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OCUPACION Y RECLAMO DEL PATRIMONIO HISTORICO NACIONAL.
UNIVERSIDAD DE CHILE1
LATIN AMERICAN PERSPECTIVES, Issue XXX, Vol. XX No. XXX, Month 201X, 1–
21 DOI: 10.1177/0094582X16666342 © 2016 Latin American Perspectives
Francisca Márquez
Antropóloga y doctora en Sociología, U.C. de Lovaina.
Docente e investigadora
Departamento de Antropología
Universidad Alberto Hurtado
Santiago de Chile
Valentina Rozas Krause
Arquitecta y magister en Desarrollo Urbano. P.U.C. de Chile
Estudiante de Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos,
University of California, Berkeley University of California, Berkeley
OCUPACION Y RECLAMO DEL PATRIMONIO HISTORICO NACIONAL
UNIVERSIDAD DE CHILE
Abstract
Se analizan los idearios que dieron y dan forma a uno de los Monumentos Históricos
Nacionales más emblemáticos de la República de Chile, la Casa Central de la Universidad
de Chile. Se afirma que el concepto de monumento, no es jamas univoco, sino una
construccion social compleja de ideologias y practicas historicamente situadas. Se afirma
sin embargo, que por su misma condición de arte-facto, los monumentos arriesgan siempre
no alcanzar la unanimidad en su verdad. Esta condición controversial del significado de la
forma nos plantea el problema de la verosimilitud del monumento y su incorporación a una
historia compartida. A modo de hipotesis, se plantea que el significado histórico de su
forma, se actualizaría en la conmemoración, usos y prácticas corporales en dicha
monumentalidad. A través de una búsqueda conceptual y etnográfica, se aborda la disputa,
1 Este artículo presenta resultados parciales de la Investigación financiada por el Fondo Nacional de
Investigación Científica y Tecnológica, Proyecto Fondecyt n° 1120529, “Utopia(s). Idea y Forma en el
Patrimonio de Ciudades Latinoamericanas Brasilia, Buenos Aires Y Santiago” realizada por Francisca
Márquez y los coinvestigadores Valentina Rozas Krause, Carolina Aguilera, Rodolfo Arriagada, Alexis
Cortés.
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subversión y actualización de esa verdad del pasado fundacional, del presente actual y el
futuro posible.
Palabras claves: monumento – patrimonio – conmemoración – educación pública
1. Introducción
Este artículo propone leer los idearios que dieron y dan forma a uno de los Monumentos
Históricos Nacionales más emblemáticos de la República de Chile, la Casa Central de la
Universidad de Chile. La primera universidad pública de la nación y objeto testimonial de
la historia republicana. Edificio que nace y se construye, pensado como una obra
monumental, de sólida albañilería, para perdurar en el tiempo (El Ferrocarril, 1 de abril,
1863). Su primer rector, Andrés Bello, buscará hacer del saber y la educación pública, el
pilar y núcleo articulador del progreso de la nación.
La historia indica sin embargo, que la instauración de lo monumental, conlleva siempre una
disputa por su significación patrimonial. Y si bien el patrimonio sirve para unificar a una
nación, las desigualdades en su formación y apropiación exigen estudiarlo también como
espacio de lucha material y simbólica entre clases y grupos sociales (García Canclini, 1999:
18). Ello hace que el concepto de patrimonio y en especial de monumento, no sea jamas
univoco, sino una construccion social compleja de ideologias y practicas historicamente
situadas. Sabemos sin embargo, que aquello que constituye patrimonio, pertenece a lo
patrio, y en él subyace una idea de la historia que se quiere resguardar. Su definicion e
instauración ha sido historicamente privilegio y tarea del Estado y su institucionalidad.
Corpus patrimonial que a través de su materialidad arquitectónica, histórica y archivística,
contribuyen a una narrativa monolítica de la monumentalidad.
Esta investigación afirma sin embargo, que por su misma condición de arte-facto -
particular en su belleza, tamaño, estética y emplazamiento -, los monumentos arriesgan
siempre devenir en provocación, y con ello el riesgo de no alcanzar la unanimidad en su
verdad. Como espacio de disputa económica, política y simbólica, el patrimonio está
atravesado por la acción discursiva y también performática (Tylor, 2015) por parte de
agentes públicos, privados y movimientos sociales. Las contradicciones en el uso y desuso
del patrimonio toman la forma que asume entonces la relación entre estos sectores en cada
período histórico. (García Canclini, 1999: 19)
Esta condición controversial del significado de la forma nos plantea el problema de la
verosimilitud del monumento y su incorporación a una historia compartida. A modo de
hipotesis, se plantea que la construcción de esa verdad histórica está siempre sometida a
riesgo empírico. Dicho significado histórico de su forma, se fijarían en el archivo
patrimonial, pero se actualizaría en la celebración, la conmemoración y las prácticas
corporales de dicha monumentalidad. La Nación se (des) encuentra al final del ejercicio,
discursivo y performático de la nacionalidad.
Lo que trataremos aquí de comprender – a través de una búsqueda conceptual y
etnográfica– es justamente la disputa y actualización de esa verdad del pasado fundacional,
del presente actual y el futuro posible. Como bien advierte García Canclini (1999: 22), pese
a la enorme importancia que aún tienen la preservación y la defensa patrimonial, el
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problema más desafiante hoy en día son los usos sociales de dicho patrimonio. En él es
necesario concentrar los mayores esfuerzos de investigación, de reconceptualización y
política cultural.
Develar comprensivamente estas disputas exige discutir analítica y empíricamente la forma
que esta monumentalidad, histórica y nacional, adquiere en su emplazamiento territorial, en
su forma estética, en su discurso archivístico y en sus prácticas conmemorativas y
performáticas.
La investigación que aquí se presenta parte de la premisa que los lugares de la memoria y
su actualización, no son resultado del desvanecimiento de la memoria, como señala Pierre
Nora (2001), sino por el contrario, de su exceso. Es el exceso de memorias, poniendo el
énfasis en su sentido plural, el que permite analizar la Casa Central de la Universidad de
Chile como un lugar de memorias colectivas en disputa. Y estando la memoria ligada a los
hechos y a los lugares, la ciudad se transforma necesariamente en el locus del despliegue de
esa memoria colectiva (Rossi 1971: 226).
2. De la investigación y el método
La investigación que sirve de base a este artículo, tiene como premisa que las ciudades y
sus monumentos son un espacio en permanente disputa a través de la escritura, reescritura y
encarnación corporal de sus formas significadas.
Andreas Huyssen (2003) señala que la lectura de las ciudades como texto es tan antigua
como la literatura de las ciudades modernas. Cuando la memoria se integra a esta polifonía
textual, aparecen múltiples posibles lecturas de una misma ciudad, de sus plazas o edificios.
Pero como bien nos advierte Diana Taylor (2015), la compresión de las ciudades exige
también reorientar la forma tradicional de estudiar la memoria social y las identidades
culturales en las Américas. Ya no bastan los documentos literarios e históricos, dice Taylor,
se requiere mirar también a través del lente de los comportamientos del cuerpo. La sola
revisión de documentos literarios y archivos históricos ofrece límites importantes en la
búsqueda de las claves comprensivas de las culturas, las ciudades y sus patrimonios. En
estos términos la invitación es a aventurarse en la observación de los comportamientos
performáticos que no siempre son reconocidos en textos y documentos, pero que sin
embargo, tienen un papel central en la conservación de la memoria y la consolidación de
identidades. Tal como en los bailes de estudiantes en el frontis de la Universidad de Chile,
las performances operan como actos vitales de transferencia, al transmitir saber social,
memoria y sentido de identidad Taylor, 2015: 28-34), pero también como posibilidad de
reversión victoriosa, en la transfiguración y apropiación del emblema patrimonial que es la
casa de estudios. Ante la amenaza de un pasado en proceso de desaparecer, aparecen las
apuestas por revivirlo, lugarizarlo y democratizarlo.
El enfoque metodológico de esta investigación es cualitativo, y se construye sobre dos
soportes simultáneos: a) La narrativa patrimonial del Estado, conjunto de estructuras
significativas ligadas a la orientación y al reconocimiento de la historia monumental a partir
de las prácticas archivísticas; b) las narrativas “otras”, entendidas como las expresiones
corporales conmemorativas en las cuales el citadino apela a su reconocimiento como
referente cultural y político en esta narrativa patrimonial (De Certau, 1999; De Castro,
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2000). Esta investigación se ubica conceptual y metodológicamente en ambas dimensiones.
Esto es, se indaga en la materialidad y forma monumental a través de los procesos y relatos
contenidos en los archivos de patrimonialización estatal; y también en la monumentalidad
significada y disputada a través de los cuerpos y prácticas ciudadanas. En la caracterización
del desempeño patrimonial se incorporan: i) la comprensión de los marcos institucionales
que ordenan y orientan las decisiones de instalación y reconocimiento de la forma
monumental (sistematización de archivos del Consejo de Monumentos Nacionales); ii) Los
escenarios o puesta en escena de los cuerpos, las marcas, usos, conmemoraciones y
movilizaciones sociales en la que se despliega la disputa de la obra monumental, la
memoria y los imaginarios. Para ello se realizó un trabajo de observación etnográfica
durante dos años y entrevistas a 40 usuarios y transeúntes en los entornos de la Universidad
de Chile. En síntesis, en la búsqueda comprensiva de la monumentalidad de esta casa de
estudios, se caracteriza tanto el ideario como la forma del patrimonio material a través de
los distintos relatos y prácticas que la construyen históricamente (público estatal y
ciudadano).
3. Monumento, movilización y reclamo
Durante los primeros meses del 2006, Chile fue sorprendido por un millón de estudiantes
de enseñanza secundaria que salieron a las calles y se tomaron sus establecimientos. Es la
mayor manifestación social desde las protestas antidictatoriales de los años 80. Vestidos
con sus uniformes y mochilas, estos estudiantes que no sobrepasaban los 18 años, ocuparon
las grandes avenidas del centro históricos de la ciudad, sorprendiendo a la sociedad chilena
que los apodará “pingüino” en relación a sus uniformes azul y blanco. En el curso de una
semana la movilización abarcó al conjunto del país, y progresivamente se expandió hacia
los estudiantes universitarios. Sus demandas se elevaron desde pase gratuito del transporte
público hasta la derogación de la Ley Orgánica Constitucional de Educación promulgada
por Pinochet para la privatización del sistema educacional.
Hoy, a diez años de esa movilización y a veinticinco años del fin de la dictadura, los
grandes lienzos apostados en el frontis de la Universidad de Chile, advierten que la
memoria de estos estudiantes sigue viva, y aún reclama por el derecho a una universidad
pública, gratuita y con educación de calidad.i
En este ejercicio de reclamo y movilización, la casa de estudios de Universidad de Chile,
Monumento Histórico Nacional, se constituye en un nodo de encuentro obligado que
aglutina y a la vez ordena las marchas y movilizaciones de los cuerpos de estos estudiantes.
Frente a ella, columnas de estudiantes bailan y cantan, cuelgan lienzos y dibujan graffitis
que anuncian el reclamo. Partiendo desde Plaza Italia, epicentro y ombligo de la ciudad de
Santiago, las comparsas desfilan por la Alameda en dirección del Palacio La Moneda. Las
batucadas, sus tambores y pitos, dan el ritmo al despliegue de los cuerpos coloridos que se
ordenan según sus universidades, partidos y adhesiones varias. A un costado, en la
retaguardia o dispersos en la multitud, jóvenes encapuchados esperan su tiempo para
abordar y desplegar la rabia sobre la ciudad y su materialidad.
La persistencia del recorrido y los actos performáticos frente a la Universidad de Chile
(jamás la Pontificia Universidad Católica que también se encuentra apostada en la misma
gran avenida), dejan entrever que solo ella, la primera universidad de Chile, puede contener
y acoger dichos reclamos. Pero sobre todo, deja claro que las declaraciones y cartas de los
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estudiantes a las autoridades hoy se revelan insuficientes; de allí la imperiosa necesidad de
reinventar el lenguaje de estos jóvenes cuerpos que no cesan de marchar, danzar y ocupar
los espacios públicos de la ciudad.
Foto n°1. Movilización estudiantil, frontis Universidad de Chile, 8 mayo 2014.
Fuente: Fondecyt 1120529, Francisca Márquez, 2014
Como diría Subercaseaux (2014), frente a la memoria vestida o trasvestida que cubrió a la
Universidad de Chile durante las décadas de la dictadura, una memoria desnuda se anuncia
en la indagación y expresividad catártica de nuevas posibilidades de realidad a esa verdad
primera y fundacional. ¿Podrían estos jóvenes hacerse escuchar en una ciudad letrada sin
este despliegue de sus cuerpos y artefactos? ¿Podrían estas marchas, bailes y consignas por
una educación pública, encontrar un edificio más emblemático para su despliegue, que el de
la Universidad de Chile, apostada en pleno eje cívico de la ciudad?
Foto nº2. Frontis Universidad de Chile y otras expresiones ciudadanas.
Fuente: Fondecyt 1120529, Francisca Márquez, 2014.
Esta casa de estudios se ha transformado así en el epicentro del movimiento, de las tomas u
ocupaciones, de las marchas y de las consignas y reclamos de los estudiantes movilizados.
Los muros de esta gran casa, sirven simultáneamente de pizarrón y de escenario para el
grito por una educación para todos: Marcha Nacional por la estatización y la
democratización; Educación Gratuita YA!; Detengamos el lucro con la educación;
Bienvenidos. Santiago, capital de la educación pública 2013; Lucha Estudiante; En Toma.
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Emplazada en el centro de la Alameda, la universidad y sus muros, son también marcados y
signados por otros gritos y reclamos que se suman al de los estudiantes, dando así cuenta
que el malestar y el enojo, superan el sólo ámbito de la educación para desbordarse hacia
dominios como el reclamo por la vivienda, la denuncia de los animalistas, feministas, pro
aborto, etc., porque en esos muros se contiene el reclamo de todos: ¡La lucha se hace día a
día, mi pueblo se alza en rebeldía!; Asociación Nacional de Deudores Hipotecarios -
ANDHA Chile a luchar; Libertad a los perros; Revolución; No Votes; Aborto SÍ!; Chúpelo
mi cabo; Mujer, tu liberación es la revolución!!!; Todos somos Juan Pablo Jiménez; La
revolución; Nacional a la calle; Rompe lo establecido; Mírate… No eres libre; ¡Pfis…¡El
país está ahí esperando. ¿Le digo que se siente o qué? (Mafalda).
Foto nº3. Fachada Universidad de Chile, graffitis “Farsa electoral”
Fuente: Fondecyt 1120529, Gonzalo Peña, 2013.
Y aunque el entorno de esta casa de estudios bulle de transeúntes y movimiento, pocos
entran en ella. Pero quienes transitan por su entorno, reconocen en su fachada el ideario
republicano de una educación pública y por ello es “el monumento nuestro y de todos”. Las
entrevistas a transeúntes y usuarios, permiten señalar que quienes visitan y observan estas
“formas” monumentales, tienden a reparar en dos cualidades: La forma y el color de la
fachada, como paramento exterior del edificio (delantera y muros). Pero también en la
forma social que acompaña dicha materialidad, esto es, la ocupación y usos sociales que sus
estudiantes le otorgan con sus cuerpos, sus pancartas, sus rayados. La forma arquitectónica
aparece en diálogo y relación con los atributos sociales que la rodean. La forma
monumental informa, instruye, siendo así por definición una posibilidad pedagógica para
quien la observa, la percibe, la usa y ocupa. En el caso de la Universidad de Chile, la forma
y su color ocre hablan de un tiempo pasado, una historia que se quisiera resguardar porque
aun es inalcanzada. La Universidad de Chile en estos términos, es fachada, es lugar pero
por sobre todo, expresa y simboliza el sentido cívico de quienes están ahí, ocupándola y
dándole vida.
Apostada estratégicamente en la vereda sur de la actual Avenida Bernardo O´Higgins, la
universidad es hasta hoy testigo privilegiado de reivindicaciones, luchas políticas y afanes
cotidianos de los capitalinos. El Instituto Nacional a sus espaldas, la estatua de su primer
rector, Andrés Bello, en su frontis, los archivos en el costado oriente, las viejas librerías en
su costado poniente y en la puerta la estación de metro Universidad de Chile. Sólo por esta
estación, más de 95.000 pasajeros desembarcan diariamenteii (Metro, 2007), el deambular
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de transeúntes hace de este punto de la ciudad, un nodo de confluencia y movimiento
incesante. El comercio informal y el trueque en sus anchas veredas, la locomoción colectiva
que conecta a la ciudad, trabajadores que van y viene de sus trabajos, estudiantes que
conversan en las inmediaciones, vagabundos que reúnen los restos de la ciudad,
improvisadas cocinerías con sus alimentos humeantes, la universidad jamás permanecerá
ajena a la vida urbana y tampoco a las grandes conmemoraciones de la nación. En su
entorno la vida urbana bulle, y mientras las librerías y los locales de libros usados
constituyen un referente obligado para todo ciudadano en busca de literatura, sus ancha
veredas permiten también que estudiantes universitarios y comerciantes convivan en una
compleja amalgama de conversaciones e intercambios. Los diversos usos del espacio y las
paredes de esta casa de estudio – ya sea como sombra para el carro o el puesto de comercio,
pizarrón para las pancartas y graffitis, cobijo para los perros, sombra para los transeúntes
acalorados - hacen de este espacio un mercado abierto en plena ciudad. Feria o mercado, la
efervescencia del lugar contrasta con la formalidad neoclásica de su interior y el
polvoriento silencio del archivo Andrés Bello a su costado.
Fotos nº4
Universidad de Chile y su entorno cotidiano.
Fuente: Fondecyt 1120529, Gonzalo Peña, 2013
En este espacio de efervescencia todos los transeúntes entrevistados, saben y conocen de su
historia y sucesivas ocupaciones y manifestaciones estudiantiles ocurridas en esta casa de
estudios. Están los que reconocen rasgos de su historia y del sitial en la ciudad: -Yo sé
sobre la historia del edificio… a este lugar también se le conoce como el “palacio de la
universidad”, y también es parte de la zona típica de Santiago, señala un hombre adulto
que trabaja en sus inmediaciones. - Andrés Bello es parte de la creación de esta U, y por
eso tienen su estatua afuera, advierte un joven estudiante. La universidad es importante por
la educación que otorga, y por su posición central, está al lado de la Moneda, en la
Alameda; está prácticamente en el centro de Chile, señala una mujer mientras espera
apostada a la sombra de uno de los pocos árboles que protege del implacable sol de verano.
También están aquellos que sin conocer detalles de su historia, contemplan día a día la
fachada y a los estudiantes apostados en ella. El reconocimiento de estas reivindicaciones
estudiantiles se expresa en las miradas atentas que arrojan sobre los lienzos y graffitis de
esta casa de estudios: -Aquí estaba la embarrada hace un tiempo lleno de afiches y cosas,
señala un hombre adulto que diariamente transita en dirección a su trabajo. No conozco su
historia, pero vi en fotos que esto antes estaba lleno de afiches y murales, advierte una
joven que camina apresurada también en dirección a su trabajo. Comparto ese letrero de No
al lucro, es verdad, aquí nos endeudamos todos, reclama una madre observando un graffitis
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en la base de un muro. No podría ser de otra forma, no sólo por la imponencia del edificio
apostado en la arteria principal de la ciudad, sino por la visibilidad de su reclamo.
Pero también están aquellos que hacen de esa casa de estudios un espacio estratégico para
su subsistencia, los vendedores de libros usados, los comerciantes de objetos varios en las
veredas. Para unos y otros, el lugar es un epicentro de la efervescencia social de la ciudad
capital: Yo tengo mi localcito de libros hace ya 35 años. Para que te voy a mentir, estar
aquí es un privilegio. Aquí llegan los estudiantes apurados a pedirme el libro que no
encuentran en la biblioteca, las mamás en busca del libro para sus niños, los lectores
empedernidos. Aquí difícilmente te vas con las manos vacías, los mejores precios, pero la
mayor variedad de Santiago. Estar cerca de la Universidad nos favorece, pero también a
los cabros (jóvenes), porque aquí se esconden cuando la represión se pone dura, cuando
los carros lanzaaguas los agreden; ellos saben que nuestras puertas estarán siempre
abiertas para ayudarlos, explica un vendedor de libros usados, en calle San Diego al
costado de la universidad.
Para los vendedores informales, la relación es aún más simbiótica. Sus productos son de
gusto de los estudiantes, música, películas pirateadas, alimentos y cremas de cáñamo, pan y
productos integrales, ropa juvenil y de bajo precio: Cuando aquí hay toma, esto se pone
muy bueno para mi negocio; aquí todo lo que vendo sale en el día; los cabros saben que mi
pan es bueno, lo traigo fresco. Claro que cuando aquí se pone malo, y llegan los pacos
(policía) hay que escapar, pero nunca he perdido nada. Tenemos un trato, si se pone malo,
yo escapo corriendo y ellos (los estudiantes) meten el pan y mi mercadería adentro a la
universidad hasta que la represión pasa. Nunca he perdido nada aquí, explica un hombre
joven, comerciante informal de productos orgánicos apostado en el frontis de la universidad
en toma.
Y aunque la toma, usos y marcas diversas sobre sus muros irrumpen en la significación
histórica y monolítica de su monumentalidad, la limpieza semanal de los muros y sus
veredas, advierten sin embargo, que la disputa continúa ahí.
4. De historia, archivos y performance
En 1841 el ministro de instrucción pública de Chile don Manuel Montt, concibe la idea de
fundar la universidad nacional con objeto de fomentar la enseñanza y el cultivo de las letras
y ciencias. El proyecto es formulado por Andrés Bello. En 1843, bajo el gobierno de
Manuel Bulnes y la rectoría del propio Bello, se inaugura la Universidad de Chile. Desde
1844 la universidad funciona en una sede provisoria junto al Instituto Nacional, y sólo en
1863 se inician las obras del edificio. Sus arquitectos son el francés Lucien Ambroise
Hénault y el arquitecto chileno Fermín Vivaceta. Las obras del Palacio de la Universidad
concluyen nueve años después.
El proyecto universitario de Andrés Bello contempla “la instrucción general, la educación
del pueblo, como uno de los objetos más importantes y privilegiados a que pueda dirigir su
atención el gobierno; como una necesidad primera y urgente; como la base de todo sólido
progreso; como el cimiento indispensable de las instituciones republicanas” (Discurso, 17
septiembre 1843:1). Por esa misma razón, Bello cree necesario y urgente el fomento de la
enseñanza literaria y científicaiii. Para Bello la tarea es entonces “acomodar y restituir” las
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ciencias a las instituciones republicanas en Chile, a su clima, a sus costumbres, a su
industria, a su suelo y a su gente. La universidad nace de la mano de la joven república.
4.1 Formas neoclásicas y emplazamiento en el espacio público: El arquitecto Hénault
imprime a la Casa Central de la Universidad de Chile, un estilo neoclásico francés cuya
impronta otorga austeridad a la institución pública. Su fachada, desde siempre ocre y blanca
se impone y advierte de la centralidad de su emplazamiento en la ciudad y en el ideario de
la nación. De cara a la Alameda, la Universidad de Chile, observa hacia el centro cívico y
es observada por las apresuradas multitudes que transitan y ocupan sus amplias veredas
cotidianamente. Desde su fundación, el emplazamiento en el espacio público de la ciudad
fue objeto de preocupación. A sólo dos cuadras del Palacio de la Moneda, transformado en
sede presidencial por Manuel Bulnes en 1845, la Casa Central puede ser considerada como
un proyecto detonante de un incipiente eje cívico a lo largo de la Alameda.
4.2 De la reforma universitaria: Las actuales movilizaciones y ocupaciones estudiantiles de
la Casa Central de la Universidad de Chile, no son las únicas que la historia ha conocido.
Las movilizaciones por una institucionalidad educacional más democrática y moderna, han
acompañado a esta casa de estudios, desde hace décadas. Desde comienzo del siglo XXiv,
en Chile se desarrolla un proceso de reforma universitaria que tendrá su apogeo entre 1967
y 1973. Impulsada por el movimiento estudiantil, con apoyo de docentes y funcionarios, se
introduce el debate sobre la necesidad de mayor autonomía universitaria. Dicha reforma
logra profundos cambios en la cultura académica, llevando incluso al cogobierno (a partir
de 1967) e instancias de representación de la comunidad universitaria en la toma de
decisiones y elección de autoridades; todas nociones y reivindicación que siguen aún siendo
reclamadas por las nuevas generaciones estudiantiles. Este principio enlaza el compromiso
entre universidad y sociedad, principio que estaba presente en la fundación de la
universidad aunque en términos de reafirmación del rol de las elites letradas (Rama, 2004)
en la formación y educación de la sociedad iletrada. El 24 de mayo de 1968, los estudiantes
de la Federación de Estudiantes de Chile (Fech) se toman, es decir, ocupan, la Casa Central
de la universidad durante tres semanas y así presionan por los ideales que los movilizan.v
La lucha por la reforma universitaria sin embargo, no permanece al margen de las
convulsiones nacionales; su resolución y término tiene lugar el 11 de septiembre, con el
golpe militar y derrocamiento del gobierno del Presidente Salvador Allende (Garretón y
Martínez, 1985) y el consecuente proceso de depuramiento de la Universidad de Chile.
3.3 Del quiebre y la limpieza institucional: El golpe de Estado impacta en la universidad y
aborta el proceso reformista. La política contra la Universidad de Chile conlleva no sólo la
exoneración de académicos y estudiantes, sino también la amputación de sus sedes de
provincia y el fin de un período en que la institución fue una universidad estatal
(Subercaseaux, 2014: 167). El gobierno militar designa rectores delegados, que hasta 1987
son oficiales de la FACH y del Ejército (Huneeus, 1988). Son años en los que junto al
desmantelamiento se impone la delación a su interior, sufriendo la exoneración y detención
de sus académicos, funcionarios y estudiantes. Vendrán años de operación limpieza y
orden: limpieza de muros, limpieza de estudiantes, de profesores, de aulas y sedes
universitarias de modo de “desinfectar” la imagen de una universidad revuelta por idearios
del régimen derrocado (Errázuriz, 2009).
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El mismo año del golpe militar, la Universidad de Chile es intervenida por la Junta
Militarvi. En los años ochenta, la Universidad de Chile sufre de manos del mismo régimen
militar su gran merma o depuramiento. Ella es vendida por paquetes para que no
sobreviviera ni su sombra, nos recuerda el escritor Darío Oses. Son tiempos en que el
programa neoliberal de la dictadura, logra el desmembramiento de sus sedes regionales y
algunas de sus facultades. La Universidad de Chile conservó solo sus sedes de Santiagovii.
La ley decretó asimismo y tal como se había anunciado en 1979, el fin de los aranceles
diferenciados, que permitían a la mayoría de los estudiantes acceder gratuitamente a la
educación superior pública.
La intervención militar de las universidades es comprendida al interior del régimen, como
un primer paso hacia la reestructuración total del sistema de educación superior en el
sentido contrario al obrado por la Reformaviii. Entre 1978-1990 se implementan las medidas
más radicales de contrarreforma en las universidades. El rediseño institucional, que tiene
sus bases en la Directiva Presidencial sobre la Educación Nacional, despachada por
Pinochet en 1979, propone que la educación media, y en especial, la superior, constituye
una situación de excepción para la juventud, y quienes disfruten de ella deben ganarla con
esfuerzo... y además debe pagarse o devolverse a la comunidad nacional por quien pueda
hacerlo ahora o en el futuro (A.Pinochet, 1979).
Los principios fundantes de la Universidad de Chile, como emblema del acceso de todos a
la educación superior, quedan abolidos. En 1981 el Régimen Militar favorece el desarrollo
de nuevas universidades privadas en desmedro de las estatalesix.
4.4 Depuración patrimonial: Paradojalmente, al año siguiente del golpe militar, la Casa
Central de la Universidad de Chile en Santiago es declarada por el general Pinochet,
Monumento Histórico Nacional (Decreto Ministerio de Educación N°11, 07.01.1974).
Años más tarde, aún en dictadura, en 1989, la Universidad de Chile y su entorno, sector de
la calle Nueva York, la Bolsa y el Club de la Unión, son declarados Zona Típica
(Expediente CMN, 13.1, 1989). La preocupación por la recuperación del patrimonio
nacional se homologa al rescate de la chilenidad y el sentido patrio. Entre 1974 y 1989 se
realiza la mayor cantidad de declaratorias patrimoniales del siglo XX en el casco histórico y
fundacional de la ciudad de Santiago. Cruzada patrimonialista de la Junta Militar, que
busca restablecer el alma nacional, amenazada por los políticos y el marxismo
internacional, simbolizando así la reconstrucción de la patria que ha sido degradada
(Errázuriz, 2009:147)x.
Durante la década de los setenta y ochenta, con posterioridad a la primera declaratoria
patrimonial de 1976, la universidad realiza labores de renovación de su fachada sur y de
cercamiento de su entorno (Expediente CMN, 13.1, 1976-2003). Intervenida por las
Fuerzas Armadas, se realizan acciones enmarcadas en el contexto de las operaciones
limpieza y corte, cuyo propósito central es avanzar hacia el desmantelamiento del proyecto
de la unidad popular (Errázuriz, 2009:138).
En el caso de la Casa Central se instalan rejas de protección en el sector oriente del edificio
con el fin de evitar problemas de “higiene, mal uso, difícil vigilancia, alojamiento de vagos
y antisociales, [...] atentados explosivos” y movilizaciones sociales (Expediente CMN,
13.1, 1977). Con el terremoto de marzo de 1985 y las protestas ciudadanas contra la
dictadura, la preocupación por las rejas y seguridad dan paso a proyectos de recuperación
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de la fachada original, restauración de sus interiores y preocupación por el espacio público
en sus inmediaciones (Expediente CMN, 13.1, 1985). Son años de movilizaciones y
protestas anti dictadura, la universidad vuelve a ocupar su sitial simbólico en el eje central
de la Alameda. Es entonces que se plantea la necesidad de conservación y recuperación de
la originalidad del edificio, deshistorizando su materialidad, del mismo modo como se
había concebido para La Moneda (Bianchini, 2012). En esta campaña de restauración, la
recuperación del patrimonio anuncia la reivindicación de una esencia original con
propósitos nacionalistas (Errázuriz, 2009). La Universidad de Chile, queda así depurada y
vaciada de su historia y logros democratizadores, para ser presentada y celebrada como la
primera universidad del país, ícono – fetiche de los orígenes patrios. Con ello la Casa
Central se moldea una vez más según el ideario de una Nación que se desea fiel a sus
principios fundacionales. Volver al original en el caso de la casa central de la Universidad
de Chile significa refundar la casa de estudios como símbolo neoclásico de la joven nación
independiente, lejos de la dimensión política que había adquirido durante la Unidad
Popular. La dictadura militar interviene el patrimonio en sus dos dimensiones: primero lo
destruye, jibarizando la institución y las sedes de la Universidad de Chile. Y luego lo
declara monumento nacional, salvándolo de la última fase de deterioro, con el fin de
‘restaurar’ el edificio e institución para insertarlo en un pasado remoto, lejos del gobierno
de las clases populares.
4.5 La refundación de Las yeguas del Apocalipsis: En 1988, tiempo de dictadura, una
yegua blanca y dos jinetes desnudos, Pedro Lemebel y Francisco Casas, ingresan a uno de
los campus de la Universidad de Chile en Santiago, para refundarla. Las poetas Carmen
Berenguer llevan las riendas de la yegua y Nadia Prado toca la flauta. Son Las Yeguas del
Apocalipsis. Se nos ocurrió ir a caballo, como Pedro de Valdivia, y desnudas, como lady
Godiva, relata uno de los jinetes. Nos conseguimos una yegua en Peñalolén. La bajamos en
Macul con las Encinas. Allí nos sacamos la ropa y nos subimos al animal. Se veía muy
bonito, como una escultura en movimiento. Era una imagen tremendamente erótica, con
una gran carga de homosexualidad.xi Con este acto performático, se refunda
simbólicamente la maltratada y despojada Universidad de Chile durante esos años de
dictadura, pero no desde su tradición masculina y misógena, sino desde los cuerpos
transgresores de la homosexualidad largamente silenciada y ocultada en la sociedad
chilena.
5. Recuperación y restitución del origen
Con el retorno de la democracia al país el año 1990, las discusiones sobre el resguardo,
recuperación y restitución de las características originales del edificio y su fachada,
continúan. Las evidencias del deterioro del sistema educacional superior público y los
estragos tanto en el cuerpo académico, estudiantil y curricular, hacen urgente el ejercicio de
restitución de los cimientes y principios fundantes. El país se enfrenta a las evidencias del
desmantelamiento de la educación públicaxii; la educación superior había disminuido su
matrícula casi en una sexta parte durante los años de la dictadura (Riesco, 2007). De allí
que el resguardo de la esencia y vocación primera del edificio, como celador de la
educación superior pública, sea parte de las preocupaciones de remodelación, pero esta vez
en un sentido inverso a la realizada en los años de dictadura.
En los años noventa, la universidad solicita al Consejo de Monumentos Nacionales,
autorización para realizar estudios del estilo arquitectónico y colores de la fachada. En ese
12
contexto, se propone en 1992, pintar la fachada de azul por el resguardo de la
representatividad y los rasgos esenciales de la Universidad de Chile (Expediente CMN,
13.1, 1992). Propuestas que expresan el esfuerzo de arquitectos y autoridades, por
homologar los principios históricos y fundantes de la casa de estudios con sus principios
estéticos arquitectónicos.
Si bien el problema del resguardo de la originalidad sigue los principios dictados por la ley
de monumentos (DME nº11, 07/01/1974), ello también se hace en pos de la restitución de
los principios fundacionales de la universidad. “Las obras de recuperación en la Casa
Central” deben hacerse “con absoluto respeto por la materia original”. La materia es
historia, y en la medida que la materia se preserve en su esencia, la historia permanece. En
dicha propuesta, los arquitectos señalan: “procuramos devolver al edificio su derecho a
permanecer en el tiempo sin ser desvirtuado ni borrar las huellas de la historia, evitando
incurrir en falsificaciones que induzcan a equívocos (qué es auténtico y qué no lo es)”. Ello
no supone conservar el estado original del monumento sino, como lo expone el “principio
de diferenciación”, “dejar constancia de la época en que se efectúa la intervención […]
como un modo de enfatizar este efecto, los elementos nuevos se despegan de los
parámetros antiguos” (op.cit, p.3). Las tensiones que impone esta pre-ocupación por la
coherencia entre el valor histórico y la forma arquitectónica “auténtica”, se expresa en las
advertencias sobre la invisibilidad y abandono, por ejemplo, de la fachada oriente del
edificio. Bodega hermética y clausurada, según los archivos del Consejo de Monumentos,
que no se condice con la riqueza de los archivos históricos que resguarda.
La conversación entre materia y memoria, en tanto diputa siempre inacabada, anuncia no
solo que las voces intervinientes son diferentes, sino también, el riesgo de la historia de
perderse en las posibilidades de la materia, así como de la materia de perderse en los
laberintos de la historia. En este ejercicio de acoplamiento de la historia y la materia, algo
de cada uno se desvanece y transfigura. Lo que permanece dependerá de esta disputa de
voces e intereses diferenciados. Cabe preguntarse si el ejercicio de cerrar esta disputa, y de
acoplar la materia a esta verdad histórica no es la vocación última de la patrimonialización
de toda obra.
5.1 El mural del Salón de Honor: En 1996 y en el contexto de la recuperación de la
democracia, el artista chileno Mario Toral ingresa un proyecto de mural para la Sala de
Honor (Expediente CMN, 13.2, 2000). El Salón de Honor poseía, hasta que fue destruida
en las revueltas estudiantiles de los años 1927-1930, una gran pintura que decoraba el
fondo de la testera. Esta pintura, del pintor francés Ernesto Courtois, representaba la
Alegoría de las Ciencias, las Artes y las Letras.
Medio siglo más tarde, en un breve manuscrito, el artista Toral expone los elementos
simbólicos o figurativos de la nueva pintura que reemplazará a la originar, destacando los
valores de raíz masónica de la Universidad de Chile: el Hombre florido, símbolo del saber y
la cultura, el Gran Ojo u Ojo Cósmico, símbolo del Ser Supremo que compartirá con rehues
mapuches, columnas griegas y el escudo de la universidad. Nuevamente el resguardo de la
originalidad pero esta vez, contextualizada en los valores universales y la cultura nacional,
como si “siempre” hubiesen estado ahí: “Los colores del mural deben inspirarse en los
colores del Salón, de modo que parezca que siempre el mural ha estado ahí”, señala el
artista. El 27 de marzo del 2001, el mural es inaugurado por su Rector Luis Riveros,
reforzando la importancia “al fin”, tras años de dictadura y enajenamiento, recuperar la
13
impronta de la casa de estudios sobre el país y sus habitantes: "Los esenciales conceptos de
amor, progreso y armonía que el artista ha plasmado en él, deben emanar desde estas
solemnes columnas y derramarse por nuestras calles y plazas, y penetrar al fin en la vida
cotidiana de los chilenos."
5.2 Restaurar, restituir. Materia y símbolo: A fines de la década de los noventa, se llama a
través de un concurso público para la restauración de la Casa Central de la universidad. El
proyecto ganador (que no se lleva a cabo) propone reestablecer una correspondencia entre
la propuesta material y los valores republicanos encarnados en el proyecto universitario:
“su casa central representa los ideales intelectuales, científicos y artísticos que han forjado
la vida republicana de Chile” (CMN, 13.3, 1998: 1). Continuando con la metáfora y
transposición entre materia y símbolo, la propuesta de restauración invoca los valores de la
“transparencia y dinamismo, símbolos de una Universidad de Chile que se abre al siglo
XXI, cualidades que están determinadas por su materialidad exterior y su estructura
interna”. La transposición entre valores de la universidad y acciones arquitectónicas, como
es la pintura del edificio, quedan en evidencia cuando se señala que ellas deben realizarse
“tanto exterior como interior del edificio de blanco, simbolizando de esta manera el carácter
esencial y severo de la Universidad de Chile” (CMN, 13.3, 1998: 3,4). El ejercicio
restaurador es también restitutivo de su vocación primera, como la propuesta de aunar
fuerzas y espacialidades entre edificios con una misma vocación, la Universidad de Chile y
el Instituto Nacional.
Restituir la vocación pública exige también romper el hermetismo y cierre sobre sí mismo,
de allí la propuesta contempla la apertura de la universidad mediante la Plaza de los
Presidentes, una solución “nueva” a los problemas de encierro físico y hermetismo
institucional que durante años le fueran impuestos. El emplazamiento también merece la
atención, siempre en la perspectiva de la vocación pública del edificio: “crear un gran
espacio público que unifique la calzada de la universidad frente a la Alameda Bernardo
O’Higgins, dando forma al nuevo atrio urbano: el espacio ceremonial que el edificio de la
casa central se merece.” (CMN, 13.7, 2009: 3)
5.3 Patrimonializar la memoria: En abril del 2003 el Consejo de Monumentos Nacionales
registra la primera visita de la Casa Central durante el día del patrimonio nacional
(Expediente CMN, 13.2, 2003). Tensionada en su vocación pública, en el año del
Bicentenario, dicha casa de estudios abre las puertas de sus Facultades, museos y archivos
para ofrecer una mirada sobre la historia centrada en sus más preciados patrimonios
(Invitación día del Patrimonio, 2013). En palabras de su actual rector, para que toda la
sociedad chilena pueda conocer y gozar de un acervo que al ser de la Universidad de Chile
es de Chile entero (…) cada tesoro (…), tiene un eco muy claro en la formación de nuestra
República y en su vida social y política (Rector Pérez, 2011). Tesoros patrimoniales que
muestran como la Universidad de Chile ha sido el soporte de distintas disciplinas del
saber, desde las humanistas a las científicas, que paso a paso fueron edificando sus
cimientos en el interés público. Por eso no es posible disociar la vida de nuestra Casa de
Estudios con la del país. Sus edificios, partiendo por la Casa central, son monumentos
inequívocos del sentimiento de la República como su principal formadora; sólidos y plenos
de pasado se yerguen hasta el presente manifestando una tradición imborrable (Rector
Pérez, 2011).
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En el día de la conmemoración del patrimonio nacional, sin embargo, no es el espacio
tomado u ocupado el que se muestra a los visitantes; sino las silenciosas y descuidadas
oficinas de los Archivos Andrés Bello y sus Tesoros Patrimoniales (Araya y Montesinos,
2011). Allí, las cajas de cartón apiladas con material histórico y las caracolas de Pablo
Neruda celosamente guardadas en el húmedo sótano, evidencian que el orgullo patrimonial
de la más antigua casa de estudios de Chile, persiste (y resiste) en su pasado. El ejercicio
conmemorativo del día del patrimonio irrumpe en la significación histórica escenificándola,
pero al mismo tiempo volviéndola un fetiche ajeno al incesante ajetreo y movimiento de
actores en sus inmediaciones. En estos términos, podríamos decir que un edificio es
patrimonializado y conservado a partir del momento en que ha alcanzado esta dimension de
"testimonio". De algun modo se lo archiva porque da cuenta de una epoca terminada.
(Baudrillard y Nouvel, 2007: 27)
Fotos nº5. Archivo Andrés Bello, Universidad de Chile. Recorrido día del Patrimonio.
Fuente: Fondecyt 1120529, Cristián Ureta, 2013.
6. Monumentalidad, memorias y palimpsesto
Si la Universidad de Chile, sigue siendo el ícono del sueño republicano de educación
pública para todos, ciertamente no lo es sólo por su larga historia, sus húmedos archivos y
el quehacer de sus aulas. La fuerza del monumento y su verdad desnuda, está también en
sus ocupaciones, rayados, lienzos, tránsito y bullicio de la vida urbana que históricamente
la observa atenta y activa para recordarle y actualizar su misión fundacional.
En estos términos, la Casa Central de la Universidad de Chile, se transforma en un
palimpsesto, como diría Andreas Huyssen (2003). La noción de palimpsesto, que el autor
toma prestado de la literatura, permite hablar del registro del tiempo y de la memoria en
edificios y ciudades. No cualquier edificio puede ser un palimpsesto, sino que son los
imaginarios urbanos de sus habitantes los que pueden yuxtaponer diferentes significados en
un mismo contenedor (Huyssen, 2003). En este caso, el palimpsesto se configura entre el
pasado patrimonial de la Casa Central de la Universidad de Chile y su presente como sede y
pizarrón del movimiento estudiantil. Para Huyssen, un palimpsesto urbano, es aquella
ciudad que se escribe y reescribe constantemente. El valor de la escritura del palimpsesto
está en la imperfección de cada una de sus capas; en lo inacabado y frágil de su barniz. En
la Universidad de Chile cada época ha logrado marcarla, sin borrar el pasado por completo,
ni controlar a cabalidad su significado ni su materialidad. Paradojalmente si la celebración
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de la monumentalidad histórica persiste, es porque el corpus textual del sentir republicano,
está allí, presente y encarnado en ese edificio. Es éste corpus el que habilita un consenso a
partir del cual el disenso, la disputa y el grito del reclamo se tornan eventualmente posibles.
Como palimpsesto, la Casa Central permite que al mismo tiempo se realicen visitas
patrimoniales a su interior, para celebrar la arquitectura neoclásica del edificio y sus viejos
salones, mientras que en su exterior, sobre la fachada del siglo XXI, cubierta de lienzos,
graffitis y un Andrés Bello encapuchado a la usanza de los estudiantes movilizados, nos
habla de la inacabada construcción republicana. Y si la celebración de la monumentalidad
histórica persiste, es porque el corpus textual del sentir republicano, está allí, presente y
encarnado en ese edificio. Es éste corpus el que habilita un consenso a partir del cual el
disenso, la disputa y el grito del reclamo se tornan eventualmente posibles.
Foto nº6. Estatua de Andrés Bello encapuchado a la usanza de los estudiantes movilizados.
Fuente: Fondecyt 110529, Gonzalo Peña, 2013.
La creación de la Universidad de Chile, en 1843, es un hito fundamental para la ciudad de
Santiago, no sólo es uno de sus principales símbolos republicanos, sino que además es el
lugar de formación de las élites, los individuos letrados, que se distinguen mediante
prácticas y rituales de exclusión e inclusión del resto de los ciudadanos (Rama, 2004). La
Casa Central no sólo es una institución creada para la formación de las élites, sino que
además está permeada de prácticas que reafirman el poder de sus letrados. Sin embargo, la
Universidad de Chile hoy, así como durante su Reforma en la década del ’60, representa no
sólo la ciudad letrada, sino también la ciudad convulsionada del movimiento estudiantil.
Durante sus 172 años de existencia, la Universidad de Chile se ha mantenido como
institución del poder letrado, con la diferencia de que hoy los límites y barreras de inclusión
16
de la ciudad letrada se disputan con los cuerpos, marchas y pancartas en la sede misma de
su poder.
La Universidad de Chile es también un buen ejemplo de como la historia puede ser
transmitida de formas y modos diversos; pero a su vez, de cómo dicho artefacto
monumental y patrimonial puede ser resignificado por la historia de múltiples formas. En
estos términos, todo programa histórico y fundacional construye y se vale de artefactos de
la cultura; pero también dichos artefactos culturales detonan a su vez, prácticas sociales que
resignifican creativamente dicha historia (Sahlins, 2008). Como edificio letrado del
Santiago post-colonial, la Casa Central hoy cumple múltiples roles públicos: universidad,
pre-universitario, museo, archivo, edificio patrimonial, sala de reuniones, sede política,
sede administrativa, atril para pancartas, lienzo para graffitis, refugio ciudadano, y
dormitorio durante las “tomas” de estudiantes. En otras palabras, la historia de la Casa
Central de la Universidad de Chile es también la historia del Santiago letrado, y de la
disputa entre élites, clases medias y obreros por controlar en el caso de los primeros, y
acceder en el caso de los últimos, a la educación.
Pero lo cierto es que en cada programa de restauración, en cada día del patrimonio, en cada
danza, en cada graffitis, la historia contenida en dicha monumentalidad se actualiza. Es
entonces cuando el doble movimiento se gatilla y la cultura se reproduce históricamente en
la acción y en la conmemoración. El análisis de los archivos de las declaratorias
patrimoniales advierte que la significación que los sujetos e instituciones otorgan a dicha
monumentalidad no necesariamente coincide, porque cada uno puede reexaminar
creativamente estas convenciones. Disputa siempre inacabada, entre el relato histórico
plasmado en la forma monumental y las prácticas que significan, moldean, reafirman o
transforman, dichas formas. La mayor o menor perdurabilidad y vigencia del monumento
en tanto símbolo y testimonio de un tiempo históricos, dependerá de su capacidad de
reactualizarse a través de las prácticas de los actores. Compleja interacción entre el orden
cultural instituido y los significados e idearios corporalizados de los individuos. En cada
acto de ocupación y uso de los monumentos históricos, los individuos someten estas
categorías culturales e históricas a riesgos empírico (Sahlins, 1988).
El monumento en tanto materialización de la memoria es uno de los campos de batalla en
los que distintos sujetos combaten por la construcción de su proyecto en función de sus
particulares memorias. En ese sentido, opera del mismo modo que una nación –es decir,
como el espacio donde combaten por la hegemonía distintos proyectos nacionales,
comunitarios o regionales (Achugar 2003: 214). En este des-encuentro entre personas y
monumentos, los signos sin embargo, podrán ser reclamados y contestados por los poderes
originales de su creación. La limpieza semanal de las paredes y el blanqueamiento de los
grafittis apostados en los muros de la monumentalidad, que las autoridades y los archivos
del Consejo Nacional de Monumentos consignan cuidadosamente, así lo indican.
Ciertamente las formas institucionales de la monumentalidad y sus diferentes expresiones
ordenan las prácticas en torno a ellas; las “formatean” e invitan a disposiciones y lenguajes
específicos. Pero si el patrimonio genera una audiencia cultural, como se le ha llamado
recientemente, prescribiendo la relación; dicha audiencia y sus prácticas también hacen
patrimonio. El acto performático que es la danza, la marcha, la visita, el rayado, crea
también una relación significativa y “otra” con esa historicidad. De allí la importancia no
solo del emplazamiento de la Universidad de Chile en tanto Monumento Histórico
17
Nacional, sino también de la forma y las circunstancias contingentes que posibilitan esos
órdenes performático. Irrupción que nos recuerda que el destino de todo Monumentos
Históricos Nacional no es siempre ser la proyección del orden existente.
En estos términos, la Universidad de Chil, en tanto Monumento Histórico Nacional, no solo
contiene en si temporalidades e historicidades diferentes. La fuerza del acontecimiento
rememorado está en su posibilidad de ser interpretado y por ende, apropiado. El
monumento, como signo, intentará siempre vincular el pasado con el futuro, vencer el
tiempo y el olvido, para reafirmar un origen. (Achugar 2003: 192-193). Allí reside su
eficacia histórica y simbólica específica. Sin embargo, sabemos que dicha realización
interpretativa es siempre situacional, coyuntural, de acuerdo a la acción interesada de los
agentes históricos. La fachada de la Universidad de Chile tapada de graffitis y lienzos,
habla justamente de la transformación de dicha actualización interpretativa. Mientras la
postal que se regala el día del patrimonio, celebra la arquitectura de ese edificio y su
“unidad estilística” propia al siglo XIX, la foto con que la prensa de estos días anuncia las
movilizaciones estudiantiles, muestra su fachada cubierta por un gran lienzo que demanda
“educación gratuita”.
La noción de praxis, como sociología situacional del significado, nos permite comprender
como a través de la provocación de la monumentalidad el ejercicio conmemorativo permite
un ejercicio de des-substancialización del monumento, restándole una suerte de
materialidad simbólica per se. Como discurso performático, producto y productor de
identidades, rompe entonces la rigurosidad empírica del relato histórico y patrimonial de
los archivos. Pues, como en el mito, lo que importa no es la empíria de la fidelidad, sino su
canto y su grito (Barthes, 2009).
7. Seducción y verdad del monumento
Finalmente, habría que decir que el monumento histórico nacional, en su función
recordatoria, siempre instruye. Que el monumento ilustre a través de sus formas soberbias,
magníficas, duraderas y gloriosas, es porque él se nos transfigura a través de su
materialidad en la metáfora de un pasado imaginado, siempre glorioso, merecedor de
conmemoración y celebración. Enriquecido por la mimesis identificatoria con la forma, la
monumentalidad se vuelve posibilidad e instrumento de identificación con la épica histórica
de la nación. El monumento histórico denota desde entonces el poder de los grandes
designios públicos.
Ciertamente, los asuntos del patrimonio y los centros históricos, desde siempre han
parecido capítulos anquilosados en su articulación con los procesos de conformación de las
naciones, pues indican la necesaria invención de un pasado común imbuido de un tiempo
homogéneo y absoluto. Desde la nación, por medio del Estado, se autorizaba y legitimaba
un pasado común cuya reconstrucción histórica es siempre problemática e incompleta
realizada (Lacarrieu, 2000). Lo interesante es que dicha reconstrucción nunca está
garantizada, la subversión está siempre allí, como posibilidad (Ranciére, 2010:59). En
cierta forma, aun cuando la arquitectura monumental quisiera responder a un programa
politico o satisfacer necesidades sociales, no lo lograra nunca porque del otro lado, las
"masas" estan alli de todas formas. Y aunque la arquitectura monumental quiera lo que
quiera y busque significar lo que quiera decir, siempre sera desviada e reinterpretada.
(Baudrillard y Nouvel, 2007)
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¿Entonces, hay una verdad en el monumento? ¿Se agota el Monumento Histórico Nacional
en sus referencias históricas, en sus finalidades de instruir en la religión civil, en sus
conmemoraciones patrimoniales? ¿No excede todo eso al monumento? ¿No será que para
completar su fin, su verdad, requiere justamente ir más allá de sus referencias históricas; y
así poder conducir a quienes lo contemplan, a la adoración de la religión civil?
En su voluntad formativa, la historia necesita que se la mire, se la palpe, se constituya cómo
objeto metafórico encargado de revivir un pasado privilegiado, en su posibilidad de ser el
elegido como artefacto de la historia. Pero también, por su capacidad – siempre incierta –
de sumergir a quienes lo visitan, en el ideario de lo que el Estado quiere resguardar. De allí
que todo monumento deba operar en dos registros simultáneos: confirmación de una
historia y reminiscencia de esa verdad; de modo de hacer coincidir el ser y el afecto que
despierta la identificación.
En este sentido, no es el sentido monumental, formal y arquitectónico lo que cultiva al
ciudadano, sino el mundo que ellos expresan y traducen. La verdad del monumento está
justamente en el destino suprasensible de su materialidad, de su forma y del espacio público
que construye en su entorno. La maestría del monumento y del arquitecto, está en su
capacidad de seducir, aunque en ese acto de seducción nazcan percepciones e imaginarios
diferenciados como en todo palimpsesto.
El monumento contiene siempre un secreto, y por ende la posibilidad de ser un ilusión
(Baudrillard y Nouvel, 2007: 30). Porque los monumentos no son fácilmente legibles, allí
reside su capacidad de seducción. La Universidad Chile, como todo monumento, posee
filtros, capas de historia que se le superponen como pátinas de memorias, y que le otorgan
una profundidad de campo. Es lo material y lo inmaterial que hablan entre sí. Es entonces
que se llega a creer que la verdad histórica del monumento deja de ser una sola, y se
transfigura en aquello que el ciudadano cree percibir, saber e imaginar. Y esa cosa que se
percibe, se irradia también hacia los lugares, los espacios del monumento. O talvés, es
gracias a la capacidad del monumento de hacer espacios públicos, que él adquiere todo su
poder sobre la imaginación (Choay, 2007: 56).
Aun así, a pesar del caos en potencia, los monumentos están ahí, para obstruirnos el paso
cotidiano y distraído. Para recordarnos que hay nodos, hitos estéticos e idearios
fundacionales en la historia de la nación. Ejercicio civilizatorio, estructurador del espacio,
ordenador de las caminatas, de las ideas, y que al menos impide –como el damero y el
parque –el deambular sin objeto. (Gorelik, 1998)
Y entonces, cuál es el poder de resistencia y transformación de estas performance
desplegadas frente a la casa de estudios? ¿Qué queda y que quedó de aquellos gestos y
prácticas corporales efímeras si finalmente el orden y el desorden, son como el anverso y el
reverso de una moneda, dos aspectos de una misma realidad. La inversión del orden no es
su derrumbe pues puede servirle de refuerzo o ser constitutivo de él bajo una figura nueva.
Al igual que el sacrificio hace vida con la muerte, el orden se hace también del desorden.
Más aún, todas las culturas dejan un lugar al desorden, puesto que al desorden se le teme,
puesto que lo sabemos irreductible, también podemos transformarlo en factor de orden
(Balandier, 2003).
¿El rito, la marcha, la movilización, la performance como repetición y acción reiterada
acaso no ordena? ¿Hasta dónde las movilizaciones y expresiones corporales de minorías y
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ciudadanos en demanda de sus derechos frente al poder, de los cuerpos desnudos en la
refundación de la Universidad de Chile logran remecer las estructuras del poder de las
elites? ¿Y es que en esos actos no hay, no hubo, también un reconocimiento e invocación a
la memoria histórica del orden encarnado en esa monumentalidad estatal o eclesial? Diana
Taylor (2015) nos advierte que en el ejercicio performativo de estos cuerpos, el desorden y
el orden conversan, tan estrechamente como el archivo al repertorio, la letra al habla. No
hay archivo sin repertorio, o en otros términos, todo repertorio se vale también del archivo;
porque historia y memoria no son polos opuestos, ellos hablan, se alimentan. En los
términos del antropólogo Marshall Sahlins (1998), la mitopraxis existe justamente porque
la historia requiere de ella para afirmarse. La performance corporal, dice Taylor, ha
contribuido a menudo, al mantenimiento de un orden social represivo. Nada está
garantizado, pero allí no se agota porque más que orden u desorden, toda performance es
por definición un gesto político.
En lo efímero de la performance, del baile, de los cuerpos desnudos sobre la yegua blanca,
de los cuerpos que golpean los tambores en la Alameda, de los rostros jóvenes
encapuchados que levantan los coligues amenazantes y violentos, hay ciertamente un acto y
un gesto político que viene a romper con el fatal designio anterior, donde todo pareciera
desordenarse para que finalmente el orden vuelva a imperar. Las performance de estos
jóvenes estudiantes, son actos de posesión y como tal contribuyen a su legalidad y
visibilidad. Si se admite que las prácticas de performance transmiten conocimiento vital, es
porque en ellas hay también memorias, tradiciones y reclamos por el propio lugar en la
historia. Como nos advierte Taylor, la cultura no es algo petrificado en el papel ni en la
escritura, sino arena de disputa social en la cual los actores sociales se unen para luchar por
la sobrevivencia y por el derecho a estar ahí. En cada baile y movimientos del cuerpo, se
establecen reivindicaciones de agencia cultural. El modelo dramatúrgico ilumina también lo
lúdico y lo estético, así como el lugar de lo liminal y el reverso simbólico. Todos estamos
en escena, todos los actores participamos en simultáneo y entrelazados en este drama
aunque hayamos perdido incluso la capacidad del habla. Pero aquí, la “agencia cultural” no
es individual, sino colectiva; colectivos son cada uno de los movimientos, de los ritmos, de
las acciones de representación. Es esta condición la que le otorga su impronta y condición
política a la performance. Y si con la ciudad letrada y sus casas de estudio, la escritura
desplazó y deslegitimó otros sistemas epistémicos y mnemónicos, con la performance se
recuperan las prácticas corporalizadas como forma de conocer y reclamar. Las prácticas
corporalizadas, están y existen en tanto están ahí, actos efímeros y no reproducibles, y por
eso tan difícilmente reprimibles. Como las Yeguas del Apocalipsis, la Universidad de
Chile, históricamente masculina no podría sino ser reinventada desde ese gesto de la
subversión que supone la condición homosexual en una casa que se levanta por definición
misógena. Pero con ello no solo se salva y refunda la Universidad de Chile, se salvan
también hetero y homosexuales. La acción se vuelve colectiva porque ella es pública,
abierta.
Desplegándose en los espacios públicos y centrales de la ciudad histórica, cada una de estas
acciones permiten una agencia y nos conducen hacia significados que para revelarse
requieren de nuestra presencia para descifrar estos movimientos residuales, imaginarios o
soñados. Movimientos que no necesariamente gozan de fácil traductibilidad, por lo que
pueden permanecer enigmáticos e indescifrables a la cultura del lenguaje escrito del archivo
y la élite letrada. La corporalización permite rastrear resistencias y subalternidades.
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Probablemente si el deseo de la política y la vita activa perduran en estos jóvenes, sea
justamente gracias a que ella se hace de saberes corporalizados, vivos y siempre inasibles y
heterotópicos. Las implicancias políticas de la performance hablan de saberes otros, pues
las prácticas del cuerpo vienen a desordenar las categorías y el orden, a subvertirlo, aunque
sea para romper los marcos sociales de la memoria.
¿Y entonces, por qué la insistencia de la monumentalidad como registro simbólico de la
historia? Pareciera ser que no basta el texto, el relato de los libros que con precisión
instruyen en esta historia oficial. En la impronta del monumento, la imagen y la forma se
conjugan para abrir el campo de lo fantástico, para hacer de este objeto una realidad
distinta, libre a veces de toda atadura a la convención del objeto histórico.
El espacio público, señalaba Rousseau, es por definición el lugar de la “educación de las
almas” o el soporte de una “pedagogía de las estatuas”. La ciudad, sus avenidas y sus plazas
funcionan así como un libro de historia para inocular cotidianamente los valores de una
cultura nacional en las masas, que así encontrarían una vía de integración cultural
complementaria a la escuela (Gorelik, 1998). Sin embargo no es sólo el estado el que es
capaz de narrar, sino que tal como en el caso de la Universidad de Chile, los monumentos a
menudo también se convierten en soportes para narrativas subalternas. En otras palabras la
ciudad como texto se convierte en una ciudad construida sobre el diálogo que se materializa
en los monumentos, como símbolos de una narrativa co - construida.
Marcar, usar, ocupar y transgredir los monumentos, son pequeños actos heroicos, que
conllevan una forma de co-construcción, pero también de burla y de guiño al orden
sintetizado en la forma de monumentalidadxiii. Los pájaros de papel colorido que cuelgan en
el frontis de la universidad, durante la toma del 2011, así como los lienzos y graffits
plasmados en su fachada, nos recuerdan la centralidad de dicha institucionalidad en la
memoria de la nación, pero por sobre todo, de la importancia de desnudarla y actualizarla
para imaginar un futuro posible.
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i El movimiento estudiantil liderado por la Confederación de Estudiantes de Chile - CONFECH no se limita a
proponer una reforma particular, sino hacia todo el modelo de la educación chilena. Las demandas son por un
Estado que asuma su papel de estado docente; la supresión del dominio del mercado sobre la educación; un
sistema de educación con calidad; y un sistema de educación sin fines de lucro y no segregador.
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ii De acuerdo a las estadística del metro, de un total de 941.000 pasajeros que viajan por la línea 1 del metro,
un 10% desembarca en la estación de Universidad de Chile (Metro, 2007).
iii “En ninguna parte ha podido generalizarse la instrucción elemental que reclaman las clases
laboriosas…sino donde han florecido de antemano las ciencias y las letras” (Bello, 1843: 2).
iv En Chile se crea en 1906, la primera organización estudiantil de carácter nacional en el mundo de habla
hispana: la FECH, actualmente Federación de Estudiantes de Chile. Ya en los años 20, el lema era obtener la
representación de los estudiantes en los organismos directivos de la enseñanza, la autonomía económica de la
universidad, el Estado docente y educación nacional gratuita y laica. Posteriormente, a fines de los sesenta, las
movilizaciones fueron fuertemente influenciada por el movimiento de reforma universitaria de Córdoba en
Argentina.
v Las reformas se podrían resumir en el principio de democratización aplicado a la enseñanza, el acceso
popular a la cultura y el funcionamiento de la propia institución universitaria. En 1967, coincidiendo con el
espíritu del mayo del 68 en Francia, se extienden las movilizaciones al resto de las principales universidades
existentes en el país. Las reivindicaciones hablan de una universidad para todos, de co-gobierno, de un 25%
de participación del estamento en la elección de autoridades y de la modernización de la función y
administración universitaria. Entre 1968 y 1972 ocho universidades escogen a sus máximas autoridades con
cogobierno. El 12 de noviembre se elige a partir del co-gobierno, a Edgardo Boeninger como rector de la
Universidad de Chile.
vi Por los decretos leyes N° 1, 11 de Septiembre de 1973, “que constituye la Junta de Gobierno de la
República de Chile, y N° 50, de 1° de Octubre de 1973, se nombra Rectores Delegados de la misma Junta en
todas las universidades del país”. Asimismo “se dota al Rector Delegado de la Universidad de Chile de
recursos legales que le permitan adaptar sus estructuras y servicios a las nuevas condiciones de la realidad
nacional y a los postulados de la Junta de Gobierno. A contar desde la fecha de vigencia de este decreto ley el
Rector Delegado de la Junta de Gobierno en la Universidad de Chile cumplirá las funciones y ejercerá las
atribuciones en todas las sedes, estructuras y organismos de la corporación”. El Artículo 2° señala que el
Rector Delegado asumirá “todas las funciones y atribuciones que la legislación orgánica de la Universidad de
Chile y demás leyes, reglamentos y decretos de cualquier naturaleza aplicables a ella, entregan a los Claustros
Universitarios, a las autoridades colegiadas y unipersonales de la Corporación y a sus jefaturas de servicios”.
vii La Junta Militar promulga la política de desmantelamiento por medio de la Ley General de Universidades
publicada en el verano de 1981. Esta ley decreta la fragmentación de las dos grandes universidades públicas
(que tenían sedes en diversas provincias), con el doble fin de atomizar cualquier movimiento estudiantil y
descentralizar la gestión. Así, los planteles fueron segmentados en pequeñas universidades regionales y
temáticas. La Universidad de Chile y la Universidad Técnica del Estado terminaron subdivididas en 16
universidades. En Santiago se terminó con el ex instituto Pedagógico, las sedes regionales o partes de la
Quinta Normal, reduciéndola a su mínima existencia.
viii Esto significó que los "rectores-delegados" designaran unilateralmente representantes estudiantiles, se
limitara la participación estudiantil en los asuntos internos y se persiguiera cualquier otra forma de
organización. El Informe Rettig señala que entre las principales víctimas de las masivas desapariciones
forzadas se encontraron los dirigentes estudiantiles, "tanto de la enseñanza superior como de la media"
(08.02.1991). La Comisión Valech (18.08.2011) estableció que algo más del 15% de las personas que
sufrieron "prisión política calificada" en Chile, entre 1973 y 1990, eran estudiantes (4.114 casos) y estos
fueron aumentando progresivamente a medida que transcurría el régimen.
ix Algunas de estas iniciativas quedan plasmadas en las directivas presidenciales de 1979, la constitución de
1980, la ley de educación superior de 1981 y la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza, promulgada por
Pinochet, el 10 de marzo de 1990, un día antes de abandonar el poder.
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x El primer párrafo del Acta de Constitución de la Junta de Gobierno, establece “el patriótico compromiso de
restaurar la chilenidad”. Acta de Constitución de la Junta de Gobierno, Decreto Ley N°1, 11 de Septiembre de
1973.
xi http://www.yeguasdelapocalipsis.cl/
xii Al momento del golpe militar, 30 de cada cien chilenos estaba matriculados en el sistema educacional, casi
todos ellos en el sistema público. Al terminar la dictadura, dicha proporción se había reducido a 25 de cada
cien, y a la fecha, alcanza sólo 27 de cada cien habitantes, considerando el sistema público y privado. Hoy en
día, el gasto público es la mitad de aquel que el país realizaba antes de la dictadura y los aranceles de la
educación superior, que era casi completamente gratuita, alcanzan varios millones de pesos por alumno a lo
largo de su carrera, endeudando a los estudiantes y sus familias.Medido por alumno, solamente en básica ha
superado los niveles de entonces, mientras apenas los iguala en educación media, y no alcanza a la mitad en
las universidades. Por cada estudiante de educación superior, el país gasta la mitad que antes del golpe militar,
medido en moneda de similar valor. (Riesco, 2007: 247 - 253)
xiii Compartimos con Jelin y Langland (2003), cuando sugieren que la cuestión estética actual se resuelve
mediante la incorporación en el diseño de la marca territorial de esa misma posibilidad de reinvención de
sentido y la ambigüedad que invita al trabajo activo de la memoria y la sensibilidad de quien se acerca a ella.