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¡Estás-despedida.pdf - Leo Todo

Date post: 04-Feb-2023
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Rachel FlynnIlustraciones de Rocío MartínTraducción de P. Rozarena

¡Estásdespedida!Rachel FlynnIlustraciones de Rocío MartínTraducción de P. Rozarena

¡Estásdespedida!

¡Estás despedida!

Primera edición en Perú: marzo de 2011Décima reimpresión: enero de 2019

Ilustraciones: Rocío Martín

Traducción del inglés: P. Rozarena

Dirección editorial: Elsa Aguiar

Título original: Sacked!

© Rachel Flinn, 2000

© Ediciones SM, 2002 (España)

© de esta edición: Ediciones SM S. A. C., 2011

Micaela Bastidas 195, San Isidro, Lima, Perú

Teléfono: (51 1) 614 8900

[email protected]

www.sm.com.pe

www.leotodo.com.pe

Impreso en el Perú / Printed in Peru

Impreso por

Gráfica Esbelia Quijano S. R. L.

Jr. Recuay 255, Urb. Chacra Colorada,

Breña, Lima, Perú

Tiraje: 500 ejemplares

ISBN: 978-612-4055-92-8

Registro de Proyecto Editorial: 31501311900049

Hecho el Depósito Legal

en la Biblioteca Nacional del Perú: 2019-00808

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro ni su

tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por

cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por

registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los

titulares del copyright.

Para Alistair, que me despidió

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1 A Edward se le acaba la buenavida

EDWARD Van Eek disfrutaba de unavida estupenda. Vivıa con su madre y supadre en una fabulosa mansion antigua,un poco decrepita, eso sı. Desde la ven-tana de su habitacion, en el primer piso,dominaba una vista de lo menos quincekilometros de extension. Podıa ver desdela casa de al lado, en la que vivıa lasenora Dodson, hasta los rascacielos dela ciudad. Algunas veces saludaba con lamano, porque quiza su padre estuvieramirando desde uno de ellos, aquel en don-de trabajaba. A Edward le encantaba quele llevasen y le trajesen del colegio en lafurgoneta familiar. Mientras el estaba en

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el colegio, arreglaban y limpiaban su dor-mitorio y, a su vuelta, su ropa aparecıamisteriosamente lavada, planchada, dobla-da y colocada ordenadamente en su sitio.Cuando volvıa a casa, siempre encon-traba una merienda deliciosa preparadaespecialmente para el: a veces algo de cho-colate, a veces algo de frutas, a veces algoque despedıa aromas exoticos. Luego, sumadre, mientras preparaba la cena, le ayu-daba con los deberes.A la hora de acostarse, ella siempre learropaba en la cama y le leıa un cuento.El ultimo se titulaba El soñador, y ya ibanpor esa parte en que Chii esta a punto deescaparse del malvado Drago.Sı, Edward Van Eek disfrutaba de unavida estupenda, y el proximo sabado ibaa ser todavıa mejor porque celebrarıa sucumpleanos. Su madre habıa organizadouna fiesta maravillosa, con un payaso, unacama elastica, carreras de sacos, premios

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para los ganadores y regalos para todos losinvitados. Habıa confeccionado la lista deinvitados, habıa enviado las invitacionesy ya habıan llegado muchas respuestasafirmativas. Solo faltaba decorar la casa ypreparar la merienda. Su madre se iba alevantar temprano el sabado para hacer latarta, pintar las lıneas blancas en el ces-ped para las carreras de sacos y colgar losadornos de los arboles. Mientras su madrehiciera estos preparativos, su padre se ocu-parıa del resto de los juegos y de los re-galos.Edward disfrutaba cada ano de la mejorfiesta de cumpleanos del barrio, y todo elmundo querıa ser invitado. Todos susamigos hablaban de la fiesta desde tresmeses antes. Edward tenıa un monton deamigos, sobre todo justo antes de su fiesta.Su amiga, Jane Smith-Jones, le recordoque ella era amiga suya durante todo elano y no solo unas pocas semanas antes

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de que llegase la famosa fiesta de cum-pleanos.Pero aunque Edward disfrutaba real-mente de una vida estupenda, justo aquellunes por la manana se sentıa un pocofastidiado. Para empezar, se habıa desper-tado con el pijama completamente retor-cido y el osito de peluche encima de lacara. Ası que se sentıa algo sofocado.Cuando empezo a vestirse, le irrito en-contrar un par de calcetines rojos en elcajon de los calcetines negros. Luego, a lahora del desayuno, echo distraıdamenteleche frıa sobre sus cereales porque su ma-dre habıa olvidado meter la jarrita en elmicroondas durante los dos minutos ydiez segundos de rigor. En el colegio, des-cubrio que tenıa una falta de ortografıaen sus deberes, y eso que su madre loshabıa revisado la noche anterior. Despues,durante el primer recreo, se dio cuenta deque su platano tenıa una fea mancha ne-

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gra en la cascara. Y a la hora del almuerzose produjo la gran catastrofe: la mayonesade su bocadillo de ensalada habıa prin-gado las dos magdalenas.—¿Que te pasa? –le pregunto Jane.—Mi madre –explico Edward– no estahaciendo su trabajo como es debido.—No sabıa que tu madre trabajara –co-mento Jane.—Trabaja siendo mi madre –explicoEdward.—¡Ah! –dijo Jane–. Bueno, a lo mejortiene ademas otro trabajo, ya sabes, enuna oficina o en una fabrica. Cuando mimadre encontro un trabajo, nosotros tu-vimos que cambiar muchas de nuestrascostumbres en casa: prepararnos los bo-cadillos del almuerzo, tomar comida debote a mediodıa, aprender a descongelarla cena, doblar nuestras camisetas, hacer-nos las camas... Un desastre.Edward se quedo helado. ¡Comida debote! ¡Horror, aquello no le gustaba nada!

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Esa noche se sento muy tieso a la mesa yestudio con ojo crıtico su cena. Habıaunas cosas verdes, planas y circulares enel lado izquierdo de su plato. Tuvo la sos-pecha de que habıan sido elaboradas enuna fabrica y envasadas en un bote en vezde ser preparadas por su madre.—¿Que es esto? –pegunto lleno de re-

celo.—Tortitas vegetales –contesto su ma-dre.—Estan buenısimas con salsa –dijo supadre.Entonces, Edward conto los esparragosque habıa en el otro lado del plato.—Yo solo querıa tres esparragos –dijo–;ya sabes que yo solo quiero tres y tu mehas puesto cuatro.—¿De veras? –se asombro su madre.Edward clavo el tenedor en el monton-cito de pure de patata que habıa junto alos esparragos.

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—Hay un grumo gris en mi pure –dijo.—Bueno –bromeo su madre–, no se lodigas a nadie, no vaya a ser que todo elmundo quiera otro igual.—¡Ya esta, quedas despedida! –dijo Ed-ward.—¿Sı? –dijo su madre.—Sı –confirmo Edward, y se cruzo de

brazos energicamente–. Te echo, te des-pido, ya no me sirves, ya no me hacesfalta.Edward vio que su madre sonreıa y mi-raba distraıdamente hacia el techo.—Muy bien –asintio ella.—Quiero decir... –empezo a hablar Ed-ward.—No, no, si me parece bien, si lo com-prendo –dijo su madre–, si tienes razon.Me he descuidado un poco ultimamente.Llevo su plato al fregadero, lo enjuagoy lo coloco cuidadosamente en el friega-platos.


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