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sEúftLás^.I
suRco
Mr'Nu¡r-
J¡N4É,Nez
pe
Derecho Polltlco de la
ll ls'l'o
ll
lt)EAs
lA l)l,l
l,AS
l,()l,l'l'l(;AS
PARGA
Unipusidad
de
Barcelona
COIRA.FREGA
B¡BLIOTECA
COLECCION
DE
AS SOCIAI,IIS
POLITICA
*
I,
ANpBnsou, Robert
W.-Gobierno y
partídos
políticos
en
Puerto Rico,
AnoN,
Raymo¡d,-Dimensíones de la
conciencia
históríca.
Bel¡¡toN,
Roland
H,-Actitudes
crístianas
anÍe
la
guerra
y
la
paz,
B¡¡,r,, Daniel.-El
fin
de
las
ideologías.
BBncrn,
G.,
y
otros.-F¿deralismo
y
lederalísmo
europeo,
B¡sc¡nern
ol
Rurr¡^,
Paolo.-D erecho
constít
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ci o nal.
BuruBn,
D.
E.-E
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udio
de
I
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e
nt
o
p
o lí
t ico,
Cerrs,
Jacqueline
B.
de,-tos
grupos
de
piesión
en las
demouacias
contempordneas,
Cn,r¡r{sng, Henri.-De
Carlos
Marx a
Mao Tse Tung.
lntrodttcción
crítica
al
marxismo'
leninismo.
Cseunn¡, Henri.-El
marxismo
en
la
Unión Soviética
(2."
ed.).
FI¡¡rrowsxl,
Jürgen.-.La
trama
ideológica
del
totalitarísmo.
F¡NBn,
Herrnann.-Teorla
y
prlictica
del Gobierno
mcderno,
F¡Npn,
S.
E.*EI
imperío
anónimo.
Focenrv,
Michael
P,-Hístoria
e
ideología
de
la democracia
cristiana en
la Europa
occidental,
FnteoRlcn,
C. l.-La
democracia
como
lorma
política
y
como
forma
de
vida
Q3
ed,).
FRIEDRIcH,
C.
J.-EI
hombre
y
el
Gobierno.
H¡nsc¡l-Wes¡n,
W.-La
polítíca
como
conflicto
de
intereses.
H¡nscH-Wes¡n, W,*f,os sindícatos
en
la
polí.tica.
HorrvaNN,
Stanley
H.-Teorías
contemporáneas
sobre
las relaciones internacionales.
J¡NN¡Nos,
Sir
Ivor.-EI
régimen
político
de
la
Grun
Bretaña,
JtuÉNez
Nr¡ro,
L
l.-Polltica
y
Admínistración.
KsLLen,
Suzanne,*Más altá'de
la
clase
dirígente.
Elites
estratégicas
en la sociedad
Moderna.
Ltssw¡n,
Harold
D.-El
futuro
de
la
Ciencia
Política,
lópre
Pr¡.r¡,
Antonio,*Eslructuras
electorales
contemporáneas.
Alemania
y
Estados
Unidos,
M,r.clv¡n, Robert
M.-Ieoría del Gobierno.
MecrsNzts,
W.
J.
M.-Elecciones
líbres.
MenrtN,
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gsley,*¡Ia
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de
I lab
o r isrno.
Mnnnnx,
Fred
R, von
der,-Política
de las
naciones
en
vias
de
desatollo,
M¡vNeuo, lean,*Introducción
a la cíencia
política
(2.a
ed.).
Mrv¡.t¡uo,
lean,*La
tecnocracía,
¿mito
o realidad?
Mousrue¡-v, M., y
Jnonv«e,
Z,-EI
Gobierno
de
la
U.R.S.§,
NEUMANN, Sigmund,-Partidos
políticos
modernos,
Pr¡¡¡,¡p, André,-La
democracía
industríal,
RA¡r¿fnBz JuvrÉ,xrz,
Manuel,-Z¿rs
grupos
de
pres¡ón
en
la
Segunda
República
Española,
R¡rvfngz
Jluɡez,
Manuel.*§apuestos actuales
de
la
Ciencía
Política,
Ro$ow,
W.
W,-los Estados
Unídos en la
palestra
mundíal.
'
ScgAEsotne¡pen,
E, E,*Réeímen
de
partidos.
'
SrR¡¡,trz-HupÉ,
R,,
y
HAZARD,
H.W.-La idea
del
colonialismo.
'
I
i¡en[tuvÁN, Eniique.*Tradición
y
modernismo.
'
.(fgucutp,
Jean,-Hisforíade
las
ideas
políticas
(3.ñ
ed.).
Tn¡¡,pdot-o.
D.
W.*E/
desorrollo de
la U.R.S.S.
rGntr,
J-iier,-fa Segunda
Reprtblica
en
Madrid:
elecciones
y
partidos
políticos
ünxeY,
ffiglas
Y,*Análisis de
los
sistemos
políticos.
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ME CIENCI
CIBNCIA
t
SERTE
DE
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lllSfo¡llA
l)11 l.As
Il)ll^s
r'()r
lil(./\\
Auslegung
der
Apokalypse
von
foachinr
von
Flore, Berlin,
1935. E. Sr¡Blrer.¡N,
/)ie
Vechündigung,
de,s
Reiches
Gottes
in det
Kicche
lesu
Chcisti.
Zeugnísse
aus
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hun
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00
Úr§TOntA
D8 r.AS
tf)tr,A.3
pol.htc^S
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RÍNOVA(:tóN
l)t1
t.^s
¡t)llAs
muridano,
conserva
algúr.
valor
de exaltaclón;
asl,
Franclsco
I
se hace
armar
cabaltero
por
Bayardo
en
Marignan.
Un
asunto
como
la tralción
del
condestable Carlos de
Borbón
(1523)
ilustra,
en
rnás de
un
sentido,
las
supervivencias
de la mentalidad
feudal
en
una
gginión-"que
hallaba
por-lo
menos
excusas
para
la traición
del
condestable"
(H,
Hauser).
Hacia
la misma
época,
-la-monarguía
espq,agl
supera
difícilmente
una
criiis
más pro-
funda
aún, la
revuelta
de
los comuneros
(152A4521);
aristócratas,
eclesiásticos
y
repre-
sentantes
de
las
ciudades
se agrupan
en
una misma
adhesión
a
los
particularismos
iradicio-
nales
y
en
una
común hostilidad
contra
los
extranjeros
que
rode;n
a
carlos
v,
contra
sus exigencias financieras y
sus
métodos
autoritarios.
El
deienlace
de estas crisis r:ue
favo-
rable
a la autoridad
del Estado,
pero
el
poder
real,
para
inponerse,
hubo
de
transigir
con fuerzas
reacias;
los hombres
de
esta
época
siguen penétrados,
tanto
en
"r,
vidu
politica
como
en _su
actividad-
profesional,
por
un
.eJpiritu-
de privilegio,
y
se
muestran
poco
sensibles
a las teorías
abst¡actas.
Esta
situación
aclara
el movimientá
de las ideas
y
permite
comprender
el
_
alcance,
después
de
todo limitado,
de doctrinas
que
acentúan
unilateralmente determinadas
.posiciones.
El
absolutismo
mo árguico.
-La
corriente favorable
al
absolutismo
monárquico es más
facil
de
seguir, a pesár
de
la
diversidad
de
sus aspectos.
Se expresa claramente
en
las
obras de los
iuristas,
especialmente
de
los
fran-
ceses.
Sin embargo, reducir
esta
corriente á
hs
doctrinas puramente
jurídicas
sería
empobrecerla.
Los
sentimientos
sobre los
,gue
se funda el
monarquismo
popular,
aungue
difusos
y
poco
elaborados, tienen,
sin embargo, un peso
político
apreciable.
Se
trata,
en
primer
lugar,
de la
aceptación
tradicional
y,
por
así
decirlo,
natural
de
la
autoridad
existente, de
la
obediencia
enseñada
desde hace
siglos
por
la Iglesia;
numerosos
autores laicos
y
eclesiásticos
repiten
incansablemente
la
necesidad
de
esa
aceptación, ocupando este
tema
un
lugar
predominante
en la literatura politica
inglesa de
Ia
primera
mitad
del siglo
xvt.
La rebelión es
siempre condenable,
ya
qüe
la autoridad ha
sido
instituida
por
Dios.
Estos
desarrol.los
conducen
a
fórmulas
que
contienen, en apariencia, la
afirmación del
derecho divino de
la monarguía.
El traductor al
inglés del Nuevo
Testamento,
William
Tindale,
escribe
en The
Obedience
of a Chtístían
Man,
obra
publicada
durante
su
exilio
en Marburgo
en
1528:
"El
rey no
está, en
este
mundo,
sometido a la ley,
y
puede
a
su
gusto
hacer el bien
o el
mal,
y
no dará
cuenta
más
que
a
Dos".
"El
rey
-afirma
Stephen
Gardiner, en
su De vera
oí¡edietúia
(publicada
en 1535, traducida al
inglés en 1553)-
representa la imagen
de Dios
sobre
la tierra".
Lo
esencial
para
estos autores
es
señalar
el carácter
impío,
al tiempo
que politicamente
desastroso,
de toda
rebelion.
Pero
la
ga-
rantía
divina
gue
invocan es
válida,
a sus
ojos,
para
toda autoridad estab,lecida y,
en
general, para
todo
el orden
social;
no
se inserta en
un
análisis
de la
naturaleza
o
del
origen del
poder.
Predican una moral tradicional,
gue
combina
el sentimiento nacional
y
la
piedad con
la
lealtad hacia
el
rnonarca,
sin
elevarse hasta
una
verdadera
teoria polí.
tica.
La insistencia
de
sus consejos,
que
puede
explicarse
Dor
la violencia
de Ios desór-
denes
de
un pasado
reciente, encuentra un
rebrote de
justificación
en las
luchas
a
qrre
Ia
Reforma dará lugar.
Francia
gozó después
de
la guerra
de
los
Cien Años
de una mayor
es-
tabilidad
politica.
La monarquía
tenía un
prestigio
casi
místico,
el
del
rey
taumaturgo, ungido
de la
Sainte
Ampoule
t
y que
cura las
escrófulas.
Sobre
.
Retloru¡r co¡scrv¡dit olltflflo
oll
ta
¿b¿dfa
de .Solut-Ilent,
tlt
Ilt h¡rs,
y
r¡ut, corrlrrrlrr
€¡ ¿celte
que
§eryf¿
par&
uDgil
o
los reJe8 de
]tancl¿ @ l& cerqmonla,
dE
Ia cor¡Bnsr[(.1ór¡.
este fondo
de creencias
populares,
algunos
panegiristas
bordan,
eo,provecho
de
grupos
sociales
más
restringidos,
variacionei
de
alcance
principalmente
literario:
simbología
de
las
flores
de
lis,
leyenda
troyana
destinada á
exaltar
la línea
real
y gue
será más tarde ilustrada
laboriosámente por
la
Franciade
de Ronsard.
Cabe considerarlas
como
una
transposición,
en
otros registros,
del
pensamiento
de
los
doctores y licenciados
in utroque
iure que
fulen
a
placer
definiciones
y
comentarios
sobre
el
poder
real,
iin
gran
óriginalidad
por
lo
demás,
ya que
todos
beben
en las
mismas fuentes
cláiicas
de[ derecho
romano
(cuyas
sentencias
la
Edad Media
no habÍa
ignorado),
incluso cuan-
do.concuerdan poco con
la
realidad política del
momento.
El
rey
es
empe-
rador
en
su reino;
aunque esta frase
también se
utiliza en Inglaterra,
en
Francia,
donde
Ia
tradición
de
los
legistas
posee
mucho vigor,
ie la
acom-
paña
con
desarrollos
de mayor profundidad.
EI
Mediodia,
y
especialmente
la
Universidad
de
Toulouse,
proporcionan
a la realeza
un fuerte
contingente
de
doctrinarios
que
sobresalen en la tarea
de
combinar
las
referen-
cias
romanas
y
canónicas
para
magnificar
a
los
Valois. Su
método
favorito
consiste en
enumerar
las
prerrogativas
reales.
|ean
Ferrault, en
los
Insignia
peculiaria
Christíanissímí
tsrancorum
regni
(1520),
distingue veinte
prerrogativas,
a
las
que
fundamenta en
textos
canónicos.
Hace derivar,
en cierto
modo,
su
teoría
absolutista de las
concepciones de
la
teoc¡acia
pontificia.
Charles
de
Grassaille en 1538
(Regalium
Franciae
líbt
duo),
Barthé-
lémi
de
Chasseneuz
e¡
1546
(Catalogus
glotiae
Mundl), alargan
y precisan
Ia lista
de
Ios poderes
generales y particulares
del rey
de
Francia:
el
primeio
de todos
los sobe-
ranos,
inspirado
por
Dios,
de quien
es
la lmagen,
y
provisto
de un
poder
absoluto
por
encima
de cualquier
ley
escrita. Estas
doctrinas carecen
de base teológica
o
filosófica
y
no
s1¡
preocupan mrrcho
por
el
contacto entre
la
teoría jurídica
y
las
realidades
poli-
ticas.
Su
influencia en la
opinión
,es
dudosa.
No aportaban
nada'de
decisivo
purá
los
administradores
y
los
magistrados,
que
eran
casi los únicos
que
tenían
conocimiento
de
ellas._ Bajo
el
tono
tajante
de
los
principios,
subsisten muchos
equívocos fácilmente
per-
ceptibles,
incluso en
los
textos. El rey
tiene todo
el
poder,
pero
no debe
abusar
de
él:
existen limites
de hecho, o
incluso
de
derecho.
Grassaille
reconoce dos de
ellos: la ley
de
Ia herencia y
la
inalienabilidad
del
dominio real.
El
admitir que
el
poder
real
es totál
y
perfecto
no basta.para
eliminar
tcda
discusión
política.
Los
-hombrls
que
cumplen fui-
ciones
pírblicas
saben
que
existe
una
especie de constitución
consuetudinaria,
iompuesta
por
usos
cuya
interpretación
se
discute
y
evoluciona,
pero
a
los
que
muchos súbCitos
se
sienten
muy apegados.
Claude cle Seyssel y
la rnonarqtúa
moderada.
Esta ¡ealidad
se
percibe
muy
bien er La
Ctrancl'
Monarchíe
de
France
(1519),
obra
en
la
que
Claude
de Seyssel ex:presa sus
preferencias por
una monarquia
moderada.
Seyssel
(1450-1520), que
escribe
en su retiro tras una brillante
carrera administrativa,
diplomática
y
episcopal
al
servicio
de
Francia
-y
especialmente
de
Luis
XII-,
no
es
en
absoluto
un teórico
abstracto.
Sin
disimular los
inconvenientes
que
en
principio
puede
comportar
la
mooarquia, cree
que
el régimen
al que
ha servido, tal
y
como él lo describe, es
el mejor
posible:
mezcta
de
monarguía, aristocracia
y
denrocracia,
dice
recogiendo un tema anti-
guo.
El
,poder
real
está
"refrenado
por
tres
frenos":
las
obligaciones
de
conciencia
del
rey
y el
carácter cristiano
de
la monarquía,
los
Parlamentos
y
"las
buenas
leyes
y
ordenan-
zas
y
costumbres
que
están
establecidas
de tal manera
que
casi
no
pueden
romperse
ni
aniquilarse".
Su
análisis
de
la constitución consuetudinaria del
reino
-que
considera
como ideal-,
es
significativa
por
sus mismas ambigtüedades. No
proporciona
una deli-
rnitación
precisa,
ni
de los
poderes
del rey, ni cie los
derechos de
los
Parlamentos
(,prác-
ticamente
no
se
plantea
el
tema
de
los
Estados
Generales).
El rey no
puede
cambiar
la
Ley
Sálica;
por
consiguiente,
tiene
conciencia
de las leyes fundamentales del
reino,
pero
éstas
no
son
definidas. No
se
plantea
claramente la cuestion
del
poder legislativo.
Seyssel,
aunque
rt^chaza
el
término
de absolutismo
(para
é1, eguivalente al
de tirania), sólo erige.
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ilrSTOnlA
Dtl
t.AS il»lAS l'('t.fIr(]AS
tln ¡nmn¡poR DB r¡ Repú¡L¡cA
RoMANA.-Disipada
esta
guimera,
Ma-
quiavelo
vuelve
a
sus
reflexiones
de
republicano
florentino,
en
los
márgenes
de
Tito Livio.
[,os
D¡scursos contienen
un aspecto
diferente
de
su
pensa-
miento. Siguiendo
a Aristóteles,
y,
sobre
todo, a Polibio,
recoge
el análisis
clásico
de
las tres
formas
de
gobierno
y
de su sucesión,
y
afirma la
supe-
rioridad del tipo mixto, más
sólido y
estable:
"El
príncipe,
los grandes
y
el
pueblo
gobiernan
conjuntamente
el Estado".
Insiste
en la importancia
del
pacto
constitucional,
pero
apenas
trata
de
los
derechos
de
los
ciudadanos,
aunque
sí
lo
suficiente como
para
condenar
a
César:
la
Roma
que
exalta
es
la
Roma republicana.
El
régimen
civil,
según
Maguiavelo,
es
incompa-
tible
con
la
existencia de una nobleza
feudal.
Toda
su teoria republicana,
de
inspiración
romana,
apenas
puede
encontrar,
por
consiguiente, campo
de aplicación
en
un momento
en
el
que
el
municipio
y la
república
urbana
Iibre agonizan en
Italia.
Un cierto fervor arcaizante
desvía
a Maquiavelo
del examen a
fondo que
el
problema
de una
República moderna
exigiría.
Aunque predica
en l5l9 la restauración de la República
en
Florencia, tomá
la
precaución
de
pedir
a los
Médicis gue
conserven,
a
título
transitorio, el
poder
principesco.
Esta solución de compromiso está dictada, evidentemente,
por
un
necesario
oportunismo;
pero
responde
también
a una
visión
teórica
más amplia. Y no sólo
porgue
la
dictadura, una dictadura
legal,
es
indis-
pensable a
las
Repúblicas
para
superar
los grandes
peligros,
sino
también,
porque
Maquiavelo
estima
que
es decisivo el
papel del
legislador,
fundador
o relormador de
la
República, verdadero superhombre
,gue
ejerce
la auto-
ridad
sin compartirla en
exclusivo interés
del
Estado,
y
que
es
1o
bastante
desinteresado
como
para
retirarse tras
haber
establecido
leyes
duraderas
por
su
sabiduria
(por
ejemplo,
Licurgo).
U¡q,e
rnosoFÍA
FATALTsa¡.-fJ¡¡a
referencia
mitológica
ilustra los
límites
del
Maquiavelo
doctrinarío.
Pretende
abordar las
cosas
políticas realista-
mente
y
dar
a su
análisis de
los tipos de
Estado
bases
positivas.
Pero
su
indagaéión,
según
la
fórmula
de
A.
Renaudet,
resulta limitada'
Desdeña,
por
un
prejuicio
anticesarista,
el
estudio
del Imperio
romano; su
teoría
mo-
nárquicá eé,
po.
obra de sus
fuentes,
bastante
estrechamente
italiana.
Ade'
mas,
la
misma
dualidad
de su
doctrina
da a. sus
pensatnientos,
en
muchos
casos, un
"carácter
enigmático
y huidizo".
Sin embargo,
su
obra
no
carece
de
elementos
de
unidad, una unidad
perceptible tanto
en sus
logros
como
en
sus
fallos.
En
la
primera
fila
de
estos
últimos
se
sitúa una
concepción
de
la
Historia
que
ignora
las realidades
económicas
y
que
llega
a veces
in-
cluso
hasta
desionoC'er
la naturaleza
más evidente
de
ios fenómenos
sociales.
Bien
se
trate
del prÍncipe
o
del
reformador
republicano,
Maquiavelo
apenas
ve
en
la
politica tnas q,r"
el
juego
de
voluntades,
pasiones,
inteligeaci?t
iT-
dividuales.
Cuando
háce
el
Lto§io
de
los
Parlamentos
franceses,
habla
de
"quien
constituyó
el
gobierno de
Francia";
por
consiguiente,
no
siempre
tiéne el sentido
de
lasl,re.zas colectivas
y
de su
lenta
acción.-Esta
posición
deriva
de
una
filosofia fatalista.
"Los
hombres
pueden
secundar
la fortuna,
pero no
oponerse
a sus
decretos",
que
son
impénetrable-s.
El
hombre
no
es
iotalmente
impotente
en un mundo'eterno
y
áeterminado,
y la
Historia
le
I \
lal.N()\ rv.ró¡.t
¡rli l.^\
ll)r.^§
ofrece
lecciones; pero
el
pesimismo
fundamental
con
que
Maquiavelo
juzga
la
naturaleza humana restringe el
campo
de
exploración en el
que puede
descubrirse una
racionalidad.
"¿Qué
es un Gobierno
sino
el medio de con-
tener
a
los
súbditos?"
Desde que
esta
constante
queda planteada,
la
raz,ón
está condenada
a
trabajar
mucho más
en
el plano
de
la
técnica política gue
en
el de
la
explicación
histórica.
Secur¡Rz¡cró¡¡
y
ExALrAcróN
DEL
EsrADo.-Aunque
la
idea
del E-sta-
do
ocupa
el
centro
de su
pensamiento,
no
llega
a
formular su
teoría.
El
Estado,
para
é1,
es
un
dato,
un
ser
al
gue
no
pretende
explicar
como
fi-
lósofo. Tampoco
siente
Maquiavelo la
necesidad de legitimar
la
subordi-
nación
del
individuo
al Estado.
Su
República tiene
exigencias
tan autori-
tarias
como la tiranía del
príncipe.
"El
Estado,
republicano
o
principesco,
ejerce su coácción
sobre
el
individuo
,por
encima del
bien y del
mal, has-
ta
el crimen"
(4.
Renaudet). Partiendo
de
este
dato,
rodo se
aclara. Lo
po-
lítica
es
un arte
racional
en
sus
principios,
que
recoge en sus cálculo.s,
fun-
dados
sobre regularidades, todos los
datos
accesibles
de
la
experiencia,
y
es
también un arte
positivo,
en el sentido que rechaza
foda
discusión
sobre
los
valores
y los
fines.
Con
Maquiavelo
el
pensamiento
político
se seculariza
mucho
más radi-
calmente
gue en
ese
conjunto de
precursores
que
lo
prefiguran
desde
Mar-
silio de
Padua. Maquiavelo
detesta y
desprecia, como
ellos,
el
gobierno
de
los
sacerdotes,
y
es también adversario
del
poder temporal
de
la
Santa
Sede
-aunque
lo
suficientemente
¡ealista
como
para
reconocer
su
afianza-
miento
con
]ulio
II-.
Pero
va más
lejos.
No
contento
con laicizar el
Es-
tado,
guerria
subordinarle por
completo
la religión,
a
la que
concibe
como
instrumento
de
,poder
y
elenrcnto
de
cohesión
social.
Guicciardini,
en
el
secreto,
le hará
eco:
"No
combatáis nunca la
religión,
ni
nada de lo
qrre
parece
estar en
relación
con Dios: pues
tales ob¡etos
tienen
demasiada
fuerza
sobre
el
espíritu
de
los necios".
El fondo mismo
de su
pensamiento
político
conduce a Maguiavelo
a una
posición,
más
gue antirreligiosa, anti-
cristiana. Reprocha
al Evangelio
(o,
más
precisamente,
a
lo
gue
considera
una deformación,
realizada
por
los
sacerdotes
y
los
monjes,
del
cristianismo
verdadero,
cívico
y guerrero)
el
haber
debilitado
las
energías
y
el
haber
santificado solamente
"a
los
humildes
y
a
los hombres entregados a la
contemplación
más
que a
una
vida
activa".
Esa
secularización
y
exaltación
del
Estado
acarrean
numerosas
conse-
cuencias:
hostilidad
contra
el
Imperio
y
contra
todo
lo
gue
puede
recordar
el
universalismo
cristiano; desconfianza
y
desprecio
hacia
las
aristocracias
nobiliarias
de
origen
feudal;
concepción
particularmente
"realista"
de
las
relaciones
entre
los ,Estados. Maquiavelo, admirador de
Ia conquista
ro-
mana, fija en esta
materia
id,énticas
reglas
para
las repúblicas
y
para
los
príncipes.
El
Estado tiene como
una
tendencia natural
a
extenderse;
no
existe
ni moral
ni
derecho
internacional.
En una
jungla
donde todo
está
permitido,
el
único
problema
consiste
en
calcular
bien
las
empresas,
en
do-
sificar
la fuerza
y
la astucia.
En estas condiciones
se
comprende Ia
inrpor-
tancia
primordial
de
la
organización
militar dentro
de un
Estado.
ÑIaquia-
201¡
8/18/2019 TOUCHARD - Historia de las Ideas Políticas (Capítulo VI).pdf
7/10
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)ri
lllr,lr)lilA
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No\ Ar
l,
r\
lrl: l.Ai'
llrl
^
rencia
total;
otras,
una
retórica
arcaiz¿rntc
muy
collvctrt:i«¡nill. f)eclamacioltes
monárquicas
o
elogios
de
la libertad
y
hasta del tiraniciclio,
recogen
ejern-
plos
clásicos;
se atiende
más a
la
calidad
de
la forma
que a la
justeza
o a
la sinceridad
del
fondo,
conteniendo
estas
espectaculares
disertaciones
las
más
de las
veces
poco
pensamiento.
Maquiavelo,
con
algunos otros,
cierra
la línea de
un
primer
humanismo
florentino muy
anterior
al
siglo xvl,
un
hu-
manismo
gue
unia
un mayor
civismo con
una dosis
menor
de
ciencia-
y
sutileza.
Muchos de
los contemporáneos
se
encierran
en stl torre de
marfil;
OtrOS
inCiensan
a
SuS
prOteCtOreS, COmO
CortesanOS
CelosOS,
no
conservandO
siempre su
pluma
una
perfecta dignidad; algunos,
por
último,
de forma
más
noble,
sacan
de
su
erudicióil
armas
¡:ara
servir
a la
concepción absolutista
del
Estado:
un
Alciat,
un Guillaume
Bud,é
ilustran ese
humanismo de
ju-
ristas.
Pero su contribución
al movimiento
de
las
ideas
políticas Iro
prrcclc
compararse con
el del
humanismo cristiano,
cuvo más
prestigioso
rcprcscn-
tante
es Erasmo
de Rotterdam
(1467'1536).
Brqsmo.
Las cuestiones
de
teoria
política
ocupan
solamente
un
lugar secttndario
en
la inmensa obra
de
Erasmo;
les dedicó
pocas obras en
forma
temática.
Sus
juicios
sobre
política derivan
siempre
de concepciones
que
desbordan
infinitamente
el
marco de
la
politica.
Su
pensamiento sobre el
Estado
y
la
sociedad
siguen un
orden
rigurosamente
inverso
al de
Maquiavelo,
cuya
obra,
por otrá
parte,
Erasmo
ignora
totalmente;
en
efecto,
-parte
de
impe-
rativoé morales-y religiosos
pará
definir
y
prescribir reglas de
acción. Eras-
mo se
emparenta
asi con
los autores
medievales,
sin
sufrir,
empero,
su
in-
fluencia directa.
La
situación
de
Erasmo,
admirado
y
comentado
en
to(lil
la Europa
ilustrada
-don{p
también
cuenta
con encarnizados
ellcl¡liclos
conocidó
y casi cortejado
por
numerosos
soberanos
y.
otros
grandcs
pcr-
sonajes,
aiegu.a
a toáo
cúanto
escribe
una considerable
reperctrsión.
Erl
una
cofrespondencia
a la
que
tan
sólo
la
de
Voltaire
se
aproxiura
en
ittt-
portarrcia y variedad, comúnica
a
la gente
influyente
de
la cristia¡rclad
tlt:
iu tiempo
un
comentario casi
continuo sobre
la
politica europea:
tneclio
clt:
actuar
concretamente sobre
los
espiritus
por
lo
menos
igJual
a
sus
libros.
La irradiación de
Erasmo no
conocía
más
limites
gue los
del
medio
cultiv¿'clo
constituido
por las
letras latinas.
Despu,és
de
abandonar
st¡
claustro
llcer-
land,és, sus
años de estudio,
de
viaies o de
profesorado
en
París,
Inglaterra
e
Italia,
lo
convierten
en
el
príncipe de los
humanistas
y
le
proporciolt¿r¡t
también
un conocimiento
del
mundo,
y
de
los
hombres
que
lo
dirigen,
lleno
de
precisión
y agudeza,
que refuerza su
natural
prudencia.
El cargo-
que
reciLe
en
l5l6 dó
consejeio
de
los Países
Bajos
apenas añade
nada,
desde
este
punto
de
vista,
a
su experiencia.
Su
retiro a
Basilea, después
de
l52l,
contribuye
a reforzar
la independencia
de
sus críticas
y
de
sus
conseios.
Las expbsiciones
más
sistemáticas
de
sus
concepciones
políticas
se
hallan
en
la
institutio
principis
christiani
(1516),
es_crita
para
cl
joven
Carlos
de
España
a
petición
de sus
mentores,
y en
la
Querintonia
pacis-
undiquc
pro-
iliáatae
(1517).
Pero
todos
los
temas
están
ya
planteados
desde
bastante
ánies,
"n.ontrándose
con una
notable
constancia
en
toda
la
obra
crasnrista.
velo
sufre
por la debilidad
de
los
Estados
italianos,
explicándola-
por su
utilización
i"
-"r.".rurios.
ffn realidad,
sólo
un ejército
nacional
puede
girantiz,ar
la
seguridad;
el servicio
militar corlstituye
la forma.más
alta
de
ávismo.
Las exigencias
del
Estado
maquiavélico
respecto
a. las
personas
oue de él
depend?n
-súbditos
o
ciudadanos-
son
indisociables
de
las
ne-
cesidades
de su
politica
exterior,
dictadas
por imperativos
rigurosos;
este
Estado,
amenazado
p,erpetuamente er
su
existencia
por
Stls
vecinos,
e§
para
ellos
un
perpetuo
peligro.
ET
IUC¡N
DE
MAQUIAVELO
EN
EL
PENSAII"{IENTO POLfuICO
DE
SU
TIEMPO._-
"Hay
que
agradecer
a
Iuaquiavelo y
a los
escritores
de
este
género-
--es-
cr¡biá
Éran.l.
Bucor-
el
que
digán
abiertamente
y
sin
disimulo
lo
.que
los-ho-br",
acostumbran
a
Éacer,
io lo
que deben
hacer."
Este
juicio
dado
por
un
hombre
de Estado'filósr¡fo
en
una época
enla
qrre
era.de
buen
tono
ienunciar
el cinismo
de
Maquiavelo
(sin gue
por ello
la
práctica
de
la
polí-
ai;;
i;"..
más
moral
que
1a áe
César
Borgia).
pone
en
evidencia
una
cuali-
dad
magistral
del
floréntino.
Los
mismos
limites
de
su
saber
y de su
espírittr
le ayudán
a
penetrar
profundamente
en
los resortes
del
arte de
gobernar,
tal
y
co-o
sL
practicába
en
su
tiempo-
y,
en
cierta
medida,
en todos
los
tiempos.
Sin
"*butgo,
la
importancia
de
Maquiavelo
no
es.
sólo
la de
un
testigo.
Merced
al iigor
de-un
esfuerzo
intelectual
aplicado-a
cuestiones
voluñtariamente
circun"scritas,
expulsa
de
la
política
toda
metafísica
y
corta,
de una
manera
radical,
el
víncuÍo
entre
la ciudad
de Dios
y
Ia
ciudad
de
k¡s
hombres;
hace
así
tan
sólo justificable
por
la
razón
hum-ana
el
cono-
cimiento
de
esta última.
Este
"positivismo"
tiene
un re\/erso;
los datos
gue
aceDta
como Drimeros
e
irreduitibles
no
1o
son
en
realidad
ni
para
el
filo'
,"f,i
"f
puru Ll
historiador.
No
obstante,
al
rechazar
deliberadatnente
una
o.r., .ur,tidad
de
nociones
medievales
todavía
vir'¿rs en
rnuchos
de
sus
con-
;'"ñ";;;;;s,
Maguiavelo,
por así
decirlo.
lirnpia
el
terre¡ro
en
el
que
se edi-
ficarán
construcciones
nuevas.
SECCION
II
I-a influctttlia
V
|os
ideales
¡to ílicos
dcl
huntunisalo
cri.sfir¡no.
Se
ha
dicho de Maquiavelo
que
permanece
prisionero
de los
romanos,
a ouienes
debe
no
sólo
referenciás
y
ejemplos,
sino
el
espiritu
del
antiguo
.lr-ir",..
L.-ár"
.fr.y en
él
de
profrnáu*lnte
extraño
a
la
espiritualidad
cristiana
hay'que
rálacionarlo
con
los
resurgimientos.paganos
que caracte-
rizan,
junto
con
otros
componentes,
la
culiura
del
Renacimiento
italiano'
ünu'iá¿"ti.a
ambición
de
"resucitar
cosas
antiguas"-
anima
su
reflexión
p"flti."
I-i"r
"rf""rror
de
los
humanistas
po"
reáescub.rir
la
,cultura
de
la
á"iiáti"¿'"J
.lari.u.
Y,
.i"
embargo,
Maquiavelo
se sitúa
al
margen
del
huminismo:
es
muy
poco
griego
/nada
píatón-ico'
Por
su
parte'
los huma'
nlstas
itallarros,
buérrás
filílogós
i
hasta
ÍilOsofos,
no
son
cabezas-politicas.
§,
*"dio..idad
a
"rü
r".p"."to
áviste
formas
diversas:
a
veces,
la indife-
8/18/2019 TOUCHARD - Historia de las Ideas Políticas (Capítulo VI).pdf
8/10
90¡t
ill\lolll^ t)1. I i\., llrll^: lrol llt(
^,
Cnirlcn
v
pgn¡cociR.'-I-l
prinrer
clenrento
es
una
crítica moral
precisa
de las
exacciones,
de las
crueldades
y
de las
locuras
cornetidas
con
excesiva
frecuencia por
los
gobernantes.
Esa crítica,
irónica
a la
rnanera
de
Luciano
unas veces y
elocuente otras,
se
desarrolla
en los Adagios
--cuyas
sucesivas
ediciones
a
partir
de 1500
se
enriquecen continuamente
con
nuevos
pro-
verbios
políticos-
y en
el
Elogio
de la
locura
(1511
).
Es
a
veces audaz
("No
hay nada más rastrero,
más servil, más
inepto y
más
bajo
que
la
ma-
yoria"
[de
los
cortesanos]
),
y
se
nutre
siempre
de
reminiscencias
antiguas.
Pero no
se trata
de
puras
declamaciones
de
escuela
contra
las fechorías
sanguinarias
y
ruinosas
del
despotismo.
Se
desprende
de
sus palabras
un
acento
de
profunda
convicción, ya gue
todas
estas
retlexiones se centran
en
alto
grado sobre la filosofía
de Cristo,
sobre
la religión
del
Evangelio.
Erasmo reprueba
la guerra,
la
brutalidad
y
la mentira,
en
nombre
de
la
caridad cristiana iluminada
por
la
sabiduría. La aplicación
de
los
preceptos
evangélicos se impone
en
la
vida
pública
tanto como en la
privada;
y no
só1o por
razones. religiosas:
es la condición
del
orden y
de
la
prosperidad
en todos los niveles
de
la vida
social.
Erasmo cuenta con
la
virtud
cristiana del
príncipe,
al
que
conviene
formar con
el ma-
yor
cuidado,
para
hacer
reinar
el
orden
evangélico. Tal
es
el
ob;eto
de
la
Instítutio.
Todos los
detalles
de
esta
,pedagogia
tienen su interés.
Por
ejemplo, la elección
de
las
lecturas es revelador: no
demasiada
historia,
ya
que
ofrece
con frecuencia
peligrosos
ejemplos
que
exaltan un
vano
sentimiento
de
gloria;
nada
de nefastas
novelas de caballe-
ría,
propias
para
deformar
una joven
inteligencia. Aunque Erasmo
no
desdeña
la
adqui-
sición de conocimientos
técnicos, la
tarea
esencial es
formar
u¡r
c¡istiano,
imagen de
Dios tanto por su
sabiduria
y
bondad como
por
su
poder,
ejemplo vivo
y
eficaz
para
sus súbditos.
Sobre
estas
bases, la
lrctitutio
traza un cuadro
muy
con.rpleto
de
los
debe-
res del
príncipe
en
todos
los
terrenos: legislación,
finanzas,
economia,
enseñanza,
mece-
nazgo.
"Desdeña la opulencia
con
tal
de
que
reine
la
justicia...
Si
prefieres
sufrir
una
injuria
a
vengarla
con
gran
daño
para
la
República,
perderás
quizá
una
parte
impor-
tante
de tu
Imperio:
1o
soportarás
pensando
que
es
un
gran
provecho
perjudicar a me-
nos súbditos."
Erasmo, aconsejando
abandonar
el
cetro
antes
que
cometer
una injusticia,
se opone
vigorosamente
a
la idea
de
una soberanía
sin
límites'
L¡
USnnreD
CRISTTANA.-En
teoría,
se
muestra
pariidario, como
tantos
otros,
de un
tipo
mixto
que combine
los tres
regÍmenes
politicos;
considera
la
elección
del
soberano
preferible
a
la herencia.
Estas
concepciones,
expresa-
das
al
comienzo
de
la
Institutío,
tíenen
tan
sólo una
importancia
relativa,
pues Erasmo
se
interesa
poco por los
problemas-de_ base
y
por los
conceptos
jurídico-políticos.
Pero
a
medida
que el curso
de
los
acontecimientos
le in-
lünge
las más amargas
decepciones,
se
aplica
primordialmente
a mostrar
el v"entajoso
carácter
de las
fianquicias
y
de
las
instituciones
que
obstacu-
lizan la'arbitrariedad
real.
Muestra
su
preferencia
por el régimen de
los
Países Bajos, denominándolo
"democrático"
a causa
de
la
existencia
de una
cierta
repiesentación
de
los
súbditos,
en
la
forma
tradicional
de las asam-
bleas de-
Estados.
Sin
embargo,
su
pensamiento
no
conduce
en este
punto
a una tesis
general. Le imporia
menos la
fonna del
Es-tado
que el espiritu
y
:l
corazón
ie
los
gobernantes.
No
se ha de
ver
en
ello
el simple
efecto
de
una
falta
de
inclinaciórt
por
lo
qrrc
hiry
de túcnie¿r
cn
cl
derecho; srr
posici(>n,
con
st¡s
dificultades,
se inscribe
por
entero
en
la
noción
de liberta
iristianu,
Erasmo
afirma
que
las-
nocionei
de
imperíum
y
dominium.ro
tian.r,
arr.,,
entre
los
cristianos:
afirmación
de
puio
evangelismo,
qrre
abre
el camirro
-en
una
interpretación
que
introduzca
el reino
de
la
clracia
en
el
de la
auto¡idad-
para
una
disolución
del
Estado_
y
del derechá.
Erasmo
.o lleg¡.
tan
lejos porque
no
practica
la
deducción
abstracta;
el Estado
v el derecii.,
tienen
para
él
una
existencia
positiva.
Pero,
en
último
extremo,
y
.ob..
l.r,
temas
más
precisos,
no
dista
mucho
de
la
contradicción.
Mientras que
en
los
Coloquios declara
preferible
la
tiranía
--esa
tirania tan
vigoros¿rnrcr¡t¡
denunciada
a
cada instante-
a
la
anarquía,
en
1530
escribe:
"pó¿r¡a
incltrs¡
se.r
legítimo
conspirar.contra
los
príncípes".
El
ideal
de
iustrcia,
al
r¡uc sc
adhiere
y
al que
considera
conforme
con el
verdadero
"rpiritu
crísti¿rrr«.r,
rrrr
puede
borrar
la
idea,
también
cristiana,
de
la
sumisión
a ia
autoricla«I,
Antc
el auge
del
despotismo,
el Iilósofo
cristiano
da
a
sus
críticas
un
tn
ftrn-
damental:
"No
existe
p.az, por
injusta
que
sea, que
no resulte
prcferiÉle
a la
m¿is
justir
rlt'
las
guerras",
.
Erasmo-n-o
puede
evitar, por
lo
demás,
el
problema
de la guerra
justir;
admite
la
defensa
contra
la agresión,
pero
conoce lo
suficienté la m¿il¡¡
fc
y
las
cegueras
como
para
desconfiar
án gran
medida
de
los
derechos
con
los gue
se-amparan_los
principes.
cuando ie
niega a
dejarse
movilizar,
a
t
8/18/2019 TOUCHARD - Historia de las Ideas Políticas (Capítulo VI).pdf
9/10
I
l1'
210
Iil:il'()l¡tA :¡lt t.A:; llrtrA:i
l'()l.ll
l(
A
'
)a ctuzada, ya
que
no ignora los
cálculos
poco
espiritualcs
que entran en
ella.
El
paci{ismo
constituye
para
é1 un criterio y una condición
de
buen
gobierno;
un
régimen belicoso
no puede
ser
ün
buen
régimen.
F¡losorÍe cRISTT,ANA
y
MoRALrsM6
p6¡i1¡66.-Llega
así a
la
idea de
un
control. Así
como es
preciso
limitar la arbitrariedad
del
capricho
real,
así
también es necesario obtener el consentimiento
de
la
naci¡ón
para
empren-
der una
guerra, una vez
agotados los
demás
niedios
para
hacer
prevale-
cer un determinado
derecho.
Sin embargo, la
exigencia eramista
sigue
sien-
do, en
ambos campos,
esencialmente
una refotma morai,
a
pesar
de
que
algunos
textos hagan referencia
a
las
instituciones.
Evidentemente,
Erasmo
no es un
técnico
del
derecho
ni de
los
regimenes
políticos. Pero hay en é1,
además, una especie de desvalorización de la noción de derecho,
ligada
a
su
concepción
de
la
libertad, que
será
llevada con violencia
por Lutero has-
ta
sus consecuencias
más
radicales.
En
el
orden general del
pensamiento
el
Renacimiento
se
caracteriza
por el
rec.hazo
de las
construcciones
sistemá-
ticas edificadas
por los
escolásticos,
asi
como
por
la
incapacidad
de
recons-
truir sólidaménte
una
ciencia, una
vez
derribada
la
de
Aristóteles.
La
po-
litica de
Erasmo
está
tan alejada
de una ciencia
política,
como
la
ciencia
del Renacimiento
1o
está
de
un verdadero saber
cientifico.
Bajo una
gran
pasión
de
novedad,
lleva
la
huella de un fundamental conservadurismo.
Erasrno
piensa como
ciudadano de un mundo cristiano, mientras
que
Ia
República
cristiana
-comunidad
de
cultura- no
es
ya
una comunidad
polí-
tica.
Entre
el Estado
encerrado en su omnipotencia
-que
le
repugna porque
le
parece teñido de
paganismo-
y
las fuerzas
populares
-cuyas
ciegas
violencias
teme, a
pesar
de compadecer
Ia
miseria
de
los
humildes-, mues-
tra
su
simpatía
por
las
aristocracias
constituidas
en órdenes
-nobleza,
cle-
ro, burguesía-.
Pero la naturaleza
de la religión
erasmista rejuvenece
las
viejas ideas de
política
cristiana.
Por
otra
parte,
un agtrdo sentido
de
las
realidades
le
pone en guardia
frente
a
las
teorías anacrónicas;
rechaza la
idea medieval del
Imperio,
universal
y
concibe
a
la
República
cristiana como
una
especie
de
federación
de
Estados
diferentes.
En resrtmen,
aunque su
pensamiento
se
apoya
en
concepciones y
adhesiones
que
la
historia
de su épo-
ca
comienza
a
rebasar, de ellas saca los valores
y
preocupaciones
que le
confieren
un
acerlto de moderna
humanidad.
Los
caminos que
le conducen
a
su
ideal
político
son,
por
otra
parte, lo
bastante
amplios
y
flexibles
como
para no
vedar
toda
idea de
progreso. Pero, debido a su mayor
preocupación
por
la
moral,
la
cultura
y
la
perfección
espiritual
que
por el
derecho
y
las
instituciones,
Erasmo
queda por
debajo,
como
crítico y
constructor,
de
su
amigo
Tomás Moro.
Tomás Moro.
Tomás Moro
(1480-1535),
jurista,
diputado en
los
Comunes,
que no te-
mió
desafiar
valientemente
la
tiranía
de
Enrigue
VIi,
fue un
notable
huma-
nista
y un
espiritu
profundamente
religioso, nutrido
por igual
de
letras
griegas
y
del
Evangelio. Conssjero
de
Enrique VIII
desde
1518, canciller
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8/18/2019 TOUCHARD - Historia de las Ideas Políticas (Capítulo VI).pdf
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