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Gladys M. Canals PortalatínLa noción de identidad que presenta Marta Aponte Alsina a través de dos ensayos titulados: The Secret Island: a Literary Reading of Puerto Rico e Historias íntimas, cuentos dispersos: palabras, tramas e identidadesLITE Dra. Carmen Centeno Añeses10 de diciembre de 2013
Marta Aponte Alsina estudió Literatura Comparada en la
Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Estudió
en la Universidad de Nueva York donde obtuvo su licenciatura
en Literatura Latinoamericana. Fue directora ejecutiva de
dos editoriales: la Editorial del Instituto de Cultura
Puertorriqueña y la Editorial de la Universidad de Puerto
Rico. Además de escribir, continúa ejerciendo los oficios de
editora y traductora.
Es miembro del Directorio de la Red de Escritoras
Latinoamericanas, organización fundada en 1998, con sede en
Lima, Perú, y está afiliada a la Women's World Organization
for Rights, Literature and Development. Su primera novela
fue Angélica furiosa (1994); otros títulos que tiene a su haber
son: El cuarto rey mago (1996), finalista del Premio Sor Juana
Inés de la Cruz en la Feria del Libro de Guadalajara ,
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Vampiresas (2004), Sexto sueño (2007), Premio Nacional de
Novela, 2007 del PEN Club de Puerto Rico, El fantasma de las cosas
(2010), Sobre mi cadáver (2012) y Mr. Green (2013). Además, se ha
destacado como cuentista con los libros de cuento: La casa de la
loca y otros relatos (1999), Premio del Instituto de Literatura
Puertorriqueña y Fúgate (2005). Tiene a su haber un gran
número de ensayos de los cuales se destaca "Notas para un
estudio ideológico de las novelas de Manuel Zeno Gandía"
(1971), Premio de la revista Sin Nombre.
El presente trabajo pretende corroborar la noción de
identidad que presenta Marta Aponte Alsina a través de dos
ensayos titulados: The Secret Island: a Literary Reading of Puerto Rico e
Historias íntimas, cuentos dispersos: palabras, tramas e identidades. En un
ensayo anterior a estos; Notas sobre el estado actual del ensayo en
Puerto Rico, Aponte indica: “Un alegato común sostiene a estos
ejemplos de la nueva ensayística, la urgente necesidad de
tomar la palabra a nombre de grupos previamente marginados;
la clase trabajadora, el “pueblo”, la mujer, el migrante, el
llamado enfermo mental. Se observa, repito, un desplazamiento
del sujeto tradicional y, en consecuencia, la provocación de
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rupturas formales”. De esta manera, intenta darles voz a los
marginados dentro del género del ensayo. De otra parte,
Liliana Winberg expone en su trabajo, El ensayo latinoamericano
entre la forma de la moral y la moral de la forma, indica que “El ensayo
mismo ocupaba un puesto clave como enlace y articulación
entre el campo literario y el campo intelectual, tal como lo
demostraban sus dos formas preponderantes: el ensayo
literario y el ensayo de interpretación.” A continuación
discutiré dos ensayos de interpretación literario que dan
paso a exponer las nociones que Marta Aponte Alsina expone
sobre la identidad nacional puertorriqueña y su proceso de
formación y enunciación. De acuerdo a Walter Mignolo, citado
por Weingberg en el trabajo antes mencionado, podemos
determinar que los ensayos que discutiré a continuación son
los que define como ensayo ideológico, puesto que están
centrados en un sujeto que asume una postura de crítica de
las costumbres y que es uno de los que más evolucionó en
América Latina. De otra parte, en cuanto al tiempo y espacio
existe ahora una mayor integración de cuestiones vinculadas a
la memoria; como es el caso de los ensayos que discutiré, la
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autobiografía, el testimonio, el cuerpo y un nuevo sentido de
dinámica identitaria, que abre las fronteras del género
ensayístico, de acuerdo a lo que establece Weingberg.
Además, se puede señalar que los ensayos que a
continuación se discuten son producto del proceso de la
lectura de muchas escrituras que a su vez se convierte en la
escritura de una lectura. La lectura de una nacionalidad
narrada a través de diversas obras literarias y el empleo de
la memoria. De otra parte, “el ensayo resulta clave como
forma de articulación de las distintas manifestaciones de la
prosa y la literatura de ideas.” (Weingberg, El ensayo
latinoamericano entre la forma…, 114). Recogen el proceso mismo de
creación literaria como medio de formación y fijación de la
nacionalidad puertorriqueña.
Marta Aponte Alsina utiliza el tipo de ensayo que
Weingberg cataloga como ensayo de identidad. En este se
persigue no ya de buscar una determinada noción de la
identidad, sino que “…se habla de “narrar” o “imaginar” la
identidad antes de buscarla”. De ahí que veamos como los
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procesos de la memoria influyen en la noción que Aponte nos
presenta de la identidad nacional. La noción de identidad
está ligada a las formaciones sociales locales, nuevas formas
grupales, étnicas, genéricas, o aun profesionales de
solidaridad. Veremos una noción de identidad nacional ligada
al grupo familiar, por eso es que Pietri indica la
inteligencia de su abuela al no aprender en veinticinco años
de vida en Estados Unidos, su idioma, inglés.
The Secret Island: a Literary Reading of Puerto Rico comienza
exponiendo que el lenguaje no es privativo y que se va
enriqueciendo en la medida que es usado y pasado a otros.
Además indica que es escritora puertorriqueña, aun cuando
esto signifique una ambigüedad. Define a Puerto Rico como una
de las islas de las Antillas, del Caribe. Colonizada por los
españoles quienes trajeron el idioma y también a los esclavos
africanos. Luego, como resultado de la Guerra
Hispanoamericana, desde 1898 colonia de los Estados Unidos.
De otra parte, indica que estos son los hechos y que no
tienen sentido para estar aislada del resto de los escritores
de otros territorios de Estados Unidos, también colonizado
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por europeos y, lugares cercanos, por españoles, como lo es
Colorado.
De acuerdo a Aponte, Said decía que la tarea del
intelectual es realizar las conexiones para verificar las
interconexiones que existen entre los seres humanos. Así
mismo, indica Aponte que Amy Kaplan indicó que los fenómenos
culturales que consideramos como doméstico, o particularmente
nacional, se forjan en un crisol de las relaciones
extranjeras. Expone que esas conexiones interculturales como
escritora le han interesado siempre. “En cierto sentido,
tienen que ver con una de las cualidades que esperamos de la
literatura: la búsqueda de hacer visible lo invisible.” De
acuerdo a Said , trata de conectar puntos distantes en el
espacio y el tiempo. Por tanto, el proceso de escritura
permite colocar en el mapa al que escribe, en esta instancia
a una mujer puertorriqueña de un país colonizado. La
escritura, para Aponte, es medio de enunciación de los seres
marginados, marginación doble, mujer y colonizado.
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La lectura de la historia de Fort Collins le interesó
debido a que la economía de la ciudad se basaba en la de la
plantación de azúcar y su refinamiento, de hecho, los
familiares de éste eran dueños de centrales azucareras que
operaron en Puerto Rico también. Charles Allen, primer
gobernador civil estadounidense de Puerto Rico, fue
presidente de una industria azucarera. De esta manera, Fort
Collins y las islas de Cuba, la República Dominicana y Puerto
Rico eran parte de un mismo plan de la industria azucarera
multinacional. Lo que permite enunciar al Caribe como un
lugar común. Enuncia la caribeñidad de los puertorriqueños y
la historia que compartimos.
Dereck Walcott indica, “every island is circunscribed by
the oceanic sadness called History.” Las historias del Caribe
se entrelazan, Fort Collins fue nombrado después de un puesto
militar establecido en 1864, abandonado en 1866, e
incorporada como ciudad en 1873. Un soldado llamado Nelson
Miles pudo haber visitado este lugar. Fue soldado del
Ejército de la Unión durante la Guerra Civil. El general
Miles fue el comandante en jefe de las tropas que invadieron
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a Puerto Rico en 1898. Miles fue uno de los personajes que
entrelazan nuestros territorios superpuestos, indica Aponte.
También, Richard Harding Davis quien publicó un libro llamado
The West from a Car Window se convirtió en otro de esos personajes
que entrelazan nuestras historias. Narra la historia de un
viaje hacia el oeste. En el mismo indicaba que el oeste era
un lugar grande sin terminar y que expandía hacia la costa
del Atlántico. Davis trabajó, posteriormente, como
corresponsal de guerra durante la invasión de Puerto Rico por
el ejército del general Miles. Junto a este vino el novelista
Stephen Crane quien escribía sobre el combate sin nunca
haberlo visto. Davis, entonces, escribió una epopeya titulada
"How Stephen Crane Tooks Juana Días". De acuerdo a Crane, los
puertorriqueños recibieron a los estadounidenses con las
puertas abiertas. El tono utilizado en este cuento presenta
una visión paternalista de este hacia occidente. Sobre esto
nos indica la escritora, “The joke about the surrendering
habit underlies the writings of other imperial travelers.
Prejudice is a portrait of the observer more than a
description of its object, but recognizing the metaphors of
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prejudice is important”. Sin embargo, lo más sorprende para
Aponte es el hecho de que Luis López Nieves haya escrito
Seva, en donde presenta lo contrario a lo que establece el
cuento de Davis. Lo más importante aquí es que cuando fue
publicado en forma de noticia investigativa por un periódico
de corte independentista, el pueblo lector que había creído
la narración por la necesidad misma de la existencia de
héroes en nuestra historia, se sintió decepcionado. Por lo
cual indica Aponte Alsina, “The incident dramatized how in a
colonized nation writers are pressed to address traumatic
historic experience; how literature is turned into a
battleground in the struggle for national identity and
independence”. Por tanto, la observación que realiza la
escritora supone que estamos ávidos por tener nuestros héroes
de resistencia ante la invasión estadounidense. De otra
parte, refleja como la escritura es capaz de presentar una
falacia y aquellos que así deseen creerla lo hacen. La
falacia del pueblo que recibe a sus invasores con flores y
baile. Esto nos lleva a entender que existen espacios vacíos
en nuestra historia nacional que no han sido suficientemente
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estudiados e investigados, existe, pues, un campo amplio de
trabajo para desarrollar la verdadera historia de la invasión
estadounidense.
De acuerdo a Marta Aponte, “La cuestión de la identidad
es una característica definitoria de las literaturas de las
naciones emergentes. Lecturas metafóricas de la isla han sido
un componente importante de la literatura puertorriqueña
desde sus inicios significativos en el siglo 19”. Desde
Gautier, pasando por Tapia, Hostos, Rodríguez de Tío, Juliá
Marín, Levi y Pedro Juan Soto el componente étnico racial
está presente en sus escritos. De otra parte, Sánchez,
Rodríguez Torres, Julia de Burgos y Ana Lydia Vega han
explorado la dimensión cultural afro-caribeña. Por su parte,
Ferré presenta la crítica de la cultura de la aristocracia
criolla. Corretjer, Tapia y Betances presentan los orígenes
míticos indios. Julia de Burgos presenta la identificación
feminista con las luchas sociales y políticas, el tema del
escritor como personaje de ficción en la ficción gay y la
poesía de Manuel Ramos Otero. La presentación de la isla en
la década del 30 se observa en la obra de Luis Palés Matos,
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marcado por transformaciones dolorosas y la pobreza material
y existencial y la soledad. De acuerdo a Aponte, “Una nota de
contraste en estas lecturas literarias se refiere a la
experiencia de las comunidades puertorriqueñas de la
Diáspora”. La literatura es el medio por el cual los
literatos se han servido para definir la identidad nacional,
misma identidad que está en constante construcción. Vemos que
desde Gautier hasta el presente se continúa realizando esta
definición. La misma autora nos va presenta ya una definición
más amplia del objeto nacional y lo expande hacia el Caribe
cuando nos indica que poseemos una historia en común.
Las complejidades y complicidades de la relación
colonial han sido exploradas por otros escritores como Zeno
Gandía. Indica Aponte que, “La victimización del sujeto
colonial, explícitamente presente en algunos escritores de la
década de 1940 y los años 50 ha dado paso a una visión más
compleja de la relación colonial, basado en un diseño
compacto de la invisibilidad mutua. Los aspectos sombríos de
la sociedad isla se describen en las crónicas y novelas de
Edgardo Rodríguez Juliá”. También, está presente en el ensayo
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que discutimos el 98 al igual que en otros escritores. Lo que
nos demuestra que este es un momento definitorio de nuestra
identidad y que aún no se ha estudiado todo lo necesario para
aclarar los vacíos históricos que existen. Mismos vacíos
históricos “necesarios” para continuar con la dominación
colonial y evitar que hagan luz sobre las mentes del pueblo y
reconozcan la diferencia que existe entre el cuento de Davis
y el de López Nieves.
Indica Aponte que el escritor cubano Reynaldo Arenas nos
dice: "Como escritores caribeños tenemos derecho a todas las
posibilidades de la literatura. Somos una mezcla de todas las
culturas y la falta de las culturas, de todas las formas de
barbarie, una mezcla de todas las historias y todas las
razas”. Una vez más reafirma Aponte lo nacional como parte de
lo caribeño, mueve la identidad nacional hacia una identidad
caribeñizada.
La literatura puertorriqueña contemporánea se inclina a
la literatura no canónica. De acuerdo a la escritora, “Es
imposible sintetizar un corpus literario rico, centenario que
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ha producido cientos de libros notables, ... Este corpus
desafía nociones rígidas de identidad mientras que demanda un
espacio distinto, la necesidad de no desaparecer como pueblo.
Su existencia desafía una experiencia de imperio que ha
requerido un velo de secreto, una segregación del resto del
mundo”. En este punto podemos ver la importancia que ha
tenido para nuestra identidad el esfuerzo realizado por los
mismos literatos que han identificado nuestra nacionalidad y
la han definido. Además, la misma se ha visto como lo que es,
cambiante, puesto que no podíamos quedarnos en el jíbaro
blanco y sumiso de Pedreira, ni en el puertorriqueño dócil de
René Marqués. De otra parte, nos sumergimos y compartimos el
espacio del Caribe, del hombre y la mujer negra. También, nos
indica que esta definición de la identidad nacional es
importante y necesaria para insertarnos en el mundo cambiante
al cual pertenecemos. No somos como dijo Lalo, invisibles, la
literatura nos hace notables y ella sirve para mantenernos
visibles en el mundo y para nosotros mismos poder vernos.
De otra parte nos dice Aponte que a su vez Edouard
Glissant indica: "Diversidad necesita la presencia de los
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pueblos, ya no como objetos para ser tragados, pero con la
intención de crear una nueva relación”. Es esa diversidad en
el planteamiento nacional identitario que ha permitido
reconocer lo que somos y a su vez encaminarnos a ver lo que
podemos lograr. No solo pertenecemos a un ente isleño
aislados, somos caribeños. Pertenecemos a una nacionalidad
más amplia, rica y evolutiva.
Aponte nos dice que en su propio trabajo ha tratado de
escribir desde fuera del circuito cerrado de nuestras
obsesiones insulares. “En este modo, la escritura actúa como
un retorno de la mirada, semejante a la traducción y la
ventriloquía”. Termina el ensayo indicando que dos personajes
centrales de su novela Sexto Sueño son, precisamente
extranjeros que fueron parte de la historia de Puerto Rico,
Nathan Leopold y Sammy Davis, Jr, este último de madre
puertorriqueña. Ese alejamiento al cual hace referencia la
escritora no es otra cosa que el poder mirarse desde fuera
para poder reinventarse. Esto sin embargo, sin dejar de ser.
Me explico, mire cómo hace referencia a la historia y a la
relación colonial que tiene el puertorriqueño. El personaje
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de Leopold, quien existió, fue exilado a Puerto Rico para
sacarlo de Estados Unidos y enviarlo a otro lugar en el cual
no afectara a su nación. Puerto Rico visto por los
estadounidenses de poder como un lugar sin importancia donde
un hombre homosexual, visto esto desde la perspectiva del
hombre de la década del 20, asesino, pudiera vivir como
quisiera. Sin importarle las consecuencia que tendría para
los pobladores puertorriqueños tener en su suelo a un
exconvicto de esta clase. Así, pues, la línea doble del
imperio que indica que cuida de los puertorriqueños, visión
paternalista del coloniaje, y la realidad de la poca
importancia que le da a la seguridad de los mismos que dice
proteger. Así, que, el 98 sigue vigente dentro de la
narración. De otra parte, el personaje de Sami Davis, Jr.,
artista nacido en la década del 20, de madre puertorriqueña,
representa la otra orilla de la Isla. Los sujetos que
emigraron y echaron raíces en “la gran nación” y luego
pierden la identidad nacional o de otra parte se convierte en
un apéndice de esta. Parte, estos puertorriqueños,
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indiscutible de la nacionalidad nuestra, son representados de
esta forma, contribuyendo a definir la nacionalidad.
El segundo ensayo Historias íntimas, cuentos dispersos: palabras,
tramas e identidades nos presenta al cuerpo como “un lugar de la
memoria”. También, nos indica que esas memorias son
“sedimento de la identidad personal”. Expone que sus abuelos
le hacían cuentos relacionados con su vida y la del campesino
puertorriqueños. Así como su abuelo que era chofer de guagua
en la ruta entre Cayey y Guayama, él era “un inventor de
imágenes”. De estas memorias reconocemos su vida en el campo
y las experiencias que le marcaron. Luego se mudan a la
ciudad y allí, a través de una enciclopedia que le compraron,
conoce los cuentos de otros países. De esta forma, reconoce
que le “tocó vivir la transición de una sociedad de tradición
oral a otra marcada por la escritura”. Reconoce que “los
traumas y dislocaciones que producen los cambios” le abrieron
el gusto por conocer el mundo. Es entonces aquí que declara,
“Somos puertorriqueños, pero la patria, para citar a Hostos,
es un punto de partida. Puerto Rico queda en el Caribe y el
Caribe en América y América en el mundo y el mundo en un
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universo movedizo”. Una vez más Aponte no solo reconoce la
identidad nacional puertorriqueña, sino que la inserta al
Caribe, a América, al mundo. Por tanto, no está aislada,
pertenece a y por eso existe.
Nos señala Aponte en este ensayo que, “Me parece que los
escritores se nutren del espacio generados de ficciones que
es la casa natal”. La nación los define para luego poder
definir al mundo al cual pertenecen. Así, como explica, lo
hizo Virginia Woolf quien no salió de Inglaterra, pero
conocía a Rusia. También, García Márquez, colombiano caribeño
que dialogó con sus “secretas conexiones de familiaridad con
la Europa atlántica y el continente africano del siglo 16”. Y
el puertorriqueño Tapia que viajaba por Venecia rumbo a San
Juan. Indica que sin estas relaciones de la memoria el
acercamiento hubiera sido otro. De esta forma nos introduce a
Pedro Pietri quien escribió que su abuela vivió en Estados
Unidos por los pasados veinticinco años y que a sus
ochentaicinco no hablaba inglés. Eso, para él, era tener
inteligencia. Pedro Pietri nos remite al arraigo de uno de
los elementos que componen la nacionalidad, el idioma. A
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través de este elemento nos presenta cómo su abuela mantuvo
su identidad nacional dentro del mismo imperio que domina a
su nación puertorriqueña. Dice Aponte, “…a Pedro le quedaba
la abuela”. La abuela es la memoria, memoria que en este caso
es la colectividad de lo nacional.
Continúa su exposición la escritora indicándonos que no
sabe si todavía existen abuelos cuenteros. Ahora la
tecnología permite la inmediatez y los jóvenes nacidos
después de los 90 pueden comunicarse con personas de todo el
mundo. Sin embargo, “…seguimos viviendo del cuento.” Esta
frase alude a los programas televisados que exponen cuentos
que remiten a historias antiguas y a personajes ancestrales.
De acuerdo a Aponte, Paul Ricoeur indica que existe “una
inteligencia narrativa”. Es la capacidad de organizar el
tiempo como si fuera un relato. Para la escritora “esa
inteligencia narrativa sostiene nuestras identidades
personales y colectivas. Porque nuestras identidades fluyen
en el tiempo, entre experiencias vividas y anticipaciones”.
Somos, pues, de acuerdo a la autora, reflejo de las
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narraciones a las cuales hemos sido expuestos y a las que
imaginamos ocurrirán. Nuestra identidad se define de acuerdo
a lo relatado y se ampliará de acuerdo a lo que imaginamos
podremos relatar. Nos indica que “…estamos atrapados en las
tramas de relatos que constituyen identidades”. Esas
identidades nos protegen como una concha. Sin embargo,
decidimos si queremos continuar dentro de ella o “renegar de
las identidades que nos protegen, pero que también nos
limitan y aprisionan”. Nos explica Aponte que ese tejido que
compone la identidad y el deseo de transformarla es lo que
conocemos como tradición. Somos nosotros quienes determinamos
si deseamos continuarla o modificarla, eso es la tradición.
Esa tradición dentro del estado colonial de los 50 se expresó
a través del diseño que presentó el Instituto de Cultura
Puertorriqueños, nos continúa exponiendo Aponte. Una
institución que nos presentó un diseño de nación en el cual
no era necesario ser soberano para establecer un ministerio
de cultura. Se nos ofreció un diseño de nación capaz de ser
en el estado no existente de nación libre y soberana. Un
ejemplo a seguir, un adoctrinamiento hacia la conservación de
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la colonia como modelo eficaz. En ese instante existieron
escritores como José Luis González donde la tradición fue
mucho más ancha; “…la tradición es heredera de la modernidad
toda.” Nuevamente, hace, la escritora, hincapié en los
“huecos entre la rescritura oficial de la historia y el deseo
de nuevos comienzos que pretenden olvidar los conflictos del
pasado. Ese afán de nuevos comienzos implica demoliciones y
censuras.” Procesos diarios en la colonia que podemos
percatar a través de la escritura, de la memoria que implica
la misma escritura. Son, definitivamente, planteamientos
relacionados a cómo la relación del 98 sigue vigente en la
definición del sujeto nacional, de la nacionalidad.
Sin embargo, apunta Aponte que los nuevos escritores
rescriben la historia sin ser historicistas, pues es la misma
censura quien les da el impulso para crear y rescribir el
pasado histórico y literario. Sin embargo, existimos porque
nos escriben. Aun cuando no lo queramos “…somos deudores de
unas ideas, de unas acciones, de unos acontecimientos, de
unos objetos”, de acuerdo a Marta Aponte. Nuestras
experiencias dependen de la memoria, por lo cual la capacidad
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de inventar el futuro es una capacidad de la inteligencia
narrativa.
Indica, como parte crucial de este ensayo, que, “Por
mucho tiempo la enseñanza de la historia en Puerto Rico ha
sido un problema candente. Se han barrido sus aristas debajo
de la alfombra. Cuando se enseña historia “colectiva” se hace
fuera de ese círculo mágico que la arraigaría en el cuerpo
como algo que pueda estimular la imaginación y la
inteligencia”. Por lo cual, podemos decir que nuestra
historia es el esfuerzo manipulativo de un agente externo, no
tanto pues es el colonizador, que desvirtúa la historia para
hacernos ver el punto de vista que quiere reflejar. Nuestra
identidad nacional se ha desvirtuado de acuerdo a lo que
necesita el imperio. Sin embargo, a través de las memorias
individuales se ha cuajado una identidad nacional fuerte que
sostiene la colectiva débil.
Duchesne Winter propone: “a las prácticas del
desconocimiento, el olvido y la pérdida, capaces de sostener
el llamado y la voz del otro mediante el meticuloso registro
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y reconocimiento de desreconocerse mismo de esa voz.” De
acuerdo a Aponte, “…la pretendida dislocación de las
identidades no es un invento del postmodernismo. En nuestro
caso, es característica de la modernidad puertorriqueña desde
antes del 1898.” Esta perdida aparente de la memoria para el
descorrer la situación colonial tiene sus orígenes, de
acuerdo a Aponte, desde antes del 98. Por lo cual suponemos
que la situación colonial, sea bajo el manto de España o de
Estados Unidos, presupone un proceso de dislocaciones
memorísticas para sobrevivir al coloniaje, o para asimilarse
o para renovar el esfuerzo de delinear una identidad propia
capaz de luchar y conseguir la deseada apropiación del
espacio y por ende la libertad.
Este intento de borrar la memoria parece haber tenido
los efectos contrarios. Dice Aponte; “Reconocer que la
ansiedad de una identidad nacional ha desembocado a ratos en
una tautología inconsistente no le resta realidad a las
máquinas de construcción de identidades, esos centros de
gravedad narrativa, que para bien y para mal fabrican
definiciones; tampoco nos levanta el peso de los objetos,
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eventos y artefactos del pasado.” Lo que nos lleva a entender
que en definitiva la identidad nacional está íntimamente
ligada a la memoria, sea esta una desvirtuada por el aparato
gubernamental colonial, o sea esta una dirigida a través de
la investigación de la historia y su crítica. Está en
nosotros determinar el proceso adecuado para la realización
de una identidad nacional conforme a lo que establece nuestra
memoria y nuestras investigaciones. También, responsables
somos de apoyar una nacionalidad crítica e investigativa
tomando en consideración “las bienandanzas” del imperio.
La noción de lo nacional y por ende de la nacionalidad
se ha convertido en un espacio sin fronteras. El
puertorriqueño criollo blanco fue quedando relegado a la
realidad de Palés. De otra parte, el 98 está muy presente en
los escritores de hoy aun cuando indiquen que dejan atrás
este acontecimiento y escriben sobre personajes que están
fuera de ello. Que, como indiqué, no quedan fuera pues son
reflejo del mismo 98. La identidad nacional es
responsabilidad de todos los que la usamos y los que escriben
sobre ella. Ya sea desde una posición paternalista, pues esta
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nos ha permitido ser críticos, o desde una visión ampliada de
la nacionalidad a través de la muy necesaria inclusión de los
puertorriqueños de la otra orilla del charco. La nacionalidad
puertorriqueña fue, es y será siempre cambiante aunque
conserve rasgos definitorios comunes.
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Referencias
Aponte Alsina, M. “Historias, cuentos dispersos: palabras,
tramas e identidades”.
Puerto Rico. Red. 10 oct. 2013.
http://angelicafuriosa.blogspot.com/2008/04/historias-
ntimas-cuentos-dispersos.html
Aponte Alsina, M. “Notas sobre el estado actual el ensayo en
Puerto Rico”. Revista del
Instituto de Cultura Puertorriqueña. Julio-diciembre
1985. Impreso.
Aponte Alsina, M. “The Secret Island: a Literary Reading of
Puerto Rico”. Colorado State
University, en Fort Collins, el 23 de septiembre de
2008.
Scarano, M. “Discurso ensayístico, cultura e ideología en el
sistema literario
Canals 26
hispanoamericano”. Revista Celehis. 1991. Red. 1 nov
2013.
http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/celehis/article/...65
9
Weinberg, L. El ensayo latinoamericano entre la forma de la
moral y la moral de la forma.
México. Red. 25 septiembre 2013.
http://bdigital.uncu.edu.ar/objetos_digitales/1694/weinberg
cilha9p110a130.pdf