Universidad de Chile Vicerrectoría de Asuntos AcadémicosPrograma Académico de Bachillerato
“Sociabilidad y egoísmo en AdamSmith”
Dos caras de una misma moneda
Autor: Pablo ValenzuelaSantander
Profesor Guía: Simon Accorsi Opazo
Índice.
Resumen…………………………………………………………………………...………. 3
Introducción……………………………………………………………………………..… 4
Desarrollo………………………………………………………………………………….. 6
i. El hombre, una máquina movida por sentimientos………………………………… 6
ii. Smith y el egoísmo, tradición Británica……………………………………………. 8
iii. Sociabilidad natural y simpatía…………………………………………………….. 9
iv. Sociedad natural y sociedad política………………………………………………. 12
Conclusión……………………………………………………………………………….... 15
Bibliografía………………………………………………………………………………... 17
2
Resumen.
La teoría económica de Adam Smith ha servido como fundamento de los
sistemas capitalistas dado el auge de las democracias liberales, sin
embargo su teoría ética no ha gozado de la misma suerte. En el
siguiente trabajo se sostiene que la perdida de las bases morales,
que sustentan las tesis económicas de Smith, dejan incompleta su
teoría, dando pie al error un tanto común de caracterizar al hombre
como un ser eminentemente individualista, por lo tanto, se expondrán
los principales puntos esbozados en la “teoría de los sentimientos morales”
con el ánimo de recuperar la filosofía moral propuesta por el
filosofo escocés, aporte no menor a la rica tradición empirista de la
que formaron parte Locke y Hume, y en la que se pone énfasis en la
naturaleza benevolente de la humanidad, encontrando su punto más
álgido en la simpatía como principio estructurador del espectador
imparcial, un ente universal que refuerza la noción igualitarista
3
subyacente al momento de juzgar los actos propios y ajenos y que
sirve de fundamento a su noción de justicia, entendida ésta como una
forma de equilibrar los vicios generados en la dicotomía que existe
entre la sociabilidad natural y política del hombre.
Introducción.
Seguramente una lectura rápida y antojadiza del pensamiento de Adam
Smith, llevaría a la errada conclusión de que dentro de sus dos más
importantes escritos existe una significativa contradicción.
Pareciera ser, que en la “Teoría de los sentimientos morales” , publicada en
1759, se propone un hombre benévolo, mientras que en “Una investigación
4
sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones” de 1776, esta
concepción cambia trasformando al humano en un ser egoísta e
individualista. Creer que en diecisiete años, uno de los padres de la
ciencia económica dio un giro de trescientos sesenta grados a su
pensamiento, parece ser un tanto extraño de acuerdo a nuestra
experiencia acostumbrada a convicciones fuertes y durables en el
tiempo, no estamos habituados a cambios tan radicales ni categóricos
y Smith no marcó la diferencia en esta lid, la confusión más bien yace
en una mala lectura de sus principales planteamientos. Para poder
aunar estas dos visiones un tanto dispares a primera impresión, se
requiere una detención en la concepción del ser humano que este autor
propone, poniendo énfasis en su rica pero lamentablemente poco
conocida filosofía Moral.
En este trabajo se sostiene que a través de la simpatía se logran
matizar los impulsos humanos dándoles un curso benéfico para la
sociedad en general, y que por lo tanto, existe en el fuero interno de
toda persona la capacidad de auto regularse, ayudado por pautas
sociales creadas en la interacción de los sentimientos de todos. Es
así como a pesar de ser el egoísmo una pasión humana patente en
nuestras vidas, puede convivir sin ningún problema con otras de un
carácter más benévolo, generando así una verdadera conciencia
social, que matiza o incluso subsana, el individualismo descarnado
que aparentemente subyace en la libertad económica que propone
Smith.
Para defender la tesis central, el presente documento se configura
en torno a cuatro apartados en los que se desarrolla la teoría de
Smith, repartida esta en sus dos más importantes textos, tomando
como punto clave la forma en que sus argumentos, a primera vista
5
disimiles, logran aunarse para formar un solo cuerpo, que explica
fielmente el juicio que pregonaba este autor de origen escocés.
En la primera parte, se enmarca a Smith dentro de la corriente
empirista y se da cuenta de la concepción del hombre que este autor
propone, poniendo particular énfasis en los apetitos naturales como
fundamentos de la acción y su preponderancia en el desarrollo
armónico de los miembros de la sociedad. En esta misma línea, los dos
apartados siguientes, explican las más importantes pasiones de las
que es presa el ser humano, el egoísmo y la sociabilidad natural, y de
cómo estas logran complementarse sin ninguna dificultad aunque sus
fundamentos parecieran estar anclados en dos extremos totalmente
apuestos, como lo son por un lado el egoísmo y por el otro el
altruismo. Por lo tanto, para este propósito, la sección segunda
está dedicada a una breve revisión del egoísmo en autores británicos
importantes, como lo son Thomas Hobbes y John Locke, de cómo estos se
relacionan con Smith, y el desarrollo que este autor hace sobre el
tema, vinculándolo con su teoría general. Mientras que en el
capítulo tercero se analiza en extenso la filosofía moral del padre
de la economía, haciendo el vinculo entre esta y la sociabilidad
natural del hombre por medio de la simpatía, y de cómo desemboca esto
en un derecho consensuado dentro de la sociedad. Finalmente, el
ensayo concluye, con una comparación critica entre la sociabilidad
natural, que nace de la simpatía en la teoría de Smith, y la sociedad
política, de carácter factico y centralizado, que contrapone el
derecho consensual, inherente a la libertad humana, con el derecho
formal, fruto de los canales institucionalizados que protegen las
garantías humanas a costa de la coacción.
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Antes de comenzar con el desarrollo de la investigación, quisiera
dar las gracias al Profesor Simon Accorsi, por su magistral ayuda en
la construcción y redacción del trabajo, sin la cual este no podría
haber sido posible.
Desarrollo.
i. El hombre, una máquina movida por sentimientos.
Adam Smith proviene de una extensa línea de pensadores británicos de
corte empirista, de los cuales John Locke y David Hume son los más
renombrados, y el escocés no rehúye de esta tradición. El hombre se
va creando a sí mismo de acuerdo a las impresiones que recibe del
medio, el aprendizaje es la base del conocimiento y por lo tanto nada
es dado. La razón, punto central de los principales sistemas7
filosóficos de antaño, pasa a segundo plano ya que según estos
autores, no tiene la capacidad de formular hipótesis sin antes haber
sido iluminada por el medio, está subyugada a inducir de la
experiencia sensible todas sus conjeturas. Dentro de esta corriente
epistemológica, que en el siglo XVIII tuvo particular eco en los
círculos intelectuales británicos, Smith inicia su discurso. Si el
criterio de la verdad es la experiencia la moral no puede ser
producto de cánones rígidos establecidos en un estadio metafísico,
que tengan que ser descubiertos e instaurados a merced de una
supuesta universalidad y necesidad, la forma en que aprobamos o
rechazamos un acto ajeno o propio debe ser fruto de la vida misma, de
la constante interacción de las personas en sociedad, en un proceso
que dista mucho de ser lógico, más bien se construye desde la
animalidad del hombre y no desde la racionalidad. El problema por lo
tanto es descubrir, de nuevo desde la experiencia y la constatación
empírica, que procesos ocurren dentro del hombre que lo llevan a
calificar determinado actos como buenos, y otros como detestables, y
en un nivel más alto, las implicancias sociológicas que esta
característica conlleva. Smith propone un análisis casi
psicológico del actuar humano, que traslada el fundamento del
principio aprobatorio desde la razón al sentimiento, con
implicancias enormes puesto que crea una teoría ética desde una base
que podría ser tachada de subjetiva, pero que sin embargo termina por
construir una estructura social solida con pautas de comportamiento
estables, pero además humanizada y siempre perfectible.
Puesto que lo fundamental ahora en el ser humano son sus
sentimientos, las emociones juegan un papel fundamental en el
actuar, el hombre pasa a ser un individuo movido por impulsos
8
inmediatos, una maquina perfectamente orquestada donde yacen
potencias dispuestas a activarse cada vez que algo las excita, no de
forma mecánica ni conductista, sino más bien como posibilidades
innatas que mueven el actuar desde la pura animalidad, impulsos
anteriores al cadalso de la razón que en su incesante actuar han
devenido en los progresos irrefutables que ha experimentado la raza
humana. Sin dudas los apetitos naturales del hombre no lo obligan a
desenvolverse de determinadas maneras automáticamente, más bien es
una mezcla de propensión natural con un desarrollo temporal que va
formando hábitos, que no estaban programados pero si permitidos, son
logros alcanzados por medio de un fundamento que se va actualizando
por sobre la marcha, un principio en acción que adquiere su fuerza
del día a día, de la experiencia. Sin ir más lejos, según Smith, la
división del trabajo, principal responsable de todos los avances y
beneficios de los que formo parte el hombre del siglo XVIII, es fruto
de un apetito natural que permitió generar más recursos de los que
necesitaba cada individuo, me refiero a la propensión natural a la
permuta, al cambio. El hombre no habría salido de su estado más
vulnerable si no se hubiese sentido compelido a negociar lo que le
sobraba de su trabajo, esto generó que cada cual se dedicase a la
tarea que mejor realizara, lo que devino en un exceso de productos
destinados a satisfacer las necesidades de los demás mediante el
trueque, mejorando la condición de todos.
Es importante tener presente esta ideas de Smith de que el ser humano
fue hecho como una especie de máquina perfecta, a la que no le sobra
ni le falta nada ya que atomiza sus potencias, y que tiene por
objetivo o tarea alcanzar la felicidad, pero esta felicidad no es una
búsqueda consiente, planeada, sino que de cierta forma esta
9
predispuesta por los mismo engranajes de esta máquina, solo que hace
falta aceitarlos un poco y echarlos a andar. Es así como resaltan dos
apetitos fundamentales que están destinados a servir de
herramientas para llegar a ser feliz, y que además dan cuenta del
concepto de felicidad que el escocés propone, estos son el deseo de
conservación y la sociabilidad natural. En este binomio surge la
dicotomía egoísmo altruismo haciéndose parte de un mismo individuo,
dos pulsiones que a simple vista parecen opuestas, en la teoría del
autor escoses encuentran comunión perfecta, por un lado, el apetito
de conservación destinado a prolongar la especie en el tiempo, y por
el otro la sociabilidad que nos lleva a reconocernos como congéneres
y a propiciar la ayuda mutua, que al fin y al cabo desembocan en una
vida armoniosa y feliz. El problema es como logramos juntar el deseo
de conservación con el de socialización si muchas veces estos
parecen antitéticos, Smith, como buen empirista, encuentra la
respuesta en un sentimiento, el sentimiento procedente de la
simpatía, que configura el derecho convencional propio de la innata
sociabilidad y que finalmente regula y suaviza los dos más
importantes intereses humanos, la vida y las relaciones
interpersonales.
ii. Smith y el egoísmo, tradición Británica.
El egoísmo humano fue tema central de los autores británicos durante
los siglos XVII y XVIII con la aparición de la teoría de Hobbes, y
Smith nuevamente toma el desafío y propone su propia visión sobre el
tema, fuertemente influenciado por Locke, pero con matices que lo
individualizan y le dan un grado de originalidad a su planteamiento,
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logra encausar esta pasión humana para darle tintes constructivos
antes que destructivos como se había estado haciendo hasta su
aparición. Sin embargo, las concepciones antropológicas de Hobbes,
Locke y Smith, tiene un punto de partida similar, de acuerdo a este,
los individuos están movidos por una necesidad natural y esa
necesidad es la de conservar su vida, esta pulsión fuerte se
transforma en uno de los mayores móviles para la acción y por lo tanto
cimienta las bases de las teorías de estos tres autores, empero con
resultados totalmente dispares fruto de una discrepancia en el valor
que cada uno le asigna a esta cualidad. En Hobbes, la propensión
natural a la conservación es particularmente esencial, su teoría es
un llamado a defender la sociedad a toda costa ya que esta es el
refugio fundamental para no caer en un estado de guerra de todos
contra todos, situación por lo bajo nefasta para la especie, ya que
nadie tendría seguridad de poder conservar su vida, ni siquiera el
más fuerte de los hombres. El amor a sí mismo, a la integridad física,
es el móvil para dejarse enseñorear por un tirano que resguarde la
organización y castigue a quien ose hacer daño a otro, resulta
preferible por lo tanto, dice Hobbes, temer a uno que a todos.
Locke y Smith aceptan que el apetito de conservación trae aparejado
un eminente egoísmo, o más bien una preocupación por la propia vida,
pero para estos dos autores esto es así porque nadie más que cada
cual, con sus pasiones y sensaciones, puede saber que necesita para
sobrevivir. A pesar de este natural egoísmo, que permite a cada quien
preservarse y buscar las mejores formas de subsistir, esto no
implica una despreocupación por los demás. Para Locke, existe una
ley natural que hace las veces de fundamento para evitar el daño a
otros, y como una consecuencia de esta ley se puede vivir en armonía.
11
La sociedad, es una forma de preservar mediante leyes definidas y
apoyadas por castigos esta disposición originaria, que se erige como
la base de los sistemas jurídicos, protegiendo derechos originarios
como el respeto a la vida propia y ajena. En Cambio, Smith reconoce la
sociabilidad no como una manera de preservar derechos naturales
inherentes a la raza humana, sino como una consecuencia natural de la
capacidad y necesidad de los hombres de simpatizar con los demás,
necesidad que se hace imperativa a la hora de alcanzar la plenitud de
la especie. Necesitamos imperiosamente compartir con los demás, por
lo tanto, el egoísmo permitido, es un apetito de conservación y no un
amor irrestricto hacia la propia persona, incluso en gran parte de
las ocasiones es preferible buscar el bien del conjunto antes que el
propio. Este altruismo es presentado de forma elocuente por Smith
con un juego de palabras resultado de un pequeño cambio en una de las
reglas del cristianismo.
“Así el gran precepto de la naturaleza es tan solo amarse a sí mismo como amamos
a nuestro prójimo”1
Obrar de esta manera “constituye la perfección de la naturaleza humana”2 , es
amar a los otros antes que a uno, constriñendo los impulsos egoístas
malsanos, los del amor a sí mismo sin miramientos, sin conciencia
social, y no los que resultan del apetito de conservación, que en
última instancia es beneficioso para todos, ya que permite prolongar
la especie. De esta forma, el padre de la economía, no niega que
exista un amor propio que pueda llegar a afectar a los demás, y que
ciertamente así ocurre en el día a día, empero nos dice que esta
1 Smith, Adam. Teoría de los sentimientos Morales. México, fondo de cultura económica, 1941. p.64.
2 Ídem.12
preferencia por el yo se matiza en el deseo de congeniar con los
demás, y que por lo tanto, este tipo de egoísmo no es lo más
importante en la vida del hombre, ya que es superado en la mayoría de
las ocasiones por la necesidad de simpatizar, pero que sin embargo
existe otra clase de egoísmo que si es constructivo, y es el que nace
de la necesidad inherente a la condición humana de preservar la
propia vida, condición sin la cual ya no podríamos existir, y que es
beneficioso para todos, por lo tanto no debe ser coartado.
iii. Sociabilidad natural y simpatía.
La filosofía moral de Smith parte desde dos preguntas que son
respondidas en sus fundamentos por la simpatía. Tanto la pregunta
por la naturaleza de la virtud, como la referente a los cimientos del
principio aprobatorio desembocan en una sola interrogante, de cómo
funciona el mecanismo por el cual evaluamos el comportamiento de los
demás. De qué forma lograr este cometido si no tenemos la capacidad
inmediata de conocer los apetitos que mueven a los hombres a la
acción, ¿cómo juzgar las pasiones ajenas que son el germen de sus
actos? La respuesta que ofrece Smith, es que todos, incluso el menos
virtuoso de los hombres, cuenta con la capacidad de ponerse mediante
la imaginación en el lugar del otro y de esa manera vivir en carne
propia las vicisitudes por las que pasa ese individuo, y así formarse
opinión y aprobar o desaprobar las pasiones externas según un
sentimiento propio, el sentimiento aprobatorio, que en el tiempo se
va ajustando y regulando conforme a los designios de la simpatía
social que no es más que la unión de la opinión de todos pero de forma
desinteresada, una especie de consiente colectivo con el cual
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contrastar nuestros impulsos al que Smith llama espectador
imparcial.
La simpatía, es la misma que propuso Hume en su momento, el sentir
con, el padecer, una forma de lograr comunicación sentimental con el
medio, recibir impresiones de la sola observación de los pesares que
acongojan al prójimo. Sin embargo, esta solo observación queda al
debe si solo se imagina el sentimiento ajeno, además hay que
esforzarse por conocer los motivos que excitaron la pasión, esto es
importante ya que en la teoría del autor escoses, no existe la pasión
aprobada de antemano, no hay una pasión que naturalmente sea
aprobada y otras no, todas están subyugadas al motivo que las
produjo, y no solo eso, sino también, a si están en justa relación con
este último, porque una sentimiento exagerado, o muy escueto en
intensidad con su motivo, puede ser presa de la antipatía del
observador.
Por lo tanto, la sociabilidad natural del hombre se configura en
torno a la capacidad de simpatizar con las pasiones ajenas y a la
necesidad de concretar esta posibilidad. De la misma forma, esta
búsqueda de la vida en conjunto por medio de la simpatía, va
generando en la marcha una ética compartida entre todos los miembros
que integran un determinado grupo, o si se prefiere, entre la
humanidad completa. Este consenso, no es al estilo de una
adscripción a una lista de reglas previamente establecida, si no que
es la creación de un verdadero derecho consensual que sostiene a la
sociedad y que es formulado a modo de ensayo y error, caso a caso,
siendo el juez, la simpatía de la comunidad en su conjunto, que va
generando pautas de comportamiento que regulan las relaciones y que
cada nuevo integrante va adquiriendo con la experiencia y a la vez
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modificando con su propio juicio. Sin embargo, esto estaría lejos de
propiciar la innata sociabilidad humana si el hombre no estuviera
provisto de un deseo natural a simpatizar. Todo individuo siempre
esta dichoso de compartir sus pesares con los otros y de recibir a la
vez el de los demás, esto es así porque uno de los medios para
alcanzar la felicidad es la simpatía, somos felices simpatizando y
viendo como los otros también lo hacen aunque no conozcamos a nuestro
interlocutor de sentimientos. Smith desarrolla esta idea con un
estilo más poético en las siguientes líneas.
“La sociedad y la conservación, pues, son los remedios más poderosos para restituir
la tranquilidad a la mente...; y también son la mejor salvaguardia de ese uniforme y
feliz humor que tan necesario es para la satisfacción interna y la alegría”3
Esta habilidad facilita una fecunda comunicación de pasiones, ya que
se encuentra movida por la pura benevolencia innata que nos impulsa a
sentir en carne propia los pesares ajenos y a necesitar, así como
necesitamos de los alimentos, la simpatía de la sociedad. No lo
hacemos por obtener un beneficio, sino por concederlo.
Así como el principio aprobatorio yace en la capacidad de simpatizar
con los sentimientos ajenos, en hacer nuestra la opinión del otro si
concuerdan nuestros sentimientos, la naturaleza de una acción
virtuosa o viciosa de igual manera recae en esta disposición, sin
embargo, tiene sus matices, ya que para comprobar el grado de virtud
de un acto, o más bien, del sentimiento que impulsa ese acto, se deben
considerar dos aspectos, el motivo que lo ocasiona y el efecto que
tiende a producir. Del motivo que ocasiona la acción resulta la
propiedad o impropiedad del acto, y del efecto que produce deriva el3 Ibíd. p.8.
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mérito o demérito del mismo. Por lo tanto, el hombre virtuoso es
quien al momento de realizar un acto prevé las consecuencias que este
tendrá y además logra reducir el amor propio, logrando mover el foco
inquisidor fuera de su propia persona y así juzgar las consecuencias
que impulsan su actuar desinteresadamente. Por consiguiente, la
manera en que cada uno se evalúa a si mismo proviene de un
desdoblamiento, quien se pone a prueba en su actuar traspasa su
simpatía a un espectador imparcial, a un individuo imaginario que
representa al hombre medio de la sociedad y que juzga nuestros
propios actos poniéndose en el lugar de los otros. El problema, es
que al autoevaluarnos entran en conflicto nuestros impulsos
egoístas, que nos compelen a actuar movidos por el amor a si mismo
distorsionado el examen en su propiedad. Esta dificultad, disminuye
al momento de considerar el mérito, ya que después de realizado el
acto el impulso egoísta decae dando paso a una prueba más
desinteresada y objetiva.
En síntesis, la vida en sociedad del hombre discurre entre sus deseos
de conservación, que lo compelen a preservar su integridad y a buscar
el mayor beneficio de las relaciones con los otros, tesis principal
del libre mercado el cual pregona que es el egoísmo el que nos lleva a
producir más de lo que necesitamos y así transar los excedentes por
un apetito natural sin tener que buscar la caridad para ese cometido,
y por otro lado está la necesidad intrínseca de comunicar a los otros
nuestros sentimientos y recibir a la vez los suyos, hacernos
partícipes de los pesares, ya que de esta forma logramos ser felices,
pero esta felicidad no es una felicidad egoísta, es una felicidad
vivida por el buen pasar del prójimo, es querer realmente que los
demás estén bien. Preservar la sociedad es tarea de todos, no por
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miedo a que nos pueda pasar algo, sino porque es en compañía de los
demás donde alcanzamos el mayor gozo de nuestras vidas. Esto es
posible porque al evaluarnos lo hacemos desde la igualdad, nadie
vale más que otro al momento de simpatizar, ya que quien juzga es el
espectador imparcial, la sociedad en su conjunto que caso a caso va
formulando sentencias morales que conservan un derecho consensual,
no dado sino permitido, hecho por sobre la marcha, que no es rígido
sino convencional, que permite ir evolucionando y estableciendo
pautas de las que todos somos participes en su formulación y
preservación.
iv. Sociedad natural y sociedad política.
Como quedó de manifiesto anteriormente, el hombre es presa
constantemente de sus sentimientos, las acciones que lleva a cabo
están precedidas por una pasión que en principio puede ser de corte
egoísta o benévola, sin embargo, cualquiera sea la naturaleza de
esta, la consecuencia puede ser benéfica o dañina, no existe una
relación preconcebida entre las acciones impulsadas por afán
egoísta y un resultado perjudicial para la sociedad en su conjunto,
ni entre una precedida por un sentimiento altruista y un final
deseable. Esto no significa que para Smith el fin justifica los
medios, sino que expresa la convicción de que el ser humano fue
formado para la vida en sociedad, y que para lograr este cometido
está hecho de forma tal que de sus impulsos egoístas puedan salir
consecuencias tanto buenas como malas. Un indudable ejemplo de este
punto nos es dado en la Riqueza de las naciones, en este texto queda
claro que el egoísmo, que impulsa a los hombres a poner a su favor el
comercio, es uno de los acontecimientos más benéficos para la
17
humanidad, ya que de esta forma hemos podido progresar hasta llegar a
la mejor manera de distribución de los recursos, porque como muy bien
fue expresado en su más célebre libro:
“No es la benevolencia del carnicero, del cervecero, o del panadero lo que nos
procura el alimento, sino la consideración de su propio interés”4
Siendo los sentimientos los generadores de la vida en sociedad y de
su primigenia regulación por medio de la simpatía y la creación de un
derecho consensual, es necesario que la sociedad civil resguarde
este derecho, fruto de la autorregulación social que va suscitando
reglas generales de comportamiento y nociones de justicia. Por lo
tanto, para lograr una sana vida en conjunto, debe existir libertad
total en las relaciones interpersonales, no se concibe en la teoría
de Smith que se regulen de alguna manera las actividades
productivas, por ejemplo, por parte del gobierno o la distribución
planificada de los frutos de este trabajo, porque de ser así se
estarían reprimiendo los impulsos más fuertes del ser humano, y la
única consecuencia de poner trabas a la disposición natural del
hombre es subyugarlo a los peores prejuicios que podrían imaginarse.
La regulación de los impulsos se vive de dos maneras, una en el fuero
interno, donde luchan por un lado el amor así mismo y el altruismo, y
por el otro la sociedad, que de forma implícita va formando nociones
de justicia que compelen a actuar de tal forma que los demás no se
vean perjudicados. Por lo tanto, la regulación del actuar y la
represión de los impulsos que tienden a generar daño, corre por parte
4 Smith, Adam. Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las
naciones. México, fondo de cultura económica, 1958. P.17.
18
del individuo ayudado por las pautas dictadas por la sociedad y de
esta autorregulación nace la virtud de una persona. Se hace patente
la concepción del hombre ilustrado inglés que modera todas sus
pasiones de tal forma que para los demás sus reacciones parecen ser
siempre medidas y en correcta relación con la causa que lo éxito. No
es la naturaleza de la pasión la que repugna, sino la poca
correlación que existe entre la pasión y el objeto que la provoca.
La regulación personal es fruto de la posibilidad de desdoblarse y de
juzgar por una parte con el amor así mismo y por el otro con el
espectador imparcial, que representa a la sociedad en su conjunto,
esta cierta autonomía es causa de la natural libertad, sin embargo,
esta libertad abre la posibilidad de que las pautas de
comportamiento no sean seguidas y por lo tanto se realicen actos que
son repudiados por todos, o dicho de otro modo, representa el triunfo
del ego por sobre el espectador imparcial. Cuando esto ocurre, entra
en juego la justicia civil que tiene una diferencia fundamental con
la justicia natural en lo que respecta a la virtud. Así, el correcto
apego a la justicia natural es la causa de la virtud en un hombre,
quien se ciñe por los dictados del espectador imparcial evaluando su
propio actuar de acuerdo al derecho consensual, sin embargo, quien
respeta la justicia civil no puede ser galardonado como virtuoso y
esto es así porque, el derecho en la sociedad vista desde su
formación política está basada en el castigo, en la purga de un mal
cometido, en la disminución de la libertad del individuo por parte
del Estado, que en su forma más extrema elimina de la sociedad al
culpable aislándolo para compeler sus impulsos más bajos, cuando
este por sí solo no pudo adecuarlos para la correcta interacción con
los demás. Por lo tanto, la justicia civil resulta como un vicio
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necesario, como una máquina dispensadora de males que busca mantener
el equilibrio del sistema cuando determinados miembros de este
escapan de la natural regulación humana, necesitando de alguna forma
expiar ese mal, recibiendo un castigo similar, pero cuyo
cumplimiento no puede ser catalogado como algo virtuoso sino más
bien como algo necesario.
Finalmente, esta división entre sociedad natural y sociedad civil
está situada en la dualidad que presenta todo el pensamiento de
Smith, que siempre expone problemas enmarcados dentro de binomios
antitéticos, que sin embargo logran convivir e incluso llegan a
complementarse. Es esta particular visión de la que se podría aducir
que es una primigenia tesis sobre la actual discusión existente
entre consiente e inconsciente, o más bien entre lo racional y lo
irracional. Que mas revolucionario para su época que ir en contra de
los sistemas que erigían la sociedad como producto de la razón, de un
contrato, y posicionar a los sentimientos, a lo mas puramente
irracional e inconsciente, dentro de las bases de la vida en
comunidad. Smith logra complementar las diferentes facetas del
hombre, todos sus estados, incluso los más bajos y egoístas, con
resultados benéficos. Somos una máquina perfecta, posiblemente con
externalidades negativas, pero que pueden ser optimizadas para que
al final todo esté encaminado al bien de la especie y a la plena
felicidad de todos sus miembros.
20
Conclusión.
En conclusión, la teoría de Smith propone a un individuo
completamente humanizado, presa de emociones y sentimientos que lo
embargan y lo hacen actuar en principio de forma irracional, empero
esta característica no desemboca en una vida incontrolable y
anárquica en la todos entren en una lucha de acciones inconscientes y
destructivas, pese a que se admite la diversidad de motivos de toda
índole que nos determinan. Sin embargo, se propone un método,
deducido de la experiencia, que logra subyugar estas pasiones y
matizarlas de tal manera que todas contribuyan al progreso humano en
conjunto. Por lo tanto, los hombres quedan definidos como una
maquina dentro de otra máquina que es la sociedad, en que todas sus
potencias se economizan y se unen en pos de su finalidad que no es más
que la felicidad, entendida esta como la vida armónica y en conjunto.
En esta gran industria humana el motor es la simpatía, la capacidad
de conectarnos con los demás, y en su punto más característico, los
sentimientos a través de los sentimientos, la relación
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interpersonal se desarrolla así en un juego entre los inconscientes
de los individuos, su esencia pura contrastada desde la emoción, con
el influjo social suministrado por la experiencia que va formando un
yo artificial que se preocupa de racionalizar estos sentimientos y
darles un cauce que permite mantener la libertad sin destruir la de
los demás.
En esta comunicación de sentimientos que produce la natural simpatía
ajena, es en donde se crean las pautas de comportamiento que erigen y
determinan la moral de un pueblo, siendo esta la medida en la que
basamos nuestro autocontrol, una adecuación de nuestras mas fuertes
pasiones generada en la sociabilización, y de forma casi voluntaria.
Esto supone que estamos hechos para la vida en sociedad, pese a que
queramos lo mejor para nosotros y en algunas ocasiones prefiramos
nuestra comodidad a merced de los demás. Así, Smith advierte la
inherente libertad humana, que en su propio ejercicio ajusta los
diversos intereses desde el fuero interno y sin la necesidad de la
constante coacción externa. Sin embargo, en la libertad está patente
la posibilidad de elección y esta permite sobrepasar los cánones
establecidos, lo que significa aquí, una pérdida de la autonomía
propia ya que una pasión que se excede con respecto a las demás
termina por desestabilizar la armonía del sistema intimo, para estas
situaciones, la sociedad crea métodos artificiales de subyugación
mediante castigos, que sin embargo, también se sustentan bajo la
estructura de las personas organizadas a merced de la simpatía. Por
lo tanto, la libertad que tanto pregonó Smith mediante sus obras más
famosas, se construye con un componente ético muy fuerte, que en
principio no tiene nada de coactivo, sino que más bien tiene un
carácter discrecional, en el que cada persona logra regular sus
22
actos, de tal manera que los demás no se sientan coartados en su
propia libertad. Si no reparamos en el sustento social que mantiene
armoniosa la libertad del hombre, nuestras sociedades están en el
constante peligro de caer en un individualismo descarnado, que nada
bueno trae aparejado, puesto que resulta de la obligación a una sola
pasión, el egoísmo, transformándose en el tirano, que desde el fuero
interno no permite desarrollar la libertad, fruto de la realización
de todas las pasiones y no solo de una.
23
Bibliografía.
Bobbio, Norberto. Liberalismo y democracia. México, fondo de
cultura económica, 1989.
Sabine, George H. Historia de la teoría política. México, fondo
de cultura económica, 1994.
Smith, Adam. Investigación sobre la naturaleza y causas de la
riqueza de las naciones. México, fondo de cultura económica,
1958.
Smith, Adam. Teoría de los sentimientos Morales. México, fondo
de cultura económica, 1941.
24