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PORTADA - Repositorio Digital: Página de inicio · portada universidad central del ecuador...

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PORTADA UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR FACULTAD DE JURISPRUDENCIA, CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES CARRERA DE SOCIOLOGÍA Y CIENCIAS POLÍTICAS EL ESTADO NACIONAL A TRAVÉS DE LA PRODUCCIÓN DISCOGRÁFICA DE MUSICA POPULAR ECUATORIANA EN LA DÉCADA DE 1930-1940 Tesis previa a la obtención del título de: SOCIÓLOGA EN LA CARRERA DE SOCIOLOGÍA AUTORA: Niquinga Acosta Karoll Tamara E-MAIL: [email protected] TUTORA: Dra. Espín Estévez María Augusta DICIEMBRE - 2015 QUITO
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PORTADA

UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR

FACULTAD DE JURISPRUDENCIA, CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES

CARRERA DE SOCIOLOGÍA Y CIENCIAS POLÍTICAS

EL ESTADO NACIONAL A TRAVÉS DE LA PRODUCCIÓN DISCOGRÁFICA

DE MUSICA POPULAR ECUATORIANA EN LA DÉCADA DE 1930-1940

Tesis previa a la obtención del título de:

SOCIÓLOGA EN LA CARRERA DE SOCIOLOGÍA

AUTORA: Niquinga Acosta Karoll Tamara

E-MAIL: [email protected]

TUTORA: Dra. Espín Estévez María Augusta

DICIEMBRE - 2015

QUITO

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DEDICATORIA

Dedico con entrañable cariño este trabajo

A mi mamá, por su gran ayuda diaria,

A mi hermana, por todo su apoyo incondicional,

y, a mi padre, porque sin él y su gran sapiencia este trabajo no se hubiera materializado.

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AGRADECIMIENTO

Expreso mi sincero agradecimiento a mi tutora de tesis, Dra. María Augusta Espín, por

guiarme con dedicación y paciencia en la realización de este trabajo.

Agradezco también a mis lectores, Napoléon Saltos y Mario Unda, por darme su crítica y

ayudarme a dar los toques finales de mi trabajo.

No puede faltar mi estimada amiga, Karla Aroca, por todo su apoyo y compañerismo

brindado durante el estudio de mi carrera.

Finalmente, agradezco a mi querida familia por el soporte y el cariño diario que me han dado

a lo largo de mi vida.

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DECLARATORIA DE ORIGINALIDAD

Quito D.M., 15 de junio de 2015

Yo, KAROLL TAMARA NIQUINGA ACOSTA, portadora de la cédula de ciudadanía No.

1721093936, en mi calidad de autora de la investigación, libre y voluntariamente declaro

que el trabajo de Grado titulado: “EL ESTADO NACIONAL A TRAVÉS DE LA

PRODUCCIÓN DISCOGRÁFICA DE MUSICA POPULAR ECUATORIANA EN LA DÉCADA

DE 1930-1940”, es de mi plena autoría, original y no constituye plagio o copia alguna;

constituyéndose en documento único, como mandan los principios de la investigación científica, de

ser comprobado lo contrario me someto a las disposiciones legales pertinentes.

Es todo cuanto puedo decir en honor a la verdad.

Atentamente,

Karoll Niquinga Acosta

CC: 1721093936

E-mail: [email protected]

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AUTORIZACIÓN DE LA AUTORÍA INTELECTUAL

Quito, 15 de junio de 2015

Yo, KAROLL TAMARA NIQUINGA ACOSTA, en calidad de autora de la tesis realizada

sobre: “EL ESTADO NACIONAL A TRAVÉS DE LA PRODUCCIÓN DISCOGRÁFICA DE

MUSICA POPULAR ECUATORIANA EN LA DÉCADA DE 1930-1940” por la presente autorizo

a la Universidad Central del Ecuador, hacer uso de los contenidos que me pertenecen o parte de los

que contienen esta obra, con fines estrictamente académicos o de investigación.

Los derechos que como autora me corresponden, con excepción de la presente autorización, seguirán

vigentes a mi favor, de conformidad con lo establecido en los artículos 5, 6, 8, 19 y demás pertinentes

de la ley de Propiedad Intelectual y su Reglamento.

Atentamente,

Karoll Niquinga Acosta

CC: 1721093936

E-mail: [email protected]

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APROBACIÓN DEL TUTOR DE TESIS

Quito, 24 de junio de 2015

Yo, María Augusta Espín Estévez, en calidad de tutora del trabajo de titulación “EL ESTADO

NACIONAL A TRAVÉS DE LA PRODUCCIÓN DISCOGRÁFICA DE MUSICA POPULAR

ECUATORIANA EN LA DÉCADA DE 1930-1940” elaborado por Karoll Tamara Niquinga Acosta,

estudiante de la Facultad de Jurisprudencia, Ciencias Políticas y Sociales, Carrera de Sociología y de

Política, la tesis consta de una introducción, 3 capítulos que conforman el cuerpo de la tesis, las

conclusiones y recomendaciones. Considero que el informe investigativo reúne los requisitos y

méritos suficientes para ser sometido a la evaluación del Jurado Examinador que las autoridades de

las Carreras designen.

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APROBACIÓN DEL JURADO

Los miembros del Jurado Examinador aprueban el informe de titulación “EL ESTADO NACIONAL

A TRAVÉS DE LA PRODUCCIÓN DISCOGRÁFICA DE MUSICA POPULAR ECUATORIANA

EN LA DÉCADA DE 1930-1940”.

Para constancia firman:

_________________________ _________________________

PRESIDENTE VOCAL

_________________________

VOCAL

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viii

INDICE DE CONTENIDOS

Contenido PORTADA............................................................................................................................................................. i

DEDICATORIA ................................................................................................................................................. ii

AGRADECIMIENTO .....................................................................................................................................iii

DECLARATORIA DE ORIGINALIDAD ............................................................................................. iv

AUTORIZACIÓN DE LA AUTORÍA INTELECTUAL .................................................................. v

APROBACIÓN DEL TUTOR DE TESIS .............................................................................................. vi

APROBACIÓN DEL JURADO ................................................................................................................ vii

INDICE DE CONTENIDOS ..................................................................................................................... viii

RESUMEN EJECUTIVO ............................................................................................................................... x

ABSTRACT ........................................................................................................................................................ xi

INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................................. 1

CAPÍTULO I ....................................................................................................................................................... 7

MARCO TEÓRICO Y METODOLÓGICO............................................................................................ 7

1.1. Introducción ....................................................................................................................................... 7

1.2. Principales teorías y conceptos ................................................................................................... 9

1.3. Marco metodológico .................................................................................................................... 28

CAPÍTULO II ................................................................................................................................................... 34

CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO NACIONAL Y LA IDENTIDAD NACIONAL. ........ 34

2.1. Introducción ......................................................................................................................................... 34

2.2. Premisas necesarias. ..................................................................................................................... 34

2.3. Naturaleza del Estado ecuatoriano en la década de 1930 .............................................. 42

2.4. La Identidad Nacional ................................................................................................................. 51

2.5. Conclusiones: ................................................................................................................................. 59

CAPÍTULO III ................................................................................................................................................. 61

LA PRODUCCIÓN DISCOGRÁFICA DE MÚSICA ECUATORIANA EN LA DÉCADA

DE 1930-1940 Y SU EJECUCIÓN COMERCIAL MASIVA ...................................................... 61

3.1. Introducción ......................................................................................................................................... 61

3.2. El contexto económico-social y socio-cultural, nuevo, de 1930 ................................. 62

3.3. ¿Qué es lo que se considera o debe considerarse como la música nacional

ecuatoriana, para los efectos del presente trabajo investigativo? ............................................. 71

3.4. Cómo se produce el “boom” de la producción discográfica; y cómo ésta genera

los contextos e imaginarios de Identidad Nacional ....................................................................... 89

3.5. Breve epílogo ............................................................................................................................... 100

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ix

3.6. Conclusiones: .............................................................................................................................. 104

CONCLUSIONES GENERALES ......................................................................................................... 107

RECOMENDACIONES ........................................................................................................................... 117

BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA ............................................................................................................... 119

CONSTITUCIONES ................................................................................................................................... 121

LINKOGRAFÍA ............................................................................................................................................ 122

ANEXO ............................................................................................................................................................ 122

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RESUMEN EJECUTIVO

“EL ESTADO NACIONAL A TRAVÉS DE LA PRODUCCIÓN DISCOGRÁFICA

DE MUSICA POPULAR ECUATORIANA EN LA DÉCADA DE 1930-1940”

La presente investigación sobre “EL ESTADO NACIONAL A TRAVÉS DE LA

PRODUCCIÓN DISCOGRÁFICA DE MUSICA POPULAR ECUATORIANA EN LA

DÉCADA DE 1930-1940”, plantea el equívoco de ciertas teorías sociológicas sobre la

conformación del Estado Nacional, comenzando por el hecho de que se suele asimilar dicho

concepto, el de nación como entidad antropológico-social, con la nación del Estado, una vez

que éste se ha instituido como entidad jurídico-política. Esta entidad jurídica que se llama

Estado, es una institución política formal que se crea mediante un acuerdo de las clases y

grupos sociales dominantes asentados en un territorio determinado, quienes cuentan con el

suficiente Poder armado para imponer su voluntad. De allí que, ya en la práctica de los

procesos sociológicos, las cosas suceden al revés: primero se instituye el Estado; y, luego

corresponde a la superestructura jurídico-ideológica, político-filosófica y religiosa-

institucional, crear ese sentido o sentimiento del Estado nacional, cuestión que solamente

es posible en los modernos estados capitalistas, a partir de su mercado nacional. ¿Cómo se

dio ese proceso en la década de 1930-1940? Es la interrogante que responde la presente

investigación.

PALABRAS CLAVE:

1. ESTADO NACIONAL

2. MÚSICA ECUATORIANA

3. MERCADO NACIONAL ECUATORIANO

4. IMAGINARIOS SOCIALES

5. POLO HEGEMÓNICO

6. IDENTIDAD NACIONAL.

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ABSTRACT

The current investigation on the “THE NATIONAL STATE THROUGH ITS ECUADORIAN TRADITIONAL MUSIC RECORDING DURING 1930-1940”, proposes the mistake of certain sociologic theories on the conformation of the National State, beginning with the fact that such concept is usually understood as an anthropologic-social entity, with the State Nation, once it has been constituted as a juridical-political entity. Such juridical entity so-called State is a formal political institution created through an agreement of dominant social classes and groups settled in a given territory with the sufficient armed power to impose their will. In the practice of sociologic processes, things occurred all way around: firstly the State is instituted, and then the juridical-ideological, political-philosophic and religious-institutional superstructure is provided. Creating the sense or feeling of the national State is only possible in modern capitalist states, from their national market. The question for the current investigation is how the process occurred in the decade of 1930-1940? KEYWORDS:

1. NATIONAL STATE 2. ECUADORIAN MUSIC 3. ECUADORIAN NATIONAL MARKET 4. SOCIAL IMAGINARIES 5. HEGEMONIC POLE 6. NATIONAL IDENTITY

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INTRODUCCIÓN

La presente investigación versa sobre “EL ESTADO NACIONAL A TRAVÉS DE LA

PRODUCCIÓN DISCOGRÁFICA DE MUSICA POPULAR ECUATORIANA EN LA DÉCADA

DE 1930-1940”. Para precisar el problema, los contenidos y el alcance de esta investigación es

indispensable comenzar planteando una definición sobre el objeto de la propuesta, como premisa

introductoria fundamental:

En el contexto del presente trabajo se entiende por música nacional al conjunto de estructuras

armónicas propias de los ritmos ancestrales ecuatorianos (yaravíes, yumbos, danzantes, sanjuanitos,

tonadas, albazos, aires típicos, capishcas, zapateados –también denominados “chilenas”– y pasillos)1

ejecutados de forma instrumental o cantada, pero como producto discográfico, es decir como simple

mercancía que se dirige al mercado interno del país, que permite la articulación de un mercado

nacional alrededor de él, de ese producto-mercancía; y que, en el período señalado (la década de

1930), genera un proceso constructivo de imaginarios populares que llegan a identificar a su

población con ese Estado Nacional, aunque este proceso no haya sido sostenido en el tiempo, pues

tiene su proceso de consolidación en las dos décadas siguientes y empieza su decaimiento desde la

década de 1960.

Se entiende por Estado Nacional la articulación jurídica-territorial que se crea por medio de un

estatuto, llamado Constitución, y que cuenta con sus instituciones socio-económicas (como Base

Social), e ideológico-religiosas predominantes (como Superestructura Social) que se imponen por

distintos mecanismos culturales (a los que Antonio Gramsci denominó Polo Hegemónico

En esta investigación sociológica-musical no se trata, por consiguiente, de un análisis sobre lo

que puede denominarse “la música nacional” en sentido amplio o genérico; tampoco se trata de un

estudio sobre sus orígenes o historia, ni de sus vínculos etnográficos, etnológicos; o de otros ritmos

que reflejen las culturas o nacionalidades específicas del país.

1 NOTA: no se mencionan otros ritmos propios del Ecuador como la “bomba”, de la cultura negra o afroecuatoriana del

Chota; ni el amorfino, el moño, el caminante o “er galope”, propios de la cultura montubia; tampoco el chigualo, los

arrullos, los andareles, los “sanfermines” o los currulaos de la cultura afro-esmeraldeña; y peor música o ritmos

(monofónicos, pentafónicos o polifónicos de la Región Oriental, porque en la década de 1930 (e incluso hasta la de 1970) jamás formaron parte de la “discografía” ecuatoriana, es decir, no era producto comercial discográfico dirigido al mercado

nacional. Es más, sobre la música del Oriente ecuatoriano, apenas se tiene noticias de ella, a partir de investigaciones etno-

musicales o antropológico-sociales realizadas en la década de 1980.

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Tampoco se trata de un estudio sobre la Identidad Nacional (como producto genérico y amplio

del Estado Nacional) sino de ciertos rasgos identitarios que, como efecto o consecuencia de la

articulación de un mercado nacional alrededor de aquel producto discográfico, que contiene los

ritmos anotados, y que se va creando imperceptiblemente si se quiere, y aun al margen de la

intencionalidad cierta y directa de los empresarios productores de esa música; pero que llegan a

conformar ciertos rasgos de identidad del pueblo ecuatoriano, con esa música que es propia de su

ancestros, de su sentir, de sus percepciones, de sus imaginarios2.

Se imponen esa limitaciones a los alcances conceptuales, y del ámbito investigativo, porque en la

década de 1930 existía un Estado monocultural excluyente, en vista de que los pueblos,

nacionalidades, comunidades y etnias, habían sido no sólo ignoradas e invisibilizadas, sino incluso

estigmatizadas, por lo tanto, las culturas vernaculares del país no tenía posibilidades de expresión en

los contextos de la base social ni de aquella superestructura social. La Constitución de 1830

determinó que los indígenas eran “clase abyecta y miserable”, y por tanto se encomendó a los curas

párrocos “su ministerio de caridad” y se los nombró como sus “tutores y padres naturales”, esta

relación jurídica-conceptual y político- ideológica que desde el inicio de la República fue impuesta

por sobre los sujetos a los que se consideraba inferiores, se mantiene a lo largo de la historia del

Ecuador.

Andrés Guerrero (1998), habla de la existencia de una “frontera étnica”, que se deriva de una matriz

poscolonial que atraviesa todos los campos sociales e instaura una “dicotomía primaria que organiza

y justifica las posiciones que, en dichos campos, ocupan los habitantes bautizados como

ecuatorianos, con todas sus demás complejas determinaciones sociales (Guerrero, 2000) (…). Separa

en el imaginario a los habitantes en dos grandes grupos: los blanco-mestizos ciudadanos y los otros”

(Ibíd.: 114).

Esta matriz binaria se encuentra, históricamente inscrita en el sentido práctico de los ecuatorianos,

desde el acto de violencia provocado por la conquista, y se prolonga por toda la historia colonial y la

época republicana convirtiéndose “en una realidad simbólica que encarna en agentes sociales

redefinidos: los ciudadanos y los sujetos por civilizar del Ecuador” (Ibíd.). Guerrero explica cómo

se presenta de manera fáctica esta situación: “en la vida cotidiana la frontera engendra la diferencia

como inferioridad, y por consiguiente, legitima la dominación de la población indígena por la

ciudadana blanco-mestiza” (Ibíd.: 115).

2 NOTA: En el contexto de este trabajo se utiliza el término imaginarios no en sentido tan estricto ni apegado al que logró

imponer en las ciencias sociales el filósofo griego Cornelius Castoriadis, aunque se lo toma como referente conceptual;

sino, más bien, en el sentido de cosmovisión.

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3

La frontera étnica recalca este principio de deslinde binario: “la frontera esconde la arbitrariedad de

su institución imaginaria (el acto fundador de la dominación), bajo la sombra de un efecto de

naturalización: ‘racializa’ a los habitantes nacionales en términos de un supuesto sistema genético”

(Ibíd.: 114). Esta naturalización inscrita en el sentido práctico de los ecuatorianos, configura las

formas de relación cotidiana entre ciudadanos, reforzadas constantemente por ciertas instituciones

del Estado.

Es así como, luego de la institucionalización del Estado ecuatoriano, se mantuvo y desarrolló la

misma cultura colonizante-española, cuyo brazo-ideológico religioso era la Iglesia Católica Romana,

al punto que en todas las Constituciones se estableció que “la Religión Católica Apostólica y

Romana, es la Religión Oficial del Estado ecuatoriano. Es un deber del Gobierno, en ejercicio del

Patronato, protegerla con exclusión de cualquier otra. Entonces, para la década de 1930, primaba la

influencia del europeísmo centralizante (que impulsaba a las clases altas a asimilarse a los blancos

europeos, y hasta a comprar títulos nobiliarios –Caso del Conde Jacinto Jijón y Caamaño–). De otra

parte, la Iglesia conservaba su control e influjo directo sobre la educación, a pesar de haberse

instituido la educación laica (los hijos de las clases pudientes, y hasta de clase media, no iban a

escuelas ni colegios laicos, considerados de la plebe).

En consecuencia, toda vez que las culturas o nacionalidades ancestrales o afrodescendientes

fueron totalmente invisibilizadas, su música no constituyó, ni podía constituir, un producto

discográfico, en dicha época, por lo tanto no es materia del presente estudio, porque no se trata de

un estudio musicológico, sino de cómo el mercado nacional del producto discográfico, al tener un

sistema de difusión masiva a través de la radio, logra desarrollar los imaginarios latentes y articular

un sentido o sentimiento de identidad nacional a través de esa música que le es propia, ya que utiliza

sus ritmos ancestrales.

Se han hecho importantes investigaciones musicológicas sobre la música nacional, comenzando

por los de Segundo Luis Moreno Andrade cuyo trabajo más destacado, en torno a esta temática es

“La Música de los Incas” (Moreno Andrade, 1957); Pedro Pablo Traversari Salazar, cuya producción

de análisis histórico-musical es muy amplio, pero se puede destacar: ¨La música Indígena en

América”; y, “El Arte en América”, en la que analiza sobre los orígenes del pasillo ecuatoriano

imponiendo la teoría de que proviene del vals europeo (Traversari, 1992); aporte con el cual coincide

Luis Humberto Salgado Torres, en su obra “La Música Vernácula Ecuatoriana” (Salgado Torres,

1952).

Otro de los muy valiosos aportes a estudios históricos, técnicos y sociológico-culturales, sobre la

música ecuatoriana, se puede hallar en la serie de Cuadernos “OPUS”, que con el auspicios del Banco

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Central, emprendieron un, no menos valioso, grupo de jóvenes quijotescos. Los estudios y materiales

que en esa serie se consignan son de suma trascendencia pues contienen estudios nuevos, con aportes

de suma importancia y el rescate de algunas obras o ensayos, ignorados, como la propuesta de

Segundo Luis Moreno, escrita en 1920, para que se cambie el Himno Nacional del Ecuador.

Pero, el presente estudio no trata de esos problemas teóricos ni técnico musicales, se limita a

establecer una vinculación entre la producción discográfica de la música nacional en la década de

1930 (bajo la definición dada y en referencia a los ritmos tenidos como ecuatorianos); la

articulación de un mercado nacional alrededor de esa producción discográfica, fenómeno que

permite incidir en la construcción del Estado Nacional; y la generación de imaginarios

vinculantes con ese Estado Nacional (del Ecuador); lo que, a su vez, generaría aquello que puede

denominarse rasgos de “identidad nacional” (no la Identidad Nacional en sus aspectos integrales,

como los tratan Rafael Quintero y Erika Silva) porque ese ámbito de investigación rebasaría, en

mucho, el objeto y la naturaleza de esta investigación (Quintero & Silva, 1992). Esta es la

particularidad intrínseca del presente estudio.

Para tal efecto, será necesario, y quizás indispensable, determinar qué se entiende por Estado;

luego por Estado Nacional; y finalmente, como consecuencia de lo anterior, cómo los habitantes de

dicho Estado nacional, adquieren vínculos afectivos y psicológico-perceptivos con esa entidad

jurídica-formal que se ubica por encima de la sociedad entera, abarcando la totalidad institucional:

pública, privada, cultural, religiosa, educativa e ideológica, cuyos elementos van creando lo que se

ha dado en llamar los “imaginarios de identidad” nacional.

El hecho social, o sociológico, de estudio es el cómo interviene e incide la producción

discográfica de música ecuatoriana, de la década de 1930, para generar un mercado nacional, del

que se desprende la estructura sistémica de un Estado Nacional; y, cómo alrededor de esa entidad

concreta del Estado Nacional, se pueden crear dichos imaginarios de identidad nacional, a través

de los ritmos vernaculares propios como el pasillo, el sanjuanito (denominado también Sanjuán, San

Juan o San Juanito), la tonada, el yaraví, el yumbo, el danzante, el albazo, el capishca, el “alza” o

“chilena” y hasta el “fox” (denominado en ciertas piezas musicales “fox incaico”, como el caso de

“La Bocina”; que al decir de Carlos Bonilla, no es más que un danzante).

En efecto, sobre la denominación de “fox”, según el distinguido maestro Carlos Bonilla Chávez,

señala que es una copia del nombre, de aquello que en Estados Unidos estaba de moda por la década

de 1930, como ritmo baile que se llamaba “fox-trot”; pero, anota: no es más que danzante o yumbo,

según los “golpes” con que se lo acompañe: 2/1 si es danzante; 1/2 si es yumbo.

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Otro ejemplo de “canción-fox” es “Avecilla” creación original de Nicasio Safadi, grabada en sus

inicios por el Dúo Ecuador; pero que, dos décadas más tarde, el dúo Benítez y Valencia, con arreglos

de Luis Alberto Valencia, lo grabó como Albazo; y que hoy se lo ha hecho “tecno-cumbia” 3.

Bajo esta contextualización es que la presente investigación se justifica:

Por su trascendencia temática, toda vez que no se han estudiado suficientemente los vínculos de la

producción discográfica de la música ecuatoriana con la generación del Estado Nacional y una

forma intrínseca de identidad con ese Estado Nacional, a pesar de los múltiples trabajos

investigativos sobre la música nacional, algunos de suma trascendencia histórico-contextual, como

la Enciclopedia de la Música Ecuatoriana de Pablo Guerrero Gutiérrez y César Santos (el más

importante y trascendente); la Breve Historia de la Música del Ecuador, de Mario Godoy Aguirre; la

Geografía Musical de Quito, “Rincones que Cantan”, de Fernando Jurado Noboa; La Música de Los

Incas, de uno de los más grandes musicólogos del país y precursor de esta temática: Segundo Luis

Moreno Andrade; y, uno de los últimos, el de Ketty Wong, publicado el año 2013, sobre La Música

Nacional: Identidad, Mestizaje y Migración en el Ecuador, Ed. Casa de la Cultura Ecuatoriana.

Sin embargo, Ketty Wong, en primer lugar denomina “música nacional” a cualquier obra

discográfica producida en el país, incluso sin importar los ritmos ni las nacionalidades de ellos. Por

ejemplo, es sabido que el Vallenato, es un ritmo de la sabana colombiana, especialmente de la zona

de Valledupar; pero, para la doctora Ketty Wong, si es producto musical hecho en Ecuador y

consumido en este mercado, es “música nacional” ecuatoriana, porque logra crear “imaginarios” por

medio del consumo local.

Dicho concepto puede ser funcional, a la idea e imposiciones del mercado global, y al papel que le

corresponde desempeñar al Ecuador, dentro de dichos procesos de dominación globalizada: como

simple Aldea Global, pero no es posible, ni viable, ni conceptualmente acertado en términos

sociológicos ni culturales, denominar “música ecuatoriana”, a una cumbia que a todas luce es

colombiana, a un son cubano, o a una ranchera que forma parte de la cultura musical de México, por

3 Este último dato, sobre la composición de Nicasio Safadi, es controvertido por el abogado guayaquileño Marcos E.

Medina Ron, en una nota de prensa publicada por Diario El Universo, el 30 de mayo de 2014, en la que afirma que el “titulo

original” de dicha canción es “canora avecilla”; y acota: “qué pensaría el embajador colombiano” (por la afirmación de que la el actual “albazo” AVECILLA, se lo reputa como de Nicasio Safadi).

Pero, el contradictor no advierte que la letra de dicha canción es tradicional, anónima; y que los ritmos de “Canora

Avecilla” (bambuco) y la “canción-fox AVECILLA” de Nicasio Safadi son totalmente distintos; además Nicasio Safadi

compuso varias canciones con tal ritmo, se puede mencionar por ejemplo a la “canción-fox Los Jilgueros”. De allí que nadie cuestiona, ni menciona el arreglo de la canción Avecilla, como albazo, de Luis Alberto Valencia, según testimonio

oral de Leonardo Páez, en entrevista dada a Radio Nacional del Ecuador, durante una corta visita al país, que sería la última,

en 1985, seis años más tarde moriría en Mérida-Venezuela, ciudad donde residió desde 1955.

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el simple hecho de que, al ser música introyectada al gusto popular ecuatoriano por los gigantescos

sistemas mediáticos, creen imaginarios en dicha población.

Entonces, para efectos de este trabajo, la música ecuatoriana está compuesta y determinada por

ritmos específicos propios del ancestro ecuatoriano, como: sanjuanitos, pasillos, capishcas, tonadas,

albazos (con sus ciertas variantes: aires típicos y cachullapis), yaravíes, yumbos y danzantes; pues,

así como quien escucha un Huapango o una Ranchera, sabe que son ritmos mexicanos, aunque sea

cantado por artistas ecuatorianos, como lo hicieron los hermanos Miño Naranjo, con “Tata dios” y

que como producto discográfico, tuvo altas ventas en el mercado mexicano, aunque también se

consumió en Ecuador. Pero no por este hecho, ni por la acogida del mercado discográfico, dichos

huapangos o rancheras, pasaron a ser “música ecuatoriana”.

Por tanto, la originalidad del tema, radica:

a) En primer lugar en el enfoque desde la definición concreta, específica y determinada

sobre lo que se entiende por música nacional ecuatoriana;

b) En segundo lugar porque una vez determinados los ritmos identitarios de lo que

constituye la música ecuatoriana, se toma como referente exclusivo, el producto

discográfico que se lanzó al mercado, lo que permitió crear un mercado nacional de

dicha música durante la década de 1930 a 1940, una época de gran crisis económica,

social y política; de penetración directa de los capitales imperialistas de Estados Unidos

y de imposición de sus políticas; pero, al mismo tiempo, de insurgencia de las

organizaciones campesinas, obreras y populares que conmueven las bases del sistema

oligárquico-exportador y gamonal-hacendario del país;

c) En tercer lugar, porque este referente, o variable del análisis sociológico, permite

identificar, y sustentar teóricamente, la forma cómo el desarrollo de este mercado

nacional de la producción discográfica, de música ecuatoriana: crea, genera un Estado

Nacional; y abre las perceptividades e imaginarios del pueblo ecuatoriano hacia su

identidad con ese Estado nacional, con el Estado ecuatoriano; y,

d) En cuarto lugar, por el sustento científico y el aporte teórico para descubrir los términos

y ámbitos de la identidad nacional, generada por el producto discográfico de los ritmos

nacionales en la década de 1930, aspecto que no se halla en otras investigaciones bajo

un enfoque teórico sociológico relativo a estos contenidos identitarios, en los términos

analíticos expuestos.

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CAPÍTULO I

MARCO TEÓRICO Y METODOLÓGICO

1.1. Introducción En el presente capítulo se expone la corriente filosófico-sociológica que sirve de sustento a la

investigación planificada, la misma que se basa en los conceptos científicos del materialismo

dialéctico y del materialismo histórico.

Para muchos, el materialismo histórico no es una teoría sociológica, y quizás existe razón en cuanto

que el materialismo histórico abarca un ámbito mucho más extenso, y profundo, de análisis porque

comprende desde las leyes históricas y la actividad consciente de la humanidad, el papel del trabajo

en la aparición de la vida humana en sí misma, y de su vida social; la producción de los bienes

materiales; la dialéctica de las fuerzas productivas con las relaciones de producción que se dan en la

base social y las relaciones de ésta con la superestructura de esa sociedad: de las clases sociales y de

la lucha de clases; y del papel que esas luchas, de clases, han jugado para determinar los cambios

históricos de la humanidad.

Pero, desde los niveles de conceptualización que se adoptan para esta parte del análisis, se postula

que el materialismo dialéctico y el materialismo histórico sí constituyen una teoría sociológica, en

cuanto, una parte conceptual de su sistema, sienta las bases intrínsecas-cognoscitivas para

comprender las leyes del desarrollo de las sociedades humanas; y, en cuanto al tema específico que

se tratará en este marco teórico-metodológico, esa cognoscitividad permitirá establecer los siguientes

contenidos:

a) La base social del Estado ecuatoriano, en la década de 1930; dentro de dicha base, la

debilidad o limitaciones de un mercado nacional que sea determinante del Estado

Nacional (toda vez que la riqueza productiva fundamental del país se encamina a

productos de exportación: cacao, café, arroz, trigo, palo de balsa, caucho; lo cual, de

paso, genera vínculos de dependencia de las clases dominantes ecuatorianas con los

centros del Poder Mundial o Imperial), y el incipiente mercado nacional se articular

alrededor del “eje central” de articulación de las Regiones naturales: el ferrocarril; y,

b) La superestructura social, que está determinada, a su vez, por una debilidad ideológico-

perceptiva del Estado Nacional ya que éste comienza a manifestarse, para los sectores

populares, a través del producto discográfico de música nacional; y, entonces, de cómo

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8

la música nacional, a través de esa producción discográfica, cuyo negocio se inicia y

florece en dicha época, se convierte en el elemento detonante y articulador de una forma

de identidad del pueblo ecuatoriano con su Estado Nacional.

Es de comprender, por otra parte, y en términos esenciales básicos, que las relaciones entre la base

social y la superestructura social no son mecánicas ni automáticas. En términos genéricos, a una

base social corresponde una forma de superestructura social; pero, en el desarrollo de los procesos

productivos y de las relaciones de producción de las bases sociales, subsisten fuertes ataduras de los

períodos históricos anteriores. Así: cuando se instaura el feudalismo, éste no es un sistema puro,

pues, subsiste el esclavismo y toda la conceptualidad, costumbres, culturas y cosmovisiones propias

del período histórico anterior.

De allí que, cuando se establece el capitalismo, o la modernidad como se la denomina en lenguaje

post-modernista, subsisten en su interior, tanto los modos de producción feudal, como el propio

esclavismo (hasta hoy); de allí que Emile Durkheim (2008), ya en el año 1904, estudiando los hechos

sociales de la Revolución Francesa, 115 años después de que se había institucionalizado, descubre

que el Estado Liberal, moderno y capitalista de Francia, no había logrado armar un Sistema de

Pensamiento acorde con el Nuevo Régimen. Es por ello que, en su obra “Educación y Sociología”

entre otras cosas, manifiesta:

“Las generaciones actuales todavía no están maduras para la vida social del nuevo

régimen… [se requiere por tanto]… suscitar y desarrollar en las nuevas generaciones un

cierto número de estados físicos, intelectuales y morales que exigen la sociedad política

actual en su conjunto y el medio especial al que está particularmente destinado…”

(Durkheim, 1979, pág. 39) 4

Y es que las ataduras culturales, las cosmovisiones, los imaginarios son más difíciles de romper, de

vencerlos y/o de superarlos. Por ello es que Antonio Gramsci postula que en el capitalismo, la nueva

clase llamada a impulsar los cambios para liberarse de su explotación, debe crear un Polo

Hegemónico, integrado por las nuevas concepciones ideológico-filosóficas, propias de la

superestructura, sin las cuales dichos cambios serán imposibles e inviables.

Es así como, Antonio Gramsci (1967: p. 159) en su obra “La Formación de los Intelectuales”,

al tratar sobre la dominación eclesiástica, que subsistía como polo hegemónico substancial

de los Estados capitalistas, luego de más de 150 años de su institucionalización, manifiesta:

4 DURKHEIM, Emile, Educación y Sociología, Ed. Linotipo, Bogotá, 1979, pp. 39

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“La religión permanece en estado de superstición y no ha sido sustituida por una nueva

moralidad laica y humanística debido a la incapacidad de los intelectuales laicos. La

religión no ha sido ni sustituida ni transformada profundamente, ni tampoco racionalizada

como lo fue en otros países y como sucedió con el propio jesuitismo en América. La Italia

popular se encuentra en las mismas condiciones que surgieron inmediatas a la

contrarreforma. La religión, todo lo más, se ha ajustado al folclore pagano y ha

permanecido en esa fase.” (Gramsci, 1967, pág. 159) 5

De paso, en términos actuales, Noam Chomsky (2002), el filósofo estadounidense contemporáneo,

señala que ante la arremetida mediática de las sociedades multinacionales, la humanidad vive una

“guerra cultural” (informativa, educativa, creadora de creencias, de percepciones, capaces de generar

y moldear las conductas humanas) (Chomsky, 2002).

Y es que la cultura, (entendida como un conjunto de valores, creencias, cosmovisiones y prácticas)

que se convierte en parte substancial de la superestructura del Estado, va generando la articulación

de paradigmas que envuelven, modelan y crean los imaginarios (y hasta las percepciones bio-psico-

sociales del deber ser) que dan sentido a las vidas de cada uno dentro del colectivo social, es decir

que, como dicha práctica social se da dentro de la estructura y superestructura del Estado, se convierte

en instrumento que está en manos de las clases dominantes, quienes, a su vez, imponen su orden de

dominación.

1.2. Principales teorías y conceptos

La concepción materialista del universo (materialismo dialéctico), implica o deriva en la concepción

materialista de la sociedad con todos sus procesos evolutivos, hasta su estructuración en Estados,

como producto de las sociedades de clases (materialismo histórico). Esta es, en el fondo, la

cognoscitividad objetiva del mundo, de las cosas, de sus procesos y fenómenos, en sentido integral:

dialéctico; y fue planteada en sus inicios por Federico Engels y Carlos Marx, a través de múltiples

escritos, cuyos contenidos sistemático-conceptuales se los podría ordenar del siguiente modo:

a) Sobre la dialéctica de la naturaleza, de la que se desprenden el descubrimiento o

constatación de que el mundo material existe de forma objetiva, que dicha existencia es

dialéctica, puesto que se encuentra en permanente movimiento y cambio: desde sus

partículas más remotas, en un ámbito de espacio y tiempo, las mismas que al juntarse o

unirse en formas específicas, determinan la existencia de las distintas substancias o

especies materiales;

5 GRAMSCI, Antonio, (1967) Formación de los Intelectuales, Trad. GONZÁLEZ VELA, Ángel, Ed. Grijalbo,

México, p. 159

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b) Sobre la dialéctica de la materia orgánica, forma especial de existencia de los elementos

anteriores, una materia que dispone de maneras flexibles de existencia y de suma

adaptabilidad al medio; la misma que es capaz de generar la conciencia como parte de

una de sus propiedades altamente organizadas; y de la que provienen: los reflejos, el

pensamiento, el lenguaje y todas las funciones psicológicas superiores: sensaciones,

percepciones, atención, memoria, pensamiento, lenguaje, emociones, sentimientos,

talante y personalidad. Todo lo anterior, dentro de un contexto bio-psico-social;

c) Sobre la dialéctica de los procesos del conocimiento: el pensamiento lógico-conceptual

y su lógica-dialéctica; la verdad objetiva; la dialéctica de las verdades absoluta y

relativa; las relaciones mutuas (y también dialécticas) entre lo sensible y lo racional; la

dialéctica de lo abstracto y de lo concreto; y el papel del pensamiento en los procesos

cognoscitivos; y,

d) Sobre la dialéctica de la historia humana: las leyes intrínsecas del desarrollo de la

sociedad; la producción de los bienes materiales, a través del trabajo humano, como

base substancial del desarrollo social; las fuerzas socio-productivas que intervienen para

la producción de dichos bienes; las formas o modos de producción determinantes en el

proceso evolutivo de la humanidad (determinante de la base social; o estructura de la

sociedad); las relaciones de dicha base social, con la institucionalidad ideológica,

jurídica, política, filosófica, religiosa, etc., denominada superestructura de la sociedad.

Sobre este último aspecto, de las leyes intrínsecas del desarrollo de las sociedades, bajo la

concepción marxista, se establece que depende de los modos a través de los cuales la humanidad se

provee de sus medios de subsistencia (modos de producción) y de las relaciones sociales

determinadas por esos modos de producción (relaciones de producción). Así:

a) Al modo de producción esclavista, corresponderá una base social determinada por las

relaciones entre esclavistas y esclavos;

b) Al modo de producción feudal, corresponderá una base social determinada por las

relaciones entre señores feudales (gamonalismo hacendario, en el Ecuador) y siervos

de la gleba (huasipungueros: como se denominaban en nuestro medio); y,

c) Al modo de producción capitalista o burgués, corresponderá una base social

determinada por los dueños del capital y sus relaciones con los asalariados en distinto

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grado o nivel, y no solamente proletarios u obreros “puros”, como postulan ciertos

grupos de la izquierda tradicional del país.

Pero, en el ámbito concreto de las realidades materiales y sociales, jamás se dan los modos de

producción ni las relaciones de producción en sentido “puro”; y por consiguiente:

a) En la base social del esclavismo, a pesar de su estructura predominante con respecto a

los modos de producción y a las relaciones de producción, subsisten rezagos de los

regímenes patriarcales, al punto que el Estado esclavista en sentido político-sistemático,

se institucionaliza propiamente luego de Aristóteles y de su obra La Política, en la que

se precisa la real esencia y naturaleza social (sociológica) del Estado e, incluso, su

naturaleza jurídica-formal;

b) En la base social del feudalismo, se hallan fuertes “rezagos” de esclavismo; es más:

durante la colonización feudal española el tráfico de esclavos fue realmente masivo a lo

largo de todo el continente americano y del mundo colonizado por el feudalismo

europeo, fundamentalmente español; y ese tráfico de esclavos se da en gran medida,

incluso, por la entidad feudal más grande de aquella época: Iglesia Católica-romana; y,

c) En la base social del capitalismo, subsisten modos y relaciones feudales de producción,

pero también se utiliza mano de obra esclava. De hecho, el capitalismo globalizado

actual, ha masificado el esclavismo en la realidad material objetiva de la mentada

globalización, en muchos territorios del mundo, (y en una especie de “involución”

histórica, a pesar de la alta ciencia y tecnología actuales) incluso en los propios Estados

Unidos existe esclavitud actualmente, como afirma el Alto Comisionado de la

Organización de las Naciones Unidas, según refiere Claudia Fonseca (2014) en “La

Esclavitud Contemporánea” (Editada por Granma, la Habana) (Fonseca, 2014);

Bajo estas consideraciones y conceptualizaciones matrices es que se va a analizar la base social

del Ecuador en el presente trabajo, es decir, en su proceso del devenir histórico, y del contexto

espacial determinado para esta investigación: la década de 1930, o sea, en la base social de aquel

Estado y en superestructura (ideológica, religiosa, política, jurídica, etc.) generada por los modos y

las relaciones de producción de esa época.

Como dice Karl Marx (1974: p. 173) en “Miseria de la Filosofía”, una obra destinada a refutar

los principios categoriales de Pierre-Joseph Proudhon y su obra “Filosofía de la Miseria”:

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El señor Proudhon, el economista, ha entendido muy bien que los hombres fabrican el

paño, la tela, los tejidos de seda, dentro de determinadas relaciones de producción. Pero lo

que no ha entendido… que las relaciones sociales se hallan íntimamente vinculadas,

unidas, a las fuerzas productivas. Al adquirir nuevas fuerzas productivas, los hombres

cambian su modo de producción, y al cambiar el modo de producción… cambian todas las

relaciones sociales. El molino de brazo os dará la sociedad con el señor feudal; el molino

de vapor, la sociedad con el capitalismo industrial […]

Los mismos hombres que establecen las relaciones sociales de producción, conforme a

esa producción material, producen también los principios, las ideas, las categorías,

conforme a sus relaciones sociales. (Marx K. , 1974, pág. 173) (Negrillas y cursivas del

autor)

Es en la esfera o ámbito de esa superestructura de la sociedad ecuatoriana, producto de la base

material, en la que se halla la actividad musical, como parte de la cultura de esa sociedad, inserta

bajo las relaciones dialécticas que se acaban de indicar¸ pero, para efectos del presente trabajo, se

limitará el análisis a la producción musical discográfica (simple producto mercancía), de lo que en

ese contexto se denomina música ecuatoriana, década de 1930-1940.

Antes, es indispensable aclarar cierto concepto inherente al contenido intrínseco del presente

trabajo: ¿Qué es la Nación? Y ¿Qué es el Estado Nacional?

Sobre este respecto, y como dice el doctor Rodrigo Borja (1997) en su Enciclopedia de La Política

(Ed. Fondo de Cultura Económica, México):

“Nación es un concepto eminentemente étnico y antropológico, referido a una comunidad

humana de la misma procedencia étnica, dotada de unidad cultural, religiosa idiomática y de

costumbres, poseedora de un acervo histórico común y de un común destino nacional.” (Borja, 1997,

pág. 1284)

Pero, ¿Es esta nación, la que se convierte en Estado? Y formulando una interrogante

complementaria: ¿Es dicha nación, la que una vez transformada en Estado, adquiere la naturaleza o

característica de un Estado Nacional?

Si se recuerda un poco la historiografía tradicional que se enseña en los establecimientos de

educación básica, no se puede olvidar el siguiente curso lógico que suelen articular los maestros: 1.

Primero fue la tribu; 2. Estas tribus se unieron y formaron la Federación de tribus; 3. Esas

federaciones se convirtieron en naciones; y, 4. La nación se transformó en Estado que es “una

sociedad política perfecta”.

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No se puede negar, ni olvidar, lo que formula el doctor Rodrigo Borja: “la nación es un concepto

eminentemente étnico y antropológico”. Pero no es esta nación la que se transforma en Estado, ni

la que va a determinar la naturaleza del Estado Nacional ni la identidad del Estado Nacional.

Para comenzar, en lo que concierne al Estado ecuatoriano, jamás existió una nación que se llamara

“Ecuador”; y que, gracias a ella, se hubiera adoptado semejante nombre. Tampoco es que alguna de

las nacionalidades ancestrales haya concurrido a la Asamblea Constituyente de Riobamba reunida

entre el 13 de agosto de 1830 y el 13 de septiembre en que quedó aprobada dicha Constitución y la

institucionalidad legal del nuevo Estado del Ecuador.

Es más, en una carta que envía Juan José Flores6, el 13 de mayo de 1830, al Libertador Simón

Bolívar, ya menciona el nombre del “Ecuador”, invitándole para que venga a “descansar en estas

tierras” (J., 1986), jurándole fidelidad. Frente a este hecho, el escritor Jorge Enrique Adoum (1998)

en “Ecuador: Señas Particulares”, y discerniendo sobre la identidad nacional, manifiesta: A ningún

país se le ocurrió llamarse ‘Trópico de Cáncer’ ni ‘Trópico de Capricornio’” (E., 1998).

Pero el hecho material, objetivo y evidente es que ninguna de las naciones étnico-ancestrales

“unidas por lazos comunes de una misma procedencia étnica ni dotada de unidad cultural, religiosa

idiomática y de costumbres, poseedora de un acervo histórico común” (como dice el doctor Rodrigo

Borja) concurrió a la Asamblea Constituyente del Estado del Ecuador, en 1830.

Por lo tanto, una cosa es la nación, o las nacionalidades, entendidas en sentido antropológico-

social y étnico-cultural; y otra cosa muy distinta, esencialmente distinta, el Estado Nacional, el

mismo que se instituye, primero, como ente jurídico-formal a través de un asocio de las clases

sociales dominantes y sus grupos de Poder; y, una vez instituido, está llamado a crear, generar y

determinar las medidas articulatorias de ese Estado Nacional, lo cual materialmente es posible a

partir de la existencia de un mercado nacional, propio del modernismo capitalista.

¿Cuáles son esos elementos, insumos o mecanismos que permiten articular esa unidad jurídico-

sociológica del Estado Nacional?

Pero se puede formular la pregunta de otras maneras: ¿Existieron Estados en el Esclavismo y en

el Feudalismo? Y ¿Por qué dichos Estados estuvieron siempre fragmentados en múltiples

principados, ducados o comarcas en la que cada amo feudal podía decir, parafraseando a Luis XIV

6 Juan José Flores (1986) Correspondencia con el Libertador Simón Bolívar, Ed, Banco Central del Ecuador.

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“El Estado soy YO”? o ¿Por qué dichos Estados (esclavistas o feudales) no lograron articular un solo

Estado Nacional?

NO es el espacio para analizar los pormenores históricos de dichos procesos, pero como una

explicación puntual, a fin de que no queden las interrogantes sueltas, se puede indicar que las razones

de esa dispersión estaban en su propia Base Social, pues, las unidades productivas eran las

propiedades territoriales inmobiliarias de los Paterfamilias romanos o de los reyes y patriarcas en las

sociedades judeo-cristianas; y, luego, en las haciendas de los amos feudales, en la que cada quien era

dueño de su propio Estado; por eso es que Luis XIV dijo con suma propiedad: “L’état, c’est moi”;

“Je suis l’état”, que traducido con propiedad significa “El Estado soy yo”.

¿Qué pasa, entonces, con el Estado capitalista? Pues, que el capitalismo produce mercancías en

masa, dirigidas a un amplio mercado universal, que traspasa las fronteras de su propio Estado. Se

requiere, entonces, articular alrededor del vasto territorio único de su propio Estado, las condiciones

para la circulación de esas mercancías y capitales; y, por consiguiente, derrocar las barreras

autárquicas de las haciendas feudales, imponer una institucionalidad articuladora de todo el territorio

estatal, y, concomitantemente, blindar las fronteras ante sus competidores de otros Estados, si se

quiere garantizar la competitividad y no ser absorbido por los circunvecinos.

Por consiguiente, es esta articulación de los mercados, en un solo mercado nacional, lo que

permite consolidar al Estado Nacional, como entidad abarcadora de todas las instituciones y

organizaciones inferiores, e, incluso, de la propia Iglesia. Así, se dará la separación de la Iglesia y

del Estado, cuyo proceso será difícil y de una larga lucha directa e indirecta, abierta y entapujada,

implícita y explícita, por parte de la institución que tuvo el control fundamental de los poderes divinos

y terrenales, en la época feudal.

Pero, ya volviendo al caso ecuatoriano, la propia formación de dicho Estado entraña una

variopinta confusión ideológica y conceptual. De lo que se trata, inicialmente, es de articular cierta

institucionalidad jurídica de vasallaje ante la propia Corona española, pero manejada por los

latifundistas criollos, desplazando, simplemente, a los chapetones. El artículo 5 de la “Constitución

de Quito”, de 1812, así lo testimonia:

“… este Estado que reconoce y reconoce por su Monarca al señor don Fernando

Séptimo, siempre que libre de la dominación francesa y seguro de cualquier influjo de

amistad, o parentesco con el Tirano de la Europa pueda reinar [se refiere a Napoleón

Bonaparte, que había ocupado España; y nombrado Rey a su Hermano José, desde 1808]”

(Editorial Jurídica del Ecuador, 2005)

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Tales concepciones, luego, fueron recurrentes a lo largo de la República, al punto que García

Moreno apoyó la Invasión Peruana de Mapasingue y hasta arengaba a la población guayaquileña

presentándolo al ejército peruano como “salvador” (Ayala Mora, 1988); luego, el mismo García

Moreno propuso convertir al Ecuador en “Protectorado Francés”, y encargó a Juan José Flores

tramitar dicha propuesta oficial y formal, que Francia no la aceptó.

A esa oligarquía guayaquileña, tanto como al gamonalismo serrano, le daba igual ser República

o Protectorado, e incluso ser anexados al Perú, con tal de mantener sus privilegios y dominación, al

punto que en 1910, cuando Perú se aprestaba a invadir al Ecuador, y en pleno Gobierno

Constitucional del General Eloy Alfaro, el Arzobispo de Quito, en una misa concelebrada en La

Catedral, pronunció su célebre discurso: “Si ha llegado la hora de que el Ecuador desaparezca…

que desaparezca…” (Núñez, De la Patria Criolla a la República Oligárquica, 2015)

De allí que el hecho ya específico, en torno a los sustentos teóricos de la presente tesis, es ya para

comienzos de la década de 1930, habían transcurrido 35 años de la Revolución Liberal, un proceso

revolucionario muy complejo que refleja las luchas nacionales intestinas entre:

a) La Oligarquía costeña conformada por una emergente (y floreciente) burguesía bancaria-

financiera de esa Región, vinculada al capital financiero imperialista internacional, que a

la sazón también era propietaria de grandes feudos balseros, arroceros, cacaoteros y

cañeros (principales productos de exportación) donde asentaron una representativa

agroindustria: como ingenios azucareros y piladoras;

b) El gamonalismo hacendario serrano, que defendía el sistema productivo de sus feudos y

la concentración de mano de obra indígena en ellos, con evidente perjuicio para la

emergente agroindustria costeña, que no contaba con la necesaria, y suficiente, mano de

obra (razón por la cual, entre otras cosas, en 1917, con el Gobierno de Baquerizo Moreno,

se expide la Ley de Abolición de la Prisión por Deudas –conocida, impropiamente, como

“Ley de Abolición del Concertaje” –); y,

c) La Iglesia, que había sido expropiada de buena parte de sus haciendas a través de la Ley

de Manos Muertas; y que para 1930, logra afincarse en el gamonalismo serrano, para

emprender en la reconquista del Poder del Estado, y ponerlo a tono con sus intereses;

Sobre esto último, indican Rafael Quintero y Erika Silva, (2001) en “Ecuador: Una Nación en

Ciernes” (Editorial Universitaria, cuarta edición):

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“En los años veinte [se refieren a los de 1920] fracasó el proyecto liberal…

Con una prolongada crisis económica a cuestas, esa década comenzó con la matanza

del 15 de noviembre de 1922 que vino a sellar el carácter oligárquico de la burguesía

ecuatoriana, y, luego el desplazamiento del Orden Liberal [que]… terminó

atestiguando un reordenamiento estatal en virtud del cual se sentaban las bases de

una recuperación política de la clase terrateniente en la misma conducción del

Estado.” (Quintero & Silva, 1992)7

Consiguientemente, para 1930, no se había logrado consolidar: ni un mercado nacional,

ni un Estado Nacional bajo el concepto ideológico-social, o sociológico, de “lo ecuatoriano”,

del Estado con nacionalidad ecuatoriana; y, por lo tanto, la burguesía que gobernaba el país

requería por entonces: “… un reordenamiento estatal”, según lo acaban de manifestar los

autores citados, con el fin de sentar “las bases de una recuperación política” que les había

sido arrebatada por “la clase terrateniente en la misma conducción del Estado.” (Ibídem)8;

y, para tal efecto necesitaba una mercancía que fuera manejada como producto cultural: ésta

fue la industria del disco; y la producción de tal mercancía: la música del Ecuador, es decir,

la que contenía ciertos ritmos nacionales, entendida ésta bajo el marco conceptual de la

definición señalada.

Ello no significa que el producto discográfico de la música nacional, haya sido el único que se

comercializaba dentro del mercado nacional de aquella época ya que la terminación del ferrocarril

en el 5 de junio de 1908 había permitido un sistema de comunicabilidad intra-regional en el Ecuador,

y la correspondiente articulación de un mercado lineal a través de las estaciones del ferrocarril, como

en Durán, Yaguachi, Milagro, Naranjito, Bucay, Sibambe, Alausí, Tixán, Guamote, Colta,

Balbanera, Abraspungo, Riobamba 9 , Mocha, Ambato, Salcedo, Latacunga, Boliche, Aloasí,

7 QUINTERO LÓPEZ, Rafael, (1981) en, Estudio Introductorio a Pensamiento Sociológico de Ángel Modesto

Paredes, Ed. Banco Central del Ecuador, Quito, p.13

NOTA: las negrillas y las cursivas son mías. 8 QUINTERO LÓPEZ, Rafael, SUPRA.

9 Esta ruta determina el crecimiento de Riobamba, por ser la estación obligada para pernoctar, porque el viaje se hacía

en dos etapas: Guayaquil-Riobamba y Riobamba-Quito. De hecho Riobamba es en la década de 1920 uno de los centros

industriales y financieros (de la Sierra-Centro) más florecientes. En 1927 se fundan dos Bancos: Banco de los Andes y la

Sociedad Bancaria de Chimborazo. Claro que los propietarios son guayaquileños: Juan X. Marcos y Carlos Julio Arosemena Tola. También hay dos agencias de los Bancos Guayaquileños: el famoso Banco Comercial y Agrícola y el

Banco La Previsora (Cfr. KINGMAN GARCÉS, Eduardo, 1989).

En este mismo Período surge la Sociedad del Complejo Industrial El Prado, con su propia planta generadora de energía

eléctrica y, otro Guayaquileño Evangelista Calero instala la “Sociedad Manufacturera de Calzado”. Crecen las industrias harineras del Ecuador: 16 en total, entre Quito, Guayaquil y Cuenca. De ellas cuatro se sitúan en Riobamba.

De otra parte esa ciudad central del país, se convierte en sitio invernal de las más distinguidas familias guayaquileñas,

lo que determina el surgimiento de varios hoteles de alta prestancia, para recibir a la “crema y nata” guayaquileña, como

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Tambillo, Santa Rosa, Quito; además que a partir del movimiento de los productos, alrededor de la

línea férrea se van generando nuevos asentamientos humanos.

Por tanto en el país, a partir de la construcción del ferrocarril, se generaron nuevas condiciones

para, en palabras de Bedón, Espín y Kingman (2008),

[…] permitir que la gente fuera reinventando el espacio de la nación. Nos referimos a formas de

representación social del territorio generadas en medio del trajín de los viajes y los intercambios

impensables antes del paso de los trenes. Muchos textos escolares producidos en la primera mitad

del siglo XX se remitían a esta geografía, a un espacio imaginado marcado por el tren, del que se

excluían otros lugares.

[…]

En lugar de concebir el territorio como un conjunto de espacios separados sujetos a

temporalidades distintas, se comenzó a percibirlo como una ininterrumpida continuidad. Las

poblaciones comenzaron a medir su grado de integración o de aislamiento a la vida nacional con

relación al tren (Bedón, Espín, & y, 2008, págs. 135-137) (las cursivas están en el original).

Sin embargo lo que se sostiene en esta investigación, es que la música nacional, como producto

discográfico, logra integrar de otra forma al Estado Nacional, y lo hace, al crear una identificación

basada en una expresión de cultura propia (conjunto de valores, creencias, cosmovisiones y prácticas)

compartida entre los miembros del colectivo social, que no fue lograda hasta la década de 1930. Así,

volviendo al enfoque teórico y al paradigma marxista del presente trabajo, se debe plantear ciertas

aclaraciones:

Para el denominado “marxismo”, o el “enfoque marxista” de un estudio, ya sea en términos

vulgares, como en ciertos niveles académicos, se lo puede abordar desde tres ámbitos perfectamente

diferenciados:

a) Desde, el ámbito puramente teórico-exegético en función de los textos originales de sus

autores clásicos: Marx, Engels, Lenin, Stalin (y otros posteriores, de acuerdo con la

inclinación de sus adherentes);

b) Desde el punto de vista de su aplicación a realidades concretas y determinadas, por parte

de quienes se han considerado militantes de grupos o partidos llamados “marxistas”,

los Cucalón, Aspiazu, Valdez, Santistevan, Arosemena, Marcos, Icaza, Carbo, Febres Cordero, Rumbea, Espíndola Gómez Rendón, etc.

A comienzos de la década de 1930, Riobamba se perfilaba como un tercer polo de desarrollo, gracias a la ruta del ferrocarril.

Se dice que la industria de la construcción ocupaba alrededor de mil quinientos obreros; pero ocurrió la quiebra fraudulenta

del más grande Banco se esa localidad, La Sociedad Bancaria del Chimborazo, que arrastró a múltiples empresas. Sobrevivió el Complejo Industrial El Prado, que para entonces, tenía bandas propias conformadas por sus obreros, clubes

de fútbol, de básquet, equipos de natación y de atletismo, y la Radio El Prado, cuya trascendencia será determinante en la

Industria Discográfica del país.

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conforme a sus documentos de análisis y programas sobre la política que han pretendido

aplicar o han aplicado efectivamente, dichos Grupos; y,

c) En base a los resultados empíricos, de cómo entendieron los destinatarios de los sectores

sociales que pretendían ser reivindicados (asalariados urbanos y sectores campesinos de

variada composición social en la base social ecuatoriana de aquella época). Estas

fuentes son casi imposibles de hallarlas empíricamente, pero se puede tener referencias

de ellas, en base a la información conexa de ciertos medios, periódicos

fundamentalmente u otros documentos de referencias coyunturales del período en

cuestión.

Entonces, no se trata de que en esta investigación se hará una exégesis del marxismo, sino de una

aplicación de las concepciones matrices de esa teoría, en cuanto sus rasgos de contenidos

sociológicos, al objeto de la presente investigación: “EL ESTADO NACIONAL A TRAVÉS DE LA

PRODUCCIÓN DISCOGRÁFICA DE MUSICA POPULAR ECUATORIANA EN LA DÉCADA

DE 1930-1940”.

Por consiguiente, en sentido científico-marxista, y ya definiendo esta categoría de análisis: se

entiende por super-estructura todos los contenidos ideológicos, (religiosos, filosóficos, culturales,

educativos, jurídicos, cosmovisionarios, “imaginarios”, etc.) que se elaboran para explicar

teóricamente el porqué de una base social determinada; y, en el fondo, justificar los sistemas de

dominación impuestos por las clases explotadoras y opresoras, dentro de una base social dada:

esclavista, feudal o capitalista.

Sobre este respecto en el Manual de Economía Política de la URSS (1956, Ed. Grijalbo, México),

en cuanto a los productos categoriales, ideas y concepciones de las épocas esclavista y feudal se dice:

“Las concepciones del periodo esclavista se reflejan en muchos monumentos literarios, en las obras

de poetas, filósofos, historiadores, estadistas y personalidades sociales. Según ellos, el esclavo no

era un ser humano, sino una cosa en manos de su dueño… el trabajo constituía misión confiada al

esclavo, y esto inspiraba el desprecio hacia el trabajo en general como ocupación indigna […]

“… las ideas de la época feudal reflejaban las relaciones sociales del régimen imperante en aquel

tiempo. En la sociedad del feudalismo, toda la vida intelectual se desarrollaba a la sombra del clero

y adoptaba una forma escolástico-religiosa. Esto explica por qué los juicios acerca de la vida

económica de aquella época no eran sino capítulos de los tratados de teología…” (Academia de

Ciencias de la URSS, 1956)

Como se ha indicado, esos productos ideológicos de la superestructura del Estado, que como dice

el autor de la cita, dentro de la sociedad feudal se convirtió en teología, en vista de que todo se

explicaba a partir de esa cognoscitividad, al punto que, como dice Lida Miranda (2006) en Sociedad,

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Cristianismo y Política, “… todo tiene su explicación en la voluntad de Dios… las pestes, el hambre,

la miseria…” (p. 27); o, como manifiesta Oscar Amat (2004) en Religión y Cultura:

“Podría pensarse que la afirmación de múltiples voces, la crisis de los absolutos, la consolidación

de la subjetividad y la relatividad de las perspectivas podría implicar la crisis final de las religiones

[…] con grandes posibilidades de perder eficacia […]

“Sin embargo, esto no ha sucedido. La religiosidad de los individuos se mantiene e incluso el

auge de lo sagrado ha aumentado, al punto que la revitalización de la experiencia religiosa o el

reencarnamiento del mundo es una característica de la sociedad actual…” (Amat, 2004, pág. 10)

De modo que buena parte de la cultura de las sociedades modernas, capitalistas, de mercado,

también se sustentan en paradigmas religiosos, y en todo el Mundo Occidental dentro del cual se

inscribe el Ecuador, se apoya en los valores religiosos-conceptuales de la religión católica-romana,

fundamentalmente; y, claro, también se asienta en dichos conceptos la actividad musical.

Frente a estas realidades objetivas de las sociedades capitalistas o modernas, y a sus percepciones

cognitivas o creencias que se tornan en ideología oficial, Agustín Cueva (2010) en su trabajo

originario con el que revoluciona las ciencias sociales del Ecuador: “Entre la Ira y la Esperanza”,

manifiesta:

“En pleno siglo XIX, un obispo ecuatoriano se preguntaba todavía: ‘¿Quiénes son sino los héroes

de la novelas? ¿Quiénes sino los adúlteros, los ladrones y los asesinos?’*10. Torpe confesión, pero

que muestra cómo se tuvo conciencia, aun después de la Colonia, del peligro de llegar con la novela

a la narración de lo indecible. Riesgo no sólo, entonces, de humanizar lo indígena, sino también de

autodelatarse el colonizador; para prevenir lo cual el español de América prefería cultivar y fomentar

los sermones y la poesía. Con un poco de maldad diríamos —conclusión de la cita de arriba— que

no había que mentar la soga. El discurso literario es tanto más “puro” cuanto peor conciencia tiene

la clase que lo escribe; tanto más etéreo cuanto más miedo tenga la misma de abandonar su limbo.”

(Cueva, 2010, pág. 10)11

Esa fenomenología cultural, de vinculaciones con la conceptualidad y las creencias religiosas es

tan clara, al punto que con esa re-iniciativa y re-empuje de la Iglesia ecuatoriana para retomar el

Poder, en vista de la crisis por la que se atraviesa en la década de 1930, cuando los pasillos costeños

son conocidos en la Sierra gracias a la nueva comunicabilidad determinada por el ferrocarril, ese

ritmo se “serraniza”, es decir: se hace más lento, no es bailable como el pasillo de la Costa, salvo

ciertas excepciones12.

10 NOTA: Afirmación de monseñor Ordóñez, citado por Montalvo en La mercurial eclesiástica, Ambato,

Imprenta Municipal de Ambato, 1960, p. 38 11CUEVA, Agustín, (2010) Entre la Ira y la Esperanza, Ed. Siglo del Hombre Editores, México, p. 33 12 NOTA: Como el pasillo Playas del Adiós que, se le atribuye a Luis Alberto Valencia, aunque en otros textos consta

como de Francisco paredes Herrera; pero, se dice, que L. A. Valencia le vendió su autoría a Luis Aníbal Granja, propietario

del sello discográfico ONIX, con cuyo nombre(de este último) aparece la primera versión grabada con su hermana Beatriz.

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Pero, el pasillo serrano no sólo que se hace más lento, sino que cambia la temática mundana de

la costa, donde se canta al amor, al sexo o a los placeres lúbricos; en la Sierra, en cambio, los pasillos

son “marianos”, cantan a las vírgenes, invocan a Dios, hacen símiles y metáforas al pudor, a la

virginidad, al amor filial (casto) y a los ideales puramente románicos de las relaciones de pareja:

- “Señor mi Dios, yo te amo y te venero/ y ahora de hinojos a tus pies rendido/ una piedad te imploro

conmovido/ que hagas feliz, a la mujer que quiero…

- “Señor, Señor, si eres tan bueno/ que hiciste la besara/ con la piedad ingenua…

- “Señor, si es la inicial de mi destino/ si no puedo olvidarla si en tan buena/ como el azul de este paisaje

andino/ si es una HERMANA que salió al camino/ como una redención para mi vida

- “Si es tan buena, Señor, tan dulce y bella/ que cuando caiga en el sepulcro helado/ será en tu cielo, la

mejor estrella/ pero no te la lleves de mi lado

- “A Dios le pido/desde lejanas tierras/ donde infeliz/ e encuentro yo sin ti

- “Por qué Dios mío/ me niegas su amor/ por qué tan pronto/ me quieres matar

- “Que me asemeja a un pobre, moribundo que reza/ a la Virgen pidiéndole que le cure su herida

A estos conceptos ideológicos matrices, que se generan dentro de una base o estructura socio-

económica determinada, y que se convierten en la cognoscitividad predominante, generalizada y

universal dentro de aquellos contextos histórico-sociales, Antonio Gramsci los denomina el “Polo

Hegemónico”, como ideología que no solamente avasalla, subyuga y oprime, sino que se convierte

en modos de sentir, percibir, pensar, actuar, conocer y asumir la vida.

Por ello, Antonio Gramsci (1967: p. 159) en su obra “La Formación de los Intelectuales”, por la

misma década de 1930, al tratar la situación general de la dominación ideológico-teocrática (y

eclesiástica), que subsistía como polo hegemónico substancial de los Estados capitalistas, luego de

más de 150 años de su institucionalización, (es decir después de 150 años de la Revolución Francesa)

manifiesta:

“La religión permanece en estado de superstición y no ha sido sustituida por una nueva moralidad

laica y humanística debido a la incapacidad de los intelectuales laicos. La religión no ha sido ni

sustituida ni transformada profundamente, ni tampoco racionalizada como lo fue en otros países y

como sucedió con el propio jesuitismo en América. La Italia popular se encuentra en las mismas

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condiciones que surgieron inmediatas a la contrarreforma. La religión, todo lo más, se ha ajustado

al folclore pagano y ha permanecido en esa fase.” (Gramsci, 1967, pág. 159)13

Por consiguiente, una vez tomado el Poder por una clase social que representa, y simboliza, el

avance o desarrollo de un sistema estatal hacia otro, (feudalismo, sobre el esclavismo; capitalismo,

sobre el feudalismo) a esta clase social (que toma el Poder) se le presentan dos tareas inmediatas y

urgentes (en sentido sociológico):

a) Fortalecer la nueva base social, la nueva estructura del sistema productivo (destrucción

del sistema feudal hacendario, en el caso del capitalismo); y crear los nuevos modos y

relaciones de producción; y,

b) Crear la nueva superestructura: de ese nuevo Poder, de ese nuevo Estado; y, en este

sentido se invierten los papeles, pues, la nueva base social, no crea por sí misma, ni

espontáneamente, esa necesaria: nueva superestructura. Ésta debe ser creada desde

arriba, desde el Poder del Estado. Desde allí: se debe articular un nuevo Polo

Hegemónico, para que no ocurra lo que denuncia Antonio Gramsci a más de 150 años

de instituido el sistema capitalista en términos generales: “La religión permanece en

estado de superstición y no ha sido sustituida por una nueva moralidad laica y

humanística debido a la incapacidad de los intelectuales laicos”.

Una situación análoga, y propia del sistema capitalista (todavía en ciernes) pero ya instituido en

el Ecuador es la que ocurría en la década de 1930, pues, para la época, hacía apenas 35 años que

había sido derrotado el feudalismo teocrático; pero la Revolución Liberal no había logrado consolidar

ni siquiera una buena base social, ya que permanecía intacto el sistema hacendario feudal, a través

del más rancio gamonalismo serrano.

Incluso el sistema hacendario costeño, vinculado al capital financiero exterior, también

permanecía incólume (en términos de relaciones feudales de producción; a pesar de que sí se pagaban

ciertos salarios miserables, sin que esto desnaturalice al régimen hacendario feudal) porque además,

como esa oligarquía feudal costeña era propietaria de sus bancos, pagaban con moneda que podía

circular solamente en sus feudos; y cuando el peón-siervo pretendía abandonar la hacienda “con sus

ahorros”, caía en cuenta que ese “dinero” no le servía para comprar nada en otro sitio que no fuera

la hacienda del patrón que le había contratado (Núñez, De la Patria Criolla a la República

Oligárquica, 2015).

13 GRAMSCI, Antonio, (1967) Formación de los Intelectuales, Trad. GONZÁLEZ VELA, Ángel, Ed. Grijalbo, México,

p. 159

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El gamonalismo hacendario de la Costa era el que, además, controlaba la banca, la emisión de

billetes; y, a comienzos de esa década de 1930, esos gamonales eran los flamantes socios

mayoritarios (y dueños de Acciones privilegiadas, Clase-A) del Banco Central del Ecuador Sociedad

Anónima; organizado por la Corporación Kemmerer, una empresa auditora-financiera de los Estados

Unidos, que fue contratada por el Gobierno de Isidro Ayora.

Dicha Corporación Kemmerer, al organizar el Banco Central del Ecuador como Sociedad

Anónima, no había hecho más que implantar el sistema privado, del Banco de la Reserva Federal de

Estados Unidos, cuyos accionistas mayoritarios, y en el fondo dueños absolutos, hasta hoy, son la

Familia y Grupo Financiero Bildelberg, según lo refiere Adrián Salbuchi (2013), en “Bienvenidos a

La Jungla” (Salbuchi, 2013).

Por consiguiente, en aquellos comienzos de la década de 1930, el Estado Nacional no estaba ni

siquiera “en ciernes”, para utilizar la feliz denominación de Rafael Quintero López y Erika Silva

Charvet (2001), a pesar de los vínculos de la oligarquía feudal-bancaria y comercial de la costa con

el Sistema Financiero mundial; y a pesar de cierta industrialización, principalmente textil que se da

en la Sierra, alrededor del sistema de hacienda, salvo a fenomenología y el proceso de

industrialización en la ciudad de Riobamba, bajo los términos que se dejaron indicados.

Fue así como, luego del colapso financiero exportador de la oligarquía costeña, ésta retrocede en

el control de los hilos del Poder (es derrotada transitoriamente por el movimiento social de

asalariados que emergen como protagonistas de la nueva historia nacional: el 15 de noviembre de

1922), pero, por la coyuntura de aquellos tiempos, logran hacer que se consolide el gamonalismo

serrano, y éste retoma la iniciativa en el control y dominio del Poder.

En tales condiciones sociales existe una complejidad variopinta, pues para 1930, el movimiento

asalariado y campesino tiene nuevos derroteros gracias a la formación de los Partidos Socialista y

Comunista, y, entonces, la lucha por el control del Estado se torna realmente encarnizada: 19

gobiernos desfilan por el Palacio de Carondelet, en esos diez años: 1930-1940. Y, en consecuencia,

al no consolidarse un sistema capitalista nacional, pues ni siquiera hay un mercado nacional, no se

puede dar, ni instituirse, un Estado Nacional.

En esta parte es indispensable tomar en cuenta, la teoría básica de Iósif Stalin (1936) sobre el

Estado Nacional, quien, apegado a los lineamientos científico-cognoscitivos del marxismo, ante una

consulta de la Juventud Comunista de la URSS, manifiesta:

“… vosotros afirmáis que las naciones surgieron y existían ya antes del capitalismo. Pero, ¿cómo

pudieron las naciones surgir y existir antes del capitalismo, en el período del feudalismo, si los países

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estaban fragmentados en principados independientes, que, además de no estar ligados por ningún

vínculo nacional, negaban resueltamente la necesidad de dichos vínculos? a despecho de vuestros

erróneos asertos no hubo ni pudo haber naciones en el período precapitalista ya que aún no había

mercados nacionales, no había centros nacionales económicos ni culturales, no existían, por

consiguiente, los factores que liquidan la fragmentación económica de un pueblo dado y unen las

partes de dicho pueblo, hasta entonces dispersas, en un todo nacional único.

“Naturalmente, los elementos de la nación –el idioma, el territorio, la comunidad de cultura, etc.-

no cayeron del cielo, sino que fueron creándose ya, poco a poco, en el período precapitalista. Pero

estos elementos se hallaban en estado embrionario y, en el mejor de los casos, constituían una

posibilidad potencial de formación de la nación en el futuro, si concurrían determinadas

circunstancias propicias. Esta posibilidad potencial no se convirtió en realidad sino al llegar el

período del capitalismo en ascenso, con su mercado nacional, con sus centros económicos y

culturales.” (Stalin, 1974, pág. 5)

Por consiguiente sólo un Estado Nacional puede crear, instituir, generar y consolidar una

identidad nacional. No puede haber Identidad Nacional sin Estado Nacional. Por ello, otro de los

teóricos del marxismo, como Vladimir Illich Lenin, en 1897, en su obra “¿Quiénes son los ‘amigos

del Pueblo’ y Cómo luchan contra los Social Demócratas?”, ironizando, manifiesta:

“¡De modo que los vínculos nacionales constituyen la continuación y la generalización de los

vínculos gentilicios! El señor Mijailovski extrae, evidentemente, sus conceptos sobre la historia de

la sociedad de las mismas fábulas infantiles que se enseña a los escolares. La historia de la sociedad

–pregona esta doctrina dogmática– consiste en que en el comienzo existía la familia, esta célula de

la sociedad..., luego la familia creció hasta formar toda una tribu, y ésta, hasta formar un Estado. Si

el señor Mijailovski repite este absurdo infantil con aire grave, sólo demuestra –aparte de todo lo

demás– que no tiene la menor idea ni siquiera de la marcha de la historia rusa. Si se puede hablar de

la vida gentilicia en la Rus antigua, no cabe duda de que en la edad media, en la época del reino

moscovita, no existían ya los vínculos gentilicios, es decir, el Estado no se basaba en uniones

gentilicias, sino en uniones locales: los terratenientes y los conventos aceptaban a campesinos de

diversos lugares, y las comunidades formadas de este modo constituían uniones puramente

territoriales. Pero apenas sí cabía hablar entonces de vínculos nacionales en el sentido propio de la

palabra: el Estado se dividía en varios ‘territorios’, algunos de los cuales eran incluso principados,

que conservaban huellas vivas de su anterior autonomía, particularidades de administración y a

veces tropas propias… fronteras aduaneras propias, etc…” (Lenin, 1973, pág. 23)

Analogando lo dicho: tal era la dispersión del territorio nacional ecuatoriano en la década de 1930,

apenas integrado por la línea del ferrocarril Quito-Guayaquil como cordón umbilical único, la

creación de un centro comercial, financiero e industrial en la ciudad de Riobamba como eje del

trasbordo o estancia obligada de reposo para el viaje de Guayaquil a Quito, bajo los términos ya

descritos e indicados; pero, que mantenía el aislamiento fáctico de todas las demás regiones: Manabí,

Esmeraldas, Imbabura, Carchi, Cañar, Azuay, Loja, Los Ríos, El Oro y no se diga toda la región

Oriental.

Esa desarticulación del territorio nacional existente en la década de 1930 impedía armar un

Estado Nacional y por consiguiente una noción matriz de dicho Estado, y tampoco un sistema de

“imaginarios”, que puedan determinar o simbolizar la idea de tal Estado Nacional; por lo tanto, como

consecuencia de lo anterior, no podía existir alguna noción o idea de Identidad Nacional.

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Este vacío objetivo, esta carencia de bases materiales para armar al Estado Nacional y esta falta

de una política de Estado tanto para crear dicho Estado Nacional como para generar una idea matriz

de Identidad Nacional, pudo ser llenado en forma casual y casi espontánea por la articulación de un

mercado nacional de la música ecuatoriana, entendida como música ecuatoriana, aquella cuyos

ritmos vernaculares están compuestos por las estructuras armónicas de los ritmos andinos:

sanjuanitos, capishcas, tonadas, albazos, danzantes, yumbos, yaravíes; y, por unas variantes de

dichos ritmos, mixtificadas en el tráfago de la embrionaria vida urbana de aquella época, como los

albazos y pasacalles; además, del pasillo, ritmo europeo que ingresa en el contexto de la época y que

fue adquiriendo soporte a lo largo de Latinoamérica (Venezuela, Colombia, Ecuador y México).

Se afirma en este trabajo que dicho fenómeno o proceso de creación identitaria (limitada al hecho

de ejecución, interpretación y vínculos perceptivos cosmovisionarios con la música ecuatoriana) no

es precisamente un proyecto de la burguesía de entonces, que además para la década de 1930 se

hallaba en una coyuntura de reflujo, mientras la Iglesia y el partido Conservador toman la iniciativa,

hasta en la temática y factura de la música “nacional-serrana”, porque a dicha burguesía tanto serrana

como costeña (y poniéndoles nombre y apellidos concretos en materia de la producción discográfica

nacional: a José Domingo Feraud Guzmán ni a Carlos Cordovez Borja les interesaba la “identidad

nacional”.

Aquello no les interesaba para nada. Se trata de un negocio, en términos puros y simples: les

interesa vender discos, abrir el mercado nacional para un negocio masificado de discos, porque es un

material fonográfico nuevo, novedoso, de impacto para el mercado, el mismo que se ve incentivado

de forma excepcional, con el surgimiento de la radio, como nuevo sistema comunicacional-

mediático, que permite, necesariamente, la difusión de géneros musicales.

Hacia allá se encamina esta actividad empresarial que, no solamente logra articular un mercado

nacional sino que hasta rebasa las fronteras del Estado ecuatoriano, pues, la música ecuatoriana se

vende en mercados extranjeros como México, Colombia e incluso entre los inmigrantes latinos de

los Estados Unidos.

A través de dichos procesos materiales concretos, es que esa burguesía consigue cimentar los

“imaginarios de una identidad nacional”, y lo hace en buena forma: se instalan estas empresas

disqueras y promotoras de discos en la década de 1930 y su auge dura hasta la de 1960. Desde 1970

empieza su declive y en la década de 1980, prácticamente desaparecen, a pesar de que cambian la

orientación del negocio, hacia otro tipo de géneros musicales, pero no pueden contra la competencia

de empresas multinacionales, ya globalizadas, y que impulsan géneros musicales estructurados por

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los Centros de Espionaje Mundial (como la CIA), y como parte de la guerra cultural-mediática de

dominación, también globalizada.

Por lo tanto, el hecho material objetivo, es que la música ecuatoriana, a través de los ritmos

señalados, al ser expendida como mercancía dentro del mercado nacional, ese convierte en uno de

los elementos fundamentales (y realmente único) que permite ir articulando un sentido de Estado

Nacional, es decir, es el elemento u objeto que se ha tomado para el análisis teórico sociológico de

esta tesis, ya que, como se indicó en la introducción, no se trata de hacer un estudio exhaustivo sobre

todos los elementos conformantes de la Identidad Nacional, sino, única y exclusivamente, del

mercado discográfico de la música nacional, como elemento determinante de dicha articulación

identitaria del Ecuador, del Estado ecuatoriano, nada más.

Entonces, al crearse dicho mercado nacional de la música ecuatoriana, bajo los términos teóricos

ya señalados, se genera un Estado Nacional, junto a los otros factores articulantes: el ferrocarril, los

poblados alrededor de ciertas estaciones de su recorrido, el comercio que se da en ellos, y, ante todo,

Riobamba como “cordón umbilical”, en vista de que es el centro obligado de pernoctación para la

transferencia entre la Costa y la Sierra.

Es este sistema de procesos el que articula el mercado nacional, pero es el mercado discográfico

de la música nacional el que permite la vinculación o enlazamiento de los imaginarios sociales

unívocos, las percepciones fusionantes, las emociones colectivas y toda una armonización

cosmovisionaria. Sólo entonces, es materialmente posible que se genere un sentimiento de lo

ecuatoriano, y de vínculos con el Estado Nacional ya existente, en estos nuevos contextos.

Es, por consiguiente, a través del mercado discográfico (del mercado de un producto-mercancía)

cuyo objeto era dicha música, que se genera un mercado nacional con otro tipo de simbolizaciones

y de trascendencias espirituales, culturales y cosmovisionarias; y dicho mercado, a su vez, determina

la articulación del Estado Nacional, con sus respectivas limitantes y flexibilidades perceptivas, con

sus imaginarios maleables.

Gracias a ello, se va generando un sistema de costumbres, se va manifestando una forma de

identidad dentro del simbolismo de sus cantos y ritmos, esos cantos se encarnan en toda una

población que emigra del campo a las ciudades por varios factores y que vive el extrañamiento de su

terruño, pero que lo expresa como sentimiento, como “imaginarios” y como símbolos perceptivos de

su realidad, refugiándose en aquella música nacional. De allí que Jorge Núñez (1982) denomina a la

música nacional como la música del extrañamiento.

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Ratificando el concepto y categoría sociológica de la identidad, se puede afirmar en esta parte del

análisis que ella constituye una ligazón, o ligazones de distinto orden, con el Estado Nacional, la

misma que en su inicio es puramente jurídica, formal, pero que de ella, se desprende, o debe

desprenderse, algo más que esa formalidad, es decir: una especie de vínculo afectivo, simbólico, de

raigambre, y de lo que Ketty Wong (2013), a este respecto denomina “imaginarios” (Wong, 2010),

conforme a la teoría de los “imaginarios sociales” creada por el filósofo griego Corneluis Castoriadis

(1964); y que el sociólogo francés Edgar Morín (1968), como parte de sus “Ciencias de la

Complejidad”, denominó: “Imaginarios Colectivos”, definiéndolos como: “… el conjunto de mitos,

formas, símbolos, tipos, motivos o figuras que existen en una sociedad en un momento dado…”

(Morin, 1997)

Pero, en esta eventualidad, tales imaginarios generados por la Música Nacional Ecuatoriana, en

la década de 1930-1940, están conformados a través de los ritmos que se acaban de anotar, a los

cuales se los ha categorizado como vernaculares-andinos (yaravíes, danzantes, yumbos, sanjuanitos,

tonadas) y como los mestizo-citadinos, que son el albazo, el pasacalle y el pasillo.

El producto musical discográfico de la década de 1930, no sólo que es un producto nacional-

ecuatoriano, por lo que es elaborado y producido en el Ecuador en el complejo industrial El Prado

de Riobamba, sino que además, es un producto ideológico-cultural, integrado por los ritmos anotados

(vernaculares y citadinos) que producen aquellos imaginarios de identidad con lo ancestral, con el

terruño, con el sentido cultural de su entorno, con el lenguaje de su extrañamiento; que descubre su

cotidianeidad, la misma que antes estaba oculta, pues: habla del amor, de la amada, de su tierra, de

la tierra que la considera abstractamente propia, del ansia de retorno, de los desencuentros, del sexo,

en fin, de sus costumbres.

En esos ritmos y letras de sus canciones, esa población de entonces, encuentra una forma de

expresar su situacionalidad, y por ejemplo, en sus sanjuanitos, como muestreo de una de sus estrofas,

ya que se hizo referencia a “la tierra que la considera abstractamente suya”, ese pueblo,

anónimamente, canta:

“De todas mis tierras, no puedo dejar

Porque nada queda, no me queda más

No tengo más tierras, que la que han de echar

En el cementerio, que me han de enterrar” (TESTAMENTO DEL INDIO: sanjuanito)

En esta parte, hay un hecho ideológico-objetivo que se debe remarcar: hasta antes de la década

de 1930, se había asumido los paradigmas monoculturales, conforme a lo señalado anteriormente,

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impuestos por el sistema teocrático-feudal, el mismo que, a su vez, fue implantado desde la Colonia;

y que se los tuvo como implícita o explícitamente válidos, durante toda la vida republicana, salvo

algunos asomos de copismo costumbrista afrancesado como fueron, por ejemplo, los poetas de la

“generación de los decapitados”.

Pero, si se aprecia el muestreo objetivo de la copla indígena que se acaba de transcribir, y que se

cantaba en ritmo de sanjuanito: en el mercado de aquella música nacional, puede decirse con toda

objetividad, que dicho producto abre el entendimiento popular hacia otros horizontes cognoscitivos

y de expresión propia.

Por lo tanto, si bien la producción mercantil de aquella música nacional-ecuatoriana, en esa

década de 1930, se centra en lo que se ha denominado ritmos vernaculares, ese producto, como es

lógico, se dirige a un mercado de consumo, puesto que, como se ha señalado, a los empresarios

productores y comercializadores de discos, solo les interesa su negocio; entonces, no es un “producto

indígena” o “para indígenas” (aunque utilice sus ritmos), ya que los indígenas siguen siendo parte de

la propiedad inmobiliaria del feudo, y no son consumidores en el mercado de entonces (ni siquiera

de productos básicos).

Pero el consumo de este producto ideal, cultural, no se da por la materia empírica, del disco. Si

bien se venden discos, no es que el mercado interno del disco sea predominante, ni que más se vendan

discos que ropa o zapatos. De hecho, conforme señala el doctor Pablo Arturo Suárez, los obreros

campesinos inmigrantes de las ciudades y pobladores de suburbios sin servicios, apenas tienen dinero

para comprase una cotona cada año; de allí que visten harapos, y remiendan sus vestidos hasta cuando

no queda vestigios del original; y en un testimonio que brinda el guitarrista y cantante Julio Naranjo:

“comprar, comprar los discos en sí mismo, la gente no compra, pues, no tiene plata; los discos son

caros”14.

¿Cómo, entonces, se convierte la música nacional ecuatoriana, en producto de “consumo masivo”

del mercado?

Precisamente porque se trata de un producto cultural, que los estamentos populares, sean:

citadinos o campesinos, blancos o mestizos, medios y bajos, indígenas o cholos, lo hacen suyo por

medio de la interpretación cotidiana: esa música la sienten, la aprehenden, la cantan, la entonan,

la tararean, la silban, la ejecutan. Se la interpreta en las farras, en los “serenos” (serenatas) en las

14 NOTA: Testimonio dado en entrevista personal domiciliaria. Julio Naranjo es un artista profesional, guitarrista y cantante; ha integrado varios tríos y también actúa como solista

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esquinas, en las barriadas, en los clubes deportivos, en las reuniones gremiales, en las francachelas,

en las “horas sociales”; y en todo evento o acto de la más simple cotidianidad: mientras trabaja,

mientras camina, y hasta mientras interioriza sus pensamientos.

Como señala Bolívar Echeverría (1998) en “Mestizaje Cultural, Ethos Barroco” (UNAM,

México):

“… los criollos de los estratos bajos, mestizos aindiados, amulatados, los que, sin saberlo, harán lo

que Bernini hizo con los cánones clásicos: intentar restaurar la civilización más viable, la dominante,

la europea; intentarán despertar y luego reproducir su vitalidad original […] al hacerlo, al alimentar

el código europeo con las ruinas del código prehispánico (y con los restos de los códigos africanos

de los esclavos traídos a la fuerza), son ellos quienes pronto se verán construyendo algo diferente

de lo que se habían propuesto; se descubrirán poniendo en pie una Europa que nunca existió antes

de ellos, una Europa diferente, ‘latino-americana’ […]” (Echeverría, 1998, pág. 82)

Así, los temas musicales que se los ha denominado vernaculares, en base a ritmos de ese origen,

aunque tomen referentes temáticos del campo (como se acaba de demostrar, con “El Testamento del

Indio”) pero están dirigidos a un mercado urbano, hacia esa masa asalariada, algunos de procedencia

urbana, otros que han debido emigrar del campo y que requieren cimentar sus costumbres urbanas

en dicho mercado: en el mercado citadino de la fuerza de trabajo, en definitiva: en el proceso de

creación de ese mercado nacional; y “van poniendo en pie”, para decirlo con las palabras de Bolívar

Echeverría, un imaginario social de lo ecuatoriano, lo que equivale a una parte fundamental de la

superestructura del Estado Nacional ecuatoriano.

1.3. Marco metodológico

Para determinar los marcos metodológicos de una investigación, siempre, de forma implícita o

explícita, e incluso sin mencionarlo, definirlo ni declararlo expresamente, se asumen paradigmas, los

mismos que hoy se hallan clasificados, básicamente, en positivistas y constructivistas, excluyendo

de dicha taxonomía a la dialéctica marxista.

Aunque no es el espacio para discernir sobre estos particulares, hay que dejar señalado que la

dialéctica marxista es la que permite la comprensión intrínseca y el análisis integral de todo hecho,

proceso o fenómeno de la naturaleza o de la sociedad. Lo que ocurre es que la dialéctica (marxista)

ha sido relegada de las ciencias contemporáneas, post-modernistas, por dos razones básicas:

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1. Por motivos de dominación cultural uni-hegemónica, como parte de las políticas de

globalización (que también la denominan modernización, como para significar que

quien se opone a dicha “modernización”, obviamente, es una persona “retardataria”); y,

2. Por la carga histórico-empírica de la vulgarización, a que sometieron la “dialéctica”, los

llamados grupos, partidos o movimientos autodenominados “marxistas”, especialmente

latinoamericanos.

En todo caso, bajo la óptica sociológica-conceptual marxista, que se ha adoptado para esta

investigación, asumiendo la taxonomía paradigmática vigente, puede afirmarse que para la

modalidad de esta investigación, se tomará el paradigma constructivista, por las siguientes razones:

a) Por la concepción matriz que ya se ha expuesto como premisa (paradigma) para el

proceso de análisis, en el sentido de que las condiciones materiales (base social y medio

social) son las que crean, generan o determinan la consciencia social (ideologías,

filosofía, religión, culturas y todo el conocimiento universal), pero no en sentido

mecánico, sino dialéctico, bajo la comprensión de que existen procesos holísticos en

cada fenómeno, que entre ellos se da una concatenación mutua bajo una relación de

causa efecto, que en esas relaciones existe la unidad y lucha de contrarios (“lucha”

que no significa pelea, ni tirar piedras, sino como contenido y forma intrínsecos que

le permiten a una cosa ser lo que es, y no otra: es mientras se mantienen las

condiciones estructurales, y deja de ser cuando cambian) y que esta misma dialéctica

se da en los procesos del conocimiento, en la creación de las cosmovisiones, de las

culturas, de los imaginarios sociales, de las creencias, y, claro: de los procesos de

alienación, en medio de todo este complejo de guerra cultural-informativa, mediática,

a la que se refiere Noam Chomsky, entre otros;

b) Porque, bajo la comprensión de ese paradigma, que, como se acaba de indicar, no es

mecánico ni simplista, y toda vez que el conocimiento refleja determinada realidad, pero

condicionada a la influencia de las clases y grupos sociales que logran imponer su Polo

Hegemónico, asumiendo lo postulado por Antonio Gramsci, se establece que el

conocimiento, las percepciones sociales, las cosmovisiones e imaginarios, reflejan esas

realidades, pero que hoy son creadas (o más bien distorsionadas) invasivamente por el

sistema mediático globalizado que impone los lineamientos de sus paradigmas y

creencias (conforme a sus intereses materiales de dominación global –y globalizada–),

en medio de las cuales las religiones pasan a cumplir un papel complementario, pero a

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veces fundamental o esencial (conforme a la dialéctica de las cosas, de las condiciones

objetivas y de las circunstancias); y,

c) Por consiguiente, el conocimiento social, la ideología social, el Polo Hegemónico de las

sociedades (dentro de cada Estado) es un producto complejo de todo el entramado

histórico-social que, bajo los paradigmas constructivistas (donde confluyen varias

corrientes teóricas) se convierten en una especie de Teoría Epistemológica que intenta

explicar la naturaleza del conocimiento humano, asumiendo dialécticamente, que dicho

conocimiento no proviene de “la nada”, sino que, siempre, existe un conocimiento

previo, que genera y/o determina uno nuevo.

Bajo las formulaciones lógicas y cognoscitivas que se acaban de formular, es que el paradigma

de esta investigación puede denominarse constructivista, perfectamente, y sin lugar a dudas.

Por lo indicado, se parte de una concepción fundamental: postulando que todo Estado cuenta con

una base social (categoría marxista, y más propiamente leninista) que está determinada por los modos

de producción y las relaciones humanas o relaciones de producción que se dan en sentido

correspondiente a los modos de producción mismos.

A cada modo de producción y sus correspondientes relaciones sociales, corresponde una

superestructura que está formada por todo el sistema de ideas y el conjunto ideológico-cultural

generador de percepciones, creencias, cognoscitividades, emociones y sentimientos, generales al

grupo.

Toda vez que parte de esa superestructura es la actividad musical, para efecto de esta investigación

y análisis sociológico; y en vista de que esa música, ya como producto discográfico, en las sociedades

capitalistas, se convierte en simple mercancía, destinada a un mercado nacional; y que en la década

de 1930 pasa a ser en un producto determinante para la articulación del Estado Nacional y de los

sentimientos sociales identitarios que se van uniformizando alrededor de ciertos ritmos, funcionales

para dicho mercado, el mismo que genera o produce un efecto de homogenización de las

perceptividades y de identificación colectiva, con esos ritmos, los cuales, en última instancia, y por

efectos de su simbolismo, determinan una forma de identidad nacional.

Así se generan los nuevos imaginarios que acercan a la población ecuatoriana hacia un

sentimiento de patria, conectado ya no solamente con su terruño vernacular (aunque también con él)

sino, además, con esa entidad que se llama Ecuador, que es su Estado Nacional; y, de esa forma se

materializa el concepto de “imaginarios sociales”, que, como ya se dijo, fue creado por el filósofo

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griego Cornelius Castoriadis (1964), para quien esa formulación es un equivalente de “ideología”,

“pensamiento colectivo” o “cosmovisión” (Castoiadis, 2007).

Por tanto en el contexto del presente trabajo, se entiende por “imaginarios” aquella vinculación o

nexo de los sentimientos populares con la realidad de su entorno en la época de 1930-1940, en la que

todavía no se da una penetración agresiva de la música funcional articulada por la CIA, desde

mediados de la década de 1940; y que por consiguiente para efectos de la producción discográfica

de aquella época, el sentimiento musical se halla, por así decirlo, en estado puro, vinculado a los

ritmos ancestrales que se han anotado; y sin esta interferencia imperial masificadora a nivel

globalizador. (Acosta, 1983)

Bajo el paradigma indicado, la modalidad de esta investigación es básicamente documental-

bibliográfica, en vista de que los fundamentos teórico-doctrinarios, cualitativos, de las ciencias

sociales, según dice Mario Bunge (1992) en su obra Teoría de la Ciencia: “las ciencias abstractas

[entre las que el autor ubica a las ciencias sociales] se demuestran por inferencias lógicas”; por

tanto, no se constatan ni prueban por medio de verificaciones empíricas, como sí ocurre en las

ciencias naturales. (Bunge, 1992)

La verificación de los contextos teórico-sociales se halla en la esfera puramente lógico-

sistemática, de aquellos conceptos ideológico-filosóficos, religioso-doctrinarios y jurídico-políticos

que conforman lo que se ha denominado la Superestructura del Estado que, en sentido dialéctico: es

producto de una base social determinada, pero, al mismo tiempo debe convertirse en lo que Gramsci

llama el Polo Hegemónico (ideológico-predominante) de dicha superestructura.

De tales esferas sociológico-“estructurales” que forma la superestructura del Estado, en este

trabajo se abordará el hecho social de la producción discográfica de la música nacional ecuatoriana,

para demostrar cómo ese fenómeno o proceso de producción de simples mercancías, o de la música

nacional como mercancía, y muy al margen de la intencionalidad de las empresas disqueras (que es

puramente comercial), logra crear un Estado Nacional, y, como consecuencia: un sentido, un

sentimiento, una perceptividad cognitiva de identidad nacional, de identificación con ese Estado

Nacional.

Por consiguiente, no puede ser, ni será en el fondo, la opinión de una o varias personas entendidas

en la música ecuatoriana, ni en su historia, o en sus ámbitos de composición (o “componística” como

la denomina el maestro Edgar Palacios), lo que determine la demostración ni la validez lógico-

expositiva de la presente tesis, aunque dichas opiniones pueden servir de refuerzo o testimonio

referente con respecto a ciertas reseñas o ciertos hechos puntuales, específicos, y quizás anecdóticos.

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Por lo tanto, se utilizan fuentes bibliográficas como marco metodológico fundamental; y para

complementar el panorama descriptivo de ciertos hechos histórico-discográficos y como referentes

testimoniales de la investigación emprendida, se han realizado entrevistas a determinadas

personalidades del mundo musical: compositores, instrumentistas y ejecutantes tanto de música

popular ecuatoriana, como de la llamada música académica, pero vinculados con la temática. Entre

ellos, se puede citar a:

Juan Mullo, Gustavo Lovato, Pablo Guerrero Gutiérrez (autor de la más importante Enciclopedia

de la Música Nacional), Mario Godoy Aguirre (autor de la Breve Historia de la Música del Ecuador),

Julio Naranjo (importante ejecutor de guitarra y música popular ecuatoriana) y Luciano Carrera

(quien tiene una importante investigación de campo hecha en el Oriente ecuatoriano sobre música

aborigen de esos territorios, realizada junto a un músico alemán; y cuyo material no ha sido

publicado).

Se ha entrevistado también a ciertos personajes populares, especialmente del barrio de

Chimbacalle, porque allí habitaron muchos compositores, ejecutantes, instrumentistas y cantantes de

música popular ecuatoriana, entre quienes se puede citar a: Luis A. Nieto; Gonzalo, José Augusto,

Juan y Segundo Castro Rodríguez (los Hermanos Castro: arpas violín y guitarra); Víctor Hugo y

Alfredo Villamar (los Hermanos Villamar); Luis Eduardo y Héctor Danilo Miño Naranjo (los

Hermanos Miño Naranjo); Manuel Sosa (solista, ex tenor del Coro de la Casa de la Cultura

Ecuatoriana); y muchos más: Roberto Zumba, Ernesto Manosalvas, Trío Serenata, Polibio Mayorga,

Olmedo Torres, Trío de América, Terry Pazmiño, Segundo Guaña, Rafael Erazo (el célebre

“Chapanguro”); y, de otra parte, en Chimbacalle estaba la casa de César Pazmiño, el pintor de

miniaturas (padre de Terry Pazmiño) que era un Centro de Concentración, de toda la pléyade artística

en las décadas de 1950 y 1960.

La factibilidad de hacer las entrevistas a dichos personajes fue completada, por mis estudios

musicales en el Conservatorio Nacional, y los vínculos personales que con ellos he establecido. Se

planteó, además, cierto lineamiento general o matriz de lo que se abordará en las entrevistas:

¿Qué entiende por música nacional?

¿Por qué considera que recién a partir de 1930 se da un auge de la producción

discográfica de música nacional?;

¿Por qué considera que la producción discográfica del país determina la forja y

desarrollo de compositores e intérpretes de música nacional?

¿Cuál considera que es la o las “Década (as) de Oro” de la producción discográfica de

música nacional?

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¿Estima que esta masificación del mercado de música nacional, creó o estimuló el

sentimiento de identidad nacional?

¿Considera que la música nacional, en la década de 1930, contribuyó a formar, o

desarrollar el sentimiento de ecuatorianidad?

Como material de consulta, se cuenta además con un pequeño fragmento de una entrevista a

Leonardo Páez, músico y compositor ecuatoriano ya fallecido, hecha en Radio Nacional del Ecuador

en noviembre de 1985, material proporcionado por el señor Ernesto Villacís Mejía en una cinta

magnetofónica, que fue posible escucharla gracias a la gentileza de Radio Centro de Ambato, donde

conservan, como pieza de museo (pero que funciona muy bien) una grabadora SONNY-777, en la

que fue posible la reproducción del audio.

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CAPÍTULO II

CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO NACIONAL Y LA IDENTIDAD

NACIONAL.

2.1. Introducción

En el presente capítulo se abordará un estudio de la articulación de lo nacional dentro del Estado

ecuatoriano que, dialécticamente, en la década de 1930, período en el que al abrirse el mercado

nacional discográfico de la música ecuatoriana se abona a lo ya empezado con la Revolución Liberal,

para la construcción de dicho Estado Nacional; pero este estudio se limita a este último aspecto: al

análisis sociológico de cómo ese mercado nacional de la música ecuatoriana, como simple producto

discográfico, se convierte en el elemento articulador, fundamental, para crear los imaginarios

sociales de identidad con ese Estado Nacional.

NO es que el desarrollo del mercado discográfico de la música nacional cree o genere una

“articulación completa” del Estado Nacional (ni que sea el único), sino que, al tratarse de un producto

específico y muy particular, porque no es cualquier música, sino una mercancía de gran significación

para los imaginarios (ancestrales y nacionales) de aquel entonces, puesto que explota los ritmos

vernaculares y aborígenes, esa música se convierte en un elemento articulador fundamental,

relevante, o al menos, en el de mayor relevancia y trascendencia para cumplir con la incubación

de imaginarios que generan vinculaciones identitarias con ese mercado nacional, y con dicho

Estado Nacional, en el que cobra relevancia “lo ecuatoriano”, a través de la Música

Ecuatoriana.

2.2. Premisas necesarias.

Con la comunicabilidad troncal del ferrocarril, como se ha indicado, se articulan las regiones del

país, se abren las puertas de un mercado nacional para ciertos productos de la Sierra a la Costa y

viceversa. Pero esa simple fenomenología, no articula un mercado nacional porque lo fundamental

de la producción nacional (agrícola y extractiva) se destina al mercado internacional, a cuyos

intereses se halla entregada la burguesía exportadora y financiera de la Costa. Para ellos el territorio

del Ecuador, y todo su engranaje económico-social, no es más que un medio para la realización de

sus buenos negocios con los centros imperiales.

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Esa burguesía, como extensión del gamonalismo feudal serrano y de la oligarquía (también

feudal) costeña, según ya se ha referido en el capítulo anterior, tiene un sistema ideológico-cultural

del vasallaje propio del feudalismo europeo, del coloniaje español, y de culto a lo principesco, a lo

europeizante, a lo afrancesado que hasta “construyó” un “París Chiquito”, en la zona cacaotera más

relevante de la Costa, en un costado del Río Vinces, con casas de madera, pero de estilo palaciego.

Por tanto, es una burguesía vasalla, ligada, para entonces y hasta ahora, al capitalismo financiero

y comercial imperialista (ya para 1930 al fortalecido Imperialismo de Estados Unidos) y para la cual,

el control y manejo del Estado no es más que un medio de lograr las mejores pitanzas de sus amos

imperiales. Esta conducta enajenante de la soberanía nacional es tan evidente y manifiesta que, hasta

actualmente, cuando el Gobierno de Rafael Correa expulsa del país al representante del Fondo

Monetario Internacional, surgen, en coro las condenas a dicha medida, y un ex Presidente (heredero

o sucesor del Gobierno de Mahuad) se permite manifestar en forma categórica e inequívoca: “NO

COMEMOS SOBERANÍA; DE SOBERANÍA NO SE VIVE” *15

Bajo tales condiciones materiales de la base social-productiva, comercial y financiera; y de la

superestructura ideológica, sustentada en un vasallaje incondicional, acerca de cuya fenomenología

sociológica, política y económica ya había advertido José Peralta (1910), en su calidad de canciller

del Ecuador, cuando escribe su ensayo “La Esclavitud de América Latina”, donde, entre otras cosas,

manifiesta:

“El Crédito, tal como lo entiende la Gran República, es la esclavitud; la incondicional

sumisión al Dólar; el vasallaje a este soberano yanqui que se arroga todos los poderes

imaginables; que se pega a las naciones, como un pulpo, como un colosal e insaciable

vampiro que succiona hasta la última gota de sangre de los pueblos…”. (Peralta, 1991, pág.

50)16

En tales contextos sociológicos determinados por una base social dependiente del votante Imperio

de Estados Unidos, y por una superestructura en la que sobresale una ideología servil, vasalla, no es

viable la construcción de un Estado nacional, incluso si se habría dado la existencia objetiva de un

mercado nacional. Es por ello que, hasta hoy, como lo manifiestan Rafael Quintero López y Érika

Silva Charvet, el Ecuador es una “Nación en Ciernes”.

Es en medio de tales condiciones de la base social y de la superestructura socio-política e

ideológica de 1930 y la década correspondiente, se requería, primeramente, en dicha base social,

15 NOBOA BEJARANO, Gustavo, (2007) Declaraciones a ECUAVISA, Noticiero “Contacto Directo”, lunes 30 de abril. 16 PERALTA, José, (1991) La Esclavitud en América Latina, Centro de Educación Popular, Quito, p. 50

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construir un mercado nacional que logre articular la sociedad ecuatoriana alrededor de ese mercado,

como ocurre y ha ocurrido en la historia de todos los países capitalistas, para entrar en su

“modernidad”, pues, solamente un mercado nacional logra enlazar y acoplar un Estado Nacional.

Pero, de otra parte, ese mercado nacional requiere de consumidores. Una de las necesidades

materiales, propias e inherentes a la realidad del mercado capitalista, es la generación de una masa

de población con capacidad económica para consumir sus mercancías; y así se cumple una de las

más elementales leyes del mercado capitalista: solamente la existencia de consumidores, hace posible

la “realización” (venta) de las mercancías.

Por lo demás, es un hecho que las otras regiones del país continúan, para 1930, en su aislamiento.

El tren es la única vía, de manera que se arman dos polos centralizados y centralizadores: Guayaquil

y Quito. De allí que una de las consignas de Velasco Ibarra en su primer mandato (septiembre de

1934 a agosto de 1935) es la de emprender en un “Plan Vial”, cuestión “de la que tiene para

glorificarse el Velasquismo”, según se dijo en una tertulia televisiva, RTU (Domingo 27 de octubre

de 2013), entre el sobrino de Velasco Ibarra (Pedro Velasco Espinoza) y Blasco Peñaherrera Padilla.

El tren es la columna vertebral que, transitoriamente, logró articular un “ombligo” en la ciudad

de Riobamba, conforme se indicó. En tales condiciones, el país asiste a un proceso de desarrollo de

ciertas urbes, cuyos focos están en las capitales de provincias, pero que, por su influencia real, se

destacan dos polos fundamentales: Guayaquil y Quito.

Aquel proceso de desarrollo urbano, unido al crecimiento de ciertas industrias serranas, que en

buena parte están adscritas el régimen de hacienda, como son los casos más notables la Fábrica San

Pedro de Otavalo y la fábrica Imbabura de Atuntaqui, en la provincia de Imbabura; La Bretaña y

Chillo Jijón en la ciudad de Quito. Todas las mencionadas, son industrias textileras de gran

envergadura que utilizan la mano de obra de sus haciendas, de modo que los trabajadores de esas

fábricas son siervos, huasipungueros de las haciendas.

La otra esfera de industrialización se da con cierta inversión externa, española [como en el caso

de la fábrica textil La Industrial de la ciudad de Quito, pero que también era fábrica de calzado y

constructora de puertas y ventanas (CUVI, Nicolás, 2011)]; y libaneses, como los Dassum

(Propietarios de la Fábrica Textil San Vicente, en El Inca) o los Deller (propietarios de DELLTEX).

Son las empresas que concentran el mayor número de obreros en Quito. (Cuvi, 2011)

Guayaquil, por ser una ciudad puerto, y uno de los principales del Pacífico Sur (junto a

Buenaventura y Callao) tuvo relativamente desarrollada su industria astillera (constructora de

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barcos), el ferrocarril da un buen impulso para el desarrollo de las actividades de comercio y

servicios; los trabajadores del tranvía también incrementan la actividad económica estructural de esa

ciudad.

El problema de Guayaquil será la carencia de mano de obra, ya que a pesar de la Ley de

Eliminación de la prisión por Deudas, emitida en 1917 por el Banquero-Presidente Alfredo

Baquerizo Moreno (y mal denominada “ley de abolición del concertaje”, aunque muy indirectamente

tenga esos efectos), no se logra intensificar las migraciones de la Sierra a la Costa, habida cuenta que

en la región Central del país, estaba concentrada la mayoría de la población, pero, atada a los feudos

del gamonalismo hacendario, formando parte de esa propiedad inmobiliaria.

Es en la década de 1930, al agudizarse la crisis política interna, como parte de los efectos de la

crisis económica mundial y básicamente con el Crack de Estados Unidos, que se incrementan las

migraciones, de los campos a la ciudades en general; y de la Sierra a la Costa, especialmente hacia

Guayaquil.

Entonces, el mercado nacional de mano de obra, como efecto de las migraciones a aquellos dos

polos señalados, Quito y Guayaquil, éstos se convierten en determinantes del quehacer estatal, y son,

en la práctica los articuladores básicos de ese mercado nacional, pero que, desgraciadamente, genera

un regionalismo sectario, ante la falta de una visión de las clases dominantes sobre el poder político

del Estado, e incluso sobre su institucionalidad misma, por su vasallaje al Imperialismo, ese proceso

lo convierten en una lucha regionalista, y ésta se torna, más bien, en un obstáculo para un proceso

integrador.

Bajo dichas condiciones objetivas y circunstancias socio-económicas e ideológico-políticas, lo

determinante, y verdaderamente categórico, es el mercado nacional de música ecuatoriana, que al

generar los imaginarios sociales a través de esas armonías vernaculares, propias, que se las sabe y se

las siente como ecuatorianas, permite una articulación del Estado Nacional, y de esa cosmovisión

perceptiva, de acercamiento identitario hacia ese Estado Nacional.

Por consiguiente, si bien hasta entonces (1930) había un Estado del Ecuador, formal y

jurídicamente instituido, puede decirse, sin dudas ni equívocos, que al comienzo de esa década, no

existe el Ecuador como un Estado Nacional, por la falta de un mercado nacional que lo articule, bajo

los condicionamientos y excepciones que se acaban de indicar; pues, si bien hay una circulación de

productos de la Costa a la Sierra y Viceversa, dichos productos ni siquiera pueden llegar a la mayoría

de la población como “suyos”.

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Se puede tomar un ejemplo cualquiera y al acaso, pero, por simple muestreo, se puede mencionar

al arroz. ¿Quiénes tienen posibilidades de comprar y consumir arroz en la Sierra? ¿Los campesinos?

No. ¿Los obreros, aquel mercado de mano de obra que se mencionó? Tampoco. ¿Los artesanos, entre

quienes habría que sub clasificar a los propietarios de talleres y a los operarios17? Peor.

Pero, tampoco es el consumo del disco en sí mismo el que crea dicho mercado nacional, sino el

efecto musical de su difusión, como producto cultural del que se apropia la masa poblacional, pues

al tratarse de sus ritmos ancestrales, se siente vinculado fácticamente, los hace suyos, los repite, los

reproduce, recrea esas canciones, las utiliza como sucedáneo de su vida cotidiana, las canta en sus

francachelas, las repite incesantemente, las comunica, las inter-relaciona.

Siguiendo el ejemplo del arroz, este producto para la mesa de aquella población es un lujo en la

década de 1930 y hasta muchas después (la de 1960, por ejemplo); y para los trabajadores comunes

es realmente inalcanzable, como se evidenciará en el siguiente capítulo, en que se transcribirá una

mención del estudio realizado por el doctor Pablo Arturo Suárez, en la década de 1930 quien describe

cuál era la dieta común de una familia popular.

De modo que a pesar de que dicho producto (el arroz) se venda a nivel nacional, y cubra,

supuestamente, un mercado nacional, no llega a la masa poblacional ni a articular un mercado

nacional, ni tiene por qué ser simbólico ni trascendente para generar vínculos de afectos o

percepciones con el Estado Nacional. Por el contrario, en los imaginarios de los pueblos se torna en

un elemento de mayor discriminación, por lo inalcanzable.

Es decir, este mercado nacional incipiente, está, por así decirlo, mediatizado, obstaculizado,

entorpecido e imposibilitado de realizarse e instituirse plenamente por efectos del férreo control

socio-económico, agro-productivo (del mercado interno precisamente) y hasta financiero-comercial

del gamonalismo hacendario serrano, el mismo que controla a la mayor parte de la población

ecuatoriana y la mantiene encerrada en sus feudos, como parte de su propiedad inmobiliaria.

17 Para la década de 1930, todavía la actividad artesanal estaba bajo control de la Iglesia, aún era requisito el formar parte

de una cofradía, para obtener la autorización del “Centro Católico de Obreros”, el mismo que, hasta hoy, funciona en los

interiores del convento de la “Iglesia del Robo”, avenida 24 de mayo, en Quito. Ante ese organismo se debía rendir el examen y demostrar la necesaria solvencia económica, para que se le califique como “maestro de taller”.

Fue en esta Iglesia, es decir en aquel Centro Católico de Obreros, donde se fundó la CONFEDERACIÓN ECUATORIANA

DE OBREROS CATÓLICOS, “CEDOC”, el 7 de noviembre de 1983, cuyo primer Presidente Nacional fue el Conde

Jacinto Jijón y Caamaño; vicepresidente: Pedro Velasco Ibarra; Tesoreras, las señoritas Mussello, propietarias de

una Casa de Cambios; y entre los vocales se contaban: Jorge Luna Yépez e Isabel Robalino Bolle. (Documentos del

Primer Congreso de la CEDOC, 1948, Ed. Prensa católica, Quito)

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Esas condiciones y circunstancias impiden que exista un verdadero mercado nacional, en el

sentido de lo que requiere el sistema capitalista para su real consolidación y desarrollo; y,

consiguientemente, de lo que requiere un mercado nacional para generar, también, un verdadero

Estado Nacional. Es más, este proceso de desprendimiento de las poblaciones “secuestradas” en las

haciendas, (huasipungueros) se da, recién, con la expedición de la Ley de Reforma Agraria, del 13

de julio de 1964 (para la Sierra) y con la expedición de la Ley de Abolición del Trabajo Precario en

1971, (para la Costa), a través de un largo y complejo proceso de luchas campesinas (serranas y

costeñas).

Osvaldo Barsky (1984)*18, al analizar los procesos de colonización de tierras, para efectos de la

ampliación de la frontera agrícola del país, y en un período de hasta dos años antes de que se expida

la Ley de Tierras Baldías y Colonización que se produjo en 1936, señala que en el Ecuador “La

superficie sembrada [por colonos] se estimaba en 1930-34 en 15.000 has” (p. 297), lo cual demuestra

que es muy escasa, irrisoria, para la población estimada de dos millones de habitantes, que

conformaban el mercado interno potencial, tanto más si se toma en cuenta que buena parte de la

producción agrícola está en la Costa y que su producción está destinada a productos exportables

(Barsky, 1984).

Por consiguiente, no se puede decir que existe un “mercado nacional”, o que ese “mercado

nacional incipiente” pueda determinar la existencia de una “sociedad moderna” conforme a la

designación post-modernista, o una sociedad capitalista bajo la concepción marxista e incluso bajo

la concepción de los clásicos economistas del capitalismo: Adam Smith y David Ricardo, para

quienes el derrumbamiento efectivo de los sistemas hacendarios, feudales, es requisito primordial

para la generación de un mercado interno de mano de obra, que permitirá la provisión del insumo

humano (fuerza de trabajo, según el lenguaje de Marx y Engels) a fin de cumplir el proceso

productivo capitalista, el mismo que, a su vez, permite articular su mercado interno, sin cuya

materialización no hay posibilidades de un verdadero desarrollo capitalista.

En las propias palabras de Adam Smith (2011) en su obra “La Riqueza de las Naciones” (Alianza

Editorial, p. 27):

“Como el poder permutativo o la facultad de cambiar una cosa por otra, es lo que motiva la

división del trabajo, lo extensivo de división no puede menos que regularse y ceñirse por la extensión

de aquella facultad; o en otros términos, según lo extenso que sea el mercado público

[entiéndase: mercado nacional de allí que el propio Adam Smith, después del siguiente asterisco,

pone la nota al pie de página, que se agregará]. […] Cuando [el mercado] es corto, o poco

considerable, ninguno se anima a dedicarse enteramente a un empleo o destino, por falta de

disposición para permutar el sobrante producto del trabajo propio (que es la parte que excede al

18 Cfr. BARSKY, Osvaldo, (1984) La Reforma Agraria en el Ecuador, Ed, ISNAR, Quito.

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propio consumo) por aquella -que necesita del producto del trabajo ajeno…” (Smith, 2011, pág.

27)19

Por lo tanto, no es cualquier “mercado” ni un “mercado interno incipiente” el que logra determinar

la naturaleza intrínseca del “mercado interno”, bajo los términos sociológicos que fundamentan a

esta investigación, sino que debe ser un real mercado interno capitalista, bajo los

condicionamientos objetivos requeridos para el establecimiento de las “sociedades modernas”, de

allí las “discusiones ideológicas profundas” que se dan en los grupos, movimiento o partidos político-

marxistas de la época (y que dura hasta la actualidad) sobre la categorización del sistema económico

ecuatoriano:

a) Mientras los llamados “comunistas” (de Enrique Gil Gilbert, Ricardo Paredes y Pedro

Saad, miembros del Secretariado del Comité Central de dicho Partido) sostenían que el

Ecuador era “un país semi-feudal y semi-colonial” (Rodas Chávez, 2000);

b) Los llamados Socialistas (Grupo que también se decía marxista, entre quienes destacan

el coronel Luis Larrea Alba, Manuel Donoso Armas, Jorge Carrera Andrade, Leonardo

Muñoz, Enrique Terán y Emilio Uzcátegui), afirmaban que “el Ecuador es un país

capitalista con fuertes rezagos feudales”; toda vez que “desde los inicios de la República

se insertó al capitalismo mundial” (Páez Cordero, 2001)

En esos dos postulados “ideológico-marxistas” se centró la lucha a muerte entre las dos facciones

hasta cuando, fueron desapareciendo por la inercia que generó la caída del Muro de Berlín.

Pero, mientras se enfrascaban en las disquisiciones anotadas, [las mismas que, en el fondo,

subyacen hasta hoy bajo nuevos contextos, especialmente bajo el impulso del post-modernismo que

ha sentado los paradigmas universales, adoptados y aceptados por la Comunidad Científica

Internacional, para eliminar toda concepción marxista (materialista-dialéctica) y no dejar rastro de

él], ocurría que las masas vivían relegadas, marginadas y/o excluidas del mercado nacional.

En efecto, y para volver al ejemplo muestral del arroz, la masa poblacional no tiene posibilidades

económico-materiales para consumirlo, como tampoco las tiene para adquirir un radio, ni una

victrola ni para comprar un disco (instrumento que sin la victrola tampoco le serviría para nada), en

19 SMITH, Adam, (2011) La Riqueza de las Naciones, Alianza Editorial, Madrid, p. 27 NOTA DE ADAM SMITH: “*Por mercado público se entiende en toda la obra generalmente aquel gran teatro de

negociación , permuta, compra y venta que forman todas las naciones del mundo, o todos los individuo de cada

nación; y de las naciones entre sí” (Las negrillas son del autor)

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cambio, sí tiene oídos para escuchar la música que al ser amplificada a través de ese producto

discográfico que se difunde en las radios.

Es precisamente en 1930 cuando la Iglesia Evangélica Bautista, recién instalada en Ecuador ya

como parte de la penetración ideológico-religiosa, e imperialista directa, obtiene la concesión de

múltiples frecuencias del espectro radioeléctrico ecuatoriano, para operar desde el Ecuador. Isidro

Ayora, el contratista de la Corporación Kemmerer, y Presidente del Ecuador por entonces, es quien

personalmente entrega dicha Concesión a HCJB, por 25 años, con la respectiva autorización para

“vender” radios (Pero en realidad los obsequia: son unos aparatos que solamente podían sintonizar

la Radio HCJB). El 24 de diciembre de 1931, dicha radio inició sus transmisiones.

Es por medio de la Radio Evangélica-Bautista HCJB, que se propagan la música nacional, incluso

a través de programas en vivo: Tal música llega, a esos aparatos de radio, regalados masivamente

por dicha secta cristiana; por estas razones dicha música pasa a ser parte de la vida cotidiana de los

habitantes del país, ya que se ve reproducida una y otra vez en los “serenos”, en las esquinas, en las

barriadas, en las “horas sociales”, y es entonada por los sujetos en su cotidianidad, cantada además

por los abuelos a los padres y por estos a sus hijos como una forma de memoria oral.

Entonces, esos ritmos, que son suyos, que reviven los ancestros, que han dejado de ser exclusivos

de los rituales eclesiásticos católicos, para tratar temas sobre el huasipungo: “Con mi serrana

guambrita/ yo llegué a mi huasipunguito/ a decirte con el alma ay, ay, ay/ que te espero en la

chacrita”; sobre el reproche al “Taita amo”; sobre “la vaca rejera” (la del “rejo”, es decir, la del

ordeño); sobre el orgullo de ser longa: “Longa soy/ longa soy/ ‘quiaciendo’ he de negar” dice una

de las canciones de la época; sobre la “guashca de corales”; sobre sus ponchos: “Dame tu ponchito/

tu viejo ponchito/ tu lindo ponchito, ay/ que me abrigará”; etc., etc.

Por tanto, aquellos individuos, que no disponen de recursos para comprar un disco, cierto es, pero

que escuchan esa música suya, la pueden repetir, la cantan, la ejecutan cotidianamente con sus silbos,

la interpretan con sus instrumentos más simples, por ejemplo, si es en la Sierra: una hoja de capulí,

una hoja de lechero (y como percusiones dos cucharas de palo); y si es en la Costa: con hojas de

plátano o de toquilla (curiosamente, utilizan también las cucharas como instrumentos percutivos).

Así, la población de aquel entonces, la década de 1930, se vuelve consumidora de este producto;

por tanto, no solo aquellos que pueden comprar una victrola o un disco, o aquellos que tienen un

radio son quienes la consumen, sino que, también está en el cotidiano de todos los sectores populares,

aunque no están integrados al mercado nacional; y aunque su vida sea servil, pues: no ganan salarios

y los pocos recursos que obtienen del usufructo de “sus” parcelas (huasipungos o aparcerías

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precarias) utilizan en comprar velas o combustible para los “chimbuzos” –generalmente kerosene–,

fósforos y sal.

Pero, en medio de una vida tan miserable, aquella música la interpretan de manera espontánea,

campechana, instintiva, verdaderamente automática y sin proponérselo; de modo que la producción

discográfica de la música nacional (entendida bajo el marco conceptual formulado en el capítulo

anterior), y el mercado nacional que se articula alrededor de esa música, además como elemento

ideológico realmente único, se convierte en el elemento que provoca la generación de imaginarios

vinculantes con ese mercado nacional y con el Estado Nacional, lo que, a su vez, determina que esa

música sea el elemento identitario intrínseco, imprescindible y realmente fundamental.

2.3. Naturaleza del Estado ecuatoriano en la década de 1930

Es claro que según las categorías marxistas se pueden distinguir tres tipos de Estados, previos al

del Estado Socialista que, supuestamente eliminaría la propiedad privada de los medios de

producción, de apropiación privada del trabajo social y los sistemas de dominación que esa

apropiación conlleva. Como quedó señalado, esos tres tipos de Estado, que se corresponden con los

adelantos matrices de los modos y relaciones de producción, son los siguientes: Estado esclavista;

Estado feudal y Estado capitalista.

De manera que el Estado del Ecuador, a la época de 1930 debía haber conformado, representado

o instituido uno de esos tres tipos de Estado, bien entendido lo que también se manifestó en el capítulo

anterior como parte del marco teórico: en ningún tipo de Estado se presentan los modos de

producción en sentido puro, ni excluyente de otros modos, y que, por lo tanto, es perfectamente

viable (y útil para las clases dominantes) que aún dentro del sistema y del Estado capitalista en

particular, subsista el esclavismo, como hasta la actualidad.

De modo que en la presente investigación no hay por qué entrar en los pormenores de si el Estado

ecuatoriano de 1930, era “feudal” o “capitalista”, cuestión que, por los documentos que han sido

explorados en torno a esta materia, y según la reseña acerca de las luchas “ideológicas” angulares de

los partidos socialista y comunista, se ha constatado que fue la tremenda, y radical, discusión de las

llamadas “izquierdas”, o grupos marxistas, hasta finales del siglo XX. Cada quien asomaba como

más radical, mientras más extremaba (y unilateralizaba) sus “análisis” en torno a dicho asunto.

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El hecho es que el Ecuador se instituye en 1830, bajo el modelo de un Estado Constitucional de

Derecho, propio de la Revolución Francesa, a pesar de que proclama la vigencia de todas las Leyes

de Indias, es decir, de las mismas leyes coloniales (Bossano, 1978) (). Por consiguiente, y muy a

pesar de este último dato de orden jurídico-institucional, el modelo de Estado con el que

originariamente se instituye el Ecuador, es el de un Estado Capitalista. Como “modelo”, ya en

proceso de cimentación del capitalismo mundial.

De hecho, muchos analistas (economistas, historiadores y sociólogos) han impulsado la teoría de

que el Ecuador fue un país capitalista desde su fundación, porque se integra al mercado productivo

y financiero del sistema capitalista mundial (Báez, Velasco, Mejía, Moncada, & ótros, 1995), y otros:

“Ecuador Pasado y Presente”: 1995); y, lo cierto es que el modelo de Estado, su operatividad

productiva, comercial y financiera está determinada por el engranaje de ese mercado capitalista

mundial, a pesar de que en cuanto a su estructura productiva interna, subsistan los sistemas feudales

en su contenido más fundamentalista, completo y radical: no otra cosa es todo el sistema gamonal

hacendario de la Sierra; e incluso el sistema oligárquico-feudal de la costa, porque si bien allí

contrataban peones asalariados, éstos eran recluidos en el interior de sus enormes territorios feudales,

sin que tales seres humanos tengan posibilidades reales de salir.

Aunque no hay datos ciertos acerca del número de la población del Ecuador en1930, la

generalidad de autores, Jean Paul Deler entre ellos (1973: “El manejo del Espacio en el Ecuador”)

señala un aproximado de dos millones de habitantes, de los cuales, se concentraban en las ciudades

de Quito y Guayaquil alrededor de 120.000 habitantes (entre las dos ciudades, aunque Guayaquil

concentraba mayor población relativa). Y, sobre este respecto Deler acota:

… La población de las zonas litorales que desde finales del siglo XVI representaba apenas del 5 al

7% del conjunto total, sobrepasó el 10% a comienzos del siglo XIX; cien años más tarde

representaría un cuarto de la población, y un tercio en 1929…

Entre las manifestaciones espaciales del fenómeno del ‘despegue’ demográfico de la costa, la

multiplicación de las parroquias rurales fue uno de los indicadores de la colonización económica de

un espacio regional por mucho tiempo subpoblado. Las nuevas parroquias rurales, creadas en las

tres grandes zonas productoras de cacao (alrededores de Babahoyo, Machala y Chone/Santa Ana),

formaron un primer conjunto, el más numeroso, mostrando la importancia de la ‘frontera’ agrícola

que se desarrolló en las zonas forestales húmedas.

Un segundo conjunto fue el de las parroquias portuarias del litoral manabita (Bahía, Manta,

Machalilla, Manglaralto), desde donde se exportaban el cacao de Chone y los productos de cosecha

de las tierras altas (hueso de tagua, ceibo, latex, balsa...).

Finalmente el tercer conjunto lo conformaban las nuevas parroquias instaladas en la ruta Guayaquil-

Manabí, y sobre todo, a lo largo del ferrocarril de Guayaquil a la sierra, en IH zona donde se

desarrollaron los arrozales, y a partir de los años 1890, las grandes plantaciones de caña de azúcar

equipadas con ingenios industriales…” (Deler, 1973)

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De otra parte, Deler señala que para esa década de 1930, había en el Ecuador unas catorce

ciudades con más de cinco mil habitantes; y, cuatro ciudades de más de 20.000 habitantes. En total,

la población citadina representaba alrededor del 15% lo que demuestra un buen margen poblacional

de vida urbana; sin embargo el grueso de la población, el 85%, estaba concentrada en el campo, en

las haciendas, y, predominantemente en aquellas que eran propiedad hacendaria de los

gamonales serranos.

Existen datos que asignan dentro de esa población ecuatoriana total de dos millones: 150.000

habitantes a Guayaquil y 123.000 a Quito; y en un estimado que proporciona el Distrito

Metropolitano de Quito, para el año 1933, cifra la población de esta ciudad en 107.122 habitantes

No obstante, esos datos parecen muy pertinentes, porque según el censo de 1950, el primero real

que se realizó en Ecuador: Guayaquil tiene una población de 258.966 y Quito 209.932 habitantes;

pero el dato del IM de Quito, dice que en 1950 la población quiteña era de: 275.939 habitantes, (es

decir, 65.000 habitantes más que el dato fidedigno del Censo) sin indicar la fuente.

En todo caso, si se asume el dato más objetivo de 120.000 habitantes concentrados en las ciudades

de Quito y Guayaquil; y un total de 300.000, en zonas urbanas de ciudades superiores a cinco mil

habitantes, esto determinaba que no exista una real estructura poblacional con un mercado interno,

que según los paradigmas teóricos marxistas es la base sine qua non del Estado Nacional.

En consecuencia, al no existir un real mercado interno articulador de dicho Estado, no es posible

instituir ni consolidar un verdadero Estado Nacional. Es decir, la Revolución Liberal, no logró

profundizar su proceso de institucionalización de dicho Estado, propio del capitalismo, en el

Ecuador; y, por estos hechos es que Rafael Quintero López y Erika Silva Charvet (2001, T.I.: 309)

manifiestan:

“La Revolución Liberal fue una revolución parcial, una revolución esencialmente política que dejó

en pie los pilares del edificio social del siglo XIX. Fue parcial en el sentido en que Marx habla de

las revoluciones parciales, es decir, en la medida en que la burguesía emancipó a una parte de la

sociedad –la burguesa– e instauró su dominio general, pero no tuvo el poder suficiente para liberar,

bajo su dirección, a la anterior clase dominante –los terratenientes–de sus condiciones materiales y

espirituales de atraso, sino que basó su dominio sobre una premisa que no era sino su propia

condición especial de clase burguesa, es decir, ‘bajo el supuesto de que toda la sociedad se halla en

la situación de esta clase, es decir, de que posea por ejemplo, el dinero y la cultura, o pueda

adquirirlas a su antojo’ (Marx,1958: 12). En efecto, la transformación lograda por una burguesía

comercial ligada a la exportación y a su vez ligada a la propiedad precapitalista, con estrechos

vínculos con una aristocracia terrateniente, fue necesariamente parcial” (Quintero & Silva, 1992,

pág. 309)

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Volviendo al análisis de la composición poblacional del Estado ecuatoriano en 1930, se aprecia

que de dos millones de habitantes, unos trescientos mil habitantes moran en catorce ciudades con

más de cinco mil habitantes; de ellos, 120.000 se concentran entre Quito y Guayaquil, con

predominancia poblacional de esta última; y, por lo tanto, alrededor de un millón y medio de

habitantes están arraigados en los feudos serranos, o vinculados a ellos, por distintos mecanismos

económico-sociales, ideológico-religiosos y político-jurídicos.

No obstante, esa pequeña base social urbana, determinó que se cambien las estructuras socio-

políticas del Estado ecuatoriano, y, por ello, como una de las medidas recomendadas por la

Corporación de los hermanos Kemmerer, fue el que se implante en el Ecuador un nuevo sistema

tributario, tendiendo a eliminar los “impuestos por cabezas”, que pagaban los indígenas, desde los

tiempos de la Colonia, por la simple condición de su raza: por ser indios.

Este impuesto por cabezas subsistía en la práctica, a pesar de que la historiografía ecuatoriana

cuenta que fue suprimido en 1857, al punto que es una de las causas del Levantamiento de Fernando

Daquilema en 1871, a cuyo respecto, Ricardo Ulcuango (1999, “Genocidio en nombre de Dios”),

manifiesta:

“En 1871, cuando era presidente García Moreno en Ecuador, llegó al colmo la indignación de los

pueblos indígenas por el abuso al que llegaron los opresores a través del cobro de los diezmos y

tributos por cabezas. Fernando Daquilema, descendiente de los Duchicelas, encabeza el

levantamiento en Cacha (Riobamba), desconociendo el gobierno de blancos y aspirando a formar

un nuevo gobierno. En la laguna seca de Capac-cocha fueron convocados a una asamblea con la

finalidad de elegir a un jefe para los objetivos que tenían. Se reunieron en la capilla de la Virgen del

Rosario y todos eligieron a Daquilema como su jefe. Tocaron la campana y la gente gritó: "Ñucanchi

Jatun Apu" (nuestro gran señor); y, tomado un manto y la corona de San José, le nombraron rey.

Posteriormente se enfrentaron a las autoridades que les oprimían, a fuerzas del ejército, y a los

opresores que vivían en los pueblos. (Ulcuango, 1999)

Entonces, con respecto a la formulación central de este trabajo investigativo, y bajo los entornos

situacionales objetivos que se acaban de presentar, hay que entender: que esa población campesino-

serrana, indígena, huasipunguera, conformada por cerca de un millón y medio de habitantes no es

apta para conformar un mercado nacional interno, puesto que no gana salario, que apenas se

provee de insumos precarios en extremo, precarísimos: sal y fósforos; aunque este último producto

es para ser usado en casos excepcionales, pues, como señala Guido Calderón (2013): “Los

campesinos guardaban las brasas del fuego entre las propias cenizas”.

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Para dicha población campesina20 e indígena, que en 1930, representa el 85% de la población total

ecuatoriana, la panela resultaba un lujo. En el mejor de los casos, a más de la sal y los fósforos,

podían comprar un trozo de “cebo fuco”: parece ser un quichuismo ecuatoriano que significa grasa

de res, pero fundida, y que se vendía en los mercados de pueblo en forma de cubos, como la panela

(TOBAR: 1962), dadas estas condiciones, dicha población no forma parte del mercado; y, en

consecuencia, el Ecuador de 1930, no tiene desarrollado su mercado interno: no tiene

condiciones materiales objetivas plenas, para articular su Estado Nacional.

Como dice Karl Marx, en el primer tomo de El Capital (1973: pp. 555-558)

“El preludio de la transformación que había de echar los cimientos para el régimen de producción

capitalista, coincide con el… licenciamiento de las huestes feudales —que, como dice

acertadamente Sir James Stewart, ‘llenaban inútilmente en todas partes casas y patios’— lanzó al

mercado de trabajo a una masa de proletarios libres y desheredados. El poder real, producto también

del desarrollo burgués, en su deseo de conquistar la soberanía absoluta aceleró violentamente la

disolución de estas huestes feudales, pero no fue ésa, ni mucho menos, la única causa que la produjo.

[…]

“La expropiación y el desahucio de la población campesina, realizados por ráfagas y constantemente

renovados, hacía afluir a la industria de las ciudades, como hemos visto, masas cada vez más

numerosas de proletarios desligados en absoluto del régimen feudal… sólo deja a los obreros, sus

medios de vida y sus materiales de trabajo disponibles para que el capital industrial los utilice, sino

que además crea el mercado interior.

“En efecto, el movimiento que convierte a los pequeños labradores en obreros asalariados y a sus

medios de vida y de trabajo en elementos materiales del capital, crea para éste, paralelamente,

su mercado interior. Antes, la familia campesina producía y elaboraba los medios de vida y las

materias primas, que luego eran consumidas, en su mayor parte, por ella misma. Pues bien, estas

materias primas y estos medios de vida se convierten ahora en mercancías, vendidas por los

grandes arrendatarios, que encuentran su mercado en las manufacturas. El hilo, el lienzo, los

artículos bastos de lana, objetos todos de cuya materia prima disponía cualquier familia campesina

y que ella hilaba y tejía para su uso, se convierten ahora en artículos manufacturados, que tienen su

mercado precisamente en los distritos rurales.

“La numerosa clientela diseminada y controlada hasta aquí por una muchedumbre de pequeños

productores que trabajaban por cuenta propia se concentra ahora en un gran mercado atendido por

el capital industrial. De este modo, a la par con la expropiación de los antiguos labradores

independientes y su divorcio de los medios de producción, avanza la destrucción de las industrias

rurales secundarias, el proceso de diferenciación de la industria y la agricultura. Sólo la destrucción

de la industria doméstica rural puede dar al mercado interior de un país las proporciones y la

firmeza que necesita el régimen capitalista de producción….” (Marx K. , 1973, págs. 555-558).-

Las negrillas y el subrayado son míos.

Al no existir mercado interno, bajo los términos y datos que se han señalado, no puede existir un

Estado capitalista en sentido material-objetivo ni orgánico-estructural, toda vez que sus sistemas

productivos predominantes, su modo de producción, sigue siendo feudal-hacendario; y, en

20 Se entiende por población campesina aquella que vive en el campo, aunque no necesariamente se dedique a la agricultura,

tenemos por ejemplo a toda una gama de trabajadores manuales que habitaban el campo: sastres, zapateros, cocineras,

albañiles. También tenemos a maestros de escuela, sacerdotes y policías.

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consecuencia, no hay posibilidad de articular un verdadero Estado Nacional; no hay el espacio

material objetivo ni las condiciones reales para ello.

En todo caso, la situación es compleja, el Estado ecuatoriano de 1930 se debate entre una

institucionalidad capitalista formal, jurídica; y una base social que no ha logrado romper las férreas

ataduras feudales que aún permanecen bajo el control del gamonalismo hacendario serrano y de la

Iglesia Católica, opuesta tenaz de toda institución “liberal” que obstaculice su Poder y su control

sobre el Estado.

Por ello, se mantenía realmente intacto ese poder feudal cuya envoltura ideológica determinante

es el fideísmo católico-romano, con todos sus dogmas imperantes; y dispuesto a no ceder ni un solo

concepto de ellos, ni de su poder económico feudal, ni el firme control institucional que ejercía sobre

la superestructura del Estado; y ni siquiera estaba dispuesta a ceder la administración de la llamada

sociedad civil; pues:

a) La Iglesia seguía controlando los registros de nacimientos, a pesar de la existencia del

Registro Civil, que se creó mediante Ley expedida el 29 de abril de 1900, pero cuya actividad

había sido permanentemente saboteada por dicha Iglesia, al punto que en 1963, la Junta

Militar de Gobierno, expide un Decreto ordenando la inscripción de personas que hubieren

ostentado nombre y apellidos notorios; y que no se hallen constando en el Registro Civil. En

caso de que fuere posible, podían probar sus identidades con la “fe del bautismo”;

b) La Iglesia determinaba las condiciones, naturaleza, características y efectos de la filiación:

todos los hijos debían ser concebidos dentro del matrimonio, de lo contrario debían cargar

con el estigma legal e ideológico-religioso y jurídico-político de “ilegítimos”; y, más aún, de

las ilegitimidades habían múltiples subdivisiones: legitimables, legitimados, espurios,

concubinarios, adulterinos, sacrílegos, etc. (Cfr. Albornoz Peralta Oswaldo 1972: Páginas de

la Historia Ecuatoriana, Ed, Claridad, Guayaquil). Este elemento ideológico-religioso y

jurídico-político sólo fue derogado, recién, en septiembre de 1970; y,

c) La Iglesia aún podía controlar la institucionalidad de los matrimonios, pues quien no se casaba

el “eclesiástico”, especialmente en las sociedades cerradas de la serranía, el omitir dicha

celebración se convertía en estigma; y si una pareja convivía sin casarse a través del contrato

civil, podía ser denunciada por delito de concubinato, perseguida “de oficio”, y sancionada

hasta con tres años de prisión.

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En fin, la cerrazón de la Iglesia no conoce fronteras y tiene objetivos estratégico-ideológicos de

dominación muy claros, al punto que, como se indicó, cuando estuvo en peligro de ser devastado el

país en 1910 por una invasión peruana, el Arzobispo de Quito, Gonzáles Suárez, no dudó un solo

instante al pronunciar su célebre discurso en la catedral de Quito: “Si es necesario que el Ecuador

desaparezca: que desaparezca…”. Pero no desapareció el Estado ecuatoriano, gracias a la tenacidad

y sapiencia diplomática del General Eloy Alfaro, quien, sin embargo, dos años más tarde sería

asesinado.

Mientras tanto, ya para 1930, la burguesía oligárquica costeña había adquirido fuertes vínculos

con el capitalismo mundial a través de las exportaciones de cacao, arroz, café, palo de balsa y caucho.

Se da con este otro proceso, la penetración Imperial en el entramado de la base social de la economía

ecuatoriana, frente a cuyo hecho, uno de los fundadores del Partido Comunista Ricardo Paredes

(1980: p. 8) en su obra “El Imperialismo en el Ecuador: Oro y Sangre en Portovelo”, manifiesta:

“No es el Ecuador de los países sur-centro americanos, ni el más atrasado económicamente, ni

tampoco el que mayor penetración imperialista ha sufrido. Pero algunas de sus más importantes

fuentes de producción han caído en manos de poderosas Compañías extranjeras. El Oro de Zaruma

está en manos de la South American Development Co.; el petróleo de Ancón es patrimonio de la

Anglo-Ecuadorian (filial del poderoso trust internacional bajo el control del capital anglo-holandés:

La Royal Ducht Shell) y de la West Indian (filial del trust internacional controlado por el capitalismo

americano…” (Paredes, 1980, pág. 8)

Estos nexos fundamentales de la oligarquía exportadora costeña, fortalecen los vínculos del país

en un proceso de dependencia comercial y financiera con los centros del capitalismo parasitario

mundial y especialmente estadounidense, que por entonces ya consolidaba sus tentáculos globales

(proceso que hoy se denomina globalización); de allí que Juan J. Paz y Miño Cepeda (1983), en una

ponencia al IV Encuentro de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe ALDHILAC, realizado

en Cuba, y refiriéndose a “Eloy Alfaro y el Americanismo Liberal”, señala:

“En medio de la expansión capitalista de la época, desde mediados del siglo XIX, buena parte de los

países de América Latina asisten a un período de rápidos ascensos económico, favorecido por el

incremento de sus ventas de materias primas, el precio de los bienes importados, la ampliación de

sus posibilidades de endeudamiento, la introducción de ciertas tecnologías, la comunicación

interregional y la consolidación de sectores económicos especializados. Paulatinamente se

conforman incipientes burguesías beneficiadas con el negocio comercial y financiero, que empiezan

a definir mejor sus intereses frente a las tradicionales oligarquías terratenientes que ante la

movilización de recursos, las perspectivas comerciales y la incidencia de los contactos

internacionales, divisan la quiebra del rumbo habitual de su dominación sobre grandes masas rurales

sometidas a servidumbre…” (Paz y Miño, 1983, pág. 3)

De modo que para la década de 1930: el Imperio de los Estados Unidos, ya había atrapado al

Ecuador con sus tentáculos, y, en buena parte, había desplazado al Imperio Inglés, el cual tuvo que

dejar sus propiedades en el sistema financiero nacional, aunque conservaba sus operaciones

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petroleras y otros negocios e industrias, por medio de la Compañía ANGLO, básicamente (pero que

antes fue Banco).

Sin embargo, esos vínculos se daban con el capitalismo mundial externo, mientras la estructura

interna del mercado capitalista permanecía sin poder despegar ni articularse dentro de las fronteras

de su Estado (requisito básico determinado por Adam Smith) en vista de que, según datos

proporcionados por Jean Paul Deler (1973) en “El manejo del Espacio en el Ecuador”, alrededor del

85% de la población ecuatoriana es rural (indígenas y campesinos; e incluso artesanos relacionados

con ciertas actividades de agricultura o ganadería: herreros, forjadores, herradores –también

llamados “podólogos de equinos”– y pequeños comerciantes de ferias). Esa población permanecía

atada al gamonalismo feudal serrano; y, este hecho, impedía articular un mercado nacional propio, a

fin de poder acoplar un Estado Nacional,

En esta serie de procesos complejos, y hasta confusos por la proliferación de agentes externos

(empresas multinacionales) que desarticulan la economía nacional, ya que solamente les interesa el

lucro acelerado por medio del saqueo de la riqueza nacional, es que la producción discográfica de

la música nacional se convierte en un importante elemento articulador de ese mercado

nacional, pues tiene un gran nicho potencial sobre la base de 300.000 consumidores (que son

quienes habitan en los centros poblados citadinos); y de ese nicho de MERCADO NACIONAL,

con captar sólo el 5% era suficiente para las condiciones de la época, (pero era perfectamente viable

que esa captación fuera superior).

Sin embargo, el contenido básico de esta investigación, no es el de cuantificar el mercado del

disco como producto-mercancía en sí mismo, sino los efectos de su simbolización y de sus contenidos

melódico-culturales, que prensan y reproducen los ritmos ecuatorianos y que al ser difundidos por

los emergentes sistemas mediáticos de entonces, principalmente la radio (pero también a través de

otro tipo de actividades socio-culturales y de la trova cotidiana), se convierte en un producto

funcional al sistema que genera las percepciones afectivas de la población con aquello, único, que

considera suyo: sus añoranzas, sus desarraigos, sus lamentaciones, sus infelicidades, sus miserias,

sus evocaciones, su realidad inmediata y cruda.

De ese modo, la música popular ecuatoriana se vuelve un elemento funcional para el mercado

capitalista en el Ecuador, en vista de que se crea un mercado discográfico que se expande gracias a

este boom que genera la música popular ecuatoriana, lo que permite la comercialización de discos

en el país, como mercado nacional; pero no solamente eso, sino que ese instrumento-mercancía

denominado disco, tiene un contenido melódico-cultural que reproduce una infinidad de

apropiaciones perceptivas, de nuevas prácticas sociales.

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Y es que aquella música que se canta, se silba, se tararea al tiempo que los trabajadores urbanos y

campesinos realizan sus tareas, incluso las más nimias, ya sea dentro de los sitios donde son

explotados, como en los ámbitos donde comienzan sus vidas propias: en la mesa de la cantina, en la

guarapería o en la soledad íntima de sus hogares, así se van bosquejando sus nuevos imaginarios

sociales: ya sea asumiendo su condición de parias y lamentándolo con sus yaravíes y pasillos; ya

confrontando esa realidad con otros temas como en el capishca, muy popular de aquella década de

1930:

“Ñuca mana charini, caraju21

Shuya ay mi chuy amu, caraju

Amu ca, perdió a mi longa

Entre pajas de la loma.”

Este producto cultural, integrado por la música popular, ya no es solamente una manifestación social

sino que se ha transformado en una mercancía; y que, dialécticamente, se devuelve a la sociedad

como un producto de consumo, el mismo que a pesar de presentarse como disco, tiene un efecto

multiplicador casi infinito, que crea conductas y diversas formas de apropiación de este producto

como suyo, como un referente de su ser, de su entorno, de su sentir; y, en el fondo, crea una

identificación.

La música tiene la capacidad de generar percepciones cognitivas, conscientes y/o inconscientes en

las personas, es por lo mismo que se genera una identificación y apropiación de la misma a pesar de

que ésta se presente no como una expresión de una nacionalidad de un grupo social específico, sino

como mercancía y producto de consumo.

Las disqueras, son propiedad de un dueño una persona que nada tiene que ver con las decisiones

políticas del país pero que sin embargo a través de este mercado logra generar una identificación con

este producto, ya que es un país que aún no logra consolidar una revolución en su pensamiento y

costumbres a pesar de haberse dado una revolución liberal en 1895.

Por ello, es que la población ve en la música nacional que se produce, se vende y se comercializa,

elementos que le permiten identificarse con su entorno social, con su cotidianidad, con el amor, con

la tristeza, con el deseo, etc.

21 Nosotros nunca tuvimos, carajo

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51

En medio de tales procesos complejos, holísticos, dialécticos y generadores de los efectos que se

acaban de indicar, a los grupos de poder que controlan el Estado no les interesa articular este asomo

de identidad nacional (nacional en función de que se identifican con un producto cultural del territorio

nacional aunque éste sea una mercancía) con una política de Estado que construya un Estado

Nacional con una Identidad Nacional ecuatoriana que vele por los intereses del territorio, en vista de

que los paradigmas imperantes eran europeos; pero, a pesar de las intencionalidades de aquellos

grupos de poder y de los simples productores o comercializadores de discos, esa música nacional

ecuatoriana, va generando los atisbos de identidad que se han anotado.

2.4. La Identidad Nacional

Es incuestionable que no puede ser articulada una Identidad Nacional, si no existe un Estado

Nacional. No puede existir el efecto sin la causa material objetiva. NO es posible crear un resultado

superestructural sin la base social que constituye la estructura.

El problema que confronta el concepto sociológico de la Identidad Nacional, es que ésta puede

darse únicamente con la existencia del Estado Nacional, y sólo a partir de él, y no en base a los

supuestos conceptuales de relación con alguna de las “naciones” antropológicamente consideradas,

porque, como se ha indicado, no son las naciones en sentido étnico (al que se refería el doctor

Rodrigo Borja –cit. SUPRA–) ni las naciones antropológico-sociales las que se convierten o

transforman en Estados.

Por consiguiente, la identidad nacional sólo puede lograrse a partir de “la socialización” entre sus

masas poblacionales, de aquellos valores o paradigmas, ideologías o creencias, perceptividades o

imaginarios, que han de estar sustentados en la existencia de un Estado Nacional. Pero si este ente

material no existe, aquella “identidad” es un imposible objetivo y concreto.

Se trata, en consecuencia, de crear una serie de vínculos relacionales entre los individuos y sus

múltiples asociaciones e instituciones, con la institución más importante de todas, con aquella que

abarca a las demás, con aquella “sociedad total”, que es el Estado, pero no como simple entidad

jurídico-formal, sino integrado como un Estado Nacional, el mismo que solamente puede instituirse

a partir de su propia articulación territorial, económica-productiva y de un mercado nacional.

Esos vínculos deben ser del más distinto orden, de los más diversos contenidos, de los más

variados conceptos perceptivos y cognitivos, de los matices culturales más variados; de los

contenidos educativos que generen un sentido vincular entre los educadores y el Estado Nacional

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pero, ante todo: entre los educandos y ese mismo Estado bajo imaginarios sociales; con lo que se

generarán los sentimientos de pertenencia, de apropiación del YO nacional; del Yo comunicacional,

del YO contextualizado dentro de ese concepto cosmovisionario del Estado Nacional. Así de simple

y de complejo a la vez, en sentido holístico, dialéctico e integral.

Bien hacen el doctor Rafael Quintero López y su compañera doctora Erika Silva Charvet, en

dedicar buena parte de su obra “Ecuador: Una Nación en Ciernes”, al análisis de la economía

ecuatoriana, pues: ¿Cómo puede haber vínculos de los sectores productivos y económicos con el

Estado Nacional, si no existe un mercado nacional y si los sectores fundamentales de la economía

ecuatoriana están vinculados al mercado externo y dependen de él?

Por aquí empieza la “extranjerización” y los vínculos con el “afrancesamiento” europeo, hasta la

década de 1920 (en que la oligarquía guayaquileña incluso construyó un “París Chiquito”, como

hasta hoy lo denominan a Vinces); pero, aunque desde antes de la década de 1930, es notoria y firme

la penetración del Imperio de los Estados Unidos y la aplicación de su estrategia dominante global,

comenzando por el control de todo este continente, bajo la consigna “América for the americans”,

dicha penetración se vuelve más agresiva a partir de entonces.

Es decir, que el Imperio reacciona agresivamente frente a su crisis (frente al Crack), y esto es

obvio, e inherente al sistema de un mercado mundial ya establecido y consolidado, pues, Estados

Unidos es una potencia emergente, Alemania iniciará su Guerra a fines de esa década, Inglaterra es

la potencia que controla el mayor número de colonias alrededor del mundo (África, China, India,

Australia). La única reserva estratégica “natural” para los Estados Unidos, es el sub-continente

americano; y, por tanto, arremete contra él, además como panacea idónea para solucionar su crisis.

De allí que, los niños ricos del siglo XIX y de hasta el primer cuarto del siglo pasado, hayan sido

“afrancesados”, europeizados, simplemente porque allá, en ese continente estaba la fuente de su

riqueza, como aspecto y vínculo fundamental. Y esto, claro, no abona en nada para la Identidad

Nacional; esta es una fenomenología generalizada de esas clases dominantes, sin embargo no es más

que un síntoma del problema.

En cambio, ya desde la década de 1930 empezará a cambiar ese Polo Hegemónico de atracción

ideológico-perceptiva (extranjerizante), al punto que los primeros discos de gran atracción en el

marcado nacional, con un rimbombante “marketing” se graban en los Estados Unidos, pudiendo

haber sido grabados en el Complejo Industrial “EL PRADO” de Riobamba, a donde iban a grabar

todos los artistas y compositores de Quito, e incluso venían de Colombia y México.

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Esos vínculos, de los niños ricos, de los gran cacao y de los gamonales serranos (con grandes

complejos de “nobles” y que hasta mediados del siglo pasado compraron Títulos Nobiliarios a

España, como lo hizo Jacinto Jijón y Caamaño, en 1950) desprendidos del entorno nacional,

desasidos y hasta desarraigados del propio Estado que ellos mismos (los de su clase) crearon e

instituyeron, aquellos que llegaron a proponer y gestionar que el territorio del Estado ecuatoriano

se convierta en Protectorado Francés, trámite que lo hicieron por medio de Juan José Flores y de

su hijo Antonio Flores Jijón, quien había sido educado en Europa y vivía allá, en Francia; ahora, a

partir de 1930, empiezan a cambiar sus fijaciones identitarias, y se inclinan por el Imperio de los

Estados Unidos: su nuevo mercado.

¿Qué podían “socializar” sobre los contenidos hipotético-perceptivos, ni ideológico-culturales, ni

Sistemas Contextuales del Estado Nacional ecuatoriano estas clases dirigentes y propietarias del

país, que a sí mismas estaban alienadas, extranjerizadas y que, para nada, tenían la más leve noción

del mercado nacional ni del tipo de Estado que construyeron?

Pero, el problema no solamente consiste en “el qué”, aunque este es el contenido esencial; el

problema también radica en el cómo y a quién. Así: NO existe cómo ni a quién comunicar, o con

quiénes socializar y cómo hacerlo, si la estructura de la población ecuatoriana, al tiempo de la

institucionalización del Estado del Ecuador, era tan dispersa y escasa e ínfima en la Costa; y si bien

casi se equipara con el número de habitantes serranos, en la década de 1930, esa población está

dedicada a producir para los terratenientes, banqueros y comerciantes vinculados con el mercado

externo, o para los gamonales serranos que ya para entonces compartían el accionariado del Banco

Central del Ecuador.

¿Con qué medios se contaba, entonces, para socializar y comunicar a la población o para armar

El Sistema de Los Contextos comunicacionales o de “imaginarios” que vinculen a la población con

algún elemento o asomo de lo que suele denominarse “identidad” colectiva o nacional?

El único medio idóneo, directo y eficaz, era el púlpito de las iglesias, a través de los sermones y

de la “Hojas Dominicales” dirigidas a las personas que sabían leer y escribir, que eran distribuidas

en las misas de los domingos; y cuyos escritos, como manifiestos o “análisis” provenían de los

máximos prelados de la iglesia católica-romana, generalmente redactadas por los Obispos.

Además, la Iglesia, como institución, era propietaria de las principales imprentas. Hasta el tercer

cuarto del siglo pasado, ya en pleno siglo XX, se puede leer obras, especialmente textos educativos,

pero también ensayos económicos, sociológicos y filosóficos, en que dice: “Editorial Fray Jodoco

Ricke” (De los franciscanos) “Imprenta del Clero”, que son varias, (una de ellas propiedad de la

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Curia Metropolitana de Quito) en la que se publicó, por primera vez, los siete tomos de la Historia

del Ecuador, de Federico González Suárez. (Núñez, De la Patria Criolla a la República Oligárquica,

2015)

Es claro que existe un cerco que impide la institucionalización de un Estado Nacional y la

socialización de los vínculos que la población de dicho Estado debe tener con esa entidad que la

representa, que la absorbe, que la subsume. NO existen las condiciones materiales ni la base

estructural para esa socialización; y, por ende aquel cerco que impide la institucionalización del

Estado Nacional proviene de dos frentes fundamentales:

a) El cerco ideológico-religioso que sí logra imponer sus paradigmas, sus “contextos sociales”,

sus dogmas, sus “imaginarios”, pero que no tienen nada que ver con el Estado ecuatoriano;

y que, más bien, en sentido de lo que Juan Montalvo había denominado la “Libertad Política”

crea un sentido, sentimiento y vínculo afectivo con una institucionalidad externa, extraña al

Estado Nacional y con una autoridad que ni siquiera pertenece al país: como es la Autoridad

del Papa, quien, desde el Concilio Vaticano I, era el único ser INFALIBLE del Universo; y,

b) El cerco económico-social, pero también ideológico-político de las clases dominantes (el

gamonalismo serrano; y la oligarquía costeña) quienes habían dejado en manos de dicha

Iglesia todo el manejo ideológico, cultural, educativo, religioso y hasta de las relaciones de

pareja: por ejemplo era delito el tener una relación de pareja sin casarse.

¿En dónde radicaba, o quien fabricaba, prefiguraba o establecía “Los Contextos Del Sistema”

comunicacional, para generar pensamiento, generar ideas, crear “la lingüística”, determinar las

percepciones, y, en definitiva, SOCIALIZAR los contenidos inherentes al Estado Nacional

ecuatoriano?

Simplemente nadie podía hacerlo porque no existían las bases materiales, sino una dispersión de

unidades económicas hacendarias que, de paso, incrementaban esa dispersión bajo una mascarada

ideológica de “oposición y lucha” entre serranos y costeños, como que esa fuera la contradicción

fundamental del país, lo cual incrementaba la dispersión social e incluso económica del Estado.

El problema era tan alarmante, crítico, y la Iglesia seguía controlándolo todo bajo su modelo

feudal-teocrático, al punto que, para no citar sino otros dos ejemplos, como muestreos elementales

de esta fenomenología sociológica, se puede evidenciar lo siguiente:

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a) La Obra de José Peralta, “Eloy Alfaro y Sus Victimarios”, sólo pudo publicarse el Lima, en

el año 1918, y en el país casi fue desconocida (luego, una edición pequeña se hizo en Cuenca

el año 1977, pero, según se dice, fue prácticamente secuestrada, porque los “afectados”

compraron casi toda la edición); y,

b) La obra de otro insigne Liberal: Roberto Andrade “Vida y Muerte de Eloy Alfaro.

Memorias” tuvo que ser publicada en Nueva York, en el año 1916.

Y no hay que olvidar que las obras de Juan Montalvo se pudieron publicar en Europa, con ayuda

de amigos, y con la dificultad que implica publicar un libro en idioma distinto al del país donde se lo

produce. Sólo en 1920, hizo una reedición la Editorial de los Hermanos Gardnier.

Por lo demás, toda la población que estaba encerrada, como “presa”, en las haciendas, en vista de

que los “indios huasipungueros” formaban parte del feudo, del predio, del inmueble, lo mismo que

el ganado, ni más ni menos, esa población, que era la fuerza laboral determinante y fundamental en

la República del Ecuador que, hasta 1964, estaba conformada exclusivamente por indígenas, en

términos legales, eran “bienes inmuebles” por destinación.

Esa población, solo fue liberada del sistema hacendario, gracias a las estrategias dominantes del

propio Imperio, de los Estados Unidos, que en medio de su arremetida con la “Alianza para el

Progreso”, al lograr imponer en el Ecuador un Gobierno Militar bajo control directo de la Central de

Inteligencia Americana (CIA), como lo denuncia el Agente que dirigió ese operativo, Philip Agee,

le impuso, también, que expidiera la Ley de Reforma Agraria, para, por fin, lanzar dicha masa

de indígenas y descendientes (“presa” de las haciendas) hacia el mercado laboral, pero esto ocurría

ya en el año 1964.

De allí que, como referente del concepto material, e ideológico-social, que manejaban las clases

feudales gobernantes del país, y como simple muestreo de lo que se acaba de afirmar respecto a la

equiparación conceptual de los indígenas con el ganado, valga este fragmento de una carta de García

Moreno, dirigida a sus cuñadas, reproducida por Severo Gomezjurado Erazo, en su obra “Vida de García

Moreno”, la misma que es altamente significativa:

“Mis queridísimas hermanas: He comenzado ya a negociar la Cocha y el Tablón [haciendas de sectores

cercanos a la ciudad de Quito que hoy corresponde a los barrios San Bartolo, El Recreo, Durán Ballén,

La Internacional, La Argelia, Aída León y otros], con bastantes esperanzas de un buen resultado... El

temperamento de la Cocha es abrigado. Su distancia de Quito es de cinco leguas. El número de indios

de ambas haciendas de es veinte y ocho, poco más o menos, según ellos me han dicho. Pero en el

inventario antiguo constan cuarenta y seis... habrá que verificar porque estos verdugos suelen

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esconderse… el número total de reses mayores es de trescientas cuarenta..." (Gómezjurado Erazo, 1964) 22

Se puede apreciar, cómo el propio Presidente de la República, el gestor y dirigente del Estado, les

contabiliza a “los indios” como parte del inventario de la hacienda, pues, los indígenas forman parte

de ella, al igual que las reses. Con razón le daba igual que el Ecuador sea un Estado soberano o un

simple protectorado francés. Su hacienda y sus indios, eran su Universo-feudal.

De allí que el problema de la identidad nacional requiere de un Estado Nacional. Es un problema de

estructura material-objetivo pero también es un problema político; y, además, son problemas que se

desprenden de: lo religioso, lo cultural, lo educativo y lo ideológico; y ello, en los ámbitos contextuales

del Estado como entidad suprema-total y como entidad que, también, como señala Max Weber (1992),

en forma concluyente y axiomática:

“Aquello que se denomina socialización no es otra cosa que una especie de la coerción exterior

ejercida por estos hechos sociales y que les permite anidarse en el individuo hasta convertirlo en un

ser plenamente social…” (Weber, 1992, pág. 5)23

En definitiva: la identidad nacional, solamente pueden provenir de la institucionalidad del Estado

Nacional. Si no existe esa base material, que parte de la existencia de un mercado nacional, no podrá

haber sentido, comprensión o un mínimo lineamiento del Estado Nacional, no se podrá construir

“identidad nacional”, así de simple, porque: del mismo modo que “Los Contextos” no surgen de la nada,

la noción de nacionalidad estatal no puede existir sin que exista, primero, dicha base.

En idéntica forma: si el Estado instituido, no tiene noción de su soberanía e individualidad como tal,

como Estado Nacional, porque le da lo mismo su “ser interior” que convertirse en Protectorado de otro

Estado; y, además, por la dispersión de sus unidades económicas, ya que así se estructuran las formas

correspondientes al modo de producción feudal, entonces, no puede existir Identidad Nacional, porque,

precisamente, no existe lo Nacional y ese Ser Nacional.

De todos modos, para la década de 1930, se ha ido formando todo un conglomerado humano que

al haber fugado de las haciendas, se genera en ellos lo que el historiador Jorge Núñez denomina

“El Desarraigo” que lo vive en su cotidianidad, en sus extrañamientos, en su perceptividad del

nuevo entorno (donde es igualmente infeliz) y, por qué no, en “los imaginarios” de ese desarraigo.

22. GARCIA MORENO, Gabriel, carta personal a sus cuñadas, en, GOMEZJURADO, Severo (1964), Vida de García Moreno, T.I, Ed. El Tiempo, Cuenca, 1.954, p. 235. 23WEBER, Max, (1992) Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva, Ed. Fondo de Cultura Económica,

México D. F., p. 5

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Entre quienes fugan de las haciendas están los “cholos”, aquellas personas híbridas de raza, que

son producto del Derecho de Pernada o de la simple utilización sexual que hacen los patronos

feudales con las “longas”, indias jóvenes, de cuyos pasajes está llena la obra de Jorge Icaza, uno de

los más destacados representantes de la novela indigenista ecuatoriana de la década de 1930, aunque

también entre ellos se destaca Sergio Núñez.

A los productos de ese hibridismo racial, se los denomina “cholos”, son propiamente los mestizos

que en las haciendas tendrán cierto rango de “privilegio”, porque todo el mundo sabe que “es hijo de

patrón”; y en veces hasta son los destinados naturales para el desempeño de ciertos cargos

intermedios de la gestión hacendaria: son “cuentayos” (los que anotan las deudas de los “indios

conciertos” en los Libros de Cuentas), son “jefes del repelo” (organizadores de la distribución del

ganado en los distintos potreros), son choferes de ciertos tractores; y, hasta llegan a ser mayordomos:

el culmen de las aspiraciones del cholerío.

Esta secuencia “jerárquica” se infiere de la novela “Cholos” de Jorge Icaza (1938); y de

información personal obtenida en entrevista a Joaquín Tipán, veterano lúcido, de 92 años, ex

mayordomo de la Hacienda El Garrochal (situada en el lado oriental de Guamaní), quien hoy goza

de una relativamente holgada posición económica, gracias a que lotizó, los terrenos que fueron de su

huasipungo: unas dos hectáreas.

Precisamente la novela Cholos refleja con nitidez, lo perverso de las conductas de ese personaje

ante los suyos, cómo tortura a los de su raza: de chiste les echa miel de caña hirviendo en los brazos,

en las manos, en las piernas o los pies, para que se despierten cuando cabecean de sueño por el

agotamiento de su jornada de trabajo; se siente superior, se sabe “blanco”, hijo de patrón; pero,

cuando debe emigrar a la ciudad, descubre que es el ser más insignificante, que está fuera de su

medio, que es el “hazmerreír”, que es víctima del desprecio por parte de quienes él pretende

asimilarse. Esta es otra sintomatología bio-psico-social del desarraigo, distinta a la del indio que

logró fugar de la hacienda pero que está destinado a laborar en las ciudades de cargador.

Tal desarraigo, al ser masivo, al ser cotidiano, al ser perenne, genera un sentido, o sentimiento-

perceptivo de afectos vinculantes hacia el terruño, hacia la tierra; y empieza a sembrarse aquel

verdadero “sentimiento de patria”, de lo propio (aunque sabe que nada tiene, que no es “su tierra”),

pero siente “como suyo” aquel lugar al que se quiere volver, donde “no tiene más tierra/ que la que

lo han de echar/ en el cementerio/ que le han de enterrar”, como dice la canción anteriormente

transcrita.

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En tales niveles de desprendimiento de ese medio que forma parte de su ancestro, de su

cosmovisión, de su sentir personal, acuciado por la soledad de dicho extrañamiento, se forman

condiciones determinantes para que asome aquel “sentido de querer identificarse” con algo. Este

sentir, agregado al hecho de su convivencia dentro de aquel naciente mercado de trabajo urbano (y

de la necesidad de mercancías con las que debe satisfacer sus necesidades básicas de sobrevivencia),

produce las bases materiales nacientes, para crear aquel imaginario abstracto-perceptivo de

“identidad”.

Entre esa población apta para el consumo de aquel producto discográfico de la música nacional,

un producto que les va a generar, emociones, sentimientos, perceptividades e imaginarios, los

mismos que al estar vinculados con un sistema de armonías que las siente, y las sabe, como propias

(porque forman parte de sus ritmos ancestrales) este producto-mercancía, plasmado en un disco

que se difunde por las radios, que tiene esa magia embrujante de significar lo que deplora, lo

que ama, lo que ansía, lo que apetece (el retorno de su desarraigo, entre otras cosas); y,

entonces, todo ese entorno se convierte en el elemento fundamental articulador de la tan

ansiada identidad nacional. Es su música, la música del Ecuador, la de su procedencia, la de su

patria,

Este inmenso grupo poblacional de desarraigados, son quienes generarán: un tipo, una forma, una

brizna aunque sea, del sentido y sentimiento de identidad con el Estado Nacional. ¿Cómo lo harán?

A través de la música según queda indicado, y a partir de todo ese proceso de producción discográfica

que se inicia en la década de 1930.

No se puede plantear en términos excluyentes ni como categorías alterno-absolutistas, de si hubo

o no hubo “identidad nacional” en la década de 1930, puesto que, según el gran estudio de Rafael

Quintero López y Érika Silva Charvet, hasta hoy, el Ecuador es una nación en ciernes, criterio que

se comparte en este trabajo.

Lo que ocurre en la década de 1930, con el inicio de ese auge del mercado nacional del producto

discográfico de música ecuatoriana, definida bajo los términos del capítulo anterior, es, como ya se

ha dicho, la siembra de un sentido o sentimiento de nacionalidad, de una forma de creación afectivo-

perceptiva con el Estado, precisamente porque esa mercancía discográfica, es una mercancía

nacional, articuladora de un mercado nacional interno, y por lo tanto proveedora del elemento

fundamental para “armar” al Estado Nacional, para integrarlo, para que aparezca, desde ese aspecto,

como una unidad; y, claro este elemento material objetivo provoca la identificación de sus habitantes,

con el “alma nacional”, como lo habían titulado a un programa radial de “La Voz del Valle”, situada

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en Machachi, pero con alcance para las provincia de Cotopaxi, y toda la parte sur de Pichincha,

incluido el sur de Quito.

Y esa identificación de los habitantes con aquello que se acaba de denominar como “alma

nacional”, a partir de la música nacional ecuatoriana, es, si se quiere, invasiva, no “respeta” estratos

sociales ni condiciones económicas, ni siquiera los ámbitos ideológicos de las políticas dominantes,

salvo la finura exquisita de sus controles subliminales, como cuando a Carlos Rubira Infante se le

obligó a cambiar el simple término “proletario”, que constaba en una estrofa del pasillo “En las

Lejanías”. Dicho autor debió cambiar la estrofa completa*24.

Como un epílogo puntual a esta parte del análisis, se puede adelantar, también, que por estas

razones materiales concretas es que, al desaparecer el mercado discográfico de música nacional, a

finales de la década de 1970, desaparece el producto articulador de esta forma de identidad, de este

tipo peculiar de vínculo de sus gentes con el Estado; y, de paso, este fenómeno, lleva a la

investigadora Ketty Wong a afirmar, ahora, que “música nacional” es cualquier “imaginario”, aunque

se trate de tecnocumbia, de reggaetón, de bachata, etc.

2.5. Conclusiones:

Como hecho social empírico, concreto e inobjetable, es que el Estado constituye una institución

material objetiva, que abarca a la sociedad entera y a todas las asociaciones de distinto orden que se

hallen bajo su territorio o jurisdicción, pero que solamente el Estado capitalista, puede crear un

mercado nacional estructurado dentro de un territorio que rompe las barreras localistas de los feudos

e integrarlos como un todo, bajo su sistema de producción y circulación de mercancías, y, por lo

tanto, es capaz de crear un Estado Nacional.

Por consiguiente, es el Estado Nacional, en función de los contenidos materiales correspondientes

a su base social (el mercado nacional en el Estado capitalista) quien debe delinear la superestructura

correspondiente a dicha Base, lo cual implica articular los contenidos inherentes al sistema

24 Nota: En efecto, la estrofa original de dicho pasillo decía: “Soy el retrasado de la caravana/ soy un PROLETARIO de la incomprensión/ soy uno de tantos de la grey humana/ a quien nada queda sino el corazón”. Se puede apreciar, claramente, que el contexto nada tiene que ver con ninguna formulación conceptual de “clases sociales” ni de “comunismo”; pero su simple mención, es finamente CENSURADA por la empresa disquera, que no pierde la oportunidad para borrar del lenguaje cotidiano el más leve vestigio o relación con quienes, ya para entonces, emergían con sus organización en las fábricas, con sus huelgas y con sus luchas de clases. Esa estrofa fue cambiada por el autor con el siguiente texto: “Corazón anciano ya no hay quien te quiera/ la tragedia es dura de tu senectud/ ya para mis huesos cuando yo me muera/ tal vez lo más blando será mi ataúd. ”

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económico, social, religioso, ideológico, político, jurídico, etc. que pasan a conformar los

imaginarios que generan la adherencia e identificación de sus pobladores con su estructura

institucional. A estos criterios ideológicos predominantes, es a lo que Antonio Gramsci denomina el

Polo Hegemónico.

La incipiente estructuración de un mercado nacional en el Estado ecuatoriano, hasta la década de

1930, bajo los términos ya indicados, y la práctica disgregación de su sistema económico-social por

efectos de la persistencia del sistema feudal-hacendario, determina que hasta esa década no se den ni

nazcan las condiciones objetivo-materiales para la existencia de un Estado Nacional; y, por

consecuencia obvia: de una identidad nacional. Entonces, a pesar de que existen ciertas mercancías

que circulan a nivel nacional, éstas no son determinantes en vista de aquella estructura de la base

social hacendaria. No basta entonces con que un producto se venda a escala nacional, sino que se

den los presupuestos económicos estructurales señalados por Adam Smith, y tomados en cuenta

como base científica del análisis socio-económico bajo los paradigmas marxistas, materialistas

dialécticos.

Al no existir un Estado Nacional hasta la década de 1930, (según lo confirman con su amplio

estudio, análisis e investigación de muchos años Rafael Quintero y Érika Silva), no puede existir el

efecto de aquél: una identidad con aquello que no existe es imposible.

Pero, ese vacío económico-estructural, y de su base social, viene a ser llenado en esa década, por

la producción discográfica de la música ecuatoriana (expresada por ritmos vernaculares andinos:

sanjuanitos, danzantes, yumbos, yaravíes, tonadas; y en ciertos ritmos citadinos como el albazo, el

pasacalle y el pasillo) lo que provoca un triple proceso:

a) En primer lugar la articulación de un mercado nacional alrededor de dicha producción

discográfica;

b) En segundo lugar la generación unificadora del Estado; y,

c) En tercer lugar, la adherencia perceptiva (IDENTIDAD) de la población destinataria de ese

producto-mercancía (musical) con sus ritmos, sus vivencias, sus cosmovisiones, su terruño y,

claro con ese naciente Estado Nacional.

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CAPÍTULO III

LA PRODUCCIÓN DISCOGRÁFICA DE MÚSICA ECUATORIANA

EN LA DÉCADA DE 1930-1940 Y SU EJECUCIÓN COMERCIAL

MASIVA

3.1. Introducción

En el presente capítulo se va a descubrir el contexto económico-social: determinado por la base

social del mercado nacional para la producción discográfica de música ecuatoriana, lo cual genera la

nueva institucionalidad del Estado; y, socio-cultural: de la superestructura ideológica,

cosmovisionaria, representada por los imaginarios generados por ese mercado de música

ecuatoriana, para producir los asomos de una Identidad con el Estado Nacional, fenómeno que se

produjo desde el año 1930, de manera particular y especialísima.

Nuevamente, se debe aclarar que en esta investigación no se trata de hacer una historia de la

música nacional, ni de aseverar que “solamente a partir de 1930 se ejecutó música nacional en el

país”. Nada de eso. Lo que sí ocurre como hecho sociológico irrebatible, es que antes de 1930 no

existieron condiciones para producir masivamente la música ecuatoriana para un mercado nacional,

a través del insumo discográfico; y, por lo tanto, esta música (integrada por los ritmos ya indicados)

estaba enclaustrada, encerrada a través de dos vías:

a) Como simple armonización litúrgica de cánticos religiosos, pues la Iglesia utilizó los

yaravíes, los sanjuanitos, las tonadas, los danzantes, los yumbos para fines

eminentemente litúrgicos, sacramentales y para todas sus celebraciones del calendario

gregoriano; y,

b) A partir del siglo XX, como música de ejecución instrumental limitada, ejecutada por

bandas, que solamente podían escucharla quienes estaban en condiciones de asistir a las

retretas, y eso también: en ciertos centros urbanos donde las habían; además, dichas

bandas empezaron a constituirse desde la Revolución Liberal.

Por tanto, al no ser la música nacional un producto masificado para el mercado nacional, o mejor:

al no existir tal mercado nacional de producción discográfica, no se podía generar ese proceso

identitario relacionado con lo mestizo, lo urbano y lo popular, ya que la música nacional como se

está entendiendo en esta investigación, no articulaba dicho Mercado; por ello es que la producción

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discográfica, como todos sus efectos colaterales, y con la funcionalidad super-estructural de la

música nacional ecuatoriana, empieza a perfilarse en esa década de 1930, porque, además, dicha

música, como elemento cultural que se afinca en el pueblo, se convierte en el producto idóneo y

adecuado para articular ese mercado nacional tan necesario. Este es el contenido básico del proceso

sociológico que se da a partir de 1930, dentro del tema que ocupa esta investigación

3.2. El contexto económico-social y socio-cultural, nuevo, de 1930

¿Qué personas conformaban el entorno de la base social del Estado ecuatoriano? ¿Por qué ese

contexto económico-social, existente hasta 1930, no había logrado articular un verdadero Estado

Nacional? ¿Quiénes estaban en medio de la trama o estructura socio-económica, como población, o

base social, receptora de la música nacional ecuatoriana? ¿Por qué antes de la existencia de la música

ecuatoriana, como producto discográfico, esa misma música no logra crear las percepciones e

imaginarios que sí se producen a partir de la década de 1930?

Estas interrogantes sólo pueden ser respondidas a partir de un análisis de la estructura social

existente en 1930, pues, si se ha afirmado como paradigma sociológico fundamental de este trabajo

investigativo, que el capitalismo es el único sistema económico-social que genera los modos de

producción y las relaciones de producción aptas para la institucionalización y desarrollo de un

mercado nacional, toda vez que en los períodos históricos anteriores (esclavismo y feudalismo) no

se articulan Estados Nacionales, sino unidades productivas aisladas y autárquicas, en la que cada

dueño (pater-familia, patriarca o amo feudal, respectivamente), impone sus barreras, sus aduanas y

su territorialidad propia.

Por ello es que, aparte de lo señalado en el capítulo anterior sobre el contexto de la base social en

el Ecuador de 1930, se debe tomar en cuenta que a dicha base, se sumó un ingrediente de convulsión

en el país, por el desarrollo de los sectores asalariados que generaron reclamos al sistema de

dominación gamonal y oligárquico que controlaba el Estado, como: los trabajadores del ferrocarril,

de las empresas telefónicas, de los servicios municipales, del aseo de calles, (que ocupaba

fundamentalmente a los indígenas emigrados, a quienes se los denominaba “capariches”; y hasta hay

varias canciones con dicho título), los servicios de telégrafos (no sólo técnicos telegrafistas sino

mantenedores de líneas, trabajadores del tendido y del cableado y más asistentes, generalmente

denominados “peones”; estas últimas también eran ocupaciones predominantemente indígenas). Hay

incluso acarreadores de agua, que la reparten por barriles a los domicilios, llevándola desde las piletas

de las plazas públicas, como la de San Francisco, en la ciudad de Quito.

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Pero también se incrementan los asalariados del sector privado: fábricas, carpinterías, panaderías,

astilleros, comercios, (a más de los vendedores de mercados y feriantes, en gran número),

transportistas: arrieros y carretoneros, estos últimos son una de las fuerzas básicas de la movilización

popular del 15 de noviembre de 1922.

Para 1930, los sindicatos campesinos, y los de indígenas principalmente, tienen un rol de gran

protagonismo en las luchas sociales. De hecho el primer sindicato organizado en el país como tal, es

el “Sindicato de Trabajadores Campesinos de Juan Montalvo” (Cayambe) que, según lo refiere Marc

Becker (2002) en su obra, Movimientos Campesinos en Cayambe, se propone como objetivos:

“… defender las tierras de los campesinos, elevar los salarios de los trabajadores, reducir el número

de tareas y las horas de trabajo, terminar con el trabajo obligatorio no asalariado, exigir un mejor

trato para los campesinos indígenas y poner fin a los abusos de los hacendados, y por el acceso a

la educación.” (Becker, 2002) (Becker, 2002, pág. 1) 25

Mujeres indígenas se integran a esas luchas sociales: surgen líderes como Dolores Cacuango y

Tránsito Amaguaña, en la zona de Cayambe, que se convierten en legendarias, puesto que encabezan

los levantamientos de Pesillo (Hacienda de Comunidades clericales) y de Moyurco, precisamente en

1930, y casi simultáneamente se produce la huelga en la Hacienda del gran dirigente del Partido

Conservador: Neptalí Bonifaz, quien fue el primer Presidente del Banco Central del Ecuador

Sociedad Anónima: 1927 (nombrado por Isidro Ayora, personalmente) y tres años más tarde (1931)

será el triunfador en las elecciones presidenciales; pero al no ser habilitado por el Congreso para

posesionarse como tal, desatará la famosa Guerra de los Cuatro Días.

La masacre de aquella huelga en la Hacienda de Neptalí Bonifaz, desencadena una verdadera

conflagración social en los sectores aledaños como en Changalá, Cangagua, Moyurco, La Chimba,

Guachalá y, prácticamente, todo el Cantón Cayambe.

Varios líderes socialistas, que de cierto modo respaldaron esas luchas campesinas serán apresados

y torturados de manera “ejemplar”, por el Gobierno de Isidro Ayora. Por ejemplo, Luis Fernando

Chávez es apresado en Cayambe, puesto grilletes, y obligado a caminar, descalzo, hacia Quito, hasta

el Penal García Moreno26.

Todas estas movilizaciones indígenas desembocaron en la constitución de la Federación

Ecuatoriana de Indios -FEI- en el año de 1936, aunque su reconocimiento jurídico, o legalización

25 BECKER, Marc, (2002), Movimientos Campesinos en Cayambe, Ed. CLACSO, p. 1 26 Como epílogo, se produjo una movilización campesina, con caminata desde Cayambe a Quito, que se inició el 10 de marzo de 1931, según refiere Raquel Rodas (1987) en “Tránsito Amaguaña: Su Testimonio” (ed. CEDIME: p. 42), quien

también señala que Tránsito Amaguaña realizó veinte y seis caminatas, realmente a pie, hacia Quito, desde Cayambe.

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efectiva, se dará solamente en 1944, después de “La Gloriosa”, en que también se legalizan: la FEUE,

la Confederación de Trabajadores del Ecuador –CTE– el Sindicato Único de Choferes y el Sindicato

Único de Profesores.

Todos estos procesos, permiten una mayor inter-relación e inter-penetración social de los varios

grupos sociales protagonistas, que luchan y cantan, que luchan y hallan nuevos temas musicales en

base a dichas experiencias. Se adaptan las letras de las canciones a aquellas músicas vernaculares,

que señalan las potencialidades de sus movimientos frente a la represión de sus patrones y del Estado

que los represente, como cuando dicen:

“… Pero la venada arishca/ pero la venda brinca/ y al patrón se le ha burlado/ y en las llanuras

de Atapi/ carajuuuuuu”

Por ello es indispensable referir que, de otra parte, las huelgas fabriles, especialmente de las ramas

textiles, como las de Otavalo, Atuntaqui; o La Victoria y La Internacional de Quito, provocan

verdaderas conmociones nacionales. En respaldo de ellas, se movilizaron hasta los estudiantes

universitarios. Y en la Huelga de La Internacional, se levantaron todos los barrios del Sur de Quito,

aledaños a esa fábrica.

Y si a lo expuesto se agrega la relativa unidad o coincidencias en las movilizaciones de reclamos los

obreros y campesinos, se tiene un panorama completo de que en el país había surgido una nueva

fuerza social, con esa consciencia del desarraigo, ya indicado en el capítulo anterior, pero también

con una consciencia espontánea sobre la situación de injusticia frente al apremio de sus necesidades

cotidianas (consciencia “en sí”, la denomina Paulo Freire: 1980, “Pedagogía del Oprimido”), porque

sus salarios son exiguos y no alcanzan ni para comer, tanto más si tienen familia que mantener; y,

tienen que verse forzados a vivir en tugurios, sin salubridad, sin servicios, sin acceso a la salud, sin

posibilidades de educación, etc.; pues, he allí el por qué existe una base social permeable a lo que

el historiador Jorge Núñez, de quien ya se hizo referencia, denomina el sentimiento del

“desarraigo” que se convierte en existencia poética y melódica, que es expresada en la letra y la

musicalidad de los pasillos, los yumbos, las capishcas, etc.

Esta situación práctica, material objetiva, concreta y vivencial de los obreros y pobladores de los

centros urbanos, de las fábricas (es decir del corazón del sistema capitalista, llamado a generar su

mercado nacional, incluso como necesidad de sobrevivencia, para tener a quien vender sus

productos) determina la existencia de aquellos insumos perceptivos, emocionales, sentimentales, bio-

psico-sociales, para que esa gente cante sus penas, tararee sus desencantos, entone sus tristezas,

melodice sus frustraciones y relacione toda esa música nacional que escucha por la radio, que cantan

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sus vecinos, que silban sus compañeros de trabajo, con sus desgracias cotidianas… Y la hacen suya,

se empoderan de esas notas, las convierten en lo más íntimo de su ser, porque es el único refugio, la

única fuente de consuelo.

Por consiguiente, en ese ámbito gran presión, apremios y extrañamiento, el “consuelo” más

idóneo, directo, perceptivo y hasta alienante para esa población urbana, ya integrada al mercado

nacional de mano de obra, en vista de semejantes niveles de desarraigo: es la música, su música, la

música ecuatoriana (ya no podía ser el minueto, que era el ritmo para consumo de “las altas clases”)

Insurgen, entonces, de nuevo, los ritmos ancestrales de ese pueblo explotado, “sufrido y

aguantador” 27 ; los ritmos que viven en el inconsciente colectivo de ese pueblo; aquellos que

pervivieron a través de la historia revestidos de la alienación religiosa, como cánticos rituales del

culto católico-romano: los yaravíes (que se cantaron durante toda la Colonia, con el “Salve, Salve,

Gran Señora”, “Purifica mi Alma”, “Sangre Generosa”); los sanjuanitos, que también se denominan

sanjuanes, los danzantes, los yumbos y las tonadas, que la Iglesia los utilizó como cánticos rituales

de La Natividad: villancicos, que incluso se los cantaba en quichua; o de las fiestas de San Juan, San

Pedro y San Pablo, o las del Corpus Cristi.

Las situaciones materiales objetivas de la población son frustrantes, las personas viven

sumergidas peor que en un naufragio, sus desgracias son muy grandes y no pueden hallar una salida

a esas miserias. Hasta se han acostumbrado a sus hambres, a la suciedad, a la insalubridad y al destino

seguro de su muerte en caso de que sean afectados, o contagiados, por las enfermedades propias de

tales ambientes: tuberculosis (la enfermedad más recurrente de la época) nefritis (y todo tipo de

enfermedades renales); y enfermedades biliares, hepáticas, estomacales, respiratorias, etc.

Las frustraciones son apremiantes, superlativas, la gente busca el suicidio, canta al suicidio de

varias formas, porque en la muerte encuentra su única salida, como en este pequeño muestreo:

“Señor tú que me diste/ esta pesada carga/ fatigosa y eterna/ de atravesar mi vida// te ruego que

termines/ mi jornada ya larga/ pues siento las angustias/ mortales del suicida” (pasillo serrano, de

Rubén Uquillas); o

27 Frase que Velasco Ibarra impostó como consigna de sus varias campañas electorales en sus fogosos discursos:

https://www.youtube.com/watch?v=kf2jPSfB4BQ

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“Insatisfecho y triste/ me repugna la vida/ y a veces siento un íntimo deseo de morir/ mi juventud

se siente/ desgraciada, perdida/ y en medio de la senda/ se resiste a seguir (pasillo costeño de Nicasio

Safadi)

Y, en medio de tales niveles de represión, castigos y embrutecimiento colectivo, los obreros y sus

familias buscan su evasión bio-psico-social en la bebida. El emborracharse se convierte en el

mecanismo de evasión más directo e idóneo para el callejón sin salida de sus vidas. Beben chicha y

el llamado guarapo que es la misma chicha con un tipo especial de fermentación. Es “La

Chumadora”, como dice un sanjuanito de Luis A. Nieto:

ESTRIBILLO:

“Páseme un pilche de chicha

“de esa que es bien chumadora

“quiero ahogar mi desdicha

“en chicha de pura jora.”

CORO:

“No me importará mañana

“el chuchaqui de esta chuma

“si me he bebido con gana

“toda mi poca fortuna”

“De la caña sale el jugo

“y del jugo el aguardiente

“lo que llaman el traguito

“el amigo más consciente”

El litro del mencionado guarapo cuesta diez centavos; y sobre este aspecto, el doctor Pablo Arturo

Suárez agrega:

“Podemos calcular que los consumidores de chichas y guarapos, en su mayor parte [negrillas y

cursivas de la autora] indígenas que ejercen oficios manuales en Quito, representan el 10 por ciento

de la población total, lo que para cien mil habitantes, daría una cifra de 10.000, cálculo que me parce

exagerado, ya que en él no se hace diferencia de edades ni sexos.

El consumo anual, por cráneo, aproximadamente, sería de 122 litros, con 25 centésimos de litro,

con un costo aproximado de 12,22 sucres. Si calculamos lo que tal vez es más real, la cantidad de

obreros que consumen estos productos en la mitad, es decir, en 5.000, el consumo anual por cráneo

sería de 244,52 litros, con un costo aproximado de s/.24.44 anuales.” (Suárez, 2012, pág. 30) 28

28 Ibídem, p. 30

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En tales ámbitos materiales, y como si una situación casi subhumana así descrita no fuera

suficiente, las condiciones de vida de los campesinos en las áreas urbanas son aún peores, y son los

más afectados porque en el trasfondo de toda esta superestructura ideológica discriminante: ser

“indio” es no sólo pertenecer a la última escala social, sino ser víctima de todo estigma, por parte de

todos los sectores sociales, bajo el imperio de la indicada monocultura “blanqueada”, donde cada

quien puja por “ser español”, como lo prueba incluso el propio “Himno a Quito”: Oh ciudad

española en el ande…”.

De allí que los campesinos, indígenas, que habitan en las urbes, luego de que han tenido que

migrar de sus lares, presentan una situación bio-psico-social mucho más grave, y que es detectada

por un estudio serio de la época, hecho por uno de los más célebres profesionales de la salud que ha

producido el Ecuador, el doctor Pablo Arturo Suárez, quien agrega:

“El 80% son analfabetos. El 20% a asistido a escuelas rurales pero apenas saben leer y escribir

mal.

“Las preguntas encaminadas a revelar su capacidad de cálculo, de raciocinio, de memoria, su

afectividad y sus aspiraciones dejan una honda impresión de inferioridad espiritual. No conocen el

placer.

“Llama la atención que en sus casas no se encuentra instrumento alguno que haga ruido, mucho

menos capaz de dar notas armoniosas. El rondador, la flauta (pingullo) tan propio del indio se ha

desterrado del hogar campesino.

“El desaseo es un estado habitual. Siempre desgreñados, cubierta la piel de costras de suciedad,

las uñas y cabellos largos y sucios, el campesino de esta clase ya no tiene consciencia del placer de

la limpieza…” (Suárez, 2012)

Pero además de esas condiciones descritas, en las urbes se hacina cierto tipo de mestizaje

entendido este como el cruce interracial de blanco e indígena, cuya condición fisonómica, lo hace

sentirse diferente de su raza de origen. Se produce en él lo que Jorge Enrique Adoum (1998)

denomina el “blanqueamiento”, aunque sus ambientes y entornos objetivos muestran que se trataba

de un tipo de mestizo “no blanqueado” del todo; pero, por efectos del estigma hacia lo indígena,

hacia “lo indio”, cada quien trata de “desmarcarse” (de renegar) de sus orígenes (trata de

blanquearse), aunque sus rasgos en el fondo lo delatan, y, en el contexto estigmatizante siguen siendo

“indios”, siguen siendo “cholos”; y, aunque fuesen “Romero y Flores”, como el personaje de la

novela de Jorge Icaza, su “estigma de cholo” no les quita nadie.

Pero ese estigma duele, ese estigma (de indio, de la mezcla con “sangre india”, de orígenes indios,

de ancestros indios, etc.) hiere, y duele mucho en aquella época; por ello, como “el chulla Romero y

Flores” tratan de blanquearse aunque tuvieran “mejillas como nalgas” según lo describe Jorge Icaza.

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De allí que, según lo anota Jorge Enrique Adoum (1998), en su obra “Ecuador: Señas

Particulares”, existe, todavía en el país:

“… Prepotencia, ante todo, verbal: en una expresión de racismo –porque aquí cada uno de nosotros

es el encomendero de alguien–, todos, incluidos los propios mestizos, emplean los términos de

‘indio’, ‘runa’, ‘rocoto’ (que intenta una descripción física), ‘auca’, ‘jíbaro’ y ese ‘natural’ que amo,

porque quien lo emplea se califica de golpe a sí mismo de ‘extranjero’ o de ‘artificial’, y también

‘zambo’ y ‘cholo’ como insulto. Son elocuentes, a este respecto, variaciones del lenguaje tales como

‘cholear’, tratar a alguien de ‘cholo’, y ‘acholarse’ por avergonzarse, en cualquier circunstancia, lo

que proviene de una ‘vergüenza de ser cholo’. El mestizo, por definición, excluye la noción de

pureza, reservada al blanco, al indio y al negro, lo que conduce, de no admitirse plenamente como

tal, a un innegable sentimiento de inferioridad racial. (Por una asociación de ideas, que resulta

evidente, recuerdo aquí un movimiento paraguayo, todavía en formación, de reivindicación del

mestizo que basa su autoestima en la antigüedad de su residencia en el país, frente al carácter reciente

de las inmigraciones foráneas.)” (Adoum, 1998, pág. 53)

Pero:

¿Acaso esa misma reivindicación, a la que se remite Jorge Enrique Adoum en la parte final de la

cita, no fue planteada y propuesta por los “Ejércitos Libertadores”, y luego por los fundadores de los

Estados “independientes”, para afirmar sus “Sistemas Contextuales” comunicativos y lograr el apoyo

indígena, o “del imaginario indígena” que sería más propio (porque en el fondo a los indígenas

simplemente se los obligaba, se los reclutaba, se los forzaba sin consultarlos siquiera, para integrarlos

a los ejércitos “libertarios”)?

En efecto, los indígenas conservaron en su cultura, y la conservan hasta hoy, la percepción

cognitiva, o el imaginario contextual, de que esta tierra, la de toda América, es una tierra suya, que

les fue arrebatada por los conquistadores y colonizadores españoles; y que les seguía siendo

arrebatada por sus “libertadores”.

Los libertadores, precisamente, mitifican el pasado indígena y lo instrumentalizan en función de

sus intereses, para sacarse del paso a “los chapetones”. Hablan de la “gran usurpación”; y se

presentan como abanderados del reclamo, o mejor “del imaginario”, indígena; pero, luego, una vez

logrados sus objetivos de tomar el Poder, será reemplazado por el discurso del menosprecio.

Sin embargo, como se puede apreciar, para la década de 1930 habían cambiado los “sistemas

contextuales” de la superestructura de ese Estado; y se habían afincado nuevas perceptividades,

gracias a las luchas populares señaladas y al mercado nacional del producto discográfico, hecho con

música ecuatoriana.

De modo que para la época de 1930 y el decurso de esa década que ocupa a este estudio, existen

nuevas condiciones económico-sociales, nuevas circunstancias socio-políticas; pues, los indígenas y

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mestizos (o indios y “cholos” como es la denominación del lenguaje sistémico y contextual común)

representan un número significativo y cada vez más creciente de la población; y de una población

integrada al mercado nacional de oferta de mano de obra o de “fuerza de trabajo”, para utilizar el

lenguaje marxista estricto.

Las diferencias cotidianas entre indios y cholos son muy sutiles (aparte de los prejuicios

introyectados como contextualización Del Sistema comunicacional, y que lo retrata con suma

maestría Jorge Enrique Adoum, en la cita anterior):

Los indios beben y farrean en “guaraperías”; y,

Los ya mestizados en “cantinas”.

Los brebajes de sus francachelas son casi los mismos: el trago. Así se denominaba al licor de

caña que ahora suelen llamarle “puntas”, y que en las guaraperías lo mezclaban con chicha de jora

fermentada. Eso es todo. Y estas conceptualidades se reflejan en la letra del sanjuanito “Pilche de

Chicha”, que fue transcrito anteriormente, en la que se canta, por igual, al señalado “pilche de

chicha”, como “al traguito”, al licor de la caña, al aguardiente.

De otra parte, como ya se indicó, se estima que para 1930 la población de Guayaquil era de unos

60.000 habitantes, con lo que, superaba con poco a la población de Quito, en una proporción mínima

realmente; mientras la población total del país se la estima, por 1930, en unos dos millones, la

mayoría de la cual seguía perteneciendo a la Sierra. Sólo con el Primer Censo de 1950, se tuvo un

dato cierto de la población nacional. En ese año: 3’211.916 habitantes. De modo que el cálculo

ponderado de dos millones de habitantes en 1930, resulta bastante ajustado a la realidad.

Pero en esta década de 1930, la migración hacia Guayaquil es muy acelerada, desde todas las

regiones o provincias de la Sierra, especialmente: Azuay, Chimborazo, Bolívar, Cañar, Azogues,

Tungurahua, Pichincha y Loja. El ferrocarril contribuye mucho a este proceso migratorio.

Músicos como Francisco Paredes Herrera, el más grande y prolífico compositor de pasillos, es

precisamente cuencano, pero se radica desde muy joven en Guayaquil; y las canciones de Cristóbal

Ojeda Dávila, compositor quiteño, de origen lojano (autor de Alma Lojana, entre otras; y muerto en

la Guerra de los Cuatro Días) son grabadas por el Dúo Ecuador, integrado por Nicasio Safadi y

Enrique Ibáñez Mora, en los Estados Unidos, cuando pudieron hacerlo en Riobamba, en el Complejo

Industrial EL PRADO, que contaba con la suficiente tecnología.

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En fin, desde 1930, y a partir de la producción discográfica de música nacional, se abren las

posibilidades reales de un mercado nacional, porque existe, en número suficiente, la población idónea

y predispuesta a recibir, como “consuelo de sus penas”, este otro mensaje contextual de sus

imaginarios, como producto nacional, y propio de un mercado nacional. La que hasta aprende a

amar, en estos nuevos contextos de la base social descrita; y a encontrar dicho “consuelo” en medio

del “refugio amatorio; de allí que uno de los sanjuanitos del compositor costeño Carlos Rubira

Infante, cantado por sí mismo a dúo con otra cantante también costeña Fressia Saavedra

(guayaquileños ambos) y cuya grabación es reproducida hasta la década de 1970 dice:

“Por fin ya tengo/ consuelo para mis males/ alivio para mis penas/ contigo negra”

“Con tus caricias, soy bien dichoso/ y voy cantando, mis alegrías”

“Por fin ya tengo/ consuelo para mis males/ alivio para mis penas/ contigo negra”

Este estribillo, se repite tres veces en el disco, con cierta instrumentación, para completar los dos

minutos y treinta segundos, que son “de rigor”.

Se puede apreciar que ha surgido otro contexto de un nuevo Sistema comunicacional, de las

cosmovisiones, y de los imaginarios: a través de la música concebida, percibida, sabida e

inteligenciada como ecuatoriana, como SU música, con sus ritmos de ancestro, con sus propios

timbres melódicos, con sus lamentos, sus “desarraigos”, y las ansias que bullen en el fondo de sus

almas, pretendiendo “volver a su tierra”; y/o, “hallar consuelo en medio de tal desarraigo.

De allí que el trabajo del historiador Jorge Núñez Sánchez, cuya primera aproximación la

publicara en la Revista CULTURA del Banco Central, en 1982, sobre la “música del desarraigo”

resulta altamente acertada, pues refleja con exactitud meridiana, cuáles fueron los contextos

perceptivos, de manipulación sentimental-afectiva, que manejaron las empresas disqueras como

parte de su mercadeo del producto: la música nacional, prensada en discos, para la materialización

de un buen negocio, y la generación de un mercado nacional.29

29 Dato obtenido por información personal, al ser entrevistado, Jorge Núñez manifiesta que se encuentra ampliando su

estudio sobre el tema, y que lo publicará como libro próximamente.

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3.3. ¿Qué es lo que se considera o debe considerarse como la música nacional

ecuatoriana, para los efectos del presente trabajo investigativo?

NO es el espacio para incursionar en un análisis teórico-musical amplio sobre lo que se debe

considerar como música ecuatoriana en sus más variados géneros, orígenes, estructuras, vínculos

étnicos, etc., porque para hablar de ella se tendría que analizar las múltiples, y casi infinitas,

variedades de música vernacular o aborigen existentes en el territorio del Estado ecuatoriano, tanto

más si el país actualmente se instituye como un Estado Plurinacional, Intercultural y Multi-Étnico.

Por ejemplo: los compases, estructuras, tiempos, armonías, contenidos tímbricos, formas de

ejecución, etc., de la música: monofónica, monódica, heterofónica, etc. de las distintas etnias del

Oriente ecuatoriano; y de sus sistemas musicales: pentafónico, modal o politonal. Esto ameritaría un

estudio aparte, muy particularizado por cierto; y convertiría a este estudio en musicológico, de otra

área del conocimiento.

Pero, la presente investigación no está encaminada a ese objetivo, sino a mostrar cómo el mercado

discográfico de aquellos ritmos propios a los que se les ha definido como representativos de la música

vernacular ecuatoriana, articularon un mercado nacional de esa música y todo su entorno de

imaginarios socio-culturales, el mismo que a su vez articula al Estado Nacional, en el que se generan

los imaginarios de esos ritmos nacionales, proporcionando una forma de la correspondiente identidad

nacional.

No está por demás señalar el hecho de que de esa música, denominada “étnica” (entre otras formas

de apreciarla, categorizarla o analizarla) salvo ciertas grabaciones “in loco”, para determinados fines

de estudios antropológico-sociales o etnológicos, no ha pasado. Es el Maestro Luciano Carrera, junto

a un músico-etnólogo alemán quien tiene algún importante material sobre este tema.

No obstante, cabe una pregunta muy obvia: ¿Aquella música étnica, y de otros grupos o

comunidades, como las bombas del Chota, o los amorfinos montubios, es una música “ecuatoriana”

(así entre comillas)?

La respuesta es sí, sí lo es, en el sentido de que está dentro del Estado del Ecuador, un Estado que

había excluido a dichos grupos humanos.

Entonces, siendo que dicha música, de etnias como la señalada, existe dentro del territorio

ecuatoriano, es hecha por personas que hoy han sido reconocidas constitucionalmente como cultura

propia de este Estado, la música de esas etnias, formaría parte de “la música nacional”, pero, no es

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un asunto que concierna al presente trabajo de investigación, porque tales ejecuciones musicales,

hasta hoy, no forman parte del producto musical, dentro del mercado discográfico ecuatoriano, salvo

como piezas de muestreo; y, además, grabada con ciertos auspicios institucionales, para una

circulación verdaderamente reducida..

Por ello es que desde un inicio se delimitaron los ámbitos sociológico-musicales del presente

estudio: éste se limita a denominar música nacional a aquellos ritmos que siendo propios del país,

del Ecuador como Estado, se convirtieron en productos mercancía a través de la producción

discográfica, en la década de 1930, y que permitieron abrir, e instituir, un mercado nacional de dicho

producto, y, de esa forma, permitir que se articule el Estado Nacional, generando a su vez ciertos

asomos de Identidad Nacional.

Es en aquella época señalada, la década de 1930, que se abría la música ecuatoriana a un mercado

nacional muy propicio por todos los factores y hechos sociológicos anotados; y, cuyo auge se

mantendrá por tres décadas más: desde 1940 hasta 1970, en que comienza su decaimiento y hasta

casi su muerte total, salvo aislados intentos de “rescatar” dicha música realizados en décadas

posteriores en el mundo globalizado de hoy. (Pero incluso estas tres últimas décadas, tampoco son

materia del presente estudio).

Por consiguiente: en el contexto de este trabajo se entiende por música nacional al conjunto de

estructuras armónicas propias de los ritmos considerados ecuatorianos (yaravíes, yumbos,

danzantes, sanjuanitos, tonadas, albazos, aires típicos, capishcas, zapateados –también denominados

“chilenas”– y pasillos), conforme se indicó en los capítulos anteriores.

Esos ritmos son los que han sido ejecutados de forma instrumental o cantada, pero como producto

discográfico, es decir como simple mercancía que se dirige al mercado interno del país, conformando

e integrando, a partir de ese producto, un mercado nacional; y que, en el período señalado (la década

de 1930) genera un proceso constructivo de imaginarios populares que llegan a identificar a su

población con ese Estado Nacional, al margen de las intencionalidades de las productoras de discos,

cuyo único y exclusivo afán es el lucro, propio del sistema capitalista y del giro de su capital.

En esta investigación sociológica-musical no se trata, por consiguiente, de un análisis sobre lo

que puede denominarse “la música nacional” en sentido amplio o genérico; no se trata de un estudio

sobre sus orígenes o historia, ni de sus vínculos etnográficos o etnológicos; tampoco se trata de otros

ritmos que reflejen las culturas o nacionalidades específicas del país, entre otras cosas:

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a) Porque instituía una sola religión oficial exclusiva y única, con prohibición expresa de

cualquier otra. Así se instituyó desde la Constitución de 1830, y ese requisito se

mantuvo hasta la Constitución de 1906;

b) Tal extremismo fundamentalista excluyente, promovido por la iglesia católico-romana,

llegó al extremo de imponer el hecho de ser católico, como requisito para ser

ciudadano, en la Constitución de 1869;

c) Como se ha indicado, dicha iglesia controlaba toda la institucionalidad superestructural,

ideológico-religiosa, del Estado ecuatoriano, a través de múltiples entidades: desde el

control de los nacimientos, pasando por la educación, las clasificaciones de la relación

filial de los hijos (legítimos, ilegítimos, etc.), el control de los matrimonios y todo el

entorno de las relaciones de pareja; y hasta influía en la imposición de sanciones penales

por faltamiento a los sacramentos católicos como: delitos contra la religión o delitos de

adulterio y de concubinato, etc.;

En consecuencia, las culturas o nacionalidades ancestrales o afrodescendientes fueron totalmente

invisibilizadas, al punto que es anecdótica la posición del cientista social doctor Oswaldo Hurtado,

quien como Presidente de la llamada Asamblea Constitucional de 1997-1998, afirmó: “la

nacionalidad ecuatoriana no puede estar vinculada a la de trece etnias…” (MARTÍNEZ: 1.999)

De allí que, por esa concepción excluyente del Estado ecuatoriano, la música ancestral de aquellos

pueblos, comunidades, culturas, nacionalidades o etnias, no constituyó, ni podía constituir, producto

discográfico para el mercado, en aquella época: la década de 1930.

Por ejemplo, la música afro-ecuatoriana que tiene marcada diferencia entre la esmeraldeña y la

del Chota, hoy ya difundida, (aunque también “cumbiada”, “vallenateada”, “bachateada” y hasta

“chicheriada”), pero, toda esta música era “inexistente”, por la invisibilización a que estaba sujeta en

vista de la señalada monoculturalidad oficial del Estado Nacional ecuatoriano.

Una vez más: no son las sumas de textos ni de contextos los que conforman el Sistema

“autopoiético” ni “autológico” de un Estado, sino aquello que se establece y/o reconoce, de alguna

forma, por los centros del real Poder del Estado y que se expresa a través de la superestructura de ese

Estado.

Hoy ha surgido un nuevo refrán que refleja con claridad este concepto sociológico: “Lo que no

está en la televisión; no existe”. Se acotaría: “Lo que no está en los sistemas mediáticos

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fundamentales; no existe”; y el sistema mediático fundamental de aquella década de 1930 (incluso

por la inmensa novedad que entrañaba), era la radio, pues, permitía escuchar la música ecuatoriana,

en cuyo espectro de difusión, la emisora evangélica-bautista, HCJB, cuya señal se inaugura el 25 de

diciembre de 1931, se convierte en la principal promotora artística, con grupos de planta que ganan

salarios: Los Barrieros, Los Nativos Andinos, la Estudiantina Ecuador, Los Troveros Criollos, Alma

Ecuatoriana, etc.

Esa emisora, reparte radios, gratuita y masivamente. Esos aparatos, que solamente sintonizaban

su señal, tenían claros fines proselitistas religiosos, pero, como es la que contrata artistas

ecuatorianos, ejecutores de música ecuatoriana, para la difusión masiva de ella, y en vivo, produce

un impacto generalizado que, para los efectos sociológico-conceptuales de este trabajo, ayuda al

desarrollo del mercado nacional, de ese producto discográfico portador de la música ecuatoriana,

que es el que logra generar los señalados atisbos de identidad nacional.

Es, pues, precisamente, en la década de 1930, cuando surge en el país, en el Ecuador, ese sistema

comunicacional que es masificador de la palabra, del “Sistema contextual”, de las “Ideas Madre”, de

los Sistemas “autopoiéticos” y “autológicos”: ¡LA RADIO!

La radio no es más que la utilización de las ondas electromagnéticas, reproducidas artificialmente

por medio de “transmisores” que, incluso, inicialmente utilizan líneas alámbricas, desde los estudios

donde se produce el sonido hasta el “transmisor” desde donde se expande o se emite al aire, al

espacio. 30

Para finales de la década de 1920, en 1929 exactamente, llega este invento al Ecuador, y se

materializa por intermedio de la instalación de la Radio El Prado, en la ciudad de Riobamba, la

primera radio del Ecuador, que realiza su emisión de prueba el 27 de febrero de 1925, según lo

consigna Mario Godoy Aguirre (2007), en su “Breve Historia de la Música del Ecuador”, aunque la

primera emisión formal, fue el 13 de junio de 1929. (Godoy Aguirre, 2007)

Su propietario privado: es el ingeniero electrónico Carlos Cordovez Borja, hijo del Propietario de

la fábrica textil El Prado, que es todo un complejo industrial. Dicho ingeniero había estudiado en

Austria, donde adquirió ese título, y apenas regresó al país fue Gerente de la General Electric de

Guayaquil, por el año de 1913.

30 El inventor de este aparato “transmisor” es el alemán Heinrich Rudolf Hertz, en el año de 1.888.

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La fábrica textil El Prado, era en verdad todo un complejo industrial, puesto que tenía desde planta

propia de generación de luz, instalada gracias a los conocimientos técnico-científicos del hijo del

propietario, y fomentaba múltiples actividades que en ciencias administrativas se denominan de

“organización informal” (no propias del sistema empresarial, pero conexas y útiles para ella); a la

cual, en la Sociología moderna, se le ha denominado “responsabilidad social” de las empresas, que

tiende a lo mismo: “apoyar” y promover las actividades sociales, culturales, deportivas o hasta

educacionales (como la concesión de becas por ejemplo, aquello que los trabajadores solían reclamar

en sus contratos colectivos).

Por lo indicado, el complejo industrial El Prado de Riobamba, organizaba y financiaba desde

bandas de pueblo, hasta concursos atléticos, clubes deportivos, como: el Club Deportivo El Prado,

los Gladiadores de El Prado (en fútbol); clubes de básquet y hasta de natación. Entre estas múltiples

actividades empresariales “informales” o “de responsabilidad social”, promovía: bandas de músicos,

orquestas y, claro: cantantes e intérpretes de música propia de la zona, lo que vale decir “música

nacional” ecuatoriana, con los ritmos a los que ya se ha hecho referencia.

Como producto de estas actividades artístico-musicales del Complejo Industrial El Prado, surgen,

por ejemplo:

El gran pianista empírico pero gigantesco ejecutante de música nacional, Huberto

Santacruz (cuentan que se regocijaba, informando que él no estudió en ningún

conservatorio; pero tenía un alto conocimiento teórico y melódico, que se puede

apreciar escuchando sus grabaciones en solos de piano, o también como integrante del

Conjunto Los Barrieros);

Su hermano Camilo Santacruz, guitarrista, también ejecutante de música popular

ecuatoriana, promotor e integrante del Trío Los Indianos, dueño de la marca del Trío,

que lo mantuvo por toda su vida;

La propia familia Godoy, en su primera generación, es producto de esta extensión

cultural del Complejo Industrial El Prado de Riobamba. (El actual ejecutante y

compositor Paco Godoy Aguirre es vástago de la quinta generación, de dicha familia);

Se debe nombrar también por su trascendencia en aquella época, a otro gran

compositor, quiteño, que debutó a los 19 años en el Teatro Colón de Guayaquil con una

Compañía Colombiana de “Zarzuelas y Operetas”; pero que, luego, hizo su vida artística

en Riobamba alrededor de este Complejo El Prado, y es creador de toda una generación

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de artistas: Rubén Uquillas, autor de capishcas como: El Maicito, Vestida de Azul,

Corazón Cobarde, Padecer Amando, Ay No se Puede y otros; pasillos como: Tatuaje,

Te Alejaste, Dolor de la Vida, Claro de Luna, Alma Dolorida, No Pretendo; albazos,

como: Apostemos que me Caso, Pajarillo, El Tropezón; los aires típicos: Bonita

Guambrita, Solterito, Casa de Teja; tonadas como: Ojos Azules, Me Has Robado el

Corazón; sanjuanitos, como: El Aguacerito, El Chiquichay o Cuando Vengo no más

Vengo. Luego, integró un trío con su hermano Plutarco y con Carlos Izurieta, fueron

de gira por Colombia, se radicaron en Venezuela; y grabaron, para el sello RCA Víctor,

un total de 84 composiciones suyas. Rubén Uquillas es padre de Rosa y Lida, más

conocida esta última, en verdad, una intérprete legendaria que aún ejecuta la música

nacional. Tiene actualmente su Peña en Guayllabamba*31.

Estas fueron las ejecutorias de la indicada Radio, El Prado, y de todo ese complejo industrial del

mismo nombre, que tiene gran trascendencia para la música nacional ecuatoriana. Una historia un

poco escondida, porque siempre, se le da relevancia mediática predominante, al hecho de las

grabaciones realizadas en Estados Unidos por el Dúo integrado por Nicasio Safadi y Enrique Ibáñez

Mora, también llamado Dúo Ecuador; y, lo peor es que a este hecho, se lo presenta como único y

excepcional, desmereciendo el real aporte y la alta tecnología electrónica ya existente en el Ecuador,

pero con base en una ciudad serrana que no disputa los “polos” centralistas de desarrollo.

Ya en materia de comunicación, este Complejo Industrial El Prado de Riobamba, organiza el

primer Club de Radioaficionados en el año de 1924, de modo que cuando se instala la Radio El

Prado, y empieza sus emisiones en 1929, esta entidad sirve como vehículo de práctica, socialización

y/o entretenimiento para los miembros del club, quienes disfrutaban estableciendo contactos con

radioaficionados de otros continentes y promoviendo la cultura, la música y el arte nacionales.

Embrionario fue el asomo de este “fenómeno” especial del siglo XX para el Ecuador de aquella

época. Ni siquiera se tuvo idea clara de para qué podía servir. La Radio El Prado de Riobamba dio

el impulso inicial para todo el Ecuador, ya cuando salió al aire regularmente, funcionaba apenas

ciertas horas los fines de semana.

Posteriormente “a la esposa de Don Carlos”, se le ocurrió leer por la radio de su propiedad, unos

poemas que los tenía escritos. Como gustó a la audiencia, se enriquecieron y proliferaron esas

lecturas con un poco de teatralidad escénica y de acompañamiento musical, en vivo. Así la Radio El

31 NOTA: En el proceso de revisión de este trabajo, falleció Lida Uquillas, en la madrugada -3H00, del 24 de agosto de 2015, precisamente en Guayllabamba que fue su último lugar de residencia.

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Prado, empezó a convertirse en pionera de las artes escénicas y de la música, en lo que concierne al

presente trabajo.

Sobre esa contextualización de teatralidad escénica y acompañamiento musical, es de anotar que para 1930,

las actividades musicales también se combinaban con programaciones teatrales. Este formato de difusión

musical y espectáculo escénico, luego de que la generalidad de compañías teatrales perecieron a final de la

década del 1940, lo conservó hasta su muerte Ernesto Albán Mosquera, el célebre Don Evaristo Corral y

Chancleta, quien tuvo su propia compañía hasta la década de 1980 (la única que logró sobrevivir a la arremetida

globalizadora y post-modernista) y en el “intermezzo” de sus Estampas Quiteñas, hacía actuar al Trío Serenata,

cuya primera voz, Marcia Subía, actuaba, además, como “Marlenita”, la hija de Don Evaristo.

Pero tornando en el tiempo a 1930, el terreno contextual para la superestructura del Estado

ecuatoriano, se halla abonado por la señalada nueva composición social citadina, emigrada de las

haciendas feudales, perseguida (porque dichas fugas constituían delito), integradas al mercado

nacional de oferta de su fuerza de trabajo, y convertida en toda una masa poblacional receptiva del

mensaje sonoro de SU música, la música ecuatoriana, la que se difunde por Radio El Prado, de

Riobamba, y otras que aparecerán en esa década.

Se puede incluir, entonces, entre los consumidores de esta música no solo a los indígenas de las

haciendas que escapan, sino todos los sectores populares que vivían en la ciudad desde inicios del

siglo XX y también toda la naciente clase media (justamente el chulla Romero y Flores, al que hace

referencia como personaje central de la novela de Jorge Icaza, era un mestizo de clase media o de lo

que se consideraba clase media en esa época).

La clase media desde inicios del siglo XX estaba constituida por todo el espectro poblacional que

empieza a tener educación (primaria y hasta secundaria) que ya no tienen empleos de carácter

manual, por ejemplo burócratas mal pagados (el propio Ernesto Albán Mosquera representa a

Evaristo Corral y Chancleta, que es un burócrata de clase media, es decir pobre), militares, policías,

pequeños negociantes, profesores, etc.

Ellos eran los que más consumían el producto discográfico musical, porque para consumir cultura

se requiere tener un ingreso fijo y que posibilite un ahorro por encima de las necesidades básicas.

Los indígenas escapados de las haciendas tenían que primero lograr su sobrevivencia (comida,

cama) antes de invertir en consumos culturales, al igual que los obreros y empleados de bajo nivel,

como los “capariches” que son los barredores de las calles, exclusivamente indígenas, pero son

“empleados públicos” con ingresos fijos en sentido técnico y hasta legal.

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Estos últimos grupos sociales, que forman la real masa poblacional, no tienen dinero para comprar

el producto discográfico, pero son los consumidores fundamentales del “producto musical”, del

“producto-cultura”, de la que se apropian, la hacen suya, la difunden, la reproducen en sus

vivencias cotidianas, y de esa forma masifican la música, masifican el consumo de ella, y bajo tal

realidad material-objetiva, articulan el mercado nacional, y sus imaginarios sociales, sus

identidades.

La situacionalidad objetiva de esa masa social, convertida en objeto y sujeto del mercado nacional

(en sentido dialéctico) desarraigada de sus terruños originarios, a la que el historiador Jorge Núñez

(1982), en “Pasillo: Canción del Desarraigo” (Revista CULTURA del Banco Central), la caracteriza

del siguiente modo:

Nación aún inconclusa, rompecabezas de pequeños mundos, el Ecuador anuda caracteres dispersos.

Y en este país múltiple, el sabor provincial da carácter a gentes y costumbres. Así es como el

migrante, desarraigado y todo, guarda el recuerdo de su patria chica y hace de él su imposible pasaje

de regreso... (Núñez, Pasillo: Canción del Desarraigo, 1982)32

De otra parte, en 1930, se forman las principales compañías de artes escénicas, como, las de:

Marco Barahona, Jorge Icaza, Olimpia Gómez, María Gozembach, Humberto Dorado Polit

(colombiano), Alfonso García (también colombiano, creador del personaje Evaristo, que fue

representado por el actor ambateño Ernesto Albán Mosquera; quien tuvo cuatro hijos con Lida

Uquillas), Marina Moncayo (quien luego sería esposa de Jorge Icaza); y otras compañías de comedias

y variedades con: Jorge Araujo Chiriboga, su hermano Leonidas (otro prolífico compositor que vivió

alrededor de cien años) Carlota Jaramillo y su hermana Inés, Miguel Ángel Cazares, los Hermanos

Andrade.

Se forma, además, el Teatro del Pueblo, con intelectuales vinculados a los movimientos obreros

y populares; y así, se masifican, entonces, las artes escénicas, con ellas las composiciones y

ejecuciones musicales, el mercado de la música nacional, había logrado, entonces, generar no

solamente un nuevo tipo de conductas, cosmovisiones e imaginarios, sino toda una praxis cultural

alrededor de ella; y, como se dice en Enciclopedia Ecuador (2000), Ed. Océano, Barcelona, p. 611:

“El actor, el director y el espectáculo puesto en escena se convirtieron en el nuevo eje de la práctica

teatral. Y los autores ya no eran individuos de la alta sociedad, que demostraban su cultura,

escribiendo dramas, ni maestros que expresaban sus afanes pedagógicos a través del teatro; eran

escritores más experimentados, que escribían sometidos a las demandas de la escena…” (GRUPO

OCÉANO, 2000)33

32 NÚÑEZ, Jorge, (1982) Pasillo Canción del Desarraigo, en Revista CULTURA, Ed. Banco Central del Ecuador, Nº3,

Abril. 33 GRUPO OCÉANO, (2000) Enciclopedia Ecuador, Ed. Océano, Barcelona, p. 611

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Las condiciones están creadas, para el mercado nacional de la música ecuatoriana, para esa

música que refleja el sentir de los ritmos propios, aquellos que, siendo parte de la memoria ancestral,

permanecieron enclaustrados como parte del ritual eclesiástico-opresor, convertidos en invocaciones

a santos, vírgenes y dioses extraños (que más aún que extraños, eran generadores de la opresión, del

sufrimiento, del desarraigo, de la angustia, de la amargura, de la congoja, de sus enfermedades, y de

la falta de perspectivas a una salida cierta, objetiva y real).

Esos, eran los ritmos que utilizaron sus opresores, como parte de su coloniaje y de la pretendida

eliminación de sus sentimientos propios, de sus códigos armónicos intrínsecos: el yaraví, el

sanjuanito, la tonada, el danzante, el yumbo y el capishca; que se mezclarán con el festivo compás

del albazo, del aire típico, del pasacalle; y, claro con el romántico pasillo.

Solamente que, ahora, llegado el año 1930, esos ritmos tenían la posibilidad cierta de romper el

enclaustramiento, de salir de las iglesias, de ya no ser solamente plegarias; sino que, con esos mismos

ritmos podían cantar sus “contextos”, podían transmitir sus “autologías”, sus “autopoiesis”, y crear,

al mismo tiempo, su Sistema comunicacional, dentro de la superestructura del Estado, bajo contextos

distintos a los que se les habían impuesto desde el coloniaje.

De allí que, hasta las invocaciones a ese mismo dios colonizador, al dios de sus colonizadores, se

convertirán en un reclamo frontal, directo y claro; y, en ese reclamo al dios opresor, sus canciones

se volverán contestatarias y abrigarán una forma de “protesta” frente a la situación opresora

generalizada.

Justo, uno de los primeros pasillos de Rubén Uquillas que se transmite por Radio El Prado, es:

“El Dolor de la Vida”, cuyo texto, en el fondo, no sólo que le reclama a su dios por la situación

fáctica de “la jornada” y de su realidad, sino que hasta exalta al suicidio. Una parte de su letra dice:

“Señor tú que me diste esta pesada carga34

“fatigosa y eterna de atravesar la vida

“te ruego que concluyas mi jornada ya larga

“pues siento las angustias, mortales del suicida35

“NO reciten mis versos esos labios de grana

“donde aparece ufana, triunfante la alegría

34 [Le habla a su dios de bis a bis; y hasta lo tutea] 35 [Esta ya es un amenaza directa y confrontacional al propio dios, según los dogmas católicos, el suicidio está

prohibido, y quien lo realiza se condena: va eternamente s los fuegos del infierno; pero, el autor se rebela, no le teme a

ese dios ni a su “infierno”]

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“son para labios mustios, para almas solitarias

“perdidos en los lagos, de mi melancolía.36

“A veces, insensato, quiero engañarme, a veces

“que todo es fantasía, que es un mito o verdad

“mas, la misma existencia de los crueles reveses

“me hace palpar de pronto la pura realidad.”37

Por otra parte, no son extrañas para los pobladores citadinos de 1930, y hasta para los moradores

de zonas campesinas de esas épocas, las ejecuciones de estas creaciones musicales, con guitarristas,

arperos, violinistas y bandolineros; se forman las famosas estudiantinas auspiciadas por ciertas

asociaciones laicas, civiles, no eclesiásticas, no confesionales:

“La Estudiantina de la Sociedad Artística e Industrial de Pichincha” (con sede en la

Casa de Obrero, de la Manabí y Flores, en Quito);

“La Estudiantina del Centro Obrero” (con sede en la calle Bolívar, entre Imbabura y

Chimborazo –una cuadra arriba de la que fue casa de Velasco Ibarra-);

“La Estudiantina Quito”, cuya trayectoria musical perdura;

La señalada Estudiantina Ecuador, organizada por Marco Tulio Hidrobo, y que tenía

contrato para actuar como estudiantina de planta en HCJB;

El 11 de julio de 1933, se funda la Banda Municipal de Quito; y, proliferan estas

políticas culturales de los municipios a lo largo del país; se fundan estudiantinas y

bandas a lo largo del callejón interandino; y también en Guayaquil;

Se forman Rondallas en los colegios, en los barrios; y, en fin se seculariza la música

ecuatoriana, al impulso de las nuevas composiciones que proliferan a lo largo y ancho

del país;

36 [Este, más bien, es un lamento; una expresión de su impotencia ante lo real, ante lo crudo; pero también es una

actitud de resistencia: no es el iluso que quiere ufanarse de la alegría, cuando el sistema genera soledad, perdición, melancolía] 37 [Encara nuevamente a su dios esta realidad; no cae en el engaño de sus mitos y fantasías, porque ello considera una

insensatez]

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Entonces, popularmente, basta un arpa y una guitarra para que se arme la fiesta, todavía

no se había inventado el hoy famoso “requinto”, implemento sugerido en la década de

1920, por Emilio Pujol; pero materializada a comienzos de la década de 1940, por el

mexicano Alfredo Gil (el Güero), quien formara el Trío Los Panchos, tipo de

agrupaciones musicales que también proliferan en el país. Algunos de ellos jamás

precisaron del “requinto” para realizar ejecuciones de gran armonización (el Pollo Ortiz,

hijo, por ejemplo, siempre tocó solo guitarra, armonizándola “en primera”);

Esta música ecuatoriana, se la ejecuta en las casas, en las barriadas, en las reuniones

sociales, en las visitas de familias, en los festejos de los “santos” (celebración es de las

personas cuyos nombres coincidían con el santoral del calendario gregoriano: san

Carlos, San Juan, san Pedro, santa Epifanía, etc.), en las francachelas, en las “horas

sociales”, etc., para formar la algarabía, bastaba una guitarra y alguien que entonara

canciones.

Para las percusiones bastaba un cajón cualquiera, o un par de cucharas, sean de palo o

metálicas.

Pero además tenían funcionalidades instrumentales, las famosas hojas de capulí o las

hojas de “lechero”, o, simplemente una peinilla con papel periódico o papel cometa que

pegándolos a los labios se hacía sonar al soplo del ejecutante y con la emisión armónica

de ciertos sonidos guturales.| Joaquín Tipán, uno de los músicos indígenas campesinos,

entrevistados, y de quien como se indicó llegó a ser mayordomo de la hacienda El

Garrochal –cercana a Guamaní–, fue ejecutante de guitarra y quien junto a su primo

hermano Luis Niquinga, que tocaba la hoja de capulí y las cucharas como percusión,

formaban dúo, también cantaban, y eran los personajes muy requeridos para las fiestas

de la zona. Jamás cobraron por sus presentaciones, lo hacían “por amor al arte”; y se

sentían muy complacidos con el trato privilegiado que les daban en las reuniones que

animaban; eso les bastaba:

El silbo, también constituía un excelente instrumento musical (que pervivió hasta la

década de 1970, con Los Huayanay).

Todo este jolgorio poblacional masificado, y todas las vivencias angustiosas indicadas, conformaban

el Sistema Contextual subterráneo de la superestructura ya creada por el mercado nacional, que

permite consolidar un Estado Nacional; y, por ende, una identidad nacional sonora, desde 1930, bajo

las condiciones, elementos, ritmos e imaginarios que se han expuesto, las características de esta

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identidad se refieren a un origen popular, mestizo y fundamentalmente urbano, basado en un

sentimiento de desarraigo que constantemente niega y afirma lo que de indígena tenemos en cada

uno, Wilma Granda Noboa dirá: “conciencia oculta de general humillación, extrañamiento que hay

que disimular con versos de pedrería de lujo o de crudo homenaje a la muerte” (Granda Noboa, 2001,

pág. 36). Pero también se presentan otros temas de los que el pueblo buscaba hablar y que antes

habían sido prohibidos.

Este pueblo, de la década de 1930, era una cantera viva para ser explotada como mercado, era un

real mercado que esperaba con ansia, ávidamente, ese producto que articule dichas ansias, que

pregone sus vivencias, que clame sus protestas, que refleje, por qué no, sus deseos; en algunos casos

sus deseos de amar, de tener pareja, de compartir su sexualidad, pues, todo esto último estaba

prohibido, en vista de que el mandamiento por excelencia de la cultura oficial-teocrática había sido:

“No Fornicar”.

Ahora querían cantarle libremente a su ser amado, por imposible que fuere, o precisamente por

eso, como dice uno de los albazos de Luis Alberto Valencia: “amor imposible mío, por imposible te

quiero, ¡Ay!; siento que me he de morir… Ingrata prenda querida, compañera de mi suerte…”.

Pablo Fidel Guerrero Gutiérrez, el músico e investigador más prolífico y serio en esta materia,

que luego de publicar su Enciclopedia de la Música Nacional (en coautoría con Cesar Santos) ha

puesto a disposición del público una relevante página WEB

(http://soymusicaecuador.blogspot.com/search/label/); y en ella se puede constatar cómo es que en

esta década de 1930, la temática de la música ecuatoriana desprendida de los vínculos confesionales,

puede abordar temas tan profanos como el siguiente:

.PESARES

Arcadio Cárdenas te vende píldoras

te cura el gálico con alcanfor.

[y a las] putísimas de tetas lánguidas

de coño fétido, con purgazón.

Si supieras lo triste que es en ‘Zaragoza’,

la puta asquerosa que tú te tirabas,

las patas hinchadas, el culo podrido

las tetas cuajadas que tú le mamabas.

Pásame la [agüilla],

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pásame la [agüilla],

pásame la [agüilla],

yo no te la paso

ni de raspadilla.

Pásame la [agüilla],

pásame la [agüilla],

pásame la [agüilla],

yo no te la paso,

yo no te la paso,

ni de raspadilla.

Estaban dos niñas desnudas

y viéndose en un espejo,

y unas a otras decían:

‘cortémonos los pendejos’” (Guerrero Gutiérrez, 1998)

Este tema musical, según anota Pablo Guerrero, cuenta la historia de un posible enfermo de sífilis

que busca un curandero para su mal. El disco se lo puede escuchar entrando al link que consta

señalado. Pero, es como “para causar espanto” a la “moralidad pública”.

Tal es el entorno de la super estructura que se fue creando en la década de 1930, con el mercado

nacional de música ecuatoriana; y, en ese Estado Nacional que se va gestando, se traslucen nuevos

imaginarios, nuevos modos de vida, nuevas costumbres (hasta del comercio sexual, dentro de esta

nuevo mercado nacional) y, todo ello, genera nuevas concepciones de la gente común. A ello

contribuye, incluso, al gran desarrollo de la “música profana” que otrora fue condenada por la Iglesia.

Pero esta fenomenología social es cantada a lo largo y ancho del país, mostrando contenidos

referentes al sexo, a la sexualidad e incluso a las patologías provenientes de la promiscuidad sexual

en formas tan explícitas.

Así, las canciones dejan de ser entapujadas y hacen claras alusiones sexuales que van rompiendo

(venciendo) los supuestos paradigmas de conventualidad, y de tabúes para la sexualidad, impuestos

por la iglesia católico-romana.

Por ejemplo, el capishca “La Mapa Señora” (que significaría denotativamente “la sucia señora”)

pero que en términos coloquiales de la vida citadina quiteña viene a connotar el sentido de las

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apariencias de “pureza” ante las imposiciones eclesiásticas, pero un trasfondo, real, de liberalidad

para el ejercicio de la sexualidad, si no de libertinaje claro y directo. He aquí la letra:

“Helé la mapa señora

La que se santificaba

Anoche durmió conmigo

De mañana comulgaba.

A las nueve de la noche

Las cortinas las bajó

Sin saber para que sí

Sin saber para que no

A las doce de la noche

Un enredo se formó

Helé la mapa señora

Enredada se quedó

Al cabo de nueve meses

El enredó reventó

Helé la mapa señora

Con el reventón quedó

El cura de la parroquia

El enredo bautizó

Helé la mapa señora

Perdonada se quedó

Se puede apreciar que la canción popular, la del mercado nacional de la música ecuatoriana, tiene

su vuelo de un imaginario popular contestatario, bajo el manto de una crítica mordaz, o en una

expresión directa de los hechos cotidianos que se generan como consecuencia de la liberalidad sexual

y de la concurrencia a los lupanares; y hasta de las enfermedades venéreas y las conductas recurrentes

en búsqueda de su sanación; o, incluso, esa misma liberalidad oculta tras las francachelas de la

pudorosa y comulgadora mujer de bien, pero que en el fondo es “la mapa señora”.

De todos modos, estos imaginarios se convierten en proposiciones alternativas reales, vívidas y

directas frente a las imposiciones de la super-estructura eclesiástica que trata de conservar el Poder

Ideológico a través de sus imposiciones piadosas, beatíficas, devotas y de apariencias fideístas.

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Pero, con esta otra forma de expresar las realidades, se crea ese Polo Hegemónico alternativo

marcado por la vida real, esta es la consciencia colectiva que subyace en medio de las luchas de esta

nueva base social, de este mercado nacional, del naciente Estado Nacional, y de esta forma explícita

de identidad nacional.

Esta fenomenología, antes que proceso consciente o planificado, se produce en vista de los

siguientes hechos histórico-materiales:

a) Cuando se crea el Estado del Ecuador, bajo el modelo del Estado burgués-liberal de la

Revolución Francesa, no existen las bases materiales de un sistema productivo (medios y

relaciones de producción) que respondan al modelo jurídico-formal de dicho Estado, puesto

que existe la misma bases social hacendaria, feudal de La Colonia;

b) Fieles a las necesidades de aquella base material objetiva, o base social correspondiente al

feudalismo imperante, en cuyo seno subsiste el esclavismo, los dueños del nuevo Estado del

Ecuador, declaran la vigencia de todo el ordenamiento legal e institucional de La Colonia, al

punto que el pueblo llano (para utilizar el mismo concepto de la Revolución Francesa) escribe

en la paredes quiteñas “último día del despotismo y primero de lo mismo”;

c) Por consiguiente, no se dan las condiciones ni se cumplen con los presupuestos o requisitos

determinados por el propio Adam Smith, y asumidos por la ciencia del marxismo, para

articular un mercado nacional, como necesidad básica del Estado, ya que como se ha dicho,

sin mercado nacional, no puede existir un Estado Nacional;

d) Con la Revolución Liberal de 1895, se intenta modernizar el país, pero la base social y la

institucionalidad colonizadora, a más de la firme superestructura teocrática del poder

eclesiástico que controlaba férreamente la institucionalidad ideológica de ese Estado, impiden

que se materialicen los intentos y objetivos de esa Revolución Liberal. Algo se logra, como

la división entre la iglesia del Estado, la débil organización de un sistema laico y público de

educación (que es permanentemente saboteado por la Iglesia), la organización del Registro

Civil, la institucionalización del matrimonio civil (al que la iglesia lo denomina “concubinato

público” (GONZÁLEZ SUÁREZ: 1903-1982, Ed. Banco Central, Quito), pero todo esto es

muy endeble como para la consolidación de la propia base social del nuevo Estado, porque la

superestructura ideológico-religiosa permanece firme en los controles del Poder;

e) A las condiciones y circunstancias descritas, hay que agregar la penetración de los capitales

imperiales de Estados Unidos desde comienzos del siglo XX, proceso que se consolida en la

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década de 1930, a consecuencia del llamado Crack norteamericano (que realmente es crisis

de todo el capitalismo mundial) ante cuya realidad, el Imperio de los Estados Unidos arremete

contra todo el Continente Americano, bajo la política del “big stick” (el Gran Garrote) y la

consigna: “America for the americans”;

f) A esta política de penetración imperial responde aquiescentemente el gamonalismo costeño-

exportador y en 1930 se suma la nueva bancocracia serrana, en calidad de socia con acciones

clase A, del Banco Central del Ecuador Sociedad Anónima, y de los negocios financieros que

se propiciarán a través de ese control monetario y ese manejo privado de las emisiones

estatales. Así se crea una burguesía vasalla del Imperio;

g) Estos fenómenos son los que determinan la verdadera disgregación del Estado, con el desate,

en la década de 1930, de una pugna acérrima por el control del Poder, entre los grupos

Conservadores y Liberales, quienes se alternan en el poder, de día a día, al punto que desfilan

por el Palacio de Carondelet, diez y nueve gobiernos, como Presidentes o encargados;

h) Bajo tales condiciones disgregantes, y hasta desarticulantes del Estado en sí mismo, es el

mercado discográfico de la música nacional ecuatoriana, el que se convierte no sólo en el

elemento articulador, sino en el creador de los imaginarios perceptivo-culturales de

vinculación popular con esa entidad llamada Estado ecuatoriano, proceso que es abonado con

el concepto de “patria” (o quizás de patrioterismo) que se acuña en el proceso educativo

fiscal.38

i) De allí que es la música nacional, que como insignia de ese sentimiento generalizado de lo

suyo, de su música y de su patria, se convierte en el real Polo Hegemónico articulador de la

identidad nacional, al punto que, a los pocos meses de iniciada la nueva década, (la de 1940),

cuando se produce la invasión peruana al Oriente ecuatoriano, una de las canciones símbolo

de la resistencia patriótica será: “La Pillareña”: “Adiós pillareña a la guerra voy a partir/ con

todo el coraje del soldado del Ecuador/ junto a mis hermanos con honor quisiera morir/ y

curar la herida que nos causa el invasor//… Me voy pillareña la patria me llama ya/ y me

voy cantando a la frontera esta canción/ el clarín del triunfo algún día se escuchará/ la paz

y la dicha reinará en nuestra nación; y,

38 El recurso que se utiliza como política de Estado, bajo la concepción psicológico-educativa de Jean Piaget, es el de

generar un sentido o sentimiento de patria, a través de una serie de canciones marciales. Como muestreo se puede citar la

de Manuel María Sánchez que hoy la ha retomado el gobierno de Rafael Correa, y que surge precisamente en la década

de 1930. Esta marcha patriótica se arraiga en la infancia de aquel entonces, al punto que Segundo Luis Moreno en su análisis y estudio del Himno Nacional, sugiere que se cambie dicho Himno, por esta canción patria de Manuel María

Sánchez, cuyo autor de la música marcial, es otro compositor de música popular ecuatoriana de la época: Sixto María

Durán.

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j) Estos elementos, entendidos de forma holística, dialéctica, son los que permiten la

mencionada articulación de los imaginarios sociales, que no los provee ningún otro elemento

del mercado nacional, por eso es un producto sui generis, un producto cultural, con efectos

multiplicadores que unen, como un todo, a ese sentimiento que más se aproxima a lo que

Antonio Gramsci concibe como el Polo Hegemónico, pero en el sentido de cosmovisión

integradora respecto a la nacionalidad ecuatoriana; y que en última instancia se la puede

denominar “identidad nacional”, sin problema conceptual ni sociológico.

Por estos nuevos Contextos Sistémicos comunicacionales, generados por esta nueva

superestructura del Estado, en que el mercado discográfico de la música ecuatoriana juega su papel

fundamental, es que a partir de la década de 1930, se puede ver un nuevo elemento articulador del

Estado Nacional, en vista de la trascendencia del producto cultural, difundido a través de discos, que

contiene una música que ya existía en el imaginario colectivo de esos pueblos, pero que ahora se

vuelve “masificante” (para la época), a través de ese mercado discográfico, puesto que amplía su

influencia, su práctica colectiva, y que, al enraizarse en el ámbito social, se producen elementos de

identidad nacional, ya que todos los consumidores de esta música corean las mismas letras, se

identifican con ellas, ven sus vidas reflejadas en estos discos, sienten que sus sentimientos no son

exclusivos, sino que son compartidos por otros; y la fenomenología se intensifica o universaliza con

la aparición de otras radios en el país. Así:

Aparecen en Guayaquil Radio Paris, en 1930, conducida por Francisco Andrade

Arbaiza , pero que transmitía óperas y zarzuelas desde el barrio Las Peñas; luego salen

al aire “Ecuador Radio HCJSB” de Juan Sergio Berh; así como La Voz del Litoral

(1.933), Radio El Telégrafo (1.935) y Radio Ortiz, por el mismo año; y en 1938 de

fundan las radios: Atalaya y Ondas del Pacífico;

En Cuenca, por el año de 1938, La primeras emisiones de radio provinieron de una

estación que llevó el nombre de la misma ciudad: Radio Cuenca, funcionó en la

residencia privada de las señora Hortensia Mata, donde, además, se había instalado un

salón amplio para presentaciones artísticas;

En Quito, aparece como primera señal de Radio, una emisora confesional religiosa, pero

no católica, y empieza a formar parte de la invasión Imperial de Estados Unidos: es la

radio HCJB (Hoy Cristo Jesús Bendice) que sale al aire oficialmente el 25 de diciembre

de 1931. Esta radio, aparte de ser la única en Quito, por esas épocas, y como los radios

receptores eran muy costosos, pues HCJB emprende su gran campaña de sintonía:

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entrega aparatos de radio gratuitos por millares, pero que solamente sintonizaban dicha

emisora; y, para que no resulte aburrido, empieza a promover presentaciones artísticas.

Allí surgieron importantes grupos de músicos, compositores e intérpretes de música

nacional como: Los Nativos Andinos, (cuyo director era Marco Tulio Hidrovo, e

integrado por: Bolívar (Pollo) Ortiz; Carlos Carrillo y Gonzalo de Veintimilla), la ya

mencionada Estudiantina Quito, el dúo femenino Las Ecuatorianitas (integrado por

Blanca Palomeque y Máxima Mejía), el Conjunto Los Barrieros; el Conjunto Alma

Nativa; el niño prodigio Gonzalo Castro extraordinario intérprete del arpa, quien se

presenta con apenas seis años, y a los 14 (ya en la década de 1940) grabó en Quito con

reconocidos artistas como El Dúo Benítez y Valencia, Carlota Jaramillo y las Hermanas

Mendoza Suasti;

Estos datos se dejan consignados aparte de cuanto ya se señaló, al tratar sobre la Radio

El Prado y todo su Complejo Industrial, Cultural y Deportivo.

¿Qué más pedir? Estaban dadas las condiciones Sistémico-Contextuales, de ruptura con el antiguo

régimen comunicacional, la Iglesia Católica-romana, aquella que se había impuesto desde La Colonia

como brazo ideológico-eclesiástico de la Corona Española; aquella Iglesia que oficialmente se opuso

al proceso independentista; aquella que, cuando por esas coincidencias del acaso, cuando en pleno

proceso de rebelión comandada por Simón Bolívar hubo el terremoto de Caracas, impulsó el terror

en los habitantes de todas las Colonias diciendo que “Era un castigo de dios”, por haberse rebelado

contra los Reyes de España.

Esa misma Iglesia es la que siguió dominando y conservando todas las prerrogativas de

exclusividad y oficialidad estatal durante la época republicana, y, claro, fue la que siguió imponiendo

su Sistema Contextual y de las concepciones superestructurales del Estado, en todo el período

republicano; pero, para 1930, por los hechos sociales que se acaban de exponer, estaban plenamente

dadas las condiciones para una ruptura y la creación de nuevos Sistemas Contextuales; y, en lo que

concierne al presente trabajo, estaban dadas las condiciones para el mercado nacional de la música

nacional ecuatoriana, presentada y ejecutada por los ritmos que se han señalado; lo cual permite

articular al Estado Nacional; y crear los vínculos de identidad nacional, bajo los ámbitos que se han

indicado.

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3.4. Cómo se produce el “boom” de la producción discográfica; y cómo ésta genera

los contextos e imaginarios de Identidad Nacional

Según el doctor Carlos Ortiz Arellano, miembro de número de la Academia Nacional de Historia,

en su ensayo “Los Orígenes de La radio en el Ecuador/ Radio El Prado” (s/f), dice que la Propia

Radio El Prado, ya tuvo en los años 1931-32 sus propias instalaciones para grabar discos y que,

efectivamente allí hicieron sus primeras grabaciones discográficas, bajo el sello RCA-Víctor; de

modo que esta disquera multinacional, ponía su sello; pero utilizaba la tecnología y las

instalaciones del Complejo Industrial EL PRADO, de Riobamba.

Allí, en los Estudios de Radio El Prado, durante la década de 1930, grabaron, una pléyade artística

que constituye “la crema y nata” de la música popular ecuatoriana: Carlota Jaramillo, el Conjunto

Alma Nativa, el gran compositor, pianista, acordeonista, guitarrista y cantante quiteño Miguel Ángel

Casares; el cantante y compositor, actor y creador de obras teatrales Humberto Dorado Pólit, autor

de una canción patrimonial: “El Huaragchurito”, canción de la que Luis Alberto Valencia, años más

tarde, hiciera una parodia, insertándole la letra de “Que Lindo es Mi Quito” (cosa parecida hará con

la canción-fox de Nicasio Safadi: “Avecilla” a la que le pondrá ritmo de Albazo, que es como se la

conoce hasta hoy, salvo la última interpretación de “tecno-cumbia”).

Posteriormente, en la misma década de 1930 grabaron en los estudios de Radio El Prado de

Riobamba, muchos artistas nacionales que se suman a la integridad patrimonial de la música

ecuatoriana, y de los ritmos propios de este territorio estatal ecuatoriano, entre quienes se puede citar

incluso a: Los Pibes Trujillo, Dúo Ibáñez Safadi, Dúo Villavicencio Páez, Dúo de las Hermanas

Fierro, Dúo de los Hermanos Zavala Tanca, Trío Los Bohemios, Sara Beatriz León, Dúo Gortaire-

León; pero el doctor Carlos Ortiz Arellano acota datos de mayor precisión:

“En la lista de grabaciones que se hicieron en ‘Radio El Prado’ para el sello RCA-Víctor,

constan algunas interpretadas por las Hermanas Fierro, como: Caray, Caramba, Cariucho,

chilena de Marco Tulio Hidrovo; Adentro los Novios, canción de Guillermo Garzón Ubidia;

Manitas Blancas, pasillo de Luis Cisneros; Decí que sí, zamba ecuatoriana de Carlos

Arízaga Toral (y que a fines de la década de 1960, fuera regrabada por un cantante alemán

que se radicó en Cuenca: Juan Strobel); Ojos Tentadores, pasillo de Carlos Brito

Benavides; Sólo por Ti, vals de Alberto Enríquez; Ashcu de Primo, sanjuanito de Alfredo

Carpio Abad.” (Ortiz Arellano, 1992)

Estas afirmaciones del doctor Carlos Ortiz Arellano, se basan en investigaciones orales de primera

mano, en consultas a datos de prensa de la época y en el referente bibliográfico infaltable sobre esta

materia: la “Enciclopedia de la Música Ecuatoriana” de Pablo Guerrero Gutiérrez.

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Por ejemplo en uno de sus testimonios orales, de una entrevista a Maruja Navarrete, el doctor

Carlos Ortiz Arellano refiere que ella:

“… recuerda que alguna vez vino a la Radio (El Prado) un artista que tocaba serrucho, pero no

recuerda su nombre. Dice también que para alguno de los aniversarios de la Radio estuvo Carlota

Jaramillo, con su esposo, el ‘gato’ Jorge Araujo Chiriboga; y en otro año, estuvo con su hermana

Inés. Carlota estrenaba las canciones que componía su cuñado Ángel Leonidas Araujo.” (Ortiz

Arellano, 1992)

Es precisamente el cuñado de Carlota Jaramillo, don Ángel Leonidas Araujo Chiriboga, nacido a

comienzos del siglo pasado, justo en 1900, quien, bajo la onda componística de Rubén Uquillas y su

Pasillo “El Dolor de la Vida”, crea otro no menos conocido y que en Colombia se convierte en otro

Boom: es el Pasillo “Rebeldía”:

“Señor no estoy conforme con mi suerte39

Ni con la dura ley que has decretado40

Pues no hay una razón, bastante fuerte

Para que me hayas hecho desgraciado.41

“Te he pedido, justicia te he pedido

que aplaques mi dolor, calmes mi pena

y no has querido oírme o no has podido

revocar tu sentencia en mi condena.42

“Casi nada te debo, no me queda43

Sino un amor, inmensamente triste

Ya saldaré mis cuentas, cuando pueda44

Devolverte la vida que me diste.”45

La cuestión es seria, muy seria, y de suma incomodidad para el predominio de los paradigmas

Sistémico-Contextuales que se habían impuesto, hasta la fecha, desde la superestructura oficial del

Estado que conservaba férreos vínculos con la ideología teocrático-religiosa de la Iglesia católica-

romana, pues:

39 [otro reclamo directo y frontal a su dios] 40 [confrontación a mismísima ley de dios] 41 [Lo acusa a su dios de ser irracional y de desgraciar al género humano] 42 [otra acusación a su dios, de ser indolente, sordo o impotente, de revocar una desgraciada sentencia, cuando el

dogma lo pinta como Todopoderoso] 43 [nada le debe al dios hacedor de todo, de todos: esto suena muy profano] 44 [saldar las cuentas con su dios: de bis a bis] 45 [Toma tu vida, le puede decir a su dios: ya que sólo haces seres desgraciados; y eres impotente hasta de oír; peor de

solucionar tales desgracias; con lo que el suicidio, condenado por la Iglesia, se torna en recurso normal de desacato a

dios, a sus representantes y a los dogmas de éstos]

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¿Quién se iba a atrever retarle al propio dios?

¿Quién iba a confrontar su propia vida con el supuesto “creador” de la vida humana en

general y del Universo entero?

¿Qué estaba pasando que ya “nadie respetaba ni su propia vida siquiera” con tal de

entrar en confrontación con ese dios, que hasta hace poco fue el “dios oficial del

Estado”?

¿Cómo es que las personas estaban dispuestas a “devolverle su propia vida” según texto

imperativo directo de Ángel Leonidas Araujo; o, porque “siente las angustias mortales

del suicida”, según el pasillo de Rubén Uquillas?

Estas son las interrogantes que presentan nuevos Contextos Sistémico-comunicacionales y, en

definitiva una nueva forma superestructural del Estado, como producto de este mercado nacional de

la música ecuatoriana. Y son muy serios esos cambios; demasiado trascendentes, aunque se los

presente como una invocación y el reproche sea planteado al “dios mismo”, lo que implica una

creencia substancial en él; pero, que ha tomado otro cuerpo cognoscitivo u otra forma de entender la

relación humana con ese dios.

En el Ecuador de 1930 ocurría esta manera sui generis de ruptura con los paradigmas eclesiásticos,

recién, a los treinta y cinco años de materializada la Revolución Liberal, se puede ver que en el

Ecuador emergía un Pensamiento Nuevo; un pensamiento contestatario al predominio de la Ideología

Teocrático-Eclesiástica que se había impuesto desde La Colonia; un pensamiento que genera nuevos

contextos en medio de una confrontación terrible dentro de la Base Estructural de Estado, pues, no

de otra forma se explica la gran inestabilidad política de esa década de 1930: diez y nueve gobiernos

cruzaron por el Estado en ese tiempo, algunos realmente efímeros; sin embargo, ello da un promedio

de seis meses y tres días por cada uno.

Pero si a estos otros elementos se le agrega el surgimiento de toda una generación de intelectuales

que cimentarán otro tipo de cultura: en las artes escénicas, en la plástica, en la literatura a la que

habría que subdividirla, pues: en poesía se produce un rompimiento con los temas “marianos”,

(aunque, la Iglesia, asumiendo el reto contra su dios, impulsa figuras de poetas “marianos”, como

Arturo Borja o José María Egas, de cuyas letras se componen buena parte de los “pasillos serranos”)

pero el hecho es que se produce una ruptura temática radical y profunda en el quehacer poético; y

qué decir en la narrativa:

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Las novelas de “Los Cinco Como Un Puño (Demetrio Aguilera Malta, Enrique Gil Gilbert,

José De La Cuadra, Alfredo Pareja Diezcanseco y Joaquín Gallegos Lara) a quienes puede

sumársele Adalberto Ortiz, con sus novelas de Negritud (Juyungo, es el prototipo); y,

En la Sierra, sólo para nombrar un simple muestreo: Jorge Icaza, Ángel Felicísimo Rojas,

Pedro Jorge Vera (quien es guayaquileño, pero vive en Quito), Fernando Chávez, Pablo

Palacio, Humberto Mata, Gerardo Gallegos, Benjamín Carrión o Sergio Núñez.

Todos estos son elementos Sistémico-Contextuales, que se abren a los pueblos gracias a las

nuevas tecnologías de comunicación, como es La Radio, propician el surgimiento de una nueva base

social, integrada al mercado nacional de la música ecuatoriana.

Se genera, así, una nueva super-estructura social, que, por fin se corresponde con las necesidades

propias del sistema capitalista: un mercado nacional; y con “Ideas Madre” propias del Liberalismo,

del Estado Liberal, del Estado Nacional Liberal; de ese nuevo Estado Laico, de aquel que había sido

sistemáticamente desmerecido, desestabilizado y minado ideológicamente por el predominio

eclesiástico-político y por sus dogmas ideológico-religiosos.

Con todo ello, he ahí las razones fundamentales del Boom, en 1930, de todas las artes en general,

del pensamiento liberal en términos de los contenidos Sistémico-Contextuales, de afincamiento de

las nuevas relaciones de producción, de la insurgencia de nuevas clases populares, con un firme

movimiento organizado proletario y con un fuerte movimiento indígena y campesino.

Ya no había el mismo espacio tradicional para la dominación dogmático-eclesiástica, y católico-

romana, exclusiva y excluyente. En realidad, se había generado una nueva superestructura del Estado

ecuatoriano, se había creado un Estado Nacional, que posibilitaba generar lazos de identidad con él,

que permitía el señalado atisbo de Identidad Nacional.

Bajo estas condiciones y ya tornando al tema específico del quehacer musical en 1930, en esa

ciudad porteña del Ecuador, llamada Guayaquil, que iba creciendo aceleradamente y que, como se

indicó, para 1930 tenía más de 60.000 habitantes, surge una trova urbana, muy propia de los puertos

sudamericanos de esa época: Buenos Aires (en Argentina), Lima-Callao (en Perú), Buenaventura

(Colombia), San Antonio (Chile) y Santos (Brasil); y, cosa curiosa, sobresale en ella un músico

libanés que vino muy niño al país y logra integrarse plenamente al entorno cosmovisionario del

Guayaquil de entonces: Nicasio Safadi Erveiz.

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Para 1916, en que ya Safadi contaba con veinte años, él era toda una institución entre los músicos

de su tiempo. Formó varios dúos y tríos aparte de cantar como solista. Uno de los dúos que

trascienden en esa década (de 1910), lo forma con “El Diablo Ocioso”: Alberto Valdivieso Alvarado,

con quien graban un pasillo de este último: “Julia”, que impulsa un cambio radical en la temática

urbana, pues su lenguaje es un directo pedido de “amor”:

ESTRIBILLO:

“Lágrimas tristes, ensueños angustiosos,

“origen son, negrita, de tu amor;

“lúgubres son mis horas silenciosas,

/ámame, Julia y calma mi dolor/ (bis).

II CORO:

“Soledad en silencio, sombras, nada,

“alma de mi alma, ensueño de mi vida,

“luz de mis ojos, mi ilusión perdida

“en mi alma vives, Julia idolatrada;

“/mi pecho, hermosa, es siempre tu morada/ (bis).” 46

Este tema se consigna en la Página WEB “Memoria Musical del Ecuador”, de Fidel Pablo

Guerrero Gutiérrez, el más representativo de los investigadores, serios, en materia de la música y

musicología del Ecuador; y autor de la “Enciclopedia de la Música Ecuatoriana” (desgraciadamente

agotada).

Del pasillo transcrito siguen cuatro estrofas más: y se adjunta en el CD, como material anexo;

pero, como no pudo ser tomado de la misma WEB; gracias a la tecnología actual, se pudo hallar otra

versión que seguramente fue grabada en los estudios de Radio El Prado de Riobamba, años más

tarde, por el “Dúo Las Porteñitas”, que son cantantes guayaquileñas pertenecientes a la década de

1930.

Pero Nicasio Safadi consolida más, tanto su amistad como su trabajo artístico, con Enrique (el

Pollo) Ibáñez Mora, con quien forman el Dúo Ibáñez Safadi, el mismo que para 1930, había

alcanzado suficiente renombre en el Puerto de Guayaquil. Compositores ambos, buenos guitarristas,

buenos cantantes (tenores), acoplaron sus voces de forma extraordinaria; y, ante todo, formaron otro

“polo de desarrollo” del mercado nacional de música ecuatoriana, en Guayaquil.

46 Disponible en (soy música ecuador, 2014), (fecha de consulta: 27 de mayo de 2014)

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El empresario que capta este movimiento artístico en Guayaquil es José Domingo Feraud

Guzmán, quien cuenta con todo ese apoyo regionalista conveniente a los intereses económico-

financieros e ideológico-políticos de la oligarquía guayaquileña. Se postula en este trabajo que esta

es la razón, para que el Dúo Ecuador no haya grabado en el Complejo Industrial El Prado.

No era porque le faltara tecnología a dicho Complejo industrial EL PRADO, pues allí grabaron

artistas de Colombia y hasta de México; y si el Sello Multinacional RCA-Víctor, convirtió ese

Complejo en uno de sus centros de grabación para Sudamérica, aquí no faltaba nada. Pero, ahí surgió

un problema del matiz ideológico-regionalista que siempre imprimió la oligarquía costeña; entonces:

¿Cómo un dúo prototípico de Guayaquil iba a gravar “donde los serranos”?

Y es que José Domingo Feraud Guzmán, en calidad de representante artístico del Dúo Ecuador,

forma su propio imperio comercial discográfico, a partir de las grabaciones que ese dúo realiza en

Nueva York, el año 1930. Ese dúo, para entonces, pudo grabar en el Complejo Industrial El Prado,

a cuyos estudios venían a grabar artistas de Colombia, y hasta de México (porque tenía

representación del Sello RCA-Víctor). Pero, uno de los acicates ideológico-políticos impulsados por

la oligarquía costeña fue precisamente la regionalización (o mejor: el regionalismo) imponiendo un

sello de “lucha” o de contradicción entre serranos y costeños.

De otra parte, es necesario anotar que los representantes artísticos son una especie de “dueños”

de los representados, al punto que, éstos, sin autorización de aquellos, no pueden actuar, peor grabar;

es así cómo entre las cláusulas sacramentales que se incluyen en los contratos de representación

artística, existen muestreos como el siguiente:

“De conformidad con la estipulación de este contrato, los derechos cedidos a... (nombre

del representante) son de carácter exclusivo de manera que el artista no puede ceder a ninguna

otra persona o entidad derechos ni obligaciones, que en todo o en parte puedan coincidir con

los objetos y contenidos del presente contrato, comprometiéndose, incluso, a no cerrar contrato

alguno por sí mismo, ni por intermediación de terceros, que tengan relación con sus

prestaciones profesionales…” (Elaboración personal)

De modo que como J. D. Feraud Guzmán, que era un comerciante vinculado al mercado

norteamericano, y representante de esa clase burguesa importadora, regionalista, no permitió que el

Dúo Ecuador grabara en Riobamba; y solamente lo hicieron cuando fueron liberados de su

representación, porque surgieron nuevas figuras que sí se sometieron a sus designios: Olimpo

Cárdenas, Carlos Rubira Infante o Francisco Paredes Herrera; de allí que, las nuevas grabaciones del

Dúo Ibáñez-Safadi, sufrieron el “dumping” o cierre del mercado por parte de J, D. Feraud Guzmán,

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por eso es que canciones como la original grabación de “Avecilla” o del yaraví-habanera “Los

Jilgueros”, por ejemplo, sean poco conocidas, precisamente por efectos de ese Dumping de J. D.

Feraud Guzmán.

Por lo dicho, el Complejo Industrial EL PRADO de Riobamba continuó siendo el centro de

producción discográfica de la actividad musical que se generó en Quito (junto a las Compañías de

Variedades y Comedias según e indicó); y, también, al margen del proceso artístico que se generó en

Riobamba, con su radio, su casa grabadora de discos (bajo el sello discográfico RCA- Víctor y otros).

En ese otro polo de desarrollo musical, Guayaquil, Nicasio Safadi tuvo muchos discípulos que

conforman una pléyade artística de renombre y trascendencia en la historia musical del país y en el

Boom de 1930, entre ellos:

Carlos Rubira Infante: quien se inicia muy joven a finales de la década de 1930 como

cantante y compositor, a pesar de la tenaz posición de su madre; (es uno de los

trovadores de esa época que vive hasta hoy);

Olimpo Cárdenas, un par de años mayor que Carlos Rubira Infante, quien despunta

como cantante de tangos; pero aprende pasillos con este último y forman primero un

dúo, luego el trío “Los Porteños”. A comienzos de la década de 1940 graban un

controversial pasillo de Carlos Rubira Infante: “En las Lejanías”. ¿Por qué

“controversial”?. Porque inicialmente Carlos Rubira Infante escribió la última estrofa

con el siguiente texto: “Soy el retrasado/ de la caravana/ soy un proletario/ de la

incomprensión.// Soy uno de tantos/ de la grey humana/ a quien nada queda/ sino el

corazón”. La sola mención de la palabra “proletario”, no gustó al señor José Domingo

Feraud Guzmán (quien para entonces, la década de 1940, ya era propietario de la

productora de discos IFESA) y se le forzó a Carlos Rubira Infante que cambiara dicho

texto, como condición “sine qua non”, para grabar ese pasillo (así ha funcionado,

siempre la tan mentada “libertad de expresión”; y los supuestos hipotéticos de “la

autopoiesis” de la “autológica” y de los “Sistemas Contextuales”), por lo que la letra

fue cambiada, y como se lo grabó, es la siguiente: “Corazón anciano/ ya no hay quien

te quiera/ la tragedia es dura/ de mi senectud.// Ya para mis huesos/ cuando yo me

muera/ tal vez lo más blando/ será mi ataúd”. Definitivamente la década de 1930

había creado nuevos “Sistemas Contextuales” de comunicación, en el que otros

“Gatos-Pardos” habían asumido el control de ella, haciendo que “todo” cambie;

para que nada cambie.

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Nicasio Safadi también fue maestro del Dúo de las Hermanas Mendoza Sangurima,

(Amelia y Maruja) que empezaron a cantar precisamente en 1930, y se convirtieron

en una real institución porteña, guayaquileña, del pasillo costeño. Su marca comercial

fue “Las Alondras del Guayas”. Amelia falleció en 1994; y Maruja el 21 de diciembre

de 2008.

Por las enseñanzas melódicas y musicales de Nicasio Safadi, ya para el canto, ya como

instrumentistas de guitarra, llegó a muchos artistas que luego adquirieron renombre,

se puede enunciar entre ellos a: Pepe Oresner, los Hnos. Montecel, Máxima Mejía,

Blanquita Palomeque, Dúo Saavedra Palomeque, Nancy Murillo o Vicentica Ramírez.

Y aunque suene extraño uno de sus pupilos fue también el hoy considerado como “El

Ruiseñor de América”: Julio Jaramillo Laurido y su hermano Pepe, pero ellos ya no

corresponden a la década de 1930.

El hecho trascendente, que en 1930 se convierte en detonante del Boom mediático, es el viaje del

Dúo Ibáñez Safadi, a Estados Unidos, porque fue debidamente publicitado por la prensa

guayaquileña, especialmente por Diario EL UNIVERSO, fundado por el comerciante originario de

Machala, pero radicado en Guayaquil, Ismael Pérez Pazmiño, el 16 de septiembre de 1921. Ese

hecho, fue el que le sirvió al dueño de tal Diario, para en 1940 ser electo Senador por la Provincia de

El Oro, a pesar de que no vivía en tal Provincia; y en 1941, ser miembro integrante de la “Comisión

de Defensa”, ante la invasión de Perú. (Varios comentarios adversos se han testimoniado alrededor

del papel jugado por esta Comisión; y, el cercenamiento del territorio nacional, por aquella invasión

peruana).

Pero, en lo que concierne al tema presente, este es el periódico que dimensiona, mediáticamente,

el viaje del Dúo Ibáñez Safadi a Estados Unidos, es decir: crea un “Sistema-Contextual de

Comunicación”; y con ello: crea el ámbito “sistémico”, superestructural sobre la trascendencia de

dicho viaje. Es más: sienta un supuesto falso sobre el “comienzo de la música ecuatoriana”, como

que ésta se inicia con dicho viaje, cuando la realidad no es esa; sino como se la ha descrito.

EL viaje a Estados Unidos del Dúo Ibáñez Safadi, que se inicia un 4 de junio de 1930, se lo

concibe, originariamente, como una gira artística por ese país, y más concretamente a la ciudad de

Nueva York, bajo el patrocinio empresarial y “representación artística” de J. D. Feraud Guzmán

(José Domingo); aunque claro, también existió el objetivo de grabar discos de música nacional-

ecuatoriana en dicho país. Viajan en barco. El Diario EL TELÉGRAFO, consigna que el nombre de

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la Nave era: Santa Teresa; y pertenecía a la Compañía Naviera Grace Line. Su retorno fue en

diciembre del mismo año.

El dúo Ibáñez-Safadi, que en adelante se denominaría Dúo Ecuador, Grabó treinta y ocho

canciones, o sea 19 discos, de aquellos de pizarra, en 78-RPM (revoluciones por minuto), para el

Sello disquero COLUMBIA. Estos discos se los escuchaba en “vitrolas” o “victrolas”, nombre que

hace referencia onomatopéyica, y fonética, a la casa comercializadora de dichos aparatos (RCA-

Víctor), que eran a cuerda, y cuyo logotipo representaba un perrito blanco en actitud de escuchar por

una bocina grande (casi la simple imagen fotográfica de la victrola) y a cuyo pie puede leerse: “RCA-

Víctor. La Voz del Amo”.

Así es cómo se inaugura en el país, la música como producto-mercancía hecho para un mercado

nacional, la música como “industria”, la música como instrumentos de comercialización, pero que al

crear ese mercado nacional, con un producto propio, y además, de contenido ideológico-cultural,

logra crear los señalados lazos de acercamiento con lo nacional, con la cosmovisión de aquello

nacional, con los imaginarios de identidad nacional.

Ya no es una simple música de los rapsodas, al estilo medieval; para el año de 1930 y su década,

se trata de comercializar la música nacional-ecuatoriana, del Estado Nacional que se llama Ecuador,

y con el que se relacionan afectivamente sus destinatarios. Y, de otra parte, el músico se

“profesionaliza” utiliza su tiempo, su arte, su composición musical, sus ejecuciones para “vender su

producto”, en masivos eventos o en actos privados de ciertas clases: en fiestas, en sesiones de

aniversarios, en programas culturales, en “chinganas”, en festivales, en los escenarios.

Rafael Cevallos Palma47, informante entrevistado en el Barrio de Chimbacalle, al Sur de Quito,

señala que se denominaban “Chinganas” a ciertos festivales que se organizaban el lugares de gran

concentración pública, como la Plaza Belmonte, donde se hacían las Fiestas de Inocentes, y había

bailes por once días, desde el 27 de diciembre hasta el seis de enero; y en medio de dichos bailes, se

realizaban concursos populares como palos encebados, carreras de ensacados y ótros; se vendían

diversos platos de comida típica: caldos de gallina, secos de chivo, caldos de pata, lengua y los

clásicos hornados o la fritada; y, claro, también se vendían bebidas: los canelazos, el “Guagua

47 Rafael Cevallos Palma es uno de los personajes populares relevantes del Barrio de Chimbacalle, Cantante y Deportista

(fue tenido como el mejor “puntero Izquierdo” de la época en que el Club Atlanta participó en el Fútbol Profesional) sus hijos formaron uno de los primeros Grupos Folclóricos que hizo actividad artística en Europa, actualmente viven en

Holanda. Hasta hoy, Rafael Cevallos Palma vive en la Ciudadela México, tiene su casa en la Calle Cutuchi y Guayllabamba,

esquina; y es propietario de un Centro de Recepciones, donde, continuamente, se dan cita trovadores y músicos quiteños,

entre quienes se puede citar a: Terry Pazmiño, Manuel Sosa (ex tenor del Coro de la casa de la Cultura), Rubén Bucheli (guitarrista), Juan Naranjo (guitarrista y cantante), Hermanos Villamar (ex moradores de esa Ciudadela), los célebres

Hermanos Castro (arperos, violinista y guitarristas), etc.

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Montado” o “Paico” como dice que se le denominaba a un anisado de marca: “Mallorca Flores de

Barril” (referentes adicionales dan testimonio que esta fábrica de licores se fundó en Quito, el año

1911 y desapareció en la década de 1960).

Existen testimonios documentales de fábricas nacionales de discos en la década de 1930, como

de la productora del Complejo El Prado de Riobamba, y de las producciones que allí se hicieron para

sellos discográficos como el de RCA-Víctor; y, por anuncios comerciales en los periódicos de la

época, se puede constatar que existen almacenes de venta de discos; y que también los venden en

casas comerciales de artefactos eléctricos, junto a victrolas, planchas, focos, alambre de luz o

linternas.

Los despliegues de anuncios, demuestran que los precios son muy caros, en relación a la época,

pero si se relacionan con productos como los “casimires ingleses”, resultan mínimos. Así, un casimir

inglés llega a costar hasta dos mil sucres, y se los vende hasta a cinco años de plazo para su pago;

mientras que una victrola puede costar la mitad, a plazos idénticos, o por sistemas de adquisición

cooperativa, con sorteos semanales, del producto que se importaba directamente de Estados Unidos.

Anuncios de este tipo proliferan en los diarios de esa época

Un dato de suma relevancia constituye el hecho de que en esta década de 1930, se graban en

México, varias canciones de Francisco Paredes Herrera, del Pollo Ibáñez, de Nicasio Safadi, de

Rubén Uquillas, de Carlos Brito Benavides, de Miguel Ángel Casares y del ya para entonces fallecido

(muy tempranamente) Cristóbal Ojeda Dávila, quien murió accidentalmente a los 23 años de edad,

en la Guerra de los Cuatro Días (agosto de 1932).

Aquella música ecuatoriana de los compositores indicados, y grabada en México el año 1937, fue

interpretada por cuatro famosísimos cantantes mexicanos de gran renombre internacional para la

época, como son: los tenores Juan Arvizu, Carlos Mejía, Luis Álvarez y la Soprano Margarita Cueto.

Las grabaciones se hicieron para el sello internacional Pearless: la primera y más grande empresa

discográfica mexicana, fundada en 1933. Los tenores indicados “compiten” a hacer dúo mixto con

Margarita Cueto.

Esas producciones discográficas, hechas para el mercado interno mexicano, y que también

circulan por todo el Continente en vista de la cobertura de mercado de la disquera Pearless, dan fe

de la relevancia que por entonces adquiere la música nacional ecuatoriana, pues como se ve, dichos

cantantes de altísimo renombre graban pasillos y albazos, como “Yo no sé si te quiero… tú lo sabrás”,

de Cristóbal Ojeda Dávila. Ese “boom” internacional de la música ecuatoriana, llega al punto que,

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uno de los más grandes artistas universales de la década de 1930, el argentino inmortal Carlos Gardel,

graba el pasillo “Sombras”, creación de Carlos Brito Benavides.

De otra parte, en la producción de aquellos discos de Margarita Cueto y los tenores indicados,

está inmerso otro tenor poco conocido como cantante, a pesar de su prestancia profesional en esta

materia, pero más se lo conoce como actor y productor de cine: Joaquín Pardavé, el que lanzó al

estrellato a Cantinflas, con la película “Ahí Está el Detalle”, en la que co-actúa. De modo que la

producción de música ecuatoriana en México, por aquel tiempo tiene mucha trascendencia.

Es la época en que uno de los grandes compositores mexicanos: Álvaro Carrillo (originario de

Oaxaca, pero que estudió agronomía en el Estado de Guerrero y en una ciudad hoy famosa:

Ayotzinapa), en vista del éxito que la música nacional ecuatoriana tiene en México, compone el

famoso pasillo “Luz de Luna”, que llega al mercado ecuatoriano a finales de la década de 1950,

grabado por un Cuarteto Chileno: el de los Hermanos Silva; luego lo popularizará, aún más, el

cantante mexicano Javier Solís: en la década de 1970.

Tales fueron los niveles de internacionalización de la música ecuatoriana; y, consiguientemente,

los niveles de comercialización, es decir: el producto del mercado nacional ecuatoriano trasciende

hacia el mercado exterior, pues los dúos señalados de Juan Arvizu, Carlos Mejía o Luis Álvarez, con

Margarita Cueto, no sólo grabaron pasillos, sino incluso el albazo de Cristóbal Ojeda Dávila: “Yo

no sé si te quiero… Tú lo sabrás”. (Se adjunta, como material ANEXO, un Compact Disc como

muestreo de estas grabaciones).

En fin, durante esta década, proliferan los compositores de música nacional, cuya lista sería muy

larga, para efectos del presente trabajo; sin embargo, es indispensable citar a los siguientes, que están

consignados, con la debida amplitud y detalle en la obra de Mario Godoy Aguirre (2007: Corporación

Editora Nacional, pp. 233 a 250); a más de quienes ya se los ha nombrado en el decurso del presente

trabajo:

Carlos Amable Ortiz, Segundo Luis Moreno Andrade, Francisco Salgado Ayala, Sixto María

Durán, Alberto Moreno Andrade, Salvador Bustamante Celi, Virgilio Chávez, Antonio Nieto, José

María Rodríguez, Ana Villamil Icaza, Luis Pauta Rodríguez, Aparicio Córdova, Pedro Pablo

Traversari, Nicolás Guerra, Rafael Valdiviezo, José Alberto Valdivieso Alvarado (el “Diablo

Ocioso”), Enrique Córdova, Lauro Dávila, Ulpiano Benítez Endara, Luis Humberto Salgado Torres,

Belisario Peña, Juan Pablo Muñoz Sanz, Carlos Brito Benavides, Francisco Paredes Herrera, Víctor

Valencia Nieto, Carlos Chávez Bucheli, Rudecindo Inga Vélez, Alberto Guillén, Ramón Moya

Alzamora, Alejandro Plaza, Evaristo García, Segundo Cueva Celi, César Baquero Moncayo,

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Gonzalo Moncayo, Corsino Durán, Gonzalo Vera Santos, Marco Tulio Hidrobo, Armando Hidrobo,

Carlos Solís Morán, Carlos Silva Pareja, Leonardo Páez, Alfredo Carpio Flores, Rafael Carpio Abad,

Rodrigo Barreno (el fundador de Los Barrieros), Víctor de Ventimilla, Benigna Dávalos; y, muchos,

muchos más, aparte de quienes ya se han nombrado en el contexto anterior.

Como dato adicional, proporcionado en una de las obras del Ingeniero Alejandro Pro Meneses,

“Discografía del Pasillo Ecuatoriano” (1997: Abya Yala), él señala una lista de artistas nacionales

que grabaron en el país, en el mismo Complejo El Prado de Riobamba; y, dicha lista coincide con la

que ya se ha mencionado, y cuya fuente, para este trabajo, se la obtuvo del historiador riobambeño

Carlos Ortiz Arellano; pero, agrega que a fines de 1930, un señor Aníbal Ortiz, abrió un Almacén

de Discos, con su nombre, “Discos Ortiz”, en Quito, cerca de la Plaza del Teatro. (Pro Meneses,

1997)

En definitiva, la década de 1930, es la de un real Boom de la Música Nacional ECUATORIANA.

Es una música que llega a invadir los espacios cotidianos, los eventos festivos, los actos solemnes

(ya no solamente religiosos, sino completamente seglares, civiles y hasta “profanos”): los programas

educativos, las celebraciones institucionales, las cotidianas “farras”: por los “santos”, “santas” y

cumpleaños.

3.5. Breve epílogo

En vista de que la música es un producto cultural, con el mercado nacional de ésta sucede algo

más profundo que con la comercialización de otros productos: porque la cultura se impregna en los

contextos ideológico-perceptivos de la comunicación, en la expresión misma del alma popular, en

sus ansiedades, en sus búsquedas, en sus perspectivas de vida, en las respuestas que anhela ante su

destino incierto y en todo cuanto marca lo cotidiano y lo trascendente.

La Música nacional ecuatoriana: sus ritmos, sus canciones propias, aquellos sonidos armonizados

que estaban dormidos por quinientos años de represión y de colonización, es la que en la década de

1930 despierta hacia su vida común, hacia su entorno del día, hacia cada uno de sus instantes

interiores de sus pueblos.

Esa música, entonces, se convierte en el instrumento, en el elemento, en el dispositivo, en el

mecanismo real de vinculación de su espíritu, de su alma, con eso que se denomina Ecuador (del

Ecuador como institución); y que, hasta esas épocas, no estaba claro qué mismo era, qué mismo es,

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qué mismo significa, que no sea otra cosa que la línea equinoccial, y eso para quienes habían entrado

a la escuela, pues, por la década de 1930, los índices de analfabetismo eran masivos, extremos.

Pero sí empieza a tener significado la música ecuatoriana: esa música que torna a ser alma de

ese pueblo. Y este sentimiento de vinculación afectiva es lo que genera el nexo de identidad con el

Estado Nacional, ya convertido en ese tipo de institución gracias al mercado nacional del producto

discográfico portador de la música ecuatoriana, porque esa música tiene algo de “ecuatoriano”, es

“del Ecuador”, sabe al “Ecuador”, sabe a su terruño: a aquello que se extraña desde el rincón de

sus nuevas vivencias; desde los extrañamientos.

Hay que insistir, entonces: Si no hay Estado Nacional, no puede existir Identidad Nacional; y la

música ecuatoriana (la de los ritmos ya indicados), como producto de un mercado nacional, es la

única que en la década de 1930, empieza a crear la situación propicia para que se enlacen, de las

formas objetivas señaladas a lo largo de este trabajo, los rasgos de identidad sonora de sus pobladores

hacia dicho Estado.

Por ello, el único vínculo o nexo contextual visible, real, material, objetivo, directo y claro, es la

actividad musical y todos sus productos, de la música ecuatoriana, que insurge en la década de

1930; y que luego, adquiere una dimensión más profunda en la década de 1940, en que se instalan

nuevas fábricas nacionales productoras de discos.

Posteriormente la música nacional ecuatoriana tendrá su fortaleza en la década de 1950 con la

introducción en el mercado de un aparato que, por entonces, revoluciona el concepto de difusión

discográfica-musical: Las Rockolas; y, con los nuevos procesos migratorios que realmente pueblan

la costa ecuatoriana, gracias al auge del Banano.

Entonces la rockola se convierte en el sitio de convergencia cotidiano, donde se escucha la

música, se bebe (licor o cerveza) y se da rienda suelta a los cortos instantes de vida propia, personal,

libre del trabajo enajenado, pero que es indispensable para subsistir.

Y, ya en la década de 1960, la música nacional sobrevive apenas, en la medida en que sobreviven

las rockolas, cuando la irrupción de las políticas globalizadoras, muy claramente delineadas por las

Sociedades Multi-Nacionales y por las Políticas Imperialistas, a través de la CIA, en medio de la

llamada Guerra Fría, crean el mercado masivo de una música funcional para su dominación mundial:

el Rock and Roll y el “hippismo” con su consigna huera de “peace and love”.

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Sin embargo, en esta década de 1960, todavía hay actividad artística cultural con la música

nacional ecuatoriana, en esta década surgen los Hermanos Villamar, los Hermanos Miño Naranjo, el

Trío Los Diplomáticos, mantiene su fortaleza el Trío Los Indianos, retorna al país el Trío Los

Embajadores (de los Hermanos Jervis), surge un trío maravilloso dirigido por el hijo de Marco Tulio

Hidrobo: Homero Hidrobo, quien con apenas 17 años, conforma y dirige el Trío Los Latinos del

Ande, el mismo que luego se transformará en Cuarteto incluyendo una voz femenina, que

inicialmente iba a ser la de Azucena Durán, con quien graban un primer disco, composición de Pedro

Pablo Echeverría Terán (el Perico Echeverría): “Perdón”. Pero Azucena Durán, ya se había casado,

estaba trabajando en la Contraloría General del Estado, y, su marido no le permitió que incursionara

en una gira como la que Homero Hidrobo había planificado.

En tales avatares, acertó, coincidencialmente, a pasar por Ecuador una cantante argentina, Olga

Gutiérrez, quien había trabado amistad con Corina Parral de Velasco Ibarra, en Buenos Aires, durante

su exilio que lo inició en noviembre de 1961 junto a su cónyuge que fue derrocado, precisamente en

noviembre de ese año. Olga Gutiérrez no tuvo mayor complicación en acoplar su voz a las canciones

ecuatorianas, como “Taita Salasaca”; y allí se formó el cuarteto Los Brillantes.

Ese cuarteto llegó a actuar en películas mexicanas y hasta tuvo presentaciones en los Escenarios

de Hollywood. Se repite, y rebasa en mucho el éxito de ventas de otro albazo, esta vez, una

composición de Pedro Pablo Echeverría Terán: “AMARGURA”. Según se dice que contaba su hijo

Armando (requintista y organizador del Trío Concierto: junto a Rodrigo Rodríguez y Terry

Pazmiño): las regalías que “Perico Echeverría” recibió desde México por su albazo amargura,

grabado por el Cuarteto Los Brillantes, superó en más de MIL veces, a lo que recibió por el mismo

concepto en Ecuador, de todas las disqueras, en el lapso de veinte años.

Este Cuarteto Los Brillantes es de brillante pero efímera trayectoria, aunque su nombre se

mantiene hasta hoy, con distintos integrantes, ninguno de los cuales es de los originales; pero cuyo

nombre, o marca, jamás fue disputado, ni remotamente, por su gestor, creador, arreglista y director:

Homero Hidrobo. Tenía “otra alma”, Homerito, como dizque solían llamarle sus amigos y en general

en el medio artístico.

En la mismas década de 1960, también surgen importantes músicos populares: Naldo Campos,

Nelson Dueñas, Rodrigo Saltos y su hermano Humberto (Los Gatos Saltos), Galo Núñez, Eduardo

Brito Mieles, Lilián Suárez, Ana Lucía Proaño, Mercedes Olimpia Chiliquinga, Carlos Ayala, Fausto

Huayamabe, el Trío Sensación, el Dúo Los Trigales, el Dúo Tito y Nelson, el Dúo Valencia Aguayo,

el Dúo Ayala Coronado, Carlos Cando (requintista), Carlos Regalado (acordeonista) y compositores

e intérpretes como Héctor Abarca, Fausto Galarza o Armengol Barba, entre muchos otros.

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Pero, en la década de 1960, también surgen otro tipo de músicos, compositores y ejecutantes, a

quienes se les puede denominar sin equívocos, músicos académicos, entre ellos se tendría a un

pionero: Luis Gerardo Guevara Silva, al maestro Edgar Palacios (quien obtuvo un doctorado musical

en Europa), al barítono Galo Cárdenas, al tenor Pancho Piedra, a Héctor Bonilla Chávez (pianista) y

a su hermano Carlos Bonilla Chávez (guitarrista), a Luciano Carrera, Flautista; a Rodrigo Rodríguez,

a Armando Echeverría, a Terry Pazmiño Trotta (guitarristas) a los Salgado Junior (hijos de Luis

Humberto Salgado Torres), etc.

Por supuesto, no se trata de hacer una mención pormenorizada de artistas y compositores de

música nacional, sino de contextualizar sus actividades, y la profusión de ellos, como parte de su

actividad cultural, en abono a ese vínculo efectivo y de cognición perceptiva sobre la macro-entidad

dentro de la que viven, y que se llama Estado Nacional, o sea: el Estado del Ecuador; y a esos nexos

de identidad nacional que con dicha música pudo crearse.

Bajo estos parámetros de análisis sobre los hechos sociales, del quehacer musical a través de la

música ecuatoriana, cuya masificación se inicia en la década de 1930, es que se ha evidenciado el

papel que cumplió esta actividad de creación y ejecución de la música nacional ecuatoriana, en la

forja de una identidad de su pueblo hacia dicho Estado Nacional; puesto que, hasta el año 1930, en

la práctica, para el pueblo no significaba nada el “Estado del Ecuador”, ya que al no existir una base

social constituida por un mercado nacional, no existía una verdadera superestructura del Estado

Nacional; y, como diría Miguel de Cervantes a través de su Quijote: “en no habiendo” tales

condiciones materiales, no puede haber, ni generarse, una “identidad nacional”.

La música nacional ecuatoriana, como producto discográfico de un mercado nacional, genera una

nueva base social y afianza la superestructura del Estado Nacional, proceso que se inicia en 1930, y

que luego, pudo enraizarse como símbolos de identidad nacional, o símbolos de vínculos perceptivo-

sentimentales con el Estado ecuatoriano.

Así es cómo el mercado nacional del producto discográfico que contenía la música ecuatoriana;

y que se difundió masivamente a través de los medios de comunicación privados, creó los señalados

márgenes de identidad nacional. Ese nuevo producto y el instrumento propicio de la época: La Radio,

permitió la inmensa propaganda de dicha música.

Se trataba, pues, de un jugoso negocio, ya que, como se ha visto, por ejemplo el propietario del

“Complejo El Prado” era un Ingeniero Electrónico, graduado en Austria, quien a su regreso en el

Ecuador manejó los negocios de la compañía multinacional General Electric, la misma que, de paso

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sea dicho: era propiedad de Tomás Alva Édison, patentador de inventos que los “compraba” y

patentaba como suyos; y quien, para entonces todavía estaba vivo.

Por consiguiente, se trataba de un simple negocio privado. El hecho concreto era que se utilizaba

a la música ecuatoriana como simple mercancía, no existía un intento consiente de crear identidad

nacional. Pero, otra cosa es que ese negocio generó aquel fenómeno social, o proceso coyuntural,

identitario, porque se trataba de una mercancía nacional, y, lo que es más: se trataba de una

mercancía nacional sui generis: de un insumo de mercado que hace cultura, que genera cultura,

que determina contenidos culturales, y por tanto, genera elementos de la superestructura, de los que

la masa poblacional se apropia, los hace suyos, bajo los parámetros sociológicos e identitarios ya

señalados.

Y, para tales efectos, tanto el Complejo Industrial El Prado y la empresa comercializadora de

discos “J. D. Feraud Guzmán” contaron con ciertos hechos sociales a su favor, pero el fundamental:

La Radio, como medio masivo, directo e inmediato de comunicación; este instrumento, era nuevo,

muy apto para las necesidades de crear un mercado nacional, una superestructura nacional y un

proceso de identidad nacional.

De allí que en la década de 1970, la música ecuatoriana comienza un declive, hasta desaparecer,

definitivamente, salvo determinados atisbos excepcionales a manera de muestreo o de folclor, que se

presentan como “recuerdos”, del pasado. Ahora, se dice, hay que “cultivar nuevos imaginarios”: los

globalizados y globalizadores, claro; y, entonces, también se dice que puede denominarse “música

nacional” a cualquier cosa que se produzca en el ámbito del territorio ecuatoriano.

Basta, en la actualidad, para verificar esa muerte de la música ecuatoriana, bajo los términos aquí

definidos, mirar el programa televisivo “X-T” o “EXPRESARTE”, que se transmite en cadena

nacional de televisión todos los sábados, y los productos que se presentan como “música

ecuatoriana”; se podrá apreciar, que se presenta un pasillo, como curiosidad excepcional, nunca se

verá (ni escuchará, claro) la interpretación de un sanjuanito, salvo que sea como muestreo

“folclórico”, interpretado por “grupos indígenas” u otros análogos, vestidos con ponchos, puestos

“cintillos” o plumas en la cabeza, y tocando quenas.

3.6. Conclusiones:

Hacia el año de 1930 llega al país el nuevo sistema comunicacional que había sido creado

universalmente: la radio, y esto permite crear un producto discográfico, sonoro, dirigido hacia un

mercado nacional, que es el elemento básico para articular la superestructura de un Estado Nacional.

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Es la ciudad de Riobamba la que se convierte en asiento fundamental de este nuevo sistema de

expandir ondas hertzianas, dentro de un gran complejo industrial que para entonces, estuvo

comandado por un Ingeniero Electrónico, propietario de tal Complejo, graduado en Austria y,

además, gerente de la empresa multinacional General Electric. Este era el Complejo Industrial El

Prado; y la radio tenía el mismo nombre: Radio El Prado.

En Riobamba, de otra parte se instala la primera maquinaria productora de discos, que además de

ser única en el país en la década de 1930, tiene vínculos con el sello disquero internacional más

prestigioso de aquellos tiempos: RCA-Víctor.

Este hecho determina que, múltiples artistas nacionales empiecen a vincularse con la grabación

de su música, y la producción de discos para el mercado, lo cual convierte a la actividad artística en

una actividad profesional, y la Radio El Prado se convierte en el centro de la actividad cultural y

musical del país.

Proliferan, entonces, las composiciones musicales con ritmos ecuatorianos auténticos: pasillos,

sanjuanitos, tonadas, albazos, yaravíes, capishcas, yumbos y danzantes. Y proliferan también los

ejecutantes de dicha música junto a empresas de artes escénicas y de Variedades.

Esta generación de la actividad musical, masificada a través de estos nuevos medios de

comunicación, cuyos pilares en la década de 1930, son Radio El Prado de Riobamba, Radio HCJB

en Quito, Radio Cuenca en la ciudad el mismo nombre y radios Atalaya y Ondas del Pacífico en

Guayaquil, abren las puertas al despliegue de un mercado nacional para la música ecuatoriana, la

misma que se convierte en el insumo, elemento funcional e instrumento comunicacional que genera

los ámbitos contextuales de identidad con el Estado Nacional donde se ejecuta.

Entonces, en la década de 1930, la música ecuatoriana, es decir aquella que se compone, ejecuta

y produce con ritmos nacionales, se convierte en el hilo conductor de adscripción al terruño, al

territorio, a la institucionalidad estatal; y, por lo tanto genera márgenes de identidad nacional.

Este proceso es creado a partir de un sistema mediático privado de comunicación, el mismo que

se consolida en las siguientes décadas (las de 1940 y 1950); pero en esas décadas, posteriores a la

Segunda Guerra Mundial, se crean nuevos centros de poder y de dominación mundial, con aparatos

institucionales de espionaje y de controles ideológicos, desde donde se planifican dichos controles

de forma preventiva, y se reprime ex-post-facto.

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Entonces, los sistemas mediáticos se globalizan, se controlan de forma globalizada: la producción,

las finanzas, la cultura, la información, etc… Países como el nuestro se convierten en Aldeas

Globales, y deben asumir un papel económico, social, político, cultural y educativo, como las simples

aldeas que son, es decir, están determinadas por la funcionalidad que les hayan asignado las

Sociedades Multi-Nacionales y todo su aparataje globalizador. En este nuevo contexto, con nuevas

clases vasallas del imperio, quienes a través de sus voceros, como un ex Presidente Ecuatoriano, que

se atreve a decir desembozadamente que “no comemos soberanía”, y otro que se prosterna diciendo

que “siempre ha sido el mejor amigo de los Estados Unidos”, desaparece el sentido mismo (y no

digamos el concepto y la materialidad del Estado Nacional), con lo cual el país se adjudicó,

sumisamente, el papel Aldea global que “le corresponde”.

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CONCLUSIONES GENERALES El proceso de generación cultural identitaria, no fue entendido ni tomado a su cargo por el Estado

Liberal que se estableció con la Revolución de Eloy Alfaro, a pesar de los múltiples esfuerzos

jurídicos, institucionales, económicos, sociales e incluso ideológico-religiosos: como la imposición

del laicismo, la separación entre la Iglesia y el Estado, la asunción de la responsabilidad educativa

por el Estado, la creación del Registro Civil, la promulgación de la Ley del Matrimonio Civil; y otras

medidas de integración nacional, como la construcción del ferrocarril, que permitió determinados

cambios en la base social del Estado.

Ante esas circunstancias objetivas, para la década de 1930, el Ecuador es políticamente un Estado

que se debate en la más grave crisis socio-económica interna; ante la embestida de los sectores

eclesiástico-conservadores que pugnan por retomar el Poder; y ante la más agresiva invasión externa

de sociedades multinacionales que buscan cómo extraer la mayor cantidad de riqueza, a partir de los

recursos naturales del país. Esto último, bajo la venia y aquiescencia de una burguesía-vasalla del

Imperio, para la cual el Estado no es más que simple instrumento de sus negocios y de su vasallaje.

Por consiguiente, el Estado liberal, en la década de 1930, se debate ante una disyuntiva de su propia

existencia: el proceso de restauración conservadora iniciada por Neptalí Bonifaz (gestor del Guerra

de los Cuatro Días) y de Velasco Ibarra, sustituto transitorio de Bonifaz bajo la propia arremetida de

aquél, con bandas delincuenciales armadas a las que denominaron “Compactación Obrera Nacional”

para perseguir, intimidar o matar de los auténticos dirigentes obreros que se organizaban contra sus

explotadores, mecanismos represores que se aplicaban en el Ecuador al más puro estilo criminal de

la American Federal Labor –AFL– y de la Congress of Industrial Organizations, de Estados Unidos,

que a mediados de la década de 1950, se unieron conformando la AFL-CIO*48.

48 La AFL era una supuesta Federación de Trabajadores de los Estados Unidos, fundada en 1886, luego de la famosa Masacre de Chicago,; y la CIO, se proclamaba Central de Obreros de Estados Unidos y Canadá. Ambas cumplen un papel que fue emulado en el Ecuador por los famosos “Sindicatos de Trabajadores Embarque de Frutas” en que el sindicato era el empleador: éste contrataba con la empresa bananera exportadora, cobraba una tarifa, y subcontrataba a capataces (los mismos que formaban “La Directiva”; y éstos a su vez volvían a subcontratar a los trabajadores, por “cuadrillas”. Esas mafias sindicales de la AFL, y la CIO de Estados Unidos fueron las que conformaron a mediados de la década de 1950 (exactamente en 1955) la AFL-CIO. Que se dividió en el año 2005; y ahora funcionan como mafias independientes, al igual que en la década de 1930. Entonces: la Compactación Obrera Nacional, era un remedo de aquellas mafias “sindicales” de los Estados Unidos; y así como en ese país dichas mafias “acabaron con los ‘comunistas’”, en el Ecuador pretendían hacer lo mismo.

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Por consiguiente, la burguesía de entonces, estaba más preocupada por el control formal del gobierno

del Estado, al punto que en esa década desfilan por el Palacio de Carondelet 19 Gobernantes; y, no

le interesa visualizar ese importante mercado discográfico nacional de música auténticamente

ecuatoriana, ese trascendente proceso de articulación de un mercado nacional con ese producto

cultural único (y que según Aristóteles tiene un “verdadero Poder Moral absoluto”): aquella música

que se presenta como articuladora del Estado Nacional y como creadora de importantes rasgos de

identidad nacional.

De allí que ese auge de la música nacional es históricamente efímero, logra subsistir con el mismo

ímpetu en la década de 1940, en la que se da un real “boom” de la música nacional ecuatoriana,

porque se crean más radios alrededor del país, hasta en los pueblos o caseríos más apartados, por

donde pasa el Ferrocarril, o por donde recorre el nuevo sistema vial de carreteras, aunque estas

denominadas “radios” de los pueblos, según testimonio personal del señor Aníbal Cueva, ex

propietario de Radio La Voz del Valle de Machachi (a la que se le ha quitado la frecuencia hace seis

años):

“… no eran más que un equipo de amplificación con tocadiscos cuyos parlantes se los

ponía en la calle; la gente se daba cita en las afueras para escuchar la música, y el locutor

mandaba ‘mensajes musicales’ que se enviaban entre los contertulios. Entonces, no eran

radios propiamente dichas, sino algo como lo que hoy se contrata para los bailes; lo que

pasaba es que la gente, por la novelería, estaba en la calle; y entre ellos pagaban para

enviarse, mutuamente, mensajes musicales…” (CUEVA, Aníbal, entrevista personal)

Desgraciadamente, en la década de 1950, con el inicio de concesiones territoriales a la United Fruit

International, propiedad de los estadounidenses Minor Ketith y Andrew Preston, y el inicio de

actividades de esas multinacionales que ya eran famosas por las masacres que cometieron en toda

Centroamérica, se inicia en el Ecuador otro Boom: el bananero y toda la imposición de políticas

imperialistas de Estados Unidos en el Ecuador, junto a sus paradigmas educativos, culturales e

ideológicos. Ya para entonces, la Central de Inteligencia Americana tenía diseñado todo un Plan

Mediático alrededor de la llamada Guerra Fría; y entre sus productos se contaban no solamente el

espionaje político, como se cree, sino, de forma complementaria pero no menos importante, la

imposición mediática, artística, cultural y hasta religiosa, al punto que Velasco Ibarra complementa

la política de Galo Plaza, en su adhesión incondicional al imperialismo, concediendo estatus de

legitimidad internacional al tristemente célebre “Instituto Lingüístico de Verano”, en 1953.

Musicalmente, entonces, el Imperio de los Estados Unidos, a través de sus productos artístico-

culturales creará, en su interior, desde Las Vegas, el más grande centro de narcotráfico y lavado de

dólares provenientes de ese negocio ilegal, pero: La Vegas lanza al mercado discográfico los más

grandes “productos” musicales. De allí nacen: Frank Sinatra, Dean Martin, Bing Crosby, Jerry Lewis,

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Nat King Cole, Tony Bennet, Duke Elington, Louis Amstrong, Sammy Davis; y, en 1955, el

prototipo que arrasa con la invasión de la cultura musical, dirigida expresa y específicamente hacia

la juventud de los Estados Unidos, claro; pero también a la de Latinoamérica: Elvis Presley y su

ritmo que perdurará hasta finales del siglo XX, el Rock and Roll. En la práctica este ritmo subsiste

hasta hoy con múltiples variantes.

Es, en medio de la arremetida Imperial y de los organismos de Poder (fácticos y jurídicos) que “la

juventud empieza a cambiar sus gustos musicales”; ya que escuchar música nacional les resulta algo

más que vulgar: es, ser cholo, como dice Jorge Enrique Adoum, enseñando el valor cultural alienante

del “choleo”. Ya lo nacional empieza a volverse despreciable, aunque todavía resiste, pues, existen

en los nuevos centros urbanos que explosionan a partir del “boom bananero”, las “rockolas” que

llegan al país, coincidencialmente en el mismo año de 1955.

Entonces, la música de la rockola, es música nacional por su contenido y sus ritmos, y allá (a las

cantinas donde hay rockolas) concurren los nuevos desarraigados: las decenas de miles de los

“sindicatos” de embarque de frutas; es decir, los cargadores de las cajas que se embarcan en los

buques gigantescos, que ganan “buena plata”, con dos embarque a la semana (aunque uno –un solo

embarque– puede ser suficiente). El resto de la semana nada tienen que hacer, más que beber con

“sus panas” en las rockolas. Y al amparo de este “aparato milagroso”, donde la música ecuatoriana

resiste; y logrará resistir, a medias, por una década más, hasta la de 1960. En la de 1970, empieza su

declive hasta su virtual extinción.

Hoy, las multinacionales mediáticas lo controlan todo en este mundo globalizado, ese Estado

Nacional se diluye hasta convertirse en lo que esa globalización impone: y, pasa a ser una simple

Aldea Global, por lo que esas briznas identitarias van perdiendo asidero, hasta prácticamente

desaparecer; al punto que, hoy, los imaginarios de identidad están condicionados a lo que imponen

los sistemas mediáticos globalizadores, por lo que se ha dado en denominar “música nacional”, a

cualquier producto ejecutado por “artistas nacionales”.

Pero, el sustento teórico-cognitivo, sociológico, de la presente tesis, como se ha demostrado a lo

largo del análisis, es el de que en esta materia: no cualquier “imaginario social” ni cualquier tipo o

género de música puede denominarse música nacional ecuatoriana, aunque logre popularizarse o

tener aceptación, gracias a los gigantescos sistemas mediáticos de alienación, pues, a nadie se le

ocurre, que un huapango sea “colombiano” aunque tenga mucha popularidad en Colombia; ni que

un tango, sea “barranquillero” porque como en Barranquilla murió Carlos Gardel, este género

musical gusta mucho en esa localidad colombiana; ni, tampoco, que la cumbia sea “argentina”, por

el hecho de que en ciertos barrios (villas) de Buenos Aires sea muy popular, al punto que se le haya

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denominado “cumbia villera”. El tango, será siempre argentino; el huapango será mexicano; y la

cumbia será colombiana, por sobre todo eufemismo.

Del mismo modo, la música ecuatoriana estará conformada por los ritmos vernaculares o urbanos

del territorio que hoy conforma la República del Ecuador, entre los que se cuentan los ya anotados:

pasillos, albazos, sanjuanitos, danzantes, tonadas, cachullapis, zapateados, capishcas y yaravíes; y es

esa música nacional, la que ha sido relegada del mercado, por las causas que se han dejado

plenamente establecidas y aclaradas en el contexto de esta investigación, con lo cual se confirma la

hipótesis planteada para la misma:

“El producto del mercado discográfico de música nacional, que se inicia a partir de la

década de 1930, no es solamente un instrumento mobiliario, sino un valor de uso cultural,

que se convierte en generador de imaginarios vinculados al Estado Nacional, al articular

gustos, pseudo-valores, conductas, y costumbres determinadas por esas percepciones

fonográficas de la realidad, aunque está vinculado a otros intereses ideológico-políticos y

funcionales para la dominación del sistema capitalista, cuyo único fin es consolidar sus

espacios de poder; pero que, al fin y al margen de dichos intereses, logra crear nexos de

identidad nacional ecuatoriana.”

El haber elegido la óptica conceptual marxista, como paradigma fundamental de análisis, en un

sistema metodológico-constructivista, no niega, ni quita, el hecho de que se deba excluir a pensadores

que sean pre-marxistas o no declaradamente marxistas. Todo lo contrario, el marxismo es una

corriente científica, materialista-dialéctica, producto de todo el conocimiento históricamente

acumulado. Sus conceptos matrices y sus fundamentos centrales, sobre la concepción objetiva-

materialista del mundo, de las cosas y de sus fenómenos y procesos, son aplicables a la sociedad, y,

por ende, a las ciencias sociales. De allí que, la concepción marxista no niega que se tome como

referente al pensamiento de Aristóteles, porque éste es un hecho social concreto evidente. Entonces,

es indispensable señalar de manera intrínseca, para fundamentar estas conclusiones, que el creador

de la ciencia sobre el Estado, que hoy se la denomina Teoría del Estado como materia curricular, es

precisamente Aristóteles; y, él en su obra monumental La Política (Cit. Supra) es quien enseña cómo

construir el armazón ideológico del Estado; y, en torno a la música, hace dos mil quinientos años,

manifestaba:

“… la música forma las costumbres… ¿Para qué se ha de aprenderla personalmente? ¿NO

se podría también gozar con ella, y juzgarla bien, oyéndola a los demás? Los espartanos

han adoptado este método, y sin poner ellos mismos este conocimiento, pueden, según se

asegura, juzgar muy bien del mérito de la música, y decir si es buena o mala… […]”

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“La música es, evidentemente, una imitación directa de las sensaciones morales. Cada vez

que las armonías varían, las impresiones de los oyentes mudan a la par que cada una de

ellas y las siguen en sus modificaciones… Estas diversas cualidades de la música y de sus

armonías, han sido bien comprendidas por los filósofos que han tratado de esta parte de la

educación y su teoría no se apoya sino en el testimonio de los hechos…”

“Es, por tanto, imposible, vistos estos hechos, no reconocer el poder moral de la música; y

puesto que este poder es muy verdadero, es absolutamente necesario hacer que la música

forma parte de la educación e los jóvenes… La armonía y el ritmo parecen cosas inherentes

a la naturaleza humana, y algunos sabios no han temido sostener que el alma no es más que

una armonía, o, por lo menos, que es armoniosa.” (Aristóteles, 1986, págs. 145-147).-Las

cursivas son del original.

Como se puede apreciar, no basta con que cualquier música cree imaginarios, para considerarla como

“buena” a efectos de la educación que debe impartir el Estado; ni como útil para el alma y para la

juventud, ya que esta requiere ser educada, y “la instrucción que debe dar el Estado a los jóvenes no

es cosa de juego. Instruirse no es cosa de burla, pues, el estudio es siempre penoso”, según manifiesta

el mismo Aristóteles; y casi a renglón seguido de la cita transcrita, agrega: “la música no es más que

uno de los medios de llegar a la virtud”.

Las formulaciones aristotélicas acerca de la música que se traen a colación para fundamentar las

conclusiones, hay que entenderlas en su debido contexto: es claro que cuando Aristóteles, dentro del

Estado esclavista (en ciernes, porque todavía no cuenta con una teoría sociológica, jurídica y política

del Estado) habla tanto de “virtudes”, de “moral”, del “bien”, como de la educación cultural a la

juventud y a la sociedad entera a partir de este otro ingrediente de suma importancia que es la música,

se está refiriendo a esta armazón ideológica-superestructural inherente y necesaria a todo Estado. De

allí que el Estado griego, en aplicación de estos fundamentos político-cognoscitivos e ideológico-

culturales, utiliza no solamente la música sino las artes en general: pintura, escultura, literatura, teatro

(especialmente la tragedia) para consolidar aquella superestructura ideológico-religiosa.

De manera que esa analogía socio-conceptual e ideológico-superestructural de “la moral”, “las

virtudes” y del “bien”, en términos marxistas-dialécticos representan aquello que reclama Emile

Durkheim, en 1904, en su obra “Educación y Sociología” (Ed. Astrea, Buenos Aires): que

corresponde al Nuevo Régimen: “… crear los lineamientos, contenidos y costumbres de la nueva

vida social, conforme a los nuevos paradigmas sociales, que ya no son los de la Edad Media”; y es

lo que Antonio Gramsci denomina el Polo Hegemónico.

Por consiguiente, las formulaciones de Aristóteles concuerdan con los conceptos del marxismo y de

su materialismo-histórico, que descubre la esencia del Estado: con su base social, donde se dan los

modos y las relaciones de producción; y la superestructura social correspondiente a aquella base, en

la que se articulan todos los conceptos paradigmáticos de la ideología correspondiente: políticos,

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sociales, económicos, filosóficos, jurídicos e incluso religiosos, y otros valores como los artísticos;

y dentro de ellos: la música.

Es dentro de esa contextualización integral y holística que Joseph Stalin plantea que, solamente el

Estado capitalista tiene las posibilidades materiales objetivas, científicas, de crear y articular dentro

de sí un mercado nacional, el mismo que a su vez determina la existencia de un Estado Nacional y

la consciencia colectiva inherente a esa nacionalidad estatal.

He allí por qué, la música ecuatoriana, definida para efectos de esta investigación, como el conjunto

de ritmos y armonías, ejecutados en formas instrumental o cantada, pero como producto discográfico,

es decir, como simple mercancía que se dirige al mercado nacional interno del país, y que en el

período que comprende la década de 1930, empieza a sembrar lo que Aristóteles denomina las

“sensaciones morales” y ese “poder moral” que, gracias a ese mercado nacional de aquel producto-

cultura (musical y aprehensible por el sentimiento popular), genera un proceso constructivo de

imaginarios propios, del Estado Nacional, que se van constituyendo en sentimientos perceptivos de

identidad nacional.

Por consiguiente, era necesario e indispensable que el Estado del Ecuador, luego de la Revolución

Liberal, instituya aquel Sistema-Contextual, aquella superestructura, que genere las Ideas Madre a

las que se refiere Emile Durkheim, o lo que Antonio Gramsci denominó el Polo Hegemónico

inherente a los objetivos de la nueva institucionalidad que, se supone, debió instituirse con la

Revolución Liberal; y era necesario que lo haga, porque, tal Sistema, no surge de modo espontáneo

ni de la nada, como ya lo señaló Aristóteles, hace dos milenios y medio.

Pero, el Estado Liberal ecuatoriano, según se ha demostrado, por efectos de las fuerzas sociales,

ideológicas y mediáticas de la época, no logró consolidar ese polo hegemónico al que se refiere

Gramsci; ni, esas “sensaciones morales” o ese “poder moral al que se remite Aristóteles, incluso con

respecto al Estado esclavista; ni las “Ideas Madre” de las que habla Emile Durkheim.

Ese Estado Nacional, debe construir un nuevo sistema de superestructura (ideológicas, políticas,

conceptuales, religiosas, y cosmovisionarias) que lo debe presentar ante sus componentes con una

identidad propia y que vincule a su población la idea y sentimientos perceptivos de pertenencia, de

afinidad con él.

A esa vinculación afectivo-perceptiva de pertenencia, es a la que se le denomina Identidad Nacional,

de modo que ésta no es más que una ligazón subjetiva hacia esa institución legal, jurídico-total que

se llama Estado, cualquiera fuere su nombre: Ecuador, en el caso de este territorio que estaba

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conformado por tribus, comunidades, etnias y nacionalidades que supuestamente pertenecieron al

“reino de Quito”: reino supuesto que se constituye en una más de las falsedades histórico-objetivas,

sobre las que se ha querido levantar el, no menos supuesto, fundamento de la nacionalidad

“ecuatoriana”; y que se sigue enseñando en los sistemas educativos, como parte de la malla

curricular. Así no se construye el Estado Nacional, pero se ha pretendido hacerlo; y se insiste en ello.

Esa construcción ideológico-perceptiva, propia del Estado Nacional, no había sido organizada ni

concertada en el Ecuador hasta la década de 1930, en que, gracias a la articulación de un mercado

nacional, alrededor del producto discográfico de música ecuatoriana, proceso que se facilita por la

comunicabilidad e integración de las Regiones, Sierra y Costa, a partir del ferrocarril; y, por la

difusión masiva de esa música a través de las radios que se crean e instituyen a lo largo y ancho delo

país: Todos estos factores, concurrentes, y armonizados en un todo dialéctico, son los que, entonces,

crean un asomo de ese Estado Nacional.

Es claro que, hacia la década de 1930, llega al país el nuevo sistema comunicacional-mediático que

había sido creado universalmente: la radio. En Riobamba dentro del Complejo Industrial El Prado se

instala una emisora del mismo nombre y la primera maquinaria productora de discos, que además de

ser única en el país en esa década de 1930, tiene vínculos con el sello disquero internacional más

prestigioso de aquellos tiempos: RCA-Víctor; esto determina que, múltiples artistas nacionales

empiecen a vincularse con la grabación de su música, y la producción de discos (con ritmos

ecuatorianos) para el mercado nacional, lo cual convierte a la actividad artística en una actividad

profesional, y al Estado del Ecuador, en un Estado Nacional.

Este proceso de construcción del Estado Nacional y de una percepción identitaria con él, se da en

vista del tipo especial de producto: la música, la misma que, como se acaba de ver, ya fue considerada

un insumo fundamental para la formación del alma, para la educación de la juventud, para dar

elevación a las costumbres, para el solaz de las personas que, por efectos de los contenidos de los

ritmos y armonías, se sienten articuladas en algo más que una simple diversión: en una verdadera

comunión de almas, en una verdadera identidad colectiva. Este papel logra cumplir el mercado

nacional discográfico y cultural de la música ecuatoriana, a partir de sus ritmos vernaculares, propios

e identitarios, es decir: una música que trasunta lo indígena y lo mestizo de este país, del Ecuador.

Ese producto cultural, cuyo insumo es el disco, se difunde masivamente por las radios (Radio El

Prado, con cobertura nacional e internacional; radio HCJB que había repartido miles de receptores

gratuitos; y en la Costa: Guayaquil Radio, Radio París, Ecuador Radio HCJSB, La Voz del Litoral,

Radio El Telégrafo, Radio Ortiz, Radio Atalaya y Radio Ondas del Pacífico). Esas radios se escuchan

en las cantinas, en las esquinas de los barrios, o en las casas de los vecinos a donde acuden las familias

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amigas que no tienen radio, con lo que no solamente se construye el alma y se regocija el espíritu

(para analogar las palabras del sabio Aristóteles) sino que se convierte en un ingrediente de

convivencia colectiva, de goce alrededor de los ritmos nacionales, de la música que ya adquiere el

nombre de ecuatoriana, y el sello identitario de lo ecuatoriano.

Este sistema comunicacional y de difusión de los imaginarios sociales contenidos en la música

nacional, a través de sus ritmos de ancestro, se convierte en el vínculo de relación contextual que

refleja esa espiritualidad cósmica de las armonías que habían permanecido ocultas, enmudecidas,

invisibilizadas; o, en el mejor de los casos: como mecanismos rituales de alienación religiosa toda

vez que los yaravíes, sanjuanes o tonadas eran ritmos de culto religioso (desde el “Salve-Salve Gran

Señora”, pasando por los villancicos y las tonadas de los Pases del Niño). Pero, con el establecimiento

de radios, en Riobamba inicialmente, luego en Guayaquil, en Cuenca y en Quito, como centros

urbanos fundamentales de la época, y la difusión de la música nacional a través de ellas, se genera

toda una armazón social alrededor de ese vínculo cultural, a través de la expresión de esas armonías,

con letras (verdaderas poesías) seglares, mundanas, que reflejan la cotidianidad de esos pueblos.

Se arma de ese modo un mercado nacional masivo, toda vez que proliferan, entonces, las

composiciones musicales con ritmos ecuatorianos auténticos: pasillos, sanjuanitos, tonadas, albazos,

yaravíes, capishcas, zapateados, yumbos y danzantes. Y abundan también los ejecutantes de dicha

música junto a empresas de artes escénicas y de Variedades, lo cual genera un vínculo identitario

con esos símbolos, valores, cosmovisiones e imaginarios de ese naciente Estado Nacional.

Todo este proceso sociológico-objetivo de identidad nacional ecuatoriana, se va forjando a partir del

producto discográfico que contiene los ritmos nacionales, la música nacional auténtica y vernacular,

elementos que permiten la identificación con temas de vivencias cotidianas propias, como el amor,

el desarraigo, la vida del campo, la vida del campesino que inmigra a las ciudades, etc.; y esos sentires

reflejados a través de sus ritmos propios, y elevados a la categoría de imaginarios sociales colectivos,

se convierten en sentires que se los vincula con la tierra, con su tierra, con este territorio nacional;

todo ello hace que esos colectivos se identifiquen con él: con el Estado nacional, que pasa a ser su

mundo; y por eso canta, entre otras cosas:

“Hace ya mucho tiempo sin rumbo cierto

Que abandoné mi tierra donde nací

Errante por el mundo, como el desierto

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No encontraba tus pasos para verte a ti.”49

No es que las disqueras, o empresas productoras de discos, se hayan propuesto crear una identidad

nacional, ni que el Estado haya planificado una política de desarrollo o incentivo de la música

nacional, este proceso articulador de los sentires colectivos, en medio de una base social que los

impulsa, por muchos medios, a emigrar de sus campos y a desarraigarse, y en el que las notas

musicales de ancestro, sus ritmos propios y las letras de las canciones que reflejan esas realidades y

vivencias, se da al margen de la intencionalidad expresa de las disqueras y de las políticas estatales.

Para las disqueras, aquel proceso es un simple negocio, coyuntural y muy bueno; para el Estado un

simple fenómeno, casi desapercibido, porque sus clases dominantes está más ocupadas en conservar

los hilos del Poder, y en hacer nuevos negocios con las empresas financieras que rondan por el Banco

Central del Ecuador Sociedad Anónima y con las empresas petroleras, como la SHELL y la ANGLO:

la primera que buscan apropiarse de todo el Oriente ecuatoriano (y lo logra), la segunda que ya se

había apropiado de toda la Península de Santa Elena. Solamente, en la década de 1940, se impulsarán

parodias o composiciones de música nacional con temas inherentes a la invasión peruana y a la

desmembración territorial.

Es la propia naturaleza esencial del producto discográfico, y sus contenidos culturales de la música

vernacular ecuatoriana, con aquellos ritmos que reflejan las vivencias indicadas, lo que produce

aquella articulación de los imaginaros sociales con “su mundo”, con ese “mundo” genérico que se

llama Ecuador, bajo un concepto también genérico de Estado Nacional.

Esta fiebre musical ecuatoriana revive e incentiva una costumbre Colonial, que se torna popular y

extendida: el de las serenatas, que consisten en las interpretaciones de aquella música nacional, en

horas de la noche o de las madrugadas, las mismas que se hacen por solistas, dúos o tríos; y a través

de las cuales se extrovierten sentimientos hacia las personas amadas. Buena parte de la literatura de

1930, refiere esta preciada costumbre interpretativa de música nacional, que, lógicamente, contribuye

a su articulación identitaria en vastos sectores de población. En la novela El Chulla Romero y Flores

se narra, precisamente, el pasaje de una serenata que el Chulla lleva a su amada, de quien está

separado; y su suegra le arroja los orines de un bacín, a lo que el Chulla responde con una frase

procaz, pero muy representativa del entorno, de las vivencias de la época y del lenguaje común

verdadero: “me lanzaron un bacín con chucha y todo”.

49 Primera estrofa del pasillo “Casita Blanca”, autoría de Filemón Macías, quien lo grabó originalmente junto a Azucena Durán, conformando el Dúo Él y Ella.

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Como se puede apreciar, no son solamente las personas que saben interpretar la música quienes

llevan serenatas (en efecto, el chulla Romero y Flores no era cantante ni tocaba instrumento alguno),

sino que surge una especie de “nuevo oficio” urbano: los serenateros, que se ubican en determinados

lugares de las urbes donde se los contrata para que “den un sereno; y se los puede localizar: en Santo

Domingo o la Avenida 24 de Mayo de la ciudad de Quito; en la Av. Colón y “Santa Elena” –Lorenzo

de Garaicoa– o Pedro Pablo Gómez y la Octava –La Lagartera– en Guayaquil; Juan Lavalle y León

Borja –La Estación– en Riobamba; o, Sucre y Lalama –El Trocadero– en Ambato), elementos de la

cultura popular que serían muy interesantes para futuras investigaciones.

Esta generación de la actividad musical, masificada a través de estos nuevos medios de

comunicación, cuyos pilares en la década de 1930, son Radio El Prado de Riobamba, Radio HCJB

en Quito, radios Atalaya y Ondas del Pacífico en Guayaquil, y radio Cuenca, en la ciudad del mismo

nombre, junto a la actividad multiplicadora de la ejecución cotidiana y por medio de serenatas, abren

las puertas a un despliegue de música ecuatoriana, la misma que se convierte en el insumo, elemento

funcional e instrumento comunicacional que genera los ámbitos contextuales de identidad con el

Estado del Ecuador, que, a su vez, crea la noción de ese Estado Nacional; y de su identidad con él:

una Identidad Nacional.

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RECOMENDACIONES

Toda vez que el Estado es la entidad que debe generar las propias bases para el entorno de su ser

nacional, de su nacionalidad y convertirse, con ello, en Estado Nacional, se requiere, bajo las

condiciones de la globalización privada impuesta por las gigantescas sociedades multinacionales, lo

que se podría denominar un “rescate de las soberanías estatales”, como en lineamientos genéricos,

lo ha hecho el Ecuador en este nuevo, complejo y hasta cuestionado proceso. (Tan cuestionado por

las fuerzas de Derecha, los oligopolios mediáticos, las sociedades multinacionales y El Imperio;

como por las llamadas fuerzas de izquierda).

Pero el hecho es que, en las condiciones actuales y bajo las evidencias expuestas de control

privado global de las sociedades multinacionales a los Poderes de la Institucionalidad

Supranacional y a sus Imperios Mediáticos (e incluso militares) cualquier asomo de

independencia, de soberanía estatal y de autonomía en las decisiones (esto es al margen

aquellas entidades como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional) significa

un asomo, por indicial que fuere, de un Estado Nacional, es decir, de una entidad que se

resiste a cumplir el papel vasallo, en calidad de “aldea global”. Por tanto, se debe persistir

en este camino de resistencia, para que la soberanía y la nacionalidad del Estado, se hagan

patentes, firmes y seguras.

Y, pues, como ya se ha indicado que solamente un Estado Nacional puede crear identidad

nacional, cosa que no puede hacerlo una “aldea global”, por razones también ya expuestas,

es obvio que un Estado con esa personalidad de resistencia frente al mundo de absorción

globalizadora, va a tener el vigor necesario para generar las adhesiones o adscripciones e

identidades pertinentes a dicho Estado.

En esta parte de la visualización teórica sobre los hechos sociales a los que deben orientarse

las recomendaciones, es necesario insistir, o repasar, en otro hecho muy grave: la existencia

de un gigantesco Poder Mediático que es capaz de romper todo tipo de resistencia por

embrionaria que fuere; y que, cuando los Estados han logrado rebasar los mínimos tolerables

por las sociedades multinacionales, a ese Poder Mediático, les quedan todas las armas de la

manipulación informativa, comunicacional, periodística, explicativa y todo el sistema

contextual de comunicación, de modo que la guerra más dura, después de alcanzado ese

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asomo de soberanía o conformación de un Estado Nacional, la guerra más difícil que debe

librarse está dada en el plano cultural, educativo y mediático, por medio del impulso para el

desarrollo de la música ecuatoriana, en lo que concierne al tema de la presente investigación.

Por ello, y bajo las premisas indicadas, corresponderá a estos Estados (como el Ecuador)

que han abierto un asomo de su Soberanía, y de su institucionalidad Nacional, tomar bajo

sus hombros la responsabilidad de crear las Ideas Madre. Esta es una tarea contracorriente

que debe emprenderla el Estado Nacional ecuatoriano de manera urgente, como la

emprendió Cuba en su momento, y como la emprendió Venezuela desde fines del siglo

pasado.

No se requiere, por tanto, mayor esfuerzo para establecer las recomendaciones con respecto

al tema que se ha tratado en esta investigación, se requiere, simplemente una Política de

Estado, dentro de este nuevo proceso del Estado de Derechos y de Justicia, para que se

incursione en esta nueva batalla cultural, a fin de establecer los “contextos-sistémico-

autológico-comunicacionales”, de la música ecuatoriana, es decir, de la música que se

corresponde con los ritmos propios de esta tierra: pasillos, albazos, capishcas, danzantes,

yumbos, pasacalles, sanjuanitos, tonadas.

Si el Estado no toma a cargo esta tarea de lo que podría denominarse un impulso, apoyo

directo y ejecución de una política encaminada a crear los señalados contextos-sistémicos,

será imposible que aquellos ritmos vuelvan a asomarse al “imaginario” popular, en vista de

que dichos contextos, hoy, están determinados por las corrientes globalizadoras y

funcionales tendientes a la vulgarización alienante.

En fin: o el Estado toma a cargo esta guerra cultural en el plano de, llamémoslo así: “rescate”

de la auténtica música ecuatoriana representada por los ritmos propios de su Estado

Nacional; o se habrá perdido una vez más esta guerra, y la “música nacional” seguirá siendo

cualquier “imaginario”, representado por el reguetón, la “chicha”, la bachata, los supuestos

“vallenatos” y todo aquello que se denomina genéricamente la “música rockolera”.

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Constitución de la República del Ecuador de 1906

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Constitución de la República del Ecuador de 1938

Constitución de la República del Ecuador de 2008

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(fecha de consulta: 27 de junio de 2014)

ANEXO Un CD de música compilada durante la investigación a manera de muestra de la música producida en la década de 1930-1940.


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