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Bandidos de alta mar. Piratas y corsarios en el Golfo de México y el Caribe

Date post: 03-Dec-2023
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25 24 mexicanísimo a fondo Bandidos de alta mar Piratas y corsarios en el Golfo de México y el Caribe Vera Moya Sordo El monopolio comercial que la Corona española tenía sobre las tierras americanas y las rutas marítimas hacia el Nuevo Mundo generó, entre los siglos XVI y XVIII, el descontento de otros imperios como el inglés y el francés, que por medio de la piratería tenían un solo objetivo: asaltar navíos españoles y poblaciones costeras, causando terror en los principales puertos de la Nueva España: Veracruz y Campeche. Marcos Piña
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mexicanísimoa fondo

Bandidos de alta marPiratas y corsarios en el Golfo de México y el CaribeVera Moya Sordo

El monopolio comercial que la Corona española tenía sobre las tierras americanas y las rutas marítimas hacia el Nuevo Mundo generó, entre los siglos XVI y XVIII, el descontento de otros imperios como el inglés y el francés, que por medio de la piratería tenían un solo objetivo: asaltar navíos españoles y poblaciones costeras, causando terror en los principales puertos de la Nueva España: Veracruz y Campeche.

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Trabajaban por su propia cuenta y no estaban sometidos a nación ni corona alguna. Eran apátridas que actuaban al margen de cualquier ley, por lo que representaban un peligro para los imperios europeos, en especial para la Corona española. Generalmente asaltaban las embarcaciones para robar mercancías valiosas y contrabandear con ellas. Además, secuestraban a gente importante con el fin de pedir un rescate y se apoderaban de las naves que atacaban.

Piratas

Tan antigua es la piratería como la nave-gación misma. Desde entonces, no solo las tormentas alimentaron el miedo

y la preocupación de los marineros durante sus viajes, pues fueron igualmente temidos los piratas, desde el Mar del Norte, el Báltico y el Cantábrico, hasta el Mediterráneo, el Atlántico, el Índico, el de China y el Pací-fico. Su actividad implicaba organizar una expedición y correr suerte en la mar para apoderarse de bienes ajenos por medio de la fuerza. Por ello, además del asalto y la captura de presas, el rapto y el asesinato formaban parte del espectáculo. En princi-pio había dos modalidades: la piratería y el corso. En la primera, los lobos de mar eran espíritus que gozaban de libre albedrío al lucrar sin la autorización de ningún estado, mientras que los segundos ejercían sus actividades con permiso de sus reyes, quienes les otorgaban una patente de corso impulsándolos a causar pérdidas en el comercio de sus enemigos. Por lo mismo, los asaltos ocurrían en

espacios de complejas redes comerciales y tráfico de mercancías y personas. Ahí, rufianes iban y venían emboscando navíos en alta mar, territorio solitario

y propicio para el robo, pero también en litorales y pueblos costeros.

Lucha entre imperios Cuando en el siglo XV los portugueses em-prendieron la carrera hacia el oriente nave-gando alrededor de África, constantemente se hallaron en la mira de piratas berberiscos y franceses. Después, cuando la política co-mercial de los imperios europeos se expan-dió hacia el oeste del Atlántico, junto con ella aumentó el pillaje. Es bien sabido que desde las primeras expediciones de Cristóbal Colón, sus navíos fueron asechados por piratas

franceses a la altura del cabo de San Vicente, Portugal. Pero la piratería no solo fue practicada por los enemigos de España. Desde antes del descubrimiento americano, esta actividad era bastante común entre comerciantes y marineros sevillanos. Por ejemplo, los hermanos

Yañez Pinzón, quienes se sumarían al primer gran viaje de exploración de Colón, eran conocidos piratas-esclavistas de las costas catalanas, mientras que uno de los primeros colonos del Nuevo Mundo, Bernardino de Talavera, se convirtió en pirata tras un problema de deudas que lo llevó a apoderarse por ahí de 1509 de un navío anclado en La Isabela, la primera ciudad del Nuevo Mundo. Más adelante, otros tantos nombres castellanos ilustrarían el compendio de famosos maleantes que causaron terror en aguas de la Nueva España.

Pero en esas primeras décadas de exploración y co-lonialismo español fueron los franceses quienes cau-saron mayores problemas, sobre todo tras el anuncio del papa Alejandro VI que adjudicó a España y Portugal como únicas acreedoras al dominio del Mundus Novus. Ante ello, el rey francés Francisco I exclamó que “si el sol salía para él como para todos los demás, quería ver, en el testamento de Adán, la cláusula que lo excluía de esa parte del mundo”. Las intrigas, traiciones y malas jugadas que ya contendían estos países en sus guerras continentales ahora se trasladaban al ámbito marino, donde el pirata y el corsario protagonizaron, a la par de comerciantes, exploradores y viajeros, el inquietante espectáculo de la lucha por la vida y la muerte en el enorme e incierto océano.

…el término “pirata” procede del griego peiratés, que significa “aventurero”, “emprendedor”?

¿Sabías que...

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Patente de corso emitida por el rey español Carlos III, quien otorgaba permiso para atacar navíos enemigos.

…en las patentes de corso expedidas por el imperio español estipulaba que la quinta parte de los bienes arrebatados correspondía a la Corona?

¿Sabías que...

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En este escenario, en 1522, cerca de las islas Azores, un navío francés con insignia pirata co-mandado por Jean Fleury, realizó el gran robo del famoso tesoro de Moctezuma, com-puesto de piedras preciosas, perlas enormes, plumas exóticas y huesos probablemente de un mamut, que el capitán Hernán Cortés en-viaba como presente al rey Carlos V. El tesoro robado fue ofrecido al monarca francés, quien en su entusiasmo, impulsó las acciones pira-tas de sus súbditos contra barcos españoles y poblaciones costeras de las Antillas y el mar Caribe. La ferocidad de estos lobos de mar no era para tomarse con reservas. Habitualmen-te sus asaltos eran violentos y generaban pérdidas irremediables de bienes y de vidas, pasando previamente por episodios dignos de cualquier pesadilla. Hasta tal punto había crecido la fama de los piratas fran-ceses que el entonces rey de España, Felipe II, denunciaba sus agresiones como daños efectuados con mucho “atre-vimiento, crueldad y desvergüenza”, todavía más que sus ancestrales y temidos enemigos turcos.

Como el común denominador de la avaricia es la envi-dia, el monopolio del descubrimiento americano, como

bien dijo el historiador mexicano Juan Orte-ga y Medina, trajo consigo nuevas envidias

y envidiosos que se extendieron por toda Europa, en un “subibaja de pasiones, intere-ses e influencias”. Pero ello es comprensible si se considera que las crecientes guerras y hambrunas en el Viejo Continente habían generado poblaciones desposeídas y famé-licas que enviaban a muchos de sus hombres a buscar oportunidades en alguno de los oficios que el mar ofrecía más allá de su hori-zonte. En este sentido, el bandidaje marítimo contra los súbditos de España constituía una forma de equilibrar la balanza de las riquezas extraídas, solo por unos cuantos,

de las tierras recién descubiertas. Por consiguiente, no tardó mucho en que también entraran en escena con gran protagonismo los ingleses, para quienes el corso era una verdadera industria nacional, en la que se involucraban los miembros más distinguidos de su propia armada. De esta forma, los llamados “dragones” de la reina Elizabeth I y poco después los neerlandeses se unieron a los franceses en el feroz combate del pri-vilegio español.

…el pirata Francis Drake fue condecorado con el título de sir por la reina Isabel I de Inglaterra? Además, durante un año fue ministro del Parlamento inglés.

¿Sabías que...

…durante el apogeo de la piratería en territorio americano (1521-1569), 189 navíos de la Corona española fueron capturados y asaltados por piratas?

...muchos tesoros provenientes de Tenochtitlan se encuentran hoy en diversos países europeos porque fueron robados por piratas?

¿Sabías que...

¿Sabías que...

Jean Fleury asaltó un navío enviado por Hernán Cortés a España, robándose tesoros de Tenochtitlan.

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Respondían por mandato expreso de sus gobiernos. Con apoyo oficial y grado militar estaban sometidos a un estado y eran, más o menos, leales a una identidad nacional. Cometían actos similares a los piratas, pero bajo una patente de corso que los amparaba. Muchos de los corsarios eran condecorados por sus acciones y, a veces, hasta les otorgaban títulos nobiliarios.

Corsarios

Tierras novohispanas a la vistaEl cierre de los puertos españoles al comercio interna-cional, con el consecuente aumento de la presencia de piratas, obligó a la Corona española a imponer el sistema de flotas. A partir de 1564 se prohibió como normativa oficial que los navíos comerciales atravesaran en solita-rio las rutas oceánicas, la norma era viajar en convoy y bajo la escolta de navíos de guerra. A partir de entonces, dos grandes flotas se convirtieron en las más importan-tes para el transporte de hombres, mercancías y riquezas entre Europa y América: la Flota de la Nueva España, que partía desde Sevilla o Cádiz con destino a Veracruz y la Flota de Tierra Firme, que desde este último puerto se desviaba rumbo a Cartagena de Indias, Panamá y Perú. Pero como era de esperarse, piratas y corsarios no dilataron en asechar ambas rutas, y pese a que se instauraron algunas armadas atlánticas para proteger su recorrido, debido a sus altos costos, no bastaron para patrullar la mayoría del vasto espacio marino.

Conforme avanzó el siglo XVI, el peligro se acercó cada vez más a tierras novohispanas y las incursiones piráticas y corsarias dirigidas a sus principales puertos, Veracruz y Campeche, se convirtieron en una realidad.

La noche de agosto de 1561, las tripulaciones de tres navíos franceses desembarcaron y atacaron la villa de Campeche. Como en aquel entonces la comunicación entre los puertos, la capital y la metrópoli española eran de vital importancia para dar alarma y tomar precaucio-nes, al enterarse de lo sucedido, el alcalde de Veracruz, Bautista de Avendaño, decidió dirigirse hacia Campeche junto con una fuerza auxiliar. Se sabe, por el informe que este escribió al rey, que la villa había sido asaltada y quemada por treinta hombres, que los habitantes habían alcanzado a huir al monte, en donde organizaron una pequeña expedición con algunos soldados y dieron per-secución a los rufianes, matando algunos y apresando a otros, aunque hubo quienes alcanzaron a huir en sus naves. Pese al fracaso de esta primera incursión, el aviso de un potencial peligro estaba dado.

Unos cuantos años después, a inicios de 1568, un afamado corsario inglés y tratante de negros, John Hawkins, conocido como el “halcón de los mares”, en compañía de su paisano Francis Drake, al mando de seis navíos, aparecieron en varios puertos de las Antillas y al sur del continente, intentando realizar algunas tran-sacciones y vender sus mercancías, lo cual era contrario a las prohibiciones de la ley española. Después, al alejarse del mar sudamericano y penetrar en el Caribe, fueron sorprendidos por un huracán que separó algunos de sus navíos y dañó otros, obligándolos a retroceder hacia las costas de Yucatán. Ahí determinaron que el puerto más propicio para reparar sus naves y abastecerse era Vera-cruz, entonces el más importante de la Nueva España. Hacia allá enfilaron proa y en su camino apresaron cuanto barco español se les atravesaba. Con estos últimos a la cabeza de su flota, entraron disimuladamente al puerto veracruzano y anclaron en San Juan de Ulúa sin mayores problemas ni dificultades.

Como en aquellos días, en la villa se esperaba el arribo de la Flota de la Nueva España con el nuevo virrey Martín Enríquez de Almanza, la llegada de la escuadra pirata confundió a sus habitantes, quienes pensaron que se trataba de la flota real. Pero cuando las autoridades espa-ñolas se acercaron a los navíos con la intención de darles la bienvenida, al instante fueron apresadas y amenaza-das para que les diesen permiso de desembarcar, arreglar sus navíos y comerciar. Cuando la verdadera flota real llegó, el nuevo virrey intentó negociaciones, pero ante la renuencia de estos piratas a marcharse, decidió tomar ofensiva. Inició, entonces, un combate naval en el que el bando español se apoderó de un buque inglés e incendió

la lenta construcción del “muro de piedra” del circuito Caribe-Golfo-Bahama, conformado por las fortalezas, trincheras, murallas y baluartes de Santo Domingo, San Juan de Puerto Rico, La Habana, Santa Marta, Car-tagena, Nombre de Dios, Chagres, Portobelo, Panamá, Veracruz, Campeche y Bacalar, así como San Agustín y San Marcos en la Florida. Sin embargo, el descuido por parte de la Corona española, la abrumante burocracia y la falta constante de fondos para la defensa propiciaron el aumento del robo y el comercio clandestino.

Hacia un siglo que algunos europeos “asalvajados” que habitaban en la isla La Española (hoy Haití y República Dominicana) se dedicaban al robo y la cacería de ganado, cuya carne ahumaban y salaban en los boucans (un tipo de parrilla) de ahí que, después, recibieran el nombre de bucaneros, un nuevo tipo de pirata criollo que se unió a las actividades de los filibusteros, otro grupo cuyo centro de operaciones eran las Antillas.

Ambos fueron el preludio de la denominada “República de los ladrones” que marcó el sello particular de una pira-tería regional. Cuando en 1620, las autoridades españolas trataron de desalojar a bucaneros y filibusteros que habi-taban La Española, solo consiguieron que estos huyeran

y hundió dos más. En medio del zafarrancho, al fin la nave de Drake, Judith, al igual que el Minion de Hawkins lograron huir cada uno por su lado.

Otro violento asalto a Campeche fue el de septiembre de 1597, cuando vigías de la villa percibieron a la distan-cia navíos sospechosos que llevaban rato navegando de un lado a otro. Tanto tiempo pasaron así, que el propio gobernador dejó de preocuparse y se fue a atender otros negocios. Se trataba de la flota del pirata inglés William Parker, quien con suma paciencia esperaba el momento propicio para desembarcar. El momento llegó una noche, en la que con la complicidad de uno de los vecinos de la villa, Juan Venturarte, los bandidos desembarcaron sigilosamente y llegaron hasta el corazón del pueblo, tomándolo por sorpresa y dando rienda suelta al saqueo. Los habitantes lograron organizarse y perseguir a los invasores, capturaron al traidor Venturarte, mientras que al resto de los invasores les hicieron volver a sus navíos. Este fue el primer gran ataque pirático a la villa de Campeche y el último de tal magnitud en la centuria.

La Cofradía de los Hermanos de la CostaFue el siglo XVII la verdadera época dorada de la pirate-ría en aguas del Golfo de México y el Caribe, escenarios salpicados de islas rocosas, cayos e islotes que fungían como escondrijos para los pillos. Entonces, dio comienzo

A finales del siglo XVI se establecieron en la isla La Española (hoy Haití y República Dominicana) algunos europeos expatriados, entre ellos, prófugos, ladrones, marineros y esclavos libres que se dedicaban a cazar y comercializar ganado. Sin embargo, la Corona española intentó expulsarlos por atentar contra su monopolio comercial, por lo que migraron a la isla Tortuga. Sus actividades piráticas, como robar, contrabandear y atacar navíos se restringió al área del Caribe.

Bucaneros

En 1568, el corsario inglés Francis Drake atacó San Juan de Ulúa.

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…entre los piratas existía una especie de indemnización por la pérdida de algún miembro? Si perdían un ojo les pagaban 500 pesos o un esclavo, por el brazo derecho 500 pesos o cinco esclavos.

¿Sabías que...

un plan de ataque a la villa en 1670. Pero pese a su cólera contenida y su sed de botín, la inteligencia española pudo más y a su arribo ya lo esperaba un contingente de soldados que lo apresaron de inmediato.

Sin embargo, quizás nadie fuera realmente tan vio-lento como François l’Olonnais, “El Olonés”. Esta furia viviente era conocida por destrozar a sus víctimas en pedazos y beber de su san-gre, y cuando el furor le ganaba el ánimo, les arrancaba el corazón y lo mordía rabiosamen-te. Por una terrible coincidencia del destino, al igual que Brasiliano, “El Olonés” fue presa de una tormenta y naufragó, junto con sus hom-bres, frente a las playas de Campeche. Como sus habitantes sabían que se trataba de bucaneros, emprendieron su caza. Pero el perspicaz Olonés se hizo una argamasa de arena y sangre y se deformó el rostro, dejándose caer entre los muertos disimula-damente, para luego escapar. Tiempo después, realizó varios ataques más en la isla de Cuba y Centroamérica, esta vez con éxito, antes de morir en el Darién (Pana-má) tras ser capturado por indios caníbales, que según uno de los testigos que lo acompañaban: “lo despedazaron y descuartizaron, lo asaron y... se lo comieron”.Las últimas famosas incursio-nes en la región fueron reali-zadas por el famoso Laurent de Graff, “Lorencillo”, un antiguo oficial de la marina española, ahora renegado, del que se dice, era alto, de bigote levantado y lengua aguda y picante. Entre 1672 y 1686, Lorencillo, junto con otros conocidos maleantes, persiguió y capturó navíos, entre ellos uno procedente de Veracruz con un valioso cargamento y barras de pla-ta. Atacó, saqueó e incendió, incluso en varias ocasiones, pueblos costeros en Tabas-co, Campeche y Yucatán. Particularmente espeluznante fue su empresa en Ve-racruz en 1683, cuando junto con el caballero francés Michel de Grammont y el holandés Nicolas van Horn, al mando de una flota de once buques, lograron

al noroccidente, a una pequeña isla repleta de grutas llamada Tortuga. Ahí, nuevamente reu-nidos y mejor organizados formaron “La Cofradía de los Hermanos de la Costa”, “artesanos” de un mismo oficio que continuaron con el asalto y toma de buques en los alrededores.

Aunque en principio la colonia de piratas se hallaba dividida en una parte francesa y otra inglesa, con el tiempo se unieron ban-doleros, prófugos, vagabundos, criminales y antiguos piratas de nacionalidades diversas, entre ellos turcos y negros libres. Así, la her-mandad conjugó una nueva sociedad, mejor articulada y con reglas específicas que le die-ron mayor fuerza para el asalto, el saqueo y el secuestro. Desde este nido de bandidos, se emprendieron varias expediciones contra los puertos y poblaciones del Golfo de México, principalmente Campeche y Veracruz.

El terror invade Campeche Entre las primeras expediciones desde Tortuga hacia tierras novohispanas, se cuenta la de Diego Mulato, personaje aún confuso en la historiografía, y el holandés Cornelius Jol “Pata de palo”, quienes con una flota de diez navíos y 500 hombres de diversas nacionalidades desembarcaron en Campeche en agosto de 1633 y se hicieron de un gran botín.

Algunos otros asaltos y secuestros se sucedieron en los siguientes años, hasta que otra gran expedición bucanera dirigida nuevamente hacia Campeche fue reunida por el corsario inglés Christopher Myngs en febrero de 1663, compuesta de catorce velas y 1,400 hombres, entre los que se hallaban piratas reconocidos como Henry Morgan y Edward Mansvelt. Al prin-cipio, el ataque no fue tan afortunado, pues Myngs fue herido y tuvo que dejar el mando a Mansvelt, quien en seguida dirigió los saqueos con tal violencia que llevó a la destrucción parcial de las incipientes fortificaciones.

Un nuevo intento de ataque a la villa fue el que em-prendió sin éxito, un año después, Jacob Jackson al man-do de una flota de trece navíos. Empero, ante el rechazo de los pobladores, quienes ya estaban bajo alerta, decidió dirigir su escuadra a Champotón, en donde saqueó parro-quias con singular brío y sorprendió y secuestró a alguno que otro fraile. El eco de exitosos ataques en esta región incentivó a nuevos personajes a intentar tomar parte de su botín, algunos de los cuales, incluso, asaltaron la

villa en varias ocasiones. Tal es el caso de Lewis Scott, otro oriundo de Tortuga, quien en 1667 y después en 1678 (junto con David Mansfield), saqueó Tuxpan e hizo lo mismo y otros penosos

estragos en Campeche durante varios días, logrando escapar en ambas ocasiones sin mayor problema.

Como vimos, algunos lobos de mar eran astutos y concienzudos; otros, como Scott, eran sumamente violentos. Pero había otros aún más dignos de su especie, entre ellos, Rock Brasiliano, un español multilingüe renegado, tan lleno de audacia como de fu-ria. Embrutecido por el alcohol, solía atacar rabiosamente a quienes se hallaban cerca y se dice, incluso, que asaba a todo aquel que no lo complaciera. En una de sus andadas, Brasiliano y unos treinta hombres naufra-

garon en una costa cercana a Campeche. Tras un periplo de robos y asesinatos infortunados, consiguió hacerse de unas canoas y regresar a Tortuga, desde donde urdió

Los filibusteros nacieron de la unión entre piratas y bucaneros en la isla Tortuga, a partir del siglo XVII. Sin embargo, contrario a los bucaneros, su campo de acción no se limitaba al mar Caribe, sino que se expandieron al Atlántico Sur y al Pacífico. No solo asaltaban embarcaciones, también poblaciones costeras que saqueaban y destruían violentamente, causando terror entre los habitantes.

Filibusteros

…los corsarios no podían atacar barcos neutrales, debían liberar a los esclavos que encontraran y se comprometían a otorgarle un trato humanitario a los vencidos?

¿Sabías que...

Cornelius Jol “Pata de palo” fue un corsario de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales.

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…Jack Rackham, en quien está basado el personaje de Jack Sparrow en la película Los Piratas del Caribe, fue famoso por llevar a bordo a dos de las más conocidas mujeres piratas: Anne Bonnie y Mary Reed?

¿Sabías que...

un sorpresivo asalto nocturno, en el que capturaron dos baluartes de defensa, ocuparon lugares estratégicos del puerto y anunciaron su toma con disparos de arcabuces. Tras encerrar a prácticamente todos los vecinos en la iglesia, se dedicaron durante poco más de tres días al robo de mercancías, posesiones y haciendas. Antes de la fuga, Lorencillo y sus rufianes tomaron preso al gobernador y mientras trascurrieron las negociaciones de su rescate con las auto-ridades, desnudaron a hombres y mujeres y los obligaron a cargar los barcos.

Hasta entonces, Veracruz había perma-necido más o menos a salvo de los terribles ataques piráticos, por ser el puerto más im-portante de la Nueva España se hallaba mejor resguardado. Hubo que esperar a que se or-ganizara un gran plan de ataque como el de Lorencillo, quien no escatimaba en hombres, armamento y estrategias para lograr sus fi-nes. Así también lo demostró, junto con el ca-ballero Grammont, en su ataque a Campeche en 1685, en el que con treinta embarcaciones y 1,500 hombres sitiaron el puerto y por alre-dedor de 56 días se dedicaron a robar.

El ocaso de la piratería El siglo XVIII marcó el fin de una época. Para entonces, España reconocía la soberanía inglesa y francesa de sus colonias en Jamaica y Santo Domingo respectivamente,

con lo que disminuyó la pugna por el dominio de las Antillas. Cuando estos nuevos gobiernos comenzaron

a regular su administración y comercio, los ladro-nes de mar fueron excluidos, quedándose bajo su

propia cuenta, con peligro de ser colgados en cualquier momento. Aunque algunos se resistie-

ron, otros aún buscaron nuevos espacios en el Pacífico, en persecución de los marfiles, per-fumes y porcelanas que trasportaba la Nao de China. Pero el ocaso de su oficio había llegado y en recuerdo de ese pasado mítico, tan solo quedaron algunos muros y fuertes, así como el metal de cañones y los galeones que el mar y la tierra se empeñan en ocultar.

Vera Moya Sordo. Arqueóloga por la ENAH e historia-

dora por la UNAM. Autora de varias publicaciones sobre

arqueología marítima y procesos de naufragio, melan-

colía en tiempos coloniales, miedos de los navegantes

y motines en las armadas de guerra.

François l’Olonnais, “El Olonés”fue capturado por unos indios caníbales que, según

un testigo, lo asaron y se lo comieron.

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