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Evandro Agazzi, Scientific Objectivity and Its Contexts

Date post: 04-Apr-2023
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ISSN 0066-5215 REVISTA CUATRIMESTRAL DEL DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS / UNIVERSIDAD DE NAVARRA PAMPLONA / ESPAÑA VOLUMEN 48 / NÚMERO 1 / 2015 TOMÁS DE AQUINO Y LAS TRADICIONES ABRAHÁMICAS Luis Xavier López-Farjeat – Richard C. Taylor (Editores Asociados) ESTUDIOS / ARTICLES R. E. Houser The friar and the vizier on the range of the theoretical sciences 19-54 Rafael Ramón Guerrero Avempace en las obras de santo Tomás de Aquino 55-78 Francisco Romero Carrasquillo Intellectual elitism and the need for faith in Maimonides and Aquinas 79-102 Michael Chase Quod est primum in compositione, est ultimum in resolutione. Notes on analysis and synthesis in Late Antiquity 103-139 Thérèse-Anne Druart Moses and the magicians in Bonaventure, Peter Abelard, and al-Ghazâlî 141-158 BIBLIOGRAFÍA 159-206 TOMÁS DE AQUINO Y LAS TRADICIONES ABRAHÁMICAS Luis Xavier López-Farjeat – Richard C. Taylor (Editores Asociados) ESTUDIOS / ARTICLES R. E. Houser The friar and the vizier on the range of the theoretical sciences 19-54 Rafael Ramón Guerrero Avempace en las obras de santo Tomás de Aquino 55-78 Francisco Romero Carrasquillo Intellectual elitism and the need for faith in Maimonides and Aquinas 79-102 Michael Chase Quod est primum in compositione, est ultimum in resolutione. Notes on analysis and synthesis in Late Antiquity 103-139 Thérèse-Anne Druart Moses and the magicians in Bonaventure, Peter Abelard, and al-Ghazâlî 141-158 BIBLIOGRAFÍA 159-206
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REVISTA CUATRIMESTRAL FUNDADA EN 1968SERVICIO DE PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRAPAMPLONA / ESPAÑAISSN: 0066-5215

ISSN 0066-5215REVISTA CUATRIMESTRAL DEL DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍAFACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS / UNIVERSIDAD DE NAVARRAPAMPLONA / ESPAÑAVOLUMEN 48 / NÚMERO 1 / 2015

TOMÁS DE AQUINO Y LAS TRADICIONES ABRAHÁMICASLuis Xavier López-Farjeat – Richard C. Taylor (Editores Asociados)

ESTUDIOS / ARTICLES

R. E. HouserThe friar and the vizier on the range of the theoretical sciences 19-54

Rafael Ramón GuerreroAvempace en las obras de santo Tomás de Aquino 55-78

Francisco Romero CarrasquilloIntellectual elitism and the need for faith in Maimonides and Aquinas 79-102

Michael ChaseQuod est primum in compositione, est ultimum in resolutione. Notes on analysis and synthesis in Late Antiquity 103-139

Thérèse-Anne DruartMoses and the magicians in Bonaventure, Peter Abelard, and al-Ghazâlî 141-158

BIBLIOGRAFÍA 159-206

TOMÁS DE AQUINO Y LAS TRADICIONES ABRAHÁMICASLuis Xavier López-Farjeat – Richard C. Taylor (Editores Asociados)

ESTUDIOS / ARTICLES

R. E. HouserThe friar and the vizier on the range of the theoretical sciences 19-54

Rafael Ramón GuerreroAvempace en las obras de santo Tomás de Aquino 55-78

Francisco Romero CarrasquilloIntellectual elitism and the need for faith in Maimonides and Aquinas 79-102

Michael ChaseQuod est primum in compositione, est ultimum in resolutione. Notes on analysis and synthesis in Late Antiquity 103-139

Thérèse-Anne DruartMoses and the magicians in Bonaventure, Peter Abelard, and al-Ghazâlî 141-158

BIBLIOGRAFÍA 159-206

VOLUMEN 48 / NÚMERO 1 / 2015

Montserrat HerreroDIRECTORA / EDITOR

Cruz González AyestaMarta Alonso

• Philosophy Research Index (PRI)• PhilPapers• Repertoire Bibliographique de

la Philosophie-InternationalPhilosophical Bibliography(RBPH-IPB)

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SUBDIRECTORA / ASSISTANT EDITOR

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REVISTA CUATRIMESTRAL DEL DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍAFACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRAPAMPLONA / ESPAÑA / ISSN: 0066-5215

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VOLUMEN 48 / NÚMERO 1 / 2015

TOMÁS DE AQUINO Y LAS TRADICIONES ABRAHÁMICAS

Luis Xavier López-Farjeat – Richard C. Taylor (Editores Asociados)

Presentación 9-18

ESTUDIOS / ARTICLES

R. E. HouserThe friar and the vizier on the range of the theoretical sciences 19-54El fraile y el visir sobre el ámbito de las ciencias teoréticas

Rafael Ramón GuerreroAvempace en las obras de santo Tomás de Aquino 55-78Avempace in the works of Thomas Aquinas

Francisco Romero CarrasquilloIntellectual elitism and the need for faith in Maimonides and Aquinas 79-102Elitismo intelectual y la necesidad de la fe según Maimónides y Tomás de Aquino

Michael ChaseQuod est primum in compositione, est ultimum in resolutione. Notes on analysis and synthesis in Late Antiquity 103-139Quod est primum in compositione, est ultimum in resolutione. Notas acerca de las nociones de ‘análisis’ y ‘síntesis’ en la antigüedad tardía

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Thérèse-Anne DruartMoses and the magicians in Bonaventure, Peter Abelard, and al-Ghazâlî 141-158Moisés y los magos según Buenaventura, Pedro Abelardo y Algazel

BIBLIOGRAFÍA / BIBLIOGRAPHY

RESEÑAS / REVIEWS 161-206

Agazzi, E., Scientifi c Objectivity and Its Contexts (Juan José Sanguineti) 161-164

Anders, G., Acerca de la libertad. “Una interpretación del a posteriori” seguido de “Patología de la Libertad. Ensayo sobre la no-identifi cación” (Carlos Ortiz de Landázuri) 165-168

Anrubia, E., La herida y la súplica. Filosofía sobre el consuelo (Encarna Llamas) 168-170

Broome, J., Rationality through Reasoning (Miranda del Corral) 171-174

Burge, T., Cognition Through Understanding. Self-Knowledge, Interlocution, Reasoning, Refl ection. Philosophical Essays (Carlos Ortiz de Landázuri) 174-178

De Santis, C., Coscienza e Soggetto. B. Lonergan e l’ermeneutica dell’interiorità (Francisco Sánchez Leyva) 178-181

Derrida, J., Heidegger: la question de l’Être et l’Histoire. Cours de l’ENS-Ulm 1964-1965 (Hernán Javier Candiloro) 182-185

Galán, I., El romanticismo y sus mutaciones actuales (Martha Sánchez Campos) 185-188

González, A. M., Sociedad civil y normatividad (Margarita Mauri) 188-190

Hadjadj, F., ¿Cómo hablar de Dios hoy? Anti-manual de evangelización (Enrique Moros) 190-192

Henry, M., La fenomenología radical, la cuestión de Dios y el problema del mal (Miguel Martí) 192-194

Kervégan, J.-F., ¿Qué hacemos con Carl Schmitt? (Montserrat Herrero) 194-197

7

Moya Cañas, P., El conocimiento: nuestro acceso al mundo. Cinco estudios sobre fi losofía del conocimiento (María del Rosario Newman L.) 197-200

Oderberg, D. S. (ed.), Classifying Reality (Carlos Ortiz de Landázuri) 200-203

Sellés, J. F., Los tres agentes del cambio en la sociedad civil. Familia, universidad y empresa (Melissa Llauce Ontaneda) 203-206

NOVEDADES BIBLIOGRÁFICAS / BOOKS RECEIVED 207-216

NORMAS PARA AUTORES / INSTRUCTIONS FOR AUTHORS 217-219

BIBLIOGRAFÍA

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reseñasreviews

AGAZZI, EVANDRO

Scientifi c Objectivity and Its Contexts, Springer, London, 2014, 482 pp.

Elaborado a lo largo de muchos años, este volumen desarrolla con gran amplitud el núcleo fundamental de la fi losofía de la ciencia de Agazzi, es decir, su teoría sobre la objetividad científi ca, heredera de lo que clásicamente eran los objetos formales del saber cientí-fi co. La temática se restringe a las ciencias empíricas y se plantea con una orientación realista, según la cual las proposiciones cien-tífi cas pueden decirse verdaderas, entendiendo la verdad como la correspondencia de lo que se dice con las cosas reales (aunque Aga-zzi prefi ere la expresión “estados de cosas”, “hechos” y, sobre todo, “referentes”).

No haré en esta reseña un resumen lineal del libro, sino que más bien presentaré lo que estimo son las tesis principales del autor, que van apareciendo una y otra vez en los diversos capítulos al hilo de los temas tocados: la objetividad científi ca y sus contextos, su base ontológica, el realismo y la verdad en las ciencias y la relación con la metafísica.

La objetividad científi ca en el sentido moderno surge, según Agazzi, con la ciencia moderna galileana, que no busca ya penetrar de lleno en la esencia de las substancias naturales, sino que se aboca a las cosas corpóreas en tanto que son vistas a la luz de una serie de propiedades predeterminadas. Si bien este planteamiento comenzó en los albores de la época moderna, se tomó plena conciencia del mismo sólo con la refl exión epistemológica acerca de la física del

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siglo XX. Esta refl exión abandonó cierta visión “metafísica mecá-nica” con la que era interpretada anteriormente la mecánica clásica y que suponía una confusión entre ciencia y fi losofía. Para no caer en una visión fenomenista —no realista— de la ciencia, para Agazzi es importante evitar lo que llama el “dualismo epistemológico”, según el cual conoceríamos de las cosas sólo sus representaciones —para nosotros—, mientras que las “cosas en sí mismas” quedarían fuera de nuestra comprensión. Así sucede en el kantismo y, en general, en el representacionismo moderno. La objetivación científi ca, por el contrario, señala aspectos reales de las cosas según cierto punto de vista, aspectos que son independientes del sujeto cognoscente.

El objeto de una ciencia natural, según Agazzi, resulta de una serie de atributos de las cosas que son escogidos como un dominio objetual al que cada disciplina científi ca se atiene como tal. Esos atributos o propiedades se describen mediante una serie de propo-siciones a las que puede asignárseles un valor de verdad de modo directo o indirecto, últimamente según una conexión con criterios protocolares o de base, que tienen que ver con los datos empíricos aceptados por la ciencia en cuestión (cfr. p. 89). Los protocolos es-tablecen lo que se asume como objeto básico —ciertas propiedades “observables”— en cuanto es directamente comprobable, para que así permita que se le refi eran proposiciones verdaderas (como al decir “este objeto pesa 8 kg”).

La comprobabilidad (testability) no se establece según simples percepciones sensibles, sino en base a instrumentos de observación públicos —intersubjetivos— que detectan las propiedades básicas gracias a la implementación de ciertas operaciones concretas en los objetos estudiados (poder “hacer algo” con ellos, por ejemplo, me-dirlos, aunque sea indirectamente) (cfr. p. 91). Las operaciones per-miten que los objetos, puestos en conexión lógica con ellas, no sólo tengan un sentido, sino una referencia real, es decir, que indiquen una relación cognitiva con algo existente extramentalmente.

La referencia es, según Agazzi, la clave para que una propo-sición científi ca pueda decirse verdadera en un sentido realista. El objeto científi co es abstracto —es una elaboración intelectual, con frecuencia de tipo matemático—, pero tiene una referencia empírica

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que garantiza su carácter real en el mundo físico. No tiene por qué ser directamente observable y en la física contemporánea —no así en la física clásica— no es observable, aun siendo real —por ejemplo, un electrón, un quark—, pero sí mantiene una relación con lo ob-servable, que genera la referencia, pues de lo contrario tendríamos solamente una estructura matemática (cfr. pp. 109-112). Una ciencia puede también contener objetos sólo intencionales, sin una referen-cia al mundo físico, como eran los entes de razón de la escolástica, pero entonces no cabe hablar de verdad realista o extramental res-pecto a tales objetos y a lo que se pueda decir de ellos.

Cada ciencia está abocada a un determinado dominio de obje-tos. Estos son reales en tanto que admiten la relación de la referen-cialidad (cfr. pp. 171-182; 402). Los objetos pueden mantener cierta identidad referencial a pesar de los cambios semánticos que indican cómo los vamos conociendo, incluso en diversos contextos teóricos (cfr. p. 403). De lo contrario sería imposible hacer comparaciones entre varias teorías, pues cada una hablaría de cosas completamente diferentes (cfr. p. 131). Precisamente por este motivo Agazzi admite que el conocimiento científi co pueda progresar en el conocimiento de la realidad con sus diferentes teorías (cfr. pp. 381-383). Pero la verdad no pertenece tanto a la teoría, que más bien es “adecuada” o no, al modo de un mapa (cfr. pp. 256-257), sino que se asigna a las proposiciones dentro de una teoría dada, así como un mapa permite obtener una información verdadera de una región o ciudad. Las pro-posiciones científi cas admiten la bipolaridad de verdad o falsedad, pero son siempre relativas, en cada disciplina, al dominio objetual de cada ciencia.

Es importante para Agazzi la confi guración objetual que se hace de las cosas con la elaboración de modelos (cfr. pp. 338-342). Las teorías mueren cuando llega un momento en que la fuerza hermenéutica de sus modelos —su interpretación de aspectos de la realidad— se revela inefi caz, pues hay modelos mejores (cfr. pp. 342-344). Los modelos, así como las teorías (cfr. pp. 256-257), su-ponen cierta captación “gestáltica” de la realidad que puede cambiar con el tiempo (en este punto Agazzi se refi ere a trabajos de C. Dil-worth; cfr. pp. 336-342). El marco teórico copernicano-galileano,

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por ejemplo, es más adecuado que el tolemaico para hablar de los movimientos celestes (cfr. p. 404). Ambos modelos no son com-plementarios, mientras que en cambio los modelos corpuscular y ondulatorio de la luz sí lo son, y entonces podemos decir que sus referentes expresan aspectos diversos de la realidad (cfr. p. 405).

La objetivación científi ca pone el problema de la distinción entre los objetos y las “cosas” (o “entidades”). Agazzi no entra en esta temática de manera ontológica, sino que sostiene una noción funcional de “cosa” como algo identifi cable y que puede ser objeto de referencia con independencia de las teorías científi cas, dentro de la comunidad de personas que hablan de ellas (cfr. pp. 168-171). Es decir, “cosas” serían las entidades relativamente autónomas recono-cidas socialmente en el lenguaje ordinario, aunque tales “cosas” a veces pueden provenir del lenguaje científi co.

El libro de Agazzi contiene muchas otras cuestiones sobre la epistemología de las ciencias naturales. En esta reseña me he cen-trado muy sucintamente en el tema de la verdad y la referencialidad con relación al objeto científi co, pues son estos los puntos más origi-nales y específi cos, a mi modo de ver, que pueden apreciarse en este volumen. Sería interesante poder desarrollar una visión fi losófi ca de cómo se puede pasar de la concepción objetual de las ciencias a una fi losofía de la naturaleza, de la vida y del hombre que vaya más allá de las ciencias, recogiendo al mismo tiempo los contenidos científi -cos que puedan estimarse más relevantes para la fi losofía.

Este libro no es sólo la obra fundamental de Agazzi, sino que además es un estudio de primer orden en el campo de la fi losofía de la ciencia, que podrá ser muy útil a profesores y estudiantes por la amplitud de su temática y por la seriedad y el rigor con que está expuesta.

Juan José Sanguineti. Pontifi cia Universidad de la Santa Cruz – [email protected]

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ANDERS, GÜNTHER

Acerca de la libertad. “Una interpretación del a posteriori” seguido de “Pa-tología de la Libertad. Ensayo sobre la no-identifi cación”, Traducción de V. Modafferi y M. C. Maomed Parraguez, Pre-textos, Valencia, 2014, 121 pp.

Virginia Modafferi y María Carolina Maomed han llevado a cabo la traducción de Acerca de la libertad de Günther Anders (1902-1992), aunque su nombre de pila verdadero fuera Günther Stern. La di-fi cultad de la traducción estriba en que se trata de un texto de su época juvenil que fue rescrito durante su exilio en Francia, y que después salió publicado en francés en la prestigiosa revista Recherches Philosophiques, “Une interprétation de l’a posteriori”, (1934- 1935), y “Pathologie de la liberté. Essai sur la non-identifi cation”, (1936-1937). Con la circunstancia de que el original en alemán se habría perdido y su autor lo habría intentado recuperar con esta versión en francés. Se trata en cualquier caso de una obra importante de un periodo inicial en el que Anders se encuentra muy infl uido por sus profeso-res universitarios y estaría obsesionado con abordar los temas desde planteamientos sistemáticos sobre los que posteriormente ya no vol-verá, aunque habrían sido determinantes de su posterior trayectoria intelectual. En este sentido la obra traducida es un fi el refl ejo de los numerosos textos no editados de Anders que confi guran al Nachlass u obra póstuma no publicada, que se encuentra en los archivos de Viena, y que en su mayor parte todavía está por estudiar.

Precisamente en 1930 Anders expondría esta conferencia acerca de la extrañeza del hombre respecto del mundo (“Die Weltfre-mdheit des Menchen”) bajo el título de Libertad y experiencia (“Freiheit und Erfahrung”), en la Kant-Gesellschaft de Hamburgo y Frankfurt. Entre los presentes se encontraba la fl or y nata de la denominada teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, como T. W. Adorno, M. Horkheimer, K. Manmheim, K. Riezler, P. Tillich, M. Werthei-mer, D. Sternberger y, ante la que fuera su primera esposa, la fi ló-sofa Hannah Arendt. Con el término extrañeza (Fremdheit) Anders estaría haciendo una referencia muy directa al concepto marxista de alienación, autoextrañeza o autoenajenación (Selbstentfremdung), tratando de encontrarle una fundamentación antropológica más sis-

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temática. Pero a su vez también estaría haciendo una clara referen-cia a las tesis relativas a la actitud natural de apertura respecto del mundo de la vida en Husserl, con quien habría hecho la tesis docto-ral; o del concepto de hombre como ser-ahí abierto al mundo (In-der-Welt-sein) de Heidegger, bajo cuyo infl ujo o “spell” demoniaco posiblemente se encontraba. Pero igualmente también se estaría re-fi riendo a Max Scheler, con quien también, según se afi rma, habría trabajado como profesor ayudante, relativas a la apertura al mundo (Weltoffenheit) y al lugar o puesto central que en su caso se otorga al hombre en el mundo; o a la simple posición excéntrica (exzentris-che Positionalität) que le asigna Plesner. Además, las tesis defendidas en aquella conferencia también acabarían siendo el desencadenante inicial de algunas de las tesis de Sartre en El ser y la nada relativas al vacío nihilista interior y al carácter de arrojado al mundo que el existencialismo francés acabará atribuyendo al hombre.

Se trata en cualquier caso de la época dorada de la antropología fi losófi ca que Kant habría iniciado introduciendo un giro metafísico de primer orden, a saber: no se trata tanto de analizar la esencia hu-mana, como un ser racional y libre que está por encima del resto de los seres naturales, como de plantear un problema previo, a saber: determinar lo que la naturaleza aporta al ser humano a un nivel estrictamente metafísico a la hora de establecer unas relaciones de mutua dependencia e interacción con el mundo, a pesar de que Kant tampoco lo hizo por haber estado excesivamente infl uido por las exigencias empiristas de la época. Sólo en los inicios del siglo XX habría sido cuando proliferaron diversos proyectos programáticos antropológicos con un alcance verdaderamente metafísico; es decir, un punto de vista que resalta la capacidad del ser humano de en-frentarse a la totalidad de la naturaleza de un modo absolutamente distinto a como lo hacen los animales y al del resto de los seres, para poner de manifi esto así una singularidad ontológica que sólo el hombre presenta. Se advierte así como la singularidad del peculiar modo ontológico de relacionarse el hombre con el mundo, reside en su capacidad de distanciarse y a la vez de separarse del mundo, como si no fuera parte del mismo, sin que tampoco haya una sola posible respuesta a este respecto.

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De todos modos Anders habría dado a este respecto un paso más, como ahora muestran con gran brillantez en la Introducción, María C. Maomed y César de Vicente: en su opinión, para que sean posibles estas distintas formas de situarse frente al mundo es nece-sario que previamente el hombre se conciba como un ser sin mundo o fuera del mundo; es decir, que el mismo advierta que dispone de una libertad fundamental o simplemente negativa para rechazar una determinada confi guración del mundo que pretenda imponérsele de un modo necesariamente “a priori”, como ocurre en los animales. En efecto, dada su capacidad técnica que tiene para dotarse de un mundo según las preferencias positivas que en cada caso puede asu-mir de un modo racional y libre, esta relación entre el hombre y la naturaleza ya no es “a priori”, sino más bien “a posteriori”; es decir, según formalidades que a su vez dependen de las actuaciones que el hombre pretenda proyectar de un modo efectivo a este respecto.

En este sentido ahora en la Introducción se destaca el papel cen-tral que en el planteamiento antropológico sistemático de Anders habría desempeñado la concepción negativa de extrañeza (Fremheit), en cuanto que el hombre concibe al mundo como algo ajeno frente al que puede mostrar un claro negativismo inconformista; es decir, en vez de concebirse como un elemento más integrado, alienado o autoenajenado en un mundo ya dado, dis-puesto, según la teoría del armazón del último Heidegger, también cabe una segunda posibi-lidad, a saber: asignar al hombre una libertad negativa fundamental para rechazar la forma como el mundo en cada caso se le presenta a través de la ciencia y la técnica, aunque sin poder ya eludir la responsabilidad que contrae a este respecto. Sólo así Anders habría podido establecer una clara contraposición entre dos posturas clara-mente enfrentadas a la hora de concebir el hombre en relación con la naturaleza, a saber:

a) Por un lado, el apriorismo dogmático de los que fomentan de un modo irresponsable un ilimitado optimismo positivista, demos-trando a este respecto una ceguera previsora aún mayor de la que en ocasiones demuestran los animales, sin advertir que los desequi-librios ecológicos con frecuencia vienen producidos por los propios hallazgos de la ciencia y de la técnica.

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b) Y, por otro lado, el reconocimiento responsable “a posteriori” de determinados efectos secundarios no deseados que, como ahora ocu-rre en Anders, permite fomentar ante las máquinas y los demás pro-ductos técnicos un negativismo inconformista aún más radicalizado.

En este sentido ahora en la Introducción se nos muestra cómo Anders nunca abandonó a lo largo de su posterior trayectoria inte-lectual esta inicial antropología negativa de sus primeros proyectos sistemáticos de largo alcance, aunque después nunca más volviera a refl exionar sobre estas iniciales propuestas de juventud.

Carlos Ortiz de Landázuri. Universidad de [email protected]

ANRUBIA, ENRIQUE

La herida y la súplica. Filosofía sobre el consuelo, Thémata, Sevilla, 2013, 139 pp.

No es frecuente encontrar libros de Filosofía tan interesantes, en el sentido más literal de la palabra: libros que, como es el caso de este, involucren al lector, le interpelen y remuevan sus entrañas hasta lo más íntimo. No es éste un libro de Filosofía al uso, en el que brillen la sistematicidad, la claridad y la distinción. No porque ca-rezca de ellas, aunque podría ser más sistemático y más claro, sino porque sirven en lo oculto al propósito de la obra, mientras que varias analogías de gran riqueza y diversos ejes discursivos se entre-cruzan para formar un hermoso tejido, lleno de matices y texturas, de contrastes y expresividad, que llama al lector y le invita a partici-par en la refl exión. Lejos de ser una obra meramente expositiva, el texto cuestiona nuestras ideas previas, nos obliga a replantearnos las bases pacífi camente asumidas y casi podríamos decir que nos fuerza a participar en un viaje de exploración del territorio, de nuestro propio territorio. ¿Se le puede pedir algo más a un buen libro de Antropología?

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El autor centra el libro en la refl exión sobre la posibilidad del consuelo. Anrubia cuenta en su haber con varias publicaciones sobre el dolor, la enfermedad y la muerte consideradas desde un punto de vista antropológico. Esta obra es casi una continuación natural de esa refl exión: como expone el autor en su introducción, si el dolor es un hecho inesquivable, presente en la vida de los hombres de múltiples maneras, entonces la pregunta por la posibilidad del con-suelo es no sólo legítima, sino muy relevante. Las posibles formas de consolación conforman el eje central del libro, que podríamos dividir en dos grandes partes: una primera, que podríamos llamar la vía estética, en la que el autor explora la posibilidad de encontrar el consuelo a través de las artes (capítulos 2 al 4); y otra segunda (capítulos 5 al 9) en la que se recorren la vía antropológica y, me atrevería a decir, metafísica.

En ambas partes se alternan dos ejes discursivos, si no tres. Si-guiendo con la metáfora del tejido, el hilo conductor de la obra, base de la trama, es la discusión sobre el consuelo. Si consolar a alguien es posible, cómo es posible o en qué condiciones sería posible son las preguntas que llevan al autor a una refl exión sobre qué es el con-suelo mismo, sobre qué signifi ca ser consolado. Este hilo conductor se entrevera con una refl exión subyacente sobre el dolor humano, refl exión que afl ora a lo largo de toda la obra como contrapunto a la discusión sobre el consuelo. Y aún podríamos distinguir un tercer hilo, más sutil pero no por eso menos relevante para el resultado fi nal. El autor no oculta que esta refl exión sobre dolor y consuelo bebe de sus intereses personales y tiene por ello un carácter profun-damente vital.

La refl exión sobre el consuelo en la primera parte del libro es muy elaborada. El autor recorre la forma en que se expresa el dolor en la pintura, la música e incluso la arquitectura analizando obras concretas bien conocidas. El arte, afi rma el autor, es una “condensa-ción de la vida”, “experiencia o vida concentrada” (p.27). Las obras de arte son la plasmación material de una interpretación en la que vivimos y, por eso mismo, son articulaciones de sentido, expresiones de signifi cado, que signifi can al realizarse y al contemplarse. El autor explica cómo buena parte del dolor procede precisamente de la falta

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de sentido, total o parcial, que se da en las situaciones de dolor, en la muerte de un ser querido o la enfermedad de una niña. El arte aparece a la vez como articulación del sinsentido y como intento de dotar de sentido: como expresión del horror ante el dolor, tanto en el grito como en el silencio; y como revelación, como “reposición del mundo” (p.36). En cualquier caso, parece que el autor se inclina fi nalmente por la insufi ciencia de la vía estética, incapaz de dotar de sentido por sí misma.

Después de un breve capítulo de transición, en el que el autor apunta al fracaso del arte en su intento de consolar, la segunda parte del libro se centra en la posibilidad del consuelo en la redención del dolor por el amor. No es nuevo el tema y, sin embargo, estos capítulos no carecen de originalidad en el planteamiento y en la ar-gumentación. El autor plantea que, del mismo modo que existir para el ser humano es “ser hecho”, consolar se dice en pasiva: consolar es “ser consolado” con diversas variantes: recibir la ternura, ser aca-riciado, ser visto, ser acompañado, ser recordado son formas de ser consolado por quienes nos aman. Porque, si el dolor es la distancia que tiende sin éxito a la unión, todas esas formas de presencia, de unión con el otro, en una u otra medida, son consuelo.

No es fácil hacer justicia a un libro de este estilo con una des-cripción necesariamente breve. Como decía antes, este libro destaca por su riqueza argumentativa, lo que hace que se disfrute su lectura. A lo largo de estas páginas, el autor incluye referencias al mundo de la pintura, la escultura, la arquitectura, la música e incluso el cine; pero también a la mitología y a los mejores de los clásicos griegos y latinos, sin descuidar los análisis más contemporáneos de los temas tratados. La riqueza de la argumentación hace que la lectura sea deliciosa, aunque no sencilla. Es un libro barroco en el mejor de los sentidos: frondoso, poblado de signifi caciones, de escorzos y claros-curos que alumbran las tesis para el lector. Una lectura profunda-mente fi losófi ca y muy enriquecedora.

Encarna Llamas. Universidad Cardenal Herrera [email protected]

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BROOME, JOHN

Rationality through Reasoning, Wiley-Blackwell, Malden, 2013, 308 pp.

En Rationality through Reasoning, John Broome continúa la línea de investigación que comenzó en su artículo Normative Requirements (“Ratio” 12/4 (1999) 398-419), desencadenante de un fructífero de-bate acerca de la naturaleza normativa de la racionalidad. La obra parte de la siguiente observación: los agentes tienen una disposición a cumplir con los requisitos normativos de la racionalidad, ya sea mediante procesos automáticos, o de manera activa. El objetivo de este libro es elucidar el proceso activo que media entre las actitudes gobernadas por los requisitos de la racionalidad.

El libro está dividido en 16 capítulos, siendo el primero de ellos una introducción a la obra. Los capítulos 2 (“Ought”) y 3 (“Objec-tive, subjective and prospective oughts”) analizan el concepto de deber. La fi nalidad no es ofrecer un signifi cado nuevo del concepto de “deber”, sino analizar los usos tanto cotidianos como fi losófi cos del término, con el fi n de elegir cuál de estos conceptos es el más apropiado para referirnos al deber que impone la racionalidad a tra-vés de sus requisitos. Los requisitos de la racionalidad, argumenta Broome, expresan deber en sentido normativo, personal y auto-ads-crito, no restringido, y prospectivo.

En el capítulo 4 (“Reasons”), se defi ne el concepto de razón mediante los conceptos de “deber” y de “explicación”. Se propone, además, una distinción (no exhaustiva) entre razones pro toto y ra-zones pro tanto. Una razón pro toto es un hecho que hace que sea el caso que un agente deba realizar una acción determinada. Una razón pro tanto es un hecho que cumple una función en una explicación ponderada (es decir, que evalúa las distintas razones que hay) de por qué el agente debe realizar una acción.

Los dos siguientes evalúan dos teorías acerca de la relación entre racionalidad y razones. El capítulo 5 (“Responding to Rea-sons”) examina varias versiones de la tesis que denomina Implica-ción: “necesariamente, si un agente es racional, responde adecua-damente a las razones” (p. 72). La principal objeción a esta tesis es que el agente podría no saber que tiene una razón, y quedar exento

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del cumplimiento de este requisito de la racionalidad. Así, Broome rechaza que la racionalidad requiera responder a las razones, y examina, en el capítulo 6 (“Responding to Reason-Beliefs”), la tesis de que la racionalidad consiste en responder adecuadamente a las creencias acerca de las razones. Critica las versiones de esta tesis defendidas por Scanlon y Parfi t; Broome acepta que la racionalidad implica que respondamos adecuadamente a las razones que cree-mos que hay, pero niega que la relación de implicación sea además de equivalencia.

Los cuatro capítulos siguientes versan sobre los requisitos de la racionalidad. El capítulo 7 (“Requirements”) analiza la forma lógica de estos requisitos. Broome argumenta que los requisitos son locales, y que se desvían de la lógica deóntica estándar. En el capí-tulo 8 (“Conditional Requirements”) analiza dos vías para interpre-tar los requisitos, dependiendo de si la obligatoriedad recae sobre la implicación, o sólo sobre el consecuente. Esta cuestión ha sido la más debatida de las propuestas de Broome; este capítulo incorpora a la exposición de su teoría la defensa de ésta frente a varias críticas sucesivas. El objetivo del capítulo 9 (“Synchronic Requirements”) es formular cuatro de los requisitos sincrónicos de la racionalidad. El primer tipo de requisitos es de coherencia: la racionalidad re-quiere que no tengamos ni creencias ni intenciones contradictorias. En segundo lugar, la racionalidad requiere que creamos en las con-secuencias lógicas (en particular, las derivadas por modus ponens) de nuestras creencias, siempre que queramos saber estas consecuen-cias. Tercero, el requisito instrumental prescribe tener la intención de realizar los medios si se tiene la intención de alcanzar el fi n. Por último, el requisito enkrático prohíbe la akrasía: prescribe que el agente tenga la intención de hacer aquello que cree que debe hacer, si cree que depende de él. La racionalidad también tiene una dimensión temporal, de la que Broome se ocupa en el capítulo 10 (“Diachronic Requirements”). Argumenta que existen dos tipos de requisitos diacrónicos: los requisitos de persistencia (que estipulan que las intenciones no se deben abandonar injustifi cadamente) y las prohibiciones de base (que restringen las actitudes que pode-mos basar en otras). El capítulo 11 (“Rationality and Normativity”)

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aborda la cuestión de la normatividad de la racionalidad. Broome argumenta, aunque no de manera concluyente, a favor de la tesis de que los requisitos racionales son razones pro tanto.

Los últimos cinco capítulos de este libro están dedicados al ra-zonamiento, y a su relación con la racionalidad. El capítulo 12 (“Hig-her-Order Reasoning”) rechaza que las creencias de orden superior acerca de los propios requisitos racionales formen parte del proceso de razonamiento. El capítulo 13 (“First-Orden Reasoning”) presenta una teoría del razonamiento de primer orden, activo y explícito. Broome examina las condiciones necesarias y sufi cientes para que un proceso causal entre estados mentales cuente como razonamiento: poseer una creencia vinculante de primer orden (por ejemplo, que la conclusión se sigue de las premisas), y seguir activamente una regla de razonamiento. El estándar de corrección de estas reglas viene dado por los permisos de base de la racionalidad, los cuales establecen qué actitudes pueden basarse en otras. Si bien el capítulo 13 se centra en el razonamiento teórico, el capítulo 14 (“Practical Reasoning”) aplica el mismo marco conceptual para explicar el proceso de razo-namiento práctico, que concluye en la formación de una intención. Ahora bien, si lo característico del razonamiento práctico es que con-cluye en una intención, es necesario incluir la actitud que contiene la proposición en el propio proceso de razonamiento, o no podríamos distinguir el razonamiento práctico del teórico. Por tanto, las reglas del razonamiento operan no sólo sobre los contenidos, sino sobre un par actitud-contenido, que denomina contenido marcado. Para expresar lingüísticamente un contenido marcado (ya que el razonamiento es explícito), empleamos marcadores de actitud. El capítulo 15 (“Explicit Reasoning”) analiza los marcadores de actitud presentes en la lengua inglesa, tales como los modos gramaticales, los marcadores adverbia-les, y los marcadores descriptivos.

El último capítulo del libro (“Enkratic Reasoning”) responde la pregunta que motiva la obra: ¿Cómo funciona la disposición enkrá-tica? El razonamiento enkrático, afi rma Broome, tiene como premisa una creencia normativa, y concluye en una intención. Dado que el razonamiento es un proceso activo, concluye Broome, nos motivamos a nosotros mismos a hacer lo que creemos que debemos hacer.

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Rationality through Reasoning contribuye de manera novedosa al debate acerca de la naturaleza de la racionalidad, y recoge gran parte de las respuestas que generó su artículo de 1999. A pesar de la varie-dad de la temática, el hilo argumental del libro no deja cabos sueltos, ni se enreda en discusiones superfl uas. Por ello, esta obra resulta de interés para todos los interesados en la fi losofía de la acción, y en la racionalidad en general, pues alterna refl exiones conceptuales de gran precisión con ejemplos y explicaciones que pretenden llegar a un público más amplio.

Miranda del Corral. CONICET – Universidad de Buenos Airesmiranda.delcorral@fi lo.uba.ar

BURGE, TYLER

Cognition Through Understanding. Self-Knowledge, Interlocution, Reason-ing, Refl ection. Philosophical Essays. Vol 3, Oxford University Press, Oxford, 2013, 635 pp.

Tylor Burge (1946) es un conocido analítico racionalista especialista en Frege que con anterioridad ya ha publicado otros dos volúmenes de sus Philosophical Essays, a saber: Truth, Thought, Reason: Essays on Frege (2005) y Foundations of Mind (2007), y la monografía Origins of Objectivity (2010). Allí ha defendido el llamado externalismo y anti-individualismo de la fi losofía de la mente, al modo de Frege, respecto de la necesidad de un mundo entorno contextual y de un nivel de control consciente compartido respecto de otras mentes. Por su parte Conocimiento a través de la comprensión, pretende justifi car la autoinmunidad de la razón respecto de una posible corrección com-partida de sus posibles errores. Esta propuesta habría sido resultado de un doble proceso que habría tenido lugar a lo largo de la fi losofía del siglo XX, a saber:

a) La permanente vigencia del racionalismo epistémico, al menos en el ámbito de la lógica y de las matemáticas, especialmente después

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de Frege, Russell y el primer Wittgenstein, en contra de las pro-puestas revisionistas de Popper, Quine, Davidson, Kripke, Putnam, Peacocke, Shoemaker, o antes Ramsey.

b) La reformulación racionalista autocrítica de las propuestas leib-nizianas, fregeanas o wittgenstenianas, siempre que reúnan dos ras-gos fundamentales: 1) reconocer el papel lógico que siguen desem-peñado el autoconocimiento, el razonamiento y la autorrefl exión en todo proceso encaminado a lograr una efectiva autoinmunización de determinadas verdades de razón frente a todo posible oponente; 2) rechazar, sin embargo, la pretensión psicologista leibniziana, pero también wittgensteniana, de haber alcanzado una psicología del des-cubrimiento que correlaciona cada concepto con cada una de las re-presentaciones perceptivas que pueden tener lugar en la experiencia, cuando en ambos casos se recurre a procedimientos de convali-dación, lógica o psicológica, totalmente distintos. En este contexto Burge distingue al menos tres tipos de racionalismo:

a) El racionalismo exclusivamente semiótico del positivismo lógico de Russell y del Tractatus del primer Wittgenstein, dirigido al análi-sis exclusivo de las palabras, pero sin hacer ninguna referencia epis-temológica a los respectivos conceptos, por haber malinterpretado las propuestas de Frege, o antes Leibniz;

b) El racionalismo semióticamente refl exivo, pero psicológicamente inconsciente, de los seguidores antes mencionados del segundo Witt-genstein. Defendieron una psicología del descubrimiento en donde se fomenta una elaboración meramente inconsciente de este tipo de conceptos abstractos, sin especifi car el tipo de razonamiento que en cada caso permite justifi car un posible tránsito desde lo particular a lo más general. Al menos así sucedió en Quine y Davidson por con-fundir los procesos lógicos con los semióticos, la justifi cación de los conceptos y del lenguaje; en Shoemaker, Parfi t o Kobes, por atribuir a la memoria un carácter “per se” en la formación de los conceptos, cuando a lo máximo es meramente “per accidens”; en Peacocke por pretender la “total formación” de los conceptos con anterioridad al uso del lenguaje, cuando siempre deben estar abiertos a una perma-nente revisión crítica; en Kripke por confundir el uso argumentativo racional de los conceptos con el uso compartido del habla humana;

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en Putnam cuando confundió los juegos del lenguaje con el carácter axiomático de los primeros principios de la lógica.

c) La vuelta a un racionalismo epistémico de tipo refl exivo al modo propuesto por Frege, y ahora también por Burge, siempre que se aporte una prueba del posible sentido compartido otorgado a cada concepto, si se pretende que tenga un poder persuasivo o comunica-tivo verdaderamente convincente, sin otorgarle un valor meramente psicológico.

En cualquier caso Burge ahora considera posible seguir ad-mitiendo la pretendida autoinmunidad de la razón siempre que se respeten cuatro requisitos, a saber: a) la elaboración responsable de los conceptos, empezando por los más básicos; b) el análisis refl exivo pormenorizado de sus estados mentales particulares simi-lar al que pudiera llevar a cabo una computadora; c) garantizar el pleno sentido funcional autocrítico y a la vez argumental que, al menos según Frege, les corresponde a los conceptos; d) garantizar una refl exión acerca de la viabilidad de los respectivos procesos de formación. Analizó estos requisitos a través de un conjunto de veinticuatro artículos publicados entre 1988 y 2012, ahora agru-pados en cuatro partes.

Parte I. Autoconocimiento. Se requiere para poder garantizar una efectiva autoinmunidad de los posibles errores de la memoria casuís-tica, del distanciamiento lógico-histórico, de la autoridad moral o de la propia capacidad de autocomprensión frente a todo posible oponente. Especialmente cuando se esgrimen como título legítimo (“Entitlement”) de un conjunto de normas constitutivas previas que, frente a Kobes, ya no tienen un origen psicológico individualista, sino largas cadenas lógicas de argumentaciones, al modo propuesto por Boghossian, Gareth Evans, J. McDowell, Peacocke, Crispin Wright, Barry C. Smith o Cinthya Macdonald.

Parte II: Interlocución. El comportamiento lógicamente respon-sable de todo agente racional a la hora de pretender justifi car la au-toinmunidad de una argumentación frente a otras posibles mentes in-terlocutoras. Al menos así habría sido enfatizado por Leibniz, Kant o Frege, pero también por Mill, Russell, Quine, Davidson o Strawson, aunque cada uno lo hiciera en sentidos muy diferentes. El agente

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racional debe admitir la existencia de otras mentes en virtud de cri-terios estrictamente racionales, sin necesidad de remitirse a razones de tipo semiótico, si verdaderamente quiere ser consecuente con aquello que hace.

Parte III: El razonamiento y la individualidad de las personas. El uso de los conceptos exige el recurso a un lenguaje en primera per-sona, si no se quiere derivar hacia una interpretación meramente anónima de este tipo de procesos, como sucede en Peacocke, o Kobes, o incluso una posible “muerte del sujeto”, como pretende Shoemaker. Se defi ende así un modesto dualismo o desdoblamiento de la mente humana donde las otras mentes de los respectivos interloc-utores, se conciben al modo de un condicionamiento “a priori” que, al igual que anteriormente habría ocurrido en Descartes, Leibniz o Kant, se puede hacer compatible con un proceso de computación algorítmica, al modo como ocurre en las máquinas cibernéticas, sin que ello suponga un atentado contra la creatividad de las matemáti-cas, ni contra la individualidad de las personas.

Parte IV: Refl exión. Sólo se puede garantizar la efectiva super-vivencia del sentido y un pleno sentido funcional de los conceptos a través del pensamiento de los demás interlocutores si se admite el consi-guiente proceso de refl exión, a pesar de tener que pagar el peaje de las posibles manipulaciones interesadas de que en cada caso puede ser objeto, al modo ya señalado por Frege. Se contrapone así el uso preferentemente semántico que Kripke, Putnam, Parfi t, Benajan, Peacocke o Shoemaker, hacen del sentido de las palabras respecto de aquel otro sentido funcional epistémico que Frege asigna a los con-ceptos. En cualquier caso Frege, al igual que anteriormente habría ocurrido en Descartes, Leibniz o Kant, habría analizado los procesos de autoinmunización de la razón desde un punto de vista epistémico estrictamente lógico o conceptual, con mucha mayor profundidad y corrección que las propuestas meramente semióticas o lingüísticas de los seguidores del segundo Wittgenstein.

Para concluir una refl exión crítica. Burge recurre a la Concep-tografía de Frege, pero dado que el concepto de inmunidad es una noción estrictamente biológica, ¿a que modo de vida preferentemente se estaría refi riendo Burge? ¿al así llamado mundo 3 lógico o cul-

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tural en el que siempre pensó Frege; o más bien a la vida de los conceptos en el mundo 1 de la realidad física o biológica, en el que ahora parece estar pensando preferentemente Burge? Por otro lado, ¿no habría también que extender la autoinmunidad al lenguaje, al menos al lenguaje axiomático de la lógica, aunque fuera en un grado y niveles distintos que el que se asigna a la razón? Finalmente, una vez abandonado el racionalismo dogmático leibniziano, ¿no habría que hablar de una posible recuperación de un segundo Leibniz más autocrítico que admitiera diversas formas posibles de articulación autoinmune entre las verdades de hecho y de razón? Evidentemente se trata de tres cuestiones relativamente marginales en el conjunto de la investigación, pero de bastante mayor calado de lo que inicial-mente pudiera parecer.

Carlos Ortiz de Landázuri. Universidad de [email protected]

DE SANTIS, CHIARA

Coscienza e Soggetto. B. Lonergan e l’ermeneutica dell’interiorità, Città Nuova Editrice, Roma 2013, 243 pp.

El desarrollo fi losófi co de la obra lonerganiana puede ser interpre-tado como el esfuerzo de tematizar la subjetividad humana en todas sus dimensiones: sensitiva, inteligente, racional, moral, religiosa, afectiva, psicológica, entre otras.

Dentro de este devenir fi losófi co Chiara De Santis destaca al-gunos conceptos precisos: la atención a la dimensión existencial de la conciencia humana y el análisis del sujeto en su totalidad. Desde ellos, reconstruye una hermenéutica de la interioridad, reconociendo, por una parte, que la vasta y compleja obra de Lonergan no com-prende de por sí un tratado que se ocupe específi camente de la hermenéutica pero, por otra parte, que el interés hermenéutico del fi lósofo se encuentra constantemente presente al interno de sus in-

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vestigaciones: comenzando con los primeros artículos tomistas pa-sando por sus estudios sobre la gnoseología y llegando a sus últimos textos dedicados al problema metodológico.

De manera general, la primera parte del libro (primeros cuatro capítulos): Dalla coscienza al soggetto, versa sobre la evolución de la propuesta fi losófi ca de Lonergan que parte del examen de la con-ciencia para llegar a la consideración del sujeto en su complejidad constitutiva. En la segunda parte (últimos tres capítulos): Lo sviluppo della questione ermeneutica nell’opera lonerganiana, la autora analiza puntualmente y en perspectiva cronológica inversa las principales obras de Lonergan destacando las raíces y el desarrollo del discurso hermenéutico al interno de su pensamiento fi losófi co.

De manera particular, en el primer capítulo, Il dinamismo cos-cienziale, se inicia defi niendo la noción de conciencia como una ac-tividad intencionada y procesual desde la cual el sujeto encarnado se pone en presencia o conocimiento de sí mismo. Para Lonergan, sustenta la autora, el conocimiento de sí no tiene una estructura diversa ni se alcanza con un proceso distinto al conocimiento de cualquier otro objeto. Más bien, lo diverso radica en el punto de partida, ya que en el caso del conocimiento de los objetos externos se trata de una experiencia externa; en el caso de la conciencia se trata de una experiencia interna. Añade, además, que en el paso de la simple conciencia de sí al conocimiento interno de los propios dinamismos de la conciencia no se actúa en modo natural, ya que requiere del empeño por parte del sujeto encarnado que es bene-fi ciado de un auténtico conocimiento de sí mismo solo si pone en ello tal apropiación.

En el segundo capítulo, Il soggetto autentico: un nuovo orizzonte metodologico, se considera que la propuesta metodológica de Loner-gan se inserta al interno de un preciso cuadro teórico que tiene en el pensamiento de Aristóteles y de Francis Bacon los referentes teó-ricos más relevantes. Desde esta base teorética, la autora presenta la doble denominación del mismo método postulado por Lonergan: el método empírico generalizado que combinando los datos de los sen-tidos y los datos de la conciencia tiende hacia una recomposición de la universalidad del saber, representado por la fundamental es-

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tructura operativa de la conciencia dinámica e intencional de cada sujeto cognoscente; y el método trascendental en cuanto que cada sujeto tiene, al menos potencialmente, la capacidad de conocer y la tarea de hacer que esta capacidad potencial llegue a ser activamente operativa. En ambos casos, la aplicación de las ocho especializacio-nes funcionales alcanza el fi n propuesto en cada uno de los cuatro niveles de conciencia.

Con el tercer capítulo, Ermeneutica e Metafi sica nel rapporto tra soggetto e orizzonte, se asiste a la recomposición del concepto “punto de vista” por el de “horizonte”. Para Lonergan el sujeto encarnado no es un observador que dirige una mirada al mundo (viewpoint) ni un intérprete que analiza los fenómenos desde su principal perspec-tiva (standpoint) sino parte activa en el proceso de constitución y se-lección del “horizonte” en el cual obra a través del propio interés y la propia elección. En este sentido, en el cuarto capítulo, Dinamica e struttura del signifi cato, la autora evidencia que el signifi cado se ubica como mediador en la relación entre el sujeto encarnado y su horizonte y, en lo específi co, entre intérprete y objeto a interpretar. Para Lonergan, continúa Chiara De Santis, la mediación del signi-fi cado es una realidad dinámica y creciente en la diferenciación y en la integración de los ámbitos de signifi cado y, por ende, una entidad cognoscitiva y ontológica estrechamente ligada al desarrollo de la conciencia y del lenguaje.

En el quinto capítulo, Method in Theology: ermeneutica e dina-mismi coscienziali, la autora postula que con esta obra Lonergan trata de manera más sistemática su posición hermenéutica centrada sobre la perspectiva del sujeto existencial, es decir, sobre la interioridad concebida no en términos conceptuales sino existenciales. Desde esta perspectiva es posible para el fi lósofo vincular la interpreta-ción con los cuatro niveles de conciencia; la actuación de la triple conversión (intelectual, moral y religiosa); y la objetividad garanti-zada del método trascendental. Por ello, según la autora, es posible defi nir la hermenéutica lonerganiana como una hermenéutica del sujeto que se coloca al mismo tiempo al interno de un contexto de la fi losofía del ser en el cual la ontología media entre la hermenéu-tica y el trasfondo metafísico.

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Por su parte, con el sexto capítulo, Verità e interpretazione in Insight, Chiara De Santis expone su análisis sobre la obra de Insight indicando los iniciales intereses hermenéuticos del fi lósofo en la elaboración de lo que él mismo defi nirá como Scientifi c Her-meneutics, es decir, una hermenéutica metódica centrada sobre la relación entre conocimiento, realidad, objetividad y sobre la no-ción de verdad. De Santis agrega, que Insight está marcada por el primado gnoseológico, aún la metafísica se presenta fundada en los principios cognoscitivos ya que la solución en la relación entre conocimiento y realidad se obtiene por la afi rmación fundamental de la intrínseca inteligibilidad del ser, es decir, en la imposibilidad de separar el ser de la inteligibilidad ya que el ser es el objetivo del puro deseo de conocer.

En el séptimo capítulo, Conoscenza e interiorità: il VERBUM MENTIS, la autora desarrolla una afi rmación y una certeza, a saber respectivamente: no se puede prescindir de las fuentes representa-das por Aristóteles y San Agustín para comprender la hermenéutica lonerganiana y ambas para la interpretación tomista del concepto de Verbum; y la certeza de que es imposible para el sujeto compren-der sin comprenderse ni conocer sin que el conocimiento deter-mine en él profundos cambios.

Con la lectura atenta y no sencilla de este libro resulta claro que la perspectiva hermenéutica lonerganiana no se agota en la lectura e interpretación de textos sino que está, sobre todo, en función de la naturaleza existencial del sujeto. Por esta razón, la categoría de la interioridad es el elemento unitario de toda la cons-trucción hermenéutica de Lonergan, como justamente concluye la autora.

Francisco Sánchez Leyva. Università Pontifi cia [email protected]

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DERRIDA, JACQUES

Heidegger: la question de l’Être et l’Histoire. Cours de l’ENS-Ulm 1964-1965, Galilée, Paris, 2013, 331 pp.

En noviembre de 1964 Derrida tiene 34 años y aún no ha publicado sus textos más importantes. La segunda sección de Ser y tiempo no está todavía traducida al francés y él ya cuenta con una incipiente carrera docente. En una entrevista con Michael Sprinter a fi nales de la década de 1980, dirá de esos años que “la sombra de Heidegger se halla[ba] presente [...] en todos los trabajos que se publicaban en aquel momento.[...] durante un cuarto de siglo, Heidegger nunca fue nombrado en un libro por aquellos que en Francia tuvieron que reconocer en privado o en público, muy tarde, que el fi lósofo alemán había desempeñado un papel mayor en su pensamiento (en Althus-ser, en Foucault, en Deleuze, por ejemplo).” (J. Derrida, Política y amistad (trad. H. Cardoso, Nueva Visión: Bs. As., 2012) 22-23).

Si bien Derrida nunca ocultó sus deudas con Heidegger, sólo con la publicación de sus cursos en la École Normal Superior, empieza a salir a la luz la intimidad de su discusión con el pensador alemán. Nos topamos allí con el Derrida docente y el lector con lupa, pero también con el fi lósofo que, lentamente, comienza a abrirse paso a través del comentario de Heidegger.

Entre 1960 y 1964 había dado cursos en La Sorbonne, y a fi nes de ese año comienza a trabajar como ayudante —“caïman”— en la ENS junto a Althusser. En el curso sobre Heidegger se repliegan pues las introducciones: introducción a Heidegger, puesto que el texto casi no presupone conocimientos previos, pero también intro-ducción de Heidegger, ya que el propio Derrida se encarga de tradu-cir por primera vez los fragmentos de Ser y tiempo que lee. Pero en otro orden, se trata también de la introducción de Derrida —su carta de presentación— en la ENS, y fi nalmente —50 años después—, de una introducción privilegiada a su propio pensamiento, a partir de sus primeras refl exiones.

Para el lector actual el texto equivale a una extraña puesta en abismo: ¿se trata de un curso sobre Heidegger a través de la letra de Derrida o a la inversa? En el espacio de esa confusión, donde por

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cierto radica lo enriquecedor del texto, se pone a jugar el tándem Derrida-Heidegger, a punto tal que por momentos resulta tan di-fícil trazar los límites entre ambos, como entre las cuestiones del ser y la historia, anunciadas ya —y con mayúscula (p. 20) — en el título. Pero, y he aquí la virtud del texto, no es sólo Derrida el que avanza hacia la fi losofía heideggeriana para trazar las tensiones que la recorren, sino que en esa intervención la obra de Heidegger cobra vida, oscila y fl uctúa. Responde. El texto refl eja así un auténtico diálogo, en el que Derrida pone a funcionar el principio rector de la lectura fi losófi ca traído a colación por Heidegger en sus cursos sobre Nietzsche:

En el texto siguiente, exposición e interpretación están tan entrela-zadas que no será claro en todas partes y de inmediato qué se extrae de las palabras de Nietzsche y qué se añade. Toda interpretación, sin embargo, no sólo tiene que poder extraer del texto la cosa de que se trata, sino que, sin insistir en ello, inadvertidamente, tiene que poder agregar algo propio proveniente de su propia cosa [el énfasis es de Heidegger]. Este añadido es lo que el profano, midiéndolo respecto de lo que, sin interpretación, considera el contenido del texto, censura necesariamente como una intervención extraña y una arbitrariedad. (M. Heidegger, Nietzsche II (trad. J. L. Vermal, Destino, Bar-celona, 2000) 213).

Luego de una Introducción general y una Nota del responsable de la publicación, Thomas Dutoit, profesor en la Universidad de Lille 3, el libro se articula en nueve sesiones. En la mitad, se insertan 16 fotografías color de una parte de los manuscritos, que refl ejan el avance y retroceso constante, la inscripción y la tachadura, el su-brayado y la corrección, como mecanismos de ese “laboratorio de trabajo” que los editores procuraron refl ejar con la publicación del curso (p. 9), y que luego irá ocultándose con el paso a la máquina de escribir en 1967 y al ordenador en 1987.

Uno de los ejes centrales reside en la traducción de Destruktion como “deconstrucción” primero, y luego —y más decididamente— como “solicitación” o “derrumbamiento” [ébranlement] (pp. 21, 34,

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54 y 209). Sorprende así lo explícito del vínculo que Derrida traza entre el concepto heideggeriano y lo que más tarde se convertirá en nombre propio de su pensamiento. Así pues, y dejando de lado la importante discusión que merecería dicha equiparación respecto de su obra posterior, Destruktion y deconstrucción de la metafísica referirán aquí a la explicitación del carácter metafórico implícito en esta última. En este sentido, y mencionando al pasar a Borges, De-rrida caracterizará a la metafísica como la historia de algunas pocas metáforas (p. 279).

“La metaforicidad es la esencia misma de la metafísica”, y esto porque la disimulación es tan originaria y esencial como el desve-lamiento (pp. 106-107). Adelantándose así a las críticas que mucho después recibirán tanto él como Heidegger (Cf. por ejemplo, L. Ferry y A. Renaut, La penseé 68 (Gallimard, París, 1988) 69, 76, 89, 121, 123, 140), Derrida aclara insistentemente que la deconstrucción no puede entonces ser ni aniquilación ni superación ingenua de la meta-física, sino que, su objetivo es la explicitación de la metaforicidad de la metafísica en tanto tal (p. 323). Ello implica sostener que la inauten-ticidad metafísica es insuperable y que no hay lugar para una autenti-cidad que prescinda de la impropiedad: “[...] la decadencia, el olvido, el chusmerío [...] son posibilidades esenciales y siempre ya presentes en el corazón de la palabra, [...] la inautenticidad no sobreviene a la autenticidad, no la sorprende desde el exterior, sino que le es esencial y permanente y necesariamente cómplice” (pp. 133-134).

Pero si el curso apunta a una lectura de la segunda sección de Ser y tiempo —y en particular de los parágrafos 73 y 74 sobre la historicidad del Dasein donde, a decir de Löwith, Heidegger habría sugerido rastrear su compromiso con el nacional socialismo—, no obstante, la mayor parte se desenvuelve en referencias a la primera sección, y aún por fuera de Ser y tiempo —se trabajan en detalle fragmentos de Introducción a la metafísica, Kant y el problema de la metafísica y Carta sobre el humanismo—, pero también incluso por fuera de la obra de Heidegger. Así pues, Derrida discurre extensa-mente sobre Hegel, Husserl, Marx y Kojève, para introducirlos a ellos también en la discusión y de ese modo reingresar al problema rector desde una perspectiva más amplia.

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Finalmente, y como aclara el editor, con la publicación de este primer curso en la ENS se cumple con el deseo de Derrida de escri-bir un libro sobre Heidegger (p. 22). No se trata entonces solamente de un aporte insoslayable para la comprensión de este último, ni de la explicitación de la veta heideggeriana que anima el pensamiento de Derrida. Se trata también, pues, de un libro que nunca tuvo lugar y que acaba de salir a la luz.

Hernán Javier Candiloro. Universidad de Buenos Aires – CONICET

[email protected]

GALÁN, ILIA

El Romanticismo y sus mutaciones actuales, Dykinson, Madrid, 2013, 128 pp.

Ilia Galán, titular de Estética y Teoría de Arte en la Universidad Car-los III de Madrid, profesor invitado en las universidades de Harvard y Oxford, entre otras, y columnista invitado de El País, publica esta breve obra, que es fruto de dos años de investigación y diversas pu-blicaciones en torno al tema. Su intención es dar una mirada desde el tercer milenio a uno de los movimientos que más ha infl uido en el mundo Occidental.

La obra se abre con un Prólogo del mismo autor, al que siguen tres partes, que según Galán tienen una estructura dialéctica. Una tesis acerca de las líneas maestras del Romanticismo, que compara con un ejemplo concreto: el Romanticismo fantástico de Novalis y Schiller, y fi nalmente la síntesis donde se explica la disolución del Ro-manticismo a comienzos del siglo XX (en la Viena de Stefan Zweig) y su resurgir en el siglo XXI (con un renacimiento de la literatura del siglo XIX).

En la primera parte “Las líneas maestras del Romanticismo”, nuestro autor destaca la infl uencia “planetaria” del movimiento ro-mántico (p. 14). Galán señala que el Romanticismo infl uyó no solo en las artes, sino en la política, a través de la defensa de la libertad,

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que se generalizó con la Revolución Francesa, y la lucha contra una sociedad cuyas convenciones no permitían que la persona se exprese libremente.

El autor de esta obra articula las líneas maestras del Romanti-cismo en torno al concepto de infi nito: la idea de progreso (con el nuevo matiz del culto a lo nuevo, a lo único, y original, que ha inun-dado el arte contemporáneo) y al mismo tiempo la vuelta al pasado, como principio donde mora el Absoluto; el concepto de libertad (cuya fuente es el Idealismo Alemán, que proclama como ideal la libertad proyectada desde la subjetividad), que se consigue a través de la be-lleza, y que deja lugar a la intersubjetividad gracias a las que los sujetos se entienden dentro de una comunidad que comparte la defensa de los mismos ideales; la búsqueda de la unidad que subyace en la diversidad (sintetizada como infi nito, pues dentro de éste cabe todo, también la disgregación), que intentan conseguir a través del arte; la reacción frente al racionalismo, que se ve refl ejada en la conexión con los na-cionalismos, la exaltación de los sentimientos (uno de cuyos efectos es la función pedagógica del arte) y la glorifi cación del misterio; la tendencia al panteísmo y la religiosidad no institucional; la idea del genio y de la creatividad; y, por supuesto, la idea de lo sublime como manifestación de lo infi nito: “Lo sublime consiste en algo que nos supera, lo infi nito que estéticamente irrumpe por medio de una tem-pestad o un precipicio, lo que vemos cuando una obra de arte, una tragedia, un poema, una sinfonía nos arrebata y conmueve” (p. 64).

Desde su pasión por el infi nito se revelan también las sombras del Romanticismo. El arte no resuelve los abismos morales, ni las faltas de sentido de la existencia (cfr. pp. 30-31). El genio domina el mundo a través de la fantasía, y se sacraliza la vida bohemia. Por este camino, los vicios arruinan la vida de muchos, sin tampoco lograr una obra artística digna. El anhelo estético hacia lo sublime lleva de la gloria al fracaso, y se sacraliza la derrota. Aunque esta idea parece inspirada en Cristo crucifi cado, carece de la humildad cristiana y del sentido del perdón, y esto lleva a la frustración y al hundimiento de muchos (cfr. p. 61). Por medio de la belleza se buscaba el equilibrio y la armonía, pero lo sublime no es equilibrado ni armónico, sino arrebatador, atronador, fuera de todo control humano.

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En el último apartado de la primera parte, nuestro autor afi rma que el movimiento fi losófi co que corresponde al Romanticismo es el Idealismo Alemán por la búsqueda de la trascendencia que este en-cierra, aunque el Romanticismo vive la trascendencia con un sesgo panteísta y heterodoxo.

En la segunda parte Galán presenta la explicación del Idea-lismo Alemán sobre la fantasía, como un modo de conocimiento, que recoge el Romanticismo. Según esta propuesta, “la fantasía, la imaginación personal o el imaginario de una sociedad es lo que forma el núcleo de nuestras vidas y el modo más adecuado, si no el único, de entender la realidad” (p. 75).

Para explicar gráfi camente hasta qué punto la fantasía, es para los románticos el modo más eminente para acceder al mundo (cfr. p. 102), Galán escoge dos textos: Los discípulos de Sais de Novalis (obra inacabada, publicada luego de la muerte de Novalis en la re-vista fundacional del Romanticismo alemán: Athenäum), dedicada a comprender la naturaleza por medio de la novela, y El visionario de Schiller (nuevamente, una novela inacabada), que relata cómo la fantasía dirige la vida del protagonista.

La tercera parte se subdivide en dos apartados, que describen la disolución del Romanticismo y su resurgir posterior en el siglo XXI. La disolución del Romanticismo se explica en relación con la situación política de Europa entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial y en concreto el fi n del Imperio Austro-Húngaro, y para ello se centra en la fi gura de Stefan Zweig.

Nuestro autor hace una descripción y un análisis muy inte-resante de los sucesos políticos de esta época: la vida de la alta sociedad austriaca a la que pertenecía Zweig, el estallido de la Pri-mera Guerra Mundial y la posición de los intelectuales ante estos acontecimientos, los acuciantes problemas sociales que se vivió en el tiempo de entreguerras, la toma de poder de los nazis y el pro-blema judío.

Esta descripción está entrelazada con comentarios sobre el pensamiento de Zweig, su obra, su reacción ante los acontecimien-tos políticos y sociales. Galán se muestra decepcionado frente a la falta de profundidad de los análisis que presentan las novelas

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y relatos de Zweig sobre esta época, sostiene que “ese vivir como en una burbuja social le impidió ver lo que le venía encima a su querida Austria Imperial” (p. 117). Zweig se estrelló contra la rea-lidad cuando se desmoronó ante sus ojos la sociedad y los valores que creía perennes. Presenta esta situación como la disolución del Romanticismo, que sin embargo revive en el siglo XXI, como ex-plicará en el siguiente apartado.

Galán termina esta obra afi rmando que el Romanticismo ha dejado en la Literatura y en el mundo del arte una huella honda y difícil de borrar.

Martha Sánchez Campos. Universidad de los [email protected]

GONZÁLEZ, ANA MARTA

Sociedad civil y normatividad: la teoría social de David Hume, Dykinson, Ma-drid, 2013, 266 pp.

El libro Sociedad civil y normatividad: la teoría social de David Hume, de la prolífi ca autora Ana Marta González, es, en parte, la recopilación de textos ya publicados a los que se han añadido dos que son inédi-tos, el capítulo segundo y el epílogo.

Tal como se advierte al lector al comienzo, la fi nalidad de la obra es mostrar la infl uencia ejercida por la fi losofía de D. Hume en “la formación de la teoría social moderna y la defi nición de la norma-tividad específi ca de lo que conocemos como ‘sociedad civil’” (p. 15).

Estructurada en siete capítulos, a los que acompañan una bi-bliografía general y un índice onomástico y de materias, el texto de Ana Marta González constituye un instrumento interesante para descubrir el trasfondo fi losófi co de ideas y estructuras que caracte-rizan nuestro momento histórico.

Interés propio, pasión por adquirir, condición social y límites de la propiedad son los términos clave de los primeros capítulos de la

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obra, conceptos que la autora desarrolla en el marco de una teoría de la justicia cuyo origen no está en el interés público ni en la benevo-lencia sino en el propio interés que Hume vincula al interés público.

El tercer capítulo confronta dos formas de entender las prome-sas, la de teóricos de la ley natural como Tomás de Aquino, Hugo Grocio o Samuel Pufendorf y la de Hume para quien las promesas tienen un origen convencional cuya fi nalidad última es la de facilitar la cooperación social (p. 114).

Los capítulos cuarto y quinto forman una cierta unidad, pues mientras el primero aborda la naturaleza y fi nalidad del gobierno, el segundo trata del alcance y límites de la obediencia que se le debe. La fi nalidad del gobierno es la de asegurar el cumplimiento de las normas de justicia, pero también se caracteriza por ser un factor ci-vilizador pues “los artifi cios institucionales, al encauzar las pasiones propias y ajenas, las moderan, y hacen posible que prosperen los placeres de la vida social”. (p. 153). A la luz de la justifi cación que Hume ofrece de la obediencia al gobierno, que el autor no funda-menta en el cumplimiento de una promesa, González se plantea cuál es la legitimación de la resistencia o desobediencia civil.

El capítulo sexto trata de la familia, la castidad, la cortesía y la modestia, elementos que permiten trascender las pasiones egoístas para dar cabida y desarrollo a las pasiones sociales. Se destaca espe-cialmente la función de la familia como “el lugar donde se adquiere la primera educación moral” (p. 192) y la interdependencia entre fa-milia y sociedad civil.

Cierra el libro el capítulo séptimo dedicado al análisis de la simpatía como mecanismo de la naturaleza humana que hace explí-cita la profunda naturaleza social del ser humano.

Si bien es cierto que todos los capítulos responden a una misma idea e interés, la estructura general se resiente del hecho de haber querido encajar piezas que se concibieron de forma independiente, un inconveniente que la autora ha tratado de neutralizar con una in-troducción y un epílogo que pretenden poner de relieve el trasfondo común a los distintos artículos.

Con un marcado interés por los textos, un excelente dominio de la bibliografía y una exposición crítica e inteligente, la autora consigue

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poner al descubierto los entresijos de la fi losofía político-moral de D. Hume que, aunque suele ser presentado como un precedente del utilitarismo, “tal interpretación (…) no hace justicia a la complejidad de su argumentación y, en particular, a la importancia que él concede a la historia y a la confi guración de formas institucionales, a medio ca-mino entre las relaciones familiares y las políticas, y de los que depen-den en gran medida el despliegue articulado de la libertad” (p. 231).

Margarita Mauri. Universidad de [email protected]

HADJADJ, FABRICE

¿Cómo hablar de Dios hoy? Anti-manual de evangelización, Traducción de Sebastián Montiel, Nuevo Inicio, Granada, 2013, 172 pp.

Hay libros que duran un suspiro y las 172 páginas de esta obra se pue-den leer todas seguidas. En realidad este libro encierra en casi todas sus dimensiones el gusto por la paradoja del autor. Como afi rma al comienzo, no es un libro sino una conferencia que le invitó a dar el Cardenal Rylko durante la Asamblea Plenaria del Pontifi cio Consejo para los Laicos. No fue una conferencia leída, sino que ha tenido que reescribirse para publicarse, pero de ese modo se pierde la relación con aquellos a los que iba dirigida. Esa razón conduce al autor a decir que es un libro para nadie, sin destinatarios defi nidos. Pero eso, que podría ser una difi cultad insuperable, se convierte en una ocasión para exponer aquello que habitualmente se da por supuesto o se ignora.

El autor sigue un curso bastante lineal a partir de la pregunta propuesta para el tema de la conferencia y que da título al libro. Primero se pregunta por qué nos preguntamos por el cómo y no por el porqué o, sencillamente, por el qué. En segundo lugar se pre-gunta por el hablar sobre Dios, que como bien se sabe es inefable. En tercer lugar inquiere qué signifi ca hablar y qué necesidad hay de hacerlo y por qué es necesario hablar del Dios ignoto, indecible e

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inefable. Posteriormente se cuestiona por qué tenemos que hablar nosotros, que somos pecadores, del Dios tres veces santo. Para ter-minar el autor intenta determinar el signifi cado del “hoy” en el que se quiere hablar: cuáles son las características de la cultura contem-poránea en la que tenemos que hablar de lo que no se puede hablar sino haciendo el payaso. Concluye el autor para no concluir, así al menos titula sus últimas páginas.

El libro está escrito con el mejor estilo del que hacen gala los autores franceses: una prosa ágil, llena de referencias culturales con-temporáneas, repleta de metáforas, rebosante de retruécanos y a la que le gusta la paradoja y los colores más vivos de las palabras. Pero lo mejor es que el autor sabe expresar en un lenguaje informal los trazos más delicados y las distinciones más sutiles de lo que la mejor fi losofía clásica y contemporánea ha dicho sobre el hablar y sobre hablar de Dios. Por eso sus páginas encierran lecciones preciosas de antropología, de fi losofía del conocimiento y del lenguaje y de teología natural. Son páginas al alcance de todos y de las que todos podrán aprender detalles sustanciales.

La dimensión sobrenatural y revelada aparece constantemente en estas páginas: desde la manifestación de Dios a Moisés hasta la llegada en plenitud del Reino de Dios, pasando inevitablemente por la Cruz que habla mejor que nadie. Considero que se trata de una lectura apasionante y quisiera destacar solo dos detalles, auque quizá podrían desarrollarse otras lecturas más pertinentes. La primera es que la referencia última del hablar es siempre la verdad y la verdad es algo más que un enunciado: es la vida en la verdad que necesitamos los seres humanos. La segunda es que intentar evitar la verdad con-duce a cuatro formas de desesperación que se puede individuar en el panorama cultural contemporáneo. Declarar imposible la verdad conduce inevitablemente al nihilismo, pero este tiene la ventaja sobre todas las formas subsiguientes de que es consciente de su desespe-ración y, de ahí, que su forma de expresión favorita sea el sarcasmo. No así las otras maneras de desertar de lo humano. La segunda es la desesperación por las limitaciones naturales de los humanos conduce a la veneración de la tecnología que nos permitirá superar al hombre y alcanzar a ser realmente superhombres. Su forma de expresión es la

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neolengua: los especialistas que usan las palabras de la única manera que no puede ser humana, la univocidad que no se atreve a preguntar los porqués. La tercera forma de posthumanismo es el ecologismo ra-dical que considera al hombre como un intruso, un predador o cáncer del “planeta” y que lo conduce necesariamente hacia la destrucción y, por esa razón, ha determinado la cantidad de hombres que debe haber y prefi ere con mucho el ladrido del perro o el grito primal que el habla humana. Por último, la desesperación por la libertad humana conduce a arrojarse en brazos de aquello que Dios no puede ser de ninguna manera: un agobio que gusta de lecturas literales y se expresa a través de la fatwa. Esas son también las maneras ordinarias de no respetar nuestro tiempo y nuestra historia, la que el mismo Dios hecho hombre ha querido compartir con nosotros.

Hablar de Dios, pues, consiste fundamentalmente en el testi-monio de la vida: hablan de Dios los payasos de nariz enrojecida, que saben que hacen el ridículo, y los mártires adornados con su sangre roja y que siguen al Cordero por donde quiera que vaya. Dios nos manda lo imposible como a Moisés: habla al Faraón que no te hará ningún caso. El libro se cierra con la siguiente declaración: “Espero, sin embargo, una cosa, a riesgo de decepcionarlos aún más: no haber contribuido en nada a premeditar nuestra defensa…”

Enrique Moros. Universidad de [email protected]

HENRY, MICHEL

La fenomenología radical, la cuestión de Dios y el problema del mal, Opus-cula Philosophica, Ediciones Encuentro, Madrid 2013, 51 pp.

El pequeño libro de Michel Henry (Vietnam 1922 - Francia 2002) consta de tres partes diferentes. La primera consiste en una intro-ducción a cargo del traductor Stefano Cazzanelli. En esta se elabora una breve y sintética contextualización de la fi losofía de Henry. Para

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ello se relaciona su concepción de la tarea fenomenológica con la que fue la asumida por Edmund Husserl y también, aunque con sus particular visión, por Martin Heidegger. La diferencia fundamental con ambas radica en su visión de que lo primero que se da fenome-nológicamente es la auto-afección, y no la exterioridad —ya sea al modo de la intencionalidad o del Sein-In-Der-Welt heideggeriano— que se muestra a la conciencia.

Junto al preámbulo el opúsculo contiene dos conferencias de Michel Henry inéditas hasta la fecha en castellano. Ambas fueron pronunciadas en distintos momentos para unas reuniones convoca-das por el Instituto di Studi Filosofi ci “Enrico Castelli”, la primera en el año 1988 y la segunda en 1990. En las dos se elabora una reinter-pretación de ciertas tesis de autores clásicos con el fi n de mostrar sus carencias, corregirlas y repensar lo acertado que hay en ellas. Como deja claro el título del libro son cuestiones intrínsecamente relacio-nadas con la Teodicea o Teología natural: por un lado, la justifi ca-ción de Dios ante la presencia del mal en el mundo; por otro lado, el modo adecuado para probar su existencia. No se busque en ninguna de las disertaciones una fi losofía sistemática y desarrollada, pues son más bien esbozos de lo que se encuentra expuesto en otras obras de mayor envergadura y pretensiones (la colección “Hermeneia” de la editorial Sígueme ha traducido varios de sus libros).

El primer escrito se denomina: “La Teodicea en la perspec-tiva de una fenomenología radical”. A partir de algunos textos de la Teodicea de G. W. Leibniz el autor elabora una lectura desde lo que él califi ca como fenomenología radical. En su opinión sin una lec-tura diferente a la que se hace desde los presupuestos ontológicos de Leibniz no es posible una teodicea. Lo primero que hay que hacer notar —afi rma— es que el mal no aparece sino como sufrimiento. Por eso sostiene que “la inadecuación [en que incurre Leibniz] es la siguiente: que en el mundo, es decir, en el proceso trascenden-tal de exteriorización de la exterioridad, nunca nada ocurre como sufrimiento, ya que en la exterioridad todo es exterior a sí, nunca se toca a sí mismo, no se siente y así no siente nada” (p. 25). Según esta clave hermenéutica propone otra manera de acercase al pro-blema del mal.

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La última exposición lleva por nombre: “Encaminamiento hacia la cuestión de Dios: prueba del ser o prueba de la vida”. Recurre Henry al famoso argumento ontológico de san Anselmo expuesto en el Proslogion. Como es sabido Anselmo trata de demostrar la existencia de Dios a partir de la idea de éste como “aquello mayor que lo cual nada puede ser pensado” (id quo maius cogitari nequit). Según el pensa-dor de origen vietnamita la cuestión que late en el fondo del pregun-tarse de Anselmo es “¿por qué la existencia real, se trate de la de Dios o de la mía —como si una y otra estuvieran vinculadas por un mismo destino—, por qué la existencia —ya que existencia quiere decir a fi n de cuentas existencia real— se esconde de la luz del intellectus, de la luz como tal, de la ‘fenomenalidad’ que encuentra en la exterioridad su efectividad fenomenológica?” (p. 39). Si el mismo san Anselmo admite la imposibilidad de que Dios se me aparezca al intelecto ¿no será necesaria otra vía de acceso? También aquí Henry propone un acercamiento desde la fenomenología radical o material, que se centre en la auto-afección de la Vida, puente entre nosotros y Dios.

Michel Henry no es un fi lósofo conocido en muchos círculos intelectuales españoles. Esta obra constituye un nuevo esfuerzo en la línea de dar difusión a su sugerente pensamiento. Queda agradecer, primero, la cuidada edición de los textos, y en segundo lugar, el es-fuerzo de la editorial por poner a disposición del lector la traducción de esta obra.

Miguel Martí Sánchez. Universidad de [email protected]

KERVÉGAN, JEAN-FRANÇOIS

¿Qué hacemos con Carl Schmitt?, Escolar y Mayo, Madrid, 2013, 230 pp.

Jean-François Kervégan nos ofrece un nuevo libro sobre Carl Sch-mitt. Esta vez no es la relación con Hegel (Hegel, Carl Schmitt. Lo político, entre especulación y positividad, Escolar y Mayo, Madrid, 2007)

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el objeto de su interés, sino más bien la refl exión sobre si sigue me-reciendo la pena leer a Schmitt ante tantas acusaciones como ha puesto de manifi esto el siglo XX. La actitud que toma el autor fran-cés en ese dilema es: “pensar con Schmitt contra Schmitt”.

A sus ojos, el jurista alemán aparece como un pensador esen-cialmente discutible. Su pensamiento críptico junto con las diversas tomas de posición ante los problemas, en ocasiones contradicto-rias, han hecho de sus tesis objeto de polémica desde muy diferentes tendencias de derecha e izquierda. Todas las tradiciones del pensa-miento político se dan cita en la discusión de sus tesis, planteamien-tos e interpretaciones.

Después de pasar revista a los diferentes núcleos de recepción del pensamiento del jurista de Plettenberg: alemán, italiano, americano y francés —no aparece en ningún momento la recepción española como tal, aunque refi ere a Álvaro d’Ors en la recepción alemana—, pasa a analizar con más detalle un caso confl ictivo: el provocado por el conocido artículo de Ellen Kennedy en el que la intelectual americana ponía de manifi esto la relación de la izquierda crítica alemana con el pensamiento de Schmitt. Esta tesis suscitó inmediatas respuestas por parte de Martin Jay, de Alfons Söllner y de Ulrich K. Preuss. Pero es quizá Habermas quien una y otra vez intenta despegarse de la sombra de esa infl uencia. En opinión de Kervégan esa infl uencia es, sin em-bargo, fácilmente demostrable. En este punto, el libro de Kervégan adquiere la forma de una breve disputa con Habermas.

Toda esta amplia recepción del pensamiento schmittiano le pone sobre el camino de que “il faut partir de Carl Schmitt”; ahora bien, y en esto el fi lósofo francés es taxativo, no por ello han de seguirse hasta el fi nal sus tesis. Schmitt es un buen punto de partida en la formulación de los problemas contemporáneos —en gran me-dida heredero de Max Weber—, pero no debe uno quedar apresado en el pensamiento dialéctico al que conduce su hilo más o menos argumental. Sin pasar por él, nos dice el autor, muchos problemas que debe enfrentar hoy, por ejemplo, una teoría del derecho, no quedarían formulados de un modo satisfactorio.

Kervégan reconoce esta infl uencia en su propia trayectoria in-telectual: su actual búsqueda de una teoría de la normatividad que

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respete la autonomía de su objeto sin por ello obviar los límites internos y externos a los que está sujeto, es un impulso que nace del inconformismo ante la posición schmittiana sobre el derecho, la cual aboca a optar, desde su punto de vista, bien por un normativismo, bien por un decisionismo, bien por un pensamiento institucional.

En cualquier caso, el autor piensa que no hay una única res-puesta al “problema Carl Schmitt”. No se puede hacer un juicio glo-bal. De ahí que a lo largo de los diferentes capítulos vaya desgranado su posición ante los diferentes “tópicos schmittianos”: la teología política, la crítica al normativismo, la oposición entre legalidad y legitimidad, el concepto de lo político, la unidad del mundo y el fi n de la historia. Las refl exiones sobre cada una de estas cuestiones aportan al estudioso de Schmitt mucho material para su propio tra-bajo, pues están perfectamente documentadas y en ellas resplandece la fi na erudición tan loable siempre en las obras de Kervégan.

A través de los análisis que el fi lósofo francés hace de cada una de estas cuestiones nos enseña que podemos aprender de Carl Sch-mitt a ampliar tanto las preguntas como las respuestas que él dio a los problemas. Es decir, nos anima a través de su propia pluma a “ampliar” las respuestas schmittianas, por ejemplo, nos pone sobre la pista de que un pensamiento normativista debe tomar en cuenta el argumento decisionista si quiere hacerse coherente, que una crí-tica de los presupuestos de la legalidad democrática puede nutrir un pensamiento de la legitimidad democrática, que una consideración del Estado como forma histórica nos puede ilustrar sobre bajo qué condiciones la forma estatal de la política puede mantenerse en el largo plazo.

El libro de Kervégan, tal como pretende, muestra que es posi-ble un uso crítico de los conceptos schmittianos. En cualquier caso, reconoce a Schmitt como un pensador de la “ruptura” más que de la “normalidad” y, por eso, su ayuda no puede ser defi nitiva para la fi losofía política. Son de otros nombres de los que nuestro tiempo, si quiere ser un tiempo de paz, necesita ayuda. De ahí que la posición de Kervégan quede más cerca de Kelsen o de Hart que de Schmitt.

La lectura de Schmitt logró situar al fi lósofo francés en la cercanía de Kelsen y Hart, en cuya compañía su propia fi losofía

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se encuentra ahora. En él se cumplió exactamente lo que él mismo aconseja en las últimas líneas de su libro: proyectarse más allá de Carl Schmitt. La gran lucidez del jurista alemán también puede per-cibirse en el fi lósofo francés. De ahí el gran aprovechamiento que se saca de la lectura de este libro.

Montserrat Herrero. Universidad de [email protected]

MOYA CAÑAS, PATRICIA

El conocimiento: nuestro acceso al mundo. Cinco estudios sobre fi losofía del conocimiento, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2013, 198 pp.

El presente libro es fruto de más de 20 años dedicados a enseñar y pensar la teoría del conocimiento. Su autora, Patricia Moya, es pro-fesora de esta asignatura en la Universidad de los Andes de Chile. Lo primero a destacar es el carácter sistemático de esta obra. Más que un recorrido histórico, la autora nos presenta “cinco estudios sobre fi losofía del conocimiento”. En cada uno de estos, P. Moya aborda alguna temática central para responder a la cuestión de qué sea cono-cer. La unidad del trabajo está garantizada, entre otras cosas, pues en cada uno de los capítulos se hace presente la tesis central del libro: el conocer es el modo en que el hombre accede al mundo.

La obra que presentamos tiene la particularidad de que siendo una aproximación metafísica a la naturaleza del conocer, se hace cargo de la especifi cidad que lleva consigo el conocer humano. Es este hombre de carne y huesos el que conoce. Atender a los elemen-tos de carácter contingente que preparan y acompañan al acto de conocimiento de un sujeto corpóreo no es ocasión para problema-tizar sobre la universalidad de tal acto. El presente libro, más bien, muestra la intrincada y compleja relación que se da entre lo contin-gente y lo universal cuando es el hombre el que conoce; relación en la cual, no obstante, la primacía y el fundamento siempre corre de

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parte de lo necesario. El sujeto cognoscente puede pasar del singular al universal por poseer en sí aquello que es actual: la luz del intelecto agente. Lo mismo se afi rma de los primeros principios. Ahora bien, a pesar de apelar a lo “inmutable” del cognoscente, P. Moya destaca el papel cumplido por lo contingente cuando el cognoscente es un ser corpóreo. La experiencia es aquello primero que hace posible todo posterior conocimiento. Dar cuenta de cómo se realiza el paso desde la experiencia plural y contingente al concepto uno y necesa-rio es uno de los aciertos de este libro. La estructura de éste va desde el fundamento a lo particular. Desde la consideración del conocer en cuanto tal al conocer en el hombre.

El primer capítulo o estudio versa sobre una cuestión clásica, pero no por ello del todo tenida en cuenta, la consideración del conocimiento como acto. P. Moya expone de un modo conciso y claro la crítica presentada por Aristóteles a la teoría explicativa del conocimiento sostenida por los naturalistas, explicación que afi rma que lo semejante se conoce por lo semejante. En el De anima, el Estagirita muestra cómo la alteración que tiene lugar en el alma es de una naturaleza completamente diversa a la que se puede observar en el mundo corpóreo. En el conocer no hay propiamente corrup-ción, paso de la potencia al acto. El conocimiento es una operación perfecta, una operación en que se da identidad entre el cognoscente y lo conocido.

En el segundo capítulo la autora nos sitúa en un plano tras-cendental. Pensado formalmente, precisa, “ser persona es ser sujeto cognoscente”. En efecto, el conocer no es una operación que pueda ser identifi cada con alguna de las diez categorías Aristotélicas. Si-guiendo a Tomás de Aquino, P. Moya enuncia las notas fundamen-tales del conocer: inmanencia, inmaterialidad e intencionalidad; y enriquece la exposición incorporando sugerentes refl exiones reali-zadas por pensadores del siglo XX: Fabro, Canals, Dewan, Polo, In-ciarte. No obstante su complejidad, las características mencionadas son tratadas en profundidad y de modo sintético. La cuestión de la inmaterialidad, por ejemplo, da margen para dialogar con Searle y su teoría sobre “la perspectiva de la primera persona”, con Rorty y su pensamiento acerca de “la eliminación de lo mental”. P. Moya

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pone de relieve la relación vinculante que se da entre cognoscente y objeto conocido, y, por tanto, argumenta a favor de que el conocer no es un proceso neurofi siológico, una producción o un efecto.

El tercer capítulo, como se advirtió, tiene un talante más an-tropológico. La autora trata la compleja relación que existe entre el conocer experiencial y el objetivo. Recuerda el principio fi losófi co afi rmado desde Aristóteles de que todo conocimiento exige uno previo. Ahora bien, en cierto sentido, precisa la autora, se puede decir que lo absolutamente previo “es el conocimiento de la reali-dad en su singularidad” (p. 85). Para alcanzar un conocimiento del universal se requiere partir de la experiencia. En el hombre no hay lugar a innatismo. Determinar cómo se confi gura la experiencia y el papel que juega ésta en el conocimiento objetivo no es tarea fácil. En este sentido resulta sumamente provechosa la discusión que se entabla con McDowell y MacIntyre. Como señala P. Moya, “la continuidad entre experiencia y conocimiento intelectual res-ponde a la adecuación o correspondencia entre la explicación ra-cional y la realidad” (p. 117).

El cuarto capítulo versa sobre abstracción y conocimiento del universal en Tomás de Aquino. Para evitar que la abstracción sea entendida como abstraccionismo, se resalta la relación existente entre pensamiento y experiencia. Se busca poner en evidencia que la fi losofía del conocimiento del Aquinate es una fi losofía que se encuentra dirigida al mundo. “El modo abstracto en que se posee lo conocido no es un obstáculo para acceder a la realidad, sino más bien el modo propio como opera la inteligencia humana y la manera de comprender la realidad en la que el hombre está inserto” (p.126).

Por último se profundiza en la realidad del concepto. Se pro-cura subrayar la relación bilateral que se da entre el sujeto y la cosa: tanto en su origen como en su término, el acto cognoscitivo coincide con la cosa conocida. De aquí que se haga hincapié en el carácter trascendente o referencial del conocer: “aquello que se comprende o se concibe es y no es la cosa” (p. 165). Una vez más sale a relucir el papel que cumple la experiencia y la realidad concreta del cognoscente en el acto de conocer: el concepto no es atómico, “no se da aislado de un contexto vital, ni tampoco del

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contexto cognoscitivo del propio sujeto y de la comunidad a la cual pertenece” (p. 175). Finalmente, la autora desarrolla la doctrina del concepto, centrándose en los diversos niveles de conceptuali-zación: (i) El concepto originario y fundante, (ii) el concepto que es fruto de una elaboración intelectual, y (iii) el concepto habitual-mente poseído (p. 182).

María del Rosario Neuman L. Universidad San Dá[email protected]

ODERBERG, DAVID S. (ED.)Classifying reality, Wiley-Blackwell, Chichester (UK), 2013, 130 pp.

Clasifi cando la realidad plantea un viejo problema taxonómico que está muy unido a la génesis de la lógica y la ontología de Aristóteles, sin que al parecer el paso del tiempo haya disminuido su vigencia. Evidentemente la clasifi cación taxonómica de Aristóteles por el gé-nero y la diferencia específi ca fue de gran utilidad durante largas épocas de la historia de la ciencia, especialmente de la biología. Sin embargo la teoría de la ciencia contemporánea se ha tenido que volver a plantear si a partir de la lógica de Frege, Tarski o Quine se puede volver a reeditar un programa similar, aunque evidente-mente haya muchos procedimientos y estrategias que cambiar. Pre-cisamente con este fi n en esta obra colectiva se dan seis pasos, los tres primeros analizan la naturaleza heurística de un proyecto tax-onómico de este tipo, mientras que los tres últimos tratan de aplicar dicha propuesta a la biología.

1) En “Predicación categorial”, Jonathan Lowe analiza los cri-terios taxonómicos alternativos a la defi nición por el género y la diferencia específi ca que hoy día se siguen utilizando en las ciencias en general. Se justifi ca así la vigencia del recurso a las substancias primeras individuales y ontológicamente independientes respecto de todas las demás; los tipos o substancias segundas a las que se

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asigna una similar naturaleza compartida; los atributos esenciales o universales correspondientes a cada una de dichas naturalezas; los modos o propiedades particulares de cada individuo singular en particular;

2) En “Uniones naturales”, Hugh Mellor justifi ca la existencia de determinadas coaligaciones de propiedades que confi guran un conjunto compacto inseparable, de modo que se les asigna una es-tructura de propiedades mutuamente dependiente. Hasta el punto de no poderse ya reducir tales propiedades esenciales simplemente a una función, como pretende Frege o también Tarski o Quine, cuando admiten la existencia de objetos que desempeñan diversas funciones desde un punto de vista meramente lógico, pero no de las correspondientes propiedades esenciales o universales. En cambio Mellor opina que existen en el mundo propiedades naturales inde-pendientes de la mente y previas al uso del lenguaje, sin necesidad de postular que tengan que ser menos naturales por el hecho de poder ser usadas artifi ciosamente en una justifi cación objetiva de una explicación científi ca, como opina David Lewis;

3) En “Los límites de la realidad”, Tuomas E. Tahko analiza las criticas del convencionalismo al recurso a criterios taxonómicos es-enciales muy estrictos, cuando en el mejor de los casos deben inter-pretarse como herramientas heurísticas meramente instrumentales. Se conciben estos criterios como simples herramientas heurísticas previamente estipuladas de antemano, según una de estas tres posi-bilidades: o bien se establecen por decisión propia, o bien se les asigna un fundamento de tipo psicológico o bien se justifi can en virtud de un mero acuerdo mutuo, sin que haya una vía privilegiada para justifi car este tipo de criterios taxonómicos;

4) En “Explicaciones contrastadas en biología evolutiva”, Ste-phen Boulter justifi ca la existencia de una jerarquía de organismos vivientes en razón de su grado de pervivencia o también de su falta de viabilidad, ya se deba a razones de tipo lógico, metafísico o es-trictamente biológico. Se lleva a cabo así una defensa aristotélica de los grados y niveles de cambio de propiedades y de naturaleza, como de hecho sigue ocurriendo en la biología con las diversas esencias o naturalezas de los seres vivientes, llámeseles o no especies, a pesar de

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las reticencias que sigue despertando este tipo de esencialismo desde un punto de vista estrictamente lógico;

5) En “Seres animados: su naturaleza e identidad”, Gary Rosen-krantz analiza las tres condiciones necesarias y sufi cientes para que algo sea un ser vivo, a saber: a) su composición a partir del carbono; b) otras propiedades metabólicas y psicológicas ya señaladas por Aristóteles; c) la necesidad de un principio teleológico que oriente la actividad de cada individuo y de cada especie en su conjunto por encima de los rasgos que caracterizan a cada una de sus partes;

6) En “Procesos taxonómicos: Un ensayo de ontología aplicada”, Barry Smith toma como punto de partida los procesos biológicos para analizar la ontología básica formal y los criterios de clasifi cación que siguen siendo usados en la actualidad a la hora de delimitar las correspondientes entidades y propiedades más usadas habitualmente por los biólogos, como son la noción de gen, de célula, de receptor o membrana. Se justifi ca a su vez la existencia de cambios inter-específi cos, incluida la evolución, aunque este tipo de criterios tax-onómicos a su vez ya no cambia, sino que más bien se afi rman como la condición de posibilidad para que este tipo de cambios pueda producirse.

Para concluir una refl exión crítica. Parece confi rmarse en bi-ología el dicho de que “es necesario que todo cambie, para que al fi nal todo siga igual”. En efecto, las enormes críticas que recibieron las clasifi caciones aristotélicas en el ámbito de todas las ciencias y en especial en la biología se han visto después reeditadas en virtud de los propios criterios heurísticos mediante los que se criticaban, sin que al parecer la ciencia natural pueda prescindir de un criterio taxonómico de clasifi cación de algún modo similar al propuesto por Aristóteles desde un planteamiento estrictamente analítico. Sin em-bargo ahora también se hace notar que los criterios y los argumentos mediante los que se justifi can este tipo de taxonomías ya tienen un carácter experimental totalmente distinto. Una cosa es que las taxo-nomías sigan teniendo desde un punto de vista lógico un gran rigor formal analítico, incluso más que en épocas anteriores, y otra cosa es que se justifi quen de un modo meramente formal, cuando la primera prueba que se les exige es la permanente comprobación o posible

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refutación empírica. De todos modos en estos casos siempre subsiste el viejo debate, ¿quién acabó teniendo razón? La justifi cación “a posteriori” de la ciencia por observación y refutación de Aristóteles y Popper respectivamente, como ahora parece que se sugiere, o sim-plemente Kant, Russell o Wittgenstein, cuando acabaron otorgando un carácter “a priori” autoinmune a los grandes marcos lógicos y metodológicos de la ciencia en general, incluida ahora también la biología.

Carlos Ortiz de LandázuriUniversidad de [email protected]

SELLÉS, JUAN FERNANDO

Los tres agentes del cambio en la sociedad civil. Familia, universidad y em-presa, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 2013, 340 pp.

En este libro Juan Fernando Sellés presenta de manera práctica y sencilla, sin descuidar la teoría, los planteamientos basados sobre todo en la Antropología trascendental de Leonardo Polo que giran alrededor de tres agentes básicos (no los únicos que existen) para fundamentar la sociedad civil: familia, universidad y empresa, repre-sentados en los padres, profesores y empresarios, cuyas relaciones tienen un especial hilo de unión que el autor se encarga de ir te-jiendo a medida que avanza en la exposición. Este texto, recurriendo a fi lósofos clásicos, medievales y modernos, se sitúa perfectamente en un contexto actual, y denota el amplio conocimiento que sobre estos maneja el profesor Sellés.

El libro está divido en los doce siguientes apartados. 1) Per-sona, familia y sociedad; 2) Familia y solidaridad; 3) Familia y edu-cación; 4) ¿Educar o aprender de los niños?; 5) Amistad y educación; 6) Universidad y verdad; 7) Verdad y amistad; 8) Amistad y saber

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personal; 9) Persona y economía; 10) Persona y empresa; 11) Fami-lia y empresa; 12) Universidad y empresa.

En los dos primeros se desarrolla la clave de la familia. En ellos se parte de la intimidad personal, de la que depende la dimensión so-cial. El autor deja muy claro que la sociedad no corresponde al nivel de la intimidad, sino al orden de las manifestaciones humanas, expli-cando que la familia es el mejor lugar donde se puede manifestar la intimidad y que es la primera base de lo social. En el texto se resalta siempre que en la familia se valora a cada uno por su ser, no por su tener, tesis a tener en cuenta cuando establece las semejanzas y las diferencias entre familia y sociedad. Del tercer al quinto apartado empieza a enlazar el tema de familia con la educación. Para llevarlo a cabo utiliza el sistema poliano de las ‘dualidades’ existentes en la persona; específi camente, se refi ere a estas dualidades en la educa-ción. Así se entrelazan temas como el amor personal, los distintos tipos de enseñanza, las virtudes y su corona: la amistad.

Del sexto al octavo aparece el tema de la búsqueda de la verdad, enlazada principalmente con la labor universitaria. Después de la fa-milia, que es la primera, la segunda base de lo social es la educación. Pero la cumbre de esta es la universidad. El autor pone especial énfasis en la relación personal entre los profesores, y el problema de la falta de amistad, confi anza y esperanza que existe actualmente en este ám-bito. Los investigadores deben amar y defender la verdad. Además, y es muy relevante, concibe la universidad como una unión de personas, una empresa, en orden a la búsqueda de la verdad superior. Indica que el empresario en esta institución es el profesor. Subraya en él fundamentalmente la virtud de la humildad, a las que apoyan otras: la paciencia, tenacidad, fortaleza, justicia y amistad. La universidad busca incrementar el saber superior. En los últimos apartados explica las relaciones de la verdad, la amistad y el amor personal.

A partir del noveno apartado, hasta el fi nal del trabajo, se hace presente el tercer y último agente del cambio social, la empresa, in-troduciendo con él el tema de la economía. En esta última parte se utilizan los conceptos anteriormente explicados de las dualidades, el conocer personal, la familia, y la educación. Se presenta a la socie-dad como imprescindible para la economía, pues un solo hombre

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no hace economía. Se hace referencia a los trabajos de Leonardo Polo Filosofía y economía; Antropología de la acción directiva como muy importantes para estas temáticas, pues existe una carencia de antro-pología referida a la intimidad personal en las empresas.

La aproximación antropológica trasluce en todo el trabajo. Desde esta disciplina se da razón de las crisis que pueden surgir en la familia, universidad y empresa. Sin embargo, también ofrece soluciones, partiendo no solo del conocimiento personal, sino re-forzando asimismo la educación de las virtudes: responsabilidad, prudencia, justicia, fortaleza, templanza y veracidad. Llegando al fi nal de esta parte explica que “emprender” no es exclusivo del em-presario, sino que, además, se aplica en la familia y en la universidad.

Llamará la atención del lector la manera en que Sellés recurre a términos como el ‘dinero’ (que podría referirse directamente a la empresa y economía) para reforzar las ideas, similitudes y diferen-cias que hay entre la familia, universidad y empresa. Con esto mues-tra que aunque las tres instituciones son diferentes, no son ajenas: de lo contrario no se habría podido empezar por proponer a la familia como el modelo básico de las demás.

Solo al fi nal del libro Sellés indica qué es la familia y qué es la empresa. Para la primera recurre a lo explicado por Polo, quien pone el paso de la familia a la empresa en “la regulación de la en-trega de una mujer a un miembro de otra familia” (p. 293). Este es el modo en que la familia se empieza a relacionar con el comercio. Resalto esta frase porque es un estilo muy original de explicar esta relación. Respecto a la segunda dice que es “una reunión de perso-nas con un común proyecto productivo de asuntos culturales” (p. 294). La familia viene a ser el modelo productivo empresarial, y la empresa una prolongación de la familia. Para concluir, el autor analiza las características y fi nes que tienen en común y manifi esta que las empresas deben prestar apoyo a la universidad, con mutua colaboración. La universidad debe albergar la verdad, y ella misma es más que las meras construcciones y muros.

Este libro hace gala de la coherencia y orden que debe exis-tir en los textos, pues en cada apartado se va presentando lo que se desarrollará en el siguiente, manteniendo en todo su contenido

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un giro alrededor de la familia, universidad y empresa. El lector se verá envuelto en ellos desde el inicio, lo que le permitirá hacer una lectura sencilla y continuada. Es el mismo autor quien explica los planteamientos con un lenguaje que va dirigido justamente a los protagonistas del cambio social en general: padres-hijos, profesores-alumnos, empresarios-colaboradores; es decir, para la sociedad.

A pesar de ser un libro de contenido fi losófi co, su lectura es recomendable para todos; en primer lugar, para los profesores y alumnos de las universidades; asimismo para los empresarios que no solo deben preocuparse por la producción y las ganancias económi-cas, sino principalmente por el recurso humano con el que cuentan, es decir, las personas; y, por supuesto, para los padres, quienes cons-tituyen la familia, el agente más radical del cambio social, porque de ella partirá dicho cambio. “Una sociedad que padece la crisis de la familia compromete su futuro”, ya que “el vínculo familiar del amor es superior al social, a saber, la ética”. El valor que representa este trabajo radica en ese lazo tejido de inicio a fi n: los temas sociales más relevantes con base en la antropología.

Melissa Llauce Ontaneda. Universidad de [email protected]

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novedades bibliográficasBOOKS RECEIVED

Se incluyen aquí los libros de fi losofía enviados por las editoriales o los autores a la Redacción de Anuario Filosófi co, sin que esto excluya una noticia más amplia en la sección de Reseñas. Para facilitar la consulta de este elenco, los libros están distribuidos por grandes áreas temá-ticas y, dentro de cada área, por orden alfabético.

I. HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

GENERAL Laras, G.; “Ricordati dei giorni del mondo” – 2: Storia del pensiero ebraico

dall’illuminismo all’età contemporanea, EDB – Dehoniane, Bolo-gna, 2014, 375 pp.

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Hadot, I.; Le néoplatonicien Simplicius à la lumière des recherches contemo-poraines. Un bilan critique, Academia, Sankt Agustin, 2013, 311 pp.

Kalligas, P.; The Enneads of Plotinus. A Comentary, vol. I, Princeton University Press, Princeton, 2014, 705 pp.

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Parra Membrives, E.; Código 0, Alfar, Sevilla, 2014, 334 pp.Puig, V.; Barcelona cae, Pre-textos, Valencia, 2014, 140 pp.

FILOSOFÍA DE LA CULTURA Y DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓNBermudo, J. M. (ed.); Figuras de dominación, Cuadernos para el análisis,

39, Horsori, Barcelona, 2014, 219 pp.Feixa, C.; De la generación @ a la = generación. La juventud en la

era digital, Nilan, P.; Leccardi, C.; Romaní, O.; González, Y.; Fernández-Planells, A.; Figueras, M. (Col.); NED, Barcelona, 2014, 349 pp.

Holzer, A.; Rasende Reporter. Eine Kulturgeschichte des Fotojournalis-mus, Primus, Wissenschatliche Buchgesellschaft , Darmsatdt, 2014, 496 pp.

López, A.; Prades., J. (eds.); Retrieving Origins and the Claim of Multiculturalism, Willian B. Eerdmans, Grand Rapids (MI), 2014, 208 pp.

Morat, D. (ed.); Sounds of Modern History. Auditory Cultures in 19th and 20th-Century Europe, Berghan, New York, 2014, 344 pp.

Onghena, Y.; Pensar la mezcla. Un relato intercultural, Gedisa, Barcelona, 2014, 205 pp.

FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓNDuran, D.; Aprenseñar. Evidencias e implicaciones educativas de aprender

enseñando, Narcea, Madrid, 2014, 139 pp.Hayes Jacobs, H. (ed.); Curriculum XXI. Lo esencial de la educación para

un mundo en cambio, Narcea, Madrid, 2014, 190 pp.Pinar, W. F.; La teoría del curriculum. Estudio introductorio: José Mª

García Garduño, Narcea, Madrid, 2014, 299 pp.

BIBLIOGRAFÍA

ANUARIO FILOSÓFICO 48/1 (2015) 216

Tosolini, A.; Comparar. Una nueva lectura de la realidad plural. Didáctica de las operaciones mentales, 12, Narcea, Madrid, 2014, 182 pp.

FILOSOFÍA DE LAS INSTITUCIONESAA. VV. Il mio Cuore, la Mia Terra, La Mia Vita. Antologia di Poesie in Ver-

nacolo Pugliese, IX edizione, 2013-2014, Levante, Bari, 2014, 525 pp.

ANUARIO FILOSÓFICO 48/1 (2015) 217

normas para autores instructions for authors

1. Todos los escritos que se envíen para su publicación en Anuario Filosófi co, tanto artículos como reseñas, deben ser completamente inéditos. Mientras están en proceso de evaluación o de edición, no deberán remitirse a ninguna otra publicación. Una vez hayan sido publicados, los autores podrán utilizar sus textos con total libertad, aunque citando siempre su publicación original en Anuario Filosófi co.

2. Los artículos y las reseñas bibliográfi cas estarán escritos de ordinario en castellano.

Normas para los artículos

3. Los artículos originales han de ser enviados en un formato habitual y fácilmente editable —como Word o RTF— a la Dra. Cruz González Ayesta ([email protected]). Se enviarán dos versiones. En una de ellas, para facilitar su revisión anónima, el autor debe eliminar toda referencia en el artículo a otras obras y artículos escritos por él mismo —tanto en el cuerpo como en las notas—, o hacerlo de forma que no revele su propia autoría. También deberá omitir la mención a reconocimientos de su participación en proyectos fi nanciados y otros agradecimientos.

4. Los artículos se someterán a una doble revisión anónima por expertos ajenos al Con-sejo de Redacción. Se valorarán: el interés del tema; la profundidad e innovación en su tratamiento; el conocimiento del estado de la cuestión; el diálogo con la bibliografía más relevante y actualizada; la unidad, claridad, coherencia, equidad y rigor de la ar-gumentación; la adecuación del título, del resumen y de las palabras clave; la extensión proporcionada del texto y de las notas; y la elegancia formal y literaria.

5. En un plazo habitual de dos meses y medio, y máximo de seis, el Consejo de Redac-ción comunicará la aceptación o rechazo de un artículo, junto con las observaciones o sugerencias emitidas por los evaluadores. En el mes de junio, el Consejo de Redacción selecciona, de entre todos los artículos aceptados, cuáles se incluirán en el número misceláneo que se publica en diciembre de cada año e informarán de ello a los autores correspondientes.

6. Los autores de artículos en vía de publicación recibirán la prueba del texto tras ser compuesto tipográfi camente, para su inmediata corrección. Una vez publicado,

ANUARIO FILOSÓFICO 48/1 (2015)218

recibirán gratuitamente un ejemplar del correspondiente número de Anuario Filosófi co y la separata electrónica de su artículo.

Formato de los artículos

7. Los artículos tendrán una extensión máxima —incluidas las notas— de 8.000 pala-bras (unos 50.000 caracteres con espacios). Este número de palabras, o de caracteres, puede calcularse fácilmente en los programas informáticos de tratamiento de textos.

8. En la primera página deben fi gurar el nombre del autor, la institución académica en la que trabaja (departamento, facultad y universidad, o sus análogos), la dirección postal (código postal, ciudad y país) y el correo electrónico. También deben incluirse, en español y en inglés: el título del artículo, un resumen de 75 palabras como máximo, y unas 4 palabras clave.

9. Para facilitar la composición, el texto debe introducirse sin ningún formato ni estilo de fuente. Los subtítulos han de estar numerados secuencialmente, así: 1. 2. 3., etc. Los títulos de posteriores subdivisiones deben seguir una ordenación alfabética, así: a) b) c), etc. Por ejemplo:

4. Los últimos comentarios de Tomás de Aquino a Aristótelesa) El comentario al “De caelo”

10. Las notas a pie de página han de ser concisas. Las citas en el cuerpo del texto también serán breves, y han de ir entrecomilladas: “así”. Si superan las tres líneas, deberán ir en párrafo aparte. Para introducir un término explicativo dentro de una cita se usarán corchetes, como en el siguiente ejemplo: “La vinculación de ésta [situación especial] al fi n del agente”.

11. Las referencias bibliográfi cas siempre deben ir a pie de página, y nunca en una bibliografía fi nal ni en el cuerpo del texto. Deben tener el siguiente formato:

Para libros: L. POLO, Curso de Teoría del conocimiento, vol. 4/1 (Eunsa, Pamplona, 1994); R. SPAEMANN, Ética: cuestiones fundamentales (Eunsa, Pamplona, 1987) 113-115.

Para colaboraciones en obras colectivas: A. FUERTES, El argumento cosmológico, en A. L. GONZÁLEZ (ed.), Las pruebas del absoluto según Leibniz (Eunsa, Pamplona, 1996) 47-158.

Para artículos: R. YEPES, Los sentidos del acto en Aristóteles, “Anuario Filosófi co” 25/3 (1992) 493-512.

Para números monográfi cos de revista: A. M. GONZÁLEZ, R. LÁZARO (eds.), Razón práctica en la Ilustración escocesa. Número monográfi co: “Anuario Filosófi co” 42/1 (2009) 1-257.

12. Pueden usarse referencias abreviadas en los siguientes casos:Cuando de un mismo autor se cite una sola obra, se abreviará su título así: R. SPAEMANN, op. cit., 108.

ANUARIO FILOSÓFICO 48/1 (2015) 219

Si de un mismo autor hay que citar más de una obra, se reiterará el título de forma abreviada; por ejemplo: R. SPAEMANN, Lo natural cit., 15; L. POLO, Curso cit., vol. 4/1, 95.Puede utilizarse “Ibidem” cuando se repita una misma referencia consecutivamente.

13. Para garantizar la correcta transcripción de los textos en griego, deberán estar escritos con la fuente Gentium Plus, disponible gratuitamente para Windows, Mac y Linux Debian/Ubuntu en la siguiente dirección:

http://scripts.sil.org/cms/scripts/page.php?site_id=nrsi&item_id=Gentium_download

Si se necesita usar caracteres de otras lenguas no incluidos en dicha fuente, será pre-ceptivo emplear una fuente Unicode.

Normas para las reseñas bibliográfi cas

14. Cada reseña debe tener entre 600 y 1.200 palabras, y ser completamente original e inédita.

15. Salvo casos excepcionales, no se aceptarán reseñas de libros con más de tres años de antigüedad. Las obras recensionadas han de ser primeras ediciones, o bien reediciones con modifi caciones sustantivas.

16. Para evitar confl ictos de intereses, es preferible que no estén escritas por personas cercanas al autor del libro recensionado o que hayan colaborado en su edición o diseño. El autor de un libro recensionado no debe tener ascendiente profesional sobre el autor de la reseña, como es el caso de un director de tesis o de un miembro del mismo grupo de investigación.

17. Si es preciso incluir alguna cita diferente a la del libro que se está reseñando, se hará en el cuerpo del texto, entre paréntesis, siguiendo lo que se indica en los nn. 11 y 12. Si la cita es del libro que se está reseñando, basta con incluir el número de página, así: (p. 63), o (pp. 63-64). Al fi nal de la reseña, el autor hará constar su nombre, su univer-sidad o afi liación sin incluir la dirección postal, y una dirección de correo electrónico.

18. Las reseñas bibliográfi cas han de enviarse a la Dra. Paloma Pérez-Ilzarbe ([email protected]).

19. Pueden encontrarse unas orientaciones sobre el modo de redactar reseñas en:

http://www.unav.es/publicaciones/anuariofi losofi co/contenidos/orientaciones.html

Pamplona, 13 de septiembre de 2014

ANUARIO FILOSÓFICO 48/1 (2015) 221

cuadernos de anuario filosófico

SERIE UNIVERSITARIAPetición de Cuadernos: [email protected]

Nº 237 Jorge Mario Posada, Sobre el logos como unifi cación matemática de la dual intelección racional en la persona humana (2011)

Nº 238 Mariona Villaro, Naturaleza humana y libertad (2011)Nº 239 Juan Fernando Sellés, Dietrich de Freiberg (Teodorico el Teutónico, 1250-

1310/20). Claves fi losófi cas de un maestro olvidado (2011)Nº 240 Susana Christiansen, La unidad dinámica de la acción humana, desde la teleología

de Tomás de Aquino (2011)Nº 241 Ángel Luis González (ed.), La intermediación de fi losofía y teología (2011)Nº 242 José Díez Deustua, El concepto de deliberación en el comentario de Santo Tomás

de Aquino al libro VI de la Ética a Nicómaco (2012)Nº 243 Mario Molina Maydl, El surgimiento de la sensibilidad pura (2012)Nº 244 Ángel Luis González (ed.), Metafísica modal en G. W. Leibniz (2012)Nº 245 Juan Fernando Sellés, Claves metódicas de acceso a la obra de Soren Kierkegaard

(2012)Nº 246 Agustín Echavarría / Juan F. Franck (eds.), La causalidad en la fi losofía

moderna. De Suárez al Kant precrítico (2012)Nº 247 David González Ginocchio / Mª Idoya Zorroza (eds.), Estudios sobre la

libertad en la fi losofía de Leonardo Polo (2013)Nº 248 Enrique V. Muñoz Pérez, Heidegger y Scheler: Estudios sobre una relación

olvidada (2013)Nº 249 Rafael Tomás Caldera, Misterio de lo real. Vocación al amor (2013)Nº 250 Sebastián Buzeta, Sobre el conocimiento por connaturalidad (2013)Nº 251 Agustín Navarro, Arte y conocimiento. La estética de W. Dilthey (2013)

SERIE DE ESTÉTICAPetición de Cuadernos: [email protected]

Nº 5 Margarita Puigserver, La obra de Chopin en Mallorca en el invierno de 1838-39 (2003)

Nº 6 Carlos Ortiz de Landázuri, Gombrich: una vida entre Popper y Wittgenstein (I) (2003)

Nº 7 Carlos Ortiz de Landázuri, Gombrich: una vida entre Popper y Wittgenstein (II) (2003)

Nº 8 Paula Lizarraga y Oihana Robador, Conversación con Venancio Blanco (2007)

ANUARIO FILOSÓFICO 48/1 (2015)222

SERIE DE PENSAMIENTO ESPAÑOLPetición de Cuadernos: [email protected]

Nº 42 Mª Idoya Zorroza (ed.), Causalidad y libertad. Y otras cuestiones fi losófi cas del Siglo de Oro español (2011)

Nº 43 Sergio Raúl Castaño, La interpretación del poder en Vitoria y Suárez (2011)Nº 44 Juan Cruz Cruz, La interpretación de la ley según Juan de Salas (2011)Nº 45 Juan A. García González (ed.), El conocimiento de lo físico, según Leonardo Polo

(2011)Nº 46 Miguel Rumayor, El yo en Xavier Zubiri (2013)Nº 47 Ángel Luis González – David G. Ginocchio, Pensamiento, lenguaje y realidad.

Estudios sobre la fi losofía de Leonardo Polo (2012)Nº 48 Juan Fernando Sellés, Sustancia, autoconciencia y libertad. Estudio sobre la

antropología de Antonio Millán-Puelles (2013)Nº 49 Mauricio Beuchot, Ensayos sobre escolástica hispana (2013)Nº 50 Rafael Corazón González, La idea de ente. El objeto de la metafísica en la fi losofía

de Leonardo Polo (2014)Nº 51 Francesco de Nigris, Sustancia y persona. Para una hermenéutica de la Metafísica

de Aristóteles según la razón vital (2013)Nº 52 Jean Paul Coujou / Mª Idoya Zorroza, Bibliografía vitoriana (2014)Nº 53 Juan Fernando Sellés, Del dualismo alma-cuerpo al monismo corporalista. La

antropología de Pedro Laín Entralgo (2014)Nº 54 Juan A. García González (ed.), Escritos en memoria de Leonardo Polo. I: Ser y

conocer (2014)Nº 55 Juan A. García González (ed.), Escritos en memoria de Leonardo Polo. II:

Persona y acción (2014)

SERIE CLÁSICOS DE SOCIOLOGÍAPetición de Cuadernos: [email protected]

Nº 16 Fernando Múgica Martinena, E. Durkheim: La constitución moral de la sociedad (III). Los elementos de la moralidad y la confi guración social de la vida ética (2005)

Nº 17 Fernando Múgica Martinena, E. Durkheim: En el umbral de lo sagrado. La formación de la sociología de la religión (2006)

Nº 18 Fernando Múgica Martinena, E. Durkheim: El principio sagrado (I). La representación de lo sagrado (2006)

Nº 19 Fernando Múgica Martinena, E. Durkheim: El principio sagrado (II). De la experiencia ritual de lo sagrado a la verdad sociológica de la religión (2006)

Nº 20 Fernando Múgica Martinena, E. Durkheim: Arqueología de lo sagrado y futuro de la religión. Historia de una polémica (2007)

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REVISTA CUATRIMESTRAL FUNDADA EN 1968SERVICIO DE PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRAPAMPLONA / ESPAÑAISSN: 0066-5215

ISSN 0066-5215REVISTA CUATRIMESTRAL DEL DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍAFACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS / UNIVERSIDAD DE NAVARRAPAMPLONA / ESPAÑAVOLUMEN 48 / NÚMERO 1 / 2015

TOMÁS DE AQUINO Y LAS TRADICIONES ABRAHÁMICASLuis Xavier López-Farjeat – Richard C. Taylor (Editores Asociados)

ESTUDIOS / ARTICLES

R. E. HouserThe friar and the vizier on the range of the theoretical sciences 19-54

Rafael Ramón GuerreroAvempace en las obras de santo Tomás de Aquino 55-78

Francisco Romero CarrasquilloIntellectual elitism and the need for faith in Maimonides and Aquinas 79-102

Michael ChaseQuod est primum in compositione, est ultimum in resolutione. Notes on analysis and synthesis in Late Antiquity 103-139

Thérèse-Anne DruartMoses and the magicians in Bonaventure, Peter Abelard, and al-Ghazâlî 141-158

BIBLIOGRAFÍA 159-206

TOMÁS DE AQUINO Y LAS TRADICIONES ABRAHÁMICASLuis Xavier López-Farjeat – Richard C. Taylor (Editores Asociados)

ESTUDIOS / ARTICLES

R. E. HouserThe friar and the vizier on the range of the theoretical sciences 19-54

Rafael Ramón GuerreroAvempace en las obras de santo Tomás de Aquino 55-78

Francisco Romero CarrasquilloIntellectual elitism and the need for faith in Maimonides and Aquinas 79-102

Michael ChaseQuod est primum in compositione, est ultimum in resolutione. Notes on analysis and synthesis in Late Antiquity 103-139

Thérèse-Anne DruartMoses and the magicians in Bonaventure, Peter Abelard, and al-Ghazâlî 141-158

BIBLIOGRAFÍA 159-206


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