+ All Categories
Home > Documents > El respeto como móvil de la razón pura práctica según Kant

El respeto como móvil de la razón pura práctica según Kant

Date post: 20-Feb-2023
Category:
Upload: independent
View: 0 times
Download: 0 times
Share this document with a friend
29
EL RESPETO COMO MÓVIL DE LA RAZÓN PURA PRÁCTICA SEGÚN KANT LUIS DEL RÍO GONZÁLEZ Resumen: El Capítulo Tercero del Libro I de la Crítica de la razón práctica de Immanuel Kant ofrece como justificación de la actuación moralmente correcta el respeto. Este artículo trata de desentrañar la relación existente entre ese sentimiento y el imperativo categórico kantiano que resulta la base de una ética apriorística que prescinde expresamente de los sentimientos para la valoración de lo que es ético y lo que no lo es. Palabras clave: respeto, ética, imperativo categórico, libertad Abstract: Chapter Three of the First Book of Critique of Practical Reason by Immanuel Kant uses respect as justification for the morally right action. This article tries to unravel the relationship between that feeling and the Kantian categorical imperative which is the basis of a priori ethic system that expressly avoid to use feelings as a filter to discriminate what is and what is not ethical.
Transcript

EL RESPETO COMO MÓVIL DE LA RAZÓN PURA

PRÁCTICA SEGÚN KANT

LUIS DEL RÍO GONZÁLEZ

Resumen: El Capítulo Tercero del Libro I de la Crítica de larazón práctica de Immanuel Kant ofrece como justificación dela actuación moralmente correcta el respeto. Este artículotrata de desentrañar la relación existente entre esesentimiento y el imperativo categórico kantiano que resultala base de una ética apriorística que prescindeexpresamente de los sentimientos para la valoración de loque es ético y lo que no lo es.

Palabras clave: respeto, ética, imperativo categórico,libertad

Abstract: Chapter Three of the First Book of Critique ofPractical Reason by Immanuel Kant uses respect asjustification for the morally right action. This articletries to unravel the relationship between that feeling andthe Kantian categorical imperative which is the basis of apriori ethic system that expressly avoid to use feelings asa filter to discriminate what is and what is not ethical.

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

Keywords: respect, ethics, categorical imperative, freedom

____________________________________________________________________________________

2

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

EL RESPETO COMO MÓVIL DE LA RAZÓN PURA

PRÁCTICA SEGÚN KANT

LUIS DEL RÍO GONZÁLEZ

Trataremos en las siguientes líneas de desliar la

madeja que la concepción del respeto como motor de la razón

pura práctica en la construcción ética de Immanuel Kant

supone a través del comentario de unas pocas líneas del

Capítulo Tercero del Libro I de su Crítica de la razón práctica.

En la mitología griega, Aidós (Αἰδώς) es la deidad

representativa de la vergüenza, de la humildad y de la

modestia, sentimientos estos concebidos como

manifestaciones de la dignidad humana, que entronca,

entonces y ahora, con la idea de respeto de que se ocupará

este comentario en el sentido de ser la pasión -o la

represión de otras pasiones o inclinaciones- que permite a

los hombres adoptar la postura moral y socialmente adecuada

en su comportamiento. Αἰδώς es, además, un vocablo griego______________________________________________________________________

______________3

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

que admite en castellano, entre otras traducciones, como la

de vergüenza1 o pudor, la correspondiente a respeto2. Palabras

como vergüenza o pudor –y otras como magnanimidad, vanidad,

humillación u orgullo-, si bien a primera vista podrían

entenderse distantes, como tendremos ocasión de analizar

más tarde, no se encuentran lejos del contexto de respeto.

La etimología latina de la palabra española respeto la hace

derivar del vocablo latino respectus. A ella tendremos ocasión

de volver más tarde.

Por su parte, la primera acepción que el Diccionario

de la Real Academia Española ofrece de la entrada respeto

reza literalmente: “Veneración, acatamiento que se hace a

alguien”. La segunda nos remite al miramiento, a la

consideración, a la deferencia. Y aún la cuarta hace el

término sinónimo de miedo. Algo más de luz, como casi

siempre sucede, arroja el Diccionario de uso del español de doña

María Moliner, que en la primera acepción de la misma

entrada, define el respeto como la “consideración,

acompañada a veces de sumisión, con que se trata a

alguien”, pero también como la “actitud de someterse a lo

establecido por la ley, a las conveniencias o a los

prejuicios sociales.” Para terminar con estas referencias

lexicográficas, añadiremos una a la expresión respeto de sí

1 Aristóteles, sin embargo, utiliza para designar la vergüenza el términoαισχύνη que Antonio Tovar, en la edición de la Retórica publicada por elInstituto de Estudios Políticos, traduce de esa manera con carácter general ytambién por respeto en 1183b 11, al intitular las páginas que tratan sobre esapasión.2 Rispetto es por la que opta Nicola Abbagnano al traducir al italiano aDemócrito en su Storia della filosofia, publicada en su traducción española en laeditorial Hora.______________________________________________________________________

______________4

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

mismo que el propio diccionario de María Moliner glosa como

el “sentimiento que refrena a las personas de cometer actos

indignos. Dignidad.”

Del conjunto de estas definiciones podemos extraer una

conclusión provisional: que el respeto puede ser entendido

en dos sentidos, al menos. El primero de ellos lo emparenta

con el miedo3 o con la conveniencia y lo hace aparecer como

una habilidad social que permite la convivencia, que hace

al hombre ζῷον πoλίτικoν, animal social que cede en su amor

por sí mismo, es decir, en su amor por la imposición

perpetua de su voluntad -de sus inclinaciones-, como

consecuencia de la necesidad de estar en sociedad, de ser

un ente político, perteneciente a la ciudad, a la πόλις.

Esta definición correspondería muy parcialmente con el

respeto a la ley moral en Kant. La segunda de las

significaciones del respeto extraíbles de la mera definición

lexicográfica de la palabra es que es un sentimiento –o una

virtud- relacionado con la dignidad de los demás y con la

propia dignidad y, por tanto, que hace a la persona

merecedora de la consideración de sus semejantes y de la

admiración de su capacidad para actuar de una forma

determinada, refrenando su inclinación al ejercicio de su

voluntad en favor del cumplimiento de la norma moral. Más

cerca estamos aquí de la concepción kantiana de lo que el

respeto es. Pero aún nos queda camino por recorrer.

1

3 Al castigo, a la represalia, al ostracismo, a la discriminación…______________________________________________________________________

______________5

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

Resultaría ahora conveniente remontarnos a la

concepción que del respeto se tuvo en la antigüedad clásica

–al menos a la que podemos conocer a través de las fuentes

que han llegado hasta nuestros días. La primera mención que

puede encontrarse entre los filósofos clásicos del término

αἰδώς se halla en Demócrito. La colección de fragmentos del

tracio que tradujo y comentó Hermann Diels en Die Fragmente

der Vorsokratiker regala el siguiente, número 2644:

Nadie debe tener más respeto por los otros hombres que por sí

mismo, ni obrar mal ya lo sepan todos o nadie lo sepa, sino que

debes tener por ti mismo el mayor respeto e imponer a tu alma

esta ley: no hacer lo que no se debe hacer.

De aquí parece poder extraerse que, para Demócrito, el

respeto era una virtud, la del cumplimiento de un deber de

cada individuo para consigo mismo y no para con los demás,

por cuanto implica una forma de satisfacción del imperativo

categórico kantiano: no hacer nada que de lo que uno deba

avergonzarse. Ello con independencia de que la acción –o

inacción- del individuo sea o pueda a ser conocida por su

prójimo. De ese hacer lo que se debe o no hacer lo que no se debe se

derivará necesariamente una acción moral buena5.

La siguiente referencia clásica a la noción del

respeto viene de la mano de Platón, que en su Protágoras

4 Aquí citado en la versión de la que Alfonso Fernández Tresguerres hace uso ensu artículo Sobre el respeto, El Catoblepas, número 73, marzo 2008, página 3,<http://nodulo.org/ec/2008/n073p03.htm> [consulta: 11 de mayo de 2013].5 Ya veremos después la diferencia entre las éticas materiales y la éticaformal kantiana. La actuación moralmente correcta en las primeras dependerádel cumplimiento de unas normas de conducta que se imponen como consecuenciade la experiencia práctica. En la segunda, del mero cumplimiento de estaobligación de respetar la ley moral al que ya se refiere Demócrito. ______________________________________________________________________

______________6

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

dice, por boca del sofista, que los hombres se atacaban los

unos a los otros al reunirse para cualquier fin antes de

que poseyeran la ciencia política.

Zeus, entonces, temió que sucumbiera toda nuestra raza y envió a

Hermes para que trajera a los hombres el respeto y justicia para

que hubiera orden en las ciudades y ligaduras acordes de

amistad6.

De nuevo, como Demócrito, Platón concibe el respeto

como una virtud. Virtud, eso sí, necesariamente colectiva,

universal, no entendida como individual7, y condición para

la posibilidad de la existencia de la vida social y de la

propia pólis8 y, consecuentemente, de la existencia de una

moral, pues esta ha de ser necesariamente social. Nada

significa una moral individual, construida sin tener en

cuenta al resto de los hombres y para ser puesta en

funcionamiento con independencia del resto de los hombres.

Servirá para ilustrar esta afirmación el caso de Robinson

Crusoe. Cuando Robinson naufraga en la isla desierta, no

puede plantearse si su actuación a partir de ese momento es

moralmente correcta o no lo es porque, si soslayamos su

educación e influencia anterior, no tiene un término de

comparación para determinar tal corrección. No tiene

sentido pretender actuar correctamente si no hay una manera

6 Platón, Protágoras, 322c.7 Una virtud que podemos calificar de anómala o de atípica porque se hacedepender menos de la voluntad de cada individuo que de la suma de lasvoluntades individuales de dar cumplimiento de los requisitos de tal virtud.8 En el mismo sentido se manifiesta Aristóteles cuando habla de la amistad enel Libro VIII de la Ética nicomáquea al decir: “Y aun a las ciudades tambiénparece que mantiene y conserva en ser amistad...”. La amistad no es paraAristóteles una virtud, pero sí es τὶϛ αρετή, una suerte de virtud o casi unavirtud.______________________________________________________________________

______________7

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

de comparar esa actuación con la de otros para determinar

si, efectivamente, es moralmente correcta. La aparición de

Viernes altera el panorama y convierte a Robinson en un

hombre político. Ya podrá calibrar si su forma de actuar es

la adecuada, ya podrá hacer a Viernes objeto de su respeto y

ser él mismo objeto de respeto de Viernes. Podemos convenir,

con Hanna Arendt que “no el Hombre, sino los hombres

habitan este planeta. La pluralidad es la ley de la

Tierra.9” Es posible, probable, definitivamente seguro, que

Robinson Crusoe y Viernes no compartieran criterios

morales, pues sus culturas eran diametralmente opuestas y,

por añadidura, desconocidas la una para la otra. Pero lo

que sí compartían ambos es la capacidad de valorar en el

otro y en sí mismo qué conducta es moral y cuál no. Esa es

una capacidad que el hombre solo no puede tener –y, por

supuesto, el animal, solo o en compañía, tampoco.

En último lugar, por lo que hace a las referencias a

las fuentes clásicas, resulta prácticamente imposible

intentar encontrar una definición de cualquier concepto de

carácter moral sin acudir a Aristóteles y el respeto no es

una excepción. Como al referirse a la amistad, en la Ética

nicomáquea, Aristóteles conceptúa el respeto como algo

parecido a una virtud, aunque no como a una virtud. El

estagirita utiliza ahora la noción de sentimiento, que será

clave para los intentos de aproximación al respeto

realizados con posterioridad, si bien lo hace al hablar de

9 Arendt, Hanna, The Life of the Mind, 1978 (cuyo título fue traducido al castellanocomo La vida del espíritu).______________________________________________________________________

______________8

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

la vergüenza. Dice en Ética nicomáquea, II, 2, 1108a: “La

vergüenza no es una virtud, pero se elogia también al

vergonzoso.” No resultaría complicado convenir en que no

sufre quebranto el sentido de la frase ni tampoco la

posible intención del filósofo al escribirla si sustituimos

vergüenza por la palabra respeto y vergonzoso por respetuoso: “El

respeto no es una virtud, pero se elogia también al

respetuoso.”

Más tarde, en el Libro X de la Ética nicomáquea,

Aristóteles distingue entre el respeto generado por la

intención de actuar moralmente de una manera correcta y el

provocado por el miedo al castigo, utilizando los términos

correspondientes al pudor (αἰδώς) y a la vergüenza (αισχύνη)

para referirse al sentimiento que habría de dar lugar a la

obediencia y la abstención de lo vil, respectivamente10. Nos

servirá más tarde esta distinción –o una paralela entre el

ser y el deber ser o entre el respeto derivado del

cumplimiento de la norma moral como consecuencia de la

aplicación de la razón pura práctica y aquel que se

desprende de la existencia de un interés espurio.

2

Esta aproximación al concepto de respeto a través de las

fuentes clásicas no debe hacernos olvidar que el objeto

central de estas líneas es el análisis de la noción de ese

concepto en la ética formal kantiana y su función como

motor de la razón pura práctica. Para ello se torna10“ […] oὐ γὰρ πεφύκασιν αἰδοῖ πειθαρχεῖν ἀλλὰφόβῳ, οὐδ᾽ ἀπέχεσθαι τῶν φαύλων διὰ τὸ αἰσχρὸν ἀλλὰ διὰ τὰς τιμωρίας”______________________________________________________________________

______________9

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

imprescindible exponer, siquiera brevemente, algunas de las

líneas generales de la teoría del conocimiento en Kant,

pero más concretamente, de la aplicación práctica de la

razón a la tarea de responder a la pregunta acerca de lo

que debe ser hecho. En la construcción filosófica de Kant

hay una neta distinción entre el objeto de la razón pura

teórica y el de la razón pura práctica. En cuanto a la

primera, Kant intentó explicar cómo es posible el

conocimiento de los hechos a través de las impresiones

sensibles y de la imposición a estas de las formas de

espacio y tiempo y las categorías o conceptos puros y hasta

dónde es, asimismo, posible el conocimiento de objetos

mediante la aplicación de las categorías a los fenómenos,

pues las doctrinas metafísicas, al aplicar las categorías

más allá de los fenómenos, no proporcionan conocimiento

objetivo. Sin embargo, la actividad humana no se limita al

conocimiento de los objetos, sino que también ha de

alcanzar a la función moral de la razón, aquella que, como

decíamos, responde a la pregunta ¿qué debo hacer? Este es el

objeto de la razón pura práctica, conocer cómo debe de ser

la conducta humana para ser ajustada a la norma moral. La

razón teórica, la ciencia, se ocupa del ser, mientras que

la razón práctica, la moral, se ocupa del deber ser.

Hasta la construcción teórica kantiana de una ética

formal, las formulaciones éticas habían sido de naturaleza

material. La diferencia esencial entre las éticas

materiales y la ética formal kantiana reside en que todas

las primeras parten de la existencia de cosas buenas para______________________________________________________________________

______________10

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

el hombre, de un bien supremo –la belleza o la bondad,

v.gr.- al que el hombre ha de tender a través del

cumplimiento de unas normas o preceptos encaminados a

alcanzarlo. La ética formal opone al empirismo de las

éticas materiales la construcción de hipótesis en sus

imperativos; a la estipulación de reglas a posteriori,

derivadas de la experiencia, de la que no pueden extraerse

principios universales, el razonamiento apriorístico; a la

heteronomía de las primeras, la autonomía de los sujetos en

la segunda. Por tanto, una ética universal, racional,

apriorística, categórica y autónoma ha de ser,

necesariamente, una ética formal.

La finalidad de esta ética formal no es establecer qué

debe hacer el hombre. Tal cosa carecería de sentido, puesto

que daría lugar la necesidad de dictar tantas normas como

situaciones empíricas pudieran darse, lo que provocaría la

caída, nuevamente, en los postulados de las éticas

materiales, en el empirismo, en la particularidad y en el

razonamiento a posteriori. La ética formal, sin embargo, se

limita a señalar cómo el hombre ha de obrar siempre,

ordenando a este que actúe por deber, es decir por “la

necesidad de una acción por respeto a la ley11” y no por la

utilidad o satisfacción que su cumplimiento pueda

proporcionar al individuo. El hecho de que la forma de

obrar conforme a la ley moral provoque un placer o responda

11 Kant, Immanuel, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Trad. García Morente,Espasa-Calpe Austral, Madrid, 1967, pág. 38. ISBN 978-84-2390648-2.______________________________________________________________________

______________11

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

a una utilidad generaría un sentimiento patológico del

deber, no derivado del uso de la razón pura práctica.

La exigencia kantiana de obrar moralmente se expresa

en el denominado imperativo categórico, la primera de cuyas

formulaciones responde a la orden “obra solo según una

máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne

en ley universal12.” Aún podemos encontrar una segunda

formulación del imperativo categórico: “Obra de tal modo

que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la

persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo

tiempo y nunca meramente como un medio13.”

Kant concibe el respeto a la ley moral como el móvil,

como el elater animi, de la razón pura práctica. Móvil es,

para Kant, el fundamento subjetivo para determinar la

voluntad de un ser cuya razón no se ajusta necesariamente a

la ley moral por su propia naturaleza. Con ello, el

filósofo alemán se aleja del emotivismo moral de David

Hume.

El respeto que despiertan en los hombres otros hombres

deriva de la obligación de emulación de su conducta moral.

Detengámonos aquí un momento para aclarar que el objeto del

respeto solo puede ser otro ser humano y que lo ha de ser

cualquier otro ser humano por el mero hecho de reunir esa

condición de humanidad, pues todos los seres humanos, en

aplicación de la razón pura, han de cumplir la norma moral

12 Kant, Immanuel, Fundamentación…, pág. 72.13 Kant, Immanuel, Fundamentación…, pág. 84.______________________________________________________________________

______________12

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

que impone el imperativo categórico. Dice Kant en la página

167 de la traducción de Roberto R. Aramayo14:

Las cosas pueden suscitarnos inclinación, y cuando se trata de

animales (v.g. caballos, perros, etc.) incluso amor, o también

miedo, como el mar, un volcán o una fiera, mas nunca respeto. Algo

que se aproxima bastante más a este sentimiento es la admiración…

…y esta sí puede dirigirse a las cosas. Pero nada de

esto es respeto. Solo el ser humano, por tanto, puede

suscitar el sentimiento del respeto. Y ello es así porque el

respeto deriva del cumplimiento de la ley moral por deber y

solo los hombres pueden ser sujetos de la moral porque solo

los hombres tienen libertad para incumplir una norma. Los

animales actúan como consecuencia de sus instintos, de la

llamada de una naturaleza que no permite que elijan otra

forma de obrar ni tampoco que valoren si su actuación es

correcta o no lo es, esto es, para Kant, si se ajusta al

imperativo categórico o no. No pueden, por último, optar

por dar cumplimiento a esa norma como consecuencia de la

aplicación de la razón pura, pues carecen de ella. Existe

la posibilidad, sin embargo, de que, por azar o casualidad,

den cumplimiento a la regla, pero este cumplimiento azaroso

no los convierte en sujetos susceptibles de recibir

respeto, pues no derivará de la razón pura consagrada a la

práctica.

3

14 Kant, Immanuel, Crítica de la razón práctica, trad. Roberto R. Aramayo, Alianza,Madrid, 2000. ISBN 978- 84-309-1712-8.

____________________________________________________________________________________

13

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

En este punto, podemos y debemos regresar de nuevo a

Aristóteles. El Libro IV de la Etica nicomáquea se refiere a

tres virtudes, la liberalidad, la magnificencia y la

magnanimidad. Al tratar la magnificencia (EN 1122a),

Aristóteles describe al espléndido como aquel liberal que

realiza gastos en gran medida, aquel cuya liberalidad requiere

grandes dispendios, de tal modo que la deficiencia en tal modo

es mezquindad y el exceso ostentación vulgar, extravagancia y cosas

semejantes. Ese gasto dispendioso ha de ser en lo que es

debido y como es debido, es decir, debe de ser un gasto en

interés público.

Por su parte, al tratar la magnanimidad (EN 1123b),

Aristóteles señala:

Se tiene por magnánimo al hombre que, siendo digno de grandes

cosas, se considera merecedor de ello, pues el que no actúa de

acuerdo con su mérito es necio y ningún hombre excelente es

necio ni insensato […] El que es digno de cosas pequeñas y las

pretende, es morigerado, pero no magnánimo; pues la magnanimidad

se da en lo que es grande […] El que se juzga a sí mismo digno

de grandes cosas siendo indigno, es vanidoso, pero no todo el

que se cree digno de cosas mayores de las que merece es

vanidoso. El que se juzga digno de menos de lo que merece, es

pusilánime […] El magnánimo es, pues, un extremo con respecto a

la grandeza, pero un medio en relación con lo que es debido,

porque sus pretensiones son conformes a sus méritos.

Por tanto, para Aristóteles, el magnánimo es aquel

hombre que, habiendo actuado de manera magnificente,

reclama a aquellos que son sus iguales o superiores el

____________________________________________________________________________________

14

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

respeto que merece15. Pudiera parecer que para el estagirita,

el magnánimo es un ser egoísta que reclama para sí la

atención y, por qué no, el respeto de sus semejantes y que,

por otro lado, no puede dejar de hacerlo si no quiere que

su condición de magnánimo se vea aniquilada por la

mediocridad, por la condición opuesta y antónima de

pusilánime, que, además, estima como manifestación de un

peor vicio que el de la vanidad16. Pero esa interpretación,

que parte de la literalidad del texto, merece una más

pausada reflexión. Si el magnánimo no reclama lo que le

corresponde como tal de aquellos que se encuentran en

disposición de reconocer el ejercicio de la magnanimidad

porque son susceptibles de ejercerla a su vez, puede

deberse bien a una disposición del alma, a la pusilanimidad,

en cuyo caso, el magnánimo ya no lo será, pues tal cosa,

el carácter de pusilánime, es el vicio por defecto de la

magnanimidad, o bien puede deberse a que no se considere

merecedor de esos elogios o reconocimientos, en cuyo caso

es posible que, efectivamente, no los merezca, lo que lo

alejará, de nuevo, de la condición de magnánimo.

Reclamarlos de los inferiores no tendría mayor mérito, pues

el magnánimo se halla en posición de superioridad respecto

de ellos. Más bien al contrario, situaría al presunto

magnánimo en una relación de vecindad con la ostentación.

15 “El magnánimo […] será moderadamente complaciente con los grandes honoresotorgados por los hombres virtuosos, como si hubiera recibido los adecuados o,acaso, menores, ya que no puede haber honor digno de la virtud perfecta. Sinembargo, los aceptará […]; pero, si proceden de gente ordinario y por motivosfútiles, los despreciará por completo, porque no es eso lo que merece.” (EN1124a).16 EN 1124b, 25.______________________________________________________________________

______________15

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

Aceptarlos tampoco sería adecuado, pues poco o nada vale

que alguien que no está en condición de ser magnánimo

reconozca la magnanimidad en los demás, ya que cualquier

gesto de liberalidad puede ser interpretado entonces por él

como de magnanimidad. Por consiguiente, el magnánimo solo

puede aceptar de sus iguales o superiores el respeto, el

reconocimiento por su magnanimidad y ha de exigirlo si no

le es tributado.

El magnánimo aristotélico, es, por tanto, el objeto

del respeto kantiano. Es un ser que actúa, no en beneficio

propio, sino buscando el interés público17, de acuerdo con una

conducta, aquella en la que consiste la magnanimidad, que

es digna de respeto por parte de sus semejantes, de aquellos

que se encuentran en una posición económica –

exclusivamente en el caso del magnánimo aristotélico- y

moral de igualdad o de superioridad respecto de él. Relata

Aristóteles las bondades del magnánimo: desprecia con

justicia, no se expone al peligro por fruslerías, estima

pocas cosas, hace beneficios, pero se avergüenza de

recibirlos, no necesita nada o apenas nada, ayuda a los

otros, es altivo con los de elevada posición y con los

afortunados, pero mesurado con los de nivel medio, evita ir

hacia cosas que se estiman o a donde otros ocupan los

primeros puestos y también estar inactivo o ser remiso, es

17 Y aquí entraría a jugar el concepto de munus latino, de la munificencia, delsostenimiento del bien común por parte de aquel que es munificente, algo queprimero fue un honor y, conforme decaía el imperio, especialmente a partir dela crisis del siglo III d.C., comenzó a convertirse en una obligacióninsoportable que era eludida cuando era posible por aquellos que seguían elcursus honorum. ______________________________________________________________________

______________16

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

hombre de amistades y enemistades manifiestas, para evitar

ser calificado de miedoso al ocultarlas, preocupándose más

de la verdad que de la reputación, es poco dado a la

admiración, no es rencoroso, ni murmurador, ni inclinado a

tributar alabanzas, ni dispuesto a lamentarse o pedir por

cosas necesarias y pequeñas. Todas esas virtudes o bondades

coinciden sustancialmente con las derivadas del ejercicio

de la razón pura práctica por parte del respetado en Kant,

es decir, del respeto de la ley moral. El magnánimo no lo

es por el interés propio, no gasta para sí mismo, no es

similar al vulgar, que gasta para exhibir su riqueza y por

creer que se le admira por eso, sino que lo hará por

nobleza. El respetado, como el magnánimo, no actúa conforme

a la ley por interés propio, sino por cumplir el deber

impuesto por la ley moral. La conducta moral correcta,

según Kant, solo puede derivar del cumplimiento de la ley

moral por el deber mismo de su cumplimiento, sin que medie

ningún placer, beneficio o interés derivado de las

inclinaciones naturales de los hombres a satisfacer su

voluntad. Es decir, que lo que respetamos de los demás es

su capacidad para dar cumplimiento a la ley moral por deber.

4

Ambos, magnánimo y respetado son objeto del respeto de

otros. Ese respeto provoca en aquel que respeta humillación.

De entrada, la actuación del que cumple con la ley moral

por deber lo coloca en una situación moralmente superior,

respecto del respetante, por innovar terminológicamente con

____________________________________________________________________________________

17

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

el uso del improbable participio presente, lo que no puede

generar en él más que humillación. La humillación refrena la

vanidad, la inclinación natural a dar satisfacción a la

voluntad, digamos concupiscente, individual y, por tanto,

impide que la ley moral se cumpla por parte del que respeta

como consecuencia de la existencia de un interés propio por

pura coincidencia entre el resultado obtenido de una manera

y de otra, por interés y por deber. El hecho de que el

respeto remueva, a través de la humillación, el obstáculo que

la vanidad supone al cumplimiento de la ley moral lo

transforma en el móvil de la razón pura práctica, pues solo

de la aplicación de la misma puede derivarse el

planteamiento apriorístico de la bondad del cumplimiento de

la ley moral por deber. Asimismo, supone un fundamento para

las máximas de un comportamiento vital conforme a la ley

moral.

La tributación al magnánimo del elogio que su conducta

moral merece ha de provocar necesariamente en aquel que

satisface dicho tributo una reacción en todo equiparable a

la de quien respeta al que cumple la ley moral por deber, es

decir, la humillación de su vanidad. Ello tendrá como

consecuencia una mejora en las relaciones de amistad que

Aristóteles reputa imprescindibles para el mantenimiento de

la ciudad (EN 1167b). La rebaja recíproca de las vanidades

de los grandes, de aquellos que se encuentran en

disposición de ser magnánimos, como consecuencia del respeto

que han de tributarse entre sí, si todos siguen la norma de

respetar al magnánimo, redundará, pues, en el beneficio de______________________________________________________________________

______________18

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

la ciudad, que verá cómo sus optimates evitan la soberbia

derivada de su elevada posición, no frenada por nada sino

es por la humillación que provoca el respeto. Por otra parte,

la exigencia al magnánimo de ser inflexible en la

reivindicación del tributo que su conducta moral merece

será también condición para que, además de conservar su

condición de tal, permita entrar en juego el mecanismo al

que nos referíamos. Paralelamente, el respeto kantiano genera

una humillación de la vanidad del que respeta y, por tanto,

un provecho al conjunto de la sociedad derivado, en primer

lugar, de esa misma reducción de la vanidad que pudiera

degenerar en soberbia de no tener el techo de la humillación

y, en segundo lugar, de la comprensión del hecho

indubitable para Kant de que la razón pura debe guiar la

actuación moral de los hombres, lo que se pone de

manifiesto mediante el propio respeto y la sucesiva

humillación.

5

El respeto es un sentimiento incondicionado e

involuntario. El hecho de observar en otro una conducta

moralmente proba genera en el individuo el decaimiento de

la vanidad y, por tanto, del orgullo18. Incluso en el caso de18 Aunque vanidad y orgullo han sido utilizados aquí casi como términos sinónimos,no son pasiones equiparables. La vanidad alberga siempre en su seno un sentidopeyorativo que la acerca a la fatuidad, a la arrogancia, a la presunción, alengreimiento. La palabra orgullo puede arrastrar también una carga semánticanegativa y, de hecho, pudiera en esos casos ser sinónima de vanidad. Perotambién es susceptible de maquillar tal envanecimiento o arrogancia con unapátina de virtud (de nuevo τὶϛ αρετή) que derivaría del origen noble de losmotivos que lo provocan. Mientras que la vanidad solo puede provocar en losdemás la vergüenza ajena, la vergüenza que genera lo vergonzoso, aquello que estributario de vergüenza por parte de su autor pero no recibe tal tributo, elorgullo puede generar admiración e, incluso, respeto. ______________________________________________________________________

______________19

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

que este se considere igualmente recto en el cumplimiento

ortodoxo, es decir, por deber, de la ley moral, siempre

sentirá hacia aquel con el que se compare un mayor grado de

respeto, pues conoce sus propias debilidades o defectos,

mientras que desconoce los del otro, que aparecerá elevado

al pedestal de aquellos que no los tienen. Puede, a lo

sumo, aquel que respeta a otro, no exteriorizar ese

sentimiento de respeto, pero no podrá evitar que, en su

fuero interno, anide con fuerza insuperable. No es posible

resistirse al poder del sentimiento que el cumplimiento por

deber de la ley moral provoca en nosotros.

La aniquilación de la vanidad a través de la humillación a

la que nos referíamos antes es un sentimiento displicente.

Nos resulta, por esa destrucción de la arrogancia,

desagradable. Arrumba con una parte de nosotros que nos

gusta, que nos complace, cuya satisfacción nos provoca

placer egoísta. Hasta tal punto es así que el respeto es

aceptado de mala gana y ello genera la necesidad de

encontrar en el respetado algo censurable, algo que permita

que nos sintamos menos presionados por el hecho de que él

es moralmente superior a nosotros –o así se nos presenta.

Dice Kant que ni siquiera los muertos se encuentran libres

de esta tarea de desacreditación del respetado, tanto más

cuanto más merecedores de respeto sean, esto es, cuanto más

inimitable se nos presente su conducta. De manera análoga,

al referirse a la felicidad, a la εὐδαιμονία, Aristóteles

citando al poeta Solón dice: “Ningún hombre hay feliz sino

que son desgraciados cuantos mortales contempla el sol” (EN______________________________________________________________________

______________20

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

1100a 10 y 11). El aforismo pretende sostener la postura de

que la felicidad es un estado pasajero, referido a un

periodo de tiempo breve y siempre susceptible de

variaciones en tanto que la vida persista, mientras que

será inconmovible una vez esta desaparezca. Sin embargo,

Aristóteles matiza la afirmación de Solón, pues prorroga el

peligro que acecha a la felicidad del muerto más allá de su

deceso al señalar:

Parece que para el hombre muerto existe un mal y un bien igual

que para el que vive. Pero no se da cuenta de ello. Por ejemplo,

honores, deshonras y prosperidad e infortunio de sus hijos y, en

general, de sus descendientes.

De manera paralela a lo que Aristóteles afirma para la

felicidad, podemos sostener que esta sustitución del tiempo

real, cronométrico, por el tiempo moral da lugar a que el

respeto de los hombres hacia otros hombres no se estabilice,

no se fije o permanezca inmutable más allá de su muerte.

Más bien al contrario, cuanto mayor sea el grado de

respetabilidad del fallecido, cuanto más casada se

encontrase su vida con el cumplimiento del deber moral, de

la ley moral, cuanto más merecedor sea del respeto de los

demás por esa razón, más tenderán aquellos que vieron su

vanidad humillada por el sentimiento de respeto que, contra su

propia voluntad, provocó el muerto en ellos a buscar

excusas que rebajen ese sentimiento, a buscar en él

defectos que reduzcan el grado de humillación a que dio lugar

su respeto. Por tanto, de forma semejante a como la felicidad

no es segura ni tan siquiera como pretendía Solón después

____________________________________________________________________________________

21

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

de que sobrevenga el fin de la vida, el respeto tampoco es

algo que permanezca invariable entonces. Y ello es así

porque provoca rechazo en quien respeta, porque la

sensación a que da lugar el hecho de respetar a otro es

desagradable, humilla, destruye el amor de uno por sí mismo

y da lugar a una apasionada reacción demoledora de la

virtud ajena.

Sin embargo, Kant hace que a esta sensación de

humillación que el respeto provoca la suceda otra sensación

que podríamos calificar de placentera y que deriva del

hecho de encontrarse expuesto a la imposición de la ley

moral, ante su grandeza. Dice Kant:

No obstante hay asimismo tan escaso displacer en ello que, una

vez depuesta la vanidad y tras haber dado pábulo al influjo

práctico de aquel respeto, no puede uno dejar de contemplar la

magnificencia de esa ley, creyendo el alma elevarse en la misma

medida que ve alzarse esa sacrosanta ley sobre ella y su frágil

naturaleza19.

Parece como si el respeto provocase dos reacciones

sucesivas en quien lo experimenta. De un lado, la sensación

de inferioridad moral respecto del sujeto respetado da

lugar a una humillación que se hace gravosa, que provoca una

reducción o la completa eliminación de la vanidad, que da

lugar, en ocasiones, a un intento de desacreditar la virtud

del respetado, de hacerlo menos merecedor del respeto a

través de la búsqueda en él de defectos, de taras morales

que reduzcan su condición de imitable, de sujeto de

19 Kant, Immanuel, Crítica…, p. 169.______________________________________________________________________

______________22

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

imitación y, por tanto, de respeto. De otro lado, de manera

sucesiva a la humillación, el respeto da lugar a una sensación

placentera que deriva del hecho de comprobar que la razón

pura se ha impuesto a través del cumplimiento de la ley

moral por deber.

Estas dos sensaciones que Kant califica de sucesivas y

únicas no pueden reputarse como una cosa y/o como la otra.

Que la humillación preceda en el tiempo a la placentera

sensación de ver cumplida la ley moral no es algo

acreditable por la experiencia ni necesario para que una y

otra concurran. Tampoco parece que la aparición del

deslumbramiento moral al que Kant no da nombre sea la

última y definitiva fase a la que conduce el respeto. Más

bien pudiéramos pensar que humillación y éxtasis ante la

moralidad –de alguna manera habrá de denominar a tal

sentimiento- son manifestaciones de naturaleza cíclica, que

suceden una tras otra, pero que no acaban nunca, sino que a

una la sigue la otra y, posteriormente, la una y después la

otra y así en un bucle que podría ser infinito o terminar

en el más absoluto de los hastíos y en el abandono del

sentimiento de respeto.

Si aquel que respeta es humillado por el respeto

inevitable y luego se admira y congratula al ver “alzarse

esa sacrosanta ley”, nada evita que tal manifestación de

placer se torne de nuevo en una de displacer porque los

motivos para la humillación no han cesado. Es más, cuanto

mayor sea el grado de cumplimiento de la norma moral por el

____________________________________________________________________________________

23

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

que el que respeta se siente gozoso, más se incrementará el

de humillación y más su resistencia a la misma en la forma de

crítica al respetado. El círculo es vicioso y Kant no

parece ofrecerle una salida.

6

En su Antropología en sentido pragmático, Kant recoge una

suerte de remedo del planteamiento de la filosofía moral

clásica respecto de la forma en la que las virtudes son

adquiridas por el virtuoso. Esta proposición hace de la

repetición de una acción virtuosa de manera indefinida en

el tiempo el elemento esencial de generación de la propia

virtud. Es la simulación continuada de poseer una virtud lo

que, de un modo que recuerda al montón de la paradoja del

sorites, da lugar a la aparición de la virtud en un

individuo, sin que pueda determinarse el momento en el que

la hipócrita simulación se convierte en virtuosa realidad,

de la misma manera en que no puede determinarse cuándo unos

pocos granos terminan siendo una pila de ellos por adición

o cuándo dejan de serlo por sustracción.

El carácter engañoso de la virtud –o tal vez sería

mejor decir del procedimiento por el que se adquiere la

virtud- nos lleva de nuevo a la cuestión del cumplimiento

de la ley moral por deber. Kant simplifica mucho la cuestión

al entender que aquel que respeta a otro, aquel que es

humillado por ese respeto y que siente una felicidad

incontenible porque ve cómo la ley moral triunfa, acierta

siempre y en todo caso en su juicio sobre las motivaciones

____________________________________________________________________________________

24

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

de quien la cumple. La indagación de esas motivaciones del

respetado es siempre compleja y no será en todos los casos

exitosa. El que cumple la ley moral ¿la cumple por deber o

por conveniencia? ¿O la cumple simulando que la cumple por

deber, actuando en realidad conforme a la ley, pero no conforme

a la razón pura práctica? Y si así es, es decir, si simula

hipócritamente que cumple la norma por deber pero, con la

repetición de esa simulación, adquiere el hábito virtuoso

de, precisamente, cumplir la norma moral, no por un

beneficio o un placer propio, sino por deber ¿cómo sabrá el

que respeta el momento en que ese cumplimiento hipócrita se

ha transformado en la aplicación de la razón pura práctica

y, por tanto, de la virtud del cumplimiento de la norma por

deber? ¿No sería entonces un deslumbramiento falso y muy

alejado de la razón pura el respeto, la humillación y el

regocijo del que respeta? Nada tendría que ver, en ese

caso, el respeto con la razón pura y no podría ser móvil de

esta, sino un incentivo al engaño, al juego de manos, a la

trampa que la repetición reiterada de una conducta conforme

a la ley pero no por deber supone.

El siguiente paso en esta reflexión es considerar si

existe alguna diferencia moral desde el punto de vista del

que respeta en el hecho de que el respeto derive de un

cumplimiento real de la ley moral por deber o de un

acatamiento de esta por conveniencia. Porque, ante la

ignorancia de tal circunstancia, del cumplimiento vicioso o

patológico de la norma, el que respeta sentirá idéntica

humillación e idéntico regocijo y, por tanto, querrá emular______________________________________________________________________

______________25

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

la acción del respetado, tanto si esta deriva de la

aplicación de la razón pura práctica como si no es así y

solo se trata de una actuación conforme a la ley o de la

simulación de una actuación por deber.

¿Es el respeto el motor de la razón pura práctica,

entonces? Lo es, podemos concluir, pero no por la

aplicación de la razón pura práctica por parte del

respetado, sino por la necesidad de emulación de una

conducta que genera en el que respeta, sea esa conducta

genuinamente respetable, en el sentido kantiano de la

palabra respeto, o consecuencia de la ignorancia del hecho

de que no lo sea –genuinamente respetable, queremos decir.

En cualquier caso, el respeto moverá al cumplimiento de la

razón pura práctica.

7

Hemos tratado de trazar una línea que une, como en

esos pasatiempos de los diarios y de los juegos infantiles,

los puntos que forman un dibujo de lo que el respeto pudiera

ser. Una línea que pasa por el propio respeto y por la

magnanimidad, por la vanidad, por la humillación, por la amistad,

por la placentera sensación de estar dando cumplimiento a

la ley moral y por la propia ley moral y su recepción

incondicionada como consecuencia de la aceptación del

imperativo categórico en sus dos formulaciones y del deber

de su observancia.

Decíamos más arriba que el término español respeto

deriva del latín respectus. Las acepciones de éste coinciden______________________________________________________________________

______________26

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

en lo sustancial con las ofrecidas por los diccionarios de

español a los que nos hemos referido al principio de este

comentario salvo en lo que respecta a la siguiente: “Acción

de mirar atrás”. Podemos relacionar esta acción de echar la

vista hacia atrás con la necesidad de tomar referencia de

lo que ya ha sido experimentado, de lo que puede ser tomado

como modelo de conducta. Esta acepción, en nuestro

contexto, pudiera remitir a la necesidad de buscar, en ese

vistazo hacia atrás, una referencia para poder seguir

obrando, la del objeto del respeto. Al tratar de actuar de

manera moralmente recta, el individuo busca espejos en los

que mirarse y esa necesidad referencial lo une con el

referente del admirado, del respetado, hacia el que vuelve

su vista buscándolo, pero no porque el respetado sea más

merecedor que otros seres humanos de su respeto, sino porque

contempla la ley moral como un objeto de obediencia por

deber.

La ejemplificación de tal acepción viene de la mano de

una expresión, sine respectu, que pudiera traducirse como sin

volver la cabeza. Y de nuevo podríamos aventurar una segunda

relación entre esta acepción y su ejemplo y el concepto del

respeto que lanzase un cabo que uniera este andar recto,

este no girar la cabeza, mantenerla erguida y alta, con la

idea de un actuar derecho, no torcido, no inicuo, no

malintencionado, que subyace en la noción del respeto como

móvil del cumplimiento de la ley moral. Probablemente –

seguramente-, esta segunda relación etimológica aventurada

resulte apócrifa, pero se nos antoja adecuada para poner un______________________________________________________________________

______________27

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

punto final a este comentario. El sujeto de respectus sería

el que actúa de manera recta, sin la vergüenza que deriva

del incumplimiento de la norma, sin necesidad de volver la

cabeza para esconderse como consecuencia de ésta o para

buscar en el pasado el punto en el que torció su obrar, sin

que su actuación esté mediatizada por la existencia de

intereses espurios, sino solo provocada por el respeto a la

máxima de Demócrito: “no hacer lo que no se debe hacer.” O,

al menos, eso tiene que parecer.

____________________________________________________________________________________

28

El respeto como móvil de la razón pura práctica____________________________________________________________________________________

BIBLIOGRAFÍA

Abbagnano, Nicola, Historia de la Filosofía, Vol. 2, Trad. De Juan

Estelrich y J. Pérez Ballester, Hora, Barcelona, 1994

Aristóteles, Ética nicomáquea, trad. Julio Pallí Bonet,

Biblioteca de Grandes Pensadores, Aristóteles, Tomo II,

Gredos, Madrid, 2011

Fernández Tresguerres, Alfonso, Sobre el respeto, El

Catoblepas, número 73, marzo 2008,

<http://nodulo.org/ec/2008/n073p03.htm> [consulta: 11 de

mayo de 2013]

Kant, Immanuel, Crítica de la razón práctica, trad. Roberto Aramayo,

Alianza Editorial, Madrid, 2000

Kant, Immanuel, Fundamentación de la metafísica de las costumbres,

trad. García Morente, Espasa-Calpe Austral, Madrid, 1967

____________________________________________________________________________________

29


Recommended