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Ilka Oliva Corado
Primera edición Fotografía de portada: pintura, Carolina Vásquez Araya Diseño logo: Carolina Vásquez Araya Febrero, 2018
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INTRODUCCIÓN
La trata de personas es un crimen de lesa humanidad y afecta con especial énfasis a
mujeres adultas, niños, niñas y adolescentes, de preferencia pobres y marginados. Es
decir, ese sector de la sociedad ajeno al desarrollo e ignorado en los procesos de toma de
decisiones políticas y económicas. Son seres humanos a los cuales no llega el discurso de
la solidaridad ni el rebalse de la empatía.
Transgredidas es una serie de relatos cortos, son testimonios de adolescentes y mujeres
víctimas de trata de personas. Publicados originalmente como una serie en mi blog
Crónicas de una Inquilina y posteriormente recompilados para este libro.
Nombres propios han sido cambiados para protección de quienes narraron sus
experiencias.
Ilka Oliva Corado.
Febrero de 2017, Estados Unidos.
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ROSARIO
Está golpeada, su rostro sangra, no logra distinguir con claridad,
¿cuántos la han violado ya? La golpean y la abusan los
narcotraficantes que custodian la casa-bodega. Piden un rescate de
veinte mil dólares a su tía que vive en Nueva York.
Rosario es hondureña, tiene trece años, es la mayor de cinco
hermanos. Se fue de su natal Comayagua porque la mara
Salvatrucha la quería reclutar para los envíos de paquetes de droga,
de no hacerlo su vida corría peligro. ¿Cuántos la han violado ya?
Cómo olvidar la noche en que le pasó encima la mara como castigo
por negarse a ser mensajera. ¿Cuántos fueron? No lo recuerda,
apenas tiene noción de cuando despertó en un hospital, le dijeron
que los bomberos la sacaron inconsciente del fondo de un
barranco.
¿Otra vez? No quiere pensar. No quiere sentir. Quiere que su
mente vuele lejos de ese lugar. No quiere sentir ese dolor en medio
de sus piernas. Escuchar su piel rasgarse cada vez que la vulneran.
No quiere verse de nuevo empapada en sangre, acurrucada en una
esquina de la habitación. Gritar, ¿para qué? Nadie irá a rescatarla,
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la casa-bodega está en medio de la nada en pleno desierto de
Arizona.
¿Otro hijo? No. Otro hijo producto de la violación. Gracias a la
comadrona del pueblo pudo abortar cuando la violó la mara, en
Arizona nadie la podría ayudar, ruega a la Virgen de Suyapa no
quedar embarazada nuevamente. Que termine pronto esa pesadilla.
¿Veinte mil dólares? De dónde los sacará su tía.
¿Por qué esa suerte? ¿Por qué ese destino? Si ella solo quería
estudiar y ser enfermera. ¿Por qué la mara tuvo que poner sus ojos
en ella? Ella no quería emigrar. Ella no quería ir a Estados Unidos.
Ella quería estudiar y ser enfermera.
¿Por qué los cayotes tuvieron que secuestrarla y exigir rescate?
¿Por qué la violan? ¿No era suficiente con que la violaran los
policías en Naco, Sonora? Como dádiva fueron entregadas todas
las niñas y adolescentes a la policía que custodia el desierto de
Sonora, las violaron durante tres días y luego las devolvieron a los
coyotes. Muchas no regresaron, dicen que no sobrevivieron y que a
otras las pusieron a trabajar en un bar. ¿Cuántas eran? No lo
recuerda, habían de El Salvador, Guatemala, Honduras y
Colombia. ¿En dónde están?
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¿Por qué no se muere? ¿Por qué no la matan de una vez por todas?
Su tía no tiene esa cantidad de dinero, apenas logró ajustar siete
mil dólares, pide tiempo para pagar el resto. No se lo dan.
Rosario es llevada junto a otras niñas y adolescentes al bar de la
Calle Love. No serán liberadas nunca, ahí se les pudrirá la vida.
Entre torturas y violaciones.
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LAS PUTAS DE LA CALLE LOVE
A las niñas y adolescentes las visten de colegialas: faldas cortas
con paletones, calcetas blancas hasta las rodillas, la zapatilla la
cambian por zapato de tacón alto. Blusa blanca de tres botones. No
usan sostén y siempre les mojan el área de los pezones para que
sobresalgan en la tela. Una moña les sujeta el cabello. Son las más
codiciadas y hacen ganar fuertes sumas de dinero a sus dueños
cuando las anuncian como vírgenes y las hacen desfilar ante los
clientes que las manosean y escogen como mercancía.
Dejaron de ser personas y las convirtieron en objetos desde que las
secuestraron para llevarlas a trabajar a la Calle Love. Un bar
atemporal donde se vende alcohol, drogas y sexo.
Visitado por gente de gobierno, artistas, deportistas y empresarios.
Un bar que se llena de gente común, que lo visita el hombre que
conduce el autobús, el bombero, el plomero. El docente de
universidad, el recolector de basura, el agente del seguro, el
estudiante universitario, el jardinero, el tierno padre de familia. En
la Calle Love hay mujeres para todos los estratos sociales, gustos y
tamaño de billeteras.
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Tienen asiáticas, europeas, latinoamericanas y africanas. En la
Calle Love se celebran despedidas de soltero, cumpleaños,
graduaciones, ascensos laborales, contratos millonarios. El manjar
son las mujeres que aprenden a gemir y a inventar orgasmos
explosivos, que se vuelven gatitas o fieras salvajes para que el
cliente se sienta el macho más potente del mundo, las que se dejan
golpear, cortar, las que se dejan sodomizar porque si dicen no la
paliza que les espera las dejará en cama una semana y al servicio
de los guaruras del lugar, las violaciones grupales son el aperitivo.
Las inservibles tienen treinta años y por la edad ya no generan
ganancias en igual cantidad que las niñas y adolescentes, las sacan
a las calles y se apuestan en las esquinas bajo la vigilancia de un
padrote que les mide el tiempo, han aprendido a contener las
lágrimas, ya no gritan cuando las golpean, han aprendido a
moverse estrictamente para provocar el placer de los clientes. Han
perdido el número de los hombres que las han abusado, no reciben
dinero, solo dos platos de comida al día y la pastilla diaria de
ketamina que las mantiene sedadas. De ser una inyección diaria de
heroína que las vuelve adictas, pasa a ser un premio para la que
tenga más clientes en la noche.
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A las niñas y adolescentes les dan pequeñas dosis de jombina que
las mantiene excitadas y dispuestas, para aguantar a40 clientes al
día, 19 horas diarias los 7 días de la semana. Les dan ketamina
para dormir. Las esterilizan recién llegando al infierno en el que se
convertirán sus vidas. Pasan las semanas que se vuelven meses que
terminan en años encerradas en el mismo lugar, recibiendo golpe
tras golpe, tumbándose de espaldas, abriéndose de piernas, han
perdido hasta la memoria con tanta droga. A las que han intentado
escapar las torturan durante semanas hasta que les borran el ímpetu
de sobrevivencia y entran en un estado de sumisión permanente.
Las putas de la Calle Love tuvieron sueños, alegrías, sonrieron y
amaron. Las han convertido en jirones humanos que aprendieron a
seguir órdenes para evitar las torturas. A gemir para que los
clientes no se quejen y las castiguen. A repetir que les gusta que les
den por el culo porque eso excita al cliente. A gritar que le gustan
los miembros grandes porque son los únicos que las dejan
satisfecha. A atragantarse chupando falos. A pretender no estar ahí
e imaginarse en otro lugar donde la vida duela menos y los deseos
de suicidio no seas la alarma constante.
Las niñas, adolescentes y mujeres de la Calle Love se encuentran
en cualquier lugar del mundo, a todas horas. Son nuestras
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hermanas, hijas, amigas, conocidas, las extrañas con las que no nos
une ningún lazo sanguíneo pero sí el humano que es más poderoso.
Si usted es hombre, ¿iría a pagar por placer a la Calle Love? ¿Si
usted es mujer se atrevería a persignarse y a señalarlas como las
mujeres de la mala vida? ¿Qué es lo que corresponde hacer como
humanidad con estos miles de bares donde se secuestra, tortura,
explota y asesina a nuestras mujeres? ¿Qué espera para actuar, que
le toquen la sangre? El cliente de la Calle Love siempre está más
cerca de lo que imaginamos.
¿Se quedó sin aliento solo de imaginar? Respire, y tome acción.
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GABRIELA
El coyote quita llave, entra a la habitación del hotel junto a otros
cinco hombres, son trabajadores del Instituto Nacional de
Migración.
Adentro se encuentran veinticinco migrantes esperando las
indicaciones del coyote para salir en la madrugada a abordar el tren
La Bestia para atravesar Veracruz sin ser interceptados por las
autoridades migratorias.
Cada uno ha pagado dos mil dólares al pollero, pagarán los otros
cuatro mil cuando estén en tierra estadounidense. Eso acordaron
cuando otro coyote los contactó en Guatemala, El Salvador y
Honduras. Todo es seguro, les dijeron.
Entre los veinticinco hay mujeres y una adolescente de nombre
Gabriela. Tiene 17 años, es hondureña.
Es ella, les dice el coyote a los hombres del INM y la señala, la
apartan del grupo a tirones de pelo.
La suben al vehículo oficial y se la llevan. Gabriela permanece dos
semanas secuestrada en un rancho a las afueras del poblado. Todos
los días llegan agentes del INM a violarla.
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La sodomizan, la drogan, la golpean. La transgreden una y otra vez
durante todo el día, todos los días.
El último día le inyectan una substancia que la hace perder el
conocimiento, le tapan el rostro y la suben al vehículo oficial.
A Gabriela la encuentran unos campesinos en un baldío, con un
disparo en la sien. Nunca cruzará la frontera, nunca retornará a su
natal Honduras. Nunca podrá denunciarlos, nunca se hará justicia
por su secuestro, su violación y su asesinato.
Gabriela es un caso más de los miles que intentan llegar a la tierra
que cuentan, es donde los sueños se hacen realidad.
¿Cuántas Gabrielas hay en las fosas clandestinas?
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MARÍA GUADALUPE
La aparta del grupo, es media noche en el desierto de Sonora. El
coyote le dice a María Guadalupe que lo siga hacia un matorral o
la dejará abandonada en medio del desierto. Se han alejado
bastante del último poblado fronterizo.
Se levanta y lo sigue, nadie del grupo de indocumentados
interviene, son 20 entre ellos tres adolescentes salvadoreñas. María
Guadalupe tiene trece años y quiere llegar a Estados Unidos a
reencontrarse con sus padres que viven en el Estado de Michigan,
viaja sola.
En su natal Sonsonate se han quedado a cargo de la abuela paterna
sus dos hermanos de 10 y 8. Uno a uno se los llevarán, fue el
cometido de sus padres, uno a uno y todos terminarán viviendo en
el país de las oportunidades. Lejos, muy lejos de la pobreza, las
maras y las extorsiones. María Guadalupe tiene ilusión de conocer
la nieve. De volver a abrazar a sus papás, de tener nuevamente una
familia completa.
Se levanta y sigue al coyote, el silencio del desierto es fantasmal,
todos están atentos y saben lo que ocurrirá pero Estados Unidos los
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espera y no quieren problemas con el pollero, cualquier intento de
rescate es poner la vida en riesgo. Ella no será la primera ni la
última que viva la desgracia fronteriza.
Se alejan del grupo, atrás de un arbusto los esperan policías que
custodian la frontera, el coyote la entrega es el pago para dejar
pasar a los 20 sin comisión económica o que los deporten desde
Sonora. Le amarran un pañuelo en la boca y mientras dos le abren
las piernas y las sostienen, otros dos la sujetan de los brazos, uno a
uno la violan. Festejan satisfechos porque “la pollita les salió
virgen”. El coyote se saborea quiere ser el séptimo pero no hay
tiempo, María Guadalupe se tiene que recuperar antes del
amanecer porque una buena suma de dinero pagaron sus padres por
su seguridad.
Terminan y se alejan. La niña no puede levantarse se ha
desmayado, el coyote la lleva en brazos hacia donde está el grupo.
La vuelven en sí con palmadas en el rostro y acercándole un bote
de alcohol a la nariz. Ella llora en silencio y se revuelca de dolor,
tiene su ropa interior empapada en sangre; las otras la abrazan, los
hombres también sollozan ante la impotencia. Amanece y tienen
que avanzar, se rotan de dos en dos para ayudarla a caminar porque
no puede dar el paso sola. Logran cruzar la frontera sin ser
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interceptados por la Patrulla Fronteriza. La niña ya no va sola,
lleva un hijo en el vientre producto de la violación.
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REMEDIOS
Me agarró del pelo y me tiró sobre las vías del tren, me dijo que si
no colaboraba me iba a ir peor. Yo llevaba a mi niña de tres años
porque en California nos esperaba su papá, mi esposo. Ya había
enviado a mis dos niños grandes de 10 y 12 años. Se los llevó un
coyote del pueblo y los pasó por el lado de Tijuana. Solo
quedábamos mi niña y yo, esperamos un año para ahorrar y ajustar
para pagar lo del coyote y el traslado.
Pues uno vive en la miseria y buscando sustento y mejor vida para
nuestros hijos fue que decidimos emigrar. Él trabajaba de
ordeñador en una finca pero apenas alcanzaba lo que le pagaban,
yo lavaba ropa ajena. Primero se fue mi esposo y a los dos años
mandó por mis hijos y un año después por nosotras.
El coyote que contratamos nos dijo que nos iríamos en la Bestia
porque era lo más seguro en esos días pero nos engañó porque solo
llegamos a Veracruz y nos entregó a unos narcotraficantes. Nos
vendió, ahí mismo le dieron mil dólares por cada uno, éramos
nueve. El infeliz se fue contento con su dinero y nos dejó ahí.
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A las mujeres nos violaron ahí mismo, nos dijeron que teníamos
que colaborar o nos iba a ir peor. Uno de ellos me agarró del pelo y
me tiró sobre las vías, no me recuerdo cuántos nos pasaron encima
porque nos golpeaban y nos insultaban mientras nos abusaban. A
mí me dejaron sangrando toda, no podía ni caminar. Iban niñas
también que viajaban solas con otros coyotes, a esas pobres
criaturas se les fueron encima como chuchos los desgraciados, las
hicieron leña.
A los hombres los golpearon con bates y los amarraron de las
manos y de los pies con unos cables de luz.
A mi niña me la quitaron y se la llevaron no sé para dónde.
Nos tuvieron veinte días en una bodega y llamaron a nuestras
familias en Estados Unidos para que pagaran el rescate, mi esposo
pagó $10,000 por mí pero por mi niña querían $15,000 y como no
ajustamos me dijeron que jamás la volvería a ver. Les imploré que
nos dieran más tiempo pero no quisieron. Me dijeron que les
pagaban mejor si la vendían en un burdel para que se la cogieran,
así me dijeron con esas palabras. Se reían los desgraciados, me
dijeron que en los burdeles pagan buen dinero por las niñas tiernas.
¿En dónde está mi niña?
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Salimos de El Salvador buscando progreso y nos desgraciaron la
vida.
Remedios, salvadoreña, 37 años, indocumentada. Trabaja cortando
naranjas en Estados Unidos.
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APOLONIA
Llegamos a Matamoros después de atravesar Guatemala y México.
Éramos 40 de ese viaje y en la puerta de la casa nos entregó el
coyote que venía con nosotros desde El Salvador nos dijo que ahí
quedábamos en manos de otros polleros que nos pasarían a Estados
Unidos y que allá serían otros lo que nos entregarían a nuestros
familiares.
La casa estaba rodeaba de hombres armados, vestidos de negro y
tenían de esas armas que les dicen cuernos de chivo, cuando
entramos vimos que había más gente alrededor de unas cincuenta
personas que estaban encadenadas de pies y manos, todas sin ropa
los hombres solo en calzoncillos y las mujeres en sostén y blúmer,
nos ordenaron que nos quitáramos la ropa y nos pusieron las
cadenas. En las habitaciones tenían a menores de edad, varios
niños y adolescentes.
Soy de El Salvador de un departamento llamado La Libertad en el
grupo veníamos hondureños, guatemaltecos y salvadoreños todos
nos juntamos en Tapachula cerca del río Suchiate el coyote ya
había quedado así con cada uno pero nadie sabía cuántos éramos
solo nos había dicho que había más gente de otros países. Emigré
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porque me separé de mi esposo que me pegaba mucho y violó a mi
niña mayor que tiene trece años, no es su papá pero sí el de mis
otros cuatro niños. Ella es producto de una violación que me hizo
un hermano de mi papá cuando yo tenía catorce años, mi familia
no quiso denunciarlo y así se quedó. Tengo veintidós años de edad.
Mi esposo tiene orden de captura pero se desapareció y ni su
familia sabe en dónde está. Me vine a buscar un futuro para mis
hijos porque no quiero que se queden analfabetas como yo, no
quiero que tengan la misma suerte por eso preferí dejarlos. Es bien
dura la vida cuando no se tiene estudio cualquiera se aprovecha de
la situación.
En la casa nos encadenaron de pies y manos y nos dijeron que
nuestra suerte había cambiado. Intentamos resistirnos cuando
llegamos pero no pudimos porque tenían a muchos hombres con
armas de fuego apuntándonos. Nos violaron a todos a hombres y
mujeres.
Nos tuvieron veinte días ahí y durante ese tiempo llegaban
hombres y les pagaban para poder violarnos, no estoy segura pero
creo que diez dólares por veinte minutos. Por los niños pagaban
más creo que treinta. Era un infierno eso porque los pobres niños
lloraban tanto y gritaban pero les tapaban la boca con pañuelos que
les amarraban.
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Solo un tiempo de comida al día nos daban que era un pan tieso y
un vaso de agua. Estábamos en la sala ahí nos tenían todo el
tiempo y cuando llegaban esos hombres nos mentían de dos en dos
en las habitaciones y ahí nos violaban, a los veinte minutos
entraban otros, nos rotaban pero siempre durante el día nos
violaban de diez a veinticinco hombres.
A los hombres también los vendían por ellos pagaban quince
dólares y los dejaban una hora con cada cliente, también
encadenados para que no hicieran nada.
Para ir al baño solo nos dejaban dos veces al día, una en la mañana
y otra en la noche. A los que ya tenían 20 días se los llevaban y los
cruzaban a Estados Unidos.
Cuando llegó nuestro turno ya había llegado otro grupo de unas
sesenta personas y ellas se quedaron en las mismas circunstancias
que nos tocó a nosotros. Nos subieron a carros de doble tracción y
en la frontera otro coyote nos cruzó, del lado de Estados Unidos ya
en Texas nos esperaba un grupo de polleros que nos subió a un
camión de mudanza y nos llevó a una casa-bodega.
Tres días nos estuvieron violando y después llamaron a nuestros
familiares para pedirles dos mil dólares más y les dijeron que si no
los tenían para el día siguiente nos iban a matar. El dinero tenían
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que llevarlo para el día de la entrega. De uno en uno nos iban
entregando.
A mí me esperaba un primo y me entregaron en el estacionamiento
de un centro comercial. De ahí viajamos en carro hasta Nueva
York.
Así llegué a Estados Unidos ya llevo seis meses viviendo aquí y
trabajo en una fábrica empacando cubiertos desechables. Me pagan
a seis dólares la hora y trabajo de doce a catorce horas dirías de
lunes a viernes y los fines de semana limpio oficinas ahí me pagan
a cinco dólares la hora, trabajo de ocho a once horas cada día.
Vivo en el apartamento de mi primo, ahí renta otra familia más. El
apartamento es de dos habitaciones cada familia tiene tres hijos y
usan un cuarto para cada una, comparten la sala y la cocina, yo
duermo en un sillón en la sala.
Estoy ahorrando para pagar el dinero que presté a mi primo para
poder llegar a Estados Unidos, son doce mil dólares eso costó la
cruzada. Estoy enviando dinero a mi mamá para la escuela de mis
hijos y sueño con comprarles una casita juntar para poner un
negocio y regresarme, estar aquí no es vida.
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CATALINA
Tiene 24 años de edad, es originaria de Jalapa, Guatemala.
Vive en el Estado de Texas, trabaja de mucama en un hotel.
Limpia de 18 a 21 habitaciones por día. Gana $6.25 por hora.
Indocumentada. Vive con su esposo y su hijo de 9 años de edad.
Su compañero es originario de Jutiapa, Guatemala.
Él cruzó la frontera en el año 2005. Llegó a Texas donde lo recibió
un primo hermano. Cruzó el río Bravo. Indocumentado. Trabaja
desde entonces en el oficio de albañilería. En el 2010 mandó a
traer a su hijo que en ese entonces tenía cinco años. Pagó la
cantidad de $9,000 por cruzarlo por la línea. –Línea llaman a las
cercanías de las fronteras donde se realiza el cruce vehicular entre
Estados Unidos y México-.
En el año 2012 mandó por Catalina su esposa desde que tenía ella
14 años de edad y él 20. El plan era que el coyote la llevara con
visa mexicana desde Tapachula hasta el Distrito Federal, irse en
autobús y allá contactar a otros coyotes para que la llevaran a la
frontera entre Tamaulipas y Texas. Cruzaría por Matamoros. No
obtuvo la visa y los planes tuvieron que reajustarse, se fueron
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pidiendo favores a pilotos de tráileres y lograron llegar sin novedad
hasta San Luis Potosí. Les tomó quince días desde que salieron de
Guatemala.
Hasta ahí llegó el coyote salvadoreño que la entregó a otro
contacto de una organización mexicana. Cobrarían $8,000 por
cruzarla hasta Texas, su esposo ya había pagado los $6,000
acordados con el coyote salvadoreño, el monto total había quedado
en la palabra de $14,000 entregada ella en Texas.
Las cosas cambiaron cuando Catalina quedó en manos del otro
coyote, inmediatamente fue llevada a una casa bodega donde la
separaron con otras mujeres que ya llevaban días ahí, por la noche
llegó otro grupo de coyotes con varias adolescentes, en la
madrugada fueron trasladadas a una casa de citas donde se les
obligó a tener relaciones sexuales con varios hombres. Fue le
principio de un infierno que duró 5 meses.
Se les inyectaba heroína y solo se les daba de comer una vez al día.
En la casa había un grupo de 19 mujeres la más pequeña era una
niña de 13 años y la mayor tenía 28. La Niña de 13 era la más
codiciada por la que cobraban a cada cliente la cantidad de 2,000
pesos mexicanos por 20 minutos con ella. La mantenían sedada y
acostaba en una cama amarrada de manos y piernas.
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Las otras eran obligadas a vestirse en minifaldas y zapatos de
tacón, no usaban blusas, solo sostén. Desfilaban frente a los
clientes quienes decidían a quién llevarse a la habitación. Por ellas
cobraban 500 pesos mexicanos por 20 minutos.
En la orgías eran obligadas a llenarse las fosas nasales con cocaína,
por la cantidad de 200 pesos ellos podían golpearlas.
Catalina y las mujeres fueron cambiadas de casas por lo menos en
quince ocasiones en los cinco meses que estuvo secuestrada. Al
mes de habérsele privado de su libertad los coyotes se contactaron
con su esposo y pidieron la cantidad de $15,000 dólares para
dejarla en libertad y con vida. Dieron de tiempo dos semanas para
recaudarlo.
Su esposo prestó el dinero con conocidos y pudo juntarlo sin
embargo a Catalina no la entregaron hasta cinco meses después.
Los días lunes las mujeres eran entregadas como día recreativo a
los guardias del lugar, quienes en todo momento demostraron ser
más abusadores que cualquier cliente. Las golpeaban con cinchos
mojados, las hincaban y el esperma se lo echaban en las narices
mientras otros las sujetaban de las manos, ellas no podían respirar,
se los hacían tragar por las fosas nasales.
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Fueron obligadas a practicar zoofilia y grabadas en videos que
fueron vendidos a los mismos clientes.
Entre las víctimas de trata con fines de explotación sexual con las
que estuvo en cautiverio durante cinco meses, Catalina conoció a
mujeres de toda Latinoamérica, también chinas, japonesas,
españolas y marroquíes. Las rotaban y cada tres semanas los
grupos eran distintos.
Algunas ya llevaban dos años ahí porque les eran más rentables
para el negocio que entregarlas a los familiares. Otras que fueron
secuestradas para el fin exclusivo de la explotación sexual no
tenían esperanza alguna en ser rescatadas.
A los cinco meses le comunicaron que sería entregada en Texas y
fue trasladada a Tamaulipas, cruzó por Matamoros y llegó a la
ciudad de Brownsville, Texas donde la recibió su esposo en el
estacionamiento de un centro comercial. Ahí terminó un infierno,
el más feroz, pero comenzaría otro, el de la reconstrucción de una
vida amancillada.
Catalina es adicta a la cocaína y heroína, no puede dormir un sola
noche de corrido, se despierta a deshoras a causa de las pesadillas
que la acorralan.
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Ha tenido dos intentos de suicidio en los que se ha cortado las
venas en los brazos. No soporta que su esposo la toque, ni siquiera
su hijo. La paranoia la persigue a todos lados. Están a punto del
divorcio. Ninguno de los dos quiere regresar a Guatemala.
Ensimismada y callada Catalina se levanta todos los días a las
cuatro de la mañana, prepara el desayuno de su esposo y su hijo, el
almuerzo suyo y de su esposo, a las seis en punto comienza su
rutina laboral que con regularidad termina a las ocho de la noche,
con horas extras que no son remuneradas como corresponde. Una
vida ultrajada en la frontera de la perversidad, una indocumentada
en el país de la falsa oportunidad. Una mujer mancillada que solo
quería soñar.
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MARTA
Marta de 18 años de edad. Viuda, madre de dos hijos .
Salvadoreña. Su pareja fue asesinada en un ajuste de cuentas entre
maras. Fue forzada a tener relaciones con el jefe de la mara de su
colonia cuando tenía catorce años y dada como regalo al segundo
al mando quien la tomó como pareja, Marta no pertenecía a la
mara y nunca estuvo involucrada en ninguna.
Sucedió con ella lo que generalmente pasa con las adolescentes
que viven en territorios marcados por estas pandillas. Donde
ninguna ley se respeta. Su familia fue amenazada de muerte si no
dejaban que se fuera a vivir él. Así fue como se convirtió en mamá
y dejó de estudiar para dedicarse a cuidar a sus hijos y a no salir de
su casa sin órdenes y vigilancia de su pareja quien la agredía física
y emocionalmente, en noches de fiestas la entregaba como
diversión sexual a sus amigos, Marta sin derecho a objeción alguna
tenía que cumplir o era torturada días enteros.
Cuando murió su pareja decidió emigrar y alejarse de ahí lo más
pronto posible, antes que sucediera lo habitual entre las normas
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internas de la mara: ser entregada a otro cabecilla que defendería el
honor de la hombría del compañero que murió.
A sus dos hijos de cinco y tres años de edad los dejó a cargo de su
madre y se fue con lo del pasaje. En una mochila echó dos mudas
de ropa, una chamarra, un litro de suero, dos naranjas y una
fotografía familiar. El día que encontraron su cuerpo en las vías del
tren en las cercanías de Ixtepec, Oaxaca la mochila no estaba con
ella.
Unos meses antes un grupo de hombres armados que se cubrían los
rostros con gorros pasamontañas asaltó el tren, de
aproximadamente mil migrantes que viajaban en el lomo de veinte
furgones fueron secuestrados alrededor de ochenta. Varios heridos
de bala, otros golpeados con bates de béisbol. Murieron alrededor
de quince que cayeron de la altura de los furgones ya con el tiro de
gracia en la cabeza.
A las mujeres las abusaron sexualmente ahí mismo y a las niñas y
adolescentes se las llevaron en grupo separado al de los hombres.
Las llevaron a una bodega en las afueras de Oaxaca donde las
explotaron sexualmente.
Entre los capos de la localidad se juegan partidas de baraja en las
que apuestan fuertes sumas de dinero, con la modalidad de que
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cada jugador se tiene que bajar los pantalones, debajo de la mesa
están niñas y adolescentes realizándoles sexo oral mientras ellos
juegan, quien pierda la concentración debido al goce del sexo oral
será silenciado con un tiro de gracia.
Al finalizar la partida de baraja las niñas son abusadas sexualmente
por los guardaespaldas de los capos que las toman una para tres:
uno vaginal, otro anal y el tercero mientras espera para penetrarla
ella le realiza sexo oral. Tienen derecho a golpearlas con cualquier
objeto y a la mayoría la inyectan con sustancias que utilizan en las
veterinarias para que le provoque ligeramente excitación sexual.
Marta no fue la excepción la tuvieron durante tres meses en esa
bodega junto a treinta niñas más, después las rotaron de ese lugar
fueron llevadas a una casa en las cercanías de la central de abastos
donde atendían cada una a un promedio de cuarenta hombres
diariamente.
Varias de las niñas, adolescentes y mujeres mientras son abusadas
sexualmente por clientes de las casas en donde las tienen
secuestradas, sufren de heridas internas, las contagian de
enfermedades venéreas, a la mayoría le toca lidiar con el SIDA.
A Marta un despiadado le cortó la vagina con una navaja uniéndola
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en canal con el recto, por esta fantasía él pagó al encargado del
negocio quinientos dólares y pagó cien dólares extras por
cercenarle un pezón, esa misma madrugada un veterinario la zurció
sin anestesia alguna, no la dejaron recuperarse de la herida y a los
días fue obligada a trabajar nuevamente, lo que le ocasionó una
infección que le supuró durante una semana, tiempo en el cual el
encargado de la casa decidió eliminar el problema de raíz, una niña
enferma no le ocuparía una cama y comida sin desquitarlas.
En la madrugada fue estrangulada y metida en una bolsa negra,
unos migrantes que esperaban en las cercanías de la línea del tren
vieron acercarse un vehículo de doble tracción con vidrios
poralizados, desde donde lanzaron una bolsa negra que cayó sobre
la ferrovía.
Adentro encontraron el cuerpo desnudo de una adolescente, con la
herida aun fresca en uno de sus pezones y en la vagina. No tenía
ningún documento de identificación, las autoridades dedujeron que
por estar en las vías se trataba de una migrante indocumentada por
lo cual no hicieron ningún tipo de investigación rutinaria y
decidieron ese mismo día enterrarla en las fosas clandestinas de
algún cementerio de la localidad. En alguna fosa clandestina donde
nadie nunca la encontrará.
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CHARITO
Charito tiene trece años es originaria de Nicaragua. Sus padres que
emigraron hacia Estados Unidos cuando ella tenía cinco años de
edad, contactaron a un pollero para que la llevara clandestinamente
desde Nicaragua hasta ese país, acordaron pagar la cantidad de
diez mil dólares, la primera mitad fue enviada en remesa desde
Nueva York, la otra sería enviada en la misma forma cuando
Charito fuera entregada en la puerta del apartamento que alquilan
sus padres.
El pollero arregló pagarle a traileros para que la escondieran en los
camarotes a la hora de pasar las fronteras de los países
centroamericanos, el pago no sería en efectivo tal como se lo
había prometido a Charito sino ella misma servida en la cama del
cabezal, lo entendió así cuando el primer hombre la forzó y la
abrió de piernas. Éste tenía aproximadamente cincuenta años de
edad.
Llegaron a Tapachula.
Ahí abordaron como pudieron el Tren de la Muerte y a la altura
del poblado llamado Medias Aguas fueron asaltados por un
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comando de policías, éstos hicieron detener el tren para una
revisión de rutina, es lo que recuerda que dijeron cuando los
migrantes preguntaron por qué se detuvo La Bestia. Eran
alrededor de sesenta uniformados e identificados como policía
federal y bajaron a los migrantes a punta de pistola, los
golpearon con bates, a muchos les quebraron las extremidades.
Charito recuerda que vio cómo las vísceras salían de los
estómagos partidos en dos por policías que de un machetazo
lanzaron a los migrantes sobre las vías.
Estaba oscuro ya era de noche a las mujeres las violaron ahí mismo
en el monte, sobre las vías y a otras en los vagones. A varios
hombres de un filazo les cortaron el cuello y se reían y los
insultaban, les decían que por qué andaban invadiendo territorio
que no era de ellos, que se regresaran a sus países.
Escogieron alrededor de cincuenta migrantes, los más fuertes y lo
más jóvenes y se los entregaron a otros grupos de hombres
vestidos de negro que llegaron en camiones.
A las niñas y adolescentes se las llevaron los policías, entre ellas
Charito que fue ultrajada durante tres semanas en las cárceles
de una comisaría, no sabe en qué poblado.
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Ahí en una celda tuvieron a veinticinco mujeres hacinadas y a
todas las violentaron los policías que estaban de turno. A la cuarta
semana las subieron a un autobús de la policía y las trasladaron de
estación donde también fueron violentadas sexualmente por otros
policías, durante diez días. Nunca firmaron ningún papel ni se
registraron sus entradas ni salidas de las estaciones policiales.
El tercer traslado se hizo de Estado y fueron a parar a una cárcel
de Querétaro, en donde tampoco se registró movimiento alguno de
las niñas y adolescentes migrantes. A las mujeres adultas las
separaron de celda y se las entregaron a otro grupo de hombres
vestidos de negro que entraron y las sacaron arrastradas del
cabello.
En esa cárcel, recuerda que las hicieron vestirse con faldas cortas,
les llevaron zapatos de tacón y pinturas, las obligaron a salir al
patio en donde se encontraban hombres vestidos de
particular esperando a que desfilaran para escoger a cuál llevarse.
Charito recuerda que había niñas de ocho años de edad, que
lloraban porque también iban en el tren que asaltaron en otro
poblado y que también habían sido macheteados y balaceados
varios migrantes entre ellos los coyotes que las llevaban.
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Los policías las daban en alquiler durante tres días por cinco mil
pesos y las tenían que regresar antes de las doce de la noche o el
cliente pagaba una multa de tres mil.
Muchas regresaban golpeadas, con cortadas de navaja en el rostro,
en los brazos, con moretones en todos lados. Charito también fue
alquilaba a un hombre de cuarenta años de edad que la ató de
piernas y manos en una cama y la violentó sexualmente junto a
cuatro hombres más, dos días y dos noches, al tercer día la desató y
la puso a limpiar su casa, por la noche la volvió a ultrajar antes de
irla a dejar a la cárcel.
Recuerda que no podía caminar de tanto dolor en medio de las
piernas, no había comido, en la cárcel tampoco les daban comida,
solo un vaso de agua y un pan frío dos veces al día.
Estuvo ahí dos meses y cada tres días eran alquiladas y
devueltas. Cinco no regresaron, aparecieron muertas y mutiladas
en un vertedero de basura. No salió en ningún noticiero, no se
supo qué hicieron con sus cuerpos las autoridades.
Una noche las sacaron a todas juntas y las subieron en un camión,
las lanzaron al suelo y les tiraron una lona encima, no sabe cuánto
tiempo estuvieron en carretera pero de pronto de detuvieron y las
bajaron a golpes, desde arriba las lanzaron y cayeron en las
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cercanías de la línea del tren en los alrededores de Veracruz. Las
amenazaron que si contaban algo de lo sucedido las matarían.
Amaneció y lograron llamar por teléfono a sus casas, con ayuda
de vecinas y vecinos del poblado, así supo que el coyote la estaba
buscando en Veracruz y que había dejado un número en dónde lo
podía localizar, se reencontró con éste y volvieron a abordar el
tren una y otra vez hasta llegar a Sonora. La entregó a otro
coyote que la cruzó junto a otras sesenta personas por el desierto,
llegaron a tierra estadounidense por el lado de Douglas, Arizona.
Otro coyote la condujo en su automóvil junto a dos migrantes más,
que iban hacia Nueva Jersey. Como última pasajera bajó Charito
frente al edificio en donde alquilan un apartamento sus padres.
Se reencontró con ellos y conoció a sus dos hermanos que nacieron
en Estados Unidos. Le hablan en inglés y no entienden español.
No le gusta el país y aunque quiere a sus papás y los extrañó
durante los años que estuvieron separados, está pensando en
regresarse a Nicaragua de donde dice, nunca debió de haber salido.
Es una adolescente que sufre de ansiedad, no logra dormir por las
noches, no sale del apartamento ni para ir a la escuela, conversa
muy poco con sus padres, son dos desconocidos a los que no les
tiene confianza. Cuida a sus hermanos pues ambos trabajan todo el
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día. Extraña a su abuela materna y a la tía Tula, a quien
acompañaba todas las tardes al molino cuando iban a hacer la
masa y regresaban caminando por toda la orilla de la calle
empolvada de su natal Jinotega. De su natal Jinotega.
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NAYARA
Nos cogieron ahí en el carro, a la fuerza. Yo iba saliendo de la
iglesia, el culto termina a las nueve de la noche y me acababa de
despedir de mis amigas, iba sola para la casa ya quedaba poco
como medio kilómetro, esa noche no pudo ir mi mamá porque uno
de mis hermanos tenía paperas y no lo quería dejar solo.
Mi papá nos abandonó cuando se enamoró de otra mujer y formó
otra familia.
Apareció un carro con vidrios poralizados y medio se detuvo y
bajaron cuatro hombres, me taparon la boca y me subieron al carro,
no me dio tiempo ni de correr ni de gritar cuando sentí ya los tenía
ahí y me manearon. En el carro había dos niñas más que las tenían
acostadas en el suelo y ellos con los pies puestos en sus espaldas,
sobre ellas me tiraron a mí. Nos dijeron que no gritáramos o que
nos iban a golpear y no querían hacerlo.
Fue un trayecto largo no sé qué camino tomaron porque no podía
ver, las tres llorábamos y teníamos miedo. Se detuvo de pronto y
escuchamos que conversaban con otros hombres que se subieron al
carro, era una camioneta Suburban de esas grandes. En sillón a
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cada una nos tiraron y nos cogieron por atrás y por adelante, todas
gritábamos de dolor entonces nos abofetearon para que no lo
siguiéramos haciendo y nos dijeron que nos iban a golpear más si
seguíamos gritando como niñas caprichosas. Yo tenía recién doce
años cumplidos era virgen como las otras dos niñas que estaban en
el carro aquella noche. Nos desgarraron todas, yo duré dos
semanas llorando del dolor porque ni orinar podía. Quienes nos
violaron se fueron y volvieron a subir los hombres que iban de
principio con nosotras.
Nos llevaron a una casa grande con muchas habitaciones, tenía
piscina y también varias empleadas del servicio doméstico, era
como esas mansiones que salen en las telenovelas. Nos metieron
en un cuarto muy bonito pero sin ventanas, tenía alfombra y cuatro
camas, nos dijeron que nos bañáramos porque pronto el jefe quería
vernos y teníamos que estar presentables, nos dieron toallas,
champó y jabón.
No podíamos ni sostenernos en pie por el dolor, en el carro nos
violaron dos hombres a cada una, dijeron que querían probar si la
mercancía estaba en buenas condiciones, mientras nos cogían
decían que estábamos apretaditas y que así era como le gustaban al
jefe.
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Nos bañamos porque teníamos miedo que nos siguieran pegando,
después entró una mujer que para mi sorpresa conocía, era una
muchacha que tenía apenas dos meses de estar asistiendo a la
iglesia, no era de la colonia decía que iba a visitar a un familiar y
que le gustaba ir al culto porque el sermón del pastor era muy
interesante. Resultó que también las otras dos niñas la conocían
por las mismas circunstancias ahí me enteré que también las
secuestraron saliendo de sus iglesias. La mujer se presentó como la
encargada de pintarnos y vestirnos para presentarnos con el jefe,
nos dijo que no llorábamos porque nos íbamos a ser ricas si
hacíamos bien las cosas, ella fue la que nos vigiló durante el
tiempo que asistió al a iglesia y dio nuestros datos a quienes nos
secuestraron. Llegó el jefe, un hombre como de cincuenta años
muy elegante y hablaba muy bonito, era alto, tenía ojos azules y
cabello rubio, fumaba un puro.
Nos habló muy suave y con cariño. Nos dijo que era nuestra
oportunidad de salir de pobres pero que si nos atrevíamos a
denunciar ellos matarían a nuestra familia, nos sentaron en las
camas y nos mostraron fotografías de nuestras familias, de nuestras
casas y hasta de nuestras amigas. Nos explicaron que nuestro
trabajo era simple, nos darían un teléfono celular al cual nos
llamarían cada vez que un cliente quisiera cogernos y que un taxi
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estaría esperándonos afuera de nuestras casas para llevarnos y
traernos. Que no nos harían daño pero que si hablábamos de esto
con alguien más matarían a nuestras familias.
Nos dieron todas las indicaciones detenidamente, nos llevaron de
cenar. Antes de salir de la habitación el hombre al que le llamaban
jefe y que nos había hablado bonito, se transformó y nos jaló el
pelo y nos tiró al suelo y nos dijo que había hombres en
motocicletas vigilando nuestras casas las 24 horas del día, por si a
alguien se le ocurría salir a denunciar lo que pasaba nos matarían a
todos. Nos dijo que podíamos contar a nuestras familias porque de
todas formas ya sabían.
Nos pagarían doscientos dólares por cada vez que saliéramos con
un cliente y que teníamos que complacerlo en todo.
Durante toda la noche se escuchaban gritos de otras niñas a las que
estaban goleando y violando en otras habitaciones. A la mañana
siguiente en otro carro nos fueron a dejar a la puerta de nuestras
casas, el carro no tenía placas pero de nada me servía memorizarlas
porque tenían vigilada a mi familia.
Cuando llegué mi mamá estaba muy angustiada me dijo que un
grupo de hombres armados había entrado a la casa para decirle
que su hija estaba bien pero que estaba por iniciar un trabajo que
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les daría mucho dinero y que cualquier denuncia a las autoridades
los matarían a todos. Le conté lo que sucedió y no paraba de llorar,
cierto como dijeron ahí estaban los hombres. Por órdenes del jefe
no dejé de realizar mis actividades, nos dijo que teníamos que
actuar normal como si nada pasara.
A los tres días llegó la primera llamada y a los 20 minutos ahí
estaba el taxi esperándome, me dieron ropa, zapatos, lociones y
preservativos . Ahí en el taxi me cambié y me dijo el conductor
que en baúl había más cosas para que me las llevara a mi casa
porque tenía que estar elegante para cada cliente.
Esa primera noche me llevó el taxista a una casa muy elegante,
estaba un hombre esperándome con una copa de vino que me tuve
que tomar, nunca había ingerido alcohol pero me tocó porque
cualquier negación de mi parte era poner en peligro a mi
familia. Me dijo que no estaba su esposa ni sus hijos en su casa
porque andaban de vacaciones por Europa y que la noche era toda
nuestra, me violó varias veces y no pude hacer nada más que
dejarme y no poner las cosas más difíciles de lo que estaban.
Me dio mil quinientos dólares en un sobre. El taxista me fue a
recoger en la madrugada. Tomé los doscientos de mi pago, le di los
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cincuenta correspondientes al conductor y envié con él, el resto al
jefe.
Durante tres años estuve así, saliendo cuatro o cinco noches por
semana. Algunas veces eran clientes solos, en otras eran fiestas:
cumpleaños, despedidas de soltero, graduaciones, partidos de
fútbol que veían en casas privadas y nos llevaban para que nos
desnudáramos y les sirviéramos las bebidas, les
chupábamos mientras miraban el juego y después nos cogían.
Cuando era así siempre nos tocaba que nos violaron tres, uno por
adelante, otro por atrás y al tercero le teníamos que chupar
mientras llegaba su turno.
Cada tres meses nos llevaban a chequeo médico a una clínica en el
centro de la ciudad, íbamos en la noche cuando ya estaba cerrado
el edificio de oficinas para que no nos vieran entrar a todas juntas,
solo estaba el doctor y un enfermera. Querían que estuviéramos
limpias de cualquier enfermedad porque había clientes que exigían
y pagaban más cuando no se usaba preservativo. A ellos les
encantaba que nos tragáramos el semen.
Claro que pensé en salir de ahí y denunciar pero era imposible, es
una red que está aliada con la policía y todas las autoridades, de
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nada sirve denunciar. Una vez intenté decirle a uno de los clientes
que estaba ahí obligada y que por favor me ayudara, me dijo que
me ayudaría pero lo que hizo fue decirle a mi jefe y éste me golpeó
tan fuerte que me dejó en cama dos semanas y a uno de mis
hermanos, el hombre que nos vigilaba en la motocicleta, le
quebró un hueso de una pierna con un bate, eso solo como aviso.
Un día una de las chicas del grupo ya no aguantó y se fue a poner
la denuncia al Ministerio Público pero de nada le sirvió porque de
ahí mismo le avisaron al jefe de la organización que una de sus
putas se había quejado, fue terrible le mataron a toda la familia
descuartizada y ella nunca apareció ni viva ni muerta.
Yo tampoco ya no aguanté y con lo que habíamos ahorrado con mi
mamá de los pagos que me daban en dólares pagamos a unos de la
mara 13, para que con capuchas puestas golpearan a los dos tipos
de las motos que rondaban la casa. Porque desde que me quejé con
el cliente, mi jefe puso dos vigilantes en mi casa.
Les pagamos muy bien y los golpearon tanto que los dejaron
inconscientes esa noche salimos de la casa y del país. Mi familia
cruzó hacia otro país que prefiero no mencionar el nombre por su
seguridad. Y estoy trabajando duro para mandarlos a traer, tiene
que ser de forma indocumentada porque sus nombres están
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fichados por la organización y si van a sacar pasaporte o visa no
pueden porque ahí darán con ellos y seguro que los matan.
Pagué a un coyote para que me pasara hacia Estados Unidos, mi
mamá desde El Salvador llamó por teléfono a una amiga suya
que vivía en Estados Unidos y ella le dijo que con gusto me
recibía.
Todo iba bien hasta que el coyote me entregó a otro mexicano que
era el que me iba a cruzar por el lado de Ciudad Juárez.
Ahí en la casa donde me tuvieron durante tres días violaron cinco,
todos coyotes y por más que les pedí que usaran condón no
quisieron, no me opuse, qué me iba andar oponiendo si me iba a
doler más y encima iba a terminar desfigurada de la cara de tanto
golpe. Sí me cruzaron y logré llegar a Estados Unidos, pero me
tocó pagar el doble porque pidieron rescate de lo contrario dijeron
que me iban a matar. La amiga de mi mamá pagó dos mil dólares
más, en total me salió en doce mil dólares la cruzada de México a
Estados Unidos.
A las semanas cuando ya no me bajó mi regla me di cuenta que
estaba embarazada, lo perdí cuando tenía dos meses, se me vino
cuando me caí de unas escaleras en un edificio cuando lo
andábamos limpiando.
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Tengo 16 años de edad y vivo en casa de la amiga de mi mamá,
trabajo en una compañía de limpieza, entramos a las cinco de la
mañana y salimos a las ocho de la noche. Me pagan a seis dólares
la hora. Trabajamos los siete días de la semana. Limpiamos
apartamentos, casas y oficinas.
Tengo un año viviendo en Estados Unidos. En principio pensé
mandarlos a traer, reunir dinero y que pagaran un coyote que los
cruzara, pero después de lo que viví en la frontera no quiero
arriesgarlos, que se queden en donde están, algún día nos vamos a
volver a reencontrar, sino pues no importa, yo prefiero que nunca
nos volvamos a ver y saber que están bien, a que los hayan
secuestrado en la frontera o matado ahí mismo.
No, a El Salvador no pensamos volver ni mi familia ni yo, lo que
queremos es olvidar lo que vivimos ahí. Aquí no es como la gente
cree, aquí también estamos encarcelados, sin documentos no
podemos hacer nada. Nos explotan mire que gano menos del
salario mínimo y trabajamos tantas horas y sin derecho a quejarnos
porque nos despiden y hasta la migra nos echan. Pero me conformo
porque desde aquí puedo ayudar a mi familia a que salga adelante.
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ISAURA
A nosotras nos engañaron porque nos dijeron que íbamos ir a
trabajar de meseras en varios restaurantes de
Guadalajara pensamos que teníamos todo arreglado porque quien
nos contrató nos dijo que viviríamos en una pensión todas juntas
ya hasta el pago quincenal teníamos resuelto.
Fue una mujer la que nos contrató. Sí, con ella firmamos el
contrato y arreglamos lo de los honorarios y la forma de viajar, lo
hicimos con visas pero no con nuestros nombres, no sé cómo ella
arregló eso con la embajada pero la cosa es que los pasaportes y
visas no tenían nuestros nombres reales, no fuimos a firmar nada a
ningún lugar, ella llegó de una vez con los pasaportes y las visas en
las manos y nos las entregó el mero día que viajamos. Viajamos en
autobús. Y en los pasaportes aparecíamos como mayores de edad.
De aquí del pueblo nos fuimos diez, todas menores de edad la más
pequeña tenía catorce y la mayor estaba por cumplir los 18,
somos del occidente de Guatemala.
También viajaron con nosotras otras de la capital menores de
edad, cuatro de ellas eran mamás solteras, a Florencia recuerdo
que contó que la había violado un ex novio de la mara Salvatrucha,
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se enojó cuando terminó la relación con él y en venganza la violó
con cuatro amigos más, ella no sabe de quién es el hijo.
Marisol que era de allá pegado a la salida yendo para el Irtra de
Aguas Calientes una noche nos contó que su hermano mayor la
había violado y que aparte le cortó un pezón con la punta del
machete, por eso le daba vergüenza que la miráramos desnuda, la
embarazó y cuando nació la niña se la dejó a su mamá y se fue a
trabajar con nosotras.
Todas pensábamos que íbamos a trabajar de meseras, en ningún
momento se nos pasó por la mente que nos iban a prostituir. Adela
lloraba tanto porque tenía dos niñas y las dejó con su mamá, ella sí
se había juntado con un hombre pero él le pagaba mucho y decidió
dejarlo y buscar trabajo en otro lugar. Mire que bien engañadas nos
hicieron porque decidimos irnos porque la paga era buena, mejor
de lo que podíamos ganar en Guatemala trabajando de sirvientas
en casa privada. La mayoría de nosotras no había terminado la
primaria.
En total nos fuimos 30. Llegamos sin novedad a Guadalajara pero
el infierno encontramos cuando en lugar de llevarnos a la
pensión que nos había dicho la mujer que nos contrató, fuimos a
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dar a un bar de esos en donde bailan las mujeres desnudas y se
prostituyen.
Un grupo de hombres armados nos salió a encontrar y rodearon el
bus, en ese momento cambió por completo la mujer que nos había
contratado y dio el mando a un hombre que entró al autobús y nos
gritó, nos dijo que las reglas del juego habían cambiado y que si
nos portábamos bien podríamos trabajar para pagar nuestro rescate
porque desde ese instante estábamos secuestradas, nos dijo
que éste era de cincuenta mil dólares por cada una. Nos dijo que la
forma de pagarlo sería trabajando de putas.
Nos sacaron a todas a empujones y nos metieron en el lugar ese,
nos metieron a un cuarto en el sótano donde habían más de
cuarenta mujeres de varios países, unas drogadas, otras tomadas,
unas heridas en las piernas. Después supimos que los clientes las
golpeaban y así mismo nos tocó a nosotras.
Después de que nos metieron al cuarto entraron los mismos
hombres armados, eran tantos que no los pude contar, a cada una
nos agarraban entre cuatro: uno de los brazos, dos nos separaban
las piernas y el tercero nos violaba, luego se turnaban, a las treinta
que llegamos nos hicieron perder el conocimiento de tantos que
nos violaron, por adelante y por atrás.
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Nos despertaron al siguiente día dándonos cachetadas,
pateándonos y jalándonos el pelo. Nos mandaron a bañar y nos
dieron un par de zapatos de tacón alto a cada una, una minifalda y
blusas de escote, un pintalabios rojo para todas y un peine. Nos
dijeron que una hora nos querían listas porque ya iban a abrir el
lugar y que los clientes empezarían a llegar.
Así vivimos cinco años, setenta mujeres en un sótano. No
podíamos dormir porque no había espacio para acostarnos,
dormíamos en el suelo no había un solo mueble en la habitación.
Dos veces por día nos daban comida. Frijoles y arroz, un vaso de
agua. También cuando estábamos con nuestro período menstrual
trabajábamos, de lunes a domingo y el mínimo de clientes por día
por cada una era de veinte.
Cobrábamos quinientos pesos por cada vez, pero el dinero lo
pagaban los clientes al hombre que estaba en caja cobrando, a
nosotras él nos entregaba una ficha de plástico, al final de la noche
contábamos las fichas y era la cantidad de hombres con los
que nos habíamos acostado y era el pago que obtendríamos, que
nunca nos dieron porque nos decían que lo estaban guardando
porque era para que pagáramos nuestro rescate. Los clientes nos
golpeaban, nos agarraban como querían y no nos podíamos quejar
con el dueño del lugar porque nos decía que para eso éramos putas,
para cumplir con los deseos del cliente.
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Nos comenzaron a drogar a la fuerza, por cada trago que comprara
un cliente nos daban un porcentaje pero nunca lo vimos. A todas
las que estábamos ahí nos tenían a la fuerza. La mujeres
europeas hablaban muy poco español, a ellas también las
engañaron y las secuestraron, sus propios esposos que las
vendieron a organizaciones de trata de mujeres, a otras también las
enganchó una mujer que les ofreció trabajo en Estados Unidos.
A muchas nos embarazaron ahí mismo porque no se nos permitía
usar preservativo porque a los clientes no les gustaba, cuando
salíamos embarazadas llegaba un doctor que nos inyectaba y nos
hacía abortar. Yo resulté cuatro veces. Varias se intentaron
suicidar con sobredosis de droga pero nunca pudieron, entonces los
hombres que nos custodiaban se enteraban y las golpeaban y las
violaban entre todos y las dejaban inconscientes.
Cada mes nos violaban todos, se orinaban encima de nosotras, nos
hacían tragar el semen, nos lo echaban en la cara. Como en unas
cinco ocasiones llevaron perros y nos forzaron a tener sexo con los
animales, ellos grababan en video y se reían de nosotras, los videos
los vendían a los mismos clientes. No sé cómo hacían pero seguido
llevaban niñas que no pasaban de los ocho años de edad, las
escuchábamos gritar cuando las violaban los clientes, por ellas
pagaban en dólares. Siempre eran distintas, no nos dejaban hablar
con ellas, las rotaban seguido, cada dos semanas llegaban otras.
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La mujer que nos cocinaba era la mamá de uno de los hombres que
cuidaba el lugar, a esa mujer le debemos la vida. Se armó de valor.
Nos contó que a ella también la habían violado cuando era niña y
que su hijo era producto de eso y que no sabía quién era el
padre, porque fue saliendo de la escuela cuando la agarraron unos
tipos y la violaron en un callejón, su mamá la echó de la casa y fue
así que emigró a la ciudad.
No, no podíamos denunciar que nos tenían secuestradas porque los
clientes mismos les contaban a los dueños del lugar y estos en
castigo nos pegaban con cinchos y nos violaban entre todos, nos
dejaban hasta una semana sin comer.
La misma policía estaba de acuerdo porque eran clientes fijos del
lugar y no pagaban por nuestro servicio y tenían las mujeres que
querían. Pedían cinco mujeres para cada uno, qué hacían con
cinco mujeres, nada. Era la pura perversidad de creerse machos,
sacaban polvo blanco y se lo mentían en la nariz y nos obligaban a
nosotras también.
Pasamos muchos meses hablando con la señora que cocinaba la
comida, doña Carmen. Resulta que el dueño del bar debía ya varios
favores a ciertos grupos de la mafia y lo andaban buscando para
matarlo. Ella los contactó y dio el paradero suyo pero con la
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condición de que nos dejaran libres, los de la mafia cumplieron su
palabra, eran del mismo pueblo de donde era ella y por ser
paisanos le hicieron el favor de no matarnos o de secuestrarnos.
Muchos de ellos eran hijos de amigas de la infancia. Eso ayudó
mucho. Y logró que un día en el cambio de turno de la guardia del
bar, éste fuera asaltado por un grupo de hombres armados
que mataron a los custodios y nos rescataron.
Nos dieron la calle, salimos corriendo así como estábamos, a las
drogadas las arrastramos por los brazos pero no dejamos a
ninguna. Doña Carmen nos consiguió un lugar en donde
escondernos mientras pasaban las averiguaciones.
En los periódicos no salió nada. La noticia no fue cubierta porque
dentro del lugar se encontraban muchos jefes de la policía a
quienes mataron, también gente de gobierno y periodistas que
lograron escapar.
Lo más doloroso es que a la mayoría nos rechazó nuestra familia,
cuando llamamos por teléfono para decir que estábamos bien y
contar lo que nos había pasado nos dijeron que no nos querían
volver a ver porque nos habíamos hecho putas. Que no nos creían
una sola palabra.
Yo ya no regresé a Guatemala, muchas decidimos cruzar hacia
Estados Unidos de mojadas, a todas se nos había terminado la vida
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ahí en ese infierno. Las mexicanas regresaron a sus casas pero
también las rechazaron, con muchas europeas no sé qué pasó
porque yo decidí cruzar hacia Estados Unidos lo más pronto
posible.
Trabajo en una fábrica donde empacan verdura, gano a seis dólares
la hora que es menos del salario mínimo. Alquilamos una casa con
las quince que cruzamos, somos nuestra única familia, unas
trabajan limpiando casas, otras lavando platos en restaurantes.
Ellas aun no se atreven a hablar de lo que vivieron, todas sufrimos
de ansiedad, no podemos dormir, nos sentimos perseguidas,
pensamos que en cualquier momento nos secuestrarán, no
podemos estar cerca de los hombres sin sentirnos intimidadas, nos
cuesta mucho la convivencia, pero dentro de nosotras hemos
formado una familia. Nos apoyamos las unas a las otras, hay una
maestra de inglés que llega a darnos clases a la casa gratuitamente,
porque muchas de mis amigas no se atreven a ir a la escuela y
compartir con más personas.
Estamos vivas. Muchas han muerto en esos lugares.
Hemos escuchado de la celebración del Día de Acción de
Gracias, es el primero que vamos a pasar aquí , trabajaremos ese
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día pero en la noche cocinaremos comida de nuestros países y a
agradecer que logramos salir de ese infierno.
Pero no solo a nosotras nos han pasado desgracias, en la fábrica en
donde trabajo hay una mujer salvadoreña a la que violaron los
coyotes que la cruzaron por el río Bravo, quedó embarazada y su
niña tiene ahora tres años. Va a llegar a pasar la noche con
nosotras, las europeas comerán por primera vez pupusas de
chicharrón, ellas hablaron de un jamón especial que harán
horneado. La bebida será un ponche de frutas.
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MARÍA JOSÉ
Eran cientos de personas las que se lanzaban sobre el tren en
marcha, yo también tenía que subirme pero no sabía cómo porque
me daba miedo caer en la vías y que me pasara encima.
Pasaban los vagones, cisternas y contenedores pero lo aconsejan a
uno a que se vaya en un vagón o en el techo de un contenedor
porque las cisternas son muy peligrosas de ahí se han caído
muchas personas y se han matado.
Crucé por el río Usumacinta a Tenosique, Tabasco. Soy
hondureña, viajamos en camioneta hasta el lado de el Petén,
Guatemala y de ahí cruzamos en una balsa. Pero solo pusimos los
pies en México y ya nos estaban pidiendo dinero los policías, las
otras personas que iban en mi grupo si pagaron pero yo solo tenía
lo de la comida de tres días y me lo quitaron y aparte me llevaron
para la patrulla y ahí se hizo de mí el jefe de los policías, me
obligó a que le hiciera sexo oral y también me agarró por atrás,
como si uno no sintiera dolor, piensan que gustoso está uno ahí de
espaldas, son unos perversos, viera cómo me decía, que nosotras
las centroamericanas eso íbamos a buscar a México
porque nuestros hombres no sirven.
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Me dijo que todas éramos una putas que íbamos para trabajar en
bares de ficheras. Le aseguro que así no agarran a sus esposas.
Me dejaron ir pero me dijeron que si decía algo me iban a meter
presa un año y que después me iban a mandar para mi país. Yo ya
sabía que esto podía pasar porque ya me lo habían contado algunas
que regresaron deportadas a mi colonia, por eso me puse la
inyección para no quedar embarazada si eso pasaba.
Tengo 16 años de edad y dejé a mi niño de cinco meses al cuidado
de mi abuela materna, es hijo de mi tío Juan hermano de mi
mamá él me violó y me dejó embarazada yo le conté
inmediatamente lo que sucedió a mis papás pero dijeron que la
culpa fue mía por andar de sometida, mi tío ya está casado tiene
cuatro hijas. Me dijeron que si decía algo me iban a echar de la
casa y cuando la gente preguntaba de quién estaba embarazada
ellos respondían que no sabían porque yo no quería contarles.
Tuve a mi niño y se lo dejé a mi abuela que me aconsejó que me
fuera e Estados Unidos para poder criarlo. Yo lo quiero es mi hijo,
sangre de mi sangre, lo viera es bien galán, hermoso, pesó
casi nueve libras y se parece a mi mamá. Lo he visto en fotos.
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No, yo no estudiaba trabajaba en una maquila cortando los ruedos
de pantalones de lona. Solo saqué la primaria. La verdad nunca
pensé en ir a la universidad esas voladas son para otro tipo de
gente no para uno que es pelado usted, a uno le toca ver de dónde
consigue para comer y pagar la luz y el agua para que no se la
corten.
Sí, a mi niño si quiero mandarlo a estudiar porque quiero que no se
quede bruto como su mamá, que sea doctor o lo que él escoja pero
a mí me gustaría que fuera doctor, tan elegantes que se miran con
sus batas blancas.
Bien, me dolió dejarlo pues si es mi hijo pero desde que me dejó
en cinta mi tío mi familia solo peleando conmigo se mantenía, mi
mamá pegándome porque decía que por caliente me había pasado,
que mi tío pobrecito porque se vio obligado como hombre a
hacerme el mal. Yo ya no podía vivir así y decidí irme mejor.
Fue muy difícil decidirme a saltar porque el tren iba muy rápido
pero si no lo hacía me quedaba ahí y yo lo que quería era llegar a
Maryland ahí vive una tía que es hermana de mi mamá. Después
de que se hizo de mí el policía no podía caminar y me avisaron de
un albergue para migrantes ahí me atendieron y me dieron
medicina para el dolor, viera usted qué gente tan bendecida es esa
que se quita el bocado de la boca para dárselo a desconocidos. No
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solo yo era la violada había varias que también violaron en el
tren porque lo asaltaron unos encapuchados que decían que eran
de los Zetas. Les pidieron una cantidad de dinero en dólares y
como no tenían dicen que tiraron a unos del tren y a otros los
mataron con machetes. Yo vi a dos hombres sin piernas porque se
las quitó el tren cuando cayeron en las vías, cállese usted es una
salación esa.
Viene uno a penar a otra tierra usted por la necesidad, si uno
tuviera qué comer no se moviera de su país. Aunque mire yo
tenía qué comer la verdad aunque sea tortilla y sal pero mi
corazón no podía con tanto dolor, con tanto maltrato y humillación,
me tocaba ver a mi tío cuando llegaba con su familia a visitar a mis
papás y la esposa también supo lo que me hizo y me dejó de
hablar, también me echó la culpa.
En eso unas muchachas me contaron que iban a agarrar camino y
me vino con ellas, nos venimos con lo del pasaje nada más para
llegar a la frontera de Guatemala con México de ahí pensamos
trabajar aunque sea recogiendo basura en los locales para irla
pasando pero todas estábamos decididas de irnos. Unas tenían más
dinero que otras y todas más que yo definitivamente por eso me
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agarró el policía solo a mí, a ellas ya no las vi porque se subieron
en el tren.
Si ya uno en tierra ajena no tiene amigos usted mire ellas se fueron
y no me esperaron y eso que son de la misma colonia en donde yo
vivo allá en Honduras, no sé qué fue de ellas la verdad ojalá estén
bien y no las hayan secuestrado o se hayan quedado por
ahí ahogadas en el río Bravo.
Me armé de valor y me tiré decidida apenas logré casarme mire
usted que si no es por un hombre que me agarra del pelo le digo
que me hubiera caído sobre las vías, él me subió y me encajó en la
escalera. Yo temblaba asustada viendo aquel volado y a aquel
gentío usted tirándose como desesperados. Me partió el alma ver a
tanta criaturita sola, niñas de seis años solitas iban.
La salación nos cayó después entrando a Tamaulipas ahí cuando el
tren se detuvo ya nos estaban esperando hombres vestidos de negro
bien armados con pistolas y machetes, cállese usted por dios
también los acompañaban policías y soldados los infelices estaban
de acuerdo, se nos dejaron venir con todo y nosotros empezamos a
saltar de los vagones y a salir corriendo entre las vías, unos
agarraban para el monte mire usted y del monte salían más policías
y soldados, la verdad muchos lograron escapar porque éramos
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cientos pero a otros nos tocó la mala suerte. Llevábamos tres días
sin comer y llevando sol y aguantando frío, nos llovió un día
entero, ensopados nos agarraron.
Yo me imaginé lo que nos iban a hacer y pensé en mi niño en que
saber si lo volvería a ver y que yo iba a quedar ahí sin nadie que
me fuera a reconocer y sin entierro y lejos de mi casa. A muchos
hombres les cortaron las manos porque no tenían dinero para pagar
los cien dólares que pedían los hombres de negro que decían que
eran del Cartel del Golfo , ahí mire policías y soldados revueltos,
todos golpeando con las cachas de las pistolas los pómulos de los
migrantes, tronaban los huesos cuando se los quebraban.
Los dijeron que vivos no nos iban a dejar, a quien pagaba no le
tocaban un pelo y lo dejaban ir pero a quien no tenía se le iban con
todo. Nos violaron parejo a hombres y a mujeres, a los hombres
los pusieron a gatas y los hicieron bajarse los pantalones, también
los obligaron a que les chuparan sus cosas, los obligaron a tragarse
el semen de ellos, y después les daban un balazo en la frente. A
otros los violaban y de último les metían atrás un chile jalapeño
partido a la mitad y les decían que eso era para que no olvidaran
qué picante era el chile de los mexicanos. Imagínese usted
cargaban bolsas de chiles, son unos malditos.
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A nosotras yo no sé qué fue lo que nos salvó la verdad porque
también nos violaron, yo perdí el sentido porque fueron muchos,
cuando desperté estaba ensangrentada y ya era de noche, estaba
tirada en el monte habíamos varias ahí y no nos pudimos levantar,
cállese que las mujeres del pueblo nos ayudaron porque dijeron
que las autoridades en eso no se meten y que los bomberos no
ayudan y que nos hospitales lo que hacen cuando llega un migrante
así es que lo matan y lo van a enterrar como equis equis en las
fosas para no andar en investigaciones de ningún tipo.
Unas vecinas nos ayudaron y nos llevaron a sus casas y ahí
nos atendieron estudiantes de medicina que colaboran con ellas, a
muchas de nosotras quienes las violaron les quebraron parte de los
huesos de la cadera, las niñas no sobrevivieron porque como no
daban de sí las desgajaron.
Mire mataron como a unas setenta personas esa noche y nada salió
en las noticias, ninguna autoridad se metió en nada. Los vecinos
del poblado lo que hicieron fue pedir permiso al velador del
cementerio y abrieron una fosa y ahí echaron los cuerpos que
cuentan no tenían manos, a otros les faltaban los ojos, unos
partidos en dos, muchos con balazo en la cabeza.
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A cinco nos llevaron a la misma casa y las cinco nos agarramos
una de la otra mire usted con fe, eran dos guatemaltecas una
salvadoreña y habíamos dos hondureñas. Nos quedamos ahí a
recuperarnos, nuestros familiares de Estados Unidos enviaron el
dinero para pagar el coyote que nos cruzó por el río Bravo. Los
mismos vecinos nos recomendaron el coyote que bien cabal el
hombre, no todos son malos usted.
Fuimos a dar Brownsville, Texas. A cada una de nosotras nos
llegaron a recoger nuestros parientes, el canje se hizo en el
estacionamiento de una lavandería en un centro comercial. Mi tía
no tiene documentos por eso no manejó hasta la frontera pero llegó
con un amigo suyo que le hizo el favor.
Tengo dos años viviendo aquí en Maryland trabajo en un hotel con
mi tía limpiamos las habitaciones me tocan 18 en total
diariamente más ocho baños de los que están en los pasillos, gano
el salario mínimo.
Quisiera mandar a traer a mi niño pero mire con lo que yo viví fue
suficiente, aunque me odie por no estar allá con él que se quede
allá mejor, yo voy a trabajar aquí porque quiero que él vaya a la
universidad y quiero hacer mi casita, poner un negocio e irme
de regreso, estar aquí no es vida, uno está de esclavo no puede
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salir porque la migra anda en todos lados, como si uno fuera un
delincuente.
Mis amigas me llaman por teléfono para preguntar qué consejo les
doy porque quieren agarrar camino para el norte, yo les digo que ni
de locas usted por dios, que ahí se sufre mares les digo pero ellas
no me creen piensan que porque ya estoy aquí no quiero que
vengan a conocer Estados Unidos, dice que ya me volví creída
porque le estoy construyendo la casa a mi abuelita.
Aun no puedo dormir bien, tengo pesadillas y el insomnio me está
matando todo se me revela, pero dicen que es normal que a
la mayoría que viene de forma indocumentada le pasa.
Sí, estoy estudiando inglés en las noches voy a la escuela para
adultos es gratuita tengo que aprovechar esa oportunidad. Ojalá y
dieran los papeles pero lo de la reforma migratoria, como dice mi
tía es cuento viejo.
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ANNIE
Está en la sala de espera del aeropuerto internacional John F.
Kennedy en Queens, Nueva York. Su vuelo hacia Londres,
Inglaterra sale en dos horas.
Finalmente ha terminado la pesadilla y está a solo horas de
reencontrarse con su familia que nunca dejó de buscarla.
Quiere borrar de su memoria lo que vivió después de haber llegado
a Playa del Carmen, Quintana Roo, México. Viajó junto a un
grupo de amigas que festejaban una despedida de soltera,
decidieron hacerlo en el caribe México en ese lugar
paradisíaco. Estarían durante una semana pero a Annie se le
torció el destino en la segunda noche.
Las seis salieron a disfrutar de la playa y posteriormente fueron a
un club nocturno, una discoteca donde alguien puso algo en la su
bebida lo cual la mareó y optó por ir a lava manos a refrescarse un
poco, lo hizo sola pero avisó a dos de sus amigas que iría al baño.
La discoteca estaba a reventar y ellas destejando que la mayor del
grupo se casaba en solo dos semanas. Annie la menor de todas con
21 años y la mayor de 29.
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Al llegar al baño dos mujeres la tomaron por los hombros y
colocaron una especie de trapo humedecido al un líquido fuerte
que la hizo perder el conocimiento, despertó atada de manos y
piernas en una cama de un lugar que no conocía.
Comenzó a gritar desesperaba, a pedir ayuda lo cual hizo
enfurecer a quienes la tenían en cautiverio, entró a la habitación
entonces uno de los cabecillas de la banda que traficaba con
personas le dijo que la soltaría pero que sería solo para que se fuera
a bañar y a vestir porque el jefe quería hablar con ella y tenía que
estar presentable, le informó que había sido secuestrada y que
desde ese instante laboraría como dama de compañía para una
empresa de edecanes que prestaban sus servicios en los hoteles
cinco estrellas de los alrededores.
Annie sigue gritando pidiendo que la suelten, que la dejen ir pero
es imposible por toda respuesta recibe una bofetada de mano del
secuestrador.
Minutos después Annie está parada frente al jefe de la
organización criminal el que le indica que es bienvenida también
le ordene que se quite el vestido, Annie se niega y éste molesto se
lo arranca de un tirón la toma por la espalda y la lanza sobre el
escritorio, la abre de piernas y la ultraja. Satisfecho le confirma
70
que está en el punto y será exquisitez de los clientes que atienden a
las reuniones en la cadena de hoteles.
Annie no solo es obligada a servir como dama de compañía sino
que es ultrajada noche a noche por magnates empresarios del
mundo hotelero del país. Ha tratado de escaparse en más de una
ocasión pero le ha sido imposible porque policías, guardias,
meseras, mucamas, jardineros todos están involucrados y cuando
ha intentado pedir ayuda lo que hacen es avisarle al jefe de la
banda quien la castiga golpeándola con toallas mojadas y la hace
comer su propio excremento y beber su propio orín.
No es solamente ella, Annie ha observado en la misma condición a
docenas de jovencitas que también son obligadas a servir de
desahogo sexual a empresarios que salen en revistas y en
televisión. Las tienen viviendo en una casa a las afueras del centro
turístico y por las noches las llevan en limosinas hacia los salones
de los hoteles donde serán las reuniones de gala. También asisten a
fiestas privadas en mansiones frente a la bahía ahí las obligan a
participar en orgías, a inyectarse droga, beber alcohol y a meterse
polvo blanco en la nariz quien no lo haga para consentir al cliente
es golpeada nuevamente y obligada al mismo ritual de alimento.
71
Dos años en la misma condición y Annie no piensa en su familia
en cómo estará si la estarán buscando, en sus amigas. Las amigas
permanecen durante dos meses en el Estado buscándola ya han
puesto la denuncia con las autoridades respectivas en con la
embajada de su país en México pero deciden regresar y esperar
noticias en su país, no se realiza la boda. Su familia ha estado
acudiendo a organizaciones de derechos humanos, ha viajado en
varias ocasiones a México en busca de pitas que los lleven a dar
con su paradero pero no han conseguido nada.
La movilizan de casa cada tres meses para que no las atrapen
grupos delictivos contrarios solamente, por las autoridades
policiales no se preocupan porque están de acuerdo el mismo
gobernados del Estado asiste a los festines en los hoteles cinco
estrellas y a las fiestas privadas, Annie ha sido ultrajada por él en
varias ocasiones.
Las autoridades saben perfectamente quién es su familia se han
entrevistado con ésta en varias ocasiones pero
descaradamente siempre les dan la misma respuesta: están
investigando y cuando tengan noticias se las comunicarán.
Una noche camino hacia uno de los hoteles es interceptada la
limosina por varios automotores de doble tracción de donde
descienden varios hombres armados con metralletas y granadas,
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vestidos de negro y con chalecos anti balas, le disparan al
conductor y a los guardias y se llevan a las mujeres que son ocho
en total.
Vía helicóptero son llevadas la ciudad de México y las encierran
en una casa ubicada en Lomas del Pedregal, ahí son obligadas a
prestar servicios sexuales a jefes de policías, coroneles, generales,
contrabandistas, banqueros, empresarios de telefonía, aduaneros,
exportadores de azúcar y cerveza, también obligadas a drogarse.
Annie pasa seis meses en el lugar y luego son movilizadas a otro
país, en automóviles con placas del Estado de Texas cruzan la
frontera de Tijuana los policías del cruce fronterizo ya están
avisados y los dejan pasar sin mayor percance, son cinco
carros donde trasladan en total a treinta mujeres.
En San Diego, California las encierran en otra casa donde las
violentan jugadores de casinos, deportistas, transportistas,
policías, traficantes. Annie ya es un adicta a la heroína y cocaína
al igual que el resto de mujeres que llevan algunas más de seis
años en cautiverio. Deliran, han perdido la memoria algunas que
no recuerdan ni sus nombres, la única forma de mantenerse en pie
es inyectándose dos veces por día, ya no les importa quién ni
cómo las ultraje sus cuerpos a lo largo de los años han sido
73
golpeados: con puñetazos, puntapiés, bates, cachas de pistolas,
cinchos. Sus rostros escupidos, mordidos, quemados con colillas
de cigarrillos, la lindeza de sus muslos convertida en cloaca donde
depositan sus ganas quienes pagan por la diversión.
Desde Quintana Roo un narcotraficante muy poderoso se ha
enamorado de una de las mujeres y quiere sacarla de ahí, es una
alemana que fue secuestrada cuando tenía trece años y ya lleva
ocho en cautiverio pero ella no se va si no sueltan a las otras por lo
cual obliga a su enamorado a arreglar un trato con el quien las
explota sexualmente. Sabe que está perdidamente enamorado de
ella y que por la buenas lo puede manipular. Ella le promete que se
involucrará en la organización y será quien reclute jovencitas y
quien las ubique para secuestrarlas. Le dice que las que están ahí
ya están maduras para la explotación sexual que por las jovencitas
pagan más y rinden más en una noche.
El trato es que trabajarán un año en Estados Unidos y luego
las dejarán en libertad, él se encargará de comprar la libertad de
cada una de ellas. Les conseguirán pasaportes de sus países de
origen y el boleto de avión. Ella jurarán no comunicarse con
ningún tipo de autoridad en sus países de origen y no hablar del
74
asunto con nadie de lo contrario las matarán, no importa en dónde
estén las buscarán y las matarán.
A finales de la fecha acordada paga con dólares y paquetes de
droga la cantidad cien cincuenta mil dólares por cada una.
Las dispersan en diferentes Estados de la nación y vuelan en días y
horarios distintos. Annie aborda el avión que la llevará a Londres
ha estado más de tres años secuestrada.
Es la última es hacerlo todas han regresado ya a sus países de
origen. Su amiga alemana quien se sacrificó por todas al saber que
todas están ya a salvo, camina por el patio de la mansión de su
amante, está rodeada de hombres armados, se encuentra en la cima
de una arista en el sector privado del puerto de Acapulco, al llegar
a la orilla se lanza sobre el acantilado, ella prefiere morir antes que
obligar a otras niñas a vivir el infierno que ella experimentó.
Su cuerpo fue encontrado destrozado nadie lo reconoció, o las
autoridades no quisieron reconocerlo porque la denuncia estaba
hecha desde hacía ocho años atrás, fue enterrado en fosa común
como equis, equis.
Annie está en Londres con su familia finalmente tratando de
sobreponerse a la catástrofe emocional y física que vivió en manos
de criminales, está internada en un centro asistencial en donde le
están limpiando la sangre de tanta droga que llevaba dentro.
76
LEANDRA
Salió de su natal Sonsonate, El Salvador con destino a Estados
Unidos. En la nación del norte la esperaban sus papás que habían
emigrado hacía doce años cuando ella apenas tenía cinco meses de
edad, creció con su abuela materna. Sus dos hermanos mayores –
de trece y catorce años respetivamente- ya habían emigrado en la
misma forma dos años atrás y se encontraban en compañía de sus
padres solo faltaba ella para que estuviera la familia completa en
Estados Unidos.
Para facilitar el traslado clandestino el coyote ideó falsificar el
acta de nacimiento y hacerla pasar como hija propia, con
autorización de la abuela y sus padres.
No fue difícil cruzar la frontera entre El Salvador y Guatemala, lo
hicieron por el lado de Jalpatagua, ya en la capital guatemalteca
abordaron otro autobús que los condujo a la frontera con
Tapachula, México. Durmieron del lado guatemalteco en un
pensión cerca a la aduana. Por la madrugada cruzaron el río
Usumacinta. Leandra había sido entrenada durante un mes para
aprender el nombre del pollero, y algunos pasajes familiares
77
inventados para evitar cualquier contratiempo a la hora de ser
detenidos por autoridades guatemaltecas o mexicanas y que no
quedara ninguna duda que el par era padre e hija.
Llegando a Tapachula el pollero cambió de plan y de ruta,
mientras los padres de Leandra pensaban que iban en autobús
atravesando México él decidió ahorrarse lo del pasaje y hoteles y
optó por abordar con la niña el tren La Bestia en Chiapas.
Llegaron sin novedad hasta La Patrona, Veracruz. Leandra fue
testigo mientras el tren se deslizaba sobre la interminable
ferrovía de la forma en que un grupo de mujeres paradas en la
orilla de la línea sobre unos matorrales lanzaban bolsas con comida
y botellas de agua, brazos salían de los vagones intentando atrapar
las bolsas en el aire, docenas de manos extendiendo los dedos para
agarrar las botellas. Gritos y llanto. ¡Gracias! Gritaban, gracias.
Tres días sin probar bocado viajando en las entrañas y en el lomo
del tren de la muerte.
En el poblado vecino les cambió la suerte cuando el tren se detuvo
ya los estaban esperando docenas de hombres armados vestidos de
negro, rodearon cinco vagones las personas que iban en los otros
pudieron escapar pero no ellos. Los hombres les exigieron la
cuota de cien dólares por persona o les dijeron que los mataban
78
ahí mismo, el coyote se negó a pagar y dijo que no tenía dinero,
también negó que esa niña fuera su hija mientras ella llorando lo
llamaba papá.
Disparos se escuchaban, gritos y llanto, súplicas que salían de las
entraña de otros vagones, cuerpos que eran lanzados desde las
alturas y caían en las vías. Mujeres que lloraban y que suplicaban
que nos las violaran. Hombres que eran violados suplicaban que
nos los mataran. Leandra lloraba abrazando las piernas del coyote,
una mano la separó de un tirón era uno de los hombres vestidos
de negro que sentenció al pollero de no pagar la multa impuesta
violarían a su hija, que de encontrarle el dinero lo mataban ahí
mismo, él sin embargó negó que tuviera dinero.
Lo registraron y no le encontraron nada. Lo golpearon, con
puntapiés y con puñetazos en el rostro, a Leandra la lanzaron al
suelo la abrieron de piernas y con un cuchillo le cortaron la vagina
la violaron siete hombres vestidos de negro. Leandra recobró el
conocimiento en la camilla de una clínica clandestina, ya habían
suturado la abertura hecha con el cuchillo en su vagina. Estuvieron
una semana durmiendo en una pensión , el coyote la sentenció de
no hablar de lo ocurrido o de lo contrario los atraparía la policía y
los deportarían y no podría ver ni a sus papás ni a sus hermanos.
79
Leandra nunca supo en dónde llevaba guardado el dinero el
coyote porque lo desnudaron los hombres vestidos de negro y no le
encontraron nada. Lo odió porque por su culpa la violaron, por no
haber entregado el dinero la violaron. Pudo morir y a él no le
importó, además no habían llamado ni a la abuela en El Salvador
ni a sus papás en Estados Unidos para avisar que no iban en bus y
para contarles lo ocurrido.
Con Leandra aun convaleciente el coyote optó por lanzarse de
nuevo a las fauces del tren de la muerte, esta vez en el lomo de un
vagón. La amarró con su cincho de una mano al extremo de
un tubo para que si dormía no se cayera a las vías, así se
fueron hasta llegar a Sonora.
Viajaron en taxi clandestino hasta a un hotel ubicado en el
poblado fronterizo de Napo ahí el coyote se despidió de ella y la
entregó a otro que sería quien la cruzaría por el desierto hasta
llegar a Arizona.
Saldrían en dos días mientras llegaban las otras personas que
cruzarían con ellos.
En el hotel fue puesta en una habitación que cerró con llave el
nuevo por el lado de afuera el nuevo coyote, minutos después
entraron dos hombres que la violaron por el recto. Dos días
después al atardecer Leandra estaba iniciando la travesía que duró
80
tres días perforando las entrañas de los desiertos de Sonora y
Arizona, llegó a Phoenix a donde la esperaba su papá. La entrega
se realizó en el estacionamiento de un parque de diversiones.
Viajaron en hasta Colorado lugar donde reside su familia. Leandra
estuvo internada en una clínica durante veinte días, tenía
infectada el área donde colocaron los puntos y también una fisura
anal.
Leandra tiene seis meses viviendo con su familia tratando
de conocer y reconocer a esas dos personas a las que durante doce
años solo vio en fotografías y escuchó por teléfono. Por las
noches no puede dormir tiene pesadillas, se despierta gritando no
puede olvidar la imagen de los cuerpos de dos niñas que iban en el
lomo de un vagón el día en que los asaltaron los hombres vestidos
de negro, las vio caer sobre las vías ya muertas tenían un disparo
en la cabeza cada una.
No puede dormir se despierta a deshoras gritando, llorando
pidiendo que por favor no la corten, pidiendo que por favor no la
tomen por la espalda.
Leandra ya está con su familia el sueño que había alimentado
en sus cortos doce años de edad , el sueño de sus padres se hizo
81
realidad: el de tener en Estados Unidos a sus tres hijos para
brindarles mejores oportunidades de vida: para que aprendan
inglés, para llevarlos a Disneylandia. Para que tenga cada uno una
ordenadora, un juego de nintendo, un armario lleno de ropa,
muchos zapatos, para que coman carne todos los días. Para que
duerman amontonados en un apartamento de una habitación. Para
que abandonen la escuela antes de terminar los básicos y para que
trabajen el jornal al igual que ellos.
82
SHAZADI
Fue secuestrada en Cartagena cuando salía de la fiesta de
cumpleaños de su mejor amiga. Se la llevaron junto a otras tres
jovencitas que nunca aparecieron. Estarán puestas quizá en otra
casa, en otras casas… Shazadi de origen turco nació en Colombia
de donde desapareció cuando tenía once años de edad. Fue llevada
a una casa donde la obligaron a trabajar junto a otras niñas
realizando sexo oral a los clientes que asistían en los que observó
a hombres vestidos con uniforme militar y a otros con elegantes
trajes sastre. Lo recuerda bien. El único que la poseyó y la
desvirgó fue el dueño de la casa que la tomaba cuando estaba
drogado completamente extasiado, cuando no sabía ni recordaba su
nombre, su edad, su sexo.
Cuando la lanzaba sobre la cama, sobre una silla, en el suelo,
cuando la golpeada.
Después de ocho meses fue llevada a otra casa en la frontera con
Panamá donde fue obligada a tener relaciones sexuales con clientes
que solamente buscaban niñas menores de trece años. En aquella
casa recuerda había cincuenta niñas más. En habitaciones
separadas en otro sector de la casa al que no tenía acceso salvo
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para las inyecciones anticonceptivas que les ponían cada mes
observó a mujeres adultas que también eran obligadas a tener
relaciones sexuales con clientes que accedían por otra puerta.
Recuerda las paredes enmohecidas y el piso de granito hediondo a
orín y vómito. Dormían en las mañanas y trabajaban durante la
tarde y noche hasta altas horas de la madrugada. Por barco fueron
trasladas veinticinco de ellas a El Salvador.
Las ubicaron en una casa de citas en la capital del país donde las
mantuvieron durante un año y seis meses prestando servicios
sexuales a clientes que pagaban por estar veinte minutos con ellas
la cantidad de cincuenta dólares. Veinte minutos de explotación
sexual. No vio a ninguna mujer mayor de veinte años en el lugar,
todas eran niñas y adolescentes. Dormían todas juntas en una
habitación, contó cinco colchones húmedos tirados en el suelo de
cemento. La puerta con llave donde solo salían para atender a
clientes que las esperaban ya en habitaciones enumeradas. La
puerta que solo se abría cuando el encargado quería hablar con
ellas y recordarles el cuidado de clientes especiales. La puerta que
se habría solo para lanzarles un plato de sopa fría y un vaso de
agua.
De aquel grupo solo se quedaron cinco las otras fueron enviadas a
otras casas. Recuerda que apenas pudo abrazarlas todas tenían un
84
nombre que no era el propio, un nombre inventado por quienes las
secuestraron.
Shazadi después del tiempo cumplido fue traslada de nuevo junto
a otras once niñas a México donde las encerraron en una bodega.
Ahí guardaban celulares robados, droga y armas de alto calibre.
En parte del recinto organizaban fiestas los capos de una
organización de la que no recuerda el nombre. Una noche en que el
encargado de la bodega y del negocio en donde las
obligaban estaba de cumpleaños le exigió a Shadazi bailar
desnuda para él y luego la ultrajó: mientras eso sucedía en un
instante de debilidad le contó que estaban liados con autoridades
colombianas y que pronto serían enviadas a Estados Unidos vía la
frontera de Tijuana.
Nueve meses después ella y quince niñas y adolescentes fueron
puestas en el contenedor de un tráiler que trasportaba verduras
hacia Estados Unidos, la doble pared del contenedor donde ellas
iban escondidas detuvo el calor del calor del verano y las hizo
perder el oxígeno, cinco de ellas murieron y las que sobrevivieron
fueron llevadas a una casa en Nuevo México. Los cuerpos de las
que murieron fueron deshechos con acido sulfúrico. Los pusieron
en toneles que contenían el líquido. Todas fueron obligadas a ver
el macabro escenario como forma de intimidación y dejar en claro
85
lo que les esperaba si intentaban escapar o denunciar con los
clientes que no estaban ahí por su voluntad.
Dieciséis meses tenía de estar siendo explotada sexualmente en
esa casa de citas cuando un incendio que misteriosamente no se
sabe quién provocó hizo llegar a los bomberos y a autoridades
policiales. Los traficantes expertos en el negocio de la explotación
sexual y la trata de personas para no tener problemas con las
autoridades del país decidieron dejarlas escapar. No había tiempo
para trasladarlas a otra casa ni para deshacer sus cuerpos en los
toneles guardados cuidadosamente en la esquina del patio de atrás.
Huyeron ellos y huyeron ellas.
Shadazi inmediatamente se comunicó con sus familiares en
Cartagena para avisar que estaba viva y en qué país. Un cliente
del lugar les consiguió alimento y techo a la mayoría de ellas que
de decidieron quedarse de indocumentadas en Estados
Unidos. Los padres de Shadazi realizaron los trámites necesarios
para viajar inmediatamente a Estados Unidos y llevar a su hija de
regreso a casa. A la hija que creían muerta en manos de
paramilitares.
Shadazi retornó con catorce años y seis meses de edad. No quiso
que su familia le organizara fiesta de quince años. Solo quería
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respirar y sentir el regazo de su madre y el abrigo de su padre. El
calor de sus hermanos y la seguridad de no volver a morir en vida.
La seguridad de no volver a ser secuestrada. De no volver a ser
ultrajada. De no volver a ver niñas morir. De no volver a sentir
cuerpos excitados golpeándola, insultándola. Solo quería regresar a
la fiesta de cumpleaños de su mejor amiga y no salir nunca más de
ahí para no recordar lo que le convirtió la vida en un infierno.
Para volver a ser la niña de once años que no tenía mayor
responsabilidad que la de ser feliz y vivir su infancia. No denunció
nada con las autoridades policiales ni migratorias del país
estadounidense. De sobra sabía que no serviría de nada, que su
palabra de ultrajada e indocumentada no valía nada. La versión
oficial es que intentó cruzar de indocumentada a Estados Unidos y
que ya estando en el país se arrepintió, fue esa la razón de su
retorno. Como la de muchas…
87
ROMINA
Mi mamá me echó de la casa cuando supo que estaba embarazada
de mi padrastro. Él dijo que yo no le daba vida cuando estábamos
solos en la casa y ella le creyó. Me pegó y me sacó el hijo, me
pegó tan fuerte en todo el cuerpo que me dejó desmayada. Tenía
tres meses y ahí se me cayó toda la sangre en medio de las piernas
encharcado quedó el patio y la criaturita tirada, de ahí me fui a la
casa de mi abuela y me quedé por unos días. Ella habló con un mi
tío que estaba aquí –Estados Unidos- y él me mandó a traer con un
coyote.
Mi padrastro me violaba tres días por semana cuando mi mamá no
estaba y me tenía amenazada que si decía algo la iba a matar. Por
eso nunca hablé con nadie porque no quería que le pasara nada a
ella. Él es malo anda armado siempre. No trabaja no sé de dónde
saca dinero para comprar sus botellas de guaro. Me violó desde
que yo tenía nueve años y ando en los trece.
Con el coyote que es de un pueblo vecino en bus nos fuimos
desde Asunción Mita hasta la frontera y cruzamos el río
encaramados en unos salvavidas hechos de llantas infladas así fue
88
como llegamos a Tapachula y de ahí nos fuimos en camiones que
trasportaban verduras, el coyote me consiguió papales mexicanos
pero eran falsos y en dos garitas de registro le tocó pagarle a los
policías para que nos dejaran pasar pero en la última los policías
dijeron que sí nos dejaban pasar pero si me quedaba un día ahí con
ellos y el coyote dijo que sí y ahí en un cuarto me violaron no
recuerdo cuántos exactamente pero fueron más de seis y en la
noche me dejaron salir, afuera estaba el coyote esperándome me
dijo que no llorara porque eso nos pasaba a todas y que debía de
dar gracias que nos dejaron continuar. Viera que cómo me dolía el
cuerpo y en medio de las piernas me sangraba, sentía como si
cortada hubiera andado, en cada parada tenía que estarme
limpiando para no mojar el vestido y para orinar era un ardor que
me hacía llorar. Unas pastillas para el dolor de cabeza me
compró él en una farmacia pero a mí me dolía mire usted más que
la cabeza el alma, que suerte tan ingrata la mía. Pero así nos pasa a
las mujeres siempre decía mi abuelita y que tenemos que aguantar
porque ese en nuestro destino. Ser fuertes y continuar.
Atravesamos todo México y en quince días ya estábamos en la
frontera por el lado de Tamaulipas.
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Ahí me dejó en manos de otro coyote que fue quien nos cruzó.
Igual que en el otro río que divide Guatemala de México solo
que éste se llama río Bravo el otro no recuerdo el nombre la
verdad me lo dijeron pero se me olvidó. En el río Bravo nos
cruzaron en llantas a mí me agarró el coyote de la mano porque era
la más chiquita de edad todos eran adultos ya, cruzamos como
veinte personas y nomás llegamos a la otra orilla salimos
corriendo a meternos en el monte.
Ahí estuvimos un día y medio porque mucha patrulla pasaba y
también avionetas, andaban con sus perreras listos para atraparnos,
el coyote dijo que no nos moviéramos a mí se me entumieron las
canillas y tenía hambre llevaba dos días sin comer. Al fin llegaron
los carros en donde nos trasportaron a la casa donde estuve como
una semana y de ahí me fueron a dejar a un centro comercial donde
me fue a recoger otro coyote que fue quien me trajo a California.
Aquí vivo en casa de mi tío con su esposa y sus cinco hijos,
vine hace cinco meses y trabajo en el corte de fruta en los campos
del sur. Trabajo de cinco de la mañana a seis de la tarde. No me
quiero regresar a Guatemala ya que crucé aquí me quedo, a mi
mamá le mando sus lenes cada mes para ayudarla para que coman
mis hermanos. Tengo seis. Su esposo no le ayuda en nada solo
chupando se mantiene. Macho de bolo llega todos los días. Yo la
90
ayudo porque pobrecita ella tiene la carga de todo y yo aquí pues
estoy ganando más o menos y me ayudo con la renta porque solo le
pago poco a mi tío y lo de la comida.
Sí, me gustaría estudiar pero ya ve que no se puede hay que
trabajar porque sino no como olvídese y la verdad es que quiero
comprarle a mi mamá su refri, su estufa, una su tele y quiero que
mis hermanos vayan a la escuela y dejen de andar trabajando de
mozos en el campo. Viera qué duro es ese trabajo.
Sí, me gustaría casarme y tener tres niños o niñas lo que Dios me
regale. Pues ya vamos a ver mi tío dice que hay un muchacho que
me quiere cortejar y que ya habló con él yo no lo conozco de lejos
lo he visto nada más, es hondureño. También trabaja ahí en el
campo pero en otro sector él es de los que fumiga y corta las ramas
secas y recoge las frutas rancias. Se ve buena gente el muchacho.
Pero la verdad quisiera estudiar y ser doctora para curar niñas
embarazadas…
91
DASHA ALEKSANDRA
No lo hubiera imaginado ocho años atrás, no. No hubiera
imaginado ser capaz de controlar la paranoia, de enfrentar el
miedo, de darle la cara al pavor, de lanzar allende los infiernos.
Durante varios años Dasha Aleksandra pasó pensando en lanzar al
bote de la basura los recipientes con droga antidepresiva, recurrió
al engaño de esconderlos para no encontrarlos en el gabinete del
baño, en la cocina, en la mesa de noche junto a su cama, en su
bolsa de diario, en su máquina de coser. Para no tomarlos, abrir la
tapa y beberse las pastillas que la mantuvieron sedada, que le
dijeron que reducían los niveles de ansiedad, que la convirtieron
como un ser inmóvil sin poder pensar, como una sonámbula
caminando sin dirección, las tragaba para no recuperar la
conciencia y sentirse un despojo. El pavor de enfrentarse con el
reflejo en el espejo y ver su propio cuerpo zanjeado de cicatrices,
de recuerdos, de gritos, de golpes, de abuso, de lasciva, de poder,
de control.
No, jamás hubiera imagino quedar libre de las pesadillas, de las
visiones, de las voces, de los rostros de sus captores. Quedar libre
92
de la persecución de la sensación de las manos ardientes quemando
sus pezones, de sus falos empotrados en sus muslos golpeados y
débiles. Jamás imaginó poder acariciar sus labios y no sentir el
charco de semen húmedo de eyaculaciones continuas cuando
estuvo en esclavitud.
Observa las muñecas de sus manos y ya no siente la brasa viva de
los lazos anudados atados a la viga de un umbral, de una puerta
siempre abierta tampoco las cadenas en sus tobillos sujetas a la
pata de un sillón. Los recuerdos ya no la persiguen, ya no la
acorralan, ya no le roban el aliento, ya no le quitan el hambre.
Dasha Aleksandra toma el recipiente donde ha mantenido durante
ocho años las recetas médicas de sexólogas, psiquiatras, las tareas
para realizar en casa dictadas por psicólogos, coloca sobre una
mesa las anotaciones, las observa, lee las fechas y las horas, tiene
entre sus manos los recipientes con pastillas: Trazodone,
Sertraline, Clonidine, son varios con distintos nombres y cantidad
de miligramos todos con efecto sedativo, todos con la misión de
no dejarla sentir ni pensar, con el objetivo de mantenerla viviendo
y esconder los deseos de suicidio que la han atacado cada vez que
regresa la conciencia de su realidad.
93
Recién hace unos días cumplió veintiocho años, vive sola en un
apartamento tipo estudio que alquila en el ático de un edificio
antiguo utilizado como bodega. No socializa, trabaja como
costurera en una lavandería de dueños rusos, es uno de los pocos
lugares donde se permite hablar su idioma materno y de vez en
cuando para las fiestas de fin de año en los convivios de la
comunidad rusa en la ciudad.
Dasha Aleksandra viajó hacia Estados Unidos realizando la
travesía de forma indocumentada, perforó las fronteras de varios
países de Latinoamérica hasta llegar a la línea divisoria con
Estados Unidos fue en Matamoros cuando la vida le cambió, tuvo
la desdicha de toparse con polleros que traficaban con personas en
el negocio de la trata y la prostitución.
Engañada junto a otro grupo de jóvenes que viajaban solas desde
distintas partes del mundo con la única ilusión de llegar a Estados
Unidos y enviar dinero para ayudar en la economía familiar.
Cruzaron la frontera y tocando tierra en Texas fueron secuestradas
y llevadas a una casa de seguridad controlada y cuidada por
traficantes de personas que se hacían pasar por coyotes y polleros.
Dasha Aleksandra en ese entonces de veinte años de edad fue
puesta a disposición de la lasciva del cliente que pagara por
94
poseerla, la ataron de manos y la colgaron de dos ganchos
sujetados a un umbral, la abrieron de piernas y le encadenaron los
tobillos a las patas de dos sillones.
La golpearon en el rostro, en los muslos, le mordieron los pezones
hasta vérselos sangrar, la transgredieron por el recto e infringieron
la intimidad de su oquedad una y otra vez.
En varias ocasiones tuvo puesta una pistola en sus sienes más de
un encabritado drogado la amenazó con matarla si no gemía de
placer, varios le pegaron con cinchos en la espalda, mordieron sus
glúteos golpeados, su cabello largo y liso lo enrollaban en sus
manos y lo jalaban hacia atrás cuando la transgresión era por su
espalda.
Cuando los clientes querían ser tres a la vez, se sorteaban las
posturas era entonces cuando llenaban su boca, sus labios y su
rostro de semen mientras ella era un objeto, un harapo
enmohecido, un cuerpo trasgredido con las manos y piernas
atadas.
Cuando un cliente no quería escucharla llorar, le amarraban un
pañuelo en la boca.
Cuando querían hacerla gritar de dolor le golpeaban el estómago o
mordían sus pezones, éste era el tipo de cliente con privilegios por
pagar un poco más de la cuota habitual.
95
Han pasado ocho años, desde que estuvo en cautiverio durante tres
meses, llegó a perder la cuenta de los hombres que la violaban
diariamente, pasaban los cuarenta. También estaban otras mujeres
y adolescentes en el lugar, niñas vírgenes que se escuchan gritar.
Pagar la cuota dijeron los traficantes, al término de tres meses la
dejaron libre cuando la madre de una amiga de infancia que la
esperaba en Carolina del Norte pagó el rescate, se subió en su carro
y la fue a traer a un centro comercial en el corazón de Texas. Ahí
estaba Dasha Aleksandra sentada en el sillón de atrás de un
automóvil último modelo con dos hombres armados que le tenían
las pistolas puestas en las costillas mientras el jefe del grupo
cobraba el rescate que fue entregado en un sobre de papel del cual
contó la cantidad de doce mil dólares.
Descendió del automóvil y caminó hacia el otro vehículo donde la
esperaba la madre de su amiga, sentada en el asiento del copiloto
Dasha Aleksandra en absoluto silencio viajó hasta el Estado en
donde reside.
No se atrevió a contar a nadie lo vivido dentro la casa de los
polleros, porque la amenazaron y porque el alma aun ocho años
después no le da para contar a amigos y familiares lo sucedido.
Recién está intentando tener una relación con un amigo de la
escuela de inglés, un joven polaco que realiza trabajo comunitario
96
en los barrios pobres de la ciudad. Ha decidido dejar los infiernos y
darse la oportunidad de amar, de sentir, de desear de
reincorporarse, de reencontrarse, de renacer, de emerger, de vivir.
Durante ocho años ha asistido a una clínica psiquiátrica donde ha
recibido terapias individuales y grupales, citas con psiquiatras,
sexólogas y psicólogos. Ha decidido dejar de frecuentarla y de
tomar los medicamentos.
Ya no la persigue la paranoia, ya no se le aparecen los
fantasmas cuando aborda el tren, tampoco cuando apaga las luz de
su cuarto en las noches, ni en la regadera, ni escucha sus voces
gritándole cuando abre la puerta de su apartamento.
Ya no camina con las manos empuñadas deseando que se le
exploten las venas y desangrarse de ira, de cólera, de rabia. Ya no
ha pensado en la idea fatal del suicidio como única solución a su
tortura emocional.
Se ha inscrito a clases de violín, siempre quiso aprender a tocar
violín.
Dasha Aleksandra ve los frascos de pastillas, los toma entre sus
manos y los lanza al bote de basura, ha donado también la ropa de
su armario, no quiere nada que le recuerde a los años de tormento
emocional y de autocastigos, llena la tina de agua y se acuesta a
97
disfrutar del agua caliente abriendo sus poros, es capaz de ver su
cuerpo desnudo y de gustarse a sí misma, de tocarse, de
disfrutarse, de quererse.
Está vida no ha muerto, no la enterraron en vida, no la pudieron
vencer, no la pudieron desaparecer, existe y resiste. Se mete dentro
de un pantalón, busca un abrigo, una bufanda y sale a encontrarse
con el primer día de otoño, ha decidido desayunar fuera y comprar
flores de la estación. Aun no sabe que lleva un cría en su vientre y
que Bojek la sorprenderá por la tarde con una llave en la mano
y con la invitación a que inicien una vida juntos en un casa al
norte de la ciudad que acaba de comprar para ella.
98
MARIANA
Cuando acordó ya los tenían rodeados, recuerda que era un grupo
de aproximadamente veinte hombres vestidos de negro y portaban
armas de grueso calibre. Realizaron el asalto en las primeras horas
de la madrugada, el grupo de donde iba Mariana dormía, el
cansancio los tenía exhaustos llevaban cuatro días caminando
sobre la línea del tren iban rumbo al desierto de Sonora
para cruzar la frontera en Arizona. El cansancio los venció y
durmieron en un vagón de uno de los trenes que estaba en
reparación, ahí los despertaron a golpes de puntapiés.
Separaron a las mujeres de los hombres, ahí mismo fueron
violentadas sexualmente, a los hombres los obligaron a
practicarles sexo oral y varios de ellos fueron
sodomizados. Escogieron a las adolescentes y se las llevaron, al
resto del grupo lo dejaron ahí. Fue en las primeras horas de la
madrugada cuando inició la pesadilla que Mariana no olvidará por
el resto de su vida.
Fueron lanzadas sobre el piso de un vehículo de doble tracción,
atadas de manos y pies, vendadas. Las bajaron a golpes y les
99
quitaron los pañuelos que no les permitían la visibilidad cuando
llegaron a una bodega donde se guardaba pescado congelado. Las
instrucciones fueron claras habían sido secuestradas para
prostituirse en casas privadas donde se realizaban fiestas en honor
a los altos mandos del ejército del Estado de Sonora.
Serían las anfitrionas y tenían que hacer todo lo que el invitado
uniformado deseara. Así fue cómo Mariana de trece años de edad
tuvo su primera experiencia sexual, violada en las entrañas de un
vagón de tren y después seguirían muchas más acompañadas de
golpes e insultos.
Nativa de Jalisco iba rumbo a Estados Unidos a reencontrarse con
sus papás que la esperaban en Atlanta. Viajó con la guía de un
coyote que en Sonora dio por terminado el trabajo. Mariana
recuerda a cuatro más de las adolescentes que viajaban solas, eran
centroamericanas pero nunca descendieron del vehículo de doble
tracción la madrugada en que las secuestraron, en la casa donde
se realizaban las fiestas encontró a varias adolescentes de
distintas partes del mundo. A todas las golpeaban, a todas
las obligaban a ingerir drogas, a beber alcohol y a practicar sexo
sin preservativos.
100
Estuvo en esa casa dos años y medio y de ahí fueron vendidas en
un bar de la localidad, antes de dejarlas en libertad les
exigieron pagar la cantidad de doce mil dólares con
trabajo. Entonces las adolescentes al ver la oportunidad de su
libertad, buscaron tener la mayor cantidad de clientes posibles y
realizar algo más que contacto sexual para que con el pago extra
pudieran ahorrar para saldar la cuenta. Así fue como Mariana
conoció de dejarse violentar por tres hombres a la vez, buscaba
clientes que gustaran de sodomizarla porque era equivalente a pago
extra, se hizo de clientela especializada en los extremos del
masoquismo, ahí había buena paga.
Después de cuatro años Mariana logró pagar su libertad. Salió de
aquel infierno caminando por la puerta de atrás, donde entraban
los repartidores de gaseosas y licores, antes fue golpeada y
amenazada de muerte por si llegaba a denunciar el lugar. Salió de
ahí con cuatro meses de embarazo, en los días siguiente perdería
el bebé debido a la paliza propinada. Mariana logró cruzar la
frontera, hoy vive en Atlanta junto a sus papás, trabaja en una
empacadora de carne trece horas diarias los siete días de la semana.
101
LAS PRIMAS
Llegan al primer edificio a las ocho de la mañana, los
tienen enumerados son doce en los cuales prestan servicio de
lunes a domingo.
En los doce edificios solo viven hombres indocumentados
emigrados de distintas partes de Latinoamérica: obreros,
jardineros, cocineros, empacadores, proletarios.
A las ocho y cinco minutos de la mañana del día lunes en el primer
apartamento las esperan los ocupantes, que nunca bajan de ocho y
llegan a los quince, pagan por sus servicios sexuales la cantidad de
cincuenta dólares por el tiempo de veinte minutos máximo en la
privacidad de una habitación.
Las Primas es como las llaman, se hacen acompañar por un
padrote que se hace llamar El Primo: siempre lleva consigo
un radio transmisor, un teléfono celular y una pistola. Él es quien
cobra y lleva el tiempo con la ayuda de un cronómetro.
El servicio incluye preservativos simples, si los quieren de colores
y de sabores frutales deben pagar la cantidad extra de cinco
dólares, veinte más si el cliente desea sexo rectal, quince por sexo
102
oral y cincuenta si desea realizar un trío en donde puede participar
otro de los clientes que están en línea de espera en la sala del
apartamento, de ser así El Primo aumenta el tiempo a cuarenta
minutos y todos los cobros los realiza él.
Las Primas se turnan debido al poco espacio en el lugar: una
semana una trabaja sobre la cama y la otra sobre la alfombra o
piso.
Las primas atienden un total de cuarenta y cinco hombres por día.
Lo que El Primo recolecta al final de la jornada si es que todo
servicio ofrecido ha sido el siempre, lleva en las bolsas del
pantalón dos mil doscientos cincuenta dólares. Lo que hace un
total de quince mil setecientos cincuenta en la semana.
Efectivamente Dorita y Laura son primas hermanas, emigraron de
su natal Tegucigalpa en el año dos mil, realizaron la travesía juntas
subieron al tren de la muerte y lo sobrevivieron, así como al
infierno del desierto de California, madres solteras que dejaron a
sus hijos al cuidado de las abuelas, cuando llegaron a tierra
estadounidense se dedicaron a laborar en limpieza de casas, una
noche de rumba les cambió la suerte.
103
Fueron a bailar a una discoteca en el barrio obrero de la ciudad,
salir de la rutina, del cansancio mental y físico, del encierro y del
trajín de ir todos los días de su casa al trabajo y viceversa.
Alguien les informó del salón de baile y la armonía las hizo ir.
Dorita y Laura la primera de veintidós años y la segunda de
diecinueve nunca se percataron que dentro del recinto se
encontraban dos hombres que pertenecían a una red internacional
de trata de personas, dos de sus secuestradas habían muerto
víctimas de violencia perpetrada por un capo que pagó por
degollarlas y por el placer de verlas morir, había que cubrir el
espacio inmediatamente pues la clientela esperaba.
Al salir del salón de baile en la madrugada caminaron por la
avenida en busca de un taxi y lo que les salió al paso fue una
vehículo Hummer de dónde descendieron un puñado de hombres
quienes las forzaron a subir.
Fueron llevadas a una casa donde se encontraban otras mujeres
atadas de manos y pies, todas secuestras en distintos puntos del
mundo, porque Dorita y Laura fueron golpeabas y violadas por el
encargado de la casa. Inmediatamente en base a sus documentos de
identificación la banda de trata de personas hizo el contacto
internacional y ubicaron a sus familias, fotografiaron a sus hijos y
les colocaron un vigilante autorizado a matarlos en el primer
104
intento de escape. Dorita y Laura fueron obligadas a trabajar en
servicio sexual a domicilio, como el resto de las mujeres que
encontraron cuando las secuestraron.
Cada tres meses las rotan de casa, y son nuevos clientes y nuevos
edificios los que visitan. Las llegan a dejar en una camioneta
Caravan y las recogen en una Suburban. Los vehículos también
son rotados y los teléfonos celulares y El Primo, que es diferente
hombre con el mismo seudónimo.
Las Primas se hacen llamar todas por orden del capo que maneja la
organizaron con sucursales en zonas rosas en el continente
Americano a donde son llevadas las niñas y adolescentes para
saciar la lujuria de políticos y de millonarios.
Por ellas la cuota es de cinco mil dólares por noche con derecho a
golpearlas y a todo tipo de vejación, y si el cliente pide sangre por
veinte mil dólares extras tiene a su merced la vida de su víctima.
Las mujeres son divididas por edad, peso, grado de escolaridad y
aspecto físico. Es así como son ubicadas en las diferentes casas y
sectores.
Dorita y Laura llevan siete años de encierro, sus familiares en
Tegucigalpa las dan por desaparecidas, rogando a todos los santos
que no estén muertas o siendo víctimas de la trata de personas.
105
MARÍA HORTENSIA
Le tomó la mano y dijo “puje mija que la criatura está por salir”
no es la primera vez que María Hortensia trae a una cría al mundo,
es comadrona desde que tenía trece años de edad, recuerda que
recibió a su hermano Eustaquio cuando a su madre le arreciaron
los dolores de parto, vivían en el corazón de la selva
Lacandona. Llovía recio y no pudo salir en busca de ayuda el río
estaba crecido, con instrucciones de su madre recibió y esperó a su
hermano, nunca olvida dice el color y la forma de la placenta, ese
mundo donde nadan los bebés. Se convirtió en la ayudante de la
comadrona de la aldea y ahí aprendió de hierbas y menjurjes.
María Hortensia se encuentra lejos a miles de kilómetros de su
natal Chiapas, en sus hombros pesan cincuenta años de edad y una
nube empolvada de testimonios de cientos de migrantes que ha
rescatado de las garras de la trata de personas, de las secuelas que
deja la frontera y sus mil demonios.
Nunca parió, no pudo tener hijos fue esa la razón por la cual su
esposo la golpeaba diariamente al regresar de su trabajo de
albañil completamente ebrio, tres años aguantó las palizas que
eran obligatorias , le dijo su papá: “porque es el hombre quien
106
manda en la casa y es la mujer la que debe de
obedecer, comprender a un hombre que jamás verá a un heredero
varón y que será la burla de todos”, su madre por su parte del dijo
que no se quejara que si no recordaba el trato de sus abuelos a sus
abuelas y el de su padre a ella misma, obedecer así lo dicto la
iglesia y lo explica el padre Juan. –El párroco de la iglesia-.
María Hortensia no quiso obedecer y tampoco soportar más golpes
e insultos, fijó su mirada en el norte, más allá de las murallas, más
allá de la frontera y hacia allá se dirigió, con un costal de manta
colgado bajo un hombro, un perraje, un par de caites y dos
vestidos, un cutumbo de agua con masa para la sed, un puñado de
frijol negro cocido guardado en hojas de guineo y unas cuantas
tortillas. Vendió cuatro de sus gallinas y tres conejos, tres docenas
de huevos y un quintal de máiz, dos perrajes que había bordado
para dárselos al padre en la iglesia, también los vendió. Buscó
debajo de la pata de cama un retazo anudado donde tenía sus
ahorros de las ventas de pepita verde y con lo recaudado se
marchó. Estaba por cumplir los veintiún años cuando abordó un
autobús rumbo a la ciudad de México, ahí transbordó otro que la
llevó a Ciudad Juárez.
107
Ha cortado el cordón umbilical y entrega la niña a su madre para
que se conozcan, Mereque tiene catorce años de edad y fue
violada en su paso por México, viajaba con su padre y un tío
también soñaban con conquistar la anhelada travesía y llegar a
tierra de libertad tal y como anuncian los medios de
comunicación mundial, pero fueron otras de las víctimas de las
emboscadas preparadas por policías federales y narcotraficantes, a
su padre y a su tío los mataron en el acto, les cortaron el cuello y a
ella se la llevaron, la bebé a quien ha decidido llamar Luz es
consecuencia de los ocho meses en que la tuvieron secuestrada en
un bar en Monterrey, Mereque es de origen filipino.
María Hortensia cuando llegó a Ciudad Juárez, cuenta que buscó
pasar la noche en una pensión antes de buscar
información para pagar los servicios de un coyote que la cruzara
al otro lado, en una fonda del mercado donde almorzó le
presentaron al pollero que le prometió cruzarla sin ningún
rasguño, al tercer día la pasó recogiendo en la pensión con un
camión de carrocería enlonada, ahí el conductor bajó una
escalera con un lazo y ella subió, dentro en completa oscuridad se
encontró con más mujeres que también iban a cruzar la
frontera, después de varias horas en carretera el camión se detuvo,
el pollero cambió el tono de voz y ordenó gritando que se bajaran
108
lo más pronto posible, afuera estaban en fila esperándolas hombres
armados con pistolas y cuernos de chivo, las veintiocho mujeres
fueron llevadas a una de las galeras de la hacienda.
Era una hacienda de un político de Monterrey recuerda , ahí llegó
una matrona que las trató de putas y les ordenó bañarse les dio
minifaldas, tacones y sostenes, María Hortensia nunca había usado
tacones y la primera noche tropezó con un escalón tubo una
fisura en el tobillo que no fue tratada por esa razón tiene dificultad
al caminar, tampoco le permitieron usar otro tipo de zapato, por
la noche cada una fue violada por varios políticos y jefes de policía
que celebraban el cumpleaños del hijo de un coronel retirado.
Durante las semanas siguientes varió en muy poco lo que les
esperaba en las noches, celebración tras celebración y cuando no
había fiesta programada las vulneraban los hombres que
trabajaban como seguridad de los políticos, fueron
transgredidas durante un mes.
Una noche llegó la matrona y las sacó de la galera afuera estaba el
mismo pollero con el mismo camión de carrocería enlonada,
condujo por la carretera durante varias horas, se detuvo y las bajó
en un sitio baldío en las cercanías de frontera.
109
Sin dinero y violentadas las mexicanas retornaron a sus Estados,
desistieron emigrar, María Hortensia junto a seis
centroamericanas cruzaron solas la frontera y llegaron a San
Diego, California ya en tierra estadounidense cada una tomó su
propio sendero, la campesina de la selva Lacandona con el
ahorro de tres años de trabajo limpiando oficinas alquiló una casa
que después compró y la convirtió en refugio de mujeres
migrantes, labor que ha desempeñado durante veintiséis años,
nunca se volvió a casar, divide su tiempo entre su trabajo de
limpieza de oficinas y el refugio, es comadrona.
No confía en las autoridades migratorias ni policiales de Estados
Unidos, tiene vasta experiencia en noches enteras esperando en
estaciones de policía, dando declaraciones, acompañando a
denunciantes de abusos sexuales, escuchando testimonios que
nunca son creídos y avalados por las autoridades, entregando
pruebas que nunca cuentan, yendo a cortes donde los jueces
desestiman los testimonios de mujeres indocumentadas, no: María
Hortensia sabe que ser mujer indocumentada en Estados Unidos es
algo más que un estigma.
A su refugio han llegado durante veintiséis años cientos de
mujeres, que han sido violentadas, algunas sin piernas que
perdieron en la caída de un vagón de tren, mutiladas por castigos
110
perpetrados por padrotes, infectadas con enfermedades de
trasmisión sexual, golpeadas, quemadas, cortadas, todas con una
huella física y emocional de la frontera. La emigración
indocumentada.
María Hortensia ha viajado al desierto de Ocotillo,
California durante años a emprender jornadas de rescate, ahí ha
encontrado madres agonizando con sus hijos muertos en los
brazos, cuerpos de hombres siendo devorados por aves de rapiña,
mujeres desangrándose víctimas de asaltos y de violaciones
masivas, cráneos y cuerpos desmembrados devorados por
animales del lugar.
En su más reciente hazaña logró rescatar a Mereque en Monterrey
supo que la tenían secuestrada en un bar donde la prostituían,
prestó dinero a sus amistades y con una amigo planificaron el
rescate, éste pagó por el servicio mientras afuera lo esperaba María
Hortensia con el motor del carro encendido, el espía rescatador
logró sacarla y corrieron sin voltear a ver atrás, saltaron sobre la
palangana del carro que los esperaba, los dos hombres que estaban
como seguridad en la puerta no se dieron cuenta del rescate porque
un tercer involucrado en el rescate les regaló un polvo blanco que
también contenía un somnífero.
111
Cruzaron la frontera en un camión de mudanzas con placas de
California, dentro de los muebles escondida en el algodón de un
sillón, iban Mereque y su bebé.
María Hortensia que no cuenta con la policía ni con las
autoridades migratorias, ni de México ni de Estados Unidos, lleva
curtidas en la piel las lágrimas de cientos de personas que la
abrazaron desconsoladas al saber a sus familiares muertos, a sus
hijas violadas, a sus madres mutiladas, a sus padres
desmembrados, mantener a flote un refugio es una obra titánica
que solo las mujeres libres de pensamiento y de corazón pueden
sostener, porque solo la emancipación del alma es capaz de
fortalecer el espíritu cuando lo demás sucumbe ante tanta vejación
humana.
Ella es una comadrona de frontera, un roble de ciudad, un abrigo
en descampado, una ilusión que invita a soñar, María Hortensia la
campesina Lacandona, la chiapaneca que es universal.
112
FELIPA Y ANTONIA
A las cuatro de la mañana en punto cientos de policías rodean
la lavandería, dentro se encuentran mil quinientas personas
laborando en el primer turno, lavan ropa de hospitales y de
fábricas.
A la señal de una alarma abren las puertas sin aviso alguno y
entran docenas de policías a realizar la redada, los y las
trabajadoras corren despavoridos buscando un lugar donde
esconderse o la puerta de salida de emergencia pero las han
cerrado todas, cada persona es atrapada por dos o tres policías que
se lanzan sobre ella con toda la fuerza humana que da un
entrenamiento de alto rendimiento.
En el lugar no hay ningún delincuente –aparentemente- ,
porque ellos no van en busca de delincuentes van al contrario a
arrestar personas honestas y trabajadoras que no cuenten con los
documentos legales que agencien la estadía en el país de la eterna
hipocresía.
Los inmovilizan y luego les colocan las esposas, los enchachan y
los suben a los autobuses para llevarlos a un centro de detención
113
migratoria, sin abrirles proceso alguno sino a la espera de un
espacio en un avión para lanzarlos como confeti fuera del país.
De los miel quinientos trabajadores ochenta son indocumentados,
entre ellos Felipa y Antonia dos menores de edad: Felipa de origen
boliviano que tiene quince años y Antonia de origen panameño que
tiene catorce.
Ambas realizaron el viaje de indocumentadas desde sus países de
origen, perforaron más de una frontera y acuñaron más de una
vejación vivida en el trayecto, llegaron a tierra de La Jaula de Oro
con la ilusión que al final consume a millones y se convierte en
penar: la jaula no tiene puerta de salida.
Tan indocumentadas como la Estatua de la Libertad. En el centro
de detención son abusadas sexualmente por dos policías que
eliminan toda evidencia, no hay forma de comprobar la
transgresión. Pero mucho antes que ellos, han sido violentadas
durante meses por el supervisor de la sección donde laboran:
secado y planchado.
Un estadounidense de cuarenta años de edad, racista e hirviente en
xenofobia, abusó a cuanta jovencita llegó a solicitar trabajo,
siempre indocumentadas porque sabía que en la tierra del
114
capitalismo una persona sin permiso de trabajo y sin la tarjeta
verde es polvo en tarde de vendaval.
Antonia y Felipa no han sido la excepción las ha abusado dos
veces por semana en la bodega y con la sentencia de que si te
atreven a hablar llamará al departamento de migración para
deportarlas.
Felipa vive con sus padres que también son indocumentados,
Antonia con una tía y tres primos, temerosas de toda reacción
deciden callar y soportar la transgresión. Las golpea con toallas
mojadas cuando se resisten a tener sexo rectal, él las desfloró y
luego invitó a tres supervisores más al festín de la carne tierna.
Les ha dicho que sabe en dónde viven y que sus familiares no
tienen documentos, que al menor intento de denunciarlo llamará la
migra para deportarlos a todos, que tiene contactos importantes y
que nada de lo que ellas digan tendrá valor alguno ante un juez.
Sus palabras fueron ciertas porque los familiares de ambas
recurrieron inmediatamente a los servicios de un abogado cuando
ellas se atrevieron a contar la verdad, se realizó la denuncia formal
y se abrió un juicio legal contra la empresa y los
supervisores, Antonia y Felipa fueron dejadas en libertad con un
grillete electrónico puesto en los tobillos, no podían salir de sus
115
casas, largos años de trámites y de declaraciones repetidas una y
otra vez.
Los supervisores mantuvieron a pie junto la versión de que ellas
solicitaban insistentemente con sed de verano, ser las queridas. La
defensa fabricó tarjetas de identificación falsas con números de
seguro social falsos y denunciaron que éstas fueron presentadas
por las empleadas como identificación formal cuando fueron a
solicitar los trabajos, que los pobres supervisores fueron seducidos
por dos mentirosas que se hicieron pasar como mujeres mayores de
edad. Que de haber sabido que eran apenas unas adolescentes ellos
jamás las hubieran tocado.
Sin embargo después de cuatro años de litigios y zancadillas
impuestas por los abogados de la empresa de lavandería, los
testimonios de Felipa y Antonia no fueron tomados en cuenta y al
contrario señalados por el juez como falsos. Como falsos también
sus denuncias de violación por dos policías de migración. Como
falsas también sus denuncias de explotación laboral, fueron
obligadas a trabajar horas extras que no les remuneraron en ningún
momento.
Ya habían cumplido la mayoría de edad cuando el juicio se dio por
terminado y fueron deportadas a sus países de origen
116
inmediatamente, sentencias por el juez de querer estafar a la
empresa de lavandería con una indemnización millonaria. Ningún
tipo de cargo fue se les adjudicó a los supervisores y en ningún
momento dejaron de laborar en la lavandería. Al contrario fueron
advertidas de que si seguían en la necedad de querer estafar a la
empresa con mentiras entonces se les impondrían cargos e irían
inmediatamente a la cárcel a cumplir una condena de años y
después serían deportadas.
Ninguna ley que ampare el testimonio honesto, sufrido y
transgredido de una mujer que como pecado capital atravesó la
frontera por la vía de la valentía, la necesidad y el hambre.
117
LAS ADELITAS
Esa noche un grupo de hombres armados de la banda delictiva
Los Zetas asaltó el tren de la muerte donde viajaban cientos de
migrantes indocumentados.
Sucedió al sur del Estado de Veracruz.
A medida que se acercaba el tren al poblado y en la noche cerrada
tomaron por asalto los vagones donde viajan las personas
migrantes. Les exigieron cien dólares como pago a cada una y
quien no tenía era lanzada desde el techo del vagón a los rieles de
la línea del tren. Muchos ya iban muertos cuando cayeron sobre las
vías pues los mataron con armas de fuego y armas blancas.
Muchos degollados, otros con el tiro de gracia. Muchas de las
personas que sobrevivieron no pudieron hablar pues les cortaron la
lengua.
Cuerpos fueron cayendo sobre los rieles a lo largo de nueve
kilómetros en las cercanías del poblado de no más de tres mil
habitantes, sobre la calle de grava se encharcó la sangre de docenas
que aún con vida intentaron huir.
118
En uno de los vagones viajaban las Adelitas tres hermanas
hondureñas que decidieron emigrar juntas. Adela María, Adela
Guadalupe y Adela Josefina. Viajaban solas, sin dinero y sin
coyote, las alimentaba la ilusión de cruzar la frontera y sorprender
a su madre en Atlanta. No avisaron a nadie de que se iban, solo
dejaron una nota en la mesa de la cocina para que alguien se la
leyera a la abuela analfabeta, ahí le avisaban que se iban para el
norte a buscar a su mamá para reencontrarse con ella.
A ellas también les pidieron los cien dólares, no los tenían y
también fueron lanzadas desde lo alto del tren en marcha, pero
antes fueron violentadas por treinta hombres, con un cuchillo les
cortaron las vaginas para que no fuera difícil penetrarlas, también
les cortaron los pezones, los labios y la nariz. Con un machete les
cortaron las orejas, las manos y los pies. Los pies fueron
lanzados uno por uno al monte de la orilla de las vías, lo mismo
con las orejas y las manos, los pezones se los metieron en la boca y
se los hicieron masticar.
Las sodomizaron y con un tiro de gracia en la cabeza sus cuerpos
cayeron sobre la grava de la orilla de la línea del tren.
Esa noche más de veinticinco mujeres fueron violadas por los
hombres armados que asaltaron el tren, todas lanzadas desde la
altura de los vagones ninguna de ellas murió, algunas sí tuvieron el
119
dinero para pagar y se salvaron del tiro de gracia pero no de la
caída ni de los golpes y del ultraje.
Muchas personas que fueron lanzadas lograron salvarse
porque pobladores de alrededor las auxiliaron, no se dio aviso a la
policía porque la autoridad y los grupos delictivos están pactados ,
muchos fueron llevados a casas de vecinos para pasar la noche,
curar las heridas y brindarles alimento. Más de setenta personas
fueron heridas con arma de fuego y arma blanca. Las fallecidas se
contaban por docenas, ninguna tenía documentos de identificación
porque fueron desaparecidos por los delincuentes.
Sus cuerpos fueron enterrados en los cementerios clandestinos por
los vecinos del lugar.
También las Adelitas que tenían nueve, diez y doce años de edad.
Ellas no lograron salvarse de La Bestia, porque las ilusiones se las
arrancaron a golpes de puñetazos, a cortadas de cuchillo y de
machete y a dolor de transgresión.
Serán también las Adelitas tres cruces sembradas en las tumbas
invisibles de los cementerios clandestinos de la migración
indocumentada.
120
TAÍS
Está parada en la estación acaba de descender de un autobús,
ninguna maleta en mano solo la muda puesta y los zapatos lleva el
rostro y el cabello cubiertos por un pañuelo, no quiere que nadie la
reconozca por la avenida y le pregunte o se desmaye por la
impresión de verla. Frente a ella imponente sobresale en la
periferia la Favela da Maré lugar en donde está su hogar, sus
recuerdos de infancia y toda su familia.
Cuatro años han pasado desde la noche en que cinco hombres la
secuestraron en el callejón Esquinó. Taís regresaba de haber
vendido tapioca en la tienda del final de la calle cuando
desconocidos le salieron al paso, le taparon los ojos y se la
llevaron.
Está por llover tendrá que subir pronto hasta la cima o se mojará,
¿mojarse? Hace mucho tiempo que no siente la lluvia acariciando
su rostro, comienza a caminar lentamente entre los callejones que
conducen hacia su casa, su cuerpo tiembla, hace cuatro años que la
creen muerta posiblemente, un nubarrón de preguntas la asalta las
121
mismas que le han perforado los sesos durante todo ese tiempo,
¿estarán bien? ¿La estarán buscando aún? ¿La creen muerta acaso?
¿Cómo reaccionarán cuando la vean? ¿Qué hará ella al verlos?
¿Les podrá contar del maltrato vivido durante su tiempo de
ausencia? No, no podrá estropearles la vida con tanto tormento, se
lo guardará y no se lo contará a nadie pero, ¿cómo regresar
después de cuatro años de ausencia sin contar en dónde estuvo?
¿Sin llamar ni una sola vez para avisar que estaba bien? Tendrá
que contarles definitivamente pero tomará su tiempo, que no la
presionen, sí que no la vayan a presionar porque no podrá con
tanto.
¿Su hija? Su pequeña Carió ha de estar grande, ¿cuánto habrá
crecido en cuatro años? ¿La extrañará? ¿Quién la estará cuidando?
Su compañero fue asesinado seis años atrás en un pelea callejera
entre dos bandos que se peleaban la venta de drogas en la favela,
Taís quedó sola con su hija de dos años de edad, tenía dos años y
tres meses cuando la secuestraron, lleva la cuenta exacta de su
edad, de los meses y de los días. El recuerdo de su sonrisa y el
calor de sus abrazos la mantuvo viva durante ese tiempo. Por ella
resistió, por ella no se dio por vencida, por ella siguió respirando,
por ella que es su razón de existir.
122
Camina sobre la cuesta de gradas con la cabeza baja con su llanto
salado mojando sus mejillas, con su corazón palpitante, con sus
tormentos anudados a la espalda, camina, camina…
La noche en que la secuestraron le dijeron que fue por una deuda
que dejó sin pagar su esposo y que el jefe del cartel exigía como
pago enviarla fuera del país y alejarla de su hija, sería ése el cobro
para que el difunto se revolcara de dolor en su tumba.
No solo la enviaron fuera del país sino que la entregaron a una red
de trata de personas, Taís fue esclava sexual en diez países
latinoamericanos y en Estados Unidos. Golpeaba con látigos y
lazos, sodomizada con tubos de metal, obligada a practicar la
zoofilia para clientes que pagaban fuertes cantidades de dinero por
el espectáculo.
Muchas de sus compañeras murieron en manos de clientes que
disfrutaban con el masoquismo y las torturaron hasta verlas
fallecer sin aliento alguno por la vida.
Ha comenzado a llover Taís siente el agua mojando su pañuelo y
su cuerpo, siente las gotas de lluvia acariciando sus brazos. Lluvia,
lluvia en la favela…
¿Cómo les contará que escapó? ¿Qué fue un golpe de suerte?
Nadie le creería la forma en que escapó pero fue real, así fue como
escapó.
123
Fue una noche cuando las trasladaban de lugar hacia otro centro
de prostitución las llevaban de Arizona hacia Nuevo México, iban
cuarenta de ellas entre: asiáticas, europeas, africanas y
latinoamericanas, escondidas en un camión de mudanza.
El piloto se durmió y volcó en la carretera, por el golpe las puertas
del camión se abrieron y salieron corriendo despavoridas, quienes
estaban heridas fueron ayudadas por las que no sufrieron mayor
percance, corrieron entre el desierto durante horas hasta que
exhaustas encontraron una casa escondida en medio de la
nada, se atrevieron a tocar la puerta, resultó ser la de una de una
familia de la tribu Comanche quienes inmediatamente les
brindaron auxilio.
No avisaron a las autoridades migratorias del país y al contrario se
reunieron con los y las ancianas de la tribu quienes decidieron
buscar sus propios medios para que las transgredidas retornaran a
sus países de origen.
Taís ha llegado a la puerta de su casa, está empapada, se
despoja del pañuelo que cubre su cabello y su rostro. Tiene
diecinueve años de edad. Siente que ha envejecido veinte durante
ese tiempo fuera de casa. Extiende el brazo y toca la puerta de
madera enmohecida. Nunca contará a nadie cómo fue que viajó
124
desde Nuevo México hasta Brasil, ése es un secreto que comparte
junto a las cuarenta adolescentes y la familia de la tribu
Comanche, un secreto en común que guardarán hasta el día en que
la vida se les convierta en cenizas.
Una voz de mujer pregunta desde dentro, es la de su madre,
¿quién es? Soy Taís.
125
ZAHIRA
Su verdadero nombre nadie en La Casa lo sabe. Desde aquella
noche fue nombrada Zafiro.
Una tarde cuando era niña le dijo su mamá que su nombre Zahira
significaba flor de colores brillantes, luminosa y sublime como
toda ella y su origen islámico.
La menor de tres hermanos, Zahira fue secuestrada en un poblado
de Surakarta, Indonesia una noche que regresaba de una fiesta en
compañía de sus dos hermanos y su madre, un automóvil atropelló
a uno de ellos descendieron varios hombres del automotor y
fingieron ayudar a trasladar el herido a un hospital pero a quien se
llevaron fue a Zahira. Tenía diez años de edad.
Pasó la noche atada de manos y con un pañuelo cubriéndole los
ojos acurrucada sobre una manta tirada en una esquina de una
habitación solitaria. A la mañana siguiente entraron un hombre y
dos mujeres éste ordenó que la limpiaran y arreglaran para el
cliente, también le repitió su nuevo nombre Zafiro y la hizo
jurar nunca más pronunciar el propio. Por la tarde Zafiro olía a
perfume y vestía uniforme escolar, así la deseaba ver el cliente era
126
ésa su fantasía poseer a una niña inexplorada en uniforme escolar
por la cual pagaría veinticinco mil dólares.
Zafiro fue puesta en un automóvil y conducida a la suite principal
de uno de los hoteles más prestigiosos de Jakarta ahí la esperaba su
primer verdugo un hombre de la tercera edad.
Zafiro tiembla de miedo y comienza a llorar, el hombre le ofrece
una paleta de chocolate y la sienta en sus piernas, comienza a oler
su piel, a besar su cuello y a acariciar su cabello, desabotona la
blusa y lame el lugar en donde emergerán los pezones, los succiona
e introduce una de sus manos en medio de las piernas de Zahira,
ella sigue llorando, él tapa su boca con un pañuelo y la lanza sobre
la cama, la abre de piernas y la posee. Rompe ferozmente la
inocencia que nunca más recuperará la niña del poblado
de Surakarta.
Le da una pastilla para que duerma y la deja ahí en la habitación
acostada sobre un charco de sangre y con la herida de la
transgresión, horas después el mismo conductor del automotor la
va a recoger y la traslada a la casa donde la tienen secuestrada,
cuando Zahira recupera el conocimiento está nuevamente en la
misma habitación acostada sobre la manta y atada de manos.
127
Le curan las heridas las mujeres con lienzos tibios de aceite de
ajonjolí, dos veces por semana Zafiro es conducida a diferentes
hoteles aunque el pago por la deshonra ya no el mismo ha perdido
su castidad.
Es necesario rotarlas no es solamente Zafiro la secuestrada en La
Casa necesitan niñas vírgenes, las deshonradas ya no valen para
mantener en pie el negocio y satisfacer los gustos de los clientes
es así como las trasladan al continente americano vía marítima
escondidas en una caja de madera, una vez por día baja una mujer
al compartimento de equipaje y las alimenta.
Llegan al puerto de Veracruz y en la zona más prestigiosa del
Estado son obligadas a trabajar para servicios sexuales de
embajadores, cónsules y políticos del país quienes gozan de violar
a niñas totalmente indefensas. Ahí conoce el significado de las
orgías pues la especialidad del lugar es ofrecer cinco niñas para
quince hombres que las disfrutan durante tres horas a cambio de
cinco mil dólares, no usan preservativos pues las han inyectado
con anticonceptivos. Zafiro ha estado a expensas de todo tipo de
vejación a lo largo de cinco años, ha visto llegar y partir grupos
de niñas, adolescentes y mujeres que en la misma condición han
sido explotadas. Ha aprendido a hablar español y jamás ha
pronunciado su nombre islámico.
128
También asisten al lugar clientas exclusivas que gustan del placer
exquisito de una flor en botón. A finales del quinto año en
Veracruz Zafiro junto a un grupo de adolescentes será rotada de la
casa y enviada a Estados Unidos vía la frontera de la muerte.
Serán indocumentadas custodiadas por cinco hombres armados
que tienen instrucciones de matarlas en el primer intento de
escape. De Zafiro se ha enamorado la esposa de un artista plástico
que asiste regularmente al lugar exclusivamente para estar con ella
y paga la noche completa para dormir en sus brazos y acariciar su
piel joven. Se ha enterado por un amigo político que varias chicas
serán rotadas y enviadas hacia Estados Unidos entre ellas su
Zafiro, pide entonces a su amigo como un favor personal armar
una emboscada para rescatarlas.
Es así como en el desierto de Sonora el grupo de adolescentes y los
cinco hombres son detenidos por soldados del ejército
mexicano, en el mismo lugar los cinco hombres son ajusticiados
con el disparo de un arma con silenciador, las adolescentes son
trasladadas a una vivienda en el Distrito Federal donde les bridan
comida, una ducha fresca y en los días siguientes son puestas en
libertad a escasos metros de las embajadas y consulados de sus
países de origen. Nunca sabrán quién las rescató.
129
Zafiro pronuncia finalmente su nombre Zahira en la calle Julio
Verne N. 27 Colonia Polanco en la Ciudad de México frente al
escritorio del embajador de Indonesia. Retornó a su natal Surakarta
el día de su cumpleaños número dieciséis.
130
SOLEDAD
Salió de Chinandega con tres mudas de ropa, un par de
zapatos con las suelas rotas, un álbum de fotografías, las
bendiciones de su madre atadas al corazón y la ilusión de llegar a
Estados Unidos.
Soledad subió al tráiler la última noche de octubre de mil
novecientos noventa y seis, tenía trece años de edad.
Era la mayor de ocho hermanos, junto a su madre vendía agua de
coco en la carretera en la entrada a Chinandega, en el
estacionamiento donde pernoctaban los traileros que iban de paso
recorriendo países con los furgones llenos de mercancía. Por la
noches vendían empanadas Soledad caminaba entre las hileras
de cabezales tocando las puertas ofreciendo su venta, ya la
mayoría de adolescentes de su colonia había emigrado hacia
Estados Unidos la oportunidad la ofrecían los conductores de los
cabezales quienes se prestaban a llevarlas escondidas en los
camarotes, adelantarles el camino y contactarlas con otros
conductores para que siguieran hacia el norte, varias se quedaron
131
entre Honduras, México y Guatemala siempre
en similares laderas en diferente tierra.
Otras que se negaron a emigrar ofrecían sus servicios sexuales a
cambio de lo que quisiera dar el conductor del tráiler, una dádiva
que alcanzara para comprar la comida del día. A cuántas de sus
amigas púberas Soledad encontró siendo abusadas entre dos
hombres que fantaseaban con penetrar vaginas tiernas y con
golpear pezones en botón, con morder labios y azotar
espaldas, nunca dijeron nada porque hablar y denunciar no era de
importancia de ninguna autoridad y al contrario significaba perder
la entrada al estacionamiento.
Y sin embargo aun con los golpes crudos en la piel entrada la
noche volvían a tocar las puertas de los cabezales pidiendo la
caridad de unas monedas a cambio de prestar su cuerpo para
concebir alucinaciones de depravados, se los exigía el hambre de
sus hermanos menores, el abuso de sus padres y el cansancio de
sus madres que lavaban ropa ajena, vendían comida en la carretera
o limpiaban casas de extrañas.
La vida en la periferia y en la cloaca exige más que temple para
sobrevivir a la miseria de la inmundicia de un sistema que hunde
en pantanos a los más desprotegidos de la sociedad.
132
De dos en dos, de tres en tres se fueron las adolescentes de la
barriada todas abrigando la ilusión de llegar al país de los dólares y
enviar las remesas para darles a sus hermanos menores y a sus
hijos la oportunidad de la educación formal que ellas no tuvieron,
para sacar a sus madres de trabajar, para comprar una cama, poner
un techo, construir cuatro columnas, comprar medicinas: se fueron
niñas, adolescentes y mujeres jóvenes todas invadidas por la
misma efervescencia, por el azote de la pobreza y de la
invisibilidad.
Soledad luchó por no verse obligada a tocar la puerta de ningún
conductor borracho, drogado, abusador y tener que abrirse de
piernas y entregar la desnudez de su cuerpo aun jilote a la destreza
de un pervertido.
Pero las circunstancias la obligaron, Soledad optó por emigrar
cuando ninguna puerta se abrió más para comprar sus empanadas
pero sí para invitarla a entrar a los camarotes húmedos de semen y
lujuria, fue entonces que con la oscuridad aturdiéndola, el hambre
de sus hermanos clamando y la salud deteriorada de su madre tomó
la decisión de tocar la puerta y emprender semejante empresa, la
travesía de varias fronteras yendo escondida en el camarote de
un cabezal.
133
La desfloró un guatemalteco de cincuenta años de edad que vio
en su cuerpo la lozanía de la flor de las diez, respiró su aroma de
niña a pétalos de rocío y la abrió de par en par hasta que sació su
más inmundo capricho, aquella última noche de octubre de mil
novecientos noventa y seis Soledad contrajo sida.
Cruzó las fronteras de Honduras y Guatemala escondida bajo el
colchón del camarote, diez veces más la ultrajó el sediento
conductor. En la frontera entre Guatemala y México la entregó
a otro piloto para que la llevara a Tijuana, un sádico que se
excitaba con la sangre de pubis maltratado la golpeaba todos los
días y la llevó encadenada de manos y de pies cubierta con un
poncho en el rincón del camarote. Antes de infringirla cortaba su
clítoris con una navaja y se tragaba la sangre, solo le permitía
comer una vez por día, pan y agua. Durante la travesía en
territorio mexicano Soledad contrajo sífilis y herpes.
El sanguinario también la sodomizó.
La entregó en Tijuana a otro piloto que la llevaría hasta California,
Soledad minuto a minuto recordó a su madre y a sus hermanos,
una cansada y con la diálisis semanal que no se podía costear, los
otros recogiendo basura en los alrededores y reciclando botellas de
134
vidrio para venderlas, su padre los abandonó cuando su madre
enfermó.
Cruzó la frontera escondida en las cajas de la mercadería del
furgón, el gringo también gozó con su tierno pubis mancillado. En
California la esperaban dos de sus amigas que habían migrado años
antes, dos mujeres que dejaron a sus hijos a cargo de las abuelas.
Soledad cumplió la mayoría de edad en un campo de moras,
trabajaba diecisiete horas diarias, logró que todos sus hermanos
culminaran la educación media, su madre murió en la camilla de
un dispensario la noche en que ella cruzó la frontera
estadounidense, fue atropellada por un cabezal conducido por un
piloto ebrio.
Soledad murió indocumentada en California, intoxicaba por el
veneno que fumigaron en la plantación sin avisar a los
trabajadores, junto a ella veinte personas más perdieron la vida.
Nadie fue culpado por ninguna autoridad.
Su cuerpo retornó a su natal Chinandega quince años después de
haber emigrado aquella última noche de octubre de mil
novecientos noventa y seis, siendo apenas una adolescente de
periferia abrazada a la ilusión de llegar al norte y enviar las
remesas de las que tanto había escuchado hablar. Nunca pudo estar
135
en la intimidad con ningún hombre. Sus quince años de exilio los
pasó entre el campo de moras, escondiéndose de la migra e
intentando dormir en el apartamento que compartía con diez
personas más.
Cuando abrieron el ataúd sus hermanos el día del
velorio, encontraron en sus manos el álbum de fotografías que la
acompañó desde el instante en que se despidió la noche que
emigró.
136
BENITA
Ese día por la tarde Benita regresó de la escuela estudiaba en la
jornada vespertina y caminó lo de diario ocho kilómetros en
atajos, su madre no estaba en casa tampoco sus hermanos, su
padre había emigrado desde hacía dos años a la capital trabajaba
como agente de seguridad privada y regresaba solamente un fin de
semana al mes.
Benita lavó el nixtamal y se fue al molino a hacer masa, de
regreso en el camino se encontró con su tío el único hermano de
su madre quien sin mediar palabra la lanzó sobre la hierba y la
desfloró. Antes le amarró un pañuelo en la boca para que no
gritara. Benita tenía diez años de edad y su tío treinta y dos. La
amenazó con matar a su familia si se atrevía a denunciarlo. A
partir de aquella tarde su tío Dimas comenzó a abusarla todos los
días a la misma hora cuando su madre se encontraba lavando ropa
ajena y no había nadie más en casa.
Tres años habían pasado y una noche de un fin de semana que su
padre estaba de visita sintió una mano áspera bajo sus sábanas
hurgando en su cuerpo era la de su padre quien totalmente ebrio
137
la ultrajó. Benita quedó preñada aquella noche. Lo supo cinco
meses después cuando acarreando agua del río resbaló sobre una
laja y cayó golpeándose el vientre con una rama seca, perdió ahí
mismo la cría. En la aldea fue rechazada por furcia porque nunca
quiso decir quién era el padre de su criatura. Su madre también la
rechazó y la echó fuera de la casa.
Benita fue a hablar con la dueña de la única tienda de la aldea
quien le encontró trabajo en la capital como sirvienta. Su primer
mes de pago lo tuvo que entregar por el favor. Juntó lo suficiente
en un año para abordar un autobús rumbo a la frontera, había
escuchado hablar a otras trabajadoras del sector acerca de un tren
donde se trasportaban emigrantes que iban rumbo a Estados
Unidos. Sin necesidad de tener que pagarle a un coyote.
Compró una mochila en la dieciocho calle de la zona uno, un
suéter negro, tenis del mismo color y dos mudas de ropa oscura.
Benita tenía quince años cuando emigró. No se despidió de nadie.
Desde Tapachula, México llamó por teléfono a la señora de la
tienda de su aldea y le dejó el encargo de avisar a su madre que
estaba bien y que iba rumbo al norte que cuando estuviera en
Estados Unidos la volvería a llamar.
Han pasado siete años y su madre no sabe nada de su paradero. Ha
tocado incansablemente las puertas de consulados, hospitales,
138
morgues, iglesias y estaciones de policía buscándola. Ha llorado
sobre las tumbas de los muertos del tren, un sitio donde se entierra
en fosas a los cuerpos que yacen sobre los rieles sin ser
identificados.
Ahí en ese mismo camposanto está el cuerpo de Benita a escasos
cien metros de donde ha llorado su madre. Endosado con el de
otros que vivieron el mismo infortunio. No cayó del tren nunca se
subió a éste. La tarde que llamó a la señora de la tienda fue
secuestrada cuando caminaba por la orilla de la línea férrea. Un
grupo de jóvenes que esa noche formarían parte una mara
realizaron con su cuerpo el ritual de iniciación.
La violaron veintitrés hombres y viva le sacaron el corazón que
después se comieron en pedazos, la desmembraron y sus
extremidades dejadas dentro de un costal en la orilla de la misma
vía férrea donde Benita alguna vez soñó con saltar sobre el tren en
marcha esconderse en un vagón y escapar hacia aquel enorme país
del que tanto hablaban las muchachas que trabajan limpiando casas
en La Cañada.
139
HARU
Se liberó. Se cansó del ahogo en la oscuridad de su habitación
perpetrada por fantasmas de frontera.
Haru originaria de Perú emprendió el viaje con su maleta de
ilusiones rumbo al país de los sueños rotos. Iba a reencontrarse con
sus padres quienes habían migrado ocho años antes por la misma
vía, la de la invisibilidad.
El pollero que la transportó desde su país por el trayecto de la
clandestinidad la entregó a otro grupo de coyotes en Tijuana donde
en teoría cruzaría la frontera hacia Estados Unidos en pocas horas,
así se lo prometieron a sus padres que confiados pagaron la
exorbitante cantidad en dólares.
Haru nunca llegó el día ni la hora acordada al otro lado donde la
esperaban sus padres. Fue secuestrada, golpeada y violada en
innumerables ocasiones por los traficantes de indocumentados que
se apropiaron de ella. La mantuvieron en un apartamento junto a
otro grupo de niñas y jóvenes que habían corrido con la misma
suerte. A cada familia le pedían la cantidad de cinco mil dólares
extra para liberarlos, al apartamento llegaban hombres que
140
pagaban a los coyotes por los servicios sexuales de las niñas que
no pasaban de trece años de edad entre ellas Haru de doce.
También los jóvenes que no pasaban de los diecisiete todos
víctimas de trata.
Atadas de manos y pies solo les soltaban la sogas de los pies
cuando llegaba un cliente dispuesto a pagar la cantidad por el
suculento manjar de la fragilidad de la infancia.
Haru estuvo un mes esperando por el rescate de sus padres quienes
trabajan cortando hortalizas en California y no pudieron juntar el
dinero en el tiempo exigido por los coyotes, cinco mil dólares los
juntaron prestando entre los compañeros de trabajo y vecinos.
La entrega se realizó en el estacionamiento de un centro comercial
un mes después. Finalmente Haru se reencontró con sus padres.
Se enteraron de los constantes ultrajes a los que fue sometida
cuando leyeron la nota que dejó, la escribió en las urgencias del
suicidio trepada en la terraza del edificio donde alquilaban un
sencillo apartamento de ratonera latinoamericana.
Ahí explicó que había sido violada por más de cien hombres
durante el tiempo que estuvo en cautiverio, que ninguno usó
ningún tipo de protección, que las golpeaban porque también
habían otras niñas en la misma habitación que sufrían los mismo,
141
algunas ya se habían ido porque sus padres pagaron el rescate
pronto pero otras ya llevaban seis meses en el mismo lugar.
Describió los lamentos de las niñas más pequeñas a las que les
tapaban la boca con trapos mojados para que no escucharan los
vecinos del edificio el llanto. No podían dormir por el dolor
en medio de las piernas sangrantes, los golpes en el cuerpo y el
hambre.
Se despidió y pidió perdón por haber tomado esa decisión.
Haru antes de lanzarse al vacío desde la terraza del edificio de
trece pisos de altura se cortó las venas con el vidrio de una botella
de cerveza que quebró.
El médico que realizó la autopsia les informó que Haru tenía dos
semanas de gestación.
142
DOMINGA
Fui a la aldea a despedirme de mi familia y les dije que me iba a
Estados Unidos que ya lo habíamos hablado con otras trabajadoras
de la maquila y que nos iríamos juntas una de ellas ya conocía el
camino no pagaríamos coyote. Así fue como agarramos camino las
nueve, ninguna era mayor de edad, no señor nuestras familias no
sabe en dónde estamos.
Cruzamos el río Usumacinta sobre las balsas de llantas de camión
y nos unimos a la procesión de migrantes que cruzan la frontera.
En Tapachula saltamos sobre el tren en marcha y nos guindamos
como pudimos de las parrillas hasta llegar al techo y nos
amarramos con nuestras playeras para que ninguna cayera al vacío
si el sueño nos vencía.
En Veracruz sufrimos el primer asalto, varios hombres vestidos de
negro y con metralletas subieron al tren cuando se detuvo y
tomaron vagón por vagón y a las mujeres nos violaron a la que no
se dejaba la tiraban desde el techo a que cayera en los rieles y allá
abajo la violaban más hombres y la dejaban toda quebrada, ya no
143
la podíamos subir ahí la dejábamos en la orilla para que alguien
que pasara por allí la ayudara, a mí me violaron dos. Sí señor así
fue ya se lo he dicho muchas veces a usted y a los otros.
Todas ensangrentadas ahí enfrente de los hombres que también
iban en el tren a varios de ellos también los violaron porque se
metieron a defendernos y eso no les gustó a los asaltantes.
Más adelante en otro pueblo nos detuvo la policía ya nos estaban
esperando porque cuando paró el tren varias patrullas estaban ahí y
nos pidieron los papeles y como no tenemos nos llevaron presas
ahí nos tuvieron una semana en la cárcel a las nueve y a otras,
viera agarraron a varias no cabíamos en las patrullas al nomás
llegar nos hicieron que nos desnudáramos y los mismos policías
que nos detuvieron nos violaron ahí en los corredores de la prisión.
Señor, ¿puedo ir al baño? Es que quiero hacer una necesidad. Está
bien señor, no, no pretendo escaparme es que estoy sangrando
mucho y me duele y quiero ir a orinar.
Todos los días llegaba un grupo distinto de policías y nos violaban
en la mañana y en la tarde, solo dos veces nos dieron un vaso de
agua y pan podrido para que comiéramos. Ahí murieron dos
porque estaban malas de la violación del tren y se soltaron en
hemorragias y se llevaron los cuerpos no sé a dónde ni qué
144
hicieron con ellas. ¿Está apuntando eso señor? Por favor apúntelo
tal vez se puede investigar quienes son.
Ahí en la cárcel nos violaron varios los jefes pasaban primero y
después los otros policías , el último día nos cambiaron de cárcel
solo para que nos violara otro grupo y en la noche nos fueron a
dejar tiradas en un basurero, ahí pasamos dos días sin podernos
levantar ni fuerzas teníamos para caminar. No sé la dirección señor
ya le dije que no somos de aquí.
Una señora que vivía por ahí nos dio de comer. Pero queríamos
llegar a Estados Unidos y no nos quisimos regresar, además ya
estebábamos deshonradas ningún hombre nos iba a querer pero
ninguna sabía lo que nos esperaba.
Pasamos al refugio de los migrantes y ahí estuvimos dos días nos
dieron de comer y donde asearnos esperamos a que llegara el otro
tren que nos llevaría a la mera frontera con Estados Unidos ya el
último tirón pero ahí nos salieron otros hombres de negro, eran
bastantes nos rodearon a hombres y mujeres, unos corrían como
locos tratando de escapar y ahí mismo les disparaban en la cabeza
a donde cayeran las balas, agarraron como a cincuenta de nosotros
y nos repartieron en grupos, nos subieron a carros de vidrios
oscuros y fuimos a dar a una casa grande.
145
A los hombres ya no los vimos saber qué hicieron con ellos pero
éramos veinte mujeres de Centroamérica y Suramérica, ya habían
otras ahí desde saber qué tiempos, nos metieron a un cuarto.
Al otro día nos dieron ropa y nos mandaron a bañarnos, siempre
nos vigilaban tres hombres armados ya bañadas nos volvieron a
meter en el cuarto y nos iban sacando de una en una no sabíamos
para qué porque muchas ya no regresaron, a mí me llevaron a otro
cuarto donde estaban tres hombres desnudos me amarraron a una
cama y me violaron y me golpearon, me pegaban con sus cinchos,
me mordían los labios y los pechos. De mucho no me recuerdo
porque perdí los sentidos de tanto golpe. ¿Lo está anotando señor?
Sí, no le estoy mintiendo eso pasó, no, no uso drogas señor no sé
que es eso nunca las he probado.
Ahí nos separaron del grupo de las nueve que íbamos juntas solo
quedamos dos a las otras se las llevaron no sé para dónde, a mi otra
compañera la golpearon más fuerte que a mí porque se escuchaban
los gritos en toda la casa ya no regresó al cuarto, ya no volví a ver
ninguna de ellas hasta cuando me tocó reconocer sus cuerpos. Sí
señor eran ellas yo sé que eran ellas, no señor de verdad ninguna
era drogadicta, ni borracha, no señor no somos prostitutas.
146
Estuve en esa casa veinte días hasta que logré escaparme una
noche que se emborracharon los tres que nos cuidaban ninguna
quiso acompañarme entonces yo solita salí rompí una ventana de
los cuatros de atrás de la casa y por ahí me salté sin voltear y corrí
sin descansar hasta que ya no me dieron más las piernas y me
desmayé me sangraba en medio de las piernas. No sé la dirección
de la casa señor, tampoco sé quienes eran porque me tenían
vendados los ojos. Sí señor así pasó ya se lo dije a los otros
policías que han venido a interrogarme antes que usted. No señor
no soy drogadicta.
Sí señor una patrulla de policías me encontró y me trajeron aquí ya
llevo quince días y no me dejan salir, ya les conté lo que sabía y
ellos mismos me llevaron a reconocer los cuerpos a la morgue, sí
ahí estaban mis amigas las vi con sus cuerpos quemados y
desmembradas yo di la información para que manden sus cuerpos a
sus familiares pero me dijeron que no hay dinero para eso que las
van a enterrar en el cementerio de la localidad como equis equis.
Déjeme ir ya estamos en la frontera, déjeme ir a intentarlo quiero
llegar a Estados Unidos, quíteme las esposas no me voy a escapar,
¿a dónde me lleva señor? ¡no, no me golpee! ¿Esa arma señor para
qué es? ¡No señor por favor no me dispare! ¡No me golpee! ¡No
148
JULITA
Despertó, abrió los ojos no pudo ver nada la densa oscuridad
dentro del ropero no le permitió ver absolutamente nada.
Está atada de manos y pies le duele todo el cuerpo. Comienza a
llorar de nuevo ya ha perdido la cuenta de los días que lleva
encerrada en ese lugar, lo último que recuerda fue cuando le
desataron los nudos de la sogas que tenía atadas en los pies y la
abrieron de piernas, un hombre con un cuchillo le cortó en medio
ahí en su parte privada, la que no debía enseñar a nadie le había
dicho su mamá por teléfono en muchas ocasiones.
Tres hombres se le subieron encima y le metieron eso ahí en su
parte íntima, la que no debía dejarse tocar por nadie.
Julita tiene nueve años de edad ha sido secuestrada para obligar a
su padre a abandonar las dos casas que poseen y entregarlas con
todo y escrituras, también las dos parcelas de tierra que compraron
a las afueras del pueblo, el picopito de doble tracción que acaba de
mandar de Estados Unidos.
Fidencio Aguirre es padre de cinco niños y de una niña, su Julita
seis en total casado con Macarena Sicoy una maestra de primaria
149
oriunda de Santa Catarina Ixtahuacán, ambos emigraron hacia
Estados Unidos dejando a sus hijos al cuidado de los abuelos
maternos.
Durante cinco años han trabajado en mil oficios para lograr darle a
sus crías la oportunidad de la educación formal, sustento, calzado,
vestido y un hogar propio.
Lograron comprar dos casas, después dos parcelas y el picopito
con el que siempre soñó Fidencio para retornar y trabajar haciendo
fletes.
Después de cinco años trabajando lavando platos en restaurantes,
limpiando ventanas en edificios y oficinas, limpiando casas,
cargando cajas en supermercados lograron juntar para poner una su
tienda de abarrotes ése fue el último de sus sueños y planearon
regresar para finales de ese verano.
Fidencio fue a depositar la remesa de todos los domingos ahí
enviaba el dinero ganado durante la semana por él y su esposa, en
Guatemala lo recibía su suegra y lo depositaba directamente a una
cuenta bancaria.
No supo cómo pero alguien se enteró de la cantidad ahorrada en el
banco y secuestraron a Julita al salir de la escuela, en un carro de
doble tracción con vidrios poralizados se la llevaron cinco hombres
armados y encapuchados. Lleva dos semanas secuestrada están
150
pidiendo por el rescate treinta mil dólares, el abandono de las
casas, las parcelas y entregar el picopito. Todo con escrituras en
mano.
El matrimonio no posee ese dinero y en tres días se vence el plazo
que dieron los secuestradores. No han escuchado la voz de Julita.
No saben que Julita ha sido vulnerada todos lo días, que su cuerpo
sangra, que la tienen atada dentro de un ropero que ahí orina y
defeca, que solo la sacan cuando la van a violar.
Llega la fecha estipulada por los secuestradores Fidencio y
Macarena han retornado al país no han logrado juntar la cantidad
de dinero solo diez mil dólares, entregan las escrituras de las casas,
de las parcelas y el título del picopito, en un sobre los diez mil
dólares en efectivo.
Esperan ver a Julita viva, pero Julita no llega con los
secuestradores como lo habían prometido a sus padres, su cuerpo
aparece dos días después en una bolsa negra plástica en un
basurero de la ciudad capital.
Fidencio nunca sabrá que quien secuestró, vulneró y mató a su
Julita fue su primo Chetío el militar. El mismo que montó guardia
junto a un grupo de soldados rasos cuando se iba a realizar el
canje. Los secuestradores escaparon con sus once ovejas…
151
Fidencio agarró a su esposa y a sus niños y emprendieron viaje
nuevamente hacia Estados Unidos decidieron perforar la frontera
asaltando los vagones del tren de la muerte, siguen desaparecidos
nadie sabe nada de ellos.
152
LOURDES, ARTEMIA Y EMILIA
A mi esposo lo desaparecieron, cuenta Lourdes. Y relata la
desgarradora historia. Entraron a su casa hombres que bajaron de
una panel blanca botaron la puerta a patadas y golpearon a su
esposo un maestro de la universidad de San Carlos mientras lo
acusaban de comunista, antes de llevárselo la violaron frente a él y
a sus cinco hijos. Lourdes recobró el conocimiento dos días
después en la sala de un hospital, le habían cortado de tajo los
pezones. Emigró, se cruzó la frontera de mojada con sus cinco
hijos, de su esposo nunca supo nada.
Lourdes perdió a cuatro hermanos y a dos cuñados, todos siguen
desaparecidos.
Ha llegado el trovador prepara su guitarra y comienza a cantar, la
gente se acerca y se abraza, hay cirios blancos encendidos, se está
quemando pom, en el recinto una nube de recuerdos se desploma
de pronto y se convierte en niebla que puebla cada poro, cada
alma, cada memoria, cada ser. Las huellas del genocidio
perpetuado en Guatemala están ahí latentes.
153
“¿Quién dijo que todo está perdido?, yo vengo a ofrecer mi
corazón, tanta sangre que se llevó el río, yo vengo a ofrecer mi
corazón…” cantan mientras unos lloran con las heridas vivas en la
memoria.
Se sirven café y caminan hacia una esquina, se repesan en la pared
y siguen conversando. Al mío, cuenta Artemia, lo sacaron del
rancho llegaron los soldados y le prendieron fuego al jacal.
Lourdes y Emilia la escuchan en silencio. Estábamos organizando
las mazorcas y el quintal de frijol cuando entraron y le pegaron con
las puntas de las botas, le dijeron que él era un comunista que
ayudaba a la guerrilla y que debía pagar por eso, ahí en el suelo del
jacal le cortaron los dedos con un verduguillo, tres dedos recogí
yo.
Lo colgaron de una rama de un árbol y le empezaron a pegar a mis
dos niñas también las violaron como a mí, la menor no sobrevivió
tenía cinco años, la grandecita estuvo una semana en el centro de
salud no abría sus ojitos dormidita todo el tiempo yo pensé que se
me iba a morir pero sobrevivió. A mí me arrancaron el corte y me
rompieron el güipil desnuda me dejaron tirada en el monte, no sé
cuántos fueron los que me violaron pero eran muchos me desmayé
y un vecino nos encontró. De mi compañero jamás volví a saber
nada.
154
“Nace una flor todos los días sale el sol, de vez en cuando escuchas
aquella voz…” Artemia también dejó su natal Huehuetenango
como lo hicieron miles y buscó refugio en otra tierra. Aprendió a
hablar español en Estados Unidos. Ahí fue a parar después de rodar
por territorio mexicano durante cinco años.
“¡No!, Permanecer y transcurrir, no es perdurar no es existir, ni
honrar la vida!…” Por primera vez en la historia de Guatemala se
está llevando a cabo un juicio contra uno de los genocidas que en
su gobierno masacró, torturó y desapareció personas. En el recinto
se ha reunido un pequeño grupo de las miles de personas que
fueron golpeadas por los años sangrientos que vivió Guatemala.
Cantan, recitan, se quedan en silencio y vuelven a emerger con
recuerdos, nombran a los desaparecidos, a las torturadas y los
masacrados a las violentadas, a los que nunca se han ido porque
están vivos en la memoria colectiva, a las que nunca dejaron de
existir porque siguen respirando en el día a día de quienes se
niegan a olvidarlas.
Emilia sorbe un poco de café, tiene la mirada perdida en la nada, el
humo blanco del pom le recuerda su natal Quiché, es
orgullosamente Ixil y porta su ropa con la elegancia propia de su
identidad . Salió corriendo junto a docenas de personas para
155
internarse en la selva, le mataron a toda su familia fue la única
sobreviviente, la violaron los soldados cuando regresaba de la
parcela con su papá, a él lo mataron ahí mismo y a ella la dieron
por muerta después de que le pasó por encima más de una docena
de esbirros. Emilia cuenta que tenía diez años de edad cuando eso
sucedió. Entró a territorio mexicano y luego emigró hacia Estados
Unidos.
“Todavía cantamos, todavía pedimos, todavía soñamos, todavía
esperamos…” están ahí reunidas las almas que se niegan a olvidar,
las que celebran que por fin la justicia esté despertando. Ahí
representando a las miles de personas que abandonaron el país
obligadas por la persecución de un gobierno de genocidas.
Lourdes, Artemia y Emilia son tres mujeres marcadas con el
estigma de la violencia perpetuada en sus cuerpos, tres de las miles
y de los millones en la historia de las dictaduras en el mundo
entero.
El trovador sigue tocando su guitarra las voces no paran de cantar,
al unísono a pulmón abierto, con el corazón desgarrado y la
memoria en carne viva. Proclaman, ¡justicia, Guatemala nunca
más!
¡Justicia, Guatemala Nunca Más!
156
SUYAPA
Encontraron el cuerpo junto al picopito despeltrado, a un lado de la
carretera de talpetate ahí encunetado, boca a bajo con el tiro de
gracia en la frente, en una mano las llaves y en la otra la billetera,
no le robaron nada sólo el tiro de gracia le dejaron.
No llegó a dormir dijo su viuda cuando la entrevistó el Ministerio
Público Pompilio nunca faltaba a dormir, tancada en llanto abrazó
a sus tres hijos y lamentó amargamente la muerte trágica de su
esposo.
Apenas señor fiscal mi esposo había iniciado con el negocio de
fletes recién se jubiló de Caminos y con el dinerito que juntó
compró ese picopito ahí andaba haciendo fletes para La Terminal y
para donde le saliera viaje. No señor fiscal él no tenía problemas
con nadie, era un hombre trabajador y honesto.
Tancada en llanto recordó todas las noches en que él la montó
inclusive en sus días de regla, las noches que la golpeó cuando ella
se negó y la terminó violando. Todas absolutamente todas sin faltar
ninguna la obligó a tener relaciones sexuales con él. Las
madrugadas que la despertaba para que lo lamiera y lo chupara. Ida
157
quiso contar las ocasiones en que la hizo sangrar cuando la
deshonraba.
No señor fiscal Pompilio era un buen esposo, un buen padre, un
hombre trabajador no sé quién pudo hacerle esto.
Sí señor fiscal tiene otros hijos yo soy su tercera esposa estos son
sus niños chiquitos.
Quince años tenía Suyapa cuando su papá la hizo trato con
Pompilio y la casó contra su voluntad con un hombre treinta años
mayor. Se la llevó a vivir a la capital a una periferia en el pueblón
que ella no conocía y donde la encarceló, dejaba la puerta con llave
cuando se iba al trabajo y hasta cuando regresaba por la noche
Suyapa podía salir a hacer la masa para hacerle sus tamales de
cambray y prepararle la cena. Nunca salió sola siempre la vigilaba
él, al mercado los domingos iba él y ella se quedaba enllavada
cociendo los tamales, haciéndole su atol blanco, planchándole la
ropa, lustrándole los zapatos, zurciéndole los calcetines y cuidando
de los hijos que le engendró a la fuerza de violación tras violación.
En el velorio se juntaron las tres mujeres y la docena de hijos
revueltos con nietos, una amante preñada llegó. El tiro de gracia le
dejaron a Pompilio y a Suyapa la viudez y tres hijos huérfanos.
Lo vio en la caja y le besó la frente, estaba ahí tieso, pálido, frío,
con algodón en los oídos y en los agujeros de la nariz, tan
desarmado, tan indefenso, recordó las ocasiones en que le pegó con
158
el cordón de la plancha hasta que le reventó la espalda y la hincó
sobre granos de maíz y la hizo jurar no negarse a tener relaciones
con él porque era su obligación como esposa.
El día en que la obligó a que le besara los pies delante de sus hijos
y lo llamara dios. La tarde en que a punto de parir su tercer hijo la
violó y le arreció los dolores de parto con los golpes que le
propinó. Recordó las semanas en que la castigaba comiendo
tortillas nacidas, frijoles descompuestos, las mañanas que la hacía
beberse su orín en la taza de café. Cuando llevaba a sus amigos a
su casa y se emborrachaban y la obligaba a lo que ellos quisieran
tener con ella en ese momento.
Repartió café con pan a los asistentes, encendió dos cirios más,
rezó el rosario y cantó, lloró desconsolada la ausencia de Pompilio
y al siguiente día lo enterró, lo dejó solo en la caja fría pudriéndose
entre sus propios caldos fermentados, lo dejó al goce de los
gusanos, al deleite de las larvas, a mansalva de su propio hedor.
La muerte le había llegado a su victimario, al padre de sus hijos, al
cabeza de hogar, a su violador, a su esposo, al trabajador, al
fletero, al jubilado, al agresor.
159
En el novenario entregó la otra parte del dinero tal como había
acordado cinco mil quetzales contados uno tras otro a quien lo
mató. Lo llevó a la cocina donde hervía la olla de café con canela y
donde estaba el canasto de pan, en la sala rezaban la novena,
encendían los sirios y observaban la fotografía del santo difunto.
Aquí está Manolo los otros cinco mil, logró sacarlos de donde
escondía el dinero Pompilio, Manolo abrazó a su cuñada se
despidió, esa noche buscó la frontera rumbo a un país del norte y la
cruzó.
160
ARCADIA
Lo ve asomar con sus once ovejas, cayéndose macho de bolo se ha
gastado el sueldo del mes nuevamente.
A Arcadia le contaron que lo vieron desde el medio día chupando
en el bar de la Maruca Quezada.
Desde la ventana de la cocina lo mira subir la cuesta de adoquín,
atrás camina la yegua con el aparejo vacío el asoleado no ha
comprado el frijol ni el máiz.
Ni la media de gas, ni las candelas, ni la libra de azúcar. Ni la sal
ni el bicarbonato, ya no hay cal para cocer el nixtamal, ni la media
de aceite para hacerle el purgante el cipote que está embotado.
Se asoma a la ventana nuevamente y le habla como si lo tuviera ahí
a la par suya, Alcides mueludo desperdiciaste el día ingrato no
fuiste a trabajar porque sabrá Dios desde qué horas de la mañana
andás bebiendo que hasta mojado trés el pantalón de meado que
venís.
Sigue torteando tragándose el humo de la leña verde, pone a hervir
agua en el batidor para prepararle café amargo. Su angustia crece
porque cada vez que Alcides se emborracha me mete unas
penqueadas que me deja en cama doctor y ya no quiero estar
161
viniendo al dispensario, por vida suya hable con el Alcides para
que se enderece y deje el trago.
El doctor la revisa en esta ocasión ha perdido dos dientes más, ha
perdido el cincuenta por ciento de la piel de la espalda, el dedo
meñique de la mano izquierda está quebrado, un edema en el lado
derecho del rostro a la altura del pómulo, las rodillas sangrando.
La primera vez que la atendió fue para el parto de su primera hija,
Arcadia tenía quince años de edad y llegó con la fuente rota a
punto de componerse, él trajo al mundo a María del Carrizo, era un
secreto a voces en el pueblo que uno de los tíos la había abusado y
la había preñado, nadie lo juzgó, ningún policía llegó a detenerlo,
ningún alcalde hizo escuchar su voz. Arcadia tenía quince y el tío
la preñó después de estarla abusando durante tres años.
Ve sus ojos son azules como el cielo de Jalpatagua en marzo, sus
rizos rubios, su piel blanca como la leche recién ordeñada, sus
labios de mulata, Arcadia tiene veinticinco años.
Su hija mayor tiene diez años, Bartolo cinco y Jacobo el menor un
año. Conoció a Alcides para una feria patronal, éste llegó a vender
hamacas , arcilla y vainas de cuero para machetes el negociante era
de otro municipio, ella le compró dos batidores y él se enamoró de
su estampa de yegua salvaje de las que abundan en los cerros del
oriente guatemalteco.
162
Antes de que la feria terminara fue a hablar con los papás de
Arcadia y arregló la dote que consistía en dos vacas, una ternera,
cinco cabros lecheros, una red de gallinas del país, cinco gallos
ingleses, tres cargas de leña y cinco mil quetzales en efectivo.
Por estar la novia ya mancillada la dote no requirió de la media
docena de caballos ni de matrimonio por la iglesia, ni por el civil.
Un día llegó y la fue a recoger para llevársela a otro pueblo,
Arcadia tenía dieciocho años y una hija de tres. En una caja de
cartón acomodó la ropa de la niña y en un costal la suya, los tres
caminaron hacia la estación del bus que los llevaría a otro destino.
Arcadia está dándole vuelta a las tortillas en el comal cuando entra
Alcides con el corvo envainado en la mano, la comienza a golpear
en las pantorrillas, luego en la espalda, en los brazos, le pega con
odio, con radia, nunca le pudo perdonar la mancilla, ¡el castigo de
juntarse con una mujer jugada por otro!, ¡ser el sobado del pueblo!,
¡unirse con una mujer que ya había parido una hija de otro!
Suelta el corvo y empuña la mano y comienza a agredirla en el
rostro hasta que le revienta los labios y le arranca dos dientes, con
un leño quiebra el comal y le lanza el batidor de agua hirviendo
sobre la espalda. La niña mayor se esconde con sus hermanos en el
163
granero, trata de que su padre no la encuentre porque cuando toma
la golpea y le dice que no es su hija, ¡que no lo llame papá!
Desde un agujero en la puerta trancada ve cómo su papá arrastra a
su mamá por el patio, le ha amarrado las manos y la sujeta del
cabello, se sube a la yegua la corre a galope y arrastra a su madre
por el camino de adoquín hasta llegar al talpetate del camino real,
las vecinas escuchan los gritos de dolor, los lamentos de Arcadia
pero solo la observan porque a la mayoría los esposos les hacen lo
mismo.
Alcides la deja tirada cerca del cementerio del pueblo y se va a
seguir la farra al bar de la Maruca Quezada allá las mujeres lo
consienten pues las invita a los tragos y les compra ropa a las que
se portan bien con él.
Hace mucho que dejó de ser comerciante ahora trabaja de caporal
en una de las fincas de tío Edelmiro Suárez uno de los hombres
más ricos del pueblo, hermano del alcalde. Ahí mantiene a raya a
los mozos que siembran el frijol, máiz y maicillo.
El doctor trata de curar las heridas en la espalda expuesta algo que
ya lo ha realizado en varias ocasiones a la mayoría de mujeres del
pueblo, pues los ha escuchado decir en el bar que un buen macho
de oriente no debe de dejar que la mujer se le monte encima y si
164
está mancilla antes del matrimonio los derechos son negados en
absoluto,¡ por putas!
Arcadia ya ha perdido dos crías que el mismo padre se las ha
sacado a patadas cuando ha estado borracho.
Arcadia nunca lo dejará porque fíjese doctor que si lo dejo me va a
buscar para matarme, yo no valgo nada ningún hombre me va a
querer con tres hijos, y tampoco lo voy a denunciar porque solo me
pega nada más, Alcides es un buen hombre me aceptó con una hija
que no era suya.
Esa noche Arcadia se encuentra en su cama convaleciente por las
heridas de los golpes y de la arrastrada sobre el adoquín, Alcides
entra y tranca la puerta la busca en la cama y la monta una y otra
vez sin su consentimiento, Arcadia se tapa la boca con las manos
ahogándose en llanto y dolor, no quiere que sus crías se despierten
y vean a su padre abusándola.
El abusador ahogado en alcohol la estrangula hasta que ya no la
siente respirar. Yace satisfecho en el mismo instante en que
Arcadia muere.
Nadie pregunta, nadie sanciona, nadie investiga, nadie busca
justicia, Arcadia es una más de las difuntas en el cementerio del
165
pueblo, de las transgredidas que se vuelven polvo, de las que son
viento, de las que son ocasos que abrazan los cerros.
De las que son historia, de las que florecen en marzo convertidas
en izotes, pitos, chactés y alimentan a las crías del oriente
convertidas concienzudamente en flor de chipilín.
Alcides toma como su mujer a María del Carrizo la hija de
Arcadia, que tiene diez años y tres meses de edad.
166
ASUNCIÓN
Murió el Robalo.
En su casa de bajareque y teja acompañado de su miserable
soledad, los hermanos Garrobos que le sobrevivieron, en su agonía
se repartieron las vacas, las cabras y las cargas de leña seca.
Blandieron los machetes para pelearse el pedazo de tierra donde la
muerte sofocaba a su hermano.
Las sobrinas contaron las gallinas, los patos y las coquechas. Las
cluecas echadas que estaban a punto de reventar los huevos con las
nuevas manadas.
Los utensilios de cocina que no eran más que tres pailas, dos
batidores, dos cucharas y un cuchillo. El comal nuevo de barro
también lo desmontaron del polletón. El candil se lo quedó el
sobrino mayor el patantaco y coyoludo porque tenía en reserva una
media de gas. El machista que oprime a sus hermanas y a su
madre, tal como lo hace su padre y como lo hicieron sus tíos.
El machete cuto y la vaina de cuero se los quedó Florencio el
menor de los garrobos. El mayor buscó emergentemente los
sombreros y el único par de zapatos del moribundo.
167
Enchamarrado acostado en su catre agoniza el Robalo, el hombre
de ojeras marcadas, espalda jorobada por la edad, manos callosas
por el trabajo en el campo. El que fue mozo, el que visitó el bar de
las putas en la esquina de la entrada del pueblo. El que nunca se
rifó a la pijazos con un hombre de pantalones, pero que oprimió en
la más leal copia del machismo jutiapaneco a la mujer campirana
que se encontraba sola en los caminos y guindos.
Arrancaron de raíz la chatías y las matas de chile chiltepe. La laja
donde lavaba su ropa se la sortearon con una choca.
Las yeguas y mulas fueron llevadas a otro corral, el potro fue causa
de golpes a puñetazos entre garrobos.
Las camisas tendidas sobre el cerco de alambrado se las repartieron
frente a la cama del moribundo.
Con un cuaderno en mano la más mampluza de las sobrinas sacó
las garras y le hizo cuentas por la medicina comprada y las vacas
que tomaría en pago.
Un vaso de agua no le dieron para que mojara sus labios secos,
tampoco le prestaron un poncho para que entibiara sus huesos, lo
lloraron a lágrimas prestadas mientras daba sus últimos suspiros.
Tal vez se iba el tío favorito, el hermano más machista, el acosador
más añejo del pueblo.
168
El ensombrecido campesino que con machete en mano violó a su
única hermana desde la infancia hasta que la edad adulta.
No, eso no lo comentarían en el velorio tampoco en el entierro. No
hay nada que comentar es una acción normal en el oriente, en
donde la autoridad la ejercen los hombres y las mujeres obedecen.
Una caja de pino blanco compraron en la cabecera departamental
dos días antes de que cayera privado en fiebres y no probara más
bocado. Los cirios encendidos que él vio alumbrar la noche de su
agonía. Las piochas, chuzos y palas listas en el corredor para ir a
hacer el agujero al cementerio.
Tío Robalo se murió lloraban los sobrinos garrobos, mucho antes
de que éste expirara. Él mismo los escuchó fraguar el plan para
quedarse con las vacas preñadas y vender las terneras. Las vigas de
palo de guayabo fueron desmotadas y movieron el catre para una
esquina de la casa, la hamaca del corredor se la quedó la cuñada
más egoísta, nadie se la peleó.
Chotearon las dos sillas y el aparejo, los tres quintales de frijol
nuevo, el máiz amarillo en mazorca y la arroba de café. Cuatro
ayotes y el tecomate. Cortaron las flores de pito y las hicieron en
iguashte pero escondieron la comida, a la gente que llegó al velorio
le ofrecieron café de tortilla con marquesote.
169
Los ojos hundidos entre las ojeras y la piel en los huesos, se cagó
en la cama y nadie lo limpió. Entre sus propias miserias se cubrió
con la chamarra rota, llorando las lágrimas que no le salieron.
Ochenta años y muchas culpas. Analfabeta que detestó la escuela
pero bueno para violar mujeres en el monte. A las campesinas de
las aldeas vecinas, a las adolescentes de paso, a las mujeres que
nunca se atrevieron a mirarlo a los ojos, a la loca del pueblo, a nía
Tona la viuda que vivía en el sendero pa` Guarnición.
Su hermana Asunción lo observa desde el más allá y cuenta una a
una las veces en que la violó. La primera cuando tenía nueve años
y él dieciocho cómo la fue a encontrar cuando andaba aguando las
vacas y la forzó a acostarse en el zacate, le rompió la falta y la
penetró violentamente hasta que la hizo sangrar, luego la llevó a la
quebrada para que se bañara y la amenazó con no acusarlo porque
entonces diría al alcalde que fue ella quien lo sedujo y las cosas
quedarían resueltas y ella nunca encontraría con quien casarse.
En las mañanas mientras lavaba la ropa en la laja cuando no había
nadie en casa el Robalo dejaba de sembrar en el terreno y se dirigía
a la casa, asaltaba a su hermana por atrás la hacía abrir las piernas
a punta de patadas en los tobillos.
La salía a encontrar en las tardes cuando ésta iba a comprar azúcar,
170
sal y gas para el candil, entonces le pegaba un grito la abusaba de
pie atrás de la iglesia del pueblo.
Los hermanos garrobos cuando Asunción cumplió quince se la
sortearon para ver quién sería el que la desflorara pero el Robalo
les cortó el paso exigiendo su derecho de piso y sobre el cuerpo de
su hermana, los otros respetaron la rapidez del Robalo y nunca
tocaron a Asunción.
Cuando un posible enamorado se acercaba a Asunción el Robalo lo
amenazaba con la punta del machete y negando todo permiso a
éste para cotejar a su hermana.
Nía Prudencia que desde muy joven enviudó se enteró de las
barbaries que estaba haciendo su hijo con su hermana pero no
objetó ya que era algo absolutamente normal en el pueblo.
A ella misma también se lo hizo su hermano mayor y su padre.
Asunción murió de pena, de soledad, de autocastigo, de silencio,
de angustia, se fue antes que el Garrobo tal vez para castigarlo y
que éste no tuviera una sangre conocida para fornicar.
El dueño de la funeraria cuando fue a confirmar su fallecimiento
dijo que había muerto de un paro cardiaco. Pero no, Asunción
murió de vergüenza, de dolor, de opresión.
171
Cuando cumplió diecinueve la abusó a diario mientras la golpeada
en el granero cuando ella desgranada las mazorcas para cocer el
nixtamal, la tomaba a la fuerza mientras ordeñaba las vacas,
cuando menstruaba también.
La preño tres veces y en las tres ocasiones la hizo abortar a punta
de patadas en el estómago.
Los garrobos nunca intercedieron pues era mujer marcada y
pertenecía a su hermano. Los vecinos tampoco lo hicieron porque
cada buen hombre en el oriente fornica con una hermana, hija,
sobrina o con la mujer que le plazca aunque ésta no esté de
acuerdo.
Asunción se enamoró un par de veces y los enamorados perecieron
en extraños accidentes entre guindos y lajas en la quebrada.
Ningún hombre se quiso casar con ella porque el Robalo se
encargó de gritar a los cuatro vientos que su hermana le pertenecía
y que esa propiedad ajena no estaba en venta.
Cuando finalmente expiró aun con el cuerpo tibio fue llevado al
cementerio en donde tiraron la caja en un hoyo y los garrobos,
cuñadas y sobrinos fueron a cortar el alambre de púas que cercaba
la casa para dividir el ganado repartido. El sitio se los repartieron
por varas medidas.
172
Murió el Robalo, y la planta de chipilín que sembró Asunción un
día antes de morir milagrosamente comenzó a florear.
173
AMINTA
El cuerpo fue encontrado en la orilla del río Bravo dentro del
territorio estadounidense, estaba sin ropa y con dos puñaladas en el
costado derecho, múltiples golpes en el rostro y un tobillo
quebrado.
Fue llevado a la morgue del poblado más cercano su apariencia de
latinoamericana no alarmó a las autoridades migratorias del lugar
sería una más de las tantas víctimas de trata de personas, de
violencia intrafamiliar o bien de las que cruzan la frontera de
forma ilegal y que seguramente se encontró con un mal coyote
que le hizo ver su suerte.
Como un cuerpo XX fue enterrada la joven. Sin huella y sin
pasado, un cuerpo transgredido lanzado al río Bravo. ¿Quién
sería?
Un ser que en la línea divisoria no es más que una piedra en el
camino, que estorba.
A Joaquín las pesadillas lo persiguen es una más de las tantas que
lleva en su lista. Aminta de nacionalidad nicaragüense. Madre de
174
dos hijos, separada de su conyugue por violencia intrafamiliar,
caminó en el sendero de la muerte el corredor donde los migrantes
se convierten en polvo arrebatándoseles su condición de seres
humanos.
Diecinueve años de edad, analfabeta, su oficio: cocinera.
Tuvo la desgracia de caer en las manos equivocadas en las de un
coyoteen el que confió que la convirtió en carnada de trata de
personas, tres meses Aminta fue violentada durante días y
noches por hombres que pagaban fuertes cantidades de dinero por
ver a un perro en celo penetrar el frágil cuerpo de la joven.
Primero ellos descargaban sus frustraciones dentro de su cuerpo
desnudo y después sus aberraciones observando a un canino
satisfacer su instinto animal en la oquedad golpeada de la joven
Aminta.
Una de las tantas noches algo se salió de control uno de los clientes
combinó licor con droga y en una de sus alucinaciones la golpeó en
el rostro innumerables ocasiones quebrándole el pómulo y
destrozándole el maxilar superior, con un puntapié le quebró la
tibia y el peroné a la altura del tobillo, con su navaja le apuñaló un
costado.
La asfixió presionándole el cuello con ambas manos, en sus
alucinaciones quedó el último halito de vida de la joven madre.
175
El cliente un fino caballero respetado en la comunidad por su
prestigio de abogado que ofreció a cambio del silencio de
Joaquín un “lote” de quince niñas vírgenes centroamericanas para
el recinto y que se olvidara de lo acontecido.
Acompañado de los guardaespaldas del flamante abogado Joaquín
se deshizo del cuerpo transgredido de Aminta, lanzándolo sobre la
orilla del río del mismo lado de la frontera donde murió.
Una víctima particular para el coyote experimentado en el negocio
de trata de personas, Aminta no era una más de las que él
violentaba antes que cualquier otro en el lugar, era su hija mayor a
quien prometió llevar al otro lado, la tierra donde dicen que los
sueños se hacen realidad antes de que aparezca la alborada,
su condición de ser humano se esfumó en uno de los tantos
cuerpos que transgredió. La joven fue tratada como el resto de las
mujeres en el recinto, un sucio harapo amordazándole la boca, las
ilusiones y los sentidos, el hambre comiéndole los sesos y el dolor
cercenándole la razón y el corazón.
Joaquín recibió el lote de quince niñas menores de edad y el
cuerpo de su hija descansa en una tumba en tierra ajena, sin
nombre y sin cruz.
176
En Managua su madre camina sonámbula enfila marchas, toca
puertas, cuestiona frente a las puertas del gobierno, llora sola y
solloza cuando las lagrimas se secan, no sabe nada de Joaquín
quien fue su primer esposo y es padre Aminta, tampoco tiene
noticias de su hija, en un instante de lucidez abraza a sus dos
nietos esperando que en algún momento la frontera tenga piedad de
ella y se la regrese.
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AMELIA
Finalmente sus padres juntaron lo suficiente para mandarla a traer
ocho años sin verlos y navidades, y cumpleaños en casa de sus
abuelos maternos, una llamada telefónica para celebrar, para
intentar abonar en el vacío de la distancia y de no estar presente.
Un abrazo de despedida dio a sus abuelos en la estación de buses
de Michoacán y emprendió el viaje tomada de la mano de un
coyote hacia el Estado de Sonora frontera con Arizona, Estados
Unidos en busca de sus padres que la esperaban ansiosos en
Kansas City, Missouri. El mismo viaje que realizan miles de
criaturas diariamente en busca del calor del hogar, de aquel padre o
de aquella madre que emigró por necesidad a atalayar el sustento y
con la ilusión de mejorar las oportunidades de vida para sus crías.
Faena, aventura, infierno que enfrentan miles de almas que no
existen más que para aquellos que las vieron partir o que las
dejaron esperando el abrazo de vuelta.
Amalia tenía trece años de edad y muchas ilusiones.
En Sonora el coyote contratado por la familia la entregó a otro
coyote que sería el encargado de realizar la travesía del desierto
178
con ella. Canje común en este tipo de aventuras. Después de cinco
días caminando en ambos desiertos exhaustos y deshidratados
lograron llegar a Phoenix, Arizona sin que los atrapara la policía de
la frontera. El coyote dio por terminado su trabajo al entregarlas a
otro grupo que los esperaba en la carretera con los motores de los
automóviles encendidos, para conducirlas a un lugar seguro, les
dijeron.
Junto al grupo de veinte personas que los acompañaban contando
cinco adolescentes más fueron llevadas a una casa de seguridad en
donde se les informó que serían entregadas a sus familiares, pero
nada de esto sucedió.
Esa casa se convirtió en el infierno para adolescentes, mujeres y
hombres que caían en manos de ese grupo de criminales de trata de
personas, Amelia junto a las otro cinco adolescentes fueron
encerradas en una habitación pestilente a heces fecales y
orina donde ya había otro grupo de niñas, fueron encadenadas de
pies y manos se les daba de comer una vez al día, un pan tieso
enmohecido y un vaso de agua.
Después del medio día eran conducidas a habitaciones divididas
por canceles de tela, se les encadenaba a los catres y se les
179
exponía a la trata, a ser violentadas por hombres que pagaban cien
dólares por tener sexo con ellas. Uno tras otro.
Amelia era la más jovencita del grupo la más débil que se negó a
probar bocado, ensimismada en su propio calvario.
Por cincuenta dólares más podían quemarles los pezones con
cigarros encendidos y por cien destrozarles el recto durante diez
minutos.
Por las tardes la cuota subía eran conducidas todas juntas a una
habitación en donde se les amarraban ambas manos a un lazo
colgado del techo, mantenidas en pie los clientes del lugar podían
satisfacer sus aberraciones sexuales poseyéndolas dos de ellos a la
vez, uno por adelante y otro por atrás.
Terminaban los días inconscientes, sodomizadas, con el deseo de
morir en cada instante y no despertar nunca. Ninguno de ellos
utilizó protección alguna Amelia fue una de las adolescentes que
resultó embarazadas de aquellas salvajes violaciones a las que
fueron sometidas durante tres semanas, en la casa donde se suponía
que sería un refugio para esconderse de las autoridades fronterizas
de Estados Unidos.
Uno de los clientes del lugar se compadeció de ellas y en un
instante de confusión se comunicó con un grupo de amigos que
180
armados con pistolas y rifles , inmediatamente rodearon la casa y
lograron rescatar a dieseis mujeres y a cuatro hombres que también
fueron sometidos a salvajes violaciones.
No llamaron a la policía para que las personas no fueran
deportadas, en su lugar se contactaron con grupos que brindan
apoyo a migrantes sin documentos e inmediatamente
fueron movilizadas a lo largo y ancho de la nación
Estadounidense.
Amelia viajó con el grupo de dieseis mujeres en un camión que
transportaba latas de frijol y alverjas llegaron a Boston donde las
esperaban médicos y enfermeras, psicólogas y trabajadoras
sociales, un grupo de voluntarias que traducían del español y
mandarín al inglés, pues también se encontraban dos asiáticas y
una nepalí.
Amelia la niña-adolescente de trece años de edad al igual que las
demás tenía las quemaduras de cigarro vivas en los pezones,
espalda y estómago el rostro inflamado por los golpes, moretones
en las piernas y las huellas de las cadenas marcadas en las muñecas
y tobillos, esa mirada perdida en la nada, el frío que amenaza
cuando la muerte ronda, cuando el deseo de desaparecer acuna en
sus mentes perturbadas.
181
Amelia no soportó con el peso de su desdicha no quiso esperar a
ver crecer el feto en sus entrañas y esa primera madrugada en el
refugio tomó una de las fajas con que las vendaron y se dirigió al
baño, se amarró la blusa en la boca para que no se escapara ni uno
solo de sus sollozos y se ahorcó en silencio, uno a uno fueron
agonizando sus fantasmas, sus temores, sus odios, sus ilusiones
hasta que se apagó por completo la luz de sus ojos y su corazón
desistió de aferrarse a la vida.
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NATASHA
Sarátov la vio nacer en un caluroso día de verano, creció en un
hogar de los muchos de los barrios empobrecidos en las periferias
de la ciudad, la hija mayor de un matrimonio con tres crías, quiso
ser bailarina y su sueño siempre fue viajar a San Petersburgo para
tocar puertas en los grandes teatros de la ciudad, se iluminaban sus
ojos pensando en ese instante en que se sube el telón y
mágicamente el escenario cobra vida y se transforma en el Lago
de Los Cisnes, La Bella Durmiente, Gisselle y El Cascanueces.
Nunca lo vio hecho realidad porque una noche mientas regresaba
de sus ensayos en el teatro comunitario un automóvil se detuvo en
mitad de la calle, dos hombres se bajaron le taparon la boca y la
subieron en él, de Natasha nunca se volvió a saber nada en el
barrio en donde vivía tenía dieciocho años.
Fue víctima de trata y encerrada en una casa al oeste de la ciudad
de Estambul seis meses fue violada por poderosos funcionarios
públicos que pagaban fuertes cantidades de dinero por “la carne
fresca” como le llamaban a las recién ingresadas.
183
Fue dama de compañía en una casa de citas, en donde se
organizaban orgías para futbolistas en la ciudad de Lublin en
Polonia, luego llevada a Finlandia donde bailaba desnuda para
empresarios extranjeros que llegaban a la capital, ahí también
como en las otras ciudades fue ultrajada por poderosos que hacían
con su cuerpo un festín de lujuria y eyaculaciones.
En cada ciudad a donde era llevada era sometida a tener sexo con
el padrote del territorio luego entregada a los custodios del lugar
para que llevaran a cabo sus fantasías sexuales.
En Lituania su cuerpo de bailarina causó fascinación a un magnate
estadounidense que estaba de visita quien inmediatamente la
compró y llevó a su país.
Fue a dar a un prostíbulo donde los clientes eran importantes
empresarios rusos emigrados, grandes cantidades de dinero eran
recibidas por el magnate para que la bailarina rusa los encantara
con su destreza, entonces de una bocina se escapaba
la composición que haría Piotr Ilich Tchaikovski a la
que nombró El Lago de los Cisnes.
En ese momento la bella Natasha entraba en otra atmósfera donde
mágicamente aquellas paredes que guardaban lamentos de
transgresiones sexuales y emocionales se convertían en el
184
escenario del Teatro Mariinski, la obligaban a bailar desnuda con
la piel y el alma expuesta en carne viva, ella imaginaba tener
puesto el tutú, las medias y zapatillas y de aquella casa de trata y
de su infortunio hacía su sueño realidad, era ella la bailarina del
Ballet Ruso de San Petesburgo entre Allegros y Moderatos dejaba
su alma escapar hacia lejanos lugares de infancia donde habitaba el
calor de hogar, cuando la melodía desaparecía su burda realidad la
oprimía era llevada a una habitación donde su cuerpo era utilizado
para desahogos de hombres que hacían con él un campo minado
de feroces invenciones que provoca el poder del sometimiento.
Natasha murió en invierno fue encontrada aun con vida dentro de
un bote de basura, sus pechos habían sido cercenados por un
hombre sin escrúpulos que con una navaja de bolsillo a tirones la
cortó, sintiéndose ofendido cuando ella se negó a beber su semen
en una copa de coñac, su cuerpo tenía quince puñaladas, pasó
luchando por su vida cinco días pero desistió.
Natasha decidió ir a bailar a otros escenarios lejos de la
perturbación y del sometimiento allá no sería una víctima
clandestina, los aplausos la recibirían cuando se levantara el telón
y los vítores la enaltecerían cuando terminara la función.
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TRANSGREDIDA
Trata por todos los medios de no perder el conocimiento de
mantenerse despierta tiene miedo de morir.
Dale, dale, dale celebran las voces al unísono, Athena trata de
movilizar su cuerpo pero le es imposible le han inyectado algún
tipo de sustancia que la tiene estática y débil.
Clava sus ojos como alfileres sobre los rostros de los tres
hombres, trata de hacer un recuento mental y se pregunta, ¿cómo
llegó a ese lugar? Pero su memoria desprende acetatos de imágenes
borrosas y confusas, solo recuerda haberse tomando una gaseosa
con uno de sus catedráticos de universidad justo en una cafetería
del campus, sí con uno de los tres hombres que tiene sobre ella en
ese momento.
Una gaseosa y comenzó a marearse a sentir cansancio y sueño
recuerda haber escuchado la voz de su profesor ofreciéndose a
llevarla a su casa, cansada Athena aceptó.
Observa su cuerpo desnudo e inerte sobre un sillón del automóvil
de su profesor, ha oscurecido se encuentran en un sitio baldío en
las afueras de la ciudad.
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El profesor condujo hacia ese lugar muy relajado hablando de
métodos, hipótesis y conclusiones Athena cada minuto más débil
no perdió el conocimiento observó cómo el profesor detuvo el
automóvil en un terreno baldío de una sector en deforestación. Le
preguntó por qué se detenían y él contestó que necesitaba orinar.
Abrió la puerta y comenzó a quitarle la ropa a besarla con
desenfreno Athena sintió su mirada lasciva calcinándola palmo a
palmo no pudo defenderse su cuerpo inmóvil no respondió. Le
inyectó una sustancia en un brazo que terminó de debilitarla. Él
mordió sus labios el cuello y sus pezones…
Es el turno nuevamente del tercero, los ha enumerado se ha
grabado sus rostros y sus voces la lujuria que brota en sus poros la
siente quemándoles los sesos.
Ya la han poseído los tres, el primero fue su profesor él arrebató su
candidez él quitó su ropa a tirones, él disfrutó el dolor de su
primera vez.
…Los pezones se ensañó con las tetillas las golpeó las
mordió restregó su falo excitado sobre ellas una y otra
vez, lo introdujo en su boca luego la volvió a infringir hasta que
explotó totalmente complacido.
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Por engreída le dijo, por altanera y soberbia porque a un hombre
no se le niega el derecho a disfrutar del placer de la carne,
porque nunca prestaste atención a las innumerables veces en que
te di a entender que me gustabas, distinto hubiera sido si humilde
hubieses acudido a mi refugio, te tenía que dar tu merecido.
Se bajó del automóvil y llamó por teléfono. Encendió un
cigarro se sentó en el sillón del piloto y contó historias de cómo
había desaparecido alumnas que lo habían rechazado, se quedó
callado y después de un momento le dijo estás rica muy rica nunca
imaginé que aun fueras virgen gracias por ese regalo.
Athena inmóvil observó su cuerpo transgredido y lastimado trató
de hablar pero no lo logró balbuceó palabras inteligibles
quiso gritar pero su voz se desboronó en su garganta, sus ojos
lloraron de dolor y de rabia, se preguntó en qué momento confió
en ese hombre para que la llevara a su casa, por qué nunca pudo
leer sus intenciones.
Otro automóvil se estacionó se bajaron dos hombres que había
visto en algunas ocasiones junto a su profesor en la cafetería del
campus. Olían a cerveza y a cigarro la bajaron del automóvil y la
lanzaron sobre la tierra ambos la poseyeron a la vez uno la
destrozaba por el recto y otro la penetraba en la vagina, el profesor
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se unió a la fiesta frotando su bálano sobre sus labios, los sintió
eyacular sobre su cuerpo mancillado.
Una segunda y tercera ocasión los siente disfrutar con su
vulnerable inocencia, la golpean en el rostro con los puños
cerrados hasta hacerla sangrar, arrancan sus pezones a mordidas, la
patean hasta que la ven vomitar sangre, Athena respira con
lentitud, después se despiden de ella con un beso en la mejilla y
agradecen el manjar servido esa noche.
El profesor saca una cuerda del baúl y la amarra de pies y manos
conduce hacia el relleno del lago de Amatitlán, la sube en una
barcaza y se adentra entre las aguas mansas, la lanza hacia la
profundidad con un ancla atada a su cuerpo. De la desaparición y
del cuerpo de Athena nunca se supo nada.