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Entre la "hermandad" y el panamericanismo. El gobierno de Amézaga y las relaciones con Argentina....

Date post: 29-Mar-2023
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ENTRE LA “HERMANDAD” Y EL PANAMERICANISMO:

EL GOBIERNO DE AMÉZAGA Y LAS RELACIONES CON ARGENTINA.

Parte I: 1943.

Avance de investigación

Ana María Rodríguez Ayçaguer

Departamento de Historia del Uruguay Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación

Universidad de la República Magallanes 1577 – Montevideo - Uruguay

Tel: (598 2) 408-1836 - Fax: (598 2) 408-4303 E-mail: [email protected]

Agosto 2004

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ADVERTENCIA Como es de estilo, cabe precisar:

Que el presente trabajo es la primera de dos entregas, de un avance de investigación del proyecto que desarrollo en el marco del régimen de dedicación total, sobre historia de la política exterior uruguaya en el Siglo XX.

Que el mismo se inscribe, además, en el marco de la investigación que se viene desarrollando en el Departamento de Historia del Uruguay, bajo la dirección del Prof. José Pedro Barrán, sobre Uruguay y la Segunda Guerra Mundial, y en la que han participado, además de quien escribe, los Licenciados. Esther Ruiz y Alejandro Rial, y el Mag. Rodolfo Porrini.

Que las páginas que siguen son una primera aproximación a la temática abordada, por lo que hay que resaltar el carácter provisorio de algunas de las afirmaciones que aquí se realizan.

Que una versión anterior de este trabajo, más breve y limitada en cuanto a la documentación relevada- fue presentada como ponencia a las VII Jornadas de Historia de las Relaciones Internacionales , realizadas en Buenos Aires entre el 22 y el 24 de octubre de 2003; en esa oportunidad realizamos tareas de relevamiento documental en el Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Argentina, cuyos resultados han sido incorporados a este avance

Que la traducción de los informes diplomáticos estadounidenses aquí citados es de responsabilidad nuestra. Asimismo, agradezco muy especialmente:

A la Lic. Esther Ruiz por haberme facilitado documentación recogida en el marco de su investigación sobre el exilio antiperonista en Uruguay.

Al Prof. José Pedro Barrán, por permitirme consultar informes diplomáticos estadounidenses por él relevados en los archivos del Departamento de Estado, (National Archives, Washington, D.C.), que complementan los obtenidos anteriormente en idéntico repositorio, por quien escribe.

A Javier Lafont, del Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Argentina, cuya buena voluntad contribuyó a que pudiese superar, en parte, las serias limitaciones impuestas a los investigadores por el exiguo horario de atención que rige en dicho repositorio.

A Alvaro Corbacho y Sylvia Belli, funcionarios del Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores de nuestro país, sin cuya colaboración y ejemplar disposición, este trabajo no hubiese sido posible.

Ana María Rodríguez Ayçaguer

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ABREVIATURAS

AMRECA: Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina. AMREU: Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores de Uruguay. DSCR: Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes (Uruguay). DSCS: Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores (Uruguay). FMRE: Fondo Ministerio de Relaciones Exteriores, NARA, DSDF: National Archives and Records Administration (Washington, D.C.);

Department of State Decimal File (Archivo Decimal del Departamento de Estado, Estados Unidos de América)

RNLD: Registro Nacional de Leyes y Decretos (Uruguay).

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INTRODUCCIÓN

Las tensas relaciones entre Argentina y Estados Unidos fueron, seguramente, el mayor desafío que debió enfrentar la diplomacia uruguaya durante la Presidencia de Amézaga (1º de marzo de 1943-1º de marzo de 1947).

En el marco de una política exterior signada por el fortalecimiento del compromiso

uruguayo con la causa aliada y con Estados Unidos, el ya tradicional alineamiento pro-norteamericano de los gobiernos batllistas en busca de un ansiado respaldo ante el amenazante vecino, se verá reafirmado por la inquietante realidad política argentina representada por los gobiernos militares de Ramírez y Farrell-Perón.

A partir, fundamentalmente, de la compulsa de documentación diplomática inédita

uruguaya, argentina y estadounidense, e informes diplomáticos británicos éditos, el avance de investigación del cual hoy presentamos la primera parte, propone una primera aproximación al tema de las relaciones uruguayo-argentinas entre el golpe de junio de 1943 en la Argentina, y la celebración de la Conferencia Interamericana Sobre Problemas de la Guerra y de la Paz (México, D.F., febrero 21-marzo 8, 1945).

La hipótesis que articula este avance de investigación plantea que existe una armonía

entre la larga duración y la coyuntura en la política exterior uruguaya del período, signadas ambas por la desconfianza hacia la Argentina. Dicha desconfianza se vio exacerbada en el marco de la Segunda Guerra Mundial por las simpatías totalitarias de importantes círculos militares del país vecino, que contaron con la “comprensión” del herrerismo (opuesto a la política panamericana de Estados Unidos), el sector del Partido Nacional que había acompañado el golpe de Estado que en marzo de 1933 puso fin al Uruguay batllista.

No se nos oculta que, a las ya señaladas limitaciones de la presente contribución, debe

agregarse el hecho de que la misma aborda un tramo relativamente corto, de un período histórico extremadamente complejo. No obstante, vale la pena señalar que en libro publicado recientemente el historiador Juan Oddone ofrece nuevos elementos de juicio y una rica documentación sobre las difíciles relaciones uruguayas con Argentina durante la década peronista, confirmando, en lo sustancial, la hipótesis que venimos manejando.1

El presente trabajo está estructurado en seis capítulos: en el Capítulo 1, se repasan

brevemente los principales lineamientos de la relación de Uruguay y Argentina con el sistema panamericano desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial hasta la decisiva Tercera Reunión Consultiva de Cancilleres de Rio de Janeiro (enero de 1942), en la que Estados Unidos presionó por la ruptura de relaciones con los países del Eje; en el Capítulo 2, se analizan sucintamente las principales instancias de la reafirmación del compromiso de Uruguay con los aliados, durante la Administración Amézaga; en el Capítulo 3, se aborda el inicial intento de acercamiento con Argentina, protagonizado por el nuevo gobierno uruguayo, y sus repercusiones tanto a nivel local como en la visión de los representantes diplomáticos de

1 Cfr: Juan ODDONE, Vecinos en discordia. Argentina, Uruguay y la política hemisférica de los Estados Unidos. Selección de documentos. 1945-1955. Mdeo., Universidad de la República, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Departamento de Historia Americana, diciembre 2003.

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Argentina y Estados Unidos; en el Capítulo 4, se estudia el impacto sobre la diplomacia uruguaya del golpe del 4 de junio de 1943 en Argentina, y el consiguiente problema del reconocimiento del nuevo régimen; en el Capítulo 5, se analizan las protestas y presiones del gobierno argentino para que las autoridades uruguayas pusieran fin a lo que, a su juicio, era una campaña mal intencionada en su contra, por parte de los medios de comunicación uruguayos, abonada por la presencia de emigrados argentinos; y finalmente, el Capítulo 6 refiere a la compleja situación creada a fines de 1943, luego del golpe de estado del 20 de diciembre en Bolivia y de la proliferación de rumores alarmantes sobre la colaboración en el mismo de los militares golpistas de Argentina, y de sus posibles vínculos con sectores opositores uruguayos.

* * *

Como ya señalamos, en el período de este estudio, las relaciones con la República

Argentina fueron motivo de preocupación central de la Cancillería uruguaya, generando una abundante documentación de singular interés para el investigador. La misma debe ser analizada a la luz de la bibliografía –también nutrida y en muchos casos, controversial- sobre este período de fuertes tensiones en el relacionamiento de Argentina con Estados Unidos, con las consiguiente presiones de este último país sobre el resto de sus socios panamericanos para uniformizar su conducta ante el “problema argentino”. El meollo del mismo estuvo representado por la neutralidad “recalcitrante”2 sostenida por el gobierno de Castillo3, y luego por los regímenes surgidos de los golpes militares de Ramírez y Farell-Perón, en el marco de una creciente presión de Estados Unidos sobre dicho país para alinearlo junto a las restantes repúblicas americanas en la política de seguridad y solidaridad hemisférica.

Pero ésta es solo una esquemática enunciación de una temática más compleja, a la que

hay que agregar una serie de ingredientes de decisiva importancia: las relaciones entre sectores ultra nacionalistas argentinos –de simpatías fascistas y, en muchos casos, pro nazis- y la oposición herrerista uruguaya, que darían inusitado dramatismo a los pronunciamientos castrenses de la vecina orilla; las diferentes tradiciones en materia de política exterior de ambos países del Plata; la posición británica -signada por su tradicional “relación especial” con Argentina pero, simultáneamente, por su necesidad de preservar a toda costa su buen relacionamiento con Estados Unidos, su principal aliado en la contienda- etc., que revisten de singular complejidad el abordaje de esta temática. En función de ello se hace más necesario enfatizar el carácter provisorio de algunas de las afirmaciones que aquí se realizan Ellas deberán ser “complejizadas” y redimensionadas con las visiones aportadas por el trabajo de los restantes integrantes de nuestro equipo de investigación. Sin olvidar que a esta primera aproximación deberán incorporarse los aportes de otros fondos aún no relevados, así como una

2 El calificativo es de Carlos ESCUDÉ (cfr: “1942-1949. Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina”, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1988, p. 93). 3 Ramón Castillo, Vice-Presidente de la República durante la Presidencia de Ricardo Ortiz –iniciada en febrero de 1938- había asumido la Presidencia el 27 de junio de 1942 ante la renuncia del titular del Poder Ejecutivo, afectado de diabetes que le había provocado una ceguera casi total.

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más afinada y completa aproximación a la bibliografía sobre el tema. De ahí la advertencia, más que justificada, sobre el carácter “primario” de esta aproximación.

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1. URUGUAY Y ARGENTINA FRENTE A LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL:

LOS CONTENIDOS DE LA NEUTRALIDAD.

El 1º de setiembre de 1939 Alemania invadió Polonia y dos días más tarde, Gran Bretaña y Francia le declaraban la guerra. El 4 de setiembre Argentina se proclamaría neutral frente al conflicto y Uruguay haría lo mismo al día siguiente, simultáneamente con Estados Unidos.

No obstante esta aparente identidad de posturas, el desarrollo posterior de los

acontecimientos mostraría que los contenidos que ambos países rioplatenses daban a dicha declaración no eran idénticos y esto estaba en relación con componentes político-ideológicos y tradiciones diplomáticas preexistentes en ambas sociedades, así como con sus diferentes posicionamientos ante la política panamericana de Estados Unidos. También, como es obvio, estaba estrechamente vinculado a las peripecias y especificidades de la política interna de cada país.

Uruguay: una neutralidad aliadófila.

En el caso de Uruguay, el comienzo de la Segunda Guerra Mundial encontraba al país recorriendo un trabajoso período de transición hacia la restauración democrática, luego del paréntesis terrista abierto por el golpe de estado del 31 de marzo de 1933. El Presidente de la República, el Gral. Arq. Alfredo Baldomir -que asumió la primera magistratura el 19 de junio de 1938- había elegido como Ministro de Relaciones Exteriores al Dr. Alberto Guani, colorado “neutral” (pero con fuertes vínculos con el líder de la fracción riverista del Partido Colorado, Pedro Manini Ríos), de extensa trayectoria en la diplomacia uruguaya y de reconocidas simpatías por Francia y Gran Bretaña, países ambos en los que se había desempeñado como representante uruguayo y donde tenía vínculos con algunos de los más importantes políticos de la época.

La nueva administración se movía dificultosamente entre dos fuegos. Por una parte, el

representado por la permanente oposición del herrerismo, el sector mayoritario del Partido Nacional, que respondía a la orientación del Senador Luis Alberto de Herrera. El herrerismo había liderado, junto a los sectores conservadores del Partido Colorado y a las principales gremiales empresariales, la ruptura institucional de 19334, y había resultado beneficiado por

4 Las figuras dirigentes del herrerismo no solo no negaron dicha participación, sino que la reivindicaron y conmemoraron. Véase, por ejemplo, el discurso pronunciado por Luis Alberto de Herrera el 31 de marzo de 1936, o la carta de Mario Falcao Espalter al mencionado líder político, fechada el 7 de octubre de 1936, y dirigida al “Ilustre amigo y Jefe de la sagrada comunión de Marzo”. Ambos documentos se encuentran en el Archivo de Luis Alberto de Herrera, Museo Histórico Nacional, Tomo 3662, y han sido citados en: José Pedro BARRÁN, Los conservadores uruguayos (1870-1933), Montevideo, Ed. Banda Oriental, 2004, pp. 142 y 148. La carta de M. Falcao Espalter, transcrita en el apéndice documental de la referida obra (p. 168), es reveladora de los contenidos ideológicos del herrerismo, así como de los adversarios filosófico-políticos que dicho movimiento había escogido enfrentar.

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ella con una cuota de poder5, que resguardaba con uñas y dientes, al tiempo que –una vez iniciado el conflicto bélico- defendía la neutralidad y se oponía a la política panamericana impulsada por Estados Unidos, basado en postulados que pretendían identificar con la preservación de la no intervención norteamericana en los destinos políticos latinoamericanos. Por otra parte, el expresado por el conjunto de la oposición anti-terrista, integrada fundamentalmente por el batllismo, el nacionalismo independiente y la, por entonces, muy minoritaria izquierda socialista y comunista (los comunistas constreñidos a una defensa de la neutralidad strictu sensu durante el traumático período comprendido entre la firma del pacto germano-soviético y la invasión alemana a la Unión Soviética, que trocaría luego de producirse ésta, por un apoyo irrestricto al alineamiento con los aliados). Dichos sectores exigían la reforma de la Constitución aprobada bajo el terrismo y un inequívoco alineamiento del país junto a las democracias occidentales y en contra de los fascismos europeos. Cabe recordar que estas alianzas de hecho forjadas en la lucha contra el terrismo y sus “aliados de marzo” (cuyos dirigentes no habían ocultado las simpatías por el fascismo italiano, el falangismo y, en menor medida, la admiración por el “milagro” alemán) habían alimentado la proliferación de activos Comités de apoyo a la República Española, Comités contra el Fascismo y el Racismo, etc., y estaban señalando un camino inequívoco a la orientación de la política exterior uruguaya en aquella crítica coyuntura.6 De este modo, para estos sectores, la lucha política interna aparecía íntimamente imbricada con la lucha que se libraba en Europa, y era vivida con una pasión que podría resultarnos sorprendente si no supiéramos hasta qué punto era éste un rasgo identitario de aquel “Uruguay batllista”, que identificaba el enfrentamiento nacional con el enfrentamiento mundial, visión ampliada de la nación uruguaya que el paréntesis conservador no había logrado erradicar.

Desde el inicio mismo del conflicto, entonces, el neutralismo uruguayo estuvo teñido de

claras simpatías por la causa aliada, mientras que la oposición herrerista defendía la neutralidad a ultranza, para decirlo con cierto esquematismo.

Dentro de esta postura pro aliada, el estrechamiento de vínculos con Estados Unidos, sin olvidar la emocionada y costosa solidaridad con Gran Bretaña -Uruguay le extendió generosos créditos para su aprovisionamiento de carne- fue seguramente el tono dominante de la política exterior uruguaya desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial, y más aún en el período del presente estudio, cuando la suerte de las armas estaba mostrando el camino hacia el triunfo de la causa aliada.

Como hemos señalado en anteriores avances de investigación, la apelación a Estados

Unidos como un escudo protector frente a sus dos grandes vecinos había sido una estrategia de larga duración de los gobiernos del Partido Colorado desde comienzos del Siglo XX, por lo que la orientación internacional de los gobiernos de Baldomir y Amézaga no introducía

5 La Constitución aprobada en 1934 que eliminó la representación proporcional en la Cámara alta, le otorgó la mitad de las bancas en el Senado, transformándolo en árbitro inevitable de la labor parlamentaria. 6 Sobre los alcances y limitaciones de este ámbito de encuentros ambientado por la movilización antiterrista y el enfrentamiento ideológico europeo entre democracias y fascismos, cfr: Juana PARIS y Esther RUIZ, El Frente en los años. Montevideo, Proyección, 1987.

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elementos de ruptura en aquella tradición diplomática.7 Más interesante, sin duda, resulta constatar el cambio experimentado por el pensamiento del líder nacionalista Luis Alberto de Herrera, quien en 1912 había publicado un libro, El Uruguay Internacional, destinado a alertar sobre la actitud expansionista argentina, y a fundamentar la necesidad de anudar una alianza estratégica con Estados Unidos para defendernos de dicha amenaza. Paradojalmente, la argumentación desplegada entonces por Herrera, podría haber sido suscrita enteramente por la mayor parte de sus más claros adversarios políticos –el Canciller Alberto Guani, por ejemplo- durante la Segunda Guerra Mundial.8 Empero, también en Herrera y sus seguidores blancos podían señalarse fidelidades a viejos principios o al menos eso era lo que postulaban al fundamentar ahora su “antiyanquismo”: un “orientalismo” de “patria chica”, opuesto a todo “cosmopolitismo” por desdibujador de la nacionalidad y una desconfianza a las ingerencias “imperiales” de turno, que podía retrotraerse en la historia uruguaya a la “defensa de la independencia americana” ante la voracidad europea en la época de la Guerra Grande (1839-1851).

7 Crf: Ana María RODRÍGUEZ AYÇAGUER, “Prólogo”, en: Selección de informes de los representantes diplomáticos de los Estados Unidos en el Uruguay. Tomo 1: 1930-1933. Montevideo, Fac. de Humanidades y Ciencias de la Educación, 1997. 8 En algunos pasajes de esa obra decía Herrera: “Declaramos, desde luego, para evitar una confusión común cuando se consideran nuestras relaciones con Argentina, que nada representan las protestas de cordialidad en un balance preciso de antecedentes históricos. Ni por un instante ponemos en debate el sentimiento de aprecio que aproxima a las sociedades ribereñas, provenientes en un mismo tronco y tan identificadas antes en sus dolores y extravíos.[...]. Pero las antiguas vinculaciones morales no pueden extremarse hasta el punto de inmolarles el interés vital de los pueblos. [...] Como en negocios, en asuntos internacionales, decide poco el argumento de la mutua afección. Por lo demás, el abrazo de las naciones fuertes, aunque exprese un cariño, suele sofocar. [...] Sin esfuerzo reconocemos, por lo demás, que el pueblo argentino, siguiendo su ímpetu espontáneo, jamás se opondría a nuestro bien; pero la gestión externa de sus gobiernos puede obligarlo a subordinar la tendencia natural a deberes de colectividad reñidos con sus impulsos, caso general en la vida de las naciones.- Desde luego corrobora este aserto el pleito de las aguas.- Negativo de toda equidad y de todo derecho fue el punto de vista adoptado por la cancillería argentina, durante la presidencia del doctor Figueroa Alcorta; sin embargo, esa política atentatoria se nacionaliza, avasalla todas las voluntades-. Tan lejos se llevó entonces la ofuscación que hasta fuimos reprochados por resistir al despojo y ensayar nuestra defensa diplomática.- Hay en todo esto la repetición de un viejo malentendido, según el cual el Uruguay está en deuda institucional con Argentina, obligado por el reconocimiento y por aquello, tan gastado, de la fraternidad, a acompañarla, como segunda parte, en sus empresas internacionales y a enmudecer ante sus actos inconsultos”. La disputa jurisdiccional sobre el Río de la Plata –a cuyo estudio dedica un entero capítulo- mostraba la necesidad de procurarle a Uruguay sólidas defensas. Para Herrera, ellas podían ser de dos categorías: “Fundadas en la fuerza exterior, o de carácter interno. En el primer caso referimos a la diplomacia y, en el segundo, a la energía militar”. La garantía diplomática la encontraba Herrera precisamente en Estados Unidos: “Para el Uruguay reviste excepcional importancia la amistad de aquella gran potencia. Una simple insinuación de Estados Unidos llamaría al orden a cualquiera de los vecinos que alentara, a nuestro respecto, veleidades enfáticas- Pero, ¿y su imperialismo, se dirá? A esta altura de nuestro comentario ya sería eficaz responder: ¿acaso Argentina no lo gasta mucho más inquietante para nosotros y acera por medio? ¨[...] La molestia que produce en los círculos oficiales de la otra orilla nuestro caluroso contacto diplomático con Estados Unidos, recién esbozado, mide la eficacia del recurso”. (Cfr: Luis Alberto de HERRERA, El Uruguay internacional. Seguido de Labor diplomática en Norteamérica. Montevideo, edición de la Cámara de Representantes, Serie Teorización Política, vol. 1, 1988, pp.125-126, 259, 269).

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Pero el panamericanismo (o el alineamiento pro estadounidense), que antes había sido una

opción política que enfrentaba dificultades para su concreción en el plano del intercambio económico-comercial –las economías de Uruguay y Estados Unidos eran difícilmente complementarias y el “buen vecino” había sido un mal cliente9- ahora, bajo los nuevos parámetros establecidos por el conflicto mundial, con los países europeos imposibilitados de proveer suministros debido a la conversión de su industria para apoyar el esfuerzo bélico, el estrechamiento de los vínculos con Estados Unidos tuvo una traducción económica y financiera de suma importancia. Es por eso que, si bien Uruguay no descuidó en absoluto sus relaciones con Gran Bretaña, tradicional mercado para la colocación de nuestras carnes, la relación con Estados Unidos se volvió más importante que nunca.

Ello tuvo diversas manifestaciones, que incluyeron: la sintonía prácticamente total con el

Departamento de Estado en las diversas instancias de la política panamericana del período (Reuniones de Consulta de Cancilleres de Panamá en 1939, La Habana en 1940 y Río de Janeiro en 1942); la participación en la política de defensa hemisférica a través de la adquisición de armamentos y la construcción de bases aeronavales –este último, sin duda, uno de los puntos más debatidos de la orientación exterior del país durante la guerra- bases que el Presidente Amézaga pondría también a disposición de los aviones de Gran Bretaña10; la concertación de empréstitos con el Export-Import Bank de Estados Unidos para la realización de obras pública y compra de armamentos, el arrendamiento a Estados Unidos de buques incautados a los países del Eje para el transporte de carga, etc., etc.

Un símbolo del progreso de ese estrechamiento de relaciones había sido la visita realizada

a Estados Unidos por el ex Canciller y ahora Vicepresidente electo, el Dr. Alberto Guani, en enero de 1943, poco antes de asumir la administración Amézaga.11

9 Al respecto, cfr: Ana María RODRÍGUEZ AYÇAGUER, ¿"Buen Vecino"? Mal cliente. Las dificultades en el relacionamiento comercial de Uruguay con Estados Unidos en los preámbulos de la Segunda Guerra Mundial (1938). Montevideo, Fac. de Humanidades y Ciencias de la Educación, Serie Papeles de Trabajo, 1997. 10 Así lo afirmó el Ministro británico, en telegrama confidencial, en el que informaba haber mantenido una conversación con Amézaga el 2 de julio de 1943, cuando se despedía de él antes de partir al Reino Unido en uso de licencia. En esa oportunidad, el Presidente uruguayo le dijo que “en un año la nueva base aérea y aeropuerto civil en Carrasco, cerca de Montevideo, estarán prontos para usarse, así como también las bases aéreas cercanas a Maldonado y Rocha que servirían tanto para aviones de tierra como hidroaviones. Estas bases aéreas estarían a la disposición de la Real Fuerza Aérea o del brazo aéreo de la Armada cuando ellas puedan ser requeridas. Agregó, contestándome una pregunta, que deseaba que llegara pronto el día en que una línea aérea civil británica pudiera estar usando el nuevo aeropuerto civil de Carrasco”. La comunicación estaba encabezada con la advertencia “Este telegrama es de particular reserva y debería ser retenido por quien lo recibe y no entregado”. (Ralph Skrine Stevenson al Foreign Office, Montevideo, 3 de julio de 1943; en: Benjamín NAHUM, Informes diplomáticos de los representantes del Reino Unido en Uruguay, Tomo VIII: 1938-1943, Montevideo, Universidad de la República, Departamento de Publicaciones, 1999, p. 327). 11 Invitado a visitar Estados Unidos por el Secretario de Estado Cordell Hull en octubre de 1942, cuando ocupaba la cartera de Relaciones Exteriores, el viaje de Guani se concretó recién en enero de

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Estos fuertes lazos con Estados Unidos fueron puestos a prueba en el período que

analizamos, al aplicarse a Argentina el criterio defendido por Estados Unidos y materializado en una recomendación del Comité Consultivo de Emergencia para la Defensa Política, de no reconocer a gobiernos americanos surgidos de movimientos de fuerza, si éstos no ofrecían garantías suficientes (a juicio de Estados Unidos) de su compromiso con la causa aliada y la política de defensa hemisférica acordada en las sucesivas instancias panamericanas.

Argentina: neutralidad “recalcitrante” y fricciones con Estados Unidos. La tradicional “desconfianza” 12 de Argentina hacia Estados Unidos y su política para América Latina –que podríamos datar fehacientemente a partir del duelo protagonizado por los representantes argentinos con los estadounidenses en la Primera Conferencia de Repúblicas Americanas realizada en Washington en 1889- había tenido como componente central los fuertes lazos que unían a Argentina con Gran Bretaña y Europa, así como la voluntad de Estados Unidos de impedir que Argentina compitiera con él y con Brasil, su aliado principal en el sub-continente, en el duelo hegemónico continental.13

1943. Durante su visita, Guani mantuvo conversaciones con funcionarios estadounidenses sobre temas de vital importancia para el país, como el abastecimiento de combustibles y el grave problema de los transportes, negociando asimismo un préstamo con el Export-Import Bank destinado a atender obras públicas por un costo de 20 millones de dólares al 4% anual sobre saldos deudores, que sería amortizado en veinticinco cuotas semestrales iguales. (La aprobación del empréstito motivó una interpelación al Canciller José Serrato –extendida luego al Ministro de Hacienda- en la Cámara de Representantes, promovida por el socialista José Pedro Cardoso, que finalizó sin decisión adversa al Ministro).

Durante su visita Guani también conversó con la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso estadounidense, donde habló sobre la política internacional del Uruguay, y también fue recibido por la Junta Interamericana de Defensa, oportunidad en la cual explicó la labor desarrollada por el Comité Consultivo de Emergencia para la Defensa Política del Continente, cuya presidencia ejercía. Guani continuó luego hacia Canadá, donde mantuvo varios contactos con integrantes del gobierno, tendientes a incrementar el intercambio comercial entre ambos países. (Crf: MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES. Cabildo, Uruguay. Memoria correspondiente al período Marzo 1943-1944. Ministro de Relaciones Exteriores, Ing. Don José Serrato. Montevideo, Sección Prensa, Informaciones y Publicaciones, Imp. Nacional, 1944, págs. 36-37). 12 Así la ha denominada un especialista en dicha temática, el investigador estadounidense Joseph A. TULCHIN, en: La Argentina y los Estados Unidos. Historia de una desconfianza. Buenos Aires, Ed. Planeta, 1990. 13 “América para la humanidad” fue la consigna con la que la delegación argentina (integrada por Vicente G. Quesada, Roque Sáenz Peña y Manuel Quintana) a aquella reunión inicial, había enfrentado el “América para los americanos” de la Doctrina Monroe, que en su visión –y en la de muchos otros- se parecía bastante a la de una América para los Estados Unidos. (Al respecto, cfr: Harold F. PETERSON, La Argentina y los Estados Unidos, 1810-1960., Tomo 1, Buenos Aires, Hyspamérica, 1985, pp.328-334; y el ya citado trabajo de Joseph A. TULCHIN, pp. 75-79).

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Esta tensión, que se repitiera en los sucesivos encuentros panamericanos durante el siglo XX -y, particularmente, durante la Primera Guerra mundial, cuando el gobierno de Hipólito Yrigoyen sostuvo porfiadamente su neutralidad ante el conflicto- habría de cobrar particular intensidad en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Para que esto fuera así, confluyeron una serie de factores, algunos de los cuales estaban presentes en el escenario desde mucho antes y otros aflorarían con fuerza durante la contienda.

En este sentido, resulta clave la constatación de la inserción de Argentina en un triángulo económico-comercial cuyos otros dos vértices estaban representados por Gran Bretaña y Estados Unidos, y cuyas consecuencias para el período de nuestro estudio han sido analizadas con singular riqueza interpretativa por Mario Rapoport.14 Al igual que Uruguay, Argentina encontraba en Gran Bretaña el gran mercado para la colocación de sus principales rubros de exportación –fundamentalmente la carne- chocando con enormes dificultades para ingresar a los mercados estadounidenses, ya que sus economías no eran complementarias sino competitivas en sus principales rubros (ambos eran productores de carne y cereales). Sin embargo, a partir de la primera posguerra, Estados Unidos pasó a ocupar un importante lugar como proveedor de suministros a Argentina, haciendo que las libras esterlinas que obtenía este país con sus ventas al Reino Unido, se empleasen en comprar en Estados Unidos.

Pero lo que nos interesa destacar aquí son las variables que el nuevo conflicto bélico

impuso a esa relación triangular y a la disputa entre las grandes potencias por el mercado argentino. Como ha señalado M. Rapoport, el triángulo Gran Bretaña-Estados Unidos-Argentina, “representó el verdadero eje sobre el que giró la política exterior argentina durante la guerra. La neutralidad puede ser comprendida únicamente en el contexto de aquel triángulo”.15 Gran Bretaña dependía en gran medida de los suministros de carne argentina para solventar su esfuerzo de guerra. En enero de 1944, Churchill, al principio partidario de acompañar en todo la política estadounidense hacia el país rioplatense, cedió ante los argumentos de Eden, reconociendo “las graves razones contra una ruptura con los argentinos”: la cuarta parte de la ya disminuida ración alimenticia británica provenía de Argentina y, a menos que Estados Unidos pudiese garantizarle llenar esa cuota, Gran Bretaña no podía hipotecar su relación con dicho país.16 En esto le iba el presente y el futuro de su relación con Argentina. Gran Bretaña, por lo tanto, tendió a morigerar las crecientes presiones que el Departamento de Estado ejercía sobre la nación rioplatense para forzarla a alinearse en el marco del concierto panamericano y a combatir a los agentes del Eje que, según informaba la inteligencia británica y estadounidense, realizaban o facilitaban tareas de sabotaje al esfuerzo de guerra.

Uruguay, cuyos vínculos económicos con Estados Unidos y Gran Bretaña

conformaban un triángulo comercial igual (con las obvias diferencias de tamaño y potencialidad económica) a aquel en el que estaba inserta Argentina, tuvo sin embargo, una política exterior notoriamente diferente a la del país vecino. En la génesis de esa diferencia

14 Cfr: Mario RAPOPORT, 1940-1945. Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes argentinas. Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 3ª ed., 1983. 15 Ibid, p. 299. 16 Cfr: Carlos ESCUDE, Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina. 1942-1949. Buenos Aires, Ed. de Belgrano, 1988., pp. 122-123.

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pesaron sobremanera factores de orden político, ideológico y de tradición en su política exterior, a los que nos referiremos más adelante.

La política seguida por el Departamento de Estado hacia Argentina es el segundo

aspecto central a tener en cuenta, introduciendo en este análisis el componente burocrático en la elaboración de la política exterior, tema de renovado interés en los estudio de los especialistas en relaciones internacionales y que, en este caso, parece ser relevante a la hora de analizar la toma de decisiones en materia de política exterior. Para referir en pocas palabras algo sobre lo que se ha escrito mucho17, la lucha en el seno del Departamento de Estado entre el Secretario de Estado Cordell Hull (y sus aliados), partidario de una línea dura hacia Argentina, y un grupo de funcionarios encabezados por el Subsecretario para Asuntos Americanos, Sumner Welles, partidarios de una política más pragmática, que creían más adecuada para obtener la colaboración de aquel país, repercutió fuertemente en la toma de decisiones, con resultados claramente negativos para el buen relacionamiento entre ambos países.

Dichas tensiones habían eclosionado con particular fuerza durante la Primera Reunión

de Consulta de Cancilleres de las Repúblicas Americanas, realizada en Río de Janeiro en enero de 1942, como inmediata respuesta al ataque japonés a Pearl Harbor, en diciembre de 1941, y la consiguiente entrada en guerra de los Estados Unidos. En esa oportunidad, el Secretario Hull, que no había podido concurrir por razones de salud, presionó a Welles, que presidía la delegación de Estados Unidos, para que lograra una resolución que obligara a las naciones americanas a romper relaciones con el Eje, aún sin que la misma contase con un apoyo unánime. Welles, en cambio, cedió ante la imposibilidad de imponer dicha resolución a Argentina y ante la posición de Brasil, opuesto a votar una resolución que no contase con el apoyo del país vecino. La resolución pasó de suponer una obligación a una mera recomendación, y su aceptación por Welles provocó un sonado incidente telefónico entre Hull y Welles, en el que terció el Presidente Roosevelt, dando su apoyo a este último.18 Lo que estaba detrás de estos desencuentros eran concepciones diferentes de encarar la política

17 La copiosísima bibliografía sobre la “Era Roosevelt” ha señalado reiteradamente la existencia de fuertes tensiones entre diferentes sectores de la administración estadounidense del período, recalcando que ello respondía a una opción conciente del Presidente F.D. Roosevelt de contar con colaboradores que pudiesen sostener, en ciertos casos, opiniones encontradas, permitiéndole de ese modo ampliar sus conocimientos a la hora de la toma de decisiones, instancia que, en los temas esenciales, concentraba en sus propias manos. No obstante, dentro de este panorama ya complejo, la situación en el Departamento de Estado asumiría ribetes de desusada conflictividad, al enfrentarse en su seno dos concepciones de lidiar con Argentina. El enfrentamiento tuvo, además, fuertes componentes personales entre Cordell Hull y Sumner Welles. Al respecto, véase: Irwin GELLMAN, Good neighbor diplomacy. United States policies in Latin America. 1933-1945. Baltimore, The John Hopkins University Press, 1979, y Secret Affairs. Franklin Roosevelt, Cordell Hull and Sumner Welles. Baltimore, The John Hopkins University Press, 1995; y Randall Bennett WOOD, The Roosevelt Foreign Policy Establishment and the “Good Neighbor”, Lawrence KA, The Regents Press of Kansas, 1979. 18 Cfr: Joseph A. TULCHIN, ob. cit., pp. 185-189.

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estadounidense hacia la Argentina. Ese conflicto habría de reiterarse en los años 1943 y 1944, cuando se acentuó la presión para que Argentina abandonase la neutralidad.19

Las razones de dicha neutralidad, sin embargo, estaban demasiado imbricadas en la

tradición histórica argentina como para admitir un cambio brusco en la orientación internacional del país. Así, al menos, lo plantea Escudé, quien señala los siguientes factores que, a su juicio, determinaban dicha posición y que, vale la pena tener presentes a la hora de analizar los sucesos de esos años:

“1.- Jugar un rol de vasallaje respecto de los Estados Unidos era contrario a una

larga tradición diplomática argentina. La presuposición norteamericana, de que todas las repúblicas americanas adoptarían una posición idéntica, era repugnante para los argentinos, quienes expresaron el punto de vista de que los Estados Unidos se habían tomado dos años para darse cuenta [de] que la guerra en Europa era una amenaza para su seguridad, seguramente haciendo alusión al hecho [de] que la Argentina había estado dispuesta a hacer algo respecto de la guerra mucho antes, en 194020; que la Argentina había sido desairada;

19 Abundando sobre este conflicto, señala Carlos Escudé: “En las vísperas del ataque a Pearl Harbor, la política interamericana de los Estados Unidos estaba siendo formulada por dos grupos altamente competitivos que, teóricamente, estaban vinculados jerárquicamente. Por un lado, estaban el subsecretario Sumner Welles y sus hombres –Lawrence Duggan, secretario asistente para asuntos políticos; Philip Bonsal, jefe de la División de Asuntos de Repúblicas Americanas (ARA); y Emilio Collado, el asistente especial de Welles. Estaban especialmente comprometidos con la Política del Buen Vecino, habían dedicado esfuerzos durante la década de 1930 para erradicar el anti-norteamericanismo creado por años de intervención de Estados Unidos y, después de 1936, para establecer un sistema de consultas interamericano. Por otro lado estaba el grupo dirigido por el Secretario Hull y el secretario asistente Breckinridge Long. Hull era un viejo wilsoniano. Largamente asociado a Woodrow Wilson, era un firme partidario del imperialismo moral norteamericano, creyendo que las instituciones políticas de los Estados Unidos eran superiores a todas las demás y que su país debía ser ‘el factor moral supremo en el progreso del mundo’. [...] Por otro lado, Hull había desarrollado, a lo largo de su extensa historia de frustraciones con el gran diplomático argentino, Saavedra Lamas y su sucesor, Cantilo, lo que Sumner Welles describió como ‘un sesgo anti-argentino que era casi psicopático’. Su conocimiento de los asuntos hemisféricos era superficial en comparación al de Welles. Las tácticas adoptadas por varios gobiernos argentinos durante los años treinta no sólo habían enfurecido a Hull sino que aparentemente lo habían convencido, hacia 1938, que Alemania dirigía a la política argentina. Consideraba al no alineamiento por parte de un estado americano después de Pearl Harbor, nada menos que traición. Más aún, llegó a creer –o a expresar la creencia- que el pueblo argentino era desesperadamente pro-aliado y estaba reprimido por un gobierno inescrupuloso. (Cfr: Carlos ESCUDÉ, ob. cit., pp. 91-92). 20 Se refiere a la propuesta confidencial realizada por la Cancillería argentina a Estados Unidos en abril de 1940, de pasar de la neutralidad a la beligerancia, en la creencia de que dicha posición resultaría de mayor ayuda para Gran Bretaña. La administración Roosevelt, que por el momento no podía apartarse de las fórmulas jurídicas de la neutralidad, dada la situación de la opinión pública estadounidense y la vigencia de las leyes de Neutralidad aprobadas por el Congreso, rechazó la propuesta argentina. Al respecto, cfr: Joseph A. TULCHIN, op. cit., pp. 156 y sgts.; y Mario RAPOPORT, ¿Aliados o neutrales? La Argentina frente a la Segunda Guerra Mundial. Buenos Aires, Eudeba, 1988, pp. 15-16 y 47-56.- Sobre el peso de la opinión pública anti-intervencionista en Estados Unidos, su heterogeneidad ideológica y sus principales portavoces, una buena síntesis -que incluye apéndice documental-, en:

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que ahora le resultaba mucho más difícil tomar medidas, en parte como consecuencia de ese desaire; que ahora la situación militar internacional era muy distinta a la de 1940, y que la Argentina estaba demasiado expuesta para tomar medidas contra el Eje. El nuevo canciller argentino, Enrique Ruiz Guiñazú, llegó a argüir legalísticamente que el hecho de que la bandera norteamericana flameara sobre Pearl Harbor no convertía al territorio pacífico de Hawai en parte de las Américas. [...]

“2.- El desaire de 1940 era un recuerdo elocuente de la evidencia que seguir la política norteamericana sería, ciertamente, vasallaje. [...]

“3.- La opinión pública argentina estaba ampliamente a favor de la neutralidad, un hecho que el desaire mencionado había contribuido a reforzar.

“4.- Aun grupos marcadamente pro-aliados en la Argentina favorecían a la neutralidad, debido a la situación expuesta del país, su considerable población alemana, italiana y española, y la imposibilidad del Comando de Defensa del Caribe de los Estados Unidos de defender al sur de Sudamérica.

“5.- El rol argentino de abastecedor de alimentos de las potencias aliadas, podía ser mejor servido como neutral, menos expuesto al sabotaje, que como beligerante”.21 Escudé omite, sin embargo, un factor de indudable relevancia: el hecho de que la defensa de la neutralidad también era asumida por vocingleras organizaciones y publicaciones nacionalistas conservadoras, con claras simpatías de tono fascistizante, antisemita y, en muchos casos, de admiración por el nazismo, que tenían influencia en sectores importantes del ejército y en ciertos núcleos de la sociedad argentina.

Todo ello se combinaría para hacer de aquella “recalcitrante” neutralidad, un motivo de preocupación para la cancillería uruguaya. La orientación ideológica del propio canciller Enrique Ruiz Guiñazú –prestigioso representante del nacionalismo- avala este señalamiento.22

Justus D. DOENECKE, The Battle against intervention, 1939-1941. Krieger Publishing Company, Malabar, Florida, 1997. 21 Cfr: Carlos ESCUDÉ, ob. cit., pp. 93-94. 22 Sobre el nacionalismo y el desarrollo del pensamiento conservador en Argentina, su origen, contenidos, influencias ideológicas, órganos de difusión, principales organizaciones y figuras, existe una bibliografía muy rica y de singular interés, publicada, en su mayor parte, en la última década. Véase, por ejemplo: David ROCK, La Argentina autoritaria. Los nacionalistas. Su historia y su influencia en la vida pública. Buenos Aires, Ariel, 1993; Cristián BUCHRUCKER, Nacionalismo y peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1999; David ROCK y otros, La derecha argentina. Nacionalistas, neoliberales, militares y clericales. Javier Vergara Editor, Buenos Aires, 2001; Fernando DEVOTO, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna. Una historia. Buenos Aires, Siglo XXI, 2002; Tulio HALPERIN DONGHI, La Argentina y la tormenta del mundo. Ideas e ideologías entre 1930 y 1945, Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina, 2003.- El canciller Enrique Ruiz Guiñazú era “un indiscutido exponente de la neutralidad y un apasionado partidario de la España de Franco”. (Cfr: David ROCK, La Argentina autoritaria, etc., cit., p. 142). Su hijo, Alejandro Ruiz Guiñazú, había fundado la organización nacionalista RENOVACIÓN, que tuvo su auge entre 1941 y 1943. (Cfr: Cristián BUCHRUCKER, Nacionalismo y peronismo, etc., cit., p.

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2. LA ADMINISTRACIÓN AMÉZAGA Y LA REAFIRMACIÓN DEL

ALINEAMIENTO URUGUAYO CON LA CAUSA ALIADA Y ESTADOS UNIDOS.

Las elecciones generales del 29 de noviembre de 1942 y el plebiscito constitucional que tuvo lugar simultáneamente y del que surgiría la Constitución de 1942, marcaron un hito fundamental en el proceso de recuperación democrática del Uruguay luego del quiebre institucional de marzo de 1933. De estas elecciones, con plena participación de todos los sectores políticos, resultaría triunfante el Partido Colorado y la fórmula: Juan José de Amézaga, Presidente y Alberto Guani, Vicepresidente.23

El 1º de marzo de 1943 el Dr. Juan José de Amézaga sucedió en la Presidencia de la

República al General Alfredo Baldomir. Con el relevo presidencial, el timón del Ministerio de Relaciones Exteriores pasó de las manos del Dr. Alberto Guani -que había estado al frente de la cartera entre junio de 1938 y febrero de 1943, durante toda la administración anterior- a las del Ing. José Serrato, ex-Presidente de la República y, como su antecesor, notorio partidario de la causa aliada.24

116). Sobre el antisemitismo, véase: Daniel LVOVICH, “La derecha argentina y las prácticas antisemitas, 1930-1943”, en: David ROCK, La Argentina autoritaria, etc., cit., pp. 204-245. 23 Las elecciones generales que debían haberse efectuado el último domingo de marzo de 1942, fueron postergadas al producirse el golpe de estado del Presidente Baldomir, el 21 de febrero de 1942, cuando por decreto se disolvió el parlamento y se creó un Consejo de Estado Asesor del Poder Ejecutivo. Un decreto del 29 de mayo de ese año fijó la realización de las elecciones para el 29 de noviembre de 1942. En dichos comicios, sobre un total de 858.713 ciudadanos habilitados para votar, se emitieron 574.703 sufragios para la fórmula presidencial, Senadores y Representantes (en este último caso la cifra era 574.700). Los resultados totales de los siete lemas partidarios que participaron, fueron: PARTIDO COLORADO: 328.599; PARTIDO NACIONAL: 131.235; PARTIDO NACIONAL INDEPENDIENTE: 67.030; UNIÓN CÍVICA DEL URUGUAY: 24.433; PARTIDO COMUNISTA: 14.330; PARTIDO SOCIALISTA: 9.036; PARTIDO LA CONCORDANCIA: 40.-En el plebiscito constitucional, de 574.577 votantes, 443.414 lo hicieron por “si” y 131.163 por “no”. (Cfr: Julio T. FABREGAT, Elecciones uruguayas (Febrero de 1925 a Noviembre de 1946), Montevideo, Cámara de Representantes, 1950, pp. 297 y 301) 24 El Ing. José Serrato (n. 1868), graduado como Ingeniero de Puentes y Caminos en 1892, integrando la primera generación de egresados de esa novel carrera, había tenido a partir de entonces una destacada carrera docente en la Universidad, desempeñándose luego como técnico en la Dirección de Obras Municipales de Montevideo, cargo al que renunciaría al poco tiempo para ingresar a la Cámara de Representantes, en 1897. A partir de entonces iniciaría una carrera política en las filas del Partido Colorado, que lo llevó a ocupar un asiento en el Consejo de Estado en 1898, luego una banca en la Cámara de Representantes –donde presentó una serie de proyectos de indudable interés para el desarrollo económico y tecnológico del país, la mayoría de los cuales fueron aprobados- siendo designado en 1903 por José Batlle y Ordóñez para ocupar la cartera de Fomento (que englobaba los asuntos atribuidos luego a los Ministerios de Obras Públicas, Instrucción Pública, Industrias y Ganadería y Agricultura). En 1904 pasó a la cartera de Hacienda, donde cumpliría una muy exitosa gestión: además de una novedosa reorganización en la administración pública, creación de nuevos servicios, etc., pudo hacer frente a las erogaciones ocasionadas por los perjuicios producidos por la guerra civil de 1904 y, no obstante ello, lograr el primer superávit conocido en la historia financiera del país. Ocupó luego una banca de Senador, y nuevamente el Ministerio de Hacienda (1911-1912) al inicio de la segunda presidencia de Batlle y Ordóñez. Al producirse la escisión dentro del Partido

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No se esperaba, por tanto, ningún cambio en la orientación internacional del país y, fundamentalmente, en lo referente al compromiso con la causa de los aliados y Estados Unidos, en particular. No lo hubo, en efecto, durante todo el transcurso de esta administración que presenció el fin del conflicto mundial. La firmeza de este empeño fue ampliamente reconocida por los aliados.25

De ello nos ocuparemos brevemente en este apartado, para abordar luego el tema de las relaciones con Argentina.

La política del compromiso: en pos del “triunfo de los ideales defendidos en la dura lucha”.

Al informar sobre la gestión de su cartera en los años 1943-1944, el Canciller Serrato, en frase que daba cuenta de su total identificación con el bando aliado, dijo: “No ha sido fácil el período transcurrido, no obstante vislumbrarse el triunfo de los ideales defendidos en la dura lucha”26. Sus palabras aludían seguramente, no solo a las difíciles circunstancias

Colorado motivada por el proyecto de ejecutivo colegiado impulsado por Batlle y Ordóñez, se declaró anticolegialista. Designado luego Presidente del Banco Hipotecario, organismo creado por su iniciativa, fue autor de la famosa “Ley Serrato”, que ofreció facilidades para que los funcionarios públicos pudiesen acceder a la propiedad de sus viviendas. El prestigio logrado en su carrera política, profesional y empresarial –también tuvo una destacada actividad en la esfera industrial- lo llevó a ocupar la Presidencia de la República entre marzo de 1923 y febrero de 1927. Después del “golpe bueno” de Baldomir, del 21 de febrero de 1942, había ocupado el cargo de Presidente del Consejo de Estado (organismo que sustituyó al parlamento entre dicha fecha y el 28 de febrero de 1943, y que había tenido como Vicepresidente al nuevo titular del Poder Ejecutivo, Juan José de Amézaga). Desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial, Serrato no había ocultado sus simpatías por la causa aliada, siendo designado Presidente del “Comité Pro-Aliados”. Si tenemos en cuenta la historia familiar -su abuelo materno, el Capitán Juan Bergeróo, había luchado en la Legión Francesa durante la Guerra Grande- podemos aventurar que la suerte de Francia era una de las que más lo movilizaba.

José Serrato ocupó la cartera de Relaciones Exteriores entre el 1º de marzo de 1943 y el 4 de octubre de 1945, siendo sucedido en el cargo por Eduardo Rodríguez Larreta. (Cfr: Arturo SCARONE, Uruguayos contemporáneos. Nuevo diccionario de datos biográficos y bibliográficos. Mdeo., Barreiro y Ramos S.S., 1937, págs. 467-470), y Juan ODDONE, Tablas Cronológicas. Poder Ejecutivo – Poder Legislativo. 1830-1967. 2ª edición corregida y aumentada, Universidad de la República, Facultad de Humanidades y Ciencias, Montevideo, 1967).

25 Véase, por ejemplo, esta valoración realizada por el Ministro británico en Montevideo, en su informe anual correspondiente a 1943: “Uruguay ha sido descrito como el mas colaborador, valiente, pro-democrático, y sobre todo, pro-británico de todos los países de América Latina. Aunque técnicamente no es un beligerante, sus recursos han estado y están incondicionalmente, a disposición de las Naciones Unidas”. (Gordon Vereker a Eden, Montevideo, 10 de enero de 1944; en: Benjamín NAHUM, Informes diplomáticos de los Representantes del Reino Unido en el Uruguay. Tomo VIII, etc., cit., p. 366). 26 Crf: MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES. Cabildo, Uruguay. Memoria correspondiente al período Marzo 1943-1944, etc., cit., p. 3.

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económico-sociales atravesadas por el país en este período, sino también a los momentos de particular tensión experimentados en las relaciones con Argentina.

A pesar de las dificultades señaladas, había existido continuidad en lo relativo a la orientación internacional del país entre la administración de Baldomir y la de Amézaga, y así lo expresó Serrato: “...el Ministerio de Relaciones Exteriores ha reafirmado las directivas trazadas en lo que respecta a la política exterior de la República, consolidando su posición de firme adhesión y apoyo a la causa de las Naciones Unidas y Asociadas”, agregando que “en los variados problemas y cuestiones suscitadas, como así también en el tratamiento de aquellas situaciones que respondían a decisiones y actitudes del Gobierno precedente, fue norma firme el mantenimiento de una leal colaboración con las democracias en guerra, prestada con un espíritu amplio pero con el más cuidadoso y elevado sentido de la dignidad nacional y de la absoluta libertad de determinación en sus decisiones”.27 Mientras duró el conflicto, fueron múltiples las resoluciones y gestos del gobierno de Amézaga que evidenciaron ese espíritu solidario con la causa aliada y de compromiso con la política panamericana de Estados Unidos, expresada no solo por el Departamento de Estado sino también por el Comité Consultivo de Emergencia para la Defensa Política del Continente (creado en la Tercera Reunión Consultiva de Cancilleres de Río de Janeiro, en enero de 1942) que respondió a sus directivas. No podemos realizar aquí un análisis pormenorizado de todas ellas. Haremos sí una breve referencia a las principales instancias que pautaron dicho compromiso -cuya máxima expresión sería la declaración de guerra a los países del Eje, aprobada el 21 de febrero de 1945- porque dichas instancias aportan el imprescindible contexto en el que se inscribe la política exterior uruguaya hacia Argentina.

Las razones de esta aparentemente extemporánea declaración de guerra, surgían de la fundamentación y del texto del propio proyecto, que en su escueto articulado expresaba: “Art. 1º. Autorízase al Poder Ejecutivo para declarar que el Uruguay se halla en estado de guerra con Alemania y Japón. Art. 2º. Autorízase al Poder Ejecutivo para suscribir la adhesión del Uruguay a la Declaración de las Naciones Unidas, firmada en Washington el 1º de enero de 1942”. En síntesis: si Uruguay no declaraba la guerra, no podía participar en pie de igualdad con los otros países, de la organización de las Naciones Unidas y de las decisiones relacionadas con el ordenamiento político y económico de la comunidad mundial de posguerra. Así lo daba a entender el mensaje que acompañaba el proyecto de ley, en el que se expresaba: “...La República Oriental del Uruguay que desde la hora primera adhirió en forma entusiasta y desinteresada a la causa de las Naciones Unidas, cuando oscilaba incierta e insegura la suerte del conflicto bélico, -colaborando entonces y después en la lucha contra los agresores-, no puede, ni debe ahora, quedar fuera del conjunto solidario de la casi totalidad de los países americanos, ni situarse en una posición inferior con respecto a la de esos pueblos, ni rehuir responsabilidades mayores frente a los problemas de la guerra y de la paz. [...] A los fines de que la República mantenga su activa y eficiente colaboración a las obras de la solidaridad y la defensa continentales, reafirme su adhesión a los pueblos combatientes por el triunfo de los ideales y principios de justicia y libertad y contribuya en la medida de sus posibilidades a la futura organización del mundo, procede que, conforme a lo determinado en el proyecto de ley adjunto, declare el estado de beligerancia con las potencias del Eje y

27 Ibid, ibid. (La negrita es nuestra).

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adquiera en plenitud la calidad que distingue y caracteriza a las Naciones Unidas”.28

El proyecto de ley fue finalmente aprobado el 21 de febrero de 1945 (con el voto en contra del Partido Nacional), y promulgado al día siguiente por el Poder Ejecutivo, después de haber sido escuchado el Ministro Serrato en ambas Cámaras.29 En su discurso en la Cámara de Representantes, Serrato recordó la trayectoria recorrida por el país en materia internacional desde el inicio de la guerra, ofreciendo una apretada síntesis de las decisiones más significativas que pautaron la orientación internacional del Uruguay en relación al conflicto bélico. Pero más interesante que esa enumeración de resoluciones y acontecimientos relevantes –cuya tramitación y significados, no siempre visibles para la opinión pública, procurará develar en el futuro nuestra investigación- es el tono y el lenguaje en que la misma fue vertida. Al respecto, resulta ilustrativo el siguiente pasaje, en el que Serrato justifica la propuesta declaración: “Declarando la beligerancia, la República no entrará en guerra, sino que se limitará a formalizar el estado de guerra en que se halla en los hechos con respecto a los miembros del Pacto Tripartito, desde el momento mismo en que salió de la neutralidad. Hay una definición, una conducta, una militancia, una beligerancia –por así decirlo- del Uruguay contra los estados agresores, que no cuenta sólo en las palabras, luego que se apoya y manifiesta en realidades y hechos de indudable consistencia y amplia notoriedad. [...] Al otro día del alevoso ataque nipón a Pearl Harbour, el Uruguay declaró su solidaridad con Estados Unidos. Concedió después el tratamiento de no beligerancia a las naciones continentales en guerra con el Eje. Otorgó el mismo tratamiento a Gran Bretaña y a otros países extracontinentales unidos en la lucha heroica y sagrada contra la agresión. Ofreció a todos esos pueblos, sin excepciones, sus puertos y su ayuda. Rompió relaciones diplomáticas, comerciales y financieras con las potencias agresoras. Estableció su más amplia solidaridad con el Brasil para la defensa del Hemisferio y la resistencia contra el enemigo común. Adoptó medidas de precaución política, económica, administrativa y penal contra los agentes y los súbditos del Eje y reprimió la Quinta Columna. Decretó la ruptura de relaciones con el gobierno avasallado de Vichy. Reconoció el primero en el mundo el Gobierno libre de Argel como representante de la soberanía de Francia, y en los días en que se escribía en la Historia la gloriosa epopeya de la defensa de Stalingrado, reanudó relaciones con la Unión de las Repúblicas Soviéticas Socialistas admirando su trágica lección de heroísmo y reconociendo su concurso a la victoria colectiva de los pueblos adictos al orden moral y jurídico de la civilización.30

28 Citado en: MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES. Cabildo, Uruguay. Memoria correspondiente al período Marzo 1944-1945. Ministro de Relaciones Exteriores, Ing. Don José Serrato. Montevideo, Sección Prensa, Informaciones y Publicaciones, Imp. Nacional, 1945, pp. 24-25.. 29 El decreto –que llevaba las firmas del Presidente Amézaga y de todo el gabinete (José Serrato, Juan J. Carbajal Victorica, General de División Alfredo R. Campos, Héctor Alvarez Cina, Adolfo Folle Juanicó, Tomás Berreta, Luis Mattiauda, A.González Vidart y Javier Mendívil) disponía: “Art. 1º. Declárase que la República Oriental del Uruguay se halla en estado de guerra con Alemania y el Japón.- Art. 2º. Por intermedio del Ministerio de Relaciones Exteriores, remítase el correspondiente Pleno Poder al Embajador de la República en Estados Unidos de América, para que proceda a suscribir la adhesión del Uruguay a la Declaración de las Naciones Unidas, firmada en Washington el 1º de Enero de 1942. Art. 3º.Comuníquese, etc.”. (Ibid, p. 45) 30 Uruguay había sido uno de los primeros países de América Latina en dar el reconocimiento de jure al régimen soviético en 1926, cuando José Serrato ejercía la Presidencia de la República. Pasarían sin

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“Para honra del nombre nacional y de nuestras tradiciones, por consiguiente, el Uruguay no sólo no ha sido neutral entre los victimario y las víctimas; los agresores y los agredidos; los agentes del despotismo y los defensores de la libertad; los que pretendían

embargo siete años antes de que, por decisión del Presidente Gabriel Terra, existiese una Legación de nuestro país en Moscú y el primer representante diplomático uruguayo – el Gral. Eduardo Da Costa- presentase sus cartas credenciales al gobierno soviético, el 10 de marzo de 1934. (Cfr: Héctor GROS ESPIELL, Temas Internacionales, Montevideo, Melibea Ediciones, 2001, pp. 265-267). La entonación anticomunista del régimen terrista no parece dejar dudas en cuanto al pragmático designio perseguido por esta iniciativa: la apertura de nuevos mercados a las exportaciones uruguayas, en el marco de las dificultades determinadas por la gran depresión. Sin embargo, a menos de dos años de aquel inicio de relaciones diplomáticas, el 27 de diciembre de 1935 un decreto firmado por Terra y todos sus Ministros disponía la interrupción de relaciones diplomáticas con la URSS. Los considerandos del referido decreto fundamentaban extensamente dicha medida en la presunta responsabilidad de la legación soviética en Montevideo en el financiamiento de la revolución comunista de la Alianza Libertadora Nacional -liderada por Luis Carlos Prestes y organizada bajo la inspiración de la III Internacional Comunista- que sacudió al Brasil a fines de noviembre de 1935. (cfr: RNLD, 1935, pp. 934-937). La participación de la Legación soviética de Montevideo en la canalización de fondos recibidos desde Moscú para su utilización por los comunistas de Brasil y Argentina fue reconocida posteriormente por protagonistas del referido levantamiento. (cfr: John W. F. DULLES, Vargas of Brasil. A political Biography, Austin & London, University of Texas Press, 1967, p. 148). La reanudación de las relaciones diplomáticas con la URSS venía siendo reclamada insistentemente por la militancia pro aliada, luego de que se iniciaran las gestiones respectivas durante la visita de Guani a Estados Unidos, en enero del año 1943, precisamente cuando la resistencia soviética había logrado la capitulación del Mariscal von Paulos en Stalingrado. A la cabeza de esta campaña estuvo, naturalmente, el Partido Comunista uruguayo. Atrás había quedado el difícil trance de justificar el pacto germano-soviético (agosto de 1939) y la invasión de Finlandia (noviembre de 1939). La invasión alemana a la URSS (junio de 1941) había puesto a este país –y a los Partidos Comunistas de todo el mundo- decididamente en el bando aliado. La diputada comunista Julia Arévalo de Roche realizó un planteo en la media hora previa de la sesión del 4 de mayo de 1943. En esa oportunidad recordó que un mes antes había formulado un pedido de informes sobre el tema al Ministro Serrato, informe que consideraba insatisfactorio, ya que en el mismo no se afirmaba que el intercambio de diplomáticos se haría rápidamente. Ahora renovaba el reclamo afirmando que creía ser “intérprete de una aspiración de todo el país, de una de esas aspiraciones bien arraigadas en el corazón de todo el pueblo [...] La prueba material de que esta es una aspiración de todo el país, la dan las masas, diariamente, con sus grandes demostraciones; lo reclamó hace muchos meses el pueblo con decenas de miles de firmas, que le fueron entregadas al ex Presiente Baldomir; lo manifestó en cientos de mitines públicos y en millares de telegramas enviados al Gobierno desde todos los Departamentos y por todos los sectores de la opinión popular; lo reclamó desde un gran comité en que actuaban hombres de todos los sectores políticos, de todas las clases sociales, todos ellos de funciones dirigentes, comité que actuaba bajo la presidencia del propio señor Ministro Serrato, a quien me dirijo en estos momentos [...]”. (DSCR, Tomo 453, pág. 313). En la sesión siguiente, la representante comunista continuó con el planteo, en encendida oratoria en la que -con realismo político, si pensamos en el peso de Gran Bretaña en la vida económica del país- invocó en apoyo de la medida al propio Rey de Inglaterra: “...nadie puede poner en duda la conveniencia para el país de la efectividad de la reanudación de relaciones con la Unión Soviética, acto de verdadera justicia que es honor para nuestra patria, porque significa tener relaciones con un país realmente amigo de la independencia de cada pueblo, con el inmenso país que ha roto el mito de la invencibilidad del ejército de la barbarie nazi y que en Stalingrado decidió, valgan las expresiones del Rey Jorge, el destino libre del mundo.[...]”. (DSCR, Sesión del 5 de mayo de 1943, Tomo 453, pp. 326-327).

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aniquilar el estado de derecho y los que procuraban salvar de la crisis bélica el imperio de las normas jurídicas y los principios de justicia; sino que ha cooperado en la medida de sus fuerzas, sin reticencias y sin ambajes, con dignidad y con valor, a la derrota de los países del Eje”.

Y luego, en aclaración que traducía el clima controversial de la medida, a la que se oponía acaloradamente el herrerismo, Serrato señalaba: “Para que bien se discierna de qué lado está el pueblo y a quien acompaña la opinión pública en este problema, corresponde decir que nuestro pueblo se siente en guerra con las potencias culpables del conflicto bélico desde el primer día de la contienda, cuando el Gobierno, oficialmente, aún era neutral. En las horas más duras y angustiosas de la conflagración, cuando parecía inminente el triunfo de los agresores, las muchedumbres de este país se lanzaron a las calles para aclamar los nombres de los países atacados e invadidos: hicieron suya la causa de Polonia, Bélgica, Francia y de todas las naciones victimadas; cifraron en Gran Bretaña, Estados Unidos y Rusia su esperanza y su anhelo de resistencia y reacción; y reclamaron sanciones enérgicas para los que pretendían conspirar contra las instituciones libres y el ideal democrático. [...] A objeto de no recordar sino ejemplos recientes, sólo me referiré a la desbordante explosión de júbilo con que nuestro pueblo recibió el año pasado la noticia de la liberación de Paris, y a la memorable y grandiosa manifestación que el 12 de octubre de 1944, llegó hasta la explanada de este Palacio Legislativo, para oír la palabra del Presidente de la República, en inequívoca y exaltada expresión de homenaje a las democracias en guerra. [..]”.31 La enumeración de las expresiones del pueblo uruguayo y de su gobierno a favor de la causa aliada, debería incluir otros muchos episodios más que significativos -como, por ejemplo, el del alojamiento por cuenta del Estado de integrantes de las fueras armadas británicas en período de descanso, todo ello en medio de reiteradas manifestaciones de simpatía y solidaridad de la población.32 No podemos, sin embargo, brindar aquí un análisis

31 MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES. Cabildo, Uruguay. Memoria correspondiente al período Marzo 1944-1945, ETC., etc., cit., 28-29. 32 En el año 1943 varios grupos de integrantes de las fuerzas armadas británicas visitaron Montevideo, en período de descanso. El gobierno departamental de Montevideo decidió alojarlos en el Hotel Miramar, cobrándoles solo el precio de costo de dicha estadía. El Poder Ejecutivo fue más allá, decidiendo –en decreto fechado el 17 de setiembre de 1943- “que sea por cuenta del Estado el costo del hospedaje de los referidos militares británicos”, por considerar que “los integrantes de esas fuerzas son en las actuales circunstancias, soldados universales de la causa del derecho, que defienden en la guerra la afirmación de la democracia política con un contenido eficaz de justicia social, y prueban su heroísmo en el frente invencible de las naciones unidas para librar de peligros a la independencia de todos los pueblos civilizados organizados sobre la base de la libertad del hombre”. (Ibid, pp 29-30). El Embajador argentino Carlos Quintana entendió oportuno informar a su gobierno al respecto: “En el Hotel Miramar sobre la playa de Carrasco, a 17 kilómetros de Montevideo se alojan alrededor de 700 oficiales y suboficiales del ejército inglés, canadiense y australiano, que han participado en la guerra. Han llegado para reponerse y otros para su curación. Son muy agasajados por la población y las Autoridades. El Gobierno los ha declarado huéspedes oficiales, corriendo todos los gastos de su alojamiento por cuenta del Estado. La esposa del Presidente de la República les hizo una visita al Hotel, se les ha ofrecido diversas invitaciones entre otras al Stadium y al hipódromo de Maroñas

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pormenorizado de las resoluciones y acontecimientos señalados más arriba. No obstante ello, de la reseña realizada por Serrato en su Memoria, cabe destacar, por constituir un tema especialmente revelador, el referido a las relaciones diplomáticas con Francia.

“La causa de Francia”.

El temprano reconocimiento -el 9 de junio de 1943- del “Comité Francés de Liberación Nacional” (CFLN), creado tan solo seis días antes, se hizo cuando Estados Unidos aún consideraba oportuno que se dilatara la medida hasta que las diferentes tendencias de la “Francia combatiente” llegasen a un acuerdo para unificar sus esfuerzos. En efecto, el 2 de julio de 1943, en memorando rotulado como “Muy reservado”, el Embajador de Estados Unidos en Montevideo puso en conocimiento de Serrato la “información sobre las consideraciones que sirven de base a la actitud del Departamento de Estado hacia el Comité Francés de Liberación Nacional establecido en Argel”, aclarando que la misma había sido comunicada por el Departamento de Estado, por telegrama circular, a todas las Misiones de Estados Unidos en América del Sur. El documento señalaba que la política del Gobierno de los Estados Unidos seguía siendo “la de no reconocer como gobierno –ni siquiera provisorio- de Francia a ningún comité o grupo de autoridades francesas hasta tanto el mismo pueblo francés haya sido liberado y esté en condiciones de elegir su propio gobierno”, agregando que “todavía [era] demasiado temprano para tratar de definir el carácter de nuestras relaciones con el Comité Francés de Liberación Nacional de Argel”. Para Estados Unidos, dichas relaciones dependerían finalmente “de la aceptación por el Comité de consideraciones que nosotros consideramos esenciales para el mantenimiento de relaciones amistosas y de amplia cooperación con el Gobierno de los Estados Unidos sobre todo en el terreno de las exigencias militares para la prosecución de la guerra desde Africa del Norte y en otros territorios franceses”, consideraciones que tendrían que ser sometidas a “un más amplio estudio en Washington y también por parte de nuestros aliados británicos”.33

donde realizaron un desfile; la sociedad les ha invitado a bailes y recepciones”.(AMRECA, Serie Política, Uruguay, 1943, Caja 11/43, expte.2 : “Boletín informativo. Principales hechos ocurridos”, anotación del 17 de setiembre de 1943). El Ministro británico en Montevideo, Gordon Vereker consideró que, “De los muchos gestos de simpatía que Uruguay ha tenido hacia Gran Bretaña durante los años de guerra”, el referido había sido “posiblemente el más significativo”; y agregó que el Ministro de Relaciones Exteriores había dejado en claro “que Uruguay se consideraba plenamente identificado con Gran Bretaña y Estados Unidos –más aún, la entrega del Hotel ‘Miramar’ fue obviamente visto por el Gobierno uruguayo como una especie de préstamo y arriendo pero al revés, siendo la contrapartida en este caso el esfuerzo británico de guerra. Es agradable recordar -concluía en irónica alusión a las ventajas del “imperio informal” -que esta última ‘ocupación’ de Montevideo por las tropas británicas, cuya conducta fue ejemplar, duró lo suficiente como para que los visitantes británicos establecieran un contacto mas que superficial con una cantidad de familias uruguayas “. (Gordon Vereker a Eden, resumen de eventos del año 1943, Montevideo, 10 de enero de 1944; en: Benjamín NAHUM, Informes diplomáticos de los Representantes del Reino Unido en el Uruguay. Tomo VIII, etc., cit., p. 367). 33 AMREU, Fondo Ministerio de Relaciones Exteriores, Serie Francia, 1943, Caja 1, Carpeta 20: “Comité Nacional Francés de Liberación: Su constitución en Argel. Relaciones con el Uruguay”.

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Debe tenerse presente que la Francia libre había tenido en Montevideo su representación para toda América del Sur, ejercida primero por Albert Ledoux, ex embajador en Montevideo y último representante de la Tercera República cesado en sus funciones el 1° de febrero de 1941, que regresaría luego como representante de De Gaulle34 y, posteriormente, a la fecha del reconocimiento del CFLN, por Emanuel Lancial, diplomático de carrera que en 1941 había logrado salir de Francia con destino a Bolivia y aprovechó para unirse a De Gaulle.

La excepcional disposición de las autoridades y la opinión pública uruguayas en

relación con la Francia libre fue enfatizada por el propio Lancial, en despacho de octubre de 1944, en el que aludía, asimismo, a la posición contraria al reconocimiento del CFLN sostenida por Estados Unidos: “...El gobierno uruguayo ha sido el único en el mundo en reconocer desde el nueve de junio de 1943 al Comité de Argel como la verdadera representación de Francia y renovó con Francia por medio de su intermediario relaciones diplomáticas completas. Rechazó dar nuestra Legación a la Legación suiza que la reclamaba en nombre de Vichy y exigió que mis cartas de presentación llevaran la calificación no de Delegado sino de enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario del C.F.L.N.- Esa actitud única en esa época dio lugar a una fuerte oposición por parte de Estados Unidos todo poderoso en algunos sectores políticos del Uruguay.[...] El 23 de agosto pasado la liberación de París dio lugar a manifestaciones espontáneas que no tuvieron en otra parte su equivalente: el Presidente de la República tomó la cabeza de la manifestación y el Ministro de Francia fue llevado sobre los hombros de los manifestantes.[...]”.35

La posición del gobierno uruguayo era congruente con el estado de la opinión pública. La suerte sufrida por Francia en el marco de la guerra había sido vivida por la sociedad uruguaya con particular intensidad, lo que no puede resultar sorprendente si tenemos en cuenta los múltiples lazos de diversa índole, pero fundamentalmente, ideológico-culturales, que nos unían a aquel país y a su capital, Paris, que en junio de 1940 había visto con asombro y dolor desfilar a las tropas invasoras alemanas bajo el Arco de Triunfo.

Cabe acotar, como un indicio más de la notoria divergencia entre la orientación de las

políticas exteriores de Uruguay y Argentina en el período bélico, que el gobierno del país vecino no solo no reconoció al Comité de Argel, manteniendo sus relaciones con Vichy, sino que, frente a las gestiones realizadas por E. Lancial ante aquella Cancillería para saber en qué condiciones podía continuar las actividades del Comité De Gaulle luego de la constitución del CFLN, la respuesta fue la clausura de dicho Comité y la supresión del semanario gaullista La Nouvelle France, editado en Buenos Aires, así como la prohibición a Lancial de realizar cualquier actividad en Argentina, expresando que las mismas “podrían [estimular] actos de propaganda a favor o en contra de cualquier tendencia en lucha, como corresponde a nuestra

34 Cfr: Benjamín NAHUM, Informes diplomáticos de los Representantes de Francia en el Uruguay. 1937-1949. Montevideo, Universidad de la República, Depto. de Publicaciones, 2000, “Advertencia”, pp. 6-7. 35 Comunicación N° 413 de Emanuel Lancial, Montevideo, 28 de octubre de 1944. En: Benjamín NAHUM, Informes diplomáticos de los Representantes de Francia, etc., cit., pp. 166-167.

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condición de neutrales y en virtud de ser un medio necesario para mantener inalterada la paz y la tranquilidad interior”.36

La postura del gobierno uruguayo y las decisiones que reseñábamos más arriba, no solo

sintonizaban a todas luces con la mayor parte de la opinión pública uruguaya; sino que parecían también hacer gala de una cierta independencia de los dictados de la política exterior de Estados Unidos, auque, claro está, en el muy estrecho margen que este pequeño país tenía para maniobrar y, seguramente, en los temas que no eran considerados centrales por la gran potencia.

¿Sucedería lo mismo en relación con otros puntos de la agenda del Departamento de

Estado? ¿Como se posicionaría la Administración Amézaga frente al renovado desencuentro de Argentina con Estados Unidos y su política panamericana?

36 Nota del Ministro de Relaciones Exteriores, Vicealmirante Segundo Storni, al Ministro del Interior, General Alberto Gilbert, Buenos Aires, 20 de agosto de 1943; citada en: Hebe Carmen PELOSI, Vichy no fue Francia. Las relaciones franco-argentinas (1939-1946). Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 2003, p. 98 y 101. (Agradezco a Alvaro Corbacho el señalamiento de esta obra y la posibilidad de su consulta).

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3. LA NUEVA ADMINISTRACIÓN Y LA POSICIÓN FRENTE A ARGENTINA:

¿UNA INTENCIÓN CONCILIADORA?

Por paradojal que pueda parecer –si pensamos en las fuertes tensiones que experimentarían las relaciones entre Argentina y Uruguay durante la Presidencia de Amézaga- al inicio de su gestión, el nuevo mandatario uruguayo y su Canciller, José Serrato, fueron vistos como favorables a un acercamiento con Argentina, tanto por el Embajador de este país como por el de Estados Unidos en Montevideo. Esta voluntad conciliadora -que, como es obvio, tuvo valoraciones de signo opuesto en los informes de los referidos diplomáticos- se vería paulatinamente jaqueada por los avatares del proceso político argentino, algunos de cuyos detonantes ya habían comenzado a gestarse a fines de 1942.37

Con el visto bueno de la Embajada argentina.

Al conocerse el ofrecimiento hecho por Amézaga a Serrato para ocupar el Ministerio de Relaciones Exteriores, el representante argentino, Carlos Quintana38, dijo en nota reservada

37 Según testimonió al historiador Félix Luna el Coronel retirado Domingo A. Mercante, en diciembre de 1942 Perón lo llamó a su oficina y le “leyó algo que había escrito, de su puño y letra, sobre la necesidad de unir a los oficiales del Ejército, jerarquizar su cuadros, infundir nuevos objetivos a las Fuerzas Armadas. Era el documento inicial del GOU”. Perón le preguntó que le parecía, y Mercante le respondió: “Esto significa la revolución”. Perón lo negó. “Pero yo advertía –continúa Mercante- que la organización de oficiales que se proyectaba en ese documento llevaba a una revolución. Entonces convinimos en empezar a trabajar para formar un grupo de confianza”. El GOU (Grupo de Oficiales Unidos) jugó un papel fundamental en el derrocamiento del Presidente Castillo, el 4 de junio de 1943. (Cfr: Félix LUNA, El 45. Crónica de un año decisivo, Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1999, pp. 57-58). 38 Carlos Quintana, abogado y diplomático, había nacido en Buenos Aires en 1890. De su actividad diplomática conocemos su participación como delegado argentino ante la Sociedad de las Naciones en 1935 –por lo que suponemos conocía a Alberto Guani, habitual delegado uruguayo ante la SDN- así como su actuación como Embajador argentino en Perú (1939-1942). A fines de 1942 el Presidente Ramón S. Castillo lo designó Embajador en Montevideo, donde sustituyó a Roberto Levillier. Quintana entregó sus cartas credenciales al Presidente Alfredo Baldomir el 19 de febrero de 1942, permaneciendo al frente de dicha Embajada hasta el 31 de mayo de 1945, fecha en la que, según informó al Gobierno uruguayo, pasaría a cumplir funciones en el Ministerio de Relaciones Exteriores de su país, quedando entonces la Embajada Argentina a cargo del Primer Secretario, Doctor Emilio R. Escobar, en calidad de Encargado de Negocios. Quintana escribió varias obras, entre ellas: El Carácter nacional; La opinión pública y la política impositiva; San Francisco de Asís; El siglo XIX; Una vida americana: Sarmiento; La Conferencia Interamericana por el Mantenimiento de la Paz”, etc. (Cfr: DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO U.T.E.H.A., México, U.T.E.H.A., 1952, Tomo VIII, pág. 981; y AMREU, FMRE, Sección ARGENTINA, Caja 3 (1939-1944), Carpeta 7: “1941. Dr. Carlos Quintana. Embajador de la Rep. Argentina”).

Cabe destacar que Quintana inició su gestión ante el gobierno uruguayo precisamente en el período en que se había hecho más nítida la posición de enfrentamiento entre la política exterior argentina y la estadounidense, luego de la Tercera Reunión Consultiva de Cancilleres americanos de Río de Janeiro (15-28 de enero de 1942), que había aconsejado la ruptura de relaciones con los países del Eje y que Uruguay había efectivizado por decreto del día 25 de ese mismo mes. También vale la pena recordar que Quintana había presentado sus cartas credenciales a Baldomir dos días antes de que

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al Canciller de su país, Enrique Ruiz Guiñazú,: “En materia internacional [Serrato] está dentro de la línea que sigue este país, pero no dudo que imprimirá un rumbo de discreción y medida que no ha sido la característica hasta ahora” -en obvia alusión a la gestión de Guani- y fundamentó así su impresión favorable: “Desde mi llegada a este país he mantenido una especial amistad con él, recibiendo de su parte grandes muestras de simpatía y aprecio para nuestro país, nuestros hombres públicos y para mí personalmente. El Señor Serrato posee un carácter franco y abierto. Tiene gran experiencia y lo considero uno de los estadistas más sobresalientes del Uruguay, por lo que me felicitaría si dentro de la nómina probable de personas para ocupar la Cancillería, fuese él el elegido”. Tres días más tarde, enviaba un nuevo informe, revelador del tenor de su vinculación con Serrato, así como del sentir de este último en relación con el vecino país: “...el día de ayer a las 8 p.m. visité en su residencia de Carrasco al Ingeniero don José Serrato con quien me une una gran amistad. El Señor Serrato me dijo en el curso de una conversación muy íntima, que todavía no había contestado afirmativamente al ofrecimiento del Doctor Amézaga para que desempeñe la cartera de Relaciones Exteriores, pero, por otras cosas que agregó, me hizo ver que se consideraba obligado a prestarle este servicio a su país, a pesar de los inconvenientes de orden personal que tendrá para él. [...] El futuro Canciller me hizo grandes manifestaciones de simpatía y aprecio para la Argentina. Conoce a fondo nuestra vida política y a nuestros hombres públicos, con muchos de los cuales mantiene una vinculación muy amistosa. [...]”.39

La favorable opinión del Embajador Quintana hacia la nueva Administración uruguaya

no se basaba exclusivamente en su relación con el propuesto Canciller, sino que se nutría, asimismo, de las manifestaciones, de similar tenor a las expresadas por Serrato, formuladas por el Presidente electo: en los días previos a la trasmisión de mando, el Embajador argentino visitó al nuevo mandatario, que ya estaba instalado en el Palacio Piria (actual sede de la Suprema Corte de Justicia), edificio elegido como residencia presidencial. Así relataba Quintana aquel encuentro: “...El Doctor Amézaga [...] me retuvo conversando en forma expansiva y amistosa durante una hora y media, haciendo repetidas manifestaciones de simpatía hacia nuestro país y hacia nuestros hombres públicos, para quienes tuvo un recuerdo especial de cada uno. Entre otras cosas, me dijo que temía que el Ingeniero José Serrato, a quien esperaba para obtener su contestación al ofrecimiento que le había hecho del Ministerio de Relaciones Exteriores, no lo aceptase, por no existir precedentes que un ex -Presidente de la República haya desempeñado después un Ministerio, y me agregó, poniendo mucha intención en las palabras, que de todas maneras tendríamos un Canciller amigo de la Argentina. Por varias otras cosas que expresó el Doctor Amézaga en el curso de esta larga

éste disolviera las Cámaras y creara un Consejo de Estado Asesor del Poder Ejecutivo, en maniobra conocida como el “golpe bueno”, y que apuntaba a alejar al herrerismo de las posiciones de poder que le había conferido la Constitución de 1934, y así remover un obstáculo para la plena instrumentación de la política exterior aliadófila y panamericanista de la Administración Baldomir. El año transcurrido entre el arribo de Quintana al Uruguay y el debut de la Administración Amézaga había sido, seguramente, una etapa compleja para el Embajador argentino, y de ello hay indicios más que evidentes en las consideraciones que realiza al referirse al nombramiento de Serrato. 39 C. Quintana a E. Ruiz Guiñazú, notas reservadas Nº 35 y 38, Montevideo, 21 y 24 de febrero de 1943. (AMRECA, Serie Política, Uruguay, 1943, Caja 11/43, Expediente 1).

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conversación, puedo anticipar a V.E. que tengo la impresión de que el ambiente oficial en la próxima Presidencia ha de ser de una cordialidad más acentuada hacia nosotros. [...]”.40

Los hechos le dieron la razón: a poco más de un mes de la asunción del nuevo gobierno, el

17 de abril de 1943, el Ministro Serrato viajó a Argentina en compañía de su hija, dirigiéndose directamente a las sierras de Córdoba, para unas breves vacaciones durante la Semana de Turismo. Permanecería en el vecino país hasta el 26 de ese mes. Ese mismo día, de paso por Buenos Aires, Serrato mantuvo una entrevista de cerca de una hora en la Cancillería argentina con el Ministro Ruiz Guiñazú, siendo recibido por el Presidente Ramón Castillo y agasajado por el Canciller argentino con un banquete en el Palacio San Martín. De acuerdo a los despachos de Reuter y United Press, Serrato dio dos entrevistas periodísticas en Argentina, el 21 y el 26 de abril, y en ambas “enfatizó la orientación pro-democrática y americanista de la política exterior de Uruguay”.

El Embajador Quintana fue al aeropuerto a esperar al Ing. Serrato a su regreso de Buenos

Aires e informó que el Canciller uruguayo se había mostrado muy satisfecho por la forma en que había sido recibido por el Presidente Castillo y el Ministro Ruiz Guiñazú. Serrato le había dicho que había conversado largamente en esas dos entrevistas, y que “había tenido oportunidad de apreciar la firmeza de las bases en que se asienta la amistad Argentino-Uruguaya”, agregando que en el almuerzo en el Palacio San Martín, había tenido oportunidad de conocer a Patrón Costas (candidato del Presidente Castillo a la sucesión presidencial). El Canciller uruguayo –agregaba Quintana- había informado de su viaje en reunión del Consejo de Ministros, donde había señalado la forma cordial en que había sido recibido en por las autoridades argentinas.41

Quintana adjuntó a su informe, sin agregar comentario, un artículo publicado el 27 de abril

por el diario EL TIEMPO de Montevideo, perteneciente al ex Presidente Baldomir. La nota, titulada ”Turismo Fructuoso”, intentaba demostrar que el viaje del Ministro de Relaciones Exteriores había sido realizado “con miras a un exclusivo aprovechamiento de la Semana de Turismo”, señalando que, a pesar de ello, Serrato había “debido pagar tributo a su prestigio y al alto concepto en que en la Argentina se le tiene. Tan es así que, a su regreso, hubo de detenerse forzadamente en Buenos Aires, donde fue invitado a departir, en cordiales conferencias, con el Canciller argentino, Dr. Ruiz Guiñazú y con el Presidente de la Nación hermana, doctor Castillo”. El artículo finalizaba diciendo “El fino tacto, la inteligencia y la sabia prudencia que don José Serrato supo acreditar durante su honrosa Presidencia, tienen que ser hoy, y lo son, las característica predominantes de su gestión ministerial”.

¿Qué perseguía el citado artículo? ¿Tranquilizar a los críticos de la orientación

internacional del gobierno argentino, tanto locales como extranjeros -Estados Unidos, fundamentalmente- dando una difícilmente creíble versión de los hechos? ¿Poner distancia

40 C. Quintana a E. Ruiz Guiñazú, 23 de febrero de 1943, nota reservada nº 37. (AMRECA, Serie Política, Uruguay, 1943, Caja 11/43, Expediente 1, Anexo I: “Trasmisión de Mando”). (La negrita es nuestra). 41 C. Quintana a E. Ruiz Guiñazú, 27 de abril de 1943. (AMRECA, Serie Política, Uruguay, 1943, Caja 11/43, expte. 8: “Visita del Canciller uruguayo Ing. José Serrato a nuestro país”).

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con la forma en que Guani había conducido la política exterior y apuntar a una necesaria convivencia pacífica con el régimen argentino, al aludir a la “prudencia” y el “tacto” característicos del nuevo Canciller? ¿O, por el contrario, tratar de influenciar a Amézaga y a su Canciller para que abandonaran el camino iniciado, al negar la intencionalidad de aquel primer contacto, y apelar sutilmente a la “prudencia” de Serrato? Nos inclinamos por esta última interpretación, abonada por la desaprobación a la nueva orientación que intentaba imprimir Amézaga a la política hacia Argentina, expresada confidencialmente por Baldomir, al representante británico en Montevideo.42

42 De acuerdo a lo informado por Steward, en ese momento Encargado de Negocios de la Legación de Su Majestad, en dicha conversación Baldomir llegó al extremo de pedir una subvención británica a su diario, circunstancia que al parecer, ya contaba con antecedentes. Los sorprendentes –por decir menos- hechos revelados en este despacho (pocas veces puede el historiador acceder a información tan comprometedora sobre personajes políticos de primer nivel), eran los siguientes: Steward había mantenido una larga entrevista en la noche del 3 de julio con el General Alfredo Baldomir, ex Presidente de la República, a pedido de éste. El tema principal de la conversación había sido la situación política del país. Baldomir había sostenido –y el funcionario británico coincidía con él- que el éxito del batllismo en las reciente elecciones había tenido un fuerte impacto sobre los restantes sectores del Partido Colorado, predisponiéndolos a unir fuerzas. La idea de Baldomir era intentar formar una coalición de dichos grupos, presuntamente bajo su liderazgo, aunque no lo había dicho expresamente. El objetivo de la misma, según expresó, “sería reforzar la posición de Amézaga contra el grupo Batllista para influenciar su política, que recientemente, en lo que concierne a los asuntos exteriores, mostró signos de revertir prácticas anteriores e inclinarse más hacia Argentina que hacia Brasil. Continuó diciendo que era imposible conducir una campaña política sin un periódico. Y aquí dejó traslucir la verdadera razón de su visita. ‘El Tiempo’, su propio periódico, que había salido con bastante comodidad mientras él estaba en el poder, seguía existiendo pero su existencia se estaba volviendo realmente difícil. Si fuera posible asegurar más ingresos por avisos el periódico podría sobrevivir. Dijo que su circulación era de 17.000, pero como no tenía imprenta y dependía de la de ‘El País’, estaba perdiendo dinero. Preguntó, por lo tanto, si yo podía considerar el alentar a empresas británicas para que avisaran en el periódico y fue más allá e insinuó la posibilidad de una subvención de fuentes británicas. Enfatizó el hecho de que los Batllistas, a pesar de todas las promesas y expresiones de admiración que le puedan hacer a Gran Bretaña en este momento, no eran realmente amigos de nosotros y que un Partido Colorado unido –sin el grupo Batllista, obviamente- sería ventajoso para nuestros intereses”.

“Dije cortésmente –seguía informando Steward- que le daría a la materia una cuidadosa consideración pero le advertí que los anuncios británicos eran, por razones obvias, escasos actualmente. Deliberadamente me hice el distraído respecto a la subvención, recordando los 175.000 pesos que formaron parte de la comisión sobre la reciente compra del muelle flotante. [se refiere a la venta del muelle flotante de Regusci y Voulminot al gobierno británico] Estos fueron ostensiblemente a ‘El Tiempo’ para financiar la campaña de prensa en apoyo de la política del Presidente Baldomir de entregar el muelle. En ese momento tuve muy pocas dudas de que en realidad la mayor parte de ese dinero fue al bolsillo del digno Presidente, pero, en todo caso, su búsqueda de una subvención ahora deja claro como el cristal que, cualquiera haya sido su destino, ‘El Tiempo’ no se benefició demasiado. [...]”. (N.O.W. Steward, Encargado de Negocios Interino de la Legación Británica, a Victor Perowne, del Foreign Office. Montevideo, 4 de julio de 1943; en: Benjamín NAHUM, Informes diplomáticos de los representantes del Reino Unido en Uruguay, Tomo VIII, etc., cit., pp. 328-329).

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La Embajada de Estados Unidos ante las primeras señales de acercamiento

con Argentina. La versión del Embajador Dawson sobre el viaje de Serrato a Argentina y los comentarios

que el mismo le sugiriera, hablan a las claras de la preocupación con que Estados Unidos seguía los primeros pasos del gobierno de Amézaga, no obstante el llamativo esfuerzo de comprensión de que hizo gala el diplomático estadounidense, que demostraba su conocimiento de la realidad política local.43

En despacho comentando el referido viaje, Dawson señalaba que, si bien no había nada

inusual en una visita a Argentina en la Semana de Turismo, no tenía dudas de que Serrato estaba complacido de aprovechar dicha oportunidad para conferenciar tanto con el Presidente Castillo como con el Canciller Ruiz Guiñazú, y entendía que debía “darse por sentado que en sus conversaciones con ellos discutió las relaciones de Uruguay con Argentina. Seguramente expresó su deseo y el del Presidente Amézaga de mejorar dichas relaciones”. Dawson señaló que uno de sus colegas latinoamericanos creía que la visita a Córdoba había sido “una especie de cortina de humo y que el Sr. Serrato viajó a Argentina con el objetivo principal de discutir un acercamiento con el gobierno argentino”. El referido diplomático creía, basándose en comentarios que le formulara un integrante del gabinete, que el tema había sido discutido en una reunión del Consejo de Ministros, en la que “el Presidente Amézaga y el Sr. Serrato expresaron la opinión de que Uruguay debía ‘rectificar’ la orientación pro-brasileña seguida por el Dr. Guani y buscar más ‘contactos’ con Argentina, particularmente en el campo económico”. Dawson agregaba que, cualquiera fuesen sus sentimientos con respecto a Argentina o los argentinos en forma individual, parecía enteramente razonable que el Presidente Amézaga y su Canciller, por motivos puramente patrióticos, deseasen mejorar las

43 El diplomático estadounidense, si bien se encontraba al frente de la representación de su país en Montevideo desde 1941, había tenido nuestro país como destino en dos oportunidades anteriores, lo que sin duda le proporcionaba un mayor conocimiento de la realidad política uruguaya, así como más extensos vínculos en aquella sociedad. William Dawson, Jr. había nacido el 11 de agosto de 1885 en St. Paul, Minnesota. Graduado en la Universidad de Minnesota, había estudiado durante dos años en la Ecole des Sciences Politiques en Paris. En 1908 ingresó en el servicio consular, habiendo desempeñado funciones en San Petersburgo (1908), Barcelona (1908-1910), Frankfurt (1910-1913), Rosario, Argentina (1913-1917); Montevideo, Uruguay (1917-1919); Danzig (1917-1921) y Munich (1921-1922) antes de 1922, año en que fue designado Cónsul General. Entre 1925 y 1928 se desempeñó como instructor principal en la Escuela del Servicio Exterior del Departamento de Estado; en este último año fue designado Cónsul General en la ciudad de México, puesto en el que se desempeñó hasta 1930, cuando fue designado Ministro en Ecuador, la primera de una serie de misiones en América Latina, que incluyeron: Ministro en Colombia (1934-1937); Ministro en Uruguay (1937-1939); Embajador en Panamá (1939-1941); Embajador en Uruguay (1941-1946); representante de Estados Unidos en la Unión Panamericana y posteriormente en la Organización de Estados Americanos (1947-1948). Según John E. Findling –autor del Dictionary of American Diplomatic History, de donde tomamos parte de estos datos- de todos los cargos desempañados por William Dawson, el de Ministro en Colombia fue quizás el más significativo, ya que allí estuvo comprometido en las negociaciones tendientes a lograr un tratado de reciprocidad comercial, así como en combatir la influencia económica alemana e italiana. (Cfr: J.F. FINDLING, ob. cit., pp.137-138, y “Who’s Who in America”, Vol. 14, 1926-1927, p’. 573).

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relaciones –particularmente las relaciones económicas- con el poderoso vecino de Uruguay. “Pienso que hay cierta razón –decía Dawson- en sentir que el Dr. Guani se opuso a Argentina en forma innecesaria, y sé que el anterior Embajador argentino atribuyó el fracaso de las negociaciones en busca de un tratado comercial argentino-uruguayo, en gran medida a las ambiciones políticas del Dr. Guani y a su deseo de no disgustar a quienes se oponían al mismo. [...] Especialmente en el momento actual, Uruguay podría obtener sustanciales ventajas de un acuerdo comercial con Argentina. Como señaló La Prensa de Buenos Aires en un editorial del 8 de abril, Argentina está en condiciones de suministrar cantidades limitadas de ciertos productos –particularmente madera, combustible, cereales para alimentos, papas y azúcar, que Uruguay precisa”. Según Dawson, a este tema se habría otorgado, al parecer, preferente atención en la entrevista de Serrato con Ruiz Guiñazú.

Dawson finalizaba señalando que “debe darse por sentado que la nueva Administración

uruguaya estará mejor dispuesta hacia Argentina que su antecesora. Debemos anticipar una mejora en las relaciones uruguayo-argentinas, particularmente en el terreno económico”. En su opinión, el desarrollo del comercio entre ambos países era deseable desde el punto de vista de Uruguay, pero también desde el de Estados Unidos, especialmente teniendo en cuenta que Argentina podía proveer a Uruguay de una serie de productos que Estados Unidos no podía suministrarle.

La valoración que el Embajador estadounidense hacía de las posibles consecuencias de

aquella previsible aproximación entre Uruguay y Argentina, era ambivalente y, por esto mismo, determinante, en su opinión, de un necesario estrechamiento de los vínculos de Estados Unidos con Uruguay: “no deberíamos tener de qué preocuparnos de una mejora en las relaciones entre Argentina y Uruguay, en tanto ese acercamiento se limite al campo económico o no amenace ocasionar ningún cambio en la actitud de Uruguay hacia nosotros o en su alineamiento junto a las democracias y por la total colaboración en la Defensa Hemisférica. Sin embargo, esta amenaza podría existir si Argentina recobrase su anterior influencia en Uruguay. Lamentablemente, es dable presumir que éste será el objetivo del Gobierno argentino. Es en contra de ésto que debemos estar alertas; y es casi innecesario señalar que es más necesario que nunca, por nuestro propio interés, que no ahorremos esfuerzos por mantener a Uruguay satisfecho, por sostener su economía y por ayudar a su nueva Administración de todas las formas posibles”. El representante de Estados Unidos no quería, sin embargo, deslizar ninguna falsa impresión sobre un posible desfallecimiento de Uruguay en su esfuerzo y compromiso con la causa aliada. Por eso agregaba que no creía ni por un instante que el Presidente Amézaga tuviese la más mínima intención de cambiar la política exterior uruguaya en un sentido desfavorable a los intereses de Estados Unidos. Por el contrario, creía que “él es enteramente sincero cuando dice que considera a Uruguay nuestro aliado y que es su política declarada que Uruguay nos apoyará aún más efectivamente que en el pasado”. No obstante ello, advertía sobre una probable diferencia de talante en las relaciones con su vecino, diciendo: “...creo que el actual gobierno uruguayo tendrá más reticencias que el anterior para pronunciarse firmemente en contra de Argentina”.44

44 William Dawson al Secretario de Estado, informe Nº 2571, “Estrictamente confidencial”. Montevideo, 1º de mayo de 1943. (NARA, SD, DF, nº 733.35/78).

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En la última semana de mayo de 1943 hubo otros hechos que parecieron abonar la

hipótesis de una tendencia al acercamiento con Argentina: ellos fueron, fundamentalmente, el viaje de la Sra. de Amézaga a Buenos Aires, las atenciones de que allí fue objeto por parte de las autoridades argentinas, y luego de su regreso, las señales de agradecimiento en retribución de las mismas. A poco más de dos meses de la asunción del nuevo gobierno, un informe de la Embajada de Estados Unidos –esta vez del Encargado de Negocios Dudley G. Dwyre- se hacía eco de los temores del Vice-Presidente de la República y Presidente del Comité Consultivo de Emergencia para la Defensa Política del Continente, Alberto Guani, por la orientación que Amézaga y Serrato parecían seguir con respecto a Argentina. Dwyre informaba que había habido algunos otros hechos que parecían abonar la hipótesis de una tendencia al acercamiento con Argentina. Cabe advertir que, si bien los hechos aludidos en el informe al que nos vamos a referir eran anteriores al golpe del 4 de junio, el aludido informe era posterior al pronunciamiento militar, lo que torna más comprensible la carga negativa que los gestos de acercamiento tenían ahora en el protagonista uruguayo y el informante estadounidense. Pero también debemos tener en cuenta que, antes del golpe de junio, las medidas represivas del gobierno del Presidente Castillo –implantación del estado de sitio, arresto de figuras de izquierda y militantes sindicales, medidas contra órganos de prensa de orientación pro aliada, prohibición de entrada de varias publicaciones uruguayas, etc.- que, en algunos casos, habían motivado denuncias en el seno del parlamento uruguayo, contribuían a abonar cierta preocupación en relación con los intentos de acercamiento con Argentina.45

45 Véase, por ejemplo, el planteo realizado en la Cámara de Representantes el 17 de marzo de 1943, por el diputado comunista Antonio Richero, quien pidió la palabra para “expresar un gran sentimiento de solidaridad, de toda la opinión democrática del país, hacia el gran pueblo argentino, que lucha denodadamente por detener los avances de la reacción e imponer el curso democrático en la República hermana.- En esta valiente lucha están empeñados los hombres de todas las tendencias, todas las instituciones políticas y sindicales, todos los diarios y periódicos. Las medidas represivas –prisiones, confinamientos, allanamientos, clausuras y suspensiones de periódicos- no detienen ni aminoran la efervescencia democrática, que pugna por terminar con el imperio de las medidas extraordinarias impuestas a raíz del estado de sitio establecido por el actual gobierno, que no representa la voluntad del pueblo argentino.- Centenares de ciudadanos se hallan detenidos en cárceles y calabozos. Las medidas represivas se acentúan sobre el movimiento obrero, porque éste defiende la democracia y las libertades individuales. Pesan medidas de confinamiento sobre muchos dirigentes obreros aumentando este cuadro de arbitrariedades. Se encuentra confinado en la Pampa –en Santa Rosa- el gran dirigente anti-fascista Victorio Codovilla. Rodolfo Ghioldi, el gran argentino, sufre el mismo confinamiento en Córdoba. En Corrientes, en un pueblo dominado por policías bravías, está confinado Juan José Real. En la Cárcel de Villa Devoto está detenido el doctor Notta.- Estas medidas represivas tienen una finalidad: detener el triunfo de las fuerzas democráticas que aspiran [a] que la Argentina se incorpore resueltamente en el frente de las Naciones Aliadas; los avances de la reacción por grandes que sean, no detendrán al triunfo decisivo del pueblo.- Durante más de cien años argentinos y uruguayos nos hemos apoyado mutuamente en la lucha contra la reacción: hace pocos años muchos uruguayos perseguidos –entre ellos muchos están en este Parlamento- se radicaron en la Argentina y en los medios democráticos del país hermano encontraron el calor solidario y fraternal, necesario estímulo para los que luchan par la libertad. Hoy en la Argentina se ha iniciado una nueva etapa de medidas represivas; la fibra reaccionaria se ha descargado especialmente sobre estos dirigentes antes mencionados y sobre centenares de antifascistas”. (DSCR, Tomo 453, pág. 94). Con respecto a la prohibición de ingreso a la Argentina de algunas publicaciones uruguayas, en su edición del 15 de abril la revista MUNDIAL, estrepitosamente pro aliada (editada en los talleres de

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Señalaba Dwyre que en la semana iniciada el 24 de mayo, la esposa del Presidente había

viajado a Buenos Aires, siendo recibida oficialmente por el entonces Presidente Ramón Castillo y su señora, así como por el Canciller E. Ruiz Guiñazú y el Intendente de Buenos Aires. El lunes 31 de mayo, después de su regreso a Montevideo, la Sra. de Amézaga había dado una recepción en honor de la hija de Ruiz Guiñazú, que se encontraba en la capital uruguaya.46 El Presidente Amézaga había enviado telegramas al Presidente argentino, a su canciller y al Intendente Municipal de Buenos Aires, agradeciéndoles efusivamente “las exquisitas atenciones de que hicieron objeto a mi señora durante su permanencia en esa Capital”. El hecho de que el texto de los mismos fuese publicado por la prensa montevideana el mismísimo 4 de junio –cuando se conocían las noticias del golpe militar en Argentina- no contribuyó, seguramente, a tranquilizar a quienes tenían una posición fuertemente crítica sobre la orientación internacional de Argentina.

Según Dwyre, tanto el viaje de Serrato como el de la Sra. de Amézaga, habían dado que

hablar en Montevideo a muchos uruguayos, que los veían como intentos de acercamiento con Argentina y no ocultaban el desagrado que dicha posición les producía, provocando reacciones que el propio funcionario estadounidense encontraba exageradas: “Un uruguayo me dijo que había declinado la invitación a la recepción de la Sra de Amézaga porque la lista de invitados incluía nombres de personas que estaban en las listas negras. Un examen de la lista, sin embargo, mostró que incluía solamente una persona que integraba la lista negra y la hija de otra”.47 A propósito de estas percepciones, Dwyre recordaba al Departamento de Estado el telegrama enviado el 14 de mayo de 1943, por el Embajador de Estados Unidos en Brasil, Caffery, en el que se informaba la opinión del canciller de aquel país Osvaldo Aranha. Según Caffery, “...Aranha no estaba contento con el nuevo Ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, porque ‘parece estar del lado de Argentina’. A estas opiniones, sumaba Dwyre la del representante estadounidense en el Comité de Emergencia para la Defensa Política, Spaeth, quien había hecho llegar por esa fecha su inquietud al Departamento de Estado, al informar que próximamente se discutiría con el Presidente de Uruguay el tema del cambio de integración en el Comité, en un momento en el que había evidencia creciente de que el nuevo gobierno uruguayo deseaba hacer todo lo posible para complacer a Argentina, señalando que Guani le había expresado su preocupación y la del ex Presidente Baldomir por la obvia orientación favorable a Argentina. Guani haría lo propio con el Encargado de Negocios Dwyre, en conversación mantenida a pedido de Guani, en casa de éste, cuando ya se había producido el derrocamiento del Presidente Castillo y el gobierno uruguayo analizaba el reconocimiento del mismo. El ex Canciller había planteado en esa ocasión su ansiedad por las

huecograbado de EL DIA, con abundantes avisos fundamentalmente de firmas británicas y empresas y organismos del Estado), recordaba que el último ejemplar de esa publicación que había entrado al país vecino era el del 2 de junio de 1942. La nota era ilustrada con una foto tomada en la Aduana de Buenos Aires, que mostraba pilas de atados de diarios uruguayos cuya introducción al país había sido vedada. (cfr: Revista MUNDIAL, Montevideo, Año IV, N° 49, 15 de abril de 1943: “¿Cuál es la situación real de la prensa uruguaya en la Argentina?”). 46 Según despacho del Embajador argentino, que veremos a continuación, la referida recepción habría tenido lugar el domingo 30, versión que creemos es la correcta. 47 Dudley G.Dwyre al Secretario de Estado, 10 de junio de 1943. (NARA, DF, Nº 733.3579).

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tendencias que percibía, aludiendo al viaje de Serrato y de la Sra. de Amézaga a la Argentina. En razón de la antigua y estrecha amistad que mantenía tanto con Serrato como con Amézaga y Sra. –confió Guani a Dwyre- le era difícil mencionarles su inquietud.48 La posición de Guani confirmaba las advertencias formuladas por el Embajador Dawson al Departamento de Estado, en enero de 1943, en el sentido del rol que jugaría Alberto Guani como Vicepresidente de la nueva Administración: Dawson opinó entonces que el ex- Canciller no se contentaría con limitarse a presidir el Senado y la Asamblea General, que aspiraría a hacer de la Vice Presidencia un cargo con influencia y que, probablemente, querría retener algún control sobre la política exterior uruguaya.49 Como es lógico, la versión del Embajador argentino sobre los acontecimientos sociales que habían tenido lugar en Montevideo, tenía otro tono y estaba vertida con algo más de detalle y manifiesta satisfacción. En su despacho al Canciller Ruiz Guiñazú –al que adjuntaba asimismo crónicas sociales publicadas por la prensa local- Quintana informó que el sábado 29 de mayo, en los salones de la Embajada argentina, recientemente remodelados, sus hijas habían ofrecido un gran baile a sus amistades sociales de Montevideo, al que habían concurrido asimismo más de cuarenta amigas y amigos venidos especialmente de Buenos Aires. Al día siguiente, la Señora Celia Mouliá de Amézaga había ofrecido otro gran baile en la residencia Presidencial de la calle Ibicuy, en honor de la señorita María Luisa Ruiz Guiñazú, al que fueron invitadas también todas las personas venidas de Buenos Aires para la fiesta de la víspera.50 Pero lo más digno de destacar, para el Embajador Quintana, había sido la actitud del Presidente de la República, que también se encontraba presente, “acompañado de sus íntimos”. El solo hecho de haber sido invitado con su esposa –decía Quintana- demostraba una“deferencia especial” por parte del primer mandatario, “ya que el baile era de niñas y jóvenes”. A ello que se agregaba que él había “acompañado al Presidente y a la Señora de Amézaga durante toda la reunión [...] que alcanzó muy grandes y lucidas proporciones”. Las conclusiones que extraía el Embajador del país vecino, no por obvias, resultan menos significativas: “Era de toda evidencia el empeño, tanto del Presidente como de su esposa, de demostrar su simpatía hacia la Argentina y el agradecimiento por las atenciones recibidas por la Señora de Amézaga en Buenos Aires”.51

48 Ibid. 49 Dichas reflexiones eran recordadas por Dawson al Secretario de Estado, en su despacho “estrictamente confidencial”, fechado en Montevideo, el 22 de marzo de 1943. (NARA, DSDF, N° 2354). 50 Según se lee en una de las referidas crónicas sociales, a dicha recepción habían sido invitados“el núcleo de niñas y caballeros de mayor figuración en nuestro ambiente y también las niñas y caballeros argentinos que llegaron con la señora de Amézaga de regreso de su reciente viaje a la vecina orilla”. (LA RAZÓN, 30 de mayo de 1943, recorte adjunto a la nota de Quintana a Ruiz Guiñazú, nº 245, 1º de junio de 1943. AMRECA, Serie Política, Uruguay, 1943, Caja 11/43, expediente 3: “1943–Asuntos varios”). Las crónicas sociales incluyeron también el listado de invitados a la recepción en el Palacio Piria (LA RAZÓN, 29 de mayo, ibid.) y a la fiesta ofrecida por las hijas del Embajador Quintana (LA RAZON, 30 de mayo). Por dichas crónicas sabemos que la fiesta ofrecida por la señora de Amézaga, fue amenizada por dos orquestas, y el baile duró hasta las cinco de la mañana. 51 C. Quintana a E. Ruiz Guiñazú, nota nº 245, 1º de junio de 1943, cit.

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Cuando no había transcurrido una semana de estas demostraciones, el panorama regional se complicó sustancialmente al producirse el golpe militar en Argentina. ¿Qué haría Uruguay? ¿Seguirían los intentos de acercamiento? ¿Hasta donde se conocía o se sospechaba la alianza secreta de Perón y sus coroneles con la Alemania nazi?52

52 Nos referimos al “acuerdo de colaboración mutua” al que habían arribado en mayo de 1943, sobre el que informara el jefe de la SD Walter Schellenberg a quienes les interrogaron después de la guerra. (Cfr: Uki GOÑI, La auténtica Odessa. La fuga nazi a la Argentina de Perón. Buenos Aires, Paidós, 2002, pp. 48). Según Goñi, “Dicho acuerdo incluía inmunidad al arresto para los agentes nazis en Argentina, una identificación de camuflaje para éstos como miembros del servicio secreto argentino, el uso de la valija diplomática argentina para transportar ‘material secreto’ entre Buenos Aires y Berlín, e incluso un sistema de alerta inmediata en el caso de una ‘crisis ministerial’ que pudiera poner en peligro a los agentes alemanes. A cambio, se permitía al Ejército argentino acceder a la potente red de comunicaciones por radio del servicio secreto nazi, se le proporcionaba información seleccionada de las fuentes nazis establecidas en los países vecinos de Argentina, y se prometía colaboración para formar un bloque de naciones sudamericanas liderado por Argentina”.

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4. EL GOLPE DE ESTADO DEL 4 DE JUNIO DE 1943 Y EL RECONOCIMIENTO

DEL NUEVO RÉGIMEN ARGENTINO. El 4 junio de 1943, el presidente civil de la Argentina, Ramón Castillo, fue depuesto por un golpe militar organizado por un sector del Ejército, que implantó un gobierno autoritario que se extendería hasta 1946. Entre los militares golpistas cumplió un rol fundamental el núcleo de militares nacionalistas agrupados en el G.O.U. (Grupo de Oficiales Unidos) que, según señala Buchrucker, “se había dado un vago programa de carácter nacionalista, neutralista y anticomunista”. En esa logia, el entonces coronel Juan D. Perón era una de las figuras más importantes.53 Los golpistas, no obstante, habían contado también con el apoyo del sector liberal y pro aliado del Ejército, sin cuya participación el movimiento podía haber fracasado, y la complicidad y el acicate de sectores civiles desconformes de la coalición conservadora que gobernaba en ese momento la República Argentina, lo que explicaba la presencia de algunos políticos al paso de la columna de las fuerzas rebeldes.54

De Rawson a Ramírez: marchas y contramarchas.

El 4 de junio los uruguayos despertaron con las noticias que llegaban incesantemente desde el otro lado del Río de la Plata, y que hablaban de una historia que empezaba a

53 Cfr: Cristián BUCHRUCKER, Nacionalismo y peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1999, p. 279. Según este autor, si bien Perón no era el fundador del grupo, “pertenecía al círculo de los miembros más activos”. (Ibid). Sin embargo, como ya vimos (cfr: nota n° 37 en pág. 22 de este trabajo), de acuerdo al testimonio ofrecido por Domingo Mercante a Félix Luna, Perón fue quien planteó la creación del GOU y redactó un primer documento fundacional. (Cfr: Félix LUNA, El 45, etc., cit. pp. 57-58).- Sobre el GOU y el golpe de junio de 1943, ver también: Robert A. POTASH, El ejército y la política en la Argentina. 1938-1945. De Yrigoyen a Perón. Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1981; E. DIAZ ARAUJO, La Conspiración del 43. El GOU, una experiencia militarista en la Argentina. Buenos Aires, 1971; y Richard J. WALTER, “La derecha y los peronistas, 1943-1955”, en: David ROCK y otros, La derecha argentina. Nacionalistas, neoliberales, militares y clericales, etc. cit., especialmente pp. 249-260). 54 Señala Buchrucker algunas de las alternativas que llevaron a la caída del Presidente: “Ni siquiera la personalidad respetada del anciano Castillo pudo salvar la coalición conservadora gobernante de su descomposición. Al saberse en febrero de 1943 que el magnate azucarero Robustiano Patrón Costas era el candidato apoyado por el presidente para las próximas elecciones, creció por todas partes el descontento. Nuevas conspiraciones se concretaron. Desde fines de 1942 existía una logia militar secreta, el GOU [...] En cuanto a los partidos políticos opositores, se les presentaba sólo una oportunidad razonable de impedir la fraudulenta ‘victoria’ electoral del candidato presidencial: esa chance podía darse si se lograba separar el régimen de uno de sus apoyos institucionales decisivos. Así comenzaron las tratativas secretas entre el Frente Democrático (UCR, PDP y PS) y el Ministro de Guerra, general Ramírez, a quien se le ofreció la candidatura para el cargo de presidente. De esta jugada de la oposición nació la postrera crisis política del gobierno de Castillo. El presidente exigió a Ramírez una explicación. El GOU tomó esto como una humillación de las Fuerzas Armadas, y resolvió activar el golpe de Estado. El 4 de junio de 1943, después de un breve combate en la Capital, Castillo fue derrocado”. (ob. cit., pp. 279-280).

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repetirse.55 El lenguaje militar de los comunicados emitidos por los sublevados seguramente no fue nada tranquilizador para el gobierno uruguayo, más aún cuando las noticias proseguían llegando y su contenido no hacía más que aumentar la confusión. Algunos cables indicaban que el Presidente Castillo junto a personal militar de su confianza –incluido el nuevo ministro de Guerra, que sustituía al golpista General Ramírez- se habían refugiado a bordo de un barco de la flota, el “Drummond”, desde donde planeaban organizar la resistencia. Las fuerzas golpistas que se dirigían sobre Buenos Aires –y que según los primeros informes, no contaban con la participación de la marina ni de la aviación- eran, al parecer, la mayor parte de las que estaban en Campo de Mayo, entre 8.000 y 10.000 efectivos. Un cable de Reuter fechado en Salto ese mismo día, informaba que noticias llegadas desde Concordia indicaban que a las 14 horas de ese día la situación permanecía de algún modo inmodificada: Castillo y sus colaboradores en el Drummond, mientras que las tropas de Ramírez habían ocupado la mayor parte de la capital, llegando a la Casa Rosada. Otros cables informaban que el Presidente Castillo, “en una proclama dirigida a su pueblo y transmitida por la radio del Estado, anunció que el general Ramírez, ministro de Guerra, se encuentra prisionero y que no hay ningún gobierno militar constituido. En esa proclama el Dr. Castillo pidió a la nación que preste su apoyo al gobierno a fin de mantener la tradición legalista y pacifista de Argentina, ‘vulnerada –dijo- por este injustificado movimiento militar’.56

Como era la norma, las conmociones políticas del otro lado del Río de la Plata repercutían inmediatamente en esta orilla; esta vez, la plana mayor de las autoridades destituidas recalaría en nuestro país por breves horas.57

55 Un cable de la agencia Reuter informaba ese día: “18 años han transcurrido desde la ‘Marcha sobre Buenos Aires’ que cumpliera el General Uriburu y nuevamente el episodio vuelve a reiterarse. Aquel estuvo destinado a derrocar al entonces presidente de la Nación Dr. Hipólito Yrigoyen, que ejercía la primera Magistratura consagrado por segunda vez por mas de 800.000 sufragios. ‘La Marcha sobre Buenos Aires’ reeditada esta mañana tiene por ejecutor principal al Ministro de Guerra general Pedro Ramírez y la finalidad inmediata es idéntica y coincidente: está destinada a provocar el derrocamiento del actual presidente Dr. Ramón S .Castillo. Desde el mismo lugar han partido las tropas sublevadas: desde el Campo de Mayo y marchan rodeadas de una expectativa creciente. La tensión es enorme y la falta de noticias cuya difusión ha sido aún más restringida aumenta la intranquilidad reinante. Las finalidades del movimiento, que viene a colocar un grave paréntesis en la vida nacional, cuyo desenvolvimiento se ve trabado por factores de distinta naturaleza, comunes si se quiere, a todas las naciones, fueron enunciados en una proclama dirigida al pueblo desde la Plaza de Flores, situada en el trayecto de Campo de Mayo al centro de la metrópoli: ellos son: Primero: Renuncia del Primer Magistrado Dr. Castillo y de todos sus colaboradores en el Gabinete. Segundo: Retiro de la fórmula presidencial Patrón Costas-de Iriondo, que fuera auspiciada por el Dr. Castillo y sus adictos, y tercero: Convocatoria a elecciones presidenciales bajo el contralor del Ejército”. (AMREU, Sección ARGENTINA, Caja 3, 1939-1944, Carpeta 11, “1943. Política Argentina. Revolución del 4 de junio de 1943”). 56 Ibid, ibid, telegrama de Reuter Nº 52. 57 En su recapitulación quincenal, el Embajador Quintana asentó las siguientes informaciones: en la noche del 4 de junio llegó a Colonia el Rastreador “Drummond” de la Armada argentina, trayendo a bordo al Ex Presidente de la Nación, Doctor Ramón S. Castillo y a los ex Ministros del Poder Ejecutivo Enrique Ruiz Guiñazú, Guillermo Rothe, Salvador Oría, Carlos Alberto Acevedo y Daniel Amadeo y Videla. Los ex Ministros desembarcaron en Colonia, donde permanecieron pocas horas, reembarcándose luego en el “Salto” de la Armada uruguaya, que los condujo a Montevideo, a donde

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Posteriormente, los consabidos comunicados emitidos por la Radio estatal argentina

anunciaron que el General Rawson, uno de los jefes militares que habían comandado las fuerzas que marcharon sobre Buenos Aires, sería el nuevo Presidente provisional de la Argentina. Su juramento, así como el de su propuesto gabinete –con algunos integrantes de conocida orientación pro-nazi- fue programado para el 7 de junio, en día que sería feriado para todos los argentinos. No obstante, su permanencia al frente del movimiento revolucionario duró apenas 30 horas. La lucha de trastienda por la composición del nuevo gobierno, dejó en claro los cambios introducidos en la capacidad de los altos mandos para controlar al Ejército. Como señala Potash, el hecho de que los responsables del golpe fuesen coroneles y tenientes coroneles y de que, con la excepción de Rawson y Ramírez, los generales del Ejército no hubiesen participado, “debilitó la capacidad de estos últimos para controlar el Ejército o para influir sobre el curso de la política pública. Por consiguiente, la iniciativa en el ejercicio de dicha influencia pasó a otros grupos e individuos, especialmente al GOU”.58 Las marchas y contramarchas evidenciaron, asimismo, la heterogeneidad ideológica del grupo revolucionario, en cuyo seno se enfrentaban tendencias de opinión contrapuestas en relación a la orientación internacional que debía seguir el país –aproximarse al bando aliado, que el curso de la guerra mostraba ya como eventual triunfador, o permanecer en una neutralidad que de hecho permitía la acción de los países del eje- así como sobre cuál era la salida más adecuada para la situación política interna –la salida conservadora impulsada por Castillo o la garantía de una elección presidencial sin fraude.59 El enfrentamiento interno culminó en la madrugada del 7 de junio,

arribaron en la mañana del 5 de junio. Allí fueron recibidos por los Edecanes del Presidente de la República, personal del Ministerio de Relaciones Exteriores y el Consejero de la Embajada argentina, Miguel Angel Chiappe. De allí se dirigieron a dicha Embajada, donde permanecieron hasta medio día, hora en que los ex Ministros Rothe, Ruiz Guiñazú y Amadeo Videla se dirigieron al aeropuerto, a fin de tomar el avión que salía para Buenos Aires, y los ex Ministros Acevedo y Oría fueron a alojarse en el Hotel Nogaró, a la espera de la partida del vapor de la carrera. (Informe quincenal del Embajador Carlos Quintana, Montevideo, 17 de junio de 1943. AMRECA, Serie POLÍTICA/URUGUAY, Caja 11/43, Expte. 2: “Boletín informativo. Principales hechos ocurridos”). 58 Cfr: Robert A. POTASH, ob. cit., p. 292. 59 Al respecto, señala Potash: “...Rawson tal vez habría conseguido mantenerse en el poder, de no haber sido porque eligió mal a los hombres que debían acompañarlo en el gabinete, y porque se negó a cambiarlos”. Quizás por falta de experiencia política, Rawson ofreció a dos veteranos conservadores, el doctor José María Rosa, simpatizante del Eje, y el doctor Horacio Calderón, partidario de los Aliados, que ocuparan las carteras de Finanzas y Justicia. “Los dos hombres estaban identificados con los mismos círculos dirigentes conservadores del doctor Castillo, y su presencia en la Casa Rosada suscitó una violenta reacción en los jefes militares que se habían unido a la revolución. Cuando el general Rawson comunicó los nombres de los restantes miembros del gabinete, se acentuó la consternación, pues anteponiendo nuevamente la amistad al criterio político invitó a los generales Domingo Martínez y Juan Pistarini para que se desempeñasen como ministros de Relaciones Exteriores y Obras Públicas respectivamente. Martínez había sido jefe de Policía de Castillo hasta la víspera, pero lo que era más grave, los dos hombres eran bien conocidos por sus simpatías pro alemanas. En vista de la inequívoca intención del general Rawson de romper relaciones con el Eje, estas designaciones carecían de sentido, y confundieron tanto a los observadores extranjeros como a los argentinos. Los restantes miembros del gobierno de Rawson suscitaron menos objeciones .., [...] Las reacciones de los coroneles y los tenientes coroneles revolucionarios ante las medidas de Rawson no fueron uniformes, ni mucho menos. Los miembros del GOU favorables al Eje, dirigidos por el

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cuando la Radio del Estado argentina difundió un comunicado informando que el General Rawson había presentado renuncia a su cargo de Presidente provisional, delegando el mando en el General Ramírez, uno de los integrantes del GOU. Con él llegarían a puestos claves en el gobierno otros muchos oficiales que integraban dicho movimiento desde antes del golpe o que se incorporarían a él merced a la empeñosa campaña de afiliación liderada por el Coronel Perón, desde la Subsecretaría del Ministerio de Guerra.

El gobierno de Amézaga y los sucesos de Argentina.

Mientras la radio oficial argentina repetía un comunicado del General Ramírez desmintiendo rumores de intranquilidad y amenazando con la ley marcial a quienes los propalaran, en el Ministerio de Relaciones Exteriores uruguayo las jerarquías estaban pendientes de los sucesos allende el río. El Director General de Secretaría del Ministerio, Luis Guillot, atendía personalmente la información telefónica que en la madrugada del 7 de junio le hacía llegar la agencia Reuter, con los últimos acontecimientos que acabamos de mencionar.60 Ese mismo día el canciller Serrato disponía que el SODRE (Servicio Oficial de Difusión Radio Eléctrica) mantuviese permanentemente informado al Ministerio a su cargo de las noticias irradiadas desde Buenos Aires, captadas en Montevideo.61 Mientras tanto, la Legación uruguaya en Londres urgía al Canciller el envío de mayor información, en estos términos: “Dado nuestra vecindad, desenvolvimiento sucesos e interés manifiéstanme otras misiones sudamericanas es cuestión prestigio de esta Legación recibir vuecencia informes sobre revolución Argentina”.62 teniente coronel González y el coronel Juan Perón, estaban decididos a derrocar a Rawson. Pero otro miembro del GOU, el coronel Miguel Montes, estaba igualmente decidido a que continuase en el poder, con la condición de que aceptara modificar el gabinete La misma posición adoptó un grupo de jefes de Campo de Mayo simpatizantes de los Aliados, dirigidos por el comandante de la guarnición, coronel Anaya”. Las febriles gestiones realizadas en esos dos días para intentar convencer a Rawson fueron infructuosas, lo que determinó finalmente que los oficiales del GOU y los que respondían a Anaya se uniesen para sustituir a Rawson por Ramírez. (Cfr: R. A. POTASH, ob. cit., pp. 292-299). 60 Un original dactilografiado, con membrete de la Dirección a su cargo, dejaba la siguiente constancia: “Noticia trasmitida telefónicamente al suscrito, por la Agencia ‘Reuter’, hoy lunes 7 de junio, a las 4 de la mañana.- Dice así: ‘A LAS FUERZAS ARMADAS DE LA NACIÓN: Habiendo cumplido mi propósito de deponer el Gobierno y ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo en la constitución del gabinete, pongo en manos del General Ramírez la renuncia indeclinable del cargo de Presidente del Gobierno provisional para el cual debía prestar juramento. GENERAL RAWSON’.- / Del General Ramírez: ‘En la fecha de hoy asumo el Gobierno y el Comando en Jefe de las Fuerzas Armadas de la Nación.- GENERAL RAMIREZ.”. (AMREU, Sección ARGENTINA, Caja 3, 1939-1944, Carpeta 11, “1943. Política Argentina. Revolución del 4 de junio de 1943”). 61 Anotación manuscrita del Director General del Ministerio, Luis Guillot: “Junio 7. 43. Por disposición del Señor Ministro de R. Ext. Ing. José Serrato, la Radio Oficial del Sodre informará continuamente a este Ministerio las transmisiones de la Radio del Estado (Argentina) y otras radios”. (AMREU, Sección ARGENTINA, Caja 3, 1939-1944, Carpeta 11, cit.). 62 Telegrama L5583 de la Legación en Londres a Diplomacia, 5 de junio de 1943. (AMREU, Sección ARGENTINA, Caja 3, 1939-1944, Carpeta 11, cit.).

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¿Cuál era, en ese momento, la posición uruguaya? ¿Qué opinaba el Canciller Serrato? Al parecer estaba a favor del reconocimiento del nuevo gobierno argentino: el día 5 de junio el Encargado de Negocios de la Embajada de Estados Unidos, Dudley Dwyre, se había entrevistado con Serrato, informando luego al Departamento de Estado sobre “...la presteza con que este Gobierno esperaba otorgar el reconocimiento. Parece obvio que el Gobierno uruguayo tenía intenciones de reconocer cualquier régimen que pudiese mantenerse firmemente, sin examinar demasiado las políticas de dicho gobierno”. El tono evidentemente crítico de ese comentario era atemperado en el siguiente párrafo: “Sin embargo, creo que esta actitud por parte del Gobierno uruguayo debe atribuirse a su proximidad con Argentina y a su deseo de no antagonizar con Argentina hasta el punto de que esta última pueda negar los permisos de exportación para algunos productos o sustitutos urgentemente requeridos por Uruguay. Como se señalaba en el ya citado informe del Embajador Dawson, no parece existir la intención por parte del Presidente o del Ministro de Relaciones Exteriores de introducir ningún cambio en la política exterior uruguaya que resulte desfavorable a nuestros intereses”.63

El gobierno uruguayo, sin embargo, debió sofrenar su impulso. Dos días más tarde, Serrato respondía a la Embajada en Londres: “Referencia L5583 situación aún indefinida tanto interior como exterior. Imposible predecir líneas políticas seguiránse. Conviene mantener expectativa”.64 Esa también parece haber sido la tónica a nivel parlamentario: cuando el 7 de junio el diputado comunista Antonio Richero hizo uso de la palabra en la media hora previa, para realizar un fuerte planteo condenatorio del golpe y solidario con el pueblo argentino, sintomáticamente, fue el único representante que se refirió al tema.65 63 Dudley G.Dwyre al Secretario de Estado, 10 de junio de 1943. (NARA, DSDF, Nº 733.3579). 64 Telegrama cifrado de “Minister Foreign Relations” a “Uruguayan Legation. London (en inglés en el original), 7 de junio de 1943. (AMREU, Sección ARGENTINA, Caja 3, 1939-1944, Carpeta 11, cit.). 65 Dijo el diputado Richero en esa oportunidad: “Juzgando necesario hacer llegar nuestra voz de adhesión al gran pueblo argentino que vive horas tan trágicas, lo hacemos en estos minutos que nos concede el Reglamento, seguros de que interpretamos el sentimiento de nuestro pueblo que está pendiente de los acontecimientos que conmueven a la nación hermana. El contenido de las proclamas emitidas por los que encabezan el movimiento militar que se entronizó en el Poder; la integración del Gabinete con hombres de reconocida militancia nazi-fascista, lo que anticipa la continuidad de la política de ‘neutralidad’, las medidas internas de carácter antidemocrático, tales como la disolución del Congreso, la clausura de la casa del Partido Radical, el cierre de los diarios ‘La Vanguardia’ y ‘La Hora’; las medidas de represión contra la clase obrera y el pueblo, que llegan hasta la instauración de la ley marcial para reprimir –según anuncia un diario de la mañana de nuestra Capital- a quienes propugnan el cumplimiento de los acuerdos suscriptos en Rio Janeiro, todo indica el carácter reaccionario y profascista del pronunciamiento militar que ha tenido lugar en la Argentina.[...] No podemos permanecer indiferentes ante el curso de los acontecimientos argentinos. Ellos gravitan incluso sobre la democracia en América y en nuestro país. Al amparo de esta nueva situación, las fuerzas de la quinta columna buscarán convertir a la Argentina en un punto de apoyo para sus maniobras y para quebrar la unidad continental y debilitar la contribución, incluso militar, de América para decidir la victoria aliada. Ante el peligro que se cierne sobre América y sobre nuestro país si triunfa la reacción pronazi en la patria hermana, dirigimos un llamado a toda la

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En Buenos Aires, mientras tanto, el gabinete designado por el Presidente Provisional

General Ramírez, pareció tener una entonación pro-aliada, a diferencia de las designaciones propuestas por Rawson. El nuevo Ministro de Relaciones Exteriores, Vice Almirante Storni, era sindicado como representante de dicha orientación, y un comunicado oficial del nuevo titular del Ejecutivo, el General Ramírez, aludía expresamente a la voluntad del gobierno revolucionario de respetar sus compromisos internacionales, aunque reivindicando la actitud soberana del país, que no aceptaría imposiciones de nadie en materia de definiciones de política exterior.66 La importancia que se asignaba a dicho pronunciamiento en esferas del gobierno uruguayo parece quedar demostrada por el hecho de que la Cancillería tomó conocimiento del mismo por intermedio del Ministerio del Interior, antes de recibirlo vía SODRE.67 El Embajador uruguayo en Buenos Aires, Eugenio Martínez Thedy68, en telegrama enviado a Serrato en la noche del 7 de junio, adelantaba un juicio en el mismo sentido, es

nación a mancomunar esfuerzos en la lucha contra el fascismo y sus agentes. Es urgente la adopción de medidas preventivas contra la quinta columna tantas veces reclamada por el pueblo y la prensa democrática. [...] Necesitamos, en consecuencia, que todos los ciudadanos dispuestos a defender la libertad, la democracia y el bien común, mancomunemos todos los esfuerzos con una sola idea: consolidar la democracia en nuestro país, rodear al Presidente Amézaga, unificar a todos los partidos democráticos de nuestro país; pero, además, es necesario prestar la más activa solidaridad a los perseguidos por la reacción del fascismo en la Argentina. Si no hacemos esto, tendremos una inmensa deuda con el pueblo argentino, como ante toda América. Porque estamos seguros que América vigilante luchará para que no se pueda descargar la saña criminal sobre los más esclarecidos prohombres de la Argentina, que luchan en estos momentos por imponer el curso democrático para el país hermano”. (DSCR, Tomo 453, pp. 506-507). 66 Dicho texto, que llevaba la firma del General Ramírez, fue difundido por CX 14 Radio El Espectador de Montevideo y transcrito por el SODRE a la Cancillería. En el se expresaba: “Al constituir, en la fecha, el Gobierno Provisional de la República, su Presidente ha dado a publicidad el siguiente comunicado: La República Argentina afirma su tradicional política de amistad y leal cooperación con las naciones de América, conforme a los pactos existentes. Con respecto al resto del mundo su política es en el presente de neutralidad [en el documento conteniendo dicha transcripción, las palabras “en el presente” aparecen subrayadas con lápiz, presumiblemente por el Director General del Ministerio, Luis Guillot].- El Gobierno Provisional cree además necesario expresar que sustenta el principio de la absoluta autonomía de los Estados para darse su norma de Gobierno.- En tal concepto no tolerará ninguna ingerencia extraña, pues el pueblo argentino mantiene y mantendrá a través de todas las vicisitudes que puedan ocurrir, la forma Republicano-Representativa, conforme a su Constitución”. (AMREU, Sección ARGENTINA, Caja 3, 1939-1944, Carpeta 11, cit.). 67 Anotación manuscrita del Director General del Ministerio de Relaciones Exteriores, Luis Guillot: “17h. 7/6/43. Comunicado telefónicamente por el Secretario del Sr. Ministro del Interior Sr. Avelino Gerona.- El Gobierno argentino acaba de declarar que mantendrá la colaboración con los países de América y la neutralidad con el resto del mundo”. (AMREU, Sección ARGENTINA, Caja 3, 1939-1944, Carpeta 11, cit.). 68 Eugenio Martínez Thedy (n. 1885, en Salto), hijo del general Simón Martínez, había iniciado desde muy joven su actividad política en el Partido Colorado. Vicepresidente del Comité de la Juventud Colorada que en 1910 apoyó la candidatura de José Batlle y Ordóñez a la segunda presidencia, fue

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decir, más favorable al Presidente Ramírez y su gabinete.69 Pero, más decisiva que su opinión, seguramente, era la del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Un memorando hecho llegar al gobierno uruguayo por la Legación de este país, con fecha 8 de junio, señala que “El Gobierno de los Estados Unidos está completamente de acuerdo con la opinión unánime de los representantes diplomáticos de las repúblicas americanas en la Argentina en que el reconocimiento del nuevo gobierno de esa república, siempre y cuando se acuerde, debe ser, en lo posible, simultáneo.- A fin de que todos los gobiernos de las repúblicas americanas puedan llegar a una decisión común y adoptar una acción simultánea, es indispensable, cosa que es obvia, que exista el más amplio intercambio de información y consultas entre los distintos gobiernos americanos respecto de los acontecimientos que se van desarrollando en la Argentina. [...]”.70

Al parecer, no se pudo lograr un acuerdo para que las naciones americanas realizaran un reconocimiento simultáneo. Así se lo hizo saber Serrato al Embajador uruguayo en Washington, Juan Carlos Blanco, por telegrama del día 9 de junio, en el que le anunciaba: “En vista que Brasil, Bolivia y Paraguay reconocerán hoy Gobierno Argentino y Chile lo hará mañana, nosotros también lo haremos mañana, lamentando no haber podido proceder en forma solidaria”.71 El 10 de junio el Embajador Martínez Thedy comunicó al Canciller argentino, Vicealmirante Storni, que “al Gobierno Uruguayo animan los mismos propósitos

diputado durante tres períodos (por Salto, entre 1911-1914; por Montevideo, entre 1914-1917, y por Paysandú, entre 1917-1919). Después de desempeñar por un breve período el cargo de Intendente Municipal de Montevideo, se incorporó al servicio exterior en agosto de 1920 –con Baltasar Brum en la Presidencia y Juan Antonio Buero en la cartera de Relaciones Exteriores- siendo nombrado Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del Uruguay en Chile. Permaneció en dicho destino hasta el 12 de mayo de 1934, cuando el Presidente Terra lo designó Embajador en la República Argentina. Al frente de dicha sede permaneció durante el resto del período terrista y durante toda la Presidencia de Baldomir, continuando en funciones bajo la presidencia de Amézaga. (cfr: Cfr: Arturo SCARONE, Uruguayos contemporáneos. Nuevo diccionario de datos biográficos y bibliográfico, etc., cit, pág. 305; y: COMITÉ DE LA JUVENTUD, José Batlle y Ordóñez. 1910, Montevideo, Talleres Tip. La Liguria, 1911). 69 El texto de dicho cable era el siguiente: “L.2092. Confirmo mis noticias trasmití primera hora de la mañana de hoy sobre renuncia General Rawson y texto de la misma que Señor Ministro manifestóme acababa de conocer así como la sustitución de aquel en la Presidencia por el Ministro de Guerra General Pedro P. Ramírez. Situación mantiénese tranquila a pesar de que circulan rumores distinta índole pero que parece no tienen fundamento, considerándose que modificación producidas[sic] no afectan la estabilidad del Gobierno. General Ramírez constituye el Ministerio en la forma que trasmití esta mañana telefónicamente, siendo probable que nuevos Ministros tomen hoy posesión de sus cargos. La impresión que produce nuevo Ministerio es más favorable a los intereses de la política continental y de las Naciones Unidas que la que difundióse al conocerse Ministerio anterior formado por General Rawson. Sobre este aspecto informaré confidencialmente. Confirmo asimismo resolución por la que disuélvese actual Congreso nacional”. (Tel. de Martínez Thedy, Embajador, Buenos Aires, a Diplomacia, Montevideo. AMREU, Fondo Ministerio de Relaciones Exteriores, Sección ARGENTINA, Caja 3 (1943-1944), Carpeta 11, cit.) 70 Traducción No oficial, en papel de la Embajada de Estados Unidos, sin firma. (AMREU, ibid). (No se encuentra en la carpeta el original en inglés con la firma del Embajador). 71 Telegrama M1583, Cifrado, Urgente de Diplomacia a Embajada en Washington, Montevideo, 9 de junio de 1943. (AMREU, ibid).

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amistosos para que continúen sin interrupción las tradicionales relaciones que mantienen nuestros países”. Ese mismo día telegrafió a Serrato para informarle sobre la muy expresiva respuesta de complacencia del Presidente argentino.72

Estados Unidos reconoció al nuevo gobierno el día 12 de junio. El Embajador de ese

país en Buenos Aires, Norman Armour, relató “confidencialmente” a Martínez Thedy el tenor de la “muy cordial entrevista” mantenida con Storni el mismo día del reconocimiento, “en el curso de la cual hablaron detenidamente sobre política internacional, recibiendo [Armour] muy satisfactoria impresión que comunica a Washington”. Esa misma tarde los demás representantes de las repúblicas americanas comunicarían que continuaban sus relaciones diplomáticas con el Gobierno argentino, haciendo lo propio el Embajador de Gran Bretaña.73 Pocos días después, el Canciller Storni, a requerimiento de dos periodistas brasileños que se encontraban en Buenos Aires, grabó un disco con un mensaje dirigido al gobierno y pueblo de Brasil, en el que afirmaba que “el principio cardinal de nuestra política internacional es y será el de la amistad y cooperación con las naciones de América”. Sin embargo, afirmó, aún dentro mismo del panamericanismo, y sin que esto significase hacer distingos ni crear grupos parciales, la realidad geográfica, de vecindad, comercial o histórica, establecía vinculaciones más íntimas, más inmediatas, que existían “de hecho” y que debían ser cultivadas e intensificadas, ya que ellas contribuirían no a debilitar el panamericanismo total, sino, por el contrario, a hacerlo más firme y más eficaz. El mensaje de Storni finalizaba con esta afirmación: “Declaro así: la amistad brasileño-argentina es piedra angular de nuestra política internacional”.74

72 Informaba Martínez Thedy que el Edecán del Presidente de la República, Teniente Coronel Augusto G. Rodríguez, lo había visitado, manifestándole que “...tenía especial cargo de trasmitirme en su nombre su reconocimiento y satisfacción por las gestiones realizadas para que se mantengan las buenas relaciones que felizmente vinculan a la Argentina y Uruguay. Díjome asimismo [...]que el Señor Presidente me expresaba los sentimientos de su personal amistad con que me honra y favorece al través de una vinculación que hemos mantenido muy afectuosamente, lo que le era grato reiterarme, dándome la seguridad de que el Presidente y el amigo se confunden en la misma expresión cordial”. [...] No oculto al señor Ministro [la] complacencia con que informo de esta actitud del señor Presidente de la República, por lo que interpreto que significa para nuestro país y las relaciones de nuestros gobiernos y la eficacia de mi actuación oficial”. (Telegrama L2096, cifrado, procedente de Buenos Aires, hora 17:55 del 10 de junio de 1943. AMREU, ibid). El auto elogio incluido en el último párrafo parece un claro indicio del deseo de Martínez Thedy de congraciarse con la nueva administración uruguaya. Como ya vimos, este ex batllista que había acompañado al terrismo y que, en las elecciones del 27 de marzo de 1938, había integrado la fórmula presidencial junto a Eduardo Blanco Acevedo –el candidato de Terra- había logrado permanecer al frente de la Embajada en Buenos Aires durante las dos administraciones anteriores. 73 Telegrama L2099, de Martínez Thedy a Diplomacia, Buenos Aires, 12 de junio de 1943. (AMREU, ibid). 74 El texto del mensaje fue publicado por el diario El Mundo de Buenos Aires, el 20 de junio de 1943 (“Destaca la Amistad Argentino Brasileña el Vicealmirante Storni”), y mereció un elogioso editorial de La Nación de aquella ciudad, en su edición del día siguiente (“El sentimiento argentino”). Ambos artículos fueron adjuntados por el Embajador Martínez Thedy a su nota N° 777/943, fechado en Buenos Aires el 21 de junio de 1943 (AMRECA, FMRE, Sección ARGENTINA, Caja 3 (1939-1944), Carpeta 11: “1943. Política Argentina. Revolución del 4 de junio de 1943”). La nota de Martínez Thedy se limitaba a informar sobre ambos artículos pero no agregaba comentarios.

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El reconocimiento otorgado por la comunidad internacional -y pronunciamientos como el

de Storni- hicieron que muchos partidarios de la causa pro aliada y tenaces críticos del depuesto Presidente Castillo, alentasen la esperanza de un vuelco en la orientación de la política exterior argentina.75 Una esperanza con pies de barro.

Una última reflexión sobre esta crítica coyuntura: la ansiedad vivida por los funcionarios

diplomáticos uruguayos entre el 4 y el 10 de junio, no se vio reflejada en el escueto párrafo que el Ministro Serrato dedicó al asunto en su Memoria anual. Ello, por un lado, nos confirma la relativa utilidad de este tipo de documentos públicos en lo que hace al conocimiento de la elaboración de la política exterior; por otro, nos plantea un desafío interpretativo en relación a ese significativo silencio, sobre el que arrojarían luz sucesos posteriores.76

75 Véase, por ejemplo, la visión optimista de la revista pro aliada MUNDIAL, cuyos redactores, en la edición del 16 de junio, explicaron a sus lectores las razones por las que se sentían más conmovidos que otros colegas con los sucesos argentinos: “Nuestra revista constituyó un órgano notoria y profundamente identificado con las aspiraciones democráticas del país hermano, tanto en su régimen interior como en su relación internacional; y, recorriendo nuestra colección se han de encontrar los más graves y auténticos documentos de acusación contra los verdaderos culpables de haber arrebatado a la nación hermana el honor de su tradición política y la noble posición universal que le corresponde en esta lucha trágica de la humanidad.- Fue por esta única y trascendental razón que el Dr. Castillo nos había cerrado sistemáticamente, como a ninguna publicación del Río de la Plata y del mundo, las puertas de un hogar común, violando las más íntimos sentimientos, para impedir que todas nuestras ediciones que, a esta hora, se hubieran transformado en cien mil o más aún, pasaran por las manos del pueblo argentino, demostrándole que cumplíamos con un deber fraterno en los momentos críticos que sufría y que nosotros quisiéramos sentir también de él, si alguna vez nos tocara sobrellevar la sombría jornada.- Tenemos, pues, un legítimo derecho para participar en las angustias iniciales y en las generosas esperanzas de esta nueva etapa de su historia y no hemos de aprovechar vanamente [...] de la caída del castillismo, porque este suceso nos sirve para aleccionar definitivamente a los partidarios del aislamiento de la República Argentina frente a esta batalla contra el orden totalitario. En efecto, su obcecado sostenedor y sus ciegos colaboradores han comprobado que sólo se sintieron dignamente seguros cuando, después de su huída espectacular en el ‘Drumond’ [sic], logran acercarse a una tierra de libertad y de democracia como el Uruguay. [...] Ahora solo nos resta confiar en la orientación reparadora que dará a su gobierno el General Pedro J.[sic]Ramírez puesto que mientras escribimos estas líneas es reconocido en el exterior. [...]”. (Cfr: Revista MUNDIAL, Año IV, N° 53, 16 de junio de 1943: “El pueblo argentino frente a sus profundas esperanzas”). 76 Bajo el título “Continuidad de las relaciones diplomáticas con la Argentina”, expresaba el Ministro Serrato en su ya citada Memoria correspondiente a los años 1943-1944 (p. 6): “Producidos los acontecimientos militares y políticos del 4 de junio en la República Argentina, cumpliendo instrucciones del Ministerio de Relaciones Exteriores, el Embajador del Uruguay en Buenos Aires, el día 10 de dicho mes envió nota respuesta al señor Ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina, manifestándose que al Gobierno del Uruguay animan los mismos propósitos amistosos para que continúen sin interrupción las buenas y tradicionales relaciones que mantienen ambos países, quedando, por tanto, reconocido el nuevo Gobierno argentino constituido bajo la Presidencia del General Don Pedro P. Ramírez”.

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¿Amigos pese a todo?

La intranquilidad parecía haber quedado atrás. ¿Pero era así, realmente? No podemos afirmarlo, lo que sí parece claro es que continuaba existiendo la intención del Ministro Serrato y del Presidente Amézaga de defender una posición de aproximación con Argentina, aun después del golpe militar. ¿Cómo explicarlo? O, quizás, sería más lógico preguntarnos: ¿necesita ser explicado?¿Es que podía un país tan pequeño como Uruguay, en medio de una coyuntura tan difícil, hacer otra cosa que contemporizar con el inquietante vecino? La hipótesis de que la razón última de la estrategia diseñada por la administración Amézaga estuviese inspirada en el deseo y la necesidad (¿y el temor?) frente a los sucesivos gobiernos argentinos, parece ser más que razonable. Máxime teniendo en cuenta la vulnerabilidad económica de Uruguay y la dependencia de vitales importaciones desde Argentina. Ya vimos en la correspondencia diplomática estadounidense claras menciones a esa dependencia uruguaya, en momentos en que Estados Unidos no podía acudir en su auxilio para atender todos sus requerimientos. El propio Embajador argentino dejó un claro testimonio en este sentido, al relatar la conversación mantenida con el canciller uruguayo en ocasión del almuerzo panamericano mensual. En esa oportunidad, Serrato le había manifestado la satisfacción del gobierno por el permiso otorgado por Argentina para la exportación de 20.000 toneladas de papas hacia Uruguay. “Le contesté –informó Quintana a Storni, en despacho del 30 de julio de 1943- que esto era una demostración de la política de amistad que V.E. me había confirmado, en nuestra última entrevista en Buenos Aires y que le anuncié a mi regreso; que se seguiría con este país, en el entendimiento que las figuras más destacadas de su Gobierno eran favorables a un mayor acercamiento con nosotros.- El Canciller, dándome una prueba de gran confianza, me dijo que esto era tan cierto, que había recibido un telegrama, que tenía en su bolsillo, de uno de sus representantes en Europa, previniéndole que se comentaba allí la gran amistad uruguayo-argentina, acentuada últimamente a tal punto que tal vez podría perjudicar al Uruguay en Inglaterra y los Estados Unidos, y agregó que era curioso, a su juicio, como este comentario, que sabía que se hacía con insistencia desde hace un tiempo, dentro del país, había llegado ya a las capitales europeas. Me agregó, riendo, que había gente que afirmaba que la política del Uruguay se había puesto a remolque de la Argentina. Pero, admitió complacido que se seguía y se seguiría una orientación de gran amistad”.77

Resulta igualmente sugestivo, por lo que deja entrever de la voluntad de Serrato de no

incomodar al gobierno argentino, el párrafo del mismo informe en el que se alude a la reanudación de relaciones diplomáticas de Uruguay con la URSS, el 28 de julio. Serrato había informado a Quintana que no tenía candidato alguno para la representación en Moscú, “pues consideraba que la resolución tomada era más bien simbólica, para satisfacer a la mayoría de la opinión, pero sin ninguna necesidad de darle ahora o en un futuro cercano trascendencia a los hechos”.78

77 C. Quintana a S. Storni, 30 de julio de 1943, nota reservada Nº 97. (AMRECA, Serie Política, Uruguay, 1943, Caja 11/43, expte. 3: “Asuntos varios”). 78 Ibid, ibid.- Menos de dos meses después, el 9 de setiembre de 1943, Serrato envió instrucciones a la Embajada en Estados Unidos para que solicitase al representante diplomático de la URSS en

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Quizás las expresiones de Serrato fueron motivadas por algunas repercusiones

parlamentarias de la referida reanudación de relaciones, en las que hubo veladas alusiones al régimen argentino: el 3 de agosto de 1943, el diputado nacionalista independiente Héctor Paysée Reyes, expresó en la Cámara baja que dicha decisión podía ser “una nota entonadora para el pensamiento político de otros pueblos de América. Digo más: puede ser un llamado de atención para la línea de conducta de otros gobiernos de América, que en este momento tan singular del mundo, aun consideran que pueden hacer política interna agitando el banderín o el cuco de la política anticomunista, sin haber aprendido lo que la fábula del antikomintern dio a Europa y al mundo en estos últimos años. [...]”.79 Téngase presente, asimismo, que según denunció la diputada comunista Julia Arévalo, en febrero de 1943, cuando Guani realizó en Estados Unidos las gestiones iniciales para aquella reanudación de relaciones, los diarios CRITICA de Buenos Aires y EL PAIS de Montevideo habían hecho referencia a una presunta intervención de los gobiernos de Argentina y Brasil, que habrían formulado reclamaciones u observaciones sobre la reanudación de relaciones con la URSS.80

Cabe recordar que la referencia a ese “momento tan singular del mundo” aludía, sin

duda, a los sucesos de Italia, siempre removedores para los uruguayos: el 10 de julio los aliados habían desembarcado en Sicilia y el 25 de ese mes se producía la caída del régimen fascista (reunión en Roma del Gran Consejo Fascista que destituyó a Mussolini) dando paso a la formación del Gobierno Badoglio y a la firma del armisticio con los aliados el 3 de setiembre de 1943. El momento era de exaltación y también de incertidumbre. En Uruguay se seguían apasionadamente las alternativas de la situación internacional, hondamente imbricadas con la lucha política interna. No debemos perder de vista que, a seis años de iniciado el proceso de recuperación democrática, el debate político aún estaba cargado de reproches y Washington el beneplácito de su gobierno para proceder a la designación del dirigente socialista Emilio Frugoni como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en aquel país, mientras que en octubre del mismo año el gobierno soviético haría lo propio, solicitando el beneplácito para la designación de Serge Alexevich Orlov como su representante diplomático en Uruguay. (Cfr: MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES. Cabildo, Uruguay. Memoria correspondiente al período Marzo 1943-1944, etc., cit., pág. 7). Uruguay no solo tenía relaciones diplomáticas con la URSS –aunque fuesen por el momento simbólicas- sino que el Partido Comunista era legal y tenía representación parlamentaria. Esta realidad contrastaba con la de Argentina, donde no solo no había relaciones con la URSS, sino que el Partido Comunista, que había sido ilegal durante casi toda su existencia, fue duramente perseguido después del golpe de junio. (Cfr: Mario RAPOPORT, Los partidos de izquierda, el movimiento obrero y la política internacional (1930-1946). Conflictos y Procesos de la Historia Argentina Contemporánea, Fasc. 15. Buenos Aires, CELA, 1988, pág. 21). 79 DSCR, Sesión del 3 de agosto de 1943, Tomo 454, pp. 546. Además de Héctor Paysée Reyes, expresaron su apoyo a la medida, entre otros, la representante comunista Julia Arévalo y el socialista José Pedro Cardoso. No faltaron, sin embargo, las críticas a la URSS, en boca del herrerista Felipe Amorim Sánchez. (Ibid, p. 545-550).- 80 DSCR, Sesión del 26 de febrero de 1943, Tomo 452, pág. 74. En dicha sesión, la diputada Julia Arévalo de Roche presentó un pedido de informes al Ministro de Relaciones Exteriores, preguntando si dichos planteos habían existido y en caso de ser así, qué actitud había asumido la Cancillería, así como requiriendo detalles sobre las gestiones conducentes al intercambio de diplomáticos entre Uruguay y la URSS.

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acusaciones mutuas entre quienes habían apoyando el golpe de estado del 31 de marzo de 1933 y quienes se habían opuesto a él, así como que en estos debates, las alusiones al posicionamiento político-ideológico de los aludidos, contenían por lo general, referencias al enfrentamiento democracia-regímenes fascistas que había culminado en el conflicto bélico. A vía de ejemplo, citemos algunos dichos y debates que tuvieron como escenario la Cámara de Representantes en estos meses: debate sobre el golpe de estado de 1933 y el régimen terrista, motivado por el planteo del nacionalista independiente Elio García Austt, para cambiar el nombre de la Avenida 31 de Marzo por el de Baltasar Brum81; homenaje que le rindió la Cámara el día de su cumpleaños al veterano representante del Partido Nacional Independiente –cuya fórmula presidencial había encabezado- el Dr. Arturo Lussich, planteado por el colorado Efraín González Conzi, a él se sumaron el socialista José Pedro Cardoso, la representante comunista Julia Arévalo, etc., homenajeándoselo por su “rectitud” y, fundamentalmente, por su condición de “demócrata”. El improvisado y emocionado discurso de agradecimiento de Arturo Lussich, es ilustrativo del clima de aquellos días: el homenajeado, luego de minimizar sus merecimientos (“...si hago examen de conciencia puedo decir, con absoluta verdad, que apenas he cumplido con mi deber”) y hacer orgullosa profesión de fe democrática (“Me honro en integrar este Parlamento elegido libérrimamente en comicios ejemplares y sin compromisos previos, sin ataduras que coarten sus libres decisiones ...”), dijo: “Permítaseme recordar que en esta hora de la Humanidad, sólo cabe el honrar a los hijos del Imperio Británico, de la gran República del Norte y del pueblo ruso, que mueren en defensa de la libertad del mundo”. 82

Los sucesos del 25 de julio en Italia fueron también detonante de renovadas

acusaciones: el socialista J.P. Cardoso, celebró el acontecimiento y ensalzó la valiente lucha del pueblo italiano. Sus palabras fueron apoyadas por el comunista Richero, quien aprovechó la oportunidad para atacar al herrerismo, recordando la libertad con que las organizaciones fascistas habían trabajado en el Uruguay, protegidas por la “prédica de algunos diarios –especialmente ‘El Debate’ [... que] haciendo como el camaleón, al arreciar el temporal democrático, pretenderá esconder su ideología fascista. Me parece que es necesario responderle con una ayuda al pueblo italiano, la que debe impulsar toda la prensa democrática, desenmascarando totalmente la prédica fascista que realizaba ese diario y ayudando a crear un movimiento de total solidaridad hacia el pueblo italiano, sin reticencias de ninguna clase”.83

En alguna ocasión la vivencia de la peripecia internacional y el deseo de identificación

con el bando aliado llegó a extremos casi risibles: en la sesión del 8 de setiembre, el diputado colorado Celestino H. Bianchi mocionó para que se levantase la sesión de la Cámara de

81 DSCR, sesiones del 8 y 9 de junio de 1943, Tomo 454, pp. 7-51. 82 DSCR, Sesión del 6 de julio de 1943, Tomo 454, pp. 294-296. 83 DSCR, Sesión del 2 de agosto de 1943, Tomo 454, pp. 527-528. A los sucesos italianos también se refirieron, entre otros, los diputados Carlos Mora Otero (colorado, sub lema “Por la Patria”, orientado por Pedro Manini Ríos), y el de la Unión Cívica, Tomás G. Brena, que defendió la condena de la Iglesia a los totalitarismos. (DSCR, pp. 535-537). También en la Cámara de Senadores la caída de Mussolini tuvo repercusiones, motivando un duro debate entre batllistas y herreristas .(Cfr: DSCS, Sesión del 28 de julio de 1943, Tomo 176, pp. 67-78), al que nos referimos más adelante en este mismo trabajo.

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Representantes porque a la misma hora tendría lugar, en el Salón de Actos de la Bolsa de Comercio, una conferencia del Embajador de Estados Unidos, William Dawson, sobre el tema “Una paz duradera”. La moción fue votada afirmativamente –por sorprendente que parezca- hasta que el representante de la Unión Cívica, Dardo Regules, fundamentó en contra y el tema fue reconsiderado, resolviéndose finalmente la propuesta por la negativa.84

Es en medio de este clima que tenemos que ubicarnos para comprender las dificultades

políticas que enfrentaba el gobierno de Amézaga para procesar un acercamiento con el gobierno argentino. Los acontecimientos en la vecina orilla tampoco parecían facilitar el camino hacia un mejor entendimiento: el Canciller Storni, considerado como un miembro pro aliado del gabinete argentino, presentó renuncia a su cargo el 9 de setiembre, después de que el día anterior tomara estado público, al ser publicada por el diario LA NACIÓN, la nota que enviara el 5 de agosto al Secretario de Estado Cordell Hull, explicándole los alcances de la neutralidad argentina y pidiendo al Presidente Roosevelt un gesto de amistad con el pueblo argentino, facilitándole la adquisición de armamentos, etc.85 El episodio puso en evidencia las tensiones a la interna del régimen, donde la figura de Perón iba afirmándose.86

El alejamiento de Storni –que sería sucedido en el cargo por el General de Brigada

Alberto Gilbert- ponía un nuevo interrogante sobre la orientación de la política exterior argentina y la gravitación que sobre la misma tenían las tendencias en pugna. A esta noticia se sumarían otras igualmente inquietantes. A principios de octubre de 1943, la lucha entre las facciones pro aliadas y pro alemanas –con un Presidente Ramírez que vacilaba entre ambas - culminó con una reorganización política iniciada el día 11 de ese mes, luego de que una

84 DSCR, T. 455, p. 5. 85 Cfr: Mario RAPOPORT, ¿Aliados o Neutrales? La Argentina frente a la Segunda Guerra Mundial. Buenos Aires, EUDEBA, 1988, pp. 98-99. 86 Los entretelones de esta crisis son reveladores de lo que estaba sucediendo en la interna del régimen surgido el 4 de junio de 1943. Dice Potash al respecto: “...es interesante especular acerca de las razones que movieron al gobierno de Ramírez a formular el pedido [al Departamento de Estado], y a acuñarlo en términos que mal podían suscitar una respuesta favorable –por ejemplo, el pasaje de la carta que alude al restablecimiento de la ‘la posición de equilibrio de Argentina, a la que tiene derecho con respecto a otros países de América del Sur’. El borrador original de la carta fue preparado por Storni en respuesta a un pedido del embajador norteamericano Norman Armour, quien le solicitó una clara formulación escrita de la posición argentina, para llevarla consigo a Washington. Pero la versión final de la carta fue resultado de varias manos, incluidas –según se afirma- las de González y Perón. En general, puede concebirse la carta como un desesperado alegato de los elementos pro aliados encabezados por el almirante Storni, a favor de la comprensión de Estados Unidos, y de algunas concesiones que fortaleciesen la posición de aquéllos frente a sus rivales nacionalistas y pro alemanes. Sin embargo, parece que algunos pasajes de la carta fueron introducidos deliberadamente por los dirigentes del GOU para provocar una respuesta áspera, y precipitar de ese modo una crisis que los beneficiara. En todo caso, eso precisamente fue lo que ocurrió. El gobierno adoptó una medida desusada: autorizar la publicación de la correspondencia Storni-Hull; y en la tormenta que se desató, el ministro de Relaciones Exteriores renunció a su cargo en el gabinete, al mismo tiempo que el GOU distribuía millares de volantes en los cuales se afirmaba que sus miembros nada habían tenido que ver en el asunto. Habían demostrado al presidente Ramírez y a la oficialidad en general que no era posible esperar armas de Estados Unidos; había llegado el momento de acercarse audazmente a Alemania”. (Robert A. POTASH, El Ejército y la política, etc., cit., pp. 318-319).

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reunión de oficiales en el Ministerio de Guerra –en la que el Coronel Perón tuvo un papel relevante- impusiera a Ramírez la elevación del general Farrell a la Vicepresidencia de la República, reteniendo la cartera de Guerra. Ese día el régimen militar inició una nueva fase. El Presidente Ramírez aceptó separar a los moderados que aún quedaban en el gabinete: el Ministro de Finanzas, Santamarina; el Almirante (R) Galíndez, Ministro de Obras Públicas, y el General Anaya, Ministro de Justicia e Instrucción Pública. Al frente de esta última cartera, que controlaba las universidades y colegios secundarias, estaría desde el 16 de octubre, el militante católico y antisemita Gustavo Martínez Zubiría.87 Señala L. Zanatta que, con la asunción de este último, “el giro nacionalista y confesional había hallado un digno intérprete y el vínculo entre la Iglesia y el gobierno militar se estrechó aun más. Hasta entonces, aquella había representado la guía doctrinaria y espiritual del movimiento de junio; ahora se aprontaba a obtener la gestión de una parte del Estado, y a poner finalmente en marcha, desde puestos de comando, una política de cristianización de la educación, cumpliendo un paso decisivo hacia la edificación de la ‘nación católica’. La maciza oleada de dirigentes y militantes de las organizaciones católicas que se volcó desde entonces al sector educativo materializó a los ojos de la opinión pública más que ningún otro fenómeno la naturaleza confesional de la revolución. Entre la religión y la política parecieron desvanecerse todas las fronteras”. 88

Estas afirmaciones adquieren mayor fuerza cuando se repasan los hechos que siguieron

a la asunción del nuevo Ministro que regiría los destinos de la educación: su entrevista con el Cardenal Copello, el 25 de octubre de 1943, fue seguida a los pocos días por la intervención de las universidades argentinas -incluida la de Buenos Aires- y la designación de los interventores, todos ellos íntimamente relacionados con la Iglesia Católica, quienes a su vez, designarían Decanos, seleccionándolos de las filas católicas. Estas medidas fueron seguidas de una oleada represiva a nivel universitario. El accionar confesional de las autoridades educativas culminaría el 31 de diciembre de 1943 con el decreto que reimplantó la enseñanza religiosa en las escuelas públicas. Ese mismo día, otro decreto disolvió los partidos políticos.89

A lo ya dicho, agreguémosle que el nuevo Ministro del Interior argentino, el General

Luis Perlinger –con amplios poderes otorgados por el estado de sitio imperante- era un oficial pro alemán para quien, según Potash, “los comunistas y los dirigentes políticos liberales eran igualmente nefastos”. Bajo su conducción, la represión alcanzó no solo a los comunistas –que venían siendo perseguidos desde la implantación del régimen militar- sino a los liberales que osaban criticar abiertamente al gobierno.90 En ese marco, mientras la prensa liberal y pro aliada sufría graves restricciones, el órgano ultra-nacionalista EL PAMPERO, financiado por

87 Crfr: Robert A. POTASH, Ejército y política, etc., cit., pp. 321-322. Gustavo Martínez Zubiría, más conocido por su seudónimo Hugo Wast, había publicado entre 1935 y 1942 tres novelas antisemitas: El Kahal, Oro y 666. (Cfr: Cristián BUCHRUCKER, Nacionalismo y peronismo, etc., cit., p. 123). 88 Loris ZANATTA, Perón y el mito de la nación católica. Iglesia y Ejército en los orígenes del peronismo. 1943-1946. Buenos Aires, Ed. Sudamericana, Colección Historia y Cultura, 1999, p. 105. 89 Ibid, ibid. 90 Cfr: Robert A. POTASH, Ejército y política, etc., cit., p. 322.

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la Embajada alemana, en su edición del 12 de octubre de ese año deploró que el Día de la Raza no hubiera sido conmemorado en Buenos Aires con una matanza de judíos...91

No cuesta mucho imaginar que aquellos sectores políticos que representaban a la

mayor parte de la opinión pública uruguaya, orgullosa de la recuperación de su democracia y partidaria de los aliados, vieran con preocupación y rechazo la ofensiva autoritaria en el vecino país, que agredía la tradición liberal y afectaba a tantos intelectuales y educadores argentinos, así como a los militantes políticos y sociales, muchos de los cuales optaban por el exilio voluntario o forzado. A su arribo a nuestro país, sus testimonios y relatos daban mayor contundencia a las informaciones y opiniones críticas sobre la realidad argentina que desde el mismo 4 de junio de 1943 difundieron los diarios y radios uruguayas. La escasa acción de las autoridades uruguayas para acallarlas fue, sin duda, el motivo de mayor irritación en las relaciones entre ambos países en este período.

91 Cfr: Tulio HALPERIN DONGHI, Argentina y la tormenta del mundo. Ideas e ideologías entre 1930 y 1945. Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina, 2003, p. 200. Sobre la financiación alemana de EL PAMPERO, cfr: Ronald C. NEWTON, El cuarto lado del triángulo. La “amenaza nazi” en la Argentina (1931-1947). Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1995, pp. 156-158. Según este autor, la lista de publicaciones argentinas subsidiadas directa o indirectamente por la embajada alemana y las empresas de ese origen, incluía desde prensa de idioma alemán, hasta periódicos criollos como Caras y Caretas, El Mundo, La Razón, Clarinada, La Fronda, así como: “Reconquista’ (fundada en 1939 por Raúl Scalabrini Ortiz con apoyo de Sánchez Sorondo, Fresco y la embajada alemana); y, después del comienzo de la guerra, ‘América Alerta’ [...], ‘La Tribuna’ de Fresco [...], ‘Cabildo’,’ El Federal’, ‘La Voz Nacionalista’ y el ‘Pampero’ de Enrique Osés”. (ibid, p. 158). En la misma obra (pp. 155 y sgts.) hay muy interantes referencias a la organización de la propaganda nazi hacia América Latina a partir de 1933 y a las directivas de Goebbels en relación a la política a seguir con la prensa local: el responsable de la propaganda nazi dividía la prensa extranjera en cuatro clases, indicando, en cada caso, la política a seguir: 1) prensa antifascista: ataques, boicot económico, información falsa filtrada para socavar su credibilidad; 2) prensa independiente: infliltrarla y en caso de no ser posible, comprometerla; 3) prensa provincial, “neutral” y vulnerable en lo financiero: subsidios; 4) prensa abiertamente profascista: apoyo alemán a través de avisos o de subsidio directo. En esta última categoría se incluían los periódicos argentinos mencionados más arriba.

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5. LAS PRESIONES DEL GOBIERNO DE RAMÍREZ PARA FRENAR LA “PRÉDICA

ABUSIVA Y MAL INTENCIONADA” DE LA PRENSA URUGUAYA.

A partir del golpe del 4 de junio de 1943, la reacción que el derrocamiento de Castillo provocó en la opinión pública uruguaya, y muy particularmente en ciertos medios de comunicación oral y escrita -que no ahorraron los más duros calificativos para la situación creada y sus protagonistas- generó reacciones del gobierno argentino, explicitadas a través de planteos de su Embajador y el recurso a represalias económicas más o menos encubiertas.

La correspondencia diplomática de la Embajada argentina en Montevideo con la

Cancillería de aquel país muestra hasta qué punto el gobierno militar presionó a Uruguay para acallar las voces de la prensa uruguaya y de los exiliados argentinos; y cuando decimos voces, debe interpretarse también literalmente, ya que las radioemisoras uruguayas que penetraban en territorio argentino fueron, naturalmente, el principal objetivo de aquellas protestas.

¿Libertad de expresión ilimitada? Las presiones argentinas y la posición de las

autoridades uruguayas.

La existencia de estas presiones resulta clave para comprender determinadas actitudes y circunstancias. Así, por ejemplo, no parece desatinado pensar que la ya mencionada “presteza” (la valoración, recordemos, era del representante diplomático de Estados Unidos en Montevideo) con la que el gobierno uruguayo había encarado un posible reconocimiento del régimen de Ramírez, puede haber sido en parte determinada por la protesta formulada a Serrato por el Embajador argentino, en entrevista mantenida con el Canciller uruguayo muy probablemente el 6 de junio. En esa oportunidad, Quintana habría planteado los “excesos” cometidos por los medios de prensa oral y escrita de Montevideo que, según informara a su gobierno, habían reportado los acontecimientos políticos ocurridos en la Argentina con títulos sensacionales y “notándose, en general, un gran desconcierto por la forma de estimar la índole del movimiento y por la circulación de toda clase de noticias alarmantes y contradictorias”. En dicha audiencia, el Embajador argentino había solicitado a Serrato que “se empeñase en impedir la publicidad o transmisión de juicios prematuros e imprudentes, o desfavorables sobre las personalidades actuantes”, habiéndole dado el Canciller uruguayo “toda clase de satisfacciones”.92 Que sepamos, esta fue la primera protesta argentina en lo que iba de la administración Amézaga, aunque, como veremos, no sería la última.93

92 Informe quincenal del Embajador Carlos Quintana, Montevideo 17 de junio de 1943. La referencia a esta entrevista estaba anotada el día 6. (AMRECA, Serie POLÍTICA/URUGUAY, Caja 11/43, Expte. 2: “Boletín informativo. Principales hechos ocurridos”). 93 En la documentación diplomática uruguaya relevada hasta el momento en el AMREU (hay fondos aún no examinados, que pueden contener importante información para nuestro tema) no ha quedado casi ningún rastro ni de ni ésta ni de otras protestas similares -por ejemplo, memorandos dejando sentado los planteos o copias de Notas Verbales entregadas por el Embajador Argentino, o más contundentes protestas formales realizadas por la representación diplomática argentina. Como tendremos oportunidad de señalar, algunos de estos planteos fueron formulados por escrito, y en el Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina se conserva copia de los mismos.

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Pocos días después del referido reclamo, el Embajador Quintana informaba: “En estos últimos días se ha notado, en la mayoría de los periódicos de esta ciudad, una mayor ponderación en sus comentarios sobre los sucesos ocurridos en la Argentina, habiéndose publicado gran cantidad de artículos muy elogiosos para el nuevo Gobierno, sus hombres e intenciones”.94 No sabemos si esa “ponderación” era fruto de discretos planteos formulados a los directivos de los medios uruguayos por jerarcas del gobierno -como nos consta sucedió en posteriores oportunidades- o traducía la sincera esperanza de aquellos órganos de prensa en la posibilidad de un vuelco en la política internacional del gobierno argentino, ilusión que podría haberse generado por algunas medidas adoptadas entonces por dicho régimen, pasibles de ser interpretadas como favorables a los aliados.95 Si pensamos, en cambio, en la posibilidad de que hayan existido gestiones por parte del Poder Ejecutivo, no es ocioso precisar que en ese momento aún ocupaba la cartera de Interior el Escribano Héctor Gerona, considerado por el Embajador argentino como “un amigo sincero y consecuente, que desde su elevado cargo en los gobiernos de los Presidentes Baldomir y Amézaga, y aún antes de ocuparlo, ha dado múltiples pruebas de sus amistosos sentimientos hacia nuestro país”. Gerona presentaría renuncia a su cargo pocos días después, el 23 de junio96, siendo designado para ocupar dicha cartera el Dr. Juan José Carbajal Victorica, “antes un ‘Riverista’, y ahora un ‘neutral’ en política”, según informara el Ministro británico en Montevideo, Ralph S. Stevenson.97

94Informe quincenal del Embajador Carlos Quintana, Montevideo 17 de junio de 1943. La observación transcrita estaba anotada el día 11. (AMRECA, Serie POLÍTICA/URUGUAY, Caja 11/43, Expte. 2: “Boletín informativo. Principales hechos ocurridos”). 95 En el informe que acabamos de citar, el Embajador Quintana señalaba que la prensa montevideana había comentado favorablemente la medida del gobierno argentino de no permitir el uso de clave en las trasmisiones cablegráficas, por entender que dicha prohibición perjudicaría sensiblemente a los países del Eje. También señalaba que “Ha causado excelente impresión en todos los círculos de este país la noticia divulgada en Buenos Aires sobre las negociaciones entabladas entre la Argentina y los Estados Unidos de Norte América, para que nuestro país abastezca de petróleo a Uruguay, Paraguay y Brasil, siempre que los Estados Unidos le proporcione las máquinas necesarias para aumentar las extracciones”. (Ibid, ibid). El 15 de julio Quintana informaba a Storni que las manifestaciones contenidas en el discurso pronunciado por el Canciller argentino el 4 de julio, con motivo de la efemérides americana, habían sido “calurosamente elogiadas por la prensa en general, y de viva voz por el Ministro de Relaciones Exteriores Ing. Serrato y por el ex Presidente General Alfredo Baldomir, con expresiones de gran satisfacción”. C. Quintana a S. Storni, nota “Confidencial-Informativa”, 15 de julio de 1943. (AMRECA, Serie Política, Uruguay, 1943, Caja 11/43, expte. 2: “Boletín informativo. Principales hechos ocurridos”). 96 C. Quintana a S. Storni, nota reservada N° 83, Montevideo, 23 de junio de 1943. AMRECA, Serie Política, Uruguay, 1943, Caja 11/43, expte. 1: “Política interna”). 97 Héctor Gerona había sido designado Ministro del Interior por el Presidente Baldomir, el 11 de julio de 1942, permaneciendo al frente de dicha cartera luego de la asunción de Amézaga y hasta la renuncia referida. (Cfr: Juan Antono ODDONE, Tablas Cronológicas. Poder Ejecutivo – Poder Legislativo. 1830-1967, Mdeo., Universidad de la República, Facultad de Humanidades y Ciencias, 1967, pp. 132-133). Las palabras del Ministro británico Ralph Skrine Stevenson, en informe a Eden, Montevideo, 16 de junio de 1943. (Cfr: Benjamín NAHUM, Informes diplomáticos de los representantes del Reino Unido en Uruguay, Tomo VIII, etc., cit., p. 326).

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Mientras en la prensa oral y escrita los duros juicios sobre la situación argentina se reiteraban, en el parlamento también se oían voces –por el momento, escasas - denunciando la falta de libertades y las medidas represivas contra la oposición en la vecina orilla. Entre ellas, la de la diputada comunista Julia Arévalo, denunciando la prisión del dirigente comunista argentino Victorio Codovilla, cuya liberación era reclamada reiteradamente en actos públicos, “propiciados por los centros izquierdistas de Montevideo”, según registraba puntualmente el Embajador argentino en sus reportes quincenales.98

Las radioemisiones eran motivo de preocupación, no solo para el Embajador argentino.

Resulta sugestivo que un proyecto de ley elaborado por el Ministerio de Defensa con fecha 18 de marzo de 1943, destinado a impedir las trasmisiones clandestinas y que autorizaba a incautar los aparatos utilizados en trasmisiones ilegales, fuera aprobado “sobre tablas” tan

Según el Embajador Quintana, la renuncia de Gerona era la culminación de la crisis planteada

entre este Secretario de Estado y el Jefe de Policía de Montevideo, crisis iniciada por la dimisión presentada por este último funcionario, la cual no había sido aceptada por el Presidente de la República. En su renuncia, Gerona había hecho mención a las causas que habían originado su disidencia con el Jefe de Policía, explicando que su actitud se debía a que las relaciones funcionales entre el Ministro del Interior y el Jefe de Policía ya no se ajustaban a las normas que debían regirlas. Quintana, que basaba sus afirmaciones en “informaciones más íntimas de personas bien colocadas para conocer los aspectos interiores de la cuestión”, creía que el choque entre Héctor Gerona y el Jefe de Policía de Montevideo, Juan Carlos Gómez Folle, era “la exteriorización de dos corrientes políticas que se encuentran en pugna desde la instalación del nuevo gobierno, aunque hasta ahora no se habían puesto de manifiesto. Sería esta una rivalidad entre los elementos que responden al Gobierno cesante, encabezados por el General Baldomir, y los adictos al nuevo Presidente, quien está empeñado en consolidar su situación, sin haber logrado hasta ahora los resultados que se habían esperado, pues, aun la opinión pública, no ha dejado de percibir las debilidades y vacilaciones del nuevo mandatario, de quien se espera una reacción más enérgica, si pretende triunfar de las dificultades que le opondrá el juego político de las diversas fracciones que componen el Parlamento actual.- Algunas personas han llegado a aventurar la opinión de que la permanencia del Señor Gómez Folle al frente de la Policía de Montevideo, responde a los deseos del Presidente Amézaga de tener en ese puesto una persona de su absoluta confianza, para poder hacer frente con una Policía numerosa y fuertemente organizada a acontecimientos graves que podrían producirse, a semejanza de los ocurridos en la Argentina, y como consecuencia de la pasividad gubernativa frente a problemas urgentes que afectan directamente la vida de la población, como ser la carestía de los artículos de primera necesidad; la deficiencia de los servicios de transporte; la desocupación obrera; la escasez de combustibles, sobre todo el kerosene, tan necesario para la cocina de las clases pobres; etc.-[...].”. (C. Quintana a S. Storni, nota reservadada N° 84, Montevideo, 25 de junio de 1943. AMRECA, Serie Política, Uruguay, 1943, Caja 11/43, expte. 1: “Política interna”).

En informe enviado en junio de ese año, el Ministro británico en Montevideo recordaba que Gómez Folle, a quien describía como “un ‘neutral en política” y “hombre de temperamento autocrático y de maneras napoleónicas”, había ocupado la Jefatura de Policía de Montevideo desde 1923 a 1927, durante la Presidencia de Serrato. (Ralph Skrine Stevenson a Anthony Eden, Montevideo, 16 de junio de 1943, en: Benjamín NAHUM, Informes diplomáticos de los representantes del Reino Unido en Uruguay, Tomo VIII, etc., cit., p. 325). 98 Quintana a Segundo Storni, nota “Confidencial-Informativa”, 3 de julio de 1943. (AMRECA, Serie Política, Uruguay, 1943, Caja 11/43, expte.2: “Boletín informativo. Principales hechos ocurridos”).

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solo cinco días después del golpe en Argentina.99 Suponemos que la ley aprobada había sido elaborada en el marco de las recomendaciones del Comité de Emergencia para la Defensa Política del Continente y apuntaba a obstaculizar la acción de agentes del Eje.100 No obstante, parece razonable afirmar que la premura evidenciada en la referida aprobación, no era ajena a la tensa coyuntura regional.

A mediados de agosto de 1943, las tensiones de la política interna uruguaya – pugnas

entre figuras de la propia Administración sumadas al habitual enfrentamiento del gobierno con el herrerismo- entrecruzadas con la preocupación generada por la situación argentina, provocaron una pequeña crisis que trascendió a la esfera pública: una concentración de fuerzas policiales ordenada por el Jefe de Policía de Montevideo, Gómez Folle, causó alarma en la población y fue ampliamente cubierta por la prensa local. La declaración oficial emitida al respecto atribuyó ese movimiento a un “ejercicio”. El Agregado Militar de la Legación británica en Montevideo, H. Cross, se refirió al incidente como “la ‘payasada’ de Gómez Folle”, a quien describió como un hombre “excesivamente vanidoso y ambicioso de poder”, aclarando que “cualquiera sean sus inclinaciones con respecto a la cuestión internacional, tiene una mente totalitaria y autocrática”. Para Cross, la movilización sorpresiva, que había involucrado a las Guardias Republicana y Metropolitana y a los Bomberos, no había respondido a ningún hecho real, no estaba en conocimiento ni del Ministro de Defensa Nacional, ni del Inspector General ni del Jefe del Estado Mayor del Ejército, habiéndosele asegurado que el propio Amézaga había sido sorprendido por la medida. En su opinión, Gomez Folle intentaba deteriorar la confianza del Presidente en los Jefes del Ejército, quienes en su mayoría habían sido de confianza de Baldomir. “Yo me inclino a pensar – señalaba Cross-[...] que atrás de todo se encuentra el grupo Marzista, quien en conjunto con Gómez Folle ha querido tomar el control del Ejército a través de un cambio de jefes. Esto los colocaría en posición para bloquear si fuera necesario o al menos contener las actividades de los Batllistas”. Para el militar británico, en algunos sectores del Ejército existía la sensación de que el movimiento formaba parte de una guerra de nervios y que los rumores sobre el fin de la lealtad de dicha fuerza tenían la intención de preparar un adecuado estado ánimo en el Presidente de la República, para promover cambios en la misma, de acuerdo al deseo de Gómez Folle y sus amigos. Cross llamaba la atención sobre un hecho pasado por alto por aquellos obsesionados por la idea de posibles golpes de estado: los que se habían llevado a cabo en Uruguay entre 1933 y 1942 habían sido ejecutados por la policía, aunque el Ejército no se había opuesto. Gómez Folle y el Ejército no se miraban con buenos ojos; el primero representaba intereses Marzistas, mientras que los Comandantes del Ejército eran amigos de 99 En los fundamentos del proyecto se hablaba de que la ley existente no facultaba la incautación de los aparatos, por lo que se hacía necesario aprobar una nueva norma, “en atención al peligro que las mismas [las emisiones clandestinas] podrían traer aparejadas en los momentos actuales, por la situación internacional en que se vive [...]”. (DSCR, sesión del 9 de julio de 1943, Tomo 454, pp. 440-441) 100 El Comité de Emergencia para la Defensa Política había aprobado el 22 de setiembre de 1942 la Resolución XI sobre Comunicaciones Clandestinas de Radio, en la que se formulaban una serie de recomendaciones a los gobiernos de las Repúblicas Americanas para el descubrimiento, interceptación y vigilancia de estaciones clandestinas. (Cfr: COMITÉ CONSULTIVO DE EMERGENCIA PARA LA DEFENSA POLÍTICA, Informe Anual sometido a los Gobiernos de las Repúblicas Americanas. Julio de 1943. Con un apéndice conteniendo las recomendaciones aprobadas. Montevideo, Monteverde & Cía., 1943, pp. 155 y sgts.).

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Baldomir, representaban la constitución actual del Parlamento y eran, por eso mismo, decididamente anti-Marzistas. “Además –agregaba- los Comandantes del Ejército son decididamente anti-Nazis” mientras que “la real inclinación de los Marzistas militantes, por muchas razones, puede ser puesta en duda”. El informe del Agregado Militar terminaba con una clara insinuación sobre la posible participación del herrerismo en aquel clima: “Si hay problemas se puede dar por sentado que los Herreristas –el grupo Nazi- están detrás de ellos. Encuentre quienes son los más íntimos de Gómez Folle y muy probablemente encontrará quien está tratando de causar problema”.101 No hay en el documento británico referencias a posibles implicancias de militares argentinos en lo que estaba sucediendo. Sin embargo, dichos rumores existieron, como prueba la propia correspondencia diplomática argentina.

El 14 de agosto el Embajador argentino había enviado un informe sobre estos hechos,

al que adjuntaba recortes de diarios montevideanos que daban cuenta de la alarma causada por la concentración de fuerzas policiales, expresando asimismo que: “...es posible que la concentración de los grandes efectivos, bien armados, que posee la policía se haya hecho con el deseo de impresionar a los que puedan tener intenciones subversivas”. 102

En conversación confidencial mantenida por Quintana con el Presidente Amézaga y su

Ministro del Interior, Carbajal Victorica (en una recepción ofrecida por la esposa del Presidente), el 16 de agosto, ambos jerarcas habían negado terminantemente los rumores sobre relevos de mando en el Ejército, habiéndose manifestado “muy disgustados por la circulación intensa de versiones, muchas de ellas, alarmistas; atribuyéndolas en gran parte al partido opositor del señor Herrera”.103 Las versiones circulantes al parecer habían ido bastante más lejos, insinuando que los pretendidos conspiradores estaban asociados a militares argentinos –o contaban con su apoyo- para promover un cambio en el gobierno uruguayo y en la orientación de su política internacional. La existencia de dichos rumores –¿temores?- es abonada por el desmentido que formulara Quintana en la mencionada conversación confidencial. Según sus propias palabras, en esa oportunidad le manifestó al Presidente Amézaga que el gobierno argentino “acompañaba con toda simpatía la obra que desarrollaba como gobernante y que era completamente infundada cualquier noticia tendenciosa de que se interesaba por algún cambio análogo al operado en Buenos Aires”, a lo que Amézaga habría respondido que sabía que esto era exacto, por así habérselo dicho el Embajador Martínez Thedy, que se encontraba en Montevideo.104 Aclaremos que el Embajador uruguayo no estaba de vacaciones en nuestra capital; había viajado para trasmitir a su gobierno un planteo formulado por el Canciller Storni, cuyos términos exactos no conocemos. No obstante, podemos aventurar que el planteamiento argentino estaba vinculado a los ya referidos rumores

101 H. Cross, Agregado Militar británico, al Encargado de Negocios de S.M.B., Montevideo, 14 y 16 de agosto de 1943. En: Benjamín NAHUM, Informes diplomáticos de los representantes del Reino Unido en Uruguay, Tomo VIII, etc., cit., pp. 339-344). 102 C. Quintana al S. Storni, 14 de agosto de 1943, nota reservada Nº 105.(AMRECA, Serie Política, Uruguay, 1943, Caja 11/43, expte. 1/1943: “Política interna”). 103 C. Quintana a S. Storni, nota Reservada nº 109, 17 de agosto de 1943. (AMRECA, Serie Política, Uruguay, 1943, Caja 11/43, expte. 1/1943: “Política interna”) 104 Ibid, ibid. La negrita es nuestra.

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circulantes, así como a los ataques de la prensa uruguaya al gobierno del país vecino. A su regreso a Buenos Aires, Martínez Thedy envió a Serrato un telegrama de singular interés: “He visitado al Ministro de Relaciones Exteriores Vice-Almirante Storni a quien di cuenta de la información que trasmití al señor Ministro sobre los asuntos confidenciales que me había hecho conocer en vísperas de mi viaje a Montevideo. Le referí prolijamente la impresión producida al señor Ministro por los antecedentes que dejé en su poder y las manifestaciones categóricas que me formuló en el sentido de desautorizar las inexactas versiones y de definir claramente los móviles de nuestra política internacional tradicionalmente amistosos para la Argentina. Le expresé asimismo la impresión y manifestaciones concordantes del señor Presidente de la República Doctor Amézaga con quien hablara sobre mismo asunto, y cuya alta palabra tuvo idéntico sentido cordial de la que me autorizó a trasmitirle el señor Ministro. [El] Vice-Almirante Storni quedó profundamente complacido y díjome no podía hacerme idea de la gratitud con que recibía mi información y el noble significado de las manifestaciones formuladas por el señor Presidente y el señor Ministro. Pidióme me hiciese intérprete de su más vivo reconocimiento. Quedamos en que visitaría al señor Presidente de la República General Ramírez para referirle las mismas manifestaciones que le produjeron tan viva complacencia”.105

¿Cuáles eran las “inexactas versiones” a las que aludía Martínez Thedy? No lo

sabemos con precisión, pero por lo que surge de su telegrama así como del despacho de Quintana sobre la conversación con Amézaga y Carbajal Victorica, la lógica conclusión de lo antes expuesto es, creo, que Storni quiso asegurarse de que el gobierno uruguayo no prestaba ningún crédito a “cualquier noticia tendenciosa de que se interesaba por algún cambio análogo al operado en Buenos Aires”, solicitándole una manifestación expresa en ese sentido. Asimismo, parece congruente suponer que, si el Canciller argentino quería desvirtuar las “inexactas versiones”, se hubiese referido a los responsables de la difusión de las mismas: los órganos de prensa escrita y, fundamentalmente, las emisiones radiales, que desde Uruguay atacaban y denunciaban al régimen militar argentino. Probablemente no fuese ajeno a estos planteos el hecho de que, precisamente en esos días, el Ministro del Interior uruguayo pronunció una alocución sobre el régimen legal de las radios. El Embajador argentino, al informar sobre aquella conferencia aporta elementos ciertos de lo que había estado ocurriendo: la existencia de reiterados reclamos del gobierno argentino. Dijo Quintana: “de acuerdo con lo que me anunció varias veces el Ministro del Interior en conversaciones privadas, el día 15 del corriente dio una conferencia por radio encarando el problema del ‘régimen legal de las radios’, explicando las razones que hacían de la expresión radial algo específicamente diferenciado de la emisión del pensamiento por el libro, el folleto y la prensa, y que por consiguiente, debería estar sometido a un estatuto especial.- Conforme a sus ideas como maestro del Derecho Constitucional y Administrativo, el doctor Carbajal Victorica sostiene que esta expresión, que por su naturaleza escapa de la jurisdicción territorial, debe ser controlada en su foco de origen, y así lo expresó en su manifestación pública. En lo que atañe a nuestro país, las opiniones del Ministro del Interior, que me ha explicado en detalle, son interesantes por lo que toca a las críticas y agravios que se pueden inferir a nuestro Gobierno

105 Telegrama L.2139 de Martínez Thedy a Diplomacia, Buenos Aires, 19 de agosto de 1943. (AMREU, FMRE, Argentina, Caja 3, carpeta 11: “1943. Política Argentina. Revolución del 4 de junio de 1943”).

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por esos medios, pues los funcionarios llamados a fiscalizar las emisiones podrán disponer de recursos más eficaces que los que consiente la Ley de Imprenta para evitar los abusos de la libertad de pensamiento”.106

No sabemos si Quintana veía a Carbajal Victorica con tan buenos ojos como a su

antecesor en el cargo, pero la relación entre ambos parece haber sido bastante fluida.107 Ello no impidió, obviamente, que las demandas del gobierno argentino quedaran muy a menudo insatisfechas. En octubre de 1943, cuando el gabinete argentino experimentó la ya referida renovación de entonación ultraconservadora, los medios de comunicación uruguayos aumentaron los decibeles de las críticas al gobierno argentino, produciéndose las consabidas quejas. El 14 de octubre de ese año, la Dirección General de Correos y Telégrafos de Argentina solicitó, por nota, al Director General de Comunicaciones de Uruguay la aplicación de las previsiones que consagraba el Acuerdo Sudamericano de Comunicaciones (Revisión Santiago de Chile, 1940), del cual ambos países eran signatarios. Según informó posteriormente a la Cancillería argentina el Subsecretario de Informaciones, Prensa y

106 C. Quintana a S. Storni, nota Reservada nº 115, Montevideo, 20 de agosto de 1943. (AMRECA, Serie Política, Uruguay, 1943, Caja 11/43, expte. 3: “1943:Asuntos varios”). La negrita es nuestra. El Embajador adjuntaba a su despacho un artículo del vespertino EL DIARIO de Montevideo, del 16 de agosto de 1943 (“El régimen de libertad controlada para las radios”), en el que se informaba sobre la conferencia que Carbajal Victorica había dictado, en su dos calidades de secretario de Estado y “especialista en Derecho Administrativo”. Allí se decía que el Ministro: “Precisó que la radio tiene un ámbito internacional, no circunscripto a fronteras –ya que no las hay en el aire, que es su medio de difusión-, y que ese hecho determina, para ella la prevalente vigencia de los tratados, y, no en otro sentido, el régimen de la libertad controlada, mediante el sistema de permisos para su funcionamiento y reglamentos de policía administrativa para vigilancia y encauzamiento de sus expresiones. Ese régimen, implantado en nuestro país desde 1928, y conteniendo sanciones que llegan hasta la clausura de broadcastings, se completó con el reglamento de 1929, que especificó la prohibición de emitir noticias falsas. El hecho de que el medio de difusión que requiere la radio, el éter, no sea bien particular como el libro o el diario, sin jurisdicción del Estado, justifica la más severa vigilancia y la más frecuente intervención de éste.

“Finalmente, el Dr. Carbajal Victorica manifestó que el actual Ejecutivo aplicará con energía las sanciones previstas en caso de infracción.-

“Esta última aserción viene a corroborar, implícitamente, lo que tantas veces afirmáramos en nuestra prédica al respecto. Que el régimen de contralor de las radios no puede permitir, entre otras cosas, que éstas propalen sin discreción noticias inconfirmadas, versiones alarmistas, noticias casi fantásticas, pero capaces de sembrar el pánico o de provocar conmociones inmotivadas, todo por el afán incontenible de adelantarse, de dar la primicia, de informar ‘al segundo’”. [...]”. 107 A comienzos de octubre de 1943, Quintana ofreció en la Embajada un almuerzo en honor del Presidente de la Cámara de Diputados, Luis Batlle Berres, y del Ministro Carbajal Victorica, quienes, según él, “se manifestaron muy complacidos de concurrir a esta sede por las grandes simpatías que sienten hacia nuestro país, donde ambos han pasado largas temporadas desterrados en la época de la presidencia del doctor Terra, conservando muy gratos recuerdos de la forma en que fueron siempre tratados allí, tanto por el Gobierno Argentino como por las personas a las cuales tuvieron oportunidad de vincularse”. (C. Quintana al Ministro del Interior e interino de Relaciones Exteriores y Culto, General Alberto Gilbert, 9 de octubre de 1943, nota nº 366. AMRECA, Serie Política, Uruguay, 1943, Caja 11/43, expte. 3: “1943. Asuntos Varios”).

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Propaganda del Ministerio del Interior de Argentina, Mayor Juan Carlos Poggi, en esa oportunidad “se obtuvo la respuesta de que [...] se había ordenado las indagaciones necesarias para reunir los informes del caso y que la grabación de las trasmisiones referentes a la actualidad argentina, demostraba que en todas ellas se citaba el nombre de la agencia noticiosa o de la fuente que proporcionaba las informaciones irradiadas”.108

¿Cuáles eran los órganos de prensa denunciados por la Embajada argentina como

hostiles a ese gobierno? No siempre aparece en la documentación manejada –al menos, en la correspondiente al año 1943- la mención concreta, sino que eran más frecuentes las acusaciones generalizadas. En el caso de los periódicos, hemos encontrado referencias tanto a los órganos de izquierda en general -y concretamente al diario comunista JUSTICIA- así como a los pertenecientes a sectores del Partido Colorado: EL DIA, LA RAZON y EL TIEMPO, en especial, a estos dos últimos. Al informar sobre el debate parlamentario suscitado en la sesión del Senado del 26 de julio de 1943, en el que batllistas y herreristas intercambiaron acusaciones recíprocas por subvenciones indirectas que tendrían sus respectivos órganos de prensa, EL DIA y EL DEBATE, por medio de avisos pagos por fuertes firmas extranjeras, el embajador argentino, que no se pronunció sobre las acusaciones a EL DEBATE, afirmó: “la convicción de la opinión pública está de acuerdo con lo que se dijo ayer en el debate político. Una persona muy bien informada me aseguró, por ejemplo, que el diario ‘La Razón’ de la

108 Mayor Juan C. Poggi al Ministro de Relaciones Exteriores y Culto, General de Brigada Orlando L. Peluffo, Buenos Aires, 20 de junio de 1944. (AMRECA, Serie POLÍTICA/URUGUAY, Caja 11/44, Expte. 4/44: “Reclamaciones motivadas por publicaciones uruguayas”). El texto del Acuerdo mencionado en: REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY, SECRETARIA DEL SENADO: Tratados y Convenios Internacionales suscritos por Uruguay en el período Enero de 1938 a Diciembre de 1940, Tomo IX, 2ª Parte, Montevideo, 1995, pp. 712-725, “III Conferencia Interamericana de Radio Comunicaciones. (Revisión de Santiago) y Anexo. (Santiago de Chile, 26 de enero 1940”. Poggi citaba en el referido memorando el art. 2, inciso 2 del Acuerdo, que establecía: “Art. 2.- EMISIONES DE CARÁCTER INTERNACIONAL. “Las administraciones de los países contratantes adoptarán las medidas necesarias para que: “2.- Sea evitada la irradiación de noticias y comentarios que puedan perturbar las buenas relaciones internacionales, ofender el sentimiento nacional de otros pueblos, o afectar la obra de organización y consolidación de la paz, así como también todo cuanto pueda ser ofensivo a las autoridades representativas de la soberanía nacional”.

Cabe señalar que, si bien en esta oportunidad no hemos encontrado en la documentación relevada un planteo similar por parte del Embajador argentino, en marzo de 1944, cuando la referida repartición realizó una similar gestión ante su par uruguaya, Quintana se expresó claramente en contra de la tramitación escogida, que se salteaba los canales diplomáticos, con lo que esto implicaba en cuanto a las posibilidades de éxito de la protesta formulada. Señaló entonces: “Ignoro los motivos de este procedimiento especial y desusado en las costumbres de las relaciones internacionales entre países que mantienen representaciones oficiales y creo oportuno señalar a V.E. que nadie está en mejores condiciones para presentar cualquier clase de reclamaciones que el jefe de una misión diplomática que conoce el ambiente donde actúa, las personas que ejercen funciones públicas y las reacciones que pueden provocar las fricciones en momentos delicados”. (Nota Reservada Nº 45 de Carlos Quintana al Ministro Interino de Relaciones Exteriores, Gral. de Brigada Diego Mason, Montevideo, 2 de marzo de 1944. AMRECA, Serie POLÍTICA/URUGUAY, Caja 11/44, Expte. 4/44: “Reclamaciones motivadas por publicaciones uruguayas”).

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tarde, recibe $ 9.000 mensuales, además de habérsele facilitado las máquinas y el papel en condiciones de pago muy ventajosas, y con el objeto de hacer propaganda a favor de los Estados Unidos de Norteamérica.- Las apariencias exteriores de este periódico, que evidentemente ha hecho grandes progresos estos últimos tiempos, demostraría que está financiado por otros medios que los de su venta y lo que podría recaudar en el renglón de los avisos normales”.109

109 Quintana informó, erróneamente, que el debate haba tenido lugar en la sesión del 28 de julio. (C. Quintana a S. Storni, Montevideo, 29 de julio de 1943, nota reservada Nº 105. AMRECA, Serie Política, Uruguay, 1943, Caja 11/43, expte. 1).- Las acusaciones intercambiadas entre batllistas y herreristas se dieron en medio de un duro debate suscitado a raíz de la caída de Mussolini (el 25 de julio). En el curso del mismo –algunos de cuyos pasajes transcribimos por ser particularmente ilustrativos de la pasión con que se vivía la coyuntura bélica en el Uruguay- los batllistas echaron en cara a los herreristas sus simpatías por el fascismo y el falangismo. Lorenzo Batlle Pacheco recordó la asistencia de Luis Alberto de Herrera a actos en la sede de Falange: “se luchaba ferozmente en los campos de España, allí se derramaba la sangre generosa de los republicanos para sostener la democracia, y allí, codo con codo, las huestes de Franco, las huestes de Hitler, las huestes de Mussolini, destrozaron la República Española, y era en ese momento que el señor Herrera prestaba su adhesión a la falange”. Los herreristas, por su parte, acusaron a los batllistas de haberse transformado de “anglófobos” en “anglófilos”, recordando el Senador Angel M. Cusano que antes agraviaban a Inglaterra y ofendían al pueblo inglés, al mofarse de sus monarcas en “El Día”. El también herrerista Eduardo V. Haedo mencionó como prueba del apoyo de Herrera a Gran Bretaña, el hecho de que el líder nacionalista había sido invitado a la fiesta que daba la Legación de Su Majestad el Día del Imperio. L. Batlle Pacheco le contestó que ese día la Legación invitaba a todos los que tenían condecoración inglesa, y señaló luego: “Pero realmente, señor Presidente, yo no conozco, en esta guerra, qué servicio y qué muestra de simpatía le ha dado el doctor Herrera a los ingleses ni que apoyo con su diario... -SEÑOR HAEDO .- Se lo ha dado toda su vida (Interrupciones. Campana de orden). -SEÑOR BATLLE PACHECO.- Puede ser que cuando se trataba de las tarifas ferroviarias, o de la entrada del gas o del agua corriente, el señor Herrera haya servido los intereses del capitalismo inglés; pero cuando se ha tratado de la vida o la muerte del pueblo inglés, cuando las ciudades de los mineros eran deshechas por las bombas alemanas, cuando la ciudad de Londres era incendiada, cuando no había por medio ni capitales ni intereses, el doctor Herrera publicaba las noticias alemanas. Ese era el poyo que le daba. En cambio no publicaba las transmisiones de la B.B.C. que era la voz de los aliados. -SEÑOR CUSANO.- No es exacto. [...] -SEÑOR BATLLE PACHECO.- En cuanto a nuestra actitud con respecto a Inglaterra, le voy a decir al Senador Cusano lo siguiente: cuando en el año 1940 las armas de Hitler triunfaban en toda Europa, nosotros sostuvimos ardientemente la causa de Inglaterra; por esa época, todos los días llegaban [sic] a nuestra redacción durante todo un año, un empleado de la legación alemana con un comunicado de la Transocean. Nunca ese comunicado de noticias de guerra, apareció en ‘El Día’; pero cuando lo quería ver, recurría al diario ‘El Debate’. [...] También le voy a decir, que viendo las cuentas de avisos de la ‘Consal’ [consorcio alemán que construyó la represa hidroeléctrica de Rincón del Bonete], que era el gobierno alemán [...] he encontrado los avisos de la ‘Consal’ haciendo publicidad en ‘El Debate’ probablemente, para que se hicieran nuevas represas”. Cusano, que era entonces Director de “El Debate”, se quejó de que Batlle Pacheco utilizara una información confidencial –obtenida en la Comisión Investigadora de Actividades Antinacionales- y señaló que la publicación de comunicaciones de la Transocean, “que era una agencia telegráfica”, se hacía en “El Debate” al igual que en otros diarios, y que él había dado instrucciones para que se publicasen también los comunicados de la B.B.C. y de las agencias UP, AP y Reuter. Señaló luego que después de que los batllistas dieron esa

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Según el informe quincenal de la Embajada argentina, durante la segunda quincena de

octubre de 1943 continuaba observándose gran interés en el Uruguay por los sucesos políticos argentinos y por todo lo concerniente a la posición internacional del gobierno de ese país, “expresándose por las radios y la prensa en general, criterios deformistas y apreciaciones caprichosas”. Para el autor del informe, el Encargado de Negocios a.i. M. Chiappe, ese clima informativo había sido favorecido por las repercusiones de los recientes acontecimientos políticos argentinos: “Las renuncias de tres Ministros [...], las renuncias de algunos funcionarios, los editoriales de La Nación y La Prensa, el manifiesto que firman más de cincuenta personas, y otras informaciones, han servido de tema para agitar a la opinión pública de este país”, favorecido esto último por el hecho de que los diarios “continúan con ilimitada libertad publicando artículos airados y con duros calificativos para el Gobierno argentino”. 110

El intento de poner coto a las expresiones más fuertes de aquel rampante sentimiento pro

aliado y su contrapartida crítica para quienes no lo compartían, no vino solo de la Embajada argentina. El 6 de setiembre, al cumplirse un nuevo aniversario del golpe que en 1930 derrocó al gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen, el diputado comunista Richero expresó: “Sólo Herrera y los fascistizantes quieren utilizar esta ley restrictiva llamada justamente ‘ley mordaza’, para oponerla como dique que contenga los afanes y el sentimiento colectivo del pueblo, que ansía que la prensa refleje en sus páginas la propaganda combativa a favor de la democracia, de los pueblos que luchan con las armas en la mano para aplastar al nazifascismo. [...]”, recibiendo su planteo el apoyo del batllista Alberto F. Zubiría.111 Richero aludía a la ley sobre delitos de imprenta (ley N° 9.480), aprobada el 24 de junio de 1935 y promulgada el 28 del mismo mes, con las firmas de Gabriel Terra y su Ministro de Instrucción Pública y Previsión Social, el herrerista Martín R. Echegoyen.112

“voltereta” con respecto a Inglaterra, “El Día ha podido obtener toda esa cantidad de avisos que le llueven de las empresas inglesas y americanas, en cambio nosotros hemos preferido mantener nuestra autonomía absoluta. [..] No tenemos nada que reprocharnos por haber publicado avisos de la Consal, porque también se han publicado muchos avisos de empresas inglesas, cuando han querido venir espontáneamente a nuestro diario. [...]”. El Senador L.Batlle Pacheco le contestó que, en realidad, antes de la guerra “El Día” tenían mucho más avisos que en ese momento y que, si bien lamentaba que “El Debate” tuviese pocos avisos, Cusano no podía pretender que tuviese tanta publicidad como “El Día”, que tenía un tiraje tantas veces mayor. (Cfr: DSCS, Sesión del 26 de Julio de 1943, Tomo 176, pp. 67-78). 110 M. Chiappe al General de Brigada Alberto Gilbert, nota Confidencial Informativa N° 18, Montevideo, 31 de octubre de 1943. (AMRECA, Serie Política, Uruguay, 1943, Caja 11/43, expte.2: “Boletín informativo. Principales hechos ocurridos”). 111 DSCR, sesión del 6 de setiembre de 1943, Tomo 454, pp. 727-728. 112 En el Capítulo IV (De los delitos de imprenta), Art. 20 (Delitos graves), de la referida ley, se estipulaba que: “También se califican como delitos graves de imprenta: A) La divulgación maliciosa de noticias falsas que puedan ocasionar, en su caso, alarma pública, alterar el orden, causar evidente perjuicio a los intereses económicos del Estado o al de sus entes, o perjudicar el crédito nacional exterior o interior. La misma regla se aplicará a la publicación de documentos apócrifos, falsificados o adulterados o falsamente atribuidos a terceros. [...]”. (RNLD, 1935, pp. 416-431).

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Emigrados y asilados: nuevos factores de tensión.

Está fuera del muy limitado alcance de este trabajo el pretender analizar el complejo tema del exilio argentino del período. Sin embargo, hay algunos nombres y circunstancias que aparecen en la documentación relevada y cuya mención puede ayudarnos a comprender la significación, los vínculos y las repercusiones de estos emigrados en la sociedad uruguaya, tanto a nivel político como cultural Tomar debida cuenta de su presencia e influencia puede ayudarnos, por ejemplo, a percibir con mayor claridad las dificultades que enfrentaban las autoridades uruguayas a la hora de tener que acallar sus voces, como reclamó insistentemente el gobierno argentino.

A fines de octubre de 1943. el Encargado de Negocios de la República Argentina en Montevideo señalaba como elemento determinante de los ataques a su gobierno, “la circunstancia de encontrarse instalados con sus familias, en diversos hoteles algunos ciudadanos argentinos, que se hacen pasar por refugiados políticos, dan[do] motivo para la publicación de versiones antojadizas”. El gobierno argentino había enviado a los diarios uruguayos un comunicado “expresando que esos viajeros han salido del país por su motu propio”.113 Algunos, en efecto, lo habían hecho sin mediar solicitud de asilo. Otros, más apremiados, debieron apelar a dicho amparo. Algunos de aquellos emigrados tenían vasta experiencia periodística y, en muchos casos, larga trayectoria política. Muchos de ellos, contaban con vínculos de larga data con figuras de la política y la cultura uruguayas. Algunos se incorporarían al “staff” de órganos de prensa uruguayos o realizarían colaboraciones esporádicas, y/o animarían espacios radiales dedicados a comentar ácidamente la realidad política argentina.

Citemos tres ejemplos significativos que aparecen registrados en la correspondencia

diplomática durante el año 1943: el primer emigrado que apeló al derecho de asilo después del golpe del 4 de junio –al menos, el primero según la documentación conservada en nuestra cancillería- fue Luis Koifman (o Koiffman), director del periódico de izquierda ARGENTINA LIBRE, que había sido recientemente clausurado. El 29 de julio Koifman hizo conocer sus intenciones de solicitar asilo a la Embajada uruguaya, por lo que ese mismo día Martínez Thedy pidió instrucciones a Montevideo, en telegrama en el que se precisaba que Koifman, de tendencia socialista, que había colaborado con los periódicos “La Vanguardia” y “Crítica”, era ruso, sin carta de ciudadanía argentina, y que había llegado a Argentina en 1904. Dos días más tarde, solicitó asilo en la Embajada uruguaya y, sobre su salida del país, dialogarían cordialmente el Embajador Martínez Thedy y el Canciller Storni, en entrevista en la que el Embajador uruguayo entregó una nota solicitando las garantías del caso y la autorización para que Koifman pudiese trasladarse a Uruguay. El 4 de agosto Storni comunicó la autorización para su salida del país y esa misma noche Koifman se embarcó en el vapor de la carrera con destino a Montevideo.114 El prontuario policial de Koifman (Prontuario 7145 de la Sección

113 M. Chiappe al General de Brigada Alberto Gilbert, nota Confidencial Informativa N° 18, Montevideo, 31 de octubre de 1943, cit. 114 Telegrama L.2128 de Martínez Thedy a Serrato, Buenos Aires, 29 de julio de 1943; nota Nº 1016 de Martínez Thedy a Serrato, Buenos Aires, 30 de julio de 1944; telegrama L.2132 de Martínez Thedy a

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Especial de la Jefatura de Policía de la Capital Federal), adjunto al dictamen de la asesoría jurídica de la Cancillería argentina, que reconocía que Koifman había estado sujeto a “rigurosa vigilancia”, registraba su actuación desde 1919, cuando había participado en la fundación del Partido Socialista Internacional, junto a Victorio Codovilla y Rodolfo Ghioldi y dejaba constancia, asimismo, de que a la fecha del informe, militaba en el trotzkismo.115

El semanario ARGENTINA LIBRE -publicado por primera vez el 7 de marzo de 1940

y cuya aparición (incluyendo clausuras y cambios de nombre), se extendió hasta mayo de 1949-, ha sido considerado, “por su larga y regular trayectoria y por el amplio espectro de colaboradores que reunió”, como “la principal publicación del frente antifascista” en Argentina.116

El 2 de septiembre, el Ministro Serrato recibía un telegrama desde la ciudad de

Colonia. Lo firmaba un conocido dirigente e intelectual comunista, que también se había visto forzado a abandonar Argentina: “Al llegar al Depto. de mi nacimiento expreso al Sr. Ministro mi gratitud por su gestión a favor de mi libertad. Saludo al Sr. Ministro con [la] más alta consideración. Emilio Troise”.117

Serrato, Buenos Aires, 4 de agosto de 1943. (AMREU, FMRE, Argentina, Caja 3, carpeta 11: “1943. Política Argentina. Revolución del 4 de junio de 1943”). 115 El dictamen señalaba que, “Si bien el asilo en las Embajadas sólo es aceptable como medida de emergencia, cuando hay tumultos populares o el individuo perseguido corre evidente peligro de perder su vida o está amenazado en su integridad física, lo que no ocurre en el presente caso, estimo que no valdría la pena hacer cuestión a la Embajada del Uruguay sobre la no concurrencia de estos hechos.- En consecuencia, podría hacerse saber al señor Embajador del Uruguay que se autoriza la salida del señor Koifman, conforme a las disposiciones vigentes sobre asilo en las Embajadas, esto es, el Tratado de Derecho Penal Internacional suscripto en Montevideo en 1889, artículos 15 y siguientes”. (AMRECA, Serie POLÍTICA/URUGUAY, Caja 11/43, Expte. 11 “Asilados en la Embajada del Uruguay”). 116 La afirmación es formulada en el Catálogo de Microfilms de Publicaciones Políticas y Culturales Argentinas (c.1917-1956), del CENTRO DE DOCUMENTACIÓN E INVESTIGACIÓN DE LA CULTURA DE IZQUIERDAS EN LA ARGENTINA, p. 3 (publicado en la página web del referido Centro : www.cedinci.org). Allí se dice, asimismo, que el referido semanario antifascista y luego antiperonista, “contó con las firmas de casi todas las figuras políticas e intelectuales del abanico liberal, socialista, anarquista y, en ciertos períodos, comunista. Colaboraron regularmente en sus páginas figuras políticas (Mario Bravo, Nicolás Repetto, M.T., de Alvear, Enrique Dickman, Arturo Frondizi, Lisandro de la Torre, Juan José Real, José P. Tamborín) e intelectuales (Diego Abad de Santillán, Alberto Gerchunoff, Luis Emilo Soto, Leónidas Barletta, Raúl González Tuñón, Alvaro Yunque, Dardo Cúneo, Eduardo González Lanuza, Gregorio Berman, Deodoro Roca, et.). Semana a semana mantuvieron sus secciones de música Juan Carlos Paz y de artes plásticas Jorge Romero Brest. También pueden encontrarse colaboraciones de J.L. Borges y de Roberto Arlt así como envíos de la prensa antifascista del mundo y colaboraciones escritas a pedido por intelectuales antifascistas de relieve internacional, como Victor Serge, Henri Barbusse, Romain Rolland; políticos e intelectuales españoles como Indalecio Prieto, Julián Gorkin, Luis Araquistain; latinoamericanos como Jorge Icaza, Pablo Neruda a Tristán Maroff; los apristas peruanos, etc.[...]”. (Ibid, ibid). 117 AMREU, FMRE, Argentina, Caja 3, carpeta 11: “1943. Política Argentina. Revolución del 4 de junio de 1943”.

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El 9 de setiembre solicitaba asilo Raúl Damonte Taborda, expresando haber sido informado de que las autoridades policiales habían dispuesto su detención.118 Damonte Taborda, diputado radical que en 1941 había sido el autor del proyecto de creación de la Comisión de Actividades Antinacionales –destinada, como su similar uruguaya, a investigar las actividades nazis - estaba casado con una hija de Natalio Botana, el fundador del diario CRÍTICA, y había quedado al frente de esta muy influyente publicación, al fallecer su suegro en un accidente automovilístico en 1941.119

Las presiones argentinas y la inquietud de las autoridades uruguayas. Ya desde fines de noviembre de 1943 hay signos evidentes de inquietud en las autoridades

uruguayas con respecto a Argentina. Así lo informa al Departamento de Estado el Embajador Dawson, el 26 de dicho mes: en una conversación informal mantenida esa mañana con el Presidente Amézaga, éste le había confirmado que el gobierno uruguayo había sugerido a los diarios montevideanos que evitaran comentarios que pudiesen ofender a Argentina. El Gobierno uruguayo deseaba evitar dificultades con Argentina, le había dicho Amézaga, agregando que si bien Argentina no había hecho ningún planteo formal, su Embajador se

118 Así lo comunica el Embajador Martinez Thedy al Ministro de Relaciones Exteriores y Culto, Vicealmirante Segundo R. Storni, ese mismo día (nota 1204/943). (AMRECA, Serie POLÍTICA/URUGUAY, Caja 11/43, Expte. 11 “Asilados en la Embajada del Uruguay”). 119 El diario “Crítica”, fundado en 1913 por Natalio Botana (1888-1941) -uruguayo y militante del Partido Blanco, llegado en 1911 a Buenos Aires como emigrado- revolucionaría el periodismo argentino. Botana –también conocido como el Tábano- apuntó a construir un periódico moderno, masivo y financiado a través de la publicidad, destinado a los sectores populares que la escuela pública alfabetizaba y a los que la Ley Sáenz Peña (1912) había otorgado protagonismo político-electoral. Combinando el sensacionalismo de la crónica policial con las denuncias políticas, las historietas con el fútbol, el tango y la literatura de vanguardia, “Crónica” fue el proyecto editorial argentino más exitoso de los años veinte. En 1922, cuando sacó la quinta edición, llegó a una tirada de 75.000 ejemplares, la que fue creciendo hasta los 300.000 ejemplares diarios, que alcanzaron, en momentos culminantes del acontecer político internacional y nacional, los 800.000 ejemplares. Se lo ha vinculado al golpe que derrocó a Yrigoyen, ya que “Crítica” fue tribuna de la oposición al gobierno del lider radical. Fue, no obstante, clausurado por Uriburu (Botana y su esposa fueron detenidos durante 100 días), y reabierto en 1932, al otro día que asumió Justo, cuya candidatura presidencial apoyó a través del diario “Jornada”, editado por sus colaboradores. El diario combatió al fascismo y al nazismo, e hizo de la Guerra Civil Española un tema de tapa, tomando partido por la República y logrando una gran respuesta del público. Botana, que 1915 se había casado con la autora teatral anarquista y redactora del diario “La Protesta”, Salvadora Medina Onrubia, estuvo vinculado a destacadas figuras del arte y la literatura, como David Alfaro Siqueiros y Federico García Lorca. En “Crítica” escribieron anarquistas y exiliados, así como algunos de los más importantes escritores, entre otros, Roberto Arlt, Jorge Luis Borges, los hermanos Enrique y Raúl González Tuñón, Homero Manzi, Conrado Nalé Roxlo (y también un joven Juan Carlos Onetti, radicado en Buenos Aires, por un corto período, a comienzos de los años treinta, que publicó allí críticas cinematográficas). Sobre”Crítica” y su polémico fundador, véase, entre otros: Silvia SAYTTA, “Crítica en los años ’30: entre la conspiración y el exilio”, en: Entrepasados. Revista de Historia. Año II, N° 2, comienzos de 1992, pp. 25-39, y Regueros de tinta. El diario Crítica en la década de 1920. Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1998; Alvaro ABÓS, El tábano. Vida, pasión y muerte de Natalio Botana, el creador de Crítica. Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 2002.

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había quejados dos o tres veces en tono amistoso, de los ataques de la prensa hacia su gobierno. Fuentes confiables le habían informado -señalaba Dawson- que recientemente, un diplomático acreditado en Uruguay había sugerido al Ministro de Interior, Juan J. Carbajal Victorica, que investigara ciertas actividades nazis que se presumía involucraban a personas en Uruguay y en Argentina. El Ministro había respondido acaloradamente que en ese momento no podía hacer nada que pudiese ofender al gobierno argentino. “Resulta evidente que el Gobierno uruguayo está muy inquieto en relación con Argentina”, concluía Dawson.120

Los factores de desasosiego, lejos de desaparecer, aumentarían. El 2 de diciembre de 1943

la Embajada argentina elevó al gobierno uruguayo “una protesta formal [...] por la transmisión de un telegrama inadmisible dirigido al Excmo. Señor Presidente de la República General Pedro P. Ramírez”.121 Pocos días después, el Embajador Quintana formuló una nueva reclamación, esta vez en relación con el diario EL TIEMPO que, según informó el Embajador, estaba publicando una serie de artículos “tendientes a desprestigiar a nuestro gobierno, lo que ha determinado una reclamación del suscripto”.122 El Director del diario mencionado era Hugo L. Ricaldoni, Secretario de la Presidencia de la República, lo que le daba a sus opiniones un sesgo “quasi” oficial y una especial repercusión.

¿Qué respondió el gobierno uruguayo ante cada uno de los planteos argentinos? La

información de que disponemos no nos permite formular afirmaciones tajantes.123 Sabemos, no obstante, que una de las gestiones realizadas por la Embajada argentina, muy probablemente en los primeros días de diciembre de 1943, motivó una respuesta del Ministro del Interior uruguayo, a quien el Canciller Serrato había derivado el planteo. Según informó Quintana, en su respuesta el Ministro Carbajal Victorica, “después de hacer una larga y dogmática disertación sobre la libertad de pensamiento y la falta de disposiciones constitucionales y legales para establecer una censura previa en el Uruguay”, terminaba recordando la existencia del derecho de respuesta o de rectificación y el de querella o denuncia, de acuerdo con la ley especial nº 9480 y el Código Penal, art. 138. El primer procedimiento no le parecía aconsejable al Embajador argentino, ya que “sería necesario exigir la rectificación concreta de una noticia falsa y la experiencia de otros me ha demostrado que en una ciudad de tan poca ética periodística como es Montevideo, al pie de la rectificación, los redactores escriben una glosa a su conveniencia, por lo que habría que entrar con ellos en una polémica interminable si se intentase quedar con la última palabra,

120 Telegrama 1009, de Dawson al Secretario de Estado, 26 de noviembre de 1943. NARA, DSDF, Nº 733.35/86. 121 C. Quintana a Gral. de Brigada Alberto Gilbert, nota “Confidencial-Informativa” N° 21, Montevideo, 16 de diciembre de 1943. La anotación respectiva lleva por fecha el día 2. (AMRECA, Serie Política, Uruguay, 1943, Caja 11/43, expte.2 : “Boletín informativo. Principales hechos ocurridos”). 122 C. Quintana, informe quincenal, Montevideo, 16 de diciembre de 1943. La anotación referida a dichos artículos y a la mencionada reclamación está fechada el día 8 de diciembre. (AMRECA, Serie Política, Uruguay, 1943, Caja 11/43, expte.2 : “Boletín informativo. Principales hechos ocurridos”). 123 No descartamos que exista más documentación en los fondos aún no relevados en el Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores uruguayo.

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cosa a la que, en mi criterio, una Embajada no puede exponerse”. Con respecto a la segunda vía –recurrir a las sanciones previstas en el Código Penal- advertía a su gobierno que la misma suponía constituirse en querellante como una persona del derecho privado, con los resultados que el Ministro del Interior uruguayo dejaba entrever, en erudita (e intencionada) referencia: “Creo deber de lealtad recordar que no es improbable que nuestros Tribunales, que abrevan ciencia en la jurisprudencia argentina, interpretarán el artículo 138 de nuestro Código Penal, siguiendo el criterio de la Suprema Corte de la Nación hermana, al aplicar el artículo 219 del Código Penal Argentino. Para la Corte argentina, no se puede considerar acto material de hostilidad, las manifestaciones del pensamiento, habladas o escritas, sobre política extranjera, aunque sean inexactas, injustas o tengan el carácter desagradable de las opiniones exteriorizadas con aspereza”. Quintana discrepaba con la opinión de Carbajal Victorica, y entendía que el gobierno uruguayo disponía de arbitrios para poner coto a los denunciados excesos: la ley de asociaciones ilícitas, en su artículo 9º, disponía que ni las radios ni la prensa –nacional o extranjera- que circulase en el país, podrían propalar ninguna propaganda que agraviase a mandatarios o países con los cuales mantenía relaciones Uruguay, o que incitase a desórdenes o tumultos públicos o a vías de hecho contra personas o cosas, con motivo de la conflagración europea. A su juicio, esta disposición ponía en manos del Gobierno uruguayo los resortes legales necesarios “para terminar con una situación que tiene necesariamente que afectar los sentimientos tradicionales de amistad entre los pueblos y los Gobiernos de los dos países”.124

124 C. Quintana al Ministro de Relaciones Exteriores y Culto, Gral Orlando Peluffo, Montevideo, 15 de diciembre de 1944. En este despacho Quintana daba cuenta de una situación similar a la arriba analizada, cuando una nueva protesta argentina fue respondida por el gobierno uruguayo, limitándose a transcribir la nota de Carbajal Victorica que acabamos de mencionar, fechada un año atrás. (AMRECA, Serie POLÍTICA/URUGUAY, Caja 11/44, Expte. 4/44: “Reclamaciones motivadas por publicaciones uruguayas”).

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6. EL GOLPE DE ESTADO EN BOLIVIA Y LA AGUDIZACIÓN DE LAS

TENSIONES REGIONALES.

Antes de finalizar el año 1943, una convulsión política en otro país de la región aportaría nuevos elementos de irritación a las relaciones entre Argentina y Uruguay: el 20 de diciembre de 1943, un movimiento encabezado por el coronel nacionalista Gualberto Villarroel, derrocó al gobierno del General Enrique Peñaranda en Bolivia.125 El reconocimiento del régimen surgido de dicho movimiento revolucionario se convertiría en uno de los temas más polémicos y difíciles para la Cancillería uruguaya. Prácticamente desde el primer momento estuvo presente la inquietante hipótesis de que los militares argentinos nucleados en el GOU –con especial peso en el gobierno de su país- no eran ajenos a lo que había ocurrido en Bolivia, lo que sumaba un nuevo elemento de preocupación a un acontecimientos ya de por sí preocupante. Según Potash, después de octubre de 1943 el gobierno del General Ramírez había iniciado una ambiciosa política internacional, uno de cuyos componente era el intento de

125 El Coronel Gualberto Villarroel (1910-1946) encabezó un levantamiento que no solo contó con el apoyo de oficiales descontentos. Hay que recordar que la tremenda hecatombe de la Guerra del Chaco con Paraguay (1932-1935), de la que las fuerzas armadas bolivianas salieron derrotadas y profundamente descontentas con la ineptitud de sus mandos y la incompetencia y corrupción de los políticos tradicionales, trajo asimismo hondos cuestionamientos en importantes sectores de la sociedad boliviana -a los que la joven oficialidad no era ajena- sobre el papel de los intereses extranjeros y concretamente, de la industria petrolera en la génesis del conflicto. A ello se agregaba la creciente toma de conciencia de la profunda injusticia de una sociedad donde los indígenas, que aún estaban sometidos a condiciones feudales (era considerado normal el trabajo forzoso del campesino indígena en las tierras o en la residencia del terrateniente) y sufrían de rechazo y exclusión en los lugares públicos en las ciudades, habían sido llamados a filas y pagado un altísimo precio en aquel sangriento conflicto. Los regímenes que entre 1936 y 1939 presidieron los coroneles David Toro y Germán Busch tuvieron, según Alain Rouquié y Stephen Suffern, un carácter “autoritario, progresista y antioligárquico con un matiz de xenofobia”. No obstante ello, la aprobación de algunas leyes sociales y ciertas medidas de corte nacionalista en lo económico (como la nacionalización de los yacimientos de la Standard Oil en 1937), levantaron la oposición de las poderosas compañías extranjeras. A partir de 1939, la “rosca” minera logró paralizar las reformas. En 1943, el levantamiento de Villarroel contó con el apoyo del Movimiento Nacional Revolucionario. El MNR -que expresaba las aspiraciones de la “generación del Chaco”- liderado por intelectuales socialistas moderados, aliado a la Federación de Sindicatos de Mineros Bolivianos (50.000 afiliados) dominada por trabajadores de las minas de estaño e influida por la izquierda trotskista, confluyeron con los militares nacionalistas en un movimiento que intentó, entre otras cosas, derribar las leyes, regulaciones y usos discriminatorios contra los indígenas. Gualberto Villarroel -que había nacido en Cochabamba y hablaba quechua- estimuló la realización de congresos indígenas regionales y luego un congreso nacional en 1945, donde se debatió el problema del cambio agrario Aunque no se adoptó ninguna medida de fondo sobre el tema, las transformaciones esbozadas y, fundamentalmente, la movilización indígena, asustaron a los terratenientes y a los barones del estaño y sus aliados en la cúpula militar. En julio de 1946 dichos sectores alentaron –junto a Estados Unidos- un levantamiento urbano de la oposición “democrática” en La Paz, que culminó con el linchamiento del Presidente Villarroel. (Cfr: Alain ROUQUIÉ y Stephen SUFFERN, “Los militares en la política latinoamericana desde 1930”, en Leslie BETHELL, ed. Historia de América Latina. 12. Política y sociedad desde 1930. Barcelona, Cambridge University Press-Crítica, 1997, pág. 287-288; y Guillermo DE LA PEÑA, “Las movilizaciones rurales en América Latina desde c. 1920”, en: Leslie BETHELL, ob.cit., , pp. 231-232).

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crear un bloque pro argentino –y, por ende, antinorteamericano- en América del Sur, colaborando con movimientos revolucionarios en los países vecinos.126 El gobierno de Estados Unidos tenía esa opinión y el gobierno brasileño la compartía. Un telegrama de la Embajada uruguaya en Rio de Janeiro, fechado el 24 de diciembre, expresaba: “Círculos bien informados consideran vinculada revolución Bolivia cierta influencia elementos opinión Argentina”, señalando que Itamaraty actuaría “sin apresuramiento”, y que el canciller Aranha “interpreta episodio como antecedente inquietante”.127

La “Doctrina Guani” y la “querella de los Cancilleres”. La estrategia a seguir por la administración Amézaga en el terreno diplomático, puso en

evidencia diferencias de opinión, no solo entre el gobierno y la oposición herrerista, como ya era tradicional, sino también tensiones a la interna del Partido Colorado, o al menos entre el canciller Serrato y el ex Ministro de Relaciones Exteriores, Alberto Guani, quien desde su puesto de Presidente del Comité Consultivo de Emergencia para la Defensa Política, desempeñó un rol destacado en aquella coyuntura.

En su Memoria Anual Serrato señaló que, inmediatamente después de tomar conocimiento del referido movimiento revolucionario, “...siguiendo las normas adoptadas ante situaciones similares –como por ejemplo el movimiento revolucionario ocurrido en la Argentina el 4 de junio de 1943- el Ministerio inició con las representaciones diplomáticas de los demás países americanos un intercambio de informaciones considerado preciso para orientar las actitudes a adoptarse”.128 Pero, simultáneamente a esta actividad diplomática, el Comité Consultivo de Emergencia para la Defensa Política –a propuesta de Guani - aprobó el 25 de diciembre una recomendación a los gobiernos americanos. La iniciativa en cuestión –conocida como “Doctrina Guani”- después de los consiguientes considerandos, que aludían a las obligaciones contraídas por las repúblicas americanas en las sucesivas conferencias y reuniones consultivas de cancilleres en materia de solidaridad y defensa hemisférica, resolvía: “Recomendar a los Gobiernos americanos que han declarado la guerra a las potencias del Eje o que han roto relaciones con ellas, que mientras dure el actual conflicto mundial no procedan al reconocimiento de un nuevo Gobierno constituido por la fuerza, antes de consultarse entre sí con el propósito de determinar si ese Gobierno cumple los compromisos interamericanos para la defensa del Continente, ni antes de realizar un intercambio de informaciones acerca de las circunstancias que han determinado la implantación de dicho Gobierno”.129

La respuesta de Serrato a Guani –fechada el 2 de enero de 1944- manifestaba su adhesión

al criterio aconsejado, pero dejaba en evidencia una diferencia de opiniones nada desdeñable entre ambos protagonistas de la escena política uruguaya. En su respuesta, el gobierno uruguayo informaba su adhesión al criterio del Comité, pero en el entendido de que el procedimiento aconsejado por dicho organismo “no es ni puede ser más que un expediente político, necesariamente transitorio; y solo admisible en homenaje de la solidaridad

126 Cfr: R.A.POTASH, ob. cit., pp. 329-330. 127 AMREU, FMRE, Sec. BOLIVIA, 1944, Caja 1, Carpeta 19: “Telegramas”. 128 Crf: MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES. Cabildo, Uruguay. Memoria correspondiente al período Marzo 1943-1944. Ministro de Relaciones Exteriores, Ing. Don José Serrato, cit., pág. 10. 129 Ibid, pp. 10-13.

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continental y de la vital necesidad de preservarla como medio de aclarar la victoria que se avizora contra los agresores”. Pero al Canciller le había molestado también la forma en que el Comité había procedido con respecto a Uruguay: según expresaba en su Memoria, la recomendación había sido puesta en conocimiento del gobierno uruguayo recién el 27 de diciembre de 1943. La precisión no era inocente ya que apuntaba a recalcar el hecho de que su gobierno no solo no había sido consultado por el representante uruguayo –que además de Presidente del Comité era nada menos que el Vice-Presidente de la República-, sino que, además, la comunicación del Comité le había llegado dos días más tarde que a las restantes repúblicas americanas. El Secretario General del Comité, el colorado baldomirista José L. Chouhy Terra, envió una nota a Serrato aclarando que el retraso se debió a problemas burocráticos. Sin embargo, los problemas de comunicación revelados por este entredicho entre el Comité y la Cancillería uruguaya –a pesar de las instancias institucionales creadas para coordinar la acción conjunta- parecían traducir, más bien, diferencias de acento en el cumplimiento de los compromisos panamericanos.130

Las tensiones señaladas, que en la Memoria de Serrato aparecen vertidas con cierta

discreción, trascendieron el más restringido ámbito de las comunicaciones oficiales, y fueron motivo de comentarios públicos, reflejados en distintos órganos de prensa, los que, en tono serio o jocoso, se hicieron eco de la llamada “querella de los cancilleres”. EL DEBATE, por ejemplo, que había reproducido la nota de Chouhy Terra, remató el artículo con este comentario: “Queda por agregar que el mencionado Guani ocupa indebidamente una presidencia que corresponde al jefe de la Cancillería uruguaya”. En la misma edición y bajo el título “Sin ‘Patrón”, publicó un pequeño suelto donde se comentaba la resolución del Comité Consultivo calificándola como “la abdicación ovejuna de Guani”, y declarando su enérgica oposición a la medida en estos términos: “¡No, mil veces no!: el auténtico americanismo no puede admitir que bajo doradas, demasiado ‘doradas’ apariencias, se despoje a las repúblicas sudamericanas del derecho de disponer de sus destinos cual acaba de ocurrir en Bolivia, el reconocimiento de cuyo nuevo gobierno es facultad libérrima y privativa de cada una de las naciones hermanas. [...]”.131

130 En resolución del 27 de agosto de 1942, comunicada a los Gobiernos americanos el 9 de setiembre de ese año, el Comité había recomendado el nombramiento inmediato de funcionarios de enlace y señaló la conveniencia de que se establecieran comisiones nacionales coordinadoras. En marzo de 1943, un decreto había creado la “Comisión Internacional para la Defensa Política” -que presidiría el Subsecretario del Ministerio del Interior, Héctor Gómez Guillot- destinada a actuar como órgano de enlace y colaboración con el Comité Consultivo de Emergencia. En julio de 1943 el Funcionario de Enlace de Uruguay con el Comité era el Dr. Luis Alberto Bouza. (Cfr: COMITÉ CONSULTIVO DE EMERGENCIA PARA LA DEFENSA POLÍTICA, Informe Anual sometido a los Gobiernos de las Repúblicas Americanas. Julio de 1943, cit., pp.262-264; y Memoria Anual de la Embajada de la República Argentina en Montevideo, p. 3. AMRECA, Serie POLÍTICA/URUGUAY, Caja 11/43, Expte 18: “Memoria Anual”, 1943). 131 EL DEBATE, 30 de diciembre de 1943: “Una verdadera burla al país” y “Sin patrón”. (Recortes en: AMREU, FMRE, Sección BOLIVIA, año 1943, Caja 1, Carpeta 18: “Reconocimiento de la Junta Provisional de Bolivia: Antecedentes”).

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LA MAÑANA, órgano del sector riverista del Partido Colorado, también comentó el

incidente, dando los pormenores del enojo de Serrato y de la visita que finalmente le habían hecho Alberto Guani, Mario de Pimentel Brandao (representante brasileño y uno de los dos Vice–Presidentes del Comité) y el representante de Estados Unidos en el Comité, Carl B. Sapeth, para explicar lo que había pasado con el telegrama traspapelado; aunque el tono de la nota era jocoso, dejaba traslucir su apoyo a Guani.132 Por su parte, LA RAZON, diario que era claramente pro-Amézaga, publicó una nota de inequívoco apoyo a Guani y de algo más que velada crítica al canciller Serrato. En dicho texto se decía, entre otras cosas: “La ausencia de Guani, por las razones sabidas, en la Dirección de nuestra Cancillería, no sólo es lamentada por nosotros, sino, y sin duda, a estas horas, por todo el país. Su acierto constante en la dirección de nuestras relaciones internacionales durante cinco largos años, colocaron en vanguardia y general estimación el nombre del Uruguay dándole envidiable prestigio. De entonces acá habíamos entrado como en un paréntesis, del que acabamos de salir en forma brillante por su iniciativa, continentalmente aceptada hoy, sobre reconocimiento colectivo por las naciones que integran la unión panamericana, de aquellos gobiernos que surjan en las Américas como consecuencia de medios violentos.[...]”.133 El tono del artículo sorprendió al Embajador de Estados Unidos, quien atribuyó la decisión de su publicación al Presidente Amézaga, haciéndole pensar en posibles cambios en el gabinete. Sin embargo, en una conversación mantenida días después por el Primer Secretario de dicha Embajada, Edward J.Sparks, con el director de LA RAZON, el Dr. Julio Cerdeiras Alonso, éste dejó entrever que la nota no había contado con la previa autorización del Presidente, aunque éste, en definitiva, la aprobase. Según Cerdeiras Alonso, el comentario de Amézaga sobre el referido artículo había sido: “no hay que ser demasiado duro con el viejo”, en alusión al Canciller Serrato.134 Sin embargo, el Ministro británico Gordon Vereker señaló que el incidente había causado “tal ofensa en el gabinete que se cree que el Presidente de la República ha considerado pedirle la renuncia al Dr. Guani”. De acuerdo a su testimonio, este problema se sumaba a un anterior desencuentro: en noviembre de 1943, el representante de Brasil en el Comité de Emergencia –Pimentel Brandao- había propuesto que el tratamiento de acuerdos políticos de naturaleza secreta de los países latinoamericanos debían tener lugar sin que el representante argentino se encontrase presente.135 Guani, en su calidad de Presidente del Comité, había trasmitido dicha

132 LA MAÑANA, 2 de enero de 1944: “En bastardilla. La querella de los dos Cancilleres. Tercera Jornada”. (Recorte en: AMREU, FMRE, Sección BOLIVIA, año 1943, Caja 1, cit.) 133 LA RAZON, 28 de diciembre de 1943, “Alberto Guani”. (Recorte en: AMREU, FMRE, Sección BOLIVIA, año 1943, Caja 1, cit.). 134 Dawson al Secretario de Estado, despacho Nº 3766, Montevideo, 11 de enero de 1944. (NARA, DSDF, Nº 833.00/940). 135 La historiadora argentina Beatriz Figallo llama la atención sobre el papel fundamental desempeñado por Brasil en el avivamiento de un clima de prevención contra el gobierno argentino en Montevideo. En ese sentido, destaca el papel jugado por el Embajador Baptista Luzardo y llama la atención sobre el hecho de que la representación brasileña en el Comité de Emergencia para la Defensa Política “contó con las importantes presencias como delegados del ex canciller Mario Pimentel Brandao y del general

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propuesta al Presidente Amézaga. Ni Amézaga ni Serrato estuvieron de acuerdo con la misma. Según Vereker, el posterior nombramiento de Pimentel Brandao para cumplir funciones en Madrid, liberó a Guani de tener que continuar con el tema, “Pero su estrella, que ya estaba empalidecida en el firmamento político local, comenzó a oscurecerse también en el comité. [...]”.136

Guani, evidentemente preocupado (¿por su futuro político?), se esforzó en aclarar que, de

acuerdo a la resolución adoptada en la Tercera Reunión Consultiva de Cancilleres de Rio de Janeiro que había creado el Comité, los integrantes del mismo, aunque designados respectivamente por los Gobiernos de Argentina, Brasil, Chile, Estados Unidos de América, México, Uruguay y Venezuela, representaban y actuaban en nombre de las veintiún Repúblicas Americanas, y no de cada uno de sus respectivos gobiernos. Dicha aclaración apareció formulada al pie de la lista de Miembros del Comité, en la publicación del primer Informe Anual de actividades del Comité de Emergencia.137 Guani aprovechó, asimismo, para exponer su punto de vista en ocasión del banquete de despedida de su amigo Mario de Pimentel Brandâo, con motivo de su nuevo destino diplomático. El banquete tuvo lugar en los primeros días de enero de 1944 -en plena crisis por la situación boliviana- y no contó con el Canciller Serrato entre sus comensales.138

Goes Monteiro”. (Cfr: Beatriz FIGALLO, “Desde la crisis internacional a los conflictos regionales: la Argentina y el Uruguay, 1940-1955”, en: Anuario del CEH, N° 1, Año 1, 2001, pp. 329-348). 136 Gordon Vereker a Eden, resumen de eventos del año 1943, Montevideo, 10 de enero de 1944; en: Benjamín NAHUM, Informes diplomáticos de los Representantes del Reino Unido en el Uruguay. Tomo VIII, etc., cit., p. 371). 137 Cfr: COMITÉ CONSULTIVO DE EMERGENCIA PARA LA DEFENSA POLÍTICA, Informe anual sometido a los gobiernos de las Repúblicas Americanas. Julio de 1943.cit., pág. 5. Ignoramos si la entrada en prensa del Informe había sido anterior a los sucesos de diciembre de 1943. 138 Cfr: EL DIA, 8 de enero de 1944, “Fue homenajeado el Dr. Mario de Pimentel Brandao por el Comité de Defensa Política del Continente”. (Recorte en: AMREU, FMRE, Sección BOLIVIA, año 1943, Caja 1, Carpeta 18: “Reconocimiento de la Junta Provisional de Bolivia: Antecedentes”).

En el Fondo Archivo Guani del AMREU se conserva el original dactilografiado del discurso pronunciado por el Presidente del Comité. En dicho texto, luego de recordar la vieja amistad que lo unía al diplomático brasileño -nacida cuando ambos cumplían funciones diplomáticas “en el suelo glorioso de Bélgica”, durante la Primera Guerra Mundial- y de señalar las dificultades de la labor diplomática, expresaba Guani: “A esas dificultades, propias del carácter que reviste nuestra ardua tarea, cabe agregar la circunstancia, perfectamente lógica por un natural fenómeno de óptica, constituido por el hecho de que no siempre la opinión ubica los acontecimientos y los sucesos en su plano real, ni los aprecia con justeza. Tal es lo que ocurre acerca de este Comité que funciona en Montevideo cuyo origen, cometidos y alcance de los mismos, estimo del caso precisar una vez más, [interlineado: con la esperanza sincera de fijar sus nobles cometidos. El saber, Señores, como se ha dicho, no ocupa lugar; en cambio el ignorar puede ser la fuente más nociva de [ilegible] y estériles antagonismos entre los hombres]. Ya he tenido oportunidad de decir en otras ocasiones que nuestro Comité de Defensa Política es un organismo sin parangón con otros organismos internacionales, pues si bien está constituido por miembros designados por siete países americanos, representa y actúa en nombre de todas las naciones de América. [...] Los miembros del Comité, dado que deben representar por igual a todas las Repúblicas, no son meros agentes o delegados de los Gobiernos que los han designado, ni están, por lo tanto, de ningún modo obligados a consultar previamente a dichos gobiernos para orientar su acción o guiar su conducta en el seno del Comité. Unicamente están

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El 22 de enero de 1944, el Gobierno uruguayo anunció su decisión de “no proceder al

establecimiento de relaciones diplomáticas con el Gobierno de facto de Bolivia mientras subsistan las actuales circunstancias”, retirando en consecuencia, su embajador en La Paz.139

El mes transcurrido entre el golpe de estado en Bolivia, y la decisión del gobierno de

Amézaga, fue de tensión y nerviosismo en las esferas gubernamentales uruguayas, tensiones que no eran ajenas a sus relaciones con el régimen argentino. Pero de ese inquietante comienzo de año nos ocuparemos en la segunda entrega de este avance.

Al finalizar el año 1943 en medio de este conflictivo panorama, ¿cuáles eran los resultados

de aquella voluntad de acercamiento con Argentina evidenciada por el gobierno de Amézaga al inicio de su gestión? Las buenas intenciones estaban naufragando en medio de un temporal de pronunciamientos militares, protestas del régimen argentino y presiones de Estados Unidos. ¿Sería éste el balance que hizo, en su fuero íntimo, el Ministro Serrato al finalizar el año? Es difícil saberlo. De poco nos sirve la versión que ofreciera en su Memoria Anual, prolija enumeración de gestos y decretos, vertida en tono clamorosamente pro aliado y en la que están ausentes, obviamente, los entretelones y el revés de la trama, es decir, lo que hace a la sustancia misma de la toma de decisiones.

Para el Ministro británico Gordon Vereker, la estrategia de acercamiento parecía de difícil

concreción. En su opinión, se trataba de “un deseo que está en la naturaleza de las cosas mismas, pero que puede ser el más difícil de alcanzar si las relaciones entre los propios Brasil y Argentina se deterioran. La ‘solidaridad continental’, de la que Uruguay es paladín, es una frase fácil de usar, pero su aplicación en la zona del Río de Plata no es de ningún modo fácil, porque tal solidaridad entre los dos vecinos más poderosos de Uruguay no existe en la actualidad”. Para Vereker, la iniciativa del acercamiento había corrido por cuenta del gobierno argentino, que había comenzado a instrumentarla poco después de la asunción de Amézaga, y que se intensificaría luego del golpe de estado del 4 de junio. Esta estrategia apuntaba, en su opinión, a dos objetivos: separar a Uruguay de Brasil, y separar a Brasil de Estados Unidos, intentado al mismo tiempo “formar un fuerte bloque latinoamericano enfrentando a Estados Unidos, de modo de eliminar cualquier peligro de un ‘frente local’ contra Argentina emprendido por Brasil, Uruguay y Paraguay”. Vereker no dudaba en reconocer que “La posición del Gobierno uruguayo es, claramente, difícil. Aunque el hombre de la calle uruguayo está, por razones obvias, mucho más cercano al argentino que al brasileño, hay una considerable fricción entre los dos países. La prensa uruguaya nunca ha obligados a consultar los estatutos orgánicos de nuestro organismo, la voluntad expresada en forma solemne por los Cancilleres [en la reunión de Rio de Janeiro], para guiar sus convicciones y opiniones sobre las medidas más convenientes para la defensa política del Continente en esta hora difícil. Sostener lo contrario es crear para las siete repúblicas que han designado un miembro del Comité, un privilegio absolutamente inadmisible, como el de tener una representación preferencial, o contar con un vehículo directo para hacer llegar su voz personal al Comité, en contradicción y detrimento de los derechos de las repúblicas no designantes.[...]”. (Original dactilografiado, sin fecha, con anotación a mano que indica nombre del homenajeado, en: AMREU, Archivo Guani, Caja 7, Carpeta 3: “Comité Consultivo de Emergencia p/Defensa Política”). 139 Crf: MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES. Uruguay. Memoria correspondiente al período Marzo 1943-1944. cit. pp. 9-12.

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dejado de expresar su desprecio por la frenética y ruidosa neutralidad del Gobierno argentino [...]”.140

¿Cuál era el balance argentino sobre la política exterior uruguaya en aquel complejo

período? En este caso contamos, afortunadamente, con un documento de carácter reservado, la Memoria Anual de la Embajada en Montevideo, que posee, por tanto, un mayor grado de sinceramiento. Allí el Embajador Quintana señaló que en el año que finalizaba, el gobierno del Uruguay había continuado su política exterior siguiendo la orientación marcada desde el principio de la guerra europea en 1939, “es decir de ostentoso apoyo, más teórico que práctico, a las naciones unidas”. La afirmación no se apartaba mucho de lo que decía el propio Canciller uruguayo. También coincidía con él, y esto sí es más interesante, cuando daba cuenta de la sintonía de la política exterior uruguaya con la opinión pública del país: el Embajador argentino señalaba que en el correr del año 1943, tanto los Poderes del Estado, como toda clase de asociaciones y “personas de figuración”, no habían desperdiciado oportunidad de exteriorizar estos sentimientos, “al parecer inspirados en un intenso fervor democrático que es el dogma popular en el Uruguay”. Dando un paso más en esta línea de razonamiento, afirmaba que la política exterior uruguaya se había centrado en estas convicciones, que constituían la plataforma cívica en que se apoyaban todas las fracciones en que se había dividido el Partido Colorado, más los socialistas y comunistas, “formando este conjunto la indiscutible mayoría electoral dentro del país”. No era de extrañar, entonces, que el Canciller Serrato hubiese “seguido sin vacilaciones esta corriente popular marcada por su antecesor el doctor Alberto Guani, apareciendo más bien impulsado por ella que marcándole rumbos, igual cosa podría decirse del mismo Presidente de la República”. Las mismas razones explicaban la posición de gran parte de la prensa con respecto al gobierno argentino: “No es extraño, por lo tanto, que las manifestaciones de amistad hacia las naciones unidas, bien orquestadas por una prensa retribuída, tan frecuentes como ruidosas, hayan tenido como contrapartida una crítica tendenciosa y sistemática contra el Gobierno argentino, por las que he debido, en diferentes oportunidades, presentar las observaciones que he comunicado a V.E. cada vez”. El balance final, sin embargo, no era totalmente negativo: Quintana expresaba que, pese a todo, en ese año las relaciones con la Argentina se habían mantenido en el pie de cordialidad ya tradicional entre los dos países, y agregaba: “Puede afirmase pues con satisfacción que no obstante la prédica periodística, a la que vengo de hacer referencia, los sentimientos argentinistas se mantienen vivos en la mayoría de la población y aun en las esferas oficiales”.141

Sin embargo, al comenzar el año 1944, la situación de las relaciones entre ambos países

era todo menos idílica. El 12 de enero de 1944 el Embajador de Estados Unidos en Montevideo reportaba: “Informes confiables señalan que, durante visita del fin de semana a Montevideo, el Cónsul uruguayo en Buenos Aires afirmó que (uno) las autoridades argentinas han estado reteniendo todos los permisos de exportaciones hacia Uruguay durante las últimas

140 Gordon Vereker a Eden, resumen de eventos del año 1943, Montevideo, 10 de enero de 1944; en: Benjamín NAHUM, Informes diplomáticos de los Representantes del Reino Unido en el Uruguay. Tomo VIII, etc., cit., p. 368). 141 AMRECA, Serie POLÍTICA/URUGUAY, Caja 11/43, Expte. 18 “Memoria Anual”, pp. 1-2.

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tres semanas (dos) las autoridades uruguayas están experimentando dificultades con las autoridades argentinas en todas las negociaciones referidas a temas económicos y (tres) que las autoridades argentinas están tratando de desalentar el turismo hacia Uruguay”.142

Los problemas no habían empezado en ese momento, pero los sucesos de Bolivia y la

tensa espera del reconocimiento del nuevo régimen, sumados a las denunciadas conexiones del herrerismo con los militares argentinos, agudizaron la intranquilidad. Ante esta situación el Embajador Dawson solicitó al Secretario de Estado que la Marina estadounidense enviase un buque de guerra para desalentar con su presencia cualquier intento de golpe de mano contra el gobierno uruguayo. Si bien de la documentación consultada no surge que dicho apoyo militar haya sido solicitado por el gobierno uruguayo, no hay duda de que el mismo fue bienvenido. El 15 de enero de 1944 el Almirante Ingram arribó al puerto de Montevideo con el crucero “MEMPHIS” y el destructor “SOMERS”, para una visita de cuatro días, que luego se extendería a una semana. Según testimonió Dawson, el Presidente Amézga estaba “encantado con la visita” a la que calificó de “muy oportuna”, mientras que los numerosos comentarios de prensa favorables a la misma hacían decir al Embajador estadounidense que, obviamente, la misma era interpretada por la mayoría como “una oportuna señal de nuestro apoyo a Uruguay que no pasará desapercibida para Argentina”.143 En las “esferas oficiales” –a las que se había referido el Embajador Quintana- los “sentimientos argentinistas” parecían haberse debilitado...:

142 Dawson al Secretario de Estado, telegrama N° 55, Montevideo, 12 de enero de 1944. NARA, DSDF, Nº 733.35/92. 143 Según precisaba Dawson, el diario oficialista LA RAZON opinó que la visita brindaba una muy oportuna sensación de seguridad en el momento en que el enemigo derrotado luchaba desesperadamente y peligrosamente en Argentina, Bolivia, Chile y Perú por perturbar la solidaridad americana. (Telegrama Nº 78 de Dawson a Hull, 15 de enero de 1944. NARA, DF, Nº 833.00/933). En la segunda entrega de este avance, en la que analizaremos las relaciones argentino-uruguayas en 1944, nos ocuparemos con más detalle de la “crisis de enero”, así como de la compleja situación creada a partir del derrocamiento del General Ramírez y la instalación del gobierno de Farell, en febrero de 1944.

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I N D I C E Advertencia Abreviaturas INTRODUCCIÓN 1 5. URUGUAY Y ARGENTINA FRENTE A LA SEGUNDA GUERRA

MUNDIAL: LOS CONTENIDOS DE LA NEUTRALIDAD 4 Uruguay: una neutralidad aliadófila. 4 Argentina: neutralidad “recalcitrante” y fricciones con Estados Unidos. 8

6. LA ADMINISTRACIÓN AMÉZAGA Y LA REAFIRMACIÓN DEL ALINEAMIENTO URUGUAYO CON LA CAUSA ALIADA Y CON ESTADOS UNIDOS. 13 La política del compromiso: en pos del “triunfo de los ideales defendidos

en la dura lucha”. 14 “La causa de Francia”. 19

7. LA NUEVA ADMINISTRACIÓN Y LA POSICIÓN FRENTE A

ARGENTINA: ¿UNA INTENCIÓN CONCILIADORA? 22 Con el visto bueno de la Embajada argentina. 22 La Embajada de Estados Unidos ante las primeras señales de

acercamiento con Argentina. 26

8. EL GOLPE DE ESTADO DEL 4 DE JUNIO DE 1943 Y EL RECONOCIMIENTO DEL NUEVO RÉGIMEN ARGENTINO. 32 De Rawson a Ramírez: marchas y contramarchas. 32 El gobierno de Amézaga y los sucesos de Argentina. 35 ¿Amigos pese a todo? 41

9. LAS PRESIONES DEL GOBIERNO DE RAMÍREZ PARA

FRENAR LA “PRÉDICA ABUSIVA Y MAL INTENCIONADA” DE LA PRENSA URUGUAYA. 47 ¿Libertad de expresión ilimitada? Las presiones argentinas

y la posición de las autoridades uruguayas. 47 Emigrados y asilados: nuevos factores de tensión. 57 Las presiones argentinas y la inquietud de las autoridades uruguayas. 59 7. EL GOLPE DE ESTADO EN BOLIVIA Y LA AGUDIZACIÓN

DE LAS TENSIONES REGIONALES. 62 La “Doctrina Guani” y la “querella de los Cancilleres”. 63


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