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Derrida, Jacques - Estados del psicoanalisis

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    Conferencia Pronunciada ante

    Los Estados Generales del

    Psicoanlisis, el 10 de julio de

    2000, en Pars, en el Gran

    Anfiteatro de la Sorbona.

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    obtiene de la agresin y la destruccin (Die Lust an der Aggression und Destruktion), alas innumerables crueldades de la historia (ungezhlte Grausamkeiten der Geschichte),a las atrocidades de la historia (Greueltaten der Geschichte), a las crueldades de laSanta Inquisicin (Grausamkeiten der hl. Inquisition). Recurriendo una vez ms, como enMs all..., a la palabra especulacin, aqu asociada a la de mitologa, l precisa queesta pulsin de muerte, que trabaja siempre por llevar otra vez la vida, por disgregacin, a

    la materia no viviente, deviene pulsin de destruccin cuando es dirigida, con la ayuda derganos particulares (y las armas pueden ser sus prtesis), hacia el exterior, hacia losobjetos.

    Acaso esta lgica puede, y si puede, cmo, inducir, si no fundar, una tica, underecho y una poltica capaces de medirse, por un lado, con la revolucin psicoanalticade este siglo y, por otro, con los acontecimientos que constituyen una mutacin cruel de lacrueldad, una mutacin tcnica, cientfica, jurdica, econmica, tica y poltica, y tnica ymilitar y terrorista y policaca de este tiempo? Lo que queda por pensar morepsychanalytico sera, pues, la mutacin misma de la crueldad -o al menos las figurashistricas nuevas de una crueldad sin tiempo, tan vieja y sin duda ms vieja que elhombre-. La revolucin psicoanaltica, si hubo una., tiene un siglo, justo. Poco tiempo,mucho tiempo.

    Lo que busqu pensar, si no conocer, a lo largo de este camino, es la posibilidadde un im-posible ms all de la pulsin de muerte, ms all de la pulsin de poder, msall de la crueldad y de la soberana, y un ms all incondicional. No soberano sino in-condicional.

    Este ms all (as pues, ms all del principio de placer) sera tambin unacoartada?

    El sin coartada, el ninguna otra parte, es an posible? De una vez por todas oms de una vez?

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    Primera digresin, en tono de confidencia. Si digo de repente, en direccin a

    ustedes pero sin destinatario identificable: S, sufro cruelmente, o aun: Se los hace o selos deja cruelmente sufrir, o incluso: Ustedes la hacen o lo dejan cruelmente sufrir,hasta: Yo me hago o me dejo sufrir cruelmente, bueno, estas variaciones gramaticales osemnticas, estas diferencias entre hacer sufrir, dejar sufrir, dejar.. hacer, etctera, estoscambios de persona -podra haber otros, en singular o en plural, en masculino o enfemenino, nosotros, ustedes, l, ellos, ella(s)-, estos pasajes a formas msreflejas (yo me hago o me dejo cruelmente sufrir, t te haces o te dejas sufrircruelmente, etctera), todas estas modificaciones posibles dejan un adverbio intacto, unainvariante que parece, de manera definitiva, calificar un sufrimiento, a saber, la crueldad:cruelmente.

    A lo largo de estas frases, en todas estas posiciones, impasible, cruelmente nocambia. Como si entendiramos el sentido de esta palabra. Findonos de este como si,hacemos como si nos pusiramos de acuerdo sobre lo que quiere decir cruel. Ya sea queasignemos a la palabra crueldad su ascendencia latina, es decir, una tan necesaria historiade la sangre derramada (cruor, crudus, crudelitas), del crimen de sangre, de los lazos desangre, o que la afiliemos a otras lenguas y a otras semnticas (Crausamkeit, por ejemplo, esla palabra de Freud), esta vez sin vnculo con el derramamiento de sangre, aunque paranombrar entonces el deseo de hacer o de hacerse sufrir por sufrir, incluso de torturar o dematar, de matarse o de torturarse torturando o matando, por tomar un placer psquico enel mal por el mal, hasta por gozar del mal radical, en todos estos casos la crueldad seradifcil de determinar o de delimitar. Nietzsche, por ejemplo, reconoce all la esencia artera de

    la vida: la crueldad sera sin trmino y sin trmino oponible, luego, sin fin y sin contrario.Pero para Freud, no obstante tan cerca de Nietzsche, como siempre, la crueldad sera talvez sin trmino pero no sin trmino oponible; es decir, sin fin pero no sin contrario -y steser uno de nuestros problemas-. Podemos detener la crueldad sangrienta (cruor, crudus,crudelitas), podemos poner fin al asesinato con arma blanca, con guillotina, en los teatrosclsicos o modernos de la guerra sangrienta, pero segn Nietzsche o Freud, una crueldadpsquica los suplir siempre inventando nuevos recursos. Una crueldad psquica seguirasiendo desde luego una crueldad de la psych, un estado del alma,* por lo tanto de lo,vivo, pero una crueldad no sangrienta.

    Tal crueldad, si la hay, y si fuera propiamente psquica, sera uno de los

    horizontes ms adecuados al psicoanlisis? Este horizonte, sera incluso reservado alpsicoanlisis, como la profundidad sin fondo de lo que slo l se habra consagrado a

    * En francs tat de lme: estado del alma, entendido alma en el sentido griego (psych),es decir, como motor que mueve el cuerpo, hlito vital. Esta acepcin de alma es la quemaneja Derrida en el texto, como se ver a continuacin. El ttulo de la conferencia, Etatsdme de la psychanalyse (Estados de nimo del psicoanlisis), tiene por tanto en francs similaridadfontica con la expresin tat de lme. [N.de la T]

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    tratar, el fondo ltimo sobre el que un da apareci? De esta reflexin sobre la crueldadpsquica, es decir exange o no necesariamente sangrienta, sobre el placer agudo de lapresencia del mal en el alma, no abusar para recordar una historia juda: el psicoanalistaque declaraba elegir esta disciplina teraputica porque no soportaba ver sangre. No lohar, aunque fuera para reabrir el debate en adelante cannico de un vnculo entre la

    universalidad potencial del psicoanlisis y la historia de la judeidad o del judasmo.Preguntmonos solamente si, s o no, lo que se llama el psicoanlisis no abrira la nica vaque permitira, si no saber, si no pensar incluso, al menos interrogar lo que podrasignificar esta palabra extraa y familiar, crueldad, la peor crueldad, el sufrir por sufrir,el hacer-sufrir, el hacerse o dejar sufrir por, si puede decirse as, el placer del sufrimiento.Incluso si el psicoanlisis solo no nos permitiese an saberlo, pensarlo, tratarlo -lo que yoestara inclinado a creer-, en todo caso no podra proyectarse hacerlo sin l. Hiptesissobre una hiptesis: si hay algo irreductible en la vida del ser vivo, en el alma, en la psych(ya que no limito mi propsito a ese ser vivo que llamamos hombre, y dejo por lo tanto ensuspenso la inmensa y temible pregunta, a mi entender abierta, de la animalidad en ge-

    neral, y de saber si el psicoanlisis es o no, de punta a punta, una antropologa), y si esoirreductible en la vida del ser animado es la posibilidad de la crueldad (la pulsin, siquieren, del mal por el mal, de un sufrimiento que jugara a gozar del sufrir, de un hacer -sufrir o de un hacerse sufrir, por placer), entonces ningn otro discurso -teolgico,metafsico, gentico, fisicalista, cognitivista, etctera- sabra abrirse a esta hiptesis. Todosestaran hechos para reducirla, excluirla, privarla de sentido. El nico discurso que podrahoy reivindicar el tema de la crueldad psquica como propio sera el que se llama, desdehace un siglo ms o menos, psicoanlisis. El psicoanlisis no sera quiz el nico lenguajeposible ni tampoco el nico tratamiento posible respecto de esa crueldad que no tendratrmino contrario, o sencillamente trmino. Pero psicoanlisis sera el nombre de esoque, sin coartada teolgica ni de otra clase, se volcara hacia lo que la crueldad psquicatendra de ms propio. El psicoanlisis, para m, si me permiten esta otra confidencia, serael otro nombre del sin alibi.

    El reconocimiento de un sin coartada. Si esto fuera posible. Sera, en todo caso,aquello sin lo cual no se puede encarar seriamente algo como una crueldad psquica, porlo tanto, una especificidad psquica, ni algo como la nica relacin concerniente a s de estacrueldad, antes de todo saber, antes de toda teora y de toda prctica, incluso antes de todateraputica. En todas partes donde una cuestin del sufrir por sufrir, del hacer o del dejarhacer el mal por el mal, en todos lados, en resumen, donde la cuestin del mal radical o deun mal peor que el mal radical ya no estuviera abandonada a la religin o a la metafsica,ningn otro saber estara preparado para interesarse en algo como la crueldad -salvo lo

    que se llama el psicoanlisis-, cuyo nombre, en adelante asociado al mal, se volver a suvez ms indescifrable que nunca, ms an cuando slo una revolucin psicoanalticaestara, en su proyecto mismo, en condiciones de dar cuenta de la sintaxis, de lasconjugaciones, de las reflexiones y de las personas gramaticales que yo desplegaba paracomenzar: gozar en hacer o en dejar sufrir, en hacerse o dejarse sufrir, a s mismo, al otrocomo otro, al otro y a los otros consigo, conmigo, contigo, con l, ustedes, nosotros, ellos oellas, etctera. Me permitirn, en cuanto a esta crueldad, ahorrar ejemplos, aunque sea por

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    estos tiempos nuestros, los ms inditos y los ms inventivos, los insostenibles y losimperdonables.

    Despus de esta ensimismada digresin, dejar todava en suspenso la ltimapalabra de una pregunta posterior.

    Esta pregunta no ser: hay pulsin de muerte (Todestrieb), es decir, y Freud las

    asocia regularmente, una pulsin cruel de destruccin o de aniquilamiento? O incluso:hay tambin una crueldad inherente a la pulsin de poder o de dominio soberano(Bemchtigung-strieb) ms all de, o ms ac de, los principios -por ejemplo, los principiosde placer o de realidad? Mi pregunta ser antes que nada y despus de todo: hay, para elpensamiento, para el pensamiento psicoanaltico futuro, un otro ms all, si se puededecir, un ms all que se sostenga ms all de esos posibles que siguen siendo tanto losprincipios de placer y de realidad como las pulsiones de muerte o de dominio soberanoque parecen ejercerse siempre donde se manifiesta la crueldad? Dicho de otro modo, demuy distinto modo, podemos pensar esto aparentemente imposible, pero imposible deotro modo, a saber, un ms all de la pulsin de muerte o de dominio soberano, por lo

    tanto el ms all de una crueldad, un ms all que no tendra nada que ver ni con laspulsiones ni con los principios? Ni, por lo tanto, con todo el resto del discurso freudianoque se ordena en ellos, con su economa, su tpica, su metapsicologa, y, sobre todo, coneso que Freud, as lo entenderemos, llama tambin su mitologa de las pulsiones? Elhabla adems de su mitologa de las pulsiones evocando enseguida la hiptesis de unanaturaleza igualmente mitolgica del saber cientfico ms duro, ms positivo, la fsicaterica einsteiniana, por ejemplo. En cuanto a ese ms all del ms all, es posible unarespuesta decidible? Lo que llamar estados de nimo del psicoanlisis hoy, he aqu algoque da testimonio quiz en este sentido, finalmente, de cierta experiencia de lo indecidible.De un ordala de lo indecidible.

    Es nombrando el ms all del ms all del principio de placer, el ms all de lapulsin de muerte, el ms all de la pulsin de poder soberano, lo de otro modo imposible,lo otro imposible, que quisiera saludar a los Estados Generales del Psicoanlisis.

    Para quien quiera saludar dignamente a los Estados Generales del Psicoanlisis,de qu saludo* puede tratarse? Hay una salvacin para el psicoanlisis?

    Por qu dar gracias a los Estados Generales del Psicoanlisis? Y cmo agradecer alos amigos psicoanalistas que tuvieron la iniciativa histrica?

    Tratar ms tarde de razonar mi saludo. Pero antes de comenzar, suponiendo quecomience alguna vez, debo, al fin y al cabo, y en vista del asunto de lo imposible que acabode interrumpir, detener mi eleccin ante dos sustantivos comunes. Acaban de golpear a lapuerta o de golpear simplemente, les respondemos sin poder todava responder a esto; son

    pues los sustantivos crueldad y soberana.En el tiempo que me es gentilmente concedido, quisiera privilegiar dos formas, a

    mi entender mayores, de lo que resiste. Todava hoy y por mucho tiempo. La crueldadrescate, la soberana resiste. Una y otra, la una como la otra, resisten al psicoanlisis, sinduda, pero como el psicoanlisis se les resiste tambin a ellas, en el sentido justamente ms

    * En francs salut. Esta palabra tiene la doble acepcin de saludo y salvacin. [N. de la T]

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    equvoco de esta palabra. Soberana y crueldad, cosas muy oscuras, resisten de maneradiferente pero resisten, la una como la otra, tanto afuera como adentro de el psicoanli-sis. Entre el adentro y el afuera de lo que se define con un artculo definido, elpsicoanlisis, la frontera soportar toda la carga, en particular la carga histrica, tica,jurdica o poltica -y por lo tanto el alcance mismo de nuestras preguntas-.

    Crueldad, soberana, resistencia: estoy lejos de estar seguro de saber algo, ni inclusode que se sepa en general, lo que estas palabras quieren decir, a pesar de su uso bastantecorriente, en Freud y en el psicoanlisis en general. En el fondo, de manera no equvocaahora, qu significan crueldad, soberana, resistencia? Qu les hacemos significar? Y, sobretodo, en qu esa cosa que se llama el psicoanlisis puede otorgar, incluso cambiar, elsentido de esta pregunta precedente? Esta es, en resumen, la preocupacin que, en sealde reconocimiento, quisiera compartir con ustedes.

    No tendr el tiempo ni los medios para elaborar aqu como hara falta las hiptesisde trabajo que quisiera mostrarles. Acepten, pues, que contrariamente a mi costumbre, yantes incluso de comenzar, dibuje de ellas desde el comienzo, sin vueltas y sin dobleces,

    sin demasiadas contorsiones, la silueta un poco espectral. No me conformar conapoyarme sobre un concepto de resistencia que he trabajado en otra parte, formalizandoparticularmente los usos heterogneos que de l propone Freud, e intentando as ponerlosen prctica para analizar dos resistencias en curso, tanto la resistencia al psicoanlisis, en elmundo, como la resistencia al mundo, en el interior de un psicoanlisis que resistetambin a s mismo, que se repliega para resistirse, si se puede decir, para inhibirse a smismo, de manera casi autoinmunitaria. Tratando de dar un paso ms, me preguntar si,hoy, aqu y ahora, la palabra y el concepto de resistencia siguen siendo todava apropiados.Representan el sostn ms estratgico, ms econmico, para pensar lo que no funciona, loque no funciona bien en el mundo a propsito y alrededor del psicoanlisis, contra l,tanto como lo que, respecto del mundo, no funciona, no funciona bien dentro delpsicoanlisis, entre uno y otro, si se me permite? Qu es lo que no funciona? Qu es loque no funciona bien? Qu es lo que sufre y se queja? Quin sufre de qu? Cul es ladolencia del psicoanlisis? Qu libros de quejas abre? Firmados por quin? Qu es loque no marcha bien en los aspectos prevalecientes de su discurso, de su prctica, de suhipottica o virtual comunidad, de sus inscripciones institucionales, de sus relaciones conlo que llambamos no hace mucho la sociedad civil y el Estado, en el trastorno de susociologa, y de manera diferenciada en cada pas, en la mutacin que afecta la figura delos pacientes y de los terapeutas, en la transformacin de la demanda, de la escena y de loque llambamos an ayer la situacin analtica, cuya precariedad y artificialidad his-trica recuerdo haber observado hace dcadas? ;Qu hace aquel que dice eso no

    funciona, y sobre todo eso no funciona bien, eso sufre, eso sufre al lado de aquellosque hacen del sufrimiento, del ms cruel sufrimiento, su problema?* Aquel que dice esono funciona bien anuncia ya una preocupacin reparadora, teraputica, restauradora oredentora. Hay que salvar, hay que asegurar la salvacin: que el psicoanlisis est a salvo,que viva o sobreviva el psicoanlisis. Ese cuidado saludable, sanitario o inmunitario

    * En francs affair: problema, pero tambin asunto, negocio. [N. de la T]

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    compromete simultneamente un gesto de guerra: el militante querra curar o salvardoblegando, justamente, una resistencia. No estoy seguro de que este propsito desalvataje, este proyecto de salud y de salvacin, este deseo de salvacin pblica, no seatambin, en parte, incluso en secreto, el de sus Estados Generales, ya engrosados,virtualmente, en la sombra, por algn shadow comit de salud pblica. Por eso en este

    punto, no estoy seguro de ser totalmente uno de los suyos, aun cuando, por otra parte,sigo orgulloso de reivindicarlo compartiendo la inquietud de ustedes.

    Ya haba manifestado mis dudas sobre la estructura homognea de este conceptomltiple de resistencia (Widerstand) en Freud. Hoy lo har de otro modo. El mundo, elproceso de globalizacin del mundo, tal como va, con todas sus consecuencias -polticas,sociales, econmicas, jurdicas, tecnocientficas, etctera-, sin duda hoy resiste alpsicoanlisis. Lo hace siguiendo formas nuevas que ustedes sin duda estn examinando.Resiste de manera desigual y difcil de analizar. Opone al psicoanlisis, particularmente -adems de un modelo de ciencia positiva, hasta positivista, cognitivista, fisicalista,psicofarmacolgica, genetista- a veces tambin el academismo de una hermenutica

    espiritualista, religiosa o llanamente filosfica, incluso tambin, ya que todo esto no seexcluye, instituciones, conceptos y prcticas arcaicas de la tica, de lo jurdico y de lopoltico que parecen todava dominadas por una cierta lgica, es decir, por una ciertametafsica ontoteolgica de la soberana (autonoma y omnipotencia del sujeto -individual oestatal-, libertad, voluntad egolgica, intencionalidad consciente, si quieren, el yo, el idealdel yo y el supery, etctera). El primer gesto del psicoanlisis habr sido explicar estasoberana, para dar cuenta de su ineluctabilidad, siempre proyectando desconstruir sugenealoga -que pasa tambin por asesinato cruel-. En cuanto a las ciencias fsicas,neuronales o genticas, Freud fue el primero en no rechazarlas, en esperar mucho de ellas-a condicin de que uno sepa esperar, justamente, y articular sin confundir, sinhomogeneizar precipitadamente, sin destruir las instancias, las estructuras y las leyes,respetando los relevos, los plazos y, me animar a decir, lo diferido de la diferancia-. Dehecho, tanto en el mundo como en las comunidades analticas, estos modelos positivistas oespiritualistas, estos axiomas metafsicos de la tica, del derecho y de la poltica todava nohan sido rozados, mucho menos desconstruidos por la revolucin psicoanaltica.Resistirn mucho tiempo; estn hechos, en verdad, para resistir. Y podemos, en efecto,llamar a sta una resistencia fundamental. Sin duda, frente a esta resistencia, elpsicoanlisis, en las formas estatutarias de su comunidad, en la mayor autoridad de sudiscurso, en sus instituciones ms visibles, resiste doblemente a lo que sigue siendo arcaicoen esta globalizacin. No lo quiere pero no lo ataca, no lo analiza. Y esta resistencia estambin una resistencia a s. Hay un mal, en todo caso una funcin autoinmunitaria en el

    psicoanlisis, como en todo, un rechazo de s, una resistencia a s mismo, a su propioprincipado, a su propio principio de proteccin. El psicoanlisis, en mi opinin, todava nose ha propuesto, y por lo tanto menos an ha logrado, pensar, penetrar, ni cambiar losaxiomas de lo tico, lo jurdico y lo poltico, particularmente en esos lugares ssmicosdonde tiembla el fantasma teolgico de la soberana y donde se producen losacontecimientos geopolticos ms traumticos, digamos incluso, confusamente, mscrueles de estos tiempos. Este temblor de la tierra humana da lugar a una escena nueva, en

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    lo sucesivo estructurada, desde la Segunda Guerra Mundial, por performativos jurdicosinditos (y todas las mitologas de las que habla Freud, en particular la mitologapsicoanaltica de las pulsiones, estn ligadas a ficciones convencionales, es decir a la auto-ridad autorizada de actos performativos) tales como la nueva declaracin de los derechosdel hombre -y de la mujer-, la condena del genocidio, el concepto de crimen contra la

    humanidad (imprescriptible en Francia), la creacin en curso de nuevas instancias penalesinternacionales, sin hablar de la lucha creciente contra los grandes vestigios de los castigosllamados crueles, que siguen siendo el mejor emblema del poder soberano del Estadosobre la vida y la muerte del ciudadano, a saber, adems de la guerra, la pena de muertemasivamente aplicada en China, los Estados Unidos y en numerosos pases rabe-musulmanes. Aqu es, en particular, donde el concepto de crueldad, concepto confuso yenigmtico, foco de oscurantismo tanto en el psicoanlisis cmo fuera de l, requiereanlisis indispensables sobre los que deberamos volver. Tantas cosas a propsito de lascuales, si no me equivoco, el psicoanlisis en tanto tal, en discursos estatutarios yautorizados, hasta en la casi totalidad de sus producciones, todava no ha dicho casi nada,

    no ha tenido prcticamente nada original para decir. Es justo de l de quien esperamos larespuesta ms especfica, en verdad la nica respuesta apropiada. Quiero decir tambin:sin coartada. Todo eso produce una mutacin que me atrevo a llamar revolucionaria, enparticular una mutacin respecto del sujeto y del sujeto ciudadano; es decir, de lasrelaciones entre la democracia, la ciudadana o la no ciudadana; es decir, el Estado y elms all del Estado. Si el psicoanlisis no toma en cuenta esta mutacin, si no secompromete con ella, si no se transforma a ese ritmo, ser l mismo, ya lo es en granmedida, deportado, desbordado, dejado al costado del camino, expuesto a todas lasderivas, a todas las apropiaciones, a todos los raptos; o bien, a la inversa, permanecerarraigado en las condiciones de una poca que fue la de su nacimiento, todava afsico ensu cuna de nacimiento centroeuropeo: un cierto maana equvoco de esa RevolucinFrancesa en cuyo acontecer el psicoanlisis todava, en mi opinin, no pens. Enparticular, lo que concerna, en la mencionada Revolucin Francesa y su descendencia, alos conceptos oscuros de soberana y de crueldad. Que en ocasin de estos nuevos EstadosGenerales el psicoanlisis no sea el nico, muy lejos de eso, en no haber pensado esaRevolucin y sus maanas es un pobre consuelo, sobre todo para aquellos que, como yo,creen que el psicoanlisis debera tener, habindolo anunciado desde su origen, algoindispensable y esencial para decir pero tambin para hacer al respecto. Sin coartada. Loque tuviera de decisivo para decir y para hacer acerca de este tema debera recoger la ondade choque de una o varias revoluciones psicoanalticas. Particularmente, a propsito de loque se llama, la soberana y la crueldad. Pero entonces la mundializacin del mundo, tal

    como est -segn se nos dice- en curso, si resiste, de manera mltiple, al psicoanlisis, noautorizndolo a tocar sus axiomas fundamentales de la tica, del derecho y de la poltica,si inversamente el psicoanlisis resiste de manera mltiple y autoinmunitaria, y por lotanto fracasa en pensar y en cambiar esos axiomas, ese concepto de resistencia, incluso alldonde est estratificado y complicado como yo he tratado de mostrar, no es tanproblemtico como los de soberana y crueldad? Incluso en su multiplicidad enigmtica (5+ - 1 conceptos o lugares de resistencia, segn Freud, haba contado yo), ese concepto

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    de resistencia no implica todava las lneas de frontera, los planos del frente o los teatrosde guerra cuyo modelo es justamente el que perime hoy? Si todava, y por mucho tiempoms, hay guerra, o en todo caso crueldad guerrera, agresin guerrera, torturadora, masivao sutilmente asesina, ya no es seguro, en cambio, que la figura de la guerra, y sobre todo ladiferencia entre guerras individuales, guerras civiles y guerras nacionales, corresponda en

    lo sucesivo a conceptos seguros de su rigor. Un nuevo discurso sobre la guerra esnecesario. Esperamos hoy nuevas Consideraciones actuales sobre la guerra y la muerte(cito ttulos de Freud, 1915: Zeitgemsses ber Krieg und Tod) y un nuevo Por qu laguerra? (1932: Warum Krieg?), o al menos nuevas lecturas de textos de ese gnero. Y poreso no es seguro que el concepto de frente, la figura de una lnea de frente de una trincherainvisible, de una cabeza fronteriza, de un frente capital indisociable del de la guerra,puedan proveer un modelo a algo como una resistencia -interior o exterior-. Al igual quelos conceptos de soberana o de crueldad, es quiz, despus de todo, el concepto deresistencia el que espera otra revolucin, la suya, despus de la citada Revolucin Francesade hace dos siglos y las revoluciones polticas que la siguieron, como despus de la citada

    revolucin psicoanaltica de hace justo un siglo y aquellas que quiz la siguieron. Porquehay siempre ms de una revolucin posible en la revolucin. Y lo que podramos tambinllamar la revolucin tcnica o tecnocientfica (que abarca la microelectrnica, latelevirtualizacin o la gentica) nunca es slo exterior a las otras. Por ejemplo, hay unadimensin de lo virtual teletcnico, de la revolucin teletcnica de lo posible, respecto de lacual el psicoanlisis, en su eje dominante, ha fracasado, fracasa todava, sin duda, otraresistencia, a tener rigurosamente en cuenta, y que de seguro habr desempeado un rolesencial tanto en el principio de convocatoria como en la puesta en marcha, en lapreparacin y en el tipo de intercambio de estos Estados Generales, en su espacio, su espa-ciamiento, su devenir-tiempo del espacio mundial, en su puesta en red horizontal, por lotanto en su desjerarquizacin potencial, aunque limitada, en las redes de la World WideWeb. En una palabra, qu es lo revolucionario? Y lo posrevolucionario? Y qu es la gue-rra mundial y la posguerra para el psicoanlisis hoy? Estas pueden ser otras formas de lamisma pregunta.

    En un primer momento haba estado tentado de ampliar el anlisis comparativo delos Estados Generales de 1789 y de los Estados Generales del Psicoanlisis; luego hedebido por falta de tiempo resistir a la tentacin de hacerlo. De dnde viene el Llamado?Quin convoca a quin? Cul es aqu la jerarqua supuesta o disimulada? Quin tiene elpoder o quin se dispone a tomarlo? Quin podr renunciar a l? Cmo se producir loque llambamos entonces la verificacin de los poderes cuya puesta en juegodesencadene el proceso revolucionario? Aunque haya que prohibirse llevar la analoga

    demasiado lejos, lo que nos extraviara en el delirio histrico, tiene algn sentido imaginaren la nacin y en la internacional psicoanaltica hoy, y aqu mismo, el equivalente de untercer estado (sin duda mayoritario y l mismo heterogneo) -suponiendo que hayapodido pagar su derecho de entrada-, un clero, con su fraccin aliada al tercer estadomientras que la mayora de los sacerdotes e intrpretes psicoanalistas tiende a votar conuna nobleza que cuenta en sus filas con disidentes, con algunos sujetosprerrevolucionarios, hasta con algn Lafayette decidido a hacer algo por los nuevos Esta-

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    dos Unidos de Amrica. Los dejo responder a estas preguntas: quin representara aqu ala nobleza? Y al clero? Y al bajo clero? Ya la fraccin del clero o de la noblezaprerrevolucionaria aliada al tercer estado? Quin representa aqu al tercer estado delpsicoanlisis mundial, es decir, en verdad de un psicoanlisis esencialmente europeo -si noen su territorio y sobre sus mrgenes, al menos en las races de su cultura, en particular de

    su cultura religiosa, jurdica y poltica-?Por qu habran permitido estas preguntas? Si yo no hubiera resistido a la

    tentacin, habra privilegiado el momento de los libros de quejas que precedieron a losEstados Generales. Habra fingido dividir en dos la unidad de este motivo, la muerte y latcnica. Si bien el psicoanlisis no est muerto, nadie puede dudar de ello, es mortal, y losabe, como las civilizaciones de las que hablaba Valry. En todo caso, parece soportar unduelo que no sabe si es o no el suyo. ;Cul es la dolencia, dicho de otra forma, el dolor y laqueja, el sufrimiento y el duelo, de los que el psicoanlisis, despus de un siglo deexistencia, tiene que lamentarse? Cules la queja del psicoanlisis hoy? De qu se quejanustedes? De quin se quejan? Ante quin? A propsito de qu los psicoanalistas del

    mundo entero aceptan o rechazan hacer su duelo, confesar su trabajo de duelo, su quejapero tambin su quejido, su queja, su reivindicacin, su reclamo, su demanda? Si unapromesa queda en suspenso en un psicoanlisis nuevo o de un siglo, qu, en l, respira lamuerte o la amenaza de muerte? Regicidio en curso? Regicidio slo inminente, regicidiopor venir? ; Y si la promesa fuera una amenaza, ambigedad intolerable para la teora delos speech acts? Nos preguntamos tambin quin sera el Padre aqu, quin el Rey. La manose encuentra tomada entonces por un enjambre de preguntas previas, y, al igual queavispas, no los dejarn a ustedes ms en paz. Ya no sabemos quin se queja ante quin. Nohay ms que coartadas. En los Estados Generales de la historia poltica, hasta 1789, unpoder constituido era el destinatario habilitado de la queja. Entre ustedes, por el contrario,ese poder se busca, queda por identificar el destinatario, y no sabemos si los protocolos desu identificacin (lo previo de lo previo) deben o no ser ya psicoanalticos. Y si sonpsicoanalticos, por cul filiacin psicoanaltica, por qu escuela, si ustedes prefieren,estn autorizados a autorizarse? La queja puede concernir al adentro supuesto del psicoa-nlisis: la inexistencia o la disfuncin de una comunidad nacional o internacional depsicoanalistas, el carcter siempre problemtico de una institucionalizacin de esto quellamamos psicoanlisis, la dispersin espectacular e innegable de sus lugares de saber y deenseanza, as como de sus discursos tericos, en sus mismos axiomas, su retrica, sulengua, sus modos de exposicin y de legitimacin, la ausencia radical de consensorespecto de las reglas prcticas, de los protocolos de formacin didctica, etctera; laausencia radical de un discurso tico, jurdico, poltico, y en todo caso de un consenso

    constitucional respecto de esto, etctera; podramos extender esta lista, no hay aqu sinoejemplos indicativos, de los que, quiz, yo privilegiar uno o dos ms adelante. La quejapuede tambin concernir al supuesto afuera del psicoanlisis: relaciones con la sociedad ocon el Estado, con la corporacin mdica clsica, no reconocimiento o apropiacinamenazante por parte de autoridades estatales, recesin aparente o transformacin ininte-ligible tanto de la demanda de psicoanlisis como de la sociologa de los analistas,competencia de discursos frmaco-psiquitricos que podran deslegitimar, hasta

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    desacreditar o corromper en la opinin pblica la especificidad del discurso psicoanaltico,desarrollo de una ideologa poltica cuya hegemona crea condiciones desfavorables parala cultura psicoanaltica; incapacidad para un psicoanlisis sofocado, primero con motivode su cultura de origen -europea, greco-abrahmica, burguesa-liberal, etctera- de medirsecon todos los procesos de globalizacin en curso. En estos dos casos -quejas respecto de un

    supuesto adentro o quejas respecto de un supuesto afuera del psicoanlisis, se trate deasuntos extranjeros o de asuntos interiores-hay que preguntarse primero: (1) si este lmiteexiste, y cul es su valor, entre el adentro y el afuera, lo que es propio y lo que no es propiodel psicoanlisis; luego (2) quin dirige la queja a quin. La originalidad vertiginosa deestos Estados Generales es que tienen como tarea radical, y de manera casi autoanaltica,instituir su propio destinatario, o instituirse en primeros o ltimos destinatarios de suslibros de quejas. Tienen que inventar el destino y los destinatarios de una queja todava unpoco loca. Loca sera la trayectoria de un movimiento que, no teniendo todava un telosu objetivo, debe producir su propia direccin. Si tratamos de traducir esta cuestin enlenguaje ya psicoanaltico, lo que me parece aqu lo menos importante, diremos que el

    movimiento de transferencia o de contratransferencia n curso, aqu, todava no ha tenidolugar. Busca su lugar y sus sujetos. Este gran anfiteatro ya es pero no es todava un lugaranaltico. La amenaza de muerte de la que hablaba, cuyo duelo y condolencia asumiramospor adelantado, si se puede decir, quiz est invadiendo este lugar dejado vacante para eldestino transferencial. Quiz esta amenaza sea una suerte, el momento en que empezamosa pensar, dira el Extranjero, quiero decir ese que, en el fondo, dirigindose a ustedes, nopertenece sino a un supuesto adentro de la comunidad analtica. La muerte y la tcnica,deca. Hay una relacin entre ellas? Y pensar la muerte supone pensar primero la.tcnica? Si hubiera tenido tiempo, habra relacionado, como lo he hecho hace poco, estacuestin de la muerte con la de la tcnica, en particular de una tcnica no derivable, nosecundaria, y cuyo dispositivo teletcnico indito de estos Estados Generales me habraservido de ejemplo, en una historia que remontara ms alto que la pizarra mgica. Peroabandono tambin esta va, por falta de tiempo.

    Ms all de las apariencias formales y estatutarias, es difcil saber quin llama aquin a los Estados Generales, y quin, en el fondo, alguna venlos convoca. Hablo detodos los Estados Generales en general, mucho antes de stos, de los que me gustarapreguntarme con ustedes qu es lo que, en el curso de esta tradicin en la que se incluyen,inauguran no obstante. A aquellos y aquellas que tienen el poder aparente de lanzar estellamado no se les escapa que en tanto responden, ya oyeron un llamado, del cualcorrespondera justamente a los propios Estados Generales determinar tanto la fuentecomo el sentido, el quy el quin. Ya que si lo que se llama el psicoanlisis, lo que se refiere

    al psicoanlisis nos ense al menos una cosa, est en nosotros desconfiar de laespontaneidad alegada, de la autonoma y de la libertad supuesta.

    Siempre antes de comenzar, partir ahora en otra direccin. Para iluminar con unresplandor an dbil y parcial algunos de los lugares hacia los cuales querra dirigirme afin de cruzar esos lxicos de la crueldad, la soberana y la resistencia, leer algunas frasesintercambiadas por Einstein y Freud (en Por qu la guerra? justamente, el primer ttulo,rechazado por Freud, habra sido Recht und Gewalt, derecho y violencia, derecho y

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    autoridad, derecho y fuerza de ley). Este intercambio tuvo lugar, cmo ustedes saben, en-tre 1931 y 193 2 -lo que no es cualquier fecha- cuando el Comit Permanente por laLiteratura y las Artes de la Sociedad de las Naciones les haba pedido publicar unacorrespondencia sobre los temas acuciantes de la poca. Podemos ahora analizar, y RenMajor tuvo mucho que ver con esto, lo que Freud pensaba del padre ms o menos legtimo

    de la Sociedad de las Naciones, Woodrow Wilson. Freud no cree demasiado en esapropuesta de cartearse con Einstein, es bien sabido, se re un poco y confa entonces aFerenczi:

    l [Einstein] sabe de psicologa tanto como yo de fsica, tuvimos as pues unaconversacin agradable.

    Observacin desilusionada, y muy injusta por lo dems, como lo demuestra lacarta de Einstein que anticipa casi todo lo que Freud podr responderle. Freud mismo loconfesar. La alusin escptica de Freud sobre las incompetencias respectivas de los dosgrandes eruditos dice aqu mucho para nosotros acerca del frente y la frontera de lossaberes entre physis y psych, entre ciencias de la naturaleza y ciencia del alma o delhombre; entre,por un lado, una teora fsica, un tiempo y un espacio csmicos, las cienciasfsicas, fsico-biolgicas, fsico-qumicas o farmacolgicas, y, por otro lado, una cienciapsicoanaltica. De las dos cartas, tomar solamente elementos con los que anudar, al menosprovisoriamente y a ttulo indicativo, las cuestiones de la soberana, la crueldad y laresistencia.

    Se trata, desde luego, de la guerra y de la paz entre las naciones. Tenemos yadificultad en definir el concepto de guerra, ms an la diferencia entre una guerra civil yuna guerra internacional. Einstein defini un enfoque final, y creo que no habra una pa-labra que cambiar hoy. Este es el fragmento de un intercambio en alemn, que

    simultneamente fue publicado en ingls:

    Siendo yo mismo un hombre libre de todo afecto de naturaleza nacionalista [ichselber ein von Affekten nationaler Natur freier Mensch bin], el aspecto exterior, es decirorganizacional del problema, me parece simple: los Estados crean una autoridadlegislativa y judicial para arbitrar todos los conflictos que surjan entre ellos. Secomprometen a someterse a las leyes establecidas por la autoridad legislativa, a invocarsu jurisdiccin en todos los casos de litigio, a plegarse sin condicin a sus decisiones,as como a ejecutar todas las medidas que el Tribunal estime necesarias para darrealidad a sus decisiones.1

    1Pourquoi la guerre?, Ouevres compltes, XIX, 1931-1936, Pars, PUF, traducido al francs porJ. Laplanche et al., pg. 66: As one immune from nationalist bias, I personally see a simpleway of dealing with the superficial (i.e. administrative) aspect of the problem: the settingup, by international consent, of a legislative and judicial body to settle every conflictarising between nations. Each nation would undertake to abide by the orders issued bythis legislative body, to invoke its decision in every dispute, to accept its judgmentsunreservedly and to carry out every measure the tribunal deems necessary for theexecution of its decrees.

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    Einstein deduce de esto lo que l llama su primer acta (Feststellung), su primer

    axiom (dice la Standard Edition), a saber, que la seguridad internacional implica elrenunciamiento incondicional de los Estados (bedingungslosen Verzicht der Staaten) a unaparte de su libertad de accin (auf einen Teil ibrer Handlungsfreiheit), es decir, de su

    soberana (Souverntt).2Ya all, y la propuesta no perdera nada de su pertinencia hoy,Einstein sealaba que un tribunal internacional no tiene a su disposicin la fuerza ne-cesaria para aplicar sus decisiones y por lo tanto depende de influencias extrajurdicas(ausserrechtlichen Einflssen). El parte de lo que llamaba un hecho (Tatsache) con el quehay que contar, a saber, que la fuerza y el derecho (Macht und Recht) van de la mano. Lasdecisiones jurdicas no acercan el ideal de justicia exigido por la comunidad humana msque en la medida en que esta comunidad dispone de una fuerza constrictiva para hacerrespetar su ideal. Kant ya lo haba dicho mejor que ninguno: no hay derecho sinposibilidad de coercin. Pero he aqu, otro hecho, agrega Einstein, hoy estamos lejos, yesto an es cierto en el ao 2000, de disponer de una organizacin supranacional

    competente para dar veredictos cuya autoridad sea a la vez indiscutible y aplicable.Preconizando expresamente y sin vueltas el abandono incondicional, por cadanacin, de al menos una parte de su soberana, Einstein reconoce entonces la finitud de lasinstituciones humanas y las poderosas fuerzas psicolgicas (mchtige psychologischeKrfte) que paralizan los esfuerzos en vista de esta justicia internacional. Una pulsin depoder, podra decirse (das Machtbedrfnis) -lo que se traduce en ingls por craving forpower, en francs por besoin de puissance politique [necesidad de poder poltico]-,caracteriza a la clase gobernante de toda nacin. Esta clase es espontneamentesoberanista, se opone a una restriccin de los derechos soberanos del Estado. Esta pulsin ,de poder poltico se pliega a las actividades y a las demandas de otro grupo cuyasaspiraciones son puramente, acusa Einstein, mercenarias y econmicas. A pesar de laingenuidad que Freud le atribuye en cuanto a las cosas de la psique, Einstein adelanta aquuna hiptesis que va en el mismo sentido de lo que ser la respuesta de Freud, a saber, lade una pulsin de crueldad (es decir, en el fondo, una pulsin de muerte) que va de lamano, sin reducirse a ello, de esta pulsin de poder (Bemchtigungstrieb) que tiene un lugaroriginal en Ms all del principio de placer. Qu hacer con una irreductible pulsin demuerte y una invencible pulsin de poder en una poltica y un derecho progresistas, esdecir, confiados, como en el Siglo de las Luces, en alguna perfectibilidad? Muy lcido,Einstein seala tambin que la minora en el poder, en los Estados-nacin, maneja laescuela, la prensa y la Iglesia, y que si las poblaciones responden con entusiasmo a estaminora de hombres de poder, al punto de sacrificarles su vida, es que, cito, en el hombre

    vive una necesidad de odiar y de aniquilar.3 Habla incluso en varias ocasiones de unapsicosis de odio y de aniquilamiento que no sera privativa de las masas incultas sinoque afectara incluso a la intelligentsia. Esta satisface esa pulsin o ese deseo hasta en laescritura y sobre la pgina impresa. Y para terminar preguntando a Freud su opinin,

    2Pourquoi la guerre?, ob. cit.3Pourquoi la guerre?, ob. cit., pg. 67.

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    Einstein lleva an ms lejos, y de manera an ms interesante, su evocacin de unapulsin de agresin. Esta no se ejerce slo en los conflictos internacionales sino tambin enlas guerras civiles y en la persecucin de minoras raciales. Einstein utiliza entonces lapalabra que en ingls fue traducida como cruel (cruel), palabra que volver con fuerza enla respuesta de Freud. La traduccin francesa dice: Pero puse conscientemente en relieve

    la forma de conflicto entre comunidades humanas ms representativa y ms funesta[unheilvollste: nefasta, siniestra, malfica, perversa, cruel], la ms desenfrenada [zgelloseste,desencadenada, desatada], porque quiz con ella podamos demostrar mejor cmo podranser evitados los conflictos blicos.4

    Si la pulsin de poder o la pulsin de crueldad es irreductible, ms vieja, msantigua, que los principios (de placer o de realidad, que son en el fondo el mismo, comopreferira decir: el mismo en diferancia), entonces ninguna poltica podr erradicarla. Slopodr domesticarla, diferirla, aprender a negociar, a transigir, indirectamente pero sinilusin, con ella, y es esta indireccin, esta vuelta diferante, este sistema de relevo y deplazo diferenciales, la que dictar la poltica optimista y a la vez pesimista, valientemente

    desengaada, resueltamente desilusionada de Freud -tanto con respecto a la soberanacomo con respecto a la crueldad-. Y esto en el momento mismo en que el padre delpsicoanlisis declara, sin embargo, no deber librarse a una evaluacin tica de laspulsiones. Escucharemos su respuesta en un instante, y veremos el rol discreto peroesencial que en ella desempea dos veces la palabra indirecto.

    Habiendo apenas comenzado, interrumpo en este punto. Quisiera, deca, saludar alos Estados Generales del Psicoanlisis.

    Por qu dar gracias a los Estados Generales del Psicoanlisis? Y cmo agradecer alos psicoanalistas que tuvieron, segn parece, la iniciativa histrica? Cmo dirigir unsigno de reconocimiento a todos aquellos y a todas aquellas que los oyeron enseguida, enel mundo entero, con la resolucin de mostrar de lo que eran capaces frente a unacontecimiento semejante, tan imprevisible como sigue sindolo y tan enigmtica como estodava su escena? Escena inslita y a la vez familiar, pero unheiimilich, uncanny, muchoms all de supuesta en escena. Familiarmente inslito, ntimamente extrao, ya que, porun lado, nada es ms familiar al psicoanlisis, en apariencia, que una escena conforme a laimaginera corriente de los Estados Generales: franqueza de una espontaneidadreencontrada, lenguaje liberado, derecho a la palabra por fin devuelto, interdictolevantado, resistencia vencida, etctera. Nos atreveramos a decir que lo que deberaocurrir, de cierta manera, en cada sesin de anlisis, es una especie de microrrevolucin,precedida por una msica de cmara de los Estados Generales que d su voz a todas lasinstancias y a todos los estados del cuerpo social o del cuerpo psquico. Esto debera

    comenzar de nuevo toda vez que un paciente se recuesta sobre el divn , como se hacecada vez con mayor frecuencia, inicia un anlisis cara a cara. El analizante iniciaraentonces una revolucin, quiz la primera revolucin que cuenta, abrira virtualmente susEstados Generales y dara en l la palabra a todos los estados, a todas las voces, a todas lasinstancias del cuerpo psquico como cuerpo social mltiple. Sin coartada. Luego,

    4 Ibd., pg. 68.

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    consignacin de todas las quejas, duelos y lamentos. En este sentido, y por derecho, unpsicoanlisis debera ser, de punta a punta, un proceso revolucionario, la primera re-volucin, quiz, precedida por los Estados Generales.

    En cambio, por otro lado, nada fue ms extrao al psicoanlisis, ms inquietantepara l -sin siquiera recordar la poca simpata de Freud por las revoluciones francesas-5

    que el espacio pblico de estos Estados Generales, que este decorado, estos protocolos, laduracin y el dispositivo tcnico que desde hace cerca de tres aos condicionan elencuentro de ustedes. Desde entonces contina ocultndoseles otra escena todavainvisible. Los signos que les enva esta escena oculta siguen siendo indescifrables detrs detoda unapuesta en escena ordenada segn las deliberaciones comunes, dispuesta segn lasdecisiones y las declaraciones performativas de los organizadores o incluso de losparticipantes. Ahora bien, lo que adviene, el acontecimiento de lo otro que llega, es loimposible que excede y derrota siempre, a veces cruelmente, a aquello que la economa deun acto performativo, se supone, produce soberanamente, cuando una palabra ya legi-timada saca partido de alguna convencin. Si advienen cosas, si los unos y los otros

    vienen, los otros sobre todo, los que llegan, es siempre como lo imposible ms all detodos los enunciados que instituyen, ms all de todas las convenciones, ms all deldominio, ms all del yo puedo, ms all de la economa de apropiacin de un eso esten mi poder, de un eso me es posible, del este poder me pertenece, del este posibleme es conferido, tantas presunciones como implican siempre los actos performativos. Sial menos los otros vienen, de cerca o de lejos, de la familia o del extranjero ms lejano, lohacen, como todo lo que adviene, como todo advenimiento digno de ese nombre, comotodo lo que llega, bajo la forma de lo imposible, ms all de toda convencin y de todocontrol escnico, de todo principio de placer o de realidad, ms all de toda pulsin depoder y quiz de toda pulsin de muerte. Hospitalidad de visita y no de invitacin,cuando lo que viene del otro excede las reglas de hospitalidad y sigue siendo imprevisiblepara los huspedes. No s si detrs de sus autoridades estatutarias y detrs de lossignatarios oficiales del Llamado y de la convocatoria, detrs de los maestros deceremonia, los Estados Generales de la historia, incluso en 1789, alguna vez tuvieronverdadero y soberano director. Lo que es seguro es que ningn director pudo nuncaprever ni programar cualquier cosa ms all del primer acto de la apertura. Y ni siquiera!

    Esto no debera impedirnos, todo lo contrario, tratar de identificar, a travs de susrepresentantes o sus portadores oficiales, a travs de sus sujetos o sus sntomas, lasverdaderas fuerzas que estn en juego en la organizacin de estos Estados Generales. Esnecesario recordar que en principio estos Estados Generales, Estados Generales delPsicoanlisis, deberan tener como misin constitutiva, me atrevera a decir, de alguna

    manera como deber originario, llevar tan lejos como sea posible el autoanlisis de supuesta en escena pero tambin el anlisis de las fuerzas, pulsiones, deseos que trabajansecretamente en ellos, ms all de toda puesta en escena, incluso ms all de todo ver, detoda visibilidad, de toda fenomenalidad?

    5 Cf. Elisabeth Roudinesco, Freud et le rgicide: lments d une rflexion. (En prensa.)

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    Conocemos la vieja relacin entre el psicoanlisis y la escena, entre el psicoanlisisy el teatro. Se tratar siempre de la misma estructura teatral? Maana, en el prximomilenio, ser todava el mismo modelo, el mismo dispositivo, la misma familia teatral?Ser el teatro de la misma familia, una familia siempre ms o menos de la realeza, msbien patriarcal y heterosexual, instalada en la diferencia sexual como oposicin binaria?

    Ser tambin, en adelante, una familia monoparental o triparental, por ejemplo?La referencia teatral del psicoanlisis ser maana an el teatro griego, shakespeareano,isabelino, es decir-suponiendo que alguna vez haya otro- un teatro europeo? Ya no sabe-mos muy bien qu relaciona todava al psicoanlisis con la historia de la Europa griega,juda, cristiana. Y si agrego -o tambin si no agrego-- musulmana para colmar losmonotesmos abrahmicos, abro ya el abismo de una inmensa interrogacin. Susdimensiones no son slo demogrficas. Por qu el psicoanlisis nunca se asienta en elvasto territorio de la cultura rabe-islmica? Sin hablar del Extremo Oriente. Ms am-pliamente, ustedes se preguntarn por qu el psicoanlisis se queda, sin penetrarlo, y sinilusin mosaica de tierra prometida, en el borde externo de la inmensa y creciente mayora

    de hombres y de mujeres que pueblan la superficie de una tierra en vas de la llamadaglobalizacin. No nombrar la ilusin mosaica de la tierra prometida, a la que puedodescribir como desesperada, sin recordar, brevemente, tanto la insistencia del espectro deMoiss desde los primeros actos del psicoanlisis, como, sobre todo, lo que Freud habadicho un da a Jung en una carta de 1909, dcadas antes de Moiss y la religin monotesta,justo antes de la Segunda Guerra Mundial. Fue el mismo ao en que se desvaneci delantede l, el ao mismo de ese primer viaje a Norteamrica del que trajo esa colitisamericana que exigira, an hoy, un largo seguimiento y un tratamiento interminable.Fue tambin poco despus de que Jung organizara el Primer Congreso Internacional dePsicoanlisis (42 participantes, acontecimiento histrico, dice el buen Jones). Esos aosfueron, como ustedes saben, los aos de una internacionalizacin -siempre relativa, y muyeurocentrada- del psicoanlisis. Esta internacionalizacin todava no devino, lo sabemosdemasiado, una globalizacin. Freud nombra entonces la tierra prometida de lapsiquiatra: s, de la psiquiatra. Y la psiquiatra, la psiquiatrizacin, es, en el fondo, lo quese ala con la frmaco-psiquiatra y todas las nuevas teraputicas, qumicas o genticas,que pretenden hoy, en el mundo, y sobre todo en Norteamrica, ya sea emanciparse delpsicoanlisis freudiano, rechazndolo, condenndolo a muerte, ya sea arreglar con l tran-sacciones inditas y siempre problemticas. Mentando as la psiquiatra y el futuro de lasrelaciones entre el psicoanlisis y la psiquiatra, Freud lanza entonces a Jung el muyconocido apstrofe:

    Usted ser aquel que, como Josu, si yo sor Moiss, tomar posesin de latierra prometida de la psiquiatra, a la que yo slo puedo percibir de lejos.

    De lejos. De qu distancia, de qu lejanas poda tratarse en la mente de Freud?Qu pensar hoy sobre eso?

    Sabemos cmo sigue el caso Josu Jung. En cuanto a las reservas que se tengan conrespecto a la psiquiatra, en cuanto al destino cruel de un nombre propio, en cuanto al

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    nombre de un Moiss del psicoanlisis, la historia sigue abierta, y estoy convencido deque estos fantasmas deben frecuentar los debates de ustedes.

    No hay Estados Generales sin teatro. No hubo hasta aqu Estados Generales sin esocon lo cual, en el psicoanlisis, el teatro privado de la familia se relaciona de maneraesencial, a saber, el teatro propiamente dicho, ese que requiere un espacio pblico. En la

    insistente visin que se me impone, estos Estados Generales del Psicoanlisis separeceran, sin embargo, a una escena indita, incluso a un primer teatro de la crueldad,que resistira de manera autoinmunitaria a su propio espectculo, a su tentacin especulary espectacular. Lo que se titula, lo que se llama, por s mismo, Estados Generales delPsicoanlisis es lo que volvera a poner en escena, para someterla a la hiptesis de unamutacin, una cierta crueldad. Cul? La que se ejerce en nombre de una soberana o laque debe sufrir una soberana?

    Me adelanto, pues, al escenario de este nuevo teatro de la crueldad, sobre el queme explayar a mi ritmo, que ser, les pido perdn, muy lento. Quisiera evitar la coartada.(Si alguna vez tom partido en cuanto a la sesin de anlisis -y bueno, lo aprendern hoy a

    costa de ustedes mismos, va que lo van a sufrir- fue decididamente, incorregiblemente, afavor de las sesiones largas, muy largas. Y a pesar de la paciencia pedida, no se trata aqude tomar partido por un paciente, sino todo lo contrario.)

    Sin saber -en lo esencial-, sin saber nada, me adelanto. No tengo nada simple nisimplemente posible para decirles, y en el fondo no s nada. Ni siquiera s cmoconfesarlo, eso, que no slo no s nada sino que ni siquiera s dnde meterme, yo y mi no-saber, no ms que mis preguntas sobr el saber y el poder, sobre lo posible y el ms all delo posible. Para comenzar, no s con qu, con qu ttulo, ni con quin autorizarme, sobretodo no conmigo mismo, para saludar, como acabo de hacer, dndoles gracias, a algocomo los Estados Generales del Psicoanlisis. Y sin embargo, ustedes me comprenden, fuiautorizado a dirigirme a ustedes, por el momento. Y si llegara, directa o indirectamente, aresponder sin coartada a la pregunta :Por qu he sido autorizado?, por qu y por quin,en el fondo?, dara quizs algunos pasos en la direccin del autoanlisis que evocaba haceun instante. El mo -que tal vez no interesa a demasiada gente, apenas a m-, alrededor delas razones que me hicieron elegir hablarles hoy de pulsin de muerte, por ejemplo, comolo hice demasiadas veces, pero sobre todo de cruel sufrimiento, y de esta crueldad que seencuentra en el centro de un seminario, el ltimo, que cre en otra parte deber consagrar, yno es fortuito, a la pena de muerte. Pero mucho ms all del mo, que no merece laatencin de ustedes, ms seguramente me arriesgar en direccin del autoanlisis de losEstados Generales del Psicoanlisis.

    Siempre se impondr la cuestin de principio, la cuestin de los principios y la

    cuestin del principio -de lo principial, del soberano prncipe y del principado-. Elpsicoanlisis freudiano, el psicoanlisis como ciencia, el psicoanlisis que jams renuncia aser una ciencia, pero una ciencia aparte, es bien conocido que ha contado mucho con losprincipios. Trat estos principios -as como la distincin entre los procesos primarios y losprocesos secundarios- cientficamente, pero como indispensables ficciones tericas, aligual que Freud habla, en su respuesta a Einstein, de nuestra teora mitolgica de laspulsiones, como si el como si debiera tambin resistir l mismo a la crtica que Freud

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    propone sobre eso en El porvenir de una ilusin, en torno de La filosofa del como si, deVaihinger. Freud nombr y apod con frecuencia estos principios, por ejemplo el principiode placer o el principio de realidad, como apod mitolgicamente lo que los pone encrisis, ms all o ms ac de estos principios, a saber, cierta pulsin de muerte que, en elorigen de toda crueldad, justamente, puede tomar la forma destructora de un sadismo, de

    una ferocidad que la libido narcisista habra apartado del yo para ejercerla sobre el objeto -a menos que sea la de un masoquismo primario cuya hiptesis mantuvo tambin Freud-.Cules seran las formas inditas de la crueldad que un psicoanalista del ao 2000 deberainterpretar con nuevos costos, fuera y dentro de la institucin? Hay, en cuanto a lopoltico, a lo geopoltico, a lo jurdico, a lo tico, consecuencias, o al menos enseanzas aobtener de la hiptesis de una irreductible pulsin de muerte que parece inseparable de loque llamamos tan oscuramente la crueldad, en sus formas arcaicas o modernas? Ms all delos principios, habra tambin, a unos pasos ms, un ms all del ms all, un ms all dela pulsin de muerte y, por lo tanto, de la pulsin de crueldad? Habra que seguir lasapariciones de la palabra crueldad en ciertos textos polticos de Freud y descifrar su

    alcance. En el horizonte ms lejano de estas cuestiones se anunciara la necesidad de situar,al mismo tiempo que el tema psicoanaltico de la soberana o del dominio (Herrschaft,Bemchtigung), tan presente al menos bajo la forma de una metfora poltica en Ms all delprincipio de placer, el tema de un Bemchtigungstrieh, de una pulsin de dominio, de poder ode posesin. Haba tratado de mostrar en otra parte, en una larga Tarjeta postal, cmo lapalabra y el concepto de Bemchtigung, tan discretos como siguen sindolo y pocoanalizados por los lectores de Freud, est presente desde los Tres ensayos ydesempea enMs all... un papel decisivo -ms all o ms ac de los principios-, justamente, comopulsin principial, si se puede decir, particularmente en la ambivalencia amor/odio y en eldesencadenamiento de la crueldad que llama a la hiptesis de un sadismo originario.Indisociable del de Bewltigung (ejercicio del poder, del dominio o de la posesin,movimiento de apropiacin, etctera) se ra, pues, el concepto de pulsin de poder, es decirde la habilitacin, del yo puedo, I can o Imay, y en particular del poder performativoque organiza, va cierta fe jurada, todo el orden de lo que Lacan llam lo simblico. Estapulsin de poder anuncia sin duda, antes y ms all de todo principio, antes y ms allincluso de todo poder (siendo el principio el poder, la soberana del poder), uno de loslugares de articulacin del discurso psicoanaltico freudiano con las cuestiones jurdicas ypolticas en general, con todo lo que concierne a los datos inditos, hoy, de esta dobleproblemtica de la soberana y la crueldad. En cuanto a las relaciones, presentes o porvenir, entre las instituciones o las prcticas psicoanalticas, por un lado, y el Estado, porotro (se trate de estatuto, de visibilidad y de transparencia, de fiscalidad, de articulacin

    con los dispositivos de seguridad social, del secreto, etctera), no slo hay que tomar encuenta una profunda transformacin del campo social de la oferta y la demanda de psi-coanlisis, sino tambin las mutaciones que conciernen, sobre todo en Europa, a lasoberana de los Estados, los abandonos de soberana, la armonizacin de las legislaciones,etctera. En razn de su misma excepcionalidad, las relaciones del psicoanlisis con elespacio pblico de la sociedad civil y del Estado siempre fueron crticas. La metamorfosisprofunda de estas dos dimensiones del espacio pblico pone en circulacin un nuevo

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    juego. Llama a anlisis inditos, nuevos axiomas e invenciones estratgicas. Si puedoconfiarles el sentimiento de un observador extranjero, me parece que todo queda por hacery que no hay, y jams habr, el menor consenso a la vista en ninguno de esos lugares, nientre los psicoanalistas del mundo entero ni entre sus interlocutores sociales, polticos,jurdicos. Pero no excluyo que debe ser as, y que este disenso debe seguir siendo una

    alegre fatalidad.Esta es pues, bajo otra forma, la cuestin del principio y por lo tanto del comienzo,

    a saber, del acto inaugural que se supone produce el acontecimiento, el poderperformativo del llamado o de la convocatoria que trae aparejado siempre el como si deuna convencin desde la cual, autorizado o autorizndose a s mismo, un acto deautoridad detenta el poder de decir yo puedo, I can, I may. Todo pasa, todo ya pascomo si alguno de ustedes, o algunos, segn el como si de una convencin, hubieran tenidoel derecho, hubieran tomado o se hubieran visto reconocer el derecho de llamar o deconvocar a los Estados Generales, de abrir una primera sesin, de pronunciar un discursoo apelaciones inaugurales dirigindose a una asamblea general, una asamblea nacional o

    una asamblea internacional. Incluso antes de saber quin abre la primera sesin, nospreguntaremos quin llama, quin se llama, quin convoca, y quin convoca a quin aEstados Generales en general, descontando con razn una respuesta ya lista. Quin,desde la muerte de cierto rey de Francia, el nico habilitado para hacerlo desde el sigloXIV hasta la Revolucin, incluidos los aos 1788-1789? Es tambin, en principio y porderecho, un rey de Francia, como ustedes saben, quien, en agosto de 1788, por decreto,convoc a esos ltimos Estados Generales en los que pensamos todos y en el curso de loscuales ocurri una primera mutacin, una serie de transgresiones que afectaron el nmerode diputados del tercer estado, influyendo en eso decisivo que llamamos la verificacinde los poderes, imponiendo el voto por cabeza, por voz y no por orden, es decir, porsujeto individual, por yo, siendo todos los ego iguales, para conducir finalmente a latransformacin de los Estados Generales en Asamblea Nacional Constituyente, despus deque cierto Juramento del Juego de la Pelota hubiese homogeneizado esa cosa heterogneaidentificada bajo el nombre de Revolucin Francesa -y que pas, incluso antes del Terror,por un parri-regicidio, en adelante dir por un parregicidio-. Nunca, jams podremosresponder sin coartada a la angustiante pregunta de saber si, convocados por un rey, losEstados Generales fueron o no el preludio fatal del parregicidio, el primer gesto del cruelproceso de muerte del rey, el padre de la nacin; o, por el contrario, el ltimo esfuerzo, laltima concentracin desesperada de todas las fuerzas que todava se esforzaban, pero envano, en prevenir, con el parregicidio amenazante, un cruel Terror. Se iba a decapitar alrey o a salvar su cabeza? Se iba a erigirla decapitndola o a re-erigirla, a resucitarlo, ms

    all del ao 2000? Porque, quin sostendra seriamente que nuestra repblica no esmonrquica, y que la democracia moderna, tal como la conocemos, no necesita unprincipio monrquico ni una referencia fundadora a un prncipe, como un principio desoberana? bamos a re-erigir la funcin patriarcomonrquica de manera tan interminablee infinita como este anlisis que llamamos terminable-interminable? Nunca lo sabremos.Por definicin, nunca sabremos si los Estados Generales, en el momento de su primeraconvocatoria, estaban destinados a perder o a salvar la cabeza del rey, y poco importa sin

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    duda, ya que de todas maneras los dos gestos, perder y salvar, siguen siendo indisociables.Ellos inscriben en los conceptos de soberana y de crueldad una ambigedad tanirremplazable como lo autoinmunitario mismo. Es demasiado tarde, incluso para lapregunta. Quiz sea sta la significacin ltima de todo parregicidio, de todo Edipo y detodo ttem y tab, de toda instauracin republicana o democrtica de la igualdad de los

    hermanos despus de algn parregicidio: es demasiado .tarde, no hay ms coartada, elparregicidio ocurri sin ocurrir, haya ocurrido o no, antes de toda pregunta respecto de loque fue su vspera y habra podido desarrollarse de otra manera. Demasiado tarde, estoquiere decir que la Revolucin puso fin a la posibilidad misma de esta pregunta. Msprecisamente, es a esto a lo que se llama una revolucin, y es tambin el signo en el cualreconocemos que tuvo lugar. Sin duda, esto puede decirse del acontecimiento en general,de lo que adviene o de quien llega, de la llegada del que llega, que es siempre unarevolucin. Esta ltima, el acontecimiento, el quin y el qu de lo que adviene, prescribepor adelantado la pregunta, que respecto de ello llega demasiado tarde. Es demasiadotarde, imborrablemente demasiado tarde para la pregunta. Dir lo mismo, mutatis

    mutandis, en lo que respecta a la revolucin psicoanaltica que ya ocurri y sigue siendoimborrable. Dir lo mismo respecto de todas las figuras y nombres del padre quepresidieron aqu arriesgando su cabeza, perdindola y salvndola a la vez, muriendo ysobreviviendo al mismo tiempo, como tantos espectros infatigables, ocupando cada vez osimultneamente no slo 2 sino 2 + n cuerpos del rey. El psicoanlisis es imborrable, surevolucin es irreversible -y sin embargo, en tanto civilizacin, mortal-.

    Nadie podr decir nunca si el momento propio de los Estados Generales estaba ens mismo, en su instancia original, destinado a perder o a salvar la cabeza del rey. Y siincluso el rey, al convocar a esos ltimos Estados Generales, volviendo la crueldad contras mismo, no firm, con su propia mano, su sentencia de muerte. Quiz como Freud aldecidir que no asumira la direccin de la IPA, pues se eriga as (no fue ms que unprimer ejemplo en la historia del psicoanlisis) en amo absoluto, todo poderoso eimpotente, impotente en su poder absoluto de soberano, por adelantado decapitado yresucitado. Ms de dos siglos despus, los Estados Generales del Psicoanlisis estn desti-nados a salvar o a perder a un Rey o a un Padre de la nacin?, qu rey, qu padre y qunacin? Es demasiado tarde para esta pregunta? Estos Estados Generales se han volcado,sin saberlo, a consagrar la muerte del Padre o a salvar la cabeza del Padre -o incluso,tercera hiptesis, a comenzar a pensar esta apuesta-? O tambin, ms confusamente,aunque sera el precio a pagar por su originalidad, las tres a la vez? Y entonces,transposicin inevitable, quin sera aqu el rey amenazado o el rey suicida? Qu seraun parregicidio, sin ni siquiera hablar del Terror, en psicoanlisis?

    Algunos de los aqu presentes hemos insistido sobre el hecho de que elpsicoanlisis, como ciencia, y si quiere ser tambin una ciencia terica, una institucin yuna comunidad cientficas, es el nico que compromete de manera intrnseca el nombrepropio de su fundador en una lgica de filiacin transferencial que pretende poderanalizar y cuyo concepto, justamente, produjo. Diremos aqu que el nombre de Freud, elnombre de un psicoanlisis todava freudiano es, bajo esa forma literal o bajo esas formasmetonmicas ms sutiles, la apuesta del parregicidio autoinmunitario de provocar, de

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    un hecho que no creo fortuito pero que merecera largos y pacientes anlisis. Aunque nohaya habido hasta ahora discurso psicoanaltico como tal, mayoritario o estatutario, nidiscursos de Freud que critiquen expresamente tanto la pena de muerte como el principiode soberana estado-nacional, resulta que, con la notable excepcin de los Estados Unidos,nica democracia de tipo occidental -y dominada por una cultura cristiana- que mantiene

    la pena de muerte y sigue siendo inflexible sobre su propia soberana, todos los Estados dela vieja Europa, cuna del psicoanlisis, abolieron la pena de muerte y a la vez iniciaron unproceso ambiguo que, sin poner fin a la soberana estado-nacional, la expone en todo casoa una crisis o a un recuestionamiento sin precedentes.

    Antes de examinar la respuesta de Freud a Einstein, quise hacer referencia alltimo libro de Elisabeth Roudinesco y a lo que dice respecto de Norteamrica, auncuando no aborde estos temas (crueldad, soberana, pena de muerte, etctera). Esimportante no disimular lo que estos Estados Generales deben a las premisas, a lostrabajos y los trayectos, tan diferentes pero aqu no fortuitamente aliados, de ElisabethRoudinesco y de Ren Major. A ellos mismos, y a todos aquellos, todas aquellas que, en

    una admirable colegialidad sin jerarqua, orientaron los comits de los Estados Generales,cada uno y cada una con su historia, su trayectoria, su propia obra, no los nombro poramistad, por cortesa esperada, por reconocimiento obligado, o para obedecer,complacencia convencional, a algn rito de la hospitalidad. Aqu no solamente tenemosuna deuda por la honestidad responsable sino por la lucidez analtica y poltica deanalizar, de exhibir incluso, en tantos trabajos diferentes pero cruzados, en su situacin enel interior y en el borde del campo analtico mundial, en las interpretaciones, losemprendimientos, las alianzas polticas y tericas contradas desde hace tiempo, todo locual ha hecho posible y necesaria la celebracin de estos Estados Generales. Nocomprenderamos la gnesis de este encuentro inaudito, y ni siquiera el nombre de estosEstados Generales, si por Ficcin, por pudor o por desconocimiento evitramos tomar encuenta, aunque sea para discutirlo, todo lo que desde hace tiempo tuvo en vilo a lasinvestigaciones, las publicaciones, los emprendimientos de Major, de Roudinesco y detodos los miembros de los dos comits de preparacin, el francs y el internacional. Merefiero aqu a lo que es legible en sus libros, a travs de sus libros, en sus tomas de posicinticas, polticas e institucionales, en las afinidades y en los conflictos que los determinan,dentro y fuera de las comunidades psicoanalticas, en Francia y fuera de Francia. Muchascosas pueden distinguir o separar las posiciones y las obras de todos aquellos y de todasaquellas que tomaron la iniciativa de estos Estados Generales. Pero lo que debera seranalizado como uno de los sntomas, de los secretos, de los secretos pblicos delacontecimiento del que hablo, es su asociacin, aqu, su acuerdo, la red de solidaridades

    nacionales e internacionales en la cual su trabajo vino a inscribirse y que sostiene estacausa comn. No prestar la atencin necesaria a esta situacin y a estas motivaciones bajopretexto de que, con razn, estos Estados Generales se habran dado espontneamente suley de manera auto-noma,bajo pretexto de que se habran auto-convocado y no hetero-con-vocado, sera en mi opinin una debilidad poltica, una denegacin, incluso una dimisinanaltica. Cmo una autntica auto-noma (igualitaria y democrtica) se instituye, y debehacerlo, a partir de una hetero-noma que sobrevive todava a lo que la sobrevive, a partir

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    de una ley del otro, como venida del otro sobre-viviente, he aqu una de las formas de lapregunta qu hacer, que quisiera llevar, sin coartada, ms all de toda soberana y detoda crueldad posibles. Esta pregunta no es ajena a la del parregicidio.

    Acabo de decir secreto pblico. El Juramento del Juego de Pelota fue pblico.Comprometa a no irse antes de haber votado una constitucin. Entonces se preguntarn

    ustedes de qu constitucin, de qu nueva carta de aqu en ms se harn ustedes mismosresponsables antes de separarse, de qu nuevas instituciones, de qu formas de transiciny de transmisin, en qu lengua, para qu poder estatal o trans-estatal.

    Ah, los juramentos!, la fuerza performativa de los juramentos y de las promesas!Ah, la fe jurada! Ah, los perjurios! Ah, la fatal crueldad de los perjurios!

    Para sellar la primera comunidad institucional del psicoanlisis, de manera secretae independientemente de la fundacin pblica de la Sociedad Internacional dePsicoanlisis, poco despus de ella hubo tambin juramento, fe jurada y anillos, ms dedos, finalmente siete, para comprometer al Comit. Siete anillos, cada vez de una vez parasiempre, cada vez una piedra preciosa griega -ni egipcia, ni juda- grabada, de una co-

    leccin de Freud: una cabeza de Jpiter! Renunci, por economa, a hacer girar toda estaconferencia en circunferencia en torno del contorno de este anillo. Ms bien de estos anillos,y de aquello en lo que han devenido, o en lo que se perdieron, confiados en herencia odevueltos a su estuche. Hay que tomar en serio, en el psicoanlisis y fuera de l, estacuestin del secreto en sus implicaciones ticas y polticas, ah donde delimita la autoridadmisma y el poder, la legitimidad de lo poltico -no slo de lo poltico en general, de suderecho de mirada sobre la vida y la muerte, la conciencia, los intercambios (econmicos ono) de los sujetos ciudadanos, sino tambin de lo poltico en el interior de la institucinanaltica-. El secreto profesional del psicoanlisis no debe ser, en todo caso pretende noser, un secreto profesional como otro. Intil precisar aqu, ustedes las conocen mejor queyo, las consecuencias sociales, econmicas y polticas de esta vocacin al secreto -sea o norespetada-. Hay tambin relaciones entre el Estado (polis, politeia, polica y poltica) yustedes. Y nosotros. Insisto con este episodio del Comit que podemos tomar comoanecdtico o inesencial, pues en el momento de los siete anillos, Freud reconoce, sin duda,que hay algo infantil y tal vez un elemento romntico en esta concepcin, pero exigeque la existencia y la accin de este Comit sigan siendo absolutamente secretas.Podemos decir que, de mil maneras, este secreto fue en s mismo constitutivo yalegricamente representativo de lo que en el psicoanlisis sigue siendo y tal vez debaseguir siendo rebelde a la respublica de lo poltico, incluso de lo democrtico, en todo casoquiero decir de una democracia todava fundada, por algn tiempo todava, en unconcepto estatista, estado-nacionalista, soberanista y, por lo tanto, ciudadano de lo

    poltico; pero rebelde tambin a la publicidad de su propia institucionalizacin, puesto queel Comit secreto segua siendo exterior e inaccesible a la Asociacin Internacional.Podemos preguntarnos lo que Freud hubiera pensado de los Estados Generales Mundialesdel Psicoanlisis. En 1913, antes de la primera guerra llamada mundial, todos los grandesdiscpulos de Freud son europeos. Al igual que la del Comit Secreto, la escena de la IPAes esencialmente incompatible con una idea de Estados Generales. Esta incompatibilidadpuede tambin ser descrita como una alergia a su mismo otro.

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    Detrs de la escena de la institucin y de los estatutos, otros poderes, secretos o no,estn siempre trabajando. Para volver un instante a los Estados Generales de 1789, bajo lahabilitacin estatutaria, a saber el poder oficial del rey, bajo los dos cuerpos de un rey a suvez autorizado por Dios el Padre de Cristo, podemos igual preguntarnos quin convocabaen verdad a los Estados Generales. Como podemos preguntarlo an hoy aqu mismo. Se

    trata de una htero-convocatoria de unos por el otro?, o de una auto-convocatoriaespontnea de fuerzas que todava no tienen nombre?, o de una htero-convocatoria porla fuerza de un otro an innombrable, de visitantes inesperados, y de los que arriban im-previsibles o no identificables? Qu hay de la jerarqua y de la heteronoma en esteasunto? Y qu es lo que la red de la Web desjerarquiza, que afecta tanto la escena analticacomo la de la transferencia y la contra transferencia? Esta pregunta llevara a una serie deotras preguntas, la misma y tantas otras: quin convoca a quin a los Estados Generales,mundiales esta vez, pero siempre en Francia, y en Pars, en una Franciaposrevolucionaria?, quin los convoca, no obstante, ms all del Estado-nacin? Y Es-tados Generales del Psicoanlisis, ms de dos siglos despus, pero un siglo despus del

    nacimiento del psicoanlisis y despus de la Traumdeutung, en un momento en quetenemos derecho a preguntarnos si lo que se llama el psicoanlisis supone de algunamanera, inscripta en el corazn de su propia posibilidad, la memoria, el archivo conscienteo inconsciente de la Revolucin Francesa y de algunas otras revoluciones, todas europeas,que la siguieron en febrero, luego en junio de 1848, luego cuando la Comuna, luego en1917. Enorme memoria sin fondo en la que las peores crueldades, la crueldad de unparregicidio que todava falta pensar, la crueldad del Terror, la crueldad de la pena demuerte a la escala de masas, la crueldad de todas las torturas y de todas las muertes de losmaanas de la Revolucin del 17, la lista no cerrada de las crueldades ms encarnizadas,Shoa, genocidios, deportaciones en masa, etctera, son indisociablemente vecinas, como silos dos procesos fueran inseparables, la invencin de los derechos del hombre, lafundacin de los fundamentos del derecho internacional moderno en curso detransformacin, del cual derivan la condena de los crmenes contra la humanidad(imprescriptibles en Francia desde 1964), la condenacin del genocidio tanto como lapromesa hecha por la Convencin, desde el 4 Brumario del ao IV, de abolir la pena demuerte en la Repblica Francesa, a fechar en el da de la publicacin general de la paz.En Francia, ese da de la abolicin de la pena de muerte lleg casi dos siglos ms tarde, en1981, y esto da mucho que pensar de la escala histrica y de lo que puede significar lapublicacin general de la paz, en Europa, en la Unin Europea, lugar de nacimiento delpsicoanlisis (donde la pena de muerte est abolida) ms que en los Estados Unidos, elltimo de los pases occidentales de filiacin europea y cristiana que mantiene y aplica

    masivamente, con una crueldad cada vez ms obscena e injusta, y brbara, una crueldadempero no sangrienta, la lethal injection.

    Multiplico a propsito las alusiones a los Estados Unidos donde el destino delpsicoanlisis juega hoy su partida -ms crtica- y tal vez, en ms de un frente, la msdecisiva. Del bosquecito frondoso, espeso, espinoso de las relaciones peligrosas entre elpsicoanlisis y Amrica del Norte, tomo un pasaje poco citado de El porvenir de una ilusin.Freud compara al pueblo norteamericano con el pueblo elegido, con el que se cree elegido

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    por Dios el padre nico, desde ese nucleus paterno del que Freud recuerda que estdisimulado pero presente en todas las figuras divinas. Cada pueblo vuelve a loscomienzos histricos de la idea de Dios, puesto que ese pueblo pretende representar lajusticia ideal, la que recompensa el bien, castiga el mal, al menos despus de la muerte (loque facilita y legitima la pena de muerte), adjunta la parte invisible del espectro a la parte

    visible, etctera. Freud agrega entonces:

    No habiendo ya ms que un solo y nico Dios, las relaciones con l pudieronrecobrar todo el fervor y toda la intensidad de las relaciones infantiles del individuocon su padre. Mas a cambio de tanto amor se quiere una recompensa: ser el hijopredilecto, el pueblo elegido. Mucho tiempo despus ha elevado la piadosaNorteamrica la pretensin de ser Gods own country, y lo es ciertamente en cuanto auna de las formas bajo las cuales adoran los hombres a la divinidad.6

    Habra ah, de un pueblo elegido al otro, de un Padre al otro, el dominio de uneficaz desciframiento de la globalizacin, o de lo que yo he llamado en otra parte la

    globalatinizacin de la religin en curso, de lo que, en acto o en potencia, constituye yamenaza las hegemonas. Me remito tambin de modo muy breve, y por todas las razonesque dije, al menos dos de los trabajos esenciales sobre este tema de Ren Major, DePlection (1986) y Au commencement -la vie et la mort (1999). Destaco particularmente all loque, en el primer captulo de De llection, Acerca de la fundacin, l analiza sobre eldelirio de eleccin, sobre lo que, segn dice, lo poltico hace al psicoanlisis y elpsicoanlisis hace a lo poltico. En su captulo sobre El recomienzo, Major comenta porlo menos dos veces textos de Freud de 1914-1915 en los que ste recurre, lo subrayo yomismo, a la palabra crueldad; y lo hace en condiciones de las que creo deber subrayar laambigedad esencial y organizadora. Por un lado, una tica y una poltica estn

    implicadas all, que se corresponden con una condena y tienden pues a una eliminacin dela mentada crueldad, sin duda, pero al mismo tiempo, por otro lado, dado el carcteroriginario e indesarraigable de la pulsin de muerte o de agresividad, al igual que de lapulsin de poder y, por lo tanto, de soberana, no puede mantenerse ninguna ilusin encuanto a la erradicacin del mal. De ah una figura -y dir una leccin- a la vez progresistay pesimista, todava fiel y ya infiel a cierto espritu del Siglo de las Luces. Estos son lospasajes que examina Major, citar ms adelante otros, anlogos, en la respuesta deEinstein, y en la estela de. Ms all del principio de placer, en el que se inspira estrechamentela carta de Einstein. Primera cita:

    En una carta dirigida a Frederik van Eeden algunos meses despus delcomienzo de la guerra, Freud hace notar a su destinatario que las crueldades [elsubrayado es mo] y las injusticias de las que se hacen responsables las naciones mscivilizadas, la manera diferente en la que juzgan sus propias mentiras y malas accionesen comparacin con las de sus enemigos, muestran hasta qu punto el psicoanlisistiene razn en inferir de sus observaciones que los impulsos ms primitivos del hombre

    6LAuenir dune Illusion, Pars, PUF, 1971, pg. 27.

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    jams sern abolidos en cada uno de nosotros y que estamos siempre dispuestos aconducirnos de manera artera o estpida frente a su menor resurgimiento.7

    Se trata enseguida, ms precisamente, del lazo indisociable de esta crueldad con lasoberana del Estado, con la violencia del Estado, con el Estado que, lejos de combatir la

    violencia, la monopoliza. Este ser algunos aos despus el tema de Benjamn, en Crtica dela violencia (Zur Kritik der Gewalt), alrededor del cual yo haba elaborado algunasproposiciones sobre derecho y justicia en Fuerza de ley. Este monopolio de la violencia seconfunde con el motivo de la soberana. Es tambin el que habr fundado siempre la penade muerte, el derecho para el Estado, el derecho para el soberano de castigar por medio dela muerte. Refirindose de cerca a las Consideraciones actuales sobre la guerra y la muerte, staser mi segunda cita, Major escribe:

    Dos motivos de desilusin, provocados por la guerra de 1914, sernadelantados. Uno, la poca moralidad de los Estados que no dejan de proponerse, porotra parte, como garantes de los valores morales. Lo que lleva a pensar que, en tiempos

    de paz, el Estado no prohbe la violencia para abolirla sino para monopolizarla y que,en tiempos de guerra, se sustrae sin vergenza a los tratados y convenciones que lounen a otros Estados pidiendo a sus ciudadanos que lo aprueben en nombre delpatriotismo. El otro motivo es la consecuencia del primero. Ah donde la comunidad yano presenta objecin a la conducta del Estado, los sujetos se libran a actos de crueldad[el subrayado es mo] y de perfidia, de traicin y de barbarie tan incompatibles con sugrado de civilizacin que hubiramos credo imposibles.8

    Por qu hablar de la partida ms crtica y ms decisiva que se juega aqu hoy, enms de un frente, para el psicoanlisis y. particularmente en los Estados Unidos? Si se tratade un rasgo comn a todos los Estados Generales de la historia, sera ste, que todos los

    historiadores no dejan nunca de recordar: los Estados Generales son siempre convocadosen los momentos crticos, cuando una crisis poltica llama a una deliberacin, y en primerlugar a una liberacin de la palabra con vista a una decisin de excepcin que deberacomprometer el futuro. No evitaremos pues la pregunta: cul es hoy la crisis delpsicoanlisis mundial? o incluso, o ms bien, cul es la crisis de la globalizacin para elpsicoanlisis? Cul es su crisis especfica? Es slo, lo que no creo, una crisis, una crisispasajera y superable, una Krisis de la razn psicoanaltica como razn, como cienciaeuropea o como humanidad europea (para hacer ms que parodiar el ttulo de Husserl)?Es, pues, una dificultad decidible y que pide una decisin, un krinein que podra pasartambin por una reactivacin de los orgenes? Slo entendemos estas preguntas si

    suponemos saber lo que es o quiere ser hoy, especficamente, en su singularidadirreductible, el psicoanlisis o la razn psicoanaltica, la humanidad del hombrepsicoanaltico, hasta el derecho del hombre al psicoanlisis. En qu criterios dereconocimiento confa? Y en cuanto a la crisis, ese saber sera el saber de lo que pone al

    7 Ren Major, De llection, Pars, Aubier, 1986, pgs. 88-89; carta del 28 de diciembre de1914.8De l lection, ob. cit., pg. 90-91.

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    psicoanlisis en crisis, sin duda, pero tambin de lo que la revolucin psicoanaltica mismapone en crisis. Las dos cosas parecen adems tan indisociables como dos fuerzas deresistencia: resistencia al psicoanlisis, resistencia autoinmunitaria del psicoanlisis tanto asu exterior como a s mismo. Es en su poder de poner en crisis que el psicoanlisis estamenazado, y entra entonces en su propia crisis. Cuando es interrogado sobre lo que no

    funciona en una globalizacin que comenz por lo menos despus de la Primera GuerraMundial, ni en ciertos proyectos de derecho internacional, ni en ciertos llamados alabandono de la soberana, a la constitucin de esa Sociedad de las Naciones que prefigu-raba entonces las Naciones Unidas en su impotencia incluso para poner fin a la guerra y alos exterminios ms crueles, y bien, es siempre alrededor de la palabra crueldad que laargumentacin de Freud se hace ms poltica y, en su lgica, ms rigurosamentepsicoanaltica. No es que el sentido de la palabra crueldad (Grausamkeit) sea claro sinoque desempea un papel operatorio indispensable, y es por eso que cargo sobre l el pesode la cuestin. Recurriendo ms de una vez a esta palabra, Freud la reinscribe en unalgica psicoanaltica de pulsiones destructivas indisociables de la pulsin de muerte. Ms

    de una vez hace alusin al placer que se obtiene de la agresin y la destruccin (Die Lustara der Aggression und Destruktion), a las innumerables crueldades de la historia(ungehlte Grausamkeiten der Geschichte), a las atrocidades de la historia (Greueltaten derGeschichte), a las crueldades de la Santa Inquisicin (Grausamkeiten der hl. Inquisition)9.Recurriendo una vez ms, como en Ms all..., a la palabra especulacin, aqu asociada ala de mitologa, l precisa que esta pulsin de muerte, que trabaja siempre por llevarotra vez la vida, por disgregacin, a la materia no viviente, deviene pulsin de destruccincuando es dirigida, con la ayuda de rganos particulares (y las armas pueden ser susprtesis), hacia el exterior, hacia los objetos.

    Acaso esta lgica puede, y si puede, cmo, inducir, si no fundar, una tica, underecho y una poltica capaces de medirse, por un lado, con la revolucin psicoanaltica deeste siglo y, por otro, con los acontecimientos que constituyen una mutacin cruel de lacrueldad, una mutacin tcnica, cientfica, jurdica, econmica, tica y poltica, y tnica ymilitar y terrorista progresismo sin ilusin. Freud piensa, como el Nietzsche de Lagenealoga de la moral, que la crueldad no tiene contrario, que est ligada a la esencia de lavida y de la voluntad de poder. Cuando hablo una vez ms, en la doble huella deNietzsche y de Freud, de una crueldad que no tendra trmino contrario o que, en todocaso, sera irreductible, de manera tal que todo trmino contrario tendra que vrselas slocon ella, quiero decir esto: hay slo diferencias de crueldad, diferencias de modalidad, decalidad, de intensidad, de actividad o de reactividad dentro de la misma crueldad. Porejemplo (pero podramos multiplicar estos ejempl


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