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Los Hispanos y las guerras de Púnicos y Romanos

Date post: 24-Jan-2023
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Master Interuniversitario en Historia y Ciencias de la Antigüedad (2013-2014) Pueblos, Territorios e Instituciones de la Hispania Prerromana Héctor Manuel Vázquez Dovale Prof. Eduardo Sánchez Moreno
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Master Interuniversitario en Historia y

Ciencias de la Antigüedad (2013-2014)

Pueblos, Territorios e Instituciones de la Hispania Prerromana

Héctor Manuel Vázquez Dovale

Prof. Eduardo Sánchez Moreno

2

Índice

1.- Introducción 3

2.- Fuentes de estudio y metodología 3

3.- Contexto Histórico 5

- Final I Guerra Púnica (Paz de Lutacio y Crisis Estado Cartaginés)

4.- Antecedentes 7

- Creación del Imperio Bárquida en la Península Ibérica (237 a.C)

5. Los hispanos en el contexto de la II Guerra Púnica: 10

5.1.- Aníbal y los hispanos 12

5.1.1.- La Campaña de la Meseta (220 a.C) y la toma de Sagunto (219 a.C) 13

5.1.2.- De la Península a Italia 16

5.2.- Entre Bárquidas y Escipiones (218 – 206 a.C) 22

5.2.1.- El posicionamiento inicial de los hispanos frente a Cartago y Roma 22

5.2.2.- Las campañas de los Bárquidas en Hispania: contra Roma y los hispanos de la

Bética o Turdetania (218 – 210 a.C) 24

5.2.3.- Se cambian las tornas: de la caída de Cartago Nova a la batalla de Ilipa (209 –

206 a.C) 33

5.2.4.- La respuesta de los hispanos ante el declive cartaginés 46

6.- Consecuencias de la II Guerra Púnica en los Pueblos de Hispania 49

- El impacto de la presencia cartaginesa y romana

7.- Valoración historiográfica del papel de los hispanos en el contexto de la

Segunda Guerra Púnica 52

8.- Conclusiones 54

9.- Fuentes, Bibliografía y Recursos Web 56

10.- Relación de Figuras 64

3

1.- Introducción

La importancia que tuvo el papel de los hispanos en la Segunda Guerra Púnica

unida a la indiferencia y al maltrato que han sufrido a manos de los autores antiguos,

que los presentaban como meras comparas de las dos grandes potencias del

Mediterráneo, Cartago y Roma, continuada por la mayoría de historiadores hasta época

muy reciente han sido los principales motivos que nos han llevado a escoger y

desarrollar este trabajo.

El objetivo principal de este trabajo es analizar y desarrollar la actuación de los

hispanos en la Segunda Guerra Púnica, mediante la explicación de cuales son las fuentes

antiguas, que nos aportan la información acerca del conflicto, y en menor medida, de los

hispanos, cual era el contexto y los antecedentes que originaron la guerra, mediante el

desarrollo de las campañas militares llevadas a cabo, principalmente, en Hispania por

los Barca y los Escipiones, a las que se añaden las llevadas a cabo por Aníbal en su

camino de Hispania a Italia y en la que los hispanos tuvieron especial importancia.

También se presentaran las consecuencias que tuvo la Segunda Guerra Púnica en los

Pueblos de la Península Ibérica. Por último, se realizara una breve valoración de la

actuación de los hispanos en la guerra en la historiografía moderna.

2.- Fuentes de estudio y metodología

Para estudiar el papel y la labor de los hispanos en el contexto de la Segunda

Guerra Púnica1 (218 – 202 a.C.) debemos tener en cuenta a los autores de la antigüedad

que escribieron acerca de la guerra, que enfrento, por segunda vez, a cartagineses y

romanos, y en cuyos escritos se esbozan pequeños detalles2 de los pueblos que

habitaban la Península Ibérica y que se vieron afectados directa o indirectamente por el

desarrollo del conflicto. Desgraciadamente, no se han conservado las obras escritas por

autores contemporáneos3 y solo conocemos el desarrollo de la guerra por las obras de

autores posteriores, entre las que destaca la obra monumental de Tito Livio (59 a.C. –

1 El ámbito de estudio de este trabajo abarcara la actuación de los hispanos, cartagineses y romanos en la

Península Ibérica, desde el desembarco de Amílcar en Hispania en el 237 a.C. hasta la derrota final de

Aníbal y los cartagineses en Zama en el 202 a.C. 2 Se describe el territorio, recursos, relaciones, posibles instituciones, etc., que poseían algunos pueblos

hispanos. 3 Tanto de uno como de otro bando, solo conocemos de su existencia porque los autores posteriores citan

sus obras.

4

17 a.C.), Ab urbe condita4, concretamente, los libros del XXI al XXX

5, que puede ser

considera la principal fuente de información, que describe, de forma más o menos

detallada, el desarrollo y el impacto de la guerra en Hispania. Otras fuentes de

información que podemos destacar serían la Historia de Roma6 de Polibio

7 (200 – 120

a.C.) y la Historia Romana8 de Apiano de Alejandría (s. I – s. II d.C.). A estas obras

deberíamos añadir otras complementarias, con escasa fiabilidad, tales como la

Biblioteca Histórica9 de Diodoro de Sicilia (s. I a.C.), la obra de Cornelio Nepote (s. I

a.C.), De viris illustribus (Sobre los hombres ilustres)10

o el poema épico, Punica11

, de

Silio Itálico (23/25–101 d.C.). A las fuentes literarias debemos añadir la información

aportada por los estudios arqueológicos, epigráficos y numismáticos de los enclaves

hispanos, púnicos y romanos que presenten niveles de ocupación pertenecientes al

período de la Segunda Guerra Púnica.

Para el buen desarrollo de este trabajo, que posee un claro enfoque político-

militar, hemos tenido que buscar y leer una extensa bibliografía que nos ha servido para

hacernos una idea del papel jugado por los pueblos hispanos en el desarrollo de la

Segunda Guerra Púnica. Dentro de esta amplia bibliografía se encuentra otra más

4 En esta obra, Livio relata la Historia de Roma desde su fundación fechada en el 753 a.C. hasta la muerte

de Druso en el 9 a.C., estaba compuesta por 142 volúmenes de los que se conservan, íntegramente, los

libros I–IX y XXI–XXLV y fragmentos del resto, a los que hay que añadir los resúmenes o Periochae de

cada libro hechos en época tardía. 5 En estos libros se describen los antecedentes, el desarrollo y las consecuencias de la Segunda Guerra

Púnica. 6 De los 40 libros que la componía solo los seis primeros se conservan completos, del resto solo tenemos

fragmentos. Los detalles concernientes a la Segunda Guerra Púnica se relatan en los libros I–III

mezclados con los sucesos acaecidos en otros lugares, principalmente, en Grecia, de la que el autor era

nativo. En estos libros se relatan los sucesos los antecedentes y los sucesos acaecidos en la Segunda

Guerra Púnica hasta la batalla de Cannas (216 a.C.). 7 Su obra es especialmente importante debido a que en ella detalla los aspectos de la vida y de las

sociedades de los pueblos hispanos que el mismo había podido observar durante su estancia en Hispania

en el contexto final de las Guerras Celtíberas (181 – 133 a.C.). 8 Su obra se estructuraba en torno a los diferentes pueblos y regiones que las legiones romanas fueron

conquistados desde los comienzos de la historia de Roma hasta el nombramiento como emperador de

Vespasiano (69 d.C.). De su obra, compuesta por 24 libros, nos interesan el libro VI, dedicado a las

guerras que tuvieron lugar en Hispania, desde la Segunda Guerra Púnica hasta la división provincial de la

Península hecha por Augusto, y el libro VII, dedicado a Aníbal, donde se relatan los sucesos llevados a

cabo por el cartaginés y que afectaron a Roma. 9 Constaba de 40 volúmenes, divididos en tres secciones en las que se narraba la historia por regiones

geográficas, la historia del Mundo desde la guerra de Troya hasta la muerte de la Alejandro Magno y los

acontecimientos históricos acaecidos desde la muerte de Alejandro Magno hasta el inicio de la Guerra de

las Galias (323 – 59 a.C.). 10

Constaba de 16 libros, donde se relataban las biografías de importantes personajes de la antigüedad

extranjeros y romanos (reyes, políticos, militares, filósofos, etc.), y del que se conserva el tercero, De

excellentibus ducibus exterarum pentium (Sobre los mas destacados generales de los pueblos

extranjeros), donde se narran las vidas de 21 generales griegos incluyendo a Aníbal y a su padre,

Amílcar. 11

El poema trata la Segunda Guerra Púnica, y se compone de 17 libros.

5

pequeña y específica que nos ha ofrecido la mayor parte de la información utilizada en

el trabajo. De estas obras desatacamos las de Sánchez Moreno y Gómez Pantoja (2013)

y Pérez Rubio (2013a y 2013b), que aportan una amplia información de los pueblos

hispanos y de la forma en la que se enfrentaron tanto a los cartagineses como a los

púnicos, así como las traducciones y comentarios realizados por Candau Morón (2008),

Gómez Espelosín (2014) y Ramírez de Verger et alii (2009a y 2009b) que nos han

permitido conocer el desarrollo completo de la Segunda Guerra Púnica.

3.- Contexto Histórico

A lo largo de casi veinticuatro años los cartagineses y los romanos combatieron

por el control de Sicilia y, a la postre, por el control del Mediterráneo en lo que se ha

denominado la Primera Guerra Púnica (264-241 a.C). Esta guerra finalizaría con la

victoria de Roma, ratificada con la firma de un tratado de paz, conocida como la paz de

Lutacio12

, que impuso una serie de condiciones muy duras para Cartago. En primer

lugar, este tratado estipulaba que los cartagineses debían de abandonar Sicilia y las islas

que había entre ésta e Italia, no podrían hacer la guerra a Roma ni a los aliados de

Roma, no podrían alistar mercenarios ni edificar en los territorios de la otra parte,

debían pagar una indemnización de 1000 talentos13

en el acto y otros 2200 en un plazo

de diez años. Por último, los cartagineses eran obligados a devolver a todos los romanos

que habían hecho prisioneros sin poder reclamar rescate alguno14

. El único beneficio

que los cartagineses obtuvieron del tratado de paz fue la posibilidad de evacuar al

ejército de Amílcar estacionado en Sicilia (Gómez Pantoja, 2005, 372; Polibio,

Historias, I, 62–63; Roldan, 2010, 193).

12

El responsable de gestionar el tratado de paz fue el cónsul C. Lutacio Catulo. Su contraparte cartaginesa

fue el general Amílcar Barca. 13

Era una unidad de medida monetaria utilizada en la Antigüedad. Para el caso de los tratados entre

Cartago y Roma se utilizaba el talento ático, que equivalía, aproximadamente, a 27 kg, que, por lo

general, solían ser de plata. 14

En un primer momento, Amílcar y Lutacio acordaron que Cartago abandonase Sicilia, devolviera a los

prisioneros romanos sin rescate y pagase una indemnización de guerra de 2200 talentos en veinte años.

Este acuerdo debía ser ratificado por el pueblo de Roma, quién se opuso y decidió enviar una comisión de

diez miembros con la esperanza de conseguir mayores ventajas, pero apenas consiguieron realizar algún

pequeño retoque al acuerdo inicial debido a la resolución de Amílcar, lo que les obligó a ratificar el

acuerdo anteriormente expuesto.

6

La larga guerra contra Roma unida a la dureza de las condiciones de paz

provocó el empobrecimiento del Estado cartaginés. Ante esta situación, el gobierno

cartaginés, bajo control

de una facción contraria

a Amílcar, se negó a

pagar a los mercenarios

de Amílcar, que tras

haber sido evacuados se

habían ido

concentrando en las

cercanías de Cartago15

,

por lo que estos se

amotinan provocando, a

su vez, que se produzca

un levantamiento

general en el territorio

líbico sometido a

Cartago16

. Esta guerra

conocida como la

Guerra Líbica, de los

Mercenarios o Inexpiable (241-237 a.C) acentuaría aun más la debilidad tanto

económica como política de Cartago, lo que aprovecharía Roma para conquistar en el

237 a.C la isla de Cerdeña, donde también se habían amotinado los mercenarios

cartagineses, y amenazar a Cartago con la guerra sino accedían a cederles la isla y a

pagarles una indemnización suplementaria de 1200 talentos (Pérez Rubio, 2013b, 6;

Polibio, Hist.17

, I, 88). Esta actuación unida a la actitud desleal de los romanos durante

la guerra al comerciar y proporcionar avituallamientos a los sublevados, en contra de lo

15

Tras el final de la guerra, Amílcar había retornado a Cartago donde sus enemigos pretendieron

enjuiciarlo. Su ejército quedó al mando de su segundo, Gescón, que llevó a cabo la evacuación del

ejército en pequeños grupos, con la esperanza de que se pudiera pagarles lo debido y licenciarlos

inmediatamente, para evitar mayores problemas a Cartago. 16

Solo algunas ciudades confederadas de origen púnico o elimo (estos últimos era indígenas sicilianos,

fieles aliados de Cartago y transportados a su territorio en calidad de federados). Ej.: Sicca, Útica,

Hipozarita o Túnez. 17

Debido a que solo conocemos la existencia de una obra de Polibio, lo citaremos a partir de ahora

haciendo referencia directamente al libro de la obra (números romanos) y al apartado correspondiente. Lo

mismo haremos con las citas de la obra de Tito Livio. Ej.: Polibio, I, 62-63 o Livio XXI, 2.

Fig. 1: Mapa donde se muestra el desarrollo de la I Guerra Púnica.

http://historiantigua.cl/wp-

content/uploads/2011/07/Laprim1.jpg

7

que se había pactado en la paz de Lutacio convenció a Cartago de que Roma tarde o

temprano volvería a declararles la guerra para extender su influencia y dominio, por lo

que era necesario estar preparados. Durante la Guerra de los Mercenarios, Amílcar

Barca había logrado evitar el colapso total del Estado cartaginés, erigiéndose en el

hombre fuerte de Cartago, logrando imponer, al finalizar la guerra, una serie de

cambios18

en preparación a la nueva guerra que iban a librar cartagineses y romanos en

un futuro no muy lejano. Con esta idea en mente, parte hacia la península Ibérica, con la

oposición de una facción del Senado encabezada por Hannón19

, con el mismo ejército

con el que había puesto fin a la guerra líbica (Apiano, Iberia20

, 4–5; Gómez Pantoja,

2005, 373–375; González Wagner, 1999, 263–265; Polibio, I, 66–88; Roldán, 2010,

217–221).

4.- Antecedentes

La península Ibérica no era una tierra desconocida para los cartagineses, siglos

antes de la llegada de Amílcar, griegos y fenicios habían establecido colonias en esta

tierra21

, a la que llamaron Hispania22

, encontrándose con una región rica en minerales y

habitada por feroces pueblos, algunos de los cuales habían servido como mercenarios en

el ejércitos cartaginés desde la campaña de finales del s. VI a.C. para conquistar

Cerdeña. Pocos meses después de haber puesto punto y final a la Guerra de los

Mercenarios, Amílcar desembarcaba en la Península utilizando como cabezas de puente

las antiguas colonias fenicias23

y aprovechándose de la red comercial y de la influencia

18

Creación de un ejército permanente, capaz de hacer frente a los consulares romanos, con caballería y

elefantes, la institucionalización de una nueva magistratura: la del comandante en jefe del ejército con

amplios poderes y una autonomía prácticamente total respecto a las instituciones tradicionales

cartaginesas; obtención de recursos extraordinarios para el mantenimiento del ejército y para el pago de la

indemnización de guerra y definición de un nuevo espacio colonial en el que desarrollar esta política. 19

Hannon se oponía a la guerra con Roma y a la expansión cartaginesa en la Península Ibérica, abogando

por el entendimiento con la Urbs, y por la expansión cartaginesa hacia el interior del Norte de África. 20

También llamada Historia de Roma, sobre Iberia. a partir de ahora, en el texto, se hará referencia a esta

obra con la abreviatura Iber. 21

Únicamente establecieron colonias en las costas del Sur y el Este de la Península. Algunos de estas

colonias fueron Gades (colonia fenicia fundada, según los datos arqueológicos, entorno al s. VIII a.C.,

aunque los textos antiguos afirman que se fundó pocos años después del final de la Guerra de Troya,

entorno a los s. XIII-XI a.C., en el sur peninsular, actual Cádiz) y Emporion (colonia griega fundada

aproximadamente a mediados del s. VI a.C. en el nordeste peninsular, actual Ampurias) 22

Fue el nombre que los fenicios otorgaron a la Península Ibérica y que, posteriormente, utilizarían los

romanos. 23

Amílcar desembarca en Gades, que se convertirá en la base de las operaciones cartaginesas hasta la

fundación de Akrá Leuké.

8

cultural establecidas por los fenicios24

con los pueblos hispanos en los siglos anteriores

(Blázquez, 1977, 56–57; González Wagner, 1999, 265; Pérez Rubio, 2013b, 6; Roldán,

2010, 222–223).

La guerra contra los númidas durante la Guerra Inexpiable había enseñado a

Amílcar que para lograr el control de los centros neurálgicos de la Península debía

valerse tanto del ejército y la fuerza como del clientelismo y la negociación. El primer

gran enfrentamiento de Amílcar con los hispanos tuvo lugar entre el 237 y el 235 a.C.,

durante estos años, los cartagineses combatieron contra los turdetanos25

, que estaban

apoyados por una fuerza de mercenarios y aliados liderada por los hermanos Istalecio e

Indortes y compuesta por celtas e íberos26

, por el control del Valle del Guadalquivir.

Posteriormente, tras haber derrotado a los turdetanos y sus aliados y haber incorporado

a los supervivientes a su ejército27

, Amílcar dirige sus fuerzas hacia el Este, primero,

contra los oretanos (235-234 a.C.), con lo que se asegura el control de las minas de

Sierra Morena y de Cástulo (233-232 a.C.) y, después, contra los deitanos y los

contestanos (231-230 a.C.) con lo que se aseguraba el dominio de una extensa zona.

Empeñado en continuar con la conquista del sureste peninsular, pero alejado de las

bases del poder púnico, situadas entorno a Gades, Amílcar fundaría una ciudad llamada

Akrá Leuké28

(230 a.C.) desde donde continuaría con su proyecto expansivo. Pese a su

empeño, Amílcar no llegaría a culminar su empresa, entre el 229-228 a.C. se vería

obligado a hacer frente a una sublevación de varios pueblos o ciudades hispanas a cuya

cabeza estaría Orisón29

, “rey” de los orisios u oretanos, pereciendo durante el asedio de

Helike30

. Tras su muerte el ejército nombró, al modo macedónico, a su yerno, Asdrúbal

como el nuevo jefe del ejército (Apiano, Iber., 5; Gómez Pantoja, 2005, 375–376;

24

Existen dudas acerca de la intensidad y profundidad de la presencia cartaginesa antes de la expedición

de Amílcar. 25

También llamados tartesios. 26

Es posible, que parte de esta fuerza de mercenarios y aliados procediese de la Bética, región cercana a

la Turdetania. 27

Esta política de asimilar las fuerzas enemigas supervivientes para reforzar su propio ejército la

mantendrían tanto Amílcar como sus sucesores, Asdrúbal y Aníbal, a lo largo de sus campañas en

Hispania. 28

Su nombre significa Fuerte Blanco, se convirtió en la capital militar de la Hispania Cartaginesa. Pese a

que se cree que la ciudad se encontraba en la región de Alicante, existen dudas acerca de donde se

encuentra el emplazamiento final. Algunos la identifican con el Tossal de Manises, en la Albufereta de

Alicante. En la actualidad, se considera que pudo haber estado en el territorio de los oretanos. 29

Posiblemente fuese una Symmachia (Alianza ofensiva) de Oppida hispanas, principalmente, oretanas,

que imitaban las estructuras de las antiguas ligas griegas, en las que un conjunto de Polis se aliaban para

atacar o defender un territorio. Estas ligas solían estar dirigidas por un líder militar procedente de una de

las Polis aliadas que actuaba en calidad de strategos. 30

Identificada, tradicionalmente, con Elche de la Sierra situada en Albacete. Aunque en la actualidad, se

cree que pudo haber estado en el territorio oretano.

9

González Wagner, 1999, 266–268; Livio, XXI, 2; Pérez Rubio, 2013a, 5; Pérez Rubio,

2013b, 36; Polibio, II, 1; Roldán, 2010, 223).

La primera acción de Asdrúbal como nuevo jefe del ejército cartaginés sería la

de aplastar la rebelión hispana que había costado la vida a Amílcar, vengando su muerte

con la destrucción de doce oppida que habían apoyado la sublevación. Finalizada la

campaña, Asdrúbal, a diferencia de Amílcar, prefirió consolidar el dominio cartaginés

en Hispania mediante la diplomacia, el pacto y el clientelismo31

, utilizando el ejército

solo cuando fuese necesario32

, consiguiendo atraerse a varios de los líderes hispanos que

le reconocieron como el jefe supremo de sus respectivos pueblos33

. Durante su mandato

(229-221 a.C.), Asdrúbal organizó los territorios cartagineses en Hispania en una

especie de reino propio, a imitación de los hegemones helenísticos34

, procedió a la

explotación sistemática de los recursos económicos de la región mediante la fijación de

las obligaciones tributarias de las tribus sometidas35

o la explotación de las minas de

plata bajo su control, fundó, en el 227 a.C., una nueva ciudad, Qart Hadashat36

(la

ciudad nueva), que se convertiría en el centro administrativo del Imperio Bárquida en

Hispania. La casi independencia de Asdrúbal con respecto a Cartago quedaría reflejada

con la firma de un tratado con Roma37

en el 226 a.C., conocido como el tratado del

Ebro, sin el consentimiento del Senado cartaginés38

y por el que Asdrúbal se

comprometía a no intervenir en los asuntos más allá de ese río39

(Barceló, 2010, 411–

415; Polibio, II, 13; Sancho Royo, 1975, 75–110; Tsirkin, 1991, 147–152). La excelente

31

El propio Asdrúbal se casaría con una princesa indígena para atraerse a las élites hispanas, algo que

también haría su sucesor, Aníbal. 32

No hay constancia de que, durante su mandato, se hubiese llevado a cabo alguna campaña militar como

las que había realizado Amílcar, con la salvedad de la llevada a cabo en el 229 a.C., que había iniciado

Amílcar, para sofocar la rebelión de los oretanos. 33

Probablemente, Asdrúbal fuese nombrado el “strategos” de la Symmachia oretana que había derrotado

en el 229 a.C. o de una nueva Symmachia que se hubiese formado, al modo de las antiguas ligas griegas,

entre todos los pueblos y oppida hispanos sometidos al poder púnico. 34

Referencia a las monarquías helenísticas establecidas por los diadocos tras el turbulento período que

siguió a la muerte de Alejandro Magno en el 323 a.C. 35

El pago de los tributos se garantizaba con la retención de rehenes, generalmente, los hijos de las élites

hispanas. Los rehenes también servían para garantizar la lealtad de los pueblos hispanos. 36

El nombre era el mismo que el de la metrópoli, por lo que los romanos le dieron el nombre de Cartago

Nova (actual Cartagena) para distinguirla de su homónima africana. Fue fundada sobre una sentamiento

hispano ya existente perteneciente a los mastienos que seguirían viviendo en la nueva ciudad. 37

Los romanos preocupados por la creciente expansión de los cartagineses en Hispania enviaron una

embajada para negociar con Asdrúbal. 38

El Senado de Cartago afirmaría ante una delegación romana, en vísperas de la Segunda Guerra Púnica,

que el tratado del Ebro carecía de validez al no haber sido ratificado por ellos (Livio, XXI, 18, 9-12). 39

Existen dudas acerca de si el Ebro era el río que marcaba el límite. Según Polibio (III, 30), Aníbal había

violado el tratado antes de haber atacado Sagunto, lo que ha llevado a muchos historiadores a pensar que

el río al que se refiere el tratado pudo haber sido el río Júcar o el Segura.

10

labor política que Asdrúbal había realizado en Hispania finalizaría de forma drástica con

su asesinato en el 221 a.C. a manos de un “soldurio”40

celta en venganza por la muerte

de su patrono a manos del cartaginés. Al igual que sucedió a la muerte de Amílcar, el

ejercito aclamó a su sucesor, Aníbal41

, el hijo de Amílcar y el cuñado de Asdrúbal.

(Apiano, Iber., 6–8; Gómez Pantoja, 2005, 376; González Wagner, 1999, 268–271;

Livio, XXI, 2–3; Pérez Rubio, 2013a, 5; Pérez Rubio, 2013b, 6–7; Polibio, II, 36;

Roldán, 2010, 224–226).

5. Los hispanos en el contexto de la II Guerra Púnica:

Las fuentes antiguas han tendido a minimizar el papel de los hispanos durante la

Segunda Guerra Púnica, por lo general, los presentan como meras comparsas de las dos

grandes potencias en liza, Cartago y Roma, cuando, en verdad, su aportación fue

fundamental para ambos contendientes al proporcionar cuatro necesidades básicas: el

suministro de contingente militar, el auxilio logístico, el conocimiento del terreno y el

paso franco por corredores estratégicos o la defensa de estos mismos corredores para

bloquear el acceso de los territorios ante el avance enemigo. Además, durante la

Segunda Guerra Púnica los pueblos hispanos actuaron de acuerdo a sus propios

intereses42

como demuestra la alternancia entre las alianzas de algunos de estos pueblos

con Roma o Cartago. Pero para comprender el verdadero papel jugado por los hispanos

en este conflicto es necesario reconstruir el complejo panorama “étnico” que había en la

península Ibérica en vísperas de la Segunda Guerra Púnica pudiendo destacar la

presencia de tres extensas áreas en Hispania donde predominan comunidades o etnias

que comparten una misma cultura, siendo estas la cultura celta, la cultura íbera y la

cultura turdetana o tartésica43

(Pérez Rubio, 2013b, 34).

40

Terminó que hace referencia a un tipo de guerrero-mercenario que, poniendo a un Dios como testigo,

entregaba su vida al servicio de un señor. Estos guerreros-mercenarios eran propios de la cultura celta y

se asemejaban a los samuráis, guerreros japoneses (IX/X–XIX d.C.) que seguían una doctrina similar de

dar la vida por su señor (doctrina recogida en el Bushido, “el camino del guerrero”, código ético preciso y

estricto, no escrito, que impregnaba a la sociedad feudal japonesa). 41

Como sucedió con Asdrúbal, Aníbal sería, posteriormente, ratificado en el cargo por el Senado

cartaginés con la oposición de Hannon y sus partidarios. 42

El principal interés de los hispanos fue el de salvaguardar su propia autonomía frente a la injerencia de

romanos y cartagineses. 43

La cultura celta se extiende, principalmente, por toda la Meseta y el Norte y Noroeste peninsular, la

cultura íbera se da en el Levante y en el Sureste peninsular, y en los Pirineos, mientras que la cultura

turdetana o tartésica se da únicamente en el Sur-Suroeste de la Península (Véase Fig. 2).

11

Dentro de estas áreas culturales podemos encontrar, principalmente, tres tipos de

realidades políticas, en primer lugar, podemos encontrarnos con la existencia de

entidades “étnicas” más o menos compactas que aglutinan a diferentes núcleos de

población, muy inestables y con una cohesión política limitada. En segundo lugar, nos

encontramos con la germinación en el área de desarrollo de la cultura ibérica de

sociedades clientelares, con pequeños poblados controlados por clanes aristocráticos y

articulados en torno a un oppida, que acabarían por fraguar en entidades políticas

mayores, los populi44

. Y en tercer y último lugar, nos encontramos con el caso del

mundo celtibérico, donde la ciudad sería la principal instancia política. Además,

podemos considerar la existencia de una cuarta realidad política en Hispania, la

conformada por las Symmachias, coaliciones militares de hispanos, que conscientes de

su incapacidad para hacer frente por ellos mismos tanto a romanos como a púnicos se

unen para luchar contra ellos. Estas realidades políticas45

evolucionarían con el

desarrollo de la contienda permitiendo el surgimiento de identidades políticas que se

44

Tal es el caso de los edetanos o los ilergetes. 45

Referencia a las tres primeras, la cuarta realidad política, las Symmachias, no conllevaban,

necesariamente, la construcción de una identidad étnica común, ya que la mayoría de estas coaliciones se

llevaban a cabo en momentos de extrema necesidad, para atacar o defender un territorio, pudiendo estar

conformadas por poblaciones muy diferentes y separadas por una amplia extensión de terreno. Ej.: Se

suele considerar a la fuerza conformada por celtas e íberos comandada por Istalecio e Indortes entre el

237 y el 235 a.C., para ayudar a los turdetanos atacados por Amílcar, como una Symmachia.

Fig. 2: Mapa donde se muestra el complejo panorama “étnico” que había a

finales del s. III a.C. en la Península Ibérica. En Azul, zona de desarrollo de la

cultura turdetana o tartésica, en naranja, zona de desarrollo de la cultura ibérica,

y, en naranja muy claro (Beis), el área de desarrollo de la cultura celta.

http://www.tesorillo.com/hispania/imagenes/hispania7.gif

12

alinearían con uno u otro bando para garantizar o conseguir, entre otras cosas, el

predominio local, lo que, a su vez, provocaría el enfrentamiento entre poblaciones

vecinas lo que, a su vez, reafirmaría las identidades locales (Pérez Rubio, 2013b, 33–

34).

5.1.- Aníbal y los hispanos

Al momento de tomar Aníbal el mando del ejército púnico de Hispania en el 221

a.C., la hegemonía cartaginesa se extendía entre la desembocadura del Guadiana, las

estribaciones de Sierra Morena y el río Segura, al que se añadía un hinterland46

que

alcanzaba por el norte el interfluvio Guadiana-Tajo y por el este la línea del Ebro. En la

órbita púnica, también se incluían una serie de pueblos en las que turdetanos47

,

túrdulos48

, oretanos49

, bastetanos50

, mastienos y contestanos51

constituían las principales

comunidades. Además, en previsión a la futura guerra con Roma, los cartagineses se

aseguraron la lealtad de varios pueblos, destacando los edetanos52

e ilervacones53

en la

costa levantina; los sedetanos54

, suesetanos55

en torno al Ebro56

; los ilergetes57

en el

norte; los cosetanos58

, layetanos59

e indigetes60

en el noreste, en la misma franja litoral

donde se encontraban los enclaves griegos de Rhode y Emporion61

, incluidas dentro de

la órbita de masaliotas y romanos. Los lacetanos62

y bargusios63

, en la Cataluña interior,

y los ceretanos, andosinos y jacetanos en torno a los Pirineos64

. Por último, nos

46

Término alemán que hace referencia al medio geográfico en el cual se desarrolla y se expande el Estado

y que sirve como espacio para absorber o contener cualquier peligro que pudiera amenazar al núcleo del

Estado. También hace referencia a la esfera de influencia de un asentamiento. 47

En el Bajo Guadalquivir. 48

En el interior del suroeste peninsular. 49

En el Alto Guadalquivir. 50

En el sureste andaluz. 51

Ambos se sitúan en el sureste peninsular, en la región alicantina. 52

En la región valenciana, no se incluye a Sagunto. 53

En el Maestrazgo, norte de la provincia de Castellón y el sueste de la provincia de Teruel. 54

En el valle medio del Ebro. 55

Entre las cuencas de Gállego y Cinca. 56

Aunque el tratado del Ebro impedía a los cartagineses atravesar ese río con sus ejércitos, no les impedía

comerciar y establecer alianzas o pactos con los pueblos del otro lado del río. 57

Entre las cuencas del Segre y el Cinca, 58

En el litoral de Tarragona. 59

En el Vallés y el Maresme. 60

En el Alto Ampurdán. 61

Ambas se sitúan en el golfo de Rosas. 62

En el valle del Llobregat/La Segarra. 63

En la Cataluña interior, posiblemente, en el Alto Ampurdán. 64

Posiblemente, en el Valle de Arán y Andorra.

13

encontramos en la periferia interior del área de influencia púnica con los celtiberos65

,

carpetanos66

y lusitanos meridionales67

(Blázquez, 1977, 61; Pérez Rubio, 2013b, 32–

33).

5.1.1.- Las Campañas de la Meseta (221–220 a.C.) y la toma de Sagunto (219 a.C.)

Poco tiempo habría de

transcurrir entre la toma de

posesión de Aníbal y su primera

campaña contra los hispanos, ya

que en el verano del 221 a.C.,

Aníbal marcharía contra los

olcades68

conquistando y

saqueando su capital, Cartala69

,

consiguiendo el sometimiento

de la región al poder púnico. De

regreso en Cartago Nova, donde

pasaría el invierno, Aníbal

repartiría de forma generosa el

botín de la campaña con lo que

se aseguró la lealtad de los ciudadanos y sus aliados para la campaña que llevaría a cabo

en el verano del año siguiente, 220 a.C., contra los vacceos70

, conquistando las ciudades

de Helmántica71

y Arbucala72

logrando un cuantioso botín73

. Durante su retorno, Aníbal

y su ejército se verían obligados a enfrentarse a una Symmachia conformada por los

65

En el Sistema Ibérico, en la Meseta suroriental. 66

En la cuenca central del Tajo. 67

En el suroeste peninsular, en la región atlántica. 68

Pueblo situado en el curso norte del Guadalquivir, según Polibio vivían en el curso superior del

Guadiana. 69

Polibio la denomina Altea, su localización nos es desconocida. 70

En el valle medio del Duero. 71

La actual Salamanca. Era una de las ciudades más meridionales del ámbito vacceo y se situaba en la

frontera con el mundo vetton, lo que ha llevado a afirmar a varios investigadores que la ciudad no era

vaccea sino vettona. 72

Tradicionalmente se la ha identificado con la actual Toro (Zamora), pero varios investigadores han

planteado la posibilidad de que la ciudad se encontrase al sur del Duero, ya que las fuentes no mencionan

que Aníbal cruzara ese río, por lo que la sitúan en El Alba, Villalazán (Zamora) o en El Viso de Bamba

(Sánchez Moreno, 2000, 116–117). 73

Según Silio Itálico, durante esta campaña Aníbal entraría en contacto con mercenarios cantabros, que

serían reclutados en gran número y, posteriormente, tendrían una gran aportación en las campañas en

Italia. En la actualidad, se considera que lo expuesto por Silio es totalmente erroneo y, si en verdad hubo

un contingente de mercenarios cantabros en el ejército cartagines, esté nunca fue muy numeroso y su

participación solo se dio en las campañas de Hispania.

Fig. 3: Mapa donde se muestra las campañas de Aníbal del

221-220 a.C. contra carpetanos, olcades y vacceos.

Sánchez Moreno, 2000, 111.

14

olcades desterrados y los vacceos supervivientes de Helmántica, a los que se unieron los

carpetanos, convencidos por los anteriores para sublevarse contra los cartagineses. El

enfrentamiento entre los cartagineses y la Symmachia de olcades, vacceos y carpetanos,

cuyos efectivos las fuentes sitúan en torno a los 100 00074

, tuvo lugar en las cercanías

de un vado75

que atravesaba el río Tajo. La derrota del ejército de la symmachia se

produjo cuando intentaron, de forma desorganizada76

, atravesar el río para atacar a los

cartagineses, momento que aprovecharon para cargar contra ellos, causándoles grandes

bajas a la coalición hispana, cuyos supervivientes huyeron, permitiendo que Aníbal

devastara, sin oposición, los territorios de sus adversarios hispanos logrando, a los

pocos días, la rendición de olcades, vacceos y carpetanos. Con esta victoria, Aníbal

lograba el control total sobre todo el territorio al sur del Ebro, con la salvedad de la

ciudad de Sagunto77

, aliada de Roma, y ante la que no tardaría en presentarse con su

ejército, y conseguía establecer una ruta que permitía a los cartagineses acceder al

potencial agrícola de la región vaccea78

(Livio, XXI, 5; Polibio, III, 13–14; Sánchez

Moreno, 2000, 111–121; Roldán, 2010, 226–227; Sánchez Moreno y Gómez Pantoja,

2013, 296–297).

Las fuentes han tendido a presentar las campañas del 221 y del 220 a.C. como un

pretexto de Aníbal para preparar el escenario adecuado con el que poder declarar la

guerra contra Sagunto, a la que no podía atacar directamente, sin provocar la guerra con

Roma. Sea cierto o no, Aníbal marcharía sobre Sagunto en el 219 a.C. aduciendo la

74

Posiblemente, el ejército de la symmachia fuese bastante inferior en número al que presentan las

fuentes, pero superior al que debía tener Aníbal. 75

Los vados eran pasos estratégicos que permitían el cruce de los ríos a los ejércitos y al ganado. Para los

hispanos de la Meseta, cuya economía giraba en torno a la ganadería, el control de los vados era

fundamental. En la época, inmediatamente, posterior al final de la Segunda Guerra Púnica, las legiones

romanas se verían obligados a hacer frente en un vado del Tajo, en años sucesivos, a varias symmachias

hispanas. Posiblemente, la primitiva symmachia formada por carpetanos, olcades y vacceos en el 220 a.C.

sirviese como precedente para las futuras symmachias que harían frente, en los inicios del s. II a.C., a los

romanos en esta región. 76

Livio (XXI, 5, 12) afirma que la symmachia carecía de una estructura jerárquica que pudiese poner

orden entre los diferentes hispanos que componían el ejército. Debemos entender que, tanto vacceos,

olcades y carpetanos, poseían líderes propios, por lo que la afirmación de Livio no hacía referencia a la

falta de una jerarquía entre los hispanos, sino a la inexistencia de una estructura de magistraturas federales

(al modo de las ligas y confederaciones griegas) dentro de la symmachia, esto es un, posible, indicativo de

que no existía un precedente para la coalición formada por vacceos,olcades y carpetanos, dando a

entender que estos pueblos hispanos recurrieron a una forma de organización político-militar que, aunque

no desconocían su existencia y su utilidad (esta región colinda con el mundo celtíberico y el mundo

ibérico, regiones donde tenemos constancia de la existencia de symmachias), nunca se habían visto

obligados a recurrir a ella. 77

Ciudad de origen griego habitada por íberos que se habían helenizado, posiblemente, pertenecieran al

pueblo de los edetanos (Véase Fig. 2), y que se situaba en el noreste de la actual provincia de Valencia. 78

Algunos investigadores han llegado a plantear la posibilidad de que la campaña contra los vacceos

tuviera como objetivo el de apoderarse de todo el grano vacceo en previsión de la campaña itálica.

15

existencia de un conflicto entre la ciudad y un pueblo vecino, los turdetanos o

turboletas79

, aliados púnicos, a la que el prometía poner fin en calidad de arbitro de los

asuntos peninsulares (Apiano, Iber., 10; Livio, XXI, 6; Polibio, III, 15). La noticia del

ataque a Sagunto llegó a Roma cuando estaban a punto de partir varios legados a

Hispania, que debían analizar la situación expuesta por una embajada enviada,

previamente, por Sagunto a Roma en las que se les informaba de las recientes

conquistas de Aníbal y del temor a que atacase la ciudad. La decisión final de retrasar la

declaración de guerra y de enviar a los legados a negociar con Aníbal y, posteriormente,

con Cartago, tuvo una gran repercusión en el devenir de los acontecimientos: por un

lado, Roma dejo a Sagunto, la única ciudad aliada que, en caso de guerra, podía

proporcionarle una cabeza de puente segura en medio del territorio cartaginés80

, a

merced de Aníbal, que, tras un largo asedio81

, acabaría destruyéndola82

(Apiano, Iber.,

11–12; Livio, XXI, 7–15; Polibio, III, 17; Roldán, 2010, 230–231; Sánchez Moreno y

Gómez Pantoja, 2013, 297–299), y, por otro, su retraso en la toma de importantes

decisiones y su incapacidad para defender a su aliado provocaría entre la mayoría de los

hispanos un marcado rechazo a aliarse, en un principio, con los romanos en contra de

los cartagineses83

, como demuestra el discurso, supuestamente, expuesto ante una

embajada romana, que buscaba aliados entre los hispanos para hacer frente a Aníbal,

por un portavoz de los volcianos84

:

“¿Con que vergüenza, romanos nos rogáis que antepongamos vuestra

amistad a la de los cartagineses, cuando los que así actuaron fueron

traicionados por vosotros, sus aliados, con más crueldad que la empleada

por el cartaginés, su enemigo? Creo que podéis buscar aliados allí donde no

79

Existen dudas acerca de la identidad concreta del pueblo hispano enfrentado con Sagunto, Livio (XXI,

6) menciona que fue el conflicto entre turdetanos y saguntinos el pretexto utilizado por Aníbal para atacar

la ciudad, mientras que Apiano (Iber., 10) afirma que eran los turboletas los que estaban enfrentados con

Sagunto. Siguiendo con lo expuesto por Uroz Saez, 1982, Págs. 173–182, y viendo la Fig. 2, soy de la

opinión de que, probablemente, fueran los turboletas, y no los turdetanos, los que tenían conflictos con

Sagunto. 80

Durante el desarrollo de la Segunda Guerra Púnica, la existencia de las ciudades de Ampurias

(Emporion) y Massalia, aliadas de Roma, que no fueron atacadas por Aníbal durante su avance hacia

Italia, y situadas en territorio dominado por los cartagineses o sus aliados, sería de vital importancia para

que Roma obtuviera la victoria. 81

El asedio de Sagunto duró cerca de nueve meses. 82

Existen dudas acerca de si Sagunto fue tomada en el 219 a.C., tal y como dice Polibio, o en el 218 a.C.,

como afirma Livio. 83

Posiblemente, con el ataque a Sagunto, Aníbal buscará mostrar a los hispanos lo que pasaría si decidían

aliarse con Roma, cuya amistad no serviría de nada si está, por su lejanía, era incapaz de defender a sus

propios aliados antes de que sus enemigos, en este caso, Aníbal y su ejercito, aparecieran ante sus

murallas. 84

Pueblo que habitaba el noreste peninsular, en la región de los Pirineos.

16

se tenga noticia del desastre de Sagunto. Para los pueblos de Hispania las

ruinas de Sagunto representarán un aviso, tan luctuoso como evidente, de

que nadie podrá confiar en la lealtad o alianza con los romanos (Livio, XXI,

19, 9-10)”.

Aunque este discurso es apócrifo y esta adornado por la retórica de Livio, es un

fiel reflejo del dilema al que se debieron enfrentar los pueblos hispanos, o bien,

apoyaban a Roma, cuya lejanía le impedía enviar refuerzos inmediatamente, y quedaban

a merced de Cartago o, por el contrario, rechazaban la oferta inicial de Roma y

esperaban al desarrollo de los acontecimientos para decidir a que bando apoyar (Pérez

Rubio, 2013b, 32). Esta segunda opción permitía a los hispanos esperar hasta la llegada

de las legiones romanos a la Península, de manera que si decidían eligir a romanos o a

cartagineses tenían una cierta seguridad de que, en un principio, sus ciudades, territorios

y riquezas podían ser protegidos por el bando elegido. Además, la elección inicial de un

bando no significaba que los hispanos se sintieran identificados con la causa de

cartagineses o romanos, sino que, para los hispanos, el bando elegido era aquel que

tenía mayor posibilidad de garantizar la salvaguarda de sus intereses y de su

autonomía85

(Pérez Rubio, 2013b, 33–34).

5.1.2.- De la Península a Italia

Tras la toma de Sagunto, Aníbal retornaría con su ejército a Cartago Nova,

donde pasaría el invierno. Durante su estancia le llegaría la noticia de que Roma había

declarado la guerra a Cartago presentando como casus belli el ataque a Sagunto.

Inmediatamente se dispuso a hacer preparativos para la guerra: convenció a las tropas

hispanas que componían su ejército para, en la primavera siguiente, hacer la guerra más

allá de Hispania, tras lo que lo cual les permitió retornar a sus hogares para pasar el

invierno, ordenó que se enviaran refuerzos de África a Hispania, al mismo tiempo que él

enviaba a los hispanos86

para reforzar las guarniciones de Cartago y otras ciudades

85 Esto hizo que varios pueblos y ciudades hispanas cambiaran varias veces de bando a lo largo de la

guerra, siendo el ejemplo más claro de esta política la ciudad de Cástulo, que, en un principio, apoyaría a

los cartagineses (Aníbal estaba casado con una princesa de la ciudad), para, en el 215 a.C., pasarse al lado

de los romanos, retornando al bando cartaginés tras el desastre del 211 a.C., y manteniendo su alianza con

Cartago hasta la derrota de Ilipa en el 206 a.C., suceso que aprovechara para congraciarse con Escipión al

hacerle entrega de los fugitivos de la batalla que se habían guarecido en la ciudad (Pérez Rubio, 2013b,

34). 86

Según los datos proporcionados por Livio (XXI, 21, 12) y Polibio (III, 33), las fuerzas hispanas

enviadas a África constaban de 13 850 soldados de infantería ligera, 870 honderos de Baleares y 1 200

jinetes de diferente procedencia. Polibio afirma que esta fuerza hispana estaba formada por tersitas,

mastienos, oretanos, olcades y baleares.

17

púnicas de África87

, ordeno que se enviaran rehenes a Cartago88

, y estableció que su

hermano, Asdrúbal, estuviera al mando de los territorios púnicos de Hispania durante su

ausencia (Livio, XXI, 21–22; Polibio, III, 33; Sánchez Moreno y Gómez Pantoja, 2013;

299–300).

Concluidos

los preparativos y

con la llegada de

la primavera,

Aníbal reúne a su

ejército,

conformado por 90

000 soldados de

infantería y 12 000

jinetes89

, y parte

hacia los Pirineos,

en el camino

somete a los

ilergetes,

bargusios,

ausetanos y lacetanos, pueblos hispanos del noreste peninsular que se habían aliado con

Roma90

y que controlaban el paso interior de los Pirineos91

. Para asegurar el control del

paso de Hispania a la Galia, Aníbal dejara a un ejercito conformado por 10 000 soldados

de infantería y 1 000 jinetes al mando de Hannón. Durante el paso de los Pirineos se

producirá la deserción de 3 000 carpetanos, a raíz de los rumores que afirmaban que la

guerra se haría contra Roma, que Aníbal disfrazaría como un licenciamiento, para evitar

que la moral del ejército decayera, al permitir abandonar el ejército a otros 7 000

87

La intención de Aníbal era que tanto las tropas africanas como las hispanas al hallarse lejos de sus

hogares reafirmaran su lealtad a la causa púnica, sirviendo, además, como rehenes con los que se buscaba

garantizar la lealtad de sus respectivos pueblos. 88

En torno a 4 000 infantes procedentes de las ciudades de Numidia que, además de ser rehenes, debían

servir como fuerzas auxiliares. 89

Este ejército incluía un número indeterminado de elefantes. 90

Tras la declaración de guerra a Cartago, los embajadores romanos habían recorrido buena parte del

levante peninsular en busca de aliados contra Cartago, con muy poco éxito (Livio, XXI, 18–19). 91

Aníbal cruzara los Pirineos por el paso del interior, en vez de utilizar los pasos del litoral, más fáciles

de atravesar pero controlados por las colonias griegas, aliadas de Roma, las cuales de haber sido atacadas

hubieran retrasado el avance de la campaña, dando tiempo a los romanos para prepararse (Sánchez

Moreno y Gómez Pantoja, 2013, 300–301).

Fig. 4: Territorios púnicos en Hispania y ruta de Aníbal, desde Cartago

Nova hasta Cannas (218–216 a.C.).

http://ocw.unican.es/humanidades/historia-antigua-de-la-peninsula-

iberica/material-de-clase-1/modulo-2-practica-1/skinless_view

18

hispanos que eran reacios a la guerra, al considerar que serían una carga para la

campaña92

. Tras atravesar los Pirineos y haber convencido a las élites de las tribus

galas93

de que no eran una amenaza, el ejército cartaginés cruzó, sin encontrar oposición

alguna, el sur de la Galia llegando al

Ródano, donde les esperaban los

romanos94

dirigidos por Publio Cornelio

Escipión95

(Apiano, Iber., 14 y Aníbal, 4;

Livio, XXI, 23–24, Polibio, III, 35 y 40–

41; Roldán, 2010, 236–237; Santos

Yaguas, 1989, 125–140).

Los romanos, demasiado cansados

por la travesía, dejaron la defensa del río a

sus aliados galos, los volcos, quienes

determinaron que la mejor manera de

detener a Aníbal era situarse en la otra

orilla y esperar al desembarco cartaginés

para atacar. Conociendo las intenciones

galas, Aníbal ordenaría a una parte de sus

fuerzas96

, compuestas, principalmente por

hispanos97

, que marcharan y cruzaran el

río por donde pudieran sin que el enemigo

92

La marcha de una parte significativa de las tropas hispanas, fuerzas veteranas que llevaban guerreando

desde hacía bastante tiempo, ante la noticia de la guerra con Roma es un indicativo de que la amenaza y el

potencial bélico que Roma representaba no eran algo desconocido para los hispanos. Posiblemente, los

mercenarios supervivientes que habían combatido con Cartago contra Roma, en el contexto de la Primera

Guerra Púnica, habrían hecho correr la voz entre los hispanos del poderío romano. 93

Las tribus galas, en un principio, consideraban que los cartagineses venían a hacerles lo mismo que

habían hecho con los hispanos, someterlos por la fuerza, pero Aníbal lograría “convencerlos”, mediante

regalos, de que la amenaza no eran ellos sino los romanos. 94

Los romanos, tras recibir las noticias de que Aníbal había atravesado el Ebro, habían preparado varios

contingentes que debían partir a Hispania cuando estalló una sublevación entre los galos (Boyos e

insubros) de la Cisalpina que retrasó el envió de estas fuerzas. Resuelta la situación, los romanos

lograrían llegar a tiempo para bloquear el paso del ejército cartaginés en el río Ródano (Livio, XXI, 25–

26, Polibio, III, 40–41). 95

Era el padre de Publio Cornelio Escipión “el Africano”, era cónsul en el 218 a.C., junto a Tiberio

Sempronio Longo, en el reparto de provincias le había tocado Hispania, mientras que a su colega,

Sempronio, le tocaron Africa y Sicilia. Tenía asignadas dos legiones romanas con su caballería y 14 000

soldados de infantería y 1 600 de caballería pertenecientes a los aliados, así como una flota de barcos (60

quinquerremes) con los que debía enfrentarse a Aníbal (Livio, XXI, 17). 96

Esta operación estuvo a cargo de Hannón, hijo de Bomílcar. 97

Livio (XXI, 27, 5) afirma que, a diferencia del resto de las fuerzas de Hannón, los hispanos cruzaron el

río sin recurrir a barcazas lo que nos da a entender su equipamiento no les impedía nadar (Véase Fig. 5)

Fig. 5: Representación típica de un integrante

de la infantería ligera hispana. En la imagen, se

puede ver el armamento que debían portar: una

espada recta (gladius hispaniensis), varias

jabalinas (solferrum), un escudo pequeño y

circular (caetra).

http://www.galeon.com/satrapa1/articulos/eleje

rcitodeAnibal.htm

19

los viera. Tras cruzar el río y acercarse a la situación de Aníbal, realizaron señales para

informar a su general de su localización, ante lo cual éste dio orden de cruzar. Viendo

los galos que los cartagineses desembarcaban se apresuraron a atacarlos, pero,

inmediatamente, se vieron sorprendidos por el ataque de las fuerzas de Hannón,

viéndose rodeados los galos huyeron de forma desorganizada. Una vez que todo el

ejército hubo cruzado el río y tras descansar, un Aníbal dubitativo98

dio orden de

marchar hacia los Alpes. Habrían de pasar varios días, antes de que Escipión se diera

cuenta que los cartagineses habían abandonado sus posiciones junto al río99

, sabiendo

que los cartagineses le llevaban bastante ventaja decidió dividir su ejercito, la mayor

parte, al mando de su hermano100

, partiría a Hispania y cumpliría con su misión101

,

mientras que el resto dirigidos por él mismo reembarcarían en los barcos y partirían a

Italia. Al mismo tiempo, el ejército de Aníbal iniciaría su periplo para atravesar los

Alpes, una operación no exenta de peligros102

, que Aníbal lograría completar en apenas

dieciocho días103

. El ejército de Aníbal, que, al momento de atravesar los Alpes, se

componía, según algunas fuentes, de entre 100 000–20 000 soldados de infantería y de

entre 20 000–6 000 de caballería104

, no saldría indemne de la operación, cerca de 36 000

hombres y un gran número de caballos y bestias de carga se perdieron durante la marcha

de Aníbal del Ródano a Italia (Livio, XXI, 26–38; Polibio, III, 42–56; Roldán, 2010,

237–238; Sánchez Moreno y Gómez Pantoja, 2013; 301–302).

98

Aníbal dudaba si continuar la marcha hacia los Alpes, como le aconsejaban sus guías galos o atacar al

ejército romano de Escipión, esto es debido a que mientras el resto de su ejército cruzaba, Aníbal había

mandado una partida de reconocimiento que se toparía con otra partida de reconocimiento enviada por

Escipión. La escaramuza, que se había saldado con una extenuante victoria para los romanos, revelaría a

los romanos que Aníbal había cruzado el río. 99

Tres días después de la marcha de Aníbal, Escipión se plantaría con su ejército frente al campamento

cartaginés solo para hallarlo vacío. 100

Cneo Cornelio Escipión Calvo, quién había sido cónsul en el 222 a. C., actuaba como legado de su

hermano (Apiano, Iber., 14) 101

Esta consistía en proteger a los antiguos y atraerse a nuevos aliados y combatir a Asdrúbal. 102

Aníbal y su ejército se vieron obligados a hacer frente a las inclemencias del tiempo (la operación se

llevó a cabo a principios de noviembre cuando inicia el invierno), al accidentado terreno (el ejército,

principalmente, los elefantes tenían bastantes dificultades para atravesar los angostos y escarpados

desfiladeros de los Alpes) y a los sucesivos ataques de los alóbroges (pueblo celta que intento sin éxito

impedir el avance de Aníbal por los Alpes). 103

Según Livio (XXI, 38, 1), Aníbal cruzó los Alpes en quince días. 104

Livio (XXI, 38, 3–4) afirma que el autor más fiable para conocer el tamaño del ejército de Aníbal era

L. Cincio Alimento, historiador romano que escribía en griego, que consideraba que el ejército de Aníbal

se componía de, aproximadamente, 80 000 soldados de infantería y 10 000 de caballería, entre los que se

incluían los refuerzos dados por galos y ligures, los cuales, según Livio, no debían ser tenidos en cuenta

ya que no atravesaron los Alpes, sino que se unieron a Aníbal en Italia.

20

Enterados de la llegada de Aníbal a Italia105

, los romanos intentaron parar su

avance hacia el sur: Primero, Publio Cornelio Escipión al mando de un nuevo

ejército106

se dirigió hacia al valle del Po, donde las fatigadas fuerzas cartaginesas

descansaban y les hizo frente en la batalla de Tesino, saliendo herido y parcialmente

derrotado107

(Apiano, Aníbal, 5; García-Osuna y Rodríguez, 2011, 15–27; Livio, XXI,

39–47; Polibio, III, 56 y 61–65). Tras la batalla, Publio Escipión se traslado con el resto

de su ejército hacia el río Trebia108

, afluente del Po, donde esperaría la llegada de su

colega, Sempronio, y su ejército. Una vez reunidos ambos ejércitos109

, y siendo

provocados por los cartagineses, atacaron a las huestes de Aníbal110

, cayendo de esta

manera en una trampa ideada por el cartaginés111

que se saldó con una rotunda victoria

para los púnicos y con un desastre para los romanos112

(Apiano, Aníbal, 6–7; García-

Osuna y Rodríguez, 2015, 55–67; Livio, XXI, 48 y 52–56; Polibio, III, 66–74). Al año

siguiente, en el 217 a.C., Aníbal atraería a otra trampa a un nuevo ejército romano

dirigido, esta vez por el cónsul Cayo Flaminio Nepote113

. Tras cruzar los Apeninos,

Aníbal provocaría el enfrentamiento con Flaminio, para evitar que este esperase a la

llegada de su colega. Creyendo que Aníbal se dirigía a Roma, Flaminio inició la

persecución del ejército cartaginés, entablando combate en un estrecho paso del lago

Trasimeno, donde se produciría una carnicería en la que perdieron la vida la mayor

parte de las fuerzas romanos114

, incluido el cónsul Flaminio (Apiano, Aníbal, 8–11;

105

Aníbal tardaría unos cinco meses en completar su periplo desde Cartago Nova hasta Italia. 106

Había sido reunido a toda prisa y se componía de legionarios sin experiencia en combate. 107

La batalla, más bien una escaramuza, fue librada por Publio Escipión con una pequeña parte de sus

fuerzas, compuestas de caballería y tropas ligeras, que realizaban tareas de reconocimiento y que se

toparon con la avanzadilla del ejército de Aníbal. La superioridad de la caballería púnica, en terreno

favorable, sería clave para el desenlace de la batalla. 108

Publio Escipión temía que los galos de la región (era el territorio de los insubros) se sublevasen y se

unieran a Aníbal, cercando a su ejército, por lo que tomó la decisión de retirarse a una nueva posición más

favorable. 109

Diciembre del 218 a.C. 110

El comandante del ejército romano era Sempronio, ya que Escipión aun no se había recuperado de sus

heridas. 111

Aníbal obligaría a los romanos a atravesar el helado río, al disponer sus fuerzas en la llanura frente al

río. Cuando los romanos la cruzaron se encontraron con que la caballería númida se abalanzaba sobre las

alas de su ejército, deshaciéndolas, y de que una parte significativa del ejército cartaginés le atacaba por la

retaguardia. Rodeados, los romanos serían casi masacrados. 112

Cerca de 20 000 legionarios perecieron y los supervivientes, unos 10 000, se refugiaron en las

ciudades de Piacenza y Cremona donde pasarían el invierno. 113

En las elecciones consulares del 217 a.C. habían sido elegidos Cneo Servilio Gémino y Cayo Flaminio

Nepote, a quienes se les habían encomendado la tarea de impedir el avance de Aníbal hacia el centro de

Italia. Estos dispusieron sus ejércitos de forma estratégica, de tal manera que ambos cortaban el paso de

los Apeninos tanto a la costa tirrena (Flaminio) como a la adriática (Servilio), y en caso de que Aníbal

decidiese cruzar al centro de Italia por los pasos centrales de los Apeninos, ambos ejércitos podían

converger en la posición cartaginesa. 114

Unos 15 000 soldados romanos murieron en Trasimeno (Goldsworthy, 2010, 32).

21

Livio, XXI, 62–63 y XXII, 1–7; Polibio, III, 77–84). Tras este nuevo desastre, los

romanos nombrarían dictador a Quinto Fabio Máximo, quién llevaría la política

defensiva de Roma al extremo115

, persiguiendo a Aníbal pero negándose a combatir

obstaculizando los avances y las maniobras de los cartagineses. Tras la dimisión como

dictador de Fabio al término de su mandato116

, Roma había recuperado su fuerza pero el

pueblo, no entendiendo el éxito de la estrategia de Fabio117

, clamaba por sangre

(Apiano, Aníbal, 11–16; Goldsworthy, 2010, 31–42; Livio, XXII, 8–18 y 23–31;

Polibio, III, 87–94 y 101–105), por ello, tras las elecciones consulares del 216 a.C., los

nuevos cónsules, Lucio Emilio Paulo y Marco Terencio Varrón, reunieron un gran

ejército y marcharon a enfrentarse contra Aníbal en las cercanías de Cannae. Era el 2 de

agosto del 216 a.C., los romanos habían reunido en el campo de batalla a ocho legiones

y ocho alae aliadas118

que debían enfrentarse al ejército de Aníbal, que constaba de 40

000 soldados de infantería y 10 000 de caballería119

. Pese a la superioridad romana, la

batalla de Cannae o Cannas se saldaría con un nuevo desastre romano, en el clímax de

la batalla cuando el cuerpo central del ejército cartaginés, conformado por la infantería

hispano-gala, retrocedía, sobrepasado por la superioridad militar de los legionarios

romanos, se produjo un hecho que marcaría el devenir de la batalla. Los legionarios

romanos, viendo que el enemigo retrocedía, se lanzaron, perdiendo su orden y

formación, a atravesar las líneas cartaginesas, solo para verse atacados por los flancos

por 10 000 lanceros libios, que detuvieron su avance, permitiendo a la infantería

hispano-gala recuperarse y contraatacar. Al mismo tiempo, la caballería hispano-gala120

,

situada en el flanco izquierdo, tras derrotar a la caballería romana situada a su frente, se

había abalanzado contra la caballería aliada del flanco derecho, aniquilándola en el

proceso y dejando la retaguardia de las legiones a merced de los cartagineses. La batalla

finalizaría con una masacre, entre 50 000 y 30 000 romanos y aliados yacían muertos en

Cannas, mientras que los cartaginés solo perdieron entre 5 700 y 8 000 hombres. Este

nuevo desastre obligaría a los romanos a cambiar su política, para poder derrotar a

115

Véase Golsworthy, 2010, 34–42. 116

La duración del mandato de un dictador era de seis meses prorrogables por otros seis meses en caso de

que la amenaza contra Roma persistiera. No existía un límite de prorrogas, mientras la amenaza

continuase existiendo el Senado podía prorrogar el mandato del dictador cada seis meses de manera

indefinida. 117

Por la aplicación de esta estrategia, Fabio se ganó el sobrenombre de Cunctator (el Prudente). 118

80 000 legionarios y 6 000 caballeros aliados. 119

La infantería estaba conformada por libios, hispanos y galos, mientras que la caballería lo estaba por

numidios, hispanos y galos. 120

Unos 2 000 eran hispanos y 4 000 galos.

22

Aníbal, era necesario arrebatarla la fuente de su poder, Hispania121

(Apiano, Aníbal, 17–

25; De Souza, 2008, 147–149; Goldsworthy, 2007, 40–41; Gómez Pantoja, 2005, 381–

383; Livio, XXII, 38–50; Polibio, III, 106–117; Roldán, 2010, 243–244).

5.2.- Entre Bárquidas y Escipiones (218 – 206 a.C)

Con el desembarco, primero, de Cneo Cornelio Escipión en Emporion, en el

noreste de Hispania, en el 218 a.C. y, después, de su hermano Publio Cornelio

Escipión122

en el 217 a.C., se abría un segundo frente en la guerra que enfrentaba a

cartagineses y romanos. Este nuevo escenario de guerra, que, con el tiempo, iría

adquiriendo especial relevancia para determinar al vencedor del conflicto, enfrentaría a

tres contendientes: Los dos principales contendientes del conflicto, Cartago y Roma,

cuyo enfrentamiento sería personificado por las pugnas de dos de las familias más

prominentes del panorama político de ambas ciudades, los Barca y los Escipiones123

,

mientras que el tercer contendiente, los hispanos, relegados, en un principio, a un papel

secundario por la magnitud del conflicto, determinados a mantener su autonomía

aprovecharían la guerra para aliarse con uno u otro bando en un intento de conservarla y

en el proceso convertirse en el poder dominante de sus respectivas regiones.

5.2.1.- El posicionamiento inicial de los hispanos frente a Cartago y Roma

Como hemos podido ver anteriormente, buena parte de los pueblos de la

Península (Noreste, Levante y Sur Peninsular, así como buena parte de la Meseta sur e

interior incluyendo también a la Celtiberia) estaba aliada o sometida a los cartagineses

al inicio del conflicto. Pese a esto, no existía un posicionamiento claro de los hispanos

con respecto al conflicto entre Cartago y Roma, como demuestran los sucesivos

cambios de bando de algunos pueblos hispanos a tenor de la evolución del conflicto.

Esto es debido a que el estallido del conflicto entre Cartago y Roma, que convertía a la

Península en un campo de batalla, proporcionó a los hispanos la oportunidad para saldar

121

Lo cierto es que no habría ningún cambio radical, los romanos llevaban combatiendo a los cartagineses

en Hispania desde el 218 a.C., pero aunque, en un principio, habían considerado a Hispania como el

escenario principal donde se iba a desarrollar la guerra, la noticias del avance de Aníbal por la Galia así

como su llegada a Italia la había relegado a un papel secundario, con lo que la mayor parte de los recursos

militares y logísticos se había concentrado en Italia. Tras el desastre de Cannas, los romanos

intensificarían el envío de refuerzos y suministros para los hermanos Cneo y Publio Escipión quienes

dirigían la guerra en Hispania. 122

Tras las elecciones consulares del 217 a.C. Publio Escipión partiría, en calidad de procónsul, a reunirse

con su hermano Cneo en Hispania. 123

Era una rama de la gens Cornelia, una de las familias patricias más importantes de Roma.

23

viejas rencillas y para afianzar el control sobre sus respectivos territorios convirtiéndose

en el proceso en las principales potencias regionales. Este deseo por convertirse en los

dominadores, en vez de los dominados124

, haría a los hispanos susceptibles a la

manipulación por parte de las potencias en liza, las cuales desarrollarían una serie de

mecanismos con los que buscaban garantizarse su apoyo. El primero de estos

mecanismos consistía en atraerse a las élites de las poblaciones hispanas mediante

regalos y recompensas, provocando la formación de facciones dentro de estas

poblaciones que apoyaban a uno u otro contendiente. Por lo general, las poblaciones

permanecieron unidas y combatieron a favor o en contra de cartagineses y romanos

según los intereses de las élites gobernantes125

, en muy pocos casos se producen

enfrentamientos entre integrantes de una misma población hispana en las batallas entre

romanos y cartagineses, siendo la mayoría de estos casos enfrentamientos en los que

participaron mercenarios hispanos, principalmente, celtíberos, que militaban en ambos

ejércitos126

. En caso de que la entrega de regalos y recompensas no fueran suficientes

para atraerse a los hispanos, ambas potencias aplicaron un segundo tipo de mecanismo,

consistente en el desarrollo de políticas disuasorias, es decir, la entrega de rehenes, el

establecimiento de guarniciones militares o la exigencia de desarmes, en casos extremos

se procedía a la aplicación de un tercer mecanismo, el de las políticas coercitivas, que se

traducían en el ataque a una ciudad o población determinada como represalia por los

actos que habían cometido127

(Hernández Prieto, 2011, 103–117).

124

La mayoría de los hispanos, veían a los cartagineses y a los romanos como invasores, que buscaban

dominarlos y que debían ser expulsados. Muchos pueblos hispanos se aliaron con los romanos debido a

que estos afirmaban que su única intención era expulsar a los cartagineses y devolverles la libertad. Una

vez que los cartagineses fueron derrotados y al ver que los romanos no tenían intención de marcharse, se

dieron cuenta de que habían cambiado a un dominador por otro, por lo que se rebelaron contra sus

antiguos aliados. Un posible ejemplo de esta situación sería la rebelión de los ilergetes del 205 a.C.

(Livio, XXIX, 1–3). 125

El surgimiento de estas facciones no degeneró en enfrentamientos civiles entre los hispanos, debido a

que la división en facciones no afectó al conjunto de la población sino, únicamente, a las élites que se

dividieron en facciones prorromanas o propúnicas. 126

A diferencia de Cartago, que poseía una larga tradición de recurrir al mercenariazgo, Roma nunca se

había visto obligado a recurrir a la utilización de mercenarios, sería con los hermanos Escipión que, por

primera vez, se reclutasen mercenarios (Livio, XXIV, 49). 127

Los ataques tendían a ser violentos y solían acabar en masacres de las poblaciones hispanas. Este es el

caso del ataque de los Escipiones a los Turdetanos en el 213–212 a.C. a quienes los romanos acusaban de

haber instigado la guerra. Esta mención hecha por Livio nos retrotrae a la problemática anteriormente

expuesta de si fueron los turdetanos o los turboletas los que tenían conflictos con Sagunto, posiblemente

el ataque fuese contra los turboletas, ya que Livio (XXIV, 42, 11) da a entender que los romanos

arrasaron la “única” ciudad de los turdetanos, cosa orto improbable ya que los turdetanos poseían varias

ciudades repartidas por un extenso territorio.

24

5.2.2.- Las campañas de los Bárquidas en Hispania: contra Roma y los hispanos de

la Bética o Turdetania (218 – 210 a.C)

Tras su marcha a Italia, Aníbal había dejado a su hermano Asdrúbal al mando de

un amplio contingente con el que debía defender la península, conformado por una

armada de 50 quinquerremes, dos cuadrirremes y cinco trirremes128

y un ejército

conformado por una caballería de 450 libiofenicios129

y libios, 300 lergetes130

y 1 800

númidas de distintas naciones y por una infantería de 11 850 libios, 300 ligures y 500

baleares a los que había que añadir la presencia de 21 elefantes. Como se puede

observar la mayor parte de este ejército

procede de África, esto es debido a que

la mayor parte de las fuerzas hispanas

habían partido con Aníbal rumbo a

Italia o estaban protegiendo el Norte de

África. Este ejército se vería reforzado

por la presencia de un segundo

ejército, al mando de Hannón, que

Aníbal dejaría en el noreste peninsular

para proteger los pasos de los Pirineos

(Livio, XXI, 22; Pérez Rubio, 2013b,

11; Polibio, III, 33).

La llegada de los romanos al

mando de Cneo Escipión a Emporion y

su rápido sometimiento de los pueblos

aledaños, unido al establecimiento de

128

Los trirremes, cuadrirremes y quinquerremes son un tipo de embarcación catafracta (con cubierta que

protegía a los remeros), muy utilizados en la Antigüedad como barcos de guerra, cuyos nombres vienen

determinados por el número de remeros que ocupan cada línea vertical de la nave: El trirreme poseía tres

remeros, uno por cada remo, dispuestos de la siguiente forma, del remo inferior al superior, 1/1/1, en el

cuadrirreme (cuatro remeros y dos remos) se disponían 2/2 y en el quinquerreme (cinco remeros y tres

remos), 1/2/2. 129

Literalmente “fenicios de África”. Es la denominación que recibían los habitantes de las colonias

púnicas africanas, especialmente, de los emporia, fundaciones costeras de Cartago a lo largo del golfo de

las Sirtes. 130

Se desconoce el pueblo al que pertenecen, los historiadores suelen identificarlos con los ilergetes,

pueblo hispano del noreste peninsular.

Fig. 6: El sometimiento del noreste peninsular tras

la llegada de Cneo Escipión a Hispania (218 a.C.).

http://www.galeon.com/satrapa1/zonas/hispania/His

pania218-1.jpg

25

alianzas con otros pueblos hispanos de la región, motivo a Hannón a enfrentarse, sin

esperar la llegada de Asdrúbal, a Cneo Escipión en las cercanías de Cissa131

, perdiendo

en la batalla a un tercio de su ejército y siendo capturado junto con varios de los líderes

de su ejército, entre los que se contaba al líder hispano Indíbil132

. La derrota cartaginesa

pudo haber sido mayor si no fuera por un rápido contraataque de Asdrúbal que obligó a

los romanos a detener su avance133

. Pese a esto, los romanos habían logrado obtener una

base terrestre que aumentaba su cabeza de puente y un puerto más meridional que el de

Emporion que ofrecía una ruta marítima más directa y rápida hacia Italia. Incapaz de

sacar provecho de este ataque y viendo que los hispanos de la región, aliados con

Cartago, empezaban a desertar hacia el bando romano, Asdrúbal se retiro al otro lado

del Ebro. La retirada cartaginesa, dejo el noreste peninsular a merced de los romanos,

los pocos pueblos hispanos que seguían siendo aliados de los cartagineses, entre los que

se contaban los ilergetes, ausetanos y los lacetanos134

, fueron rápidamente sometidos

por Cneo Escipión. Tras la derrota de Hannón y vista la situación, Asdrúbal se dio

cuenta de que las tropas que su hermano había dejado en la Península eran insuficientes

131

También llamada Kesse o Cesse, se cree que estaba situada en las cercanías de Tarragona, algunos

investigadores creen que pudo ser la antecesora de Tarraco. 132

Polibio (III, 76) lo presenta como el líder de los hispanos del interior de Cataluña, posiblemente, fuese

el líder de una Symmachiai conformada, posiblemente, por ilergetes, ausetanos y lacetanos. 133

Asdrúbal se enfrentó a una dispersa armada romana que se encontraba saqueando la costa del noreste

peninsular. Ante el temor a perder su única vía de comunicación con Roma, Escipión retornaría con la

flota a Ampurias. 134

Estos últimos se enfrentaron contra los romanos a raíz de su ataque contra los ausetanos, lo que es un

indicativo de la existencia de una epimachiai (alianza defensiva) entre los ausetanos y los lacetanos

(Livio, XXI, 61, 8)., que, a diferencia de la symmachiai anteriormente expuesto, no incluía a los ilergetes,

posiblemente, debido a que eran el pueblo hispano más poderoso de la región, siendo la amenaza a ser

sometidos por ellos, lo que llevo a lacetanos y ausetanos a formar una epimachiai entre ellos, y a

establecer una symmachiai con los ilergetes (Sino puedes vencerlos, únete a ellos).

26

para hacer frente a los romanos

y a los hispanos, algunos de los

cuales tenían un fuerte

resentimiento contra los

cartagineses, por ello puso en

marcha un plan que debía

reforzar la causa cartaginesa en

Hispania. Este plan recurría,

fundamentalmente, a cuatro

medios siendo estos los

siguientes: Reclutamiento de

mercenarios hispanos y de

otros ámbitos135

, alistamientos

masivos de los hispanos que

eran aliados o estaban

sometidos136

, establecimiento de guarniciones de defensa en las ciudades púnicas

integrados por tropas locales137

y, por último, la llegada de refuerzos desde Cartago para

el ejército y la armada138

(Livio, XXI, 60–61; Pérez Rubio, 2013b, 12–15; Polibio, III,

76; Roldán, 2010, 254–255; Sánchez Moreno y Gómez Pantoja, 2013, 302).

135

Los cartagineses poseían una especie de cuerpo de “comisarios” de reclutamiento que eran enviados a

“caladeros” de mercenarios en busca de soldados y oficiales profesionales (Pérez Rubio, 2013b, 14). 136

Ambos debían enviar rehenes a Cartago Nova que garantizasen su lealtad a la causa cartaginesa.

Además, serían las responsables de soportar el esfuerzo de guerra cartaginés lo que afectaría a su

disposición a la hora de combatir en uno u otro bando. Esto provocaría que, a diferencia de los hispanos

que habían partido con Aníbal, las fuerzas hispanas reclutadas por Asdrúbal, y, también, por los

Escipiones, resultaran ser tropas poco fiables (Pérez Rubio, 2013b, 14). 137

Estas guarniciones estaban formadas al modo de la metrópoli, con un contingente mercenario, más o

menos numeroso, apoyados por lo que podemos denominar una “milicia cívica”, compuesta por

ciudadanos púnicos movilizados para fines militares, y que, en ocasiones, podían reforzar el ejército de

línea cartaginés, y por la llamada “guardia sagrada” (hieròs lóchos) de la ciudad que, en Hispania, a

diferencia de sus homologas de Cartago, Útica e Hippo Dyarrhytus, donde eran una fuerza permanente y

regular de entrenamiento de la aristocracia local, serían una especia de escuadrón mejor armado y selecto

dentro de la “milicia cívica”, estando integrado por el equivalente social de los hippeis (caballeros)

helenísticos (Pérez Rubio, 2013b, 14–15). 138

Durante la mayor parte de la guerra, los refuerzos de Cartago a Hispania e Italia fueron insuficientes y

llegaron de forma intermitente, ya que Cartago confiaba en que sus generales obtuvieran, por su cuenta,

los aprovisionamientos, el apoyo logístico o los refuerzos para el ejército necesario para obtener la

victoria. Solo al final de la guerra, cuando la victoria romana estaba próxima, aportaron los medios que

habían estado negando a sus generales (Pérez Rubio, 2013b, 15).

Fig. 7: Ofensiva naval de Cneo Escipión en el 217 a.C.

http://www.galeon.com/satrapa1/zonas/hispania/HispaniaSur

217-1.jpg

27

En la primavera del 217 a.C., Asdrúbal marcharía desde Cartago Nova, donde

había pasado el invierno, al norte siguiendo la línea de costa con un ejército numeroso y

apoyado por la armada cartaginesa139

. Cneo Escipión enterado de esto y viendo que sus

fuerzas eran inferiores rehúyo presentar batalla terrestre a Asdrúbal y, por el contrario,

decidió atacar a la escuadra cartaginesa con su contingente naval, reforzada con naves

marsellesas, encontrándola anclada en la desembocadura del Ebro. El ataque cogió

desprevenido a los cartagineses, que vieron como los romanos destruían su flota. Tras la

destrucción de la flota cartaginesa, los romanos obtendrían la superioridad naval, lo que

les permitiría alejarse de la cabeza de puente del norte y realizar ataques contra las

fuentes de suministros cartagineses que iban de Hispania a África y de Hispania a Italia,

además varios pueblos hispanos desertarían del bando cartaginés y se pasarían a los

romanos. Escipión

confiando en la

superioridad de su

ejército decidiría

perseguir a Asdrúbal,

llegando a Saltus

Castulonensis140

y

obligando a Asdrúbal a

retirarse a Lusitania.

Aprovechando que los

romanos habían

abandonado la región

creyéndola pacificada,

139

Había sido reforzada con diez nuevas embarcaciones y estaba dirigida por Himilcón. 140

El paso de Despeñaperros.

Fig. 8: Avance terrestre de Cneo Escipión hasta Sierra Morena

durante la campaña del 217 a.C.

http://www.galeon.com/satrapa1/zonas/hispania/hispania217.jpg

28

los ilergetes, liderados por Mandonio e Indíbil141

, se sublevan, esta acción obligaría a

Asdrúbal a marchar al norte para proteger a sus aliados, para evitarlo Cneo Escipión

ordenaría a uno de sus nuevos aliados hispanos, los celtíberos, que atacasen los

dominios cartagineses,

obligando a Asdrúbal a

retornar para defender su

territorio, dejando, una vez

más, a los ilergetes a merced

de los romanos, quienes

rápidamente pondrían fin a la

sublevación. Al mismo

tiempo, se producía la llegada

de refuerzos142

provenientes

de Roma dirigidos por Publio

Escipión143

, quién, tras

reunirse con su hermano

Cneo, determinaría la

necesidad de dar un golpe

que sacudiera los cimientos del poder púnico en Hispania. Aprovechando que Asdrúbal

estaba combatiendo contra los celtiberos, los Escipiones avanzaron con sus fuerzas, sin

encontrar oposición, hacia Sagunto donde los cartagineses mantenían cautivos a los

rehenes hispanos. Con la ayuda de un noble hispano144

desertor que logro engañar al

jefe de la guarnición cartaginesa, los romanos se hicieron con los rehenes hispanos, los

cuales fueron devueltos a sus respectivos pueblos como prueba palpable de la clemencia

romana frente a la crueldad cartaginesa, acción que motivó que muchos hispanos se

sintieran atraídos al bando romano. Tras esta victoria política los Escipiones se vieron

obligados a retornar a sus campamentos debido a la llegada del invierno (Livio, XXII,

19–22; Polibio, III, 95–99; Sánchez Moreno y Gómez Pantoja, 2013, 303).

141

Las fuentes presentaban a ambos líderes hispanos como hermanos, es posible que el término

“hermano” no haga referencia a la existencia de una relación de parentesco sino a la existencia de un

coliderazgo en el mando del ejército. Es posible que Indíbil y Mandonio ocuparan una magistratura

colegiada parecida a la magistratura de los cónsules romanos. 142

Unos 8 000 legionarios y 30 naves de guerra. 143

Llegaba en calidad de procónsul, tras haber terminado su mandato como cónsul. 144

De nombre Abeluce, según Livio, o Abílix, según Polibio.

Fig. 9: La rebelión de los ilergetes del 217 a.C.

http://www.galeon.com/satrapa1/zonas/hispania/Hispania218-

2.jpg

29

Los sucesos ocurridos en el 217 a.C. provocarían que, a principios del 216 a.C.,

la región de la Turdetania145

, que hasta entonces había sido leal a los cartagineses, se

sublevase, después de que la flota que Asdrúbal había reunido para emprender una

nueva campaña contra los Escipiones lo traicionase. Los rebeldes serían derrotados tras

ser sorprendidos por el ejército cartaginés mientras saqueaban la ciudad de Ascua. Tras

esta rebelión, Asdrúbal empezó a desconfiar tanto de la flota como de la fidelidad de los

hispanos a la causa cartaginesa. Poco después, Asdrúbal recibiría la orden de partir de

inmediato a Italia para ayudar a Aníbal146

. Enterados los Escipiones de las intenciones

de los cartagineses, y temiendo las consecuencias de la unión de los ejércitos de Aníbal

y Asdrúbal, deciden atravesar el Ebro e impedir la marcha de Asdrúbal. Para lograr su

objetivo, los romanos deciden atacar a los aliados de los cartagineses, esperando

provocar la intervención de Asdrúbal, pero éste, haciendo caso omiso, decide atacar a

los hispanos que se habían aliado con los romanos tras cruzar estos el Ebro. Esto

obligaría a los Escipiones a abandonar su estrategia y a enfrentarse a los cartagineses en

las cercanías de Hibera147

, logrando obtener la victoria148

y provocando que,

nuevamente, un gran número de pueblos hispanos se pasaran al bando romano. (Corzo

Sánchez, 1975, 216–218; Livio, XXIII, 26–29; Sánchez Moreno y Gómez Pantoja,

2013, 304–305).

145

También llamada Bética. 146

Los romanos, tras someter el noreste peninsular, habían cerrado el transito de suministros que, desde

Hispania, llegaban a Aníbal en Italia. 147

Posiblemente, la actual Dertosa. 148

Según nos cuenta Livio (XXIII, 29, 8), la derrota sufrida por Asdrúbal en el 215 a.C. se debió a que los

hispanos no tenían intención alguna de ir a combatir a Italia, prefiriendo la derrota en Hispania a la

victoria en Italia. Esto se explicara, porque la mayor parte de las fuerzas hispanas de Asdrúbal habían sido

reclutados forzadamente para combatir, en un principio, en Hispania, teniendo la posibilidad de retornar a

sus hogares o de pasarse al bando contrario con mayor facilidad en caso de desastre que si lucharan en

Italia, ya que allí, en una tierra extranjera, su utilidad para el bando contrario sería nula, no quedándoles

otra que luchar hasta obtener la victoria o la muerte.

30

Tras la derrota, los cartagineses, liderados por Asdrúbal Giscón y Asdrúbal y

Magón Barca149

, intentarían restablecer el dominio púnico en Hispania, el cuál

empezaba a resquebrajarse, mediante el reclutamiento de nuevos ejércitos y el ataque a

varias poblaciones hispanas150

de la Turdetania, que se habían aliado con los romanos,

pero las intervenciones de los romanos, acarrearon el fracaso de estas operaciones y

grandes bajas en el ejército cartaginés, lo que provoco que la mayor parte de los

hispanos, que aun se mantenían leales, se aliaran con los romanos151

(Livio, XXIII, 49).

Los Escipiones vieron en esta situación una oportunidad de poner contra las cuerdas a

los cartagineses152

, y viendo que los púnicos habían comenzado a someter nuevamente

la región decidieron marchar sobre la región153

. Tras atravesar el Ebro y acampar en

Castrum Album154

, le saldría al paso Giscón, quién les obligaría a retirarse al mons

Victoriae. Desde allí, se dirigieron a Iliturgi, donde, tras sucesos anteriores, estaba

estacionada una guarnición romana, que estaba siendo asediada por los cartagineses.

Tras liberar la ciudad, se dirigieron a la ciudad aliada de Bigerra, que estaba siendo

149

Asdrúbal Barca había sido llamado de regreso a África para hacer frente a los ataques de los númidas

(215 a.C.). Tras cumplir su cometido regresaría a Hispania con un nuevo ejército y acompañado por su

hermano, Magón, y por Asdrúbal Giscón, quienes actuarían como sus lugartenientes (Apiano, Iber., 15–

16). 150

Estas fueron Iliturgi e Intibilis. 151

Es el caso de Cástulo. 152

Turdetania era el corazón del dominio púnico en Hispania, ya que aquí se hallaban las importantes

minas argentíferas con las que los cartagineses financiaban la guerra. 153

La campaña de los Escipiones en la Bética se desarrolla entre el 214 y el 212 a.C. 154

Se cree que puede ser Alicante.

Fig. 10: Las campañas de los hermanos Escipión del 214–212 a.C.

http://www.galeon.com/satrapa1/zonas/hispania/HispaniaSur214-2.jpg

31

asediada por otro ejército cartaginés, logrando liberarla de su asedio sin combatir.

Seguidamente, persiguieron a los cartagineses hasta Munda, donde, tras una sangrienta

batalla, obligaron a los cartagineses a retirarse a Auringis, donde un nuevo combate se

saldó con una nueva derrota cartaginesa. Pese a estas derrotas, los cartagineses

rápidamente formaron un nuevo ejército, con los galos155

reclutados por Magón, que

tuvo el mismo final que los anteriores ejércitos púnicos. Creyendo asegurado su control

sobre la Bética, los Escipiones volvieron sus ojos al levante peninsular, donde las

fronteras de los territorios púnicos y romanos apenas habían variado. El objetivo

principal de los Escipiones sería Sagunto, la ciudad cuyo asedio y, posterior,

destrucción habían ocasionado la Segunda Guerra Púnica. La ciudad sería tomada por

los romanos, entre el 213–212 a.C., y devuelta a los pocos habitantes supervivientes que

quedaban. Aprovechando la conquista de la ciudad, los romanos lanzarían un ataque

contra los turboletas, vecinos de Sagunto y responsables, según los romanos, de la

guerra. Las sucesivas victorias de los romanos incrementaron la amplitud del territorio y

el número de aliados que debían defender, incapaces de hacerlo con los efectivos

disponibles, los Escipiones se vieron obligados a recurrir, por primera vez en la historia

del ejército romano, a la contratación de mercenarios, pertenecientes al pueblo de los

celtíberos156

(Corzo Sánchez, 1975, 219–224; Livio, XXIV, 41–42 y 49; Roldán, 2010,

255; Sánchez Moreno y Gómez Pantoja, 2013, 305–306).

En el 211 a.C., tras la victoria en Sagunto, los Escipiones retornaron a la Bética,

donde se dispusieron a acabar con los cartagineses con la ayuda de los 20 000

mercenarios celtiberos que habían contratado. El primer objetivo, sería Asdrúbal Barca

cuyo ejército estaba estacionado cerca del de los Escipiones, pero como temían que

tanto Magón como Giscón acudieran en su ayuda o, peor aún, que se refugiaran en las

montañas y bosques de Hispania, desde donde pudieran continuar con la guerra,

decidieron dividir el ejército: Cneo, con un tercio del ejército y los celtíberos, lucharía

contra Asdrúbal mientras que Publio, con los dos tercios restantes más las fuerzas

aliadas, marcharía a enfrentarse contra Magón y Giscón. Viendo Asdrúbal que los

romanos de Cneo eran muy pocos, y que sus esperanzas radicaban en la ayuda de los

celtíberos, decidió atraerse a estos y mediante el ofrecimiento de recompensas, logró

155

Posiblemente, hagan referencia a los pueblos que habitaban el sureste peninsular, siendo estos los

Conios y Célticos. 156

Los Escipiones contratarían a unos 20 000 mercenarios, enviando a una pequeña parte a Italia para

reforzar las fuerzas romanas y para tratar de provocar la deserción de sus compatriotas que militaban en el

ejército de Aníbal.

32

convencer a los celtíberos157

para que abandonaran a los romanos, para desesperación

de estos que, viéndose incapaces de reunirse con el resto de sus compatriotas, y

superados en número, se vieron obligados a retirarse acosados por los hombres de

Asdrúbal. Al mismo tiempo, Publio que estaba siendo hostigado por la caballería

númida liderada por Masinisa158

, recibió las noticias de que Indíbil había llegado a la

región con 7 500 suesetanos para ayudar a los cartagineses. Ante esta situación, Publio

tomó la decisión de enfrentarse a Indíbil, antes de que sus fuerzas se unieran a los

cartagineses. Inicialmente, el enfrentamiento estaba de cara para los romanos, pero la

repentina llegada de la caballería númida159

y, posteriormente, de los ejércitos de Magón

y Giscón, así como la muerte de Publio en mitad de la batalla acabaron por provocar un

desastre, del que muy pocos romanos lograron escapar. Entusiasmados por la victoria,

Magón y Giscón marcharon rápidamente con sus ejércitos a unirse a Asdrúbal. Viendo

la superioridad de los cartagineses e intuyendo el trágico destino de su hermano160

,

Cneo procede a retirarse con la mayor celeridad posible pero manteniendo ante todo el

orden, para evitar bajas innecesarias. Durante su retirada, los romanos se vieron

constantemente hostigados por la caballería númida, que amenazaba con romper la

formación de los romanos, viendo que era imposible seguir avanzando teniendo a los

númidas encima, Cneo ordena detenerse y atacar a la caballería enemiga con la

esperanza de poder derrotarla antes de que llegaran la infantería de los cartagineses,

pero, para su desgracia, su maniobra no obtiene el éxito esperado lo que le obliga a

posicionarse en una colina, desde la que podía detener con éxito los ataques númidas.

Poco después, llegó el resto de las fuerzas cartaginesas, que, al ver al enemigo en

inferioridad y en una posición no muy ventajosa161

, se lanzaron contra las fuerzas

romanas ocasionándoles a los romanos un nuevo desastre militar y la pérdida de otro

157

Los celtiberos se negaron en redondo a pasarse al bando cartaginés, ya que lo consideraban una

atrocidad (Posiblemente, esa acción fuera en contra de los valores guerreros de la sociedad celtíbera), y

solo aceptaron el no actuar porque consideraban que aquella guerra, la de púnicos y romanos, no era la

suya, es decir, el único interés que tenían era recibir el pago de lo que se les había prometido por sus

servicios, no les importaba si eran sus contratantes o sus rivales los que les pagasen. 158

Hijo de un rey númida, que se había aliado con los cartagineses durante los ataques de otro rey

númida, Sífax, a los cartagineses (215 a.C.). Tras su victoria en África, había pasado a Hispania junto con

Asdrúbal. Posteriormente, cambiaría de bando, con Escipión el Africano, volviéndose un formidable

aliado de los romanos. 159

Publio creía haberlos despistado al haber salido de su campamento durante la noche, dejando una

pequeña fuerza en su interior, que hiciera creer a los cartagineses que aun permanecía en el lugar. 160

Cneo sabía que la única forma de que Magón y Giscón se hubieran reunido con Asdrúbal era que el

ejército de su hermano, que les cortaba el paso, hubiese sido derrotado. 161

La colina, aunque estaba un poco elevada, no ofrecía una posición defensiva óptima, ya que el terreno

carecía de árboles y era lo bastante duro, como para impedir a los romanos la excavación de fosos y el

establecimiento de terraplenes y empalizadas.

33

general, Cneo Escipión.

Los pocos supervivientes

romanos, liderados por

Lucio Marcio, lograron

escapar al campamento de

Publio, desde donde, tras

unirse con la pequeña

fuerza dejada por él162

, se

retiraron a la otra orilla del

Ebro. La actuación de

Marcio, elegido

comandante del ejército por

el consejo de guerra163

,

evitó que el desastre de los

Escipiones del 211 a.C. se

tornase en la retirada total

de Hispania. (Apiano, Iber., 16–17; Corzo Sánchez, 1975, 224–229; Livio, XXV, 32–

39; Roldán, 2010, 255–256; Sánchez Moreno y Gómez Pantoja, 2013, 306–307).

5.2.3.- Se cambian las tornas: de la caída de Cartago Nova a la batalla de Ilipa (209

– 206 a.C)

Marcio sería sustituido por M. Claudio Nerón, quién, a lo largo del 210 a.C.,

estuvo a punto de obligar a rendirse a Asdrúbal Barca, al embolsarlo en territorio de los

ausetanos cuando intentaba marchar nuevamente a Italia, pero su propio negligencia, al

creer ya vencido al Barca, le permitió escapar. Su estrepitoso fracasó, favoreció a

aquellos que apostaban por un cambio en la guerra en Hispania (Livio, XXVI, 17).

Además, los acontecimientos en Italia164

hacían temer a Roma la posibilidad de una

derrota si Nerón no conseguía detener a Asdrúbal y este lograba unirse con su hermano

en Italia. Para evitarlo, el Senado tomó la decisión de enviar nuevos refuerzos165

a

162

Esta fuerza estaba dirigida por Tiberio Fonteyo, lugarteniente de Publio. 163

Fue una acción insólita e ilegal, que el Senado acabaría revocando con el nombramiento de un nuevo

promagistrado para Hispania. 164

El desastre de los Escipiones en el 211 a.C., coincide con el asedio y captura de Capua y un fracasado

intento de ataque sobre Roma, por parte de Aníbal. 165

10 000 soldados de infantería, 1 000 de caballería y 30 quinquerremes.

Fig. 11: Los dominios de púnicos y romanos con la localización

de sus respectivos ejércitos en el 210 a.C. Tras el desastre del 211

a.C., el territorio controlado por los romanos se había contraído

bastante, solo quedándoles los territorios que Cneo Escipión

había sometido, inicialmente, tras su desembarco en Hispania en

el 218 a.C.

http://www.galeon.com/satrapa1/articulos/batallas/hispania210.jp

g

34

Hispania al mando de un magistrado superior a Nerón166

, es decir, un procónsul, y para

ello organizó las pertinentes elecciones, pero tras varios sucesos167

, se decidió que la

persona elegida para el cargo sería Publio Cornelio Escipión, hijo y sobrino de los

desaparecidos Escipiones. Escipión partiría inmediatamente a Hispania, desembarcando

en Emporion y marchando a Tarraco, donde convocaría a los aliados hispanos para

calmar sus ánimos y preparar la nueva campaña. Mientras esto ocurría en el noreste

peninsular, los cartagineses se hallaban invernado168

en diferentes regiones: Asdrúbal

estaba acampado en las cercanías de Sagunto con cerca de 30 000 hombres, Magón en

el interior, cerca del Saltus Castulonensis, con unos 20 000 hombres, y Giscón en los

alrededores de Gades169

con otros 20 000 hombres170

. (Apiano, Iber., 19; Corzo

Sánchez, 1975, 229–230; Livio, XXVI, 18–20; Pérez Rubio, 2013b, 16; Sánchez

Moreno y Gómez Pantoja, 2013, 307–310).

En la primavera del 209 a.C. los ejércitos cartagineses se ponen en marcha,

Asdrúbal se mueve a la Carpetania, donde pone sitio a una ciudad, Giscón marcha a la

Lusitania171

, mientras que Magón recula y ocupa la posición anterior de Giscón172

. Ante

esta situación, viendo lo lejos que se hallaban unos de otros los ejércitos cartagineses,

así como de su principal base, y conocedor por los aliados hispanos de la importancia

estratégica de Cartago Nova173

y de que en ese momento se hallaba prácticamente

desguarnecida174

decide atacarla. Dejando a una parte de su ejército al mando de Marco

Silano175

para defender el territorio romano, cruza el Ebro al mando de 25 000 infantes

y 2 500 jinetes y marcha a Cartago Nova a la que pone sitio por tierra mientras que su

flota lo hace por mar. Tras completar los preparativos necesarios y hacer frente a un

166

Ostentaba el cargo de propretor. 167

No se presentaron candidatos que reunieran los requisitos exigidos, por lo que se optó por elegir al

único que se postuló, pero que no reunía ninguno de los requisitos, siendo este Publio Cornelio Escipión. 168

Finales del 210 a.C. 169

Posiblemente, estuviera en territorio de los Conios. 170

La posición de los ejércitos cartagineses no se debe a la amenaza romana, sino a la necesidad de

asegurar las zonas mineras y la reticencia a atacar los territorios romanos, por temor a la posible

hostilidad de los hispanos (Véase Fig. 11). 171

Cerca de la desembocadura del Tajo. 172

Véase el mapa de Pérez Rubio, 2013b, 8–9. 173

Era una importante vía de comunicaciones entre Hispania y África, acumulaba las principales reservas

logísticas de los ejércitos cartagineses y en ella se hallaban concentrados los rehenes que aseguraban la

fidelidad a la causa cartaginesa de sus aliados hispanos. Además, era un importante símbolo del orgullo

púnico. 174

Su guarnición contaba con 1 000 soldados a los que se les podía unir una numerosa milicia civil,

carente de experiencia militar. 175

Propretor, sustituye a Nerón. Estaba al mando de 3 000 soldados y 300 jinetes.

35

intento desesperado de la

guarnición cartaginesa de

romper el sitio176

, los

romanos atacaron la

ciudad, tras sobrepasar las

murallas y por orden

expresa de Escipión, los

legionarios desataron una

violencia desmedida contra

la población civil, cuyo

objetivo era desatar el

terror entre los púnicos

forzándolos, tal y como

ocurrió, a la capitulación.

La toma de la ciudad proporcionó a Escipión y a su ejército un abundante botín, además

de obtener a los rehenes hispanos177

de los púnicos. Tal y como hicieron su padre y su

tío con los rehenes de Sagunto, decidió devolverlos a sus respectivos pueblos, logrando

la adhesión de numerosos hispanos, entre los que se incluían a los ilergetes, cuyos

líderes, Indíbil y Mandonio, se unieron a Escipión, tras la liberación de los rehenes178

.

Además, la toma de Cartago Nova ocasionó que los cartagineses de Hispania solo

pudieran ser abastecidos a través de Gades y vieran amenazada una importante región

minera cercana a la ciudad179

(Apiano, Iber., 20–22; Goldsworthy, 2010, 55–66; Livio,

XXVI, 41–51; Pérez Rubio, 2013b, 17–20; Roldán, 2010, 256–257; Sánchez Moreno y

Gómez Pantoja, 2013, 311–312).

Tras aprovechar el invierno180

para cultivar nuevas alianzas con los hispanos y

fortalecer las ya existentes, Escipión considera que para acabar con los tres ejércitos

cartagineses, debe atacarlos mientras están divididos y alejados, para evitar que puedan

176

La maniobra cartaginesa no solo fracasó sino que provocó que se perdieran las vidas de valiosos

soldados que los púnicos no podían reponer, además de permitir a Escipión el desviar la atención de los

guardias cartagineses de las marismas por donde pensaba atacar la ciudad. 177

No se tiene constancia de su número exacto, pero según afirma Livio (XXVI, 49, 1) las fuentes suelen

oscilar entre 300 y 3 704 rehenes íberos y celtíberos. 178

Los cartagineses habían tenido como rehenes a la esposa de Mandonio y a las hijas de Indíbil. 179

Era una de las principales fuentes de financiación para proseguir la guerra. Posiblemente, haga

referencia al distrito minero de Cástulo, cuya ruta de acceso los cartagineses controlaban desde Cartago

Nova. 180

Escipión pasaría el invierno del 209 a.C. en Tarraco.

Fig. 12: La campaña de Escipión del 209 a.C., se tradujo en la

recuperación de la causa romana en Hispania y en el inicio del

declive del poder cartaginés en la Península.

http://www.galeon.com/satrapa1/zonas/hispania/hispania209.htm

36

unirse y marchar contra él. Por ello, decide atacar al ejército comandado por Asdrúbal

Barca, que era el que más cerca se hallaba, encontrándose en las cercanías de la ciudad

de Baecula181

. La batalla de Baecula182

librada en el 208 a.C. enfrentó a dos ejércitos

con dos perspectivas muy distintas, por un lado, los romanos de Escipión,

entusiasmados por la reciente victoria, llegaban con la moral muy alta dispuestos a

destruir a los cartagineses, mientras que, por otro lado, las fuerzas de Asdrúbal bajas de

moral, tras las noticias de Cartago Nova y la defección de los hispanos, pretendían

cruzar los Pirineos y unirse a Aníbal en Italia. Los efectivos presentes en cada bando se

desconocen pero se cree que el ejército romano se componía de unos 20–25 000

itálicos183

a los que habría que unir las fuerzas de los aliados hispanos184

, que debían

oscilar entre 5 000 y 10 000 hombres, mientras que las fuerzas de Asdrúbal debía ser

menores a las de Escipión, debido, principalmente, a las derrotas y deserciones

sufridas185

en el 209 a.C., por lo que se suele considerar que su ejército rondaba los 25

000186

hombres. Tras una primera escaramuza entre las tropas de ambos bandos,

favorable a los romanos, Asdrúbal aprovecha la noche para cambiar la ubicación de su

ejército y establecer el campamento en un cerro cercano. Durante dos días, ante la

estratégica y favorable posición del ejército cartaginés, Escipión duda si atacar o

esperar, pero el temor a la posible llegada de los ejércitos de Giscón y Magón en auxilio

de Asdrúbal le motiva a dar la orden de atacar. La batalla duró poco tiempo y acabó con

una aplastante victoria para los romanos187

, quiénes lograron dar muerte a 8 000

hombres y capturar a otros 12 000. Pese a esta derrota188

, Asdrúbal, tras recomponer las

filas de su ejército, lograría marchar a Italia189

, ante la pasividad de un Escipión que,

tras tomar el campamento del Barca, daría prioridad al reparto del botín y a la liberación

181

En las cercanías de Cástulo. Para ver el análisis, así como la localización geográfica de la batalla de

Baecula, véase Bellón et alii, 2004, 11–66. 182

Se desconoce si fue una importante batalla campal o una reñida acción de retaguardia. 183

Hace referencia a las tropas romanas y a las tropas proporcionadas por los socii (las ciudades y tribus

de Italia aliadas de Roma). En este momento, en Hispania, debía haber en torno a 35–40 000 itálicos. 184

Parte de estas fuerzas, sino todas, estaban lideradas por Indíbil y Mandonio. 185

Se intentan paliar con el reclutamiento de hispanos del sur y suroeste peninsular (Conios, Célticos,

Lusitanos…) 186

A la llegada de Escipión a Hispania, Asdrúbal tenía bajo su mando a aproximadamente 30 000

hombres. 187

Escipión tras sobrepasar a las tropas ligeras cartaginesas había divido su ejército en dos y había

atacado el campamento de Asdrúbal por los flancos, obligándolo a huir (Véase Fig. 13). 188

Posiblemente, la magnitud de la batalla allá sido exagerada por las fuentes, ya que Asdrúbal marchó a

Italia con las tropas supervivientes de Baecula. 189

Este ejército sería destruido a su llegada a Italia, en la batalla del Metauro en el 207 a.C., antes de

poder unirse a Aníbal.

37

de los prisioneros hispanos190

, en vez, de continuar la persecución de Asdrúbal y los

supervivientes de su ejército para el horror del Senado y el pueblo de Roma191

. Tras la

derrota y la marcha de Asdrúbal de Hispania, los dos generales restantes, Giscón y

Magón, procedieron a planear la resistencia frente a Escipión, para ello determinaron

que era necesario unir ambos ejércitos, quedando este ejército bajo el mando de Giscon,

mientras que Magón partía a las islas Baleares para reclutar el mayor número de

mercenarios. También, consideraron que, tras la defección de la mayor parte de los

hispanos, solo los pueblos situados en el suroeste y oeste peninsular192

, por su

desconocimiento de la existencia de los romanos, eran leales a la causa cartaginesa, por

ello, Giscón, mientras Magón reunía más mercenarios, debía permanecer en esa región

sin entablar combate con los romanos, dejando a la caballería númida de Masinisa193

el

trabajo de mantener ocupado a Escipión. (Apiano, Iber., 23–24; Livio, XXVII, 17–20;

Pérez Rubio, 2013b, 22–26; Roldán, 2010, 257; Sánchez Moreno y Gómez Pantoja,

2013, 312–313).

190

Su reiterada política de amistad con los hispanos, provocaría que, tras la batalla, estos le proclamasen

rey, o le otorgaran un cargo entre los hispanos equiparable al de los antiguos reyes de Roma, ante lo cuál,

Escipión se negaría reafirmando la aversión de los romanos hacia la monarquía. 191

Los romanos equipararon la marcha de Asdrúbal de Hispania en el 208 a.C. con la que había

emprendido Aníbal diez años antes. 192

Estos serían, principalmente, los conios, los célticos, los túrdulos y los lusitanos 193

Con 3 000 jinetes bajo su mando tenía ordenes de auxiliar a los aliados hispanos de los cartagineses y

de asolar las ciudades y campos de los hispanos que se había aliado con los romanos.

38

Al año siguiente, en el 207 a.C., mientras que Giscón permanecía en el Oeste194

,

llegaba a la Península, un ejército de refuerzo enviado desde Cartago para reemplazar al

de Asdrúbal Barca, comandado por un nuevo general, llamado Hannón. Este ejército se

unió al que Magón había reclutado en Baleares y juntos penetraron en la Celtiberia,

donde Magón pretendían continuar con el reclutamiento de más mercenarios. Ante estas

noticias, Escipión envió a su lugarteniente, Marco Julio Silano, al mando de 10 000

infantes y 500 jinetes para hacer frente a la amenaza. Esté logró atravesar la Celtiberia y

situarse a poca distancia de las tropas cartaginesas y celtíberas sin ser detectado, gracias

a la ayuda de sus guías celtíberos195

. Enterado de que las fuerzas cartaginesas y

celtíberas acampaban separados, Silano decide atacar primero a los celtíberos196

, que

salen a su encuentro al haberlos detectado antes de que llegasen al campamento.

Rápidamente, Magón acude al frente de batalla y ordena a 4 000 scutati197

de la

194

Posiblemente, permaneciese en las cercanías de Gades, para evitar repetir el error de Cartago Nova, en

una posición desde donde pudiese proteger la ciudad y su hinterland. 195

Algunos pueblos celtíberos se aliaron o con los púnicos o con los romanos mientras que otros

simplemente hicieron caso omiso de ambos, manteniendo una especie de neutralidad en el conflicto. Un

indicio de que las comunidades celtíberas no eran un cuerpo homogéneo. 196

Eran, aproximadamente, unos 9 000 hombres. 197

Tipo de infantería pesada o semipesada, que debe su nombre al escudo ovalado (scuta o scutum) que

portaban (Véase Fig. 14).

Fig. 13: Ilustración de la batalla de Baecula en el 208 a.C.

http://2.bp.blogspot.com/-HTZ_uupSYDw/URXK-

8MT1TI/AAAAAAAAAp0/YuKlXoLhyyo/s1600/batallograma+final.bmp

39

infantería celtíbera y 200 jinetes que marchen en

vanguardia seguidos del resto de guerreros, pero nada

más salir del campamento son recibidos por una salva

de pila198

, que les obliga a agacharse

momentáneamente para, inmediatamente, responder

con sus propios proyectiles antes de enfrentarse

cuerpo a cuerpo. Pese a la llegada de refuerzos

provenientes del campamento cartaginés, los

repetidos intentos de romper la formación romana

acabaron fracasando y provocaron la pérdida de un

gran número de hombres. Incapaces de contener el

avance romano, que, tras sobrepasar a los celtíberos,

se dirigía contra los cartagineses, Magón junto con

unos 2 000 infantes veteranos y toda su caballería

huye a Gades, dejando a Hannón199

y a los

celtíberos200

a su suerte. Escipión intentaría

aprovechar la victoria, tras reunirse con Silano, marcharía a la Bética, donde Giscón

intentaba evitar que más de sus aliados hispanos desertaran. Pero el cartaginés rehuiría

el combate y dispersaría a sus hombres entre las diferentes plazas fuertes. Ante la

perspectiva de tener que emprender una campaña de sitios, Escipión ordenaría a su

hermano Lucio que tomara la ciudad de Orongis201

, para asegurar el acceso occidental

hacia Cartago Nova202

. Creyendo los hispanos de la ciudad que el sitio acabaría de la

misma forma que el de Cartago Nova o que el de la ciudad de los turboletas203

,

decidieron rendirse y salieron de la ciudad con solo los escudos y mostrando la diestra

desarmada. El gesto no fue entendido por los romanos que masacraron a cuantos

salieron. Tras la toma de la ciudad, los romanos perdonaron al resto de habitantes y

198

Típica táctica de las legiones romanas, antes de entrar en combate cuerpo a cuerpo, los legionarios

lanzaban sus lanzas (Pilum, singular, Pila, plural) con la intención de frenar el avance enemigo, de causar

bajas y de volver inservibles los escudos del enemigo, con lo que este quedaría desprotegido en la lucha

cuerpo a cuerpo. 199

Sería capturado por los romanos y enviado a Roma. 200

Los supervivientes retornarían a sus hogares. 201

En la actualidad, se suele identificar con Baza o Huéscar, aunque, algunos, también la identifican con

Jaén. 202

A diferencia de la política que habían seguido sus predecesores en el cargo, que consistió en la

penetración en el interior de la Bética y en la confianza en la ayuda de los hispanos, Escipión buscaba

arrebatar el control de la Bética a los cartagineses poco a poco, consolidando su posición en los territorios

conquistados, antes de emprender nuevos movimientos. 203

Ambos sitios acabaron con la matanza de buena parte de la población civil.

Fig. 14: Representación de los

scutati, la infantería pesada

hispana. Se diferencian de la

infantería ligera hispana en que

portan un escudo ovalado (scuta o

scutum) y en que llevan una

especie de armadura para proteger

la parte superior del cuerpo.

http://www.galeon.com/satrapa1/a

rticulos/elejercitodeAnibal.htm

40

respetaron sus bienes, salvo a 300 hispanos de la facción cartaginesa204

y a la guarnición

púnica. Tras esta nueva victoria y ante la inminente llegada del invierno, los romanos

retornaron a sus cuarteles en Tarraco. Por esas fechas debieron llegar a la Península las

noticias de la derrota de Asdrúbal en la Batalla del Metauro y de las incursiones navales,

previas a la invasión, emprendidas por el cónsul Marco Valerio Levino, entre el 208–

207 a.C., que devastaban la costa del norte de África, síntomas de que la guerra estaba

llegando a un punto crucial205

, siendo el escenario de la batalla decisiva, que marcaría el

devenir final de la guerra, Hispania (Livio, XXVIII, 1–4; Pérez Rubio, 2013b, 46–47;

Sánchez Moreno y Gómez Pantoja, 2013, 313).

204

Posiblemente, estos hispanos fueran miembros de la aristocracia de la ciudad. 205

Llegados a este punto, los cartagineses solo podían aspirar a alargar aun más la guerra, sin posibilidad

de obtener la victoria a corto y medio plaza, mientras que los romanos se jugaban el poder acelerar el

final de una guerra que tenían ganada desde el mismo instante en el que Aníbal fue incapaz de romper los

cimientos del poder romano en Italia, los socii.

41

Al año siguiente, en el 206 a.C., dándose cuenta los cartagineses de que no

podían demorar mucho más el enfrentamiento con Escipión deciden marchar contra él.

Para ello, Giscón y Magón206

refuerzan su ejército con nuevas levas de hispanos207

,

logrando reunir a unos 50 000 infantes y 4 500 jinetes, a los que habría que añadir la

presencia de 32 elefantes, que concentraría en las cercanías de Ilipa208

. Tras pasar el

invierno en Tarraco, Escipión desciende con su ejército hasta Cástulo, por el camino se

van uniendo numerosos contingentes de auxiliares hispanos. Entre los que destaca el

206

Posiblemente, tras las recientes derrotas de Magón, Giscón ostentara el mando supremo del ejército. 207

La mayoría procedían del sureste peninsular e incluía a turdetanos, célticos, conios y lusitanos

meridionales. 208

Livio la llama Silpia, mientras que Polibio la identifica con Ilipa Magna, actual Alcalá del Río, en la

orilla derecha del Guadalquivir. Por el contrario, Apiano identifica el campo de batalla en las cercanías de

Carmo, en la otra orilla del río.

Fig. 15: Los dominios púnicos en el 207 a.C. Tras Baecula, solo la Turdetania o Bética y parte del

territorio de conios, célticos y lusitanos, en el suroeste y oeste peninsular, seguía apoyando a los

cartagineses.

http://www.alternatehistory.com/discussion/attachment.php?attachmentid=33628&d=1187704732

42

proporcionado por Culchas, al que los romanos identifican como un reyezuelo, señor de

28 oppida209

,

consistente en 3 000

infantes y 500 jinetes.

Para cuando Escipión

llegó a las cercanías de

Ilipa, tras atravesar el

valle del Guadalquivir

desde Cástulo210

, su

ejército contaba con 45

000 soldados de a pie y

3 000 jinetes, de los

que, prácticamente la

mitad serían romanos e

itálicos211

. Esto hacía

que Escipión se

encontrara en la misma

tesitura, la necesidad de

confiar en las tropas

hispanas, que su padre y

su tío habían vivido en el 211 a.C., pero a diferencia de en aquel momento, los íberos y

celtíberos, que apoyaban al ejército romano de Escipión, debían ser conscientes de

cómo la guerra estaba evolucionando, además, de que Escipión se había asegurado,

desde su llegada, de cultivar una política de atracción con las élites hispanas. Pese a

esto, Escipión no quiso que la suerte de una batalla tan importante como iba a ser la de

Ilipa dependiese, en exclusiva, de la actuación de los auxiliares hispanos de su ejército.

Para ello, colocó a los hispanos en el centro de su formación mientras que, en cada

209

Probablemente, Culchas fuera el líder aristocrático de uno de los 28 oppida, cuyo poder sería superior

al resto de oppida, convirtiéndolo, al igual que ocurría en las ligas de guerra griegas, en el hegemon de

una Symmachiai conformada por esos 28 oppida. Se cree que estos oppida podían estar situados en la

región oriental de la actual Andalucía, en el territorio de los oretanos, del que tenemos ya un precedente

de una especie de reyezuelo, señor de oppida (Orisio, al que los cartagineses identificaban con el rey de

los oretanos), o en el de los bastetanos, regiones cuyo control los cartagineses, tras la batalla de Baecula,

habían perdido definitivamente. 210

La ciudad, pese a seguir siendo leal a los cartagineses, no fue tomada por los romanos. Tras el

desenlace de la batalla de Ilipa se pasaría al bando romano. 211

Equivalentes a dos legiones y dos alae (combinaban tropas de infantería con caballería).

Fig. 16: Desarrollo de la batalla de Ilipa. En la parte superior de la

imagen podemos observar el despliegue del ejército romano (en rojo)

y del ejército cartaginés (en azul). En la parte inferior, podemos ver

como el ejército romano ejecuta la complicada maniobra ordenada

por Escipión para que sus flancos se sitúen frente a los flancos

púnicos.

http://img177.imageshack.us/img177/9858/illipacc9.jpg

43

flanco, situaba a una legión y a una alae212

. Además, se aseguró que los hispanos no

entraran en combate antes de que los legionarios romanos hubieran eliminado la

amenaza de los flancos púnicos, al darles la orden de que avanzarán muy lentamente213

.

Esta maniobra no fue detectada por Giscón y Magón que formaron, a toda prisa214

, a sus

fuerzas de la forma tradicional, la infantería de línea215

en el centro mientras que, en los

flancos, dispuso a las levas y a los mercenarios hispanos recién reclutados. Mientras que

ambos ejércitos estaban avanzando para enfrentarse en la batalla, Escipión llevaría a

cabo una complicada maniobra216

, que terminaría por darle la victoria en el campo de

batalla. La batalla se desarrolló de acuerdo a lo planeado por Escipión (Véase Fig. 16),

tras sobrepasar los flancos púnicos, Giscón se vio obligado a retroceder, con sus

mejores tropas sin haber entrado en combate, en un intento de recomponer la línea de

batalla en las colinas cercanas a su campamento, pero el impetuoso avance de los

romanos, viendo cercana la victoria, dio al traste con sus planes y puso en fuga a su

ejército, la mayor parte del cual se refugio en el campamento. El estallido de una

tormenta repentina evitó que los romanos continuasen su avance y penetrarán en el

campamento cartaginés. Aprovechando la pausa que la tormenta había dado a la batalla,

Giscón intento recomponer la moral de su ejército, pero la deserción de sus aliados

hispanos217

, le motivó a abandonar la región cuanto antes. Enterado Escipión de la huida

del ejército cartaginés, ordenó a sus hombres, con la caballería por delante, iniciar la

persecución. El hostigamiento de la caballería y la rapidez del avance romano

provocaron que la retirada ordenada planeada por Giscón se convirtiese en una

desbandada general, que acabaría en una matanza. Giscón con apenas 6 000 hombres

212

El flanco derecho estaría dirigido por el propio Escipión mientras que, el izquierdo, estaría liderado

por Lucio Marcio y Silano. 213

Esta maniobra hizo que en Ilipa, Escipión imitara la estrategia de Aníbal en Cannas al establecer una

línea cóncava, con forma de media luna, en el centro de la formación, que obligó a los legionarios

romanos a entrar en una trampa que se cerró cuando la caballería hispano-gala aniquiló los flancos

romanos. 214

Escipión, imitando nuevamente la actuación de Aníbal, esta vez, en la previa a la batalla de Trebia,

había estado hostigando sin parar a las tropas de Asdrúbal en un intento de provocarle para que luchara en

condiciones muy desfavorables. 215

Estaba conformada en su mayoría por tropas africanas (libios, libiofenicios…) apoyadas por las tropas

hispanas más disciplinadas y veteranas (aquellas que aun con las derrotas se habían mantenido leales a los

cartagineses). 216

Escipión dispuso que ambos flancos, a medida que fueran avanzando, fuesen pivotando hacia la

derecha (flanco derecho) y hacia la izquierda (flanco izquierdo), de tal forma que, cuando estuviesen a

escasos metros del enemigo, desplegasen las líneas, quedando la infantería romana frente a los flancos

púnicos, con la infantería y la caballería rebasándolos, mientras que, en el centro, los auxiliares hispanos

avanzaba lentamente, lo que hizo que la totalidad de línea del ejército de Escipión presentará una forma

cóncava. 217

Fue iniciada por Atene, identificado por las fuentes como el rey de los turdetanos. Posiblemente, fuese

un importante líder aristocrático de la facción pro-cartaginesa, que existía entre las élites turdetanas.

44

logró refugiarse en unas colinas cercanas al mar, donde resistieron hasta la llegada de la

flota púnica, momento que aprovechó Giscón para abandonar a sus hombres y marchar

a Gades, donde, junto con Magón que había llegado poco después, intentó, sin éxito,

organizar la resistencia avivada por las noticias de la rebelión de los ilergetes. Enterado

Escipión de la rebelión de los ilergetes marchó, rápidamente, a Tarraco dejando a

Silano218

la misión de asediar Gades y de acabar con las tropas cartaginesas

supervivientes que se habían refugiado en las ciudades de la región. Incapaces de

continuar la guerra en Hispania, tanto Giscón219

como Magón220

, abandonaron la

península poniendo punto y final a la presencia cartaginesa en Hispania (Apiano, Iber.,

25–28; Goldsworthy, 2010, 66–74; Livio, XXVIII, 12–16; Millán León, 1986, 287–303;

Pérez Rubio, 2013b, 47–51; Sánchez Moreno y Gómez Pantoja, 2013, 313–314).

218

Al mando de 10 000 infantes y 1 000 jinetes. Durante su campaña, lograría que Masinisa, el príncipe

númida, que lideraba la caballería cartaginesa, se pasara al bando romano, cuya lealtad, mantenida hasta

el fin de sus días, reportó a Roma enormes beneficios en el norte de África. 219

Sería el primero en marchar, rumbo a África donde entabló conversaciones con el rey númida, Sífax,

para ganarse su apoyo contra los romanos. 220

Permanecería aun unos pocos meses más en la Península, intentando reunir un nuevo ejército para

combatir contra los romanos, hasta que Cartago le ordenó abandonar Hispania y marchar con la flota a

Italia.

45

Tras poner fin a la rebelión de los ilergetes y asegurarse la ayuda del rey númida,

Sífax221

, Escipión retornaría a la Bética donde emprendería una serie de operaciones de

castigo contra

las poblaciones

hispanas, que, a

su juicio, habían

tenido una

actuación

traicionera

durante el

desarrollo de la

guerra. Entre las

poblaciones que

los romanos

atacaron se

encontraban

Iliturgi y

Cástulo. En el

asedio de

Iliturgi,

conocedores los

habitantes de los

actos que habían

cometido222

,

participaron en

la defensa de la

ciudad tanto los

hombres, no solo los que estaban en edad militar, como las mujeres y los niños.

Sabedores de que lo que les esperaba era la muerte o la esclavitud, la defensa que los

hispanos ofrecieron fue tan encarnizada que las fuerzas romanas, tras superar la muralla,

procedieron a realizar una matanza entre los hispanos de la que no escapó nadie, y que

221

Es el mismo rey que obligó a Asdrúbal Barca, en el 215 a.C., a retornar al norte de África para

defender Cartago de sus ataques. 222

Tras el desastre del 211 a.C. los habitantes habían entregado a la guarnición romana allí presente.

Fig. 17 (arriba) y 18 (abajo): Evolución de la campaña final del 206 a.C. En la

imagen superior, se muestra el avance de Escipión hasta Ilipa mientras que, en

la imagen inferior, se muestran las operaciones de limpieza de cartagineses

llevadas a cabo por Lucio Marcio y Silano.

http://www.galeon.com/satrapa1/zonas/hispania/hispania206.htm

46

fue seguida por la destrucción de la propia ciudad223

. Las noticias de lo ocurrido a

Iliturgi llegaron a Cástulo, donde se refugiaban los supervivientes del ejército púnico224

.

La llegada de Escipión, motivó a los hispanos225

que habitaban la ciudad a enfrentarse a

las tropas púnicas, en un intento por evitar sufrir el mismo castigo que Iliturgi. Tras

lograr negociar la entrega de las tropas púnicas a los romanos la ciudad se rindió ante

Escipión226

(Livio, XXVIII, 19–20). La región acabaría por ser sometido hacia finales

del 206 a.C., después de que la destrucción de Astapa llevada a cabo por sus propios

habitantes, motivará al resto de ciudades hispanas, que seguían oponiéndose a los

romanos, a rendirse (Livio, XXVIII, 22–23). Una vez asegurada el territorio de la

Bética, Marcio se dispuso a tomar el último baluarte cartaginés en Hispania, Gades,

desde donde el último de los Barca, Magón, intentaba resucitar, por medio de su

subalterno Hannón227

, la causa púnica reclutando a nuevas fuerzas hispanas, pero esta

era una acción condenada al fracaso. Marcio, tras acabar con los pocos aliados que les

quedaban a los púnicos en la región, decidió esperar a que Escipión, tras someter a los

ilergetes, retornara a la región para asediar a Gades (Livio, XXVIII, 30–31), pero no

habría necesidad de asediar la ciudad, esta se rendiría después de que Magón

abandonara la península rumbo a Italia tras recibir órdenes de Cartago (Livio, XXVIII,

36–37).

5.2.4.- La respuesta de los hispanos ante el declive cartaginés

Como hemos podido ver a lo largo del trabajo, la decadencia cartaginesa en

Hispania se inicia con la llegada de Escipión en el 210 a.C. y continuara hasta la

expulsión definitiva de los cartagineses de la Península en el 206 a.C. Durante este

período la combinación de dos importantes factores, siendo estos los éxitos militares y

una política de atracción de las élites hispanas, por parte de Escipión provocaría que,

paulatinamente, los hispanos fueran abandonando la causa cartaginesa y se unieran a los

223

Las casas fueron quemadas y se derruyó todo lo que quedó en pie, de tal forma que para cuando se

marcharon poco quedaba que pudiese indicar que allí, alguna vez, hubo una ciudad. 224

Liderados por Himilcón, posiblemente, se tratase del mismo Himilcón que había dirigido la flota

púnica en el 217 a.C. 225

Liderados por Cerdubelo, que, posiblemente, fuese un miembro de la élite aristocrática de Cástulo que

militaba en la facción pro-cartaginesa, pero al que las circunstancias habían obligado a proceder en contra

de sus antiguos aliados. 226

El hecho de que Escipión fuera más benevolente, que con Iliturgi, se debió a que la ciudad no había

cometido una falta tan grave y a que se había rendido de manera voluntaria sin ofrecer ningún tipo de

resistencia. 227

Era el prefecto de Magón, lograría levantar un ejército de 4 000 mercenarios hispanos, posiblemente

de origen turdetano, debido a la región donde se encontraba, que sería derrotado por Lucio Marcio.

47

romanos en su lucha contra los púnicos228

. Aunque los hispanos irían abandonando,

poco a poco, la causa cartaginesa, no sería hasta la realización de tres importantes

acciones cuando se produjeran una serie de defecciones masivas de pueblos hispanos

que debilitarían aun más el poder púnico en Hispania. La primera acción, tiene lugar en

el 209 a.C., con la toma de Cartago Nova y la liberación de los rehenes hispanos que se

encontraban cautivos en la ciudad, lo que conlleva la adhesión a la causa romana de

numerosos pueblos del noreste y levante peninsular, entre los que destacan, por su poder

y extensión territorial, los ilergetes. La segunda se produce tras la batalla de Baecula, en

el 208 a.C., cuando los oretanos y los bastetanos libres de la influencia púnica se alían

con los romanos. Y la tercera y última, tiene lugar tras la batalla de Ilipa, en el 206 a.C.,

cuando el último gran pueblo hispano que seguía apoyando a los cartagineses, los

turdetanos, abandona la causa cartaginesa, acelerando su marcha de la Península.

228

Más que apoyar la causa romana, los hispanos se unieron al caballo ganador, es decir, a la potencia que

tenía todas las de ganar.

48

Pese a los sucesos ocurridos tras Ilipa, y cuando su expulsión era inminente, los

cartagineses lograron mantener el apoyo de algunos hispanos a su causa. Estos hispanos

eran, en su mayoría, mercenarios celtíberos y baleáricos, reclutados por Magón y que

sabían del castigo que sufrirían a manos de los romanos si eran capturados229

, pero

también incluían a hispanos procedentes de las regiones del suroeste y oeste

peninsular230

, donde, debido a su lejanía, no se tenía constancia de la existencia de los

romanos, y a algunas ciudades hispanas231

, cuyas acciones a lo largo de la guerra las

229

Tras la victoria de Ilipa, la utilidad estratégica de los hispanos decayó rápidamente. Los romanos ya no

tenían porque dar la bienvenida a los hispanos que abandonaban a los cartagineses y durante el 206 a.C.

realizaron, aprovechando las operaciones de limpieza de cartagineses de la Bética, operaciones de castigo

contra las poblaciones hispanas que consideraban habían actuado en contra de los intereses romanos. 230

Tras la perdida del territorio oretano y bastetano, estas regiones, donde habitaban los conios, los

célticos y los lusitanos meridionales, junto con la Turdetania, serían la principal fuente de reclutas, sin

contar la contratación de mercenarios, para el ejército cartaginés. Escipión encomendaría a Lucio Marcio

el cometido de someter estas regiones. 231

Tal es el caso de Iliturgi, Cástulo o Astapa Los habitantes de esta última ciudad, sentían un gran odio

hacia los romanos prefiriendo la muerte a la rendición.

Fig. 19: Mapa donde se muestran las áreas controladas por púnicos y romanos entre el 218 y el

208 a.C., tras la batalla de Baecula, en el 208 a.C., los oretanos y los bastetanos se pasarían al

bando romano, quedando solo los Turdetanos, hasta la batalla de Ilipa en el 206 a.C., como el

último gran pueblo hispano que seguía apoyando a los cartagineses.

http://anabasis-historica.blogspot.com.es/2013/02/batalla-de-baecula-el-ascenso-de.html

49

hacían

merecedoras de

un castigo por

parte de los

romanos. Incluso

cuando los

cartagineses ya

habían sido

expulsados de la

Península

Ibérica, los

hispanos, que

estaban en Italia

y África232

, aun

continuaron

combatiendo a su

lado,

principalmente,

porque no tenían

otra opción al

encontrarse lejos de sus hogares y combatiendo a un enemigo que buscaba vengarse de

las humillantes derrotas sufridas en los primeros años de la guerra.

6.- Consecuencias de la Segunda Guerra Púnica en los Pueblos de

Hispania

Las consecuencias inmediatas, de las que destacamos dos, de la Segunda Guerra

Púnica en los pueblos de Hispania se pudieron sentir incluso antes de que la guerra,

entre púnicos y romanos, en Hispania hubiese finalizado. La primera, y más importante,

fue que el desarrollo de la guerra en Hispania fomentó la creación de identidades

232

Los hispanos enviados por Aníbal para proteger Cartago tendrían un papel destacado, aunque

desafortunado, en Zama, la batalla final de la Segunda Guerra Púnica.

Fig. 20: Las primeras rebeliones, ante la debacle de los cartagineses, contra

el poder romano se producirían en el noreste peninsular (207–206 a.C.). En

la rebelión participarían los ilergetes, lacetanos y celtíberos. En el 205 a.C.,

se produciría una segunda rebelión de los ilergetes a los que se unirían los

ausetanos y otros pueblos limítrofes. Ambas rebeliones estarían encabezadas

por los líderes hispanos, Indíbil y Mandonio, y supondrían la reafirmación

del dominio romano en la región.

http://www.galeon.com/satrapa1/zonas/hispania/hispania206.htm

50

étnicas, así como la reafirmación de las ya existentes233

, en los pueblos hispanos debido

a los contactos234

mantenidos tanto con púnicos como con romanos, e incluso entre los

propios hispanos. La segunda, precedente de lo que luego ocurriría en Hispania, se

produciría entre el 207–206 a.C., cuando los líderes de los ilergetes, Indíbil y

Mandonio, se sublevaron contra el poder romano235

, aprovechando la enfermedad de

Escipión, al darse cuenta de que estos no iban a cumplir las promesas236

que les habían

hecho si les ayudaban a expulsar a los cartagineses de Hispania. A su rebelión se

unieron lacetanos y la iuventus de los celtíberos237

que apoyaron los saqueos contra los

pueblos hispanos, suesetanos y sedetanos, que seguían aliados con los romanos (Véase

Fig. 20). La rápida recuperación de Escipión, al que algunos creían muerto, supuso el

final de la rebelión (Livio, XXVIII, 24–29 y 31–34), pero esta se reiniciaría poco

después, en el 205 a.C., tras abandonar Escipión, Hispania, para continuar la guerra

contra Cartago en África. Esta nueva rebelión238

, que estaba encabezada por Indíbil y

que tendría como objetivo la expulsión de los romanos de la Península, acabaría

fracasando con lo que se reafirmaría el control de los romanos sobre el territorio

hispano239

(Livio, XXIX, 1–3). Estas dos rebeliones demostraron la fragilidad de las

alianzas que los romanos creían haber establecido con los hispanos, mientras los

romanos pensaban que esas alianzas imperaban tanto en tiempos de guerra como de paz,

para los hispanos las alianzas establecidas con los romanos, eran alianzas temporales

formadas en un momento de peligro (Symmachiai / Epimachiai), que dejaban de tener

validez en el mismo instante en el que la amenaza, en este caso los cartagineses, fuese

neutralizada. La visión de los romanos implicaba la presencia en el territorio hispano de

soldados romanos, mientras que la visión hispana implicaba la retirada de los romanos

una vez que los cartagineses hubiesen sido expulsados240

.

233

Algunos pueblos hispanos habían desarrollado identidades étnicas debido a sus contactos con griegos

y fenicios. 234

Relaciones comerciales, alianzas o guerras. 235

Esta rebelión coincidió con un motín de los legionarios del noreste peninsular que facilitó las acciones

de los hispanos rebeldes. 236

Según Livio (XXVIII, 24, 3), se les había prometido un reino tras la expulsión de los cartagineses,

posiblemente, más que a un reino, se haga referencia a la creación de un hinterland ilergete. 237

Posiblemente, se haga referencia a los pueblos celtíberos que habitaban en las cercanías del territorio

ilergete. El ejército rebelde ascendía a 20 000 infantes y 2 500 jinetes. 238

A parte de los ilergetes se rebelaron los ausetanos y otros pueblos limítrofes, con los que se reunió un

ejército de unos 30 000 infantes y 4 000 jinetes. 239

Entre las condiciones de paz que los romanos impusieron a los hispanos rebeldes se incluía la entrega

de los líderes rebeldes supervivientes, de tributos y rehenes. 240

Aunque es cierto que la mayoría de pueblos hispanos, tras el final de la guerra, permanecieron aliados

con Roma. También es cierto que no lo hicieron por gusto sino por necesidad, ya que la presencia romana

51

Otra consecuencia de la guerra, fue el cambio en la política romana de

interacción con las comunidades hispanas, mientras que a lo largo de la guerra, los

romanos se habían preocupado de atraerse a las élites hispanas, mostrando una imagen

más favorable que los cartagineses y otorgando recompensas a los hispanos que les

apoyaban, en los últimos años de la guerra con los cartagineses a punto de ser

expulsados, esta política cambiaría, los romanos empezaron emplear una política más

agresiva241

que la que los cartagineses habían empleado antes que ellos. Este cambio

respondía a la visión que los romanos tenían de Hispania, tras la expulsión de los

cartagineses, los romanos veían en Hispania el botín obtenido del enemigo y creían que

tanto Hispania como los hispanos eran una posesión de los púnicos, por lo que al

haberlos vencido, ahora eran una posesión suya. Esto implicó la creación en Hispania de

dos provincias la Ulterior y la Citerior242

, que, inicialmente, carecían de límites

geográficos, y que aglutinaban a todos los pueblos hispanos, que habían participado en

la guerra, que púnicos y romanos habían librado en Hispania, y que se hallaban aliados

o sometidos al poder romano, con la salvedad, de varios pueblos hispanos cuya

participación en la guerra se produjo, mayoritariamente a través del envío de

mercenarios, lo que implica que los romanos no llegaron a invadir sus respectivos

territorios243

, por lo que al final de la guerra se hallaban fuera de su área de influencia.

Algunos de estos pueblos fueron los carpetanos, los celtíberos, los célticos, los lusitanos

meridionales o los túrdulos, cuyo sometimiento obligó a Roma a emprender una larga

guerra durante el siglo siguiente244

. Siendo esta la mayor consecuencia de la guerra para

los pueblos hispanos, el cambio de un dominador por otro, pero a diferencia de los

cartagineses que buscaban obtener beneficios más que dominar a los hispanos245

, los

romanos, en vez de confiar en la lealtad de los hispanos, prefirieron ejercer una

dominación directa sobre el territorio que tuvo como principal consecuencia, la

garantizaba su supervivencia frente a los “grandes” pueblos hispanos, debido a que la presencia romana

era una amenaza para sus ambiciones de dominar grandes extensiones de territorio, donde habitaban otros

pueblos hispanos más débiles política–económica y militarmente. 241

Imposición de tributos, entrega de rehenes… 242

Aunque los romanos desde el 205 a.C. enviaban regularmente a Hispania a dos magistrados que

controlaban lo que se denominaba la Hispania Citerior y la Hispania Ulterior, no sería hasta el 197 a.C.

cuando se produjo la primera división provincial de Hispania. 243

Eran pueblos originarios de la Meseta o del Oeste peninsular, regiones donde los romanos apenas

habían realizado penetraciones, salvo en la Meseta norte, en la Celtiberia. 244

Referencia a las Guerras Celtíberas y Lusitanas, que se libraron a lo largo del s. II a.C. 245

Los cartagineses dejaron que los hispanos tuvieran una amplia autonomía política sobre su territorio a

cambio de que les entregasen rehenes, tributos y proporcionasen hombres al ejército.

52

romanización de Hispania246

, es decir, la implantación paulatina de la cultura e

identidad romana en la Península, en detrimento de las culturas e identidades de los

pueblos hispanos que se irán diluyendo con el tiempo247

(Sánchez Moreno y Gómez

Pantoja, 2013, 315–318 y 325–326).

7.- Valoración historiográfica del papel de los hispanos en el contexto

de la Segunda Guerra Púnica

A lo largo de la historia, la actuación de los hispanos en la Segunda Guerra

Púnica ha sido víctima de un maltrato y una indiferencia provocada por la minimización

del papel que jugaron, en beneficio de las actuaciones de las grandes potencias en liza,

llevado a cabo por las fuentes antiguas. Debido a esto la mayor parte de los trabajos que

tratan el desarrollo de la Segunda Guerra Púnica en Hispania se han visto afectados por

el planteamiento seguido por las fuentes antiguas, relegando a los hispanos a un papel

muy secundario, y solo en época muy reciente, gracias al estudio exhaustivo de las

fuentes y a los descubrimientos proporcionados por la arqueología, epigrafía y

numismática, se han empezado a desarrollar trabajos centrados en la figura de los

hispanos. Pese a esto, son pocos los trabajos que han llevado a cabo un verdadero

desarrollo y análisis de la figura de los hispanos, siendo mayoritarios los trabajos

dedicados en exclusiva a un pueblo o región determinado.

De la historiografía actual, solo la española, ha tratado con suficiente

profundidad el tema del papel de los hispanos en la Segunda Guerra Púnica. Dentro de

la historiografía extranjera, la mayoría de los autores se limitan a esbozar brevemente la

actuación de los hispanos con las campañas, principalmente, romanas, desarrolladas en

Hispania y solo profundizan, aunque no demasiado, en determinadas acciones de interés

tales como la caída de Cartago Nova o la batalla de Ilipa248

. Algunos de estos autores

son De Souza, Goldsworthy y Hoyos, que desarrollan el aparato bélico-político de las

246

A aquellos miembros de las élites hispanas que habían apoyado a los romanos se les hizo entrega de,

entre otras cosas, la ciudadanía romana, con lo que los romanos se aseguraron la lealtad de las élites de

diversos pueblos hispanos al otorgarles un privilegio al que solo los romanos tenían derecho. 247

Es irónico que las mismas identidades étnicas que se habían formado y desarrollado a raíz de la

constante interacción entre los hispanos con púnicos, romanos y otros hispanos durante la guerra,

desaparecieran por el continuo y prolongado vínculo que los romanos establecieron con los hispanos

durante la conquista de la Península Ibérica (218–19 a.C.). 248

Son las dos acciones más estudiadas por los historiadores extranjeros. Extrañamente, la batalla de

Baecula del 208 a.C. apenas es menciona por los mismos, posiblemente, debido a que la tratan como una

acción de retaguardia o a que la exponen como antecedente de la batalla del Metauro en el 207 a.C.

53

campañas de la Segunda Guerra Púnica, el primero, ofrece una presentación de la

cultura guerrera de los celtas e íberos, mientras que el último proporciona, entre otras

cosas, un análisis de las políticas que tanto púnicos como romanos llevaron en Hispania

y que afectaron a sus habitantes. Otros, como Richardson, analizan brevemente las

poblaciones hispanas existentes, el desarrollo de la guerra y las necesidades de los

contendientes así como su relación con los hispanos. Y hay otros como Kouci y Tsirkin,

que prefieren centrarse en otros aspectos, tales como las relaciones entre el Norte de

África e Hispania o el tratado del Ebro. También debemos destacar los trabajos de

Schulten, que aunque no han sido utilizados para el desarrollo de este trabajo, deben ser

mencionados al tratarse de los primeros trabajos, entre los que podemos destacar las

Fontes Hispaniae Antiquae (FHA) que fueron responsables del desarrollo en España,

durante el s. XX, del estudio de la Historia Antigua de Hispania.

De la historiografía española, como ya he mencionado antes, los trabajos tienden

a estar centrados exclusivamente en un pueblo o en una región de Hispania, por lo que

encontrar trabajos cuyos análisis y estudios se centren en ámbitos más amplios es más

difícil. Aun así dentro de esta última parte, podemos encontrar la obra desarrollada por

Eduardo Sánchez Moreno y Joaquín Gómez Pantoja en 2013, Protohistoria y

Antigüedad de la Península Ibérica. Vol. II. La Iberia prerromana y la Romanidad, que

podemos considerar como el primer trabajo que analiza en profundidad todos los

aspectos relacionados con los hispanos249

y su evolución desde la Segunda Guerra

Púnica hasta la época visigoda. Otro trabajo, también muy reciente y, que trata aspectos

más concretos de la Segunda Guerra Púnica y su relación con los hispanos, es el número

17 de la revista de Desperta Ferro editada por Alberto Pérez Rubio (2013b) titulado,

“La Segunda Guerra Púnica en Iberia”. Otros trabajos a destacar, ya dentro del marco de

los trabajos centrados en temas concretos, son los realizados por el propio A. Pérez

Rubio, centrados en el estudio de las alianzas y coaliciones de la Hispania Prerromana.

Los realizados por J.M. Blázquez Martínez y M.P García-Gelabert Pérez, E.C. González

Wagner y P. Barceló para las cuestiones referentes a la conquista de Hispania por parte

de los cartagineses, que se unen a los de E. Sánchez Moreno y R. Corzo Sánchez,

centrados, respectivamente, en las campañas llevadas a cabo en la Meseta y en la

249

A través del estudio de las fuentes, la arqueología, la epigrafía y la numismática este trabajo nos ofrece

un análisis exhaustivo de las regiones de Hispania, lenguas, poblaciones, economía, estructuras sociales,

formas de organización política, aspectos bélicos y religiones presentes tanto en las poblaciones hispanas

de origen celta como las de origen íbero.

54

Bética, y a los de E. Ferrer Albelda y R. Pliego Vázquez; y E. Hernández Prieto, que

analizan las formas de control dispuestas por Cartago y Roma para atraerse a los

hispanos. Asimismo debemos destacar el trabajo desarrollado por Noguera et alii

(2013), que nos plantea el desarrollo de la Segunda Guerra Púnica en el noreste

peninsular entre el 218 y el 216 a.C., a través del estudio de los hallazgos arqueológicos

y numismáticos, dejando a las fuentes literarias relegadas a un segundo plano. En lo que

a la obra literario-historiográfica de Apiano, Livio y Polibio se refiere, respectivamente,

F.J. Gómez Espelosín (2014) ha traducido y analizado los libros VI (Iberia) y VII

(Aníbal) de la Historia Romana, J.M.ª Candau Morón ha hecho lo propio con los

primeros seis libros de la Historia de Roma y A. Ramírez de Verger et alii, han

traducido y analizado los libros XXI a XXX pertenecientes a la Ab Urbe Condita. Otros

temas de estudio atendidos por la investigación española, aparte de la historia fáctica,

son los relativos a la arqueología, la epigrafía y la numismática pertenecientes al

período de la Segunda Guerra Púnica.

De esta breve revisión historiográfica cabe concluir que es sustancialmente la

historiografía española la que proporciona un análisis profundo y contrastado del papel

llevado a cabo por los hispanos en la Segunda Guerra Púnica.

8.- Conclusiones

A lo largo de este trabajo hemos podido analizar el papel que los hispanos han

jugado durante el desarrollo de la Segunda Guerra Púnica tanto dentro como, aunque en

menor medida, fuera de Hispania. Desde los inicios de la conquista púnica de Hispania,

pasando por la marcha de Aníbal y los hispanos a Italia, continuando con la

intervención romana y el desastre de los Escipiones. Para finalizar con la llegada de otro

Escipión y la expulsión de los cartagineses de Hispania. Este análisis nos ha permitido

comprender hasta que punto los hispanos fueron comparsas de las grandes potencias, tal

y como nos indican las fuentes, o hasta que punto jugaron con las necesidades de estas

para satisfacer sus propios interés, tal y como han dejado entrever recientes trabajos. Lo

cierto es que a lo largo de la guerra se produce un doble juego, por un lado, los

hispanos250

buscan utilizar la guerra entre púnicos y romanos para garantizar su propia

250

Debemos matizar que no todos los pueblos hispanos realizan esta acción, sino, solamente, aquellos

que, antes de la llegada de los romanos y cartagineses, poseían una cierta posición de predominancia en

sus regiones de origen. Tal es el caso de los ilergetes, en el noreste, o los celtíberos, en la Meseta.

55

autonomía y convertirse en las potencias dominantes de sus respectivas regiones,

mientras que, por otro lado, cartagineses y romanos pugnan por atraerse a los hispanos a

sus respectivas causas con la esperanza de que estos satisfagan sus necesidades. En el

caso romano, a finales de la guerra, se cambiarían sus prioridades, para establecer en

Hispania una red clientelar fiel a Roma, primer paso para iniciar la conquista y

establecer una provincia, en el caso púnico este tipo de acción colonizadora se dio

durante la mayor parte de la guerra.

La reacción de varios pueblos hispanos a la actuación de los romanos sugiere

que estos nunca llegaron a estar comprometidos con la causa romana, más que para

expulsar a los cartagineses. Además, un porcentaje bastante amplio de hispanos

permaneció leal a Roma, esto puede haberse debido a que tras la guerra, aquellos

pueblos que habían logrado cumplir sus objetivos, conservación de la autonomía y ser

potencias regionales, esperaban imponer su hegemonía, pero la presencia romana se lo

impedía, mientras que aquellos que habían fracasado en su intento y debilitados por el

conflicto, vieron en la presencia romana la mejor opción para su supervivencia.

En definitiva, el papel de los hispanos debe ser valorado como el de un

contendiente más de la Segunda Guerra Púnica, más que como el de una comparsa de

púnicos y romanos, como demuestra el posterior desarrollo de los acontecimientos en

Hispania251

.

251

Referencia a la continuación de la Guerra en Hispania, tras el final de la Segunda Guerra Púnica. Esta

guerra continuaría hasta la conquista definitiva de Hispania por parte de los romanos en el 19 a.C.,

durante el principado de Augusto.

56

9.- Fuentes, Bibliografía y Recursos Web

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- Mapas Guerras Púnicas

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10.- Relación de Figuras

Figura Portada: Ilustración de la batalla de Ilipa. Fuente: http://1.bp.blogspot.com/-

7IWgCZsQwbY/ThSgUPgn8AI/AAAAAAAAAMk/uKHy2zZmO4s/s640/battleofilipa

207bcqn8.jpg

Figura 1: Mapa donde se muestra el desarrollo de la I Guerra Púnica, pág. 6.

Figura 2: Mapa donde se muestra el complejo panorama “étnico” que había a finales

del s. III a.C. en la Península Ibérica, pág. 11.

Figura 3: Mapa donde se muestra las campañas de Aníbal del 221-220 a.C. contra

carpetanos, olcades y vacceos, pág. 13.

Figura 4: Territorios púnicos en Hispania y ruta de Aníbal, desde Cartago Nova hasta

Cannas (218–216 a.C.), pág. 17.

Figura 5: Representación típica de un integrante de la infantería ligera hispana, pág. 18.

Figura 6: Mapa donde se muestra el área del noreste peninsular sometida por Cneo

Escipión tras su llegada a Hispania (218 a.C.), pág. 24.

Figura 7: La ofensiva naval de Cneo Escipión en el 217 a.C., pág. 26.

Figura 8: El avance terrestre de Cneo Escipión hasta Sierra Morena durante la campaña

del 217 a.C, pág. 27.

Figura 9: La rebelión de los ilergetes del 217 a.C., pág. 28.

Figura 10: Las campañas de los hermanos Escipión del 214–212 a.C., pág. 30.

Figura 11: Los dominios de púnicos y romanos con la localización de sus respectivos

ejércitos en el 210 a.C., pág. 33.

Figura 12: La campaña de Escipión del 209 a.C., pág. 35.

Figura 13: Ilustración de la batalla de Baecula en el 208 a.C., pág. 38.

Figura 14: Representación de los scutati, pág. 39.

Figura 15: Los dominios púnicos en el 207 a.C., pág. 41.

Figura 16: El desarrollo de la batalla de Ilipa, pág. 42.

Figura 17: El avance de Escipón hasta Ilipa, pág. 45.

Figura 18: Operaciones de Limpieza de Lucio Marcio y Silano en la Bética, pág. 45.

Figura 19: Mapa donde se muestran las áreas controladas por púnicos y romanos entre

el 218 y el 208 a.C., pág. 48.

Figura 20: La rebelión de los ilergetes del 207–206 a.C., pág. 49.


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