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Aportaciones de Bartolomé de las Casas para los derechos indígenas

Date post: 12-Nov-2023
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Guadalupe Ramírez Estudios Sociales e Históricos Universidad Autónoma de la Ciudad de México Aportaciones de Bartolomé de las Casas para los derechos indígenas Introducción La colonización del México prehispánico fue un proceso de gran sufrimiento para la población originaria de lo que se creía eran las Indias. Fue destruida gran parte de su cultura y de sus ideas; cayeron súbitamente en la esclavitud mediante un sistema de encomiendas que los redujo a una vida de explotación y en consecuencia a la pérdida de innumerables vidas. Aunque los españoles intentaron desaparecer esta cultura, no lo consiguieron, pues en realidad se dio un mestizaje o sincretismo en los ámbitos social y cultural. Los objetivos principales de la colonización eran, primero, la expansión del reino de Castilla y con ello incrementar las arcas de la Corona; y segundo, expandir el cristianismo a través de la evangelización de los habitantes de las nuevas tierras. Sin embargo, la ambición de los españoles al descubrir la riqueza de recursos de la región fue quitando importancia a la segunda tarea. Pero no todos los colonizadores pensaron igual, los misioneros conservaron la idea original de salvar las almas de los indígenas mediante la divulgación de la fe. En este contexto, el 15 de abril de 1502 desembarcó en la isla La Española un jurista que tenía el encargo de una encomienda: Bartolomé de Las Casas, quien con el tiempo se convertiría en misionero dominico y en el más férreo defensor de los derechos de los indígenas. Partiendo de lo anterior, este trabajo pretende exponer y reflexionar sobre las aportaciones teóricas, jurídicas y filosóficas de Fray Bartolomé de las Casas, que propiciaron cambios, no sin dificultades, para que los indígenas americanos
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Guadalupe Ramírez

Estudios Sociales e Históricos

Universidad Autónoma de la Ciudad de México

Aportaciones de Bartolomé de las Casas para los derechos

indígenas

Introducción

La colonización del México prehispánico fue un proceso de gran sufrimiento para

la población originaria de lo que se creía eran las Indias. Fue destruida gran parte

de su cultura y de sus ideas; cayeron súbitamente en la esclavitud mediante un

sistema de encomiendas que los redujo a una vida de explotación y en

consecuencia a la pérdida de innumerables vidas. Aunque los españoles

intentaron desaparecer esta cultura, no lo consiguieron, pues en realidad se dio un

mestizaje o sincretismo en los ámbitos social y cultural.

Los objetivos principales de la colonización eran, primero, la expansión del reino

de Castilla y con ello incrementar las arcas de la Corona; y segundo, expandir el

cristianismo a través de la evangelización de los habitantes de las nuevas tierras.

Sin embargo, la ambición de los españoles al descubrir la riqueza de recursos de

la región fue quitando importancia a la segunda tarea.

Pero no todos los colonizadores pensaron igual, los misioneros conservaron la

idea original de salvar las almas de los indígenas mediante la divulgación de la fe.

En este contexto, el 15 de abril de 1502 desembarcó en la isla La Española un

jurista que tenía el encargo de una encomienda: Bartolomé de Las Casas, quien

con el tiempo se convertiría en misionero dominico y en el más férreo defensor de

los derechos de los indígenas.

Partiendo de lo anterior, este trabajo pretende exponer y reflexionar sobre las

aportaciones teóricas, jurídicas y filosóficas de Fray Bartolomé de las Casas, que

propiciaron cambios, no sin dificultades, para que los indígenas americanos

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tuvieran derecho a la educación y más aún, tuvieran una identidad frente a un

mundo que los subestimaba.

En la primera parte, se hará un breve recuento de los inicios de la evangelización

en la Nueva España; la llegada de los primeros misioneros y los primeros pasos

que dieron en esta titánica labor que les requirió de grandes sacrificios y una

voluntad inquebrantable.

Enseguida se bosquejará una biografía de Las Casas, con el fin de entender, en

un primer momento cómo fue que tomó la decisión de entregarse a la defensa de

los indígenas, es decir, cómo fue su conversión; para después retratar cómo su

determinación se mantuvo hasta el último de sus días.

En un tercer apartado, se comentarán algunas de sus principales tesis, así como

el impacto que tuvieron en la educación y la vida de los indígenas americanos,

porque cabe señalar, que la pluma de este hombre, uno de los más importantes

cronistas de las Indias, no solamente aportó valiosísimos datos históricos, sino

que desarrolló una filosofía humanista que fue ganando terreno en muchos

aspectos del mundo colonizado –siempre buscando la reivindicación de los

habitante originarios–, introduciéndose en diversas instituciones, incluyendo las

educativas.

§

Los inicios de la conquista espiritual

Si bien Fray Bartolomé de las Casas arribó a las primeras islas descubiertas en la

flota de Nicolás de Ovando, el 15 de abril de 1502, años antes de que Hernán

Cortés las pisará, y a pesar de que Chiapas, Guatemala y Nicaragua fueran el

mayor campo de acción del fraile dominico durante su labor investigadora y

defensora en el continente, es necesario situarnos en el contexto de la Nueva

España, pues todo lo que aquí se narrará conforma lo que más tarde sería el

ámbito de influencia de las ideas lascasianas.

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Además, de acuerdo con Edmundo O’Gorman (1972), Las Casas rendía cuentas

tanto a la Orden Dominica como a la Real Audiencia, ambas ubicadas en México,

y por supuesto al rey y al Consejo de las Indias situados en España. Esto, sin

duda para quien esto escribe es de destacar pues Las Casas habló por todos los

indígenas de América.

Ahora, como lo señala Robert Ricard (2013), es necesario establecer que la

Nueva España durante el siglo XVI no coincide con el mapa del México actual. Así

que cuando nos refiramos a la Nueva España estaremos hablando de la

Arquidiócesis de México, junto con las diócesis de Tlaxcala – Puebla, Michoacán,

Nueva Galicia (Nayarit, Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas y Sinaloa) y Antequera

(Oaxaca), es decir, al territorio entre la frontera norte actual y el Istmo de

Tehuantepec. Cuando tratemos de otros ámbitos, lo señalaremos.

Charles Gibson (2012), nos dice que como empresa cristiana, la conquista tenía

como objetivo la destrucción de una civilización pagana y para lograrlo se

establecieron como instituciones cristianas la encomienda y el corregimiento. Pero

en realidad la responsabilidad convertidora estaba en manos de la iglesia a través

de los frailes mendicantes regulares y el clero secular, grupos poderosos y

antagónicos. Como veremos en adelante, las instancias mencionadas serán las

protagonistas de una lucha sin cuartel, unas explotando y esclavizando y otras

tratando de atenuar el sufrimiento indígena.

El clero regular se conformaba por los franciscanos, dominicos y agustinos que

tenían poderes parroquiales y sacramentales para llevar a cabo sus misiones. El

clero secular se integraba por las jerarquías episcopales que consideraban a los

regulares como intrusos (Gibson, 2012). Cabe aclarar que el término “regular” se

refiere a que viven bajo la regla, es decir, han hecho los votos de pobreza,

obediencia y castidad, no viven con el siglo lo que significa que sus condiciones de

vida no cambian. Mientras que el término “secular” se refiere a vivir en el mundo o

en el siglo en vez de retirarse a la vida de un monasterio.

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Ricard (2013) señala que antes de la llegada de los primeros franciscanos a la

Nueva España en 1524, la evangelización se llevaba a cabo sin organización, sin

método, por religiosos aislados que ya se habían adentrado en el territorio

mexicano. En un inicio, Cortés –quien llegó en 1519, y a quien Ricard (2013)

señala como hombre con “arraigadas convicciones cristianas”–, quiso imponer por

la fuerza las imágenes cristianas a los indígenas de cada territorio que encontraba

a su paso.

Sin embargo, Fray Bartolomé de Olmedo, mendicante mercedario, quien lo

acompañó en su viaje, atenuó los ímpetus del conquistador de destruir ídolos y

templos y de ajusticiar a quienes no aceptaran la imposición de la cruz sin que

mediara un primer acercamiento a través del sermón.

“no es justo que por fuerza les hagamos cristianos, dijo, y aun lo que

hicimos en Cempoala de derrocarles sus ídolos no quisiera yo que se

hiciera hasta que tengan conocimiento de nuestra fe… bien es que vayan

sintiendo nuestras amonestaciones” (Ricard, 2013:79).

Olmedo, a quien podemos considerar el primer evangelizador de la Nueva

España, procuró que antes que el uso de la espada, se ofreciera a los nativos la

palabra de dios y a cada oportunidad, predicaba principalmente contra la sodomía

y los sacrificios humanos y les exponía los principios cristianos. Olmedo murió a

finales de 1524 en México (Ricard, 2013).

El mismo autor señala que fue el padre secular Juan Díaz quien sí participó en

todo el proceso evangelizador en la Conquista, sin embargo no tuvo la relevancia

de Olmedo. Después arribaron fray Juan de las Varillas, de la Orden de las

Mercedes y los franciscanos fray Pedro de Melgarejo y fray Diego Altamirano, que

aunque con gran voluntad lograron muy poco en la tarea misionera.

En 1523 se sumaron tres sacerdotes a las huestes de Cortés: fray Juan de Aora,

fray Juan de Tecto y fray Pedro de Gante. Los dos primeros murieron en la

expedición del conquistador a las Hibueras (Honduras). De Gante vivió el resto de

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sus días en México, sin embargo al igual que Olmedo, su labor carecía de

planeación y método. Así que era preciso dar orden y organización a la

evangelización de las nuevas tierras (Ricard, 2013).

El mismo Cortés en su Cuarta Carta de Relación, dirigida a Carlos V, le insiste al

monarca en la urgente necesidad de salvar las almas indígenas:

“Y porque hasta agora han venido muy pocos, o cuasi ningunos, y es cierto

que hay grandísimo fruto, lo tono a traer a la memoria a vuestra alteza, y le

suplico lo mande proveer con toda brevedad” (Ricard, 2013:82-83).

Y propone al rey:

“…destas [personas religiosas] se hagan casas y monasterios por las

provincias que acá nos pareciere que convienen, y que a estas se les dé de

los diezmos para hacer sus casas y sostener sus vidas, y lo demás que

restare de ellos sea para las iglesias y ornamentos de los pueblos donde

estuvieren los españoles, y para clérigos que las sirvan; y que estos

diezmos los cobren los oficiales de vuestra majestad, y tengan cuenta y

razón dellos y provean dellos a los dichos monasterios y iglesias, que

bastará para todo, y aún sobra harto, de que vuestra majestad se puede

servir” (Ricard, 2013:83).

Así, el conquistador traza un primer plan para el sustento de las estructuras

religiosas en la Nueva España. Cabe señalar que en mensajes anteriores, Cortés

solicitó a la Corona el envío de obispos pero ahora pedía misioneros porque

aseguraba que los primeros con su disposición a gastar en vicios y lujos serían un

mal ejemplo para los indígenas (Ricard, 2013).

Gibson (2012) relata que la cruzada cristianizadora comenzó a tomar forma con

los doce franciscanos que llegaron a México en 1524. Provenientes de un

movimiento de reforma de las órdenes mendicantes, fundaron escuelas e iniciaron

la alfabetización de los naturales, además del adoctrinamiento cristiano. Para

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Ricard (2013) también los Doce representan el inicio de una evangelización

ordenada y metódica.

Como resultado del esfuerzo de los frailes, casi de inmediato fueron eliminados

algunos elementos paganos: los templos, los sacerdotes aztecas y los sacrificios

humanos. Asimismo, por ser actividades similares a las prehispánicas, los

indígenas acogieron de buena forma las edificaciones eclesiásticas, las misas, las

procesiones y la iconografía de los santos. Pero a pesar de que los aztecas

ejercían prácticas semejantes al matrimonio, la penitencia, el bautismo, la vigilia y

las ofrendas antes de la conquista, éstas no fueron aceptadas del todo, más bien

se recibían como contrarias a los valores que aún conservaban de su propia

religión (Gibson, 2012).

El mismo autor, explica que en general los indígenas continuaron con su visión

politeísta y elaboraron su propia idea de los elementos cristianos, por ejemplo: los

santos eran considerados un panteón de deidades antropomórficas; la crucifixión

era aceptada pero con excesivo interés por los detalles de este acto de sacrificio;

el dios cristiano no fue considerado ni único ni omnipresente; el cielo y el infierno

eran reconocidos pero como aspectos paganos introducidos a la fuerza.

Continuando con el advenimiento misionero a la Nueva España, Ricard (2013),

señala que en 1526 hacen su arribo a México los dominicos, también en docena.

Cinco de ellos murieron antes de cumplir un año en las nuevas tierras. Muy

posteriormente, en 1533, fueron siete los agustinos que alcanzaron México. Como

lo dice el autor, los inicios de la evangelización fueron modestos pues eran pocos

los operadores para una población tan vasta.

Sin embargo, señalan tanto Ricard (2013) como Gibson (2012), un tanto la

aventura pero sobre todo una gran devoción por las almas fueron las impulsoras

de estos hombres que en muchos casos entregaron su vida a organizar y extender

la religión cristiana en el nuevo continente.

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El inicio de la destrucción

Ahora señalaremos algunos de los aspectos más sombríos de la colonización, nos

referimos a las condiciones de abuso por parte de los españoles y al sufrimiento

de los indígenas ante la destrucción de sus anteriores vidas y la imposición de un

nuevo destino, pues estos aspectos son el origen del tema que nos atañe.

Para empezar, regresemos al momento en que los primeros colonizadores se

instalaron en la Española y demás islas caribeñas, para que, de la mano de Las

Casas y de su Brevísima relación de la destrucción de las Indias (2008),

comentemos algunos de sus testimonios.

Hay que señalar que la Brevísima relación, es el primer documento que aborda

como hecho total el problema de la conquista: los efectos de la guerra y la

esclavitud sobre los naturales, la degradación de las comunidades autóctonas y la

destrucción de sus formas de producción, la caída demográfica y la vulnerabilidad

de los indígenas ante las nuevas condiciones implantadas por los vencedores.

Desde el comienzo de la obra, Las Casas (2008) afirma:

“Dos maneras generales y principales han tenido los que allá han pasado,

que se llaman cristianos, en extirpar y raer de la haz de la tierra aquellas

miserandas naciones. La una por injustas, crueles, sangrientas y tiránicas

guerras. La otra, después que han muerto todos los que podrían anhelar o

sospirar o pensar en libertad, o en salir de los tormentos que padecen,

como son los señores naturales y los hombres varones (porque

comúnmente no deja las guerras a vida sino los mozos y mujeres)

oprimiéndoles con la más dura, horrible y áspera servidumbre en que jamás

hombres ni bestias pudieron ser puestas. A estas dos maneras de tiranía

infernal se reducen y se resuelven o subalternan como a géneros todas las

otras diversas y varias maneras de asolar aquellas gentes, que son

infinitas” (Las Casas, 2008:23).

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No es intención de quien esto escribe dramatizar los hechos narrados por Las

Casas, que de por sí fueron escritos con el objetivo de dibujar un cuadro desolador

que sacudiera las conciencias reales y con ello abonar a la causa indígena. Por lo

tanto sólo comentaremos de manera general algunas prácticas de los

conquistadores y breves ejemplos para después pasar al ámbito de la Nueva

España, ya instaladas las encomiendas.

En las primeras páginas de la Brevísima relación, Las Casas (2008), señala que

aquellos que lucharon contra los españoles fueron los primeros en morir, es decir

primero se apagó toda llama de resistencia. Después, se liquidaba a los señores

de los pueblos. Es decir, se eliminaba a los más fuertes para después someter a

los sobrevivientes, en su mayoría jóvenes, mujeres y niños, para utilizarlos en sus

propósitos de enriquecimiento.

Las Casas (2008), explica que estos indígenas eran repartidos entre los españoles

con el fin simulado de que se les impartiera la fe cristiana, sin embargo se les

destinaba a la explotación minera y al cultivo de las tierras; además, sin recibir los

alimentos suficientes los explotados y sus hijos también sucumbían. Estos eran los

llamados “repartimientos” y su función principal.

Un aspecto que destaca el autor es que al español más sanguinario en los

enfrentamientos contra los naturales se le otorgaba, además de un mayor número

de repartidos, el cargo de gobernador. También reiteradamente Las Casas (2008)

se conduele que a quienes perecieron se les privó de morir en la fe y en los

sacramentos.

Así, el fraile dominico hace un recuento del paso de los conquistadores por la isla

la Española, las islas de San Juan, Jamaica y Cuba, sitios en los que estuvo

presente, y hay que decirlo, participó en algunos combates bajo las órdenes de

Pánfilo de Narváez, recibiendo repartimientos. Así que su experiencia es de

primera mano.

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Pero en la Brevísima relación, Las Casas, también denuncia la infidelidad de los

conquistadores hacia la Corona:

“Más oro robaron en aquel tiempo de aquel reino (a lo que yo puedo juzgar),

de un millón de castellanos, y creo que me acorto, e no se hallará que

enviaron al rey sino tres mil castellanos de todo aquello robado; y más

gentes destruyeron de ochocientas mil ánimas. Los otros tiranos

gobernadores que allí sucedieron hasta el año de treinta y tres, mataron e

consintieron matar, con la tiránica servidumbre que a las guerras sucedió,

los que restaban” (Las Casas, 2008:33).

Después, al narrar lo ocurrido en la Nueva España, Las Casas (2008) dice que

todo lo acontecido en las islas es nada comparado con las injusticias cometidas

por Cortés y sus huestes en esta región. El autor dedica especial atención a la

matanza de Cholula:

“Todos ayuntados e juntos en el patio con otras gentes que a vueltas

estaban, pónense a las puertas del patio españoles armados que

guardasen y todos los demás echan mano a sus espadas y meten a espada

y a lanzadas todas aquellas ovejas, que uno ni ninguno pudo escaparse

que no fuese trucidado. A cabo de dos o tres días saltan muchos indios

vivos, llenos de sangre, que se habían escondido e amparado debajo de los

muertos (como eran tantos): iban llorando ante los españoles pidiendo

misericordia, que no los matasen. De los cuales ninguna misericordia ni

compasión hubieron, antes así como salían los hacían pedazos” (Las

Casas, 2008:38).

También habla de los empalamientos y el uso de hogueras, que junto con la

espada tenían como fin sembrar el temor en la bravura que Cortés encontró en los

pobladores de estas tierras. Las Casas (2008) habla de las “tiranías grandísimas y

abominables” del conquistador en la ciudad de México donde “fueron muertas

infinitas gentes”.

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Hasta aquí dejamos el relato de la Brevísima relación, para pasar a la época de la

Nueva España donde prevalecía la encomienda que, dice Gibson (2012) se

convirtió en el sistema de explotación de los indígenas, más abierto y agresivo de

las instituciones españolas.

Gibson (2012), explica que legalmente, es decir, en el papel, la encomienda era

una institución benigna para la hispanización de los pobladores originarios, era

una institución cristiana. Aunque su rasgo principal era la consignación de grupos

indígenas a los encomenderos, –que eran colonizadores españoles privilegiados y

recibían tributo y trabajo de sus encomendados–, los indígenas eran considerados

libres.

Sin embargo, la encomienda es ampliamente conocida por la subyugación directa

de las poblaciones indígenas. Un ejemplo que señala Gibson (2012) es el de

Pedro de Alvarado quien de su encomienda en Xochimilco, llevó a miles de

indígenas a las batallas que libró en Guatemala, Honduras y Pánuco, donde todos

perdieron la vida.

En realidad, la mayoría de las encomiendas utilizaban a los indígenas en labores

de construcción, agricultura, minería y transporte de productos del campo a la

ciudad, como si fueran bestias de carga. Los encomenderos además de hacer

trabajar en exceso a sus sirvientes, les cobraban exagerados tributos. Los

indígenas eran encarcelados, golpeados, perseguidos por perros y asesinados en

manos de los encomenderos.

Gibson (2012), detalla que quienes antes fueron dueños de sus tierras y sus vidas,

ahora eran despojados de sus bienes, de su agricultura y de sus mujeres. Para

1530, había tan sólo en el Valle de México, 30 encomiendas con 6 mil tributarios

cada una, es decir, 180 mil indígenas sometidos a la voluntad y ambición de los

encomenderos.

Para mediados del siglo XVI, y tras años de hostilidades recíprocas, los

eclesiásticos aceptaron la encomienda, pues los principios religiosos contrarios al

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trabajo forzado y el cobro justo y violento del tributo, poco a poco fueron

estorbando a la propia dependencia de la iglesia de los tributos y la mano de obra

indígena (Gibson, 2012).

Así, el amor casi instantáneo de los indígenas hacia los frailes se trasformó en

odio y luego en indiferencia, primero debido a la rivalidad entre el clero regular y el

clero secular pero también a causa de los abusos de los encomenderos y de la

misma iglesia, pues ha de señalarse que tanto la colonización como la

evangelización eran sistemas que dependían de forma absoluta de los recursos y

el trabajo nativo.

Para 1536, la encomienda había recibido una cierta ratificación real que alentó las

aspiraciones de convertirla en un sistema a perpetuidad. Derivado de ello, Las

Casas no fue el único en plantear a la Península la necesaria desaparición de las

encomiendas, también los franciscanos enviaron esta propuesta a la corte del

sacerdote francés Jacques Testera, con muy similares planteamientos.

En estas circunstancias donde la vida indígena había sido hecha pedazos y

después se había tratado de reconstruir pero en un mundo ajeno donde eran

menospreciados, los misioneros fueron sus más cercanos aliados, con sus

franciscanas excepciones.

Ricard (2013) señala que los misioneros dedicaron parte de su esfuerzo en

salvaguardar fragmentos del pasado indígena: las lenguas, los usos y costumbres

cotidianos; también adecuaron sus métodos de enseñanza a las capacidades

indígenas y a su temperamento.

Como se puede apreciar, Las Casas no estaba solo en su tarea como defensor de

los indígenas, hubo otros que con amor y vocación hicieron lo posible por atenuar

las consecuencias negativas de la colonización en los dueños originarios de la

Nueva España.

§

12

Comentarios biográficos

Las Casas nace el 11 de noviembre de 1484 en la feligresía de San Lorenzo. Fue

el segundo hijo de Isabel de Sosa y el mercader Pedro de Las Casas, quien como

soldado, viajó con Colón en 1493 en su segunda expedición hacia la isla la

Española (ahora República Dominicana). Edmundo O’Gorman (1972) señala que

es poco lo que se sabe de la vida de Bartolomé de Las Casas durante sus

primeros 27 años, sin embargo, en sus propias obras se han podido obtener datos

de las actividades previas a su llegada a América.

Probablemente en 1501, Las Casas fue militar y vivió en Granada. Después

realizó estudios en Sevilla, se cree que en latinidad y humanidades. El 15 de abril

de 1502, Las Casas desembarca en la Española como miembro de la flota de

Nicolás de Ovando, posteriormente regresa a España aunque se ignora la fecha.

De acuerdo con O’Gorman (1972), después de este primer viaje, Las Casas

atravesó 14 veces el océano para ejercer sus funciones de misionero y

pacificador. En este espacio sólo mencionaremos los más destacados de sus

periplos. 1511 fue un año importante, pues el 30 de noviembre, en la Española,

Las Casas escuchó el sermón de Fray Antonio de Montesinos en el que reprobó el

proceder de los colonizadores hacia los indígenas. Quizá este fue el inicio de las

ideas bienhechoras de Las Casas.

En 1513, en el mismo lugar, Las Casas participó en las batidas contra los indios

taínos y en una expedición a Higüey. También acompañó, como capellán militar, a

Pánfilo de Narváez cuando éste fue a reforzar la brutal intervención de Diego de

Velázquez en Cuba (que ya comentamos, Las Casas describe en su Brevísima

relación de la destrucción de las Indias). En recompensa, Las Casas obtuvo un

repartimiento de indios.

Siguiendo el relato de O’Gorman (1972), a mediados de 1514, mientras residía en

la villa de Sancti Spiritu en Cuba, vino la conversión de Las Casas, es decir, tomó

la determinación de consagrar su vida a la defensa de los naturales americanos.

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Así, el 15 de agosto hizo pública su decisión. Casi un año después, en junio de

1515, Las Casas renuncia a sus repartimientos, se traslada a Baracoa, Cuba y

conoce a Hernán Cortés. En su Historia de las Indias, el historiador caracteriza al

conquistador del imperio mexica como “de proceder tiránico”, así que

consideramos que la violencia extrema del conquistador de Tenochtitlán reforzó

las ideas lascasianas de detener las arbitrariedades que se cometían contra los

americanos.

O’Gorman (1972), señala como la primera tarea oficial de Las Casas, ya como

misionero, su viaje a España en compañía de Fray Antonio de Montesinos para

abogar por los indígenas ante Fernando el Católico. Esto sucedió en septiembre

de 1515. En este viaje, además del rey, Las Casas se entrevistó con Juan

Rodríguez de Fonseca, miembro del Consejo Real como encargado de las

cuestiones de las Indias. Las Casas salió de estas reuniones con las manos

vacías.

Sin embargo, en marzo de 1516, en Madrid, Las Casas tuvo la oportunidad de

presentar dos memoriales, el primero de denuncia del actuar de los colonizadores

mediante las encomiendas y el segundo con propuestas de soluciones. Como

resultado, el cardenal Jiménez de Cisneros encargó a tres frailes jerónimos, y a

Las Casas como su consejero, trasladarse a la Española. Desafortunadamente,

los consejos de Las Casas no persuadieron a los tres jerónimos, por el contrario,

estos se inclinaron en favor de los encomenderos (O’Gorman, 1972).

Así inicio un vaivén de actividades, entre la península y las nuevas tierras en el

que Las Casas desarrolló varios proyectos que no prosperaron. Sin embargo, su

voluntad nunca minó. En 1522, el clérigo entra en la orden de los dominicos en la

Española, donde es recibido con gran entusiasmo. El ahora fraile dominico, dedica

los siguientes 10 años de su vida al estudio en recogimiento monástico donde dio

inicio a su obra escrita.

En 1529, Las Casas recomienza su lucha contra la encomienda y prepara su

proyecto utópico más importante: la experiencia evangelizadora en Tezulutlán en

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Guatemala. La propuesta del Protector de los Indios para evangelizar de manera

pacífica a los indígenas belicosos de aquella zona, quedó plasmada en un texto de

1537 al que llamó Del único modo de atraer todas las gentes a la religión

verdadera. Las bases del proyecto establecían que ningún hombre armado podía

ingresas a estas tierras y tampoco ninguno que no perteneciera a la orden

dominica durante cinco años (Las Casas, 1975).

Así, en la tierra llamada Vera Paz, los dominicos se ganaron la confianza de los

caciques y durante más de 10 años realizaron la conversión de los indígenas y

cambiaron sus costumbres. Las Casas no permaneció en la misión por mucho

tiempo pues continuaba con sus gestiones en España. Ya precedido por el éxito

en el proyecto de Tezulutlán, incluso reconocido por Pedro de Alvarado, el fraile

participaría en la preparación de las Leyes Nuevas.

Para cerrar este episodio de la Vera Paz, diremos que en 1550, ante lo que

consideraban falta de control sobre los indígenas, los dominicos iniciaron fuertes

hostilidades que resultaron en una sublevación de caciques que a su vez derivó en

la masacre de los misioneros. Así finalizó el ideal lascasiano de dominación

pacífica (O’Gorman, 1972).

Este mismo autor señala otro de los momentos importantes en la vida de Las

Casas, su participación en la elaboración de las Leyes Nuevas, donde el Defensor

de los Indios pudo leer sus textos Brevísima relación y Dieciséis remedios para la

reformación de las Indias. Durante las Juntas de Valladolid realizadas en 1542,

Carlos V mostró cierta disposición hacia las demandas lascasianas, que como ya

comentamos coincidían con la visión de los dominicos y franciscanos que también

participaron en los debates.

Así, las Leyes Nuevas prohíben las concesiones de indígenas, retira el carácter

transmisible de las encomiendas que ya existían, de esta manera a la muerte del

encomendero, los naturales volvían a ser responsabilidad de la Corona. Con esto

estaba decretada la progresiva desaparición de la institución que permitió la

explotación de los indios (Las Casas, 2008).

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Como el propio Las Casas había anunciado, las protestas no se hicieron esperar,

tanto en la Nueva España como en Perú. Ante la presión de la inconformidad en

América, Carlos V recula y revoca en 1545 las cláusulas que impedían la

transmisión de las encomiendas.

Ya investido por la Corona como obispo de Chiapas, Las Casas llega a estas

tierras en marzo del mismo año y se enfrenta a la discrepancia de los colonos con

sus ideas de restituir la libertad a los nativos. Ante esta situación, señala

O’Gorman (1972), Las Casas retira la licencia de confesar a todos los sacerdotes

y quita el derecho de absolución a los encomenderos que tuvieran esclavos

indígenas.

Estas medidas extremas de Las Casas, resultaron en motines en Ciudad Real de

Chiapas y obligaron al misionero a salir hacia Nicaragua y pedir apoyo a la

Audiencia, sin embargo tras un violento enfrentamiento, Las Casas excomulga al

presidente de la audiencia. O’Gorman (1972), comenta que fue en estos tiempos

cuando el fraile escribe su tratado latino Questio theoligis sobre inmunidad

eclesiástica.

En 1547, Las Casas embarca en Veracruz hacia España para no regresar más a

territorio americano, sin embargo no claudicaría en su empeño por liberar a los

indios de la explotación colonial (O’Gorman, 1972).

Apoyándonos en Paulino Castañeda (1996), comentaremos una de las

actuaciones más importante de Las Casas para finalizar este apartado. Nos

referimos a los debates realizados durante la Junta de Valladolid en la que se

enfrentaron dos visiones opuestas de la naturaleza indígena y de la manera en

que se les trataba. Esto sucedió en 1550.

Obviamente, el Protector de los Indígenas se inclinó por mostrar a éstos como

seres humanos y señaló que no había más camino para asentar y perpetuar el

señorío sobre aquellos reinos que la vía pacífica: ganar por amor sus “voluntades

e ánimas”; mientras que su contrincante, Juan Ginés de Sepúlveda, defensor

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oficial de la Conquista, mantuvo en los debates la postura de que era lícito, justo y

santo, sujetar a los indios con la guerra y ya después predicarles el evangelio pues

los consideraba bárbaros y sanguinarios (Castañeda, 1996).

Estas Controversias de Valladolid, como también se conocen, decepcionaron a

Las Casas, sobre todo por la ineficacia práctica de su debate con Sepúlveda y por

la pérdida de la influencia que tenía ante la Corte española. A partir de esta

experiencia, finaliza la etapa que Las Casas inició a partir de su conversión: la

misionera, política y polémica e inicia a su vida dedicada exclusivamente a escribir

(O’Gorman, 1972).

Finalmente señalaremos que para llegar a las concepciones que nos ocupan en

este trabajo, Las Casas tuvo que pasar por varios procesos de concientización.

Uno de ellos, que lo impactó de manera decisiva fueron los discursos de Anton de

Montesinos, que ya mencionamos, en la isla la Española. Las principales

aportaciones del pensamiento de Motesinos son la igualdad indígena – español, el

derecho de territorialidad de los nativos y la conversión como acto educativo.

O’Gorman (1972), dice que antes de morir, Las Casas redactó un memorial para el

Consejo de Indias donde reiteró su doctrina en defensa de los indígenas. En 1566,

el “procurador y protector universal de todos los indios” murió en Madrid a los 92

años.

§

Principales aportaciones para la educación y la vida indígena

A lo largo de su obra, Fray Bartolomé de Las Casas pone en entredicho la

empresa colonial pues observa una sistemática violación de lo que juzga un

principio básico de la presencia española en las Indias: colonizar por medios

pacíficos para llevar el bienestar a los nuevos súbditos del imperio. Toda la obra

del Protector de los Indios gira alrededor de esta tesis, que además tienen un

sustento valiosísimo en la experiencia y testimonios de primera mano del propio

autor.

17

Las teorías y la filosofía lascasianas impactaron en su momento en la

transformación del pensamiento colonizador pues el reconocimiento “oficial” de los

indígenas fue definitivo en las instituciones y la política de las nuevas instituciones

americanas.

En primer lugar, comentaremos que en la Apologética Historia Summaria, como en

gran parte de su obra, Las Casas define a los indígenas como poseedores de

buen entendimiento, ingenio, capacidad, dóciles, justos, que adquieres buenas

costumbres y van corrigiendo sus vicios, además de que tienen gran gusto y

aprovechamiento de las artes (Las Casas, 1993).

El misionero reformador, comienza a delinear una propuesta en la Apologética,

como alternativa a las encomiendas:

“la formación de los indios a través de comunidades mixtas, labradores-

colonos castellanos como núcleo aglutinante de nuevos poblamientos de

indios, a los que enseñarían las técnicas europeas de agricultura, ganadería

y minería, el sentido de la propiedad y el progreso individual, familiar y

comunitario… hasta la plena emancipación profesional y empresarial de los

autóctonos del Nuevo Mundo” (Las Casas, 1993:38).

En esta proposición claramente se dibuja la idea de Las Casas de que los

indígenas pueden desarrollar iguales habilidades y conocimientos que los

españoles. Por otra parte, es manifiesto su optimismo acerca de la naturaleza

humana y la conciliación en beneficio de unos y otros.

En cuanto a la enseñanza, los escritos de Las Casas plasman su propuesta

pedagógica, aunque al parecer no diseñó una práctica docente formal con los

indígenas. En su libro Del único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera

religión (1975), Las Casas menciona 5 condiciones que una predicación exitosa

debe tener. Los indígenas deben sentir que los evangelizadores:

1. No quieren dominar.

18

2. No se mueven por la ambición de riquezas.

3. Son humildes, dulces, afables.

4. Sienten amor por la humanidad.

5. Llevan vidas ejemplares.

En la misma obra, señala que no existe pueblo que esté privado de la capacidad

de aprender la doctrina evangélica y señala que los nativos tienen diferentes

grados de inteligencia como los hombres de cualquier nación; Las Casas (1975)

asegura que los americanos tienen cualidades como el sentido común, la

imaginación, fantasía, memoria, sobriedad y medidas en comida y bebida y la

capacidad de contenerse ante los vicios, dice que son desentendidos de lo

material y que tienen gran control de las pasiones del alma como la ira, la tristeza,

el dolor y que están dotados de hábiles manos artesanas.

Otra de las propuestas lascasianas es que el conocimiento puede darse en dos

niveles: el natural, cuando se entiende sin raciocinio, por ejemplo el conocimiento

de ciertos términos; y el conocimiento voluntario que sí requiere de raciocinio,

voluntad y tiene un propósito. En cuanto al predicador, Las Casas (1975) dice que

debe tener dominio de la retórica para conmover y atraer el ánimo de los

indígenas, especialmente cuando se trata de enseñar ideas que requieren un

mayor esfuerzo intelectual como la de que dios es uno y tres al mismo tiempo.

Para Las Casas (1975), el proceso de aprendizaje comienza con afirmaciones que

se comprendan fácilmente hasta llegar a conocimientos más complicados. Para el

autor, el modo de atraer hacia la ciencia es igual al modo de traerlos a la fe. Y

Agrega otra importante característica que deben tener quienes enseñan:

“…es propio del maestro idóneo llenar con sus obras lo que con sus

palabras enseña… (ya que) el que enseña debe presentarse a sí mismo

como ejemplo de sus palabras… nada hay más frío que el maestro que no

hace sino filosofar sus discursos… es una verdad que los discípulos fijan

19

siempre su mirada en la conducta de los maestros…” (Las Casas,

1975:247-250).

Cabe mencionar que Las Casas apoya sus propuestas en las enseñanzas y la

manera de conducirse de Jesús.

“El mismo Cristo… no enseñó toda la verdad y que por su espíritu se

instruían los apóstoles en todas las demás cosas que… habían de

comunicar… la costumbre de la iglesia tiene, pues la mayor autoridad a la

cual deben atenerse siempre los fieles” (Las Casas, 1975:298-299)

Las Casas expresa que así le hubiera gustado referirse a la forma en que obraron

los españoles con Moctezuma, emperador de Nueva España y con Atahualpa de

Perú. Así, el método evangelizador, dice el autor, debe ser de una manera suave,

a través de la persuasión, por las siguientes razones:

1. La fe es un acto de entendimiento: pensar, discurrir, aceptar razones,

asentir e inducir a la voluntad son procesos de la razón.

2. La voluntad también tiene su principio en el amor que desea lo ausente o se

deleita con lo presente.

3. Cuando no se logra algo de manera natural, se recurre al arte.

4. Porque son los decretos que establece la iglesia.

5. La calidad de hombre no se altera por culpa o por gracia, así el hombre no

deja de ser hombre, por tanto son todos iguales.

6. Ningún pueblo quiere sujetarse al dominio de otro. Esto desemboca en

guerras, armas, invasiones, violencia, muerte, despojos, cautiverio,

destrucción de ciudades, llanto, gemidos, tristeza. Todo esto lleva al odio,

rencores y delitos. Es imposible la predicación en este contexto. Los

hombres abrumados por el dolor, la angustia y el odio no quieren escuchar

ni creer en nada.

20

7. Un hombre que ha sufrido los males irreparables de la guerra, no puede

pensar en otra cosa que no sea su sufrimiento. La razón y el entendimiento

deben tener tranquilidad, quietud y espacio de tiempo libre de violencia.

8. Equiparable al conocimiento de la ciencia, se requiere que el discípulo haga

un estudio constante de esfuerzo, atención y tener las facultades tranquilas.

9. Cristo dijo que los predicadores debían ser mansos y humildes de corazón.

Para Las Casas (1975), los españoles solo hacían rapiña, injusticias, en especial a

los indígenas que ningún daño les habían hecho. Y quien ama la iniquidad odia su

alma, condenada ésta a la expulsión del reino; su alma está falta de amor ya que

el amor es la virtud por la que se desea el amor del prójimo.

Por último mencionaremos las que para el Protector de los indígenas son las tres

cualidades del hombre:

1. El hombre está obligado a socorrer a alguien que tiene una necesidad.

2. Ayudar al que quiere ser lastimado por otros.

3. Ayudar al hombre con caridad para tener el bien de la virtud.

Aquí, vemos con claridad que Las Casas obró de acuerdo con los ideales que

predicó y sin lugar a dudas influyeron en el pensamiento conquistador. En 1542,

Carlos V prohibió las encomiendas aunque siguieron funcionando hasta 1600

cuando la autoridad de los encomenderos se redujo principalmente a causa de la

disminución de la población indígena (Gibson, 2012). Por otra parte, fue hasta

1697 que se reconoció la igualdad jurídica y social de españoles e indígenas.

§

Conclusiones

Mirando sus actos, podemos afirmar que la lucha de Fray Bartolomé de las Casas

por los indígenas más bien era una lucha por la igualdad de los hombres. Por ello,

21

sus escritos sirvieron de inspiración a generaciones posteriores, estableciendo un

ideario ético y una base para el desarrollo del indigenismo.

Históricamente, la discusión acerca de los derechos indígenas se inició con las

ideas de Las Casas. Fue el primero en plantear lo que en la actualidad conocemos

como derechos humanos: principios universales que todo hombre conlleva por el

solo hecho de serlo.

Por otra parte, la igualdad racional que planteó y argumentó en toda su obra

permitió que el indígena fuera reconocido con derecho a ser educado, como se

puede ver en las políticas educativas españolas dirigidas a este sector. Estas

políticas fueron encaminadas primero a la cristianización; después se enfocaron

en la alfabetización castellana y la capacitación de los naturales en las artes y

oficios; posteriormente se instituyó la educación indígena con la fundación de

colegios para los nobles, incluso hubo intentos de formación superior como el

colegio de Tlatelolco.

Las Casas fue perseguido, calumniado y denunciado porque al pedir por la causa

indígena también exhibía la empresa colonial como injusta, sin duda lo sabía y por

ello argumentó que otro de sus motivos de abogar por el respeto de los habitantes

de América era limpiar la imagen de la Corona y de toda España de cualquier

rastro de duda sobre la legitimidad y bondad de la colonización.

Sin duda fue un hombre extraordinario, como ejemplo tenemos las siguientes

líneas. En De regia Potestate (1990), Las Casas establece a la libertad como

primer principio de todo su tratado:

“Desde los comienzos del género humano todos los hombres, todas las

tierras y todas las cosas fueron libres y alodiales, esto es, francas y no

sujetas a servidumbre, por derecho natural y de gentes” (Las Casas,

1990:35).

Para quien esto escribe, Las Casas es poseedor de un pensamiento

revolucionario y avanzado para su época y la nuestra: si todos los hombres desde

22

el comienzo fueron creados libres, entonces este es un principio ontológico que no

puede violentarse. La libertad es indisoluble de la idea de hombre.

Hay mucho más que contar sobre fray Bartolomé, sin embargo consideramos que

lo plasmado en este trabajo es bastante para mover a la reflexión y por qué no, a

la esperanza de que en un futuro próximo las ideas del historiador se hagan

realidad en la vida de los indígenas que hoy encontramos en las calles,

desterrados de la educación y de la libertad.

§

Bibliografía

Casas, Fray Bartolomé de las. Brevísima relación de la destrucción de las Indias.

Editorial Tecnos. Madrid, 2008.

___________ Apologética Historia Summaria. Alianza Editorial. España, 1993.

___________ De Regia Potestate. Alianza Editorial. España, 1990.

___________ Del único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera

religión. Fondo de Cultura Económica, México, 1975.

Castañeda, Delgado Paulino. La teocracia pontifical en las controversias sobre el

Nuevo Mundo. Capítulo XVII Sepúlveda y Las Casas. Instituto de Investigaciones

Jurídicas, UNAM. México, 1996.

Gibson, Charles. Los aztecas bajo el dominio español 1519 – 1810. Siglo XXI

Editores. México, 2012.

O’Gorman, Edmundo. Cuatro Historiadores de Indias. Secretaría de Educación

Pública. México, 1972.

Ricard, Robert. La conquista espiritual de México. Ensayo sobre el apostolado y

los métodos misioneros de las órdenes mendicantes en la Nueva España. Fondo

de Cultura Económica. México, 2013.


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