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LAS TITULACIONES QUIRÚRGICO-MÉDICAS A MEDIADOS DEL...

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16 • Cultura de los Cuidados 1 er . Semestre 2006 • Año X - N.° 19 MEDICAL-SURGICAL QUALIFICATIONS MID-XIX CENTURY : THE “MINISTRAN- TES” (HEALTH OFFICERS) ABSTRACT F ramed within the professional field of “nur- sing”, there have been along the centuries various figures who performed several func- tions. The present study deals with the approach to one of them: The ministrante (Health Officer/Officier de santé), whose most paramount aspect is that of their technical-surgical tone. Professional attributions and inter-relationship with some other health professions together with different circumstances that motivated their onset are considered here. Key words: Ministrante /Health Officer/Officier de santé; Practicante /Nurse; Minor surgery. RESUMEN A lo largo del tiempo han sido varias las figuras que han realizado funciones que podemos enmarcar dentro del campo pro- fesional de la Enfermería. Con el presente estudio pretendemos acercarnos a una de ellas, el Ministrante, de claro matiz técnico-quirúrgico. Junto a las circunstancias que motivaron su apari- ción, repasamos sus atribuciones profesionales y su interrelación con otras profesiones sanitarias. Palabras clave: Ministrante, Practicante, Cirugía Menor. I. INTRODUCCIÓN En los escasos veinte años que los Enfermeros españoles han comenzado a interesarse por estu- diar su historia profesional, aún no han aparecido estudios monográficos sobre estas figuras que en los siglos pasados han precedido a las actuales Enfermeras. El presente trabajo pretende incidir sobre la importancia de conocer a estos personajes, centrándose en uno de ellos, el Ministrante, cuya vigencia en los planes de estudio apenas tuvo una duración de once años, entre 1846 y 1857. Conforme avanza el siglo XIX observamos como se va produciendo un notable avance de los conocimientos sanitarios, lo que contribuye a que se vayan perfilando distintos campos o especiali- dades clínicas. La sangría como recurso terapéuti- co, poco a poco se va limitando, disminuyendo a la vez, la importancia y consideración de los que rea- lizaban tal técnica, los antiguos Sangradores. En su lugar se decide crear una nueva figura profesional, cuya extraña y engañosa denominación de “Ministrante”, no hace sino irritar a la clase médi- ca, que prefiere utilizar el término de HISTORIA LAS TITULACIONES QUIRÚRGICO-MÉDICAS A MEDIADOS DEL SIGLO XIX: LOS MINISTRANTES Isidoro Jiménez Rodríguez Enfermero. Toledo.
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16 • Cultura de los Cuidados

1er. Semestre 2006 • Año X - N.° 19

MEDICAL-SURGICAL QUALIFICATIONSMID-XIX CENTURY : THE “MINISTRAN-TES” (HEALTH OFFICERS)

ABSTRACT

Framed within the professional field of “nur-sing”, there have been along the centuriesvarious figures who performed several func-

tions. The present study deals with the approach toone of them: The ministrante (HealthOfficer/Officier de santé), whose most paramountaspect is that of their technical-surgical tone.Professional attributions and inter-relationshipwith some other health professions together withdifferent circumstances that motivated their onsetare considered here.

Key words: Ministrante /HealthOfficer/Officier de santé; Practicante /Nurse;Minor surgery.

RESUMEN

Alo largo del tiempo han sido varias lasfiguras que han realizado funciones quepodemos enmarcar dentro del campo pro-

fesional de la Enfermería. Con el presente estudiopretendemos acercarnos a una de ellas, elMinistrante, de claro matiz técnico-quirúrgico.Junto a las circunstancias que motivaron su apari-ción, repasamos sus atribuciones profesionales ysu interrelación con otras profesiones sanitarias.

Palabras clave: Ministrante, Practicante,Cirugía Menor.

I. INTRODUCCIÓNEn los escasos veinte años que los Enfermeros

españoles han comenzado a interesarse por estu-diar su historia profesional, aún no han aparecidoestudios monográficos sobre estas figuras que enlos siglos pasados han precedido a las actualesEnfermeras. El presente trabajo pretende incidirsobre la importancia de conocer a estos personajes,centrándose en uno de ellos, el Ministrante, cuyavigencia en los planes de estudio apenas tuvo unaduración de once años, entre 1846 y 1857.

Conforme avanza el siglo XIX observamoscomo se va produciendo un notable avance de losconocimientos sanitarios, lo que contribuye a quese vayan perfilando distintos campos o especiali-dades clínicas. La sangría como recurso terapéuti-co, poco a poco se va limitando, disminuyendo a lavez, la importancia y consideración de los que rea-lizaban tal técnica, los antiguos Sangradores. En sulugar se decide crear una nueva figura profesional,cuya extraña y engañosa denominación de“Ministrante”, no hace sino irritar a la clase médi-ca, que prefiere utilizar el término de

HISTORIALAS TITULACIONES QUIRÚRGICO-MÉDICAS A MEDIADOS

DEL SIGLO XIX: LOS MINISTRANTESIsidoro Jiménez Rodríguez

Enfermero. Toledo.

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“Practicante”, como sinónimo de “estudiante enprácticas”, para designar a quienes realizan laCirugía Menor.

Asegura un diario de la época, “La SoberaníaNacional”, que el Ministrante español es una copiao traslado del “Officier de santé”, Oficial de Salud,creado en la vecina Francia [1]. Si bien advierteque en dicho país tales profesionales ejercen en lasgrandes poblaciones, asistiendo “á la cabecera delos enfermos y al lado de los facultativos, para eje-cutar y dirigir las medicaciones preceptuadas”.También compara su actuación con la que llevan acabo en nuestros hospitales los Practicantes y lasHermanas de la Caridad, o con la que realizan ensus casas los familiares con un pariente enfermo.Este sanitario realiza igualmente otras tareas másprácticas (realización de sangrías y vendajes, ayu-dante en las operaciones, o la cumplimentación derecetas), y otras observaciones para informar alMédico sobre el curso de la enfermedad, efectos delos medicamentos, etc. (La Soberanía Nacional, II,269:5).

Objetivos.Dentro de la finalidad general de aproximación

a la figura histórica de la Enfermería que represen-ta el Ministrante, perseguimos en este artículo [2]analizar la realidad sanitaria durante la década quetuvo vigencia tal titulación. Más específicamente,se pretende:

- Conocer el significado del término que desig-na a este profesional sanitario.

- Repasar la regulación legislativa que determi-nó su ámbito de actuación, en el marco de lasnumerosas titulaciones clínicas existentes.

- Ahondar en el rechazo que tuvo hacia él laopinión médica, investigando sus causas yposible justificación.

- Dar a conocer el importante papel que jugó lapublicación periódica “La Voz de losMinistrantes” en la formación de una con-ciencia profesional.

Fuentes.Tras encuadrar este periodo histórico español,

se lleva a cabo un estudio bibliográfico sobre lasanidad durante el siglo XIX, observando como enalgún caso, la misma ha sido abordada bajo enfo-

ques médicos que podrían desvirtuar la verdaderaaportación asistencial de los Ministrantes yPracticantes al sistema sanitario de mediados desiglo (Albarracín Teulón, 1973). Ante ello creemosnecesario recurrir a fuentes originales de aquelperiodo:

- Prensa médica y de tipo general.- Gaceta de Madrid y repertorios legislativos.- Diccionarios Real Academia, etimológicos y

generales.- Libros de texto utilizados para la enseñanza

de Ministrantes y Practicantes.

Método. Tras la recogida de datos sobre el tema de

investigación, procedemos a su exposición estruc-turada y análisis, alcanzando unas deducciones oconsecuencias. Finalmente sintetizamos todo elproceso en unas conclusiones.

II. MARCO HISTÓRICO Y LEGISLATIVOPara entender mejor los cambios educativos

que van a dar lugar a las numerosas titulacionessanitarias que más adelante repasaremos, resultaimprescindible esbozar una breve síntesis sobre lossucesos que tuvieron lugar en la España de media-dos del XIX. Para ello, seguimos al historiadorRafael Sánchez Mantero.

A la muerte de Fernando VII se sucederá ennuestro país un decenio (1833-1843) que conoce-mos como “Época de las Regencias”, provocadopor la minoría de edad de la heredera del trono, lafutura reina Isabel II. A lo largo de este tiempo sevan a poner de manifiesto las dos opciones políti-cas que se van a ir sucediendo en los futurosgobiernos: progresistas y moderantistas. El final deesta etapa se caracterizó por una profunda crisispolítica que acabó con la huída del regente, elgeneral Baldomero Espartero, a Inglaterra. Enmedio de este conflicto vio la luz el Plan deEstudios Médicos de 1843.

El siguiente ciclo de la vida política española sedenomina la “Década Moderada” (1844-1854).Tuvo su inicio cuando la reina Isabel II ponía alfrente del Gobierno al General Ramón MaríaNarváez. Lejos de constituir un periodo de estabi-lidad política, este decenio en el que estuvierongobernando los moderantistas, se caracterizó por

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las continuas crisis ministeriales y enfrentamientosentre los distintos sectores del propio partido.Consecuencia de todo ello, se llegaron a sucederhasta trece gobiernos diferentes, se promulgó unanueva Constitución de 1845 y se produjeron lasrevoluciones de 1848 y 1854. Durante el deceniose manifestaron intensamente los deseos de centra-lización y de control por el Gobierno, como mediode alcanzar el orden social. Ideas estas que se plas-maron, de una forma especial, en el sistema educa-tivo, a través de las limitaciones de la libertad deenseñanza que supuso el Plan de Estudios de 1845,promovido por el ministro Pedro José Pidal.

De nuevo Espartero al frente del gobierno, seinaugura el “Bienio Progresista” (1854-1856),cuyo suceso más importante, aparte del frustradointento de elaborar una nueva Constitución, fue laDesamortización de Madoz que perseguía dotar al

Estado de fondos a través de la venta de bienes per-tenecientes a los municipios, al clero y las órdenesmilitares.

Sigue la alternancia en el poder con el partidocontrario, con el conocido como “BienioModerado” (1856-1857). De nuevo se restringenlas libertades con la Ley de Imprenta y se deroganla mayor parte de las leyes aprobadas en el periodoanterior. También se promulgará una Ley deInstrucción Pública.

El Gobierno de la Unión Liberal (1858-1863) acuyo frente se situó otro militar, el generalLeopoldo O´donell, trató de aglutinar a integrantesde los dos partidos que se habían sucedido durantelos últimos años en la vida política española.

En el cuadro 1 sintetizamos todos estos cam-bios políticos con la aparición de las distintas nor-mativas.

CUADRO1. Cambios políticos en España y creación de profesiones antecesoras de la Enfermería.

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Disposiciones legales.En los años centrales del siglo (1846), un perió-

dico del sector distinguía hasta trece clases de pro-fesores médicos, todos ellos con estudios diferen-tes, así como mas de ocho clases de cirujanos, loque le hacía preguntarse: “Cuál sea la confusion,cuál el desorden y conflictos que tan monstruosasdiferencias han de producir en la práctica, cuál la

indecision, las dificultades y dudas que han deocasionar al Gobierno y á las autoridades (…)”(Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia,1846,4:29). Tal disparidad de titulaciones es fruto de lossucesivos planes de estudio que se han ido proyec-tando en nuestro país. En el cuadro 2 reproducimosuna parte del cuadro sinóptico que aparece en eltrabajo sobre este tema de Albarracín Teulón.

CUADRO 2. Titulaciones sanitarias en España en una parte del siglo XIX.

(En negrita titulaciones precedentes de la Enfermería)

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Las ordenaciones académicas, a partir demediados del siglo XIX, tienden a simplificar ydisminuir el número de titulaciones, pero para quese produzca dicha reducción en la práctica habránde pasar muchos años.

Para no hacer muy extenso el repaso legislati-vo, nos detendremos solamente en la legislaciónque guarda relación con la figura del Ministrante ylos comienzos de su sucesor, el Practicante.

El plan de estudios médicos de 1843 (“PlanMata”)

Pedro Mata y Fontanet [3], funcionario delnegociado de Instrucción Pública (Ministerio de laGobernación), elabora un Plan de EstudiosMédicos en 1843, que supone la unificación de lascarreras de Medicina y Cirugía. De acuerdo con lanueva norma, las titulaciones quedaban reducidas ados: Doctor en Ciencias Médicas, con siete años deestudios, y Práctico en el arte de curar, con cuatroaños (Decreto de 10 de octubre de 1843). Bajo estaúltima denominación se distingue la CirugíaMenor y la Obstetricia, y la Medicina elemental.

En el preámbulo de esta ley se justifican talesmedidas en las numerosas clases de facultativos,cada una de ellas “tiene su título, sus atribucionesy sus intereses diferentes de los de las demás”,concluyendo en que “urge, pues, sobremaneraponer un término á todos esos males y abusos, y elmedio mejor de conseguirlo es completar la refor-ma empezada en 1827”,en clara alusión a la uni-dad de la Medicina y la Cirugía.

Como novedad se establecen dos únicas facul-tades, en Madrid y Barcelona, donde se podráncursar los estudios de Ciencias Médicas yFarmacia, junto a cinco Colegios en los que seobtendrá el título de Práctico (Sevilla, Valencia,Zaragoza, Valladolid y Santiago).

Los intereses adquiridos por las titulacionesexistentes con anterioridad, y la drástica limitaciónde ciudades donde se podrá cursar la Licenciaturay Doctorado en Medicina, provocarán los ataquesde la prensa médica, a la vez que algunas ciudadescon un pasado universitario notable, comoSalamanca o Valencia, expresarán sus enérgicasprotestas (Albarracín Teulón, 1973:30-32).

El plan de estudios de 1845 (“Plan Pidal”)No habían transcurrido ni dos años de la refor-

ma anterior, cuando un nuevo Plan de Estudios vela luz (Gaceta de Madrid, 17 de septiembre de1845). Se mantienen agrupadas la Cirugía y laMedicina, bajo un mismo título (Licenciado enMedicina), al que se llegará tras siete años de estu-dio, partiendo del Bachiller en Filosofía y un cursopreparatorio. Para llegar al grado de Doctor, se pre-cisaban dos años de estudios más a partir de laLicenciatura. El doctorado sólo se podía cursar enMadrid, mientras que la licenciatura se establecíaen las Facultades de Barcelona, Santiago, Valenciay Cádiz, aparte de Madrid. Al concluir los cincoprimeros años de estudios universitarios se obteníael grado de Bachiller en Medicina.

También se prevé la creación de una figura pro-fesional que realice las labores subalternas y prác-ticas. En el artículo 27 de dicha ordenación seanuncia que un reglamento determinará “las con-diciones bajo las cuales se podrá autorizar paraejercer la sangría y demás operaciones de la ciru-gía menor o ministrante a los que desempeñen ohubieren desempeñado el cargo de practicantes enlos hospitales”.

Reglamento de Ministrantes.Señala las condiciones que reunirán todos los

que aspiren a dedicarse a ejercer de Ministrantes,así como los estudios necesarios, el desarrollo delexamen y la configuración del tribunal para la rea-lización del mismo (Colección Legislativa deEspaña, 1846, XXXVII:522-524). Aspectos estosque repasamos a continuación:

- Certificaciones.La norma establece en su artículo primero las

condiciones que deben reunir los aspirantes: - “Haber servido dos o mas años el destino de

practicante de cirugía en hospitales de almenos 100 camas”, lo que deberán probarmediante un certificado del primer cirujanodel hospital donde se haga constar que hadesempeñado tales obligaciones satisfactoria-mente, así como que ha tenido una buena con-ducta.

- “Probar que ha estudiado privadamente la fle-botomía y el arte de aplicar al cuerpo humano

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los apósitos de toda clase usados en medici-na”, así como “haber seguido, al menos porseis meses con un cirujano dentista” la lim-pieza de la dentadura y extracción de dientesy muelas. La disposición remarca cuales sonestas materias de estudio (cuadro 3). El artí-culo 10 permite a aquellos que hayan ejercidocomo Practicantes por espacio de 4 años enun hospital de más de 100 camas, y ademástengan aprobado algún curso de Cirugía, enlos Colegios de Medicina y Cirugía, no tenerque presentar certificación alguna de estu-dios. A esta medida podrán acogerse durante1 año a partir de la entrada en vigor de estereglamento.

CUADRO 3. Estudios privados para título deMinistrante (1846).

MATERIAS DE ESTUDIO DEL MINISTRANTE

- Evacuaciones sanguíneas generales y tópi-cas. Accidentes.

- Aplicación a la piel de medicamentos.- Vendajes más frecuentes en medicina.- Inyección de sustancias medicamentosas por

vías naturales.- Limpieza de dentadura y extracción de dien-

tes y muelas.

Las certificaciones referidas anteriormente laspodrán refrendar el Cirujano Mayor del hospital uhospitales donde se haya ejercido de practicante,los Regentes de primera y segunda clase de lasFacultades de Medicina, o en los hospitales de másde 300 camas, dos Cirujanos “que sigan en catego-ría ó en antigüedad al Cirujano Mayor”.

Más adelante se analizan los diferentes conoci-mientos y técnicas que constituyen el ámbito pro-fesional de esta nueva figura sanitaria.

- Documentación.Los Rectores de las Universidades cabeza de

distrito correspondientes a los hospitales donde sehaya ejercido como Practicante, una vez compro-bada la validez de los documentos aportados, man-darán hacer el depósito estipulado, consistente en

700 reales de vellón, más otros 100 reales en con-cepto de derechos de examen (art. 8).

- Examen.El tribunal estará formado por tres Regentes de

Medicina de primera o segunda clase, nombradospor el Rector, o en el caso de no haber suficientenúmero de estos, su lugar lo podrán ocuparDoctores en Medicina y Cirugía, o en su falta,Doctores en Medicina (art. 4).

La duración mínima del examen será de unahora, y comprenderá una parte teórica con pregun-tas y otra parte práctica, “con cuyo objeto el Rectorprocurará que se haga en un hospital, así comoque se proporcionen a los examinadores todos losmedios que permitan las circunstancias para con-seguir tan importante objeto”.

También el artículo 5 insiste en las materiasque debe incluir la prueba, añadiendo a las relacio-nadas como materias de estudio, el “conocimientode venas y arterias que es indispensable para san-grar con acierto en diversas partes del cuerpo, conexpresión de las diferencias que ofrezca el hacer lasangría en una ú otra parte”y “los medios decurar los clavos ó callos, y los accidentes que pue-dan sobrevenir al extraerlos”.

Una vez finalizada la evaluación, los examina-dores darán su voto, y en el caso de ser aprobado elexaminando por la mayoría de ellos, el secretarioextenderá el correspondiente acta que, junto a todoel expediente formado por el Rector, se trasladaráal Director General de Instrucción Pública queexpedirá la licencia de Sangrador. Una vez más,observamos que se utiliza indistintamente la deno-minación de Ministrante o de Sangrador en las dis-posiciones legales.

Según su artículo 7, una vez superado el exa-men, la licencia obtenida autoriza a realizar lassiguientes actuaciones:

- Hacer sangrías generales o tópicas.- Aplicar medicamentos al exterior, poner toda

especie de cáusticos ó cauterios y hacer esca-rificaciones.

- Limpiar la dentadura y extraer dientes y mue-las.

- Ejercer el arte del callista. En dicha licencia se expresará que los sangra-

dores están “completamente inhabilitados” pararealizar las citadas sangrías o la aplicación de

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medicamentos, cáusticos, cauterios y efectuarescarificaciones, “sin mandato expreso del profe-sor médico ó cirujano en sus respectivos casos,quedando, cuando lo hicieren sin estas circunstan-cias, sujetos á lo que las leyes prescriben respectoá los que ejercen la ciencia de curar sin título legi-timo”.

- Convalidación.Finalmente esta R.O., en su artículo 11, estable-

cía la convalidación de este título a todos losSangradores, incluso a los provenientes del ya desa-parecido Protomedicato de Navarra, con el únicorequisito de abonar 100 reales para su expedición.

Aclaración decreto anteriorLa explicación de diversos aspectos de la

norma precedente sobre certificaciones que debenexigir los Rectores de la Universidades para el títu-lo de Sangrador, aparecen en la R.O. de 13 deenero de 1847 (Colección Legislativa de España,1847, XL:91-92). Los directores de los hospitalesdonde se haya ejercido los dos años como practi-cante, deberán emitir una nueva certificación rela-tiva a la condición de cirujano mayor de quienexpida la reglamentaria certificación, así como quedicho centro durante dicho periodo ha contadocontinuamente con más de cien enfermos.

En el caso de acogerse a la certificación deestudios emitida por dos cirujanos de un hospitalde más de trescientas camas que sigan en categoríao antigüedad al cirujano mayor, el rector de dichohospital deberá aportar otro certificado haciendoconstar que el centro ha tenido más de trescientosenfermos.

También el certificado emitido por el cirujanodentista deberá estar avalado por el subdelegado decirugía del distrito donde reside el anterior, hacien-do constar que “realmente es profesor en medicinay cirugía y ejerce la profesión de dentista”.

Finalmente los Rectores de las Universidades,deberán asegurarse de la validez de los documen-tos que les han sido presentados y sólo podráncurso a la petición si el hospital donde se ha ejerci-do de Practicante esta en su distrito.

Requisitos de los aspirantes al título A propuesta del Consejo de Instrucción Pública

se dicto otra R. O. el primero de marzo de 1847

con el objeto de frenar los “abusos”que se estabandando en la forma de interpretar los estudios yprácticas de la titulación de Ministrante, así comoen la forma de obtener las certificaciones previas(Colección Legislativa de España, 1847, XL:240).La nueva instrucción exige a partir del primero demayo de dicho año, tanto a los diferentes Cirujanosautorizados para certificar el desempeño del ejerci-cio de Practicante, como a los Regentes de laFacultad de Medicina autorizados para la enseñan-za, una autorización del Rector de la Universidadde su distrito (art. 1).

Otro de los fines perseguidos es la supervisiónde los estudios y para ello, los Cirujanos yRegentes autorizados, tendrán que dar cuenta alRector en primer lugar, de cada uno de los discípu-los a los que dan lección, y cuando comienzan aasistir a las mismas, así como si han asistido deforma continua, con aplicación y aprovechamiento(art. 2). Esta información se le trasladará, dosveces al año, coincidiendo con las primeras quin-cenas de diciembre y de junio.

Los siguientes artículos persiguen el segui-miento con “constancia, aplicación y aprovecha-miento” de todas las materias teóricas que incluyeel plan de estudios, junto a la simultaneidad de laparte teórica y práctica. Con esta finalidad, la ense-ñanza se podrá simultanear durante los dos añosque se ejerza de Practicante; en el caso de no reali-zarse a la vez, al menos uno de estos años de prác-ticas, se deberá realizar al año siguiente de termi-nados los estudios. Finalmente, los estudiantespara poder obtener el título, deberán probar quehan cumplido los 20 años de edad (art. 7).

Nuevo plan de estudios en 1850.Tras una reforma estudios en 1849 que no afec-

ta para nada a los Ministrantes, al año siguiente sepromueve otro plan que igualmente mantienedicha titulación sin cambio alguno, aunque anunciauna futura regulación (Colección Legislativa deEspaña, 1850, L:784). Esta última norma estableceque dejarán de ser válidas, desde el primero deenero de 1851, las certificaciones de prácticas yestudios privados de los Sangradores que emitanlos profesores que estaban autorizados hasta enton-ces, debiendo obtener del Gobierno una nuevaautorización para expedir las mismas.

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Autorización para realizar vacunaciones.La instancia de Juan Labordeta, para que la

autoridad se pronunciase sobre si el título deSangrador le autorizaba o no a realizar vacunacio-nes fue origen de otra R. O. el 24 de enero de 1853.Esta disponía que hasta que se “organice definiti-vamente la profesión de sangrador, y se establecela forma y límites con que ha de ejercerse”, se con-sideraría que si están facultados para ello, “siem-pre que un profesor de medicina ó cirugía lo dis-ponga, ó no halle inconveniente que contraindiquela operación en la persona que haya de ser vacu-nada” (Colección Legislativa de España, 1853,LVIII:78).

Asistencia a clase.Ante las quejas de varios profesores encarga-

dos de la enseñanza de flebotomía, relativas a lasfaltas de asistencia a clase por parte de sus alum-nos, se les previene a finales de agosto de 1853 dela aplicación de lo dispuesto en el título tercero, dela sección sexta, del Reglamento de Estudios(Colección Legislativa de España, 1854, LIX:539).

Supresión del título de Ministrante.La nueva Ley de Instrucción Pública (Gaceta

de Madrid, 10 de septiembre de 1857) suprime laenseñanza de la cirugía menor o Ministrante, remi-tiendo a un Reglamento posterior donde se especi-ficarán los conocimientos y condiciones para obte-ner tanto el título de Practicante (art. 40), como elde Matrona o Partera (art. 41).

Título de Practicante. Una disposición de 26 de junio de 1860, en

forma de R.O., especifica los estudios prácticospara los que aspiren al título de Practicante(Colección Legislativa de España, 1860,LXXXI:612).

- Vendajes y apósitos propios de la CirugíaMenor.

- Curas y aplicación de sustancias al cuerpohumano.

- Sangrías, vacunación, perforación de orejas,escarificaciones, ventsas y aplicación al cutisde tópicos irritantes, exutorios y cauterios.

- Arte de dentista y pedicura.Los interesados deberán acreditar haber reali-

zado estos estudios “con matrícula previa”, además

de haber servido como Practicantes durante dosaños en un hospital de al menos 60 camas, de lascuales 40, deberán estar ocupadas de forma habi-tual.

Enseñanza de Practicantes.El Reglamento para la enseñanza de

Practicantes [4] y Matronas anunciado no se apro-bará hasta el 21 de noviembre de 1861 (Gaceta deMadrid, 28 de noviembre de 1861). En el mismo seautoriza a impartir tales enseñanzas a lasUniversidades de Madrid, Barcelona, Granada,Santiago, Sevilla, Valencia y Valladolid. Los estu-dios programados para la obtención del título dePracticante, que reflejamos en el cuadro 4, repre-sentan algunas modificaciones con respecto alanterior reglamento de 1846.

CUADRO 4. Reglamento Practicantes y Matronas(1861).

TÍTULO DE PRACTICANTE: MATERIAS TEÓRICO-PRÁCTICAS

- Anatomía exterior del cuerpo humano (extre-midades y mandíbulas).

- Vendajes y apósitos de operaciones menores.- Contención de flujos de sangre. Precaución

de accidentes.- Curas aplicando al cuerpo de sustancias blan-

das, líquidas y gaseosas.- Aplicación al cutis de tópicos irritantes, exu-

torios y cauterios.- Vacunación; perforación de orejas, escarifi-

caciones, ventosas.- Sangrías generales y locales.- Arte del dentista.- Arte del callista.

Estos estudios se cursarán en cuatro semestres,es decir, tendrán una duración de dos años, con cla-ses teóricas diarias de hora y media.

Tal vez el primer manual que surgió para laenseñanza de esta nueva figura profesional, comoes el Practicante, sea el de Cayetano ÁlvarezOsorio. En su prólogo hace notar que el “verdade-ro espíritu es el de crear practicantes instruidos yno flebótomos como casi era la genuina intencióndel Reglamento de 1846; ahora la sangría constitu-

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ye una parte de los estudios, pero no exclusiva-mente estos” (Álvarez Osorio, 1862-1863, I:7).Aunque si nos fijamos detenidamente en las mate-rias que se aumentan con respecto a losMinistrantes son la anatomía y las vacunaciones,conservándose el resto del temario. No obstantejuzgamos de gran interés la inclusión de la anato-mía exterior del cuerpo humano en el temario.

Disposiciones para Practicantes Militares.Agrupamos varias disposiciones sobre

Practicantes en el ámbito militar que vieron la luzentre 1846-1857. La primera de ellas, una R.O.aparecida a finales de 1848, permitía obtener eltítulo de Cirujanos de 4ª clase, a los SegundosAyudantes Honorarios de Cirugía (Practicantes quehabían participado en la Guerra de laIndependencia de 1812).

También hacemos mención a dos disposicionesaparecidas en 1856 en el ámbito de la sanidad mili-tar. La primera, una R. O. de 8 de abril de 1856, porla que se aprueba que a los Practicantes que hanprestado sus servicios en el Hospital militar decoléricos de Torrelavega se les abonen 80 realescada día que han prestado sus servicios en elmismo (Colección Legislativa de España, 1856,LXVIII:54). Otra R. O. publicada el 15 de noviem-bre de 1856, hacía extensivo a los Practicantes deMarina una antigua disposición de 1837, según lacual los soldados del Cuerpo de Sanidad Militar,puedan permanecer en su destino “hasta extinguirel tiempo de su empeño” (Colección Legislativa deEspaña, 1857:251-252.

En el cuadro 5 resumimos estas disposicionesrelativas que regulan el ámbito profesional.

Cuadro 5. Otras disposiciones relativas a losMinistrantes y Practicantes (1847-1861)

AÑO ASUNTO

1847 Control de certificaciones

1847 Interpretación de estudios y prácticas

1850 Plan de estudios (Certificación deprácticas y estudios)

1853 Autorización para realizar vacunacio-nes

1853 Asistencia a clase

1857 Supresión título Ministrante

1860 Aparición título Practicante

1861 Enseñanza de Practicantes

1848 y 1856 Disposiciones PracticantesMilitares

III. EL TÉRMINO “MINISTRANTE”Pocos días después de promulgarse la ley que

en 1857, ponía fin a la denominación de“Ministrante”, en el periódico “La Iberia Medica”podemos leer: “La clase que hoy se llamaba minis-trantes se hallará suplida por la de practicantes, tér-mino de mas clara significación y cuyos estudios yatribuciones se marcarán en los reglamentos parti-culares” (La Iberia Médica, I, 33-34:257-258). Talafirmación, aunque realizada desde la esfera médi-ca, nos incita a conocer el significado de dicho tér-mino y su posible inadecuación para denominar aesta rama profesional precursora de la Enfermería.

La décima edición del Diccionario de la RealAcademia de la Lengua, aparecida en 1852(Diccionario de la RAE, 1852, X:456) sólo recogeel vocablo “ministrante” como participio activo delverbo “ministrar”, en cuyo registro encontramostres definiciones:

- “Servir ó ejercitar algún oficio, empleo óministerio”.

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- “Dar suministrar á otro alguna cosa”; ponién-dose como ejemplo los de “ministrar” dineroo especies.

- “Administrar”, como significado antiguo.En principio, todos estos conceptos nos dan a

entender el ejercicio de una función con autono-mía, independencia y autoridad. No se contemplaen la palabra “cirugía” el enunciado “cirugíamenor”, el cual nos podría aproximar a la laborprofesional que intentamos indagar.

Otros diccionarios de la época se limitan arecoger fielmente las mismas definiciones aporta-das por la Real Academia a las palabras señaladas,incluso los de tipo etimológico.

Veamos a continuación como define este tomode la Real Academia el vocablo “Practicante”(Diccionario de la RAE, 1852, X:557), descartán-dole como participio verbal: “El que practica”. Elprimero de los dos significados que se añade: “Elque por cierto número de años se instruye en lapráctica de la cirugía y la medicina, al lado y bajola dirección de algún maestro aprobado”, nosrecuerda la practica habitual en aquella época demuchos estudiantes de Medicina, Cirugía oFarmacia que durante sus años de estudios trabaja-ban a la vez como Practicantes en los hospitales, otambién el periodo de prácticas hospitalariasdurante sus estudios. En tal sentido el “Diccionariogeneral de la lengua castellana” (Madrid,1851:1032), define al “Practicante” como “Jovenaspirante de medicina o farmacia que practica estasprofesiones especialmente en los hospitales”).

El segundo, nos presenta un matiz más enfer-mero y autónomo: “El que en los hospitales cuidade la asistencia a los enfermos”. Enunciado, esteúltimo, bastante parecido al que encontramos en“enfermera-ro”: “Persona destinada para asistir álos enfermos” (Diccionario de la RAE, 1852,X:282).

No será hasta finales del XIX cuando la RealAcademia recoja la acepción de sustantivo en“ministrante”, es decir, pasados cuarenta añosdesde su aparición en el ámbito de la enseñanzaoficial. En la decimotercera edición de suDiccionario (1899), el vocablo “ministrante” añadea su ya conocida definición de participio activo, ycomo “última acepción” la de “Practicante”(Diccionario de la RAE, 1899, XIII:661). Nos

detendremos en los significados que presenta esteúltimo término, sin tener en cuenta la voz verbal:

a) “El que posee título para el ejercicio de lacirugía menor”. Es decir que esta autorizadopara realizar la labor que anteriormente rea-lizaba el ya desaparecido Ministrante. Estaidentificación de la denominada “CirugíaMenor” y “Ministrante” aparece en los títu-los de varios libros de texto utilizados parasu enseñanza:“Tratado completo de laextracción de los dientes, muelas y raigones(…) para uso de los que se dediquen a laCirugia Menor o Ministrante” ( Rotondo,1846); “Guía teórico-práctica del Sangrador,Dentista y Callista o tratado completo deCirujia Menor o Ministrante” (Díaz Benito yGonzález Velasco, 1848),“Compendio deFlebotomía y operaciones propias de la ciru-gía menor o ministrante” (Ameller, 1855);etc.

b) “El que por tiempo determinado se instruyeen la práctica de la cirugía y la medicina, allado y bajo la dirección de un facultativo”.Este concepto se mantiene prácticamenteigual, con la pequeña diferencia entre “porcierto número de años” y “por tiempo deter-minado”. Alude a los estudiantes deMedicina.

c) “El que en los hospitales hace las curacionesó propina á los enfermos las medicinas orde-nadas por el facultativo de visita”.Observamos, frente al término genérico de“asistencia a los enfermos”, que aparecía enla anterior edición de 1852, ahora se limitansus funciones a realizar las curas y a dispen-sar las medicinas que durante la visita haordenado el Médico.

Hay que advertir que las variaciones de lospuntos b y c ya se encuentran en la edición undéci-ma (Diccionario de la RAE, 1869, XI:625).

El último Diccionario de la Real Academia, elvigésimo segundo, señala en el registro “minis-trante”: “Practicante de un hospital” (Diccionariode la RAE, 2001, XIII:1023), definición esta, queviene a delimitar el ejercicio profesional a los cen-tros sanitarios, cuando realmente se caracterizó pordesarrollar su labor fuera del ámbito hospitalario,en el que se encontraban los Practicantes y las reli-

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giosas ya mencionadas. También nos remite estadicción a “cirugía”, donde se distingue la “cirugíamenor o ministrante”, como “La que comprendeciertas operaciones secundarias que no suele prac-ticar el médico” (Diccionario de la RAE, 1852,X:379).

Hay que hacer notar el hecho de que después desuprimirse la titulación de Ministrante en nuestropaís, se sigan editando manuales de enseñanzacuyos títulos hacen referencia a estos profesiona-les. En tal sentido hay que reseñar: “Compendio deCirujía Menor o Ministrante” (Ferrer y Julve,1866), o “Elementos quirúrgicos o Manual delMinistrante” (Iranzo y Requena, 1891), es decirdespués de llevar suspendida tal titulación, 9 y 34,respectivamente. Ello nos demuestra cierto arraigoen dicha designación profesional, pese a la breve-dad del tiempo que estuvo vigente.

Todas estas titulaciones sanitarias que se vanpromoviendo en España van a tener repercusión ensus colonias americanas. Y así en Cuba, en cuyauniversidad existía en 1842 la carrera agregada deflebotomiano, se crea en 1863 la titulación de“ministrante-dentista”, al ser mayor el número degraduados en dentistería con respecto a los de fle-botomía [5]. Ya en nuestros días, en dicho país y enotros de Latinoamérica, como es el caso de Brasil,se utiliza el término ministrante, para designar alprofesor que imparte una determinada materia.

IV. EL DESORDEN DE LAS CATEGORÍASPROFESIONALES

La meta de conseguir una reducción de lasnumerosas titulaciones, objetivo de los Planes deEstudios de 1843 y 1845, no parece cumplirse. Esmás, en los años siguientes se siguen promoviendoconvalidaciones, por ejemplo, la de Cirujano deTercera clase por Cirujano de Segunda (1847);aparecen nuevos títulos, como el de Cirujano deCuarta clase (1847), Facultativo de Segunda clase(1849) o Médico-Cirujano habilitado (1857); semodifican los estudios, entre ellos, el aumento de 1año para Doctorado y Facultativo de Segunda clase(1850); se promueven accesos a titulaciones supe-riores, tal es el caso de los Médicos puros aLicenciados en Cirugía, tras 2 años de estudios(1855); e incluso aparecen nuevos planes de estu-dios y reorganizaciones, como la que tuvo lugar en

1857. Por ello no debe extrañarnos que un informesobre las titulaciones clínicas en España elaboradoen 1861 por la Sociedad Económica Matritenseseñale que existían por entonces ejerciendo ennuestro país hasta treinta y cinco clases de faculta-tivos diferentes (“El siglo médico”, 1862, IX,464:738-740), consecuencia lógica de los diferen-tes planes académicos y normativas que se veníanpromulgado a lo largo de dicho siglo.

Llama nuestra atención las opiniones contra-dictorias suscitadas en aquella época en torno alnúmero de facultativos necesarios en nuestro país,como vemos en los siguientes testimonios. En losprimeros números del periódico médico barcelo-nés, “El Observador”, a últimos de enero de 1850,se manifiesta de forma reiterada en sus editoriales,el exceso de médicos que se forman en las univer-sidades españolas, por lo que “llenase de ellos lasciudades populosas y las reducidas aldeas”, criti-cando la forma de actuar de muchos de ellos queralla en la charlatanería (“El Observador”, 1850, I,3:35. En el número siguiente podemos leer: “Sontantas, tan varias y tan multiplicadas las causas quetienen abatida y postrada á la clase médica, que nosabemos en verdad, cual hemos de combatir pri-mero”; entre ellas, la que expresa el dicho “haymas médicos que enfermos” (“El Observador”,1850, I, 4:49).

Tan sólo una década después, “El Consultor delos Ayuntamientos”, recoge los temores de que lafalta de alumnos en Medicina pueda poner en peli-gro la asistencia sanitaria en nuestro país, instandoal Gobierno para que “diete las medidas conve-nientes á fin de estimular á la juventud estudiosa áque abrace la carrera médica” (“El Consultor deAyuntamientos”, 1860, VIII, 13:98). En tal senti-do, pueden argumentarse el número de Bachilleresen Medicina graduados en la madrileñaUniversidad Central, cuyo número se eleva en1855 a 120, mientras que al curso siguiente sereducen a la mitad, como vemos en el cuadro 6.Igualmente recomienda “El Consultor” bajar elcoste de los estudios médicos, así como volver acrear una clase de facultativos secundaria, similara los Prácticos de 1843, que se establecería en laspoblaciones más pequeñas.

Por su parte “La Soberanía Nacional” en 1855,ante la desasistencia a que se ven sometidos los

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núcleos de población más pequeños, propone unamodificación del plan de estudios y la creación detres clases de sanitarios: doctores, que se dedicarí-an a la enseñanza y la clínica (medico-quirúrgica);Profesores de primera clase, que desarrollarían lamedicina y la cirugía en toda su extensión; y losProfesores de segunda clase, también médicos-cirujanos, que se encargarían de la cirugía menor,la medicina preventiva, y las enfermedades mássencillas y de tipo epidémico (“La SoberaníaNacional” 1855, II, 269).

El periódico satírico “La Linterna Médica”,que comenzó su andadura a comienzos de 1851,refleja ya en su primer número el desorden de titu-laciones sanitarias que existía en España. Entre losversos que componen “El Memorial de los ciruja-nos”, podemos leer: “Ni lo que somos sabemos/ niá que estamos destinados; hay tanta diversidad/ declases de cirujanos,/ que no hay diablo que com-prenda/ de diferencias los grados” (“La LinternaMédica”, 1851, 1:3).

Recelos médicos hacia la nueva profesión.Las opiniones negativas y desconfianzas que

muestran los periódicos médicos hacia losMinistrantes, se encuentran patentes en numerosasocasiones, llegándose incluso a la desconsidera-ción y el insulto. A continuación hacemos un repa-so de algunas de estas críticas [6].

La “Gaceta Médica” en su número correspon-diente a la primera decena de agosto de 1846,refleja su contrariedad por la aparición de la nuevareglamentación aplicable a los CirujanosMinistrantes:“No desaprobamos esta institución ensi misma ni las bases en que se funda; pero si cre-emos que hubiera convenido diferir su instalaciónpara dentro de algunos años”. Esta publicaciónconsidera que la nueva clase sanitaria, “sin utilidadalguna para el público, porque no era necesaria”,va a causar grandes perjuicios a los Cirujanos. Porello entiende que el Gobierno a cometido un granerror al crear esta “institución superflua hoy” y“nociva á las existentes”, asegurando que no tarda-rá en arrepentirse, en el caso de que no proceda aanular dicho decreto (“Gaceta Médica”, 1846, II,58:432). De forma similar se expresa el “Boletínde Medicina, Cirugía y Farmacia”, que tambiénconsidera que dicha titulación debería haberse pos-puesto hasta que se hubieran reorganizado las exis-

tentes: “¡¡¡Eramos pocos y pario mi abuela!!!!”(“Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia”, 1846,31:252).

En “El siglo médico”, con una antelación demás de año y medio, se comunica la futura supre-sión del título de Ministrante (“El siglo Medico”,1856, III, 115:87). En la carta de Félix Jiménez,Médico de Torredonjimeno, sobre medidas condu-centes a uniformar las clases medicas, refleja lafutura reforma de sus estudios, “se suspenderá suenseñanza como está en el día, respetándoles susatribuciones; mas en adelante la enseñanza, facul-tades y denominación será la misma que en tiempopasado se les concedía”, es decir, Practicantes.

Pocos días antes de la eliminación del títulode Ministrante, en “El Siglo Médico” se van ade-lantando noticias sobre el futuro plan de estudios.En uno de estos artículos, se hacen la pregunta:“¿Quedan o no los ministrantes?”. A ello se res-ponde que es casi seguro que la nueva legislaciónno les contemple, añadiendo, “y por un lado nosalegramos, aunque por otro nos ocurre esta pre-gunta: ¿quién sangrará, aplicará sanguijuelas, cura-rá vejigatorios, etc., etc., cuando los cirujanosescaseen un poco mas?”. La respuesta, para elredactor, no puede ser más obvia:“cuando hayanecesidad de esa gente se creará, que no se requie-re para ello mucho tiempo”. Por ello considera“muy de aplaudir”, el que no se nombre a losMinistrantes en la futura normativa de estudios,“porque oficio tan humilde nada tiene que ver consemejante plan” y “fuera de él estará mucho mejorcualquier disposición sobre el asunto” (“El SigloMédico”, 1857, IV, 192:287). Vemos como se tratade apartar de cualquier plan de estudios sanitario alos Ministrantes, menospreciando su labor una vezmás.

Reválidas de Ministrantes en Madrid (1855 y1856).

Otro de los motivos del rechazo de losMinistrantes es la gran abundancia de los mismos,según la opinión médica. Los anuarios de la madri-leña Universidad Central referente a los cursos1854-1855 (“Anuario de la Universidad Centralpara el curso de 1855-1856”, 1855) y 1855-1856(“Anuario de la Universidad Central para el cursode 1856-1857”, 1856) nos dan a conocer el núme-ro de Ministrantes, aquí denominados

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Sangradores, que fueron revalidados en 1855 y1856, respectivamente. En el cuadro 6 incluimostambién el resto de facultativos, incluida laMatrona.

CUADRO 6. Títulos sanitarios de la UniversidadCentral (1854 y 1855)

De los 84 títulos de Ministrante otorgados en1855, 44 fueron aprobados por unanimidad y 40por mayoría. Un año después, del total de 78 depresentados, el tribunal aprobó unánimemente a 16y mayoritariamente a 32.

La matricula de los Sangradores oMinistrantes, ascendía a 40 reales, frente a los 280reales de otras carreras como Medicina,Jurisprudencia o Teología. Para realizar el examenlos Sangradores tenían que abonar 700 reales,mientras que las Matronas, 856 reales.

Como ya se ha señalado con anterioridad, eltítulo o grado de Licenciado en Medicina abarca elcampo de la Cirugía. Llama la atención de estosdatos la reducción, exactamente a la mitad, delnúmero de Bachilleres en Medicina, en tan sólo uncurso.

El intrusismo.En el número 1 de “La Voz de los

Ministrantes”, que apareció a comienzos de 1864,podemos leer: “Ya no pululan como antes, tantossantín-banques que por anchas calles y plazuelasdejaban sin muelas y aun mandíbulas á cuantosprógimos se prestaban a ser víctimas de la abilidady destreza de aquellos, habiendo sido remedio efi-caz la extracción de unos cuantos nepotenos”. Sinduda fue el campo de la dentistería en el que se ori-gino un mayor número de charlatanes e intrusos,los cuales habían sido reprimidos por diversas dis-

posiciones administrativas promovidas con ante-rioridad. Entre estas hay que citar las R.R. O.O.aparecidas en 1845 y 1846, contra los intrusos delas facultades de medicina y cirugía; la última deellas, distingue entre las multas de una cuantía dehasta 1000 reales, que serán impuestas por los“Gefes politicos”, y las que superan tal cantidad,que serán perseguidas por los tribunales(Colección legislativa de España, 1846, XXXVI:359). Al año siguiente otra R.O. vuelve a insistir eneste tema, ordenando además a dichos JefesPolíticos que abran un registro de intrusos (DeCasas y Moral, 1857-1860; IV:145).

Podemos señalar que en estos años centralesdel siglo XIX el intrusismo afectaba a todas lasprofesiones y estaba propiciado por la aludida pro-liferación de titulaciones coexistentes. Un ejemplode ello lo encontramos en el testimonio delMinistrante, Sabas Muñoz Castillo, que terminósus estudios en Madrid en 1858, y después de seisaños, durante los cuales había intentado establecer-se hasta en tres pueblos distintos: “y en todos hallolo mismo, porque en ninguno me ha sido posibleejercer la facultad a pesar de las repetidas quejaspresentadas contra los barberos, que son los que entodas partes desempeñan nuestra profesión”( “LaVoz de los Ministrantes”, 1864, I, 4:31). En otrasección de ese mismo número de “La Voz”, sealaba la decisión del Subdelegado de Sanidad deVillarrobledo (Albacete) al imponer una multa a unBarbero de la población “que con el mayor desca-ro se dedicaba a ejercer la cirujia menor”.

De auténticos desprecios hacia los Ministrantespodemos calificar los términos que emplea ManuelSantos Guerra, en su artículo publicado en “ElSiglo” a comienzos de 1856 (“El Siglo Médico”,1856, III, 106:11-22). Considera extralimitacionesque“un simple sangrador abre una vena, sin man-dato previo en casos llamados puramente médicos,ocasionando tal vez mayor enfermedad que la queel enfermo padecía”, o el “charlatanismo” quesupone que se ordenen medicamentos, sin tenerconocimientos científicos. Es más, entiende como“holgazanería” para el progreso de la ciencia, lapropia existencia de los “cirujanos sangradores” ylos modernos “ministrantes”, considerando a los“autores de ese infeliz pensamiento, de esa idearaquítica, de ese gremio creado hace bastantes

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siglos, de esa sección que el siglo XIX pretendesostener con diferente nombre, y yo pretenderíaborrar (…)”. Y prosigue, “esta clase muy prontoconcluye lo que le exigen estudiar (…)”.Igualmente llama a esta una profesión humillante,“porque siempre se le obliga a girar alrededor deotro planeta, de un astro que refleja mayor luz, sinsalir de su órbita mezquina y humilde (…), alu-diendo al protagonismo de los médicos. Tales cir-cunstancias “envilecen” a los Ministrantes, loscuales “piden asistir a partos”, “dirigen hastaenfermedades de medicina, y pedirán mañana lanivelación y hasta el grado de doctor…”. Sin dudase refiere a la labor que los Ministrantes se venobligados a realizar en los pequeños núcleos depoblación, abandonados por los facultativos de lastitulaciones superiores.

Bajo esa perspectiva hay que analizar la quejaque aparece el mismo año en dicho periódico sobrelos Ministrantes y sus posibles extralimitaciones,dándose a conocer que en el pueblo burgalés deVillalba de Losa, se permite a uno de estos profe-sionales actuar en los reconocimientos de los quin-tos del lugar, ante lo que se pide corrección yrepresión (“El Siglo Médico”, 1856, III, 146:335).

Tampoco se escapan los farmacéuticos de lainvasión de sus funciones, como así refleja la“Linterna Médica”, en su acostumbrado tono sar-cástico: “Contra tantos petardistas/ como hay; tan-tos curanderos,/ y herbolarios y drogueros/ y far-santes jarabistas,/ danos tu poder y gracia/ porqueesa caterba fiera/ trizas va á hacer tu bandera/ y áexterminar la farmacia”(“La Linterna Médica”,1851, 1:3).

Pero volvamos de nuevo al artículo de SantosGuerra, que también apunta como causa de estemalestar médico, la antigua enemistad entre médi-cos y cirujanos, los cuales “hoy como ayer semuerden recíprocamente en los partidos, en lasgrandes poblaciones, y hasta en los establecimien-tos se disputan la superioridad, la importancia yaun la preferencia de conocimientos y naturalezade ellos”. Como vemos, existían problemas entrelos propios Médicos, hacinados en las grandespoblaciones; entre Médicos y Cirujanos, que sedisputan sus competencias y supremacía; entreMédicos, Cirujanos y Ministrantes; y entre losFarmacéuticos y herboristas y drogueros.

Afortunadamente no todas las opiniones deMédicos van en la misma dirección, como es elcaso del sevillano Cayetano Alvarez, autor de un“Tratado de Cirugía Menor” (1861). En la presen-tación de su obra ensalza la labor de losPracticantes instruidos, destacando su valor y utili-dad, como así lo han demostrado en la última con-tienda que han llevado a cabo los ejércitos españo-les en Africa (Álvarez Osorio, 1862-1863, I:5-6).Además señala el error, bastante común entre suscolegas, acerca de “que los practicantes que reci-ban una buena instrucción se excederán de suscometidos intrusándose en la práctica y traspasan-do los límites que la ley les señala”.

V. LA ASISTENCIA SANITARIA.Durante los años centrales del XIX, la inter-

vención del gobierno en el control de la actividaden hospitales y centros benéficos, se lleva a cabo através del Ministerio de la Gobernación, mediantela Dirección General de Beneficencia y Sanidad.Incluso los establecimientos privados se encuen-tran vigilados, al estar sometidos al “protectorado”de la administración.

La proliferación de las enfermedades contagio-sas, favorecidas por los territorios de ultramar y elintenso tráfico marítimo de los puertos, dieronlugar a la creación, en plena “Década Moderada”,de la Dirección General de Sanidad (1847). Pero,sin duda, la Ley Orgánica de Sanidad de 1855, pro-movida por los progresistas, constituye todo unreferente en la historia de la legislación sanitariaespañola, articulando dicho ámbito en tres parce-las: la ejecutiva, configurada por funcionarios téc-nicos; la consultiva, que componen las corporacio-nes e instituciones de prestigio; y la inspección,realizada por personal facultativo.

El mundo ruralSin duda la falta de los profesionales sanitarios

más cualificados en las zonas rurales constituyó unmotivo de preocupación en la sociedad española dela época. A mediados de la década de los cincuen-ta, “La Soberanía Nacional” proponía incluir en elámbito de actuación de los Ministrantes el segui-miento de procesos externos más sencillos, comolos “afectos esternos”, las enfermedades “intermi-tentes”, epidémicas y endémicas, o las localizadasen la boca. Todo ello podría encomendarse“á per-

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sonas despejadas, después de una preparacióncientífica de pocos años y reconocidas hábilespara ejercer”. Destaca la labor que tales profesio-nales podrían desempeñar en las localidades conmenos vecindario, “incapaces de pagar profesoresde mas categoría”, los cuales “no se encontrarianabandonados á su propia suerte mientras recurren álos profesores, y estos vienen” (“La SoberaníaNacional”, 1855, II, 269. La contestación por “ElSiglo”a éste artículo que venia a defender la labordel Ministrante y la ampliación de sus estudios, nose hizo esperar, atribuyéndole incluso afirmacionese ideas que realmente no contenía (“El SigloMédico”, 1855, II, 93:320).

Entre las conclusiones del informe de 1860 de“El Consultor de los Ayuntamientos” al quehemos hecho referencia anteriormente, también sedice “que los meros cirujanos, ya romancistas, yasangradores, son los que desempeñan por lo gene-ral las plazas de titulares” (“El Consultor deAyuntamientos”, 1860, VIII, 13:101).

En tal sentido, “La Voz de los Ministrantes”,cuatro años después, corrobora que la salud demuchos pueblos y comarcas están en manos de losPracticantes y Ministrantes, considerando queestos carecen de los conocimientos suficientes paratal labor. El periódico culpa al Gobierno de estascondiciones sanitarias, a la vez que exige unaampliación de los estudios para el colectivo profe-sional que representa (“La Voz de losMinistrantes”, 1854 I, 4:25.). Esta publicación, enotro lugar de ese mismo ejemplar, llega incluso aaconsejar la adquisición del libro “RepertorioClínico ó Medicina Práctica” a todos aquellos queejercen en los pueblos “donde no exista profesor demayor categoría”, por la utilidad que les puedereportar para solucionar muchos casos que se lesplanteen a diario.

Un testimonio de esta situación la encontramosen el pueblo zamorano de Abejón, donde en 1884se refiere que para la asistencia facultativa de susvecinos se dispone únicamente de un “cirujanoministrante”, acudiendo a los Médicos de laspoblaciones limítrofes en los casos de gravedad(Gómez Carabias, 1884:193). Los medicamentoslos obtienen de la farmacia de Bermillo, cabeza desu partido judicial, que se encuentra a dos leguasde distancia.

El problema no parece que tuvo solución en losaños siguientes, volviendo a insistir MartínezAlcubilla, en 1887, sobre la necesidad de crear unaclase secundaria de facultativos para evitar que “sevuelva a dejar abandonada la asistencia facultativaen los pueblos pequeños à los que solo poseen eltitulo de ministrantes ó el de practicantes”(Martínez Alcubilla, M. (1887): “Diccionario de laAdministración Española”, cuarta edición; Madrid,VII:221).

El ámbito urbano.Ya hemos visto con anterioridad algunos testi-

monios de la época que ponen de manifiesto comoel panorama asistencial es totalmente diferente enlas ciudades, donde los Médicos y Cirujanos de lastitulaciones superiores intentan desempeñar suprofesión en unas condiciones económicas másventajosas y con mayores perspectivas de éxito ynotoriedad. Este exceso de profesionales en lasgrandes urbes va a ser una de las causas del climade intrusismo y charlatanería que se observa en lasmismas, cuyo objetivo son las clases más modes-tas.

Todo ello va a dar lugar, a juicio de AlbarracínTeulón, a una enorme competencia de los faculta-tivos en estas zonas urbanas. Por su parte, losMédicos más notables están más pendientes de lapolítica, sus cátedras y la atención a la aristocracia(Albarracín Teulón, 1972:323).

Competencias profesionales de los Ministrantes.Aunque ya han sido resumidas estas en las dife-

rentes normativas que regularon el ejercicio profe-sional de la nueva titulación, puede resultar deinterés un breve análisis de uno de los manualesque se utilizaron para su enseñanza. Entre los tex-tos localizados y que tuvieron tal finalidad [7], pro-bablemente el que alcanzó una mayor difusión es“Compendio de Flebotomía”, de Rafael Ameller,del que se llegaron a realizar, al menos, tres edi-ciones. Mientras que de la primera de estas, lleva-da a cabo en 1851, no he localizado ningún ejem-plar, si se han encontrado de las aparecidas en 1855[8] y en 1862 [9].

Analizando el ejemplar de la segunda edición,observamos que la obra se encuentra dividida encinco capítulos, y cada uno de estos, incluye variosapartados o artículos:

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Flebotomía.Este primer capítulo se divide en doce aparta-

dos donde se trata de los conocimientos anatómi-cos para poder realizar dicha técnica, así como losinstrumentos necesarios que se requieren, junto anociones sobre la sangre y la circulación sanguí-nea. También se especifican los distintos tipos desangría generales (frente, cuello, brazo, mano ypie) y sangrías capilares (sanguijuelas, escarifica-ciones y ventosas), así como los accidentes quepueden sobrevenir al ejecutar las mismas.

Apósitos y vendajes.Se describen las diferentes clases de apósitos

(tampones, vendolete, sedal, cordonete, venda,etc.), así como la forma de vendar hasta 28 partesy regiones del cuerpo y extremidades.

Curaciones tópicas y Cirugía Menor.Entre las primeras se señalan las siguientes:

cataplasmas, ungüentos, emplastos, linimentos,fomentaciones, fumigaciones, etc.). En el apartadoquirúrgico se enseñan las técnicas: “cura delsedal”[10], moxa [11], vejigatorios [12], “cauterioactual”[13], fontículos [14], acupuntura, callos,vacunación, inyecciones, etc.

Arte del dentista.Partiendo de la aparición de los dientes, se con-

sidera las anomalías de su colocación, así como lasprincipales enfermedades de estos (caries, fractu-ras, erosión, descomposición, etc. Igualmente sedescriben los instrumentos necesarios para realizarsu extracción y reparación de los mismos (descar-nador, botador, gatillo, dentuza, etc.).

Prótesis dental.Distinguiendo la “trasplantación propia” y los

dientes artificiales; el acoplamiento de los mismos,mediante ligaduras, espigas, ganchos, etc.; aplica-ción de dientes incorruptibles; coloración de encí-as.

Sirva este pequeño repaso al texto de enseñan-za para darnos idea del programa de enseñanza quetuvieron los Ministrantes.

La estadística de 1856.A finales de 1857 encontramos en la Gaceta un

interesante recuento de los establecimientos y per-sonal sanitario existente en España el año anterior,con especial detenimiento en los centros de benefi-

cencia (Gaceta de Madrid de 12 de diciembre de1857). Según estos datos oficiales, el número deestablecimientos sanitarios se eleva a 1292, queincluyen los siguientes tipos de hospitales: 868municipales, 258 particulares, 106 provinciales, 7generales y 53 estructuras de beneficencia domici-liaria. En cuanto al censo de profesionales sanita-rios se estima que existen en España 1430Sangradores, cifra que contrasta con los más de13.000 Médicos y Cirujanos censados, o los esca-sos 507 Comadrones y Parteras, según podemosver en el cuadro 7.

Cuadro 7. Personal sanitario en España (1856)

PROFESIONAL NÚMERO

Médicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .6260Cirujanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .6953Farmacéuticos . . . . . . . . . . . . . . . . . .3775Sangradores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1430Drogueros herbolarios . . . . . . . . . . . . .250Comadrones y Parteras . . . . . . . . . . . . .507Veterinarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .8911

Fuente Gaceta de Madrid

Otro de los cuadros aparecidos en La Gacetanos muestra como los profesionales de Enfermeríase concentran fundamentalmente en los centroshospitalarios de Beneficencia, destacando sobre elresto de sanitarios. En el cuadro 8, incluimos tam-bién, a título de curiosidad, las Nodrizas o Amas deCría, que se encuentran empleadas por estos cen-tros, como internas o externas a los mismos, puesello nos da una idea de cómo se afrontaba en aque-lla época el grave problema de los niños expósitos.

CUADRO 8. Sanitarios empleado en laBeneficencia (1856)

PERSONAL DE LA BENEFICENCIA

Facultativos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .869Practicantes y Enfermeros . . . . . . . . .2122Hermanas de la Caridad . . . . . . . . . . .920Nodrizas internas . . . . . . . . . . . . . . . .597Nodrizas externas . . . . . . . . . . . . . .30771

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Aunque los datos aportados no distinguen entrePracticantes, personal con formación, yEnfermeros, generalmente sin ningún tipo de estu-dios, podemos interpretar que estos últimos reali-zarían las labores de cuidados, propiamente dichas,mientras que los primeros se encargarían de las detipo técnico, cirugía menor y curas. También pode-mos observar un tercer componente dentro delámbito de los cuidados, las Hermanas de laCaridad, cuyo número, nos da a entender la impor-tante labor asistencial que desempeñaban.

La rigurosidad de los datos precedentes estáavalada por una R. O. de 26 de septiembre de 1856que nos transcribe “El Monitor”, donde se anunciala imposición de multas, e incluso, la retirada deltítulo, a todos aquellos que no se encuentren ins-critos en los respectivos registros provinciales (“ElMonitor de la Salud de las Familias”, 1858, I,11:134-135).

Aún a falta de estudios más precisos sobre ladotación de Practicantes en los hospitales de laépoca, podemos afirmar que su número estaba bas-tante ajustado a las necesidades, como lo demues-tra la noticia breve aparecida a finales de 1859 en“El Siglo” (“El Siglo Medico”, 1859, VI,309:407). . Asegura esta publicación que escaseanlos Practicantes en los Hospitales madrileños, puesmuchos de ellos se han marchado a atender a losenfermos y heridos de nuestro ejercito en la con-tienda que estaba teniendo lugar para recuperarCeuta.

VI. “LA VOZ DE LOS MINISTRANTES”.El movimiento asociativo entre los

Ministrantes o Practicantes, resulta un poco tardío,si lo comparamos con la proliferación de asocia-ciones y colegios médicos, a partir de la década delos cuarenta. Es en los años sesenta, cuando tene-mos conocimiento de este sentimiento de claseprofesional. El 17 de diciembre de 1862 se presen-ta ante el Ministerio de la Gobernación elReglamento para el Régimen de la Sociedad deMinistrantes, cuya sede estuvo en Madrid, y ciertocarácter nacional [15].

También en Madrid, a mediados de enero de1864, aparecía un periódico, “dedicado a la ins-trucción y defensa de esta clase y la de practican-tes”, bajo la dirección de Salvador Villanueva. A

pesar de su título, “La Voz de los Ministrantes”, nodebemos olvidar que hacía ya siete años que taltitulación no existía, mientras que la de Practicantellevaba vigente algo más de dos años. La publica-ción, aparte de representar a la profesión y propi-ciar su progreso, serviría también para contrarres-tar los continuaos ataques y descalificaciones quedesde hacía varios años la prensa médica les vienelanzando.

Con una periodicidad quincenal y un precio deocho reales al trimestre, en sus comienzos; poste-riormente aparecerá cada diez días. Su estructura-ción trata de imitar a las publicaciones médicas dela época, con los siguientes apartados:

- “Sección Profesional”, ocupada por un artícu-lo de fondo o editorial, normalmente firmadopor el director.

- “Sección científica”, con contenidos de carác-ter profesional, entre los que encontramos laodontogenia, la circulación sanguínea, lacaries, etc.

- “Variedades”, recoge cartas de opinión sobretemas reivindicativos profesionales.

- “Crónica”, ofrece noticias breves relaciona-das con el mundo sanitario, especialmentecon los Ministrantes y Practicantes.

- “Vacantes”, constituye una guía sobre las pla-zas de cirujanos que se ofertan en los pueblos.

- “Correspondencia”, informa sobre las sus-cripciones que se van produciendo al propioperiódico y el pago de las mismas.

En el primer editorial de La Voz se hacenpatentes las quejas sobre la lamentable situaciónque atraviesan los Ministrantes, llegando incluso areplantearse la necesidad de su creación:“engen-drados hace quince años por ciertos hombres, masbien por hacer alarde de vanidad y lujo, que porverdadera necesidad (…)”(“La Voz de losMinistrantes”, 1864, I, 1). . Pero tras estas prime-ras líneas, cuya lectura nos recuerdan los términosempleados por la prensa médica para atacar a losMinistrantes, se empiezan a exponer algunas desus reivindicaciones, como la escasez de atribu-ciones reconocidas. También se plantean las deíndole económico: “¿Se concibe que un gobiernocreando una profesión reglamentaria y sujetándolaa contribuciones de tiempo y de dinero vengan a sutérmino los individuos que la hubieran abrazado, a

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no poder adquirir con ella su mas indispensablesustento?”. Ante ello se hace una llamada pararomper la indiferencia reinante entre sus integran-tes y la necesaria unión.

Sin abandonar este número inicial del periódi-co, dentro del noticiario de “Crónica”, se hace refe-rencia a los ya mencionados Oficiales de Saludfranceses, denominándolos Oficiales de Sanidad,cuya figura guarda relación con los Ministrantesespañoles. El motivo es el de solidarizarse conestos profesionales del país vecino en el tema de supetición de poder ejercer la Medicina en las pobla-ciones de menos de 10.000 habitantes.

En la tercera entrega de la nueva publicaciónencontramos una respuesta a los ataques que sehacen a la profesión desde “El Genio Quirúrgico”,en cuyo número de 31 de enero de 1864 se refiereun “Dialogo gracioso” entre dos madrileñas queconfunden a un Ministrante con un Médico. En elfondo se trata de ironizar sobre el tema del intru-sismo. Desde “La Voz”, prefieren, por esta vez,contestar amigablemente a “El Genio”, aunque noestán dispuestos a que se repitan las injurias, por loque amenazan con recurrir a los tribunales en elfuturo (“La Voz de los Ministrantes”, 1864, I, 3:21-22.)

Una de las noticias que aparece con más realcees la inauguración del Colegio de Sangradores yPracticantes de Sevilla, cuya primera sesión tuvolugar el domingo 23 de octubre de 1864, nombrán-dose presidente del mismo a Antonio Díaz. Elperiódico recoge incluso los estatutos de la queposiblemente sea la primera asociación dePracticantes de España, los cuales en su artículosegundo señalan los fines de esta histórica enti-dad:”Constituir un centro de unión entre todos losprofesores de la capital y de la provincia”;“Dilucidar algunos puntos prácticos de merecidointerés”; y “Defender los derechos de la clase y losde cualquiera de sus individuos en los respectivo ala profesion” (“La Voz de los Ministrantes”, 1864,I, 21:165).

Ya en esta segunda mitad del siglo XIX sehacía patente el deseo de independizarse de losdentistas, informándonos “La Voz” a finales defebrero de 1865 de la constitución del Colegio deDentistas de Sevilla, cuyos estatutos se dan a cono-cer. Pueden pertenecer al mismo los Profesores

Dentistas y Sangradores que residan en aquellaprovincia, obligándose a guardar y cumplir dichoreglamento.

Un año más tarde, la publicación recoge congran satisfacción la proposición que plantearon enlas Cortes los diputados Martín Herrera y Ortiz deZárate “para arreglar y favorecer como es justo álas clases mas desheredadas de las que pertenecenen mayor o menor escala á la común de la granfamilia médica”. Antonio Borras, titular deMamolar, a quien pertenece la frase anterior, noduda en apuntar tal éxito a este periódico: “¿Queéramos antes? ¿Que significaba nuestra clase?¿Quién se acordaba de ella mas que para explotar-la? ¿Qué éramos los ministrantes y practicantesantes de venir al mundo nuestra Voz? (…) ¡Quehabíamos de ser! No eramos mas que una razapobre y proscripta, olvidada de todos menos de losque tomándonos como siervos, nos tenían prendi-dos de sus cadenas” (“La Voz de los Ministrantes”,1866, III, 73:98-99). Finalmente el citado proyectoque abogaba por un sistema de ascensos entre loscolectivos sanitarios de las escalas inferiores a lassuperiores, tras múltiples debates, finalmente nollegaría a materializarse.

Desconocemos el tiempo durante el cual sesiguió publicando “La Voz de los Ministrantes”,pues hasta la fecha sólo hemos localizado los ejem-plares de sus tres primeros años de vida, testimoniomás que suficiente para resaltar la importante laborde esta publicación a la hora de crear una concien-cia profesional entre Ministrantes y Practicantes,así como en la defensa de sus intereses.

VII. RESULTADOS.En los siguientes epígrafes recogemos las prin-

cipales ideas que hemos extraído tras analizar lafigura del Ministrante y el contexto histórico en elque desempeño su labor profesional:

- Exceso de titulaciones médicas y quirúrgicas.Los continuos cambios en el gobierno de

España durante la mayor parte del XIX, se va atraducir en la proliferación de planes de estudios ynormativas que van a afectar a la creación denumerosas categorías profesionales en el camposanitario. En los años centrales de dicho siglo asis-timos a un patente deseo de las autoridades porreducir dichas titulaciones, y sobre todo, en aunar

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en una sola disciplina la Medicina y la Cirugía.Pero la propia inestabilidad política y la continuasucesión de gobernantes, harán inalcanzable talmeta.

- Continuidad de las profesiones enfermeras.Con la desaparición del título de Sangrador en

el Plan de 1843, se crea un vacío en la línea de con-tinuidad de las denominaciones enfermeras. El“Práctico en el arte de curar”, que crea dicha nor-mativa, aunque recoge el campo profesional delantiguo Sangrador y la Partera, consideramos quese encuentra más próximo a la parcela de laMedicina, teniendo en cuenta la preparación aca-démica, de cinco años, que se le exige. ElMinistrante, por lo tanto, viene a restablecer estasdesignaciones relacionadas con la Enfermería.

- “Ministrante”, como sinónimo de “Sangrador”y de “Cirugía Menor”.

Consideramos importante abrir nuevas líneasde investigación sobre el significado semántico de“Ministrante”, que consideramos equivalente a“administrar” (guiar, dirigir, disponer, gestionar,etc.). Tal nombre difícilmente encajaría en una pro-fesión subalterna como la que representa.

No creemos acertado, suponer que“Ministrante” pudiera derivar de “ministro”, nom-bre que aparece frecuentemente en la historia paradesignar a los sirvientes de un hospital.

En varias disposiciones oficiales se puedeobservar como se utiliza de forma indistinta ladenominación “Ministrante” y “Sangrador”, inclu-so la propia universidad. Igualmente encontramosfrecuentemente, la expresión “Cirugía Menor”,como análoga a “Ministrante”. La sanidad de laépoca, entendía que este apartado quirúrgico com-prendía aquella parte secundaria de la Cirugía, deescasa relevancia para el prestigio quirúrgico ymédico, que puede desempeñar un personal conescasa formación y especialización.

- Campo profesional definido.Estimamos que el ámbito de actuación del

Ministrante abarca una serie de conocimientos ytécnicas lo suficientemente amplio para delimitarplenamente una profesión, aunque interrelaciona-da con la que llevan a cabo otros sanitarios. Lalegislación que determina sus actuaciones, estámarcada por un estricto control médico, dejando

más independencia en las artes del dentista y callis-ta.

Posiblemente la temática de los artículos cien-tíficos de “La Voz”, dedicados en varias ocasionesa temas relacionados con la dentistería, traten dereflejar la oposición de Ministrantes y Practicanteshacia el ya incipiente, movimiento independentistade los Dentistas.

- Injustificación de los recelos médicos.No vemos razonable la gran desconfianza que

mostró la clase médica hacia los Ministrantes, apesar del contexto histórico en que se produce decontinuos cambios y desorganización de las titula-ciones sanitarias.

También opinamos que ha quedado patentecomo el fenómeno del intrusismo profesional afec-to, por igual, a todas las ramas sanitarias. Existíanproblemas entre los propios Médicos, hacinados enlas grandes poblaciones; entre Médicos yCirujanos, que se disputan sus competencias ysupremacía; entre Médicos, Cirujanos yMinistrantes; y entre los Farmacéuticos y herboris-tas y drogueros.

- La prensa médica y el desprestigio de losMinistrantes.

La prensa médica va a juzgar un papel muyimportante a la hora de desprestigiar y menospre-ciar a los Ministrantes, sobresaliendo el “Boletínde Medicina, Cirugía y Farmacia” (posteriormentedenominado, “El Siglo Médico”). Igualmente des-tacó en tales propósitos un antiguo PracticanteMilitar, Francisco Méndez Álvaro.

Esa imagen proyectada de Barberos,Sangradores o Ministrantes, identificándoles comointrusos y charlatanes, se va a proyectar hastanuestros días en los estudios que aparecen sobrehistoria de la Medicina y la Odontología.

- Retraso en la aparición del asociacionismo pro-fesional.

A pesar de los escasos estudios sobre esteperiodo enfermero, la presente introducción en elmismo, nos muestra como hasta 1864, se carece deprensa profesional. Ello contrasta con la prolifera-ción de prensa médica a lo largo de todo el sigloXIX. Otro tanto podemos argumentar en lo refe-rente a asociaciones o colegios profesionales, queigualmente se remontan a la década de los sesenta

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de dicho siglo. Dicha falta de identidad profe-sional enfermera, deducimos que se debe a lasvariantes denominaciones profesionales, junto a lacircunstancia de que muchos estudiantes deMedicina o Cirugía de la época ejercieran previa-mente como Practicantes en los hospitales.

- “La Voz de los Ministrantes” y la unidad profe-sional.

Esta publicación jugó un papel trascendental enla representación de los intereses de Ministrantes,Practicantes y Dentistas. A falta de un análisis másprofundo y detenido de este periódico, que lógica-mente se escapa a las limitaciones del presenteestudio, podemos destacar la gran importancia delmismo para aglutinar la opinión de los profesiona-les que representa.

- Necesidad de analizar y releer la historia de lasanidad.

Juzgamos que muchos trabajos publicadossobre el pasado de la atención sanitaria en España,no reflejan la aportación que realizaron los profe-sionales antecesores de la actual Enfermería. Por lotanto, es necesario repasar de nuevo las fuentes yreinterpretarlas, sólo así se podrá recuperar impor-tantes capítulos de la memoria histórica de la pro-fesión enfermera.

Por otro lado, la Enfermería no debe renunciara hacer una interpretación de los diversos contex-tos sanitarios que se han sucedido en nuestro país,pues ella ha participado muy activamente en losmismos.

VIII. CONCLUSIONES.La figura del Ministrante representa un impor-

tante y poco conocido eslabón que da continuidada las variadas denominaciones profesionales surgi-das a través de la historia en la Enfermería. Unabuena parte de sus intervenciones o actos profesio-nales, entre los que se incluían la pedicura y la den-tistería, han sido perdidas por la Enfermería actual,con la aparición de nuevas titulaciones especificas,como la odontología o la podología, e incluso sien-do asumidas por la Medicina.

El análisis de la realidad asistencial en laEspaña de mediados del siglo XIX, nos ayuda adesvanecer ciertas imágenes negativas que se hancreado en torno al Ministrante. Su labor realizadaen los núcleos rurales, donde los Médicos, ante

unas perspectivas económicas y profesionalesdudosas, no llegaron a ejercer, resultó muy merito-ria.

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- Ventosa Esquinaldo, F. (1984): “Historia de laEnfermería Española”. Madrid, Ciencia 3.

NOTAS[1] También encontramos traducida dicha expresión

como “Médico militar”, en “Pequeño diccionarioFrancés-Español” (1957), Barcelona, RamónSopena, p. 394.

[2] Un resumen del presente trabajo fue presentado en elII Congreso Internacional de Historia de laEnfermería (Granada, 2004), con el título: “LosMinistrantes y las titulaciones quirúrgico-médicas amediados del siglo XIX”.

[3] Se trata de una notable personalidad del siglo XIXespañol que supo compaginar su dedicación a la polí-tica con la medicina y la literatura, siendo autor denumerosas obras científicas y literarias. Un resumende su biografía la encontramos en “Los diputadospintados por sus hechos”(1869), Madrid, Labajos yCompañía, I: 164-167.

[4] La denominación ya se empleaba con anterioridadpara designar a los Enfermeros de los hospitales quetenían una titulación y desarrollaban tareas relacio-nadas con la Cirugía Menor, pero hasta ese año de1860, no tiene el respaldo de una titulación oficial.

[5] Sobre este tema pueden consultarse los datos que lafacultad de Odontología de La Habana ofrece en sudirección de internet: http://wwwfacest.sld.cu/revis-tas/ord/vol15_1_00/ord05/00pdf .

[ 6] Para la redacción de este epígrafe partimos del artí-culo ya citado de Agustín Albarracín Teulón (“Latitulación Medica en España durante el siglo XIX”),ampliando nuestra búsqueda en otras publicaciones.

[7] Sobre este tema remitimos a nuestro trabajo, pen-diente de publicación, presentado en el III CongresoInternacional de Historia de la Enfermería(Zaragoza, 2005):“Los manuales para la enseñanzade los Ministrantes (1846-1857)”.

[8] El ejemplar consultado se encuentra en la BibliotecaPública Lambert Mata, de Ripoll (Gerona). Fue edi-tado en la Imprenta y Librería de la Revista Médicade Cádiz. Consta de 272 páginas y cuatro láminas alfinal de la obra. En el mismo se observa un error deencuadernación, saltando de la pág. 160 a la 177(repetida); y de esta última a la 240 (repetida), paracontinuar con la pág. 161. Más adelante, la pág. 176se sigue de las numeradas como 241 y 160 (repetida);prosigue la pág. 177.

[9] Encontramos un ejemplar en la Biblioteca deMedicina de la Universidad Complutense.

[10] Esta técnica consiste en introducir debajo de la pielun sedal impregnado de un determinado ungüentopara que actúe de forma local.

[11] Úlcera en la piel provocada por una quemadura rea-lizada con una torunda de algodón o yesca, que essostenida sobre la piel con la ayuda de unas pinzas,para ser prendida por la parte superior, consumién-dose hacia abajo.

[12] Sustancias que aplicadas sobre la piel levantan flic-tenas o ampollas.

[13] Con un instrumento de metal (cauterizador), previa-mente puesto en ignición, se provoca una ulcera-ción en la piel.

[14] Se trata de pequeñas úlceras abiertas con el bisturísobre un pliegue de la piel.

[15] Dato obtenido del Consejo General de Enfermeríade España, en su publicación electrónica, cuyapágina de Internet es: http://www.actualidad.enfer-mundi.com/cge/cgtray/cgetrahis/index.asp ; consul-tada el 15 de septiembre de 2004.

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