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Bases para una psicopatología humanista

Date post: 28-Jan-2023
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1 Bases para una psicopatología humanista. Eliseo Miguel González Regadas© Resumen El autor plantea un cierto recorrido para dar cuenta de cómo entiende que se construye la identidad básica de un sujeto; así como de las posibles perturbaciones durante éste proceso y de lo que ocasiona sufrimientos tanto a él como al entorno cotidiano. Nos propone un modo de entender, desde una perspectiva humanista, el fenómeno perturbador de la locura a la que llama lo psicótico circulando. Pone énfasis en un modo de conocerla y acercarnos a ella al que categoriza como construccionista, contextualista y dinámico. Partiendo de este paradigma humanista, desemboca en la especialidad transdisciplinaria que se enraíza en él, a la que llama Psicoanálisis de los Procesos Colectivos. Este sería quien da cuenta, en la práctica, de estos entrecruzamientos. Descriptores: Circulación (de lo psicótico), locura (modelos de), paradigmas, realidades (tipos de), Psicoanálisis de los Procesos Colectivos. Consideraciones generales Las reflexiones que me han llevado a escribir lo que sigue, son consecuencia de una necesidad personal de reflejar un modo de acercarse a las “evidencias clínicas” del fenómeno de la locura, por un lado y, por otro, a buscar re-equilibrar una tendencia hoy día dominante, que considera que la psicopatología debe construirse en base a datos estadísticos, epidemiológicos y del funcionamiento cerebral, en forma exclusivamente. Esta posición, supuestamente “basada en evidencias”, define como tales solamente a los ensayos controlados al azar (RCT por su sigla en inglés). 1 Como dice Atwood 2 en un artículo reciente: ya es hora de que vayamos pensando formas de comprensión no médicas, de lo que constituyen las experiencias humanas que se distancian de lo más usual y corriente y que son expresiones, esencialmente dinámicas, de modos de existir humanos (transitorios y/o más estables). Se trata de dimensiones de nuestra existencia y de la organización de nuestras experiencias vitales. Dichas experiencias, conjuntamente con los afectos, cogniciones, etc., configuran nuestra subjetividad y lo más propiamente humano: lo que nos singulariza y diferencia del resto de los seres vivientes. Nuestro caudal vivencial y experiencial va registrándose desde el comienzo mismo en que fuimos engendrados. Es nuestro acervo de huellas mnémicas, que inicialmente son corporales, y que sucesivamente van re- transcribiéndose hasta convertirse en representaciones y circular bajo la forma de una cadena asociativa verbal. A estas experiencias/vivencias les vamos asignando una 1 Sugerimos leer la crítica de Hinshelwood acerca de esta postura en Suffering insanity, pp. 138-148. 2 Atwood, R.(2012): Psychotherapy as a Human Science: Clinical Case Studies Exploring the Abyss of Madness” en Pragmatic Case Studies in Psychotherapy, http://pscp/libraries.rutgers.edu Volume 8, Module 1, Article 1, pp. 1 - 24, 02-18-12 [copyright by author].
Transcript

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Bases para una psicopatología humanista.

Eliseo Miguel González Regadas©

Resumen

El autor plantea un cierto recorrido para dar cuenta de cómo entiende

que se construye la identidad básica de un sujeto; así como de las

posibles perturbaciones durante éste proceso y de lo que ocasiona

sufrimientos –tanto a él como al entorno cotidiano. Nos propone un

modo de entender, desde una perspectiva humanista, el fenómeno

perturbador de la locura a la que llama lo psicótico circulando. Pone

énfasis en un modo de conocerla y acercarnos a ella al que categoriza

como construccionista, contextualista y dinámico. Partiendo de este

paradigma humanista, desemboca en la especialidad transdisciplinaria

que se enraíza en él, a la que llama Psicoanálisis de los Procesos

Colectivos. Este sería quien da cuenta, en la práctica, de estos

entrecruzamientos.

Descriptores: Circulación (de lo psicótico), locura (modelos de),

paradigmas, realidades (tipos de), Psicoanálisis de los Procesos

Colectivos.

Consideraciones generales

Las reflexiones que me han llevado a escribir lo que sigue, son consecuencia de una

necesidad personal de reflejar un modo de acercarse a las “evidencias clínicas” del

fenómeno de la locura, por un lado y, por otro, a buscar re-equilibrar una tendencia hoy

día dominante, que considera que la psicopatología debe construirse en base a datos

estadísticos, epidemiológicos y del funcionamiento cerebral, en forma exclusivamente.

Esta posición, supuestamente “basada en evidencias”, define como tales solamente a los

ensayos controlados al azar (RCT por su sigla en inglés).1

Como dice Atwood2 en un artículo reciente: ya es hora de que vayamos pensando

formas de comprensión no médicas, de lo que constituyen las experiencias humanas que

se distancian de lo más usual y corriente y que son expresiones, esencialmente

dinámicas, de modos de existir humanos (transitorios y/o más estables). Se trata de

dimensiones de nuestra existencia y de la organización de nuestras experiencias vitales.

Dichas experiencias, conjuntamente con los afectos, cogniciones, etc., configuran

nuestra subjetividad y lo más propiamente humano: lo que nos singulariza y diferencia

del resto de los seres vivientes. Nuestro caudal vivencial y experiencial va registrándose

desde el comienzo mismo en que fuimos engendrados. Es nuestro acervo de huellas

mnémicas, que inicialmente son corporales, y que sucesivamente van re-

transcribiéndose hasta convertirse en representaciones y circular bajo la forma de una

cadena asociativa verbal. A estas experiencias/vivencias les vamos asignando una

1 Sugerimos leer la crítica de Hinshelwood acerca de esta postura en Suffering insanity, pp. 138-148.

2 Atwood, R.(2012): “Psychotherapy as a Human Science: Clinical Case Studies Exploring the Abyss of

Madness” en Pragmatic Case Studies in Psychotherapy, http://pscp/libraries.rutgers.edu Volume 8,

Module 1, Article 1, pp. 1 - 24, 02-18-12 [copyright by author].

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significación o sentido; que es propio para cada uno de nosotros y donde el sentido va

siendo construido y compartido con quiénes nos rodean. Estos sentidos/significaciones

se agrupan en torno a organizadores psíquicos de dos tipos diferentes: uno de cuño

trófico, porque está al servicio de la vida; y el otro es tanático, mortífero, destructivo.

Entre estos dos polos va estructurándose temporalmente nuestro psiquismo –que es un

psiquismo con dimensiones que oscilan entre consciente e inconsciente y funcionan

como un sistema abierto integrado al mundo circundante.

A nuestro aparato psíquico podemos visualizarlo como una inter-psique donde lo

interno y lo externo – así como los espacios intermediarios del mundo, de la sociedad,

de sus instituciones, nos atraviesan constantemente realimentándose y modificándonos.

El núcleo basal constitutivo de nuestra esencia personal, identificada con lo que nos

singulariza como sujetos humanos, tiene que ver con lo que registramos como

constituyente de nuestro identidad nuclear: lo que somos y fuimos; nuestros sueños,

proyectos, memorias y futuros. Mientras que el ser es un horizonte que desborda

nuestros límites personales. Nuestra existencia concreta es un acontecer vital en

constante devenir y permanece inacabado, hasta el momento mismo de la muerte. Es la

expresión de lo que efectivamente somos, de nuestra historicidad tal y como la

construimos diariamente; de nuestras experiencias vividas y nuestra forma de

organizarlas y representarlas. Hay una tensión dialéctica constante entre mi ser y mi

existencia. A esto aludía Garbarino en su teoría del ser3. Cuando ser y existencia se

armonizan y equilibran, hay satisfacción, bienestar, creatividad; pero cuando esto no

ocurre –y el hiato entre una y otra dimensión es muy grande-, estamos en el dominio de

lo perturbado y perturbador, del no-ser, de la locura. Al decir de Jaspers4: en tanto la

psiquiatría es una profesión médica, la psicopatología es una disciplina humana que se

ocupa de dar cuenta de los conflictos que pueden ocurrir en el continuo que va de la

salud a lo que se ha dado en llamar “enfermedad” (desde una óptica médica y que es

sufrimiento, desde una perspectiva humana). Y es aquí donde comienzan las

divergencias entre los autores: ¿estamos ante una “enfermedad” del cerebro y de sus

funciones? O implica ¿un modo específicamente humano, alterado, de existir,

experimentar y organizar las experiencias, de asignarles sentidos e integrarlas en la

trama vital de una persona y sus circunstancias?

El advenimiento a un mundo humano (engendramiento, nacimiento y desarrollo)

comporta diferentes momentos, que acontecen de modo simultáneo o secuencial y que

conducen al progresivo establecimiento de lo que entendemos por realidad cotidiana

compartida. Este mundo humano es “un baño sonoro” centrado en la primacía del

lenguaje y de nuestras posibilidades de simbolizar. Este es un aspecto central, ya que las

experiencias humanas se van construyendo en el vínculo con los otros significativos

afectivamente a través de la palabra (con sus sonidos, significaciones, lógica) y del

contexto emocional-expresivo en que son dichas. Por lenguaje entendemos no solo lo

verbal, también lo gestual-corporal que configura esa unidad de significaciones que

están articuladas por una cierta lógica, en un marco socio-histórico cultural determinado

que es el que atribuye significaciones.

3 Garbarino, H. et al. (1993): La Teoría del Ser en la Clínica, Montevideo, Roca Viva.

4 Jaspers, K. (1963): Psicopatología General, Buenos Aires, Beta. Traducción de la 4ta. Edición alemana

(1942).

3

Diversos registros de la realidad y procesos implicados en su construcción

Conviene hacer algunas precisiones para ir entendiendo a qué nos estamos refiriendo

cuando mentamos estos procesos de construcción cooperativa de los diferentes tipos de

realidad; así como de sus potenciales distorsiones en diferentes circunstancias.

Por Realidad5 entendemos aquello en lo que estamos insertos y percibimos

fenoménicamente como algo diferente a nosotros mismos (es el Mundo en su

juego dialéctico con el Yo). Podemos hablar de una realidad fáctica (Realität, en

alemán), entendiendo por tal aquella que nos pre-existe y que va a subsistir más

allá de cada uno de nosotros. Sería lo ya dado cuya existencia -y/o subsistencia-

son independientes de nuestra voluntad más allá de nuestro modo de percibirla y

registrarla. Es en esta Realidad donde ocurren los sucesos de la Historia (del

mundo, de la humanidad). Pero hay otra forma de Realidad que es psíquica, o

subjetiva (Wirklichkeit, en alemán). Es en ella donde registramos nuestras

experiencias/vivencias, donde se configura nuestro mundo interior; la

subjetividad por antonomasia. Esta última es la que irá siendo elaborada

gradualmente, a través de las relaciones que, desde el nacimiento, construimos

en nuestro encuentro con otros seres humanos y con la cultura. Se trata de un

proceso gradual de separación entre nuestro mundo interior y el exterior que

transcurre por avatares diversos y sigue un cierto curso que puede verse

interferido en diferentes momentos y por distintas razones. Es cuando emerge la

angustia con intensidad donde empiezan los problemas que desembocan en

formas diversas del sufrimiento humano.

Las diferentes realidades, una vez establecidas, son esencialmente dinámicas:

sufren oscilaciones, regresiones (algunas usuales como los sueños y otras más

personales o idiosincrásicas, como las así llamadas alucinaciones) y vaivenes.

Todo ello ligado a nuestras experiencias vitales: las transmitidas de generación

en generación, y las filogenéticas del conjunto de la Humanidad. En el

psicoanálisis Ferenczi describió los diversos “estadios en el establecimiento del

principio de la realidad”6 que luego son retomados y re-trabajados por diferentes

autores. Usualmente nosotros utilizamos la expresión realidad cotidiana

compartida y consensuada para referirnos a la matriz social externa, contextual,

donde nos movemos los seres humanos corrientemente. Reiteramos, se trata de

una realidad subjetivo-objetiva construida cooperativamente entre los diversos

participantes.

Es así como al nacer y llegar a este mundo humano de la realidad cotidiana

compartida, tenemos que realizar diversos procesos de acomodación recíproca que

tienen que ver con momentos y tareas diferentes:

5 Ver Frosch, J. (1983): The psychotic process. Nueva York, International Universities Press,

especialmente pp. 277-355. También la Parte III donde se refiere a las defensas: pp.219-253.

6 Ferenczi, S. (1913/1959): “Estadios en el desarrollo del sentido de la realidad” en Sexo y Psicoanálisis,

Buenos Aires, Hormé, pp. 153-170.

4

El Recibimiento: Etapa contemporánea con el nacimiento. Cómo nos recibe el

mundo, la familia, nos deja una impronta a la que, dramáticamente, Otto Rank

llamó el trauma del nacimiento. Cómo somos recibidos en el espacio humano

donde advenimos deja marcas que se reiteran cada vez que alguien nos recibe y

cada vez que cada uno de nosotros recibe a un otro. Está conectado con la matriz

afectivo-emocional social y familiar donde llega el nuevo ser. Es, para el recién

llegado, un baño afectivo-sonoro (las palabras, ruidos, música, etc. que pueblan

el mundo circundante) y la red de continencia y cuidados suministrados por

dicho entorno. Se trata, como decíamos, de estímulos y afectos que pueblan el

mundo circundante y circulan por él, dejando una impronta de cómo fue la

recepción -o recibimiento- a este mundo humano. Para el entorno se trata de una

tarea y un reacomodo para hacerle lugar al recién llegado. Se es bien o mal

recibido y esto se trasmite, originariamente, a través de los ritmos, los cuidados

corporales, etc. Si hubo desencuentros, a-sincronías, durante el recibimiento (si

fue una acogida adversa), dependiendo de su grado, esto se trasunta en temores

de muerte y desorganización; en terrores sin nombre y angustias de

fragmentación, o de carecer de un lugar propio. Esta función de acogida está,

básicamente conectada con lo más próximo al recién nacido. Es en esta matriz

familiar-social de significación afectiva para todos los actores involucrados, en

que se dan las particularidades de los procesos de sostén y continencia afectivos

que tanta trascendencia tienen a lo largo de nuestras vidas –particularmente en

los momentos más críticos de ella. Son los llamados procesos de apuntalamiento

y/o de desorganización y caos.

El Reconocimiento: Implica una tarea en constante devenir y tiene que ver con

hacerse sujeto, construir una identidad nuclear cohesiva en base a

identificaciones – que pueden ser normogénicas o iatrogénicas. Es lo que se

recibe especularmente del entorno al que se adviene con el nacimiento y que nos

da una sensación de continuidad, de cohesión, a través del tiempo. Es lo que nos

hace sentir como que yo soy éste y no otro. De acuerdo a lo que nos es devuelto

por el marco cuidador es que podemos, o no, poner en marcha movimientos de

separación/individuación, sin dejar de reconocer la interdependencia adecuada

al momento que se está viviendo. Se trata del reconocimiento de que el recién

llegado es un ser con vida propia y diferente y que es sujeto y objeto de deseos -

tróficos y/o tanáticos- provenientes de los seres humanos que lo rodean. El

hecho de ser reconocido como alguien único y singular, sujeto de derechos y

responsabilidades crecientes, es lo que promueve la confianza básica en sí

mismo y en las capacidades para crecer y desarrollarse; así como de su auto-

valía. Cuando no hay un claro reconocimiento del recién llegado como un ser

distinto, querido, deseado, se corre el riesgo de perderse en un ser sin fronteras

definidas, proteiforme.

El establecimiento de Referencias: Es una tarea vinculada a localizar donde

estoy yo parado y donde están los otros. Es una especie de GPS que ayuda a

localizarnos y localizar –en un espacio/tiempo- al sujeto y los otros. Es lo que

nos ayuda a desarrollar nuestros procesos cognitivos y saber hacia dónde

queremos ir en la vida. Si estos procesos, resultan alterados –por las razones que

sea-, nos va a costar mucho ubicarnos en este mundo de la realidad cotidiana

compartida y compartible. Son las constantes que se perciben en un mundo

atiborrado de sensaciones e informaciones, incierto y en perpetuo cambio. Tiene

5

que ver con la percepción de ritmos y sincronías entre el lactante y su madre –

inicialmente- y entre el recién llegado y el entorno humano en el que irá

creciendo. Son los elementos de lo cotidiano que se mantienen siempre estables

y que se tornan familiares: las comidas y sus horarios, la limpieza y cuidados

regulares, etc. Esto es lo que nos permite ir construyendo, junto a los otros,

coordenadas espacio-temporales: las categorías kantianas que nos ubican en un

lugar, un momento, una cultura. Si esta función, que debe ir poniendo en

práctica el sujeto en relación, no se consolida, trae aparejada una creciente

incertidumbre e inseguridad, un no saber dónde estamos en este mundo. Se

producen confusiones, vacilaciones, el temor a perderse o el sentirse perdido,

desconcertado, perplejo y sin proyectos, en un mundo de lo efímero y del

sinsentido.

Interferencias para desarrollar una subjetividad

Cuando los procesos antedichos no se dan en cantidad y calidad suficiente, aparecen las

faltas o carencias básicas de las que hablaba Michael Balint7. Todo ello, siempre y

cuando los elementos compensatorios –las fortalezas- sean menores a éstas. Si bien hay

que señalar las fallas o fracasos por los efectos disruptivos que tienen en el psiquismo

humano, no es para concentrarnos obsesivamente en ellas ya que lo que importa es lo

que tenemos, aquello con lo que contamos en nuestro haber –sea mucho o poco- para

funcionar en esta vida. Las fortalezas –propias y ajenas- son los pilares sobre los cuales

nos apuntalamos para vivir lo mejor posible –a pesar de las carencias o faltas que todos

tenemos.

Por ejemplo, las fallas en los procesos de reconocimiento, entre otras cosas, involucran

un atentado a la construcción de una identidad cohesiva; a las dificultades para el

establecimiento de separaciones claras entre el adentro y el afuera, lo tuyo y lo mío, el

mundo externo y el mundo interno, etc., etc.

Los fracasos, por exceso de frustraciones o gratificaciones, en las tareas implicadas en

el recibimiento, generan una desconfianza básica e incertidumbres respecto al mundo

circundante. Aparecen en un primer plano las vivencias de rechazo, abandono,

minusvalía o de falta de cualquier tipo de valor; sentimientos y vulnerabilidades

conectadas con ser excluido, marginado, etc. Aquí es donde se juega la potencialidad

enloquecedora8 de las figuras parentales y que lleva a la puesta en marcha de procesos

de devastación en el psiquismo del hijo o de la persona cuidada.

Por otro lado, los fracasos en los procesos de referenciar, provocan estados de

confusión, de no saber dónde estoy ubicado y, por lo tanto, de carecer de orientación

hacia dónde ir.

Estas situaciones traumáticas, engendradoras de angustias y defensas varias frente a las

mismas, si se producen en forma masiva o acumulativa, en cantidades suficientes,

producen esta vivencia intransferible de privilegiar las carencias, tornándonos en

7 Balint, M. (1982): La falta básica. Aspectos terapéuticos de la regresión. Buenos Aires, Paidós.

8 Aulagnier, P. (2005): “Alguien ha matado algo” en Un intérprete en busca de sentido. México, Siglo

XXI, 2da. edición, pp. 379-415.

6

extremo vulnerables y necesitados de compensaciones; de construir realidades

compensatorias sustitutivas del modo de estar en una realidad cotidiana compartida.

Angustias emergentes y potencialmente desorganizadoras

El cumplimiento de las tareas básicas que tiene todo ser humano para desarrollarse,

genera angustias en cantidades y calidad diferentes, que tramitamos de un modo

diverso. Podríamos llamarlas las cinco V (tomando su grafía alemana). Son

mecanismos de gestión de las ansiedades que nos puede provocar una tarea y que

funcionan, al decir de Sullivan9, como dinamismos defensivos:

La Verdrängung, o Represión, implica que existen representaciones psíquicas

conflictivas entre el deseo y su satisfacción, que pasan al inconsciente para

poder vivir en el marco de la convivencia y la cultura en el marco de una

realidad consensuada socialmente. Esto genera, como decía Freud, un inevitable

malestar que es tolerable y llevadero, en la medida que le encontremos

satisfacciones sustitutivas.

La Verleugnung (traducida como Renegación por Laplanche10 y como

Desmentida por José Luis Etcheverry11). Es la desmentida de una realidad

traumatizante (por ejemplo de la ausencia de pene en la mujer) que retorna, en la

realidad cotidiana compartida bajo la forma de un fetiche. Aquí hay

representaciones psíquicas excepto de ése aspecto traumático. La angustia que

provoca la situación lleva a escindir lo desmentido de la realidad, para que esta

siga siendo tolerable para el sujeto. Este mecanismo de generar escisiones

parciales es lo que caracteriza la gestión del traumatismo psíquico sufrido,

produciendo empobrecimientos en las relaciones porque hay aspectos básicos de

la historia del ser que son enclaustrados defensivamente por su potencial

disruptivo y desorganizador

La Verneinung, que se traduce al español como Negación, designa el rechazo de

la percepción de un hecho, renegar de él, porque nos produce mucha angustia. El

hecho tuvo, en un determinado momento, representación psíquica, pero es

negado en tanto provocador de angustia (“ya lo sé, pero aun así” hago de cuenta

que no está, que no existe). Esto, naturalmente, implica un empobrecimiento de

la realidad cotidiana compartida ya que es alienado un aspecto esencial de un

cierto hecho que registramos de alguna manera.

La Verwerfung (traducida como Repudio o Rechazo por Laplanche & Pontalis;

por Desestimación en la versión de Etcheverry, y por Forclusión en su versión

lacaniana) implica que hay un aspecto fundamental de la realidad cotidiana

compartida que, por la magnitud del dolor que nos provoca, es desestimada

9 Sullivan, H.S. (1963): Estudios Clínicos de Psiquiatría, Buenos Aires, Psique y La Teoría Interpersonal

de la Psiquiatría (1974), Buenos Aires, Psique, pp.85-136

10

Laplanche, J. & Pontalis, J-B. (1974): Diccionario de Psicoanálisis. Barcelona, Labor.

11

Etcheverry, J.L (1978): Sobre la versión castellana. Buenos Aires, Amorrortu, p. 73 y 137.

7

totalmente como si nunca hubiese existido. Algo que deja un agujero, un vacío,

una marca. Eso desestimado, es lo que retorna bajo la forma de voces y

alucinaciones variadas. El delirio es el aspecto compensatorio de esta realidad

dolorosa repudiada. Hay un mundo de representaciones psíquicas, excepto de

esta, que es fundamental, porque tiene que ver con un ordenador, con una

legalidad trófica que da cohesión al psiquismo y nos permite ser una parte más

de esta realidad social consensuada.

La Verwüstung, es una operación realizada por el aparato psíquico que aparece

por vez primera en la carta de Freud a Fliess del 21 de mayo de 189412.

Conflagración13 es la traducción de Etcheverry y Devastación es la palabra

elegida por nosotros para designar sus efectos. Cuando hay una devastación

traumática en el psiquismo humano, estamos frente a la más grave de todas las

situaciones posibles, porque se borra el registro representacional, lo que queda

son huellas mnémicas corporales de un hecho catastrófico14

para el sujeto en el

momento que se estaba constituyendo como tal. La angustia, aquí, es de tal

dimensión que no se registra en representaciones porque todas ellas serían

altamente tóxicas y destructivas para la supervivencia del sujeto. En la carta

mencionada de Freud a Fliess, el primero le comenta que se trata de “catástrofes

en las que, sin ocasiones sexuales, sobrevienen perturbaciones de los afectos

sexuales. Quizá haya aquí un anudamiento con la neurosis traumática”.

Destacamos que menciona catástrofes que provocan una devastación psíquica,

por sus dimensiones y por la calidad que tienen, estando vinculadas con

situaciones traumáticas que no acceden al nivel de lo mentalizable, quedando en

el mundo de las presentaciones corporales.

Esta devastación lleva a cortocircuitar el registro representacional y lo deriva

directamente hacia lo corporal, o a un pasaje al acto. El lenguaje corporal –o el acto

puro- relevan al lenguaje discursivo e introducen una nueva lógica en este mundo

devastado que necesitamos comprender si queremos intervenir. Es la lógica de lo

presentativo15, del mundo de los sueños y de sus leyes combinatorias.

En las devastaciones producidas por las experiencias así llamadas psicóticas, podemos

identificar otras particularidades. El arrasamiento, en estos casos, impacta al mundo del

pensamiento (la esfera cognitiva) y a los vínculos, en lo afectivo. Hay una destrucción y

12

Freud, S. (1994): Cartas a Wilhelm Fliess. Buenos Aires, Amorrortu, p. 69.

13

Diccionario RAE (p. 539): Conflagración: Término en desuso: incendio, fuego que abrasa. En sentido figurado:

perturbación repentina y violenta de pueblos o naciones que conducen a una guerra. María Moliner define a una

conflagración como un “incendio. Estallar la guerra y define a Deflagrar como un “arder súbitamente una sustancia,

con llama y sin explosión”. La traducción nuestra como Devastación se refiere en el diccionario de Salvat a “destruir

un territorio, arrasando sus edificios y asolando sus campos. Destruir o asolar una cosa material”. Un erial es la

imagen más adecuada para figurarse el fenómeno; como cuando se decía, históricamente, que por donde pasaban

Atila y los Hunos, no crecía más el pasto.

14

Racamier (1986) nos dice algo semejante: “el psiquismo se prende fuego; se trata de una explosión

interna fulgurante, anonadante, una deflagración psíquica. Lo que tomamos por la catástrofe es este

acontecimiento psíquico blanco que provoca el vacío y fascina”, pp. 1305 (traducido por nosotros). El

autor relaciona este acontecimiento anonadante, como “la activación de un fantasma de auto-

engendramiento. 15

Langer, S.K- (1958): Nuevas claves de la filosofía. Buenos Aires, Sur y Problemas del arte (1966),

Buenos Aires, Infinito.

8

recomposición ulterior del lenguaje y el pensamiento que responden a lógicas no

aristotélicas en que las palabras quieren decir cosas distintas a las que dice el lenguaje

discursivo ordinario. Por esto se habla de delirios (que quiere decir, etimológicamente,

salirse del surco…de la razón); o de pensamiento dereístico; de ataques al

pensamiento, de mundos autistas, etc., etc. Los afectos no se corresponden con las

palabras y éstas dejan de ser su vehículo comunicativo apropiado (discordancia entre lo

expresado y los afectos vividos).

La forma típica de expresar esta catástrofe es aludir al fin del mundo. Efectivamente,

cuando irrumpe este trauma mayúsculo provocador de devastación, hay un mundo

cotidiano que se clausura, se derrumba, y se abren las puertas a otro mundo. Schreber –

en el Capítulo V de sus Memorias16

- lo expresa así: “Aparte del lenguaje humano usual

existe un modo de lenguaje de los nervios, del cual un hombre sano, por lo general, no

tiene conciencia” (p. 49). Este lenguaje de los nervios lleva a una suerte de compulsión

a pensar- una actividad mental masturbadora (p. 50): “la esencia de la compulsión a

pensar consiste en que el hombre se ve forzado a un pensar incesante”. Agrega que la

catástrofe es cósmica (p. 54) y que, como consecuencia de ella queda un único

sobreviviente: El judío errante, que es un hombre emasculado, transformado en mujer.

“Solo el Dios Superior (Ormuz) tiene la capacidad de restaurar la masculinidad si se

presenta el caso” (p. 55). Esta aniquilación de la masculinidad individual se correlaciona

con la aniquilación cósmica del mundo. ¿Por qué ocurre esto? se pregunta Schreber:

“Porque Dios entró en contradicción consigo mismo”. (p. 60). De donde podemos

formular la hipótesis de que se trata del imperativo saludable de restaurar un mundo

desestructurado y caótico; bombardeado por situaciones traumáticas de difícil

procesamiento provenientes del entorno cuidador. (Por ejemplo, de la severísima

educación de un padre que llevaba a la mutilación de lo más genuino de su ser persona

independiente por la vía de una pedagogía sádica llamada Gimnasia Médica Casera)17.

Podríamos pensar que hay un individuo que se inmola –como Cristo- para redimir y

rescatar de la locura al resto de su familia. La conflagración, deflagración o

devastación- asume así, la dimensión de una catástrofe en apariencia individual, pero

que involucra a todo el contexto familiar y social en que se mueve ésa persona y, por lo

tanto, es un proceso colectivo que debe ser entendido y procesado como tal.18

Aquí disentimos con la interpretación freudiana –por lo reductiva- que señala que el

delirio de Schreber es una defensa contra su homosexualidad latente19. Esta

interpretación está basada en que: A- el delirio es una cuestión que afecta solamente al

individuo. B- que lo central en juego es una temática homosexual. Respecto al punto A:

el/los delirio/s son siempre algo expansivo que involucran a más de uno y, si bien hay

una persona centralmente afectada, lo está todo el sistema familiar y social circundante

16

Schreber, D.P. (1979): Memorias de un enfermo nervioso. Buenos Aires, Lohlé, pp. 49-61; o (1978):

Memorias de un neurópata. Buenos Aires, Petrel, pp. 63-78.

17

Baumayer, F., Katan, M., Kitay, P. M. & Niederland, W.G (1972): Los casos de Sigmund Freud. El

caso Schreber. Buenos Aires, Nueva Visión.

18

González Regadas, E.M. Compilador (2003): Prevención y Procesos Colectivos. Montevideo,

FUCOT/Gordon. 19

Ver op. cit. (1972): Los casos de Sigmund Freud. El caso Schreber. Buenos Aires, Nueva Visión,

pp.119-125.

9

a ésa persona. En éste sentido el delirio es siempre plural, al decir de Binswanger. No

descartamos la presencia de una homosexualidad latente por el narcisismo imperante; lo

que deseamos destacar es que estamos en un registro donde las diferencias sexuales

constituyen un estadio al cual la persona no accedió aun; pudiendo recubrirse con una

apariencia sexual. Aquí, lo importante, es el arrasamiento del mundo psíquico, de la

posibilidad de representar los fenómenos y, por consiguiente, de permitir una cadena

asociativa con la cual podamos trabajar como lo hacemos en las neurosis.

Respecto al lenguaje de lo sexual al que alude el Presidente Schreber, para nosotros es

el resultante del proceso cognitivo de distorsión y recomposición que provoca toda

actividad delirante. Aquí nos encontramos ante una re-sexualización del lenguaje que

sirve para expresar que se produjo una catástrofe devastadora alusiva a una soledad y

abandono absolutos. “No hay Dios” nos dice; no hay padre, no hay madre, no hay

certidumbres ni constantes, y la lógica corriente del mundo conocido se despedaza: nos

enfrentamos a la devastación y las angustias de aniquilamiento. Esto de estar solo en el

mundo, sin ningún tipo de sostén, lleva a un descentramiento del existir que gira en el

vacío. ¿Qué hacer, entonces? ¿Repudiar el hecho y eventualmente transformarlo en su

contrario como hizo Schreber, cayendo así en la omnipotencia maníaca? Estos son los

desafíos que nos plantean estas personas para que, sin prejuicios y con mucha paciencia,

podamos construir islotes de sentido comunes a ellos y nosotros. ¿Es esto posible?

Puedo afirmar que sí, pero siempre y cuando no avasallemos al otro con nuestra lógica,

convicciones, prejuicios, etc. Hagamos una suerte de epojé husserliana y/o

despojémonos de nuestra memoria y nuestros deseos -en una perspectiva bioniana- para

ver si podemos acercarnos a este resultado.

Momentos del desarrollo y frustraciones adecuadas a la fase

En esta situación ideal debería haber un razonable equilibrio entre cada una de las erres

(de las distintas realidades) mencionadas al comienzo. Tanto las frustraciones, como el

procesamiento de los acontecimientos traumáticos deben estar adecuados a la fase del

desarrollo en que se está, así como a los recursos empáticos del entorno más inmediato,

para que puedan ser correctamente metabolizados. De este modo se puede ir

construyendo, en palabras de Winnicott, un mundo lo suficientemente bueno como para

poder confiar en él, afrontar sus desafíos y, eventualmente, transformarlo.

Contexto cultural de los primeros planteos freudianos

Estamos en la época del Romanticismo Alemán. La obra de Jean-Paul (1763-1825), muy

difundida en tal período histórico-cultural, es muy característica del pensamiento

romántico hegemónico que precede a la difusión de la obra freudiana. Nos dice Antoni

Marí que “el pensamiento de Jean-Paul es analógico: su orden es comparativo,

desconoce las relaciones causales, y su memoria guarda los más pequeños detalles de

las cosas para compararlas entre sí, por distantes que se encuentren y por razones

diversas”20

. Este autor nos transcribe un texto de Jean-Paul con el sugestivo título:

“Desde lo alto del edificio del mundo Cristo proclama que Dios no existe”. De nuevo la

alusión a un ordenamiento donde la racionalidad es destituida y debemos tolerar la

angustia que ello hasta genera hasta que tengamos acceso, liberándonos de prejuicios, a

20

Marí, A. (1979): El entusiasmo y la quietud. Antología del romanticismo alemán, Barcelona, Tusquets,

p. 46.

10

otras lógicas y otro ordenamiento en los psiquismos; o bien que no seamos capaces de

tolerarlo y nos desorganicemos.

Una de las fuentes no declaradas en la que abrevó el psicoanálisis, fue la de

Naturphilosophie (Filosofía de la Naturaleza) de Schelling, que tuvo una fuerte

presencia en el S. XIX en Alemania. Ella proclama que hay una íntima relación entre

todas las cosas, tanto animadas como inanimadas.21

En esta perspectiva se dan los

aportes de Georg Groddeck acerca de un inconsciente (das Es)22

que difieren de los

planteos freudianos sobre el lugar del inconsciente en el aparato psíquico. Se trata de

otra lógica que conecta los fenómenos del mundo y su inscripción en el registro de la

experiencia humana que vale la pena explorar. Hemos visto que algunos de estos

planteos perviven en esa cosmovisión sincrética que es la New Age; así como en otras

propuestas dentro de la psicología tales como las de Jung23

. Los comentaristas y

traductores tanto del libro de Groddeck como del Libro Rojo de Jung nos advierten que

se trata de textos “especiales” donde hay que estar preparados para leerlos. Hay que

hacer, como con los así llamados pacientes difíciles, una suerte de epojé y dejarse

impregnar por una lógica diferente que incluye ingredientes del pensamiento oriental,

transformados e infiltrados en el occidental (como sucedió en el período helenístico).

Veamos otro punto alto que influyó en la época de la que estamos hablando y que fuera

parte de las lecturas freudianas. Nos referimos a la novela de Dostoyevski: Demonios,24

que se apoya en el affaire Néchayev acerca del asesinato del estudiante Ivánov, ocurrida

el 21 de noviembre de 1869. Allí se nos plantea la necesidad de una profunda

transformación del hombre a partir de una teología nihilista que habrá de subvertir los

valores cristianos dominantes en el Occidente: “Ha de sobrevenir un cambio físico de la

tierra y del hombre. El hombre será Dios y se transformará físicamente y todo el mundo

se transformará…” Un nuevo orden social habrá de establecerse a partir de un cambio

de perspectiva en que el hombre queda ubicado en otro lugar: el del superhombre

nietzcheano25 que no es más que un hombre nuevo para un mundo sin Dios. Allí estará

solo consigo mismo siendo el responsable absoluto, ante el resto de la Humanidad, por

el ejercicio irrestricto que haga de su libertad y de su responsabilidad. (Estos planteos

son los del existencialismo sartreano de la post Segunda Guerra Mundial). ¡Qué

diferencias con el hombre frágil e inseguro de la posmodernidad contemporánea!

Es en este complejo contexto histórico-cultural muy fermental26, y en ése espacio

bisagra entre el Oriente y el Occidente que fuera el Imperio Austro-Húngaro, donde

21

Para profundizar el tema, se puede consultar el libro Gusdorf, G. (1985): Le savoir romantique de la

Nature, París, Payot y Belaval, I. et alii (1989): La filosofía alemana de Leibniz a Hegel. Madrid, Siglo

XXI, Volumen 7 de Historia de la Filosofía.

22

Groddeck, G. (1973): El libro del Ello. Cartas psicoanalíticas a una amiga. Madrid, Taurus.

23

Ver el recientemente (2010) publicado Libro Rojo y que fue traducido al castellano (Prof. Bernardo

Nante) con el apoyo de la Fundación Malba de Buenos Aires y editado por El hilo de Ariadna.

24

Dostoyevski, F. (1981). Demonios, Madrid, Aguilar, Obras Completas, T. II, pp.1061-1515. Sobre

Néchayev –el inspirador de los Demonios- se puede consultar a Carr, E. H. (2010): Los exiliados

románticos. Galería de retratos del siglo XIX. Brcelona, Anagrama, cap. 14, pp. 331-353.

25

Nietzche, F. (1968): Así hablaba Zaratustra, Madrid, EDAF, pp. 1-245.

26

Schorske, C.E. (2011): La Viena de fin de siglo. Política y Cultura. Buenos Aires, Siglo XXI.

11

florecieron las ideas freudianas referidas a estos temas que, ciertamente, implican una

visión antropológica. Era ése un mundo que colapsaba jaqueado por la irracionalidad

romántica que destronaba los postulados iluministas de la Revolución Francesa así

como las de una lógica cartesiana dominada por las ideas claras y distintas, para dar

lugar a la nocturnidad y al lado sombrío de la condición humana. En el terreno de lo

político esto llevó a la Primera Guerra Mundial, a comienzos del S. XX (1914-18) y a

las situaciones desgarradoras vividas durante la Segunda Guerra Mundial; que

incluyeron, por vez primera, el fenómeno del exterminio masivo27

. En una incipiente

disciplina psiquiátrica de fines del siglo XIX y comienzos del XX, dominada por las

ideas iluministas y positivistas es que irrumpe con toda fuerza, nuestro lado oscuro

(Roudinesco, 2009): con sus lógicas alternativas. Esto también hace a la esencia de

nuestra condición humana y a las modalidades intrínsecamente humanas de sufrir y

procesar los conflictos.

Brevísimo recorrido histórico por los vocablos que designan la locura28

Veamos, ahora, qué palabras hemos usado para referirnos a la locura en diferentes

momentos históricos:

Frenesí y furor: aluden a la agitación y la violencia. Estar frenético o estar

furioso era estar loco. Los locos eran los frenéticos que, con su furia desatada,

eventualmente podían llegar a ser peligrosos. En la Edad Media el fraile

Bartolomé Angélico escribió una Suma llamada Acerca de la propiedad de las

cosas, donde describe el frenesí. Se trata, decía, “de algo que le acontece al

frenes o cerebro y que lleva las personas a estar en constante actividad, a atacar a

sus cuidadores, a cambiar constantemente de humor y estar gravemente

enfermos y, sin embargo, no saben que lo están”. El término frenesí, como los

síntomas de los DSM, tiene una función puramente descriptiva. Estos cuadros

había que “reducirlos” (esta palabra quiere decir “tratarlos”; aun hoy día se habla

aun así en muchas clínicas psiquiátricas). La forma disponible en ése entonces

era la inmovilización por la vía del absceso de trementina, la inmersión en agua

helada, etc. Mientras que hoy se emplea “el chaleco químico”.

Los humores y los vapores eran otras formas de aludir a la locura: estar loco era

estar con el humor negro, con la bilis negra (la melancolía), de mal humor,

enojado, de mal talante. Los vapores siempre tuvieron que ver con la

temperatura elevada, con inflamarse, con calentarse; calentarse es estar loco.

(Siglo XVIII). Lo de “calentura” alude, hoy día a excitación sexual. El que está

caliente es un excitado, un exaltado, alguien que pierde el control y los límites

de sus impulsos.

27

Hablamos del Holocausto al que llevó el nazismo a partir de una interpretación sesgada de la ideas de

Nietzche. Con posterioridad a estos hechos –y en el plano de la filosofía- Georg Lúkacs escribe un libro al

que titula el Asalto a la Razón, México, FCE, 1959.

28

Saurí, J. J. (1969): Historia de las ideas psiquiátricas. Buenos Aires, Carlos Lohlé y, del mismo autor:

“Las significaciones del vocablo psicosis” (1972). Acta Psiquiátrica & Psicol. Amér. Lat. 18, pp.219-226.

12

Estar demente fue otra forma de referirse a la locura aludiendo a lo que puede

tener de pérdida: pérdida de la capacidad de pensar, de razonar; pérdida de la

mente. Locura como un déficit, un trastorno progresivo, sin salida, con un

deterioro creciente que va a terminar en una especie de idiocia, de idiotez. Esto

se liga a una concepción histórico-cultural de la locura que concebía a todas las

enfermedades mentales confluyendo en una pretendida fosa común a todas ellas

donde el deterioro es lo central (Verblödung).

La enajenación o alienación; es una manera de aludir a la locura que privilegia

el vivir algo extraño como ajeno: no es mío, ése no soy yo; el loco es otro. Es un

modo descriptivo interesante porque su carga de marginación y exclusión no

tienen la contundencia de otras designaciones (por ejemplo cuando es usado el

vocablo demencia). Puedo estar alienado del mundo cotidiano compartido y

compartible; puedo enajenar aspectos míos, pero puedo rescatarlos,

reapropiarme de ellos; con lo cual estamos ante situaciones que ocurren solo

temporalmente y pueden revertirse. En ésa época no se hablaba de psiquiatras,

sino de alienistas (fines del siglo XIX y comienzos del XX).

El vocablo psicosis es introducido a mediados del Siglo XIX (1845) por Ernst

Von Feuchtersleben -que fue decano de la Facultad de Medicina, perteneciente a

la llamada Nueva Escuela Vienesa de Medicina en la época del emperador

Francisco José. El término psicosis pasó a denotar una “enfermedad mental” sine

materia. Decía: “donde los fenómenos psíquicos son anormales hay un desorden

mental cuyas raíces están en la mente y, en tanto se manifiestan por órganos

sensoriales, están en el cuerpo…” En definitiva, psicosis era una

“degeneración” del psiquismo normal. Un modo de referirse a los locos, sobre

todo en Francia, era hablar de degenerados (ver toda la obra del psiquiatra

clásico Magnan). La palabra “degenerado”, en el ámbito rioplatense terminó

designando al pervertido, al “degenerado sexual” (por la “inversión” de su deseo

sexual, o por la búsqueda de satisfacciones “retorcidas” para lograr el placer).

Ciertamente, no fue este el uso que Magnan atribuyó al vocablo; pero el propio

vocablo, popularmente hablando, “degeneró” en el Río de la Plata.

En el Siglo de las Luces, Erhard, Pinel y otros, hablaron de vesania (palabra de

etimología latina) para designar una especie de locura que tiene que ver con la

urdimbre de creencias propia de esta época: una razón perturbada. Kant lo define

como una desviación del uso de la razón “viendo todos los objetos

diferentemente y encontrándose fuera de su lugar habitual”. Es así como el

delirio (algo que se “sale del surco” como desvío o extravío de la Razón) y las

alucinaciones (como sustituto desviado de las percepciones) pasan a ocupar un

lugar central en la designación de la locura. H. Ey nos recuerda que “los autores

13

antiguos” usaban la expresión demencia vesánica para referirse a la “evolución

demencial” (deficitaria) de las llamadas “manías crónicas”.29

Lo más interesante por esta misma época, en Francia, es la posición de Moreau

de Tours que, antes que Freud; y luego retomado por él, afirma la identidad

entre sueño y locura. El sueño, como una dimensión de la vida humana

cotidiana es “la locura que todos tenemos”, por eso decía que “la lengua vulgar

aplicaba a los alienados el nombre de soñadores”.

En Freud psicosis30

es, en sus escritos iniciales, una defensa erigida frente a la

angustia cuando ésta se vuelve intolerable. El paciente la construye, no la

padece. Todo este aspecto es profundizado y desarrollado por Klein, sus

seguidores y por el psicoanálisis posterior. Pero también tenemos la noción de

trauma psíquico: un loco es un traumado, un traumatizado.31

Hoy en día se

retoma el concepto clínico de traumatismo psíquico como uno de los factores

productores de disociaciones, escisiones y fragmentaciones; hablándose del

estrés postraumático.

Para la fenomenología existencial lo psicótico deja de ser una calificación de lo

natural para ingresar en el campo de lo histórico: el término psicosis califica un

modo de existir propio de lo humano. Describe una dimensión de la experiencia,

fenoménica; como una forma humana de vivir distorsionada y distorsionante32

.

De todas maneras, para esta corriente, la explicación, el sentido, son algo

secundario; lo que interesa es la descripción de un modo distorsionado y

distorsionante de existencia. Mientras que, para nosotros, la dimensión histórica

es el lugar donde el fenómeno es capaz de adquirir un sentido, una significación,

(“el sentido del sinsentido” como decía Erwin Straus) y de re-significarse y

transformarse si se interviene terapéuticamente.

Finalmente, llegando al Río de la Plata donde hay, en la segunda mitad del siglo

XX, desarrollos pos-kleinianos interesantes y originales, como los de Bleger,

García Badaracco, Mendilaharsu y Garbarino. Estos se refieren a las psicosis en

lo que atañe a las particularidades de su aparato psíquico, donde los objetos

internos como el narcisismo desempeñan un papel especial. Lamentablemente,

la escuela Lacaniana que arranca con la famosa tesis doctoral de Lacan33

acerca

29

Ey, H., Bernard, P. & Brisset, Ch. (1969): Tratado de Psiquiatría. Barcelona, Toray-Masson, p. 229.

30

Ver los textos freudianos citados en el apartado anterior.

31

Hildebrandt, M. (2012): El habla culta (o lo que debiera serlo). Lima, Planeta-Perú.

32

Binswanger, L. (1972): Tres formas de la existencia frustrada. Buenos Aires, Amorrortu.

33

Lacan, J. (2008): De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, Madrid, Aguilar; y el

libro complementario de Allouch, J. (1995): Marguerite. Lacan la llamaba Aimée, México, SITESA.

14

de la “paranoia de auto-castigo”, no ha producido desarrollos auténticamente

originales acerca del tema por estos lares; salvo el libro Extraviada34

que es una

valiosísima investigación clínica de un caso único, llevada adelante por Raquel

Capurro acompañada por Diego Nin, donde rastrea toda la documentación

acerca de un parricidio “psicótico” ocurrido en el Montevideo de los años

Treinta del pasado siglo.

Nuestra postura es de evitar hablar de psicosis35

; privilegiando lo psicótico36

.

Este último es concebido como un haz de fuerzas dinámico que desorganiza al

psiquismo predispuesto, en función de que se disparen vulnerabilidades

específicas a partir de una situación traumática vivida; que generó daños y

perjuicios de diversa entidad (tanto para el sujeto como para sus entornos

inmediatos y contextos en los que funciona). Nos parece importante pensar a la

locura en términos dinámicos37

para, así, minimizar los componentes de

exclusión y marginación que trae aparejado y que es un tema a trabajar en todos

los procesos de rehabilitación y de re-inserción psicosocial. El solo diagnóstico

de un trastorno severo y persistente en el tiempo, inevitablemente conlleva la

mácula del diferente que, inevitablemente, es marginado.

Paradigmas sobre la salud y la enfermedad

Los así llamados paradigmas –palabra que proviene de la lingüística y a la que Kuhn

dio carta de ciudadanía en la filosofía de las ciencias- se refieren al modo cómo la

comunidad científica de un período histórico dado, concibe consensualmente, lo que

debe entenderse como ciencia, su objeto, el modo de conocerlo (los métodos) y las

garantías para que sus resultados puedan ser transmitidos y validados -o refutados- por

otros científicos. El paradigma está directamente relacionado con lo que los alemanes

llamaron las concepciones del mundo38

: que son las formas en que, en un período

histórico-cultural determinado, ésa misma sociedad se explica la vida, los hechos de la

naturaleza, la cultura y sus procesos de organización/desorganización. Un paradigma

científico es, por tanto, una concepción hegemónica –o dominante- de una época

histórica determinada, acerca de lo que debemos considerar como ciencia y lo que no lo

es. Sus planteos tienen que tener una congruencia interna ya que funcionan como

formas de definición, indagación y explicación de fenómenos que queremos conocer y

34

Capurro, R. & Nin, D. (1995): Extraviada. Del parricidio al Delirio, Buenos Aires, EDELP.

35

Usamos el vocablo como una convención contemporánea para designar la locura en general.

36

González Regadas, E.M. (2001): Comunidad terapéutica y trastornos duales. Montevideo, Psicolibros.

Hay edición digital actualizada al 2012.

37

No es una condición humana inalterable, sino que puede modificarse favorablemente –sobre todo si

intervenimos terapéuticamente y en procesos de rehabilitación. Son trastornos severos, que pueden ser

recurrentes en el tiempo, pero que pueden cambiar positivamente si tienen la contención y el

acompañamiento apropiado.

38

Dilthey, W. (1944): Teoría de las concepciones del mundo. Madrid, Revista de Occidente y Jaspers, K.

(1967): Psicología de las concepciones del mundo. Madrid, Gredos.

15

explorar. Las diferentes ciencias, dentro del paradigma, integran sus aportes específicos

a este “mundo científico”.

Un paradigma no es, estrictamente hablando, ni un modelo ni una teoría científica. Un

modelo39

tiene que ver con la representación de un fenómeno/situación al que

delimitamos dándole una forma que nos permita su aprehensión, para luego explorarlo,

definirlo y estudiarlo en su funcionamiento y en los resultados que esperamos obtener

con él en la práctica. Mientras que una teoría es el conjunto de hipótesis explicativas

acerca de un cierto fenómeno dado, o de un conjunto de fenómenos, que habremos de

verificar o refutar en función del así llamado método científico (que no es otra cosa que

lo que una época histórico-cultural, considera ciencia. Los paradigmas son

inconmensurables; vale decir que, en tanto funcionan como sistemas congruentes, sus

partes deben ser solidarias entre sí, sin fisuras ni contradicciones. Cuando ellas –las

fisuras y contradicciones internas- aparecen, se comienza a preparar el terreno para un

cambio de paradigma, lo cual puede darse como una transición o bien, como ruptura

con el anterior (las “revoluciones científicas” de las que habla también Kuhn)40

.

En nuestra disciplina, la psicoterapia, hablamos de “abordajes teórico-clínicos”, de

técnicas e integración de recursos técnicos, etc. Cuando algunos decimos “un modelo

psicoterapéutico”41

, estamos mentando un modelo teórico, una cierta técnica –o técnicas

para intervenir- y una delimitación del así llamado “campo clínico” que es, en realidad,

el otro a conocer. Las teorías, o los llamados modelos o constructos en psicoterapia,

adscriben a un paradigma (a sabiendas o inconscientemente). Todas las teorías,

modelos, constructos teóricos e hipótesis con grados diferentes de generalidad; se

inscriben en el marco de un paradigma que puede ser hegemónico o alternativo.

Una concepción naturalista de la enfermedad y del proceso de enfermar42

Esta concepción, que domina ampliamente el panorama actual de la psiquiatría desde

los años Setenta en adelante, especialmente en Estados Unidos de Norteamérica,

implica los planteos siguientes:

1. La psiquiatría es una rama de la medicina encargada de todo lo concerniente a

las así llamadas enfermedades mentales.

2. Estas personas están enfermas por alteraciones neurobiológicas en su cerebro.

39

Por ejemplo, ver los “modelos de la mente” sugeridos por Mosher, Bentall & Read.

40

Kuhn, T.S. (1989): ¿Qué son las revoluciones científicas? y otros ensayos. Barcelona, Paidós Ibérica.

41

Pueden haber modelos, o mejor dicho teorías psicoterapéuticas, eclécticas, mixtas, etc. También es

posible integrar recursos técnicos dentro de diferentes modelos teóricos; lo que no es posible, es integrar

paradigmas ya que, por definición, estos son inconmensurables o incompatibles entre sí.

42

Los neo-kraepelinianos se han definido a sí mismos como un “movimiento” y como “una revolución”

en el campo de la psiquiatría. Ver Kendler, K.S. & Parnas, J. (2012): Philosophical issues in Psychiatry

(II):Nosology. Especialmente el Capítulo 7, escrito por M.B. First: “The development of DSM-III from a

historical perspective”, p. 130 y ss. También Bentall, R (2011): Medicalizar la mente. Barcelona, Herder,

escribe un capítulo sobre “La revolución neo-kraepeliniana”, p. 79 y ss. El trabajo de Klerman, G.

(1978): “The evolution of a scientific nosology” en Shershow, J.C. [ed.] (1978): Schizophrenia, science

and practice. Cambridge, MA, Harvard University Press.

16

3. Dichas enfermedades –para esta forma de ver el problema- son tanto en su

manifestación y expresión, radicalmente distintas del funcionamiento neuro-

biológico-cerebral normal. Las personas que las sufren son pasibles de ser

categorizadas en función del tipo específico de padecimiento. Eufemísticamente

se las llama “enfermedades mentales”; pero son consideradas como “cerebrales”.

4. Las enfermedades mentales no son mitos –como sugiere Szasz- sino realidades

fácticas. No se trata de una enfermedad, sino que hay varias y son pasibles de

distinguirse entre sí por la sintomatología propia de cada una de ellas.

(Diagnósticos categoriales).

5. El foco del psiquiatra debe ser diagnosticar (identificar síntomas y sus

constelaciones) la enfermedad, investigar en torno a sus causas neuro-

biológicas, y tratarlas con los medicamentos apropiados que corrijan estas

alteraciones cerebrales y genéticas que la producen.

6. La operación de diagnosticar y clasificar sigue un modelo “naturalista” y debe

basarse en el empleo de métodos estadísticos, privilegiándose el del “doble-

ciego” como prueba de “cientificidad”.

7. La investigación, en esta disciplina médica debe esforzarse en perfeccionar la

validez y confiabilidad de los métodos estadísticos. Si examinamos los diversos

Manuales Estadísticos para el Diagnóstico de las Enfermedades Mentales,

veremos que los criterios diagnósticos aluden a la presencia -o ausencia- de

ciertas condiciones y al tiempo de duración de las mismas. Esta metodología se

presume “aséptica” y “basada en la evidencia empírica”.

En el marco de este paradigma, la esquizofrenia, por ejemplo, se refiere a una

enfermedad; a la enfermedad Kraepelin43

llamó demencia precoz. Para hacer su

diagnóstico debe estar presente todo un cortejo sintomático –descrito por el DSM. Allí

alcanza con que dos o más de ellos se presenten al menos durante un mes, (siempre y

cuando estén excluidos el consumo de sustancias psicotóxicas). Los síntomas son:

Delirios.

Alucinaciones.

Discurso incomprensible por la distorsión del pensamiento (pensamiento

autista o dereístico).

Comportamiento desorganizado, extraño, bizarro.

Síntomas negativos tales como el achatamiento afectivo, la abulia, etc.

Todo esto se complica para diagnosticar cuando, a las diferentes variantes de esta

“enfermedad”, se las mezcla hablando, por ejemplo, de trastornos esquizo-afectivos

(comenzándose a desdibujar la diferencia categorial tajante que se había planteado con

los trastornos del humor o psicosis maníaco-depresivas) y/o de co-morbilidades varias.

Progresivamente van desapareciendo, así, las descripciones “clásicas” de los grandes

clínicos de la Psiquiatría de los Siglos XIX y XX que buscaban señalar las diferencias

43

Kraepelin, para su taxonomía, toma como modelo médico, la descripción de la Parálisis General, siendo

totalmente congruente con un paradigma naturalista-positivista de la concepción de ciencia y de la

medicina como una de las disciplinas que integran el corpus cientificorum. Podemos consultar los libros

de Bercherie y Saurí, entre otros, para tener una perspectiva histórica en nuestro idioma.

17

(hoy en día llamada validez discriminatoria) entre unos cuadros y otros. Todos estos

criterios, para su determinación, se basan en juicios altamente subjetivos (“clínicos”) de

quiénes diagnostican, que se ha visto, en la práctica, cómo afectan su fiabilidad y

validez. Los así llamados síntomas psicóticos que mencionamos más arriba se han

encontrado en diversas situaciones clínicas que nada tienen que ver con la así llamada

esquizofrenia. Hasta ahora, no se han encontrado marcadores biológicos específicos y

categóricos para la esquizofrenia, o los trastornos del humor, que den cuenta inequívoca

de los aspectos genéticos y/o de los desbalances de las sustancias que se ponen en juego

e inter-actúan en el SNC. (Por más que esto sea preconizado en alta voz por algunos

psiquiatras y, sobre todo, por los laboratorios). Esto llevó a crecientes insatisfacciones

entre los clínicos honestos y cautelosos a la hora de interpretar resultados44

, que

suscriben a este paradigma naturalista-positivista. Además, en la década de los años

Sesenta-Setenta tuvieron que afrontar las duras críticas de la anti-psiquiatría que se

ocupó de abordar estos temas y del modo de trasmitir resultados de dudosa validez.

Kendler, un conspicuo representante actual de los neo-kraepelinianos, concluye en

200645

: “El proyecto de fundar nuestras categorías psiquiátricas en genes…tiene

grandes problemas en base a los resultados de las investigaciones” (traducción nuestra).

La Asociación Psiquiátrica Norteamericana, en el 2011, dice que “no hay una

especificidad diagnóstica única para la esquizofrenia” y que, “si ésta conserva alguna

validez diagnóstica no puede estar centrada en los así llamados síntomas psicóticos”46

.

En la misma línea crítica se suma Carpenter47

cuando menciona que “los síndromes

heterogéneos, y especialmente la esquizofrenia, aportan una guía poco útil para la

práctica clínica y no son adecuados a los fines de la formación.”

La actual transición está constituida por la utilización, en el DSM-548

, de los

diagnósticos dimensionales; así como por los manuales psicoanalíticos que buscan

complementar al DSM: el PDM y el OPD. En el DSM-5 comienza a incluirse la

disociación relacionada con el trauma, así como los trastornos disociativos. El trauma,

frecuentemente repetido y severo a lo largo del tiempo aparece disparando estos cuadros

donde hay aspectos escindidos del funcionamiento que afectan la memoria, las

funciones cognitivas, la gestión de los impulsos y los afectos, de un modo primario.

Para diagnosticar esta categoría que incluye las perturbaciones en el campo psicosocial,

las provocados por el estrés agudo, por el estrés posterior a un evento traumático y los

cuadros disociativos; se requiere la ocurrencia de un evento traumático y/o la presencia

de factores de presión (“estresores”) específicos.

44

Breggin, P. & Cohen, D. (2007): Your drug may be your problem. Filadelfia, Da Capo Press (updated

2007) y Breggin, P.R. (1991): Toxic Psychiatry. Nueva York, St. Martin´s Press.

45

Kendler, K.S.: “Reflections on the relationship between psychiatric genetics and psychiatric

nosology”, Am. J. Psychiatry, 2006 Jul; 163 (7): pp. 1138-46.

46

Tomado de Williams, P. (2012), pp. 34-35. Ver nota 52 y Bibliografía.

47

Carpenter, W.T. (Editorial): “Ha llegado el momento de introducir un nuevo paradigma para el estudio

de las psicosis”. Revista de Psiquiatría & Salud Mental (Barcelona) 2010; 3(1):1-3.

48

American Psychiatric Ass. (2013): Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders. Fifth

Edition: DSM-5. Washington D.C. APA.

18

El maridaje entre la disociación de la personalidad y la esquizofrenia, fue enfatizado por

Eugenio Bleuler en su tratado, escrito en 1911, sobre la Demencia Precoz.49

Esta

disociación, escisión y/o fragmentación del funcionamiento de la personalidad, que

pierde su unidad y cohesión, no tuvo mayor predicamento con el correr de los años y, de

hecho, la escisión no estuvo categorizada más que como uno de los tantos síntomas

característicos de la así llamada esquizofrenia.

En el marco de esta transición actual complicada -porque hay insatisfacciones por un

lado y búsqueda de nuevos marcos y modelos explicativo-teóricos por otro, es que Paris

Williams, en su tesis de doctorado50

, retoma algunas distinciones que se vienen

haciendo en el campo fenoménico-experiencial humano, considerado como algo

dinámico, dimensional, con continuidades y discontinuidades. Es así que, junto a otros

autores, nos propone considerar registros experienciales diferentes tales como:

El de las experiencias anómalas: que son las que aparecen por fuera de la

realidad socio-histórico-cultural convalidada por los grupos de pertenencia de la

persona. El hecho de ser anómalas no las transforma, per se, en locas y/o

psicóticas.

El de las llamadas experiencias psicóticas: que son anómalas pero, además, son

vividas como profundamente angustiosas, desorganizadoras, invalidantes y

limitantes de su libertad debido a que se imponen al sujeto de un modo

incoercible. Éstas son provocadoras de angustia, malestar continuo y profundas

limitaciones para funcionar en la realidad cotidiana compartida y consensuada.

Es en este marco que nosotros inscribimos las alucinaciones. A estas

experiencias psicóticas podemos definirlas como la expulsión por parte del

sujeto, de aspectos de sí mismo que regresan por la vía sensorial al modo de

percepciones-presentaciones. Van acompañadas de una intensa sensación de

realidad fáctica, acompañadas por una angustia devastadora. Podríamos

considerarlas, en un cierto sentido, modalidades narrativas “muy personales”

que buscan, en lo concreto, abrirse un camino al psiquismo del sujeto bajo una

modalidad presentativa51

y no representativa. Los contenidos de estas

experiencias y mundos alucinatorios, aluden a peripecias que contienen cargas

traumáticas de tal magnitud que harían colapsar a un aparato psíquico ya

devastado. La alucinación aparece, así, como un recurso de auto-defensa por la

vía de la desconexión con el mundo cotidiano y la inmersión en otro cargado de

elementos terroríficos y compensatorios a un mismo tiempo (disociados entre

sí). Muchas veces la alucinación es relatada con distanciamiento afectivo: como

una experiencia ajena al propio sujeto porque aparece en un contexto

49

Bleuler, E. (1993): Demencia Precoz: El grupo de las esquizofrenias. Buenos Aires, Hormé-Paidós.

50

Williams, P. (2012): Rethinking Madness. Towards a paradigm shift in our understanding and

treatment of psychosis. Sky´s Edge Publishing, San Rafael, CA, EUA.

51

Ver S. K. Langer, nota 17 y Bibliografía.

19

extremadamente angustiante. Se nos impone desde “afuera”, subvirtiendo las

categorías de interno/externo, construyendo una “nueva lógica”.

El proceso de recuperación de las experiencias anómalas y/o psicóticas: No está

necesariamente vinculada con la disminución o abatimiento de la presencia de

experiencias psicóticas o anómalas sino con la disminución del malestar y de las

angustias ligadas a ellas, que comienzan a gestionarse de un modo diferente por

parte de quien las experimenta. Dice Paris Williams (2012, p. 19, nuestra

traducción): “el sujeto encontró un equilibrio dinámico respecto al malestar (y

no necesariamente respecto a la anomalía), durante el cual sus experiencias

subjetivas le informan que las mismas no le interfieren, o son menores, a las que

tenía previamente”. Estos cambios son registrados como altamente positivos y,

eventualmente, como un momento del proceso.

Una perspectiva epistémica construccionista-contextualista-dinámica

Veamos, en este punto, dónde nos ubicamos con relación a lo que queremos conocer

para poder, luego, intervenir. Cuál es nuestra perspectiva; señalando que es un hito, un

mojón en el momento actual, de un devenir constante caracterizado por un dinamismo

que hace a la esencia propia de todo lo vital. Por lo tanto, conocer es un proceso; en este

caso, un proceso que involucra a muchos actores que hacen a nuestras experiencias

propiamente humanas y a nuestros modos de asignarles significaciones y sentidos (a

organizarlas en una narrativa).

.

Entendemos que, el hombre, y particularmente el hombre en conflicto, el que sufre,

atañe a un sujeto/objeto de conocimiento complejo, que se construye colectivamente de

un modo plural. En tal sentido, nuestra mirada epistemológica responde a un

construccionismo psicológico. A su vez, esta complejidad es tal, porque implica un

entrecruzamiento de diversas situaciones (personales, familiares, institucionales, de la

época); donde ocurren los fenómenos que queremos conocer y sobre los cuales

aspiramos a intervenir.

De ahí que cabe catalogar también como contextualista a nuestra mirada en torno a

nuestras experiencias humanas y nuestro existir. Por último, ante situaciones extremas

como la locura, pensamos que hay contextualizarlas para entenderlas. Se trata de

situaciones que son esencialmente dinámicas porque cambian, fluyen, se formulan-

reformulan, construyen/de-construyen, desorganizan y reorganizan, etc. Por tanto

podemos decir que nuestra mirada epistémica es la de un construccionismo-

contextualista-dinámico52

; en tanto busca integrar estos aspectos diversos de lo que

aspiramos a conocer.

Para nosotros “la locura” no es una categoría que separa a los seres humanos en dos

clases diferentes (la de los cuerdos y los locos); sino que es una dimensión propia de lo

posible en las experiencias y el existir humanos. Es en este último sentido que Freud

52

Dinámico en el sentido psicoanalítico y no solo porque es algo fluyente, cambiante, sino porque

incluye la dimensión inconsciente de este mundo experiencial al que otorgamos sentidos diversos.

20

decía que los sueños constituyen nuestra locura cotidiana. Preferimos hablar de

circulación de lo psicótico y de transferencias de lo psicótico circulando por espacios

diferentes (personales, familiares, institucionales, del conjunto de la sociedad). En este

tema no quiero abundar porque ya lo hemos considerado detenidamente en otros

trabajos anteriores.53

A la postura alternativa actual, podríamos llamarla Humanista en un sentido clásico y

amplio; ya que incluye el construccionismo en materia de conocimiento; al

contextualismo como ingrediente central para la comprensión y posee el dinamismo

propio de la condición humana que permite que las estructuras puedan romperse,

cambiarse, flexibilizarse, recomponerse en formas diversas, etc. Algunos elementos que

la caracterizan son:

1. Postular como central las experiencias humanas en el marco de un contexto

socio-histórico-cultural humano. Éste es el que determina lo que se registra

como locura por un lado y salud mental por otro.

2. Las experiencias-vivencias de todo tipo, en particular las traumáticas y nuestro

modo de registrarlas y vivirlas, están siempre ligadas a una historia

personal/familiar trans-generacional; que es el marco en el que adquieren un

sentido.

3. Lo traumático, por su condición de tal, es algo que impacta nuestra subjetividad

(en constante proceso dinámico de construcción y re- construcción),

desorganizándola, devastándola, fragmentándola debido a su magnitud, lo que

impide su procesamiento. La experiencia/vivencia queda excluida

defensivamente del registro de lo representacional para surgir en el registro de

lo corporal, o del acto impulsivo, sin significación aparente54

.

4. El sujeto traumatizado, violentado, se disocia para poder sobrevivir al impacto

del trauma y bloquea ése sector de su personalidad que se escinde y aliena,

aparejándole grandes costos emocionales para sí mismo y para quiénes lo

rodean.

5. Estas experiencias humanas dolorosas necesitan, al menos de dos, no ocurren

nunca en el vacío; impactan a la familia y a personas que rodean al

traumatizado en forma cotidiana, configurando una vulnerabilidad específica

para él y su contexto. Esta vulnerabilidad específica es la que se dispara en los

contextos familiares, grupales e institucionales, cuando éstos replican sin

proponérselo, al fenómeno traumático.55

6. La posibilidad de acceder a dichas experiencias para conocerlas, expresarlas e

introducirlas en una cadena asociativa; nominarlas, desgastarlas y,

eventualmente transformarlas; depende del contexto en que se mueve ésa

persona y de sus reacciones, presiones y continencia ante las mismas, etc.

53

González Regadas, E.M. (2001): Comunidad terapéutica y trastornos duales. Montevideo, Psicolibros.

54

“Es el odio que sorprende y aterroriza traumáticamente al niño que es seducido por el adulto” nos dice

Ferenczi en La confusión de lenguas entre el niño y el adulto.

55

Ver González Regadas, E.M. (1992): “La transferencia de lo psicótico en los grupos institucionales”.

Montevideo, Revista de Psicoterapia Psicoanalítica, Tomo III, No. 4 A, pp. 423.437.

21

7. Mirar estos fenómenos desde una perspectiva solamente intra-psíquica es un

modo parcial y reduccionista, porque hacen a lo vincular/relacional, a lo inter y

trans-subjetivo. Impactan un sujeto, pero también a todo lo que lo rodea y por

donde circula cotidianamente. Ocupan un espacio intermediario: son

fenómenos que están en el entrecruzamiento, o la inter fase, del sujeto con su

mundo circundante.

8. La posibilidad de conocer estos fenómenos “locos” (lo psicótico, lo llamamos

nosotros) para intervenir sobre ellos, es la resultante de un camino de

reconstrucción compartida constante; que presupone acceder a mundos y

experiencias humanas muy diferentes para ser capaces de gestionar

productivamente estas diferencias al servicio de la tarea.

Todo esto se vincula con la temporalidad, con la naturaleza de los vínculos que

establezcamos con el designado paciente y su entorno; con la paciencia y la utilización

de técnicas y herramientas apropiadas en el marco de una confianza básica y de un

entorno cuidador continente. Este paradigma humanista nos demanda una postura ética

claramente definida y requiere jugarse por lo que tenemos de más propiamente humano

e intransferible para empatizar con eso que es la locura de todos los implicados

circulando por espacios y entrecruzamientos diferentes. El Psicoanálisis de los Procesos

Colectivos es la inter-trans disciplina que busca articular al servicio de una muy

comprometida y difícil tarea, articular lo que es posible en una práctica de rehabilitación

psicosocial o de psicoterapia institucional. Si podemos dar algún paso en este sentido

estaremos mejorando nuestra comprensión y modificación de diversas situaciones

humanas muy concretas que provocan mucho sufrimiento.

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