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Política científica y transformación del rol social de la universidad. El caso argentino Langer, Ariel * Becario Doctoral de CONICET/Argentina Prepared for delivery at the 2007 Congress of the Latin American Studies Association, Montréal, Canada September 5-7, 2007 REFORMAS Y NUEVO ROL SOCIAL DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR. ESTUDIOS COMPARADOS DE CASOS LATINOAMERICANOS Program Track "Educación, Pedagogy and Educational Policies". Sección "Educación y Políticas Educativas en América Latina" . * Lic. en Economía, becario doctoral CONICET con sede en el Programa de Educación, Economía y Trabajo del Instituto de Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras – UBA. 1
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Política científica y transformación del rol social de la universidad. El caso argentino

Langer, Ariel*

Becario Doctoral de CONICET/Argentina

Prepared for delivery at the 2007 Congress of the Latin American Studies Association, Montréal, Canada September 5-7, 2007

REFORMAS Y NUEVO ROL SOCIAL DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR. ESTUDIOS COMPARADOS DE CASOS LATINOAMERICANOS

Program Track "Educación, Pedagogy and Educational Policies". Sección "Educación y Políticas Educativas en América Latina"

.     

* Lic. en Economía, becario doctoral CONICET con sede en el Programa de Educación, Economía y Trabajo del Instituto de Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras – UBA.

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Abstract

El objeto general del trabajo es discutir la transformación que, en los últimos años, fue sufriendo el rol social adoptado por la universidad pública en Argentina. Para cumplir con ello contrastamos las nociones sobre las principales funciones de la universidad – docencia, investigación, extensión y transferencia- existentes en distintos tiempos y espacios del complejo científico-tecnológico argentino. En este ejercicio comprenderemos cómo las transformaciones económicas de los últimos veinticinco años impactaron fuertemente sobre dichas nociones, reflejándose estos cambios en nuevas políticas universitarias.

Recorreremos un camino que nos mostrará – tanto a nivel empírico como teórico- cómo las ideas sobre aumentar los recursos y dinamizar las universidades se fueron corriendo hacia la necesidad de superar crisis estructurales a partir de administrar las instituciones estatales (entre ellas la universidad) con mayor eficiencia, eficacia y productividad. Este cambio, en definitiva, fue afectando las labores concretas de la institución y el rol que ésta cumple en el desarrollo de la sociedad.

Esta ponencia corresponde a investigaciones en desarrollo en el marco del Programa Educación, Economía y Trabajo del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación de la Universidad de Buenos Aires.

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Política científica y transformación del rol social de la universidad. El caso argentino

Langer, Ariel*

Primera parte: El sistema de educación y ciencia (SEC) en su contexto

Mucho se ha hablado sobre lo qué es la ciencia, mucho más aún sobre qué no es la ciencia. Lo más cercano a una definición que se pudo llegar es aquello de que “la ciencia es lo que hacen los científicos”.1 En consecuencia, no sería muy productivo hacer una definición esquemática sobre su significado, pero sí iniciar una búsqueda sobre qué relaciones implica el conocimiento en la sociedad moderna a fin de cumplir con nuestro objetivo principal: comprender los cambios más recientes ocurridos en las instituciones generadoras de conocimiento y cómo esto ha influido en la marcha de la ciencia y su relación con la sociedad en su conjunto.

Si bien podemos encontrar los orígenes de la ciencia occidental en la Grecia Antigua y luego un resurgir de este pensamiento con el Renacimiento y el surgimiento de la mentalidad burguesa2, su apogeo y forma definitivamente moderna le será dada por los filósofos de la Ilustración. Si la ciencia en su acepción más amplia es tomada como las acciones que llevamos a cabo para tener una idea respecto a lo que para nosotros es el mundo. El desarrollo de la filosofía alemana implicó la reflexión sobre este conocimiento, es decir, la búsqueda por reconocer la naturaleza del conocimiento (del entendimiento humano). Esta reflexión implica reconocer la actividad mental a través de la cual comprendemos al mundo. El problema no es si existe el mundo (o la verdad), sino cómo nos representamos ese mundo (o verdad). Y más aún, esta representación está en constante movimiento, siendo en realidad, un automovimiento cuyas causas inmanentes deben ser comprendidas por la razón moderna (científica). En consecuencia,

* Lic. en Economía, becario doctoral CONICET con sede en el Programa de Educación, Economía y Trabajo del Instituto de Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras – UBA.1 “Hagamos a un lado el problema epistemológico de lo que son estas ciencias para referirnos a la razón por la cual constituyen una institución social cuya práctica recibe la denominación de investigación científica y técnica. En este sentido, la ciencia es la actividad a la que se entregan los investigadores – científicos, ingenieros y técnicos- en el marco de los conocimientos, métodos, procedimientos y técnicas sancionados por la experimentación y la comprobación” (Salomón, 1974; p.2).2 “Veamos ahora cuáles son los contenidos fundamentales de esa mentalidad, comenzando con lo que generalmente es el aspecto clave: la imagen de la realidad. La mentalidad cristiano feudal supone estar penetrada por al irrealidad, es decir, que la causalidad profunda de la realidad no pertenece al orden de lo natural sino de lo sobrenatural: el milagro, el prodigio, que se filtran entre los resquicios de la realidad y establecen nexos causales…En el curso de tres o cuatro siglos, mediante una formidable labor de catequesis, la Iglesia consiguió imponer una cierta imagen de la realidad, permanentemente cruzada con lo irreal. Se configura así una mentalidad fundada en la trascendencia, en la idea de que este mundo es insignificante; en la convicción de que la realidad sensible es puro engaño y que, en consecuencia, el cuerpo no vale nada, lo terreno es vanidad y lo único valioso es la salvación del alma. Una realidad, en suma, en la cual todo lo que pasa está poniendo de manifiesto decisiones que ocurren fuera de la realidad. Fue una verdadera revolución, pues se trató de imponer una realidad contra una evidencia primaria. Y fue impuesta. En el marco de esta mentalidad nace la burguesía, que paulatinamente restablece el distingo entre realidad – entendida como realidad sensible- e irrealidad. Y a partir de ese distingo, como se verá, es posible una actitud empírica y, más a largo plazo, el desarrollo de un pensamiento científico” (Romero, 1993; p. 31 y 32).

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la razón no puede ser otra cosa que el pensamiento que se determina a sí mismo con entera libertad.3

De la mano de estos razonamientos los filósofos de la Ilustración dan luz a la ciencia moderna, la cual, como vemos, nace unida a la reflexión filosófica y tomando por objeto la explicación del mundo como un todo. De igual forma comprendemos también que la autonomía y libertad del científico se encuentran en la raíz de la ciencia misma.4

Así como dieron vida a la razón moderna, la tradición que iniciaron los filósofos de la ilustración, también pusieron su sello en la distinción de la especificidad de su propia sociedad. A diferencia de lo sucedido en la historia pasada, la sociedad moderna se escinde en dos esferas: sociedad civil (el ámbito privado, donde se desarrollan los procesos de producción) y el Estado (el ámbito de la política).

Volviendo a nuestro tema y uniendo lo hasta aquí comentado, podríamos decir que idealmente la ciencia pertenece a la esfera de la sociedad civil, y quienes la llevan adelante – los científicos- están exentos de relaciones de poder logrando un conocimiento autónomo, objetivo y neutral. Pero esto no es así, la ciencia implica relaciones de poder y por lo tanto no podemos ubicarla plenamente en una de las dos esferas. En consecuencia la ciencia no estará libre de su contrario, la ideología. Reconocer esto nos será de vital importancia para comprender la marcha del sistema científico actual (y de la universidad en particular), en donde la ciencia se encuentra obligada a salir de su inmaculada torre de marfil e interactuar continuamente con el Estado (y los intereses que éste representa).5

3 Así es como Hegel en su Introducción a la Filosofía de la Historia nos dice: “La razón descansa y tiene su fin en sí misma, se da la existencia y se explana por sí misma. El pensamiento necesita darse cuenta de este fin de la razón. El modo filosófico puede tener al principio algo de chocante; dadas las malas costumbres de la representación, puede ser tenido por contingente, por una ocurrencia. Aquel para quien el pensamiento no sea lo único verdadero, lo supremo, no puede juzgar en absoluto el modo filosófico” (Hegel, 1994; p. 44).Así mismo en la Fenomenología del espíritu también vemos frases como la siguiente: “Esta necesidad hace que este camino hacia la ciencia sea ya él mismo ciencia y sea, por ello, en cuanto a su contenido, la ciencia de la experiencia de la conciencia” (Hegel, 1992; p. 60).4 “La filosofía, en esta actitud, no significa ya un campo especial de conocimientos que se colocaría junto o por encima de los principios del conocimiento natural, jurídico, político, etc., sino que es un medio omnicomprensivo en el que estos principios se forman, se desenvuelven y se asientan. No se separa de la ciencia natural, de la historia, de la jurisprudencia, de la política, sino que constituye su soplo vivificador, la atmósfera en la que únicamente pueden alentar y vivir. Ya no es la substancia separada, abstracta, de lo espiritual, sino que representa el espíritu en su totalidad, en su función pura, en su modo específico de indagar y preguntar, en su metódica y en su marcha cognoscitiva” (Cassirer, 1993; p. 11).5 “Pero esta ventaja no es sino aparente, pues la política considerada como teatro técnico de las decisiones y de las acciones no se la puede separar de la política considerada como teatro filosófico de conflictos y rivalidades; la política de la ciencia, como cualquier otra y más que cualquier otra, versa sobre la ciencia” (Salomón, 1974; p.3).

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Si bien la (con)fusión entre ciencia e ideología es una problemática de larga data que, incluso, se encuentra en la propia naturaleza de su existencia; es en las transformaciones que comienzan a darse hacia el fin de la segunda guerra mundial donde nos vamos a detener.6 Aquí la ciencia quedará ligada más que nunca al destino de las políticas estatales y, éstas, cada vez más, serán un garante del desarrollo industrial. El desarrollo autónomo de la ciencia y del científico como libre pensador cuyo único objeto es la verdad perecerá en manos del cálculo técnico y el imperativo utilitario del conocimiento:

“Después de la segunda guerra mundial, el porvenir de la ciencia queda estrechamente vinculado al porvenir del poder público: la cuestión del uso político de la investigación científica se plantea, a la vez, en función de sus necesidades incrementadas y del peso que sus resultados ejercen sobre los asuntos de la política misma. La ciencia ya no puede separarse de los proyectos políticos que le permiten desarrollarse, y a cuya realización contribuye al ligarse estrechamente a las decisiones que la determinan y establecen los caminos por los que puede llevarse a cabo. Incluso en el caso en que la práctica de la ciencia pura no pareciese haber cambiado, a saber, que las iniciativas y modalidades de una investigación no dependiesen de ninguna manera de instrucciones ajenas a la curiosidad o al interés de aquellos que han decidido consagrase a la misma, las alternativas que constituyen el objeto de esta investigación seguirán teniendo lugar contra un fondo de instituciones, de mecanismos, de procedimientos y de decisiones que no son de su exclusiva jurisdicción. El gobierno de la ciencia podrá ser más o menos liberal, ágil, flexible, descentralizado…, en última instancia dependerá siempre del sistema de decisiones políticas que le aseguran sus recursos” (Salomón; 1974; p. 4).

En el presente trabajo sostendremos que a partir de la segunda guerra mundial se produce un cambio cualitativo en la manera de hacer ciencia y en la propia ciencia como institución, lo cual – como no podría ser de otra manera- afecta directamente a la universidad y al investigador universitario como trabajador científico.

No es ninguna novedad plantear que a partir de esta fecha se produce un cambio de escala en los aspectos técnicos, organizativos y de financiamiento del trabajo del científico. Algo menos mencionado – aunque no olvidado totalmente- es otro cambio fundamental en este período: la convergencia entre ciencia y técnica. La ciencia se transforma en técnica realizada, en mero instrumento para la consecución de un fin. La frontera entre ciencia básica y aplicada comienza a borronearse y se confunde el conocimiento con su utilización. La ciencia se transforma deliberadamente en una rama de producción y fuente de poder político y económico por excelencia.

¿Pero qué es lo que hay de nuevo en este proceso? ¿Es que nunca antes la ciencia fue medio de producción? ¿Es que nunca fue vital para reproducir el capital? ¿Es que nunca importaron sus aplicaciones? ¿Es que nunca tuvo un rol ideológico furibundo?

6 De hecho Marx ya indicaba el inicio de la decadencia de la ciencia moderna y con ello de los principios filosóficos del siglo XVIII con las invasiones napoleónicas. En el postfacio a la segunda edición de El Capital se refiere a este proceso para el caso de la economía política: “Con el año 1830 sobreviene la crisis decisiva. La burguesía había conquistado el poder político en Francia y en Inglaterra. A partir de este momento, la lucha de clases comienza a revestir, práctica y teóricamente, formas cada vez más acusadas y más amenazadoras. Había sonado la campana funeral de la ciencia económica burguesa. Ya no se trataba de si tal o cual teorema era o no verdadero, sino de si resultaba beneficioso o perjudicial, cómodo o molesto, de si infringía o no las ordenanzas de la policía. Los investigadores desinteresados fueron sustituidos por espadachines a sueldo y los estudios científicos imparciales dejaron el puesto a la conciencia turbia y a las perversas intenciones de la apologética” (Marx, 1992; p. XIX).

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Claro que sí existió en la historia de la ciencia moderna cada una de estas cuestiones. De hecho los filósofos ilustrados tuvieron en la razón su principal arma de la revolución y desde antaño se estudia el rol del conocimiento en la producción.7 Pero lo que esto nos indica no es que hoy no hay nada nuevo bajo el sol, sino que eso nuevo es un desarrollo histórico y propio (inmanente) de la propia ciencia en la sociedad capitalista. Entonces, la labor del científico que busca comprender los cambios en la ciencia (y en la sociedad en que esta existe) será abocarse a la realización de este desarrollo.

Los cambios generados a partir de la segunda guerra mundial: intervención estatal y fin de la autonomía científica

Desde la revolución científica del siglo XVII la ciencia debe convivir en un estado de ambivalencia: el conocimiento del mundo (la naturaleza) es indisociable de su dominio. Especulación y experimentación, investigación y aplicación, conocimiento y producción, ciencia e ideología son todos pares opuestos pero que conviven en la misma moneda. El desarrollo de uno es, a su vez, el desarrollo del otro. ¿Cómo es que esto comienza a aparecer evidente ante nuestros ojos?

En los años de guerra la potencia siempre postulada de la ciencia como elemento de progreso capaz de abrir las puertas a la humanidad del dominio absoluto de la naturaleza parece más cercano que nunca. Los largos plazos que otrora mediaban entre el conocimiento desinteresado de la naturaleza y su aplicación y las dificultades para que esta existiera en gran escala, hacían que no fuera un hecho evidente la problemática del uso del saber puro como fuente de dominio de la naturaleza y el hombre y, por tanto, como fuente de poder político y económico. Pero llegó el momento en que la potencia se hizo evidencia.8

7 Por ejemplo, Marx ya se refiere a la ciencia como una rama más de la producción: “La apropiación del trabajo vivo por el capital adquiere en la maquinaria, también en este sentido, una realidad inmediata. Por un lado, lo que permite a las máquinas ejecutar el mismo trabajo que antes efectuaba el obrero, es el análisis y la aplicación – que dimanan directamente de la ciencia- de leyes mecánicas y químicas. El desarrollo de la maquinaria por vía, sin embargo, sólo se verifica cuando la gran industria ha alcanzado ya un nivel superior y el capital ha capturado y puesto a su servicio todas las ciencias; por otra parte, la misma maquinaria existente brinda ya grandes recursos. Las invenciones se convierten entonces en rama de la actividad económica y la aplicación de la ciencia a la producción inmediata misma se torna en un criterio que determina e incita a ésta” (Marx, 1997; p.226-227).8 “Como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, la situación ha cambiado totalmente. La ciencia ha pasado a estar intrincadamente unida al poder a causa de la naturaleza del nuevo armamento. La ciencia se ha convertido en un factor integral para el crecimiento económico. La magnitud de poder de un país no se basa ya en su producción de acero, sino en la calidad de su ciencia y de su aplicación, mediante la investigación y el desarrollo, a una nueva tecnología. Por estas razones obvias, la nueva relación de la ciencia respecto al gobierno (o, según las fórmulas más fantásticas, de la verdad respecto al poder) afecta por completo a la estructura de la ciencia, lo mismo como “comunidad carismática” que como “sociedad ocupacional”. (Bell, 1994: 434)

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El desarrollo del capital busca, por fin, una nueva forma de reproducción. Hace años ya que ésta ya no se encontraba presidida por el comercio o la usura, sino por la industria. En la etapa histórica pasada encontramos ya la clave para comprender en forma genérica la naturaleza del sistema capitalista. La ganancia que, en principio, parece surgir de la argucia personal para comprar barato y vender lo más caro posible, se nos aparece ahora al desnudo. El secreto de la ganancia del capitalista se encuentra en el trabajo ajeno y en la capacidad de tomar de éste lo más posible. Descubrimos este misterio con el inicio de la manufactura y es un secreto a voces al llegar a la etapa de la gran industria.

Aquí la historia nos abre paso a la comprensión teórica. Observamos que el trabajo es el único capaz de darle valor a las mercancías en venta en los mercados y, por ende, la suma de los precios de todas las mercancías vendidas en el mercado no puede sobrepasar al valor creado por el trabajo. El sistema no puede sostenerse eternamente sobre la base de cobrar precios caros, ya que eso sólo conduciría al incremento de la competencia entre la clase capitalista, a la inflación y la inestabilidad. A largo plazo y en libre competencia la tasa de ganancia dada por la extracción de plusvalor tendrá que ser la misma en todas las ramas de la industria.

El saqueo y el crimen abierto ya no resultan ni tan rentables ni tan viables como la inversión en nueva maquinaria. Esta situación, propia al mismo desarrollo del capital, llevará a transformar las relaciones sociales que lo componen. Surge la necesidad de planificar la acumulación de forma distinta. Las planificaciones de guerra y trabajos forzados cambian progresivamente por programaciones técnicas. Cada vez se hace más evidente que en un mundo de plena competencia y de manos invisibles, existe también quien planifica la producción y su evolución. Y este personaje está encarnado en la empresa de capital.

La enorme sorpresa será que el principal objetivo del planificador es transgredir continuamente la ley de la ganancia única. Para ello deberá emplear todos los medios que tenga a su disposición a fin de arrebatar a sus competidores parte del valor creado por ellos (en realidad por los trabajadores a su cargo) en otras ramas de producción. El mismo desarrollo del sistema es el que genera las condiciones para que cada planificador (empresa) transforme continuamente sus formas de producción a fin de obtener un diferencial de ganancia respecto a la media. La propia necesidad de reproducción del capital inicia una carrera tecnológica que transforma por períodos las estructuras productivas y determina, a su vez, las formas que van adoptando los sistemas educativos y científicos nacionales según cuál sea la posición de cada capital local en división mundial del trabajo.9

9 El estudio de las diversas formas que va adoptando la reproducción del capital a lo largo de la historia y sus consecuencias respecto a la necesidad del desarrollo de la ciencia y la tecnología debe ser un capítulo aparte (y principal) de nuestro trabajo. Lo que aquí se presenta es sólo una mínima alusión a la temática para clarificar lo que para nosotros es el origen de los cambios en las instituciones y las condiciones de generación y aplicación de la ciencia.

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La centralidad de la ciencia para la reproducción del capital es evidente y los recursos que comienzan a invertirse en ella se transforman monstruosamente. Pero no será sólo que los costos hacen imposible el financiamiento individual de las actividades científicas, sino que nadie podría estar dispuesto a dejar semejante fuerza de poder al libre albedrío. La guerra enfrenta a esta situación al poder público y el país hegemónico responde rápidamente evidenciando una rápida comprensión respecto a qué hay que hacer en el nuevo mundo para ser potencia económica:

“En 1939, millones de personas estaban empleadas en industrias que ni siquiera existían al final de la guerra anterior: la radio, el aire acondicionado, el rayón y otras fibras sintéticas y los plásticos son ejemplos de productos procedentes de ellas. Pero estas cosas no señalan el fin del progreso: no son más que su inicio, si hacemos un uso pleno de nuestros recursos científicos. Nuevas industrias manufactureras pueden ponerse en marcha y muchas más fortalecerse y expandirse si seguimos estudiando las leyes de la naturaleza y aplicando el nuevo conocimiento a finalidades prácticas…Cuando se les da un uso práctico, los adelantos de la ciencia significan más puestos de trabajo, salarios más altos, horarios laborales más cortos, cosechas más abundantes, más tiempo libre para la recreación y el estudio y para aprender a vivir sin la embotante monotonía que fue la carga del hombre común en épocas pasadas. Los avances científicos también traerán niveles de vida más altos, conducirán a la prevención o cura de enfermedades, promoverán la conservación de nuestros recursos nacionales limitados y asegurarán los medios de defensa contra la agresión. Pero para alcanzar estos objetivos –asegurar un alto nivel de empleo y mantener una posición de liderazgo mundial–, el flujo del conocimiento científico debe ser a la vez continuo y sustancial” (Busch, 1999: p. 98).

La planificación económica que desarrolla toda empresa de capital – asistida o no por el Estado- es ahora la planificación de la ciencia y la tecnología. El sistema de I+D se configura, en realidad, como un subsistema dentro del sistema de producción más general. La consecuencia de ello es que ahora se espera de la ciencia que genere productos (o insumos) equivalentes a los de cualquier otro subsistema (o rama) de producción. En otras palabras, el cambio cualitativo que se produce en los sistemas científicos a partir de este momento es que se le exigirá que desarrollen productos útiles para la sociedad.

A simple vista esta situación no parece ser muy original o transformadora, no obstante implica una contradicción profunda dentro de la lógica de la ciencia moderna. Como vimos, su naturaleza implica que para desarrollar su conocimiento-conciencia sobre el mundo, el científico debe ser completamente libre y autodeterminado. El desarrollo del conocimiento no debe seguir otra lógica que la suya propia y, por ende, ese conocimiento sólo será útil para sí y no para otros. No obstante, el avance en la comprensión de la naturaleza (el mundo) que desarrolla este hombre de ciencia contribuye al progreso y emancipación social. Pero ahora este razonamiento se choca contra una pared; el nuevo imperativo social dice que pensamiento científico está directamente relacionado con el bienestar de la sociedad. La actividad científica ya no tiene un beneficio abstracto y en potencia, sino que es un producto inmediatamente útil para otros. La ciencia, en apariencia, es ahora un producto con valor social (valga la redundancia).

El científico ya no podrá escapar de ninguna manera a este nuevo imperativo social que, sin embargo, estuvo siempre contenido en su actividad. Quien comienza a interesarse (y a financiar) su actividad puede no crear ninguna barrera explícita a su libertad de investigación, pero su objeto último es que sea útil a sus fines (o al de los intereses que representa, sean estos los de una empresa o los del conjunto de la sociedad). El científico debe ahora justificar la “pertinencia

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social” de su trabajo y esto – consciente o inconscientemente- transformará la esencia de su actividad.10

La década del setenta: nueva aceleración de las transformaciones. Del Estado que resguarda el interés común a garante del interés particular.

La creciente conflictividad social de los años sesenta y setenta y la crisis en los países capitalistas desarrollados que se desata a mediados de esta última década, culminaron con una nueva redefinición en las formas de reproducción del capital. Desde la política esto se traduce en el advenimiento de las doctrinas neoliberales, donde los actores fundamentales son EEUU e Inglaterra y los Organismos de Financiamiento Multilateral, quienes a través de las políticas del Consenso de Washington fuerzan al resto del mundo a sumarse a esta doctrina. Las empresas reconfiguran sus formas de organización de la producción y los mercados financieros pasan a ser el recurso fundamental para su financiamiento de las empresas (cuando no de los Estados). Estas transformaciones llevan consigo un nuevo rol para el Estado. Este ya no aparecerá más como marco de la vida social y encarnación del bien público (Estado de Bienestar), sino como garante de apoyo militar, protección legal, ayudas financieras y exenciones para las grandes empresas.11

Suele indicarse el origen de estos cambios en Estados Unidos, preocupado por demás por la ventaja relativa en parámetros de productividad que estaban tomando otros países desarrollados (especialmente Japón y Alemania). Ahora, si como dijimos, la planificación económica es a la vez la planificación de la ciencia y la tecnología lo lógico es que las principales transformaciones en lo que respecta a la producción ocurrieran en la organización de los sistemas de I+D.

En el período que va desde el fin de la segunda guerra mundial hasta mediados de la década del setenta la lógica de I+D desarrollada se resumió bajo el nombre del “modelo lineal de innovación”, donde se suponía que los Estados debían fomentar la generación del mayor caudal posible de conocimiento básico y que luego éste iba a derramarse hacia aplicaciones y nuevas técnicas. En esta concepción aún se respetaba la generación de conocimiento básico por parte de una universidad autónoma del resto de las instituciones de la sociedad.12

10 “Sostenida en función de sus resultados prácticos, la investigación pura tiene que sujetarse a la jurisdicción de los criterios de rendimiento a los cuales se somete todo el sistema de producción: su discurso teórico se juzga sobre la base de las aplicaciones a las que da fundamento, aún cuando los valores a los que invoca remitan a un sistema de referencias que no es el de la utilidad…El problema planteado por la libertad de la ciencia no es sólo el de un enfrentamiento entre la verdad y lo que la amenaza. Es también el de las condiciones en que la investigación pura se le atribuye un plazo para realizarse como técnica” (Salomon, 1974; p.105).11 “El estado sigue siendo central porque constituye un recurso mayor para la apropiación de riquezas y la defensa de empresas industriales o financieras que se localizan entre sus interesas básicos; sigue siendo central porque contribuye activamente a la gestión de las infraestructuras, al buen funcionamiento de lo social, al mantenimiento de las solidaridades mínimas, a la educación y a la formación de las poblaciones que permanecen y permanecerán masivamente inmóviles y ligadas a espacios y territorios, cualesquiera que sean los discursos sobre la ciudad global y la movilidad. Diré, por último, que el Estado sigue siendo central pues el poder militar continúa siendo la clave de las relaciones internacionales ya que el interés nacional no se ha reducido en absoluto en relación con los Treinta Gloriosos y la Guerra Fría. No se vuelve en absoluto al liberalismo antiestatista de los liberales del siglo XIX, a pesar de las discusiones corrientes al respecto” (Pestre, 2005; p. 92).12 “La investigación básica se lleva a cabo sin considerar los fines prácticos. Su resultado es un conocimiento general y una comprensión de la naturaleza y sus leyes. Ese conocimiento general brinda el medio de responder una gran cantidad de importantes problemas prácticos, aunque tal vez no dé una

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Los cambios que de ahora en más se instauran aceleran rápidamente las transformaciones ya descriptas en la ciencia moderna. La forma que esto toma es la caída en desgracia del modelo lineal de innovación principalmente a partir de la crítica al aislamiento de la universidad respecto al resto de la sociedad. De ahora en más la pertinencia social de los trabajos de investigación deben quedar sumamente explicitados y la mejor forma para que ello ocurra es a partir de la interacción en el proceso de investigación-innovación de todos los actores interesados (universidad-estado-empresa).13

Pestre (2005) describe lo fundamental de los cambios ocurridos en los sistemas de I+D en este período:

1) Leyes de propiedad intelectual: A partir de 1980 se acordaron derechos de propiedad a investigaciones cada vez más básicas y por encima de la innovación propiamente dicha, en dominios que hasta entonces eran de competencia pública y de publicación en revistas científicas. En definitiva lo que va describiendo es cómo el sector privado (y especialmente las grandes empresas y laboratorios) se van apropiando de los resultados de la ciencia que tiempo atrás solían ser públicos, en otras palabras, la gradual privatización de la ciencia.14

respuesta específica a ninguno de ellos. Es función de la investigación aplicada proporcionar esas respuestas acabadas. El científico dedicado la investigación básica puede no interesarse en absoluto en las aplicaciones prácticas de su trabajo, no obstante lo cual el progreso futuro del desarrollo industrial finalmente se estancaría si la investigación científica básica se descuidara durante mucho tiempo” (Bush, 1999; p.104).13 “Las universidades y los grandes laboratorios industriales típicos de los años 1870-1970 siguen siendo importantes, pero se han transformado en sus modos de trabajar y colaborar: hoy los complementa una miríada de firmas innovadoras, instituciones que proporcionan capital de riesgo, estructuras de colaboración entre intereses privados, fundaciones y laboratorios públicos, todo operando en un clima de neoliberalismo emprendedor” (Pestre 2005; p. 95 y 96).14 En un artículo publicado en The New Cork Times y reproducido por Clarín (18/02/07) Michael Crichton denuncia la problemática social que genera el patentamiento de genes: “El patentamiento de material genético se emplea ahora para detener investigaciones, impedir estudios médicos y mantener información vital fuera de su alcance o del de su médico. Las patentes de genes retardan el ritmo de los avances en medicina relacionados con enfermedades en las que existe peligro de muerte. Dichas patentes elevan los costos de forma exorbitante: un estudio para el cáncer de mama que podría hacerse por 1000 dólares ahora cuesta 3000. ¿Por qué? Porque el dueño de la patente de genes puede cobrar lo que quiera, y de hecho lo hace…Los resultados han sido desastrosos. En circunstancias normales, se nos ocurre que las patentes promueven la innovación, pero es así porque casi todas son otorgadas a todo lo que inventan los seres humanos. Los genes no son inventos humanos, sino características del mundo natural. Como consecuencia de esa situación, dichas patentes se pueden emplear para impedir la innovación y perjudicar la atención del paciente.”.Lo hasta aquí descrito no es más que una muestra del debate desatado en EEUU por la gran expansión que han tenido las patentes. Esta extensión llevó a que no sólo los productos finales sean patentados, sino también los desarrollo de la investigación fundamental (en este caso particular genes humanos). La consecuencia de ello no sólo es el encarecimiento de las aplicaciones de la ciencia, sino que al trasladarse la ciencia a muy pocas manos, también se comienza a verificar un menor rendimiento en lo que respecta a la transferencia tecnológica y la innovación. El gran error de Michel Crichton es reducir las consecuencias de su discurso al patentamiento de genes, ya que exactamente lo mismo se puede decir de todas las áreas de conocimiento básico. La consecuencia es más general, se va expropiando cada vez más la posibilidad de hacer ciencia básica y por tanto se deja en pocas manos la posibilidad de innovar en la frontera tecnológica.

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2) Voluntad poítica (mercantil): Los propios políticos de EEUU evaluaron que el país era muy generoso con sus saberes fundamentales y que otros se aprovechaban de ello privilegiando los estudios de desarrollo y la radicación de patentes (Japón). De allí el punto anterior, aunque también un segundo grupo de modificaciones complementarias: se busca alentar la entrada de capital de riesgo en las nuevas firmas de alta tecnología construidas en el sector de la investigación, lo cual derivó en la constitución del Nasdacq en bolsa especializada en las firmas innovadoras.

3) La universidad como actor directo del desarrollo industrial: Las universidades abandonan cada vez más su naturaleza de proveedora de “ciencia abierta” para participar activamente tanto en el registro de patentes como en acuerdos de licencia exclusiva con los actores económicos que eligen (Bayh Dole Act, en EEUU). Así, los abogados se convierten en actores privilegiados del sector científico y la privatización del conocimiento se lleva a puntos nunca alcanzados como, por ejemplo, los acuerdos con grandes empresas para adquirir saberes y conocimientos prácticos producidos en instituciones científicas.

4) Retroceso de la investigación básica: Las grandes empresas buscan seguir el “modelo japonés” donde se trata de colocar las investigaciones básicas en posición de dependencia más directa de las divisiones de desarrollo y de reducir su autonomía ejecutiva. Se centran las actividades sobre la innovación industrial y sobre la necesidad de rentabilidad inmediata. Esta desinversión genera el surgimiento de “un mercado de subtrata para los saberes y la investigación”. Aparecen gran cantidad de empresas que ponen a punto técnicas, procedimientos o producto de alto valor científico y consultores científicos que ofrecen servicios especializados a otros actores económicos. En este sentido la “economía de la investigación” ha pasado a tener un papel sumamente relevante en el medio.

La repercusión de estos cambios en Argentina

Es más que lógico que las transformaciones a nivel mundial tengan su repercusión en Argentina. De esta forma no será difícil encontrar dentro de los discursos políticos y académicos llamados a la intervención directa de la Universidad en la realidad social y productiva. También encontramos llamados a incentivar la innovación a partir de ampliar los derechos de propiedad y patentes y la ampliación de las fuentes de financiamiento de la investigación.15

No obstante, lo que no aparece dentro de la lógica y que incluso se contradice – en parte- con el discurso político existente es el nuevo condicionamiento de las instituciones de crédito internacional a fin de que nuevamente el país se adapte regresivamente a los cambios en la planificación de los sistemas científicos mundiales:

15 “Es esencial elevar los recursos que los países asignan a las actividades de investigación y desarrollo, pero también es altamente prioritario mejorar la productividad de los recursos que actualmente se dedican a las actividades de generación de conocimientos y tecnología. Hay que alentar al sector privado a que reafirme su compromiso de apoyar la investigación y el desarrollo y los esfuerzos de absorción de tecnología. Con este fin, los mecanismo más apropiados son el fortalecimiento de los derechos de propiedad intelectual y el ofrecimiento de incentivos financieros…En cuanto al financiamiento de la investigación y el desarrollo, deben explorarse nuevas formas de mercados de capital de riesgo” (Katz, 2006; p.71-72).

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“Las vinculaciones relativamente débiles de I+D entre las empresas y las instituciones de investigación públicas se deben, en parte, a problemas de baja calidad y de la relevancia de la investigación subsidiada públicamente. Los estudios indican que en Argentina las instituciones públicas de investigación y las universidades no responden adecuadamente a las necesidades de la industria, enfatizando el aspecto académico por sobre las aplicaciones comerciales en la orientación de su investigación” (Thorn, 2005; p. 18).

Lo que finalmente le faltaba al sistema científico y a la universidad en particular para dar por enterrada la idea moderna de ciencia era explicitar a viva voz la naturaleza de los cambios sufridos en su historia: la imposición de la lógica comercial por sobre la académica o, lo que es lo mismo, de la mercancía por sobre la razón.

Segunda parte: El caso de la universidad y el sistema científico argentinos

A partir de la segunda guerra mundial se transforma más que sensiblemente en todo el mundo las formas de interacción de la CyT y la reproducción del capital. Las articulaciones existentes en este ámbito desde la primera revolución industrial se tornan completamente anacrónicas e inútiles en los ámbitos más desarrollados de la industria.

Este proceso provocó en nuestro país la destrucción de articulaciones ya obsoletas, pero el proceso de construcción de instituciones (e interacciones) modernas resultó, en un principio, oscilante y en algunos casos contradictorio, para finalmente desaparecer hacia mediados de la década del sesenta con la dictadura de Onganía. Todos los intentos a partir de esta fecha implicaron adaptaciones regresivas a las nuevas formas de acumulación mundial de la industria, generalmente patrocinadas por organismos multinacionales (léase BID y Banco Mundial).

Una vez que las nuevas formas de relación industria-ciencia-tecnología torna obsoletas las instituciones del país, las capacidades de innovación locales desaparecen. Inútil se tornan los aislados intentos –incluso utilizando recursos públicos – para fomentar instituciones científicas y tecnológicas modernas en un medio donde las empresas y subsistemas de producción sobrevivientes resultan meros apéndices o engranajes de industrias de punta montadas en los países centrales.16 Nos encontramos con la paradoja de instituciones científicas que derrochan y dilapidan recursos públicos en un contexto de continuo ahogo presupuestario para la educación y la investigación.

16 “Las sociedades avanzadas son precisamente las que se organizan científicamente para reducir el intervalo de tiempo entre la ciencia pura y la aplicación de sus resultados: de donde proviene el desarrollo de la previsión tecnológica que pretende prever tanto los descubrimientos como las necesidades susceptibles de satisfacción por sus aplicaciones eventuales” (Salomon, 1974; p.105). Seguramente en estas líneas también tenemos la justificación de por qué en los países subdesarrollados los indicadores de I+D según tipo de investigación arrojan un porcentaje mucho mayor de investigación básica que los países avanzados. Simplemente en estos últimos, no sólo hay industria donde aplicar los conocimientos, sino que también existen las articulaciones entre los diversos sectores del conocimiento y la producción.

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En conclusión, a partir de las transformaciones en los patrones de acumulación mundial ocurridos hacia mitad del siglo XX, la planificación pública para la integración del país entre las naciones capitalistas de avanzada fue inexistente o, como mucho, escasa. Esta situación llevó a la inutilidad de cualquier tipo de planeamiento tecnológico, elemento clave en la articulación entre producción y ciencia y/o educación, con lo cual se tornan absurdos también el desarrollo de programas en ciencia y educación. Esta situación, sumada a las catastróficas condiciones de alimentación, vivienda y salud de estudiantes, la falta de salarios dignos para docentes e investigadores y la falta de infraestructura adecuada en establecimientos educativos y científicos, llevaron a la completa desarticulación que hoy sufrimos entre el sistema educativo y científico (SEC) y el sistema productivo.

¿Qué educación y qué ciencia existe hoy en la universidad argentina?

Si observamos la forma de hacer ciencia en la universidad argentina tendremos una muestra de las transformaciones que los procesos económicos generaron en el sistema educativo actual. Uno de los principales procesos aún en marcha es la fragmentación de la ciencia en disciplinas fundamentalmente técnicas. El científico se nos aparece cada vez más como un técnico – especialista- con casi nula formación histórica-filosófica. Un sociólogo o un economista estudian los problemas de la sociedad y otorgan soluciones de la misma manera en que un técnico de TV estudia y repara el aparato. Con un manual bien graficado basta para ello. La ciencia se divorcia de la filosofía (del estudio del todo) y ésta última se degrada. Se borran los conceptos y se produce una fragmentación cada vez mayor de la representación del mundo.

El plano contextual de la investigación científica desaparece de su propia discusión y, paradojalmente, es este mismo contexto el que toma para su provecho los resultados de dicha investigación. Cada vez más, la investigación pura tiene que sujetarse a criterios de rendimiento y de “utilidad social” a los cuales se somete todo el sistema de producción.17

En concreto, la formación básica universal viene perdiendo importancia en todos los niveles de la educación (y casi desaparece del nivel universitario). La flexibilidad curricular es mínima y la instigación a la exploración y la investigación una pérdida de tiempo para las actividades especializadas. No obstante, el actual ritmo de la innovación torna continuamente anacrónica a las técnicas avanzadas del momento e inevitablemente la formación técnica debe correr detrás de estos avances. Los profesionales, técnicos y científicos formados en un solo ámbito y sin conocimientos básicos corren el irremediable peligro de quedar marginados del mercado laboral. El SEC argentino educa para la exclusión.18

17 Es importante recalcar que estos criterios en la Universidad Argentina no sólo vienen impuestos a partir de los organismos públicos y privados que financian las investigaciones, sino que incluso desde ámbitos progresistas también se impele cada vez más a que el trabajo del científico tenga una consecuencia directa en la sociedad.18 El riesgo de que la labor principal de la universidad sea una adaptación ciega y acrítica a los requisitos de mercado o cualquier otro autor es evidente y ya ha sido discutido por los economistas de la educación: “Las exigencias objetivas que surgen a partir de la significativa y rápida transformación del patrón de acumulación (lo que involucra una globalización creciente) genera un riesgo que ha sido discutido; que el discurso dominante haga perder de mira la naturaleza necesariamente transformadora y crítica de las instituciones terciarias en relación con la identificación y atención de las demandas sociales; esto es, la capacidad y deseabilidad de que estas instituciones desarrollen políticas preactivas y no meramente adaptativas” (Riquelme, 2003; p. 179).

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En principio la universidad es la institución que concede el mayor grado de libertad y autonomía al científico a fin de que trabaje en temáticas que no apuntan a ninguna aplicación inmediata o previsible. Pero este tipo de tareas también pueden persistir en cualquier otro laboratorio público o privado. La cuestión hoy parece reducirse a en qué momento del tiempo le será impuesto - a cualquier grupo de investigación- una tarea en particular. El grado de fuerza que podrá tener esta imposición se encontrará ligado directamente al financiamiento de las actividades. Es por ello que resulta crucial, para entender el accionar de la ciencia en argentina de, observar cuáles son sus fuentes de financiamiento y cuáles sus grados de libertad consecuentes.19

El SEC y su (des) financiamiento

La situación del SEC no puede escapar de las condiciones más generales dadas por el contexto en que está imbuido. Allí donde se encuentra el capital capacitado para reiterar innovaciones y planificar la producción encontramos articulaciones progresivas entre ciencia, tecnología y sistema productivo. Si bien el conocimiento se pone al servicio de la producción este redunda en avances tecnológicos que, si bien en forma desigual, llegan de alguna forma a la mayor parte de la población. No obstante, este beneficio se produce a expensas de las regiones y países donde el capital nacional se encuentra menos desarrollado y bajo la dominación programática del capital multinacional.

Bajo estas condiciones la investigación fundamental ya no tiene por qué estar en manos de la universidad (y mucho menos de las universidades del mundo subdesarrollado).20

De hecho, observando el siguiente cuadro nos encontramos que la mayor parte del gasto en I+D, especialmente en los países desarrollados, ya no es financiado ni remotamente por las universidades.

Cuadro: Gasto en I+D financiado por el sector educación superior

19 “En la obra de Goethe, Fausto vende su alma al diablo para alcanzar la eternidad: en la tecnonatura, el científicos se presta a satisfacer los deseos del poder para ejercer su oficio. Por diferente que sea lo que está en juego, el proceso de alienación es análogo: el científico, como Fausto, no es sino en juguete en manos de sus socios. Tiene como mira el progreso del saber, aquello por lo cual la idea de una solución posible a los problemas planteados por la ciencia implica que se le asignen recursos para encontrarla…´Todo el torbellino se lanza hacia arriba – dice Mefistófeles-; tú crees empujar y eres empujado`. El científico cree pesar, en nombre de la ciencia, sobre los objetivos del poder, pero es el poder quien determina los objetivos que el sistema de la investigación persigue a escala de una nación” (Salomon, 1974; p.193-194).20 De hecho, los últimos diez años vieron surgir nuevos marcos teóricos respecto a los espacios donde se genera el nuevo conocimiento científico. Los seguidores de la escuela llamada de la “nueva producción del conocimiento” dirán que ya no es potestad exclusiva de las universidades (Gibbons, 1994, 1997, 1998). Por el contrario, los partidarios teóricos de la “triple hélice” (p.e. Leydesdorff y Etzkowitz, 2001; Leydesdorff, 2001; Etzkowitz, 2002) esgrimen que el conocimiento fundamental aún sigue generándose en las instituciones de educación superior. Más allá de esta diferencia, en lo que ambos coinciden es en la identificación de lo que podríamos entender como una nueva concepción de relevancia social de la ciencia. Ya fuere porque la I+D se ha trasladado a todo tipo de instituciones más allá de las universidades o porque las propias universidades han abierto nuevos canales en su interacción con el medio social, la utilidad de los conocimientos generados se ha comenzado a medir según el impacto directo en la organización económica de las sociedades.

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  1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004Argentina ... ... ... ... ... ... ... ... ... 32,2% 25,9% 23,5%Australia ... ... ... 4,4% ... 4,7% ... 4,8% ... ... ... ...Brasil 4,4% 3,0% 2,7% 2,8% ... ... ... 28,2% 27,4% 29,1% 28,6% ...Canadá 15,5% 14,3% 14,0% 13,8% 13,5% 14,5% 15,0% 14,1% 12,9% 15,4% 16,5% ...Chile ... ... ... ... ... ... ... ... ... 0,4% 0,4% ...España 1,0% 1,0% 5,2% 5,0% 4,9% 4,8% 4,7% 6,8% 5,3% 5,2% 5,8% ...EEUU 2,2% 2,3% 2,2% 2,2% 2,3% 2,3% 2,3% 2,3% 2,5% 2,7% 3,8% ...Francia ... ... ... 1,7% 1,6% 1,8% 1,9% 1,6% 1,7% 0,7% ... ...Japón ... ... ... 7,8% 7,5% 7,8% 7,8% 7,6% 8,1% 7,6% ... ...Mexico 8,9% 7,7% 8,4% 8,1% 8,6% 8,0% 9,7% 6,0% 9,1% 7,1% ... ...Portugal ... ... 1,2% ... 1,5% ... 1,3% ... 0,8% ... ... ...Fuente:Secretaría de Ciencia y Tecnología para la Innovación Productiva (SeCyT)Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT)Organisation for Economic Cooperation and Development (OECD) - Main Science and Technology Indicators, 2005/1UNESCO Institute for Statistics (UIS)

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En países subdesarrollados las instituciones educativas y científicas tienen un papel regresivo en el desarrollo del capital nacional, simplemente porque éste mismo tiene un rol regresivo a nivel mundial. Los esfuerzos por tener instituciones científicas a la usanza del primer mundo resultan y seguirán resultando extrínsecos fuera de una estrategia global de desarrollo.

Desde mediados de la década del cincuenta la mayor parte de los países de América Latina crearon instituciones científicas, fortalecieron centros de I+D, asignaron recursos para la formación de investigadores e incluso generaron un pensamiento propio en lo referido a las relaciones entre ciencia, tecnología y desarrollo.21 El pensamiento latinoamericano en CyT tomaba como clave para el desarrollo de los países de la región alcanzar el nivel tecnológico de los países centrales. Estas ideas, en muchos casos, se plasmaron en proyectos concretos. No obstante, las diferencias a nivel de conocimiento (y desarrollo) no se achicaron, sino todo lo contrario.

Las comparaciones internacionales que se observan a continuación hablan por sí solas y son una muestra más que evidente de la diferencial capacidad potencial de los sectores de CyT entre los países. Tanto en proporción al producto bruto, como en valores absolutos, como en gasto por investigador las diferencias son abismales.

Indicadores de I+D. Comparaciones internacionales

Países Año I+D/PBI Año

Gasto anual en I+D.

Millones de dólares

corrientes

Gasto en I+D por

investigador. Dólares

Japón 2003 3,15 2003 135.280 200.317 Estados Unidos 2004 2,68 2002 276.260 206.994 Alemania 2004 2,49 2003 61.553 228.870 Francia 2004 2,16 2003 39.015 202.370 Canadá 2004 1,93 2002 14.255 126.572 Australia 2002 1,69 2002 6.978 95.141 Italia 2002 1,16 2002 13.740 192.864 España 2003 1,05 2003 9.269 100.180 Brasil 2003 0,95 2000 5.954 99.502 Chile 2003 0,6 2003 439 61.962 Argentina 2005 0,46 2005 839 26.328 México 2002 0,4 2002 2.575 93.209 Fuente: Secyt (2006); "Indicadores de Ciencia y Tecnología. Argentina 2005"

21 Estas corrientes de pensamiento estaban englobadas en gran medida en la CEPAL, pero específicamente en CyT encontramos también a hombres de la talla de Herrera, Sábato y Varsavsky.

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Actualmente las instituciones educativas y científicas se encuentran ante la encerrona de generar profesionales, técnicos y científicos con capacidades sumamente particulares y con niveles básicos bajos a fin de que se inserten en el mercado local o, lo que en muchos casos sucede, brindar educación de excelencia y que el graduado sólo tenga lugar en el exterior o termine puestos no acordes a su capacidad (lo cual ocurre para puestos en todos los niveles educativos).22 Esta situación – al menos para el nivel universitario- resulta de la evidente desarticulación interna del sistema científico y en conjunto con el sistema productivo.

En Argentina, la mayor parte de los investigadores debe permanecer dentro del sector público o emigrar. Por el contrario, en países con mayor grado de desarrollo – incluido Brasil-, la mayor parte de los investigadores cumple sus tareas en empresas.

22 Para el caso de la exclusión de los educados, el riesgo educativo de los no educados y la devaluación de títulos y credenciales ver Riquelme (2000). Para la problemática del brain drain actual en Argentina ver Albornoz, Barrere, Ratto (2003) y Kreimer (2006).

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Investigadores por Sector1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004

Argentina

Gobierno 35,72% 37,20% 37,21% 36,14% 36,76% 37,56% 37,27% 38,75%Empresas 16,34% 14,53% 13,87% 12,24% 11,86% 11,32% 11,33% 12,45%Educación Superior 46,89% 47,20% 47,58% 49,96% 49,46% 49,28% 49,27% 46,33%

ONGs 1,04% 1,07% 1,34% 1,66% 1,91% 1,84% 2,12% 2,47%

Brasil

Gobierno       7,41% 6,86% 6,35% 6,42% 6,62%Empresas       31,43% 30,50% 29,55% 27,48% 26,31%Educación Superior       60,52% 61,78% 63,06% 64,99% 65,91%

ONGs       0,65% 0,86% 1,04% 1,10% 1,17%

Canadá

Gobierno 7,87% 7,67% 7,53% 7,12% 6,25% 6,94%    Empresas 55,78% 57,45% 58,72% 61,91% 63,77% 61,83%    Educación Superior 35,87% 34,48% 33,42% 30,69% 29,75% 31,00%    

ONGs 0,48% 0,40% 0,33% 0,28% 0,23% 0,23%    

EEUU

Gobierno     4,29%   3,78%      Empresas     79,20%   80,53%      Educación Superior     15,40%   14,75%      

ONGs     1,11%   0,94%      Fuente: Ricyt

A su vez, las continuas crisis cíclicas que sufre determinan un continuo ahogo financiero a las instituciones públicas técnicas y universitarias, las que en muchos casos quedan obligadas a generar sus propios recursos y, por tanto, a destruir sus principios de autonomía y ponerse al servicio del mejor postor. Si se observan las cifras históricas de presupuesto, cantidad de alumnos y de docentes, se notará fácilmente el grado de desfinanciamiento al que se encuentran atadas las universidades nacionales.

Para el caso particular de Argentina y de la educación superior resulta esclarecedor el cuadro donde la serie histórica de gasto nos muestra que el crecimiento del gasto en educación superior y universitaria no siguió el aumento de la matrícula. El descenso del gasto por estudiante es una clara muestra del proceso de desfinanciamiento que sufrió la universidad argentina a lo largo de la década del noventa, que se sostuvo en el período post-crisis 2001 y que aún no muestra claros signos de recuperación.

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Presupuesto del Tesoro Nacional transferido a las Universidades Nacionales

 

Presup. Univ. Nac. (miles de pesos

corrientes)Presup. Univ. Nac. (En pesos de 1999)

Estudiantes en Univ. Nacionales

Gasto/ Estudiante (1999=100)

1986 41 12.987 581.813 1381987 127 17.390 618.651 1741988 578 17.867 652.997 1691989 14.270 13.874 661.315 1301990 301.966 12.162 679.403 1111991 729.579 10.816 679.495 981992 922.478 10.949 698.561 971993 1.252.230 13.438 674.868 1231994 1.406.030 14.483 719.671 1241995 1.471.740 14.665 766.847 1181996 1.535.160 15.273 812.308 1161997 1.592.500 15.760 839.926 1161998 1.726.200 16.927 945.790 1111999 1.721.010 17.075 1.054.585 1002000 1.743.876 17.466 1.123.241 962001 1.387.982 14.051 1.200.215 722002 1.692.071 13.609 1.246.603 672003 1.953.195 13.848 1.261.478 682004 2.065.427 14.026 1.288.019 672005 2.860.590 17.715 1.265.674 86

Fuentes: Elaboración propia en base a:Años: 2001-2005: Anuario 2005 de Estadísticas Universitarias, Ministerio de Educación, Ciencia y TecnologíaAños: 1993-2000 Anuario 1999-2003 de Estadísticas Universitarias, Ministerio de Educación, Ciencia y TecnologíaAño 1990-1992: Anuario 1998 de Estadísticas Universitarias, Ministerio de Educación y CulturaAños: 1986-1990: Anuario 1996 de Estadísticas Universitarias, Ministerio de Educación y CulturaIPC 1999=100 - INDEC

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Más allá de su característica cíclica, el gasto en educación superior aparece como si tuviera una tendencia creciente. Sin embargo, si observamos este mismo dato dividido por la cantidad de alumnos universitarios la situación da un giro de ciento ochenta grados. Se observa una tendencia decreciente desde la década del noventa, acentuándose con la crisis de la presente década. En el siguiente gráfico puede observarse en forma mucho más clara este fenómeno.

Presup. Univ. Nac. (En pesos de 1999)

0

5.000

10.000

15.000

20.000

1986

1988

1990

1992

1994

1996

1998

2000

2002

2004

Presup. Univ. Nac. (En pesos de 1999)

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Gasto/ Estudiante (1999=100)

0

50

100

150

200

1986

1988

1990

1992

1994

1996

1998

2000

2002

2004

Gasto/ Estudiante (1999=100)

La distinción realizada por Amílcar Herrera entre políticas científicas explícitas e implícitas se encuentra más vigente que nunca. En forma esquemática dicha distinción implica que una cosa son los discursos políticos e incluso las normativas que se aprueban para fomentar la actividad del sector y otra cosa muy distinta es la importancia real que se le da a la investigación científica y el papel que esta puede cumplir dentro del proyecto a largo plazo de país que mantienen las clases dominantes.23

23 “la política científica verdaderamente en acción –política científica implícita- es bien distinta de lo que sugiere esta brillante fachada. El objetivo de las clases gobernantes no es crear sistemas de I+D capaces de dar verdadera autonomía científica a los países de la región –ya que ello, además de no ser necesario, es peligroso para los proyectos nacionales cuya vigencia se desea prolongar-, sino construir aparatos científico-tecnológicos que se limiten a cubrir las reducidas necesidades del sistema, sin cuestionar los supuestos fundamentales del mismo.” (Herrera, A., 1974: 124)

21

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Estas políticas referidas al discurso y las que están por detrás de éste puede aplicarse hoy para el caso de los salarios universitarios. Efectivamente, como puede observarse en el gráfico, luego de la crisis de 2001 los salarios reales de los docentes universitarios comenzaron a recuperarse (incluso más que el promedio de los empleos privados registrados). Sin embargo de lo que no hablan las estadísticas oficiales es de la gran cantidad de docentes que trabajan ad honorem e incluso sin nombramiento alguno.24

Tampoco se menciona que, a una institución que en el discurso se la considera central para la generación de conocimiento y por tanto en el desarrollo de labores de investigación, sólo el 13% de sus docentes cuenta con una dedicación exclusiva a su cargo.

Evolución salario real. 2001=1

-

0,50

1,00

1,50

2,00

2001 2002 2003 2004 2005 2006

Privados Ay. 1ra semi con antig promAdjunto exclusiva con ant prom

Fuente: Elaboración propia en base a datos de la Secretaría de Políticas Universitarias e IPC-INDEC

El caso paradigmático en lo que respecta a problemática salarial docente en las universidades argentinas es la UBA, la cual según su actual Secretario de Hacienda y Administración gasta el 120% de su presupuesto público en salarios.25 La situación se hace mucho más crítica aún si se tiene en cuenta que aproximadamente la mitad de la planta docente nombrada en la Universidad se encuentra trabajando sin retribución alguna.

Ante la obvia pregunta sobre cómo hace la universidad para subsanar tamaña necesidad presupuestaria, surge la también obvia respuesta: la diferencia entre recursos públicos y gastos de la universidad es subsanada con recursos propios de esta última.

24 Para el caso de la Universidad de Buenos Aires pueden verse las cifras del Censo Docente de 2004, el cual indica que el total de docentes era de 37.242, de los cuales 12.938 personas no tenían renta. Es decir, en la universidad más grande del país trabaja gratis, al menos, un 35% de la planta docente. A estas cifras habría que sumarle la gran cantidad de jóvenes que se enfrentan a cursos sin nombramiento alguno, los que no sólo trabajan gratis sino sin reconocimiento alguno.25 “El presupuesto del año pasado fue de 752 millones y sólo para pagar salarios necesitamos 840 millones” (Hernán Piotti López en reportaje al diario Clarín, 18/2/2007).

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Continuamente las universidades se ven ante la encrucijada de salir a buscar (o crear) sus propios recursos o desaparecer. De esta forma en los últimos diez años se comenzaron a implementar actividades múltiples tendientes a obtener recursos propios. Estas actividades van desde el cobro de aranceles a estudiantes por trámites diversos, hasta venta de servicios técnicos, creación de postgrados, alquiler de espacios o establecimiento de convenios de investigación a nivel nacional e internacional. Lentamente las universidades y facultades comienzan a diferenciarse según su capacidad para obtener recursos e incluso se ahondan las segmentaciones internas entre grupos capaces de conseguir financiamiento o vender servicios y grupos que no. Es cada vez más usual toparse ante la paradoja de grupos de investigación y docencia ricos en medio de universidades y facultades pobres.26

Crecimiento de los recursos propios de las Universidades Nacionales. A valores corrientes  Total Univ. Nac.

2001 122.296.377 2002 286.136.508 2003 281.313.828 2004 344.535.156 2005 444.871.010

Tasa promedio de crec. anual 2001-2005 46%

26 Estos procesos son potenciados a su vez por los discursos que hablan de la vinculación entre la universidad y la sociedad. En general esta vinculación se realiza a través de la venta de servicios que, en su gran mayoría no resultan innovaciones tecnológicas de punta, sino desarrollos de tecnología ya conocida. Esto se condice con las ya mencionadas vinculaciones regresivas entre universidad y sector productivo en un país sin planificación del desarrollo.

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Fuente: Elaboración propia en base a Anuario 2005 de Estadísticas Universitarias, Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología

Sin embargo, y más allá de la enorme tasa a la que anualmente crecen, aún se puede argüir que el peso de los recursos propios en el total de los recursos de la universidad es relativamente bajo (en el año 2005 representaron un 12,4% del total).27 Efectivamente esto es así, pero lo que aquí importa es la pregunta sobre para qué se usan estos recursos. Si tomamos en cuenta que en el 2005 el 82% de los recursos provenientes del Tesoro Nacional fue utilizado para pagar salarios y que con lo que queda las universidades deben ingeniárselas, al menos, para pagar los servicios y realizar el mantenimiento mínimo de sus instalaciones; entonces notaremos que cualquier recurso adicional – cualquiera sea su fuente- será bienvenido y tendrá una importancia financiera y económica mayúscula.

Ahora, ante la evidencia de que el total de los recursos públicos de las universidades nacionales se utilizan en pago de salarios docentes y no docentes y de servicios mínimos de funcionamiento, la nueva pregunta que debemos hacernos es cómo se financia otra de las actividades supuestamente fundamentales de la universidad: la investigación.

El tener que hacernos este interrogante ya nos está dando una explicación del por qué del principal rasgo de la universidad argentina: su sesgo profesionalista. Es muy habitual escuchar críticas hacia la institución por ser especialmente reproductora de profesionales liberales y tener un desarrollo muy escaso en áreas de ciencias duras e ingenieriles. En realidad, dado el contexto en que se desarrolla, es un milagro que aún se pueda impartir tareas de docencia. Ahora, si además se pretende que efectúe labores de I+D, entonces es el momento donde caemos presos de la trampa de financiamiento a la que hicimos alusión en la primera parte de este trabajo. Es decir, las actividades de investigación dentro de la universidad pública argentina sólo pueden financiarse con recursos que cada científico pueda obtener fuera de la institución.

Encontramos entonces la clave de la importancia de los recursos propios universitarios: por más mínimos que sean, son lo que financian – más allá de una parte de los salarios- la investigación, con las consecuencias que eso conlleva en las pérdidas de libertad y autonomía en el desarrollo del trabajo científico.

27 Debe tenerse en cuenta que en el cálculo de los recursos propios de las universidades muchas veces no se están contabilizando subsidios externos a la investigación u otro tipo de ingresos que no son administrados por la universidad, sino por fundaciones privadas – con o sin relación con las instituciones- y que, como veremos, cumplen un rol fundamental en el financiamiento de los trabajos de investigación.

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Así es como, especialmente en los últimos años, si bien el Estado mantuvo una universidad desfinanciada aumentó los recursos destinados a ciencia y tecnología. La cuestión es que lo hizo a través de sus propios organismos, los que poseen un grado menor de autonomía (CONICET) o que directamente dependen de presidencia (Secyt u otros organismos que dependen del Ministerio de Educación). De esta forma se da respuesta a ciertos reclamos sociales, pero teniendo un mayor control sobre la inversión de los fondos.

Observando cómo se distribuye el financiamiento de gastos de I+D, vemos que la universidad pública logra cubrir el 22% de éstos. Pero, como ya hemos demostrado, lo que la universidad logra pagar con su presupuesto – y no siempre- es el salario de sus investigadores principales. En tiempos en que ya se está empezando a hablar del paso de la big science a la mega science, creer que cubriendo parcialmente los salarios de los científicos se está garantizando el desarrollo de ciencia dentro de la universidad parece, como poco, una ingenuidad.28 El proceso que se está dando en Argentina, entonces, es el lento traspaso del financiamiento de la investigación desde la universidad hacia otras dependencias no autónomas del sector público.29

Financiamiento de los Gastos en Investigación y Desarrollo, 2005. En porcentajeSector de Financiamiento %

Sector Público 65,3 Gobierno Nacional 39,3Educación Superior Pública 21,8Gobierno Provincial 4,2Sector Privado 33,9 Empresas 31Entidad sin fines de lucro 1,5Educación Superior Privada 1,4Sector Externo 0,8Total 100Fuente: Secyt (2006); "Indicadores de Ciencia y Tecnología. Argentina 2005"

28 Kreimer (2006) indica como en el IV Programa Marco de la UE (1994-1998) utilizando 600 millones de euros se financiaron aproximadamente 450 proyectos en temáticas sumamente dispersas. En contraste, el IV Programa Marco, desde 2002 se marcaron áreas con prioridades más acotadas y específicas (ciencias de la vida, genómica y biotecnología para la salud, tecnologías para la sociedad de la información, aeronáutica y espacio, calidad y seguridad de los alimentos, cambio global y ecosistemas), pero con un monto total de 17.500 millones de euros. A su vez, el financiamiento va dirigido a consorcios de investigadores que pueden estar formados hasta por 500 personas y pueden recibir hasta 5 millones de euros por año.29 Esto es visto con muy buenos ojos por los Organismos Multilaterales de crédito, quienes elogian las tendencias “modernizantes” de las agencias estatales en relación a la universidad:g “Un hecho positivo son los pasos que ha dado el CONICET para facilitar la toma de conciencia de los investigadores respecto a las necesidades del sector privado. El CONICET reconoce ahora formalmente el puesto de ´investigador en la industria´. La iniciativa abre paso para que el personal de investigación trabaje a jornada completa en empresas privadas por un período de tiempo limitado para poder contribuir así a las actividades de innovación y capacitación” (Thorn, 2005; p. 19).

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Finalmente, para agregar un ejemplo a las dificultades que tiene la universidad para financiar sus actividades de investigación podemos citar el informe de evaluación externa realizado por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos Aires durante los años 2001 y 2002. Justamente lo que surge de allí es la pérdida de importancia que tiene la institución en el financiamiento de estas actividades. En promedio, sólo aporta la cuarta parte del financiamiento directo (sin considerar pagos de salario docente, mantenimiento, administración y otros costos indirectos) necesario para el desarrollo de las actividades de investigación de sus grupos.

Fuentes de financiamiento de la investigación

  UBAAgencia y Conicet Otra fuente Rec. Propios Total

Cs. exactas 30 17,7 46,2 6,1 100Cs. de la tierra 51 14,8 32,6 1,6 100Cs. de la vida 16,9 32,2 40,9 10 100Tecnologías 23,6 22,8 25,8 27,8 100Cs. sociales 41,5 25,1 24,9 8,5 100Totales 24,8 26,5 36,2 12,5 100

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Otra cuarta parte de este financiamiento es aportado por organismos de promoción de la ciencia estatales (ANPCyT – CONICET), un 36% fue aportado por diversas fuentes privadas y extranjeras de promoción de la ciencia y el 12% restante son ingresos de los grupos originados en el dictado de cursos pagos, realización de I+D para empresas y venta de servicios técnicos.30

Consecuencias de las nuevas formas de (des)financiamiento de la universidad

Estos procesos no son gratuitos en lo que respecta a la generación de conocimientos. Si los investigadores no son dueños de sus recursos tampoco lo serán de sus ideas (o al menos del resultado de sus ideas). Cada vez resulta más complejo para los grupos fijar sus propios planes de investigación, sus objetivos, sus metodologías y los beneficiarios de sus trabajos. El condicionamiento que imponen los fondos financieros (provengan de donde provengan) es ineludible y es la llave a partir de la cual se está cerrando el capítulo de la autonomía universitaria y con ésta la idea del científico como trabajador libre, cuyo único cometido es la ampliación de las fronteras del conocimiento.31

Los grupos de investigación saben que para subsistir deben conseguir recursos y esos recursos, en su mayor medida, dependerán de una venta. Un grupo de investigación lo único que puede vender son los productos de su conocimiento, con lo cual ante la escasez de recursos deben continuamente producir una mercancía que tenga un precio en el mercado.32 Para ello deben producir algo útil para otro (y no para el grupo mismo, como indicaría una lógica puramente académica). Ese otro, además, debe tener la capacidad de compra del producto en cuestión. Con lo cual no sólo se termina con la autonomía, sino que además se cae en las redes de quienes tienen mayor poder de compra. En lo que se refiere a productos científicos, estos últimos no necesariamente son las grandes empresas o el sector público nacional (aunque en muchos casos sí lo son), sino también los grandes consorcios internacionales que financian investigación a nivel mundial. Así se inicia un proceso de cooptación a los grupos de punta de los países subdesarrollados, quienes no sólo obtienen su financiamiento, sino también la posibilidad de trabajar en temáticas ubicadas en las fronteras del conocimiento, aumentar cada vez más su prestigio y reproducir el modelo de ciencia y científicos existente en el país.

30 Si se observan las diferencias según área del conocimiento vemos que estas son muy marcadas. Las ciencias de la tierra y las sociales son los conjuntos más dependientes de la UBA (seguramente esta situación ha cambiado actualmente especialmente para la geología y sus derivados) opuestos a las ciencias de la vida, cuya mayor fuente de financiamiento corresponde a fuentes estatales de promoción así como a privadas e internacionales. A su vez, las tecnológicas gozan de los beneficios de ventas de conocimiento en mercados específicos.31 “La misma tradición que quiere que la verdad carezca de fronteras postula que la creación de conocimientos nuevos es, en todo momento y para siempre, un bien en sí, pues la universalidad del discurso científico se prolonga en legitimidad extratemporal, ahistórica, como la marca de una institución social eminentemente autónoma, sin más fin que en ella misma, o que ella misma. El Estado, en cambio, debe elegir y elige, aunque sólo sea porque no dispondrá jamás de recursos suficientes para atender a todas las actividades de cuyo costo se ha hecho cargo y porque entre las actividades científicas hay algunas cuyas promesas o cuyo resultado poseen para él un interés particular. La ciencia no es sino un instrumento entre otros en la gama de medios a los que recurre para alcanzar sus objetivos; la utilidad es el patrón conforme al cual se decide su interés por la investigación científica” (Salomon, 1974; p. 194).32 Esta cuestión también es en gran medida la generadora de camarillas y demás disrupciones dentro de las universidades, que se nos aparecen como peleas políticas por “falta de democracia”, pero que tienen su raíz en fuertes intereses económicos de grupos internos de la universidad.

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Comentarios finales

Normalmente cuando se refiere a hipotéticos programas en el área de la educación, la ciencia y la tecnología se topan ante la restricción que representa el contexto en que estos sistemas están insertos. En nuestro caso (el de la economía política), cuando hacemos referencia al “contexto” estamos hablando del sistema (y los subsistemas consiguientes) de producción en el que están inmersos los sistemas de científico y educativo. En consecuencia, el planeamiento en el sistema educativo y científico (SEC) no puede ser más que un elemento particular de una estrategia de desarrollo conjunto. Las articulaciones internas dentro del SEC se encontrarán en íntima relación con el particular proceso de reproducción de capital nacional, así como el proceso de reproducción de capital a nivel mundial.

Castells (1996) toma una noción de competitividad de los países, donde el aumento de la tasa de ganancia va acompañado de un aumento de la renta de su población. De esta forma podemos entender cómo la lógica pública se torna en una intervención directa del Estado al servicio de las grandes multinacionales con el objeto de luego redistribuir ganancias entre su población.

La concentración y centralización del capital se expresa en la ciencia de esta forma. Se concentran en pocas manos financiadoras las principales actividades científicas, quienes son las que determinan los objetos de investigación. A su vez se centralizan los grupos a partir de la conformación de grandes consorcios internacionales donde se aglutinan grupos de diversas procedencias, pero cada uno con una labor predeterminada. En esta división de labores los grupos de países subdesarrollados muy pocas veces pueden adoptar el rol de líderes y muchas menos veces aún pueden incidir sobre la temática a trabajar. A su vez esta forma de división internacional del trabajo científico híper-especializa la labor de los grupos que componen cada consorcio, alejando mucho más a cada grupo participante de la unidad conceptual del trabajo que sólo puede obtenerse con una visión de conjunto del todo bajo estudio.

De esta forma termina por configurarse un mundo a simple vista paradójico, donde la humanidad ha llegado a niveles inéditos de dominio sobre la naturaleza y capacidades de producción, pero donde estos sólo pueden ser aprovechados por unos pocos, mientras que la mayoría ve cada vez más lejana la posibilidad de disfrute de las potencialidades económico-sociales del mundo (del capital) actual.

¿Cómo afecta todo esto a la labor del científico? Quien dedica la vida a la ciencia y se encuentra preocupado por generar desarrollos originales dotados de cierta reflexión sobre mundo social y natural en que está inserto, debe cuidar, al menos, otros tres flancos que surgen de la especificidad de la sociedad mercantil:

1. En sus evaluaciones periódicas deben constar gran número de publicaciones y dictado de seminarios. Claro que para lograr ello se deben adaptar los trabajos a temáticas de “moda” que sean bien recibidas en los principales ámbitos de la ciencia. Estas evaluaciones también exigen cada vez más acreditaciones educativas que van in crescendo: especializaciones, maestrías, doctorados, post-doctorados, etc.

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2. Resulta imprescindible para la reproducción del investigador la presentación de proyectos de investigación que tengan subsidios como contraparte, los que a su vez también exigen cuantiosos resultados. Las exigencias de los organismos de financiamiento tienden cada vez más a reclamar investigaciones empíricas, fácilmente transferibles y sumamente especializadas.

3. Finalmente queda la necesidad de reproducción material del investigador a quien su salario usualmente no le alcanza para vivir. En consecuencia se ve obligado a repartirse entre varias actividades docentes, consultorías, asesorías, etc. que no sólo quitan tiempo, sino que además rozan con lo ilegal.

Cualquiera podría especializarse en alguno de los anteriores tres ámbitos y ser considerado como un excelente hombre de ciencia, docente y/o profesional. Las exigencias externas (materiales) quedan satisfechas y todos contentos. Pero esto lleva al descuido de la actividad más compleja, la reflexión filosófica sobre el qué hacemos, dónde está inserto lo que hago, parte de qué es lo que hago, a quién beneficia y cómo influye en la sociedad. En otras palabras, lleva al científico a la incomprensión de su objeto de estudio, de la sociedad en que vive e, incluso, de su propia actividad.

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