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013-La cuestion criminal - Espectadores · Eugenio Raúl Zaffaroni Suplemento especial deP ... pues...

Date post: 03-Oct-2018
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La cuestión criminal Eugenio Raúl Zaffaroni Suplemento especial de P ágina I 12 13
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La cuestióncriminalEugenio Raúl Zaffaroni

Suplemento especial de PáginaI12

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28. ¿De la criminología crítica se pasó al desbande?

Hay algunos criminólogos reaccionarios que sostie-nen que la crítica criminológica fracasó y que sólo fueun momento de euforia o una moda superada. Por su-puesto que para eso toman en cuenta las versionesmás radicales e ingenuas, a veces fáciles de ridiculizar.

En reemplazo proponen una criminología administra-tiva que, en términos claros, pretende que la palabrade la academia se limite a discutir una técnica eficazde contención de los pobres.

No deben engañarnos al respecto los libros bien en-cuadernados y los cursitos de fin de semana, propiosde una criminología sin historia ni pasado y que, ade-más, pretende mostrarse independiente de la política.

Lo cierto es que entre los criminólogos más seriosel talante crítico no desapareció, sino que, por elcontrario, se ha profundizado, ha ganado en realismoy se archivaron las ingenuidades. ¿Qué es lo que hallamado al realismo? ¿De dónde proviene el impulsoa superar la crítica con más crítica?

Es muy sencillo: lo que ha cambiado es el cuadrode poder planetario. Los criminólogos críticos de lossetenta en los países centrales se las veían con un po-der punitivo propio de los estados de bienestar y sus so-ciedades de consumo, con la sociología sistémica deParsons y la economía de Keynes.

Para los latinoamericanos eso nos resultaba un tan-to extraño, porque nuestros estados providentes inci-pientes y nunca completados, creados por los popu-lismos que ampliaron nuestras bases de ciudadaníareal, habían sido desbaratados brutalmente o estabanen vías de serlo.

La crítica criminológica central no correspondía anuestros sistemas penales, pues en nuestro margen semontaba un poder punitivo que sólo buscaba conte-ner a los excluidos. Se nos imponían estados gendar-mes con dictaduras o con políticos corruptos posmo-dernos. No tenía sentido poner en crisis aquí la ideade resocialización, porque nuestras cárceles tendían aser –o eran ya– campos de concentración, nuestraspolicías eran fuerzas de ocupación territorial con fre-cuencia reemplazadas por militares, el número depresos a disposición del poder ejecutivo competía con elde presos por orden judicial y, además, el 70 u 80 porciento de los últimos estaban presos por las dudas,porque eran procesados y no condenados.

Desde los setenta las cosas cambiaron: el estadogendarme avanzó sobre los países centrales. Friedmany Hayek fueron los nuevos gurúes del festival demercado; Reagan, Thatcher y Bush señalaron el ca-mino hacia el estado que tiene por única funciónmantener a raya a los pobres, Roosevelt era pocomenos que un comunista despreciable, Keynes eraun marxista irresponsable, toda gestión e interven-ción estatal era ineficiente y corrupta; el mercadoera lo único racional en el mundo; el estado debíadejar la máxima libertad para permitir eliminar a losmás débiles.

Herbert Spencer estaría feliz con ese mundo y afir-maría que no es más que la confirmación de sus teo-rías; podría pedirle a Satanás una revisión extraordi-naria de su juicio. Hay razas inferiores que somos loshabitantes de los países periféricos y los inmigrantesy excluidos de los países centrales. Las razas superio-res, que son los incluidos de los países centrales y susprocónsules designados en los periféricos, deben de-fenderse de los inferiores. El estado debe limitarse amantener la supremacía de las razas superiores y noprivar a los inferiores de su derecho a la lucha que loshaga fuertes y que permita que de vez en cuando al-guno salte el cerco, participando de Gran Hermano ohaciéndole un espacio en algún negociado.

El brutal salto del sistema penal de los EstadosUnidos, la exclusión definitiva del criminalizado y su

familia, la pena desproporcionada por la menor in-fracción conforme a la tolerancia cero del demagogomunicipal de New York (que les cobró una cifra in-creíble a los ingenuos empresarios mexicanos paradarles una conferencia absurda), no es más que unterrorismo de estado contra los pobres, un modeloneo-stalinista en marcha.

El estado gendarme es eso, su pensamiento descar-nado dice los negros en su lugar, nosotros mandamos yal negro que molesta le cortamos la cabeza. (A esto sedebería agregar: Los indios del sur deben producir coca-ína y matarse para no mandarnos más de lo necesariopara mantener alto el precio; nosotros nos ocupamos deque sólo nos llegue la que podemos distribuir a precio al-to y quedarnos con la mayor ganancia y el beneficio delreciclaje).

Tienen ustedes razón si acaso les llama la atenciónla claridad de estas expresiones, dado que hoy no semanifiestan de esa manera, pues no tienen la sinceri-dad del viejo Spencer, de Garofalo, de los positivistasracistas. Sinceramente extraño a los viejos racistas,porque por lo menos eran sinceros, auténticos oligar-cas, hablaban claro, sin tapujos, no se disfrazaban de

democráticos ni de generosos, eran abiertamente eli-tistas y lo confesaban. ¿En qué mundo vivimos, quenos permite encontrar por lo menos algún motivopara añorar a los viejos racistas?

Hoy las cosas son más complicadas y es más fácilconfundirse. Ahora, cuando el estado gendarme llegócomo boomerang al propio centro, tanto en el centrocomo en la periferia hay clases medias desclasadas,desconcertadas, anómicas (en el sentido originariode Durkheim), amenazadas por los de arriba –que lesreclaman fidelidad– y por los de abajo, a quienesconsideran sus únicos y mortales enemigos. Son pas-to fácil para internalizar la publicidad mediática deun ellos enemigo compuesto de pobres, inmigrantes yadolescentes de barrios precarios.

Pero no es sólo la clase media empobrecida por lademolición del estado de bienestar. Insistimos en quelo más artero de este spencerianismo actual es hacerque se maten entre los pobres, que la victimizacióncunda entre los propios excluidos, a lo que se agregaque entre ellos también se selecciona a la policía.

La técnica de control de los excluidos responde a laidea que se maten entre los negros, así no molestan. Estaes la lógica no confesada del racismo de nuestros días.Y es eficaz, porque eso permite que incluso entre lospropios excluidos tenga éxito la publicidad televisivaque los erige en un ellos enemigos de la sociedad.

Volveremos sobre todo esto con mayor detalle, pe-ro no puedo dejar de señalarlo ahora, porque de locontrario parece que la criminología crítica ha des-aparecido, cuando en realidad ha sucedido todo locontrario: se ha vuelto más realista y profunda esta-llando en varios sentidos.

Los criminólogos se hallan ahora frente a una rea-lidad del poder punitivo por completo diferente a losaños setenta. No podrían seguir criticando a un po-der punitivo que ya no se ejerce en la misma forma.La brutal regresión de los derechos humanos por obradel avance del estado gendarme –no ya en el margen,sino en el centro mismo del poder planetario– los co-loca en la necesidad de ser más realistas.

Los criminólogos centrales ya no tienen tiempopara sentarse en la acera de un café elegante de Pa-rís a discutir la posible revolución que los haga des-

pertar en una sociedad igualitaria; hoy tambiénellos tienen las urgencias que tuvimos nosotrossiempre, los amenazan los mismos peligros y su po-der punitivo corre el riesgo de irse asemejando cadadía más al nuestro, aunque aún en algunos paísescentrales estén lejos.

Como cabía esperar, los criminólogos centrales sedesconcertaron, porque todo pasa muy rápido, nohay ni siquiera cambio generacional marcado, mu-chas veces son los mismos que ayer sostenían posi-ciones radicales los que hoy deben variar de criterio.El brutal giro represivo de los estados gendarme insta-lados o en vías de instalación fue para ellos un fuertepuñetazo de realismo que, como todo puñetazo, a al-gunos los dejó knock-out, pero en otros provocó unaconsiderable descarga de adrenalina crítica.

A nosotros nos viene bien, pero no por alegrarnosde la desgracia ajena, por cierto. Si bien no tenemosen América Latina el mismo desarrollo teórico de lacriminología central, siempre lidiamos con el poderpunitivo descarnado con que ahora ellos se enfrentan

II JUEVES 18 DE AGOSTO DE 2011 JUEVES 18 DE AGOSTO DE 2011 III

y, por ende, los elementos críticos que nos llegan nosresultan mucho más adecuados a los fenómenos de po-der que debemos controlar que los que nos proveíancon la crítica al poder punitivo del estado de bienestar.

En décadas pasadas, cuando exponíamos nuestra re-alidad en el centro, no dejaba de haber un cierto dejode bueno, son países en vías de desarrollo. Hoy tenemosproblemas comunes y, además, la famosa globalizaciónnos facilita la comunicación.

Recordemos que cuando las brutalidades colonialis-tas pasaban en Africa o en Sudamérica, en el centrolas atribuían a la inferioridad de estas sociedades, pe-ro cuando el mismo poder neocolonialista se enroscóy pasaron a Europa, ese discurso no pudo seguir vi-gente y la comunidad internacional tuvo la necesidadde declarar solemnemente una obviedad: todo ser hu-mano es persona. No es lo mismo lo actual, claro, perocorre el riesgo de serlo.

La necesidad de profundizar la realidad del poderpunitivo hizo que las miradas se dirigieran en dife-rentes direcciones y se encontraran con otras que yahabían reparado en esos fenómenos del poder. Poreso, cuando echamos una mirada sobre la crítica cri-

minológica de nuestros días, muy lejos de creer queno existe, lo que vemos es que se desbandó en dife-rentes sentidos.

Si bien esto desconcierta al principio, es muy salu-dable, porque el poder punitivo es un fenómeno muycomplejo, que no puede encararse con simplificacio-nes que satisfacen al académico porque quedan redon-ditas y cierran, pero que no muerden bien la realidaddel poder.

Tampoco se trata de una disolución, sino de abrirla cabeza incorporando otras visiones críticas. Por úl-timo, este desbande de la miradas críticas no es uncaos, como al principio parece, sino que bien miradoes perfectamente lógico frente a la necesidad de en-carar la agresión violenta de un poder punitivo de-senfrenado y brutal.

Cuando ante esta necesidad los criminólogos sepreguntaron qué se estaba dejando de lado y por quéno habían advertido el peligro antes, sus miradas seorientaron en cuatro direcciones básicas y que en elfondo no son excluyentes.

(a) Por un lado, al tratar de explicar el poder puni-tivo y centrar la atención en su ejercicio, se subesti-mó el daño real que provoca el delito. El delito tienevíctimas y el reparto de la victimización es tan selec-tivo como el de la criminalización. No en vano lasclases subalternas son víctimas de la publicidad me-diática vindicativa, pues son los más victimizadas.Por este camino del daño real la crítica se fija en lavictimología y en Gran Bretaña algunos de los propioscríticos marxistas de otrora proponen un realismo deizquierda.

(b) Por otro lado, es claro que la criminología me-diática vindicativa, al construir el ellos enemigo mos-trando como único peligro el del delito común, pro-voca lo que se llama pánico moral (concepto que se de-be a Stanley Cohen y a Jock Young), miedo al delitoy a nada más, y, por ende, está ocultando otros peli-gros y daños en acción, mucho más graves y en curso.

Se inventa una sociedad de riesgo en la que el únicoriesgo es la agresión del adolescente del barrio preca-rio, como si no hubiese otros daños sociales en curso.Es algo así como la campaña para no usar desodoran-te en aerosol porque con eso vamos a evitar el aguje-

ro de ozono, mientras se queman irresponsablementebillones de toneladas de petróleo.

Esto llevó las miradas hacia más allá de la criminolo-gía, es decir, a tratar de hacer un saber del daño so-cial; es el paradigma del daño social propuesto por algu-nos criminólogos ingleses (el social harm approach),pero también a los aportes que venía haciendo la crí-tica social feminista y, por último, lo que iba poniendode relieve algo que la criminología había dejado delado de modo poco menos que inexplicable: el genoci-dio. El fenómeno de las masacres fue estudiado almargen de la criminología y no pueden menos queimpactarla.

(c) Como es obvio, el renacimiento violento delspencerianismo y su estado gendarme no podía dejarde ser objeto de análisis y crítica en forma directa porlos criminólogos centrales que asistían a este nuevoparto letal. En consecuencia, surgió toda una corrien-te que se ocupa de analizar y criticar la manifestaciónrepresiva de este estado gendarme y que la bautizó co-mo neopunitivismo.

(d) Por último, todo el panorama mundial contem-poráneo configura un paisaje de enorme agresividadque provoca interrogantes que están más allá de lasociología y de la ciencia política y cuyas respuestasllevan a bucear en otras palabras de la academia, co-mo son las de las disciplinas psi, de la antropología yde la etnología.

Como podemos ver, el desbande no es anárquico, si-no que responde a actitudes que debían esperarse,porque son bastante razonables, dadas las nuevas cir-cunstancias del poder planetario.

Este mero enunciado prueba que nada es más falsoque afirmar que ha desaparecido la crítica, cuando esclaro que ésta sólo se diversificó para profundizarse,lo que es mucho más adecuado a la urgencia por lle-gar a una mejor aproximación al fenómeno de poderrepresivo.

Simple y sencillamente, los criminólogos se pre-guntan:

¿Por qué prende la criminología mediática entre los po-bres? Porque hay un daño real del delito, del que noshemos ocupado poco. Pues bien, vamos a estudiar alas víctimas.

¿Qué es lo que la criminología mediática se empeña enocultarle al público con el pánico moral a la agresión deladolescente de barrio precario? Pues vamos a estudiarlos daños sociales que no se muestran.

¿Qué es este neopunitivismo brutal? Es claro que setrata de una cuestión exclusivamente política; puesbien, es menester analizarla y estudiarla.

¿A qué se debe esta agresividad intraespecífica que sepone de manifiesto en este momento del poder? Vamos apreguntarles a otros sabios.

Como puede verse, la academia no se ha vuelto lo-ca ni ha renunciado a la crítica, sino que va por más.

Pasemos a echar un vistazo sobre el panorama queofrece cada una de estas cuatro perspectivas, aunquelo haremos brevemente, pues en realidad estos apor-tes de la criminología académica actual nos preparanpara comprender el sentido de la criminología mediá-tica y para escuchar mejor la palabra de los muertos,por lo que volveremos en el curso de estas entregas ainsistir muchas veces en los aspectos de su contenidoque nos permiten acercarnos a la realidad de la cues-tión criminal.

No crean que lo que voy a exponer en las siguien-tes entregas y que –después de escuchar atentamentela palabra de los muertos– concluye en una propuestade criminología cautelar es por entero una ocurrenciapersonal, sino que en buena parte es el producto de laaplicación de los instrumentos conceptuales que nosproporciona este aparente desbande de las preguntascontemporáneas.

En alguna medida lo que expongo en estas semanasresulta del uso sintético de esos elementos y de unaatenta observación de la realidad cotidiana.

29. El daño real del delito:realismo de izquierda y victimología

Jock Young fue en 1973 uno de los autores de Lanueva criminología, que ensayaba un replanteo radicaldesde perspectiva marxista. Junto con John Lea, Ri-chard Kinsey y Roger Matthews sorprendió a co-mienzos de los noventa con un replanteo que llama-ron realismo de izquierda y cuya consigna es tomar enserio el delito a partir de verificar que causa graves da-ños a víctimas de las clases populares urbanas, en es-pecial a las mujeres, que son las más vulnerables.

Si bien este giro se atribuye políticamente a unacercamiento al laborismo británico, por nuestra par-te creemos que más bien es resultado de una aproxi-mación a la realidad de la victimización.

Las teorías macro tienen el obvio inconveniente desatisfacer explicaciones académicas encuadradas enmarcos ideológicos previos, pero para las víctimas

concretas y sus deudos y para los reclamos que éstosy los vecinos formulan a los políticos, no ofrecenninguna respuesta.

Creo que el más elemental contacto de un crimi-nólogo académico con esta realidad no puede me-nos que ponerle de manifiesto la necesidad urgentede hacer algo y de dar una respuesta, salvo que prefie-ra que los impulsos de venganza, la criminologíamediática y los políticos arrinconados marchen ca-da día más hacia el modelo del estado gendarme y dela represivización neostalinista dirigida en definitivacontra los excluidos.

Es bastante claro que los puros planteos de la cri-minología crítica radical elaborados desde la acade-mia, sin contacto con las vivencias cotidianas y sininvestigación de campo, son útiles como marco decrítica, pero que al quedarse en ese nivel allanan elcamino para una supuesta criminologíaadministrativa, que es la propia del estado gendarme,con la aprobación –cuando no el decidido apoyo–de los propios sectores contra los que políticamentese dirige ese modelo de estado.

Creo decididamente que esta verificación –desentido común– ha sido la determinante del llama-do realismo de izquierda británico que viene propo-niendo reformas al sistema penal y asistencial de supaís, algunas interesantes, aunque no todas transfe-ribles a la realidad de nuestro margen.

Entre las propuestas concretas de estos criminólo-gos, las más interesantes son las referidas a la poli-cía, planteando la disyuntiva entre un modelo depolicía militar (que nosotros llamamos aquí de ocu-pación territorial) y otro de policía de consenso (quenosotros llamamos comunitaria).

Volveremos sobre esto al ocuparnos de los seg-mentos del sistema penal, con la advertencia –queformulamos desde ahora– de que no puede confun-dirse una policía comunitaria con una dictadura éti-ca con la intervención de personas que no tengannada que hacer sino molestar a los jóvenes.

Al centrar la atención en el daño real del delitono puede menos que repararse en la victimología,que no es una ciencia ni un saber autónomo, sinouna línea de investigación que tuvo como antece-dente la obra de Hans von Hentig (que fue un cri-minólogo alemán antinazi y muy creativo) y de laque se considera fundador a Benjamin Mendelsohn,criminólogo rumano radicado en Israel.

En un principio la victimología se dedicaba a lasvíctimas de delitos comunes y en especial a sucomportamiento como determinante o facilitadorde éstos, pero hoy ha ampliado su campo de obser-vación hasta llegar casi a abarcar todo lo que to-man en consideración los que postulan ir más alláde la criminología y ocuparse de todo el daño social.Uno de los más destacados teóricos de la victimo-logía en nuestro tiempo fue el siempre recordadoAntonio Beristain, que había elaborado el concep-to de macro-víctimas en referencia a los conflictosarmados o a lo que se denomina “terrorismo”. En laArgentina esta perspectiva fue ampliamente desa-rrollada por Elías Neuman, lamentablemente falle-cido este año.

30. Los daños que oculta la criminología mediática

El feminismo es un fuerte movimiento teórico yactivista con desarrollo autónomo y en cuyo seno semueven desde posiciones radicales inspiradas enmarcos ideológicos preexistentes hasta toda la gamade posibles matices en torno del innegable fenóme-no civilizatorio de subordinación de la mujer.

En el fondo del debate feminista creemos hallar elfundado temor de que su potencial transformador–que es enorme– pueda ser neutralizado por un pen-

samiento falocéntrico o –como dicen en el barrio–machista, susceptible de cooptarlo.

Más allá de los extremos a que puede conducir es-te temor, lo cierto es que el feminismo conmuevelas bases mismas del poder planetario, teniendo encuenta –como vimos– que éste se preparó jerarqui-zando a las sociedades colonizadoras mediante la re-gulación de las relaciones sexuales para erigir a susprimeros sargentos en la pirámide del ejército colo-nialista.

El temor de las feministas no es otro que un capí-tulo importantísimo de las trampas que nos tiendentodas las racionalizaciones del poder y todas sus na-turalizaciones.

El feminismo ha aportado dos conceptos que hoyson de uso corriente y sin los cuales nos faltarían le-tras claves en el abecedario que usamos para descri-bir la jerarquización naturalizada que nos vende elpoder planetario: son el de patriarcado y el de género.

Por patriarcado se entiende, por decirlo claro, eldominio machista y todas sus implicancias. El géne-ro destapa la principal trampa del patriarcado: laconfusión de sexo con la de rol asignado. El sexo esalgo anatómico, pero el género no tiene nada quever con la anatomía. La mujer tejiendo, cocinando,esperando al marido, cosiendo, no tiene nada de se-xual, sino que es un conjunto de roles culturalmen-te asignados por el poder patriarcal. Eso es el género.

Siempre ha llamado la atención que el sistemapenal se ocupase casi exclusivamente de los hom-bres, pero no tiene nada de extraño: en el ejército dela sociedad jerarquizada a la mujer la controlan lossargentos y a éstos los controla el poder punitivo,que sólo se ocupa de las mujeres que se rebelan a lossargentos. Este es el programa originario que provie-ne de la edad media y que con matices se mantienevigente.

Por ende, la criminología guardó bastante silencioacerca de la mujer, salvo algunos disparates positi-vistas como el del equivalente de Lombroso o el este-reotipo de la mujer envenenadora.

Pero dejando de lado los disparates y también lasdiscusiones norteamericanas tratando de explicar elmayor protagonismo de la mujer, el feminismo im-puso correcciones a la crítica criminológica al des-tacar que si bien la mujer tenía menor incidencia en lacriminalización, no sucedía lo mismo en la victimiza-ción, lo que no sólo tiene lugar en la delincuenciacallejera, sino en victimizaciones que son conse-cuencia directa de la discriminación de género, des-de la violencia familiar homicida hasta la trata depersonas (antes se llamaba de blancas, curioso resa-bio racista de la esclavitud).

No ha habido una crítica criminológica gay tandesarrollada como la feminista, pese a que hace mu-chos años que el británico Gordon Taylor observóque en toda sociedad media una relación inversaentre el patriarcalismo y la tolerancia a la homose-xualidad.

De cualquier manera existen estudios importantes(como el de John Boswell), muchas ridiculizacionesde los disparates positivistas (Jorge Salessi entrenosotros), relatos de la persecución nazista (el roseWinkel o triángulo rosa en los campos de concentra-ción), del proceso de Oscar Wilde (el de Gide, porejemplo), numerosas contribuciones literarias (JeanGenet a la cabeza) y es innegable el peso de la cues-tión gay en la crítica de Michel Foucault.

Si bien la victimología puso de manifiesto dañosque no se habían tomado suficientemente en cuen-ta, el feminismo reclamó la atención sobre la mitadde la población olvidada por la criminología y losvecinos bajaron a la tierra a los teóricos ingleses, elpanorama de las víctimas del poder mundial no es-taba en modo alguno completo, respecto de lo cual

Stanley Cohen llamó la atención sobre lo que llamasociología de la negación que nos condiciona una indi-ferencia moral.

En su libro de 2001 que se llama Estados de nega-ción, este autor no se refiere al grosero negacionismoneonazista de la Shoá y similares, sino, por ejempli-ficarlo claramente, al que protagonizamos mientrasmiramos por TV el servicio de noticias que nosmuestra masacres y seguimos mojando las medialu-nas en el café con leche.

Siguiendo este camino, un grupo de ingleses(Paddy Hillyard, Christina Pantazis, Steve Tomb yDavid Gordon) organizaron un libro en 2004, enque proponen ir más allá de la criminología (así se lla-ma su libro, con el subtítulo Tomando en serio el da-ño) y abarcar todos los daños sociales del poder: po-breza masiva, hambre, violaciones masivas de dere-chos humanos, masacres estatales, muertes por con-diciones de trabajo, por privilegio de la heterose-xualidad, por preferencias en los nacimientos, porguerra a los migrantes, por maltrato infantil, por po-lución, por envenenamiento de alimentos, etc.

Es indiscutible que el libro pasa revista a datosaterradores, como que si bien el 11 de septiembrede 2001 murieron 3045 personas en New York, esemismo día murieron también 24.000 personas dehambre en el mundo, 6200 niños de diarrea y 2700de sarampión.

Es claro que nos acostumbraron a considerar queel crimen de New York era evitable y las otrasmuertes inevitables, pero no es cierto: según los cál-culos de la ONU serían necesarios 13.000 millonesde dólares para resolver el hambre y 40.000 para cu-brir las necesidades básicas en el mundo (esta últi-ma cifra implica el 50% del consumo de pizza en losEstados Unidos). Aunque el cálculo de la ONUfuese optimista y las cifras subiesen al doble, lo ob-vio es que esas carencias no son naturales o inevita-bles, con el argumento de que siempre hay miseria.

De cualquier manera, si la criminología afrontasetodos estos daños se perdería en un enorme campotodológico de conocimientos inabarcables. Todas es-tas muertes son resultado de violaciones a los dere-chos humanos y éstos, como campo de estudio jurí-dico, deben ser sostenidos por datos reales a los quecontribuyen todos los conocimientos humanos, loque por definición no puede tener unidad. Se tratade conocimientos que los estudiosos de derechoshumanos deben requerir a todas las ciencias natura-les y sociales, a todo el saber humano. Un saber quepretenda abarcar todo esto se perdería o resultaríadirectamente diletante.

Pero hay un campo que indudablemente pertene-ce a la criminología y sobre el que hubo un singularsilencio, que es el del homicidio doloso, intencio-nal. La criminología académica se detuvo en los ho-micidios seriales sensacionales y en todos los come-tidos por iniciativa privada, pero nunca en los públi-cos o estatales, es decir, en los genocidios y masacres,en los crímenes de masa cometidos por acción deagencias estatales.

¡Extraña omisión, por cierto! Si queremos tomaren serio los daños sociales, no podemos ignorar es-tos crímenes y, además, tampoco podemos negarque su estudio corresponde a la criminología. Sobreesto está llamando la atención la criminología delos últimos años, aunque aún sin suficiente penetra-ción y a regañadientes por parte de una buena partede los criminólogos académicos. Pero esto es tanimportante, que merece un capítulo especial.

IV JUEVES 18 DE AGOSTO DE 2011

Equipo de trabajo: Romina Zárate, Alejandro Slokar, Matías Bailone


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