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Burroughs, Edgar Rice - M6, El Cerebro Supremo de Marte

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    EL CEREBRO

    SUPREMO DE MARTE

    Serie de Marte/06

    Edgar Rice Burroughs

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    Librodot El Cerebro Supremo de Marte Edgar Rice Burroughs

    Ttulo original: The Master Mind of MarsTraduccin: Romn Goicoechea 1928 Edgar Rice Burroughs

    2002 Ediciones Ro HenaresISBN: 84-957-4108-3Edicion digital: LibrodotR5 05/03

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    PROLOGO

    El Cerebro Supremo de Marte (The Master Mind of Mars) es una novela muyinteresante por varias razones, entre ellas estn las circunstancias de su publicacininicial. Apareci en forma completa en el ejemplar de Amazing Stories Annual de 1.927,con una sorprendente ilustracin en la portada y numerosos dibujos en blanco y negro,

    debidos a Frank R. Paul, sobresaliendo del resto de la revista, y convirtindola en unmomento en un ejemplar altamente cotizado por parte de los coleccionistas de Burroughsen los aos sucesivos.

    La de 1927 fue tambin la nica edicin del anual que se public. No porque fuera unfracaso, al contrario, fue tan bien recibida que su editor, Gernsback, rpidamente lacancel en favor de Amazing Stories Quarterly (trimestral). Todo ello aparte de lasediciones mensuales de la revista, all por aquellos florecientes das de los pulps.

    Como ya se ha sugerido en otros artculos, la publicacin de las cinco primeras novelasmarcianas en revistas pulps corrientes, les evit cualquier etiquetado particular encategoras. De esta forma, la poco frecuente mezcla de fantasa ensoadora, aventura adiestro y siniestro y romance cientfico que Burroughs perfeccion, no la invent, pues ya

    exista haca varias dcadas, pudiendo ser usada con escaso riesgo de violar los tabes olos requisitos de la categora; consideracin con la que los autores del gnero luchanintilmente hasta hoy da.

    Las tres primeras novelas marcianas estaban ideadas como una sola pieza, incluso lacuarta y la quinta seguan muy de cerca, sin alejar mucho la atencin de Dejah Thoris yJohn Carter. Se lleg a desplazar slo a sus hijos, Carthoris y Tara de Helium, a susrespectivos enamorados y a sus aventuras.

    En El Cerebro Supremo de Marte, escrita a instancias de Hugo Gernsback que yaantes haba comprado los derechos para reimprimir la novela de Burroughs The LandThat Time Forgot, en forma de serial en la revista mensual Amazing Stories, Burroughshizo un significativo avance sobre sus cinco libros anteriores.

    Para el papel de hroe invent un personaje completamente nuevo, uno que no poseaen absoluto relacin alguna con anteriores participantes en el mundo Barsoomiano. Estefue Ulysses Paxton, capitn del Ejrcito de los Estados Unidos.

    Antes de examinar El Cerebro Supremo de Marte, es apropiado considerar laparadjica proposicin, de que aunque Burroughs haba escrito ya un nmero bastantegrande de novelas de Ciencia Ficcin, no saba nada acerca de ella. Es decir, habaseguido su propio camino. Estaba familiarizado con la temprana tradicin de los romancescientficos, y se sabe que haba ledo revistas pulps; pero su propio estilo haba brotadode las fantasas creadas para su propia diversin y para distraerle del aburrimiento y ladepresin. Haba conseguido un xito comercial abrumador.

    Por esa poca haba escrito las primeras novelas de los ciclos de Marte y del mundointerior, as como dos trilogas menores, The Land That Time Forgoty The Moon Maid.Haba producido, por lo tanto, una considerable cantidad de ciencia ficcin, pero nuncahaba escrito nada para publicarlo en una revista de ciencia ficcin, y no haba intentadonunca acomodar su habilidad a los especiales requisitos de una revista. En 1927 AmazingStories, que ya contaba con un ao, era nica en el mundo.

    Desafortunadamente no existe registro de un encuentro entre Burroughs y Gernsback,si es que tal encuentro tuvo lugar, ni de lo que se hubieran dicho el uno al otro. Hubierasido una confrontacin fascinante.

    Gernsback era el correcto, puntilloso, orgulloso y singular editor prusiano (era enrealidad nativo de Luxemburgo). Burroughs era un hombre rudo, robusto, sereno y grande

    como un oso. Gernsback mantena un gran respeto por el rigor cientfico. Burroughssenta un benevolente desdn por cualquier cosa que pudiera interponerse en el caminode una animada historieta.

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    Ya fuera debido a influencia personal o de cualquier otra manera, Burroughs fueinducido a aproximarse hacia la ficcin orientada al laboratorio y al taller repleto demaquinaria de Gernesback, pero trajo consigo su acostumbrado colorido y vigor. ElCerebro Supremo de Marte presenta como caracterstica la concentracin ms grande deescenas de laboratorio y el mayor nfasis en la ciencia de cualquier historia de Burroughshasta esa fecha: inclua incluso un genuino cientfico loco!

    Burroughs present a Paxton con una de las formas estndar que usaba para darconexin: situ la historia entera en el formato del diario de Paxton. El capitn narra sutemprana inclinacin hacia el escenario marciano, tal como se le present a Carter en LaPrincesa de Marte. Describe sus propias experiencias en La Primera Guerra Mundial, lasterribles heridas recibidas en las trincheras de Francia en 1917 y la expectativa de sumuerte. Para su gran asombro, se encuentra a s mismo reviviendo las sensaciones delprimer viaje de John Carter a Martes: Me sent arrastrado con la velocidad delpensamiento a travs de las intransitables inmensidades del espacio interplanetario. Huboun instante de sumo fro y extrema obscuridad, entonces...

    Burroughs hace que Ulysses Paxton sea descubierto por el cientfico marciano RasThavas que, puntual y arbitrariamente, le bautiza con el nombre de estilo marciano de Vad

    Varo. Ya como Vas Varo, Paxton se convierte en asistente de laboratorio mdico en elSantuario de Ras Thavas.

    Muy tempranamente en su carrera como asistente de Ras Thavas, Vad Varo presenciauna operacin completa de transplante de cerebro, que Buroughs describe conconsiderable extensin. Una anciana, decrpita y marchita, es colocada en una mesa deoperaciones; el cuerpo de una bella joven es atado con correas a otra; cada una esinyectada con un fluido anestsico, se extrae la sangre de ambas y se reemplaza por unlquido especial, transparente.

    Se separan los dos cueros cabelludos, se abren los crneos con una sierra, se extraenlos cerebros y se intercambian.

    Como es tpico de los hroes de Burroughs, Ulysses Paston Vad Varo no es muyagudo. El catlogo estndar de las virtudes heroicas en los pulp no inclua la inteligencia,quizs debido al propsito de dar a los lectores la satisfaccin extra de sentirse superioresintelectualmente a los aventureros que seguan. Paxton manifiesta perplejidad ante elaparentemente inexplicable acto, de la anciana, de pagar a mi anfitrin lo queevidentemente era una suma considerable por matarla y transplantar, al interior de sucrneo, el cerebro de un cadver.

    Naturalmente esto no era, ni mucho menos, todo por lo que Ras Thavas haba sidopagado, como Vad Varo eventualmente llega a saber. El cadver era el anestesiadocuerpo viviente de una hermosa, pero desventurada, joven mujer roja, 4296-E-2631-H,mas propiamente conocida como Valla Dia. El personaje de la marchita vejestoria era

    nada menos que la Jeddara de Phundal, la desptica Xaxa, que haba pagado a RasThavas una fortuna para que transplantara su cerebro al juvenil y voluptuoso cuerpo deValla Dia.

    A partir de este episodio el libro se desenvuelve en otras direcciones; muysingularmente el derrocamiento de una teocracia corrupta y explotante, tema sterepetidamente utilizado en los trabajos de Burroughs.

    El Cerebro Supremo de Marte es, en conjunto, una novela bastante buena, muydivertida, sin duda y, en el presente contexto, significante por su revelacin del avanzadoestado de la ciencia marciana.

    Helium, 8 de Junio de 1926.

    Querido seor Burroughs:

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    A finales de 1917, en un campamento de instruccin de oficiales, conoc a John Carter,el Guerrero de Barsoom, leyendo vidamente su novela Una Princesa de Marte. Tan profunda impresin me caus el relato que, a pesar de que en sentido comn measeguraba que era una narracin completamente imaginaria, una vaga sugestin derealidad se adue de mi mente hasta el punto de que empec a pensar en Marte y JohnCarter, en Djah Thoris, Tars Tarkas y Woola, como si se tratara de entidades vivientes en

    vez de ser personajes de la imaginacin de usted. Aunque en aquella poca haba poco tiempo para dormir, dispona de unos breves

    momentos antes de cerrar los ojos por la noche, que aprovechaba para soar despierto.Y qu sueos! Siempre Marte constitua su tema y, en las noches que me tocabaguardia, buscaba sobre el horizonte al planeta rojo en busca de la solucin delindescifrable enigma que durante siglos haba constituido para los terrestres.

    Quizs aquellos pensamientos llegaron a convertirse en obsesin. Recuerdo que nome dejaban un momento en el campamento de instruccin y en el puente del buquetransporte; me pasaba horas y horas contemplando el ojo sangriento del dios de la guerra,mi dios!, y anhelando, como John Carter, poder cruzar el gran vaco y subir al cielo de mideseo.

    Fueron luego los das y las noches horribles pasadas en las trincheras, ratas, sapos,barro, cuya monotona slo cortada de vez en cuando por algn episodio glorioso. Meentusiasmaban las batallas y las granadas que estallaban a m alrededor; pero Dios mo,cmo detestaba las ratas, los sapos y el fango! Esto parecer jactancia, pero es la verdad,y un dato que hay que tener en cuenta para comprender lo que me sucedio.

    Por fin me lleg el turno, como a tanto otros en aquellos campos sangrientos. Fue en lamisma semana de mi ascenso a capitn, grado que me llenaba de orgullo, pero tambinme preocupaba por mi juventud, las grandes responsabilidades que acarreaba y lasoportunidades que me ofreca; no slo para el servicio de mi patria, sino para el de loshombres a mis rdenes. Habamos avanzado cosa de dos kilmetros y, con un pequeodestacamento, me haba instalado en una posicin no muy segura, cuando recib la ordende retroceder a la nueva lnea. Es lo ltimo que recuerdo hasta que recobr elconocimiento. Por lo visto haba explotado una granada entre nosotros. Nunca supe loque haba sido de mis hombres. Al despertar sent fro y me hall en la obscuridad; por unmomento me encontr a gusto: creo que an no haba recobrado del todo elconocimiento, y luego empec a sentir dolor en las piernas; un dolor que creci hastahacerse insoportable. Alargu el brazo, pero mi mano retrocedio y, al intentar mover laspiernas, me di cuenta de que estaba muerto de cintura para abajo. Por detrs de unanube apareci la luna, y pude ver que me hallaba en el agujero abierto por la granada,pero no estaba solo: los muertos me rodeaban.

    Al cabo de mucho tiempo adquir el necesario valor moral y la fuerza fsica para

    levantarme sobre el codo y contemplar la desolacin que la bomba produjo. Me bast unamirada que me arroj a un abismo de agona mental y angustia fsica: mis piernasestaban cortadas a la altura de los muslos. Por alguna razn desconocida, no sangrabamucho, pero comprend que haba perdido una buena cantidad de sangre y que estabagradualmente perdiendo toda la que me quedaba. Si no me encontraban pronto, el finalvendra en seguida y, apoyado sobre la espalda y torturado de dolor, deseabaardientemente que no viniera el socorro, pues prefera la muerte a vivir mutilado parasiempre; y entonces mis ojos percibieron el ojo encendido de Marte, y esta visin meenvolvi en una oleada de esperanza. Levant los brazos hacia el planeta sin dudar uninstante que el dios de mi vocacin escuchara mi splica. Mi fe era absoluta, pero tangrande fue el esfuerzo mental que tuve que hacer para librarme de las odiosas ligaduras

    de mi carne mutilada, que sent una especie de vrtigo y luego un clic como el queproduce al saltar una varilla de acero. En seguida me encontr desnudo y apoyado sobredos piernas sanas mirando el objeto disforme y sangriento que haba sido. Al instante

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    siguiente volv los ojos a la estrella de mi destino, alc los brazos hacia ella y permanecesperando en la fra noche de Francia.

    De pronto me sent arrastrado con velocidad inconcebible a travs de los espaciosinterplanetarios. Un momento de fro extremo y de obscuridad profunda y luego...

    El resto de mi historia est referido en el manuscrito que con esta carta le envo graciasa la ayuda de uno ms grande que todos nosotros. Usted y unos cuantos elegidos creern

    mi relato; de los dems no me preocupo por ahora. Todo llegar...; pero para qu voy adecirle cosas que usted ya sabe?

    Reciba mi carioso saludo y mi felicitacin por su buena suerte al ser elegido comointermediario de los terrestres y los barsoomianos hasta que llegue el tiempo en que todospuedan cruzar el espacio tan fcilmente como John Carter y como lo he hecho yo.

    Su sincero amigo.Ulysses PaxtonCapitn que fue del...Reg. de Infantera del Ejrcito norteamericano.

    CAPTULO I - La Casa de la Muerte

    Deb cerrar los ojos involuntariamente durante la transicin, y al abrirlos me encontracostado de espaldas y mirando al cielo brillante y baado de sol. A pocos pasos de m,contemplndome estupefacto, estaba el ser ms raro que he visto en mi vida. Pareca unhombre viejsimo, pues estaba seco y arrugado de un modo indescriptible; sus miembroseran delgadsimos; del pecho le sobresala todas las costillas, y su crneo enorme y biendesarrollado le daba el aspecto de un trompo por la desproporcin que guardaba con elresto del cuerpo.

    Mientras me examinaba a travs de sus anteojos de mltiples lentes, tuve tiempo deobservarle a mi vez. Tendra un metro sesenta de estatura, aunque en su juventud debihaber sido ms alto, pues ahora estaba algo encorvado; por toda vestimenta llevaba uncinturn de cuero, del que pendan sus armas y bolsas, y un gran adorno, especie decollar incrustado de pedrera que le rodeaba el descarnado cuello. Tena la piel de colorrojo y unos escasos mechones de pelo gris en las sienes.

    Mientras me miraba creca su asombro. Con los dedos de la mano izquierda se acaricila mejilla y, levantando la derecha, se rasc la frente con indecisin. Luego me habl enun idioma que no comprend.

    Al or sus primeras palabras me sent en el suelo y sacud la cabeza. Despus miralrededor: estaba sentado en un csped carmes dentro de un recinto vallado con altosmuros, de los cuales dos, por lo menos, y acaso tres, eran las paredes exteriores de unaconstruccin que se pareca ms a un castillo feudal de Europa que a cualquier otra forma

    arquitectnica. La fachada que vi estaba adornada con un dibujo artstico de lo msirregular, la lnea del tejado se quebraba tan a menudo que pareca arruinada y, sinembargo, el conjunto pareca armonioso y no exento de belleza. En el recinto crecan losrboles y arbustos ms extraos y grotescos, todos ellos cubiertos de flores. Entre ellosserpeaban avenidas de guijarros multicolores que brillaban como raras piedras preciosaspor efecto de los rayos de sol que jugueteaban con ellos.

    De nuevo habl el viejo, y esta vez en tono perentorio, como si me repitiera una ordende la que no hubiera hecho caso; nuevamente mov la cabeza. Entonces llev su mano auna de las dos espadas; pero en el momento en que sacaba el arma me puse en pierpidamente con un resultado tal que no puedo decir quin de los dos qued mssorprendido. Deb subir a una altura de tres metros por lo menos, y fui a caer a unos siete

    del lugar donde haba estado sentado; entonces me convenc de que estaba en Marte,aunque ni por un momento lo haba dudado, pues los efectos de la menor gravedad, elcolor del csped y el de la piel de los marcianos rojos que conoca por las descripciones

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    de John Carter, esos maravillosos y hasta ahora inapreciados documentos de la literaturacientfica de un mundo, no me permitan albergar duda alguna. Estaba en el suelo delplaneta rojo, haba llegado al mundo de mis sueos, a Barsoom.

    Tan espantado se qued el viejo ante mi agilidad, que l mismo dio un saltoinvoluntario que hizo que los lentes se le desprendieron de la nariz, cayendo a la hierba, yentonces me di cuenta de que el pobre diablo, privado de aquellas ayudas artificiales, era

    prcticamente ciego, pues cay de rodillas y comenz a golpear el suelo con las manosbuscando frenticamente los objetos perdidos, como si toda su vida dependiera deencontrarlos en seguida. Probablemente pens que yo me aprovechara de su inferioridadpara atacarle. Aunque los lentes eran enormes y yacan a medio metro de l, no pudoencontrarlos, y las manos que recorran ansiosas el terreno a su alrededor no entraron encontacto con ellos.

    Mientras contemplaba sus intiles esfuerzos pensando si sera prudente devolverle losmedios que le permitiran atravesarme el corazn con su espada, me di cuenta de que sepresentaba en escena un tercer personaje, y al mirar al edificio vi un hombre rojo quevena corriendo al sitio donde se hallaba el viejo. Estaba completamente desnudo, llevabauna maza en la mano y su expresin no pronosticaba nada bueno hacia el miserable resto

    de humanidad que buscaba ansiosamente sus lentes.Mi primer impulso fue permanecer neutral en un asunto que de ningn modo me poda

    afectar y del que no tena conocimiento alguno sobre el que basar una predileccin haciauna u otra de las partes; pero al mirar de nuevo al hombre de la maza me pregunt si deveras no me afectaba el asunto, pues la expresin del individuo era tan salvaje y vesnicaque me hizo pensar si no caera sobre m despus de despachar a su primera vctimaque, al menos en apariencia, era un individuo cuerdo y relativamente inofensivo. Esverdad que su accin de sacar la espada contra m no indicaba una disposicin muyamistosa pero, puesto a elegir entre los dos, me pareci el menos malo.

    An continuaba arrastrndose y buscando los anteojos y el hombre desnudo estabacasi sobre l, cuando me decid a ponerme de parte del viejo. Me hallaba a siete metrosde distancia, desnudo y desarmado pero para mis msculos terrestres fue cuestin de unmomento llegar al lado del viejo y coger la espada que haba dejado caer al verme saltar.As me encontr frente al agresor en el instante en que caa sobre su vctima y casi atiempo de recibir el golpe destinado a ella. Logr esquivarlo y entonces comprend que lamayor agilidad de mis msculos terrestres tena tambin sus desventajas y que tena queaprender a luchar con un arma nueva contra un loco armado con una porra; nada tiene deextrao que le tomara por loco, pues no otra cosa indicaban sus movimientos rabiosos yla terrible expresin de su rostro.

    Tambalendome y tratando de acomodarme a las nuevas condiciones, no tard endarme cuenta de que, lejos de constituir un obstculo serio para mi antagonista, me

    costaba mucho trabajo no dejar mi vida entre sus manos a causa de mis tropezones ycadas en la hierba, de modo que el combate se convirti en una serie de esfuerzos: ltrataba de asestarme el golpe definitivo; yo slo tena tiempo para eludir sus ataques. Pormortificante que sea, confieso la verdad. Pero esta situacin no dur mucho tiempo, puesla urgencia del momento me ense a dominar mis msculos y a defender el terreno y, enuna ocasin, despus de librarme de un golpe formidable, consegu tocarle con la puntade mi espada y hacerle sangre, arrancndole un salvaje aullido de dolor. Desde entoncesfue ms prudente y, aprovechndome del cambio de la situacin, le hostigu de tal modoque cay de espaldas. Esto me infundio nueva confianza, y ca sobre l pinchndole ycortndole hasta hacerle sangrar por media docena de heridas, teniendo buen cuidado deevitar sus golpes, cualquiera de los cuales hubiera derribado a un buey.

    Mientras no poda hacer ms que defenderme de sus ataques, al comienzo de la pelea,habamos cruzado el recinto, y ahora estbamos luchando a una distancia considerabledel sitio donde nos encontramos, en cuya direccin miraba yo cuando vi al viejo encontrar

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    los anteojos, que se puso inmediatamente. En seguida nos descubri y empez a aullar,excitado, mientras corra hacia nosotros enarbolando su segunda espada. El hombre rojome asediaba, pero no haba recobrado la calma y, temiendo encontrarme frente a dosenemigos, le ataqu con redoblada intensidad. Por una fraccin de centmetro me libr deun golpe tremendo, pero aprovech la ocasin para atravesarle el corazn con mi espada.As lo cre en el primer momento, porque haba olvidado lo que dijo John Carter en uno de

    sus manuscritos: que los rganos internos no estn dispuestos en los marcianos lo mismoque en los terrestres. Sin embargo, el resultado inmediato fue tan satisfactorio como si lehubiera alcanzado en el corazn, pues la herida era lo suficientemente grave para ponerlefuera de combate, y en aquel momento lleg el viejo. Me prepar a recibirle, pero estabaequivocado respecto a sus intenciones: no hizo gestos hostiles con su arma; al contrario,trat de convencerme de que no vena a m en son de guerra. Estaba muy excitado y, alparecer, molesto porque yo no le entenda y muy perplejo. Me hablaba a voces, en tonoque pasaba de la orden perentoria al insulto y a la clera impotente. Lo ms significativofue que volvi su espada a la vaina, y cuando termin de chillar empez una especie depantomima ms inteligible, que tom por ofrecimientos de paz, si no de amistad, en vistade lo cual baj mi arma al suelo y me inclin. Fue todo lo que se me ocurri hacer para

    demostrarle que no tena intencin de luchar con l por el momento.Esto pareci satisfacerle, y entonces dedic su atencin al hombre cado. Le tom el

    pulso y le auscult; luego se levant, moviendo la cabeza, y sacando un silbato de subolsillo pendiente del cinturn, lanz un silbido que hizo salir del edificio prximo a unaveintena de hombres rojos desnudos, que vinieron corriendo hacia nosotros. Ningunoestaba armado. El viejo les dio unas rdenes breves, en obediencia de las cualescargaron con el cuerpo cado y se organiz una caravana. Me pareci lo mejor seguirle,como me ordenaba por gestos. Fuera cualquiera el lugar de Marte donde me encontraba,haba un milln de probabilidades contra una de que estuviera entre enemigos; tan bienme hallaba all como en cualquier otra parte, y slo poda fiarme de mi inteligencia yagilidad para abrirme camino en el planeta rojo.

    El viejo me gui hasta una habitacin en la que se abran numerosas puertas, a travsde una de las cuales los hombres transportaban a mi antiguo enemigo. Entramos en unacmara ms grande y brillantemente iluminada, donde mis ojos, estupefactos,presenciaron una escena horrible. La cmara estaba ocupada por hileras de mesas queformaban lneas paralelas; con muy pocas excepciones, cada mesa soportaba uncargamento espantoso: un cadver humano, desmembrado o mutilado de diversasformas. Sobre cada una de las mesas haba un anaquel lleno de recipientes de todasformas y tamaos, y del cual colgaban numerosos instrumentos quirrgicos, que mehicieron pensar que estaba en una gigantesca Facultad de Medicina.

    A una palabra del viejo, los que llevaban al herido o muerto lo dejaron sobre una mesa

    vaca y salieron de la cmara, tras de lo cual mi husped, si as puedo llamarle, pueshasta entonces no era mi captor, se inclin sobre el cuerpo exnime y, una en una vena yotra en una arteria, y sin dejar de hablar, practic en l dos incisiones a las que aplic losextremos de dos tubos, uno conectado a un recipiente vaco de cristal y el otro encomunicacin con un receptculo lleno de un liquido incoloro y transparente que parecaagua clara. Hechas las conexiones, el viejo oprimi un botn que puso en marcha unmotorcito, con lo cual la sangre de la vctima fue aspirada entrando en el frasco vaco,mientras el contenido del otro iba a llenar las venas y arterias.

    El tono y los gestos del viejo al dirigirse a m durante la operacin, me hicieron ver queme estaba explicando detalladamente el sistema y el objeto de la transfusin; pero, comono comprend una sola palabra de su discurso, me quede tan en blanco como al principio,

    aunque lo que haba visto me hizo pensar que estaba asistiendo a una especie de em-balsamamiento barsoomiano. Una vez quitados los tubos, el viejo cerr las incisionesaplicando sobre ellas una cosa parecida a la cinta aislante que usan los electricistas, y

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    luego me invit a seguirle. Recorrimos un grupo de naves llenas de vitrinas parecidas, enmuchas de las cuales se detuvo el viejo para examinar ligeramente los cuerposextendidos sobre ellas, o dar una ojeada a lo que deba ser la hoja explicativa de cadauno, que penda de un clavo a la cabecera de cada mesa.

    Desde la ltima cmara que visitamos, mi husped me condujo, por un pasillo enpendiente, al segundo piso, con habitaciones similares a las de abajo. Sobre las mesas

    haba cuerpos horriblemente mutilados, todos remendados en diversos sitios con la cintaadhesiva. Al pasar por entre los cuerpos de una de estas habitaciones entr unamuchacha barsoomiana, que me pareci una criada o esclava, y que se dirigi al viejodicindole algo; ste me hizo seas de que le siguiera, y juntos descendimos por otropasillo al primer piso de otro edificio.

    En una habitacin espaciosa, alegremente decorada y amueblada con suntuosidad,estaba esperndonos una mujer roja bastante vieja. Tena el rostro desfigurado de unmodo atroz a causa de una herida. Sus vestiduras eran magnficas, y detrs de ella seagrupaban unas veinte mujeres y guerreros armados; indudablemente se trataba de unapersona importante, pero el viejo la trat con brusquedad, ante el horror no contenido desus asistentes.

    Al terminar la larga conversacin la mujer hizo una seal, y de su escolta masculina sedestac un hombre que sac del bolsillo un puado de lo que me parecieron monedasmarcianas. Despus de contar una cantidad determinada, que entreg al viejo, ste invita la mujer a seguirle, incluyndome a m en el gesto. Algunos guerreros y mujeres sedispusieron a acompaarla, pero el viejo les detuvo con un movimiento, del que naci unadiscusin muy excitada a la que puso trmino el viejo devolviendo a la mujer el dinero quele haba entregado: ste fue el argumento decisivo, porque ella se neg a aceptar lasmonedas, habl unas palabras con su gente, y vino sola con el viejo y conmigo.

    Subimos al segundo piso y entramos en una habitacin que yo no conoca. Slo sediferenciaba de las otras en que los cuerpos que contena eran de mujeres jvenes,algunas muy bellas. Pisndole los talones al viejo, la mujer examinaba los cuerposinmviles con una minuciosidad que llegaba a ser nauseabunda. Por tres veces pasentre las mesas, parndose cada vez ms tiempo delante del cuerpo de mujer ms her-moso que he visto en mi vida. Terminada la ltima visita volvi a pararse ante la criaturamuerta. Contemplando vidamente su rostro de cera, y haciendo al viejo innumerablespreguntas, que l contestaba con monoslabos rudos y secos. Luego seal al cuerpoyacente haciendo signos afirmativos.

    Inmediatamente el vejete toc el silbato, a cuya llamada acudieron numerosossubalternos que recibieron del jefe diversas instrucciones, tras de lo cual ste nos condujoa una habitacin ms pequea, donde haba varias mesas vacas semejantes a las quesoportaban los cadveres que habamos visto. A una seal del viejo, dos esclavas o

    sirvientes despojaron a la mujer de sus vestiduras, le soltaron el pelo y la tendieron sobreuna de las mesas, rocindola con un lquido que juzgu antisptico. Despus de frotarlabien y secarla, la transportaron a una segunda mesa, a unos cuarenta centmetros de lacual haba otra paralela.

    Se abri la puerta y aparecieron otras dos auxiliares que traan el cuerpo de la hermosamuchacha designada por la vieja, que depositaron en la mesa que sta acababa de dejar.Aqu sufri la misma rociada antisptica, y luego fue trasladado a la mesa inmediata a lade la vieja. El cirujano, o lo que fuera, practic dos incisiones en el cuerpo de sta, lomismo que hizo con el hombre rojo que cay ante mi espada. La sangre de la mujer fueabsorbida y en sus venas inyectado el lquido claro, quedando extendida sobre la losapulimentada que formaba la mesa, tan muerta como la hermosa criatura colocada a su

    lado.El viejo, que se haba despojado de su cinturn y de su collar para someterse tambina la desinfeccin, tom un afilado bistur, con el que desprendi todo el cuero cabelludo

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    de la mujer inerte, siguiendo el lmite del pelo alrededor de la cabeza. De un modosemejante trabaj el cadver de la muchacha, y despus, con la ayuda de una sierracircular muy delgada aplicada al extremo de una varilla flexible, aserr los crneos de losdos cadveres por la lnea que dej al descubierto la extirpacin del cuero cabelludo. Estaoperacin y las que siguieron fueron realizadas tan magistralmente que no cabedescripcin. Baste decir que al cabo de cuatro horas haba trasladado el cerebro de cada

    una de las mujeres al crneo de la otra, conectado con destreza sin igual los diversosnervios y ganglios, vuelto a colocar las tapas craneales y los cueros cabelludos, y cerradolas heridas con aquella cinta adhesiva, que era no slo antisptica y curativa, sinotambin anestsica local.

    Volvi a calentar la sangre extrada del cuerpo de la vieja, aadiendo unas gotas deuna solucin qumica, y aspir el lquido que llenaba las venas del hermoso cadver,reemplazndolo con la sangre de la vieja, al tiempo que le administraba una inyeccinhipodrmica.

    Durante toda la operacin no articul palabra. Al llegar a este momento dio unas brevesinstrucciones a sus ayudantes, me invit a seguirle y salimos de la habitacin. Fuimos aparar a un sitio del edifico bastante alejado, a una habitacin cmodamente amueblada,

    una de cuyas puertas dejaba ver un bao barsoomiano, y me dej en manos de loscriados. Refrescado y descansado, sal del bao al cabo de una hora, encontrando en lahabitacin adjunta un magnfico equipo de correajes guerreros. Aunque sencillos eran deexcelente material, pero no tenan arma alguna.

    Naturalmente, estaba interesadsimo por todo lo que haba visto desde mi llegada aMarte; pero lo que ms me intrigaba era el acto, inexplicable al parecer, realizado por lavieja al pagar a mi husped una cantidad que deba de ser considerable por asesinarla ytrasladar su cerebro al crneo de un cadver. Era el rito de algn horrible fanatismoreligioso, o tena alguna explicacin que mi mente terrestre no poda concebir?

    An no haba llegado a una solucin satisfactoria, cuando un esclavo vino a buscarmepara conducirme a otra cmara vecina, donde encontr a mi husped que me estabaesperando ante una mesa cubierta de manjares deliciosos, de los que intil es decir quedi buena cuenta despus de mi largo ayuno y las anteriores semanas de espartana vidaguerrera.

    Durante la comida mi husped intent de nuevo conversar conmigo pero, naturalmente,sus esfuerzos fueron vanos. A veces se excitaba, y en tres ocasiones lleg al extremo deapoyar la mano en su espada al ver que yo no entenda lo que me estaba diciendo, actoque me convenci de que estaba medio loco; pero en las tres ocasiones encontr el sufi-ciente dominio de si mismo para evitar una catstrofe fatal para alguno de los dos.

    Terminada la comida permaneci mucho tiempo sentado y sumido en profundasmeditaciones; luego pareci que adoptaba una resolucin sbita: se volvi hacia m con

    una especie de sonrisa, y se enfrasc en una larga explicacin que pareca un cursointensivo de idioma barsoomiano. Era ya de noche cuando me permiti retirarme a mihabitacin, que result ser la misma en que haba encontrado los correajes marciales. Elvejete me seal una pila de almohadones de seda y cuero, me dirigi un saludobarsoomiano y sali, cerrando tras de s la puerta y dejndome adivinar si yo era unhusped o un prisionero.

    CAPTULO II - Simpatas

    Transcurrieron tres semanas, durante las cuales llegu a dominar el lenguaje

    barsoomiano lo suficiente para conversar con mi husped de un modo satisfactoriamenterazonable al mismo tiempo que progresaba en la escritura del pas, que era diferente dellenguaje escrito de las dems naciones de Barsoom, aunque el idioma hablado en todas

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    ellas es idntico. Durante estas tres semanas tambin aprend muchas cosas re-lacionadas con la extraa mansin en que era medio husped y medio prisionero. Supeque el viejo se llamaba Ras Thavas, y era cirujano de Toonol. Constantemente leacompaaba, y poco a poco fui descubriendo, estupefacto, los fines de la institucin quegobernaba y en la que trabajaba prcticamente solo, pues los esclavos y ayudantesnicamente servan para traerle los objetos necesarios.

    Ras Thavas era tan interesante en s como las cosas que realizaba. Nunca llegaba aser intencionadamente cruel o malvado y, sin embargo, tena en su activo las msdiablicas crueldades y los crmenes ms enormes, a rengln seguido de los cualesllevaba a cabo hazaas que en la Tierra hubieran elevado a su autor al pinculo de laadmiracin popular. Lo cierto es que no realizaba actos crueles o perversos por motivosbajos, del mismo modo que algn alto motivo tena que guiarle para efectuar algunaaccin humanitaria. Era un cerebro puramente cientfico, libre en absoluto de lasinfluencias del sentimiento, que no posea; era una inteligencia prctica, que ponan demanifiesto los honorarios elevados que exiga por sus servicios profesionales, a pesar delo cual yo tena la certeza de que no operaba nicamente por dinero, pues le haba vistodedicar das y das al estudio de un problema cientfico cuya solucin en nada

    acrecentaba su fortuna, al mismo tiempo que sus ricos clientes esperaban con pacienciaque llegara el momento de vaciar sus bolsas en los cofres de Ras Thavas.

    A m me trataba bajo un punto de vista cientfico. Yo constitua para l un problema: noera barsoomiano o, por lo menos, perteneca a una especie cuya existencia l ignoraba.Convena pues, al objeto de la ciencia, que yo fuera conservado y estudiado. Ras Thavasse complaca en mirarme como promesa de solucin de uno de los ms dificultosos enig-mas barsoomianos, pero se vio forzado a confesar que en este respecto yo era unaprdida total, no slo por mi absoluta ignorancia en asuntos cientficos, sino porque laciencia de la Tierra est en mantillas comparada con los notables progresos realizados enMarte. Sin embargo, me conservaba a su lado ensendome muchas de las tareassecundarias de su inmenso laboratorio. Me confi la frmula del fluido embalsamador, yme instruy en el medio de extraer la sangre de una persona reemplazndola con aquellquido maravilloso que impeda la descomposicin del cuerpo sin alterar lo ms mnimo laestructura de los nervios y tejidos. Tambin aprend el secreto de las gotas que, aadidasa la sangre recalentada antes de volverla a inyectar en las venas del sujeto, la revitalizany devuelven la actividad a cada rgano del cuerpo.

    En cierta ocasin me explic por qu haba consentido en que yo aprendiera todasaquellas cosas que constituan un secreto para todo el mundo, por qu me daba lapreferencia entre los numerosos individuos de su raza que le servan.

    Vad Varo me dijo, utilizando el nombre barsoomiano que me haba aplicado ensubstitucin del mo propio, que le resultaba poco prctico y desprovisto de significacin

    . Hace muchos aos que necesito un ayudante, pero hasta ahora ninguno he descubiertoque quiera trabajar para m de un modo lo suficientemente desinteresado para que nopiense en marcharse o divulgar mis secretos. T eres nico en todo Barsoom, porque notienes ms amigo ni conocido que yo. Si me dejaras, adondequiera que fueras teencontraras en pas enemigo, pues un extranjero siempre despierta sospechas. Antes dediez das te encontraras helado, hambriento y miserable; seras un proscrito en un mundohostil. Aqu encuentras todas las comodidades que puedes ansiar, y ests ocupado en untrabajo tan interesante que el tiempo se te pasa sin sentir. No tienes, por tanto, motivospara dejarme y, por el contrario, hay muchas razones que te obligan a permanecerconmigo. No creo en lealtades que no estn inspiradas por el egosmo. T eres para m elayudante ideal, no slo por las razones que acabo de darte, sino por tu inteligencia y

    comprensin rpida, y he decidido, despus de haberte observado durante todo estetiempo, asignarte otra tarea que puedes desempear con suficiente capacidad: sers micuerpo de guardia.

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    Habrs notado que, de todos los que viven en el laboratorio, slo yo estoy armado.Esto es muy raro en Barsoom, donde las personas de todas condiciones, sexo y edadllevan siempre armas. Pero yo no puedo responder de que, una vez armados algunos delos que aqu habitan, no quisieran asesinarme, pues ni uno solo de ellos piensan en otracosa que en salir de aqu para marchar a su pas. Slo t, Vad Varo, no tienes sitio dondeir, y por eso he decidido darte armas. En cierta ocasin me salvaste la vida: el caso puede

    repetirse de un momento a otro. Se que eres una criatura razonable y no me matars,pues con mi muerte nada ganaras, perdindolo todo en cambio, ya que te encontrarassin amigos y abandonado en un mundo extrao donde el asesinato est a la orden del day la muerte natural es uno de los fenmenos ms raros. Aqu tienes tus armas.

    Y conducindome a una habitacin, cuya puerta abri, me ense un verdaderoarsenal, del que eligi una espada larga, otra corta, una pistola y un pual.

    Mucho parece que confas en mi lealtad, Ras Thavas le dije.El se encogi de hombros.Slo confo en que s perfectamente dnde est tu inters. Los sentimentales

    poseen palabras propias: amor, lealtad, amistad, odio, celos y mil ms. Una sola palabralas resume todas: egosmo. Todo hombre inteligente debe reconocerlo. Analizadas las

    predilecciones y las necesidades de un individuo puede clasificrsele como amigo oenemigo, dejando que los idiotas pobres de espritu se dejen arrastrar a su ruina por elsentimiento.

    Sonriendo coloqu las armas en mi correaje, pero no quise replicar: nada conseguiradiscutiendo con el individuo. Adems comprend que en una controversia acadmica yollevara la peor parte; pero haba hablado de muchas cosas que despertaron micuriosidad, y una de ellas me record un asunto en el que haba pensado con muchafrecuencia. Aunque explicada en parte por sus observaciones, no comprenda yo la raznque pudo tener aquel hombre rojo para atacarle con tanta saa el da de mi llegada aBarsoom. En la sobremesa que sigui a la comida habl del asunto a Ras Thavas.

    Bah! respondio. Un sentimental del tipo ms pronunciado. Aquel individuo meodiaba de un modo increble para un cerebro educado y analtico como el mo. Consideralos hechos: Era un joven guerrero en la plenitud de la vida, de la hermosura y de lafortaleza, que muri vctima de un asesinato. Uno de mis agentes pag a su familia unacantidad satisfactoria por el cadver y me lo trajo. As es como obtengo yo todo mimaterial. Le somet al procedimiento que conoces. Durante un ao el cuerpo estuvo en milaboratorio, pues no hubo ocasin de utilizarle, pero al cabo de este tiempo lleg uncliente rico cargado de aos. Estaba locamente enamorado de una muchacha a quienpretendan muchos rivales. Mi cliente tena ms dinero, mas cerebro y ms experienciaque todos ellos, pero les era inferior en lo nico que pesa sobre la mente irrazonable,embotada y sentimentalizada de las hembras jvenes: en el aspecto fsico.

    378-J-493.811-P tena lo que mi cliente necesitaba y poda permitirse el lujo de pagar.Rpidamente llegamos a un acuerdo en la cuestin del precio, y traslad el cerebro de mirico cliente a la cabeza del 378-J-493.81 1-P. Mi cliente se march, y tengo noticias deque conquist la mano de la hermosa. 378-J-493.811-P hubiera quedado indefinidamenteen su mesa de piedra hasta que yo hubiera necesitado algn miembro de su cuerpo, a nohaberle yo elegido, slo por casualidad, para concederle la resurreccin, pues me hacafalta otro esclavo.

    Fjate en que el individuo haba sido asesinado. Yo compr y pagu, al contado, elcadver y todo lo que contena. Poda haber permanecido muerto para siempre sobre lalosa si no se me hubiera ocurrido infundirle una vida nueva. Crees que su cerebro fuecapaz de comprender la transaccin de un modo inteligente y desapasionado? No hubo

    tal. Su sentimentalismo le hizo reprocharme haberle dado otro cuerpo, aunque me pareceque, desde un punto de vista sentimental, deba considerarme como un bienhechor por

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    haberle devuelto la vida en un cuerpo que, a pesar de estar algo usado, disfrutaba deperfecta salud.

    Muchas veces me habl del asunto pidindome que le devolviera su antiguo cuerpo,cosa que, como es natural, no poda discutirse, pues sera rarsimo que la casualidad metrajera el cadver del cliente a quien se lo haba entregado; contingencia lejana, dada lariqueza del cliente en cuestin. El individuo lleg hasta el extremo de pedirme que le

    permitiera salir para matarle y traerme el cadver, para que yo realizara la operacin. Menegu a darle el nombre del actual poseedor de su cuerpo, y entonces cay en profundadepresin; pero hasta el da de tu llegada no crea que el odio llegara la punto deatacarme. No cabe duda de que el sentimiento es un obstculo para el progreso.Nosotros, los ciudadanos de Toonol, estamos acaso menos sujetos a sus extravaganciasque los dems barsoomianos, pero mis paisanos las sufren en menor grado. Claro quetiene sus preocupaciones. Sin ellas no podramos sostener una forma de gobiernoestable, y los fundalianos o cualquier otro pueblo nos invadira y nos conquistara graciasa que en nuestras clases inferiores existe el suficiente sentimentalismo para hacerlesleales al Jeddak de Toonol, y las clases dirigentes son lo suficientemente cultas paracomprender que en su propio inters est el agruparse alrededor del trono.

    Los fundalianos son grandes sentimentales, ahogados en estupideces ysupersticiones, esclavos de fantasas y chifladuras. El solo hecho de que conserven en eltrono a la vieja arpa Xaxa demuestra su incurable idiotez. Es una bruja ignorante,orgullosa, estpida, cruel, un marimacho, una maldicin de los dioses y, a pesar de todoesto, los fundalianos lucharn y morirn por ella a causa de que su padre fue Jeddak deFundal. Ella les ahoga con impuestos cuya carga apenas pueden soportar, les engaa,les explota, les traiciona y ellos caen ante sus pies y la adoran. Por qu? Porque supadre fue Jeddak de Fundal, y antes que su padre, su abuelo, y as sucesivamente;porque les gua el sentimiento, que no la razn; porque sus malvados gobernantesexplotan el sentimiento. Nada tiene ella que la haga parecer una persona normal: nisiquiera es hermosa. Bueno, t ya la has visto.

    Que la he visto? pregunt.No me auxiliaste el da en que llegaste de ese mundo que llamas la Tierra? No te

    acuerdas de que dimos a su viejo cerebro un crneo nuevo?Pero aquella vieja era la Jeddara de Fundal?S, aqulla era Xaxa.Como no la diste el trato que en la Tierra otorgamos a un gobernante, cre que se

    tratara de una mujer rica nada ms.Yo soy Ras Thavas. Por que voy a inclinar la cabeza ante el prjimo? En mi mundo

    solo impera la inteligencia y puedo decir sin vanidad que en este aspecto no reconozcosuperior alguno.

    Entonces no ests libre del sentimiento dije sonriendo, puesto que te sientesorgulloso de tu cerebro.No es orgullo replic l con paciencia. Es solo el reconocimiento de un hecho.

    Un hecho que puedo probar muy sencillamente. Segn todas las probabilidades, tengo elcerebro ms desarrollado y que mejor funciona entre todos los que me rodean, y la razndice que este hecho supone que poseo el cerebro supremo de Barsoom. Por lo queconozco de tu Tierra y lo que he visto en ti, estoy convencido de que no hay en tu planetamente alguna cuyo poder pueda aproximarse al que he desarrollado durante mil aos deestudio y experiencia. Puede que Rasoom (Mercurio) o Cosoom (Venus) albergueninteligencias iguales que la ma y an ms grandes. Aunque hemos estudiado algo susondas mentales, nuestros instrumentos no estn an suficientemente perfeccionados:

    slo podemos inferir que los habitantes de esos planetas son extremadamente refinados.

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    Y que hay de la muchacha cuyo cuerpo diste a la Jeddara? pregunt con unabrusquedad de lo ms irreverente, pues no poda apartar de mi memoria la imagen deaquel cuerpo delicioso que indudablemente debi poseer una inteligencia dulce y fina.

    Bah! Un sujeto sin importancia! contest alzando los hombros desdeosamente.Qu la ocurrir? insist.Y eso que importa? La compr con una hornada de prisioneros de guerra. Ni

    siquiera recuerdo el pas donde la adquiri mi agente o el sitio de donde era. Esasminucias no me preocupan.Estaba viva cuando la compraste?S. Por qu?De manera que... t... la mataste despus de comprarla?Har de eso diez aos. Por qu haba de permitirla que envejeciera y se

    estropeara? No comprendes que con ello perdera precio? Cuando Xaxa la comprestaba tan joven y fresca como el da en que lleg aqu. La he guardado durante muchotiempo. Son infinitas las mujeres que la han visto y deseado, pero tuvo que llvasela unaJeddara. He cobrado por ella la cantidad ms elevada de las que me han pagado en mivida. S, la conserv durante mucho tiempo porque saba que algn da me la pagaran a

    peso de oro. Era extraordinariamente hermosa y he ah una de las pocas ventajas delsentimiento; si no fuera por l no habra imbciles que soportaran este trabajo que estoyhaciendo, y yo no podra llevar a cabo investigaciones del ms alto valor. Sin duda tesorprenders cuando te diga que estoy a punto de poder reproducir seres humanosracionales por la accin que sobre cierta combinacin qumica ejerce un grupo de rayostotalmente desconocidos por nuestros sabios.

    No me sorprender le respond con firmeza. Nada de lo que tu mente realicepuede sorprenderme.

    CAPITULO III - Valla Da

    Aquella noche no pude dormirme hasta muy tarde pensando en 4.296-E-2.631-H, lahermosa muchacha cuyo cuerpo perfecto haba sido robado para servir de adorno al cruelcerebro de una tirana. Me pareca un crimen horrible que no poda borrar de laimaginacin. Creo que el recuerdo fue la primera semilla de mi odio hacia Ras Thavas. Nopoda imaginarme que existiera una criatura tan desprovista de la ms elementalcompasin que se apoderara de aquel cuerpo encantador, ni aun con el ms santo de lospropsitos, mucho menos guiado por el inmundo deseo de lucro.

    Tanto pens en la muchacha durante la noche, que su imagen fue lo primero que mevino a la memoria al despertarme, ya de da. Como despus del almuerzo no vi a Ras

    Thavas, me dirig al almacn donde estaba el pobre objeto. All yaca, identificado tan solopor un nmero 4.296-E-2.631-H. Era el cuerpo de una vieja con un rostro desfigurado y,sin embargo, a mi me pareci una visin radiante que aprisionaba un alma dormida.Aquella criatura, que tena el cuerpo y la cara de Xaxa no era Xaxa, pues todo el ser de laotra haba sido transferido a este cadver helado. Que espantoso deba ser su despertar,si es que algn da llegaba! Me estremec al pensar en el horror que se apoderara de lamuchacha al ver el crimen perpetrado sobre ella. Quin era? Qu historia se encerrabaen aquel cerebro muerto y silencioso? Cmo haba amado aquel ser de belleza tan sinigual y de rostro tan gracioso? Le sacara alguna vez Ras Thavas de su muerteaparente, mucho ms feliz que cualquier despertar? La idea de este despertar me ponafrentico y, sin embargo, estaba deseando orla hablar, ver cmo reviva su cerebro, or su

    nombre, escuchar la historia de su vida feliz tan brbaramente truncada por la mano delDestino. Y si se despertara? Y si se despertara y yo...?Una mano se apoy sobre mi hombro. Al volverme vi la cara de Ras Thavas.

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    Parece que te interesa este sujeto me dijo.Si, me interesa. Estaba tratando de imaginarme la reaccin de este joven cerebro si

    se despertara al ver que la hermosa muchacha se haba convertido en una mujer vieja ydesfigurada.

    Ras Thavas, pensativo, se pellizc la barbilla.Una experiencia muy curiosa dijo. Veo con gusto que te interesas

    cientficamente por los trabajos que realizo. Debo confesar que desde hace unos cienaos he desdeado las fases psicolgicas de mi labor, aunque al principio las conceduna gran atencin. Ser muy interesante observar y estudiar algunos de estos casos.Este, en particular, tendra mucho valor para ti como estudio inicial, pues es sencillo ynormal. Ms tarde podrs estudiar el caso de un cerebro de hombre injertado en uncrneo de mujer, y el inverso; tambin hay casos interesantes de cerebros en que se hanreemplazado las partes enfermas o heridas con trozos del cerebro de otro sujeto y,solamente con un propsito experimental, el de cerebros humanos trasplantados acrneos de animales, y viceversa. Todos ellos ofrecen inmensas oportunidades para elobservador. Recuerdo que en cierta ocasin injert en la mitad de un cerebro humano lamitad de otro de mono. Hace de esto varios aos y ya es tiempo de que vea cmo anda la

    cosa: recuerdo perfectamente que ambos estn en la bveda L-42-X, debajo del edificio4-J-21. Ya los veremos un da de stos. Ahora vamos a resucitar al 4.296-E-2.631-H.

    No! exclam apoyando una mano en su brazo Sera demasiado horrible!Ras Thavas se volvi sorprendido, y una sonrisa burlona y cruel se dibuj en sus

    labios.Majadero! Idiota sentimental! grit. Cmo te atreves a decirme que no?Llev la mano al puo de mi espada larga y contest mirndole fijamente:Ras Thavas: en tu casa eres el amo, pero mientras yo sea tu husped me has de

    tratar con cortesa.Durante un momento me sostuvo la mirada; luego parpade.No te fijes en minucias dijo.Tom esta respuesta por una excusa. En realidad era ms de lo que yo esperaba. Pero

    el incidente no tuvo consecuencias desagradables: al contrario, creo que desde entoncesme trat con ms consideracin. No obstante volvi inmediatamente a la losa quesoportaba los restos mortales del 4.296-E-2.631-H.

    Prepara el cuerpo para la resureccin me dijo y estudia con el mayor cuidadotodos los procesos de la reaccin.

    Diciendo estas palabras me dej solo.Comprend que deba obedecerle mientras formara parte de sus squito. Estaba ya

    bastante familiarizado con el trabajo y, sin embargo, lo realic con algn temor. La sangreque en otros tiempos haba corrido por las venas del cuerpo encantador que Ras Thavas

    haba vendido a Xaxa, estaba en un recipiente hermticamente cerrado sobre el anaquelcolocado encima de la losa. Por primera vez hice solo lo que tantas veces haba llevado acabo bajo la mirada vigilante del viejo cirujano. Calent la sangre, practiqu las incisiones,apliqu los tubos y aad unas gotas de la solucin que haba de devolver la vida a aquelcerebro delicado, muerto desde haca diez aos. Al oprimir el botn que puso en marchael motor destinado a enviar el lquido vivificante a las venas de la muerta, experimentuna sensacin que ningn mortal haba sufrido hasta entonces. Me haba convertido en eldueo de la vida y de la muerte; pero en el instante en que iba a resucitar mi primermuerto, me juzgu un asesino ms que un salvador. Quise ver el asunto con el ojoindiferente de la ciencia, pero fracas del modo ms lamentable. Slo pude ver unamuchacha destrozada que lloraba su hermosura perdida.

    Lanzando un juramento entre dientes quise dar media vuelta, pero no pude. Yentonces, como sujeto por una fuerza externa, mi dedo se dirigi sin vacilar al botn y leoprimi. No encuentro la razn de ello, a menos de recurrir a la teora de la doble

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    mentalidad, que explica muchas cosas. Quiz fue mi mente subconsciente la que dirigi elacto. No s. Lo cierto es que el motor se puso en marcha y en el recipiente de cristalempez a bajar gradualmente el nivel de la sangre.

    Sin aliento esper al final. Pronto se vaci. Detuve el motor, separ los tubos y cerrlas heridas con la cinta adhesiva. El cuerpo purpreo empez a adquirir el tinte rosado dela vida, el pecho comenz a subir y bajar, la cabeza se movi ligeramente y los prpados

    se entreabrieron. Un dbil suspiro sali de sus labios crispados. Durante mucho tiemponingn otro signo de vida se manifest y luego, casi de repente, se abrieron los ojos que,brumosos al principio, comenzaron a expresar la ms grande admiracin. Se detuvieronsobre m, luego se volvieron a la parte de la habitacin que poda ver y, por fin, volvieron afijarse en m, examinndome atentamente desde la cabeza a los pies. An expresaban lamayor sorpresa, pero sin sombra de miedo.

    Dnde estoy? Pregunt una voz chillona y spera, la voz de una mujer vieja.Qu me ocurre en la voz? Qu ha pasado? Apoy la mano en su frente.

    Ahora no te preocupes por ello. Espera y yo te lo explicar todo cuando ests msfuerte.

    Se incorpor quedando sentada y entonces su vista recorri la parte inferior de su

    cuerpo y una expresin de horror supremo crisp sus facciones.Qu me ha ocurrido? En nombre de mi primer antepasado, qu me ha ocurrido?Su voz chillona me araaba el corazn. Era la voz de Xaxa, que ahora poseera la

    garganta ms dulce que slo poda armonizar con el rostro bellsimo que haba robado.Me esforc por substraerme del hechizo de aquel acento estridente para no pensar msque en el envoltorio carnal, albergue en otros tiempos del alma que ahora habitaba aquelcuerpo viejo y arrugado.

    Ella extendi la mano y la apoy con suavidad sobre la ma. La accin era hermosa ylos movimientos graciosos. El cerebro de la nia diriga los msculos; pero la roncagarganta de Xaxa no poda articular notas dulces.

    Dime, dime, por favor! implor. Por primera vez en muchos aos haba lgrimasen los ojosviejos. Dime! T debes estar enterado.

    La dije todo lo que quera saber. Me escuch atentamente, y cuando hube terminadosuspir.

    Despus de todo dijo, ahora que ya lo s no me parece tan horrible. Por lomenos, es preferible a la muerte.

    Me alegr de haber oprimido el botn. Estaba satisfecha con vivir aunque fuera en lahorrible envoltura de Xaxa. Pero no pude menos de exclamar:

    Eras tan hermosa!Y ahora soy muy fea? Que importa eso? Este cuerpo no puede cambiarme ni

    hacerme distinta de como he sido siempre. En m permanecen todas mis cualidades,

    buenas o malas, y puedo ser feliz en esta segunda vida y quizs hacer algn bien. Alprincipio me asust porque ignoraba lo que me haba sucedido: cre que haba contradoalguna terrible enfermedad que me hubiera desfigurado, pero ahora que ya s a quatenerme, qu me importa esto?

    Eres admirable. Cualquier mujer se hubiera vuelto loca de horror al perder unahermosura tan adorable como la tuya... y a ti no te preocupa.

    Si, amigo mo, me preocupa; pero no hasta el punto de arruinar mi vida por causa deello o de ensombrecer la vida de los que me rodean. Yo he disfrutado de mi belleza y teconfieso que no ha sido una felicidad del todo pura. Por causa de ella se mataron muchoshombres y por causa de ella dos grandes naciones entraron en guerra. Quiz mi padreperdi su trono y su vida. Lo ignoro porque me capturaron los enemigos cuando la guerra

    estaba en su apogeo. Puede que todava contine y los hombres se maten entre sporque yo era demasiado hermosa. Pero ahora ninguno luchara por m.Sabes cunto tiempo llevas aqu?

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    S. Me trajeron anteayer.Anteayer, no. Hace diez aos.Diez aos! Imposible.Seal a los cadveres que nos rodeaban.Has estado como esos durante diez aos la expliqu. Hay cuerpos que llevan

    aqu ms de cincuenta, segn me ha dicho Ras Thavas.

    Diez aos! Diez aos! Qu no puede haber ocurrido en diez aos! Es mejor queas sea. Ahora no me atrevera a volver. No quiero saber qu ha sido de mi padre y de mimadre. Vas a dormirme otra vez?

    Eso depende de Ras Thavas. Por ahora mi obligacin se reduce a observarte.A observarme?A observar tus... reacciones.Ah! Y para qu puede servir eso?Puede hacer algn bien al mundo.Proporcionando a ese horrible Ras Thavas nuevas ideas para su cmara de

    tortura... sugirindole nuevos proyectos para extraer ms dinero de los sufrimientos desus vctimas?

    El trabajo que realiza tiene su lado bueno. El dinero que gana le permite sostenereste maravilloso establecimiento donde constantemente est llevando a caboinnumerables experimentos. Muchas de sus operaciones son buenas. Ayer mismo letrajeron un guerrero con el brazo hecho astillas. Ras Thavas le proporcion uno nuevo.Tambin trajeron un nio loco al que Ras Thavas dio un cerebro nuevo. El brazo y elcerebro provenan de dos sujetos que murieron violentamente. Gracias a Ras Thavasestos dos cadveres, despus de morir, dieron vida y felicidad a dos desgraciados.

    Bien dijo ella despus de reflexionar un momento. Espero que siempre sers miobservador.

    Ras Thavas entr y la examin. Mir la tarjeta donde yo haba hecho un breve resumende la historia del caso nmero 4.296-E-2.631-H. Se comprende que esta cifra es unatraduccin de su nmero particular. Los barsoomianos no tienen un alfabeto como elnuestro y su sistema de numeracin es muy diferente. Los diez caracteres arribamencionados estaban representados por cuatro signos tooholianos, pero la expresin erala misma: indicaban en forma abreviada el nmero, la habitacin, la mesa y el edificio.

    Llevaremos a este sujeto cerca de ti para que puedas observarle con regularidad dijo Ras Thavas. Hay una cmara adyacente a la tuya: dar orden de que la abran y lahabiliten. Cuando no est bajo tu observacin, djalo encerrado.

    Para Ras Thavas aquello no era ms que un caso.Conduje a la muchacha, si as puedo llamarla, hacia la habitacin designada, y en el

    camino la pregunt su nombre, pues me pareca una descortesa hablarla siempre

    mencionando el nmero, como la expliqu.Es una consideracin por parte tuya me contest, pero realmente eso es lo queyo soy aqu: un nmero, un sujeto ms para la viviseccin.

    Para m representas ms: ests sin amigos y desamparada. Quiero servirte en lo quepueda y hacerte algo agradable tu vida aqu.

    Te doy las gracias nuevamente. Me llamo Valla Dia. Y t?Ras Thavas me llarna Vad Varo.Y no es se tu nombre?Mi nombre es Ulysses Paxton.Es muy extrao: en mi vida he odo nada parecido en los hombres que me han

    rodeado. No pareces barsoomiano. Tienes un color distinto del de nuestra raza.

    No soy de Barsoom, sino de la Tierra, el planeta que vosotros llamis Jasoom. Poreso me diferencio tanto de vosotros.

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    Jasoom? Hay aqu otro jasoomiano cuya fama ha llegado a todos los rincones deBarsoom, pero yo nunca le he visto.

    John Carter?S, el Seor de la Guerra. Siempre ha vivido en Helium y mi pas no conservaba con

    Helium relaciones muy cordiales. Nunca he podido comprender cmo lleg aqu. Y ahoraque veo ante m otro jasoomiano, puedo satisfacer mi curiosidad? Cmo has cruzado el

    espacio?Mov la cabeza.Ni siquiera puedo adivinarlo contest.En Jasoom debe haber hombres maravillosos.A este cumplido haba que oponer otro, por lo que respond:Del mismo modo que en Barsoom hay mujeres bellsimas.Valla Dia contempl tristemente su cuerpo viejo y arrugado.Yo he visto cmo eras le dije afablemente.No quiero ver mi rostro: debe de ser una cosa horrible.Cuando lo veas recuerda que no es el tuyo.Tan feo es?

    No contest.Que importa? aadio. Si mi alma no fuera bella, no tendra belleza alguna, por

    muy perfectas que fueran las facciones; si, por el contrario, poseo la belleza del alma, soybella y puedo pensar cosas hermosas y realizar tareas hermosas. Creo que, a fin decuentas, en esto reside la verdadera belleza.

    Y adems hay esperanza aad imperceptiblemente.Esperanza? Si te refieres a la posibilidad de que algn da pueda recobrar mi

    verdadero cuerpo, no hay esperanza. Ya me has dicho lo bastante para convencerme deque esto no puede ser.

    De acuerdo. No hablemos, pero pensemos en ello, porque a veces pensandointensamente se encuentran los medios de realizar nuestro pensamiento.

    No quiero albergar esperanzas, pues s que me espera una triste desilusin. Serfeliz en el estado en que me encuentro. Si me dedico a pensar, ser desgraciada.

    Despus de que la trajeron los alimentos que yo haba encargado para ella, RasThavas me mand llamar y dej a Valla Dia encerrada, como me haba ordenado el viejocirujano. Lo encontr en su despacho, en una pequea habitacin adosada en la cualhaba una cmara espaciosa donde infinidad de empleados arreglaban y clasificaban losinformes de las diversas dependencias del gran laboratorio. Al entrar en el despacho, RasThavas se levant.

    Ven conmigo, Vad Varo; tenemos que ver los casos de L-42-X, los dos de que te hehablado.

    El hombre con medio cerebro simio y el mono con medio cerebro humano?Asinti y, precedindome, se encamin hacia las bvedas subterrneas del edificio. Amedida que descendamos, me fijaba en el abandono de los corredores y pasadizos. Lossuelos estaban cubiertos de polvo impalpable; las lmparas de radio, que iluminabandbilmente aquellas profundidades, estaban envueltas en la misma substancia. En elcamino nos encontramos con muchas puertas a derecha e izquierda, en cuya partesuperior campeaba un jeroglfico. Varias de ellas estaban tapiadas con cemento. Quhorribles secretos escondan? Por fin llegamos a L-42. Aqu los cuerpos estabanalineados en estanteras que formando varios pisos llenaban el espacio desde el suelohasta el techo, dejando un vaco rectangular en el centro de la cmara, ocupado por unamesa de piedra con sus motores y todos los instrumentos precisos para las operaciones.

    Ras Thavas busc el sujeto de su curiosa experiencia; juntos transportamos el cuerpohumano a la mesa y, mientras Ras Thavas conectaba los tubos yo me encargu delrecipiente de la sangre colocado sobre una cornisa al lado del cadver. Pronto qued

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    verificada la resureccin y ambos esperamos las reacciones de la vuelta a la conscienciade aquel sujeto tan particular.

    El hombre se incorpor y nos mir; luego pase la vista por la habitacin con undestello de salvajismo en los ojos. Se desliz hasta el suelo dejando la mesa entrenosotros y l.

    No te haremos dao le dijo Ras Thavas.

    El hombre quiso hablar, pero sus palabras formaban un guirigay incomprensible; luegosacudi la cabeza y gru: Ras Thavas avanz un paso hacia l, que se puso en cuatropatas y retrocedi sin dejar de gruir.

    Ven! grit Ras Thava. No te vamos a hacer dao.Prosigui su avance, pero el hombre se ech a un lado gruendo con ms furia y, de

    pronto, dio un salto hasta el ltimo de los anaqueles, donde se arrodill al lado de uncadver y farfull algo ininteligible.

    Tendremos que pedir ayuda dijo Ras Thavas, y acercndose a la puerta hizo sonarel silbato.

    Por qu silbas? pregunt repentinamente el hombre. Quines sois vosotros?Dnde estoy? Qu me ha ocurrido?

    Baja de ah contest Ras Thavas. Somos amigos.El hombre baj, utilizando los estantes a modo de escalones, y se acerc a nosotros,

    pero andando an a cuatro patas. Miraba los cadveres con una expresin nueva en susojos.

    Tengo hambre! grit. Quiero comer!Y diciendo esto, cogi el cadver ms prximo y le hizo caer al suelo.Quieto! aull Ras Thavas saltando hacia l. Vas a destrozarme a ese sujeto.El hombre se desvi nuevamente arrastrando el cadver por el suelo. Entonces

    llegaron los subalternos y con su ayuda pudo dominarse a la pobre criatura, que quedslidamente amarrada.

    Ras Thavas les orden luego que bajaran el cuerpo del mono y se quedaran en lacmara, pues poda necesitarles otra vez.

    Este segundo sujeto era un ejemplar enorme de mono blanco barsoomiano, una de lasms feroces y temidas especies que pueblan el planeta rojo. Teniendo en cuenta laenorme potencia y ferocidad de la bestia, Ras Thavas tom la precaucin de atarle bienantes de hacerle resucitar.

    Al recobrar el conocimiento el animal nos mir asombrado. Varias veces intent hablar,pero su garganta slo emita sonidos inarticulados. Luego dej caer la cabeza.

    Ras Thavas le habl.Si entiendes mis palabras, mueve la cabeza.El mono asinti.

    Te gustara que te quitaran las cuerdas?El animal movi nuevamente la cabeza.Temo que quieras escapar o herirnos.El mono hizo un esfuerzo y de sus labios sali un sonido inconfundible. Era la palabra

    no.No nos har dao o intentars escapar? Repiti Ras Thavas.No contest el mono, y esta vez su pronunciacin fue casi correcta.Veremos; pero ten presente que si nos atacas te mataremos en el acto con nuestras

    armas.El mono movi la cabeza y dijo con visible esfuerzo:No os atacar.

    A una seal de Ras Thavas, los subalternos le quitaron las ligaduras y el mono sesent; luego extendi los miembros y se desliz al suelo, donde permaneci en dos pies.Esto nada tena de sorprendente, pues los monos blancos anda en dos pies con ms

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    frecuencia que en cuatro; aunque yo entonces ignoraba este hecho, que Ras Thavas meexplic ms tarde al comentar la actitud cuadrpeda que haba tomado el hombre. RasThavas examin minuciosamente al sujeto y luego volvi al hombre, que continuabamanifestando caractersticas ms simiescas que humanas, aunque hablaba con msfacilidad que el mono, debido quizs a sus rganos vocales mejor desarrollados. Paracomprender lo que deca l mono era precisa una extremada atencin.

    Nada ofrecen de particular estos sujetos dijo Ras Thavas, despus de dedicarlesmedio da. Vienen a corroborar lo que ya deduje hace varios aos, al transplantarcerebros ntegros: que el injerto estimula el crecimiento y actividad de las clulascerebrales. Observa que, en cada uno de los sujetos, la ms activa es la porcin decerebro injertada, que llega casi a dominar a la otra. Por eso el sujeto humano exhibecaractersticas simiescas muy bien determinadas, mientras el mono se comporta de unmodo casi humano, aunque si les dedicaras una continua atencin observaras que aveces vuelven a sus propios instintos, pero no vale la pena de perder el tiempo en eso. Yahe dedicado demasiado a un asunto tan poco provechoso. Voy a los laboratorios dearriba, mientras t te encargas de volver a anestesiar a los sujetos. Si te hacen falta lossubalternos, permanecern aqu.

    El mono, que haba escuchado atentamente este discurso, avanz un paso.Oh, por favor! mascull. No me condenes de nuevo a esas horribles

    estanteras. Recuerdo el da en que me trajeron aqu amarrado y, aunque ignoro lo que haocurrido desde entonces, me basta con ver el aspecto de mi piel y la de esos cadverespolvorientos, para comprender que he estado aqu mucho tiempo. Te suplico que mepermitas vivir para reunirme con mis semejantes o para servirte en lo que pueda dentro deeste establecimiento, que conozco en parte de la poca en que me trajeron, atado eindefenso, a tus fras mesas de operaciones.

    Ras Thavas hizo un gesto de impaciencia.Qu tonteras dices? En inters de la ciencia, vale ms que vuelvas al estado

    inconsciente.Accede a su ruego intervine. Yo respondo por l, pues quiero dedicarme a

    estudiarle.Haz lo que te mando replic secamente Ras Thavas, saliendo de la habitacin.Me encog de hombros.Ya ves que no hay otro remedio dije al mono.Podra atacaros a todos y huir contest ste, pero t has intervenido por m y yo

    no puedo matar a quien ha querido auxiliarme. Sin embargo, me estremezco de pensar enuna segunda muerte. Cunto tiempo he permanecido aqu? pregunt sbitamente.

    Consult la historia de su caso, escrita en la tablilla de la cabecera.Doce aos le respond.

    Por qu no? murmur como hablando consigo mismo. Este hombre seracapaz de matarme. Por qu no adelantarme yo matndole a l primero?Nada conseguiras le contest. No podras escapar; al contrario, te mataran

    definitivamente, y si me matas a m perderas la posibilidad de poder resucitar algn da.Le hablaba en voz baja, acercando mi boca a su odo para que los subalternos no

    pudieran orme. El mono me escuch con atencin.Cmo? pregunt. Quieres decir que...?S, en la primera oportunidad que se presente.Muy bien asinti. Confo en ti y me entrego en tus manos.Media hora despus ambos sujetos reposaban de nuevo en sus tumbas.

    CAPTULO IV - El Convenio

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    Los das, las semanas y los meses transcurrieron, y continu trabajando al lado de RasThavas, ganando cada vez ms la confianza del viejo cirujano y descubriendo lossecretos de su profesin. Gradualmente, fue permitindome realizar funciones msimportantes en el inmenso laboratorio. Empec por injertar miembros de un sujeto en otro;luego me consinti llevar a cabo varias operaciones en clientes ricos. Extraje los rionesenfermos de un viejo, reemplazndolos con los de un sujeto joven y sano; al da siguiente

    di una glndula tiroides nueva a un nio raqutico y enclenque. Unas semanas ms tardecambi dos corazones y, por fin, lleg el gran da en que, sin asistencia alguna y con RasThavas a m lado, extirp el cerebro de un viejo colocndolo en el crneo de un joven.

    Terminada la operacin, Ras Thavas me puso la mano en el hombro.Yo mismo no lo hubiera hecho mejor me dijo.Estaba entusiasmado, y no comprend su emocin despus de haberle odo proclamar,

    orgulloso, su falta de sentimientos. Muchas veces me haba preguntado a m mismo qupropsitos guiaban a Ras Thavas a dedicar tanto tiempo a mi educacin; pero nuncahaba encontrado ms explicacin que la poco satisfactoria de que necesitaba unayudante distinguido. Esta razn no me convenca, pues al consultar los ndices de losinformes, que ahora tena a mi completa disposicin, vi que el nmero de sus operaciones

    no haba aumentado desde hacia muchos aos, y adems no me explicaba la preferenciaque pudiera darme sobre los marcianos rojos, pues su confianza ciega en mi lealtad noacababa de convencerme.

    No deba tardar mucho tiempo en comprender la verdadera razn que le obligaba aobrar as. Todos los actos de Ras Thavas iban siempre guiados por un motivo. Unanoche, al terminar la cena, se me qued mirando fijamente, segn costumbre, como siquisiera leer en mi pensamiento; cosa que, con gran sorpresa y desagrado por su parte,no poda conseguir. A menos de que un marciano est siempre alerta, otro marcianopuede siempre adivinar sus pensamientos, pero Ras Thavas era incapaz de adivinar losmos y lo achacaba a que yo no era barsoomiano. No obstante, yo poda a menudo leeren el pensamiento de mis auxiliares cuando stos estaban distrados, pero jams pudehacer la experiencia en Ras Thavas, ni creo que hubiera alguien que pudiera hacerlo,pues conservaba su cerebro tan sellado como los recipientes que contenan la sangre denuestros sujetos.

    Aquella noche se me qued mirando, como digo, y aunque permaneci as muchotiempo no me molest lo ms mnimo, pues ya estaba acostumbrado a susextravagancias.

    Probablemente dijo, una de las razones por las que yo confo en ti, es debida alhecho de que ni por un instante puedo sondear tu mente, con lo cual ignoro si albergaspensamientos traidores respecto a m, al paso que en lo ms recndito de las almas detodos los que me rodean descubro odio, envidias y celos. As, s que no puedo fiarme de

    ellos y, por consiguiente, acepto el riesgo de abandonarme a ti, y la razn me dice que laeleccin no es equivocada. No puedes perjudicarme sin perjudicarte a ti mismo, ni haymotivos para que experimentes resentimiento hacia m. Claro est que eres unsentimental, y sin duda te horrorizan algunos actos de una mente sana, racional ycientfica pero, al mismo tiempo, posees una elevada inteligencia y puedes apreciar losmotivos que me guan al realizar esos actos que tu sentimentalismo desaprueba. Algunasveces te habrs enfadado, pero no puedes decir que he sido injusto contigo o con algunacriatura que te inspire eso que llamas amor o amistad. Digo la verdad y razono conlgica?

    Asent con un movimiento de cabeza.Muy bien. Ahora voy a explicarte las razones que me han impulsado a darte una

    educacin tan perfecta como ningn ser humano ha recibido, excepto yo. No estoydispuesto a utilizarte todava o, mejor dicho, no ests preparado an; pero, cuandoconozcas mi propsito, comprenders la necesidad de orientar todas tus energas para el

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    fin a que te destino, y te aplicars con ms ardor a perfeccionarte en la ciencia altsimaque te estoy enseando.

    Soy un, hombre muy viejo, aun medido con los patrones de Barsoom. Tengo ms demil aos. He llegado a la decrepitud fsica, pero no he agotado el trabajo que mi vidapuede producir; en realidad apenas lo he iniciado. Barsoom no puede prescindir de micerebro supremo ni de mi elevadsima inteligencia. Hace mucho tiempo que pienso en un

    plan para contrarrestar la muerte, pero me hace falta una inteligencia igual a la ma. Estasdos viviran eternamente. Esta segunda inteligencia eres t. Ya te he explicado lasrazones que me han guiado en esta eleccin, totalmente libres de sentimentalismo. No tehe elegido porque te quiera o porque sienta amistad hacia ti, ni porque crea que mequieres o te soy simptico. No; te he elegido porque s que, de todos los habitantes deeste mundo, eres el nico que no me puede fallar. Durante cierto tiempo vas a tener mivida entre tus manos. Ahora comprenders por qu mi eleccin ha tenido que ser muymeditada.

    El plan que he forjado es la sencillez misma, con tal de que no me falten los dosfactores esenciales: inteligencia y lealtad egosta en mi ayudante. Mi cuerpo est casidestrozado: necesito uno nuevo. En mi laboratorio abundan los cuerpos jvenes, llenos de

    salud y fortaleza. No tengo que hacer ms que escoger uno de ellos y mi hbil ayudantesacar mi cerebro de esta vieja envoltura para colocarlo en la nueva.

    Ahora comprendo por qu me has enseado contest. Cmo me ha intrigadosiempre este problema!

    Slo as podr continuar mi trabajo, y Barsoom disfrutar indefinidamente de losbeneficios de mi cerebro. Vivir eternamente siempre que tenga un buen ayudante, paralo cual me preocupar de que nunca muera, reemplazando su cuerpo, cuando llegue aviejo, por cualquiera de los jvenes de mi almacn. As seremos inmortales, pues tengorazones para pensar que el cerebro nunca muere, a menos que sea herido o atacado deuna enfermedad. An no ests preparado para realizar un acto tan transcendental. Debestransferir ms cerebros, para adquirir prctica y conocimiento de todas las pequeasirregularidades que impiden haya dos operaciones idnticas. Cuando ests losuficientemente preparado, cosa que yo ser el primero en saber, no perderemos mstiempo para asegurar el eterno bienestar de Barsoom.

    El plan me pareci excelente, lo mismo para l que para m. Nos aseguraba lainmortalidad: podramos vivir eternamente y siempre tendramos cuerpos jvenes,robustos y sanos. En qu magnfica posicin me colocara! Si el viejo confiaba en miegosta lealtad, del mismo modo podra yo fiarme de l, pues no se atrevera aindisponerme con la nica criatura del mundo capaz de asegurarle la inmortalidad. Porprimera vez, desde que entr en el establecimiento, respir a gusto.

    En cuanto se separ de m march directamente a la habitacin de Valla Dia, pues

    quera comunicarle la estupenda noticia. Durante los meses transcurridos desde suresurreccin haba ido conociendo las admirables bellezas de su alma, hasta terminar porno ver en ella la horrible y desfigurada cara de Xaxa, sino los encantos interiores de VallaDia. Haba llegado a ser mi confidente, como yo lo era suyo, y esta asociacin constituyuno de los mayores placeres de mi existencia en Barsoom.

    Cuando hube terminado de referir la historia me felicit sincera y calurosamente,dicindome que confiaba en que usara de mi gran poder para sembrar el bien por elmundo, a lo que contest que, una de mis primeras cosas que iba a pedir a Ras Thavas,era que proporcionara a Valla Dia un cuerpo joven y hermoso.

    No, amigo mo me contest, moviendo la cabeza. De no tener el mo propio, lomismo me da ste de Xaxa que cualquier otro. Sin el mo propio no me atrever a volver a

    mi patria. Adems, fuera cualquiera el cuerpo hermoso que Ras Thavas me diera,siempre tendra que temer la codicia de sus clientes, y estara expuesta a que una deellas lo quisiera para s, dejndome su armazn vieja, enferma o desfigurada. No, amigo;

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    de no recobrar el mo, estoy satisfecha con el de Xaxa que, aunque feo, est sano ycorreoso. Por otra parte, a quin intereso yo? Slo t eres mi amigo, y yo tengo bastantecon tu amistad: t me aprecias por lo que soy, no por lo que parezco. Dejemos las cosastal como estn.

    Te gustara recobrar tu cuerpo y volver a tu patria?Oh, no digas eso! grit. Slo el pensarlo me vuelve loca de deseo. No debo

    alimentar una esperanza tan ilusoria que es un suplicio intolerable.No desespero insist. Solo la muerte acaba con la esperanza.Quieres ser bueno conmigo y no consigues ms que hacerme sufrir. No puede haber

    esperanza.Entonces yo esperar por ti, ya que veo un camino, aunque confieso que con pocas

    probabilidades de xito.No existe ese camino repiti ella, moviendo la cabeza; ni Duhor volver a verme.Duhor? Es el... hombre que te interesaba?Me interesaba y me intereso por l contest Valla Dia sonriendopero Duhor no es

    una persona: es mi hogar, el pas de mis antepasados.Por qu saliste de Duhor? Nunca me lo has dicho, Valla Dia.

    A causa de la crueldad de Jal Had, prncipe de Amhor. Desde tiempo inmemorial haexistido enemistad entre Duhor y Amhor, pero un da lleg Jal Had disfrazado a la ciudadde Duhor, atrado, segn cuentan, por la gran belleza de la nica hija de Kor San, Jeddakde Duhor. En cuanto el intruso la vio, decidi apoderarse de ella y, apenas llegado aAmhor, mand embajadores a la corte de Kor San pidiendo la mano de la princesa deDuhor. Kor San, que no tena hijos varones, haba pensado casar a su hija con uno de losJeds de Duhor, a fin de que el hijo de esta unin, con sangre de Kor San en las venas,reinase sobre el pueblo de Duhor. Por consiguiente, la pretensin de Jal Had fuedenegada.

    Tanto irrit al amhoriano esta repulsa, que organiz una flota area formidable parasojuzgar a Duhor, y conseguir por la fuerza lo que no pudo por medios honrados. Enaquella poca, Duhor estaba en guerra con Helium y tena todo su ejrcito en el lejanoSur, con excepcin de un pequeo destacamento de guarnicin que se qued en laciudad Jal Had no pudo encontrar ocasin ms propicia para atacar. Duhor cay y,mientras los amhorianos saqueaban la ciudad, Jal Had, con un batalln, recorri el palaciobuscando a la princesa; pero sta no tena deseo alguno de convertirse en Jeddaraconsorte de Amhor.

    En cuanto vi por el cielo la vanguardia de la flota amhoriana, comprendi el objetoque la guiaba, y se dispuso a burlar la captura. En su squito haba un cosmetlogo, cuyonico deber consista en preservar la belleza del cutis y el pelo de la princesa,preparndola para las audiencias pblicas y recepciones cortesanas. Era un maestro en

    su arte, y poda hacer que un rostro feo pareciera agradable, otro corriente encantador, yotro encantador radiante. La princesa le llam con toda urgencia, y le orden que letransformara el rostro convirtindoselo en feo; cuando hubo terminado su trabajo, nadiehubiera sospechado que, bajo aquella cara bien poco agraciada, se ocultaba la princesade Duhor.

    Cuando lleg Jal Had y no pudo encontrar lo que buscaba, ni aun torturando aalgunos de los fieles sbditos, orden la captura y conduccin a Amhor de todas lasmujeres del palacio, que quedaran prisioneras hasta que la princesa de Duhor le fueraentregada en matrimonio. En consecuencia, me condujeron, en compaa de otrasmuchas, a un navo areo amhoriano, que se dirigi a la capital enemiga una vezterminado el saqueo de Duhor, donde permaneci el grueso de la escuadra.

    Cuando el buque llevaba recorridos los cuatro o cinco mil haads que separan a Duhorde Amhor, apareci una escuadra de Fundal que nos atac inmediatamente. Las navesque nos escoltaban fueron destruidas o derribadas, y la que nos llevaba a bordo cay en

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    manos de los fundalianos. Nos condujeron a Fundal, donde nos vendieron en pblicasubasta, y a m me compr uno de los agentes de Ras Thavas. Lo dems ya lo sabes. Laprincesa de Duhor jams volver a su patria.

    Debes volver! grit, porque haba combinado un plan. Dnde est Duhor?Vas a ir all? pregunt, riendo.S.

    Ests loco, amigo mo. Duhor se encuentra a ms de 7.800 haads de Toonol, detrsde las colinas artolianas, cubiertas de nieves perpetuas. T, solo y extranjero, no podrasllegar all, pues tendras que atravesar las marismas toonolianas, llenas de hordasferoces, animales salvajes y ciudades guerreras. Moriras tristemente en cuanto hubierasrecorrido los primeros cincuenta haads, suponiendo que pudieras salir de la isla dondeest edificado el laboratorio de Ras Thavas. Qu motivos tienes para realizar tan intilsacrificio?.

    No tuve valor para contestarle. No poda mirar aquella figura sarmentosa y aquel rostrofeo y deforme, y decirle: La razn es que te amo, Valla Dia, y, sin embargo, sa era laverdad. A medida que fu conociendo las maravillosas bellezas de su alma y de suespritu, haba ido sintiendo cmo en mi corazn naca un amor irresistible, que no poda

    expresar a aquella bruja repugnante. Yo amaba el espritu hermoso de la verdadera VallaDia, pero no poda amar el cuerpo de Xaxa. Al mismo tiempo me angustiaban otrasemociones, nacidas de una gran duda: podra Valla Dia corresponder a mi amor? En susituacin actual, habitando el cadver de Xaxa, sin ms amigo que yo para dulcificar susoledad, poda sentir hacia m un sentimiento de gratitud; pero si alguna vez llegaba a serde nuevo la hermosa Valla Dia para volver al palacio de su padre, rodeada por los noblesde Duhor, se acordara del triste desterrado de otro mundo? Pero esta duda no meimpedira realizar, en tanto me lo permitiera el destino, el plan descabellado que habaempezado a idear.

    No has contestado a mi pregunta, Vad Varo dijo ella, interrumpiendo mispensamientos. Por qu quieres hacer eso?

    Para reparar el mal que te han hecho, Valla Dia.No lo intentes. Con ello yo perdera mi nico amigo, cuya compaa es la nica

    fuente de felicidad que me queda. Aprecio tu generosidad y lealtad, tu noble deseo deservirme hasta ese extremo suicida; pero no lo intentes... no debes hacerlo.

    Si te molesta, no hablemos ms de ello; pero ten en cuenta que nunca dejar depensarlo. Algn da encontrar el medio de llevarlo a la prctica.

    A medida que transcurra el tiempo, Ras Thavas dedicaba ms inters a la direccin demi trabajo en la transferencia de cerebros: se acercaba el da en que mi viejo maestroabandonara en mis manos su vida y su porvenir. El saba que estara completamentebajo mi poder: yo podra matarle, o conservarle eternamente anestesiado, o jugarle la

    mala partida de hacerle revivir en el cuerpo de un calot; o darle la mitad del cerebro de unmono; pero tena que aceptar estos riesgos, porque iba decayendo con gran rapidez. Yaestaba completamente ciego, y slo vea gracias a los maravillosos anteojos que l mismohaba inventado; tambin estaba sordo como una tapia, y tena que recurrir a medios arti-ficiales para or. Y ahora su corazn empezaba a mostrar sntomas de fatiga, que l nopoda menos de percibir.

    Una maana me mand llamar por un esclavo. Encontr al viejo cirujano acostado eimpotente: era un miserable paquete de piel y huesos.

    Hay que darse prisa, Vad Varo dijo con voz que era apenas un soplo. Hace pocostais creo que se me ha parado el corazn. Por eso he enviado a buscarte.

    Seal la puerta que comunicaba con la habitacin vecina.

    Ah encontrars el cuerpo que he elegido. Ah, en mi laboratorio privado, que heconstruido hace mucho tiempo para este objeto, llevars a cabo la ms grande operacinquirrgica que vi el Universo, trasladando el cerebro supremo al cuerpo ms hermoso y

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    perfecto que puede imaginarse. Vers que la cabeza est ya preparada para recibir micerebro; el del sujeto ha sido extirpado y destruido por el fuego, aniquilado totalmente,para que no haya la ms mnima probabilidad de que exista un cerebro deseoso derecuperar ese cuerpo magnfico. Llama a los esclavos y haz que me transporten a lamesa de operaciones.

    No hace falta le dije.

    Y levantndole con mis brazos como si fuera un nio, le llev a la habitacin contigua,en la que estaba montado un laboratorio completo y perfectamente alumbrado, una decuyas mesas de operaciones estaba ocupada por el cuerpo de un hombre roj o. Sobre laotra que estaba vacia deposit el cuerpo de Ras Thavas, y luego me volv paracontemplar la nueva envoltura que haba elegido. Creo que nunca he visto cuerpo tanperfecto ni rostro tan encantador. Ras Thavas haba elegido bien. Despus de unmomento me inclin sobre mi maestro, hice las dos incisiones y apliqu los tubos. Toqucon el dedo al botn que haba de poner en marcha el motor absorbiendo su sangre yreemplazndola por el lquido maravilloso. Entonces habl.

    Ras Thavas, has empleado mucho tiempo en prepararme para este instante. Hetrabajado a tu lado con ardor y entusiasmo. T me has enseado que todos los actos

    humanos deben ir guiados nicamente por el inters propio, y no he desaprovechado laleccin. Puedes estar convencido de que yo no hago esto porque te quiera o porquesienta amistad hacia ti; pero crees que me has ofrecido bastante al concederme nica-mente la inmortalidad. Por desgracia, conservo algn resto de sentimentalismo, odio elmal y soy capaz de sentir amistad y amor. El precio que me ofreces no me parecebastante. Si la operacin tiene xito, ests dispuesto a pagarme ms?

    Ras Thavas me mir durante un minuto y pude ver que temblaba de rabia, pero nolevant la voz al replicar:

    Qu ms quieres?Te acuerdas del 4.296-E-2.631-H?El sujeto que tiene el cuerpo de Xaxa? S, me acuerdo. Qu pasa?Quiero que se le devuelva su propio cuerpo. Este es el precio que me pagars por la

    operacin.Ras Thavas me mir fijamente.Es imposible. Lo tiene Xaxa. Aun cuando me atreviera, nunca podra recobrarlo.

    Empieza la operacin!Cuando me hayas concedido lo que te pido.No puedo prometer un imposible. Pdeme cualquier otra cosa; no me opongo a una

    demanda razonable.Y yo no quiero ms que eso; pero no insisto en que rescates t el cuerpo. Si yo traigo

    aqu a Xaxa, querrs t hacer la transferencia?

    Eso traera consigo la guerra entre Toonol y Fundal.Me importa muy poco. Pronto, decdete! Dentro de cinco tais oprimir el botn. Sime concedes lo que te pido, tendrs un cuerpo nuevo y hermoso. Si rehusas, quedarspara siempre en la inconsciencia. RasThavas contest, silabeando las palabras:

    Prometo que, cuando me traigas el cuerpo de Xaxa, trasladar a ese cuerpo elcerebro que el


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