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Amador Bech- Mito escatológico

Date post: 14-Jul-2015
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Anales de Antropologa 36 2002

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ANTROPOLGICAS UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO

Anales de AntropologaFUNDADOR JUAN COMAS

CONSEJO EDITORIAL Lyle Campbell, Universidad de Canterbury Milka Castro, Universidad de Chile Mercedes Fernndez-Martorell, Universidad de Barcelona Santiago Genovs, Universidad Nacional Autnoma de Mxico David Grove, Universidad de Illinois, Universidad de Florida Jane Hill, Universidad de Arizona Kenneth Hirth, Universidad Estatal de Pennsylvania Alfredo Lpez Austin, Universidad Nacional Autnoma de Mxico Carlos Navarrete, Universidad Nacional Autnoma de Mxico Claudine Sauvain-Dugerdil, Universidad de Ginebra Gian Franco De Stefano, Universidad de Roma Cosimo Zene, Universidad de Londres E DITORES ASOCIADOS Ann Cyphers, Universidad Nacional Autnoma de Mxico Yolanda Lastra, Universidad Nacional Autnoma de Mxico Rafael Prez-Taylor, Universidad Nacional Autnoma de Mxico Carlos Serrano Snchez, Universidad Nacional Autnoma de Mxico E DITORA Rosa Mara Ramos, Universidad Nacional Autnoma de Mxico Anales de Antropologa, Vol. 36, 2002, es editada por el Instituto de InvestigacionesAntropolgicas de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico. Ciudad Universitaria, 04510, Mxico, D.F. ISSN: 0185-1225. Certificado de licitud de ttulo (en trmite), Certificado de licitud de contenido (en trmite), reserva al ttulo de Derechos de Autor 04-2002-111910213800-102.Se termin de imprimir en julio de 2003, en Compuformas, Paf, S.A. de C.V., Av. Coyoacn nm. 1031, C.P. 03100, Mxico, D.F. La edicin consta de 500 ejemplares en papel cultural de 90g; responsable de la obra: Rosa Mara Ramos; su composicin se hizo en el IIA por Martha Elba Gonzlez y Ada Ligia Torres; en ella se emplearon tipos Tiasco y Futura de 8, 9, 11 y 12 puntos. Realizaron la correccin Adriana Inchustegui y Mercedes Meja; la edicin estuvo al cuidado de Ada Ligia Torres y Karla Snchez. Diseo de portada: Francisco Villanueva. Realizacin: Martha Gonzlez. Fotografa de portada: detalle de huipil de Comalapa, Guatemala. Adquisicin de ejemplares: librera del Instituto de Investigaciones Antropolgicas, UNAM, Circuito Exterior s/n, Ciudad Universitaria, C.P. 04510, Mxico, D.F., tel. 5622 9654, e-mail: [email protected].

EL MITO ESCATOLGICO COMO FIGURA Y NOCIN ESENCIAL DEL IMAGINARIO POLTICO OCCIDENTAL

Julio Alberto Amador BechFacultad de Ciencias Polticas y Sociales, UNAM

Resumen: Este artculo se propone definir el mito escatolgico, en primer lugar, como una forma universal de concebir el tiempo y la historia en el interior del pensamiento mtico y, en segundo lugar, como una caracterstica especfica de la civilizacin occidental. Ms an, lo que caracteriza al pensamiento poltico occidental es la continuidad, a lo largo de los siglos, de un modo escatolgico de entender la historia y la accin humana en el interior de la configuracin histrica y social. An las ideologas polticas modernas estn profundamente influenciadas por el mito escatolgico, manifestando los componentes tpicos de los movimientos sociales mesinicos: la proyeccin utpica, la voluntad de congregar y el ideal de salvacin. Desde los levantamientos antiguos y medievales a las revoluciones modernas del siglo XX, encontramos las mismas estructuras ideolgicas.Palabras clave: mito, mito escatolgico, civilizacin occidental, Apocalipsis.

Abstract: This article propose a the concept of eschatological myth, in first place, as a universal form of conceiving time and history within mythological thought and, in second place, as a specific characteristic of Western civilization. Moreover, what characterizes western political thinking is the continuity throughout the centuries, of an eschatological way of understanding time, history and human action within historical and social frame works. Even modern political ideologies are deeply influenced by the eschatological myth, manifesting the typical components of messianic social movements: the utopist projection, the will of congregation and the ideal of salvation. From the ancient and medieval upheavals to the modern revolutions of the XX century, we find the same ideological structures.Keywords: eschatological myth, ideology, social movements, time, history.

An. Antrop., 36 (2002), 195-227, ISSN: 0185-1225

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EL MITO ESCATOLGICO En su Introduccin al cuarto y ltimo volumen de Las mscaras de Dios (1989), Joseph Campbell, postula la unidad fundamental de la especie humana, despus de haber realizado una titnica travesa a lo largo de la historia mitolgica de la humanidad. Campbell descubre en los niveles ms profundos de la conciencia humana smbolos, figuras, imgenes que, bajo mscaras distintas, hablan con una misma voz. sta es la dimensin en la que el mito revela lo que es universal y permanente en la naturaleza humana, los hindes llaman a eso: marga. Sin embargo, los smbolos elementales nunca se presentan de manera abstracta, sino, poseen un lenguaje, una forma, una coloracin local. Se manifiestan a travs de ciertas figuras especficas que estn determinadas social e histricamente. Cobran sentido en su arraigo a una tierra, a una cultura, a una idiosincrasia particular, los hindes denominan a eso: desi. Lo que nos intriga es la longevidad de un pequeo ncleo de figuras simblicas que han regido y alimentado la imaginacin colectiva, permitiendo por periodos, aun de milenios, servir como imgenes gua, como reguladoras fundamentales de las maneras de interpretar y representar la realidad. Braudel ha hablado tambin de esas figuras, en relacin con las constantes de la cultura y la civilizacin, llamndoles estructuras. Corresponden a los plazos largos de la historia, a lo perdurable, a lo que cambia muy lentamente; constituyen el ncleo irreductible de una cultura: Estas realidades, estas estructuras son, en general, antiguas, de larga duracin y siempre tienen rasgos distintivos y originales. Son las que caracterizan a las civilizaciones. Y stas no las cambian porque las consideran valores insustituibles (Braudel, 1973: 37).1 El mito escatolgico es una de las estructuras que han configurado el imaginario poltico con las caractersticas del gran mito que determina la conciencia humana durante milenios. La idea de una renovacin universal operada por la celebracin ritual de un mito cosmognico est presente en casi todas las sociedades tradicionales (cfr. Eliade, 1994: 42). El mito escatolgico en las sociedades arcaicas forma parte del mito cosmognico, tiene el sentido fundamental de significar la renovacin del cosmos. Segn Mircea Eliade:La escatologa no es ms que la prefiguracin de una cosmogona del porvenir. Pero toda escatologa insiste en este hecho: la Nueva Creacin no puede tener lugar hasta que este mundo no sea definitivamente abolido. No se trata ya de regenerar lo que ha degenerado, sino de destruir el viejo mundo para poder recrearlo in toto. La obsesin de la beatitud1

En cursivas en el original.

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de los comienzos precisa la destruccin de todo lo que ha existido y, por tanto, se ha degradado, desde la Creacin del Mundo: es la nica posibilidad de reintegrar la perfeccin inicial (ibidem: 58-59).

Los mitos del fin del mundo que implican la recreacin del Universo, la formacin de uno nuevo, expresan la misma idea arcaica y extraordinariamente extendida de la degradacin progresiva del Cosmos que necesita su destruccin y recreacin peridicas. El mito de una catstrofe final que ser, al mismo tiempo, el signo anunciador de la inminente recreacin del Mundo, es el origen de los movimientos profticos y milenaristas. Para el mito escatolgico, el transcurso del tiempo implica el alejamiento progresivo del origen y, en consecuencia, la prdida de la perfeccin original. La decadencia es causada por el transcurso del tiempo que debilita la gran energa creadora. De tal modo, para que algo verdaderamente nuevo pueda comenzar, es preciso que los restos y las ruinas del viejo ciclo sean completamente destruidos: el fin del viejo mundo debe ser radical.La mayora de los mitos americanos del Fin [del Mundo] implican, bien una teora cclica (como la de los aztecas); bien la creencia de que la catstrofe ser seguida de una Nueva Creacin; bien, finalmente (en ciertas regiones de Amrica del Norte), la creencia en una regeneracin universal efectuada sin cataclismo [...] Segn las tradiciones aztecas, ha habido ya cuatro destrucciones del Mundo, y la quinta se espera para el futuro. Cada uno de estos Mundos est regido por un Sol, cuya cada o desaparicin marca el Fin (ibidem: 65).

En los mitos escatolgicos, el conocimiento de lo que ha sucedido en los orgenes proporciona el saber de lo que suceder en el futuro. El principio que permite que el origen del mundo sea mvil implica la idea de que el mundo siempre seguir existiendo, an cuando sea peridicamente destruido. La piedra angular sobre la que se levantan las grandes edificaciones teolgicas del zoroastrismo, del judasmo, del cristianismo y del islam, es el mito escatolgico. Para las culturas de Europa, Asia occidental y norte de frica que comparten una tradicin religiosa comn el mito fundamental que ha dado sentido a toda su historia poltica es el mito escatolgico (cfr. Campbell, 1989; 1991). Lo esencial del relato que cuenta el mito del fin de los tiempos, dice as:Hubo en el principio un estado perfecto del hombre o de la sociedad (Edn primitivo, Edad de Oro, pureza original). Pero hubo una cada (en un estado de desgracia, de pecado, de alienacin, de esclavitud). Este estado no es definitivo; tendr lugar una brutal

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ruptura (por la llegada de un dios, de un ancestro, de un mesas) y a travs de la redencin (muerte del dios) o insurreccin y revolucin (lucha violenta) terminar ese estado de desgracia y se instaurar una nueva era prxima a la pureza original (el reino milenario o la tierra prometida) (Sironneau, s.f.: 14).

La fuente de todas las creencias que proclaman la existencia de una Edad de Oro original se encuentra en el mito escatolgico. Desde las enseanzas del reformador Zoroastro, hasta las visiones del ciclo de los profetas judos, o las poderosas imgenes apocalpticas de San Juan y la esperanza mesinica del islam chita en el retorno del Doceavo Imn, hasta las utopas de la modernidad: liberalismo, marxismo, fascismo, fundamentalismo, ecologismo: el mito escatolgico, con sus variantes diversas, recorre, fundamenta y da sentido a la historia poltica de las culturas herederas de esta tradicin monotesta. El mito escatolgico monotesta presenta una innovacin decisiva: al igual que la cosmogona ha sido nica, el fin del mundo ser nico. El Cosmos que reaparecer despus de la catstrofe apocalptica ser el que Dios cre al principio del tiempo: un cosmos purificado y regenerado. Este nuevo paraso terrestre ya no tendr fin. En este mito el concepto del tiempo ha dejado de ser cclico, se trata ahora de un tiempo lineal e irreversible. La idea del fin del mundo representa el triunfo de la historia sagrada. Los seres humanos sern juzgados segn el valor moral de sus actos.Este no es el viejo ciclo que gira eternamente, de las mitologas arcaicas de la Edad del Bronce, sino una secuencia de creacin, cada y redencin progresiva, para culminar en la victoria final, decisiva, irrefutable, del nico Dios eterno de la justicia y la verdad (Campbell, 1989: 216).2

Esta concepcin se expresa incluso en el conjunto de la filosofa de la historia occidental que est imbuida toda ella de la nocin de un sentido de la historia, de un fin de la historia y un proyecto de sociedad futura. El tiempo de Occidente nace en Irn, en Israel, en Grecia. Entre el 1300 y el 700 aC se conforma una nocin del tiempo que nos rige hasta ahora y que se apodera del mundo. Hay ahora principio, devenir y fin. Hay un sentido del devenir. Existe un creador, Dios, que en un tiempo mensurable da origen a la creacin (seis das y uno para el descanso); y de ella, l se distingue. Dios y creacin no son indistintos, estn separados, pero se unirn con el fin de los tiempos que ser un retorno al origen, retorno al tiempo infinito que no transcurre.2

A partir de aqu, citaremos la versin castellana.

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Occidente aade as algo propio a las dimensiones mticas de las cosmogonas y las teogonas: otorga primordial importancia a la escatologa. El mito del fin de los tiempos significa la reunificacin y reordenacin armnica de los elementos dispersos y opuestos, discontinuos, propios de un mundo de dualidades y oposiciones, originado por una trasgresin o por la aparicin repentina del mal. La historia es vista como el despliegue de la lucha de oposiciones y diferencias que, finalmente, conducir al triunfo de la verdad unificadora del bien. Al fin de los tiempos se restablecer la unidad perdida.3 Esto supone una accin consciente y progresiva del hombre para lograrlo. Identificacin entre la causa humana y la divina. Esta es la concepcin teleolgica de la historia y la poltica que predomina en Occidente. Son precisamente esas estructuras simblicas las que, convertidas en las herramientas interpretativas fundamentales, han dotado de una continuidad milenaria al quehacer poltico y sus representaciones conceptuales en este hemisferio. Conviene estudiar la diversidad de manifestaciones del mito escatolgico, desde la perspectiva del concepto de mesianismo que, adems de ser muy preciso, nos permite establecer las lneas de continuidad entre los sistemas mticos arcaicos y las ideologas polticas de la modernidad. Desde una perspectiva transhistrica, la gran diversidad de sucesos, movimientos e ideologas que corresponden a la categora de mesianismo polticoreligioso participan de tres elementos constitutivos fundamentales: 1) proyeccin utpica 2) voluntad de congregar 3) ideal de salvacin. PROYECCIN UTPICA Consiste en una concepcin teleolgica de la historia, a partir de la cual se ordena su curso en funcin del devenir de una nueva sociedad: armoniosa, justa, moral, que tiende a la perfeccin. Se trata de la solucin definitiva a los males que padece la humanidad. Una nueva tierra, un nuevo paraso. En tanto sociedad ideal, la utopa supone la erradicacin del mal y del azar, pretende fijar al hombre en un marco abstracto y homogneo de relaciones perpe3 Aunque en otras culturas y religiones existe el mito escatolgico, en ninguna otra parte como en Asia Occidental y Europa tiene una importancia tal (cfr. Le Goff, 1991; Eliade, 1994; Campbell, 1989).

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tuamente estables. La proyeccin utpica satisface el deseo de absoluto, as como la voluntad que ha puesto al hombre en el centro de la creacin, del cosmos y de la tierra. Esta nueva sociedad, vislumbrada en los sueos mesinicos, constituye uno de los ncleos centrales de la profeca, dentro de ella, la sociedad ideal se sita como fin de la historia. El conjunto de la historia, el ayer y el ahora se subordinan al maana promisorio de la utopa y slo cobran sentido por l. Las grandes religiones reveladas, particularmente el zoroastrismo, el judasmo, el cristianismo y el islam, consideran la historia como una revelacin, en el curso de la cual, Dios, por medio de sus profetas, anuncia y gua la realizacin de su reino: la historia es concebida como un gran drama que avanza hacia su fin inevitable. El mito escatolgico judo ha sido la influencia decisiva para el desarrollo histrico del mesianismo en Occidente. Su ncleo escatolgico fundamental ha inspirado a los ms importantes movimientos milenaristas judos, cristianos y musulmanes, est constituido por la tradicin de la profeca apocalptica, cuyos orgenes se remontan a las ideas fundamentales de la religin juda, sobre todo a la idea de ser el pueblo elegido por Yahvh, el Dios nico, para llevar la salvacin hasta los ltimos confines de la tierra. Tanto en los libros profticos de Isaas y Jeremas, como, particularmente, en el Libro sptimo de Daniel escrito en el siglo II aC por redactores annimos encontramos la expresin ms pura de estas ideas que estaran destinadas a tener una gran influencia en los movimientos mesinicos y milenaristas posteriores. El vocablo Apocalipsis es de origen griego y se refiere, fundamentalmente, a la idea de la revelacin divina:La mayor parte de las religiones han producido ya escrituras, ya orculos y profecas orales en las que la divinidad revela sus secretos. El griego antiguo da a este tipo de revelacin el nombre de (Apocalipsis) que significa revelacin (Le Goff, 1991: 65).

El sentido catastrfico asignado al concepto apocalptico ha venido despus, con las versiones posteriores del mito y est ms bien ligado a las diversas interpretaciones milenaristas del Apocalipsis atribuido a San Juan. Es importante, sin embargo, recordar que la idea de Apocalipsis se refiere a la Revelacin del misterio del advenimiento triunfal del Dios encarnado y, en consecuencia, del sentido de la historia, ms an, del destino csmico (Rau, 1996: 687).

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Escatologa y profetismo se encuentran ntimamente ligados, conceptualmente, en esta visin teleolgica de la historia, para la cual se ha establecido un vnculo entre la primera fase del fin de los tiempos y la historia presente e inmediatamente futura. La misin proftica es la de revelar el sentido oculto de la historia que debe cumplirse en el fin de los tiempos. En el profetismo quedan sellados en una sola pieza: tiempo histrico, sentido trascendente y revelacin. Todas las grandes religiones profticas han orientado decisivamente la interpretacin de la historia en un sentido esencialmente escatolgico. Jacob Leib Talmon explica de una manera muy precisa esta relacin entre misin proftica y proyeccin utpica:Los profetas asumieron la misin de reestablecer la unidad de la vida [...] la historia del hombre sobre la tierra fue para ellos el relato de su camino hacia la redencin. Crean, adems, que las condiciones maduraban ante sus ojos hacia una armona completa de todos los elementos del sistema social. Consideraban, pues, su deber, advertir a sus congneres sobre su condicin de agentes dentro de una unidad progresiva e intencional, a travs del tiempo y del espacio (Talmon, 1969: 470-471).

VOLUNTAD DE CONGREGAR Por lo que respecta al segundo componente: la voluntad de congregar, vemos que se refiere a la decisin de privilegiar la esfera de lo poltico, o mejor, de lo mtico-poltico, como instancia jerrquicamente superior, en cuanto medio activo para alcanzar el ideal utpico, pues, a travs de la actividad proselitista y organizativa se posibilita unir las voluntades necesarias para crear la sociedad justa. Se trata tanto de una tarea moral como poltica, as, el concepto de poltica debe ser entendido en su sentido ms amplio. La poltica se convierte, de esta manera, en puro instrumento de la finalidad: en medio de realizacin de la utopa. La voluntad de congregar consiste en organizar el proceso que conduce a la coronacin del bien, de ah que el centro de la actividad se dirija a la misin de unir a los hombres en torno al ideal de salvacin, de reorganizar el cuerpo social, en funcin del objetivo utpico, adquiere la forma de la lucha contra la ignorancia y el mal. El periodo que precede a la utopa y corresponde al de la voluntad de congregar, pertenece al tiempo mtico de la catstrofe que anticipa la salvacin y es visto, casi siempre, bajo la forma de una guerra de aniquilacin. El Apocalipsis de San Juan es quizs el mejor ejemplo de la literatura mesinica que abunda en imgenes de catstrofes y guerras que anteceden al triunfo final

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del bien. Es tambin la fuente escatolgica original ms importante de la que se nutrieron todos los movimientos milenaristas cristianos de la Edad Media. El principal objetivo de la utopa es poner en movimiento a grandes masas humanas, de acuerdo con fines polticos que apuntan hacia un nuevo orden social. Como todos sabemos, la operacin de organizar, de transformar moralmente las estructuras sociales, constituye una tarea delicada: supone la creacin total de un nuevo orden de la existencia, una nueva Ley, una nueva jerarqua de los valores; puesto que no se trata, simplemente, del puro deseo destructivo de desorganizar lo existente. Para construir ese nuevo orden es necesario: dirigir y controlar a la nueva organizacin poltica, adecuarla al nuevo ideal, suprimir las viejas costumbres y combatir las viejas creencias, imponer las nuevas; en sntesis: gestar una nueva institucionalidad, una nueva manera de crear y recrear la vida. El poder se ejerce a partir de la autoridad que el discurso mtico otorga al lder mesinico. El smbolo polticoreligioso opera aqu como la fuente del poder, desempea la funcin del universo concentracionario, estableciendo el contenido y la modalidad de la organizacin poltica.

IDEAL DE SALVACIN En el ideal de salvacin tenemos el fundamento escatolgico de las luchas de purificacin y liberacin del mal. Lo que se busca es salvar a los hombres del mal, de la injusticia constitutiva del presente. El mal ha surgido en un momento determinado de la historia, pero desaparecer despus de una gran catstrofe que traer consigo la salvacin. En todas las religiones e ideologas polticas mesinicas la presencia duradera y profundamente enraizada del mal funda la razn de ser del ideal de salvacin: el mal es la condicin de posibilidad y el fundamento de la visin proftica salvadora, que surge para combatirlo. Sin mal no hay salvacin. Este es un problema que ha sido muchas veces descuidado, slo la impiedad, la opresin y la explotacin justifican el movimiento mesinico, el levantamiento revolucionario. De esa manera, el ideal de salvacin aparece como necesidad, como imperativo en medio del terreno corrompido por lo maligno. Incluso entre las huestes mesinicas de salvadores hay que combatir la corrupcin, producto de la sociedad infectada por el mal. De ah las purgas y purificaciones constantes que hay que llevar a cabo, an entre las filas de los salvadores, de ah la importancia de la figura del enemigo y del mal.

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Una forma de gnosticismo ha desarrollado una escatologa explcita y coherente, el maniquesmo, que teoriza el dualismo entre el Bien y el Mal, la Luz y las Tinieblas, cada una de estas entidades tiene su propio Prncipe o Dios. El mundo ha nacido de la separacin de los dos principios, y su historia es la de su lucha en lo exterior y en el interior del hombre, es la lucha entre materia (o carne) y espritu. Despus del gran trabajo final, el mundo [...] ser destruido y la luz, definitivamente separada y, victoriosa sobre las tinieblas, reinar eternamente (Le Goff, 1991: 59-60).

Para el mesianismo la idea de la separacin del bien y el mal es fundamental, su oposicin, su carcter absoluto: la formacin de dos campos claramente distintos que luchan entre s hasta el final, hasta la completa erradicacin del mal. Este dualismo, presente con ciertas diferencias especficas en cada una de las vertientes del mesianismo, es incapaz de concebir al bien y al mal como relativos, es incapaz de verlos confundindose uno con el otro, transformndose el bien en mal y viceversa. Esta idea de la lucha del bien contra el mal como fundamento de la historia aparece con toda claridad, por vez primera, en la religin de Zoroastro:En primer lugar, [Zoroastro] tuvo una visin imprevista: percibi un campo de batalla donde se enfrentaban dos ejrcitos, en los que reconoci las fuerzas del bien y del mal; los justos vestan de blanco y blandan las armas de la luz y sus adversarios combatan con el armamento de la duda y de la mentira. Los justos lograron la victoria y Zoroastro comprendi intuitivamente que este mundo es efectivamente el campo de batalla del bien y del mal [...] La victoria total de las fuerzas del bien implicara, al producirse [...] la aparicin de una nueva edad de oro [...] durante la cual el universo entero se convertir en una especie de luz divina [...] (Varenne, 1989: 39).4

Este concepto dualista supone una guerra de aniquilacin en la cual las fuerzas del mal deben ser destruidas, lo que encierra un gran peligro y justifica la violencia contra el enemigo, quien quiera que sea ste. Infinidad de crmenes cometidos por los movimientos mesinicos han sido justificados de esa manera. Al ideal de salvacin est unida, ntimamente, la voluntad de sacrificio: la vida, ya sea de manera parcial o total, se sacrifica en aras de la salvacin y se subordina a las condiciones impuestas por la actividad poltica, cualesquiera que stas sean, pues conducen a la liberacin, a la sociedad ideal. Este gesto de sacrificio, aparentemente generoso y desinteresado es el que pone de manifiesto de manera ms clara el componente nihilista de los movimientos mesinicos. Arraigada en una ontologa que privilegia la vida futura sobre la4

Sobre las fuentes para el estudio del zoroastrismo consltese a Boyce (1990).

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presente, que separa y opone el espritu al cuerpo, que subordina la vida a un ideal superior, la voluntad de sacrificio impone al cuerpo de los militantes de la salvacin las ms rigurosas privaciones y castigos, a manera de prueba beatfica de su fe.

ESCATOLOGA Y MODERNIDAD La historia poltica de Occidente es la historia del mito escatolgico, desde la reforma religiosa de Zoroastro en el antiguo Irn, hasta las revoluciones modernas basadas en la idea de una historia progresiva y una utopa racionalista. Es indispensable ver el sentido oscuro, oculto y profundo de nuestra historia, que repite la multiplicidad de lo mismo al infinito. La historia moderna es, en ese sentido, una historia ladrona: rob las figuras y los motivos a las antiguas mitologas. De los mitos teognicos que relataron las hazaas de los dioses y los hroes, in illo tempore, y de los mitos escatolgicos que profetizaron el fin de los tiempos, copi los temas, los conceptos, las estrategias discursivas y el sentido trascendente que fueron reinterpretados y reorientados por el discurso moderno para dotar de fundamento a la poltica. A partir del medioevo, las sectas milenaristas y los levantamientos populares, campesinos y urbanos, concibieron nuevas utopas basadas en los mitos escatolgicos de la antigedad para dotar de contenido y fuerza a sus reivindicaciones polticas, para ganar consenso y adeptos y acrecentar lo que von Clausewitz llam el elemento moral de la guerra. Esto no fue siempre un acto consciente y estuvo mezclado, todas las veces, de multitud de creencias populares. Las figuras del mito apocalptico cristiano fueron utilizadas por los movimientos milenaristas medievales tanto para fijar la imagen de un salvador escatolgico en algn personaje poltico, como el emperador Federico II (siglo XIII), de quien se deca que era el Emperador Mesas de los ltimos das, como para caracterizar y estigmatizar a sus enemigos con el epteto del Anticristo (cfr. Cohn, 1981; Le Goff, 1991). Autores como Joaqun de Fiore con su obra Expositio in Apocalypsim (1195) sentaron las bases tericas y propagandsticas para que los movimientos herticos y las sublevaciones polticas adoptaran las metforas y las ideas apocalpticas para sus fines polticos. Hacia el final del cuatrocientos, en la ciudad de Florencia, el predicador Savonarola actualiz el mito apocalptico dndole un nuevo sentido:

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Me parece afirma Le Goff que el movimiento savonaroliano aport dos importantes novedades a la escatologa: ante todo, rompiendo con el agustinismo (y ms o menos tornando a la tradicin de tipo judaico de una nueva Sin, identificada no con una ciudad, sino con un pueblo), Savonarola ha querido mostrar que el Milenio poda instaurarse en un lugar que no perteneca necesariamente a los lugares tradicionales del profetismo judeocristiano: Jerusaln o Roma; en segundo lugar, se trata del primer intento de realizar una utopa poltico-religiosa [...] Pero al movimiento savonaroliano le ha faltado un aspecto esencial de la escatologa moderna [...] la unin del espritu revolucionario con el quiliasmo. La base social y el programa poltico de Savonarola nada tenan de revolucionario (Le Goff, 1991: 74).

En el siglo XVI el movimiento encabezado por Thomas Mnzer dio lugar a que, si no por primera vez, s de una manera inequvoca, las reivindicaciones sociales de los campesinos se vincularan con un movimiento poltico clasista y revolucionario de inspiracin religiosa, fundamentalmente escatolgica. Mnzer haba sido un sacerdote catlico que se convirti a las ideas de la Reforma, pero muy pronto entr en conflicto con Lutero y lo acus de ser la Bestia del Apocalipsis. Mnzer concibi su propia utopa poltica como un signo admonitorio de la llegada del reino de Dios (cfr. Bloch, 1968). El ltimo eslabn de la cadena que une a los movimientos religiosos escatolgicos con las revoluciones laicas de la era moderna y, por cierto, uno muy importante, es la Revolucin puritana inglesa del siglo XVII. Es decisiva porque fusiona el milenarismo y, en general, la escatologa apocalptica con la idea moderna de progreso. Nisbet considera que la Revolucin Puritana del siglo XVII es sumamente importante para la continuidad del pensamiento religioso y sus grandes metforas dentro de las nuevas ideas modernas. Muestra la manera en la cual esa poca fue marcada por el predominio de figuras religiosas en el discurso filosfico y cientfico, rasgo predominante an entre los ms notables cientficos y filsofos de la poca. Con anterioridad, Nietzsche, Weber y Merton se haban referido a la importancia decisiva del puritanismo en la gnesis de la modernidad. Nisbet dice al respecto:Me refiero [...] a la revolucin poltica y social, pero sobre todo a la revolucin intelectual artstica y cientfica especialmente fomentada por la corriente puritana. Para la reaparicin de la idea moderna de progreso no hubiera podido producirse ninguna combinacin tan favorable como la que se produjo entre la fe en las ciencias y las artes por un lado, y por otro en la creencia en la proximidad del Milenio y la confianza en que la evolucin de las ciencias y las artes aceleran su llegada [...] He subrayado varias veces en este libro la trascendencia que tiene la presencia de dos elementos esenciales de la idea de progreso: el primero fue introducido por los griegos y consiste en la importancia concedida a los avances artsticos y cientficos; el segundo, ideado por San Agustn a partir

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de la fusin del mesianismo judo y la idea de despliegue y crecimiento tomada de los griegos, constituye la filosofa cristiana de la historia y no hace hincapi en los avances materiales sino ms bien en la felicidad espiritual que gozar la humanidad antes del juicio final y la vida eterna. Lo notable de la concepcin puritana del progreso es que une con claridad y firmeza estos dos elementos, por primera vez en la historia del pensamiento occidental (Nisbet, 1991: 182-185).

En la modernidad el concepto de revolucin ocupa el lugar del mito escatolgico. Ms an, incorpora elementos de los mitos teognicos y cosmognicos. Por una parte, La Revolucin, como concepto histrico, ocupa el lugar del mito de origen, en el sentido de concebirse como el suceso que funda la nacin. Toda pregunta sobre el origen de la nacin nos remite, invariablemente, a la gesta histrica, a la revolucin de la que el nuevo Estado surgi. En un sentido ms general, configura toda la nocin de la historia como desarrollo de la humanidad hacia un fin predeterminado (teleologa). Ese fin slo puede ser alcanzado por medio de la revolucin. Por otra parte, la epopeya de esa gesta heroica, sustituye a los mitos teognicos que narran las hazaas de los dioses y los hroes. Los hroes nacionales y los revolucionarios universalistas ocuparn, ahora, el lugar de los hroes mitolgicos. De la misma manera, el mito escatolgico y el mito del hroe, con todos sus componentes, impregnan el discurso de la historia revolucionaria. Desde 1789 todas las revoluciones son esencialmente iguales. El mito fundador de la modernidad es el mito de la revolucin: 1789 inaugura todo, la Revolucin Francesa es, indudablemente, el paradigma:Basta ver en ella, en vez de una institucin nacional, una matriz de la historia universal para devolverle su dinmica y su poder de fascinacin. El siglo XIX crey en la Repblica. El siglo XX cree en la Revolucin. En ambas imgenes se encuentra el mismo acontecimiento fundador (Furet, 1980: 15-16).

Furet, que se dedica a pensar la Revolucin Francesa, lo ve perfectamente claro:Slo a partir de 1789 la preocupacin de los orgenes que domina cualquier historia nacional, se concentr precisamente en la ruptura revolucionaria [...] De esta manera la historia de la Revolucin tiene como funcin social la de conservar este relato de los orgenes (ibidem: 12-13).55 En Mxico, somos doblemente deudores del concepto de revolucin en lo que a la gnesis de nuestra nacin se refiere, puesto que nuestra historia la hace surgir de la revolucin Insurgente de 1810-1821 y de nuevo la instaura con la Revolucin de 1910-1917.

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Debemos pensar, en el sentido heideggeriano del trmino, el concepto de Revolucin pues, ya sea que la glorifiquemos o que la condenemos, seguiremos estando atrapados en las redes de su mitologa, a menos que realmente reflexionemos crticamente acerca de su significado. Como muestra Furet, el drama iniciado con la Revolucin Francesa contina escenificndose, generacin tras generacin, alrededor de los mismos smbolos, en la continuidad del recuerdo transformado en objeto de culto o de horror (ibidem: 17). La revolucin de 1789 inaugura la participacin activa de la gran masa en poltica. Fenmeno que con suspicacia percibi por primera vez Carl von Clausewitz. Aparece en ese momento el mito especficamente moderno de la historia: el mito del sujeto. Ese mito nos dice que el hombre puede hacer la historia. El hombre puede tomar el destino en sus manos, idea fundamental que se asocia con los conceptos de autoconsciencia y autoemancipacin. Gracias al nuevo mito de la revolucin, la historia moderna y su dinmica adquieren el mismo sentido de certeza que los dogmas y objetos de fe como el Juicio Final posean en la Antigedad y la Edad Media. Pero esta nueva fe se dirige ahora hacia las cualidades activas y creadoras de los seres humanos, a sus capacidades de transformar el entorno natural y social. En su Teora de la revolucin, Kurt Lenk (1987: 22) dice que despus de la Revolucin Francesa, ni la historia ni la vida social pueden ser concebidas como el resultado ciego del destino. Se entienden, desde entonces, como un proceso evolutivo condicionado por la actividad humana: los cambios sociales y, en particular, las revoluciones, aparecen como el producto de la accin consciente de los seres humanos. El mito de la revolucin tambin da sentido a la historia al vincular el origen mtico, tanto nacional como universal, con el fin de la historia, la realizacin de la sociedad ideal, de la cual la revolucin es su principal medio. La revolucin es, vista as, un retorno al origen, una nueva instauracin de la Edad de Oro arquetpica, presente en el imaginario de toda sociedad. De ah el increble poder de las revoluciones sobre las voluntades; de ah su capacidad para regular la vida, para decidir sobre la vida y la muerte. El poder revolucionario se ejerce en funcin de este substrato mtico profundo y sus smbolos. El Estado revolucionario se vale del gran smbolo de La Revolucin y su haz de significaciones en tanto que verdadero intrprete para agrupar a las masas bajo su mando y hacer uso del poder en su nombre. Hemos visto la manera en la cual han sido influidas las ideologas polticas modernas por las estructuras mticas antiguas que fundaron el mbito de la poltica y las representaciones del Estado, en las sociedades tradicionales. En particular, las ideologas polticas estructuradas del siglo XX han asumido

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las funciones educativas, morales y de formacin del imaginario social que desempeaban los sistemas mitolgicos en las sociedades arcaicas (cfr. Cassirer, 1968; Talmon, 1969). La pregunta fundamental que nos planteamos en relacin con este tema es la siguiente: podemos establecer semejanzas funcionales entre los mitos polticos tradicionales y las ideologas polticas modernas? La respuesta afirmativa a esta pregunta supone una poderosa continuidad, en el curso de la historia, que regira el funcionamiento de las estructuras simblicas profundas, supone la parcial sustitucin funcional de los mitos por las ideologas polticas de la modernidad. Veamos cmo ocurre eso. Las ideologas pretenden dar forma tanto al aspecto explcito y consciente de la identidad colectiva, a travs de las racionalizaciones de la poltica, como a los aspectos inconscientes e implcitos que corresponden al mbito del simbolismo profundo. Los dos aspectos forman parte de sus estrategias discursivas que incluyen los sistemas de propaganda, el adoctrinamiento y la educacin. Las ideologas polticas modernas proponen una solucin radical a los problemas fundamentales de la vida social: cmo vivir, cmo ser, qu camino seguir. En ese sentido, contienen una perspectiva tica, una tarea moralizadora que supone un proyecto de reorganizacin social como medio de poner fin a los males del presente llmense estos: explotacin, injusticia, opresin, crisis espiritual. Todas las ideologas polticas mesinicas parten de la negacin del mundo actual y de la proposicin de un cambio radical en la organizacin social, idea que supone que los seres humanos son moldeables de acuerdo con ciertos principios y, por lo tanto, deben ser transformados: perfeccionados. Las ideologas prometen cumplir los anhelos humanos de seguridad, progreso material, igualdad poltica, justicia social y la erradicacin del mal. En la base de estas ideologas encontramos una filosofa de la historia pretendidamente totalizadora. Ya sea que sta se fundamente en las leyes de la naturaleza (como en el nazismo) o en las leyes de la historia (como en el marxismo-leninismo), las consecuencias son semejantes. Podemos ver la manera en la cual, a mediados del siglo XIX, aparecieron, paralelamente, dos filosofas de la historia que dieron origen a las dos grandes ideologas totalitarias del siglo XX. Por un lado el reduccionismo economicista de Karl Marx que entendi la historia universal como la historia de la lucha de clases y, por el otro, el reduccionismo biolgico de Joseph Arthur Gobineau, que interpret toda la historia a partir de la idea de la diferencia racial y de la lucha entre las razas.6 Lo sorprendente de este paralelismo se encuentra en las6 Toda proporcin guardada pues, mientras que Marx fue un gran pensador, Gobineau fue un mediocre prestidigitador de ideas.

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coincidencias conceptuales de estas dos teoras, aparentemente diferentes y opuestas. Semejanzas que ha demostrado plenamente Hanna Arendt, cuando explica que, desde la perspectiva de su filosofa, el darwinismo y el marxismo parten de las mismas premisas lgicas y llegan a conclusiones semejantes, en ambos, la idea de un progreso inexorable es el concepto matriz de la biologa y de la historia, as:[...] el movimiento de la Naturaleza y el movimiento de la Historia son uno y el mismo. La introduccin de Darwin del concepto de la evolucin en la Naturaleza, su insistencia de que, al menos en el campo de la Biologa, el movimiento natural no es circular, sino, unilineal, desplazndose en una direccin indefinidamente progresiva, significa, en realidad, que la Naturaleza [...] est siendo arrastrada en la Historia, que a la vida natural se la considera histrica. La ley natural de la supervivencia de los ms aptos es, pues, una ley histrica, y puede ser utilizada tanto por el racismo como por la ley marxista de las clases ms progresistas. La lucha de clases de Marx, por otra parte, como fuerza impulsora de la Historia es slo la expresin exterior de la evolucin de las fuerzas productivas, que a su vez tienen su origen en el poder del trabajo de los hombres. El trabajo, segn Marx, no es una fuerza histrica, sino una fuerza natural biolgica liberada a travs del metabolismo del hombre con la Naturaleza, por la que reproduce su vida individual y reproduce la especie (Arendt, 1987: 687).

Arendt no es la nica que ha insistido en esta relacin entre marxismo y darwinismo, en su exhaustivo estudio sobre el concepto de progreso, Robert Nisbet escribe:Feuer ha demostrado de forma definitiva, en mi opinin, que aunque Marx no escribi nunca a Darwin pidindole permiso para dedicarle uno de los volmenes de El capital, qued profundamente impresionado por Origin of Species y declar que este libro le proporcion una base en las ciencias naturales para la lucha de clases en la historia. Es ms, como ha sealado Feuer, Marx dijo claramente en su prefacio a El capital de 1867 que desde su punto de vista la evolucin de la sociedad apareca como un proceso de evolucin natural. Concluye Feuer que no hay ninguna visin en la historia que la entienda como el proceso de realizacin de la esencia humana, que vaya tan lejos como la que funda la lucha de clases en los impulsos biolgicos (Nisbet, 1991: 360).

Esas premisas tericas que sustentan el discurso de las ideologas polticas modernas se convierten en principios trascendentes absolutos a partir de los cuales se fundamentan todas las acciones polticas. Lo que establece una perspectiva totalmente diferente a partir de la cual se legitima la poltica. Debido a que toda accin poltica tiene el fin mesinico del cumplimiento del destino de la humanidad, de su elevacin a un estadio de civilizacin superior,

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las acciones polticas llevadas a cabo por los movimientos y gobiernos totalitarios son considerados como pertenecientes a un orden superior de jerarqua que los justifica, por encima de cualquier orden social establecido. Fundamentalmente, las ideologas cumplen con la tarea de alimentar el imaginario social con conceptos y figuras para la representacin de lo poltico. En la perspectiva de la sustitucin funcional, por medio de la cual las ideologas parecen ocupar el lugar de los antiguos mitos, podemos comprender la funcin de las primeras para crear estructuras imaginarias que sustituyen a la antigua cosmovisin. Las ideologas polticas modernas crean un sistema de identidad referido a un proyecto colectivo. Para ello producen un lenguaje propio y conceptos para interpretar y explicar la realidad. El establecimiento de un lenguaje y un sistema interpretativo comn, sirve para identificarse con un colectivo en formacin y continuo crecimiento. En ese sentido, un aspecto fundamental de las ideologas es su aspiracin a convertirse en movimientos de masas y, como sabemos, la voluntad de la masa es siempre la de crecer (cfr. Canetti, 1981). Las formas de identidad colectiva que fabrican las ideologas suponen la creacin de nuevos valores que van a definir los parmetros de constitucin de la verdad y lo verdadero, nuevas reglas para las relaciones sociales, nuevos ideales y objetivos en los que se debe creer; nuevos conceptos acerca de la vida social, a partir de los cuales se evala el sentido de lo poltico. Crean, de esa manera, los condicionamientos sociales y conceptuales a los que los miembros del grupo deben someterse y referirse constantemente, reforzando el sistema de identidad. Las ideologas crean el aparato simblico que permite la formacin de una colectividad en torno a ciertos objetivos definidos, en torno a ciertas ideas, conceptos y representaciones de la realidad (smbolos colectivos) y ciertas prcticas de grupo (rituales). A partir de esto se crea una nocin gregaria y una especie de juramento colectivo que unifica, que crea un sentido de pertenencia a un proyecto, a un destino comn. Simultneamente, este sistema de identidad colectiva es un medio por el cual el grupo juramentado se diferencia de los otros. Las ideologas funcionan como un sistema de control poltico. Se constituyen en universos concentracionarios que obligan a la constante referencia a unos conceptos, valores, cdigos y rituales que se refuerzan, permanentemente, encerrando a sus miembros en un sistema de regularidad, relativamente cerrado y artificial. De cualquier forma que se constituya la institucionalidad poltica, sta implica, necesariamente, un sistema de regulacin y control de la

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vida cotidiana, un orden reglamentado de la reproduccin social, sometido a los valores morales sustentados por la ideologa. El sistema de identidad se funda tambin en el concepto de territorialidad. El territorio opera como un smbolo por medio del cual se define el espacio propio y el de los otros; un smbolo a travs del cual se crea la imagen, la figura propia y la del enemigo. En el centro de toda estrategia de identidad est la idea de territorialidad. ste es un concepto tan antiguo como la primera comunidad humana. Aunque el comportamiento territorial existe entre los animales, en los seres humanos est asociado a un profundo simbolismo. Para las sociedades tradicionales, el acto de fundacin del espacio habitable es un suceso sagrado, una continuacin de la cosmogona. Fundar el espacio habitable es completar la obra de los dioses, incorporar un territorio al cosmos, crear un microcosmos. El espacio habitado por la comunidad es, as, un espacio sagrado, opuesto a las tierras indmitas o extraas que pertenecen al caos, al otro. El territorio define nuestra identidad y, a la vez, nuestra diferencia con los otros. En la mayora de las sociedades antiguas, como en la griega, por ejemplo, la expulsin de alguno de sus miembros de la comunidad era un castigo terrible que equivala a la muerte. Esta asociacin indisoluble entre el territorio y la identidad colectiva es algo que contina funcionando en nuestros das y que los nuevos fundamentalismos tnicos han exacerbado. El comportamiento territorial tiene una profunda raz mitolgica (cfr. Eliade, 1979; 1989). A partir del fin de la Primera Guerra Mundial, la nueva definicin de las naciones-Estado que provoc el nacimiento de fronteras y de una clara delimitacin territorial y, en consecuencia, de una diferenciacin tambin lingstica, histrica y cultural, ejemplifica el desarrollo de algunas de las coartadas ideolgicas que sirvieron para justificar las acciones polticas y militares de la Segunda Guerra Mundial. Las estrategias discursivas de ese periodo definieron sus nuevas nociones de territorialidad, fabricando racionalizaciones sobre su derecho al dominio mundial, como en el nazismo, o las pretensiones bolcheviques de dirigir y controlar el proceso de cambio social a escala planetaria, a partir del mito de la revolucin proletaria mundial y de la preeminencia de la revolucin rusa dentro de ese proceso. Se establecieron as, diferencias profundas entre las naciones, a partir de sus respectivos proyectos ideolgicos. Cada nacin produjo su propia imagen, su sistema de identidad y su proyecto de sociedad. En sus manifestaciones extremas como el nazismo la idea de nacin se emparent con la de raza y su concepto derivado: la pureza racial, vinculndose, en consecuencia, al territorio, a la lengua y al mito de

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un origen comn, de un pasado heroico y de un destino nico y privilegiado como rector y gua de todos los dems pueblos. En dos de las ideologas polticas ms influyentes del siglo XX, el marxismo y el fascismo, encontramos fuertes componentes mesinicos que tienen su origen en el mito escatolgico. Veamos cada una de ellas por separado.

EL MITO ESCATOLGICO EN EL MARXISMO Estamos habituados a asociar la teora de Karl Marx con el discurso cientfico. Efectivamente, la intencin cientfica de Marx es muy definida y su obra muestra el rigor de una lgica argumental implacable, heredada de la Lgica de Hegel (cfr. Rosdolsky, 1978). Marx no slo concibi su produccin intelectual como un estudio cientfico de la sociedad, sino incluso estudi ciencias naturales y emul la investigacin cientfica. Particularmente admir a Charles Darwin y, aunque nunca le escribi pidindole permiso para dedicarle uno de los volmenes de El capital, qued profundamente impresionado por El origen de las especies y declar que este libro le proporcion una base en las ciencias naturales para la lucha de clases en la historia (Nisbet, 1991: 360). Sin embargo, junto a su definida intencin cientfica, y quizs por debajo de ella, se encuentra una fuerte voluntad mesinica que lo relaciona con la tradicin religiosa de la civilizacin occidental. Esta caracterstica del discurso poltico marxista lo sita dentro del horizonte del milenarismo, heredado de las religiones monotestas de Asia occidental: judasmo, zoroastrismo y cristianismo. Observado desde tal perspectiva, el marxismo aparece sobrecargado de elementos mticos. Anuncia el fin de este mundo y el principio de una era de abundancia y perfeccin, las sociedades occidentales no tienen nada comparable con el optimismo del que da muestras la escatologa comunista, de manera similar a los milenarismos antiguos. Las creencias religiosas en las cuales el mesianismo desempea un papel fundamental no fueron ajenas a Marx. Tanto su padre como su madre provenan de familias de rabinos. Debido a los prejuicios antisemitas de la Prusia decimonnica, el padre de Marx se vio obligado a convertirse al protestantismo en 1816 o 1817, para poder continuar ejerciendo su profesin de abogado. Sus hijos fueron bautizados en 1824. De modo que las ideas religiosas judas y cristianas fueron bien conocidas por Marx desde su infancia. En su adolescencia, una voluntad de salvacin se manifestaba abiertamente, cuando escriba en 1835: La naturaleza del hombre est constituida de tal forma que

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slo puede alcanzar su perfeccin actuando en pro del bien y la perfeccin de la humanidad (en Rubel, 1972). Lo fundamental del proyecto terico de Karl Marx consisti en intentar demostrar cmo las contradicciones internas del capitalismo lo conduciran, inevitablemente, a su destruccin, en manos de la clase revolucionaria del proletariado. Con la abolicin del trabajo asalariado vendra el fin de la historia, tal como la conocemos. De las ruinas de la sociedad burguesa surgira una sociedad sin clases y sin explotacin, dentro de la cual se transitara, del gobierno de los hombres a la administracin de las cosas, en el ejercicio de la verdadera libertad. As, podemos ver que el marxismo no es, como se ha pretendido, un puro sistema terico. Al ser tambin portador de un sistema de valores ticos y constituir una escatologa materialista, cumple una funcin equivalente a la de los sistemas mitolgicos del pasado.7 No debemos olvidar que la idea fundamental del marxismo ha sido la de transformar al mundo: lograr la autoemancipacin de los hombres, alcanzar la solucin final de la historia. Al plantearse un problema tal, el marxismo se propuso resolver una cuestin que haba sido un tema esencial de la especulacin metafsica. Heidegger ha demostrado que abordar una pregunta metafsica significa entrar plenamente dentro de su campo problemtico, quedando preso de sta pues, tanto el lenguaje como la lgica misma con la que se enuncia e intenta resolver dicha pregunta, estn condicionados por ella. Toda pregunta metafsica abarca ntegro el problematismo de la metafsica; ninguna pregunta metafsica puede ser formulada sin que el interrogador, en cuanto tal, se encuentre inmerso en su consistencia terica, sin que vaya l mismo envuelto en ella (Heidegger, 1979). Esta misma idea puede enunciarse de otra manera: es propio de la metafsica el formular una pregunta tal. El emplazamiento metafsico de base, que est en el centro de la teora marxista, es lo que ha llevado a autores como Louis J. Halle a decir que el marxismo ofreci una solucin a las necesidades del hombre de las ciudades modernas de contar con un nuevo cuerpo de creencias, una religin de la era industrial. Con un sentido semejante, Howard L. Parson compara a Karl Marx con los profetas de las grandes religiones monotestas, mientras que Abram L. Harris seala que la idea cristiana de salvacin de la humanidad y la marxista de la liberacin humana poseen una similitud funcional (en Wessell, 1984: 2 y ss.). Arnold Toynbee7 Materialista, por oposicin al idealismo hegeliano, que ve en la Idea el demiurgo del mundo real (Marx).

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(1980) propone una semejanza temtica y conceptual entre la teora marxista de la historia y el mesianismo apocalptico judo. Robert Nisbet afirma que en el siglo XIX no existi otro pensador de importancia en cuya obra aparezca de forma tan evidente como en la de Marx la concepcin de un progreso inexorable, irreversible y gradual de la humanidad hacia la edad de oro (ibidem: 360). Desde los aos cincuenta, Mircea Eliade haba explicado en detalle lo que l quera decir cuando hablaba de la estructura mitolgica del comunismo y su sentido escatolgico:Marx recoge y contina uno de los grandes mitos escatolgicos del mundo asitico mediterrneo, a saber: el del papel redentor, del Justo (el elegido, el ungido, el inocente, el mensajero; en nuestros das, el proletariado), cuyos sufrimientos son llamados a cambiar el estatuto ontolgico del mundo. En efecto, la sociedad sin clases de Marx y la desaparicin subsiguiente de las tensiones histricas encuentran su ms exacto precedente en el mito de la Edad de Oro que, segn mltiples tradiciones, caracteriza el comienzo y el fin de la historia. Marx ha enriquecido este mito venerable con toda una ideologa mesinica judeocristiana: por una parte un papel proftico y la funcin soteriolgica que asigna al proletariado; por otra, la lucha final entre el Bien y el Mal, que puede parangonarse sin dificultad con el conflicto apocalptico entre Cristo y el Anticristo, seguida de la victoria decisiva del primero. Es incluso significativo que Marx vuelva a echar mano, por su cuenta y riesgo, de la esperanza escatolgica judeocristiana de un fin absoluto de la Historia (Eliade, 1979: 173-174).

A la muerte de Marx, su teora se convirti en un sistema de pensamiento totalizador y omnicomprensivo: materialismo dialctico-histrico, marxismo-leninismo. Obra que fue iniciada por el propio Engels y continuada por Kautsky y Lenin, as, punto por punto, las coincidencias del comunismo con el mesianismo tradicional se hicieron ms numerosas y consistentes, en tanto se transformaban en un sistema dogmtico. Desde nuestro punto de vista, el sentido mitolgico del discurso de Marx y sus epgonos radica en las semejanzas temticas, simblicas, conceptuales y estructurales que existen en relacin con el mito escatolgico de las religiones monotestas originarias de Asia occidental, as como la inclusin del mito del hroe dentro de la lgica imaginaria del mito escatolgico: 1) Primero tenemos la idea de una Edad de Oro originaria, de una comunidad humana en el origen de los tiempos (comunismo primitivo) que fue paulatinamente destruida por la aparicin de la propiedad privada, la familia como ncleo social fundamental y el Estado, con sus jerarquas polticas. He ah el origen del mal: la aparicin de la propiedad y, consecuentemente, de la sociedad dividida en clases.

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2) El paso de la edad de oro original a la sociedad ideal ltima, es visto como el despliegue de la historia a travs de diversas etapas histricas hasta alcanzar el fin: la sociedad sin clases. Esta forma de interpretar la historia humana ha sido, durante varios milenios, una constante dentro del imaginario religioso:La mayor parte de las religiones coloca una edad mtica, feliz si no perfecta, al inicio del universo. La poca primitiva [] se concibe como una edad de oro. A veces las religiones colocan otra edad feliz en el fin de los tiempos, considerndola ya como el tiempo de la eternidad, ya como la ltima edad antes del fin de los tiempos. En un cierto nmero de casos, y en particular en las grandes civilizaciones, la edad de oro inicial y la final estn enlazadas por una serie de periodos (Le Goff, 1991: 11).

3) La semejanza temtica y conceptual sustantiva entre el marxismo y el mito escatolgico consiste en la visin teleolgica de la historia. Tanto uno como el otro se sustentan en la idea de una ley universal de la historia que determina el sentido de su desarrollo, definiendo un principio, un conjunto de etapas para su despliegue y un fin predeterminado. Marx y Engels heredaron de Hegel el concepto teleolgico de la historia que es propio del mito escatolgico y que el mismo Hegel haba desarrollado a partir de la filosofa cristiana de la historia. Veamos como defini Hegel esa idea: A) En primer trmino vemos en la historia ingredientes, condiciones naturales, que se hallan lejos del concepto; vemos diversas formas del arbitrio humano y de la necesidad externa. Por otro lado ponemos frente a todo esto el pensamiento de una necesidad superior, de una eterna justicia y amor, el fin ltimo absoluto que es verdad en s y por s. B) Es necesario llevar a la historia la fe y el pensamiento de que el mundo de la voluntad no est entregado al acaso. Damos por supuesto, como verdad, que en los acontecimientos de los pueblos domina un fin ltimo, que en la historia universal hay una razn no la razn de un sujeto particular, sino la razn divina y absoluta. La demostracin de esta verdad es el tratado de la historia universal misma, imagen y acto de la razn. C) Los cristianos estn, pues, iniciados en los misterios de Dios, y de este modo nos ha sido dada tambin la clave de la historia universal. En el cristianismo hay un conocimiento determinado de la Providencia y de su plan. En el cristianismo es doctrina capital que la Providencia ha regido y rige el mundo; que cuanto sucede en el mundo est determinado por el gobierno divino y es conforme a ste. Esta doctrina va en contra de la idea del azar y contra la de los fines limitados [] Hay un fin ltimo,

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universal, la creencia de que la historia universal es un producto de la razn eterna y de que la razn ha determinado las grandes revoluciones de la historia, es el punto de partida necesario de la filosofa en general y de la filosofa de la historia universal (Hegel, 1989: 41-57). 4) Otra semejanza sustantiva entre el mito escatolgico y el marxismo consiste en la idea de un demiurgo o sujeto de la historia que la impulsa hacia su sentido final. Partiendo del concepto que ve a la historia como el desarrollo de la lucha de clases, en cada etapa se ver a determinadas clases sociales en tanto agentes del principio de la necesidad histrica, hacindola avanzar hacia su sentido final. De acuerdo con Marx, en la etapa actual, debido a su situacin peculiar dentro del sistema de reproduccin social, la clase destinada a llevar el desarrollo histrico hasta sus ltimas consecuencias sera el proletariado. En el Manifiesto del partido comunista, se dice que las condiciones materiales de existencia, su posicin dentro del proceso de produccin y, en trminos ms generales, las leyes de la necesidad histrica, obligan a los proletarios a cumplir con su misin histrica. 5) Finalmente, tenemos a la idea utpica, comn al mesianismo y al marxismo, de una sociedad futura ideal. De acuerdo con esa lgica, la revolucin proletaria mundial sera el comienzo de una nueva era en la historia de la humanidad que posibilitara la abolicin de todas las condiciones materiales de vida que han impedido, hasta ahora, el ejercicio de la verdadera libertad humana. Despus de un periodo de transicin, llamado dictadura del proletariado, en el cual se tomaran enrgicas medidas de reorganizacin de la sociedad, seran creadas las condiciones para el libre desarrollo de los seres humanos. Referidos a esta cuestin, citamos dos pasajes, el primero se encuentra en el resumen final del texto de Engels, titulado Del socialismo utpico al socialismo cientfico y el segundo pertenece al Manifiesto del Partido Comunista: A) Revolucin proletaria, solucin de las contradicciones: el proletariado toma el poder poltico, y, por medio de l, convierte en propiedad pblica los medios sociales de produccin [] Con este acto redime los medios de produccin de la condicin de capital que hasta ah tenan y da a su carcter social plena libertad para imponerse. A partir de ahora ya es posible una produccin social con arreglo a un plan trazado de antemano. El desarrollo de la produccin convierte en un anacronismo la subsistencia

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de diversas clases sociales. A medida que desaparece la anarqua de la produccin social, languidece tambin la autoridad poltica del Estado. Los hombres, dueos por fin de su propia existencia social, se convierten en dueos de la naturaleza, en dueos de s mismos, en hombres libres. La realizacin de este acto que redimir al mundo es la misin histrica del proletariado moderno (Marx y Engels, 1973: III: 159). B) Una vez que en el curso del desarrollo hayan desaparecido las diferencias de clase y se haya concentrado toda la produccin en manos de los individuos asociados, el poder pblico perder su carcter poltico [] En sustitucin de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, surgir una asociacin en que el libre desenvolvimiento de cada uno ser la condicin del libre desenvolvimiento de todos (ibidem: I: 129-130). En el texto de Engels correspondiente al inciso A) hemos subrayado las palabras redime y redimir del verbo redimir (ablsen) porque son trminos de origen religioso que poseen una connotacin esotrica muy importante para las religiones juda y cristiana. En el contexto de los Libros Profticos, la palabra redentor (goel) es utilizada para designar a Dios como vengador del oprimido o libertador de su pueblo (Isaas 41,14). El uso del trmino es muy preciso pues se halla en un contexto en el cual, por medio de la revelacin proftica, se confirma la alianza de Dios con el pueblo de Israel. El mismo trmino ser aplicado a Jess por la teologa cristiana, significando que es l quien libera a la humanidad del pecado. Con ese sentido aparece la palabra redencin en las Epstolas de San Pablo, (Romanos 3:24) y en (Mateo 26:28) donde Jess confirma la Alianza nueva que anunciaron los profetas y se atribuye la misin de redencin universal. En los tres casos (judasmo, cristianismo y marxismo) la accin de redimir se refiere a la nocin mesinica de la liberacin de la humanidad. Como hemos podido constatar, los temas y conceptos del mito escatolgico que aparecen en la obra de Marx y Engels no son referencias marginales sino que forman parte del ncleo esencial de su teora revolucionaria.

EL MITO ESCATOLGICO EN EL NACIONALSOCIALISMO Ms que de un discurso sistemtico y coherente, la ideologa nacionalsocialista, en Alemania, se vali de elementos aislados, de fragmentos de discursos

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diversos para elaborar su mensaje poltico: el mito del progreso, aspectos de las ideas socialistas, del nacionalismo estatista alemn, de las teoras racistas modernas, de la mitologa germnica antigua y de los mitos apocalpticos judo y cristiano. stos fueron ensamblados como si constituyesen una unidad discursiva, correspondiente a un proyecto poltico que se presentaba como la nica alternativa real a la crisis social alemana. Es muy importante tener claro que, funcional y estructuralmente, la ideologa nacionalsocialista era eclctica en su composicin e incongruente, lgicamente hablando. Doctrinas, mitos y smbolos fueron integrados y sometidos a un orden discursivo dominado por la arbitrariedad. El discurso nazi no intentaba ni quera regirse por los principios de racionalidad y sistematicidad cientificistas de los que se vanagloriaban la ideologa liberal y el marxismo. El nacionalsocialismo fue, esencialmente, un mtodo de propaganda que se aliment con todos los discursos que resultaron convenientes para la eficacia de su estrategia de dominacin. Los criterios de articulacin entre las partes del discurso obedecan a la lgica de la propaganda. Por eso no tena sentido alguno debatir en trminos racionales con un discurso tal. Lo que deba hacerse era: desmontar su lgica y explicar su funcionamiento. Sobre esta cuestin Hitler se manifest de manera explcita:Toda propaganda, en su contenido esencial, est tan lejos de ser ciencia, como lo est un cartel de ser arte [] Es tarea y propsito de la propaganda, no la educacin o entrenamiento cientfico de cada individuo, sino ms bien, la de atraer la atencin de las grandes masas hacia determinados hechos [] Pero como por su naturaleza misma la propaganda no puede ser ciencia, ya que su tarea primordial consiste ante todo en captar la atencin de las masas populares [] sus efectos tienen que ser dirigidos de modo casi exclusivo a mover las emociones, pasiones y sentimientos de las grandes masas humanas, no mezclando en la argumentacin o exposicin que se haga sino reducidas dosis de la llamada razn o inteligencia (Hitler, 1942: 228-229).

La forma eclctica y poco racional de su discurso no significa que el nazismo no se haya valido de la racionalidad para sus fines de dominacin y, muchas veces, de un racionalismo extremo como sucedi con el exterminio de sus enemigos en la guerra y el holocausto, para los cuales utiliz lo ms sofisticado de la tecnologa de su poca. Comenzaremos por analizar los temas y smbolos mticos de los que se sirvi el nazismo, como elementos medulares de su estrategia discursiva, para convertirse en un movimiento popular de masas que despert una lealtad fantica en cientos de miles de alemanes y que lanz a la humanidad a la peor

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catstrofe de la historia, caus la ms alta prdida de vidas humanas que ningn otra guerra haba provocado y el ms hondo sufrimiento. Tanto los idelogos del fascismo italiano como los del nacionalsocialismo alemn manifestaron repetidas veces la idea de presentar su ideologa con la figura del mito. Con esta apariencia de mito, el discurso poltico fascista serva, segn Mussolini, a la liberacin de los profundos instintos de un pueblo, inherentes a la fuerza vital misma, a su sangre o espritu. En 1922 Mussolini declaraba en su discurso de Npoles Hemos creado nuestro mito. El mito es una fe, es una pasin. No es necesario que sea una realidad. Es una realidad por el hecho de que es un aguijn, una esperanza, una fe, porque es coraje. Nuestro mito es la nacin, nuestro mito es la grandeza de la nacin! (Sabine, 1975: 639). De manera semejante, Alfred Rosenberg, el terico ms importante del nacionalsocialismo alemn, titul al libro que presentaba como fundamento del proyecto nazi: El mito del siglo XX. En su Introduccin escribi:Alcanzar el alma de la raza para la vida significa adquirir altos valores y, bajo el dominio de los nuevos valores, plantear su lugar orgnico en el Estado, en el futuro y en la religin. Esta es la tarea de nuestro siglo, arrancarle al mito de la vida un nuevo tipo de humanidad. Para ello se necesita valor. La audacia de cada uno de nosotros, la audacia de la totalidad del gnero, por supuesto que tambin la audacia de las futuras generaciones. Slo as el caos ser desplazado y un mundo nuevo, exento de cobarda, podr ser construido. Por ello, quien quiera ir adelante deber, incluso, inmolar a sus propios hermanos, dejndolos atrs. Quien tras de s lleva un largo andar en el bosque, debe dejar que los gobiernos transcurran. Quien aspire a lo alto no debe doblegarse ante nada y, frente a toda duda en relacin al hombre del primer reino alemn venidero, nicamente dir: yo estar ah (Rosenberg, 1939: 2).8

El nacionalsocialismo produjo un discurso plagado de smbolos, de figuras y temas mticos pertenecientes a las antiguas religiones germnicas, a la literatura apocalptica alemana medieval, al mito romntico del hroe y a la tradicin mesinica universal, orientados con un objetivo propagandstico y con un sentido que los desvirtuaba por completo. Se benefici con el prestigio de esas imgenes para potenciar su discurso y justificar sus acciones. Explot los temas que se refieren a los puntos de encuentro entre el ciclo del hroe y el mito escatolgico. El discurso ideolgico del nacionalsocialismo se estructur de modo que el mito racial fuera su centro, propagando la idea de guiarse por los sanos8

Traducido del alemn con la colaboracin de Blanca Solares Altamirano.

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instintos de la pureza racial para lograr el bienestar de los individuos y el desarrollo del poder nacional. Aseguraban que los pueblos se mantienen por instinto de rebao, que lo que los hace elevarse a la grandeza es su voluntad de superar las desventajas materiales y morales. El mesianismo racista nazi, destac la figura ancestral del guerrero como prototipo del hroe, utilizada por Hitler (cfr. 1942) para referirse a s mismo como el Mesas (cfr. Sabine, 1975: 635). Al mito del guerrero salvador se le relacion con el culto del Volk: el pueblo, la nacin. De esa manera el mito del hroe qued asociado con el destino y la misin de una raza y una nacin. El discurso nazi haca constante referencia a una meta remota y brillante, al deseo de acabar con los males de la poca, afirmando, una y otra vez, que con la voluntad y la accin, con la aspiracin de grandeza y teniendo como ideales: el herosmo, el sacrificio personal, el deber y la disciplina, sera posible cambiar al mundo. Como principales elementos del mito escatolgico en su discurso, destacamos los siguientes: 1) El anuncio de la llegada del Reich de los mil aos. 2) La supremaca de la raza aria sobre las dems razas. 3) El inicio de la lucha mesinica por la dominacin mundial, convocando al pueblo alemn a cumplir su misin por medio de una guerra de purificacin del corrupto mundo actual. 4) El lder como la figura heroica del Mesas enviado a redimir el mundo. 5) El mito del retorno a la Edad de Oro original que restablecera las antiguas tradiciones culturales de la raza aria. El concepto del Reich de los mil aos fue inventado por los idelogos del nazismo a partir de un smbolo religioso que aparece en el Libro del Apocalipsis, atribuido a San Juan. El trmino se refiere al Reino de los mil aos que es uno de los smbolos esenciales del Apocalipsis. En el contexto de la profeca apocalptica, ese reino, que supone el triunfo final del Bien, despus del primer combate escatolgico, se caracteriza por la realizacin suprema de los ideales cristianos del bien. Esto quiere decir que se trata de una nueva sociedad regida por completo de acuerdo con los principios de la moral, concebidos en trminos absolutos. La eleccin del trmino Reich de los mil aos no es casual, obedece al uso, plenamente consciente, de una metfora sumamente poderosa, dotada de un profundo arraigo en la cultura cristiana alemana y europea occidental. Todos los movimientos milenaristas en Alemania, de la Edad Media a la

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poca moderna, sustentaron su discurso en el Apocalipsis. Los ms conocidos fueron los movimientos que vieron en el Emperador Federico II al Reymesas apocalptico (siglo XIII) y la hereja revolucionaria de Thomas Mnzer (siglo XVI). Dentro de la cultura alemana encontramos numerosos ejemplos de literatura apocalptica, desde las primeras interpretaciones germnicas del mito bblico, hasta la poca moderna. Tambin dentro de la mitologa nrdica antigua existe la idea del fin de los tiempos. La escatologa germnica antigua llama a ese suceso mtico Ragnarok (destino de los dioses) y lo concibe como una lucha de aniquilacin y la posterior promesa del retorno del bien y la paz, simbolizados por el bondadoso dios Baldr, hijo de Oddhinn. El mito nazi copia la estructura del mito apocalptico, vulgarizndola, transformando su contenido, incluso, utilizndola contra los propios judos bajo una nueva forma racista y antisemita. Esta versin tergiversada recurre primero a la idea de una Edad de Oro en la cual la raza aria aparece como la fundadora de la cultura universal. Tiempo despus, el mal se hace presente en la historia, tiene su origen en la mezcla de razas y en la aparicin de los semitas como agentes de la decadencia de la humanidad que desvirtan el sentido original de la cultura aria. Para acabar con el mal y restablecer el orden y la armona es necesaria una vuelta a los orgenes arios, particularmente los germnicos. Conducidos por su lder-Mesas, los alemanes, encarnacin de lo mejor de la raza aria, tienen la misin escatolgica de fundar un imperio mundial que se levante sobre nuevos valores morales. Para que eso ocurra es necesario llevar a cabo una guerra de exterminio contra todos los que se oponen a ese imperio, en primer lugar, los judos. Habr adems que someter a todas las otras razas y naciones, consideradas inferiores, al gobierno del Tercer Reich. El periodo de guerra y violencia supone la expiacin y la purificacin del pasado para redimir a la humanidad de manera definitiva. Despus del triunfo mundial de la raza aria, llegar el esperado milenio: el Reich de los mil aos. De acuerdo con el mito nazi, la necesidad fundamental del siglo XX es la de una reforma moral, que restaure la fe en el honor, como virtud suprema de la persona, la familia, la nacin y la raza. De este modo, su idea de la nacin, asociada con el concepto racial, estatal y territorial, fundamenta el proyecto de la construccin de un poderoso Estado alemn, destinado a dominar al mundo. El Tercer Reich es visto como la culminacin de los valores germnicos, establecindose una continuidad ficticia con la tradicin imperial alemana que lo une con el Primer Reich (962-1806) y el Segundo Reich (1871-1918). Hitler (1942: 217-218, 171) presentaba a los germanos como los portadores de

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una Weltanschauung superior que deba imponerse por la fuerza y a la poltica como una guerra de visiones del mundo opuestas. Tanto el nazismo alemn como el fascismo italiano, destacan, ideolgicamente, la idea del herosmo como nocin central. El culto al hroe y a la nobleza heroica son elementos fundamentales de la ideologa nazi. Se presentan como una caracterstica intrnseca de la Weltanschauung aria. Segn el nazismo: el alma nrdica es heroica por naturaleza, sta es su cualidad autntica. El genio, el gran hombre y el hroe alemn tienen cualidades fsicas y morales superiores, por origen son guerreros valientes, tienen control de s mismos y energa para la accin. Son capaces de un esfuerzo inaudito para superar toda dificultad material o espiritual por un acto de voluntad (cfr. Hitler, 1942: vol. I, cap. 11: 367-387; Sabine, 1975: 643-646). Hitler es visto bajo la figura del guerrero por excelencia que tiene la misin de guiar al Volk, emprender la partida, enfrentar al enemigo judomarxista, defender las fronteras y afirmar el lugar del pueblo ario en el mundo. Su misin es realizar el ideal de salvacin, vencer al enemigo e instaurar el dominio del Reich de los mil aos. Para Hitler, el lder no debe ser un intelectual sino un psiclogo prctico y un organizador de hombres para la conquista poltico-militar (Sabine, 1975: 645). El modelo bsico del hroe nazi es el del guerrero, cuyas caractersticas se buscan tanto en la mitologa germnica como en la literatura y la historia alemanas. Se recupera la creencia germnica del valor fundamental del guerrero dentro de la sociedad, hacindose nfasis, nicamente, en el aspecto belicoso del arquetipo. El sistema ideolgico del nacionalsocialismo se estructur teniendo a la teora racial como su centro. El racismo fue la expresin fundamental de la ideologa nazi, sus conceptos esenciales y la idea mesinica de su misin universal se basaron en la lucha de razas y la supuesta misin histrica de la raza aria. El nacionalsocialismo convirti a los arios en la raza fundadora, la creadora original de la cultura:Todo lo que actualmente admiramos sobre la Tierra en la ciencia, en el arte, en la tcnica y en las invenciones son nada ms el producto creativo de unos cuantos pueblos o quizs originalmente de una raza (Hitler, 1942: 374).

La decadencia de la humanidad se debe, segn Hitler, a la mezcla de razas: Todas las grandes culturas del pasado perecieron solamente porque la raza originalmente creadora se envenen por el cruce con razas inferiores (ibidem: 375). La raza aria aparece confrontada con su enemiga: la juda.

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La anti-raza parasitaria escribe Alfred Rosenberg, idelogo del nazismo es la creadora de los venenos modernos: el marxismo, la democracia, el capitalismo y las finanzas, el intelectualismo estril, los ideales afeminados del amor y la humildad (en Sabine, 1975: 647; cfr. Hitler, 1942: vol. I, cap. 11: 387-405). As vistas las cosas, la solucin a los problemas de la humanidad radicaran en dos cuestiones: 1) reconstituir la pureza racial aria y 2) exterminar al enemigo judo: Es necesario acabar con las impurezas raciales y, sobre todo, con la raza destructora, causante principal del desorden al que nos hemos sometido (cfr. Hitler, 1942: vol.I, cap. 11: 367-405). La doctrina racista de Hitler divide al mundo en tres grandes grupos raciales: 1) la raza aria, creadora de la cultura, 2) las razas consideradas inferiores, portadoras de la cultura aria y 3) la juda, definida como la destructora de la cultura (ibidem: 376-377). El racismo nazi tiene su origen en las diversas teoras racistas europeas del siglo XVIII y XIX . Robert Nisbet (1991: 399), siguiendo la argumentacin de George L. Mosse, muestra cmo algunas ideas de la Ilustracin allanaron el camino al racismo: La fusin de estas dos obsesiones del Siglo de las Luces la ciencia y la superioridad greco-romana ayud a popularizar la utilizacin de medidas cientficas y otras pruebas en la determinacin de cules eran los pueblos modernos ms parecidos a los clsicos, y cules eran los menos parecidos y, por tanto, los ms atrasados (cfr. Liauzu, 1992: 40). La obra de mayor influencia en el racismo europeo fue la del francs Joseph Arthur Gobineau: Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas (1853-1855) (cfr. Gobineau, 1973: 41-192). En sta expone su idea principal, sosteniendo que el factor determinante del desarrollo histrico es el de la raza:Y as, de induccin en induccin, tuve que impregnarme de la evidencia de que el problema tnico domina sobre los otros problemas de la historia, que tiene la clave de stos y que la desigualdad de las razas, cuya fusin constituye una nacin, basta para explicar todo el encadenamiento del destino de los pueblos (ibidem: 45).

Curiosamente, fue tambin en este aspecto que Hitler plagi a Gobineau, pues su obra est regida por criterios semejantes de arbitrariedad argumental, mezclando groseros prejuicios con enunciados abstractos que nunca se demuestran o explican y con ejemplos de la historia que han sido deformados

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por completo para ser presentados como evidencias irrefutables. Siguiendo esa lnea de razonamiento, la ficcin racista del nazismo se convierte en una biologizacin de la historia. De acuerdo con esa lgica: todo progreso social tiene lugar mediante una lucha por la supervivencia en la que los ms aptos son seleccionados y los ms dbiles exterminados. La lucha se produce en lo exterior, entre las razas y culturas, que expresan sus naturalezas inherentes y distintas entre s y con el interior de la raza, cuando se separa a la lite de la masa.9 Las consecuencias que Hitler (1942: 167) deduca de esta teora eran todava ms terribles puesto que eso le permita justificar el genocidio, presentndolo como una contribucin necesaria de la sociedad a las leyes inapelables de la naturaleza y, de tal manera, anticipndose a ella, se exterminara a los dbiles: llegara el tiempo en que la vida en este mundo tendra que serles negada a tales gentes. La manifestacin ms terrible del racismo hitleriano fue la idea de la solucin final, la justificacin del genocidio, la idea siniestra de la eliminacin de las razas enemigas. El racismo nazi supona un doble sentido: adems de afirmar la supuesta superioridad aria, era, simultneamente, la versin ms exacerbada del antisemitismo. El nazismo se nutri con toda clase de falacias que se fueron acumulando en la larga historia del antisemitismo europeo. En el nazismo, mito territorial se asocia con el mito del hroe guerrero, cuya misin es la de proteger al territorio colectivo. Dentro del discurso mtico, el territorio se considera como un espacio sagrado, como el ms valioso regalo de los dioses nacionales a la comunidad. Es el smbolo por excelencia de la nacin. De ah que el paso lgico consecuente para redondear el mito nazi fue el de identificar a la raza y al Estado con el territorio. De tal suerte, los reclamos territoriales que dieron origen a la guerra y la invasin nazi de Europa, fueron elevados a la dimensin de justicia trascendente. En el mito racial del nazismo, el culto a la nacin y el culto al hroe fueron el punto de partida simblico para convertir al Estado nacionalsocialista en una especie de ente absoluto donde el individuo era minimizado y subordinado a los fines de una patria idealizada que se situaba por encima de los individuos concretos y era considerada la voluntad objetiva que lo trasciende y lo eleva. El discurso poltico del nazismo fue accesible a todas las clases sociales y logr atraerlas a sus filas. Utiliz un lenguaje que se diriga a los sentimientos instintivos comunes y que penetraba en aquellos puntos clave donde la con-

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Himmler escoga a los miembros de las SS por fotografa, siguiendo criterios raciales.

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ciencia era susceptible de confundirse, ah donde poda ser intimidada y seducida, ah donde se la poda hacer cmplice de la enfermedad social. EPLOGO La persistente continuidad del mito escatolgico en el presente, da cuenta de su raz profunda, da cuenta de que, hoy mismo, y an en el futuro prximo, continuar siendo una influencia sustantiva en el pensamiento poltico, tal como las guerras de fin del siglo XX e inicio del XXI, con sus justificaciones trascendentes, pseudoreligiosas y maniqueas, oponiendo radicalmente el bien y el mal y pretendiendo salvar al mundo, lo muestran trgicamente. REFERENCIASARENDT, H ANNA 1987 Los orgenes del totalitarismo. Alianza Editorial, Madrid. BLOCH , ERNST 1968 Thomas Mnzer, telogo de la revolucin. Editorial Ciencia Nueva, Madrid. BOYCE, MARY (ED. Y TRAD.) 1990 Textual Sources for the Study of Zoroastrianism. The University of Chicago Press, Chicago. BRAUDEL, FERNAND 1973 Las civilizaciones actuales. Tecnos, Madrid. CAMPBELL , J OSEPH 1989 Las mscaras de Dios. Mitologa occidental. Alianza Editorial, Madrid. 1991 The Masks of God. Occidental Mythology. Penguin Arcano, New York. CANETTI , ELAS 1981 Masa y poder. Muchnik Editores, Barcelona. CASSIRER , ERNST 1968 El mito del Estado. Fondo de Cultura Econmica, Mxico. COHN , NORMAN 1981 En pos del milenio. Alianza Editorial, Madrid.

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