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Castañazos, cierta poesía

Date post: 23-Jan-2023
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1 CASTAÑAZOS CIERTA POESÍA Edgar De Santo
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CASTAÑAZOS CIERTA POESÍA

Edgar De Santo

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Todas las palabras son esenciales. Lo difícil es dar con ellas. El delirio son instantes. Puede durar toda la vida.

Mi poesía es toda medida. El arte tiene que volver a ser un acto de sinceridad.

Jacobo Fijman, Todo lo que uno recibe es pasión

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La Plata, argentina –mayo de 2014

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A modo de prólogo

Acerca de CASTAÑAZOS (cierta poesía) de Edgar De Santo

“Quizás un raspón en tu vida/tenga más poesía que la mía” dice Edgar De Santo en un libro que como le dije a él: me duele en muchos tramos en distintos lados, no es que piense que todos suframos de la misma manera sino que cuando leo:

“Una lucha misteriosa que evoco desde las tripas/quizás sea mi mejor abrazo”,

me doy cuenta de que evidentemente las formas de determinado dolor son parecidas, como también las del asombro frente a las palabras que suenan a nuevo cuando son nacidas en una voz distinta, inocente:

“Anoche Luciana dijo: “vehemente, me encanta usar esa palabra, porque hasta hace poco no sabía qué quería decir”. La miré aturdido”.

Edgar tiene una voz de camino que comparte con quienes quieran caminar por una voz, una voz que es como una ruta, donde se lo puede entender patentemente como se entienden las señalizaciones puestas a sus costados; es una ruta a la que se la lee ser, descargarse:

“Cuando me agarra el odio es cuando el otro, vos por ahí que estás leyendo, no te hacés cargo que me dejo la barba larga, de sorete, para arruinar mi jeta y no arruinar la tuya”

El odio, esa palabra que usa como un cartel y que es un como una bandera, en la serie Agarrá el odio, está dicha a resguardo, como detrás de una puerta pero a los gritos, se la escucha claro, a veces oculta en una respuesta inesperada:

“Ser metro sexual es no tener pelos, me dijo el mancebo. Cállate y seguí culeando, ando con el odio.”,

y se la escucha con igual humor cuando le responde a uno que le dijo juntitos:

“juntitos las pelotas”; pero también se la escucha como una militancia de la palabra odio, un odio que es paradójicamente vacío, un odio que es un acto sin de

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capacidad de obrar odio, un odio asumido únicamente para poder ser abandonado:

“Hay que dejar de ser cagones para mirar el odio, para agarrar el odio y después hacer otra cosa.”

Edgar siente lo que dice porque decir lo que uno siente es algo muy pretencioso, generalmente; Edgar siente que lo que está diciendo cuando escribe puede ser parecido a lo que está/aba sintiendo en ese momento:

“Me emborracho y elijo dormir./Vos trabajas la noche,/esculpís la noche mientras duermo ahorcado./Preguntás si me aburro y da miedo decir.”(Cabeza rota);

es que la voz se agazapa, no se dice en todo momento, está guardada como para uno, para cuando no quede otra que escribir para sentirse menos solo o sentir algo de alivio:

“Vuelve a instalarse el silencio. /Un amante es tragado por la calle sombría/y el otro intenta lamerse las heridas, hasta que descubre que perdió la lengua.”(La

repetición) y, también, para cuando descubre que estar alguien puede ser únicamente como una tarea que nos salva de otras formas de estar:

“Poner dos platos en la mesa/y abandonar los abandonos.” (Inventario).

Él escribe ese modo de estar con alguien cuando no resulta, cuando duele:

“Enchastro cada pedazo de mi carne buscando un abrazo leído.” (Apenas),

cuando solamente está volviéndose un juego de equilibrios donde alguno que otro se esmera por mantener las piezas lo más quietas posibles:

“Tengo el corazón hecho un colador/a fuerza de palpitar pálpitos/que me asustan atrás de cada mueble. /Voy a vender los muebles.” (Algunos arbitrajes, 3);

cuando está la fuerza de mostrar que de a dos se soporta más fácil:

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“Tenés unas patas como de toro adormecido./Te digo que pienso/Que un ancla te permite volar./Te reís con la boca cerrada” (La vida en polvo)

y que si no fuera así, uno; uno quiere hacer algo para que el otro sufra menos:

“Y si aún persistiera ese silencio tuyo/de temores recontraviejos/ lo voy a acunar para que surjan tus gritos/adentro de un frasquito.” (Algunos arbitrajes, 6)

Es que Edgar tiene formas exactas cuando sus palabras dan el blanco: “Ningún cuerpo es puerco. A lo sumo es un cuerpo que no te gusta. Alguien que no te gusta.” (Agarrá el odio, 8)

Pero cuando toca un lado sensible, sabe también cuál es el lado que lo cubre y le escribe a ambos:

“Cada ternura amordazada es un peligro.” (Algunos arbitrajes, 2), “Y crecí como toro siendo mariposa amarilla.” (Los corazones aislados)

Debe ser porque Edgar dejó que el cuerpo fuera la poesía cuando la poesía se está viviendo:

“Una noche en el bar uno hizo carambola y me dijo empastado cara de sorete. Lindo poema de amor. Terminamos en el baldío en cuatro patas. La barba se quedó llena de tierra y cachos de pasto seco.” (Agarrá el odio, 3)

y no necesitaba escribirse: “Fulminados en nuestros cuerpos/ y embravecidos/y victoriosos, /nos concedemos al vacío.” (En una plaza sin nombre);

de la misma forma que dejó que la evidencia sea una evidencia y no algo solucionable:

“Quedé amordazado en tu mudez, / en tu dejadez, /en tu suficiencia.” (Hecho bolsa).

Hay que permitirse la tristeza, Edgar lo sabe, hay que permitírsela para que pase y venga otra o no:

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“Fui cerrando los ojos, perdiendo el foco, mientras sonaba en mis oídos una ruta que me demoraba, ensordecedoramente mortífera./Una enorme sonrisa se esparció en mi cara” (Vehemente);

hay que permitirse lo grave, lo serio, lo complicado, permitírselo es lo difícil, él lo sabe, y con la misma sonrisa se hace cargo de ello:

“Hay quién puede tomarse las cosas/de manera menos seria. /Yo no sé dónde se compra esa manera”

Franco Rivero, Febrero, 2013,

J. J. Castelli, Chaco, Argentina

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Agarrá el odio

1- Cuando me agarra el odio sé que soy un sorete. Di una pitada al cigarrillo y me dije que estaba bien. Ser /sorete. Estaba en plan de dejarme la barba no sólo larga sino grande. Un flor de sorete. Me había agarrado el odio, y para hacer justicia, tenía que empezar por mí. La forma más sencilla es tener mi cara con mucho pelo. Como un ciruja o una ciruja. Y después dejarme culear por una atorrante. Una buena cosa es empezar por dar la jeta. 2- Creció la barba, decidí cortarle un poco los costados, cosa de ser un sorete afilado. Encontré a un morocho petiso, con lindo pingo. Era pasivo, vale decir que no sólo ponía el culo y demandaba cosas, era pasivo. Y bueh, la cosa era ser un sorete. Me quedé un tiempito con él. Me terminó culeando de lo lindo. Profundizar la soretez tiene problemas. La barba aún no era suficientemente larga. Me dijo que era lumpen. ¡Qué sé yo de lunfardo! Pero me dio la oportunidad de hacer crecer la soretez. Después de la última culeada, lo cagué a palos. Andá a saber qué pasó después de que me gritó borracho de mierda. Al menos entendió algo al nombrar la mierda. 3- Ya tengo una flor de barba. Los chongos me dicen chongadas. Una noche en el bar uno hizo carambola y me dijo empastado cara de sorete. Lindo poema de amor.

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Terminamos en el baldío en cuatro patas. La barba se quedó llena de tierra y cachos de pasto seco. 4- El pecho ancho que tengo está tapado por la cortina que arma mi barba. ¿Dónde se ha visto algo así? Ser metro sexual es no tener pelos, me dijo el mancebo. Cállate y seguí culeando, ando con el odio. 5- Diego dijo “juntitos”…pensé que juntitas las pelotas. La barba no es de papanuel, es una barba oscura, del color de la mierda, del humus que se forma de tanta cosa podrida. Ey Diego, juntitos las pelotas, fijate vos quien se me pone juntito a mí con este cacho de barba. 6- Manga de culeados, ¿se afeitan la barba para tapar lo sorete que son? ¿Qué hacen cuando les agarra el odio? ¿Se depilan con una tenaza? Y escuchamos cumbia para aturdir el odio o emanamos ondas de amor y paz. ¿Por qué no agarrar el odio? De los pelos de una barba es un buen comienzo. Dejate la barba chabón, bien larga, así te agarro el odio y te lo arranco. 7- Un bigotito y una barbita candado es de puto cantado. Es un odio a medias. Un odio escondido entre los pliegues del orto. ¡Hagamos el amor no hagamos la guerra! Qué pedazo de nabos, ¿acaso el garche no puede ser una tecnología del odio?

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8- Agarrame la barba, acariciame el odio. No tengo la barba del Che ni de Jesú. ¿Quién se anima a tocar al odio? ¿Quién mira al odio? Dale bolú, acariciame la barba. Lo demás viene solo. Hay que dejar de ser cagones para mirar el odio, para agarrar el odio y después hacer otra cosa. Si querés. Poné la jeta, llevá la marca en la jeta. 9- Si la tersura de tu piel es como una seda tenés el amor a tus pies. ¿La tersura es la ternura? ¿No me digás? ¿Todo debe ser en susurros? “Monumentos de inercias” dijo un tipo que dicen es un capo. Tengan la tersura y los susurros de amor, todo bien. No es la única manera. Tengo ejércitos que cabalgan por los pelos y el vozarrón que me tocó. Mala suerte. ¿Mala suerte? Ningún cuerpo es puerco. A lo sumo es un cuerpo que no te gusta. Alguien que no te gusta. 10- No pienso dejar de agarrar al odio. Y de que me agarre. Eso del diablo y la luz y las tinieblas y el paraíso y el placer son las imágenes del odio hechas palabritas. Cuando me agarra el odio es cuando el otro, vos por ahí que estás leyendo, no te hacés cargo que me dejo la barba larga, de sorete, para arruinar mi jeta y no arruinar la tuya.

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Algunos arbitrajes

1- Una vieja me dijo que el mundo está desordenado y que nosotros lo ordenamos. Ya no lo creo, al menos tanto. Yo quiero ordeñar al mundo que tenemos ahora, mi querido. Desesperadamente románticos dijo la promo en la tele Y le creo. 2- Cada ternura amordazada es un peligro. Que el mundo se pudra si no hay espacio para nosotros. Resuena el eco de cerdadas junto a una copa renovada. Ya no hace falta la maldita autoestima. 3- Tengo el corazón hecho un colador a fuerza de palpitar pálpitos que me asustan atrás de cada mueble. Voy a vender los muebles. 4- De cada agujerito un chorro intergaláctico dice que te diga que Alberto nunca existió. Que fabriqué eso por la sola necesidad de redención de mi escritura perforada. 5- Un personaje puede morir al instante de ser evocado y quise que mi personaje viviera alguna vez, como preferido. 6- Aunque un silencio indómito se meta en tu mirada voy a hacer de cuenta que escucho. Y si aún persistiera ese silencio tuyo de temores recontraviejos lo voy a acunar para que surjan tus gritos adentro de un frasquito.

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Compartir Compartir la silla Compartir el cigarrillo Compartir el vaso de Quilmes Compartir la música Compartir amigos Compartir el espacio Compartir amantes Compartir noches y días Compartir las drogas Y los alcoholes Compartir algún exceso Compartir el sexo Compartir la queja Compartir la mierda Compartir películas Compartir la cama Compartir palabras Compartir fotos Compartir una comida Compartir el baño Compartir el sueño Compartir los libros Compartir la mayonesa Compartir la incertidumbre Compartir la capucha Compartir el miedo No compartir el insomnio Ni la tristeza. No compartir la mirada Ni la agudeza No compartir el odio Ni la somnolencia No compartir la existencia.

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Anillos de extremidades No quiero pensar que mientras vos nacías estaba acá esperando. Tu palabras reviven un pasado común, separados separando el presente como hermanos de leche antes de saberlo. No quiero pensar que mientras vos cogías yo zurcía otros amores. Un amasijo de flores plantadas en mi patio, mucho antes que antes, se arremolinan ahora en tu pecho lampiño. Le ponen pelos verdes, celestes, blancos, rosas, amarillos y de nuevo blancos a un corazón tan nuevo y ya tan manoseado. No quiero pensar que mientras vos amabas yo me tapaba los oídos para escapar de los campos yermos sin flores celestes, blancas, rosas, amarillas y de nuevo blancas que no tenían tu pecho lampiño. Orgías de silencios, aguas con varones, besos parodiando tragedias, para no sentarse en cuclillas abrazando las piernas temblorosas de desesperación arrinconada.

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No quiero pensar que no puedo escuchar que para vos un sábado es para mí lunes, que un año no es un año sino algo así, parecido, Pero no del todo. Volviste a mis brazos con un hermoso escrito rubricado con tu sangre, surgido mucho antes de que el amor fuera una película o una novela reventada. No quiero pensar que vamos a seguir escudriñando el pasado, por el horror que nos provoca, (al contrastar con lo transitado) que hayamos sido paridos y espaciados, por dos puertas, por un beso, por tantos otros cuerpos de distancia, Y de una caricia necesaria.

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Apenas Veo irte atrás de cada espejo dorado. Ya son tantas las partidas que no me importa la cuenta. Veo irme atrás tuyo sin que me veas. Porque tus ojos están llenos de otros, otros, otros….que tienen la espesura necesaria de tus ansias. Me vuelvo a ver golpeado y abandonado por mi mamá atrás de cada espejo dorado. Veo a cada varón que atravesó mi puerta sacudiéndose la bragueta sin ver que me azotaba. Veo como me voy por hendijas, armando fuegos y entrañas, cada día. Y un cuarto de baño te atrapa, como los atrapó a tantos. Y un pasillo largo me enjaula como tantas veces. Salto y salto para que tu mirada me encuadre. Ya casi no duermo ni respiro esperando que mi borrachera aniquile mi partida. Veo que cualquier cosa tiene más sustancia que mi posibilidad. Veo que el rojo de un vino apenas justifica mis ansias. Enchastro cada pedazo de mi carne buscando un abrazo leído. Y encuentro el castigo. Mi mamá es lo mismo que tantas y tantos frecuentados, a veces, apenas, quizás. O no tanto. Ser como el lobizón sin ser hijo varón, ni séptimo. Aullar a una luna enardecida para que mi elección ya no sea maldición. A pena

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Cabeza rota Una cerámica con cabeza de mujer. Rota. Vos acostado en una pieza blanca, más blanco que un libro. Tenés la pija dura conmigo Y con cada foto que tiene una pija, la mantenés así. Trastabillo. Me emborracho y elijo dormir. Vos trabajas la noche, esculpís la noche mientras duermo ahorcado. Mis ronquidos te acechan como bestia agazapada. Como mariscos de un restaurante malparido. Robo sabores de indigencia. Duermo en tus brazos y te vas. Siento tu leche como una pieza blanca. La pieza se cruza con dos mujeres aceitunadas, Tu ropa cuelga de mi soga. Y me preguntás adónde estoy, con un faso en la boca.

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Acá estoy. Me preguntás si me aburro y me da miedo decir. Escribo en mi cabeza. Tengo miedo de que me obligues a llenar tus silencios. Sos hermoso y me preguntás por qué. Así se siente en este cuerpo de perrote manso. No se puede explicar. No se debe explicar. Quisiera por momentos que me explicaras. No puedo pedirlo. ¿No debo pedirlo? Espero. Es…pero. Una aguja empuja mi cabeza Al pensar que quizás estés llegando. Tu noche se reconfigura en una mujer hermosa con capucha.

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Carta de un enamorado a otro. Cuando me escribas A lo mejor me escribirás cuando ya no exista. A lo mejor surja alguna escritura dedicada cuando caiga la noche. Quizás un raspón en tu vida tenga más poesía que la mía. A lo mejor cuando llegues al presente yo ya esté acurrucado en el pasado. La nostalgia de tus ciclos tienen pasaporte de eternidad. Yo sólo tengo una maldición perruna que esquivás. A lo mejor me escribirás cuando ya no tenga ojos, ni sobacos ni pelos en mi panza. A lo mejor quede enredado algún rizito de mi pecho en tu teclado y se escriba a sí mismo. Quizás un manotazo en las tiniebla te diga que me amortaja tu pasado. ¿Escribirás cuando necesites abrazarme, besarme, alzarme, rechinarme entre solsticios bahienses? A lo mejor me escribirás al describirme endiablado, ebrio de ansias de muerte.

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Desde El libro blanco de Jean Cocteau “Todavía me basta cerrar los ojos en un taxi para evocar al instante la pequeña silueta de Alfredo llorando bajo su pelo de asesino”. Tu pelo apareció asesinado y me gustó. La cresta era la señal de un llanto con ojos cerrados. “El baile evita las molestias de los preámbulos, arroja a unos desconocidos en brazos de otros e invita al amor”. El baile de las molestias surca sin preámbulos, tus brazos aún desconocidos, invitándome al amor. “Arqueados hacía atrás, los cuerpos se unen por el sexo”. Hacia atrás nuestros cuerpos se arquean sin unirse. “Sobre su torso desnudo aquel muchacho que para mí representaba la fortuna llevaba tatuadas con grandes letras azules: SIN SUERTE”. Tenés tatuado sobre tu flanco derecho grandes surcos blancos que te hicieron pensarte SIN SUERTE. Tu muchacho representa mi torso. “Comprendía, más con la piel que con el resto de su cuerpo, que se encontraba seguro, que nuestro encuentro no se parecía en nada a otros que solía tener: encuentros rápidos que sólo servían para satisfacer el egoísmo”. Lo rápido o lo lento se amortigua con el roce de tu piel. No me importa la velocidad. ¿A quién le importa? “… fingir un despertar brusco y destrozar mi vida”. Destrozar mi vida es fingir un brusco despertar.

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“… una fuente emitía con gravedad su monólogo”. Mi monólogo, como fuente emitida, busca tu gravedad. “Siempre he preferido la charla a los actos”. Prefiero escuchar tu charla que escuchar tus actos. “Mi corazón y mis sentidos están tan íntimamente imbricados que me resulta muy difícil comprometerlos por separado. Eso es lo que me hace atravesar las fronteras de la amistad y temer los contactos poco serios, por miedo a enamorarme.” Tengo un tumulto donde la creencia de espacios acorazados de emoción, pensamiento y sexo, no está nunca separada cuando estoy junto a vos. “¡He visto a tantos sabios que conocen la receta exacta de su placer y cuya existencia es muy sencilla porque en unas fechas determinadas y en unos precios fijos se hacen a sí mismos el regalo de una complicación honrada y burguesa!” He visto tanto de esto que me da asco. Ni siquiera son sabios… “… sus cuerpos escupían como animales furiosos”. Nuestros cuerpos escupen furiosos a nuestros animales. “Se reconocía a los más jóvenes por su manera de salir de la bañadera con una gran zancada para limpiar la savia que su tallo ciego había proyectado atolondradamente hacía el amor, sobre las baldosas”. Una gran zancada me llevó, añejo, a tu baldosa para limpiar tu bañera de tantos tallos ciegos proyectados atolondradamente. “… gracias a numerosos encuentros en plena naturaleza, lejos de los objetos que distraen el corazón, nos amamos sin haber hablado de amor nunca”. Hablar de amor es amarnos lejos de nuestros cuerpos.

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“Al amarnos le damos a Cristo la prueba de que sabemos ver lo que hay tras la imprescindible severidad del legislador. Hablar a las masas obliga a prohibir la alternancia de lo vulgar y lo raro”. Me cago en la Santa Legislación. Y en las masas. “-Te amo –repetía- y me felicitó por ello”. Repito, me repito. “… sabía de sobra que los homosexuales disfrutan de la compañía de las mujeres, mientras que los mujeriegos las menosprecian y después de usarlas prefieren el trato con los hombres”. Después de usarme, los hombres disfrutan de mi compañía. Ya no si de puto o de varón. “La ruptura te hará menos daño que una falsa promesa y una ristra de mentiras”. El daño está en la promesa, en la falsa ruptura de ser tan modernos. “Pero no acepto que sólo se me tolere. Eso hiere el amor que siento por el amor y por la libertad”. Quiero escuchar que me amas sin herirte ni herirme. Sólo eso acepto.

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El cruce en el viejo sendero de un parque con piedras rana Una rana me mira de atrás de una piedrita como si fuera una piedra pero no es una piedra, es una rana. Me muestra una pancita blanca como muy blanca. Le pregunto cosas pero me mira con la pancita blanca. Veo un ojo mío en lo verde que tiene. Una lengua roja se asoma pero no me contesta. Insisto y gira Creo que le gusta mi barba Me dice que juntemos nuestras barbas. Habló como una rana con ecos de rana Con monitores de rana Con auriculares de rana y con un micrófono de rana, por supuesto. Se corta la piedra Espero más palabras Aunque sean de rana, como ramo de lobelias enfundadas en patitas de rana. No sé qué hacer. Ahora me doy cuenta Que soy más chiquito que la rana. Por eso necesito sus palabras.

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En una plaza sin nombre Las agujas de un cedro azul, explotan, salvajes, en mi cabeza. Tu hermosa piel se me clava en cada sonido de tu garganta. Una humedad renovada se explica en un beso antiquísimo y nuevo. No recuerdo cuándo empezó esta gesta ensordecedora de desiertos acompañados. Fulminados en nuestros cuerpos y embravecidos y victoriosos, nos concedemos al vacío. Mi pecho refriega el tuyo, mi lengua se hace radiante entre tus cantos. Otra eternidad es acunada entre agujas. Cada día es cada día y cada hora una centuria. Un enjambre de cegueras me atornillan a tu mirada. Una lucha misteriosa que evoco desde las tripas quizás sea mi mejor abrazo. Salvaj

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La vida en polvo Mojo una galleta de manteca en la copa de vino. La hamaca abraza tu cuerpito. Suena un porro de fondo. Hay una florcita roja sobre el mantel amarillo. Tenés unas patas como de toro adormecido. Te digo que pienso Que un ancla te permite volar. Te reís con la boca cerrada Y refregás. Algún otro paraíso te recuerda el nuestro. Alguna hipocresía frunce tus cejas maduras. Olvidás el olvido. Una foto peluda Encierra tu deseo. Una risa mía se vuelve terciopelo. La vida en polvo. La vida en polvo. ¿A retazos? ¿Desintegrada? ¿Como harina? ¿O unida con forma de fideos? El agua une tus líquidos y los míos. La fluidez choca con piedras. Y hace que la vida sea en polvo. Reunido.

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Noche de ronda Ancianos veinteañeros rememoran glorias blancas de pasados cercanos. Una nube de abulia cierne la noche alunada. ¿Cómo serán sus existencias sin recuerdos desmemoriados? ¿Cómo serán los chistes que no tienen conclusión? Tres tatuajes en la pierna de un hombrecito. Un pañuelo rojo levanta el pelo de una hermosa mujer. Un morocho con dardos en la mano recupera la idea de darle al centro del tablero, lo pone cachondo en brazos de una mina. Tu mano fría recorre mi rodilla mientras la cadena de otra linda muchacha estrangula su angustia. ¿Quién dice que es lo poco interesante? Brumas de humo y etílico esbozan risas forzadas en medio de somnolencias entrujadas. ¿Cómo cogerán? ¿Con dardos tatuados y pañuelos rojos? ¿Con morochos encadenados a risas forzadas? Las tristezas se hacen potencia en una sobada desarraigada. Casi vaciada.

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Posdata Todavía escribís al pasado Todavía el pasado te escribe Siempre hay otra flecha Otro mar Que nos libra. Otras caras que hacen sus ruidos blancos. Para vos y para mí. Solo quedémonos con lo blanco Con las hojas en blanco Para escribir otra historia.

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Sería lindo Sería lindo que todas tus palabras fueran ciertas. Sería lindo que te escucharas y me escucharas y anduviéramos hemoseando el mundo en vez de enmierdar la mierda existente que ya inunda cada verso, cada beso, cada gesto. Sería lindo que las cosas fueran ciertas. Y que protegieras cada lunes como si fuera domingo. Sería lindo que las lágrimas sean mojadas y el cuerpo atento. Sería lindo no ser un cacho de carne y que un guascazo no te hiciera creer que eso es dar amor. Escuchame cuando se te pase la falopa. Sería lindo que dejaras de devorar con dentelladas que sonríen inocentes.

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Siesta, qué fantástica, fantástica esta siesta Una heladera llena de imanes inútiles con datos que nunca voy a usar. El ladeo de tu boca que siempre quiero usar. Mi lengua recorriendo la comisura tranquilamente, extraña. Un diamante de plástico Se incrusta en el costado. Un eterno hirviente se solidifica entre espadazos de pitos. Una nueva risa se entremezcla en los dedos apurados. Una falsa libertad de ácidos sin limón recorren tu mirada. Ya tenés la nostalgia puesta en episodios de retoño. Un salvavidas se desintegra en mares de acero tomando cerveza fría en una tardecita de mucho calor

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Sin susurros No quiero el lujo de la carne. No quiero las joyas que entregaste. No quiero un súper auto, ¿para qué? Te ofrezco mi locura, ¿qué harías con eso? Ni siquiera mi mansión es para mí. Ni un after, ni un boliche, ni más fiestas, ni tus drogas, ni mis alcoholes, ni más cogidas desafortunadas. Quiero amor con amor. Quiero vivir con amor. Andar juntos y que te olvides de tus malditos antojos. Quiero que abraces, también, mi realidad. Estoy cansado de la buena crianza, es demasiado para mi Yo devoro hasta con pies. Así soy, o eso creo. Grito y soy grosero, ¿perdoname? Que se pudra la hipocresía, no puedo con ella. Estoy aburrido de las dobles lenguas. Mirame, estoy reloco, pero no sé si tanto como los demás. Así estoy, mirame bien. Quiero amor con amor. Quiero morir con amor. Y algunas caricias verdaderas. Andar juntos, verdaderamente juntos y separados para descubrir nuestra posibilidad. Olvidate , por favor, de tus clichés. Te quiero abrazar en mi realidad. Que mi realidad alguna vez tenga espacio en la tuya.

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Trapo Trapo empapado en el oscuro pelo de tu sonrisa. Se arrastra una gota en la firmeza de tu mano. Garabateos sobre papel blanco con rayas negras. Otra gota arrastrada, ahora firme y rotunda. Otro albañil cocina ladrillazos a kilómetros porque es feroz la muerte sólo de cemento. Un encuadre, tres películas de un único encuadre. Y el trapo chorrea empapado de lloros. Pollito malo Que nos hace llorar. También pollita mala. Un encuadre y tres películas con un único encuadre, con flecos.

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Entre paréntesis Una billetera ajada se esconde. Una comparsa anidada en el pecho. Muchos derives y huevos rotos contra el piso del patio. Una playa llena de espejos. Otra felicidad secuestrada a la realidad, por un rato. La gata blanca me chupa la axila. Un soneto reencontrado. Más de dos whiskies y la sonrisa de mi amiga. Y niños que se salpican en la pileta. Una calesita se acelera. Cuatro bidones arrimados se me antojan como dos parejas desafortunadas. El primer plano de una mueca burlona. El crepitar de un fuego que enciendo con pan. Ecos de dolor en mi garganta como un mantra. La reverberación de mis manos. La sutura de tu boca. Un mosquito se me instala y dejo que me absorba. Los engarces de tristezas con Paula. Indiscretamente entre paréntesis.

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Franela Él anhela la caricia áspera de un cuerpo agitado, perpetuo movimiento de un cerebrito en busca de un tiempo acabado. Mis palabras recorren su cuerpo en la franqueza adormilada de un oso maloliente. Pero en la cúpula de su pecho un lirio pelea por abrirse. Mis aguas pútridas Riegan su inmensidad. Iridiscente.

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Inventario Colgar una noche de cartulina desde un cielorraso de madera. Pensar un dolor. Besar un odio. Fornicar una oreja. Atrapar bichos que se cuelan por los zócalos. Destrozar una mirada. Arrinconar las sentencias. Predecir las peleas. Cambiar una lamparita quemada. Enfrentar la impotencia. Curar los tajos. Maldecir las respiraciones en la nuca. Comprar una ilusión. Insultar al amor. Repasar listas interminables de brillos gastados. Escupir el deseo. Contar un cuento chino. Poner dos platos en la mesa y abandonar los abandonos.

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Impaciencia Racionalizaste a los lindos. Imparcializaste la lujuria. Lastimaste tu encía con un pendejo incrustado. La paz se hizo deshabitada cuando los niños huyeron. Tamborileaste los dedos sobre una cámara de fotos. Eructaste como eco de una caverna blanca. Desnudo y doliente se cayó un libro de tus manos. Corriste detrás de ese tren que nunca pasó. Gritaste a un ombligo que no te obedeció. Y te preguntaste al volver de tanto humo, quién fue que te dejó.

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Negar mi silencio Mi silencio se repliega en el fondo de los rugidos. Mi silencio es tan profundo que es inexpresable como ausencia. Mi silencio interroga y pide la limosna de tu abrazo leído Entre mis palabras. Mi silencio no es ausencia de sonidos, es silencio pavoroso y solitario. Vos nunca te mereciste el horror de mi silencio Quizás por eso Apenas A veces Pienso que cuando escuches mi silencio Será el día menos deseado para vos. Por eso te protejo de mi silencio Para no destruirte Para no herirte. Mi silencio es la boa que me estrangula Y no quiere devorarte. Te hablo para que mi silencio no te asesine.

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A una carta silenciosa (Como una ofrenda) Se me cuela otra pesadilla, esta vez en el sueño. Una pesadilla que replica como espejo de vapor los momentos de una absurda tarde. Releo tu carta. Y ahí me veo escuchando la imposibilidad Y algún deseo de ser dios, de amar Quizás las ganas de ser sujeto. Y sin embargo, estando a tu lado me desaparecés. -¿Pudiste dormir algo más?, dijiste. Y callo la respuesta. ¿Cómo no lo sabés? Y me hundo aún más en el accidente cotidiano. Tu dormir, tu yacer, tu placer. Yukio Mishima dice que amar es buscar y ser buscado. Siempre creí en eso sin saber sus palabras. Anoche estiré los brazos tantas veces en nuestra cama Y los sentí tan cortos. No creo en el destino, ese sustantivo que disfraza la cobardía. Estaré acá como bestia herida, en todo caso, Esperando el tiro final. Busco en mi torpeza, alguna herramienta, Para accionar Y solamente emerge ahora Una irrefrenable necesidad de callar. Se torna decisión piquetera. Yo también no sé decir, querido. Yo tampoco sé que hacer. Ahora algo sé.

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Voy a callar hasta reventar. Voy a empujar mis sentimientos Al fondo del pozo Con un mortero. Quizás cada cual deba hacer algo de eso. Callar y reventar Como sapo en una ruta Bajo las ruedas de un tractor Que en su cosisidad no pueda ser más que eso, una máquina, en manos de otro hombre. Vuelven las náuseas Al plantarse un nuevo día. Hace tiempo que volvieron Como la anunciación del asco que me doy. O quizás del asco que percibo que te doy. O del hastío, O de la impotencia. Releo tu declaración y esa caricia maniatada en un texto de Word No se hace carne. Sólo eterniza una singularidad, como si fuera posible no ser singular. La noche tiene sus engaños en nuestros cuerpos yacentes, Ya tus brazos no buscan mi cuerpo, se abrazan a la frazada, nuevamente. No lo sabés, no tenés por qué saberlo. Seguís durmiendo mi insomnio, Podés hacer lo que quieras Porque entendí que mi vida es sólo eso, La breve excusa de aportarte vida. Escribiste con extrema sabiduría que sos como un vagón, que se va, se va, se va…

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y yo entendí que debo callar. Me abandonaré a tu forma, Acaso qué importa ya la mía. Quedaré acá, leyendo mi sentencia, Escrita por tus dedos presurosos, Y tu garganta taponada. Y así también tus ojos, Y tus brazos en otra parte. Decido dejarme de joder Y resignar en tu la mano la justicia, Que ella escriba mi futuro. Decido callar las palabras Decido callar todos los gestos que te hieren. Ya no dar testimonio de mi deseo Porque el desasosiego ya me atrapó En vos…y acepto que seas mi patíbulo. Seguramente todo tormento debe ser lento Para que sea tormento. Se debe apretar y aflojar para que el torturado No muera rápidamente….si no ¿Cuál sería la gracia? Me pedís espera, Me escribís tus “quiero” Denunciás mi hermosura Hacé lo que quieras con ella. Usala cuando puedas y quieras, estará ahí Esperando lo inesperado, acaso. Y decido callar Como condenado. Sin quejas, sin gritos de dolor Te doy lo que queda de mi vida En silencio

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La repetición El aire se tensa. Un silencio perverso recorre miradas. La carnicería está muy cercana. Se afilan cuchillos preparando el destripamiento. Los amantes se arman. Comienza la danza macabra. Los tajos primero son breves, profundos y precarios. Luego las mordeduras vociferantes se mezclan con intentos de besos venenosos, pretenden ocultar la pócima del destierro. Pausa. Una nueva suspensión ralentiza la rueda dentada. Espacios opresivos poco a poco se convierten en fondo verdeazulado. (¿Acaso los verdes no resaltan los rojos?) La rueda comienza a acelerar a los amantes, uno con un cuchillo sigiloso que grita y enmudece de a ratos. El otro amante usa un escudo de trapo buscando una protección inexistente.

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Los puños se crispan, el sexo es rechazado, el amor es ajado y se tira a un costado. En el medio de ambos la furia se instala gozosa. Un amante decide dormir. El otro decide otra retirada. Ambos se tapan los ojos frente a la ira jugada. Tarea tonta como tontos los enamorados. Finalmente el cuerpo a cuerpo estalla, se despedaza, sordos se golpean. Uno abre el espacio opresivo. El otro abraza un montón de ropa y de papeles. Ahora las cuchilladas son muchas de superficies pulidas o de agujeros inmortales. Vuelve a instalarse el silencio. Un amante es tragado por la calle sombría y el otro intenta lamerse las heridas, hasta que descubre que perdió la lengua.

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Jueves Jueves de lluvia uniformada. Truenos que escoltan cada paso de jueves. Jueves retumba. Jueves que tumba. Jueves que completa un ciclo. La semana se inicia en jueves contra los dictados del sentido común. Jueves inaugural contra toda sentencia. Jueves de latencia. Los pibes ahora se enfiestan los jueves. Y el amor se va los jueves. Intenta regresar un lunes o un martes exigiendo un jueves. Pero rompí una carta en domingo. Lloré viernes, sábado y domingo al jueves. Me olvidé que también el lunes. Un jueves precede a la caída. Quizás un jueves sea el orgullo o la terquedad. Un jueves tiene un forúnculo en la oreja. Un jueves decide mi destino y no acepto. Pero lo escribo un domingo. Yo quise que el martes sea enamorado. O seguir en la luna del lunes. Yo quise que el jueves de decepción no fuera semana. Y encima hay una novela y película que habla de la viudez de los jueves. Las mierdas toman el té de mis ojos llorantes los jueves. La exageración y la acusación toman al jueves. Y hoy jueves descubro que seguirán siendo siete los días de semana.

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Hecho bolsa No puedo moverme. No quiero moverme. Ya no tengo siquiera huesos. Hoy debería armar el arbolito. Pero quedé atrapado en la insoportable certeza. Quedé amordazado en tu mudez, en tu dejadez, en tu suficiencia. Por más predecible que todo fuere no hay estruendo más pavoroso que constatar la evidencia. Atrás de cada afirmación de mis no, encuentro la burla. La suspensión es eterna. Hay quién puede tomarse las cosas de manera menos seria. Yo no sé dónde se compra esa manera. Ese milagro soñado (porque hoy es 8) es ahora una virgencita de plástico colgada de un rosario de pelotitas fosforescentes. No puedo hacerme un sanguche con rúcula, No puedo comer una hamburguesa, No quiero. Sólo puedo tragar barro. Me voy al patio a hacerme una torta de barro con la lluvia de tu madre salvaje y con la meada de tu viejo, y me la voy a comer pensando que sos ahora el Golem que me acecha.

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Los corazones aislados I Una copa rota y otra parecida, comprada al otro día. Un disco robado a un homenaje sobrenatural. Dos dientes delanteros ya tienen las manchas que denuncian desafueros. Aguas estancadas en pelopinchos o piscinas restauran la culpa, no somos sapos. Estupefacientes en una vida ya alucinada, trompadas en otra ya golpeada. Las mentiras son ciertas. Los silencios declaran. Nunca miré un documento de identidad. La tontera se encarnó cuando me violaron a los 5 años. Y crecí como toro siendo mariposa amarilla. La marca de un cactus, de una remera que era mía, está ahora en tu pecho señalando otra verdad.

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II Ya te veo, corazón aislado, con tu próxima metamorfosis. Tu hermosa cara depilada y maquillada, subrayando voluptuosidad, con una larga peluca enmarcando señuelos. Algún vestido negro estará ajustado a tus curvas ya asimiladas. O quizás algo trash para sostener tu estilo. Y tus tacones serán la altura de tu deseo, con dientes de dragón y narices dilatadas. Tu sonrisa será altanera, tu trabajo será de puta, por decisión y no por destinación. Encontrarás en este otro corazón, la misma barba pero arrugada, mirando tus cambios.

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Vehemente Anoche Luciana dijo: “vehemente, me encanta usar esa palabra, porque hasta hace poco no sabía qué quería decir”. La miré aturdido. El ruido de la ruta llegaba hasta ese jardín lleno de gente articulada. Pocas sillas. De pie miraba con una camisa con flores una casa casi nueva. Volví a pensar en lo que dijo Lu. Sentí un disparo en la nuca que salpicó el mantel lila. Miré el dibujo rojo. La gente seguía desvanecida entre sonrisas cautelosas. Los árboles del fondo seguían inmóviles como un croma key de película berreta. La bala habitante de mi nuca me recordó una palabra que había olvidado. Mortificado. Me senté en una banqueta de cuerina bordó, las flores de mi camisa ocultaban la sangre que se iba esparciendo en mi espalda. Nadie vio mucho el mantel lila, las luces estaban en contra y entre los platos y botellas vacías, parecía sólo otra mancha más, pero no. Escuché que se volcaba un vaso y alguien que comentaba ¡Otra vez! “Siempre vuelco” dijo la voz culpable. Yo también. Fui cerrando los ojos, perdiendo el foco, mientras sonaba en mis oídos una ruta que me demoraba, ensordecedoramente mortífera. Una enorme sonrisa se esparció en mi cara

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Temor y temblor Escucho tus labios cerrados. Un puñetazo en mi panza al sentirte. Placer. Dudo de que estés ahí, me asombro de que estás ahí…durmiendo a mi lado. No pienso. Es mentira, tengo una licuadora en revoluciones urgentes y tenaces. Siento aquello que pensé que estaba ya perdido. “Temor y temblor”… Me decís con una canción: “no temas, no hay por qué temer.” No tengo acceso a vos. No puedo llamarte. No sé llamarte. Sigue tu canción (porque ahora es tuya): “En otros cuerpos nuestras almas se encontrarán, en otra galaxia volveremos a estar juntos” El espacio se me torna apretado, con la curvatura de la obsesión. No te conozco pero sí me conozco. Llevás tallado en tu cuerpo la forma de mi deseo. “…tu mirada grabada por siempre en mí…” Y los buenos ciudadanos me dieron dos señalamientos al hablarles de vos: marcaron mi madurez (por no decirme viejo) y tú espesa juventud. No lo niego. Sé que existe lo razonable. Y nunca pude serlo mucho. Del todo. Vuelvo a elegir la magia. Hay un naipe que me une a vos. Quiero a esa carta, a ese tarot gastado de anuncios esperados. Esta carta está en tu frente. La miro fijo. Te miro fijo. Y finalmente te reconozco: sos vos. “Supe que eras vos”. No cojas más con frazadas, acá estoy

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Ilse El corazón bruñido de amores en la distancia. El pasado perfila enojos con luces mortecinas, de campos alambrados por manos avarientas, que esconden niños en mujeres altivas. La superficie de tus ojos cosecha soles como amazona de dos tetas, con corazón bruñido de movimientos aleteados por los mismos ojos de soles cosechados, en fuerte controversia, con el impulso de juego de vientre altivo, de mujer niña.

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Malos silencios

Silencio del milico/silencio que no es pausa/silencio taimado/silencio de verdugo/silencio que no es cómplice/silencio que te niega/silencio que no es inocente/silencio provocador/silencio del traidor/silencio violento/ silencio que excita a los malos entendidos y que apenas suprime los más pequeños/ silencio que no es mapuche, ni humilde ni recoleto/ silencio que encierra el destierro/ silencio que guarda mentiras/silencio vociferante/ silencio amenazador/silencio perverso/silencio que no es suspiro/silencio sin inteligencia/silencio de desamor.

A estas aguas silenciosas tu desesperación de ahogado no las van a parar.

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Tríptico imperativo

Uno

Léame en voz alta en voz baja sin correr su cuerpo del estado de adormilamiento que las sábanas provocan enroscadas por demás sin más ni más porque sus palabras no las escucho ni sus pensamientos porque no los hay simplemente al menos estire su mano para pensar que no es la muerte y que el frío de su estado no es frío del alma sino que la calentura no corre por su sangre y que no es de arisco sino de vacío que las cosas son como son léame alguna vez usted y no me venga con la dificultad del enrosque ni del frío ni de las sábanas léame su cabeza diga lo que las palabras en argentino dicen y no otras de libros mal hojeados ajados en sus manos sin que tiemblen tiemble el pulso cerebral y que permanezca el abrazo leído de su pensamiento extremo extraño el movimiento de la boca que lee el propio pensamiento desmesurado por las apariencias de viento arrasado por la química y el ser/estar de cada cual es complicado como los flancos del cuerpo sin pelos, en la lengua.

Dos

Llame cuando quiera total no pasa nada todo tranquilo pregunte y no cuente total no pasa nada piense en libre que para usted libre es como taxi con el cartelito del techo prendido prenda la mirada vivida a algún colectivo que de a dos también se existe llame y rompa el sueño sueño que no alcanza con vivir la literalidad pajera llame con palabras telefónicas total no pasa nada y nada el pez cuando el gato toma de su agua y la mentira es como una lapicera que no anda que porque está está y no anda y la puteada emerge del fondo del garguero cuando hay que escribir alguna urgencia ordinaria como los

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deditos presurosos en el telefonito de bolsillo con aires de médico de circo y la mirada enturbiada de ansias por llamar llame exagerado aquello que en el celular no tiene cara y donde la falopa del pelo galopa para no detener la cabeza enmarañada los años de llamadas interrumpidas por miradas son un juego raro de pajitas en la cara y de guascazos errabundos y parálisis de las lágrimas y la culpa la tiene el chancho porque nunca llame a la encrucijada de no tener un diccionario para todas las palabras.

Llame cuando quiera total las palabras ya no tienen carga.

Tres

Juegue nomás su cara me conmueve ribazo de un río perpetrado juegue el juego de la jeta oblicua como mansa pero pedregosa que me abisma vaya saber en qué cosa que no me acuerdo del todo pero que remueve aguas turbias y no rubias sino contrastadas por una piel con poca huella muelle de la boca bocanada trasladada al deseo de comer besos y derribar la niebla entre nuestras caras juegue la cara de infortunio para darme ramas entrecruzadas juegue con su cara sobre mi barba encrespada como gallo que se asusta entre las gallinas excitadas revise el juego de caras como sobrenadas con ojos agujeros y cejas levantadas cara con voz ronca a fuerza de tristezas ocultadas a la puerilidad de su cara que juega conmigo la herida de lo que se hace con nada con la desaparición a modo de juego de esconder la cara regazo del pingo la cara ofuscada que no tiene cara de amor como si tuviera cara juegue nomás con la idea de que cara o seca está tirada rompiendo los últimos frutos de mi cara ya jugada.

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INDICE

A modo de prólogo por Franco Rivero/pág. 5 Agarrá el odio/pág. 9 Algunos arbitrajes/pág. 12 Compartir/pág.13 Anillos de extremidades/pág.14 Apenas/pág. 16 Cabeza rota/ pág. 17 Carta de un enamorado a otro./ pág. 19 Desde El libro blanco de Jean Cocteau /pág. 20 El cruce en el viejo sendero de un parque con piedras rana /pág. 23 En una plaza sin nombre /pág. 24

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La vida en polvo /pág. 25 Noche de ronda/pág. 26 Posdata /pág. 27 Sería lindo /pág. 28 Siesta, qué fantástica, fantástica esta siesta /pág. 29 Sin susurros /pág. 30 Trapo/ pág. 31 Entre paréntesis /pág. 32 Franela/ pág. 33 Inventario/ pág. 34 Impaciencia /pág. 35 Negar mi silencio/ pág. 36

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A una carta silenciosa (Como una ofrenda) /pág. 37 La repetición /pág. 40 Jueves/ pág. 42 Hecho bolsa/ pág. 43 Los corazones aislados/ pág. 44 Vehemente/ pág. 46 Temor y temblor/ pág. 47 Ilse pág. 48 Malos silencios /pág. 49 Tríptico imperativo /pág. 50

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