Guadalupe Ramírez
Estudios Sociales e Históricos
Universidad Autónoma de la Ciudad de México
Aportaciones de Bartolomé de las Casas para los derechos
indígenas
Introducción
La colonización del México prehispánico fue un proceso de gran sufrimiento para
la población originaria de lo que se creía eran las Indias. Fue destruida gran parte
de su cultura y de sus ideas; cayeron súbitamente en la esclavitud mediante un
sistema de encomiendas que los redujo a una vida de explotación y en
consecuencia a la pérdida de innumerables vidas. Aunque los españoles
intentaron desaparecer esta cultura, no lo consiguieron, pues en realidad se dio un
mestizaje o sincretismo en los ámbitos social y cultural.
Los objetivos principales de la colonización eran, primero, la expansión del reino
de Castilla y con ello incrementar las arcas de la Corona; y segundo, expandir el
cristianismo a través de la evangelización de los habitantes de las nuevas tierras.
Sin embargo, la ambición de los españoles al descubrir la riqueza de recursos de
la región fue quitando importancia a la segunda tarea.
Pero no todos los colonizadores pensaron igual, los misioneros conservaron la
idea original de salvar las almas de los indígenas mediante la divulgación de la fe.
En este contexto, el 15 de abril de 1502 desembarcó en la isla La Española un
jurista que tenía el encargo de una encomienda: Bartolomé de Las Casas, quien
con el tiempo se convertiría en misionero dominico y en el más férreo defensor de
los derechos de los indígenas.
Partiendo de lo anterior, este trabajo pretende exponer y reflexionar sobre las
aportaciones teóricas, jurídicas y filosóficas de Fray Bartolomé de las Casas, que
propiciaron cambios, no sin dificultades, para que los indígenas americanos
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tuvieran derecho a la educación y más aún, tuvieran una identidad frente a un
mundo que los subestimaba.
En la primera parte, se hará un breve recuento de los inicios de la evangelización
en la Nueva España; la llegada de los primeros misioneros y los primeros pasos
que dieron en esta titánica labor que les requirió de grandes sacrificios y una
voluntad inquebrantable.
Enseguida se bosquejará una biografía de Las Casas, con el fin de entender, en
un primer momento cómo fue que tomó la decisión de entregarse a la defensa de
los indígenas, es decir, cómo fue su conversión; para después retratar cómo su
determinación se mantuvo hasta el último de sus días.
En un tercer apartado, se comentarán algunas de sus principales tesis, así como
el impacto que tuvieron en la educación y la vida de los indígenas americanos,
porque cabe señalar, que la pluma de este hombre, uno de los más importantes
cronistas de las Indias, no solamente aportó valiosísimos datos históricos, sino
que desarrolló una filosofía humanista que fue ganando terreno en muchos
aspectos del mundo colonizado –siempre buscando la reivindicación de los
habitante originarios–, introduciéndose en diversas instituciones, incluyendo las
educativas.
§
Los inicios de la conquista espiritual
Si bien Fray Bartolomé de las Casas arribó a las primeras islas descubiertas en la
flota de Nicolás de Ovando, el 15 de abril de 1502, años antes de que Hernán
Cortés las pisará, y a pesar de que Chiapas, Guatemala y Nicaragua fueran el
mayor campo de acción del fraile dominico durante su labor investigadora y
defensora en el continente, es necesario situarnos en el contexto de la Nueva
España, pues todo lo que aquí se narrará conforma lo que más tarde sería el
ámbito de influencia de las ideas lascasianas.
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Además, de acuerdo con Edmundo O’Gorman (1972), Las Casas rendía cuentas
tanto a la Orden Dominica como a la Real Audiencia, ambas ubicadas en México,
y por supuesto al rey y al Consejo de las Indias situados en España. Esto, sin
duda para quien esto escribe es de destacar pues Las Casas habló por todos los
indígenas de América.
Ahora, como lo señala Robert Ricard (2013), es necesario establecer que la
Nueva España durante el siglo XVI no coincide con el mapa del México actual. Así
que cuando nos refiramos a la Nueva España estaremos hablando de la
Arquidiócesis de México, junto con las diócesis de Tlaxcala – Puebla, Michoacán,
Nueva Galicia (Nayarit, Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas y Sinaloa) y Antequera
(Oaxaca), es decir, al territorio entre la frontera norte actual y el Istmo de
Tehuantepec. Cuando tratemos de otros ámbitos, lo señalaremos.
Charles Gibson (2012), nos dice que como empresa cristiana, la conquista tenía
como objetivo la destrucción de una civilización pagana y para lograrlo se
establecieron como instituciones cristianas la encomienda y el corregimiento. Pero
en realidad la responsabilidad convertidora estaba en manos de la iglesia a través
de los frailes mendicantes regulares y el clero secular, grupos poderosos y
antagónicos. Como veremos en adelante, las instancias mencionadas serán las
protagonistas de una lucha sin cuartel, unas explotando y esclavizando y otras
tratando de atenuar el sufrimiento indígena.
El clero regular se conformaba por los franciscanos, dominicos y agustinos que
tenían poderes parroquiales y sacramentales para llevar a cabo sus misiones. El
clero secular se integraba por las jerarquías episcopales que consideraban a los
regulares como intrusos (Gibson, 2012). Cabe aclarar que el término “regular” se
refiere a que viven bajo la regla, es decir, han hecho los votos de pobreza,
obediencia y castidad, no viven con el siglo lo que significa que sus condiciones de
vida no cambian. Mientras que el término “secular” se refiere a vivir en el mundo o
en el siglo en vez de retirarse a la vida de un monasterio.
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Ricard (2013) señala que antes de la llegada de los primeros franciscanos a la
Nueva España en 1524, la evangelización se llevaba a cabo sin organización, sin
método, por religiosos aislados que ya se habían adentrado en el territorio
mexicano. En un inicio, Cortés –quien llegó en 1519, y a quien Ricard (2013)
señala como hombre con “arraigadas convicciones cristianas”–, quiso imponer por
la fuerza las imágenes cristianas a los indígenas de cada territorio que encontraba
a su paso.
Sin embargo, Fray Bartolomé de Olmedo, mendicante mercedario, quien lo
acompañó en su viaje, atenuó los ímpetus del conquistador de destruir ídolos y
templos y de ajusticiar a quienes no aceptaran la imposición de la cruz sin que
mediara un primer acercamiento a través del sermón.
“no es justo que por fuerza les hagamos cristianos, dijo, y aun lo que
hicimos en Cempoala de derrocarles sus ídolos no quisiera yo que se
hiciera hasta que tengan conocimiento de nuestra fe… bien es que vayan
sintiendo nuestras amonestaciones” (Ricard, 2013:79).
Olmedo, a quien podemos considerar el primer evangelizador de la Nueva
España, procuró que antes que el uso de la espada, se ofreciera a los nativos la
palabra de dios y a cada oportunidad, predicaba principalmente contra la sodomía
y los sacrificios humanos y les exponía los principios cristianos. Olmedo murió a
finales de 1524 en México (Ricard, 2013).
El mismo autor señala que fue el padre secular Juan Díaz quien sí participó en
todo el proceso evangelizador en la Conquista, sin embargo no tuvo la relevancia
de Olmedo. Después arribaron fray Juan de las Varillas, de la Orden de las
Mercedes y los franciscanos fray Pedro de Melgarejo y fray Diego Altamirano, que
aunque con gran voluntad lograron muy poco en la tarea misionera.
En 1523 se sumaron tres sacerdotes a las huestes de Cortés: fray Juan de Aora,
fray Juan de Tecto y fray Pedro de Gante. Los dos primeros murieron en la
expedición del conquistador a las Hibueras (Honduras). De Gante vivió el resto de
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sus días en México, sin embargo al igual que Olmedo, su labor carecía de
planeación y método. Así que era preciso dar orden y organización a la
evangelización de las nuevas tierras (Ricard, 2013).
El mismo Cortés en su Cuarta Carta de Relación, dirigida a Carlos V, le insiste al
monarca en la urgente necesidad de salvar las almas indígenas:
“Y porque hasta agora han venido muy pocos, o cuasi ningunos, y es cierto
que hay grandísimo fruto, lo tono a traer a la memoria a vuestra alteza, y le
suplico lo mande proveer con toda brevedad” (Ricard, 2013:82-83).
Y propone al rey:
“…destas [personas religiosas] se hagan casas y monasterios por las
provincias que acá nos pareciere que convienen, y que a estas se les dé de
los diezmos para hacer sus casas y sostener sus vidas, y lo demás que
restare de ellos sea para las iglesias y ornamentos de los pueblos donde
estuvieren los españoles, y para clérigos que las sirvan; y que estos
diezmos los cobren los oficiales de vuestra majestad, y tengan cuenta y
razón dellos y provean dellos a los dichos monasterios y iglesias, que
bastará para todo, y aún sobra harto, de que vuestra majestad se puede
servir” (Ricard, 2013:83).
Así, el conquistador traza un primer plan para el sustento de las estructuras
religiosas en la Nueva España. Cabe señalar que en mensajes anteriores, Cortés
solicitó a la Corona el envío de obispos pero ahora pedía misioneros porque
aseguraba que los primeros con su disposición a gastar en vicios y lujos serían un
mal ejemplo para los indígenas (Ricard, 2013).
Gibson (2012) relata que la cruzada cristianizadora comenzó a tomar forma con
los doce franciscanos que llegaron a México en 1524. Provenientes de un
movimiento de reforma de las órdenes mendicantes, fundaron escuelas e iniciaron
la alfabetización de los naturales, además del adoctrinamiento cristiano. Para
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Ricard (2013) también los Doce representan el inicio de una evangelización
ordenada y metódica.
Como resultado del esfuerzo de los frailes, casi de inmediato fueron eliminados
algunos elementos paganos: los templos, los sacerdotes aztecas y los sacrificios
humanos. Asimismo, por ser actividades similares a las prehispánicas, los
indígenas acogieron de buena forma las edificaciones eclesiásticas, las misas, las
procesiones y la iconografía de los santos. Pero a pesar de que los aztecas
ejercían prácticas semejantes al matrimonio, la penitencia, el bautismo, la vigilia y
las ofrendas antes de la conquista, éstas no fueron aceptadas del todo, más bien
se recibían como contrarias a los valores que aún conservaban de su propia
religión (Gibson, 2012).
El mismo autor, explica que en general los indígenas continuaron con su visión
politeísta y elaboraron su propia idea de los elementos cristianos, por ejemplo: los
santos eran considerados un panteón de deidades antropomórficas; la crucifixión
era aceptada pero con excesivo interés por los detalles de este acto de sacrificio;
el dios cristiano no fue considerado ni único ni omnipresente; el cielo y el infierno
eran reconocidos pero como aspectos paganos introducidos a la fuerza.
Continuando con el advenimiento misionero a la Nueva España, Ricard (2013),
señala que en 1526 hacen su arribo a México los dominicos, también en docena.
Cinco de ellos murieron antes de cumplir un año en las nuevas tierras. Muy
posteriormente, en 1533, fueron siete los agustinos que alcanzaron México. Como
lo dice el autor, los inicios de la evangelización fueron modestos pues eran pocos
los operadores para una población tan vasta.
Sin embargo, señalan tanto Ricard (2013) como Gibson (2012), un tanto la
aventura pero sobre todo una gran devoción por las almas fueron las impulsoras
de estos hombres que en muchos casos entregaron su vida a organizar y extender
la religión cristiana en el nuevo continente.
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El inicio de la destrucción
Ahora señalaremos algunos de los aspectos más sombríos de la colonización, nos
referimos a las condiciones de abuso por parte de los españoles y al sufrimiento
de los indígenas ante la destrucción de sus anteriores vidas y la imposición de un
nuevo destino, pues estos aspectos son el origen del tema que nos atañe.
Para empezar, regresemos al momento en que los primeros colonizadores se
instalaron en la Española y demás islas caribeñas, para que, de la mano de Las
Casas y de su Brevísima relación de la destrucción de las Indias (2008),
comentemos algunos de sus testimonios.
Hay que señalar que la Brevísima relación, es el primer documento que aborda
como hecho total el problema de la conquista: los efectos de la guerra y la
esclavitud sobre los naturales, la degradación de las comunidades autóctonas y la
destrucción de sus formas de producción, la caída demográfica y la vulnerabilidad
de los indígenas ante las nuevas condiciones implantadas por los vencedores.
Desde el comienzo de la obra, Las Casas (2008) afirma:
“Dos maneras generales y principales han tenido los que allá han pasado,
que se llaman cristianos, en extirpar y raer de la haz de la tierra aquellas
miserandas naciones. La una por injustas, crueles, sangrientas y tiránicas
guerras. La otra, después que han muerto todos los que podrían anhelar o
sospirar o pensar en libertad, o en salir de los tormentos que padecen,
como son los señores naturales y los hombres varones (porque
comúnmente no deja las guerras a vida sino los mozos y mujeres)
oprimiéndoles con la más dura, horrible y áspera servidumbre en que jamás
hombres ni bestias pudieron ser puestas. A estas dos maneras de tiranía
infernal se reducen y se resuelven o subalternan como a géneros todas las
otras diversas y varias maneras de asolar aquellas gentes, que son
infinitas” (Las Casas, 2008:23).
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No es intención de quien esto escribe dramatizar los hechos narrados por Las
Casas, que de por sí fueron escritos con el objetivo de dibujar un cuadro desolador
que sacudiera las conciencias reales y con ello abonar a la causa indígena. Por lo
tanto sólo comentaremos de manera general algunas prácticas de los
conquistadores y breves ejemplos para después pasar al ámbito de la Nueva
España, ya instaladas las encomiendas.
En las primeras páginas de la Brevísima relación, Las Casas (2008), señala que
aquellos que lucharon contra los españoles fueron los primeros en morir, es decir
primero se apagó toda llama de resistencia. Después, se liquidaba a los señores
de los pueblos. Es decir, se eliminaba a los más fuertes para después someter a
los sobrevivientes, en su mayoría jóvenes, mujeres y niños, para utilizarlos en sus
propósitos de enriquecimiento.
Las Casas (2008), explica que estos indígenas eran repartidos entre los españoles
con el fin simulado de que se les impartiera la fe cristiana, sin embargo se les
destinaba a la explotación minera y al cultivo de las tierras; además, sin recibir los
alimentos suficientes los explotados y sus hijos también sucumbían. Estos eran los
llamados “repartimientos” y su función principal.
Un aspecto que destaca el autor es que al español más sanguinario en los
enfrentamientos contra los naturales se le otorgaba, además de un mayor número
de repartidos, el cargo de gobernador. También reiteradamente Las Casas (2008)
se conduele que a quienes perecieron se les privó de morir en la fe y en los
sacramentos.
Así, el fraile dominico hace un recuento del paso de los conquistadores por la isla
la Española, las islas de San Juan, Jamaica y Cuba, sitios en los que estuvo
presente, y hay que decirlo, participó en algunos combates bajo las órdenes de
Pánfilo de Narváez, recibiendo repartimientos. Así que su experiencia es de
primera mano.
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Pero en la Brevísima relación, Las Casas, también denuncia la infidelidad de los
conquistadores hacia la Corona:
“Más oro robaron en aquel tiempo de aquel reino (a lo que yo puedo juzgar),
de un millón de castellanos, y creo que me acorto, e no se hallará que
enviaron al rey sino tres mil castellanos de todo aquello robado; y más
gentes destruyeron de ochocientas mil ánimas. Los otros tiranos
gobernadores que allí sucedieron hasta el año de treinta y tres, mataron e
consintieron matar, con la tiránica servidumbre que a las guerras sucedió,
los que restaban” (Las Casas, 2008:33).
Después, al narrar lo ocurrido en la Nueva España, Las Casas (2008) dice que
todo lo acontecido en las islas es nada comparado con las injusticias cometidas
por Cortés y sus huestes en esta región. El autor dedica especial atención a la
matanza de Cholula:
“Todos ayuntados e juntos en el patio con otras gentes que a vueltas
estaban, pónense a las puertas del patio españoles armados que
guardasen y todos los demás echan mano a sus espadas y meten a espada
y a lanzadas todas aquellas ovejas, que uno ni ninguno pudo escaparse
que no fuese trucidado. A cabo de dos o tres días saltan muchos indios
vivos, llenos de sangre, que se habían escondido e amparado debajo de los
muertos (como eran tantos): iban llorando ante los españoles pidiendo
misericordia, que no los matasen. De los cuales ninguna misericordia ni
compasión hubieron, antes así como salían los hacían pedazos” (Las
Casas, 2008:38).
También habla de los empalamientos y el uso de hogueras, que junto con la
espada tenían como fin sembrar el temor en la bravura que Cortés encontró en los
pobladores de estas tierras. Las Casas (2008) habla de las “tiranías grandísimas y
abominables” del conquistador en la ciudad de México donde “fueron muertas
infinitas gentes”.
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Hasta aquí dejamos el relato de la Brevísima relación, para pasar a la época de la
Nueva España donde prevalecía la encomienda que, dice Gibson (2012) se
convirtió en el sistema de explotación de los indígenas, más abierto y agresivo de
las instituciones españolas.
Gibson (2012), explica que legalmente, es decir, en el papel, la encomienda era
una institución benigna para la hispanización de los pobladores originarios, era
una institución cristiana. Aunque su rasgo principal era la consignación de grupos
indígenas a los encomenderos, –que eran colonizadores españoles privilegiados y
recibían tributo y trabajo de sus encomendados–, los indígenas eran considerados
libres.
Sin embargo, la encomienda es ampliamente conocida por la subyugación directa
de las poblaciones indígenas. Un ejemplo que señala Gibson (2012) es el de
Pedro de Alvarado quien de su encomienda en Xochimilco, llevó a miles de
indígenas a las batallas que libró en Guatemala, Honduras y Pánuco, donde todos
perdieron la vida.
En realidad, la mayoría de las encomiendas utilizaban a los indígenas en labores
de construcción, agricultura, minería y transporte de productos del campo a la
ciudad, como si fueran bestias de carga. Los encomenderos además de hacer
trabajar en exceso a sus sirvientes, les cobraban exagerados tributos. Los
indígenas eran encarcelados, golpeados, perseguidos por perros y asesinados en
manos de los encomenderos.
Gibson (2012), detalla que quienes antes fueron dueños de sus tierras y sus vidas,
ahora eran despojados de sus bienes, de su agricultura y de sus mujeres. Para
1530, había tan sólo en el Valle de México, 30 encomiendas con 6 mil tributarios
cada una, es decir, 180 mil indígenas sometidos a la voluntad y ambición de los
encomenderos.
Para mediados del siglo XVI, y tras años de hostilidades recíprocas, los
eclesiásticos aceptaron la encomienda, pues los principios religiosos contrarios al
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trabajo forzado y el cobro justo y violento del tributo, poco a poco fueron
estorbando a la propia dependencia de la iglesia de los tributos y la mano de obra
indígena (Gibson, 2012).
Así, el amor casi instantáneo de los indígenas hacia los frailes se trasformó en
odio y luego en indiferencia, primero debido a la rivalidad entre el clero regular y el
clero secular pero también a causa de los abusos de los encomenderos y de la
misma iglesia, pues ha de señalarse que tanto la colonización como la
evangelización eran sistemas que dependían de forma absoluta de los recursos y
el trabajo nativo.
Para 1536, la encomienda había recibido una cierta ratificación real que alentó las
aspiraciones de convertirla en un sistema a perpetuidad. Derivado de ello, Las
Casas no fue el único en plantear a la Península la necesaria desaparición de las
encomiendas, también los franciscanos enviaron esta propuesta a la corte del
sacerdote francés Jacques Testera, con muy similares planteamientos.
En estas circunstancias donde la vida indígena había sido hecha pedazos y
después se había tratado de reconstruir pero en un mundo ajeno donde eran
menospreciados, los misioneros fueron sus más cercanos aliados, con sus
franciscanas excepciones.
Ricard (2013) señala que los misioneros dedicaron parte de su esfuerzo en
salvaguardar fragmentos del pasado indígena: las lenguas, los usos y costumbres
cotidianos; también adecuaron sus métodos de enseñanza a las capacidades
indígenas y a su temperamento.
Como se puede apreciar, Las Casas no estaba solo en su tarea como defensor de
los indígenas, hubo otros que con amor y vocación hicieron lo posible por atenuar
las consecuencias negativas de la colonización en los dueños originarios de la
Nueva España.
§
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Comentarios biográficos
Las Casas nace el 11 de noviembre de 1484 en la feligresía de San Lorenzo. Fue
el segundo hijo de Isabel de Sosa y el mercader Pedro de Las Casas, quien como
soldado, viajó con Colón en 1493 en su segunda expedición hacia la isla la
Española (ahora República Dominicana). Edmundo O’Gorman (1972) señala que
es poco lo que se sabe de la vida de Bartolomé de Las Casas durante sus
primeros 27 años, sin embargo, en sus propias obras se han podido obtener datos
de las actividades previas a su llegada a América.
Probablemente en 1501, Las Casas fue militar y vivió en Granada. Después
realizó estudios en Sevilla, se cree que en latinidad y humanidades. El 15 de abril
de 1502, Las Casas desembarca en la Española como miembro de la flota de
Nicolás de Ovando, posteriormente regresa a España aunque se ignora la fecha.
De acuerdo con O’Gorman (1972), después de este primer viaje, Las Casas
atravesó 14 veces el océano para ejercer sus funciones de misionero y
pacificador. En este espacio sólo mencionaremos los más destacados de sus
periplos. 1511 fue un año importante, pues el 30 de noviembre, en la Española,
Las Casas escuchó el sermón de Fray Antonio de Montesinos en el que reprobó el
proceder de los colonizadores hacia los indígenas. Quizá este fue el inicio de las
ideas bienhechoras de Las Casas.
En 1513, en el mismo lugar, Las Casas participó en las batidas contra los indios
taínos y en una expedición a Higüey. También acompañó, como capellán militar, a
Pánfilo de Narváez cuando éste fue a reforzar la brutal intervención de Diego de
Velázquez en Cuba (que ya comentamos, Las Casas describe en su Brevísima
relación de la destrucción de las Indias). En recompensa, Las Casas obtuvo un
repartimiento de indios.
Siguiendo el relato de O’Gorman (1972), a mediados de 1514, mientras residía en
la villa de Sancti Spiritu en Cuba, vino la conversión de Las Casas, es decir, tomó
la determinación de consagrar su vida a la defensa de los naturales americanos.
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Así, el 15 de agosto hizo pública su decisión. Casi un año después, en junio de
1515, Las Casas renuncia a sus repartimientos, se traslada a Baracoa, Cuba y
conoce a Hernán Cortés. En su Historia de las Indias, el historiador caracteriza al
conquistador del imperio mexica como “de proceder tiránico”, así que
consideramos que la violencia extrema del conquistador de Tenochtitlán reforzó
las ideas lascasianas de detener las arbitrariedades que se cometían contra los
americanos.
O’Gorman (1972), señala como la primera tarea oficial de Las Casas, ya como
misionero, su viaje a España en compañía de Fray Antonio de Montesinos para
abogar por los indígenas ante Fernando el Católico. Esto sucedió en septiembre
de 1515. En este viaje, además del rey, Las Casas se entrevistó con Juan
Rodríguez de Fonseca, miembro del Consejo Real como encargado de las
cuestiones de las Indias. Las Casas salió de estas reuniones con las manos
vacías.
Sin embargo, en marzo de 1516, en Madrid, Las Casas tuvo la oportunidad de
presentar dos memoriales, el primero de denuncia del actuar de los colonizadores
mediante las encomiendas y el segundo con propuestas de soluciones. Como
resultado, el cardenal Jiménez de Cisneros encargó a tres frailes jerónimos, y a
Las Casas como su consejero, trasladarse a la Española. Desafortunadamente,
los consejos de Las Casas no persuadieron a los tres jerónimos, por el contrario,
estos se inclinaron en favor de los encomenderos (O’Gorman, 1972).
Así inicio un vaivén de actividades, entre la península y las nuevas tierras en el
que Las Casas desarrolló varios proyectos que no prosperaron. Sin embargo, su
voluntad nunca minó. En 1522, el clérigo entra en la orden de los dominicos en la
Española, donde es recibido con gran entusiasmo. El ahora fraile dominico, dedica
los siguientes 10 años de su vida al estudio en recogimiento monástico donde dio
inicio a su obra escrita.
En 1529, Las Casas recomienza su lucha contra la encomienda y prepara su
proyecto utópico más importante: la experiencia evangelizadora en Tezulutlán en
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Guatemala. La propuesta del Protector de los Indios para evangelizar de manera
pacífica a los indígenas belicosos de aquella zona, quedó plasmada en un texto de
1537 al que llamó Del único modo de atraer todas las gentes a la religión
verdadera. Las bases del proyecto establecían que ningún hombre armado podía
ingresas a estas tierras y tampoco ninguno que no perteneciera a la orden
dominica durante cinco años (Las Casas, 1975).
Así, en la tierra llamada Vera Paz, los dominicos se ganaron la confianza de los
caciques y durante más de 10 años realizaron la conversión de los indígenas y
cambiaron sus costumbres. Las Casas no permaneció en la misión por mucho
tiempo pues continuaba con sus gestiones en España. Ya precedido por el éxito
en el proyecto de Tezulutlán, incluso reconocido por Pedro de Alvarado, el fraile
participaría en la preparación de las Leyes Nuevas.
Para cerrar este episodio de la Vera Paz, diremos que en 1550, ante lo que
consideraban falta de control sobre los indígenas, los dominicos iniciaron fuertes
hostilidades que resultaron en una sublevación de caciques que a su vez derivó en
la masacre de los misioneros. Así finalizó el ideal lascasiano de dominación
pacífica (O’Gorman, 1972).
Este mismo autor señala otro de los momentos importantes en la vida de Las
Casas, su participación en la elaboración de las Leyes Nuevas, donde el Defensor
de los Indios pudo leer sus textos Brevísima relación y Dieciséis remedios para la
reformación de las Indias. Durante las Juntas de Valladolid realizadas en 1542,
Carlos V mostró cierta disposición hacia las demandas lascasianas, que como ya
comentamos coincidían con la visión de los dominicos y franciscanos que también
participaron en los debates.
Así, las Leyes Nuevas prohíben las concesiones de indígenas, retira el carácter
transmisible de las encomiendas que ya existían, de esta manera a la muerte del
encomendero, los naturales volvían a ser responsabilidad de la Corona. Con esto
estaba decretada la progresiva desaparición de la institución que permitió la
explotación de los indios (Las Casas, 2008).
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Como el propio Las Casas había anunciado, las protestas no se hicieron esperar,
tanto en la Nueva España como en Perú. Ante la presión de la inconformidad en
América, Carlos V recula y revoca en 1545 las cláusulas que impedían la
transmisión de las encomiendas.
Ya investido por la Corona como obispo de Chiapas, Las Casas llega a estas
tierras en marzo del mismo año y se enfrenta a la discrepancia de los colonos con
sus ideas de restituir la libertad a los nativos. Ante esta situación, señala
O’Gorman (1972), Las Casas retira la licencia de confesar a todos los sacerdotes
y quita el derecho de absolución a los encomenderos que tuvieran esclavos
indígenas.
Estas medidas extremas de Las Casas, resultaron en motines en Ciudad Real de
Chiapas y obligaron al misionero a salir hacia Nicaragua y pedir apoyo a la
Audiencia, sin embargo tras un violento enfrentamiento, Las Casas excomulga al
presidente de la audiencia. O’Gorman (1972), comenta que fue en estos tiempos
cuando el fraile escribe su tratado latino Questio theoligis sobre inmunidad
eclesiástica.
En 1547, Las Casas embarca en Veracruz hacia España para no regresar más a
territorio americano, sin embargo no claudicaría en su empeño por liberar a los
indios de la explotación colonial (O’Gorman, 1972).
Apoyándonos en Paulino Castañeda (1996), comentaremos una de las
actuaciones más importante de Las Casas para finalizar este apartado. Nos
referimos a los debates realizados durante la Junta de Valladolid en la que se
enfrentaron dos visiones opuestas de la naturaleza indígena y de la manera en
que se les trataba. Esto sucedió en 1550.
Obviamente, el Protector de los Indígenas se inclinó por mostrar a éstos como
seres humanos y señaló que no había más camino para asentar y perpetuar el
señorío sobre aquellos reinos que la vía pacífica: ganar por amor sus “voluntades
e ánimas”; mientras que su contrincante, Juan Ginés de Sepúlveda, defensor
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oficial de la Conquista, mantuvo en los debates la postura de que era lícito, justo y
santo, sujetar a los indios con la guerra y ya después predicarles el evangelio pues
los consideraba bárbaros y sanguinarios (Castañeda, 1996).
Estas Controversias de Valladolid, como también se conocen, decepcionaron a
Las Casas, sobre todo por la ineficacia práctica de su debate con Sepúlveda y por
la pérdida de la influencia que tenía ante la Corte española. A partir de esta
experiencia, finaliza la etapa que Las Casas inició a partir de su conversión: la
misionera, política y polémica e inicia a su vida dedicada exclusivamente a escribir
(O’Gorman, 1972).
Finalmente señalaremos que para llegar a las concepciones que nos ocupan en
este trabajo, Las Casas tuvo que pasar por varios procesos de concientización.
Uno de ellos, que lo impactó de manera decisiva fueron los discursos de Anton de
Montesinos, que ya mencionamos, en la isla la Española. Las principales
aportaciones del pensamiento de Motesinos son la igualdad indígena – español, el
derecho de territorialidad de los nativos y la conversión como acto educativo.
O’Gorman (1972), dice que antes de morir, Las Casas redactó un memorial para el
Consejo de Indias donde reiteró su doctrina en defensa de los indígenas. En 1566,
el “procurador y protector universal de todos los indios” murió en Madrid a los 92
años.
§
Principales aportaciones para la educación y la vida indígena
A lo largo de su obra, Fray Bartolomé de Las Casas pone en entredicho la
empresa colonial pues observa una sistemática violación de lo que juzga un
principio básico de la presencia española en las Indias: colonizar por medios
pacíficos para llevar el bienestar a los nuevos súbditos del imperio. Toda la obra
del Protector de los Indios gira alrededor de esta tesis, que además tienen un
sustento valiosísimo en la experiencia y testimonios de primera mano del propio
autor.
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Las teorías y la filosofía lascasianas impactaron en su momento en la
transformación del pensamiento colonizador pues el reconocimiento “oficial” de los
indígenas fue definitivo en las instituciones y la política de las nuevas instituciones
americanas.
En primer lugar, comentaremos que en la Apologética Historia Summaria, como en
gran parte de su obra, Las Casas define a los indígenas como poseedores de
buen entendimiento, ingenio, capacidad, dóciles, justos, que adquieres buenas
costumbres y van corrigiendo sus vicios, además de que tienen gran gusto y
aprovechamiento de las artes (Las Casas, 1993).
El misionero reformador, comienza a delinear una propuesta en la Apologética,
como alternativa a las encomiendas:
“la formación de los indios a través de comunidades mixtas, labradores-
colonos castellanos como núcleo aglutinante de nuevos poblamientos de
indios, a los que enseñarían las técnicas europeas de agricultura, ganadería
y minería, el sentido de la propiedad y el progreso individual, familiar y
comunitario… hasta la plena emancipación profesional y empresarial de los
autóctonos del Nuevo Mundo” (Las Casas, 1993:38).
En esta proposición claramente se dibuja la idea de Las Casas de que los
indígenas pueden desarrollar iguales habilidades y conocimientos que los
españoles. Por otra parte, es manifiesto su optimismo acerca de la naturaleza
humana y la conciliación en beneficio de unos y otros.
En cuanto a la enseñanza, los escritos de Las Casas plasman su propuesta
pedagógica, aunque al parecer no diseñó una práctica docente formal con los
indígenas. En su libro Del único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera
religión (1975), Las Casas menciona 5 condiciones que una predicación exitosa
debe tener. Los indígenas deben sentir que los evangelizadores:
1. No quieren dominar.
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2. No se mueven por la ambición de riquezas.
3. Son humildes, dulces, afables.
4. Sienten amor por la humanidad.
5. Llevan vidas ejemplares.
En la misma obra, señala que no existe pueblo que esté privado de la capacidad
de aprender la doctrina evangélica y señala que los nativos tienen diferentes
grados de inteligencia como los hombres de cualquier nación; Las Casas (1975)
asegura que los americanos tienen cualidades como el sentido común, la
imaginación, fantasía, memoria, sobriedad y medidas en comida y bebida y la
capacidad de contenerse ante los vicios, dice que son desentendidos de lo
material y que tienen gran control de las pasiones del alma como la ira, la tristeza,
el dolor y que están dotados de hábiles manos artesanas.
Otra de las propuestas lascasianas es que el conocimiento puede darse en dos
niveles: el natural, cuando se entiende sin raciocinio, por ejemplo el conocimiento
de ciertos términos; y el conocimiento voluntario que sí requiere de raciocinio,
voluntad y tiene un propósito. En cuanto al predicador, Las Casas (1975) dice que
debe tener dominio de la retórica para conmover y atraer el ánimo de los
indígenas, especialmente cuando se trata de enseñar ideas que requieren un
mayor esfuerzo intelectual como la de que dios es uno y tres al mismo tiempo.
Para Las Casas (1975), el proceso de aprendizaje comienza con afirmaciones que
se comprendan fácilmente hasta llegar a conocimientos más complicados. Para el
autor, el modo de atraer hacia la ciencia es igual al modo de traerlos a la fe. Y
Agrega otra importante característica que deben tener quienes enseñan:
“…es propio del maestro idóneo llenar con sus obras lo que con sus
palabras enseña… (ya que) el que enseña debe presentarse a sí mismo
como ejemplo de sus palabras… nada hay más frío que el maestro que no
hace sino filosofar sus discursos… es una verdad que los discípulos fijan
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siempre su mirada en la conducta de los maestros…” (Las Casas,
1975:247-250).
Cabe mencionar que Las Casas apoya sus propuestas en las enseñanzas y la
manera de conducirse de Jesús.
“El mismo Cristo… no enseñó toda la verdad y que por su espíritu se
instruían los apóstoles en todas las demás cosas que… habían de
comunicar… la costumbre de la iglesia tiene, pues la mayor autoridad a la
cual deben atenerse siempre los fieles” (Las Casas, 1975:298-299)
Las Casas expresa que así le hubiera gustado referirse a la forma en que obraron
los españoles con Moctezuma, emperador de Nueva España y con Atahualpa de
Perú. Así, el método evangelizador, dice el autor, debe ser de una manera suave,
a través de la persuasión, por las siguientes razones:
1. La fe es un acto de entendimiento: pensar, discurrir, aceptar razones,
asentir e inducir a la voluntad son procesos de la razón.
2. La voluntad también tiene su principio en el amor que desea lo ausente o se
deleita con lo presente.
3. Cuando no se logra algo de manera natural, se recurre al arte.
4. Porque son los decretos que establece la iglesia.
5. La calidad de hombre no se altera por culpa o por gracia, así el hombre no
deja de ser hombre, por tanto son todos iguales.
6. Ningún pueblo quiere sujetarse al dominio de otro. Esto desemboca en
guerras, armas, invasiones, violencia, muerte, despojos, cautiverio,
destrucción de ciudades, llanto, gemidos, tristeza. Todo esto lleva al odio,
rencores y delitos. Es imposible la predicación en este contexto. Los
hombres abrumados por el dolor, la angustia y el odio no quieren escuchar
ni creer en nada.
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7. Un hombre que ha sufrido los males irreparables de la guerra, no puede
pensar en otra cosa que no sea su sufrimiento. La razón y el entendimiento
deben tener tranquilidad, quietud y espacio de tiempo libre de violencia.
8. Equiparable al conocimiento de la ciencia, se requiere que el discípulo haga
un estudio constante de esfuerzo, atención y tener las facultades tranquilas.
9. Cristo dijo que los predicadores debían ser mansos y humildes de corazón.
Para Las Casas (1975), los españoles solo hacían rapiña, injusticias, en especial a
los indígenas que ningún daño les habían hecho. Y quien ama la iniquidad odia su
alma, condenada ésta a la expulsión del reino; su alma está falta de amor ya que
el amor es la virtud por la que se desea el amor del prójimo.
Por último mencionaremos las que para el Protector de los indígenas son las tres
cualidades del hombre:
1. El hombre está obligado a socorrer a alguien que tiene una necesidad.
2. Ayudar al que quiere ser lastimado por otros.
3. Ayudar al hombre con caridad para tener el bien de la virtud.
Aquí, vemos con claridad que Las Casas obró de acuerdo con los ideales que
predicó y sin lugar a dudas influyeron en el pensamiento conquistador. En 1542,
Carlos V prohibió las encomiendas aunque siguieron funcionando hasta 1600
cuando la autoridad de los encomenderos se redujo principalmente a causa de la
disminución de la población indígena (Gibson, 2012). Por otra parte, fue hasta
1697 que se reconoció la igualdad jurídica y social de españoles e indígenas.
§
Conclusiones
Mirando sus actos, podemos afirmar que la lucha de Fray Bartolomé de las Casas
por los indígenas más bien era una lucha por la igualdad de los hombres. Por ello,
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sus escritos sirvieron de inspiración a generaciones posteriores, estableciendo un
ideario ético y una base para el desarrollo del indigenismo.
Históricamente, la discusión acerca de los derechos indígenas se inició con las
ideas de Las Casas. Fue el primero en plantear lo que en la actualidad conocemos
como derechos humanos: principios universales que todo hombre conlleva por el
solo hecho de serlo.
Por otra parte, la igualdad racional que planteó y argumentó en toda su obra
permitió que el indígena fuera reconocido con derecho a ser educado, como se
puede ver en las políticas educativas españolas dirigidas a este sector. Estas
políticas fueron encaminadas primero a la cristianización; después se enfocaron
en la alfabetización castellana y la capacitación de los naturales en las artes y
oficios; posteriormente se instituyó la educación indígena con la fundación de
colegios para los nobles, incluso hubo intentos de formación superior como el
colegio de Tlatelolco.
Las Casas fue perseguido, calumniado y denunciado porque al pedir por la causa
indígena también exhibía la empresa colonial como injusta, sin duda lo sabía y por
ello argumentó que otro de sus motivos de abogar por el respeto de los habitantes
de América era limpiar la imagen de la Corona y de toda España de cualquier
rastro de duda sobre la legitimidad y bondad de la colonización.
Sin duda fue un hombre extraordinario, como ejemplo tenemos las siguientes
líneas. En De regia Potestate (1990), Las Casas establece a la libertad como
primer principio de todo su tratado:
“Desde los comienzos del género humano todos los hombres, todas las
tierras y todas las cosas fueron libres y alodiales, esto es, francas y no
sujetas a servidumbre, por derecho natural y de gentes” (Las Casas,
1990:35).
Para quien esto escribe, Las Casas es poseedor de un pensamiento
revolucionario y avanzado para su época y la nuestra: si todos los hombres desde
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el comienzo fueron creados libres, entonces este es un principio ontológico que no
puede violentarse. La libertad es indisoluble de la idea de hombre.
Hay mucho más que contar sobre fray Bartolomé, sin embargo consideramos que
lo plasmado en este trabajo es bastante para mover a la reflexión y por qué no, a
la esperanza de que en un futuro próximo las ideas del historiador se hagan
realidad en la vida de los indígenas que hoy encontramos en las calles,
desterrados de la educación y de la libertad.
§
Bibliografía
Casas, Fray Bartolomé de las. Brevísima relación de la destrucción de las Indias.
Editorial Tecnos. Madrid, 2008.
___________ Apologética Historia Summaria. Alianza Editorial. España, 1993.
___________ De Regia Potestate. Alianza Editorial. España, 1990.
___________ Del único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera
religión. Fondo de Cultura Económica, México, 1975.
Castañeda, Delgado Paulino. La teocracia pontifical en las controversias sobre el
Nuevo Mundo. Capítulo XVII Sepúlveda y Las Casas. Instituto de Investigaciones
Jurídicas, UNAM. México, 1996.
Gibson, Charles. Los aztecas bajo el dominio español 1519 – 1810. Siglo XXI
Editores. México, 2012.
O’Gorman, Edmundo. Cuatro Historiadores de Indias. Secretaría de Educación
Pública. México, 1972.
Ricard, Robert. La conquista espiritual de México. Ensayo sobre el apostolado y
los métodos misioneros de las órdenes mendicantes en la Nueva España. Fondo
de Cultura Económica. México, 2013.