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Autor: Pablo Valenzuela Santander

Date post: 22-Feb-2023
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Universidad de Chile Vicerrectoría de Asuntos Académicos Programa Académico de Bachillerato “Sociabilidad y egoísmo en Adam Smith” Dos caras de una misma moneda
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Universidad de Chile Vicerrectoría de Asuntos AcadémicosPrograma Académico de Bachillerato

“Sociabilidad y egoísmo en AdamSmith”

Dos caras de una misma moneda

Autor: Pablo ValenzuelaSantander

Profesor Guía: Simon Accorsi Opazo

Índice.

Resumen…………………………………………………………………………...………. 3

Introducción……………………………………………………………………………..… 4

Desarrollo………………………………………………………………………………….. 6

i. El hombre, una máquina movida por sentimientos………………………………… 6

ii. Smith y el egoísmo, tradición Británica……………………………………………. 8

iii. Sociabilidad natural y simpatía…………………………………………………….. 9

iv. Sociedad natural y sociedad política………………………………………………. 12

Conclusión……………………………………………………………………………….... 15

Bibliografía………………………………………………………………………………... 17

2

Resumen.

La teoría económica de Adam Smith ha servido como fundamento de los

sistemas capitalistas dado el auge de las democracias liberales, sin

embargo su teoría ética no ha gozado de la misma suerte. En el

siguiente trabajo se sostiene que la perdida de las bases morales,

que sustentan las tesis económicas de Smith, dejan incompleta su

teoría, dando pie al error un tanto común de caracterizar al hombre

como un ser eminentemente individualista, por lo tanto, se expondrán

los principales puntos esbozados en la “teoría de los sentimientos morales”

con el ánimo de recuperar la filosofía moral propuesta por el

filosofo escocés, aporte no menor a la rica tradición empirista de la

que formaron parte Locke y Hume, y en la que se pone énfasis en la

naturaleza benevolente de la humanidad, encontrando su punto más

álgido en la simpatía como principio estructurador del espectador

imparcial, un ente universal que refuerza la noción igualitarista

3

subyacente al momento de juzgar los actos propios y ajenos y que

sirve de fundamento a su noción de justicia, entendida ésta como una

forma de equilibrar los vicios generados en la dicotomía que existe

entre la sociabilidad natural y política del hombre.

Introducción.

Seguramente una lectura rápida y antojadiza del pensamiento de Adam

Smith, llevaría a la errada conclusión de que dentro de sus dos más

importantes escritos existe una significativa contradicción.

Pareciera ser, que en la “Teoría de los sentimientos morales” , publicada en

1759, se propone un hombre benévolo, mientras que en “Una investigación

4

sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones” de 1776, esta

concepción cambia trasformando al humano en un ser egoísta e

individualista. Creer que en diecisiete años, uno de los padres de la

ciencia económica dio un giro de trescientos sesenta grados a su

pensamiento, parece ser un tanto extraño de acuerdo a nuestra

experiencia acostumbrada a convicciones fuertes y durables en el

tiempo, no estamos habituados a cambios tan radicales ni categóricos

y Smith no marcó la diferencia en esta lid, la confusión más bien yace

en una mala lectura de sus principales planteamientos. Para poder

aunar estas dos visiones un tanto dispares a primera impresión, se

requiere una detención en la concepción del ser humano que este autor

propone, poniendo énfasis en su rica pero lamentablemente poco

conocida filosofía Moral.

En este trabajo se sostiene que a través de la simpatía se logran

matizar los impulsos humanos dándoles un curso benéfico para la

sociedad en general, y que por lo tanto, existe en el fuero interno de

toda persona la capacidad de auto regularse, ayudado por pautas

sociales creadas en la interacción de los sentimientos de todos. Es

así como a pesar de ser el egoísmo una pasión humana patente en

nuestras vidas, puede convivir sin ningún problema con otras de un

carácter más benévolo, generando así una verdadera conciencia

social, que matiza o incluso subsana, el individualismo descarnado

que aparentemente subyace en la libertad económica que propone

Smith.

Para defender la tesis central, el presente documento se configura

en torno a cuatro apartados en los que se desarrolla la teoría de

Smith, repartida esta en sus dos más importantes textos, tomando

como punto clave la forma en que sus argumentos, a primera vista

5

disimiles, logran aunarse para formar un solo cuerpo, que explica

fielmente el juicio que pregonaba este autor de origen escocés.

En la primera parte, se enmarca a Smith dentro de la corriente

empirista y se da cuenta de la concepción del hombre que este autor

propone, poniendo particular énfasis en los apetitos naturales como

fundamentos de la acción y su preponderancia en el desarrollo

armónico de los miembros de la sociedad. En esta misma línea, los dos

apartados siguientes, explican las más importantes pasiones de las

que es presa el ser humano, el egoísmo y la sociabilidad natural, y de

cómo estas logran complementarse sin ninguna dificultad aunque sus

fundamentos parecieran estar anclados en dos extremos totalmente

apuestos, como lo son por un lado el egoísmo y por el otro el

altruismo. Por lo tanto, para este propósito, la sección segunda

está dedicada a una breve revisión del egoísmo en autores británicos

importantes, como lo son Thomas Hobbes y John Locke, de cómo estos se

relacionan con Smith, y el desarrollo que este autor hace sobre el

tema, vinculándolo con su teoría general. Mientras que en el

capítulo tercero se analiza en extenso la filosofía moral del padre

de la economía, haciendo el vinculo entre esta y la sociabilidad

natural del hombre por medio de la simpatía, y de cómo desemboca esto

en un derecho consensuado dentro de la sociedad. Finalmente, el

ensayo concluye, con una comparación critica entre la sociabilidad

natural, que nace de la simpatía en la teoría de Smith, y la sociedad

política, de carácter factico y centralizado, que contrapone el

derecho consensual, inherente a la libertad humana, con el derecho

formal, fruto de los canales institucionalizados que protegen las

garantías humanas a costa de la coacción.

6

Antes de comenzar con el desarrollo de la investigación, quisiera

dar las gracias al Profesor Simon Accorsi, por su magistral ayuda en

la construcción y redacción del trabajo, sin la cual este no podría

haber sido posible.

Desarrollo.

i. El hombre, una máquina movida por sentimientos.

Adam Smith proviene de una extensa línea de pensadores británicos de

corte empirista, de los cuales John Locke y David Hume son los más

renombrados, y el escocés no rehúye de esta tradición. El hombre se

va creando a sí mismo de acuerdo a las impresiones que recibe del

medio, el aprendizaje es la base del conocimiento y por lo tanto nada

es dado. La razón, punto central de los principales sistemas7

filosóficos de antaño, pasa a segundo plano ya que según estos

autores, no tiene la capacidad de formular hipótesis sin antes haber

sido iluminada por el medio, está subyugada a inducir de la

experiencia sensible todas sus conjeturas. Dentro de esta corriente

epistemológica, que en el siglo XVIII tuvo particular eco en los

círculos intelectuales británicos, Smith inicia su discurso. Si el

criterio de la verdad es la experiencia la moral no puede ser

producto de cánones rígidos establecidos en un estadio metafísico,

que tengan que ser descubiertos e instaurados a merced de una

supuesta universalidad y necesidad, la forma en que aprobamos o

rechazamos un acto ajeno o propio debe ser fruto de la vida misma, de

la constante interacción de las personas en sociedad, en un proceso

que dista mucho de ser lógico, más bien se construye desde la

animalidad del hombre y no desde la racionalidad. El problema por lo

tanto es descubrir, de nuevo desde la experiencia y la constatación

empírica, que procesos ocurren dentro del hombre que lo llevan a

calificar determinado actos como buenos, y otros como detestables, y

en un nivel más alto, las implicancias sociológicas que esta

característica conlleva. Smith propone un análisis casi

psicológico del actuar humano, que traslada el fundamento del

principio aprobatorio desde la razón al sentimiento, con

implicancias enormes puesto que crea una teoría ética desde una base

que podría ser tachada de subjetiva, pero que sin embargo termina por

construir una estructura social solida con pautas de comportamiento

estables, pero además humanizada y siempre perfectible.

Puesto que lo fundamental ahora en el ser humano son sus

sentimientos, las emociones juegan un papel fundamental en el

actuar, el hombre pasa a ser un individuo movido por impulsos

8

inmediatos, una maquina perfectamente orquestada donde yacen

potencias dispuestas a activarse cada vez que algo las excita, no de

forma mecánica ni conductista, sino más bien como posibilidades

innatas que mueven el actuar desde la pura animalidad, impulsos

anteriores al cadalso de la razón que en su incesante actuar han

devenido en los progresos irrefutables que ha experimentado la raza

humana. Sin dudas los apetitos naturales del hombre no lo obligan a

desenvolverse de determinadas maneras automáticamente, más bien es

una mezcla de propensión natural con un desarrollo temporal que va

formando hábitos, que no estaban programados pero si permitidos, son

logros alcanzados por medio de un fundamento que se va actualizando

por sobre la marcha, un principio en acción que adquiere su fuerza

del día a día, de la experiencia. Sin ir más lejos, según Smith, la

división del trabajo, principal responsable de todos los avances y

beneficios de los que formo parte el hombre del siglo XVIII, es fruto

de un apetito natural que permitió generar más recursos de los que

necesitaba cada individuo, me refiero a la propensión natural a la

permuta, al cambio. El hombre no habría salido de su estado más

vulnerable si no se hubiese sentido compelido a negociar lo que le

sobraba de su trabajo, esto generó que cada cual se dedicase a la

tarea que mejor realizara, lo que devino en un exceso de productos

destinados a satisfacer las necesidades de los demás mediante el

trueque, mejorando la condición de todos.

Es importante tener presente esta ideas de Smith de que el ser humano

fue hecho como una especie de máquina perfecta, a la que no le sobra

ni le falta nada ya que atomiza sus potencias, y que tiene por

objetivo o tarea alcanzar la felicidad, pero esta felicidad no es una

búsqueda consiente, planeada, sino que de cierta forma esta

9

predispuesta por los mismo engranajes de esta máquina, solo que hace

falta aceitarlos un poco y echarlos a andar. Es así como resaltan dos

apetitos fundamentales que están destinados a servir de

herramientas para llegar a ser feliz, y que además dan cuenta del

concepto de felicidad que el escocés propone, estos son el deseo de

conservación y la sociabilidad natural. En este binomio surge la

dicotomía egoísmo altruismo haciéndose parte de un mismo individuo,

dos pulsiones que a simple vista parecen opuestas, en la teoría del

autor escoses encuentran comunión perfecta, por un lado, el apetito

de conservación destinado a prolongar la especie en el tiempo, y por

el otro la sociabilidad que nos lleva a reconocernos como congéneres

y a propiciar la ayuda mutua, que al fin y al cabo desembocan en una

vida armoniosa y feliz. El problema es como logramos juntar el deseo

de conservación con el de socialización si muchas veces estos

parecen antitéticos, Smith, como buen empirista, encuentra la

respuesta en un sentimiento, el sentimiento procedente de la

simpatía, que configura el derecho convencional propio de la innata

sociabilidad y que finalmente regula y suaviza los dos más

importantes intereses humanos, la vida y las relaciones

interpersonales.

ii. Smith y el egoísmo, tradición Británica.

El egoísmo humano fue tema central de los autores británicos durante

los siglos XVII y XVIII con la aparición de la teoría de Hobbes, y

Smith nuevamente toma el desafío y propone su propia visión sobre el

tema, fuertemente influenciado por Locke, pero con matices que lo

individualizan y le dan un grado de originalidad a su planteamiento,

10

logra encausar esta pasión humana para darle tintes constructivos

antes que destructivos como se había estado haciendo hasta su

aparición. Sin embargo, las concepciones antropológicas de Hobbes,

Locke y Smith, tiene un punto de partida similar, de acuerdo a este,

los individuos están movidos por una necesidad natural y esa

necesidad es la de conservar su vida, esta pulsión fuerte se

transforma en uno de los mayores móviles para la acción y por lo tanto

cimienta las bases de las teorías de estos tres autores, empero con

resultados totalmente dispares fruto de una discrepancia en el valor

que cada uno le asigna a esta cualidad. En Hobbes, la propensión

natural a la conservación es particularmente esencial, su teoría es

un llamado a defender la sociedad a toda costa ya que esta es el

refugio fundamental para no caer en un estado de guerra de todos

contra todos, situación por lo bajo nefasta para la especie, ya que

nadie tendría seguridad de poder conservar su vida, ni siquiera el

más fuerte de los hombres. El amor a sí mismo, a la integridad física,

es el móvil para dejarse enseñorear por un tirano que resguarde la

organización y castigue a quien ose hacer daño a otro, resulta

preferible por lo tanto, dice Hobbes, temer a uno que a todos.

Locke y Smith aceptan que el apetito de conservación trae aparejado

un eminente egoísmo, o más bien una preocupación por la propia vida,

pero para estos dos autores esto es así porque nadie más que cada

cual, con sus pasiones y sensaciones, puede saber que necesita para

sobrevivir. A pesar de este natural egoísmo, que permite a cada quien

preservarse y buscar las mejores formas de subsistir, esto no

implica una despreocupación por los demás. Para Locke, existe una

ley natural que hace las veces de fundamento para evitar el daño a

otros, y como una consecuencia de esta ley se puede vivir en armonía.

11

La sociedad, es una forma de preservar mediante leyes definidas y

apoyadas por castigos esta disposición originaria, que se erige como

la base de los sistemas jurídicos, protegiendo derechos originarios

como el respeto a la vida propia y ajena. En Cambio, Smith reconoce la

sociabilidad no como una manera de preservar derechos naturales

inherentes a la raza humana, sino como una consecuencia natural de la

capacidad y necesidad de los hombres de simpatizar con los demás,

necesidad que se hace imperativa a la hora de alcanzar la plenitud de

la especie. Necesitamos imperiosamente compartir con los demás, por

lo tanto, el egoísmo permitido, es un apetito de conservación y no un

amor irrestricto hacia la propia persona, incluso en gran parte de

las ocasiones es preferible buscar el bien del conjunto antes que el

propio. Este altruismo es presentado de forma elocuente por Smith

con un juego de palabras resultado de un pequeño cambio en una de las

reglas del cristianismo.

“Así el gran precepto de la naturaleza es tan solo amarse a sí mismo como amamos

a nuestro prójimo”1

Obrar de esta manera “constituye la perfección de la naturaleza humana”2 , es

amar a los otros antes que a uno, constriñendo los impulsos egoístas

malsanos, los del amor a sí mismo sin miramientos, sin conciencia

social, y no los que resultan del apetito de conservación, que en

última instancia es beneficioso para todos, ya que permite prolongar

la especie. De esta forma, el padre de la economía, no niega que

exista un amor propio que pueda llegar a afectar a los demás, y que

ciertamente así ocurre en el día a día, empero nos dice que esta

1 Smith, Adam. Teoría de los sentimientos Morales. México, fondo de cultura económica, 1941. p.64.

2 Ídem.12

preferencia por el yo se matiza en el deseo de congeniar con los

demás, y que por lo tanto, este tipo de egoísmo no es lo más

importante en la vida del hombre, ya que es superado en la mayoría de

las ocasiones por la necesidad de simpatizar, pero que sin embargo

existe otra clase de egoísmo que si es constructivo, y es el que nace

de la necesidad inherente a la condición humana de preservar la

propia vida, condición sin la cual ya no podríamos existir, y que es

beneficioso para todos, por lo tanto no debe ser coartado.

iii. Sociabilidad natural y simpatía.

La filosofía moral de Smith parte desde dos preguntas que son

respondidas en sus fundamentos por la simpatía. Tanto la pregunta

por la naturaleza de la virtud, como la referente a los cimientos del

principio aprobatorio desembocan en una sola interrogante, de cómo

funciona el mecanismo por el cual evaluamos el comportamiento de los

demás. De qué forma lograr este cometido si no tenemos la capacidad

inmediata de conocer los apetitos que mueven a los hombres a la

acción, ¿cómo juzgar las pasiones ajenas que son el germen de sus

actos? La respuesta que ofrece Smith, es que todos, incluso el menos

virtuoso de los hombres, cuenta con la capacidad de ponerse mediante

la imaginación en el lugar del otro y de esa manera vivir en carne

propia las vicisitudes por las que pasa ese individuo, y así formarse

opinión y aprobar o desaprobar las pasiones externas según un

sentimiento propio, el sentimiento aprobatorio, que en el tiempo se

va ajustando y regulando conforme a los designios de la simpatía

social que no es más que la unión de la opinión de todos pero de forma

desinteresada, una especie de consiente colectivo con el cual

13

contrastar nuestros impulsos al que Smith llama espectador

imparcial.

La simpatía, es la misma que propuso Hume en su momento, el sentir

con, el padecer, una forma de lograr comunicación sentimental con el

medio, recibir impresiones de la sola observación de los pesares que

acongojan al prójimo. Sin embargo, esta solo observación queda al

debe si solo se imagina el sentimiento ajeno, además hay que

esforzarse por conocer los motivos que excitaron la pasión, esto es

importante ya que en la teoría del autor escoses, no existe la pasión

aprobada de antemano, no hay una pasión que naturalmente sea

aprobada y otras no, todas están subyugadas al motivo que las

produjo, y no solo eso, sino también, a si están en justa relación con

este último, porque una sentimiento exagerado, o muy escueto en

intensidad con su motivo, puede ser presa de la antipatía del

observador.

Por lo tanto, la sociabilidad natural del hombre se configura en

torno a la capacidad de simpatizar con las pasiones ajenas y a la

necesidad de concretar esta posibilidad. De la misma forma, esta

búsqueda de la vida en conjunto por medio de la simpatía, va

generando en la marcha una ética compartida entre todos los miembros

que integran un determinado grupo, o si se prefiere, entre la

humanidad completa. Este consenso, no es al estilo de una

adscripción a una lista de reglas previamente establecida, si no que

es la creación de un verdadero derecho consensual que sostiene a la

sociedad y que es formulado a modo de ensayo y error, caso a caso,

siendo el juez, la simpatía de la comunidad en su conjunto, que va

generando pautas de comportamiento que regulan las relaciones y que

cada nuevo integrante va adquiriendo con la experiencia y a la vez

14

modificando con su propio juicio. Sin embargo, esto estaría lejos de

propiciar la innata sociabilidad humana si el hombre no estuviera

provisto de un deseo natural a simpatizar. Todo individuo siempre

esta dichoso de compartir sus pesares con los otros y de recibir a la

vez el de los demás, esto es así porque uno de los medios para

alcanzar la felicidad es la simpatía, somos felices simpatizando y

viendo como los otros también lo hacen aunque no conozcamos a nuestro

interlocutor de sentimientos. Smith desarrolla esta idea con un

estilo más poético en las siguientes líneas.

“La sociedad y la conservación, pues, son los remedios más poderosos para restituir

la tranquilidad a la mente...; y también son la mejor salvaguardia de ese uniforme y

feliz humor que tan necesario es para la satisfacción interna y la alegría”3

Esta habilidad facilita una fecunda comunicación de pasiones, ya que

se encuentra movida por la pura benevolencia innata que nos impulsa a

sentir en carne propia los pesares ajenos y a necesitar, así como

necesitamos de los alimentos, la simpatía de la sociedad. No lo

hacemos por obtener un beneficio, sino por concederlo.

Así como el principio aprobatorio yace en la capacidad de simpatizar

con los sentimientos ajenos, en hacer nuestra la opinión del otro si

concuerdan nuestros sentimientos, la naturaleza de una acción

virtuosa o viciosa de igual manera recae en esta disposición, sin

embargo, tiene sus matices, ya que para comprobar el grado de virtud

de un acto, o más bien, del sentimiento que impulsa ese acto, se deben

considerar dos aspectos, el motivo que lo ocasiona y el efecto que

tiende a producir. Del motivo que ocasiona la acción resulta la

propiedad o impropiedad del acto, y del efecto que produce deriva el3 Ibíd. p.8.

15

mérito o demérito del mismo. Por lo tanto, el hombre virtuoso es

quien al momento de realizar un acto prevé las consecuencias que este

tendrá y además logra reducir el amor propio, logrando mover el foco

inquisidor fuera de su propia persona y así juzgar las consecuencias

que impulsan su actuar desinteresadamente. Por consiguiente, la

manera en que cada uno se evalúa a si mismo proviene de un

desdoblamiento, quien se pone a prueba en su actuar traspasa su

simpatía a un espectador imparcial, a un individuo imaginario que

representa al hombre medio de la sociedad y que juzga nuestros

propios actos poniéndose en el lugar de los otros. El problema, es

que al autoevaluarnos entran en conflicto nuestros impulsos

egoístas, que nos compelen a actuar movidos por el amor a si mismo

distorsionado el examen en su propiedad. Esta dificultad, disminuye

al momento de considerar el mérito, ya que después de realizado el

acto el impulso egoísta decae dando paso a una prueba más

desinteresada y objetiva.

En síntesis, la vida en sociedad del hombre discurre entre sus deseos

de conservación, que lo compelen a preservar su integridad y a buscar

el mayor beneficio de las relaciones con los otros, tesis principal

del libre mercado el cual pregona que es el egoísmo el que nos lleva a

producir más de lo que necesitamos y así transar los excedentes por

un apetito natural sin tener que buscar la caridad para ese cometido,

y por otro lado está la necesidad intrínseca de comunicar a los otros

nuestros sentimientos y recibir a la vez los suyos, hacernos

partícipes de los pesares, ya que de esta forma logramos ser felices,

pero esta felicidad no es una felicidad egoísta, es una felicidad

vivida por el buen pasar del prójimo, es querer realmente que los

demás estén bien. Preservar la sociedad es tarea de todos, no por

16

miedo a que nos pueda pasar algo, sino porque es en compañía de los

demás donde alcanzamos el mayor gozo de nuestras vidas. Esto es

posible porque al evaluarnos lo hacemos desde la igualdad, nadie

vale más que otro al momento de simpatizar, ya que quien juzga es el

espectador imparcial, la sociedad en su conjunto que caso a caso va

formulando sentencias morales que conservan un derecho consensual,

no dado sino permitido, hecho por sobre la marcha, que no es rígido

sino convencional, que permite ir evolucionando y estableciendo

pautas de las que todos somos participes en su formulación y

preservación.

iv. Sociedad natural y sociedad política.

Como quedó de manifiesto anteriormente, el hombre es presa

constantemente de sus sentimientos, las acciones que lleva a cabo

están precedidas por una pasión que en principio puede ser de corte

egoísta o benévola, sin embargo, cualquiera sea la naturaleza de

esta, la consecuencia puede ser benéfica o dañina, no existe una

relación preconcebida entre las acciones impulsadas por afán

egoísta y un resultado perjudicial para la sociedad en su conjunto,

ni entre una precedida por un sentimiento altruista y un final

deseable. Esto no significa que para Smith el fin justifica los

medios, sino que expresa la convicción de que el ser humano fue

formado para la vida en sociedad, y que para lograr este cometido

está hecho de forma tal que de sus impulsos egoístas puedan salir

consecuencias tanto buenas como malas. Un indudable ejemplo de este

punto nos es dado en la Riqueza de las naciones, en este texto queda

claro que el egoísmo, que impulsa a los hombres a poner a su favor el

comercio, es uno de los acontecimientos más benéficos para la

17

humanidad, ya que de esta forma hemos podido progresar hasta llegar a

la mejor manera de distribución de los recursos, porque como muy bien

fue expresado en su más célebre libro:

“No es la benevolencia del carnicero, del cervecero, o del panadero lo que nos

procura el alimento, sino la consideración de su propio interés”4

Siendo los sentimientos los generadores de la vida en sociedad y de

su primigenia regulación por medio de la simpatía y la creación de un

derecho consensual, es necesario que la sociedad civil resguarde

este derecho, fruto de la autorregulación social que va suscitando

reglas generales de comportamiento y nociones de justicia. Por lo

tanto, para lograr una sana vida en conjunto, debe existir libertad

total en las relaciones interpersonales, no se concibe en la teoría

de Smith que se regulen de alguna manera las actividades

productivas, por ejemplo, por parte del gobierno o la distribución

planificada de los frutos de este trabajo, porque de ser así se

estarían reprimiendo los impulsos más fuertes del ser humano, y la

única consecuencia de poner trabas a la disposición natural del

hombre es subyugarlo a los peores prejuicios que podrían imaginarse.

La regulación de los impulsos se vive de dos maneras, una en el fuero

interno, donde luchan por un lado el amor así mismo y el altruismo, y

por el otro la sociedad, que de forma implícita va formando nociones

de justicia que compelen a actuar de tal forma que los demás no se

vean perjudicados. Por lo tanto, la regulación del actuar y la

represión de los impulsos que tienden a generar daño, corre por parte

4 Smith, Adam. Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las

naciones. México, fondo de cultura económica, 1958. P.17.

18

del individuo ayudado por las pautas dictadas por la sociedad y de

esta autorregulación nace la virtud de una persona. Se hace patente

la concepción del hombre ilustrado inglés que modera todas sus

pasiones de tal forma que para los demás sus reacciones parecen ser

siempre medidas y en correcta relación con la causa que lo éxito. No

es la naturaleza de la pasión la que repugna, sino la poca

correlación que existe entre la pasión y el objeto que la provoca.

La regulación personal es fruto de la posibilidad de desdoblarse y de

juzgar por una parte con el amor así mismo y por el otro con el

espectador imparcial, que representa a la sociedad en su conjunto,

esta cierta autonomía es causa de la natural libertad, sin embargo,

esta libertad abre la posibilidad de que las pautas de

comportamiento no sean seguidas y por lo tanto se realicen actos que

son repudiados por todos, o dicho de otro modo, representa el triunfo

del ego por sobre el espectador imparcial. Cuando esto ocurre, entra

en juego la justicia civil que tiene una diferencia fundamental con

la justicia natural en lo que respecta a la virtud. Así, el correcto

apego a la justicia natural es la causa de la virtud en un hombre,

quien se ciñe por los dictados del espectador imparcial evaluando su

propio actuar de acuerdo al derecho consensual, sin embargo, quien

respeta la justicia civil no puede ser galardonado como virtuoso y

esto es así porque, el derecho en la sociedad vista desde su

formación política está basada en el castigo, en la purga de un mal

cometido, en la disminución de la libertad del individuo por parte

del Estado, que en su forma más extrema elimina de la sociedad al

culpable aislándolo para compeler sus impulsos más bajos, cuando

este por sí solo no pudo adecuarlos para la correcta interacción con

los demás. Por lo tanto, la justicia civil resulta como un vicio

19

necesario, como una máquina dispensadora de males que busca mantener

el equilibrio del sistema cuando determinados miembros de este

escapan de la natural regulación humana, necesitando de alguna forma

expiar ese mal, recibiendo un castigo similar, pero cuyo

cumplimiento no puede ser catalogado como algo virtuoso sino más

bien como algo necesario.

Finalmente, esta división entre sociedad natural y sociedad civil

está situada en la dualidad que presenta todo el pensamiento de

Smith, que siempre expone problemas enmarcados dentro de binomios

antitéticos, que sin embargo logran convivir e incluso llegan a

complementarse. Es esta particular visión de la que se podría aducir

que es una primigenia tesis sobre la actual discusión existente

entre consiente e inconsciente, o más bien entre lo racional y lo

irracional. Que mas revolucionario para su época que ir en contra de

los sistemas que erigían la sociedad como producto de la razón, de un

contrato, y posicionar a los sentimientos, a lo mas puramente

irracional e inconsciente, dentro de las bases de la vida en

comunidad. Smith logra complementar las diferentes facetas del

hombre, todos sus estados, incluso los más bajos y egoístas, con

resultados benéficos. Somos una máquina perfecta, posiblemente con

externalidades negativas, pero que pueden ser optimizadas para que

al final todo esté encaminado al bien de la especie y a la plena

felicidad de todos sus miembros.

20

Conclusión.

En conclusión, la teoría de Smith propone a un individuo

completamente humanizado, presa de emociones y sentimientos que lo

embargan y lo hacen actuar en principio de forma irracional, empero

esta característica no desemboca en una vida incontrolable y

anárquica en la todos entren en una lucha de acciones inconscientes y

destructivas, pese a que se admite la diversidad de motivos de toda

índole que nos determinan. Sin embargo, se propone un método,

deducido de la experiencia, que logra subyugar estas pasiones y

matizarlas de tal manera que todas contribuyan al progreso humano en

conjunto. Por lo tanto, los hombres quedan definidos como una

maquina dentro de otra máquina que es la sociedad, en que todas sus

potencias se economizan y se unen en pos de su finalidad que no es más

que la felicidad, entendida esta como la vida armónica y en conjunto.

En esta gran industria humana el motor es la simpatía, la capacidad

de conectarnos con los demás, y en su punto más característico, los

sentimientos a través de los sentimientos, la relación

21

interpersonal se desarrolla así en un juego entre los inconscientes

de los individuos, su esencia pura contrastada desde la emoción, con

el influjo social suministrado por la experiencia que va formando un

yo artificial que se preocupa de racionalizar estos sentimientos y

darles un cauce que permite mantener la libertad sin destruir la de

los demás.

En esta comunicación de sentimientos que produce la natural simpatía

ajena, es en donde se crean las pautas de comportamiento que erigen y

determinan la moral de un pueblo, siendo esta la medida en la que

basamos nuestro autocontrol, una adecuación de nuestras mas fuertes

pasiones generada en la sociabilización, y de forma casi voluntaria.

Esto supone que estamos hechos para la vida en sociedad, pese a que

queramos lo mejor para nosotros y en algunas ocasiones prefiramos

nuestra comodidad a merced de los demás. Así, Smith advierte la

inherente libertad humana, que en su propio ejercicio ajusta los

diversos intereses desde el fuero interno y sin la necesidad de la

constante coacción externa. Sin embargo, en la libertad está patente

la posibilidad de elección y esta permite sobrepasar los cánones

establecidos, lo que significa aquí, una pérdida de la autonomía

propia ya que una pasión que se excede con respecto a las demás

termina por desestabilizar la armonía del sistema intimo, para estas

situaciones, la sociedad crea métodos artificiales de subyugación

mediante castigos, que sin embargo, también se sustentan bajo la

estructura de las personas organizadas a merced de la simpatía. Por

lo tanto, la libertad que tanto pregonó Smith mediante sus obras más

famosas, se construye con un componente ético muy fuerte, que en

principio no tiene nada de coactivo, sino que más bien tiene un

carácter discrecional, en el que cada persona logra regular sus

22

actos, de tal manera que los demás no se sientan coartados en su

propia libertad. Si no reparamos en el sustento social que mantiene

armoniosa la libertad del hombre, nuestras sociedades están en el

constante peligro de caer en un individualismo descarnado, que nada

bueno trae aparejado, puesto que resulta de la obligación a una sola

pasión, el egoísmo, transformándose en el tirano, que desde el fuero

interno no permite desarrollar la libertad, fruto de la realización

de todas las pasiones y no solo de una.

23

Bibliografía.

Bobbio, Norberto. Liberalismo y democracia. México, fondo de

cultura económica, 1989.

Sabine, George H. Historia de la teoría política. México, fondo

de cultura económica, 1994.

Smith, Adam. Investigación sobre la naturaleza y causas de la

riqueza de las naciones. México, fondo de cultura económica,

1958.

Smith, Adam. Teoría de los sentimientos Morales. México, fondo

de cultura económica, 1941.

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