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Siete

Date post: 14-Aug-2015
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Lima 2013 www.facebook.com/impresionescolectivo
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Lima2013

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“Siete”Proyecto editorial independientecreado por alumnos de la Escuela Nacional de Bellas Artes

Grupo editorial independiente IMPRESIONES COLECTIVO Lima - Perú2013www.facebook.com/impresionescolectivo

Portada principalJim Marcelo Santiagohttps://www.facebook.com/JIMBOOOM

Diagramación(formato impreso)Alicia Ugaz

Autores e ilustradores

BlancoAutor: Aramis Castroilustrador: Omar Allca

Cuento CircularAutor: Carlo Gallese Ilustrador: Renzo Gallese

Arte MocheAutor: Jorque QuiñonezIlustradora: Magali Rodriguez

Yo también fui super héroeAutor: Renzo VillarIlustradora: Alicia Ugaz

SincronizaciónAutor: Gianfranco LanguasgoIlustrador: Omar Allca

Amor de un dinosaurioAutor: Julio Meza Ilustradora: Lilian Benites

ArturoAutor: Vane SifuentesIlustradora: Ana C. Carrasco

(Reseña de autores e ilustradores al final de cada cuento)

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Impresiones Colectivo

SIETE es, en esta presentación, un libro virtual que com-pendia siete cuentos. Los cuentos y sus respectivas ilus-traciones parten de un proyecto editorial independiente promovido y realizado por alumnos de la Escuela Nacional de Bellas Artes del Perú en alianza con escritores, quienes participaron de manera voluntaria previa convocatoria a nivel nacional, lanzada a través de las redes sociales por el TALLER DE LIBRO, grupo estudiantil que compartía téc-nicas en encuadernación, posibilidades del libro de artista y nociones editoriales, iniciado y dirigido inicialmente en la ENSABAP por Nelle Urbanowicz, estudiante alemana de intercambio, en la especialidad de grabado, quien fue tam-bién la ideadora e impulsadora de un realizar un proyecto editorial independiente, multidisciplinar, en alianza con escritores.

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El grupo editorial formado a partir del “Taller de libro” for-mó posteriormente IMPRESIONES COLECTIVO para llevar a cabo y materializar el proyecto inicado el 2012 y culminado el 2013 en la exposición de artes visuales “HÁBITAT” en el mes de setiembre, en el Centro Cultural de Bellas Artes en la ciudad de Lima.

Como parte de las premisas iniciales de esta convocatoria se pone este material a disposición de las redes virtuales pidiendo se respeten los creéditos respectivos, tanto los de escritores e ilustradores.

Hacemos un especial agradecimiento a las más de treinta per-sonas que enviaron sus escritos, a los siete escritores selecciona-dos y a los seis ilustradores que forman parte del “Impresiones Colectivo” y que participaron de forma tan comprometida al brindar tan valioso tiempo, compartiendo la tarea ilustradora y editorial con sus obligaciones estudiantiles; a Nelle Urbanowicks

por iniciar el Taller de Libro de manera voluntaria y solidaria para compartir sus conocimientos y, por sobretodo, sembrar en nosotros el ímpetu por hacer extensivo y multidisciplinario el trabajo gráfico, artístico y editoral; al Centro Cultural de Bellas Artes y a la Escuela de Bellas Artes por facilitarnos los espacios de reunión y de presentación del proyecto; a Alicia Ugaz por la maquetación y haber hecho posible la culminación de la edi-ción impresa, así como participar de la gestión de la muestra “Hábitat” donde el producto SIETE fue presentado.

Muy especiales agradecimientos a Jim Marcelo Santiago por colaborar desinteresadamente con la portada principal de SIE-TE y a quienes nos apoyaron en las actividades de difusión del proyecto a través de los talleres de creación de historietas en C.C. Bellas Artes: Omar Allca y Juan Carlos Yañez, así como a todos los que sigan y repliquen este tipo de iniciativas.

Ana Cecilia CarrascoCoordinadora del proyecto “Siete”

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Índice:

Presentación ............................................................................................

Blanco .......................................................................................................

cuento circular..........................................................................................

Arte moche...............................................................................................

Yo también fui super héroe.....................................................................

Sincronización..........................................................................................

Amor de un dinosaurio...........................................................................

Arturo........................................................................................................

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Blanco

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Siempre espero, es lo que mejor sé hacer. Salgo de mi habitación, estiro m is b razos hasta el c ielo y trueno l as a rticulaciones de mi c uello. Contando cada paso, camino hasta el jardín de rosas. Me gusta sentarme en la banca de madera corroída.

Mi espalda se apoya lentamente en el respaldar y mis ojos se pierden entre los arbustos y las personas. Puedo ver a los vecinos caminando y riendo. ¿Riendo? ¿ De q ué ríen? Yo nunca rio, yo sólo observo.

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Acaricio mi traje blanco y pienso en lo maravilloso que sería poder correr fuera del jardín. Mi cabello está a tado, pero pide a g ritos libertad. Trato de imaginar l as fascinantes creaciones que existirán detrás de esas paredes de concreto forradas por follaje a punto de morir.

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Cada vez que el sol sale y sus rayos rozan mis mejillas me pregunto por qué siempre visto de blanco. Odio el b lanco. Debe ser una tendencia absurda de un país desarrollado porque los vecinos también visten igual. A lguien m e acosa c on s us o jos, pero yo n o la conozco. Es extraña, de cabello alborotado, pasos de cemento y senos caídos. No me gusta su aspecto, pero no la repudio porque se viste como yo.

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Me levanto, vuelvo a tronar mi cuello y avanzo hasta el bebedero. Un ave se ha posado sobre el caño, me mira y sonríe. ¿Las aves sonríen? Esta no solo sonríe sino también habla. ¿Qué dices ave de alas blancas? Parece que se asustó, ya no quiere hablar más. Extiende sus alas, las agita un par de veces antes de alzar vuelo. El Sol es piadoso pues parece no quemarla, sino

más bien amarla.

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De pronto aparece él, ese hombre siempre me sigue. Nunca está de blanco, debe ser extranjero. Se acerca a mí lentamente mientras bebo el agua empozada del bebedero. Toma mi cintura y con lágrimas en los ojos susurra en mis oídos que me ama. Creo que gusta de mí, aunque es mucho menor que yo. Debo confesar, sin temor al qué dirán, que podría ser mi hijo. Toma

mi mano y de un tirón me lleva dentro de la casa.

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Los vecinos entran y salen de mi morada, todos de blanco, como s i la p uerta estuviera a bierta. Tomo la cabeza del hombre suavemente, él se emociona, y le digo que cierre las puertas y ventanas pues los vecinos invaden mi privacidad. ¿Por qué él no viste de blanco? Con un tono de compasión me dice: ‘Ya, mamá’.

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Un b eso en l a frente y n uestro a mor está s ellado. Desaparece e ntre l a multitud y l a brillante luz. Su movimiento m e recuerda a a lguien. De pie en un rincón de la sala pienso si debería alcanzarlo, pero creo que lo mejor es no ilusionarlo. Pobre hombre, iluso animal, quiero q ue sea f eliz, p ero no puedo entender el porqué.

A mi mente v iene una f rase: ‘Un hombre no está a legre si antes no ha sentido e l dolor’. Sabio Rubinstein que me permite tomar sus palabras como ejemplo para causarle dolor a aquel sujeto que cada s ábado v iene a v erme. No quiero l astimarlo, pero pronto estará bien.

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Otra vez la voz, esa enorme y corpulenta voz que me aterra. ‘Señores es hora de volver a sus habitaciones, la medicina de las 3 de la tarde será repartida’. Los de blanco arrastramos los pies y vamos a nuestras camas. Creo que no t ienen casa p orque cada d ía descubro que viven en la mía. Les cuento un secreto… creo que todos están locos.

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Escritor:

Aramís Castro RamosParticipa en los sitios de información: corresponsales.pe, universidadcoherente.org, y en diario Perú16

[email protected]@hotmail.com

Ilustrador:

Omar Allca (Psicop)Estudiante de escultura.

Escuela Nacional de Bellas Artes del Perú. Promoción 2014.

Es conocida su trayectoria como creador de comics en iniciativas al interior de la ENSABAP, además de algunos proyectos de fanzine realizados colectivamete fuera de

ella.

www.facebook.com/psicopwww.facebook.com/BellasArtesInSituTuTu

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Cuento Circular

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Por la a pariencia del carro quizás s ea del año 65 de color blanco y con una carrocería d e metal puro, las llantas apenas se observan pues el modelo está diseñado d e esa f orma, la m uchacha le e xpresa al joven que estos autos recorren c ortas distancias dado a su antiguo tanque, é l se asombra pues desconoce lo mencionado.

Trabajan juntos solo un poco para abrir la puerta, pero la llave es hallada en la misma cerradura del copiloto. Abren las puertas con cautela y no la cierran, pues hará bulla, le quitan el freno de m ano y lo e mpujan h asta h acerlo llegar a la pista, pensando ambos al mismo tiempo, sin saber lo que piensa el otro, si es que el árbol sembrado no se volvería a caer, una vez en el carro y a una distancia prudente lo consiguen

dirección…

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Nadie se percata del hecho a pesar de que el coche se e ncuentra frente a u na casa que parece estar preocupada por los cuidados de los autos antiguos, por no decir de colección…

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La c iudad está o scura, s e escucha el a ndar d e un auto del año 65, de color blanco, de carrocería de metal puro, llantas que apenas se observan pues el modelo está diseñado para que den la impresión de ser medias lunas. El conductor nota que la gasolina ya se ha terminado. Y le expresa a su acompañante que detesta esos autos porque solo recorren cortas distancias dado a su antiguo tanque... el carro sigue andando, c ruzan una esquina solitaria y antes de alejarse de aquella esquina los jóvenes se detienen y se miran al mismo tiempo, el joven le pregunta a la muchacha: ¿lo abandonamos?, ella responde que sí, toma la llave del arrancador y la coloca en la puerta del copiloto, luego deciden caminar sin dirección…

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A la distancia dos jóvenes que deambulan sin dirección en la calle durante la noche observan a 6

metros de ellos en el suelo un pequeño árbol que ha sido desenterrado…

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Escritor:

Carlo GalleseEgresado de la Facultad de Literatura Universidad Nacional Federico Villareal

[email protected]:

Renzo GalleseEstudiante de grabado.

Escuela Nacional de Bellas Artes

Ramesvar Das Grabador

[email protected]/renzogallesse

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Arte moche

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Pones la punta de tu l engua en el ombligo alargado de Carito, que yace desnuda delante de ti.

Más abajo, sus pies pequeños y tiernos te provocan un estremecimiento, t ragas la saliva con un dolor placentero.

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Sus pezones enhiestos, negrísimos, humedecen t u boca, te v uelven l oco. P ero cuando te abalanzas dispuesto a devorarlos,

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Reaccionas.A tu lado, Carito tira de tu brazo, medio asustada. Te pregunta por qué te quedaste callado y mirándola como idiota de un momento a otro.

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Reconoces el lugar. Están en la exposición de huacos que a ella y a ti les tocó cubrir para su práctica de Taller de periodismo II. Frente a ustedes, sobre un pedestal, hay una cerámica Moche que representa una cópula brutal entre dos indios rojos.

Sorry, me distraje…, te excusas, rascas tu cabeza.

Ay, cuándo no…, te riñe ella, risueña.

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Luego se dirige hacia otro estante con cerámicas incas, recomendándote que no te distraigas para que puedas redactar un

buen artículo. Tú la sigues, pero al contemplar su cuerpo perfecto en movimiento, a pesar de sus prendas, eres capaz de imaginarla

desnuda.

Piensas que, a unque la conoces poco, apenas dos semestres incluyendo éste, quizá no sea mala idea invitarla a salir un día; es una chica tan linda…

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Escritor:Jorge Quiñones (Trujillo, 1980)Licenciado en Ciencias de la comunicación por la Universidad Privada Antenor Orrego. Su cuento “Suerte” obtuvo el Trofeo Libro de Plata por ocupar el 2do. puesto en el Concurso Nacional Juvenil de Cuento organizado por el Centro de Promoción Cultural Trujillo (CEPROCUT), en el año 2011.

[email protected]

Ilustrador:

Magali Landaveri (Lima, 1980)Egresada de la Especialidad de Conservación y Restauración.

Escuela Nacional de Bellas Artes del Perú. Promoción 2012.

Dedicada actualmente a la Conservación del Patrimonio y proyectos de ilustración con fines culturales y educativos.

www.facebook.com/maga.landaveri

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Yo también fui súper héroe

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Convertido en superhéroeSin permiso de mamáNo hay villano que se escapeSi me pongo mi capa

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Nunca he perdido batallasContra ningún malhechor

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Es la fuerza que me ha dadoTomar leche en polvo anchor

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Dónde están esos días que no volveránDonde poco costaba volarO dragones salir a cazar

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Dónde están esos días que no volveránDonde poco costaba volar

Y era más fuerte que Superman

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- ¿Dónde dejaste la mantaque dejé en este sillón?

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-Ya te he dicho que te ubiques. Nunca serás superman.

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-Es un actor de películaY ese vuelo es efecto especial

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Dónde están esos días que no volveránDonde poco costaba soñar

Que a los malos iba a exterminarDonde poco costaba soñar

Que a la tierra la iba a salvar

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Ahora ya he madurado,Fui a la universidad

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Mi madre ya me ha soltadoEstá orgullosa de mí

Y mis sueños soterradosDuermen muy dentro de mí…

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Autor:

Renzo Villar

Es miembro de la banda musical “Y los demás”.

http://www.reverbnation.com/ylosdemás Ilustrador:

Alicia UgazEgresada de Bellas Artes.

Medalla de Plata en la Especialidad de grabado.Año 2013.

Se desempeña activamente en el diseño, grabado y arte gráfico.

www.facebook.com/aliciaugaz.artista

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Sincronización

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2 Sincronización

Si estos fueran otros tiempos, yo mediría poco más de un metro ochenta y tendría barba extrañamente despeinada, como l as p ersonas que nunca vieron rasuradoras más que en la tevé.

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De s er a sí, viviría en un t ranquilo l ugar d e Lima,

los á rboles, c erca a u na a venida principal poco concurrida, donde las noches s ean propicias para caminar sin necesidad de ser reconocido por algún incauto que conociste hace un tiempo y ahora pretende saludar. Usaría bicicleta, además, y me colocaría audífonos con alto volumen de la música.

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Si fueran o tros t iempos, v iviría en uno de los

y usaría las escaleras para llegar a mi piso, no importa cuántas sean. Entraría a un departamento de d ecoración f ría, con apenas la esencia d e unos colores invernales y cuadros de retratos de personas que nunca verás y que existen sólo para adornar una sala cuya mejor vista la tiene tras la ventana.

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5 Sincronización

En otros t iempos, aunque también en estos, m e apoyaría sobre la ventana a observar la calle con sus desinteresadas personas andando sobre las aceras, sus humeantes y viejos vehículos, aquellos insectos coprófagos que existen desde siempre, coleópteros que debieron s urcar los p arques a ntes que f ueran parques, antes que fueran vida.

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En una de esas, podría observar

uno de los departamentos

A través de la ventana,pude observar que ella dormíaprofundamenteen uno de los muebles de la sala,

descalza y con el cabello rulososomeramente peinado. La situación es irónica.

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Yo sin dormir por días y ella con un sueño ligero de

sutileza de los sueños, la complejidad de embarcarse en miles de aventuras sin moverse siquiera.

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10 Sincronización

Y lucía liviana y tranquila. Como el océano más hermoso de todos, dormido por tantos siglos pasados e n minutos. N i el café que quizá a lguna vez reposó en la taza, cerca a ella, pudo alejarla de dormir.

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Me quedé hasta su despertar, aunque realmente no estuviera a s u lado. Estiró los brazos como el mar estira sus olas. Abrió los ojos y sentí como un pequeño amanecer. Se levantó y desapareció entre las paredes c laras de su sala, regresó sintiéndose observada, alguien s e habría acercado a ella e ntre sueños desde u na v entana y le prometió dulces besos en tardes mustias, llevarla de la mano entre avenidas.

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Tomarla de la cintura y aparecer en la agonía de los días más f elices q ue comienzan siempre con una extraña sonrisa.

Alguien le había prometido estar cuando despertara y la observo llorar sin lágrimas por aquel desplante en esta Lima de otros tiempos, cuatro y quince de

saldrá y bajo corriendo a darle el alcance.

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Solo el alma me acompañaba. Nunca supe su nombre, nunca pensé en cómo llamarla.

Desde la p arte m ás b aja de la ciudad, observo su ventana. Ella ha salido y sonríe.

Entonces, Ella me mira.

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Escritor:

Gianfranco Languasco Bellido (Lima, 1988)Periodista y escritor. Textos suyos han aparecido en las revistas BASH MAG, DEDOMEDIO y ASIA SUR. Ha sido ganador del primer puesto en los Juegos Florales USMP 2010 y en La III Feria del Libro de Huancayo 2011, ambos en la categoría Cuento. Gracias a este último premio, Bisagra Editores lanzó la antología “El Tanatonauta” con los cuentos ganadores y finalistas, que incluye su obra ganadora. Ha publicado el libro de relatos Dirty Sexy Money (Editorial Casatomada, 2012).

[email protected]

Ilustrador:

Omar Allca (Psicop)Estudiante de escultura.

Escuela Nacional de Bellas Artes del Perú. Promoción 2014.

Dedicado, entre sus deberes académicos, a la difusión del cómic al interior de Bellas artes y en proyectos particulares de fanzine e historietas.

www.facebook.com/psicopwww.facebook.com/BellasArtesInSituTuTu

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Amor de un dinosaurio

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Cuando estaba en la oficina, el Contador era un individuo sin luz propia. Su trabajo, el mismo desde hacía un lustro, lo encadenaba al escritorio durante sesenta o más horas a la semana. El trajín era repeti-tivo, como el de una máquina incapaz de desgastar-se. En la primera etapa del día revisaba las cuentas (manipulaba el deber y el haber como fichas de un rompecabezas) hasta que, cuando ya bostezaba, ponía su firma en los libros contables y los cerraba de un golpe. Mientras tomaba su refrigerio, que consistía casi siempre en una hamburguesa y una ga-seosa oscura, conversaba con sus compañeros sobre nimiedades (aventuras de fin de semana, partidos de fútbol y asuntos profesionales).

Por supuesto, nadie hablaba sobre temas agudos. Se temía ser visto como un alborotador. En la tarde, luego de trazar escritos y enviar el despacho, se reu-nía con su jefe para comentarle sus avances.

– ¿Cómo está, señor? Aquí le traigo mis archivos.–De mí no te preocupes, carajo. Deja esas hueva-das en la mesa. Y regresa tu culo a su silla.

Al final de la jornada, el Contador le echaba llave a sus cajones y se despedía de sus compañeros. Era el momento en que comenzaba a iluminarse su vida. Dentro del ascensor sentía un alborozo que se originaba en sus entrañas y se reflejaba en su rostro con una enorme sonrisa.

Era como si, después de años de lucha, se hubiera liberado de unos fuertes grilletes. En la cochera se quitaba el saco, encendía la radio a todo volumen y arrancaba el auto. A diferencia de sus colegas, el Contador no se dirigía a casa, ni a una reunión con amigos, ni mucho menos al gimnasio. Desajustán-dose la corbata, emprendía un breve viaje hacia el mar.

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Luego de recorrer varias avenidas, bajo un cielo que anunciaba el ocaso con heridas naranjas y grises, tomaba la carretera hacia el sur de la ciu-dad. En el kilómetro ciento veinte, en medio de un desierto ondulante, ingresaba a un pequeño balneario que parecía la manifestación concreta de la nostalgia. Con lentitud, iba por las calles pavimentadas de arena y cruzaba la plaza princi-pal, en la que una iglesia en ruinas acompañaba al municipio y otras edificaciones carcomidas por la brisa. Rodeado de niños que jugaban a la pelota, se detenía por algunos minutos en el malecón y contemplaba los postes oxidados. Desde peque-ño había fantaseado que eran ancianos raquíticos que, debido a un hechizo misterioso, se habían momificado justo cuando doblaban las espaldas.

También apreciaba las casas de revoques carco-midos, jardines secos, pero balcones con celosías intactas. “¡Qué chismosos somos!”, pensaba.

Finalmente, seguía a las gaviotas que tomaban vuelos sinuosos y que, de un momento a otro, se hundían en el agua para pescar. “¡Eso es libertad!”, se decía y se imaginaba como un ave planeadora que soltaba una blanquecina caquita sobre la ca-beza de su jefe. El Contador suspiraba conmovido y bajaba a la playa.

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Estacionado sobre la arena, con el viento empujando los te-chos de paja de las sombrillas, el Contador abría la maletera y sacaba un disfraz de dinosaurio de espuma de vidrio (para ser preciso, de Tyrannosaurus rex teñido con diversas variaciones del color violeta). Ante los ojos sorprendidos de algunos ba-ñistas, se lo ponía lentamente y, dentro de esa piel grotesca, se

dirigía a un espigón.

Mientras silbaba un tema melancólico, avanzaba calculando cada uno de sus pasos, como si realizara una ceremonia sa-grada. Y, cuando llegaba a la punta, en donde reventaban las olas con furia y se originaba una minúscula lluvia salada, se sentaba sobre una roca y observaba cómo se hundía el sol en

el océano.

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Una mañana, cuando se relajaba en su departamento, el Contador fue dominado por un impulso. Su cuerpo le exigió salir a la calle, pero no vestido del modo tradicional, sino disfrazado de dinosaurio. Pese a que intentó contenerse, la fuerza que nacía de su médula lo sometió. Minutos después, se vio a sí mismo bajando por las escaleras con su extraño ropaje. El portero se sorprendió. Sin embargo, como tenía ordenado no molestar a ningún propietario, se quedó en silencio como una roca. “Total”, reflexionó, “lo im-portante es que me paguen a fin de mes”. En el cuerpo del dinosaurio, el Contador recorrió varias zonas de la ciudad. La vereda se prolongaba ante sus ojos y una libertad indescifrable le recorría de pies a cabeza.

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Era un éxtasis que, como si fuera producto de un rayo, le hacía sentir una electricidad fulgurante. Primero, llegó a un parque de olivos y persiguió mariposas. Cuando estaba por atrapar una muy colorida, cayó con estrépito en la laguna artifi-cial. Las personas se reían de su aspecto y tor-peza.

–No se burlen –decía él, con voz grave–. Que siempre estamos disfrazados.

Luego se detuvo en una esquina concurrida. Bajo el semáforo en rojo, cruzó la pista bailando un ritmo desaforado. Los conductores tocaron sus cláxones y él se animó a dirigir el tráfico por unos instantes. –¡Avancen sin cuidado! –gritaba, haciendo el sonido de un pito con los labios–. ¡Que golpe avisa y enseña!

En la puerta de una farmacia, saludó a los clientes y, cuando quisieron echarlo los guardias de seguri-dad, saltó como un canguro con fiebres.

–La locura es la mejor medicina –recomendaba, envuelto en su trance–. O la muerte, que lo iguala todo.

Por último, subió a un puente, se pegó a la baranda y lanzó besos volados a los carros. –¡Los adoro! –gritaba–. ¡Porque la vida es viaje y viajar es vivir! Al final de la jornada estaba cansado y sudoroso como si hubiera participado en una maratón. La noche comenzaba a expandir sus dominios y los objetos se entregaban a una penumbra enrarecida.

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Impresiones Colectivo

El Dinosaurio se dirigió a su casa sa-boreando el placer de haber cumplido un acto sin parangón. No obstante, a ratos se preguntaba: “Pero, ¿qué he hecho?”. Y lo inundaba la vergüenza.

“Por suerte no me ha visto nadie. ¿O sí?”.

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De pronto, se encontró en la boca de un pasaje y, gracias al reflejo de un poste de luz, logró ver una silueta llamativa. Cuidadosamente, avanzó unos pasos y emergió una mujer (pues sus piernas finas así lo indicaban) disfrazada de ga-lleta con relleno de fresa. El Dinosaurio se sorprendió: había alguien más con su afición. La Galleta, que llevaba un ángu-lo mordido, partió con prisa y se perdió entre las sombras. El Dinosaurio, con una mano (o más bien una garra) en el corazón, hizo un descubrimiento que le trastocó la existencia: la Galleta era ma-ravillosa y debía encontrarla.

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El Dinosaurio anduvo por todos los lugares que conocía, tratando de ubicar a la Galleta. Fue por los caminos desiertos y silenciosos, y sumó su tristeza a la del ambiente. Atravesó las aceras llenas, evitando ser empujado por las mareas de personas que iban y venían sin ningún norte. Fue a los parques y los centros comerciales, y los adultos lo confundieron con un espectáculo para niños. Se introdujo en las cantinas de mala muerte y tuvo que soportar las bromas pesadas de los parroquianos.

Desesperado, preguntó en la comisaría y, luego de ser calificado de demente, lo invitaron a sa-lir. El desánimo lo venció con su peso de reali-dad. Concluyó que nunca más hallaría a la Ga-lleta, la cual lo había alterado en lo profundo.

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Impresiones Colectivo

En la oficina, una tarde de cielo des-pejado, el Contador llamó a la secre-taria del jefe para darle unos informes urgentes. Ella se acercó moviendo las caderas con armonía y el Contador encontró en esa forma de caminar va-rios detalles que le inquietaron la me-moria. “¿Quién camina así?”, pensó. Como no se le ocurrió nada, volvió a sus labores. Pero horas después, cuan-do estaba listo para retirarse, varias ideas se fusionaron en su cabeza. Ha-bía hallado la respuesta: ese caminar se parecía al de la Galleta.

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Impresiones Colectivo

Sacó de una agenda la dirección de la Secre-taria y salió corriendo. Cerca del lugar se-ñalado, frenó ante una imagen de ensueño: en un parque de árboles tupidos, la Galleta brincaba de un lado a otro mientras arroja-ba pétalos de flores. Se sentía traspasado por una angustia creciente. Entró en el disfraz y persiguió a la Galleta.

El Contador se arrojó sobre el escritorio de la Secretaria, quien se había marchado ha-cía unos minutos. Quería encontrar alguna prueba que confirmara su sospecha. Forzó la chapa, abrió los cajones y buscó entre los papeles y sobres. No había ni indicios. “Ton-terías”, concluyó. “Mejor voy a su casa”.

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La correteó por calles re-pletas de ojos estupefactos.

Luego, por la berma central de una autopista. Los vehí-culos pasaban rápidamente

y en los timones se exhibían rostros de desconcierto. El

Dinosaurio seguía tras la Galleta: ninguno de los dos

mostraba cansancio. Esta-ban dispuestos a cruzar sus límites. Avanzaron cerca de

diez kilómetros.

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–Te atraparé –vociferaba el Dino-saurio–. Te cansarás. Y te atraparé.

Pero, aunque era un buen plan, eso no sucedió: una patrulla de policía los detuvo. Los guardias se los llevaron por promover el desor-den público.

Rodeado de policías, y en una habitación iluminada por reflec-tores, el Contador se hundió en la vergüenza: se quitó el disfraz y mostró su rostro taciturno. Los policías, que no dejaban de reír, tomaron sus datos y le advirtieron que era la última vez que lo deja-

ban libre. “¡La próxima te encerra-mos en el manicomio!”, le dijeron. Cabizbajo, el Contador se retiró pensando que debía arrojar a la basura su traje de dinosaurio. Perdido por los pasillos de la comisaría, le aplastaba la sensación de estar en un laberinto de tama-ño continental. De pronto, sobre una banca de madera, encontró el motivo de su congoja: el disfraz de galleta. Aunque intentó controlar-se, sus ojos resplandecieron y se acercó a esa piel para acariciarla con ternura.

Mientras sus manos vibraban, una energía rara se expandió por su cuerpo y le hizo sonreír de espe-ranza. Sin embargo, el momento cósmico se volvió terrenal cuando alzó la mirada. Acompañada de mujeres policías, la Secretaria pa-saba por su lado. El Contador no supo qué decir. Un vacío creció en su estómago y una pesadez con-tundente se alojó en su garganta. Quiso articular palabras inteligen-tes o por lo menos dulces, pero solo le salió un tímido “hola”. – Hola –le respondió la Secretaria y continuó su camino.

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En el trabajo, después del incidente con la poli-cía, el Contador evitó a toda costa la presencia de la Secretaria. Si tenía que darle algún recado, se hacía el desentendido o mandaba a que lo hicie-ra otra persona. Así transcurrieron las semanas hasta que, a fin de año, cuando se realizaba el ba-lance general y en la oficina se respiraba oxígeno con estrés, la Secretaria se acercó a su escritorio. Llevaba una sonrisa pícara y sus ojos brillaban con luz propia. Le extendió dos documentos.

–Gra-gra-gracias –dijo el Contador.

La Secretaria se retiró en silencio. El Conta-dor leyó con expectativa el primer documen-to. Trataba sobre algunas observaciones, muy minuciosas, relacionadas a los montos que in-gresaron antes del cierre de caja. Desanimado, tomó el otro papel y lo revisó con paciencia. Al finalizar, una descarga trepidante lo empujó a

un abismo sin gravedad. Era el amor.

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Apenas termina la jornada laboral, el

Contador y la Secretaria, que no hablan

nada en la oficina, se marchan con rapi-

dez y se dirigen a su punto de reunión:

la playa.

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Envueltos por la brisa, se ponen sus respectivos disfraces (el Contador, el de Dinosaurio; la Secretaria, el de Galleta) y,

abrazados, contemplan cómo el sol se esconde en el océano.

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Escritor:

Julio Meza (Lima)

En el link:www.elperuano.com.pe/edicion/noticia-escribir-y-ser-libre-19547.aspx#.U6Y5U5R5MnpLink de reciente publicación en donde el Diario El Peruano le dedica unas líneas a su creciente trayectoria literaria por motivo de la publicación de “Sólo un punto,” novela publicada en Chile, de la que Julio es autor.

[email protected]

Ilustradora:

Lillian BenitesMedalla de Oro en la Especialidad de Grabado.

Escuela Nacional de Bellas Artes,2013

Actualmente se desempeña en gestión cultural y artes gráficas.

www.facebook.com/lillian.stella

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Arturo

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7 am .Viernes. Llueve en Lima. Hoy Arturo salió temprano de casa y fue de combi en combi cantando a ritmo de Chacalón, ese ídolo de multitudes, que escuchó de un CD que su vecino repetía una y otra vez, el mismo que recopilaba éxitos del grupo celeste y de la nueva crema. Esa música no sólo le hace mover los pies sino que recorre su cuerpo y toma dominio de su ser hasta esbozarle una sonrisa en el rostro. Su corazón latía fuerte, su alma vibraba teniendo el ómni-bus como escenario.

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Así llegó hasta Los Olivos.

Hoy le toca trabajar. Su madre, quien está gestando, amaneció muy débil. Además Sthefanie, su hermana me-nor, está enferma. Han gastado mu-cho dinero en las medicinas y ya no hay de dónde sacar más.

Con el dolor de su corazón su madre le dice que no habrá tiempo para el colegio pues tiene que traer un poco de platita a casa o no comerá ningu-no de los cuatro.

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En un cruce peatonal Arturo se pone a hacer saltos, volatines y muchas otras piruetas, que a la vez le sirven como calefactor a los 15 gra-dos de temperatura de Lima donde su cami-seta de Argentina no le es de mucha ayuda.

Al terminar su número, pasa de carro en carro estirando la mano para recoger las monedas que le quieran dar. Toca venta-nas, mueve la cabeza y busca la mirada de los conductores, pero parecen no verle.

A medida que avanza a través de la fila de autos, la sonrisa poco a poco se le va quebrando como un cristal.

El semáforo cambia a ámbar. Debe apurarse y cruzar la pista hacia un lu-gar seguro, pero precisamente al vol-tear escucha que le gritan por atrás: ”Oe Messi”. Arturo lo duda pero gira raudamente, después de todo debía ser él: llevaba puesta la número 10. Entonces vio a un hombre sonrien-te, de esos que ven con el corazón.

Toma, le dice. Le da una moneda de 2 so-les y una polera -No quiero muertos feos. Además, Messi tiene que estar en el otro mundial- y riendo reanuda la marcha.

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Arturo permaneció parado como si por un momento se hubie-ra detenido el tiempo pero el semáforo cam-bio a rojo y el claxon de los carros lo rein-corporó a la realidad.

Messi hacía goles de media cancha, de cha-laca, de cuchara, era el ídolo y héroe de la mitad del planeta pero para él, ese hom-bre que le regaló una sonrisa era su héroe.

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Una de la tarde marca el reloj en las calles de Lima. La gente se pre-para para uno de los placeres más grandes y elementales de la vida: comer. Arturo va caminando y de repente se ve rodeado de anuncios de menús. Lee en una pizarra es-crita con tiza: entrada, papa a la huancaína; segundo, arroz con po-llo (seguro más arroz que pollo)

y en el menú ejecutivo: arroz con leche de postre.

Eso sí: todos, pero to-dos, vienen con refresco. Anuncios de combos de

hamburguesas con papas fritas, un trozo de pizza y

vaso de gaseosa a dos soles y muchas otras tentadoras propuestas. Mucha sazón, mucha variedad y todo a

disposición de la gente, pero sólo si tienen dinero

con qué intercambiarlo.

Bien dice una canción: “cuando habrá pa’ todos

algo pa’ comer”.

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Buscando la mejor oferta, va al mercado que le queda más cerca.

--¡Huevo de codorniz. ¡A sol casera lleve huevo! - ¡Jugo de naranja, pura vitamina C!...

Arturo vuelve a leer el cartel del combo de pizza más gaseosa a dos soles. A través de la vitrina las tajadas se ven grandes y además le gusta la idea de que venga con algo de beber, así que corre hacia ese puesto y ordena una porción sin dudarlo más: ¡A esquivar el hambre otra vez!

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8 de la noche. Muere el día pero el hambre reaparece. Dentro de una pollería una familia come ansiosamente. Un pollo, papas fritas, un litro de gaseosa y porción de helados para todos. Es mucho más práctico comprar los combos que promociona la pollería. Así el padre expresa el cariño a sus hijos. Sólo los ve un par de veces a la semana y quiere darles lo mejor. El mayor de los hijos luce una figura gruesa para su tamaño. ¡Ese es mi hijo,

fuerte como el padre!, piensa éste.

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Arturo está por subir a su combi. Pasa por el restaurant, mira a través del

vidrio a esa familia y luego voltea la cabeza otra vez.

La combi en la esquina parece espe-rarlo. Sube y empieza a cantar: Viento,

vuelve a ser como ayer…

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Escritora:

Vane Sifuentes

Estudiante de nutrición Universidad Científica del Sur

[email protected]

Ilustradora:

Ana Cecilia Carrasco QuintanaEgresada ENSABAP 2012. Especialidad de Grabado.

Actualmente se desempeña en el campo de la gestión cultural.

www.facebook.com/ana.cecilia.564

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Primera edición impresa: Lima, 2013Edición digital: Puno, 2014


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