Nº 15 Abril 2016
nº
15
Abr
201
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2 digital Cánovas
Edita: Cánovas Fundación
Presidente
Joaquín L. Ramírez Rodríguez
Secretario General
Miguel Ángel Ruiz Ortiz
Digital Cánovas
ISSN: 2255-5900
Nº15. Málaga. Abril 2016
Dirección
Francisco M. Castillo Medina
Diseño y Maquetación
Rosa López Campos
NOTA: Cánovas Fundación no comparte necesariamente las opiniones expresadas por los diferentes autores.
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@CanovasFundac
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ÍNDICE
El camino de la libertad
Joaquín L. Ramírez 4
Los verdaderos héroes del relato:
en defensa de las víctimas de ETA
frente a la equidistancia
y el relativismo
Alfredo Crespo 6
De nativismo, nacionalismo y
glorietas
Daniel Quijano Ramos 10
Riesgos al otro lado del
Mediterráneo
Antonio Díaz Santos 13
El voto de los extranjeros en
España: Proyecto VotEx4e
Pablo Sánchez Molina 16
Confianza
José Luis González Porras 18
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El camino de la libertad
por Joaquín L. Ramírez
@JoaquinRamirez
A mano de todos, blandida y usada
para construir y para destruir, a lo largo de
la historia, rara vez la libertad no ha estado
escrita y voceada a la cabeza de cualquier
acción colectiva. Sin embargo, a causa de
esa ansiada libertad o de la coartada de
una derivada –la liberación-, se alumbraron
muchas de las mayores barbaries de la
humanidad.
Los protagonistas de la libertad son
siempre hombres y mujeres que la
predican y la procesan, hombres y mujeres
que la reciben y disfrutan o que acaban por
sufrir las terribles consecuencias de la que
fue mal entendida, mal usada o,
sencillamente, no era cierta, ni nunca lo
fue. En nombre de la libertad se
cometieron las mayores tropelías y
también muchas de las mejores gestas.
El ser humano, como ser gregario,
no es un animal más, tampoco por la
causa de su independencia. Su reto
sempiterno –casi inalcanzable- es vivir con
los demás, acatar la norma general, huir de
la injusticia, disfrutar de la igualdad y
alcanzar la libertad. Pero los conceptos
que todos comparten son y se aplican
desde la subjetividad en el mejor de los
casos, o desde la arbitrariedad, la
manipulación y hasta la mentira en el resto.
En este tramo de la historia de hoy,
dos modelos -el liberalismo y el
comunismo- han convivido, se han
enfrentado y hasta –a veces- se han
entremezclado en una suerte de complejo
mestizaje. La diferencia fundamental entre
ambos, en cuanto a sus consecuencias,
estriba en que la mal repartida riqueza del
primero suele ser siempre abundante,
frente a la generalizada escasez y
tendencia decreciente en el segundo. En
ambos casos el reparto puede ser injusto y
desigual por la arbitraria acción de las
élites capitalistas de un lado y por las –
también- élites políticas del partido único
en el segundo. Ante ello, en ambos
modelos hubo partidarios de atemperar los
efectos de sus teorías para lograr mejorar
la vida de las personas. Pero lo cierto es
que el comunismo –a la vista está- ha
fracasado y con él todos los remiendos que
se han emprendido. Muchos huyeron
dramáticamente durante años, por eso la
mayoría de aquellos países ha acabado
por abolir el sistema. A los pocos que
quedan les falta nada. Ya cayó en Muro de
Berlín y no hay vuelta atrás.
Las ideas que se pusieron en
circulación por parte de los estudiosos
intelectuales colectivistas sólo han valido
para exponerlas e introducirlas en el marco
de las economías de libre mercado en
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forma de contrapeso, nunca para el extinto
marco que les sirvió de inspiración. Si bien,
las corrientes políticas de la Democracia
Cristiana y, posteriormente del movimiento
Social Cristiano, ya cumplían ese papel
reequilibrador del estado para intervenir y
corregir los excesos del mercado de la
oferta y la demanda. Con la definitiva
implantación del concepto de lo social y el
decidido alumbramiento del Estado del
Bienestar, guste o no, sobran los ánimos
destructores de los teóricos neocomunistas
que ya nada pueden enseñarnos y menos
tienen que aportar.
Es práctica común inventariar las
situaciones de desgracia o injusticia para
jalear falsas soluciones o recetas cuyo
fracaso es hoy puro empirismo. Es injusto
insistir en practicar una vez más el
experimento social que nunca ha
conseguido sus objetivos y sí ha
cosechado injusticia, escasez,
sometimiento, destierro y muerte. Es inútil
insistir en poner en marcha los
mecanismos de un sistema del que todos
acaban por huir y al que todos terminan
por desechar. Si no es justo predicar las
bondades de una solución que sólo es un
placebo, es incalificable propagar un
preparado cuyos efectos han destruido al
hombre y su libertad allá donde ha podido
ser inoculado.
Quizá sea hora de desenmascarar
a los falsos profetas que nada nuevo ni
bueno traen y cuya acción está al servicio
de intereses desconocidos o hasta puede
que ajenos. Esta empresa que es la
nuestra está llena de defectos, de
ausencias, de desaprensivos y de grandes
errores; por eso necesita a sus mejores y
más brillantes y honrados facultativos y
nunca más a los curanderos ni a los
alquimistas de las viejas ideas y las
mentiras.
Hemos ganado el camino de la
libertad para la democracia y la justicia y
llevar la igualdad donde se sojuzga, no
para perderlas a manos de los que hicieron
estallar los mundos de los que proceden.
Joaquín L. Ramírez es Abogado,
Senador y Presidente de Cánovas Fundación.
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Los verdaderos héroes del relato: en defensa de las víctimas de ETA frente a la equidistancia y el relativismo
por Alfredo Crespo
1. Introducción La organización terrorista ETA
desplegó durante más de 40 años acciones homicidas y liberticidas a lo largo
de toda la geografía española. Casi mil
muertos, miles de heridos y centenares de personas que debieron abandonar su lugar
habitual de residencia, Euskadi, (bien
porque estaban amenazadas, bien porque habían matado a algún familiar) fueron
algunas de las consecuencias, aunque no
las únicas. Las repercusiones de su actividad terrorista, desplegada durante
cinco décadas, aún se dejan sentir en la
sociedad vasca y española.
En opinión de Edurne Uriarte (Catedrática de Ciencia Política en la
Universidad Rey Juan Carlos de Madrid):
“la amenaza terrorista en el País Vasco, a diferencia de la islamista, siempre ha
estado dirigida hacia partes específicas de la población, hacia los grupos de personas
identificadas por ETA como objetivos
posibles y siempre señaladas en sus comunicados. Nunca hubo un atentado
masivo e indiscriminado e incluso la
hipótesis de ese atentado masivo se ubicaba en Madrid, fuera del País Vasco”.1
Asimismo, un porcentaje muy elevado de la sociedad vasca prefirió
aceptar la realidad del fundamentalismo etarra en vez de combatirlo y erradicarlo.
Se trató de un comportamiento anómalo
que hunde sus raíces en causas variadas: desde el miedo físico hasta el temor a las
represalias laborales o sociales. En ocasiones, la cobardía/equidistancia/temor
llegaba a tales extremos, que resultaba
complicado encontrar a un sacerdote que celebrara la homilía por una víctima de
ETA, como recuerda Carlos Iturgáiz con
motivo del funeral por Gregorio Ordóñez.2
2. Lo que no debe olvidarse Actualmente, resulta obligatorio
recordar que ETA no ha entregado las
armas. Tampoco ha pedido perdón a las víctimas ni a sus familiares. Además, su
aparente final no responde a una renuncia
voluntaria a la violencia, sino que es consecuencia, principalmente, de la labor
desarrollada por las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad del Estado y por la propia sociedad civil (en especial, las
asociaciones de víctimas). Sobre esta
cuestión, conviene tener presente la tesis manejada por Regina Otaola (ex alcaldesa
de Lizarza) para quien las víctimas de ETA
son fundamentales si se quiere deslegitimar el terrorismo porque todas
ellas “tienen un significado político, desde el momento en que ETA mata para
sembrar el terror y forzar al gobierno a una
negociación bilateral sobre los objetivos políticos de la banda”.3
Por todo ello, hacer tabula rasa de
la trayectoria asesina de ETA recurriendo a
expresiones como “final sin vencedores ni
vencidos” o “víctimas de ambos lados”,
implica un menosprecio y una distorsión de
la historia de España y del País Vasco.
Sobre la importancia de la memoria, Carlos
Fernández Casadevante (Catedrático de
Derecho Internacional y Relaciones
Internacionales, en la Universidad Rey
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Juan Carlos de Madrid), en la entrevista
concedida a la revista de la Fundación
Víctimas del Terrorismo en 2007,
enfatizaba lo siguiente: “es preciso
recordar que desde la restauración de la
democracia en España, en el País Vasco
ningún proceso electoral se ha
desarrollado en condiciones
verdaderamente democráticas. A
diferencia del nacionalismo vasco, ni el
PSE-PSOE ni el PP (ni antes Unidad
Alavesa) han podido hacer ninguna política
en igualdad de condiciones, lo que les
impide difundir sus proyectos en la mayor
parte de los municipios del País Vasco”.4
En efecto, durante la década de los
años setenta y ochenta, partidos políticos
como la UCD (que gobernaba en España)
tenía dificultades para presentar listas de
candidatos en el País Vasco porque sus
principales nombres de referencia, como
por ejemplo Juan de Dios Doval, fueron
asesinados por ETA. Tanto con el
asesinato de cuadros de la UCD como de
políticos pertenecientes al PSOE-PSE y al
PP, la banda terrorista trató de hacer una
limpieza ideológica en el País Vasco.
Sin embargo, a pesar de cobrarse
centenares de víctimas mortales, no logró
que la defensa del constitucionalismo
abandonase el País Vasco. De hecho,
referentes como Fernando Buesa y
Gregorio Ordóñez (asesinados ambos por
ETA, en el año 2000 y 1995
respectivamente) influyeron decisivamente
para que en la citada comunidad autónoma
arraigara una generación de políticos
constitucionalistas que combatieron a ETA
desde la defensa a ultranza de la
democracia y del Estado de Derecho
(Jaime Mayor Oreja, Nicolás Redondo
Terreros, María San Gil, Regina Otaola…).
El momento culminante de esta evolución se produjo con la candidatura
PP-PSE (Mayor Oreja-Redondo Terreros)
para las elecciones autonómicas de 2001. María San Gil (Presidenta del Partido
Popular Vasco entre 2004-2008) explica este fenómeno en los siguientes términos:
“por fin un colectivo importante, integrado
por gente del PP, PSE y por gente sin afiliación política, acusaba a los
nacionalistas de connivencia con el
terrorismo, no por acción pero sí en muchos casos por omisión. Los dirigentes
nacionalistas tenían una enorme
responsabilidad en la continuidad de ETA a través de los años y en no tomar medidas
para derrotarlos. Desde luego no sería a través de un pacto con ellos como ETA iba
a dejar de matar o iba a abandonar su
proyecto totalitario”.5
Sin embargo, por un escaso
margen, la candidatura nacionalista integrada por Partido Nacionalista Vasco
(PNV) y Eusko Alkartasuna (EA) y liderada por Juan José Ibarretxe, ganó los citados
comicios. Esto hizo que el nacionalismo
“moderado” vasco reaccionase con una mezcla de oportunismo y victimismo, como
puede comprobarse en el editorial de la
revista Hermes, editada por la Fundación Sabino Arana: “la sociedad vasca ha
penalizado duramente a quienes amparan,
defienden o justifican la utilización de la violencia y el terrorismo. Y, en segundo
término, ha desautorizado el inmovilismo y la crispación provocada por quienes, desde
puntos de partida democráticos, pretendían
una alternancia basada en la negación del diálogo y de la capacidad de los/as
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vascos/as a decidir por sí mismos su futuro”.6
3. Los riesgos derivados del
binomio equidistancia-relativismo El empate infinito, en forma de
equidistancia y expresado en la frase “final
sin vencedores ni vencidos”, no supone
una respuesta ética ni tampoco cabe
calificarla de solución pragmática. Por el
contrario, adultera la verdad de lo que ETA
realmente ha implicado.
Por ello, el relato que identifique la
verdadera cara de ETA y las razones por
las que ha sido derrotada, debe cumplir
una serie de condiciones tan necesarias
como obligatorias:
a) claridad a la hora de explicar que por un
lado hubo asesinos (ETA) y por otro,
asesinados (víctimas).
b) que el entramado político de ETA nunca
contradijo a la organización terrorista.
Tampoco condenó sus crímenes.
c) esclarecer los asesinatos de ETA cuya
autoría aún se desconoce y cuyos autores
todavía no han sido juzgados. Como
sostiene la abogada de la AVT, Carmen
Ladrón de Guevara: “ante un modelo de
final del terrorismo en el que los terroristas
se vean finalmente favorecidos, a pesar de
los delitos cometidos, y que el resultado no
sea otro que la impunidad de cientos de
asesinatos y otros crímenes terroristas,
debemos reivindicar un modelo de final del
terrorismo con ley y justicia (…) Un Estado
de Derecho en el que la Justicia sea
negociable no es un Estado de Derecho
real. No caigamos en los mismos errores y
aprendamos de lecciones pasadas”.7
Sin embargo, algunos conceptos y
términos propios de la banda terrorista y de su entramado ideológico, político y
mediático, han sido asumidos por formaciones como PNV, IU, Podemos o
sectores del PSOE-PSE, tales como “final
dialogado”, “final sin vencedores ni vencidos” y, sobre todo, “proceso de paz”.
Esta última expresión resulta
especialmente inadecuada y peligrosa, si bien describe a la perfección la
equidistancia con la que en muchas
ocasiones se afronta el estudio del terrorismo etarra y sus consecuencias.
En efecto, el significado de tal
expresión se traduciría en que en el País
Vasco ha existido una “guerra” entre dos bandos antagónicos y diferenciados,
cuando la realidad fue bien distinta:
únicamente ETA asesinaba y amedrentaba a la sociedad.
Con todo ello, una de las grandes perversiones se produce en el ámbito del
lenguaje. Esto, por ejemplo, lleva a referirse a Arnaldo Otegi como “hombre de
paz” o incluso “preso político”, cuando,
como bien explican, entre otros, Mariano Alonso y Luis Fernando Quintero,8 militó en
ETA desde los 20 años y tuvo un
protagonismo destacado en el intento de asesinato de Gabriel Cisneros o en el
secuestro de Javier Rupérez. Este último,
el pasado 24 de febrero, con motivo de la presentación en Madrid de su libro (La
mirada sin ira. Memorias de política, diplomacia y vida en la España
contemporánea), afirmó, acertadamente,
que Otegui no tenía biografía, sino un
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historial delictivo y mostró su dolor porque
sectores de la sociedad lo presenten como
un “héroe” porque eso hiere la sensibilidad del pueblo español.9
Conclusiones Frente a ETA, el Estado de
Derecho ha sido el vencedor final pero esto no significa que todo el trabajo esté
concluido. En el corto y medio plazo deben
afrontarse a algunos retos. El principal de ellos consiste en construir un relato que
enaltezca a las víctimas y explique sin ambigüedad ni subterfugios léxicos lo que
ha implicado el terrorismo etarra en
nuestra historia.
En la derrota de ETA hay dos
factores fundamentales. Por un lado, la actuación de las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad del Estado. Por otro lado, la
labor de las víctimas (por ejemplo, a través de sus diferentes asociaciones) y de la
sociedad.
Las víctimas del terrorismo siempre
han apelado a las estructuras, principios y valores del Estado de Derecho. Nunca han
empleado la violencia como respuesta al
terrorismo de ETA. Recordar este modus operandi debería ser una obligación de los
partidos políticos y por extensión, de todo
gobierno de la España constitucional, con independencia de su color político.
Si, por el contrario, llega prevalecer
la expresión “final de ETA sin vencedores
ni vencidos”, supondrá el peor de los escenarios para las víctimas. Además,
implicará que, con el paso del tiempo, a
ETA no se le exigirá ningún tipo de responsabilidad por los crímenes y delitos
cometidos.
Alfredo Crespo Alcázar es Licenciado
en Ciencias de la Información y en Ciencias Políticas, Vicepresidente 2º de ADESyD y autor
de “Cameron. Tras la senda de Churchill y
Tatcher” (Edit. Siníndice, Logroño, 2011).
1 URIARTE, Edurne: Desmontando el progresismo.
La izquierda en sus cavernas. Editado por Gota a
Gota, 2012, pág. 62.
2 APARICIO, Chelo: Vivir frente al terror. Memorias
de Carlos Iturgaiz. Editado por La Esfera de los
Libros, 2011, pág. 207.
3 OTAOLA, Regina: El precio de la libertad. Editado
por La Esfera de los Libros, 2012, pág. 240.
4 Fundación. Revista de la Fundación Víctimas del Terrorismo, número 19, junio 2007, págs. 20-21. Accesible siguiendo este enlace http://www.fundacionvt.org/images/revista/2007/junio/pdf/CASADEVANTE.pdf. Consultado el 26 de abril de 2016. 5 SAN GIL, María: En la mitad de mi vida. Editado por Planeta, 2011, pág.174. 6 Hermes. Revista de la Fundación Sabino Arana, número 3, octubre de 2001. Accesible siguiendo este enlace https://issuu.com/sabinoaranafundazioa/docs/hermes3. Consultado el 26 de abril de 2016. 7 LADRÓN DE GUEVARA, Carmen: “¿Dónde queda el derecho a la justicia de las víctimas del terrorismo?”. Por ellos, por todos. Revista de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), número 19, abril de 2014, pág. 11. Accesible siguiendo este enlace http://avt.org/docs/revista/porellosportodos_num19.pdf. Consultado el 26 de abril de 2016. 8 QUINTERO, Luis Fernando y ALONSO, Mariano: Otegi: el hombre nuevo. Editado por Sepha, 2012, 336 páginas. 9 Véase también el capítulo IX, titulado “Secuestrado
por ETA”, págs 147-157, en RUPÉREZ, Javier: La
mirada sin ira. Memorias de política, diplomacia y
vida en la España contemporánea. Editado por
Almuzara, 2016, págs. 382 páginas.
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De nativismo, nacionalismo y glorietas
por Daniel Quijano Ramos
@DaniQRamos
Donald Trump ha irrumpido con
fuerza en la campaña presidencial de los
Estados Unidos. El partido republicano,
coloquialmente conocido en la prensa
estadounidense como GOP (Grand Old
Party) ha encontrado en Trump a la
personificación de la mascota del partido,
el elefante, que ha entrado en la
cacharrería política yanqui causando gran
estrépito.
El discurso de Trump es el del
hombre que lo tiene todo y que, aburrido
ya de su vida, entra en política diciendo lo
que le viene a la cabeza sin necesidad de
contención verbal. El asunto no es baladí,
porque ese tipo de discursos de aluvión
(Trump ha sido descrito políticamente
como “populista”, “nativista”,
“proteccionista” y “autoritario”) tienen
mucho predicamento entre las masas de
las sociedades modernas desarrolladas.
Aquí en Europa ha saltado a los tabloides
por sus declaraciones recurrentes sobre la
inmigración.
La propuesta de Trump es de una
sencillez abrumadora: evitemos la llegada
de inmigrantes indeseados (léase “los que
viven al sur de Río Grande”) mediante la
erección de un muro como el de Juego de
Tronos. La idea no es nueva, pero su
ejecución sí (y aquí está la clave), pues el
muro no lo pagarán los ciudadanos
estadounidenses, sino los propios
mexicanos, por medio de decomisos de
remesas enviadas a México a los
familiares de los inmigrantes en suelo
estadounidense, aumentando los
aranceles para los productos mexicanos,
subiendo el coste de los visados
temporales y recortando la ayuda
financiera a México. He aquí populismo,
nativismo y proteccionismo, todo en uno.
A propósito del nativismo1, el propio
Trump, que se define como “auténtico
americano”, quizás debiera echar un
vistazo a su propio árbol genealógico y
acordarse de que su abuelo, Frederick
Trump, emigró del Palatinado (región
alemana que en ese tiempo pertenecía al
reino de Baviera).
Los nativistas del joven Estados
Unidos a mediados del XIX reclamaban
sus líneas genealógicas casi hasta el
Mayflower. La imagen de ese nativista
celoso de su herencia cultural y feroz
enemigo del melting pot norteamericano
queda magníficamente relatada en Gangs
of New York (Martin Scorsese, 2002), en el
personaje interpretado por el gran Daniel
Day-Lewis. Ser nativista o no es una
cuestión de perspectiva. Como le espeta al
genera Custer (interpretado por el mítico
Errol Flynn) su oficial británico, Butler, en
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Murieron con las botas puestas (Raoul
Walsh, 1941), “los únicos auténticos
americanos que hay aquí son los que
están al otro lado de las montañas con
plumas en la cabeza”, como respuesta
cuando el general Custer le pide que lleve
un correo para que se libre de la matanza
que iba a acontecer porque, según Custer,
no quiere que ningún extranjero se vea
envuelto en asuntos americanos.
El hecho de que Trump clame con
tanta fuerza contra la inmigración hispana
evidencia además dos aspectos: uno, que
Obama tiene razón cuando dice que
“[Trump] doesn’t know much about foreign
policy, nuclear policy, the Korean peninsula
or the world generally”; dos, que
desconoce la realidad de la comunidad
hispana en su país. Cuando trabajé allí
dando clases en un instituto de educación
secundaria constaté documentalmente
cómo los resultados educativos y de
integración de los hispanos iban en
aumento continuo, superando en muchos
aspectos a la otra gran comunidad, la
afroamericana, que sigue estancada en
gran parte por su victimismo y su eterno
discurso esclavista que busca justificar su
status y no evidenciar sus carencias. No
solo esto, es que los dos grandes rivales
de Trump en la carrera por ganar las
primarias republicanas se apellidan Cruz y
Rubio, apellidos que difícilmente se
encuentran entre los constructores de
Jamestown2. El hispano medio de segunda
generación está, por lo general, insertado
en el sistema: entona cada mañana en el
instituto el pledge of allegiance3, sigue a la
selección de soccer de Estados Unidos (y
a la de México, que no es excluyente lo
uno de lo otro), domina el inglés y sus
costumbres diarias son más parecidas ya a
las estadounidenses que a las mexicanas.
De otro lado, el nacionalismo, esa típica
“falsa idea clara” en palabras de Elie
Kedourie4, puede alcanzar niveles de
abstracción terribles. Esa ductilidad del
término permite que cualquiera pueda
definir lo que es ser nacionalista y lo que
no. Para Trump, ser nacionalista es, en
parte, evitar que hispanos y musulmanes
entren en territorio de los Estados Unidos
(sí, ese mismo territorio que no tiene un
solo topónimo en inglés hasta llegar al
curso medio del Mississippi), por un simple
motivo de contaminación cultural.
Ese nacionalismo de corte racista y
xenófobo, sin embargo, no es patrimonio
de derechistas-ultraconservadores-tipartis-
fachas-americanos-imperialistas. Es un
nacionalismo tan fácil de vender que se
encuentra en cualquier lugar y cuenta con
una variedad amplísima de público. Sin ir
más lejos, cuando el jeque Al-Thani
compró el equipo de fútbol de la ciudad de
Málaga hace unos años prometiendo,
permítanme el chiste, el oro y el moro, toda
una corriente de la prensa deportiva (y no
deportiva) local salió rápidamente a
explicar a los poco formados malagueños
que el jeque no era moro, que era árabe,
dónde va a parar, una cultura ancestral
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que nos dio el número cero y la Alhambra,
y de Qatar, un lugar ejemplar donde sus
ciudadanos no trabajan, construyen
estadios de fútbol con aire acondicionado y
la mujer puede votar. Hasta le dedicaron
una glorieta al lado de La Rosaleda. Pero
cosas de la vida, el jeque salvador de
milenaria cultura árabe se convirtió, de
repente, en moro. Sí, ésos que vienen en
pateras a quitarnos el trabajo y
aprovecharse de nuestro estado del
bienestar. ¿Qué había pasado? Pues que
el jeque se cansó de su juguete, dejó de
poner dinero en el Málaga (al menos, dejó
de poner tanto dinero como al principio) y
eso no podía consentirse. Al-Thani ya no
era árabe, de repente era moro, se había
reído de los malagueños5 y venía a
aprovecharse de nuestro pobre país de
pandereta para hacer sus sucios negocios
manchados de abusos a los derechos
humanos.
No sabemos si Trump considera
“musulmanes” a los árabes con
petrodólares6, pero lo que sí es seguro es
que el enfado de los periodistas y gurúes
del deporte malagueño con el ínclito moro
(ya no era jeque ni árabe) fue brutal. Hasta
le quitaron la glorieta.
Daniel Quijano Ramos es Profesor de
Geografía e Historia en el IES Puerta de la Axarquía de La Cala del Moral (Málaga).
1 Postura política de corte protestante que veía, en
el siglo XIX, la llegada de irlandeses y alemanes
católicos como degenerativa para la cultura y
peligrosa para el mercado laboral estadounidense.
2 El asentamiento de Jamestown fue el primer
asentamiento inglés en territorio continental
americano, si dejamos de lado la semi-legendaria
colonia de Roanoke, nunca encontrada.
3 El pledge of allegiance es la plegaria con la que
abren cada mañana las clases los centros de
enseñanza en Estados Unidos. Es una plegaria que
ve mucho en el cine y la televisión: “Juro lealtad a la
bandera de los Estados Unidos de América, y a la
república que representa. Una nación protegida por
Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos”.
4 Historiador británico. Trabajó en la London School
of Economics. Su libro Nacionalismo (1960) es obra
clave para entender el fenómeno. Aunque
conservador, Kedourie criticó el fenómeno
nacionalista como una creación política de las
potencias europeas.
5 Aquí entramos en otro asunto, que es el de tomar
la parte por el todo. Entiendo que los seguidores del
Málaga C. F. sientan frustración, impotencia y rabia
por lo que ha pasado con el equipo, pero no creo
que los malagueños en conjunto tengamos que
sentirnos traicionados o engañados por nadie.
6 Por ejemplo, a los de Emiratos Árabes Unidos, con
quien mantiene lazos comerciales, o a los de Qatar
Airways, que cuentan con un “campus corporativo”
en la famosa Trump Tower de New York.
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Riesgos al otro lado del Mediterráneo
por Antonio Díaz Santos
“Gadafi es un amigo extravagante,
pero un amigo” (José María Aznar, ex
presidente de gobierno del Reino de
España).
Con bastante frecuencia los análisis
de expertos geopolíticos se centran en
asuntos de gran relevancia internacional
dejando de lado la seguridad nacional
española. Quizá se deba a la estabilidad
reinante en nuestra más cercana vecindad
durante largos periodos de tiempo pero
nuestra localización geográfica nos depara
una considerable importancia
geoestratégica de carácter regional e
incluso global, razón de más para no tratar
la seguridad española como un tema
menor.
Nuestra frontera sur mediterránea
constituye el límite entre dos realidades lo
suficientemente diferentes como para,
desde ciertos puntos de vista, considerarla
una fuente de conflictividad latente. El
contraste entre espacios con tan distintos
grados de desarrollo contribuye a construir
la percepción, entre españoles y el resto
de europeos, de que el estrecho de
Gibraltar es más una barrera defensiva que
una ventana de oportunidad en las
relaciones con el continente africano.
Hasta el momento, los problemas
derivados de la frontera geopolítica
mediterránea habían quedado reducidos a
la mínima expresión gracias a una política
exterior pragmática y oportunista por
ambas partes. Con la excepción de
algunos casos aislados, las relaciones con
los países de la ribera sur mediterránea se
habían desarrollado con normalidad,
llegándose a acuerdos comerciales y sobre
seguridad. Es a partir de finales de 2010
cuando el estatus quo reinante llega a su
fin, abriéndose la puerta a sucesos que
comprometen la seguridad de toda la zona.
El norte de África y el resto del
mundo árabe se han visto sacudidos por
una serie de revueltas populares que ha
veces han acabado en el derrocamiento de
gobiernos y en conflictos armados. Las
protestas se basaban en un claro
descontento de la población,
especialmente debido al autoritarismo y
corrupción de sus dirigentes y por el
aumento de la desigualdad entre clases
sociales. Nadie duda de la masiva
movilización del pueblo árabe durante las
protestas pero el posterior éxito o fracaso
de las revueltas sólo se entiende a través
de la injerencia extranjera en las mismas.
Estamos viendo en los últimos
tiempos como los grupos opositores que
cuentan con el beneplácito de occidente
son engullidos por la oposición islamista de
sus respectivos países. Pareciese que la
hegemonía de las monarquías del petróleo
en todo el mundo árabe ha desplazado o
casi eliminado del mapa la capacidad de
occidente de aupar al poder a grupos
afines a sus intereses. Este hecho debería
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de ser tenido en cuenta por occidente
antes de aventurarse en nuevas maniobras
injerencistas que sigan alimentando el
caos en la región como vimos en Libia o en
Siria, donde allanó el camino a grupos de
radicales armados. Afortunadamente para
los intereses de España, teniendo en
cuenta el desarrollo de la llamada
primavera árabe y sus efectos colaterales,
la “celebrada” revolución no convirtió a
Marruecos ni a Argelia en un polvorín.
Un rápido vistazo a nuestros
vecinos al otro lado del Mediterráneo nos
deja dos perfiles no excesivamente
diferentes pero con algunos importantes
matices que inciden en la perdurabilidad de
sus regímenes políticos a corto y medio
plazo. Ninguno de los dos cumple con los
estándares democráticos occidentales y
más allá de sus formas de gobierno los dos
comparten la característica de unas élites
asentadas desde hace décadas en el
poder. El matiz se encuentra en sus
aliados internacionales. Mientras que
Marruecos es considerado por la OTAN
como su principal socio fuera de la
organización y mantiene con la UE
acuerdos especiales sobre comercio,
Argelia es un país que genera
desconfianza y es reticente a aplicar
profundas medidas neoliberales. No
levanta simpatías ni en occidente ni entre
las monarquías del Golfo Pérsico. Esta
debilidad en forma de apoyo externo hace
más vulnerable al régimen argelino.
Para España, la estabilidad en
estos países es fundamental ya que buena
parte de los riesgos que conciernen a
nuestra seguridad nacional se concentran
en el flanco sur de nuestras fronteras. Las
relaciones de España con Argelia y
Marruecos son, por diferentes razones, de
fuerte interdependencia.
Con Marruecos existe una relación
comercial asimétrica. Somos su primer
socio comercial, sin embargo, sólo el 3%
de las exportaciones españolas tienen
como destino Marruecos. Aún así, hay que
remarcar que comienzan a ser muchas las
empresas españolas deslocalizadas en
suelo marroquí pero cuya producción va
dirigida a otros países. Es también un país
de tránsito para el abastecimiento gasista
español procedente de Argelia cuyo
gasoducto, el Magreb-Europa, se proyecta
bajo las aguas del Estrecho. Por último, el
aspecto geográfico es el que despeja
cualquier tipo de dudas acerca de la
conveniencia del mantenimiento de buenas
relaciones con Marruecos y sus dirigentes,
sean cuales sean. Las ciudades de Ceuta
y Melilla y sus fronteras terrestres con
Marruecos, o la escasa distancia por mar
con la península ibérica y las Islas
Canarias son nuestras mayores
vulnerabilidades en materia de seguridad
en caso de desestabilización del país.
Por su parte, a Argelia nos ata el
peso de sus hidrocarburos sobre el total de
nuestras importaciones de fuentes de
energía. Es nuestro principal proveedor
energético. El gas argelino supone el 55%
del total de nuestras importaciones de gas,
el cual llega también a España a través del
gasoducto Medgaz, que atraviesa los
130kms que separan Argelia de la costa
almeriense.
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Una posible desestabilización de la
región no sólo afectaría a España, sino
también al tránsito de mercancías en
general. El estrecho de Gibraltar es un
cuello de botella para el comercio
internacional de mercancías en el que se
estima que transita el 10% del volumen de
mercancías vía marítima, hasta el 40% de
las importaciones de hidrocarburos en el
caso de España. La buena noticia, por
decirlo así, es que el Estrecho es un
espacio de seguridad compartido por una
enorme cantidad de países, por lo que la
responsabilidad de mantener su seguridad
no recae exclusivamente sobre España.
Pero las consecuencias de una
desestabilización o conflicto armado tanto
en Marruecos como en Argelia irían más
allá de los aspectos comentados
anteriormente. Desde que comenzara esta
turbulenta etapa en el mundo árabe las
consecuencias han tornado también en
catástrofe humanitaria. Las columnas de
refugiados y migrantes que primero, en
menor medida, llegaron a costas italianas y
actualmente lo hacen desde Turquía
siguiendo la ruta de los Balcanes se ha
convertido en un quebradero de cabeza
para los países e instituciones europeas.
Una eventual pérdida del control
fronterizo por parte de las instituciones
argelinas o marroquíes desembocaría en la
apertura de una nueva ruta migratoria de
carácter masivo hacia Europa a través de
la península ibérica. Las dantescas
imágenes que vemos hoy día en aguas del
Egeo o en las zonas fronterizas de los
países balcánicos se reproducirían en
nuestro país, desbordando nuestra
capacidad de acogida y produciendo una
serie de consecuencias sociales
impredecibles. Además, a los propios
magrebíes que huirían de sus países se
sumarían libios y especialmente migrantes
de países con una altísima presión
demográfica como los del Golfo de Guinea.
Por todo ello, debemos de ser
especialmente cuidadosos y emplear los
medios a nuestro alcance para que las
eventuales transiciones de poder se hagan
de la forma más moderada posible. La
estrategia occidental en el mundo arabo-
islámico que fomenta la destrucción de
Estados y lo convierten en una región
caótica e ingobernable es del todo
equivocada si como se está demostrando
produce una réplica cuyo alcance explota
en nuestro seno en forma de terrorismo o
inmigraciones masivas.
Siguiendo esta lógica, especial
atención merece la situación en Argelia. La
sucesión del presidente Bouteflika así
como la amenaza islamista que se cierne
sobre el país pone la estabilidad del
régimen en entredicho a corto plazo. Las
autoridades españolas deben presionar a
sus socios para que las diferentes
estrategias sobre Argelia y el norte de
África ampliado hasta el Sahel contemplen
nuestras vulnerabilidades en todo
momento.
Antonio Díaz Santos es Licenciado en
Geografía y Experto en Seguridad Energética.
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El voto de los extranjeros en España:
Proyecto VotEx4e
por Pablo Sánchez Molina
@PabloSMolina
La palabra inmediatez define, a grandes rasgos, la sociedad del siglo XXI. Es cierto que, como es natural, existen excepciones pero no me pondrán negar que formamos parte de una sociedad en la que lo urgente prima sobre lo importante y, además, los resultados deben ser inminentes. No se pongan tristes, es lo que hemos elegido. El trabajo en la universidad, por lo general, no escapa a esta vorágine pero a poco que se conoce un poco este mundillo localizamos a un gran desconocido para el gran público, déjenme que se los presente, se llama investigación.
No voy a descubrir la pólvora
afirmando que la pregunta ¿a qué te dedicas? es una de las primeras que nos hacemos al mantener una conversación con un mínimo de confianza. Si os digo que soy taxista, médico, camarero, arquitecto, abogado o conductor la conversación seguiría por sus derroteros habituales pero si mi respuesta fuese… soy investigador en formación (traducción: doctorando en Derecho Constitucional) todas las alarmas se encenderían y una pregunta aparecería más tarde o más temprano: Pero… ¿Qué se investiga en Derecho?
En el ámbito de las ciencias
jurídicas la investigación consiste, principalmente, en la localización de aspectos del derecho que, por motivos muy diversos, cuentan con algún tipo de
déficit. En otras palabras, se trata de localizar partes de nuestra normativa que no funcionan tan bien como deberían y proponer soluciones a las carencias observadas. De este modo se podrá ir, poco a poco, perfeccionando el ordenamiento jurídico español.
El proyecto de investigación
«Reforma electoral y derechos de participación de los extranjeros residentes en España: el derecho de sufragio en las elecciones generales, europeas, autonómicas y locales» (VotEx4e) constituye un ejemplo de lo que supone la investigación en el ámbito jurídico. En este proyecto, dirigido por el Catedrático de Derecho Constitucional de la UMA, Ángel Rodríguez, hemos analizado el estado de la cuestión del derecho de participación de los extranjeros en las cuatro elecciones que tienen lugar dentro de nuestras fronteras: generales, autonómicas, locales y al Parlamento Europeo. Pero, no solo eso, un trabajo de investigación de calidad no debe quedarse en el estudio del status quo sino que debe ir un paso más allá proponiendo cambios en la interpretación de las normas o, directamente, reformas legislativas que contribuyan al desarrollo del objeto de estudio.
Quizás pueda parecer, a simple
vista, una cuestión baladí pero la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos constituye la base de un sistema democrático. Concretamente, el derecho de voto y a presentarse como candidato a unas elecciones libres que garanticen «la libre expresión de la opinión del pueblo en la elección del cuerpo legislativo» conforma el punto de partida desde el que se desarrollan todos los derechos y obligaciones en las sociedades actuales. En este sentido, la Constitución Española (CE) establece, en
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su artículo primero, que la «soberanía nacional» reside en el «pueblo español» lo que implica que es este último el único que mediante el derecho de sufragio está legitimado para elegir a los representantes que ejercerán los poderes del estado que la Constitución les otorgue. En nuestro caso, a través del sufragio se conforman las Cortes Generales, órgano que detenta el poder legislativo estatal, mientras que el gobierno, órgano ejecutivo, es elegido a partir de la confianza directa que le otorga el Congreso de los Diputados al Presidente del Gobierno mediante la investidura.
Por ello, el no reconocimiento de la
titularidad de este derecho a los extranjeros residentes en nuestro territorio actuaría a modode obstáculo en el camino hacia su efectiva integración en nuestra sociedad lo que afectaría, sin duda, a la buena salud de nuestra democracia. Dentro del ámbito subjetivo, una real integración de este colectivo pasaría por hacerle partícipe de las decisiones tomadas mediante su participación en los asuntos públicos. Pero, además, la vinculación del derecho de sufragio a los nacionales en vez de a los residentes permanentes impediría el fortalecimiento de los cimientos que constituyen la base de nuestro sistema democrático debido, en parte, a la reducción de la legitimidad de los órganos encargados de tomar decisiones que les conciernen en igual medida que al resto de nacionales.
Centrándonos en el ordenamiento
jurídico español, el Derecho Fundamental de participación en los asuntos públicos aparece recogido en el artículo 23 CE y es el único para el que la propia Constitución establece límites a su extensión a los extranjeros ya que mediante el artículo 13.2 CE se establece que la titularidad del
derecho de sufragio corresponde a los españoles con una excepción: el sufragio en las elecciones locales atendiendo a criterios de reciprocidad. Por tanto, los residentes extranjeros pueden ser elector y elegibles en las elecciones locales siempre que los españoles también puedan serlos en el estado del cual ese residente sea nacional. Además, la Ley Orgánica del Régimen Electoral General fija la posibilidad de que los ciudadanos europeos residentes en España puedan participar tanto en las elecciones al Parlamento Europeo.
A modo de conclusión, en el
otorgamiento de la titularidad del derecho de sufragio prima el criterio de nacionalidad, en las elecciones generales y autonómicas, mientras que tanto en los comicios locales como en las elecciones al Parlamento Europeo el criterio de residencia permite otorgar la titularidad a ciertos colectivos de no nacionales. Este hecho hace que, en nuestro país, quede mucho trabajo en la implementación del derecho de sufragio de los extranjeros en aras de su efectiva integración. Este ámbito, como se ha indicado, conforma el objeto de nuestro estudio que, lejos de limitarse a mostrar el estado de la cuestión, se centrará en proponer medidas concretas para que la extensión del derecho de sufragio se pueda implementar. El desarrollo de esta investigación no estará presidido por la inmediatez sino que será el resultado de un análisis sosegado aunque, probablemente, quedará olvidado en alguna estantería. No se pongan tristes, es lo que hemos elegido.
Pablo Sánchez Molina es Licenciado en Derecho, Máster en Derecho Constitucional y Becario de Postgrado de la Obra Social “la Caixa”.
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Confianza
por José Luis González Porras
@gonzalezporrsJL
La situación política, económica y
social por la que pasa nuestro país no es la
más idílica que podríamos tener. Creo que
nadie duda sobre esto, y tampoco creo que
sea una novedad. Pero detrás de esta
situación de incertidumbre y desprestigio
que sufren las instituciones existe un
denominador común que afecta a todas, la
falta de confianza.
La confianza siempre ha sido la
situación de partida para que se
construyan las relaciones humanas. Las
relaciones personales y profesionales se
construyen desde la confianza y, además,
la confianza se fundamenta en la
integridad, por lo que la integridad se
apoya en dos pilares: veracidad y justicia.
A medida que se practica la verdad se
genera confianza. Por el contrario, las
pequeñas o grandes mentiras van
generando desconfianza. Lo mismo
sucede con la justicia. Quien practica la
justicia se hace digno de confiar en ella.
Asimismo, de la persona que suele actuar
de manera injusta siempre acabamos
desconfiando.
Sin confianza, no existe un aval por
el cual una persona le dé su palabra a otra,
se estrechen la mano, y lleguen a un
acuerdo determinado. Y ya no es solo un
acuerdo entre dos personas sino que,
cotidianamente, depositamos confianza en
los demás sin darnos cuenta. Desde que
nos subimos a un autobús, entramos a un
restaurante a comer, o vamos al médico,
depositamos nuestra confianza en los
demás para que nos ofrezcan su trabajo.
¿Os imagináis que no pudiéramos realizar
estas tareas cotidianas debido a una falta
de confianza en los demás? El resultado,
desde luego, sería de lo más desastroso.
Precisamente, justo lo anterior es lo
que está pasando con las instituciones. Ya
no confiamos en ellas. Se han degradado
y, con ellas, la confianza de las personas
que se la prestaron. A lo largo de los
últimos años las instituciones se han
alejado de los ciudadanos apropiándose de
su confianza. Llegaron a creer que la
confianza era un elemento dado, un simple
elemento que no precisaba cultivo y
cuidado alguno. No se trata ahora de
atribuir culpabilidades exclusivas a la
banca, a la clase política, al gobierno o
gobiernos de turno, a los jueces, a los
medios de comunicación... Pero lo que sí
es verdad es que vivimos en una situación
que es análoga a aquella en la que,
siguiendo el ejemplo anterior, no
confiáramos en el médico al que asistimos
para que nos cure la enfermedad que
tenemos, o que no confiáramos en el
conductor que conduce el autobús en el
que vamos. Esa confianza es el verdadero
soporte, es lo que transforma una norma,
un edificio, unos hombres y unos papeles
en una institución.
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Los ciudadanos de hoy no confían
en sus gobernantes y en los dirigentes del
país, han perdido la confianza que tenían
y, en consecuencia, se han cortocircuitado
sus relaciones. Si la confianza se ha
degradado, la pregunta inmediata sería
¿qué podemos esperar en las próximas
elecciones? Y ya no solo en la política,
¿qué podemos esperar del futuro de las
instituciones? No existe una relación,
votante-votado mediante la cual la moneda
de cambio sea la confianza. No me
considero una persona fatalista, ni mucho
menos pesimista. Pero lo que no sería
nada de extrañar es que la situación actual
se prolongara, debido al mero hecho de
que las personas tratan de evitar aquellas
situaciones en las cuales prestan su
confianza a sabiendas de que van a volver
a ser engañadas.
Además, bien es cierto que para
que las cosas funcionen, se necesita
confianza en tres puntos capitales de
cualquier Sistema: confianza en las leyes,
en su ejecución, y en los medios de
comunicación. Necesitamos creer que las
leyes son justas y responden a deseos de
mejorar la convivencia. Es imprescindible
que pensemos que los que las ejecutan,
los que administran Justicia, los
representantes de esa diosa Justicia de
balanza en mano y trapo en los ojos, los
llamados jueces o magistrados, son
personas imparciales y objetivas,
respetuosas con el papel capital del
Derecho. Y necesitamos vivir creyendo que
la información de lo que sucede, de lo que
ocurre a diario, suministrada por los
llamados medios de comunicación social,
es igualmente una información objetiva y
no manipulada ni sesgada por motivos
económicos, políticos o de otra índole, que
todo cabe en el mundo de lo espurio.
Por lo tanto, puede quedar patente
que la pelota está en el tejado de las
instituciones, y son estas mismas las que
tiene que trabajar para recuperarla de
nuevo. Pero tampoco creo que la sociedad
deba esperar a que las instituciones por si
solas afronten el cambio que reclaman los
hechos. Es necesario que la sociedad
quiera recuperar las riendas de su destino
y sea la principal protagonista. Esto se
puede conseguir con propuestas
inteligentes, sensatas, posibles, avaladas
por la experiencia, que no vayan en contra
de nadie, que no busquen culpables con
las linternas del odio o la revancha, sino
que mediante los valores, la ética los
principios y la confianza, se recupere un
modelo de vida mejor y más humano.
La teoría siempre se ve brillante e
impoluta en los papeles, la práctica, desde
luego, siempre es más difícil pero en
ningún caso imposible. De nosotros
depende construir o destruir, aprender o
desaprender, perdonar o vivir eternamente
con el resentimiento.
José Luis González Porras es Economista, Máster en Dirección y Administración de Empresas y Doctorando en Economía y Empresa por la Universidad de Málaga.