tiempo, la cual

oculta lo novedoso en lo invariable de lo cotidiano. Si no se puede ver ¿cómo

reconstruir desde los otros cuatro sentidos algo que nunca se ha visto? Si la experiencia

se repite ¿cómo distinguir lo novedoso de aquello que antes parecía extraño?

La dictadura militar que se desarrolló en Argentina entre los años 1976 y 1983

tuvo como una de sus principales características la utilización de una compleja red de

Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio2, funcional a la diseminación

del terror por parte del aparato estatal. La persecución de los sujetos etiquetados bajo la

categoría de la “subversión”, generalmente culminaba en la reclusión clandestina,

llevada adelante por medio de prácticas que implicaron la deshumanización de varones

y mujeres. Una realidad difícilmente concebible en términos reales por aquellos que no

atravesamos la experiencia del interrogatorio a través de la tortura y el

desmembramiento de la identidad. Los Centros Clandestinos de Detención, Tortura y

Exterminio fueron el eje fundamental a través del cual la dictadura llevó a cabo su plan

sistemático y generalizado de desaparición y aniquilación de gran parte de la población

civil (Dandan 2012b).

A lo largo del país funcionaron más de quinientos cincuenta CCDTyE en los

cuales estuvieron detenidas durante horas, días, semanas, meses e incluso años, un

número aproximado de treinta mil personas (Zarankin y Salerno 2008, 27). Diversos

eventos implicaron el desmantelamiento de los CCDTyE durante el período dictatorial,

cuyo pico máximo de funcionamiento se dio entre los años 1976 y 1978. Uno de ellos

2 Retomo en este trabajo la denominación de Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio

(CCDTyE) sin desconocer que la adopción de esta denominación ha sido fruto de un largo proceso de

reflexión y de discusión por parte de los agentes involucrados en la recuperación y trabajo de estos

espacios para la memoria. Este proceso es sistematizado por Luciana Messina en “El ex centro

clandestino de detención “Olimpo” como dispositivo de memoria: reflexiones sobre las marcas

territoriales y sus usos.” (2011).

6

fue la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), lo cual

determinó la modificación estructural de espacios como la ESMA y Olimpo. La

construcción de la Autopista 25 de Mayo fue otro disparador, ya que al estar trazada

sobre la órbita a la cual pertenecía el ex CCDTyE Club Atlético, implicó el

ocultamiento subterráneo del mismo, siendo demolido a fines de los años setenta

(Duguine en Engler 2015).

Este es el contexto en el cual se desarrollan, desde hace décadas, los trabajos y

contribuciones científicas que aspiran al esclarecimiento del pasado histórico en virtud

de una construcción de la memoria. Profesionales de diversas áreas de conocimiento

buscan reconstruir la historia al detalle de estos sitios. Espacios cuyas estructuras,

marcas, restos y contextos precisan de una multiplicidad de miradas que permitan

cotejar aquello que quedó estancado en el tiempo con las voces que hoy en día

describen lugares sin significante.

Los CCDTyE no funcionaron por fuera de la cotidianeidad de la población civil

que atravesó la dictadura cívico-militar. Su instalación implicó una reestructuración y

resignificación de espacios ubicados en medio de la ciudad, en los entramados barriales.

El terror fue dispuesto de una manera en la que se ocultaba cercano al tacto y al oído de

los que se creían a salvo, los cómplices y de los que continuaban luchando contra el

totalitarismo de un sistema que apuntó a explotar el individualismo, la desconfianza, el

egoísmo y el aislamiento. Sin embargo, ningún sistema totalitario queda exento de

prácticas de resistencia que lo desafíen y que pongan permanentemente en valor aquello

que se intenta exterminar. Los actos de solidaridad y de humanización entre las personas

que sufrieron el accionar ilegal estatal en su propia carne son profundas bocanadas de

un aire difícil de respirar pero que llena los pulmones con una fórmula renovadora. Gran

parte de la propuesta de esta tesis es que los sonidos jugaron un rol fundamental en estas

prácticas de resistencia desarrolladas en el marco de la detención ilegal.

Los detenidos y detenidas, antes de serlo, eran secuestrados, vendados, subidos a

un vehículo e introducidos en espacios cerrados, aislados o junto a otras personas. El ser

vendados implica que ver resultara tanto poco posible como peligroso. Por ello, el oído

aflora como la emergencia de una forma obligada, nueva e improvisada de relación con

el mundo interior y exterior. Laura Duguine afirma que

todos los centros clandestinos tienen particularidades que tienen que ver por

lo general con lo auditivo, porque a los secuestrados se les tabicaba los ojos,

7

y esta condición era mantenida durante todo el cautiverio. Esto hace que las

descripciones visuales sean casi inexistentes, salvo en casos muy aislados de

secuestrados que fueron utilizados para trabajar. (Duguine en Engler 2015).

Tanto la descripción del adentro como del afuera se da desde un marco

eminentemente sonoro. Los sonidos atraviesan las paredes y se erigen como un marco

de referencia. El sonido es sutil, es efímero, no deja huellas materiales. Como

descripción del entorno, es relevante. Como práctica de resistencia, es infalible. La

Antropología del Sonido surge, así, como un corpus teórico y metodológico que permite

desandar las naturalizaciones perceptivas, dando cuenta de los “regímenes de

sonoridad”3 (García López 2005, 22) a través de los cuales somos permanentemente

interpelados.

Objetivo general y objetivos específicos

Considero, entonces, que los sonidos han jugado un papel sumamente

importante en la cotidianeidad y funcionamiento de los CCDTyE, así como en las

experiencias de los detenidos y su relación con los represores y con la periferia de los

Centros. Es por ello que el objetivo general de esta tesis consiste en realizar un análisis

de la sonoridad del funcionamiento cotidiano de los ex CCDTyE “Olimpo”,

“Automotores Orletti” y “Club Atlético”.

Los objetivos específicos diseñados para llevar adelante esta tesis son:

Identificar el lugar otorgado a los sonidos en el recuerdo de la experiencia de los

detenidos y detenidas de los ex CCDTyE..

Realizar un análisis arquitectónico y de la utilización de los espacios en base a

fuentes primarias y secundarias, orientado a establecer las posibilidades de

escucha al interior y el exterior del predio.

Analizar la utilización de los sonidos por parte de los detenidos como formas de

resistencia, de ubicación y de comunicación.

3García López, en un trabajo dedicado a la presencia y significación de las alarmas en nuestra vida

cotidiana, define este concepto como “ciertas maneras de expresarse, moverse y observar movimientos,

de escuchar y ser escuchado, de mirar y ser observado” (2005, 22).

8

Indagar en torno a vestigios de intencionalidad en la utilización de los sonidos

por parte de los represores como métodos de tortura o aislamiento.

Estructura de la tesis

La presente tesis se encuentra estructurada en seis capítulos.

El primero ha sido la introducción, donde se ha establecido un breve panorama

de lo que se encontrará en esta tesis, junto a los objetivos general y específicos.

En el segundo de ellos doy cuenta de los principales referentes teóricos a través

de los cuales deben ser interpretadas las interpretaciones derivadas del estudio sonoro de

los ex CCDTyE. Se adopta una posición frente a la ciencia, el sonido y el espacio.

El tercer capítulo se encuentra orientado a dar un vasto recorrido por los

principales aportes conceptuales, metodológicos, teóricos y prácticos para el desarrollo

de este trabajo. Comienza con una ampliación de lo leído anteriormente en relación a la

Antropología del Sonido. Continúa con una puesta al día y de posición frente a las

maneras de pensar la memoria, la historia y el testimonio. Culmina con un necesario

escenario de trabajos referidos a la dictadura militar argentina y el rol de los Centros

Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio, haciendo hincapié en los

seleccionados para la presente tesis.

El cuarto capítulo consta de una explicitación de los recaudos, los

aventuramientos y herramientas metodológicas reconocidas para el desarrollo

pragmático de los objetivos planteados.

Un quinto capítulo realiza una presentación de los casos de estudio, entretejidos

de descripciones, interpretaciones y apuestas en relación al rol de la sonoridad en la

situación de detención clandestina y tortura de la última dictadura militar.

Por último, el sexto capítulo se inclina a las conclusiones y debates implicados

en la puesta en relación de los casos y la teoría, visibles a lo largo de todo este trabajo

pero reunidas bajo este título, para facilitar la comprensión de cuáles son los aportes que

el presente tesista intentó generar.

9

Había vivido lo suficiente para sospechar eso que, pegado a las narices de cualquiera,

se le escapa con mayor frecuencia: el peso del sujeto en la noción del objeto.

Julio Cortázar. Rayuela

Capítulo II. Marco Teórico

El marco teórico se encuentra constituido por aquellas pautas que estructuran la

interpretación de los investigadores en su relación con la realidad analizada. Explicitarlo

y volverlo inteligible forma parte de un esfuerzo a través del cual el investigador asume

ser parte del universo en el que se encuentra y establece los supuestos a través del cual

deben ser leídas sus construcciones teóricas, interrogantes y conclusiones.

La propuesta teórica de este trabajo se centra en las concepciones en torno a la

ciencia y a los sujetos, división tan sólo analítica, en tanto su escisión no implica

desconocer el carácter interactivo e inescindible de ambos componentes. Tras haber

establecido la posición que se asume en este trabajo, se hará un rastreo de las

ramificaciones conceptuales y epistemológicas que dicha postura ha permitido explorar.

Ciencia y sujetos: Del par objetivismo/subjetivismo a la Teoría de la Práctica y la

doble hermenéutica

Pierre Bourdieu pone de manifiesto en El sentido práctico (2015) el abismo

entre el subjetivismo y el objetivismo, como grandes modalidades de concebir la

realidad, y las repercusiones de las adopciones de uno u otro paradigma en la

conformación del pensamiento.

El objetivismo es el principal aliado de los pensadores positivistas en el marco

de las ciencias sociales. En la búsqueda de explicaciones sobre los fenómenos sociales

observables, el investigador en cuestión pretende equiparar su método de estudio al que

utilizaría un investigador de las ciencias naturales. Así es como el fundador de la

Sociología, Émile Durkheim, concibe que “si la sociedad es una realidad específica no

es sin embargo un imperio en el interior de un imperio; forma parte de la naturaleza, es

su manifestación más elevada” (1982, 16) y recurre a la física para convalidar su

pretensión de hallar la religión más simple, en su forma elemental como visión de los

caracteres uniformes a toda religión, como correlato del trabajo del cientista natural que

elimina las características secundarias para llegar a las leyes de funcionamiento del

10

universo. Quien adscribe al objetivismo como investigador, se relaciona con su objeto

de estudio en forma externa a él, como observador ajeno e invisible a la realidad.

En contraposición a estos estudios que ponen en el centro del análisis a los

fenómenos por fuera de su contexto y de su proceso histórico surge, con toda su fuerza

y necesidad de diferenciarse plenamente, el subjetivismo. De esta manera, erige la

dualidad objetivismo/subjetivismo, con el acierto de éste último de desligarse de los

preconceptos objetivistas, aunque reemplazándolos por otros, con iguales limitaciones.

El subjetivismo se torna, así, en una pragmática pura, a través de la cual se le da rienda

suelta al accionar de los individuos, sin posibilidad de anclaje en una estructura de

significado que los ampare. En medio de esta caracterización exagerada de ambas

posturas, se han establecido las miradas críticas y relativistas que no han sido objeto de

las críticas que aquí expongo.

La posición que adopto aquí se vincula con dos teorías complementarias que

emergen como superadoras de esta dicotomía, y que retoman aspectos de ambos

paradigmas, desconociendo su aura de burbujas que evitan todo roce por miedo a

quebrar sus halos de cientificidad.

La primera es la “doble hermenéutica”, acuñada por el sociólogo británico

Anthony Giddens (1982) para dar cuenta que en todo acto de investigación conviven

dos lógicas diferentes y compartidas. Por un lado, se toma en cuenta el accionar y la

realidad de los sujetos y, por el otro, los conceptos a través de los cuales el investigador

social le impone un marco interpretativo a esas prácticas que observa y describe. Se

desprende, entonces, que todo acto descriptivo es, en esencia, un acto de interpretación,

donde el lenguaje ordinario de los actores sociales se traduce en una terminología

inventada por los científicos sociales. Sin embargo, pretender que existe una

desconexión entre el mundo social y la producción teórica (entre los sujetos y los

científicos), es desconocer que todo investigador participa activamente del mundo en el

cual escribe, que lo modifica y que es modificado por él. La relación entre la ciencia y

los sujetos se da en forma de diálogo, un ida y vuelta en el cual “los seres humanos no

constituyen un objeto inerte de conocimiento sino agentes capaces de incorporar la

teoría e investigación social a su propia acción” (Giddens 1982, 14). Reconocer esto es

dar cuenta de que hacer ciencia social es un acto intrínsecamente político, en vistas de

que las prácticas sociales se encuentran cargadas de acción y de un potencial

permanentemente transformador. Esto implica que, de acuerdo a Giddens, ni el sujeto ni

el objeto deberían verse en una posición de primacía: “cada una es constituida en y a

11

través de prácticas recurrentes” (Giddens 1982, 8). Esta es la base de su Teoría de la

Estructuración, cuyos principales aportes podemos rastrearlos en el Pierre Bourdieu de

fines de la década del setenta.

La segunda delimitación teórica que adopto, entonces, se retrotrae a la Teoría de

la Práctica de Pierre Bourdieu:

Los objetos de conocimiento son construidos, no pasivamente registrados, el

principio de dicha construcción es el sistema de las disposiciones estructuradas

y estructurantes que se constituye en la práctica y que está siempre orientado

hacia funciones prácticas (2015, 85).

Se establece una dialéctica entre las estructuras y los habitus, concepto

entendido como

sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas a

funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios

generadores y organizadores de prácticas y de representaciones que pueden ser

objetivamente adaptadas a su meta sin suponer el propósito consciente de

ciertos fines ni el dominio expreso de las operaciones necesarias para

alcanzarlos (Bourdieu 2015, 86).

La estructura es un campo que establece reglas y regularidades específicas. Un

abanico de posibilidades de acción que estructuran la imaginación y las capacidades de

intervención de los sujetos. Ahora bien, estas estructuras estructuran a los sujetos pero

no los determinan, sino que a partir de ese imaginario de posibilidades, son los sujetos

quienes se apropian de las reglas y las resignifican a través de las prácticas. Este giro

permite idearse a los sujetos como actores sociales dentro de instituciones que pierden

la función totalizadora atribuida por el énfasis determinista del positivismo4.

Concibo la agencia de los sujetos como la capacidad de actuar dentro de los

marcos establecidos por las estructuras, aunque nunca determinados por ellos. En el

encuadre del presente estudio de subjetividades apresadas en los contextos de encierro

de la dictadura militar, la intención es recuperar la agencia que se intentaba también

4“El discurso objetivista tiende a constituir el modelo construido para explicar las prácticas como un

poder realmente capaz de determinarlas: al reificar abstracciones, trata sus construcciones como a

realidades dotadas de una eficacia social, capaz de constreñir directamente las prácticas” (Bourdieu;

2015:62-63).

12

desaparecer en la construcción de colectivos automáticos, bajo categorías como

“subversivo”, “terrorista” o “marxista”. No se plantean, no obstante, las acciones como

conscientes o estratégicas, sino como aquellos resquicios o bordes de la estructura que

quedan al margen para actuar de acuerdo a todas las posibilidades establecidas dentro de

ella.

Cobra notoriedad que la intención, en el marco de una teoría del sujeto, es

escapar de las visiones deterministas del accionar de los individuos que operan dentro

de estructuras totalizantes. Reconocer la dualidad entre las estructuras y las prácticas

planteada tanto por Giddens como por Bourdieu, permite aprehender la existencia de

normas y reglas, de un marco interpretativo e inteligible dentro del cual se encuentran

las prácticas, vistas no como mera reproducción sino como modos de apropiación y

negociación de su mundo social. Un universo imaginable de prácticas que imprimen en

el investigador el rol de la interpretación, el análisis de la distancia entre las reglas, lo

que se dice de ellas y lo que realmente se hace, y su anclaje en un contexto explicativo

mayor.

Las bases de la crítica cultural y los albores de la Antropología del Sonido

Habiendo desarrollado aquellas teorías desde las cuales enfrento la ciencia y el

análisis de los sujetos, conviene establecer también aquellos puntos desde los cuales se

desarrolla la labor antropológica en este trabajo.

La Teoría de la Crítica Cultural, cuya génesis se remonta a la Teoría Social de la

Escuela de Frankfurt, destaca las complejidades y contradicciones propias de la

sociedad moderna y propone que cualquier estudio sobre la misma debe hacerse en

forma contextualizada, entendiendo a la producción de la teoría como parte de la

historia de la sociedad. En este sentido, la crítica cultural sirve a modo de deconstruir

los supuestos naturalizados a través de los cuales los sujetos entienden el mundo y

actúan en él.

Sistematizada por autores como George Marcus, Michael Fischer y James

Clifford desde los años ‟80, es propuesta como un modo de dar lugar a las etnografías

experimentales y globales, en el marco de un mundo sumergido en el proceso de

globalización y de las ciencias sociales estancadas como parte de una crisis de

representación de los propios procesos que se disponían a analizar y explicar. Es el

momento en que los antropólogos volcaron sus análisis hacia sus propias sociedades,

13

estableciendo las limitaciones que posee la sola descripción de los fenómenos. Se torna

necesaria la crítica: “la antropología desbarata el sentido común y hace que nos

detengamos a examinar los supuestos que aceptamos sin discutir” (Marcus y Fischer

2000 [1986], 19). Si trasladamos esta preocupación a la propia práctica antropológica,

toma sentido el surgimiento de nuevos paradigmas como la Antropología del Sonido.

Esta disciplina, en proceso de emergencia aunque con cada vez mayor difusión durante

la última década, se propone analizar los fenómenos y representaciones sonoras, en sus

más diversas manifestaciones y localizaciones, desde una perspectiva etnográfica.

Teniendo en cuenta el rol de la Antropología para desnaturalizar aquellos fenómenos,

representaciones y supuestos con que los sujetos vivimos, en mayor o menor medida,

nuestras vidas cotidianas, la Antropología del Sonido busca darle un sentido a aquellos

fenómenos sonoros que nos suceden y de los que formamos parte, muchas veces de una

manera acrítica.

Nociones del espacio

Este estudio se desarrolla en un ámbito donde las palabras, escritas u orales, no

alcanzan para comprender en forma cabal. Los dispositivos de tortura y muerte se

encuentran del otro lado (no importa cuán lejos o cerca) de lo imaginable o descriptible.

Es por ello que dentro del marco establecido, caracterizado por el constructivismo y la

insistencia del reconocimiento de las subjetividades que interactúan en los procesos de

la investigación social, encuentro necesario dar cuenta de la posición que adopto frente

al espacio en su dimensión tanto abstracta como material.

Una visión algo superada pero que compone en su esencia un aporte muy

interesante para esta tesis es la del geógrafo Yi-Fu Tuan (2001). Este académico chino

propone una distinción entre los conceptos, usualmente confundidos, de espacio (space)

y lugar (place). ¿Qué diferencia a uno de otro? El concepto de espacio remite a una

entidad abstracta, abierta, susceptible al peligro y al movimiento, mientras que el lugar

se define por la pausa y el conocimiento (2001, 6). Este conocimiento se desarrolla a

través de la experiencia, la cual puede ser directa, a través de los sentidos, o indirecta y

mediada por símbolos. De esta manera, la transformación conceptual de un espacio en

un lugar se define a partir de la relación perceptual que los sujetos entablan con su

entorno. A su vez, es una experiencia que se desarrolla de diversos modos, en

consonancia con la teoría de la “doble hermenéutica” de Giddens: por un lado, por

14

medio del contacto directo con la realidad a través de los sentidos, el cual no

necesariamente conlleva un relato o una explicación; por el otro, a través de la

conceptualización y la reflexividad que permite explicar un espacio, sin quizás

entenderlo desde una mirada nativa.

La posición que adopta Edward Soja dentro de la Geografía Crítica complementa

este horizonte interpretativo del espacio, que se opone a pensar el mismo como un ente

externo a los sujetos, circunscripto al arte de la medición y la representación, utilizado

sólo como un medio de sobrevuelo sin penetración o influencia. La espacialidad, de

acuerdo a este autor, debe comprenderse en términos de una triple dialéctica entre la

sociedad, el tiempo y el espacio, a través de la cual las relaciones sociales (tomadas en

cuanto a su producción) y espaciales se refuerzan e influyen de forma recíproca (Vaquer

y Gordillo 2013, 14).

La explicitación de la noción de espacio en este encuadre teórico le otorga

entidad a las construcciones del espacio que los sujetos que experimentaron la detención

clandestina hacen de los Centros Clandestinos de Detención. El reconocimiento del

valor de la experiencia sensorial, la construcción de significados sobre el espacio y la

capacidad de agencia en el marco de una estructura opresora y aparentemente

destructora de resistencia, son los ejes fundamentales que atraviesan el análisis a lo

largo de este trabajo.

15

Capítulo III. Antecedentes

El presente estudio se ubica en el marco de la Antropología del Sonido.

Naturalmente, el objeto de estudio a través del cual se han puesto en práctica este marco

teórico y metodologías de acotada tradición en la Antropología impone ciertos recortes

que posibilita posicionar este trabajo en campos con mucha más visibilidad académica

que la mencionada. De esta manera, incluyo esta tesis, a su vez, como parte de los

estudios de la historia y la memoria de la última dictadura argentina (1976-1983),

haciendo hincapié en aquellos realizados en los ex Centros Clandestinos de Detención,

Tortura y Exterminio. Por último, teniendo en cuenta que los testimonios de los

sobrevivientes del terrorismo de Estado han sido susceptibles a vastos debates teórico-

metodológicos, fuera y dentro del contexto que nos acapara, incluyo en este apartado los

trabajos que considero relevantes en dichos debates y en el desarrollo conceptual de la

presente tesis.

Antropología del Sonido

A lo largo de la historia de las investigaciones sociales basadas en las

percepciones sensibles, teniendo como principal referente e introductor la sociología de

Georg Simmel, existen diversas y disímiles atribuciones a lo sonoro como fuente

empírica en la constitución de lo social. En el desarrollo de su Sociología

fenomenológica, Simmel establece los aportes que lo visual y lo sonoro instauran en la

comunicabilidad social, a punto de considerarlas “las dos formas de relación por

excelencia con el mundo” (citado en Rizo García 2006, 268). Sin embargo, como indica

Fortuna, existe en Simmel una jerarquización que pone a la vista por sobre el oído, en

tanto éste último ofrece revelaciones parciales y mediadas de lo social, instalando a lo

sonoro en un sitio de co-dependencia respecto a lo visual (Fortuna 2009, 42).

Los aportes conceptuales que instalaron la pregunta y la posibilidad de

desarrollar una epistemología de lo sonoro los realizan Schaeffer (1966) a través de la

elaboración del concepto del objeto sonoro, retomado posteriormente por Murray

Schafer (1969) y reconvertido en paisaje sonoro. Estas contribuciones permitieron

comenzar a andar el camino de lo que Victoria Polti denomina como una “una

fenomenología general de lo audible” (Polti 2011, 2). Así, se comenzó a pensar la

relación del sujeto con el medio sonoro, la conceptualización del “ruido” como

16

categoría construida desde un lugar específico, en fin, la construcción de sentidos que

posibilita lo sonoro y la necesidad de desarrollar los análisis sociales desde ese

disparador. Algunos autores que han puesto en práctica los conceptos de objeto sonoro

y paisaje sonoro, con el objetivo de analizar las sonoridades urbanas y las percepciones

auditivas son Westerkamp (2004), Alonso et al. (2007), Vedana (2008), Fortuna (2009),

Polti (2011), Polti et al. (2011) y Polti y Partucci (2011). Estos investigadores parten de

la idea de paisaje sonoro con el fin de establecer las pautas de audición, las

continuidades y rupturas de la sonoridad urbana a través del tiempo y las atribuciones

de sentido que los habitantes le imponen a un determinado entorno. Respecto a esto,

Carlos Fortuna escribe:

El desciframiento de un paisaje sonoro (…) se traduce siempre en un acto de

atribución de sentido. El significado de un sonido es, por tanto, siempre

relativo. (…) Este relativismo sonoro habla incluso de nuestra experiencia

social y biográfica, ya que tanto puede revelar una memoria y un pasado (…)

como puede enunciar un estado de extrañamiento y disconformidad ante

sonoridades desconocidas (2009, 47).

Los trabajos restantes también introducen la idea de la sonoridad subyacente a lo

urbano, aunque Alonso et al. (2007) lo hace desde un marco más bien antropológico,

asumiendo que si la percepción actúa como un filtro entre lo sensible y la realidad,

condicionado por la cultura, se hacen necesarias una antropología sonora y la escucha

antropológica para la interpretación académica.

Werner (2002), Carles (2004), Truax (1984, 2000), Pelinski (2007) también

construyen sus aportes académicos desde este paradigma. Mientras que el primero lo

hace con el objeto de establecer las pautas de la ecología acústica, José Luis Carles se

preocupa por la necesidad de profundizar en el conocimiento de la estética del sonido.

Es decir, cuál es la relación entre el ser humano, el medio ambiente y la producción de

sonidos, por un lado, y las relaciones emocionales y afectivas que cada sujeto establece

con la sonoridad a partir de su subjetividad, por el otro.

El trabajo de Ramón Pelinski también conjuga la relación de lo sonoro y lo

social. En el texto que desarollo aquí, “El oído alerta: modos de escuchar el entorno

sonoro” (2007), Pelinski comulga con el ideario de que todos los sonidos, ubicables

entre el silencio y la música, poseen significados, interpretados estéticamente a través de

17

la cultura en una escala que va desde el deleite hasta el tormento. Concibe al entorno

acústico como “fuente de experiencias estéticas y existenciales” y al paisaje sonoro

como un “fenómeno de la percepción y del recuerdo” (2007, 2), asequibles a través de

tres modos de escucha: natural, reducida y privilegiada. Se distancia, así, de las

perspectivas ecologistas o musicales y se focaliza en la consciencia individual y

colectiva, estableciéndose desde un paradigma más bien cercano a la fenomenología. La

escucha natural se refiere a aquella que se centra en el entorno menos los sonidos: es

pasiva, distraída, desenfocada, referencial (identifica la fuente); es simbólica (interpreta

el sonido como una señal de otra cosa) ya que “la atención se desliza por encima del

sonido sin penetrar en su interior” (2007, 3). Es también “ingenuamente realista”;

produce la sensación de sonidos externos al sujeto que los oye y a su consciencia,

opuesta a la concepción fenomenológica, a través de la cual se comprende que “no

estamos en medio de los ruidos del entorno: somos los sonidos del entorno” (2007, 4).

La escucha reducida, por contrario, es consciente e implica una actitud estética y

un “viaje analítico al interior del sonido” (2007, 5). Permite distinguir diversos sonidos

por sobre un fondo sonoro sobre el que disponemos nuestra atención perceptiva. Es el

sonido menos su entorno: se desentiende de los vicios de la escucha natural y se centra

en las características inherentes a los sonidos por sobre su fuente de producción. Por

último, la escucha privilegiada o experiencial implica una dialéctica entre las dos

anteriores. No sólo es el sonido más el entorno, sino también “sedimentación de

aprehensiones pasadas revividas en el presente, sea en el recuerdo, sea en ocasión de

impresiones presentes que nos evocan aprehensiones sonoras privilegiadas del pasado”

(2007, 9). Produce emoción y se desata en momentos de desatención de la consciencia,

donde un sonido puede remitir a alguna experiencia pasada e incluso infundir

sensaciones sinestésicas en las que una música puede representar una fragancia o una

textura almacenada en mi memoria. Mediante estos tres modos de escucha, Pelinski

abarca las experiencias que los sujetos aprehenden a través de lo sonoro, consciente o

inconscientemente, brindando herramientas para el ejercicio analítico de nuestro paisaje

sonoro y la memoria.

Incluyo, a su vez, una serie de trabajos destinados a incorporar las nociones de

sonido como formas de control e inmiscuidas en las relaciones de poder que circulan

permanentemente en el espectro social. La compilación denominada Espacios sonoros,

tecnopolítica y vida cotidiana. Aproximaciones a una Antropología sonora (2005) del

grupo catalán Orquesta del Caos reúne los aportes de, entre otros, Garí, Berenguer,

18

García López, López Gómez y Alonso, que considero esenciales para comprender las

tramas de poder que se entablan desde lo sonoro en el ámbito urbano.

Por su parte, López et al. (2011), analizan la dimensión epistemológica del

sonido desde el lado ritual, realizando un análisis etnográfico de la práctica del aikido

en su relación con el silencio y el sonido. Para ello retoman los aportes de Le Breton

(2007) en materia de la percepción sensorial y el rol que ésta juega en la relación de los

sujetos con el mundo que los rodea.

Como parte de la tradición epistemológica de la construcción social a partir de lo

sonoro, la Etnomusicología cobra un papel importante a la hora de entablar diálogos

entre las músicas y los modos de organización social de diversos pueblos. Este es el

caso del ya clásico trabajo de Steven Feld (1991), quien retrata las relaciones entre la

construcción del tambor de los kaluli de Papúa-Nueva Guinea y sus vínculos con la

naturaleza y la muerte, en tanto su sonido se convierte en un vehículo de significados

divergentes. En el caso de Argentina, los aportes etnomusicológicos han tenido que ver

con una intención explícita de reivindicar las músicas de los pueblos originarios y

desentrañar los supuestos evolucionistas que las escuchaban y clasificaban como

músicas simples, aburridas y monótonas en comparación con la música académica o

clásica europea, constituyéndose este en un plano más para la justificación de la

dominación y explotación europea en el territorio americano (García 2007, 2010, 2011a,

2011b). Las contribuciones, en este aspecto, son en virtud de un fuerte énfasis en el

estudio de la “estética” y de las diversas relaciones que el oído y el sujeto tienen con el

entorno, deviniendo en conceptualizaciones diferenciales del ruido, lo monótono, lo

lindo y lo feo.

Por último, en los últimos años se ha venido desarrollando un concepto crucial

para mi investigación, el cual conjuga en su génesis lo auditivo en relación con el

recuerdo, las percepciones del pasado y sus consecuencias en el relato a la distancia. El

concepto de memoria sonora es definido por Victoria Polti (2012) como “el complejo

experiencial fenoménico que cada sujeto construye para dar sentido a su pasado, a

través de los sonidos que percibe, excediendo el hecho físico en sí mismo” (2012, 4-5).

Se abre, así, el panorama de la construcción de memoria desde lo oído, desde el

recuerdo de aquello que se oyó o se escuchó. Desde esta perspectiva, símil a la que he

desarrollado para mi investigación, Polti (2012), Lutowicz (2012) y Minsburg (2014) se

interrogan por las sonoridades de los ex Centros Clandestinos de Detención del circuito

Atlético-Banco-Olimpo a través de testimonios y entrevistas, en tanto “la memoria

19

sonora es uno de los factores sensoriales sobre los que se puede depositar la

perdurabilidad de la memoria colectiva, pese a su eminente intangibilidad” (Minsburg y

Lutowicz 2010, 2).

Memoria, historia y testimonio

El segundo conglomerado de textos que forma parte de este apartado posee la

característica de reunir literatura referida a contribuciones, discusiones y

entrecruzamientos en torno a los conceptos de memoria, historia y testimonio.

Un autor fundamental, cuyo libro La memoria, la historia, el olvido (2013) ha

sido un insumo amplio aunque no autosuficiente, es Paul Ricœur. Ricœur sistematiza,

en forma categórica y crítica, un estado del arte en torno a los conceptos mencionados,

en la búsqueda de la constitución de una verdadera fenomenología de la memoria. De

esta forma, se realiza diversas preguntas, entre las cuales destaco aquella que se

interroga por la “dimensión veritativa de la memoria” (Ricœur 2013, 29) y de la historia

y el rol que juega la imaginación en el proceso que va de una a otra. En este sentido,

Ricœur despliega la categoría de testimonio como un relato a medio camino entre la

memoria y la historia, en tanto “constituye la estructura fundamental de transición”

entre ambas (2013, 41).

Otros autores cardinales que han disertado en torno a la memoria y que aparecen

directa o indirectamente de manera transversal en las páginas que constituyen esta tesis

son Halbwachs (2004), Candau (2001, 2002), Le Goff (1991) y Connerton (1996). Más

allá de ciertas divergencias procedentes de sus contextos de escritura o sus objetos de

estudio, estos autores coinciden en considerar los aspectos constructivos y procesales de

la memoria colectiva, reparando en su carácter fundamentalmente dinámico y

conflictivo. En este sentido, la materia prima de esta discusión se compone, no sólo de

aquellas posiciones científicas que esencializan la memoria y la consideran unívoca y

estática, sino también del sentido común que prima en las sociedades y que naturaliza la

realidad ignorando los procesos históricos que la conforman. Toma relevancia,

entonces, la observación de Le Goff (1991) en torno a la necesidad de historizar la

memoria y enmarcarla en el contexto que corresponda. En este sentido, también se pone

en primer plano la importancia de los olvidos para la conformación de la memoria.

Cuando Lechner y Güell (2006) relatan la construcción de la memoria en el escenario

social chileno, hablan del silencio como una construcción social que deviene en una

20

mala memoria (De La Parra 1997), es decir, una memoria fragmentada, sumisa y

tendenciosa. Relacionado a lo anterior, el autor Michael Pollak (1989) habla de la

intencionalidad de ciertos olvidos por medio del silenciamiento. Se impone pensar en

los distintos contextos en los que se silencian voces, relacionados con las políticas de la

memoria y de las coyunturas nacionales, teniendo en cuenta que esas voces forman

parte de una memoria subterránea, en palabras de Pollak, que se sigue construyendo y

alimentando de forma subalterna, esperando su momento para formar parte del acervo

oficial de la memoria colectiva.

Ricœur, por su parte, también incorpora la dimensión del olvido, desligándola de

sus vinculaciones con lo patológico o lo distorsivo, e incorporándola a la memoria: “el

olvido puede estar tan estrechamente unido a la memoria que puede considerarse como

una de sus condiciones” (Ricœur 2013, 546). Esto es lo que el autor denomina “olvido

de reserva” (Ricœur 2013, 535) que destaca como una “figura positiva del olvido (…)

adonde recurro cuando me viene el placer de acordarme de lo que una vez vi, oí, sentí,

aprendí, conseguí” (2013, 535). Más allá de la impronta individual que se desprende de

lo anterior, el autor instala la tesis de que el olvido no es tanto enemigo de la memoria y

la historia, sino también un recurso necesario de aquellas, vinculándose así con lo

propuesto por Pollak (1989).

El aporte, en síntesis, radica en la consideración de la memoria, tanto en sus

aspectos analíticos como pragmáticos, como un campo de disputa social y simbólica por

los significados que históricamente construyen las sociedades y que, al mismo tiempo,

las permean. Mendoza García (2004), por ejemplo, utiliza este marco de la memoria

colectiva como proceso social de reconstrucción de un pasado vivido y/o significado

por un grupo que se contiene en marcos sociales culturales (2004, 3). Este autor, a su

vez, desarrolla el concepto de memoria narrativa, en tanto conjunción de un relato

progresivo de acontecimientos y la conformación de una trama (2004, 6), para lo cual

incluye al testimonio como puente entre el archivo y la memoria, aspecto que será

retomado más adelante en este apartado.

En cualquier estudio que se aboque a la memoria, considero necesaria la lectura

los escritos de Pilar Calveiro (2010, 2012) y Steve Stern (2002), quienes elaboran

diversas categorizaciones del concepto, haciendo hincapié la primera en el rol del

Estado en la construcción de la legitimidad del relato y el segundo en los elementos

constituyentes de la memoria emblemática, partiendo de considerar su carácter de

creación humana, mas no azarosa ni arbitraria. Susana Kaufman (2006) elabora los

21

distintos mecanismos a partir de los cuales se transmite la memoria generacionalmente,

enfatizando los procesos, quiebres y continuidades específicos de las memorias atenidas

a los contextos de violencia sociopolítica.

La historia, por su parte, es tomada aquí en tanto categoría, y no en tanto

disciplina, que permite una triangulación con la memoria y el testimonio, a partir de las

diversas discusiones que ha entablado, principalmente, con el primero de estos

conceptos. Zeitler Varela (2012) se ha encargado de exponer esta batalla, para luego

relativizarla a través del análisis de los heterogéneos testimonios de Primo Levi y Jorge

Semprún. Para ello retoma un artículo de Reyes Mate, quien atribuye a la memoria el

rol de la construcción de un sentido del pasado, y a la historia el “conocer el pasado „tal

y como ha sido‟” (Reyes Mate en Zeitler Varela 2012, 6). Otra autora que analiza las

relaciones entre memoria e historia, a partir del caso de la construcción de los relatos

tras la guerra entre Marruecos y Portugal de 1578, es Lucette Valensi (1998). Es para

destacar, a su vez, el lugar que le otorga Ricœur al conocimiento histórico en su ya

citado trabajo, el cual se encuentra integrado a la memoria individual y colectiva como

parte de un proceso, difiriendo de éstas en calidad de su soporte material y sus marcos

interpretativos y no en rigor de su objetividad o veracidad, como arguyen quienes

diferencian estos términos en base a la dicotomía ficción/realidad.

Detallo, a su vez, un conjunto de trabajos que desarrollan diversos aspectos del

testimonio, tales como sus aportes, limitaciones, el tratamiento del sujeto que testimonia

y la finalidad del mismo. La mayoría de los autores tratados consideran al testimonio

como un puente entre la memoria y la historia, en tanto relato sobre algo pasado que, en

conjunción con otros, forman parte del acervo de un conocimiento histórico que está en

permanente construcción (Ricœur 2013; Mendoza García 2004). Otros trabajos han

difundido diversas definiciones del testimonio, en general a través de su composición de

“verdad subjetiva”, relativizando la idea de verdad única y estática y añadiendo la

posición privilegiada del testigo directo en la construcción de esa verdad histórica

(Villani y Reati 2011; Zeitler Varela 2012; Ricoeur 2013; Carnovale 2007). Levín

(2005), por su parte, trabaja la noción de testimonio a partir de una serie documental

audiovisual que estudia las nociones de los vecinos en torno a los Centros Clandestinos

de Detención. La autora realiza un aporte en relación a la información que provee el

testimonio, aquello que calla u oculta y los caminos necesarios para acceder a esa

22

información. Es muy interesante, a su vez, el artículo de Rossana Nofal (2010), quien

recupera diversos testimonios de militantes y analiza su producción contextualizando

sus subjetividades, lo cual permite dar cuenta de la diversidad desde su materia prima.

La posición a la que adhiero aquí, al igual que en la discusión contra la idea

estática y unívoca de la memoria, es la del testimonio y quien lo brinda como

poseedores de una verdad desde una posición determinada de testigo directo. En este

sentido, sostengo la visión de los autores y testigos que resaltan la importancia de

testimoniar y la diversidad de información que posee cada uno de los relatos que se

generan (CADHU 1980; AAVV 2010; AAVV 2011).

La producción de Giorgio Agamben amerita un apartado especial, en tanto su

lectura de Primo Levi, acompañada de una reflexividad permanente, es un trabajo

fundamental para pensar las categorías de testigo y testimonio. En el volumen III de

Homo Sacer: Lo que queda de Auschwitz: el archivo y el testigo (2000), Agamben

analiza la tensión que existe entre el relato del superviviente y la imposibilidad de relato

del testigo integral (Agamben 2000 18), es decir, aquellos que sufrieron la experiencia

concentracionaria en su totalidad: “el destino del prisionero común no lo ha contado

nadie porque, para él, no era materialmente posible sobrevivir” (Primo Levi en

Agamben 2000, 17). El testimonio no es ni un puente ni un diálogo, según Agamben,

sino un “encuentro entre dos imposibilidades de testimoniar” (2000, 21): el testigo

parcial de los eventos que cuenta en nombre de aquel al que resulta imposible contar.

Un relato que aspira a salvaguardar dos lagunas inevitables, con el objetivo de que el

testimonio de uno exhiba la imposibilidad de testimoniar del otro. Gabriel Gatti, hijo del

dirigente obrero uruguayo Gerardo Gatti desaparecido en “Automotores Orletti”,

adhiere a esta tesis, en tanto sostiene que el testimonio “no comunica los hechos, sino el

hecho de que aquellos hechos no se pueden comunicar” (Gatti 2006, 36). En su

artículo, este autor también se cuestiona acerca del rol del testimonio como dispositivo

que permite “hacer visible lo que fue invisibilizado” (2006, 30) y el rol que juegan la

figura y las representaciones del detenido-desaparecido en este proceso.

Instalándonos en el caso argentino, la cuestión de la posición del testigo y del

tratamiento que éste ha de tener en las diferentes instancias judiciales ha sido, a su vez,

insumo de una serie de necesarias discusiones y ricos aportes. En primer lugar, ubico el

artículo periodístico de Fabiana Rousseaux (2014), quien realiza una vasta

categorización de tipos de testigo en base a su continuo trabajo con víctimas de la

represión, con el objetivo de diferenciar cualitativamente la potencial información que

23

cada uno de ellos provee. Las categorías no son inocentes e implican diferentes

tratamientos ante las víctimas, razón por la cual, por ejemplo, en el Protocolo de

intervención (2011), se procura invertir los términos testigo-víctima por víctima-testigo

para centrar la mirada en el sujeto y en la posición desde la cual éste declara. En este

documento, a su vez, se instalan las bases conceptuales para tratar temas de actual

relevancia, tales como la revictimización y la retraumatización de los testigos que han

sido atravesados por diversas políticas de la memoria por parte del Estado, en las cuales

su voz y sus vivencias han tenido diferentes niveles de recepción y aceptación.

Otros trabajos que aportan a la discusión conceptual en esta clave de

pensamiento son Dandan (2012); Martínez (2010); Rousseaux (2010); Aguiar (2010);

García y Edelman (2010); Da Silva Catela (2001); y Varsky (2011). Los trabajos de

estas autoras, realizados desde diversas experiencias de campo e instituciones, abogan

por establecer el marco psicológico de los sujetos que ofrecen su testimonio. Por una

parte, se establecen las diferencias que existen entre las víctimas de la represión estatal

con testigos de otra calidad de delitos y crímenes. Por otra parte, en virtud del tiempo

transcurrido, las diferentes etapas y situaciones estatales ante las cuales se han

presentado a declarar y las dificultades que estas situaciones generan, se establecen las

pautas para propiciar un ambiente adecuado que disminuya las posibilidades de

retraumatización y revictimización. Entre estos trabajos, por ejemplo, encontramos el de

Mónica Macha (2010), quien allana los caminos a transitar para generar una Red

Nacional de Acompañamiento y Asistencia a Querellantes y Testigos víctimas del

terrorismo de Estado.

Por último, dentro del documento de Acompañamiento a testigos y querellantes

(2011) ya mencionado, se encuentran, además de una recopilación de trabajos y

disertaciones destinados a establecer el marco psicológico para el trabajo con los

testigos, artículos que permiten consignar el marco jurídico y procesal en los juicios de

lesa humanidad. En éstos (Rezses 2010 y Giraudo 2010) se realiza un análisis histórico

del rol del Estado en los juicios por el terrorismo de Estado, estableciendo cuál fue el

valor otorgado a la palabra de los testigos en los primeros años, así como las deudas

pendientes y la necesidad de constituir nuevos espacios que permitan sistematizar la

información novedosa que continúa apareciendo a partir de la reapertura de los juicios.

24

Dictadura y Centros Clandestinos de Detención

La bibliografía referida a la última dictadura militar es extensa, vasta y ha sido

pensada y escrita desde los más diversos puntos de vista teóricos y disciplinarios. Desde

la restitución democrática, las principales discusiones teóricas y técnicas se han

organizados en los siguientes planos: la idea de guerra, la sistematicidad del plan de

exterminio, acerca de si es apropiado catalogarlo de genocidio (Feierstein 2007; Delrío

et.al. 2010), entre otros. Ya desde los prólogos del informe de la CONADEP (Sábato

1984; Duhalde 2006) se advierten estas inquietudes, unificadas bajo el rótulo de la

teoría de los dos demonios. Un artículo reciente del teórico búlgaro Tzvetan Todorov

pone de relieve esta discusión, identificando los años previos a la dictadura como

regidos por un terrorismo igual de impiadoso que el ejercido desde el poder estatal

(Todorov 2010).

En este artículo, Todorov realiza un llamado a historizar el reclamo y el trabajo

de memoria, verdad y justicia, en tanto percibe un sesgo que impide dar cuenta del

movimiento revolucionario de izquierda que dio lugar al golpe de Estado posterior. En

su afán comparativo e hipotético, introduce el caso camboyano, donde la persistencia de

la guerrilla de extrema izquierda en el poder significó el exterminio de un cuarto de la

población total de ese país. Instala así la pregunta (incluso insistiendo en que no es su

objetivo) en torno a cuál hubiese sido el destino de Argentina si la dictadura no hubiese

ejercido el poder estatal para aniquilar a sus adversarios políticos e ideológicos. El

trabajo de Todorov invita a pensar y reflexionar el rol de la militancia en los 70‟ y le

otorga agencia a sujetos que, en lugar de ser considerados como pasivos autómatas,

víctimas totales de una situación ajena a ellos, eran militantes conscientes que en su

lucha asumían un riesgo real. El problema de Todorov radica en que su intento de

historizar la memoria termina allí donde equipara una fuerza con la otra, sin dar cuenta

de los móviles e ideas a través de las que cada grupo hacía su aparición en el escenario

social y político. Ni hablar de las heterogeneidades propias de dos universos provistos

de numerosos subgrupos con disidencias en cuanto a pensamiento y modalidades de

acción. Más allá de que éstos no constituyen ejes de desarrollo de esta tesis, son

transversales a ella, en tanto forman parte del marco de discusiones en el cual nos

ubicamos temporal y espacialmente.

Afortunadamente, igual de extensa es la literatura referida a la militancia de los

años 70‟, que permite en su lectura acceder a las historias de vida de diversos referentes

25

y, en ellas, descubrir la heterogeneidad de los movimientos de izquierda y las ideas que

circulaban. Así se pone de manifiesto la necesidad militar de desarraigar los cuerpos de

su pensamiento, instalando el miedo para actuar en la imposición de políticas

económicas y sociales diametralmente opuestas. Investigadores que siguieron esa línea

son Pertot y Garaño (2002); Calveiro (2005); Arfuch (2012). Constituyen un punto de

partida para todo aquel que pretenda inmiscuirse en los relatos de la militancia de los

„70. Crenzel (2010), por su parte, analiza la construcción de discursos en torno a los

desaparecidos y el entramado complejo de voluntades y significaciones que se soslayan

en la identificación de “culpables” e “inocentes”. En diversos matices, pero siempre en

la línea de analizar las representaciones que ha tenido la figura del detenido-

desaparecido durante la democracia, destaco los esfuerzos de Feld (2010); Longoni

(2010); Werth (2010); y Jelin (2010). En la trama audiovisual, incluyo como parte de

esta serie de intentos de visibilizar la militancia de la década del ‟70 a la película

Infancia Clandestina (2011), del director Benjamín Ávila.

Otros artículos y trabajos han incluido todos estos debates en una misma línea de

pensamiento (Vezzeti 2002; Crenzel 2008). Tomo esos trabajos como referentes de un

balance que concluye la discusión, enmarcada en una época en la que tanto judicial

como académicamente se encuentra generalizada la idea de que la dictadura operó como

un plan sistemático genocida de exterminio para implementar un modelo económico

neoliberal, cuyas consecuencias siguen repercutiendo en todos los ámbitos políticos y

sociales de la Argentina. En este sentido, sirven como un punto de partida teórico,

conceptual e histórico de esta tesis. De todas maneras, resulta vital mantener estas

lecturas al día, en tanto son cuestiones (la teoría de los dos demonios, el destino de los

desaparecidos, su número y su grado de responsabilidad) que siguen estando en el

epicentro de fuertes cruces por la construcción de una legitimidad del relato.

Existe, a su vez, una serie de trabajos más específicos referidos al contexto de la

dictadura cívico-militar argentina. Por un lado, artículos y trabajos que tratan la

categoría del desaparecido y del cuerpo muerto junto a su relación con las prácticas, los

derechos humanos, el uso de archivos documentales y la integridad (Perosino 2007;

2011). El enfoque de estos trabajos orientados a complementar la labor del Equipo

Argentino de Antropología Forense (Somigliana 2012) nos provee, además de un rico

debate teórico, datos empíricos resultados de las excavaciones e investigaciones en

búsqueda de las personas desaparecidas. Desde la Arqueología y la Antropología, por

ejemplo, en los últimos años se han escrito artículos vinculando la labor del Equipo

26

Argentino de Antropología Forense con discusiones teóricas que ponen de relieve las

nociones de cuerpo y corporeidad construidas desde el discurso militar (Salerno 2007).

A su vez, en estos estudios se destaca la atención prestada a los procesos de

disciplinamiento y su vinculación con la ubicuidad de las relaciones de poder que

establece Michel Foucault en Vigilar y Castigar (2014 [1975]), donde relata sus

concepciones acerca de las prácticas carcelarias. Por otro lado, existe toda una línea de

investigación orientada al estudio del trauma post-dictadura cívico-militar (Kordon et.al.

2005; Benegas 2011). Estas producciones interpelan tangencialmente a la nuestra, ya

que se ocupan de un mismo contexto sociopolítico y temporal, desde disciplinas

comunes, aunque con objetivos diferentes.

La bibliografía referida específicamente a los dispositivos utilizados por la

dictadura para el encierro, tortura y exterminio, parte de diversas premisas e

intenciones. Naturalmente, resulta inconcebible un estudio sobre los Centros

Clandestinos de Detención que no se encuentre interpelado de forma más o menos

directa por el libro de Pilar Calveiro (2008): Poder y desaparición: los campos de

concentración en Argentina. Pilar Calveiro describe de primera mano la experiencia de

la detención y la pone en juego con el contexto mayor del funcionamiento de la

dictadura militar, desarrollando una interacción entre las políticas corporales y las

políticas del poder. El principal aporte que realiza esta autora es su logro de articular

distintos testimonios, momentos, experiencias (propias y ajenas) y contextos de la

dictadura en Argentina, así como distintos instrumentos conceptuales que toman al

“detenido”, al “represor” y a los espacios de detención como ejes del juego intelectual.

Logra poner en relación y relativizar términos que aparecían estancados en la dicotomía

bueno/malo y permite percibir de manera muy cercana la experiencia concentracionaria.

A esto se suma la idea de que “el campo de concentración, por su cercanía física, por

estar en medio de la sociedad, „del otro lado de la pared‟, sólo puede existir en medio de

una sociedad que elige no ver, por su propia impotencia, una sociedad „desaparecida‟,

tan anonadada como los secuestrados mismos” (Calveiro 2008, 147). Una idea similar

es propuesta por Mario Villani cuando explica, en medio del relato de su experiencia en

el Centro Clandestino de Detención „El Banco‟, que “la tortura no fue un hecho

individual: a través de las víctimas se buscó torturar a la sociedad toda” (Villani y Reati

2011, 95).

27

Espacios similares a los utilizados por la dictadura militar argentina para ejercer

el terror han sido analizados en distintas partes de Latinoamérica y de Europa. En este

sentido, la simultaneidad de las dictaduras latinoamericanas y su antecedente en los

regímenes fascistas europeos permiten hacer un análisis comparativo de estos

dispositivos y de los gobiernos en general. Los principales aportes que he encontrado en

esta línea, tienen que ver con espacios de memoria o espacios en conflicto de Chile,

México, Perú y Alemania (Binder 2012; Vázquez Mantecón 2012; Montaño 2012; Ríos

Merino 2012; Fuenzalida Bahamondes 2011; San Francisco et.al. 2010; Fuentes et.al.

2009; Lechner y Güell 2006; Theidon 2006). Tomo como antecedentes estos aportes,

para dar cuenta de cómo se ha encarado el estudio de estos espacios por fuera de nuestro

marco geográfico.

Sin embargo, no abundan las investigaciones destinadas a tratar el

funcionamiento de los ex Centros Clandestinos de Detención en Argentina. El informe

publicado por la CONADEP (2005 [1984]) contiene breves pero detalladas

descripciones de los Centros, reconstruidas a partir de testimonios, entrevistas con

sobrevivientes, planos y visitas de primera mano. Supone un primer acercamiento para

comprender la disposición de los Centros Clandestinos de Detención, las

particularidades de su funcionamiento y las diferencias entre ellos.

El grupo Huella Digital, por su parte, se define como un equipo

multidisciplinario cuyo objetivo es el diseño y la realización de documentales

interactivos significativos desde un punto de vista histórico-social. Al momento cuentan

con recorridos virtuales de “Club Atlético” y “ESMA”. Lo interesante de este proyecto

no es solamente la función de divulgación y de aporte a la memoria histórica, sino

también el hecho de que la reconstrucción virtual de estos sitios se hace en base a

testimonios colgados en su web5. Muchos de estos testimonios realizan menciones

explícitas al sonido durante su detención, lo cual ha servido como base de la

construcción virtual de los sitios e insumo de la presente investigación.

Existe una línea de producción dedicada a los relatos experienciales de la

detención, poniendo el foco en los testimonios para realizar un abordaje exhaustivo de

la cotidianeidad de los Centros Clandestinos de Detención (Sillato 2008; Martyniuk

2004, Villani y Reati 2011). Otros escritos se presentan como testimonios en sí mismos,

siendo sus autores ex detenidos y presentando sus experiencias como una articulación

5 El sitio web, consultado por última vez el día 11 de noviembre de 2015, es

http://www.centrosclandestinos.com.ar/

28

entre el horror, la cotidianeidad, la comunicación y el compañerismo (Actis et.al 2001;

Gallucci 1984). Débora D‟Antonio (2009), por su parte, establece una comparación

entre la cotidianeidad represiva de los presos y presas políticos “legales” y los

mantenidos de manera clandestina, haciendo hincapié en la cuestión de género y en las

modalidades de agencia y resistencia en estos contextos.

Las producciones audiovisuales que se han realizado en referencia a las

experiencias en los CCD (Garage Olimpo 1999; Crónica de una fuga 2006; La noche

de los lápices 1986) resultan de sumo interés para la investigación ya que, más allá de la

impronta guionada y de perseguir un objetivo distinto al propio, requiere de

investigación previa, con el fin de presentar un relato verídico y anclado en la realidad.

A su vez, en estas producciones se encuentra latente la tensión entre la imagen y el

sonido, por lo cual se hace mucho hincapié en aquellos elementos que un detenido podía

escuchar dentro de estos espacios. Vinculados con estas producciones audiovisuales,

encontramos artículos orientados a la articulación de la imagen (fotos, graffitis,

intervenciones, videos) con el discurso dentro de las dinámicas de los ex Centros

Clandestinos de Detención (Brodsky 2005; Manzano 2009; Feld 2009; Doval et al

2010; Longoni 2010; Huffschmid 2012; Conte 2012). Estos trabajos representan un

antecedente importante de mi investigación, ya que se ocupan de la centralidad de un

sentido (la visión y la imagen) referidos a los espacios de memoria.

En “Arqueología y violencia política” (2010), Zarankin, Salerno y Perosino

proponen una revisión de los aportes de la Arqueología en el estudio de la materialidad

de los Centros Clandestinos de Detención. Resulta en una puesta al día de aquello que

se denomina “Arqueología de la represión”, es decir, los esfuerzos disciplinares que

fueron, en un principio, destinados a la recuperación de los cuerpos de desaparecidos

por fuera de los espacios específicos de represión. Recién en la década del 2000, en

vistas de un nuevo escenario social y político, los trabajos de índole arqueológica

pueden ser efectuados en los ex Centros Clandestinos de Detención (Salerno, Zarankin

y Perosino 2013, 61) con proyectos pioneros en los ex predios de Club Atlético (Ciudad

Autónoma de Buenos Aires), Mansión Seré y El Pozo de Rosario (Pcia. DeSanta Fe)

(Salerno, Zarankin y Perosino 2013, 61). Di Vruno (2010) y Bianchi et al. (2010) son

ejemplos ilustradores de este tipo de metodología de trabajo. El trabajo realizado por

Diana et al. (2008) constituye un antecedente en este sentido, a partir de su labor

arqueológica en la ex Regional de Inteligencia de Buenos Aires (R.I.B.A.), ex CCDTyE

ubicado en el municipio de Morón.

29

Existen producciones dedicadas a trabajar la idea de monumento y de espacio de

memoria (Zarankin y Niro 2006; Zarankin y Salerno 2008, 2012; Messina 2011;

Schindel 2013). Desde este punto de vista, la intención es articular los discursos de la

dictadura y post-dictadura con esta nueva idea de un espacio para la memoria. Otras

producciones se han ocupado directamente de ciertos ex Centros Clandestinos de

Detención en su dimensión histórica, articulando su presente con su pasado y evaluando

los distintos discursos que confluyen en él. A su vez, la preocupación se centra en dar

una visión detallada de la actualidad de estos espacios, entre ellos “Olimpo”, y sus

alrededores (Molas y Molas 2006; AA.VV. 2009; Méndez et al. 2010; Durán 2012;

Mendizábal et.al. 2012; Crenzel 2009, 2012; Feld 2012). Muchos de estos artículos

encuentran su referencia principal en los aportes realizados por Elizabeth Jelin y

Victoria Langland (2003) en el estudio de los monumentos, la memoria y las marcas

territoriales, libro que además nuclea producciones latinoamericanas orientadas a esta

temática.

Por último, destaco los aportes realizados por el “Grupo de estudios e

investigación en memoria política”, en el marco del Proyecto de Extensión

Universitaria, en torno a la memoria en el barrio de Floresta (Alonso et al. 2007;

2008a; 2008b; 2009; 2011). Aunando esfuerzos con la Asamblea Barrial de Floresta, y

tomando esa asociación desde sus basamentos metodológicos, este grupo ha publicado

diversos artículos que ahondan en la participación vecinal en la reconstrucción de la

memoria, su rol en la recuperación de los predios y en la comparación de estos procesos

en tres lugares paradigmáticos del barrio como “Olimpo”, “El Corralón de Floresta” y

“Automotores Orletti”. Teniendo en cuenta que uno de los referentes empíricos de esta

tesis es Automotores Orletti, destaco los aportes de Boland y Castilla et al. 2011 y

Alonso et al. 2014, los cuales están centrados en este espacio. Por fuera de este grupo de

estudio (y de nuestra disciplina) el fragmento del fallo del 6 de septiembre de 2006, en

la causa Nº 2637/04 caratulada “Vaello, Orestes Estanislao y otros s/ privación ilegal de

la libertad agravada” – causa “Automotores Orletti”, del juez Daniel Rafecas (2010),

también ha sido de suma importancia como insumo de información y construcción del

problema de investigación desarrollado en esta tesis, al igual que el libro denominado El

Informe Orletti, el cual reúne el testimonio de Enrique Rodríguez Larreta del año 1977,

junto a imágenes y documentos de la exposición de este Informe en el año 2010.

30

Capítulo IV. Metodología

Si el sonido forma parte del entramado cultural, y cada entorno posee marcas

sonoras, entendidas como el “sonido comunitario único o que posee cualidades que lo

hacen especial cuando es percibido por la gente que vive en dicha comunidad” (Schafer

en Alonso et al. 2007, 5), es plausible una etnografía sonora que privilegie “la escucha

como herramienta analítica” (Alonso et al. 2007, 9). Es a través de este tipo de

metodología que uno puede acceder a las construcciones de categorías que los sujetos

realizan de su entorno sonoro, tales como sonido, silencio, ruido, contaminación sonora,

las cuales se cristalizan a partir de las propias subjetividades personales o colectivas.

Los casos que trabajo en esta tesis son algo más complejos, en tanto este análisis

antropológico y acústico no se hace con base en el presente sino en referencia a las

representaciones sonoras de un pasado cargado de significados subjetivos e históricos.

Sin embargo, el acceso a este universo de significados es posible.

Cabe la aclaración de que todo planteo metodológico es inseparable de la teoría

que uno asume y pone en práctica. La sonoridad se plasma aquí como una forma de

acceso a las prácticas de agentes dentro de una estructura excepcional. Es imposible

acceder en forma directa a los sonidos del pasado. Todo acceso consta de una doble

interpretación: la de quien investiga y la de los sujetos a través de los cuales se intente

acceder a ese universo de significado. Es por ello que el objetivo general planteado será

factible en tanto implique el reconocimiento de que la principal vía de acceso a esa

realidad estará doblemente mediada por el relato de una memoria devenida en

testimonios orales y escritos.

Por otro lado, la teoría también está implicada en la selección y el trabajo con el

objeto de estudio elegido. La elección de los sitios ha sido parte de un largo proceso en

el cual intervinieron factores personales, sociales, contingentes e históricos. En primer

lugar, forma parte de un interés personal sobre cómo actúa la memoria histórica de los

hechos recientes de la última dictadura militar y cómo ésta se encuentra representada en

el presente. En segundo lugar, como sujeto autodefinido como porteño, viví y crecí en

un entorno donde la crítica a la dictadura siempre estuvo vigente en forma

ideológicamente radical, aunque empíricamente lejana. ¿Cómo podía ser que a tan sólo

pocos kilómetros se encontraran esos edificios en los que funcionó la represión

clandestina? Acostumbrado a la idea de que los campos de concentración estaban lejos,

31

en el campo, para evitar sospechas, para evitar ser vistos y oídos, me resultaba

inconcebible la existencia de estructuras como “Olimpo” y “Automotores Orletti”.

Acceso al campo

Promediando mi formación como antropólogo, me acerqué en diversas

instancias, como curioso visitante, al predio de “Olimpo” ubicado en el barrio de

Floresta entre las calles Ramón Falcón, Lacarra, Rafaela, Olivera y Fernández. Volví en

el 2014, con la idea de llevar adelante allí el proyecto de memoria sonora aquí

desarrollado. Uno de los representantes de la mesa de trabajo me brindó una negativa

cálida pero rotunda. La razón se retrotraía a las malas experiencias en la vinculación

entre academia y gestión que habían sufrido. El utilitarismo prevalente le admitía un

escepticismo a la inclusión activa de investigadores externos que desconocieran el largo

proceso de trabajo que ellos habían estado realizando. Afortunadamente, esa negativa

también trajo una posibilidad: el acercamiento a “Automotores Orletti”. Un espacio

recientemente recuperado por acuerdo entre los gobiernos porteño y nacional, en

proceso de construcción.

Por esta primera experiencia afirmo que la teoría es parte del acceso al campo.

Los primeros acercamientos se plantearon como un diálogo verdadero, una intervención

científica sobre un aspecto entre otros de los que se investiga allí, una contribución que

planteara un nuevo vínculo entre academia y gestión.

El vínculo con “Olimpo” continuó, y el acceso a testimonios públicos permitió

el esbozo de un análisis sonoro que no interfiriera con el trabajo cotidiano de la mesa de

trabajo. Una vez diseñados los primeros planteos, también se sumó al universo de

trabajo la posibilidad de analizar memorias del ex CCDTyE de “Club Atlético”. Este

interés estuvo determinado por una simple pelota de ping-pong. Más adelante, esta

mención tendrá todo el sentido que amerita. Esta elección propulsó un nuevo

acercamiento a la gestión por el lado de la Mesa de Trabajo de “Atlético”, donde la

producción teórica de esta tesis fue valorada como un punto de encuentro con el trabajo

permanente en el Espacio de Memoria.

Una vez seleccionados y habilitados los espacios para realizar el trabajo, tomó

fuerza una pregunta que siempre estaba latente: ¿Cómo acceder, entonces, a esos

significados que busco deshilar? ¿Qué estrategias metodológicas adquieren relevancia

para el desarrollo de los objetivos planteados?

32

Estrategias metodológicas

Como punto de partida, la propuesta fue realizar un relevamiento arquitectónico

de los sitios a través del análisis de fotos, planos y documentos judiciales, por un lado, y

de la escucha y observación participante, por el otro. A partir de esto, se realizó una

sistematización de las “secuencias constructivas” (Diana et al. 2008, 80) en base a la

materialidad estructural y a marcas propias de las diversas modificaciones que sufrieron

los edificios a lo largo de su historia. Como se podrá apreciar más adelante, este trabajo

posibilitó el desarrollo de distintas hipótesis en torno al vínculo entre el uso de los

espacios y la posibilidad de escucha. En forma complementaria, se realizó una

reconstrucción de la historia de los sitios a partir de fuentes primarias, utilizando

principalmente testimonios de sobrevivientes, y fuentes secundarias.

De manera directa, el recurso metodológico de la observación participante fue

utilizado como complementario de la escucha participante. La observación participante

consta de una actitud de presencia de investigador en el campo, la cual no inhibe la

posibilidad de acción y de participación en las actividades desarrolladas por los sujetos.

Este “estar allí” (Guber 2005, 119) sumado a una posición de reflexión permanente

supone la posibilidad del investigador de dar cuenta del universo de significados de los

diversos actores sociales que forman parte de su unidad de análisis. La escucha

participante que incluyo implica una postura similar a la de la observación, inclinada a

la actitud del investigador de abrir sus horizontes de percepción y entablar una conexión

sensorial con el ambiente. Es la actitud de mantener el oído alerta, en palabras de

Ramón Pelinski (2007), y comenzar a deconstruir tanto las sonoridades del entorno,

como los conceptos y preconceptos a través de los cuales los sujetos construyen y son

construidos por la sonoridad de ese entorno. De esta manera, realicé múltiples visitas a

los espacios consignados, bajo la hipótesis de que muchos de los sonidos contextuales6

del presente son similares a los potencialmente oídos por los sobrevivientes de la

detención y la tortura clandestina. También lo hice teniendo en cuenta los cambios

posibles que el contexto pudo haber generado en la sonoridad del entorno7. Esto

permitió reducir el espectro de búsqueda en los testimonios consultados, así como

6 Entiendo por sonido contextual aquellos sonidos referentes a las proximidades de los ex CCDTyE, con

el objetivo de hacer una separación entre la sonoridad del entorno y la de las prácticas llevadas a cabo

durante la dictadura militar. 7 Este aspecto es particularmente notorio en el ex CCDTyE “Club Atlético”, cuya característica central es

haber sido demolido para habilitar la construcción de la Autopista 25 de Mayo.

33

habilitar la sorpresa ante la mención de sonidos que no habían sido previamente

identificados.

Estas primeras aproximaciones a “Automotores Orletti”, “Olimpo” y “Club

Atlético” arrojaron interrogantes ineludibles: ¿Cómo construían mentalmente los

detenidos la configuración sonora del espacio? ¿Qué sonoridades cotidianas se

resignificaron durante su encierro? ¿Qué sonidos conectaban el adentro y el afuera?

¿Qué sectores del lugar permitían apreciar los distintos sonidos con mayor claridad e

intensidad? ¿Qué se escuchaba desde adentro y qué se escuchaba desde afuera? ¿Qué

sonidos se permitían, cuáles no se permitían? ¿Cuáles se ocultaban y cuáles resultaban

inherentes a este lugar?

Teniendo en cuenta estos interrogantes, que junto a los objetivos planteados

tornaban evidente las limitaciones de un análisis puramente histórico y arquitectónico,

tomó fuerza la necesidad de realizar un trabajo de campo sistemático con entrevistas

que permitieran indagar directamente en la dimensión sonora del espacio8. Se realizaron

entrevistas a diversos integrantes de las mesas de trabajo de estos ex CCDTyE,

haciendo hincapié en sus aportes e ideas y caminos individuales y grupales en la

construcción del lugar como Sitio de Memoria9. Este tipo de evento comunicativo posee

la característica y ventaja de establecer entre el entrevistador y entrevistado una relación

de cierta familiaridad y confidencia (Alonso 1998) a través de la cual se permite poner

en juego las representaciones sociales de cada uno. Quien pregunta, aborda las

categorías y los significados sociales del otro en su dimensión pragmática. Se parte del

interés en aquello que se hace o se hizo, las experiencias pasadas y presentes, para

también dar cuenta de las motivaciones de esas acciones, no para revalidar una postura

sino para realmente intentar comprender el universo del otro. En ese juego, entonces,

ambos polos comunicativos son modificados en virtud de una nueva significación.

No es desconocido el hecho de que este tipo de entrevista, focalizada en la

consulta explícita por la dimensión sonora de los ex CCDTyE, hubiera sido ideal para la

interacción con sobrevivientes de dichos sitios. Sin embargo, la elaboración de otras

estrategias debió suplir la dificultad de hacer entrevistas, en tanto el acceso a los

sobrevivientes es muy difícil por diversos motivos. En primer lugar, los sobrevivientes

8 El trabajo de campo se desarrolló durante el año 2014 en “Olimpo”, entre los meses de febrero y

noviembre de 2015 en “Automotores Orletti” y entre los meses de octubre y noviembre de 2015 en “Club

Atlético”. 9 Además de las charlas informales desarrolladas en cada una de las instancias de campo, se realizaron

cuatro entrevistas en profundidad con integrantes de cada uno de los espacios trabajados

34

de cada uno de estos espacios son pocos. En segunda instancia, el paso del tiempo y las

múltiples indagatorias judiciales hacen que cada vez haya menos voluntad de contar lo

sucedido. Por último, soy consciente, también, de que un tipo de entrevista que haga

hincapié en los recuerdos sensoriales de la experiencia concentracionaria puede resultar

poco consecuente con los intentos de no retraumatizar (Dandan 2012; Martínez 2010;

Rousseaux 2010) a los testigos de las causas por juicios de lesa humanidad.

Por estos motivos, el análisis fuerte de las voces de los testigos estuvo dado a

partir de los análisis de testimonios públicos. Un primer relevamiento de documentos

permitió identificar testimonios “clave” en torno a los espacios problematizados. De

esta manera, en el caso de “Orletti” fue sustancial la lectura del testimonio de Enrique

Rodríguez Larreta, mientras que en “Olimpo” y “Club Atlético”, el de Mario Villani. En

este sentido, como en todo trabajo a partir de fuentes, fue importante reconocer el

contexto de producción y la información que dicha fuente podía proveer

potencialmente. Una vez entrenado el ojo, una rápida lectura permitía reconocer la

aparición de información relacionada con lo sonoro, lo cual se daba de manera bastante

frecuente. Tras una lectura meticulosa de los testimonios “clave”, se procedió al trabajo

con otros testimonios de sobrevivientes de dichos espacios, para cotejar, problematizar

y ampliar la información obtenida. Es el caso de los testimonios de Roberto, Miguel,

Delia, Ivonne, Ana, Mónica y José, entre otros que han sido consultados pero no

mencionados explícitamente en esta tesis. A los testimonios se les han realizado las

mismas preguntas que uno podría realizarle a un testigo sentado frente a sí. A sabiendas

de que los papeles no oyen y no pueden responder directamente, las respuestas a dichas

preguntas, explicitadas a lo largo de estas páginas, fueron leídas y escuchadas en

documentos de carácter público. Se ha tomado el recaudo de no mencionar con nombre

y apellido a los ejecutores de los testimonios seleccionados, a menos que los mismos se

encuentren publicados o editados. Esta decisión radica en que la edición o publicación

de un testimonio lleva implícita la intencionalidad de difusión por fuera del ámbito

jurídico, mientras que la consulta de testimonios en archivos, por más que sean de

carácter público, conlleva otro tipo de destinatario y función social. Por este medio, se

pretende preservar la identidad y la integridad de quienes muy amablemente han

ofrecido sus palabras para esclarecer una parte del pasado argentino reciente.

35

Capítulo V. Espacios disruptivos/Detrás de las paredes

“Para mí el campo se extendía mucho más allá de las paredes del edificio donde estaba

secuestrado: el país entero era una inmensa prisión y si me escapaba era sólo para

cambiar un lugar del campo por otro”.

Mario Villani (2011, 107).

Daniel López Gómez (2005) afirma que en el tratamiento relacional de la

tecnología, las políticas y la producción de subjetividades, tomando como base los

trabajos de Michel Foucault en torno a los espacios carcelarios, no hay una

sistematización de las tecnologías sonoras. Se pregunta si “¿acaso las cárceles, los

talleres, las escuelas o los hospitales son espacios mudos?” (2005, 34).

La retórica en esta pregunta es obvia. Nuestra relación con los espacios siempre

se encuentra mediada por ciertos “regímenes de sonoridad” (García López 2005, 22),

donde además de ser observadores y observados, somos oyentes y escuchados. Como el

oído es un órgano dispuesto de manera que no puede anular su función en forma física,

el espacio nos construye como oyentes y es construido por nosotros en términos de

valoraciones culturales. Esto se desarrolla a través de los diversos tipos de escucha

(Pelinski 2007) que disponemos en él, incluso de forma simultánea. En el caso de los

sobrevivientes y su producción testimonial, entiendo que las escuchas desarrolladas

desde los espacios de detención clandestina fue tanto “reducida” como “privilegiada”,

en tanto su imposibilidad de ver implicó la necesidad de realizar análisis complejos de

los sonidos oídos (externos y lejanos, internos y familiares), sin referencia visual, con

posibles reminiscencias a percepciones de sus pasados biográficos.

En este sentido, este apartado incluye descripciones de los espacios elegidos

para el análisis sonoro, en los cuales se privilegia la asunción de las “marcas sonoras”

(Schafer en Alonso et al. 2007, 5) que se mencionan en los testimonios como

características de la exterioridad y el funcionamiento interno de los ex CCDTyE.

“Automotores Orletti”: La casita del terror

Ubicado en Venancio Flores 3519, en la esquina con Emilio Lamarca y con su

frente orientado directamente hacia las vías del tren Sarmiento, “Automotores Orletti”

forma parte de una de las escenas más oscuras del imaginario de Floresta, barrio del

Centro-Oeste de la Ciudad de Buenos Aires.

36

Figura 5.1. Fachada de “Automotores Orletti” donde se aprecian ambas entradas y la planta superior.

Se estima que este espacio, denominado internamente por los militares como “El

Jardín” funcionó como Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio desde

abril de 1976 hasta la fuga de un hombre y una mujer que se da el 3 de noviembre de

ese año, a partir de la cual se establece el cese de actividades. Vestigios de esta fuga, eje

de la visita guiada actual del Centro, se advierten en agujeros de bala en la cortina

metálica de entrada. Sin embargo, los trabajadores de “Orletti” tienen registro de que

hay gente que fue liberada recién el 15 de noviembre de 1976, lo cual deja 12 días que

no están integrados. De todas maneras, desde la Mesa de Trabajo sostienen la hipótesis

de que este lugar continuó siendo base de operaciones militares, a partir de diversos

testigos que afirman haber presenciado hasta el año 1978 la entrada, salida y

movimiento de transportes del ejército.

“Orletti” se erigió como base militar del Batallón de Inteligencia 601 del

Ejército Argentino y funcionó como sede de operaciones del Plan Cóndor10

, operativo

que sostenía la coordinación represiva de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Bolivia y

Uruguay, en estrecha complicidad con Estados Unidos. Por esta razón, en “Orletti” no

sólo se escucharon voces argentinas sino también, principalmente, uruguayas y chilenas.

10

El Plan Cóndor responde a una coordinación desarrollada entre las dictaduras del Cono Sur con la

complicidad del gobierno estadounidense, cuyo objetivo era la persecución, detención clandestina y

asesinato de la militancia opositora.

37

En un testimonio incluso se mencionan “voces gringas” adheridas a la presencia de dos

militantes cubanos que sufrieron su detención en “Orletti”. En el Informe Orletti, que

reúne las principales investigaciones de Enrique Rodríguez Larreta, se explicita el

reconocimiento de modismos y conversaciones que daban cuenta de que ciertos

personajes del ejército uruguayo se encontraban, en ese momento, residiendo en el

territorio argentino. Es por esa misma vía que este ex detenido reconoce la voz de

Gerardo Gatti, líder sindical uruguayo, quien era mantenido como “trofeo de guerra” en

un calabozo del Centro.

Antes y después de la ocupación militar, el lugar funcionó como taller mecánico

perteneciente a la firma Cortell. A su vez, una vez cerrado el taller mecánico, fue sede

de la instalación de un taller clandestino de costura, donde personas de países limítrofes

a la Argentina fueron sometidas al trabajo esclavo en función de la explosión comercial

textil de la avenida Avellaneda, en el barrio de Flores, ubicada a 300 metros. Es por esa

razón que en una de las entrevistas con un coordinador de “Orletti”, no imaginó otra

forma para describir el espacio que “la casita del terror”.

Figura 5.2. Planos de ambas plantas de “Orletti”, extraídas de folletería oficial obtenida en el año 2014.

38

Ingresar a “Automores Orletti”, en tanto Espacio de la Memoria, implica

desplegar la atención hacia qué función cumplieron cada uno de los ambientes, qué

paredes o estructuras fueron construidas o derribadas por el aparato represivo y qué

detalles dan indicios del accionar represor en ese sitio.

El edificio cuenta con dos plantas (Figura 5.1 y Figura 5.2). Se ingresa a través

de dos opciones: atravesando la cortina metálica, la cual permite el acceso a un pabellón

abierto, con claras disposiciones de taller mecánico, o por una puerta ubicada a la

izquierda de la cortina, que permite el acceso directo a la segunda planta. Al ingresar

por el sector de la cortina metálica, se encuentra una oficina a la izquierda, la cual era

utilizada por los represores para establecer una guardia y permitir el ingreso de

vehículos previa transmisión por radio del código “Operación Sésamo”. Más adelante,

un sector abierto, interrumpido únicamente por columnas. Del lado derecho,

aproximadamente a la mitad del recinto, se ubica una escalera de acceso a la segunda

planta. En una de las instancias de trabajo de campo, la cual coincidió con un homenaje

a los líderes sindicales uruguayos Gerardo Gatti, León Duarte y Hugo Méndez el día 2

de octubre de 2015, fecha en que un grupo de uruguayos, entre los que se encontraba un

sobreviviente de “Orletti”, realizó una visita al espacio. Al observar la escalera (Figura

5.3), rápidamente y con convicción aseguró que dicha escalera posee veinte escalones,

en tanto era una cuenta que él realizaba cada vez que subían o bajaban a algún

compañero o compañera por ese lugar. Efectivamente, cuando posteriormente a esa

aseveración realicé la cuenta, son diecinueve los escalones, contando la llegada al piso

superior como el paso veinte que se oye cuando alguien culmina su acceso a un piso

superior por una escalera.

39

Figura 5.3. Escalera de “Automotores Orletti”. Foto extraída de la inspección judicial del año 2006.

Esta planta baja tenía, a la altura de la escalera, una tela negra que disimulaba el

fondo, donde se encontraban muchos detenidos y detenidas.

La planta alta cuenta con cinco recintos (Figura 5.2). La habitación orientada a

la calle corresponde al despacho de Aníbal Gordon, líder de la banda que operaba en

este sitio, instalado por orden de Otto Paladino. Contigua a esta habitación, que luego

fue adaptada por Cortell para sus hijos, se halla una terraza que se encontraba

permanentemente iluminada y con guardia constante. Una segunda habitación se

encuentra modificada por el matrimonio Cortell, en tanto la disipación de las fuerzas

militares implicó su vuelta al hogar. Durante la dictadura, esa habitación funcionaba

como un sitio para apartar a las mujeres y de reunión de las fuerzas uruguayas y

chilenas. Cada vez más alejados de la calle, se encuentra una tercera habitación donde

se separaba a las mujeres embarazadas, la cual no tiene vista al tren, pero desde la cual

se oye el mismo. Corresponde a uno de esos sitios desde los que el sonido pierde

referencia visual, pero al ser un sonido del recuerdo, cotidiano, resulta fácilmente

reconocible y se resignifica. Es uno de los mayores indicios para reconocer

espacialmente y llenar de significado un recinto sin referencia.

40

Avanzando hacia el fondo de esta segunda planta, la imagen cambia

drásticamente y adquiere los matices de un depósito antiguo, del estilo galpón. Esto

corresponde a las pocas modificaciones que se hicieron en esta parte del edificio

respecto a su antiguo funcionamiento como depósito ferroviario (época de la cual aún

conserva algunas marcas adheridas a cajas fuertes empotradas en la pared). Este espacio

solía ser un espacio abierto, al igual que la planta baja. Es un galpón amplio que estaba

abierto y en forma de “L”, pero que luego fue compartimentado en tres secciones para

uso de prisiones comunes. Esas paredes hoy en día corren riesgo de derrumbe.

En este lugar hay una celda, identificada como el sitio de detención de Gerardo

Gatti, y un espacio para los militares, de recreación, de depósito de cosas robadas y

donde mantenían a los chicos secuestrados. Señales de disparos por todos lados.

Disparos para callar, como diversión.

El nombre de los sonidos

El nombre “Orletti” surge a partir de una confusión. Enrique Rodríguez Larreta

es liberado, en Montevideo, el día 22 de diciembre de 1976. Previo a eso, sufrió la

detención clandestina el 14 de julio mientras se encontraba en la búsqueda de su hijo,

quien fuera secuestrado el día 2 de ese mes. En el Informe publicado en Londres el 18

de marzo de 1977, da cabida cuenta de los distintos eventos que sufrió entre la búsqueda

de su hijo y su liberación.

Cuando es secuestrado en Buenos Aires comenta, en primer lugar, la necesidad

de “levantar una ruidosa cortina metálica de enrollar” (1977, 17) (Figura 5.4), también

identificada por una de las testigos durante la inspección judicial del año 2006.

41

Figura 5.4. Cortina metálica de enrollar mencionada en los testimonios. Foto extraída de la página web

oficial del ex CCDTyE “Automotores Orletti”

La conocida costumbre de la utilización de vendas para impedir la visión, lo

llevan a tener que reconocer a distintos personajes por sus voces. En este esfuerzo,

reconoce tanto a su hijo, por su tos, como al dirigente sindical Gerardo Gatti, así como

la presencia tanto de represores argentinos como uruguayos. Más adelante en su relato,

identifica el sonido del fluir de agua para el llenado de tanques, junto a ruido de cadenas

y del aparato corredizo en el techo. Esto corresponde a una modalidad de tortura y

muerte generalizada en este sitio, conocida como “submarino”. A este proceso se

adhiere la mención en el Informe Orletti, real pero no generalizable, de que durante las

sesiones de tortura se solía utilizar la música de Harry Belafonte, a un volumen que

impidiera la superposición con los sonidos de las víctimas.

Rodríguez Larreta, en su descripción, continúa dando cuenta de diversos

compañeros y compañeras militantes y de hechos específicos de su estancia en este

sitio, hasta que identifica que “desde el fondo de la casa a determinadas horas, llega un

ruido característico de un recreo escolar, lo que me permite afirmar que en las

proximidades funciona una escuela. Por el frente de la casa, a poca distancia, pasa una

vía de ferrocarril.” (1977, 22) (Figura 5.5 y Figura 5.6). Esta descripción, generalizada

en los testimonios de sobrevivientes de Orletti, da cuenta de la noción de éstos respecto

a la cercanía que los separaba de la fuga. En un testimonio, por ejemplo, se comenta que

en una instancia, teniendo en cuenta la preparación cuasimilitar de los detenidos y

42

detenidas, se comenzó a planear, por medio de mensajes en código y sonidos, la fuga de

varios de ellos. Ahora bien, el desconocimiento de muchas facciones de esta estructura

edilicia y demás factores los inhibió de dicha acción.

Figura 5.5. Cruce ferroviario ubicado en diagonal a la entrada de “Automotores Orletti”. La vía corre

paralela al frente del ex CCDTyE y es el camino que tomaron los detenidos que se fugan de este sitio.

Foto tomada el día 11 de noviembre de 2015.

Estas menciones permiten realizar una triangulación de sonidos contextuales

característicos de este sitio. En primer lugar, la presencia clara e ineludible del tren,

cuyo sonido actual es bastante menos “ruidoso” a partir de las mejoras estructurales de

este sistema de transporte. En segundo lugar, la presencia de la cortina metálica, que

emite un sonido particular tanto en sí misma (un chirrido lento, pesado e intenso) como

en la necesidad de un motor para su apertura y cierre. A este hecho, es interesante

anexarle que como las detenciones se realizaban generalmente por la noche, su sonido

reverberaba con mayor intensidad y era más fácilmente identificable a la distancia. En

una de las instancias de campo, inclusive, una de las entrevistas a los trabajadores del ex

CCDTyE arrojó el dato de que una de las vecinas, en su infancia, afirmó oír, desde una

vivienda en la parte trasera de “Orletti”, dicho sonido todos los días a las 22hs. En tercer

lugar, en la parte trasera del Centro, en diagonal al mismo, se encuentra el patio de un

colegio. Los testimonios indican que, además del ruido típico de recreo escolar,

43

asimilable a la presencia superpuesta de voces de niños mediando dos timbres, se

reconoce el sonido del canto de un coro.

También se destacan las menciones de los sonidos propios del funcionamiento

interno del Centro, tales como los métodos específicos de tortura, la música de Harry

Belafonte, los pasos de la escalera y la utilización de la radio para la explicitación del

código “Operación Sésamo” para el ingreso de los represores. La presencia de voces de

diferentes nacionalidades también se erige como una particularidad de este Centro, al

haber sido éste eje de la represión en el Cono Sur.

Figura 5.6. Colegio situado en el contrafrente de “Automotores Orletti”, sobre la calle Bacacay. Foto

tomada el día 11 de noviembre de 2015.

Una vez liberado Enrique Rodríguez Larreta, decide volver a Buenos Aires para

reconocer el lugar donde había estado secuestrado. Con la información sistematizada,

priorizando las ideas de los sonidos del tren y de la cortina metálica, comienza a circular

por la Ciudad de Buenos Aires en diversas líneas ferroviarias hasta que logra dar con el

sitio. En su fachada, el taller mecánico contaba con un cartel que contenía el nombre de

su dueño Cortell. En las entrevistas mantenidas con los trabajadores del sitio, hay dos

versiones a través de las cuales se modificó el nombre a “Orletti”. Una de ellas indica

que Rodríguez Larreta identifica el lugar desde el tren, donde la velocidad y la sorpresa,

unidas a la falta de la letra “C”, lo llevan a confundir las letras dando por correcto el

nuevo nombre. La segunda es parecida, solamente que incluye la producción de una

44

fotografía, donde el movimiento, también, es causante de un corrimiento de las letras en

la imagen. Más allá de esta cuestión anecdótica, es interesante destacar cómo en el

imaginario del barrio los trabajos en la producción de memoria incluso han instalado

este nombre en vecinos que conviven con este taller desde antes de su funcionamiento

como Centro Clandestino de Detención. Hoy en día, muchos de ellos aseguran, no sólo

que ese lugar siempre se denominó “Orletti” por razones disímiles, sino que desconocen

a Cortell como sujeto portador de su apellido.

“Club Atlético”: Debajo de la autopista

El trazado de la Autopista 25 de mayo y la coincidencia de la necesidad de

construcción, a fines de los años setenta, de uno de sus pilares en la calle Paseo Colón

entre San Juan y Cochabamba, implicó la demolición del ex CCDTyE “Club Atlético”

(Figura 5.7), cuyo funcionamiento se sitúa entre febrero y diciembre del año 1977. A

partir de estos acontecimientos, los detenidos que aún permanecían en este sitio fueron

relocalizados en un nuevo espacio denominado “El Banco”, dando pie a lo que hoy

denominamos “Circuito ABO (Atlético, Banco, Olimpo)”. Es por esta razón, a su vez,

que la sonoridad actual del sitio no es equiparable a la del pasado11

.

11

En las instancias de trabajo de campo me percaté de que existe un fondo sonoro actual de tráfico

permanente por la cercanía con la autopista, factor destacado por los trabajadores del espacio en función

de los perjuicios y obstáculos que supone al momento de realizar visitas guiadas y transmitir la memoria

de lo sucedido.

45

Figura 5.7. Documento fotográfico sobre la construcción de la Autopista 25 de Mayo y de cómo su

trazado implicó el soterramiento del “Club Atlético”. Extraído de la web oficial del “Proyecto de

Recuperación de la Memoria. CCDTyE “Club Atlético”: http://memoriaexatletico.blogspot.com.ar/

El uso de sus cimientos para la erección de la autopista supone que la

reconstrucción de ese sitio, en un principio, debió basarse estrictamente en la memoria

oral de los sujetos que atravesaron aquí su detención. Desde principios del nuevo

milenio se inició un necesario trabajo arqueológico, desafiando los paradigmas que

ubicaban a la Arqueología en las temporalidades lejanas. A partir del 13 de abril de

2002, día en el cual comienzan los trabajos de excavación (Figura 5.8), los diversos

hallazgos dieron materialidad a muchos recuerdos que se encontraban estancados en el

tiempo.

46

Figura 5.8. La recuperación de Atlético por medio del trabajo arqueológico. Foto extraída de la web

oficial del “Proyecto de Recuperación de la Memoria. CCDTyE “Club Atlético”:

http://memoriaexatletico.blogspot.com.ar/

“Club Atlético” funcionó como un edificio de tres plantas, donde el subsuelo era

el sitio que los ex detenidos recuerdan como el principal lugar de estancia durante su

secuestro (Figura 5.9). Este subsuelo sin ventilación contaba con seis recintos, de los

cuales uno era utilizado como sede de calabozos, y un amplio hall con 24 calabozos

más. A su vez, en uno de los recintos existían celdas de aislamiento denominadas

“tubos”. Un aspecto ineludible en la descripción de este espacio es la presencia de una

escalera que desembocaba en una sala con una mesa de ping-pong. Los sonidos del

plástico contra la madera, el conteo permanente y los gritos de victoria o derrota son

relatados en forma persistente en los testimonios de los sobrevivientes.

47

Figura 5.9. Plano del sótano de Atlético. Foto extraída de la web oficial del “Proyecto de Recuperación

de la Memoria. CCDTyE “Club Atlético”: http://memoriaexatletico.blogspot.com.ar/

Varias menciones a los sonidos de este espacio son destacables en función de los

aportes que implicaron para la triangulación de testimonios.

En principio, corresponde mencionar aquél que fue determinante para la

ubicación de este sitio. Desde la enfermería se podía tener cierto acceso a la audición

del exterior, y las conversaciones entre los represores no siempre se cuidaban de no dar

indicios de la ubicación del sitio:

Hasta ese momento (1996) había sólo un testimonio que fue fundamental, el de

un sobreviviente que decía que mientras estuvo secuestrado escuchó en la

enfermería que había pasado un colectivo con una hinchada, y los represores

decían „estando tan cerca de la cancha de Boca, qué lástima que no podemos ir

a ver el partido‟. Entonces, este secuestrado, Miguel, cuando lo liberan

empieza a buscar dónde podría haber estado secuestrado, hasta que un día, ya

desahuciado, se va a tomar el (colectivo) 8, por Cochabamba, y ve esa manzana

ya con todos los edificios demolidos. (Duguine en Engler 2015).

48

Al igual que con el caso de “Orletti”, la escucha del afuera y la identificación de

algunos sonidos sin referencialidad visual, permite luego la puesta en estructura de

aquellos estímulos que en otros contextos podrían pasar desapercibidos.

Villani, en su testimonio editado en conjunto con Fernando Reati (2011),

menciona en primera instancia el sonido de las cadenas arrastrándose durante los

“trencitos” que se generaban para la utilización de los baños. Esta situación permitía el

acercamiento entre detenidos, el cual Miguel describe como un momento propicio para

“hablar” con los demás detenidos y detenidas, mediante un toque de hombro. Otra

forma de “hablar”, paradigmática, era a través de pequeños golpes en las paredes de los

tubos. Este sistema permitía establecer una comunicación con el otro, posibilitando la

difusión de mensajes conteniendo información sobre la presencia de otros detenidos y

detenidas, sus estados de salud, entre otros. La generación de sonidos a través de

pequeños golpes en las paredes de los tubos, a su vez, permitía la aparición de actitudes

de solidaridad. En uno de los relatos que son retomados durante las visitas guiadas

realizadas por los trabajadores del sitio, por ejemplo, se da cuenta de cómo Miguel le

toca la melodía del “feliz cumpleaños” a Delia, el 26 de agosto de 1977. Este hecho es

uno de los que me permite afirmar que el sonido no sólo es una onda física pasiva,

recibida pasivamente por los sujetos, sino que, en este contexto, implicó un acto de

empoderamiento y un canal para la generación de agencia en medio del contexto

represivo.

El silencio

Todo trabajo que se base en las propiedades del sonido debe estar muy atento a

las concepciones que se establecen en relación al silencio. El silencio es una

construcción, donde para algunos es identificable con lo rural como oposición a lo

urbano, y para otros, asimilable únicamente a las propiedades sonoras del espacio

exterior. Para algunos el silencio es interno y valorado. Para otros, el silencio es una

molestia.

Es difícil encontrar, en primer lugar, menciones al silencio en la cotidianeidad de

los ex Centros Clandestinos de Detención. La mayoría de las descripciones de estos

espacios se retrotraen a una imagen atada a la presencia inexorable de la tortura y las

consecuencias sonoras de ésta. En el caso de Atlético, por ejemplo, la identificación con

49

el nazismo y la crueldad con los detenidos judíos resalta la escucha de marchas nazis y

discursos a un volumen exagerado de Hitler y de Joseph Goebbels.

En Atlético, el silencio es mencionado tanto por Villani como por Miguel en un

mismo registro. Éste último, por su parte, relata: “En los tubos el silencio era total. En

las vísperas de los traslados masivos en los que se llevaba alrededor de veinte personas,

ese silencio se acentuaba”. Villani, a su vez, destaca que “cuando se producía un

traslado se percibía algo especial en el ambiente: de pronto se sentía un silencio

diferente del habitual. En el campo siempre había períodos prolongados de silencio

porque los prisioneros no hablaban y los guardias se desplazaban en zapatillas para

acercarse a las mirillas sin ser percibidos”. (2011, 55).

Villani afirma, incluso, que más allá de los ruidos de la tortura y la apertura o

cierre de puertas, “no había sonidos discernibles” (2011, 55). Sin embargo, es el silencio

del traslado lo que él recuerda como característico de este ex CCDTyE.

Entiendo la utilización de zapatillas (razón por la cual a los guardias se les

llamaba de esa manera: “zapatillas”) por parte de los represores como un modo de

reafirmar la práctica del panóptico, por medio de una modalidad sonora. Ya se

sobreentendía que estos sujetos, detenidos, no tenían posibilidad de ver. Entonces, su

preocupación era también volverse insonoros. Esto subyace en la instalación intencional

de un régimen de sonoridad.

El sonido en estructura

Laura Duguine afirma que “toda la gente que identificaba que había estado

secuestrada en un centro clandestino que le decían Club Atlético refería que el sonido

característico era el del juego de ping pong, que los represores jugaban al ping pong.”

(Duguine en Engler 2015). Esto se desprende del hecho de que la sala que los represores

utilizaban para este momento de ocio se encontraba tan sólo a una escalera de distancia

del sótano destinado al emplazamiento de los detenidos. Existen otros sonidos

mencionados a lo largo de los testimonios. Uno de ellos es el de las ruedas del carrito de

comida contra el suelo de “Atlético”: “No me olvido del sonido de las ruedas del carrito

rodando por el pasillo: el momento de la comida era una fiesta” (Villani y Reati 2011,

62). Otro es el ruido del dispositivo de aire que oxigenaba las diferentes plantas.

A medida que fui acercándome a los distintos Espacios para la Memoria y

estableciendo contacto con los trabajadores de los sitios acercando mi proyecto, el caso

50

de la pelota de ping-pong fue mencionado por todos ellos. Es un caso paradigmático

donde el sonido sirve como fuente de reconocimiento de un Centro Clandestino de

Detención, en virtud de su funcionamiento interno.

Ahora bien, es interesante el proceso a través del cual este sonido se torna

inteligible en la mente de los sobrevivientes. En una de las charlas con una de las

coordinadoras de “Automotores Orletti”, surgió un concepto central: el sonido como

materialidad. Como ya afirmé anteriormente, el sonido es efímero. Consiste en una onda

física que comienza y termina sin dejar rastro alguno. Ahora bien, en uno de los casos

de sobrevivientes de Club Atlético, existía la convicción de que el ruido del ping-pong

funcionó como un método de tortura. Este hombre pensaba y asumía, realizando una

separación entendible entre el ocio de los represores y la tortura que estaban sufriendo

los detenidos, que el sonido de la pelota contra la madera era producto de una

grabación, al igual que los discursos enérgicos de Adolph Hitler. Por esta razón, este

sobreviviente soñaba y escuchaba el pac-pac-pac de la pelotita permanentemente, sin

comunicar este hecho a sus allegados

Una vez comenzado el proceso de excavación arqueológica, entre los millares de

objetos, que iban desde ropa hasta elementos de tortura, hizo su aparición la pelota de

ping-pong (Figura 5.10). Ese hallazgo fue el que le dio sustento a su memoria y el que

le permitió explicitar aquello que había mantenido siempre dentro de él. De la manera

en la que funciona la eficacia simbólica para el clásico Lévi-Strauss, curar un

padecimiento implica poner el caos en estructura, volver conocido aquello que es

desconocido. En el caso del ping-pong, el hallazgo de la pelota permitió darle

referencialidad al sonido, poner en términos estructurales un hecho que generaba caos

en las conciencias.

Figura 5.10. La pelotita de ping-pong hallada por medio de la excavación y trabajo arqueológico en

“Club Atlético”. Foto extraída del sitio web “Huella Digital”: http://www.centrosclandestinos.com.ar/

51

”Olimpo”

“Aunque resulta irrisoria la sola formulación, El Olimpo, campo de concentración

ubicado en dependencias de la Policía Federal, llevaba este nombre porque, según el

personal que lo manejaba, era „el lugar de los dioses‟”.

Pilar Calveiro (2008, 53)

La música del Olimpo

Tal como reza el cartel emplazado en la esquina de Olivera y Ramón Falcón

(Figura 5.11), el ex CCDTyE “Olimpo” funcionó desde 16 de agosto de 1978 hasta

fines de enero de 1979. Se encuentra ubicado entre las calles Ramón Falcón, Lacarra,

Rafaela, Olivera y Fernández, cercano al límite noroeste del barrio de Floresta. Junto a

“Automotores Orletti” y “El Corralón”, forma parte de una tríada inexorable para el

trabajo en la Memoria, Verdad y Justicia en este barrio. Tal es así que todos los días 24

de marzo, en el aniversario del último golpe de Estado que instauró la dictadura militar,

se realiza una caminata que une este ex CCDTyE con “Orletti”.

Figura 5.11. Esquina Olivera y Falcón del predio del ex CCDTyE “Olimpo”. Foto tomada el día 11 de

noviembre de 2015.

52

“Olimpo” formó parte, y era la culminación, del circuito ABO, donde los

detenidos fueron “trasladados”12

de “Atlético” a “El Banco” y de allí a “Olimpo”, lugar

donde se estiman que se mantuvieron, al menos, quinientas personas bajo el secuestro

clandestino. Incluso algunos testimonios atestiguan la presencia de elementos

arquitectónicos de “Atlético” (puertas y herrajes, por ejemplo) en “Olimpo”.

La estructura edilicia de “Olimpo” se compone de un enorme tinglado que ocupa

una manzana entera en medio de la actividad cotidiana y comercial del barrio de

Floresta. En sus orígenes funcionó como una terminal de tranvías y luego como

terminal de la línea de colectivos número 5, que actualmente se encuentra ubicada a

escasos metros de este sitio. En el año 1976 la Policía Federal se apropia del terreno y

comienza a hacer uso del mismo para sus actividades como órgano legítimo y

monopólico de la violencia estatal. Desde el retorno del gobierno democrático, en 1983,

hasta la recuperación del predio por parte del Estado en el año 2005, “Olimpo” fue

visibilizado e intervenido en múltiples instancias por parte de grupos vecinales y

barriales. En 2005, la construcción del Espacio de Memoria implicó la instalación de

una Mesa de Trabajo y Consenso que desarrolla su labor en estrecho vínculo con

vecinos del barrio.

Figura 5.12. Plano de “Olimpo”. Extraído del folleto oficial entregado en el Espacio de la Memoria del

ex CCDTyE “Olimpo”.

12

El encomillado remite a la polisemia del término, en tanto cuando se decía que los detenidos serían

trasladados, también podría significar el asesinato por parte de las fuerzas represivas.

53

Una diferencia conceptual que aparta a este sitio de los analizados anteriormente

es que su construcción se instituyó deliberadamente para funcionar como Centro

Clandestino de Detención, mientras que los otros fueron readaptados de una manera

más improvisada. El sector readaptado para su funcionamiento estaba ubicado en la

parte este del edificio, sobre las calles Lacarra, Fernández y Ramón Falcón (Figura

5.12). El ingreso se hacía a través de un portón ubicado en esa misma esquina (Figura

5.13). Este ingreso desembocaba directamente en lo que se denomina “Pozo”, nombre

que denominaba lo que hoy conocemos como el sector del ex CCDTyE que funcionó

específicamente como aparato clandestino de detención y tortura. Este emplazamiento,

de tres metros de altura, se encontraba dividido por una multiplicidad de recintos, con

un amplio sector destinado a celdas hacia el centro de la estructura mayor y, sobre la

calle Fernández, un sector de celdas de incomunicados, próximo a un sector de tortura.

En este recinto no se apreciaba la luz natural y los detenidos estaban sometidos a

temperaturas extremas.

Se escuchaban pasos de guardianes sobre nuestras cabezas y recién más

adelante, cuando reconocí el lugar con más detenimiento, entendí el por qué de

esa extraña edificación: las celdas y demás instalaciones estaban en realidad

construidas debajo de un techo alto estilo galpón industrial. (Villani y Reati

2011, 103).

La construcción deliberada del sitio como Centro Clandestino de Detención,

permitió la elucubración de un sistema que impusiera todas las normas del clásico

panóptico desarrollado por Foucault: la permanente sensación de estar siendo

observados, a través de los sonidos de los pasos por sobre las cabezas, impelía a los

detenidos y detenidas a cumplir un mandato de conducta, cuyo resquebrajamiento

podría acelerar los tiempos del traslado.

54

Figura 5.13. Esquina de Falcón y Lacarra, utilizada para el ingreso de automóviles directamente al

“Pozo” de “Olimpo”. Foto tomada el día 11 de noviembre de 2015.

Más allá de esto, las prácticas de los ex detenidos resistían a los ejercicios de la

represión, en parte a través de los sonidos. En primer lugar, una forma de poner en jaque

al totalitarismo ejercido sobre los cuerpos y sus formas era evadir la imposición de la

venda o el tabique, asumiendo el riesgo de ver alrededor. Esto proporcionaba un

panorama de dónde se estaba o de identificar a los demás ex detenidos presentes en el

Centro. Ahora bien, al igual que lo mencionado en “Atlético”, una forma de resistencia

consistía también en “mantenerse comunicado a través de señales o mensajes”, como

indica un ex detenido, Roberto, en su testimonio.

Respecto al funcionamiento interno del “Olimpo” y sus características sonoras,

los testimonios parecen acordar en la presencia de la música en diversos aspectos.

Villani describe los gritos producidos por la tortura como una “música ambiental”

(2011, 110) ininterrumpida. Mario Villani atravesó los ex CCDTyE del circuito “ABO”,

“Pozo de Quilmes” y “ESMA”, hasta el momento de su liberación. Sobrevivió a causa

de diferentes estrategias de supervivencia y azar, sumado a sus conocimientos en

electrónica. En la gran mayoría de los ex CCDTyE, siempre había un sector dedicado al

trabajo esclavo, en el cual un ingeniero en electrónica cumplía un rol importante. En el

caso de “Olimpo”, el sector de trabajo se encontraba relativamente lejano a las salas de

tortura, lo cual no impedía la llegada del sonido estremecedor. Según relata Villani, esta

escucha le infundía una experiencia sinestésica, al retrotraerlo al momento de sus

propias torturas. “No tenía la opción de taparme los oídos para no escuchar; para que no

55

me afectara tanto, cada vez que podía prendía la radio o ponía una cinta de ópera en el

taller” (2011, 111). Por esta razón, cuenta que a la música que los torturadores

disponían para sus sesiones, él las competía con una radio a través de la cual reproducía

música clásica: “Si ponía la radio a un volumen más alto de lo habitual podía no

escuchar, siempre que la guardia no me ordenara bajarla”. (2011, 111).

En otra parte de su testimonio, este mismo sobreviviente comenta que uno de los

represores, incluso, tenía la costumbre de llevar a las sesiones de tortura un equipo de

música propia, a través del cual reproducía repetidamente la canción “Libre”, del

cantante español Nino Bravo, aumentando el volumen para que sea escuchada por todo

“Olimpo” y reír de esa ironía.

En medio del barrio

Los Centros Clandestinos de Detención tuvieron límites políticos, sociales y

físicos. Los límites políticos y sociales se reúnen bajo la idea que Mario Villani y de

Pilar Calveiro tienen de que toda la sociedad funcionó como un campo de

concentración. Cierto grado de complicidad civil se asume en tanto el ocultamiento de

estos espacios represivos estaba dado a simple vista y escucha. Las paredes dentro de

las cuales se desarrollaba el terror a oscuras, no eran sino una forma de internar al dolor

dentro de un dolor mayor, sin posibilidad de escape.

Ahora bien, estas paredes también establecían un límite físico. Pero ¿dónde

terminaba y dónde empezaba el Centro Clandestino de Detención? ¿En las salas de

tortura? ¿En las celdas? ¿En las veredas?

56

Figura 5.14. Imagen tomada desde la esquina de Rafaela y Olivera, que da cuenta de la presencia de

“Olimpo” en medio del sistema barrial. Foto tomada el día 11 de noviembre de 2015.

Los ex CCDTyE funcionaron en medio de la población civil, donde las

preocupaciones mundanas continuaron en forma paralela a la necesidad más básica de

dignidad y supervivencia. En el caso de “Olimpo”, considerando la cercanía del sector

de incomunicados con la calle, se comprende la mención repetida en los testimonios de

“voces de niños y de tránsito automotor sobre una calle empedrada” (AAVV. 2009, 27).

Esto forma una imagen del afuera, un afuera urbano, con rutinas de barrio (Figura 5.14),

donde los niños y niñas entran y salen del colegio como coreografías a determinadas

horas.

En un proyecto de la Mesa de Trabajo y Consenso de “Olimpo” desarrollado en

el año 2009 y denominado “Narraciones otras”, se efectuó una serie de entrevistas a los

vecinos para determinar la percepción que se tenía de “Olimpo” y las vivencias

relacionadas con el período dictatorial. Esto se plasmó en un producto audiovisual,

donde algunos de los vecinos del barrio relatan su memoria del pasado reciente.

En este audiovisual, por ejemplo, se mencionan, en varias instancias, gritos,

música fuerte, quejidos, gemidos. Desde el afuera, únicamente se perciben y se

recuerdan los sonidos de la represión y de la tortura, los cuales chocaban

permanentemente con el sonido regular del barrio. A su vez, muchos de los testigos

asumen que la percepción derivada de la presencia de Olimpo es de temor, de oscuridad,

de no poder transitar por las veredas.

57

Sin embargo, a diferencia de los detenidos, quienes sólo podían oír y cuya

posibilidad de visión estaba sustancialmente reducida, los vecinos contaban con la

libertad sensorial y perceptiva intacta. ¿Cómo se podía naturalizar y normalizar la

presencia de gritos, llantos, torturas en medio de un barrio característico de clase media

de tipo obrera? Mi intención no es que esto se entienda como un juicio de valor, sino

como una reflexión en torno al poder y la eficacia del dispositivo y las mecánicas

represivas. Además de la visión de guardias controlando las veredas y la presencia de

autos entrando y saliendo en forma permanente, el recuerdo principal de los habitantes

del barrio corresponde a los sonidos que genera la tortura, como método principal de

diseminación del terror.

Es lo que conecta al afuera con el adentro, mas no el adentro con el afuera.

Podría incluso pensarse como la experiencia antropológica en su máxima expresión: la

presencia de dos desconocimientos que husmean y perciben al Otro pero que no logran

aprehenderlo en su naturaleza. ¿Cómo comprender que adentro se estuviera

desarrollando uno de los mayores actos de crueldad de la humanidad? ¿Cómo

comprender que afuera todo seguía funcionando de la misma manera? La existencia de

estos interrogantes es fútil en su naturaleza, pero no en su dimensión práctica. Los lazos

de solidaridad y de resistencia se sostuvieron más allá de la cotidianeidad represora,

siendo la sonoridad una de las vías para su canalización.

58

Capítulo VI. Palabras finales

“Poco a poco fui poniéndome ducho en mirar por debajo del tabique y agudicé el

sentido del oído, hasta formarme una idea del lugar en el que estábamos. Aprendí a

reconocer los movimientos del campo por sus sonidos”.

Mario Villani (2011, 61).

Discusiones

Las llamadas “leyes de la impunidad”, refiriéndonos a la Ley de Punto Final

(1986) y la Ley de Obediencia Debida (1987), fueron anuladas en 2003 y ratificada su

anulación en 2005. Esto impactó fuertemente en el seno de la sociedad, donde desde

diferentes perspectivas se retomaron los debates y discusiones sobre la Memoria, la

Verdad y la Justicia.

Sin embargo, uno de los principales hitos ocurridos a partir de esta década fue la

reapertura de los juicios contra la impunidad, los cuales visibilizaron jurídicamente los

hechos ocurridos durante el gobierno de facto instaurado entre 1976 y 1983. Las

palabras y memorias de los sobrevivientes de los Centros Clandestinos de Detención,

Tortura y Exterminio asumieron un papel vital en las causas contra ex represores y

funcionarios de la dictadura militar.

Este proceso histórico volvió a acreditar la memoria que durante la década

neoliberal se había conceptualizado como ociosa, donde el proceso de contar y

rememorar situaciones traumáticas se desenvolvía una y otra vez sin resultados

tangibles y visibles:

Mario Villani escribe acerca de las sensaciones que le produjeron las leyes de

Punto Final y Obediencia Debida como un momento de profunda fatiga que se

imponía sobre el entusiasmo del inicio de los juicios en 1985: “en la década del

90 y al comienzo de la siguiente, hubo una sucesión de juicios que parecían no

llevar a nada. Era como apretar la tecla de rewind y luego la de play en un

grabador” (Villani y Reati 2011, 173). Esta fatiga puede leerse como la

impotencia que puede producir haber sufrido la violencia de un Estado que

luego, adoptando otra forma, se niega a legitimar las historias que debe

recuperar en pos de una reparación legal y simbólica. (Petit de Murat 2015,

112).

59

Una vez recuperada la instancia judicial como mecanismo válido de justicia

histórica, el Estado se volvió querellante por las causas de Derechos Humanos, las

cuales tomaron el carácter de crímenes de lesa humanidad.

Las defensas, a partir de esta reapertura, debieron recurrir a diversas

estratagemas para aplazar los tiempos de los juicios y desestimar las voces de los

testigos. Las neurociencias cumplieron un rol clave en el ataque a la memoria.

Basándose en investigaciones que ponen en jaque la función y la eficacia de la memoria

en el tiempo y en el hecho de haber vivido y transitado situaciones traumáticas, los

abogados defensores tomaron como recurso el realizar interrogatorios insidiosos a partir

de los cuales los testigos comenzaran a dudar de sus propias percepciones del pasado.

Promover e instalar la duda supuestamente desacreditaba la veracidad del testimonio. Es

por este tipo de cuestiones que a comienzos de la década instaurada en el año 2010

(Protocolo de intervención 2011; Acompañamiento a testigos y querellantes 2011) se

sistematizan trabajos e investigaciones, principalmente psicológicas y jurídicas, que

apuntan a conceptualizar la “retraumatización” y la “revictimización”, para que en los

juicios se generen ambientes propicios en virtud de no reproducir este tipo de tratos a

los testimoniantes.

Este es uno de los marcos conceptuales en los cuales se ha desarrollado esta

tesis. La memoria es endeble y suele fusionar, en el tiempo, recuerdos propios,

recuerdos vividos y recuerdos ajenos y oídos. Sin embargo, en situaciones traumáticas o

de mucha tensión, las percepciones se intensifican y magnifican e intentan poner el

caos, aquello que es indescifrable, en estructura. Es por ello que los testimonios donde

las percepciones sensitivas son protagonistas cuentan con un exhaustivo nivel de

detalle, a no ser que ciertos mecanismos mentales opaquen todo tipo de recuerdo.

Quisiera destacar una vez más el ocularcentrismo que predomina en gran parte

de las producciones científicas y de gestión. No es la intención de esta tesis desmerecer

el trabajo que han realizado múltiples profesionales de todo tipo de procedencias con

mucha más trayectoria que uno. Simplemente me interesa marcar que, en diversos

casos, un análisis que disponga lo auditivo a un mismo nivel epistemológico que la vista

podría arrojar dudas y certezas en las investigaciones. Por ejemplo, las inspecciones

judiciales desarrolladas por fiscales y testigos son oculares. Se basan en fotografías y

recorridos por los lugares, en los cuales los testimonios sirven de sustento. Ahora bien,

esos testimonios, en algunos casos casi en su totalidad, se desenvuelven en un nivel

sonoro y auditivo del recuerdo. Sin embargo, no se utiliza lo sonoro como fuente directa

60

de validación del testigo. Se le da preeminencia a la vista y no se menciona la

construcción que se hace del espacio a través de la sonoridad.

Las personas que debieron atravesar la experiencia de la detención clandestina

durante la última dictadura militar, muchas veces asumieron la responsabilidad de

sobrevivir para dar cuenta de su sufrimiento y de sus compañeros y compañeras. La

mecánica de los Centros Clandestinos de Detención imponía la imposibilidad de ver

alrededor como consecuencia de vendas o tabiques que se posicionaban a presión por

delante de los ojos. Sin embargo, un pequeño ejercicio demuestra que, así como

podemos elegir no ver cerrando nuestros párpados, el oído no puede cerrarse. Actúa

permanentemente. Es por ello que en nuestras vidas cotidianas desarrollamos un filtro,

mediado por la cultura, a través del cual tendemos a ignorar aquellos sonidos que

encontramos molestos o repetidos. Por supuesto que toda valoración de un sonido es

tanto personal como social, ya que los sonidos, en sí, no poseen características estéticas.

Somos nosotros, en tanto seres culturales, que le atribuimos determinadas valoraciones

a los sonidos. Como indica Miguel García, los sujetos estamos atravesados por diversos

paradigmas que conforman una “biografía de audición” (2007, 63), a través de la cual

generamos juicios de valor personales en base a las experiencias subjetivas, afectivas,

emocionales e ideológicas con los sonidos. Esto puede entenderse posteriormente a la

experiencia de la detención, donde ciertos sonidos, ciertas músicas, generan disgusto en

los sobrevivientes, en tanto los retrotraen a momentos que quisieran no “revivir”. En un

testimonio de una de las sobrevivientes de “Club Atlético”, por ejemplo, se destaca su

imposibilidad actual de escuchar el tango “Caminito”, al ser la canción que los

represores le hicieron cantar desde su secuestro hasta su llegada a este ex CCDTyE.

Ahora bien, el objetivo central de esta tesis abogó por un análisis sonoro del

funcionamiento cotidiano y los regímenes de sonoridad de ciertos ex CCDTyE, donde el

desarrollo teórico y la metodología pudieran también funcionar para el estudio de otros

Centros que excedieran nuestra aplicación empírica. Así como el recuerdo de ciertas

percepciones permite “revivir” el pasado, consideré que el análisis de testimonios y de

la actualidad de los ex CCDTyE, imbuido de un marco teórico que le otorgara entidad a

estas percepciones, permitiría resaltar el rol que ha tenido lo sonoro en la experiencia de

la detención clandestina. En una de las entrevistas mantenidas con una de las

responsables del “Club Atlético” surgió la mención por la necesidad y el deseo de que

existan listados de sonidos y texturas que identifiquen a cada uno de los ex CCDTyE.

Esto permitiría que las visitas a estos sitios sean más representativas para los

61

sobrevivientes y den cuenta de las percepciones que se desarrollaban allí dentro y que

permitieron luego identificar sus lugares de reclusión y formar parte del acervo de

testigos del horror. En ámbitos donde el trabajo de la gestión ha tomado tanta presencia

y responsabilidad, y desde los cuales los imponderables y la labor cotidiana insumen

mucho tiempo de trabajo, es necesario equiparar este enorme esfuerzo con producción

teórica que permita percibir los hechos desde diferentes ángulos. Esta tesis intenta ser

un aporte en ese sentido.

Conclusiones

Es sabido que la mayoría de los campos de concentración nazis se ubicaron

alejados de los epicentros urbanos, estableciendo una desconexión entre la cotidianeidad

y la situación extraordinaria de la tortura y el exterminio. En el caso argentino, los

Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio se erigieron en medio de la

población urbana, generando una cercanía entre el adentro y el afuera. El sonido

traspasa las paredes y permitió que los sobrevivientes, en muchos de estos casos,

identificaran los espacios dónde habían estado detenidos a través de sus cualidades

sonoras. Más aún, la apropiación de los sonidos permitió realizar una configuración

mental del afuera, en base a la resignificación de sonoridades cotidianas que, en otro

contexto, hubiesen pasado desapercibidas.

En el caso de “Automotores Orletti”, por ejemplo, di cuenta de cómo la

triangulación del sonido del tren, de la pesada cortina de enrollar y del recreo escolar

permitió a uno de los sobrevivientes desarrollar una noción del afuera y dar con la

entidad física de su encierro. En este caso, una articulación de sonidos internos y

externos tornó inteligible el sitio del secuestro. En “Club Atlético” sucede algo

parecido, en tanto los sonidos principales que construyen a este espacio fueron el

repiqueteo de la pelotita de ping-pong, junto a los cantos de la hinchada de Boca Juniors

dirigiéndose a la cancha (adheridos a la mención de los militares de su cercanía con este

predio). Por último, “Olimpo” es caracterizado como un sitio en medio de la población

urbana, en tanto desde su interior se percibían automóviles por la calle empedrada y

grupos de niños entrando o saliendo del colegio. En cuanto a su funcionalidad interna,

es de destacar que la construcción deliberada de este espacio como Centro Clandestino

de Detención, dando lugar al tránsito de los guardias por encima de las cabezas de los

62

detenidos, es un factor que también permite diferenciar a “Olimpo” en su funcionar

cotidiano.

En los análisis realizados se advirtieron diversas instancias en las que el sonido

fue funcional al ejercicio de la tortura y el control de los detenidos. Una similitud que se

encuentra entre los tres ex CCDTyE analizados es la presencia de música durante las

sesiones de tortura para opacar los gritos que produce el sufrimiento corporal y mental.

Ahora bien, en cada uno de estos espacios esta sonoridad adquirió cualidades diferentes.

Mientras que en “Automotores Orletti” la única mención encontrada es la presencia de

la música de Harry Belafonte y en “Olimpo” la transmisión de la canción “Libre”,

“Atlético” expone su persecución judía a través del relato generalizado de la presencia

de discursos y marchas de origen nazi. Esta identificación oculta (en tanto es

aprehensible únicamente en estos espacios clandestinos) de la dictadura militar con las

ideologías nazis es generalizable a varios ex CCDTyE, por lo cual no sorprende la

utilización de este tipo de mecanismos como vehículo de tortura.

Por otra parte, los vestigios de intencionalidad sonora por parte de los represores

se advierten también en el uso de calzados livianos para que los detenidos no puedan

dar cabal cuenta de su presencia en los alrededores de las celdas. Esto es interpretado

como un modo práctico de desarrollo del sistema panóptico de encierro, donde la

presencia no observable ni audible del guardia encarna un proceso de autocontrol en los

cuerpos de los detenidos.

No obstante, la eficacia de los sistemas de detención no evitó la aparición de

diversos gestos de solidaridad y resistencia al interior de los ex CCDTyE. Aquí la

sonoridad jugó también un papel importante. Obviamente, una primera forma de

resistencia, mencionada en muchos de los testimonios de sobrevivientes, era transgredir

la imposición de la venda e intentar distinguir formas y siluetas o incluso ver

directamente alrededor.

Sin embargo, como esto no siempre era posible, varias formas de resistencia se

vincularon directamente con una apropiación de la sonoridad del espacio. En primer

lugar, la identificación sonora de los alrededores de los diferentes lugares, así como la

escucha de conversaciones que permitan dar cuenta del lugar físico del encierro,

constituyen una forma de resistencia donde el sonido y el oído se vinculan en una

función de ubicación. Escuchar es muchas veces inevitable. Mantener el oído alerta

implica una voluntad de interacción con el espacio destinada abiertamente a contar con

informaciones que, si bien no inteligibles en un principio, toman forma en el armado del

63

rompecabezas. En segundo lugar, el sonido se torna funcional dentro de la experiencia

de detención, en tanto es articulador de estrategias de comunicación y transmisión de

mensajes. En muchos de los testimonios analizados, es impactante el relato en que la

forma de “hablar” con el otro, de comunicarle un estado, de transmitirle una

información, incluso de planificar una fuga, es a través de pequeños golpes en las

paredes. En este sentido, se advierte la creación de un nuevo lenguaje, ininteligible tanto

para nosotros como para los represores, generado a partir de una nueva imposición de

sentidos.

En suma, esta tesis es una nueva forma de acercamiento a espacios y testimonios

sobre los acontecimientos de la última dictadura militar, haciendo hincapié en los

sistemas de detención clandestina, una de las características principales desarrolladas

por el Estado para imponer el terror en la población. Los aportes teóricos de la

Antropología del Sonido y la Teoría de la Práctica realzan el valor de lo sonoro para la

investigación social y cómo los sujetos realizan apropiaciones y negociaciones en la

interacción con las estructuras de las cuales forman parte. Si tomamos, en forma

reducida, a los ex CCDTyE como estructuras, de acuerdo a lo propuesto por Pierre

Bourdieu, los sujetos que atravesaron la experiencia de la detención continuamente

pusieron a prueba y en tensión sus reglas y normas. Esto puede interpretarse como una

disrupción del habitus, ya que atravesar el secuestro y la tortura por parte del aparato

estatal implica una dislocación total de la cotidianeidad y de lo imaginable. Sin

embargo, en los sobrevivientes, también puede pensarse como la generación de un

nuevo habitus, donde el desarrollo de estrategias y prácticas en el marco de una

estructura opresora asumió las posibilidades de su supervivencia y escape. A su vez, se

puede pensar en este sentido si consideramos que la conexión con el afuera es lo que

permitió, en algunos casos, la fuga y, en otros, el reconocimiento fáctico de sus lugares

de detención, para poner en estructura hechos de su pasado en función de la producción

de justicia.

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