----------".¡' Resumen:
----,1/ Palabras clave:
----------,1,' Abstraet:
---------,1/ Key Words:
Francisco de Asís García García Departamento de Ha del Arte 1 (Medieval)
Universidad Complutense de J\!ladricl.
Idagnn:in@ghis./lcm.eJ
/Vestiduras enililetnáricas:
heráldica y divisas
enlaindmnentaria bajmnedieval (una
l\1cdiante algunos ejemplos escogidos de vest iduras dotadas de motivos heráldicos y divisas - tan lo vestigios text iles como imágcncs- se esboza la relación entre indumentaria y emblemas en los siglos finales ele la Edad J\lleclia. Se repasan sus modalidades, [unciones y usos, prestando especia l atención al ámbito de las representaciones regias y de las imágenes sagradas con el análisis de
algullos casos particulares.
Indumentaria, emblemas herá ldicos, divisas, imagen regia, imagen sagrada.
This paper outlincs lhe relatiollship bctwccll c10thing and emblems in the final ccnturics ofthe l\tliddle Ages by means ofsame selectcd cxamplcs ofgarmcnts - both textile rcmains and images- featuring' hcraldic matiCo;¡ and badges. l ts modalities, fUl1ctions and uses are reviewed, paying special attention to the realm of royal representatiolls and sacred images wi th the analysis of sorne
particular cases.
Clothing, heraldic ernblems, badges, royal image, sacred image
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DiseJ10 de !vloda
Este trabajo plantea un breve acercamiento al fenómeno de la presencia heráldica en la indumentaria medieval a través de tilla selección de vestigios textiles y de representaciones artísticas que contribuyen a documentar y contextualizar su liSO, a los que se recurrirá no en un orden necesariamente cronológico o evolutivo, sino con el fin de repasar diversas modalidades e implicaciones del uso de emblemas en el ropaje. La problemática de la finalidad y el significado centrará la exposición : ¿Qué trascendencia semántica y funciona l tuvo su inclusión? ¿Dónde está cl límite entre la mera ornamentación y la voluntad significativa? (s i es que cabe plantearse tal dicotoiTÚa). Desde la historia del arte debe hacerse una reflexión adicional: las imágenes es ta blecen su propio discurso, y en el caso de la heráldica vestida no puede limitarse su consideración a un supuesto eco de los usos indumentarios contemporáneos.
Al examinar la presencia de cm blemas hedtld icos en la indumentaria de la Baja Edad Media surgen dos cuestiones iniciales: cuándo afloraron dichos motivos y qué papel desempeñaron las vestiduras en la consolidación y auge del sistema heráldico. Según estiman los especialistas, la aparición de blasones tuvo lugar a mediados del siglo XII como respuesta a diversas motivaciones l . Inten,J.nieron facto res de mentalidad y de Índole social, como el deseo de individuación y afirmación de la personalidad. Unido a ello, se ha otorgado especial importancia a la necesidad de confiar la identificación del individuo en el campo de batalla a motivos dispuestos en la superficie del escudo que constituirían el germen de las posteriores armerías. Como signo de distinción personal, los emblemas
allí figurados pronto dieron el salto a otros elementos del equipamiento militaI~ trasladándose al atuendo del caballero y al cobertor de su montura. La placa funeraáa de Godofredo de Anjou (Le :Mans, N[usée d 'Archéologie et d 'H istoire, c. 1155), lino de los primeros testimon ios de la constitución de arme lÍas, evidencia esta invasión progresiva , combinando elementos de la panoplia militar dotados de decoración heráldica y la vestimenta propia de la corte. Entre muchas otras obras, el sepulcro del PI~íncipe Negro (t 1376) en la catedral de CanterbUlY permite constatar dos siglos más tarde, con un sistema heráldico plenamente consolidado, la correspondencia exacta de las armas cuarteladas de Francia e Inglaterra del yacente -propias de la dinastía Plantagenet en la segunda mitad del siglo X IY- con la cota de armas original del finado.
La visualización de los emblemas cumple en monumentos fúnebres como los seiialados una función esencial al asegurar la memoria e identificación del difunto entre sus contemporáneos y en la posteridad. Pero, con independencia de es te tipo de manifestaciones, el valor referencial de la heráldica y la práctica de su ostentación explican su profusión en todo tipo de objetos y elementos ligados al uso personal. La indumentaria supone, en este sentido, un campo fecu ndo en la proliferación de emblemas - ya sean bordados, aplicados o tejidos- o Poco después de la aparición de las primeras armerías, y especialmente en el siglo XIII, el lenguaje heráldico desbordó lo militar e inundó otros grupos sociales y contextos2 .
En el ámbito dd vesul; la indumenta-
ria cortesana lo adoptó con presteza contribuyendo a su implantació n en la esfera civil. Si el emblema expresaba la identidad de su posesOl; el vestido heráldico la insClibía visualmente ell el propio cuerpo, de ahí que atuendo y emblema mantuvieran una relación privilegiada en la Edad lVledia. Dentro de esta práctica, la extensa nómina de piezas textiles con decoración heráldica procedentes de mortajas hispanas constituye un caso singular. Si en otros ámbitos el estudio de estas "vestiduras emblematizadas" ha de resolve rse mediante el análisis de las fuentes escritas y de las imágenes, las exllllmaciones del panteón del monastel;o de Las Huelgas de Burgos o de la Capilla Real ele Sevilla han deparado valiosísimos testimonios mate riales que perm iten establecer analogías con los res tantes regis tros" .
Los textiles cumplieron un inAuyente papel en las reglas que codificaron el sistema heráldico, inspirando las particiones y combinaciones cromáticas que ca racterizan a las armerías, por no hablar de elementos como los forros de a n niiio que acompañaban a l vestido. Además, la propia tradición artística tex til oli"ecía a los emblemas pautas de presentación que cobraron una singular personalidad en Castilla, proba blemente
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por la influencia de las producciones Ol;entales y de al-Andalus·l . No en vano, se ha plan teado una ejecución en talleres de tradición andalusÍ para muchos de los paños blasonados que consclvamos5, En numerosas vestimentas del siglo XIII los emblemas se disponen atendiendo a patrones reiterativos y tapizan tes, ignorando la presentación circunscrita a un escudo habitual en otras áreas. Con tocio, la inspiración textil de la puesta en esccna de determinados emblemas no es un hecho exclusivo del ierritoáo castellano. Cabe recordar cómo el azur sembrado de lises de oro de la casa real rrancesa ha sido vinculado a un origen textil , probablemente localizabIe en un es tandarté ) y lo vemos aplicado a telas en múltiples imágenes de finales de la Edad l\Ifedia , vestimentas incluidas -recuérdcnsc, por c:jcmplo, las ilustraciones de las Gral/des Clzraniques de Frallce- . La rclación cntre el tejido y los cmblemas es pues solidaria: el primero ofrece un campo y unos esquemas aptos para la exhibición emblemática, mientras que esta aporta una riqueza cromática al textil con independencia de la carga de significado incorporada.
Desde la segunda mitad del siglo XIV se desarrollaron signos parahcráldicos personal izados que conocieron un notable éxi to a finales de la Edad Meclia y también migraron al ámbito del vestit~ precisa mente en décadas en las que el uso de atavíos heráldicos se resintió 7
• Se trata de las divisas, emblemas constituidos por un lema , una figura, un colOl~ o la combinación de los mismos y de los que se han conservado algunos vestigios materiales y numerosas imágenesll
• La divisa expresaba la aspiración políuca, amorosa, militar o de otra Índole de
Teoría e historia de la indumentaria
un individuo mediante formulas que respondían a una elección personal , caracterizada por la libertad de di se-110, a diferencia de las armas determinadas por el linaje. Por ejemplo, el rey inglés Ricardo II (1377- 1399) escogió como divisas un ciervo blanco con corona al cuello y las vainas
Fig. t. Saya del infante Fernando de la
Cerda (tJ275), detalle .
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de retama, sin renunciar al escudo de armas que le correspondía por linaje. Ambos emblemas - divisa y armeriase incl uyen en el reverso del célebre Dí/lÚCO Willon (National Gallc,y de Londres, c. 1395-1 399), cuyo anverso presenta al propio rey vistiendo un traje de ceremonia cuajado de sus insignias. En realidad, ambos sistemas emblemáticos se comportaban de forma similar: la divisa campeaba en objetos y estancias al igual que las armerías, pero además podia ser compartida con todo aquel a quien se quisiera honrar o tener como aliado, alargá ndole precisamente vestimentas marcadas con dicho elemento.
'rras este sucinlo repaso pueden enllnciarse las principales funciones que desempeíi.an los emblemas en el atuendo y que, en gran medida, son comparLidas por otros medios en los que aparecen9:
• Una función identificadora, sumada a un elemento, el vestido, que en la Edad lVlcdia comporta de por sí un carácter de diferenciación sociapo. Al igual que en los ~jemp l os ya señalados de efigies funerarias, el componen te heráldico resulta esencial para la identificación de personajes figurados en numerosas representaciones, desde la Uamada Heraldic J/Vindow de la catedral de York (c . 1307-1312) a las viñetas de la ca ntiga CLXIX del Códice Rico (c. 1280-1 284) dc las Cal/tigas de Sal/la María (RBME, Ms. T-I-l , fol. 226v.), en las que se distingue al monarca y reyes de armas de Casti lla y León de los correspondientes aragoneses en composiciones idénticas que si es tuvieran desprovistas de letreros y precisiones heráldicas difícilmente pocllían diferenciarse, salvo acaso por la fisonomía de los soberanos. La mera idcnLificación puede quedar desbordada cuando el emblema se convierte en medio de propaganda
y afirmación social de un individuo y de su linaje mediante un LISO público O l;tual del mismo. • El emblema puede acluar como evocación de un vínculo, desde el patrocinio de una ofrenda - caso de la donación de vestimentas litúrgicas a instituciones eclesiásticas- a la expre-
Fig. 2. Dípth.·o Wíltoll, c . 1395-1399. The
National Gallery, Londl'es, detaUe. Foto:
1111/1:,. /II)IIIII/II'U.I.·I~IIIII-d/(/,I/I,~/I.'i~l, FiJ,: 1 J ¡/I/III.
di/"r"'''I'!!. (m¡111/1fI II/l/'!Ol /).
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sión de propiedad, de pertenencia a un grupo O de relación vasallá tica. En este sentido cabe recordar cómo el privilegio de ves tir las divisas de un señor materializaba los vínculos que lo unían con su cl ientela. • En complemcntariedad con lo ya se ñalado, es perLinente destacar el uso ornamental resultante de la asimilación de los motivos heráldicos en el vocabuh\l;o esté tico, potenciada por la abstracción y policromía de los emblemas. Esta función es compatible con las anteriormente apul1ladas, si bien el emblema se comporta en ocasiones como un mero elemento decorativo carente de valor referencial. De hecho, su papel ornamental se amolda perfectamente a una cultu ra suntuaria como la del vestido, y por ello es uno de los fi..Illdame ntos del éxito de la heráldica en el atavío medieval.
El espléndido ajuar funerario del infante Fernando de la Cerda (t 1275)1' constituye un lugar común en el estudio de la indumentm;a heráldica y plantea una cuestión a la luz de lo expuesto: ¿en qué medida el efecto ornamental es la razón de ser del alarde heráldico? Aun analizando ejemplos C0l110 este desde parámetros primordialmente esté ticos, el conocimiento de los propietarios y del entorno en el que estas vestiduras se uti lizaban fllculta para aprcciar otros sentidos. Sin minusvalorar la evidente intención ornamental en la reiteración obsesiva del emblema, tanto la identidad de su ponador Del heredero del trono castellano-leonésD como el protagonismo que cobran las armas reales hacen pensar en un manifiesto político. Por consiguiente, la repetición puede obedecer tanto a dictámenes estéticos como a una finalidad retórica acumulativa, sin que una posibilidad excluya la otra.
El análisis de otros casos particulares permite sondear problemáticas similares. A ta l fin pueden rastrearse dos campos interrelacionados, el de la figuración regia y el de las imágenes sagradas, y los usos que ambos hicieron de la herá ldica en sus indumentos.
En el capitulo de la imagen real, de nuevo la Castilla del siglo XJl1 orrece un panorama especialmente rico. L1. propia legislación incidía en el valor de los atuendos como símbolo dc realeza en función de su exclusividad. La incorporación del elemento heráldico cabe entenderla en muchos casos en esta perspecLiva, y su empleo alcanza un punto álgido en el re inado de Alfonso X El Sabio (1252- 1284)" . Los manuscritos vinculados con el monarca han legado múltiples imágenes del mismo revestido ele inelumentos heráldicos. Gracias a las fu entes de la época y a los restos exhumados de la sepultura real sabelllos que no se trató de una licencia creativa de los artistas, sino que el soberano hizo uso de galas semejantes ll
. La presencia emblemática del águila de los emperadores germánicos en algunas vesLiduras miniadas y en el propio manto con el que rue inhumado ha sido relacionada con las pretensiones impeliales del monarca castellano, ca ndidato a la sucesión ele! Imperio por vía materna 1·1. Aun resul tando vanas sus aspiraciones, Alfonso X siguió usando el título de "Rey de Romanos" has ta fechas cercanas a su deceso. Incluir la heráldica Sta uren en las ropas que representaban la institución regia podría valorarse, pues, como un alegato reivindica tivo de la anhelada causa imperial, y en
es te senLido el emblema cobralÍa un acusado valor de propaganda.
Otro caso significativo del uso político de pailaS blasonados se da en ciertas imágenes correspondientes a los momentos fin ales del reinado alfonsí, en pleno leva ntamiento de la nobleza capi taneada por el inf~lIlte Sancho. Las tÍlnicas y mantos cuajados de leones y castillos que el rcy viste en el Libm de los jl/egos (REME, Ms. T-I-6, lols. 11: y 65r. ) y en algunas ilustraciones del Códice Rico de las Ca/lflgas(fols. 145r., 157v., 250r. ) tienen un paralelo en su mort~a sevillana o en ell11anto de su padre Fernando 11 lo Resulta de interés establecer una comparación con capas antcli ores decoradas con imágenes astrales mediante las que los soberanos se presentaban en el culmen de su majestad, como la de Enrique 11 (1002-1024) conservada en Bamberg. El tránsi to del manto estelar al manto hcráldico es acorde a la identificación entre rey y reino potenciada en la Baja Edad Media. La decoración hercíldiea del man to proclamaba visualmente la asimilación entre el soberano y sus dom inios. En el contexLO apuntaelo, las imágenes de Alfonso X luciendo la heráldica castellano-leonesa, y encarnando así el propio reino en su persona, actuaban como reivindicación
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DiseJ'io de Moda
última de una legitimidad puesta en entrccücho. No en vano este tipo de prendas, las más nobles y traductoras de una clara voluntad de ostentación, acompaíi.aban momentos álgidos de la propaganda monárquica. Sabemos por ejemplo que Alfonso XI llevó un traje semejante al ser coronado en Burgos en 1332, y que la dalmática de consagración de los reyes de Aragón mostraba el ser~yaL teal l S
, De igual modo, los monarcas franceses vestían
un manto con las armas reales el día de la coronación o cuando entraban por vez primera en una ciudad de sus dominios, acontecimientos que demandaban ulla puesta en escena ele su carisma regio lograda, entl:C otros medios, con el atucndo16
,
La incorporación de emblemas heráldicos a las figuras sagradas presenta una casuística particular ¿Qué motivó vestir sus imágenes con indumen-
Fig. 3. Vidriera de la colegiata de Sa¡n~
te~Radegonde de Poitiers (F.·ancia),
1269, detalle.
hl//! : / //" //lIlif . I/d(/dl/ L ' /1111 /1'11 ( 11/1 \/III/J.! f I
l'l. i ¡ OfJ7.l.7P(; ((1/1"11111 ff /.'í/:l flf /).
lOs emblemáticos? En casos como el de la doble representación de sanJorge en la parroquial dc Saint:1acquesdes-Guércts (Loir-et-Chel; Francia, c. I 170-1 190 Y mediados dd siglo XIII), el carácter militar del santo pudo facilitar la carac terización del arnés, escudo, estandal-te y gualdrapa a imagen de un caballero contemporáneo, como se desprende del cotejo con otras representaciones seculares de la misma capilla. La dive rsidad de emblemas asociados al santo plantea dive rsas preguntas: ¿persiguieron enfatizar el carácter caballeresco de san Jorge actua li zando su imagen para los ojos contemporáneos o refl ejan el patrocinio de familias que escogieron al san to como idóneo portador de sus armas? l7 . En la línea de es ta segunda posibilidad puede recordarse el caso del retablo va lenciano del Centenar de la Ploma (Nacional Gallery de Londres, c. I 'WO-1405) y SllS promotores cofrades, quienes vestían la cruz de sa n J orge en recuerdo de su santo patrón )' lo efigia ron con esa misma indumentaria creando un Juego de referencias visuales cruzadas.
Si la traslación del imaginaáo visual del caballero a un santo militar es una solución a la presencia de emblemas en su atavío, tal razonamiento no es aplicable a otras imágenes sagradas que también los exhiben en sus vestiduras. No es extraño encontrar blasones asociados al trono de la Virgen o a la cruz, pero revestir la ima-
gen sagrada de emblemas heráldicos supone la injerencia de un elemento esencialmente laico -propio de Ull
código profano desarrollado al margen de la 19lesia- en la representación divina o mariana '", Con carácter general, la imagen de Cristo o de la Virgen podía presentar emblemas heráldicos en sus ropajes para enfatizar su carácter reglo, de igual moclo que adoptaba otras insignias ele la soberanía como el trono, la corona o el cetro l9
, La heráldica, por su capacidad de hacer presente a la realeza, expresaba además el poder de la monarquía como digna acompailante de las figuras sagradas, invocando a su vez la protección de estas. En tal sentido resulla lógico que también los monarcas del Antiguo Testamento, referentes sim bólicos de la realeza medieval, incorporasen blasones a su atuendo, como ilustra el cinturón de Salomón en la Portada de la l\IIajestad de la colegiata de Toro (finales del siglo XIII)''' .
Al margen de esta consideración general, algunas obras permiten discerni r intencionalidades concretas. Una serie de tallas castellanas vinculadas con grupos de la Pasión ha sido destacada por la particularidad ele presentar la señal del castillo en sus vestimentas'!l . Así, varias de las figuras del descendimiento que preside el coro de mOl~jas del monasterio de Las Huelgas en Burgos incorporan castillos de oro, al igual que otro crucificado del cenobio. En ambos casos, la reiterada aparición de castillos en los ropajes traduce una intencionalidad política e institucional al remitir a los emblemas del cofundador del monasterio, el rey castellano Alfonso vm (1158-1214). Los mismos emblemas vuelven a aparecer en otras dos figuras pertenecientes a sendos descendimientos custodiadas en la Fun-
Teoría e historia de la indumentaria
elación Francisco Godia. En su caso, más que mantener un significado de corte político, los castillos se habrían incluido en el atuendo con un mero sentido ornamental, al permitir configurar diseños seriados de fácil aplicación al vestido como los de otras tallas del mismo entorno geográfico y cronológico desprovistas de emblemas. El factor de imitación se revela clave en la adopción descontextualizada de motivos heráldicos por el deseo de incorporar un elemento exitoso en la cultura visual de la época. Transmisión de la forma, pues, disociada de
su significado.
Una vinculación entre dinastía regla y figura sagrada semejanle a la advertida en las imágenes de Las Huelgas se explicita también en una vidriera de la catedral de Évreux (c. 1390) en la que san Dionisio visle casulla con
Fig. 4 . Gil Siloe, Retablo de la Cartuja
de Minflol'es (Burgos), 1496~ 1499. Efi~
gie de Juan 11 de Castilla, manto con la
divisa del ristre. Foto: autor.
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las armas de la dignidad real y de la corona, las mismas que ornamentan el ora101;0 contiguo de un piadoso Carlos VT, El santo es así presentado como protector no solo del reino, sino también de sus soberanos, evidenciando la relación privilegiada quc unc a la monarquía francesa con el mártil; cuyo santua rio parisino alberga el panteón regio, Algo similar ocurre en otra vidriera, anteáor, de Sainte-Radegonde de Poi tiers (1269), cuya ulular adopta los emblemas reales indicando mediante dicha contaminación heráldica su papel de protectora de la dinastía capeta22. Soberanos y personajes sacras comparten también divisas en obras como el ya citado DI/Jlieo Itlliltoll . La enseii.a del rey es enarbolada por los ángeles del panel derecho, asimilando el cortejo angé lico junto al monarca a una orden caballeresca o identificando a sus integrantes como celestes cortesanos con la insignia de su selior'lJ ,
Dicha permeabilidad se observa también en sentido inverso a partir de la incorporación al atuendo de los laicos de emblemas de carácter religioso, especialmente en piezas de orfebrería2~ . La venera de Santiago, el cordón franciscano, la cruz de san Andrés, o elementos de connotaciones marianas como la vas ija con flores de la Orden de laJarra y el Grifo - cuyos miembros, además, vestían de blanco en homenaje a las virtudes de la Virgen- , ilustran la otra cara del fenómeno. POI' tanto, si puede hablarse de una "heraldización de lo sagrado", también ha de reconocerse una sacralización de los elementos emblemáticos25 .
Volviendo al ámbito profa no, y para finalizar, cabe traer a colación uno de los usos más claros de la heráldica cn el vestido, propio de los últimos tiem-
pos de la Edad lVledia y vigente en las décadas posleriores: el tabardo. Esta prenda propia de heraldos y reyes de armas se define, además de por su corte característico a modo de dalmática, por os tentar una decoración heráldica indicativa del oficio de su portador. Aun tratándose en ocasiones de escudos sin valor referencial, lo más habitual fu e vestir en campo completo las armas del señor al que se sClv ía. Cuando esto ocunía, el heraldo se convertía en una abstracción idealizada del príncipe y de sus dominios, lo reemplazaba y lo hacía presente en una época en la que los señores vesúan cada vez menos sus propias armas2r. , Las imúgenes tardomedievales de estos profesionales ataviados con su prenda emblemática son abundantes. Sin embargo, los tabardos conservados corresponden en su mayolÍa a la Edad i\1[oderna y se caracterizan por el abigarramiento heráldico resultante de siglos de desarrollo del sistema, cuya dificultosa legibilidad nos aleja de los emblemas y prácticas vestimental; as evocadas a lo largo de esta cont ribución.
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