PROGRAMA DE COOPERACIÓN SUR-SUR SOBRE DESARROLLO
SOCIOECONÓMICO AMBIENTALMENTE ADECUADO
EN LOS TROPICÓS HÚMEDOS
DOCUMENTOS DE TRABAJO
No 29,200O
LA RESERVA DE LA BIOSFERA LOS TUXTLAS MEXKCJ
Por
Sergio GUEVARA SADA, Javier LABORDE DOVALí
Graciela SÁNCHEZ RíOS
e UNITED NATIONS
uIMl EDUCATIONAL, MAN AND THE BIOSPHERE - SCIENTIFIC AND CULTURAL ORGANIZATION
PROGRAMME
THE UNITED NATIONS THIRD WORLD UNIVERSITY ACADEMY OF
SCIENCES
La serie de Documentos de Trabaio es publicada por el Programa de Cooperación Sur-Sur para el Desarrollo Socioeconómico Ambientalmente Adecuado en los Trópicos Húmedos. La serie tiene como objetivo diseminar los resultados de la investigación realizada en las Reservas de Biosfera en temas tales como: (i) modelos predominantes de conservación y utilización de recursos: y (ii) maneras de mqjorar.las prácticas tradicionales y las orientaciones de la investigación aplicada. con miras a intensificar y utilizar la biodiversidad en forma sustentable y proporcionar mqjores condiciones de vida a las poblaciones locales de las zonas de amortiguamiento y de transición. En cuanto a temas mês generales. los Documentos de Trabajo constituyen un intento de identificar problemas clave que se convierten en elementos de preocupación para la cooperación internacional.
El mapa de la tapa se realizó utilizando un programa de software comercial. Los límites no implican aval oficial o aceptación por parte de la UNESCO o de las Naciones Unidas. Las ideas y opiniones expresadas en la serie Documentos de Trabaio pertenecen a los autores y no reflejan necesariamente las de la UNESCO.
La serie Documentos de Trabaio se publica según las necesidades, en inglés, francés o español, en función del idioma utilizado por el autor.
0 Se otorgará permiso para reproducir los artículos e ilustraciones de la serie Documentos de Trabaio sin autorización previa, siempre que se haga referencia completa al autor, título, título del volumen, fecha, institución editora y lugar de publicación.
La correspondencia deberá dirigirse al Editor Administrativo.
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El Programa de Cooperación Sur-Sur sobre Desarrollo Socioeconómico Ambientalmente Ade- cuado en los Trópicos Húmedos está en INTERNET:
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Telétono:(28) 18-66-09 Fax: (28) 18-78-09
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Prólogo de los Editores
Se solicita a las Reservas de la Biosfera y otros sitios administrados en forma similar,
integradas al Programa de Cooperacih Sur-Sur, la preparación de una evaluación de su
región, que contenga información de primera mano sobre su situación y los pro-
blemas más acuciantes que se presentan.
Estos informes serán utilizados en primer lugar como material de apoyo para los
proyectos comparativos aprobados en el programa de actividades establecido durante
la reunión de Chiang Mai (mayo de 1994). Para más detalles, ver el boletín Perspectivas
Sur-Sur (N” 1, octubre 1994 128 p.], UNESCO, París [Francia]).
Además, por la riqueza de la información que contienen estos documentos, los
mismos serán puestos a disposición de un amplio público y podrán obtenerse a través
de la Secretaría de MAB/ UNESCO, División de Ciencias Ecológicas.
Para otros documentos disponibles en la serie, referirse a la contratapa.
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), París, Francia
Índice
Resumen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . , ., . . . . . . . . . . ., . . .,..... . . .., . . . . . . . . . . . ..,.. . . . . . . ...,, . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ., . . . . . . . . . . . . 3
Abstract ..,...... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .,......... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ,...... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4
In traducción . . . . . . . . . . . . . . , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . , , . . . . . . . . . . . , . . . . . . . . . . . . . . . , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6
Las selvas húmedas en México ,....... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .,.. . . . . ,.... . . . . . . . . . . . . . . . . 7
La sierra de Los Tuxtlas.. ......................................................................................................................... 8 La historia ambiental.. ..................................................................................................................... 8 La geología y los suelos .................................................................................................................. 9 El clima.. .......................................................................................................................................... 10 La hidrología .................................................................................................................................. 11 La vegetación ................................................................................................................................. 11
La ocupación humana de la sierra ......................................................................................................... 12 Primer episodio (2000 a.C. a 1500 d.C.) ...................................................................................... 12 Segundo episodio (1500 a 1900). .................................................................................................. 14 Tercer episodio (1900 al presente) ............................................................................................... 16 El uso de la selva.. .......................................................................................................................... 17
EI paisaje actual de la sierra .................................................................................................................. 21 Los cambios del paisaje y la resilencia de la selva .................................................................... 21 La situación actual ......................................................................................................................... 25
La situación socioeconómica .................................................................................................................. 28 La población ................................................................................................................................... 28 La escolaridad y la educación.. .................................................................................................... 29 La salud.. ......................................................................................................................................... 30 Las comunicaciones.. ..................................................................................................................... 30 Las actividades productivas ......................................................................................................... 30 La tenencia de la tierra.. ................................................................................................................ 31 Conclusiones .................................................................................................................................. 32
Los antecedentes de la conservación . . . . . . . . . . . . . . ,..... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..,... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
La Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas ................................................................................................... 35 La zonificación ............................................................................................................................... 35 Justificación de la zonificación ..................................................................................................... 37 La tenencia de la tierra.. ................................................................................................................ 38 La relevancia ecológica ................................................................................................................ .39
Las perspectivas para el uso de los recursos naturales y la conservación de la biodiversidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . , , , . . . . . . . . . . . . . . , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44
Sergio Guevara et al., la Reserva de la Biosfera los Tuxt/as (México)
___.. mi .--- ..--. .-.- ..__ _. -.. .----y--1-..-
Resumen
La destrucción de los bosques tropicales de México y Centroamérica en las últimas
cuatro décadas ha sido trágica. La alta tasa de deforestación en México ha reducido
entre 80 y 90% la superficie original. Diversas actividades agrícolas, entre las que
’ destaca la ganadería, han disminuido la cobertura forestal de las selvas, dejando sólo
una reducida superficie en forma de pequeños fragmentos. En Veracruz sólo quedan
algunos restos de selva en la región de Los Tuxtlas y en la parte alta de la cuenca del
Uxanapa.
En la región de Los Tuxtlas, está el límite norte de la selva húmeda americana y
hoy es su último reducto en la costa del Golfo de México. La conservación de los
remanentes de la selva de esta región es imperativa. A pesar de la intensa
deforestación y fragmentación de la selva, aún encontramos una parte importante de
la riqueza original de especies de la flora y fauna nativa. Hasta ahora se han
registrado 1,300 especies de plantas vasculares, aunque es posible que este número
ascienda a 2,500.
La fauna consiste de 851 especies de vertebrados (45 de anfibios, 117 de reptiles,
128 de mamíferos y 561 de aves), que constituyen 32% de los vertebrados registrados
en México. Alrededor de 180 de las especies de vertebrados que habitan en Los Tux-
tlas se consideran raras, amenazadas o en peligro de extinción y están protegidas por
las leyes mexicanas.
Originalmente éstas y otras especies se ditribuían a lo largo y ancho de la planicie
costera del Golfo de México en los estados de Veracruz y Tabasco, sin embargo, la
deforestación restringió su distribución, dejando las únicas poblaciones vigorosas de
tales especies en la región de Los Tuxtlas.
La recientemente decretada Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas es fundamental
para la conservación de la biodiversidad de la sierra y de la planicie costera del Golfo
de México. La superficie protegida es de 155,000 ha e incluye tres zonas núcleo que
hacen un total de 30,000 ha, donde se encuentran bien conservados la selva húmeda
y el bosque mesófilo de montaña.
Las zonas núcleo están rodeadas de una amplia zona de amortiguamiento de
125,000 ha, que se extiende hasta la costa y tiene remanentes forestales dispersos
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), París, Francia
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básicamente de selva y, en menor escala, de manglar, pinar y encinar, todos ubicados
en terrenos con bajo potencial agrícola.
El mantenimiento de la biodiversidad local y, con ello, la preservación de los ser-
vicios de los ecosistemas y del potencial natural de regeneración de la selva y los
otros tipos de vegetación forestal, depende de que las superfices mayores de bosque
y los fragmentos remanentes en su alrededor se encuentren conectados entre sí. Este
proceso de conexión es complejo, sin embargo, la identificación de elementos clave
del paisaje -que proponemos sean los árboles dejados en pie en los campos de
cultivo y la vegetación que crece a lo largo de los cursos de agua- permitirá diseñar
un paisaje conectado donde ocurra un eficaz flujo de individuos e información
genética entre los fragmentos de la selva.
Este concepto de conectividad debe regir el manejo del territorio en las inme-
diaciones de las zonas núcleo y, específicamente, en la zona de amortiguamiento, en
la cual las actividades productivas deben responder al diseño del paisaje requerido
para mantener la biodiversidad de la sierra en su conjunto.
Abstract
The destruction of the tropical forests in Mexico and Central America during the past
four decades has been dramatic. For example, the high rate of deforestation in
Mexico has reduced in 80-90% the area formeely covered by tropical forests. A
number of productive activities, especially cattle raising, are mainly responsible for
the loss areas covered by tropical forests, leaving only a reduced area mostly
composed of small fragments. In the state of Veracruz the few tropical forest
remnants are located in the Los Tuxtlas mountain range and high up the Uspanapa
river basin. Moreover, the northermost limit of the humid tropical forest in America
is in Los Tuxtlas, which is also the last tropical forested area along the Gulf of
Mexico.
The preservation of these forest remnants at Los Tuxtlas is of the utmost
importance. Although deforestation and fragmentation have been severe, an
important fraction of the native richness of the flora and fauna can still be found.
Current reports mention 1,300 species of vascular plants, and it is suggested that a
Sergio Guevara et al., la Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas (México)
--- ._. -
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total of 2,500 species could be found. This area also houses 851 species of vertebrates
(45 amphibians, 117 reptiles, 128 mammals, and 561 birds), which represent 32% of
the vertebrate species in Mexico. Moreover, about 180 of them are considered rare,
threatened or in danger, and are protected by Mexican laws. These and other species
inhabited in the past the whole coastal plain of the Gulf of Mexico, in particular the
states of Tabasco and Veracruz. However, deforestation restricted their distribution,
and the only vigorous populations of such species can only be found in Los Tuxtlas.
The recently decreeded Los Tuxtlas Biosphere Reserve (Reserva de la Biosfera Los
Tuxtlas) is fundamental for the preservation of biodiversity in the mountain range
and the coastal plain of the Gulf of Mexico. The protected area amounts to 155,000
ha, including three core areas (30,000 ha) of well preserved forests, of both tropical
rain forest and the montane cloud forest. The core areas are surrounded by a
considerable buffer zone (125,000 ha), which extends al1 the way to the coast. The
latter basically includes tropical forest remnants, and smaller areas of mangrove
forest and pine and oak forests, fortunatelly al1 located in areas of low agricultura1
potential.
The maintenance and preservation of local biodiversity, and thus the preservation
of services provided by ecosystems and the potential for the natural regeneration of
the tropical forest and that of the other forested communities, will depend on the
preservation and maintenance of connections among the large forest areas and the
forest fragments. Establishing these connections is a complex process which should
begin with the identification of key elements in the landscape. We suggest that
remnant forest trees, isolated in agricultura1 and cattle raising fields, and riparian
vegetation, are two key elements that should be considered when designing a
connected landscape. The latter will allow for an effective flow of individuals, and
thus of genetic information, among the forest fragments. The connective concept
should rule land management in the surroundings of the core areas and, specifically
in the buffer zone, where productive activities most address the landscape design
required to maintain the biodiversity of the whole Los Tuxtlas mountain range.
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), París, Francia
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Introducción
La selva húmeda es el ecosistema de los trópicos del mundo más rico en especies y al
mismo tiempo el más amenazado de desaparecer. La deforestación y la perturbación
del hábitat ocasionan su rápida desaparición actual. Es paradójico que, no obstante
su gran riqueza potencial de recursos naturales, los modelos de desarrollo y formas
de uso hayan sido no sólo inadecuados, sino deletéreos, a lo largo y ancho de los
trópicos del planeta.
El uso y conservación de la biodiversidad de las selvas húmedas es en este siglo, y
será en el siguiente, el gran desafío para los ecólogos y planificadores. La selva es el pa-
radigma de la riqueza de la naturaleza y es la utopía del uso racional, iserá el ejem-
plo del entendimiento del ecosistema y de su manejo integral?
Sobre las selvas se han llevado a cabo los estudios más ambiciosos e intensivos, los
cuales han arrojado gran cantidad de información y resultados. La temática
fundamental de las investigaciones ha girado alrededor de la biodiversidad, y del
uso y aprovechamiento tradicional y moderno sin que hasta la fecha se haya logrado
un intento exitoso que permita utilizar las potencialidades de producción del ecosis-
tema sin ir más allá del umbral de recuperación o de resilencia del sistema.
La selva seguirá siendo el reto y de ahí surgirán los científicos del desarrollo
sustentable de los trópicos húmedos. Entre las preguntas que no podemos dejar de
hacer está: itenemos el conocimiento suficiente acerca de la dinámica de los eco-
sistemas para garantizar un desarrollo a largo plazo? El éxito en lograr el desarrollo
sustentable dependerá de una gran claridad acerca de lo que queremos obtener del
ecosistema y para quién lo queremos tener, así como de que exista voluntad política
y económica para llevarlo a cabo.
Sin embargo, una de la batallas más arduas que debemos ganar día a día es la de
la conservación de lo que aún puede rescatarse de sistemas naturales o seminaturales
que existen en diversas partes del mundo. La protección de la diversidad biológica
en áreas naturales ha sido en general exitosa, de los modelos aplicados, el de las
reservas de la biosfera ha sido el más adecuado y extendido en todo el mundo.
Hoy, la conservación de la selva se hace desde fuera de la selva, desde el paisaje
forestal fragmentado que nos ha permitido entender algunos de los mecanismos que
Sergio Guevara et al., La Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas (México)
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mantienen la diversidad biológica y que eventualmente nos permitirán no sólo
conservar la biodiversidad, sino restaurarla y recuperar los ecosistemas.
Las selvas húmedas en México
La categoría de Selva húmeda agrupa distintos tipos de bosque tropical que crecen
en altitudes bajas (C 700 m snm) de zonas cálido-húmedas, donde la precipitación
total anual es mayor a 2,000 mm y la temperatura media anual es superior a 20 “C
(Rzedowski, 1978). Estas selvas forman un denso dosel perennifolio que alcanza 30 m
o más de altura y están caracterizadas por una muy alta diversidad biológica
(Richards, 1952; Bongers y Popma, 1988). En México, la selva húmeda neotropical
alcanza el límite norte de su distribución geográfica (Dirzo y Miranda, 1991). Ori-
ginalmente, formaba un macizo de vegetación forestal casi continuo, que se pro-
longaba hacia las selvas centroamericanas, cubriendo un área equivalente a poco más
de 10% (22 x lo6 ha) del territorio nacional (Rzedowski, 1978).
En las selvas húmedas es común encontrar, en una superficie de tan sólo una
hectárea, entre 300 y 900 árboles con un diámetro del tronco a la altura del pecho
(dap) mayor a 10 cm, que representan entre 50 y 300 especies (Bongers et al., 1988;
Martínez-Ramos, 1991). Para ilustrar la diversidad de plantas de estas selvas baste
como ejemplo el censo de una hectárea en Los Tuxtlas, México, en el cual se registró a
toda planta mayor a 0.5 m de altura encontrándose 234 especies (Bongers ef al., 1988).
Además, la mayoría de las especies de árboles, arbustos y lianas de las selvas
húmedas presentan densidades poblacionales bajas, con frecuencia de menos de un
individuo adulto por hectárea. En Los Tuxtlas, más de 70% de las especies leñosas
que fueron censadas en una superficie de 5 ha presentó densidades menores a dos
individuos por hectárea (Martínez-Ramos, 1991).
La deforestación de las selvas húmedas del continente americano es un hecho
ampliamente conocido y difundido, siendo la magnitud y la tasa de deforestación de
las selvas mexicanas y centroamericanas unas de las más altas a nivel mundial
(Toledo, 1992). Sin lugar a dudas, la proliferación de la ganadería tropical ha sido
uno de los factores más importantes en la disminución de la superficie de las selvas
en México (Rzedowski, 1978; Toledo, 1992) y en el resto de América (Parsons, 1976).
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), París, Francia
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Al finalizar la década de 1980, las selvas mexicanas se habían reducido a menos de
10% de su extensión original (menos de 1.5 x 106 ha), el resto se había transformado
en potreros, campos de cultivo y vegetación secundaria (Rzedowski y Equihua,
1987). Dado el ritmo acelerado de su destrucción durante los últimos 40 años, proba-
blemente para el año 2000 no quedarán más que manchones en las áreas protegidas
como reservas, esto último si llegan a cristalizar los esfuerzos de conservación de sel-
vas en el país.
Entre las extensiones de selva húmeda que mejor se conservan en México están
porciones poco comunicadas de la península de Yucatán (en los estados de Cam-
peche y Quintana Roo), la selva Lacandona del noreste de Chiapas, la selva del Ocote
en la zona limítrofe de Chiapas, Oaxaca y Veracruz, y la región de los Chimalapas, al
centro del Istmo de Tehuantepec (Rzedowski, 1978). En la región de Los Tuxtlas
encontramos el actual límite norte de la selva húmeda americana y representa el úl-
timo reducto de este tipo de vegetación sobre la costa del Golfo de México.
La sierra de Los Tuxtlas
La historia ambiental
La sierra de Los Tuxtlas fue durante el Pleistoceno un refugio secundario de las
especies de flora y fauna de la selva húmeda (Toledo, 1982). La captación de
humedad proveniente del Golfo de México favoreció la permanencia de especies
durante periodos de escasa precipitación y temperaturas extremas.
El periodo más crítico para las especies de la selva fue de bajas temperaturas y
poca humedad, se prolongó de 20,000 a 12,000 años a.p., cuando desapareció
virtualmente la selva húmeda de esta región del estado de Veracruz. Lo anterior
implica que esta última es relativamente reciente en términos geológicos (Graham,
1975), pues su recolonización se inició hace sólo 12,000 años a-p. y fue interrumpida
de nuevo por un periodo caliente-seco durante el cual la selva de Los Tuxtlas debe
haber tenido un carácter más estacional que la que existe actualmente, dicho periodo
se inició hace 9,000 años y se extendió hasta hace 2,000 a.p., cuando se llevó a cabo
una fase de recolonización muy rápida por las especies perennifolias características
de la selva húmeda.
Sergio Guevara et al., La Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas (México)
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En la recolonización de la sierra participaron tanto especies refugiadas en la
propia región, como otras provenientes de los refugios primarios de Chiapas y
Oaxaca y de bosques caducifolios y semicaducifolios (Toledo, 1982). Se ha propuesto
que los pinares y encinares de la ladera sur del volcán de Santa Marta son relictos
que han quedado en la sierra debido a condiciones edáficas desfavorables para la
recolonización de especies tropicales (Andrle, 1964), lo cual significa que durante las
glaciaciones hubo alternancia entre selvas tropicales y bosques templados.
En estudios estratigráficos recientes realizados en lagos de Los Tuxtlas, se ha
confirmado que durante los últimos 4,000 años ha habido notables fluctuaciones en
cuanto a la cobertura de especies arbóreas tropicales y templadas, sin llegar a
excluirse unas a otras. Sobrepuesta a este periodo se registra desde su inicio la pre-
sencia humana en la sierra (Byrne y Horn, 1989; Goman, 1992).
La geología y los suelos
La sierra de Los Tuxtlas es una cordillera de origen volcánico localizada al sur del
estado de Veracruz sobre la costa del Golfo de México, entre los 18’05’ y 18’43’ de
latitud norte y 94’35’ y 95’25’ de longitud oeste. Se encuentra formada por dos
grandes macizos volcánicos: el volcán San Martín Tuxtla al noroeste (1,650 m snm) y
el Santa Marta al sureste (1,700 m snm), con numerosos conos cineríticos asociados a
ellos (Mayer, 1962). La región tiene 95 km de largo en dirección noroeste-sureste y
hasta 50 km en su parte más ancha, cubriendo un área mayor a 4,500 km2. Los
Tuxtlas constituyen el extremo oriental del eje volcánico transversal que atraviesa el
país, pero están aislados de otros sistemas montañosos y sus prominencias volcánicas
marcan un fuerte contraste morfológico con las extensas planicies costeras que las
rodean.
La primera actividad volcánica registrada para Los Tuxtlas data del Oligoceno y
persiste en varias ocasiones hasta el Mioceno superior. A fines del Mioceno se retiran
los mares definitivamente, iniciándose el periodo de erosión (Mayer, 1962). A partir
de entonces se registra una intensa actividad volcánica dividida en dos fases; la más
antigua ocurrió entre el Plio-Pleistoceno y el Pleistoceno medio, las deposiciones
volcánicas de este periodo están actualmente muy intemperizadas y se encuentran en
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), París, Francia
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la zona sureste de la sierra, así como al sur y suroeste del lago de Catemaco. La
secuencia más joven ocurre desde el Pleistoceno tardío al presente y sus depósitos
consisten en lava y cenizas volcánicas provenientes del volcán San Martín Tuxtla,
cuyas erupciones más recientes se registraron en 1664 y 1793 (Mayer, 1962;
Reinhardt, 1991).
El substrato de la sierra consiste principalmente de rocas ígneas (basalto y
andesitas), mezcladas con cenizas volcánicas. Los suelos derivados de este material
muestran horizontes poco desarrollados y varían en el contenido de materia orgánica
(Chizón, 1984). Las condiciones ecogeográficas y geológicas de la zona han dado
origen a una diversidad importante de suelos, presentándose los más fértiles en la
zona del volcán San Martin Tuxtla (Mayer, 1962).
El clima
El clima de la región de Los Tuxtlas está influenciado por su complejo y abrupto
relieve, con altitudes desde el nivel del mar hasta 1,700 m, así como por su cercanía al
mar y localización en la planicie costera del Golfo de México. De acuerdo con la
clasificación de Köppen modificada por García (1973), el clima es mayoritariamente
cálido, con temperaturas medias anuales en torno a los 20 “C y mínimas nunca
inferiores a 18 OC. Asociados con la cima de los volcanes más altos en altitudes
superiores a 1,000 m existen rasgos de clima semicálido, con temperaturas inferiores
a los 18 “C durante el mes más frío.
Los Tuxtlas es una de las regiones más lluviosas del país, registrándose en oca-
siones precipitaciones anuales superiores a los 5,000 mm. La precipitación media
anual oscila entre los 1,500 y 4,500 mm y, a pesar de que llueve durante todo el año,
el régimen lluvioso es marcadamente estacional, distinguiéndose una época húmeda
que se extiende de junio a febrero y una seca entre marzo y mayo. El mes más seco en
general es mayo y los más lluviosos van desde julio hasta noviembre. De este último
a febrero el área es afectada por el desplazamiento de masas de aire frío provenientes
del norte, mismas que se “cargan” de humedad a su paso por el Golfo de México. Los
vientos resultantes, conocidos localmente como “nortes”, se desplazan a velocidades
de hasta 80 a 100 km/h y aportan cerca de 15% de la precipitación anual.
Sergio Guevara et al., La Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas (México)
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Este patrón general del clima en la región se ve modulado por factores orográficos
principalmente, en función de los cuales se puede delimitar una zona más húmeda
(pp. anual > 4,000 mm), localizada en la vertiente que da al Golfo de México, que es
resultado de su mayor exposición a los “nortes”, y una zona más cálida y seca
(pp. anual < 3,000 mm) en la vertiente interior de los sistemas montañosos, que surge
del efecto “barrera” de los mismos, el cual provoca una sombra de lluvia muy
acusada y una elevación general de las temperaturas.
La hidrología
La red hidrológica de Los Tuxtlas está dispuesta radialmente debido a los levan-
tamientos volcánicos y se establecen tres principales vertientes: a) hacia el norte,
donde ríos y arroyos de menor importancia vierten sus aguas directamente al Golfo
de México o indirectamente a través de la laguna costera de Sontecomapan; b) hacia
el sureste, donde algunos ríos y arroyos descienden del volcán Santa Marta y
desembocan en el río Coatzacoalcos o desde el volcán San Martin Pajapan hacia la
laguna costera del Ostión; y c) la de mayor superficie, que forma parte de la gran
cuenca del Papaloapan y vierte sus aguas hacia el sur y suroeste de la sierra,
iniciándose al suroeste del volcán Santa Marta con el río Hueyapan, que desemboca
al San Juan, mismo que recoge las aguas del volcán San Martin Tuxtla, para después
desembocar en la laguna de Alvarado. Como parte de esta vertiente se forma el lago
de Catemaco, a 360 m snm entre los dos principales volcanes de la sierra, y el cual
vierte sus aguas por el río grande de Catemaco hacia el San Juan.
La vegetación
La heterogeneidad topográfica y edafológica en conjunto con la variabilidad
climática de la región, han dado lugar a diferentes tipos de comunidades vegetales
que, de acuerdo con su estructura y composición florística, podrían agruparse en los
siguientes tipos: selva húmeda, selva baja perennifolia, bosque mesófilo de montaña
(o bosque de neblina), pinar, bosque de pino-encino, encinar enano, pastizal de
altura, sabana, manglar y vegetación de dunas costeras (Andrle, 1964; Sousa, 1968).
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), París, Francia
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El tipo de vegetación dominante en la sierra, que originalmente ocupaba más de
75% de su superficie, es la selva húmeda [selva alta perennifolia sensu Miranda y
Hernández X. (1963), o bosque tropical perennifolio sensu Rzedowski (1978)]. Ésta va
desde el nivel del mar hasta los 700 m snm, aunque por algunas cañadas puede subir
hasta los 1,000 m snm (Sousa, 1968).
A partir de los 700 m snm la selva húmeda se intercala con el bosque mesófilo de
montaña que la desplaza por completo a partir de los 900 m snm. En la ladera sur del
volcán Santa Marta y asociados con suelos muy intemperizados y pobres encon-
tramos manchones de pinares y bosques de pino-encino, intercalados con selva
húmeda hacia las partes bajas y con el bosque mesófilo hacia las altas. En laderas con
pendientes muy pronunciadas, cimas de los volcanes y sobre suelos arenosos
encontramos a la selva baja perennifolia.
En el interior de los cráteres del volcán San Martín Tuxtla y Santa Marta se han
registrado encinares enanos y pastizales de altura. Hacia el sur del volcán Santa
Marta y a menos de 200 m snm se encuentra una pequeña porción de sabanas. En los
márgenes de las lagunas costeras de Sontecomapan y la del Ostión encontramos man-
glares. Sobre la costa y al norte y noroeste del volcán San Martin Tuxtla existen
importantes extensiones de vegetación de dunas costeras.
En la región de Los Tuxtlas se han reportado más de 1,300 especies de plantas y se
estima que podrían llegar a 2,000. Para descripciones generales de la vegetación de la
región de Los Tuxtlas véase a Andrle (1964), Sousa (1968) y Gómez-Pompa (1977).
La ocupación humana de la sierra
Primer episodio (2000 a.C. a 1500 d.C.)
Estudios palinológicos recientes han mostrado que desde hace 4,000 años (2000 a.C.)
se cultivaba maíz en Los Tuxtlas (Goman, 1992). Mediante evidencia arqueológica se
ha comprobado la presencia de los primeros asentamientos humanos o villas de Los
Tuxtlas desde hace 3,350 años (1400 a.C.) (Santley y Arnold, 1996). Desde ese
momento la presencia humana en Los Tuxtlas ha sido continua hasta la llegada de
los españoles a América (1500 d.C.).
Sergio Guevara et al., La Reserva de la Biosfera Los Tuxflas (México)
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Los asentamientos prehispánicos se concentraron al noroeste y oeste del lago de
Catemaco, sobre su costa y a lo largo de la cuenca del río grande de Catemaco
(Santley y Arnold, 1996). Aunque la ocupación prehispánica es continua, se
distinguen dos periodos de marcado incremento poblacional: el primero, hace 3,000
años (1000 a.C.), que llegó a densidades de 8.5 hab/km*, para después registrar un
marcado decremento a menos de 4 hab/ km* y permanecer así durante más de 1,000
años. A partir de entonces se registra un marcado incremento en la población hasta
llegar a un máximo de 133 hab/km* hace 1,500 años (500 d.C.) y, posteriormente,
decrece llegando a densidades menores a 30 hab/km* hace 900 años (1000 d.C.;
Gooman, 1992; Santley y Arnold, 1996).
El primer ciclo de incremento poblacional se relaciona con dos ciudades
prehispánicas localizadas al pie de la sierra de Los Tuxtlas: Tres Zapotes, al oeste, y
Laguna de los Cerros, al sur. Ambas se cuentan entre los primeros centros
ceremoniales-urbanos de mesoamérica y fueron edificadas por la cultura olmeca
(Coe, 1965; Stuart, 1993), cuyo auge inició hace 3,000 años y se extendió cerca de 800
durante el preclásico (1200 a 400 a.C.).
El segundo incremento coincide con la edificación de la ciudad de Matacapan, al
centro de la sierra (300 d.C.), al noroeste del lago de Catemaco, donde se encuentra
una pirámide con talud y tablero de clara influencia teotihuacana (Coe, 1965).
Alrededor del año 500 d.C., dicha ciudad llega a un máximo de población de entre 35
y 40,000 hab en una superficie urbana de 7 ha, concentrando hasta 85% de la
población estimada para este periodo en el resto de los asentamientos y villas de Los
Tuxtlas, que sumaban hasta 107 sitios (Santley y Arnold, 1996). Numerosos restos
arqueológicos encontrados en Matacapan y otros asentamientos de la sierra,
demuestran que Los Tuxtlas era una zona de crucial importancia en la ruta de
comercio del altiplano del centro de México (Teotihuacán) con la zona maya, durante
el periodo clásico (250 a 900 d.C.; Coe, 1965; Santley y Arnold, 1996).
En estudios palinológicos se registra durante ambos incrementos en el crecimiento
poblacional una sensible disminución de polen de especies arbóreas, paralelo a un
aumento en el polen de maíz y malezas asociadas a los cultivos. Ambos ciclos de
deforestación son seguidos por una rápida recuperación de la vegetación forestal
tropical, al disminuir la población humana. Particularmente notable es la
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), París, Francia
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deforestación ocurrida desde 2,200 años antes del presente hasta hace 1,300 años
(Byrne y Horn, 1989; Goman, 1992).
Poco antes del arribo de los españoles a las costas mexicanas, los mexicas
dominaron desde Tenochtitlán gran parte de la cuenca del Papaloapan. El área
tributaria de Tuxtepec se extendía desde la parte este del actual estado de Oaxaca
hasta los ríos Papaloapan y Tuxtla (ahora San Juan), al sur de Veracruz. En el códice
Mendoza se registran 22 pueblos o villas de dicha provincia, entre las cuales había
tres del área de influencia de Los Tuxtlas: Cosamaloapan, Tlacotalpan y Tuxtla (ca.
Santiago Tuxtla). Entre los tributos colectados en dichas villas estaba el cacao, mantas
de algodón, pieles de jaguar, cotorras, iguanas y objetos de jade (Scholes y Warren,
1965).
En la sierra de Santa Marta existían dos grupos lingüísticos a la llegada de los
españoles, popoluca y náhuatl. Los hablantes de popoluca tienen una larga historia
de residencia en la sierra que posiblemente se remonte a la época de los olmecas. Los
hablantes de náhuatl son un grupo más reciente, que llegó a la sierra poco antes del
contacto español (Buckles, 1989).
Segundo episodio (1500 a 7900)
Poco después de la conquista de Tenochtitlán, Hernán Cortés estableció en Los
Tuxtlas uno de los primeros ingenios azucareros de la Nueva España
(aproximadamente cuatro leguas al norte de la villa de Santiago) y para 1528 éste ya
se encontraba en operación (González-Sierra, 1991). Tal fecha coincide con la
introducción en la región del primer pie de cría de ganado bovino, que
posteriormente se diferenciaría en tres tipos: chichihua o lechero en los pantanos,
rodeano en espacios abiertos (rodeos) y montaraz, que vagaba libremente en la selva
(Aguirre-Beltrán, 1992). En las tierras tropicales de la Nueva España, la ganadería se
inicia como parte de un binomio productivo novedoso; se acompañaba de la
obtención de azúcar de caña y difícilmente se puede contemplar la historia de una sin
la otra (Skerritt, 1992).
Aunque el contacto inicial español no causó grandes cambios en la población
indígena, para fines del siglo XVI la población nativa había decrecido alarman-
Sergio Guevara et al., la Reserva de la Biosfera los Tuxflas (México)
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temente, en especial debido a la esclavitud y a las enfermedades del viejo continente.
A partir del siglo XVII, la región de Los Tuxtlas y en general el trópico húmedo
mexicano empieza a despoblarse, los indígenas que quedan son reubicados en las
villas coloniales y algunos escapan a las partes más inaccesibles de la sierra (Aguirre-
Beltrán, 1992; Buckles, 1989). Muy pocos de los peninsulares y criollos poseedores de
tierras en Los Tuxtlas vivían en las ciudades de la región (Santiago y Alvarado), la
mayoría radicaba en ciudades lejanas como Veracruz, Xalapa, Puebla y hasta la ciu-
dad de México. La población local queda constituída por indígenas en primer lugar y
por los esclavos negros provenientes de África. Estos últimos fueron empleados
originalmente en el ingenio azucarero y, posteriormente, se dedicaron al cuidado del
ganado (Aguirre-Beltrán, 1992).
En la zona de Los Tuxtlas y en general en toda la cuenca del Papaloapan, la
incorporación de grandes extensiones de tierra a la producción pecuaria se hizo
mediante concesiones a los conquistadores y primeros peninsulares que llegaron a la
Nueva España. Éstas consistían en uno o más sitios de 1,755 ha cada uno para
ganado mayor. Los hatos de bovinos se reprodujeron a velocidad sorprendente sin
más control que el determinado por las fuerzas biológicas que regulan crecimiento y
menoscabo (Aguirre-Beltrán, 1992).
Al terminar el periodo colonial, existían entre Acayucan y Santiago Tuxtla siete
hacendados cuyas propiedades alcanzaron la extensión de 270,350 ha. Los hatos de
cada uno de ellos iban desde 1,000 cabezas en un solo sitio, hasta 30,000 en 64
(Aguirre-Beltrán, 1992). Acayucan y Santiago Tuxtla constituyeron los centros econó-
micos más importantes de Los Tuxtlas, desde la colonia hasta finales del siglo XIX
(González-Sierra, 1991; Buckles, 1989).
La producción de azúcar primero, seguida por el algodón y éste por el tabaco,
fueron, junto con la extracción maderera, los principales productos de la sierra
Tuxtleca en el comercio con los centros urbanos. Dichos productos eran
transportados por vía fluvial hasta Alvarado para después embarcarse al puerto de
Veracruz. Los productos pecuarios como la carne y lácteos no fueron de gran
importancia en el comercio por ser perecederos, siendo las pieles de bovinos el único
producto ganadero llevado a las ciudades (Melgarejo-Vivanco, 1980). No obstante,
ante los altibajos de la agricultura, la ganadería se mantuvo como una fuente segura
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación W-Sur), París, Francia
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y constante de alimentos y de riqueza, así como de apropiación de grandes exten-
siones de tierra (Melgarejo-Vivanco, 1980; Aguirre-Beltrán, 1992).
En 1870 se establece un moderno aserradero en Minatitlán, donde se procesaban
maderas tropicales para su exportación a Estados Unidos y Europa desde el puerto de
Coatzacoalcos (Buckles, 1989). En menos de 30 años los sitios accesibles fueron
desprovistos de maderas preciosas, provocando una severa crisis económica. En las
selvas empobrecidas se establecieron cafetales y extensas áreas fueron convertidas en
potreros. En 1909 se construyó en Minatitlán una refinería de petróleo, desde
entonces esta ciudad y Coatzacoalcos desplazaron definitivamente a Acayucan como
centro rector de la porción sureste de la sierra (Buckles, 1989). En el otro lado de la sierra,
San Andrés Tuxtla desplazó a Santiago Tuxtla, gracias al establecimiento de taba-
caleras a fines del siglo pasado (González-Sierra, 1991).
Tercer episodio (1900 al presente)
Desde principios de este siglo la ganadería de Los Tuxtlas, así como la de todo el
trópico húmedo mexicano, se transformó con la introducción de razas cebuínas
mejoradas, obtenidas principalmente en Brasil, y de nuevas tecnologías en materia de
pastos y forrajes tropicales, desarrolladas en Australia y África (Reveal-Mouroz,
1980). El primer registro de ganado cebú @os indicus) en Los Tuxtlas es de Acayucan,
en 1923 (Attolini, 1948). A principios de los cincuentas, en las tierras bajas de
Veracruz y Tabasco había numerosos hatos de este ganado: guzerat, gir, nellore e indo-
brasil (Melgarejo-Vivanco, 1980), que en tan sólo cuatro décadas sustituyó y
prácticamente erradicó al ganado introducido por los españoles (Bes tuaurus) y que
por cerca de cuatro siglos fue criado y naturalizado en las zonas del trópico cálido-
húmedo veracruzano.
Alrededor de 1950, mediante los programas gubernamentales de colonización de
las llanuras costeras, el sur de Veracruz se convirtió en la gran zona precursora del
trópico húmedo mexicano, tanto por los notables incrementos de la producción
agrícola como por los de la producción pecuaria. A partir de este momento la
multiplicación de nuevos centros de población hace avanzar la frontera agrícola
desde los centros urbanos hacia el interior de la sierra. La vertiginosa expansión
Sergio Guevara et al., La Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas (México)
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ganadera en Los Tuxtlas se da principalmente mediante el establecimiento de
grandes ranchos privados y se incrementa de manera dramática durante las últimas
tres décadas, cuando la ganadería extensiva se transforma violentamente en la
actividad primaria preponderante aun en los ejidos a costa de la agricultura
(Guevara et al., en prensa).
La introducción de razas cebuínas mejoradas y nuevos forrajes, junto con la
creciente demanda de productos bovinos (carne y lácteos) por parte de las grandes
ciudades -y el apoyo económico para la producción pecuaria proveniente de los
gobiernos y distintas instituciones - , impulsaron la reciente y acelerada expansión
ganadera en el trópico húmedo de América Latina (Nelson, 1977). Otros factores
clave en este proceso han sido la creación de nuevos caminos, el establecimiento de
rastros y plantas regionales para el procesamiento de los productos (lácteos, carnes,
etc.) y la aplicación inmediata y generalizada de normas de sanidad animal
(Melgarejo-Vivanco, 1980).
La ganadería que en la actualidad se practica en el trópico húmedo de México y
Centroamérica es completamente distinta a la que se practicó desde el siglo XVI hasta
los inicios del presente siglo. Tanto el escenario como los principales actores de la
ganadería (vacas y forrajes) han cambiado drásticamente, debido a una sustancial
modificación de las prácticas ganaderas. Desde la conquista hasta las primeras dos
décadas de este siglo el ganado criollo o cimarrón se movía libremente por la selva.
Durante su desplazamiento y alimentación causaba daños a los predios agrícolas, por
lo que los campesinos se hicieron de cercas o barreras hechas con palos (bajareque) o
enormes árboles tirados y apilados que protegieran a sus cultivos (González-Sierra,
1991; Melgarejo-Vivanco, 1980; Skerrit, 1992). Este ganado permanecía en la selva por
fuera de las cercas, en contraste con la situación actual en la que el ganado cebú
permanece dentro de cercas en los potreros de pastos nativos o cultivados, donde la
selva ha sido excluida.
El uso de la selva
La intervención humana en las selvas húmedas en mesoamérica se inicia hace más de
4,000 años y no se asemeja ni en intensidad ni en duración con el resto del continente.
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), Paris, Francia
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Es en estas selvas donde florecen dos de las más grandes culturas de América, la
olmeca y la maya (Stuart, 1993). La agricultura nómada, o de roza, tumba y quema,
es el tipo de uso más antiguo y hasta hace relativamente poco era también el más
extendido en el trópico húmedo de México y Centroamérica (Rojas, 1994).
En este sistema primero se roza la vegetación del sotobosque, para después
tumbar los grandes árboles del dosel, abriendo un claro en la selva que por lo general
es menor a una hectárea. La vegetación leñosa es quemada durante la época de secas
y antes de que inicien las lluvias se realiza la siembra. Típicamente, el campo agrícola
es una “milpa”, la cual es un policultivo donde el maíz es dominante, pero siempre
se combina con frijol, calabaza y otros cultivos anuales, tales como chile, tomate,
cacahuate, etcétera (Hernández X., 1959).
Las cenizas de la vegetación leñosa proveen los nutrimentos para la milpa durante
3 o 4 años, periodo en el que además la densidad de las malezas llega a su máximo.
En este momento termina la fase de “milpa” y se deja que la vegetación leñosa se
recupere, durante esta fase los campesinos no abandonan necesariamente el predio
sino que cambian los cultivos anuales por cultivos perennes de sombra, tales como
cacao y vainilla, esto lo hacen en particular los indígenas con una larga historia de
uso de la selva. Los sitios donde se recupera la vegetación forestal después de la fase
de milpa se denominan en mesoamérica acahuales.
Típicamente se distinguen dos fases o tipos de acahual, los jóvenes o “monte
bajo”, como lo llaman los mestizos, en los cuales las especies leñosas secundarias
tienen menos de 5 m de altura, y los acahuales viejos o “monte alto”, en los que hay
un dosel arbóreo cerrado de más de 10 m de altura. El tiempo transcurrido para
llegar a estas fases depende de manera directa de las prácticas agrícolas realizadas
desde la tumba o clareo y durante el cultivo de la milpa, por lo general pasan de 10 a
15 años para llegar al monte alto. A fin de iniciar un nuevo ciclo, el campesino
indígena selecciona un nuevo sitio con base en la estructura y composición de la
vegetación arbórea, prefiriendo siempre los acahuales viejos o la fase de monte alto
(Hernández X., 1959).
En la actualidad, el uso del suelo más extendido en el trópico húmedo mexicano es
el establecimiento de potreros para la cría de bovinos. En Los Tuxtlas existen dos
tipos de potreros (Guevara et al., 1994): los de pastos nativos llamados “gramas”
Sergio Guevara et al,, La Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas (México)
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(Paspaltrm, Axonops, Panicum, etc.) y los de pastos cultivados, entre los cuales el más
común hoy en día es el “estrella de África” (Cynodon plectostachyus).
Generalmente, los potreros tienen como antecedente inmediato un campo agrícola,
el procedimiento más común es el de roza, tumba, quema y cultivo de maíz durante
2 o 4 años, para después establecer el potrero. Para ello se siguen dos procedimientos
según sea potrero de grama o cultivado. La grama se induce inmediatamente
después de la última cosecha de maíz, introduciendo el ganado a fin de que se ali-
mente del rastrojo, las vacas depositan con sus heces las semillas de los pastos que
habían ingerido previamente en otro potrero de grama y su acción de pisoteo y
forrajeo selectivo favorece el establecimiento de los pastos nativos. El pasto “estrella”
se siembra por estolones, que son enterrados en surcos entre las hileras de maíz
cuando éste tiene desarrolladas sus espigas (Martínez, 1980; Guevara et al., 1997).
Después del establecimiento del potrero las plantas no deseadas se controlan
mediante cortes con el machete (chapeos), que típicamente se realizan dos veces al
año. También es común la aspersión de herbicidas (Tordón) denominados de hoja
ancha (eliminan dicotiledóneas), que se aplican dos veces al año, cuando se tienen los
recursos económicos suficientes (Martínez, 1980).
La secuencia de cultivos y potreros en cada predio desde que se tumbó la selva
suele ser muy diversa. Cuando los potreros cultivados son sobrepastoreados o
descuidados, comúnmente son reemplazados por gramas. Porciones de los potreros
de grama suelen ser reconvertidas para el cultivo de maíz, frijol, chile u otros, en fun-
ción de condiciones edáficas o climatológicas adversas o de la incidencia de plagas
que redundan en la productividad de los pastos. Algunos insectos como la “mosca
pinta” o “salivazo” (Aneolamia spp. o Prosapia spp., Homoptera, Cercopidae), así
como el “gusano medidor” (Lepidoptera, Geometridae), ocasionalmente pueden
llegar a ser un serio problema, disminuyendo drásticamente la cobertura de los
pastos. Sin embargo, la falta de recursos económicos y de terreno, así como las prá-
cticas pecuarias inadecuadas, representan problemas más serios en el mantenimiento
de los potreros en Los Tuxtlas.
En la zona del volcán San Martin Tuxtla no se practica la quema anual de los
potreros, pero sí en algunos lugares del volcán Santa Marta, supuestamente para
favorecer el rebrote de los pastos. En particular, las quemas anuales las realizan
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), París, Francia
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pobladores que llegaron en años recientes a Los Tuxtlas, provenientes de las zonas
ganaderas del centro o norte del estado de Veracruz donde dicha práctica está
ampliamente generalizada (Buckles, 1989).
Los ganaderos locales recomiendan cargas de 1 a 2 cabezas de ganado por
hectárea de grama y de 2 a 4 por hectárea de estrella, cargas que deben reducirse en
zonas con pendiente pronunciada (Martínez, 1980). En cuanto a la rotación, existe
gran variedad de modalidades, lo más común es mantener a las vacas en un potrero
de 15 a 30 días para luego sacarlas y dejar entre 15 y 40 días de descanso. Sin
embargo, algunos ganaderos rotan a diario a sus animales, mientras que otros dejan
permanentemente al ganado dentro de un potrero, reduciendo la carga durante
épocas de sequía o en invierno, cuando la productividad de los pastos es mínima
(Martínez, 1980; Guevara ef al., 1997). En la práctica, los periodos de rotación e inten-
sidad de carga en los potreros de Los Tuxtlas están determinados mas por factores de tipo
socioeconómico que por cuestiones de manejo pecuario.
En Los Tuxtlas, la intrincada mezcla de ranchos privados, colonias agrícolas o
ganaderas y tierras ejidales, ha dado lugar a una complegja interrelación entre ellos.
Algunos ejidatarios no poseen ganado, sin embargo, tienen potreros muy bien
atendidos, puesto que rentan sus pastos (“ganado a piso”) a rancheros con grandes
hatos. Otros ejidatarios mantienen ganado ajeno en sus terrenos y se hacen del
propio reteniendo a la mitad de las crías paridas en su potrero (“ganado a medias”).
En los grandes ranchos la mayoría de los hatos supera las 60 cabezas y con frecuencia
son de más de 100, mientras que en los ejidos son muy pocos los hatos que superan
las 20 cabezas, debido, entre otras cosas, a la pequeña superficie de terreno
disponible por ejidatario (Martínez, 1980; Buckles, 1989; Guevara et al., en prensa).
Con estos minúsculos hatos es difícil amortiguar las pérdidas por enfermedades de
los bovinos o ataque de plagas a los pastos, y es imposible la selección para mejorar
el hato (Skerrit, 1992).
Sergio Guevara et al., La Reserva de la Biosfera Los Tuxflas (México)
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El paisaje actual de la sierra
Los cambios del paisaje y la resilencia de la selva
El uso del suelo y los recursos naturales de la región de Los Tuxtlas han tenido
cambios históricos importantes relacionados con los tres episodios de ocupación de
la sierra que mencionamos anteriormente, lo distintos paisajes rurales resultantes
pueden agruparse también en tres categorías coincidentes con los mencionados
episodios. Además de las diferencias estructurales o fisonómicas de cada categoría de
paisaje rural, existe un impacto diferencial sobre la capacidad de regeneración de la
selva así como en las posibilidades de mantenimiento de su biodiversidad (Guevara
et al., 1998).
La primera categoría sería la de los paisajes prehispánicos. La agricultura de milpa
abría claros en la selva mediante la roza, tumba y quema y dejaba detrás una estela
de vegetación secundaria o acahuales. Este sistema es el más antiguo y de hecho
posiblemente haya surgido de manera simultánea a la domesticación de las plantas.
Alrededor del año 2000 a.C. aparece otro sistema de uso del suelo más intensivo, en
el cual se utilizaban camellones elevados, terrazas y sistemas agroforestales
complejos, que se llevó a cabo alrededor de los centros ceremoniales o centros de alta
densidad poblacional y particularmente en los márgenes de ríos o lagos (Rojas, 1994).
Ambos sistemas agrícolas prehispánicos coexistieron hasta la llegada de los
españoles, pero el primero de ellos fue sin duda el que ocupó la mayor extensión
(Guevara et al., 1997).
En el manejo prehispánico la tala de la selva es altamente selectiva, se dejan
árboles adultos de especies útiles sin cortar y existe una estricta regulación en cuanto
a la superficie que se puede talar. Los árboles juveniles se cortan a la altura del pecho
con la finalidad de que sobrevivan a la quema y se favorezca así su rebrote posterior,
la siembra se hace manualmente, lo cual se traduce en una mínima alteración del
suelo, los deshierbes también son manuales y se pone especial cuidado en no afectar
las plántulas o tocones de especies arbóreas útiles (Hernández X., 1959), todo esto
aunado al sofisticado conocimiento empírico sobre las especies de la selva y al uso
racional de muchas de ellas (Gómez-Pompa y Kauss, 1990). Como consecuencia de
este manejo, al finalizar la fase de milpa o de cultivos anuales, brotan rápidamente
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), París, Francia
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los restos de vegetación leñosa y se presenta una profusa germinación de las semillas
contenidas en el suelo, entre las cuales abundan las de árboles de rápido crecimiento.
Por el tamaño del campo y la cercanía de la vegetación forestal, la llegada de semillas
de especies arbóreas es relativamente fácil (Guevara et al., 1998).
Las prácticas agrícolas prehispánicas fomentaban la permanencia de especies
arbóreas en el campo, lo cual, aunado a que la selva del entorno no estaba
severamente fragmentada y que cada campo abierto estaba rodeado por completo de
selva o acahuales, la regeneración forestal se iniciaba de manera inmediata y la
variación de la composición de especies y estructura con respecto al original era
mínima.
La segunda categoría de paisaje rural se inicia con la colonización española, y es
configurada por dos fenómenos básicos: la decadencia demográfica y la des-
estructuración y destrucción de los mecanismos políticos y administrativos nativos,
A ello sucedieron otros fenómenos como la introducción de ganado y nuevos cul-
tivos, la utilización de nuevas herramientas, medios de transporte y el empleo de
distintos métodos y ciclos de cultivo (Rojas, 1994), que se traducen en un cambio
drástico en el uso del suelo.
Los sistemas intensivos indígenas se transformaron en extensivos gracias a la
creciente capacidad para cortar el bosque y al aumento del potencial de labrantío,
empujando la selva hacia sitios inadecuados para la tecnología agrícola novohispana.
En esta etapa aparecen en el paisaje de Los Tuxtlas los primeros campos de tipo
plantación, dedicados al cultivo de un solo tipo de producto con alto valor comercial,
tales como caña de azúcar, algodón, frutales (plátano, cítricos, etc.) y, por último,
tabaco (González-Sierra, 1991).
El sistema agrícola nómada de roza, tumba y quema se siguió empleando, aunque
de manera marginal, por las poblaciones indígenas asentadas en los sitios más
accidentados, inaccesibles y apartados de la selva. Sin embargo, el sistema
prehispánico fue modificado sustancialmente, en primer lugar por la utilización del
hacha y machete de acero que permitían el corte rápido de mayores superficies
forestales y, en segundo, por la pérdida sustantiva del conocimiento tradicional sobre
la flora local y sus usos que tenían los pobladores prehispánicos. Este sistema
simplificado fue rápidamente adoptado y diseminado por la creciente población
Sergio Guevara et al., La Reserva de la Biosfera Los Tuxflas (México)
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mestiza. El manejo incrementó la extensión de cada campo y disminuyó la presencia
de estructuras reproductivas de árboles en su superficie, alteró el entorno de los
campos alejando la selva de sus límites, alargando el tiempo de regeneración de la
selva después del abandono y propiciando diferencias en la composición de especies
y en la estructura con respecto a la selva original.
La agricultura nómada heredera del manejo prehispánico, con sus modificaciones
novohispanas, se mantuvo como la actividad preponderante en la mayor parte de la
sierra durante esta segunda etapa, con múltiples y complejos problemas de com-
petencia por el espacio con la ganadería. Aunque el número de cabezas de ganado
bovino en la sierra de Los Tuxtlas y alrededores llegó a ser muy elevado, la mayor
parte de éste era del tipo montaraz o ganado asilvestrado, que deambulaba libre-
mente por las selvas, acahuales y espacios abiertos. La permanencia de este ganado
criollo durante más de 400 años en la sierra no se tradujo en una modificación sus-
tantiva del paisaje (Guevara et al., 1997).
La tercera categoría de paisaje rural se gesta en el presente siglo con el
advenimiento de la ganadería extensiva dedicada a la cría del cebú. Esta moderna
ganadería no sólo reemplaza a la novohispana, sino que a partir de mediados del
presente siglo comienza a desplazar a los campos agrícolas y crece, además,
directamente a costa de la superficie de la selva, no deja tierra ociosa o en descanso,
los acahuales casi desaparecen del paisaje y los remanentes de selva se fragmentan y
reducen a su mínima expresión, quedando rodeados y aislados por extensas áreas
taladas cubiertas de pastos (Guevara et al., 1998).
Las prácticas pecuarias actuales están diseñadas para eliminar los mecanismos de
regeneración de la selva. Los chapeos con machete se hacen a ras de suelo cortando a
toda planta leñosa, los herbicidas empleados son muy selectivos eliminando
plántulas y juveniles de dicotiledóneas y, por último, en algunos casos la quema
anual o periódica es parte integral del sistema de manejo de los pastos. La naturaleza
de las prácticas anteriores y la frecuencia con que se aplican provoca la rápida des-
aparición de los propágulos de especies leñosas (semillas, restos de raíces y tocones),
sólo las especies de ciclo de vida corto y resistentes a tales prácticas logran producir
semillas, por lo que el banco de semillas del suelo pronto es dominado por especies
herbáceas ruderales (Kellman, 1980; Uhl et al., 1988).
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), Paris, Francia
24
Al agotarse dicho banco y los restos de plantas leñosas en el sitio, la regeneración
de la selva depende de manera exclusiva de la llegada de semillas provenientes de
remanentes de selva o relictos naturales vecinos. Dada la extensión de los potreros y
la lejanía de fuentes de propágulos, la llegada de semillas de especies arbóreas es
muy difícil (Gómez-Pompa et al., 1972). Por lo tanto, el manejo pecuario actual
termina prácticamente con todo vestigio de estructuras reproductivas de árboles en
los campos y limita casi en su totalidad la entrada de sus semillas, por lo que la
capacidad de regeneración natural de la selva puede ser eliminada por completo en
los campos ganaderos (Guevara et al., 1998).
Un aspecto que muchas veces se ha pasado por alto al analizar los cambios
históricos en los usos del suelo y recursos naturales del trópico húmedo se refiere a la
modificación de las herramientas para cortar la selva. Los agricultores prehispánicos
no tenían utensilios de acero, sólo hachas de piedra y cuchillos de obsidiana o
pedernal. Antes de la conquista las plantas se manejaban de una manera más
individual, eliminando una a una las plantas no deseadas, ya sea desenraizándolas a
mano o cortándolas con rudimentarios utensilios (Gordon, 1982). El hacha de acero
introducida por los europeos hizo posible la tala de mayores superficies con una
menor inversión de trabajo, la roza y chapeo como se practican en la actualidad
serían imposibles sin el machete de acero, como resultado, la roza y tumba de la sel-
va se vuelve mucho menos selectiva.
Recientemente, el uso de las motosierras ha acelerado la tala no selectiva y a gran
escala. La tala indiscriminada llega a su máximo con la utilización de maquinaria
pesada como los “bulldozers”, que a pesar de sus intenciones originales de abrir las
tierras “ociosas” o enmontadas a la agricultura, se convierte en uno de los más cono-
cidos casos de fracaso en la modernización de la agricultura tropical.
La magnitud de la deforestación y el grado de fragmentación actual de la selva
húmeda de Los Tuxtlas no tiene precedente histórico, y esto, aunado a la velocidad
con la que se ha dado, podría significar por un lado que la capacidad de regeneración
de la selva húmeda se vea severamente disminuida, pero, además, podría ser que los
remanentes que todavía existen no se mantengan a largo plazo aunque detuviéra-
mos por completo la tala.
Sergio Guevara et al., La Reserva de la Biosfera Los Tm-Has (México)
.-_. -______ . . . .__ __I _.I__._..._ ..-.-.--.-.
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La situación actual
En el año de 1980, la selva de Los Tuxtlas se había reducido y fragmentado
severamente. Los mapas de uso del suelo para este año muestran 89,000 ha de selva
no perturbada, 49,000 de selva perturbada o acahuales, 36,000 de otros tipos de
vegetación natural (manglares, bosques de pino-encino, bosque de neblina, etc.),
200,000 de campos agrícolas y 320,000 de pastizales (INEGI, 1987). Tres cuartas partes
del área total habían sido convertidas en campos agrícolas y pastizales para ganado
(ca. 523,000 ha), de las cuales cerca de 477,000 ha originalmente eran selva. La
superficie de esta última relativamente bien preservada en 1980 representa menos de
15% de su extensión original (Guevara et al., 1997).
Las estimaciones sobre la pérdida de la selva en una determinada región,
expresadas como porcentaje remanente con respecto a la extensión original o a la de
años anteriores, o como superficie talada por unidad de tiempo (tasas de defores-
tación), nos dan una idea muy buena acerca de la magnitud de la deforestación y son
muy útiles para comparaciones regionales, sin embargo, nos dicen muy poco sobre el
estado en que queda la selva remanente. En casi cualquier región del trópico húmedo
que está siendo deforestada, la superficie remanente no forma un único y compacto
macizo de selva, por el contrario, queda esparcida en numerosos fragmentos de
tamaño variable.
Para la sierra de Los Tuxtlas podemos considerar que en el año de 1980 alrededor
de 138,000 ha teman cobertura selvática, esto es, 89,000 ha de superficie de selva bien
conservada más 49,000 de selva perturbada y acahuales. De esta superficie con
cobertura selvática, sólo dos fragmentos superaban las 20,000 ha, los cuales estaban
asociados con los dos volcanes más grandes de la sierra, y 38% de la superficie
remanente estaba repartida en numerosos fragmentos menores a 1,600 hectáreas.
La fragmentación de la selva está estrechamente relacionada con la distribución de
los asentamientos humanos, las áreas mejor conservadas son las de baja densidad
poblacional, mientras que las más cercanas a las ciudades son las más deforestadas.
Para el año de 1990, en la sierra de Los Tuxtlas tres ciudades rebasan los 10,000
habitantes: Catemaco con 21,260, San Andrés Tuxtla con 49,658 y Santiago Tuxtla con
14,163, el resto son asentamientos rurales pequeños.
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), París, Francia
26
La ubicación de los actuales asentamientos humanos en la sierra coincide en
general con la de los prehispánicos. En la vertiente norte (hacia el Golfo de México)
no han existido ciudades o poblados importantes, y fue hasta la década de los
cuarenta del presente siglo que se inició su colonización masiva. La vertiente sur
siempre ha sido la de mayor densidad poblacional, con una mayor concentración y
densidad de asentamientos hacia el suroeste que hacia el sureste de la sierra (Santley
y Arnold, 1996).
Existe una clara división en cuanto al tipo de asentamientos de la sierra, hacia el
volcán San Martin los poblados y ciudades son mestizas, y la fragmentación y
deterioro de la selva -que ha ocurrido desde la época colonial- ha sido muy
severa. Hacia el volcán Santa Marta las poblaciones son pequeñas y están esparcidas,
son de indígenas campesinos con una larga historia de ocupación del área: zoque-
popolucas en Soteapan y nahuas en Mecayapan y Pajapan. Esta zona se encuentra, en
general, mejor conservada que el resto de la sierra.
El régimen de propiedad o tenencia de la tierra ha tenido consecuencias en el uso
del suelo. A grandes rasgos podemos distinguir dos tipos de tenencia: privada y
ejidal, siendo esta última un tipo de tenencia particular de México, que representa
una forma de tenencia comunal. Las propiedades privadas son grandes extensiones
de terreno (ranchos) con numerosas cabezas de ganado (más de 60 cabezas por
propietario). En contraste, los ejidos están constituidos por campesinos que viven en
pequeños poblados y practican agricultura y ganadería de subsistencia, cada
ejidatario dispone de muy poco terreno y sus hatos difícilmente rebasan las 20
cabezas.
La mayor extensión de tierra de la sierra es ejidal (59% del área), el resto está en
manos privadas. En 1980 los ejidos dedicaban casi la misma proporción de sus tierras
a la ganadería y a la agricultura de subsistencia (maíz, frijol y chile, principalmente),
mientras las propiedades privadas dedicaban la mayor parte de sus tierras a la
ganadería y mucho menos a la agricultura, en cuyo caso era de tipo comercial
(tabaco, caña, piña, etc.). El 79% de las tierras ejidales está dedicado a labores
agrícolas y ganaderas, el resto, 85,235 ha, son de selva y otros ecosistemas naturales
conservados. En tierras privadas se ha desforestado 86% del total, dejando un
remanente de vegetación natural de tan sólo 39,866 hectáreas.
Sergio Guevara et al., La Reserva de la Biosfera Los Juxflas (México)
27
La topografía y elevación del terreno se relacionan también con el patrón de
fragmentación de la selva resultante. Las tierras por debajo de 100 m de altitud,
abarcan 400,000 ha (58% del área), de las cuales 200,000 son de pastizales y 134,000 de
campos agrícolas. Los fragmentos de selva en esta altitud son escasos y pequeños, y
están esparcidos y notoriamente perturbados. En altitudes mayores a 100 m snm los
pastizales aún cubren extensas áreas, pero a partir de los 500 m snm aumenta de
manera sensible el área ocupada por remanentes de selva, los fragmentos son más
grandes, están menos aislados y mejor preservados. Esta tendencia continúa hacia las
zonas más altas hasta que la selva es reemplazada por el bosque de neblina.
La situación anterior tiene gran relevancia en la conservación de la diversidad, ya
que las especies de selva con una distribución altitudinal muy estrecha y restringida
a las zonas bajas, han sido las más afectadas, pues sus poblaciones se han reducido
más que aquellas capaces de vivir en altitudes mayores, o cuyo intervalo de
distribución altitudinal es más amplio.
La clasificación en campos agrícolas, pastizales y remanentes de vegetación
natural es útil para el análisis de las tendencias de deforestación y los cambios de uso
del suelo a una escala regional, como el descrito con anterioridad. Sin embargo, dicha
clasificación resulta demasiado simple y burda para un paisaje que florística y
ecológicamente es en realidad mucho más complejo, como resulta evidente al usar
una escala local con mayor resolución.
Los potreros que ocupan áreas que antes estuvieron cubiertas por selvas húmedas
han sido poco estudiados, siendo insuficiente lo que se conoce de su estructura,
composición y dinámica, a pesar de que dominan la fisonomía del paisaje por su
extensión. En la actualidad existen muchos potreros que no están totalmente
desprovistos de árboles, siendo notoria la presencia de numerosos y dispersos
remanentes o vestigios de la vegetación original en ellos. De hecho, la palabra
potrero se define en América como “finca rústica, cercada y con árboles destinada a
la cría de ganado” (RANCES, 1972).
El conocimiento de este tipo de paisajes reviste gran importancia desde el punto
de vista de la investigación básica y aplicada. Para entender la estructura y
funcionamiento del paisaje actual es fundamental indagar y reconstruir la historia
ambiental de la región. Cabe señalar que la selva de Los Tuxtlas es la más estudiada
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), París, Francia
28
y mejor entendida de las selvas mexicanas y una de las más conocidas en América.
Sin embargo, la magnitud de su deforestación y grado de fragmentación hacen que
dicho conocimiento sea insuficiente para entender la ecología del paisaje actual.
La gran superficie ocupada hoy en día por el paisaje “selva-potrero” hace
imperativo el estudio de su estructura, composición y funcionamiento. Sólo así se
logrará la optimización y sostenibilidad de la producción de la región, el manteni-
miento de la diversidad local y la conservación de la selva remanente.
La situación socioeconómica
La población
La región de Los Tuxtlas está integrada en la actualidad por ocho municipios:
Santiago Tuxtla, Catemaco, San Andrés Tuxtla, Hueyapan de Ocampo, Mecayapan,
Pajapan, Soteapan y el recientemente creado Tatahuicapan. Este último fue creado en
1997 y su delimitación precisa no ha sido publicada; en fechas anteriores todo el
municipio pertenecía al de Pajapan. La información censa1 y cartográfica de INEGI
aún no lo contempla, por lo que la información que se presenta a continuación
corresponde a la división municipal previa a 1997.
Cabe señalar además que tal información corresponde a los municipios enteros,
mismos que abarcan una superficie de 437,000 ha (INEGI, 1985), mientras que la reser-
va de la biosfera propuesta para ser reconocida por MAB-UNESCO abarca 334,000 ha de
la superficie total municipal. De ésta, 155,122 ha están decretadas por el gobierno
mexicano como reserva (zonas núcleo y de amortiguamiento) y las restantes 178,878
corresponden a la zona de influencia o transición. Para esta última el gobierno
mexicano publicará próximamente el Ordenamiento Ecológico Territorial, que normará
el uso de su suelo.
En 1980 la población de Los Tuxtlas era de 256,220 hab y la densidad de 51 hab/km2.
La tasa de crecimiento para 1970-1980 fue de 2.63% (INEGI, 1985). En 1990, ocurrió un
incremento en esta tasa a 2.86% y se registró un total de habitantes de 307,937, siendo
Catemaco, San Andrés Tuxtla y Santiago Tuxtla los que presentaron el mayor
número de habitantes. En estos tres municipios la población se caracteriza por ser
predominantemente mestiza, mientras que en los municipios de Hueyapan de
Sergio Guevara et al., La Reserva de la Biosfera Los Juxtlas (México)
29
Ocampo y Mecayapan predomina la población indígena y en los de Pajapan
(incluyendo Tatahuicapan) y Soteapan la población es casi exclusivamente indígena,
de las etnias nahua y zoque-popoluca.
Para entender la dinámica de la población es importante conocer la distribución
geográfica de la misma, ya que los municipios de Los Tuxtlas en conjunto abarcan
971 localidades de diferentes tamaños y densidades poblacionales, de las cuales el
mayor número corresponde a localidades muy pequeñas con poblaciones menores a
los 1,000 hab. En la región se observa un fenómeno común en los diferentes
municipios: la concentración de gran parte de la población en pocas localidades, que
por lo general corresponden a las cabeceras municipales. La población urbana es de
133,379 hab y corresponde a 43% de la población total, siendo los núcleos urbanos
más importantes San Andrés Tuxtla, Catemaco y Santiago Tuxtla, mientras que la
población rural, que es de 174,558 hab (56.7% del total), se encuentra dispersa en un
gran número de pequeños poblados.
La escolaridad y la educación
El grado de escolaridad es bajo, ya que cerca de 61% de la población mayor de 15
años no ha terminado la primaria y sólo 35% la ha concluido e iniciado otro nivel de
instrucción. En este aspecto, se han presentado avances importantes en materia de in-
fraestructura, aunque no se ha logrado reducir el nivel de deserción escolar. Casi
todas las localidades cuentan con escuelas de educación preescolar y primaria, y
únicamente las que superan 500 hab cuentan con escuelas postprimaria.
En los municipios con población indígena (Hueyapan, Soteapan, Pajapan y
Mecayapan) el atraso que existe en cuanto a educación es muy marcado, ya que
muchas de las localidades están bastante alejadas de los sitios donde se ubican los
centros educativos, lo cual dificulta el traslado, en especial a las mujeres que, en
consecuencia, son las que menos asisten a la escuela. Este fenómeno se agrava más
por el hecho de que estas últimas se casan a muy temprana edad y no continúan su
educación.
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), Paris, Francia
30
La salud
En la región se cuenta con un total de 66 unidades médicas que proporcionan
servicio a 69.5% de la población (210,886 hab), pero tan sólo 13.3% (41,884 hab) tiene
derecho al servicio médico (INEGI, 1995). Es importante destacar que las unidades
médicas de la región se localizan en las cabeceras municipales y para las comuni-
dades más alejadas resulta poco redituable el traslado.
Las comunicaciones
En relación con la red de carreteras, en la región se tiene un total de 589 km. Esto
indica un avance sobre todo por el mejoramiento y la apertura de caminos que
comunican a las localidades rurales con las cabeceras municipales (INEGI, 1995). En
cuanto al servicio de telefonía, se han incrementado el número de líneas y cada vez
son más la comunidades rurales que tienen acceso a él en forma de casetas
telefónicas a disposición de toda la comunidad.
Las actividades productivas
La fuerza de trabajo, es decir la población que se encuentra en edad de trabajar
(mayor de 12 años), es de 79.2% [aunque tan sólo 30.7% sea considerado como
población económicamente activa (PEA)] y se registra una tasa de ocupación de 96.9%.
Sin embargo, existen otros factores que limitan la potencialidad productiva de la po-
blación, tales como las altas tasas de analfabetismo, el bajo nivel de educación, las
condiciones de pobreza extrema en que vive la mayoría de la población rural
(principalmente la indígena), así como la falta de fuentes de empleo.
En la región se reconocen principalmente cuatro formas de uso del suelo, sin
embargo existen dos fuentes de información que defieren entre sí. Una de éstas es la
que reporta oficialmente la Secretaría de la Reforma Agraria (SRA), en la que se
considera que la mayor parte de la superficie es utilizada para actividades agrícolas,
que ocupan 8.6% de la superficie total, las actividades pecuarias, 10.3%, y las
industriales más de 8,000 ha que corresponden al municipio de Catemaco; por su
Sergio Guevara et al., La Reserva de la Biosfera los Tuxf/as (México)
lado, la superficie urbana cuenta con 2,321 ha (la mayor parte en San Andrés Tuxtla,
Catemaco y Hueyapan de Ocampo). Otra fuente de información, más acorde con la
realidad, es la del Censo Agropecuario y Forestal del Estado de Veracruz (INEGI, 1994), en
el que se considera que gran parte de la superficie de tierra corresponde a la acti-
vidad pecuaria (46.4% del total regional), seguida por la agrícola (36.8%) y que el
resto se dedica a otros usos.
Las actividades productivas de la mayoría de los habitantes son del sector
primario, que emplea a 69.5% de la población económicamente activa (PEA). La acti-
vidad agropecuaria genera el mayor ingreso de la región, del total, 69.4% es aportado
por la actividad ganadera. El comercio y el turismo también son importantes, aunque
generan un ingreso relativamente más bajo que las actividades agropecuarias, sin
embargo, conllevan un valor agregado.
La ganadería tiene bastante fuerza y se distingue por presentar distintos niveles de
explotación: extensiva, semiextensiva (predominante en la región), mixta o de gran
extensión, así como la intensiva. La actividad agrícola es bastante rica y diversificada,
pero predominan dos tipos: la familiar, destinada básicamente al autoconsumo, y la
comercial, cuya producción se destina a la venta. Las actividades forestal, pesquera y
de caza generalmente son de tipo extractivo y recolectan recursos, lo que ha con-
tribuido en gran medida a la alarmante reducción y desaparición de bosques y fauna.
Las actividades relacionadas con el sector secundario y terciario han sido de
menor importancia para la dinámica económica de la región, con excepción de la in-
dustria del tabaco y la actividad turística en Catemaco, que sí han contribuido a la
generación de ingresos. Sin embargo, también es necesario considerar la influencia
que ejercen sobre Los Tuxtlas las industrias azucarera y petrolera. Al este de la sierra,
en el vecino municipio de Ángel R. Cabada, se encuentra un importante ingenio
azucarero, mientras que al suroeste y oeste tenemos al corredor industrial
petroquímico de Jaltipan-Minatitlán-Coatzacoalcos.
La tenencia de la tierra
Se han reconocido cuatro formas de tenencia de la tierra, de las cuales la ejidal es la
que ocupa mayor superficie, con 289,547 ha (64.14% del total). En segundo término se
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), Paris, Francia
32
encuentran las tierras privadas, con 26.6%, las comunales (que corresponden en su
mayor parte al municipio de Pajapan) ocupan 14,118 ha, las federales 9,864 y para
2,170 ha no se especifica el tipo de tenencia de la tierra.
Conclusiones
La estructura social de la población de Los Tuxtlas es muy compleja, lo que se
manifiesta desde el origen mismo de la región. Por un lado, se tiene el auge
económico y el desarrollo social en los municipios donde predomina la población
mestiza, Santiago Tuxtla, Catemaco y San Andrés Tuxtla, que florecieron enor-
memente desde la colonización por la gran riqueza y diversidad de sus recursos
naturales, así como por su potencialidad productiva. Por el otro, la marginalidad de
los pueblos indígenas, que aún en la actualidad viven en condiciones muy precarias.
A lo largo de la historia estas localidades se han visto sometidas a diversas acciones
que se traducen en división, despojo y deterioro de sus recursos naturales y de su
patrimonio.
El tipo de estructura política y social que predomina en la localidades rurales
(mestizas o indígenas) es el de obligaciones mutuas, es decir, toda la población o
familias pertenecientes a una localidad tienen obligación de participar por igual en
todas las actividades que contribuyan al mejoramiento y desarrollo de la comunidad.
Existe una diferencia muy marcada entre la población urbana y la rural. En la
primera, una gran proporción de la población no pertenece al municipio (población
flotante), en la segunda, se han observado dos procesos: emigración e inmigración.
En los últimos años muchas de las localidades indígenas han sido objeto de
colonización por parte de gente perteneciente a otros poblados con características
socioeconómicas, culturales y productivas muy diferentes.
Las pautas de comportamiento que rigen el funcionamiento y dinámica de la
población son muy interesantes, sobre todo por el hecho de que gran parte de éstas
tienen su origen en aspectos mágico-religiosos que caracterizan a la región.
Sergio Guevara et al., La Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas (México)
Los antecedentes de la conservación
La singularidad e importancia biológica de la sierra de Los Tuxtlas ha sido
reconocida desde hace mucho tiempo, en 1937 el gobierno mexicano decreto como
Zona Protectora Forestal Vedada a la cuenca hidrográfica del lago de Catemaco, la
cual tiene una extensión de 26,063 ha. Sin embargo, debido a la redacción del decreto,
la delimitación precisa de la zona protegida es contradictoria. En 1979 se decretó
como Zona Protectora Forestal y de Refugio Faunístico al volcán San Martin Tuxtla,
desde la cota altitudinal de 1,000 m snm hacia la cima, abarcando una superficie de
5,630 ha. En 1980 se decretó como Zona de Protección Forestal y Refugio de la Fauna
Silvestre a la sierra de Santa Marta, incluyendo al volcán San Martin Pajapan, misma
que en 1988 fue reclasificada como Reserva Especial de la Biosfera, y que comprende
82,800 hectáreas (una porción de las cuales se sobrepone con el decreto de la cuenca
de Catemaco).
La comunidad científica ha participado directamente en los esfuerzos de con-
servación de la sierra, en particular el INIREB (Instituto Nacional de Investigaciones
sobre Recursos Bióticos) intervino en los decretos de 1979 y 1980. Además, la UNAM,
entre 1966 y 1971, logró adquirir 700 ha para reserva, estableciendo en ella una
estación de investigación biológica, al este del volcán San Martin Tuxtla. Por su parte,
la Universidad Veracruzana estableció en 1989 una reserva para investigación
biológica en Pipiapan, de 220 ha, al norte del lago de Catemaco, entre el volcán San
Martin Tuxtla y la sierra de Santa Marta.
Cabe señalar que en la Estación de Biología Tropical “Los Tuxtlas”, del Instituto
de Biología de la UNAM, numerosos investigadores mexicanos y extranjeros han
realizado gran cantidad de estudios sobre diferentes aspectos biológicos y ecológicos
de la selva húmeda de la Estación. Dichos estudios han contribuido signifi-
cativamente al entendimiento tanto de la dinámica ecológica de las selvas tropicales
del mundo (aportando conocimientos fundamentales a la biología y ecología en
general) como del funcionamiento y estructura de los ecosistemas del trópico
húmedo americano en particular. De hecho, por la antiguedad, calidad y continuidad
de las investigaciones realizadas, la Estación de Los Tuxtlas es uno de los sitios de
selva húmeda neotropical mejor conocidos del planeta, junto con “Barro Colorado”
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), París, Francia
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en Panamá, “La Selva” en Costa Rica, “San Carlos Río Negro” en Venezuela y “Río
Piedras” en Puerto Rico. Se destaca Los Tuxtlas de las otras, porque en los proyectos
de investigación realizados se han formado profesionalmente numerosos biólogos y
ecólogos del país, de reconocido prestigio nacional e internacional, además de que la
gran mayoría de los estudios llevados a cabo en dicha Estación ha estado a cargo de
investigadores nacionales.
En cuanto al éxito de las medidas y acciones encaminadas a proteger y conservar
los recursos naturales de la región de Los Tuxtlas, podríamos mencionar que ambas
reservas universitarias han logrado con éxito tal objetivo. No obstante, en fechas re-
cientes las tensiones con los pobladores de sus alrededores aumentaron de manera
notable y, en el caso de la Estación de la UNAM, se perdió parte de su reserva por
invasión de tierras, quedando sólo 640 ha. Por otro lado, los decretos oficiales no han
funcionado por diversos motivos. Entre ellos podríamos mencionar la falta de un
marco legal o jurídico adecuado, la carencia de planes de manejo de las áreas
protegidas por el decreto, la falta de coordinación entre autoridades federales,
estatales y municipales, y la indefinición de la competencia de las diferentes ins-
tancias gubernamentales.
Recientemente, el Instituto de Ecología, A. C. (IdeE) y el Proyecto Sierra de Santa
Marta, A. C. (PSSM) entregaron al Instituto Nacional de Ecología (INE-SEMARNAP) los
estudios sobre las Bases Ecológicas y Bases Socioeconómicas para el Ordenamiento
Territorial de la Región de Los Tuxtlas, cuya elaboración y publicación oficial
definitiva corresponde al INE. Estos estudios representan la síntesis de esfuerzos e
investigaciones realizados tanto por el IdeE como por el PSSM durante más de 10 años
en la zona. Con base en los estudios para el Ordenamiento y en el análisis y síntesis
de aquellos realizados por historiadores, sociólogos, economistas, antropólogos y
biólogos en la región, el IdeE, el PSSM y el INE presentaron una propuesta conjunta de
Reserva de la Biosfera para la región, que fue retornada por la SEMARNAP, el gobierno
del estado de Veracruz y la presidencia de la República.
El lunes 23 de noviembre de 1998 se publicó en el Diaria Oficial de la Federación
(tomo DXLII, núm. 16) el decreto presidencial que establece la Reserva de la Biosfera
Los Tuxtlas. Ésta comprende 155,122 ha, de las cuales 125,402 corresponden a la zona
de amortiguamiento que envuelve a las tres zonas núcleo de la reserva: a) Zona nú-
Sergio Guevara et al., La Reserva de la Biosfera Los Tutilas (México)
cleo Volcán San Martin Tuxtla, con 9,805 ha; b) Zona núcleo Sierra de Santa Marta,
con 18,032 ha y c) Zona núcleo San Martin Pajapan, con 1,883 hectáreas.
En la actualidad, la Universidad Veracruzana está elaborando el plan de manejo
de la reserva. Este nuevo decreto deroga a los anteriores y, a diferencia de ellos, tiene
un marco jurídico o legal sólido y preciso, estipulado en la Ley General del Equilibrio
Ecológico y Protección al Ambiente (LGEEPA), que fue recientemente modificada y
aprobada (1997). Además, el INE-SEMARNAP ha designado ya al jefe de la reserva y la
Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA) ha designado al delegado
para la región, encargado de perseguir y resolver los delitos ambientales.
La Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas
La reserva de la biosfera se ubica entre los 18’03’ y 18’43’ de latitud norte y los 94’38’
y 95’25’ de longitud oeste. Tiene 90 km de longitud (dirección noreste-suroeste) y
56 km en su parte más ancha, reuniendo una superficie total de 334,002 ha. La
reserva está ubicada en la provincia biogeográfica de la región neotropical 8.1.1
(Campechana) (Miklos, 1975).
La zonificaciónl
+ Zonas núcleo: son tres con una superficie total de
l Zona núcleo San Martin Tuxtla
l Zona núcleo Sierra de Santa Marta
l Zona núcleo San Martin Pajapan
l :* Zona de amortiguamiento
l :* Zona de transición
29,720 ha
9,805 ha
18,032 ha
1,883 ha
125,402 ha
178,880 ha
’ El decreto presidencial mexicano incluye sólo la zona de amortiguamiento y las tres zonas núcleo, es decir,
155,122 ha. La zona de transición está incluida en el ordenamiento territorial que hará el INE-SEMARNAP.
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), París, Francia
.-.. ._-
37
Cuadro. Zonificación de la Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas (superficie por zona, número
de poblados y habitantes’ en 1990, y principales tipos de vegetación por zona2)
Zonas núcleo Área (ha) Poblados Habitantes Selva Bosque Otros Talado (1990) húmeda neblina (natural)
S. M. Tuxtla 9,805 2 49 3,953 4,603 0 1,243
Santa Marta 18,032 6 325 11,605 4,827 45 1,556
S. M. Pajapan 1,883 0 0 1,384 140 0 359
Subtotal zona núcleo 29,720 8 374 16,942 9,569 45 3,158
Zona de
amortiguamiento 125,402 281 22,944 23,957 2,208 3,046 95,089
Zona de transición 178,880 386 208,259 7,143 0 12,073 148,207
Total 334,002 675 231,577 48,042 11,777 15,164 246,352
1 Estaclonalmente permanece un número variable de cañeros y cortadores de chile en las zonas de amorhguarmento y transición, y en esta última también se agrega un número importante de cortadores de tabaco. L Sin mclmr los cuerpos de agua. Fuente: INEGI, 1995 (para las tres primeras columnas).
Justificación de la zonijicación
Las zonas núcleo corresponden a los sitios con vegetación en muy buen estado de
conservación. Equivalen a 9% del área propuesta como reserva de la biosfera. Dentro
de ella se encuentran las cimas de los tres volcanes de la región: San Martín Tuxtla,
Santa Marta y San Martín Pajapan. En esta zona hay sitios con pendientes abrup-
tas poco útiles para la agricultura, la densidad de población humana es muy baja
(~10 hab/km2) y comprende las cabeceras o nacimientos de la gran mayoría de los
numerosos ríos permanentes de la sierra de Los Tuxtlas, en los que deberá man-
tenerse la cobertura forestal.
La zona de amortiguamiento que rodea a las zonas núcleo abarca sitios con
diversos grados de conservación. Incluye algunas áreas con explotación ganadera, así
como pequeños remanentes de selva que conectan las zonas núcleo. Contiene áreas
sin uso o de productividad muy baja en las que la restauración ecológica sería la
opción más benéfica para el conjunto de habitantes locales.
La zona de transición corresponde al resto del área propuesta como reserva de la
biosfera. Comprende algunas áreas deseables de preservar por tener vegetación en
buen estado de conservación y con características ecológicas importantes; sin
embargo, en ella tenemos a las zonas más productivas, las cuales están dedicadas a
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), Paris, Francia
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cultivos como el de caña de azúcar, tabaco, hortalizas, etc., así como a los ranchos
ganaderos con manejo más intensivo. Además, están las zonas urbanas, que incluyen
a las tres únicas ciudades con más de 10,000 hab en la reserva y a las cabeceras
municipales de los ocho municipios.
La tenencia de la tierra
Las áreas núcleo
De las aproximadamente 24,600 ha de las zonas núcleo con información confiable
acerca de su tipo de tenencia, tenemos que 72.8% es ejidal, 25.2% privado y 2%
federal. Con el decreto de noviembre de 1998, cerca de 16,000 ha de la zona núcleo de
Santa Marta se expropiaron y su tenencia será mixta, ya que serán tierras federales y
estatales, pero cuya vigilancia y manejo quedará bajo la responsabilidad de la
asociación civil denominada Custodios de la Selva, A. C., integrada por la Uni-
versidad Veracruzana, la UNAM, el Instituto de Ecología, A. C. y las organizaciones
no gubernamentales: Proyecto Sierra de Santa Marta, A. C. y PRONATURA, Asociación
Civil.
El área de amortiguamiento
De las cerca de 54,380 ha de las zonas de amortiguamiento con información confiable
sobre su tipo de tenencia, tenemos que 51.6% es ejidal, 25.8% corresponde a colonias
agrícolas, 21.7% es privado y 0.9% federal.
El área de transición
Sobre las propiedades en la zona de transición existe menos información confiable.
De las cerca de 93,350 ha de esta zona, con información, tenemos que 67.5% es ejidal,
27% privado, 4% corresponde a colonias agrícolas y el 1.5% restante es muy variable
(fundo legal, nuevo centro de población, zona urbana, etcétera).
Como ya se mencionó con anterioridad, existen conflictos sobre la tenencia legal
de la tierra en varios sitios. La SRA no ha terminado la delimitación oficial (deslinde)
Sergio Guevara et al., La Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas (México)
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de las tierras mediante el programa denominado PROCEDE, el cual inició en la zona
recientemente, pero lleva un avance menor a 30% de la superficie comprendida en la
reserva. En la actualidad, tanto el gobierno federal como el estatal están realizando la
expropiación de los predios (tanto ejidales como privados) contemplada en el decreto
de reserva, los cuales están comprendidos en la zona núcleo de Santa Marta. De las
18,032 ha de ésta, el gobierno comprará (expropiará) 15,684, para las cuales ya se
tiene el dinero.
La relevancia ecológica
La conservación de la biodiversidad de la sierra de Los Tuxtlas es de gran
importancia por las siguientes razones:
+ Presenta una elevada diversidad de ambientes y de tipos de vegetación; se han
identificado 9 tipos de vegetación primaria, de los 20 registrados para
Veracruz.
l Z* Es el límite norte de la selva húmeda en el continente americano.
l :* Constituye un caso único en México y América del Norte por la conexión de
diferentes selvas y bosques desde la costa hasta las cimas de los volcanes.
+:* Los bosques mesófilos que cubren las cimas de sus tres mayores volcanes, se
cuentan entre los mejor conservados del país y Centroamérica.
+ Dado que la región es una de las cinco zonas del país con mayor precipitación
pluvial (pp. media anual superior a 4,000 mm), el mantenimiento de la
cobertura forestal en la cima de sus volcanes y manantiales es de vital
importancia para la captación de agua.
+ Es un sitio “clave” para aves migratorias de norteamérica durante sus
desplazamientos migratorios y como sitio de invernación.
+ El conocimiento biológico de la región destaca a nivel mundial, siendo una de
las selvas neotropicales más estudiadas.
l Z* Presenta una gran riqueza de especies animales y vegetales (aun actualmente y
a pesar del considerable grado de transformación humana). Como ejemplos de
ésta se han reportado para Los Tuxtlas:
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), París, Francia
l Más de 1,300 especies de plantas vasculares colectadas e identificadas.
Posiblemente con un total estimado de 2,000 especies.
. 851 especies de vertebrados (45 anfibios, 117 reptiles, 128 mamíferos y
561 aves), lo cual representa 32% de dichas especies de México. Entre
las cuales hay 21 endémicas y aproximadamente 102 en peligro.
= 233 de las 561 especies de aves reportadas para Los Tuxtlas son especies
migratorias neártico-neotropicales. Siendo el sitio neotropical con el
mayor número de estas especies.
= 133 especies de Odonata (libélulas), que representan 40% de los taxa en
México.
. Más de 530 especies de mariposas, lo cual implica que hay cerca de 200
especies más en esta región que las encontradas en Canadá y Estados
Unidos juntos.
Las perspectivas para el uso de los recursos
naturales y la conservación de la biodiversidad
En paisajes forestales fragmentados por el hombre, la distancia entre remanentes
forestales se ha utilizado como un estimador de su aislamiento (Guevara, 1995). Entre
mayor sea la distancia que separa a dos fragmentos particulares, será menor el
número de animales de la fauna forestal nativa capaces de moverse entre ellos. Para
el caso particular de los paisajes actuales del trópico húmedo, lo anterior también
determina el grado de aislamiento de la flora nativa, ya que la mayoría de las plantas
de la selva húmeda dependen de la fauna de la selva para ser polinizadas o para que
sus semillas sean dispersadas.
El uso de la distancia como estimador del aislamiento tiene su origen en la teoría
de biogeografía de islas (McArthur y Wilson, 1967; Terborgh, 1976). Una de las más
importantes limitaciones de la aplicación de esta teoría en paisajes forestales
fragmentados por el hombre se refiere a que, por lo general, se omiten las complejas
y heterogéneas características estructurales y florísticas de la matriz del paisaje, es
decir, de los campos agrícolas y ganaderos que rodean a los fragmentos de bosque o
Sergio Guevara et al., La Reserva de la Biosfera Los Tuxflas (México)
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selva (Turner, 1989; Wilcove et al., 1986). Los paisajes actuales del trópico húmedo
dedicados a la ganadería, como el de Los Tuxtlas, con dificultad pueden ser
considerados como “islas de selva” en un “mar de pastos”, debido principalmente a
que dichos potreros presentan un profuso y diverso arbolado. Sin embargo, lo
anterior no anula el hecho de que la distancia entre hábitats o sitios utilizados y
preferidos por la fauna forestal nativa es determinante en la frecuencia e intensidad
de sus movimientos en el paisaje y, por consiguiente, en el caso del trópico húmedo
lo anterior afecta las distancias de dispersión de polen y semillas de las plantas de
selva.
A pesar de la aparente poca importancia de los árboles aislados y corredores
riparios, en términos del área o cobertura que ocupan, su presencia en los potreros y
campos agrícolas tiene un efecto significativo en la conectividad del paisaje, al
reducir las distancias que separan a los elementos arbóreos y, en particular, al fun-
cionar como sitios de paso o percha temporal a los animales voladores de la selva
que se mueven entre los fragmentos remanentes de ella.
Otro aspecto crucial que es influido por la presencia de árboles en el interior de los
potreros y campos agrícolas se refiere a la resilencia del paisaje, es decir, a la capa-
cidad de recuperación o regeneración de la selva húmeda. Esta regeneración de la
selva en potreros que han sido utilizados por años, depende de la inmigración de se-
millas desde remanentes cercanos a ellos, ya que el uso pecuario elimina rápi-
damente las otras vías de regeneración (rebrote de restos de troncos y raíces, y
semillas latentes en el suelo). Las áreas abiertas desaniman, pero no impiden del todo
el movimiento de dispersores de semillas hacia ellas y quienes las cruzan encuentran
en éstas sitios atractivos de percha, posibilidades de alimentación (frutos) y refugio
contra depredadores u organismos agresivos de las zonas abiertas, etc., que es
provisto por el arbolado remanente del dosel de la selva que se deja en los potreros y
campos agrícolas.
Los árboles de selva que quedan en potreros y campos agrícolas, además de
funcionar como núcleos de regeneración, constituyen importantes fuentes de pro-
págulos de especies de selva, como lo hemos podido constatar con nuestros estudios.
Los árboles selváticos de los potreros de Los Tuxtlas no están muertos demo-
gráficamente, ya que aves y murciélagos se alimentan de sus frutos y dispersan sus
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur,,, París, Francia
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semillas hacia otros elementos arbóreos del paisaje, donde germinan y se establecen
con éxito.
Las distancias de dispersión de semillas de selva hacia las zonas abiertas son
notablemente reducidas, gracias a la presencia de árboles remanentes de selva en el
interior de éstas. Como consecuencia, la regeneración de la selva en paisajes
fragmentados donde las áreas abiertas presentan un profuso arbolado remanente en
forma de corredores riparios y árboles aislados será más rápida y tendrá una
estructura y composición florística más similar a la original, en comparación con
paisajes en los que las zonas abiertas estén desprovistas de árboles.
Es importante mencionar que el reemplazo y, por consiguiente, el mantenimiento
de este arbolado de los potreros no es una tarea difícil, es necesario controlar los cha-
peos y aspersión de herbicidas que se hacen bajo su copa y excluir por periodos rela-
tivamente cortos (i.e. tres años) al ganado por debajo de su copa o en una porción de
ella; la rica y diversa vegetación arbórea que se regenera bajo estas condiciones nos
permitiría seleccionar especies de selva para reemplazar al árbol remanente del dosel
original.
El futuro paisaje de Los Tuxtlas podría tener dos modalidades o escenarios
extremos: el primero de ellos se trata de un conjunto de elementos desintegrado,
dominado por extensos potreros desprovistos de árboles, donde los elementos de
conectividad son eliminados limitando la disponibilidad de especies y aislando a las
subpoblaciones nativas sobrevivientes, produciendo así una disminución de la
biodiversidad local y, a largo plazo, su extinción local definitiva. Por otro lado, se
podría tener un conjunto de fragmentos de selva, campos de cultivo y acahuales
integrados gracias a elementos de conectividad como son los árboles aislados, la
vegetación riparia, cercas vivas y plantaciones forestales y de frutales (cacao, cítricos,
pimienta, etc.), que incrementen la disponibilidad de especies de la selva así como la
accesibilidad de los sitios.
Si retomarnos la propuesta de Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas, podemos
concebir a la zona de amortiguamiento como parte de un paisaje en el cual podría
llegarse a mantener a largo plazo un porcentaje muy alto y representativo de la bio-
diversidad nativa original, aún sin detener las actividades agropecuarias. Para esta
zona en particular, se pueden elaborar recomendaciones concretas y efectivas que
Sergio Guevara et al., La Reserva de la Biosfera Los Tuxflas (México)
nos encaminen hacia el segundo tipo de escenario o paisaje descrito en el párrafo
anterior.
El estudio de la zoocoria en paisajes fragmentados constituye un sólido punto de
partida para el diseño de paisajes y sistemas de producción agropecuaria en los que
se optimice el flujo de animales frugívoros y las semillas que dispersan, desde los
fragmentos hacia el potrero y entre los dispersos remanentes de selva. Aumentando
con ello las posibilidades de persistencia de las poblaciones de numerosas especies
de la selva, tanto de la fauna frugívora como de la flora zoócora, en paisajes
transformados y utilizados por el hombre, con el consecuente incremento en la
resilencia del sistema (Laborde, 1996). De hecho, el adecuado manejo del arbolado y
fragmentos forestales de la zona de amortiguamiento facilitará en gran medida la
conservación a largo plazo de la selva y bosque mesófilo que se incluyen en las zonas
núcleo.
De continuar expandiéndose la ganadería extensiva y las técnicas pecuarias
actuales, en las que, toda planta que no sea de las pocas especies forrajeras conocidas
es eliminada y la única especie arbórea nativa apreciada es Burseru simaruba, por su
uso en las cercas vivas, entonces la gran mayoría de los paisajes del trópico húmedo
serán dominados por gramíneas y especies ruderales de amplia distribución
geográfica (pantropicales), donde ninguna otra especie nativa de selva (tanto de
plantas como de animales) podrá subsistir.
Nuestras investigaciones indican que en paisajes del trópico húmedo similares al
de Los Tuxtlas, la explotación pecuaria y conservación in situ de especies de selva
pueden combinarse exitosamente, siempre y cuando las prácticas agropecuarias
permitan el reclutamiento a la fase adulta reproductiva, de las numerosas especies
nativas zoócoras que son dispersadas, las cuales germinan y se establecen aun en el
interior de potreros activamente pastoreados.
La deforestación de la sierra de Los Tuxtlas ha dado como resultado un paisaje
muy heterogéneo, con fragmentos de diferente tamaño y distancias variables entre sí,
inmersos en áreas taladas con distintos manejos pecuarios y densidades variables del
arbolado remanente en su interior. Esta situación convierte a la región en un
escenario ideal para el estudio y entendimiento de las consecuencias biológicas de la
fragmentación antropogénica y de la dinámica ecológica de paisajes fragmentados.
Documento de Trabajo N” 29, 1999, UNESCO (Programa de Cooperación Sur-Sur), París, Francia
Para lograr el objetivo por el cual fue creada la Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas,
es imprescindible reducir a su mínima expresión la perturbación humana en el
interior de sus tres zonas núcleo. Además, la reserva permite ensayar en su zona de
amortiguamiento estrategias y sistemas productivos novedosos, que combinen la
obtención de productos agropecuarios y forestales, sin menoscabo de la diversidad
biológica que aún queda en la sierra. El notable conocimiento de la flora, fauna y
ecología de la selva de Los Tuxtlas, constituye una base de comparación inmejorable
para determinar en el corto y mediano plazos si las estrategias implementadas son las
correctas. Lo anterior es fundamental para garantizar la conservación a futuro de la selva
húmeda remanente, no sólo de Los Tuxtlas sino del resto del país, particularmente de
las zonas donde la población humana está creciendo aceleradamente y donde la
frontera de deforestación sigue avanzando.
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