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Duarte y Su Epoca

Date post: 07-Aug-2018
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    DUARTE Y SU ÉPOCAVol. II

    Colección Bicentenario del Natalicio de Juan Pablo Duarte

    Santo Domingo, República Dominicana2013

    ALCIDES GARCÍA LLUBERES

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    Comisión Nacional para Conmemorar el Bicentenariodel Natalicio de Juan Pablo Duarte

    NICOLÁS DE JESÚS CARDENAL LÓPEZ R ODRÍGUEZPresidente de Honor

    JOSÉ R AMÓN  PERALTAMinistro Administrativo de la Presidencia

    CARLOS AMARANTE  BARETMinistro de Educación

    JOSÉ ANTONIO R ODRÍGUEZMinistro de Cultura

    CONTRAALMIRANTE SIGFRIDO PARED PÉREZMinistro de las Fuerzas Armadas

    JUAN DANIEL BALCÁCER Presidente de la Comisión Permanente

    de Efemérides Patrias

    JOSÉ JOAQUÍN PÉREZ SAVIÑÓN

    Presidente del Instituto DuartianoFRANK MOYA PONS

    Presidente de la Academia Dominicana de la Historia

    R OBERTO  CASSÁDirector del Archivo General de la Nación

    MILCÍADES  MEJÍAPresidente de la Academia de Ciencias

    de la República Dominicana

    MATEO  AQUINO  FEBRILLETRector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo

    R ADHAMÉS  MEJÍARepresentante de la Asociación

    de Universidades Privadas

    ADRIANO MIGUEL TEJADAHistoriador

    JOSÉ CHEZ CHECOHistoriador

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    Título de la publicación:Duarte y su época 

    Autor:Alcides García Lluberes

    Edición:Colección Bicentenario del Natalicio de Juan Pablo DuarteComisión Permanente de Efemérides Patrias, 2013Volumen II

    Cuidado de la edición:Luis Fernández

    Composición y diagramación:Eric Simó

    Diseño de cubierta:Roberto Tejada 

    ISBN: 978-9945-462-61-6

    Impresión:

    Editora Búho

     Impreso en República Dominicana/ Printed in Dominican Republic 

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    CONTENIDO

    Presentación ......................................................................9

    Los escritos del Dr. Alcides García Lluberesacerca de Juan Pablo Duarte

    Jorge Tena Reyes .............................................................................. 11Liminar

     Emilio Rodríguez Demorizi .............................................................. 17

    Duarte .............................................................................19

    Otro gran pronóstico........................................................ 23

    Continuación de una nota ................................................ 31

    Duarte y la Cruz .............................................................. 57

    Duarte en La Reforma ..................................................... 65En torno a una famosa carta ............................................ 75

    Duarte y la unidad de raza ...............................................79

    Duarte y sus discípulos o amigos ...................................... 85

    El día históricoDuarte y Martínez de León .............................................. 93

    Duarte en la Puerta del Conde .......................................... 99

    Adición .......................................................................... 107

    El 16 de julio y el 16 de enero .......................................... 109

    El 27 de febrero ignorado ............................................... 125

    Un ensayo interesante y algo más acercadel 27 de febrero de 1844................................................. 135

    Reflexiones históricas sobre Santo Domingo .................. 149

    Don Tomás Bobadilla .................................................... 163El día históricoMuerte de Eduardo Abreu.............................................. 171

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    COLECCIÓN BICENTENARIO DEL NATALICIO DE JUAN PABLO DUARTE

    El testamento político de Duarte y los orígenesde nuestra efectiva idea nacional de independencia ......... 179

    Duarte, Ravelo y la bandera dominicana ........................ 195El día de la bandera ........................................................ 215

    El pensamiento de Duarte .............................................. 221

    Carta del Dr. Ayala-Duarte al historiadorFr. Andrés Mesanza, O. P. .............................................. 231

    Nota adicional ............................................................... 241

    Duarte y las bellas letras .................................................. 245

    Juan Isidro Pérez de la Paz............................................. 273

    Vindicación de Duarte ................................................... 281

    Acrisolando nuestro pasadoDe la Era de la Anexión al período de la CuartaAdministración de Báez ................................................. 365

    El nacimiento de Ramón Mella ...................................... 403

    José María Serra ............................................................ 411

    Dos cartas inéditas de Serra ............................................ 415

    Otra apoteosis ................................................................ 421

    El general Imbert ............................................................ 427

    Las Carreras u Ocoa ...................................................... 443

    En el 77 aniversario de la muerte del heroico

    Gral. Antonio Duvergé .................................................. 455

    El general Duvergé ......................................................... 461El Maniel y El Memiso .................................................. 469

    Otras citas históricas ...................................................... 481

    Pro-Duarte ..................................................................... 485

    Historia de la Plaza Duarte ............................................ 489

    General Juan Hilario Meriño ......................................... 497

    Índice onomástico.......................................................... 503Publicaciones de la Comisión Permanentede Efemérides Patrias 2004-2013 .................................... 517

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    COLECCIÓN BICENTENARIO DEL NATALICIO DE JUAN PABLO DUARTE

    La Comisión guarda la esperanza de que la presente obracontribuya al conocimiento cabal de la vida y obra de JuanPablo Duarte, que constituye la figura cimera del procesode la Independencia dominicana y el más alto exponente dela doctrina liberal e independentista por lo que ostenta, jus-ticieramente, el merecido título de Fundador de la Repúbli-ca. Sirva, también, esta obra para que el pueblo dominica-no rinda a Juan Pablo Duarte permanente tributo deveneración y gratitud por su labor patriótica.

    Santo Domingo, R. D.16 de julio de 2013,175 aniversario de La Trinitaria

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    LOS  ESCRITOS  DEL DR . ALCIDES GARCÍA  LLUBERESACERCA  DE  JUAN PABLO DUARTE

    Jorge Tena Reyes 

    En el marco de los actos conmemorativos del bicente-nario del natalicio de Juan Pablo Duarte y Díez (1813-1876),la Comisión Permanente de Efemérides Patrias publica losartículos del Lic. Alcides García Lluberes dedicados a JuanPablo Duarte. Tales escritos, compilados por la AcademiaDominicana de la Historia en 1971, han sido incluidos enla obra:  Duarte y otros temas .

    Alcides García Lluberes nació en la ciudad de Santo

    Domingo, el 15 de abril de 1889 en la casa que sirvió deasiento a la sociedad patriótica La Filantrópica. Fueron suspadres el historiador nacional José Gabriel García (1834-1910) y doña Juana Lluberes Contreras (1855-1935).

    En 1907, se graduó en la antigua Escuela de Bachilleresy en 1919 recibió el título de Licenciado en Medicina en laUniversidad de Santo Domingo. Ejerció su profesión como

    médico auxiliar en el Hospital Padre Billini y en el desapa-recido Hospital Nacional. Se desempeñó también comomédico de familia hasta muy avanzada edad, modalidad estaque ha desaparecido dentro de los servicios médicos deRepública Dominicana.

    El Lic. García Lluberes supo aprovechar el patrimo-nio bibliográfico y documental acumulado por su respeta-

    do progenitor. Se destacó como historiador veraz, hasta don-de esta condición es posible en el ámbito de la historiografía,

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    aunque en ocasiones se perciben en sus escritos visibles notasde parcialidad. Sirva de ejemplo la semblanza del generalGaspar Polanco (1816-1867), a quien sitúa como “primeraespada de la Restauración” y, además, “el maestro de Lu-perón (1839-1897) en el arte de la guerra, y sobre todo, deUlises Heureaux” (1845-1899).

    Su apasionamiento se percibe también cuando critica lacompetencia estilística del Dr. Américo Lugo (1870-1952)y la herencia genealógica en el aspecto materno de Pedro

    Henríquez Ureña (1884-1946).Además de ejercer la medicina y una intensa labor histo-

    riográfica, el Lic. Alcides García Lluberes fue profesor deHistoria y de Lengua Española en la Escuela Normal Supe-rior de Santo Domingo, en el Colegio Serafín de Asís y enotras instituciones educativas. Por algún tiempo fue directorde la Biblioteca de la Universidad de Santo Domingo.

    Ejerció la crítica literaria, y como ejemplo de ello cabemencionar la crónica acerca del malogrado poeta Miguel Al-calá hijo (1873-1894), quien se suicidó “bebiendo fuerte dosisde veneno”, por el despecho de la “ingrata Sarah Curiel”. Estetrabajo del Lic. Alcides García Lluberes resulta de gran inte-rés para los estudiosos de la historia social y literaria domini-canas debido a las originales informaciones que ofrece acerca

    de lugares de diversión de finales del siglo XIX, como el CaféLa Diana. Reproduce, además, una extensa muestra de la pro-ducción del dolorido poeta, muestra que no se registra en nin-guna reseña acerca de la historia de la literatura dominicana.

    Se decía que Alcides García Lluberes tenía el hábitode leer diariamente varias páginas del  Diccionario de Auto-ridades de la Lengua Española, por lo que no es de extrañar

    que en su estudio acerca del poeta Miguel Alcalá hijo, seencuentran términos que ya no se registran en los moder-nos diccionarios de la lengua de Cervantes, tales como:

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     Duarte y su época ALCIDES GARCÍA LLUBERES

    “merece el fervor aonio entre nosotros”; “Ramón Sepúl-veda y Suazo, hoy íncola de San Francisco de Macorís”.Los artículos “Por los fueros de la Raza y de la Lengua”,así como “Gramática y Lexicografía”, muestran su inte-rés por los temas lexicográficos.

    Como consecuente heredero de la vocación patrióticade su progenitor, el Lic. Alcides García Lluberes centró susaptitudes literarias y de investigador en la trayectoria políti-ca y moral del Fundador de la República, Juan Pablo Duar-

    te y Díez.Es el autor de los textos compilados en la obra Duarte y 

    otros temas , la que ahora reedita una selección la ComisiónPermanente de Efemérides Patrias, en homenaje al inspira-dor del ideal independentista.

    El Dr. Vetilio Alfau Durán afirma que el acrisolado pa-triotismo de Juan Pablo Duarte inspiró el “vehemente na-

    cionalismo de Alcides García Lluberes, el que se refleja enlos artículos de carácter político que publicó en 1961 y en1965. Su ejemplo cívico correspondió a su acendrada devo-ción duartiana. Fue digno hijo del historiador nacional”.

    Así como enjuició acremente a los responsables de laAnexión a España en 1861, en los artículos titulados: “Cosasincreíbles”, publicados en 1965 en el Periódico  Patria, criti-

    ca la intervención extranjera en el conflicto que se produjo enla República Dominicana en 1965, así como a los nacionalesque lo permitieron o fueron indiferentes ante la presencia defuerzas foráneas en el territorio nacional.

    Tanto Alcides como sus hermanas llevaron una vida muyaustera y se les recuerda por haber legado a la posteridad lomejor de su talento y por su ejemplar conducta cívica.

    Como articulista, Alcides publicó artículos de crítica his-tórica y literaria en el Listín Diario, en La Nación y en La Cunade América, y dirigió por varios años la Revista Claridad .

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    En su juventud militó en la política y fue de los gesto-res, en 1912, del Partido Liberal Reformista, cuyos princi-pios consistían en defender la integridad de nuestra Sobe-ranía y “educar, ante todo, al país en las buenas prácticasdemocráticas y científicas”. Al constituirse en 1933 la Aca-demia Dominicana de la Historia, se negó a formar parte deella por el hecho de que el decreto que la constituía estabasignado por disposición gubernamental. Sin embargo, nun-ca le negó su colaboración a la revista Clío  que edita la

    citada Academia. Tanto él como sus hermanos, Leonidasy Porfirio, este último con menos presencia, “fueron de-votos de Clío”.

    Alcides García Lluberes murió en la ciudad que lo vionacer el 18 de septiembre de 1967. Al día siguiente la Cá-mara de Diputados le rindió el homenaje de un minuto desilencio, “como tributo reverente al historiador y al ciuda-

    dano eximio de reconocida devoción duartiana”, según ano-ta el Dr. Vetilio Alfau Durán.

     Fuentes consultadas: 

     –Dr. Alcides García Lluberes: “El Poeta Miguel Alcaláhijo”. Clío. Año XXI. Ciudad Trujillo, República Domini-

    cana. Mayo-agosto de 1953. –“El Testamento público de Duarte y los orígenes denuestra efectiva idea de independencia”. Clío. Revista de laAcademia Dominicana de la Historia. Año XXVI. Septiem- bre-diciembre de 1953. Núm. 67. Hay reediciones de esteartículo.

     –“El general Gaspar Polanco”, en  Duarte y otros temas .

    Academia Dominicana de la Historia. Vol. XXVIII. Edito-ra del Caribe, C. por A. Santo Domingo, República Domi-nicana, 1971.

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     Duarte y su época ALCIDES GARCÍA LLUBERES

     –Dr. Vetilio Alfau Durán: “Doctor Alcides García Llu- beres (1889-1967)”. Clío. Revista de la Academia Domini-cana de la Historia. Esta nota necrológica se reproduce enVetilio Alfau Durán en Clío. Escritos (I). Compiladores Arís-tides Incháustegui y Blanca Malagón. Publicaciones del Ses-quicentenario de la Independencia Nacional. Vol. II. GobiernoDominicano. Santo Domingo, R.D. 1994, pp. 557-559.

     –Emilio Rodríguez Demorizi: “Liminar” en  Duarte y otros temas . Academia Dominicana de la Historia. Vol.

    XXVIII. Editora del Caribe, C. por A. Santo Domingo, Re-pública Dominicana, 1971.

     –Néstor Contín Aybar.  Historia de la Literatura Domini-cana. Tomo II. Universidad Central del Este, San Pedro deMacorís, 1984.

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    LIMINAR 

    La Academia Dominicana de la Historia, que se honróen publicar, hace escasos años, la obra Crítica Histórica, delLic. Leonidas García Lluberes, se complace ahora en edi-

    tar este libro de otro de los dignos hijos del historiador na-cional José Gabriel García,  Duarte y otros temas . Se trata delos escritos dejados dispersos por el valiente, veraz y acu-cioso Dr. Alcides García Lluberes, recién fallecido, recogi-dos por el académico Dr. Vetilio Alfau Durán, uno de susmás devotos amigos.

    En esta obra, como lo indica el título, predominan los

    estudios relativos al Padre de la Patria, de fundamental in-terés para el conocimiento de la vida del Patricio, por sus juiciosas observaciones y por los testimonios inéditos queaportan, ungidos por la más honda pasión duartiana.

    Además de sus méritos de historiador y de lingüista,tuvo el Dr. García Lluberes otros altos timbres: los delnacionalismo. Fue nacionalista decidido en las letras, en

    vibrantes e implacables páginas, y asimismo en la vida ci-vil, como opositor de la Ocupación Militar norteamericanade 1916, y de la Intervención de 1965. Lo que escribió en-tonces, en el recinto urbano caldeado por el fuego de la con-tienda y por el enardecimiento bélico de la juventud com- batiente —hombres y mujeres— revela su airadonacionalismo, su cólera de patriota integérrimo, herido en

    la entraña por el nuevo crimen de lesa patria.

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    Quizás, en ocasiones, cometió excesos en algunos de sus juicios, pero siempre fue por demás honrado y veraz. No sele puede señalar ningún infundió histórico, ninguna menda-cidad; ni tampoco ninguna desviación en su acrisolada con-ducta civil.

    Lejos de mi Patria, en España, recibí la anonadante noti-cia de su muerte. La angustia que me apretó el corazón, enese desolador instante, se repite en mí cuantas veces recuer-do al fraternal amigo ausente. Que él era el Maestro en las

    lides de nuestra historia republicana —como lo fue fray Ci-priano de Utrera en la historia colonial— y su saber y suentereza y su generosidad se habían ganado la devoción delos que disfrutamos de su noble y entrañable amistad.

    En la gloriosa casa solariega del Historiador Nacionallos hombres quedaron atrás, el padre y los cuatro hijos. Peroquedan en pie, con el mismo espíritu dominicanista de los

    que se fueron, las hermanas solitarias, Octavia y GenovevaGarcía Lluberes. Bello ejemplo el de la familia en que lamujer es continuadora de la civilidad del hombre.

    Digno hijo de José Gabriel García y también dignohermano de Leonidas García, el Dr. Alcides García Llu- beres recibe aquí, de la Academia Dominicana de la His-toria, el homenaje que se le debe como historiógrafo y como

    ciudadano.EMILIO  R ODRÍGUEZ  DEMORIZI

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    DUARTE

     Discurso en el acto de la colocación de la primera piedradel Monumento al Fundador de la República, el 25 de febrero

    de 1916, en la Plaza Duarte.

    Señores:El verdadero Fundador de la República fue Duarte.

    Creando la Sociedad Trinitaria determinó el estímulo cuyavirtud cristalizó el ansia de emancipación del país. Todoslos hombres fuertes que después autorizaron sus nombresen los campos de batalla fueron enrolados en el estol liber-tario por los fervientes misioneros de aquella agrupación

    simpática. Y Juan Isidro Pérez, Pedro Alejandrino Pina yJosé María Serra, tres puros y tres intelectuales y tres va-lientes, compañeros de Duarte el 16 de julio de 1838, consu continua fidelidad al caudillo, en la existencia y en lamuerte: en la eternidad de sus vidas preclaras, están depo-niendo en favor de la primacía indiscutible de su figura.Fundar es echar cimientos, y nuestra nacionalidad no tiene

    otros que los que señaló. Los privativos adalides de la espa-da no son otra cosa que consolidadores de la obra apostóli-ca. Tales Santana, Imbert, Duvergé, José Joaquín Puello,Salcedo, José María Cabral, Francisco Sosa, Juan Luis Fran-co Bidó.

    Duarte, con su Sociedad Trinitaria y por sus discípulosrendidos, dijo todas las doctrinas y peleó todas las arduas

    peleas que deben predicarse y que es preciso reñir para quese logre la edificación de un estado independiente y durade-ro. Así fue cómo, temperamento altivo y persona honorable

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    a todas luces, pudo extirpar del espíritu de su pueblo el po-deroso y bien conceptuado hábito de cierta dependencia;así fue cómo, entendimiento cultivado y discurridor elocuen-te, aptitud de organización, pudo perfilar la forma de go- bierno que convenía adoptar la Patria, sin omitir detalle al-guno, haciéndosela amar a todos sus correligionarios; asífue cómo, varón enérgico y hábil, pudo reunir sus huestes yllevarlas, personalmente, a templarse al calor de la guerraen la oportuna Revolución de la Reforma.

    La inmensa mayoría de los dominicanos, en el sexenioglorioso del laborantismo, y después de proclamada la In-dependencia, mientras duró el estupor de los desamora-dos, de los descreídos, de los antinacionalistas, y por lotanto, de los propósitos aviesos del personalismo, veíanen Duarte el elemento central de las gratas afinidades y dela regencia salvadora. No fue un grupo de sus amigos apa-

    sionados el que entonces encarecía y luego pregonó suimportancia; es la atención general, el oído atento y sumi-so, aguzado además, de la gente conspiradora, el que senos ofrece en la Historia eligiendo y acumulando las lenasde inmortalidad de la palabra del Maestro. ¡Cuánto honraa Francisco del Rosario Sánchez y a Ramón Mella, dos delos gigantes iniciados posteriormente, su conveniencia

    absoluta en tal sentido! Una vez dado el grito del 27 deFebrero llamaron a Duarte a su nido de águila de Curazaoy él vino inmediatamente extendiendo sobre la Repúblicarecién nacida sus alas confortadoras: ¡sobre el azoradocampamento de Baní se cernió y no sabemos si el inexpli-cable desagrado que experimentaban aquellos bravos sol-dados en esos momentos era por el pesar de la retirada

    inconsulta o era por la tremenda falta que cometían!… Mas,nuestro inspirado movió su vuelo, edificante como nunca,de aquel campo precito, y fue a posar su integridad, ya

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     Duarte y su época ALCIDES GARCÍA LLUBERES

    (Del folleto “Pro-Duarte”. Tipografía  El Progreso, S. D., 1916. pp. 13-17).

    definitivamente, sobre las perpetuas blancas cumbres don-de se apacientan los únicos ensueños………………

    Como se ve, es propio de los fundadores de nacionalida-des, además de infundir en sus contemporáneos la vocacióndel sacrificio, prolongar su influjo salvador, bendecido, altravés de las generaciones. Y lo logran: si expiran sin haber-le hecho una sola concesión al pecado. Por eso Duarte reinaen los ámbitos de nuestra vida colectiva y será siempre eldechado que la inspira. Nuestra gratitud y acatamiento ale-

     jan de su memoria el frío del olvido.

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    OTRO  GRAN  PRONÓSTICO

     Las palabras están de más cuando no fundan,cuando no esclarecen, cuando no atraen, cuan-do no añaden.

    JOSÉ MARTÍ

    La profecía del culto y nobilísimo pensador trinitarioJuan Isidro Pérez se ha cumplido. El le escribió desde Cu-maná, el 25 de diciembre de 1845, a Juan Pablo Duarte:“...y, en fin, Juan Pablo, ella (la Historia) dirá: que fuiste elúnico vocal de la Junta Central Gubernativa que, con unahonradez a toda prueba, se opuso a la enagenación de la

    península de Samaná, cuando tus enemigos por cobardía,abyección e infamia, querían sacrificar el bien de la patriapor su interés particular. La oposición a la enajenación de lapenínsula de Samaná, es el servicio más grande que se haprestado al país y a la revolución.

    Vive, Juan Pablo, y gloríate en tu ostracismo, y que seglorie tu santa madre y toda tu honorable familia”.

    Juan Pablo Duarte, cuatro lustros después, e impensada-mente, confirma lo aseverado por Pérez y especifica que laespuria negociación era con Francia. En las siguientes pala- bras de la carta que le dirigió el 7 de marzo de 1865 al Minis-tro de Relaciones Exteriores del Gobierno de la RevoluciónDominicana: “…si después, en el año 44, me pronuncié con-tra el protectorado francés, deseado por esos facciosos, y ce-

    sión a esta potencia de la Península de Samaná, mereciendopor ello todos los males que sobre mí han llovido etc., etc.”.

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    Esas cartas eran documentos particulares o privados;pero fidedignos, y asentaban esto: que el Plan de Levasseurhabía sido adoptado, oficialmente, por la Junta Central Gu- bernativa, y que de todos los miembros que tuvo dicha Jun-ta el único en condenar la mutiladora obra de esa adopciónfue el todavía no bien alabado Padre de la IndependenciaNacional Juan Pablo Duarte. Tan significativas cartas eranconocidas por nuestros antepasados los historiadores patrio-tas que escribieron sobre los hombres y acontecimientos de

    aquellos días genésicos de la República y hasta les rindie-ron varias veces los honores de la reproducción; pero nopararon mientes con la debida suficiencia en la trascenden-tal síntesis histórica que contenían: oculos habent et non vide-bunt . Y nuestra Historia, a pesar de tan serias o atendiblesrevelaciones, guardaba el más completo silencio respectode esos antinacionales hechos.

    Pero ya los documentos simplemente fidedignos a quenos hemos referido están respaldados por documentos ofi-ciales que han surgido últimamente de distintos legajos au-ténticos del disperso archivo nacional y que dan inaprecia- ble luz sobre el período inicial de la Era de la PrimeraRepública. Y nadie puede extrañar el hallazgo de tales do-cumentos; antes al contrario: los podíamos esperar sobre

    seguro. Estaban anunciados nada menos que por las pala- bras de Duarte y de Pérez y era obligatorio, inevitable queaparecieran, y así no han podido dejar de presentarse a sa-tisfacer nuestro deseo natural y ardiente de verdades.

    ¿Cuáles son esos documentos nuevos que sumados conlas cartas de Duarte y de Pérez le hacen dar un paso de avan-ce a nuestra Historia? la copia auténtica de la Resolución de

    la Junta Central Gubernativa de fecha 8 de marzo de 1844(uno de cuyos suscribientes es Sánchez) y el “Discurso quepronunció el señor Tomás BobadilIa, Presidente de la Junta

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     Duarte y su época ALCIDES GARCÍA LLUBERES

    Central Gubernativa de la República, el 26 de mayo de esteaño 1844” (escribimos para los dominicanos estudiosos yconscientes que han leído con avidez los trabajos crítico-his-tóricos en que se han publicado esos documentos). El prime-ro ratifica plenamente todas las aseveraciones de Duarte y dePérez; el segundo señala el curso o desenvolvimiento de laadopción del Plan de Levasseur por el Gobierno Dominica-no en los primeros meses de existencia de nuestro Estado.

    Y así como aquella generación de analistas, que estaba

    aún en la infancia para el 27 de Febrero, no conocía los he-chos narrados, también ignoraba sus autores y cómplices.¿Quién les hubiera dicho a ellos, cuando establecían aquelenorme muro de separación entre los liberales y los afran-cesados, que Sánchez había sido de éstos? ¿Cómo iba a de- járselo ver la indulgencia de Duarte para con Sánchez, quele perdona a su regreso de Curazao, le acoge de nuevo en su

    seno y le lleva a la protesta y al martirio? Pérez en un mo-mento de total sublevación de su alma ofendida sí lo fustigóen su epístola profética. La tradición lo mismo aporta datospara establecer en toda su entereza la verdad histórica.

    Se ha objetado que para el 8 de marzo Sánchez no eraparte en la Junta Central Gubernativa y que Juan Isidro Pé-rez da a entender en su carta que el plan de protectorado fran-

    cés se puso sobre el tapete después que Duarte retornó deCurazao. Ni lo uno ni lo otro es cierto. Sánchez sí era de laJunta para esos días de marzo (léanse las “Resoluciones dela Junta” de fechas 10, 12 y 17 de marzo, folleto Guerra de laSeparación Dominicana. Documentos para su historia colec-cionados y ampliados con notas por José Gabriel García,págs. 5 y 6 y el número de la revista Blanco y Negro correspon-

    diente al 16 de julio de este año. De acuerdo con los docu-mentos, que son los que hacen la historia, la resolución sobreprotectorado francés se aceptó en la Junta el 8 de marzo y se

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    reconsideró pública y solemnemente el 26 de mayo (dis-curso de don Tomás Bobadilla). De suerte que el procesode la adopción del Plan de Levasseur por la Junta CentralGubernativa tiene ya cuatro fechas en nuestra cronología:la del 8 de marzo, la del 26 de mayo, la del 8 de junio (seña-lada por Duarte en sus apuntes como la de su protesta pro-piamente dicha) y la del 9 de junio, data del motín de lospatriotas radicales registrada por don José Gabriel Garcíaen su obra. Ahora bien: Sánchez era parte en la Junta Cen-

    tral Gubernativa para todas esas fechas. Para cerciorarse deesto consultad los impresos contentivos de las Resolucio-nes ya mencionadas de la Junta, y el 1er. Tomo de la Colec-ción de Leyes , guardador avaro de las otras Resoluciones queacabarán de sacarnos verdaderos. Haced el cotejo con esosdocumentos y os avasallará nuestra tesis.

    Cuando una cosa ha sucedido todo concurre a integrar

    su recuerdo. Invocamos hace poco a la tradición y héla aquícomo acude solícita con su testimonio, ya recogido por lahistoria. Dice don José Gabriel García en la página 261 delprimer tomo de su Compendio: (se refiere al motín militardel 9 de junio) “… pero sea que los términos inconvenientesen que el comandante de las armas habló a la tropa, causaranmala impresión al General Sánchez, que no habría deseado

    ir tan lejos, según cuenta la tradición, o que con la tardanzaen ejecutar lo resuelto diera tiempo a que llegara a noticias delos comprometidos el peligro que corrían, es lo cierto quecuando el capitán Rafael Rodríguez salió a la cabeza de unaescolta de soldados en busca de ellos, ya Tomás Bobadilla yel doctor Caminero se habían ocultado, y estaban asilados enel consulado francés etc., etc.”.

    Podríamos seguir aduciendo pruebas, y el tiempo traeráotras y otras, ineluctablemente; pero las expuestas bastan ysobran para nuestro propósito.

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    Un importante vacío de nuestra Historia está, pues, col-mado, y el gran pronóstico de Juan Isidro Pérez, exactamen-te cumplido.

    II

    El doctor Américo Lugo no cree necesario seguir inqui-riendo en el enmarañado campo de la Historia nacional y

    de aquí su increíble desconocimiento de ésta. Al hablar deotras épocas de nuestra Historia se equivoca lo mismo la-mentablemente. No exageramos sus errores, que desautori-zan absolutamente su opinión en la materia de que se trata.

    En la página 13 de su Tesis para el Doctorado en Derecho,obra que debió de escribir con preferente atención, dice: que“la parte Francesa fue reconocida por España desde el Tratado

    de Nimega”. En virtud del estado de paz que produjo dichoconvenio; se acordó entre las autoridades respectivas de lasdos partes de la Isla, fijar el río Rebouc como línea de demar-cación provisional, acuerdo que, como dice el historiador Gar-cía, “implicaba tácitamente el reconocimiento mutuo del de-recho que sobre la Isla tenían ambas naciones”; pero ese formalreconocimiento a que aluda el doctor Lugo, fue hecho, al decir

    de todos los historiadores que hemos leído, en virtud del Trata-do de Riswick, que se concertó el 20 de septiembre de 1697,aunque en el texto de dicho tratado no haya nada que se refieradirectamente a nuestro caso.

    Dice el Doctor, en la pág. 14 de la misma Tesis a quenos referimos, que la parte occidental de la Isla “se declaróen 1803 estado independiente con el nombre de Haití, refu-

     giándose las autoridades francesas en la antigua parte española”.El país limítrofe se declaró independiente y adoptó el nom- bre primitivo de Haití el 1º de enero de 1804, mediante una

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    solemne ceremonia celebrada por Dessalines en la plazapública de la ciudad de Gonaives. Rochambeau, últimogobernante francés, había capitulado ya en El Cabo, anteuna escuadra británica y fue conducido a Inglaterra, en don-de permaneció hasta 1811 ( Histoire D’Haiti , par ThomasMadiou Fils, T. 3º p 291).

    Incurre igualmente en error el Doctor Lugo, en la mismaTesis, y en la propia página 14, al afirmar que el estado inde-pendiente proclamado por Núñez de Cáceres el 30 de no-

    viembre de 1821, “cayó inerme pocos meses después bajo lasoberanía haitiana”, cuando esa nueva y meteórica creaciónpolítica, como lo sabemos hasta por boca de la tradición, sóloduró el breve lapso de  siete semanas .

    En la página 30 de la susodicha Tesis, dice: “Un valien-te hatero que parece no sabía escribir, se apoderó del po-der”. Nosotros publicamos no hace mucho el facsímile de

    un autógrafo del aludido General Pedro Santana. Más ade-lante, en la misma página de la mencionada obra, agrega:“Santana creyó enterrar con la hermana del Libertador (sic)la idea de la Independencia”. Hasta los chicos saben queMaría Trinidad no era hermana, sino tía de Francisco delRosario Sánchez. Además, la muerte de esa infortunadadama tuvo una significación muy distinta de la que Lugo lo

    atribuye: ella pereció simplemente por querer repatriar a susobrino.En el editorial del número 100 de su periódico  Patria,

    estampa: “… y Dessalines: inventor del carabiné”. Yerrode marca lo mismo. Quien inventó el carabiné (baile quelleva ese nombre porque los danzantes hacían sus mudan-zas con la carabina a la espalda) fue una concubina de Des-

    salines, Eufemia Daquilh, cuando “cette jeune femme, plei-ne de gráce”, colmaba de delicias a tan terrible caudillo ensu cuartel general de Galá (Gaillard), durante el sitio de esta

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    ciudad en 1805. ( Diccionario geográfico y administrativo uni-versal de Haití , por S. Rouzier, tomo 2º págs. 2 y 3).

    Y en otro editorial de su semanario Patria, en el del nú-mero 99, se deja decir: “… y que caracterizó a Sánchez (serefiere al don del heroísmo) hasta el punto de convertirlo enmártir a tiempo mismo en que Duarte, entre morir con lasarmas en la mano y servir a la causa de la Restauración enVenezuela, optó por lo último”. Duarte supo en su retirodel Apure la anexión a España, la muerte de Sánchez, el 10

    de abril de 1862, cuando ya hacía más de nueve meses de laejecución de Sánchez. Esa fecha la trae Rosa Duarte en sustantas veces citado manuscrito. Y don Félix M. Del Monte,en una carta que le dirige a Duarte el 18 de marzo de 1865,después que le habla de “su supuesta muerte”, de “sus másde veinte años de azarosa, de dramática ausencia”, le ex-presa: “Francisco del Rosario Sánchez, que tan cordial y

    entusiastamente te amaba, murió en la esperanza de reunirse ati en la eternidad , y yo tengo la dicha de volver a hallarte enel tiempo”. Condenar, por faltas probadas documentalmen-te, a un personaje histórico cualquiera, es un deber de suspósteres; pero flagelar a un prócer verdadero e inmaculado,porque nuestra ignorancia, o miopía de espíritu, nos digaque debió de rendir una labor más grande aún, eso resulta

    inexplicable. ¡Oh! Duarte, que eres el verdadero Padre de laIndependencia, porque no sólo la concebiste como ideal,sino que en el terreno de los hechos por ella apostolizaste,revolucionaste, sufriste persecuciones, actuaste como cabe-za de motín, saliste a campaña, fuiste desterrado, y lo sacrifi-caste todo, y arrastraste en tu desgracia a tu propia familia,que había heredado la distinguida y holgada posición social

    que supo conquistar en nuestra Patria aquel honrado ibero ybuen dominicano  don Juan Duarte, tu dignísimo progenitor,escucha, Juan Pablo, y hazte cruces: a pesar de que Santana,

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    Bobadilla y sus satélites ha tiempo que están en “el pudri-dero de las condenaciones históricas”, todavía tienes de-nostadores entre nosotros!

    ( Listín Diario, S. D., Núm. 11.914, agosto 6 de 1927).

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    CONTINUACIÓN  DE  UNA  NOTA

     La historia es cosa sagrada: porque ha de ser verdadera; y donde está la verdad está Dios,en cuanto a verdad…

    CERVANTES

    I

    Lamentamos mucho tener que irle de nuevo a la mano alDr. Lugo en materia de historia patria; pero sus artículos El 4 de julio, María Trinidad Sánchez, La Bandera Nacional y Francis-

    co del Rosario Sánchez   (con este último título encabezó tres),publicados en los números 99, 131, 134, 149, 150 y 151 res-pectivamente de su extinto semanario Patria, se hallan tanllenos de inexactitudes y son tan injustos que no hemos podi-do eludir el deber de impugnarlos. Continuamos, pues, la lar-ga nota crítica de nuestro trabajo “Otro gran pronóstico”, quetodos leyeron en la edición número 11.914, correspondiente

    al día 6 de agosto de 1927, del  Listín Diario.Dice el Dr. Lugo, en el primero de sus tres referidos artí-culos sobre Francisco del Rosario Sánchez: “Era hijo legíti-mo de Narciso Fernando Sánchez etc., y de Olalla del Ro-sario Betancourt, natural de la bella ciudad de Cartagena enEspaña”. Esto es completamente incierto: Olalla del Rosa-rio y de Belén o de Belén Fernández (no Betancourt) era

    dominicana y nacida en esta ciudad. He aquí las pruebas:“Arzobispado de Santo Domingo: Archivo General de laArquidiócesis, –yo, presbítero canónigo Eliseo Pérez Sánchez,

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    Secretario de Cámara y Gobierno y Director del ArchivoGeneral del Arzobispado de Santo Domingo, CERTIFICOen buena y debida forma que en este Archivo, Estante B.,Cajón 4. Legajo 4. Libro XVI de BAUTISMOS de la parro-quia de la Santa Iglesia Catedral al folio 117 bajo el núme-ro…, se encuentra la siguiente partida: “En diez y ocho díasdel mes de marzo de mil ochocientos diez y siete años; yoel Dr. Dn. José Lorenzo Rendón, Canónigo Doctoral, y CuraSemanero del Sagrario de esta Sta. La Catedral Metropoli-

    tana de la muy Noble y muy Leal Ciudad de Santo Domin-go, en la Isla Española, certifico que en ella bauticé solem-nemente, puse óleo y crisma, y di bendiciones según el RitualRomano a un párvulo que nació el nueve del corriente, alque puse el nombre de FRANCISCO DEL ROSARIO, hijonatural de Olaya del Rosario, parda libre y feligresa de estaParroquia Mayor: fue su padrino José del Socorro Patín, a

    quien advertí el parentesco espiritual y la obligación quehabía contraído de todo lo cual fueron testigos los Sacrista-nes Dn. Marcos Mota y Dn. Ramón López. Y para que cons-te lo firmo, y de ello doy fe. (Fdo.) Dor. José Lorenzo Ren-dón —Nota— se legitimó este niño por mat. subsiste el día24 de marzo de 1819, en el cid’no Narciso Sánchez que loreconoció —Sto. Dgo. 20 de octubre de 1836. (Fdo.) Costa

    (rúbrica)”.—–Es copia fiel y exacta de su original a que meremito, y para que así conste, expido, firmo y sello el pre-sente certificado en la ciudad de Santo Domingo, Repúbli-ca Dominicana, a los veintiséis días del mes de noviembredel año 1928. (Fdo.) Pbro. Eliseo Pérez S. Canónigo Secre-tario Director del Archivo General”.

    De la anterior partida de bautismo sólo se había publi-

    cado hasta ahora un extracto.“Arzobispado de Santo Domingo —Archivo General dela Arquidiócesis— Yo, Presbítero Canónigo  Eliseo Pérez 

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    Sánchez , Secretario de Cámara y Gobierno y Director delArchivo General del Arzobispado de Santo Domingo, CER-TIFICO en buena y debida forma que en este Archivo, Es-tante B. Cajón 3, Legajo 6, Libro de BAUTISMOS de la pa-rroquia de la Santa Iglesia Catedral al folio 445, bajo elnúmero…, se encuentra la siguiente partida: “En la Ciudadde Sto. Dgo. a veinte y seis de febrero de mil setecientosnoventa y uno. Yo, el infrascrito Cura Thente, de esta Sta.Iglesia Cathl. bauticé solemnemente, puse óleo y chrisma a

    OLALLA, de catorce días de nacida, hija legitima de Ray-mundo del Rosario y de María Altagracia de Belén, natura-les y parroquianos nuestros. Fue padrino José Abreu, a quienadvertí la obligación y parentesco espiritual. Testigos Josef.Olibas, Sebastián Abreu.  Fha. ut supra. (Fdo.) Dr. AgustínMadrigal” —Es copia fiel y exacta de su original a que meremito, y para que así conste, expido, firmo y sello el pre-

    sente certificado en la ciudad de Santo Domingo, Repúbli-ca Dominicana, a los veintiséis días del mes de noviembredel año 1928. (Fdo.) Pbro. Eliseo Pérez S., Canónigo Secre-tario Director del Archivo General”.

    En la lápida sepulcral de Olalla del Rosario (Capilla deSan Andrés), leemos: “Eulalia del Rosario. Esposa Sánchez .Dejó de existir el día 2 de marzo de 1849. A los 50 años de

    edad”. Se equivoca la inscripción respecto de los años quevivió la finada: hay que corregir ese epígrafe1. Como el Dr.Lugo llama a Narciso Sánchez de Narciso Fernando se ad-vierte que el doctor oyó campanas… Fernando era el nom- bre del padre de Narciso Sánchez. Justifiquemos nuestraafirmación con otra partida de bautismo:

    1 Acogiendo esta indicación, dicho epígrafe fue corregido por sus familiares.

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    “Arzobispado de Santo Domingo —Archivo General dela Arquidiócesis— Yo, Presbítero Canónigo Eliseo Pérez Sán-chez , Secretario de Cámara y Gobierno y Director del Ar-chivo General del Arzobispado de Santo Domingo, CER-TIFICO en buena y debida forma que en este Archivo,Estante B, Cajón 3, Legajo 6. Libro de BAUTISMOS de laparroquia de la Santa Iglesia Catedral al folio 347, bajo elnúmero…, se encuentra la siguiente partida: “En la Ciudadde Santo Domingo a nueve de noviembre de mil setecien-

    tos ochenta y nueve años, yo el infrascrito Cura Thente, deesta Sta. Iglesia Cathl. bauticé solemnemente, puse óleo ychrisma a NARCISO, de doce días de nacido, hijo legítimode Fernando Sánchez y de Isidora Ramona2, naturales yparroquianos nuestros. Fue padrino Manuel González, aquien advertí la obligación, y parentesco espiritual; testigosJosé Troncoso y Raymundo Abyla. Fha ut supra. (Fdo.) Dr.

    Agustín Madrigal”. Es copia fiel y exacta de su original aque me remito, y para que así conste, expido, firmo y selloel presente certificado en la ciudad de Santo Domingo, Re-pública Dominicana, a los veintiséis días del mes de no-viembre del año 1928. (Fdo.) Pbro. Elíseo Pérez S., Canó-nigo Secretario, Director del Archivo General”.

    Asienta Narciso Sánchez en su testamento dictado en

    esta ciudad a primero de septiembre de 1862, ante el nota-rio José María Pérez “… declarando que en la avanzada edadde ochenta y dos años que cuento con achaques habitualesetc.” Narciso Sánchez desconocía grandemente su edad.

    Escribe el Dr. Lugo (en su artículo “El 4 de julio”): “…fue condenada (María Trinidad) por una comisión militar y

    2 Se ha escrito que el apellido de Isidora, “quien tenía sus papeles en reglade mulata libre” (Lic. R. Lugo Lovatón: Sánchez, tomo segundo, pág.340), era Alfonseca; pero esto tampoco tiene fundamento alguno.

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    ajusticiada, junto con su sobrino Andrés etc.”. Andrés Sán-chez no era sobrino de María Trinidad. El nacimiento deAndrés es anterior a la unión de Narciso Sánchez con Olalladel Rosario. Demostraremos documentalmente este aserto:

    “Arzobispado de Santo Domingo —Archivo General dela Arquidiócesis— Yo, Presbítero Canónigo Eliseo Pérez Sán-chez , Secretario de Cámara y Gobierno y Director del Ar-chivo General del Arzobispado de Santo Domingo, CER-TIFICO en buena y debida forma que en este Archivo,

    Estante B, Cajón 4, Legajo 3. Libro XV de BAUTISMOS dela parroquia de la Santa Iglesia Catedral al folio 273 bajo elnúmero… se encuentra la siguiente partida: “En la Ciudadde Santo Domingo y diciembre once de mil ochocientosquince as., yo el infrascrito Cura Thente. de esta Sta. Ya.Cathl. bautizé solemnemente, puse óleo y chrisma a AN-DRES, con doce días de nacido, hijo natural de Olalla del

    Rosario ntra. Parroq. Fueron sus padrinos Franco. Trejo yCandelaria Noble a quienes advertí sus obligaciones y espi-ritual parentesco. Siendo testigos Dn. José María de Soto yAntonio Sánchez. De lo que doy fe. (Fdo.) Agustín Taba-rez”. —Es copia fiel y exacta de su original a que me remi-to, y para que así conste, expido, firmo y sello el presentecertificado en la Ciudad de Santo Domingo, República Do-

    minicana a los veintiséis días del mes de noviembre del año1928. (Fdo.) Pbro. Eliseo Pérez S., Canónigo Secretario, Di-rector del Archivo General”. Y en el testamento ya mencio-nado de Narciso Sánchez hay esta cláusula: ‘Item. declaro,haber sido casado en primeras nupcias con la señora Olalladel Rosario, con quien tuve por hijos legítimos el GeneralFrancisco Sánchez, Tomás, Jacinto, Socorro e Idelfonso Sán-

    chez, y a Andrés Sánchez, que lo prohijé, de los cuales murióel primero y último habiendo dejado sucesión legítima”. An-drés Sánchez lleva, pues, el apellido Sánchez; pero no tenía

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    la sangre Sánchez. La tradición nos dice además “que era blanco”. Ignoramos cómo se llamaba su padre.3

    Por contener un dato curioso respecto de la vida de Fran-cisco del Rosario Sánchez, reproduciremos a continuaciónuna partida de matrimonio de octubre del año 1838. Tresmeses antes, bajo el lema sacrosanto de Dios, Patria y Li- bertad, Juan Pablo Duarte había inaugurado la Revoluciónredentora de todos los dominicanos.

    “Oficialía del Estado Civil de la Primera Circunscripción de 

    la Común de Santo Domingo, República Dominicana —Copiade acta de matrimonio de Juan Bautista Alfonseca y Rafaela de Sosa — Yo, Miguel Antonio Guerrero, Oficial del EstadoCivil de la Común de Santo Domingo, con mi despachoabierto en la casa Núm. 22 de la calle “General Luperón”de esta misma ciudad. CERTIFICO: que en el Archivo a micargo en el libro marcado bajo el Núm. 2 destinado al asien-

    to de las actas de matrimonios correspondientes a los añosde 1838 al 1847 y en el folio 4 y bajo el núm.(—) se registraun ACTO de matrimonio cuyo tenor es como sigue: “El díacuatro de octubre de mil ochocientos treinta y ocho, añostreinta y cinco, a las siete de la noche ante mí Martín G.Galicia, Oficial del Estado Civil de la Común de SantoDomingo comparecieron los Cons. Juan Bautista Alfonse-

    ca natural de esta ciudad de edad de veinte y ocho años Al-feres de la compañía de músicos del Regimiento treinta ydos, de esta Plaza; hijo legítimo de los Cons. Juan de la CruzAlfonseca y María Encarnación Barias naturales de estaCiudad, ya difuntos; y Rafaela de Sosa, mayor de veinte

    3 Se ha escrito que era “un señor español, andaluz, de apellido Zorrilla”.(R. Lugo Lovatón: Sánchez, 1948, tomo segundo, pág. 341); pero estaaseveración no está fundada tampoco en prueba documental).

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    años, hija natural de la Cna. Marcela Herrera naturales deesta Ciudad; acompañados de los Cnos. Gonzalo Velás-quez de ejercicio especulador, Nicolás Lugo SargentoMayor del Regimiento 31, de la Guarnición de esta Plaza,Emeterio Arredondo músico militar del mismo cuerpo yFrancisco Sánchez de oficio peinetero en concha; todosnaturales de esta Ciudad mayores de edad, y a cuya pre-sencia como testigos declararon los comparecientes quetienen echa mutua promesa de matrimonio y quieren rea-

    lizarla en virtud de haber llenado las formalidades queexige la ley para el efecto; otra promesa fue echa el díadiez del mes de septiembre po. po. a las dos de la tarde, lamisma que fue registrada, y copia de ella nada a la mismaora en la puerta del despacho del Estado Civil para suspublicaciones sin que de ellas haya resultado oposiciónalguna; por lo que después que a los cuatro testigos se les

    dio lectura de la citada promesa, y que se les instruyó de lamayoría de edad de los contrayentes y el consentimientode las respectivas familias, después que a los futuros espo-sos se les leyó el Capt. 6 de la Ley No. 6 del Código Civilde Haití que trata de los dros. y deberes respectivos de losesposos; y finalmente, después que los Cnos, Juan Bautis-ta Alfonseca y Rafaela de Sosa se declararon recíproca-

    mente uno después de otro por esposos; yo Martín G. Ga-licia a nombre de la Ley, en vista de las facultades que ellame confiere, los declaré unidos en legítimo matrimonio. —De lo que firmé este acto que le fue leído a los Espososy testigos y lo firmaron conmigo el día, mes y año arribacitado”. —“Firmados M. G. Galicia. —J. B. Alfonseca. —Gonzalo Velásquez. R Z., —Francisco Sánchez. —Eme-

    terio Arredondo. —Gabino Puello. —E Puello. -N. Martí-nez” —Es copia fiel y conforme con su original, la que asolicitud del Dr. Alcides García Lluberes, expido en la

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    Ciudad de Santo Domingo, Capital de la República Domi-nicana hoy día veintiocho del mes de noviembre del añomil novecientos veintiocho. (Fdo.) El Oficial del EstadoCivil, Mig. A. Guerrero”.

    Al Dr. Lugo le asombrará el material histórico de buenaley contenido en este trabajo, porque seguramente ignorabaque existía: lo sentimos por el Dr, Lugo; pero nos lisonjea-mos de ello por la República.

    II

    Dice el Doctor Lugo, en su artículo María Trinidad Sán-chez, ya citado: “Narciso Sánchez mi hermano, y padre deFrancisco del Rosario, es uno de los notados conspiradores

    contra los haitianos en 1823”. Y en su otro artículo, ya men-cionado también, Francisco del Rosario Sánchez , agrega: “Nar-ciso Fernando Sánchez, prócer dominicano que dio perso-nalmente a su hijo el ejemplo de la conspiración contra Haití,cuando éste (excusemos la dilogía) sólo tenía seis años deedad etc.”. Y en el último de los artículos que acabamos demencionar, expresa más adelante (infra No. 10): “Su padre

    Narciso Fernando Sánchez, es talvez la más alta figura pró-cer entre las ascendientes de los héroes de nuestra emanci-pación política: participó en el primer movimiento revolu-cionario contra los haitianos en 1823 etc.”. Y en este mismosegundo trabajo sobre Francisco del Rosario Sánchez, vuel-ve con la matraca: “La primera (conspiración contra loshaitianos) fue tramada por Agustín de Acosta, León Alcai-de, Narciso Sánchez , padre de Francisco del Rosario Sánchez,Diego Mercedes. José Mena y otros, para restaurar el domi-nio español”.

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    Regalaremos a nuestros lectores con la buena fuente endonde bebió la Historia Nacional para imponerse de la con- jura de 1823. La carencia de información autorizada ha vuel-to a extraviar al Doctor Lugo. Dice así el documento a quealudimos:

    “En nombre de la República de Haití —En este día quincede octubre de mil ochocientos veinte y tres, año veinte de laindependencia, El Tribunal civil de Santo Domingo reuni-do competentemente, compuesto de los Magistrados Deca-

    no ciudadano José Joaquín Delmonte, titular, Vicente delRosario Hermoso, suplentes Raymundo Sepúlveda y Joséde los Reyes Cevallos y el ciudadano Tomás Henríquezdefensor público titular cerca de este Tribunal llamado porauto de este día a reemplazar las funciones de suplente enconformidad del artículo 3, título sétimo de la Ley de cua-tro de mayo del mil ochocientos diez y nueve, año diez y

    seis de la Independencia, con asistencia del substituto delComisario de Gobierno, ciudadano Miguel de Lavastida4

    por defecto del propietario para ver y determinar la causacriminal seguida sobre averiguar los autores y cómplices deun movimiento que se decía tramarse a mediados del mesde agosto último, dirigido a trastornar el Gobierno recono-cido y autorizado de la República de Haití, por la cual se

    hallan presos Agustín de Acosta y León Alcayde, soldadode la Gendarmería Nacional, habiendo comparecido uno yotro en la sala con la competente custodia, asistidos de susdefensores que lo fueron nombrados, del primero el ciuda-dano José Leandro Labandeira, y del segundo el ciudadanoFelipe Calero; después de leído el proceso a su presencia y

    4 Este Miguel Lavastida (1790-1830) era padre del que fue ministro deSantana.

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    confrontados los testigos y acusadores entre sí y con losreos e interrogados de nuevo de lo que tuvieron por nece-sario los jueces y el Ministerio Público para la instruccióndel Tribunal y declarar los hechos consignados en el pro-ceso; oídas las conclusiones del Ministerio público, y lasdefensas que los reos expresaron por sí mismo y por me-dio de sus defensores, cuanto tuvieron conveniente a suexcusación, deliberando a solas los jueces después de ter-minados los debates y de retirarse de la sala todos los indi-

    viduos llamados para la instrucción y que no hacían partedel Tribunal.

    Considerando: que el delito de que se trata es el másgrave y atróz que se conoce en las naciones, así porque ensu objeto es el usurpar los particulares, la autoridad que sólola voluntad y el consentimiento de los pueblos puede depo-sitar en esta o en la otra persona por las fórmulas conocidas

    en las diversas especies de Gobierno que distinguen lospublicistas como porque para llegar a ese punible extremo,se cometen todos los horrores que degradan la humanidad yla hacen sufrir especialmente en los ciudadanos pacíficosque son las víctimas más comunes de semejantes desastres.

    Considerando que el autor de toda proposición no admi-tida que se dirija a uno de los delitos enunciados en el artí-

    culo ochenta y siete del Código Penal, entre los que se cuentael de destruir o cambiar el gobierno, debe ser castigado conel destierro.

    Considerando que toda persona a cuya noticia llegue quese forma algún complot o se proyecta algún delito contra laseguridad interior o exterior del Estado debe participarlo alGobierno, o a las autoridades administrativas o de policía

     judicial, con todas las circunstancias de que haya tenidoconocimiento dentro del preciso término de las veinte ycuatro horas que sigan a la noticia que de ellos adquieran.

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    Considerando: que todo aquel que sea instruido de unproyecto que comprometa la seguridad interior o exteriordel Estado y no haga la declaración conveniente al gobiernoo a las autoridades administrativas o de policía judicial, serácastigado con una prisión de dos años hasta cinco y con unamulta desde quinientos francos hasta dos mil.

    Considerando: finalmente que no puede servir de excu-sa para este delito de no revelación el que aquel que sepa lanoticia no haya aprobado el proyecto que se oponga a él o

    que haya procurado disuadir sus autores: por todas estasrazones y las demás que han parecido dignas de jurídica re-flexión, el Tribunal administrando justicia en nombre de laRepública, debía declararse y se declara competente parala determinación de esta causa, en conformidad de los artí-culos trece y catorce, título tercero de la Ley de veinte ycuatro de agosto de mil ochocientos ocho años, quinto de la

    Independencia, y el artículo diez, título tercero de la Ley decuatro de mayo de mil ochocientos diez y nueve, año diez yseis, y en consecuencia debía condenar y condena a Agus-tín Acosta en la pena de destierro de todo el territorio de laRepública, en conformidad del artículo noventa del Códigopenal; y a León Alcayde a dos años de prisión y la multa dequinientos francos, cuando los tenga, por constar del proce-

    so su insolvencia, por no haber denunciado al gobierno o alas autoridades competentes el proyecto de conspiración quedice se le comunicó, contentándose con confiarlo a NarcisoSánchez, fuese o no para que denunciase al Juez de Paz, enlo que están discordes uno y otro, sin que pueda aclararse laverdad, pero Alcalde no puede disculparse con la ignoran-cia de esta obligación, especialmente atendidas las circuns-

    tancias de ser soldado de la gendarmería que estaba de ser-vicio en aquella época y diariamente debía dar parte de todanovedad que le ocurriera.

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    Hágasele saber a Narciso Sánchez que la circunstanciade haber sido él el que personalmente condujo a León Alcal-de a la presencia del Juez de Paz para ser examinado, y luegoconducido al arresto por su negativa en aquel acto, a virtudde la denuncia que le dio el ciudadano Miguel Febles, a quienlo comunicó Narciso dentro de las veinte y cuatro horas dehaberle comunicado Alcalde lo que sabía, se excusa de apli-carle la misma pena que a Alcalde, teniendo entendido paralo sucesivo que solo el gobierno o las autoridades adminis-

    trativas o de policía judicial son a quienes la ley destina pararecibir esas declaraciones y en cuya prudencia y celo descan-sa para las medidas que hallan de tomarse de precaución yseguridad y no aventurar el secreto en pasar por tanto círculovicioso reprochado por la Ley.

    Igualmente hágase saber al ciudadano José de Cierra queel Tribunal ha visto con el mayor desagrado la ligereza con

    que se produjo en su declaración, de fojas diez y siete con-vencida en el curso de fojas de veinte y ocho con el ciudada-no Estevan Moscoso y por la declaración de Lorenzo Her-nández que presenció el acto en que se supone tuvo laconversación con el ciudadano Moscoso, que a no haberacreditado de ese modo su equivocación pudiera habérselehecho si no criminal al menos sospechoso, contentándose

    el Tribunal con esta demostración por no haber producidoningún resultado su dicho, que en este caso no podría excu-sarse de imponerle la pena que la Ley señala según el gradode perjuicio que cause el individuo contra quien se dirige lacomputación.

    Y finalmente manda y ordena a todo alguacil que sea re-querido poner en ejecución esta sentencia, al Comisario de

    Gobierno y su sustituto velar a ello y a todos los comandantesy oficiales de la fuerza pública el prestar auxilio cuando para elcaso sean legalmente requeridos.

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    En cuyo testimonio la presente sentencia ha sido firma-da por el decano y los jueces asistentes por ante mi el Grei-ffer —José Joaquín del Monte— Vicente del Rosario Her-moso— Raymundo Sepúlveda— José de los ReyesZeballos— Tomás Henríquez— Francisco Ruiz, Gref— Escopia conforme— Del Monte— Ruiz, Secreto”.

    De la lectura de esta sentencia no se deduce el carác-ter de notado conspirador contra los haitianos en  1823, quecon tanta ampulosidad le apropia el doctor Lugo a Narci-

    so Sánchez. La sentencia dice nada más que Narciso Sán-chez tuvo conocimiento de la conspiración por una con-fidencia que le hizo León Alcalde, cosa que NarcisoSánchez comunicó a su vez a Miguel Febles, quien fue eldelatante. Después de descubierta la trama, Narciso Sán-chez no sólo pudo escapar a toda condenación por ausen-cia de cargos contra él sino que se convirtió en ayudante

    de la policía judicial para perseguir el delito que se le im-putó a Agustín de Acosta y a León Alcalde, y hasta fueconsiderado por el Juez como coautor de la denuncia he-cha por Miguel Febles.

    Como se ve, el papel que desempeñó Narciso Sánchez yRamona, familiarmente conocido por Seño Narcizo, en losasuntos de 1823, no merece los elogios que le prodiga el

    doctor Lugo ni tiene la significación que éste le atribuye.Sin embargo: las inmoderadas alabanzas a que nos referi-mos tienen alguna disculpa, pues el Doctor Lugo había vistoel nombre de Narciso Sánchez envuelto en el proceso que seinstruyó contra los confabulados de 1823, y esa referencia ledio pie para forjar su leyenda; pero la especie que no pode-mos perdonarle, porque no encontramos indicio que la abo-

    ne en lo más mínimo, es aquella de que Narciso Sánchez “con-tribuyó poderosamente a la decisión en favor del movimientoseparatista, de parte de Santana con quien le ligaba estrecha

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    amistad”. Tan estupenda aseveración frisa ya en lo inconcebi- ble: esto —  Inés ello se alaba —  no es menester alaballo, como dijoagudamente en Una Cena el viejo poeta sevillano Baltasar deAlcázar, y huelgan más comentarios.

    III

    Nuestro ensayo  Nuestros primeros Escritores .  —  Américo

     Lugo publicado en el No. 98 de Clío, comienza así: He vistocomplacido, al hojear el nítido volumen Américo Lugo.Antología. Selección. Introducción y Notas de Vetilio Al-fau Durán, obra literaria dada a la publicidad por los mo-dernos talleres tipográficos de la muy evangélica y más aún

     petty-yankee   Librería Dominicana (y excúsenme la parado- ja), cómo todas las enmiendas que les hice a los errores his-

    tóricos cometidos por Lugo en  El Estado Dominicano ante el  Derecho Público. Tesis sustentada en la Universidad de SantoDomingo para el Doctorado en Derecho. Publicada en fo-lleto) S. D., 1916, han sido acogidas al incluir esa monogra-fía en tan bien impreso libro. Y lo repito con toda ingenui-dad: es para mí motivo de alborozo ver esas conocidaspáginas, que con el carácter de antológicas pasan ahora a la

    posteridad, deberle parte del relativo mérito y asenso de queal presente disfrutan a los perfectivos reparos de una hu-milde nota mía de crítica histórica. La verdad es diosa ga-llarda y bella; pero inviolable y enérgica: así es que quienla ofende con el error, o la desagravia con la disculpa, otiene que resignarse a sufrir la doble muerte de su obra yde su fama. El único pasaje que no ha sido modificado por

    Lugo de conformidad con mis atinadas indicaciones, es elque reza: “Reconocida por España (la parte occidental de

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    la isla, como colonia francesa) desde el tratado de Nimegaetc.”, no embargante que José G. García, su icón de ayer, yE. Tejera, su ídolo de hoy, están contestes en que ese reco-nocimiento se hizo por el tratado de Riswick. En algo podíaLugo no estar equivocado.

    Pero no es para reavivar viejas heridas, ni para lisonjear-me de recientes satisfacciones, para lo que escribo este tra- bajo: él está encaminado a cumplir otra tarea de correcciónque rivalice con la importantísima efectuada por la Nota de

    mi artículo “Otro Gran Pronóstico” y a la cual ya he aludido.La obra de reparación de aquella fue en el terreno histórico;la que llevaré al cabo ahora será en el campo de no menosentidad de la Gramática.

    La  Nota a que acabo de referirme dice así: El DoctorAmérico Lugo no juzga necesario seguir inquiriendo en elenmarañado campo de la Historia Nacional y de aquí su

    increíble desconocimiento de ésta. Al hablar de otras épo-cas de nuestra Historia se equivoca lo mismo lamentable-mente. No exageramos sus errores, que desautorizan abso-lutamente su opinión en la materia de que se trata.

    En la página 13 de su Tesis para el Doctorado en Derecho,obra que debió de escribir con preferente atención, expresaque: “la parte Francesa fue reconocida por España desde el

    tratado de Nimega”. En virtud del estado de paz que produ- jo dicho convenio se acordó entre las autoridades respecti-vas de las dos partes de la Isla, fijar el río Rebauc comolínea de demarcación provisional, acuerdo que, como diceel historiador García, “implicaba tácitamente el reconoci-miento mutuo del derecho que sobre la Isla tenían ambasnaciones”; pero ese formal reconocimiento a que se refiere

    el Doctor Lugo, fue hecho, al decir de todos los historiado-res que hemos leído, en virtud del tratado de Riswick, que

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    se concertó el 20 de septiembre de 1697, aunque en el textode dicho tratado no haya nada que se refiera directamente  anuestro caso.

    Dice el Doctor, en la pág. 14 de la misma Tesis a que nosreferimos, que la parte occidental de la Isla, “se declaró en1803 estado independiente con el nombre de  Haití refugián-dose  (el gerundio no debe emplearse para expresar posterio-ridad) las autoridades francesas en la antigua parte española”.El país limítrofe se declaró independiente y adoptó el nom-

     bre indígena, de Haití, el 1º de enero de 1804, mediante unasolemne ceremonia celebrada por Dessalines en la plazapública de la ciudad de Gonaives . Rochambeau, último go- bernante francés, había capitulado ya en  El Cabo  ante unaescuadra británica, y fue conducido a Inglaterra, en dondepermaneció hasta 1811. ( Histoire D’Haiti , por Thomas Ma-diou Fils , T. 39 P. 291).

    Incurre igualmente en error el Doctor Lugo, en la mis-ma Tesis, y en la propia pág. 14, al afirmar que el estadoindependiente proclamado por Núñez de Cáceres el 30 denoviembre de 1821, “cayó inerme pocos meses después bajo(yo habría dicho debajo de) la soberanía haitiana”, cuandoesa nueva y meteórica creación política, como lo sabemoshasta por boca de la tradición, sólo duró el breve lapso de

     siete semanas .En la página 30 de la susodicha Tesis, dice: “Un va-liente hatero que  parece no sabía escribir, se apoderó del po-der ”. Nosotros publicamos hace mucho el facsímile deun autógrafo del aludido general Pedro Santana. Más ade-lante, en la misma página de la mencionada obra, agrega:“Santana creyó enterrar con la hermana (sic) del Liberta-

    dor (sic) la idea de la Independencia”. Hasta los chicossaben que Seña María Trinidad  no era hermana, sino Tíade Francisco del Rosario Sánchez. Además, la muerte de

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    esa infortunada mujer tuvo una significación muy distintade la que Lugo le atribuye: ella pereció simplemente porquerer repatriar a su sobrino Francisco.5

    En el editorial del número ciento (100) de su periódicoPatria, estampa: “… y Dessalines, inventor del carabiné ”.Yerro de marca lo mismo. Quien inventó el carabiné (baileque lleva este nombre porque los danzantes hacían sus mu-danzas con la carabina a la espalda) fue una concubina deDessalines, Eufemia Daquilh, cuando “cette jeune femme, plei-

    ne de gráce” , colmaba de delicias a tan terrible caudillo en suCuartel Genera de Galá (Gaillard), durante el sitio de estaciudad en 1805. (Diccionario geográfico y administrativo uni-versal de Haití ) por S. Rouzier, tomo 2º, págs. 2 y 3).

    Y en otro editorial de su semanario Patria, en el del nú-mero 99, se deja decir: “… y que caracterizó a Sánchez (serefiere al don del heroísmo) hasta el punto de convertirlo en

    mártir a tiempo mismo  en que Duarte, entre morir con lasarmas en la mano y servir a la causa de la Restauración enVenezuela, optó por lo último”. Duarte supo en su retiro yaislamiento del Apure la anexión a España, la muerte deSánchez, el 10 de abril de 1862. Esa fecha la trae Rosa Duar-te en sus tantas veces citado Manuscrito. Y don Félix MaríaDel Monte, en una carta a Duarte, de data 18 de marzo de

    1865, después que le habla de “su supuesta muerte”, de “susmás de veinte años de azarosa, de dramática ausencia”, leexpresa: “Francisco del Rosario Sánchez, que tan cordial yentusiastamente te amaba, murió en la esperanza de reunirse

    5 Don Juan Nepomuceno Tejera, abogado defensor de María TrinidadSánchez en el proceso, escribió casi treinta años después: “Muy cierto es

    que existió la conspiración, que los conspiradores se reunían en casa deTrinidad, y que fueron juzgados conforme a las leyes”. (Ms. en el archivodel doctor Vetilio Alfau Durán.

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    a ti en la eternidad, y yo tengo la dicha de volver a hallarteen el tiempo”. Condenar, por faltas probadas documental-mente, a un personaje histórico cualquiera, es un deber desus pósteros; pero flagelar a un prócer auténtico e inmacu-lado porque nuestra ignorancia, o miopía de espíritu, nosdiga que debió rendir una labor más grande aún, eso resultainexplicable. Aquí vienen como de perlas las siguientes pa-labras del noble y beato filósofo catalán Jaime Luciano Bal-mes, en su considerable ética: “si por indolencia, pasión o

    capricho, extraviamos nuestro entendimiento haciéndoleasentir al error, faltamos a la ley moral”. ¡Oh! Duarte, túque eres el auténtico Padre de la Independencia, porque nosólo la concebiste como imperativo, indispensable y sacro-santo designio ideal patriótico; sino que en el terreno de loshechos por ella apostolizaste: revolucionaste; no les tuvistemiedo a las balas; padeciste persecuciones; Sila y Antonio

    te condenaron a la proscripción: Charles Herard   ainé, conodio mortal, procuró sañudamente que no pusieses tierraen medio; retornaste; saliste a campaña, en calidad de espe-ranza suprema, cuando la retirada de Santana a Baní habíaocasionado una grave crisis militar; actuaste como cabezade motín; Ramón Mella te proclamó Primer Magistrado enel Cibao, para que salvaras la República de los protectora-

    dos, de las anexiones, del funesto derrotismo santanero y baecista; te encaraste nuevamente con el destierro, que que-rían fuese para siempre; se te creyó muerto en consolado-ras, hospitalarias y apartadas regiones; resucitaste; volvis-te, perseguido por unidades de la escuadra española, conlas armas en la mano otra vez, al corazón del Cibao Restau-rador, el de Gaspar Polanco y de Ulises Francisco Espai-

    llat, furiosamente insurreccionado y tinto en sangre; a pocote envolvieron las sombras de tu última expatriación; tú quelo sacrificaste todo, y arrastraste en tu desgracia a tu propia

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    familia, que había heredado la honesta y holgada posiciónsocial que supo conquistar en nuestra Patria aquel honradoibero y buen dominicano que se llamó don Juan Duarte, tudignísimo progenitor, escucha, ¡oh! Juan Pablo, y hazte cru-ces: ¡A pesar de que Santana, Bobadilla y sus secuaces hatiempo que están en el “pudridero de las condenaciones his-tóricas”, todavía tiene denostadores entre nosotros!

    Si Lugo hubiera tenido que tratar de nuevo los asuntos aque se refiere nuestra continuación de una nota, de fijo que

    se habría sentado otra vez, idealmente, como asiduo discí-pulo, en los desempolvados escaños de la humilde aula enque siempre hemos ministrado nuestras utilísimas leccio-nes. Y nadie extrañe que le hagamos, al afamado escritorLugo, tantas críticas. El era un enfermo en eso de endosár-selas a los demás, aunque no estuvieran bien fundados sushabituales rehiletes. Y era porque Lugo profesaba la desca-

     bellada teoría de que cuando uno censuraba a otro, era por-que aquél superaba al segundo. Vaya con la ocurrencia. Yasí pensó él que a raíz de la publicación de su obrita de 1906,en que tanto critiquizaba a sus compañeros de oficio, o delalto oficio, señorearía ya definitivamente el concierto de lasletras dominicanas, patológica idea fija del egotista, quis-quilloso e incorregible Zoilo Lugo. Aunque es obvia pero-

    grullada, que si no son los demás los que efectúan esa con-sagración, todos nuestros interesados y extravagantesesfuerzos al respecto, son totalmente írritos.

    El literato Miguel Ángel Garrido, amigo y celebrante deaquel amasijo de egoísmos, presunciones y arranques agre-sivos testimoniadores de su superioridad , escribió descuidadae ingenuamente en honor de Lugo: “uno de los príncipes de

    la prosa en América”. “Reina en el concierto de las letraspatrias”. “Ha tomado de los clásicos maestros del hablacastellana la corrección de la forma, y es el primero entre la

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     juventud literaria de la República”. Y al leer la Bibliografíael bueno de don Miguel se tropezó con esta inesperada ycalenturienta lindeza acerca de su personalidad intelectual:“Miguel Angel Garrido es un prosador sonoro y gallardo,pero incorrecto y superficial”. Con seguridad que Garridoy Aybar, quien tenía ya su salud física quebrantada, pasó el bienio de vida que le restaba, a causa de la mala impresiónrecibida, con su altivo y altruista espíritu considerablemen-te deprimido.

    En su mordaz trabajo Emiliano Tejera escribió Lugo, nadamenos que acerca de Juan Pablo Duarte: ¿Cómo escribir asísi hubiese estudiado? Y en la Nota 1ª de nuestro ensayo Duarte 

     y las Bellas Letras , comentamos nosotros: Como este adverbiorelativo, ha de tildarse en frases interrogativas, cosa que Lugono hizo: debió ignorar el nombre: tilde diacrítica, y hasta eluso de esa variedad del acento ortográfico. Pero esta proposi-

    ción interrogativa, en que se niega tácitamente lo mismo quehemos querido preguntar, y en que cómo vale de ningún modo,la pudimos nosotros repetir un sin fin de veces en el opúsculo

     Nuestros Primeros Escritores - Américo Lugo, después de cada unade nuestras andanadas de enmiendas de sus profusos viciosde dicción. Lugo la escribió a  priori , caprichosa y sistemáti-camente, con cegador apasionamiento, sin espulgar la prosa

    de Duarte, y engañado por la falsísima idea con que lo habíandormido siempre sus lisonjeros, de que “él era el prosista máscorrecto y elegante de las Antillas”. Ahora nosotros la reco-gemos, y la tornamos contra él; pero a posteriori, y despuésde señalar en esos mismos párrafos críticos de Lugo muchosno sospechados y crasos vicios de dicción, que demuestranevidentemente que quien si no se quemó nunca las cejas en

    su nada asidua ni intensa vida de estudiante, y que tampocosabía escribir lo suficiente, era Lugo. ¿Cómo escribir así, si Lugohubiese estudiado?

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    Nosotros, humildemente, en dicho ensayo “ Nuestros Pri-meros Escritores ” ,  Américo Lugo) trabajo que publicamostanto en él Núm. 98 de Clío, la Revista de la Academia Domi-nicana de la Historia, como en folleto, demostramos clara,erudita, documental y convincentemente que Lugo no teníala competencia ni la autoridad necesarias en materia de hu-manidades, o buenas letras, para proponer, por tanto, jui-cios críticos de aquella naturaleza dignos de aceptación. Nohemos menester señalar nuevamente las innumerables y

    demeritorias faltas de la obra literaria de Lugo. Nuestro en-sayo, que fue escrito, no con el fin de destruir enteramenteal autor de  A Punto Largo, sino de reducirlo a sus exactasdimensiones, es acabado e inexpugnable.

    Ver la paja en el ojo del vecino y no la viga en el nuestro esun buen adagio, tan antiguo como útil y usual, y que vieneahora aquí de molde. Pues Lugo, por esta cegajez prover-

     bial, hija de la ignorancia, y alimentada por la eterna nes-ciencia y corrupción ambientes, no se daba cuenta de quese ponía a mofa, al querer purgar a los demás de lo que sehallaba en él a montones. Por esto volví contra él, con ab-soluta propiedad, una de sus frases censuradoras de Duar-te, y ahora repito lo mismo, con igual justificación y signi-ficación, con el ya trasladado lugar de  Bibliografía en que

    Lugo quiso exprimir el juicio critico que le merecía el com- bativo autor de Siluetas . Porque debo decírselo al benévo-lo y avisado lector: esas frases dijéranse escritas por un ter-cero para ser aplicadas al propio Lugo: pintan de manomaestra al afamado escritor de A Punto Largo y de Bibliogra-

     fía. ¡América Lugo y Herrera es un prosista sonoro y gallar-do; pero incorrecto y superficial! Nuestros Primeros Escri-

    tores - Américo Lugo y la Nota 1a

     de Duarte y las   Bellas Letras así lo demuestran hasta la saciedad. Todo esto se verá conevidencia mañana.

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    IV

    Los trabajos históricos de José Gabriel García comen-zaron en el 1867. Todavía nuestra Historia no estaba depu-rada de lo que el mismo García llamó “parte de fábula conque la dejaron enmarañada las coplas de pié quebrado dedoña Manuela Rodríguez y los escritos difusos y las cansa-das proclamas de Bobadilla”. La poderosa propaganda an-tiduartista, hecha por el santanismo en sus veinte años de

    predominio, penetró hasta la mente del futuro glorificadora lo nfinito de Duarte, y le hizo escribir en el volumen dos,de forma catequística, publicado en 1879, de la segundaedición de su Compendio de la Historia de Santo Domingo, losiguiente:

    “P. ¿Cómo trató la Junta Central Gubernativa de poner araya la oposición del general Santana?

    “R. Delegando poderes al general Juan Pablo Duarte,para que pasara al cuartel general de Baní a neutralizar lainfluencia de Santana y activar las operaciones del ejército;pero el caudillo separatista no pudo ponerse ni con mucho ala altura de su misión, siendo así que cediendo a las cir-cunstancias se vio obligado a regresar a la capital dejando algeneral Santana dueño del ejército y en abierta hostilidad

    contra el gobierno”.Cuando García escribió este párrafo de la segunda edi-ción de su Compendio, todavía se hallaba escaso de docu-mentos y no había comprendido bien la situación que des-cribía. Entre el general Santana y el gobierno (la Junta Central Gubernativa), no había tirantez, no había desacuerdo ningu-no. Los conservadores, al pactar con Mella y demás duar-

    tistas lo relativo al alzamiento de comienzos de 1844, pi-dieron para sí el derecho de presidir el Gobierno y de teneréste un mayor número de miembros. Los que firmaron la

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    resolución de enviar a duarte a Baní con una división, conPedro Alejandrino Pina como segundo, para que fuera posi- ble tener en las tropas expedicionarias “otro oficial supe-rior que pueda reemplazarle (a Santana) en caso de falta, yque el ayude a cooperar con él en la defensa de la patria”,fueron los conservadores: la tríade de Bobadilla (presidente),el doctor Caminero y Papá Javier6 más Carlos Moreno, FélixMercenario, y Valverde (éste era el único que no se podíaconsiderar como conservador). El Gobierno estaba formado,

    pues, por esa gente, y Santana era su legítima criatura.Y entonces ¿cómo le hicieron a Duarte ese honor de en-

    viarlo a Baní con el mismo grado que ostentaba Santana? Por-que la retirada de éste a la cuna de Máximo Gómez les hizodudar a aquellos madrigados veteranos de la idoneidad deSantana para seguir desempeñando tan responsable cargo.Duarte acababa de regresar de su primer destierro, fue recibi-

    do por nuestro pueblo con una apoteosis soberbia, se ofrecióairosamente para ir a combatir un enemigo que se considera- ba todavía muy fuerte, capaz de llegar por cuarta vez a laspuertas de tierra de la amurallada Ciudad de los Colones, yhe aquí explicada la causa de tan urgente providencia.

    O Santana no quiso que la división del General Duartese juntara y confundiera con la suya, o el acreditado y nue-

    vo jefe expedicionario se quiso acantonar más cerca del ob- jetivo militar perseguido: en Sabanabuey, y en orden demarcha sobre Azua. Y mientras Santana, sin disimular suansia, echaba menos tanto la protección de Francia y de sus

    6 Papá Javier, Francisco Javier Abreu (1783?-1878). Escribió unos  Apuntes 

    históricos   que fueron utilizados por el historiador y jurista haitiano, deorigen dominicano, Alejandro Pujol, en su discutida obra acerca de Samaná y sus proyectos de anexión.

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    famosas tropas, el caudillo trinitario empezó a manifestarseenérgicamente contra lo que él llamaba los sucios manejosantinacionales de los conservadores; éstos se dieron cuentaagudamente de que las huestes de Riviére no habían sidoreforzadas, y de que el presidente reformista estaba amena-zado por una revolución en occidente; vieron que el peligro,que les había hecho disgustar a Santana, había desapareci-do, y le ordenaron inmediatamente al defraudado capitánpatriota, en cuya compañía Santana no había querido abrir

    operaciones, que regresara a la Capital con sólo su EstadoMayor. Y quedó restaurada ipso facto la gran alianza entre elautor de la  Manifestación del 16 de enero y el voluntarioso yproteccionista hatero seibano del entro con todas mis fuerzas en la revolución; pero yo mando.7

    En la Revista Científica, del 25 de febrero de 1884, Núm.31, dijo también José Gabriel García desatinadamente, por

    falta de documentación: “… recibió Duarte la misión de ira restablecer el orden y la disciplina (en Baní); pero sobrellegar demasiado tarde, no atinó a ponerse a la altura de sudeber etc.”.

    Tras los calcáreos y blancos restos del cadáver del “Pa-dre de la Patria y su protomártir al mismo tiempo” —comodecía su talentosísimo contemporáneo Félix María Del

    Monte—, denudados en el atrayente Cementerio de Tierra de Jugo, de la cultísima Ciudad del Ávila, volvió a la antigua Atenas del Nuevo Mundo, como una durable, veraz, fecunda y

    7 Refiere Mariano Antonio Cestero y Aybar que cuando le fue comunicadoa Santana “por oficios de don Juan Esteban Aybar el Plan de Independenciay pedirle cooperación, contestó: Sí, yo estoy dispuesto a contribuir a laRevolución, pero yo mando”. (M. A. Cestero: 27 de febrero de 1844.

    Imprenta “Cuna de América”. S. D. 1900, pág. 15). Consigna ademásCestero, que a Santana “ya se le conocía ventajosamente por actos deindividual entereza y juzgábasele hombre valeroso”. (pág. 21).

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    elocuente lengua de papel, su inapreciable Archivo. Y en-tonces fue cuando el historiador García pudo enmendar eltorticero juicio que había hecho. Dijéramos que García sólose doblegaba ante la fuerza de los documentos.

    García absolvió a Duarte de su presunto deslucimien-to en su campaña del sur de marzo y abril de 1844, cuandoleyó los originales de las comunicaciones que se cruzaronentre el supereminente Caudillo y la Junta Central Guber-nativa. Y el juicio definitivo de García, acerca de todo esto,

    se halla en Guerra de la Separación Dominicana, folleto im-preso en 1890, y en el volumen 20 de la tercera edición desu Compendio, que es de 1894. Con el traslado de la comu-nicación de Duarte a la Junta Central Gubernativa, de fecha1º de abril de 1844, basta para nuestro propósito: “Dios,Patria y Libertad” —República Dominicana—. CuartelGeneral de Baní, 10  de abril de 1844. —A los miembros

    de la Junta Central Gubernativa—. Es por tercera vez quepido se me autorice para obrar solo con la división que,honrándome con vuestro confianza, el 21 del pasado, pu-sisteis bajo mi mando para que, en todo de acuerdo con elgeneral Santana, tomara medidas de seguridad y defensade la Patria. Hace ocho días que llegamos a Baní, y envano he solicitado del general Santana que formemos un

    plan de campaña para atacar al enemigo, que sigue en sudepravación oprimiendo a un pueblo hermano que se ha-lla a dos pasos de nosotros. —La división que está bajo mimando sólo esperando mis órdenes, como yo espero lasvuestras. Para marchar sobre el enemigo seguro de obte-ner un triunfo completo, pues se halla diezmado por elhambre y la deserción. —Dios guarde a ustedes muchos

    años. —Juan Pablo Duarte”.Haber reproducido la página de García acerca de Duar-te, tomada de la Revista Científica de 1884, en el número del

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    COLECCIÓN BICENTENARIO DEL NATALICIO DE JUAN PABLO DUARTE

     Boletín del Archivo General de la Nación, del Centenario de la In-dependencia, sin haber especificado en una nota que el histo-riador García había anulado después el juicio que expresó endicha página, respecto del papel desairado hecho por Duarteen Baní en 1844, es algo inexplicable; haberla vuelto a publi-car en El Caribe , del 26 de febrero de 1961, denota una supinamala fe de muchos, que por pura envidia de familia, o poragradar impropia y culpadamente a estos envidiosos, no sa- ben cómo menoscabar, o confundir, “con sus pasiones inno-

     bles, la gloria más pura, por lo inmaculada, que registran losanales dominicanos”: como dijo el propio historiador Gar-cía, haciendo ya juicios definitivos, en la página 507 del vo-lumen tres de su Compendio, tercera edición, y la mas aumen-tada, corregida y puntual.

    El Archivo de Duarte  fue cedido en 1883, a título de prés-tamo, al doctor venezolano Santiago Ponce de León, ilus-

    trado profesional que fijó su residencia entre nosotros, con-trajo aquí matrimonio y pensaba escribir acerca de la historiade nuestro país. En 1888 la familia Duarte le encargó quedepositara el  Archivo que estaba en su poder, en manos delDr. Federico Henríquez y Carvajal, cosa que el Dr. Poncede León hizo inmediata y gent


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