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Los terceros y el conflicto

Date post: 18-Nov-2023
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SECCIÓN PRIMERA – CAPÍTULO CUARTO por LUIS MARÍA BANDIERI (UCA) SUMARIO: Plantilla de Análisis del Conflicto. Elementos de la Plantilla (PIN): Agentes, Percepciones, Posiciones, Intereses, Deseos, Necesidades. Actividades. Bibliografía Plantilla de Análisis del Conflicto ¿Cómo se analiza un conflicto? Analizar es separar los elementos componentes de una cosa. ¿Cuáles son los elementos componentes de un conflicto que resultan de su análisis? En este capítulo desarrollaremos una plantilla que contenga los elementos básicos de cualquier tipo de conflicto y sirva para su análisis. Diana y Juan Diana se queja porque su marido no atiende a sus reclamos para que solucione minúsculos problemas del hogar. Por ejemplo, el grifo que gotea en la cocina. El hombre promete que va a arreglar esos pequeños desperfectos, pero luego no lo hace. “Juan no me escucha, tanto da que le hable o no”. Juan ha registrado los reclamos, pero –pese a su promesa- en puridad el goteo del grifo no le afecta. Son incidentes sin importancia, por los que no vale la pena molestarse. Pero no aduce estas razones ante su esposa, sino que promete
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SECCIÓN PRIMERA – CAPÍTULO CUARTO

por LUIS MARÍA BANDIERI (UCA) SUMARIO: Plantilla de Análisis del Conflicto. Elementos

de la Plantilla (PIN): Agentes, Percepciones, Posiciones,

Intereses, Deseos, Necesidades. Actividades. Bibliografía

Plantilla de Análisis del Conflicto

¿Cómo se analiza un conflicto? Analizar es separar los

elementos componentes de una cosa.

¿Cuáles son los elementos componentes de un conflicto que

resultan de su análisis?

En este capítulo desarrollaremos una plantilla que contenga

los elementos básicos de cualquier tipo de conflicto y sirva

para su análisis.

Diana y Juan

Diana se queja porque su marido no atiende a sus reclamos

para que solucione minúsculos problemas del hogar. Por

ejemplo, el grifo que gotea en la cocina. El hombre promete

que va a arreglar esos pequeños desperfectos, pero luego no

lo hace. “Juan no me escucha, tanto da que le hable o no”.

Juan ha registrado los reclamos, pero –pese a su promesa- en

puridad el goteo del grifo no le afecta. Son incidentes sin

importancia, por los que no vale la pena molestarse. Pero no

aduce estas razones ante su esposa, sino que promete

solucionar los inconvenientes. El motivo es que no quiere

dejar descontento a nadie, y menos a su mujer.

Contestaciones como “no tiene importancia” o “no tengo

ganas”, están excluidas de su repertorio. Probablemente,

sigue bajo la impresión de aquellos mandatos de la infancia:

“¡hacerlo y sin chistar!”, frente a los cuales no cabía la

réplica, pero sí el soslayo. Diana desearía ser tenida en

cuenta en sus reclamos caseros. Juan desearía que se

comprendiese, más allá de sus promesas mecánicas, que sólo

cabe convocarlo para aquello que importa.

La anécdota nos muestra las dificultades con las que se

tropieza para analizar un conflicto, hasta el más simple y

doméstico. Las cosas no son tal como se muestran. ¿Cuál es

la relación que puede establecerse entre la persona y sus

propios actos? La misma ambigüedad encontramos en el

lenguaje: no siempre se expresa lo que se siente; de todos

modos, aunque se hable para no decir, ello nunca equivale a

no decir nada. Tenemos a dos protagonistas de una historia

hogareña. Lo que cada uno dice que quiere es una cosa, y lo

que realmente quiere una cosa algo distinta. Ambos desean y

ambos necesitan respuestas y conductas adecuadas del otro.

Y hasta puede haber –en el caso de Juan- experiencias

significativas y condicionantes del pasado, que quizás nunca

alcancen a venir a la luz. Diana dice que su marido no le

presta atención, ya que no atiende a los reclamos mínimos

del hogar. Juan dice y reitera que arreglará el grifo. Diana

quiere ser tenida en consideración y mantener su hogar en

orden. Juan no quiere descontentar a su mujer y quiere

ocuparse sólo de lo que para él es importante. Ambos

desearían ser bien apreciados por el otro y ambos necesitan

el mutuo reconocimiento. Ya tenemos los principales

elementos que conformarán nuestra plantilla.

Elementos componentes de la plantilla (PIN)

La plantilla es un esbozo rápido de los elementos que

componen invariablemente un conflicto. Los enumeraremos

a continuación, destacando las preguntas que permiten

identificarlos:

Preguntas Elementos ¿Quiénes?

Agentes

¿Cómo lo ve cada agente? ¿Qué

piensa cada uno del otro y de la

situación?

Percepciones

¿Qué dice cada agente que quiere?

¿Cuál es su exigencia?

Posiciones

¿Qué quiere, realmente, cada

agente? ¿Para qué y por qué?

Intereses y deseos

¿Qué es aquello de lo que cada

agente no puede prescindir?

Necesidades

¿Con qué contamos? Recursos

Esta plantilla es llamada habitualmente con la sigla PIN. Son

las iniciales de “posición”, “interés” y “necesidad”.

Agentes

Son los directa o indirectamente involucrados en el

conflicto, como Diana y Juan en nuestro ejemplo de

inicio. Esto es, quienes realizan o pueden realizar

actos u omisiones a ellos atribuibles y por los que se

los pueda responsabilizar, respecto de la situación

conflictual.

Nuestro ámbito de estudio se refiere a conflictos

jurídicos. Son aquellos donde se disputa acerca del

reparto de bienes materiales o simbólicos, con

criterios encontrados sobre lo suyo de cada uno y

reivindicando mutuamente derechos al respecto. Se

confronta sobre la relación entre el sentimiento de lo

justo e injusto de cada uno de los agentes

involucrados y la conducta de los otros agentes.

Aunque, en general, la noción de agente coincide con

la de “parte”, en el sentido de quien resulta titular de

un interés jurídicamente protegido y, por lo tanto, de

una acción, debe señalarse que la primera, la noción

de agente conflictual, puede ser más amplia que la

segunda, la de parte jurídica propiamente dicha. Por

ello se prefiere denominarlos “agentes” en lugar de

“actores”, que se presta al equívoco con el actor

procesal. Un agente en un conflicto puede no ser

titular de acción jurídica, pero igualmente sus

acciones u omisiones presentes o futuras cuentan en

el desenvolvimiento del conflicto y para la viabilidad

de una eventual fórmula de composición. La

aceptación o rechazo por parte de los hijos mayores

de edad de un matrimonio que se divorcia, respecto

de la forma de liquidación de la sociedad conyugal, o

el compromiso que asuma la tía próspera de uno de

los integrantes de una pareja, en la discusión sobre

los alimentos a pasar por el niño que aún está en el

jardín de infantes, resultan de gran importancia para

el desenlace del conflicto. Ninguno de ellos es titular

de una acción procesal, pero igualmente pueden

estar motivados por los sentimientos de lo justo e

injusto de la situación y sus acciones u omisiones

pueden contar de modo decisivo. Una cosa, pues,

resulta estar legitimado como parte para la

administración de justicia, y otra, ser agente de un

conflicto jurídico, aunque ambas condiciones suelan

coincidir.

Cuando el agente es grupal, deberá considerarse la

posibilidad de coaliciones entre sus miembros y tener

en cuenta los liderazgos internos. En el caso de una

persona jurídica, habrá de tenerse en cuenta no sólo

si los títulos del representante están en regla, sino

también la extensión del mandato y la relación del

mandatario con el representado. Las negociaciones

internacionales o los conflictos colectivos del trabajo

muestran claramente este vaivén representante-

representado, cuando las posibles fórmulas de

acuerdo deben ser aprobadas por otros cuerpos como

el parlamento, la asamblea gremial o societaria, etc.

en los que, a la vez, pueden diferenciarse los círculos

interiores capaces de tomar o impedir la decisión (lo

que suele denominarse la “mesa grande” y la “mesa

chica” de las organizaciones).

Percepciones

La percepción consiste en la integración significativa

de los datos de la experiencia sensorial. Es un

proceso complejo en el que intervienen diversos

factores concomitantes: la sensación, el pensamiento,

la memoria, la afectividad, etc. Depende, en parte, de

nuestras constelaciones de valores y creencias. En

nuestro ejemplo inicial, Diana percibe a su marido

como quien, en la rutina de la relación, ha perdido

interés en ella y Juan, por su parte, percibe a su

mujer como excesivamente demandante de cosas

nimias.

Fueron los psicólogos de la Gestalt los primeros que

advirtieron cómo la cualidad estructurante de la

percepción puede incluso violentar los datos en

bruto captados por los sentidos, para producir

configuraciones congruentes. Por ejemplo, si digo:

“Madrid comienza con m y termina con t”, en muchos

casos se percibirá la frase como errónea, y sólo un

nuevo examen nos permitirá advertir que,

efectivamente, la palabra “Madrid” comienza con m y

la palabra “termina” comienza con t.

Cada agente en un conflicto tendrá percepciones

divergentes del otro, de sí mismo y de la situación.

Como dice Roger Fisher (1996:46) habrá “una

evaluación diferente de cuáles son las cuestiones

más importantes y distinta percepción de lo que es

históricamente significativo, de los hechos actuales,

de sus propios motivos de queja y de las metas e

intenciones de todas las partes involucradas”. Es

importante destacar que no puede imponerse a los

agentes una percepción diferente. Puede intentarse,

en todo caso, que por sí mismos la vayan

modificando. Para ello, quien intervenga en un

conflicto ya planteado debe ejercitar la empatía. Esto

es, como afirma gráficamente nuestra lengua,

ponerse momentáneamente en el pellejo del otro para

captar su estado anímico y su percepción de la

situación. No significa estar de acuerdo con él ni

compartir su perspectiva y postura. No es simpatía,

donde hay comunidad afectiva duradera. Una vez

lograda la comprensión empática, hay que tomar

distancia, ya que de otro modo se tornaría imposible

toda ayuda.

La percepción de una situación, según se dijo más

arriba, está influida por el conjunto de valores y

creencias del sujeto que la percibe. Llamamos valores

-sin entrar en disputas filosóficas a su respecto- a las

propiedades correspondientes a una persona o cosa

que la vuelven apreciada, deseable, apetecible, y por

lo tanto reconocida como guía o meta de los actos. Lo

contrario, el punto más bajo en la escala, es el

antivalor. Hablar de valores supone establecer

jerarquías y quien define un valor, define al mismo

tiempo un valor negativo, un antivalor.

Al obrar conforme con una escala de valores

reconocida, o asignar un alto valor a una cosa o

persona, nos encontramos ante un planteo binario

del tipo “o lo uno o lo otro” (aut/aut) que, en

principio, excluye todo reparto, esto es, una

graduación de más o menos (plus/minus). Lo mismo

ocurre respecto de las creencias. Recordemos la

distinción entre ideas y creencias que hacía Ortega y

Gasset (1959:17). Las ideas las articulamos

lógicamente. Las ideas se tienen. Las creencias las

incorporamos como si fuesen la realidad misma, la

certidumbre en donde nos encontramos. Las

articulamos vitalmente. En las creencias se está.

Somos nuestras creencias. Toda percepción de una

situación, toda perspectiva personal en que se sitúen

hechos, conductas y personas, resulta un horizonte

verídico y auténtico para el sujeto en cuestión, que

no puede impugnarse desde afuera y sólo él mismo

puede reenfocar. Tampoco cabe atacar la jerarquía de

valores y creencias que conforma aquel horizonte. Se

puede intentar de que venga a la luz para advertir su

consistencia y que el propio sujeto examine qué

porción de repartible y negociable (plus/minus) existe

a su juicio en la situación, sin alterar su aut/aut de

base. Como resalta Julien Freund (1987:250): "los

valores no negociables son tan indispensables para la

vida en común en una sociedad, como lo son los

valores intercambiables".

Posiciones:

La posición es la tribuna o plataforma desde donde el

agente pronuncia su exigencia y define su postura.

Cada agente expone lo que le ocurrió en el

desenvolvimiento del conflicto y cómo lo vive en el

presente. En nuestro ejemplo, son los pedidos y

quejas de Diana y las promesas de su marido.

Habitualmente, la posición se expresa en un discurso

donde la exigencia se plantea cerradamente, bajo la

figura retórica de la hipérbole, del aumentativo.

Debe, sin embargo, ser creíble y estar

fundamentado. Las versiones encontradas y

amplificadas de cada agente expresan una crisis en el

sentido literal, esto es, una intensa separación. Se

manifiestan las cuestiones en diputa, la intensidad

de un sufrimiento y el máximo reclamo. Se expresa

así la distancia entre las partes, pero, al mismo

tiempo, aunque implícitamente y por lo negativo, se

marca un terreno común, porque los contrarios y

pertenecen al mismo género.

Suele compararse el discurso posicional con la

pequeña porción de un témpano –apenas el 10% de

su masa- que emerge sobre las aguas. Resta

averiguar cuánto hay debajo. Porque reducir la

gestión del conflicto al cruce de posiciones crispadas

puede generar, en los agentes enfrentados, una

coincidencia desdichada: la de dos voluntades que no

quieren cambiar de postura.

Intereses y deseos:

Como hemos visto, responden a las preguntas: ¿por

qué y para qué quiere la parte lo que realmente

quiere? Esto es, preguntas sobre la causa (el porqué)

y sobre la finalidad (el para qué) de las conductas de

cada agente en el conflicto. La finalidad siempre

importa. La causa, sólo cuando se puede actuar

sobre ella. De otro modo, su examen retrospectivo

conduce a reavivar el encono inicial. En nuestro

ejemplo inicial, el interés de Diana es el de ser tenida

en consideración y mantener su hogar en orden. El

de Juan finca en poder ocuparse sólo de lo

importante para él sin desavenirse con su mujer.

Cada uno desea ser bien considerado por el otro.

Remontarnos hasta el conflicto intrapersonal que

surge de las experiencias de infancia de Juan –tema

importante quizás en una terapia- sería irrelevante

para posibilitar la composición del conflicto

interpersonal del matrimonio.

Intereses y deseos resultan los dínamos de la

conducta de los agentes de un conflicto. En otras

palabras, lo que los moviliza está por debajo de la

cima emergente del témpano, expresada en la

posición.

Ante todo, intentemos clarificar la noción de

“interés”. En los diccionarios de la lengua prevalece

como primera acepción la de provecho, utilidad,

ganancia. Esta palabra ha tenido una peripecia

paradojal, ya que evoluciona, en todas las lenguas,

de significar lo perjudicial a denotar y connotar lo

beneficioso. Tal progresiva dignificación del interés lo

transforma, en un recodo de la historia que se sitúa

hacia fines del siglo XVII, en lo razonable, calculable

y previsible, ocupando el lugar que, hasta ese

momento, tenían en la motivación humana las

pasiones. El interés particular se convierte en lo útil

y, en la móvil escala de valores de la burguesía

europea ascendente, se codea ahora con lo bueno, lo

bello y hasta lo verdadero: el interés no miente.

En nuestros días, este enfoque es continuado por la

Escuela de Virginia, o de la Teoría de la Decisión

Pública (Public Choice), que tiene como cabeza al

Premio Nobel de Economía, James Buchanan. El

individuo es, por un lado, una “función de

producción”; por otro, concomitantemente, una

“función de preferencias” (léase intereses

particulares). Al maximizar su función de

preferencias o intereses, el individuo se comportará

siempre de forma racional. Se trata de una

racionalidad de procedimientos, es decir, resulta

racional el individuo que aspira a realizar lo que le

interesa, de acuerdo con su información, utilizando

la menor cantidad de recursos. En definitiva, toda

conducta humana se orienta mayormente en función

de las preferencias, es por ello racional y, por lo

tanto, busca maximizar su utilidad /interés (Puy

Fraga, 1996:34 ).

Los autores del Proyecto de Negociación de Harvard

(William Ury, Roger Fisher y Bruce Patton), plantean

por su lado que se debe penetrar hasta los intereses

en conflicto, por debajo de los posicionamientos

manifiestos de las partes (1993:48). Los intereses

son, para estos autores, los resortes silenciosos

debajo del ruido de las posiciones. Identifican como

intereses las necesidades, deseos, preocupaciones y

temores de las partes que rivalizan, y buscan

encontrar aquella zona donde buena parte de

aquellos puedan compartirse o compatibilizarse.

Como se ve, la noción de interés es aquí, en

principio, muy amplia, y se confunde con los deseos.

Sin embargo, en la práctica, y a los fines de la

negociación, sólo se perciben y destacan aquellos

intereses que pueden caber dentro de los carriles de

la lógica del costo/beneficio, es decir, según la

racionalidad funcional arriba apuntada. En

definitiva, se trata de penetrar la coraza de las

posturas para plantear una aritmética de los

intereses calculables subyacentes. Nuestros autores

se refieren a acuerdos justos y equitativos (fair). Su

noción de lo justo parece acercarse a la de John

Rawls: el proceder del hombre justo como fairness in

the self-interest, es decir, equidad u honestidad en la

persecución del propio interés (2001:23 y 1971:32).

El interés así delineado resulta, obviamente, uno de

las motivaciones de la conducta humana. En tanto

cuantificable (plus/minus) adquiere relevancia

cuando el objeto en disputa (material o simbólico)

resulta de algún modo repartible. Pero no es la única

ni la más poderosa motivación que subyace en las

posturas. Hay conjugarlo con el deseo.

Debemos a René Girard (1978:41) la más precisa

caracterización del deseo y su especial manifestación

en el mundo posmoderno. El ser humano es un ser

de deseos. Pero el hombre no sabe qué desear y

comienza a desear el deseo del otro. El sujeto no es

autónomo en su deseo: imita el deseo del otro. Todo

deseo es mimético; toda mimesis es conflictual, todo

deseo es conflictual y encierra violencia potencial. El

fondo de un conflicto surge, así, de una mimesis de

apropiación. Y la rivalidad que el conflicto manifiesta

está más allá del objeto mismo que se desea. En un

primer momento, parece que la atención de los

contrincantes recae sobre el objeto sobre el que

ambos rivalizan, pero lucharán no tanto por el objeto

como por eliminar al rival mimético.

Las sociedades actuales, pletóricas de pasiones

miméticas en choque, mantienen multiplicadas las

fuentes de la conflictualidad. Por medio de los

antagonismos miméticos, se establecen las jerarquías

inestables del mérito y del éxito. En las sociedades

primitivas, la competencia real entre individuos,

aunque igualmente existente, jugaba un papel

mucho más débil. Al contrario, en nuestras

sociedades, la existencia misma de rivalidades está

posibilitada por instituciones y símbolos socialmente

aceptados. Los deseos superan constantemente las

posibilidades de la producción de objetos, con un

resultado de decepción y frustración colectivas. Lo

bastante resulta hoy demasiado poco.

El deseo escapa a la cuantificación y a la

racionalidad procedimental, costo/beneficio, que

caracterizan al interés. Plantea así el desafío más

intenso al arte de la composición conflictual.

Necesidades

Lo necesario es aquello que debe suceder

indefectiblemente (lo opuesto es lo contingente) o

aquello de lo que no podemos prescindir, que nos

resulta indispensable (lo opuesto es lo superfluo). La

necesidad se examina aquí desde este último sentido:

lo imprescindible. Implica una tensión interna en el

sujeto que se dirige a un objeto específico (el

alimento, p. ej.) con el cual se satisface. De allí su

consideración como la categoría motivacional de base

y el reconocimiento de que su insatisfacción resulta

fuente incesante de conflictos. Examinando nuestra

historia de cabecera, la necesidad tanto de Diana

como de Juan, como se apuntó, es el mutuo

reconocimiento y respeto.

Abraham Maslow, psicólogo neoyorquino, desarrolla

una clasificación y jerarquización de las necesidades

a tener en cuenta (1967:79).

Suele describírsela como una pirámide que consta

de 5 niveles. Los cuatro primeros niveles se enuncian

como necesidades básicas o de deficiencia, a saber:

Necesidades fisiológicas –las que permiten

sobrevivir como organismo vivo

Necesidades de seguridad –estabilidad y

orden de su territorio y su circunstancia

Necesidad de pertenencia -interacción social,

dar y recibir

Necesidad de autoestima –respeto por sí

mismo y por los demás; reputación

El quinto nivel es el de la necesidad superior, de

crecimiento o “metanecesidad” y está constituído por

la autorrealización y la actualización de

potencialidades individuales.

La diferencia reside en que las necesidades de

deficiencia pueden ser satisfechas. Las necesidades

del crecimiento, en cambio, resultan un empuje

continuo e inagotable. La no realización de estas

últimas son la causa de las enfermedades psíquicas,

la angustia y la despersonalización.

Se ha observado que la descripción de Maslow de la

realización humana, que ejemplifica en grandes

científicos, literatos, filósofos y conductores militares,

no expresa, talvez, más que sus propios valores e

ideales personales. También se anota que la

tendencia a la autorrealización lo mismo habita en el

santo que en criminal. De todos modos, la

clasificación de las necesidades básicas o de

deficiencia conserva importancia.

Las necesidades son secuenciales y generan

conocimientos, habilidades y destrezas para

satisfacerlas. Cabe observar, en fin, que las

necesidades no son negociables y que sólo puede

cederse a su respecto bajo imposición.

Recursos

Satisfacer lo que se necesita, lograr lo que interesa,

redondear los deseos requiere tener idea de con qué

se cuenta para ello. La gestión, regulación y posible

composición de un conflicto tiene por cauces y

encuentra por límites los recursos disponibles por los

agentes involucrados. Todo compromiso que exceda

los recursos está escrito en el agua. Cuando se habla

de recursos no hay una referencia exclusiva a los

dinerarios. Habrá que hacer un recuento de los

factores que limitan actualmente el campo de acción

de los agentes y cuál es el grado de probabilidad de

removerlos. Se tratará de identificar a los allegados y

terceros capaces de prestar colaboración. Se

procurará hallar las zonas convergentes en intereses

y deseos de los agentes en disputa. Se profundizará

en el modo y forma en que se satisfarán las

necesidades de deficiencia de los involucrados en el

conflicto. En suma, el capítulo de los recursos se

traduce en un inventario –impulsado por la

creatividad y moderado por el realismo- sobre las

“armas de construcción masiva” con que cuenten los

agentes envueltos en un conflicto.

ACTIVIDAD: Se distribuirá a los estudiantes, agrupados de a tres, un caso donde se exponga un conflicto entre dos agentes o grupos de agentes. En el grupo de tres, dos (A y B) asumirán el rol de las respectivas partes en disputa y el tercero (C) jugará el papel de observador neutral. Con los datos del caso, los A y B expondrán sus posiciones y debatirán. El observador sólo tomará notas. Luego, A, B y C procederán a volcar en el papel el análisis del PIN, en un cuadro de este tipo:

Percepciones de A Percepciones de B Posiciones de A Posiciones de B Intereses/Deseos de A Intereses/Deseos de B Necesidades de A Necesidades de B Recursos de A Recursos de B Una vez concluido el ejercicio, se pondrán en común los resultados, comparándolos y tomando nota de las distintas dimensiones del conflicto recogidas según el rol jugado. Puede enriquecerse la actividad, según el tiempo disponible, haciendo rotar los roles.

BIBLIOGRAFÍA

FISHER, ROGER; KOPELMAN, ELIZABETH; KUPFER SCHNEIDER, ANDREA, “Más Allá de Maquiavelo –Herramientas para Afrontar Conflictos”, Granica, Buenos Aires, 1996 FREUND, JULIEN, “Sociología del Conflicto”, Fundación Cerien, Buenos Aires, 1987 GIRARD, RENÉ, “Des Choses Cachées Depuis la Fondation du Monde”, Bernard Grasset, Paris, 1978 MASLOW, ABRAHAM H, “Motivación y Personalidad”, ed. Sagitario, Barcelona, 1967 ORTEGA Y GASSET, José, “Ideas y Creencias”, Espasa Calpe, Madrid, 6ª. ed., 1959 PUY FRAGA, PEDRO, “Economía Política del Estado Constitucional-Fundamentos de Economía Constitucional, Cedecs Editorial, Barcelona, 1996 RAWLS, JOHN, “Justice as Fairness”, Harvard University Press, 2001; “Teoría de la Justicia”, FCE, México, 1971. URY, WILLIAM, FISHER, ROGER Y PATTON, BRUCE, “Sí…¡de acuerdo!-Cómo Negociar sin Ceder”, ed. Norma, Colombia, 1993

SECCIÓN PRIMERA - CAPÍTULO QUINTO

por LUIS MARÍA BANDIERI (UCA)

Sumario: Los Terceros y el Conflicto. De la Dualidad a la

Triangularidad. Situaciones polémicas y situaciones

agonales. Los Roles del Tercero en el Conflicto. Terceros

Incluidos y no Incluidos en el Conflicto. El Tercero

Moderador. Actividades. Bibliografía

Los Terceros y el Conflicto

¿Qué consecuencias resultan de la aparición de un tercero en

un conflicto?

¿Cuáles son los roles que puede desempeñar un tercero en

un conflicto?

El tercero: de la dualidad a la triangularidad

El conflicto se concentra en una relación binaria: el uno con

el otro y, sobre todo, el uno contra el otro. El número dos

puede expresar tanto una reciprocidad como una rivalidad, la

complementariedad como la incompatibilidad, el amor como

el odio. En la dualidad extrema, los contrincantes están

frente a frente, cada uno afirmado en su posición, tensando

ambos la cuerda de su lado, volviendo así más enredado el

nudo conflictual. Es un planteo de “suma cero”, a todo o

nada. La mediación, en cambio, es ternaria –el número tres

es su cifra clave. Plantearemos a continuación, pues, qué

consecuencias resultan de la aparición de un tercero en la

binaridad del conflicto y qué tipo de roles puede jugar allí ese

tercero.

Estudiando el conflicto como una forma de interacción social,

Jorge Simmel (1929: II,81 y sgs.), autor de cita ineludible en

este tema, profundizó en las modalidades de la agrupación

humana. La formación sociológica más simple, observa, es el

grupo de dos, la díada. (Dos elementos -un sistema

bipartidista- o dos personas o conjuntos de personas). En el

grupo de dos no puede constituirse una mayoría. En caso de

conflicto entre los dos integrantes, se intentará un acuerdo,

en que las partes pondrán como testigos de sus posturas a

un auditorio virtual: los demás. Fuera de los momentos de

intimidad, la relación en el grupo de dos no consiste sólo en

estar el uno frente al otro; la díada percibe, además, la

presencia de un auditorio supraindividual, un tercero virtual.

Simmel observa que, desde el punto de vista sociológico,

existe un verdadero salto cualitativo entre el grupo de dos y el

grupo de tres. Por lo pronto, en lo que nos interesa, aparece

la posibilidad de la formación de una mayoría al coligarse dos

de los miembros de la tríada. Entonces, observa nuestro

autor, cada uno de los elementos conformantes de la tríada

aparece como intermediario entre los otros dos, con la doble

función de todo intermediario, que tanto puede ligar como

separar. El tercero, pues, señala el pasaje de las relaciones

interindividuales a la dinámica de grupo. Como lo insinuó

Simmel y ratifica Julien Freund (1987, 258 y sgs.), la

aparición del tercero funda epistemológicamente la sociología.

La relación diádica se dinamiza al ingresar en la tríada y

todas las relaciones sociales pueden explicarse desde allí. El

tercero, además, resulta el fundamento de la diversidad

humana, el espejo de las desemejanzas individuales, a partir

de las cuales se puede contemplar al otro como quien no es

uno mismo, como quien no es lo mismo que uno. La figura

del tercero explica el derecho y el arte jurídico. Si bien éste

tiene como unidad originaria la interrelación entre dos

sujetos (la díada), entre los cuales se establecen vínculos y

reciprocidades, sin el tercero no podrían componerse las

oposiciones y antinomias surgidas en los vínculos de la

díada. Sin el tercero, se resolverían por la violencia de

enemigos enfrentados cara a cara: mors tua vita mea. Cada

uno afirmaría, sobre sus necesidades o deseos, una petición

de justicia absoluta que, como ocurre con toda

absolutización, resultaría brutalmente polemógena. En el

tercero reside la piedra angular de lo justo empíricamente

realizable y plenamente humano, con las limitaciones y

debilidades inherentes a nuestra condición. El tercero, desde

su situación de relativa objetividad, bajo diversas formas

(mediador, conciliador, árbitro, juez) puede ayudar a

componer el conflicto -también a agravarlo- como soporte de

los antagonismos que, mientras intermedie, no se plantean

como insuperables y sí lo son, como hemos visto, cuando

desaparece.

Situaciones polémicas y situaciones agonales

¿Cuándo es propicia la intervención de un tercero y cuándo

ella se torna impracticable? O, en otras palabras, ¿cuándo se

puede pasar de la dualidad a la triangularidad y cuándo no?

Para contestar esta pregunta nos serviremos de la distinción

que efectúa Freund entre situaciones polémicas y situaciones

agonales.

El “pólemos” griego, designa la guerra, el conflicto violento, en

sus diversos grados. El vocablo “ágon”, en cambio, caracteriza

el conflicto no violento o la competencia, particularmente en

los certámenes públicos, como las Olimpíadas, los

desacuerdos en general o también los procesos de

composición conflictual por medio de la intervención de un

tercero.

En otras palabras: la rivalidad subsiste en la competición,

pero se excluye el recurso a la violencia por el recurso a

reglas predefinidas que la ritualizan. La característica

esencial de la situación polémica, es que los protagonistas se

enfrentan como enemigos. El rasgo central, en cambio, de la

situación agonal, es que los rivales no se comportan ya como

enemigos, sino como adversarios, lo que quiere decir que la

violencia y la intención hostil están en principio excluidas

aunque no la posibilidad de superar al competidor. Es de

notar que en la situación polémica los enemigos están

directamente frente a frente, en confrontación dual, con

exclusión de todo tercero. En cambio, en la situación agonal,

caracterizada por una relación multipolar, existe siempre la

posibilidad triangulación, esto es, del reconocimiento y

consiguiente intervención de un tercero, sea con poder de

decisión o sin él.

En puridad, como señala el mismo Freund, lo polémico

subsiste, al menos en forma potencial. La violencia no es

suprimible, como se ve en las competiciones deportivas,

propiamente agonales, donde a veces se instala la furia como

parte del espectáculo mismo. Lo agonal y lo polémico se

encuentran en un continuum donde, con una fijación que no

puede establecerse de antemano, existe -en términos siempre

de Freund- un "umbral conflictual", a partir del cual se

verifica el pasaje de una situación agonal a otra polémica. El

umbral conflictual se traspasa sea por la crispación de una

situación originariamente agonal, que pasa a definirse

directamente como enemistad o por la actualización de la

intención hostil en uno de los agonistas, que llega a la

agresión contra el otro. Cuando se traspasa el umbral

conflictual del ágon al pólemos, se cancela la posibilidad de

la intervención pacificadora del tercero.

Los roles del tercero en el conflicto

Para estudiar los roles que puede desempeñar un tercero en

un conflicto, conviene distinguir, siguiendo a Julien Freund,

entre : a) terceros que se incluyen en el conflicto; b)

terceros que no se incluyen en el conflicto.

Terceros que se incluyen en el conflicto:

a) El aliado es un tercero sui generis que deja de serlo e

interviene directamente en el conflicto junto a uno de los

contendientes. Normalmente ello ocurre en el momento de la

bipolarización, cuando el conflicto crece en intensidad y pasa

de lo agonal a lo polémico. El tercero aliado puede

presentarse también bajo la forma, no de un empeño

directamente al flanco de uno de los contrincantes, sino como

un cofrade que con sus actos u omisiones lo favorece. Los

amigos comunes de ambos cónyuges de un matrimonio que

al producirse el divorcio sólo mantienen trato con uno de

aquellos, e ignoran al otro, puede servir de ejemplo. En el

campo diplomático, lo ilustran los partners de un

contendiente que no descienden al terreno de combate, pero –

como en el caso de Arabia Saudita y su embargo petrolero en

la guerra del Kippur de 1973, que enfrentó a Egipto y Siria

con Israel- le prestan un auxilio de capital importancia.

El tercero protector es un tercero que, desde fuera del

conflicto, es decir, de modo indirecto, sostiene y apoya a una

de las partes involucradas, abierta o subrepticiamente. El

protector actúa conforme un proyecto hegemónico que supera

el horizonte del conflicto particular. El ejemplo clásico es el

los EE.UU. o la ex URSS en los conflictos localizados durante

la “guerra fría”. Entonces, se había instaurado una suerte de

complicidad tácita, entre ambas superpotencias protectoras,

para evitar la generalización del conflicto e impedir que

cualquiera de los beligerantes obtuviese una ventaja

determinante sobre el otro. Los EE.UU. y la URSS, rivales en

la “guerra fría”, enfrentándose localizadamente por

procuración, resultaban sin embargo aliados en su

preocupación de no permitir que ninguno de los

contendientes generalizase la lucha hasta que se debiesen

poner en funcionamiento, por las superpotencias, los

mecanismos de mutua destrucción masiva asegurada o

resultasen involucradas directamente en el terreno.

El tercero opresor (divide et impera) sigue una conducta de

provocación del conflicto entre las otra dos partes, en pro de

sus fines. Se caracteriza por una intervención directa en el

conflicto: promueve el conflicto y lo azuza en vista de sus

objetivos personales. El opresor tenderá a desbaratar las

coaliciones potenciales que puedan formarse entre las partes

en su contra. Intentará eliminar sucesivamente a las partes

en conflicto, en cuanto debilitadas por su mutua rivalidad o

suscitar sin tregua su discordia. La amante despechada que

echa a andar maquinaciones para romper un matrimonio o

los enfrentamientos tribales espoleados por las potencias

coloniales durante el siglo XIX son algunos ejemplos de esta

forma de tercería.

El tertius gaudens, literalmente, “tercero beneficiado”, el

tercero aprovechador u oportunista, sin estar directamente

implicado en el conflicto ni haberlo provocado, aprovecha la

disensión entre las dos partes en favor suyo y ordena los

intereses del grupo conforme su programa privado. Este

sembrador de discordia convierte la pugna intergrupal en un

medio para sus propios fines, beneficiándose del conflicto que

no ha producido y de la consiguiente debilidad de las partes

en él involucradas. La forma general de esta relación es que

ambos contendientes realizan ofertas para conseguir su

apoyo y, de ese modo, el tercero puede obtener ventajas

suplementarias mientras el conflicto se agudiza por su causa.

El tertius gaudens es el compañero deseado por cada uno de

los dos bandos en pugna cuando entre ellos se han rechazado

de un modo decisivo. A su vez, desaparece en el momento en

que los otros dos se unen.

Terceros que no se incluyen en el conflicto

El tertius dolens es el tercero en desventaja, tercero víctima

que sufre las consecuencias del conflicto, sin poder intervenir

para componerlo o mitigarlo. El ejemplo clásico es el de los

hijos en el divorcio. En el tertius dolens cada uno de los

rivales conflictuales pretenderá ver el testimonio del dolor y

el sufrimiento que produce la conducta de su contrincante.

Sólo la comprensión, por parte de los involucrados, que es su

mutuo encono lo que repercute en el sufrimiento del dolens

puede, en este caso, reconducir el conflicto a fórmulas de

composición y acercamiento. También es posible una

conducta contraria: las partes involucradas pueden encarnar

en el dolens sus propias frustraciones y culpabilizarlo por

ellas, convirtiéndolo en víctima propiciatoria o chivo

expiatorio, mecanismo que suele observarse en las reacciones

xenófobas.

El tercero indiferente, es el que intenta mantenerse

deliberadamente ajeno a la hostilidad entre las partes

envueltas en el conflicto. No está exento de sufrir los

coletazos del conflicto. Por ejemplo, en el actual proceso en

que la superpotencia mundial, los EE.UU., han declarado la

guerra al terrorismo fundamentalista islámico o al

narcotráfico, con posibilidad de operaciones en cualquier

lugar del mundo, la falta de alineación produce,

automáticamente, la puesta del país en cuestión en la lista de

sospechosos. No hay posibilidad de un desinterés benigno de

la superpotencia hacia el país afectado.

El tercero disuasor es el que amenaza intervenir en el

conflicto, en función de su poderío. La amenaza está dirigida

a ambos bandos y se origina en que el estallido o la

continuación del conflicto afecta los intereses del poderoso. El

disuasor puede o no tomar, en un segundo paso, el papel de

tercero moderador. Puede ejemplificarse con el rol que

desempeñan actualmente los EE.UU. en el conflicto

palestino-israelí.

El tercero moderador se mantiene entre las partes y les

impide desarrollar y agudizar el conflicto, tratando de

hacerlas pasar del antagonismo al agonismo, de la lucha a la

competencia. Toda fase aguda de un conflicto, como ya

vimos, se caracteriza por la desaparición de la figura del

tercero y la reducción de los grupos en la fórmula binaria de

los amigos contra los enemigos. El moderador puede cumplir

su función porque es imparcial. Puede ser imparcial por estar

por encima y ajeno a los intereses opuestos, o por estar

estrechamente implicado con ambas partes y participar

igualmente de los intereses opuestos. En el primer caso, la

posibilidad de éxito del mediador depende de su desinterés

personal respecto del objeto de la divergencia y, al mismo

tiempo, de su interés por las personas o elementos en pugna.

El desinterés personal por el sentido objetivo de la lucha y, al

mismo tiempo, el interés por su aspecto subjetivo, colaboran

a conformar la imparcialidad del moderador, que estará tanto

más dotado para su función cuanto más desarrollados estén

en su persona estos dos aspectos necesariamente

coexistentes. Mas complicada es la posición del tercero

imparcial cuando lo que lo cualifica para esa función es el

hecho de participar igualmente de los intereses opuestos, en

vez de hallarse apartado de ellos. Sucede, por ejemplo, con el

amigo o pariente que intermedia en una disensión familiar;

con el funcionario que interviene en una colisión de esferas

de competencia entre dos agencias administrativas, etc. En

estos casos, la posición del tercero moderador es más difícil y,

frecuentemente, sospechan de él y de su imparcialidad las

dos partes. En los conflictos familiares, especialmente, donde

no sólo los intereses, sino la personalidad entera, ligan al

moderador con las partes, puede el tercero resultar, dice

Simmel, más destrozado interiormente que si se pronunciara

por uno de los bandos en pugna.

Para Simmel, la principal labor del moderador finca en

reducir la forma volitiva del antagonismo, generadora de

violencia, a la fórmula intelectual, posibilitadora de

avenencia. La obra del moderador consiste en llevar a cabo

esta reducción, ya expresándola por sí mismo ya

constituyéndose en un centro que, al trasladar de uno a otro

lado los argumentos, los presenta en forma objetiva,

eliminando todo lo que suele complicar la pugna cuando se

desenvuelve directamente entre las partes. El tercero

moderador, según la certera comparación de Jean-François

Six (1990, p.165), interviene en el enfrentamiento binario

como un catalizador en una combinación química: precipita

la reacción sin intervenir en ella ni resultar tampoco alterado

por ella. El moderador, agente catalizador, lo que provoca es

el surgimiento del mutuo ejercicio de la autonomía de las

partes involucradas en el conflicto, que pueden así

autocomponerlo. Expresión de autonomía, asunción de

responsabilidad: las partes del dualismo original se hacen

responsables del propio conflicto y de componerlo.

La presencia del tercero moderador imparcial sirve a la

conservación del grupo, en ocasiones en que los

contendientes están deseando acabar con él para afirmar la

dominación de su postura. Con independencia de cómo se lo

elija para su papel, el moderador llega a ser el representante

del grupo, defendiendo el programa colectivo frente a los

intereses privados en pugna. Se encuentra super partes en

tanto imparcial representante del grupo, inter partes desde

que se interpone entre ellas como pacificador e infra partes en

cuanto carece de poder para imponer una fórmula de

composición.

Son ejemplos del moderador, en distinto grado, el comedido,

quien propone sus buenos oficios, el mediador propiamente

dicho, el conciliador. El comedido se ofrece espontáneamente

como interlocutor de las partes enfrentadas. El oferente de

buenos oficios procura un ámbito neutral donde las partes

puedan negociar su diferendo, sin intervenir en las

conversaciones. El mediador toma un papel activo en el

acercamiento, diálogo y búsqueda de avenimiento entre las

partes. El conciliador puede proponer fórmulas de

composición –aunque en la práctica, no resulte fácil ni útil

distinguir entre la labor de este último y la del mediador.

El tercero decisor, tiene potestad jurisdiccional, esto es,

facultad de decidir sobre la cuestión disputada, sea atribuida

privadamente por las partes -árbitros o amigables

componedores- o por el derecho público -jueces. El tercero

decisor imparcial se encuentra, con su poder dirimente,

exclusivamente super partes.

En líneas generales, mientras un conflicto incluya algún tipo

de tercero, salvo los directa –aliados- o indirectamente

–protectores- empeñados en él, la tolerancia mutua y la

posibilidad de composición del conflicto entre las partes aún

es posible. La exclusión del tercero lleva al pico del

antagonismo dualista, en la dimensión polémica de la

hostilidad absoluta. Una sociedad donde quedase desterrada

posibilidad de la intervención del tercero estaría condenada a

la sangría perpetua del enfrentamiento polémico o a que uno

de los bandos, acallando y aplastando al otro, instaurase el

unanimismo totalitario.-

ACTIVIDAD Se distribuirá un caso que describa un conflicto con intervención de terceros. La clase se dividirá en grupos no menores de cinco estudiantes cada uno. Los roles se repartirán conforme la descripción del caso. Los agentes en el conflicto plantearán sus posiciones y las debatirán y el resto intervendrá según la pauta del caso. A los diez minutos se efectuará una rotación de los roles jugados hasta ese momento. Luego, cada grupo escribirá las impresiones y conclusiones de la actividad, estableciendo el PIN de los agentes e identificando los tipos de terceros que intervinieron y su proyección sobre el conflicto. Se designará un vocero para la puesta en común y discusión final.

BIBLIOGRAFÍA FREUND, JULIEN, “Sociología del Conflicto”, Fundación Cerien, Buenos Aires, 1987 SIMMEL, JORGE, “Sociología-Estudios sobre las Formas de Socialización”, Espasa Calpe Argentina, Buenos Aires, 1939, 2 ts. SIX, JEAN-FRANÇOIS, “Le Temps des Médiateurs”, Seuil, Paris, 1990


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