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Antípoda 25. Temas varios

Date post: 02-Dec-2023
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C O M I T É C I E N T Í F I C O

Cris Shore, Ph.D.Max Planck Institute for Social Anthropology, Nueva Zelanda

Christine Hastorf, Ph.D. University of California, Berkeley, Estados Unidos

Christopher Hann, Ph.D. Max Planck Institute, Alemania

Claudia Briones, Ph.D. Instituto de Investigaciones en Diversidad cultural y Procesos de cambio IID y PCa Conicet/Unrn Universidad Nacional de Río Negro, Argentina

Eduardo G. Neves, Ph.D.Universidade de São Paulo, Brasil

Gerardo Otero, Ph.D.Simon Fraser University, Canadá

Joanne Rappaport, Ph.D. Georgetown University, Estados Unidos

Jon Landaburu, Ph.D. Cnrs, Francia

Marisol de la Cadena, Ph.D. University of California, Davis, Estados Unidos

Peter Wade, Ph.D.University of Manchester, Inglaterra

ANTIPODA

E Q U I P O E D I T O R IA L

DirectoraMargarita Serje

EditorSantiago Martínez Medina

Asesor Contenido VisualXavier Andrade Andrade

Gestora EditorialMargarita Sierra Hurtado

C O M I T É E D I T O R I A L

Consuelo de Vengoechea Rodríguez, Dra.Universidad Nacional de Colombia

Friederike Fleischer, Ph.D.Universidad de los Andes, Colombia

L. Antonio Curet, Ph.D.National Museum of the American Indian

María Clara Van Der Hammen, Ph.D.Universidad Externado de Colombia

Margarita Chaves Chamorro, Ph.D.Instituto Colombiano de Antropología e Historia – Icanh

Pablo Jaramillo, Ph.D.Universidad de los Andes, Colombia

Alexander Herrera, Ph.D. Universidad de los Andes, Colombia

R E V I S TA D E A N T R O P O L O G Í A Y A R Q U E O L O G Í A

A n t i p o d . R e v. A n t ro p o l . A rq u e o l

ANTIPODAAntípoda. Revista de Antropología y Arqueología es una publicación cuatrimestral (enero-abril, mayo-agosto y septiembre-diciembre) que circula al inicio de cada pe-riodo señalado, creada en 2005 y financiada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia). Su objetivo es contribuir al avance y difusión del conocimiento antropológico y arqueológico, como al análisis crítico de temas socioculturales, metodológicos y teóricos, relevantes para los diversos sub-campos de la disciplina y de otras áreas afines de las ciencias sociales y humanas. Antípoda conforma un foro abierto, crítico y plural en donde se publican artículos y trabajos inéditos en español, inglés y portugués.

Antípoda tiene un interés especial en difundir las experiencias y los resultados de trabajos antropológicos y de investigación social de las antropologías del mundo, especialmente latinoamericanas.

A partir del nombre de Antípoda como una metáfora de la alteridad, la Revista presenta diversas visiones. Las secciones se organizan a partir de las siguientes ale-gorías espaciales:• Meridianos: esta sección señala la orientación del número. Aquí se publican

artículos resultados de investigaciones relacionadas con un tema central.• Paralelos: tienen lugar en esta sección artículos relacionados con el tema central

del número desde diversos enfoques y perspectivas teóricas y metodológicas.• Panorámicas: sección abierta que recoge escritos con temas relevantes para la

disciplina.

• Reseñas: presenta contenidos sobre publicaciones de interés para la revista y sus lectores.

• Documentos: contiene escritos y entrevistas en antropología y arqueología, así como una presentación de la propuesta visual que acompaña el número.

Cuando un número de Antípoda contiene en su totalidad artículos de tema libre, su estructura cambia. En ese caso se conservan las secciones Panorámicas, Reseñas y Documentos.

Palabras clave: Antropología social y cultural, Etnografía, Arqueología, Antropolo-gía Biológica, Lingüística, Etno-historia, Cultura.

Antípoda declara que, todos los artículos que se reciben son sometidos a la herramienta de detección de plagio; los contenidos que se publican en la versión digital son de libre acceso y se pueden descargar en formato PDF, HTML y en versión e-book; los autores deben manifestar que el texto es de su autoría, inédito, y que respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros; y los evaluadores, señalar en el formato de evaluación que no tienen conflicto de interés con los autores y temas sobre los que van a conceptuar.

ANTÍPODA - REVISTA DE ANTROPOLOGÍA Y ARQUEOLOGÍA Pertenece a los siguien-tes índices, sistemas de indexación, catálogos, bases bibliográficas y repositorios:

• SciELO Citation Index (Thomson Reuters – SciELO), desde 2013. • SCOPUS (Database of Abstracts and Citation for Scholarly Journal Articles.) Elsevier,

desde 2013. • PUBLINDEX– Índice Nacional de Publicaciones (Colciencias, Colombia) desde 2008.

Actualmente en categoría A2. • CAB Abstracts (www.cabi.org, Estados Unidos), desde 2011. • SciELO - Scientific Electronic Library Online (Colombia), desde 2010. • HLAS – Handbook of Latin American Studies (Library of Congress, Estados Unidos),

desde 2009. • LatAm – Studies, Estudios Latinoamericanos (International Information Services, Esta-

dos Unidos), desde 2009. • HAPI – Hispanic American Periodicals Index (UCLA – Latin American Institute, Estados

Unidos), desde 2008. • IBSS – International Bibliography of the Social Sciences (Proquest, Estados Unidos), des-

de 2008. • Sociological Abstracts and Language Behavior Abstracts (CSA – Cambridge Scientific

Abstracts, Proquest, Estados Unidos), desde 2008. • CREDI – Centro de Recursos Documentales e Informáticos (OEI – Organización de Es-

tados Iberoamericanos), desde 2008. • Latindex – Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de Amé-

rica Latina, el Caribe, España y Portugal, desde 2008. • CLASE – Citas Latinoamericanas de Ciencias Sociales y Humanidades (UNAM, México),

desde 2007. • DIALNET – Difusión de Alertas en la Red (Universidad de La Rioja, España), desde 2007. • DOAJ – Directory of Open Access Journals (Lund University Library, Suecia), desde

2007. • Informe Académico, Academic OneFile (Gale Cengage Learning, Estados Unidos), desde

2007. • RedALyC – Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal

(CLACSO, UAEM, México), desde 2007. • CIBERA – Biblioteca Virtual Iberoamericana (German Institute of Global and Area Stu-

dies, Alemania), desde 2007. • AIO – Anthropological Index Online – Royal Anthropological Institute (Reino Unido),

desde 2005.• EP Smartlink Fulltext, Fuente Académica, Current Abstract, TOC Premier, Académica

Research Complete (EBSCO Information Services, Estados Unidos), desde 2005.• PRISMA – Publicaciones y Revistas Sociales y Humanísticas (Proquest, Estados Unidos),

desde 2005. • Ulrich’s Periodicals Directory (Proquest, Estados Unidos), desde 2005. • OCENET (Editorial Océano España), desde 2003.

PORTALES WEB EN LOS CUALES ESTÁ ANTÍPODA • www.lablaa.org/listado_revistas.htm (Biblioteca Luis Ángel Arango, Colombia).• www.portalquorum.org (Quórum Portal de Revistas, España). • biblioteca.clacso.edu.ar (Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO, Argentina).

A N T I P O D A I N D I C EN O T A E D I T O R I A L

Santiago Martínez Medina – Universidad de los Andes, Colombia | 8-11

P A N O R Á M I C A SEl hablar y la palabra: psicoterapias en los márgenes urbanos de la Región Metropolitana de Buenos Aires | 15-31María E. Epele - Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina

Proxémica, Kinésica y Antropología. Apuntes sobre simulación etnográfica, cuerpo y espacio en el marco del conflicto armado colombiano | 33-58Carlos Cárdenas - Investigador independiente, ColombiaCarlos Arturo Duarte Torres - Pontificia Universidad Javeriana de Cali, Colombia

“Algo habrán hecho...”. Un análisis sobre las contiendas morales en el acceso a la condición de activista familiar en casos de muertes violentas (Córdoba, Argentina) | 59-73Natalia Verónica Bermúdez - Universidad Nacional de Córdoba, CONICET, Argentina

Narrativas académicas e historia oral en el pueblo de los Pastos | 77-98Óscar Andrés López Cortés - Universidad Libre, Colombia

“Machos y brujas en la Patagonia”. Trabajo, masculinidad y espacio de la reproducción | 99-119Hernán M. Palermo - CEIL-CONICET, Universidad de Buenos Aires, Universidad Nacional Arturo Jauretche, Argentina

El proceso de formación del municipio de Santa Teresa (Espírito Santo) a luz de algunas teorías acerca de migraciones | 121-139Patricia Falco Genovez, Mauro Augusto dos Santos y Simone Zamprogno Scalzer - Universidade Vale do Rio Doce, Brasil

Arqueología regional en el valle de Tena: un estudio sobre la microverticalidad muisca | 143-166Pedro María Argüello García - Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia

Microrrelieve costero vs. icnitas humanas en la localidad El Caracolero (Claromecó, Argentina) | 169-190Mariano Bonomo y Adriana Blasi - Universidad Nacional de La Plata, Argentina

R E S E Ñ A S

Luis Abraham Cayón. 2013. Pienso, luego creo: la teoría Makuna del mundo | 195-199María Alejandra Rosales Barbosa - Universidade Federal de Roraima, Brasil

Arno Vogel, Marco Antônio da Silva Mello y José Flávio Pessoa de Barros. 2015. Gallina de Angola. Iniciación e identidad en la cultura afro-brasileña | 201-204Marcos Andrés Carbonelli - Universidad de Buenos Aires, CEIL CONICET, Argentina

D O C U M E N T O SHabitares cotidianos. Fotografía, etnografía y pensamiento. Conversación con Jorge Panchoaga | 208-212Jorge Panchoaga – Investigador y fotógrafo independiente, Colombia Santiago Martínez Medina - Universidad de los Andes, Colombia

E D I T O R I A L N O T ESantiago Martínez Medina – Universidad de los Andes, Colombia | 8-11

P A N O R A M I C SSpeaking and the Word: Psychotherapies within the Framework of Buenos Aires Metropolitan Urban Areas | 15-31María E. Epele - Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina

Proxemics, Kinesics and Anthropology. Notes on Ethnographic Simulation, Body and Space in the Colombian Armed Conflict | 33-58Carlos Cárdenas - Investigador independiente, ColombiaCarlos Arturo Duarte Torres - Pontificia Universidad Javeriana de Cali, Colombia

“They Must Have Done Something...”. An Analysis of the Moral Strife in the Access to the Status of the Relative in Cases of Violent Deaths (Córdoba, Argentina) | 59-73Natalia Verónica Bermúdez - Universidad Nacional de Córdoba, CONICET, Argentina

Academic Narratives and Oral History in Los Pastos People | 77-98Óscar Andrés López Cortés - Universidad Libre, Colombia

“Machos and Witches in Patagonia”. Work, Masculinity and Reproduction Space | 99-119Hernán M. Palermo - CEIL-CONICET, Universidad de Buenos Aires, Universidad Nacional Arturo Jauretche, Argentina

The Formation of the Municipality of Santa Teresa (Espirito Santo) in Light of Some Migratory Theories | 121-139Patricia Falco Genovez, Mauro Augusto dos Santos y Simone Zamprogno Scalzer - Universidade Vale do Rio Doce, Brazil

Regional Archaeology in Valle de Tena. A Study of the Muisca Microverticality | 143-166Pedro María Argüello García - Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia

Coastal Microrelief vs. Human Ichnites in El Caracolero (Claromecó, Argentina) | 169-190Mariano Bonomo y Adriana Blasi - Universidad Nacional de La Plata, Argentina

R E V I E W SLuis Abraham Cayón. 2013. Pienso, luego creo: la teoría Makuna del mundo | 195-199María Alejandra Rosales Barbosa - Universidade Federal de Roraima, Brazil

Arno Vogel, Marco Antônio da Silva Mello y José Flávio Pessoa de Barros. 2015. Gallina de Angola. Iniciación e identidad en la cultura afro-brasileña | 201-204Marcos Andrés Carbonelli - Universidad de Buenos Aires, CEIL CONICET, Argentina

D O C U M E N T SVisual essay. Everyday Dwellings: Photography, Etnography and Thought in the Work of Jorge Panchoaga | 208-212Jorge Panchoaga – Photographer, ColombiaSantiago Martínez Medina - Universidad de los Andes, Colombia

A N T I P O D A C O N T E N T S

N O T A E D I T O R I A LSantiago Martínez Medina – Universidad de los Andes, Colômbia | 8-11

P A N O R Â M I C A SO falar e a palavra: psicoterapias na Região Metropolitana de Buenos Aires | 15-31María E. Epele - Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina

Proxêmica, Cinésica e Antropologia. Anotações sobre simulação etnográfica, corpo e espaço no âmbito do conflito armado colombiano | 33-58Carlos Cárdenas - Investigador independiente, ColômbiaCarlos Arturo Duarte Torres - Pontificia Universidad Javeriana de Cali, Colômbia

“Teriam feito alguma coisa...”. Uma análise sobre as discussões morais no acesso à condição de ativista militar em casos de mortes violentas (Córdoba, Argentina) | 59-73Natalia Verónica Bermúdez - Universidad Nacional de Córdoba, CONICET, Argentina

Narrativas acadêmicas e história oral no povo dos Pastos | 77-98Óscar Andrés López Cortés - Universidad Libre, Colômbia

“Machos e bruxas na Patagônia”. Trabalho, masculinidade e espaço da reprodução | 99-119Hernán M. Palermo - CEIL-CONICET, Universidad de Buenos Aires, Universidad Nacional Arturo Jauretche, Argentina

O processo de formação do município de Santa Teresa (Espírito Santo) à luz de algumas teorias sobre migrações | 121-139Patricia Falco Genovez, Mauro Augusto dos Santos y Simone Zamprogno Scalzer - Universidade Vale do Rio Doce, Brasil

Arqueologia regional no Vale de Tena: um estudo sobre a microverticalidade muisca | 143-166Pedro María Argüello García - Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Colômbia

Microrrelevo litorâneo versus pegadas fossilizadas humanas na região El Caracolero (Claromecó, Argentina) | 169-190Mariano Bonomo y Adriana Blasi - Universidad Nacional de La Plata, Argentina

R E S E N H A SLuis Abraham Cayón. 2013. Pienso, luego creo: la teoría Makuna del mundo | 195-199María Alejandra Rosales Barbosa - Universidade Federal de Roraima, Brasil

Arno Vogel, Marco Antônio da Silva Mello y José Flávio Pessoa de Barros. 2015. Gallina de Angola. Iniciación e identidad en la cultura afro-brasileña | 201-204Marcos Andrés Carbonelli - Universidad de Buenos Aires, CEIL CONICET, Argentina

D O C U M E N T O SEnsaio visual. Habitares cotidianos: fotografia, etnografia e pensamento no trabalho de Jorge Panchoaga | 208-212Jorge Panchoaga – Pesquisador e fotógrafo, Colômbia Santiago Martínez Medina - Universidad de los Andes, Colômbia

A N T I P O D A I N D I C E

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Nota editorial

* Candidato a doctor en Antropología de la Universidad de los Andes, Colombia. *[email protected] *[email protected]

Santiago Martínez Medina*

Universidad de los Andes, Colombia

Antípoda es una publicación que se caracteriza por su continuo interés en la imagen. Desde su primer número, bellamente ilustrado con fo-tografías de Martín Chambí, el diálogo que la Revista propone al lec-tor excede a aquel que se puede sostener con el texto de sus artículos. En este mismo sentido, el equipo editorial de la Revista se complace

en presentar Antípoda 25, número con el que inauguramos la convocatoria “Antro-pología y ensayo visual”, con la que esperamos abrir nuestras páginas a las propues-tas de antropología visual que con justa razón cuestionan la excesiva centralidad de la palabra escrita en nuestra producción académica. Se trata de brindar un espacio para la reflexión con y desde la imagen, mediante la publicación de series de fotogra-fías, dibujos, cómics, pinturas e ilustraciones que se relacionen críticamente con la realidad social latinoamericana, expresen un uso creativo entre imágenes y textos, y generen nuevas formas de conocimiento sobre su tema de objeto. La temática de esta convocatoria es amplia e incluye cualquiera de los problemas sobre los que de ma-nera usual publica Antípoda, por ejemplo: identidad, representación, metodología, género, inequidad, violencia y conflicto, patrimonio, tradición y modernidad, etno-grafía y cultura, entre otros. A su vez, de la misma forma en que Antípoda mantiene una apertura disciplinar en la recepción de propuestas escritas, el espacio que brinda la Revista para ensayos visuales está abierto a fotógrafos, ilustradores, diseñadores, y en general a todos aquellos artistas interesados en el foro académico que encarna nuestra publicación. Para asegurar la calidad del proceso de selección y edición he-mos llamado a formar parte de nuestro equipo a Xavier Andrade Andrade, profesor del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes, cuyas creden-ciales nos permiten asegurar la idoneidad y calidad de las propuestas por publicar.

Las fotografías incluidas en Antípoda 25 están pues dispuestas a lo largo de la Revista para ser examinadas como un contenido más, independiente aunque co-nectado parcialmente con los artículos. La propuesta consiste en dar al contenido visual un carácter diferente al de simplemente ilustrar o acompañar los contenidos escritos. Se trata pues no sólo de brindar atención a la elección de las imágenes, sino también a su sucesión, en la medida en que nos interesa que dialoguen entre ellas y con el lector a lo largo de toda la Revista. Intentamos, por ello, intervenirlas mínima-mente, buscando mantener un equilibrio entre la propuesta del fotógrafo y el forma-to editorial que nos caracteriza. Somos conscientes de que la propuesta implica un

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nuevo reto para el lector, que se enfrentará a una progresión específica de imágenes que lo interpelarán desde su propia materialidad, ofreciéndole otra manera de leer-nos, desde la portada hasta la página final.

En Antípoda 25, Jorge Panchoaga nos invita a acompañarlo en sus actividades cotidianas como fotógrafo que registra la cotidianidad de las personas con las que trabaja en Toribío, Ambaló, Silvia, Calderas y otros rincones del Cauca. La serie que presentamos aquí es pues el resultado de esa intersección de cotidianidades. Nos en-contramos con aquello que al sorprender invita a obturar, pero que al mismo tiempo condensa la calidad de lo ordinario. La propuesta fotográfica de Panchoaga está así muy lejos de ser la fotografía del “instante decisivo” –término acuñado por Henri Cartier-Bresson que designa no sólo una estética sino también una actitud hacia la fotografía–, porque lo que está en las imágenes no es sólo la congelación de un mo-mento, sino también el resultado de otras muchas actividades que son precisamente las condiciones de posibilidad de esas fotografías. En efecto, aquello que luce como una instantánea son también, en el trabajo de Panchoaga, largas caminatas, conver-saciones sin pausa o descansos en una faena agrícola. Es inevitable no pensar una relación entre esta manera de fotografiar y la labor de tomar notas en un diario de campo etnográfico, en especial cuando se considera que fotógrafos como Panchoaga requieren largas estadías en las cuales afinan sus cuerpos y sus mentes a las cotidia-nidades propias de los entornos y las personas con las que trabajan. Por tal motivo, en la sección Documentos incluimos una entrevista con Jorge en la que exploramos las conexiones entre fotografía, antropología y etnografía.

El lector encontrará otro cambio importante en Antípoda 25. En efecto, las secciones usuales han sido modificadas para realzar el carácter diverso de los con-tenidos incluidos en este número. El éxito de nuestra convocatoria permanente de artículos de temática libre implica para la Revista adaptarse en cuanto a su estruc-tura a dicha heterogeneidad, razón por la cual ampliamos la sección Panorámicas, reservando nuestras tradicionales secciones Meridianos y Paralelos a los números temáticos. Por su parte, en cuanto al diseño, Antípoda 25 continúa mutando para facilitar la lectura y acoplarse al mundo digital, siempre manteniendo un estilo pero sin renunciar a los cambios necesarios que toda publicación viva exige.

Pese a la diversidad temática de nuestros contenidos, son múltiples los vín-culos que conectan los artículos publicados en este número. Los autores de los dos primeros artículos, María E. Epele, Carlos Cárdenas y Carlos Arturo Duarte To-rres, reflexionan sobre prácticas cotidianas que, llevadas a los márgenes, adquieren formatos y significados diferentes. A través de su aproximación etnográfica, Epele descubre otros registros de lo sensible vinculados con el hablar como forma de ha-bitar el mundo. Se trata de una propuesta sólida y al mismo tiempo profundamente sutil, donde cobran importancia el hablar sin decir, decir discursos y palabras de otros, enmudecer, ser silenciados, actuar la palabra, ser hablados por otros, deman-dar a otros, escuchar, ser escuchados, y sus vínculos con el ver y con el ser vistos. Es

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Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 25 · Bogotá, mayo-agosto 2016 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 8-11

además muy sugerente la relación entre estos elementos y la idea del gobierno de lo sensible de Jacques Rancière, que abre la discusión a un campo político más amplio. Cárdenas y Duarte, por su parte, se enfocan en otro tipo de sutilezas como maneras de simular y caminar, que en su contexto etnográfico pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte. Sin duda, ambas propuestas tienen la virtud de invitar al lector a detenerse en elementos de otras cotidianidades que usualmente no son teo-rizados con suficiente profundidad.

Los siguientes dos artículos de Antípoda 25 se refieren a dos tipos de dispu-tas muy particulares. En primera instancia, Natalia Verónica Bermúdez discute la manera en la que la “condición de activista familiar” en casos de muertes violentas en Córdoba (Argentina) es el resultado de una serie de discusiones y negociaciones entre una amplia gama de actores con intereses no necesariamente coincidentes. Es muy interesante la manera en la que el artículo muestra que la denunciabilidad de una muerte violenta depende de una serie de disputas que incluyen, pero exceden, lo violento del suceso. Sin lugar a dudas esta reflexión es un aporte para pensar nues-tras propias violencias, incluida la ejercida sobre los dolientes de esas muertes cuan-do no se consideran moralmente denunciables. Óscar Andrés López, por su parte, delinea las diferentes narrativas sobre los Pastos y cómo éstas son comprendidas, modificadas y respondidas desde las propias comunidades. Para el lector de Antí-poda será muy interesante analizar la propuesta metodológica del autor en cuanto a la discusión que incluye su propuesta. Hernán M. Palermo presenta a continua-ción su análisis de género con relación a las condiciones laborales en Comodoro Rivadavia, ciudad de la Patagonia argentina, donde aspectos propios de la actividad petrolera determinan la manera en la que hombres y mujeres se experimentan como tales. Mientras que Patricia Falco Genovez, Mauro Augusto dos Santos y Simone Zamprogno Scalzer traen a nuestra Revista la discusión sobre la migración a partir del análisis del surgimiento del municipio de Santa Teresa, en el estado de Espírito Santo (Brasil). Por último, Pedro María Argüello, Mariano Bonomo y Adriana Blasi cierran la sección con sus artículos de arqueología. En primera instancia, Argüello debate la noción de microverticalidad aplicada a la agricultura muisca, mientras que Bonomo y Blasi controvierten la manera en la que se interpreta lo que parecen ser pisadas humanas y la ligereza con la que se divulga un conocimiento que no es fácil-mente traducible a libros de texto y artículos de prensa.

Una vez más, el recorrido propuesto en Antípoda 25 concluye con sus seccio-nes Reseñas y Documentos. En esta ocasión los libros reseñados significan aportes importantes para la antropología de la región, a pesar de sus amplias diferencias. De esta manera, la Revista continúa con su empeño de ampliar la difusión y discusión de libros relevantes para la disciplina, con el resultado añadido de impulsar el diá-logo académico entre nuestros países, también a partir de las lecturas que en gran medida compartimos.

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Esperamos pues que el lector encuentre en nuestra páginas la inspiración que se requiere para emprender sus propios proyectos, y que la renovada propuesta vi-sual no sólo se emparente armónicamente con la trayectoria de la imagen en An-típoda, sino que le permita desplegarse a nuevas discusiones, nuevos formatos y a nuevos públicos.

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Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología agradece la colaboración de los evaluadores anónimos de este número

El hablar y la palabra: psicoterapias en los márgenes urbanos de la Región Metropolitana de Buenos Aires | 15-31María E. Epele

Proxémica, Kinésica y Antropología. Apuntes sobre simulación etnográfica, cuerpo y espacio en el marco del conflicto armado colombiano | 33-58Carlos Cárdenas y Carlos Arturo Duarte Torres

“Algo habrán hecho...”. Un análisis sobre las contiendas morales en el acceso a la condición de activista familiar en casos de muertes violentas (Córdoba, Argentina) | 59-73Natalia Verónica Bermúdez

Narrativas académicas e historia oral en el pueblo de los Pastos | 77-98Óscar Andrés López Cortés

“Machos y brujas en la Patagonia”. Trabajo, masculinidad y espacio de la reproducción | 99-119Hernán M. Palermo

El proceso de formación del municipio de Santa Teresa (Espírito Santo) a luz de algunas teorías acerca de migraciones | 121-139Patricia Falco Genovez, Mauro Augusto dos Santos y Simone Zamprogno Scalzer

Arqueología regional en el valle de Tena: un estudio sobre la microverticalidad muisca | 143-166Pedro María Argüello García

Microrrelieve costero vs. icnitas humanas en la localidad El Caracolero (Claromecó, Argentina) | 169-190Mariano Bonomo y Adriana Blasi

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El hablar y la palabra: psicoterapias en los márgenes urbanos de la Región Metropolitana de Buenos Aires*

María E. Epele**Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina

doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda25.2016.01Artículo recibido: 30 de octubre de 2015; aceptado: 25 de diciembre de 2015; modificado: 27 de enero de 2016

Resumen: Con base en la investigación etnográfica en curso en un barrio del Área Metropolitana de Buenos Aires, en este trabajo se describen y analizan, desde la perspectiva de aquellos residentes que se convierten en pacientes, las acciones de hablar en los tratamientos centrados en la palabra del siste-ma público de salud y orientados a poblaciones marginadas. Partiendo de los desarrollos antropológicos sobre lenguaje, palabra y sufrimiento, por un lado, y sobre la percepción y los sentidos, por el otro, el hablar y el escuchar y el ver en dichos tratamientos son entendidos como un conjunto de acciones corporales, perceptuales y expresivas, uno entre diversos modos de hablar que atraviesan la vida ordinaria de estas poblaciones. Finalmente, y debido a la aproximación etnográfica y barrial, las acciones del hablar en estos trata-mientos son analizadas en una cartografía compleja que incluye el hablar sin decir, decir discursos y palabras de otros, enmudecer, ser silenciados, actuar la palabra, demandar a otros, escuchar, ser escuchados, y sus vínculos con el ver y ser vistos en la vida ordinaria.

Palabras clave: Psicoanálisis, etnografía (Thesaurus); tratamientos, hablar, poblaciones marginadas (palabras clave del autor).

* El presente artículo es el resultado del Proyecto de investigación: Tecnologías psi, malestares y capitalismo.

** La autora es especialista en Antropología de la salud. Licenciatura y Doctorado de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Sus libros recientes son: Sujetar por la Herida. Una Etnografía sobre drogas, pobreza y salud. Buenos Aires: Paidós, 2010 y Padecer, Cuidar y Tratar Buenos Aires: Antropofagia, 2013. *[email protected]

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Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 25 · Bogotá, mayo-agosto 2016 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 15-31 doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda25.2016.01

Speaking and the Word: Psychotherapies within the Framework of Buenos Aires Metropolitan Urban Areas

Abstract: Based on an ongoing ethnographic research in a neighborhood located in the Metropolitan area of Buenos Aires, these lines describe and analyze the speech actions of treatment in the public health system, oriented to marginalized population, from the perspective of local residents turned patients. According to the anthropological developments on language, words and suffering on one hand and perception and senses on the other, speaking, listening and seeing those in treatment are understood as a set of bodily per-ceptual and expressive actions. This method being one among various ways for these individuals to express using ordinary language. Finally, due to the ethnographic approach, the speech actions in these treatments are analyzed as one component of a complex cartography that includes unspoken words, the use of words and speeches of others, running out of words, being silen-ced, acting out some words, demanding the others attention, listening, being heard, and their links to seeing and being seen in the ordinary life.

Keywords: Psychoanalysis, ethnography (Thesaurus); treatments, speaking, marginalized populations (author´s keywords).

O falar e a palavra: psicoterapias na Região Metropolitana de Buenos Aires

Resumo: Com base na pesquisa etnográfica em curso num bairro da Região Metropolitana de Buenos Aires, neste trabalho, descrevem-se e analisam-se, sob a perspectiva daqueles moradores que se convertem em pacientes, as ações de falar nos tratamentos centrados na palavra do sistema público de saúde e orientados a populações marginalizadas. Partindo dos desenvolvi-mentos antropológicos sobre linguagem, palavra e sofrimento, por um lado, e sobre a percepção e os sentidos, por outro, o falar, o escutar e o ver nesses tratamentos são entendidos como um conjunto de ações corporais, percep-tuais e expressivas, um entre diversos modos de falar que atravessam a vida comum dessas populações. Finalmente, e devido à aproximação etnográfica e bairral, as ações do falar nesses tratamentos são analisadas numa cartografia complexa que inclui o falar sem dizer, dizer discursos e palavras de outros, emudecer, ser silenciado, atuar a palavra, demandar outros, escutar, ser escu-tado, e seus vínculos com o ver e ser visto na vida comum.

Palavras-chave: Psicanálise, etnografia (Thesaurus); tratamentos, falar, po-pulações marginalizadas (palavras-chave do autor).

El hablar y la palabra María E. Epele

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El amplio y complejo desarrollo del psicoanálisis en Argentina ha sido moti-vo de interés y estudio por parte de diferentes disciplinas sociales (historia, sociología, antropología, etcétera). Frente al generalizado cuestionamiento y al progresivo abandono de esta terapéutica en países del arco euro-norteamericano, el examen del lugar privilegiado del psicoanálisis en

Argentina ha revelado no sólo su fecundidad, crecimiento y permanencia en el siglo XX. También se ha documentado la flexibilidad que ha demostrado el psicoanálisis en modelar –y ser modelado por– diversos modos de sentir y dar sentido a experiencias subjetivas y sociales en las clases y élites medias y urbanas. Estudios recientes señalan, a su vez, un acelerado avance de otros saberes y tecnologías psi que están modificando las preferencias terapéuticas en estas mismas clases urbanas no sólo en Argentina sino en Latinoamérica (Rose 1998; Ortega 2008; Lakoff 2005).

Esta breve cartografía, sin embargo, devela la ausencia de investigaciones sistemáticas sobre las psicoterapias de genealogía psicoanalítica llevadas a cabo en el sistema público de salud y en contextos de pobreza urbana. Los escasos estudios sobre esta temática se han concentrado principalmente en las genealogías psi de los hospitales públicos (Visacovsky 2002; 2009), en la historia de las modificaciones de saberes y técnicas psicoanalíticos (Vezzetti 1985; 1996), sus vínculos con otros saberes psi (Plotkin 2003; Dagfal 2009), con los diagnósticos y la medicación psiquiátrica (Lakoff 2005), y con el despliegue de nuevos saberes y prácticas como la salud colectiva (Onocko Campos et. al. 2008). Poco se sabe sobre las características de dichas psicoterapias y sus vínculos con la vida cotidiana, ya no en hospitales, sino en aquellos Centros barriales de atención primaria donde viven las poblaciones desposeídas. Con el fin de investigar esta temática, vengo desarrollando una investigación etnográfica desde inicios de 2013 en Centros de Salud barriales orientados a poblaciones que viven en el contexto de pobreza urbana en la Región Metropolitana de Buenos Aires.

Focalizando en aquellos residentes que se convierten en pacientes, sin inter-mediación o derivación profesional alguna, el objetivo de este trabajo consiste en describir y analizar dichos tratamientos a través de las acciones de hablar y escuchar, y a la luz de las características de estas acciones en la vida cotidiana. Las acciones de hablar –y escuchar– en las psicoterapias no sólo son privilegiadas por los propios residentes para dar cuenta de los motivos de la consulta. Dichos actos vinculados a la palabra, también, son modos en que los residentes –y los profesionales– carac-terizan las experiencias, los desarrollos de los tratamientos, y además, sus diversos efectos. Por lo tanto, estas acciones centradas en el hablar y la palabra son modeladas por –y modelan– los registros de lo sensible, es decir, lo decible, audible y visible, y sus diversos vínculos con lo inteligible en determinados contextos de marginación social (Rancière 1999).

Ciertos desarrollos antropológicos sobre el lenguaje, el sufrimiento, los senti-dos y la vida ordinaria, por un lado (Kleinman, Das y Lock 1997; Ingold 2000; Biehl y Locke 2010), y sobre la enunciación, producción de discursos y de la voz, por el

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otro (Das 2007; Spivak 1988; Bourdieu 1999), han permitido redefinir la mirada so-bre el hablar, la palabra, la voz, los discursos y la vida cotidiana en estas poblaciones. A su vez, el hablar, los discursos y las palabras han sido problematizados en relación con los regímenes de poder, económicos y simbólicos que producen, reproducen y modifican la pobreza urbana.

Desde estas perspectivas, el hablar sobre el hablar, como aproximación teórico-metodológica sobre esta temática, no sólo hace posible problematizar las características de estos tratamientos, sus temporalidades y sus vínculos con sus posibles efectos y eficacias. También, esta aproximación revela, al mismo tiempo que confronta, las múltiples regulaciones, lógicas de poder y economías de la marginación que hacen del hablar y de la palabra objeto de su ejercicio, expresión, demanda y confrontación.

Tecnologías psi y contextos de pobreza urbanaEn el campo de la Antropología de la salud, el examen de las relaciones entre expe-riencias corporales, sufrimientos, expresiones verbales y narrativas ha buscado dar inteligibilidad a ciertos padecimientos en diferentes sociedades. Diversas perspec-tivas han esclarecido ciertos vínculos entre los procesos sociales, económicos y po-líticos que participan en la producción de dolencias, sufrimientos y enfermedades, los modos nativos de expresarlos y entenderlos, y los sistemas expertos (biomédicos, psi, etcétera.) disponibles para su categorización y su atención (Dias Duarte 1986; Good 1994; Kleinman, Das y Lock 1997; Epele 2013b; Del Monaco 2014).

Dentro de las investigaciones sobre los tratamientos psi, se hace posible reco-nocer ciertos argumentos y ecuaciones conceptuales para otorgar inteligibilidad a las tecnologías terapéuticas en contextos de pobreza urbana. Entre ellas se destacan: la psicologización (Scheper-Hughes 1992; Biehl y Locke 2010); los procesos de cir-culación y apropiación transnacional de los saberes y tecnologías psi en diferentes períodos históricos (Damouse y Plotkin 2009; Dagfal 2009); las transformaciones contemporáneas de las aproximaciones terapéuticas locales al ritmo de los cambios en los paradigmas psi en países euro-americanos (Ortega 2008); la homogeneiza-ción global y la diversificación local en los saberes y prácticas diagnósticos (Lakoff 2005), la tensión entre institucionalización prolongada y el abandono social (Biehl 2005), la expansión de la prescripción y consumo de medicación psiquiátrica, biolo-gización y expertización de las modulación de los derechos y de ciudadanía (Ortega 2008), los procesos de subjetivación que involucran las diferentes tecnologías (Rose 1998, Lock y Nguyen 2010), la inclusión progresiva de otras disciplinas y aproxima-ciones para complementar los vacíos e insuficiencias de las tecnologías psi en los tratamientos de la pobreza.

A través de estos argumentos se han normalizado ciertas fórmulas descriptivas, explicativas y narrativas sobre las tecnologías psi que ya están ampliamente exten-didas y son reconocidas en este campo de estudios. Estos modelos de inteligibilidad focalizan en los modos en que ciertos malestares y padecimientos en poblaciones

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desposeídas son producidos y cronificados por las condiciones de desigualdad, in-justicia y pobreza. También, han esclarecido los modos en que diversos problemas y sufrimientos sociales son invisibilizados en su estatuto social, a través de su traduc-ción e integración al dominio de saberes psi. Además, se han estudiado los procesos de biologización por los que ciertos malestares y dolencias han sido reificados, es decir, pasando a integrar el repertorio neuro-biológico de ciertas poblaciones, mo-dificando las coordenadas y condiciones de derechos y de ciudadanía.

A su vez, y poniendo el énfasis en las modificaciones de las tecnologías psi en el tiempo, ciertos estudios abordan las características de estos saberes, y las de los procesos de migración, recepción y apropiación en diferentes contextos nacionales y particulares. El examen de los saberes ha hecho posible rastrear los modos en que teorías, técnicas y/o diagnósticos particulares diversos vienen dominando la forma de tratar ciertos problemas y padecimientos. Dentro de este repertorio de estudios se destacan principalmente las siguientes dolencias: depresión, nervios, Alzheimer, ataques de pánico, trauma, trastornos duales o bipolaridad, psicosis en general y esquizofrenia, entre los principales.

La investigación –e interrogación– sobre las psicoterapias de genealogía psi-coanalítica, localmente denominadas tratamientos centrados en la palabra o trabajar con la palabra, podría llevar a aquel lugar resguardado y seguro que consiste en sub-sumir por completo las interrogaciones –y respuestas– a los argumentos ya disponi-bles. Si bien estas referencias son ineludibles e integradas en la problematización de cualquier investigación en contextos de pobreza urbana, en este trabajo se busca un desplazamiento hacia otro lugar más incierto en relación con las tecnologías psi, a las que pone en diálogo con otras miradas que hacen posible interrogar esta temática poco explorada.

Sobre el hablar y la palabraCiertos desarrollos durante las últimas dos décadas han hecho posible generar nue-vas preguntas respecto al hablar y la palabra en estas poblaciones. También, han revisado la mirada sobre antiguos problemas, a través del diseño de un nuevo reper-torio terminológico y conceptual. De este modo, el examen de las relaciones entre el lenguaje, el sufrimiento, los sentidos y la vida ordinaria ha abierto la interrogación sobre el hablar, la palabra y la voz.

Por un lado, al cuestionar la disociación entre lingüística y sociología, entre lenguaje y vida cotidiana, Bourdieu define el acto de la palabra como el encuentro entre el habitus y el mercado lingüístico. Específicamente, interroga al hablar, el po-der de la palabra y la otredad, bajo las clásicas coordenadas del (des)conocimiento, y de la interioridad/exterioridad. Desde otra perspectiva, para Ingold (2000), hablar son acciones corporales y perceptuales, y los modos de hablar son modos de habitar el mundo. Las palabras dichas en un contexto condensan la historia de sus usos pa-sados: son instrumentos de percepción y acción. Lejos de servir para intercambiar representaciones mentales privadas atravesadas por el modelo de interioridad/exte-

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rioridad, en el lenguaje se corporiza ese conocimiento del mundo, que se adquiere por la educación de la percepción.

Por otro lado, buscando despejar el lugar de la voz y la palabra en la vida or-dinaria, Das diferencia la voz tanto de la palabra como de la enunciación, a través del reconocimiento de lo que anima, da vida a la palabra (Das 2007; 2008). Según Das, las palabras fuera de lo ordinario quedan vaciadas de experiencia y pierden el contacto con la vida. En vez de conocer al otro a través del lenguaje, el eje está en focalizar en el reconocimiento del otro, mediante acciones y gestos rutinarios y cotidianos, sostenidos en el tiempo. Con esta mirada se hace posible, entonces, interrogar las condiciones sobre un modo particular de aniquilar el mundo a través de la pérdida del poder o la convicción en la palabra y la producción de los discursos fantasmales. Partiendo de la combinación de una o más de estas perspectivas, diver-sas investigaciones han abordado el problema de las relaciones entre el hablar y la palabra en diferentes regímenes de poder, en temáticas y contextos distintos (Garcia 2010; Garbi 2013; Espinosa 2015).

En este trabajo, la aproximación etnográfica y barrial hace posible investigar estos tratamientos en términos de acciones y movimientos corporales, perceptuales y expresi-vos que involucran al hablar y la palabra en los tratamientos, y sus vínculos con las prác-ticas y experiencias de hablar, escuchar y ver en la vida cotidiana (Ingold 2000). Además, a través de la descripción y el análisis de las perspectivas de los propios residentes que se convierten en pacientes, se hace posible investigar ciertas particularidades de las relacio-nes entre dolor y lenguaje, entre sufrimiento y palabra, y los modos en que se producen, reproducen, transforman, categorizan y tratan estas poblaciones.

El argumento central de este trabajo consiste en que las acciones de hablar y las condiciones de producción y circulación de los discursos y las palabras en poblaciones y territorios determinados marcados por la pobreza urbana son mo-deladas por –y modelan– los regímenes de poder, económicos y simbólicos que producen y reproducen la pobreza urbana. En lugar de entender las relaciones en-tre hablar, la palabra y el poder como intervención en representaciones mentales y el conocimiento –privado– del mundo (Bourdieu 1999), las acciones de hablar y decir participan de una suerte de gobierno de lo sensible. Este gobierno de lo sensi-ble regula, reparte y define las características y los registros de lo decible, audible y visible, sus distintos y variables vínculos con lo inteligible en la diversidad de con-textos sociales particulares (Rancière 1999; Epele 2010). A través del estudio de las psicoterapias orientadas a poblaciones marginadas se abre también la exploración y la interrogación directa o indirecta acerca de múltiples problemas: el hablar sin decir, decir discursos y palabras de otros, enmudecer, ser silenciados, actuar la palabra, ser hablados por otros, demandar a otros, escuchar, ser escuchados, y sus vínculos con el ver y ser vistos en la vida ordinaria (Das 2007).

La disociación entre vida ordinaria y barrial, por un lado, e instituciones esta-tales y de gobierno, por el otro, exige ser revisada (Das y Poole 2008). El deterioro progresivo del sistema público de salud en las últimas décadas convirtió progre-

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sivamente a los hospitales y Centros de Salud en algo más que servicios estatales, atravesados por tensiones sociales y políticas (Svampa 2005; Escudero 2003; Iriart y Waiztikin 2006). También, y principalmente, se convirtieron de manera progresiva en una zona de fricción, donde se filtran y se enfrentan problemas, sufrimientos y conflictos de otros órdenes, sociales, económicos y políticos (Epele 2013a).

Por lo tanto, la aproximación etnográfica hace posible localizar estos trata-mientos centrados en la palabra, y las acciones de hablar en los mismos, dentro de un complejo ensamble de discursos, regulaciones, lógicas de lo sensible y diversos modos de hablar (Epele 2007). Al considerar perspectivas sobre el hablar y la palabra en las clases subalternas, sectores desposeídos y marginados (Spivak 1988; Bourdieu 1999), este ensamble es entendido como el resultado de tensiones, conflictos y arti-culaciones entre diferentes lógicas de poder, economías de marginación y dinámicas institucionales que focalizan la palabra y el hablar como lugar privilegiado de su ejercicio y expresión (Rancière 1999).

Desde esta perspectiva, el análisis de las psicoterapias de orientación y/o for-mación psicoanalítica, que localmente los profesionales denominan trabajar o tratar con la palabra, incluye la descripción y análisis en detalle del hablar y la palabra en los tratamientos en contextos cotidianos de pobreza urbana. Más específicamente, esta aproximación incluye no sólo las paradojas, tensiones y contradicciones que involucra el hablar del hablar sobre y en tratamientos y en la vida cotidiana. También, y principalmente, el desarrollo mismo del trabajo de campo y del análisis pone en evidencia, explicita, confronta y contesta múltiples regulaciones y lógicas de poder locales que, haciendo foco en el hablar y la palabra, producen y reproducen la des-igualdad, marginación y pobreza.

La investigaciónEste trabajo es parte de un estudio etnográfico que vengo llevando a cabo sobre psicoterapias de orientación psicoanalítica en un barrio del Área Metropolitana de Buenos Aires, desde inicios de 2013. El trabajo de campo estuvo centrado en dos téc-nicas principales: la observación participante y las entrevistas, que fueron llevadas a cabo tanto en Centros de Salud como en diversos espacios barriales (comedores, viviendas, plazas, etcétera). Dentro de los Centros de Salud, a su vez, se llevaron a cabo diferentes actividades: reuniones, ateneos, etcétera. Además, fueron realizadas veinticinco entrevistas a profesionales que atienden en la zona del barrio, y treinta entrevistas a pacientes (21 mujeres, 9 varones) mayores de 18 años y residentes del barrio. El estudio fue aprobado por el Comité de Ética, y se implementó el consenti-miento informado a los participantes.

Como en otros servicios del sistema público de salud en la zona considerada, las modificaciones y el deterioro constante durante las últimas décadas se evidencian en la recurrente escasez de insumos, insuficiencia, precariedad edilicia y de trabajo de los profesionales, que incluye frecuentemente el trabajo ad honorem (psicólogos en formación, recursos de formación y supervisión) como parte del staff.

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La población del barrio tiene una composición compleja, con migrantes del interior del país y de otros países latinoamericanos (Paraguay, Perú, etcétera). Tam-bién hay residentes que llegaron de otros barrios de la ciudad, específicamente de clase media, que por motivos económicos se han desplazado a esta zona urbana. Los pacientes se caracterizan por empleos de bajo nivel de ingresos y/o precarios: trabajo doméstico, personal de servicio en escuelas, artesanos, trabajo en servicios de limpieza, y principalmente planes estatales de ingreso, etcétera. Algunos de los pocos que tenían trabajo estable en reparticiones estatales, en ocasiones contaban con cobertura social en salud, decían preferir ir a los Centros locales por el conoci-miento de los profesionales, la calidad de la atención y/o la cercanía. Al considerar los múltiples modos de acceso, de derivación e incluso de obligatoriedad en la llega-da a los tratamientos psicoterapéuticos, (a través de instituciones escolares, justicia de familia, salud, etcétera), en este trabajo sólo incluyo en la descripción y el análisis aquellos casos que llegan al tratamiento sin intermediación alguna.

Hablar sobre el hablarNos sentamos en uno de los bares del barrio. Llegamos ahí porque Laura me ha-bía dicho que para “poder hablar”, “más tranquilas” era mejor irnos a otro lugar. Laura, me dijo que a ese bar iba siempre para hablar con sus amigas, y con su pa-reja; era una forma de “respirar un poco, por ahí no es hablar de nada importante, de un tema guau, pero es poder hablar sin tener que caretear”.

Esta referencia de que para “poder hablar” hay que separarse de algo, arrancar las palabras de ciertos contextos, no es una condición del hablar en general. A través de éste y otros movimientos se va dislocando la vida cotidiana, generando ám-bitos respecto de las características de los actos con la palabra. El “poder hablar” se traduce en “hablar con poder” y en “lugares –suficientemente– buenos” para hablar sobre ciertas cosas con ciertas personas. En términos de Laura, “poder hablar” refiere, específicamente, a conversar con menos ruidos, sin la escucha e intervenciones de otros a los que no se quiere hablar, o sobre los que son parte u objeto de la conversación. Además, implica romper con el “caretear”, es decir, con ciertas formas habituales de conversar, hechas de expresiones y/o fragmentos de discursos propios y/o de otros, locales y/o neutralizados que se han hecho cada vez más frecuentes –y necesarios– en contextos de vida cotidiana (el trabajo, en la vivienda, en el comedor o en el Centro de Salud).

Es decir, este “poder hablar” implica una particular forma de apertura de sí a otros, atravesada por las acciones de atención y escucha específicos. Desde que nos senta-mos en el bar, se fue desplegando una entre esas diversas modalidades que asume el “poder hablar” con desconocidos. Uno de los modos de decir cara a cara y entre dos.

Había conocido a Laura en el Centro de Salud unas semanas antes y le había

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explicado el estudio que estaba desarrollando. Nuestros primeros encuentros estaban signados por pocas palabras. Unas semanas después, cuando salía del comedor cargando “las raciones” para ella y su hija en un táper, me dijo que la pasara a buscar por la casa: una habitación en una precaria vivienda multifamiliar llena de familias y sujeta a desalojo “por peligro de derrumbe”. Ella me hablaba de forma rápida, porque “no quiero que me escuche la dueña del comedor”. Acto seguido, Laura me detalló que Mariana “no es confiable”, es “chusma, metida y... demasiado... política”, “no se le puede decir cualquier cosa, hay que cuidarse, más”.

Laura vivía con su hija de tres años en una habitación en una de esas viviendas multifamiliares, una precaria vivienda multifamiliar “llena de gente” y sujeta a desalojo “por peligro de derrumbe”. Al lado de su habitación estaba la de su ma-dre y una de sus hermanas, con la que “no se hablaba desde hacía dos años”, aunque como ella decía, “no podía dejar de chocarse todo el tiempo con ella”. Desde que había salido de “estar encerrada” por un tiempo muy breve, por un “problema con drogas” en que la “había mezclado” el padre de su hija, su herma-na, que iba a la iglesia evangelista del barrio, quedó cubierta de la sospecha de haber “hablado de más” con “gente peligrosa”.

En nuestros encuentros, Laura hablaba sobre temas “peligrosos”, con expresiones verbales ya prefabricadas y generalizadas en estas poblaciones, mezcladas con si-lencios y fragmentos modelados por otros, los interlocutores. Estas expresiones, como “hablar de más”, hacen posible decir algo en contextos cotidianos con per-sonas extrañas o poco confiables (como yo), mientras simultáneamente dejaban sin decir detalles de las experiencias, detalles que abrirían problemas complejos, y que la sola enunciación pondría en peligro a la persona que enuncia y a sus relaciones más próximas.

Laura decía que la madre “habla todo el día, se mete en todo y me hace mal. Me enferma con todo lo que tengo que hacer, con la nena, con todo”. Cuando había pasado a buscarla por su casa unos minutos antes, la madre estaba ahí. “Andá”, le decía, “te va a hacer bien”, y buscando una mirada cómplice conmigo, me dijo en voz más baja, casi inaudible por el ruido que venía de un televisor a todo volu-men, “ella no habla con nadie, por eso le dije que fuera a la psicóloga”.

Estar sentadas y charlar con Laura, una frente a otra en un bar, puede verse a primera vista como un lugar común en nuestra vida ordinaria, que hace que sus particularidades pasen mayormente desapercibidas. Sin embargo, que este modo de conversar quede categorizado como una entrevista instala un ritmo particular, un curso de acciones entre el decir, preguntar, hacer –o que se hagan– silencios, ser mirado, mirar a los ojos, evitar el contacto visual, escuchar y ser escuchado. Llega a ser una modalidad, sólo una, entre los múltiples modos de conversar, de

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decir con otros, en contextos marcados por la pobreza urbana. Convirtiéndose en una entre las diversas fuentes de información de la investigación en curso, ese modo de hablar sobre los tratamientos y las terapias hace del hablar sobre el hablar, la apertura y el propio límite de su desarrollo. (Nota de campo)

Esta nota de campo sintetiza brevemente la secuencia de encuentros que lle-varon a la entrevista con Laura. La cascada de conversaciones, observaciones, silen-cios, acciones, movimientos, lugares y momentos permite ubicar la entrevista como una modalidad de hablar y escuchar. Encuadrada en sus inicios por el consenti-miento informado, adopta características particulares entre los diversos modos de conversar de a dos, cara a cara, sobre otro modo de hablar de a dos, cara a cara, en estas poblaciones: las psicoterapias.

Incluir la entrevista en este repertorio de los modos de hablar con y de otros en el barrio, no sólo permite cuestionar la contundencia de esta técnica del decir acerca del vivir, con base en cánones positivistas de realidad representada y verdad compartida. También convierte en ineludible confrontarse con el hecho de que la materia misma del decir acerca del vivir –no sólo en las investigaciones sociales sino también en las psicoterapias en los Centros de Salud locales– sólo puede entenderse en clave de las condiciones sociales de producción de lo decible, visible y audible en contextos sociales, económicos y, por supuesto, barriales.

A medida que mi trabajo de campo se iba desarrollando, una diversidad y un número crecientes de formas de expresarse, guardar silencio, regular, presionar y vigilar sobre la palabra y el hablar iban saliendo a la luz en diferentes ámbitos de la vida cotidiana. Paradójicamente, el movimiento de explicitación progresiva de estas regulaciones del hablar y de los modos de decir –y de callar–incluye en su mismo desarrollo la negación, violación de la prohibición y confrontación de dichas regu-laciones. La paradoja del hablar sobre el hablar incluye un repertorio de situaciones: hablar sobre lo que no se puede hablar, decir que hay prohibiciones en el decir; actuar y marcar verbalmente que hay silencios en lo que se dice, sin llenar estos silencios con palabras; confrontar la existencia de problemas que no se sabe cómo expresar, entre las principales.

Hablar y tratar–Hablar no es fácil –siguió Laura con una leve sonrisa, mientras la músi-ca ambiente del bar interfería levemente en nuestra conversación y oficiaba como barrera invisible entre nosotros y los otros–. Te pasas todo el día, y cuando vas a dormir, no puedo, no puedo parar, se pasan las horas y sigo despierta... con la noche, todo es peor. Traté con pastillas... pero no me sirve. Una amiga me dijo que me podía servir, y por eso fui... con la psicóloga... no me acuerdo el nombre ahora.

–¿No fue tu mamá?

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–No. Ella dice eso… cualquiera… para quedar bien con vos… insoportable, ha-bla todo el tiempo.

–¿Y con tu amiga?

–Sí, pero ahí es diferente.

–¿En qué?

–Hablás con la gente, pero a veces me siento tan mal, todos tenemos muchos problemas, muchos, tirarle todo a otro, no va… nadie escucha, realmente, y eso me hace mal…

–¿También hay mucho careteo, la careteás?

–¿Cómo es eso?

–Y… te prestan la cara. Y también… presto la cara… dejás pasar… o decís lo que quieren escuchar… No se puede hablar… así.

–¿No se puede?

–Parar, escuchar... hay cosas que no podés contar... que no podés andar diciendo por ahí. Y tanto problema, de todos lados, es demasiado, no ves claro nada... No te deja ver claro nada, y eso me hace mal, eso, no me deja dormir... se me hace difícil seguir con tanta carga.

Entre los residentes del barrio, “ir al psicólogo” todavía para algunos sigue sien-do algo asociado a la locura: es “algo de locos”. Para otros, si bien esta asociación es del pasado, dicen que “hablar no sirve”, “hablar de tus cosas con un desconocido no te puede ayudar”, “no tengo tiempo” o “con tantos problemas, no puedo ir a hablar”, “con palabras no se cambia nada”. Además de las formas tradicionales de derivación (médica, de instituciones escolares, judiciales, etcétera), una elevada proporción lle-ga, como Laura, por el boca a boca, en este caso, por sugerencia de una amiga.

Si, como dice Laura, hablar es difícil, hablar del hablar es aún más problemáti-co. Al hablar del hablar en los tratamientos, también hacen diferentes tipos de refe-rencias del hablar de todos los días, en la vida cotidiana. No sólo Laura sino también la mayoría de los residentes que se convierten en pacientes caracterizan el hablar en las psicoterapias en relación con ciertas conflictivas experiencias en la vida ordina-ria: no poder o saber decir ciertas cosas, silencios, ruidos, escuchar, hablar sin decir, hablar por hablar, decir al actuar, decir lo que los otros quieren escuchar, aturdir, no

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ser escuchados, insinuar, actuar sin decir, ser hablados por otros, carectear1 con el decir, demandar, poner palabras en otros, enmudecer, decir discursos ajenos, gritar y ser silenciados.

Aquellos que llegan a la consulta exponen diversos malestares y problemas en términos que combinan expresiones expertas y legas (inseguridad, violencia, depre-sión, insomnio, abusos, ataque de pánico, desesperación, miedo, soledad, etcétera), cuya expresión está generalmente atravesada por el señalamiento de desarreglos en la vida cotidiana entre los modos de hablar y escuchar, entre las palabras y los si-lencios, entre los sonidos y los ruidos: “quizás… hablando con la gente, con mis amigos, mucho no… no iba a sacar, digamos”; “eh… temas de inseguridad… de no tener bien claro, bien… a dónde iba, y demás, esas cosas”, “vengo con la intención de buscar un hueco”; “no tengo nadie que me escuche”; “te prestan la cara pero no entienden nada”; “estoy muy sola y no puedo hablar con nadie”; “hablo con la gen-te, pero hay cosas que no puedo decir”; “tenía algo muy adentro, que lo tengo que sacar”; “tengo miedo de hablar”; “para mi familia, hablo yo, y pasa un tren”; “estoy como aturdida, confundida”; “con los ruidos no puedo dormir”.

En el tratamiento “hay que hablar, pero de veras”, decía Juan. Sin embargo, para seguir hablando es necesario, agrega, “sentir que el otro escucha”. Esto se hace evidente para los pacientes por medio de diferentes acciones de los profesionales: mirar, decir, preguntar y recordar. Como expresa Laura, “hay que abrir, sino no pasa nada, hablar… así empieza”.

Otros pacientes refieren que “te das cuenta, si te escucha, por cómo te mira, como habla, el momento justo, como te dice las cosas”, “no es que yo me pongo a ha-blar adentro de una pieza cerrada y eso acontece. Es necesario que… te hagan… ha-certe la pregunta correcta”, “y ella se acuerda textualmente, no sólo de las palabras, que es lo de menos, ¿viste?, sino de lo que yo le dije, la esencia de lo que estábamos hablando semanas atrás, y eso, viste, me hace bien… y seguir”.

De acuerdo con los pacientes, en estos tratamientos se produce un espacio que, ex-cediendo el lugar físico del consultorio, hace que las palabras, los silencios y las miradas adquieran otras características. Pedro expresaba: “vos entrás en un ámbito… y en ese ámbito todo se redimensiona. Y lo que vos decís… porque en realidad lo que… el asunto es lo que vos decís y lo que vos procesas. Y en ese sentido que… en ese ámbito es donde la palabra tiene otro peso… Si… uno quiere comentarle a alguien que está afuera, en otra situación, le decís esa misma palabra, y no resuena de la misma manera”.

Al continuar con esta dinámica de hablar frente a otro que escucha e inter-viene, en ocasiones, se produce un efecto de espejo. De acuerdo con los pacientes, a través de la acción de hablar en esta dinámica especular se “ven cosas” que no se veían o se desconocían. Como dice Patricio, “básicamente vendría ser como un es-pejo… que, digamos, yo sólo al hablar ya me estoy dando a entender […] Y lo único

1 Carectear es un término nativo y popular que involucra actuar y mostrarse con otros de modo diferente a lo que “realmente” se vive y piensa.

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que necesitaba era la otra parte que me diga: ‘Pero si vos te estás diciendo esto’... Vos ves lo que hacés, te ves”.

Carolina refiere en este aspecto: “me escucha, me escucha… Después me doy cuenta. Salgo diciendo: ‘Uy, sí’. Una cosa que me hubiese dado cuenta antes, pero… no las asimilaba. Una especie de espejo. Es como que… digamos, yo estoy hablando con vos en el espejo, y después yo me digo… pero ya lo dijiste, ya lo hablaste… Por ejemplo, ella me dice eso… y yo lo veo”.

Para Miriam, “hay algo ya sanador en la persona. El hecho de hablar y escu-charse a sí mismo. Creo que ése es el ámbito también, me parece. De ponerle una palabra… ponerle la palabra a la cosa”.

Resumiendo, lejos de ser una experiencia pasiva que sólo involucra palabras en oposición a las actividades cotidianas o la construcción un relato que sólo repre-senta situaciones vividas, las descripciones de los propios participantes hablan de los tratamientos en términos de hablar, escuchar, y la palabra. Los pacientes refieren una suerte de despliegue de modos de decir, de oír, de sentir y de ver, que en su desa-rrollo no sólo atraviesa zonas de experiencia que en otros contextos cotidianos han permanecido velados o naturalizados. En aquellos casos en que los tratamientos se desarrollan en el tiempo, también y principalmente, van desplegando otros modos de decir, escuchar, sentir y ver los problemas, a los otros y a sí mismo. Estos otros modos van asumiendo, a su vez, algunos patrones dominantes, en ocasiones norma-lizados, del hablar y escuchar.

Modos de decir y escucharDesde las perspectivas de los pacientes que llegan sin intermediación profesional al tra-tamiento, los modos en que el hablar, el escuchar y el ver se entrelazan entre sí asumen diferentes desarrollos y producen en su mismo despliegue diversas emociones.

Para algunos, la mayoría, el hablar y el drenaje de emociones (dolor, enojo, miedo, etcétera.) que lo acompañan en la terapia se convierten en una “descarga” que alivia, mientras que la vida cotidiana sigue su recorrido. Este tránsito terapéutico está caracterizado por ciertos períodos de tratamiento, generalmente cíclicos, que pueden tener una extensión variable y limitada de tiempo, con intervalos, interrup-ciones, reinicios y abandonos.

Y no tengo ganas, quiero dejar… y después a las tres o cuatro semanas me doy cuenta que me hace falta… Charlar con alguien, me pone loca, desesperada, y no quiero usar más medicación, me hace mal. Me siento muy sola, sola con mis problemas que no puedo andar contando por ahí […]. Al estar mejor, hago otras cosas… vengo a las reuniones [de lucha por la vivienda]… ahora empiezo la es-cuela. (Marcela)

Para otros, el hablar y el ser escuchado promueven, además de la “descarga y el alivio”, una dinámica de sentirse acompañado, valorado, reconocido por otro(s).

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Esta situación se contrapone, para los pacientes, a otras experiencias ordinarias como aislamiento, encierro, soledad, hacinamiento, ruidos y miedos, aturdimiento, confusión, pensar mucho, no poder hablar con nadie.

Si vas a la guardia, te dan una pastillita, ¿pero para qué te sirve el clonazepam? Para nada… En mi caso, yo vine a terapia porque me creía el jarrón… en mi casa… Y de repente te das cuenta que no… que no lo sos, que te escuchan, valés algo. (Rosario)

Para otros, el hablar y el ser escuchado incluyen, además, el escuchar(se) y ver en lo que se dice algo que no se sabía. Es decir, la mirada y el ver se hacen parte inherente de su dinámica.

Para mí realmente es una terapia, si uno realmente ve algo, realmente lo ves… realmente llegás a un punto… Sí, creo que cambia todo. Obviamente tiene que haber alguien… que me pueda ayudar… a ver las cosas. Porque hay cosas que las tengo interiormente y no las veo. Y el profesional hace que yo las vea. (Pedro)

Para otros, unos pocos, la dinámica de hablar, ser escuchado, escucharse y ver incluye, además, el verse, es decir, emerge y dibuja el propio perfil en el decir y en otras acciones.

Y al hablar, me veía cómo había cargado a mi hijo… Le había tirado un montón de cosas sobre él, que no iban… Verte haciendo eso, te hace cambiar… (Liliana)

Resumiendo, desde la perspectiva de los residentes del barrio que atraviesan –y son atravesados por– estos tratamientos se hace posible reconocer diferentes modos que asume el desarrollo terapéutico. En primer lugar, hay algunos que abandonan en el primer o segundo turno. El rechazo y la incomodidad de hablar con alguien extraño: “no me hallé”, “me hacía sentir raro”, “no aguantaba el silencio”, entre los principales. En segundo lugar, para otros, el desarrollo incluye el alivio, la descarga momentánea, con interrupciones y abandonos, que se adaptan al ritmo que asume la vida cotidiana. En tercer lugar, el hablar, ser escuchado y escuchar produce el efecto de compañía, y reconocimiento social y subjetivo. Estas dos alternativas, si se prolongan en el tiempo, se pueden convertir en sustituciones parciales de los modos de sociabilidad de la vida ordinaria.

En cuarto lugar, son aquellos casos en que se ven en las palabras, silencios e in-tervenciones cosas que no se veían. Por último, en ciertos casos, el desarrollo agrega el verse: en el decir se va dibujando el perfil de quien habla. En estos últimos casos, los movimientos rítmicos entre hablar, escuchar y ver producen una particular reso-nancia (Ingold 2000), una dinámica acústica y escópica, donde los sonidos resuenan en espejos, las miradas en palabras, los silencios en escuchas, que hacen posible el ver y, a veces, el verse diciendo y haciendo. En estos casos, los tratamientos partici-pan como una instancia más, en recorridos complejos en la vida ordinaria, con ac-ciones, movimientos, ritmos, modos de decir, escuchar y sentir múltiples y diversos que –en ciertas oportunidades– normalizan, inauguran o despliegan.

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El hablar y lo decible

Al mes, Laura dejó la terapia. Al poco tiempo, cerca de dos meses después, volvió. Estuvo dos meses más concurriendo irregularmente a los turnos, y la dejó otra vez: “no puedo seguir ahora, y no sé si tengo ganas de estar viniendo… tengo muchos problemas”.

Laura, como la mayoría de los que llegan a la consulta psicoterapéutica, no sólo en poblaciones marginadas, suelen dejar la terapia en las primeras sesiones. Sin embargo, para Laura, el tipo de problemas que la hacían dejar la terapia –así como buscarla– eran de diferente orden: “el miedo al desalojo” y “los temas legales del padre de mi nena”. Por un lado, frente a la inminencia del desalojo de la vivienda que compartía con otras, muchas familias, ya habían fracasado diversos trámites, intermediaciones y demandas: “Ya no hay nada que hacer”. Por otro lado, “los problemas legales”, de los que hablaba con fórmulas impersonales y generales, quedaban sin ser hablados, y evitaba los detalles, no sólo en el tratamiento y en su vida cotidiana, también conmigo.

En el caso de Laura, los ciclos entre ir y dejar, comenzar y recomenzar, estaban regulados, principalmente, por los eventos y las características de la vida cotidiana, es decir, por el repertorio de actividades, dejar de hacer, incertidumbres, peligros y emergencias que atraviesan estas poblaciones. La oposición que circula en el barrio entre el hablar y hacer algo, entre hablar y actuar, convierte al hablar y la palabra en los tratamientos, en algo devaluado, ineficaz o una pérdida de tiempo, por un lado; o en algo sobrecargado de consecuencias, de peligros y de miedos, por el otro. Entre estos dos extremos, un amplio espectro de relaciones entre decir, escuchar, actuar, hablar sin decir, silenciar, enmudecer, callar y decir discursos de otros, a los que se les otorgan diferentes efectos y eficacias tanto en los tratamientos como en las realidades vividas.

A diferencia de Laura, en aquellos pocos casos en que los tratamientos se prolongan en el tiempo –aproximadamente más de seis meses– concurren ciertos procesos: trabajo formal o informal estable, aunque se tengan bajos ingresos; movilidad social descendente, de exclases medias o medias bajas que se mudaron al barrio por el menor precio de alquileres; en pocos casos, la mejora de las condiciones de trabajo y/o estudio; redes sociales y/o familiares que saben de los tratamientos; alejamiento y distancia de las redes y actividades ilegales e informales.

La aproximación etnográfica y barrial de las psicoterapias de orientación psicoanalítica en contextos de pobreza urbana hace posible ubicar los dichos de las entrevistas y las notas de la observación participante en las realidades económicas, políticas, territoriales, sociales y de género que atraviesan la vida cotidiana de estas poblaciones. Los diversos modos de hablar y las condiciones de producción, reproducción y circulación de las palabras en estas poblaciones son modelados por –y ocasionalmente modelan– las regulaciones que gobiernan lo sensible (lo decible, audible y visible), sus vínculos con lo inteligible, y con la subsistencia y supervivencia en las economías de la marginación (formales, informales, programas asistenciales, e ilegales), en las lógicas de poder (políticas y partidarias) locales. Por lo tanto, los regímenes de poder, las economías de la marginación y los modos de

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socialización definen la cartografía de lo decible, lo audible y lo inteligible, y el lugar de los tratamientos psicoterapéuticos en estos complejos mapas sociales.

Finalmente, el hablar del hablar en la vida cotidiana y en las psicoterapias pone en evidencia no sólo las dificultades teórico-metodológicas de investigar las tecnologías terapéuticas psi a la luz de la luz de la vida cotidiana, es decir, cuando las técnicas de investigación están hechas de la materia misma del problema investigado. También, en el desarrollo mismo del trabajo de campo, el hablar sobre los diferentes modos de decir en diferentes contextos, incluso en el terapéutico, revela, al mismo tiempo que confronta, aquellas múltiples regulaciones que tienen por objeto el hablar y la palabra en estas poblaciones.

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Proxémica, Kinésica y Antropología. Apuntes sobre simulación etnográfica, cuerpo y espacio en el marco del conflicto armado colombiano*

Carlos Cárdenas**Investigador independiente, Colombia

Carlos Arturo Duarte Torres***Pontificia Universidad Javeriana de Cali, Colombia

doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda25.2016.02Artículo recibido: 20 de mayo de 2015; aceptado: 19 de noviembre de 2015; modificado: 01 de febrero de 2016

Resumen: El siguiente trabajo presenta las reflexiones etnográficas de una inves-tigación que se concentró en analizar el proceso de inserción a una organización guerrillera en Colombia como un proceso ritual. Dicho proceso se realizó en una Escuela de Combatientes del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Como pro-ducto de ese trabajo, los autores obtuvieron el título de pregrado en Antropología con mención meritoria de la Universidad Nacional de Colombia. Doce años más tarde se presenta el siguiente artículo, que reflexiona en torno a dos expresiones de comunicación no verbal que nutren el ejercicio etnográfico: por un lado, la kinésica del cuerpo, bajo los requerimientos del conflicto armado en una zona rural; y por otro lado, la proxémica que una comunidad construye para apropiarse funcionalmente del espacio selvático, bajo las exigencias de la guerra de guerri-llas. En este sentido, lo que se busca es entender cómo opera el ejercicio sensible de la interacción etnográfica en contextos de violencia armada, donde los gestos y las simulaciones (metamensajes) que circulan en las selvas de símbolos pueden hacer la diferencia entre la vida y la muerte.

Palabras clave: Etnografía del conflicto armado, proxémica, kinésica, antro-pología visual, simulación (palabras clave del autor).

* El trabajo de campo de esta investigación se realizó entre 2000 y 2002, financiado por Colciencias a través del Concurso Hernán Henao Delgado. El análisis y organización del material fueron posibles gracias al apoyo y colaboración de la Facultad de Ciencias Humanas y el Departamento de Cine y Televisión de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. El resultado de dicha investigación fue la monografía de grado en Antropología: Con los muchachos: una aproximación a una comunidad contestataria desde la antropología simbólica y la etnografía de la comunicación (Cárdenas y Duarte, 2001).

** Magíster en Antropología Social, Universidade Federal de Santa Catarina. Actualmente investigador y realizador audiovisual, Valiente Gracia - Laboratorio Audiovisual. Coautor en “Etnografía de la comuni-cación audiovisual: un balance de las relaciones entre reflexividad, imagen y antropología”. NEXUS Revista de la Escuela de Comunicación Social, Univalle 10: 150-171, 2011. *[email protected]

*** Doctor en Sociología, La Université Paris III (Sorbonne nouvelle) – L’Institut des Hautes Études de l’Amé-rique Latine (IHEAL, Francia). Entre sus últimas publicaciones están: “Los recuerdos del porvenir: hacia una etno-historia visual de la etnicidad multicultural en Colombia”. Revista Chilena de Antropología Visual 23, 2014; “Implementación y crisis del actual sistema de gobernabilidad minera en Colombia: el modelo de enclave exportador”. Análisis Político 74: 3–27, 2012. *[email protected]

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Proxemics, Kinesics and Anthropology. Notes on Ethnographic Simulation, Body and Space in the Colombian Armed Conflict

Abstract: This work presents some ethnographic reflections from a research project focused on the insertion process when joining a guerrilla organization in Colombia as a ritual process. This study took place at a School of Combatants of the National Liberation Army - ELN. As a result, the authors earned their B.A. degree in Anthropology with merit at the National University of Colombia in 2001. Twelve years later, this article is presented reflecting upon two non-verbal communication forms of expression: on one side, the body kinesics under the armed conflict requirements of the armed conflict in a rural area; and on the other, the proxemics built by a community in order to transform and functionally own fragments of the jungle under the particular demands of the guerrillas´ war. Therefore, we aim at understanding how ethnographic interaction in political armed violence operates as a sensitive experience, where gestures and simulations (meta-messages) flowing in a jungle of symbols can possibly, and quiet remark-ably, make the difference between life and death.

Keywords: Simulation (Thesaurus); armed conflict ethnography, proxemics, kinesics, visual anthropology (author´s keywords).

Proxêmica, Cinésica e Antropologia. Anotações sobre simulação etnográfica, corpo e espaço no âmbito do conflito armado colombiano

Resumo: Este trabalho apresenta as reflexões etnográficas de uma pesquisa que se centralizou em analisar o processo de inserção numa organização gue-rrilheira na Colômbia como um processo ritual. Esse processo foi realizado numa Escuela de Combatientes del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Como produto desse trabalho, os autores obtiveram o título de graduação em Antropologia com menção honrosa da Universidad Nacional de Colom-bia. Doze anos mais tarde, apresenta-se este artigo, que reflete sobre as duas expressões de comunicação não verbal que nutrem o exercício etnográfico: por um lado, a kinésica do corpo, sob os requerimentos do conflito armado numa área rural; por outro, a proxêmica que uma comunidade constrói para se apropriar funcionalmente do espaço selvático, sob as exigências da guerra de guerrilhas. Nesse sentido, o que se busca é entender como o exercício sen-sível da interação etnográfica opera em contextos de violência armada, em que os gestos e as simulações (metamensagens) que circulam nas selvas de símbolos podem fazer a diferença entre a vida e a morte.

Palavras-chave: Simulação (Thesaurus); etnografia do conflito armado, proxêmica, cinésica, antropologia visual (palabras-chave do autor).

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A pesar de que se reconoce a Ray Birdwhistell (1973) como el funda-dor del estudio cinemático del movimiento del cuerpo (lo que aquí llamamos kinésica), los antecedentes modernos de dicho campo de análisis bien pueden prolongarse hasta Marcel Mauss (1991) y sus trabajos dirigidos a comprender la transmisión social de las “técnicas

del cuerpo” a comienzos del siglo XX, o al vanguardista texto de Bateson y Mead (1942) “Balinese Character”. Luego de la segunda posguerra se desarrollaría un par-ticular interés por el uso intercultural del espacio (Hall 1969; 1973), así como por la comunicación no verbal, en cuanto comportamiento culturalmente condicionado (Lomax 1971; Pease 1987). De igual manera, hacia la década de los setenta los traba-jos pioneros de Mary Douglas (1966 y 1978) permitirían pensar al cuerpo humano como la superficie primaria de inscripción simbólica de la cultura. La anterior pers-pectiva sentará los fundamentos para el posterior desarrollo de lo que hoy en día se conoce como “antropología del cuerpo”1.

Por otra parte, las relaciones entre cuerpo, guerra y antropología son menos fáciles de rastrear a nivel histórico. Sin embargo, este cruce de intereses investiga-tivos viene tomando un auge inusitado luego del ocaso de las “guerras totales” im-plementadas a lo largo del siglo XX y la actual globalización de los “conflictos de baja intensidad”. Las transformaciones en la forma de implementar la guerra han re-presentado un desplazamiento en los marcos conceptuales diseñados para entender dichas problemáticas. Si el paradigma clausewitziano de la guerra se fundamentaba en el control de los recursos y el movimiento de posiciones entre ejércitos, en la actualidad, las guerrillas mediatizadas, los ejércitos privados y los escuadrones de violencia paraestatal han convertido al cuerpo en palimpsesto de combates entre enemigos difusos y en un teatro de operaciones de diversa índole. Por lo anterior, en los últimos años han venido consolidándose estudios antropológicos e interdisci-plinares que se preocupan por analizar el cuerpo de la mujer como botín de guerra (Segato 2006; 2014), la tortura y el genocidio en cuanto muerte social (Arzoumanian 2012; Card 2010; Card y Marsoobian 2007), así como trabajos que buscan entender el disciplinamiento físico-ideológico de los combatientes (Bourke 2008; Blair 1999; Cárdenas y Duarte 2001).

Finalmente, en el contexto colombiano las obras pioneras en la intersección entre antropología, violencia y cuerpo se abren paso luego de la publicación de los trabajos de la Comisión de Estudios sobre la Violencia, en 1987, y con la compilación de investigaciones publicada bajo el título Las violencias: inclusión creciente (Cubides, Arocha y Jimeno 1998). En ambos textos se planteó que en Colombia no se presentaba un solo tipo de violencia, sino que más bien ese fenómeno tendía hacia su dispersión en múltiples y cotidianas violencias. Dicho reconocimiento impulsó

1 La antropología del cuerpo es en la actualidad un dinámico espacio de trabajo disciplinar. A este respec-to conviene revisar el trabajo compilatorio de Featherstone, Hepworth y Turner (1995), The Body Social Process and Cultural Theory, así como el trabajo referencial de David Le Breton (2002), Antropología del cuerpo y modernidad.

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una apertura investigativa para comprender los resortes simbólicos del conflicto armado y sus microexpresiones rituales, tal y como lo permitirían evidenciar los trabajos de María Victoria Uribe (1996; 1999) y Elsa Blair (2005; 2010).

A partir del anterior panorama es necesario señalar que el presente artículo busca reflexionar en torno a dos expresiones de comunicación no verbal: por un lado, la kinésica expresada concretamente en el cuerpo del etnógrafo, bajo los requerimientos del conflicto armado en una zona rural; y por otro lado, la proxémica que una comunidad en armas construye para apropiarse funcionalmente del espacio selvático, bajo las exigencias de la guerra de guerrillas. En este sentido, lo que se busca es entender cómo opera el ejercicio sensible de la interacción etnográfica en contextos de violencia armada, donde los gestos y las simulaciones (metamensajes) hacen la diferencia entre la vida y la muerte.

Caminar para llegar, simular para entrar2

Al inicio de esta investigación, a medida que nos aproximábamos a la zona en la que desarrollaríamos nuestro trabajo de campo, hubo un aspecto de la vida guerrille-ra y de la cotidianidad de esas zonas de conflicto que nos llamó poderosamente la atención; este aspecto al que nos referimos tiene que ver con la existencia en estos lugares de toda una serie de estrategias que permiten movilizarse, sobre todo a los guerrilleros –pero también al resto de la población que allí vive–. A continuación nos referiremos a dos estrategias de kinésica en zonas de conflicto armado: las mar-chas o el modo como se camina entre la selva, y la simulación como estrategia de sobrevivencia metadiscursiva.

Simular

Diario de campoPrimer día en el campo. Llegamos después de doce horas en un bus que, más allá de transitar, se deslizó entre el barro y las inmensas grietas que se tragan la carretera. Viajamos de noche –dicen que es más seguro–; el paisaje que divisamos a través de las sombras parecía sacado de una estrambótica película marciana. Al fondo, la figura negra de la cordillera.

Llegamos al amanecer, allí nos estaba esperando una persona que dijo llamarse Víctor. Era el encargado de llevarnos hasta cierto punto de nuestro viaje. Con él fuimos y nos presentamos ante las autoridades correspondientes: la secretaria del alcalde, el ingeniero, el personero, el cabo del Ejército y hasta el coronel de la Policía, quien asombrado por el lugar en el que decidimos trabajar, tan sólo atinó a decirnos: “¡Ojo!, muchachos, no saben que para donde van, es el nido del ELN”. Víctor sudaba frío, y haciendo caso de sus instrucciones, nosotros, como

2 Para acceder al registro audiovisual de la kinésica etnográfica, ver la secuencia (07’:15” - 09’:30”) del do-cumental Fusiles de madera en https://medvedkino.wordpress.com/los-fusiles-de-madera/

Proxémica, Kinésica y Antropología Carlos Cárdenas y Carlos Arturo Duarte Torres

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pudimos, intentamos aparentar sorpresa y, también como pudimos, intentamos cambiar el tema, al tiempo que nos mostrábamos interesados por todo lo que el señor coronel nos decía. Nos sentimos raros, no es común darse cuenta que se debe actuar y aparentar dependiendo de con quién se esté hablando, pero en momentos como éste, es la única solución, si queríamos ya no sólo seguir adelante con la investigación, sino sobrevivir en la zona, una zona de guerra. Nosotros afortunadamente aprendimos, gracias a Víctor, lo que a las comunidades de estos lugares les ha tocado aprender después de muchos muertos; la inocencia aquí se paga a un precio demasiado alto, como para que sea un valor digno de ser reproducido socialmente.

Después de tres horas de viaje llegamos adonde se terminaba la carretera. En aquel lugar nos esperaba un guerrillero (Gabriel), quien se encargaría de guiar-nos hasta uno de los lugares donde desarrollaríamos el trabajo de campo. Según Gabriel, allí donde nos encontrábamos en ese momento quedaba antes la escuela de la zona y una tienda provista de un quiosco; aún hoy se observaban los vesti-gios de bafles, mesas, sillas y el infaltable afiche de la “chica Águila”3. A ese lugar, hasta hace poco, bajaban las personas los fines de semana para comprar el mer-cado, tomarse una que otra “fría”4 y, posiblemente, agarrarse borracho con algún vecino. Pero todo eso había cambiado desde que un día llegaron unos hombres en camionetas de platón último modelo, todos “enfierrados”5 hasta los dientes y con una pañoleta en la cara. Junto a la carretera, ya entrando a la escuela, hay dos cruces; Gabriel menciona algo sobre una pareja que ya hace unos años ejecutaron ahí mismo, en una fiesta...

Después de descansar un rato, nos echamos el morral al hombro y arranca-mos con Gabriel, ahora sí de verdad, monte adentro. Caminamos durante el resto del día, como cinco horas, hasta la casa de unos campesinos donde se suponía que pasaríamos la noche para continuar caminando al siguiente día. La casa quedaba en lo profundo de una ladera, y apenas comenzamos a des-cenderla, en dirección a la casa, toda la gente que allí vivía salió para vernos mejor. Por lo profundo de la ladera y por el cansancio que ya llevábamos, tuvieron casi diez minutos para observarnos hasta que cuando finalmente llegamos y saludamos con nuestra apariencia extraña, la gente se veía muy asustada. Había un viejo, de esos a los que aun cuando descansan, a pesar de su edad, las venas le brotan de todo el cuerpo; de esos que se han enfrentado con selvas enteras, que han sobrevivido a las diferentes bonanzas y a las di-ferentes guerras; de esos viejos que han sido toda la vida campesinos en los frentes de colonización. Él, su mujer, de cara gastada, y tres niños que debían ser sus nietos estaban como petrificados. Todos nos saludamos con la corte-sía propia del campo. Sin embargo, se sentía la tensión en el ambiente. Fue Gabriel quien se encargó de llevar la conversación; les preguntó por un señor

3 Se les dice “chicas Águila” a las modelos que posan en bikini en las piezas publicitarias de la cerveza marca Águila, una de las más consumidas a nivel nacional en Colombia.

4 Hace referencia a una cerveza.5 Enfierrados es una expresión coloquial que quiere decir armados. A las armas se les llama

asimismo fierros.

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llamado “Don Javier”; el viejo no respondió, se miró con su mujer y, en vez de contestar, nos preguntó, con una evidente muestra de nerviosa cordialidad, quiénes éramos y de dónde veníamos.

De la incertidumbre que produjo la situación se desprendieron tres aspectos: (i) de la tensión perceptible en el ambiente; (ii) de la evaluación que del momento nosotros hicimos, y donde era fácilmente deducible que ellos, los campesinos, no sólo no nos esperaban, sino que además estaban aterrorizados con nuestra presencia; y (iii) del hecho que, cuando mencionamos el nombre de “Don Javier”, a los viejos se les notó en la cara claras huellas de preocupación. Gabriel, en nues-tro nombre, optó de nuevo, como con el coronel de la Policía, por la estrategia de la simulación. Les dijo a los viejos que nosotros dos éramos unos geólogos que trabajábamos para el gobierno departamental y que íbamos a realizar unos estudios en la región; que él era nuestro guía y que conocía a Javier de tiempo atrás, razón por la cual él creía que Javier nos podría ayudar, puesto que conocía esa zona mejor que nadie. Obviamente, los viejos no creyeron ni por un momen-to en la historia de Gabriel, se les notó en la cara. Yo pienso que no creyeron la historia por dos razones obvias: primero, porque ningún empleado del Gobierno, por estúpido que fuera, andaría por ahí en un grupo tan reducido y sobre todo tan “monte adentro”; segundo, porque al dirigirnos específicamente a esa casa y preguntar por Javier, era suficiente razón para sembrar la duda. Gabriel volvió a preguntar por “Don Javier”. El viejo, que aún no nos quitaba la mirada de encima, respondió que ese “Don Javier” sí había vivido en esa casa antes, pero que se la había vendido a él y después se había ido, quién sabe para dónde.

Todos nos quedamos callados durante algunos instantes, nos mirábamos los unos a los otros sin saber que decir; finalmente, Gabriel se animó a preguntarle al viejo si él sería tan amable de dejarnos pasar la noche en su casa y, al siguiente día, ayudarnos a conseguir algunas bestias para que cargaran los morrales. No había acabado de formular su petición Gabriel, cuando el viejo se apresuró a contestar que para él, con la situación como estaba de fea, le sería imposible dejar quedar a nadie desconocido en su casa. ¿Qué tal que por la noche llegaran los guerrilleros o los paramilitares o que algún vecino le contara a alguno de los dos grupos lo sucedido? Respecto a las bestias6, dijo que él lo veía muy difícil, por-que toda la gente que conocía necesitaba sus animales para trabajar y, además, si alguien las alquilaba, tendría que acompañarnos durante el trayecto, y además de perder todo un día de trabajo, lo verían recorriendo la región en compañía de unos desconocidos. Nos miramos con rostro de preocupación y, junto a Gabriel, continuamos pidiéndole albergue al viejo; éste, a regañadientes, finalmente cedió pero nos dijo que por ningún motivo nos dejaría dormir en su casa; sin embargo, podríamos pasar la noche en un granero abandonado contiguo a su casa.

Allí estábamos, desempacando nuestras bolsas de dormir y procurando colo-car en algún lugar seco nuestros pantalones, botas y medias que habían tenido que mojarse al atravesar innumerables ríos, caños y cañitos7. En esas estábamos,

6 Hace referencia a las mulas.7 Un caño es una quebrada o arroyo.

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cuando llegó el viejo para invitarnos a tomar un tinto y algo de comer. De inme-diato, dejamos todo tal cual, porque en medio de tanto susto, ni del hambre nos habíamos acordado. Después de comer, al tiempo que nos tomábamos el tinto8, comenzamos a hablar de varias cosas. El viejo y Gabriel comenzaron a hablar de la cosecha que se avecinaba y de cómo, de continuar con este invierno, ésta se arruinaría. Nosotros dos interveníamos muy de vez en cuando. Luego, en medio de la conversación, progresivamente Gabriel y el viejo comenzaron a nombrar gente que ambos conocían. Así siguieron, y por lo que pudimos darnos cuenta, cada vez más, iban mencionando a gente que, por lo que pudimos deducir, era reconocida en la región por tener lazos con la guerrilla; y así, de un momento a otro, ya estaban hablando del comandante tal, que estuvo por aquí no hace mucho, y del sobrino del viejo que pertenecía a determinado frente guerrillero. Después de eso, la actitud del viejo cambió por completo.

Fue un progresivo y largo proceso de reconocimiento, utilizando la estrategia de la simulación, de modo que, una vez que de manera implícita cada uno estuvo relativamente seguro de quién era el otro, fue posible establecer una verdadera comunicación. El viejo entonces nos contó que, en un primer momento, cuando nos vio aparecer en la ladera, pensó que éramos los paramilitares que habían lle-gado; luego pensó que podríamos ser una avanzada de inteligencia de los mismos paras, de esas que mandan a tantear el terreno antes de incursionar. También nos relató cómo después que mataron a la gente de la tienda, a “Don Javier”, quien resultó ser su hijo, le había tocado irse para otro lado, porque como era amigo de toda esa gente, en cualquier momento podían venir por él. De todas maneras el viejo, que a esas alturas ya se nos había presentado como Emilio, nos dijo que lo mejor era que amaneciéramos en el granero, porque uno nunca sabe. Eso sí, a continuación, Don Emilio fue y nos llevó a donde su vecino, donde tuvimos que pasar por un proceso similar, aunque mucho más rápido, ya que íbamos acom-pañados de él. El vecino aceptó alquilarnos dos animales, e incluso se ofreció a acompañarnos hasta cierto punto donde nos ayudaría a conseguir otros animales para así poder continuar.

La simulación como estrategia metadiscursiva

Posteriormente, al analizar dichas vivencias nos sentimos admirados e impresiona-dos ante el dominio que de nosotros mismos se requirió para utilizar la estrategia cultural de la simulación, ya que, en la mayoría de las ocasiones, esta estrategia es el último recurso o la única posibilidad viable para salvar la vida. Por consiguiente, la presión a la que se ve sometido el individuo que opta por esta estrategia es muy fuerte, porque cualquier error, vacilación o debilidad puede resultar trágico. Según Pease (1987, 23), el grado de dificultad cuando una persona intenta simular es bas-tante alto, ya que las respuestas que se realizan a nivel del lenguaje del cuerpo son demasiado delatoras de la situación:

8 En Colombia es muy común referirse al café negro como “tinto”.

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Lo difícil de mentir es que el subconsciente actúa de forma automática e inde-pendiente de nuestra mentira verbal, así que el lenguaje del cuerpo nos delata. Por eso es posible descubrir a la gente que no acostumbra mentir, pese a lo con-vincente que pudiera sonar. En el instante en que alguien empieza a mentir, el cuerpo envía al exterior señales contradictorias y éstas nos dan la sensación de que el individuo no está diciendo la verdad.

Sin embargo, a pesar de la dificultad, las personas que se desenvuelven en estas re-giones deben aprender a dominar estas técnicas, no sólo porque deban algo, o se encuentren ejecutando alguna tarea para los ejércitos que allí conviven, sino porque en muchas ocasiones el decir la verdad puede representar un peligro inminente, así sus intenciones no tengan nada que ver con las fuerzas que allí operan.

A partir de los dos casos descritos ([1] nosotros con el coronel, [2] nosotros con Emilio) es posible perfilar una definición de la estrategia: la simulación es una herramienta gracias a la cual un individuo (incluso en ocasiones un grupo de personas) puede mantener en secreto su identidad, por la posibilidad de asumir otra identidad que esconde, dependiendo de un análisis de la situación. Los dos casos referidos son dos expresiones diferentes de la simulación; una planeada y otra coyuntural.

Simulación coyunturalEste tipo de simulación es la que tuvo lugar entre nosotros y “Don Emilio”. La si-mulación coyuntural tiene como función crear un espacio de espera para conocer debidamente al otro, y, así, no delatar de inmediato una posición que podría luego parecer comprometedora. Esta simulación tiene lugar porque las personas que ha-bitan estas regiones en guerra (tanto la llamada población civil como los integrantes mismos de los diferentes ejércitos) logran distinguir a un guerrillero del ELN o de las FARC y a éstos de un soldado del Ejército o de un paramilitar, gracias a la utilización de dos métodos: las marcas externas y las marcas internas de su identidad. Aunque esto no es ninguna garantía de seguridad, ya que muchas veces tanto guerrilleros como paramilitares pueden deambular en una zona con prendas civiles anulando de esta manera las marcas externas de su identidad. En general, la simulación coyun-tural opera sobre la base de las marcas internas de identidad (lo que el otro cuenta).

Las marcas externas de identidad se refieren a las características observables de la persona y funcionan principalmente cuando los integrantes de los diferentes ejér-citos se movilizan uniformados. A manera de ejemplo, utilizaremos las diferencias visibles entre el Ejército gubernamental y los integrantes del ELN; los dos ejércitos muestran en su indumentaria símbolos visibles de su identidad, como pueden ser: (i) los uniformes, ya que los de los militares son mucho más elaborados que los de los guerrilleros; estos últimos, además, utilizan invariablemente botas pantaneras; (ii) los colores. Los guerrilleros del ELN por lo general utilizan presillas de color rojo y negro; (iii) las armas. El AK-47 es el arma oficial de la guerrilla, mientras que el Ejército utiliza en su mayoría el fusil Galil; además, los primeros consideran al

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machete como una segunda arma de dotación. Las marcas internas son mucho más difíciles de identificar y se refieren a metadiscursos o formas estereotipadas de co-municación verbal. Estas marcas son principalmente expresiones, muletillas o con-ceptos producidos por el discurso ideológico de la comunidad a la que se pertenece.

La simulación coyuntural opera de modo que, a partir del reconocimiento de las marcas de identidad del otro, se crea un espacio de tiempo en el cual se realiza un diagnóstico del interlocutor, con la finalidad de definir un tipo de interacción. Esta simulación busca realizar un tránsito seguro entre dos individuos que no se conocen lo suficiente y se encuentran enfrentados el uno al otro, en una situación potencialmente incierta.

Simulación planeadaSi en una simulación coyuntural se busca crear un espacio que permita conocer al otro, en la simulación planeada ya se conoce de antemano quién es el otro. Por lo tanto, lo que busca es que el otro piense que quien simula y se encuentra frente a él es otra persona. En el caso del coronel de la Policía, nosotros sabíamos quién era él y lo que eso representaba para el desarrollo de nuestra investigación, incluso, para nuestra vida. Entonces, influenciados por la información de nuestro guía, no parecía muy re-comendable que el coronel de la Policía estuviera enterado de que pensábamos realizar una investigación en un campamento del ELN, razonamiento bajo el cual optamos por simular una identidad con la esperanza de que nuestro acceso a la zona fuera más fácil.

En las conversaciones que mantuvimos con los campesinos, éstos nos relataron cómo, en algunas regiones, cuando se vive en una zona que tiene influencia de la guerrilla y se viaja hacia otras de influencia paramilitar, bajo ningún motivo debe admitirse que se viene de allá porque inmediatamente será estigmatizado como un simpatizante del grupo guerrillero que opera en esa zona. Por lo tanto, en muchos desplazamientos los campesinos se ven en la necesidad de utilizar la estrategia de la simulación planeada, como una manera más o menos segura de viajar entre determinadas regiones.

La simulación planeada busca engañar al otro, de tal modo que éste nunca sospeche con quién está tratando, o de qué grupo armado podría ser simpatizante. En este aspecto encontramos una diferencia manifiesta con la simulación coyuntural, ya que a través de ésta los dos individuos en interacción nunca se desprenden del lenguaje metadiscursivo; al contrario, permanecen en un estado de negociación bajo el cual cualquier resquicio de su verdadera identidad puede tener resultados funestos.

Caminar

Diario de campoEstamos esperando para continuar; tenemos ganas de llegar lo más pronto posi-ble. Ayer estuvimos caminando todo el día, salimos a las 6:30 a.m. Mientras cami-nábamos, Gabriel reiterativamente hacía burla de nuestra lentitud y torpeza para

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seguirle el paso; entonces, mientras caminábamos pensaba en que para moverme, aquí dentro de la selva, es necesario volver a aprender a caminar. Quizás tan sólo nos percatamos levemente de esta situación cuando hacemos caminatas o vamos de paseo; pero cuando se intenta seguirle el paso de marcha a un guerrillero, todo se torna más claro. En ese momento parecía que era un problema de “velocidad”, porque cuando caminaba, sentía que debía tomar demasiadas decisiones en cues-tión de décimas de segundo. Es decir, sentía que debía tomar decisiones, que por lo general son inconscientes, ahora de manera consciente. Fue percatarse de que en la ciudad la mayoría del tiempo cuando caminamos, tomamos una gran cantidad de opciones y de decisiones de manera inconsciente, decisiones como pueden ser: la postura al caminar, la intensidad de las pisadas, el ángulo de visión, los momentos de atención y de relajación mientras se camina... Estas decisiones las tomamos sin darnos cuenta ya que nuestro conocimiento del contexto por el cual transitamos (la ciudad) nos lo permite. Por el contrario, aquí en medio de la selva la mayoría de las cosas son desconocidas. Esta ignorancia se torna manifiesta cuando no es posible ejecutar automáticamente muchos de los hábitos que nos hemos acostumbrado diariamente a utilizar de manera inconsciente cuando caminamos. Entonces, lo irracional se convierte en racional, la mente se enfrenta ante contextos que no co-noce, viene la duda y de pronto hay que escoger una opción entre múltiples posibi-lidades que se presentan a cada paso y en pequeños lapsos de tiempo. El cansancio entonces, además de físico, se hace también mental.

El caminar como una descripción proxémica de la comunidadLuego del trabajo de terreno, se tornó evidente que en ese proceso de volver a “aprender a caminar” es preciso capacitarse en torno a una serie de pautas y de conocimientos. Entonces se piensa que una acción tan simple como caminar es expresión de un conocimiento mucho más complejo, razón por la cual nos preguntamos en qué medida la capacidad para moverse en un medio natural determinado es una estrategia manifiestamente cultural. Con el ánimo de profundizar en la anterior apreciación, es importante rescatar algunas de las opiniones y elaboraciones que al respecto ha elaborado Edward T. Hall (1973), quien propone el término proxémica. Éste concepto permite “[…] estudiar y definir el conjunto de observaciones y teorías relacionadas con el uso que el hombre hace del espacio” (Hall 1973, 161). Los estudios proxémicos sugieren que la forma como un grupo social se relaciona con su medioambiente produce una particular manera de utilización de los sentidos de los miembros de esas comunidades. Entonces, según estos estudios, el funcionamiento de los sentidos corresponderá a las necesidades y a las construcciones históricamente constituidas tanto por la comunidad como por el medio natural; por consiguiente, comunidades que viven en contextos naturales diferentes, virtualmente habitan mundos sensoriales distintos.

La filtración selectiva de los datos sensoriales admite unas cosas y rechaza otras, de manera que la experiencia, tal y como es percibida a través de un conjunto de pantallas sensoriales modeladas culturalmente, resulta absolutamente diferente de la percibida a través de otro sistema de tapices culturales. (Hall 1973, 17)

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Según Hall, al constituirse la proxémica como un método para analizar los mo-delos sensoriales, debe analizarse desde tres categorías analíticas: rasgos fijos, rasgos semifijos y rasgos informulados. Respecto al “caminar”, es fundamental revisar dos aspectos: el manejo del cuerpo y el conocimiento del terreno. Estos aspectos en los análisis de Hall pueden ser abordados desde la categoría de los rasgos fijos, según la cual el conocimiento de un medio determinado conlleva que la territorialidad se constituya en un conocimiento equiparable, en algunos aspectos, al del manejo del cuerpo, es decir, el territorio considerado como una extensión orgánica.

El territorio que se delimita mediante signos visuales, orales y olfatorios, consti-tuye una extensión del organismo, en todos los sentidos del término. El hombre ha creado extensiones materiales de la territorialidad, así como indicaciones y señales territoriales, visibles unas, invisibles otras. Por ello, por cuanto que la te-rritorialidad viene relativamente fijada, yo he denominado a este tipo de espacio, en el plano proxémico, espacio de características fijas. (Hall 1973, 166)

Revisemos algunas consideraciones respecto al manejo del cuerpo y al conoci-miento del terreno. Antes de comenzar nos parece conveniente advertir dos cuestio-nes: se ha de tener presente que las siguientes consideraciones son el resultado de un proceso continuo de comparación entre nuestro sistema de características fijas y el de los guerrilleros. También creemos que se debe tener en cuenta que, en la práctica, tanto el manejo del cuerpo como el conocimiento del terreno son uno sólo, puesto que son simultáneos. Sin embargo, en este texto se hace necesario dividirlos para describirlos de una mejor manera.

El manejo del cuerpoEn torno al manejo del cuerpo, en un contexto selvático y de guerra de guerrillas, no sólo mientras intentábamos seguirle el paso al guerrillero que nos guiaba, sino durante buen tiempo de la temporada de campo, observamos diferencias fundamen-tales entre ellos (los guerrilleros) y nosotros (los etnógrafos):a. Extremidades inferiores. A este respecto encontramos dos diferencias importan-

tes: la primera fue la intensidad de la pisada. Mientras que los primeros días nosotros intentábamos no pisar muy duro para que, en caso de que el barro estu-viera blando, no nos fuéramos a embarrar demasiado, ellos, en cambio, pisaban con fortaleza, de manera tal que el mayor peso del cuerpo se desplazaba hacia los talones. Nuestra pisada producía que el peso del cuerpo se desplazara hacia delante, concentrándose en la superficie anterior del pie. La segunda diferencia tiene que ver con la longitud de los pasos. Nosotros acostumbramos a dar pasos muy largos, lo que produce cierto desequilibrio y pérdida de estabilidad. Una de las razones que nos llevaba a alargar nuestros pasos era que nuestro guía, quien en apariencia parecía ir muy despacio, cada vez parecía irse alejando más. Entonces nosotros, impulsados por una creencia que proviene de caminar en pavimento –según la cual mientras más largos son los pasos, mayor es la veloci-

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dad–, intentábamos alargar los pasos para aumentar la velocidad. Sin embargo, nuestro guía y la mayoría de guerrilleros a los que tuvimos la oportunidad de observar, sólo tienen dos tipos de marchas: una de pasos cortos, la cual es supre-mamente efectiva para distancias muy largas, y otra de máxima velocidad, la cual se realiza en momentos de emergencia y consiste en desplazarse corriendo a toda velocidad, pero entre la selva. Esa especie de media marcha a la que nosotros tratábamos de ir, no la apreciamos en ningún momento durante el tiempo que convivimos con ellos.

b. Extremidades superiores. Cuando caminábamos, producto de la inestabili-dad con la que nos movíamos, necesaria y continuamente teníamos que estar moviendo los brazos para estabilizarnos. Ellos, los guerrilleros, por lo gene-ral llevan quietos los brazos, o los mueven muy poco. Entonces, las extre-midades superiores casi no intervienen en el movimiento de sus cuerpos al caminar; si lo hacen, las utilizan a manera de un peso que juega de acuerdo a como se mueva el tronco. En varios casos, podía observarse que las manos se encontraban sujetando las correas que del morral bajan por los hombros, o en su defecto, una toalla, o un trapo que ellos suelen colocarse alrededor de la nuca. Esto sucede porque la mayor parte del movimiento es ejecutado por las extremidades inferiores. La utilización del peso en la zona media del cuerpo tiene lugar cuando ellos viajan con equipo, en ese caso el peso que se maneja es el del morral de campaña y el fusil.

c. Tronco. Por no estar acostumbrados a andar con un peso considerable, caminá-bamos con la espalda permanentemente inclinada hacia adelante. Ellos cami-nan con la espalda recta; es por eso que sus pasos no son excesivamente largos, y el peso que se carga es distribuido a lo largo del eje vertical del cuerpo; esta situación también hace que al pisar, el peso se concentre en los talones.

d. Cabeza. La posición de nuestra cabeza al caminar es fácil de imaginar; noso-tros, debido principalmente a la posición de la espalda, caminábamos con la cabeza mirando hacia el suelo. Sin embargo, existe también otra causa para caminar de este modo, la cual tiene que ver con un aspecto que en el siguiente apartado trataremos: la inseguridad que produce no conocer debidamente el terreno. Todo el tiempo debíamos permanecer atentos para ver a dónde íba-mos a dar el siguiente paso.

El conocimiento del terrenoLa selva es interpretada por guerrilleros y campesinos por medio de una serie de convenciones culturales. Gracias a éstas, la selva o “el monte”, como ellos le dicen, contiene toda una serie de pistas y señales, las cuales son la forma en que estos grupos de personas socializan el espacio en el que habitan. Además, estas señales funcionan también como sistemas de referencia y orientación para moverse en dicho espacio. Todo este conocimiento convierte a esa selva (que para nosotros por momentos fue como un caos incomprensible) en aquello que el antropólogo inglés Victor Turner

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(1997) llamaría “una selva de símbolos”. Conviene remarcar que moverse en medio de una selva tropical, en medio de una espesa vegetación, significa, tal y como se ha evidenciado a partir de los estudios de antropología del sonido, el desplazamiento de la vista en cuanto sentido de atención primario (Feld 2012). De esta manera, los entornos sonoros cobran un relieve fundamental a la hora de interpretar situaciones que suceden en un espacio contiguo o alejado, cuyo único indicio interpretativo corresponde a su onda sonora. Bajo el anterior ámbito conceptual se pueden distinguir tres dimensiones de conocimiento que son plenamente dominadas por los campesinos de la región y los guerrilleros mismos para moverse con eficiencia entre su selva de símbolos.a. Dimensión (1), el medio próximo: esta dimensión de conocimiento implica la

capacidad, por parte de la comunidad que habita determinada zona, de distin-guir y clasificar los diferentes elementos que hacen parte del contexto por el que se camina. Este conocimiento debe reconocer, entre otras cosas, los distin-tos tipos de suelo, la vegetación de la zona y los animales que habitan en el te-rritorio. Gracias a este conocimiento, el individuo se encontrará en condición de distinguir, por ejemplo, qué clase de pastos pueden cortar la piel; qué hojas pueden envenenar al contacto; qué hierbas pueden hidratar en caso de no con-tar con agua pura; en qué lugares de los caminos puede ser peligroso transitar, o si deben evitarse (porque allí muy posiblemente se encuentren animales pe-ligrosos como culebras o alacranes); en qué ramas será posible apoyarse sin que éstas se rompan, o se astillen en las manos, etcétera. Estos conocimientos son utilizados cuando se camina, fundamentalmente porque son los elementos más próximos con los que el caminante interactúa al moverse.

b. Dimensión (2), el medio global: este conocimiento funciona de modo que el individuo es capaz de mantener una ubicación espacio-temporal en el terreno, sin desorientarse. Para lograr este objetivo, los grupos de perso-nas construyen en comunidad sistemas de referencia dentro de la zona, los cuales son el mapa mental que la comunidad tiene de la región. Dentro de la comunidad guerrillera esto era muy utilizado cuando, por ejemplo, se le colocaban nombres a los cerros más altos o a las montañas; también es muy utilizado el conocimiento de la dirección hacia la que fluyen los ríos y riachuelos de la zona. Un ejemplo de la existencia de estos mapas locales, almacenados en las mentes de los integrantes de la comunidad, tuvo lugar cuando los mandos9 del campamento tuvieron suma dificultad para ubicar-se a través de mapas como los que nosotros utilizamos. Sin embargo ellos, en su cotidianidad, pueden atravesar toda su región sin necesidad de ayuda alguna, incluso de noche.

9 Mando es una categoría jerárquica dentro de la estructura social de la comunidad guerrillera del ELN.

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c. Dimensión (3), los rastros: En los niveles anteriores nos hemos referido al cono-cimiento de elementos en su mayoría fijos o naturales10. El conocimiento de los rastros se refiere a las alteraciones provisorias de orden visual, olfativo o audi-tivo, que en esos ambientes produce el tránsito de las personas, seres vivientes o fenómenos naturales. Ser hábil en la lectura de estas señalizaciones es muy importante, ya que las mismas son asimiladas como códigos por medio de los cuales es posible realizar dos tipos de actividades.

Por un lado, pueden ser utilizadas para establecer una comunicación con per-sonas que también transitan por las mismas zonas; por ejemplo, según Gabriel, muchas veces se puede seguir a otra persona que vaya adelante ayudándose con los rastros que ésta deja. O se puede convenir entre dos grupos de personas el dejar un rastro específico que sirva para orientar a las personas con las que se convino, y si se quiere también, para desorientar a otras personas que no conozcan el código que se está utilizando, por ejemplo, se puede quebrar, en una bifurcación del camino, una rama de determinada forma previamente establecida, de manera que, para quien no conozca el código, parezca que la persona que la quebró siguió hacia la izquierda; sin embargo, por medio del código establecido se puede haber acordado que ese quiebre indica que se debe seguir en la dirección opuesta.

Además, los rastros pueden ser utilizados como un medio con el que los gue-rrilleros y campesinos pueden obtener importante información de las personas que transitan por sus caminos. Por ejemplo, de acuerdo a la intensidad y forma de una pisada es posible establecer hace cuánto tiempo pasó por allí la persona que dejó el rastro, si el individuo pertenece al Ejército gubernamental, o qué altura y peso aproximado puede tener la persona que dejó la huella. De igual manera, se puede conocer la intensidad de un combate armado por medio del estallido de los fusiles o las armas intervinientes, de modo que el conjunto so-noro que de allí se desprende se convierte en un paisaje sonoro (soundscape), susceptible de ser interpretado a la distancia.

En el campamento

Diario de campoHoy por fin llegamos; el último tramo del camino, como dos horas, resultó parti-cularmente duro. Debió ser porque tantos días de camino comenzaban a cansar-nos físicamente, y porque además ya estábamos ansiosos por llegar a algún lado. El caso es que ese último trecho del viaje se nos hizo eterno, los morrales parecían

10 Naturales puede resultar una palabra engañosa, ya que nos referimos a una zona que como frente de colo-nización se encuentra en un proceso de socialización o humanización permanente y relativamente inesta-ble. En este caso, cuando nos referimos a naturales hablamos de contextos que se encuentran fijados en el terreno y que necesitan un gran esfuerzo para ser modificados. Esta categoría abarca, entonces, montañas, cerros, caminos, cuerpos de agua, la vegetación, entre otros.

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pesarnos cada vez más, y en vez de llegar caminando, más bien llegamos al lugar rodando a través de la ladera y el barro.

Cuando llegamos, mentiríamos si dijéramos que no nos impresionó la infraes-tructura del campamento guerrillero, así como la actitud de los guerrilleros. Tal vez producto de las noticias a las que uno comúnmente tiene acceso respecto a este tema, nos esperábamos algo menos elaborado, un montón de gente arru-mada en un rincón de la selva, con una mirada agresiva y todo un complejo de cultura material desarrollado para una vida de huida permanente respecto a las fuerzas gubernamentales. A cambio, nos recibió una mujer más bien joven, de frente amplia y semblante tranquilo; ella se presentó con el nombre de Helena, nos dijo que era la responsable a cargo de la escuela de combatientes y que ella se encargaría de colaborarnos en la medida de sus posibilidades y las de “la organi-zación” (la guerrilla) en el desarrollo de nuestra investigación. Al nivel de la cul-tura material, aunque la mayoría de los elementos aparentan cierta complejidad, como uno supondría, se encontraban diseñados para que algunos de ellos fueran fácilmente desmontables y otros pudieran ser abandonados en caso de que se presentara cualquier situación en la que los guerrilleros se vieran en la necesidad de evacuar el sitio con rapidez. Pero, a pesar de esto, la primera impresión fue que estábamos frente a toda una batería de conocimientos desarrollados y aplicados, con el objetivo de socializar un ambiente tan hostil como el de una selva tropical húmeda en un contexto de guerra11.

Proxémica de una selva humanizada: el campamento

Ya estando en el sitio en que se realizaría la escuela, se empieza a conocer y a en-trar en relación con dicho espacio. El campamento en sí es una porción de selva que ha sido humanizada, donde la mayoría de elementos son del mismo medio; un fragmento de selva que se diferencia por tener algunas características funcionales, generadas culturalmente, es decir, determinadas por la naturaleza de la comunidad que habita el campamento. Es así como vemos que el campamento se convierte en extensión orgánica de la comunidad que realiza la escuela de combatientes, y en alguna medida, de la organización guerrillera.

11 Para acceder al registro audiovisual del Campamento, ver la secuencia (04’:34” - 07’:12”) del documental Fusiles de madera en https://medvedkino.wordpress.com/los-fusiles-de-madera/

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Figura 1. En el campamento12

Fuente: Los autores. Recortes de los recorridos de la filmación Fusiles de madera (2002)

Diario de campoEl campamento es muchos espacios. Constantemente cambiantes, se agranda, se achica; muchos espacios que se utilizan para cosas muy diferentes. Aunque no pareciera, por ser en todo caso selva, tienen sus funciones particulares como espacios humanizados. Con cuidado, por ejemplo, de no bajarse la leña13 muy cerca, para no destapar el campamento.

[...] uno se vuelve un poco más animal, más básico, uno caga como otro animal cualquiera (sólo que se limpia), y se despoja de muchas necesidades. Cuando me

12 Las imágenes fotográficas incluidas en este artículo son realmente composiciones de registros en video, de los etnógrafos o de guerrilleros, que recogen el movimiento de la cámara en torno a ciertos lugares, ofreciendo una imagen más amplia. A partir del proceso de escritura de la tesis como documento final de la investigación, y gracias a la cantidad de material audiovisual recogido, se elaboró adicionalmente el documental Fusiles de madera. Audiovisual-documental. Disponible en https://medvedkino.wordpress.com/los-fusiles-de-madera/

13 Hace referencia a talar árboles para la leña, necesaria para cocinar.

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acuesto a dormir, no puedo dejar de concebirme acostado entre un saco de dor-mir en medio de la selva, ilusoriamente resguardado de ella por un plástico, y por unas estructuras hechas con palos y hojas de la misma selva [...] el ritmo es lento, un ritmo que uno percibe que es impuesto por la naturaleza.

Como ya se planteó, Hall (1973) habla de espacios de rasgos fijos que incluyen las manifestaciones materiales, así como los patrones interiorizados, que regulan el comportamiento cotidiano de las personas; se diferencian de los espacios de rasgos semifijos, en la medida que habría algunas relaciones espaciales transformables, y que varían culturalmente. De tal manera, los espacios de rasgos fijos de una co-munidad cultural pueden tener rasgos semifijos de otra. El campamento contiene elementos que normalmente serían de rasgos fijos (con sus funciones establecidas), pero en sí todo el campamento es un espacio de rasgos semifijos. Ese lugar es un es-pacio de selva humanizada, en constante construcción y transformación, no sólo por las condiciones estratégicas de movilidad que impone la sobrevivencia de una co-munidad guerrillera, sino además por la naturaleza misma del campamento, donde los recursos que ofrece el medio son tan abundantes como poco durables, y donde la comunidad permanentemente está “latiendo” (es decir, en procesos de expansión y/o contracción). De esta manera, podemos afirmar que el campamento de la escue-la de combatientes es un espacio perecedero, relativamente efímero, un momento cortado en el transcurso de humanización de ese espacio selvático, un momento particular e intencionalmente construido para la realización de la escuela (Cárdenas y Duarte 2002, 20)14.

A continuación, agruparemos los diferentes espacios del campamento de acuerdo a su función general, para así iniciar nuestro análisis proxémico, que propo-nemos en dos niveles iniciales:1. Rasgos fijos del campamento. Relación de los espacios con la comunidad, rela-

ción tanto funcional como ecológica.2. Rasgos semifijos del campamento. Relación entre los espacios, jerarquización,

proyección de los aspectos formales de la comunidad en el espacio físico.

14 Este campamento es uno de los pocos prácticamente permanente, que nunca queda del todo solo. Una vez termine la escuela, seguirá cumpliendo sus funciones como campamento de un frente político militar del ELN, con todas sus particularidades.

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Relación de la comunidad con los espacios del campamento

Proponemos los siguientes grupos15:

Todo el campamento puede ser considerado un salón de clase, en la medida que la escuela pretende, entre otras cosas, que los combatientes sigan su proceso de adaptación a la vida del guerrillero “encampamentado”, es decir, a las normas cotidianas de conducta cuando no está participando en operativos o campañas mili-tares. El campamento de la escuela es un espacio mucho más estricto que un campa-mento normal; durante la escuela, el campamento se convierte en un modelo de lo que “debe ser”, un ejemplo lo más ideal posible de convivencia guerrillera.

Inicialmente podemos hablar de un grupo de espacios del campamento, que pueden considerarse como aulas, en donde tienen lugar las actividades pedagógicas y de formación, tanto en lo político como en lo militar. Estos lugares son el salón de estudio, la cancha y el campo de obstáculos.

15 Para acceder al registro audiovisual de los diferentes espacios del Campamento, ver diferentes secuencias entre (09’:23” - 41’:24”) del documental Fusiles de madera en https://medvedkino.wordpress.com/los-fu-siles-de-madera/

Aulas Apoyo

Espacios más

personalesConducción

Periféricos

Salón

Cancha

Campo de obstáculos

Salud

Suministro

Radio

Rancho, casinos y leña

Guindo

Letrina

Chorros

Caminos de acceso

Caseta de mando

Caseta del equipo de formación

Caseta de suboficiales

Caletas

Zonas de producción

Zonas de leña

Zonas minadas

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Figura 2. El salón del campamento

Fuente: Los autores. Recortes de los recorridos de la filmación Fusiles de madera (2002)

Mientras que en el salón se llevan a cabo actividades encaminadas a la for-mación política, y en general a lo que podríamos llamar formación teórica, en el campo de obstáculos, por supuesto las actividades son netamente físicas, dirigidas a lo militar, y asimismo en la cancha, donde no sólo se llevan a cabo entrenamien-tos militares, sino además entrenamiento para el orden cerrado, así como la gran mayoría de las formaciones. Vale la pena aclarar que tanto el salón como la cancha cumplen además funciones recreativas y lúdicas, complementarias en el proceso de formación: el primero, con los actos culturales y las sesiones de películas, y el segun-do, con las actividades deportivas. Dentro de este grupo de espacios es necesario que mencionemos otro, que por su ubicación podríamos decir que hace parte de los pe-riféricos, pero que también cumple un papel importante en el proceso de formación de la escuela, y a un nivel estrictamente militar. Se trata de los potreros adyacentes a una de las zonas de producción y abastecimiento, en donde los escuelantes se tras-ladaron por una semana para realizar allí sus prácticas militares de maniobras, así como el polígono de tiro.

Otro grupo de espacios corresponde a los que podemos llamar de “apoyo”, siendo estos espacios indispensables para el desarrollo de la escuela, e incluso para el funcionamiento de un campamento guerrillero. Estos espacios son:• El puesto de salud, donde permanecen los enfermos durante el día, se les atien-

de y se les suministran los medicamentos y la comida.• El puesto de suministro, que funciona como almacén general de alimentos y de

artículos de aseo personal (los elementos de dotación militar están a cargo de los mandos responsables).

• El puesto de radio, que obviamente funciona como centro de comunicación del campamento con otras unidades y/o instancias de la organización guerrillera.

• El rancho (cocina) y los casinos (comedores), donde diariamente se preparan y distribuyen tres comidas para toda la comunidad, con uno o dos “rancheros” que son nombrados también diariamente (se supone que todos, incluso los mandos, pueden ser asignados para esta labor)16.

16 El número de rancheros que se designan varía de acuerdo al número de guerrilleros que en el momento se encuentren en el campamento.

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En estos espacios de “apoyo” para la escuela –con excepción del puesto de ra-dio, que obviamente tiene un uso restringido por los responsables– se da un alto grado de socialización; es prácticamente imposible que uno se acerque a uno de estos espacios, y que no haya más de dos o tres personas, simplemente charlando, o en todo caso haciendo cosas diferentes a las que supuestamente son funciones de estos espacios.

Otro grupo de espacios lo podríamos denominar de “conducción”, que agrupa las tres casetas17 de las diferentes instancias de conducción:• La caseta de mando, espacio de trabajo de los responsables del frente al cual

pertenece el campamento. En ella es donde se manejan además el almacena-miento y la distribución de las dotaciones militares, por lo que cuenta con un armerillo aledaño, donde también se almacenan los implementos de los escue-lantes, tanto la ropa para la escuela (deportiva, sudaderas y camisetas) como los fusiles de madera, cuando ya se han recogido pero se siguen utilizando para sesiones de entrenamiento.

• La caseta del equipo de formación, espacio de trabajo de los responsables de la escuela.

• La caseta de suboficiales, espacio de trabajo de los responsables más di-rectos de los escuelantes, como son los mandos de escuadra, quienes son miembros del grupo de apoyo. El grupo de apoyo es el grupo de guerrille-ros que le presta seguridad y servicios a la escuela.

Los espacios más personales del guerrillero los hemos también agrupado, siendo éstos el guindo, las letrinas y los chorros. Mientras que prácticamente todos los espacios que conforman el campamento son totalmente socializados, la intimi-dad se restringe al propio guindo o cambuche, a las letrinas, y en alguna medida a las zonas de baño (en los chorros de agua). Mientras que en los dos primeros se dan los acercamientos sexuales, es común que sea en estos últimos donde se traten de conseguir estos acercamientos, por medio de expresiones incluso muy sutiles de comunicación no verbal.

Por último, haremos referencia al grupo de espacios que llamaremos “perifé-ricos”, que, aunque estan “fuera” del campamento, hacen parte de éste por su im-portancia para el mismo, y sobre todo por su utilización por parte de la comunidad presente en el campamento, escuelantes, miembros del grupo de apoyo y mandos. Éstos son:• Los caminos de acceso al campamento, trochas que constantemente deben ser

limpiadas (despejar y arreglar el camino, por lo general con un machete) y mantenidas en buen estado, sobre todo para el paso de las mulas.

• Las caletas, depósitos escondidos en la selva, que por seguridad sólo unos po-cos conocen, donde se guarda todo tipo de cosas, desde alimentos y artículos

17 Estas casetas constan de una mesa grande de trabajo, posiblemente con carteleras, armarios, etcétera.

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Figura 3. Caminos de comunicación en el campamento

Fuente: Los autores. Recortes de los recorridos de la filmación Fusiles de madera (2002)

de aseo personal –con los que se suple el puesto de suministro– hasta arma-mento y aparatos electrónicos.

• Las zonas de producción aledañas al campamento, ya sean de ganado o de cul-tivos para el consumo interno.

• Las zonas de leña, que no son específicas, pero que necesariamente deben ser ubicadas en zonas retiradas del campamento, para evitar que el campamento quede demasiado al descubierto, visible desde el aire por aviones rastreadores. Esta leña es finalmente cortada y almacenada junto al rancho.

• Las zonas minadas, que rodean gran parte del campamento, incluso los cami-nos de acceso a éste, que podrían considerarse como las fronteras impuestas del campamento.

• Los puestos de guardia, ubicados estratégicamente en algunos lugares del cam-pamento. Estos espacios resultaron ser ocasionales sitios de encuentro íntimo –especialmente en los turnos nocturnos–, lo que es criticado y sancionado por los mandos, por obvias razones de seguridad.

De estos espacios, todos aquellos que implican algún tipo de construcción son fabricados principalmente con materiales que el medio ofrece. La madera, las hojas de diferentes palmas, y tiras de corteza de árbol, son el principal material de cons-trucción de guindos, casetas, rancho, casinos, salón, puestos de guardia, letrinas,

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lavaderos, chorros y caminos. Como techo de las construcciones que lo requieran, se utilizan plásticos gruesos, y en algunos guindos, pequeñas carpas impermeables. A pesar del uso de fibras vegetales como soga, también es común el uso de cuerda industrialmente fabricada.

Al estar construidos en materiales del mismo medio, sin mayor procesamiento o transformación, estos campamentos son fácilmente perecederos en caso de ser abandonado; donde hubo un campamento, pronto se encontrarán apenas rastros, y poco tiempo después sólo habrá selva. Como se puede observar en el perfil de des-cripción física del campamento, en la subida al campo de obstáculos se encuentran unos pequeños planos, donde hay algunos guindos deshechos y prácticamente en el piso, abandonados por guerrilleros en otro momento determinado de humanización de este fragmento de selva.

Relación de los espacios entre sí

Diario de campoEl campamento no está organizado al azar, ayer un escuelante18 –que aunque tiene harta confianza con los mandos, pues frecuentemente lo mandan a traer “merca”19 o plata– iba a empezar a hacer su guindo al lado de la cancha hacia acá, cerca de nosotros, y de donde están los mandos, y las casetas de mando. Estaba empezando a limpiar un pedacito para su guindo, cuando Helena le dijo que ni se le ocurriera levantar su guindo ahí, que a Santiago, responsable del frente, y quien no estaba ese día, no le iba a gustar. Le dijo que mejor lo hiciera más abajo, por donde están los demás [...] nosotros estamos como en una posición de poder muy estratégica, pues no somos ni de arriba ni de abajo, en la mitad, y a ratos unos y otros nos tienen la confianza para hablar de cosas, incluso para hablar del otro...

Luego de establecer las relaciones del espacio con la comunidad, entraremos a hacer un breve análisis de las relaciones de los espacios entre sí.

En la imagen del Perfil del campamento, podemos hacer una lectura como si fuera un texto escrito, es decir, de izquierda a derecha, donde al final encontramos la parte más interna del campamento, un filo que se encuentra rodeado por campos mi-nados. El campamento tiene dos vías de acceso, llegando las mulas sólo hasta puntos relativamente distantes del campamento. De esta manera, a primera vista nos encon-tramos con cierta jerarquización o estratificación en cuanto a la ubicación espacial de los guindos, sobre todo si nos percatamos de que es en esta parte más interna y segura del campamento donde se encuentran los guindos de los mandos responsa-bles, así como las dos principales casetas de conducción. ¿Estaríamos hablando de una estratificación social dentro de una comunidad que pretende no tenerla? A primera

18 Los escuelantes son las personas que están participando de la escuela para recibir el rótulo o grado de combatientes.

19 Hace referencia a “mercancía”, que en este caso significa todo tipo de bienes o suministros.

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vista, ésta podría ser nuestra conclusión. Pero escu-chando las explicaciones sobre por qué se da esta ubicación espacial intencional (pues no es permiti-do que cualquiera se haga su guindo en esta zona), encontramos que se trata efectivamente de razones estratégicas, consecuentes con el tiempo y el dinero invertidos por parte de la organización guerrillera en los principales responsables de la conducción. Se trata de proteger un recurso humano valioso para los intereses que persigue la organización, un poco más que lo que se protege el resto de la comuni-dad. Si llegamos a entrar más en detalle en la dis-tribución espacial de los guindos –algo que el perfil presentado no permite–, encontramos que ésta se realiza de acuerdo a la estructura de la formación, es decir, por escuadras20. Los miembros de la misma escuadra arman su guindo relativamente agrupa-dos. Y cuando se cambian algunos miembros de las escuadras –lo que ocurre con cierta frecuencia–, se transforma un poco la distribución de los guindos en el campamento. Podemos ver entonces cómo algunos aspectos formales del ordenamiento de la comunidad –aspectos sociales– se proyectan en el espacio físico, como estrategia también de ordena-miento y seguridad.

De esta forma, la selva es humanizada de forma tal que responda a unos intereses y a unas necesidades específicas, en este caso, de funcionar como campamento-escuela. Dadas las condiciones de un contexto de conflicto armado bajo un esque-ma de guerra de guerrilla, este espacio humaniza-do se irá transformando en la medida que en otro momento se requiera para otro tipo de funciona-lidad (por ejemplo, campamento de comandantes, campamento de tropa, o incluso excampamento, es decir, selva de nuevo).

20 Como formación militar, la escuadra siempre se organiza con las personas en los mismos puestos, distribuidos por filas. Al extremo derecho de las escuadras se ubican los mandos, que, como ya se mencionó, son guerrilleros del grupo de apoyo. Esta formación facilita la distribución del trabajo en las activi-dades diarias.

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Conclusiones

El trabajo aquí presentado busca fortalecer articulaciones investigativas en los cam-pos de la kinésica, la proxémica, la guerra y la práctica etnográfica. Como vimos en el balance bibliográfico, a pesar de que el análisis del “cuerpo” en contextos de vio-lencia es un campo con tendencia a expandirse en los últimos años, aún son bastante exiguos los ejercicios que se concentran en explorar dichas articulaciones referidas a los actores de la guerra, y menos aún en su relación con la práctica etnográfica. Este tipo de ejercicios conllevan un ejercicio profundamente intercultural, ya que es ne-cesario reconocer a los grupos guerrilleros como comunidades provistas de códigos comunes de significado (Cárdenas y Duarte 2001). Dicho precepto metodológico es necesario, en la medida que una sociedad inmersa en un contexto de violencia tiende a deshumanizar al enemigo despojándolo de cualquier noción de sociabilidad y cooperación, tal y como lo han evidenciado trabajos anteriores para el caso colom-biano (Uribe 1996; Blair 1999; Cárdenas y Duarte 2001).

El ejercicio etnográfico, de esta manera, involucra un componente sensorial particular que contempla el cuerpo como instrumento y a la vez como lugar de la experiencia de interacción etnográfica. Así como la observación y percepción del propio cuerpo durante la experiencia de campo le permiten al etnógrafo recoger datos que no podría recoger de otra forma, ocurre lo mismo con la observación y percepción de la forma en que la escuela, como una especie de organismo vivo, ocu-pa de forma dinámica la selva, tanto la física como la simbólica.

Los casos de comunicación no verbal analizados muestran cómo la simulación o los metadiscursos, más que una singularidad, pueden llegar a convertirse en una pauta exitosa de interacción humana para comunidades que se desenvuelven en el marco de contextos de conflicto armado. Así las cosas, los ejemplos de simulación planeada y coyuntural presentados en este texto, utilizando el lenguaje no verbal e identificando al “otro” por medio de marcas discursivas, ofrecen un abrebocas para futuros ejercicios de etnografía de los actores armados, lingüística performativa y antropología de la gestualidad corporal.

De igual modo, en la medida que tradicionalmente se tiende a reducir el interés de las espacialidades y proxémica de los actores de los conflictos armados a su aplicación funcional dentro del pensamiento estratégico de la guerra (Jomini 1992; Gray y Sheldon 2000), la perspectiva antropológica de la guerra –retomando algunos postulados de la proxémica planteada por Edward T. Hall– introduce preocupaciones por el significado simbólico de dichos sistemas de organización espacial, así como por las formas de interacción socioorganizativa manifestadas en la cultura material. En referencia a este campo de trabajo, este artículo presenta pistas importantes con referencia a la organización y estratificación social guerrilleras manifestadas dentro del espacio del campamento y de la selva como su contenido y contenedor a la vez.

Igualmente, y aunque no es evidente en este artículo, la investigación adelantada tuvo un importante componente derivado de la antropología visual, al hacer del recurso audiovisual una caja de herramientas con múltiples posibilidades

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y aplicaciones (diario de campo en video, compilación de material gráfico de documentos de la escuela y del ELN, biodocumentales o videos hechos por los guerrilleros, entre otros). Sin embargo, el privilegio de otros sistemas de percepción sensible (como el olfato y la audición) en escenarios de conflicto selvático es aún un campo poco desarrollado, y su exploración puede brindar mayores herramientas para la comprensión de la proxémica y la kinésica comparativa.

Para finalizar, en cuanto a la práctica etnográfica en sí misma, es necesario considerar que, a pesar del establecimiento de un paradigma autocrítico (Clifford 2001; Geertz 2003), sus esfuerzos avanzaron fundamentalmente en el esclareci-miento de los leitmotiv discursivos de la disciplina. No obstante, el ejercicio de in-vestigación del que deriva este artículo, aún es limitado en cuanto a las exigencias y los procesos de aprendizaje por medio de los cuales el etnógrafo debe acondicio-nar su cuerpo, a la par que sus modos de pensar y de moverse en el espacio durante el trabajo de terreno, no sólo para investigar durante éste, sino para “sobrevivirlo”, literal o metafóricamente.

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10. Cárdenas, Carlos y Carlos Arturo Duarte. 2001. “Con los muchachos: aproximación a una comunidad guerrillera desde la antropología simbólica y la etnografía de la comuni-cación”. Tesis de pregrado, Universidad Nacional de Colombia.

11. Cárdenas, Carlos y Carlos Arturo Duarte. 2002. “Fusiles de madera”. Revista Chilena de Antropología Visual 2: 9-44.

12. Cárdenas, Carlos y Carlos Arturo Duarte. 2001. Fusiles de madera. Audiovisual-docu-mental. Disponible en https://medvedkino.wordpress.com/los-fusiles-de-madera/

13. Clifford, James. 2001. Dilemas de la cultura. Barcelona: Gedisa.

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14. Comisión de Estudios sobre la Violencia. 1987. Colombia: violencia y democracia. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

15. Cubides, Fernando, Jaime Arocha y Myriam Jimeno. 1998. Las violencias: inclusión cre-ciente. Bogotá: Centro de Estudios Sociales, Facultad de Ciencias Humanas Universidad Nacional de Colombia.

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17. Douglas, Mary. 1978. Símbolos naturales: exploraciones en cosmología. Madrid: Alianza.18. Featherstone, Mike, Mike Hepworth M y Bryan Turner. 1995. The Body Social Process and

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pression. Durham: Duke University Press.20. Geertz, Clifford. 2003. La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa.21. Gray, Colin y John Sheldon. 2000. “El poderío espacial y la revolución en los asuntos mi-

litares ¿un vaso medio lleno?” Air & Space Power Journal 4 trimestre.22. Hall, Edward T. 1969. The Hidden Dimension. Nueva York: Anchor Books.23. Hall, Edward T. 1973. The Silent Language. Nueva York: Premier Book.24. Jomini, Antoine. 1992. The Art of War. Novato: Presidio.25. Le Breton, David. 2002. Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Nueva Visión.26. Lomax, Alain. 1971. “Choreometrics and Ethnographic Film-making”. The Film-maker´s

News-letter 4 (4): 22-30.27. Mauss, Marcel. 1991. “Técnicas y movimientos corporales”. En Sociología y Antropología,

337-356. Madrid: Tecnos.28. Pease, Allan. 1987. El lenguaje del cuerpo: cómo leer la mente de los otros a través de sus

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30. Segato, Rita Laura. 2014. “Las nuevas formas de la guerra y el cuerpo de las mujeres”. Sociedade e Estado 29 (2): 1-14.

31. Turner, Victor. 1997. La selva de los símbolos: aspectos del ritual ndembu. México y Ma-drid: Siglo Veintiuno Editores.

32. Uribe, María Victoria. 1996. Matar, rematar y contramatar. Bogotá: Cinep.33. Uribe, María Victoria. 1999. “Desde los márgenes de la cultura”. En Arte y violencia en

Colombia desde 1948, editado por Álvaro Medina, 277-286. Bogotá: Norma y Museo de Arte Moderno.

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“Algo habrán hecho...”. Un análisis sobre las contiendas morales en el acceso a la condición de activista familiar en casos de muertes violentas (Córdoba, Argentina)*

Natalia Verónica Bermúdez**Universidad Nacional de Córdoba, CONICET, Argentina

doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda25.2016.03Artículo recibido: 25 de febrero de 2015; aceptado: 21 de diciembre de 2015; modificado: 05 de febrero de 2016

Resumen: Las figuras de familiares –especialmente de las madres– han venido ganando legitimidad en los últimos años en Argentina para reclamar por sus víctimas, ocupando también un  lugar central en  las aproximaciones de las ciencias sociales. Este artículo pretende analizar aquellas contiendas morales que restringen el acceso a la condición de “activista familiar” en los sectores populares, en la medida en que han sido escasamente problematizadas por la academia. El texto se inscribe en una investigación etnográfica y comparativa que desarrollo desde 2007, y que aborda redes de relaciones familiares, sociales y políticas vinculadas a muertes violentas en sectores populares de Córdoba (Argentina). A través del recorrido etnográfico se propone señalar, por un lado, el modo en que la apelación a la figura de la madre para legitimar su intervención política tiende a reforzar las acusaciones morales que pretende trascender. Y por otro, reflexionar sobre las exclusiones de aquellas muertes que quedan aparentemente inscriptas fuera de los “contextos políticos”.

Palabras clave: Madres, política, Argentina (Thesaurus); moralidades, muertes violentas (palabras clave del autor).

* Este artículo es resultado del proyecto “Y los muertos no mueren. Una antropología sobre formas de visi-bilización, espacialización y prácticas políticas de los allegados a muertos en contextos de violencia urbana (Córdoba, Argentina)”, financiado por Agencia Foncyt. IDACOR, Museo de Antropología, Universidad Nacional de Códoba.

** Doctora en Ciencias Sociales, Universidad Nacional de General Sarmiento-IDES, Buenos Aires. Entre sus últimas publicaciones están: coautora en Merodear la ciudad. Miradas antropológicas sobre espacio urbano e inseguridad en Córdoba. Córdoba: IDACOR-CONICET, 2014. Y los muertos no mueren… una etnografía sobre clasificaciones, valores morales y prácticas en torno a muertes violentas (Córdoba, Argentina). Acadé-mica Española, 2010. *[email protected]

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Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 25 · Bogotá, mayo-agosto 2016 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 59-73 doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda25.2016.03

“They Must Have Done Something...”. An Analysis of the Moral Strife in the Access to the Status of the Relative in Cases of Violent Deaths (Córdoba, Argentina)

Abstract: The figure of the relative (especially the mother) has recently been gaining legitimacy in Argentina during the process of claiming jus-tice for victims of violent deaths. It has also played a vital role in the social sciences. This article aims to analyze the moral strife that limits the access to the status of “family activist” in popular sectors, one that has been scarcely problematized in academia. The text is part of a comparative ethnographic research that has been developed since 2007 that deals with family, social and political relations linked to violent deaths in popular neighborhoods of Córdoba (Argentina). The ethnographic journey, on one hand points outs how the appealing to figure of the mother in order to legitimize her political intervention tends to reinforce the moral accusations that it seeks to trans-cend. On the other hand, it seeks to reflect on the exclusion of deaths that are thought to be circumscribed outside “political contexts”.

Keywords: Mothers, politics, Argentina (Thesaurus); moralities, violent dea-ths (author´s keywords).

“Teriam feito alguma coisa...”. Uma análise sobre as discussões morais no acesso à condição de ativista militar em casos de mortes violentas (Córdoba, Argentina)

Resumo: As figuras familiares -especialmente a das mães- vêm ganhando le-gitimidade nos últimos anos na Argentina para reivindicar por suas vítimas, ocupando também um lugar central nas aproximações das ciências sociais. Este artigo pretende analisar aquelas discussões morais que restringem o acesso à condição de “ativista militar” nos setores populares, na medida em que têm sido escassamente problematizadas pela academia. O texto se inscre-ve numa pesquisa etnográfica e comparativa desenvolvida desde 2007 e que aborda redes de relações familiares, sociais e políticas vinculadas a mortes violentas em setores populares de Córdoba (Argentina). Por meio do percor-rido etnográfico, propõe-se indicar, por um lado, o modo em que a apelação à figura da mãe pode legitimar sua intervenção política tende a reforçar as acusações morais que pretende transcender. Por outro lado, refletir sobre as exclusões daquelas mortes que ficam aparentemente inscritas fora dos “con-textos políticos”.

Palavras-chave: Mães, política, Argentina (Thesaurus); moralidades, mortes violentas (palabras-chave do autor).

“Algo habrán hecho...” Natalia Verónica Bermúdez

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Varios autores han dado cuenta de los modos en que los principios de adhesión basados en la familia para la intervención política –especialmente encarnados en las figuras de las madres– resultan ciertamente eficaces en el presente, producto del reconocimiento a la lucha de las asociaciones y los movimientos de derechos huma-

nos que denunciaron el accionar del terrorismo de Estado en Argentina, como las Madres de Plaza de Mayo, Abuelas de Plaza de Mayo, y los Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas (Pita 2005; 2010; Da Silva Catela 2008; Vec-chioli 2005; entre otros). Da Silva Catela analiza específicamente cómo “frente a los crímenes y muertes en democracia se resignifican nuevamente nociones ligadas a los lazos primordiales: madres del dolor, madres de piqueteros asesinados, padres de Cromañón” (2006, 13), acompañadas del uso de signos y símbolos ya consagrados como los pañuelos y las fotografías de las víctimas. Vecchioli plantea, por su parte, que diversos grupos se posicionan en el espacio público e interpelan a los pode-res públicos desde este vínculo de sangre, produciendo un trabajo simbólico “para construir una comunidad política imaginada como fundada en lazos de parentesco” (Vecchioli 2005, 4).

En esta misma línea han sido abordadas las narrativas de quienes reclaman contra la violencia estatal o que demandan mayor responsabilidad por parte del Estado en la actualidad, tales como los grupos que denuncian casos de violencia policial (Pita 2004; 2005), Comisión de Familiares de Víctimas de la Violencia Insti-tucional –COFAVI– (Gingold 1996), la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional –CORREPI– (Tiscornia 2004; 2005; Pita 2004; 2010), los familiares de Cromañón (Zenobi 2007; 2009), y las víctimas de accidentes de tránsito y de delitos “comunes” (Claps 2007; Schillagi 2009), entre otros.

Ahora bien, buena parte de las investigaciones han priorizado el estudio de las muertes violentas –tanto del pasado reciente como posteriores al retorno a la vida democrática– desde la perspectiva de la acción colectiva y los movimientos sociales, probablemente influidas por la consagración de los organismos de derechos huma-nos en Argentina.

En principio puede encontrarse que estos enfoques tienden a privilegiar una concepción específica de “la política”, que la circunscribe a ámbitos relativamente formales o institucionalizados como partidos, asociaciones y movimientos sociales. En trabajos previos he enfatizado algunos de los obstáculos analíticos que devie-nen de circunscribir “lo político” casi exclusivamente al activismo (Bermúdez 2014; 2015), insistiendo en la importancia de revalorizar las etnografías que nos animan a pensarlo desde las propias perspectivas de los actores (Balbi y Boivin 2008; Zeno-bi 2014; Quirós 2008). Las reverberaciones más significativas que podemos diluci-dar en aquel tipo de miradas refieren por un lado a cierta homogeneización de los actores que demandan justicia, y por otro, de sus llamados “repertorios políticos” (Bermúdez 2015). La primera repercusión resulta, a mi entender, de la tendencia a subsumir bajo la categoría “familiares de víctimas” a un conjunto de actores, preci-

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samente porque se concentran sobre aquellos concebidos como más “politizados”. Especialmente en Argentina y Brasil, los referentes empíricos suelen conformarse consecuentemente en torno a madres y padres de víctimas1 que se nuclean en aso-ciaciones especializadas, solapando a otros familiares y allegados –principalmente a los hermanos y hermanas, vecinos y amigos–, que parecen no formar parte de estas organizaciones, pero que resultan fundamentales para regular los conflictos y tensiones familiares, barriales e institucionales que una muerte violenta suscita. Es decir que incluso desde esos enfoques, también estas figuras deberían revestir cierto interés si las pensamos desde el tema que nos ocupa.

En todo caso, parece necesario resituar el foco sobre aquellos procesos sociales específicos y contextualizados en los que se produciría el acceso a la condición de “activista familiar”2, para advertir cómo no siempre es posible referir tal condición a un estado ipso facto, sino antes bien a un –muchas veces intricado– camino de disputas y contiendas morales3, que, según sostengo, han resultado escasamente pro-blematizadas en la academia, más aún cuando de sectores populares se trata.

Intentando aportar a tales discusiones, este artículo se inscribe en una inves-tigación etnográfica y comparativa más amplia que llevo a cabo desde 2007, y que aborda redes de relaciones familiares, sociales y políticas vinculadas a muertes en contextos de violencia4, en villas y barrios empobrecidos económicamente de la ciu-dad de Córdoba5 (Argentina).

Acompañar a familias y vecinos a los cementerios, marchas y misas en las fechas conmemorativas, así como estar presente en charlas y reuniones en calles, patios y viviendas, me permitió acceder a las redes de relaciones construidas y/o re-configuradas a partir de las muertes de estos jóvenes. También acompañé por más de un año a algunos de mis interlocutores a los encuentros llevados a cabo en el marco de La Asociación, conformada en el populoso barrio Villa El Libertador. Estrategias metodológicas que, en definitiva, me permitieron considerar, a la luz de las pregun-tas de investigación y de los clásicos de la disciplina antropológica, la importancia

1 Estos trabajos coinciden en señalar la creciente legitimidad de aquellos principios que apelan al parentesco para la intervención y el reconocimiento públicos (Da Silva Catela 2005; Pita 2004; 2010; Vianna y Farias 2011).

2 Me he basado en el trabajo de María Pita, quien analiza la politización de casos de violencia policial y/o institucional a través de la intervención de los familiares de las víctimas. La autora pone énfasis en una diferencia nodal en el argumento de su tesis, y que retomo aquí: “al hablar de familiar no se está haciendo referencia a todas aquellas personas ligadas por lazos de parentesco con las víctimas de esta violencia, sino aquellas personas que, ligadas por lazos de parentesco con las víctimas, a través de la denuncia y la protesta, se han convertido en un tipo particular de activista político” (2010, 8).

3 Para Carolina Schillagi, es preciso reconocer cómo la categoría “víctima” “jaquea al concepto jurídico-es-tatal que le otorga dicha condición, para instalarse en un terreno surcado por múltiples definiciones y asignaciones parciales de sentido” (2009, 2).

4 El morir siendo joven atraviesa por una etapa de progresiva normalización en los sectores populares de Ar-gentina, en la cual interviene un conjunto múltiple de entramados, entre los que se encuentran, como bien lo ha señalado María Epele (2010), la escasez de recursos materiales y sociales, la criminalización de la pobreza, el consumo de drogas, represión policial abusiva, encarcelamiento y conflictos entre grupos locales.

5 La ciudad de Córdoba es la capital de la provincia que lleva el mismo nombre. Córdoba, con más de tres millones de habitantes, es una de las tres provincias con más habitantes en Argentina.

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que ocupan el territorio, la vecindad y el parentesco para abordar “lo político” (He-redia 1996; Comerford 2003; Marques 2002, entre otros). En la misma orientación que el NuAP6 (1998), Balbi y Boivin señalan que:

[…] la antropología de la política se centra en el análisis de las múltiples maneras en que las problemáticas categorías que habitualmente asociamos al universo de la política, así como otras que comúnmente se les asocian (“nación”, “político”, “público”, etc.) o se les oponen (“privado”, “familia”, “economía”, “religión”, etc.), son conceptualizadas por actores socialmente situados. (2008, 10)

Fue precisamente el ejercicio que consistió en analizar la superposición de las relaciones sociales –entre parientes, amigos, compañeros de La Asociación, y tam-bién gran parte de ellos vecinos–, lo que permitió entender la complejidad del tra-bajo que desarrollan los allegados para construir una “muerte legítima” y entrever, al mismo tiempo, que la no participación en organizaciones especializadas no implica-ban de modo alguno inacción o pasividad.

En este artículo indagaré entonces sobre las contiendas morales que atraviesan las muertes de estos jóvenes, en las que las madres ocupan un lugar aparentemente privilegiado para moralizar al muerto y tornarlo un caso denunciable. Describiré el trabajo social y simbólico desarrollado especialmente por las madres, quienes apelan al vínculo de sangre –aparentemente “natural” y “desinteresado”– para legitimar su intervención y reconocimiento públicos.

Argumentaré no obstante cómo la apelación política basada en esa ligazón tiende a reforzar paradójicamente las mismas acusaciones morales que pretende-rían trascender, en la medida en que es precisamente a las madres a quienes se les adjudica la responsabilidad social de la crianza moral de sus hijos. Son las madres las que deberían garantizar que sus hijos sean “personas de bien”, como se arguye en términos nativos.

Basado en ello, reflexionaré, por último, sobre las exclusiones institucionales de aquellas muertes que quedan aparentemente inscriptas fuera de los espacios más formales de organización “política”.

“Ensuciar al muerto”Al “Colorado” lo mataron en noviembre de 2004 cuando regresaba a su casa después de jugar al fútbol con los amigos en Villa El Libertador. En repetidas oportunidades durante nuestros encuentros, Doña González7 me había manifestado su angustia por no saber qué había pasado con su hijo, y también el temor de que los matadores8

6 El Núcleo de Antropologia da Política (NuAP) congrega investigadores de los programas de posgrado en Antropología Social de UFRJ (Museu Nacional), de la Universidad de Brasília (UnB) y del programa de pos-grado en Sociología de la Universidad Federal de Ceará (UFC), así como también del programa de posgrado en Ciencia Política de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRG).

7 Los nombres que aparecen en este artículo son ficticios, excepto los de las personas de público conocimiento.8 De ahora en adelante, marcaré con cursiva las expresiones y categorías nativas, y entre comillas dobles

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siguieran libres por el barrio, y que lo quieran “ensuciar...”. Angustia que muchas veces se traducía en largas enfermedades que le impedían trabajar o salir de su casa.

Su desconocimiento era adjudicado, por un lado, a la impericia del poder ju-dicial para aclarar lo sucedido, a pesar del transcurso del tiempo; a las confusas ver-siones vecinales que enredaban la causa del disparo que le dio muerte a su hijo; pero también a ciertas intenciones de ocultamiento por parte de su propia familia. Cuando ensayaba alguna respuesta, y en consonancia con la mayoría de las madres que había entrevistado, Doña González intentaba proteger aquello que aparecía bajo sospecha en las contiendas morales que atravesaba su caso: Yo no puedo asegurar lo que mi hijo hacía de las puertas de mi casa para afuera. Pero él trabajaba como elec-tricista. Y, no es porque sea mi hijo, pero era de muy buen corazón...

Logré recién desentrañar la dimensión de la angustia que la aquejaba cuando se desvinculó de La Asociación, porque empezaron a ensuciar al Colorado. A me-dida que fue avanzando el asesoramiento legal que le habían brindado a la familia, uno de los líderes le advirtió al mayor de los hijos de Doña González que su madre iba a tener que escuchar cosas desagradables. Al parecer, los sospechosos habrían declarado que el Colorado también les había disparado unos meses antes. La cues-tión moral se dirimiría entonces alrededor de esta acusación, por la cual la muerte del joven podría ser clasificada como un ajuste de cuentas. En otras palabras, en la medida en que el Colorado podría ser acusado de delincuente, efectivamente para Doña González estarían ensuciando a su hijo.

La Asociación a la que refiero se fue conformando en Villa El Libertador, don-de vive esta familia, desde comienzos de 2007. Quien la preside (José), también veci-no del barrio, relata que el primer grupo se inició a partir de las marchas organizadas por su familia a causa de la muerte de su hijo Gabriel, asesinado al quedar en medio de una balacera entre jóvenes. Paulatinamente los miembros de La Asociación se fueron ampliando a otros casos de distintos barrios de la ciudad y del interior de Córdoba, en la medida en que José consiguió financiamiento del gobierno de la pro-vincia y espacio físico para realizar las reuniones en una de sus dependencias.

Ahora bien, el crecimiento de esta organización se produjo en el marco de la instalación de la “inseguridad urbana” como problema social en Argentina. Los me-dios masivos contribuyeron al afianzamiento de esta cuestión social reduciéndola a la protección de la vida y la propiedad privada contra el crimen y el delito común, y centralizando su preocupación en el reclamo de “mayor seguridad” de los sectores medios y altos.

Más específicamente en Córdoba, y dentro de este contexto, los gobiernos pro-vinciales de las últimas décadas vinculados al Partido Justicialista propusieron un proyecto más amplio que pretendía la “modernización del Estado”. Uno de los an-damiajes centrales sobre el que se solidificó este proyecto apuntó en buena medida

las citas de autor. Podrán encontrarse también palabras señaladas con comillas dobles para enfatizarlas o marcar la ironía del autor.

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a la noción de seguridad pública, que, aunque desligada de derechos sociales garan-tizados por el Estado, proponía resguardar valores como la vida, la libertad y la pro-piedad privada (Segura 2003, 194-195). Así, en consonancia con estas directrices, las políticas de “seguridad” se tradujeron para algunos en determinados condicionantes que protegerían y asegurarían ciertos valores de clase, mientras que para los sectores más empobrecidos económicamente redundarían en un empeoramiento de sus con-diciones de vida, a partir de abusivos controles policiales, detenciones arbitrarias, etiquetamientos y segregaciones socio-territoriales (Hathazy 2014).

De este modo, una “víctima de inseguridad” es asumida socialmente como una víctima inocente, mientras que a aquellos que son asesinados en barrios y vi-llas considerados como zonas peligrosas, inmediatamente se les adjudica la condi-ción de sospechosos, caratulando sus muertes como “ajuste de cuentas”. Mientras que la violencia policial aparece ciertamente legitimada para algunos sectores, por cuanto consideran que los jóvenes asesinados pudieron haber estado cometiendo algún delito.

Fronteras moralesComo se expuso, las marchas organizadas por José, vecino de Doña González, mar-caron de algún modo el inicio de La Asociación que preside, y a la que posterior-mente se fueron sumando otros vecinos que habían transitado situaciones similares. Marchas que tenían un objetivo moral, como decía José:

La primera fue planificada a la semana de la muerte de mi hijo, para limpiar su nombre, porque los diarios dijeron que la causa de la muerte fue por ajuste de cuentas, imagínate considerarlo delincuente. Porque como vivimos en este barrio, dicen zona roja. Acá es Villa Libertador barra ajuste de cuentas, claro, “negros”. Si mi hijo hubiera sido rubio o si hubiera vivido en otro barrio, la Policía y los medios no hubieran dicho ajuste de cuentas, sino que todos se hubieran preocupado por la inseguridad. (Registro de campo, enero de 2009)

En el marco de estos contextos políticos y sociales más amplios, clasificar una muerte como ajuste de cuentas conllevaba una doble acusación en las redes de relaciones que abordaba. Aquello que se suele clasificar bajo esa categoría no sólo refiere a conflictos interpersonales regulados por el uso de la violencia física, sino que también suele activarse cierta asociación entre esas muertes y quienes andan en la droga. De manera que la intención de plantear lo que pasaba en el barrio desde la noción de inseguridad resultaba parte indispensable del trabajo de moralización del joven, a la vez que comprendía cierta demarcación de clase. Los fundamentos del reclamo pretendían ubicarse así bajo los mismos marcos inter-pretativos y morales que les eran adjudicados a vecinos de barrios de clase media y alta en Argentina. Tales fundamentos se fueron cristalizando como operaciones morales legítimas y englobantes para pedir justicia por las muertes de los jóvenes del barrio, en alguna medida para universalizar el reclamo (Boltanski 2000) y ex-tenderlo hacia el resto de la comunidad.

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Es en este contexto que la figura del hijo de José, en cuanto víctima “inocente”, buscó ser posicionada como un emblema de La Asociación y de las muertes injustas9.

Los relatos que describían su muerte destacaban el heroísmo con que el joven había actuado el día de su cumpleaños cuando salió a despedir a unos amigos. Mi hijo justo salía de casa a acompañar a los amigos cuando unos chicos que venían en auto comenzaron a disparar. Entonces se cruzó para salvar a un chiquito vecino que estaba en la calle, y la bala le dio a él, decía José mientras desplegaba un conjunto de cartas y dibujos realizados por Gabriel, donde se hacían evidentes los atributos de un chico bueno que estaba todo el día adentro con la computadora. Es decir que la casa aparece como espacio de referencia de los jóvenes con buena reputación, tanto como la pertenencia institucional educativa, el trabajo, y también las relaciones de afecto que ligan a los jóvenes con su familia y sus vecinos. Todas esas dimensiones aparecen como parte constitutiva e irrevocable de los valores con los que especialmente las madres intentan investir a sus muertos.

En simultáneo con estas marchas, José consiguió apoyo y recursos del gobierno provincial para promover las actividades de la organización, y colaborar con el pro-blema de la inseguridad. A partir de las marchas, se nos acercaron muchos otros casos. Nosotros formamos esta asociación para nuclear las muertes injustas por inseguridad, no nos metemos con la droga ni con los ajustes de cuenta, sostenía José.

Si bien algunas madres ya conocían a los fiscales, jueces y secretarios intervi-nientes en las causas, presentarse bajo el paraguas de la organización vehiculizaba un acceso menos complejo al restringido ámbito de tribunales. Tal como mencioné antes, en Argentina se fue consolidando en diversos espacios el reconocimiento a cierta militancia y sus principios “naturales” de adhesión (Vecchioli 2005). En esa misma línea, tanto el relativo éxito adjudicado a las movilizaciones promovidas por esta asociación y a la repercusión mediática, como también la prometedora partici-pación de los vecinos del mismo barrio, fueron propiciando las condiciones para que todas las muertes ocurridas fueran repensadas y pretendieran ser encuadradas por sus familiares dentro de las muertes por inseguridad (Bermúdez 2014).

A través de la activación de esta categoría como imperativo moral se comen-zaría a excluir otras muertes en las que se pudiera poner en duda la reputación del muerto. Apuntaba José: A otras madres las podemos ayudar, pero no nos queremos meter con sus casos.

Tal frontera pretendió establecer además el perfil de los integrantes, así como las formas de participación legitimadas, por cuanto ciertas madres –y desde su con-dición de madres– podrían convertirse en sujetos pasibles de ayuda, pero quedarían exceptuadas del conjunto de casos albergados. De hecho, y como vimos al comienzo de este artículo, luego de la sutil advertencia al hijo mayor de Doña González, la ma-dre fue mermando su participación en las reuniones de la organización.

9 Su figura representaba de algún modo el debate respecto de “inocentes” y “culpables” que se daba también en otras asociaciones, y que fue problematizado por los primeros trabajos académicos sobre el tema. Ver especialmente Gingold (1996) y Pita (2004; 2005).

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Sospechas y acusaciones

Rosa perdió a dos de sus diez hijos: al “Gordo”, en abril de 2006 por un tiro en Miri-zzi, un barrio vecino; y al “Pelado”, el 11 de noviembre de 2007, a quien lo mataron de dos tiros unos jóvenes que iban en moto.

En el marco de esos entramados, tener dos hijos muertos en circunstancias si-milares a las del Colorado sumergía a Rosa en estado de sospecha. Si bien en algunas ocasiones esta situación la convertía en merecedora de una especie de respeto mayor por el dolor acumulativo que esta doble experiencia podía provocarle, también la alcanzaban ciertas acusaciones por no haber educado bien a sus hijos, ni haberlos prevenido de tal riesgo. Es decir que la acusación implicaba simultáneamente juicios morales sobre las cualidades personales de los jóvenes muertos, a la vez que cierto incumplimiento como madre.

Rosa había quedado viuda hacía más de una década, y desde entonces trabaja-ba como empleada doméstica en casas de familias de barrios de la clase media alta cordobesa. La relativa continuidad laboral, junto a la conformación de su familia con varias hijas mujeres que se hacían cargo de las actividades cotidianas de la casa y del cuidado de los hijos y nietos más pequeños, le permitían contar con ciertos recursos económicos y disponibilidad de tiempo para dedicarse a estas actividades. Como vecina de José, se había sumado a las marchas organizadas en el barrio, ya que pretendía reclamar justicia por la muerte de sus hijos. Había también en ella gusto y placer por acompañar, participar, marchar10.

Cuando conocí a Rosa, me hizo saber que algunos integrantes de La Asocia-ción se habían resentido cuando el diario local había publicado que a su hijo, el Pelado, lo mataron cuando iba a comprar un porro de marihuana. Considerando esta mala experiencia, me pedía que no grabara nuestra charla y me comentó que tam-poco quería que todo eso se dijese en el juicio.

Interpreté, en ese momento, que estaba siendo interpelada a opinar o que, en otras palabras, estaba siendo evaluada por Rosa. Cuando le respondí que era muy co-mún fumar porros, que seguramente algunos abogados y jueces también lo hacían, Rosa no sólo me miró ciertamente desconcertada –al parecer, no era la respuesta que esperaba–, sino que también así lo hizo saber cuando le tocó declarar en el recinto de tribunales: ahora todo el mundo fuma porros, sostuvo Rosa. Evidentemente estas disquisiciones, que para mí podían resultar vanas, no eran menores, a la luz de lo que se pretendía demostrar. Para ella resultaba necesario evitar que en ciertos contextos se ensuciara a su hijo.

Con Doña González y Rosa –y su caso tenso o doblemente “conflictivo”– se vislumbraban de diversas maneras las tensiones a partir de los criterios de mem-brecía operados, no sólo para que una persona ingresara al grupo, sino también para echarla o restringir el acceso cuando su caso no se adecuara a los parámetros morales exigidos.

10 Sobre el gusto y el placer implicados en las prácticas políticas, ver Julieta Quirós (2008).

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Estas tensiones se activaban a través de los líderes de la organización y de cierto conocimiento técnico-burocrático que se fueron arrogando gracias al acceso privile-giado a los expedientes judiciales de todos los casos. A partir de allí, las advertencias hacia los familiares eran entonces operaciones habituales que, bajo la combinación de cierto asesoramiento legal y consejos de vecino, se comenzaron a movilizar. Ad-vertencias que se instrumentalizaban en las reuniones y de forma pública ante todos sus miembros, bajo la supuesta intención de evitar que la familia sufra con lo que saliera a la luz. No es por nada, pero tu hijo tiene más manchas que Bin Laden, y todo eso se va a saber, como vecino te lo digo, eran algunas de las frases acusatorias que alcanzaban a algunos familiares.

Como sugiero, con la participación de estas madres en la asociación y la impo-sibilidad de encuadrar los casos dentro de la normatividad y deseabilidad del com-portamiento del muerto que la noción de muertes injustas por inseguridad informa, ambas madres personificaron por un tiempo los malestares que fueron sucediéndo-se a la movilización pública de esas acusaciones presentadas como consejos.

Las exclusionesOtra de las vecinas del barrio era Élida, quien vivía a unas pocas cuadras de la casa de Rosa. Se conocían desde hace muchos años, del barrio, porque sus hijos se criaron jun-tos. Debido a la muerte de uno de ellos, Élida le pidió a Rosa que la llevara a la asociación.

Rosa planteó el tema en el grupo para consultarles si aceptaban la inclusión de este caso:

[…] pero no quieren saber nada, porque dicen que no se quieren meter con casos de drogas. Pero yo no le puedo decir eso a ella, viste, ella me quiere acompañar. No le puedo decir que no la dejan entrar, yo a ella la conozco de hace mucho, de toda la vida de acá del barrio, y no sé… a mí no me parece. Yo digo siempre que si no-sotros nos llamamos La Asociación…, bueno. Además, las madres, son las madres, ellas sienten el mismo dolor. Por más que sea lo que sea el hijo. Porque un error, un desvío, se lo puede echar cualquiera, y la madre no tiene la culpa de eso. A veces el hijo hace cosas que uno no sabe, sigue caminos que uno no hubiera querido. Pero a mí me parece que todos pueden participar, porque, ¿cómo se llama? La Asocia-ción, sino tendría que decir otra cosa más larga como La Asociación de los Padres de Chicos Muertos que se Portan Bien… no sé, algo más largo, ¿no? (Registro de campo, febrero de 2009)

Lo que Rosa estaba advirtiendo era cómo las dudas y acusaciones vecinales sobre la moralidad de un hijo muerto podían poner en jaque la apelación a la condi-ción de madre para el reclamo de justicia, el dolor propio de este lazo y, consecuen-temente, la inclusión en la asociación.

En este sentido, expresiones como “el dolor de una madre es igual para todas, sea un choro [ladrón] el hijo o no”; o bien, “una madre es una madre”, fueron habitualmente pronunciadas durante mi trabajo de campo. Cada vez que recaían acusaciones sobre el muerto que le adjudicaran una condición –potencial o no– de delincuente, esas

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frases fundamentaban las alianzas. Que Rosa reconozca a Élida como vecina, y que recuerde la crianza compartida de sus hijos, la ubica en un escenario de obligaciones sociales como vecina, que no pretendía desconocer. Del mismo modo, y después de las reiteradas ausencias de Doña González a La Asociación, Rosa siguió visitándola en su casa. Puso a su disposición, además, los contactos que había cosechado a lo largo de los años, producto de sus incansables visitas a tribunales, donde había adquirido saberes sobre figuras legales, cómo moverse y a quién preguntar.

A partir de este entramado de relaciones, sostengo entonces que el sistema de obligaciones recíprocas de vecindad siguió operando, aunque ya por fuera de La Asociación, para estrechar vínculos entre algunas madres que reclamaban por las muertes de sus hijos.

Por otra parte, las autoexclusiones de este grupo también nos ofrecen pistas para pensar cómo eran percibidos tales parámetros de inclusión desde fuera del barrio. Vic-toria, que vive en una villa de la ciudad de Córdoba, había pensado en algún momento en incorporarse a La Asociación –a la que conocía por las marchas en el centro–, a raíz de las muertes que se fueron sucediendo en sus redes de relaciones sociales y familiares.

Apenas conozco a Victoria, muere Sebastián. La muerte de Sebastián se pro-dujo mientras estaba acompañado de dos jóvenes de la villa en noviembre de 2007, “Faco”, su hijo, y “Nené”. Este último estaba jugando con un arma, apuntándole a uno y a otro en la cabeza hasta que accidentalmente uno de los disparos le da a Sebastián. El primo de los hijos de Victoria, vecino de la villa, también murió en octubre de 2007, en una confusa situación de disputas entre bandas en un barrio contiguo. Por su parte, la vecina y amiga de Victoria perdió a dos de sus hermanos. La joven de 15 años recibió un disparo en la entrada de su casa mientras presenciaba el robo a sus vecinos, y el otro fue muerto por el dueño de la casa cercana a la que fue a robar a otro barrio. Por último, un vecino que había sido novio de la hija de Victoria fue asesinado por la Policía dentro un móvil cuando estaba siendo detenido.

Sin embargo, un día Victoria resolvió decirme: Yo no puedo ir a esas marchas, porque no puedo asegurar que todos mis hijos se porten bien siempre, yo no sé si alguna vez mi hijo le pudo haber hecho algo a algunos de los hijos que están ahí.

Su perspicaz argumentación torna visibles por lo menos dos cuestiones que interesa remarcar. En primer lugar, nos advierte sobre el reconocimiento de los re-quisitos morales que serían propios de la asociación, y a los que Victoria no podría responder para acceder a ella. Y por otro, nos remite al carácter transitivo de la re-putación entre madres e hijos de forma ascendente, es decir que la reputación y los juicios morales que recaen sobre los hijos, también recaerán tarde o temprano sobre sus madres. Si bien el caso abordado por Pitt-Rivers (1971) respecto de la vergüenza femenina en Grazalema operaría de forma inversa a la aquí expuesta, esto es, de arriba hacia abajo, de modo que las hijas heredarán la condición de “sinvergüenza” de sus madres, el trabajo de este antropólogo resulta fundamental para comprender toda una serie de implicancias en la distribución de roles y responsabilidades fami-liares para resguardar las moralidades involucradas.

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En mi trabajo de campo, tanto Victoria como Rosa y Doña González en este texto, pero también otras tantas mujeres a lo largo de la investigación, intentaron separarse de las reputaciones de sus hijos, señalando la imposibilidad de controlar temporal y espacialmente sus conductas o, en palabras nativas, a lo largo del tiempo, y puertas para afuera, aunque parecen no haberlo conseguido con suficiente eficacia.

A modo de consideraciones finalesEn estos procesos en los que he problematizado las contiendas morales involucradas en el acceso a la condición de “activista familiar”, encontramos que la madre, en efecto, ocupa un lugar privilegiado para reclamar por la muerte de los jóvenes, arro-gándose cierta legitimidad vinculada a los lazos de sangre. Paradójicamente, esta legitimidad colisiona con otro precepto, según el cual la responsabilidad social de la moral del hijo recae sobre la madre. De modo que si el hijo es sospechado de inmo-ral, también lo será la madre, recordándole de esta forma los deberes incumplidos según su rol.

Esto explica en buena medida cómo se fueron propiciando las exclusiones de La Asociación. A pesar de ello, algunas madres continuaron desarrollando activida-des y redes en torno a sus hijos muertos, guiadas por las obligaciones vecinales que no pretendieron obviar.

Ahora bien, acusaciones morales tales como “algo habrán hecho” o “por algo será” no resultan ciertamente novedosas en Argentina, más aún si exploramos nues-tro pasado reciente. Otras autoras ya han analizado el trabajo simbólico y moraliza-dor efectuado por las Madres de los desaparecidos de la última dictadura, en rela-ción con la militancia de sus hijos (Da Silva Catela 2006; Vecchioli 2005; Jelin 2010, entre otros). De aquella militancia, las madres han buscado exaltar algunos valores como la solidaridad, el sentido de justicia y el amor por los demás, esto es, “valo-res morales trascendentes” (Vecchioli 2005), y no como miembros de agrupaciones políticas y sociales con intereses, posiciones y puntos de vista distintos o incluso, enfrentados. Es decir,

[…] valores que permiten unir a los familiares por sobre las diferentes pertenen-cias político-ideológicas de los hijos. Este silenciamiento es estratégico: en este mundo de representaciones, estos individuos, víctimas o revolucionarios adquie-ren existencia social a partir de su condición de hijos. (Vecchioli 2005, 7)

Jelin (2010) advierte que lo que las Madres estaban denunciando eran críme-nes en contra de la familia, intentando transmitir al mismo tiempo una imagen de “buen hijo” del/a joven desaparecido/a y de una vida familiar “normal”. Es decir, el trabajo simbólico de moralización de las y los hijas/os desaparecidos, permitió legi-timar y consolidar la lucha política, buscando resignificar las tensiones morales que también estuvieron presentes, a través de esa “trascendencia moral”.

En la actualidad, podríamos señalar que los herederos políticos –y sociológi-cos– de los hijos asesinados y desaparecidos en la última dictadura cívico-militar

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en Argentina podrían recaer en los muertos producto de la violencia policial y/o institucional, por cuanto manifiestan la continuación más palpable de la violencia ejercida por las agencias estatales. En esa línea, María Pita las define como “muertes políticas” (2010, 21). También en ese marco es que gran parte de los casos consiguen politizarse, a pesar de que no han sido vidas dedicadas a la política, “en el movimien-to de develar su estado de nuda vida” (Pita 2010, 22), y sus familiares transformarse en “activistas familiares”.

Ahora bien, ¿qué sucede con otras muertes?, ¿qué podríamos decir de las muertes aquí tratadas, producto de los conflictos entre grupos locales, o de una víctima “no inocente”?, ¿qué parece ocurrir cuando no es posible vincularlas a esa “trascendencia moral”?

Las coerciones morales referidas a principios configurados históricamente, y que se hallan contenidas en el rol de las madres –en especial de aquellas prove-nientes de los sectores populares argentinos–, terminan por restringir la lucha a las exiguas posibilidades de reivindicación moral del muerto y de su familia. La mayoría de las veces, esas muertes quedan excluidas de una búsqueda de justicia más institucionalizada.

Cabría preguntarse entonces más enfáticamente cómo conseguirían politizarse en nuestra sociedad aquellas muertes que quedan aparentemente inscriptas fuera de los contextos más formales de organización, a la vez que señalar el desafío en el que se encuentran los organismos de derechos humanos en tiempos democráticos (Jelin 2005; Sikkink 1999).

Referencias1. Balbi, Fernando y Mauricio Boivin. 2008. “La perspectiva etnográfica en los estudios so-

bre política, Estado y gobierno”. Cuadernos de Antropología Social 27: 7-17.2. Bermúdez, Natalia Verónica. 2014. “Moralidades de la inseguridad. Entramados locales

y principios de adhesión política en casos de muertes violentas”. En Merodear la ciudad. Miradas antropológicas sobre espacio urbano e inseguridad en Córdoba, compilado por Natalia Bermúdez y María Elena Previtali, 105-126. Córdoba: IDACOR-CONICET.

3. Bermúdez, Natalia Verónica. 2015. “Entre padres y hermanos. Lazos de sangre y prácticas políticas de los allegados a muertos en contextos de violencia (Ciudad de Córdoba, Ar-gentina)”. AIBR, Revista de Antropología Iberoamericana 10 (3): 377-399.

4. Boltanski, Luc. 2000. El Amor y la Justicia como competencias: tres ensayos de sociología de la acción. Buenos Aires: Amorrortu Editores.

5. Claps, Lía. 2007. “Representaciones y discursos sobre la violencia: los casos de Cofavi y Madres del dolor”. Ponencia presentada en las XI Jornadas Nacionales de Comunicación, Mendoza, Argentina.

6. Comerford, John. 2003. Como uma família: Sociabilidade, territórios de parentesco e sindi-calismo rural. Río de Janeiro: Relume Dumará, Núcleo de Antropologia da Política.

7. Da Silva Catela, Ludmila. 2005. “Formas de las memorias. Etnografía de las marcas, usos y reinterpretaciones de las memorias políticas en Argentina”. En Territorios en conflicto. ¿Por qué y para qué hacer patrimonio?, 12-29. Santiago de Chile: Diban.

8. Da Silva Catela, Ludmila. 2006. “Derechos humanos y memoria. Historia y dilemas de una relación particular”. Ponencia presentada en el Congreso Argentino de Antropología Social, Salta, Argentina.

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“Algo habrán hecho...” Natalia Verónica Bermúdez

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Narrativas académicas e historia oral en el pueblo de los Pastos*

Óscar Andrés López Cortés**Universidad Libre, Colombia

doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda25.2016.04Artículo recibido: 17 de junio de 2015; aceptado: 25 de diciembre de 2015; modificado: 18 de marzo de 2016

Resumen: Este artículo provee una descripción de las tensiones suscitadas entre las narrativas académicas y la historia oral mediante la revisión de la literatura disponible sobre los Pastos. En el artículo se sostiene que hay una “política de la memoria” que fluye en las crónicas, los ensayos, los artículos, los libros, las tesis, y demás escritos que se han elaborado sobre el pueblo de los Pastos. Sin embargo, para la perspectiva del autor, esa literatura analizada en este artículo entra en un permanente diálogo con otras narrativas no ofi-ciales para ser contestada, subvertida y resignificada por las mismas personas que aquélla representa. A través del artículo, diferentes narrativas obtenidas en el trabajo de campo etnográfico adelantado por el autor con miembros de la comunidad de los Pastos muestran que la historia oral es una de las na-rrativas no oficiales que también importan para la historia y la memoria del pueblo de los Pastos.

Palabras clave: Historia oral (Thesaurus); narrativas académicas, representa-ciones, historia mítica (palabras clave del autor).

* Este artículo es producto de la investigación adelantada por el autor como parte del trabajo de su tesis doctoral, titulada El multiculturalismo jurídico político. Fugas del dispositivo.

** Doctor en Antropología, Universidad de Cauca. Docente Investigador en Centro de Investigaciones Socio Jurídicas Universidad Libre. Entre sus últimas publicaciones están: “Sindicalismo y trabajo: la experiencia de los jóvenes bogotanos desde sus repertorios interpretativos” En: Universitas Psychologica 14 (5), 2015 “Normas jurídicas y subjetividades capitalistas. Los dispositivos del derecho laboral y la psicología”. Uni-versitas Psychologica 12 (4), 2013. *[email protected]

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Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 25 · Bogotá, mayo-agosto 2016 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 77-98 doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda25.2016.04

Academic Narratives and Oral History in Los Pastos People

Abstract: While exploring the literature available about the Pastos people, this paper describes the alleged tensions between academic narratives and oral history. This paper argues the existence of “politics of memory” within chronicles, essays, papers, books, dissertations, and other sources written about the subject. However, from the author´s point of view, this literature dives into a permanent dialogue with other non-official narratives, being answered, subverted and resignified by the same people it represents. Throughout the article, several narratives collected during ethnographic fieldwork carried out by the autor together with members of the Pastos community, show that oral history is one of the crucially important non -official narratives for the history and memory of their people.

Keywords: Oral history (Thesaurus); academic narratives, representation, mythical history (author´s keywords).

Narrativas acadêmicas e história oral no povo dos Pastos

Resumo: Este artigo fornece uma descrição das tensões suscitadas entre as narrativas acadêmicas e a história oral mediante a revisão da literatura disponível sobre os Pastos. Neste artigo, sustenta-se que há uma “política da memória” que flui nas crônicas, nos ensaios, nos artigos, nos livros, nas teses e nos demais textos que têm sido elaborados sobre o povo dos Pastos. Contudo, para a perspectiva do autor, a literatura analisada neste artigo entra num permanente diálogo com outras narrativas não oficiais para ser respondida, subvertida e ressignificada pelas mesmas pessoas que aquela representa. Por meio deste artigo, diferentes narrativas obtidas no trabalho de campo etnográfico realizado pelo autor com membros da comunidade dos Pastos mostram que a história oral é uma das narrativas não oficiais que também são importantes para a história e a memória desse povo.

Palavras-chave: História oral (Thesaurus); narrativas acadêmicas, represen-tações, história mítica (palabras-chave do autor).

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Todos los pueblos que no pueden ser ellos mismos, todas las civilizaciones que imitan a otras, todas las naciones que se contentan con las historias de otros,

están condenados a desplomarse, a desaparecer, a ser olvidados. Orhan Pamuk, El libro negro

Las narrativas académicas sobre los Pastos, pueblo indígena ubicado en el suroccidente del territorio colombiano y en el norte del Ecuador, han oscilado entre el acompañamiento de sus procesos organizativos y el si-lencio sobre su pasado, edificando versiones heterogéneas de la historia de un pueblo que también posee diferentes narrativas de sí mismo.

La intención de este artículo es reconstruir parte de esa literatura y mostrar el contraste entre ésta y las narrativas orales del pueblo de los Pastos. Esa literatura heterogénea puede tanto desconocer las luchas populares como visibilizar las narrativas que el mismo pueblo construye de su pasado, conformando una política de la memoria1 que fluye a través de crónicas, ensayos, artículos, libros y tesis. Esta complejidad puede obedecer a que los autores revisados parten de posicionamientos e intereses distintos, al existir entre ellos gran diversidad ideológica, temporal y vocacional; tal asimetría genera una literatura que dialoga de maneras heterogéneas con la historia oral de los Pastos.

Con el fin de mostrar la diversidad narrativa, presentaré la discusión y los re-sultados mediante cinco apartados: historias de héroes, recuperando tierras a través de historias; la disputa por el Llano de Piedras; historias conflictivas silenciadas; historias con acento económico; cada apartado corresponde a lo que identifico como contrapunteos entre la literatura y la historia oral. Por último, “el giro hacia la historia mítica” propone un final abierto para el texto. Antes del desarrollo previsto, presen-taré algunas consideraciones sobre el método.

Cuestiones de métodoPrevia lectura de la literatura disponible sobre el pueblo de los Pastos, participaba en los talleres con miembros de esa comunidad, donde compartía con ellos mis interpretaciones de los textos, y en otras ocasiones, las lecturas directamente. Se realizaron siete talleres entre junio de 2010 y noviembre de 2011 en algunas ve-redas de Cumbal (Nariño) con el Consejo Mayor2. Cada taller iniciaba con una

1 En lo que sigue utilizo la expresión “políticas de la memoria” de la manera como la ha elaborado Zambrano (2000).

2 Desde hace aproximadamente diez años, algunos viejos líderes de los Pastos crearon el Consejo Mayor, integra-do por hombres mayores de la comunidad, muchos de los cuales habían liderado el proceso de recuperación de tierras durante las décadas de los setenta y ochenta. Su tarea consiste en resolver los conflictos de justicia entre los miembros del resguardo del Gran Cumbal. Pese a ser aceptado por la comunidad, algunos cabildos han estado en contra de su existencia, llegando incluso a considerar sus decisiones como ilegítimas; otros, por el contrario, han apoyado su existencia y destinado recursos para su funcionamiento. El Consejo Mayor es independiente del Cabildo y no se encuentra registrado ante ninguna autoridad del Gobierno Nacional.

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breve presentación de los integrantes del Consejo Mayor, uno por cada vereda o sección (Guan, Tasmag, Cuaical, Quilismal, Nazate, Cuaspud y Llano de Piedras), que integran el Resguardo de Cumbal. En los talleres, por lo general intervenían hombres, algunos de ellos exintegrantes del Cabildo indígena, líderes de los pro-cesos de recuperación de los años setenta y ochenta, así como líderes jóvenes, algunos de ellos estudiantes universitarios. También intervenían los voceros de las parcialidades en donde se realizaba el taller. Ocasionalmente intervenían las mujeres, quienes por lo general hacían amplia pero silenciosa presencia. A cada taller asistía un promedio de cincuenta personas, constituidas por un grupo fijo (Consejo Mayor y representantes de Shaquiñan3) y uno variable, integrado por personas de la vereda donde se realizaba el taller.

La literatura que se analizará fue escogida de acuerdo a la pertinencia que tu-viera con respecto a la historia de los Pastos. Preferí aquellos textos escritos por personas originarias de Nariño, o que tuvieran alguna aproximación etnográfica con el pueblo de los Pastos. El propósito inicial de estas lecturas era seguir el protocolo que los manuales de etnografía señalan: conocer lo escrito respecto de la cultura del grupo humano con el cual se pretende trabajar. Sin embargo, muy pronto cuestioné mi propósito, al reflexionar sobre los efectos de la literatura, por cuanto ésta no sim-plemente describe sino que representa4 (como lo hacen las normas legales, los pla-nes de ordenamiento, las disposiciones administrativas, las imágenes) a las personas de las cuales habla. Las representaciones son divergentes y varían de acuerdo con las intenciones políticas e ideológicas del representador, su formación académica, la época en la que escribió, sus experiencias vividas, las relaciones familiares o de pertenencia con su lugar de origen, entre otras.

La incidencia de los textos en la acción política de los Pastos constituyó un elemento importante por tener en cuenta, bajo el entendido de que esos escritos conforman una “política de la memoria”. Como expondré, el acompañamiento de algunos intelectuales a las luchas de los Pastos por el territorio ha provocado relacio-nes de colaboración recíproca, cuya incidencia se ve reflejada tanto en las produccio-nes académicas como en los discursos de los indígenas. Pero lo contrario también es visible, como sucede por ejemplo con las narrativas que cuestionan la titularidad de los Pastos sobre el territorio, como se podrá observar en el caso de la disputa por el Llano de Piedras. Una tercera situación es posible: la “política de la memoria” tam-bién emerge en los silencios. Parte de la literatura revisada ha omitido las tensiones políticas presentes entre los Pastos, así como entre ellos y la sociedad mayoritaria, mediante el olvido provocado por el discurso que se concentra en los aspectos tradi-

3 Asociación de Cabildos y/o Autoridades Indígenas del Nudo de los Pastos. Más adelante se explica la relevancia de esta asociación.

4 Entiéndase para estos efectos la representación como “un espacio retórico en el cual alguien impersona a otro” (Gómez y Gnecco 2008, 11). Así comprendida, la representación implica la existencia de otro ubicado en un lugar diferente en el cual aparece aquello que lo suplanta, es decir, una representación intencionalmente promovida por el representador.

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cionalmente registrados por los estudios del folclore, en el cual se enfocaron muchos intelectuales en Colombia como estrategia para resaltar las identidades nacionales y regionales (Sánchez y Santos 2014).

Entre los autores de los textos que fueron empleados en esta investigación exis-ten múltiples conexiones. Para comenzar, todos ellos provienen del departamento de Nariño, algunos incluso de Cumbal; han estado vinculados, bien como estudiantes o como profesores, con la Universidad de Nariño; y finalmente, varios de ellos han sido miembros de la Academia Nariñense de Historia. Se trata de una comunidad académica local, pequeña pero diversa y prolífica. Las relaciones que han establecido con las comunidades indígenas y campesinas del departamento están muy lejos de ser homogéneas, pero tienen en común que como intelectuales crecieron junto a esas comunidades, lo que acentúa la aproximación etnográfica de sus relatos históri-cos. Este elemento es importante destacarlo, pues no pretendo presentar unos relatos como verdaderos y oponer a los contrarios como falsos. Cada autor habla desde su lugar de enunciación y desde su propia historia, bien como un empático solidario de las luchas sociales, como alguien que pertenece a una familia de colonos que durante generaciones convivió con la población indígena en conflictivas relaciones por la tierra, o como uno más de los habitantes de Nariño que creció en una fami-lia de pequeños comerciantes de un pueblo con amplia presencia indígena. No hay pretensión de objetividad en la reconstrucción que aquí se expone; cada narrativa del pasado es importante por lo que ella es como estrategia de construcción de la subjetividad en el presente.

Historias de héroesDesde la conformación del Estado-nación, los Pastos se opusieron a las políticas re-publicanas, razón por la cual fueron reprimidos por el ejército de Bolívar (Gutiérrez 2007). Fragmentos de la historia dispersa de los Pastos se encuentran en trabajos como los de González Suárez (1902), Mejía (1934), Pérez (1958), Cifuentes (2004); de antropología e historia, como los de Martínez (1977), Rappaport (2005), Digges y Rappaport (1993), Landázuri (1990), Muñoz (1982, 2004, 2011, 2012), Solarte et al. (1998), Chamorro (1982), Guerrero (1998), Cerón y Zarama (2003); historia del arte, como en Guerrero (2012); arqueología, como los de Gómez (1985), Groot de Mahecha y Hooykas (1991), Uribe (1986, 1999), Moreno (1999); de geografía huma-na, como los de Mamián (1996 y 2004), Calero (1991); y en antiguas crónicas, como las de Arteaga (1910) y Cieza de León (1962).

La historia de los Pastos, como la de muchos pueblos, ha sido objeto de múlti-ples formas de silenciamiento a través de lo que Tovar (1994) denominó historicismo hispanizante: corriente historiográfica que busca la conservación del legado europeo en América mediante la filiación de instituciones jurídicas, mostrando un marcado desinterés por el proceso histórico real y una evidente dependencia de la cultura europea. Esta tendencia se aprecia en algunos trabajos (Cerón y Zarama 2003; Mar-

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tínez 1977), entre los cuales cabe destacar el de Emiliano Díaz del Castillo5 (1982), quien mediante un análisis de los hechos que rodean la muerte y el sepulcro de Agualongo exalta los valores morales del personaje:

[…] que algunos patrioteros de la época lo llamaran “bandido” [a Agualongo], es explicable, cómo no, si aún ahora –158 años después de su fusilamiento– […] lan-zaron rayos y centellas contra ese varón de excepcionales condiciones humanas, incapaces de entender que para proferir un juicio sobre su personalidad debe ha-cerse abstracción de la posición monárquica que mantuvo, para aceptar y admirar en él sus virtudes de lealtad, valor, generosidad, convencido e innegable heroísmo que lo individualizan en la historia de Colombia y América, y lo señalan como el prototipo de las virtudes del pueblo de Pastos. (Díaz del Castillo 1982, 45)

Díaz del Castillo prescinde de analizar las condiciones socioeconómicas y las reivindicaciones culturales del pueblo de los Pastos como posibles causas que orien-taban la lucha de Agualongo, para buscar en cambio su identidad blanca mediante análisis de parentescos; aludiendo a la “pureza de sangre” de Agualongo, sostiene:

De manera que toda la información referida, lleva a concluir que el apellido AGUALONGO es de origen latino, traído al Sur de Colombia por algún español hacia mediados del siglo XVIII, ya que antes no se encuentra en los padroncillos de las comunidades indígenas ni en los registros parroquiales, ni en los proto-colos de las Notarías de Pasto, todo lo cual permite suponer con mucha firmeza que Manuel Agualongo, padre del prócer don Agustín, fue un mestizo de primer cruce por la unión de las sangres española y americana, y ello en el supuesto de que la madre de Manuel Agualongo, quien llevó apellido indígena Tipán, haya sido de pura ascendencia indígena. En este caso la herencia paterna estaría repre-sentada en Agualongo en su cuarto de sangre española y en un cuarto de sangre Americana. (Díaz del Castillo 1982, 91; énfasis en el original)

Y tras analizar el origen de la madre de Agualongo, agrega:

Es más, aún en este supuesto el resultado sigue siendo el mismo: Agualongo era mestizo con más sangre española que indígena, porque si en la mitad de la sangre que aportó el padre, una cuarta parte era española y la otra cuarta parte indígena, en la mitad heredada de la madre recibió mayor porcentaje de sangre europea que de Americana. (Díaz del Castillo 1982, 97)

El positivismo científico, junto al discurso racial que vincula el “predominio de sangre española” con los valores del hombre moderno, permiten al autor omitir los moti-vos sociales y políticos de los levantamientos en Nariño durante el período de conforma-ción de la República. El historicismo hispanizante de Díaz del Castillo contrasta con la historia oral de los Pastos, en la cual se representa un proyecto de nación que desconoció la propiedad sobre sus territorios y sus formas tradicionales de gobierno.

5 Emiliano Díaz del Castillo Zarama (1923-2009), prolífico autor de libros y revistas; abogado de formación, político nariñense perteneciente a las élites de ese departamento, fue concejal y alcalde de San Juan de Pasto, congresista de la República y miembro de número de la Academia Colombiana de Historia.

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Este trabajo que se está adelantando ya desde 1906, ya vamos avanzando al 2011, seguirá su camino hacia adelante. Es importante analizar y evaluar los propósitos fundamentales que tiene la comunidad, no es el hecho no más que la Consti-tución Política nos cobija con unos reglamentos, nosotros tenemos unos regla-mentos siglos antes y los hemos ejercido, es por eso que se ha demostrado en la recuperación de nuestro territorio, en el saneamiento del resguardo. ¿Por qué? Porque teníamos esos principios fundamentales; valga la oportunidad, por la misma lucha de las comunidades indígenas a nivel de Colombia, se había delega-do unos ciertos líderes indígenas para que hagan presencia en la constitucional de 1991, entonces ahí es donde salen los derechos y las garantías para los pueblos indígenas, eso es de vital importancia para que nosotros tengamos el soporte legal y el soporte jurídico sobre nuestra cultura y nuestra identidad, que ha sido, será y seguirá siendo, y nosotros tenemos que denominarnos como auténticos y legítimos indígenas por esos derechos fundamentales que son ancestrales, ya no son de ahorita como repito, son derechos muy elementales. Entonces bajo esos propósitos, bajo esos requerimientos, la comunidad indígena, así los gobiernos que han pasado, republicanos, han tratado de eliminar a las comunidades in-dígenas, pero por esos derechos ha habido la resistencia, el valor suficiente de mantenernos a donde estamos. (Intervención de Diomedes Paguay6 en el taller de Llano de Piedras, junio de 2011)

Esta forma narrativa que rompe la linealidad cronológica ha sido observada por Rappaport (2005) como una estrategia que subvierte la lógica del tiempo occidental mediante la cual se impone la fragmentación en etapas históricas. A través de esa tác-tica narrativa, los Pastos vinculan la historia de exterminio colonial con la política del integracionismo republicano y finalmente con las violaciones actuales a su autonomía política y a la tenencia de su territorio. En contraposición a la historia fragmentada y discontinua, Diomedes Paguay cuenta una historia sin solución de continuidad para reivindicar, por encima del reconocimiento jurídico estatal, la ancestralidad como sus-tento de los derechos fundamentales, al tiempo que destaca cómo esos derechos son producto de las luchas libradas durante siglos por el mismo pueblo, para ubicarse así en una perspectiva de conflicto cultural histórico. Sin embargo, hay un punto en el que parecen coincidir Diomedes Paguay con Díaz del Castillo: mientras el segundo aso-cia los valores morales con el origen blanco europeo, el primero vincula los derechos ancestrales con la condición de ser “auténticos” y “legítimos” indígenas, en un contex-to donde los Pastos han debatido la llegada a los resguardos de familias campesinas durante los años posteriores a la recuperación como una amenaza a la conservación de sus raíces indígenas. Formas semejantes de esencialismo étnico, con intereses con-trapuestos, aparecen así en ambos relatos. Donde definitivamente disienten es en la importancia que tiene la recuperación del territorio, aspecto completamente omitido por Díaz del Castillo pero evocado por Diomedes Paguay, al igual que por otros narra-dores, como podremos ver en el siguiente apartado.

6 Diomedes Paguay es un líder veterano del proceso de recuperación de tierras de los años ochenta. En 2011 era miembro del Consejo Mayor.

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Recuperación de tierras a través de historias

Un aspecto destacado por los narradores orales pastos y omitido por la literatura académica, con notables excepciones (Rappaport 2005), es el proceso de recupera-ción de tierras; en él, los Pastos conjugaron diversas estrategias: toma de posesión por vías de hecho y reclamaciones legales fundadas en títulos reales de propiedad otorgados a la comunidad.

[…] los mayores dejaron recuerdos, como bien decía el señor presidente [del Consejo Mayor], que por tener protocolizado la escritura 228, pudimos tener las recuperaciones; aquí este territorio fue recuperado, y así cuántas hectáreas de tierra se han recuperado. (Miembro del Consejo Mayor proveniente de Cuaical, Taller de 23 de junio de 2011, Llano de Piedras)

La escritura 228 data de 1908, pero aun es evocada en la historia oral como una pieza jurídica clave en la recuperación del territorio, como también lo destaca Rappaport (2005). La alusión a este documento, como a algunas cédulas reales, es un ejemplo de la argumentación legalista característica de los Pastos, estudiosos de las normas jurídicas y de los documentos oficiales.

En el mismo taller del Llano de Piedras, un comunero recordaba el proceso de recuperación de las tierras refiriéndose a la lucha del pueblo:

Tenemos que seguir adelante porque así ha venido nuestra lucha, en ella no so-mos nosotros nuevos, no somos de ahorita, porque yo me recuerdo las luchas que se han tenido, me recuerdo siendo de unos ocho años, yo me recuerdo mi finado papá, en ese tiempo fue cabildante, fue regidor de esta vereda cuando se repartió el Llano de Piedras en 1976, […] entonces yo me acuerdo que venía a dejar el almuerzo y ayudábamos a la lucha con el pueblo; luego en 1983 mi finado papá fue gobernador del Cabildo, entonces nosotros por qué no seguir y coger de to-das formas las mismas riendas de liderar nuestra comunidad, y como le digo, no sólo nuestra comunidad del Llano de Piedras sino a nivel de nuestro resguardo. Entonces tenemos que seguir en esa lucha y seguir en la lucha de la recuperación de la tierra hacia las necesidades y las cosas que nos hacen falta en nuestra vereda porque aquí apenas estamos empezando recién. (Jorge Alpala, 23 de junio de 2011, Taller del Llano de Piedras)

Al evocar el proceso de la recuperación se constituye un vínculo con el territorio y se construye un pasado heroico que refuerza los linajes familiares y comunitarios. En las recuperaciones intervenían todos los miembros de una misma familia a través de un sistema de distribución de tareas definido: los hombres “guachaban”7 la tierra y construían pequeñas chozas donde dormían quienes se quedaban ocupando durante las siguientes noches los predios recuperados; las mujeres preparaban los alimentos que los niños llevaban y traían junto con los utensilios necesarios; en síntesis, se trataba de una auténtica minga en la que podían intervenir varias familias de una misma par-

7 Término empleado por campesinos e indígenas en Nariño para aludir al trabajo de arar la tierra.

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cialidad. Cuando el predio finalmente era adjudicado, la tierra se asignaba en primer lugar a las familias cuya participación había sido más numerosa y constante (Diario de campo, anotación de septiembre de 2010). Este sistema aún es recordado mediante la historia oral como una forma de distribución justa acorde al trabajo colectivo.

Sin embargo, este hecho y la manera como se evoca, paradójicamente puede contribuir a silenciar algunas de las problemáticas actuales recurrentes en materia de tierras, como por ejemplo el hecho de que parte de los predios del resguardo carecen de titulación, o el hecho de que algunas familias para cubrir necesidades económicas han hipotecado sus parcelas como predios privados, pese a ser tierras comunales. Entre los conflictos comunes que deben resolver las autoridades indígenas en Cum-bal están los relativos a la fijación de linderos y a la comercialización de la tierra entre los mismos comuneros.

A pesar de lo que omite el relato sobre la recuperación de la tierra, es destacable la estrategia narrativa en sí misma: mediante la acción de reconocer y negar simultánea-mente los cánones legales occidentales, los Pastos hacen uso de la lógica del razonamien-to jurídico, al tiempo que construyen concepciones propias de justicia, como han mos-trado otras investigaciones (Digges y Rappaport 1993; Rappaport 2005). No obstante, en el caso de los Pastos, incursionar en la lógica institucional del reconocimiento jurídico estatal, y la consecuente entrada de recursos, ha generado disputas internas, clientelismo y, en ocasiones, abandono de prácticas tradicionales como la minga.

Los indígenas debemos estar unificados porque a la gente no le interesa, y nosotros conocemos que hay más comunidad. ¿Y a dónde está la comunidad? ¿y por qué no se deja ver todo un día? Y lo dedicamos a esta minga de pensamientos; si bien es cierto los que lucharon porque vengan los recursos, la transferencia, en el proyecto era para educarnos, así, como estamos hablando, de nuestros usos y costumbres, nuestra cosmovisión, pero entonces alguien cogió y se puso a construir escuelas, y para eso no venía la plata, alguien se puso a pagar profesores, y para eso no venía la plata, y lo que de pronto les dieron fue malversación a los recursos ¿y dónde esta-mos?... (Abraham Tarapués, taller de noviembre de 2011, Cuaspud)

Son frecuentes las quejas de los Pastos a propósito de las consecuencias que ha tenido la entrada de recursos desde la expedición de la Constitución de 1991. En ocasiones porque los dineros no se ejecutan, en otras, porque se destinan a obras di-ferentes a las que necesita la comunidad, o porque se malversan por actos de corrup-ción; las controversias por temas económicos han copado el espacio de las asambleas y las reuniones de los cabildos.

Algunos trabajos (Digges y Rappaport 1993; Rapapport 2005)8 han analizado los conflictos por la tierra y la estratégica combinación de medidas legales y de he-

8 Joanne Rapapport, antropóloga norteamericana, ha investigado desde los años noventa comunidades in-dígenas en los departamentos de Cauca y Nariño y ha sido profesora invitada en el programa de doctorado en Antropología de la Universidad del Cauca, así como en otras universidades del país. Entre sus trabajos se ha destacado la historia etnográfica de los Pastos a través del cacique Cumbe, emblemática figura para los Pastos, y la trascendencia de la historia oral para este pueblo.

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cho en ellos empleada por los Pastos durante la segunda mitad del siglo XX, pero no ha sido ésa la constante en la literatura. Como tampoco lo ha sido en los estudios que se han ocupado de la historia de los Pastos durante el período correspondiente a la conformación de la República, salvo excepción de trabajos como los de Gutié-rrez (2007) y Echeverri (2006), quienes expusieron las complejas articulaciones so-ciopolíticas de pueblos del suroccidente colombiano contra el proyecto republicano. Algunas de esas tensiones se pueden observar con claridad al analizar lo sucedido con el Llano de Piedras.

La disputa por el Llano de PiedrasJosé Arteaga escribió documentos de gran valor a principios del siglo XX, a partir del conocimiento que poseía de los territorios del sur de Nariño. En su condición de presbítero, redactó informes sobre poblaciones del departamento, acerca de sus fronteras y de los límites internacionales del mismo. “Apuntamientos sobre Mayas-quer y Cumbal”, publicado en 1910 por la Gobernación de Nariño, es un tratado de geografía, población, historia y cultura. Arteaga describe cuidadosamente el estado del Llano de Piedras9 a principios del siglo XX, territorio de gran relevancia para los Pastos, pues se trata de un espacio que sintetiza la lucha por el territorio librada desde 1975, donde se presentaron fuertes confrontaciones con los hacendados, que luego dieron lugar al proceso de recuperación de la década del ochenta en las fincas El Laurel y Boyera. Pero el Llano ha sido objeto de disputa durante siglos. Tanto las afirmaciones de Arteaga como los relatos orales señalan que su posesión ha sido disputada por colonos e indígenas desde el origen de la República. Leonardo Alpa-la10 señala que la recuperación (hoy liberación) de las tierras en Nariño ocurrida en la década del setenta alcanzó su punto álgido en la pelea por el Llano, ya que fue el territorio más fértil y extenso de los que se recuperaron, aspecto reconocido a prin-cipios del siglo XX por Arteaga:

No acabaremos estos Apuntamientos sin decir algo de este precioso y bellísimo Ejido de Cumbal […] Desde la fundación de Cumbal ya aparece “El Llano de Piedras o Consuelo” como Ejido y terreno de uso común para blancos e indios. Las pendencias suscitadas contra la antiquísima y pacífica posesión de este Llano comenzaron desde 1739 por los indios carlosamas; mas el 15 de noviembre de 1840, a petición de Darío Roza Yusti y Varga, […] el general don Alejandro de Benavides señaló como comunidad y Ejido para Cumbal “El Llano de Piedras ó Consuelo” y para Carlosama los terrenos denominados “La Laguna de Cuas-

9 El Llano de Piedras es una porción de territorio cuya extensión aproximada es de 72 hectáreas, que se encuentra ubicado en el costado oriental del Resguardo de Cumbal; limita con las veredas de Guan, Tas-mag, Cuaical, Quilismal y Nazate, por la franja oriental. También es conocido en la literatura como Llano del Consuelo, nombre dado por los colonos blancos luego del temblor ocurrido en 1923. Este lugar fue declarado vereda por el Cabildo indígena en 2009.

10 Conversación personal, junio de 2011. Don Leonardo, padre de Luis Alpala, es a su vez hijo de Ernesto Alpala, uno de los primeros recuperadores de la zona durante la década del setenta (Notas del diario de campo, 30 de junio de 2011).

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pud” y los llanos de Nastul y Pispud […] Después igualmente se han suscitado pequeñas contiendas entre blancos é indios de Cumbal: aquellos trabajando y propugnando porque se conserve íntegro el incomparable Ejido, así para el in-dispensable pastoreo de los miles de ganado vacuno, lanar y caballar que en él existe, como para que siempre aparezca en toda su belleza esta parte de una de las mejores mesetas de los Andes; éstos para dividírselo en servicios de resguardo, causando así un mal irreparable para todo el Distrito. (Arteaga 1910, 77-78)

Arteaga defiende la entrega del Llano a los colonos blancos, quienes a su juicio conservarían mejor el lugar como un ejido, y no como resguardo, aspecto sobre el que insiste en apartes posteriores. Arteaga utiliza el peso del archivo para defender su posición:

Empero, a más del uso y posesión antiquísmos del Llano como Comunidad y ejido para todos, hay otra circunstancia histórica, que acaso podría llamarse del hecho y del derecho que tiene el Distrito de Cumbal para que su Ejido permanezca intacto, á beneficio procomunal de todos. Cuando regresó el Libertador, habien-do concluido la campaña del Perú, pasó por el Ecuador y llegó a Cumbal el 11 de octubre de 1826. Fue muy bien recibido y obsequiado y se alojó en la actual casa Cural, reliquia pajiza que nos queda desde entonces, […] Bolívar, en uso de sus facultades dictatoriales y para proveer á necesidades de las tropas, mandó vender el Llano de Piedras. Entonces los señores Francisco Rueda, Jacinto Casanova, Juan Arteaga, José Antonio Muñoz, Marcelo Juan, Francisco y José López, con otros muchos blancos, se reunieron al Cabildo de Indígenas y colectaron el precio que el Libertador pedía, que se redujo a unas sesenta cabezas de ganado y ocho-cientos pesos en plata: todo lo cual reunido se lo entregó al colector de Rentas, don Jacinto Casanova. Con esto quedó el Llano de Piedras como ejido de uso común para blancos e indios. (Arteaga 1910, 79; énfasis en el original)

Arteaga ignora la escritura 228 expedida dos años antes de publicar sus Apun-tamientos, aun cuando se trataba de un documento oficial que otorgaba al Cabildo la titulación de las tierras del resguardo; y aunque es posible que desconociera tal documento, debe tenerse en cuenta que él tenía acceso a la documentación oficial de la época, como se puede constatar en otros apartados de los Apuntamientos rela-cionados con asuntos de límites fronterizos con Ecuador. Quizás Arteaga omitió el documento para defender la posición oficial que favorecía a los colonos de Cumbal. Un fragmento más extenso muestra la intención política de Arteaga:

Respetando una mejor opinión, nos parece que la disputa entre blancos e indios, cuanto al Llano de Cumbal, consiste en la confusión que han formado tinterillos y abogados, no distinguiendo bien la palabra “Resguardos” con la de “comuni-dades”. En efecto las ordenanzas de 1593, […] claramente distinguen los “Res-guardos” de las “Comunidades”: aquellos son una porción de terreno repartible y adjudicable por los cabildos; mientras que las comunidades son de uso común, pero no repartibles por los cabildos: por eso se definen los ejidos o comunidades “terreno común de los vecinos de un pueblo, para que sirva de pastaje a animales

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de todos los habitantes del mismo pueblo” […] He aquí la disposición literalmen-te copiada de su original manuscrito: “adjudicando a los dichos indios y repar-tiéndoles las tierras útiles y necesarias para sus labranzas y cría de ganados (que son los resguardos), y señalándoles aparte su comunidad”.

El mismo amparo que en 13 de enero de 1834 dio el gobernador de Tuquerres a los indios de Cumbal dice textualmente: “que este terreno en toda su llanura no fue adjudicado a los indígenas de Carlosama sino a los de este pueblo de Cum-bal para que les sirva de pasto común de sus bienes”: donde no se reconoce al Llano como resguardo, sino como comunidad, diferenciando implícitamente lo que cada palabra significa. […] En consecuencia nos permitimos opinar modes-tamente que el Llano de Piedras o Consuelo es Ejido y comunidad, no resguardo; que nunca deben ceder ni blancos ni indios para que se divida o cierre con adju-dicaciones de resguardos. (Arteaga 1910, 80-82)

Arteaga se anticipa a los reclamos indígenas de la tierra, argumentando como abogado, no como historiador, mediante una interpretación exegética de la palabra común, cuando al citar el amparo de 1834 –según el cual “este terreno en toda su llanura no fue adjudicado a los indígenas de Carlosama sino a los de este pueblo de Cumbal para que les sirva de pasto común de sus bienes”– troca el sujeto del documento original, el indígena de Cumbal, por un sujeto colectivo: la comunidad de blancos e indios.

Una reedición de la postura de Arteaga se encuentra en Guerrero Vinueza11 (1998), quien al referirse al temblor ocurrido en 1923 en Cumbal sostiene: “El Re-verendo Padre Gonzalo Naspucil, coadjutor de la parroquia, ante la desolación y destrucción de las viviendas ordenó abandonar las ruinas y sugirió a la población se trasladara a una llanura denominada llano de Piedras o del Consuelo […] Aquí, so-bre la humedad y los promontorios de piedra, los damnificados comenzaron a levan-tar unas cuantas chozas” (Guerrero Vinueza 1998, 146). Las palabras de Guerrero Vinueza hacen eco de lo que tres décadas antes Joaquín Guerrero Salazar12 escribía en otro texto de historia sobre Cumbal y el terremoto ocurrido en 1923: “En este llano, permanecimos no menos de dos años y meses, en condiciones de nómadas sin cielo y sin tierra fija, unos en casuchas de chaclas, otros tirados al aire libre, otros en las zanjas y los más debajo de miserables toldas, comidas por el viento y goterosas… y lo que era peor sin templo donde quebrar la angustia y la rodilla por la tremenda tragedia y la funesta hecatombe” (citado por Guerrero Vinueza 1998, 3). De esa ma-nera, el Llano de Piedras es descrito por los Guerrero como un lugar deshabitado y

11 Gerardo León Guerrero Vinueza, licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad de Nariño y Doctor en Historia de la Universidad Complutense de Madrid, miembro de la ANH y profesor titular de la Universi-dad de Nariño.

12 Joaquín Guerrero Salazar fue alcalde de Cumbal, y de niño vivó el terremoto de 1923, donde perdieron la vida su madre y tres de sus hermanos. Se casó con Isolina Vinueza Bolaños, matrimonio del cual nació Gerardo León Guerrero Vinueza. Los Guerrero han sido una familia de tradición de políticos e intelectua-les que poseían grandes extensiones de tierra en Cumbal; buen parte de ellas hoy hacen parte del territorio del resguardo.

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por ende legítima su ocupación, con mayor razón ante una “hecatombe” como la provocada por el temblor de 1923.

Guerrero Salazar no acude al archivo, pero sí a la veracidad de la vivencia pro-pia. Las fuentes objetivas de la historia buscan legitimar de diferentes maneras el relato de lo sucedido, una forma de veracidad que naturaliza las narraciones de los hechos con los cuales se sostiene una política de la memoria. Pero la controversia so-bre el Llano no siempre ha sido objeto de atención para la literatura, como se puede ver en el siguiente apartado.

Historias conflictivas silenciadasSolarte, Cifuentes y Delgado (1999)13 se concentran en lo que a su juicio son los hechos más significativos en la conformación del pueblo de los Pastos; comenzando por la “época primitiva” 700 años a. C., presentan datos sobre agricultura, comercio, costumbres, gastronomía, entre otros; culminan con la descripción de los cuatro municipios de mayor relevancia para la historia de los Pastos: Guaitarilla, Ospina, Imues y Sapuyes. En el texto se alude marginalmente a Cumbal y se guarda silencio frente a episodios que el mismo pueblo de los Pastos (y no sólo de Cumbal) con-sidera trascendentales en su historia, como el temblor ocurrido en diciembre de 1923 (López 2011), el proceso de recuperación de tierras, la formación del partido político AISO (Autoridades Indígenas del Sur Occidente), del cual posteriormente se derivó AICO (Autoridades Indígenas de Colombia).

Solarte omite aspectos polémicos, situación distinta a la que refleja la historia oral:

[…] las comunidades indígenas en veces renegamos entre nosotros mismos, ya lo decían a rato que queriendo ser indígenas y no, acá bien sabemos que como indígenas que somos tenemos muchos derechos que hay que fortalecerlos, cul-tivarlos y cuidarlos a través de mingas de pensamiento, pero no esa división que existe acá, compañeros de esta vereda de Llano, decirles que debemos for-talecernos, no concentrarnos solamente en los dineros de transferencias, que yo mando el uno que yo mando el otro, más bien compartir eso y fortalecernos, vengamos de donde vengamos, al fin de cuentas todos somos indígenas, o si no queremos serlo hagámonos desconocer del Cabildo y perdamos los derechos que tenemos como indígenas, no llenemos el Cabildo para una constancia, para reclamar a mi hijo al cuartel, para la universidad, para todo. Sabemos perfec-tamente qué derechos tenemos como indígenas, bien saben que el gobierno nos viene rematando y nos quiere desaparecer como comunidades indígenas y quedamos como campesinos aquí, y ustedes deben de saber que los campesinos no tienen los mismos derechos que nosotros tenemos, y ponernos a renegar entre nosotros mismos y comenzarnos a dividir, eso fortalece al Gobierno, no nos fortalecemos a nosotros mismos. (Salomón Cuaical. Taller del Llano de Piedras, 23 de junio de 2011)

13 Arturo Solarte Córdoba, escritor y poeta, nació en Guaitarilla (Nariño) en 1941, hijo del propietario de una miscelánea de su pueblo natal, se licenció en Educación en la Universidad Mariana, en San Juan de Pasto.

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Las divisiones que producen hechos como las revueltas de Túquerres de finales del siglo XVIII, o la persistencia de las reivindicaciones indígenas por el territorio, aun causan disputas acerca de qué debe ser recordado sobre la historia del pueblo nariñense; sobre qué papel han desempeñado los indígenas del departamento en la configuración de su presente. Autores como Solarte y colaboradores eluden estas tensiones, pero en ocasiones éstas emergen en las reuniones públicas, en las inter-venciones y en los relatos de los mayores, como le sucede a don Fidencio Alpala14:

Tenemos que ser conscientes de que venimos dominados por un Gobierno que no le interesan las comunidades indígenas, ustedes han escuchado y ahora por la mañana habían salido que contentos que ahora el TLC si va a ser una realidad con los Estados Unidos, ¿entonces eso qué quiere decir? Que nosotros como co-munidades indígenas y minorías pues vamos a ser muy atropellados con esos tratados, que el Gobierno lo hace porque ellos quieren que la gente de ellos que son ricos pasen a millonarios y los millonarios pasen a multimillonarios, eso es lo que va a hacer ese tratado, y nosotros como somos pobres, pasemos a la mise-ria y a la indigencia, eso es lo que hay que tener en cuenta, porque el Gobierno quiere desaparecernos literalmente para que las comunidades indígenas ya no le pongamos zancadillas. Por ejemplo él está con el libre tratado, ellos quieren venir y adueñarse de los páramos porque saben que acá hay una potencia de líquido vital que es el agua, y ellos quieren adueñarse, por eso ahorita están denegando los títulos coloniales y están desapareciendo los cabildos, y es por eso, porque ellos quieren que cuando vengan a formar sus empresas multinacionales nadie les ponga obstáculos. (Fidencio Alpala. Llano de Piedras, junio de 2011)

Fidencio Alpala denuncia los efectos de la firma del TLC con las pugnas por el territorio y los recursos que en él se encuentran, articulando lo global con las políticas locales. Desde 2009 se discutía entre algunas comunidades la decisión del Incoder de desconocer los resguardos de origen colonial (Oficio 2400 de 2009 Incoder). Más tarde, la Circular 5060 expedida por el IGAC, determinó que sólo inscribiría en su base de datos a los resguardos legalmente constituidos por el Incoder. Esto prendió las alarmas entre los Pastos, pues se avecinaba una revisión de los títulos de resguardo en Cumbal que cuestionaría su legalidad. De esta manera lo advertían algunos miembros de la comunidad:

El tema que vamos a tratar es el de territorio. En las dinámicas de las activida-des diarias parece que nada sucede, pero los gobiernos a través de sus políticas están direccionando acciones, y quizás graves y drásticas contra los pueblos indígenas, entre otros casos, por ejemplo en el 2009 sale una circular a partir de una pregunta de que si existe o no resguardos legalmente constituidos durante el período colonial y republicano, entonces de que no, que no existen y que no había una cuestión de legalidad y que por tanto al parecer dicen que de pronto pueden existir algunos en el Cauca, en Nariño y en el Putumayo, entonces en algunos departamentos, sobre todo en Caldas, han habido resguardos que por

14 Fidencio Alpala era miembro del Consejo Mayor en 2011; se ha destacado por ser una activo líder de los Pastos desde los años ochenta, cuando participó en el proceso de recuperación de tierras.

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esa situación ya les cortaron las transferencias, porque dijeron que son ilegales, entonces se les corta las transferencias; ése es el primer efecto, pero no es tanto ése finalmente el efecto más grave, sería de que si no existe el territorio no exis-te un resguardo legal, pues tampoco podrían existir las autoridades, entonces imagínense la consecuencia. Lo siguiente es que sacan un decreto para inicio de 2010; ese decreto da un ultimátum: hagan un saneamiento, hagan una legaliza-ción, o sea, está diciendo: ustedes donde viven, lo que ustedes tienen, es ilegal, entonces legalicen y tienen hasta el 31 de diciembre de ese año. (Luis Alpala, Llano de Piedras, junio de 2011)

Luis Alpala es un joven líder de los Pastos con formación universitaria. Él, como otros de sus contemporáneos, ha retomado la tradición oral, a través de la cual, como en este caso, busca movilizar la comunidad ante acciones que amenazan su seguridad. Como sucedía en las asambleas de los años setenta que llevaron a la recuperación del territorio, en estas reuniones se consolidan procesos organizativos mediante la historia oral. La organización política de los Pastos está fuertemente ligada a la oralidad, la cual es un espacio de la cultura andina donde se construye la memoria histórica y, como argumenta Silvia Rivera (1987), donde es posible re-cuperar el pasado en cuanto fundamento de una identidad cultural y política india propicia para comprender el espíritu dinámico que alienta a estos pueblos.

Historias con acento económicoChamorro y Erazo15 (1982) sostienen que las causas del levantamiento de los Pastos de finales del siglo XVIII y principios del XIX son fundamentalmente de tipo econó-mico. Plantean las autoras:

Analizando así este fenómeno […] podría pensarse que el régimen tributario y las formas de comportamiento individuales por parte de corregidores como en el caso de la provincia Francisco Rodríguez Clavijo en: Atropellador, déspota, abusador, etc. etc., fue la causa única que provocó el levantamiento, pero este sistema está dentro del régimen colonialista imperante y en crisis, obedeciendo a su extructura (sic) fiscal y económica; por eso no puede sólo atribuirse los levan-tamientos a causas tan inmediatas, sino que es expresión del descontento general como el avance de las condiciones revolucionarias en el mundo, el desarrollo de la conciencia de pueblos indígenas y clases explotadas y oprimidas. (Chamorro y Erazo 1982, 52)

En el texto sobresale el sesgo economicista como una forma de explicación me-cánica, en la cual las personas están en una inevitable sujeción al conflicto producido por las contradicciones de clase. Desde esta perspectiva, las luchas por la identidad y la autonomía política se subordinan al modelo económico.

15 Doramaría Chamorro Chamorro y Mirian Erazo, licenciadas e historiadoras, miembros de la Academia Nariñense de Historia. La más destacada de ellas fue Doramaría, a quien tras su fallecimiento, en 2009, la Alcaldía de Pasto, mediante Decreto 0849 de 12 de diciembre de 2009, le rindió homenaje póstumo como investigadora y docente.

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Algo semejante ocurría en los primeros trabajos de Lydia Muñoz16 (1982). Se-gún la autora, desde 1587 se presentaron diversos actos de protesta protagonizados por los Pastos; a su juicio, casi todos ellos asociados a la imposición de gravámenes, de lo cual también serían ejemplos los levantamientos ocurridos en 1778, 1781 y 1800. Para Muñoz (1982, 30), “estas experiencias populares servirían en cierta ma-nera de fermento a la Insurrección más acabada de la provincia: la de los indios guáitaros y tuquerres de 1800”.

En el centro del debate se encuentran los problemas tributarios que debían enfrentar los Pastos ante los desmanes cometidos por el corregidor Clavijo. Afirma Muñoz (1982, 41):

Generalizando la situación, tenemos que la provincia de los Pastos, presentaba en aquel tiempo, un determinado […] polo de desarrollo, ubicado en la zona Noroccidental, el mismo que se caracteriza por su mayor producción agrícola y ganadera […] Con este repaso de la situación sociopolítica y económica de la provincia de los Pastos, durante el siglo 18 […] se ha logrado evidenciar las ver-daderas causas estructurales de la insurrección de 1800.

Los levantamientos indígenas respondían entonces a motivaciones socioeconómi-cas, lo que omitía la pregunta por las confrontaciones culturales o identitarias. Los Pastos quedan sujetos a la condición de explotados por el régimen colonial, del que pueden emanciparse mediante la toma de conciencia de clase. Concluye Muñoz (1982, 66):

En la Provincia de los Pastos quedaría su ejemplo patriótico y comunero, frente a aquellos que equivocados optarían por la causa perdida del realismo. Fue la última insurgencia Indígena Anticolonial, ya que después serían los criollos los que presidirían la lucha definitiva. Mientras los indígenas resurgirían de vez en cuando librando sólo “batallas de papel”, en defensa ahora de su tierra.

Muñoz consideraba que las luchas simbólicas y materiales por la tierra libradas por los Pastos contra la República eran acciones inocuas frente a las luchas libradas por los criollos, a su juicio acertadas, al juzgar de “equivocadas” las de los realistas.

Otra versión a propósito de lo ocurrido a finales del siglo XVIII e inicios del XIX emerge en la historia oral cuando se narra lo ocurrido durante la conformación de la República:

En 1800, empieza a haber frente a toda esta arremetida, ya estamos llegando a inicios de lo que es la imposición de los estados república y de lo que hasta hoy nos gobierna en ese estilo de republicanismo, y entonces ahí viene ya consoli-dándose un movimiento, porque a pesar de los amparos posesorios, a pesar de que existe la real provisión, las reales cédulas, hasta ahí habían como tres tipos de documentos protectores, pero nada, seguían aquí, y los que encabezaban eran

16 Lydia Inés Muñoz Cordero es licenciada en Ciencias Sociales de la Universidad de Nariño, Miembro de Número de la Academia Nariñense de Historia y de la ACH; es educadora y autora de obras de investi-gación histórica. Ha dedicado los últimos años a la investigación sobre la historia de las mujeres de Nariño.

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los curas, y entonces viene el movimiento de los comuneros del sur, liderados con Agualongo, y deciden matar a los hermanos Clavijo que eran los que por-que dijeron “que ahora no paguen este porcentaje, que ahora van a pagar más”, el movimiento comuneros del sur liderados por Agualongo decidieron matar a los curas, porque era demasiado la cuestión de imposición, ¿se imagina, cómo no sería la humillación para decidir matarlos?... [silencio prolongado] hoy pues sería una cosa terrible atreverse a gritarle o a contestarle a un cura ¿no?, digamos nuestra mentalidad de evangelización hoy es todavía mucho más fuerte tal vez porque nadie se atreve ni siquiera a armarle un debate al cura [algunos partici-pantes dejan escapar una sonrisa casi imperceptible], palabra absoluta desde el púlpito ¡y todos en silencio! [Silencio prolongado] 1820, ya aparece el primer de-creto. Dijo, bueno, si el Rey no pudo, entonces ahora yo soy el presidente, y dicta un decreto mediante el cual dice que éstas son tierras de resguardo, pero ¿qué era el fin de Simón Bolívar en ese momento? El fin en sí mismo es que ya se había instaurado los Estados república, entonces dijeron: del Carchi para allá es Ecua-dor y del Carchi para acá es Colombia, esto gobierno yo, y eso de allá gobierna usted, […] gobierno territorio y gobierno indígenas, es decir, someter un terri-torio a nombre mío, y los indios sometidos a las órdenes mías, y de ahí para allá otro-pues-que-mande, eso era lo que prácticamente hicieron, darle el inicio a lo que es la propiedad privada, que posteriormente hablaremos sobre las escrituras. Realmente no fue, no fue lo que dice el Libertador, ¿sí? ¡El grito de la libertad!, todo lo relacionaba con la supuesta libertad, pero la libertad concebida desde una concepción del mercado, concebido desde la libertad del mercado, pero no desde una libertad realmente del pensamiento, de una cultura. (Intervención de Luis Alpala. Taller realizado en la vereda de Boyera, 16 de junio de 2011)

El relato se encuentra pleno de elementos narrativos para analizar. Aquí la es-tructura narrativa cambia, al ser corta (1800 a 1830 aproximadamente), cronológica-mente ordenada, diferente a los saltos intempestivos de una época a otra, las regresio-nes y la intención de cubrir largos períodos, como se podía observar en los relatos de los narradores mayores. La intención del narrador es discutir en el mismo campo, con las mismas reglas de la historiografía tradicional, una interpretación distinta de hechos y personajes concretos en la historia de los Pastos. Este recurso muestra la manera como algunos narradores pastos emplean las mismas reglas de la historia oficial (es-trategia semejante a la que emplearon en la recuperación de las tierras) para disputar el relato y ocupar a través de él un lugar en la historia diferente al otorgado en parte de la literatura. El uso de las reglas del lenguaje foráneo se observa en la estructura misma del relato, de forma tal que el narrador mantiene las tradiciones orales, generando un discurso rico en elementos retóricos y de profundos contenidos simbólicos. Como él, muchos jóvenes del pueblo de los Pastos, algunos de ellos vinculados con la Asocia-ción Shaquiñan, liderada por Efrén Tarapués, han combinado los saberes académicos con las formas de producción de conocimiento propias de su pueblo.

Otro elemento destacable es la manera como en la tradición oral de los Pastos, las revueltas de inicios del siglo XIX en Nariño se sujetan a una interpretación teleológica no fragmentada; los levantamientos, en la historia oral, no tienen un carácter exclusi-

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vamente económico, político o cultural, independientes uno del otro; diversos motivos se congregan en su accionar. El relato construye un pasado en el cual las imposiciones económicas a través de gravámenes ocurrían simultáneamente con las manifestacio-nes de dominación religiosa. El silencio, la pausa prolongada que hace el narrador luego de preguntar a sus contertulios “¿se imagina, cómo no sería la humillación para decidir matarlos?” deja ver el sentimiento ambivalente de un pueblo católico pero consciente del papel que esa institución tuvo en la colonización. El relato señala los cuestionamientos políticos neurálgicos respecto a la conformación de los Estados-na-ción, entre otros: la separación arbitraria de territorios mediante fronteras nacionales impensables para el pueblo de los Pastos. La creación de unas repúblicas sometidas a la dominación de los patricios-criollos-centralistas terminó por ser una experiencia tan excluyente como el imperio colonial. Los Pastos advirtieron con agudeza la conti-nuidad entre el orden colonial y el Estado-nación, una forma de “republicanismo” en el que ellos no tendrían cabida.

Por último, es evidente la crítica emergente en el relato cuando se vincula el efec-to de la fragmentación del territorio sobre el régimen de propiedad privada y la confi-guración de una idea de libertad dependiente del mercado. El estriamiento de la tierra y la configuración de una libertad dependiente del mercado son elementos que la his-toria oral de los Pastos consigue revelar en la voz de sus narradores. A través del relato se cuestionan la democracia liberal, la conformación de un Estado independiente y respetuoso del derecho de propiedad privada y celoso de sus fronteras.

El giro hacia la historia míticaLa historia construida en los relatos de los Pastos también dialoga con la de algunos académicos. La postura de Lydia Muñoz, quien atrás analizaba un texto de princi-pios de la década de los ochenta, da un giro hacia el reconocimiento del carácter cultural e identitario tras las revueltas de los Pastos. Muñoz (2004 y 2011) enfatiza el papel de la mujer en las revueltas de principios del siglo XIX y las correspondientes identidades de género que ellas reivindicaban. En una perspectiva aledaña al análisis cultural, Muñoz (2012) explora el papel del mito en la conformación de la historia y la cosmovisión de los Pastos.

Los giros interpretativos en el trabajo de Lydia Muñoz dan cuenta de un fenó-meno ocurrido durante las últimas décadas: la enorme influencia que han ejercido las luchas políticas y sociales de los movimientos indígenas sobre las reflexiones aca-démicas, muchas de las cuales han acompañado los procesos de organización social. El compromiso de académicos como Lydia Muñoz, Dumer Mamián, Tulio Rojas, y tantos otros, solidarios con los movimientos indígenas en los departamentos de Cauca y Nariño, les ha permitido a su vez plasmar la emergencia de otras categorías de aná-lisis distintas a las basadas en diferencias de clase. Sus trabajos han registrado los pro-cesos organizativos de los pueblos, pero también han cuestionado los “progresos” de

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los movimientos indígenas. Para Mamián17 (2004), el reconocimiento constitucional promovido luego de la reforma de 1991, sólo configura otra de las densas capas que contribuyen al desconocimiento al que han estado sometidos los Pastos:

Con todo esto, digo, pareciera que el extrañamiento o el desconocimiento hubie-ra cambiado. Sin embargo, me temo que persiste su desconocimiento obnubila-dos con el supuesto reconocimiento. Los pastos son hoy una presencia falsa y la acción sobre ellos una acción sobre lo falso. O son diez años, para satisfacción del progreso y el desarrollo, de desintegración indígena e integración al común desecho que abruma la vida. (Mamián 2004, 17)

En un análisis que toma elementos de las tradiciones orales, Mamián encuen-tra que el movimiento pendular entre el reconocimiento y el desconocimiento de los pueblos, también se advierte en el mito de las perdices y en el del Chispas y el Guangas, caracterizados por la contradicción y variabilidad permanentes. La situación actual de los Pastos se ubica en una compleja temporalidad, que, según sus mitos, se trata de un periodo de carencia, pues la riqueza se fue del otro lado. Señala Mamián (1996, 29):

Desde un aspecto en la perspectiva histórica, ideológica y política este turno de los poderes, los espacios y los tiempos, ésta, su inversión o desplazamiento, los relacionan en la memoria comunera con la dominación de los blancos, a quienes les correspondía dominar el mundo–espacio–tiempo–poder de arriba, mientras que a los indígenas les tocó internarse o enterrarse con todo el mundo de abajo. (Cursivas en el texto original)

Sin embargo, se trataría de un momento transitorio, pues según el mito, la misma alternancia hará que nuevamente el poder, la carencia y todo lo demás se inviertan, en lo que coincide Efrén Tarapués18 (2012, 71-72), como muchos otros narradores de los Pastos:

El mito de las dos perdices poderosas, mujeres aves que simbolizan el origen ge-nésico del pueblo de los Pastos, está en un territorio, dice el mito que las perdices,

17 Dumer Reinaldo Mamián Guzmán es profesor de la Universidad de Nariño; se formó en Filosofía en esa misma Universidad y posteriormente realizó maestría y doctorado en Historia. Además de su carrera académica se ha caracterizado por su activismo junto al movimiento indígena de Nariño, haciendo parte de los Solidarios, grupo de intelectuales que durante los años ochenta, silenciosa pero eficazmente, acom-pañaron las luchas por la recuperación del territorio.

18 Efrén Tarapués es quizás uno de los líderes más reconocidos del pueblo de los Pastos. Participó en los procesos de recuperación de tierras durante los años setenta y ochenta, fue gobernador del Cabildo de Cumbal, senador de la República por AICO (2002-2006), y actualmente lidera la Asociación de Cabildos y/o Autoridades Indígenas del Nudo de los Pastos “Shaquiñan”. A través de la Asociación se han recupera-do saberes sobre semillas nativas, derecho mayor, educación y medicina propias, entre otros. Shaquiñan ha sostenido algunas pugnas con la Escuela de Derecho Laureano Inampues, entre cuyos líderes está el actual representante a la Cámara Germán Carlosama, quien en la legislatura 2010-2014 fue senador por AICO, pero insistió en conservar su condición de congresista, contrariando la regla de la alternancia de poder que habían mantenido Efrén Tarapués y su sucesor en el Senado, Ramiro Estacio (2006-2010).

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bailando, bailando, fueron fundando los pueblos, dejando a los de arriba y a los de abajo, por eso hay hasta ahora hay parcialidades de arriba y parcialidades de abajo, y así quedó ordenado el mundo, aparecieron los volcanes, surgieron las lagunas, aparecieron las semillas, pero la tula, dice el mito, que es una espiral en Panán, por allí salieron dicen los hombres: los chingusos y chingusas, algo sarcos como yo, entonces apareció el hombre, pobló las tierras, vinieron desde arriba o vinieron desde abajo, de adentro o de afuera, cuando dice así el mito allí aparece el símbolo de un cuadrado […]

El mito del origen entonces cuando habla el territorio, cómo se formó de lo que estuvo adentro quedó para afuera y que volverá a estar, entonces algunos tienen susto porque otra vez volverá a cambiarse.

La rotación del gobierno del Cabildo entre las secciones o veredas de Cumbal es una manera en la que el mito se materializa. Las varas de mando deben rotar entre las veredas comenzando por Guan hasta que todas hayan ejercido el gobier-no; finalizado el ciclo comenzará una vez más la rotación. Esta manera de ejercer rotativamente el poder es para los Pastos una ley por seguir en todas las manifesta-ciones posibles del gobierno. Adicionalmente, al mantener la rotación del poder en un sistema basado en la ley tradicional, el mito y la historia oral, los Pastos buscan el equilibrio territorial e institucional, aunque esto no siempre se alcanza.

Como ocurre con la oralidad, el mito desafía y cuestiona la temporalidad y las formas de conocer, al tiempo que pone en entredicho aquello que conocemos como la “realidad” de los hechos que ocurrieron en el pasado, apelando a la creatividad y al constante juego de interpretaciones y contradicciones en las cuales se tejen la cotidianidad y las estrategias políticas. Como señala Archila (2005) refiriéndose a la propuesta de Silvia Rivera (1987) a propósito del valor de los mitos en la construc-ción de una historia propia: “Lo que interesa reconstruir no es tanto lo que ocurrió cuanto las percepciones que tienen las comunidades de lo sucedido. Por ello se pres-ta atención a los mitos, fundamentales en el pensamiento indígena –y en general en toda narrativa épica” (Archila 2005, 303).

En la recreación del mito encontramos una forma de posicionamiento que trasciende el sentido prescriptivo de la ley, para aproximarse a una justicia dinámi-ca y ambigua. Se trata entonces del mito como una clase de justicia dinámica, por cuanto el mito puede ser objeto de nuevas interpretaciones a partir de las prácticas cotidianas. De esa manera, el mito se integra a las expresiones de historia oral para desafiar la imposición de una identidad nacional homogénea.

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“Machos y brujas en la Patagonia”. Trabajo, masculinidad y espacio de la reproducción*

Hernán M. Palermo**CEIL-CONICET, Universidad de Buenos Aires, Universidad Nacional Arturo Jauretche, Argentina

doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda25.2016.05Artículo recibido: 17 de julio de 2015; aceptado: 16 de enero de 2016; modificado: 3 de febrero de 2016

Resumen: El título “Machos y brujas en la Patagonia” expresa el nudo central de este artículo, en su intento por problematizar procesos sociales tensiona-dos por relaciones de clase y género. “Machos” remite a la construcción de un sujeto petrolero acorde a la disciplina fabril impuesta por el proceso produc-tivo; la noción de “brujas”, por su parte, retoma metafóricamente la caza de brujas de los siglos XVI, XVII y XVIII, proceso que significó el confinamiento de la mujer en el espacio doméstico y su rol reproductivo de la fuerza de tra-bajo. En tal sentido, nos interesa analizar en Comodoro Rivadavia, ciudad de la Patagonia argentina, la articulación entre el proceso de trabajo petrolero y las experiencias obreras fuera del trabajo. Dado que las masculinidades y las feminidades son posiciones relacionales de género, analizaremos el rol del hombre y la mujer en articulación con la organización del trabajo.

Palabras clave: Trabajo (Thesaurus); masculinidad, espacio de la reproduc-ción, disciplina fabril (palabras clave del autor).

* Una versión preliminar de este trabajo fue presentada en la mesa “Imágenes y palabras que interpelan las construcciones de género”, coordinada por Edda Lía Crespo y LizelTornay en las XII Jornadas de Historia de las Mujeres/VII Congreso Iberoamericano de Estudios de Género. Asimismo, agradezco a Cynthia Rivero las lecturas oportunas de este texto, las cuales contribuyeron a mejorar y profundizar las ideas presentes en el mismo. Esta investigación contó con financiación de CONICET, Argentina.

** Doctor en Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires. Entre sus últimas publicaciones están: “‘Machos que se la bancan’: Masculinidad y disciplina fabril en la industria petrolera argentina”. Desacato 47. “Hegemonía empresaria en el ‘esplendor’ y ‘ocaso’ de YPF. El caso de la petrolera argentina”. Iluminuras 13 (30): 65-84. *[email protected]

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“Machos and Witches in Patagonia”. Work, Masculinity and Reproduction Space

Abstract: The title “Machos and Witches in Patagonia” illustrates the core debate of this article and attempts to problematize the processes emphasized by social class and gender relations. “Machos” refers to the social construc-tion of the oil worker as imposed by the production system. Meanwhile, “wit-ches” refers to the witch-hunts of the sixteenth, seventeenth and eighteenth centuries, and the practice in which women were confined to the domestic sphere and their reproductive role of the workforce. Therefore, we want to analyze the link between the production process of the oil workforce inside the production system and outside of their work experiences in Comodoro Rivadavia, Argentinian Patagonia. Given that masculinity and femininity are relational gender positions, we will discuss the role of men and women in the organization of work, as a whole.

Keywords: Work (Thesaurus); masculinity, reproductive space, manufactu-ring discipline (author´s keywords)

“Machos e bruxas na Patagônia”. Trabalho, masculinidade e espaço da reprodução

Resumo: O presente título expressa o nó central deste artigo, na sua tentativa de problematizar processos sociais tensionados por relações de classe e gêne-ro. “Machos” remete à construção de um sujeito petroleiro em concordância com a disciplina fabril imposta pelo processo produtivo; a noção de “bru-xas”, por sua vez, retoma metaforicamente a caça às bruxas dos séculos XVI, XVII e XVIII, processo que significou o confinamento da mulher no espaço doméstico e seu papel reprodutivo da força de trabalho. Nesse sentido, inte-ressa-nos analisar em Comodoro Rivadavia, cidade da Patagônia argentina, a articulação entre o processo de trabalho petroleiro e as experiências operárias fora do trabalho. Tendo em visa que as masculinidades e as feminilidades são posições relacionais de gênero, analisaremos o papel do homem e da mulher em articulação com a organização do trabalho.

Palavras-chave: Trabalho, masculinidade (Thesaurus); espaço da repro-dução, disciplina fabril (palabras-chave do autor).

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[…] el género no debería ser considerado una realidad puramente cultural sino que debería ser tratado como una especificación de las relaciones de clase.

(Federici 2014, 27)

La industria petrolera se caracteriza por ser un ámbito exclusivo de hombres. Nos referimos al trabajo que se realiza en los lugares de ex-tracción del crudo, que, en Comodoro Rivadavia, suelen hallarse en los cerros, a una importante distancia del centro de la ciudad. En estos espacios laborales se valoran modos y expresiones asociados con cierta

manufactura de la masculinidad, que terminan por abonar a una determinada disciplina fabril. Es más, podemos afirmar que las demostraciones de hombría, competencias de fortalezas, “rituales de iniciación” o “actos bautismales” –bromas pesadas para los más jóvenes o para los que recién se inician en el trabajo–, etcéte-ra, son prácticas frecuentes entre compañeros. Algunas de estas bromas recorren una línea muy delgada entre la picardía colectiva y la violencia, y muchas veces se encuentran cargadas de connotaciones sexuales.

El espacio del trabajo no es solamente la estructura principal de las relaciones de clase, sino también un ámbito crucial para analizar las relaciones de género en las sociedades modernas. Género y clase, o clase y género, tal como queda expresa-do en el epígrafe con el que comenzamos el presente texto, constituyen un tándem imprescindible para entender las relaciones de poder de la sociedad en general y, en particular, de los ámbitos laborales. En Calibán y la bruja, Federici (2014) argumen-ta que la devaluación del trabajo reproductivo femenino en la sociedad capitalista inevitablemente devaluó su producto: la fuerza de trabajo. Las relaciones entre clase y género se conforman y entraman desde la misma acumulación originaria, confi-gurando roles, sentidos y experiencias para hombres y mujeres en relación con la valorización del capital.

El título “Machos y brujas en la Patagonia” expresa el nudo central por el que transitará este artículo, en su intento por problematizar y develar procesos sociales tensionados por relaciones de clase y género. “Machos” remite a la construcción de un sujeto petrolero acorde a la disciplina fabril impuesta por el proceso productivo; la noción de “brujas”, por su parte, retoma metafóricamente la caza de brujas de los siglos XVI, XVII y XVIII, proceso que significó –con el eufemismo de ser ado-radoras del Diablo–, el confinamiento de la mujer en el espacio doméstico y su rol reproductivo de la fuerza de trabajo. En tal sentido, el objetivo principal que guiará este artículo se relaciona con problematizar el espacio de la reproducción de los tra-bajadores, en particular la familia, como expresión de relaciones socio laborales que se entraman a partir de una división sexual del trabajo. Sobre la base de la división sexual del trabajo se cristalizan modos de vivir, de pensar y de sentir la vida de los/las trabajadores/as y de las familias que se entraman. Esta praxis, al decir de Karel

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Kosík1, nos remite a las prácticas por las cuales los sujetos se apropian de la realidad. Una realidad atravesada por relaciones de poder, las cuales dan forma y entidad a discursos públicos y discursos privados acerca de las experiencias de los petroleros y sus parejas/esposas.

De tal forma, se consolidan prácticas y valoraciones diferenciadas por género que dan sustento a tal división, modelando determinados tipos de familia, regulando el acceso y la administración de recursos, dosificando la función reproductora de la sexualidad, entre otros aspectos. Para abordar la familia como espacio de reproducción, es vital el lugar de la mujer, puesto que las mujeres realizan un trabajo fundamental en la reproducción de la fuerza de trabajo. Federici –de quien nos inspiramos para elaborar parte del título del artículo– replica que Marx no pudo analizar el rol de la mujer –o no quiso– en la reproducción social de la fuerza de trabajo, situando al mercado como el ámbito privilegiado de la recuperación tanto física como psíquica de los trabajadores. En la fuerza de trabajo, la capacidad de trabajar no brota de forma natural, sino que debe ser socialmente producida. Todos los días la mercancía fuerza de trabajo es consumida por el capital, y ésta regresa a la casa sin energía y en estado de agotamiento. Por ello es necesario reproducir esa energía para poder ser consumida al día siguiente. Marx ha situado al mercado como el ámbito de satisfacción y reproducción de esta fuerza. Es decir, los trabajadores toman su salario y con él compran los productos necesarios para la reproducción de su fuerza. Por consecuencia, la reproducción social de la mercancía fuerza de trabajo se completa, según Marx, en el circuito del mercado. Federici nos recuerda los debates dentro del feminismo durante la década del setenta y un aporte fundamental para comprender el concepto reproducción social. Éste adquiere un significado ampliado al incorporar la familia en el ciclo de la reproducción, y fundamentalmente el rol de la mujer. La reproducción social tiene una doble faceta: reproduce nuestras vidas, pero al mismo tiempo crea personas listas para ser explotadas por los procesos de producción.

En el marco de este planteo, y para abordar el estudio de la masculinidad en los petroleros, es imprescindible analizar procesos y relaciones por los cuales hombres y mujeres viven ligados al género. Entendemos la(s) masculinidad(es) como ordenamiento social e histórico a través del cual los hombres se comprometen en una posición de género y clase, generando efectos concretos en las prácticas, experiencias y representaciones acerca de lo masculino y lo femenino. Es preciso aclarar que las masculinidades y las feminidades son posiciones relacionales y relativas en concordancia con los contextos, lo que evidencia que las posiciones de género constituyen productos sociales y, como sostiene Segato (2010), no son monopolio de la división de los sexos.

1 Para Karel Kosík, el concepto filosófico de praxis es central, y constituye la principal articulación para abordar la actividad humana. Asimismo, la praxis, actividad ontológica del ser humano, expresa su capacidad transformadora de la sociedad. Es decir, los procesos de percibir, categorizar, significar y elaborar explicaciones acerca de nuestras prácticas insertas en una realidad concreta. Es en esa realidad donde se ejerce la actividad práctico-sensible (1967, 25).

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Las estrategias empresarias tendientes a controlar y disciplinar la fuerza de traba-jo también ponen en juego construcciones acerca de lo masculino y lo femenino. Y ya que dichas estrategias se articulan como un todo –dentro y fuera del espacio laboral2–, tales construcciones son cruciales en la organización del proceso productivo.

Por lo formulado hasta aquí, nos interesa analizar las condiciones propias del proceso de trabajo que repercuten en las experiencias obreras en el espacio de la reproducción. Cabe aclarar que estas experiencias están en relación directa con las de las mujeres que comparten sus vidas con los hombres. En la ciudad de Comodoro Rivadavia, además, estas experiencias de clase ponen en juego representaciones y prácticas acerca de la masculinidad, condicionadas y atravesadas por los intereses de la industria del petróleo. Las características de enclave que asume la ciudad –como tantas otras del sur de Argentina– configuran un territorio marcado por la industria extractiva desde su radical pertenencia material y simbólica. Dicho enclave da cuenta de una estructura económica subordinada al monopolio de la actividad productiva y, al mismo tiempo, de la articulación de los procesos sociales en torno a dicha actividad. De esta manera, es necesario referenciar dialécticamente condicio-nes materiales/objetivas con las condiciones socioculturales/simbólicas.

Para la elaboración de este texto, nos nutrimos del conjunto de estudios de lo que denominamos, en líneas generales, las Ciencias Sociales del Trabajo. No obstan-te, también nos enriquecieron los aportes de los Men´s studies, claves para entender que existen múltiples y variadas formas de masculinidad (Kimmel 1997). Las mane-ras de “hacerse hombre” son heterogéneas y se constituyen como fenómenos socia-les e históricos (Gilmore 1994; Laqueur 1994). En esta línea de investigación, Robert Connell (1987; 1995) es quien ha tenido una mayor pretensión analítica en los estu-dios de las masculinidades. Asegura que en todas las sociedades hay una concepción hegemónica de masculinidad que se sitúa como un modelo de referencia para los demás. Sin embargo, aclara, el hecho de que exista una determinada masculinidad hegemónica no significa que la sustenten los sectores dominantes –de hombres– de cada sociedad. Es más, muchas veces la masculinidad hegemónica es tan irrealizable que termina siendo una presión imposible de alcanzar, un deseo siempre insatis-fecho3. En palabras de Bourdieu –autor ineludible en este tema–, dicha presión no hace más que fomentar la fragilidad del hombre: “Todo contribuye así a hacer del ideal imposible de la virilidad el principio de una inmensa vulnerabilidad” (2012, 69). Estas premisas sobre la diversidad en las formas de “ser hombre” y la imposi-bilidad de hablar de masculinidad en sentido singular han impulsado importantes

2 La antropología del trabajo cuenta con importantes investigaciones que han develado la compleja rela-ción entre la esfera del trabajo y la esfera de la reproducción de los/as trabajadores/as. En tal sentido, se destacan autores –lecturas obligatorias a nuestro entender– que han puesto de relieve la importancia de problematizar esta articulación como vínculo orgánico de la tensa relación capital-trabajo (Leite Lopes 2011; Neiburg, 1988; Nash 2015; Ribeiro 2006; Rodríguez Sariego 1988).

3 Por ejemplo, la masculinidad hegemónica, según el autor, podría estar encarnada en películas o incluso en personajes de fantasía.

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aportes en Latinoamérica. Diversos estudios han afirmado que no sólo es necesario abordar las masculinidades desde una perspectiva de clase, sino también a partir de una relación generacional, de etnia y región para acceder a una comprensión par-ticular tanto histórica como social (Viveros Vigoya 2001; Fuller 1997; Bastos 1998; Fonseca 2003)4. Figueroa Perea (2005) realiza un aporte interesante para pensar la noción de masculinidad en las Fuerzas Armadas de América Latina. En su análisis da cuenta de cómo actúa el “mito del héroe” en los varones insertos en estas institu-ciones, siendo una forma de legitimidad dentro del grupo a partir de la exposición de situaciones de peligro, para luego conversar de aquellas experiencias riesgosas y haber sobrevivido a ellas. En contraposición a lo que podemos denominar “mascu-linidad heroica”, Guillermo Núñez Noriega nos alerta de la violencia que es posible generarse sobre aquellos hombres “considerados menos masculinos, afeminados o no suficientemente masculinos de acuerdo a los estándares sociales” (2007, 70).

Debemos considerar también que las masculinidades hegemónicas adquieren forma y entidad a partir de los requerimientos del capital y la consolidación de su-jetos trabajadores acordes a la disciplina fabril. Es decir, en las modalidades de con-tratación y uso de la fuerza de trabajo se ponen en valor actitudes que se ajustan a la idea del “buen trabajador”, favoreciendo así la afirmación de una masculinidad hegemónica (Connell 1995). En otro escrito analizamos esta estrecha relación entre masculinidad y disciplina fabril, que afianza lo que denominamos la configuración de un sujeto fabril-petrolero-masculino (Palermo 2015). En tal sentido, debemos te-ner en cuenta el rol de las empresas petroleras y sus estrategias hegemónicas en la configuración del sujeto trabajador “ideal” y en la manera en que se articula, en ese ideal, un modelo de masculinidad.

Para esta investigación hemos abordado el trabajo de campo en dos etapas: en la primera, realizamos entrevistas en profundidad, notas de campo y obser-vación participante en los lugares de trabajo de los petroleros. Para ello, hicimos trabajo de campo en los pozos ubicados en yacimientos cercanos a Comodoro Ri-vadavia. Esta primera etapa nos permitió, además de entrevistar in situ, observar el proceso de trabajo y las tramas de relaciones entre los trabajadores hombres. La segunda etapa consistió en la realización del trabajo de campo en las casas de los petroleros. Aquí nos interesaba prestar atención a la dinámica familiar, y sobre todo, analizar el desenvolvimiento de los trabajadores dentro de su espacio do-méstico, con todo lo que ello implica: la relación con las mujeres, la paternidad, la logística de la casa, etcétera.

4 Subrayamos en particular, el estudio de Mara Viveros Vigoya (2001) para el caso de las identidades masculinas en Quibdó (región rural y negra de Colombia) y Armenia (región urbana y mestiza de Colombia), y el de Norma Fuller (1997) para el caso de la clase media de Perú, ilustrada, intelectual y profesional. Ambas autoras –vale remarcar que son mujeres que estudian a varones– demuestran que la masculinidad es una categoría relacional que expresa un proceso histórico tanto colectivo como individual, que cuenta con un significado maleable y cambiante. Claramente, entre la masculinidad y la feminidad hay un tándem insoslayable.

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Las brujas de Comodoro RivadaviaAmplios sectores sociales de Comodoro Rivadavia, que a priori denominaremos sectores medios no vinculados directamente a la industria petrolera o jerárquicos del petróleo, producen y reproducen toda una serie de estigmatizaciones y represen-taciones acerca de cómo son los petroleros, en relatos de fácil acceso para cualquier sujeto ajeno a esa realidad patagónica. En sólo un día, un oído avezado es capaz de escuchar expresiones descalificantes como: “son arrogantes”, “negros”, “no saben comprar”, “son ordinarios”, “negros con plata”, “brutos”, “son grasas”, “no saben ni ha-blar”, entre otras. Con sus matices, esto se reitera en entrevistas, charlas informales, medios de comunicación, intercambios vía redes sociales (aquí más violentamente, dados el anonimato y la impunidad que habilitan), etcétera5.La diferencia entre el sa-lario de los trabajadores del oro negro y el del resto de la comunidad parece ser uno de los puntos de tensión6. Los sentidos encerrados en cada uno de estos prejuicios estereotipados han sido analizados como parte de una estructura de relaciones his-tóricas en la ciudad petrolera (Palermo 2014) y también como un “desacople entre capital económico y capital cultural” (Barrionuevo 2013). El sentido común que se cristaliza sobre los trabajadores petroleros contribuye a un imaginario grotesco de “macho” fanfarrón como consecuencia de su salario.

En esta sociedad dividida en dos, las mujeres que viven con los petroleros son sometidas a un plus de violencia que combina tensiones de clase y género. Acerca de ellas se entretejen múltiples estigmatizaciones, que van desde cuestiones estéticas a valoraciones morales. Natalia Barrionuevo (2013) ha indagado sobre este proceso de estigmatización de las mujeres que viven con los petroleros y rea-lizó una sistematización de las categorías “nativas” –en términos antropológicos– en Comodoro Rivadavia, y que también fueron recurrentes en nuestras propias entrevistas. Entre ellas, agrupa un conjunto que apunta a la desvalorización es-tética de las mujeres: son “feas”, “teñidas de rubias” (rubias de mentiras, casadas con negros), “usan pantalones ajustados”, “las uñas siempre las tienen impecables” (sinónimo de que no hacen nada en sus casas), “viven en las peluquerías”, “están tuneadas” (en referencia al tuning de los autos), etcétera. Entre los cuestionamien-tos morales, se comenta que son “infieles”, que “gastan la plata de los hombres”, “son interesadas”, “mantenidas”, “cazadoras de petroleros”, “malas madres”, etcé-tera. Así como se consolida el estereotipo social de “botineras” (mujeres que bus-can futbolistas), se dice de estas mujeres que son “petroleras”. Estas valoraciones negativas están tan extendidas en Comodoro Rivadavia que terminan por formar

5 El prejuicio naturaliza la relación entre grupos (en este caso, entre aquellos que están vinculados con la industria petrolera y aquellos que no lo están o son jerárquicos). Es importante decir que el prejuicio comprende a la totalidad de los colectivos en cuestión. Si bien puede dar pie a una situación concreta de discriminación entre dos personas particulares en una situación puntual, surge en tanto la persona es miembro de un colectivo, no por sí misma. Por lo tanto, no se da entre individuos.

6 El salario de un petrolero puede rondar los 30.000 o 40.000 pesos, lo que le permite un acceso al consumo alto, en comparación con lo que habilita el salario promedio de la ciudad.

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parte también de la mirada de sus parejas varones y de otras mujeres que viven con petroleros7. En la siguiente entrevista damos cuenta de esa mirada estigmatizante:

Yo tenía en mi casa trabajando como doméstica a una chica joven, soltera. Siem-pre estaba loca por conocer un petrolero. Cuando lo encontró me empezó a faltar sistemáticamente. Claro, ya no necesitaba la plata. Se la pasaba todo el tiempo en la peluquería. Tenías que verla, venía con la uñas pintadas... ya no le interesaba el trabajo. (Comerciante de Comodoro Rivadavia. Entrevista realizada en 2013)

Igual que las brujas en los siglos XVI-XVIII, las mujeres son pensadas como encantadoras de hombres petroleros, con el poder de hechizarlos mediante ardides para sacarles sus preciados salarios. Estas estigmatizaciones abonan a la consolida-ción de una imagen ambivalente de masculinidad entre la idea dominador/domina-do: los varones son, por un lado, “machos con plata” que en el espacio público hacen ostentación de su posición económica; y al mismo tiempo, dentro de sus casas, su poder se desvanece, y se convierten en víctimas de las mujeres.

Estas representaciones, que parecerían contradictorias acerca de las mujeres y los hombres petroleros, conviven y abonan a modelos de feminidad que dan cuenta de cuál es la “esposa ideal”, “casta” y “obediente al mandato masculino”, pero sobre todas las cosas, “ahorrativa” y “ocupada en sus tareas domésticas”. Un modelo de fe-minidad que, con sus matices, si bien se encuentra bastante extendido en la sociedad moderna –aunque cada vez más cuestionado–, adquiere mayor contundencia en una dinámica familiar condicionada por el proceso de trabajo petrolero. Y un modelo de masculinidad que fortalece la división sexual del trabajo, siendo que el hombre se fortalece en el espacio de la producción y se debilita en la esfera doméstica.

La jornada de trabajo tiene varias particularidades que repercuten en la dinámica familiar. Los turnos son de dos tipos: los de doce horas diarias sin permanencia en el lugar y aquellos con permanencia en los equipos. Estos últimos suelen ser de “14x14”, es decir, se trabaja durante catorce días sin interrupción (en turnos de doce horas, aunque en la realidad son de continuo, dado el proceso de trabajo) y luego hay catorce días de descanso. La permanencia también puede ser en turnos de “21x21” (veintiún días de trabajo y veintiún días de descanso). Quienes no hacen permanencia (van y vienen todos los días) suman una jornada laboral de aproximadamente dieciséis horas, como consecuencia del tiempo de viaje entre ida y vuelta. Los turnos son rotativos, con lo cual se trabaja de día y de noche, según el ciclo. Por último, los espacios se encuentran bastan-te alejados de la ciudad, lo que configura una dinámica familiar específica.

La amenaza de la masculinidadAcusar a las mujeres de infieles no es sólo un comentario recurrente entre sectores sociales no petroleros. También –ya sea en forma de chiste, comentario colectivo o

7 Resulta paradójico que entre los mismos estigmatizados se activen estos descalificativos. Estos conceptos construyen una mirada sobre esa otra que también influye en la forma en que se percibe a sí misma.

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preocupación seria– es un tema constante en las entrevistas a los varones petroleros en sus lugares de trabajo, como podemos observar en la que se transcribe a continuación:

Todos mis compañeros son cornudos… ¿Qué te pensás que hacen las mujeres cuando ellos están laburando catorce días seguidos? ¡Yo no! [Risas]

[Interrumpe la mujer] Sí, todas son de los puticlub y están por la conveniencia de la plata con los hombres.

Pregunta: ¿Es tan así?

Sí, sí. A todas les gusta la plata. (Jefe de equipo con la mujer. Entrevista realizada en 2013)

No es novedoso que sean los sectores subalternos quienes también reproduz-can las estigmatizaciones que recaen sobre ellos. Como vemos en la entrevista, es la mujer quien abona a la idea de la conveniencia por la plata. Tampoco es ninguna novedad que el cuerpo de las mujeres constituye un espacio de disputa, surcado por operaciones e intentos de control y dominio masculino. En este esquema, las largas ausencias de los varones, causadas por los turnos rotativos, vuelven más laxos los controles sobre esos cuerpos femeninos y, en definitiva, acrecientan, desde la mirada masculina, “el peligro de la infidelidad”. La infidelidad es una amenaza latente, un potencial peligro para la virilidad/el honor masculino.

El cuerpo es clave para entender las raíces del dominio masculino y definir un modelo de feminidad que especifique el rol de las mujeres en relación con la se-xualidad, la procreación y la maternidad: en definitiva, la reproducción de la única mercancía capaz de producir valor. Los cuerpos femeninos son lugares privilegiados para el despliegue de las relaciones de poder. Por ello no es casual que también se apunte a una desvalorización estética de las mujeres (“teñidas de rubia”, “feas”, etcé-tera), si se tiene en cuenta que la imposición estética es una condición necesaria para la aceptación social o el repudio. Retomando a Federici:

[…] en la sociedad capitalista, el cuerpo es para las mujeres lo que la fábrica es para los trabajadores asalariados varones: el principal terreno de su explotación y resistencia, en la misma medida en que el cuerpo femenino ha sido apropiado por el Estado y los hombres, forzado a funcionar como un medio para la repro-ducción y la acumulación de trabajo. (2014, 29-30)

La mujer es la mayor culpable de la infidelidad en nuestra sociedad. Históri-camente se la presenta como un ser insubordinado al que sólo el control y la disci-plina masculinos pueden corregir. Basta analizar incontables obras literarias para observar que es necesario castigarla cuando se rebela contra la autoridad patriarcal. Un ejemplo, entre tantos, es La fierecilla domada, escrita por William Shakespeare en 1593. La obra se centra en el carácter díscolo y rebelde de Catalina frente a sus pretendientes, más de uno ahuyentado a golpes por la mujer. La villana principal es la esposa desobediente, argumento factible de ser encontrado en innumerables

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guiones de novelas y películas contemporáneas. La denigración literaria, con su an-claje material en las relaciones sociales, expresa con claridad un proyecto político que apunta a configurar determinados roles para las mujeres, constituyendo así una moral que repudia ciertas prácticas y premia otras.

Masculinidad(es) y feminidad(es): posiciones relativasEn el esquema de trabajo petrolero, los hombres pasan muy poco tiempo en sus casas. Son las mujeres quienes se encargan de la logística que atañe a las responsa-bilidades domésticas: orden y organización de las casas, cuidado de los hijos, orga-nización y planificación de su educación, salud y entretenimiento, y, esencialmente, esperar el retorno de sus maridos. El siguiente fragmento de entrevista permite pen-sar la importancia de la mujer en la reproducción de la fuerza de trabajo:

Investigador: ¿A qué hora salís y a qué hora volvés a tu casa?

Hombre: Y…, desde que yo salgo de la casa, por ejemplo, son las once de la ma-ñana, y hasta que vuelvo acá…, se hacen la una y media, las dos más o menos. ¡Llego tarde!

Investigador: ¿Y a esa hora comés?

Hombre: Sí, sí, ella siempre me guarda algo caliente para después meterme en la cama de una. Vengo muerto de sueño.

Mujer: Sí, lo espero aunque esté feo, llueva o algo. Una, una y pico, lo espero con la comida y le hago compañía. Si me aguanto, como con él, si no, no.

Investigador: Ah, te esperan con la comida… No te podés quejar.

Hombre: Claro. Cocina y come conmigo. Y bueno, el sacrificio viene por los dos lados. (Encargado de turno y su mujer. Entrevista realizada en 2013)

Como vemos en la entrevista, la mujer y el hombre aparecen en un plano de igualdad: “el sacrificio viene por los dos lados”. Y en cierta forma tiene un viso de rea-lidad concreta, dado que el hombre lleva adelante un trabajo por demás sacrificado, y la mujer, la otra parte del trabajo –también sacrificado–, articulando el espacio de la producción y reproducción. Profundizando en esta idea, en el trabajo de campo se hizo evidente ese plano de igualdad que, de alguna manera, rompe la desvalorización del trabajo femenino en el espacio doméstico.

Ha sido analizada en profundidad la importancia del trabajo de la mujer en la esfera doméstica, vinculada directamente con la reposición de la fuerza de trabajo (Durham 1980). La producción de valores de uso en el trabajo femenino es estraté-gica para el mantenimiento del trabajo de los varones en diagramas de turnos rotati-vos. Más de una vez les hemos preguntado a los hombres petroleros cuánto ganaban, y nos encontramos con la sorpresa de que no sabían la respuesta; inmediatamente les preguntaban a sus mujeres, quienes sí la conocían. Se convierten así en eficientes contadoras del dinero, lo cual resulta lógico por las largas ausencias de los hombres

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y la necesidad de resolver cuestiones claves y cotidianas de la economía doméstica8.No obstante, también se hace evidente la desvalorización del trabajo femenino.

A partir del trabajo en turnos se propician relatos y comentarios sobre las mujeres de los petroleros. Uno de los más frecuentes es que mientras los hombres están tra-bajando, ellas “despilfarran” el dinero. Toma cuerpo en Comodoro Rivadavia la frase “mientras estás laburando te están gastando la plata”.

La noción de “patriarcado del salario” (Federici 2014, 150) se ajusta al enfoque que estamos proponiendo, que especifica las características que adquiere la domi-nación masculina en el capitalismo, generando las condiciones materiales para la subordinación de las mujeres a los hombres y para la apropiación de su trabajo por parte de los trabajadores varones. Dado que el valor del trabajo se vincula, en una sociedad dominada por relaciones monetarias, con la producción de mercancías, la devaluación del trabajo femenino encuentra una clara expresión en la palabra “despilfarradoras”. Sin embargo, también convive cierta igualdad en la idea de que ambos realizan el sacrificio. Paridad y desigualdad conviven, también poniendo en tensión la propuesta de Federici, la cual sitúa al hombre como el delegado o el agente del capital y del Estado que, en el espacio de la vida familiar, cumple con la función de controlar y golpear a la mujer si ella no cumple con la función reproductora (Fe-derici 2013, 37). Por el contrario, nuestro trabajo de campo evidenció prácticas y representaciones dentro de las familias petroleras que, en cierta forma, contradicen y desdibujan aquellos roles inmutables de “violentos” y “violentadas”. En la vida co-tidiana, los varones cumplen extensas y largas jornadas con varios días de trabajo continuado. En este esquema, las ausencias de los varones de sus casas constituyen una clave para pensar una suerte de empoderamiento de la mujer.

La disciplina extensivaEs habitual que sean las mujeres quienes también organicen los turnos de los tra-bajadores varones. Suelen hacer el seguimiento de los horarios de la jornada para que ellos puedan cumplirla y no sucumban al cansancio. La entrevista que sigue nos otorga una idea de la importancia de la mujer en esta lógica laboral:

Pregunta: ¿Cómo es tu turno esta semana?

Respuesta: Y…, termino a las doce. A las once y media de la noche ya me voy preparando para volver a casa. Me doy otra vuelta antes de irme para cerciorarme de que todo esté en condiciones: la pileta con buen nivel, la bomba, etcétera. Me subo en la camioneta, y a mi casa llego tipo una cuarenta o dos de la noche. Llego y está todo silencioso, todos están durmiendo. Abro la puerta y tengo la cena ya hecha. Por ahí mi señora antes me manda un mensaje avisándome que en el mi-cro me dejó la comida, que la caliente si está fría, blablablabla. Me avisa cuando no me puede esperar porque al otro día entra temprano a trabajar. Me lo escribe.

8 Sumar a estas responsabilidades un trabajo por fuera de la casa constituye una carga importante para las mujeres: si bien puede suceder que lo tengan, lo frecuente es que sólo se dediquen al trabajo doméstico.

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O por ahí si es fin de semana, me espera y no ceno como perro, solo. Y bueno, después me acuesto. Pongo el reloj o si no ella me llama para despertarme a las nueve y media, porque ella sale antes. Yo no la veo a ella ni a los chicos tampoco. ¿Me entendés?

Mujer: Yo ya estoy acostumbrada, toda la familia hace turnos. (Maquinista y su mujer. Entrevista realizada en 2013)

De nuevo aparece en este fragmento de entrevista –como se señaló en el apar-tado anterior– un importante reconocimiento al trabajo de la mujer que lo espera para que el hombre no coma solo. Sin embargo, quisiéramos resaltar la frase “me llama para despertarme a las nueve y media”. En innumerables reflexiones de los varones petroleros, las mujeres aparecen como quienes los controlan y, en gran me-dida, ordenan sus vidas para el trabajo:

Cuando empecé a laburar, el problema fue cuando entré en la joda. Empecé a conocer gente, a salir con los muchachos del trabajo, y ahí empieza el descontrol.

Pregunta: ¿En qué sentido hablás de descontrol?

Respuesta: En el sentido que empezás a salir, la bardeás. Chupi, noche… Se te desordena todo, inclusive el laburo.

Pregunta: ¿Y con tu mujer cómo fue eso?

Respuesta: Y con mi señora se pudrió todo. ¡Se quejaba todo el día de la vida que hacía! Me dijo que me pusiera las pilas o agarraba a los chicos y se iba. Me dijo bien clarito: “Te calmás o no me ves más”. Por suerte, fue un tiempo nomás, des-pués me organicé. Me vino bien con el trabajo, que también me organizó. Viste, cuando agarrás la joda… Se te vuelan los pájaros… (Operador de boca de pozo. Entrevista realizada en 2013)

Este último fragmento de entrevista nos brinda interesantes elementos para el análisis: en primer lugar, son las mujeres las que abonan –tal como representantes de las empresas– a la disciplina fabril. La “joda” rompe las responsabilidades masculi-nas respecto de la familia, que implican llevar una vida ordenada y alejarse de cues-tiones no deseadas como las salidas nocturnas, el alcohol e incluso una sexualidad promiscua que, en los varones, resulta menos sancionada que en las mujeres. Ellas son las “quejosas” en los relatos de los trabajadores, aunque terminan afianzando la disciplina laboral. Disciplinan a los trabajadores para que descansen y, en definitiva, repongan sus energías para la siguiente jornada. Al mismo tiempo advierten a los varones de las malas consecuencias que se derivan de “descontrolarse”. La idea de “organizarse”, desde la perspectiva de los petroleros, se entrama íntimamente con la noción de armar una familia. Sobre todo porque son las mujeres las que ejercen sobre los hombres las tareas de control para que se cumplan los requerimientos la-borales: la mujer y la familia expresan lugares de disciplina.

En segundo lugar, en el fragmento de entrevista, en relación con la mujer, apa-rece lo que podríamos denominar una masculinidad infantilizada. Es decir, es la

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mujer la que disciplina al hombre, tal como una “madre castradora”, y es el varón quien actúa como un niño, “poniéndose las pilas”. De nuevo se repone la idea de la mujer como parte de un engranaje de la disciplina fabril.

Las mujeres que viven con los petroleros cumplen un rol crucial en el control y cumplimiento de la disciplina fabril de los varones. No sólo controlan que éstos descansen y se recuperen para cargar energías como fuerza de trabajo, sino que ad-vierten a los varones cuando sus prácticas ponen en peligro el cumplimiento de la jornada de trabajo. De este modo, se consolidan prácticas y representaciones acerca de la(s) masculinidad(es) y feminidad(es) que, si bien subvierten el dominio del va-rón alrededor de la idea del “patriarcado del salario”, consolidan una división sexual del control acorde con las necesidades y los requisitos de la producción.

Cotidianeidad discontinuaEl trabajo petrolero habilita un acceso a bienes y consumo por encima de la media de Comodoro Rivadavia. La industria del oro negro brinda una seguridad econó-mica que es irrefutable. Muchos trabajadores con cierta práctica de ahorro logran tener su propia vivienda y, además, construirse una casa para veranear. Sin embargo, este bienestar contrasta con el sufrimiento por vivir desfasado –o a contramano– de la familia. Esto representa para los trabajadores una frustración constante. Dicha observación fue tomando cuerpo a lo largo de nuestro trabajo de campo: en los re-latos de los trabajadores aparecen repetidamente expresiones tales como: “no pasás tiempo con la familia”, “toda la familia hace turnos”, “cuando vuelvo del trabajo todos están durmiendo”, “es mejor ser soltero”, “las fiestas nunca las pasás con tu familia”, “nunca ves a tus hijos”, etcétera.

En este sentido, una de las mayores preocupaciones (históricas) de los trabajadores petroleros tiene relación con el incumplimiento sistemático que se produce con la fami-lia9. Los turnos rotativos hacen de la planificación familiar un caos al organizar eventos importantes como casamientos, fiestas, cumpleaños, etcétera. Al mismo tiempo, las lar-gas jornadas laborales, más aún para quienes hacen permanencia en los cerros, enfren-tan a los trabajadores a una dinámica en el espacio doméstico que, más de una vez, les es ajena. La tensión entre el espacio de la producción y el de la reproducción está fundada en las formas de organización del mercado laboral, que construye un entramado particu-lar entre la producción de mercancías y la reproducción de fuerza de trabajo.

La familia como pérdidaUna de las preguntas que realizamos con frecuencia a los trabajadores que hemos entrevistado en sus casas es qué se gana y qué se pierde con el trabajo petrolero. Casi de forma unánime, asocian la ganancia con el dinero, y la pérdida, con la familia. Un enganchador de un equipo lo sintetizó de la siguiente manera:

9 Esta situación la hemos corroborado también en otras industrias de procesos continuos y con turnos rotativos de trabajo; por ejemplo, la siderúrgica (Palermo y Soul 2009).

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Las ventajas de esto es que te podés dar muchos gustos…, que con otros trabajos no te los podés dar. Yo creo que trabajando de carnicero no podría haber llegado a la casa que tengo hoy. Ni comprarme el terreno para hacer mi casita en la cor-dillera. La desventaja, bueno, como te dije, no podés disfrutar de la familia. A la familia casi la perdés. (Entrevista realizada en 2013)

Como dijimos, la industria del petróleo otorga salarios muy por encima de la media de Comodoro Rivadavia y, en general, de todo el territorio argentino. Por ello, aparece frecuentemente esta tajante afirmación: “La elección del trabajo es sólo por el dinero”. También se reitera la idea de que “es la familia lo primero que se pierde”, aunque se termina justificando por la seguridad económica que a largo plazo alcanza esa misma familia: gran dilema al que se enfrentan los trabajadores petroleros.

El siguiente relato, seleccionado entre otros del mismo tenor, propone una idea concisa de la pérdida, en términos históricos y generacionales:

Mi viejo dejó todo por YPF. Nos crió a nosotros laburando en YPF. Ahora, vos me preguntás si lo vi, te digo que no..., no lo vi nunca. Cumpleaños míos: mi viejo no estaba. Sábados o domingos: mi viejo laburaba. Cuando ya empecé a salir de noche, cuando volvía a eso a las cinco o seis de la mañana, mi viejo ya estaba preparándose para salir. Nos sentábamos a comer y él nos daba un beso y se iba a laburar. Hoy todo esto que te cuento lo viven mis hijos conmigo. Ellos vienen, yo me voy; ellos se van, yo vengo. Es una cosa de locos. Los domingos no estoy, las fiestas capaz zafo y estoy. O no. Y cuando estoy, me caigo de sueño y no tengo ganas de nada. Ni te digo con mi mujer... Cuando vuelvo, le pre-gunto: contame rápido lo que hicieron en la semana los chicos. (Encargado de turno. Entrevista realizada en 2012)

La continuidad generacional del trabajo supone también la continuidad en las experiencias familiares fragmentadas y frustradas. La ausencia tiene efectos concre-tos para las mujeres, los hombres y los hijos. En los varones fortalece el sentimiento de frustración, pues, como dijimos, los trabajadores petroleros experimentan una constante sensación de incumplimiento de las obligaciones familiares. Es claro que las formas que adquieren los procesos laborales imponen condiciones en los espa-cios fuera del trabajo. En la industria petrolera, los condicionantes adquieren una especificidad particular, dadas las características históricas de los turnos rotativos.

Siempre que hemos entrevistado a trabajadores del oro negro, nos trasmitieron su sensación de estar cometiendo una infracción por no poder compartir festividades, recibimientos, casamientos, e incluso tiempo con las mujeres con quienes conviven. En este sentido, en los pozos de petróleo hemos escuchado recurrentemente un chiste –bastante elocuente– que vincula las largas ausencias con la imposibilidad de tener sexo: éste cuenta que, entre los petroleros, hay más sexo en el trabajo que en sus casas, ya que es de lo único que se habla en los pozos, mientras que con sus mujeres “no pasa nada”. De acá surge el mito extendido de que los petroleros son “cornudos” porque no las satisfacen sexualmente. Varias cuestiones, que forman parte de las preocupaciones de los trabajadores, se desprenden de estas apreciaciones. En primer término –y según

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hemos analizado–, encontramos el lugar común donde se sitúa socialmente a la mujer, en cuanto propensa a cometer actos de infidelidad por la falta de control del hombre. En segundo lugar, la jornada de trabajo funciona como elemento frustrante de la capa-cidad sexual del hombre. En cuanto a esto, en uno de los pozos donde hicimos trabajo de campo, ante la pregunta “¿qué se pierde con el trabajo petrolero?”, uno de ellos, frente a la mirada atenta y las carcajadas de sus compañeros, representó a un animal con cuernos –simulados con las manos en la cabeza– y joroba. Si bien entendimos la idea de “ser cornudo”, quedamos atónitos con la joroba. A continuación preguntamos por eso, mientras el hombre-animal saltaba balanceando el peso de su cuerpo de una pierna a la otra. El colectivo de trabajadores, que había comprendido claramente el chiste, respondió entre risas que no era una joroba sino el resultado del trabajo. Enton-ces varios hablaron de la cantidad de hernias discales que tenían: un jefe de turno, con veinte años de antigüedad, llegó a contabilizar seis.

El animal antropomórfico representado por uno de los trabajadores revela los efectos sociales de las largas ausencias en los hogares, que se expresan en clave de género por el temor de perder el bien más preciado de la masculinidad: el dominio del cuerpo femenino. Los cuernos del animal dan cuenta de ese miedo que ataca directamente la virilidad10. El cuerpo torcido, por su parte, muestra la plena con-ciencia acerca del desgaste físico precoz. El animal con cuernos y doblado es la per-sonificación penosa de los efectos sociales y disruptivos que imprime el proceso de trabajo fuera del ámbito laboral, y a la vez expresa las consecuencias precisas de las condiciones laborales sobre los cuerpos de los petroleros. Se sintetiza así la relación entre jornada de trabajo, desgaste físico y vínculos familiares.

Cotidianeidad forzadaEn las entrevistas, la familia aparece atada a la idea de pérdida o frustración, y el trabajador se sitúa –al menos ante el investigador– en el lugar del infractor. Esto no sólose produce por el escaso tiempo que pasa en el espacio doméstico sino también por los momentos que efectivamente comparte con su familia. Cuando el trabajador retorna a su casa aparecen cortocircuitos que son típicos del universo del oro negro:

Cuando llego, parece que molesto. Al tiempito que estoy de franco11, ya mi nene me dice: “Papá, cuándo te vas”. No me aguantan, me echan… Y no los culpo, si no estoy nunca en casa. Y cuando vengo tengo que reconocer que me irrita todo. Quiero silencio, quiero dormir tres días seguidos, y, bueno, ahí es cuando se pu-dre todo. Vivo desfasado. Lo peor es cuando quiero opinar sobre algo de la casa: directamente nadie me da bola. [Risas]. (Operador de boca de pozo. Entrevista realizada en 2013)

10 Fonseca (2003) ha estudiado, en un barrio popular de Brasil, la manera en que los hombres son despresti-giados por sus mujeres, que mientras los engañan ponen en duda su masculinidad. La expresión utilizada en estos casos es “guampudos”.

11 El franco es el período de descanso de los trabajadores.

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Al volver a sus casas, los hombres se sumergen en una dinámica completa-mente ajena a la del mundo laboral. Cuando tienen franco, los petroleros que hacen permanencia en los pozos necesitan de los primeros días para acostumbrarse a la convivencia con las mujeres y los hijos. Luego de catorce o veintiún días de trabajo en un universo monopolizado por actividades laborales y significantes masculinos, el espacio doméstico se presenta como extraño. Asimismo, sucede también que las mujeres toman decisiones acerca de los hijos y la casa en general sin realizar a ve-ces ni una consulta a los hombres. A pesar de la relación de subordinación –mejor dicho, a partir de esa relación–, el espacio doméstico se convierte en una arena de disputa. El problema se acrecienta cuando los hombres están de franco e intentan tomar decisiones en sus casas. Cabe aclarar que los trabajadores con cierta jerarquía, como los encargados de turno, jefes de equipo o supervisores, están acostumbrados a tomar todo tipo de determinaciones en sus ámbitos de trabajo y a dar órdenes a otros hombres. En consecuencia, los francos son momentos de disputa, que más de una vez culminan con episodios de violencia hacia la mujer.

Arriesgando explicaciones que motiven estas tensiones, pensamos en primer lugar en la confrontación de dos dinámicas contradictorias: la esfera doméstica gana cierta autonomía respecto de los hombres, ya que las mujeres deciden sin consul-tarles, mientras que la esfera productiva se caracteriza por fomentar prácticas y re-presentaciones vinculadas a la consolidación de un sujeto fabril-petrolero-masculino inmerso en un sistema de organización jerárquica de los roles. La adaptación a la familia durante los francos, que aparece con frecuencia en los relatos de los hombres, evidencia el desfase entre una esfera y la otra12. Algunos manifestaron sentirse “sapos de otro pozo” en su misma casa. La metáfora es significativa, dado que es en el pozo de petróleo donde se sienten cómodos, y en la propia casa son “extraños”. Los turnos rotan, se trabaja de noche y se duerme de día, a destiempo de toda la familia. Los hábitos a los que están acostumbrados los hombres llevan a una tensión constante. En una entrevista a la familia de un petrolero surgió la siguiente cuestión:

Y por ahí yo vengo y escucho el televisor a un volumen alto…y…, todos esta-mos medio sordos. Generalmente estamos sordos de la oreja izquierda porque los equipos están del lado izquierdo. (Maquinista. Entrevista realizada en 2013)

Las secuelas físicas, en este caso la sordera, se hacen evidentes en los momentos en que los petroleros regresan al hogar. Durante el trabajo, por el ruido infernal y constante que producen las máquinas de perforación –que los obliga a gritar todo el tiempo–, la sordera no resulta ser un problema pues muchos la padecen13. Uno de

12 Por otra parte, podemos decir que la privatización de YPF desarticuló toda una infraestructura vinculada al ocio tanto para hombres como para las mujeres e hijos. Esta infraestructura recreacional ofrecía a las familias variadas alternativas para el esparcimiento. Hoy en día es difícil para los hombres encontrar acti-vidades por fuera del trabajo.

13 Durante el trabajo de campo en los pozos de petróleo, a pesar de haber estado allí varias horas durante distintos días, fue imposible la adaptación al intenso (e insoportable) ruido de los equipos, en particular

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los hijos de un petrolero nos relataba que cuando su papá volvía “jorobaba” a toda la familiar: “para empezar tenés un sordo en casa mirando televisión al palo... Le hablás y no te escucha”. La sordera, como padecimiento físico, es una de las deriva-ciones más frecuentes del proceso de trabajo, junto con las hernias discales anterior-mente nombradas.

En definitiva, el espacio doméstico es para los hombres un lugar ajeno, no sóloporque expresa cierto dominio de la mujer, sino porque constituye un espacio virtualmente desconocido en el marco del ethos que conforma al sujeto fabril-petrolero-masculino.

La feminización del espacio fuera del trabajoNos interesa la mirada que construyen los trabajadores petroleros acerca del resto de la comunidad de Comodoro Rivadavia y, en definitiva, del espacio fuera del trabajo. Los petroleros tienen clara la imagen “grotesca” y despectiva que se les atribuye, lo que puede apreciarse en el siguiente fragmento de entrevista:

El trabajo te quita mucho, sí. Otra cuestión es la mala imagen que tenemos acá.

Pregunta: ¿Cómo te das cuenta de eso?

Respuesta: Y, te das cuenta. Cuando te miran con esa cara de mierda y envidio-sos… La opinión pública es malísima…

Pregunta: Pero ¿qué les dicen?

Respuesta: Y, que ganamos mucha guita, que por culpa nuestra se deforman los precios, que hay precios altos, que somos unos borrachos. Somos sucios, cor-nudos y borrachos. [Se ríen].Pero que vengan y hagan el laburo que hacemos nosotros… Son maricones… No se la bancan ni a palos lo que hacemos nosotros. No es para cualquiera. (Jefe de campo-Supervisor. Entrevista realizada en 2013)

En este relato se evidencia la disputa que subyace en las relaciones sociales en Comodoro Rivadavia. Es al mismo tiempo un ejemplo paradigmático para com-prender las tensiones que se suscitan en otras ciudades con características de enclave fabril. Los petroleros afirman –con mucha razón– que el trabajo que ellos realizan “no es para cualquiera”, mientras que gran parte de la comunidad deposita en ellos todo tipo de prejuicios que culminan por construir una imagen de fantasía.

De la última cita, nos interesa también resaltar el siguiente fragmento: “Pero que vengan y hagan el laburo que hacemos nosotros… Son maricones… No se la bancan ni a palos lo que hacemos nosotros. No es para cualquiera”. Las condiciones de trabajo de los petroleros son realmente duras: al clima se le suman factores de peligro potenciados por el uso de componentes inflamables, estructuras tubulares

los de perforación. La sensación es la de estar al lado de una turbina de avión a punto de despegar.

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y herramientas sumamente pesadas. Cualquier golpe o raspón puede ser de mucha gravedad. Los accidentes son habituales, aunque no sean abiertamente contabiliza-dos. En muchos entrevistados pudimos ver amputaciones, sobre todo de las manos. En este universo, la idea de “bancarse el trabajo”14 aparece con frecuencia. Más de una vez escuchamos que estar en los pozos de perforación es “cosa de hombres”, y por eso “hay que bancársela”.

¿Podemos entonces pensar que, desde las representaciones de los petroleros, el espacio fuera del trabajo está atravesado por sujetos cargados de significantes femeninos, ya sean hombres o mujeres? Tal como argumenta Segato (2010), los significantes femeninos o masculinos no son monopolio de la división de los sexos; cuerpos de mujeres pueden cargar significantes masculinos, y cuerpos de varones, significantes femeninos. Del mismo modo, los espacios pueden ser masculinizados o feminizados, con lo cual ser “maricones” –como plantea nuestro entrevistado– implica la feminización del espacio fuera del trabajo y de todos los cuerpos que lo habitan.

El fragmento de entrevista que estamos analizando es esclarecedor, ya que nos proporciona pistas para entender un nudo central en la representación que los trabajadores petroleros tienen de sí mismos y de los otros no petroleros. En primer término, el relato del jefe de campo identifica un nosotros petrolero que incorpora tanto elementos de la mirada de la sociedad comodorense –el “macho super poderoso”– como del hecho de soportar todos los días un proceso de trabajo agotador y violento. En segundo término, los trabajadores petroleros otorgan sentido a un otro no petrolero feminizado en la expresión “maricones”. De esta forma, el “afuera” del trabajo se transforma en un mundo feminizado –y por lo tanto inferior–, en oposición a un universo dominante y masculino puertas adentro del trabajo.

Estas consideraciones acerca de lo femenino y lo masculino pueden ser la cla-ve para entender los tan frecuentes “rituales de iniciación” a los que son sometidos quienes ingresan al trabajo en los yacimientos. Rituales informales que marcan una separación respecto del mundo femenino (fuera del trabajo), al mismo tiempo que fomentan la adquisición de prácticas y representaciones del universo masculino pe-trolero. Entender estas valoraciones implica considerar que ser “petrolero” es asumir un nuevo ethos, apropiado, que se ejerce en el trabajo. Por lo tanto, maltratar a los tra-bajadores nuevos haciéndoles “pagar derechos de piso” con bromas pesadas, muchas de ellas de carácter sexual (Palermo 2015), supone doblegar, a través de la violencia, los significantes femeninos que traen consigo, a fin de convertirlos en hombres pe-troleros plenos. Aunque todo hombre tiene virilidad, no todos vienen del universo comodorense con la hombría necesaria para la disciplina fabril que requiere el proceso productivo. Según Rita Segato (2010), la violencia es una práctica disciplinadora de la masculinidad contra aquello que exteriorice rasgos femeninos. En tal sentido, estos rituales funcionan como pasaje hacia el mundo del trabajo del oro negro.

14 La expresión “bancar” o “bancársela” refiere a soportar con estoicismo determinadas condiciones labora-les desfavorables para la salud física y/o psicológica del trabajador.

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ConclusionesLa construcción occidental del género es la menos creativa de todas. No sólo porque simplifica de manera categórica la sexualidad sino porque la limita a dos universos opuestos como única posibilidad legítima –hombres y mujeres– y porque configura papeles sociales esquemáticos y monolíticos. Desde un pensamiento universal se consolida una matriz sexo-género atada al modelo heterosexual. Esta configuración monolítica, en la que se mezclan género, poder y subordinación, deja marcas en la sociedad en general. En particular, y dadas las características del proceso de trabajo, se produce una dicotomía entre la esfera de producción y la esfera de la reproduc-ción: la primera, con preeminencia absoluta de lo masculino, mientras que la se-gundase constituye en un ámbito de dominio femenino. En este sentido, el mundo fuera de los pozos de petróleo se transforma también en un universo feminizado, o al menos caracterizado por una masculinidad atenuada en las representaciones de los trabajadores.

En este artículo quisimos reflexionar –desde la antropología del trabajo– acer-ca de problemáticas que fueron, en gran medida, investigadas por los estudios de género y, en particular, por los estudios referentes a las masculinidades. A nuestro entender, resulta fructífero nutrir la propuesta de los estudios del trabajo con los es-tudios de las masculinidades, pues nos permite pensar cómo los varones “se hacen” –y no nacen– y también cómo influye la organización de los procesos laborales en la configuración de la masculinidad, no desde una mirada ingenua que naturali-za intereses vinculados con la conflictiva relación capital-trabajo, sino pensando en construir una propuesta analítica que devele las relaciones entre la masculinidad hegemónica y las pretensiones concretas de las administraciones empresariales.

La construcción de la masculinidad en el seno de la organización del proceso de trabajo petrolero colisiona con ciertas dinámicas de la esfera doméstica, como parte de la dicotomía anteriormente mencionada. En la tensión entre la esfera de la producción y la esfera de la reproducción se juegan las jerarquías, dada la primacía de la masculinidad y/o feminidad en uno y otro espacio. Esta articulación entre am-bas esferas perpetúa la subordinación de las mujeres, limita su autonomía, aunque –como vimos también– ellas encuentran en el control de la esfera doméstica un es-pacio de disputa con los varones petroleros, y al mismo tiempo encuentran también el reconocimiento por parte de los varones mismos.

Para ir cerrando, podemos afirmar que la diferencia de género invisibiliza el antagonismo de clase por un antagonismo entre hombres y mujeres. Nos resta seguir explorando esta línea de trabajo que busca profundizar la estrecha relación entre la masculinidad y la división capitalista del trabajo. En definitiva, nos interesa dar cuenta de cómo el capital hace uso de las formas de ser “hombres” y de ser “mujeres”.

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O processo de formação do município de Santa Teresa (Espírito Santo) à luz de algumas teorias sobre migrações*

Patricia Falco Genovez**

Mauro Augusto dos Santos***Simone Zamprogno Scalzer****Universidade Vale do Rio Doce, Brasil

doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda25.2016.06Artículo recibido: 6 de agosto de 2015; aceptado: 12 de diciembre de 2015; modificado: 21 de enero de 2016

Resumo: A migração é um fenômeno complexo que implica vários fatores, dentre eles as condições de vida e oportunidades de emprego nos países de origem e destino, além da existência de uma possível tradição migratória. Nesse sentido, as teorias que explicam as migrações representam, neste ar-tigo, um referencial teórico inicial para explicar o fluxo migratório do Norte da Itália para o estado do Espírito Santo (Brasil), especificamente, para o município de Santa Teresa, denominada inicialmente como Núcleo Tim-buy, a partir de 1874-1875. A análise do referencial teórico será comple-mentada por uma pesquisa bibliográfica, documental e de campo (seleção de seis entrevistas com descendentes de imigrantes, oriundos das famílias

* Este artigo é parte de um projeto de pesquisa amplo que abarca a formação histórica do território da Bacia do Rio Doce. Essa temática, entre outras, compõe a linha de pesquisa Território, Migração e Cultura do Mestrado Interdisciplinar Gestão Integrada do Território/Univale (MG/Brasil). O assunto específico do processo migracional que formou o território da cidade de Santa Teresa foi tema da pesquisa de mestrado da co-autora Simone Zamprogno Scalzer e integrou o projeto de pesquisa A Lógica territorialista e os desmembramentos municipais na Bacia do Rio Doce, coordenado pela co-autora Patrícia Falco Genovez e contribuição de pesquisa do co-autor Mauro Augusto dos Santos, com financiamento da FAPEMIG.

** Doutora em História. Universidade Federal Fluminense, Brasil. Dentre as últimas publicações destaca-se: co-autor em “Itueta-MG e a singularidade de seus tempos e espaços: Narrativas da erradicação de uma cidade”. Anthropos. 110:99-117, 2015. “Entre o território comunitário e território societário: os impactos da realocação de Itueta-MG”. Geografia 22:139-158, 2014. *[email protected]

*** Doutor em Demografia. Universidade Federal de Minas Gerais, Brasil. Dentre as últimas publicações des-taca-se: Co-autor em “Os italianos e seus descendentes no Vale do Rio Doce, em Minas Gerais: a chegada dos italianos e a emigração dos descendentes para Itália”. Em Narrativas de Gênero-Relatos de História Oral: experiências de ítalo-brasileiros na Itália Contemporânea, compilado pelo Luís Fernando Beneduzi e Gláucia de Oliveira Assis, 191-215. Vitória: EDUFES. Co-autor em “Minas Gerais e o marco inicial da ocupação do cerrado brasileiro: o papel do Estado”. Redes 19: 261-275, 2014. *[email protected]

**** Mestre em Gestão Integrada do Território. Universidade Vale do Rio Doce, Brasil. Dentre as últimas pu-blicações destaca-se: O Núcleo Timbuy/Santa Teresa (ES) entre a Memória e a História. Rio de Janeiro: Multifoco, 2015. Co-autor em “Visões e Percepções da Imigração Italiana para o Espírito Santo: o caso da configuração territorial do Núcleo Timbuy (atual Santa Teresa)”. Revista de Economia Política e História Econômica 35: 224-245, 2016. *[email protected]

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mais antigas que se estabeleceram e permaneceram em Santa Teresa). Com o referencial teórico apresentado, podemos confirmar que: o processo imi-gratório para o Espírito Santo foi impulsionado por fatores de repulsão no Norte da Itália no século XIX e fatores de atração no território desse esta-do brasileiro; houve auxílio de instituições agenciadoras; preexistência de uma cultura migratória entre os italianos e a formação de redes sociais que davam informações de Santa Teresa para familiares e compatriotas. Além disso, a migração representou a possibilidade de manter a unidade familiar e impulsionar melhorias financeiras.

Palavras-chave: Itália, Brasil, Espírito Santo (Thesaurus); migração interna-cional, Santa Teresa (palabras-chave do autor).

The Formation of the Municipality of Santa Teresa (Espirito Santo) in Light of Some Migratory Theories

Abstract: Migration is a complex phenomenon where several factors inter-fere; for instance, living conditions and employment opportunities in origin countries and destination places, as well as, the the migration tradition of a given community. Therefore, this article first presents a theoretical framework in order to explain the migratory flow from Northern Italy to Brazil (state of Espírito Santo), in particular, the case of the municipality of Santa Tere-sa, which was initially referred to as the Timbuy settlement, from1874-1875 onwards. Together with some bibliographical research, historical documen-ts and field work supplements, this theoretical analysis is further developed with six interviews with descendants of immigrants from the oldest families settled and raised in Santa Teresa. According to our findings, it can be con-cluded that migration to Espirito Santo was encouraged by, push factors in northern Italy in the nineteenth century and, pull factors in the Espírito Santo state itself. Aid was provided by some intermediary institutions, signaling the migration culture in Italy and strong networks through which people were kept informed about their relatives and fellow citizens. Likewise, migration was itself the possibility to maintain strong family bonds and secure better financial prospects.

Keywords: International Migration, Italy, Brazil (Thesaurus); Espírito Santo, Municipality of Santa Teresa (author´s keywords).

El proceso de formación del municipio de Santa Teresa (Espírito Santo) a la luz de algunas teorías acerca de migraciones

Resumen: La migración es un fenómeno complejo que implica varios fac-tores, entre ellos las condiciones de vida y oportunidades de empleo en los países de origen y destino, además de la existencia de una posible tradición migratoria. En tal sentido, las teorías que explican las migraciones represen-tan, en el artículo, un marco teórico inicial para explicar el flujo migratorio desde el Norte de Italia hacia el departamento de Espírito Santo (Brasil), es-pecíficamente, hacia el municipio de Santa Teresa, denominada inicialmente

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Núcleo Timbuy, a partir de 1874-1875. El análisis del marco teórico se com-plementará con una investigación bibliográfica documentaria y de campo (selección de seis entrevistas con descendientes de inmigrantes, oriundos de las familias más antiguas que se establecieron y permanecieron en Santa Te-resa). Con el marco teórico presentado, podemos confirmar que el proceso migratorio hacia el Espírito Santo fue impulsado por factores de repulsión en el Norte de Italia en el siglo XIX y factores de atracción en el territorio de ese estado brasileño; hubo auxilio de instituciones agenciadoras; preexistencia de una cultura migratoria entre italianos y la formación de redes sociales que les daban informaciones de Santa Teresa a familiares y compatriotas. Igualmen-te, la migración representó la posibilidad de mantener la unidad familiar e impulsar mejorías financieras.

Palabras clave: Migración internacional, Italia, Brasil (Thesaurus); Espírito Santo, Santa Teresa (palabras clave del autor).

Os fluxos migratórios internacionais ocorreram em diversos momen-tos da história. Alguns deles foram responsáveis pela colonização e/ou povoamento de algumas áreas da América. Vários fatores po-dem ser levados em conta na análise desses movimentos migrató-rios, dentre eles as condições de vida e oportunidades de emprego

nos países de origem e destino, além da existência de uma possível tradição migra-tória. Assim, o objetivo deste artigo é, por meio de algumas teorias que explicam as migrações, analisar o fluxo migratório do Norte da Itália para o estado do Espírito Santo (Sudeste do Brasil), especificamente, para o município de Santa Teresa, a par-tir de 1874/18751 -denominada, inicialmente, como Núcleo Timbuy. A análise do referencial teórico será complementada por uma pesquisa bibliográfica, documental e de campo (seleção de seis entrevistas com descendentes de imigrantes, oriundos das famílias mais antigas que se estabeleceram e permaneceram em Santa Teresa).

Dentre as diversas teorias existentes ligadas às áreas da Economia, Demografia e Sociologia que explicam esse complexo objeto de estudo que é a migração, selecio-namos aquelas que dialogam com o contexto de Santa Teresa em seu momento ini-cial de formação, são elas: 1) fatores de push e pull, 2) seletividade dos migrantes, 3) análises institucionais, 4) a cultura migratória e as redes migratórias e 5) abordagem com foco na família e no domicílio. Esse recorte nos permite averiguar a existência de algumas características marcantes no caso de Santa Teresa no que se refere às motivações para a migração, ao perfil do imigrante, à formação de redes sociais que favoreceram esse movimento e à atuação de instituições para sua consolidação.

1 Os primeiros imigrantes italianos se estabeleceram no Núcleo Timbuy em 1874, após abandonarem a fracassada Colônia Nova Trento, de Pietro Tabacchi. Contudo, a primeira leva oficial de imigrantes ocorreu em 1875.

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Os fatores de push e pull

Ressaltamos, no contexto das teorias que explicam o fenômeno da migração, o pio-neirismo de Ravenstein (1980), que analisou as migrações internas na Inglaterra a partir dos dados dos Censos de 1871 e 1881. Partindo de alguns pressupostos, Ravenstein postulou suas leis sobre a migração, que, apesar das críticas de outros teóricos, representaram um primeiro passo na tentativa de se compreender os mo-tivos que levam os indivíduos a migrarem. Lee (1980), partindo das proposições feitas por Ravenstein, propôs que, em todo movimento migratório, sempre haverá um local de origem, um local de destino e uma série de obstáculos intervenientes que deverão ser vencidos pelo migrante. Todo lugar para o migrante em potencial -incluindo o local de origem- apresentaria, segundo Lee, fatores de expulsão (push), que tenderiam a estimular as pessoas a deixá-lo; fatores de atração (pull), que ten-deriam a manter as pessoas nesse local, e fatores neutros. As pessoas tenderiam a não migrar, pois existiria uma “inércia natural” que só seria vencida caso o saldo em favor da migração fosse fortemente positivo. Depois de Lee, vários autores analisa-ram o fenômeno da migração pautando suas análises nos fatores de push e pull nos locais de origem e destino (Lewis 1954; Ranis e Fei 1961, Sjaastad 1962; Todaro 1969; Harris e Todaro 1970), assim como conjugaram esse tipo de análise com abordagens motivacionais da tomada de decisão de migrar (Harbison 1981). Podemos levantar alguns fatores de push e pull responsáveis pela migração do Norte da Itália para San-ta Teresa, no Espírito Santo.

A partir desses pressupostos, podemos considerar uma série de fatores de re-pulsão (push) que se configuraram no Norte da Itália, área de origem do fluxo migra-tório estudado, e alguns fatores de atração (pull) no Brasil e na Província do Espírito Santo. Esses fatores levaram parte da população do Norte da Itália a se deslocar para o Brasil e, especificamente, para Santa Teresa (Núcleo Timbuy), no Espírito Santo. Os autores que versam sobre essa temática -dentre os quais destacamos Grosselli (2008), Trento (1989), Busatto (2002) e Derenzi (1974)-, abordam as causas que le-varam milhares de italianos do Norte da Itália, principalmente das regiões de Trento e Vêneto, a abandonarem sua terra e migrar para o Brasil. Os mesmos autores apre-sentam os interesses dos governos do Brasil e do Espírito Santo em atraírem esses imigrantes e as propostas de trabalho que lhes foram feitas.

Fatores de Push do Norte da Itália (século XIX)A partir dos autores que trataram do tema imigração italiana para o Brasil e, mais especificamente, para o Espírito Santo (Grosselli 2008; Trento 1989; Busatto 2002; Derenzi 1974), é possível indicar que um cenário desfavorável ao camponês do Nor-te da Itália estava se configurando desde a segunda metade do século XIX. De um modo geral, esses autores apontam: o desenvolvimento do capitalismo que expulsou boa parte dos camponeses de sua terra; a superpopulação; a falta de terras para cul-tivar devido ao reduzido tamanho dos terrenos; o relevo muitas vezes acidentado e o solo varrido por seguidas enchentes; os altos tributos; a insegurança e o medo em

O processo de formação do município de Santa Teresa (Espírito Santo) Patricia Falco Genovez, Mauro Augusto dos Santos y Simone Zamprogno Scalzer

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meio às guerras pela unificação; o redimensionamento das fronteiras com a Áustria; a miséria, a fome e as doenças que atingiam muitas famílias em regiões de fronteira mais ao norte da recém-unificada Itália.

Desses males, as guerras talvez fosse o mais cruel. O processo de unificação italiano, iniciado em 1848 e finalizado por volta de 1870, foi responsável por uma série de conflitos e guerras que deixaram em situação precária a população do Norte da Itália, local de origem da maioria dos imigrantes que se dirigiram para o Nú-cleo Timbuy (Nardi 2007; Cavati 1973; Derenzi 1974; Posenato 1997; Vieira 2008). Durante um longo período, a população do Norte da Itália viveu em meio a um campo de batalhas pelo fato de a região ser disputada por França e Áustria (Cavati 1973, 13). O relato de AF2 (2014, informação verbal) ilustra como esses conflitos geraram certa confusão entre os registros de nascimento e as referências do local de nascimento relatadas quando da entrada de vários imigrantes na então Província do Espírito Santo. Nosso informante contou-nos que sua mãe, Mônica Corona, era natural do Trentino Alto Ádige, região de fronteira com a Áustria e possuía registro de nascimento como austríaca; entretanto, autodenominava-se italiana. Em seu re-gistro de entrada no Arquivo Público do Estado do Espírito Santo (Projeto Imigran-tes, Arquivo Público do Estado do Espírito Santo-APEES3), constou a nacionalidade italiana. Nesse mesmo relato, AF revelou que o medo da guerra levou um jovem a fugir para o Brasil e se instalar em Santa Teresa, antigo Núcleo Timbuy. “Tinha guer-ra e eles tinham medo. O irmão da mamãe fugiu de lá. Era o mais velho, o ‘Gustim’. Ele veio um ano antes pra cá. Ele tava na idade de ser chamado no exército. Por isso, veio pra cá, para o Brasil. Depois de um ano, veio a família” (AF 2014, informação verbal). O fato pode ser comprovado com os documentos disponíveis no APEES. O documento indica a entrada de Agostino Corona e, quase um ano depois, a entrada de toda sua família (Projeto Imigrantes, APEES4). A filha de imigrantes italianos, AC (2012, informação verbal), contou que seu pai também emigrou para não prestar serviço militar em uma guerra.

Outro informante (I-01 2012, informação verbal) relatou que ouvia histórias sobre a insegurança das famílias e que, às vezes, o exército italiano recolhia os esto-ques de alimentos e o gado das famílias rurais para alimentar suas tropas envolvidas em guerras, e deixavam as famílias em sérias dificuldades. Ressaltamos que essa prá-tica do exército italiano criava situações calamitosas tendo em vista que os estoques eram feitos como forma de sobrevivência durante o inverno rigoroso, comum no Norte da Itália. Essa informação também foi apresentada por Cavati (1973), quando o autor afirma que, na segunda metade do século XIX, “os exércitos não só requisita-vam os produtos agrícolas, mas assolavam os campos” (Cavati 1973, 13). Biasutti cita

2 Nome não divulgado para garantir o anonimato do informante.3 Disponível em: http://www.ape.es.gov.br/imigrantes/Imigra.aspx. Acesso em: 25 outubro 2013.4 Registro de Entrada de Imigrante. Disponível em: http://www.ape.es.gov.br/imigrantes/Imigra.aspx. Aces-

so em: 25 outubro 2013.

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o depoimento do poeta teresense Victor Biasutti, no qual claramente a insegurança é retratada: “Daí, guerras, lutas de conquistas, nocivas sempre à maioria menos avisa-da, violentada, indefesa... À ameaça da fome, acresçam-se sublevações, deportações, migrações em massa e mortes” (Biasutti 1994, 36).

O entrevistado MM (2014, informação verbal) ilustrou em seu depoimento a perda humana ocasionada pelas guerras. Ele contou que na família eram quatro irmãos, um deles seu bisavô. “Surgiu uma guerra [...], então dos quatro só sobrou meu bisavô, o pai da minha avó. Os outros morreram. Passado um tempo, a família tornou-se dona de uma padaria, mas surgiu uma outra guerra” (MM 2014, informa-ção verbal). Então, o avô e os seis filhos, dentre eles a avó do entrevistado, emigraram para o Brasil. A decisão de emigrar foi narrada pelo entrevistado da seguinte forma: “Eles falaram assim: Puxa vida! Perdemos três da família e agora serão os nossos fi-lhos que vão enfrentar a guerra! Eles fizeram uma reunião [e ponderaram] que aqui no Brasil era oferecida terra pra morar e pra viver. Vamos ficar lá um tempo” (MM 2014, informação verbal). A ideia, originalmente, era retornar quando a guerra ter-minasse, mas “acontece que eles vieram e nunca mais voltaram lá. E a guerra não ocorreu mais” (MM 2014, informação verbal).

Talvez não estivesse para começar uma nova guerra, mas essa possibilidade amedrontava as famílias (Cavati 1973, 13). É importante ressaltar que, na segunda metade do século XIX, o serviço militar durava três anos e a obrigatoriedade militar continuava por meio de serviços em milícias e perfazia um período total de 12 anos. Os homens de 19 a 36 anos que não tivessem cumprido com essa obrigação eram perseguidos pelas autoridades militares (Grosselli 2008, 61). Cumprir o serviço mi-litar significava estar à disposição do exército caso surgisse alguma guerra e isso não era um fato raro naquela época. Nos dois relatos já apresentados, servir ao exército em tempos de guerra era uma ideia que apavorava não somente os jovens, mas tam-bém suas famílias, que nos casos ilustrativos emigraram para conservar sua unidade.

Mas, havia outros fatores que contribuíram para a expulsão de grandes levas po-pulacionais. A região do Trento no Norte da Itália, local de origem de grande parte dos imigrantes que se dirigiram para Santa Teresa, é marcada pelas Dolomitas. As Dolo-mitas formam um relevo montanhoso de grande beleza com 70% do território acima de mil metros de altitude, o que torna grande parte das terras pouco apropriadas para a agricultura (Grosselli 2008). Além das dificuldades do relevo montanhoso, no século XIX, as dimensões das propriedades rurais dessa região eram tão reduzidas que se tor-naram insuficientes para garantir a sobrevivência familiar (Grosselli 2008; Nardi 2007; Saquet 2003). Este parece ter sido um aspecto relevante para a emigração da família da mãe do entrevistado TN (2012, informação verbal): “Achar um pedaço de terra, pra cada um trabalhar no que é dele. Por que lá [Itália], a maioria era de pouca terra”. AF (2014, informação verbal) também confirmou essa condição ao dizer: “A terra era pouca!” E cita ainda a superpopulação como uma das causas da emigração.

Associado a todo esse cenário desfavorável, outro fator importante de push, a superpopulação, levou as prefeituras do Norte da Itália a incentivarem a emigração

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para o Brasil, como forma de reduzir os problemas do desemprego e o excesso de demanda por serviços públicos (Grosselli 2008). Dessa forma, a emigração era uma estratégia para aliviar as tensões sociais internas (Saquet 2003, 66).

Entretanto, as dificuldades enfrentadas pelos trentinos pareciam não acabar. Outros problemas atuaram como fatores push: algumas doenças atingiram as la-vouras de uvas e, pouco depois, as criações de bicho-da-seda, atividades de grande importância para a economia local. No processo de formação do Estado italiano (1859), os mercados trentinos foram pressionados por impostos e taxas de impor-tação e exportação. O Estado italiano cobrava diferentes impostos, e os agricultores estavam entre os mais explorados (Saquet 2003; Nardi 2007). Além disso, a queda dos preços dos produtos agrícolas agravava ainda mais a situação daquela população (Saquet 2003, 65).

Soma-se ao cenário o fato de a região ter sido atingida por três enchentes em menos de dez anos (1882, 1885 e 1889), o que levou à destruição de plantações e obras públicas. Os vales mais férteis foram destruídos pela violência da água que deixou o terreno pedregoso e saibroso (Grosselli 2008). Essas enchentes deixaram muitos camponeses na miséria (Cavati 1973, 13).

Por outro lado, concomitante à Revolução Industrial, novos valores também estavam chegando ao campo. Nas relações capitalistas, tudo podia ser comprado e vendido. A força de trabalho e a terra tornaram-se mercadoria, e colocaram em crise o estilo e o modo de vida daquela sociedade (Grosselli 2008, 69). Com a industriali-zação, o Norte da Itália tornou-se mais forte que o Sul, ainda agrário. Agricultores e artesãos eram expropriados do campo pela expansão das relações capitalistas de pro-dução (Saquet 2003, 56; Filippon 2007, 18). A economia sofreu um rápido processo de redirecionamento, o que gerou um grande número de miseráveis (Grosselli 2008, 52).

Diante de um cenário tão desfavorável, é inegável que muitos dos que emi-graram viviam em uma situação de extrema pobreza na Itália, fato que, atrelado a outros, foi ressaltado por diversos autores (Tamanini 1980; Cavati 1973; Derenzi 1974; Grosselli 2008; Ferreira 2008). Para Trento (1989, 30), entretanto, a pobreza foi a “única e verdadeira” causa da emigração transoceânica.

Não podemos desconsiderar também que alguns poucos podem ter emigrado pelo desejo da aventura, do sonho de enriquecer, de encontrar ouro e a terra pro-metida -a Canaã (Tamanini 1980; Derenzi 1974). O certo é que, na segunda metade do século XIX, a América se tornou uma válvula de escape e uma possibilidade de reconstituir aquela sociedade, mesmo que em terras distantes onde, na época, figu-ravam fatores que atraíram inúmeros italianos.

Os fatores de pull no contexto brasileiroNo mesmo período em que o Norte da Itália enfrentava tantos problemas, o Brasil apresentava um cenário favorável. Nesse cenário atrativo (fatores pull), destacamos: a necessidade de mão de obra, disponibilidade de terras e a ausência de guerras. Es-ses fatores se mostraram importantes para os imigrantes italianos e de outras partes

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da Europa na época. O Brasil de meados do século XIX era pouco povoado e ainda possuía muitas regiões que poderiam ser caracterizadas como vazios demográficos. A ocupação era basicamente litorânea, situação que preocupava o governo imperial brasileiro (Trento 1989, 19).

Em termos produtivos, a América Portuguesa apresentava um modelo de pro-dução marcado pelo latifúndio escravocrata, monocultor e exportador (Boni 1998, 11). Somente com a maioridade de D. Pedro II, em 1840, o país conquistou a estabi-lidade política, o que permitiu que projetos de longo prazo pudessem ser desenvol-vidos (Vieira 2008). Esse período coincide também com a expansão do café (Ferreira Júnior 2009, 21). A necessidade de substituir a mão de obra escrava tornou-se mais eminente a partir da extinção do tráfico de escravos em 1850 e, posteriormente, com a Lei do Ventre Livre em 1871. Na década de 1870, começou a faltar braços para as fazendas produtoras de café (Prado Júnior 1998). A partir desse período, a imigra-ção estrangeira passou a ser prioridade nos projetos da monarquia brasileira. Outra justificativa seria a necessidade de mão de obra especializada que visava ao aumento e à expansão da produção agrícola, principalmente em áreas totalmente desabitadas (Nardi 2007).

Com o início da imigração estrangeira para o Brasil, os primeiros grupos a se estabelecerem foram os alemães, os suíços e os açorianos (Prado Júnior 1998, 188). Na província do Espírito Santo, o início da imigração foi marcado pelo estabele-cimento de alemães na Colônia Santa Isabel, a partir de 1848. Esse fato marcou o início da ocupação das terras do interior, como alternativa para transformar econo-micamente a Província e expandir o cultivo do café (Dadalto 2006, 186).

Cronologicamente, um fato determinante para a atração de imigrantes foi a promulgação da Lei de Terras (Lei 601, de 18 de setembro de 1850), que regula-mentou a aquisição de terras devolutas por meio da compra, autorizou o Governo a promover a colonização estrangeira, demarcar prazos (lotes de terra), naturalizar estrangeiros estabelecidos a mais de dois anos, dentre outras disposições. Na prática, após a proibição do tráfico negreiro, a lei de terras incentivou a entrada de mão de obra livre e a ocupação de terras devolutas, o que promoveu o desenvolvimento eco-nômico em várias áreas do país. Por outro lado, essa mesma lei manteve a posse da terra nas mãos dos grandes proprietários. Entretanto, não garantiu, em grande parte dos casos, que os imigrantes encontrassem condições favoráveis de vida. Os inqué-ritos oficiais apontaram inúmeras dificuldades e aspectos desfavoráveis que escapa-ram à política de migração praticada pelo governo brasileiro. Como consequência, em 1859, a Alemanha proibiu a imigração para o Brasil (Prado Júnior 1998, 188).

Para a Província do Espírito Santo, a imigração estrangeira representou a pos-sibilidade de incrementar a economia local e ocupar as terras em direção ao interior, ainda cobertas por mata densa. A partir dos anos de 1870, com o incremento da cafeicultura, a escassez de mão de obra e a necessidade de ocupar terras devolutas, o governo brasileiro continuou a estimular a vinda de imigrantes (Grosselli 2008, 137-138). Nesse mesmo período, os Estados Unidos passaram a impor restrições à

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imigração. Assim, o Brasil se tornou uma possibilidade considerável para milhares de italianos devido a uma série de medidas adotadas pelo governo brasileiro.

Segundo Prado Júnior (1998), a partir de 1870, a imigração para o Brasil tinha duas destinações: para as grandes lavouras e para a colonização em pequenos núcleos. Dessa forma, São Paulo atraiu mão de obra para a lavoura cafeeira e os estados do Sul e do Espírito Santo atraíram imigrantes para os núcleos coloniais, onde geralmente recebiam lotes de terra. “Não podem ser desconsiderados também [...] os fatores geopolíticos -a necessidade de proteção das fronteiras e de garantia da integridade do território nacional frente às ameaças da expansão imperialista européia, em curso no final do século XIX” (Colbari 1998, 130). Nesse sentido, a imigração colonizadora foi, segundo Constantino (2011, 2), o maior processo de reforma agrária realizado no Brasil, que transformou o cenário político, econômico e social do Sul do país. Assim, implantaram-se modelos de colonização semelhante lá e no Espírito Santo.

Para atrair os imigrantes, uma série de benefícios foi apresentada aos que op-tassem por se deslocarem para as terras brasileiras. O contrato que era oferecido aos imigrantes previa um lote de terras de aproximadamente 25 hectares (Posenato 1998, 236). O governo também oferecia trabalho remunerado em obras públicas por 18 meses e empréstimos em estabelecimentos fiscalizados pelo Estado (Nagar 1995). Entretanto, o que mais seduziu os imigrantes do Norte da Itália foi a possibilidade de conseguir um lote de terras: “Os meeiros da Itália não tinham o menor interesse em abandonar o próprio país para permanecer no mesmo sistema em terra estran-geira” (Posenato 1997, 80). No caso do Espírito Santo e, especificamente do Núcleo Timbuy, os números demonstraram que, do total de 36.663 imigrantes italianos que se estabeleceram nessa província, 4.197 fixaram-se na futura cidade de Santa Teresa.

Os entrevistados TN (2012, informação verbal) e AF (2014, informação verbal) realçaram a escassez de terras na Itália e o interesse de as famílias em obterem um lote de terra no Brasil. A possibilidade da terra se constituiu evidentemente em um fator de pull determinante na tomada de decisão de emigrar. Conseguir um lote de terra significava obter uma fonte de renda para toda a família. Especialmente, por-que os filhos dos imigrantes, ao completarem 18 anos, também podiam requerer um lote de terra para trabalhar.

A seletividade de imigrantesOs já citados trabalhos de Ravenstein (1980) e Lee (1980) ocuparam-se de um tema que será recorrente em outras abordagens: a seletividade dos migrantes. Ambos os autores apresentaram uma preocupação em analisar quais atributos individuais se-riam responsáveis pela seleção positiva dos indivíduos que migram (Santos et al. 2010). Lee (1980) ressaltou que as migrações seriam sempre seletivas, e que os obs-táculos intervenientes atuariam no sentido de eliminar a possibilidade da migração para os mais incapazes. A migração tenderia a ocorrer em certas etapas do ciclo de vida do indivíduo -o que também consiste em um fator de seleção dos migrantes-,

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e o migrante tenderia a possuir características intermediárias entre a população do local de origem e a do local de destino (Santos et al. 2010). Além das características individuais dos migrantes -idade, sexo, educação, atividade profissional, por exem-plo-, no caso da imigração italiana para o Espírito Santo, alguns critérios de seletivi-dade dos imigrantes foram impostos pelo governo brasileiro.

A partir da análise das listas de imigrantes que se estabeleceram no Timbuy, publicadas por Müller (1925), e dos registros de entrada de imigrantes no APEES, percebemos que casais jovens com filhos eram praticamente um padrão. Observa-mos também a entrada isolada de jovens do sexo masculino; não foi identificado nenhum caso de registro de mulheres que entraram sozinhas nesse núcleo.

O projeto imigratório proposto pelo governo brasileiro, portanto, determinava uma série de características para aqueles que desejavam imigrar para o Brasil, dentre outras que “80% fossem agricultores, saudáveis, trabalhadores de boa moral, nunca menores de dois anos e nem maiores de 45 anos, salvo para os chefes de família” (Grosselli 2008, 76).

Em síntese, além da seletividade associada aos processos migratórios, no caso da imigração de italianos para o Espírito Santo, novos critérios foram determinados pelo governo brasileiro, interessado em recrutar no exterior um tipo específico de imigrante que pudesse atender às suas demandas. Nesse tipo de recrutamento, várias instituições agiram em conjunto.

Análises institucionais: o governo provincial do Espírito Santo e a política imigratóriaAs análises institucionais do fenômeno da migração ressaltam que, a partir do mo-mento em que se estabelece um determinado fluxo migratório, várias instituições sur-gem com o intuito de contrabalançar o desequilíbrio entre o número de imigrantes que tem interesse em se dirigir para uma dada região e o número de imigrantes que essa região está efetivamente disposta a receber. Essas instituições -que podem ser pri-vadas, públicas (como é o caso da imigração analisada) ou assistenciais- atuariam de forma legal ou ilegal (Massey et al. 1993; Santos et al. 2010). Piore (1979), com sua Teoria do Mercado Dual de Trabalho, é o pioneiro nesse tipo de análise do fenôme-no migratório. Segundo Piore, a migração internacional não teria como causa fatores de expulsão nos países de origem, mas sim fatores de atração nos países de destino, com os fluxos migratórios sendo estabelecidos a partir do recrutamento -realizado por instituições privadas ou públicas- de imigrantes nos países em desenvolvimento para atender às necessidades do mercado de mão de obra dos países desenvolvidos.

A proposta divulgada pelo governo brasileiro na Itália era atraente e aparente-mente não oferecia grandes riscos para o migrante. Observamos que, no caso da Pro-víncia do Espírito Santo, o governo não mediu esforços para atrair imigrantes, a fim de ocupar terras devolutas. Segundo o Cônsul italiano Nagar (1995), seriam oferecidos, dentre outros, a passagem, estadia nos primeiros tempos, um lote de terras de 25 hec-tares e empréstimos para iniciar os trabalhos de construção da casa e da lavoura. Ape-

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sar de a estrutura oferecida para os imigrantes ser precária, o governo continuou com os trabalhos de abertura de estradas, demarcação de lotes e construção de barracões, que visavam efetivar o projeto de povoamento da província, oferecer melhores condi-ções aos imigrantes e tornar os núcleos coloniais focos de imigração espontânea (Pra-do, 1876, 43). Uma outra tática importante, utilizada pelo governo imperial, era enviar encarregados para recrutar imigrantes. No caso do projeto migratório para o Espírito Santo, o primeiro a visitar as terras do Norte da Itália foi Pietro Tabacchi, “enviado pelo governo capixaba com o objetivo de agenciar imigrantes que deveriam ocupar lotes de terras onde seria inserido o cultivo do café, ou ainda, optar por um emprego nas cida-des ou trabalhar em fazendas privadas” (Grosselli 2008, 76). Porém, como o próprio Nagar confirmou em sua visita ao Espírito Santo em 1895, na prática, o processo não se desenvolveu dessa forma. Os alojamentos eram barracões, as estradas muitas vezes não passavam de picadas abertas no meio da mata e os lotes de terra estavam cobertos por uma densa floresta que impunha muitas dificuldades à sobrevivência (Nagar 1995; Busatto 1990; Gasparini 2008).

A partir da contextualização histórica, feita anteriormente, dos locais de ori-gem e destino do fluxo migratório, abre-se um cenário, a partir de 1873, propício ao surgimento de instituições agenciadoras que passaram a atuar como “caçadoras” de migrantes (Grosselli 2008, 76). Além de Tabacchi, muitos outros agenciadores atuavam no Norte da Itália. O irmão de Pietro Tabacchi, Carlo Tabacchi, também trabalhou agenciando imigrantes e, por vezes, trabalhou como tradutor no Núcleo Timbuy (Grosselli 2008). Em 1874, Caetano Pinto assinou um contrato com o go-verno brasileiro e foi incumbido de atrair italianos do Norte da Itália e da região de Trento. “Este contrato previa o compromisso de introduzir no país, no curso de uma década, 100.000 europeus [...]. Pinto receberia uma quantia considerável por cada imigrante que, através da organização, tocasse o solo brasileiro” (Grosselli 2008, 76).

Muitos administradores municipais, na Itália, também contribuíram para o agenciamento de emigrantes. O intuito era o de livrar o município de uma grande massa de miseráveis e, para isso, contaram com o apoio das igrejas cristãs que envia-ram representantes religiosos para auxiliar os imigrantes no processo de adaptação no novo território (Grosselli 2008).

No caso dos imigrantes que se dirigiram para Santa Teresa (Núcleo Timbuy), primeiramente os agenciadores e depois parentes e amigos forneciam informações sobre o destino. Os custos da viagem eram muitas vezes custeados pelo governo do brasileiro. Ao chegarem, os imigrantes primeiramente ficavam alojados em barra-cões e depois eram enviados para seus próprios lotes de terra, onde teriam a possi-bilidade de cultivar a terra e obter seu sustento. Já as ligações com a parte da família que ficou na Itália eram mínimas, restringiam-se às cartas trocadas no decorrer de anos (Rasselli s/a).

Dessa forma, para que se estabelecesse um fluxo migratório, foi necessário ocorrer uma migração inicial a partir da qual um primeiro grupo de migrantes se dirigiu para locais desconhecidos e suportou os possíveis choques e custos da ino-

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vação (Guilmoto e Sandron 2001, 140). Assim, para os imigrantes que chegaram nas primeiras expedições, o sofrimento foi maior, como descreveu a escritora Virgínia Tamanini em seu romance Karina. Já para os imigrantes que chegaram anos depois, as dificuldades foram bem menores que as dos pioneiros, pois encontraram no local uma rede social que os auxiliou, como veremos a seguir.

A cultura migratória e as redes migratóriasA cultura migratória tende a contribuir para uma futura migração. Com a migração, o indivíduo, tem a possibilidade de promover a sua mobilidade social e adquire o gosto por um padrão de vida que sua comunidade não pode oferecer (Massey et al. 1993, 452-453). Assim, algumas populações europeias como as do Trento e Vêneto, regiões do Norte da Itália, já estavam acostumadas a migrar dentro do próprio continente em busca de empregos temporários que possibilitassem garantir o sustento de suas famílias (Grosselli 2008; Truzzi 2008; Saquet 2003). A tradição de migrar contribuiu para a migração em cadeia (MacDonald e MacDonald 1964, 82) e, no caso do Espírito Santo, foi responsável pela chegada de um grande contingente de imigrantes italianos. “Chain migration can be defined as that movement in which prospective migrants learn of opportunities, are provided with transportation, and have initial accommodation and employment arranged by means of primary social relationships with previous migrants” (MacDonald e MacDonald 1964, 82)5.

A migração em cadeia move grupos de indivíduos, muitas vezes parentes, de um lugar para outro (Tilly 1976, 8). Esse tipo de migração favoreceu a vinda dos imigrantes italianos para o Brasil. Parentes, conterrâneos e agentes de propaganda forneciam informações da nova terra e estimulavam novas migrações (Truzzi 2008, 201; Nagar 1995; Grosselli 2008). Ao se estabelecer uma migração em cadeia, a vinda de amigos, parentes e vizinhos foi facilitada, pois os pioneiros ajudavam na inserção social, trabalho e adaptação à nova situação (Germani 1974, 162).

Segundo Massey (1988, 396), “migrant networks are sets of interpersonal ties that link migrants, former migrants, and non migrants in origin and destination are through the bonds of kinship, friendship, and shared community origin.”6. As redes de migração, já instituídas, “são o meio mais sólido de manter os fluxos migratórios” (Guilmoto e Sandron 2001, 149). Depois de alguns anos de estabelecida a cadeia mi-gratória, o deslocamento é facilitado devido ao fato de grande parte da comunidade já haver emigrado; portanto, o processo de instalação e adaptação ao novo território torna-se menos doloroso. O informante AF (2014, informação verbal), conforme relatado no início deste artigo, afirmou que, assim que o seu tio se estabeleceu no

5 “A migração em cadeia pode ser definida como o movimento em que potenciais migrantes são informados de oportunidades, lhes são fornecidos meios de transporte, alojamento inicial e emprego arranjado por meio de relações primárias com emigrantes anteriores” (tradução livre).

6 “Uma rede de migrantes, ou seja, conjuntos de laços interpessoais que ligam migrantes, ex-migrantes e não migrantes nos lugares de origem e de destino por meio do parentesco, amizade e origem comunitária compartilhada” (tradução livre).

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Núcleo Timbuy, enviou notícias à família na Itália. Os parentes logo se organizaram para migrar também. Outro caso foi relatado pela senhora MS (2014, informação verbal): a história de um jovem, amigo de sua família, que fugiu da Itália para não se casar e partiu em direção ao Brasil. O rapaz foi acolhido pelo avô da senhora MS e estabeleceu-se em Santa Teresa. MS (2014, informação verbal) também afirmou que a família de seu avô, nos primeiros tempos no novo território, também recebeu ajuda de outros italianos que já estavam estabelecidos na região: “Eles ajudaram, até com comida pra eles comerem” (MS, 2014, informação verbal).

Após alguns anos do início do fluxo migratório para a Colônia Santa Leopol-dina e para o Núcleo Timbuy, um dos engenheiros chefe desta colônia, reconheceu que faltava propaganda para atrair os imigrantes; no entanto, os que aqui já ha-viam se estabelecido continuavam a chamar seus parentes (Fundo de Agricultura, Livro 27, 49).

As informações eram trocadas por meio de cartas. O envio dessas cartas foi reconhecido, em 1874, pelo Diretor Interino da Província do Espírito Santo:

Cachoeiro de Santa Leopoldina, 17 de novembro de 1874.

Ao diretor da Secretaria da Agricultura Comércio e Obras Públicas remetendo a pretensão de uma família de italianos que para esta Colônia se querem emigrar.

Tendo essa diretoria em suas mãos um abaixo-assinado de cem famílias de italia-nos tiroleses que desejam emigrar para esta colônia e pretendem estabelecer-se juntamente com seus parentes no Timbuy, mas que por intermédio dos mesmos solicitarão um prospecto dos favores aqui concedidos aos emigrantes, a fim de poderem resolver definitivamente sobre sua vinda [...] dos que para aqui vieram já muitos estão estabelecidos e segundo todas as probabilidades os que vierem de hoje em diante, já encontrando um núcleo de parentes e patrícios, com muito mais facilidade se fixarão. [...] Assinado o Diretor interino Pedro Albuquerque Rodrigues. (Fundo de Agricultura, livro 13, 25).

Esses casos ilustram a importância das famílias e do domicílio no processo migratório. As redes sociais forneceram certa segurança ao migrante e facilitaram a adaptação ao novo território. Lançar-se a uma aventura migratória podia ser algo perigoso, mas o apoio de amigos e/ou parentes podia minimizar esse risco.

Por diversas vezes, observamos em ofícios endereçados à Comissão de Terras e Colonização da ex-colônia Santa Leopoldina (Fundo de Agricultura, Livro 27, 27v, 34v, 46v, 60, 73v), a qual pertencia o Timbuy, italianos estabelecidos nesse núcleo, que oficializavam petições de passagens do Reino da Itália para o Núcleo Timbuy ou Porto de Vitória.

Comissão de Terras e Colonização do ex-núcleo Santa Leopoldina

Vila do Cachoeiro de Santa Leopoldina, em 19 de março de 1888

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Passo às mãos de V. Sª as inclusas petições de dois colonos que pedem ao Gover-no Imperial passagem para parentes seus, desde o Reino da Itália até o Núcleo Timbuy, desta colônia. (Fundo de Agricultura, Livro 27, 60).

Os primeiros imigrantes confiaram em propagandas e migraram rumo ao desconhecido. No entanto, a viagem de seus parentes foi facilitada pelo apoio e informações fornecidas pelos que já estavam estabelecidos no Núcleo. Se inicial-mente os recém-chegados foram obrigados a se alojarem em barracões insalu-bres, os imigrantes que chegaram posteriormente puderam contar com a ajuda de parentes e amigos, o que minimizou consideravelmente o sofrimento inicial e demonstrou a importância dos laços familiares.

As abordagens com foco na família e no domicílioHá uma considerável quantidade de trabalhos sobre o tema migração que utilizaram modelos de análise com maior foco no âmbito da família e do domicílio como lócus da tomada de decisão de migrar (De Jong e Gardner 1981; De Jong, Warland e Davis Root 1998; Fawcett 1989; Harbison 1981: Mincer 1978). O grupo de teóricos que ficou conhecido como Novos Economistas da Migração do Trabalho (Stark e Bloom 1985; Stark e Taylor 1989; 1991; Taylor 1986) apresentou, como pressuposto básico de sua teoria, que a decisão de migrar é tomada por um grupo maior de pessoas que estão de alguma forma ligadas -família, domicílio, ou outra unidade de produção ou consumo que é culturalmente definida- e não por indivíduos isolados. Outro ponto destacado por esses teóricos é o fato de que os indivíduos, ao decidirem migrar, agiriam coletivamente visando minimizar os riscos e não apenas maximizar os seus ganhos (Taylor 1986).

Harbison (1981) também discute os diferentes aspectos relacionados à famí-lia que podem afetar a migração. Harbison ressalta que a estrutura familiar: “Pode incluir não apenas pessoas com laços de parentesco, presentes ou ausentes, mas a natureza das relações entre elas, definidas por direitos e deveres, status relativo e padrões de autoridade” (Harbison 1981, 228). A família “é frequentemente dispersa geograficamente e a rede social criada pelos parentes em diferentes regiões é um importante componente no processo de tomada da decisão de migrar” (Harbison 1981, 251). O fato de receber informações sobre a área de destino, provenientes de membros familiares que tenham migrado anteriormente, aumentaria a expectativa de sucesso com o movimento migratório, e a rede social constituída por esses fami-liares tinha um papel fundamental no suporte ao migrante recém-chegado ao local de destino, como vislumbramos em alguns relatos.

Em propriedades de terra com dimensões reduzidas, que já não eram suficien-tes para manter o sustento das famílias de agricultores (Grosselli 2008), a possibili-dade de conseguir um lote de terra seria uma oportunidade de trabalho para toda a família. No caso dos imigrantes que vieram colonizar as áreas rurais do Espírito

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Santo, a decisão de migrar foi uma decisão familiar (Truzzi 2008, 204). Em cinco das seis entrevistas selecionadas, observamos que toda a família migrou. A partir de listas de imigrantes divulgadas por Müller (1925), Ruschi (1976) e outras disponíveis em acervos organizados em comunidades locais e no próprio APEES, percebemos ser mais comum a entrada de famílias do que de jovens sozinhos.

Como já ressaltado anteriormente, a busca pela paz e a manutenção da inte-gridade da família foram também um importante motivador da decisão de migrar. Mais do que maximizar ganhos, as famílias italianas, que povoaram o Núcleo Tim-buy, queriam fugir das ameaças das guerras pela unificação do país, encontrar a paz e a segurança para seus filhos em idade para servir o exército.

Como dito anteriormente, esses e outros fatores, como o reduzido tamanho das propriedades rurais, os altos impostos, as dificuldades financeiras e os novos valores capitalistas que estavam chegando no campo, estavam colocando em crise a velha estrutura familiar (Grosselli 2008). Migrar representava, nesse contexto, a pre-servação da estrutura e da unidade familiar, além, é claro, de promover a melhoria do padrão de vida desta.

Considerações finaisOs documentos pesquisados e os depoimentos apresentados apontam características do contexto histórico italiano e brasileiro na época de formação do Núcleo Timbuy, atual município de Santa Teresa (ES). A bibliografia indica uma população italiana amedrontada pelas guerras e um Brasil com uma economia em expansão, que dis-ponibilizava terras para a colonização com imigrantes europeus. Os relatos mostram também que muitos imigrantes, mesmo em uma conjuntura favorável, preferiram abrir mão dessa condição para manter a unidade familiar e evitar a perda de outros parentes próximos. As histórias de fuga do Norte da Itália pareciam ser comuns naquele período, quando jovens e famílias inteiras emigraram, algumas delas fu-gindo das autoridades locais. O serviço militar, em muitos casos, gerava o medo e a miséria às famílias, que não só perdiam mão de obra trabalhadora nos campos, mas seus próprios filhos para as forças armadas (Grosselli 2008, 59-68). Especificamente no caso de Santa Teresa (Núcleo Timbuy), os relatos nos revelam uma Itália com dimensões de terras agricultáveis reduzidas, que não fornecia em suas fronteiras condições de comportar tantos habitantes. Para o camponês que garantia seu sus-tento a partir de sua propriedade, um terreno com pequenas dimensões dificultava sua sobrevivência. Assim, conquistar seu lote de terra em uma terra distante era algo importante (Zanini 2007; Saquet 2003).

Em resumo, para Guilmoto e Sandron (2001, 135), “na escala global, a migração resulta do desequilíbrio estrutural entre os sistemas produtivos que entram em contato pela extensão histórica de trocas”. Assim, se por um lado, o Norte da Itália enfrentava crises e o governo não encontrava solução para resolver os problemas de milhares de trabalhadores, por outro, no Brasil, o governo do Espírito Santo disponibilizava terras para os imigrantes. Entretanto, para além dessa perspectiva dos fatores de push e pull,

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outras perspectivas encontraram diálogo com o contexto estabelecido no caso da imi-gração que configurou o território de Santa Teresa (Núcleo Timbuy).

Os depoimentos trouxeram informações significativas sobre as redes sociais. Elas deram certa segurança ao migrante e facilitaram a adaptação ao novo território. Lançar-se a uma aventura migratória tornou-se menos arriscado com o apoio de amigos e/ou parentes. Em vários momentos, os entrevistados revelaram a impor-tâncias dos laços familiares e da formação do domicílio no local de destino. Cada imigrante estabelecido tornou-se um ponto de referência e de amparo para aqueles que pretendiam iniciar o processo migratório, agenciados de diversas maneiras.

Em suma, com o referencial teórico apresentado, podemos confirmar que o processo imigratório para o Espírito Santo foi impulsionado por fatores de repulsão no Norte da Itália no século XIX e fatores de atração no território capixaba. Com o auxílio de instituições agenciadoras, milhares de camponeses trentinos foram tra-zidos para o estado com o intuito de suprir a necessidade de mão de obra e ocupar terras até então com pouca ou nenhuma ocupação.

Por fim, foram destacados outros fatores também importantes para o estabele-cimento desse fluxo migratório, com destaque para a existência de uma cultura mi-gratória -muitos italianos já estavam acostumados a migrar dentro da Europa para conseguir trabalho-; a formação de redes sociais que davam informações de Santa Teresa para familiares e compatriotas, além de, em muitos casos, fornecer auxílio nos momentos iniciais do estabelecimento dos novos imigrantes; por fim, o fato de a migração representar a possibilidade de manter a unidade familiar e impulsionar melhorias financeiras.

Deve ser destacado que a análise do fluxo migratório que se constituiu no final do século XIX entre o Norte da Itália e o estado do Espírito Santo, no Brasil, ilustra bem o quão complexo é a migração enquanto objeto de estudo, com as abordagens escolhidas para o diálogo neste artigo representando apenas uma das inúmeras for-mas possíveis de se abordar o fenômeno.

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Arqueología regional en el valle de Tena: un estudio sobre la microverticalidad muisca*

Pedro María Argüello García**Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia

doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda25.2016.07Artículo recibido: 11 de agosto de 2015; aceptado: 18 de enero de 2016; modificado: 11 de febrero de 2016

Resumen: Con base en fuentes etnohistóricas se ha planteado que la agri-cultura vertical o microvertical hizo parte del sistema de financiación de al-gunos cacicazgos muiscas que habitaban el altiplano Cundiboyacense en el siglo XVI. Tal vez el caso mejor documentado es el de la región del valle de Tena, que se supone funcionó como proveedor de alimentos para el cacicazgo de Bogotá. En dicho valle se llevó a cabo un reconocimiento arqueológico sistemático con el fin de determinar la naturaleza del poblamiento humano y la posible disposición de los asentamientos en torno a un sistema agrícola vertical o microvertical. Los resultados de este estudio arqueológico contra-dicen las expectativas de los modelos de poblamiento vertical y microvertical en el valle de Tena y por tanto descartan la posibilidad de que el cacicazgo de Bogotá se financiara con productos agrícolas de esa región.

Palabras clave: Arqueología, economía política (Thesaurus); cacicazgos muiscas, agricultura vertical, reconocimiento sistemático (palabras clave del autor).

* Este artículo se deriva de mi tesis doctoral “Subsistence Economy and Chiefdom Emergence in the Muisca Area. A Study of the valle de Tena”. La misma fue posible gracias a los aportes económicos de la National Science Foundation (award No. 1241358), el Departamento de Antropología de la Universidad de Pitts-burgh, el Centro de estudios latinoamericanos de la Universidad de Pittsburgh y la Fundación de Investi-gaciones Arqueológicas Nacionales.

** Doctor en Antropología, Universidad de Pittsburgh. Entre sus últimas publicaciones están: coautor en “Arte rupestre y ritual. Un estudio arqueológico de los petroglifos de El Colegio (Cundinamarca)”. Revista Colombiana de Antropología 49 (1): 241-277. Coautor en “Rock Art Research in Colombia”. En Rock Art Studies. News of the World, editado por Paul Bahn, Natalie Franklin y Mattias Strecker, 319-328. Oxford: Oxbow Books. *[email protected] *[email protected]

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Regional Archaeology in Valle de Tena. A Study of the Muisca Microverticality

Based on ethnohistorical accounts, it has been suggested that vertical or microvertical agriculture was part of the finance system of some Muisca chiefdoms which inhabited the Altiplano Cundiboyacence during the sixtieth century. Perhaps the best documented case is the Valle de Tena region, which supposedly, provided food for Bogotá´s chiefdom. An archaeological systematic survey was carried out in the region to study the settlement patterns and their possible relation to vertical or microvertical agriculture. The result of this study contradicts the expectations of the models of vertical and microvertical settlement. Consequently, it can be concluded that Bogotá´s chiefdom was not financed by agricultural products from the Tena region.

Keywords: Archaeology, political economy (Thesaurus); Muisca chiefdoms, vertical agriculture, systematic survey (author´s keywords).

Arqueologia regional no Vale de Tena: um estudo sobre a microverticalidade muisca

Resumo: Com base em fontes etno-históricas, propõe-se que a agricultura vertical ou microvertical fez parte do sistema de financiamento da alguns caciquismo muiscas que habitavam o planalto de Boyacá (Cundinamarca, Colômbia) no século XVI. Talvez o caso mais bem documentado seja o da região do Vale de Tena, que se supõe ter funcionado como fornecedor de alimentos para o caciquismo de Bogotá. Nesse vale, realizou-se um reconhecimento arqueológico sistemático com o objetivo de determinar a natureza do povoamento humano e a possível disposição dos assentamentos em torno a um sistema agrícola vertical ou microvertical. Os resultados deste estudo arqueológico contradizem as expectativas dos modelos de povoamento vertical e microvertical no Vale de Tena e, portanto, descartam a possibilidade de que o caciquismo de Bogotá seja financiado com produtos agrícolas dessa região.

Palavras-chave: Arqueologia, economia política (Thesaurus); caciquismo muis-cas, agricultura vertical, reconhecimento sistemático (palabras-chave do autor).

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Desde el trabajo pionero de John Murra (1972), el término verticalidad se ha convertido en parte connatural del entendimiento de la ecolo-gía, la economía y la política de las comunidades andinas. Aunque un importante grado de variabilidad ha sido documentado en las econo-mías verticales, existe cierto acuerdo respecto a que las comunidades

andinas han aprovechado la diversidad ecológica propia de este tipo de ecosistemas para asegurar el abastecimiento de productos agrícolas provenientes de diferentes pi-sos térmicos. Dado que tal aprovechamiento se hace por parte de un mismo grupo étnico1, los modelos sobre verticalidad enfatizan la intencionalidad de una comunidad de asegurar el abastecimiento de bienes de subsistencia y no depender de él por vía del intercambio. No existe acuerdo entre los investigadores vinculados a este tópico respecto a los factores que llevan a un grupo étnico a tratar de asegurar la provisión de una amplia gama de productos agrícolas. Para algunos se trata de un asunto rela-cionado con la ecología humana de las comunidades andinas (Brush 1977), mientras que para otros, la verticalidad debe ser entendida además como un sistema económico altamente eficiente (Mayer 2004). Incluso existen estudios que postulan que el manejo vertical no se relaciona en absoluto con algún tipo de racionalidad económica y se debe más bien a factores cosmológicos (Osborn 1995).

Desde la formulación misma de lo que Murra denominó “archipiélago verti-cal” se ha asociado este tipo de manejo con la economía política de cacicazgos y es-tados. Es importante aclarar aquí que en el planteamiento original de Murra (1972) se entiende el manejo vertical como parte de la organización económica de las so-ciedades andinas, independientemente del tipo de organización política. Como un “ideal andino”, el manejo vertical ha estado presente en diferentes tipos de comuni-dades andinas con importantes diferencias étnicas, sociales, culturales y políticas. Por ende, no es posible, para Murra, sostener que el manejo vertical corresponde a un determinado modo de producción o formación social. Como es resaltado tam-bién por Murra, el manejo vertical es transformado en las sociedades jerárquicas y se convierte en una forma de producción que puede ser controlada por las élites. En este sentido, el manejo vertical puede hacer parte de la economía política de las sociedades cacicales y estatales. Para diversos investigadores, la producción agrícola en diferentes pisos térmicos hace parte de las fuentes de financiación de las élites, lo que permitiría, entre otras cosas, la provisión de productos para ser redistribui-dos (Hastings 1987; Landázuri 1995; Murra 1972; Salomon 1986; Stanish 1992; Van Buren 1996). De esta manera, la búsqueda de autonomía alimentaria puede ser no sólo un ideal de las comunidades andinas sino también una empresa dirigida por los

1 Es importante recalcar que conceptos tales como grupo étnico provienen de la información contenida en documentos coloniales, sobre todo visitas, y por ende responden a criterios de agrupación no siempre explícitos. Parece ser que a los ojos de los europeos, algunos rasgos comunes como la lengua servían para determinar la pertenencia a un grupo o no, pero debe ser claro que la connotación grupo étnico corresponde a una construcción colonial, y no necesariamente responde a una situación prehispánica. Para el caso que ocupa este artículo, los muiscas, véase una discusión en Gamboa (2015).

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líderes políticos. Éste es justamente el caso de los cacicazgos muiscas, para los cuales se ha postulado que el manejo vertical hizo parte del sistema económico que los sustentaba (Langebaek 1987a, 1987b y 1996; Lleras y Langebaek 1987).

Es claro que el grueso de la información sobre economías verticales proviene de fuentes etnohistóricas y que ellas, por lo general, sólo reflejan la configuración de la economía política de las sociedades cacicales en el momento de la invasión española (e.g., Landázuri 1995; Salomon 1986). Para el caso concreto de los muiscas, investiga-ciones recientes sobre dichas fuentes ponen en duda la veracidad de muchos de sus postulados, los cuales se han enraizado como verdades comprobadas desde mediados del siglo XIX (Gamboa 2010). La arqueología se ha ocupado poco del estudio de las economías verticales, en parte por la dificultad de construir correlatos sólidos que per-mitan evaluar la información contenida en las fuentes etnohistóricas (Dillehay 1979; Hastings 1987; Hastorf y Earle 1985; Santoro et al. 2010; Stanish 1992). En el norte de los Andes, cuando se han puesto en práctica proyectos específicamente diseñados para estudiar el tema de la verticalidad, la evidencia arqueológica concluyó que tal sistema económico simplemente no existió (Cuéllar 2009; Quattrin 2001), o fue un fenómeno más bien tardío (Langebaek y Piazzini 2003).

El propósito de este artículo es presentar los resultados de una investigación arqueológica llevada a cabo en el valle de Tena, el área que se supone proveyó de productos agrícolas al cacicazgo de Bogotá a través de un sistema de agricultura microvertical (Langebaek 1987a y 1996). Con base en un estudio diacrónico de pa-trones de asentamiento y su relación con diferentes zonas productivas se analiza la posible existencia de un patrón de producción agrícola microvertical en dicha zona. Los resultados de tal análisis son el punto de partida para una discusión sobre la base económica de los cacicazgos muiscas descritos por los españoles en el siglo XVI.

Etnohistoria del valle de TenaLa región de la que tal vez existe más información sobre verticalidad muisca es el valle de Tena. Carl Langebaek (1987a) compiló información etnohistórica que indica que los habitantes localizados en el borde occidental de la sabana de Bogotá solían hacer desplazamientos diarios a la vecina región del valle de Tena con el objetivo de atender cultivos que mantenían allí. Utilizando un concepto previamente establecido para los Andes ecuatorianos (Oberem 1981), Langebaek denominó tales desplazamientos dia-rios microverticalidad. Así las cosas, los muiscas tendrían sus lugares de habitación en la sabana de Bogotá y usarían el valle de Tena como fuente de provisión de productos agrícolas. La cercanía del valle de Tena, de acuerdo con Langebaek, haría perfecta-mente posible para un muisca que vivía en el borde de la sabana de Bogotá desplazarse hacia esa región y volver el mismo día. Es importante mencionar, no obstante, que algunas referencias etnohistóricas dejan abierta la posibilidad de movimientos anuales en los cuales los indígenas de la sabana de Bogotá pasarían parte del año en la zona de Tena atendiendo sus cultivos (Archivo General de la Nación [AGN], Caciques e Indios [CI], 1597, T 55, legajos 713v, 713R), lo que se conoce propiamente como verticalidad.

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Independientemente de si los movimientos eran diarios o temporales, existen tres razones por las cuales los muiscas de la sabana de Bogotá habrían practicado la agricultu-ra vertical en el valle de Tena. En primer lugar, las características geográficas del valle de Tena lo hacen una región con gran diversidad bioclimática, ya que en tan sólo unos pocos kilómetros es posible encontrar al menos tres pisos térmicos: frío, medio y cálido. Esta di-versidad habría sido aprovechada por los muiscas para abastecerse de un amplio rango de productos, imposibles de cultivar en la sabana de Bogotá, sobre todo frutales (AGN, CI, 1597, T 55, legajo 713v). Langebaek (1987a) aporta información sobre una amplia gama de productos que hacían parte de la dieta de los muiscas del altiplano Cundiboyacense y que debían ser cultivados en tierras cálidas, por ejemplo yuca, auyama y piña. A este rango de productos pueden agregarse otros no comestibles pero indispensables para producir mantas, como el algodón, o de consumo permanente, como la coca.

La segunda razón por la cual los muiscas de Bogotá habrían practicado la agri-cultura vertical en el valle de Tena tiene que ver con los problemas para la agricultura propios de la sabana de Bogotá. Tanto ayer como hoy, la zona occidental de la sabana de Bogotá es susceptible a las inundaciones producidas por el desborde del río Bogotá (Simón 1981, 379) y a las heladas. Estas dos condiciones suponen riesgos para la agri-cultura que fueron profusamente mencionados en las fuentes etnohistóricas. Por tanto, el mantenimiento de campos agrícolas en el valle de Tena sería además una estrategia de reducción del riesgo, para asegurar así la provisión de los recursos de subsistencia.

La tercera razón por la cual los muiscas de la sabana de Bogotá practicaban la agricultura vertical tiene que ver con la mayor productividad del valle de Tena. A diferencia de la sabana de Bogotá, donde sólo es posible obtener una cosecha de maíz al año, en la zona cálida del valle de Tena es posible obtener dos cosechas de maíz al año (AGN, CI, 1597, T 55, legajo 713v).

La pregunta que deriva de la exposición de las razones por las cuales los muis-cas practicaban la agricultura vertical es si ello obedece solamente a consideraciones de carácter ecológico y de aseguramiento de los bienes de subsistencia o si respondía también a las obligaciones de proveer tributo a sus caciques. Algunas referencias etnohistóricas parecerían indicar que, en efecto, parte del excedente que se obtenía gracias a las dos cosechas de maíz al año se destinaba a pagar tributos (AGN, Visitas Cundinamarca, 1638, T 62, legajo 238v). Incluso existen referencias que indicarían que parte del valle de Tena pertenecía al cacique de Bogotá, quien además tenía allí su “casa de verano” (Simón 1981, 206).

La posible existencia de un sistema agrícola que generara excedente para ser re-distribuido alentó la construcción de modelos que sostuvieron que la base del poder cacical muisca descansaba en la extracción de excedente y su redistribución (Tovar 1980). En particular, se postuló que la agricultura microvertical hizo parte del sistema económico del cacicazgo de Bogotá, quien habría utilizado el excedente generado gra-cias a la productividad del valle de Tena no sólo para redistribuirlo sino también para intercambiarlo y para el mantenimiento de especialistas (Langebaek 1987a, 1987b y 1996; Lleras y Langebaek 1987).

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Patrones de asentamiento y productividad agrícola en el valle de Tena

No es fácil determinar exactamente cuál es la zona a la que los europeos se referían como valle de Tena. Se puede hacer un acercamiento basado en varios aspectos, tales como su contigüidad con la sabana de Bogotá, concretamente con algunos lugares mencionados en las fuentes etnohistóricas como Bosa y el cacicazgo de Bogotá; la identificación de algunos lugares en el valle de Tena como Cusio, hoy Cubsio; y el nombre mismo que recibe uno de los actuales municipios en la cuenca media del río Bogotá: Tena.

El valle de Tena es una región montañosa, cortada transversalmente por el río Bogotá. Una cadena montañosa con pendientes que pueden llegar a los 90° y que corre en sentido sur-norte separa la sabana de Bogotá del valle de Tena (ver la figura 1). No obstante lo agreste del terreno, la comunicación entre estas dos regiones es re-lativamente fácil, gracias a los cursos de quebradas que las cortan transversalmente. En apenas un par de horas es posible desplazarse a pie desde los bordes de la sabana de Bogotá hasta las zonas menos frías, donde inicia el valle de Tena. En las faldas de dichos cerros, conjuntos montañosos de menor inclinación, cortados en sentido norte-sur por quebradas que depositan sus aguas al río Bogotá, permiten no sólo la agricultura sino también los asentamientos humanos.

Figura 1. Localización del valle de Tena

Cacicazgo de Bogotá

0 50 kms

Sabana de Bogotá

Valle

Río Bogotá

Río

Mag

dale

na

de Tena

Fuente: El autor, basado en Instituto Geográfico Agustín Codazzi (2000)

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Desde estos primeros lomeríos hacia el occidente, siguiendo el curso del río Bogotá, se realizó un reconocimiento regional sistemático. Esta metodología de campo permite la recolección de información sobre patrones de asentamiento a es-cala regional (Drennan 1985 y 2006) y ha demostrado ser muy útil para la recons-trucción de la historia del poblamiento de diferentes contextos nor-andinos (Boada 2006 y 2013; Cuéllar 2009; Drennan, 2006; Langebaek 1995 y 2001; Langebaek y Dever 2009). El reconocimiento sistemático en el valle de Tena abarcó un amplio rango altitudinal, entre 2600 y 750 msnm, lo que permitió contrastar los patrones de asentamiento con diferentes pisos bioclimáticos. En total fueron reconocidos 144 km² en los actuales municipios de Tena, San Antonio del Tequendama, El Colegio y La Mesa (ver la figura 2).

Figura 2. Área del reconocimiento sistemático en el valle de Tena y sitios arqueológicos localizados

Fuente: El autor, basado en Instituto Geográfico Agustín Codazzi (2000)

El poblamiento documentado para el valle de Tena se remonta al año 300 A.C. Es posible, no obstante, que sitios de mayor antigüedad no hayan sido detectados, ya que la metodología de reconocimiento sistemático no está diseñada para encon-trarlos. La cercanía del valle de Tena con sitios Precerámicos y Arcaicos, tales como Tequendama, Galindo y Aguazuque (Correal y Van der Hammen 1977; Pinto 2003),

La Mesa

El Colegio

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0 2.5 5 km

San Antoniodel Tequendama

Tena

2500

200015001000

Río Bogotá

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sugiere que estos primeros pobladores pudieron también habitar esta zona. Es más, se ha sugerido que el valle del río Bogotá constituía un corredor a través del cual los primeros pobladores se movilizaban entre el valle del Magdalena y la sabana de Bogotá. Muy poca gente vivió en dicha región durante el primer período de ocupa-ción, denominado período Herrera. Los cálculos más liberales indican que allí no vivieron más de 260 personas, en un lapso de tiempo que va hasta el año 400 D.C. Durante este período, casi toda la población se concentró en las faldas de la cadena montañosa que separa el valle de Tena de la sabana de Bogotá, alrededor de un sitio de gran tamaño en la zona de Cubsio. Esta comunidad supra-local (sensu Peterson y Drennan 2005 y 2012)2 se asentó en la zona más fría del valle de Tena, a una altura de 2000 msnm. La zona cálida del valle de Tena fue escasamente poblada, y apenas un par de sitios fueron encontrados a una altura menor de 1200 msnm (ver la figura 3).

Figura 3. Patrón de asentamiento. Período Herrera

2 Peterson y Drennan (2005 y 2012) definen las comunidades locales como aquellas donde tiene lugar diariamente una intensa interacción social (cara a cara) entre un conjunto definido de unidades habitacionales. La comunidad local se expresa arqueológicamente como agrupaciones de unidades de vivienda que pueden ser diferenciadas unas de otras. La comunidad supra-local implica una estructura que integra múltiples comunidades locales y, por ende, tiene una escala espacial y demográfica mayor que las comunidades locales. Según estos autores, la delimitación de la comunidad supra-local es la expresión arqueológica del crecimiento propio que deriva en la formación de sociedades complejas.

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Cubsio

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151Antes de continuar con la descripción del proceso de poblamiento en el valle de Tena es necesario hacer una aclaración. Se sigue aquí la misma nomenclatura de la periodización arqueológica de la sabana de Bogotá (Herrera, Muisca Temprano, Muisca Tardío), ya que los mismos tipos cerámicos usualmente identificados allí se hallaron tanto en el reconocimiento regional como en excavaciones estratigrá-ficas en el valle de Tena (Argüello 2015; Martínez 2011). Más allá de suponer que el hallazgo de tipos similares en una u otra región significa la misma filiación étni-ca, como fue común en los tiempos de la arqueología histórico-cultural, se asume aquí, siguiendo el postulado de Flannery y Marcus (2012), que cuando dos regiones muestran fuertes similitudes en su cultura material, ello sugiere que las gentes de esas dos regiones estuvieron activamente relacionadas.

Durante el período Muisca Temprano (400-1000 D.C.) se dio un importante cre-cimiento poblacional en el valle de Tena. Sin embargo, dicho crecimiento fue muy discreto si se compara con la “explosión demográfica” que tuvo lugar en algunas zonas del altiplano Cundiboyacense (Boada 2006 y 2013; Langebaek 1995). Por ejemplo, es posible, según los cálculos más liberales, que en un área de 144 km² en el valle de Tena hayan vivido 494 personas durante este período, en tanto que para la vecina área de Funza-Mosquera, en la sabana de Bogotá, los cálculos sugieren que habitaron 2.577 personas en un área de 64 km² (Boada 2013). El incremento de población en el valle de Tena no significó un cambio sustancial en los patrones de asentamiento. La mayor parte de la población continuó viviendo en las faldas de las montañas que separan el valle de Tena de la sabana de Bogotá, agrupados ahora en dos comunidades supra-lo-cales (ver la figura 4). Un incremento, aunque no significativo, de los asentamientos en la zona cálida del valle de Tena tuvo lugar durante este período.

Fuente: El autor

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Figura 4. Patrón de asentamiento. Período Muisca Temprano

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Fuente: El autor

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Tal vez el período en que los patrones de asentamiento del valle de Tena con-trastan más con los del altiplano Cundiboyacense es el Muisca Tardío (1000-1500 D.C.). Mientras que en general se presentó un aumento, a veces dramático, de la población en el altiplano Cundiboyacense (Boada 2006 y 2013; Langebaek 1995 y 2001), en el valle de Tena la cantidad de población se mantuvo casi igual que en el período anterior, o incluso pudo haber disminuido a 456 personas. Tampoco hubo un cambio importante en los patrones de asentamiento en el valle de Tena. El mayor porcentaje de la población continuó viviendo en las faldas de la cadena montañosa que separa esta región de la sabana de Bogotá, agrupada en dos comunidades su-pra-locales. El poblamiento de la zona cálida del valle de Tena aumentó levemente, y para el momento de la invasión española, el 30% de la población vivía en ella (ver la figura 5).

La pregunta que surge de la anterior descripción de los patrones de asenta-miento en el valle de Tena es si ellos responden a lo que podría esperarse de un patrón de asentamiento producido por un sistema agrícola vertical o microvertical. Cada una de estas dos opciones implica expectativas arqueológicas ciertamente di-ferentes, que serán evaluadas a continuación.

No es difícil imaginar que si los habitantes de la sabana de Bogotá se desplaza-ban diariamente al valle de Tena y volvían en la noche a sus casas –microverticali-dad–, el registro arqueológico en esta segunda región mostraría al menos dos carac-terísticas. En primer lugar, no deberían encontrarse sitios de vivienda, o al menos deberían ser poco comunes. Segundo, si se encuentra cerámica, ella correspondería a tipos de vasijas específicos, relacionados con transporte de líquidos, mas no con labores de cocción (es de suponer que la gente lleve consigo la comida preparada en su casa, localizada en la sabana de Bogotá).

Si, por el contrario, los desplazamientos al valle de Tena fueran temporales (es decir, por unos meses) –verticalidad–, el registro arqueológico de esta región debería ser cuantitativamente diferente de aquel en el que se supone que la ocupa-ción fue permanente. Como se puede demostrar con base en la información etnoar-queológica aportada por Osborn (1979), existe una fuerte correlación entre el lapso de tiempo que una familia habita en una casa y la cantidad de vasijas que utiliza (r=0,89, p=0,03, Y=2,85X +10,85) (ver la figura 6). Así las cosas, se espera que si la gente habitó en el valle de Tena sólo unos meses, la cantidad de cerámica que sea colectada en una vivienda de esta región debería ser menor que aquella colectada en una vivienda localizada en una zona donde la habitación fue permanente.

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Figura 5. Patrón de asentamiento. Período Muisca Tardío

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Fuente: El autor

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Figura 6. Correlación entre el número de vasijas por familia y el tiempo de ocupación (en meses) para cinco familias U’wa. Las líneas extremas indican un intervalo de confianza del 90%

Fuente: El autor con base en datos tomados de Osborn (1979)

Dos características más son esperadas en el patrón de poblamiento del valle de Tena, independientemente de si se trató de verticalidad o de microverticalidad. Pri-mero, la distribución de sitios arqueológicos debería mostrar una tendencia hacia la dispersión, en razón a que los cultivadores de la sabana de Bogotá irían al valle de Tena a trabajar en sus parcelas, mas no a realizar otro tipo de actividades que requiriesen mayor interacción y, por ende, mayor cercanía espacial de las unidades sociales. Se ha postulado que un patrón de asentamiento únicamente condicionado por las necesi-dades agrícolas, y en ausencia de obras de infraestructura que requieran labor comu-nal, tiende hacia la dispersión (Drennan 1988; Stone 1993). Segundo, como lo que se pretende es, o bien la adquisición de productos diferentes a aquellos cultivables en la sabana de Bogotá, u obtener dos cosechas de maíz por año, se esperaría que la eviden-cia arqueológica se halle de forma predominante en la zona cálida del valle de Tena.

Como es bien sabido, los fragmentos diagnósticos que permiten identificar los tipos de vasijas siempre son una parte mínima dentro del conjunto de fragmentos cerámicos que usualmente se obtienen en una colección superficial o una excava-ción arqueológica. Por tanto, es difícil llevar a cabo un análisis sistemático de los tipos de vasijas encontrados en el valle de Tena. La figura 7 muestra los lotes en que fueron hallados fragmentos diagnósticos de ollas. Una comparación entre fragmen-tos diagnósticos de ollas y cuencos muestra que para el período Herrera esta relación es 50%-50%; para el período Muisca Temprano, 40% son ollas y 60% son cuencos; y para el Muisca Tardío, 66% son ollas y 34% son cuencos. Estos números muestran que en el valle de Tena las ollas, como indicadores de labores de cocción, no fueron escasas en ningún período arqueológico.

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Figura 7. Lotes en donde fueron encontrados fragmentos diagnósticos de ollas

Fuente: El autor

Aunque la cantidad de fragmentos cerámicos, correlato de restos de vivienda, identificados en el valle de Tena a través de la secuencia arqueológica dista mucho de ser enorme (35 para el período Herrera y 66 para los períodos Muisca Temprano y Muisca Tardío), tampoco es suficientemente pequeña para suponer que se trata de restos aislados y que, por ende, en esta área no hubo viviendas. Carl Langebaek (1996) propuso que eran los cacicazgos en los bordes del altiplano Cundiboyacense los que practicaban agricultura vertical, en tanto que los cacicazgos localizados en el centro se especializaban en otros tipos de labores. Por ende, se espera que los habitantes de los cacicazgos localizados en el centro del altiplano Cundiboyacense hayan pasado más tiempo en sus sitios de habitación que aquellos localizados en los bordes y, siguiendo la premisa desarrollada con base en el estudio de Osborn (1979), dejen más basura en sus casas que aquellos que vivieron en los bordes. Dado que se dispone de información colectada mediante el mismo método que se utilizó en el presente estudio, es posible realizar una comparación del promedio de tiestos de los lotes en diferentes zonas del altiplano Cundiboyacense con los del valle de Tena. Se espera entonces que los promedios de tiestos por lote para las zonas de

Herrera Muisca Temprano

Muisca Tardío

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Fúquene-Susa y Villa de Leyva (Langebaek 1995 y 2001) –localizados en el centro del altiplano Cundiboyacense– sean mayores que los de las zonas de Cota-Suba y Funza-Mosquera-Fontibón (Boada 2006 y 2013) –localizados en el borde occidental de la sabana de Bogotá–, y que ellos a su vez sean mayores que los del valle de Tena.

La tabla 1 muestra que la información proveniente de estas cinco regiones no es compatible con las expectativas antes planteadas. La región con mayores promedios para el período Herrera es Funza-Mosquera-Fontibón, localizada en el borde de la sabana de Bogotá, seguida por Tena. Durante los subsecuentes períodos Muisca Temprano y Muisca Tardío, Villa de Leyva, localizada en el centro, muestra los mayores promedios, pero Fúquene-Susa, también localizada en el centro, está entre los más bajos, por debajo de regiones ubicadas en el borde como Cota-Suba y Funza-Mosquera-Fontibón. El único período en que el valle de Tena muestra los promedios más bajos es el Muisca Tardío, pero aun así no hay una correspondencia exacta entre el promedio de tiestos y localización geográfica. Esto significa, para el caso del valle de Tena, que sus promedios encuadran perfectamente dentro de los promedios de otras regiones donde se supone que el poblamiento fue permanente. En suma, no es fácil explicar las diferencias en los promedios de tiestos por lote con base en la localización geográfica de estas cinco regiones y en una diferencia esperada basada en la temporalidad del asentamiento.

Tabla 1. Promedio de tiestos/lote para cinco reconocimientos sistemáticos en el altiplano Cundiboyacense

Localización Región Herrera Muisca Temprano Muisca Tardío

Centro Fúquene-Susa 1,68 2,51 4,61Centro Villa de Leiva 2,33 22,71 20,39Borde Cota-Suba 1,38 4,93 6,38

BordeFunza-

Mosquera-Fontibón

6,52 12,59 13,93

Tena 3,97 4,34 4,53

Fuente: El autor basado en datos tomados de Boada (2006 y 2013) y Langebaek (1995 y 2001)

Como ya se anotó, el patrón de poblamiento en el valle de Tena se caracteri-za por la tendencia hacia la concentración poblacional. Durante toda la secuencia arqueológica, la gente vivió en comunidades supra-locales, con un alto grado de interacción diaria (Peterson y Drennan 2005 y 2012) (figuras 3 a 5). De hecho, la comparación entre diferentes períodos arqueológicos muestra un mayor interés de la gente por vivir en tales comunidades supra-locales. Para el período Herrera, 9 lotes (25%) están por fuera de la égida de la comunidad supra-local, cuyo centro fue Cubsio. Durante el período Muisca Temprano, cada vez menos gente (8 lotes-12%) vivió por fuera de alguna de las dos comunidades supra-locales identificadas para

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ese período, aun a pesar del aumento poblacional. La tendencia hacia la menor can-tidad de gente por fuera de alguna comunidad supra-local se mantuvo hasta el úl-timo período prehispánico. Durante el Muisca Tardío, tan sólo 5 lotes (7,5%) están por fuera de alguna de ellas. Estos patrones de asentamiento patentemente contradi-cen las expectativas de un patrón de poblamiento vertical o microvertical. Es claro que la mayor cantidad de habitantes del valle de Tena vivieron relativamente cerca unos de otros y que estuvieron interesados en mantener interacción permanente.

Como también se anotó, los centros de las comunidades supra-locales identi-ficadas en los distintos períodos arqueológicos se localizaron en las zonas frías del valle de Tena, en las faldas de las montañas que separan esta región de la sabana de Bogotá. Un análisis sistemático de dicho patrón de asentamiento puede ser realizado mediante una comparación con diferentes zonas de productividad. La delimitación de tales zonas se basó en los rangos altitudinales en los cuales es posible obtener una o dos cosechas de maíz al año. Se hizo para este producto, ya que es sobre él que se han construido los postulados respecto a agricultura vertical (Langebaek 1987a), pero la delimitación de tales zonas puede ser útil también para evaluar la posibi-lidad, o no, de cultivo de un amplio rango de productos como yuca, piña, coca y algodón. Como no es posible simplemente trazar una línea que diferencie las zonas donde pueden ser obtenidas por año una o dos cosechas de maíz, fue también de-limitada una zona transicional, donde es posible cualquiera de las dos opciones. La evaluación del patrón de asentamiento en relación con las zonas de productividad se llevó a cabo mediante la comparación de la población observada vs. la población esperada, con base en la división de toda la región estudiada en cuadrículas de 500 x 500 m (siguiendo el método propuesto por Drennan y Quattrin 1995). Se esperaría que si la distribución de los asentamientos es una función de estas zonas producti-vas, la ocupación observada sería igual a la ocupación esperada en cada una de estas cuadrículas. Si, por el contrario, la ocupación observada es mayor que la ocupación esperada en alguna cuadrícula, es posible concluir que en ella la ocupación no es una función de la productividad de dicha zona (Drennan, Quattrin y Peterson 2006). Este método permite mostrar la preferencia de la población por una zona determi-nada, sin realizar un estimado a priori sobre su productividad.

La figura 8 muestra la distribución de la población en relación con las difer-entes zonas productivas, en tanto que la figura 9 muestra la relación entre la po-blación observada vs. la población esperada para el período Herrera. Durante este período, la casi totalidad de la población vivió, o bien en la zona I (donde sólo es posible una cosecha de maíz al año, 40%) o bien en la zona II (transición, 51%), y apenas una pequeña parte de la población (8,5%) vivió en la zona III (donde son posibles dos cosechas de maíz al año). Cuadrículas con población observada muy por encima de la población esperada indican que la preferencia por alguna zona productiva en particular no fue el mayor condicionante del patrón de asentamiento durante el período Herrera. Dichas cuadrículas se agrupan en la zona de Cubsio, y configuran el centro de la comunidad supra-local antes identificada, lo que significa

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que definitivamente el patrón de asentamiento para este período no puede ser ex-plicado como un intento de maximizar el acceso a los recursos agrícolas. En efecto, las zonas productivas escasamente pueden explicar un 1% de la distribución de la población durante el período Herrera (r² = 0,010, p <0,0005).

Figura 8. Distribución de la población en relación con diferentes zonas productivas. Período Herrera

Zona P roduc tiva

Una cosecha de maíz por año

Zona transicional

Dos cosechas de maíz por año

Fuente: El autor

Figura 9. Relación entre la población observada vs. la población esperada. Período Herrera

Fuente: El autor

Zona P roduc tiva

Una cosecha de maíz por año

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Dos cosechas de maíz por año

Zona P roductivaUna cosecha de maíz por año

Zona transicional

Dos cosechas de maíz por año

500 x 500 cuads

2-3 Desviaciones Estándar por encima de la media

> 3 Desviaciones Estándar por encima de la media

Zona P roductivaUna cosecha de maíz por año

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500 x 500 cuads

2-3 Desviaciones Estándar por encima de la media

> 3 Desviaciones Estándar por encima de la media

Durante el período Muisca Temprano, la mayor cantidad de la población con-tinuó habitando las zonas I y II (32% y 36%, respectivamente), aunque un mayor porcentaje de población habitó la zona III (32%) (ver la figura 10). El centro de la co-munidad supra-local de Cubsio siguió siendo definido por un conjunto de cuadrícu-las con población observada muy por encima de la población esperada; en tanto que otras cuadrículas con población observada por encima de la población esperada en la zona nororiental delimitan parcialmente la otra comunidad supra-local identi-

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ficada para este período (ver la figura 11). Esto significa que las zonas productivas tampoco explican la distribución de los asentamientos para el período Muisca Tem-prano. De hecho, estas zonas productivas continúan siendo un muy pobre predictor del patrón de asentamiento regional (r²= 0,073, < 0,0005).

Figura 11. Relación entre la población observada vs. la población esperada. Período Muisca Temprano

Figura 10. Distribución de la población en relación con diferentes zonas productivas. Período Muisca Temprano

Zona P roductivaUna cosecha de maíz por año

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Dos cosechas de maíz por año

500 x 500 cuads

2-3 Desviaciones Estándar por encima de la media

> 3 Desviaciones Estándar por encima de la media

Zona P roductivaUna cosecha de maíz por año

Zona transicional

Dos cosechas de maíz por año

500 x 500 cuads

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Fuente: El autor

Zona P roduc tiva

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Dos cosechas de maíz por año

Zona P roduc tiva

Una cosecha de maíz por año

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Dos cosechas de maíz por año

Fuente: El autor

Fue durante el período Muisca Tardío que un mayor porcentaje de la población se asentó en la zona III (38%). Este mayor porcentaje se dio a expensas de la reduc-ción del porcentaje de población de la zona I (24%), en tanto que el porcentaje de población que habitó la zona II permaneció prácticamente inalterado (38%) (ver la figura 12). Al igual que para los dos períodos anteriores, la población observada es superior a la población esperada en las zonas donde las comunidades supra-locales

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fueron definidas, lo que significa que la distribución de la población durante el pe-ríodo Muisca Tardío tampoco puede ser explicada como una función de las zonas productivas (r²= 0,056, p<0,0005) (ver la figura 13).

Figura 12. Distribución de la población en relación con diferentes zonas productivas. Período Muisca Tardío

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Dos cosechas de maíz por año

Zona P roductivaUna cosecha de maíz por año

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Dos cosechas de maíz por año

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2-3 Desviaciones Estándar por encima de la media

> 3 Desviaciones Estándar por encima de la media

Zona P roductivaUna cosecha de maíz por año

Zona transicional

Dos cosechas de maíz por año

500 x 500 cuads

2-3 Desviaciones Estándar por encima de la media

> 3 Desviaciones Estándar por encima de la media

Fuente: El autor

Figura 13. Relación entre la población observada vs. la población esperada. Período Muisca Tardío

Fuente: El autor

ConclusionesEl estudio arqueológico llevado a cabo en el valle de Tena permite efectuar algunas aseveraciones respecto al poblamiento humano en dicha zona, la agricultura vertical y el sistema de financiamiento de los cacicazgos muiscas de la sabana de Bogotá. Tal vez una de las conclusiones más interesantes de este estudio es que “desmitifica” la idea del poblamiento panche en la zona alta de la cuenca media del

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río Bogotá. Desde inicios del siglo XX había hecho carrera la teoría según la cual las zonas templadas y cálidas, donde además se hallaban petroglifos, correspondían a lugares de habitación de los panches (Triana 1972). Aun a pesar de que durante el reconocimiento sistemático en el valle de Tena se registró una importante cantidad de petroglifos, no se colectó ningún fragmento cerámico que pueda ser asociado a dicho grupo. Investigaciones arqueológicas en la vertiente occidental de la cordillera Oriental han documentado de forma consistente tipos cerámicos tardíos, diferentes de aquellos comúnmente encontrados en el altiplano Cundiboyacense (Argüello 2004; Avellaneda 1988; Cardale 1976; López y Mendoza 1994; Peña 1991; Salas y Tapias 2000), por lo que hoy es posible diferenciar sin mayor dificultad la cerámica que probablemente utilizaron los grupos panches de aquella utilizada por los muiscas. En el valle de Tena, todos los fragmentos cerámicos que pudieron ser clasificados corresponden a tipos usualmente encontrados en la sabana de Bogotá.

El patrón de asentamiento Herrera y Muisca en el valle de Tena no se ajusta a las expectativas que se derivan de un modelo de poblamiento establecido según los requerimientos de la agricultura vertical o microvertical. Durante toda la secuencia de poblamiento, la gente que habitó en tal región prefirió vivir en la zona más fría del valle de Tena, en comunidades supra-locales, con un alto grado de interacción. A diferencia de lo esperado por el modelo microvertical, los muiscas tuvieron asen-tamientos permanentes en el valle de Tena. Y a diferencia de lo previsto por los modelos vertical y microvertical, la gente en dicha región no habitó en zonas don-de se pudieran cultivar especies no disponibles en la sabana de Bogotá, o en zonas más productivas. Tampoco se documentó un patrón de poblamiento disperso, que era el esperado en una zona únicamente dedicada a la explotación agrícola. Aun así, es perfectamente posible que los pobladores de dichas comunidades tuvieran desplazamientos diarios hacia zonas más cálidas, ya que está demostrado que los habitantes de una de esas comunidades (Cubsio) tenían acceso a alimentos de tales zonas (Martínez 2011).

En términos generales, el estudio de los patrones de asentamiento en el valle de Tena muestra que durante toda la ocupación prehispánica habitaron allí de forma permanente comunidades que probablemente mantuvieron un alto grado de inde-pendencia política respecto a aquellas que habitaron en la sabana de Bogotá. Desde la primera ocupación sedentaria, período Herrera, se observa el asentamiento per-manente de una comunidad supra-local que gravita en torno a un sitio de tamaño considerable. Si el tamaño de este sitio es comparado con otros del mismo período en la sabana de Bogotá, es evidente que unos y otros son similares, lo que indicaría que no existe una relación de dependencia o jerarquía entre las dos zonas en cues-tión. No existe evidencia en los patrones de asentamiento en el valle de Tena que su-giera que el surgimiento de los cacicazgos en la sabana de Bogotá, acaecido durante el período Muisca Temprano, haya impactado de forma considerable los procesos regionales en el valle de Tena. Como tampoco existe evidencia de algún cambio im-portante en el valle de Tena durante la consolidación de los cacicazgos en la sabana de Bogotá en el período Muisca Tardío. Por el contrario, la imagen que se puede ex-

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traer del proceso de poblamiento en el valle de Tena, desde el período Herrera hasta el período Muisca Tardío, es la de una región sin duda independiente políticamente.

Si a lo anterior se agrega la relación entre los patrones de asentamiento y las di-ferentes zonas eco-climáticas, es en consecuencia difícil sostener que los cacicazgos muiscas de la sabana de Bogotá hayan podido utilizar el valle de Tena como fuente de provisión para su financiamiento. Esto no descarta la posibilidad de flujos de alimentos y materias primas entre una zona y otra, pero si así fue, ello no se dio en el marco de un sistema económico centralizado. Así las cosas, este estudio se suma a otros realizados en época reciente y que básicamente han llegado a la misma con-clusión: los cacicazgos muiscas no surgieron como consecuencia de la manipulación de fuentes de poder económico.

AgradecimientosDeseo expresar mi más profundo agradecimiento a Robert Drennan, no sólo por di-rigir la tesis de la cual se deriva el presente artículo sino por sus enseñanzas durante todos estos años. A los estudiantes de las universidades Nacional de Colombia, de Caldas, Externado y Católica del Perú, quienes colaboraron en el trabajo de campo. Y a todos aquellos que de una u otra manera brindaron su asistencia y apoyo durante la realización de este trabajo.

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Microrrelieve costero vs. icnitas humanas en la localidad El Caracolero (Claromecó, Argentina)*

Mariano Bonomo**CONICET, Universidad Nacional de La Plata, Argentina

Adriana Blasi***CIC, Universidad Nacional de La Plata, Argentina

doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda25.2016.08Artículo recibido: 25 de agosto de 2015; aceptado: 25 de febrero de 2016; modificado: 10 de marzo de 2016

Resumen: Se discute el origen de una serie de cavidades que han sido inter-pretadas como huellas humanas en un lugar de la costa Atlántica pampeana conocido como el Caracolero de Claromecó (partido de Tres Arroyos, pro-vincia de Buenos Aires, Argentina). Las mencionadas huellas se encuentran en una roca que aflora en la plataforma de abrasión litoral. Su descubrimiento y la atribución de una alta antigüedad de ca. 30.000 años 14C AP tuvieron re-percusión en los medios de comunicación, donde fueron inicialmente dadas a conocer. Los resultados de los estudios litológicos realizados permitieron establecer que el sustrato rocoso está constituido por una arenita con cemen-to carbonático que se correlaciona con depósitos de la transgresión pleis-tocena de edades cercanas a los 120.000 años AP. Los rasgos morfológicos de las cavidades de la plataforma de abrasión se corresponden con aquellos producidos por disolución natural del carbonato y definidos en la literatura geológica principalmente como “pans” y “pits”. Finalmente, de acuerdo con la

* Este artículo proviene del proyecto de investigación “Arqueología de ambientes acuáticos del Centro-este argentino” (Código 11/N770), Universidad Nacional de La Plata, 2014-2017. Director: Dr. Mariano Bonomo.

** Doctor en Ciencias Naturales. Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de la Plata, División Arqueología. Investigador CONICET. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: coautor en “A Model for the Guaraní Expansion in the La Plata Basin and Littoral Zone of Southern Bra-zil”. Quaternary International 356: 54-73, 2015. Coautor en “Early Holocene Human Remains from the Argentinean Pampas, Cranial Variation in South America and the American Peopling”. PaleoAmerica. A Journal of Early Human Migration and Dispersal 1 (3): 251-265, 2015. *[email protected]

*** Doctora en Ciencias Naturales. Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de la Plata, División Mineralogía, Petrología y Sedimentología. Entre sus últimas publicaciones se encuen-tran: coautora en “Modificación Antrópica del paisaje durante el Holoceno tardío: las construcciones monticulares en el delta superior del río Paraná”. Revista de la Asociación Geológica Argentina 71: 33-47, 2014. Coautora en “Late Pleistocene - Holocene Detrital Alluvial Sand Analysis in the Eastern Andean Piedmont between 33-34º S (Mendoza province, Argentina)”. Sedimentary Geology 280: 234-243, 2013. *[email protected]

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información disponible, se concluye que las cavidades definidas como icnitas humanas de Claromecó no poseen claro origen antrópico, y, por tanto, hasta que no se demuestre lo contrario no pueden ser consideradas en la discusión arqueológica sobre el poblamiento temprano de América.

Palabras clave: Litología, Cuaternario (Thesaurus); pisadas humanas, cavida-des naturales, región pampeana (palabras clave del autor).

Coastal Microrelief vs. Human Ichnites in El Caracolero (Claromecó, Argentina)

Abstract: The aim of this paper is to discuss the origin of a series of cavi-ties from an area of the Atlantic coast in the Pampean Region known as the Caracolero from Claromecó (Tres Arroyos County, Buenos Aires Province, Argentina) which, have been interpreted as human footprints. They are loca-ted on a rock that outcrops on the littoral abrasion platform. The discovery of the footprints and their ascription of a high antiquity ca. 30.000 years 14C BP was initially disclosed to the media, where they first had an impact. The lithological studies carried out allowed to establish that the features of rocky substratum consist of an arenite with carbonate cement linked to deposits from the Pleistocene transgression dating back to 120.000 years BP. The mor-phological features of the abrasion platform’s cavities match those produced by natural carbonate dissolution and are mainly defined as “pans” and “pits” in the geological literature. Finally, according to the available information, it is concluded that the cavities from Claromecó do not have a clear anthropic origin. Therefore, they cannot be taken into account in the archaeological debate about the early peopling of the Americas.

Keywords: Lithology, Quaternary (Thesaurus); human footprints, natural ca-vities, Pampean region (author´s keywords).

Microrrelevo litorâneo versus pegadas fossilizadas humanas na região El Caracolero (Claromecó, Argentina)

Resumo: Neste artigo, discute-se a origem de uma série de cavidades que têm sido interpretadas como pegadas humanas num lugar do litoral atlântico pampiano conhecido como o Caracolero de Claromecó (partido de Tres Arroyos, província de Buenos Aires, Argentina). As mencionadas pegadas se encontram numa rocha que aparece na plataforma de abrasão litoral. Seu descobrimento e a atribuição de uma alta antiguidade de ca. 30.000 anos 14C AP tiveram repercussão nos meios de comunicação, em que foram inicialmente dadas a conhecer. Os resultados dos estudos litológicos realizados permitiram estabelecer que o substrato rochoso está constituído por uma arenito com cimento carbonático que se correlaciona com depósitos da transgressão pleistocena de idades próximas aos 120.000 anos AP. Os traços morfológicos das cavidades da plataforma de abrasão se correspondem

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com aqueles produzidos por dissolução natural do carbonato e definidos na literatura geológica principalmente como “pans” e “pits”. Finalmente, de acordo com a informação disponível, conclui-se que as cavidades definidas como pegadas fossilizadas humanas de Claromecó não possuem claramente origem antrópica e, portanto, até que não seja demostrado o contrário, não podem ser consideradas na discussão arqueológica sobre o povoamento precoce da América.

Palavras-chave: Litologia, Quaternário (Thesaurus); pegadas humanas, cavi-dades naturais, região pampeana (palabras-chave do autor).

En la arqueología mundial sólo se conocen alrededor de sesenta sitios con pisadas de homíninos y humanos modernos, por lo cual constitu-yen evidencias excepcionales de gran valor arqueológico, bioantropo-lógico y sedimentológico (Gordon 2009). Han sido informadas tanto pisadas como trayectos de pisadas, con sus sentidos de marcha, sobre-

imposiciones, tipos de huellas, rasgos anatómicos o geométricos y grados de preser-vación (véase Morse et al. 2010). Las posibilidades de preservación de estas singula-res manifestaciones de individuos concretos del pasado se vinculan estrechamente con el tipo de sustrato, las condiciones ambientales, la acción humana y los procesos de formación de los depósitos arqueológicos (Allen 1997). Así, uno de los aspectos primordiales en las investigaciones sobre huellas, sean humanas o de fauna, ha sido determinar el tipo de sustrato pisado. Esto es, el material sedimentario que ha sido transitado por los seres humanos y/o animales y sus propiedades particulares que han permitido la formación y preservación de la huella (Allen 1997). En este sentido, hasta el momento la mayor cantidad de hallazgos de improntas de pisadas humanas ha ocurrido en sustratos de granos finos, constituidos por cenizas volcánicas, y más raramente en carpetas microbianas o fangos lacustres (Morse et al. 2010).

En diversas publicaciones de la literatura internacional (Kim et al. 2008; Lo-ckley et al. 2008; Robbins 1985) se discute hasta qué punto un rasgo puede o no constituir una clara huella humana. Básicamente debe reflejar la anatomía y la función del pie humano en cuanto a dimensiones, proporciones anatómicas y pre-siones plantares, evidenciadas estas últimas en variaciones en la profundidad de la impronta. Una pisada humana o de un homínino muestra dos profundidades máximas en la base de la huella, una que corresponde al talón, y la otra, al meta-tarso, siendo lo más frecuente que las zonas de las cabezas del metatarso 1 y 2 sean las más deprimidas (Morse et al. 2010). De esta manera, se han propuesto nuevas metodologías para el estudio de huellas con el objeto de brindar certeza sobre su origen humano (Bennett et al. 2009).

En Argentina ha sido informada la presencia de pisadas humanas en tres loca-lidades de la costa Atlántica pampeana (véase la figura 1): sitio arqueológico Monte

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Hermoso I (Bayón y Politis 1996), sitio paleoicnológico de Pehuen Co (Bayón et al. 2011), y en el Caracolero de Claromecó (Azcuy et al. 2011a; 2011b), que han brindado información cualitativa y cuantitativamente muy disímil. Las más de 450 pisadas de Monte Hermoso I (7100-6800 años 14C AP) han sido analizadas en deta-lle y son de indudable génesis humana, mientras que las 13 pisadas consecutivas de Pehuen Co (ca. 12000 años 14C AP), sitio con cientos de trayectos y pisadas de aves y mamíferos (entre ellos, megamamíferos extintos), aún están siendo estudiadas para corroborar su posible origen antrópico y su cronología. En ambos casos fueron des-critas en artículos científicos (Bayón y Politis 1996; Bayón et al. 2011) y son motivo de sostenidas investigaciones en un marco interdisciplinario. En tanto que las tres improntas definidas como huellas humanas del Caracolero de Claromecó fueron citadas y dadas a conocer en varios medios gráficos de circulación diaria1 y presenta-

1 Es el caso por ejemplo de “En busca del homo sapiens pampeano. Un arqueólogo local descubrió en Claromecó rastros humanos que coexistían con los de megaterio” (El Popular, febrero 14, 2007), “Hallan huellas fósiles de humanos y megaterios” (La Nación, febrero 15, 2007), “Las huellas humanas halladas en Claromecó son de 29.000 años atrás. El descubrimiento reflota la teoría de Florentino Ameghino” (La Voz del Pueblo, enero 6, 2009), “En Claromecó, provincia de Buenos Aires. Hallan pisadas humanas de hace más de 29.000 años” (Perfil, enero 9, 2009), “Disertación sobre la actualidad de Las Patas” (La Voz del Pueblo, enero 17, 2010) e “Investigan a fondo el sitio Las Patas” (La Voz del Pueblo, abril 27, 2014).

Figura 1. A) Costa Atlántica de la provincia de Buenos Aires entre las localidades de Claromecó y Pehuen Co. B) Esquema estratigráfico definido en Claromecó: (1a) Facies litorales del Belgranense (1b) Facies de marismas (Pleistocena superior) (2) Depósitos Pampeanos (Ensenadense cuspidal).

*sustratos informados con presencia de pisadas.Fuente: Elaborado por los autores. B) tomado y modificado de Isla et al. (2000)

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das en congresos geológicos en los que fueron publicadas en formato de resúmenes (Vizán y Azcuy 2010; Azcuy et al. 2011a; 2011b). Aun cuando no había sido compro-bado su origen antrópico por estudios arqueológicos específicos, las pisadas del Ca-racolero fueron incluidas en el popular manual de Ciencias Sociales para 1er año de enseñanza secundaria de la editorial Santillana (Barraza et al. 2010). Esta edición del manual, que tuvo cinco reimpresiones entre 2010 y 2013, todavía sigue siendo usada extendidamente por docentes y alumnos de distintos colegios secundarios del país. Si bien aún no se han escrito artículos extensos que permitan evaluar los estudios realizados por el equipo de Azcuy sobre las pisadas del Caracolero de Claromecó, es-tos hallazgos traspasaron el ámbito académico-científico de la arqueología. Además de su presentación en distintos congresos de geología, las amplias repercusiones en medios masivos de comunicación, su inclusión en textos escolares muy difundidos en el ámbito educativo y su recepción en organismos gubernamentales (véase abajo) justifican la presente discusión.

Este artículo tiene como propósito general contribuir a la discusión sobre el origen de las cavidades definidas como pisadas humanas del Caracolero mediante la caracterización del sustrato rocoso portador de dichas icnitas y que aflora en la pla-taforma de abrasión litoral ubicada a aproximadamente 10 km del arroyo Claromecó (partido de Tres Arroyos, provincia de Buenos Aires). Los objetivos específicos del presente estudio son: 1) caracterizar y correlacionar dicho sustrato con las unidades estratigráficas descriptas para la geología del área, 2) definir el rango temporal de su depositación, 3) describir el microrrelieve presente en la mencionada plataforma de abrasión, 4) contrastar las distintas cavidades del microrrelieve con los rasgos geométricos de las definidas como pisadas humanas y 5) discutir el marco temporal y el potencial sedimentario para la formación de icnitas en la localidad bajo estudio.

Antecedentes arqueológicos en Claromecó y alrededoresEn el marco de las investigaciones llevadas a cabo en la costa Atlántica del área In-terserrana (Bonomo 2005), desde 1999 se han prospectado y sondeado ambas már-genes del curso inferior del arroyo Claromecó y se ha relevado la cadena de mé-danos adyacente a este curso fluvial. Como producto de estas actividades se han detectado doce conjuntos arqueológicos, entre los que sobresale el sitio arqueológico Claromecó 1 (Bonomo et al. 2008). Claromecó 1 fue un campamento ocupado por cazadores-recolectores en torno al 800 años 14C AP, donde se aprovecharon princi-palmente animales de origen continental, especialmente guanaco (Lama guanicoe) (Leon, 2014) y se tallaron con la técnica bipolar elevadas proporciones de rodados recolectados en el litoral Atlántico.

En la zona intermareal de la plataforma de abrasión litoral, que se extiende entre los balnearios de Claromecó y Reta del partido de Tres Arroyos, a unos 10 km de la des-embocadura del arroyo Claromecó, se encuentra la zona conocida como El Caracolero (figura 1). En esta localidad, constantemente visitada por turistas y pescadores, a los 38º 52´35.3” S y 60º 10´ 42.5” O, se detectaron tres oquedades que fueron identificadas como

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huellas atribuidas a seres humanos. Una de ellas, de acuerdo a su forma, correspondería a un pie izquierdo de un individuo adulto que, por la falta de un primer dedo transversal, es atribuida a un homínino (Azcuy et al. 2011a)2. Las improntas fueron asociadas a una cronología de aproximadamente 30.000 años 14C AP sobre la base de dataciones radio-carbónicas realizadas en conchillas de la playa fósil del Perfil del Acantilado del Faro de Claromecó y su correlación con una edad radiocarbónica obtenida en hueso de Maga-therium sp. en el Caracolero (Azcuy et al. 2011b). Para los autores, las diferentes unida-des estratigráficas aflorantes cerca del Faro de Claromecó corresponden al Bonaerense tardío y Lujanense y representan, en su conjunto, el único afloramiento cuaternario que hasta ahora se ha preservado en los alrededores de Claromecó (Azcuy et al. 2011a; 2011c; véase también Tófalo et al. 2014 y Vizán et al. 2015).

El hallazgo de las pisadas: repercusión mediática e interpretaciones inicialesEn febrero de 2007 se descubrió en una roca de la zona del Caracolero de Claromecó una cavidad semejante a una pisada humana. Carlos Bancur, aficionado local a la arqueología, fue quien primero sostuvo que esa cavidad podía corresponder a una pequeña huella humana. Este hecho luego fue confirmado por el arqueólogo Miguel Mugueta, que estaba ocasionalmente en la zona. La noticia tuvo un fuerte impacto mediático que continúa hasta la actualidad. Fue rápidamente publicada en el diario El Popular de Olavarría3, donde se expresaba que se trataba de varias pisadas, que pertenecían a un niño o una mujer y tenían una antigüedad de 7.000 a 10.000 años. Reproduciendo parcialmente los resultados de las investigaciones sobre las pisadas humanas de Monte Hermoso I, distante a más de 120 km de allí, también se propuso que los sedimentos donde se habían registrado las huellas del Caracolero correspon-dían al fondo de una laguna que había tenido contacto con el mar. Además se infor-maba que en la misma roca, a unos 20 cm de distancia y asociadas a la pequeña pi-sada, se registraban otras cavidades atribuidas inicialmente a las improntas dejadas por un megaterio (Megatherium sp.). Según fue transmitido a la prensa, este hallazgo fortuito era una fuerte evidencia de la coexistencia de las poblaciones humanas con los megamamíferos pleistocénicos, tal como lo había afirmado Florentino Ameghi-no a fines del siglo XIX4.

En ese verano de 2007 el Dr. Carlos Azcuy también se suma al estudio de las defi-nidas como huellas humanas y de los huesos de megafauna que aparecen en la zona del

2 Todos los primates actuales y fósiles conocidos, incluidos todos los homínidos, poseen una condición ancestral de cinco dedos en las extremidades posteriores (Fleagle 2013, figura 2.27), por lo cual es poco probable que un primate americano haya tenido cuatro dedos.

3 “En busca del homo sapiens pampeano. Un arqueólogo local descubrió en Claromecó rastros humanos que coexistían con los de megaterio” (El Popular, febrero 14, 2007).

4 “En busca del homo sapiens pampeano. Un arqueólogo local descubrió en Claromecó rastros humanos que coexistían con los de megaterio” (El Popular, febrero 14, 2007) y “Hallan huellas fósiles de humanos y megaterios” (La Nación, febrero 15, 2007); véase también “Las huellas humanas halladas en Claromecó son de 29.000 años atrás. El descubrimiento reflota la teoría de Florentino Ameghino” (La Voz del Pueblo, enero 6, 2009).

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Caracolero. Días más tarde, uno de los autores (Mariano Bonomo), convocado por la municipalidad de Tres Arroyos, visitó el lugar de los hallazgos, realizó el muestreo del sustrato donde se localizaban las cavidades asignadas a icnitas humanas y planteó que debían ser realizados estudios específicos para verificar su carácter antrópico5.

El 6 de enero de 2009 se anunció en La Voz del Pueblo6 de Tres Arroyos que las tres pisadas humanas del yacimiento que denominaron “Las Patas” tenían una edad de 29.200 años, tal como lo indicaba un reciente fechado radiocarbónico. De esta manera, tal como fue comunicado a los medios, la antigüedad de las pisadas del Caracolero las trasformaba en una de las evidencias más importantes para entender el poblamiento temprano del continente americano, comparable a la información brindada por sitios arqueológicos como Monte Verde en Chile y Pedra Furada en Brasil. La noticia sobre las antiguas pisadas humanas de Claromecó, rápidamente fue reproducida por la Agencia Nacional de Noticias TELAM, logrando una gran repercusión periodística y una amplia difusión en distintos medios del país y porta-les de Internet7.

El impacto mediático de la antigüedad de los hallazgos de Claromecó llamó la atención del Lic. Nicolás Scioli, en ese momento coordinador ejecutivo del Orga-nismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS) de la Provincia de Buenos Aires. Inmediatamente, dispuso el envío de profesionales de la Dirección de Áreas Naturales Protegidas para evaluar si el sitio de las pisadas humanas de Claromecó podía ser declarado Área Natural Protegida e incorporado dentro del sistema reser-vas de la Provincia de Buenos Aires, bajo la Ley provincial 10.9078. Hasta el momen-to esta declaración no se ha hecho efectiva.

Posteriormente, Azcuy aclaró en un comunicado de prensa enviado a la radio local que a partir de 2008 su proyecto de investigación estaba integrado sólo por es-pecialistas del campo de la geología y la paleontología. Agregó también que la data-ción radiocarbónica de 29.200 años AP había sido obtenida a partir de gasterópodos provenientes de una playa fósil del acantilado del Faro de Claromecó, esto es, en una posición estratigráfica diferente y distante a unos 12 km al E de las pisadas del Cara-colero. En el XVIII Congreso Geológico Argentino, Azcuy y colaboradores (2011c) presentaron los primeros resultados de los estudios geológicos de la parte superior del acantilado del Faro, donde obtuvieron un fechado de 29.200 ± 2000 y otro de 28.900 ± 2000 años 14C AP a partir de valvas de Tegula patagonica de una playa fósil. En ese

5 “Arqueólogos platenses en Claromecó. Investigan huellas en la arena” (Diario Hoy, febrero 21 de 2007).6 “Las huellas humanas halladas en Claromecó son de 29.000 años atrás. El descubrimiento reflota la teoría

de Florentino Ameghino” (La Voz del Pueblo, enero 6, 2009).7 “Las pisadas halladas en Claromecó serían las más antiguas de América” (DIARIOC, enero 9, 2009), “En

Claromecó, provincia de Buenos Aires. Hallan pisadas humanas de hace más de 29.000 años” (Perfil, enero 9, 2009), “Evalúan declarar área natural protegida sitio en Claromecó” (El Libertario, enero 11, 2009) y “Evalúan declarar al sitio Las Patas como Área Natural Protegida Provincial” (La Voz del Pueblo, enero 12, 2009).

8 “Evalúan declarar área natural  protegida sitio en Claromecó” (El Libertario, enero 11, 2009), “Evalúan declarar al sitio Las Patas como Área Natural Protegida Provincial” (La Voz del Pueblo, enero 12, 2009) y “La datación de Las Patas favorecería a la declaración de reserva natural” (La Voz del Pueblo, enero 21, 2009).

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mismo congreso, Azcuy et al. (2011a) expusieron otro trabajo donde dieron a conocer el hallazgo de las huellas humanas del Caracolero de Claromecó y de icnitas de mega-mamíferos pleistocenos, una de las cuales correspondería a la huella de un Lestodon y estaría asociada con las humanas. Allí, en los afloramientos donde se registraron las huellas humanas, se describió también el hallazgo de dos huesos de Megatherium sp., uno de los cuales fue datado por AMS9 en 29.700 ± 250 años AP a partir de la hi-droxiapatita. Esta edad, cercana a la de las valvas del Faro de Claromecó, fue utilizada para sugerir una correlación estratigráfica entre la playa fósil y la roca con la huella hu-mana del Caracolero (Vizán y Azcuy 2010). Según Azcuy et al. (2011a), siguiendo los criterios de Isla et al. (2000) y de Pasquali y Tonni (2004), los depósitos corresponden al Bonaerense tardío y al Lujanense y se hallan cubiertos y/o interpuestos por gruesas camadas de calcretas de hasta 1 m de espesor, en las que han sido coleccionados los restos fósiles pertenecientes a la megafauna pleistocénica. Sin embargo, estas asigna-ciones no se corresponden con las realizadas por los autores que trabajaron en los acantilados y playas de Claromecó, que asignaron los limos entoscados pampeanos al Ensenadense, y los depósitos de facies de marismas y de dunas de playa, a la transgre-sión marina del estadio isotópico 5e (Belgranense) (véase la figura 2) (Frenguelli 1928; Isla, Cortizo y Schnack 1996; Isla et al. 2000; Isla, Bértola y Schnack 2001; Schnack et al., 2005; Cortizo e Isla, 2007; Bértola, Cortizo e Isla 2009; Cenizo 2011).

Marco geomorfológico y estratigráficoLa costa Atlántica que se extiende entre los balnearios Claromecó y Reta (partido de Tres Arroyos) se caracteriza por una plataforma de abrasión litoral que aparece en forma discontinua en la playa actual. En esta playa arenosa, afectada por mareas de 2 m de amplitud media, los afloramientos mencionados quedan parcialmente des-cubiertos durante la bajamar (Bértola, Cortizo e Isla 2009). En el área también se ob-serva la presencia de médanos elevados paralelos a la línea de ribera con vegetación psammófita y remanentes aislados de acantilados. Estos rasgos del paisaje corres-ponden a las siguientes unidades geomorfológicas: a) acantilados con plataforma litoral en forma de playas rocosas, aflorantes en cortos trechos y de erosión activa (Isla, Bértola y Schnack 2001), b) playas del mesomareal (Bértola, Cortizo e Isla 2009) y c) médanos de la Barrera Medanosa Austral (Isla, Cortizo y Schnack 1996).

Los primeros antecedentes geológicos para la zona corresponden a los estu-dios de Frenguelli (1928), quien menciona la existencia de “excepcionales y cortos trechos rocosos” en las playas de Claromecó, específicamente en la desembocadura del arroyo Claromecó y en la zona de Salto de Piedra. Según este autor, en Salto de Piedra, sitio ubicado a dos leguas al oeste de la desembocadura de dicho arroyo, aparece “una plataforma nula y surcada por la abrasión” en activa destrucción por correderas, surcos y ollas de erosión. Está constituida por los depósitos que también conforman los de las barrancas vivas y que corresponden a dos unidades estratigrá-

9 Accelerator mass spectrometry.

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Figura 2. A) Imagen de la playa del Caracolero con microrrelieve costero. Unidades estratigráficas aflorantes; B) Cavidades en paredes verticales del sustrato (tipo tafonis), y C) Cavidades de super-ficie del sustrato (tipo “pan”)

Fuente: autores

ficas asignadas como Prebelgranense (equivalente al Piso Ensenadense cuspidal de Ameghino) y al Belgranense, esta última de edad pleistocena tardía (figura 2) (Fren-guelli 1928). Posteriormente, se llevaron a cabo en esta zona de la costa Atlántica de Buenos Aires numerosos estudios geológicos, geomorfológicos, sedimentológicos, crono-estratigráficos y de dinámica costera (Isla et al. 2000; Isla, Bértola y Schnack 2001; Isla y Cortizo 2005; Isla y Espinosa 2009; Kokot, Angaramo y Valladares 2011).

Los depósitos litificados de los acantilados, así como los de la plataforma li-toral, que discontinuamente afloran en la zona de playa, fueron descritos tanto en el acantilado del Faro de Claromecó como en el cauce del arroyo homónimo. Están

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integrados por areniscas gruesas y conglomerados correspondientes a depósitos cos-tero-marinos de la transgresión Belgranense sensu Frenguelli (1928) o Eolo-marinos de Ameghino (1889), y asignables al estadio isotópico 5e, de hace 120.000 años AP (Isla, Cortizo y Schnack 1996; Isla et al. 2000; Isla, Bértola y Schnack 2001; Schnack et al. 2005; Cortizo e Isla 2007; Bértola, Cortizo e Isla 2009; Cenizo 2011). El Bel-granense de Claromecó se ubica intercalado o suprayacente a los sedimentos pam-peanos del Ensenadense. Para Schnack et al. (2005) el Belgranense está representado por diferentes facies sedimentarias (de playa litoral, cuerpos de agua y estuáricas), y se destaca en Claromecó la presencia de gravilla en las facies reconocidas (Isla, Cor-tizo y Schnack 1996; Isla et al. 2000). Específicamente, para los acantilados vecinos al Faro de Claromecó se reconocieron facies de playa, de plataforma poco profunda, y facies de marismas, asignadas estas últimas a un “Prebelgranense” (Isla et al. 2000). En cuanto a la edad de los afloramientos del Faro de Claromecó, Isla et al. (2000) e Isla, Bértola y Schnack (2001) obtuvieron dataciones U/Th, sobre conchillas Tegula patagonica, de 93.500 ± 3.500 años. Este bivalvo es el único reconocido para el Bel-granense de Claromecó (Aguirre y Fucks 2004). Para los autores, el material datado habría sufrido un enriquecimiento de uranio luego de la muerte de los organismos, por lo que su edad sería incluso mayor a la informada y correspondería al Intergla-cial Sangamon (subestadio isotópico 5e) (Isla et al. 2000; Parker et al. 2008; Cenizo 2011). También, Bértola, Cortizo e Isla (2009) observaron durante las bajantes, y a lo largo de los 103 km de costa de los partidos de San Cayetano y Tres Arroyos, una plataforma de abrasión emergida que aparece por cortos trechos de unos 120 m, constituida por depósitos entoscados del Pampeano, cubiertos por depósitos de la transgresión del Pleistoceno (Frenguelli 1928).

Schnack et al. (2005) mencionan que las edades obtenidas por 14C en conchillas de las rocas sedimentarias del Belgranense siempre darán edades mínimas, esto es, menores de 40.000 años AP, por estar cercanas al límite del método de datación. En este sentido, descartan la interpretación de González y Ravizza (1987) y Gon-zález, Weiler y Guida (1988) de un nivel del mar elevado atribuible al interestadial mid-Wisconsin, basada en edades radiocarbónicas obtenidas en sedimentos estuári-cos y marinos pleistocenos entre el sudeste de la provincia de Entre Ríos y el delta del río Colorado, con valores en su mayoría en torno a los 30-35.000 años AP.

Materiales y métodosDurante las tareas de campo se estudiaron dos zonas del Caracolero con afloramientos rocosos. Una ubicada en la plataforma de abrasión litoral que es alcanzada por las mareas diarias, y otra adyacente a la primera cadena de médanos que es sólo afectada por mareas durante tormentas excepcionales. El sustrato de ambas áreas fue analizado a partir de la obtención de dos fragmentos de roca denominados muestras M1 y M2, correspon-dientes a aquellos afloramientos afectados por mareas diarias y a los no alcanzados por ellas, respectivamente. Asimismo se midieron los rasgos de los designados como huellas humanas y se caracterizaron morfológicamente las cavidades observadas.

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En el laboratorio, las muestras fueron inspeccionadas en un microscopio bino-cular marca Nikon, bajo diferentes aumentos y fotografiadas. Para el análisis de la composición textural y mineralógica se realizaron preparados de grano suelto con líquido de inmersión, previa desagregación de la muestra con ácido clorhídrico. Se confeccionaron además cortes delgados de los fragmentos obtenidos en el campo. Ambos fueron analizados petrográficamente bajo microscopio de polarización mar-ca Carl Zeiss, modelo PHOMI III Pol (aumentos x10).

Microrrelieves de sectores costerosAlgunos microrrelieves reconocidos en superficies geológicas son producto de un pro-ceso conocido como alveolización, característico de ciertos materiales rocosos clásticos y porosos, en especial de areniscas cementadas por carbonatos y de calizas. Se trata de la formación de cavidades de formas alargadas, elípticas, circulares o trapezoidales, desde pequeñas a muy grandes y con distintas profundidades (figura 2). La existencia de estos microrrelieves en las plataformas de abrasión es el resultado de una convergencia de procesos de diversa índole. Se producen por la acción combinada del viento, el agua y el haloclastismo (por precipitación de sales), que conducen a la desintegración de las rocas y la consiguiente formación de cavidades. Principalmente en ambientes litorales, el agua del mar produce la corrosión y disolución química de las rocas carbonáticas o de los cementos carbonáticos de areniscas por ionización del agua marina y la presencia de organismos vivos que aportan CO2 al sistema. Con el paso del tiempo se forman surcos (lapiaces) y pequeñas depresiones circulares (kamenitzas). También se ha señalado que las salpicaduras, brumas, y el aire cargado de agua salada y el agua de lluvia, han des-empeñando un rol importante en la generación de estas cavidades (rainpits) (Hedges 1969; Vidal Romaní y Twidale 1998). Se ha reconocido, además, una clara zonación de microrrelieves respecto de la línea de costa, desde una zona proximal caracterizada por cavidades originadas por lavado y salpicadura a una zona distal con desarrollo de cavida-des aisladas producto del spray marino (Gómez-Pujol y Fornós 2010).

Las cavidades son citadas en la literatura bajo varias denominaciones, entre ellas pilancones y/o tafonis (en España) y gnammas (en Australia) (Domínguez Vi-llar 2007). Para las cavidades desarrolladas específicamente por disolución de carbo-natos (i.e., karstización) se han utilizado los siguientes términos: kamenitzas (“pan de disolución”) y karren (ambas en inglés), lapiès (término francés del cual deriva el español lapiaz). Cabe citar que en microrrelieves costeros se han descrito tasas de crecimiento de cavidades de 1 cm cada 33 años, donde se ha estimado que la edad media de los pilancones puede ser de unos 200 años (Emery 1946). Sin embargo, las estimaciones realizadas para el crecimiento de los pilancones labrados en arenis-cas y cuarcitas de Fontainebleau sugieren que algunos pilancones podrían haberse desarrollado al menos durante los últimos 100.000 años, fundamentalmente tras el último período glacial (Franzle 1971).

Hasta el momento no existe una clasificación genética de las cavidades, y en general ésta deriva de las formas conocidas para los denominados “paisajes graníti-

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cos” (Twidale y Vidal Romaní 2005). La clasificación más aceptada es la de Twidale y Corbin (1963), que se basa en la denominación básica de las cavidades como “pits” y “pans”, realizada inicialmente por Wentworth (1944): a) los “pits” son cavidades cóncavas de un elevado ratio profundidad diámetro, que se desarrollan en super-ficies aplanadas (véase la figura 3a) y b) los “pans” son cavidades de fondo plano o ligeramente cóncavo y poseen una relación profundidad/diámetro menor que en los “pits”, y también se desarrollan en zonas con escasa pendiente (véase la figura 3b). En estas cavidades es frecuentes la acumulación de material que cubre y/o rellena parcial a totalmente las cavidades (Domínguez Villar 2007).

El análisis de estas cavidades se realiza sobre la base de la observación de ele-mentos morfológicos. Entre ellos se destacan los siguientes: a) el fondo o lecho de las cavidades, que puede presentar una gradación uniforme desde fondos hemisféricos, con un claro punto de máxima concavidad en los “pit”, a fondos muy planos en los “pan”; b) las paredes, que pueden ser inclinadas en los “pit” o verticales en los “pan”, y c) el exudatorio o lugar de desborde, que es un elemento erosivo característico de los pilancones, cuyas aguas desbordan los flancos de la cavidad, que generalmente no supera los 10 cm, y se localiza en el punto de menor elevación del borde de la depre-sión. Es frecuente que los pilancones de menor tamaño que están próximos entre sí muestren tendencia a la convergencia de cavidades (figura 3c). También se observan cavidades tipo sillón (armchair-shaped), localizadas en zonas con cierta pendiente y que presentan un perfil asimétrico escalonado con una apertura muy desarrollada hacia la zona menos elevada (Domínguez Villar 2007).

Estudio de las cavidades y su sustrato en el CaracoleroLos estudios se llevaron a cabo tanto en los afloramientos más cercanos a la línea de ribera donde se registraron las posibles improntas (M1) como en aquellos adyacen-tes a la cadena de médanos más cercana (M2). Se analizó, en particular, la superficie del sector superior de la plataforma de abrasión donde se encuentran las cavidades asignadas a pisadas humanas, así como la citada pisada de Lestodon (Azcuy et al. 2011a) y las diversas cavidades que conforman en este sector de la plataforma un microrrelieve muy conspicuo (figura 2).

LitologíaMacroscópicamente, las rocas sedimentarias que conforman la plataforma de abra-sión litoral en ambas áreas están constituidas por una arenita fina gris a gris verdosa con algunos granos de arena muy gruesa a sábulo, con importante cementación car-bonática (arenita carbonática). La superficie de M1 muestra mayor abundancia de pátinas de óxido de hierro y manganeso. Como estructuras mecánicas se identificó laminación en estratos delgados que al romper se separan según superficies de es-tratificación ondulosas.

El estudio textural de estas sedimentitas, fuertemente cementadas por carbo-nato, se llevó a cabo mediante eliminación del cemento con ácido clorhídrico con-

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Figura 3. A) Cavidad tipo “pit” con sección cóncava; B) Cavidad tipo “pan” con sección plana, y C) Convergencia de cavidades

Fuente: autores

centrado, durante dos horas y en caliente. La distribución de tamaños es polimodal con moda en arena muy fina y admixtura proximal de mayor frecuencia en peso en arena fina (entre ambas representan el 80% de la muestra) y moda secundaria en arena media. Se trata de una arena bien seleccionada, de distribución asimétrica negativa y leptocúrtica. Cabe destacar que debido al elevado grado de disolución de los clastos, producto de la cementación por carbonato, el resultado textural obtenido se aleja relativamente de la granulometría original del depósito.

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Composicionalmente se reconocieron en ambas muestras, y en preparados a grano suelto, clastos de plagioclasas, cuarzos, vidrio volcánico, líticos volcánicos, líticos sedimentarios (arenitas carbonáticas retrabajadas), líticos metamórficos (cuarcitas) y granos de minerales pesados (en su mayoría piroxenos monoclínicos, olivinos y horblenda). En corte delgado se observó una fábrica “flotante” o abierta, debido a que los granos no presentan contactos mutuos. Los clastos muestran ele-vados signos de corrosión y disolución por calcita. El cemento está constituido por calcita (subesparita), y su fábrica es displasiva (fábrica alfa) (véanse las figuras 4 y 5). En suma, de acuerdo con los resultados obtenidos, el material sedimentario que conforma tanto la muestra M1 como la M2 se clasifica como una arenita fina, lítica subarcósica con cemento carbonático.

Cavidades vs. pisadasComo se muestra en la figura 2, en la plataforma de abrasión aflorante cercana a la lí-nea de ribera se reconocen innumerables cavidades y surcos, tal como fue reconoci-do por Frenguelli, (1928). Asimismo, allí se observó la superposición de dos tipos de materiales geológicos en contacto neto, con diferente respuesta a los procesos erosi-vos y de meteorización. Uno en el sector inferior o proximal a la línea de costa, más erosionado y meteorizado, dada la cantidad de surcos y otros signos de desgaste, y otro en el superior o más distal, con cavidades circulares, elípticas y trapezoidales de menor tamaño y surcos más escasos. En el sector superior de esta plataforma litoral se individualizaron cavidades tipo “pan” (cavidades de fondo casi plano y paredes verticales con exudatorios), “pits” (cavidades con fondos cóncavos y paredes inclina-das), y frecuentemente coalescencias de cavidades por la erosión de las paredes que las separan. También se observan cavidades tipo sillón (armchair-shaped).

Algunas cavidades del microrrelieve en este sector de la plataforma fueron in-terpretadas como pisadas humanas y de megafauna (véanse las figuras 6A, B y C). Las cavidades asignadas a talones P1, P2 y P3 (véanse las figuras 6A y E) se disponen entre sí de la siguiente manera: P2, a 63 cm de distancia del supuesto talón de P1, y P3, a 42 cm del talón de P2 (véase la figura 6D). Junto a estas tres únicas formas –si bien entran en el rango de longitudes de pisadas humanas (véase la tabla 1)– hay asociadas numerosas cavidades redondeadas. P1 es la única de las cavidades reg-istradas que parece tener una forma más similar a la anatomía de un pie humano, aunque aislada y con cuatro dedos en el extremo distal (figuras 6 A y C). El extremo distal con los posibles dígitos tiene mayor profundidad (2 a 2,5 cm) y una pendiente de 20º en dirección al extremo proximal. El extremo proximal, donde se ubicaría la impresión del talón, posee menor profundidad (1,5 cm) que el centro de la pisada y una pendiente de 15º hacia el extremo distal, por cuanto existe una concavidad de máxima profundidad en el centro de 6,5 cm.

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Figura 4. Arriba, dos imágenes bajo microscopio binocular de la muestra M1. Debajo, cuatro microfotografías de cortes delgados vistos en microscopio de polarización con nicoles cruzados

Nota: Q = cuarzo; LM = clasto lítico metamórfico (cuarcita); P = plagioclasa; H = horblenda; PX = piroxeno; VV = vidrio volcánico; C = cemento de carbonato de calcio (esparita a subesparita)

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Figura 5. Arriba, dos imágenes bajo microscopio binocular de la muestra M2. Debajo, cuatro microfotografías de cortes delgados vistos en microscopio de polarización con nicoles cruzados

Nota: Q =cuarzo; R.Veg.= resto vegetal; LM = clasto lítico metamórfico (cuarcita); P = plagioclasa; H = horblenda; PX = piroxeno; VV = vidrio volcánico; C = cemento de carbonato de calcio (esparita a subesparita)

Fuente: autores.

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Tabla 1. Algunos parámetros (en cm) de las designadas como huellas humanas

Rasgo Largo Ancho 1(máximo)

Ancho 2(talón)

P1 20 11,5 6,5

P2 28 14 -

P3 17 9 5

Fuente: autores

Figura 6. A) Cavidad en el sustrato Belgranense, sector superior de la plataforma litoral (sitio del muestreo M1), asignada a una pisada humana (Azcuy et al. 2011a); B) Cavidad asignada a una pisada de Lestodon (Azcuy et al. 2011a); C) Diseño esquemático de la cavidad A; D) Cavidades P1, P2 y P3 asignadas a pisadas humanas en el sustrato Belgranense; E) Parámetros morfológicos de una pisada humana con sus máximos de profundidad en la cabeza del metatarso y en el talón (tomado de Morse et al. 2010)

Fuente: autores

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Discusión y conclusiones

La arenitas finas líticas sub-feldespáticas cementadas por calcita, que conforman el sector superior de la plataforma de abrasión litoral, son correlacionadas con las que afloran en la playa del Faro de Claromecó, descritas por Isla, Cortizo y Schnack (1996), Isla et al. (2000) y Schnack et al. (2005). Estas últimas fueron datadas por U/Th sobre conchillas y arrojaron una edad de 93.500 ± 3.500 años AP, correspondiente al estadio isotópico 5e de unos 120.000 años AP. Estratigráficamente se correlaciona con el Belgranense (Frenguelli 1928), que en estas playas de la costa Atlántica pam-peana forma parte de la plataforma litoral de desarrollo restringido y discontinuo. Las características granulométricas de los depósitos estudiados se corresponden con arenas bien seleccionadas y con distribución de tamaños asimétrica negativa y lepto-cúrtica, propias de depósitos de playa o facies de playa, como se mencionó también para un sector del Faro de Claromecó (Schnack et al. 2005).

La plataforma de abrasión cercana a la línea de ribera contrasta notablemente con la plataforma adyacente a la cadena de dunas, que, a pesar de tener una litología similar, no presenta cavidades. La primera plataforma está sujeta a una activa des-trucción física y química, con formación de surcos, ollas de erosión y un microrreli-ve en su sector más superior producto de la disolución del cemento carbonático de las arenitas. En este microrrelieve se observan numerosas cavidades redondeadas y elípticas generadas por procesos de meteorización, que poseen mayormente forma de “pit” y “pan”, así como la existencia de coalescencias de dos o más cavidades y tafonis. Estas formas erosivas también deben ser explicadas, y no excluidas de la descripción, a la hora de atribuir un origen antrópico a las otras cavidades contiguas.

Las cavidades asignadas a huellas de pisadas humanas están asociadas a las oquedades producidas por procesos claramente naturales. La cavidad que posee la morfología más parecida a una huella humana muestra un patrón de hundimien-to en el sustrato que no ha sido registrado en humanos (figura 6E) ni en animales (Thulborn y Wade 1989). Asimismo se observa en el borde de la pared un surco de desborde pronunciado (figura 6A), que podría asignarse a un exudatorio.

A partir de los resultados alcanzados se arribó a las siguientes conclusiones:1. Los depósitos del Faro de Claromecó corresponden a depósitos de la trans-

gresión Pleistocena (estadio isotópico 5e) de edades cercanas a los 120.000 años AP. Por lo tanto, la correlación de estos depósitos con los del sector del Caracolero realizada por Azcuy et al. (2011c) sobre la base de dataciones ra-diocarbónicas, y teniendo en cuenta los errores que ellas conllevan, trasladaría la presencia de icnitas humanas a una antigüedad aún mayor a la propuesta.

2. Los depósitos arenosos inconsolidados presentes en esta área, antes de los pos-teriores procesos de litificación (cementación), no poseen buena aptitud para la preservación de huellas de pisadas. Si bien las arenas húmedas podrían en un principio albergar improntas, éstas habrían poseído un carácter efímero debido al estado suelto e incoherente del material y a los procesos de retrabajo posterior a los que pudo haber estado sujeto.

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3. La estrecha asociación –en el mismo sustrato, fuertemente cementado por car-bonatos de calcio, de cavidades naturales–, junto a aquellas atribuidas a un ori-gen antrópico, no ha sido explicada. La existencia a lo largo de la plataforma de abrasión de numerosas cavidades producidas por disolución y con caracteres morfológicos semejantes a los que se describen para las definidas como huellas humanas y de Lestodon podría generar confusión en la determinación de la génesis de estas últimas.

4. Los rasgos morfológicos y/o anatómicos de las tres cavidades determinadas como pisadas humanas distan de los correspondientes a rastros comproba-dos en la literatura internacional. Además debe citarse el carácter aislado en la plataforma y la falta de la marca del pie contrario, aspecto que ha tenido mucha incidencia en el momento de definir estos rasgos como icnitas.

5. En suma, sobre la base de los resultados de los estudios realizados se concluye que las definidas como icnitas humanas y de megamamíferos no cuentan con el sustento de criterios morfológico-anatómicos, espacio-temporales, ni li-tológicos que avalen dicha génesis. Por lo tanto, se considera que hasta que no se profundicen los análisis y se verifique el carácter antrópico de las pisadas del Caracolero de Claromecó, estas evidencias no deben ser consideradas en la dis-cusión arqueológica sobre el poblamiento temprano del continente americano.

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Arno Vogel, Marco Antônio da Silva Mello y José Flávio Pessoa de Barros. 2015. Gallina de Angola. Iniciación e identidad en la cultura afro-brasileña | 201-204Marcos Andrés Carbonelli

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* Doutoranda em Antropologia Social/Etnologia Indígena da Universidade Federal de Minas Gerais (UFMG). Docente no Instituto INSIKIRAN de Formação Superior Indígena. Dentre as últimas publica-ções destaca-se: “Fotoetnografia: uso da fotografia na pesquisa antopologica”. Em Anais do V Seminário de Integração de Práticas Docentes e II Colóquio Internacional de Práticas Pedagógicas e Integração. Boa Vista: Editora da UFRR, 2013. “Medicina popular em Curitiba (1899-1912): curandeirismo ou feitiçaria?” Textos e Debates 8: 129-151, 2005. *[email protected] *[email protected].

Luis Abraham Cayón. 2013. Pienso, luego creo: la teoría Makuna del mundo. Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia

María Alejandra Rosales Barbosa*

Universidade Federal de Roraima, Brasil

doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda25.2016.09

(...) o fato de que o Pensamento seja uma forma de criar e gerar a realidade, colocando à humanidade em um lugar fundamental para a manutenção da vida no

planeta, não é uma ideia de pouco porte. Em um sentido, acredito que os Makuna estão propondo que a realidade que vemos é como uma projeção holográfica do

Pensamento, o qual explicaria por que as propriedades fractais, as de diferenciação e simultaneidade, as de multiplicidade na unicidade, e as de constituição mutua, da

sua teoria do mundo, atravessa, a constituição do espaço, o tempo e os seres.(Cayón 2010, 392)

Este fascinante livro merecedor do Prêmio Nacional de Antropologia na Colômbia (2012) e publicado em idioma espanhol pela editora do Insti-tuto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) em 2013, é uma versão da Tese de Doutorado em Antropologia Social defendida na Uni-versidade de Brasília (UnB) no ano de 2010. A partir de uma longa e in-

tensa investigação etnográfica entre os índios Makuna ou ide masã (gente de água), que habitam às margens do rio Comeña, Apaporis e Pirá-Paraná, ao sul da região do Vaupés, Luis Cayón estuda o complexo sistema de conhecimento xamânico deste grupo étnico tukano da Amazônia colombiana. Na tese de doutorado -versão origi-nal do livro-, o jovem antropólogo identificou e analisou uma ontologia nativa, com conceitos como ketioka (pensamento) e he (yurupari), ambos fundamentais para compreender e estabelecer premissas para uma teoria própria “do mundo Makuna”.

A célebre frase de Descartes “penso, logo existo” serve possivelmente de inspi-ração para o título da obra desse talentoso pesquisador colombiano. Descartes como

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sabemos, pensava que “o mundo” e a “realidade” estavam formados por duas enti-dades: a espiritual -portadora inclusive do pensamento- e a material -ator passivo da existência- Dessa maneira, segundo Descartes, “pensamos porque existimos”, e parafraseando Cayón, também “pensamos porque acreditamos”.

Apesar de ser uma tese de antropologia enquadrada nos estritos termos acadêmicos, o texto e a narrativa possuem uma estrutura e estilo de escrita bem peculiar, com prosas ora mais técnicas, ora mais livres; provavelmente por ser resultante de uma “etnografia compartilhada” e, como diria Roy Wagner (2010), decorrente de uma “antropologia reversa” que institui um tratamento mais “simé-trico” ao sujeito e objeto da pesquisa, no sentido dado por Bruno Latour (1994). Essa combinação vem trazendo inúmeras contribuições e resultados positivos no que se refere às reinvindicações dos povos indígenas brasileiros, sendo inclusive uma ferramenta metodológica privilegiada, muitas das vezes apropriada pelos na-tivos para seu próprio benefício. Em outras palavras, discutir com os nativos os termos da investigação e, “hacerlos partícipes de la co-teorización” (Rappaport 2007). Portanto, segundo o próprio autor do livro, “el trabajo de campo, además de implicar el trabajo solicitado por los indígenas, se convierte en un lugar de pensa-miento, reflexión y critica” (Cayón 2013, 56).

O livro Pienso, luego creo. La Teoria Makuna del Mundo apresenta-se com uma introdução e mais sete capítulos e um epílogo, oferecendo uma sequência intrigante, que desvela aos poucos o profundo pensamento Makuna. Na “Introdução”, Cayón contextualiza a sua pesquisa em uma região e com grupos amplamente estudados desde o processo de ocupação colonial, que inicia no século XVIII, dando maior ênfase na segunda metade do século XX. Descreve também, com emocionantes de-talhes a sua trajetória de campo e a forma como os seus interesses pessoais e teóricos foram se transformando, alcançando o que ele mesmo define como uma verdadeira etnografía compartida.

No primeiro capítulo intitulado “El blanco en el mundo de los índios”, o autor explica o processo histórico do contato interétnico, dilucidando as consequências da política imperial e republicana para os grupos daquela região. No segundo capítulo “Unidades Cosmoproductoras” explica quem são os makuna e como funciona a rede de conexão do sistema regional que fazem parte. Nesse capítulo, encontraremos a análise do parentesco e as unidades sociais dessa etnia, sem cair em excessos técni-cos que dificultariam a leitura para um público mais leigo.

O terceiro capítulo, “La fuente de la vida”, começa com um trecho inicial do célebre escritor argentino Jorge Luís Borges, O Aleph (1998). A figura do “Aleph” em Borges e na etnografia realizada por Luis Cayón, constitui-se no ponto que con-grega todo o universo, é uma imagem literária, relacionada com a multiplicidade do conhecimento e é justamente dessa forma que o autor nos adentra no pensamento Makuna, por meio das manifestações do Jurupari.

No quarto capítulo, “La maloca cosmo”, a narrativa é mais teórica e epistemo-lógica, ao analisar o conceito nativo de ‘espaço’ como sendo a estrutura do universo.

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Espaços, territórios e lugares com nome, todos interconectados com ketioka (o pensa-mento). Já o quinto capítulo intitulado “Los componentes del mundo”, trata o conceito “tempo”, enfatizando o cuidado com os lugares sagrados e cumprimento do ciclo ritual, pois todos os processos de geração de vida são indissociáveis do tempo e dos espaços.

O sexto capítulo “Personas de verdade”, desenvolve com intensidade e profundi-dade a noção de “pessoa”, tomando em conta o conceito nativo de doença, a composi-ção interna dos seres humanos e principalmente, como algumas substâncias e objetos podem ser importantes na constituição relacional dos Makuna com o universo.

No último e talvez mais relevante capítulo chamado “Cosmoproducción” -ter-mo criado pelo autor- Cayón explica a maneira como o “pensamento” Makuna entra em agenciamento, dando vitalidade e ânimo aos seres humanos e não humanos. Entendido como resultado de um processo de fabricação e construção do universo. E finalmente, o livro conclui com uma narrativa etnográfica em forma de epílo-go, destacando alguns aspectos relevantes da teoria Makuna do mundo e ilustrando com autorretrato do autor.

Segundo Luis Cayón (2010; 2013), os Makuna ou “Gente de água” contam na atualidade com uma população aproximada de 600 pessoas, habitando as selvas do Vaupés colombiano, a 150 km da fronteira brasileira. Pertencem à família lin-guística Tukano Oriental, que se localiza fundamentalmente, na região central do noroeste amazônico, cercado pelas bacias dos rios Vaupés e Apaporis, assim como no alto rio Negro e seus afluentes no Brasil. Interessante notar que, esse grupo compartilha esse amplo território com outras famílias linguísticas como: arawak, carib e makú-puinave, apresentando inclusive, grandes similitudes na sua organi-zação social e vida ritual no geral.

Para essa “Gente de Água”, a realidade está construída por três estados ou di-mensões de existência que são simultâneos: o estado primordial a partir do qual se originaram todos os seres, a dimensão invisível em que os seres possuem diferentes formas e manifestações e, o estado físico ou material que tem a ver com a dimensão visível que normalmente percebemos (Cayón 2010). Sem dúvida que, essa forma de explicar o mundo e tudo o que há nele, está intimamente relacionado com o comple-xo sistema xamânico dessas sociedades, transcendendo todas as dimensões da vida cotidiana, sendo crucial o seu estudo.

A noção ketioka ou pensamento, grande destaque na ontologia Makuna, é de-finida por Cayón (2010; 2013) de forma polissêmica, é o conocimiento-saber-poder--hacer, conceito que apresenta não apenas diversos sentidos, mas também agências. Ketioka é ao mesmo tempo tudo o que os Makunas fazem, dando sentido a sua existência: pensar, curar, falar bem, dançar e se divertir. Também pode ser enten-dido como elementos do universo e dos ornamentos ritualísticos. Em um sentido mais amplo, é entendido também como a força que impregna e comunica a todos os poderes xamânicos existentes no universo.

Desse modo, na teoria makuna do mundo, toda forma tangível e física é mais do que aparenta e, a experiência ordinária percebida pelos sentidos possui uma di-

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Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 25 · Bogotá, mayo-agosto 2016 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 195-199 doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda25.2016.09

mensão invisível e intangível, que eles chamam de He. Arhem et al. (2004, 55) ex-plica: “‘He’, es el mundo de espíritus poderosos y de las deidades ancestrales. En esta otra dimensión, las rocas y los ríos están vivos y las plantas y animales son personas. Conocido por el mito y controlado por el ritual, He contiene los poderes primor-diales de la creación que gobierna, en última instancia, el presente”. Nesse sentido, os Makuna não fazem distinção entre o visível e o invisível, pois ambos são dimensões interconectadas, como se fossem uma única manifestação da “realidade”.

Hoje, os Makuna na Colômbia, lutam por manter sua forma de viver frente às diversas pressões da “sociedade nacional” colombiana, que constantemente amea-çam a integridade e direitos já adquiridos de seus territórios, seja com grandes em-preendimentos extrativistas, ou com figuras político-administrativas e de proteção, estabelecidas pelo próprio Estado e sem consulta prévia. E como diz Cayón (2008): “un poco más de un siglo de contacto directo debilitó el pensamiento y la forma de vida de este grupo, pero no logró exterminarlos. (...) por ejemplo, la mitología y las curaciones chamánicas se han enriquecido por ello. No hay nada más pristino y estático en el pensamiento makuna”. É por isso que, nesse difícil contexto, cada vez mais faz-se necessário o diálogo entre a disciplina antropológica e as epistemologias nativas, na tentativa de proporcionar um melhor entendimento da situação atual e dos desafios futuros desses povos, na realização de como diz Ramos (2010), um verdadeiro diálogo intercultural e sem assimetrias.

Gostaria de encerrar esta resenha, com a seguinte afirmação: a maneira pro-funda como os ameríndios em geral, percebem, manejam e explicam o mundo, vai mais além do que o pensamento abstrato e concreto normalmente alcança, desa-fiando até o próprio pensamento antropológico. Podemos dizer que é um tipo de conhecimento sensorial e de relações de várias ordens, uma perspectiva sob a lógica de uma complexa epistemologia de conhecimento própria, que nesse caso, foram bem “traduzidas” na linguagem etnológica e etnográfica por Luis Abraham Cayón1. Uma escrita como ele mesmo chama, intimista e transformadora, uma escolha que muitos dos seus leitores saberemos agradecer sempre.

Referências 1. Århem, Kaj, Luis Cayón, Gladys Angulo e Maximiliano García. 2004. Etnografía Makuna:

tradiciones, relatos y saberes de la Gente de Agua. Bogotá: Acta Universitatis Gothenbur-gensis e Instituto Colombiano de Antropología e Historia.

2. Borges, Jorge Luis. 1998. Obras Completas. Espanha: Editora Globo.3. Cayón, Luis. 2002. En las aguas de yurupari. Cosmologia y chamanismo makuna. Bogotá:

Ediciones Uniandes.4. Cayón, Luis. 2008. “Idema, el caminho de agua. Espacio, chamanismo y persona entre los

makuna”. Antípoda, Revista de Antropología y Arqueología 7: 141-173.

1 A Tese de Doutorado do antropólogo Luis Cayón, teve importante repercussão no mundo acadêmico e fora dele, contribuindo para que a Unesco em 2011 declarasse o xamanismo Makuna e de seus grupos vizinhos, como patrimônio intangível da humanidade.

Pienso, luego creo: la teoría Makuna del mundo María Alejandra Rosales Barbosa

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5. Cayón, Luis. 2010. “Penso, logo crio. A teoria Makuna do mundo”. Tese doutoral, Univer-sidade de Brasília.

6. Cayón, Luis. 2013. Pienso, luego creo. La teoría Makuna del mundo. Bogotá: Instituto Co-lombiano de Antropología e Historia.

7. Latour, Bruno. 1994. Jamais fomos modernos. Rio de Janeiro: Editora 34.8. Ramos, Alcida Rita. “Revisitando a Etnologia à brasileira”. Em Horizontes das Ciências

Sociais no Brasil. Antropologia, editado por Luis Fernando Dias Duarte, 25-49. Petrópolis: Vozes.

9. Rappaport, Joanne. 2007. “Más allá de la escritura: la epistemología de la etnografía en colaboración”. Revista Colombiana de Antropología 43:197-229.

10. Wagner, Roy. 2010. A invenção da cultura. São Paulo: Cosac Naify.

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* La versión original en portugués es: Galinha D´Angola Iniciação e identidade na cultura afro-brasileira. 1993. Río de Janeiro: Pallas Editora.

** Doctor en Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Argentina. Investigador Asistente CONICET. Docente en la carrera de Ciencia Política y en la maestría en Investigación Social, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Docente regular en el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, Argentina. Entre sus últimas publicaciones están: “Valores para mi País. Evangélicos en la esfera política argentina 2008-2011”. Dados 58 (1): 981-1015, 2015. Coautor de “Igualdad religiosa y reconocimiento estatal: instituciones y líderes evangélicos en los debates sobre la regulación de las actividades religiosas en Argentina (2002-2010)”. Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales 225: 133-160, 2015. *[email protected]

Arno Vogel, Marco Antônio da Silva Mello y José Flávio Pessoa de Barros. 2015. Gallina de Angola. Iniciación e identidad en la cultura afro-brasileña. Buenos Aires: Editorial Antropofagia*

Marcos Andrés Carbonelli**Universidad de Buenos Aires, CEIL CONICET, Argentina

doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda25.2016.10

Dentro del campo de estudios afrobrasileños, Gallina de Angola se sitúa como una de las etnografías más complejas y de mayor po-tencialidad teórica, a partir de su propuesta de articulación de des-cripciones minuciosas de los ceremoniales del candomblé y debates teóricos de la antropología y sociología contemporáneas. Resulta un

aporte esencial a la hora de examinar el lugar de lo religioso en procesos de defini-ción de identidades individuales y colectivas, y en la resolución de los conflictos que dirimen el estatus de la otredad y de la identidad comunitaria.

El prefacio, a cargo de Antonio Olindo, anticipa el núcleo de esta obra, cen-trado en la importancia del candomblé en la trama cultural brasilera, a partir de un desplazamiento intencional de las fronteras entre lo sagrado y lo profano, lo indivi-dual y lo colectivo. De allí que las reflexiones de Olindo recuperen al mercado como síntesis de la proximidad entre la cultura navegante lusitana y las prácticas africanas, ya que ambas enlazan el intercambio de cosas con la comunicación con lo divino.

En el prólogo, los autores presentan la metodología argumentativa que desple-garán en los capítulos siguientes. Cada descripción densa de los ritos que componen la iniciación en el candomblé (con sus ceremonias, participantes, objetos, fórmulas y cantos) es apuntalada por una explicación solventada en los aportes de los antece-

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Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 25 · Bogotá, mayo-agosto 2016 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 201-204 doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda25.2016.10

dentes más destacados de la materia, el andamiaje conceptual de los clásicos (Weber, Durkheim, Lévi-Strauss, Mauss, Turner, entre otros) y las narrativas de mitos pro-pios de la cultura afro, y también de mitos ajenos a ésta. Todos estos materiales se disponen para responder a los enigmas que encierra cada ritual del candomblé, y se encuentran hilvanados por una hipótesis maestra: la Gallina de Angola constituye el símbolo nodal, el puente ineludible que permite sumergirse en los meandros cultu-rales del litoral brasileño.

El primer capítulo, “El mercado”, abre la cronología del proceso de iniciación. El veterano y el iniciado realizan compras piadosas, que serán los insumos impres-cindibles de sus ritos de iniciación.En la selección cuidadosa de elementos como animales, frutas y santos se ponen en juego marcas de pertenencia, códigos de no-bleza y disputas por el honor. Así, en su búsqueda de vitalidad y de la reproducción del linaje, la esfera ritual sortea los muros del terreiro1 y hace del mercado un campo de acción, donde cada uno de ellos compite por ser el más prestigioso, el más deco-rado, aquel que consigue mayor cantidad de filhos-de-santo (adeptos al candomblé). Este capítulo también prefigura la Gallina de Angola como símbolo sacrificial, en cuanto ofrenda preferida de casi todas las divinidades del universo candomblé y protagonista ineludible de sus mitos fundantes.

La descripción y el análisis del Borí, primer rito de iniciación del candomblé, ocupan el segundo capítulo. Vogel, Da Silva Mello y Pessoa de Barros lo consideran el primer paso en el viaje cósmico de los iniciados, y tiene lugar en la casa del sacer-dote jefe. Allí, el novicio se adentra en el misterio del contacto con los dioses, a partir de una ceremonia, intensa, casi privada, donde acontece el sacrificio de la Gallina de Angola y de un palomo, y la unción del iniciado con la sangre de éstos. La profundi-dad de estos signos se devela a la luz del mito del Alfarero distraído, que los autores recuperan para señalar la importancia en la cosmología candomblé de la obediencia de los hombres a los dioses. El sacrificio es símbolo de un mandato ancestral, del debido respeto que los hombres deben guardar por los dioses, y la síntesis de los mo-vimientos que estructuran la vida: calma (palomo)-agitación (Gallina de Angola).

Si el Borí es una fiesta íntima, despojada, marcada por el sacrificio y la auste-ridad, la ceremonia del Orúko es su necesario reverso. Brillo, pompa, lujos y publi-cidad son los marcadores de una fiesta descrita en el tercer capítulo, donde se da a conocer el nombre que adquieren los iniciados ante los ojos de otros terreiros. En sentido estricto, la fiesta del Orúko (la más pública e importante del candomblé) reporta la presentación en sociedad de los filhos-de-santo. Es también la instancia donde cada casa-de-santo escenifica su poder, su capacidad de generar nuevos hijos y reproducir en el tiempo sus jerarquías. Para ilustrar su centralidad, los autores re-toman la noción de rito de pasaje (acuñada por Van Gennep y luego perfeccionada por Turner), no para marcar un simple tránsito entre etapas de la vida, sino para realzar un momento de transformación ontológica: de seres inanimados, perdidos,

1 Terreiro alude al espacio donde se celebra los cultos. Casa-de-santo es un sinónimo de terreiro.

Gallina de Angola. Iniciación e identidad en la cultura afro-brasileña Marcos Andrés Carbonelli

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débiles, los iniciados se transfiguran en sujetos revestidos de la presencia de lo trans-cendente a partir de la concesión de un nombre.

La teatralización de una secuencia de tres pasos (donde los novicios apare-cen primero como seres desprotegidos y torpes para luego emerger como sujetos equipados de adornos, vestimentas finísimas y rostros radiantes) traza una ana-logía meridional entre los iniciados y la Gallina de Angola. Mitológicamente, ella también fue beneficiada por el beneplácito divino, y así, pasó de ser un animal de andar inseguro y de colores opacos a transformarse en un ave multicolor y dotada de una gracia sin igual.La ceremonia del Orúko, también es el momento en que se visibilizan las jerarquías y las normas de cada terreiro. Si en el Borí se acentúa la obediencia a los dioses, en el Orúko este precepto se refuerza con la debida disci-plina de cada iniciado a su casa-de-santo. En este sentido, se entiende que “la Ga-llina de Angola no es sólo el símbolo-patrón del ritual. También es el patrono del sujeto del rito” (164), en la medida en que su fidelidad y su prestancia a los dioses imprimen una ética que cada nuevo filho de santo debe desplegar en relación con su casa de pertenencia.

El tercer capítulo, “Romería”, se destaca por ser el de mayor voltaje político y el que de manera más profunda se inserta en la cuestión de la identidad afrobrasileña, sus tensiones y estrategias de mantenimiento. Una pregunta estructura esta sección: ¿Por qué los iniciados, luego de los ritos descritos, deben cumplir con el precepto de asistir a una misa? Para responder dicho enigma, los autores revisan la noción de sincretismo, tomando distancia de un doble problema conceptual: dicha noción no resulta un atavismo propio de culturas primitivas ni un artilugio que los sectores dominados orquestan para birlar los controles de la hegemonía cultural. Tampoco se contentan con la imagen que la sociedad brasileña brinda de sí misma, según la cual la convivencia y el diálogo entre ritos católicos y candomblés reportan un modus vivendi marcado por la armonía y la conciliación.

Sus respuestas se estructuran en torno a la idea del sincretismo como artifi-cio sociológico, como una hechura social donde los diferentes grupos conciertan o imponen acuerdos que invisibilizan (temporariamente) formas de poder. En este sentido, Vogel, Da Silva Mello y Pessoa de Barros establecen que los iniciados en el candomblé van a misa para venerar a sus propios orixás en la figura de los santos católicos, pero también para desafiar la manera católica de imponerse en la esfera pública, y sus intentos de clausurar la participación de otros credos en la identidad brasileña. La postura desafiante de los adeptos al candomblé también encierra la ponderación de la arrogancia como una virtud que deben cultivar y exhibir; en-tendida ésta no como petulancia y olvido de las normas, sino como orgullo comu-nitario que resulta el mejor antídoto frente a las coerciones, explícitas e implícitas, que imponen las instituciones dominantes de la sociedad brasileña. A la luz de esta controversia final, los autores ensayan una hipótesis sobre la configuración dialécti-ca de la identidad afrobrasileña, tensionada permanentemente entre los polos de la (pretendida) pureza y el mestizaje.

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Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 25 · Bogotá, mayo-agosto 2016 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 201-204 doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda25.2016.10

Este capítulo, al mismo tiempo que deja al descubierto toda la capacidad her-menéutica de los autores, también desnuda uno de sus principales escollos. En su énfasis por la descripción meticulosa de cada ritual, adoptan una perspectiva sincró-nica que ofrece pocas herramientas para pensar las tensiones visitadas y las trans-formaciones de los rituales mismos, en otros escenarios y, fundamentalmente, en otros tiempos. En concreto, el déficit radica en marginar del análisis las condiciones políticas, culturales y hasta económicas que hacen posibles los diálogos y tensio-nes entre una forma religiosa hegemónica y otra desafiante. En otras palabras: ¿Qué procesos históricos, que exceden al campo religioso, son los que habilitan este tipo de enfrentamientos velados? ¿Qué circunstancias históricas los gestaron? ¿Qué ele-mentos permitirían un cambio? Estos interrogantes estructurales permanecen sin respuesta en un pasaje clave del texto. Sólo se mencionan brevemente las diferencias existentes entre la cultura lusitana y su orientación mercante con el barroquismo español, pero esta alusión se torna insuficiente para alumbrar las complejidades de estas interacciones y sus posibilidades (o no) de reproducción.

A modo de recapitulación, y para reforzar argumentativamente la conjetura acerca de la centralidad simbólica de la Gallina de Angola, el último capítulo, “Mira-bilia Meleagrides, o los creados y la secta”, retoma el análisis mitológico en la cultura candomblé, esta vez para marcar la presencia de la Gallina de Angola en la creación del mundo y su gravitación, no sólo en el momento de la iniciación sino en todo el itinerario biográfico de los hijos del candomblé. La Gallina de Angola comprende así la armadura moral e identitaria de esta adscripción religiosa. Cabe destacar que la edición de Antropofagia cuenta en sus páginas finales con un glosario detallado, el cual constituye una herramienta de lectura indispensable para todos aquellos no familiarizados con la terminología candomblé.

En suma, Gallina de Angola resulta un estudio nodal para la aproximación an-tropológica a las tensiones propias de la reproducción jerárquica del lazo social y la producción de identidades. Éste es su principal aporte, no sólo para los estudiosos del candomblé y cultos afros, sino también para el vasto campo de análisis cultural enfocado en rituales religiosos y seculares. Esta obra ilumina con minuciosidad el diálogo tenso entre los simbolismos de una forma religiosa minoritaria y la sociedad que la abriga. Invita a revisar contextualmente categorías sacralizadas de la antropo-logía, (tales como sincretismo, rito de pasaje y liminaridad), para establecer su efica-cia en un ejercicio permanente de interpretación, donde se privilegian los hallazgos etnográficos por encima dela aplicación irreflexiva de conceptos.

Sin pretender clausurar el campo de análisis, la obra de Vogel, Da Silva Mello y Pessoa de Barros constituye un punto de referencia por su capacidad para sintetizar debates antecedentes y resignificarlos mediantenuevas aproximaciones.

Habitares cotidianos. Fotografía, etnografía y pensamiento. Conversación con Jorge Panchoaga | 208-212Jorge Panchoaga y Santiago Martínez Medina

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* Antropólogo y fotógrafo. Jorge ha desarrollado trabajos relacionados con su historia personal, abordando pro-blemáticas de identidad, memoria, lenguaje, conflicto, y las relaciones del ser humano con su entorno. Hace parte de la colección de Higashikawa Japón, el Fondo Cultural Suizo y colecciones privadas. Colaborador de medios como El País de España, el New York Times, El Malpensante, entre otros. Ha realizado exposiciones en España, Argentina, Chile, Guatemala, y en distintas ciudades de Colombia. Ganador de la beca de copro-ducción de proyectos cross y transmedia del Mintic; del II Premio Iberoamericano de Fotografía Nexofoto, España; el IX Premio Nacional Colombo Suizo de Fotografía; becario de la fundación Pedro Meyer y el World Press Photo. Ha sido seleccionado para participar en el Third Annual New York Portfolio Review del New York Times; en 2015 fue nominado al Joop Swart Masterclass del World Press Photo y fue nominador para el World Press Photo Latin America Masterclass del mismo año. Cofundador de Croma Taller Visual y del Colectivo de Fotografía +1. Actualmente es representante del programa de embajadores X-Series de Fujifilm.

** Editor de Antípoda. Candidato a Doctor en Antropología de la Universidad de los Andes, Colombia.

Habitares cotidianos. Fotografía, etnografía y pensamiento. Conversación con Jorge Panchoaga

Entrevista a: Jorge Panchoaga*Por: Santiago Martínez Medina**

doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda25.2016.11

Antípoda 25 inaugura la publicación de ensayos visuales en la Revista. La propuesta espera dar a la imagen un papel simétrico al que tienen los manuscritos, haciendo que las fotografías, ilustraciones, cómics, dibujos o collages dejen de simplemente acompañar los textos para convertirse en un contenido más que proponga sus propias pregun-

tas y reflexiones. Hemos invitado a Jorge Panchoaga, antropólogo y fotógrafo, a re-flexionar sobre el arte, la antropología, la etnografía, su cámara, y todo aquello que filtrado por su lente entra a formar parte de su trabajo.

Editor. No es gratuito que hayamos invitado a un artista que además es antro-pólogo a exponer su trabajo en las páginas de nuestra Revista. En ese sentido me gus-taría empezar esta conversación. ¿Cuál es el papel que tiene tu formación profesional previa en tu obra?, ¿hasta qué punto se puede decir que tu fotografía es el resultado del trabajo de un antropólogo?, ¿cuando miras por el objetivo de la cámara, miras como antropólogo?, ¿cómo puede hacerse eso si al mismo tiempo debes mirar con ciertos requerimientos estéticos para componer una imagen como fotógrafo?

Jorge. Sin duda uno mira con la historia propia, los libros, las anécdotas, la mú-sica, el cine, los amigos, los profesores, uno mira el mundo con todo lo que es uno. Mi proceso fotográfico no es ajeno a eso. Sin embargo, considero que la antropología influye en mi trabajo en un proceso más que estético o de composición. En ese sen-tido considero que me brinda bases metodológicas importantes a la hora de trabajar y previo a ello me brinda herramientas de problematización que me son muy útiles para enfocar mis proyectos personales y mis encargos.

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Editor. En términos de la planeación de tus proyectos, ¿qué tanto partici-pa esa formación profesional como antropólogo? Pienso por ejemplo en La casa grande (disponible en http://jorgepanchoaga.com/html_proyectos/proyecto_laca-sagrande_es.html), en la que te preguntas por la cotidianidad y la espacialidad, por formas de habitar y modos de pervivir, asuntos familiares para la antropología, al igual que tus reflexiones sobre identidad, territorio y herencia cultural.

Jorge. Muchas de las cosas que trabajamos fotógrafos y antropólogos tienen que ver con las personas y el mundo que las rodea, estamos enfocados en lo mismo: lo hu-mano, en sus relaciones con los problemas, su cultura y su forma de vivir. Como decía, la antropología me permite tomar ciertas posturas de problematización de los temas que me interesan y luego me permite avanzar en el trabajo de campo, en la forma como me relaciono con las personas. La antropología, como otras disciplinas, no se puede simplemente dejar de lado en la vida. Son como aplicaciones puestas a andar en nues-tro cerebro que una vez instaladas funcionan automáticamente. Así mismo, de alguna forma la fotografía me ha permitido tener experiencias personales y extrañamientos que también se generan en la antropología, pero en lugar de escribir, lo que yo hago es hacer imágenes, construirlas, darles sentido en su orden y narrativa.

El estar en el lugar, establecer vínculos, abordar un proyecto, darles forma a las ideas a partir de la imagen, está atravesado por la experiencia personal. Lo etnográfi-co hace parte de esa experiencia. Sin embargo, personalmente, llega un punto en que trazo una frontera con lo antropológico. Cuando hago fotos, me interesa construir sentidos, detonarlos en el espectador, y para ello puedo hacer una fotografía directa o puedo intervenir, crear lo que ocurre, construir una cámara oscura, iluminar, etcé-tera. Inventar lo que no está ocurriendo para señalar algo clave en mi narración, es una libertad que no es bien vista dentro de los circuitos académicos. En ese contexto, personalmente prefiero la libertad de crear, investigar y construir desde la libertad de la no adscripción disciplinar de ningún tipo. Incluso en el campo de la fotografía, tampoco me interesa la adscripción de géneros.

Editor. En algunos escenarios parecería ser que la fotografía etnográfica lo es por retratar la diferencia cultural, produciendo imágenes exotistas que al mismo tiempo se presentan como representaciones fieles de la realidad. Tu trabajo en este sentido es muy diferente. No se trata sólo de la fotografía sino también de cómo fue tomada, de todos los caminos que llevaron a que la imagen pudiera ser, a sus condi-ciones de posibilidad.

Jorge. Creo que la exotización no es un campo exclusivo de la etnografía. Es un imaginario bastante abonado por el cine, la publicidad, la historia de la imagen, los museos (con un enorme aporte), y, hoy en día, por redes sociales. Claro, luego estas dinámicas se articulan mejor a ciertos escenarios y a ciertas narrativas que contienen estos códigos por su condición tipológica. Hemos aprendido, desde la tradición aca-démica, desde lo que vemos en los libros, enciclopedias, archivos, relacionados con la antropología, que la fotografía etnográfica posee unos códigos visuales, unos signos, símbolos, objetos, que señalan diferencias culturales entre unos y otros, las cuales en

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muchos casos exotizan o idealizan al ser retratado, sus objetos o su mundo. Esos có-digos formales detonan esas lecturas en el espectador. En muchos casos son imágenes con códigos tan directos que la interpelación del espectador es muy limitada, y pasan a ser postales sobre los otros. Identificamos muy bien al otro salvaje, o al otro cazador, o al pescador o al negro o al guambiano en la cocina tejiendo. Esas imágenes nos inva-den constantemente y parece que entendemos bien lo que nos dicen. Pero esa imagen puede ser producto del investigador como del turista. Al respecto debemos entender que lo que opera aquí es la forma como producimos y leemos imágenes, es un proceso similar a como aprendemos de cine y sus géneros: no necesitamos estudiarlos a fondo para identificarlos como acción, terror o comedia romántica. Los códigos narrativos, las composiciones, y los símbolos usados, detonan ciertas narrativas que hemos apren-dido culturalmente, a partir de las cuales leemos los contenidos que observamos.

En mi caso, trabajo desde distintos lugares metodológicos para detonar lecturas en quienes observen el trabajo. En este momento no me interesan los géneros fotográficos, me interesa la posibilidad que brinda la imagen como lenguaje (entendida la imagen desde distintos lugares: foto, sonido, movimiento, experiencia). Hay proyectos donde me interesa el uso de metáforas, conceptos o la lectura por capas de información, un caso es La casa grande, donde se pueden obtener llaves, señales a partir del texto o la oralidad, para entender y decodificar el trabajo desde una aproximación más cercana a lo plantea-do por el autor, sin pretender deslegitimar las múltiples y válidas posibilidades de lectura que permiten las imágenes. Sabemos que la imagen misma muchas veces no resuelve todos los aspectos planteados por un proyecto, en parte por su condición como lenguaje, y en parte por los analfabetismos visuales que tenemos. Punto clave a ser reflexionado, pensado y solventado: educar en imagen.

Editor. Tus fotografías terminan en círculos fotográficos, artísticos, y no an-tropológicos. Pienso en lo que les pasa a las imágenes de acuerdo con su uso, con la manera en que como materialidad adquieren un sentido en un determinado juego de relaciones. ¿Qué le hace esto a tu trabajo?, ¿crees que se puede pensar en algo así como una separación asimétrica que determina la diferencia entre el arte y la ciencia –en este caso ciencia social–, una asimetría que tú en tu doble condición habitarías?

Jorge. En términos laborales, la doble condición ha generado ventajas en el mo-mento de trabajar. He trabajado con grupos de investigación en proyectos de índole an-tropológica, al tiempo que he realizado trabajos para medios, o para circuitos de arte. Sin embargo el valor de la imagen y de los proyectos ha prevalecido en espacios que no son estrictamente académicos o antropológicos. Existe un mayor interés en los circuitos del arte, de la fotografía y de la teorización en imagen, esta última, generalmente fuera del país. Quizás porque la academia en nuestro país tiene una enorme vinculación a la escritura, y el desarrollo de ideas a partir del uso de ésta y poco se ha ahondado en cómo las imágenes aportan en la reflexión, profundización e investigación de un tema. En la tradición antropológica del país se piensa la imagen y la fotografía como una fuente de segunda mano, se las usa como prueba de presencia, de participación, como ilustración. En la inmensa mayoría de los casos el trabajo visual es un anexo.

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Creo que hay una discusión amplia que debe darse sobre el papel de la imagen en los círculos académicos en nuestro país, su uso y el interés o desinterés que se ge-nera alrededor de ella. Escasean, por ejemplo, las investigaciones alrededor de archi-vos fotográficos, la teorización al respecto, la reflexión sobre el papel de la imagen en la construcción de memoria, identidad, sentidos de realidad, y en todo lo que tiene como eje principal el análisis de la imagen. Los investigadores durante años, salvo contadas excepciones, que existen, han tenido poco interés por volcar sus esfuerzos en entender el uso y las relaciones de la fotografía y la imagen en el país, y eso, claro, genera una periferia en la academia y en las ciencias sociales.

Editor. Háblanos un poco del ensayo visual que presentas en Antípoda 25. Se trata de una reflexión sobre el habitar cotidiano en el Cauca, en la que, además de detenerte en las personas, nos muestras objetos y espacios.

Jorge. Éste es un pequeño corte de caja de un capítulo de mi proyecto en el Cau-ca. He trabajado en éste durante algo más de cinco años, haciendo lo que el gremio llamaría trabajo de campo, yendo y viniendo. Recoge la forma como me he relacio-nado con el contexto en el que trabajo, el encontrarme con amigos. Es un acerca-miento, una versión sobre los sentimientos que he tenido en esos lugares, a sucesos y encuentros de una forma directa, sin mayor conceptualización o uso de metáforas. Se plantea así, pese al complejo contexto del Cauca, dado que los otros seis capítulos del trabajo están plagados de conceptos: la migración, el lenguaje y la identidad, el territorio y la resistencia desde la cotidianidad, etcétera. Estos temas han requerido un mayor esfuerzo al transformar conceptos, metáforas y relatos en imágenes. En ellos he requerido volver las casas cámaras obscuras, o construir mis propias cáma-ras, caminar entre la realidad y la ficción. Esto, claro, desde un escenario que no se adscribe a la antropología.

Para mí, este capítulo, como los otros, se trata de ir a visitar a viejos amigos, proponerles una forma de colaborar y acompañarlos en sus diferentes actividades para que de esa manera surjan las ideas que pueden ser materializadas en fotogra-fías. Posteriormente hay que hacer los diversos arreglos para producir las imágenes. En ese continuo andar se presentan muchísimas oportunidades para hacer otras fo-tografías que se van juntando, hacen parte de esa relación y charla que tenemos, de la cotidianidad de nosotros cuando nos juntamos en el Cauca.

Editor. De sus vidas cotidianas como de tu vida cotidiana, del hacer propio de tu trabajo.

Jorge. Sí, en mis fotos el más retratado soy yo mismo, así no aparezca en las imágenes. Yo acompaño a mis amigos a ordeñar sus vacas temprano en la mañana, después a aplicarle anti pulgas a sus perros; a poner o quitar postes; a dejar la leche o a ver unos árboles. Pero no es desaparecer y ser invisible ante lo que ocurre (un deseo inalcanzable del fotoperiodismo y la investigación objetiva), yo estoy siempre hablando, escuchando, preguntando, riendo. Entonces puedo tomar la cámara para registrar cómo se amarran las patas del animal o hacer un primer plano de la mano de uno de mis amigos con una pulga recién extraída del pelo de sus perros, mientras

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él me la muestra contándome un chiste. Esta serie se trata pues de caminar y de de-jarse sorprender por lo que vivo, de fotografiar y de conversar, de lo que sucede para y entre los espacios en los cuales hago mi trabajo.

Editor. Lo que nos muestras es entonces tanto un ensayo sobre la cotidianidad del Cauca como una suerte de diario de campo de tu trabajo.

Jorge. No sé si un diario de campo. Quizás funcione esa comparación. Fontcu-berta señaló hace pocos días que la fotografía ya no nos sirve para recordar, sino que cada vez más es un problema de comunicación. Entonces podríamos ver ese diario como un mundo de posibilidades narrativas, no como notas visuales. En ese sentido, las fotos que hay aquí no son como entradas en un diario de campo, operan como mapas que puedo caminar o seguir, que me llevan a otras fotos o reflexiones. Con ellas empecé a escribir algo hace años, a narrarlo, no sé a dónde me lleven, ni en que terminen. Siempre es hacia al final cuando sé cómo funcionan.

Editor. Bueno, así también pueden pensarse las entradas en un diario de cam-po etnográfico. Puedes contarnos dónde fueron tomadas las fotografías que compo-nen este ensayo.

Jorge. Las fotos son todas del Cauca, de distintos años y en diferentes lugares: Toribío, Ambaló, Calderas, la Carretera Panamericana, Silvia.

Editor. Antes de terminar quisiera preguntarte por las dificultades y retos que implica para ti presentar esta serie en una publicación de antropología, fuertemente disciplinar y académica, por demás.

Jorge. Para mí es un gusto participar en las páginas de Antípoda, una revista que consulté en muchas ocasiones. Al proponerme hacer parte de la Revista tuve algunas dudas, por la lejanía que había estado tejiendo a la antropología, sólo interrumpida por mis continuas charlas con amigos y colegas. Posterior a las charlas con el editor y a nuestros múltiples encuentros, participar en este número resultó para mí una expe-riencia de renovación sobre la disciplina misma. Sin embargo, encontré dificultades de tipo formal. Me solicitaban no incluir rostros en la serie, lo cual es un reto, al mismo tiempo que una inconsistencia enorme para una publicación de carácter antropológi-co. Al preguntar la razón de esta petición, resultó aún más paradójico encontrar que se debe a razones de carácter jurídico: derechos de uso de imagen. Al respecto me gusta-ría tocar algunos puntos, que atañen al dialogo que hemos venido teniendo. Primero, señalar que el uso de imagen está reglamentado jurídicamente en el país. Siento nocivo el no establecer unas reglas claras de usos de imagen en este contexto. Esta limitación restringirá los discursos visuales construidos por investigadores, quienes estarán so-metidos a detenerse únicamente en lo material, el paisaje, el contexto, el mundo físico. Esto quizá libere finalmente a la antropología de su tema principal de interés, el ser humano, o quizá suceda al revés. Sin embargo, si bien este reto puede ser interesante, resulta nocivo cuando el impedimento es de carácter jurídico, más aún cuando conta-mos con una normativa. Me pregunto si, nuevamente, es el desinterés por desentrañar el papel de la imagen lo que conduce a este tipo de limitaciones y vacíos.

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Política Editorial

Normas para Autores

Tipo de artículos, convocatorias y modalidad de recepciónAntípoda. Revista de Antropología y Arqueología tiene como objetivo contribuir al avance y difu-sión del conocimiento antropológico, y al análisis crítico de temas socioculturales, metodológicos y teóricos relevantes para los diversos subcampos de la disciplina y de otras disciplinas afines de las ciencias sociales y humanas, particularmente en antropología, arqueología y sus respectivas especialidades. La Revista es una publicación cuatrimestral (enero-abril, mayo-agosto y septiem-bre-diciembre) que circula al inicio de cada periodo señalado, creada en 2005 y financiada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia).Antípoda conforma un foro abierto, crítico y plural en donde se publican artículos y trabajos inéditos en español, inglés y portugués. Todos los artículos publicados cuentan con un número de identificación DOI, que, de acuerdo con las políticas editoriales internacionales, debe ser citado por los autores que utilizan los contenidos al igual que el título abreviado de la Revista: Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. Las fechas de recepción de artículos para dossier se informan en las respectivas convocatorias. La Revista mantiene abierta la recepción de artículos de tema libre. Los artículos deben ser remitidos a través del sistema disponible en la página web: http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php, pes-taña “Presentar Artículo” (menú del costado izquierdo). Las propuestas presentadas a la Revista deben ser originales e inéditas y no deben estar simultáneamente en proceso de evaluación ni tener compromisos editoriales con ninguna otra publicación. Antípoda no cobra a los autores los costos de los procesos editoriales.La Revista somete todos los artículos que recibe a la herramienta para la detección de plagio. Cuando éste se detecte total o parcialmente (sin la citación correspondiente), el texto es rechazado y se procede a notificar al autor.La Revista recibe propuestas para números monográficos en cualquiera de sus temas objeto. Los interesados deben descargar y diligenciar la ficha disponible en el enlace FORMATO_DOS-SIER_2_ANTIPODA.PDF, y enviarla a [email protected]. Las propuestas serán revisadas y aprobadas por el Editor y el Comité Editorial.Teniendo en cuenta la cantidad de artículos que recibe la Revista, no se publican textos de un mismo autor en un período de dos años.

Evaluación de artículos y proceso editorialAl recibir un artículo el Equipo Editorial revisa si cumple con los requisitos básicos exigidos por la Revista. Los autores deben presentar en una hoja aparte su información (nombre, afiliación institucional, etcétera) Asimismo deben garantizar la confidencialidad de su autoría dentro del texto. Los artículos que pasan ese primer filtro son sometidos a un proceso de arbitraje a cargo de dos evaluadores, nacionales e internacionales (con al menos el 50% con afiliación internacional), quienes pueden formular sugerencias al autor. Durante la evaluación, tanto los nombres de los autores como los de los evaluadores se mantienen en el anonimato. El resultado de la evaluación le será comunicado al autor en un periodo de máximo seis meses a partir de la fecha de recepción del artículo. En caso de superar este plazo el Equipo Editorial informa al autor esta situación. La

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decisión final de publicar o rechazar los artículos es tomada por el Equipo Editorial, con base en los informes presentados por los evaluadores; esta decisión es comunicada al autor por medio de un concepto escrito emitido por el Editor de la Revista (aprobado, aprobado con modificaciones, aprobado con modificaciones importantes, o rechazado).Las observaciones de los evaluadores, así como las del Equipo Editorial, deben ser tenidas en cuen-ta por el autor, quien debe realizar los ajustes solicitados en el plazo estipulado por la Revista. La fecha de publicación informada por los editores se cumple, siempre y cuando el autor haga llegar toda la documentación solicitada en el plazo indicado. Durante el proceso de edición, los autores pueden ser consultados por los editores para resolver las inquietudes existentes. No obstante, An-típoda se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo. Tanto en el proceso de eva-luación como en el proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores.Los autores reciben dos ejemplares del número en el que publican.

Parámetros para la presentación de artículosEs requisito indispensable que en el momento de la remisión los artículos cumplan con los pará-metros de la Revista:• Tener una extensión de máximo veinticinco (25) páginas (8.500 palabras aproximadamente,

incluidos pies de página y referencias bibliográficas). • Estar escritos en formatos Word, tamaño carta, márgenes de 2,54 cm, doble espacio, letra Ti-

mes New Roman 12 puntos, numeración de página desde 1 hasta n, en el margen superior derecho, con un uso mínimo de estilos: negrita sólo para títulos y subtítulos y cursiva para énfasis dentro del texto. Las citas textuales deberán aparecer siempre entre comillas.

• Tener el título del artículo y un resumen en español o en el idioma escrito y en inglés.• El resumen debe tener un rango entre 150 y 250 palabras y debe describir los objetivos, mé-

todos, hallazgos más importantes y conclusiones del artículo; debe ser informativo y no debe incluir ninguna cita ni abreviación.

• Todo artículo debe tener entre tres y seis palabras clave tanto en inglés como en español. Las palabras clave deben reflejar el contenido del artículo, rescatando las áreas de conocimiento en las que se inscribe y los principales conceptos. Se recomienda revisar los términos y jerarquías establecidos en los listados bibliográficos (Thesaurus), y buscar correspondencia entre títulos, resúmenes y palabras clave. Cuando una palabra no se encuentre normalizada en Thesaurus, debe señalarse.

• En un archivo aparte, el autor debe incluir la siguiente información: títulos académicos, afilia-ción institucional, cargo actual, estudios en curso, grupo de investigación al que pertenece (si aplica), últimas dos publicaciones y correo electrónico. En ese mismo archivo debe incluir la información de procedencia del artículo. En caso de que éste sea resultado de una investiga-ción, la información del proyecto del que hace parte y el nombre de la institución financiadora.

• Cuando los contenidos utilizados tengan un número de identificación DOI, este debe incluirse en el listado de referencias.

• Todos los cuadros, gráficas, mapas, diagramas y fotografías serán denominados “Figuras”, las cuales deben ser insertadas en marcos o cajas de línea delgada, numeradas, en orden ascen-dente, e identificadas y referenciadas en el texto mediante un pie de foto. Éstas deben ser envia-das en formato .jpg o .tiff de alta resolución, es decir, de 300 pixeles por pulgada (ppp). Cuando el artículo es aceptado para publicación, los autores asumen la responsabilidad de transformar las figuras a escalas de grises y de suministrar los archivos de alta resolución.

• En el momento de remisión, las figuras pueden tener una resolución baja o media; lo impor-

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tante es que sean legibles. Cuando el artículo es aceptado para publicación, las figuras deben tener una calidad de publicación. Los autores asumen la responsabilidad de transformar las figuras a escalas de grises y de suministrar los archivos de alta resolución.

• Todos las figuras representadas por mapas deben estar: 1) enmarcadas en una caja de línea delgada, 2) estar geográficamente referenciadas con flechas que indiquen latitud y longitud o con pequeños insertos de mapas que indiquen la localización de la figura principal, y 3) tener una escala en km.

• El autor debe emplear los pies de página estrictamente en los casos en los que desea comple-mentar información del texto principal. Los pies de página no se deben emplear para refe-renciar bibliografía o para referenciar información breve que puede ser incluida en el texto principal. Se exceptúan aquellos casos en los que el autor desea hacer comentarios adicionales sobre un determinado texto o un conjunto de textos alusivo al tema tratado en el artículo.

• Parámetros para la presentación de reseñas• Estar escritas en formato Word, letra Times New Roman tamaño 12, paginado, en papel tama-

ño carta y márgenes de 2,54 cm.• Tener una extensión entre 5 y 8 páginas a espacio doble.• Incluir los datos completos del texto reseñado (autor, título, fecha, ciudad, editorial y páginas

totales).• Incluir datos completos del autor: títulos académicos, afiliación institucional, grupo de inves-

tigación (si aplica) y correo electrónico.• Se espera que las reseñas no sólo informen sobre el contenido del libro, sino que incorporen

una perspectiva crítica y analítica.

Reglas de edición• La primera vez que se use una sigla o abreviatura, ésta deberá ir entre paréntesis después de la

fórmula completa; las siguientes veces se usará únicamente la sigla o abreviatura.• Las citas textuales que sobrepasen cuatro renglones deben colocarse en formato de cita larga,

a espacio sencillo, tamaño de letra 11 y márgenes reducidos.• Antípoda utiliza el formato de estilo del Chicago Manual of Style, última edición, para presentar

las referencias incluidas en el artículo.• Todas las referencias bibliográficas deben estar organizadas en estricto orden alfabético,

numeradas en número arábigos, en orden ascendente, y deben listarse al final del artículo. Ver modelos de presentación de los datos bibliográficos en los siguientes ejemplos:

Libro con un solo autor o editorPara libros de un solo autor, invertir el nombre en la lista de referencia; en el texto, incluya única-mente el apellido. En caso de citar una frase, la página específica o el rango de páginas se incluye en la cita dentro del texto (separado del año por una coma), pero no en la lista de referencias.

Referencias: Jaramillo, Pablo. 2014. Etnicidad y victimización. Genealogías de la violencia y la indigeni-dad en el norte de Colombia. Bogotá: Ediciones Uniandes.En el texto:(Jaramillo 2014, 99-100)Los libros con un editor en vez de autor incluyen la abreviación ed. (de editor; para más de un editor usar la abreviación eds.). La citación dentro del texto no incluye dicha abre-viación.

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Referencias:Steiner, Claudia, Carlos Páramo y Roberto Pineda, eds. 2014. El paraíso del diablo. Roger Casement y el informe del Putumayo, un siglo después. Bogotá: Ediciones Uniandes.En el texto:(Steiner, Páramo y Pineda 2014, 42)

Libros con múltiples autoresPara libros de dos autores, sólo el apellido del primer autor se invierte en la lista de referencias.

Referencias:Espinosa, Mónica y Alex Betancourt. 2014. El poder en plural. Entre la antropología y la teoría política. Bogotá: Ediciones Uniandes.En el texto:(Espinosa y Betancourt 2014, 52)Para libros de tres autores, se cita de la siguiente manera:Referencias:Tickner, Arlene, Carolina Cepeda y José Luis Bernal. 2013. Colombia, las Américas el mun-do 2012.Opinión pública y política exterior. Bogotá: Ediciones Uniandes.En el texto:(Tickner, Cepeda y Bernal 2013, 188-189)

Para libros de cuatro o más autores, incluya todos los autores en la lista de referencias. El orden y la puntuación son exactamente iguales a los de libros de dos o tres autores. Sin embargo, dentro de texto se cita únicamente el apellido del primer autor, seguido por et al.

En el texto:(Suárez et al. 2008, 118-119)Libros con autor, más editor o traductorEn la lista de referencias, no abrevie Editado por ni Traducido por.Referencias:García Márquez, Gabriel. 1988. Love in Time of Cholera. Traducido por Edith Grossman. Londres: Cape.En el texto:(García Márquez 1988, 242-255)

Capítulo de un libro editadoPara citar un capítulo de libro de un libro editado, incluya el autor y el título del capítulo entre comillas. Luego, el título del libro en cursivas y el nombre de quien lo editó. Note que el rango de páginas se escribe antes de la ciudad y la editorial.

Referencias:Serje, Margarita. 2014. “La selva por cárcel”. En El paraíso del diablo: Roger Casement y el informe del Putumayo un siglo después, 151-172. Bogotá: Ediciones Uniandes. En el texto:(Serje 2014, 153)

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Artículo en revista indexadaLas citaciones para revistas incluyen el volumen, el número de la edición y la fecha de publicación. El número del volumen sigue inmediatamente después del nombre en itálicas de la revista. La refe-rencia a la página específica se incluye en el texto. El rango de páginas que comprende el artículo se incluye en la lista de referencias, precedido por dos puntos. El número de la edición aparece entre paréntesis, justo después del número del volumen.

Referencias:Aparicio, Juan Ricardo. 2015. “El retorno a Mulatos y la Comunidad de Paz de San José de Apartadó: contingencias y momentos de ruptura”. Antípoda – Revista de Antropología y Arqueología 21: 73-95.En el texto:(Aparicio 2015, 74)

Para citación de revistas consultadas online, Chicago recomienda incluir preferiblemente el DOI del artículo, o el URL, en la lista de referencias.Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la “nacional y popular” de la última década” Antípoda – Revista de Antropología y Arqueología 21 (enero-abril): 21-48. Doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda21.2015.02

(Briones 2015, 40)Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la ‘nacional y popular’ de la última década” Antípoda – Revista de Antropología y Arqueología 21 (enero-abril): 21-48. http://antipoda.uniandes.edu.co/view.php/313/index.php?id=313(Briones 2015, 44)

Políticas Éticas

Publicación y autoríaAntípoda. Revista de Antropología y Arqueología es una publicación financiada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia). La oficina de la Revista se encuentra ubicada en el Edificio Franco, Gb-417 campus universitario. El sitio web de la Revista es http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php, y su correo, [email protected]; el teléfono de con-tacto es el 3394999, extensión 3483.La Revista cuenta con la siguiente estructura: Equipo Editorial, conformado por el director del Departamento de Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia), Editor y Gestor Editorial, Consejo Editorial (Comité Editorial y Comité Científico), Comité de Revistas de la Facultad y equipo de soporte administrativo y técnico. Los miembros del Consejo son evaluados bianualmente en función de su prestigio en la disciplina y de su producción académica, visible en otras revistas y publicaciones académicas nacionales e internacionales.Los artículos presentados a la Revista deben ser originales e inéditos y no deben estar simultánea-mente en proceso de evaluación ni tener compromisos editoriales con ninguna otra publicación. Si el artículo es aceptado, se espera que su aparición anteceda a cualquier otra publicación total o parcial del artículo. Si el autor de un artículo quisiera incluirlo posteriormente en otra publica-ción, la revista donde se publique deberá señalar claramente los datos de la publicación original, previa autorización solicitada al Editor de la Revista. Asimismo, cuando la Revista tiene interés de publicar un artículo que ya ha sido previamente publicado, se compromete a pedir la autorización correspondiente a la editorial que realizó la primera publicación.

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Responsabilidades de los autoresLos autores deben presentar sus artículos a través del siguiente enlace: http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php “Presentar Artículo”, que aparece en el menú del costado izquierdo de la página web de la Revista. La Revista tiene normas para los autores, de acceso público, que contienen las pautas para la presentación de los artículos y las reseñas, así como las reglas de edición que pueden consultarse en: Política Editorial o al final de la versión impresa de la Revista.Si bien el Equipo Editorial aprueba los artículos con base en criterios de calidad, pertinencia y rigurosidad investigativa, los autores son los responsables de las ideas allí expresadas, así como de la idoneidad ética del artículo. Los autores tienen que hacer explícito que el texto es de su autoría y que en el mismo se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros. Si se utiliza material que no sea de propiedad de los autores, es responsabilidad de los mismos asegurarse de tener las autorizaciones para el uso, reproducción y publicación de cuadros, gráficas, mapas, diagramas, fotografías, etcétera.Los autores aceptan someter sus textos a la herramienta de detección de plagio y a las evaluaciones del Equipo Editorial y de los dos evaluadores externos, y se comprometen a tener en cuenta sus observaciones, para la realización de los ajustes solicitados. Estas modificaciones y correcciones al manuscrito deben realizarse en el plazo que le sea indicado por el Editor. Luego que la Revista reciba el artículo modificado, se le informa al autor acerca del dictamen final y se informa sobre los siguientes pasos del proceso editorial, tiempo en el cuál el autor debe resolver las inquietudes y solicitudes del Equipo Editorial con respecto a su artículo.Cuando los textos sometidos a consideración de la Revista no son aceptados para publicación, el Editor envía una notificación escrita al autor explicándole los motivos por los cuales su texto no será publicado.Durante el proceso de edición, los autores pueden ser consultados por los editores para resolver las inquietudes existentes. Tanto en el proceso de evaluación como en el proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores.El Equipo Editorial se reserva la última palabra sobre la publicación de los artículos y el número en el cual se publica. Esa fecha se cumple siempre y cuando el autor haga llegar toda la documenta-ción que le es solicitada en el plazo indicado. La Revista se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo.Los autores de los textos aceptados autorizan, mediante la firma del “Documento de autorización de uso de derechos de propiedad intelectual”, la utilización de los derechos patrimoniales de autor (reproducción, comunicación pública, transformación y distribución) a la Universidad de los An-des, para incluir el texto en Antípoda (versión electrónica e impresa). En este mismo documento los autores confirman que el texto es de su autoría y se respetan los derechos de propiedad inte-lectual de terceros.

Responsabilidades de los evaluadores/revisión por paresA la recepción de un artículo, el Equipo Editorial evalúa si cumple con los requisitos básicos exi-gidos por la Revista, teniendo en cuenta formato, calidad (objetivo, marco teórico, metodología, conclusiones y bibliografía) y pertinencia del documento. Después de esta primera revisión, se de-finen los artículos que inician el proceso de arbitraje. Los textos son, en esta instancia, sometidos a la evaluación de dos pares académicos, nacionales e internacionales (al menos con el 50% con afi-liación internacional) y al concepto del Equipo Editorial, quien se reserva la última palabra de los contenidos a publicar. Los evaluadores podrán formular sugerencias al autor señalando referencias significativas que no hayan sido incluidas en el trabajo. El resultado es comunicado al autor en un período de hasta seis meses a partir de la recepción del artículo. Cuando el proceso de evaluación excede este plazo, el Editor informa al autor el motivo de esta situación. Los evaluadores deben

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declarar en el formato de evaluación que no tienen conflicto de interés con los autores y con los temas sobre los que van a conceptuar. Ante cualquier duda se reemplaza al evaluador.La Revista cuenta con un formato que contiene preguntas con criterios cuidadosamente definidos, que el evaluador debe responder sobre el artículo objeto de evaluación. A su vez, tiene la responsa-bilidad de aceptar, rechazar o aprobar con modificaciones menores o mayores el artículo arbitrado. Durante la evaluación, tanto los nombres de los autores como de los evaluadores son mantenidos en anonimato.

Responsabilidades editorialesEl Equipo Editorial de la Revista, con la participación del Consejo Editorial, es responsable de definir las políticas editoriales para que Antípoda cumpla con los estándares que permiten su po-sicionamiento como una publicación académica de reconocida calidad internacional. La revisión continua de estos parámetros asegura que la Revista mejore y llene las expectativas de sus lectores.Así como se publican normas editoriales, que la Revista espera sean cumplidas en su totalidad, también publica correcciones, aclaraciones, rectificaciones y da justificaciones cuando la situación lo amerite.Cuando la Revista recibe quejas de cualquier tipo, el Equipo responde prontamente, de acuerdo a las Normas establecidas por la publicación, y en caso de que el reclamo lo amerite, debe asegurarse de que se lleve a cabo la adecuada investigación tendiente a la resolución del problema. Cuando se reconoce falta de exactitud en un contenido publicado, se consulta al Comité Editorial, y se hacen las correcciones y/o aclaraciones en la página web de la Revista.El Equipo Editorial es responsable de la escogencia de los mejores artículos para ser publicados. Esta selección está basada en las recomendaciones derivadas del proceso de evaluación y del pro-ceso de revisión editorial del artículo, en los que son centrales los criterios de calidad y relevancia, originalidad y contribuciones al conocimiento social, así como diversidad y pluralidad en los con-tenidos. En este mismo sentido, cuando un artículo es rechazado, la justificación que se le da al autor debe orientarse hacia estos aspectos.El Equipo Editorial es responsable de vigilar el proceso editorial de todos los artículos que se pos-tulan a la Revista, y debe desarrollar mecanismos de confidencialidad mientras dura el proceso de evaluación por pares hasta su publicación o rechazo.Tan pronto un número de la Revista es publicado, el Equipo Editorial y el Equipo de Publicaciones son responsables de su difusión y distribución a los colaboradores, evaluadores, y a las entidades con las que se hayan establecido acuerdos de intercambio, así como a los repositorios y sistemas de indexación nacionales e internacionales, y de hacer los envíos a los suscriptores activos.

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Editorial Policy

Norms for Authors

Type of articles, calls for articles and form of receptionAntípoda. Revista de Antropología y Arqueología aims to contribute to the advancement and disse-mination of anthropological knowledge, and to the critical analysis of sociocultural, methodolo-gical and theoretical topics that are relevant for the diverse subfields of the discipline and of other related fields in the social and human sciences, particularly in anthropology, archaeology and their respective specialties. The journal is a publication that comes out every four months (January-April, May-August, September-December) at the beginning of each of the periods indicated. It was created in 2005 and funded by the School of Social Sciences of the Universidad de los Andes (Colombia).Antípoda constitutes an open, critical and pluralist forum in which unpublished articles and other works are published in Spanish, English and Portuguese. All the articles published have a DOI identification number that, in accordance with international editorial policies, must be cited by authors who use the contents, along with the abbreviated title of the journal: Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. The dates of reception of articles for Dossier are announced in the respective calls for articles. The journal receives open theme articles on a permanent basis. All articles should be remitted through the system available on the journal’s web page: http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php, using the “Present Article” tab on the left-hand menu. The proposals presented to the journal must be original and unpublished and should not be simultaneously undergoing evaluation or have any editorial commitments with any other publication. Antípoda does not charge the authors for the costs of the editorial processes.The journal subjects all the articles it receives to a plagiarism detection test. When plagiarism, either total or partial (i.e., lacking the corresponding citation) is detected, the text is rejected and the author is notified of the fact.The journal receives proposals for thematic issues on any one of the subject areas of its interest. Interested parties should download and complete the form that is available through the following link: FORMATO_DOSSIER_2_ANTIPODA.PDF, and send it to [email protected]. The proposals will be reviewed and approved by the editor and the Editorial Committee.Given the number of articles the journal receives, no more than one article by the same author will be published within a two-year period.

Evaluation of articles and the editorial processUpon receiving an article, the Editorial Team evaluates whether it fulfills the basic requirements established by the journal. The authors should present their information (name, institutional affi-liation, etc.) on a separate sheet. They must also guarantee the confidentiality of the fact of their authorship within the text. The articles that pass this first filter are then subjected to an arbitration process carried out by two evaluators, national and international (at least 50% with international affiliation), who may make suggestions to the author. During the evaluation, the names of the authors and those of the evaluators must be kept anonymous. The result of the evaluation will be communicated to the author within a maximum period of six months from the date of receipt of

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the article. If the process exceeds this time limit, the Editorial Team will inform the author of the situation. The final decision to publish or to reject an article is made by Editorial Team, on the basis of the reports presented by the evaluators; the decision is then communicated to the author by means of a written decision issued by the Editor of the journal (approved, approved with modi-fications, approved with important modifications, or rejected).The observations of the evaluators, like those of the Editorial Team, should be taken into account by the author, who is expected to make the adjustments requested within the time limit stipulated by the journal. The publication date announced by the editors will be respected as long as the author makes sure that all the documentation requested is delivered before the indicated deadli-ne. During the publication process, the editors may consult the authors to resolve any concerns regarding their articles. Nonetheless, Antípoda reserves the right to make minor corrections of style. Email is the preferred means of communication with the authors during both the evaluation process and the publication process.Authors receive two copies of the issue in which their work is published.

Guidelines for the Presentation of ArticlesIt is indispensable that the articles comply with the following guidelines when they are presented for publication in the journal:• They must be no more than twenty-five (25) pages long (approximately 8,500 words, including

footnotes and bibliographic references). • They must be written in Word formats, letter-size pages with 2.54 cm margins, double spaced,

in Times New Roman 12 point font, page numbers from 1 to N in the upper right-hand cor-ner, with a minimum use of different typesets: bold for titles and subtitles only, and italics for emphasis within the text. Quotes within the text must always be placed in quotation marks.

• They must include the title and an abstract of the article in Spanish or in the language in which it was written, and in English.

• The abstract must be from 50 to 250 words long and should describe the objectives, methods, most important findings, and conclusions of the article. It should be informative and should not include any quotes or abbreviations.

• Every article must have from three to six keywords in both English and Spanish. The keywords should reflect the content of the article, indicating the areas of knowledge in which they are inscribed and the main concepts. The terms and hierarchies established in the bibliographic listings should be checked (Thesaurus) and the titles, abstracts, and keywords should be in concordance with each other. When a word does not appear normalized in Thesaurus, this fact should be pointed out.

• The author should also provide the following information in a separate file: academic degrees, institutional affiliation, current position, ongoing studies, research group (if applicable), two most recent publications, and e-mail address. This same file should include the source infor-mation for the article. When an article is the result of a research study, the information on the project of which it forms part and the name of the financing institution should be included.

• When the contents used have a DOI identification, it should be included in the reference.• All charts, graphs, maps, diagrams and photographs will be denominated “Figures,” which

should be inserted in thin-line frames or boxes, numbered in ascending order and identified and referenced in the text by captions. These should be presented in .jpg or .tiff format, with high resolution, i.e., 300 dots per inch (dpi). When an article is accepted for publication, the authors assume responsibility for converting the figures to grayscales and for providing hi-gh-resolution files.

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• Figures may have either low or medium resolution when they are presented; the important thing is that they be legible. When an article is accepted for publication, the figures must be of a quality that is suitable for publication. The authors assume responsibility for converting the figures to gray-scale and providing high-resolution files.

• All figures represented by maps should be: 1) framed within a slim-line box, 2) geographically referenced with arrows to indicate latitude and longitude, or with small maps inserted to indi-cate the location of the main figure, and 3) be on a scale measured in kilometers.

• The author must use footnotes only in cases in which it is desirable to complement informa-tion from the main text. Footnotes should not be used to reference bibliography or to reference brief data that may be included within the main text. The exceptions are cases in which the author wishes to make additional comments on any given text or on a set of texts alluding to the topic dealt with in the article.

Guidelines for Presenting Reviews• They must be presented in Word format, Times New Roman Font size 12, and letter-size num-

bered pages with 2.54 cm margins.• They must be from 5 to 8 pages long, double-spaced.• They must include the complete data regarding the text reviewed (author, title, date, city, pu-

blishing house, and total number of pages).• They must include the complete data on the author: academic degrees, institutional affiliation,

research group (if applicable), and e-mail address.• Reviews should not only inform about the content of the book, but also incorporate a critical,

analytical perspective.

Editing Rules• The first time that initials or abbreviations appear, they should be placed in parenthesis after

the full form, and only the initials or the abbreviation should be used on subsequent occasions.• Quotes more than four lines long should be put in a special format for long quotes, single

space, in Font 11, with reduced margins.• Antípoda uses the style format of the Chicago Manual of Style, last edition, for presenting the

references included in the articles it publishes.• All bibliographical references should be organized in strict alphabetical order, numbered in

ascending order with Arabic numbers, and listed at the end of the article. See models for pre-senting bibliographical data in the following examples:

Books with Only One Author or EditorFor books with only one author, invert the order of the first and last name on the reference list; include only the last name in the text. When a phrase is cited, the specific page or range of pages is included in the quote within the text (separated from the year by a comma), but not in the list of references.

References: Jaramillo, Pablo. 2014. Etnicidad y victimización. Genealogías de la violencia y la indigeni-dad en el norte de Colombia. Bogota: Ediciones Uniandes.In the text:(Jaramillo 2014, 99-100)References to books with an editor instead of an author include the abbreviation ed. for editor (for more than one editor use the abbreviation eds.). The citation within the text does not include said abbreviation.

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References:Steiner, Claudia, Carlos Páramo and Roberto Pineda, eds. 2014. El paraíso del diablo. Roger Casement y el informe del Putumayo, un siglo después. Bogota: Ediciones Uniandes.In the text:(Steiner, Páramo and Pineda 2014, 42)Books with More Than One AuthorFor books with two authors, only the first author’s name is inverted in the list of references. References:Espinosa, Mónica and Alex Betancourt. 2014. El poder en plural. Entre la antropología y la teoría política. Bogota: Ediciones Uniandes.In the text:(Espinosa and Betancourt 2014, 52)

Books with three authors are cited as follows:References:Tickner, Arlene, Carolina Cepeda and José Luis Bernal. 2013. Colombia, las Américas el mundo 2012. Opinión pública y política exterior. Bogota: Ediciones Uniandes.In the text:(Tickner, Cepeda and Bernal 2013, 188-189)For books with four or more authors, the names of all the authors are included in the list of references. The order and punctuation are exactly the same as for books with two or three authors. However, only the last name of the first author is cited within the text, followed by et al. In the text:(Suárez et al. 2008, 118-119)

Books with Author, plus Editor or TranslatorDo not abbreviate Edited by or Translated by on the list of references.

References:García Márquez, Gabriel. 1988. Love in Time of Cholera. Translated by Edith Grossman. Londres: Cape.In the text:(García Márquez 1988, 242-255)

Chapter of an Edited BookTo cite a chapter of an edited book, include the author and the title of the chapter in quotation marks, followed by the book title in italics, and then the name of the editor/s. Note that the range of pages is indicated before the city and the publisher.

References:Serje, Margarita. 2014. “La selva por cárcel”. In El paraíso del diablo: Roger Casement y el informe del Putumayo un siglo después, 151-172. Bogota: Ediciones Uniandes. In the text:(Serje 2014, 153)

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Article in an Indexed JournalCitations of magazines include the volume number, the issue number, and the date of publication. The number of the volume comes immediately after the name of the magazine written in italics. The reference to a specific page number is included in the text. The range of pages that the article covers is included in the list of references, preceded by a colon. The issue number appears in pa-renthesis, just after the volume number.

References:Aparicio, Juan Ricardo. 2015. “El retorno a Mulatos y la Comunidad de Paz de San José de Apartadó: contingencias y momentos de rupture.” Antípoda – Revista de Antropología y Arqueología 21: 73-95.In the text:(Aparicio 2015, 74)For citing magazines consulted online, Chicago recommends including the DOI of the article, or the URL, in the list of references.Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neolibe-ral de los años noventa y la “nacional y popular” de la última década” Antípoda – Revista de Antropología y Arqueología 21 (January-April): 21-48. DOI: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda21.2015.02(Briones 2015, 40)Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la ‘nacional y popular’ de la última década” Antípoda – Revista de Antropología y Arqueología 21 (January-April): 21-48. http://antipoda.uniandes.edu.co/view.php/313/index.php?id=313(Briones 2015, 44)

Ethical Policies

Publication and authorship Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología is a publication funded by the School of Social Sciences of the Universidad de los Andes (Colombia). The office of the journal is located in the Franco Building (Office Gb-417) on the university campus. The journal’s web site is http://antipo-da.uniandes.edu.co/index.php. Its email address is [email protected] , and the telephone number is 3394999, extension 3483.The journal has the following structure: the Editorial Team, composed of the Director of the An-thropology Department of the School of Social Sciences of the Universidad de los Andes (Colom-bia), Editor and Editorial Manager, Editorial Council (Editorial Committee and Scientific Commi-ttee), the Board of Journals of the School of Social Sciences and the Administrative and Technical Support Team. The members of the Council are evaluated biannually with respect to their prestige in the discipline and their academic production, as seen in other national and international jour-nals and academic publications.The articles presented to the journal must be original and unpublished and must not be simul-taneously undergoing any evaluation process or have editorial commitments with any other pu-blication. If an article is accepted, it is expected that its appearance in Antípoda will precede any other total or partial publication of the article. If the author of an article wishes to include it later in another publication, the journal in which it is to be published should clearly indicate the data

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regarding its original publication, after having requested authorization from the Editor of the jour-nal. In the same way, when the journal has an interest in publishing an article that has previously been published elsewhere, it commits itself to requesting the corresponding authorization from the original publisher.

Responsibilities of the authorsAuthors should present their articles through the following link: http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php “Present Article,” that appears on the left-hand menu of the journal’s web page. The journal has publicly accessible norms for authors, that provide the guidelines for the presentation of articles and reviews, as well as editorial rules which can be consulted through the Editorial Po-licy link or at the end of the printed version of the journal.Even though the Editorial Team approves articles based on criteria of quality, relevance and inves-tigative excellence, the authors are responsible for the ideas expressed in their work, as well as for its ethical standards. The authors must explicitly state that the text is of their own authorship and that the intellectual property rights of third parties are respected in it. If material is used that is not the property of the authors, it is their responsibility to make sure to obtain the authorizations for the use, reproduction and publication of charts, graphs, maps, diagrams, photographs, etc.The authors agree to submit their texts to a plagiarism detection test and to the evaluations of the Editorial Team and of the two external evaluators, and they agree to take the resulting observations into account for making the adjustments requested. These modifications and corrections to the manuscript should be done within the time limit indicated by the editor. After the journal receives the modified article, the author is informed of the final decision and of the following steps in the publishing process, during which time the author must resolve concerns and requests of the Edi-torial Team with respect to the article.When the texts submitted for the consideration of the journal are not accepted for publication, the editor sends a written notification to the author explaining the reasons why the text will not be published.During the editing process, the editors may consult the authors to resolve concerns regarding their articles. In both the evaluation process and in the editing process, email constitutes the preferred means of communication with the authors.The Editorial Team reserves the last word on the publication of articles and the issue in which they are to be published. That publication date will be respected as long as the author delivers all the documentation requested within the indicated time limit. The journal reserves the right to make minor corrections of style.The authors of the texts that are accepted authorize, by signing the “Document of Authorization of Use of Intellectual Property Rights,” the use of the author’s economic rights (reproduction, public communication, transformation and distribution) to the Universidad de los Andes, in order to include the text in Antípoda (electronic version and printed version). In the same document the authors confirm that the text is of their own authorship and that the intellectual rights of third parties are respected in it.

Responsibilities of the evaluators/peer reviewUpon receiving an article, the Editorial Team evaluates whether it fulfills the basic requirements established by the journal, taking into account the format, quality (objective, theoretical fra-mework, methodology, conclusions and bibliography) and relevance of the document. After this first review, it is decided which articles will begin the arbitration process. In this stage the texts are subjected to evaluation by two academic peers, national and international (at least 50% with inter-national affiliation) and to the opinion of the Editorial Team, who reserve the last word regarding

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the contents to be published. The evaluators may make suggestions to the author, e.g., pointing out significant references that have not been included in the work. The result is communicated to the author within a maximum period of six months from the date of receipt of the article. When the evaluation process exceeds this time limit, the editor informs the author or the reason for this si-tuation. The evaluators must declare on the evaluation format that they have no conflict of interest with the authors or with the topics on which they are going to render judgment. When there is any doubt, the evaluator is replaced.The journal has a format that contains questions with carefully defined criteria that the evaluator must answer regarding the article that is to be evaluated. The evaluator also has the responsibility of accepting, rejecting, or approving the arbitrated article with major or minor modifications. Du-ring the evaluation, the names of the authors and of the evaluators are kept anonymous.

Editorial responsibilitiesThe Editorial Team of the journal, with the participation of the Editorial Council, is responsible for defining the editorial policies so that Antípoda meets the standards that make it possible for it to be positioned as an academic publication of internationally recognized quality. The continual revision of these parameters ensures that the journal will continue to improve and fulfill the ex-pectations of its readers.Just as the journal publishes its editorial norms, which it expects authors to follow in their totality, it also publishes corrections, clarifications, amendments and gives justifications when the situation warrants it.When the journal receives complaints of any type, the Editorial Team responds promptly, in accor-dance with the norms it has established and, when warranted, it must ensure that the complaint receives the attention it deserves in order to help resolve the problem. When a lack of precision is recognized in a published content, the Editorial Committee is consulted and the corrections and/or clarifications are made on the journal’s web page.The Editorial Team is responsible for choosing the best articles to be published. This selection is based on the recommendations derived from the process of evaluation and from the process of editorial review of the article, in which the main criteria are quality and relevance, originality and contributions to social knowledge, as ell as diversity and plurality in terms of contents. In this same sense, when an article is rejected, the justification given to the author should be oriented towards these aspects.The Editorial Team is responsible for overseeing the editorial process of all the articles submitted to the journal, and it must develop mechanisms to ensure confidentiality throughout the process, from peer review to final publication or rejection.As soon as an issue of the journal is published, the Editorial Team and the Publications Team are responsible for its dissemination and distribution to collaborators, evaluators, and to the entities with which exchange agreements have been established, as well as to national and international repositories and indexation systems, and for mailings to active subscribers.

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Política editorial

Instruções aos autores

Tipo de artigo, edital e modalidade de recepçãoA Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología tem como objetivo contribuir para o avanço e a difusão do conhecimento antropológico e a análise crítica de temas socioculturais, metodológicos e teóricos, relevantes para os diversos subcampos da disciplina e de outras áreas afins das ciências sociais e humanas, particularmente antropologia, arqueologia e suas respectivas especialidades. A Revista é uma publicação quadrimestral (janeiro-abril, maio-agosto e setembro-dezembro), que circula no início de cada período mencionado. Ela foi criada em 2005 e é financiada pela Faculda-de de Ciências Sociais da Universidad de Los Andes (Colômbia).A Antípoda conforma um fórum aberto, crítico e plural, em que são publicados artigos e trabalhos inéditos em espanhol, inglês e português. Todos os artigos publicados contam com um número de identificação DOI, que, de acordo com as políticas editoriais internacionais, deve ser citado pelos autores que utilizam os conteúdos assim como o título abreviado da revista: Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. As datas de recepção de artigos para dossiê são informadas nos respectivos editais. A Revista mantém aberta a recepção de artigos com tema livre. Os textos devem ser enviados pelo sistema disponível na página web: http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php, opção “Presentar Artículo” (“Apresentar artigo”, na lateral esquerda). As propostas apresentadas à Revista devem ser originais e inéditas, e não devem estar em processo simultâneo de avaliação nem ter outros compromissos editoriais com nenhum outro periódico. A Antípoda não cobra dos autores os custos dos processos editoriais.A Revista submete todos os artigos recebidos à ferramenta de detecção de plágio. Quando este for detectado total ou parcialmente (sem a citação correspondente, por exemplo), o texto é recusado e notifica-se o autor.A Revista recebe propostas para números monográficos em qualquer de seus temas de investiga-ção. Os interessados devem baixar o formulário disponível na página web e preenchê-lo FORMA-TO_DOSSIER_2_ANTIPODA.PDF. Em seguida, devem enviá-lo ao e-mail [email protected]. O Editor e a Comissão Editorial revisarão e aprovarão as propostas enviadas.Considerando a quantidade de artigos que a Revista recebe, não se publicam textos de um mesmo autor durante um período de dois anos.

Parecer de artigos e processo editorialAo receber um artigo, a Equipe Editorial confere se ele cumpre com os requisitos básicos exigidos pela revista. Os autores devem apresentar num arquivo em separado sua informação (nome com-pleto, afiliação institucional etc.). Além disso, devem garantir a confidencialidade de sua autoria dentro do texto. Os artigos que passam por esse primeiro filtro são submetidos a um processo de arbitragem sob a responsabilidade de dois pareceristas, nacionais e internacionais (com, pelo menos, 50% de afiliação internacional), que farão sugestões ao autor, se for o caso. Durante a avaliação, tanto os nomes dos autores quanto os dos pareceristas se manterão no anonimato. O resultado do parecer será comunicado ao autor num período de, no máximo, seis meses a partir da data de recepção do artigo. Caso se esgote esse prazo, a Equipe Editorial informa o autor dessa situação. A decisão final de publicar ou recusar os artigos é tomada pela Equipe Editorial com base

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nos relatórios apresentados pelos pareceristas; essa decisão é comunicada ao autor por meio de um conceito escrito emitido pelo Editor da Revista (aceito, aceito com modificações, aceito com modificações substanciais ou recusado).Os autores devem considerar as observações dos pareceristas e as da Equipe Editorial e realizar os ajustes solicitados no prazo estipulado pela revista. A data de publicação informada pelos editores se cumpre contanto que o autor envie toda a documentação solicitada no prazo indicado. Duran-te o processo de edição, os autores podem ser consultados pelos editores para resolver possíveis dúvidas. Contudo, a Antípoda se reserva o direito de fazer correções de forma ou adequações ao perfil gráfico da Revista. Tanto no processo de avaliação quanto no de edição, a comunicação com os autores será feita por e-mail.Os autores receberão dois exemplares do número no qual seus artigos foram publicados.

Parâmetros para a apresentação de artigosÉ requisito indispensável que, no momento da remissão, os artigos cumpram com os parâmetros da Revista relacionados a seguir.• Ter uma extensão de máximo 25 páginas (8.500 palavras aproximadamente, incluídas notas de

rodapé e referências bibliográficas). • Estar escritos em formatos Word, tamanho carta, margens de 2,54 cm, espaço duplo, fonte

Times New Roman tamanho 12, numeração de página a partir de 1 até n, na margem superior direita, com um uso mínimo de estilos: negrito só para títulos e subtítulos, e itálico para ênfase dentro do texto. As citações textuais deverão aparecer sempre entre aspas.

• Ter o título do artigo e um resumo em espanhol ou no idioma escrito e em inglês.• O resumo deve ter entre 150 e 250 palavras e deve descrever os objetivos, métodos, descober-

tas mais importantes e conclusões do artigo; deve ser informativo e não deve incluir nenhuma citação nem abreviação.

• Todo artigo deve ter entre três e seis palavras-chave, tanto em inglês quanto em espanhol. As palavras-chave devem refletir o conteúdo do artigo e resgatar as áreas de conhecimento nas quais se inscreve e os principais conceitos. Recomenda-se revisar os termos e hierarquias esta-belecidos nas listas bibliográficas (Thesaurus), além de procurar correspondência entre títulos, resumos e palavras-chave. Quando uma palavra não se encontrar normalizada em Thesaurus, deve ser indicada.

• Em um arquivo à parte, o autor deve incluir a seguinte informação: títulos acadêmicos, filiação institucional, cargo atual, estudos em curso, grupo de pesquisa ao que pertence (se aplicar), últimas duas publicações e e-mail. Nesse mesmo arquivo, deve incluir a informação de proce-dência do artigo. Caso este seja resultado de uma pesquisa, a informação do projeto do qual faz parte e o nome da instituição financiadora.

• Quando os conteúdos utilizados tiverem um número de identificação DOI, este deve ser in-cluído na lista de referências.

• Quadros, gráficos, mapas, diagramas e fotografias serão denominados “figuras” e devem ser numerados em ordem ascendente, e identificados com uma legenda, bem como ter sido men-cionados no texto. Sobre seu formato, devem apresentar linhas de bordas finas e ser enviados em formato .jpg ou .tiff de alta resolução (300 dpi). Quando o artigo é aceito para publicação, os autores assumem a responsabilidade de transformar as figuras em escala de cinzas e de fornecê-las em alta resolução.

• No momento de remissão, as figuras podem ter uma resolução baixa ou média; o importante é que sejam legíveis. Quando o artigo for aceito para publicação, as figuras devem ter uma qualidade de publicação. Os autores assumem a responsabilidade de transformar as figuras em tons de cinza e de fornecer os arquivos de alta resolução.

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• Todas as figuras representadas por mapas devem: 1) estar enquadradas em uma caixa de linha fina, 2) estar geograficamente referenciadas com setas que indiquem latitude e longitude ou com pequenas inserções de mapas que indiquem a localização da figura principal, e 3) ter uma escala em km.

• O autor deve usar as notas de rodapé estritamente nos casos em que quiser complementar informação do texto principal. As notas de rodapé não devem ser usadas para referenciar bibliografia ou para referenciar informação breve que pode ser incluída no texto principal. Excetuam-se aquelas situações em que o autor desejar fazer comentários adicionais sobre um determinado texto ou um conjunto de textos alusivos ao tema tratado no artigo.

Parâmetros para a apresentação de resenhas• Estar escritas em formato Word, fonte Times New Roman, tamanho 12, paginado, em papel

tamanho carta e margens de 2,54 cm.• Ter uma extensão entre 5 e 8 páginas com espaço duplo.• Incluir os dados completos do texto resenhado (autor, título, data, cidade, editora e páginas

totais).• Incluir dados completos do autor: títulos acadêmicos, afiliação institucional, grupo de pesqui-

sa (se aplicar) e e-mail.• Espera-se que as resenhas não apenas informem sobre o conteúdo do livro, mas que também

incorporem uma perspectiva crítica e analítica.

Regras de edição• Na primeira vez que se usar uma sigla ou abreviatura, esta deverá ir entre parênteses depois

da fórmula completa (do nome por extenso); nas seguintes vezes será usado somente a sigla ou a abreviatura.

• As citações textuais que ultrapassarem as quatro linhas devem ser colocadas em formato de citação longa, com espaço simples, tamanho de letra 11 e margens reduzidas.

• A Antípoda utiliza o formato de estilo do Chicago Manual of Style, última edição, para apresen-tar as referências incluídas no artigo.

• Todas as referências bibliográficas devem estar organizadas em rigorosa ordem alfabética, nu-meradas com números arábicos, em ordem ascendente, e devem ser listadas ao final do artigo. Ver modelos de apresentação dos dados bibliográficos nos seguintes exemplos.

Livro com apenas um autor ou editorPara livros de apenas um autor, inverter o nome na lista de referência; no texto inclua unicamente o sobrenome. Ao citar uma frase, a página específica ou o intervalo de páginas inclui-se na citação dentro do texto (separado do ano por uma vírgula), mas não na lista de referências.

Referências:Jaramillo, Pablo. 2014. Etnicidad y victimización. Genealogías de la violencia y la indigeni-dad en el norte de Colombia. Bogotá: Ediciones Uniandes.No texto:(Jaramillo 2014, 99-100)Os livros com um editor em vez de autor incluem a abreviação ed. (de editor; para mais de um editor usar a abreviação eds.). A citação dentro do texto não inclui essa abreviação.Referências:Steiner, Claudia, Carlos Páramo e Roberto Pineda, eds. 2014. El paraíso del diablo. Roger

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Casement y el informe del Putumayo, un siglo después. Bogotá: Ediciones Uniandes.No texto:(Steiner, Páramo e Pineda 2014, 42)

Livros com vários autoresPara livros de dois autores, apenas o sobrenome do primeiro autor inverte-se na lista de referências.

Referências:Espinosa, Mónica e Alex Betancourt. 2014. El poder en plural. Entre la antropología y la teoría política. Bogotá: Ediciones Uniandes.No texto: (Espinosa e Betancourt 2014, 52)Para livros de três autores, cita-se da seguinte maneira:Referências:Tickner, Arlene, Carolina Cepeda e José Luis Bernal. 2013. Colombia, las Américas el mun-do 2012.Opinión pública y política exterior. Bogotá: Ediciones Uniandes.No texto:(Tickner, Cepeda e Bernal 2013, 188-189)Para livros de quatro ou mais autores, inclua todos os autores na lista de referências. A ordem e a pontuação são exatamente iguais às de livros de dois ou três autores. No entan-to, dentro do texto cita-se unicamente o sobrenome do primeiro autor, seguido por et al. No texto:(Suárez et al. 2008, 118-119)

Livros com autor, mais editor ou tradutorNa lista de referências, não abrevie Editado por nem Traduzido por.Referências:García Márquez, Gabriel. 1988. Love in Time of Cholera. Traduzido por Edith Grossman. Londres: Cape.No texto:(García Márquez 1988, 242-255)

Capítulo de um livro editadoPara citar um capítulo de livro de um livro editado, inclua o autor e o título do capítulo entre aspas. Depois o título do livro em itálico e o nome de quem o editou. Note que o intervalo de páginas escreve-se antes da cidade e da editora.

Referências:Serje, Margarita. 2014. “La selva por cárcel”. Em El paraíso del diablo: Roger Casement y el informe del Putumayo un siglo después, 151-172. Bogotá: Ediciones Uniandes. No texto:(Serje 2014, 153)

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Artigo em revista indexadaAs citações para revistas incluem o volume, o número da edição e a data de publicação. O nú-mero do volume vai imediatamente depois do nome em itálico da revista. A referência à página específica inclui-se no texto. O intervalo de páginas que compreende o artigo inclui-se na lista de referências, precedido por dois pontos. O número da edição aparece entre parênteses, logo depois do número do volume.

Referências:Aparicio, Juan Ricardo. 2015. “El retorno a Mulatos y la Comunidad de Paz de San José de Apartadó: contingencias y momentos de ruptura”. Antípoda – Revista de Antropología y Arqueología 21: 73-95.No texto:(Aparicio 2015, 74)Para citação de revistas consultadas on-line, Chicago recomenda incluir preferivelmente o DOI do artigo, ou o URL, na lista de referências.Referências:Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la ‘nacional y popular’ de la última década” Antípoda – Revista de Antropología y Arqueología 21 (janeiro-abril): 21-48. Doi: http://dx.doi.org/10.7440/anti-poda21.2015.02No texto:(Briones 2015, 40)Referências:Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neolibe-ral de los años noventa y la ‘nacional y popular’ de la última década” Antípoda – Revista de Antropología y Arqueología 21 (janeiro-abril): 21-48. http://antipoda.uniandes.edu.co/view.php/313/index.php?id=313No texto:(Briones 2015, 44)

Políticas éticas

Publicação e autoriaA Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología é uma publicação financiada pela Faculdade de Ciências Sociais da Universidad de Los Andes (Colômbia). O escritório da Revista se localiza no Edifício Franco, Gb-417 campus universitário, Bogotá. A página web da Revista é http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php, e seu e-mail, [email protected]; o telefone para contato é o (57 1) 339-4999, ramal 3483.A Revista conta com a seguinte estrutura: Equipe Editorial, conformada pelo diretor do Departa-mento de Antropologia da Faculdade de Ciências Sociais da Universidad de Los Andes (Colôm-bia), editor e gestor editorial. Conselho Editorial (Comissão Editorial e Comissão Científica), Co-missão de Revistas da Faculdade e Equipe de Suporte Administrativo e Técnico. Os membros do Conselho são avaliados bianualmente em função de seu prestígio na disciplina e de sua produção acadêmica, visível em outros periódicos acadêmicos nacionais e internacionais.Os artigos apresentados à Revista devem ser originais e inéditos, e não estar em processo simultâneo de avaliação nem ter compromissos editoriais com nenhum outro periódico. Se o

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artigo for aceito, espera-se que seu aparecimento anteceda a qualquer outra publicação total ou parcial dele. Caso o autor de um artigo queira incluí-lo depois em outra publicação, a revista onde for publicado deverá indicar claramente os dados da publicação original, com prévia autorização solicitada ao Editor da Antípoda. Da mesma forma, quando a revista tiver interesse num artigo que já tenha sido publicado, compromete-se a pedir a autorização corres-pondente à editora que realizou a primeira publicação.

Responsabilidades dos autoresOs autores devem apresentar seus artigos pelo seguinte link: http://antipoda.uniandes.edu.co/in-dex.php, opção “Presentar Artículo” (“Apresentar artigo”, na lateral esquerda da página). A Revista tem normas para a apresentação de colaborações de artigos e resenhas, de acesso público, bem como regras de edição, que podem ser consultadas na seção “Política Editorial” ou no final da versão impressa da revista.Embora a Equipe Editorial aprove os artigos com base em critérios de qualidade, pertinência e rigorosidade investigativa, os autores são os responsáveis pelas ideias expressas no texto e pela idoneidade ética deste. Também, eles têm que deixar explícito que o texto é de sua autoria e que nele são respeitados os direitos de propriedade intelectual de terceiros. Se for utilizado material que não seja de propriedade dos autores, é responsabilidade destes conseguir as autorizações para seu uso, reprodução e publicação (tanto de gráficos, mapas quanto de fotografias, ilustrações etc.).Os autores aceitam submeter seus textos à ferramenta de detecção de plágio e aos pareceres da Equipe Editorial e dos pareceristas externos, e comprometem-se a considerar suas observações para a realização das modificações solicitadas. Estas devem ser realizadas no prazo indicado pelo Editor. Assim que a revista receber o artigo modificado, informam-se ao autor a decisão final e os seguintes passos do processo editorial. Durante esse período, o autor deve resolver as dúvidas e as solicitações da Equipe Editorial a respeito de seu artigo.Quando os textos submetidos ao parecer da Revista não são aceitos para publicação, o Editor envia uma notificação escrita ao autor, na qual explica os motivos pelos quais seu texto não será publicado.Durante o processo de edição, os autores podem ser consultados pelos editores para resolver dúvi-das existentes. Tanto no processo de avaliação quanto no de edição, a comunicação com os autores será feita por e-mail.A Equipe Editorial tem a última palavra sobre a publicação dos artigos e o número no qual serão publicados. Isso se cumpre se o autor enviar toda a documentação solicitada no prazo indicado. A Revista se reserva o direito de fazer correções de forma ou adequações ao seu perfil gráfico.Os autores dos textos aceitos autorizam, por meio da assinatura do “Documento de autorização de uso de direitos de propriedade intelectual”, a utilização dos direitos patrimoniais do autor (re-produção, comunicação pública, transformação e distribuição) à Universidad de Los Andes, para incluir o texto na revista Antípoda (versão eletrônica e impressa). Nesse mesmo documento, os autores confirmam que o texto é de sua autoria e que nele se respeitam os direitos de propriedade intelectual de terceiros.

Responsabilidades dos pareceristas/avaliação por paresNa recepção de um artigo, a Equipe Editorial avalia se este cumpre com os requisitos básicos exigidos pela Revista: formato, qualidade (objetivo, referencial teórico, metodologia, conclusões e bibliografia) e pertinência do tema. Após essa primeira revisão, definem-se os artigos que iniciam o processo de arbitragem. Os textos são, nesse momento, submetidos ao parecer de dois pares acadêmicos, nacionais e internacionais (com, pelo menos, 50% de afiliação internacional) e ao conceito da Equipe Editorial, que tem a última palavra sobre os conteúdos a publicar. Os pareceris-

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tas poderão, por exemplo, formular sugestões ao autor que indiquem referências significativas que não tenham sido incluídas no trabalho. O parecer é comunicado ao autor num período de até seis meses a partir da submissão do artigo. Quando o processo de avaliação ultrapassar esse prazo, o Editor informará o autor do motivo dessa situação. Os pareceristas devem declarar, no formulário de avaliação, que não têm conflito de interesse com os autores e com os temas sobre os quais emi-tirão um parecer. Diante de qualquer dúvida sobre isso, o(s) parecerista(s) será(ão) substituído(s).A Revista conta com um formulário com perguntas com critérios cuidadosamente definidos, às quais o parecerista deve responder sobre o artigo em questão. No entanto, a responsabilidade de aceitar, aceitar com modificações menores ou substanciais ou recusar o artigo avaliado é da Re-vista. Durante a avaliação, tanto os nomes dos autores quanto os dos avaliadores serão mantidos em anonimato.

Responsabilidades editoriaisA Equipe Editorial da Revista, com a participação do Conselho Editorial, é responsável pela defi-nição das políticas editoriais para que a Antípoda cumpra com os padrões que permitem seu posi-cionamento como uma publicação acadêmica de reconhecida qualidade internacional. A revisão contínua desses parâmetros garante que a Revista melhore e atinja as expectativas de seus leitores.A Revista espera que as normas para apresentação de colaborações sejam cumpridas em sua tota-lidade. Contudo, se for necessário, ela realizará correções, esclarecimentos, retificações e justifica-tivas a respeito de conteúdos já publicados. Quando a Revista recebe reclamações de qualquer tipo, a Equipe responde brevemente, de acordo com as normas estabelecidas pela publicação; se necessário, será realizada a adequada investigação a fim de resolver o problema. Quando se reconhece falta de exatidão num con-teúdo publicado, a Comissão Editorial é consultada e são feitas as correções e/ou esclareci-mentos na página web da Revista.A Equipe Editorial é responsável pela escolha dos melhores artigos para serem publicados. Essa se-leção está baseada nas recomendações derivadas do processo de avaliação e do de revisão editorial do artigo, nos quais são centrais os critérios de qualidade, relevância, originalidade, contribuições ao conhecimento social, diversidade e pluralidade nos conteúdos. Nesse sentido, quando um arti-go é recusado, a justificativa dada ao autor deve ser orientada a esses aspectos.A Equipe Editorial é também a responsável por zelar pelo processo editorial de todos os artigos que são submetidos à Revista e deve desenvolver mecanismos de confidencialidade enquanto du-rar o processo de avaliação por pares até sua publicação ou recusa.Assim que um número da Revista for publicado, a Equipe Editorial e a Equipe de Publicações são responsáveis por sua difusão e distribuição aos colaboradores e pareceristas, às entidades que tenham estabelecido convênios de intercâmbio, bem como aos repositórios e aos sistemas de in-dexação nacionais e internacionais, além de enviá-lo aos seus assinantes ativos.

Facultad de Ciencias SocialesDepartamento de Antropología

Dirección postal: Carrera 1 este No. 18ª – 12 - Edificio Gb, Piso 4, oficina 417 Bogotá D.C., ColombiaTeléfono: 57.1.339.4949, Ext. 3483, 2550 – Telefax: 57.1.3324056http://antipoda.uniandes.edu.co

Corrección de estilo Guillermo Diez

Corrección y traducción Inglés: Carol O’Flynn y Natalia Rodríguez MalagónPortugués: Roanita Dalpiaz

ImágenesJorge Panchoaga

Diseño editorial y diagramaciónVíctor Gómez

ImpresiónPanamericana Formas e Impresos S.A.

La Revista tiene todos sus contenidos en acceso abierto a través de su página web La versión impresa tiene costo y puede adquirirse en:

Distribución | Siglo del Hombre Editores Cra 32 No 25-46 · Bogotá, Colombia · PBX (571) 337 77 00 www.siglodelhombre.com

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Canjes | Facultad de Ciencias Sociales Universidad de los Andes · Cra. 1a Este No. 18A – 10 Ed. Franco, piso 6, oficina 617 · Bogotá – Colombia. Tel [571] 3394949 Ext.: 3585 · [email protected]

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Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología No. 25 Se terminó de imprimir en el mes de mayo de 2016.

Las opiniones e ideas aquí consignadas son de responsabilidad exclusiva de los autores y no necesariamente reflejan la opinión del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes. El material de esta revista puede ser reproducido sin autorización para uso personal siempre y cuando se mencionen como fuente el artículo y su autor y a Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes. Para reproducciones con cualquier otro fin es necesario solicitar primero la autorización del Editor de la revista.


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