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Las perspectivas de la democracia en América LatinaAuthor(s): Francisco ZapataSource: Foro Internacional, Vol. 41, No. 1 (163) (Jan. - Mar., 2001), pp. 35-62Published by: El Colegio De MexicoStable URL: http://www.jstor.org/stable/27739492 .Accessed: 12/01/2011 12:45
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http://www.jstor.org
LAS PERSPECTIVAS DE LA DEMOCRACIA EN AM?RICA LATINA*
Francisco Zapata
La democracia es un r?gimen pol?tico cuyo funcionamiento est? me diado por los tipos de articulaci?n entre sociedad, sistema pol?tico y Estado existentes en una formaci?n social en un momento hist?rico determina
do.1 Dichos tipos de articulaci?n constituyen el trasfondo en que se desa
rrollan las expresiones espec?ficas de esta forma de representaci?n. En Am?rica Latina se pueden distinguir dos tipos b?sicos de articula
ci?n entre esos elementos, la articulaci?n clasista y la articulaci?n corpora
tiva.2 En la ?poca contempor?nea, esas articulaciones se definen dentro de
procesos de transici?n hacia la democracia desde reg?menes autoritarios,
civiles o militares, procesos cuya especificidad ilustran casos particulares de
implantaci?n de esta forma de representaci?n.3 Los tipos de articulaci?n entre sociedad, sistema pol?tico y Estado defi
nen el desarrollo de la ciudadan?a, la formaci?n de los partidos pol?ticos y los procesos electorales. Var?an en funci?n de los procesos hist?ricos con
cretos que tienen lugar en una sociedad dada. Adem?s, se sit?an dentro de
* ?sta es una versi?n revisada del texto incluido en L?xico de la pol?tica, coordinado por Lau ra Baca Olamendi, Fernando Casta?eda e Isidro Cisneros, que publicar? el Fondo de Cultura
Econ?mica. Tambi?n retoma algunas ideas presentadas en Francisco Zapata, ?Ide?logos, soci?
logos, pol?ticos? Acerca del an?lisis sociol?gico de los procesos sociales y pol?ticos de Am?rica
Latina", Foro Internacional, vol. XXXV, num. 141, octubre-diciembre de 1995, pp. 309-327. 1 V?ase Alain Touraine, ?Qu? es la democra?a?, Buenos Aires, Fondo de Cultura Econ?mi
ca, 1995. 2 Para un an?lisis m?s detallado de estos tipos de articulaci?n, v?ase Francisco Zapata,
Autonom?a y subordinaci?n en el sindicalismo latinoamericano, M?xico, Fondo de Cultura Econ?
mica, 1993. 3 Para una visi?n desde la ciencia pol?tica, cons?ltense Jonathan Hartlyn y Arturo Valen
zuela, "La democracia en Am?rica Latina desde 1930", en Leslie Bethell, A History of Latin
America, Cambridge University Press, 1995. Lo que sigue es una visi?n desde la sociolog?a, que se sit?a en el marco de lo propuesto por Thomas Humphrey Marshall, Class, Citizenship and
Social Development, Nueva York, Doubleday and Company, 1964 (edici?n original, Citizenship and Sodal Class, Cambridge University Press, 1950).
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36 Francisco Zapata FI XLl-l
procesos todav?a m?s generales como son aquellos que se identifican con
la transici?n entre modelos de desarrollo.
Es a partir de estos par?metros anal?ticos como
podemos caracterizar
la democracia en Am?rica Latina. Para llevar a cabo esta caracterizaci?n di
vidiremos la exposici?n en dos partes. En la primera parte discutiremos los
tipos de articulaci?n entre sociedad, sistema pol?tico y Estado y su inser
ci?n en los modelos de desarrollo. Este ser? el tel?n de fondo que dar? sentido a las consideraciones sobre la coyuntura contempor?nea del pro ceso democr?tico latinoamericano, que ser?n presentadas en la segunda
parte del texto. Esas consideraciones estar?n referidas al tema de las "nue
vas democracias" y la cuesti?n de las perpectivas de la democracia en la
Am?rica Latina de hoy.
Primera parte
/. Los tipos de articulaci?n entre sociedad, sistema pol?tico y Estado
Las consideraciones generales expuestas permiten presentar los tipos de
articulaci?n entre sociedad, sistema pol?tico y Estado que imperan en
Am?rica Latina, la clasista y la corporativa.
1. La articulaci?n clasista. En la articulaci?n clasista sobresale el modelo
cl?sico de democracia en el que la ciudadan?a pol?tica, los partidos y sus
representaciones ideol?gicas operan dentro de la divisi?n de poderes. En esta articulaci?n, identificada con pa?ses como Chile4 y hasta cierto punto Bolivia y Per?,5 coinciden procesos de desarrollo del capitalismo (especial mente en el sector minero) con el desarrollo pol?tico. Tambi?n coinciden
con la expansi?n del aparato educacional, con la secularizaci?n y en gene ral con la modernizaci?n y la diferenciaci?n social que permiten la apari ci?n de intereses sociales y pol?ticos, as? como la b?squeda de mecanismos
4 No hay duda de que la expresi?n hist?rica de la articulaci?n clasista en Chile posee es
pecificidades con respecto al modelo cl?sico. Como lo han planteado historiadores como Al
fredo Jocelyn-Holt, Brian Loveman y Elizabeth Lira en libros recientes, los modos en que se
desarrollan los elementos del r?gimen pol?tico democr?tico pueden ser particulares y tener
muchos lastres e inercias del r?gimen colonial, que sembr? las bases de la dominaci?n olig?r
quica. No obstante, sus semejanzas con el modelo cl?sico de democracia no deber?an descar tarse a priori.
5 Para una visi?n comparativa de los procesos de desarrollo econ?mico y pol?tico en Bo
livia, Chile y Per?, cons?ltese Francisco Zapata, Atacama, desierto de la discordia, M?xico, El Co
legio de M?xico, 1992.
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de representaci?n. La ciudadan?a encarna en sujetos pol?ticos relativamente
consolidados que, al participar en
partidos, promueven causas definidas en
proyectos ideol?gicos. La constituci?n de sujetos pol?ticos consolidados re
fleja prolongados procesos de gestaci?n, movilizaci?n e institucionalizaci?n de movimientos sociales. Por ejemplo, el sindicalismo, actor de clase por ex
celencia, se transform? progresivamente en un sujeto pol?tico significativo.
Aqu?, el sistema pol?tico se centra en la existencia de diversos partidos pol?ticos que representan intereses sociales claramente definidos (obreros,
campesinos, empresarios, propietarios de la tierra, etc.). Esos partidos ejer cen su funci?n de representaci?n
en forma directa y poseen proyectos
ideol?gicos que repercuten directamente en pr?cticas pol?ticas. Encarnan
tambi?n debates ideol?gicos tanto dentro como fuera de esas pr?cticas. En la articulaci?n clasista el sistema pol?tico tiene un importante grado de autonom?a en relaci?n con el Estado y a su vez ?ste est? claramente separa do de la sociedad civil.
2. La articulaci?n corporativa. En la articulaci?n corporativa, la sociedad, el
sistema pol?tico y el Estado tienden a operar como un conjunto no dife
renciado que remite a la constituci?n de un r?gimen h?brido, con institu
ciones republicanas aparentemente democr?ticas. El planteamiento de
Escalante, respecto de la ciudadan?a imaginaria,6 refleja bien esta forma h?brida. En pa?ses como Argentina, Brasil o M?xico, ejemplos pertinentes de este tipo de articulaci?n, los procesos hist?ricos muestran la b?squeda de la homogeneizaci?n, para esconder la diferenciaci?n social, el paternalis
mo y otras formas de relaci?n social patrimonial. No obstante, esta articulaci?n posee una caracter?stica crucial: contri
buye a la integraci?n social y pol?tica de las masas movilizadas por el pro ceso de desarrollo del mercado, por la industrializaci?n y la migraci?n del
campo a la ciudad. La articulaci?n corporativa permiti? la asimilaci?n de
importantes vol?menes de poblaci?n migrante, tanto del campo como
del extranjero, y su incorporaci?n al empleo remunerado, a la educaci?n,
a los servicios urbanos. En M?xico, contribuy? en forma decisiva a integrar socialmente a la poblaci?n ind?gena y a acelerar el mestizaje. Esta articu
laci?n, quiz?s m?s exitosa que la articulaci?n clasista, impuls? la seculariza
ci?n y la modernizaci?n inducida por la expansi?n del sistema educacional
y favoreci? el desarrollo de una identidad nacional muy fuerte, que no s?lo descansa en la cultura sino tambi?n en la elaboraci?n de un ethos industria
lizador en el desarrollo econ?mico.
6 V?ase Fernando Escalante, Ciudadanos imaginarios, M?xico, El Colegio de M?xico, 1992.
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No obstante, el componente pol?tico opera con lo que parecen ser las
instituciones del r?gimen democr?tico. La centralidad del Estado desplaza a todos los dem?s elementos y los subordina a su
l?gica, centralizadora,
vertical y patrimonial. Los poderes Legislativo y Judicial y la representaci?n est?n, en los hechos, subordinados a las estrategias estatales.
Existe una ciudadan?a tutelada en la que la relaci?n central es de tipo clientelar. El sistema pol?tico se confunde con el Estado,7 el gran acumula
dor y distribuidor del producto del trabajo social. Existe una gran homoge neidad entre los diversos grupos que se articulan en forma vertical con el
Estado. Las relaciones entre los partidos pol?ticos y las bases sociales que
pretenden representar se caracterizan por altos niveles de clientelismo. El
sistema pol?tico desempe?a un papel m?s simb?lico que real. Los partidos son estructuras de resonancia del sistema corporativo. El poder estatal des
cansa en una clase pol?tica fuertemente ligada a los que pueden ejercer el
clientelismo, sea en el ?mbito local, regional o central. Esa ?lite refleja una
legitimidad remota y puede efectuar en un ejercicio arbitrario del poder. Sin embargo, la capacidad de integraci?n que posee este tipo de arti
culaci?n impide que los beneficiarios del r?gimen adopten l?gicas ciuda danas cl?sicas. En Argentina y en M?xico, la capacidad del peronismo por un lado y del cardenismo por otro para movilizar, integrar, emplear, edu
car, crear conciencia nacional y distribuir salud y seguridad social entre los
grupos populares dio lugar a fen?menos de integraci?n pol?tica que, si bien no se
corresponden con las formas cl?sicas de la ciudadan?a liberal,
poseen un componente participativo fundamental, que no puede descono
cerse a la hora de caracterizar los sistemas pol?ticos. Estos dos tipos de articulaci?n se desenvuelven en los modelos de de
sarrollo por los cuales ha transitado Am?rica Latina. Es decir, est?n condi
cionados por el modelo de desarrollo en el que coexisten en tensi?n un
proceso de acumulaci?n de capital y un marco institucional de regulaci?n de dicho proceso.
En la pr?xima secci?n de esta primera parte, y despu?s de presentar r?pidamente la noci?n de modelo de desarrollo, procederemos a mostrar
c?mo estos dos tipos de articulaci?n convivieron en el modelo de desarro
llo de la industrializaci?n por sustituci?n de importaciones (ISI) y fueron descartados en el modelo de desarrollo de la transnacionalizaci?n.
7 En M?xico, la relaci?n entre los obreros, los campesinos y las clases medias con el Par tido Revolucionario Institucional (PRl) y de ?ste con el Estado (encarnado en la figura presi dencial) , vigente desde hace m?s de 70 a?os, ilustra esta compactaci?n de sociedad, sistema
pol?tico y Estado en forma contundente.
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//. Modelos de desarrollo y articulaciones
L El concepto de modelo de desarrollo. El concepto de modelo de desarrollo se refiere a la articulaci?n entre un determinado modo de acumulaci?n eco
n?mica y un marco institucional en el que los aspectos legales y normativos
representan un papel regulador de dicho modo de acumulaci?n. El concep
to de modelo de desarrollo puede ejemplificarse con: a) las concepciones que elabor? la escuela de la regulaci?n
en econom?a;8 b) las conceptualiza ciones ligadas a las pol?ticas keynesianas puestas en marcha en los Estados
Unidos en la d?cada de los treinta9, y c) las ideas que guiaron la pol?tica la boral de Henry Ford en su f?brica de autom?viles en los suburbios de De troit10 a principios de la segunda d?cada del siglo XX.
Un modelo de desarrollo, concebido en estos t?rminos, implica una
estrecha relaci?n entre la econom?a, la sociedad y la pol?tica, entre la orga nizaci?n de la producci?n y la organizaci?n del trabajo, entre los aspectos t?cnicos y la pol?tica social de la acci?n empresarial, entre la participaci?n en el trabajo y en la vida ciudadana. Se trata de una visi?n en la que la eco
nom?a guarda una relaci?n ?ntima con marcos institucionales de regula
ci?n, sobre todo en las ?reas del control de la fuerza de trabajo, de las
disposiciones legales que afectan al mercado laboral, de las formas de par
ticipaci?n pol?tica, sea en el sindicato, en los partidos pol?ticos
o en la esfe
ra electoral.
Podemos pensar que cuando ocurre un cambio en t?rminos de la arti
culaci?n entre los componentes del modelo de desarrollo se trata de un
cambio en sus elementos constitutivos, en la forma en que se vinculan en
tre s? y en el ritmo con que lo hacen. Suponemos que las tensiones entre
esos elementos constitutivos del modelo de desarrollo afectan el paso de
uno a otro. Adem?s, se debe considerar que dicho paso no se produce
ne
cesariamente a partir de una ruptura, a pesar de que esa eventualidad no
es descartable a priori.
El caso m?s frecuente es el de una transici?n en la que, a partir de una
desestructuraci?n del modelo vigente, se va estructurando gradualmente
8 V?anse Michel Aglietta, R?gulation et crises du capitalisme, Paris, Calman-L?vy, 1976; Ro
bert Boyer, La Th?orie de la r?gulation: une analyse critique, Paris, La D?couverte, 1986; Alain Li
pietz, "New Tendencies in the International Division of Labor: Regimes of Accumulation and
Modes of Regulation", en Allen J. Scott y Michael Storper (comps.), Production, Work, Territory. The Geographical Anatomy of Industrial Capitalism, Boston, Allen and Unwin, 1986.
9 V?ase Michel Aglietta, Accumulation et r?gulation du capitalisme en longue p?riode. Exemple des Etats Unis (1870-1970), Paris, Th?se d'?tat, Universit? de Paris, I, 1974 (existe traducci?n
al espa?ol: M?xico, Siglo XXI Editores). 10 V?ase Robert Lacey, Ford, the Man and the Machine, Nueva York, Bailan tine Books, 1987.
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una articulaci?n entre sus elementos constitutivos, para dar nacimiento al
nuevo modelo. En la ?poca contempor?nea, esa transici?n est? asociada
al advenimiento de una "nueva econom?a", cuyos rasgos dominantes son
la interpenetraci?n de las econom?as nacionales en un espacio transnacio
nal y la centralidad del "mercado" en las relaciones econ?micas, sociales y
pol?ticas.11 En el caso de Am?rica Latina, los condicionantes de esa desestructura
ci?n est?n ligados a la prolongada descomposici?n del Estado populista, al
agotamiento de la ISI y a las dificultades financieras para mantener operan do el marco institucional que gobern? esa estrategia de desarrollo, en la
que las leyes laborales y las pol?ticas de bienestar social ocuparon un lugar central. Dicho agotamiento
se ha expresado en cambios profundos
en las
estrategias de desarrollo y en la crisis del r?gimen pol?tico asociado a ellas,
cuyo s?ntoma m?s evidente fue la crisis de las formas autoritarias de gobier no, civiles o militares.
La transici?n del modelo de desarrollo de la ISI al modelo de desarro llo transnacionalizado se ve contextualizado por ambas crisis, que impac tan fuertemente sobre la forma que asume la redemocratizaci?n en los
pa?ses mencionados.
De manera que dentro de un determinado tipo de articulaci?n entre
sociedad, sistema pol?tico y Estado se produce la transici?n entre modelos
de desarrollo a partir de los detonantes que fueron las crisis de las dictadu ras y del corporativismo.
2. El modelo de la industrializaci?n sustitutiva. La expansi?n del mercado in terno y del capital nacional durante la aplicaci?n de la pol?tica de ISI se lle v? a cabo bajo el impulso estatal. Social y pol?ticamente, ese proyecto de desarrollo se bas? en la premisa de una alianza de diversas clases sociales,
sobre todo urbanas, tanto en el modelo de articulaci?n clasista como en el
de la articulaci?n corporativa. La inversi?n p?blica en proyectos de infraes
tructura (caminos, puertos, comunicaciones) y en la industria pesada (side
rurgia, generaci?n de energ?a el?ctrica) desempe?aron un papel central en la articulaci?n de un
espacio econ?mico, el cual progresivamente asumi?
tambi?n caracter?sticas sociales y pol?ticas que consolidaron la integraci?n nacional, sea como sistema de clases o como sistema de representaci?n de
intereses en estructuras corporativas. Es a partir de ese proyecto econ?mi
co como los sectores industriales que produc?an bienes de consumo conta
ron con fuentes de energ?a, materias primas y otros insumos.
11 Para una discusi?n pertinente, v?ase Alain Touraine, C?mo salir del liberalismo, Barcelo
na, Editorial Paid?s, 1999.
ENE-MAR 2001 PERSPECTIVAS DE LA DEMOCRACIA EN AM?RICA LATINA 41
Es decir, a partir de un fuerte impulso econ?mico se construye un
espacio nacional en donde toma sentido la expresi?n ciudadana. Lo que hasta ese momento hab?a sido una ciudadan?a limitada, con
expresiones
pol?ticas muy circunscritas, se transforma en una ciudadan?a ampliada que
participa en los asuntos p?blicos
a trav?s de canales sociales, como los sin
dicatos, o pol?ticos, como los partidos.12
Esa ciudadan?a ampliada fue institucionalizada a trav?s de la promul gaci?n de una serie de disposiciones legales que conformaron el marco de ese modelo de desarrollo. La promulgaci?n de disposiciones legales sobre los derechos ciudadanos (como las constitucionales y las electorales), la formaci?n de sindicatos, la contrataci?n grupal e individual del trabajo a trav?s de la negociaci?n colectiva, la regulaci?n de contrataciones y des
pidos, la reglamentaci?n de las huelgas y de los conflictos laborales y otros
aspectos como la protecci?n de los trabajadores (hombres, mujeres y ni
?os), la seguridad social (salud y jubilaciones), fueron la contraparte de la
implantaci?n del modelo de acumulaci?n, centrado en la sustituci?n de
importaciones.
Adem?s, durante ese mismo periodo, se expandieron los aparatos edu
cacionales que permitieron reforzar la identidad nacional, base del ejerci cio de la ciudadan?a, articulada alrededor de la difusi?n del paradigma de la historia y de los s?mbolos patrios. La expansi?n de los sistemas educacio
nales, adem?s de alfabetizar a los pueblos, permiti? formar la mano de obra que se
incorporaba al sistema productivo, pero sobre todo internali
zar el proyecto de sociedad que se quer?a construir.
El modelo de desarrollo descrito tuvo repercusiones en la estructura
social. La migraci?n del campo a las ciudades, la movilidad social ascen
dente, la incorporaci?n al empleo y al consumo, as? como la creciente par
ticipaci?n pol?tica de grandes masas comprometidas con el Estado, fueron
efectos inducidos por la industrializaci?n sustitutiva y sus correlatos socia
les y pol?ticos. Ello gener? procesos de movilidad social masivos y contribu
y? decisivamente a los cambios en la estratificaci?n social que, entre otros
efectos, tuvo el de promover la aparici?n de clases medias en los diversos
pa?ses del continente.
Si bien la pol?tica de ISI oper? de manera similar en los pa?ses con arti culaciones corporativas o clasistas, el marco institucional oper?
en forma
diferente, sobre todo porque la administraci?n p?blica en el sistema cor
12 La visi?n fundadora de esta concepci?n del desarrollo de la ciudadan?a en Am?rica
Latina es la de Gino Germani, Pol?tica y sociedad en una ?poca de transi??n, Buenos Aires, Edito
rial Paid?s, 1962.
42 Francisco Zapata FIXU-\
porativo estuvo asociada a un manejo clientelar de las disposiciones de re
gulaci?n del modo de acumulaci?n. Los grupos dirigentes del Estado de la industrializaci?n sustitutiva se
opusieron a las oligarqu?as terratenientes y se identificaron con: a) el ascen
so de las clases medias a trav?s de la educaci?n primaria y secundaria, b) la constituci?n de una clase de obreros industriales, y c) la conformaci?n de una
categor?a social nueva, la de los profesionales que produc?a el sistema
de educaci?n superior. La ideolog?a nacionalista-revolucionaria, en pa?ses
como Bolivia, Per? y M?xico,13 perme? toda esta estructura social y sus
principales voceros fueron los maestros de educaci?n primaria, quienes la
difundieron y la integraron en la conciencia de los futuros ciudadanos.14
Durante la vigencia de este modelo de desarrollo, el sindicalismo y el conflicto laboral tuvieron un papel importante en la promoci?n de la inte
graci?n de los grupos movilizados. Pues, en efecto, buena parte de la legiti maci?n de este Estado result? de la utilizaci?n de la movilizaci?n para obtener el apoyo de los sectores sociales mencionados al proyecto indus
trializador. Acontecimientos como la nacionalizaci?n del petr?leo en Bo
livia (1936) y M?xico (1938), la pol?tica social del r?gimen peronista en
Argentina (1943-1955), las grandes inversiones en la generaci?n de ener
g?a el?ctrica y en la producci?n de acero15 en la d?cada de los cuarenta y cincuenta, as? como la creaci?n de las instituciones de seguridad social en
casi todos los pa?ses latinoamericanos, son ejemplos de lo que ese modelo
de desarrollo fue capaz de hacer.
Sin embargo, en ese modelo de desarrollo, el ejercicio de la democra
cia estuvo subordinado a la movilizaci?n de las masas, a las que se apelaba,
a trav?s de una suerte de democracia directa, para apoyar las pol?ticas esta
tales o impugnar las iniciativas de otros grupos de poder.16
13 El planteamiento nacionalista-revolucionario fue ideado por V?ctor Ra?l Haya de la
Torre, V?ctor Paz Estensoro y Vicente Lombardo Toledano, todos ellos, importantes figuras
pol?ticas de los a?os treinta y cuarenta en sus respectivos pa?ses. Buscaron combinar el impe rialismo con una visi?n integradora de los pueblos ind?genas y la realizaci?n de la reforma
agraria. Para m?s detalles, v?ase Francisco Zapata, Ideolog?a y pol?tica en Am?rica Latina, M?xico, El Colegio de M?xico, 'Jornadas", n?m. 110, 1990.
14 Sobresale aqu? la pol?tica educacional impulsada por Jos? Vasconcelos entre los a?os
1921 y 1924 en M?xico, en donde estas ideas encontraron concreci?n institucional. V?ase
Claude Fell, Jos? Vasconcelos. Los a?os del ?guila, 1920-1925. Educad?n, cultura e iberoamericanismo
en el M?xico posrevolucionario, M?xico, Instituto de Investigaciones Hist?ricas, Universidad Na
cional Aut?noma de M?xico, 1989. 15 V?ase Daniel Toledo y Francisco Zapata, Acero y Estado. Historia de la industria sider?rgi
ca integrada de M?xico, M?xico, Universidad Aut?noma Metropolitana-Unidad Iztapalapa, 1999. 16 Un acontecimiento como el que tuvo lugar en el z?calo de la ciudad de M?xico el 18
de marzo de 1938, cuando se anunci? la expropiaci?n de las compa??as extranjeras que ad
ene-mar 2001 Perspectivas de la democracia en Am?rica Latina 43
No obstante lo anterior, este modelo gener? resultados perversos, en
tre los cuales podemos mencionar la exacerbaci?n de las presiones sociales
y la imposibilidad de darles satisfacci?n en que se vio el Estado. Esto con
tribuy? a su deslegitimaci?n, lo cual, en algunos casos, dio lugar al quiebre de los sistemas democr?ticos que coexist?an con ?l. La naturaleza corpora tiva del Estado, por la que ?ste literalemente contiene a la sociedad civil y al sistema pol?tico sin que estas esferas tengan autonom?a, se vio mortal
mente amenazada cuando los grupos sociales que lo apoyaban le quitaron su sost?n. El agotamiento de la capacidad de la ISI para cumplir
con su par te en el intercambio corporativo termin? por poner en jaque al Estado que le hab?a dado vida.17
Esa descomposici?n se dio primero en Brasil, donde, desde fines de los a?os cincuenta en adelante, se
produjeron importantes procesos de movili
zaci?n social en un contexto de deterioro econ?mico que concluy? en fuer
tes tensiones pol?ticas y en el golpe de Estado de abril de 1964. Dicho golpe ejemplifica un tipo de intervenci?n de las fuerzas armadas institucional. El
prop?sito de esa intervenci?n estuvo inscrito en una secuencia cr?tica del
modelo de desarrollo de ISI y sus consecuencias pol?ticas. Los militares sir
vieron de catalizador de una transformaci?n que poco ten?a que ver con sus
intereses corporativos. Intervinieron para hacer frente a los s?ntomas de la
crisis de la ISI y de su Estado, que no pudo con las presiones de los sindica tos urbanos, los trabajadores del campo y otras categor?as sociales.
Los golpes militares de la d?cada de los setenta18 estuvieron caracteri
zados, en una primera fase, por un af?n pol?tico de desmantelamiento de
la l?gica del Estado populista. Por tanto, tuvieron m?s efecto sobre el mar
co institucional que sobre el modo de acumulaci?n, el cual, a pesar de ex
perimentar serios problemas, no fue tocado sino mucho despu?s de que
los militares tomaran el poder y en particular despu?s del estallido de la crisis financiera en 1982. En efecto, antes de 1982, a pesar de estar a cargo de la administraci?n de pa?ses como Argentina, Bolivia, Brasil, Chile y Uru
ministraban la producci?n petrolera, estuvo marcado por una l?gica de legitimaci?n de la de
cisi?n en la que la presencia de las masas daba fuerza a lo que los dirigentes pol?ticos estaban
realizando. Efectos similares lograron las decisiones de nacionalizar el petr?leo en Bolivia. 17 Si bien la conexi?n entre la ISI y el populismo no es directa, es claro que entre 1930 y
1960, aproximadamente, y sobre todo en Brasil y M?xico, su articulaci?n fue muy estrecha.
Ese modelo de desarrollo y la correspondiente estructura de dominaci?n pol?tica guardaron un v?nculo que entr? en crisis cuando el proteccionismo, la debilidad tecnol?gica del aparato
productivo basado en la sustituci?n y las limitaciones del mercado nacional (inducidos por las
restricciones salariales) no pudieron ser enfrentados. V?ase Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto, Dependen?ay desarrollo en Am?rica Latina, M?xico, Siglo XXI Editores, 1969.
18 Uruguay (1972), Chile (1973), Argentina (1976).
44 Francisco Zapata FIXU-l
guay, los militares no privatizaron las numerosas empresas de propiedad
estatal en sectores estrat?gicos como la siderurgia, la energ?a el?ctrica o el
petr?leo. Tampoco desmantelaron la legislaci?n laboral, que permaneci? inc?lume,19 quiz?s con la excepci?n de Chile, en donde la reforma laboral
precedi? a la restructuraci?n econ?mica. La represi?n al aparato sindical y
a los partidos pol?ticos que hab?an sostenido a los gobiernos populistas, la
aplicaci?n de medidas restauradoras del orden pol?tico olig?rquico, refle
jado en alianzas ideol?gicas con sectores tradicionales, no se vio acompa
?ada de cambios en el modo de acumulaci?n basado en la protecci?n del mercado interno.
De manera que el paso de un modelo de desarrollo a otro fue una transi
ci?n densa y problem?tica, administrada por los militares en el poder y pues ta en
pr?ctica, como consecuencia de la crisis de la deuda, por una nueva tec
nocracia, definida por las prioridades de la integraci?n en el mercado internacional. Una vez delineado el nuevo modelo, centrado en la apertura al
exterior, la privatizaci?n de las empresas estatales, el logro del equilibrio ma croecon?mico y la generaci?n de un
super?vit fiscal, pudo observarse la apa rici?n de sus rasgos principales, los que pasamos a rese?ar a continuaci?n.
3. El modelo de desarrollo de la transnacionalizaci?n. Se trata de un modelo en el que el mercado externo desempe?a
un papel fundamental. La exporta
ci?n de productos manufacturados se incrementa en forma notable, en
desmedro de la producci?n para el mercado interno. A la vez, el capital ex
tranjero aprovecha las circunstancias de la apertura financiera para la
transferencia de recursos al exterior y para obtener rendimientos superio res a los vigentes en las econom?as centrales.
La intervenci?n del Estado en el desarrollo de grandes proyectos de infraestructura se ve subordinada a las decisiones del capital que adquiere las empresas estatales privatizadas.20 Dichas empresas aprovechan la mo
dernizaci?n tecnol?gica para hacerlas atractivas al capital privado. ?ste se beneficia tambi?n del desmantelamiento de los contratos colectivos de los sindicatos de las empresas estatales. Con estas medidas, el escenario del
modelo del nuevo sistema de acumulaci?n qued? dise?ado. El aparato institucional se desarticula del modelo de acumulaci?n. La
econom?a se separa de la pol?tica. Se desmantelan las instituciones que ha
19 En efecto, la Consolidaci?n de Leyes del Trabajo, una suerte de c?digo del trabajo, so
brevivi? a los diversos gobiernos militares. Est? todav?a vigente sin que se perciba una din?mi ca que indique que se va a desmantelar.
20 En sectores como las comunicaciones (televisi?n, carreteras y tel?fonos), la siderurgia, la industria manufacturera, el transporte a?reo y terrestre.
ENE-MAR 2001 PERSPECTIVAS DE LA DEMOCRACIA EN AM?RICA LATINA 45
b?an representado un papel importante en el sostenimiento del modelo anterior. La privatizaci?n del aparato de seguridad social, la municipaliza ci?n de la educaci?n primaria, la creaci?n de aparatos de salud privados y el debilitamiento del financiamiento de la educaci?n superior p?blica con
tribuyen a dicho proceso de desarticulaci?n, que afecta profundamente a
las clases medias, surgidas al amparo del modelo de desarrollo anterior.
Se genera una exclusi?n sistem?tica de diversas categor?as sociales. Los
ingresos de los grupos populares se deterioran en t?rminos reales en forma
dram?tica. Las clases medias pierden acceso a los privilegios que hab?an
conquistado laboriosamente. La terciarizaci?n de la estructura ocupacional debilita a los actores sociales de la ISI, en
particular a los sindicatos, a las or
ganizaciones pol?ticas de base popular, a los profesores del sector p?blico. En otras palabras, el nuevo modelo de acumulaci?n tiende a descansar
en su base de sustentaci?n externa. El papel del mercado interno es muy d?bil en relaci?n con el del externo. El estancamiento de las econom?as la tinoamericanas desde 1982 en adelante as? lo demuestra. La naturaleza del
nuevo modelo de acumulaci?n no favorece necesariamente el aumento
del empleo, ya que con frecuencia es intensivo en capital. El sector finan
ciero tiene un importante papel en la correcci?n del desequilibrio en la balanza comercial. Disminuye la capacidad de las organizaciones sociales,
como los sindicatos, que pierden posici?n para negociar el poder de com
pra y los beneficios sociales de los trabajadores. En este modelo, el Estado deja de administrar el proceso de desarro
llo. Se deshace de las empresas estatales, abandona el papel de banco de desarrollo pero conserva funciones reguladoras
en el ?rea financiera (tasas
de inter?s, tipos de cambio, regulaci?n de las comunicaciones) y de ad ministrador de las relaciones econ?micas con el exterior, a trav?s de con
troles aduaneros, incluso en situaciones como las que se han impulsado mediante el Tratado de Libre Comercio de Am?rica del Norte (TLCAN).
En ning?n momento, los responsables del proyecto transnacionalizador
generan o buscan apoyos populares masivos; al contrario, buscan desmo
vilizar a la poblaci?n para que sus eventuales manifestaciones de descon
tento no hipotequen la confianza del capital extranjero en la din?mica econ?mica de los pa?ses que emprenden esa estrategia. No se trata s?lo de
desmovilizar sino tambi?n de bloquear las posibilidades de que se consti
tuyan actores sociales que se expresen social y pol?ticamente. Las reformas
laborales emprendidas en casi todos los pa?ses, orientadas hacia la flexi
bilizaci?n de las condiciones de trabajo, hacia el desmantelamiento de la
capacidad para negociar contratos colectivos por parte de los sindicatos y
hacia la creaci?n de mercados de trabajo precarizados, contribuyen decisi
46 Francisco Zapata FIXU-l
vamente a disminuir la intervenci?n de los actores sociales en la vida p?bli ca y en la operaci?n de las empresas.
La crisis de las ideolog?as favorece este prop?sito: la pol?tica se convierte en una cuesti?n esencialmente pr?ctica, sin referentes valorativos. Aparece la tecnocratizaci?n de los partidos, que reemplazan a los viejos dirigentes por j?venes profesionales
con formaci?n en el extranjero o por viejos pol? ticos reciclados en sus respectivos exilios, quienes animan la "renovaci?n"
del discurso de las izquierdas y de las centroizquierdas del continente. En los pa?ses de articulaci?n clasista, los militares tienen un destacado
papel en la promoci?n de los tecn?cratas a posiciones de poder. La intensificaci?n de la migraci?n de fuerza de trabajo al exterior (hacia
los Estados Unidos en el caso de M?xico, hacia Chile en el del Per?, hacia Ve nezuela en el de Colombia, hacia M?xico y los Estados Unidos en el caso de los pa?ses centroamericanos), el bloqueo a la movilidad social y la creaci?n de empleos exclusivamente manuales en industrias como la maquila revelan
los efectos perversos de la implantaci?n del modelo de desarrollo transna cionalizado. Todo ello apunta hacia la desintegraci?n social y pol?tica, y ex
plica la conformaci?n de las llamadas "nuevas democracias".
En suma, en el devenir del nuevo modelo, caracterizado por la separa ci?n entre econom?a y pol?tica,
se observan signos ominosos que podr?an, si se intensificaran, modificar la trayectoria ascendente que hab?a tenido en sus
primeros a?os de aplicaci?n.
Segunda parte
/. Transnacionalizaci?n y ''nuevas democracias "21
Es a partir de la contextualizaci?n presentada
como podemos caracterizar
las "nuevas democracias" que se desenvuelven formando parte de la cons
trucci?n del modelo de desarrollo transnacionalizado. Estas democracias
han sido llamadas as?, en plural, reconoci?ndose la dificultad de encontrar
un denominador com?n para todas ellas.
Una primera caracter?stica de la nueva democracia se relaciona con el
periodo hist?rico abierto con la desnacionalizaci?n y que ha tenido lugar paralelamente
con el proceso de redemocratizaci?n inducido por la crisis
del autoritarismo, civil o militar. Se trata de un esfuerzo por pensar estrate
21 V?ase Francisco Weffort, "Nuevas democracias. ?Qu? democracias?", L?a Nova, n?m.
27, 1992 (Sao Paulo). Tambi?n, Francisco Zapata, "?Ide?logos, soci?logos, pol?ticos? Acerca
del an?lisis sociol?gico de los procesos sociales y pol?ticos en Am?rica Latina", op. ?t.
ene-mar 2001 Perspectivas de la democracia en Am?rica Latina 47
gias pol?ticas que lleven a la redemocratizaci?n, que permitan la salida del autoritarismo y de la represi?n y reestablezcan los procedimientos electo
rales que permitan generar un poder pol?tico representativo.
En los procesos de transici?n democr?tica espa?ol (1973-1975) y portu gu?s (1974), dominan las cuestiones del consenso y del orden social.22 Se tra ta de la construcci?n de un r?gimen en el que el ejercicio de la pol?tica est? caracterizado por par?metros que garantizan su
reproducci?n e
impiden transformaciones sist?micas. La aceptaci?n de esos
par?metros se traduce
en pr?cticas pol?ticas que se orientan a definirlas y a institucionalizarlas.
Las "nuevas democracias" son entonces democracias sui g?neris en las
que las herencias autoritarias son omnipresentes.23 Es decir, el rasgo central
de este tipo de r?gimen es su car?cter h?brido, en donde coexisten institu ciones democr?ticas con herencias autoritarias. Estas ?ltimas se refieren a
la permanencia de estructuras estatales del r?gimen autoritario previamen te existente, como
pueden ser el peso determinante de las fuerzas arma
das, la existencia de espacios de decisi?n ajenos a la soberan?a popular,24 la
preeminencia del Poder Ejecutivo sobre el Parlamento, la subordinaci?n de la sociedad civil al aparato del Estado y la relativa permanencia o "con versi?n" de l?deres del r?gimen anterior.
Esto implica que dichos reg?menes son institucionalmente fr?giles, por que sus l?deres pol?ticos
no est?n realmente preocupados por la participa ci?n pol?tica o la movilizaci?n de los actores sociales para contribuir a la formaci?n de la representaci?n, sino en la medida en que se
garantice el
cumplimiento de las formas electorales.
Pero tampoco se trata s?lo de una restauraci?n del r?gimen democr?
tico. Hay cambios dentro de una regla general que consiste en la adopci?n de formas de gobierno democr?ticas, sin que su contenido se
corresponda con el ejercicio de la participaci?n ciudadana en el proceso de toma de decisiones.
22 Sin que por ello no fueran procesos pol?ticos con fuerte presencia de actores sociales como los sindicatos que, en el caso espa?ol, desempe?aron el importante papel de soporte de los partidos pol?ticos en la transici?n. La tensi?n entre la b?squeda del consenso en la c?
pula y la movilizaci?n social promovida por el movimiento obrero es punto de referencia de
la transici?n en Brasil, que asumi? un car?cter similar y como contraste de lo ocurrido en
Chile, en donde el peso de las negociaciones cupulares implic? la desmovilizaci?n social, con
siderada como un riesgo que no se pod?a correr. 23 V?ase Centro de Estudios Sociol?gicos, Transformaciones sociales y acciones colectivas:
Am?rica Latina en el contexto internacional de los noventa, M?xico, El Colegio de M?xico, 1994. En
particular, el texto de Juan Carlos Portantiero, "Revisando el camino: las apuestas de la demo
cracia en Sudam?rica". 24 Como el Consejo de Seguridad Nacional en el caso chileno, en donde el presidente
de la rep?blica se encuentra estatutariamente en minor?a frente a los dem?s representantes.
48 Francisco Zapata FIXLl-l
1. Un ejemplo de "nueva democracia": la transi??n chilena. Ejemplo del car?cter h?brido de las "nuevas democracias" es el caso de la transici?n chilena.25
En Chile, lo h?brido de la democracia descansa en la presencia de institu ciones democr?ticamente generadas junto con la presencia de a) Pinochet, como comandante en jefe de las fuerzas armadas hasta 1998; b) los senado res designados en el Parlamento, hasta la actualidad; c) el Consejo de Segu ridad Nacional, contrapeso de la autoridad del Ejecutivo, formado por los cuatro comandantes en jefe de las fuerzas armadas, y d) otros elementos
que representan la permanencia de las instituciones de la dictadura militar en el r?gimen "democr?tico".26 ?sas fueron las condiciones en que se dio la transici?n y que determinaron el car?cter h?brido del r?gimen democr? tico que se instal? con la toma de posesi?n de Patricio Aylwin, como presi dente de Chile, el 11 de marzo de 1990.
En efecto, como consecuencia del fracaso de las jornadas nacionales
de protesta que tuvieron lugar en el periodo 1983-1984 para remover a Pi
nochet, as? como del atentado contra su vida en 1986, surgi? gradualmen te un consenso en la oposici?n en el sentido de que deb?an aceptarse las instituciones del r?gimen militar para poder suplantarlo.
Dos elementos b?sicos del esquema institucional deb?an aceptarse: por un lado, la Constituci?n de 1980 y, por otro, los componentes instituciona les del modelo econ?mico neoliberal.27 Asimismo, el gradual despegue de
25 Junto con los casos de Argentina, Brasil y M?xico. Sin embargo, el chileno es paradig
m?tico por lo comprometido que est? con las instituciones de la dictadura pinochetista. En Bra
sil, sobreviven instituciones del Estado Novo (1930-1943), como la Consolidaci?n de las Leyes del
Trabajo (CLT) Junto con las disposiciones acerca del mismo asunto que quedaron plasmadas en
la Constituci?n de 1988. En M?xico, permanecen pr?cticas corporativas en una parte significati va del sistema pol?tico. El arraigo del caciquismo en el procesamiento de las demandas pol?ticas, el profundo sesgo de los medios de comunicaci?n a favor del partido en el poder y otros factores
muestran la ambig?edad de las reformas que se han realizado a la legislaci?n electoral. 26 Estos otros elementos son esencialmente la inamovilidad de los comandantes en jefe de
las cuatro armas, la no negociabilidad del sistema electoral binominal, la discrecionalidad del
presupuesto de las fuerzas armadas. Debe agregarse la institucionalidad encarnada en el Plan
Laboral promulgado en 1979 y vigente a lo largo de las d?cadas de los ochenta y noventa, bajo la forma del nuevo C?digo del Trabajo que consolida la desregulaci?n de los mercados labora
les, el debilitamiento del sindicalismo, el fortalecimiento de la contrataci?n individual, la crea
ci?n de contratos especiales para los trabajadores agr?colas del sector exportador, etc?tera. 27 En palabras de Edgardo Boeninger, uno de los actores centrales de la transici?n chi
lena, "la consolidaci?n democr?tica y el respeto por los procedimientos democr?ticos no pue de establecerse en la ausencia de alg?n acuerdo sobre cuestiones fundamentales, en
particular en lo que se refiere al orden econ?mico que es el ?rea en donde ha existido el ma
yor grado de conflicto pol?tico y social en Chile. Era necesario construir una concertaci?n po l?tica y social". Edgardo Boeninger (comp.), Orden econ?mico y democra?a, Santiago de Chile, Centro de Estudios del Desarrollo, 1984.
ENE-MAR 2001 PERSPECTIVAS DE LA DEMOCRACIA EN AM?RICA LATINA 49
la econom?a chilena, en lo que ser?a una d?cada pr?spera (1986-1998), cuando las tasas de crecimiento del PIB promediar?an 7% anual, empuj? a
la oposici?n a
negociar la transici?n, pues era evidente que un escenario
de prosperidad econ?mica no conducir?a al derrocamiento del r?gimen militar. Por su parte, los ide?logos m?s l?cidos de este r?gimen, como Jai me Guzm?n y Sergio Fern?ndez (este ?ltimo, en esos meses, ministro del
Interior), todos civiles, percibieron la necesidad de institucionalizarlo a trav?s de la realizaci?n de los procesos electorales cuyas reglas estaban es
tablecidas en la Constituci?n de 1980. Se daba as? una de las condiciones
que los estudiosos han planteado para las transiciones democr?ticas: la coincidencia de los sectores blandos del r?gimen militar con la oposici?n.
Todo lo anterior iba acompa?ado de cambios en las percepciones ideo
l?gicas de los dirigentes de los partidos que animaron la b?squeda de la
negociaci?n, el Dem?crata Cristiano (PDC) y el Socialista (PS); cambios que reflejan el clima imperante en los pa?ses en los cuales muchos de esos diri
gentes estaban o hab?an estado exiliados, un clima que culminar?a con la
crisis final del socialismo real en Europa del Este y en la Union de Rep?bli cas Socialistas Sovi?ticas en 1989.
Estos elementos contribuyeron a la b?squeda de acuerdos con los sec
tores civiles del r?gimen militar que tambi?n estaban interesados en conso lidarlo institucionalmente, m?s all? de la figura de Pinochet. En el periodo 1986-1987 se gestaron las bases de lo que ser?a un plebiscito en octubre de
1988, la realizaci?n de reformas a la Constituci?n de 1980 (en particular el establecimiento de art?culos transitorios que permit?an conciliar los objeti vos del r?gimen con los de la oposici?n), tambi?n plebiscitadas en 1989, y la celebraci?n de elecciones presidenciales en diciembre de 1989. Todo ello pactado entre negociadores civiles del r?gimen militar y dirigentes de lo que ser?a la Concertaci?n de Partidos por la Democracia (CPD), alianza del PDC, PS y de otras organizaciones pol?ticas de menor envergadura.
Es importante mencionar que los acuerdos de la transici?n chilena fueron favorecidos por ciertas caracter?sticas estructurales del sistema pol? tico28 de dicho pa?s, como son la existencia de: a) un sistema de partidos de
vieja tradici?n negociadora, b) una historia electoral de respeto a la trans
parencia, c) una conciencia democr?tica muy profunda, as? como d) una
28 V?ase Samuel F. Valenzuela, "Or?genes y transformaciones del sistema de partidos en
Chile", Estudios P?blicos, n?m. 58, oto?o de 1995 (Santiago de Chile). Del mismo autor, "La
ley electoral de 1890 y la democratizaci?n del r?gimen pol?tico chileno", Estudios P?blicos, n?m. 71, invierno de 1998. Tambi?n, Timothy Scully y Samuel Valenzuela, "De la democracia a la democracia. Continuidad y variaciones en las preferencias del electorado y en el sistema de partidos en Chile", Estudios P?blicos, n?m. 51, invierno de 1993.
50 Francisco Zapata FI XLl-l
clase pol?tica activa y comprometida con los ritos del r?gimen democr?ti
co. Fue a partir del establecimiento de estas bases, que incluso permearon
a los sectores de la derecha pol?tica chilena, cuando pudo construirse una
din?mica que permitiera generar una representaci?n parlamentaria, den
tro de los l?mites que fijaba la Constituci?n de 1980 y que hab?an sido acep tados por la Concertaci?n.
El caso chileno apunta hacia otra caracter?stica de dicho r?gimen que vale la pena recalcar. Es la relativa ausencia de bases sociales que sustenten
pol?ticamente el proceso de transici?n. Se trat? fundamentalmente de un
proceso animado por una c?pula compuesta de miembros de partidos po
l?ticos que compart?an el proyecto econ?mico identificado con el modelo de desarrollo transnacionalizado, en el cual la tecnocracia y los "nuevos
empresarios" tuvieron un papel central.29 Las c?pulas pol?ticas y los tecn?
cratas hicieron abstracci?n de los altos niveles de desigualdad y polariza ci?n social que se hab?an generado
en Chile en los ochenta, y evitaron que los trabajadores participaran activamente en la instrumentaci?n del nuevo
modelo de desarrollo. Por su parte, los trabajadores y sus organizaciones,
en aras de "proteger" el proceso de transici?n a la democracia, limitaron
fuertemente su capacidad reivindicativa en el periodo 1990-1992.30 As?, la "nueva democracia" chilena posee un alto grado de formalismo,
un respeto ritualista por las formas (voto secreto, sufragio universal, elec
ciones regulares, competencia partidaria, derecho de asociaci?n y respon sabilidad ejecutiva). No obstante, los partidos pol?ticos no han generado
mecanismos de participaci?n que involucren a los ciudadanos en la vida
partidaria o en el ejercicio de sus derechos sociales y pol?ticos. Esto lleva a un distanciamiento entre el sistema pol?tico y la participaci?n ciudadana,
lo que se observa en la indiferencia de los j?venes que dejan de inscribirse en los registros electorales. Tambi?n, en el crecimiento consistente del n?
mero de votos nulos y blancos en las elecciones de 1993 y de 1997.31
2. Otro ejemplo de "nueva democracia ": el Per? de Alberto Fujimori. El proceso po l?tico peruano de la d?cada de los noventa ilustra bien una de las principa
29 Para evidencia de esta afirmaci?n puede leerse el art?culo de Angel Flisfich, "Strat?gie de gestion d'un processus de transition et de consolidation", Probl?mes d Am?rique Latine, n?m.
11, octubre-diciembre de 1993. 30 V?ase Francisco Zapata, "Transici?n democr?tica y sindicalismo en Chile ", Foro Inter
nacional, n?m. 130, octubre-diciembre de 1992. 31 Los resultados de las eleciones parlamentarias chilenas de diciembre de 1997 son su
gerentes a este respecto: un tercio del electorado decidi? abstenerse o anular su voto, mien tras que m?s de la mitad de los j?venes en edad de inscribirse en los registros electorales se
absten?a de hacerlo.
ENE-MAR 2001 PERSPECTIVAS DE LA DEMOCRACIA EN AM?RICA LATINA 51
les dimensiones de las "nuevas democracias". Se trata del disminuido papel de los partidos pol?ticos como elementos aglutinadores de los intereses de los diferentes grupos sociales,32 lo que se refleja en la p?rdida de la capaci dad de "representaci?n" de los intereses que le daba sentido a su acci?n. En
ese pa?s, entre 1990 y 1994, el sistema de partidos entr? en una crisis de la cual a?n no se recupera. Los resultados electorales de 1989, refrendados en
1995, dieron al traste con la coalici?n Izquierda Unida (IU) y con la Alianza
Popular Revolucionaria Americana (APRA), y demostraron la viabilidad de una forma espec?fica de democracia plebiscitaria, que constituye tambi?n una de las posibilidades de esta nueva democracia.33 Un t?pico presidente de la version plebiscitaria de la "nueva democracia" es Alberto Fujimori.
El deterioro de la articulaci?n entre partidos pol?ticos y sociedad civil en el Per?, y el surgimiento concomitante de un outsider como Fujimori,
que r?pidamente logra resultados electorales espectaculares, es un fen?
meno que se intensific? a partir de 1990. Como lo plantea Mart?n Tanaka,34 la evoluci?n del sistema de partidos
en el Per? genera varios interrogantes, entre los cuales pueden citarse los
siguientes: ?c?mo y por qu? fue posible que este sistema de partidos se co
lapsara, no por efectos de una din?mica excesivamente polarizada, por una
crisis de gobernabilidad -como en Chile entre 1970 y 1973-, sino por una crisis de representatividad que afect? a todos los actores de dicho siste ma frente a un outsider?; ?c?mo pudo darse un fen?meno tan inesperado?
A partir de esos interrogantes, es posible destacar algunas de las hip? tesis que se han manejado para explicar el colapso de los partidos pol?ticos en el Per?. Existen varias posibilidades: se colapsan por su mal desempe?o en la soluci?n de los problemas del pa?s; porque son corruptos; porque un
aut?crata (i.e. Fujimori) maquiav?lico, en colusi?n con las fuerzas arma
das, decide actuar fuera de la estructura partidaria; se colapsan por todo lo
anterior o por combinaciones de dichos factores.
Estas posibilidades pueden interpretarse a la luz de algunas explicacio nes te?ricas generales.
32 V?ase el excelente estudio de la crisis de los partidos pol?ticos en el Per? de Martin
Tanaka, Los espejismos de la democracia: el colapso del sistema de partidos en el Per?, 1980-1995, en
perspectiva comparada, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1998. 33 V?ase Georges Couffignal (comp.), R?inventer la d?mocratie: le d?fi latinoam?ricain, Par?s,
Presses de la Fondation Nationale des Sciences Politiques, 1992 (existe traducci?n al espa?ol, M?xico, Fondo de Cultura Econ?mica, 1994).
34 V?ase Mart?n Tanaka, Los espejismos de la democracia, Lima, Instituto de Estudios Perua
nos, 1999. La exposici?n que sigue no hace sino resumir el razonamiento palnteado por Ta
naka en este libro. Est? basada en la rese?a que aparecer? en Estudios Sodol?gicos, n?m. 54, enero-marzo de 2001.
52 Francisco Zapata FI XU-l
Una primera explicaci?n alude a las variables estructurales e hist?ri
cas, como son la evoluci?n del sistema pol?tico peruano y las caracter?sticas
m?s sobresalientes de la sociedad peruana, entre las que destaca el contras
te entre la Sierra Central y la Costa y la composici?n mayoritariamente in
d?gena de su poblaci?n. Una segunda explicaci?n destaca la posibilidad de la perversi?n de las
propias instituciones pol?ticas, que no permiten administrar procesos de
tranformaci?n social tan profundos como el de la intensificaci?n de las mi
graciones de la Sierra a la Costa, con la consecuente urbanizaci?n e infor
malizaci?n de las actividades econ?micas.35
Por ?ltimo, hay que mencionar la incapacidad de los propios actores
pol?ticos para producir consensos y actuar sist?micamente, y no s?lo con
base en intereses partidarios o incluso personales.
A partir de la insatisfacci?n que le producen esas
explicaciones, Tana
ka desarrolla su propia hip?tesis: el colapso de los partidos pol?ticos en el Per? es resultado del paso de una din?mica movimientista a una din?mica
medi?tica, en la forma en que los actores pol?ticos se involucran con los ac
tores sociales. Este tr?nsito, desde lo que hab?a sido la l?gica central de la
pol?tica peruana, incluso durante el gobierno militar del general Velasco Alvarado (con su Sistema Nacional de Movilizaci?n Social-Sinamos), con trasta fuertemente con
experiencias como la guatemalteca, la brasile?a y la
ecuatoriana, en las que procesos similares de debilitamiento de los parti dos no se pueden interpretar a partir del paso a la l?gica medi?tica.
Siguiendo esa l?nea directriz, se trata de comprender c?mo se generan
las condiciones del colapso en una coyuntura pol?tica, como fue la de la
d?cada de los ochenta, en donde la presencia de los partidos y la participa ci?n de los intelectuales adquir?a gran relevancia en los debates acerca del futuro del Per?.36 Es decir, nada auguraba el colapso que estaba por venir.
El sistema de partidos era representativo y logr? canalizar las opciones electorales de gran parte de la poblaci?n peruana, en circunstancias dif?ci
les, como fue el auge de Sendero Luminoso,37 la aceleraci?n de la infla
35 V?ase a este respecto Jos? Matos Mar, Desborde popular y crisis del Estado: el nuevo rostro
del Per? en la d?cada de 1980, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, Colecci?n "Per? Proble
ma", n?m. 21, 1984. 36 V?ase en particular Osmar Gonz?lez, Se?ales sin respuesta. Los zorros y el pensamiento so
cialista en el Per?: 1968-1989, Lima, Editorial Preal, 1998. Este libro reconstruye la trayectoria intelectual del grupo que public? la revista El Zorro de Abajo, en los a?os ochenta, en el Per?.
37 V?ase Carlos Iv?n Degregori, "Etnicidad, modernidad y ciudadan?a. El aprendiz de bru
jo y el curandero chino", en Francisco Zapata (comp.), Modernizaci?n econ?mica, democradapol? tica y democracia social, M?xico, El Colegio de M?xico, Centro de Estudios Sociol?gicos, 1993.
ENE-MAR 2001 PERSPECTIVAS DE LA DEMOCRACIA EN AM?RICA LATINA 53
ci?n y las presiones de diversos grupos sociales, en particular de los obre
ros industriales, quienes generaron una intensa din?mica huelgu?stica en
diversos subperiodos, como los a?os 1981-1984 y 1988-1991. Las tensiones que se generaban
en la vida partidaria, en tales circuns
tancias, permiten distinguir tres arenas en que aqu?llas se despliegan: la es
fera electoral; la esfera de relaci?n entre partidos, grupos de inter?s y movimientos sociales, y la esfera intrapartidaria, el juego de facciones den
tro de las organizaciones. Pese a esas tensiones, el sistema de partidos logr? funcionar en esas tres arenas en forma satisfactoria desde la promulgaci?n de la Constituci?n de 1979 en adelante.
En lo que constituye el n?cleo de la explicaci?n, se exploran las ex
periencias de los tres bloques partidarios: el de la derecha, articulado alre dedor de los partidos Acci?n Popular (AP), Partido Popular Cristiano (PPC) y Movimiento Libertad; el del APRA; y el de la izquierda, centrada en IU. Cada una de esas experiencias en el periodo 1979-1990 demuestra la capacidad de los partidos para administrar las tensiones derivadas de la profundi zaci?n de la crisis econ?mica (deuda externa, inflaci?n), de la intensifica ci?n de las presiones de los movimientos sociales (notable incremento de las huelgas, de ocupaciones de f?bricas) y de los procesos electorales de
1980, 1985 y 1990. Los tres bloques funcionaron a plenitud en ese periodo; de ah? la perplejidad con que se recibieron los resultados de las elecciones
presidenciales de 1990 y con lo ocurrido entre 1990 y 1992, que culmin? con el autogolpe de Fujimori en abril de 1992.
Expuestos los escenarios partidarios, es
posible presentar los promeno res de la coyuntura de 1990-1994, contexto del colapso del sistema de par tidos que se producir?
en las elecciones parlamentarias que tuvieron lugar en abril de 1995, cuando ninguno de ellos alcanz? m?s de 5% de la vota ci?n total. Es aqu? donde cobra vigencia la idea de que el colapso se puede explicar a partir del paso de una din?mica movimientista a una din?mica
medi?tica, y el desaf?o que dicho tr?nsito representa para los partidos pol? ticos. En los meses que transcurren desde el inicio del proceso electoral,
en el segundo semestre de 1989, y el t?rmino del mismo, con la segunda vuelta de las elecciones presidenciales,
en abril de 1990, aparece una opi
ni?n p?blica, generada esencialmente por los medios de comunicaci?n de masas y no, como hab?a sido hasta ese momento, por esquemas ideol?gicos o proyectos normativos.38
38 Para una visi?n diferente de la de Martin Tanaka acerca del significado de las eleccio nes presidenciales de 1990, v?ase Carlos Iv?n Degregori y Romeo Grompone, Elecciones 1990.
Demonios y redentores en el nuevo Per?. Una tragedia en dos vueltas, Lima, Instituto de Estudios Pe
ruanos, Colecci?n "M?nima", n?m. 22, marzo de 1991.
54 Francisco Zapata FIXU-l
El car?cter de la pol?tica cambia de sentido y es m?s un ejercicio de an
tipol?tica, centrado en el outsider que teje alianzas con actores no partida
rios, como los empresarios y las fuerzas armadas. Adem?s, el outsider
consigue derrotar la inercia de la crisis econ?mica al lograr la estabiliza
ci?n macroecon?mica, generar un proceso de crecimiento y de inversi?n
y, tambi?n, neutralizar a Sendero Luminoso (con el arresto de Abimael Guzm?n en 1992). Proceso que culmina con el autogolpe de abril de 1992, en el que Fujimori redefine el sistema pol?tico peruano, lo que los partidos no pueden contrarrestar.
A pesar de las turbulencias del periodo 1992-1993, caracterizado por la elaboraci?n de una nueva Constituci?n que diera fundamento legal a su
prop?sito reeleccionista, que no fue recibido en forma tan entusiasta como
lo supuso, y sobre todo por el impacto social de las medidas neoliberales
implantadas en 1991, Fujimori logra llegar a las elecciones presidencia les de 1995, las que gana ampliamente,
con una posici?n fortalecida, mien
tras los actores partidarios quedan al margen del proceso pol?tico. Lo
anterior permite explicar por qu?, a diferencia de los fracasos de las expe
riencias de Guatemala, Brasil y Ecuador, en el Per?, Fujimori tiene ?xito en
marginar a los actores pol?ticos y en
desplazar el centro de la pol?tica a
una esfera esencialmente medi?tica. Seg?n Tanaka,
la diferencia decisiva entre el fracaso de estos l?deres (i.e. Collor de Mel?, Serra
no Elias, Bucaram) y el ?xito de Fujimori en su confrontaci?n con los partidos est? en la manera en que los sistemas partidarios se ubicaron en el contexto de
los procesos de ajuste. Collor y Bucaram fueron derrotados en su pugna con
las organizaciones partidarias porque fracasaron en lograr la estabilizaci?n del
pa?s y perdieron en la arena de la opini?n p?blica (p. 239).
Si bien los partidos pol?ticos peruanos fueron representativos y funcio naron eficientemente en las esferas electoral, social e
intrapartidaria, en la
coyuntura de 1989-1990 se vieron ante escenarios pol?ticos que, utilizados
h?bilmente por un outsider, los dejaron fuera de la jugada y colapsaron a
todo el sistema.
Esos escenarios se insertan en un proceso general de transici?n entre
el modelo estadoc?ntrico y el modelo basado en el mercado, pero, tambi?n,
en un contexto de transformaci?n radical del significado de la pol?tica, es
decir, el paso de una din?mica movimientista a una din?mica medi?tica en
la acci?n pol?tica. En esta din?mica medi?tica, el papel de la opini?n p? blica es central. En el caso espec?fico del Per?, Fujimori, a diferencia de otros l?deres electos en coyunturas similares, logra identificarse con la esta
bilidad econ?mica y la seguridad, lo cual es reconocido por los electores.
ENE-MAR 2001 PERSPECTIVAS DE LA DEMOCRACIA EN AM?RICA LATINA 55
En t?rminos m?s generales, el proceso peruano es un buen ejemplo de
la separaci?n progresiva entre sociedad y pol?tica. A diferencia de lo que fue el modelo de la representaci?n pol?tica anclado en la estructura social,
es decir, a diferencia de la imagen de la Asamblea Nacional en la Revolu ci?n francesa, de una derecha identificada con los propietarios de la tierra
y de la industria, de un centro identificado con los empleados y los rentis tas y las "clases medias", y de una
izquierda identificada con campesinos y
obreros, el escenario pol?tico contempor?neo pierde el car?cter de "espe
jo" de la sociedad.
Esa separaci?n entre estructura social y sistema pol?tico se corresponde
con procesos espec?ficos como
pueden ser la transici?n entre autoritaris
mo y democracia o el cambio de modelo de desarrollo. En estos procesos, el desaf?o de mantener cierta estabilidad es muy dif?cil de superar. Pone a
organizaciones, como los partidos pol?ticos, frente a dilemas que frecuen
temente no pueden resolver. Por ello aparecen l?deres carism?ticos que,
como Fujimori, logran superar esas contradicciones aparentemente insolu
bles y estabilizar los procesos de transici?n en cada una de las esferas en
donde ?stos tienen lugar, en la econom?a, en la pol?tica, en la seguridad nacional. Cuando ello ocurre, la "opini?n p?blica" los premia
con reelec
ciones sucesivas. Ello suscita dudas sobre el car?cter "democr?tico" de los
reg?menes a los cuales dan lugar, y respecto de los problemas que ese tipo de liderazgo genera para la introducci?n de nuevas reformas en las esferas
mencionadas.
Los dos casos de "nuevas democracias", si bien diferentes, apuntan ha
cia la ausencia de las instituciones del r?gimen cl?sico. En efecto, el peso de las fuerzas armadas en Chile y en Per? impide la operaci?n de un r?gi men democr?tico plenamente aut?nomo, libre de presiones de fuera del
sistema pol?tico. En ambos casos, el Poder Judicial no puede operar en for
ma plena, dada la manipulaci?n que est?n dispuestos a ejercer los jueces pol?ticamente afines al r?gimen autoritario.
Si bien es en el caso peruano en donde la crisis de los partidos pol?ti cos aparece con mayor claridad, no es
posible negar las dificultades que
hay para generar una representaci?n aut?ntica en Chile. El car?cter cupu lar del debate parlamentario, la inacci?n de las organizaciones sociales y lo
excluyente del mecanismo electoral contribuyen a cerrar el sistema pol?ti co y a reducirlo a
aquellos que logran traspasar las barreras invisibles de las
burocracias partidarias que designan candidatos y asignan recursos para las campa?as.
Lo parad?jico del asunto es que el funcionamiento de estas "nuevas
democracias" va asociado a un notable incremento de los recursos materia
les asignados al Poder Legislativo y a los ?rganos electorales. En la "nueva
56 Francisco Zapata FI XLl-l
democracia", la carrera pol?tica
es extremadamente redituable. Diputados
y senadores, as? como funcionarios de los aparatos de la administraci?n p?
blica, son personas que obtienen remuneraciones muy elevadas y toda cla
se de privilegios (veh?culos, choferes, secretarias, asignaciones especiales
para gastos de sus circunscripciones). Lo mismo ocurre con los fondos p?
blicos que se destinan a sufragar los gastos de las campa?as electorales.39
A partir de esta caracterizaci?n de las "nuevas democracias", ilustrada
con los casos de Chile y Per?, podemos interrogarnos tambi?n acerca de sus posibilidades de consolidaci?n. El problema b?sico de la consolidaci?n est? en asegurar que los herederos pol?ticos del autoritarismo acuerden consensos institucionalizados con los portadores del proyecto democrati
zante. Aqu?, cabe preguntarse acerca de la capacidad de los herederos para
comprometerse en un proceso de ese tipo. Podemos sostener que la res
puesta la tienen los dem?cratas. En efecto, s?lo si ?stos deciden la construc
ci?n de una verdadera democracia, entendida como la que no se remite
?nicamente al funcionamiento formal de las instituciones, sino tambi?n a la participaci?n del pueblo en la administraci?n de sus asuntos, podr? de senvolverse lo que aqu? hemos denominado "nuevas democracias", perfec tamente aceptables para los herederos. La ruptura o la continuidad es un
desaf?o que tiende a resolverse a favor de esta ?ltima. Los grados de conti
nuidad son no s?lo exigencias del r?gimen autoritario saliente, sino tam
bi?n prop?sitos del grupo dirigente entrante. Es un reconocimiento, en ambos grupos, de la necesidad de acordar un nuevo consenso entre c?pu las y no forzosamente un resultado de la participaci?n social. En este senti
do, el v?rtice de las c?pulas, "el presidente de la rep?blica", encarna a la
naci?n, y es el arbitro principal del inter?s nacional, tal como ?l lo entien de. Es, y as? lo podemos observar en casos como los de Chile y Per?, la figu ra clave de las "nuevas democracias".
Esas caracter?sticas definen nuevas formas de concebir la democracia,
en tanto r?gimen pol?tico. Ya no encarna una articulaci?n entre sociedad,
sistema pol?tico y Estado, sino que su rasgo definitorio se localiza en estos
dos ?ltimos. Un r?gimen es democr?tico en la medida en que genera una
representaci?n; c?mo la genera, no importa mucho, con tal de que el Po
der Legislativo funcione. Por eso, el sistema pol?tico ya no "representa" los
intereses ciudadanos, sino m?s bien tiende a representarse a s? mismo. Son
39 En el caso de M?xico, la recredencializaci?n con fotograf?a entre 1993 y 1994 y la or
ganizaci?n de los procesos electorales de 1994 cost? m?s de 1200 millones de d?lares. V?ase
Jean Fran?ois Prud'homme, "The IFE: Building an Impartial Electoral Authority", en prensa, en Victor Bulmer Thomas (comp.), The Mexican Political Party System, Londres, Institute of La
tin American Studies, 1998.
ENE-MAR 2001 PERSPECTIVAS DE LA DEMOCRACIA EN AM?RICA LATINA 57
los intereses de diputados y senadores, incluso intereses econ?micos (prue ba fehaciente de ello es el n?mero cada vez mayor de empresarios que bus
can cargos de elecci?n), los que caracterizan los debates parlamentarios. Es la referencia a las iniciativas estatales que sustituye a la discusi?n de los intereses del "pueblo". Y, como las iniciativas estatales est?n referidas a
cuestiones relacionadas con el mercado transnacional, entonces los deba
tes no son sino reflejo de dichas iniciativas o de las consecuencias que ?stas tienen a mediano y largo plazos.40 Con esas limitaciones del concepto ori
ginal, no nos
queda sino concluir que estamos frente a una connotaci?n
particular del mismo. En ello encuentra su justificaci?n la referencia a la idea de las "nuevas democracias". Por tanto, el surgimiento de las "nuevas
democracias" est? plenamente inserto en el modelo de desarrollo trans
nacionalizado. Desaparece el sentido que en alg?n momento se le pudo
asignar a la acci?n pol?tica. Como las decisiones se toman en funci?n de
esquemas cuya racionalidad est? frecuentemente situada fuera de las fron
teras nacionales, no pueden comprometer a la ciudadan?a. Por tanto, la
pol?tica ya no es acci?n producida. Se le identifica con la administraci?n de las relaciones econ?micas internacionales, y la repercusi?n que ?stas
pueden tener sobre los sistemas pol?ticos nacionales es irrelevante.
La adopci?n de la l?gica del mercado internacional reformula los cri terios con los cuales se desarrolla la actividad pol?tica: criterios como com
petitividad, flexibilidad o productividad se transfieren al ?mbito pol?tico que deviene un espacio de intercambio comercial, asimilando la negocia ci?n pol?tica al negocio.41 La expresi?n de metas que se puedan y se deban alcanzar a trav?s de la participaci?n del pueblo ya no es parte del juego po l?tico; m?s bien, se trata de reproducir
un orden social y sobre todo un de
terminado sistema de dominaci?n.
Por otro lado, la transnacionalizaci?n de la econom?a, el fin del en
frentamiento entre las grandes potencias, la liberalizaci?n del comercio
y otros fen?menos debilitan las soberan?as y a los estados nacionales: en
estas circunstancias, la sociedad civil pierde sentido como una fuerza de ar
40 La crisis econ?mica de 1994 en M?xico es un claro indicador de esta situaci?n. Como
resultado de la devaluaci?n del peso mexicano el 20 de diciembre de 1994 se inici? una crisis
del sistema financiero que implic? la creaci?n de un mecanismo de salvamento, el Fondo
Bancario de Protecci?n al Ahorro (Fobaproa), cuyo efecto sobre la deuda p?blica ha sido de
vastador. Los debates parlamentarios de la legislatura 1994-1997 y 1997-2000 han estado in
tensamente focalizados en este asunto en desmedro de cualquier otro que pudiera interesar
verdaderamente a los mexicanos. 41 Norbert Lechner, "Los nuevos perfiles de la pol?tica. Un bosquejo", Nueva Sodedad,
n?m. 130, 1993; tambi?n, "La restructuraci?n de los mapas pol?ticos", manuscrito, octubre
de 1994.
58 Francisco Zapata FIXU-l
ticulaci?n, como cemento de las relaciones sociales. Las decisiones macro
econ?micas consideran irrelevante no s?lo lo que ocurre dentro de las
fronteras nacionales, sino tambi?n otros aspectos (como el tipo de cam
bio) relacionados con la interdependencia de los estados o con la lucha
por los mercados de capitales. En este sentido, es dif?cil asimilar ese tipo de decisiones a lo que se denominaba pol?tica. ?sta es sustituida por relacio
nes situadas en un mercado que define prioridades, afirma prop?sitos co
mo la ganancia a corto plazo, la especulaci?n, la manipulaci?n de hombres
y situaciones, el c?lculo en las relaciones entre los hombres, la p?rdida de sentido de los valores que pudieran articular esas relaciones. Se privatizan los criterios bajo los cuales se toman las decisiones; lo p?blico pierde rele vancia y, junto
con ello, la ciudadan?a.
Esa forma de ver la pol?tica es reforzada por el papel de los medios de comunicaci?n de masas, que redefinen el campo de la pol?tica; el look de un candidato es m?s importante que sus argumentos, sus proyectos o su
filosof?a. Esto da lugar a m?ltiples formas de manipulaci?n a trav?s de las
im?genes que los publicistas organizan en la pantalla de la televisi?n. El impacto del proceso de construcci?n de las "nuevas democracias"
sobre el significado de la vida social es profundo. Frente a una imagen de la pol?tica centrada en la determinaci?n de un orden posible y deseable,
capaz de darle sentido a la acci?n de los hombres y certidumbre frente a
los problemas de la vida cotidiana, la pol?tica en las "nuevas democracias"
adopta formas pedestres, vinculadas a la inmediatez de decisiones contin
gentes y desprovistas de ethos.
Adem?s, la desaparici?n de las ideolog?as, que constru?an diagn?sti cos, defin?an objetivos y articulaban metas, deja a los nuevos ciudadanos en
el limbo, y permite la conformaci?n de lo arbitrario. Esto contribuye a ex
plicar el distanciamiento de los ciudadanos respecto de los partidos pol?ti cos, que eran las herramientas de las ideolog?as. Los partidos, al no ofrecer
ni diagn?sticos ni objetivos ni pol?ticas devienen estructuras de moviliza ci?n electoral y frecuentemente pierden la identidad que defendieron en
alguna ?poca, como ocurri? en el Per? de Fujimori. Por su lado, la acci?n gubernamental, al no articularse con proyectos,
y al no articularse socialmente, es decir, al no tener que responder ante
nadie, presiona a las instituciones, como son los parlamentos,
en forma
err?tica, para que certifiquen lo que ya est? decidido en otra parte. El pre dominio del Poder Ejecutivo y su formidable capacidad de imposici?n ex
cluyen progresivamente a los ciudadanos de participar
en el proceso de
toma de decisiones. A la vez, se margina
a actores sociales directamente in
volucrados en los procesos productivos, como es el caso de los sindicatos,
de las negociaciones que culminan en acuerdos de libre comercio.
ENE-MAR 2001 PERSPECTIVAS DE LA DEMOCRACIA EN AM?RICA LATINA 59
Lo que ocurri? en Chile en 1991 y en M?xico en el periodo 1991-1993, durante la negociaci?n de los tratados de libre comercio entre M?xico y Chile, por una parte, y entre Canad?, Estados Unidos y M?xico, por otra,
cuando, tanto el movimiento obrero chileno como el mexicano sacrifica
ron su identidad en aras de la alianza con el Estado, son ejemplos de la
marginaci?n de actores sociales fundamentales en los procesos de apertu ra comercial.
//. Las perspectivas de la democracia en Am?rica Latina
Con base en las consideraciones anteriores, podemos hacer algunas preci siones sobre las perspectivas de la democracia en Am?rica Latina.
En primer lugar, cabe reconocer que las diferencias entre tipos de arti
culaci?n, como son la clasista y la corporativa, tienden a perder vigencia.
La transnacionalizaci?n modifica los tipos de articulaci?n entre sociedad,
sistema pol?tico y Estado, y elimina sus diferencias. El modelo cl?sico de democracia que asoci?bamos a la articulaci?n clasista est? en crisis. A su
vez, los sistemas pol?ticos asociados a la articulaci?n corporativa tambi?n
parecen dejar de funcionar porque el retiro del Estado acaba con el clien telismo. Esto va
acompa?ado de una creciente autonom?a de la sociedad
civil y del sistema pol?tico, que dejan de estar articulados entre s? y con el Estado.42 No obstante, es f?cil reconocer que, por ejemplo, la creciente au
tonom?a de la sociedad civil con respecto a los partidos pol?ticos acarrea se
rios problemas en el ?mbito de la representaci?n. En efecto, ni la sociedad se ve
representada por los partidos, como era el caso en el modelo cl?sico,
ni el Estado es capaz de subordinar a la sociedad a sus intereses, como su
ced?a con el modelo corporativo. Por otra parte, la sustituci?n del clientelismo por pol?ticas sociales fo
calizadas impulsadas por el Estado tiende a estratificar a los grupos benefi ciados y a socavar la capacidad de los sectores populares para realizar
acciones pol?ticas. Los funcionarios gubernamentales buscan reducir al
m?ximo la participaci?n social y la formulaci?n de demandas sociales. Por
ejemplo, la descentralizaci?n de la administraci?n p?blica y la desregula ci?n y privatizaci?n de instituciones, como las del sistema educacional o
del sistema de salud, en vez de contribuir al aumento de la participaci?n
42 V?ase Alberto Olvera (coord.), La so?edad civil: de la teor?a a la pr?ctica, M?xico, El Co
legio de M?xico, 1999. Aqu? aparecen consideraciones te?ricas de gran inter?s y tambi?n es
tudios de caso del asunto mencionado en Brasil y M?xico.
60 Francisco Zapata FIXU-l
local en la gesti?n de dichos servicios reduce las atribuciones de las autori dades de ese nivel en t?rminos financieros, acent?a la segregaci?n espacial de las comunidades y aumenta su
dependencia respecto de los recursos fis
cales. La decentralizaci?n es entonces m?s ret?rica que real.43
Por ello, en vez de disminuir, el grado de control que el Estado ejerce sobre las comunidades tiende a aumentar (por el manejo del gasto p?bli co) , limitando en mucho la capacidad de los pol?ticos locales para asumir la representaci?n de sus comunidades.44
En segundo lugar, es importante reconocer que la naturaleza de este
nuevo modelo de desarrollo representa una ruptura de los v?nculos entre
proceso de acumulaci?n y sistema institucional. La apertura de las fronte
ras de los espacios econ?micos nacionales hace que los capitalistas, privados o estatales, no est?n obligados
a regular sus actividades por las disposicio nes
legales nacionales o, si lo est?n, reciben fuertes compensaciones (co
mo exenciones fiscales, donaciones de terrenos, trato especial en materia
energ?tica) a cambio de las inversiones que realizan, pues la competencia entre pa?ses emergentes por la inversi?n extranjera es feroz; depende esencialmente de las ventajas que cada uno puede ofrecer y que implican un trato muy diferente del que se otorga al capital nacional.
Adem?s, las pol?ticas de los dirigentes de las "nuevas democracias", con respecto al libre comercio, hacen cada vez m?s dif?cil que en el futuro
se puedan restaurar los elementos que fueron centrales en la soberan?a
econ?mica de los pa?ses. Puede sostenerse incluso que la firma de tratados de libre comercio, la apertura y la integraci?n en el mercado internacional
contribuyen a limitar fuertemente los m?rgenes para una forma alternativa
de operar en el modelo de desarrollo transnacionalizado. Con algunas ex
cepciones, como la de Malasia, ning?n pa?s ha podido enfrentar exitosa
mente las decisiones del capital financiero internacional, por lo menos en
el periodo reciente (1995-1999). En tercer lugar, el nuevo modelo de desarrollo ha sido, hasta ahora,
muy poco din?mico. En efecto, las tasas de crecimiento del producto inter no bruto en casi todos los pa?ses de Am?rica Latina son reducidas, en t?r
minos de su trayectoria hist?rica.45 Adem?s, La evoluci?n del PIB ha sido
43 Los graves problemas que se observan en los sistemas de educaci?n primaria munici
palizada o en los sistemas de salud en pa?ses como Chile o M?xico son antecedentes de esta si
tuaci?n. 44 V?ase Paul Wesley Posner, "Neoliberalism and Democracy: the State and Popular Par
ticipation in Post-authoritarian Chile", tesis doctoral, The University of North Carolina at
Chapel Hill, 1999. 45 V?ase V?ctor Urquidi, "El gran desaf?o del siglo XXI; el desarrollo sustentable, alcances
y riesgos para M?xico", El Mercado de Valores, diciembre de 1999 (M?xico, Nacional Financiera).
ENE-MAR 2001 PERSPECTIVAS DE LA DEMOCRACIA EN AM?RICA LATINA 61
err?tica, con fuertes variaciones que han impedido que las inversiones ten
gan la consistencia que requiere un proceso de desarrollo. As?, se han ge
nerado niveles de exclusi?n social in?ditos, junto con un fuerte proceso de concentraci?n del ingreso. El deterioro de los salarios reales, la falta de ca
pacidad para generar empleos formales, la concentraci?n creciente del in
greso,46 en suma, los indicadores econ?micos, demuestran que el modelo
de desarrollo transnacionalizado no est? dando los frutos que sus defenso
res esperaban. Estas tres cuestiones nos remiten a una conclusi?n general. No es
posi ble sostener indefinidamente la vigencia de un sistema democr?tico frente a la debilidad de la articulaci?n entre sociedad, sistema pol?tico y Estado; frente a la ausencia de relaci?n entre proceso de acumulaci?n y sistema
institucional; frente al deterioro econ?mico. Por ello, la cuesti?n democr?
tica en Am?rica Latina debe incluir medidas urgentes que tiendan a modi ficar esta situaci?n.
A la luz de lo planteado, queda claro que el an?lisis de este trabajo acerca de la democracia en nuestro continente contiene una preocupa ci?n distinta de la que predomin? hasta los golpes de Estado de los a?os sesenta y setenta. En vez de reiterar la cr?tica que la izquierda radical for
mulaba en esos a?os a la democracia "burguesa", centrada en los ingre dientes ideol?gicos ligados a un objetivo de transformaci?n radical de la estructura social y pol?tica, identificada con la "revoluci?n", aqu? buscamos
realizar una reflexi?n cr?tica de la democracia reducida a sus aspectos for
males, y abogamos por una concepci?n m?s amplia que la imperante
en
los c?rculos de la transitolog?a. Pero no nos limitamos s?lo a propugnar un
contenido m?s general de la democracia.
Tambi?n pusimos ?nfasis en el hecho que las "nuevas democracias" se
desempe?an en el contexto del modelo de desarrollo transnacionalizado
que, como vimos, no ha tenido efectos durables sobre el bienestar de nues
tros pueblos. Al contrario, el deterioro de los salarios reales y, en general,
de los ingresos monetarios de la poblaci?n trabajadora de Am?rica Latina, as? como la marginaci?n de los actores sociales, como el sindicalismo, aus
pician la exclusi?n y la desintegraci?n social y pol?tica. Concluimos que estas "nuevas democracias" est?n construidas sobre la
idea de una estructura de poder en la que el sistema pol?tico descarte di
vergencias, conflictos o posturas que no se inserten en ese prop?sito, y que
46 Recu?rdese que Chile, cuya econom?a ha crecido m?s en los ?ltimos 15 a?os, tiene la
distribuci?n del ingreso m?s desigual del continente: el 20% m?s alto se apropia del 62.5% del ingreso nacional.
62 Francisco Zapata FIXU-l
busque el consenso, la integraci?n y el orden a cualquier costo, haciendo
caso omiso de los intereses opuestos que existen entre militares y civiles,
entre ricos y pobres, entre mestizos y blancos.
Los resultados que se pueden observar, si bien no conforman un cua
dro homog?neo, pues lo afirmado en este trabajo sobre la evoluci?n pol?ti ca en Per? contrasta con lo que ocurre en
Argentina, Brasil o M?xico,
indican que dicho r?gimen pol?tico, en las circunstancias actuales, se ca
racteriza por altos grados de exclusi?n social y por niveles decrecientes de
integraci?n pol?tica, lo cual puede ser un mal augurio para la consolida
ci?n del modelo de desarrollo transnacionalizado.