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LOS MODOS DE CONSTRUCCIÓN DE LA MEMORIA EN LAS SOCIEDADES PREHISPÁNICAS
SURANDINAS
Lic. María Paula Costas (UBA, FFyL)
Resumen: En el presente trabajo tomaremos los casos de las cabezas trofeo paracas-nasca y los
tocapus y quipus incas para discutir los modos de organización de la memoria desarrollados por las
así llamadas “tradiciones orales” prehispánicas surandinas a partir del análisis de la relación que
se establece entre lenguaje verbal, una forma (imagen) como huella material inscripta en un soporte
(objeto) producido para circular en contextos rituales/ceremoniales, y las operaciones mentales
(métodos mnemotécnicos) que permiten asociarlos como agentes activos en la configuración de
cosmologías que establecen un saber compartido y sustentan un determinado orden socio-político y
religioso.
Palabras clave: sociedades prehispánicas surandinas– tradiciones orales - memoria– mnemotecnia
MEMORY CONSTRUCTION METHODS IN PRE-COLUMBIAN SOUTH ANDEAN SOCIETIES
Abstract: The aim of this paper is to discuss the ways in which memory organization developed
within the so-called pre-Columbian South Andean "oral traditions". By taking into account the cases
of Paracas-Nasca trophy heads and Inca tocapus and quipus we will analyze the relationship
established between verbal language, a form registered as material evidence on an object produced
for ritual/ceremonial contexts and the mental operations (mnemonics) that associate them as active
agents in the development of cosmologies that establish shared knowledge and support a certain
social-political and religious order.
Keywords: pre-Columbian South Andean societies – oral traditions - memory – mnemonic
Introducción
La oposición entre tradiciones orales y escritas, que aún prevalece en la antropología1, lleva
implícita la idea de la superioridad de aquellas sociedades antiguas que crearon unos sistemas de
escritura alfabéticos que les permitieron perdurar en el tiempo. Rara vez se ha mostrado, hasta el
momento, el suficiente interés para afrontar el estudio del desarrollo de aquellos métodos
1 SEVERI, Carlo: El sendero y la voz. Una antropología de la memoria. Buenos Aires, SB Ediciones, 2009.
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mnemotécnicos2, fundados en un sistema de registro de información basado en el uso de imágenes
más o menos figurativas sobre soportes (textiles, cerámica, piedra, etc.) que circularon en contextos
rituales/ceremoniales, y contribuyeron a constituir un modo particular de memoria que no estuvo
fundada ni en un análogo a la escritura alfabética, ni en la transmisión puramente oral del
conocimiento.
La falta de articulación entre las investigaciones en antropología del arte, que se ocupan sobre
los significados y las funciones de las imágenes, y las investigaciones etnográficas llevadas a cabo en
el campo de las tradiciones orales se debe, esencialmente, a una incapacidad de pensar una relación
entre lenguaje verbal y representación visual que no sea semiótica o estética3. Mientras que en la
semiótica de Pierce un índice es un signo natural, una entidad desde la cual el observador puede
hacer una inferencia causal de algún tipo, en el campo de la psicología de la percepción los términos
signo, representación y símbolo no refieren a tres clases de imágenes sino que describen tres
funciones que las mismas pueden cumplir. Una imagen es signo, en la medida en que denota un
contenido particular sin reflejar sus características visualmente, representación, en la medida en que
capta y evidencia alguna cualidad pertinente de los objetos o actividades que describe, y, símbolo, en
la medida en que retrata cosas ubicadas a un más alto nivel de abstracción que el símbolo mismo4.
A diferencia del arte occidental, para el cual el culto a la estética comúnmente asume que la
razón de ser de los objetos artísticos es el poder ser apreciados visualmente, para el arte prehispánico
éste no fue siempre su objetivo principal5. Contamos con innumerables ejemplos de obras que
circularon en contextos rituales y/o ceremoniales cuya visibilidad estaba restringida6 debido a que la
experiencia estética que supone la constitución de lo sacro involucra saberes y percepciones que
están más allá del mero efecto visual y que apelan a otros sentidos7. Si consideramos que las
imágenes/soportes prehispánicos fueron creados con un significado cognitivo más que estético, es
decir, que su función principal consistió en expresar formas de pensamiento más que en producir un
placer estético, podríamos entenderlas como realidades que precisan ser experimentadas dentro de un
2 Según la definición de la Real Academia Española, la mnemotecnia es un procedimiento de asociación mental para
facilitar el recuerdo de algo. 3 Ibíd.: p.106.
4 ARNHEIM, Rudolph: “Representaciones, símbolos y signos”, en El pensamiento visual. Buenos Aires, EUDEBA,
1985: pp.133-136. 5 PASZTORY, Esther: “Aesthetics and Pre-Columbian Art”, en Thinking with things. Towards a New Vision of Art.
Austin, University of Texas Press, 2005. 6 SOUSTELLE, Jacques: Los olmecas. México, Fondo de Cultura Económica, 1995. En La Venta, el centro ceremonial
más importante de la cultura olmeca, por ejemplo, se hallaron tres “ofrendas masivas” dentro de fosas exacavadas en el
suelo, rellenadas por más de mil toneladas de serpentina en forma de losas yuxtapuestas, arcilla de color y tierra. Estas
ofrendas, al quedar ocultas a la mirada de los vivos, han sido interpretadas como ofrendas a las divinidades de la tierra,
protectoras de la agricultura. 7 BOVISIO, María Alba: “La dimensión estética en la experiencia prehispánica andina de lo sagrado”, en III Simposio
Internacional sobre religiosidad, cultura y poder. Buenos Aires, GERE/PROHAL Instituto “Ravignani” (UBA), 2010:
pp.2-3.
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contexto ritual y son capaces de transmitir sentidos a través de mecanismos que integran lo racional y
lo emocional8.
El interés que anima este trabajo, por lo tanto, es contribuir al desarrollo de una aproximación
interdisciplinaria en las interpretaciones del arte prehispánico surandino en relación al rol que
determinadas imágenes/soportes pudieron haber cumplido como agentes activos en la configuración
de cosmología(s) que establecieron un saber compartido y sustentaron un determinado orden socio-
político y religioso. Esta propuesta hace eco de los abordajes propuestos por autores del campo de la
antropología y la historia del arte como Severi y Pasztory, quienes abogan por la aplicación de
herramientas teórico-metodológicas desarrolladas en el seno de la historia del arte para atender a la
cuestión de la generación de significados en imágenes/soportes producidos en contextos diferentes al
del occidente moderno. Para abordar este análisis, asumiremos las siguientes premisas basadas en un
enfoque interdisciplinario:
Las imágenes solo existen encarnadas en objetos concretos, de modo que deben indagarse siempre e
ineludiblemente en relación a sus soportes.
Toda imagen plástica tiene su origen en una experiencia de la realidad física circundante, lo que no quiere
decir que refleja o describe cosas reales sino que se funda en la experiencia perceptiva que los hombres
tienen de su entorno, articulando lo percibido con lo conocido y lo imaginado.
Las imágenes configuradas a partir de la percepción visual siempre son sinestésicas puesto que, en la
medida que todo ser exterior solo nos es accesible a través de nuestro cuerpo como totalidad, involucran
en el proceso de su configuración a todos los sentidos. En esta condición radicaría su eficacia como
instrumento cognitivo e instaurador de memoria.
(…) las imágenes u objetos dan cuenta de modos específicos de explicar el mundo cumpliendo un rol
concreto y particular en la configuración de cosmovisiones. Son “cosas” que tienen la particularidad de
“transmitir significados a través de las formas”9.
Los modos de hacer memoria
Las sociedades andinas, para las cuales las escenificaciones rituales (recogidas por la
documentación colonial) tuvieron gran importancia en la incorporación de registros en la memoria
colectiva10
, asumieron una visión del pasado distinta a la memoria histórica occidental. Si bien
generalmente se considera como el modo típico de hacer memoria de las tradiciones orales aquel
centrado en una secuencia lineal de episodios que se suceden en un cierto orden en la narración, nos
interesa aquí discutir la existencia y funcionamiento de otro modo, vinculado al rito y a la
formulación icónica del conocimiento11
.
8 BOVISIO, María Alba: “Lo real en el arte prehispánico”, en Boletín de Estética. Publicación de Programas de Estudios
en Filosofía del Arte del Centro de Investigaciones Filosóficas nº 18. Buenos Aires, UNSAM, 2011b. 9 BOVISIO, María Alba: “Ser o representar: acerca del estatuto de la imagen ritual prehispánica”, en BALDASARRE,
María Isabel y Silvia DOLINKO Eds. Travesías de la imagen. Historias de las artes visuales en la Argentina vol. 1.
Buenos Aires, CAIA/UNTREF, 2011a: pp.1-2. 10
HERNANDEZ ASTETE, Francisco Javier: La elite incaica y la articulación del Tahuantisuyu. Madrid, Universidad
Complutense de Madrid, Facultad de Geografía e Historia, 2010: p.243. 11
SEVERI, Carlo, 2009: p.332.
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El uso ritual del lenguaje como se expresa, por ejemplo, en los cantos chamánicos, implica la
imposición de un orden de las palabras que transforma una secuencia narrativa en una alternancia
entre constantes repetidas y variantes alineadas una después de la otra. Dentro de estos bloques de
palabras organizadas de manera mnemónica, la imagen pictográfica confiere saliente a la variante
del texto, haciendo posible su memorización12
. Aprender un canto chamánico entonces, no implica
necesariamente aprender de memoria todos los detalles de un texto fijo sino aprender una técnica
particular que puede ir desde una cierta manera de cantar o modular la voz hasta la manipulación
elaborada de una forma lingüística. Desde esta perspectiva, hacer memoria en las tradiciones
chamánicas prehispánicas significa adquirir no sólo una técnica de codificación ligada a una forma
lingüística específica (el paralelismo), sino también señorear cierto ejercicio de la memoria visual
que implica el descifre de imágenes verbales y gráficas13
.
En la época incaica, el cantar histórico era interpretado frente al Inca por cantantes
profesionales en las grandes festividades de Haucaypata, lo era de manera informal por las masas,
durante los ritos de lamentaciones ambulantes en funerales y aniversarios del deceso, y de manera
más formal por panacas del Cuzco. Estas peregrinaciones y procesiones conmemorativas eran
seguramente acompañadas por tambores y probablemente por flautas que actuaban como
acompañantes del cantor14
, sirviendo como ayuda mnemotécnica para recordar las fechas y eventos
históricos que se cantaban para despertar el contacto con los seres que se expresarían a través del
ritual15
.
Podríamos decir entonces que, en el caso del arte prehispánico andino, “la palabra y la
imagen”16
(entendida como huella material inscripta en un soporte) articuladas en una relación
específica que adquiere sentido dentro del contexto ritual, parecen haber tenido un valor
mnemotécnico capaz de construir implícitamente conceptos de interpretación del mundo, a partir de
relaciones y modelos de representación mental complejos que constituyeron una alternativa por sobre
el ejercicio de la escritura basada en grafemas. A tal fin, la función de la imagen/soporte ritual no
sería representar un objeto a través de una forma típica que imite su apariencia sino, más bien,
establecer una relación entre ciertas palabras en el contexto de una técnica de memorización17
.
Soportes materiales de la memoria
12
Ibíd.: p. 206-207. 13
Ibíd.: p. 236. 14
SCHECHTER, John: “El cantar histórico”, en Revista Musical Chilena XXXIV NQ 151, 1980: p.54. 15
PEREZ DE ARCE, José: Música en la piedra. Música prehispánica y sus ecos en Chile actual. Santiago de Chile,
Museo Chileno de Arte Precolombino, 1995: p.12. 16
SEVERI, Carlo, 2009: p.41. 17
SEVERI, Carlo, 2009: p.84.
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Algunos autores18
sostienen que habría existido un sistema de graficación notarial desde la
época Paracas y una relación entre la motivación del tocapu inca con similares diseños geométricos
(grecas, escalonados, cuadrados, etc.) de las culturas andinas preincaicas. Asimismo, la presencia de
cabezas humanas en la iconografía andina tiene algunos de sus ejemplos más tempranos en Chavín
(Horizonte Temprano, 900-200 a.C., sierra norte) y se continúa en Paracas-Nasca (Periodo
Intermedio Temprano, 200 a.C.-600 d.C., costa sur), Moche (costa norte) y Tiwanaku-Wari
(Horizonte Medio, 600-1000 d.C., cuenca del Titicaca y sierra sur respectivamente).
Hemos elegido los casos de las cabezas trofeo paracas-nasca y los tocapus y quipus incas
porque ofrecen abundante material arqueológico e iconográfico para discutir la cuestión de la
relación que se establece entre lenguaje verbal, soportes materiales y aquellas operaciones mentales
que, en contextos rituales/ceremoniales, establecen formas de pensamiento que se constituyen en
parte de la memoria social de una tradición.
1) Cabezas trofeo paracas-nasca
Un aspecto importante de la religión nasca fue el uso ritual de cabezas humanas capturadas
durante batalla19
, que posteriormente eran momificadas. A diferencia del caso paracas, donde la
iconografía de las cabezas aparece muy frecuentemente en los textiles pero los hallazgos
arqueológicos son escasos, en diversos sitios nasca se lograron recuperar numerosos ejemplares de
cabezas trofeo (Fig. 1). Estas cabezas humanas, una vez capturadas, eran intencionalmente
momificadas con el fin de conservar la piel, el cuero cabelludo y el cabello, lo que podría estar
indicando la importancia simbólica que estos elementos poseyeron20
. El valor de estas cabezas
humanas en relación a la importancia de las escenificaciones rituales para la construcción de la
memoria puede ejemplificarse en la muerte de Atahualpa. La población andina transformó el garrote
en decapitación porque, según creían, desaparecido el cuerpo del inca se garantizaba la posibilidad
de su regeneración a partir de su cabeza, enterrada en algún lugar de los Andes. De este modo se
18
DE ROJAS SILVA, Miguel Vicente: Los Tokapu. Graficación de la emblemática Inka. La Paz, Colección Patrimonio,
Producciones Cima Editores, 2008: p.72. 19
PROULX, Donald: A sourcebook of Nasca ceramic iconography. Reading a culture through its art. EE.UU.,
University of Iowa Press, 2006. Si bien parece evidente que las cabezas trofeo humanas estaban destinadas a un uso
ritual, la manera mediante la cual se obtenían fue tema de debate durante algún tiempo. Actualmente existe un acuerdo
general en considerar que las víctimas de decapitación eran miembros de grupos vecinos, descabezados durante la batalla
o, si el enemigo era tomado prisionero, inmediatamente después. 20
VERANO, John: “Mummified trophy heads from Peru: diagnostic features and medicolegal significance”, en Journal
of Forensic Sciences vol. 48 nº3, 2003.El procedimiento consistía en cortar la cabeza a la altura del cuello y remover la
vértebra cervical y las estructuras de los tejidos blandos en la base del cráneo. Esta base se abría por medio de una ligera
ampliación del forámen mágnum o se quitaba completamente con la finalidad de extraer la masa encefálica. Se perforaba
el hueso frontal, aproximadamente en el centro de la frente, para atravesar una cuerda (de fibras vegetales, algodón, lana
o incluso cabello del sacrificado, que permitía transportarla) atada al interior del cráneo. Los labios, y a veces los
párpados, eran cosidos con espinas de algarrobo o cactus y la mandíbula inferior se ataba a los arcos zigomáticos para
mantenerla en su ubicación original. Las mejillas se rellenaban con fibra de algodón o vegetal o cabello cortado de la
misma cabeza de la víctima.
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daba lugar a esperanzas mesiánicas como las posteriores versiones del mito del Inkarri, inmersas ya
en la tradición andina colonial que adoptó versiones europeas en su concepción del mundo21
. Los
datos etnográficos también muestran como, en comunidades andinas actuales, las cabezas continúan
siendo consideradas portadoras de un poder derivado de la “cabeza-semilla” del enemigo que, una
vez transformada en trofeo, disemina y prolifera procesos productivos en una serie de diferentes
niveles, desde la cabeza hacia la esposa del guerrero, luego hacia la familia inmediata y por último
hacia el territorio del ayllu y a los dominios de los animales, las plantas y la sociedad en general22
.
Los pocos ejemplares que han sido excavados científicamente nos brindan información sobre
los posibles contextos en los que se depositaban estas cabezas. La mayoría aparecían en forma
aislada, vale decir, como ofrendas únicas a las deidades, sin asociación a entierros u otros objetos, en
las plataformas de relleno o en pequeños agujeros excavados en suelos de tierra endurecida23
. Una
excepción lo constituye el conjunto de nueve cabezas que formaba parte del ajuar funerario de una
tumba de alto rango excavada en Cahuachi por Silverman y Orefici24
, posiblemente de un personaje
de alto rango vinculado al poder político-religioso, es decir, a quien encarnaba, representaba o se
comunicaba con lo divino25
.
Estas cabezas trofeo también aparecen representadas en su arte26
: individualmente o
asociadas a seres míticos. El análisis de los modelos iconográficos, y en particular de las
pathosformeln implica, en la obra de Warbug, la idea de una vida póstuma no sólo de las formas,
sino también de su eficacia, de su capacidad para suscitar una creencia27
. De esta forma, la tradición
cultural deja de estar fundada en los medios semióticos para pasar a expresar el conocimiento en las
relaciones entre los aspectos visibles e invisibles de aquellas imágenes ancladas en la materialidad de
ciertos objetos28
.
Anne Paul, especialista en textiles paracas, considera que
21
HERNANDEZ ASTETE, Francisco Javier, 2010: p.244. 22
ARNOLD, Denise y Christine HASTORF: Heads of State. Icons, power, and politics in the Ancient and Modern
Andes. EE.UU., Left Coast Press Inc., 2008: p.220. 23
BOVISIO, María Alba y María Paula COSTAS, 2012. 24
VERANO, John: “Where do they rest? The treatment of human offerings and trophies in Ancient Peru”, en
DILLEHAY, Tom Ed. Tombs for the Living: Andean Mortuary Practices. Washington, Dumbarton Oaks, 1995: p.211. 25
BOVISIO, María Alba y María Paula COSTAS, 2012. 26
COSTAS, María Paula: “El motivo iconográfico de las cabezas trofeo y la indagación de su perdurabilidad en el
tiempo a través del concepto de pathosformeln”. Informe final de adscripción a la cátedra Historia del Arte
Precolombino, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, MS, 2006/9. Las categorías propuestas (1-
textiles paracas estilo Lineal, 2- textiles paracas estilo Bloques de color, 3- vasijas cefalomorfas estilo Monumental, 4-
guardas con cabezas sueltas estilo Monumental, y 5- estilo Prolifero, 6- cabezas asociadas a seres míticos estilo
Monumental, y 7- estilo Prolifero) para el análisis iconográfico son una reformulación de las utilizadas en trabajo
realizado en 2008 a partir del relevamiento de 101 piezas, textiles paracas y cerámicas nasca, pertenecientes a las
colecciones privadas Velazco, González Garaño, y Pando, que fueron patrimonio del Museo de Ciencias Naturales de la
ciudad de La Plata hasta 1928 y actualmente forman parte del acervo del Museo Etnográfico “Juan B. Ambrosetti”. 27
SEVERI, Carlo, 2009: p.320. 28
Ibíd.: p.329.
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El estilo Lineal de representación es abstracto desde el punto de vista formal, iconográfico y conceptual, y
es posible que haya sido el medio para comunicar información abstracta. De esta forma, las imágenes de
seres sobrenaturales que probablemente representaban signos totémicos o símbolos de antepasados podían
haber establecido una relación entre las personas que estaban afiliadas a dichos seres.29
El estilo de construcción formal en bloques de color se empleó para describir partes del mundo físico real:
la fauna y la flora de la península de paracas y de los cercanos valles fluviales y el océano, así como la
vestimenta ritual de los habitantes humanos. Los bordadores que trabajan en este estilo se concentraron en
la descripción de elementos tangibles, como por ejemplo, características reconocibles de un determinado
animal, las insignias de los soberanos y funcionarios o la postura de un artista ritual. El estilo de Bloques de
color era apropiado para representar imágenes específicas de culto, así como para presentar información
acerca del rango, las funciones especiales y las ocupaciones de individuos de la sociedad de Paracas.30
Si bien es cierto que toda imagen plástica tiene su origen en una experiencia de la realidad
física circundante, esto no quiere decir que refleja o describe cosas reales31
. En este sentido, si
consideramos que las imágenes dan cuenta de los modos de construir y trasmitir conceptos, nos
interesa indagar cuales serían aquellos aspectos que definen su identidad en relación a su eficacia
simbólica.
En nuestro análisis de textiles paracas advertimos que las representaciones de cabezas trofeo
aparecen siempre asociadas a seres míticos o a personajes rituales32
de tres maneras posibles: siendo
portadas, como terminación de apéndices, o, como amuletos y/o decoración (Fig. 2). Los rostros de
las cabezas, si bien se asemejan a los de los personajes principales, son más pequeños y sintéticos, y
ostentan líneas en la base del cráneo y/o parte superior de la cabeza que podemos interpretar como
una alusión a la sangre y/o cabello.
En los ejemplares de cerámica nasca del estilo Monumental examinados tampoco percibimos
la intención de plasmar la individualidad de un sujeto a través de la representación realista, expresiva
y variada de sus rasgos fisonómicos, sino más bien de establecer una tipología formal mediante la
selección de un pequeño número de rasgos distintivos. Si bien en algunos casos ciertos aspectos (ojos
cerrados, boca atravesada por dos líneas aludiendo a la boca cosida y soga para transportar) de las
cabezas coinciden con los del registro arqueológico, estos rasgos no son constantes. Por ejemplo, los
ojos pueden estar abiertos (con la pupila hacia arriba o en el centro) o cerrados y la boca siempre se
muestra cerrada (en forma de salchicha o figurada mediante una línea simple) pero puede o no estar
cosida. Con cierta frecuencia aparecen líneas rojas cerca de las orejas, la nariz o la base del cráneo.
29
PAUL, Anne: “Textiles de la necrópolis de Paracas: visiones simbólicas de la costa del Perú”, en AA.VV. La antigua
América. México, The Art Institute of Chicago/Grupo Azabache, 1993: p.279. 30
Ibíd.: p.280. 31
BOVISIO, María Alba, 2011a: p.1. 32
PAUL, Anne, 1993: pp.286-288. La autora ha interpretado estos personajes rituales como danzantes que imitaban las
imágenes y los espíritus de culto en las festividades religiosas, en las cuales se cantaba, danzaba e invocaba a las fuerzas
deificadas de la naturaleza. Como indumentaria ritual usada por los danzantes humanos, los animales simbólicos y las
criaturas compuestas cobraban vida en el contexto ceremonial.
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8
En general presentan pinturas faciales, tocados y adornos cefálicos decorados con motivos
geométricos (líneas, círculos, cuadrados, triángulos, grecas, escalonados, etc.).
En la variante del estilo Prolífero (Fig. 3), las guardas de cabezas pueden aparecer en uno o
varios registros, asociadas a escenas con seres míticos y/o a lanzas, serpientes estilizadas,
escalonados u otros motivos geométricos. Finalmente, suponemos que en todos los casos se trata de
cabezas masculinas ya que contamos, sobre todo a partir del estilo Transicional (300 d.C.), con una
imagen “arquetípica” femenina caracterizada por su peinado arreglado en pares de mechones
simétricos a los costados de la cara, ausencia de tatuajes y/o pinturas faciales, deformación craneana
plana, y una fisonomía distintiva de ojos almendrados grandes y boca pequeña33
.
Cuando la cabeza aparece asociada a un ser mítico, éste la puede portar como trofeo (sostenida
de una cuerda o del cabello) en una mano mientras lleva un arma en la otra, como parte de su manto
o significador, o como adorno en orejeras, tocado y/o cinturón. Una variante es el ser mítico con
lengua extendida (presente tanto en Paracas como en Nasca) caracterizado por los ojos abiertos con
la pupila en el centro y la presencia de una lengua en forma de serpentina saliendo de su boca. En
algunos casos, esta lengua termina en cabeza (con los ojos abiertos con la pupila hacia arriba).
2) Tocapus y quipus incas
Los tocapus (Fig. 4) son unas figuras geométricas dentro de cuadros que pueden estar
aislados (siendo únicos) o alineados en fajas de sucesión horizontal o vertical34
y sólo aparecen en
prendas y objetos ceremoniales y de corte tales como vasos de madera (qeros), tejidos de vestimenta
(unku y yakolla), gorros, bicoquetes o bonetes (chuq´o), sayas femeninas (kushma o asju) y bolsas o
zurrones (chuspa). No son formas de escritura logográfica ni gramatical ya que, si así fuera,
podríamos hallar constantes en cuanto a graficación de fonemas35
. Tampoco son únicamente
ornamentación adicional a la vestimenta y a los objetos ceremoniales o utilitarios, pues
confeccionarlos demanda especialización técnica y conocimiento de lo graficado, por lo cual eran
confeccionados en centros textiles especializados, como Capachica en el Lago Titicaca36
.
33
CORNEJO, Luis, José BERENGUER, Carole SINCLAIRE y Francisco GALLARDO: Nasca. Vida y muerte en el
desierto. Santiago de Chile, Museo Chileno de Arte Precolombino, 1996.
BOVISIO, María Alba y María Paula COSTAS, 2012. 34
En el caso de la iconografía de la cabeza trofeo nasca también señalamos que cuando aparece en forma aislada, es decir
como motivo principal, puede hacerlo en forma aislada (vasijas cefalomorfas) u organizadas en guardas en las que se
pueden alinear vertical u horizontalmente. 35
DE ROJAS SILVA, Miguel Vicente: Los Tokapu. Graficación de la emblemática Inka. La Paz, Colección Patrimonio,
Producciones Cima Editores, 2008: p.207. 36
Ibíd.: pp.207-208. Para este autor los tokapu son sistemas de graficación del parentesco inka, pues constituyen
elementos característicos de cada grupo étnico en su composición y aparecen solo en prendas y objetos ceremoniales y
cortesanos.
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El pensamiento inca también está ejemplificado en los quipus (Fig. 5), donde la información
se codifica en la ubicación de nudos sobre cuerdas de diferentes colores37
. La mayoría de los
ejemplares de quipus encontrados en tumbas de la costa fueron elaborados con algodón y/o lana a los
que a veces iban mezclados cabellos humanos38
. En los Andes no existieron códices ilustrados como
los hallados en México pero, a partir de 1532, los conquistadores que llegaron a Perú, relatan que la
información contenida en los quipus incluía datos estadísticos relacionados con el registro de censos,
la contabilidad tributaria y otras informaciones numéricas similares. Más aún, también dan cuenta de
que los funcionarios que los hacían y usaban (quipucamayoq) registraban con ellos relaciones
narrativas como historias y genealogías, además de poemas y canciones debido al hecho de que
ciertos quipus no parecen obedecer a los principios comunes del ordenamiento decimal de nudos39
.
Los quipus, por lo tanto, no serían una forma fonética de escritura que puede ser leída como si cada
elemento de su construcción representara un sonido, sino que constituirían más bien un determinado
conjunto de señales visuales (o táctiles) ordenadas para contener significados40
.
Conclusiones preliminares
Si bien la elaboración de resoluciones definitivas excede los alcances de este trabajo, puesto
que la intención principal no consiste en demostrar interpretaciones sino en ensayar modos de
construir hipótesis que den cuenta de la problemática del estatuto de la imagen/soporte ritual
prehispánica surandina como instrumento instaurador de memoria, daremos cuenta de algunas
conclusiones preliminares.
La construcción de la memoria en las sociedades prehispánicas surandinas estudiadas no se
funda ni en un análogo a la escritura alfabética, ni en una tradición “oral”, sino más bien en una
mnemotecnia figurada, es decir, en aquellas operaciones mentales que permiten asociar lenguaje
verbal y soportes materiales dentro de un contexto ritual41
. Debido a la ausencia de fuentes escritas
en la época en que fueron producidas estas imágenes/soportes y la escasez de evidencia arqueológica
(gran parte de los ejemplares estudiados provienen del huaqueo, lo que hace que en muchas
37
PASZTORY, Esther: “Andean aesthetics”, en Thinking with things. Towards a New Vision of Art. Austin, University
of Texas Press, 2005c. 38
URTON, Gary, 2006. La interpretación de la presencia del cabello en los quipus, para este autor, está confirmada por
un dato que proviene del estudio del quipu moderno. Según informes obtenidos en la sierra peruana, los mayordomos de
las haciendas que usan todavía los quipus acostumbran mezclar con los hilos de las cuerdas, hebras del cabello de los
pastores encargados de los rebaños de la hacienda, para que, el día de la rendición de cuentas, no nieguen haber recibido
la totalidad de animales cuyo número consta en la cuerda del quipu. En este caso, la superstición sirve para que con el
pelo se reconozca, como si fuera una firma, la deuda contraída. 39
Ibíd.: p. 35. 40
URTON, Gary: Quipu. Contar anudando en el imperio inka. Santiago de Chile, Museo Chileno de Arte
Precolombino/Universidad de Harvard, 2003: p.19. 41
SEVERI, Carlo, 2009: p.208.
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ocasiones no contemos con información contextual) no contamos con la información suficiente como
para poder reconstruir de qué manera se establecía esta relación. Disponemos únicamente de fuentes
indirectas escritas por españoles y andinos durante la época colonial y aquello que se ha ido
transmitiendo oralmente hasta la actualidad, lo que no nos permite recuperar de manera certera su(s)
sentido(s) inicial(es).
La función de evocación de ciertas formas de pensamiento puede ser atribuida a determinados
soportes materiales, cuya función es la de hacer visible y presente la memoria42
. Para que ciertas
imágenes se tornen el soporte de la memoria no es suficiente que su forma esté convencionalizada,
también es necesario que su uso esté definido ritualmente43
. Desde este enfoque, la mnemotecnia
implica una nueva perspectiva de la imagen/soporte en la que su rol en las prácticas ligadas a la
memorización del conocimiento está sujeto al cumplimiento de dos condiciones: que la imagen sea
situada en un contexto ritual que permita hacerla reconocible como soporte apropiado para la
representación, y que ponga en marcha una relación particular entre sus aspectos visibles e
invisibles44
, es decir, articule lo percibido con lo conocido y lo imaginado45
. Asimismo, la apelación
a otros sentidos que van más allá del efecto visual se hace evidente en la importancia otorgada a la
música, la danza y/o el consumo de ciertos alimentos y la producción de objetos para ser enterrados
con el muerto.
La noción de persona en el pensamiento andino prehispánico está vinculada al culto a los
ancestros y a una vida en el más allá ligada a sus cuerpos y a la satisfacción de las necesidades
materiales de los mismos. Cuando llegan los españoles y Atahualpa pregunta por sus costumbres,
Cinquinchara ofrece respuestas que insisten en su humanidad:
(…) son hombres como nosotros porque comen y beben y se visten y remiendan sus vestidos y conversan
con mujeres y no hacen milagros ninguno ni hacen sierras ni las allanan ni hacen gentes ni producen ríos
ni fuentes en la parte donde hay necesidad de agua (…)46
En oposición a las características asociadas con las divinidades como la producción de
alimentos, la modificación geográfica o la provisión de agua, para los incas, la humanidad de los
españoles está asociada al cuerpo y sus necesidades. Así podríamos pensar que lo que define al
hombre es su corporalidad, y es esta razón la que hace importante cuidar el cuerpo de los muertos y
evitar su destrucción. Esto se evidencia también en las múltiples referencias que aparecen en las
crónicas a la necesidad de destruir los cuerpos de los enemigos muertos y al mismo tiempo, recoger y
42
Ibíd.: p.42. 43
Ibíd.: p.99. 44
Ibíd.: p.105. 45
BOVISIO, María Alba, 2011a: pp.1-2. 46
BETANZOS, Juan Diez de: Suma y narración de los incas, versión y estudio preliminar de María del Carmen Martin
Rubio. Madrid, Ediciones Atlas, 1987: p.255. [1551?], citado en HERNANDEZ ASTETE, Francisco Javier, 2010: p.222.
(2013)
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llevar a casa los propios y los de los aliados de manera que se conserve, para la posteridad, la
humanidad de los parientes muertos47
. Esta necesidad de preservar el cuerpo puede observarse, en el
caso de las cabezas trofeo momificadas, en la necesidad de remover todos aquellos órganos
perecederos (tejidos blandos de la base del cráneo, masa encefálica, globos oculares y lengua) para
reconstruir un rostro humano conservando sólo lo imperecedero (piel disecada y cabello)48
.
En la cultura nasca, el derramamiento de sangre y la remoción y enterramiento grupal de
cabezas se relaciona con la fertilidad agrícola y la regeneración49
. El hallazgo en Cerro Carapo
(valle de Palpa) de 41 cabezas de adultos masculinos, entre 20 y 45 años, enterradas juntas
configurando una única ofrenda demuestra que la decapitación, la preparación y el uso posterior de
las cabezas trofeo eran actos rituales. El acto de la decapitación implica, en relación al enemigo
capturado, la interrupción total de la vida en tanto el cuerpo se ha mutilado y se le ha quitado un
órgano que, al separarlo del cuerpo, provee la sangre y la materia necesaria para la posterior
construcción de un agente dador de vida50
. Probablemente este ritual implicara tres momentos con
significaciones específicas: la decapitación (asociada a la aniquilación del poder del enemigo), la
ofrenda de sangre destinada a alimentar a las deidades y la preparación del trofeo para dotarlo de los
poderes sobrenaturales que le permitirán articular la muerte con la regeneración de la vida51
.
El hallazgo de conjuntos de cabezas, que probablemente fueron enterradas luego de rituales
que tenían por finalidad asegurar la fertilidad (ofrendas a las deidades) y/o la vida en el más allá
(ajuar funerario) y su relación iconográfica con seres míticos parece confirmar la importancia de su
uso ritual. De este modo, podríamos plantear que tanto en el registro arqueológico como en el
iconográfico cuando las cabezas están solas (cabezas sueltas) se estaría expresando en sí mismo su
valor como entidades sagradas dadoras de vida52
, mientras que cuando son portadas por seres míticos
el énfasis estaría puesto en su papel como ofrendas a las deidades para que éstas garanticen el orden
social, natural y cósmico53
. La variante del ser mítico con lengua extendida en ocasiones se ha
interpretado como una alusión a la importancia del consumo ritual de ciertos alimentos54
e incluso se
47
HERNANDEZ ASTETE, Francisco Javier, 2010: p. 225. 48
BOVISIO, María Alba y María Paula COSTAS, 2012. 49
PROULX, Donald, 2006: p.104 50
BOVISIO, María Alba y María Paula COSTAS, 2012. 51
ARNOLD, Denise y Christine HASTORF, 2008. 52
Ibíd. Se podrían identificar dos etapas necesarias en el ciclo de renovación: la primera consistiría en la práctica
guerrera de matar y capturar la cabeza para ser luego entregada a su esposa, quien iniciaría la segunda etapa enfocada en
la regeneración creativa de la vida: preparar la cabeza y convertirla en “trofeo” para dotarla de los poderes sobrenaturales
que le permitirán articular la muerte con la regeneración de la vida. 53
BOVISIO, María Alba y María Paula COSTAS, 2012. 54
BOVISIO, María Alba, 2010. En la Galería de las Ofrendas, en el sitio de Chavín de Huantar, se hallaron 800
ceramios, entre los que se distinguen cuatro estilos regionales, y 192 huesos humanos de un niño, un bebe, un nonato, dos
adolescentes y tres adultos con huellas de haber sido cocidos a fuego directo y algunos con evidencias de cortes, lo que se
ha interpretado como vestigios de antropofagia. También se hallaron miles de huesos de camélidos, cérvidos, roedores,
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12
ha llegado a señalar el poder activo de estas lenguas55
como símbolo de poder y autoridad, en
relación a su importancia para la oratoria pública56
.
Del análisis de las variantes iconográficas de la cabeza trofeo a lo largo de la historia paracas-
nasca57
vemos que, la identificación de un rostro humano masculino, la cabeza cercenada a la altura
del cuello, la presencia de cabello y la alusión a la sangre son rasgos constantes o muy frecuentes
(sobre todo a partir del Prolífero, época en que se exacerban los conflictos bélicos y territoriales) y,
por lo tanto, podrían considerarse como las características fundamentales que la definen, mientras
que otros atributos tales como los ojos abiertos o cerrados tendrían una importancia secundaria.
Es probable que la idea de la cabeza que sigue viva después de la muerte esté asociada con
los cabellos que siguen creciendo post-mortem, fenómeno observable por los andinos puesto que no
se enterraba a los difuntos sino que generalmente se los colocaba en cámaras a las que se tenía
acceso para que los vivos pudiesen interactuar con sus antepasados a los que les renovaban
periódicamente las ofrendas y se los hacía participar de las celebraciones comunitarias58
. La cabeza
en el pensamiento andino también se asocia al poder que rige y ordena la comunidad (cabeza de
linaje), entonces, no sería sólo la parte más valiosa del cuerpo humano en términos biológicos sino
también sociales y cosmológicos. En este sentido, se podría pensar que las cabezas transformadas en
cabezas trofeo no describirían cabezas reales sino que habrían operado como símbolo de la
concentración de los poderes en la cabeza, responsables de legitimar su papel como mediadora entre
los hombres y el ámbito de lo sagrado.
Tanto el naturalismo como la abstracción son elecciones culturales y no tienen que ver con el
grado de desarrollo de las sociedades59
ya que, ni las imágenes figurativas necesariamente describen
el mundo real ni las no figurativas transmiten siempre información abstracta. Motivos geométricos
tales como círculos, cuadrados, líneas, grecas y escalonados pueden rastrearse prácticamente a lo
largo de toda la historia andina. Parecería entonces que, por su continuidad y distribución en tiempo
y espacio habrían cumplido otra función más que la de simple ornamentación. En el caso de los
quipus la información se transmite visual y táctilmente, a través de torcer, combinar colores y anudar
cánidos, peces y conchas, que estaban en condición de ofrendas depositados en las piezas de cerámica, morteros de
piedra y equipos para inhalar alucinógenos. Los investigadores acuerdan en que el conjunto se depositó en un solo evento
(un ritual vinculado con el Lanzón). Luego de la ceremonia la galería fue sellada. 55
Nótese en la (Fig. 1) que la lengua, que era removida de la cabezas por ser un órgano perecedero, aparece disecada
colgando de la soga transportadora. 56
ARNOLD, Denise y Christine HASTORF: Heads of State. Icons, power, and politics in the Ancient and Modern
Andes. EE.UU., Left Coast Press Inc., 2008: p.223. 57
PROULX, 2006. El autor organiza los diferentes estilos de la cerámica nasca en cinco periodos: Pre-Nasca,
Monumental, Transicional, Prolifero y Disyuntivo. En el presente trabajo nos concentramos en los estilos Monumental.,
Transicional y Prolifero que hacen al período medular de la historia nasca. (100 a.C – 600 d.C.). 58
BOVISIO, María Alba y María Paula COSTAS, 2012. 59
PAZSTORY, Esther, 2005a.
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13
cordeles60
. Por último, podríamos apuntar que los motivos geométricos y los quipus habrían
funcionado como signos en la medida en que denotan un contenido sin representar sus características
visualmente, las cabezas habrían funcionado como representaciones en la medida en que captan
algunas cualidades de los objetos que describen, y todas habrían funcionado como símbolo en la
medida en que retratan cosas ubicadas en un nivel más alto de abstracción61
, es decir, cumplen con la
función de evocar formas de pensamiento haciendo visible la memoria.
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