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"Anotaciones para una Teología de la Escucha" Ateneo Teológico, Barcelona 2013

Date post: 29-Jan-2023
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Anotaciones para una Teología de la Escucha

Consideraciones bíblico - pastorales

Juan Pablo Espinosa Arce

www.lupaprotestante.com

  Teología  de  la  Escucha  –  lupaprotestante.com  -­‐  1  

Anotaciones para una Teología de la Escucha Consideraciones bíblico - pastorales

Juan Pablo Espinosa Arce Pedagogía en Religión y Filosofía – UC del Maule

Laico Católico C H I L E

Bibliografía: De Wit, H. (1987). Caminando con los profetas. Santiago de Chile: Rehue; Boff, L. (1980). El destino del hombre y del mundo. España: Sal Terrae; Caiceo, J. (1988). Antropología Filosófica y Doctrina Social Cristiana. Santiago de Chile: Instituto Profesional de estudios superiores “Blas Cañas”; Sociedad Chilena de Teología. (1997). El quehacer teológico. Santiago de Chile: San Pablo; Ruiz de la Peña, J. (1988)a. Teología de la Creación. Bilbao: Sal Terrae; Ruiz de la Peña, J. (1988)b. Imagen de Dios, antropología teológica fundamental. Bilbao: Sal Terrae; http://www.facteologia.edu.uy/docs/soleriana-articulo-2007.pdf; Léon-Dufour, X. (1993). Vocabulario de Teología bíblica. Barcelona: Herder; Ellacuría, I y Sobrino, J. (1999). Fe y Justicia. España: Desclée de Brouwer; http://www.severinocroatto.com.ar/wp-content/uploads/2010/09/hermenutica_del_exodo.pdf; Cezar de Camargo, G. (1999). La eucaristía a la luz del misterio pascual. Chile: LOM; http://servicioskoinonia.org/biblioteca/biblica/PixleyExodo.pdf; Robert, A y Feuillet, A. (1970). Introducción a la Biblia. Barcelona: Editorial Herder; Mercier, R. (1994). El Evangelio según el discípulo a quien Jesús amaba. Bogotá: San Pablo. Introducción

Las comunicaciones entre los hombres se comprenden a la luz de la palabra, los gestos, los sentidos y la escucha, los cuales van adquiriendo significado y se van constituyendo desde las relaciones establecidas entre las personas. Desde el sentido teológico la revelación, vista como la comunicación entre Dios y el hombre, adquiere el sentido de ser creación, vínculo de amistad y proyecto de salvación. La importancia de establecer una Teología de la Escucha a partir del discipulado, quiere hacernos comprender que el discípulo, el hombre que es interpelado por Dios, debe realizar un proceso de discernimiento que va más allá de un mero oír sensitivo, y que por lo tanto debe posicionarse como actividad de fe, de voluntad y de misión permanente. Este artículo pretende ser un recorrido bíblico en relación a los conceptos de escucha y de palabra. En un primer momento, trataremos de comprender como estas actitudes fundamentales son transversales al mensaje de la Escritura. Estableceremos nuestras reflexiones a partir de la historia, comprendida como lugar teológico, en el cual Dios va actuando y revelándose. El estudio exegético, que representa el segundo momento del artículo, lo dividiremos en dos grandes bloques. El primero será visto desde el Antiguo Testamento en donde analizaremos la relación entre Dios y el hombre en el Éxodo y en el profetismo. Luego pasaremos a estudiar el concepto de escucha en el Nuevo Testamento, centrándonos para ello en el Evangelio de Juan, para posteriormente analizar la actitud de la primera comunidad cristiana desde el libro de los Hechos de los apóstoles y la evangelización que la comunidad realiza. Desde esta perspectiva, comprenderemos cuál debe ser la actitud de las nuevas comunidades cristianas en clave misionera.

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1.0 CONTEXTOS Y PREMISAS DE LA TEOLOGÍA DE LA ESCUCHA 1.1 La escucha a partir de la revelación históricamente situada. La premisa fundamental de la revelación, es que esta es “esencialmente palabra de Dios al hombre”1, la cual debe ser escuchada y respondida. La escritura nos dice que “muchas veces y de muchos modos, habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo” (Heb 1,1-2). El Dios en el que creemos, es un Dios que habla, que se comunica y que “no es para el ser humano el absolutamente otro, el extraño o ajeno (…) es el mío en cierto sentido muy verdadero”2 Dios desde siempre ha ido comunicando sus designios al hombre, y el hombre debe responderle movido por su fe. Dice el Concilio Vaticano II en la Constitución Dogmática Dei Verbum (DV) que aborda el tema de la “Divina Revelación”: “en consecuencia, por esta revelación, Dios invisible, movido por su gran amor, habla a los hombres como amigos” (DV 2). La respuesta que Dios espera es la “obediencia de la fe” (DV 5). Con esto, comprendemos que la fe se posiciona como escucha que supera el aspecto sensible. Es una audición vital que “mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da a todos la suavidad en el aceptar y crecer en la verdad” (DV 5).

Dios se manifiesta al hombre dentro de su historia. La historia del pueblo de Israel desde el momento en que Dios interviene en ella toma sentido de salvación. En ella Dios actúa salvado y en ella el hombre escucha. En este sentido, “la historia de la salvación no es una historia dentro de la historia, sino la mima historia vista a partir de su sentido último, revelado como Dios”3. Uno de las características fundamentales que diferencian la historia judeocristiana con las religiones míticas, es que la primera es teleológica, es decir, se proyecta a un fin determinado de manera dinámica. Este fin es comprendido como el eschatón, el que está sustentado en una promesa y en una esperanza ya sea la resurrección, la salvación, o los cielos nuevos y la tierra nueva. Por el contrario, las religiones míticas presentan el paradigma del mito del eterno retorno o del constante devenir, por el cual, nunca se percibe una superación clara de lo anterior, repitiéndose siempre lo mismo. Es por tanto una historia negativa.

Es en este escenario en donde los hombres y mujeres bíblicos, unidos como pueblo receptor de la revelación, “escucharon la Palabra de Dios desde la fe (palabra que era su revelación). La escucharon de forma tan perfecta que la comunidad de fe la juzgó canónica, es decir, normativa y ejemplar para todos los hombres ‘oyentes de la palabra de Dios”4

                                                                                                                         1 León-Dufour, 1993, Pág. 289. 2 Ruiz de la Peña, J, 1988 b. Pág. 176. 3 Boff, L, 1980, Pág. 92 4 Ibid, pág. 93

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1.2 La escucha y su relación con la palabra.

La palabra es un elemento fundamental en la comunicación. Por medio de ella vamos creando realidad al momento de dialogar con otros. La palabra y el lenguaje son un “sistema solidario e interdependiente de signos y reglas que tienen la capacidad de materializar la opción personal de salir de sí y de ofrecerse como aporte fecundo a otros”5. Lo anterior es de relevancia, ya que la palabra y la escucha se presentan excéntricamente en el sentido de que no son procesos egoístas, sino que son fecundos, comunitarios, creadores y transformadores. Esto lo comprobamos en el momento de la creación. Ésta acontece por medio de la palabra. Dice Ruiz de la Peña que “como Dios llamó a Israel para hacer de él su pueblo, así llama a las cosas al ser. Y la palabra de Dios es verdadera y operativa (…) es ya inicio de un diálogo salvífico (…) de un ser personal, dialogal, que piensa, quiere y llama a las criaturas”6

El diálogo salvífico que se produce en el momento creacional, está sostenido entre Dios y Adán, imagen de la humanidad. El que en la creación esté presente un diálogo primordial, quiere hacer comprender que “la creación es ya revelación, alocución comunicativa de Dios, comienzo de la historia salvífica y punto de partida del proceso de autodonación divina a sus criaturas (…) el mundo viene a ser expresión de Dios, lo que resulta de su ‘dicción’”7 La posibilidad de que el hombre pueda comunicarse con su creador, está establecida por el influjo del ruah, hálito divino que permite que el hombre pueda desarrollar una interacción comunicativa con su creador, y es por esta relación que “el hombre es la criatura mediante la cual la creación responde verbalmente al creador. El ser humano vive literalmente de esa llamada y se mantiene en la existencia en la medida en que está a la escucha perseverante y atenta de la palabra divina”8. 1.3 La relación yo – tú como fundamento de la Teología de la Escucha. A nivel de lo creado, el hombre posee un puesto especial ya que es el único que puede responder a la llamada divina, es el único que puede ser interpelado por ella y esto porque es imagen y semejanza de Dios (Cf. Gn 1,26-27). La solemne actitud vicaria que este posee, le hace ver a Dios como un Tú al que puede remitir. Dios, a su vez, ve al hombre también como su Tú. Ambos se constituyen, entran en diálogo y van creando. Pero aún en esta relación fundante, Dios sabe que al hombre le hace falta una compañía adecuada (Cf. Gn 2,18) y por ello crea a la mujer de manera que este diálogo Yo-Tú trascendente pase a ser ahora la mediación inmanente que nos posibilita el encuentro con Dios. Por medio del diálogo interpersonal se va ejercitando la escucha. El escuchar “encuentra su verdadero espacio en el diálogo, situación fundamental del ser humano que se abre al alumbramiento del Tú”9 El diálogo que se debe crear, debe ser generoso, liberador y amoroso. Debe brillar nuestra condición icónico-divina, por la cual estamos aptos para entrar en relación de palabra y silencio auditivo con nuestros interlocutores. En esto, es

                                                                                                                         5 Sociedad Chilena de Teología, 1997, Pág. 199. 6 Ruiz de la Peña,1988a, Pág. 30. 7 Ibid. Pág. 41 8 Ibid pág. 25 9 Peralta, P. 2007. Pág. 2 http://www.facteologia.edu.uy/docs/soleriana-articulo-2007.pdf (Extraído el 17 de Abril de 2012)

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significativo lo que dice Leonardo Boff: “la palabra fundamental no es Yo, sino Yo-Tú. El Tú creó mi Yo, y únicamente en el Tú que me acepta como soy y acepta mi donación, sigo siendo Yo. El Yo es un eco del Tú”10. Esto en el plano de la comunicación divina y específicamente en la creación, se evidencia en que el Tú trascendente (Dios) crea al hombre de su dicción, de su eco en el mundo. Y el Yo, es decir, la humanidad representada en Adán, sigue siendo el interlocutor en la donación, en la fe, en la esperanza y en el amor. Es una relación de dependencia entre lo creado y el Creador, pero que no es alienante, sino que es esencialmente libre, libertad entendida en el sentido de que es “una toma de postura frente a Dios (…) y la libertad es la capacidad de autorrealización con que el hombre cuenta, entonces, la libertad más liberada, será aquella que acepta y acoge el fundamento de su ser, no aquella que lo rechaza”11 Desde el estudio de las ciencias humanas, el diálogo y el uso de la palabra, así como la capacidad de escuchar, constituyen los elementos básicos de la convivencia. Se sostiene así que “la cultura toda es acontecimiento dialógico en cuanto realización eminentemente humana”12. La vida humana, su relación simétrica con los demás hombres y asimétrica, en este caso con Dios, se comprende como un encuentro que a su vez se entiende como comunidad en la cual sus integrantes por medio del uso racional de su palabra, y a través de una escucha sincera, van proyectándose hacia un futuro pleno. Este futuro pleno, posee

“un misterio más hondo (…) cuando se realiza la inmersión de Dios mismo en el mundo y la emergencia del hombre a la comunión con Dios. En este momento de humanidad, que es a la vez momento de divinidad, el hombre asciende a una comunidad desconocida y sin embargo latente en toda comunidad humana: la comunión divina”13

Es la comunión que en la historia de la salvación se comprende como procesos de liberación, servicio y entrega profética, en los cuales Dios, los hombres y mujeres escuchan y responden. Esto lo veremos en el siguiente apartado.                                                                                                                          10 Boff, L. 1980, Pág. 73-74. 11 Ruiz de la Peña, 1988b, Pág. 191. 12 Idem. 13 Caiceo, J. 1988, Pág. 21.

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2.0 LA TEOLOGÍA DE LA ESCUCHA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

2.1 La escucha en los procesos de liberación: El paradigma del Éxodo.

En el momento del Éxodo, del gran kairós del pueblo de Israel, también encontramos la presencia de la escucha. Esta vez es Dios quien va escuchando algo muy concreto, a saber, el clamor de su pueblo que es oprimido. Nos interesan los siguientes versículos:

“Yahvé le dijo (a Moisés): He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado el clamor ante sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlo de la mano de los egipcios y para subirlo de esta tierra a una buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel” (Ex 3,7-8)

Esta escucha divina no es un mero oír físico ya que comporta la ‘compasión’, el ser uno con el dolor del pueblo. El Dios de Israel toma partido por el pueblo oprimido por el sistema social egipcio y es capaz de ‘escuchar’ su dolor que está relacionado con el pecado social que se comprende en el “clamor (…) (saaq es el término técnico para la queja contra la injusticia infringida)”14. De parte de Dios hay un posicionarse en la línea de los marginados y vulnerados.

Junto con la escucha hay otro movimiento radicado en el ‘bajar’ a convivir con los esclavos. El que Dios baje representa una metáfora muy llamativa. El Dios de Israel es un Dios móvil, que va de camino con su pueblo. Esto lo vemos en la figura de la columna de fuego y la columna de nubes15, en el arca que es llevada por los sacerdotes16, o en la tienda del encuentro17. Es interesante que este ‘bajar’ se comprende como un “solidarizarse con los oprimidos como grupo, pues Dios estaba allí”18. Yahvé se hace uno con el pueblo desde la capacidad de poder escuchar el sufrimiento.

Junto con la escucha, hay una dicción de parte de Dios que expresa el anuncio de la promesa de una tierra que es lo opuesto a Egipto. Es una tierra de libertad expresada en los símbolos de la abundancia. La palabra de Yahvé es siempre creadora y recreadora con lo cual el Éxodo se transforma en un momento creacional, o como dice Severino Croatto: “un hecho originario, decisivo para la creación de Israel como pueblo libre: lo originario reviste un carácter fundamental y adquiere un prestigio único”19

El Éxodo y su relevancia hermenéutica, afecta a todos los procesos de liberación y de opción por los oprimidos y marginados. Con este acontecimiento soteriológico, Dios establece alianza con el pueblo. El pacto comporta un diálogo, en el cual el pueblo se transforma en el gran Tú de Dios capaz de responderle como de negarle20. La escucha

                                                                                                                         14  Ellacuría, I y Sobrino, J. 1999, Pág. 158. 15  Ex 13,21 16  Dt 31,25 17  Ex 33,7 18  http://servicioskoinonia.org/biblioteca/biblica/PixleyExodo.pdf  19 http://www.severinocroatto.com.ar/wp-content/uploads/2010/09/hermenutica_del_exodo.pdf  20  En esto por ejemplo la situación de Masá o Meribá cuando el pueblo duda del poder de Dios en su estancia en el desierto

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de Dios junto con su dicción frente a la voz del pueblo que se alza como clamor, están en relación a la propia vocación que el pueblo posee, a saber, “el servicio de la justicia y de la misericordia, el rechazo de toda dominación y la tenacidad para vencer todo aquello que destruye al ser humano”21. Esto significa que la gran característica de la audición divina presenta el compromiso siempre nuevo de liberar al pueblo elegido de toda forma de opresión, ya sea económica, política, religiosa, etc. 2.2 La escucha en la misión profética. Para el pensamiento y la reflexión bíblica, el profeta, el hombre lleno del Espíritu de Dios, no era un adivino. Por el contrario, era un hombre que veía su contexto histórico, realizaba la escucha atenta y por medio de un discernimiento, podía hablar en las categorías teológicas o de la fe.

La presencia, la voz y las palabras del profeta eran muchas veces calladas por los grupos dominantes, “de hecho, fueron palabras fuertes, insolentes a veces, a través de las cuales (…) transmitían la voz de Dios mismo”22 Este mensaje se condensaba en un concreto anuncio de liberación, especialmente para con lo más oprimidos. La clave mesiánica de muchos de ellos lo atestigua23. Por medio de este anuncio, “los profetas creían que sus palabras eran la voz que Dios mismo prestó a la agonía silenciosa de los maltratados. Pues, dicen los profetas, que es Dios mismo quien ruge a través de sus palabras”24. Con esto, los profetas se convertían en mediadores entre la vida de Dios y el pueblo.    

Para comprender un poco más la teología de la escucha desde la misión profética, leeremos un texto de Isaías correspondiente al Tercer Canto del Siervo de Yahvé.

“El Señor Dios me ha dado lengua de discípulo, para que Yo sepa sostener con una palabra al fatigado. Mañana tras mañana me despierta, despierta mi oído para escuchar como los discípulos” (Is 50,4)

La figura del profeta, emisario de Dios en medio del pueblo, representa el verdadero prototipo de servicio el cual se basa en dos acciones fundamentales. La primera es la capacidad profética de “sostener con la palabra al fatigado”. Para poder confortar, el verdadero discípulo debe saber lo que es el dolor. Nuestra sociedad ha impuesto un rechazo generalizado al tema del sufrimiento. Se pasa por alto, se evita. Pero en cambio, el que quiere ser “siervo”, debe someterse, abajarse, salir de su metro cuadrado y compartir la suerte de las masas sufrientes.

La segunda actitud, y la que nos interesa, es la acción de Dios a favor de que su siervo preste oído a sus palabras. Desde el momento en que Dios nos interpela, debemos establecer una capacidad de sano discernimiento. El “oído despierto”, denota un claro signo de fidelidad. Es poner nuestra atención en la revelación, en el signo que estamos presenciando. Quizás será sutil o velado, pero aun así debemos tener la voluntad de

                                                                                                                         21  Cezar de Camargo, G. 1999. Pág. 16. 22 De Wit, H. 1987. Pág 10. 23 Podemos citar a Is 7,14; Is 11, 1-9; Is 49, 6-7; Is 61,1-2. 24 Idem.

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prestar nuestra obediencia al plan de liberación y de praxis de la buena nueva fundada en la justicia. La sociedad actual nos va colocando en la contrapartida de la escucha. Permanecemos sordos ante la voz del Dios actuante, y no asociamos nuestra vida a su vida. Es el la actitud que debemos mejorar.

Estas dos actitudes fundamentales, el escuchar y la palabra, repercuten en la vida social del pueblo de Israel. En los profetas, “los derechos fundamentales del hombre hallaron (…) los más grandes defensores (…) fomentaron un ideal de igualdad y fraternidad (…) Contaban con Dios para instaurar en la sociedad de mañana el clima verdaderamente humano en que pudieran vivir los hijos de Dios”25 Y es en esto en donde radica la importancia del profetismo veterotestamentario. La profecía se ubica por tanto en la crítica social, en la denuncia y en el anuncio. Es un compromiso concreto con el sufrimiento de los inocentes, los cuales son vistos por los profetas como los predilectos de Yahvé. Se habla de justicia, de misericordia, de salvación. Son los tópicos que caracterizan al profeta, el cual debe extirpar y destruir el egoísmo, la violencia generalizada. Debe perder y derrocar los abusos cometidos contra el pueblo menor. Debe también reconstruir y plantar, por medio de la palabra que es creadora y transformadora. Todo esto para constituirse profeta de las naciones, sabiendo siempre que Dios pone las palabras en su boca. Palabras que comportan anuncio de nuevas alegrías y esperanzas, especialmente para con los más pobres y postergados (Cf. Jer 1,4-10)

3.0 LA TEOLOGÍA DE LA ESCUCHA EN EL NUEVO TESTAMENTO 3.1 La escucha en la praxis y signos de Jesús a partir del Evangelio de Juan

El Evangelio de Juan escrito de manera definitiva aproximadamente hacia el año 100 d.C, cuyos destinatarios eran cristianos del mundo helenista, es un relato altamente simbólico. Esto lo vemos por ejemplo en el uso de palabras con un alto nivel teológico tales como ‘luz’, ‘vida’, el uso repetitivo del ‘Yo Soy’, la presencia del ‘vino nuevo’ entre otros. El mensaje central de este Evangelio es mostrar a la persona de Jesús como el Hijo de Dios. Se habla preferentemente de Él y muy pocas veces del Reino de Dios, a diferencia de los sinópticos, que tratan toda la predicación de Jesús en relación a este anuncio.

El cuarto evangelio articula el mensaje de Jesús en grandes bloques de discursos, en los cuales va mostrando su persona como enviado de Dios. Lo fundamental del mensaje joánico es que “Jesús es el Hijo de Dios encarnado, enviado a este mundo por el Padre como signo de amor, y muerto y resucitado para comunicar a los hombres la riqueza de la vida divina”26 y que desde esta vida divina comunicada al hombre y a la mujer, se van concretizando las mayores esperanzas.

El concepto de la escucha y de la palabra de Jesús, es fundamental para comprender su misión en el cuarto evangelio. El Jesús joánico es presentado como el exégeta del Padre (Cf. Jn 1,18), el que ha escuchado a Dios desde toda la eternidad y que con autoridad puede contar e interpretar a los hombres aquello que sabe. También es presentado como                                                                                                                          25  Robert, A y Feuillet, A. 1970. Pp. 448-449. 26  Mercier, R. 1994. Pág. 38 Tomo I.

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la Palabra por la cual todo fue hecho (Cf. Jn 1,3) y que en un momento histórico se encarnó en la historia humana (Cf. Jn 1,14). Analizaremos estos dos aspectos fundamentales para la teología que queremos comprender.

En primer lugar, el escuchar joánico, como ha sido la tónica de todo nuestro desarrollo anterior, va más allá del aspecto físico o sensible. Este radica en una comprensión mayor del misterio de Dios que se presenta en los signos. En el evangelio de Juan, es repetitivo el concepto de ‘escucha’, ‘oír’, ‘oye’, u ‘oyó’27. En relación al concepto de la Palabra, esta se aplica preferentemente a Jesús que es la Palabra de Dios (Cf. Jn 1), con función creadora, redentora y exegética. El anuncio de la Palabra Encarnada es fundamentalmente el mensaje de vida en abundancia. Por medio de la acción del Logos, al hombre que recibe o que escucha el mensaje, se le da el ser hijo de Dios (Cf. Jn 1,12).

Lo fundamental que expresan los conceptos de ‘escucha’ y de palabra, es que la acción de “escuchar la Palabra de Jesús y creer en Dios, lleva al hombre a poseer ya la vida eterna. Efectivamente la doble actitud de escucha de la Palabra y de fe en Dios de quien viene Jesús, pone ya al hombre en posesión de la vida eterna”28. En esto se juega todo lo que es el discipulado del mensaje joánico. 3.2 El discipulado de las primeras comunidades basado en lo que ‘hemos visto y oído’

Las primeras comunidades cristianas experimentaron una ardua tarea en la asimilación del Misterio Pascual. Uno de los testimonios que expresa mejor esto es el de los discípulos de Emaús. Trataremos de sintetizarlo lo más breve posible. El escándalo de la cruz había derribado todas las esperanzas mesiánicas de los discípulos. El maestro había sido asesinado por los líderes religiosos de la ciudad de Jerusalén y ahora la comunidad se encontraba sola y temerosa. Creen que lo más sensato es volver a la primera vida antes del encuentro con Jesús. Y en el camino se encuentran con Él pero no lo reconocen. Este no reconocerlo, quiere expresar lo que pasa cuando la visión o la audición la dejamos relegada a un espacio más físico, y no a un proceso de discernimiento desde el espíritu y es por ello que Jesús les califica como hombres de corazones lentos. Es entonces cuando les explica las escrituras y de a poco se va posibilitando la escucha desde la reflexión profunda. Llegados a Emaús, se sientan a la mesa. Jesús parte el pan y se les abren los ojos. Luego cuando se dan cuenta que es el Maestro, este ha desaparecido. Los últimos momentos del relato quieren simbolizar ese paso de una condición de audición y visión física a una nueva y dinámica experiencia que supera todas las limitantes de la corporalidad y que hace de los discípulos testigos de la Resurrección y evangelizadores del Cristo vivo.

Cuando el discípulo se deja cautivar, se deja seducir por la palabra de Dios y por la participación en la vida comunitaria, significada en la fracción del pan y en la escucha de la Palabra de Dios entendida como actividad de fe, su experiencia creyente se va tornando más radical. Y es ahí en donde podemos funcionar como puente o mediación para cautivar a otros con nuestro mismo testimonio. Es lo que se llama Evangelización, y constituye el alma de la vida de la Iglesia. Evangelización que es “alcanzar y                                                                                                                          27  En Juan el concepto de escucha o de oír, oyó, oye, figura en Jn 5,24; Jn 6,45.60; Jn 8,43.47; Jn 9,27.31; Jn 10,3.8.16.20.27; Jn 11,41-42; Jn 14,24; Jn 15, 15; Jn 18,37; Jn 21,7. 28  Mercier, R. 1994. Pág. 650 Tomo I.

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transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento… que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación”29, designio que es escuchado desde la fe en la comunidad. No podemos concebir una misión o un discipulado permanente al margen de los demás. Somos seres-en-relación, y desde allí vamos generando los lazos para poder atraer a otros. Son invitaciones libres y nunca opresoras, ya que el Reino y su Evangelio son categorías que expresan la libertad y la liberación de toda atadura de esclavitud, opresión o marginación.

4.0 Conclusiones

Lo importante que se debe considerar en la apertura de la fe a la revelación divina, es una capacidad concreta y una actitud de escucha y de lectura de la presencia de Dios en la historia personal y social.

La sociedad actual nos va colocando en la contrapartida de la escucha. Permanecemos sordos ante la voz del Dios actuante, y no asociamos nuestra vida a su vida. Es el la actitud que debemos mejorar. O también lo que Pablo sostiene cuando dice a los Corintios: “lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman” (1 Cor 2,9), lo que se presenta como una invitación a presentarnos ante la sabiduría que Dios otorga a quienes están dispuestos a auscultar su voz en los signos del tiempo y en la historia, lugares de encuentro con Dios.

La atención del discípulo, se presenta también como arte, ya que la escucha requiere ejercicio, aprendizaje, tiempo paciencia y, sobre todo, una serie de condiciones30, entre las cuales están el comprender que la palabra de Dios se presenta como buena noticia. Luego, la capacidad de la conversión personal y social para comprender la resonancia de esta noticia en mi vida. Noticia que estamos llamados a anunciar como evangelio de salvación, fraternidad y libertad. Debemos finalmente crear la conciencia de una actitud misionera permanente, la cual afecte a las comunidades de base y desde la cual generar espacios de comunión.

                                                                                                                         29  Pablo  VI  en  la  Exhortación  Apostólica  “Evangelii  Nuntiandi”,  en  el  número  19.    30 Cf. “Escuchar la voz y el silencio de Dios”, Gelabert M, Revista Veritas vol III, nº19 (2008), pp. 387.

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Juan Pablo Espinosa Arce Juan  Pablo  Espinosa  Arce  es  estudiante  de  Pedagogía  en  Religión  y  Filosofía,  UC  del  Maule  –  Chile.  Es  laico  católico.  Trabaja  pastoralmente  con  jóvenes  y  adultos  en  su  formación,  en  la  Parroquia  Católica  El  Sagrario,  Rancagua  -­‐  Chile.  Desarrolló  su  tesis  de  licenciatura  en  educación  con  el  tema:  "El  discernimiento  como  propuesta  pedagógica  a  la  luz  del  Misterio  Histórico  de  la  Encarnación".  En  la  Universidad  ha  trabajado  como  ayudante  tanto  en  cátedras  del  Depto.  Teológico  y  Filosófico.  Actualmente  realizo  trabajo  de  ayudante  en  Teología  Fundamental.


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