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Leyendas de las Tierras Bajas - Isabel Muñoz Reyes

Date post: 10-Dec-2023
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Angel Eduardo Román-López Dollinger María Beatriz Castro Mojica (Editor/a) Amazonía boliviana Visibilizando la diversidad de los pueblos de Tierras Bajas
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El Instituto Superior Ecuménico Andino de Teología (ISEAT) se complace en poner en sus manos esta publicación, la cual incluye la pro-

ducción de artículos de docentes y estudiantes que parti-ciparon en la primera versión del Diplomado “Religión y

cultura en la Amazonía”. La riqueza de los presentes artículos radica en la diver-sidad metodológica y los diferentes enfoques (religioso,

cultural, social) que estudiantes y docentes emplearon para acercarse críticamente al tema de las poblaciones indígena

originarias del contexto amazónico boliviano. Los artículos transversalizan de forma muy creativa y

original los ejes fundamentales del Diplomado: religión, cultura, investigación y procesos de desarrollo social.

Elementos fundamentales y necesarios para conocer mejor nuestras culturas originarias e intervenir eficientemente en

proyectos sociales.

Angel Eduardo Román-López DollingerMaría Beatriz Castro Mojica

(Editor/a)

Amazonía bolivianaVisibilizando la diversidad de los pueblos de Tierras Bajas

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Amazonía boliviana

Angel Eduardo Román-López DollingerMaría Beatriz Castro Mojica

(Editor/a)

La Paz, Bolivia2016

Visibilizando la diversidad de los pueblos de Tierras Bajas

Libro TB-2014.indb 1 20.01.2016 21:20:50

Esta publicación fue posible gracias al apoyo de Christian Aid

Román-López Dollinger, Angel Eduardo; Castro Mojica, María BeatrizAmazonía Boliviana. Visivilizando la diversidad de los pueblos de Tierras Bajas / Román-López Dollin-ger, Angel Eduardo; Castro Mojica, María Beatriz – La Paz: ISEAT, 2016180 pp.

ISBN: 978-99974-809-5-8D.L.: 4-1-29-16

AMAZONÍA/RELIGIÓN/CULTURA/TIERRAS BAJAS/INVESTIGACIÓN PARA EL DESARROLLO/CULTURAS ORIGINARIAS

Amazonía boliviana Visibilizando la diversidad de los pueblos de Tierras Bajas

Serie Religión y Cultura en la Amazonía No. 1

Primera edición, enero 2016

® Derechos reservadosEs propiedad intelectual de los/las autores/asLos contenidos de los artículos son responsabilidad exclusiva de los/las autores/as

© Instituto Superior Ecuménico Andino de Teología (ISEAT)Calle A. Aspiazu Nº 638; Zona SopocachiTels: 2418030 – [email protected] / www.iseatbolivia.orgLa Paz – Bolivia

© Universidad de la Cordillera Bolivia (UNICOR)Calle Méndez Arcos Nº 776; Zona SopocachiTELEF: +(591)-2-2148365 [email protected] Paz – Bolivia

Cuidado de producción: Angel Eduardo Román-López DollingerEdición: Angel Eduardo Román-López Dollinger / María Beatriz Castro MojicaDiagramación y diseño de tapa: Angel Eduardo Román-López DollingerCorrección: Luis Miguel Pecho SalvadorImagen de la tapa: Erlini Chové YauretiPublicación y distribución:

Centro de Publicaciones del [email protected]

Impreso en BoliviaPrinted in Bolivia

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Contenido

Contenido ............................................................................................ 3

Presentación ........................................................................................ 5

Introducción ......................................................................................... 9

Misioneros: mediadores entre indígenas amazónicos y el Estado (siglos XVIII-XX) ...................................................................................Ana María Lema Garrett

13

“La Casa Grande” .................................................................................Una concepción panindia del territorioGabriela Canedo Vásquez

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Contenido

4

Acerca de las tendencias del sincretismo religioso entre los pueblos indígenas amazónicos de Bolivia .........................................Enrique Alfredo López Calderón

79

El diagnóstico participativo .................................................................Instrumento metodológico para el desarrollo localAngel Eduardo Román-López Dollinger

93

El Árbol: Entre el cielo y la tierra ........................................................PoemaErlini Chové Yaureti

111

Leyendas de las Tierras Bajas ..............................................................Isabel Muñoz Reyes Taborga

115

“...el amor se hizo carne y habitó entre nosotros” ............................Lesbia María Bermúdez Delgado

131

Del Pachakuti a la Loma Santa ............................................................Aportes del sentido mítico en la Amazonía que visibiliza acercamientos interculturales entre el mundo andino y el mundo amazónicoLiz Mirian Ramos Moreno

151

Consideraciones generales sobre territorio, identidad, multiculturalismo y relación entre Pueblos indígenas y Estado .........Mónica Del Carpio Carreño

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Autoras y autores 179

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Leyendas de las Tierras Bajas

Isabel Muñoz Reyes Taborga

Introducción

Se conoce como Tierras bajas al territorio comprendido en el centro y la parte noreste del Estado plurinacional de Bolivia que comprende los departamentos de Pando, Beni, Santa Cruz, Cochabamba, Chu-quisaca, Tarija y el Norte de La Paz., lo que se conoce también como

“La media luna”. Está dividido en tres regiones: la Amazonía, al norte, la Chiquitanía al centro y el Chaco, al sur.

En esta vasta región existen 36 etnias diferentes y unas diez más deri-vadas de éstas que son las más numerosas. Las etnias más importantes son: Yaminawa, Yuki, Chiquitana, Leco, Esse ejja, Afroboliviana, Cavineña, Si-rionó, Movima, Mosetén, Yurakaré, Weenhayek, Takana, Maropa, Ayoreo, Guaraní, Cayubaba, Canichana, Machineri, Itonama, Tapiete, Baure, Cha-cobo, Moré, Guarayo, Moxeño Ignaciano y Moxeño Trinitario (cf. García Jordán, 2009, 2011, 2014; Tabo Amapo, 2008). Sus costumbres, su alimen-tación y su cultura son diferentes dependiendo del lugar donde viven, pero

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hay algo que los une y esto es su espiritualidad. Todas ellas son, de una u otra manera, animistas, tienen un respeto y adoración a la selva que es la que les da el alimento y el territorio donde viven.

En estas breves líneas se presentarán algunas leyendas y su relación con la religión y la espiritualidad de las etnias más importantes del contexto boliviano de Tierras bajas, también conocido como Amazonía.

Leyendas de las etnias de Tierras bajas

Como ya se mencionó en la introducción, a pesar de las diferencias culturales, religiosas y sociales de las diferentes etnias de Tierras bajas, a todas ellas las une el animismo. ¿Qué entendemos como animismo? Según la des-cripción que nos da el Diccionario Enciclopédico Universal, animismo es: “la doctrina fisiológico-médica que considera al alma como principio de ac-ción de los fenómenos vitales en el estado de salud y en el de la enfermedad, con independencia de la materia orgánica y de sus fuerzas físicas y químicas” (López, 1991).

Con pequeñas diferencias, las etnias de Tierras bajas consideran que la naturaleza, toda, especialmente las plantas y los animales, son pequeños dioses que protegen al ser humano, le dan su alimento, su techo, y su vida entera depende de ellos. Por eso, el culto que le tienen a la naturaleza es muy grande y sus dioses están relacionados con los fenómenos naturales. Alrede-dor de ellos se han tejido una serie de leyendas y mitos que explican, de cierta manera, la espiritualidad de todas estas naciones originarias.

La mitología tuvo mucha importancia en la antigüedad, reflejaba la vida moral y material de la humanidad, explicaba los fenómenos naturales que no podían ser explicados o interpretados con los pocos conocimientos científicos que se tenía entonces: “Se comprueba el indiscutible valor sim-bólico que atesoran los mitos, y de cualquier manera, los justifica, a nuestro juicio, la necesidad de algo sobrenatural experimentada por los hombres de las épocas todas” (Noguin, 1960, p. 14).

Actualmente, en el siglo XXI, todavía hay muchos fenómenos que no pueden ser explicados y que por tanto debe recurrirse a la mitología para poder entender el mundo en el que vivimos. Estos mitos se relacionan es-trechamente con la religión, pues a través de ella se asegura la existencia de un ser sobrenatural a quien cree en esos mitos, un dios que vela por todas

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las personas, un ser que nos ama y que, al mismo tiempo, inspira miedo a todos aquellos hombres y mujeres que están sujetos a todos los peligros de la naturaleza.

Tomando como ejemplo algunos pueblos originarios, a continuación se analizan algunas de estas leyendas, para luego relacionarlas con la religio-sidad de los distintos pueblos indígenas originarios.

Los cavineños

Este grupo étnico vive en el departamento del Beni y en la región norte de La Paz. Sufrieron mucho por el avasallamiento de los siringueros y más tarde por la presencia de los misioneros franciscanos que vinieron a su territorio para evangelizarlos. Ellos se llaman a sí mismos “ecuana” que signi-fica “nosotros”, “gente” o “grupo”. Su nombre actual de cavineños, viene de la Misión fundada por los padres franciscanos, Jesús de Cavinas.

Su religiosidad se relaciona con el respeto que le tienen a la naturale-za: viven en armonía con los ríos, animales y plantas. Cazan y pescan para subsistir, pero nunca sacan más de lo que necesitan. Como dioses principales tienen a los “Educhis”.

El intermediario entre los Educhis y el ser humano es el yanakona, una especie de brujo que, al mismo tiempo, es médico que utiliza las medici-nas tradicionales con hierbas, tanto como la medicina occidental.

La influencia católica y evangélica es muy grande, tanto que la figura de Cristo se mezcla con la de Educhi. También sus leyendas se mezclan, en un sincretismo estrecho con las leyendas cristianas. Un ejemplo es el del origen del hombre que se debe al Educhi, una especie de demiurgo, mate-rializado en pequeñas piedras de distintos colores. Se dice que el mundo se formó por la acción de Educhi que caminó por distintos lugares para formar los caminos y los ríos. La tierra se volvió fértil y empezaron a aparecer los animales de distintas clases, los árboles y las flores. A su paso iba creando todo el universo y entre todo, también creó a los hombres y a las mujeres. Dice la leyenda que a las personas que no le querían obedecer las convertía en hormigas Sepes.

El tiempo lo dividió en años y cada año en tiempo seco, tiempo del sur y tiempo de lluvia. Dividió el tiempo luego en meses, semanas y días. El día se formó de la mañana, la tarde y la noche, estableció también que habría un día de descanso, el domingo y que el ser humano debía comer tres veces al día.

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Para marcar la diferencia entre los cavineños y los blancos, invitó a ambos grupos a un gran banquete. Allí hizo colocar una vajilla muy elegante sobre la mesa y una vajilla pobre, hecha de arcilla, debajo de la mesa. Tanto los blancos como los cavineños se acercaron a la mesa y mientras los blancos se sentaban en la mesa elegante, los cavineños escogieron los pobres platos de barro. Por eso, hasta hoy, unos viven en la riqueza y otros, como los cavine-ños, tienen muchas carencias y tienen que vivir en la pobreza.

La leyenda de la luna se presenta como una mujer que subió al cielo para cuidar de su hijo, que nació del sol y como éste era muy caliente, nece-sitaba que su madre lo ayude.

Si analizamos estas leyendas sobre la creación del ser humano, vemos que hay un sincretismo muy marcado entre las antiguas creencias y las que trajeron los franciscanos. El pensar que Educhi creó a los animales, a las plantas y al ser humano de la nada, lo mismo que el Dios cristiano, nos hace pensar en la influencia que dejó el trabajo de los misioneros. La transfor-mación de seres humanos en animales y viceversa, es también un resabio de otras leyendas europeas y asiáticas, aunque no hubo un acercamiento directo con estas historias.

Lo interesante y nuevo que podemos ver en sus leyendas es la división de clases que se produce por propia determinación de las personas y no del mandato divino. En uno de sus paseos, Educhi dividió a los seres humanos en blancos y cavineños. A cada grupo le dio su propia lengua y por eso ya no pudieron entenderse entre ellos. También aquí se recuerda la torre de Babel y la dificultad de entenderse que tienen los pueblos.

Los guarayos

Este grupo étnico, según Gunnar Mendoza, está dividido en cuatro grupos: los guarayos habitantes de los ríos San Miguel-Sapocós; los del río Iténez, en el Beni, también denominados “pausernas”; los del río Blanco, en el Beni, también llamados “tapacuras”, “chapacuras” o “chapacoros” y, finalmente, los guarayos de los ríos Madre de Dios y Beni (Mendoza, 1956, en García Jordán, 2006, p. 90). Su cultura es muy interesante por la serie de leyendas que se presentan.

Para ellos, su dios es Zaguagayu que se hizo a sí mismo. Antes que existiera, no había tierra alguna descubierta, y todo era agua. La primera forma que tomó este dios, cuando apareció, fue de un gusano, el cual con-

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forme iba creciendo, se iba extendiendo a proporción de la tierra, hasta que llegó a crecer extraordinariamente y, por lo mismo, la tierra adquirió una gran dimensión. No agradándole a Zaguagayu la figura de gusano que había tomado, se transformó en diferentes animales: unos con unas orejas extraordinarias, en desproporción con los ojos y demás partes del cuerpo; otras con las mismas partes muy diminutas; otras haciendo un conjunto de unas y otras, conforme le iba sugiriendo su fantasía. En todas estas me-tamorfosis se miraba y notaba las faltas y fealdades que en sí creía tener. Ninguna de las figuras que iba mudando le agradaba, hasta que tomó la de un hombre, la que le pareció más propia y adecuada a su gusto y se quedó hecho hombre. Hallándose sólo en este estado hizo a su mujer, de la que no se ha podido averiguar el modo cómo la produjo, ni tampoco si fueron dos o más. Hizo producir a la tierra los árboles y plantas, creó los peces del agua, las aves del aire, los cuadrúpedos y demás reptiles de la tierra. etc. (García Jordán, 2006, p. 111).

Para las comunidades selváticas la luna constituye un elemento enig-mático, sobre todo por los cambios que sufre en sus fases y por las manchas que se ven, sobre todo en las noches claras de la selva. Por ello se han creado varias leyendas para poder explicar estos fenómenos. Una de ellas es la de los Guarayos en el que al hijo de Zaguagayu se le antojó subir al cielo para convertirse en sol y alumbrar la tierra, para ello tomó su arco y flechas y fue disparando, ensartando una flecha con la otra, de tal manera que formó una especie de escalera por la que subió al cielo. No pudo convertirse en sol por-que el calor no lo permitía, así que se volvió luna; el problema estaba en que se enamoró de su hermana y todas las noches bajaba a la tierra para pasar la noche con ella. Como no se dejaba ver y la mujer quería saber quién era, se tiñó las manos con el hollín de la olla y le cubrió el rostro, haciendo como si lo acariciara. A la mañana siguiente, la luna corrió al cielo y vio que tenía unas manchas que ya no podía sacarlas, desde entonces no pudo volver a la tierra y se quedó por siempre en el cielo convertido en la Luna.

Los yaminahuas

Muy parecida a la leyenda anterior de los guarayos, se encuentra la leyenda del pueblo Yaminahua, el cual vive al norte del departamento de Pando, en la región de Bolpebra, en la cuenca del río Acre, cerca de la fron-tera con el Brasil.

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Cuenta esta leyenda que un hombre se enamoró de una mujer que pertenecía a otro grupo social. Como este pueblo es endogámico, sólo podía casarse con los de su propio grupo. El joven visitaba a su novia todas las no-ches, pero no dejaba que ella viera su rostro. Un día ella decidió saber quién era y se tiñó las manos con un líquido que sacó de las flores y que tenía la propiedad de ser indeleble, con él acarició a su novio y a la mañana siguiente, cuando él se fue, ella lo siguió para ver cuál de los jóvenes del pueblo era su novio. El joven trató por todos los medios de quitarse las marcas, pero no pudo, la familia de su novia se enfureció y lo amenazó de muerte, él, para salvarse, se fue a la guerra. Allí se portó valientemente, pero finalmente fue apresado y le cortaron la cabeza.

Al día siguiente, uno de sus hermanos lo encontró y se llevó la cabeza a la casa de su madre, la cabeza tenía vida y rodaba por todas partes hasta que se aburrió de estar así y decidió subir al cielo. Pidió a su madre que le amarre un hilo y lo ayude a subir al cielo. Así lo hizo la madre que lo sujetaba por el hilo, como si fuera un globo. Uno de esos días, la madre se descuidó y soltó el hilo, la cabeza siguió subiendo sin control y después nunca más pudo volver a bajar, pero sí conservó las manchas que le había pintado su antigua novia. De esta manera se convirtió en la Luna.

En esta leyenda se ven descritas varias costumbres, la más importante es la del matrimonio. Los yaminahuas no pueden escoger sus propias novias, son los padres los que deciden con quién se casarán sus hijos e hijas, lo hacen a edad muy temprana y no importa si los novios están de acuerdo o no. Los padres de la novia escogen a un hombre mayor, trabajador y bueno para la caza y la pesca. Los del novio prefieren a una mujer que supiera hacer las labores de casa. Los dos padres y las dos madres se juntan en una comida y bebían chicha para celebrar el matrimonio. El novio debía pasar varias pruebas para demostrar su habilidad para cazar y pescar, sólo así podía ser aceptado en la familia. La leyenda de la Luna muestra los peligros que corría una jovencita si se entregaba a un hombre que no había sido escogido por los padres, por eso el joven Luna tiene que escapar del pueblo e ir a la guerra para demostrar su valor y escapar de la muerte.

El hecho de que su cabeza se mantenga con vida, muestra que las mar-cas que le habían hecho impedía que muriera por completo, por eso decidió escapar del pueblo e irse al cielo.

Estas leyendas son contadas de padres a hijos, pero especialmente por los abuelos, quienes son los que mantienen la lengua y la tradición del pueblo.

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Los yuracaré

Los yuracaré tienen otra historia que difiere bastante de las dos ante-riores. Los yuracaré viven en el trópico de Cochabamba, de Villa Tunari hasta el parque Isidoro Sécure. También hay yuracarés en el Tipnis, en la provincia Marbán, Mojos y Ballivián. Los yuracaré del Chapare coexisten con indígenas mojeños trinitarios, con quienes se llevan bastante bien.

La leyenda se la conoce como “la del niño árbol y el tigre de la luna”. Se trata de un joven que se llamaba Guayabochi y que se enamoró de una jovencita a la que visitaba siempre, él era en realidad un árbol que se volvía hombre por amor a la jovencita. Un día la dejó embarazada y su familia se enfureció tanto que mataron al joven Guayabochi, a ella la echaron de la casa, pero ella fue donde estaban enterrados los huesos de su novio y trató de desenterrarlos para devolverle la vida. Después de un tiempo consiguió todos los huesos menos uno, por eso era un hombre in-completo y no podía casarse con ella. La joven siguió por un camino que llevaba a la casa de los tigres para conseguir ayuda. Allí se quedó a vivir hasta que nació su hijo. La mamá tigre mató a la madre y se quedó con el hijo a quien enseñaba a matar pajaritos y otros animales. Un día trató de matar a una calucha (ardilla), pero sólo le dio a la cola. Entonces la calu-cha le contó que los tigres habían matado a su verdadera madre y que él debería vengar su muerte. El joven volvió a la casa y la incendió matando a todos los tigres, menos a uno que tenía cuatro ojos y que logró escapar y subir al cielo. Allí se quedó para siempre por miedo a morir en manos del hijo de Guayabochi, pero siempre conservó sus manchas que son las que observamos en la luna.

En esta leyenda se pueden ver claramente varios elementos típicos de la cosmovisión selvática. Uno de ellos es que el ser humano no puede unirse a algo que está incompleto. Por esa razón, la joven no pudo unirse a Guayabo-chi y, también por eso, la familia la castigó. Otro elemento muy interesante es el que los animales son personas transformadas, pueden hablar y moverse como personas y, al igual que a los hombres y las mujeres, se les castiga si se portan mal.

La convicción de que los animales pueden ser seres humanos, hace que el yuracaré respete mucho la naturaleza, sobre todo a los animales. Los que cazan o pescan para alimentarse nunca toman más de lo necesario para su subsistencia. La selva es su hogar y por tanto tienen que conservar los árboles y las plantas. Tienen un gran respeto por el medio ambiente.

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Dentro de su espiritualidad se consideran dos tipos de espíritus. Unos son los dueños de la tierra o de la arcilla y los otros, los Monorumas, son los dueños de los rayos y son los curanderos de la tribu.

Otro elemento importante del relato oral es que la joven trasgredió la ley de su comunidad al enamorarse de Guayabochi. La ley prohibía que los novios se conozcan antes del matrimonio, éste consistía en un golpe en la cabeza de ambos y luego tenían que permanecer juntos un mes, pero no podían tocarse. La madre era la guardiana y cuando probaban que podían estar juntos sin tocarse, entonces se les permitía que hicieran vida de matri-monio porque se comprobaba que el hombre no engañaría a su mujer, ni la abandonaría. Lo mismo sucedía con la mujer respecto a su marido (cf. UPIIP, 2014, p. 89).

Otro elemento también importante en la leyenda es la venganza que tiene que hacer el hijo de Guayabochi para que su madre pueda morir tran-quila aunque quisiese más a la madre tigre, puesto que ella lo había criado. Lo mismo sucedía con sus hermanos tigres, tuvo que matarlos aunque los quería y se portaban bien con él.

Los sirionó

También el pueblo Sirionó tiene una leyenda respecto a la luna, pero un tanto diferente. Los sirionó viven al sureste de los llanos de Mojos, en el departamento del Beni, sobre la carretera Trinidad –Casarabe. Antiguamen-te eran un pueblo nómada, pero con la llegada de los misioneros se fueron haciendo sedentarios y ahora tienen chozas hechas de madera con techo de paja.

Sus creencias se basan en los espíritus que existen en los animales y árboles del monte, estos espíritus los cuidan y les dan el alimento, por eso es que no hacen daño ni a los animales ni a las plantas, sólo los usan para alimentarse o para algo importante.

El mito de la luna comienza en la creencia de que la luna vivía entre los seres humanos y los iluminaba, su nombre era Nyasi. Muchos de los animales eran también hombres y mujeres y entre todos habían nombrado a Nyasi su “Ererekwa” o jefe. Un día se perdió su hijo y aunque Nyasi lo buscó por todas partes, no pudo encontrarlo. Los animales la querían mucho porque ella los había creado, a una mitad de ellos les dio su forma cuando eran personas y a la otra mitad les dio inteligencia y herramientas para que

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quedaran como seres humanos. A pesar de ello, muchos de los animales no la querían, por eso, uno de ellos, el tigre, se había comido a su hijo. Cuan-do Nyasi se enteró de eso, se enojó tanto que decidió volver al cielo y no acordarse más de los seres humanos y de los animales que habían sido tan ingratos (cf. UPIIP, 2014, p. 67).

Los ayoreos

Los fenómenos naturales como la lluvia han inspirado a muchos pue-blos para crear historias que se relacionan también con los animales. Una de estas leyendas es la del “Niño Lluvia” del pueblo Ayoreo. Este pueblo ha con-servado muchas de sus leyendas y de su mitología. Muchas de sus acciones se basan en prohibiciones o recomendaciones de sus antepasados míticos. Este pueblo vive en la región del Chaco. Después de la Guerra del Chaco emigra-ron al Paraguay o a otros lugares como el territorio de la Chiquitanía y otros lugares del departamento de Santa Cruz.

El papel de los abuelos es también muy importante porque son ellos los que relatan todas las leyendas y las tradiciones de su grupo. La mujer es muy respetada y tiene un papel importante entre los comuneros.

La leyenda cuenta de un niño, llamado Gebi, que nació con un don sobrenatural: tenía lluvia en el pelo y cuando hacía falta agua, sólo lo expri-mía para que tuvieran agua fresca. Esto hacía que fuera muy débil y los otros niños se burlaran de él y le pegasen sin motivo. El abuso a los indefensos tie-ne que ser castigado, por eso, un día que se portaron peor que nunca con él, los niños se convirtieron en ranas y Gebi se fue con la lluvia. Por eso, cada vez que llueve, las ranas comienzan a croar llamando a Gebi, para que se apiade de ellos y no los deje convertidos en animales.

En esta leyenda (que se parece más a una fábula) se notan ciertas reglas importantes para los ayoreos: el que nadie puede portarse mal con nadie, especialmente cometer abusos con los débiles; si lo hacen, la Naturaleza la que se ocupa de castigarlos.

La metamorfosis de los animales en hombres o viceversa, es algo bas-tante común en las leyendas y casi forma parte de la historia de todas las Tierras Bajas.

También hay leyendas que explican la existencia de sus propios ali-mentos, como el maíz o el plátano. Entre los guaraníes está la leyenda del maíz que se relaciona también con el amor que tiene que existir entre los

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miembros de una misma familia y el respeto de la gente del pueblo para con las mujeres solas.

Cuenta la leyenda que había una mujer que tenía un hijo a quien quería mucho, pero se quedó sin dinero, su esposo la dejó lo mismo que todos sus pa-rientes y ella no tenía con qué alimentarse ni alimentar a su hijo. Estaba deses-perada y pidió ayuda a los dioses, entonces apareció un ser extraño que parecía un diablo, llegó cantando y diciendo: “Púnzame la panza, púnzame la panza”. La mujer tomó entonces un palo y pegó con todas sus fuerzas el estómago del hombrecito. Inmediatamente, éste se abrió y dejó salir una gran cantidad de mazorcas de maíz. La mujer se puso muy contenta y quiso agradecerle, pero el hombre había desaparecido, entonces llamó a todos los vecinos y repartió lo que tenía. Desde entonces nunca más le faltó el alimento.

En esta leyenda podemos ver que la figura del hombre se parecía más al demonio que a un dios, sin embargo era un hombre bueno y la ayudó gratui-tamente. Esto nos muestra una de las características de la espiritualidad del pueblo. El demonio no es un ser maligno, es bueno cuando se lo trata bien, lo mismo que sucede con las creencias de las Tierras altas. El otro problema se relaciona con el espíritu de la gente del pueblo. Abandonan a la mujer cuando no tiene nada que darles, pero apenas consigue el alimento, vienen a su lado y la tratan bien. La mujer es muy importante en esta comunidad, porque representa a la “madre”, a la encargada de dar vida y dar alimento.

Los guaraníes

El pueblo Guaraní tiene también toda una cosmogonía que resulta muy interesante. Dicen que a un principio sólo existía el dios Ñanderú que se había creado a sí mismo. Él quiso tener compañía y por ello hizo que su bastón empezara a engordar, cuando creció mucho se había formado la tie-rra. Después creó a cuatro dioses más y les dio el lenguaje para que pudieran comunicarse entre ellos.

Después de crear la tierra, creó el cielo y lo puso sobre la tierra, sujetado por unas enormes columnas. Al centro de la tierra puso una palmera y otras cuatro más en los cuatro puntos cardinales. Estas palmeras eran las que soste-nían a la tierra y también al cielo. Ñanderú empezó a crear a los animales, los primeros fueron el colibrí, la víbora y la cigarra. La Tierra estaba cubierta de árboles, pero después pensó que también tenía que crear los llanos y así lo hizo utilizando a la langosta y a la perdiz como sus ayudantes.

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Creó al hombre y a la mujer y esperó que todo estuviera bien, pero no todas las personas eran buenas, había gente muy mala entre ellos, en-tonces Ñanderú decidió castigarlos y mandó un tremendo diluvio. Toda la tierra se inundó, sólo los que eran buenos pudieron subir al cielo con Ñanderú, pero los que se portaron mal, fueron convertidos en peces, ranas y otros animales para siempre.

Después, Ñanderú ordenó a otro dios llamado Jakaira que se ocuparan de los que se habían salvado. Él, a su vez, le dio trabajo a su hijo Pa-pa Mirí. Muchos de ellos subieron al cielo con Ñanderú. Los que quedaron en la tierra fueron ayudados por Pa-pa Mirí que trabajó mucho llenando la Tierra de árboles y plantas, de ríos y arroyos, pero antes de que pudiera terminar, lo llamó su madre y él tuvo que dejar muchos montes como simples colina y piedras que no les servía para nada.

La mitología guaraní está muy influenciada por el cristianismo, por eso, aunque sus dioses tienen otros nombres, su leyenda no es más que una versión del diluvio universal relatado en el Génesis. Su dios principal lleva el nombre de Tupá o Tupavé, es el que creó la luz y el universo. Su pareja es Arasy que es la madre del cielo y tiene como morada a la luna.

Un día Tupá y Arasy bajaron a la tierra y empezaron a crear todos los animales y las plantas, los mares, los ríos, las estrellas y el universo entero. Tam-bién crearon al hombre y a la mujer. Tomaron un poco de arcilla, la mezcla-ron con zumo de Ka’aruvichá (la yerba milagrosa), sangre de yvyja’ú, hojas de plantas sensitivas y un ambu’a (cienpies), hicieron una pasta con el agua de un manantial cercano, Tu paykuá (hoy el lago de Ypakaraí) y con ella dos estatuas, a su semejanza, las expusieron al sol para secarlas y quedaron dotadas de vida. Estas dos son el primer hombre y la primera mujer.

Esta leyenda se parece mucho a la versión del Génesis, especialmente por la forma en que Dios creó a Adán y a Eva. Aunque les dio otros nombres, al varón le dio el nombre de Rupavé y a la mujer el de Sypavé. Creó también al espíritu del bien, Angatupyry, y el espíritu del mal o Taú, que les ense-ñarían a seguir el camino correcto en la vida. Tanto Rupavé como Sypavé tuvieron muchos hijos que poblaron finalmente la Tierra.

Los chiquitanos

Otro grupo muy importante es el de los chiquitanos que viven al noreste del departamento de Santa Cruz, en lo que se conoce como Chi-

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quitanía. Hablan el idioma “besiro” que tiene 47 dialectos. Para ellos, la concepción de la tierra es cíclica y es eterna. Para cazar, se debe pedir permiso al dueño de los animales del monte, el “Nixhixh Niunx”, más co-nocido como el “jichi”, para que le regale el animal y de esta forma poder alimentarse él y su familia. Estos jichis son muy importantes, son los que cuidan la flora, la fauna y la naturaleza en general. Cada jichi es dueño de una esfera de la Naturaleza:

• Jichi del cerro -- Nixhi yisitux (yirityux)

• Jichi del agua - Nixhi tux

• Jichi de los animales - Enaxixh – ti numukianka

• Jichi del bosque - Nixhi niunx

• Jichi de la pampa - Nixhi xhoense

• Jichi de la serranía - Nixhi yirityuka

• Jichi de las piedras - Nixhi kanx

• Jichi del viento norte - Nixhi makiitix

Entre sus mitos está la creencia de que los jichis se podían llevar a los seres humanos y que estos o regresaban “encantados” o se quedaban a vivir con los jichis. Estos podían convertir a las personas en animales como castigo a su desobediencia. Los jichis masculinos seducían a las mujeres y los feme-ninos a los varones (cf. UPIIP, 2014, p. 27).

Los movimas

Esta comunidad se encuentra en la región de la ciudad de Santa Ana, en la provincia Yacuma al Norte de Trinidad; también se encuentran en otros lugares del Beni y Santa Cruz. Su idioma es el movima que está en proceso de desaparecer porque son pocos los que lo hablan.

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También ellos rinden culto a los espíritus de las plantas y a los anima-les. Cuando van a cazar, piden permiso a estos espíritus a manera de tener suerte en su trabajo. Rinden también homenaje a la Luna y al Sol. Una de sus creencias es que las fases de la luna predicen las lluvias y la sequía y podían predecir el futuro.

Los chamanes o sabios se comunicaban con estos espíritus para curar enfermedades y para proteger el cuerpo y el espíritu. Esto lo hacían por me-dio de ritos especiales.

Los mosetenes

Los Mosetenes forman grupos que viven en los Yungas de La Paz, en Cochabamba y en el Beni. El idioma que hablan es diferente en cada uno de estos lugares y en cada grupo; pero tienen en común el respeto que sienten hacia los árboles y a los animales.

Su pensamiento filosófico es muy interesante porque hay una relación de complementariedad entre materia y energía o entre el elemento positivo y el negativo de la naturaleza, así como entre el hombre y la mujer. Conside-ran que hay un principio de paridad, de dualidad en el cosmos. Consideran también que hay una relación recíproca entre el macrocosmos y el microcos-mos, que nada existe que esté solo o separado, todo está entrelazado y está dependiente de otro.

Los chamanes practican el espiritismo para contactarse con los espíri-tus, a éstos se los considera como “brujos”, porque curan y predicen el futuro (cf. UPIIP, 2014, p. 83).

Los weenhavek

Esta comunidad se encuentra en el Gran Chaco del departamento de Tarija, en la región de Villamontes y Yacuiba. Viven en el Chaco Boreal, a las orillas del Pilcomayo, cerca de la frontera con Argentina. En un principio, gran parte de estas comunidades eran nómadas. Sin embargo, con la influen-cia de los misioneros se han asentado en el territorio y se dedican a la pesca y a la agricultura. Tienen también mucho respeto por la naturaleza porque piensan que todos los seres tienen su dueño. Su actividad principal es la pesca en el río Pilcomayo.

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Según Matraux, el universo weenhayek está dividido en tres niveles: cielo, tierra y subsuelo o subtierra donde viven los malos espíritus. Hay una pelea constante entre los tres niveles, porque nadie es totalmente bueno ni totalmente malo.

El ser humano interviene para favorecer a las fuerzas benignas me-diante el brujo o chamán y así poder volver a establecer la armonía del uni-verso. Su religión, como muchas otras, es animista y está muy ritualizada. Actualmente, se puede notar la influencia pentecostal en estos grupos. Un dato muy especial es la medición que hacen del tiempo, con los movimientos de la luna, el sol y las estrellas, además de la intervención del viento.

Los tacanas

Los últimos que vamos a tomar en cuenta son los tacanas (o takanas) que viven en el Norte de La Paz y parte de Pando. Su antiguo nombre era el de “Idijrama” y su historia se remonta a la época de los incas, de la que conservan algunos restos arqueológicos. Durante la Guerra del Chaco, se destacó Bruno Rocua que es considerado héroe nacional, porque paró a las fuerzas contrarias y evitó la invasión brasilera.

Entre sus supersticiones o espiritualidad, hay varios elementos: Uno es que para pescar es necesario pegarle al agua con la mano o el remo, es-tando montados en un callapo o balsa, pero la mujer, peor si está embara-zada, no puede acercarse al río o al lago porque de hacerlo, todos los peces recobrarían la vida.

Otra creencia importante es que la mujer no puede barrer la casa mientras está embarazada porque si lo hace el niño nacerá mal o tardará en nacer. Lo mismo es que no se puede dejar basura en las esquinas porque el parto será muy difícil.

Conclusión

Si bien es cierto, en el contexto boliviano hay muchas naciones o pue-blos originarios indígenas, los que aquí se presentaron, junto con sus le-yendas, son las más importantes y que cuentan con una mayor cantidad de leyendas y ritos. Esas leyendas y ritos, que forman parte de la cosmovisión de

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esos pueblos, nos ayudan a conocer las formas culturales y la idiosincrasia de esa gran cantidad de pueblos bolivianos. Pueblos que están cerca, en nuestro propio territorio nacional, pero a la vez tan lejos nuestras ciudades, remota-mente lejos del mundo urbano de Bolivia.

Bibliografía

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García Jordán, P. (2011). Para una historia de los Sirionó. Colección Scripta Autó-chtona. Cochabamba, Bolivia: Instituto de Misiología; Ediciones Itine-rarios.

García Jordán, P. (2014). Para una crónica de Guarayos. Colección Scripta Autóchto-na. Cochabamba, Bolivia: Instituto de Misiología; Ediciones Itinerarios.

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UPIIP. (2014). Culturas Vivas. Compendio de la síntesis de los regisros de saberes y conocimientos de los pueblos indígenas originarios y afrobolivianos. La Paz, Bolivia: Editorial Guisbert; Ministerio de Educación, Unidad de Políticas Intracultural, Intercultural y Plurilingüismo (UPIIP).

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