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archivos bibliotecas y museos - Hemeroteca Digital

Date post: 27-Mar-2023
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R E V I S T A D H

A R C H I V O S

B I B L I O T E C A S

Y M U S E O S

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L X X X I , II." 3 MADRID jiilio-.septiembre 1078

A'u). Ávch. U'ibl. Mu^. ]\I;uii'i<i, L W M (l!i;Si, w." i!, jiil.-Ki-p.

R E V I S T A D E A R C H I V O S B I B L I O T E C A S Y M U S E O S

C O N S E J O D E R E D A C C I Ó N

Director;

HIPÓLITO ESCOLAR SOBRINO DIRECTOR DB LA BIBLIOTECA NACTONAI.

Secretario;

MANUEL CARRION GUTIEZ SDBDIRECTOR DE LA BIBLIOTECA NACIONAL

Vocalc» de Archivos:

LUIS SÁNCHEZ BELDA MARÍA DEL CARMEN PESCADOR DIRECTOR DEL ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL D E L H O Y O

DIRECTORA DEL ARCHIVO GENERAL DE LA ADMINISTRACIÓN

Vocaleí de Bibliotecas:

JUSTO G A R C Í A MORALES LUIS VÁZQUEZ DE PARO A DIRECTOR DEL CENTRO NACIONAL DEL TESORO JEFE DB LA SECCIÓN DB MANUSCRITOS

BIBLIOGRÁFICO V DOCUMENTAL DE LA BIBLIOTECA NACIONAL

VocaZo Je Museo»;

MARTIN ALMAGRO BASCH LUIS CABALLERO ZOREDA DIRECTOR DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO SECRETARIO DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO

NACIONAL NACIONAL

Jefe de Redacción:

CARLOS RODRÍGUEZ JOULIA DE SAINT-CYR BIBLIOTECA NACIONAL

Editor cienUJico:

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Administración: Servicio do Publicaciones del Ministerio de Cultura. Avenida del Generalísimo, 29. Madrid-16

Periodicidad : trimestral

Precio de suscrip<'ión : 1.800 ptas. Número suelto: 500 ptas.

Canje: Dirigirse al Servicio de Canje Internacional de Publicaciones. Avenida Calvo Sotelo, 20. Madrid-1

Editor comercial:

SERVICIO DE PUBLICACIONES DEL MINI.STERIO DE CULTURA

R E V I S T A D E

A R C H I V O S

B I B L I O T E C A S

Y M U S E O S

CANJE

LXXXI, n." 8 MADRID julio-septiembre 1978

.:V->^'''--'^"<:

I. S. B. N. 0084-ni X

Dapóiito Legali M. 4-1958

Imprime : Imprenta Ministerio de Cultura

EL ARCHIVO DEL CONSEJO DE LA INQUISICIÓN. APORTACIONES PARA UNA HISTORIA DE LOS

ARCHIVOS INQUISITORIALES

POR MIGUEL AVILES, JOSÉ MARTÍNEZ MILLAN Y VIRGILIO PINTO

DEPARTAMENTO DE HISTORU MODERNA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID

INTRODUCCIÓN

Una nueva óptica en los estiuiios sobre la Inquisición española

En diciembre de 1976, la revista de divulgación Historia 16 de­dicaba un número extraordinario a la Inquisición española con el significativo título de «La Inquisición. Represión en España». Una nueva etiqueta, quizá publicitaria, pero no por ello menos signifi­cativa, para los nuevos tiempos. Porque la institución inquisitorial ha sido, desde el mismo momento de su creación, objeto de los más vivos enfrentamientos y de las adjetivaciones más dispares \ Toda­vía en este año, en que celebramos el quinto centenario de su crea­ción, se encuentran ecos de tan vieja polémica en lo que sobre ella se escribe.

Los más modernos defensores del Santo Oficio pudieron hacer una división tajante de toda la literatura dedicada a estudiar, cri­ticar, ensalzar, definir la Inquisición, según que los autores fueran detractores o defensores del Santo Oficio *. Desde 1949, fecha en que este tipo de afirmaciones podían hacerse con cierta impunidad historiográfica, los métodos y objetivos de la ciencia histórica han cambiado lo suficiente como para rechazar clasificaciones tan sim-

1 Llórente, J. A.: La inquitición y loi apañóles, 2.» edición (Madrid, Ciencia Nueva, 196T).

2 Llorca, B.: Bularía pontificio de la Inquisición española (Roma, Pontificia Universitá Gregoriana, 1949), pág. 2. Todavía, en las fechas en que se redactan es­tas páginas se ha clasificado la producción historiográfica sobre la Inquisición en objetiva y tendenciosa (cfr. E. Ramírez Carbajosa: Los historiadores y la Inquisi­ción. III Jornadas de Historia (Madrid, 1978).

Rev. Arch. Bihl. Mus. Madrid, LXXXI (1978), n.» 8, jul.-sep.

460 Revista de Archivos, Biblioiecas y Museo*

plistas. Hoy podríamos agrupar a todos aquellos autores que se han ocupado de la Inquisición bajo otras categorías, tales como historiografía liberal, conservadora, positivista, actual, etc., pero no bajo aquéllas.

Afortunadamente, bajb el epíteto historiografía actual se po­drían encuadrar intentos menos apasionados, aunque ciertamente parciales, sobre lo que fue la institución inquisitorial.

Ahora bien, el reto principal que la historiografía del momento tiene planteado no es la búsqueda del desapasionamiento, requisito imprescindible para la validez de cualquier trabajo historiográfico, sino la búsqueda de un método apto para una comprensión histó­rica más adecuada de la Inquisición.

La amplitud de la actividad inquisitorial, la minuciosidad de sus mecanismos, la universal repercusión social de sus decisiones o actos, la efícaz instrumentación de que fue objeto por parte de la Monarquía española, la incansable tenacidad en la persecución de sus objetivos, hacen de la Inquisición un cosmos susceptible de ser estudiado desde numerosos puntos de vista. Desde la «aplica^ ción» de aquel panfletista genial, capaz de evidenciar los mecanis­mos mediante los cuales una persona puede ser sometida a un pro­ceso de destrucción progresiva de la personalidad o de convertir las actividades de la Inquisición en un martirologio de los disiden­tes ^, hasta el riguroso análisis de un penalista, que encuentra ma­gistrales ejemplos de la aplicación del derecho penal de ,1a Moder­nidad en los procesos inquisitoriales, casi todos los enfoques son susceptibles de aplicación al estudio de la Inquisición *.

Aquí es donde nace el reto que la historiografía actual tiene planteado. La búsqueda de un enfoque que, sin minusvalorar es­tos particulares, nos restituya el cabal significado de la institución inquisitorial.

Es en la búsqueda de este nuevo enfoque donde cabe situar los trabajos que actualmente realiza un equipo de investigadores del Departamento de Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Madrid, parte de los cuales integran el grupo que firma el presen­te estudio. En efecto, una de las carencias que podemos constatar en los estudios que se han dedicado al análisis de la Inquisición está en el hecho de que no se le haya situado nunca en el conjunto

s Gonsalvius Montanus, R.: Santae inquisitionis hispanicae artes... (Heidel-bergae, 1567).

* Tomás y Valiente, F . : «El proceso penal», Historia 16, extra. I, diciembre 1976, págs. 19-85. Estudio que se situará mejor si se conoce la obra del mismo au­tor La tortura en España (Barcelona, Ariel, 1978).

El Archivo del Consejo de la Inquisición 461

de las instituciones de la Monarquía hispana a lo largo de la Edad Moderna, ni se haya definido su papel específico dentro de esta maquinaria institucional. Es perfectamente explicable que no se haya planteado hasta ahora de esta manera, porque generalmente se ha venido considerando a la Inquisición como una institución genéricamente adscrita al conjunto institucional de la Iglesia, y esta apriorística consideración cortocircuitaba cualquier plantea­miento similar al nuestro.

Ahora bien, nuestro interés tampoco se detiene en definir el pa­pel institucional de la Inquisición, sino que tiene un último objte-tivo: comprender a la institución inquisitorial dentro del conjunto de las relaciones sociales existentes mientras duró, lo cual significa, entre otras cosas, definir sus vinculaciones con los distintos esta­mentos o grupos sociales de aquella España, establecer los intere­ses de grupo que movieron a crear un aparato tan eficaz, etc. Así, pues nuestra pretensión no es tanto realizar minuciosos estudios institucionales, en la línea de las corrientes estructuralistas, como poder identificar los grupos sociales que alimentaron y sostuvieron a la Inquisición.

Dentro de este horizonte programático, no nos parece difícil justificar el estudio presente. En él tratamos de conocer adecuada­mente lo que fue el Archivo del Consejo Supremo de la Inquisición. El nos permitirá, desde luego, identificar sus fondos originales, pero no se limitará a esta aportación material, sino que alternativamen­te nos permitirá conocer cuál fue la actividad normativa del Santo Oficio a lo largo de su historia, nos permitirá tipificar esa produc­ción y también valorarla adecuadamente. Esta es una conclusión a la cual hemos llegado después de conocer el método que hizo posi­bles los estudios más documentados sobre la Inquisición española. Todos ellos, en efecto, comenzaron en la adecuada identificación de las series documentales correspondientes a las funciones fundamen­tales del Santo Oficio. Los autores de estos estudios acertaron en su método. Unos por razones de oficio, como Juan Antonio Lloren-te. Otros como consecuencia de un minucioso conocimiento de la documentación inquisitorial. Veámoslo en detalle.

Uno de los mitos más persistentes de la historiografía conser­vadora con respecto a la actividad de Juan Antonio Llórente ha sido el de la devastación que llevó a cabo en los archivos inquisi­toriales. Efectivamente, Llórente se llevó algunos documentos im­portantes de algunos procesos o de la historia del tribunal de Za-

'iQ2 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

ragoza. Y poco más ' . La documentación fundamental que utilizó para sus escritos sobre la Inquisición española puede hoy ser con­sultada entre los fondos del Archivo Histórico Nacional.

Llórente, como oficial del Consejo que había sido, tenía un buen conocimiento de archivo. Para sus escritos utiliza los libros básicos para la organización y funcionamiento del Santo Oficio. Desde el punto de vista documental, la obra de Llórente no hubiera diferido mucho si en lugar de ser un alegato antiinquisitorial hubiera sido una obra de encargo para justificar los «privilegios» inquisitoriales. En sus escritos se mencionan aquellas colecciones documentales fun­damentales para el funcionamiento de la Inquisición, en los cuales fueron quedando plasmados los perfiles históricos de la Institu­ción °.

Algo similar podemos decir de la obra más importante que so­bre la Inquisición española se ha escrito, cuya consulta es incluso hoy imprescindible ^ Una acertada intuición llevó al autor a esta­blecer el valor instrumental básico que estas colecciones tenían para el funcionamiento de la Inquisición *.

En mayor o menor medida, los trabajos posteriores han ido sacando documentos de ellos como de un pozo al parecer inago­table. El buen estado de la conservación de los fondos del anti­guo archivo del Consejo de la Inquisición ha sido la condición imprescindible para que esto se pudiera producir. De ahí que nos

* Para el uiemorial de los libros que sacó del Consejo José Antonio Llórente, cfr. AHN, Inq., leg. U69, ex. 9.

• Entre la documentación que Llórente cita se pueden destacar cartas de Cas­tilla, cédulas reales, bularlos, cartas acordadas. Llórente: Anales de la /nquiíicián española, I (Madrid, Imprenta de Ibarra, 1812), págs. 280, 282 y 868.

Además, una serie de compilaciones: Cantolla, Domingo : Resumen de bulas de la Inquisición. Id. , op. cit., pág. 31.

Cfr. nota 108. Compilación: Compilación de instrucciones del Santo Oficio... Madrid, Diego

Díaz de la Carrera, 1667. Id., op. cit., pág. 90. Actualmente A H N , Inq., lib. 497, fols. 13-50.

González de Lumbreras, F . : Compilación de huías de la Inquisición hecha en el año 1566... Id., op. cit., pág. 26. Confrontar nota 120.

.Taramillo de Contreras, M . : índice de las cosas notables del Archivo de la In­quisición de Valencia. Id. , op. cit., pág. 268. Actualmente A H N , Inq., lib. 959. Cfr. además Llórente: Historia critica de la Inquisición de España, vol. I. t. I (Barcelona, Imprenta de Oliva, 1835), págs. 26-29, donde hace una descripción de la documentación utilizada.

^ Lea, H . C. : A history of the Inquisition of Spain (New York, 1906-7). 8 La obra de Lea está basada en una revisión exhaustiva de los fondos inqui­

sitoriales, pero afluyen en sus páginas las colecciones claves con más insistencia. Tomamos un solo ejemplo: el de las cédulas reales. En el capítulo IV, libro I, sobre el origen de la Inquisición, cita en veintidós ocasiones diferentes estos libros. Id., op. cit., vol. 7, págs. 171-221.

El Archivo del Consejo de la Inquisición 463

parezca fundamental esclarecer algunas de las vicisitudes internas por las que estos papeles pasaron. Estos conocimientos nos posi­bilitarán una mejor utilización y una mayor garantía de acierto en la valoración de las fuentes que nos han de ayudar en los obje­tivos que perseguimos.

I . — L A ORGANIZACIÓN DEL ARCHIVO D E L C O N S E J O

DE LA INQUISICIÓN

El archivo del Consejo, como es obvio, no se formó de golpe. Una doble necesidad marca la evolución de su formación. Por una parte, la necesidad de ordenar los «papeles» que de hecho se iban acumulando en él y, por otra, la necesidad de fijar un proceso burocrático que produjera los documentos de forma que ya vi­nieran «clasificados» al archivo, e incluso se debería contar con la posibilidad de reorganizar el archivo si la actividad burocrática lo exigía. Así, pues, el archivo del Santo Oficio en el momento de su extinción " resultó ser el fruto de esa voluntad de organización de los inquisidores y oficiales del Consejo, al servicio de la efi­cacia. Los documentos que aquí presentamos nos proporcionan una idea precisa de todos los intentos organizativos que se llevaron a cabo a lo largo de la historia de la Inquisición.

Si nos atenemos a lo que conocemos de la organización de otros archivos " y al estado de sus fondos, tendríamos que pensar que el cuidado de los inquisidores por guardar y conservar los pape­les era modélico.

Desde muy pronto debieron establecer el uso de registros como método ideal para conservar los documentos de mayor interés. Así, por ejemplo, desde 1497 se inician los registros de Cédulas Reales en libros adecuados para ello " . Cuando una nueva acti­vidad aparecía en el horizonte inquisitorial, los inquisidores re­cordaban la necesidad y utilidad de abrir un nuevo registro " .

9 Auto de 9 de julio de 1884. Cfr. Alonso Tejada: Ocaso de la Inquisición (Madrid, Ed. Zero, 1969), pág. 227.

1' Cfr. Riel: Representación del origen y estado de los Consejos, Tribunales y Archivos Reales de Corte, Chancillerla, el de Roma y Simancas (1728), BNM, ms. 10889.

11 AHN, Inq., lib. 242. Dos años más tarde se inicia el registro de cartas del Consejo a las Inquisiciones de la Corona de Castilla. Ib., lib. 572.

12 Ib., lib. 1278, fol. 82v.

i6í Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

Primeros intentos de sistematización

La preocupación que sentía el Consejo era común a los inqui­sidores de los tribunales particulares, aunque, a veces, el estado de conservación y organización de sus fondos dejara mucho que desear. De ahí que la acumulación de papeles y el marcado ritmo de burocratización que el inquisidor general don Femando de Val-dés imprimió a la Inquisición también se reflejase en la actividad organizativa de los archivos. Su actitud se plasmó en dos tipos de orientaciones. Por una parte la de clarificar e inventariar per­fectamente los fondos de los archivos y, por otra, la de elaborar índices o tablas, recopiladores o abecedarios de materias, que per­mitiesen manejar rápida y eficazmente todos los fondos. Estos cri­terios estarán presentes en todos los intentos posteriores de orga­nización de los archivos inquisitoriales.

De estos primeros intentos de organización sistemática han que­dado referencias bastante imprecisas por lo que se refiere al archivo del Consejo " . Fruto de estos primeros intentos fue la recopila­ción de bulas y breves papales que llevó a cabo Francisco Gon­zález Lumbreras, sacada de los documentos originales " .

Unos dos años después, en 1572, el inquisidor general Diego de Espinosa dio una instrucción en la que se precisaba la ma­nera en que había de organizarse la conservación de los papeles más impotrantes de los archivos inquisitoriales. La instrucción iba destinada, básicamente, a los archivos de las inquisiciones loca­les, pero también era válida, en algún aspecto, para el archivo del Consejo, ya qu€ en ella se eleva a norma general lo que hasta entonces era práctica habitual en los registros del Consejkj " .

La precisión organizativa de la disposición de Espinosa no fue tenida muy en cuenta, al parecer. El 12 de septiembre de 1622 Isidro de Arguello, secretario del Consejo, acaba el trabajo de in­ventariar su archivo, encargado por el inquisidor general Andrés Pacheco, al cual se lo dedica. En la dedicatoria recuerda la sen-

lí" Ib., lib. 28, fol. 184.r. Cfr. apéndice documental, doc. núm. 1. ** González Lumbreras: Compilación de bulas... Cfr. nota 6. 1* Cfr. AHN, Inq., lib. 497, fols. 132v a 187r. Entre otras disposiciones urge

para que se abran registros de cédulas reales y de las provisiones inquisitoriales (fol. 188r). Aparte de los libros de registro del personal se insta también para que se lleven registros de cartas votos y sentencias (fol. 184r), así como registros con inclusión de relatos detallados de los autos de fe (fol. 184v). Toda la vida de la In­quisición quedaría adecuadamente registrada como garantía de unas mayores posi­bilidades de control.

El Archivo del Consejo de la Inquitidón 465

sación de «enfrentarse con ejércitos de papeles» que le produjo el inicio de su tarea. El recuerdo de sus antepasados, dedicados al servicio del Consejo desde el año 1504, fue el único aliento que le dio fuerzas para concluirlo " .

El trabajo de Arguello es fundamental para conocer la histo­ria del archivo del Consejo. Consta de dos partes: un inventario y una recopilación de lo fundamental contenido en los libros del archivo del Consejo '^.

En el inventario de Arguello encontramos ya el germen de las colecciones documentales más importantes. Eran comunes a las dos Secretarías del Consejo, Castilla y Aragón, los libros siguien­tes : tres libros de Breves apostólicos, once de Cédulas Reales y dos de Cartas Acordadas ' ' . Aparte de estos libros, cada Secre­taría tenía sus propias colecciones documentales. La de Castilla tenía libros de Cartas del Consejo a las inquisiciones de la Corona de Castilla, correspondencia de los inquisidores generales Porto-carrero Acevedo y Sandoval " , un libro de ejemplares de la Co­rona de Castilla, dos libros de Consultas, dos de autos criminales, libros de sentencias y un legajo de Consultas y Decretos Reales.

La de Aragón tenía libros de Cartas del Consejo a las inqui­siciones de la Corona de Aragón, serie en la cual se incluyen tam­bién libros de Consultas. Esta serie se trastocó en la reorganiza­ción que hizo de los libros de Consultas un personaje llamado Do­mingo de la CantoUa, del que nos ocuparemos después =". Además en la Secretaría de Aragón se encontraban libros de ejemplares de esta Corona, inventarios de informaciones de limpieza y de pro­cesos, y libros de votos en causas de fe.

i« A H N , Inq., lib. 1275, dedicatoria. 1 ' Ib. , id., págs. 23-89: Inventarios de las dos Secretarías del Consejo. A c-on-

tinuación (fols. 1-497), tabla o índice de materias de todo lo contenido en los li­bros del Archivo de Consejo. El libro 1277 es una especie de índice abierto de es­tas tablas de materias.

" Cfr. apéndice documental, doc. núm. 4, núras. 1-5, 8 y 63. 1» Inquisidores generales respectivamente desde 1595-99, 1603-1607 y 1607-1618. 20 Actualmente, los últimos libros aparecen dispersos. Quedarían así : El nú­

mero 21, del inquisidor general Quiroga, desde 1574 hasta 1600, actual, AHN, Inq., lib. 857. El número 22 es de correspondencia de Indias, desde 1568 hasta 1611, ac­tual libro 885. El número 23, que trata de competencia de canonjías, actual li­bro 290. El número 24, provisiones y sentencias, actual libro 489, para los libros 25 y 26 de provisiones de 1571 a 1600 y de 1568 a 1615: cfr. libros de inquisidores generales. Para los números 27, consulta de Zaragoza; 28, consulta de Mallorca; 29, consulta de Palermo; 30, consulta de los reinos de Indias; 31, consultas de Aragón y Valencia; 32, consultas de todas las partes, 1603-1619, y 84, consultas originales de S. M. ; cfr. documentación, doc. núm. 4 : decretos y consultas ori. ginalcs, donde se puedo ver la correspondencia de estos libros.

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466 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

El archivo sufrió posteriormente reorganizaciones importantes. Pero el inventario de Arguello nos pone sobre la pista de que ya a principios del siglo xvii estaba echada la base de las series do­cumentales claves para estudiar la configuración y funcionamiento de la institución inquisitorial ^\

La gran recopilación de Portocarrero y sus seguidores

En 1624 se inicia una nueva recopilación. El encargado de lle­varla a cabo es don Juan Dionisio Portocarrero, que fue inquisi­dor de Sevilla ^ .

El ya mencionado Cantolla nos habla de esta recopilación. Dice que Portocarrero hizo copiar los Breves apostólicos y las Cédulas Reales ^'. Y dejó diez libros titulados Varios para üo recopila­ción '•^*, En realidad, Portocarrero no los llamó así, sino Diversos para la recopilación. El detalle del cambio de nombre no tendría importancia si no hubiese sido lo que nos permitió localizarlos camuflados en una serie más amplia que lleva, precisamente, el primer título ^'.

La recopilación de Portocarrero está dispuesta a la manera de un gran tratado jurídico dividido en epígrafes, dentro de los cua­les se copian las más importantes disposiciones legales referentes a ellos. Los materiales que permitieron a Portocarrero componer esta recopilación también se encuentran entre los actúales fon­dos inquisitoriales "".

Veamos cómo se procedió a la confección de esta recopilación. En primer lugar, se hizo, en el referido año 1624, una especie de encuesta de ochenta y ocho preguntas a todas las inquisiciones ^'.

21 Arguello, G . : Instrucciones del Santo Oficio de la Inquisición (Madrid, Imprenta Real, 1680).

22 Cfr. A H N , Inq., lib. 23, fol. 181.. Apéndice documental, núm. 1. Entre la d(M'iimcntai'i(')n del arcliivo podemos encontrar algiln rastro de lu persona de Porto-carrero ; exp. de limpieza de sangre fechado en 1624, cuando aspiraba al cargo que ostentó en Sevilla. Cfr. leg. 14T6, exp. 12, un pleito civil en 1626. Cfr. lega­jo 2045, exp. 8.

23 Cfr. Apéndice documental, doc. núm. 1, donde se da una valoración de la obra de Portocarrero.

2* Cfr. Apéndice documental, doc. núm. 4 : Recopilación (62). 25 AHN, libs. 1216-1224. Falta el primer libro de Portocarrero. El encargado

de realizar la serie Varios para la Recopilación fue, precisamente, Cantolla. 26 AHN, Inq., lib. 1220. 27 Ib. , lib. 1220, fols. Tr-.ílr: en los que se pueden encontrar además las res­

puestas de algunas Inquisiciones, como Canarias, Sevilla, Cuenca, Murcia, Granada y Barcelona.

El Archivo del Consejo de la Inquisición 467

En la encuesta se les preguntaba sobre diferentes aspectos juris­diccionales y de práctica de la Inquisición ; exenciones de los mi­nistros inquisitoriales, jurisdicción del juez de bienes, conflictos con las jurisdicciones real y episcopal, circulación y alojamiento de los ofíciales inquisitoriales, aspectos del protocolo en los autos de fe o en aquellos actos públicos ajenos a la Inquisición a los que asis­tían sus ministros, etc.

En segundo lugar, se sacaron minuciosos resúmenes y extrac­tos de los principales libros del archivo del Consejo: bularios, ce-dularios y registros de correspondencia del Consejo, tanto de los de la Secretaría de Castilla, como de los de la de Aragón *. Con estos materiales Portocarrero elabora sus Diversos para la reco­pilación, que son una espléndida obra en que se estudia y docu­menta el origen de la Inquisición y multitud de aspectos concre­tos sobre su jurisdicción y funcionamiento.

Las recopilaciones de Arguello y Portocarrero, si nos atenemos a los resultados, fueron los intentos más importantes de organi­zación y sistematización de los fondos del archivo del Consejo, con la única iinalidad de poder utilizar adecuadamente sus fon­dos. Sin embargo, cada una de estas obras trasluce grandes dife­rencias en el talante de sus autores. La de Arguello parece más bien obra de un eficiente y aplicado «archivero», mientras que la de Portocarrero se ofrece, más bien, como obra de un experto jurista, apta, sobre todo, para oficiales ayunos de paleografía e incluso lo suficientemente perezosos como para no empolvarse re­volviendo registros y documentos antiguos.

El resto del siglo xvii estaría salpicado de continuos intentos recopiladores, que frecuentemente se redujeron a la elaboración de catálogos de materias, más o menos completos, con indicación de los libros del Consejo donde se podían encontrar las principa­les disposiciones o de decisiones sobre cada asunto. El mismo Can-tolla nos da noticia de algunos de ellos.

Como continuación de la obra de Portocarrero se hizo la reco­pilación de Alonso Vallejo, fiscal de Cuenca ^°. Este se limitó a copiar algunas Cédulas Reales, Ejemplares y Decretos, sistemati­zándolos bajo diferentes epígrafes. La obra no tiene más preten­siones, como el mismo CantoUa reconoce "".

2 8 Estos materiales ocupan el resto del libro 1220. Todos ellos aparecen ano­tados con la rúbrica «para la recopilación de Portocarrero».

- ' Alonso Vallejo Fuensalida aspira al cargo de abogado de presos de dicha Inquisición en 1618. Cfr. exp, de limpieza AHN, Inq., leg. U7íi, exp. lü.

u Su signatura actual es AHN, Inq., lib. 1276.

468 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

Otro intento recopilador tuvo lugar a mediados del siglo. En 1654, José de Ribera, secretario del Consejo ^ \ que había iniciado su trabajo por encargo del inquisidor general Diego de Arce, ter­minó un Abecedario de instrucciones y cartas acordadas ^^.

Sin duda hubo algunas recopilaciones más que Cantolla no men­ciona, con unos objetivos más parciales y quizá sin un refrendo tan oficial como las anteriores ^'. Pero los intentos más importan­tes de una organización más eficaz del archivo, en su doble ver­tiente de organización de fondos y de elaboración de los instru­mentos necesarios para su utilización tendrían lugar a finales del siglo XVII y principios del xviii. De estos intentos saldría la con­figuración que actualmente se puede constatar en los fondos del Archivo Histórico Nacional pertenecientes al antiguo archivo del Consejo de la Inquisición.

La reorganización definitiva

La iniciativa de reorganización del archivo corre en este caso a cargo del inquisidor general don Juan Tomás de Rocaberti ^ . Sus medidas son eminentemente prácticas: asignar lugar adecuado para una colocación cómoda de los papeles, eliminando aquellos que no se consideraban tan útiles '". Posteriormente, al constatar el desorden en que se encontraban los papeles, ordenó su clasifi­cación, ordenación e inventario. En esta labor habríali de parti­cipar todos los oficiales del Consejo '^.

La labor iniciada a raíz del auto de Rocaberti, fechado en 1697, era lenta y dificultosa sin duda. Ocho años después todavía con­tinuaban los trabajos e incluso se presentaban especiales dificulta­des para su culminación. De ahí que un nuevo Auto, fechado el 28 de mayo de 1705, dado por el inquisidor general Vidal Marín,

31 En 16.15 se le nombra secretario de la Secretaría de Cámara y secretario para las ausencias de la Secretaría de Castilla. Cír. A H N , Inq., lib. 36*, fols. llOv y l l l r .

32 «Instrucciones, Cartas Acordadas antiguas y modernas del Santo Oficio dis­puesto por abecedario. Las Cartas Acordadas se han sacado de dos tomos de ellas que hay en el Consejo de la Inquisición. Año 1654-» (AHN, Inq., ,lib. 1210, fo­lios 1050-1855). De este mismo secretario Llórente menciona unas «observaciones sobre lo que consta de algunos libros del Consejo de la Inquisición en orden a la prohibición de obras literarias» (Llórente: Historia critica, vol. I, t. I , 1885, pág. 30).

33 Cfr. AHN, Inq., libs. 1284, 1260 y 1300. 3* Inquisidor general de 1694-1699. 35 A H N , Inq., lib. 28, fol. 186r. Cfr. Apéndice documental, doc, núm. 1. 36 Auto de 19 de diciembre de 1S97. Cfr. Apéndice documental, doc. núm. 2.

El Archivo del Consejo de la Inquisición 469

viniera a clarificar la situación, sancionando un documento de don Juan Francisco Zapata entregado dos días antes, sobre la forma en que se debía hacer la ordenación, clasificación y catalogación del archivo ^'.

Aquí es donde aparece la labor del ya menciohado Domingo de la Cantolla, secretario del Consejo *, que va a contribuir deci­sivamente a la organización de las series documentales del Con­sejo. A su mano se debe la encuademación de los libros de Con­sultas Originales y Decretos Reales de la Secretaría de Aragón '*, dándoles la configuración que tienen actualmente *".

Otra de las actividades que ejecuta Cantolla es la composición de los libros de Varios para la recopilación. El afirma que com­puso sesenta y cuatro libros *% aunque, en realidad, de aquí ha­bría que descontar los diez de Portocarrero que integró en su serie. En consecuencia, los libros que Cantolla realizó son los que ocu­pan la serie del Inventario de la Secretaría de Aragón denominada Varios para la recopilación, serie que ocupa los números 11 al 65 * .

Por lo demás, estos libros de la recopilación de Cantolla tie­nen poco en común con los de Portocarrero. Mientras que éstos recogen disposiciones clasificadas con la mentalidad de un jurista, aquéllos recogen un conglomerado de papeles de índole totalmente heterogénea. La labor recopiladora de Cantolla se reduce funda­mentalmente a encuadernarlos sin ningún criterio, especialmente los últimos de la serie. De esta forma Cantolla evitó tal vez, sin percatarse de ello, que desaparecieran unos documentos que con gran frecuencia tienen un valor incuestionable *'.

Finalmente, Cantolla se encargó de realizar un resumen del con-

37 Cfr. Apéndice documental, doc. niim. 3. 38 Cfr. A H N , Inq., leg. 1220, exp. S: Su expediente de limpieza. 3» Cfr. Apéndice documental, doc. niíni. 4, serie Decretos y Consultas. *<• Al hablar de Arguello remos señalado que en aquel momento parte de los

libros que Cantolla integra en la serie de consultas se consideraba como parte de la correspondencia (cfr. nota 18).

*! Cfr. lib. 28, fol. 188r. Apéndice documental, doc. núm. I. ••2 Cfr. Apéndice documental, doc. núm. 4, serie Varios para la Recopilación. Ac­

tualmente, la mayoría de estos libros están integrados en el A H N , Inq., liba. 1225-1273. Sobre ellos existe un catálogo mecanografiado de la sección de Inquisición, obra de doña Natividad Moreno.

*3 Citaremos a modo de ejemplo sólo un par de documentos —cuya edición es­tamos preparando— para ver esta importancia: «Retracción del Dr. Egidio» (AHN, Inq., lib. 1254, fols. 72r-T5r), que había sido recogido por SchSfer: BeitrSge zur Oeschichte des spanischen Protestantiimus der Inquitition in 16.,., 8 vols., Güdters-loh e. Bertelsman, 1902, págs. 842 y sigs., pero traducida al alemán. Y acaliflcación de las cosas que sucedieron en los años 1558 y 1559 de personas muy graves». Firman Andrés Pérez, Domingo de Soto, Melchor Cano, Alonso de Orozco, Rodrigo Vadi-Uo (ib., id. id., fols 225-284 v).

470 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

tenido del registro de Bulas y Breves papales **. Para ello revisó y anotó los tomos para la recopilación de Lumbreras "", teniendo a la vista los originales y un libro compuesto por don Diego Re­gules de Villasante *°.

En el documento de don Juan Fernández de Zapata tenemos definido el objtetivo perseguido en la reorganización del archivo •*'. Aparte de la encuademación de las Consultas, que como hemos visto realizó CantoUa, urge a una colocación ordenada por clases de libros y a la elaboración de inventarios y abecedarios o catá­logos de materias.

La ordenación de los libros se adecuaría a las diferentes colec­ciones : Bulas, Cédulas Reales, Consultas Originales, Cartas Acor­dadas, competencias de jurisdicción, Ejemplares, causas de visitas, pleitos civiles y criminales e informaciones de limpieza. Ahora bien, entre estas diferentes colecciones hay que distinguir aquellas que son mero testimonio documental de la actividad inquisitorial de aquellas que tienen un cierto carácter normativo. Estas, que son bulas y breves, cédulas, consultas, concordias y provisiones y autos de gobierno, han de estar disponibles en cualquier momento. Para ello se formarán extractos adecuados con llamadas a los libros o legajos donde se puedan encontrar las disposiciones en cuestión. Para sacar estos extractos será necesario reconocer, además de las correspondientes colecciones de disposiciones, la correspondencia del Consejo.

Los papeles estarán separados por secretarías y, por tanto, los extractos e inventarios que se hagan se harán por separado. Los extractos se completarán con catálogos de materias que remitan a ellos. De esta forma el archivo estará en disposición de ser acce­sible y de poder ser utilizado eficazmente.

Es todo un programa de ordenación el que está definido en este documento. Hemos visto algunos de los trabajos de organi­zación que se iniciaron inmediatamente. Los inventarios que más adelante transcribimos **, fueron llevados a la práctica. El uno, iniciado presumiblemente a mediados de siglo, refleja la labor rea-

** «Resumen de lo que contíenen las bulas originales en cuatro libros o regis­tros de ellas que están en el archivo de la secretaría de Aragón...» (AHN, Inq., lib. 28, fols. 183-49Í). El índice de este libro, en ib., lib. primero.

*^ Cfr. ib., lib. 28, fols. 189v-190r. Apéndice documental, doc. núm. 1. ** «Resumen de breves apostólicos para la recopilación realizada por Dn. Diego

Regúlez Villasante, fiscal del Consejo de Hacienda en Sala de Millones, antes re­lator del Consejo de la Inquisición» (AHN, Inq., lib. 1).

*' Apéndice documental, doc. 1. *' Cfr. Apéndice documental, docs. núms. 4 y 5.

El Archivo del Consejo de la Inquisición 471

lizada por uno de los hombres que más trabajó por llevar a cabo esta obra, Domingo de la CantoUa *°. El otro, fechado unos años antes, en 1789 *". Ambos inventarios evidencian hasta qué punto se siguieron las directrices del documento en cuestión.

Pero no sólo se llevó a la práctica la ordenación y el inven­tario de los libros del archivo. También se inició la realización de extractos y abecedarios "^ La reorganización que el archivo del Consejo tendría en el momento de su extinción se fijó básica­mente en este momento. Los papeles que se produjeron a lo largo del siglo xviii se fueron integrando en las diferentes series docu­mentales, ya perfectamente establecidas a partir de este momento.

Así, pues, desde aquellos primeros registros de Cédulas Reales y de Correspondencia de Castilla, hasta el momento en que dota al archivo de su organización más estable, pasan doscientos años. Dos siglos de perenne tensión entre el aumento de los papeles y la voluntad de dominio de los inquisidores al servicio de una ac­tuación eficaz. Fruto de esta exigencia de eficacia fueron los in­tentos recopiladores y organizativos que aquí se han mencionado, intentos que en cada momento permiten determinar cuáles de aque­llos papeles tenían cierto carácter normativo, frente a los que sólo poseían un carácter meramente documental.

La configuración definitiva del archivo tuvo lugar a principios del siglo XVIII. El principal valor de los documentos que hoy sa­camos a la luz estriba no sólo en que dan testimonio de este hecho, sino también en que, gracias a ellos, sabemos que la mayor parte de los fondos que entonces se catalogaron se conservan actualmente en el Archivo Histórico Nacional. Las escuetas referencias que hemos ido poniendo en los diferentes epígrafes de los dos inven­tarios del archivo, así nos lo indican.

II.—OBSERVACIONES SOBRE ALOUNAS SERIES

Los documentos anteriormente mencionados, aparte de las no­ticias sobre la organización del archivo y sobre los intentos reco­piladores, proporcionan algunas noticias de gran interés sobre al­gunas series de los fondos inquisitoriales del Archivo Histórico

*» InTentario de la Secretaría de Aragón (doc. núm. 4). 50 Inventario de la Secretaría de Castilla (documento núm. 5). *i AHN, Inq., Hb. 1278: Segundo tomo de la recopilación de instrucciones, con­

sultas y cartas acordadas, 1738. Es un libro abecedario.

472 Reviíta de Archivos, Biblictecas y Museos

Nacional, resultado de la fusión de los fondos pertenecientes a las dos Secretarías del Consejo, la de Castilla y la de Aragón.

La colección de Bulas y Breves papales es, sin duda, funda­mental para el estudio de la configuración y actuación del Santo Oficio. Los integrantes fundamentales de la colección son cinco volúmenes de Bulas originales y los cuatro de la recopilación de González de Lumbreras. Sabemos que Domingo de la Cantolla re­visó esta serie teniendo a la vista el libro de Diego Regules de Villasante, con la finalidad de confeccionar más adecuadamente su «Resumen de Bulas papales» acabado en 1709 " . Al parecer, el libro de Regules completaba en algunos puntos las anteriores colecciones '^. Por tanto, para una valoración más adecuada de aquéllas, habría que tener presente también esta revisión de Can-tolla.

A los anteriores libros habría que añadir los tres tomos del índice de Cortaverría ^*, y con ello tendríamos los instrumentos básicos para una revisión crítica y más completa del bularlo de la Inquisición española.

La serie más antigua de las colecciones de los fondos inquisi­toriales es la de Cédulas Reales. No se conservan sus originales, sino las copias de los registros, que se inician en 1497 '*. Es una de las series que menos incidencias sufrieron. Inventariada por Arguello como perteneciente a las dos Secretarías, de Castilla y Aragón ' ° , pasaron a la custodia de la Secretaría de Aragón, como consta a principios del siglo xvii i" ' .

Aunque no conocemos hasta el momento reorganización alguna de estos libros, el desorden cronológico que actualmente presenta la serie en algunos de sus libros hace pensar que esta remodela­ción tuvo que producirse en algún momento *'.

La colección de Consultas y Decretos Reales es una de las más complejas de los actuales fondos inquisitoriales. Está integrada por los fondos provenientes de cada una de las Secretarías, aunque, afortunadamente, sin mezclar. Se compone tanto de libros reco­piladores de Consultas Originales como de libros de registros. Los inventarios que transcribimos nos ayudan, en principio al menos, a distinguir las diferentes series según su origen.

" Cfr. nota 48. 5^ Cfr. Apéndice documental, doc. núm. 1. 5* Cfr. Apéndice documental, doc. núm. 4, núm. 7. " A H N , Inq., lib. 242. s« Ib. , íd„ lib. 1275, págs. 28 y sigs. ' i ' Cfr. Apéndice documental, doc. núm. 4, núm. 8. 58 A H N , Inq., libs. 247-250.

El Archivo del Consejo de la Inquisición 478

La configuración actual de la serie proveniente de la Secreta­ría de Aragón, la más importante, es obra de Domingo de la Can-tolla *". Para su creación reorganizó los primeros tomos y encua­dernó una gran cantidad de ellos que andaban sueltos por el Con­sejo °°. En el momento en que CantoUa acomete esta labor, las Consultas y Decretos Reales aparecen en la mente de los oficiales del Consejo como una serie perfectamente diferenciada de las otras. La cuestión es importante.

En efecto, no siempre esta serie había sido considerada como un todo coherente y definido. Al menos hasta principios del si­glo XVII ° los libros de Consultas estaban integrados en la serie más amplia de la correspondencia del Consejo. En algún momento del siglo XVII debió producirse el cambio. Señalamos este hecho por su importancia, ya que las consultas eran la forma habitual mediante la cual los Consejos participaban en el proceso legisla­tivo del Reino ® . Esto plantea un problema de gran interés acerca del valor normativo que había que dar a la correspondencia del Consejo, ya que no tendría un carácter meramente administrativo como el que se atribuye, generalmente, a la «correspondencia». Nos contentaremos, sin embargo, por el momento, con dejar cons­tancia de este interesante problema.

Una colección fundamental para ver «desde dentro» la organi­zación y el funcionamiento del Santo Oficio es la de Cartas Acor­dadas. La base de esta colección son los cuatro tomos provenien­tes de la Secretaría de Aragón ^^. Sin embargo, no se trata de documentos originales ni de registros antiguos. Son una copia, posiblemente de finales del xvii o principios del xviii, hecha con un criterio evidentemente selectivo.

En efecto, a lo largo de esta copia se va remitiendo a dos to­mos de Registros de Cartas Acordadas que existían en el archivo del Consejo. Estos tomos actualmente no existen. Sin embargo, hemos podido localizar restos de ellos. En uno de los libros de Varios para la recopilación existen dos cuadernillos de Registros de

'9 Cfr. Apéndice documental, doc. núm. 1. 8" Cfr. nota anterior. "1 Cfr. AHN, Inq., Ub. 1275, págs. 39 a 40, que forman parte del ya mencio­

nado Inventario de Arguello. 82 Este hecho está perfectamente establecido por lo que respecta al Consejo de

Castilla (Martínez de Salazar, A.: Colección de memoria» del gobierno general y po-litico del Consejo... (Madrid, 176i), pero se puede aplicar a los otros. Cfr. Núñez de Castro, A.: Libro hiitórico político sólo Madrid es Corte... 8.* ed. (Madrid, Ro­que Rico de Miranda, 1675), págs. 75 y 122.

*' Cfr. Apéndice documental, doc. núm. 4, núm. 63 (AHN, Inq., libs. 497-500).

474 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

acordadas, el uno de los cuales recoge acordadas desde el 14 de octubre de 1575 al 14 de enero de 1620 **, y el otro desde el 1 de septiembre de 1584 hasta el 80 de septiembre de 1619 '". Ambos cuadernillos son registros de acordadas de la misma época de las acordadas que se recogen en la relación mencionada.

El primero de ellos (del que se dice en folio sin numerar al comienzo del mismo, que no tenía titulo y estaba encuadernado en badana negra y en el canto decía: Acordadas. Aragón), bien puede ser el que menciona Arguello en su inventario " . El otro formaba parte de esos tomos de registros de acordadas del Con­sejo, ya que, según se aclara, este libro formaría parte de otro titulado Libro donde están registradas cartas acordadas que se han dado por los señores del Consejo de la General Inquisición ". Aún más, posiblemente a partir de aquí se sacó la copia que ac­tualmente se conserva, ya que dos acordadas, la una referente a solicitaciones en confesión y la otra a un jubileo dado por Boma, que aparecen sin fecha en este cuadernillo, también lo están en la copia '*.

Un cotejo de estos cuadernillos y la copia de la colección de acordadas, cuyo título, como el de tantos otros libros, puso Can-tolla en 1711, sin que esto quiera decir que él sea el copista '•, nos ha puesto de manifiesto que el copista también seleccionó su material. Así, pues, para completar la colección de acordadas ha­bría que recurrir al menos a estos cuadernillos. También sería útil cotejar estas fuentes con una recopilación de principios del xvii que recoge acordadas desde 1525 hasta 1608 '". Además creemos imprescindible mirar los registros de cartas del Consejo a las in­quisiciones, especialmente de los de la Secretaría de Aragón, por­que se recogen en ellos un buen número de acordadas, algunas de las cuales no han sido registradas en otros sitios.

Con las notas anteriores no hemos pretendido sino señalar al­gunos puntos para una adecuada utilización de las principales colecciones legislativas. Nos podamos extender haciendo conside­raciones sobre otras colecciones de documentos con carácter nor­mativo como son concordias, decretos, autos y provisiones del

6* Ib . , lib. 1288, fols. 1-76. 65 Id. , fols. 81r-155T. «6 Ib . , lib. 175, pág. 44. 6? Ib . , lib. 1283. fol. 80r. Cfr. además nota 158. «« A H N , Inq., lib. 1288, fols. 90v-91r, y lib. 497, fols. 96v-98r. 8" Cfr. Apéndice documental, doc. núm. 8, nota 118. 70 A H N , Inq., lib. 1254, fols. l-77r.

El Archivo del Consejo de la Inquiñción 475

Consejo o de los inquisidores generales, pero su problemática es bastante más compleja y desbordaría las posibilidades de este ar­tículo. Acabamos con un par de observaciones sobre unas colec­ciones que, sin recoger en su mayor parte documentos de carácter normativo, contienen datos fundamentales para el conocimiento histórico del Santo Oficio.

La primera es la de Registros de cartas del Consejo a las dife­rentes inquisiciones. Inicialmente se registraba en dos series de libros correspondientes a las dos Secretarías. La más antigua es la correspondiente a la Secretaría de Castilla, ya que se inicia en 1499 '*. La correspondiente a la Secretaría de Aragón se inicia en 1514 " . Ambas se prolongan hasta 1619. En ese momento se produce un cambio y, a partir de ese año, la correspondencia del Consejo a cada una de las inquisiciones dependientes de la Secre­tarla de la Corona de Aragón, se recoge en libros aparte. En 1620 se iniciaría el cambio por lo que respecta a las inquisiciones de la Secretaría de Castilla. Arguello nos da noticia de ello. En la Se^ cretaría de Aragón el cambio se produjo en los primeros meses del mandato del inquisidor general Luis de Aliaga ^ . En la de Castilla ccdesde el principio del año 1620 se comenzó a registrar en este oñcio de Castilla lo que a cada inquisición toca, en libro aparte» '*. El estado actual de la serie de correspondencia se ade­cúa a estas transformaciones.

Finalmente existe una serie, que podríamos denominar gené­ricamente Varios para la recopilación, cuyo origen y límites no eran hasta ahora suficientemente conocidos. Incluso llevaron a la confusión a personas que conocían tan bien los fondos inquisito­riales como Romero de Castilla '*.

La serie contiene importantes documentos, como hemos seña­lado en su momento. Intervinieron en su formación dos personas diferentes, separadas por el tiempo y por sus respectivas actitu­des, como antes se indicó. En ella se integran nueve volúmenes de la recopilación de Juan Dionisio Portocarrero, iniciada en 1624

" Ib., lib. 572. li Ib., lib. 816. " Cfr. ib., lib. 275, pág. 44. T* Ib., id., pág. 82. '* Efectivamente, incluyó bajo el epígrafe «Varios para la recopilación» los nú­

meros antiguos 918-988, actuales AHN, Inq., libs. 1210-1274, cuando los cinco pri­meros son en realidad libros de concordias. Cfr. Romero de Castilla, F.: «Extracto del inventario de los papeles de Inquisición que procedentes del antiguo Consejo Supremo de la misma se trasladaron al Archivo General de Simancas en el año 1850]> (Rev. de Arch., Bihl. y Mu>., 1878, pág. 150).

4)76 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

y realizada con la óptica y minuciosidad de un jurista '". Tam­bién se incluyen en ellas los libros obra de Domingo de la Can-tolla " .

Domingo de la CantoUa realizó estos libros con escaso crite­rio organizativo y gran parte de ellos se pueden considerar ver­daderos libros misceláneos '*, aunque quizá nacieron con la pre­tensión de servir a una recopilación más completa que las ante­riormente realizadas en el mar de papeles que, en ese principio del siglo XVIII, era el archivo del Consejo de la Inquisición.

Aclaraciones sobre los documentos que se publican

Los documentos que publicamos son los que nos informan de la labor organizativa que hemos descrito. Insistimos en su impor­tancia por cuanto que fruto de esta reorganización realizada a caballo entre los siglos xvii y xvm son las actuales series docu­mentales conservadas en el Archivo Histórico Nacional.

Documento número 1.—Es el preámbulo que Domingo de la CantoUa hace al extracto de las Bulas y Breves papales conser­vados en los libros del antiguo archivo. Está fechado en 1709. Es un relato de algunos intentos importantes de recopilación y reor­ganización del archivo. Aunque omite algunas noticias fundamen­tales, como las referentes a la tarea de Arguello, el documento es básico para entender la evolución del archivo '".

Documento número 2.—Auto de 19 de diciejnbre de 1697. Con esta disposición se inicia la reorganización más importante del ar­chivo. Su interés está precisamente en haber sido el desencade­nante de la misma '".

Documento número 3.—Papel de Juan Fernández de Zapata y auto de 28 de mayo de 1705. Ambos documentos van intrín­secamente unidos.

En el documento de Zapata se establecen las líneas básicas que ha de seguir la reorganización y clasiñcación del archivo. El auto de 28 de mayo se limita a sancionar el valor de tal docu­mento *^

' « AHN, Inq., libs. 1216-1224. 7 ' AHN, Inq., libs. 1215 y 1225-127*. ''* Cfr. Catálogo mecanografiado de doña Natividad Moreno. 7» AHN, Inq. lib. 28, fols. 184.r-190v. ** AHN, Inq. lib. 864i, doc. sin foliar intercalado entre los folios 169v y 170r.

Una copia en los folios 226v-227v. 81 AHN, Inq. lib. 864, fols. 27»v-281v.

El Archiva del Consejo cíe la Inquisición 477

Documento número ^.—Inventario de la Secretaría de Aragón. Se trata de un inventario sin fecha y sin firma. Pero sin duda alguna fue confeccionado tras la reestructviración de los libros lle­vada a cabo por Domingo de la CantoUa '^. En él se refleja, por tanto, la situación en que quedó el archivo en los primeros años del siglo xviii. En su redacción parece apreciarse la intervención de dos manos y parece que lo llevaron a cabo en dos momentos muy próximos, ambos en la mitad del siglo **. Por tanto, el in­ventario reflejaría no sólo la situación de los primeros años del siglo, sino de toda la primera mitad del xviii '*.

Como el documento está sin foliar, para una utilización más cómoda, hemos introducido la numeración de los diferentes párra­fos y los epígrafes de los que carecía.

Documento número 5.—Inventario de la Secretaría de Castilla. Es un inventario de 1789. Por tanto, viene a reflejar el estado de los fondos en un momento muy similar al anterior. Los auto­res fueron don Tomás Martínez Suárez y don Miguel Antonio de Cortaverría " .

También aparece sin foliar y, como en el caso anterior, se ha introducido la numeración de los párrafos y puesto los correspon­dientes epígrafes '*.

En ambos inventarios se han ido anotando aquellas referen­cias imprescindibles para la constatación de la integridad con que se han conservado los fondos del Archivo del Consejo d la In­quisición.

Advertencias sobre la transcripción

La transcripción se ha realizado de acuerdo a la norma de res­petar la lengua y modernizar la ortografía. Las abreviaturas, ge­neralmente, se han desarrollado.

82 Cfr. Apéndice documental, doc. núms. 4 y 16. 83 Cfr. ib., id., Registro de Secretaría de Cámara, niims. 182-163. 8^ A H N . Inq. lib. 1810. " Cfr. Apéndice documental, doc. núm. 4, not. 121. 80 A H N . Inq. lib. 1810.

t78 Revista de Archivos, Bibliciccas y Museos

APÉNDICE DOCUMENTAL

Doc. núm, 1

PREÁMBULO AL RESUMEN DE BULAS Y BREVES PAPALES

Domingo de la Cantolla 1709. A. ¡I. N. Inquisición lib. US, ff. 183-191.

1. Dedicatoria. Excelentísimo Sr.: Gustoso ofrece y reverente llega nuestro obsequio al sagrado de los pies

de V. E., con esta pequeña obra hija de nuestro devoto celo al Santo Oficio, solicitando acreditar con ella el deseoso afecto de su más lustrosa manutención en las importancias de un fin tan alto cuyos motivos discul­parán nuestro atrevimiento *'.

Dos intentos hemos tenido en la formación de este intitulado resumen. El primero y principal juntar, como en breve suma, los privilegios y bre­ves apostólico concedidos al Santo Oficio de la General Inquisición de Es­paña que están en las Bulas originales y cuatro libros o registros de ellas del Consejo. Para que con la ocasión de hallarse recopilados y colocados por materias y años, se puedan facilitar sus contenidos a la memoria y suministrarlas las Secretarías al Consejo.

El segundo ha sido disponer los citados cuatro libros " para la reco­pilación universal —que siempre han deseado los Srs. Inquisidores Gene­rales, antecesores de V. E.—, de todas las cosas que hacen, y miran al Santo Oficio. Por cuya razón compusimos este resumen de los doce títulos en que está dividido. Y en cada uno se contienen diversas materias y en las márgenes se citan sus registros para asegurarse, recurriendo a ellos, del puntual sentido de los textos, señalando los que tienen original. Y al fin de cada compendio se ponen los que contienen y se hallan en otros títu­los, como más largamente se informa al que leyere en la prevención que se le hace.

Reciba, pues, la gran benignidad de V. E. esta limitada oferta y los afectuosos y reconocidos deseos con que se hacen. No sólo como puntual testimonio de nuestro rendimiento, sino es para que con su poderosa som­bra reciba subsistencia, en caso que este trabajo pueda tributar alguna utilidad. Mientras que nuestro respetuoso silencio, gratísimo a sus alaban­zas, forma en ellas cuantos vuelos deben a la obligación de venerarlas.

Nuestro Señor dilate la vida de V. E. para que, en el dignísimo puesto y singular presidencia que ilustra, pueda aumentar los progresos de su fide-

"' La dedicatoria está hecha al Inquisidor General, que era en ese momento Ibáñez de la Riva-Herrera.

*' Se refiere a los tomos de la recopilación de bulas y breves de González de Lumbreras ya mencionada. Cfr. not. 120.

£1 Archivo del Consejo de la Inquisición 479

Ksima vigilancia y rectitud. Y prospere la persona de V. E. en las felici­dades que puede deseamos y hemos menester.

Madrid a 7 de septiembre de 1709. Excelentísimo Sr. a los pies de V. E. Don Domingo de la CantoUa

Miera. Dr. Dn. Miguel de Gomendlo Urrutia " .

2. Al lector. En todos tiempos han tenido los Srs. Inquisidores Generales y el Con­

sejo de S. M. de la Santa General Inquisición por importante la compo­sición de los papeles de sus archivos y resumen de los privilegios apostó­licos para la recopilación de todos los que tiene el Santo Oficio concedidos por la Santa Sede Apostólica y los Sres Reyes. Pues el año de 1542 se trató de ello y se dejó hasta el de 1567 en que se volvió a hablar escri­biendo a la Inquisición de Zaragoza para que remitiese los papeles que había en aquel archivo. Sin constar lo que resultó, aunque se hallan registros originales de los Sres Inquisidores Generales en tiempo del Sr. Rey Ca­tólico.

El año de 1615 escribió el Consejo a la Inquisición de Valladolid que enviase un secretario del secreto a Simancas para sacar del Real Archivo los papeles que hubiese tocantes al Santo Oficio. Y remitió algunas Cédulas Reales, pues por lo que miraba a bulas, estaban en el Consejo las que había en aquel Archivo.

El año de 1620 se volvió a tratar de la misma obra. El de 1623 se encargó a Dn. Gabriel de Céspedes, inquisidor que fue de Murcia. Y no consta en mi Secretaría de Aragón lo que ejecutó. Y después se encargó al Sr. Dn. Diego Serrano que falleció, del Consejo y, aunque se hizo algo, nada se ha visto.

El año de 1624 se cometió al Sr. Dn. Juan Dionisio Puertocarrero, que fue inquisidor de Sevilla y del Consejo. Y adelantó mucho la obra, porque hizo copiar los Breves Apostólicos y algunas Cédulas Reales, ocupándose cinco años. Y, por ser importante su persona en Sevilla, se le mandó resi­dir su plaza. Y dejó diez libros intitulados Vañot para la recopilación *' , divididos por títulos y aunque son borradores y no están perfectos se des­cubre ser de gran importancia. Y están en el Archivo •^. Y en el libro cuarto que ha formado intitulado Tabla de los diez libro» de Cédulas Reales de los doce de consultas (triginales, al folio quinientos y seis, se halla la distribución hecha por el dicho Sr. Portocarrero, aprobada por decreto del Consejo del 24 de mayo de 1681, dividiendo en siete partes la recopilación de los privilegios del Santo Oficio y cada parte en diferentes títulos. Siendo el primero de la primera parte del principio del Santo Oficio de la Inqui-

" Don Miguel Gomendio, doctor en Cánones, es quien ayudó a CantoUa en la confección de este resumen, como él mismo afirma.

•" Cantolla cambia el nombre para integrarlos en su serie de Varioi para Ja recopilación. Pero en realidad se llamaba Diversos para la recopilación. Cfr. not. 22.

'1 Actualmente son fácilmente localizables. Cfr. AHN, Inq. libs. 121( -1224. Los materiales que sirvieron de base se encuentran en el lib. 1220.

480 Revista de Archivos, RibUctecas y Museos

sición antes que la fundasen en estos reinos los Srs. Reyes Católicos '^. Y en el libro primero de los diez referidos de Varios se halla al folio 599 la división de la recopilación en nueve títulos o partes *^.

Vino a iH'oseguir esta obra el doctor Alonso Vallejo, fiscal de la Inqui­sición de Cuenca. Y estuvo en esta corte diez meses y continuó en copiar las Cédulas Reales, Decretos y algunos Ejemplares que juzgó a propósito, juntándolos en legajos y pasó a hacer resumen muy breve de ellos que he intitulado: Libro 2." Resunta para ¡a recopilación de Vallejo. Año 1629 '*.

Y aunque esta obra para aquel tiempo pareció razonable, y se mandó jxmer en la mesa de los estrados del Consejo para tenerla a la mano, des­pués de haberse enmendado algunas erratas que tenia, como las citas con los legajos en que estaban los papeles del archivo, habiéndose descompuesto éstos, quedó mucha parte de obra inútil. Aunque hoy, con algún trabajo se podrá remediar, por haberse reducido los pajjeles de que se valió el Dr. Vallejo o los que hallé en el archivo a libros encuadernados y foliados.

En el Sr. D. Diego de Arce Reinoso se descubre el mismo deseo de j)erfeccionar la recopilación, pues desde el año de 1650 hasta el de 1651 consta que Dn. José de Rivero ' ' ' , secretario del Consejo, mi antecesor, que también fue letrado, hizo de su orden el comjiendio de instrucciones y cartas acordadas con gran distinción, ]X)r abecedario, que paraba en mi poder y hallé entre los papeles del licenciado D. Diego Rubalcava, mi ante­cesor y mi tío y puse y encuaderné en el libro primero de Concordias y se halla al folio 1050 de él **. Y al folio 153 del dicho libro cuarto intitulado Tabla de los diez libros de Cédulas Reales, se halla memoria de los títulos que podrá contener la recopilación hecha y firmada por el dicho secretario D. José de Rivera, en 9 de noviembre de 1650, hablando con el dicho Sr. Inquisidor General D. Diego de Arce.

Y, continuando estos mismos deseos, el Sr. Inquisidor General, D . Fray Juan Tomás de Rocaberti, y reconociendo con su persona con algunos se­ñores del Consejo los archivos de ambas secretarías y que los pai)eles de ellos no cabían en las piezas en que estaban amontonados y casi impíosible de coordinarlos y usar de ellos, dispuso dar al archivo de mi Secretaría de Aragón la tercera pieza muy capaz que caen las luces al jardín de las cosas del Consejo. Y se llenó de estantes divididos y numerados por cajones. Y porque aún no cabían en las tres piezas destinó una en las bóvedas don­de se pasaron los libros prohibidos que se hallan en ella, habiendo hecho quemar infinitos y reservando sólo en este archivo uno de cada autor. Y a la secretaría de Castilla dio también la última tercera pieza " . Y hecho ésto

'2 Cfr. AHN, Inq. lib. 1224. Allí hay un cuadernillo suelto en que se habla del origen de la Inquisición, con una nota al margen en la que se indica que está repetido.

'^ Ib. lib. 228, donde también se encuentra. »* Ib. lib. 1276. •" El nombro correcto es don José de Rivera. "» AHN, Inq. lib. 1214., fols. 1050 y ss. Cfr. not. 30. *' Cfr. Apéndice documental, doc. núm. 12.

El Archivo del Consejo de la Inquisición 481

poseyó auto con el Consejo en 19 de diciembre de 1697, que está al folio 226 vuelta del libro 5 de Inquisidores Generales " , para que en las dos Se­cretarías en horas extraordinarias se hiciese inventario de todos los papeles de sus archivos por los secretarios y sus oficiales y las demás personas que nombrase su excelencia. Mandando se continuase la recopilación y nom­brando para esta obra por lo tocante a la Secretaría de Castilla al Sr. D. Do­mingo Pernás y Modia, entonces inquisidor de Corte, que hizo una abece­dario o extracto de las consultas que para ban en ella sobre preeminencias del Santo Oficio y sus ministros, sin p>erfeccionarle por haberse vuelto a servir su plaza de Corte. Y se halla este trabajo en el libro intitulado In­ventario de causa» y otros varios que encuadernó " ' .

Y asimismo nombró para el archivo de mi Secretaría de Aragón al li­cenciado D. Diego de Regules Villasante, que había sido relator del Con­sejo y tenía la futura de la fiscalía de millones en que se ocupó poco tiempo por haber entrado en la propiedad y trabajó, lo que se halla en dicho libro Inventario de causas ^'"'. Y en este tiempo encuaderné y coordiné con asis­tencia de D. Juan Antonio Gutiérrez y D. Francisco Antonio de la Can-tolla, mi sobrino, libros de los papales del archivo que están foliados, pero sin tablas de las cosas notables que contienen.

Y con este mismo deseo el Sr. Inquisidor General D. Vidal Marín y el Consejo proveyó auto en 23 de mayo de 1705 *'" , que se halla en el dicho libro 5.° de Inquisidores Generales al folio 280, con la forma y modo que se ha de observar en la composición y inventario de los archivos de las Secretarías del Consejo (que también se mandó hacer de los papeles de la Contaduría General).

Y nombró al licenciado D. Juan Fernández Zapata, relator que había sido del Consejo y prior de la colegial de Logroño, y que con licencia de su Magestad asistió a continuar esa obra, en que estuvo poco tiempo por haber pasado la corte a Burgos ^''^. Y perfeccionó con D. Ambrosio Se­rrano Beltrán el inventario de causas de fe de mi archivo, relación de vi­sitas hechas a los tribunales del Santo Oficio y informaciones de limpieza. Y aquí extractos de competencias en materias de jurisdicción con las Jus­ticias Reales en la capa de los mismos autos, sin perfeccionar esta obra que será muy útil por los ejemplares que se hallan decididos a favor del Santo Oficio. Y este trabajo está en el dicho libro inventario de causas y otros varios desde el folio 256 hasta el de 654 ^°^.

" AHN, Inq. lib. 86V, fol. 226. Aquí existe una copia de diclio auto, que es ésta mencionada por CantoUa, la cual es correcta. Pero nosotros hemos utilizado otra copia autentiñcada por don Tomás Cambero de Figueroa. Cfr. not. 76.

09 AHN, Inq. lib. 1280. 10» Cfr. not. ant. 101 Cfr. Apéndice documental, doc. núm. 3-2, transcripción de este auto. 102 Este Juan Fernández de Zapata es el autor del documento en el que se

estipulan las normas para la organización y clasificación del arciiivo. Cfr. Apéndice documental, doc. núm. 3-1.

103 Cfr. not. 9«.

482 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

Habiendo quedado las cosas en este estado y en confusión muchos pa­peles que tenia a la mano el dicho Juan Zapata, sin haber dado lugar la mu­danza de la corte a Burgos **''*, ni vuelto para su composición al archivo por haberlo nombrado S. M. oidor de Valladolid, tuve por de mí obligación el continuar este trabajo con ayuda de dicho D. Francisco de la CantoUa Mie­ra, mi sobrino, en horas extraordinarias, Y llevando los papeles a mi casa con licencia del señor Inquisidor General D, Vidal Marín. Y desde el año pasado de 1707 hasta hoy coordiné y encuaderné más de trescientos y cin­cuenta libros sobre las materias más graves del Consejo, Los 42 de Consul­tas Originales de él, y resoluciones de los Señores Reyes, por materias y todos coordinados por la serie de años a diferencia de los doce libros de De­cretos y Consultas Originales que hay en la Secretaría encuadernados por el secretario Juan de Clavijo mi antecesor, que tienen sus tablas pero sin distinción de casos y a montón. Y hallé inconveniente en deshacerlos y coor­dinarlos según la planta dada. Y en todos son 54 ^'". Los 42 necesitan de que se hagan tablas de lo que contienen para el fin de la recopilación y facilidad de suministrar al Consejo los ejemplares que se hallan en ellos a favor del Santo Oficio y de sus privilegios apostólicos y reales, Y fui con cuidado en todo lo que me fue posible en formarlos por materias y en espe­cial separé en libros apwrte todo lo que conduce a lo que ha pasado sobre recurso de causas a Roma, decisiones y órdenes reales, sobre mantener al Santo Oficio en la independencia de aquella corte según los breves apostó­licos.

También formé y compuse los 64 libros de varios para la recopilación que son obra de diferentes inquisidores y las instrucciones originales hechas por el señor D. Fray Tomás de Torquemada primer inquisidor general de orden de los señores Reyes Católicos que son las que andan impresas y otras que no lo están, dadas por los señores inquisidores generales. Y todos con­ducen a esta obra de la recopilación *"*,

IJOS breves y bulas apostólicas paran en el archivo de mi secretaría de Aragón originales '"^ y registradas en 4 libros que he encuadernado en badana negra y tablas doradas las hojas pwrque estaban muy maltratadas y sus títulos son los siguientes:

Libro I." de Breves apostólicos o recopilación de los privilegios conce­didos por los Sumos Pontífices al Oficio de la Santa Inquisición, sacados de sus originales por mandato del Ilroo. Sr. D . Femando de Valdés, Ar-zobisjx) de Sevilla, Inquisidor General y del Consejo de la Santa General Inquisición, por el Bachiller Francisco Gonzáles de Lumbreras, capellán

104 Provocada por la amenaza a Madrid por parte de las tropas aliadas del archiduque Carlos de Austria, que acabaron tomándola en julio de 1706.

105 AHN, Inq., lib. 259-815. En el inventario de la Secretaría de Aragón da alguna idea de cómo llevó a cabo la reorganización de esta serie. Cfr. Apéndice documental, doc. núm. 4, núm. 16.

106 AHN, Inq. lib. 1225-1274. 107 En cinco volúmenes. Cfr. AHN, códices 1B-5B, cfr. Apéndice documental,

doc. núm. 4, núms. 1-5, donde se detalla la amplitud de cada volumen.

£1 Archivo del Congejo de la Inquisición 488

de dicho Sr. Inquisidor General, el año 1566, que tenia 269 hojas y se aña­dieron hasta 292, Con algunas blancas para copiar en él las Bulas que le correspondan. Y no están registradas. Y las tablas o principios en 72 pá­ginas, que desde la página 88 corre la tabla de este libro divido en 11 tí­tulos y hecha por el dicho Bachiller Lumbreras.

Libro 2." o registro de los privilegios concedidos por los Sumos Pontí­fices al Oficio de la Santa Inquisición de España, que tiene 463 hojas y las tablas 26 páginas. Y tenía antes que le ancuadernase 867 hojas. Y añadí los demás breves que se siguen impresos que estaban en el archivo y las hojas blancas para registrar en ellas los breves que no lo están. Y por ha­llarse sin título ni tablas le puse el referido y las tablas que tiene al prin­cipio.

Libro 8.°, tomo 1." de Breves apostólicos en 420 hojas. Y añadí blan­cas hasta 424, que son las que tiene. Y las tablas en 60 páginas. Y se anota que este libro estaba en un tomo en 681 hojas y se dividió para su más fácil manejo en este y otro intitulado libro 3.°, tomo segundo.

Libro 3.°, tomo 2.° de breves apostólicos, etc. Y se previene que con­tinúa la foliación del tomo primero desde la hoja 421 hasta 681. Y desde la 682 hasta 668 corren los breves que había en un libro que se intitulaba libro 4." Y por no tener más hojas se añadieron a éste. Y desde el dolió 684 hasta 692 puse otro libro o cuaderno de Breves que hallé en el Archivo, que el título que tiene dice: Libro donde ettán asentada» las huías apostó­licas y Cédulas y otras escrituras de la fundación del Santo Oficio de la Ge­neral Inquisición en España y sus preeminencias. Comenzáronse a asentar aquí en Toledo los 19 días del mes de febrero de 1561 años por orden de etc. Y se previene que no corresponde a este título lo que se halla copiado en este libro o cuaderno. Y desde el folio 698 hasta el de 742, en que aca­ba, añadí diferentes breves impresos y hojas para registrar en él los que no lo están. Y al principio de este tomo 2," se halla la tabla de lo que con­tiene hasta hoy estos tres libros de breves en cuatro cuerpos por el orden de los pontífices que los concedieron *°*.

Previénese que un cuaderno de traslado de breves tocantes al Santo Oficio sacado del Archivo de Simancas ha faltado y no se encuentra en la Secretaría desde el año 1698, Y según una memoria o extracto simple sa­cado por el dicho licenciado Dn. Diego de Regules Villasante de los breves que contenía, consta se hallan registrados en estos libros menos algunos que se anotan en este resumen por no tener más cita que dicha memoria de Villasante hasta que parezca dicho cuaderno. Que consta tenía el título siguiente: Cuaderno de traslado de Bulas, breves y concesiones de los Su­mos Pontífices y otras escrituras, tocantes al Santo Oficio de la Inquisi­ción que por mandato de la Magettad del Rey Dn. Felipe II Nuestro Se-

10* Estos libros también se conservan. AHN, códices 1748-1778. Son general­mente conocidos y citados como la recopilación de González de Lumbreras. Cfr. Llórente, Anales I, pág. 280 ó Llorca, op. cit., pág. 10. Ahora bien, aquí podemos ver las importantes aportaciones que hace Cantolla a esta colección.

éS-l Revista de Archivos, üibliotecas y Museos

ñor, Diego de Ayala su Secretario y tenedor de sus reales archives hizo copiar para perpetuidad de los originales, que son como aquí se sigue. Está en 63 hojas con la tabla al fin. Y se previene no estaba autorizado del di­cho Secretario ni de otro ' ° ° .

Con licencia del Sr. Inquisidor General Obispo de Ceuta, me valí de la persona de Dn. Miguel de Gomendio y Urrutia, colegial huésped de los Verdes de Alcalá, Dr. en Cánones y Leyes por aquella Universidad, para cotejar las dichas bulas originales del Archivo con las registradas en los dichos 4 libros. Y de este cotejo se reconoció las que lo estaban poniéndose a la margen del registro la nota de estar en el archivo la original en todas las registradas. Y de no tener semejante nota los libros resulta no parar en el archivo las bulas que no las tienen. Y constó también que muchas ori­ginales no se hallan registradas y se anotó en dichos registros al margen al­gunas fechas cerrdas en los breves por la mala y dificultosa letra de los originales y otras cosas que de ellos consta, que nos parecieron convenien­tes " » .

Con las bulas originales y las copiadas en los 4 libros formamos este in­titulado : Rsumen de lo que contienen las bulas originales y ^ libro* o re­gistros de ellas que están en el archivo de la Secretaria de Aragán del Con­sejo de la Santa General Inquisición, sobre la jurisdicción y privilegios con­cedidos por los Sumos Pontífices al oficio de la Inquisición, que está en 276 páginas. Y al principio una tabla de los doce títulos en que se divide este resumen o recopilación. Que los 11 tomos de la tabla que se hallan en el libro 1.° que formó el dicho Bachiller Lumbreras jwr seguir a aquella planta. Y el título 12 le añadimos para cosas varias que por lo general nos pareció no tocan al Santo Oficio y contienen algunas Cédulas Reales en favor de sus Ministros.

A los 12 títulos se ha reducido este resumen, y al margen de cada asien­to de bula se cita la original y el libro y folio donde se halla registrada ' ' ^ .

Todas las bulas originales las puse en un cajón cerrado en la tercera última pieza del rchivo de mi secretaría, separadas en 12 legajos, que cada uno contiene las bulas que hay en cada título de los 12 de este resumen. Y se rotularon en la capa en romance para su más fácil uso.

En los papeles de la Secretaría se hallan algunos breves que no están registrados, ni consta haber originales. Que como se fueren hallando se sacarán a este resumen, y se anotarán en él para que no falte alguno que concierna a esta obra.

El trabajo que ha tenido este resumen ha sido grande por la inordina-ción que tienen los libros de breves y hallarse algunos duplicados en ellos y otros reparos prevenidos a las márgenes, y será conveniente sacar una o

lo» El resumen de Regules de Villaaante se encuentra en AHN, Inq. lib. 1." En este mismo libro están las tablas o índices de materias del resumen de Cantolla.

11" A los añadidos que hizo Cantolla a cada uno de los volúmenes habría que sumar esta revisión de la obra de Lumbreras.

111 Para este resumen de Cantolla consultar AHN, Inq. lib. 28, fols. 192r-495r.

El Archii^o del Consejo de la Inquisición 485

más copias de él para el uso del Consejo, Secretarías y Tribunales. Por lo que puede conducir al mayor acierto y observancia de sus privilegios que se hallen con la noticia de los que contiene por lo total, que de alguno de ellos falta en los autores. Y facilitar a la universal recopilación del Santo Oficio los fundamentos de su erección y extensión a que no contribuirán poco los papeles y libros antecedentemente citados. Que pareció a mi obligación ex­presar para informar el ánimo de la persona a quien se cometieren y en el ínterin me servirá este resumen de facilitar el cumplimiento de las ór­denes del Consejo en los casos que necesitare de algunas bulas con menos trabajo que hasta aquí.

Madrid, a 7 de siete de septiembre de mil setecientos y nueve años. Dn. Domingo de la Cantolla Miera.

Documento número 2

ORDEN DEL INQUISIDOR GENERAL PARA COMPONER LOS ARCHIVOS

Madrid, 19 de diciembre de 1697. (AHN, Inq., lib. 864, entre fols, 169 y 170.)

En la villa de Madrid a diecinueve dias del mes de diciembre de mil seis­cientos y noventa y siete años, el Exmo. Sr. Arzobispo de Valencia, Inquisidor General, mi Sr. '^^.

Habiendo reconocido por su persona en los archivos del Consejo de Su Magestad de la Santa General Inquisición, no están inventariados los pw-peles de ellos ni con aquella orden, y separación que en diferentes tiemjws y por cartas acordadas está mandado por los señores predecesores, de for­ma que se falta a lo que su Excelencia manda, por los títulos que despacha a la Secretaría del Consejo, para que se les entreguen dichos papeles por

112 Se trata de don Juan Tomás Rocaberti, inquisidor general de 16M'-I699. Descendiente de una familia aristocrática, vizcondes de Rocaberti, ingresó en la Orden de Santo Domingo en 1640. Fue nombrado general en 1670. Designado obispo de Valencia en 1676, ocupó en dos ocasiones el cargo de virrey y capitán general; nombrado inquisidor general en 169*. No obstante su vinculaciones en Fran­cia y haber tomado partido por la Casa de Borbón en el litigio acerca de la herencia de la Corona española, fue un ferviente defensor de la autoridad papal.

Bajo su consentimiento se iniciaron los exorcismos de Carlos II. Escribió algún tratado de teología mística y publicó colecciones documentales

en defensa de la autoridad papal. Editó a su costa el Directorium Inquititorum de Eymeric, comentado por Peña.

486 Betiííía de Archivos, Bibliotecas y Museos

inventario y ante notario. Y por defecto de no haber inventario, dichos papeles no se han entregado jurídicamente a D. Antonio Alvárez de la Puente, secretario en la parte de Castilla, y a D. Domingo de la Cantolla en la de Aragón, ni consta haberse hecho con los secretarios sus antece­sores, de que se han seguido y siguen muy grandes perjuicios por no tener prontos los papeles que se les piden cuando son necesarios y ocurrir a in­convenientes de que esto resultan, mandó su exea, que luego y sin dila­ción se haga inventario de todos los procesos de fe y entre partes, libros, registros, consultas y decretos reales y demás papeles e informaciones de limpieza que hubiere en dichos archivos, haciéndose separación y colocación de ellos en las dos Secretarías de Castilla y Aragón, del cargo de los dichos D. Antonio Alvarez de la Puente y Domingo de la Cantolla, con toda dis­tinción y claridad, formándose índices así de Bulas y privilegios apostóli­cos como de Cédulas Reales, Consultas y Decretos, que sobre cualesquier materias y puntos se hayan ofrecido. Y para en lo de adelante libro o li­bros aparte expresando la substancia de las Bulas, privilegios. Cédulas, de­cisiones reales, en competencia de jurisdicción, casos y cosas que las moti­varon. Y libros por años de las cartas escritas al Consejo por las inquisicio­nes con distinción de cada una. Y lo mismo de Consultas y Decretos Rea­les, con divisiones de los pleitos civiles,, públicos y entre partes y de los criminales y de los demás de los archivos, para cuya colocación y separación de materias se hará planta por las dichas secretarias, que vista por su Ex­celencia mandara lo que convenga para que en ambas secretarías estén los papeles de una misma división y ordenación.

Y se ejecute lo referido por los dichos D. Antonio Alvarez y D. Do­mingo de la Cantolla y los oficiales mayores y demás ministros de la secre­taría de Castilla, en las horas que los quedaren desocupadas.del Consejo, con que por las mañanas continúen en trabajar una hora más y en las tar­des que no le hubiere dos horas.

Y para que a un tiempo se vayan enterando de los papeles y de la par­te a donde les colocar y que los reconozcan para formar dichos libros asis­tirá en la secretaría al Dr. D. Domingo Pernás y Modia, electo inquisidor de Corte a las mismas horas, y en la de Aragón D. Diego Regules Villa-sante y si necesitaren de las demás personas que ayuden se propondrán a su Excia. para que mande lo que convenga.

Y también se hará inventario por D. Rodrigo de Encinas y D. Luis de Heredia de los libros y papeles que hay en la Contaduría General y asis­tirá a él D. Alonso Pérez de Almanta, receptor general del Consejo.

Y de la aplicación de todos se espera la ejecución de lo contenido este auto, con la brevedad que tanto importa.

Y lo firmó su Excelencia D. Fr. Juan Tomás, Arzobispo de Valencia, Inquisidor General.

118 Sobre el reconocimiento que hizo de archivo y las decisiones que tomó cfr. el documento anterior, fols. 186v-187r.

£ í Archivo del Contejo de la Inquitrción 487

Por mandato de su Excelencia D. Tomás Cambero de Figueroa, secre­tario.

Concuerda con el original que queda en la Secretaría de Cámara de su Excelencia. Madrid, 25 de enero de 1698.

D. Toma* Cambero de Figueroa. (Rúbrica.)

Documento número S

NORMAS SOBRE LA REORGANIZACIÓN DEL ARCHIVO

Papel que dio a Su lima, el licenciado Juan Fernández de Zapata en 21 de mayo de 1706 tobre la forma en que deben poner la archivos de las secretarias del Consejo.

AHN, Inq., lib. 364, fols. 280r-281v.

Habiéndose tenido por precio de muchos años a esta parte que los pa­peles que están en los dos archivos de las Secretarías del Consejo se com­pongan de forma que puedan servir para tener noticias de los que hay en ellas, cuando se ofreciere duda o fuere necesario valerse de algún instru­mento para saber si está decidido lo que nuevo pueda controvertirse o au­torizar con ejemplares lo que disputare. Siendo grande el beneficio que re­sulta de tener presente y a la mano todo lo que a la mayor autoridad y ma­nutención de los privilegios y preeminencias concedidas al Santo Oficio y sus ministros, lo que se debía observar para su formación es lo siguiente:

Componiéndose por lo general los papeles de los archivos de Bulas y Breves apostólicos, Cédulas, Consultas y Decretos Reales, Cartas Ordenes del Consejo, competencias de jurisdicción, ejemplares en todas las mate­rias de conocimientos del Santo Oficio, causas de visita, pleitos civiles y criminales de fe y entre partes, informaciones de limpieza, ha de ser lo primero colocar por sus clases en los estantes los papeles referidos, nume­rando los nichos en que dividieren y rotulando los libros por la parte de afuera (como lo están algunos) para que se sepa lo que tratan ^^*.

Y porque de algunos años a esta parte hay muchas Consultas y Decre­tos Reales sueltos, en distintos sitios de las Secretarías, se han de recono­cer y juntar para agregarlos a donde tocaren y hacer libros de ellos en se­paración según como estén encuadernados en la Secretaría de Aragón hasta el año 1655, haciendo la misma división de las informaciones de limpieza.

11* Las series documentales que aquí se mencionan son las que se formaron y que incluso hoy se encuentran entre los fondos inquisitoriales. Cfr. Apéndice documental, doc. núms. 4 y 5.

488 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

procesos de fe, causas de visita y pleitos entre fwrtes y competencias de jurisdicciones por Inquisiciones ^^^,

Ejecutada esta diligencia, ha de se formar inventario por las referidas clases con noticia individual de todos los papeles. Y por lo que toca a los libros, numerar sus hojas y los años en que se empezare y acabare cada uno para este fin se reconocerá el Gansejo. Está comenzado por lo que mira a información de limpieza y pleitos civiles y criminales ' ' * .

Será lo tercero la formación de un libro que sirva de extracto o com­pendio de lo substancial y principal que contuvieren los piapeles, divido por clases. La primera, por lo que toca a Bulas y Breves apostólicos. La se­gunda, a Cédulas, Consultas y Decretos Reales. La tercera, por lo que mira a la determinación que ha habido sobre la observancia de las concordias hechas con los tribunales y lo que está en costumbre sobre las cosas no com­prendidas en ellas y las competencias de jurisdicción en jueces eclesiásticos y seculares. La cuarta, por lo que toca a los autos de gobierno que se hu­bieren dado a los tribunales que han sido visitados o cualesquiera órdenes que por otro motivo se hubieran expedido para que jjerpetuamente se ob­serven, y para este efecto se reconocerán las cartas del Consejo dirigidas a los tribunales, y sus respuestas, y se anotará y prevendrá lo que fuere útil y conveniente, no incluyendo en el extracto la relación de causas de visitas, informaciones de limpieza y los pleitos civiles y criminales, porque miran­do éstos al interés particular que tiene esta parte o la otra no conducen al intento principal.

Este extracto y compendio ha de llamar por sus números al libro o le­gajo donde se sacaren las noticias que en él se expresaren, con tal puntua­lidad que fácilmente en cualquiera materia que se ofrezca se saque por él dónde se halla lo que fuere necesario. Y porque las consultas y otros pa­peles suelen contener diferentes puntos (aunque todos se íesumían bas­tantemente) todavía se expresará a qué hoja de ellos corresponde ^^'.

Divídense los papeles de los Archivos del Consejo en las dos Secreta­rías que están al cargo de los dos secretarios, y como en cada una de ellas hay instrumentos sobre una misma materia se ofrece la duda si se formarán dos extractos o compendios para cada una el suyo de los papeles que se hallan en cada secretaria o si se hará uno incluyendo todo lo substancial de ellos, sin diferencia de archivos, sin embargo de que se había de expli­car si están en el de Castilla o Aragón, y parece sería más conveniente dos extractos o compendios para cada secretaría, porque siendo dos los archivos y corriendo por distintas manos es más propio que cada secretario dé razón de los papeles de su encargo que se le entregan por inventario cuando tome la posesión de su oficio (lo que hasta ahora no se ha ejecutado por no ha-

115 Esta labor la realizó Domingo de la CantoUa. Cfr. doc. ant., fol. 188r. 11B En la Secretaría de Aragón realizó también esta labor Domingo de la Can-

tolla. De ahí que actualmente, al consultar los fondos inquisitoriales, se tenga la sensación de que casi todos los libros los realizó él, cuando es presumible que en muchos casos se limitó a cumplir con esta disposición.

117 Cfr. not. 48.

El Archivo del Consejo de la Inquisición 489

berle), y se pondrá más brevemente la una secretaría en estado de tener noticia de todo lo que hay en ella y añadir el compendio lo que de nuevo fuere ocurriendo *^*.

Sería lo cuarto que se ha de observar en esta obra, después de ejecuta­dos los inventarios y extractos, como se ha referido el hacer por ellos dos índices por las letras del abecedario de todas las cosas que contuvieren haciendo llamamiento a los mismos extractos o compendios. Y esto es tan importante que sin ellos no se puede conseguir la brevedad y facilidad en encontrarse lo que se busca, siendo preciso el que se leyere toda clase del compendio para cualquiera materia que se necesitase y con los índices se escuse esta fatiga y se logre el fin de esta obra ' ' ' .

Con lo referido parece que los registros de los archivos se hallarían en tal disposición que teniendo presente lo que hay en ellos puedan ser útiles siempre que fuere ncesario.

Auto sobre la forma que se ha de guardar en la composición de los papeles de los archivos del Consejo.

Madrid, 28 de mayo de 1705. (AHN, Inq., lib. 864, fols. 279 v-280r.)

En la villa de Madrid, a veinte y tres días del mes de mayo de mil se­tecientos y cinco años, el Exmo. Sr. Obispo de Ceuta, Inquisidor Gene­ral ^^"f y los Señores del Consejo de S. M. de la Santa General Inquisi­ción, habiendo visto un piapel dado a Su lima, por el licenciado D. Juan Fernández Zapata, prior de la Iglesia del Palacio de Logroño, sobre la forma de guardar en la composición de los archivos de las Secretarías del Consejo y el auto dado por el Exmo. Sr. arzobispo de Valencia en 19 de diciembre de 1697 y otro del Consejo de 28 de marzo de este año sobre lo mismo, dijeron que en la ejecución y cumplimiento de dichos autos, el re­ferido D. Juan Fernández Zapata observe y guarde la regla y distribución que se expresa en dicho pajiel para que tenga efecto la compwsición de los archivos, formando un compendio y índice para los papeles de cada una de las Secretarías. Y los señalaron Rubricado de Su lima, y señores del Consejo. De Granedo; Obispo de Avila, Arzamendi; Cárdena; Migueles; Soto; Dicastillo; Navia; Femás.

^1* Dentro de esta disposición caben los inventarios que a continuación trans­cribimos.

" » Cfr. not. 48. lao Don Vidal Marín, inquisidor general de 1705-1709. Designado para sustituir

al conflictivo Baltasar de Mendoza. Su nombramiento tuvo visos de recompensa por la defensa de Ceuta frente a los ingleses durante el comienzo de la Guerra de Su­cesión Española. Cfr. Lea, op. cit., vol. II, pág. 178.

190 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

Documento número Jf.

INVENTARIO DE LA SECRETARIA DE ARAGÓN

A H N , Inq., lib. 310.

Inventario de todos los libros, asi antiguos como modernos, que se halla­ban en el archivo de la Secretaria de Aragón del Consejo de S. M. de la Santa General Inquisición, que por su mandato se han colocado en este armario, para mejor custodia, y de otros que han quedado' en la referida secretaria y archivo *^'.

Bulas

1. Cinco tomos de Bulas Originales, que el primero empieza con copia de una bula de Urbano IV, dada el año primero de su Pontificado que fue el de 1261 y prosigue con los de ios Sumos Pontífices, Inocencio IV, Pío I I , Sixto IV, Inocencio VIII , Alejandro VI, y Julio I I . En 83 folios.

2. El tomo segundo, que empieza con la bula de León X, dada en 18 de abril de 1518, prosigue con las de Adriano VI y Clemente VII . En 96 folios.

3. Tomo 8.°, que empieza con la bula de Paulo I I I , dada en 21 de diciembre de 1584, prosigue con las de Julio I I I , Paulo IV, Pío IV y S. Pío V. En 181 folios.

4. Tomo I.", que empieza con bula de Gregorio XII I , dada en 17 de julio de 1572, prosigue con las de Sixto V, Gregorio XIV, Clemente VIII , Paulo V. En 196 folios.

121 pji este libro 1.310 existen dos copias de este iiúsmo inventario, una que parece ser el borrador y es la que nosotros hemos utilizado. Y otra con añadiduras de principios del siglo xix. Hemos utilizado la primera porque nos interesaba cono­cer el estado en que el arciiivo queda tras la reorganización de principios del si­glo xvni. Este inventario de la Secretaría de Aragón se realiza a mediados del siglo.

Para el contejo de estos inventarios con los fondos actuales nos han sido espe­cialmente útiles la guía del archivo y la guía de la sección. Sánchez Belda, Ouia del Archivo Histórieo Nacional (Valencia, Tipografía Moderna, 1958), págs. 117-181. La guía mecanografiada de la sección, obra de doña Natividad Moreno. Pero, sobre todo, nos han ayudado los ficheros de la sección, puestos generosamente a nuestra disposición para su consulta por doña Maruja Vergara, actual encargada de la sección. Aprovechamos estas líneas para expresarle nuestro agradecimiento.

Existe también un inventario, el núm. 885 bis, que recoge los libros y legajos que en su día se trajeron de Simancas al AHN, señalando la signatura antigua y la actual. El inventario nos parece especialmente útil en cuanto tabla de correspon­dencia de algunas obras escritas con anterioridad al traslado, como las de Leía y SchSfer, pero es demasiado sumario para proporcionar una idea adecuada de los fondos actuales de la Sección de Inquisición de AHN. Lo hemos utilizado para sacar la base documental de Lea a la que antes hemos aludido.

El Archho del Consejo de la Inquisición 491

5. Tomo 5.", que empieza con bula de Gregorio XV, dada en 6 de agosto de 1621, prosigue con las de Urbano VIII, Inocencio X, Alejan­dro Vi l , Clemente IX, Clemente X, Inocencio XI, Inocencio XII, Cle­mente XI, Inocencio XIII, Benedicto XIII, Clemente XII y Benedicto XIV. Encuadernados todos en badana negra '^^.

6. Cuatro libros de copias de las bulas antecedentes, que el primer tomo tiene 292 hojas, el segundo 463, el tercero 444 y el cuarto que se intitula Libro tercero, tomo 2.", empieza en folio 421 por haber sido en lo antiguo un tomo y dividióse después en dos para el mejor manejo y sigue sus folios hasta 742, sin incluir el índice que tiene al principio. Todos encuadernados en badana negra '^''.

7. Tres tomos del índice General de los cinco libros de bulas origi­nales y de los cuatro de copias. El primero que contiene 222 folios sin los de la dedicatoria, advertencias y alfabeto. VA segundo 167 y el tercero 189. Encuadernados en tafilete y dorados ^^*.

Cédula» reale»

8. Catorce libros de registro de Cédulas Reales, exiiedidas desde el año 1497, hasta el de 1758 " " .

[Decretos Reales y consultas originalesl

9. Un libro en 691 folios intitulado: libro primero de Decretos Rea­les originales Generales y consultas, desde el año de 1477, hasta el de 1589 " ° .

122 Estos libros, actualmente AHN, códices libs. 1B-5B. Mencionados y utili­zados pod Llórente, Colección de hulaa y breves eapedidoa por los Sumos Pontífices en asuntos de inquisición desde su establecimiento. Sus originales están en cuatro tomos muy grandes y gruesos en vitela con sellos de cera o de plomo pendien­tes. Yo los hice transportar del archivo del Consejo Real de la Santa Inquisición a la biblioteca particular del Rey». Historia crllica (1935, vol. I, tom. I), pág. 26.

Kstos tomos también son la base del bularlo de Llorca. Y de aquí se sacaron las bulas reproducidas por Fita. Fita, F., «Nuevos datos para escribir la historia de los judíos españoles» (Bol. de la Real Academia de la Historia, XVI, 1889), pági­nas 813-846; U2-4»! y 561-600.

123 Se trata de la recopilación hecha por Francisco González, de Lumbreras en 1566 por mandato de Fernando de Valdés, AHN, códices 174B-1T7B. Utilizada ya por Llórente, Anales I, pág. 280. También utilizada por Llorca, que desconocía la revisión de Domingo de la Cantolla. «Esta colección es sumamente abundante y en ella hemos encontrado algunas transcripciones de documentos que no se hallan en otras partes. En estos casos ésta ha sido la base de nuestra edición». Llorca, op. cit., pág. 11.

12-4 índice General de cinco libros de bulas y breves originales y de los cuatro copias de ellos formado por Dn. Miguel Antonio de Cotraterría. AHN, códices libs. 9B, lOB, UB.

125 AHN, Inq. libs. 242-256. 12« AHN, Inq. lib. 100; «Libro 1.° de Decretos Reales y consultas originales

492 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

10. Otro intitulado: Libro segundo de Decretos Reales y Consultas Originales Generales desde el año de 1590 hasta el 1599, en 848 folios **'.

11. Otro intitulado: Libro tercero de Decretos Reales, consultas Ori­ginales Generales desde 1600 a 1619. En 752 folios.

12. Otro intitulado: Libro cuarto de Decretos Reales y Consultas Ori­ginales Generales desde el año de 1620 hasta el de 1629, En 692 folios.

18. Otro intitulado: Libro quinto de Decretos Reales y Consultas Originales, desde el año de 1630 hasta el de 1688. En 866 folios.

14. Otro intitulado: Libro sexto de Decretos Reales y Consultas Ori­ginales, desde el año 1633 hasta el de 1638. En 1.080 folios.

15. Otro intitulado: Libro séptimo de Decretos Reales y Consultas Originales, desde el año de 1640 hasta el de 1669, con 1.100 folios " * .

16. Para formar los 7 libros de Consultas Decretos Originales, se des­hicieron los que había antes y fueron los tomos primero, segundo, tercero, cuarto, quinto, séptimo y decimotercero, por lo que para ordenarlos y porque faltan los tomos 19, 24 y 28, desde tiempo anterior y que se ignora su paradero, ha sido preciso mudar a los demás el número del tomo j>ara que no haya confusión en las citas del índice de ellos que voy formando y así el libro que antes era tomo sexto viene a ser hoy tomo octavo, que es el siguiente ^**.

17. Otro intitulado: Libro octavo de Decretos Reales y Consultas Ori­ginales Generales desde el año de 1638 hasta 1639. En 585 folios.

18. Otro intitulado: Libro 9 de Decretos Reales y Consultas Originales Generales, año de 1642 a 1648. En 566 hojas.

19. Otro intitulado: Libro décimo de Decretos Reales y Consultas Ori­ginales Generales, año de 1644 a 1645, con 828 hojas.

20. Otro intitulado: Libro décimo, tomo 2.°, Decretos Reales y Con­sultas Originales Generales año de 1646 a 1648 ; con 449 folios'.

21. Otro intitulado: Libro 11, Decretos Reales y Consultas Originales Generales, año 1649 a 1652 ; con 407 hojas.

22. Otro intitulado: Libro 12, Decretos Reales y Consultas Originales Generales, año de 1653 a 1659, con 369 hojas " " .

23. Otro intitulado: Libro 14, Decretos Reales y Consultas Originales Generales, año 1569 a 1676. Consignaciones reales y medias annata ^^'',

que principia en 1914 y tiene 696. Secretaría de Aragón. 1514-1589». La fecha inicial que se da en el inventario bien puede ser un error de inventariador.

127 AHN, Inq., lib. 101. El título coincide con este aquí inventariado. Pero este libro actualmente tiene añadidos cuadernillos que pueden corresponder a las con­sultas originales motivadas por el conflicto de Antonio Pérez en 1591 y que en este inventario figuran aparte por las razones que explicaremos más arriba.

138 Los núms. 11-15 corresponden a AHN, Inq. libs. 270-274. 12» Esta nota es del autor del inventario. En ella se refleja la labor de Cantolla,

que afirma haber ordenado y compuesto estos libros. C£r. Apéndice ({octtni«ntai, doc. núm. 1, fol. 187v. Una idea del estado anterior de estos lilwos nos la da Argue­llo. Cfr. lib. 1275, fols. 85r-89r.

130 i^s núms. 17-22 corresponden a AHN, Inq., libs. 275-80. 131 Lo subrayado es añadidura posterior al inventario. Cfr. AHN, Inq. lib. 282.

Este libro actualmente se extiende hasta el año 1706.

£1 Archivo del Consejo de la Inquisición 498

con 387 folios y la liquidación del secuestro de Diego Rodríguez Cardoso. 24. Otro intitulado: Libro 15, Decretos Reales y Consultas Originales

Generales, año 1588 a 1594. Recursos. Con 481 hojas " * . 25. Otro intitulado: Libro 16, Decretos Reales y Consultas Originales

Generales, año 1584 a 1617, con 848 hojas. 26. Otro intitulado: Libro 17, Decretos Reales Consultas Originales

Generales, año 1587 a 1702. Relajar. Con 486 hojas. 27. Otro intitulado: Libro 18, Decretos Reales y Consultas Originales

Generales, año 1608 a 1701. Visitas de navios, con 488 hojas ^ ' ' .

28. Otro intitulado: Libro 20, Decretos Reales y Consultas Originales Generales, año de 1605 a 1701. Breve de fructibus. Con 654 hojas ^^*.

29. Otro intitulado: Libro 21. Decretos Reales y Consultas Originales Generales, año 1606 a 1702. Inquisiciones de Indias. Con 419 hojas.

80. Otro intitulado: Libro 22. Decretos Reales y Consultas Originales y generales, de 1617 a 1704. Recursos y Bigamia. Con 479 hojas.

31 . Otro intitulado: Roma. Libro 28. Decretos Reales y Consultas Ori­ginales Generales, año 1619 a 1689. Supresión de Canongías del Patronato Real. Con 456 hojas " * .

82. Otro intitulado: Libro 25. Decretos Reales y Consultas Originales Generales, año 1627 a 1696, para leer libros. Con 482 hojas.

33. Otro intitulado: Libro 26. Decretos Reales y Consultas Originales, año 1627 a 1696. Actos positivos. Con 381 hojas.

34. Otro intitulado: Libro 27. Decretos Reales y Consultas Originales, año 1683 a 1708. Ventas de oficios y sobre la Inquisición de Portugal. Con 587 hojas " * .

85. Otro intitulado: Libro 29. Decretos Reales y Consultas Originales Generales, año 1640 a 1678. Con 427 hojas.

86. Otro intitulado: Libro 80. Decretos Reales y Consultas Originales Generales, año 1642 a 1699. Recursos. Con 885 hojas ^'^.

37. Otro intitulado: Libro 31 . Decretos Reales y Consultas Originales

Generales, año 1648 a 1649. Recursos protonotario. Con 441 hojas. 88. Otro intitulado: Libro 82. Decretos Reales y Consultas Originales

Generales. Año 1651 al 1660. Recursos protonotario. Con 421 hojas ^^*. 39. Otro intitulado: Barcelona, libro 1." Decretos Reales y Consultas

Originales. Año 1537 a 1680. Con 484 hojas.

132 Ib. lib. 281. 133 Los núms. 25-27 corresponden ib., libs. 288-285. 13* El libro actual ib. lib. 286, se extiende hasta 1710 y tiene algunos docu­

mentos desde 1570. 135 Los núms. 29-81 corresponden a AHN., Inq., libs. 288-290. 136 i^s núms. 82-84 corresponden a ib., libs. 291-298. El 292 se extiende actual­

mente hasta 1708. 13' Los núms. 85-36 corresponden a AHN, Inq., libs. 295-296. 138 Los núms. 87 y 38 corresponden al AHN, Inq., lib. 297-298. Se trata de los

recursos a Roma en el proceso contra el protonotario don Jerónimo de Villanueva.

491 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

40. Otro intitulado: Barcelona, libro 2.° Decretos Reales y Consultas Originales. Año 1682 a 1705. Con 512 hojas " ° .

41. Otro intitulado: Valencia, libro 1.° Decretos Reales y Consultas Originales. Año 1525 a 1708. Con 49.3 hojas '*".

42. Otro intitulado: Zaragoza, libro 1." Decretos Reales y Consultas Originales. Año 1583 a 1691. Con 552 folios.

43. Otro intitulado: Zaragoza, libro 2.° Decretos Reales y Consultas Originales. Año 1616 a 1707. Con 392 hojas.

41 . Otro intitulado: Zaragoza, libro 3.° Decretos Reales y Consultas Originales, sobre el colegio mayor de Huesca. Con 482 hojas '*^.

45. Otro intitulado: Mallorca, libro 1." Decretos Reales y Consultas Originales. Año 1503 a 1667. Con 564 hojas.

46. Otro intitulado: Mallorca, libro 2." Decretos Reales y Consultas Originales. Año 1668 a 1701. Con 505 hojas.

47. Otro intitulado: Mallorca, libro 3." Decretos Reales y Consultas Originales. Año 1678 a 1703. Con 572 hojas.

48. Otro intitulado: Mallorca, libro 4.° Decretos Reales y Consultas Originales. Año 1519 a 1705. Con 461 hojas " ^

49. Otro intitulado: México, libro 1." Decretos Reales y Consultas Ori­ginales. Año 1620 8 1708. Con 440 folios " ^

50. Otro intitulado: Cartagena, libro 1." Decretos Reales y Consultas Originales. Año 1609 a 1708. Con 620 hojas ^*\

51. Otro intitulado: Palermo, libro 1.° Decretos Reales y Consultas Originales. Año 1628 a 1705. Escala franca. Con 510 folios **'.

52. Otro intitulado: Inquisidores Generales, libro 1.° Decretos Reales y consultas originales. Año 1600 a 1660. Gracias y recomendaciones.

58. Otro intitulado: Inquisidores Generales, libro 2.° Decretos Reales y Consultas Originales. Año 1660 a 1707 ^*\

54. Otro intitulado: Cerdeña, libro 1.° Decretos Reales y Consultas Originales. Año 1591 a 1668.

55. Otro intitulado: Cerdeña y Logroño, libro 2.° Decretos Reales y Consultas Originales. Año 1664 a 1705. Con 717 hojas " ^

56. Otro intitulado: Zaragoza. Decretos Reales y Consultas sobre la causa de Antonio Pérez, Secretario de Estado de S. M. y incidentes de ella. Año 1590. Libro 1.° con 456 hojas.

57. Otro intitulado: Zaragoza. Decretos Reales y Consultas sobre la

i ' " Los núms. 39 y 40, AHN, Inq., libs. 309-310. i*» Ib., lib. 315. 1*1 Los núms. 42-44, ib., libs. 811-814. " 2 Los núms. 46-48, ib., libs. 811-814. 1 " Ib., lib. 804. i*« Ib., lib. 805. 1 " Ib., lib. 808. I'»» Los uúras. 52-53, AHN, Inq., libs. 299-300. El libro 299 contiene también

documentación desde mediados de! siglo xvi y el .300 se extiende hasta 1708. »*' Los núms. 54-55, AHN, Inq., libs. 801-802.

El A rchivu del Consejo de la Inquisición 495

causa de Antonio Pérez, secretario de Estado de S. M. y incidentes de ella. Año 1591. Libro 2.° Con 157 hojas*"*.

58. Otro intitulado: Monte Santo de Granada. Decretos Reales y Consultas sobre las reliquias y láminas. Año leOi a 1636. Con 523 hojas *•".

59. Otro intitulado: Correspondencia del Consejo con los Inquisidores Generales Quiroga y Espinosa. Año 1570 a 1618. Con 308 hojas " " .

60. Otro de: Correspondencia con el Sr. Aliaga desde 1619 a 1622 ' ° \ 61. Otro intitulado: Portugal. Decretos Reales y Consultas sobre que

los presos de las Inquisiciones de Castilla se remitan a las de Portugal y otras varias. Año 1684 a 1636. Con 385 hojas.

62. Otro intitulado: Portugal. Decretos y Consultas sobre Perdón Ge­neral de Cristianos Nuevos y otras cosas. Año 1622 a 1632. Con 626 *'•'.

Causa de fe del Sr. Arzobispo de Toledo, Carranza

63. Treinta y siete libros de la Causa de Fe seguida contra el limo. Sr. Dn. Fray Bartolomé de Carranza Arzobispo de Toledo '^".

El 1.° intitulado: Libro 1.° Carranza. Traslado de testificaciones. Con 528 hojas.

El 2.°, de audiencias, en 1.127 hojas. El 3.°, de audiencias, en 514 hojas. El 4.°, de audiencias, tercer cuaderno, en 173 hojas. El 5.°, de audiencias o sesiones que se tuvieron con el Sr. Carranza es­

tando preso en Rom»! en dos cuadernos, que el primero contiene 162 hojas y el segundo 173 y un cuadernillo que dice «Autos y inventario tocantes a la causa del Reverendísimo de Toledo que se envían a Roma y quedan en el Consejo». En 12 hojas.

1** Los mims. 56-57 creemos que han sido integrados, al menos en gran parto, en el libro 101 de esta sección de Inquisición. Así io indica que aproximadamente el 50 por 100 de este libro está dedicado a consultas de Zaragoza de los años l,)90-92. Por otra parte, los folios aparecen a veces incluso con triple numeración ¡ en un lugar del libro encontramos lo que pudo ser la portada de uno de estos libros, Con­sultas de Zaragoza (fol. 451r).

Las vicisitudes de los libros ICO y 101, que no pasaron desde el archivo inqui­sitorial al de Simancas, como toda esta serie de consultas y decretos, puede expli­carnos la actual configuración del libro 101.

1*» AHN, Inq. lib. 287. 150 Ib., lib. 597. Este libro se encuentra actualmente incluido en otra serie:

Correspondencia de inquisidores generales. 151 Ib., lib. 598. Este libro se añadió con posterioridad al inicio del inventario. 152 Los últimos números de esta serie del inventario aparecen actualmente dis­

persos e incluso algunos trastrocados. Ello se explica quizá porque de estos dos úl­timos libros (núms. 57-58) sólo el segundo es localizable, AHN, Inq., lib. 294.

153 Parte de los libros del proceso de Carranza que a continuación se enumeran están en la Real Academia de la Historia y parte entre los fondos inquisitoriales del AHN, serie calificaciones y censuras. Cfr. Tellechea Idígoras: Fray Bartolomé de Carranza. Documentos históricos. Archivo Documental Español, tomo XIX (Ma­drid, 1978); Comentarios sobre el catecismo cristiano, ed. crítica (Madrid, BAC, 1972).

496 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

El 6.°, calificaciones de prelados del Catecismo y cartapacios del Sr. Ca­rranza. Sin foliar.

El 7.°, respuestas a la acusación. Sin foliar. El 8.°, calificaciones y respuestas. Sin foliar. RI 9.°, réplicas y otros. Sin foliar. El 10, de ratificaciones, en 100 hojas. El 11, de defensas, con 886 hojas. El 12, recusación original del Sr. Valdés y dos consejeros. El 13, recusación del Sr. Valdés. Copia en 863 hojas. El 11, autos hechos contra los guardas del Sr. Carranza y otros varios. El 15, cartas del Rey y del Papa sobre la Causa del Sr. Carranza, desde

el año 1560 hasta el de 1579. Con 854 hojas. El 16, registro de cartas y relaciones a S. M. En 488 hojas. El 17, de cartas de Roma a S. M. y Consejo, 1568 a 1578. Sin foliar. El 18, cartas de varias partes: 1561 a 1578. Sin foliar. El 19, cartas de los gobernadores del Arzobispado: 1568 a 1576. El 20, cartas de 1554 a 1576. El 21, secuestros y libranzas. El 22, inventario de Alcalá y gastos de alimentos y otros. El 23, cuentas de las rentas de Carranza tomadas de orden de S. M. El 24, comentarios sobre el catecismo cristiano impreso el año 1558, su

autor el Sr. Carranza. Los libros 25, 26, 27 y 28 ' " ' ; libio 29 con 274 folios; el 80 con 271 ;

el 31 con 557; el 32 con 276; el 33 con 353 ; el 84 con 258 y los libros 35, 36 y 37 sin foliar, copias de los cartapacios del Sr. Carranza y borradores.

[Proceso de D. Francisco de los Cobos'\ ,

64. Un envoltorio cerrado con lacre, que tiene .el rótulo siguiente: Proceso que en virtud de comisión particular de S. M. se hizo contra D. Fran­cisco de los Cobos y Luna, Marqués de Camarasa y Capitán de la Guardia Española. Fue dado por libre. Y los procesos contra el licenciado Gachapay y Diego Ramiro, testigos que depusieron contra el Marqués, que fueron condenados a galeras.

Su Magestad mandó que Maiser Real, su secretario, en cuyo poder es­taban estos papeles, me los entregase y que yo los diese rubricados de mi mano y cerrados y sellados con su Real Sello al Sr. Cardenal Inquisidor General, para que los hiciese poner en los archivos del Santo Oficio, donde están a mano para cuando fueren menester. Pedro de Contreras *'".

[Jlecoptíociíín]

65. Diez tomos de folio, intitulados: Diversos para la recopilación ***.

15* Aparece tachado: (Copias de los cartapacios de dicho señor». iss Hasta el momento no hemos encontrado estos fondos en el AHN. '"• Estos libros son fruto de la labor recopiladora de Juan Dionisio Porto-

El Archivo del Consejo de la Inquitición 497

[Cartas Acordadatli

66. Cuatro tomos de cartas acordadas 157

[Autos]

67. Un tomo de autos originales del gobierno desde el año de 1630 en adelante *'*.

[Concordias}

68. Cinco tomos de concordias y otros varios para la recopilación ' " .

[Inquisidores Generales: Provisiones y despachos]

69. Un tomo intitulado Libro 1.°, tomo 2.° Inquisidor General Mer­cader. Año 1513 a 1516.

70. Seis tomos intitulados Inquisidores Generales, que el primero em­pieza año 1574 y acaba en el de 1600.

71. El 2.°, desde 1583 hasta 1621. 72. El 8.°, desde 1618 hasta 1631. 78. El 4.°, desde 1681 hasta 1648. 74. El 5.°, desde 1643 hasta el de 1706 ^'". 75. Y el 6.° comienza en 1707 y sigue hasta 1749 ' " .

carrero. AHN, Inq. libs. 1216-1224.. Cfr. Apéndice (¡ocvmcntaJ, doc. núm. 1, fol. 184v.

1 ' ' AHN, Inq., libs. 497-500. Se trata de una copia de acordadas sacada posi­blemente a fines del siglo xvi o principios del xvn, a partir de dos tomos de regis­tros de cartas acordadas a los que se remite en notas al margen. Estos tomos desaparecieron en alguno de los intentos recopiladores. En AHN, Inq. Hb. 1238, fols. 81r-155v, encontramos parte de uno de estos antiguos registros. Así nos lo indica una nota de Cantolla: «Estos cuadernos de Cartas Acordadas se quitaron de un pergamino maltratado en que estaba, que en él tenía por título Libro donde están registradas Cartas Acordadas que se han dado por los Señores del Consejo de la General Inquisición. Y se nota que la primera carta es del Sr. Dn. Alonso de Manrique de 1.° de septiembre de 153i y la última de 80 de septiembre de 1619 y tiene hojas útiles. Y las demás que había blancas en dos cuadernos se quitaron. Madrid 24 de septiembre de 1708». Toda esta problemática quedará más ampliamente estudiada en el Corpus de legislación inquisitorial que un equipo de personas vinculadas al Departamento de Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Madrid prepara bajo la dirección de don Miguel Aviles.

158 Actualmente aparece entre la serie «Registro de Secretaría de Cámara». AHN, Inq. lib. 878.

is» Ib., libs. 1210-1215. 1*" Los núms. 71-74, ib., libs. 357 y 361-64. Entre ellos se encuentran mezclados

libros de las correspondencias de los inquisidores Quiroga y Espinosa. i"! AHN, Inq. lib. 365. Este libro fue añadido a la primitiva redacción del

inventario.

498 Revista de Archwos, Biblicrtecas y Museot

[Vario» para la recopilación}

76. Un tomo manuscrito en vitela, intitulado: Libro 11. Práctica seu tractatus officii Inquisitionis Tolosae. Autor: Rmus. P . M. Fr. Bernardus Guidonis Ord. Pred. Inquisitor Generalis Tolosae. Anno 1811 '"".

77. Otro intitulado: Libro 12. Instrucciones Originales del Sr. In­quisidor General Torquemada y otros varios para la recopilación. Con 292 hojas " \

78. Otro: Libro 12 de papeles de la Compañía de Jesús. Roma. 79. Otro intitulado: Libro 13. Instrucciones originales y varios para

la recopilación. Con 580 hojas. 80. Otro: Libro 13 de cartas del Sr. Cabrera al Sr. Arce. Recopila­

ción >" . 81 . Otro intitulado: Libro 11. Instrucciones, Cartas y varios. Reco­

pilación. Con 476 hojas. 82. Otro intitulado Libro 15. Instrucciones del Santo Oficio. Recopi­

lación. Con 198 hojas. 83. Otro intitulado Libro 16. Abecedario de Cartas Acordadas para

la Recopilación. 84. Otro libro 17. Cartas acordadas a Valladolid, Sevilla, Murcia y

otros varios para la Recopilación. 85. Otro libro 18. Resumen de Cédulas Reales, acordadas de Grana­

da. Varios Recopilación. 86. Otro Libro 19. Varios para la recopilación. Hay decretos y con­

sultas originales, con 963 hojas. 87. Otro Libro 20. Cosas notables. Recopilación ' ' ° .

88. Otro libro 21. Epítome de la jurisdicción del Santo Oficio y otros varios recopilación.

89. Otro Libro 22. Cartas acordadas del Consejo. Año 1575 a 1620. 90. Otro Libro 23. Alegaciones para la jurisdicción y práctica del

Santo Oficio. 91 . Otro Libro 23. Registro de cartas acordadas. Año 1574 a 1607.

Y varias, recopilación '*^. 92. Otro Libro 24. Cartas y despachos de Canongías y rendimientos

de frutos al Santo Oficio y oficiales. Año 1559 a 1627 " * .

93. Otro, Libro 25. Ejemplares de voz activa y pasiva de ministros de Sicilia. Para la recopilación.

1*2 En este libro se inicia la serie de Vario» para !o recopilación, compuesta por Cantolla. Numera a partir del 11 portiue integra los de Portocarrero.

163 A H N , Inq. lib. 1225. >»* Ib. , lib. 1226. IOS Los núras. 82-87, ib., libs. 1227-1282. 160 Ib. , lib. 1288. 107 Ib. , lib. 1284. i«» Ib., lib. 1285.

El Archivo del Consejo de la Inquitiñón 4-99

94. Otro, Libro 26. Alegaciones varias por la jurisdicción del Santo Oficio. Recopilación.

95. Otro, Libro 27. Alegaciones y otros. Varios recopilación.

96. Otro, Libro 28. De haeretica. Del Inquisidor Evia de Oviedo. Y varias |>ara la recopilación.

97. Otro, Libro 29. Informaciones de limpieza y otros actos positivos. Para la recopilación.

98. Otro, Libro 80. Inquisición de la mar desde 1616 a 1622. Y va­rios recopilación.

99. Otro, libro 30. Medias annatas, ventas de varas y fábrica de Se­villa. Recopilación.

99. Otro, libro 30. Medias annatas, ventas de varas y fábrica de Se­villa. Recopilación.

100. Otro, Libro 32. Provisiones reales del Consejo y resumen. Re­copilación.

101. Otro libro 38. Edictos de la fe en cada inquisición. Recopila­ción '"».

102. Otro, Libro :H, Scriniolum Santae Inquisitionis Astensis. Reco­pilación, impreso año de 1610 " " .

103. Otro Libro 85. Autos generales de fe. Recopilación. 101. Otro Libro 36. Casos. Varios, recopilación. 105. Otro, Libro 37. Alegaciones y otros varios para la recopilación. 106. Otro, Libro 38. Alegaciones. Para la recopilación " ' . 107. Otro, libro 39. Alegaciones. Sres. oficiales de la Inquisición. Re-

•1 • ' 1 7 3

copilacion . 108. Otro, Libro 40. Alegaciones por la jurisdicción. Recopilación. 109. Otro, Libro 41. Varios para la recopilación. 110. Otro, Libro 42. Varios del Sr. Arévalo. Recopilación. 111. Otro, Libro 43. Varios notables para la recopilación. 112. Otro, libro 44. Varios para la recopilación. 118. Otro, libro 45. Varios para la recopilación. 114. Otro, Libro 46. Varios para la recopilación. 115. Otro, libro 47. Varios para la recopilación. 116. Otro, Libro 48. Varios, recopilación. 117. Otro, Libro 49. Varios, recopilación. 118. Otro, Libro 50. Varios, recopilación. 119. Otro, Libro 51. Varios, recopilación.

i«9 Los núms. 94-101, ib., libs. 1236-1244. 1^" So trata de un libro impreso que recojo las proliibiciones do libros dictadas

por la Inquisición Romana, Actualmente no se encuentra entre los fondos del AHN, a pesar de que estuvo en Simancas (s. i. 95.3). Sin embargo, se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid. Cfr. .Scriniolum, Scriniolum Santae Inquisitioni» Astensis in quo quaequmque ad id muiicríd... (Astae, apud Vilgilium de Zagrandii, 1610). BNM: 3-42072.

» " Los núms. 103-105, AHN, Inq., libs. 1245-4T. 1 " Ib. , lib. 1248.

500 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

120. Otro, Libro 52. Varios, para la recopilación, del inquisidor Vi­toria.

121. Otro, Libro 58. Varios para la recopilación. 122. Otro, Libro 54. Varios para la recopilación. 128. Otro, libro 55. Varios para la recopilación. 124. Otro, Libro 56. Varios para la recopilación. 125. Otro, Libro 57. Varios para la recopilación. 126. Otro, Libro 58. Varios para la recopilación. 127. Otro, Libro 59. Varios para la recopilación. 128. Otro, Libro 60. Cera de la Candelaria y varios ¡wra la recopi­

lación. 129. Otro, libro 61 . Diversos para la recopilación. 130. Otro, Libro 62. Recopilación del Santo Oficio de Murcia. Au­

tor, Inquisidor Flórez. Año de 1606. 181. Otro, Libro 68. Ordenes de Gobierno. Recopilación. 132. Otro, Libro 64. Varios para la recopilación. 138. Otro, Libro 65. Varios para la recopilación ^'".

Libros de registro de Secretaria de Cámara

134. Un libro intitulado: Registro 1." de Cámara del Sr. Espinosa. Inquisidor General. Año 1567 a 1572. Y del Inquisidor General Quiroga. Año 1578 a 1574. Castilla y Aragón ^'*.

135. Otro: Registro 1.° de Cámara del Sr, Acevedo, Inquisidor Ge­neral. Año de 1603 hasta 1608. Castilla y Aragón " ' .

186. Ot ro : Registro primero de Cámara del Sr. Cardenal Sandoval, Inquisidor General. Castilla y Aragón. Año de 1610 a 1618 "*.

137. Otro: Registro 1.° de Cámara del Sr. Aliaga, Inquisidor Gene­ral. Año de 1619 hasta 1622. Castilla y Aragón.

188. Otro, Registro 1.° de Cámara del Sr. Pacheco, Inquisidor Ge­neral año de 1622, hasta 1626. Aragón " ^

189. Ot ro : Registro 1.° de Cámara del Sr. Cardenal ¡Sapata, Inquisi­dor General. Castilla año de 1627 hasta 1682 " * .

140. Ot ro : Registro 1.° del Sr. Arzobispo de Damasco, Inquisidor General. Castilla 1.°, desde 1632 a 1638. En 287 hojas.

141. Otro: Libro 2.° de la Corona de Castilla del Sr. ArzobisjX) de Damasco, Inquisidor General, desde el año 1688 hasta 1643.

142. Otro: Libro 1.° de la Corona de Aragón del Sr. ArzobisiK) de Damasco Inquisidor General, desde 1632 hasta 1643 ^ " .

1 " Los núms. 108-133, ib., libs. 1249-1278. i'< Ib., lib. 856. " s Ib., lib. 867. " » Ib., lib. 866. i'7 Los núms. ISr-l.Sg, ib., libs. 868-369. 178 Ib., lib. 872. i'o Loa núms. 140-142, ib., libs. 374-376.

El Archivo del Consejo de la Inquisición 501

148. Otros cuatro Libros de Registro de Cámara del tiempo del Sr. Dn. Diego de Arce Reinoso, que el primero empieza año de 1645 y acaba el de 1655. El tercero, que empieza en el de 1660 y acaba en el de 166.'5. Y el 4.°, que empieza en dicho año y acaba en el de 1665.

144. Otros dos registros de referido Sr. Arce Reynoso, por lo tocante a la Corona de Aragóo, que el primero empieza en el año 1645 y acaba en el de 1658. Y el segundo, que empieza en el de 1659 y acaba en el de 1665 " " .

145. Ot ro : Libro 1.° de registros de Cámara del Rmo. Sr. P . Juan Everardo, Inquisidor General, tocante a las Coronas de Aragón y Castilla, que comprende desde 18 de noviembre de 1666 hasta 21 de mayo de 1669 * " .

146. Ocho libros de Registro de Cámara del Sr. Inquisidor General 1). Diego Sarmiento de Valladares por lo tocante a la Corona de Castilla, que comprende desde 1 de diciembre de 1669 hasta 28 de Enero de 1695,

147. Otros cinco libros de Registro de dicho Sr. Valladares, que com­prenden desde dicho año 1669 hasta el de 1695 *'*.

148. Tres libros de Registros de Secretaría de Cámara del Sr. Inqui­sidor General Dn. Fr. Héctor Tomás de Rocaverti, arzobispo de Valencia, por lo tocante a la Corona de Castilla, que comprenden desde 28 de Julio de 1695 hasta 12 de junio de 1699.

149. Otros tres registros del mismo Sr. Rocaverti por lo tocante al Reino de Aragón, que comprenden desde 4 de agosto de 1695 hasta 12 de marzo de 1699. Y en el tercero empieza el Registro de Cámara del Sr. Dn. Baltasar de Mendoza, su sucesor ^'^.

150. Dos Libros de Registros de Cámara por lo tocante a la Corona de Castilla de tiempo del Sr. Inquisidor General D. Baltasar de Mendoza, que comprenden desde 4 de diciembre de 1699 hasta 20 de abril de 1705.

151. Otro Registro del referido Sr. Mendoza, por lo tocante a la Corona de Aragón y que comprende desde 4 de diciembre de 1699 hasta 4 de abril de 1705 " * .

152. Tres Libros de Registro de Secretaría de Cámara del Sr. Inqui­sidor General Dn. Vidal Marín, por lo tocante a la Corona de Castilla, que empieza el primero, en cuatro de mayo de 1705 y que acaba, el tercero, en 10 de marzo de 1709.

158. Otros dos libros de registro, por lo tocante a la Corona de Ara­gón, del mismo Sr. Inquisidor General, Marín, que empiezan en 2 de mayo de 1705 y acaban en 26 de febrero de 1709 ^ " .

154. Un libro de Registro de Secretaría de Cámara del Sr. Inquisidor General Dn. Antonio Ibáñez de la Riba Herrera, por lo tocante a la Co-

1«0

181 183 183 184 185

Ib., libs. 881-886. Ib., Ub. 887. Ib., libs. 889-401. Los núms. 148-149, Los núms. 150-151, Los núms. 152-158,

ib., ib., ib.,

, libs. , libs.

libs.

400-407. 408-409. 411-415.

502 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museo»

roña de Castilla, que comprende desde 2 de mayo de 1709 hasta 30 de agos­to de 1710.

155. Otro del mismo señor, por lo tocante a la Corona de Aragón, que comprende desde 30 de abril de 1709 hasta 29 de Agosto de 1710 " * .

156. Un Libro Registro de Secretaría de Cámara del Sr. Inquisidor General Cardenal Yudize ^ " j jwr lo tocante a la Corona de Castilla, que empieza en I* de marzo de 1712 y acaba en 1 de enero de 1717.

157. Otro del mismo señor por lo tocante a la Corona de Aragón, que empieza en 14 de abril de 1712 y acaba en 29 de diciembre de 1716 '"".

158. Cinco Libros de Registro de Secretaría de Cámara del Sr. Inqui­sidor General, ü . Juan de Camargo, por lo tocante a la Corona de Casti­lla, que el primero empieza en 8 de octubre de 1720 y el quinto acaba en 21 de mayo de 1788.

159. Otros tres del mismo señor, por lo tocante a la Corona de Ara­gón, que el primero empieza en 8 de octubre de 1720, y el tercero finaliza en 26 de abril de 1783 '*".

160. Tres libros de Registro de Secretaría de Cámara del Sr. Inqui­sidor General Dn. Andrés de Orbe ' ' ' ' , por lo tocante a la Corona de Cas­tilla, que el primero empieza en 1 de septiembre de 1738 y el 8.° finaliza en t de agosto de 1740.

161. Otros dos del mismo señor, que el primero empieza en septiem­bre de 1733 y finaliza el 2." en 22 de julio de 1740 ' " .

162. Dos Libros de Registros de Secretaría de Cámara del Sr. Inqui­sidor General D. Manuel Isidro de Orozco, que comprende desde el de

de 1741 hasta el de de 1745. 163. Otro del mismo señor, por lo tocante a la Corona de Aragón,

que comprende desde (esi>ac'io) de (espacio) de 1741 hasta (espacio) de (es­pacio) de 174... ^"^

161. Tres libros de registros de Secretaría de Cámara del Sr. Inquisi­dor General Dn. Francisco Pérez del Prado, por lo tocante a la Corona de Castilla, que comprenden desde (espacio) de (espacio) de 1745 hasta (es­pacio) de (espacio de 175... " "

165. Otros dos del mismo señor por lo tocante a la Corona de Aragón, que comprende desde (espacio) de (espacio) de 1745 hasta (espacio) de (es­pacio) de 175... " *

i»6 Los núras. 1Ó4-155, ib., libs. 416-417. 1*' Francisco Guidice, Inquisidor General entre 1710-16. 18» Los núms. 156-ir>7, AHN, Inq., libs. 418-19. 180 Los núms. 158-159, ib., libs. 420-426. 19* Andrés de Orbe y Larreátegui, inquisidor peneral 1783-40. Fue arzobispo

de Valencia y gobernador del Consejo de Castilla. 191 Los núms. 160^161, AHN, Inq., libs. 427-480. 102 Los núms. 162-168, ib., libs. 430-432. La fecha incompleU es 1T45. 193 Ib., libs. 4.'?4-436. La fecha incompleta es 1755. i"* Ib., libs. 487-38. La feclia incompleta es 1755. Estas fechas incompletas

indican el momento en la década de 1750, más concretamente entre 1753 y 1755, en que se pudo confeccionar el inventario, aunque después de 1757 se pudieron hacer las últimas adiciones al inventario. Cfr. núms. 197-199 de este inventario.

FA Archho del Consejo de la Inquisición 503

[Licencias libros prohibidos'\

166. Un libro intitulado: Registro, Libro 1.° de las licencias para leer libros prohibidos desde el 1 de febrero de 1708. Y en él están las dadas por los Sres. Inquisidores Generales Marín, Ibáñez y Yudice ' *° .

[Correspondencia de las Inquisiciones al Consejo. Jutitas de Hacienda]

167. Treinta y siete libros de Cartas de la Inquisición de Logroño, comprensivas desde el año de 1530 hasta el 1697 ^"'.

168. Tres libros de Juntas de Hacienda del mismo tribunal, compren­sivas desde el año de 1570 hasta el de 1697 ' " ' .

169. Veinte y siete libros de Cartas de la Inquisición de Zaragoza, que comprenden desde el año de 1539 al de 1697 *'*.

170. Siete libros de Juntas de Hacienda del mismo tribunal, compren­sivas desde el año de 1573 hasta el de 1697 '"*.

171. Veinte y cuatro libros de Cartas de la Inquisición de Valencia, comprensivas desde el año de 1551 hasta el de 1697 *"''.

172. Siete libros de Juntas de Hacienda del mismo tribunal, compren­sivas desde el año de 1551 hasta el de 1697 ^*'.

173. Veinte y siete Libros de Cartas de la Inquisición de Barcelona, que comprenden desde el año de 1530 hasta el de 1697 ^"' .

174. Cuatro libros de juntas de Hacienda del mismo tribunal, que com­prenden desde el año de 1587 hasta el de 1697 ^"".

175. Diez y seis libros de Cartas de la Inquisición de Mallorca, com­prensivas desde el año de 1588 hasta el de 1697 ***.

176. Cuatro libros de juntas de Hacienda del mismo tribunal, com­prensivas desde el año de 1623 hasta el de 1697. Y uno de hacienda con­fiscada en aquel tribunal.

177. Trece libros de cartas de Roma, comprensivas desde el año de 1554 hasta el de 1697 ^"°.

178. Quince libros de car tas de la inquisición de Cerdeña comprens i ­vas desde el año de 1541 has ta el de 1697.

>»5 AHN, Inq. lib. 6T1, cfr. not. 180. i»» Ib. , libs. 785-821. »«' Ib. , libs. 840-41. " « Ib., lib., 961-987. 199 Ib . , libs. 999-1005. 200 Ib. , libs. 911-988. 201 Ib. , libs. 932-958. 202 Ib. , libs. 786-760. 203 Ib. , libs., 761-764. 204 Ib. , libs. 844-858. 205 Ib. , libs. 1074-1080. Son algunos de estos libros.

501) Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

179. Veinte y cuatro libros de Cartas de la Inquisición de Palermo, comprensivas desde el año de 1583 hasta el de 1697 ^'"'.

180. Cinco libros de juntas de Hacienda del mismo tribunal, compren­sivas desde el año de 1378 hasta el de 1697 ^'".

181. Diecisiete Libros de Cartas de la Inquisición de Méjico, que comprenden desde el año de 1572 hasta el de 1697 ^''*.

18!á. Quince libros de Cartas de la Inquisición de Lima comprensivas desde el año de 1569 hasta el de 1695 " ° .

188. Doce Libros de Cartas de la Inquisición de Cartagena, que com­prenden desde el año de 1610 hasta el de 1697 ^"' .

[Relaciones de causas de / e ]

184. Doce Libros de Relaciones y Méritos de Causas de fe de la In­quisición de Valencia, comprensivas desde el año de 1555 hasta el de 1705 ' ' \

185. Siete libros de Relaciones y Méritos de Causas de fe de la Inqui­sición de Mallorca, comprensivas desde el año de 1572 hasta el de 1698 ^*^.

186. Seis libros de Relaciones y Méritos de Causas de fe de la Inqui­sición de Barcelona, desde el año de 1540, hasta el de 1692 ^*'.

187. Cinco libros de Relaciones y Méritos de Causas de fe de la In­quisición de Palermo, desde el año de 1547, hasta el de 1702 ^^''.

188. Cuatro libros de Relaciones y Méritos de Causas de fe de la In­quisición de Méjico, desde el año de 1572 hasta el de 1702 ^"'.

189. Seis libros de Relaciones y Méritos de Causas d e fe de la In­quisición de Lima, desde el año de 1570 hasta el de 1696 ^ ' ° .

190. Cuatro Libros de Relaciones y méritos de causas de fe de la In­quisición de Cartagena, desde el año de 1614 hasta el 1697 ^^'.

191. Dos Libros de Relaciones y Méritos de Causas de fe de la Inqui­sición de Cerdeña, desde el año de 1572 hasta 1678.

192. Trece libros de Relaciones y méritos de causas de fe de la In­quisición de Zaragoza, desde el año de 1562 hasta el de 1698 ^ ' ' .

208 Ib., übs. 882-896. 207 Ib., libs. 908-910. 208 Ib., libs. 1047-1068. 200 Ib., libs. 1088-1046. 210 Ib., libs. 1006-1019. 211 Ib., libs. 984-944. 212 Ib., libs. 860-866. 213 Ib., libs. T80-8S. 21* Ib., libs. 896-902. 2is Ib., libs. 1064-1067. 218 Ib., libs. 102T-1082. 21' Ib., libs. 1020-1028. 218 Ib., libs. 988-998 y 1006.

£ í Archivo del Consejo de la Inquisición 505

198. Nueve libros de Relaciones y méritos de causas de la Inquisición de Logroño, desde el año de 1537 hasta el de 1700 ^^*.

[Libros de Registros de Consultas]

194. Once libros de Registro de Consultas, que : El 1.° comprende desde el año de 1603 hasta el 1617. El 2.° desde 1617 hasta 1628. El 3." desde 1629 hasta 1684. El 8.°-4.° desde 1685 hasta 1642. El 5.° desde 1648 hasta 1646. El 6.° desde 1647 hasta 1656. El 7.° desde 1656 hasta 1667. El 8." desde 1667 hasta 1679. El 9." desde 1680 hasta 1689. El 10.° desde 1705 hasta 1744. El 11." desde 1745 en adelante ^^°.

[Cartas del Consejo a las Inquisiciones]

195. Veinte y dos libros de Registros de Cartas del Consejo a las Inquisiciones, que comprenden las escritas desde el año de 1514 hasta el de 1 6 1 9 ' " .

196. Cuatro libros de Registros de Cartas escritas por el Consejo a las Inquisiciones de Indias, desde el año de 1568 hasta el de 1668 ^^'.

197. Siete libros de Registros de Cartas del Consejo a la Inquisición de Logroño, que comprenden desde el año de 1619 hasta el de 1757.

198. Seis libros de Registro de Cartas del Consejo a la Inquisición de Valencia, que comprenden desde 1619 hasta el de 1757.

199. Cinco libros de Registro de Cartas del Consejo a la Inquisición de Zaragoza, desde el año de 1619 hasta el de 1757 *'*.

21» Ib., libs. 881-889. 220 Ib., libs. 259-269. El libro 269, núm. 11 de Registro de Consultas, com­

prende desde 1745 a 1768. 221 Ib., libs. 816-385. Son cartas del Consejo a las inquisiciones de Aragón.

Se trata de una correspondencia importante para la historia del Santo Oficio, yo que, además de la correspondencia ordinaria, se recogen cartas acordadas que complementan la colección de las mismas.

Esta serie ha sido muy empleada en trabajos de investigación, como lo era por los antiguos oficiales del Consejo y se cita a menudo en abecedarios y reco{ñlacio-nes, siempre con el nombre de «Libro de Aragón» y su correspondiente numera­ción, pues los libros están correlativamente numerados del 1 al 22. Cfr. AHN, Inq. lib. 1282, fol. 1 ss.

223 Ib., libs. 852-55. 223 El número 197, ib., libs. 822-826; el núm. 198, ib., libs. 945-949; el núm. 199,

ib., liba. 847-851.

506 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museo»

100. Tres libros de Registro de Cartas del Consejo a la Inquisición de Mallorca, que comprenden desde el año de 1619 hasta el de 1757 ^ '*.

201. Cinco libros de Registros de cartas del Consejo a la Inquisición de Barcelona, que comprenden desde el año de 1619 hasta el de 1757 ***.

202. Un libro de Registros de Cartas del Consejo a la Inquisición de Cerdeña, que comprende desde el año de 1617 hasta el de 1708 "*,

203. Dos libros de Registro de Cartas del Consejo de la Inquisición de Sicilia, desde el año de 1619 hasta el de 1720 " ^

204. Tres libros de registros de cartas del Consejo a la Inquisición de Lima, desde el año de 1699 hasta el de 1757 *^*.

205. Tres libros de registros de cartas del Consejo a la Inquisición de México, desde el año de 1669 hasta el de 1757 **'.

206. Dos libros de registros de cartas del Consejo a la Inquisición de Cartagena, que comprenden desde el año de 1669 hasta el de 1757 *'".

207. Un libro registro de cartas del Consejo al agente del Santo Ofi­cio en la corte de Roma, que comprende desde el año de 1619 hasta el de 1 7 4 2 ' " .

[Destierro]

208. Otro libro intitulado: Desterrados, que se reduce a asiento de los reos que desterraban los tribunales del Santo Oficio que empezó en virtud de Carta acordada de 21 de julio de 1646 y prosigue hasta el año de 1677 ="".

[Registros de Provisiones]

209. Ocho libros de Registros de Provisiones del Consejo desde el año de 1567 hasta el de 1780 " \

[Cuestiones de Hacienda]

210. Tres libros: El primero, de Gobierno y Hacienda.

224 Ib., libs. 857-860. 225 AHN, Inq. libs. 840-44. 228 Ib., libs. 781-219. 227 Ib., libs. 897-98. 22» Ib., libs. 1024-1026. 22» Ib., lib. 10«8; es el tercero. 230 Ib., libs. 845-46. El segundo se extiende actualmente hasta 1820. 231 Ib., lib. 1126. 23S Ib., lib. 1817. 2S3 Ib., libs. 489-494.

El Archho del Consejo de la Iiiquisictón 507

El segundo, de Juntas de Hacienda desde el año de 1633 hasta el de 1695 ; y

El tercero, Cartas a todas las Inquisiciones sobre Hacienda y resolu­ciones de juntas desde el año de 1706 hasta el de 1725.

211. Otros 19 libros de hacienda, que empiezan en el año de 1725, de cada inquisición, consejo y tribunal de Corte, en que se asienta con separación lo que corresponde a cada una *' *.

212. Un libro de provisiones en sede vacante, que principia en el año de 1718 y finaliza en el de 1755.

213. Un libro, de Registro de Provisiones sobre acudir a los inquisi­dores y ministros con los frutos de sus canongías, desde 1627 hasta 1675.

[Varios]

211. Dos libros de registro de licencias que los Sres. Inquisidores Ge­nerales y el Consejo dan a los ministros para ausencia, que empiezan en el año de 1621 y siguen hasta el de 1720 * ' ' .

215. Un libro de registro de autos proveído por los Sres. del Consejo sobre retenciones o remisiones de casas, habiéndose formado competencia o puesto excepción declinatoria de jurisdicción por alguna de las partes, que comprende desde el año de leéS hasta el de 1708.

216. Seis libros de conocimientos secretos, desde el año de 1578 hasta el 1757.

217. Otro de conocimiento de calificadores desde el año de 1618 hasta el de 1752 " * .

218. Otro libro de conocimiento de papeles que se bajan a la secre­taria de Cámara y se entregan a los Sres. del Consejo.

219. Seis libros de conocimientos públicos desde el año de 1614 en adelante ^ " .

220. Otro intitulado Libro 1.° Formulario antiguo de despachos. Re­copilación.

221. Un libro intitulado formulario de todo género de despachos, así públicos como de fe y otros irregulares.

222. Ocho libros de votos en causas de fe que comprenden desde el año de 1571 hasta el de 1757 " * .

228. Un libro inventario de informaciones de limpieza ^•'*.

23* La localización exacta de estos libros, cuya denominación es tan genérica, resulta bastante difícil. Pero creemos que consultando las series de libros 184-95, 202-204, 215-285 podrían identificarse casi todos ellos.

«35 AHN, Inq.. lib. 270-271. 23» Ib., lib. 1850. 237 Ib., lib. 1844-1849 y 1850-1856. Corresponden a los números 218 y 216. 23« Cfr. la serie AHN, Inq., libs. 1158-1192. " » AHN, Inq., Ub. 98.

508 Revista de Archivos, Bibliotecas y Muieot

224. Un juego del índice expurgatorio del año de 1707 y otro del año de 1747 " " .

225. Dos libros de Provisiones de visitas desde el año de 1621 hasta el de 1670 ' " .

226. Un libro: Itinerario del distrito de la Inquisición de Méjico, año de 1654 " ^

227. Otro libro intitulado: Abecedario del libro 18. Eecopilado de los diez de Cédulas Reales.

228. Otro intitulado: Formulario de la secretaría de Cánuura de los Señores Inquisidores Generales.

229. Otro intitulado: Libro 1.° Inventario de libros y papeles de la secretaría de Aragón, antiguo. Y informaciones de limpieza ^*'.

230. Otro intitulado: Libro 2.° Resumpta para la recopilación de Va-llejo, año 1629 ***.

281. Otro libro intitulado: Inventario de Causas y otros varios de recopilación ***.

282. Otro intitulado: Libro 1.° Inventario de pleitos civiles y crimi­nales.

283. Otro libro intitulado: Tabla de los cinco libros de acordadas en que se divide la recopilación.

284. Otro intitulado: Libro 1." Compendio para la recopilación de Arguello, año de 1622.

235. Otro intitulado: Libro 8.* Manual del Libro compendio para la recopilación de Arguello *•**.

286. Otro libro intitulado: índice de los decretos Reales y Consultas desde el número 18 al 82. Y de cartas acordadas desde el 1." al 4." De autos originales de Gobierno y de Concordias que están en el Archivo de la Secretaría de Aragón ' " .

287. Otro libro intitulado índice de Consultas y resoluciones de go­bierno del Consejo, para la recopilación '**.

[Libro» de ejemplareí]

288. Otro libro de ejemplares de las Inquisiciones de Méjico y Perú **'. 289. Dos libros de ejemplares de la Inquisición de Barcelona '"".

«•«o Ib., libs. 1818 y 1819. í*! Ib., libs. 4S5-4W. 2*2 Ib., libs. 1072. '*' Ib., lib. 1281. '** Ib., lib. 1278. 2*« Ib., lib. 1280. 248 Ib., libs. 1275 y 1277. Corresponden a los núms. 284-85. 2*7 Ib., lib. 1284. 2*8 Ib., lib. 127». 2*0 Ib., lib. 1069. 2«o Ib., lib. 7«5.

El Archivo del Consejo de la Inquisición 509

210. Otro libro de ejemplares de la Inquisición de Valencia ^ ° ' . 241. Otro libro de ejemplares de la Inquisición de Zaragoza ^°^. 242. Otros dos libros de ejemplares de la Inquisición de Logroño ^'^'. 248. Otros dos libros de ejemplares de la Inquisición de Mallorca. 244. Otros dos libros de ejemplares de la Inquisición de Palermo '^^*. 245. Otro libro de ejemplares de la Inquisición de Sacer. ^^^. 246. Otro intitulado: Libro 4.° Tabla de los 10 libros de Cédulas Rea­

les y de los 12 de Consultas Originales.

247. Causa de D. Gerónimo de Villanueva:

Un legajo de la causa de fe seguida contra D. Gerónimo de Villanueva, protonotario de Aragón, en cinco piezas.

Otro de borradores de consultas y despachos que ocurrieron en la citada causa de D. Gerónimo de Villanueva y ejemplares del papel en derecho que escribió recusando a Sr. Inquisidor General y Sres. Consejeros de In­quisición.

Otro legajo de cartas y otros papeles de la referida causa de D. Geró­nimo de Villanueva ***.

248. Causa de S. Plácido:

Un libro intitulado: Primera i>arte de la Causa y complicidad del con­vento de la Encamación Benita, llamado Sn. Plácido de la Viqa de Madrid. Que el principal culpado es fr. Francisco García Calderón, monje benito, prior de dicho convento. Está aquí todo lo testificado de donde se formaron los demás procesos sueltos conforme al abecedario que de todos está al principio, citados los folios. En 1.889 hojas.

Otro intitulado: Segunda parte del proceso contra fr. Francisco García Calderón, donde está todo lo actuado contra él, estando preso. Con otros papeles y cartas que se hafiaron.

Un proceso seguido contra Dña. Andrea de Celis, abadesa del dicho convento. En una i^eza.

Otro legajo con los procesos de Dña. Isabel de la Cerda, la beata Dña. Francisca de Oleaga Mondragón, Dña. María Gregoria de Hoyos, fr. Pedro Luis de Santa Fe y Dña. María Felipa Plácida, todas religiosas del dicho convento.

2Í1 Ib., lib. 960. «»2 Ib., lib. 1007. 293 Ib., libs. 842-848. »s* Ib., lib. 910. 25* Ib., lib. 984. 246 La documentación sobre el proceso de Jerónimo de Villanueva se conserva

íntegra en el AHN, Inq., legs. 3682, 8685-88 y 3690-9.3. Además pueden verse las consultas a que da lugar el recurso a Roma, libs. 297-98.

510 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

Otro legajo con los procesos de Dña. Bernardina Bernarda de Espinosa y Isabel Bernarda de Frías, monjas profesas de dicho convento.

Otro legajo con los procesos del P. Maestro Fr. Alonso de León y fr. Juan de Baraona, monjes benitos.

Otro legajo con el proceso seguido contra doña Benita Teresa y el siglo doña Teresa Valle de la Cerda, priora del dicho convento.

Otro legajo con los procesos de Juana Paula de Villanueva, María Anas­tasia, sor Josefa María, Luisa María de Rivero y sor Ana María de Tejada, religiosas profesas de dicho convento.

Otro legajo de cartas y varios papeles ijertenecientes a la complicidad de Sn. Plácido " ' .

Documento número 6

INVENTARIO DE LA SECRETARIA DE CASTILLA

A H N , Inq. lib. 1310.

1. Dedicatoria. Dn. Tomás Martínez Suárez puesto a los pies de V. A. dice: que en

conformidad del precepto que de V. A. tuvo para componer el archivo de este Real y Supremo Consejo ha formado en el espacio de seis años y tres meses cuarenta y cinco libros en que ha colocado los más preciosos ins­trumentos que en él se guardaban esparcidos y tres índices generales que sirven de luz para manifestar lo que aquellos ocultan.

Cuarenta y seis legajos de procesos de fe y de hacienda de V. A. y inquisiciones, pleitos civiles y criminales, de oficio y entre parte.

Catorce cuadernos de pruebas {¡endientes y reprobadas que se hallaban confundidas. Y hecho un apéndice de los que estas dos últimas clases. Se han coordinado, por las letras del abecedario los segundos y por los años los primeros.

Catorce legajos de censuras que los calificadores de este Consejo han dado a libros, papeles y hechos que han ocurrido, con índice de ellas y nombres de los autores que escribieron aquellos ^ " . Este libro y el inven-

^•" Del proceso del convento de San Plácido se conserva gran parte de In do­cumentación (cfr., p. e., legs. 3691, 3693 y .5531, cxp. 7, donde se conserva la docu­mentación del proceso del principal encartado, fray Francisco García Calderón.

2a8 £ste inventario es un cuadernillo registro, con folios en blanco, encuader-nado en pergamino, integrado en este libro 1810, que se compone además de otros cuadernillos sueltos y sin foliar. En la portada del mismo dice: Inventario de todos los libros y legajos nuevamente formado» en el año 17S9 de los del Consejo y Inqui­siciones, que empiezan en el año 1501. Compuesto por el Sr. Dn. Tomas Martínez Suárez y Dn. Miguel Antonio Cortaverria, Secretario del Santo Oficio de la Inqui­sición.

La dedicatoria que a continuación transcribimos está sobreañadida al cuadernillo.

£í Archivo del Consejo de la Inquisición 511

tario que ha formado de cuantos se hallan en la sala que se llama archivo, los pone nuevamente a los pies de V. A. habiéndole parecido preciso a Dn. Tomás componer este último libro para que V. A. consiguiese uno de los fines que tuvo en expedir el decreto de 28 de marzo de 1705 ^*''. Y todos los que en él se conciben tendrán cumplido efecto si V. A. se dignase dar las más oportunas providencias para que el archivo se man­tenga con claridad y se evite la confusión hasta aquí experimentada.

Suplica Dn. Tomás a V. A. rendidamente se sirva dar para lo futuro ley con que los papeles se guarden con seguridad y se destierren las tinie­blas que los ocultaron. Y si mereciese a V. A. este favor y el que su be­nignidad disimule los hierros que en toda la obra habrá cometido, cogerá de su fatiga el más sazonado fruto. La que ofrece gustoso en servicio de V. A. V bien del Santo Oficio como también su persona. A los pies de V. A. " » .

Inventaño de todos los libros, así antiguos como modernos, que se hallan en la última pieza de la Secretaria de Castilla del Real y Supremo Con­sejo de Inquisición ^*^.

[Consultas Originales y Decretos Reales]

1. Nueve libros de consultas originales que sobre competencias de ju­risdicción el Consejo de la Santa y General Inquisición hizo a los Srs. Reyes de Castilla desde el año de 1575 hasta el año de 1737 ^*'.

2. Un libro de índice general compuesto de trescientos y treinta y cinco hojas, en que se hallan distribuidas por letras del abecedario y dic­ciones correspondientes cuantas consultas se hicieron a los Srs. Reyes y encierran los nueve libros del mimero primero compuesto en el año de 1736. Dedicado al Ilustrísimo Sr. Dn. Andrés de Orbe y Larreátegui, inquisidor general en todos los reinos y sefíoríos de S. M.

2 " Rl trabajo reseñado aparece recogido en el inventario. 2«o Las directrices prácticas de reorganización y clasificación de Archivo se dan

en realidad en el auto de 23 de mayo de 1705 (cfr. Apéndice documental, doc. nú­mero 8). Por esta mención a las disposiciones de 1705 sabemos que incluso este in­ventario de 1739 obedece a aquellas medidas tan lejanas.

2°' El agradecimiento del Consejo consta al margen de la dedicatoria, «en el Consejo a 22 de septiembre de 1789, S. I. presente, visto hoy el presente, de a esta parte las gracias por su aplicación, celo y cuidado con que ha trabajado en esta obra y demás pertcnet'iente al archivo, de que S. I. y el Consejo queda satisíecho». (Rúbrica.)

282 En el estado actual del inventario se ve la actuación de dos manos. La de sus autores y la de un cotejador y corrector, posiblemente de principios del xix. Nosotros nos atenemos exclusivamente al texto primitivo, ya que nos interesa saber la situación del archivo a principios del xvui. Sólo mencionamos las tachaduras y correcciones cuando nos impide una lectura adecuada del inventario primitivo.

283 AHN, Inq., libs. 568-571.

512 Revista de Archivos, BiblicHecas y Muscos

3. Diez y nueve libros de Decretos reales y consultas originales que los Srs. inquisidores generales y Consejo de la Santa y Suprema Inquisi­ción hizo a los Srs. Reyes desde dicho año de 1575 hasta el de 1738, sobre diversos negocios que ocurrieron.

í. Un cuaderno que se intitula «Libro veinte y uno de consultas ori­ginales sobre diversos negocios», en que se han colocado los decretos Rea­les <iue se han exjjedido y consultas del Ilustn'simo Inquisidor General y Consejo de Inquisición hechas a la Majestad del Rey Nuestro Sr. Dn. Fe­lipe V, hasta el año de 1789. Y es donde se deben colocar los Decretos Reales y consultas originales que posteriormente fueren ocurriendo *'*.

5. Dos tomos que se intitulan «índice General de Decretos Reales y consultas originales generales sobre diversos negocios». Que el primer tomo tiene 329 folios y el segundo 821 compuestos en el año de 1788. Y dedi­cados a dicho Sr. Ilustrísimo Dn. Andrés de Orbe y Larreátegui, Inquisidor General. Y en que se hallan distribuidas las consultas comprendidas en los 19 libros ="'.

6. Dos libros, intitulado el primero «De consultas originales sobre tra­tados de paces», y el segundo «Copias de tratados de paces entre la Corona de Castilla y otras».

[Consultas a Inquisidores generales]

7. Dos libros intitulados «Cartas de los Srs. Inquisidores Generales y Consejo de Inquisición» ***.

[Procesos de fe]

8. Seis libros en que se halla compilada la causa de Fe fulminada en el año de 1708 contra el limo. Señor Obispo de Oviedo D. José Fernández de Toro. Se hallan en ellos los breves de su Santidad relación de como se condujo a Roma a dicho Sr. Obispo y la sentencia definitiva que en su causa se dio en aquella corte.

9. Cuatro tomos encuadernados en pwpel blanco escritos en lengua italiana que se reducen al proceso que se hizo contra dicho Señor Obispo **'.

10. Un libro en que se han colocado los Decretos Reales, Consultas y papeles que el Exmo. Sr. Inquisidor General, D. Baltasar de Mendoza

^'* Ib., libs. 584-551. Faltan los dos primeros. ««s Ib., libs. 8 y 4. * " Corresponden a los libros de consultas del Consejo a los inquisidores gene­

rales, cuando éstos se hallaban ausentes de la Corte. Por tanto, quedan incluidos en la serie AHN, Inq., libs. 592-599.

26? No hemos localizado hasta el momento estos libros. De este proceso se ocu­pa Lea, op. cit., vol. IV, págs. 72-75. La abjuración, fechada en Roma ol 17 de julio de 1719 (id., ib., apéndice I, pág. 385).

El Archivo del Consejo de la Inquisición 518

escribió al Consejo y las respuestas de éste sobre las diferencias que en su tiemix) se excitaron **'.

11. Dos tomos que se intitulan causa de fe contra Macanaz ^°°.

12. Un libro en que están juntas las piezas de autos que se hicieron en el año 1706, contra el Sr. D . Juan Fernando de Frías, fiscal en Real y Supremo de Inquisición, sobre haber escrito una alegación ^"'.

13. Otro libro en que se hallan unidas once piezas de autos que se siguieron contra el R. P . el Sr. Fray Froilán Díaz del Consejo de S. M., sobre causa de fe "^.

14. Un libro que se intitula «Memorial de los Procesos determinados en el Consejo» y que se enviaban a los receptores a las inquisiciones desde el año de 1504 hasta el de 1544 " ^

[Cartas del Consejo a las Inquisiciones]

15. Veintiún libros de los Decretos y Cartas del Consejo de Inqui­sición. Desde el año de 1501, siendo inquisidor General el Ilustrísimo Sr. Dn. Martín Ponce, Arzobispo de Mesina, hasta el año de 1654 en que se hallaba inquisidor General el Ilustrísimo Sr. Dn. Diego de Arce Rei-noso ^ " .

16. Otro libro de cai-tas escritas en materias tocantes a inquisición jwr el Ilustrísimo Sr. Dn. Diego de Arce Inquisidor General.

[Inventario']

17. Un libro del año 1617 que se intitula «Inventario de los papeles, libros y registros del Consejo de S. M. que están en el archivo del con­vento de Nuestra Sra. de Atocha» "*.

268 Parte de esta documentación se encuentra en AHN, Inq., lib. 24, fols. 346 y sigs., y lib. 28, fols. 229 y sigs.

28» Martín Gaita, C.: El proceso de Macanaz (Madrid, Moneda y Crédito, 1970). 2'" Cfr. Lea, op. cit., vol. II, pág. 175. ^í"! Froilán Díaz, confesor de Carlos II, al que se le inicia un proceso inquisi­

torial por haber exorcizado al rey. En 1704 es absuelto y restituido en sus honores. De este proceso y de los conflictos a que dio lugar entre el Consejo y el citado in­quisidor general Baltasar de Mendoza se ocupa también Lea, op. cit., vol. II, pá­ginas 167-168.

2 " AHN, Inq., lib. 1422. 273 AHN, Inq., libs. 504-506, decretos desde 1575-1649. Aquí se integran tam­

bién los registros de cartas del Consejo a las Inquisiciones de la Corona de Castilla (libros 572-588),que actualmente están registrados en las diferentes guias y catálo­gos como Provisiones del Consejo, cuando en realidad se trata de una correspon­dencia tan importante como la equivalente de la Secretaría de Aragón.

27» En este mismo libro 1!510 se recogen parte de estos inventarios formados por Arguello.

S l t Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

[Registro de Consultas]

18. Siete libros de registros o copias de las consultas que el Real y Supremo Consejo de Inquisición ha lieclio a S. M. desde el año de 1603 hasta el de 1 7 8 6 " ° .

[Instrucciones y acordadas]

19. Tres tomos encuadernados en pasta que se intitulan «Instrucciones del Santo Oficio de Inquisición. Todas las Cartas Acordadas que se hallan en los registros del Consejo desde el año de 1513 hasta el de 1733» ^"'.

[Consultas a los Inquisidores Generales]

20. Cuatro libros que se intitulan «Libros de los señores Inquisidores Generales» y son desde el año 1612 hasta el de 1736 " ' ' .

[Diversos]

21. Un libro que se intitula «De gobierno», desde el año de 1638 hasta el año 1737. Que está escrito JTOCO más de medio.

22. Un tomo intitulado «Libro donde se asientan las competencias que se deciden en las juntas de los dos Consejos». Foliado .hasta el nú­mero 240.

23. Otro de registro de Cartas y Provisiones para que las Iglesias acu­dan a los Ministros del Santo Oficio con los frutos de sus beneficios. Y em­pieza desde primeros de julio de 1655. Y es el corriente.

24. Otro libro de la serie de Srs. Inquisidores Generales desde el Ilus-trísimo Sr. Dn. Fray Tomás de Torquemada, año de 1483, hasta el año de 1632 en que fue nombrado jror Inquisidor General el Sr. Dn. Fray Antonio Sotomayor. Se hallan en él los ejemplares de las provisiones que en sede vacante ha hecho el Consejo de Inquisición. Consultas que a S. M. se han hecho y la instrucción que la Majestad del Rey Dn. Felipe II dio al Sr. Dn. Jerónimo Manrrique Obisiw de Avila y Inquisidor General para el gobierno del Consejo de Inquisición ^ " .

" s AHN, Inq., libs. 553-59. Este liltimo acaba en 1783. 276 Ib., libs. 501-503. 2 " En realidad son consultas del Consejo a los inquisidores generales (AHN,

Inq., libs. *92-95). No liabría que confundirlos con los del inventario de Aragón (cfr. doí'. ¡i, niinis. 68-71), también denominados libros de inquisidores generales, pues aquéllos son de provisiones de los tnles.

278 AHN, Inq., lib. 596.

El Archivo del Consejo de la Inquisición 515

25. Un libro intitulado paces con Inglaterra, Holanda y Francia. Donde se hallan diversas consultas y otros papeles sobre inteligencia de aquellas, con relación de las primeras partes del año de 1601.

26. Un libro de despachos del Consejo de Inquisición en Sede vacante desde el año de 1712 hasta el de 1720.

[Instrucciones del Sto. Oficio]

27, Un libro de Instrucciones del Santo Oficio dispuestas por Gaspar Isidro de Arguello, año de 1630, donde se hallan las dos cédulas despa­chadas en el año de 1553, la primera en razón del libre y recto ejercicio del Santo Oficio. Y la segunda la concordia sobre el conocimiento de las causas criminales de familiares del Santo Oficio ^'*.

[Diversos]

28. Un libro que se intitula «Observaciones selectas del Santo Oficio» y empieza con las instrucciones ^^°.

[Juramentos de oficiales]

29. Tres libros de juramentos, en el ingreso de plazas de Srs. del Con­sejo, Inquisidores y otros Ministros del Santo Ovcio que empieza:

El primero desde agosto de 1571 y acaba en 22 de noviembre de 1635. El segundo empieza en enero de 1630 y acaba en noviembre de 1666. Y el tercero empieza en marzo de 1667 y acaba en abril de 1717. Hay otro que es el corriente ^*'.

[Diversos]

30. Siete libros de certificaciones desde el año de 1619. Hay otro más. 31. Cinco libros de hacienda del Consejo y los cuatro de libranzas

desde el año de 1649 ^"^. 32. Un libro de relación de las rentas (jue tiene el Cx)nsejo de la

Santa General Inquisición formado en el año 1603. 83. Dos libros de registros de libranzas y cartas del Exmo. Sr. Dn. Gas­

par de Quiroga, inquisidor General, desde el año de 1581 hasta 159't " ' .

27» Cfr. nota 19. Se puede encontrar BNM R-9050. 2«o AHN, Inq., lib. 1382. 2«i Ib., libs. 1388-42. 282 Ib., libs. 220-227. 283 Ib., lib. 858-859,

516 Revista de Archivos, Biblioteca» y Museo»

34. Tres libros de cartas misivas desde el año 16... siendo inquisidor General el Sr. Dn. Juan Bautista de Acevedo, Obispo de Valladolid y continúan hasta el año de 168 ^'*.

35. Un tomo que empieza el año 1666 en que se sentaban las provi­siones y licencias para conducciones de libros ^**.

[Conocimiento de procesos. Votos y sentencias']

86. Dos, libros para conocimientos de procesos y otras causas tocan­tes a fe, desde el año 1678 en adelante.

87. Un libro que se intitula Relación de los pleitos fiscales civiles de todas las inquisiciones que se hagan pendientes en el Consejo y parece que empezó el año 1597 y gega hasta el año 1604.

38. Cuatro libros de asientos de sentencias. El primero de las pro­nunciadas en Granada por el juez de bienes desde el año de 1528. Y los tres de las que en el Consejo se pronunciaron desde el año 1566 hasta 1682 " » .

39. í tem dos tomos de votos públicos desde el año de 1646. 40. Diez libros de votos secretos que empiezan el año 1575 y con­

tinúan hasta el de 1787 ' '*'. 41. Dos libros de expedientes desde el año de 1669 hasta el de 1728. 42. Un libro de registro de las licencias que se daban a los oficiales

de la Corona de Castiga para ausentarse desde el año 1620 ***. 43. Dos libros: índices de todos los procesos que se han seguido en

el Consejo, de los que se han sentenciado en las Inquisiciones y apelado al Consejo, así de fe como civiles de los que se han concluido y de los que están pendientes. Y el apéndice que últimamente se ha hecho al tiempo de la composición del archivo, de cuantos en él se hallaban esparcidos y sin números fuera de los legajos donde correspondía **'.

44. Un libro de ejemplares en que los inquisidores han conocido de las causas criminales de ministros y criados suyos *'".

284 Este párrafo está tachado y rectificado, lo que nos ha impedido poder com­pletar las fechas con puntos.

285 Al parecer, este libro recogía las provisiones solicitadas para la introducción en el país y su transporte hasta el destino de libros. Provisiones de este tipo pueden encontrarse en los libros de los inquisidores generales.

288 AHN, Inq., lib. 1428 y 1158-1160. 287 Los números 89 y 40 (ib., libs. 1161-1172). 288 Ib., lib. «69. 288 Ib., libs. 286-287. 290 Ib., lib. 562. Comprende desde 1542 a 1657.

El Archivo del Contejo de la Inquisición 517

[Calificaciones y censuras de libro»]

45. Veinte y ocho legajos en que se han colocado los edictos que desde el año 1688 se han publicado hasta el año 1788, prohibiendo diver­sos libros. Y en que se han coordinado todas las delaciones y calificaciones dadas a libros, conclusiones papales y otras diversas clases de negocios. Con un legajo de las controversias sobre el misterio de la Concepción de María Santísima.

46. índice de todos los papeles y libros que contienen los referidos veinte y ocho legajos del año 1739 ^^^.

47. Otro libro de cartas acordadas sobre prohibiciones de libros del año 1 6 8 2 * " .

[Informaciones de limpieza]

48. Otro libro de índice de informaciones aprobadas. Que contiene doscientos y veinte y ocho legajos con un apéndice que comprende catorce legajos. Los seis de pruebas retardadas de oficiales y los ocho de retar­dadas de familiares, compuesto el año 1789, de las que estaban esparcidas por el archivo * ' ' .

[Cartas del Consejo a las Inquisiciones']

49. Diez libros de registros de negocios del tribunal de Corte, desde el año de 1638 hasta el de 17.. . * " .

50. Cinco libros de registros de cartas y dependencias tocantes a la inquisición de Murcia desde el año 1620 hasta el de 1723 *"*.

51. Cuatro libros de registro de negocios pertenecientes a la inquisi­ción de Galicia desde el año de 1620 hasta el de 1720 *'*.

52. Nueve libros de registro pertenecientes a la inquisición de Córdoba desde el año de 1620 hasta el de 1786.

58. Cinco libros de registro de cartas y expediente de la inquisición de Cuenca desde el año de 1620 hasta el de 1717.

2*^ Integrados en la serie de calificaciones y censuras (ib., legs. 4425-4520). Respecto de la Inmaculada, leg^. 4450-4451 (cfr. Paz y Melia, A.: Papeles de la Inquisición, 2.» ed. (Madrid, Patronato del Archivo Histórico Nacional, 1947).

2 92 Este libro, hasta el momento, no está localizado. Pero creemos que su con­tenido será reconstruido en un trabajo sobre la censura inquisitorial en el siglo xvt, que actualmente preparan dos miembros de este equipo.

*'3 Sobre limpiezas, cfr. Fuentes Isla: Catálogo de informaciones genealógicas de los pretendientes a cargos del Santo Oficio (Valladolid, 1928).

29* AHN, Inq., libs. 717-718. Fecha incompleta debido a la corrección. í»s Ib., libs. 672-676. 2«s Ib., libs. 882-685.

518 Retñsta de Archivos, Bibliotecas y Museos

54. Seis libros de registros de cartas de la inquisición de Llerena desde el año de 1620 hasta el de 1728.

55. Nueve libros de registros de ios negocios pertenecientes a la in­quisición de Sevilla desde el año de 1620 hasta el de 1725 ^"^

56. Nueve libros de registros de los expedientes tocantes a la inqui­sición de Granada desde el año de 1620 hasta el de 1731.

57. Doce libros de registros de las dependencias de la inquisición de Toledo desde el año de 1620 hasta el de 1735 ^"*.

58. Ocho libros de registro de los negocios jjertenecientes a la inqui­sición de Valladolid desde el año de 1620 hasta el de 1722 ^^^.

59. Un libro de registros de las cartas y dependencias de la inquisi­ción de Canarias desde el año de 1620 hasta 1787 '"*.

[Libros prohibidos]

60. Otro libro intitulado índice de las censuras que de orden del Real y Supremo Consejo de la Santa y General Inquisición han dado los cali-ñcadores del Santo Oficio a diversos libros proposiciones y pajjeles '^''*.

61. Dos tomos del Expurgatorio del año 1707 con el ajiéndice de Salazar de 1739 ^''^

2»7 Ib., libs. 690-698. 298 Ib., libs. 704-717. zo" Ib., libs. 719-726. "oo Ib., libs. 600-644. Corresponden a los números .52, 58, 54. y .59. 301 AHN, Estado lib. eSTD. ^o^ Cfr. nota 226. El mencionado corrector de principios del xix lia añadido to­

davía algunos libros a los anterioics. Posiblemente se trató de omisiones de los pri­meros confeccionadores del inventario, ya ((ue se trata de libros presumiblemente hechos antes de 17i39. Son los siguientes:

«Dos tomos titulados desterrados de la Inquisición de Corte y otras desde 1660 hasta 1739.

Cinco tomos de testificados en las Inquisiciones de Corto, Toledo, Cuenca (AHN, Inq., libs. 1285-1289).

Otro titulado libro 2.° de votos a prisión desde 1696 (cfr. serie, libs. 1158-92). Dos de entradas de presos (AHN, Inq., libs. 1308-1809). Otro titulado penas, condenas y conmutaciones, 1629. Otro de provisiones y limpieza de sangre desde 1688 hasta 1642 (cfr. serie, li­

bros 1195-1206). Otro de provisiones y algunas para que se acuda con los frutos de beneficios eco­

nómicos a los ministros del Santo Oficio. Otro de provisiones y testimonios sobre pleitos civiles desde 1629. Dos tomos de relaciones de fiscales y relatores desde 1612 hasta 1651.it

NUEVAS APORTACIONES DOCUMENTALES SOBRE LOS CÓDICES «BEATOS»

POR GREGORIO DE ANDRÉS UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID

Hacia el año 780 un monje del monasterio de San Martín de Liébana, en la provincia de Santander, compila una serie de tex­tos de autores, algunos hoy perdidos, que comentan el Apocalip­sis de San Juan, ampliando la obra de Apringio de Beja, que mereció los elogios de San Isidoro de Sevilla \ La obra, anónima, alcanzó una gran divulgación en los monasterios de la España cristiana, y fue de frecuente lectura entre los monjes, al menos hasta el siglo xii, en que pierde actualidad, ante la dificultad de la letra visigótica, ya en desuso, suplantada por la Carolina.

Estos códices, ilegibles para los monjes, yacen en las biblio­tecas monacales hasta el siglo xvi, en que los descubre Ambrosio de Morales, contribuyendo a despertar el interés de los eruditos por un texto que unos atribuían a San Jerónimo y otros a Aprin­gio, cabiéndole la gloria a Morales de ser el primero que fijó la paternidad de la obra en Beato de Liébana. El interés fue, no por las miniaturas apenas valoradas como una curiosidad, sino por el texto, que fue considerado digno de ser editado por algu­nos de los eruditos que rodeaban a Felipe I I .

Diferente fue la actitud de los intelectuales del siglo xvii, quie­nes, enzarzados en la polémica de la venida de Santiago a España, encontraron en la obra de Beato un testimonio del siglo viii que confirmaba tal venida; lo cual contribuyó a que se citaran códi­ces hasta entonces desconocidos; no obstante, hubo un intento de publicar en Sevilla el comentario de Apringio hallado en un códice de Arias Montano.

El siglo xviii conoce la divulgación de la obra de Beato gra­cias a la edición del P. Enríquez Flórez, quien describe en el pró­logo nuevos códices «Beatos» antes desconocidos; aún más deta-

1 S. Itidori HUpalemii de «iri» illuntrihuí, cap. XXX.

Rev. Árch. BiU. Mu*. Madrid, LXXXI (I9T8), n.« 8, jul.-sep.

520 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

Hada que la del P. Flórez fue la descripción de manuscritos exis­tentes en España dada por G. Mayans y Sisear en carta a Cristóbal Pluer en 1768.

El siglo xrx, en el que fueron extraídos casi todos estos va­liosos códices de sus primitivos lugares, es la centuria de la dis­persión ; en parte vendidos a extranjeros que se habían percatado del valor extraordinario de sus miniaturas y en parte confiscados a los monasterios pasaron a instituciones públicas, aunque algu­nos se han perdido.

Finalmente, en el siglo xx los «Beatos» son objeto de museos más que de bibliotecas, para admiración de los catadores de la belleza de sus maravillosas miniaturas. Es el siglo de la mejor edición , del mejpr estudio de los códices ^ y el de la excelente reproducción del Beato de Gerona *. Finalmente, en noviembre de 1976 se celebró en Madrid un simposio internacional sobre los códices «Beatos» de gran interés por las excelentes ponencias pre­sentadas por los mejores especialistas en este tema, complemen­tada con una magnífica exposición de todos los «Beatos» existen­tes en España. Fruto de este movimiento «beatístico» alentado por el espíritu juvenil de D. C. Homero de Lecea, ha sido un libro de gran utilidad y denso contenido debido a las plumas de los bibliotecarios A. M. Mundo y M. Sánchez Mariana, El comenta-ño de Beato al Apocalipsis. Catálogo de los códices. Madrid, 1976, en el que se hace referencia a este artículo, que debía haberse publicado hace tiempo en la revista Scriptoñum (Bélgica), pero ante la lentitud de su publicación, remitimos ahora a la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Advertimos que los números que preceden al título de cada «Beato» que describimos se refie­ren a esta última publicación, donde el lector encontrará la más reciente bibliografía.

4-5. L o s CUATRO CÓDICES « B E A T O S » DEL EsCOBIAL

Antes de 1578 no había sido adquirido para El Escorial nin­gún comentario al Apocalipsis que fuera atribuido tanto a Aprin-gio como a Beato de Liébana, ya que Ambrosio de Morales es

2 H. A. Sandors: Bcati in Apocalypsim Ubri dxiodecim, Roma, 1980. 3 W. Neuss: Die Apolcálypíic des III. Johannes in der Altipanischen und

altchristlichen Bibel-Iüustration, I-II, Münster, 1981. * Beati a Liehana in Apocalypgin Codex Oerundensit I. Prolegómeno, II. Be-

produceión facsímil. Urs Graf Verlag, 1962. En 1975 ha salido una nueva edición facsimil del cBeato» de Gerona completo, hecho por Edilan.

Nuevas aportaciones documentales sobre los... 521

el primer autor que cita los códices «Beatos» escurialenses en este año de 1578.

Con motivo de la muerte del obispo de Plasencia, Pedro Ponce de León, en 1578, quien donó a Felipe II una porción de sus me­jores códices para que enriqueciera la Biblioteca Laurentina, va Ambrosio de Morales a Plasencia, por orden del rey, para que revise y seleccione lo restante de la biblioteca del obispo fallecido para El Escorial.

Puera de los dichos códices «originales» que Ponce de León había donado al monarca, quedaba una serie de copias coetáneas de obras raras e inéditas que el obispo había encargado copiar, ya de la Biblioteca Vaticana como de algunas otras españolas. Así lo confírma Morales:

«El obispo tenía en Roma quien le acopiaba todo lo raro que había en la librería Vaticana o mucho de ello y de éstos se hallan los siguientes» *.

El obispo de Plasencia poseía dos códices del comentario al Apocalipsis, uno bajo el nombre de Apringio y el otro anónimo, pero en realidad ambos contenían la misma obra de Beato de Liébana. La que estaba anónima, al ser revisada por Morales, la puso el nombre del autor, Beato, hasta entonces desconocido, de esta forma:

Commentaria in Apocalypsim ex variis auctoribus antiquis per monachum Beatum hispanum ante septigentos annos composita,

A continuación Morales nos da algunos detalles sobre este ma­nuscrito, informándonos que era una copia del «Beato» de Gua­dalupe :

«Esta es una obra insigne y tUve yo el verano pasado rela­ción de excelentes originales de ella que hay en León y en Oviedo; tengo grandes conatos que el autor de ella es el que yo aquí nombro. Este libro que aquí pongo, es una copia que el obispo había hecho sacar de un original de Guadalupe, en cuarto, de pliego grande, encuadernado en pergamino ¡ tiene al cabo otra exposición breve sobre el Apocalipsis y en todo trescientas hojas» *.

* G. Antolín: «La librería de don Pedro Ponce de León, obispo de Plasencia», en La Ciudad de Dios, 80 (1909), pág. 808.

8 Ibfdem, págs. 807-806.

522 Revista de Archivos, Bihliotecas y Museos

Esta copia moderna del Beato de Guadalupe fue llevada a El Escorial en 1578, siendo descrita en la «Entrega Real» de 1576 con estas palabras:

Beati monachi commentaria in Apocalypsim ex variis auctoribtis collecta, Hic Beatus hispanus fuit, scripsit ante annos 700. Incerti auctoris brevls explicatio in Apocalypsim ' .

Con las últimas palabras nos indica que contenía también el comentario de San Jerónimo al libro de Daniel. La «Entrega Real» nos detalla que el manuscrito estaba copiado en papel, letra mo­derna y de tamaño en cuarto y con la signatura 109, 18.

En el catálogo de la biblioteca escurialense del año 1600 se le describe:

Beatus in Apocalypsim, insuper et alia expositio incerti';

marcado con la signatura H. IV. 15, la cual se cambió quince años más tarde en A. V. 9. Desgraciadamente esta copia de Gua­dalupe pereció en el incendio del monasterio de El Escorial en 1671.

La segunda copia moderna del comentario al Apocalipsis que poseía Pedro Ponce de León estaba bajo el nombre de Apringio, aunque en realidad era la obra de Beato de Liébana. Al exami­narla Ambrosio de Morales creyó que se trataba de la obra de Apringio, como rezaba el título; no dándose cuenta que era un «Beato», porque le faltaban los preámbulos con que empieza el comentario de Beato, pues daba princiipo directamente con el comentario al Apocalipsis. Morales la describió de este modo:

tApringius abbas in Apocalypsim. Es autor español y muy antiguo; y aunque hay original antiguo en S. Lorenzo, es bueno tener esta copia para efecto de impresión o de gozarse mejor; el libro es de pliego, encuadernado en pergamino y tiene CCXLIIII hojas» *.

Creo que este manuscrito fue copiado en Roma hacia 1652, por orden de Ponce de León, cuando, terminada la segunda etapa del Concilio Tridentino, en el mes de abril, al cual había asistido,

' G. de Andrés: «Entrega de la librería real de Felipe II», en Documentos para la hiitoria del monasterio del Escorial, VII, Madrid, 1964, pág. 114, n. 2062.

^ G. Antolfn: Catálogo de los códices latinos de la R. biblioteca del Escorial, V, Madrid, 1928, pág. 851.

» Antolín; «La librería de don Pedro Ponce de León», etc., pág. 807.

Nuevas aportaciones documentales sobre loi... 523

se quedó en Italia hasta noviembre, en que emprendió el regreso a España; mientras tanto, se entretuvo revisando los fondos de la biblioteca Vaticana y encargando las copias de códices que le interesaban.

Había entonces en Roma un scriptor y catalogador de la Bi­blioteca Vaticana, el español Fernando Ruano, quien firma c. Pa­cen, en la copia que hizo del pseudo-Apringio, que hoy se con­serva en la Vaticana (ms. lat. 7621), que transcribo como civis Pacensis (Badajoz); fechada esta copia en 1552; es probable que a este copista encargó Ponce de León la transcripción del comen­tario al Apocalipsis de Apringio, que, como hemos dicho, en rea­lidad es de Beato. Hoy no se conoce el modelo de dónde fueron copiados ambos manuscritos, muy semejantes, si no fue el mismo que se conserva en la biblioteca nacional de Berlín, Theol. lat. fol. 561, códice procedente de Italia copiado en la segunda mitad del siglo XII.

Ambrosio de Morales se refiere a esta copia de Ponce de León, hablando de Apringio en su Crónica:

«El comentario sobre el Apocalipsis dura hasta ahora y yo le he visto sacado de un original de la librería Vaticana del Papa» ^''.

Llevada a El Escorial en 1578 fue inventariada en la «En­trega Real» de 1576: ^pnngttts abbas in Apocalypsim, con la sign. 107, 14, escrita en letra moderna, tamaño folio ; según este inventario, sobre papel " , pero estaba en realidad copiada sobre vitela, como lo testifica el catálogo de 1600, que lo cita: Eiusdem (Apringii) eadem eapositio, membranaceus, con la sign. D. III , 18, cambiada más tarde, hacia 1614, en D. I I I . 2 ; corrió la misma suerte que el anterior, pereciendo en el incendio de 1671 ^ .

El tercer Beato estrechamente relacionado con el anterior en su tradición textual, es el que nosotros llamamos de Fajardo por su primitivo poseedor, sign. f. I. 7 (Neuss, n. 24). Perteneció al tercer marqués de los Vélez, Pedro Fajardo y Córdoba, consejero de Estado en la corte de Felipe II . Murió en 1580. Vendidos sus bienes en almoneda, pasaron parte de sus libros a engrosar la biblioteca escurialense, ingresando este códice bajo el título:

1* A. de Morales: Los libro» undMmo y duodécimo de la coránica general de España, Alcalá, 1577, pág. 58.

11 Andrés: «£ntrega de la librería real de Felipe II, etc.», pá(t. 109, n. 1958. Es errónea la identificación que hemos señalado con el ms. esc. &. II. 5.

1' Antolín: Catálogo de los códices latinos, etc., pág. 84>1.

521 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

Apringii episcopi Pacensis interpretatio in Apoctdypsim maniis-crípta, in membrania, in folio, en tablas y cuero dorado *'. En realidad es un «Beato» que por suerte todavía se conserva en El Escorial. Escrito por un copista de bella letra, sobre fina vitela, con un tamaño de 865 x 255 mm. y 162 folios.

Según la clasificación de Neuss ^ , este manuscrito es una co­pia hermana del códice Vat. lat. 7621 citado anteriormente; aun­que no hemos comparado ambas letras, tal vez esté copiado por el mismo escriba que transcribió el vaticano, Fernando Ruano. En el catálogo de 1600 se inventarió : Eiuadem (Apringii) eadem expositio, membranaceus, con la sign. L. II . 20, más tarde C. I. 1 ; después del incendio se le señaló con f. I. 7, que es la ac tua l " .

Ignoramos quién fue el que encargó este traslado en Roma. No creo que Pedro Fajardo, dada su poca edad en 1562, apenas vein­tidós años. Como en su biblioteca aparece un manuscrito de Juan Verzosa, el famoso bibliotecario español en Roma, muerto en 1574, Charina seu Amores (Esc. &. III . 5), tal vez pudiera proceder de la biblioteca de este humanista adquirida por Fajardo.

Ninguno de estos tres códices estaba ornamentado de las fa­mosas miniaturas que han dado tanta fama a esta obra de Beato. Pero el cuarto códice que vamos a describir sí que llevaba valio­sas miniaturas ; es el conocido bajo la sign. actual, &. II . 5 (Neuss, n. 6), al cual nosotros denominamos el «Beato» de Beteta, por el nombre del poseedor a quien se le atribuimos con bastante proba­bilidad.

Ha sido un misterio la procedencia de este códice, que para unos, como Ramsay " , Neuss '^, etc., se identifica con el que des­cribe Morales como existente en la catedral de Oviedo; para otros, como el P. Antolín " y el autor de este artículo hasta ahora '*, creían que era el mismo que había en Guadalupe, examinado tam­bién por Morales y del que hizo una copia Ponce de León **.

La identificación con el de Guadalupe estaba basada en el he­cho de haber existido en este monasterio un grupo de viejos co­

is G. de Andrés: «La biblioteca de don Pedro Fajardo, marqués de los Vélez (1581)», en Documentos para la füstoria del monasterio del Escorial, VII, pág. 885, n. 4,

1* W. Neuss: Cíe Apokalypse, etc., pág. 111. 1» Antolín: Catálogo, V, pág. 84.1; II, págs. 182-188. 16 Ramsay: «The manuscripts of the commentary of Beatus of Liebana on the

Apocalypse», in Revue des Bibliothiques, 12 (1902), pág. 94. 1' Neuss: Die Apokalypse, etc., págs. 27-28. 18 Antolín : Catálogo, V, pág. 146. 1' G. de Andrés: Jíeaí Biblioteca del Escorial, Madrid, 1970, pág. dT. 20 Antolín: «La librería de don Pedro Ponce de León», etc., págs, 807-806.

Nuevas aportaciones documentales sobre los.., 525

dices, entre ellos un «Beato», que, a finales del siglo xvi, estaban arrumbados en desvanes, a causa de ser manuscritos difíciles de leer para los monjes ; lo cual ocasionó que, hacia 1590, el doctor Bartolomé Valverde aconsejara a Felipe I I la adquisición de es­tos preciosos códices, en especial del «Beato», porque

aes assí un gran thesoro» * .

No hay más documentos sobre esta recomendación del doctor Valverde. Para el P. Antolín era muy probable que Felipe II había llevado a cabo esta sugerencia, ingresando en El Escorial los códices guadalupanos ; pero, como veremos al hablar del Beato de Guadalupe, no hubo tal adquisición ni se identifica con el es-curialense &. II . 5, sino que son distintos. Tampoco vino a El Escorial el «Beato» de Oviedo, por lo que diremos más adelante.

i De quién podría ser este magnífico «Beato» escurialense ? Cro­nológicamente, ingresó en El Escorial después de la «Entrega Real» de 1576 y antes de 1600, en que se describe en el inventario, ms. H. I. 5, además de los tres códices anteriores, un «Beato» literis gothicis eacaratus ^*.

Descartados los «Beatos» de Guadalupe y Oviedo, se imponía revisar las listas de códices ingresados en estos veinticinco años para identificar un manuscrito con este contenido.

Una de las bibliotecas más probables era la de Antonio Agus­tín, que ingresó en 1591 con una ingente cantidad de manuscri­tos latinos ; pero su inventario es bien conocido, incluso fue edi­tado a su muerte, no incluyendo ninguna obra, que bajo el nom­bre de Apringio, Beato o anónima tuviera las características del Comentario al Apocalipsis escurialense.

Todas las probabilidades sobre la procedencia del «Beato» es­curialense recaen en un poseedor de códices visigóticos, llamado Jorge de Beteta y Cárdenas, vecino de Soria y alcaide de su for­taleza, descendiente de una noble familia soriana y caballero del hábito de Santiago. En 1577 ofrece a Felipe II una colección de

«diez u once volúmenes de libros manuscritos antiguos, de estima y algunos de mucho precio» *' .

Entre ellos ofrecía u n a Bibl ia en letra gótica de

«más de 600 años de antigüedad»,

21 Antolfn: Catálogo, V, pág. 143. 22 Antolfn: Catálogo, V, pág. 841. 23 Antolín: Catálogo, V, págs. 188-140.

526 Revista de Arcliit^ns, Biblirdecas y Museos

que creo identificar en el catálogo de 1600 con la del título Biblia vulgata; codea; perantiquus, literis gothicis, membr., era MCX (a. 1072); llevaba la sign. A. I. 2, y pereció en 1671 ^*. Todos estos códices los daba gratuitamente para enriquecer la biblioteca de El Escorial, entregando al mismo tiempo una memoria o lista para que conocieran el contenido y escogieran, si no todos, algunos interesantes. Hasta ahora no se ha encontrado esta lista que acla­raría toda esta cuestión.

Sin duda, entraron en El Escorial todos los códices de Beteta, conseguidos al mejor precio, la gratuidad. Hoy existen todavía en El Escorial cinco códices de Beteta, de los cuales cuatro son visigóticos. Tales son el a. II . 3 (Opera ss. Hieronymi, Augustini, Origenis, etc.); a. II . 9 (Opera ss. Ildefonsi, Valerii et vita s. Ae-miliani), copiado por el escriba Juan en 992, ornamentado al prin­cipio con la cruz de Oviedo ; el e. I. 18 (Concilia Toletana **) y el e. I. 12 (Códice Oxomiense), proveniente de Osma-Rioja ^'', copiado entre los siglos x al x i ; dada la proporción de códices de Beteta que se han salvadlo del incendio de 1671 hay que concluir que casi todos eran visigóticos ^\ procedentes de la Rio ja, más con­cretamente tal vez del monasterio de S. Millán.

Estos cuatro códices citados consignan la donación con éstas o semejantes palabras :

«Diole Don Jorge de Heteta a su Majestad. Anuo 1578» (a. II..g).

En el «Beato» escurialense no aparece tal frase, pero se nota que en el f. 2 ha sido borrada una inscripción que tal vez indicara la donación de Beteta, lo que actualmente es imposible certificar por estar ilegible. Hay que añadir que este «Beato» está falto de los primeros y últimos folios, por lo que al ser encuadernado en El Escorial en el siglo xvi, podría haber desaparecido algún folio del principio por estar deteriorado.

Confirma esta suposición el stemma de los «Beatos» que nos da Neuss, donde aparece el códice de El Escorial como escrito en S. Millán o al menos en La Rioja, de donde proceden los códi­ces de Beteta. Según el estudio de Neuss, este «Beato» y el de

2í Ibidem, pág. 856. 25 G. Martínez Diez: La colección canónica hispana. I, Madrid, 1966, pág. 130. 28 Ihídcm, págs. 109-114. 27 Son códices de Beteta los visigóticos escurialenscs a. II. 8 (Antolín : Catá­

logo, I, págs. 32-36), a. II. 9 (Antolín : Catálogo, I, págs. 42-i5), e. I. 13 (Antolín ; Catálogo, II, págs. 28-31).

Nuevas aportaciones documentales sobre los,,, 527

la Academia de la Historia (Cod. 38), procedente del cenobio Emi-lianense, fueron copiados de un mismo arquetipo hacia el siglo x. Es, por lo tanto, muy probable que el «Beato», &. II . 5, de El Escorial procede de la colección de Beteta, basándome en las no­ticias que sobre este procer soriano nos proporcionó el bibliote­cario escurialense Guillermo Antolín ^*.

Adquirido en 1578, no aparece, como es natural, en la «Entrega Real» de 1576, pero sí en el inventario de 1600 atribuido al P. Si-güenza, que lo describe:

Apringii in Apocalypsim erposttio. Codex antiquus, literh go-thicis exaratus, sine prhicipio et fine, membr.,

con la signatura primitiva H. I. 1, tuvo más tarde la sign. C. I> 4 ; en el siglo xviii se le dotó de la que tiene actualmente &. II . 6 *°.

Hemos ampliado nuestras pesquisas últimamente para poder precisar la procedencia, al menos probable, de este tan valioso Beato escurialense, buscando la identificación con algunos de los códices citados por los antiguos y cuyo paradero actual, si es que existen, se desconoce.

Uno de éstos es el Beato de S. Salvador de Oña, escrito en letra visigótica, que llevaba, según nos informa el P. Berganza, al principio o al final, unas Memorias y Epitafios sobre los condes de la Bureva y de Castilla, como Sancho García y Laín Calvo, etc., pero que no es identificable con el Beato de Beteta, dado que todavía en el año 1719 se conservaba en el monasterio de Oña (cf. F. de Berganza, Antigüedades de España, I, Madrid, 1719, págs. 810, 896 y 567).

Otro de los Beatos, hoy no localizados, que pudiera identifi­carse con más probabilidad con el escurialense de Beteta, es el que poseía hasta el siglo xvi el monasterio de San Pedro de Cár­dena. Conocemos algunos detalles sobre la elaboración de este Beato de Cárdena. Pues en tiempos del abad Cipriano, que go­bernó la abadía entre los años 941-945, se ordenó copiar diver­sas obras, entre ellas, el libro de la Exposición del Apocalipsis. Conocemos los nombres de algimos copistas que en estos años for­maban el scríptorium, como Endura, el más importante, quien co-

2* G. Antolín: «Los códices de Jorge de Beteta», en Catálogo, V, págs. 188-140; G. de Andrés: «Los códices visigóticos de Jorge de Beteta en la Biblioteca del Escorial», en Celtiberia, 51 (1976), págs. 101-107.

2 ' Antolín : «Un códice visigodo de la explanación del Apocalipsis por S. Beato de Liébana», en La Ciudad de Dios, 71 (1906), págs. 180-191, 620-630.

528 Revista de Archivos, Riblictecas y Museos

pió en 914 el Passionarium del Museo Británico, en 949 el comen­tario a los Salmos de Cassiodoro con la colaboración del copista Sebastián y en 954 las Etimologías de la Academia de la Histo­ria con la cooperación de Diego (cf. Berganza, I, págs. 209-215, 221-228).

Comparadas la escritura del Beato de Beteta con la del Cassio­doro de Manchester, aunque no se puede hablar de una identifi­cación de manos, al menos se nota un aire y apariencia de paren­tesco como procedentes de un mismo scriptorium, dentro de lo que cabe deducir de la comparación de unas fotocopias (cf. Ber­ganza, I, págs. 221-228). El P. Berganza nos habla también de otro copista, algo anterior a Endura, en tiempos del abad Damián (902-917), que firmó con el nombre de Gómez Diácono en 914 unos Morales de S. Gregorio (tal vez sea de su mano la hoja de la Biblioteca de Cataluña) y unas Collationes Patrum de Casiano (podría ser de su mano también la hoja de esta obra que con­serva el Museo Diocesano de Barcelona) y otros códices visigóticos (cf. Berganza, I, págs. 19, 177).

La posible salida del Beato de Cárdena en el siglo xvi nos la detalla el P. Berganza al lamentarse del abandono en que se en­contraba la librería monacal, en la que los códices visigóticos

«aparecían medio rasgados»,

y a q u e al i n v e n t a r s e la i m p r e n t a

«los monjes los deshacían para hacer cartones con que aforraban otros libros, que no hicieran mucha falta, aunque no se hubieran impreso».

Hasta que el abad Lope de Frías (1524... 1558) mandó guar­dar estos libros antiguos bajo llave para evitar su total destruc­ción (Berganza, págs. 214-215).

Es posible que ante este abandono y desinterés por los libros visigóticos entre los monjes de Cárdena, tanto el Beato como los otros libros antiguos que poseían los Beteta fueran adquiridos de esta célebre abadía, ya a través de algunas mercedes, servicios e incluso fueran dados a esta noble familia graciosamente; bien que no es más que una hipótesis, a la espera de que algún día se llegue a probar documentalmente esta salida de códices, aunque sí nos consta que salieron diversos códices antiguos en el siglo xvi y que nunca se llegaron a recuperar, como nos cuenta el P. Berganza

Nuevas aportaciones documentales sobre los... 529

hablando de la donación que hizo el abad Juan de Ossorio (1661-1665) de sus libros a la comunidad

«por haber reconocido que habían faltado muchos libros antiguos por la facilidad con que algunos abades habían dado licencia para sacarlos y negligencia que había habido en volverlos (cf. Ber-ganza, 11, pág. 344).

Cerramos esta digresión afirmando que en ninguno de los Bea­tos hasta ahora conservados hay alguna traza que indique la pro­cedencia de Cárdena o se identifique con el existente en esta aba­día hasta el siglo xvi, tan sólo el códice Beato de Beteta de El Escorial, es el único que, a mi parecer, tiene más probabilidades de ser la Exposición del Apocalipsis que mandó escribir el abad Cipriano para su monasterio de S. Pedro de Cárdena en el si­glo X.

E L CCBEATO» DE GUADALUPE

Otro de los códices del comentario al Apocalipsis que se em­pieza a citar en el siglo xvi es el existente en el monasterio de Guadalupe. La primera referencia la tenemos en Ambrosio de Mo­rales, cuando nos dice en su «Viaje Santo», al hablarnos del «Beato» de Valcavado:

«Esta obra, a mi pobre juicio, es excelente y dignísima de andar impresa ; y sospecho es una de que el P . Prior del Escorial tiene noticia, por haber otro códice de ella en Guadalupe. Ambos a dos códices ha más de 550 años que se escribieron, como por lo que al cabo parece» ' " .

Luego, según Morales, al final tenía suscripción. El prior escurialense que cita es el P. Hernando de Ciudad

Real, que fue dos veces prior de Guadalupe y en 1571 de El Es­corial,

«estudió casi pwr sí mismo y sin maestros la lengua griega y al­canzó mucho en ella y de la hebrea tuvo buenos principios»,

30 Viagc de Ambronio de Morales jtor orden del Rey D. Phclijie II a los rciyjio» de León y Galicia y ¡¡rincipadn de Astvrias etc., dale a luz con natas... II. Iñórez, Madrid, 1765, pég. 52.

530 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

según nos dicen las «Memorias Sepulcrales Escurialenses» '^ ; da­das sus aficiones intelectuales conocía bien la biblioteca guada-lupana.

Vuelve a citar este «Beato» el mismo Morales cuando nos des­cribe la colección manuscrita de Ponce de León, de quien hemos hablado anteriormente, quien poseía una copia del comentario al Apocalipsis, hecha, según asegura Morales, del «Beato» de Gua­dalupe, que pasó a El Escorial:

«Este libro que aquí pongo es una copia que el obispo había hecho sacar de un original de Guadalupe» ;

añade otro nuevo detalle sobre este códice: que contenía al final el comentarlo de San Jerónimo sobre Daniel:

«Tiene al cabo otra exixjsición breve sobre el Apocalipsi» '^.

Esta copia del obispo de Plasencia hubiera sido muy útil para identificar al «Beato» del cenobio Jerónimo, si no hubiera pere­cido en el incendio de El Escorial de 1671.

Ambrosio de Morales llegó a ver y hojear el «Beato» de Gua­dalupe antes de 1586, como nos informa en el libro XIII de su Corónica:

«Otro libro, aún más antiguo, a mi creer, hay de esta expo­sición en la librería de la santa iglesia de Oviedo j otro en el real monasterio de nuestra Péñora de Guadalupe y todos los he visto yo».

Hacia 1584 hubo en Madrid un empeño por conocer más a fondo aquella obra que unos atribuían a Apringio y otros a Beato de Liébana; tal ve/, fuera esta pretensión impulsada por Morales con ánimo de llegar a imprimirla. Llevó las riendas de esta investi­gación Juan Vázquez de Mármol, corrector de libros en el Consejo Real. Con este fin se trajo a Madrid el códice «Beato» de Valca-vado para examinarse y determinar el autor, comprobando si su contenido merecía ser editado.

En lo tocante al «Beato» de Guadalupe se encargó a un canÓ-

51 Memorias Sepulcrales, Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 18591, f. 48. Cf. R. Dosma Delgado ; Discursos patrios de la real ciudad de Badajoz, Madrid, 1601, pág. 39v.

5 2 Aiitolín : «La librería de don Pedro Ponce de León», etc., pág. 808.

Nuevas aportaciímes documentales sobre los... 531

nigo de Badajoz, Rodrigo Dosma % quien, además de tener el título de cronista real, conocía las lenguas antiguas con cierta per­fección, para que fuera a Guadalupe y revisara el «Beato» del cenobio Jerónimo. Dosma envió una somera descripción, haciendo hincapié sobre el autor y copista, como consta en el folio 186v del manuscrito 12.742 de la Biblioteca Nacional:

«En la librería de Guadalupe, a la mano derecha, en el último quarto, en el banco postrero de la faz 1.*, ay dos o tres libros; está una obra en pergamino y letra gótica del tamaño del que tienen por Abringio, que está en poder del secretario Vallejo y es sobre el Apocalypsis y dize al cabo: Hunc lihrum collegit (vel transcripsit) Emeterius dr/»s. e.r scriptts sentí, patris nostri Abrin-gii».

A continuación añadió Vázquez de Mármol:

«Violo el doctor Rodrigo de Osma, canónigo de Badajoz».

Es muy interesante esta subscrip>ción, que nos indica que este códice fue escrito por el célebre copista Emeterio, que iluminó el «Beato» de Gerona y en parte el de Tábara. Por la abreviatura visigótica dcna = diaconus, conocemos la dignidad eclesiástica de Emeterio al tiempo de transcribirlo; porque si en 970 era pres­bítero, según el «Beato» de Tábara, este manuscrito fue copiado antes de esta fecha, tal vez hacia 960 más o menos ; al mismo tiempo nos da otro dato, la procedencia zamorana de este «Beato», a mi parecer, del monasterio de San Miguel de Escalada, o tal vez de Camarzana (Zamora), como defiende un autor moderno.

Hacia 1590, como ya dijimos, el discípulo de Arias Montano, Bartolomé Valverde, aconsejaba a Felipe II la adquisición del «Beato» de Guadalupe para El Escorial, no sólo por el estado de abandono en que se encontraba en la librería monacal, sino tam­bién porque

«es assi un gran thesoro. Hallo ahora, dice, en el monasterio de nuestra señora de Guadalupe un volumen antiquísimo, en letra gótica, que contiene en sí doce libros de exposiciones, glosas y declaraciones sobre el Apocalypsis colegidas de los sagrados doc­tores que se perdieron; y a lo que del prólogo y pwrte del prin­cipio que leí y tengo aquí, se colige, parece y es assí un gran thesoro este libro y digno de que vuestra Majestad tenga noticia ;

•in nioyrafia Eclcsiáiitica Completa, 3, Madrid-Barcelona, 1851, págs. 910-911.

332 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

por lo que importará al bien común saliere a luz y se comunicase al mundo so el amparo y glorioso nombre de vuestra Majestad» '*.

A esta notificación del doctor Valverde fue puesto al margen, tal vez por Vázquez de Mármol, la siguiente observación:

«El libro sobre el Apocalypsis, si es de buenos autores sería muy provechosos publicarse y así convendría primero examinarse |X)r hombres doctos teólogos».

Del parecer de Valverde sobre el «Beato» de Guadalupe se saca otra nueva información sobre el códice, que empezaba com­pleto con el prólogo o dedicatoria a Eterio.

Se comprueba cómo en estos años hubo un movimiento para editar el comentario de «Beato», pero no sabemos por qué no se llevó a cabo la edición, que hubiera precedido a la del P. FIó-rez en 200 años.

Al ñn el «Beato» de Guadalupe quedó en su lugar y no se hi­cieron las diligencias para llevarlo a El Escorial, tal vez porque ya existían cuatro copias de Ja obra de Beato, o Apringio, como más comúnmente se creía, y una con bellas miniaturas; pero del manuscrito de Guadalupe no se nos dice si estaba decorado, aun­que parece que no ofrece duda al estar la ñrma del iluminador Emeterio ; ya se sabe que para los coleccionistas del círculo de Felipe II y en general para los bibliófilos de esta época las mi­niaturas apenas se valoraban, dando valor, por encima de todo, al códice por su contenido ; lo contrario de lo que ha sucedido modernamente con los «Beatos».

Durante el siglo xvii se cita a veces el manuscrito de Guada­lupe por algunos escritores de esta centuria, especialmente Nicolás Antonio, que extraen la noticia a base de lo que dijo Morales en su Coránica y en su «Viaje Santo», del cual tantas copias exis­tían ^\

La última noticia que tenemos del «Beato» guadalupano se contiene en un índice que se compuso hacia 1770 de los libros

34 Antolín: Catálogo, V, pág. 148. Cf. Instituto de Valencia de D. Juan (Ma­drid), Caja 158, Envío 109, n. 48.

3 5 Aunque el «Viaje .Santo» de Morales no se publicó hasta el siglo xvni, es frecuente encontrar copias en las bibliotecas de los eruditos y bibliófilos, tanto del siglo XVI como del xvn; por ejemplo. García de Loaisa, arzobispo de Toledo, poseía un ejemplar (cf. G. de Andrés; «Historia de un fondo griego de la Biblioteca Nacional de Madrid ; Cardenal Mendoza y García de Loaisa», en Revista de Archi­vos, Bibliotecas y Museos, 77 (1974), pág. 64, n. 257.

Nuevas aportacio-nes documentales »ohre los... 688

que se guardaban en la biblioteca de Guadalupe, en el cual se describe nuestro códice como obra de San Jerónimo : S. Hiero-nymi P. N. in Apocalypsim et Danielem explanatio, manuscrito en pergamino, 1 val., in fol. "t

La suerte de este códice en el siglo xix es incierta. Trasladada la biblioteca de Guadalupe al Colegio de Humanidades de Cáceres en 1887, es de suponer que entre los manuscritos fuera este «Beato», a no ser que se hubiera sustraído o deshecho antes de este tiempo, ya que la incautación y traslado fue un bochorno para la cultura española.

En 1858 el arabista Pascual Gayangos, por orden del Gobierno, seleccionó un grupo de códices de Cáceres que remitió a la Aca­demia de la Historia " ' ; más tarde, en 1898, por real orden, se enviaron al Archivo Histórico Nacional 88 libros impresos y 14 ma­nuscritos procedentes de Guadalupe que se conservaban en Cá­ceres ^'.

Como de este «Beato» no se ha vuelto a tener noticia, hay que suponer que fue sustraído o despedazado en su traslado desde Guadalupe a Cáceres ^°; en el mejor de los casos podría identifi­carse con el «Beato» del Archivo Histórico Nacional, sign. Códi­ces 1097B, iluminado por Magius y terminado por Emeterio en la torre del monasterio de Tábara (Zamora), falto actualmente de muchos folios y en parte mutilados, el cual podría haber sido remitido con los documentos que apartó Gayangos para el Archivo Histórico Nacional que se conservaban en Cáceres procedentes de Guadalupe o en el envío de 14 códices del año 1898; ya que se ignora en el dicho archivo la procedencia primitiva de este «Beato», aunque se conoce la inmediata, antes de su ingreso, puesto que estuvo en poder del bibliotecario provincial de León, Ramón Al-varez de la Braña; en tal caso habría que suponer que la lectura de Dosma: Em^eterius diaconus fuera mal interpretada por Eme-terius presbyter.

Toda esta cuestión es una incógnita que, tal vez, algún día logren despejar nuevos documentos que no hemos tenido la for­tuna de hallar.

36 G. Beaujouan: Ai Míeme hwnaive et vétérinaire Á la fin du moyen age (La bibliothéque et l'école medicale du monastére de Guadalupe a l'aube de la Renaissance), Genéve-Paria, 1960, pág. 448.

S7 Ihidem, pág. 865. 38 Real orden de 26 de agosto de 1898. 30 Beaujouan : Medicine humaine, etc., págs. 891-895.

531 íieti/sta de Archivos, Bibliotecas y Museos

EL «BEATO» DE OVIEDO

Creo que la primera vez que se cita este códice es en 1557, al ser enviada, en préstamo, una remesa de manuscritos de la ca­tedral de Oviedo a Pedro Ponce de León, obispo, a la sazón, de Ciudad Rodrigo (Salamanca), para ser utilizados en sus estudios; en esta lista se lee :

«S. Jerónimo sobre el Apocalipsis, pergamino y gótico»,

que sin duda responde al «Beato» de Oviedo *". Algunos han su­gerido que este «Beato» podría ser el mismo que se describe en la lista de códices que existían en Córdoba en el año 882, según el manuscrito esc. R. II . 18, en el que se lee:

Expotitum Danielis et Apocalypsis et Cántica Canticorum, in unum volumen.

En este caso, si se identifican, estaba copiado en el siglo ix y procedería de los mozárabes de Córdoba, como el citado códice esc. R. II, 18 " .

Se vuelve a citar el «Beato» ovetense en la lista enviada a Felipe II en 1572 desde Oviedo, notificándole los mejores códices que poseía su catedral:

«S. Jerónimo sobre el Apocalipsis, en pergamino y gótico» ;

esta mención del «Beato» como existente en Oviedo en este año, significa que ya había sido devuelto por Ponce de León ".

Pero el que divulga la existencia del comentario apocalíptico entre los eruditos es Ambrosio de Morales, que lo cita varias ve­ces en sus obras, e incluso es quien le atribuye por primera vez a Beato; así nos lo describe en su «Viajie Santo» hecho en 1572:

«Exposición del Apocalipsi. Es la misma que ya he señalado en lo de S. Isidoro de León; y por muy buena conjetura entiendo que la recopiló muy ix)cos años después de la destrucción de Es­paña un clérigo bien docto llamado Beato, que también escribió

*<• Papeles de Abad y Lasierra, vol. 19, en Real Academia de la Historia. •ii A. Millares Cario: Manuscritos visigóticos, Madrid, 1968, pág. 21, n. 29. *2 A. de Morales: Opúsculo» históricos (índice de los libros que hay en la

Iglesia Mayor de Oviedo de letra gótica), II, Madrid, 1798, pág. 108.

Nuevas aportacicmes documentales sobre lo».,. 535

otras obras contra el arzobispo de Toledo Elipando, en compañía de Eterio, obispo, a lo que parece, de Osma» •".

Morales vuelve a citar este «Beato» en otro lugar de su «Viaje Santo» **, como también en el examen que hizo de la biblioteca de Ponce de León **.

Para Ambrosio de Morales el «Beato» de Oviedo era más an­tiguo que el de San Isidoro de León y el de Valcavado (a. 970), según nos lo refiere en la «Corónica General de España», editada en 1586:

«Otro libro aún más antiguo (que el Beato de León y Val-cavado), a mi creer, hay de esta Exposición en la librería de la santa Iglesia de Oviedo» **.

Luego, por estos años, aún se conservaba en su primitivo lu­gar. Todavía en 1595 el jesuíta Luis Alfonso de Carvallo, en su obra Antigüedades de Castilla, asegura que

«un traslado del Beato está en la librería de la Iglesia de Oviedo» ".

En los siglos XVI y xvii se vuelve a citar, siempre reprodu­ciendo el testimonio de Ambrosio de Morales, pero nadie lo ha vuelto a ver. ¿ Qué pasó con este «Beato» ? Para algunos autores como Ramsay, Neuss, Sanders, etc., se identifica con el «Beato» escurialense, lo cual hemos visto que no es cierto. A mi parecer, la desaparición del «Beato» de Oviedo hay que explicarla por una de estas tres causas:

La primera es que fue poco a poco descuartizado, como se hizo con otros códices góticos, según nos cuenta en 1595 el bibliote­cario de Oviedo, Alfonso Marañón de Espinosa, arcediano de Ti­nco, en carta que remitió al bibliotecario de Toledo, Cristóbal de Palomares:

«He dado vuelta a los libros góticos que tenemos en esta igle­sia... y están tan desbaratados que es lástima, porque como no había quien supiese leer letra gótica todos metían las manos sa­crilegas en aquel precioso tesoro de libros para hacer cubiertas de cartillas del pergamino de los libros góticos» *^.

*' Morales: Viaje Santo, etc., pág. 95. ** Ihldem, pág. 52. *' Antolfn: «La librería de don Pedro Ponce de León», pág. 808. •" A. de Morales: Lot cinco libros postreros de la coránico general de España,

Córdoba, Í5S6, pág. 46v. *' L. A. de Carvallo: Antigüedades de Asturias, Madrid, 1595, pág. 168. ** Nicolás Antonio : Censura de historias fabulosas, Valencia, 1742, págs. 580-581,

536 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

Podría haber sucedido tan triste suerte al «Beato» de Oviedo, que sirvieran sus hojas pergamináceas no sólo como encuadema­ción de cartillas, sino como adorno en las viviendas o librerías al estar las hojas tan bellamente iluminadas; pues las miniaturas de los «Beatos» siempre han producido una cierta atracción a lec­tores y curiosos que les ha arrastrado a mutilar los folios ilumi­nados ; por eso están tan bárbaramente destrozados algunos de los «Beatos». No sabemos con certeza si tal fue la suerte del Beato ovetense.

En cuanto a la afirmación de Marañón de Espinosa en la citada carta sobre los códices de Oviedo,

«todos han venido a parar al Escorial que tienen cárcel perpetua»,

diremos que Feüpe II no adquirió directamente ningún códice de Oviedo, ni por compra ni por donación, aunque es verdad que ingresaron cuatro códices ovetenses en El Escorial, uno a través de Ponce de León y los otros tres con motivo de la edición de las obras de San Isidoro de Sevilla, dirigida por Juan Grial a fina­les del siglo XVI; las causas de la salida de estos códices de Oviedo y su no devolución están explicadas en un estudio que acabamos de publicar, aunque ahora rectificamos que el «Beato» de El Es­corial no es el de Oviedo ni tampoco el de Guadalupe, como con­jeturábamos en esta reciente publicación *^.

La segunda causa, que creemos más probable que la anterior, es que el Comentario al Apocalipsis de Oviedo pasó hacia 1680 a poder del conde-duque de Olivares, juntamente con el célebre R. II . 18 y el visigótico, también hoy en El Escorial, a. I. 18 y algunos más. Es muy conocido que este valido tenía facultad de Roma de poder requisar los códices que le parecieran de cualquier catedral de España. Así entraron en su magnífica biblioteca códi­ces de las catedrales de Salamanca, Palencia, Osma, Sevilla, Cuen­ca, etc. Creo que entre los que se llevó de Oviedo podría estar el célebre Beato, aunque hasta ahora no se ha encontrado el inventario completo de la biblioteca de Olivares. A la muerte del Conde-Duque, su valiosa colección de manuscritos se dispersa, pa­sando una gran parte a El Escorial, en 1654, y otra parte quedó en poder de su sobrino Gaspar de Haro, marqués de Liche. En El Escorial ingresaron los dos códices visigóticos de Oviedo, eita-

*' G. de Andrés: «Los códices TÍsigóticos de la catedral de Oviedo», en Cua­dernos Bibliográficos, 81 (1974), págs. 7-10.

Nueva* aportaciones documentales sobre los... 587

dos anteriormente, pero no se tiene noticia de que viniera con ellos el «Beato».

Finalmente, concluímos con que hay que dar por perdido defi­nitivamente el célebre códice «Beato» de Oviedo, ya que entre los conocidos actualmente, de venerable antigüedad y proceden­cia ignorada, no hay ninguno que pudiera ser el ovetense, a no ser que el futuro nos diera una agradable sorpresa con un descu­brimiento sorprendente.

80. E L «BEATO) DE VALCAVADO

Ha sido uno de los «Beatos» de los que más se ha hablado desde el siglo xvi, a causa de su copista el monje Oveco, identi­ficado por algunos con el propio autor del Comentario al Apoca­lipsis, Beato de Liébana. Es Ambrosio de Morales el primero que lo cita, tanto en su «Viaje Santo» como en su Coránica, dándonos algunos detalles del lugar de Valcavado, en cuya iglesia se con­servaba el códice y una reliquia de Oveco, venerado como santo por los lugareños palentinos "'.

Cuando Morales pasa por Valcavado en 1572, el códice había sido llevado a León hacía algunos años, para ser comparado con el «Beato» de la colegiata de San Isidoro, según nos cuenta el obispo de León, Francisco de Trujillo (1578-1592), quien asegura que en tiempo de su antecesor el obispo Juan de San Millán (1564-1578), el «Beato» de Valcavado, lugar que pertenecía en­tonces a la diócesis de León —hoy tanto eclesiásticamente como en lo civil pertenece a Falencia—, había sido extraído de este villorrio por Teófilo Guerra, provisor y arcediano de Valderas y llevado a León, pero no nos precisa el año '^.

Morales, en 1572, encuentra el «Beato» de Valcavado en León.

«Este libro de Valcavado, nos dice Morales, había sido traído ahora aquí a León para cotejarlo con este otro de S. Isidoro y así yo lo vi» **.

No sabemos si el «Beato» de Valcavado fue devuelto a su lugar primitivo; tal vez; porque hacia 1590 el señor del lugar.

«• Morales: Viaje Santo, etc., pág. 52 ¡ Coránica, lib. XIII, cap. 27. *i Francisco Trujillo: Antigüedades de la igle$ia de Lean y sus mártires (Bi­

blioteca Nacional de Madrid, ms. 5560, f. 321v). *2 Morales: Viaje Santo, pág. 52.

588 Revista de Archivos, RibUctecas y Museos

un tal doctor Flores de Carballo '•'', alegando que estaba en una iglesia de su propiedad, se lo trajo a Madrid y se lo prestó al oñcial de Felipe II , señor Vallejo ^^; es probable que para cote­jarlo con otros y ver si merecía hacerse una edición de esta obra, como aconsejaban Morales y Bartolomé Valverde **.

Así nos informa el manuscrito de la Biblioteca Nacional 12.742, folio 182, hablando del «Beato» de Valcavado que estaba en po­der del secretario Vallejo:

«Este libro me prestó el doctor Flores de Carvallo, que es de una iglesia que está en una heredad del dicho doctor de la Orden de S. Benito».

Semejante información nos da el P. Jerónimo Román de la Higuera en su Historia eclesiástica de Toledo, aún inédita:

«cYo he visto un libro gótico de estas obras en poder del secre­tario Vallejo, escrito en la era de 1008, que es año 970 y escri­bióle un monje llamado Ovieco etc.».

Es probable que el P. Higuera lo manejara en Toledo, donde lo vio Juan Bautista Pérez, como veremos °*.

La misma noticia nos transmite el P. Luis Alcázar del Beato que estaba

«tapad quendam Regis secretarium cui nomen Vallejo fuit» ^'',

El siguiente poseedor del «Beato» de Valcavado es el jesuíta P. Antonio de Padilla, hijo del VI conde de Buendía; éste había regalado a Felipe II uno de los mejiores códices visigóticos escu-rialenses, el Vigilano **; su único hijo varón ingresó en la Com-

s* Eki el ms. que citamos unas lineas más abajo se lee Flores de Car., la misma mano ha puesto en el margen Cárdenas o Cardona, descifrando el Car.; la familia Flores tenia señorío en Cervera de Pisuerga; hemos encontradoe un Ftórez de Car-bailo, doctor, en esta época que identificamos con duda con esta persona.

"* El contador Juan Vallejo trabajaba con el secretario de Felipe II Mateo Vázquez de Leca.

ss Morales: Viaje Santo, pág. 52; «Carta del doctor Valverde a Felipe II», en Antolfn: Catálogo, V, pág. 14>8.

S8 Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 1287, f. 275. Ved nota 61. Además, este «Beato» lleva en la última hoja de guarda un texto sobre Santa Leocadia, del siglo XVI, ya que en 1587 se hizo el traslado de sus reliquias desde Flandes a Toledo.

" L. de Alcázar: Vestigatio areani temut in Apocalypsi, Amberes, 1614, pág. 89.

«« Antolín: Catiüogo, I, pág. 404.

Nuevas aportaciones documentales sobre los... 589

pañía de Jesús, llegando a ser buen predicador y, sobre todo, teólogo, como lo muestran sus obras inéditas °°; murió en 1611, en Valladolid, donde ejercía la docencia.

El motivo de que el «Beato» de Valcavado pasara a poder del P. Padilla, tal vez esté en las palabras que puso, probablemente, Vázquez de Mármol al memorial del doctor Valverde, al hablar de la conveniencia de la publicación del Comentario de «Beato»,

y así convendría primero examinarse por hombres dc.-ctos teó­logos «».

Con vista a una edición se trajo a Madrid el «Beato» de Val-cavado *S y se examinó el de Guadalupe. Fracasado el intento de edición, no sabemos por qué motivo, el P. Padilla se quedó con el «Beato» de Valcavado, ya sea porque no se reclamó o porque le fue donado por su poseedor, Flores de Carvallo.

El «Beato de Valcavado» quedó en el colegio jesuítico de San Ambrosio de Valladolid, donde lo vio el P. Luis de Alcázar en poder del P. Padilla ^^; a la muerte del P. Padilla, en 1611, el códice siguió en poder de la comunidad hasta la expulsión de los jesuítas en el siglo xviii, en que pasó a la biblioteca de la Uni­versidad vallisoletana, donde hoy se conserva *'.

18. E L «BEATO» DE SAN ISIDORO DE LEÓN

Es también Ambrosio de Morales quien nos da la primera no­ticia sobre la existencia de un códice «Beato» en la colegiata de San Isidoro de León en su «Viaje Santo», de 1572. Como empe­zaba mutilo, logra, comparándole con el de Valcavado, que tenía la dedicatoria a Eterio, deducir con probabilidad que el autor de

*' C. Sommervogel: BibliotMque de !n Compagnie ()e Jésu», VI, Bruxelles-Paris, 1895, pAgs. 7T-T8.

«« Antolín: Catálogo, V, pág. 145. *i El «Beato» de Valcavado es llamado el códice Legionense, por causa de per­

tenecer Valcavado a la diócesis de León; hay que distinguirlo del «Beato» de S. Isidoro de León; así lo llama Juan Bautista Pérez, quien escribe: nApringii nomine multorum mantbu« circumfertur opu« ingent mi. in Apocalyptim. Sed ego cum viderem eodicem gotthicum Legionensem scriptum aera millesima octava, ani-madverti inde auctorii nomcn non constare, sed editum opus tn gratiam. cmusdam Eterii» (S. Isidori de viris iüustribuii líber, Madrid, 1599, pág. 12«, cap. XXX).

*2 Alcázar: Veitigatio, etc., pág. 89. *« T. Rojo Orcajo: El «Beoto» de la Biblioteca Santa Cruz de Valladolid,

Madrid, 1980.

540 Revista de Arctiivos, liibliotecas y Museos

la obra es San Beato de Llábana. Nos vuelve a citar el «Beato» de León en su Coránica ®*.

Es probable que el «Beato» de León fue llevado a Toledo alre­dedor de 1580, juntamente con el de Valcavado; a este último lo manejó el bibliotecario de la catedral Juan Bautitsa Pérez, como él mismo nos lo asegura,

sed cum ego vidissem códicem gothicum Legionensem, etc. ^^.

La razón del envío de los códices de León y Valcavado a Toledo y Madrid fue para que lo revisaran personas doctas y juz­garan de la conveniencia de una edición. El «Beato» de León pa­rece que se entregó a Alvar Gómez de Castro para su examen. Nos confirma la noticia el jesuíta P. Luis de Alcázar, al citar los códices de Apringio (en realidad «Beatos») que conocía:

Eiusdem operis alia exemplaria antiquissima cum titulo Apñn-git fuisse ab ipsis perspecta apud magistrum Alvarum Gomeziutn °*.

Luego tenía Gómez de Castro un «Beato» antiquísimo, según el P. Alcázar, igual que el de Valcavado, que poseía el secretario Vallejo.

Hay que tener presente que en estos años estaba recibiendo Gómez de Castro numerosos códices de catedrales, monasterios y colegiatas, entre ellas la de León, que contenían las obras de San Isidoro de SeviUa con vistas a una edición completa de sus obras depuradas hecha bajo el patrocinio de Felipe I I ".

A la muerte de Gómez de Castro, en 1580, el «Beato» de León pasó a poder de uno de sus colaboradores en la citada edición, García de Loaisa Girón, arcediano de Guadalajara, canónigo de Toledo y preceptor de Felipe III , quien llegó a formar una mag­nífica biblioteca, rica en textos manuscritos, entre los que se en­contraba el «Beato», según consta en la tasación de sus libros a su muerte, en 1599:

«Otro libro en pergamino, intitulado, Expositio gothica ma-nuscñpti in Apocálipsi, se tasó en 10 ducados» " .

« • • Morales: Coránica General, lib. 18, cap. 27 (Córdoba, 1586), pág. 4i6v. 6" S. Isidori liber de viris iüuitrihus, Madrid, 159», pág. 126. 6* Alcázar: Vestigatio, etc., pág. 89. • ' G. de Andrés: «Viaje del humanista A. Gómez de Castro a Plasencia en

busca de códices de obras de S. Isidoro para Felipe II (1572)», en Homenaje a A. MiUares Cario, I, Madrid, 1975, págs. 614-621.

** G. de Andrés: «Historia de un fondo griego de la Biblioteca Nacional de

Nuevoi aportaciones documentales sobre los... 541

El códice «Beato» de León que poseía Loaisa corrió la misma suerte que su rica biblioteca, que pasó a través de su familia al monasterio de San Vicente de Plasencia, a mediados del si­glo XVII, y a la Biblioteca Nacional en el siglo xviii, gracias a las gestiones del bibliotecario Juan de Iriarte ''°. Pero el Comen­tario al Apocalipsis había ya entrado en esta institución a prin­cipios de dicho siglo. La explicación hasta ahora más probable es que de la biblioteca de los dominicos de Plasencia había extraído el hagiógrafo Juan Tamayo de Salazar diversos códices para uti­lizarlos en su obra Martyrologium Hispanum, que luego no de­volvió, depositándolos en la biblioteca de su patrono, Diego de Arce y Reinóse, obispo de Plasencia e inquisidor general, quien falleció en 1665 en Madrid ; entre ellos, al parecer, estaba el «Beato» de León.

Al año siguiente se puso en venta la biblioteca impresa de Arce y Reinoso '" y unos años más tarde, su sobrino, Fernando de Arce, vendió los códices " , entre ellos el «Beato», que fue adquirido por Gaspar Ibáñez de Segovia, marqués de Mondéjar, quien se gloria en sus obras de su posesión,

«que hoy para en mi poder» '^ ;

lo conñrma Nicolás Antonio en 1680 al escribir

qiií nunc est pene E.rcm. Marquioncm de Mondejar ' ' .

A la muerte del marqués de Mondéjar, en 1708, Felipe V con­fiscó sus bienes y libros a causa de militar en las tropas del Pre­tendiente Austríaco los tres hijos de Ibáñez de Segovia, En el inventario de su biblioteca, que se conservaba en la villa de Mon­déjar, no aparece el célebre «Beato» de León'*. Parece hallarse el motivo en que las tropas austríacas, al pasar por la villa de

Madrid. Colecciones Cardenal Mendoza y García de Loaisa», en Revista de Archi-vot, Bibliotecas y Museos, 77 (1974), pág. 58. Rectificamos, como más probable, la identificación con el de la Biblioteca Nacional de Madrid, Vitr. 14-2.

69 Ihldem, págs. 41-49. ' " El inventario, hoy pieza muy rara, se encuentra incluido en el ms. 11.615

de la Biblioteca Nacional de Madrid. '1 Cf. N. Antonio; Bihliotheca Hispana Vetus, 1, pág. 494. '2 G. Ibáñez de Segovia: Prccficacián de Santiago en España, Zaragoza, 1682,

pág. 126. '* N. Antonio: B. Hispana eVtus, I, pág. 445. ''* G. de Andrés: «La bibliofllia del marqués de Mondéjar (t 1708) y su biblio­

teca manuscrita», en Jornadas Bibliográjicas, Madrid, 1976, págs. 598-602.

542 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museo»

Mondéjar, se llevaron tanto a los hijos del marqués como los objetos más preciosos de su palacio, entre ellos, sin duda, la valiosa obra de «Beato». Alcanzados los austríacos por las tropas de Felipe V, cayó en su poder este códice con los demás objetos que el monarca se apropió como botín de guerra. Más tarde, al fundarse la biblioteca real, pasó a esta institución con los demás libros procedentes de la biblioteca de palacio, en donde hoy se conserva bajo la signatura Vitr, 14-2, siendo uno de los ejem­plares más bellos, con 98 miniaturas, del siglo xi escrito por el copista Facundus para Fernando I y Sancha, reyes de Castilla y León.

Los TRES «BEATOS» DE SAN MILLXN DE LA COGOLLA

Hasta ahora se creía que en San Millán tan sólo había habido dos códices «Beatos», pero leyendo con atención el documento que publicó hace seis años el P. Joaquín Peña (cf. Páginas Emi-lianenses. Salamanca, 1972, pág. 176), que es una lista de códi­ces que se enviaron a Burgos en 1821 con el título de Razón de los códices antiquísimos..., se describen claramente tres «Beatos», de los que dos son conocidos e identificados, mientras el tercero no ha sido localizado ; tal es la descripción:

N. 8. Otro (códice) del siglo VIII y én folio, que contiene la e.tposici6n del Apocalipsi con diferentes figuras iluminadas que simbolizan este asunto, etc.,

que se identifica con el existente en la Real Academia de la His­toria, cód. Aemil. 88, del siglo xi. El segundo códice de la lista es:

N. .9. Otro del mi-imo Apocalipiii, pero muy faltoso de hojas al fin y de algunas al principio, este códice es también en folio y de letra del siglo X.

Se identifica con el ms. Vitr. 14-1 de la Biblioteca Nacional del siglo X. El tercer «Beato» se describe:

N. 10. Otro en folio mayor de la misma exposición y de letra del siglo XII que sin duda debió ser copia de alguno de los an­teriores.

Nucüas aportaciones docutncntaleí sobre los... 548

Este es el códice todavía no localizado, si existe. Los dos de­talles más interesantes son : en folio mayor y del siglo xii.

De los «Beatos» existentes de procedencia ignorada con las dos anteriores características hay que excluir el del Archivo His­tórico Nacional, que, aunque podría ser por su tamaño, no coin­cide en la edad, ya que es del siglo x, primitivamente del mo­nasterio de Tábara, aunque pasó en el siglo xix a poder del eru­dito Ramón Alvarez de la Braña, como consta en el ms. 8857, f. 52, de la Biblioteca Nacional, pasando a la biblioteca de Fo­mento y más tarde a la Escuela Diplomática (cf. C. Crespo, en Actas del simposio-Beato de Liébana, I, Madrid, 1978, pág. 251).

Es más probable que se identifique con el del Museo Arqueo­lógico Nacional, en el que se dan las dos citadas cualidades de época y tamaño, ya que estuvo en poder de Masa y Sanguineti, gobernador de Burgos, adonde se enviaron los códices de San Millán ya en 1821, entregando dicho códice este gobernador al Museo Arqueológico antes de 1871 (cf. Mundo y S. Mariana: op. cit., 86, quienes dan la procedencia de San Pedro de Cárdena como la más obvia simplemente). También es posible que se iden­tifique con el «Beato» de la biblioteca de John Rylands en Man-chester, ya que tiene las dos características aludidas y no se co­noce su procedencia, sino que fue vendido en París en 1870, al par que la biblioteca del marqués de Astorga, pero, al parecer, no formaba parte de esta colección. Existe otra lista de códices de San Millán hecha por el P. Diego de Mecoleta, enviada al bibliotecario Juan de Iriarte en 1752, en que se describen deta­lladamente estos códices «Beatos» y se conserva en la biblioteca de Bartolomé March, Colección de Iriarte, Noticias de libros, I I , f. 672v.

19. E L «BEATO» DE UCLÉS

Uno de los más artísticos «Beatos» es el que se conservaba en el monasterio de la orden militar de Santiago de Uclés (Cuenca) desde el siglo xvi. Había sido donado por el arzobispo de Va­lencia, Martín Pérez de Ayala, en 1567, quien legó a su muerte su biblioteca a este monasterio santiaguista'"'.

'"> C. Gutiérrez: E»pañoles en Trento, Valladolid, 1951, págs. 7T4-T98; G. de Andrés: «La biblioteca de un teólogo renacentista: Martín Vinz de Ayala», en líelmántica, 27 (1976), págs. 91-111.

Sil Revitta de Archivos, Bibliotecas y Museos

Aunque no conocemos la lista de los libros que donó este prelado a Uclés, no obstante, en el siglo xviii fue compuesto un catálogo de los libros donados por Pérez de Ayala, en que se detalla con bastante precisión su contenido. El autor del catá­logo fue el prior del monasterio, Antonio de Tavira " , quien, bajo el número 89, nos describe este «Beato» :

«Líber revelationis sive Apocalypsis beati Joannis cum com-nientariis; item explanatio beati Hieronymi in Danielem et Ha-bacuc. Auctor commentariorum in Apocalypsim nuUibi sese no-minat sed presbyterum Beatum fuisse cum Eterio episcopo Oxo-meiisi contra Elipandum et Felicem acriter decertavit nemo est qui nesciat. Vid. clarum Florezium in praefat. ad praedicta com-mentaria quae edidit Matriti anno 1770.

Codex membranáceas gothicus miniatus frequenter iconibus exornatus. Transcriptas videtur in coenobio S. Michaelis; quod ubinam fuerit, iuxta cum ignarissimis; scio sub abbate Victore A. C. DCCCLXXXXVI, si haec verba satis extricare valuit: Ter terna centum ter dena bina aera» " .

Se trata del célebre «Beato» copiado en el monasterio leonés de San Miguel de Escalada, como ha sugerido M. Gómez Moreno, o tal vez escrito en Camarzana (Zamora), en un cenobio situado en las márgenes del Tera, a unos 20 kilómetros de San Salvador de Tábara, como sostiene recientemente el bibliotecario de la ca­tedral de Astorga, don Agustín Quintana Prieto, en su artículo «San Miguel de Camarzana y su Scriptorium» ^•.

Se ignora en dónde adquirió este valioso. «Beato» Pérez de Ayala. Probablemente de algún monasterio de Zamora poseedor de esta clase de códices de letra visigótica, ilegible para la gene­ralidad de los monjes, que los tendrían en poca estimación ^'.

'6 Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 20.618, ff. 48-78. ' ' Hasta ahora no se ha llegado a un satisfactorio desciframiento de estas dos

líneas: Ut suppleti videlicet codix hujus inducta reducta queque gemina / centies et ter tema centies et ter dena birm ea, que fijan la suscripción de este códice; como lo prueban las diversas interpretaciones sobre la fecha de la subscripción : Tavira lee año 896; Loew, año 894; Neuss, año 922; Gómez Moreno, año 926; Camón Aznar, año 952; Díaz y Díaz, año 962; espero que en el futuro esta suscripción se­guirá atormentando a los paleógrafos.

'* A. Quintana Prieto: «S. Miguel de Camarzana y su scriptorium», en Anua­rio de estudios medievales, 5 (Barcelona, 1968), págs. 64-105.

' ' Es probable que este códice proceda del mismo monasterio en donde adqui­rió Pérez de Ayala su famoso códice visigótico de concilios hispánicos llamado el Hispalense; su bibliotecario, Juan Bautista Pérez, no nos cita, desgraciadamente, el nombre de este monasterio al describir el estado de abandono en que tenían el ms. sus poseedores, ignoratistimorum hominum iniurto semilacerum (cf. G. Martí­nez Diez; La colección canónica hispana, pág. 148).

Nuevas aportaciones documentales sobre los... 545

El «Beato» quedó en el monasterio de Uclés con toda su bi­blioteca después de 1887, cuando fueron secularizados los monjes santiaguistas.

Al quedar medio abandonado tanto el monasterio como su bi­blioteca, fue ocasión de ventas clandestinas de algunos de sus más preciosos códices, llegando a ser de dominio público de que se vendían en Madrid los manuscritos sustraídos de Uclés. Hasta 1872 no se logró el traslado del archivo y manuscritos al Archivo Histórico Nacional, remitiéndose en 1896 gran parte de los códi­ces a la Biblioteca Nacional.

Durante estos años de desidia y abandono se vendió este «Bea­to», hacia 1840, comprado al parecer por un marchante italiano, llamado R. Frasinelli, quien dio un reloj por el códice a quien lo sustrajo de Uclés, no de Valcavado, como dijo en París el bibliopirata G. Libri, quien lo compró en 1847, vendiéndolo al lord Ashburnham en 1849 por 12.500 francos. Pasó en 1897 a H. Ya­tes Thompson, y finalmente a la colección de Pierpont Morgan, de Nueva York, donde lleva la sign. Ms. 644.

En el monasterio de Uclés había además otro códice que tam­bién había pertenecido a Pérez de Ayala y que se nos describe en el catálogo de Antonio de Tavira de esta forma;

Liher revelationum sive Apocalypsis cum perpetua interpreta-tione. Codex membranaceus pervetustus " .

No podemos precisar si se trataba de otro «Beato», que co­menzando mutilo no pudo identificar el autor de este inventario. Hasta ahora no se ha logrado identificar con ninguno de los có­dices de Pérez de Ayala que existen en el Archivo Histórico y en la Nacional. Si se trataba de un «Beato», podría identificarse con algunos de los vendidos en el siglo xrx, de procedencia du­dosa, como el de la Biblioteca Nacional, Vitr. 14-1, que en el si­glo XIX estuvo en posesión de Serafín Estébanez Calderón (cf. B. N., ms. 8.857, f. 52) ; el de la Biblioteca Nacional de Turín, ms. lat. 98, el del Archivo Histórico Nacional, que fue en el siglo pasado de Ramón Alvarez de la Braña, o el del Museo Arqueológico Nacio­nal. Aunque este último creo que es uno de los tres «Beatos» que existían en el monasterio de San Millán en 1820 (cf. J . Peña: Pá­ginas Emilianenses, Salamanca, 1972, págs. 172-178, n. 10).

so Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 20618, f. 45. n. 6.

516 Revista de Arcliivos, Bibliotecas y Museos

2 1 . E L B E A T O D E LA CATEDRAL D E PAMPLONA

En la biblioteca de la catedral de Pamplona existía en el si­glo XVII un códice que contenía la exposición al Apocalipsis de Beato de Liébana, el cual era menos antiguo que el que existía en la iglesia de Valvacado, según nos lo refiere el jtesuita P. José Moret en 1665, en su obra Investigaciones históricas de las anti­güedades del Reyno de Navarra (Pamplona, 1665):

«De aquella obra de exixjsiciones sobre el Apocalipsi a modo de catena que se atribuye al santo presbytero Beato, de que re­fiere Morales vio varias copias muy antiguas, una se ve en el colegio de la Compañía de Gesús de Valladolid y según el dia y era en que se acabó parece la misma que dice vio en Valcavado..., en. la librería de la cathedral de Pamplona ay otra copia, aunque no de tanta antigüedad-o (págs. BtS-etO).

Actualmente no existe tal «Beato» en la biblioteca del cabildo de la catedral navarra. Creo que el libro fue extraído de su estan­tería a mediados del siglo xix, pudiéndose identificar, con bas­tante probabilidad, con el existente en la Biblioteca Nacional de París, Nouv. acq. lat. 136G, dado que su escritura e iluminaciones prueban un origen español; pero el argumento más convincente de su procedencia navarra es un documento pegado al interior de la encuademación del rey Carlos III de Navarra, dirigido al obispo de Dax, Juan Baufes, y al prior de Roncesvalles, Miguel de Ta-var, en 1889.

La historia inmediata del códice es que fue comprado en Es­paña por un librero de Lión, luego por otro de Milán y finalmente por un tercero de París, a quien se lo compró la Biblioteca Na­cional en 1879, como cuenta L. Delisle **, Según criterios paleo-gráficos, parece escrito a finales del siglo xii o principios del xiii, en lo cual está acorde con la afirmación del P. Moret, que era, con relación al de Valcavado (a. 970),

«no de tanta antigüedad».

"' L. Delisle: «Les manusorits do l'apocalypsu ilc Béatus», etc., en Mélangct de paléographie ct de bibliographic, Paris, 1880, págs. 117-122.

Nuevas aportaciones documentales sobre los... 547

9. E L B E A T O DEL CARDENAL A N T O N I O D E A R A G Ó N ( t 1650)

Nicolás Antonio asegura la existencia de este «Beato» en po­der de uno de los descendientes de la noble familia Folch y Car­dona, Antonio de Aragón, canónigo de Córdoba, inquisidor en Zaragoza y miembro del Supremo Consejo de la Inquisición, quien falleció en 1650, llegando a poseer una selecta biblioteca,

«era el primero archivo de toda Europa su grande librería»,

como asegura un autor contemporáneo. La información que tenía Nicolás Antonio sobre este «Beato» la había recibido de su gran amigo, el erudito sevillano Martín Vázquez de Siruela:

Fuit et aliud (exemplar Beati) in bibliotheca eminentissimi Domini D. Antonii S. R. E, Cardinalis de Aragonia, ut nobis retulit Martinus Vázquez Siruela» ".

No podemos precisar si este «Beato» era alguno de los ya ci­tados, cuya existencia posterior al siglo xvi se desconoce, como el de García de Loaisa o el de la catedral de Oviedo o un nuevo códice Beato procedente de algún monasterio ignorado. Como no tenemos más datos, no se puede dar la menor conjetura.

A la muerte de Antonio de Aragón, en 1650, pasó íntegra su biblioteca a poder de su hermano, Pascual de Aragón, canónigo de Toledo en 1647, regente de Cataluña en el Consejo de Aragón en 1658, elevado a cardenal en 1660 y más tarde arzobispo de Toledo. Al ser nombrado cardenal por Alejandro VII, emprendió al año siguiente el viaje a Roma, llevándose consigo su archivo y biblioteca, no sabemos si completa, ya que se perdió al hun­dirse la galera que la llevaba,

«perecieron todos en el naufragio, según cuenta F . I . de Forres, que padecieron sus galeras en la jornada que su Eminencia hizo a Roma» **.

i Pereció el «Beato» en este siniestro ? No lo sabemos. Creo más probable que el «Beato» de Pascual de Aragón se identifi­que con el existente en el Colegio Mayor de San Bartolomé de

S2 N. Antonio: Bibliotheca Hispana Vetut, I, Madrid, 1696, páp;. H5. " D. de Saavedrn y Fajardo: República Literaria, Alcalá de Henares, 1670,

prologo de F. I. de Porras.

548 Revista de Archivos, Biblioteca! y Museos

Salamanca, al cual donó toda su biblioteca a su muerte, en 1681, por haberse allí educado *•*.

9. EL BEATO DEL COLEGIO MAYOR DE SAN BARTOLOMÉ DE SALAMANCA

Fundado por el arzobispo de Sevilla, Diego de Anaya y Mal-donado, hacia 1418, fue dotado por su fundador de excelentes có­dices para servicio de sus colegiales **. Entre los manuscritos que poseía esta fundación había un «Beato» escrito en la abadía de Silos en 1109 e iluminado por el miniaturista Pedro.

Aunque ignoramos si procede del fondo primitivo, está des­crito en el catálogo que compuso el ya citado anteriormente An­tonio de Tavira a finales del siglo xviii, de la siguiente forma:

N. 98. Apocalypsis cum variis commentariis et figuris minia-tis. ítem líber sancti Hieronymi de salute animae. ítem tancti Ildefonsi Toletani a B. Eladio episcopo edita, Codex membrana-ceus optimae notae. F(oUo). 1 v(olumen) '*.

Ya hemos dicho que este «Beato» tal vez proceda del carde­nal Pascual de Aragón, quien donó, por disposición testamentaria en 1681, toda su biblioteca al Colegio Mayor de San Bartolomé de Salamanca.

Al suprimirse los colegios mayores en 1798, por decreto real, sus códices fueron llevados a Madrid para engrosar la biblioteca del Palacio Real entre 1804 a 1808. Entre ellos se encontraba nues­tro «Beato». Entre los objetos valiosos que se llevó de España José Bonaparte, después de su derrota, figuraba este «Beato» ex­traído de la biblioteca del Palacio Real. Posteriormente, en 1840, fue vendido por la familia Bonaparte, siendo adquirido por el Mu­seo Británico, donde tiene la sign. Addit. Ms. 11.695 hasta hoy día.

25. E L BEATO DEL COLEGIO MAYOR DE CUENCA DE SALAMANCA

Una historia parecida al anterior tiene este códice. Procede del colegio mayor que fundara en 1500 el obispo de Astorga, Diego Ramírez de Villaescusa, de cuyo fondo primitivo, donado por el

8* Cf. N. Estenaga : El cardenal de Aragón, II, Parts, 1980, pág. 448. " Cí. J. Roxas y Contreras, marqués de Alventos: Historia del Colegio Mayor

de S. Bartolomé de Salamanca, Madrid, 1790. *8 Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 4404', f. 19, n. 98; otra descripción más

detallada en Roxns y Contreras : Op. cit., 2.» parte, III, pág. 310.

Nuevas aportaciones documentales sobre los... 549

fundador, tal vez proceda este «Beato», escrito hacia la mitad del siglo XII, sin miniaturas. Lo más característico de este ms. es que tiene indicado a su anterior poseedor, el monasterio de Poblet. Si no fue adquirido directa o indirectamente por el fundador de este colegio, de la citada abadía, entonces habría que citar como an­terior dueño al conde^uque de Olivares, que despojó a Poblet de algunos de sus mejores códices *^ En esta hipótesis, a la muerte del Conde-Duque, con la dispersión de sus libros podría haber sido adquirido por algún antiguo colegial de Cuenca que lo remitió a su biblioteca.

En el catálogo de Tavira se nos describe, a finales del si­glo XVIII, de este modo:

N. 847: E^positio Apocalypsis. Auctor hujus expositionis non nominatur, sed et ipsius dictis lib. 4- exponen» illa verba cap. 7 Apocal. <i:Et audivi numerum signatorum 1^ milia signati constat viañsse circo annum Domini 786. Codex membranaceus optimae notae. F(olio). 1 v(olumen) '* .

Al suprimirse los colegios mayores fue llevado a la biblioteca del Palacio Real, donde ha permanecido hasta 1954, que fue de­vuelto a la Universidad de Salamanca, en cuya biblioteca lleva la sign. n. 2.682.

28. E L BEATO DE LUCAS CORTÉS

Juan Lucas Cortés ha sido uno de los hombres más eruditos del siglo XVII; íntimo amigo de Nicolás Antonio, que admiraba sus extraordinarios conocimientos. Según aseguraba, un contem­poráneo suyo, el cardenal José Sáenz de Aguirre, en 1698, en vida de Cortés, que éste poseía un códice «Beato», al escribir:

FoTtfl exemplaña eorum Beati commentañorum sub finem sae-culi praecedenti* extabant antiquissimo charactere apud doctissimos viros loannem Baptistam Pérez Episcopum SegobricCnsem et Am-brosium Morales, simulque apud bibliothecam sancti Isidori Le-gionentis et nunc apud í^cellentiss. D. Marchionem de Mondexar ac D. Joannem Lucam Cortesium Majestatii Catholicae consilia-

*' G. de Andrés: «Historia de la Biblioteca del Conde-Duque de Olivares y descripción de sus códices», en Cuadernos Bibliográficos, 28 (1972), pág. 6.

88 Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 7258, f. 58v y ms. 7284, n. 98 (s. f.).

550 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

rium: quae palam ostendunt ea Comentarla non esse Apringii sed Beati " .

Por estas palabras el cardenal Aguirre declara que Cortés poseía un «Beato» y además de escritura muy antigua. Es conocido que Juan Lucas Cortés poseyó en su magnífíca biblioteca diversos códices visigóticos que hoy se encuentran en la Biblioteca Nacio­nal de Madrid *°. Su procedencia no la conocemos con seguridad, aunque se vislumbra; ya que el Conde-Duque despojó a muchas catedrales y algunos monasterios de sus más preciosos códices, que se fueron vendiendo después de su muerte. Probablemente, en al­guna de estas almonedas lo adquirió el consejero real, Cortés, so­bre todo a la muerte de don Gaspar de Haro y Guzmán, mar­qués de Liche " , en 1687, subastándose en almoneda valiosos libros y muy apreciados cuadros en su palacete de San Bemardino '*.

Pero en el siglo xviii Gregorio Mayans y Sisear negó rotunda­mente la posesión de un códice «Beato» por Juan Lucas Cor­tés, argumentando que tal hecho no podía haber pasado desaper­cibido a su amigo Nicolás Antonio al describir los códices «Beatos» que habían llegado a su noticia. Débil argumento, pues Nicolás Antonio falleció en 1684, y la almoneda de Liche se hizo bastan­tes años más tarde *".

La valiosa biblioteca de Cortés corrió la misma suerte que la del marqués de Liche. Fueron vendidos sus libros juntamente con el «Beato» en 1702, en Madrid, al año de la muerte, de Juan Lu­cas. La mayor parte de los códices de Cortés se los llevaron los extranjeros, en especial el embajador danés en España, Federico Adolfo Hansen de Bhrencrón ^*, pero el «Beato» lo adquirió Fran­cisco de Acquaviva, al parecer, que vino a España como nuncio para asistir a la coronación de Felipe V. A la muerte de Acqua­viva o más tarde pasó nuestro códice a la biblioteca del cardenal Corsini y después a la biblioteca de la Academia de los Lincei

*" Cf. J . Sáenz de Aguirre : Collectio máxima conciliorum- omnium Hispaniae, I, Roma, 1758, pág. 148.

"O Cf. G. de Andrés: «Un erudito y bibliófilo olvidado: Juan Lucas Cortés (1624-1701)», en Revista de Archivos, Biblioteca» y Museo», 81 (1978), págs. 40-41.

°i Cf. G. de Andrés: El marqué» áe Liche. Bibliófilo y coleccioniíta de arte. Madrid, 1975, págs. 88-47.

02 Ibidem, págs. 81-08. »3 Cf. Patrología Latina, 101, págs. 1557-1558. "^ Cf. el catálogo de la venta de los libros, Viri illustri» Friderici Adolphi

Hansen ab Ehrencron... bibliotheca continen» apparatum. regium. librorum exquiíi-tiiiimorum... quos publice di»trahet Abrah. De Hondt ad diem 5 teptemb. teqq. 1718, Hagae Comitum.

Nuevas aportaciones documentales sobre los... 551

de Roma, donde se conserva bajo la signatura ms. 869; está es­crito parte en letra visigótica y parte en Carolina, con ocho ilumi­naciones.

E L «BEATO» DE LA CATEDRAL DE TOLEDO

Finalmente vamos a dedicar unas palabras a este supuesto «Beato» inexistente en la biblioteca del cabildo de la catedral de Toledo, a pesar de que lo asegure J. Rodríguez de Castro, el P. Flórez y otros autores que se han basado en la afirmación de N. Antonio " y, sobre todo, G. Mayans y Sisear "'.

Creo que el origen de este error proviene de una interpreta­ción falsa de unas frases de A. de Morales al hablar del «Beato» de Oviedo en su «Viaje Santo»:

«Es la misma (obra) que ya he señalado en la de S. Isidoro de León; y por muy buena conjetura entiendo que la recopiló muy pocos años después de la destrucción de España un clérigo bien docto llamado Beato, que también escribió otra obra contra el arzobispo de Toledo, Elipando, en compañía de Eterio, obispo, a lo que parece, de Osma. Este libro está en la iglesia mayor de Toledo, de letra gótica» " .

La confusión se ha originado por la frase este libro, que po­dría referirse al Comentario al Apocalipsis de Beato, al cual de­dica casi todo el párrafo, o también a la obra que escribió Beato contre Elipando. Gramaticalmente, a la última obra citada, con­tra Elipando, que es nuestra opinión.

Nicolás Antonio, interpretando erróneamente esta frase, es­cribe :

Et aliud (exemplar Beati) adhuc est in bibliotheca Toletana Ecclesiae ut ex eius catalogo quem ms. tervamus liquet '*.

Si en la biblioteca de la catedral de Toledo existía un códice «Beato», es extraño que nos diga su bibliotecario, Juan Bautista

*« N. Antonio: Bibliotheca Hiiipana Vetus, I, pág. 445. ** Carta de G. Mayans y Sisear a Cristóbal Pluer, en Patrologia Latina, 101,

págs. 1S57-15S8. "f Morales: Viaje Santo, pág. 95. »' N. Antonio: Op. cit., pég. 445.

552 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

Pérez, a finales del siglo xvi, que ha logrado revisar esta obra por el códice «legionense» de Valcavado *".

Hemos revisado todos los catálogos de la biblioteca de la Igle­sia Primada desde el siglo xv hasta el xviii y no vemos reseñado ningún códice que contenga una explanación al Apocalipsis ni bajo los nombres de Apringio o Beato ni anónimo, que se identifique con nuestro texto.

El índice de mss. de la catedral de Toledo que poseía N. An­tonio había pertenecido antes al secretario de la nunciatura en Madrid Lorenzo Cocci "". Hoy se conserva en la Biblioteca Na­cional de Madrid con el título: Indecc librorum bibliothecae S. Ec-clesiae Tohtanae scñptus anuo Domini 1591, postea anno Domini 16H, recognitus anno Domini 162^ ^''\ Bajo la signatura que da N. Antonio, SO, 13, se lee:

Etherius adversus Elipandwn arch Toletatem et Sansón con­tra Hostigesium malacitanum. Gothicus, membr., parva forma, 30, is *"^

Espero que quede suficientemente explicado el origen de la con­fusión de N. Antonio, al asegurar la existencia de un códice «Bea­to» en Toledo, cuando en realidad se trata de la obra de Eterio y Beato contra Elipando.

99 S. hidori liher de viris iUiistribut, Madrid, 1599, pág. 126. 10" Sobre este humanista italiano residente en España ver G. de Andrés: «Po­

lémica literaria sobre un códice griego en la biblioteca del Escorial», en La Citidad de Dios, 70 (1957), págs. 87-47.

101 Ms. 7865, f. 288. 102 Este códice visigótico lleva actualmente la signatura 14, 28, en la Biblioteca

Capitular de Toledo; la signatura 30, 18, que le puso Cocci en su catálogo no aparece en los inventarios antiguos de la biblioteca toledana; adviértase, además, que en la Bihliotheca Vetus de Ñ. Antonio no aparece esta signatura en el texto, sino en el margen ¡ por lo que es una adición de la mano del deán de Alicante, Manuel Martí, que preparó la primera edición de esta insigne obra de N. Antonio.

LOS SENTIDOS DEL CAOS : EL «EYA VELAR» DE BERCEO Y LA CRUCIFIXIÓN DE YORK

POR LUIS BELTRAN

En 1960 Leo Spitzer publicó un artículo en el que encontraba, nos asegura él, «muy curioso» el hecho de que «la cántica de ve­ladores que Gonzalo de Berceo incluye en el Duelo que fizo la Virgen aparezca en nuestras antologías, desde la de Sánchez y Janer, pasando por la de Menéndez y Pelayo, hasta la de Dámaso Alonso (194i2), en forma incomprensible y caótica» . También de­bió encontrar Spitzer, si no curioso, al menos conveniente, o quizá más cómodo, el olvidarse de hacer mención en su artículo de aque­llos estudiosos que, como Carolina Michaelis de Vasconcelo (1904), Manuel Rodrigues Lapa (1929) y F. Brittain (1987), habían hecho ya notar que el orden en que se siguen unas a otras las diferentes estrofas de la citada cántica no resulta demasiado consecuente y propuesto ciertas reorganizaciones. Afortunadamente, en 1951, J. B. Trend, en un artículo tan oportuno como breve, colocaba a Spitzer en su honroso sitio, recordándonos a todos los nombres y esfuerzos de algunos de los eruditos que le precedieran *. Años más tarde (1960) aparecía un trabajo que, añadiendo muy poco a lo dicho por Spitzer, venía a repetir lo ya aíirmado por él *. Esencialmente, la posición de todos estos comentaristas es que el orden en que han llegado a nosotros las coplas del «Eya velar» no es el verdadero, que esta cántica no se quiso así originaria­mente, y que entre la versión que se quiso y la que nosotros co­nocemos se ha interpuesto alguna clase de error o de accidente.

Lo que yo quisiera intentar aquí es defender la posición casi exactamente opuesta. Es decir: el orden que conocemos es per­fectamente deliberado, forma parte y parte esencial del complejo

i Leo Spitzer: «Sobre la cántica 'Eya velar'», Nueva Revista de Filología Hia^ pánica, IV (1950), págs. 50-5«.

2 J. B. Trend: «Sobre el 'Eya velar' de Berceo», JVueeo Revista de Filología Hiipánica, V (1951), págs. 226-228.

a Bruce W. Wardropper: «Berceo's 'Eya velar'». Romance Notes, II (1960), págs. 8-S.

Rev. Áreh. Bihl. Mut. Madrid, LXXXI (1978), n.<> 8, jul.-sep.

55é Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

de estructuras significantes que constituyen la cántica, y se pre­senta repleto de sentido.

La forma caótica a que Spitzer se refiere es, alegóricamente ha­blando, perfectamente jiustificable, ya que el poema se ocupa de un momento esencialmente anárquico en la historia del hombre. Cristo, expresión máxima del amor, está siendo máximamente odiado. Se acaba de ejecutar al hijo de Dios. Aquel que se halla inevitablemente orientado hacia la altura, que tiene su lugar pro­pio en lo más excelso, se encuentra sepultado bajo una roca, bajo «un canto» (est. 8, v. 2). Aquel cuyo propósito era salvar al hom­bre ha sido por el hombre destruido, y son, precisamente, los res­ponsables de esta destrucción los que vociferan las palabras del «Eya velar». Recordemos que ya los evangelios, especialmente el de San Mateo (26, 51-54), expresan la confusión que produce la muerte de Cristo. Es como si la creación entera, incapaz de en­tender, equivocara sus ritmos, tornándose súbitamente absurda. Si Dios, en su hijo, puede dejar de ser, ¿ cómo puede seguir siendo el orden que fue su obra? La muerte del Cristo es el supremo oxímoron, una brutal y necesariamente inestable síntesis de opues­tos que mientras permanezca vigente, es decir, mientras Cristo continúe siendo cadáver, cancela el orden habitual, el régimen nor­mal del universo. En San Mateo (27, 51-54) se rasga el velo del templo, la tierra tiembla, las peñas se agrietan y —lo cual resulta particularmente significativo en relación con nuestra cántica— se abren las tumbas para dejar que los muertos se manifiesten entre los vivos. Pensemos, por otra parte, que los vigías que cantan para mantenerse alerta las estrofas del «Eya Velar» son los mis­mos que, cegados por la razón, no han sido capaces de entender la verdad nueva, «la buena nueva». La han oído y han sentido la necesidad de defenderse destruyéndola. Como el Heredes de nuestro Auto de loa Reyes Magos, al encontrarse con algo para lo que su experiencia no les había preparado han sentido sólo te­rror y han preferido apoyarse sobre su razón, su memoria, sus libros, sus leyes, la historia de su raza. En lugar de, como hicie­ran los tres monarcas extranjeros, mirar hacia delante, hacia lo alto, único sitio donde podía hallarse la luz nueva, se volvieron hacia atrás, hacia la página escrita, donde sólo podían encontrar lo ya sabido, aquello que había de confundirlos y llevarlos a la definitiva «singracia», sinrazón.

Afirma Spitzer, al comienzo de su artículo, que «una sencillí­sima transposición de estrofas basta para establecer un sentido

Los sentida del caot: El «Eya velarv de Berceo... 555

evidente y una unidad estética impecable» *. Cierto, y es esta sen­cillez la que parece estar ya indicando una posible intencionali­dad. No se trata sólo de que las estrofas estén desordenadas, es que lo estén de una manera tan evidente y que, al estarlo así, hacen menos aceptable el error y más obvio el deseo, por parte de quien quiera que así decidiera presentarlas, de que el audito­rio se diese cuenta de que un cierto orden había sido violentamente dislocado. Ofrezco a continuación el texto completo de la cánt ica:

Eya velar, velar, ¡eya velar! 1 Velat aljama de los judíos,

¡eya velar I que nos vos furten el Fijo de Dios.

i Eya velar 1

2 Ca furtárvoslo querrán ¡ eya velar 1

Andrés e Peidro et Johan. ¡ Eya velar!

3 Non sabedes tanto descanto ¡eya velar!

que salgades de so el canto. i Eya velar!

4 Todos son ladronciellos ¡ eya velar!

que assechan por los pestiellos. ¡ Eya velar!

5 Vuestra lengua tan palabrera ¡eya velar!

havos dado mala carrera. ¡ Eya velar!

6 Todos son omnes plegadizos, ¡ eya velar!

rioaduchos mescladizos. ¡ Eya velar!

7 Vuestra lengua sin recabdo ¡eya velar!

por malcabo nos ha echado, i Eya velar!

* Spitzer : pág. 50.

556 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museo»

8 Non sabedes tanto de engaño leya velar I

que salgades ende este año. ¡ Eya velar!

9 Non sabedes tanta razón ¡eya velar!

que salgades de la prisión. 1 Eya velar 1

10 Tomaseio e Matheo ¡eya velar 1

de furtarlo han grant deseo. ¡ Eya velar 1

11 El discípulo lo vendió, ¡eya velar!

el Maestro non lo entendió. I Eya velar 1

12 Don Fhilipo, Simón e Judas ¡eya velar!

por furtar buscan ayudas. ¡ Eya velar I

13 Si lo quieren acometer, ¡eya velar!

oy es día de parescer. ¡ Eya velar!

Eya velar, velar, ¡ eya velar 1

Se consigue evidenciar la presencia de lo caótico mediante un sistema de signos —nombres propios, formas verbales, construc­ciones sintácticas, uso de ciertos vocablos— que, al aparecer re­petidos en estrofas que no se siguen unas a otras, hacen que la memoria del auditorio tienda a reorganizarlas formando grupos que rompen el orden con que se nos presentan en la composición. Estos grupos son los siguientes: A (estrofas 1, 2, 10 y 12), B (es­trofas 4 y 6), C (estrofas 5 y 7) y D (estrofas 8, 8 y 9). LJas estro­fas del grupo A aparecen conjuntadas por la repetición del verbo «furtar» y por la presencia de los nombres de algunos de los após­toles. En el grupo B encontramos como signo aglutinante la com­posición paralelística de los dos versos iniciales de cada estrofa;

Loi ientidos del vaos: El aEya velan de Berceo... 557

en el C son paralelos los dos versos que constituyen cada una (aunque en los versos finales se ha cambiado la posición del verbo). Por último, las tres estrofas que constituyen el grupo D son pa-ralelísticas en su totalidad. A pesar de los tan sutiles como poco convincentes argumentos de Spitzer, no encuentro razones que me permitan afirmar que esté también alterado en algunos casos el orden en que se siguen en el poema las estrofas que forman parte de cada uno de los grupos, y que me autoricen, por ejemplo, a asegurar que el orden correcto en el grupo D fuese 9, 8, 8, o que fuese 7, 5 en el grupo C.

Las estrofas números 11 y 18 plantean dudas difíciles de re­solver. Spitzer las considera como formando grupo y las sitúa en el centro de la composición (según él, el orden en que el «Eya velar» debería ser impreso es el siguiente: 1, 2, 10, 12, 4, 6, 18, 11, 7, 5, 9, 8 y 8). Yo tengo que dejarlas donde están. No me ha sido posible, además, considerarlas como formando parte de nin­guno de los grupos mencionados más arriba, y esto por la sen­cilla razón de que no he encontrado signos que me permitieran hacerlo. Es cierto que en la estrofa 11 se menciona a uno de los discípulos y también al Maestro, y que esto podría relacionarla con el grupo que he llamado A, en cuyas cuatro estrofas aparece claramente aludido el Mesías (en la cuarta, número 12 de la cán­tica, falta el pronombre que hace referencia a Cristo) y se nom­bra a algunos de los apóstoles. Sin embargo, el hecho de que en la citada estrofa 11 no aparezca el nombre del discípulo en cuestión y el hecho de que al Maestro no se le llame así en ninguna de las estrofas del grupo A me impide considerarla como formando parte de él. Creo, siguiendo la línea básica de mi argumentación, que la estrofa número 11 se halla donde se halla para separar dos estro­fas de un mismo grupo y contribuir así a intensificar la sensación de desorden, haciéndolo más perceptible. Esto no quiere decir que no pueda haber otras razones que expliquen el porqué se haya elegido a la número 11 para ocupar este puesto en lugar de a cualquiera de las otras que hubieran podido llevar a cabo la mis­ma función. Volveremos a esto más adelante, cuando intentemos explicar por qué fue la otra estrofa libre, la 18, la elegida para cerrar el poema.

Si la esencial confusión en que se encuentran los que exclaman esta cántica aparece hábilmente reflejada en la anárquica manera en que se han ordenado sus estrofas, la ansiedad y zozobra que los domina se refleja en otras de sus estructuras. Pero ahora tendré-

558 Revista de Archivos, Bibliotecas y Muscos

mos que ñjarnos más en lo que las palabras dicen y menos en cuáles sean las que se han elegido para decírnoslo. En la estrofa número 1, la atención de los guardianes aparece centrada sobre sí mismos y sobre el objeto de su vigilancia; ese cuerpo que tiene a toda costa que permanecer donde se halla y al que sarcástica-mente suponemos, dada la personalidad de los que hablan, se des­cribe como «Fijo de Dios». En la número 2, la atención de éstos ha cambiado de norte ; se orienta ahora hacia afuera, hacia los que puedan venir a arrebatarles a ese «Fijo de Dios» que ellos han sabido tan prudentemente convertir en el cadáver de un hom­bre. La estrofa entera está llena de la posible intención de los dis­cípulos y de los nombres de tres de ellos.

Si el auditorio se imagina —o contempla— a los centinelas marchando alrededor del sepulcro tendrá que haber imaginado —o visto— la cabeza de éstos girando 180 grados desde el lugar en que se guarda el cuerpo hasta las tinieblas de las que en cualquier momento los apóstoles pueden salir a arrebatárselo. Un análogo movimiento de cabeza tendría lugar si los guardianes se hallaran inmóviles bien de cara, bien de espaldas a la tumba.

En la estrofa número 8 miran de nuevo hacia Cristo, a quien, como empezando a confesarse vencidos ya desde el centro mismo de su victoria, interpelan directamente utilizando la segunda per­sona, «non sabedes»... «que salgades». Segunda persona que lo está ya vivificando un poco, que parece estar declarando que en su subconsciente estos guardianes saben también quién era el muerto y lo absurdo que es intentar destruir a Dios. En la siguien­te estrofa, su zozobra les orienta de nuevo hacia los apóstoles, a los que insultan y a los que parecen ver al acecho tras de puertas imaginarias. Vuelven en la estrofa 5 su atención de nuevo al cuer­po, y de nuevo vuelven a utilizar la segunda persona para hablar a ese mudo en cuyas palabras no dejan de pensar: «Vuestra len­gua palabrera, havos dado mala carrera.» Los discípulos consti­tuyen de nuevo el centro de su atención en la copla 6. Ahora, pen­sando en ellos como renegados, como gente que cambió de bando y lealtades y renunció a la verdad de su raza, los llaman «plega­dizos... mescladizos», judíos que aman a Cristo.

En las estrofas 7, 8 y 9, como si el autor no hubiese querido que ninguna semblanza de orden pudiera llegar a establecerse en­tre estas gentes, rompe el sistema de continuidad por estrofas al­ternas que había venido siguiendo hasta aquí, y mantiene todo a lo largo de las tres la atención de los guardianes fija sobre Cris-

Los sentidog del caos: El nEya velan de Berceo... 559

sino la tumba y lo que ésta en su interior encierra, y en las cuales se asegura al hijto de Dios que no podrá salir de allí en todo un año, hacer que se instalen en la memoria de los fieles aue escuchan to. ¿Pretenden estas tres estrofas, durante las cuales no se ve la cántica las tres fechas que median del Cristo muerto al Cristo resucitado ? En cualquier caso, la ansiedad de los judíos parece expresarse más intensamente a partir de la estrofa número 10. Así vemos cómo el futuro «querrán» de la copla anterior del mismo grupo A (estrofa número 2 de la cántica), «ca furtávoslo querrán», se ha convertido en un presente: «De furtarlo han grant deseo». El deseo, aún un tanto hipotéticamente expresado en la copla nú­mero 2, se ha convertido en la 10 en una volición intensa («grant») y actual. Los guardianes sienten que el momento del robo se apro­xima, que se acerca irremediablemente el crimen. En la copla si­guiente del mismo grupo A (12) ya no se trata de un deseo; la acción ha comenzado: «Don Fhilipo, Simón e Judas por furtar buscan ayudas.» Hemos ido de la posibilidad de una intención fu­tura («querrán») al comienzo del acto. El tiempo ha pasado, y con él el robo ha ido adquiriendo en la imaginación aterrada de los judíos los perfiles de lo real; ha ido tomando cuerpo, aproxi­mándoseles. Lo que temen, y en cierto sentido desean, está, en lo que a ellos se refiere, ocurriendo ya.

Digo «desean» porque la otra posibilidad, la que desde el prin­cipio ha estado agitándose en su subconsciente y ha venido a ma­nifestarse en el insistente uso que hacen de la segunda persona (estrofas 8, 5, 7, 8 y 9), es la verdaderamente temida: que Cristo no necesite ayuda para salir de donde se encuentra, que pueda volver a comenzar desde el interior de su misma muerte.

Cristo, de dentro a fuera; los apóstoles, de fuera a dentro; los dos vectores, a lo largo de los que se prolonga la angustia de los centinelas, parecen converger en la estrofa número 11, donde su atención pasa del discípulo traidor que vende — y que por ven­der y por discípulo está asociado con los apóstoles ladrones— al Maestro, que no entendió la traición entonces, como no entiende ahora a los que le insultan, como no puede —al menos, ellos así lo repiten— ser capaz de «entender» una manera que le permita escapar de su agujero. Torpe, el Maestro; sin honra, los discípu­los : los dos temores se van haciendo uno; los distantes se aproxi­man. Vimos que en la estrofa 12 los apóstoles se muestran ya en camino^ en la 18, estrofa que cierra la composición, nos encontra­mos con un verso perfectamente abierto: «Si lo quieren acorné-

560 Revista de Archivos, Bibliotecas y Muscos

ter», que puede en la amplitud de la forma verbal de plural in­cluir junto a los discípulos que están a punto de cometer un crimen, al Maestro que ha amenazado con llevar a cabo su propia resurrec­ción. El último verso es ese «oy es día de parescer» arrojado como un desafío a uno y otros, un «oy» que instala el momento final de la cántica en esas primeras horas del Domingo de Resurrección, cuando los guardianes estaban todavía alerta y el Mesías aún en el interior de su tumba.

Que el «Eya velar» pudiera haberse cantado antifonalmente —dos medios coros alternándose— ha sido apuntado ya ' , así como el que pudiera haber formado parte de un Auto de la Pasión per­dido °. Ambas posibilidades pueden ser ciertas y pueden perfec­tamente haber coexistido, pero yo me inclino a favor del Auto. Es evidente, primero, el dramatismo de la composición. Sabemos que una escena muy parecido formaba parte de algunos de los Autos de la Pasión. El de Klosterneuburg, por ejemplo, que exis­tía ya en 1204, nos muestra a los guardianes —aquí soldados ro­manos— marchando alradedor de lo tumba, mientras cantan que no creen que Cristo resucitará, pero que se encuentran preparados, no vaya a ser que alguien intente robar el cuerpo, y aunque ésta es una Pasión que se encuentra en un monasterio bávaro, no es menos cierto que el teatro litúrgico se extendió por todo el Oc­cidente europeo gracias, sobre todo, a la actividad de los monas­terios y a las comunicaciones existentes entre ellos. Sabemos ade­más, gracias a la muy conocida ley 84 del título sexto de la Par­tida primera, que en la España de Berceo había Autos que in­cluían la resurrección: «Pero representación hay que pueden los clérigos facer, así como de la naciencia de nuestro Señor Jesuchris-to... E de su resurrección que muestra fue crucificado e resucitó al tercero día.» Si, por otra parte, mis observaciones son correc­tas, resulta claro que una interpretación por medio de actores que circularan alrededor de un altar o «monumento» símbolo de la tumba, que se pararan, que miraran de un lado a otro, que pres­tasen, en una palabra, el apoyo de la acción dramática al texto de la cántica tendería a hacer más eficaz e inteligible su contenido, subrayando las anomalías de su estructura y ayudando al públi­co a percibirlas y a percibir su posible alcance y significado.

La crucifixión de York ofrece un análogo uso de lo caótico.

* Wardropper, pág. 5. * Juan Luis Alborg: Historia de la literatura eupañola, V, 1 (Madrid, Editorial

Credos, 1972), pág. 129.

Los sentidos del caos; El «.Eya velar» de Berceo... 561

Allí también éste se muestra cargado de sentido y allí claramente se muestra apoyado en la acción dramática, que lo hace más in­teligible. La obra se compone de trescientos versos, divididos en veinticinco estrofas de doce versos cada una. Cuando comienza nos encontramos ya en el Calvario, donde cuatro soldados se dis­ponen a crucificar a Cristo. No tienen nombre. Se les distingue por medio de números: son los soldados 1, 2, 8 y 4. El primero da algunas órdenes y aparece claramente caracterizado como jefe. Conversan en un diálogo rápido, que sugiere, por su precipitación y nerviosismo, ansia de concluir. Durante las cuatro primeras es­trofas, cada uno de los soldados habla seis veces. El soldado 1 ha­bla siete veces, ya que es el que inicia el diálogo y el que pronun­cia el último verso de la estrofa número 4. A Cristo lo oímos ha­blar sólo dos veces, y cada uno de sus parlamentos ocupa exacta­mente una estrofa, lo que parece sugerir calma y la serenidad de un autocontrol que está en marcado contraste con el precipitado diálogo de los soldados. Una cosa que el editor inglés, llevado por afanes correctores análogos a los de Spitzer, se negó a ver ^ es que los cuatro soldados que se han mantenido hablando por or­den rigurosamente numérico desde el comienzo de la obra al lle­gar al verso 101, precisamente el verso en que el primer martillazo golpea el primer clavo que perfora la carne de Cristo, interrum­pen este orden para no volver a reanudarlo de una manera defi­nitiva hasta el verso 265, cuando ya han terminado su trabajo.

El verso 101 hablado por el soldado primero —si se hubiera seguido el orden mantenido hasta este momento le hubiese corres­pondido al cuarto—dice :

«Strike on dan barde, for hym de boght» («Golpead duro en ellas, por Aquel que os redimió»).

«Strike» es la primera palabra y marca el comienzo de caos, es decir, del absurdo esencial que es para siempre la crucifixión. Esta, que comienza en el verso quinto de la estrofa novena (v. 101), no concluirá hasta el final de la vigésimo primera, extendiéndose así a lo largo de trece estrofas, número ya desde la antigüedad considerado como de mal augurio, presagio de la muerte con la que se encuentra estrechamente asociado (trece son, por ejemplo, las estrofas del «Eya velar» *. El uso del valor simbólico de los

' York Playí, The Plays Pcrformed By The Crafts Or Myuteries Of York, ed. Lucy Toulmin Smith (New York: Russell & Russell, 1885, 1968).

* Ha sido ya por muchos mencionado el frecuente uso que hace Berceo del sig-

562 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

números en la obra que nos ocupa es evidente y de gran impor­tancia ; desgraciadamente, yo no puedo tocarlo aquí sino muy de pasada, dado el tema de mi trabajo).

Durante las estrofas de la crucifixión, los soldados hablan de tal manera que no se puede distinguir en el orden de sus interven­ciones ningún principio de organización. A veces, como para suge­rir aún más intensamente la falta de sentido con la que, dado lo que están haciendo, no tienen más remedio que proceder, el autor ha introducido una serie de cuatro e incluso, un par de veces, de ocho intervenciones organizadas de acuerdo con el sistema numé­rico de la primera parte, en la que los soldados hablaban siguiendo el orden 1-2-8-4. Pero estas intervenciones, como si hubieran ocu­rrido por puro azar, desaparecerán inmediatamente para no vol­verse a establecer de una manera definitiva hasta, como dije an­tes, después que los soldados han concluido su tarea.

Se crea, pues, un sistema que sugiere la presencia de un orden habitual y se suspende este mismo cuando, llegado el momento del caos, el orden habitual se interrumpe. Como en el caso del «Eya velar», el autor de la crucifixión de York tampoco ha querido que su estrategia pase inadvertida. Entre los versos 81 y 88 vemos a los soldados dividirse la tarea de una forma que sugiere la posi­ción en que cada uno se encuentra con relación a la cruz y al cuerpo del Salvador, que se halla en esos momentos tumbado en el suelo de espaldas sobre ella:

Sol. 2 Nowe, certis, I schall not feyne Or his rlght hande be feste.

Sol. 3 De lefte hande danne is myne. Late see who beres hym beste

Sol. 4 Hys lymmys on leiiíihe dan schalle I lede, And oven vnto de bore dame bringe,

Sol. 1 Vnto his heede I schall take hede, And with myne hande helpe hym to hyng.

nificado simbólico de los números y ('(ímo se ha servido de este significado a la hora de fijar la duración y el montaje de algunas de sus obras. Pensemos, por ejem­plo, en las setenta y siete coplas de TMS iivjnns que aparecerán antes del juicio, las setecientas setenta y siete de la Vida de Santo Domingo de Silos, los veinticinco milagros de Nuestra Señora, los veinticinco nombres de la Virgen que enumera en la introducción a los milagros, etc.

Lo> sentidos del caos: El «Eya velary> de Berceo... 568

Sol. 2, No descansaré ahora / hasta que su mano esté bien sujeta. Sol. 3, La mano izquierda es mía / ya veremos quién lo hace mejor. Sol. !•, Yo le estiraré las piernas / hasta que le al­cancen los pies el agujero. Sol. 1, Yo me encargaré de la cabeza / y ayudaré a colgarlo.

El soldado primero se adjudica la cabeza, mientras a los se­gundo, tercero y cuarto les corresponde, respectivamente, la mano derecha, la izquierda y los pies. El hecho de que los cuatro sol­dados encuentren perfectamente aceptable la elección de cada uno y de que no haya habido ninguna discusión ni la necesidad de aclarar nada inclina a pensar que cada uno se atribuye la parte del cuerpo que le corresponde; es decir, la que le cae más cerca, y que la posición de cada uno de ellos relativa a los demás y a la cruz ha sido punto menos que constante desde el comienzo de la acción. Esto haría que pudiese perfectamente percibirse el mo­mento exacto en que se interrumpe el orden en que los soldados han estado hablando. La palabra ha ido pasando de la cabecera de la cruz al lado derecho, de allí al izquierdo, del izquierdo a los pies, para de los pies volver a pasar a la cabecera. Es decir, que los soldados han estado hablando en cruz, de un lado a otro, de abajo arriba y vuelta a empezar. Durante casi cien versos (cien menos los doce de la estrofa de Cristo) de rapidísimo diálogo se fue estableciendo un sistema percibido no sólo por los ojos, sino por los oídos también del espectador, sistema que continúa hasta ese preciso momento del «strike» del verso 101, palabra que no sale ni de la boca ni del rincón que se esperaba y que da origen al estallido del primer martillazo. Cuando, al principio de la es­trofa 28, los soldados vuelven a hablar, siguiendo el orden con que lo hicieran al comienzo. Cristo se encuentra ya colgado entre cielo y tierra. Las seis tareas necesarias para completar la crucifi­xión han sido realizadas ' . El acto que para una mente cristiana tiene que ser, considerado en sí mismo, el más absurdo de la his-

" En mi opinión, las seis tancas que i l autor lia tenido cuidado do difí^oncinr para establecer un paralelo entre la redención y la creación (Cristo es el segundo Adán, la cruz se consideraba hecha con la madera del árbol del ¡wcado) son las siguientes: crucifixión de la mano derecha, de la mano izquierda, de los pies, trans­porte de la cruz con Cristo ya en ella hasta el agujero en que ha de ser 'plantada', levantamiento de la cruz y, por i'iltimo, el poner de las cuñas qu(i se utilizan para inmovilizarla. La séptima tarea de los soldados es el descanso. Los treinta y seis versos de las tres estrofas que cierran la obra representan —simbolismo convencional del número treinta y seis— el nuevo ciclo histórico con el nuevo sistema de relaciones establecido entre tierra, cielo y humanidad.

564" Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

toria del hombre, ha concluido. Para los verdugos ha llegado la hora del descanso:

«... Therefore I rede dat we go reste» (V. 282) («... Creo, por lo tanto, que nos debemos ir a descansar»)

dice el primer soldado momentos antes de que comience la parti­da de dados.

Creo que las analogías existentes entre estos dos usos del caos como significante y entre las maneras de proyectarlos hacia el au­ditorio son indiscutibles. Creo que, aunque el «Eya velar» y la crucifixión de York sean dos realidades literarias separadas por espacio y tiempo, ambas son herederas de una misma tradición, la del teatro religioso de origen litúrgico, que las aproxima y re­laciona. Creo, por último, que la comparación tiende a confirmar mi lectura del «Eya velar» y a confirmar las sospechas de los que han venido intimando que la citada cántica fue una vez parte de un Acto de la Pasión perdido.

GÓMEZ MANRIQUE Y EL PROTONOTARIO LUCENA

D o s CARTAS CON MEMORIA DE JoROE MANRIQUE

POR MANUEL CARRIÜN

La publicación por Keith Whinnom de Dos opúsculos isabeli-nos ^ préstame ocasión para publicar ahora una carta consolatoria del «prothonotario de Lucena» a Gómez Manrique y la contesta­ción de éste al pésame del protonotario, en las que ya había puesto los ojos desde su entrada en la Biblioteca Nacional en 1976 por razones de paisanaje con Jorge Manrique, sobrino de don Gómez. Las cartas, que forman parte de un lote de manuscritos cuya ad­quisición, a través del Centro de Defensa del Tesoro Documental y Bibliográfico, y cuyas características se describen cumplidamen­te en la obra citada , fueron copiadas por copista más rutinario que culto, como podrá apreciarse por estas líneas, y merecen co­mentario más detenido que las cortas palabras en las que Whinnon confiesa no saber quién fué el protonotario de Lucena ^.

Por si la ocasión dicha no fuera suficiente justificación, la ofrece preciosa y en bandeja el hecho de celebrarse en 1979 el quinto cen­tenario de la muerte de Jorque Manrique, de quien se hace buena memoria (aunque con error, no sabemos si por culpa del co­pista) en la primera de ellas y a quien se termina por encon­trar, si se lee despacio la consolatoria a la condesa de Castro, su hermana •*, algunas consideraciones sobre los caminos hacia la fama contenidas en la continuación del debate de Juan de Mena * y, sobre todo, las «Coplas para el señor Diego Arias de Avila» *, de

i Whinnom, Keith: Dos opvsculos isabelinos: «La coronación de la señora Ora-eiila» (BN, Ms. ÍÍOÍO) y Nicolás Núñex, tCárcel de amor». Ed. y est. de... Exetor, University, 1979. (Exeter Hispanic Texts, XXII.)

^ Págs. vn-xi. 3 Pág. IX. Sobre este tema hay que leer a Alcalá, Ángel; «Juan de Lucena y

el pre-erasmismo español», en Bev. Hisp. Mcd., XXXIV (1968), págs. 108-181. Es lo mejor que se ha escrito sobre Lucena.

* Manrique, Gómez: Cancionero. Ed. Antonio Paz y Melia. Madrid, Impren­ta A. Pérez DubruU, 1885-1886, t. I, n. LXV, págs. 209 y sigs.

5 O. c , n. LXVI, pág. 299. 6 O. c , t. II, n. LXIX (LXIII por errata), págs. 65 y sigs.

Rev. Aroh. Bibl. Mus. Madrid, LXXXI (1978), n." 3, jul.-sep. Z* ~ >\

566 Jícrísíí i de Archiiws, fí'ihliotecas y Museos

Gómez Manrique, sin necesidad de muchas otras largas navegacio­nes en busca de fuentes fuera del ámbito familiar.

Añádase a lo dicho el interés de encontrarnos con un texto des­conocido de Juan de Lucena, de quien tan pocos conocemos.

La, «Carta consolatoria que enbió el prothonotario de Lucena a Gome? Manrique quando morió su hija donna Kathalina muger de Diego García de Toledo» se halla en el ms. 22021, fols. lr-8r, y la «Respuesta de Góme^ Manrique al prothonotario de Lucena», en los fols. 3r-8v del mismo manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid. No se trata de documentos que proporcionen una gloria literaria básica a nuestros dos autores. Uno y otro habían culti­vado ya el género epistolar, y Gómez Manrique lo seguiría culti­vando, puesto que la consolatoria a su mujter, doña Juana de Men­doza % es probablemente posterior a su contestación a Lucena; pero sí que sirven para descubrir una nueva relación literaria de este hombre de gobierno que fue don Gómez y para sumar dos nue­vos ejemplares (cargados de retórica, sí, pero, por cuanto se re­fiere a Manrique, lleno de gracia y de temperatura humana) a ese género, en el que florecían las Letras de Pulgar, las Epístolas de Lucio Marineo Sículo y el Opus epistolarum de Pedro Mártir de Anglería *.

«EL PROTHONOTARIO DE LUCENA»

No es difícil identificar al autor de la carta consolatoria en Juan de Lucena o Juan Ramírez de Lucena. Ni hace falta acudir a Aragón en justificación del título de «protonotario», como quiere Whinnom, puesto que se trata del título eclesiástico de protono­tario apostólico, bastante frecuente por aquellos años; ni haría falta alejarse de la Lucena andaluza, conquistada hacía ya más de dos siglos y con una florentísima comunidad jiudía, para buscar las raíces del apellido.

Parece que hoy (aun permaneciendo a la espera de las investi­gaciones que sobre esta figura sigue llevando a cabo pacientemente mi gran amigo Ángel Alcalá Galve) el nombre de Juan de Lucena ha dejado de ser el de una sombra errátil. La Historia de la Literor-tura Española de Ticknor nos dice que poco o nada sabemos de su

7 o. c , t. I, n. XXVII , págs. 59 y sigs. * José Amador de los Ríos (Historia crítica..., t. V i l , pág. 4.14, nota 3), al

hablar del género epistolar en la época de los Reyes Católicos, alude también al protonotario Juan de Lucena.

Gómez Manrique y el protonotario Lucena 567

vida, y no se atreven a identificar al consejero y embajador de Juan II con el autor de la carta contra la Inquisición que provoca­ría las iras de Alfonso Ortiz *. Los traductores de la misma distin­guen al autor del tratado de Vita beata del «protonotario y emba­jador de los Reyes Católicos5>, contra el que escribiría el canónigo de Toledo '". La Barrera, en nota manuscrita al ejemplar de la obra de que venimos hablando, existente en la Sala de Investigadores de la Biblioteca Nacional, identifica ya a Juan de Lucena con Juan Remírez de Lucena. A. Paz y Melia " le identifica también con el impresor homónimo de la Puebla de Montalbán perseguido por la Inquisición, y lo mismo hace Alcalá ^ , aunque esta última iden­tificación no se compagina bien con algunos datos del proceso ni es compartida por quien publicó los documentos, ya que, al hablar de la huida del perseguido a Roma en 1481, añade: «... donde aca­so viviera aún el protonotario Juan de Lucena, autor de Vita bea­ta» ".

Parece claro que el llamado «hijo de mi ahijado» por el mar­qués de Santillana en un pasaje del Vita beata fue hijo de Martín (González) de Lucena, médico del marqués, y que pudo muy bien nacer en Guadalaj^ra, aunque Mosquera de Barnuevo " presenta

' Ticknor, M. G. : Hiitoria de ¡a literatura española. Trad. Pascua! de Gayan-gos y Enrique de Vedis. Madrid, Irapr. La Publicidad, 1851-1856. Dice, en I, pág. 448: «Juan de Lucena, del Consejo privado del Rey Don Juan el Segundo y su embajador a varias cortes extranjeras. Poco o nada sabemos de su vida.» En pág. 449, nota 4, al tratar de Alfonso Ortiz : «Y una grave censura contra ti protonotario Juan de Lucena (personaje al parecer distinto del a\itor de su nom­bre), por haberse atrevido a atacar a la Inquisición.»

1" O. c . I, pág. 558, en «Adiciones y notas». 11 Falencia, Alfonso d e : Crónica de Enrique IV. Introd. y notas A. Paz y

Melia. Madrid, Atlas, 1978-1975. (Biblioteca de Autores Españoles, 257-59.) t j i t. I I I , pág. 315, s. V. «Lacena (Juan)».

'2 Art. cit., pág. 119. V. Serrano y Sanz, Manuel; «Noticias biográficas de Fernando de Rojas, autor de La Celestina, y del impresor Juan de Lucena», en RABM, VI (1902), n. I , págs. 245-299.

1* V. pág. 259 del art. citado. Lo cierto es que el protonotario no parece haber vivido por entonces en Roma, y la carta que publicamos ahora es un texto que, al menos por su fecha, desaconseja también el ceder con facilidad a la tentación de identificar al protonotario con el impresor, a pesar de todos los enigmas y coinci­dencias.

1* En Opúsculo» literarios de los siglos XIV al XVI. Intr. A. Paz y Melia. Madrid, Sociedad de Bibliófilos Españoles, 189, pág. 174.

" V. Schiff, Mario: La Bibliothéque du Marquis de Santiüane. París, 1905, págs. 287-239.

18 Mosquera de Barnuevo, Francisco: La Numantina. Sevilla, Luis Estupiñán, 1612. V. cap. XXIV, pág. 187. Sobre el valor histórico de esta obra se muestra muy escéptico Alcalá. V. a. Opúsculo» literarios de los siglos XI Val XVI. Noti­cia preliminar A. Paz y Melia. Madrid, Sociedad de Bibliófilos Españoles, 1892, pág. XI.

568 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

a Juan Ramírez de Lucena «protonotario de la Santa Iglesia de Roma, abad de Covarrubias y Chronista de los Reyes Catholicos», como perteneciente al linaje de los Chanciller de Soria. En tierras sorianas pudo, pues, también nacer, y como clérigo de Osma apa­rece al conferírsele una canonjía en Sevilla el año 1458, en que era bachiller en decretos " . E n 1461 era licenciado en decretos y reci­bía prórroga en su condición de familiar pontificio, en 1462 recla­maba de Burgos los frutos de su canonjía " , mientras que en 1468 firma, a principios del mes de mayo, en Roma, el manuscrito de su Vita beata " y es nombrado canónigo de Salamanca *".

A todas estas dignidades y prebendas habíanle llevado su con­dición de canonista, pero también sus cargos civiles, puesto que en el título de su obra principal "' se le presenta como aembaxador y del consejo del rey». El origen de su carrera, tanto en la Corte como en la Curia, bien pudiera hallarse en esa rara habilidad para descifrar escrituras y «cifras» de que habla el glosador de su Vita beata en el códice de la Biblioteca Nacional'- y que tan bien cua­dra con su título de protonotario, que no era raro ^ en la frondosa curia pontificia y que pudo servirle de moral subsidio al tener que abandonar Roma, probablemente en 1464, en que murió su pro­tector, Pío II .

Desde su vuelta volvió a ejercer cargos diplomáticos, al menos en el reinado de los Reyes Católicos, como ya hemos dicho y como

" Según documento descrito por el P. Vicente Beltrán de Heredia en Bulario de la Universidad de Salamanca (1209-1549), I I I . Salamanca, Universidad, 1967, n. 1173. Lo recoge Paz y Media, quien da otros datos en.pág. xii.

i" Ibid., n. 1195. V. Alcalá, art. cit., pág. 115. 10 Y se lo dedica al rey. Es el ms. 6728 de la Biblioteca Nacional de Madrid.

La firma: «lo. Lucena. Licenciatus». -" Según n. 1201 del Bulario citado en nota 17. 21 Tanto en la edición de 1*88 como en la de 1499. V. Alcalá, arl. cit., pá;;.

118. 2^ Fol. 55r. En la ed. de Paz y Melia citada más abajo, pág.200. 33 El ras. 6052 de la Biblioteca Nacional de Madrid, por ejemplo, contiene

una carta consolatoria en latín al protonotario de Sigüenza con su respuesta en traducción de Diego de Cañizares. El hijo de Juan, Luis de Lucena, culterano «ante litteram» y con los mismos resabios estilísticos de su padre, acude gustoso a los títulos de éste, hablando de «mi padre el protonotario» como hombre de letras y presentándose como «hijo del muy sapientísimo Doctor y reverendo protronotario, don Juan Ramírez de Lucena, erabaxador y del Consejo de los Reyes nuestros señores» en su Repetición de amores, ed. by Jacob Ornstein. Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1954. (University of North Carolina Studies in the Ro­mance Languages and Literatures, 23). Lo repite en el título de Arte de ajedrez. Salamanca, Leonardo Hutz y Lope Sanz, 1497 (en edición conjunta con Repc-tición...). Sobre la nmerte de Luis de Lucena en Roma, v. Andrés, Gregorio d e : «31 cartas inéditas de Juan Páez, cronista de Carlos V». Bol. R. A. H., Madrid, CLXVIII (1971), n. 8. 54*.

Gómez Manrique y el protonotario Lucena 569

resulta de esa «Oración del Dr. Juan de Lucena a los mismos em­bajadores [del Duque de Borgoña a la Reina Dña. Isabel]» de que habla Burriel ^* y que junto con la epístola consolatoria que ahora publicamos habría que añadir al tratado de Vita beata y a la Epístola eoohortatoria a las letras «a Ferdinand Alvarez Zapata, No­tario regio secreto, el infrascripto Notario de Lucena», publicados por Paz y Melia ^°, sin olvidar su obra inédita Tratado de los gua-lardones ^°. La duración de sus misiones no debió de ser corta, pues que el 80 de octubre de 1479 se da en Toledo un amparo a su favor para defenderle contra quienes, por creerle muerto dxirante su estancia en Inglaterra y Borgoña, piden sus beneficios y car­gos "'.

No transcurrieron sin nubes sus últimos años, durante los que hubo de empeñarse en pleitos con el cabildo de Covarrubias y cui­dar sus intereses en Soria ^^ Pero trágica tormenta fue el que co­menzara a pesarle su condición de converso. Esta se hace patente a lo largo de la Vita beata, y bastaría para comprobarla —por no acu­dir a otros muchos y conocidos lugares— el cómplice regusto con que el autor de las glosas la observa ^*, y ese bello pasaje, recogido por

2* En el ms. 13087 (olim Dd-56) de la Biblioteca Nacional de Madrid. Dice en nota: «Por ventura este Juan de Lucena es el protonotario Lucena contra cuyos errores escribió un tratado en castellano Alfonso Ortiz» (f. 110).

2 ' «Diálogo de Vida Beata», en Opúsculos literarios de los siglos XIV a XVI. Madrid, Sociedad de Bibliófilos Españoles, 1892, pégs. 108-205, y «Epístola exhor­tatoria a las letras de Juan de Lucena», ibid., págs. 209-217.

2» Ms. Res. 125 (olim Ii-186) de la Biblioteca Nacional do Madrid. V. descrip­ción en Schiff, o. c , págs. 227, 229-230. V. Alcalá, aH. cit.

2 ' V. Ortiz de Montalbán, Gonzalo: Registro Oeneral del Sello. Nueva ed. rev. por M. Asunción de Mendoza Lassallc. Valladolid, 1950-1974. (Archivo General de Simancas, catálogo XIII) . V. t. I I , pág. 287, n. 2039. La verdad es que seria cosa de ver la relación entre Juan de Lucena y ?"ernando de Lucena, puesto que entre los dos se dan extrañas coincidencias. El también protonotario Fernando de Lucena es nombrado consejero el 24 de octubre de 1477, siendo embajador d(í la duquesa de Borgoña (V. o. c . I, pág. 878, n. 2917). Zurita (Anales. Zaragoza, Juan de Lanaja, 1610, IV, libro XX, cap. IX, pág. 281) le presenta como procurador de Maximiliano I. Anteriormente había traducido el Triunfo de las donas, de Juan Rodríguez del Padrón, en 1460. (V. Paz y Melia en Opúsculos..., pág. XI.) De este trabajo dice Menéndez Pelayo ser obra de «un portugués llamado Fernando de Lucena en la corte de Felipe el Bueno, duque de Borgoña» (Antología de poetas líricos castellanos. Santander, Aldus, 1944, I I , pág. 218). Lo mismo dice Alcalá (art. cit, pág. 114), siguiendo a M. R. Lida. Pero en la Historia de España, dirigida por R. Menéndez Pidal (t. XVI I , pág. 118), se nos habla de la destacada actuación diplomática —en las negociaciones con Francia primero y después como embajador en Inglaterra y Flandes— de este «andaluz» y «hechura del Cardenal Mendoza». ¿Se trata de otro Fernando de Lucena?

28 V. o. c , t. V I I I , n. 2305, pág. 340 y n. 2273, pág. 226, respectivamente. 2» En una glosa (pág. 146, 1 de la ed. de Paz y Melia y f. 28r del ms. se dice:

«Dixo aquí el actor tus padres, etc., por tomar ocasión de increpar los infieles chris-tianos que fazon diferencia entre los conuertidos y los nascidos.»

Ó70 Revista de Árclilvos, Bibliotecas y Museos

Menéndez Pelayo, en el que resuenan los ecos de Sem Tob: «No miran que la nobleza nasce de la virtud y no del vientre de la ma­dre, ni acatan que el gavilán del espino es mejor que el de la haya» "". Sin entrar ahora en averiguaciones sobre lo que hubiera de común entre el protonotario y el Juan de Lucena impresor en caracteres hebreos, la llegada de la Inquisición debió de turbar su vida profundamente. Juan de Lucena, que no ocultaba para nada su condición de cristiano nuevo, hubo de asistir alarmado a la se­veridad de los procesos comenzados en 1481 y apoyar, al menos moralmente, la reacción conversa de 1488, Pero su compromiso fue más arriesgado: el 8 de jtinio de 1490 (era entonces vecino de Guadalajara) protesta contra una sentencia de la Inquisición * , y su carta al Rey Católico va a provocar el «Tratado contra la carta del protonotario de Lucena», el quinto de los Cinco tratados pu­blicados en 1498 ''^. Alfonso Ortiz, canónigo de Toledo y autor de la obra, suelta su ira para probar, con la más desnuda acritud es­colástica, que los judíos son siervos y que es necesaria su expulsión de España, El protonotario, que se había jugado sus verdes años —es Gómez Manrique quien nos lo dice— en sufrir «las necessida-des que sabéis» luchando por los «príncipe y princesa que agora son nuestros soberanos Rey y Reina» y que había tenido siempre fácil acceso a los reyes, hubo de replegar velas, «En Cordoua, an­te muchos perlados maestros en theología, se reconcilió [Juan de Lucena] a la Yglesia, y fue condenada su carta y tratado pública­mente», termina el canónigo ^'. Para entonces ya debía de haber muerto su amigo Gómez Manrique, quien no hubiera dejiado de ofrecerle algún consuelo.

La carta en que él se lo ofrece a su amigo Gómez Manrique arran­ca de una alabanza de la paciencia y fortaleza con que su amigo ha sabido hacer frente a las mayores y nada infrecuentes pérdidas de seres queridos, para, después de mostrar su extrañeza por la debilidad que ahora parece haberle aquejado en la muerte de su hija, rogarle que restablezca su doble condición de caballero y de cristiano, Y lo hace con un castellano cargado de latinismos (hipérbaton, léxico, completivas de infinito con verbos de declara-

3* En Antología de poetas líricos castellanos. Santander, Aldus, 1944, I I , pá­gina 218. Página 129 de la ed. de Paz y Melia.

•" Según o. c. en nota 24, t. VI I , pág. 258, n. 1822. "2 Oitiz, Alfonso: IJOS tratados... Sevilla, Tres alemanes compañeros, 1492.

Contiene: . . . .5. «Tratado contra la carta del protonotario de Lucena». Sobre la carta De temperandis..., v. Alcalá, art. eit., p. 117.

33 Fol. Cv.

Gómez Manrique y el protonotaño Lucena 571

ción y de sentido, participios absolutos), aunque hayan desapare­cido adherencias tan italianas como el «pero» adversativo en po­sición no inicial, al que tan añcionado se muestra en el Vita Beata y que habría de heredar también su hijo Luis ^ . En su conjunto, la carta resulta fría, áspera y desabrida a veces, si no se templa con el tono confianzudo de la amistad que hay que entrever en todo caso y con el recuerdo de la crisis de abatimiento que efecti­vamente hubo de vivir don Gómez Manrique. Pienso que esta pie­za, cargada de los lugares más comunes del género y hasta cruel en algunos puntos, como se encarga de hacer notar el mismo Man­rique, no hubiera sido capaz de arranzar al corregidor de Toledo de sus penas de no haberle bastado a éste su propio temple para salir de ellas o, cuando menos, para navegar a su través.

LA OCASIÓN

Paz y Melia °* nos habla con muy poca precisión de los hijos de Gómez Manrique, creyendo que los hijos a los que se refiere en la «Consolatoria a Doña Juana de Mendoza», su mujer, son distintos de don Luis y doña Catalina, muertos prematuramente. Sobre esta base comete también el error de no acercarse a la fecha de la muerte de don Luis, que tuvo lugar cuatro meses antes de la de doña Catalina. Una lectura atenta del testamento de don Gómez '*, documento puntilloso y atento y en el que todavía se adivinan las heridas por las cicatrices, hubiera bastado para ver que no hubo más hijos que don Luis, casado con doña Inés de Castilla, quien, una vez viuda, se ganó el aprecio de su suegro por llevar a cabo «la buena, virtuosa hazaña que... hizo en se apartar del mundo... siendo tan mo^a» ^' (con lo que se gano de paso el nombramiento de su hija doña Ana como única y universal heredera del abuelo) ; doña Catalina, casada con don Diego García de Toledo y madre de doña María, que mereció la cadena más grande de oro; por fin.

3* V. pág. 110, nota a Un. 253 de la cd. de Repetición descrita en nota 23. 35 En Manrique, Gómez: Cancionero..., pág. xxix. Clemente Falencia Floros

(El poeta Gómez Manrique, corregidor de Toledo. Toledo, 1948, pág. 44) hace suya, para don Luis, la fecha de la muerte que da Paz y Melia, quien de seguro se basa en la fecha de fundación de mayorazgo por Manrique en 1487. En el Documento (V. Salazar y Castro, o. c , en nota siguiente, IV, pág. 494) ya aparece don Luis como difunto.

36 Lo resume Paz y Melia en o. c , t. I I , págs. 320 y sigs. V. Salazar y Castro, Luis de : Historia genealógica de la Casa de Lara. Madrid, Impr. Real, 1694-1697. IV. Pruebas, págs. 496 y sigs.

3 ' En la transcripción de Salazar y Castro, o. c , pág. 499.

572 Revista ele Archivos, Bihliotecas y Museos

doña María, la menor de las hijas, «que biua se me enterró» en el monasterio familiar de Calabazanos. Por si fuera poco, la identidad de don Luis y de doña Catalina con los dos hijos llorados en la «Consolatoria a Doña Juana de Mendoza» queda patente por lla­mar el protonotario «único hijo» a don Luis y por la coincidencia, casi verbal, con que se narra la circunstancia de hallarse solo don Gómez cuando murió su hija y doña Catalina en la «Consolatoria» y en la respuesta al protonotario respectivamente : «... estando en la soledat en que estaua quando fálleselo aquella hija» —dice en el primer caso—, «y por tomarme en tan grand soledat» —cuenta en el segundo.

No parece difícil ñjar la fecha aproximada de la muerte de doña Catalina y, consiguientemente, la de nuestras cartas, ya que, si resulta haber corrido algún tiempo desde el suceso que las pro­voca, no debe ser tanto que no se mantenga, como aparece por los textos, la conexión sentimental y temporal. Pero la clave más se­gura nos la ofrece la «Consolatoria a Doña Juana de Mendoza». Su autor nos dice que Dios le llevó a sus hijos en espacio de cuatro meses, que estaba solo cuando murió su hija y que decidió escribir el poema para consuelo de su mujer y para su propio desahogo «...porque afloxase el heruor de mi congoxa, como haze el de la olla quando se sale», pero que había tenido que interrumpir su trabajo desconcertado por «la nueua del peligro en que tu merced estaua en Medina del Campo». Ahora bien, a juzgar por la carta de 19 de enero de 1481, por la que la Reina Católica,prorroga su licencia a Gómez Manrique para que pueda faltar de Toledo, y le apremia para que acuda al lado de su mujer, recaída en su enfer­medad •", y por la otra de 22 de febrero del mismo año, en la que se comunica a la ciudad de Toledo esta prórroga **, podemos pre­sumir que la enfermedad de la camarera mayor de la reina y mujer de Manrique tuvo lugar al terminar el año 1480, por lo que, con­tando con los dos meses que el mismo don Gómez confiesa haber tardado en comenzar el trabajo de su «Consolatoria», habría que concluir que doña Catalina murió hacia el mes de octubre de 1480. No mucho más tarde debieron de escribirse nuestras cartas. El tiempo transcurrido hubo de ser suficiente para que el protonotario conociese el abatimiento en que había caído el corregidor y no tanto como para dar lugar a la enfermedad de doña Juana, puesto

3* Manrique, Gómez: Cancionero..., II, págs. 816-817. 39 Benito Ruano, Eloy : Toledo en el siglo XV. Vida poUtica... Madrid, Escuela

de Estudios Medievales, 1961, pág. 803. LÍá fecha que da Paz y Melia es la del 11 de febrero en su ed. del Cancionero, II, pág. 317.

Gómez Manrique y el protonotario Lxicena 573

que ni en una ni en otra carta se hace alusión a ella, a pesar de escribir detenidamente sobre el luto de la señora de la casa.

LA RESPUESTA DE GÓMEZ MANRIQUE

Como en todo camino hacia el ocaso, a Gómez Manrique, en el suyo, se le había puesto la vida destemplada y sola. Calabazanos era el monasterio familiar. Allí había buscado refugio su madre, doña Leonor de Castilla; su hermana María era la abadesa del mismo y allí se encerrarían sus sobrinas Aldonza y Catalina, hijas de Pedro Manrique, el primogénito de don Rodrigo, su hermano, y su nieta Catalina, hija de la Catalina que aquí lloran el proto­notario y don Gómez. Por muy familiar que fuera el monasterio, allí se le había enterrado viva su hija María. Calabazanos era también en buena medida el panteón familiar. En 1476 moría don Rodrigo, el segundo Cid y el hermano más admirado y que­rido por Gómez. En 1979 la muerte se abatía sobre don Jorge. Poco después moría don Fadrique, otro hermano de don Gómez, menor que él. En el verano de 1480 moría su hijo Luis y en el plazo de cuatro meses desaparecía su hija Catalina.

El trago no fue fácil para un hombre que se acercaba a los setenta años de su vida. Si el protonotario no fue testigo del abatimiento de su amigo, éste debió de manifestarlo tan a las claras que llegó a los oídos de aquél. Gómez Manrique, que había sido hasta entonces modelo de viril y cristiana fortaleza, no niega «la turbación del gesto y algunas demasiadas lágrimas que la hu­manidad no pudo resistir», porque «ya no queda otro hijo ni hija» y porque el golpe más duro y reciente le sobrevino de sú­bito y en condiciones de extrema soledad para un árbol ya muy ralo de fronda y tocado en su tronco: «mas como la mía [per­sona] no sea de azero y esté en la hedat postrera del no dormir algunas noches y del grand trabaio y sin hija, al cabo obe de estar dos días en la cama, que apenas me podía rodear».

La calidad literaria de su respuesta anda muy por encima de la que posee la carta de Lucena. Perfecta de estructura, el corre­gidor muestra su perplejidad ante el doble peligro que corre o de mostrar su ignorancia respondiendo o de aceptar, callando, las acusaciones del protonotario por las que aparecería como mal ca­ballero y mal cristiano. Aceptando el riesgo de escribir, en una confesión llena de cálida cercanía humana, muestra cómo el do­lor, aun siendo vivo, no le hizo nunca ir contra sus obligaciones

571- Revista de Archivos. Bibliotecas y Museos

ni le movió a desconfiar de Dios. Termina aceptando que si el protonotario no quiere publicar su consolatoria pueda quemar la respuesta que le envía. Gómez Manrique no echó mano de las cuatro decenas de obras que componían su biblioteca *" al estilo de Pedro Díaz de Toledo ^', comentando su «Exclamación e que­rella de la gouernación» o de Lucena en su consolatoria. Hay en su carta —y son éstas características que brillaban ya en las «Co­plas» de Jorge Manrique— más Biblia que clásicos, más vida vi­vida que historia lejana, más experiencia que noticia libresca. El hombre de armas y de gobierno, el hombre a secas aparece en esta prosa ofreciendo siempre imágenes del mundo de las armas o del lenguaje popular. Un estilo vivo, gracioso en el quiebro, preciso y variado (audaz a veces, como en ese «mi corazón lom-bardeado») en la imagen, suave en la ironía, abierto en la con­fesión, se pone al servicio de un guerrero de casta («que las ma­nos de los caualleros en los enemigos de nuestra fe se deuen en­sangrentar»), un gobernante celoso («y dexar con bozes y llantos de entender en la gouernación desta grand ciudad y tierra que en cargo tengo, lo qual no obiera por menor mengua que apar­tar me de hun conbate»), un padre atribulado («que yo lloré como humano aquella hija que por su sola virtud y bondat era digna de ser llorada»).

Si como documento humano, la respuesta de Manrique con­tribuye no poco a dibujar su perfil de hombre, como pieza lite­raria, pienso que no es ociosa para resaltar al escritor de raza que sabe, por su cuenta y riesgo, ir más allá de cuanto el gé­nero pide.

Al transcribir los textos he procurado ofrecer una versión su­mamente respetuosa con las peculiaridades ortográficas, léxicas y gramaticales del original. Únicamente me he permitido desarrollar las abreviaturas y algunas correcciones ortográficas, con la espe­ranza de que, de este modo, mi versión resultara más fácilmente accesible al lector. Los corchetes me sirven para encerrar correc­ciones a un copista no demasiado atento ni sobrado de conoci­mientos y en las notas, que remiten a las líneas numeradas del texto, introduzco algunas aclaraciones u observaciones que con­sidero de utilidad.

•*"' Las enumera Paz y Melia en o. c , I I , págs. 882-384. J . L. Alborg comete una no pequeña exageración al decir «que casi puede compararse con la de Santi-llana» (Hintoria ih la literatura española. 2.* ed., 2.» reimpr. Madrid, Grcdos, 1970, I, pág. 4*5).

*' V. Manrique, Gómez: Cancionero..., I I , págs. 230 y sigs.

Gómez Manrique y el protonotario Lucena 575

«Carta consolatoria que enbió el prothonotario de Lucena a Gomef Manrique quando morió su hija doña Kathalina, muger de Diego García de Toledo.

Tanta prudencia y esfuerzo, noble cauallero, fasta aquí todos conosoimos en vos, que si sufrimiento de vuestros casos * siempre nos dio tollerancia a

5 los nuestros. Dexados *muchos propinquos de vuestra muy clara sangre fine en los breues días vos son fallecidos, con quanto sofrimyento entervastes con la negra tumba de vuestro generoso corayón al noble don Fadrique *, y luego, a par del, al illustre don Rodrigo conde y más maestre, vuestros serenissimos ermanos, caualleros dignos que fueron [sic ; fueran ] obidos en el tiempo

10 de los Scipiones; con quanta moderancia no muy lexos de los sepultados, a don Jorge, no menos espíritu de don Fadrique fijo * ; con quanta paciencia con ellos enterastes las reliquias de vuestro noble único hijo, tan digno de ser querido. Y estos tan arrebatados males que la herida del vno sanaua la llaga del otro, vuestra forjada prudencia los supo y pudo tan bien tollerar

15 que solo vos entre todos érades ovido por prudente en quyen los estoycos quieren que jamás aya perturbación; y havn no trayamos a Oracio ¡jontífice de los romanos, no al príncipe de los atlienienses Pinides *, ni llamáuamos Anaxágoras ni menos a Xenofonte que nos consolasen en nuestros lutuosos casos con la tollerancia de los suj-os, mas llamáuamos a vos y a vos solo

20 trayamos ya en conparación de nuestras desolaciones y de nuestras conso­laciones en enxenplo ; y agora, noble cauallero, quando abíades de afirmar nuestra opinión, obiendo la del todo infirmado la virtut contra sus fines *. Que en la lucha y en la pelea, havn que vna o dos o más bezes deruequen a su luchador, si enflaquecido cahe a la postre, no gana el precio de fuerte.

25 Porque virtut verdadera es aquella que trabaiada cresce y no la que mengua. Palabra enuangelical [sic] es : quyen mete la mano en el aradro y la retrae menos cojera que siembra, queriendo mostrarnos en la perseverancia ser * fortaleza y no en el cometimyento ; cometer a quatro y hoyr a vno más couarde que esforcado le diremos. Dezit me * qué aproviecha a los malos pues-

80 tos al tormento, a los acotes ser firmes, costantes a la cuerda y a todos los otros tormentos fuertes, si a la toca * confiesan a la jwstre su flaqueza ; y agora a vos qué aprovecharán tantos y tan amargos casos con tan grand costancia ganados, si a la postre una toca de vuestra fija vos faze desdezir la firmeza; teneys yo creo del diamante el coracón, a lo fuerte más fuerte

35 y a lo flaco más flaco, quando jjor los varones varón, quando ixir la fembra asi vos mostrays fembra, regando la cara con lágrims, con las vnyas ras­gando las hazes *, enculpando con Dios a Job *, a Dios retratando sus rectos juyzios, diziendo: por qué me juzgays ansí, por qué te me pones en contra­rio, escriues contra mi amaritudines arbitrando me fuiste enemigo, y no

40 dizes con el mesmo J o b : pecaui, qué te puedo o guardián de los hombres; y lo que de más es graue a los más graues, con el dolor de la hija interimi-tis el oficio de regir queriendo ser visto querer ser más que regidor, y allega de su drecho * a Catón que su vnico hijo muerto dexado en el [en blanco]

57G Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

porque era día de ayuntamyento, bino en la casa de corte por tener senado; 45 pues ansí aquel obiendo toUerado su priuado dolor no se retruxo del público

reximyento, ¿a vos solo que teneys tamanya provyncia lie de poder retra-he r? ; syempre fuy Pitágoras: que aprouecha * doler las cosas no es[)erantes remedio, iwrque lo que más dolemos con mayor diligencia reparamos y las sin remedio tener en poco ¡wr que lo (jue menos hazemos dolemos poco.

50 Dauid rey en enfermedad del fijo que más amaua no se dexó consolar y en su muerte no se dexó condoler; y consolemos a vos con vos mesmo, no buscjuemos ajenos enxemplos, que valga tanto la prudencia hun día quanto suele valer la inprudencia. lycemos de algunos y vemos muchos por tales casos tan tristes que no piensan jamás jwder alegrarse, y al primer día

55 lloran y al fin del mes y al cabo del anno comiencan de rehir, viene el con­suelo sin que venga la causa de la tristura. Vos señor, no deys vuestro lohor al tiempo ni consintays que los vuestros consuelen a vuestra muger antes que vuestros conseios engendrada de vos de tal bientre, nascida entre tales dos bracos y con tal marido fecha matrona quando a todos placían y

60 aquella no enoiaua su vida entonce le fue desirable la muerte. Volviendo vitoriosos de la batalla los fijos de Pitágoras congratuyendo le dixo su amigo: muérete ya, Pitágoras, muérete ya, quando la vida es gloriosa. No moría vuestra hija por cierto segunt su bibir, mas segunt su morir; o que los ánimos segunt me i>arece trocastes: ella morió con el vuestro y vos bibís

65 con el suyo. Dexat la ya, señor, dexat las mugeriles a los [sic] quales visten por duelo, dexat ya y hazet dexar los lutos a dona Johana y verstirse [sic] candidas vestiduras como romana matrona para entrar al templo a purificar encensos y ofrecer ostias por los muertos en la batalla de comes [sic] *. Y digo no como troyanas * gentes inhumanas que celebreys sus obsequios con ale-

70 grías, mas como el ajjóstol que poco lloreys la separación de los nuestros y no lloreys tanto como los que no esperaron resurrección, que jamás piensan verlos, y vos cauallero christianíssimo deveys pensar firmemente temer que vnos en pos de otros partiremos desta vida que muere para nos hallar pues­tos en la que nunca muere y juntos en aquella espaciosa y más que espaciosa

75 ciudat de nuestro Dios moremos siempre con Jesu Christo. Amén.

Respuesta de Gomeg Manrique al prothonotario de Lucena.

Vna elegante consolatoria de 'os el venerable y prudente prothonotario de Lucena recibió la mano mía con amor, sabiendo quanto su autor me ama y mis oios la bieron con themor de responder por me ser notoria vues-

80 tra elegancia y mi insuficiencia solamente del silencio está cubierta; que esto es lo que en alguna possesión de sabio me haze ser tenido, hi havn no solamente como no sé nada, pues si temí ante que la hese, de creher era que después de quitada la cubertura y me relumbrasse su pulideza y ador­namento de alegaciones de los famosos varones en aquella mencionados que

85 este temor se doblaría. Como haze a los corazones flacos el relumbrar de las febridas armas, y asi de fecho se acrecentó tanto que estoue a punto

Gómez Manrique y el protonotario Lucena 577

de hazer lo que iiazen los couardes caualleros que quando parecen los poluos se demudan y quando asoman las banderas enbaracan y se ponen en dife­rencia sobre el pelear o hoyr; y así yo conmigo mismo me puse en debate

90 sobre responder o callar no sabiendo de qual me vernía menos mal, mani­festando mis defectos respondiendo o mi descortesía o ingratitud callando ; cierto antes eligiera el callar, pues que por ingrato y descortés fuera de vos tenido, que yo mesmo ser el pregonero y pintor de mi poco saber; que havn que algo aya trabaiado en aprender por saber en este oficio militar

95 ix)r theórica o jwr prática la qual se aprende meior estudiando, bien puedo dezir que en esta arte oratoria que vos egregio me soys maestro y yo nunca fue [sic] dicípulo; mas, por que demás de la descortesía y desagradeci­miento, si callase quedaría infamado de destemplado y de flaco y de impru­dente cauallero y havn no de cathólico crestiano, si vuestras reprensiones

100 dignas de ser publicadas sin mis escusas más verdaderas que bien escriptas pareciesen, yo deliberé de saluar me destas infamias; que por muy virtuosas reputo manifestar mis groserías; leades la clara vista de vuestra prudencia y cubra sus defectos el manto de la benibolencia que me teneys y no vos marauilleys por que me quexe de vos y alabe a mí, pues la necessldat me

105 costrenye hazer lo por saluar me de vuestras reprensiones fundadas sobre cierta relación y por no anyadir yerros a yerros quyero venir a la respuesta de vuestro cendrado lloro ; en las aduersidades me lastlmays en la segunda para me aconsolar; me amenguays diziendo en el comiendo con (pianto viril coracón sofrí los infortunios passados de las muertes de tales y tantos

110 ermanos y sobrinos, en especial del señor don Rodrigo Manrique, mi señor y ermano, tan digna de ser sentida, y la de aquel hijo con tanta razón de ser querido, tanto que yo era ensemplo de con.solación a todos atribuyén­dome muy grandes y muy bien dichos lohores, haziéndolos más crecidos por acrecentar mi fortaleza, conformándovos con aquel dicho que dize que

115 la virtud alabada cresce; mas éstos vinyeron mezclados con lástima en traher a mi memoria aquellas afliciones cuyos rastros, havnque no poco ni mucho ni nada desfechos, alguo estauan rematados o hollados de las postreras es-quadras del dolor de las muertes de los hijos que sobre ellas passaron en tan pocos días dignos de ser amados de los enemigos quanto más del padre

120 que otros no tenía; más así como gratas las liuianas heridas que reciben los caualleros en la batalla que vienen victoriosos, ansí a my, havn que lasti­meras, fueron plazibles vuestras memorias por la gloria del bencimyento que me days. Y hiñiendo a la segunda parte en que digo que para me con­solar me amenguays cret que entre los infortunios que por mis deméritos

125 nuestro soberano Dios ha permetido en mi cassa que no es reputado por el menor a vos por la vuestra que ninguna parte aya podido dezir que en este pwstrero defallecimyento de mi hija no aya hecho los estremos llantos que dizís; y vistiendo los grandes duelos; y dizir que yo aya rompido con mis vnyas mi haz como lo hazen algunas mugeres, y no las nobles y vir-

130 tuosas, mas aquellas tanto comunes o tales que ninguna vergüenza en la cara han ; y que aya retratdo de los juizios de Dios diziendo como J o b : porqué me juzgas e t . c , las quales infamias que por muy desonestas para

578 Revista de Archivos, Bibliotecas y Muscos

cauallero y yrróneas para crestiano estimo, creo que este soberano Dios a quyen los pensamyentos son manyfiestos ha permetido me sean opuestas no

185 siendo verdaderas jwr me tirar alguna vanagloria que sin duda tenía por me aber obido tan virilmente en este postrero y no ^lensado caso que tan aceleradamente sobrebino, en el qual no fuera marauilla que yo enflaquezido o fiziera o dixera todo lo que vos dezís, ]X)rque ya no queda otro hijo ni hija sino otra que biua se me enterró 3' ix)rque esta era tal que fuera des-

140 canso para mi beie?, entero remedio y abrigo para mis criados, y por to­marme en tan grand soledat que yo obiese de ser el testigo de su testa­mento, el acarreador de los sacramentos que ella pidía, su acomiwnnador en la muerte, como de sus hijas el consolador y de sus criados, el ordenador de su sepultura, complidor de sus obsequias como hecho lo fui, no aziendo

145 en mí persona * en mi vestir saluo la turbación del gesto y de algunas dema­siadas lágrimas que la humanidat no pudo resistir *. Que como dize santo Augustín, heuir en la carne y fuera de la carne más sería diuino que humano. Havn el mesmo Dios nuestro, vestido de aquélla, sintió estas pasiones huma­nas ; que segunt los enuangelistas él mesmo lloró algunas vezes y entre

150 aquellas en la resurrección de Lázaro; y el mesmo: «triste es la ánima mía ha[s | t a la muerte» ; y así mostró otras senyales de tristeza. Mas, vene­rable varón, no obstante estas causas y otras muy iustas y razonables que yo touiera para me extremadamente condoler y fazer todos los auctos que dezís, que havn que sean reprobados en los crestianos y más en los caualle-

155 ros, ix)rque como dize Job * nuestros coraconnes no son de arambre para que no ayan de sentir las semeiantes cosas, hi havn ¡wrque como los fuertes muros que estando sanos sin hazer mouimyentos los golpes de las muy gran-<les lombardas y desjmés de cascados una pequenya los derriba, y así mi coracón, lombardeado de las gruesas i>¡edras que dezís en mi lohor y de

160 sus espesos golpes cascado, no fuera marauilla que con esta'cayera en los yerros de que me culpays, que havnque parece como dezís ser menor en quantidat es maior en qualidad, por venir sobre todos los otros; que una flaca lanfa basta para derribar hun fuerte justador si lo toma reuesado de otros encuentros, que quebradas las riendas que se puede entender por las

165 «'onsolaciones de los parientes y verdaderos amigos de que yo carescí. Lo qual no inputó Jeremías a pequenya desauentura quando dixo sobre Jeru-salem: nojí est qui covsolet ea [sic]. Mas aquel soberano Dios que se puede comparar a la lan^a del rey Pileo, que las llagas no eran sanadas si con ella mesma no eran tocadas, ni havn (|ue me hizió [sic: hirió] con el fierro de

170 la iusticia jKira castigarme, luego me touo [sic: tocó?] con el asta de la misericordia iMira fazerme conforme con su querer; (¡ue aquel que no quiere lo <iue a Dios plaze querría que Dios no fuesse * ; que para esforzar me y tener me que no cayesse en estos vituj>eriales y haun eréticos yerros como fuera retratado yo, siendo creatura de mi creatura [rep. por error del co-

175 pista] de mi creador * y siendo el despensero demandar cuenta a mi señor; que siendo cauallero y no venido de flacos antecessores, mostrar tan mugeriles flaquezas, lo qual fiziera yo lo que en otros reproué, como quyera que fasta aora uo se me deuiera dar crédito; porque sin duda es-

Gómez Manrique y el protonotario Lucena 579

tas cosas son muy buenas de dezir y havn a los que son sabios y graves 180 de hazer a los muy fuertes; y en romper mi coracón con mis propias ma­

nos, mas que las manos de los caualleros en los enemigos de nuestra fe se deuen ensagrentar e no en sí mesmos, como lo hizo aquel famoso varón del linage de la verga [sic] • e passó el salado primero, que tan banyado traía el brafo de sangre, que no podía despegar el espada de la mano ; y dexar

185 con vozes y llantos de entender en la gobernación desta grand ciudad y tierra que encargo tengo, lo qual no obiera i)or menor mengua que apar­tarme de hun conbate con sentimyento de ver muerto algún pariente ; lo qual yo fui a hazer y hize por el contrario; que a los caualleros en los casos que va su ley y seruicio de su Rey y su honra no les ha de empachar tris-

190 teza ni empachar otro ningún enpacho. Sufría la disiwsición de la persona ; mas como la mía no sea de azero y esté en la hedat postrera del no dormir algunas noches y del grand trábalo y sin hija, al cabo obe de estar dos días en la cama que apenas me podía rodear ; mas, jwrque no se atribuyesse la disposición de la persona a flaqueza de coracón, yo me levanté con tales

195 passiones que con la menor en otro tiempo me acostara y sallí a entender en el regimyento de la ciudad y havn tan presto que los nobles y buenos della no consintieron que se me dixesen por entonces los negocios que abía; así que por cierto nunca tuuo más fuerza mi tristeza que a mi honra hiziese hazer cosa de mengua ; ni mi dolor ni mi fe, para que me hiziesen dudar

200 que las obras de Dios son justas y a de aber resurrección y judicio y gloria y pena. Y si alguo dixe con job, fue: «el Señor me la dio y él me la quitó». Y si yo escriuí a la muy excellente Reyna nuestra sennora agrauiando mis aflicciones ser alguo mas de lo que a perfecto cauallero pertenescía fue por incitar más su virtud para la consolación de mi muy amada muger cuyo

205 sentimyento sin duda sentí más que el mío como quyen con mucha razón la deue amar y ama más que a s í ; a la qual con la mesma nueua escriuí que no hiziese mudanza ninguna en su vestir y bien creo yo que lo haría; y por esso me marauillo en dezirme que agora je le mande ; que, havn que súbito fue [sic] salteado de tan súbito pesar en aquel momento alguo se

210 retruxo de la humanidat, pero no fue tanto que me sacasse fuyendo del camino de la razón ; que, pues fue manifiesto, bien puedo dezir que, havn que yo lloré como humano aquella hija que por su sola virtud y bondat era digna de ser llorada por aquel poco espacio que la humanidad sobró a la razón, que sufrí su muerte como cauallero que, havn que no muy sabio,

215 sé que la verdadera fortaleza en el cabo de las afruentas. Que no pudieron conseguir este nombre de fuertes Régulo * sí que quando jxjr su mesmo consejo boluió a la prisión donde tan desesperada muerte e vida ovo e se arrepintiera; ni sant Esteuan ni sant Sebastián fueran tenidos jwr mártires si a la segunda piedra y saeta adoraran los ydolos; que, havn que es poco

220 mi saber, bien sé que no en los comiencos ni en los medios mas en los fines está la perfección y que la verdadera virtut consiste en la perseuerancia. Y por esto dixo Séneca a Lucilo: «Acaba como hombre casto». Así concluyo que he tenido y tengo dos justas razones para quexarme de vos, venerable varón: la primera por me hazer tan agras reprensiones sobre tan incierta

580 llevtsta de Archivos, üibüotecas y Muscos

225 relación la qual haun que lo viera vuestra vista debiera dudar vuestra virtut. La segunda, por apremiarme con tan crudo trato como fue y ha sido pora mí el destas infamias que me fueron opuestas para que por saluarme de aquéllas, obiese de hazer dos manifiestas herradas como hago: una, siendo yo tan indocto cauallero, contender en escriptura con vos que soys otro

230 Tulio; que así como se guardan los andaluzes de correr el eauallo que quie­ren vender tras otro más ligero, y los mercaderes de sacar las sedas tintas en grana tras los finos carmesís, y las damas feas de juntarse con las her­mosas, asi yo deuiera hoyr de juntar tan tosca respuesta con tan febrida demanda; y lo otro, que, por saluarme de tales denuestos oprobios, aya

285 [sic: caya?] en este no menor que es alabar a mí mesmo, lo qual es muy ageno de tada [sic: toda] virtud, porque los lohores en la mesma boca entorpecen e se transforman; mas la pura necessidad me a hecho saltar de la sartén de vuestra difamatoria consolatoria en las brasas de mi vitu-Iierosa alabanza, por manera que todo ha sido mal paral cántaro. Mas, pru-

240 dente varón, como quiera que vuestra elegante pluma aya escripto con siniestra relación lo que no fue, ella lo dize tan gracioso, tan polido, tan sabroso que más vos querría tener por coronista de mis males que a otro de mis bienes; y así vos doy muchas y muy muchas gracias y mercedes fxir tan sabrosa escriptura y por la voluntat con que se escriuió, que meior

245 señal de verdadera amistat son las amorosas reprensiones más que las de­masiadas alabanzas entre los verdaderos migos, que por tales nos deuemos reputar aquellos que en las necessidades grandes de nuestros excellentissimos Iiríncijje y princesa que agora son nuestros soberanos Rey y Reina, suframos iuntamente las necessidades que pabeys. En fin vos pido que, si la vuestra

250 nos publicada, las dos dedes al fuego que las c<msuma: la vuestra porque tan agrámente me i'eprende y condempna sin ser oydo y la mía porque tan groseramente me saluo.

1. 4. «Casos» está recordando el sentido del libro de Boccaccio. Toda la carta está salpicada de latinismos: «propinquos» (I. 6), «infirmado» (1. 26), «interimitis» (1. 42), «amaritudines» (1. 45), «obsequios» (1. 79), etc.

1. 5. «Dexndos...»: un ejemplo de participio absoluto.

1. 7. Don Fadriqne Manrique murió en 1479. Ya era difunto el 18 de diciem­bre del mismo año y fue enterrado en San Francisco de Fx!ija (v. Salazar y Castro, o. c , II, páf?. áSB). No es eso lo que dice el protonotario.

1. 11. Aunque no está bien claro el sentido de la frase, y a pesar de que Jorge Manrique no habría adquirido todavía la fama que iba a alcanzar en seguida, jes posible que Lucena se confundiera, haciéndole hijo de don Fadrique? No acierto a ver cu qué forma haya podido haber un error del copista. ¿Un «lapsus»?

Al margen, en letra del xvn-xvni: «Bien como sisne que lora su muerte, quan-do consiste que la dise y la memoria con aquel gemido triste, así mi mal loraré con un suspiro.» Tal parece ser la lectura de lo escrito. No he podido identificar estos que parecen versos ni, por consiguiente, adivinar qué parte de la carta pretenden

Gomes Manrique y el protonotario Lucena 581

comentar. Lo cierto es que aparecen en el lugar en que se hace memoria de Jorge Manrique y que debiera ser a él a quien se refieren.

1. 17. Pinicles = Pericias.

1. 22. Parece estar manco el período, pero no acierto a leer otra cosa.

1. 27. Lucena, por influencia del latín, es aficionado a estas completivas en infinitivo (v. 1. 61, 82...).

1. 29. El «decit me» sentencioso nos remite al de las Coplas de don Jor}¡;e.

1. 81. «Tormento de toca, el que se da en el potro con ciertas medidas de agua, que passa por la tocaí (Covarrubias, Tesoro, a. v.).

1. 87. A pesar de que el protonotario exagera, el duelo de Manrique debió de ser bien visible.

1. 87. Debió escribir «tenculpando con Job a Dios».

1. iS. Si bien Corominas CDiccionario..., I I , piig. 127) da «drecho» como ara-gonesismo, también puede pasar por italianismo.

1. 47-t9. Si el «que aprovecha» no es interrogativo, como parece no ser, resul­taría el pasaje más inteligible suprimiendo el «no» antepuesto a «esperantes». Esta­ríamos así ante una antítesis entre el lamento útil y el inútil, si es que el lamento puede ser considerado sólo desde este punto de vista. Que, aunque sepamos que «al burro muerto, la cebada al rabo», también es verdad —como responderá Man­rique— que el hombre no es «de arambre».

1. 68. «Comes» = Canas o Cannas.

Alli comentaron las gue eran presentes en llanto muy fuerte como las romanas por la batalla fizieron de Canas...

(Manrique, Gómez: «Defunción del noble ca­ballero García Laso de la Vega», en Cancionero, I, pág. 118.)

1. 69. Gómez Manrique alude también, aunque con otra intención, a las troya-nas en la «Defunción» citada (pág. 115):

El qual escruuí con tanto tormento como tenían las dueñas troyanas en ver a su rey mesando sus canas aquel negro dia de su perdimiento.

I. 88. «Embaracan» = Se embarazan i. e. se preocupan.

1. 185. «Tirar» = quitar, sacar (italianismo).

1. 146. Manrique manifiesta paéticamente y con sobriedad las especiales cir­cunstancias en las que sobrevino la muerte de su hija.

1. 145. «Persona» = teatro, aparato, apariencias (v. Covarrubias, Tesoro, s. v.).

1. 155. La misma alusión a Job aparece en la «Consolatoria a la condesa de Castro» fConctonero, I, pág. 287).

582 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

1. 168. «Pirpo» = Peleo. Dice en otro liigar (Cancionero, I I , p. 209):

Deapuén (jue le vos Uagastes de llaga syn mejoria de que nunca sanar creo sy non como guaresfia la ferida que fazla la ¡anf« del rey Pelen.

1. 172. Manrique define maravillosanientc una de las actitudes reli¡{iosas fun-dainentales.

1. 188. «De la verga» parece que debe ser «De la Vega». Sabido es que los caballeros don Gonzalo y don García Laso de la Vega fueron los primeros en atacar el puente sobre el Salado, después do que la vanguardia del ejército de Alfonso XI de Castilla se mostró titubeante.

1. 216. M. Atilius Regulus volvió a su cautividad para morir prisionero de los cartagineses, después de haber sido enviado a una misión sin éxito ante los ro-mansos. Dice en su continuación del «Debate», de J>ian de Mena (Cancionero, I, pág. 311):

E sy Régulo quisiera folgar en su cama viejo, por el su mesmo consejo en catino no muriera.

ALEJANDRÍA Y SU MUSEO

POR HIPÓLITO ESCOLAR SOBRINO

LA CIUDAD

Con la aventura incruenta de la ocupación de Egipto por Ale­jandro se cumple la primera parte de su proyecto expansivo: el dominio de la costa del Mediterráneo oriental para convertir a este mar, como lo fue en ocasiones el Egeo, en un mar griego. Aunque para el joven rey sólo supusiera una primera fase de su plan, estas conquistas hubieran satisfecho plenamente a los grie­gos, incluso a los más soñadores, pues en estas tierras, fácilmente comunicables entre sí por mar, se sentían seguros, mientras que la lejanía de los otros dominios persas les inquietaba. A este res­pecto, es elocuente la anécdota del general Parmenión. Después de Iso, Darío le ofreció a Alejandro, a cambio de la paz, la mano de su hija Roxana y las tierras de su imperio al oeste del Eufra­tes. El joven rey rechazó la propuesta y el general le advirtió :

«Si yo fuera Alejandro, hubiera aceptado.» «Y yo también si fuera Parmenión»,

le contestó rápidamente. La empresa se había iniciado en el verano del 884, con la ba­

talla del río Gránico, que le entregó la parte oriental y meridional de Asia Menor; se prosiguió, al año siguiente, con la de Iso, que le abrió Siria, Fenicia y Egipto, adonde no llegó, sin embargo, hasta el año 882 por la resistencia que encontró en la vieja ciu­dad de Tiro, cuyo asedio le entretuvo varios meses. Precisaba pri­var de sus bases a la poderosa flota persa, que podría cerrar la comunicación más fácil y rápida con Grecia, la marítima.

Poco se sabe de la estancia de Alejandro en Egipto, pero hay dos hechos destacables por su importancia para la historia poste­rior. El primero es la visita al santuario de Amón, en el oasis de Siwa, entre Cirenaica y el Nilo, tras una difícil travesía del de-

Rev. Arch. Bibl. Muí. Madrid, LXXXI (1978), n.» 8, jul.-sep.

58 !• Revista ÍÍC Archivos, Bibliotecas y Museos

sierto. Allí fue saludado como hijo de Amón, dios que los griegos identificaban con Zeus, y, por lo tanto, reconocido oficialmente como faraón. El segundo, la fundación de Alejandría en una faja de tierra de unos cinco kilómetros de longitud por dos y medio de anchura, situada entre el mar y el lago Mareotis, junto a la boca oriental del Nilo, la Canopia.

El historiador Arrian o ' proporciona la información más anti­gua sobre la fundación de la ciudad. Fue idea personal de Ale­jandro, que encontró el lugar, que era muy conveniente desde el punto de vista climático, apropiado para establecer una ciudad con un gran futuro económico y, añadimos nosotros, político, como enlace del mundo egipcio con el griego. El mismo señaló el em­plazamiento de los principales lugares de la ciudad y el de las murallas. Parte del terreno, según Estrabón , estaba ocupado por una pequeña población egipcia encargada, quizá, de la vigilan­cia de los barcos que pretendieran entrar por el río al país. El nombre de esta aldea, Racotis, se conservó en el de un barrio de la ciudad.

El arquitecto Dinócrates de Rodas recibió el encargo de diseñar la nueva ciudad y en el proyecto se ajustó a la idea de Hipódamo de Mileto, con dos grandes calles perpendiculares, de treinta me­tros de anchura, que empezaban y terminaban en sendas puertas de la muralla; paralelas a estas calles principales se alineaban otras secundarias, con lo que resultaba un plano cuadriculado.

En el mar, aproximadamente a un kilómetro de distancia, ha­bía una isla. Faros, que al quedar unida al continente por un muelle, el Heptastadio, dio lugar a dos grandes puertos, el puerto Magno, al este, y el Eunostos, al oeste.

La ciudad fue dividida, desde fecha temprana, en cinco ba­rrios, que llevaban el nombre de las primeras letras del alfabeto A, B, r , A, E. La población estaba constituida por personas de di­versas procedencias y con estatus políticos diferentes. Había grie­gos con plenos derechos ciudadanos y otros sin ellos, entre los que hubo personas importantes que conservaron su ciudadanía de origen (atenienses, rodios, cretenses, macedonios, etc.); había persas, galos y especialmente semitas, entre los que ocuparon des­pués un lugar destacado los judíos por la fuerza que les daba el mantenimiento de su unidad cultural; estaban los miembros de

1 Anábagis de Alejandro, III, 1, 2. 2 Geografia, 792. Apud P. M. Fraser, Ptolemaic Alexandria, Oxford, 1972,

Nota 15 al capítulo I. Vol. II. Rn este volumen pueden encontrarse todos los textos referentes a Alejandría, el Museo y la Biblioteca en la época Ptolemaica.

Alejandría y su muteo 585

la población egipcia y finalmente los esclavos, que ciertamente no fueron muy numerosos y se utilizaron fundamentalmente para el servicio doméstico. El número de los habitantes creció con ma­yor rapidez que el de los ciudadanos. Estos cada vez represen­taban una proporción menor y dejaron de pesar en el gobierno de la ciudad. A partir del siglo iii las gentes privadas del dere­cho de ciudadanía se impusieron, al menos en la calle.

Los griegos habitaban en el centro, en la parte más noble, la que después se llamó Bruquión, y constituían una organización similar a las poleis de la madre patria, con su distribución en tribus, demos y fratrías, con sus magistrados y con su asamblea. En el Bruquión se encontraban los palacios de los reyes, en una península que cerraba por el este el puerto Magno, los edificios administrativos y los principales centros culturales: Museo, Bi­blioteca, Teatro y Gimnasio.

En Racotis, situado al oeste, en el lugar ocupado, en parte, por la antigua aldea, se elevaba sobre una colina el Serapeo. Es­taba habitado por egipcios, cuya importancia política dentro de la ciudad fue creciendo a partir de la batalla de Raña (217), en la que Ptolomeo IV Filopátor venció a los seléucidas gracias a unas tropas egipcias recién reclutadas. Poco a poco la diferencia entre ambos grupos fue desapareciendo por la generalización de la lengua griega y por la entrada en la triunfante cultura griega de elementos culturales egipcios.

Por último, en la parte este de la ciudad, pasada la puerta de Canopo, se encontraban los campos de deportes con el hipó­dromo y, entre jardines, las suntuosas residencias de los ricos. Allí vivía principalmente la población judía, encerrada en sus propias murallas. Como los egipcios, los judíos dispusieron de etnarca o gobernador y se rigieron por sus propias leyes. Esta situación privilegiada se debió de producir en tiempos de Ptolomeo V Filo-métor, como consecuencia de la emigración masiva que dirigió el gran sacerdote Onías y que se originó por la revuelta de los macabeos contra los seléucidas y la formación del reino asmoneo. Por cierto que, así como la población griega se fue fundiendo poco a poco con la egipcia en Alejandría, los judíos, aunque adopta­ron la lengua y formas culturales griegas, mantuvieron a ultranza su religión y ciertas formas culturales propias, lo que unido a su influencia política y económica dio lugar a reacciones antijudías en los últimos tiempos de la monarquía y durante el imperio romano.

586 Revista de Archivos, Bibliatecas y Museos

La ciudad estaba construida sin madera, de mampostería, pie­dra y mármol, a prueba de incendios, según el autor de ha Gue­rra de Alejandría: Nam incendio fere tuta est Alewanária'. Con­ducciones subterráneas llevaban el agua del Nilo a las casas, donde se depositaba, posaba y clarificaba en cisternas abovedadas. Las calles principales se adornaban con obeliscos y estatuas y contaban con porches para evitar a los caminantes los rigores del sol.

Gloria de Alejandría y una de las siete maravillas del mundo antiguo fue su famoso faro, construido en la isla de este nombre por Sóstrato de Cnido, quien quizá no fue el arquitecto, sino un rico ciudadano que corrió con los gastos de su elevación. De más de cien metros de altura, constaba de tres pisos, recubiertos de piedra caliza o mármol blanco, en el último de los cuales estaba la linterna, cúpula sostenida por ocho columnas, donde ardía un fuego de madera resinosa para guiar a los marineros por la no­che. Los restos que quedaban en pie fueron destruidos definitiva­mente por varios terremotos en la primera mitad del siglo xiv. Una idea de su forma se puede obtener de monedas romanas de Domiciano y Cómmodo.

Importante por su valor simbólico y por la riqueza de su cons­trucción, fue el Sema o Soma, «cuerpo», o tumba de Alejandro, que sirvió también de mausoleo para los reyes egipcios. Ptolomeo I consiguió desviar hábilmente hacia Egipto la expedición que con­ducía desde Babilonia a Macedonia el cuerpo de Alejandro, em­balsamado y preparado con el lujo de un faraón. Quedó depo­sitado provisionalmente en Menfis, hasta que se construyó, quizá todavía en tiempos de Ptolomeo I, un primer mausoleo en Ale­jandría, que resultó también provisional, pues el definitivo fue obra de Ptolomeo IV Filopátor y tenía, al parecer, forma pira­midal. Justificante de la herencia política de Alejandro y de la esencia griega del reino, continuó siendo lugar venerable en la época romana y fueron varios los emperadores que lo visitaron en su deseo de contemplar los restos del héroe y rendirle ho­menaje.

Igualmente lo fue el Serapeo o templo de Serapis. Ptolomeo I trató de fomentar la existencia de elementos culturales comunes a griegos y egipcios y tuvo la idea de establecer un nuevo culto, el de Serapis, un dios cuyos orígenes se desconocen. Para unos fue una divinidad oriental; para otros, una divinidad egipcia me-

* La guerra de Alejandria, I.

Alejandría y su museo 587

ñor, elevada ahora a la categoría nacional. Alcanzó posteriormente gran difusión fuera de Egipto, más que dentro.

Parece ser que de la fijación de las bases del nuevo culto se encargaron el eumólpida Timoteo, sacerdote de Eleusis, Maneto, el historiador egipcio que escribió en griego, y Demetrio de Pa­lero, consejero de Ptolomeo, que dedicó al dios un pean por ha­berle devuelto la vista.

Unas excavaciones realizadas en la colina de Racotis en 1945 para descubrir el templo, han puesto al descubierto unas placas con el nombre de Ptolomeo III Evérgetes, lo cual da a entender que, sobre el primitivo templo edificado por su abuelo, Evérgetea construyó otro, que, a su vez, fue sobrepasado por uno más am­plio de época romana, el fastuoso de que habla Ammiano Marce­lino *, quien lo alaba como una de las maravillas del mundo por su magnificencia, sus estatuas y sus obras de arte, sólo superado por el Capitolio Romano. Su destrucción en tiempos de Teodosio supuso el ocaso político del paganismo y el inicio de una nueva era, la cristiana, de no larga duración en la historia egipcia.

Pronto se convirtió Alejandría en la urbe más populosa del mundo, con cerca de un millón de habitantes, que sólo fue supe­rada en población en la antigüedad por Roma. Llamada la polis, «ciudad», por antonomasia, tres circunstancias concurrieron a su grandeza y fama.

En primer lugar, el ser la capital de un rico reino y el residir en ella una gran organización administrativa para conseguir el má­ximo de beneficios en favor de los reyes mediante monopolios o contribuciones sobre cualquier producto o actividad industrial y comercial. Representativo de este hecho puede ser el que el mi­nistro de Hacienda fuera el primer ministro y que se llamara Dioi-ketés, «administrador».

En segundo lugar, el contar con el complejo portuario más im­portante de su tiempo. Al puerto interior, en el lago Mareotis, llegaban, a través del Nilo, los productos del interior del país, des­tinados unos al consumo de la ciudad y otros a la exportación. También pasaban por él los productos importados del Oriente (oro, perlas, piedras preciosas, especias, seda, etc.), para ser, a su vez, reexportados. Un canal comunicaba este puerto con el marítimo de Eunostos, que recibía importaciones y realizaba exportacio­nes, y en el que se encontraba, bien guardado, el puerto militar. Las mismas funciones llevaba a cabo el puerto Magno, dentro

* Hiitoria, XX, 16, 22.

588 Revista de Archivos, Bibliotecas y Muscos

del cual había también un pequeño puerto resguardado al servi­cio exclusivo de los soberanos.

Por último, fue la capital intelectual del mundo griego durante unos siglos gracias a sus célebres Museo y Biblioteca.

L o s CREADORES DEL MuSEO

Las noticias más antiguas, brevísimas y contradictorias, sobre la fundación del Museo están en Plutarco y en Ateneo. Plutarco, que escribía unos cuatrocientos años después, atribuye la funda­ción del Museo a Ptolomeo I, del que dice que «reunió el Mu­seo» '^, mientras que Ateneo, un siglo más tarde, se la asigna a su hijo Filadelfo:

«Filadelfo sobrepasó a muchos reyes en riqueza y se entregó con entusiasmo a sus fundaciones... y referente al número de libros, fundación de bibliotecas y a la reunión en el Museo, no voy a hablar, pues todos lo recuerdan pterfectamente» ' .

Cualquiera de los dos, padre o hijo, pudo ser el autor de la idea. Ambos dispusieron de medios para materializarla y aseso-ramiento de personalidades, cuya presencia en los momentos fun­dacionales y opinión pudieron ser decisivas para la conformación del Museo. Por ello a unos y a otros, a los reyes y a sus posibles asesores, vamos a dedicar unas líneas.

Ptolomeo I Sotér (Salvador), hijo de Lago,, y de ahí el nom­bre de lágida que recibió la dinastía, se educó, aunque le llevaba diez años, junto a Alejandro, del que, si es verdad una tradición que hace de su madre, Arsínoe, amante de Filipo, podía haber sido medio hermano. Mantuvo con él una gran amistad en Ma-cedonia y se distinguió luchando a su lado en la campaña asiática, en la que desempeñó un puesto tan de confianza como el de ca­tador de la comida o maestresala. En 828, a la muerte de Ale­jandro, obtuvo la satrapía de Egipto y una de sus primeras me­didas fue dar muerte a Cleomenes, que había amasado una inmensa fortuna como recaudador de los impuestos egipcios.

Fue responsable de la muerte de Pérdicas, asesinado por Se-leuco por instigación suya cuando el regente vino a Egipto al frente del ejército para castigarle por su postura independiente.

" Non posse luaviter vivi secundum Epicurum, 18, 8. * Banquete de los sofistas, 208.

Alejandría y su museo 589

Apoyó al nuevo regente Antípatro, con cuya hija Eurídice estaba casado, durante su breve mando; ayudó a Seleuco cuando fue desposeído y perseguido por Antíoco, el siguiente regente, y lu­chó contra él y su hijo Demetrio Poliorcetes. Gracias a sus inter­venciones en el exterior, amplió sus fronteras hasta Siria y se adueñó de un gran número de ciudades de la costa asiática y de las islas, convirtiendo el Mediterráneo oriental en un dominio egip­cio, lo que le deparó una doble ventaja política y comercial. En el año 804, siguiendo el ejemplo previo de Antígono y de su hijo Demetrio de proclamarse reyes, tomó para sí el título de rey de Egipto y, dos años antes de su muerte, descansó en su hijo Pto-lomeo, nombrándolo adjunto.

Había recibido una excelente educación. Por eUo no es sor­prendente que se decidiera a escribir una historia de Alejandro, muy bien documentada por cierto, pues utilizó el diario oficial del rey y fue testigo de excepción. Probablemente pretendió dar una versión de los hechos en apoyo de sus ideas políticas, no siem­pre coincidentes con las del monarca fallecido, para justificar sus intervenciones en las luchas entre los diáidocos, y también para desmentir las noticias falsas y fabulosas que debieron de empe­zar a surgir y a circular inmediatamente.

A él se deben con seguridad la serie de medidas administrati­vas y militares que permitieron la consolidación de su dinastía y la existencia de ese complejo reino, que en su base continuaba siendo egipcio, gobernado por un faraón, con su religión, su len­gua y su cultura milenarias, y por otro, era una monarquía griega, con el rey, la corte y la clase superior, en cuyas manos estaba la milicia, la administración y el comercio, de religión, lengua y cul­tura griegas.

La interesante figura de Demetrio de Falero, consejero del an­terior en asuntos políticos y culturales, merece una cierta aten­ción. Nació, a mediados del siglo iv, en el puerto de Falero, junto al Pireo, y, aunque hijo de un esclavo, recibió la educación de los jóvenes ricos atenienses. Frecuentó el Liceo, donde fue amigo y discípulo de Teofrasto. También fue amigo del orador Dinarco y de Menandro, el maestro de la Comedia Nueva. Pronto se sin­tió atraído por la política y gobernó Atenas, por encargo del rey de Macedonia Casandro, durante diez años (817-807), hasta que la ciudad fue conquistada por Demetrio Poliorcetes.

Su gobierno fue un período de paz y tranquilidad. Aumentó los ingresos fiscales y dictó numerosas disposiciones inspiradas en

590 Reiústa de Archh^os, BrbUctccas y Museos

las enseñanzas del Liceo. Entre ellas una para cortar los derro­ches que se hacían en las fiestas particulares, limitando el número de asistentes, y en la celebración de los funerales, cuya duración redujb. Contrasta esta postura severa frente a los demás, con el libertinaje de su vida. Ateneo ' le muestra como muy cuidadoso de su aspecto personal, que gustaba de teñirse el pelo, maquillarse el rostro e ir perfumado para resultar atractivo. Sentía una debi­lidad similar por las mujeres y por los muchachos, entre los que despertaba gran pasión. Consiguió los servicios de un renombrado cocinero, Mosquión, y organizaba banquetes tan fastuosos que so­brepasaba a los macedonios en prodigalidad y a los chipriotas y fenicios en refinamiento.

Los atenienses le honraron con 860 estatuas de bronce, que se apresuraron a destruir cuando fue destituido. Se refugió en Tebas y allí o en Macedonia estaba cuando, unos años después, fue llamado por Ptolomeo I, en el que necesariamente hubo de influir como buen cortesano, grato comensal y hombre culto de palabra atrayente. Como consejero político le recomendó el nom­bramiento de sucesor a favor de su hijo mayor, Ptolomeo Cerau-nós, hijo de Eurídice. Se equivocó. El rey se inclinó por el me­nor, el hijo de Berenice. Por ello, cuando éste ascendió al trono, Demetrio, perdido el favor real, sufrió destierro en Busiris, y allí encontró la muerte pronto, mordido por un áspid.

Escribió numerosas obras, principalmente sobre historia, retó­rica y política. Como filólogo editó las fábulas de Esopó y las sen­tencias de los Siete Sabios de Grecia, y estudió a Homero. Final­mente fue un gran orador, el último de los grandes oradores, se­gún los antiguos; inventor de un nuevo tipo de discurso, muy ad­mirado por Cicerón * por su elegancia, y un fecundo poeta.

El reinado de Ptolomeo II (288-246), nacido en Cos en 808, re­presenta el momento más brillante del reino lágida. Trasladó la capital de Menfis a Alejandría, que debía de haber alcanzado ya el aspecto de una gran urbe.

Fue un hombre culto, lo que no sorprende por los buenos pro­fesores de que dispuso. En primer lugar, Filitas o Filetas de Cos, que vivió entre los siglos iv y iii. Hombre extremadamente del­gado y del que se decía que llevaba plomo en los pies para que no se lo llevara el viento, es considerado el creador de la nueva poe­sía por la perfección formal de sus breves poemas. Teócrito y Ca-

7 Oh. c, 542-48. " De oratore, 95.

Alejandría y tu museo 591

Kmaco, entre otros alejandrinos, le alabaron, así como los roma­nos Propercio y Virgilio. Fue el primero que mereció los califica­tivos conjuntos de poeta y criticas, «filólogo», y sus Glosas des­ordenadas, donde reunió un conjunto de palabras muy raras y poco comprensibles, gozaron de gran popularidad.

Le sustituyó en la educación del príncipe su discípulo Zenódoto de Efeso, editor de Homero y de Hesíodo, y primer director de la Biblioteca. Compartió con ellos la educación del futuro Filadelfo, Estratón de Lámpsaco, llamado el físico por su preocupación por lo que hoy llamamos estudios científicos. Peripatético y autor de numerosas obras, debió de permanecer en Alejandría, como máxi­mo, hasta el año 287, fecha en que se encontraba en Atenas, y su­cedió a Teofrasto en la dirección del Liceo. De todas formas fue generosamente pagado por el rey: recibió, según Diógenes Lácr­elo, 80 talentos.

Ptolomeo II fue buen organizador o contó con la colaboración de buenos funcionarios, pues en su tiempo se perfeccionó la minu­ciosa organización administrativa que permitió regir a Egipto como si fuera una finca privada, a la que se sacaba un gran rendimiento económico. A su reinado corresponden la apertura de un canal en­tre el Nilo y el mar Rojo, a través de los lagos Amargos; la serie de expediciones geográficas por la costa de este mar, así como la desecación parcial del lago Moeris, donde estableció un buen nú­mero de colonos que constituyeron el nomo de Arsínoe, feraz du­rante medio milenio, hasta que, cubierta por la arena, quedó in­útil la canahzación.

Se casó, siendo príncipe, con una hija de Lisímaco, que repudió, para volverse a casar con su hermana Arsínoe, viuda de Lisímaco y de su hermano Ptolomeo Ceraunós, que aportó al matrimonio algunas ciudades del Asia Menor, donadas por su primer marido. Durante su corto reinado (escasamente seis años), y probablemen­te también antes del mismo, desde su vuelta a Egipto, dominó a su hermano, que, a pesar de los múltiples amoríos que tuvo, la amó apasionadamente. A su muerte la divinizó con el nombre de Filadelfo, «la hermana querida», y más tarde los dos recibieron el título de Theol adelphoi, «los dioses hermanos». Culta (tuvo los mismos profesores que su hermano), inteligente y enérgica, es pro­bablemente la responsable de un buen número de ideas apropiadas de gobierno.

En política exterior, Egipto tuvo que defenderse de los ataques de los seléucidas, que deseaban conquistar el sur de Siria y Pales-

592 Revista de Archivos, Bibliotecas y Muscos

tina (son las llamadas dos primeras guerras sirias), y de Antígono Gónatas, rey de Macedonia, que reaccionó contra la pretensión de Arsínoe de conseguir el trono de Macedonia para el hijo que tuvo de Lisímaco, Ptolomeo. En sus luchas contra los primeros se sirvió del ejército, aunque nunca se puso personalmente al frente del mismo. En su política griega utilizó el dinero, la flota y la intriga. Antígono, al vencer a ésta en Cos (256) y en Andros, diez años más tarde, asentó un duro golpe a la hegemonía marítima egipcia en el Egeo.

E L MUSEO Y SUS HUÉSPEDES : LA JAULA DOKADA

Las hijas de Zeus, las nueve musas, habían sido al principio las responsables de la inspiración de los poetas épicos; después lo fueron de todos los poetas y de los músicos, y finalmente de todos los hombres de letras, incluidos filósofos y científicos.

La palabra museo se aplicó a una construcción, en general pe­queña, dedicada al culto de las musas, como homenaje y recuerdo de una persona fallecida, especialmente de un poeta. También, como derivación, a un lugar donde florecía una actividad poética, musical o sencillamente intelectual, y de ahí que Platón en la Aca­demia y Aristóteles, después, en el Liceo, se preocuparan de consa­grar unos bosquecillos al culto de las musas y de que incluso lle­garan a construir un altar o pequeño templo a ellas dedicado, el museo. Teofrasto menciona en su testamento el del Liceo y da ins­trucciones para su conservación y embellecimiento (Diógenes Laercio). El sentido de centro de estudios seculares, sin implica­ciones religiosas, se originó en tiempos romanos y por influencia indudable del de Alejandría.

Por ello parece natural que cuando los reyes egipcios quisieron rodearse de poetas y estudiosos que dieran brillo a su reino y crea­ron una institución para alojarlos y facilitarles su labor intelec­tual, le dieran el nombre de museo, dedicándole a las diosas que proporcionaban la inspiración poética y la sabiduría.

En Estrabón ' se encuentra la descripción más antigua que ha llegado a nosotros del Museo. El autor de este pasaje no menciona a la Biblioteca, en la que debió de trabajar y recoger materiales valiosos para su libro. Según él, el Museo estaba incluido entre los recintos de palacio, es decir, en el barrio Bruquión y cerca del mar.

» Geografía, 793-4. (Fraser, nota 74 al cap. VI.)

Alejandría y »u museo 598

Tenía, entre otras dependencias, un pórtico para pasear, una exe-dra (construcción descubierta, de planta semicircular, rodeada de bancos adosados a las paredes) para cuando se prefería estar sen­tado durante las conversaciones o las clases, y un amplio comedor, donde los miembros hacían las comidas juntos. Conviene aclarar que las comidas tenían gran importancia para el cambio de ideas. Los simposios (exactamente, «bebida en compañía») entre los grie­gos, en este sentido, equivalían a las tertulias de los salones aris­tocráticos en los siglos pasados o a las ya casi desaparecidas de los viejos cafés. No sabemos si esta relación será casual o no, pero pa­rece como si Estrabón hubiera querido enumerar sólo las depen­dencias del Museo que servían para la transmisión de ideas.

Todos los huéspedes del Museo compartían los bienes, y uno de ellos (nombrado en tiempos de Augusto, cuando Estrabón escribía, por el emperador, pero que anteriormente lo había sido por el rey) era el sacerdote del Museo y, como tal, presidía la institución.

Los reyes debieron de establecer unas rentas fijas sobre deter­minadas fincas o contribuciones a favor del Museo, que debieron de ser administradas por un funcionario, el epistates del Museo. Las rentas se mantuvieron a lo largo de la antigüedad, permitien­do su supervivencia y actos de generosidad por parte de los empe­radores romanos en favor de escritores. Por ejemplo. Ateneo '" nos cuenta que Adriano concedió, durante su visita a Alejandría, al poeta Páncrates una pensión en el museo, pues los invitados, además del alojamiento, recibían una asignación anual muy gene­rosa. A doce talentos ascendía la que Ptolomeo III Evérgetes asig­nó al filósofo Panáreto, discípulo de Arcesilao, también según Ate­neo ' ' .

El Museo brindaba, pues, a sus huéspedes la posibilidad de lle­var una vida sin preocupaciones materiales, disponiendo de todo el tiempo para el diálogo, la vía socrática por excelencia para llegar al conocimiento, o para la lectura, la nueva vía facilitada por el desarrollo del libro, así como para dar a conocer sus pensamientos oralmente o por escrito.

No conocemos cuáles eran las obligaciones de los miembros. Qui­zá ser gratos comensales del rey y entretenerle con la exposición de sus elucubraciones o de sus creaciones artísticas. Recuérdese, por ejemplo, la discusión filosófica, narrada por Diógenes Laercio, entre Ptolomeo IV Filopátor y el filósofo Esfero o el largo banquete

10 Ob. c, 677. 11 Oh. c, 552.

SOI Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

de Filadelfo, en el que el faraón, según la Carta de Añsteas, du­rante diez noches estuvo haciendo preguntas sobre temas morales a los sabios judíos traductores del Pentateuco.

Es decir, no tenían obligación ni de publicar ni de enseñar, aunque, como estaban allí para mayor gloria de la dinastía, los que, además de no ser simpáticos ni ingeniosos, no hacían ni una cosa ni otra correrían el peligro de que les fuera retirada la invita­ción. Este peligro podía alcanzar también a aquellos cuyas ideas pudieran suponer una ligera amenaza para la estabilidad política del reino.

A un último peligro se exponían los invitados o los que aspira­ban a serlo: al capricho personal de los soberanos, a los que les gustaba dar a conocer e imponer sus criterios sobre la labor inte­lectual y artística de los miembros del Museo. Esto se desprende de algunas anécdotas, contadas por Vitruvio ' y por Ateneo " , probablemente no ciertas, pero que deben de reflejar una realidad. Por ejemplo, la negación de ayuda a Zósimo de Anfípolis después de escuchar la lectura de su Homeromastix (Azote de Homero), alegando que de Homero habían vivido muchos hombres antes y ahora podía vivir él. O la supresión de la que recibía Sosibio de Esparta, que presumía de haber resuelto un grave problema homé­rico cambiando simplemente de lugar una letra. €uando fue a co­brar, los administradores le manifestaron que ya lo había hecho, y, como no era cierto, reclamó al rey, quien le dijo que no tenía razón, porque su nombre figuraba en los papiros de .los que ya habían cobrado, mostrándole los nombres de Sotero, Sosígenes, Bión y Apolonio, en los cuales estaban todas las letras de su nombre.

Por las referencias en las biografías de poetas, ñlósofos y filó­logos sabemos que algunos huéspedes del Museo tuvieron profeso­res y discípulos. Bien es verdad que hay que tener en cuenta que la atribución de la maestría y el discipulado se hacía en estos tiempos de manera gratuita, bastando para ello el que una persona fuera mayor que otra, en cuyo caso se la consideraba naturalmen­te profesor cuando existía la posibilidad de una influencia del ma­yor en el menor, o simplemente la de que se hubieran tratado y que ambos cultivaran el mismo sector literario o científico. Esta pos­tura parece una consecuencia del papel subsidiario atribuido al li­bro en la transmisión del pensamiento y del principal concedido al profesor por la creencia de que la forma natural de transmi­sión era el diálogo entre profesor y alumno.

12 Lo» diez libros (h arquitcciura. Intniducción al libro VI I . 13 Ob. c, 493.

Alejandría y su museo 595

Sin embargo, podemos suponer que en el Museo, si no se die­ron clases, pues no fue un centro docente, al menos unos doctos transmitieron sus conocimientos a otros más jóvenes, probablemen­te mediante diálogos o lecturas comentadas, paseando por el pór­tico o sentados en la exedra o reclinados en el lecho durante la co­mida. Claro es, no resulta posible precisar si los alumnos eran tam­bién miembros del Museo o invitados por cualquiera de los miem­bros o sencillamente personas que espontáneamente acudían allí a escuchar y a admirar a los grandes hombres.

Las funciones del presidente del Museo, con independencia de las religiosas, que proporcionaban al cargo respeto, rango social y prestigio, debían de ser esencialmente administrativas; emplear las dotaciones económicas de la mejor manera posible y velar por el buen funcionamiento de la institución. El cargo debió de ser dis­tinto de la dirección de la Biblioteca, y, si así fue, no lo ocuparon personas de signiñcación destacada en el campo de las letras, pues no se han conservado sus nombres.

Las referencias literarias al Museo se inician en el propio si­glo III: Calimaco, Herondas o Herodas y Timón de Fliunte. El au­tor de mimos Herodas menciona la institución como una de las notabilidades de Alejandría, pero no da ningún detalle sobre ella '*. Las citas de los otros dos se refieren a un mismo tema: las peleas y enemistades que debieron de surgir inmediatamente entre los miembros del Museo. Situación explicable, porque eran personas de orígenes y caracteres diferentes, y celosas, como cualquier cien­tífico o literato de entonces y de ahora, de su prestigio. Además, sobre ellos pendía el voluble favor real, y para ganarlo o conser­varlo surgirían grupos, habladurías y zancadillas.

Calimaco, en el Primer Yambo, reprende a los miembros del Museo, filólogoi, por ser envidiosos unos de otros, y les incita a comportarse con la modestia de los Siete Sabios cuando el arcadio Baticles ofreció una copa de oro al hombre más inteligente. Tales, primer receptor, pensó que otro era más inteligente que él, y se la envió, y éste hizo lo propio con otro, y así sucesivamente, hasta que

«Y es que aquello es la casa de Afrodita : todo, lo que existe y lo posible, está en Egipto: Dinero, juegos, poder, cielo azul, fama, espectáculos, filósofos, oro, jóvenes, el templo de los dioses hermanos, el rey benevolente, el Museo, vino, cuanto uno puede iniaftinar»...

Alfred Koerte y Paul Haendell, La poesía helenística. Barcelona, 1973, pág. 286.

596 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

volvió, después de pasar por las manos de los otros seis, de nuevo a Tales, quien, por último, se la ofreció a Apolo.

El propio Calimaco, que se muestra tan partidario de la grata convivencia, en el prólogo de su libro Aitia (Orígenes) arremete contra los que no compartían sus ideas poéticas, les moteja de telquines o espíritus malignos y sostuvo una grave polémica con Apolonio de Rodas, autor de un largo poema, Las Argonáuticas, por divergencias estéticas sobre la esencia de la poesía, polémica a la que quizá no fue ajena la rivalidad por la dirección de la Bi­blioteca, que consiguió Apolonio y no pudo alcanzar Calimaco.

Timón de Fliunte, discípulo de Pirrón de Elide, escribió, imi­tando a Jenófanes, que vivió doscientos años antes, unas Sátiras (Silloi) en las que contaba una encarnizada lucha entre filósofos. Ateneo '° nos ha conservado un fragmento en el que compara el Museo con una jaula, y a los filólogos con gárrulos pajarillos:

«Rn las populosas tierras de Egipto, muchos, bien alimentados, frarrapatean papiros, mientras disputan incesantemente en la jaula de las musas.»

Debía de conocerlos bien, pues probablemente fue miembro del Museo, según cabe suponer por la afirmación de Diógenes Laer-cio de que fue conocido y estimado por Ptolomeo II Filadelfo.

Se conoce, por otra anécdota narrada también por Diógenes Laercio, la poca simpatía que despertaban en este hombre mordaz los miembros del Museo y sus actividades científicas. Le preguntó el poeta Arato, con el que convivió en la corté de Pella, invitados ambos por Antígono Gónatas, cómo se podían conseguir unas obras de Homero íntegras y sin errores, y Timón le respondió que pi­diendo ejemplares antiguos, no los corregidos, refiriéndose con se­guridad a las ediciones preparadas en Alejandría, y concretamente a la que había hecho Zenón, primer director de la Biblioteca y personaje destacado del Museo.

Aristónico, un estudioso de Homero que vivió en Alejandría, su ciudad natal, escribió, en el siglo i a. C , un libro Sobre el Museo de Alejandría, donde presumiblemente habría una gran informa­ción sobre este centro, su organización y las actividades de sus miembros, pero desgraciadamente, como tantas obras, se ha per­dido.

15 Oh. c , 22.

Alejandría y »u museo 597

ORÍGENES DEL MUSEO

A pesar de la importancia cultural que el Museo y Biblioteca tuvieron desde su nacimiento ; a pesar de la admiración que des­pertaron a lo largo de la antigüedad, y a pesar de que facilitaron extraordinariamente la investigación durante siglos y, por consi­guiente, la producción de libros sobre materias muy variadas, cier­tamente la información escrita sobre uno y otra debió de ser es­casa en la propia antigüedad, y escasísimas son, como consecuen­cia, las noticias que de ellos se han conservado.

No se sabe con certeza la relación entre ambas instituciones, aunque cabe suponer que la segunda estaba al servicio del prime­ro, ni si su fundador fue Ptolomeo I Sotér o su hijk> Filadelfo. El que en las descripciones de la ciudad (Herodas y Estrabón) se cite al Museo y no a la Biblioteca, parece confirmar que ésta era una simple dependencia de aquél.

Tampoco hay acuerdo entre los historiadores en si fueron uno y otra simples derivaciones del Liceo aristotélico o si se fueron con-ñgurando, sin un plan previo, por la necesidad de adaptación a las nuevas circunstancias, y la orientación de la actividad de los miembros se debió fundamentalmente a otro grupo de pensadores, no peripatéticos, representados por Filitas de Cos y Zenódoto de Efeso, maestros de Ptolomeo II .

La importancia del Liceo aristotélico en la configuración del Museo, defendida, entre otros muchos, por Wilamowitz a finales del siglo pasado, en su trabajo sobre Antígono de Caristo " y pos­teriormente por Parsons ", ha gozado de general aceptación. Se basa, en primer término, en el papel decisivo que estos autores asignaban a Demetrio de Falero en la creación del Museo y de la Biblioteca, asi como en la influencia que sobre Ptolomeo I, y espe­cialmente sobre Ptolomeo I I , pudo ejercer el profesor de éste, Es-tratón de Lámpsaco, que vino a Egipto directamente desde el Li­ceo y regresó a él, para ocupar su dirección, a la muerte de Teo-frasto. También en la frase de Estrabón * de que Aristóteles en­señó a los reyes egipcios cómo organizar una biblioteca.

1» Phil. Unten, 4, 1881. 1' Edward Alexander Parsons: The Alexandrian Library. Amsterdain, 1952.

Lo más valioso de esta obra, durante unos años la más importante sobre la Biblio­teca, es la documentación. En cambio, las ideas del autor pecan de infantiles y reiterativas.

18 Geografía, XIII, 1, 54.

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Frente a esta idea está la expresada por Pfeiffer '" de que fue mayor la influencia de Filitas y de su discípulo Zenódoto de Efeso, puesto que al primero se le considera el creador de Ja nueva poe­sía y los dos cultivaron la filología, ciencia que ocupó un lugar des­tacadísimo en las actividades de los miembros del Museo.

Otra aportación de interés es la del profesor de la University of South África H. J. de Vleeschauwer *. Para él la creación se debe al primer Ptolomeo, quien trató de llevar a cabo una idea política de Alejandro, surgida a lo largo de la campaña militar y al contemplar la grafomanía de los pueblos asiáticos, con su gran burocracia administrativa y sus grandes archivos y bibliotecas de tabletas cuneiformes. Vleeschauwer destaca las afinidades entre es­tas bibliotecas y la de Alejandría en la técnica de la descripción bibliográfica y en la preocupación por la copia cuidadosa de los textos que conduce al criticismo textual.

Ninguna de estas teorías resulta convincente, aunque en todas parece haber elementos ciertos.

El Museo pudo ser creado por cualquiera de los dos primeros Ptolomeo, pero es muy probable que la autoría le corresponda al padre. En efecto, a Sotér o alguno de sus invitados pudo ocu-rrírsele la idea de un centro donde vivieran y trabajaran, libres de preocupaciones materiales, un buen número de intelectuales invi­tados.

El rey había podido comprobar en sus estancias en las tierras de los viejos imperios, y tenía a la vista en su propio teino, que la cultura literaria no estaba en la calle o era cuestión de personas privadas, sino que se concentraba en centros de carácter religioso, donde sus miembros se dedicaban con exclusividad a tareas inte­lectuales. Estas instituciones, además, habían servido durante mi­lenios como fuerza ideológica para reforzar la cohesión social, ase­gurando la pervivencia de las estructuras sociales. Su utilidad en este sentido fue reconocida por el cristianismo posterior, cuyos mo­nasterios cumplieron estos mismos objetivos socioculturales du­rante la Edad Media.

Hace posible esta idea la personalidad del soberano, que tuvo una buena educación y una segura preocupación intelectual, pues.

19 Rudolf Pfeiffer: History of Claitical Scholanhip, Oxford, 1968. Obra pru­dente y valiosa.

20 History of Western Library. Vol. I. History of the Lihrary in Antiquity. Part. 6. Pretoria, 1963, y «Origins of the Mouseion of Alexandria», en Conrad H. Rawski (Ed.), Toward a Theory of Librarianship: Papers in Honor of Hesse Hauk Shera. Metuchen N. J., 1978.

Alejandría y su museo 599

como hemos visto, escribió una Historia de Alejandro y buscó los mejores profesores para sus hijos. Igualmente su pretensión de rodearse de personalidades del mundo de las letras y del pensa­miento, bien por su propio impulso, lo que parece natural, dada su formación literaria y su presumible deseo de tratar a hombres ilus­tres y conocer sus creaciones o pensamientos, bien por conside­rarse obligado a seguir una costumbre establecida. En efecto, los más brillantes tiranos, como Polícrates de Samos, Periandro de Corinto, Pisístrato y sus hijos, los sicilianos, y reyes, como el ma-cedonio Arquelao, llamaron y dieron hospitalidad generosa a los hombres más ilustres de su tiempo por su actividad intelectual, empresa que emprendieron, por las mismas razones de prestigio y propia satisfacción, los reyes helenísticos contemporáneos y poste­riores a Ptolomeo.

Respondía a un viejo deseo, muy enraizado en el alma griega, de alcanzar la inmortalidad por el canto de los poetas. Además, y según apunta W. Jaeger, refiriéndose a los tiranos, pero que tiene una aplicación exacta a los Ptolomeo en particular y a los reyes helenísticos en general, unos y otros concibieron la cultura como algo separado del resto de la vida, como la crema de una alta existencia humana reservada a unos pocos y la regalaban al pue­blo, que era ajeno a ella. Con creciente refinamiento, las artes y las ciencias cayeron gradualmente en la tentación de circunscribir­se a unos pocos conocedores e inteligentes. El hecho de sentirse privilegiado une al hombre de espíritu y a su protector, aun a pe­sar de su mutuo desprecio, y si Simónides recomendaba a los sa­bios acudir a la puerta de los ricos, en correspondencia, éstos se sentían encantados de recibirlos ^^

Por último es comprensible que, siendo hombre de claras ideas políticas, le motivaran razones de este tipo. La herencia de Ale­jandro, especialmente a partir de la batalla de Ipso (802), le había proporcionado un reino unido y fácilmente defendible, y una posición dominante en el Mediterráneo oriental y en el Egeo, en el corazón del nuevo mundo griego. Podía reforzar esta posi­ción hasta conseguir una clara hegemonía con el apoyo de la nueva ciudad de Alejandría, poderoso puerto marítimo a cuya retaguar­dia estaban las riquezas inmensas de Egipto.

Buscando esta hegemonía él y su hijo Filadelfo llegaron a dis­poner de una flota poderosa de más de cuatro mil naves y a la

21 Werner Jaeger: «La política cultural de los tiranos», en Paideia: los ideales de la cultura griega. México, 1957.

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que dieron tanta importancia que les agradaba ser saludados como almirantes. Su inmensa riqueza les permitió derramar con gene­rosidad dinero en las ciudades griegas para contrarrestar la in­fluencia de Macedonia. Aunque su monarquía era griega, cabía el peligro de que la imagen de su helenismo se deteriorara por el peso de la cultura de Egipto, reconocida y admirada por los griegos.

Por ello tuvo interés en revalorizar ante los griegos la antigüe­dad y bondad de la cultura egipcia y trató de conseguirlo a tra­vés del libro, la forma más adecuada y moderna de la propa­ganda y difusión de ideas, como en el caso de la historia redac­tada en griego por el egipcio Manetón. Pero aún fue más lejos. Favoreció la obra de Hecateo de Abdera (Egipciaca), en la que se defendía la antigüedad histórica y la superioridad moral de la cultura egipcia, de la que la griega era una simple derivación.

A pesar de estas medidas, el peligro podía alejtose de una forma más segura poniéndose a la cabeza de la cultura griega, lo que obligaba a prestar amplias ayudas a sus más ilustres re­presentantes y a rodearse de ellos.

Hay otra razón política, ésta de orden interno. Ptolomeo creó un reino griego en un país que tenía, y mantuvo viva, una cul­tura milenaria, de la que se sentían justifícadamente orgullosos sus subditos indígenas, y con la creación de una gran institución cultural en lengua griega, como el Museo, se podría equilibrar y superar el peso cultural de los nativos.

Finalmente reforzaría la idea de Ptolomeo I, fundador del Mu­seo, la aceptación de que a él se debe la creación de la Biblioteca, que tuvo que ser simultánea o posterior a la del Museo. Hay una tradición que arranca de la Carta de Aristeas, atribuyéndola a Ptolomeo II Filadelfo, pero hay otra que se la adjudica a su padre, lo que no resulta sorprendente por las equivocaciones a que dio lugar el hecho de que todos los reyes se llamaran Ptolomeo y el que esta palabra terminara usándose como nombre común equivalente a monarca egipcio. Es natural que ninguna de las dos tradiciones tenga garantías suñcientes de credibilidad. En cambio, merece más credibilidad la intervención de Demetrio de Falero en los momentos iniciales de la Biblioteca, y sabemos que cola­boró con Ptolomeo I, pero no con su hijio, que se apresuró a desterrarle al subir al trono.

Si, por un lado, podemos dar por segura la intervención de Demetrio de Falero y, por lo tanto, la influencia peripatética en

Alejandría y su museo 601

el naciente Museo, sin embargo, por otro, hemos de reconocer las profundas diferencias existentes entre éste y el Liceo,

El Museo tiene a su frente a un sacerdote y no, como la Aca­demia y el Liceo, al más sabio de sus miembros. No fue esen­cialmente, como la institución ateniense, un centro docente, cuya finalidad era la enseñanza. Si buscamos comparaciones con insti­tuciones actuales, se parecía más a una Academia científica o a un centro de investigación, que a una universidad. En este punto el asentimiento es general hoy día.

No puede, por consiguiente, hablarse de una simple transla­ción del Liceo a Egipto. El Museo es una institución original que recuerda a los centros atenienses, así como a la casa de sabiduría mesopotámica o a la casa de la vida egipcia, pero no es copia de ninguno de ellos.

El trabajo de sus huéspedes, por otra parte, se aleja de la es­peculación filosófica, tan característica de la Academia y el Liceo y de la Stoa y el Jardín, posteriores. En efecto, escasa es la con­tribución alejandrina al pensamiento filosófico durante la época ptolemaica. La explicación puede estar, por un lado, en el gran prestigio de las escuelas atenienses, pero también en que el Mu­seo, muy ligado a la corte, no parecía un lugar idóneo para ga­rantizar la independencia del análisis filosófico. Ya los tiranos de los siglos anteriores, cuya actividad cultural fue un claro antece­dente del obrar de los reyes helenísticos, no tuvieron relación con las personalidades filosóficas ^ .

Por ello, aunque hubo filósofos que acudieron tras del señuelo del oro ptolemaico y de las comodidades del Museo, otros rehu­saron invitaciones concretas y ninguno fue capaz de dejar esta­blecida una escuela. Sólo ya avanzado el siglo i a. C , cuando Alejandría estaba bajo el influjo político romano y había decaído el poder de los reyes, vivieron en ella los primeros filósofos im­portantes de su historia, Filón de Larisa y Antíoco de Ascalón, cuya influencia se dejó sentir, más que en la propia Alejandría, en Roma y en el círculo de Cicerón y sus amigos.

Las actividades de los miembros se centraban en la investiga­ción científica (matemáticas, astronomía, medicina y geografía, fundamentalmente) y en la filológica: fijación de los textos de las grandes obras y establecimiento de categorías selectivas entre los cada día más numerosos autores e incluso entre las obras de un mismo autor. Es el famoso canon.

22 W. Laeger: L. c.

10

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La investigación científica puede recordar al Liceo y hacer pensar en una influencia de Estratón de Lámpsaco ; pero la in­vestigación científica es característica de los mencionados centros mesopotámicos y egipcios, como lo es la investigación filológica. Además, no debemos olvidar la personalidad de los otros dos pro­fesores de Filadelfo: Filitas, que fue considerado críticos por sus aficiones y sus conocimientos filológicos, y Zenódoto, su discípulo, cuya fama se debe a sus ediciones de Homero, de Hesíodo y de otros poetas, y que puede calificarse como el iniciador de la filo­logía alejandrina.

Estas investigaciones caracterizan a la cultura helenística, como la caracteriza igualmente la nueva poesía, cuyos más eximios re­presentantes fueron protegidos de los Ptolomeo y miembros del Museo. Es una poesía cortesana y culta, hecha por profesores, que nos recuerda a la generación poética del 27, últimamente tan fes­tejada por su reciente cincuentenario, y a los juegos técnicos de los movimientos vanguardistas.

Los poetas gustaban de exponer los conocimientos científicos y de resucitar los temas mitológicos como curiosidad erudita; des­cubrieron y cultivaron la tecnopegnia (carmina figurata), poemas que, a veces, son adivinanzas, compuestos para mostrar el domi­nio de la técnica formal, consistentes en la representación de un objeto (ala, huevo, hacha, siringa, etc.) mediante la distinta lon­gitud de las líneas; cambiaron el destino primitivo del epigrama (ainscripción») y los escribieron por motivos puramente literarios, tanto simulando falsas dedicatorias o recuerdos a muertos, como para expresar una gama variada de sentimientos personales ; gus­taban de las composiciones cortas : epigramas, idilios, mimos, etc . ; por influencia de Calimaco, al que se le atribuye la idea de que un libro grande es un gran mal, «mega biblion, mega cacón» ; se recreaban en la descripción de escenas campesinas y pastoriles, como contraste con la vida fastuosa de la corte y la multitudi­naria de la gran urbe, sin desaprovechar la ocasión (poder de ta poesía comprometida) de halagar la vanidad de reyes y reinas con­siderándolos como dioses.

Es muy difícil encontrar alguna relación entre esta poesía y el Liceo. Demetrio de Falero fue poeta, pero su figura parece de otro universo. En cambio. Calimaco y Teócrito, dos de sus gran­des representantes, se muestran admiradores de Filitas de Cos, cuya influencia, si no en la creación del Museo, al menos, en su orien­tación posterior, parece clara.

Alejandría y su museo 608

Los miembros del Museo no formaron, como hemos visto ante­riormente, una hermandad afectuosa ni se sintieron parte de una comunidad con unos ideales definidos y compartidos. No se alejó mucho de la realidad Timón de Fliunte, aunque la suya sea una visión caricaturesca, cuando los vio como encerrados en una jaula, por muy dorados que fueran sus barrotes. Sus dueños y señores podían contemplarlos tranquilamente y aliviar sus ocios escuchán­doles. Hoy el recuerdo del Museo le ha sugerido a un crítico mo­derno, Pfeiffer, la imagen de la torre de marfil por la intención de los poetas de dirigirse a un reducido grupo selecto de personas y por el carácter más literario que vital de su obra ^''. No podía ser de otra manera, pues los gritos destemplados de la calle, las ironías crudas de los cortesanos o las ideas disolventes que podían surgir del discurrir filosófico no resultaban gratos a los regios oídos. Buen ejemplo de todo esto es el fin lastimoso de Sótades de Ha­ronea, que recriminó al rey en unos versos procaces («rnetiste tu aguijón en un lugar no santón) con motivo de la boda de los her­manos Filadelfo. Trató de huir, pero fue hecho prisionero por el almirante Patroclo y arrojado al mar, vivo, en una caja de plomo.

" R. Pfeiffer: L. c.

UN NUEVO TIPO DE FÍBULAS EN LA NECRÓPOLIS DE PRADOS REDONDOS

(SIGÜENZA, GUADALAJARA) •

POR MARÍA LUISA CERDEÑO SERRANO

Cuando redactamos el breve informe de nuestra primera cam­paña, durante abril de 1976, en la necrópolis céltica de Prados Redondos, tituada cerca de Sigüenza, al norte de la provincia de Guadalajara, únicamente citábamos la aparición de dos ori­ginales fíbulas que formaban parte de uno de los ajuares encon­trados y cuyo tipología nos resultaba poco familiar \ pero la forma de estas piezas, hasta ahora poco común en la Península, nos ha impulsado a fijar en ellas nuestra atención para tratar de establecer su tipología y cronología.

Debemos recordar, desde el principio, que la necrópolis se halla todavía en curso de excavación y de estudio, lo que no per­mite por el momento obtener unas conclusiones totalmente defi­nitivas. Concretamente, estas fíbulas fueron encontradas una jun­to a otra, pero aisladas del resto de los materiales, aunque por su relativa proximidad a los objetos de la denominada tumba nú­mero 2 consideramos que formaban parte de su ajuar, como más adelante veremos.

DESCRIPCIÓN Y ÍABALELOS

1. (Pre/TG-IT): Fíbula de bronce de pequeño tamaño con el puente de cinta, más ancho en la parte superior, casi acodado que termina en un pie alto, vuelto en ángulo recto y rematado en un disco plano soldado a él. El resorte es bilateral y lo inicia la

* Agradecemos a Antonio Méndez, alumno del Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense, la realización de las fotografías de las fíbulas, y a José Manuel Miranda los dibujos de las mismas.

1 Cerdeño, María Luisa: «Excavaciones arqueológicas en el yacimiento de Prados Redondos (Guadalajara», Wad-Al-Hayara, 4, 1977.

iíej). Arch. fíihl. Mux. Madrid, LXXXI (1H7H), n.° ¡i, jul.-st'i».

60G Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

aguja, de la que solamente se conserva la cabecera, arrollándose en torno a un eje, en cuya parte posterior se prolonga otro vas­tago o pie levantado rematado también por un disco semejante y paralelo al anterior. La superficie de ambos discos está decora­da por cinco grupos de pequeños círculos concéntricos, incisos, uno en el centro y los restantes alrededor. Se conserva en buen estado general, excepto el fragmento de aguja que falta, aunque el eje, que es de hierro, ha oxidado todo el resorte y el recorrido de las espiras se aprecia confusamente. Sus medidas son: 14 milí­metros de altura máxima, 25 milímetros de longitud y 17 milíme­tros de diámetro cada disco, que tienen 0,5 milímetros de gro­sor (fig. 1,1, lám. 1,1).

2. (Pre/76-18): Fíbula de bronce, casi idéntica a la anterior, excepto en el puente, también de cinta, pero no tan acodado, sino mucho más abierto, de arco. La aguja se conserva completa, pero el estado de conservación es peor, pues las numerosas concrecio­nes impiden saber si la superficie de los discos estuvo decorada. Sus medidas son : 15 milímetros de altura, 80 milímetros de lon­gitud y 14 milímetros de diámetro cada uno de los discos, que tie­nen 1 milímetro de grosor (fig. 1,2, lám. 1,2).

Como hemos dicho antes, estas dos fíbulas parece que formaban parte del ajuar de tumba núm. 2, que estaba integrada, además, por la urna cerámica que contenía en su interior los restos óseos de la cremación, una fusayola de barro de forma troncocónica y dos bloques de bronce, muy alterados por el fuego, que posiblemente fueron brazaletes. La urna, de 170 milímetros de altura, está fa­bricada a mano, de pasta negruzca, muy tosca, tiene forma tron­cocónica bastante irregular, con el fondo plano, el borde recto y un mamelón vertical en uno de los lados. En su interior había también un pequeño cuenco a mano, de forma troncocónica, de 50 milímetros de altura, que quizá le sirvió de tapadera. Como vemos, son posiblemente las únicas piezas que pueden aportar algún dato interesante a la hora de intentar establecer la crono­logía del conjunto, según analizaremos más adelante.

El primer problema que plantea el estudio de estas fíbulas es su falta casi absoluta de paralelos, tanto en la Península Ibérica como fuera de ella, pues tras el examen de gran parte de la biblio­grafía especializada y de la revisión de la colección de fíbulas conservadas en el Museo Arqueológico Nacional, procedentes en su mayor parte de las excavaciones practicadas hace años por el marqués de Cerralbo en los yacimientos de la Edad del Hierro en

Un nuevo tipo de fíbulas en la necrópolis... 607

la Meseta, y actualmente en estudio por J . L. Argente % no he­mos encontrado más que un ejemplar en la necrópolis de Cara-bias (Inv. núm. 221), que responde a características muy seme­jantes a las nuestras.

Se trata de una fíbula de bronce con el puente bastante aco­dado, que se prolonga en un pie alto que en su parte superior se ensancha y queda rematado por un disco plano, y por la parte posterior también se prolonga en otro vastago elevado, rematado por un disco idéntico. El resorte es bilateral, iniciándose en la aguja que se arrolla en torno al eje. En la elevación posterior lleva pendiente una cadenita de varios eslabones, que quizá sirvió co­mo elemento decorativo. Sus medidas son: 80 milímetros de lon­gitud, 17 milímetros de altura y 18 milímetros de diámetro cada disco (fig. 1,8).

También debemos observar que entre las fíbulas estudiadas por Schüle en diversos trabajos no hemos encontrado ningún ejem­plar similar, pero, en cambio, en su resumen tipológico-cronoló-gico de los materiales de la Edad del Hierro peninsular ofrece un dibujo de este modelo de fíbulas, al que denomina de doble pie con apéndice final redondo o cuadrado y que fecha en la Meseta durante el siglo V antes de J. C. *.

Tenemos, por tanto, como punto de referencia más cercano la necrópolis de Carabias, que está situada en el término municipal del mismo nombre, perteneciente también al partido judicial de Sigüenza. Fue uno de los yacimientos excavados por el marqués de Cerralbo en torno a los años 1915-17 y sobre el que no se con­serva ninguna referencia específica o diarios de excavación que ex­pliquen las circunstancias del hallazgo, sin embargo, sus mate­riales fueron ordenados por J . Requejio en su Memoria de Licen­ciatura * y posteriormente revisados por nosotros al elaborar nues-tor Tesis Doctoral ' , ya que contiene numerosas piezas de bronce interesantes, como son los broches de cinturón o las fíbulas. Sin embargo, todas estas piezas deben esftudiarse por sus propias

^ El señor Argente prepara s« tesis doctoral sobre las fíbulas de la Edad del Hierro en la Meseta y su investigación se encuentra en la atcualidad en avanzado estado de elaboración. Queremos agradecerle las facilidades que siempre nos ha pro­porcionado y especialmente el esquema de la citada fíbula de Carabias.

3 Schule, W.: Die Meteta-kulturen der Iherischen halhinsel. Berlín, 1969, tomo I.

* Requejo, Juan: Rettoi de la necrópolis celtihérica de Carabias. Memoria de Licenciatura, Universidad Complutense de Madrid, 1975.

* Cárdeno, María Luisa: Los broches de cinturón de la Edad del Hierro en la Península Ibérica. Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid, 1977, pági­nas 166-176.

608 Revista de Archixns, Bibliotecas y Museos

características tipológicas y por comparación con otros materiales similares ya que, como hemos dicho antes, al no conservarse noti­cias directas de su excavador, la descripción de posibles tumbas o conjuntos cerrados se ha basado en las etiquetas que había den­tro de las bolsas en las que se conservaban estos objetos en los fondos del Museo Arqueológico Nacional y que no ofrecen garan­tías de seguridad, pues es muy posible que, en el transcurso de los años que estuvieron almacenadas, hayan sido revueltas, cosa que nos inclinamos a creer después de haber observado algunos de los supuestos ajuares. Por ejemplo, existe una de estas sepulturas que contiene cuatro broches de cinturón, varias espirales y una fusayola, conjunto que nos extraña puesto que de ser cierto se trataría de una tumba múltiple en la que ni siquiera se conserva un fragmento de la urna. Otra de estas sepulturas contiene cinco fíbulas anulares, varios fragmentos de resortes de otras fíbulas y varillas de bronce y de hierro, conjunto también extraño, pues­to que este tipo de enterramientos es habitualmente individual y lo usual es encontrar los objetos variados que componen el ajuar de un guerrero, o bien un ajuar femenino, y no este amontona­miento de piezas iguales que parece que han sido reunidas inten­cionadamente por su semejanza de forma.

Por estos ejemplos vemos que la fíbula de Carabias no puede aportar una cronología absoluta segura, puesto que desconocemos los objetos con que apareció asociada y porque tras el estudio de los restantes materiales del yacimiento, que se encuhetran en la misma situación, lo único que puede afirmarse de la necrópolis es que tuvo una gran pervivencia, puesto que existen algunas piezas, como broches de cinturón, algunas fíbulas de doble resorte y al­gunos fragmentos cerámicos, que podrían quedar fechados desde principios del siglo VI o finales del VII antes de J . C. y, en cam­bio, otras de ellas, como algunos fragmentos de cerámica ibérica, podrían trasladarnos hasta el siglo iv o incluso iii antes de J. C.

Antes de continuar revisando los paralelos de las fíbulas de Prados Redondos (Sigüenza) queremos mencionar dos fíbulas de la Meseta noroccidental, catalogadas por Raddatz ®, que, aunque téc­nicamente difieren de las nuestras, las recuerdan lejanamente por­que tienen también la particularidad de un pie elevado y de otro vastago posterior en el resorte, igualmente elevado. Se trata de dos

8 Raddatz, Klaus; Dic schatzfundc der Ibcrischen halbinsel eom ende des dritten bis zur mitte descrsten jahrhundcrts wni Chr. Geb. (Untcrsuchnnyen zur hispanisehen torcutih). Berlín, 1969, púg. 232 y lám. 42.

Un nuevo tipo de fíbulas en la necrópolis... 609

fíbulas procedentes de Falencia, actualmente expuestas en las salas de prehistoria del Museo Arqueológico Nacional, la primera •de las cuales, perteneciente a Falencia III , es de oro, con un an­cho puente de forma cóncava que se prolonga por delante en un pie alto rematado por un ensanche cónico y por detrás en otra eleva­ción rematada por el mismo tipo de adorno; en el ángulo que forman existe un orificio por el que pasaría el eje del resorte, que no se conserva. La segunda de ellas es una fíbula de plata, perte­neciente a Falencia I, con un ancho y grueso puente decorado con varios surcos, que se prolonga por delante en un pie rematado por dos adornos cilindricos y un botón, y por detrás en otra pro­longación idéntica; en el ángulo que forma ésta con el puente existe un orificio por el que pasa el eje del resorte. Ciertamente, la estructura técnica de estas piezas no es la misma que la de las de Frados Redondos y los adornos de los remates son mucho más evolucionados, ya que los botones cónicos y los varios ensancha­mientos cilindricos del ñnal son frecuentes en fíbulas de La Té-né II.

Prescindiendo de este ejemplo, ya hemos dicho que, únicamen­te la fíbula de Carabias comparte las características de las nues­tras, pero en cambio si son bastante frecuentes en la Península las fíbulas de pie vuelto rematado por un disco, pero sin ningún tipo de prolongación por la parte posterior. Concretamente, con la particularidad del disco decorado con grupos de círculos concén­tricos, existen algunos ejemplares, como el de la necrópolis de Osma ' (fig. 1,5), pero los puentes suelen ser muy distintos a los de Prados Redondos (Sigüenza), mucho más anchos y en ocasiones laminares o ligeramente cóncavos. También son relativamente fre­cuentes en la Meseta aquellas fíbulas cuyo pie termina en una mesita cuadrada decorada con los pequeños círculos incisos, de ellas, el ejemplar más próximo, geográficamente, al nuestro es el de la necrópolis del Altillo de Cerropozo, en Atienza (Guadalajara) * y en la Meseta occidental han aparecido varios ejemplares en Monte Bernorio, yacimiento situado en la provincia de Falencia y co­nocido desde finales del siglo pasado, excavado posteriormente por el profesor San Valero ° y publicadas también muchas pie­zas por Schüle '". El yacimiento se componía de un castro y su

7 Schule, W. t Op. cif.. lám. 58. 8 Schule, W. : Op. cit., lám. 19. " San Valero, Julián : «Excavaciones aríjueológicas en Monte Uernorio. Primera

campaña, 1943», I. M. E. A., núm. 5. Madrid, 1944. 10 Schule, W.: Op. cit., lám. 168.

610 lietñsta de Archivos, Bibliotecas y Museos

necrópolis y parece que fue en el primero donde se encontraron un mayor número de fíbulas. Parece que era un castro cántabro al que llegaron las gentes indoeuropeas de Centroeuropa trayendo las influencias de la cultura hallstáttica, lo cual confirmaría la teoría del origen europeo de muchas de las piezas halladas. Sin embargo, la cronología propuesta por San Valero, siglo iii a. J . C , la estimamos demasiado baja y nos inclinamos a aceptar las fe­chas propuestas por Schüle, que abarcan desde el siglo v al III a. J. C , y que coincide mejor con la tipología de algunos broches de cinturón allí aparecidos y de las fíbulas antes men­cionadas.

Vemos que todas las fíbulas hasta ahora mencionadas perte­necen al grupo de las llamadas fíbulas «de pie vuelto con botón terminal», clasificadas por primera vez por Cuadrado " , que es­tableció numerosos subtipos o variantes. Igualmente el profesor Almagro ^ , al estudiar el origen de la fíbula anular hispánica, vuelve a mencionar este tipo, considerando evidente su relación con formas itálicas y hallstátticas de pie vuelto con botón. Re­cientemente, Argente ha estudiado las de Aguilar de Anguita, ne­crópolis de la Meseta nororiental relativamente próxima a Prados Redondos (Sigüenza), piensa que el pie vuelto comienza siendo pe­queño y sencillo para ir, con el tiempo, ganando cuerpo y altura, y que esta característica puede servir como valoración cronológica, puesto que el pie se eleva más y se inclina más hacia el puente a me­dida que se acercan al período de La Téné •''. En cuanto a su origen comparte la opinión del profesor Alamgro y de Cuadrado, creyén­dolas procedentes de modelos europeos, siendo muy frecuentes en casi todas las necrópolis célticas de la Meseta, donde quizás adop­taron algunas características peculiares. La cronología normalmente aceptada por estos autores para las fíbulas de pie vuelto abarca desde el 600 al 425 a. J . C , aunque existan piezas que perduren hasta época más avanzada.

W. Schüle, en su estudio sobre las fíbulas de pie alto y ba­llesta, cree que tuvieron una gran perduración en el tiempo, sobre todo en Galicia y Meseta norte, y piensa que entre todas ellas las tipológicamente más antiguas son las más pequeñas, que en

11 Cuadrado, Emeterio: «Precedentes y prototipos de la fíbula anular hispa' nica», Trah. Preh., VII, 1968, pág. 80.

12 Almagro, Martín: «Sobre el origen posible de las más antiguas fíbulas anu­lares hispánicasi, Ampurias, XXVIII, 1966, pág. 229.

13 Argente, José Luis: «Las fíbulas de la necrópolis celtibérica de Aguilar de Anguita», Trah. Preh., vol. 81, 1974, pág. 161.

Un nuevo tipo de fíbulas en la necrópolU... 611

muchas ocasiones tienen el puente filiforme y el pie con mesita cuadrangular o redonda " , como la de Atienza (Guadalajara) o las de La Mercadera (Soria), y que preceden a las de gran tamaño con pie de disco grande, como por ejemplo la de Osma (Soria) o alguna de La Osera (Avila). Respecto al origen de todas ellas, difiere de la opinión de los astores antes mencionados y cree que proceden del suroeste peninsular y que desde allí se extendieron a otros lugars desde finales del siglo vii a. J . C. o principios del vi. Efectivamente, al revisar las fíbulas con puente de hoja de lau­rel, muelle de ballesta y pie alto, del sur de España, afirma que ya eran conocidas al menos a principios del siglo vi " , por su relación con algunos materiales púnicos bien fechados, pero, en cambio, sobre las aparecidas en la Meseta piensa que son difíci­les de fechar por la ausencia de importaciones bien situadas cro­nológicamente, aunque sí parece que su presencia es segura por lo menos en el 500 a. J. C. Entre los ejemplos de fuera de la Península, Schüle cita como uno de los más interesantes crono­lógicamente el de la sepultura 12 de Bitnje, en Slovenia, donde se encontró una fíbula con pie de mesita cuadrangular que quedó fechada en el Hallstatt D-1 de aquella zona '*.

Fuera de la Meseta también existen fíbulas de pie alto rema­tado en un disco o mesita redonda, y concretamente R. Navarro, en su trabajo sobre las fíbulas de Cataluña, recoge varios ejem­plares con puente acodado y pie terminado en un gran disco, en­tre los que consideramos más semejante a las nuestras la fíbula procedente del poblado prerromano de Ca n'Olivé (Cerdanyola, Barcelona) " , cuyo pie termina en un disco plano decorado con grupos de pequeños círculos (fig. 1,6) concéntricos. Al tratar el origen de estas fíbulas, revisa las opiniones ya apuntadas por Almagro y Cuadrado sobre su posible derivación de tipos italia­nos y cree que las del norte de la Península son anteriores a las de pie vuelto de Andalucía. Opinión contraria es la ya citada de Schüle, que piensa son anteriores en Andalucía. Según R. Nava­rro, las de Cataluña pueden amoldarse a las fechas de las fíbulas de pie alto de los campos de urnas del Pirineo oriental, encontra-

i'* Schüle, W.: «Las más antiguas fíbulas de pie alto y ballesta», Trah. Preh., II, 1961, págs. 4-5.

1' ídem, pág. 9. 1» ídem, pág. 21. 1 ^ Navarro, Rosario : Las fíbulas en Cataluña. Instituto de Arqueología y Pre­

historia. Universidad de Barcelona, 1970, págs. 70-75 y fig. 17.

612 Rerñsta de Archivos, Biblioiecas y Museo»

das en Languedoc, correspondientes al cuarto período de Louis y Taffanel, entre los años 550-475 a. J . C.

Uno de estos ejemplares de pie vuelto y mesita redonda, bas­tante bien fechado, es el que apareció en el poblado de Ullastret, en el estrato VIII del corte K del Campo de Sagreda "• Se trata de una fíbula de tambor hallstáttica, según opinión de su excava­dor, con el puente casi acodado y un pie alto rematado por un disco en cuyo centro debió ir una perla de ónice como decora­ción (fig. 1,4).

En este corte estratigráfico quedaron bien situadas algunas fa­ses como, por ejemplo, el estrato II , que quedó fechado a finales del siglo IV por un broche de cinturón de tipo ibérico semejante al de la necrópolis de Las Corts de Ampurias, y también por los paralelos que muchas de las armas de hierro mantenían con otras de la necrópolis Martí de Ampurias, encontradas junto a mate­riales del siglo IV a. J. C. En el estrato IV apareció un fragmento de broche de cinturón de tipo céltico, de tres garfios y escotadu­ras laterales cerradas, que podría fecharse como otros broches ca­talanes semejantes en torno al siglo v. Según estas breves indi­caciones, el nivel VIII en que apareció la fíbula parece que puede situarse, al menos, en el siglo vi y respondería a las primeras eta­pas de habitación del poblado. Efectivamente, según el profesor Oliva, los cortes estratigráñcos de Ullastret han puesto de mani­fiesto que las capas más profundas pertenecen a la fase inicial del establecimiento de la población, posiblemente hacia el final de los timpos hallstátticos ®.

Saliendo de la Península, y precisamente por la posible rela­ción de las fíbulas de pie vuelto y botón terminal con modelos hallstátticos europeos, pensamos que podríamos encontrar algún paralelo o al menos algún precedente de las fíbulas de Sigüen-za, pero ciertamente no hemos encontrado ningún ejemplar que pueda considerarse como prototipo. Quizás las piezas que pue­dan responder a una concepción parecida, aunque técnicamente tienen diferencias, son las fíbulas «aplanadas dobles», cuyo puente se prolonga por el pie y por la parte posterior en un plato o disco ligeramente cóncavo, sin elevar. Responden a estas carac-

1* Oliva, Misucl : Excavacioneíi arqueológicas en Ja ciudad ibérica de Ullastret (Oerona). Octava y novena campañas. Instituto de Estudios Gerundenses, 1958, págs. 11-12.

1° ídem, pág. 2.

ün nuevo tipo de /(huías en la necrópolis... 618

terísticas las fíbulas tipo Dormte y tipo Oerel, de la Baja Sajo-nia, recogidas y estudiadas por Laux '".

Igualmente encontramos un modelo semejante entre las fíbu­las italianas estudiadas por Sundwald, concretamente el ejemplar procedente de San Vitale, cuyo puente se prolonga por delante y por detrás en un plato, pero sin elevar ^\

Más cercanos a nosotros, en el ámbito de las culturas halls-tátticas del este de Francia, hemos observado algunos ejemplares que quizás guarden una lejana semejanza con éstas que estamos estudiando. Se trata de una de las fíbulas aparecidas entre los variados objetos del tesoro de la famosa timiba de Vix, descu­bierta y estudiada por Joffroy; es una fíbula de hierro, conser­vada incompleta, cuyo pie levantado y cuyo puente soportan dos discos gruesos en cuyo centro tienen un cabuchón de oro de forma semiesferica decorado con finas rayitas incisas ^*. No fue única­mente en la tumba del tesoro en la que aparecieron fíbulas de este tipo, sino que el yacimiento de Vix, excavado durante va­rios años por Joffroy había proporcionado numerosos ejemplares semejantes ^*. Recordemos que el yacimiento queda fechado al final de la primera Edad del Hierro, desde finales del siglo vi hasta momentos próximos al comienzo de La Téné I, es una cul­tura original del Hallstatt final, que se ha llegado a denominar «cultura de Vix», pero que, sin embargo, no es sólo una facies regional, sino que tuvo una gran extensión geográfica con parale­los, sobre todo, en Alemania, pero también en la costa del Lan-guedoc (Enserune, Cayla...), que, como sabemos, tuvo abundan­tes relaciones con la Península Ibérica.

CONCLUSIÓN

Una vez revisados los escasos paralelos que pueden establecerse con nuestras fíbulas, queda patente la dificultad que encierra el otorgarles una fecha absoluta, aunque sí sabemos, al menos, que se desarrollaron durante la primera Edad del Hierro en la Me-

*" Laux, Friedrich: «Die flbeln in Niedersachen», Práhiatoriiche Bronzefunde, XIV, 1, MOnchen, 1978, pégs. 46-50 y Wms. *2-46.

*i Sundwald, Johannes: Die alteren italischen fiheln. Berlín, 1948, págs. 41 y 180.

22 Joffroy, Rene: Le trésor de Vix. Histoire et portee d'vme grande decou-verte. París, 1962, pág. 108.

í3 Joffroy, Rene: L'oppidum de Vix et la civilisation halUtattienne finóle, dan» l'ett de la Prance. París, 1960, pág. 77 y láms. 19-21.

e i t Revista de Archivos, Bibliotecas y Muscos

seta. Efectivamente, Sigüenza pertenece al grupo relativamen­te homogéneo de las necrópolis célticas de la Meseta nororien-tal, que como intentamos demostrar en nuestra tesis doctoral, por el estudio de sus ajuares y especialmente de sus broches de cinturón ""j parece que son yacimientos existentes desde co­mienzo del siglo VI o finales del vii a. de J . C. y no «posthallstát-ticas» del siglo iv, como hasta ahora se las venía considerando. Ciertamente, recientes investigaciones han demostrado que los pri­meros campos de urnas (Hallstatt A/B) ya estaban presentes en Cataluña a comienzos del siglo viii, o bien, recordemos las fechas obtenidas en el castro de Henayo (Álava), que muestran la pre­sencia indoeuropea, incluso en el siglo xii a. de J . C , investiga­ciones éstas que hacen que resulte ertraño que, desde estos mo­mentos antiguos hasta el supuesto siglo iv de las necrópolis de la Meseta, no apareciese ningún vestigio céltico en la zona norte de la Península.

Efectivamente, muchos de los materiales de Sigüenza revis­ten un carácter arcaico, sobre todo las urnas cinerarias, la ma­yoría de las cuales están fabricadas a mano con pastas toscas de color negruzco o rojizo oscuro y siendo algunas de sus formas las troncocónicas de fondo plano y borde recto con un mamelón lateral, o las de cuerpo carenado con borde exvasado, sin deco­ración o con decoración de dígitos, motivo que tiene sus prece­dentes, incluso en formas de la Edad del Bronce '''. Este carácter arcaico de gran parte de la cerámica queda conñrma'do por algu­nas piezas de los ajuares, como, por ejemplo, el broche de cin­turón, sin escotaduras y de un solo garfio, cuya tipología es de las más primitivas de la Meseta, o las fíbulas de doble resorte. Sin embargo, debemos recordar que no son éstos los únicos ma­teriales aparecidos, ya que, por ejemplo, existe, aunque en un porcentaje mucho menor, la cerámica a torno de pasta anaran­jada y algunas fíbulas anulares que indican una pervivencia de la necrópolis hasta, al menos, el siglo v a. de J . C.

Las dos fíbulas en estudio podemos incluirlas, como ya diji­mos anteriormente, en el grupo de las llamadas de «pie vuelto y botón terminal», aunque no parece muy claro si el detalle del doble pie rematado en discos es anterior, o bien una derivación de las piezas de un solo pie. Quizás debamos inclinamos por la

^^ Cerdeño, María Luisa: Op. cit., p&ga. 4S4-4SÍ. 2s Guilaine, Jean: aL'Age du Bronze en Languedoc occidental, Rousillon,

Ariége», Mem. Sacíete Prehittorique Fran¡aise, 9, 1972.

Un nuevo tipo de fíbulas en la necrópolit... 615

primera proposición debido a algunos detalles de su tipología, entre los que destaca su reducido tamaño, que parece un claro signo de arcaísmo ''* y que encajaría bien con el carácter también arcaico de la urna cineraria junto a la que aparecieron.

Y volviendo al origen de este tipo de fíbulas, recordemos que la opinión más generalizada es su procedencia de formas europeas que llegaron a la Península a través de los Pirineos, pero tam­bién existe la posibilidad de su llegada por mar a las costas del Sur, en un segundo momento, con características derivadas de mo­delos itálicos, con lo cual, la Meseta recibiría las influencias de este doble camino y sería una zona de redistribución donde estas fíbulas adquirirían una gran difusión y donde es muy posible que modificasen algunas de sus formas ^', por todo lo cual no resul­taría extraño que el modelo de fíbula que ahora analizamos fuese exclusivo de la Meseta norte, hasta ahora sólo presente en las necrópolis de Carabias y de Sigüenza.

Por todo lo expuesto anteriormente y teniendo en cuenta las pocas seguridades que todavía ofrecen gran parte de los ajuares, aún poco sistematizados, de las necrópolis de la Meseta norte, cree­mos poder afirmar que las dos fíbulas de Sigüenza podrían situar­se entre los primeros modelos de fíbulas de pie vuelto con botón terminal de la Meseta y que se desarrollarían durante el siglo vi a. de J. C.

2« V. tupra 12 y 18. 27 Argente, José Luis: Op. cif., págs. 171-172.

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V\pi. 1,—1 y 'J.. Prados Tícdondn^ (SifíiU'n/n), ."í, CiU'iibias (scjriín Arpt'iitf), 1, Ullas-trel- (si' n'iii Navarm). ;"), Osina (.sfy:i'iii SL-IIÍÍII'). tí, Ca ii'Olivé (scfíúii Navarro),

Esc, 1:1, cxci-pto iitíinero 6

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L;íni . I I I . - — 1 : Prados lic(lonc!<j,'i (Sifrüríi/í i) (Pr r 7U-1S}, \>-. Prados Hudonduíí (Sigüciiüa) (Prc/7tí- lT)

V A R I A

CERÁMICA TIPO LINEA ROJA Y NEGRA DE COSTA RICA, EN EL MUSEO DE AMERICA

POR MARÍA PAZ CABELLO CARRO

Costa Rica es, arqueológicamente, y durante el período ñnal, el extremo sur de la frontera mesoamericana, un lugar donde las influencias de Sudamérica todavía llegan, y un foco de cultura original con múltiples variantes locales. Podemos dividir el país en tres grandes áreas, siguiendo la denominación comúnmente aceptada: zona noroeste o de Nicoya, que comprende la región de la península de Nicoya y suroeste de Nicaragua, con influen­cias mayas y aztecas, y englobada dentro de la extrema frontera sur mesoamericana establecida por Stone; zona de la vertiente atlántica y meseta central o altiplanicie, con influencias, sobre todo del Sur y algunos enclaves aztecas tardíos; por último, la zona sur o región del Diquís. Es sobre esta última zona sobre la que nos vamos a centrar; comprende al sur de Costa Rica y la provincia de Chiriquí de Panamá ; como podemos ver, la interre-lación entre el noroeste de Panamá y el sur de Costa Rica es la suficientemente amplia como para establecer una unidad con po­sibles subáreas locales, como Chiriquí, Boruca y delta del Diquís y península de Osa. A su vez, hay contactos comerciales entre el Sur y la zona de Nicoya y vertiente atlántica, además de inter­cambio de formas cerámicas.

Esta región del Diquís limita por la cordillera de Talamanca al Este y el océano Pacífico al Oeste, adentrándose en el norte de Panamá. En el centro de la estrecha faja costera que es la vertiente pacífica costarricense, el río Parrita ha cavado la cuenca de San Marcos, que separa, aislando, la región nicoyana de la zona del Diquís. Esta región está compuesta por tierras bajas pobla­das por sabanas y bosques tropicales que cruzan el río Diquís y el Coto Brus; las penínsulas de Osa y de Burica, también tierras bajas y regadas por innumerables ríos y canales entre bosques, comunica geográficamente con Panamá. El clima de esta región

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es tropical, con una estación seca y otra lluviosa, y más cálido que en las tierras altas y en las bajas de la vertiente atlántica.

Si partimos de la base de que el grupo de cerámica estudiado es reciente, una aproximación etnohistórica complementaría la vi­sión de conjunto.

El grupo que habitaba la región antes descrita no puede iden­tificarse con ninguna lengua, ya que el término «Boruca» es muy amplio y cobija varias lenguas, como el Coto, Burucaca, Torucaca y Abubaes. Es, en conjunto, un conglomerado de pueblos de ori­gen sureño afines al grupo Macro-Chibcha. Su patrón de asenta­miento parece ser uniforme —los datos históricos suelen ser in­completos, contradictorios y escasísimos—, alejándose del tipo de población dispersa del resto de Costa Rica y Panamá, para pre­sentar poblaciones agrupadas dentro de una empalizada defensiva en lugares estratégicos, aunque también se dan las habitaciones diseminadas. Estas poblaciones fortificadas suelen estar en las ele­vaciones, cerca de los ríos y los campos de cultivo. Las viviendas de los fuertes daban cabida desde 25 a 100 personas, es decir, a una familia amplia —padres, hijos, nietos...—, y estaban construi­das a medio metro sobre el nivel del suelo, con planta circular y ventanas a manera de troneras con fines defensivos. La agri­cultura era de roza: tala y quema del bosque con uso del palo cavador. Cultivaban, sobre todo, tubérculos y frutas, además de plantas industriales como el algodón. La pintura corporal era de gran importancia en solemnidades, usando, sobre t6do, el rojo y el negro. El comercio principal era el de, tejidos de algodón hechos por los ancianos, así como el de metalistería, cerámica, productos agrícolas, animales y esclavos. La división del trabajo era por sexos y edades.

La sociedad estaba formada por familias extensas o linajes, de aparente filicación matrilineal. La concentración en poblados for­tificados nos hace pensar en una mayor importancia del jefe que en otras zonas limítrofes, y una jerarquía guerrera rígidamente establecida. Las tierras no estaban sometidas a la propiedad pri­vada, sino a la del grupo o a los linajes familiares, posiblemente repartidas por el jefe. La guerra tenía como motivo el saqueo del oro, la captura de prisioneros para el sacrificio y la lucha por los límites, utilizándose armas como lanzas largas y dardos cortos, piedras arrojadizas y rodelas de cuero más resistentes que las de los españoles, según éstos testimonian; las mujeres ayudaban a los hombres en la guerra como escuderos y lanzadoras de piedras.

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La religión estaba asociada a un ritualismo donde la práctica fun­damental era el sacrificio humano celebrado en las exequias de los jefes y en festividades periódicas.

Tras esta introducción arqueológica y etnohistórica, pasamos a tratar la cerámica tipo Línea Roja y Negra, motivo de nues­tro estudio. Se compone de un grupo de 28 piezas provenientes de «huacas» o enterramientos de Buenos Aires, provincia de Pun-tarenas, en la zona sur o del Diquís. Fueron donadas, junto con otras, por el (Gobierno de Costa Rica en 1984, y se encuentran actualmente en el Museo de América de Madrid.

Pertenecen al tipo cerámico denominado cerámica Línea Roja y Negra (Stone, 1966), Aligátor (MacCurdy, 1911), Roja y Negra (Lothrop y Stone, 1966) y Buenos Aires Policromo (Haberland, 1976), aunque los nombres de Línea Roja y Negra o Roja y Ne­gra sean, quizás, los más conocidos. Pertenecen al período Diquís Reciente, que Haberland denomina también fase Boruca (1000 d. C. hasta la conquista, sobre el 1550) y Baudez Chiriquí «Clá­sico» (1100 d. C. -1500 d. C) , fase que transcurre durante el Pe­ríodo Postclásico Reciente (1200-1500 d. C ) . Es de señalar que, en Mesoamérica y América Central, no se utilizan Edades para periodizar, sino tres Períodos generales : Preclásico, Clásico y Post­clásico.

Las piezas son dos cuencos trípodes, tres platos trípodes, seis vasijas globulares con cuello (dos de ellas tienen señales de haber poseído patas), un cuenco de base redondeada, una vasija efigie zoomorfa y 10 figuritas, cinco de las cuales son silbatos. Su estado de conservación es deficiente, sobre todo si tenemos en cuenta el cambio del clima tropical y húmedo donde se hicieron y hallaron, al nuestro continental y seco, presentando, en general, la decora­ción cuarteada y saltada en mayor o menor grado, además de algunas fracturas. Corresponden a los números del catálogo : 502, 503, 504, 505, 510, 512, 515, 516, 520, 522, 525, 526, 527, 528, 529, 580, 581, 582, 588, 584, 588, 589, 542.

La decoración principal es pintada, presentando algunas vasi­jas patas modeladas, lo mismo que cabezas de animal sobresa­lientes. Los colores son rojo y negro sobre engobe crema que re­cubre toda la vasija, excepto el interior de las globulares con cuello. Es de destacar que algunas parecen presentar signos de uso. El color negro es el color que conforma el dibujo principal o el diseño que representa el aligátor o cocodrilo y sus símbolos. El rojo sirve de relleno y de enmarque, con una funcionalidad más

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decorativa. Los labios de los cuellos y los bordes de los cuencos y platos —menos en una ocasión—, están decorados con una an­cha franja roja; algunas vasijas tienen también otras líneas ne­gras paralelas en su interior.

La decoración pintada representa al cocodrilo esquematizado en tres vasijas globulares, aunque uno de ellos es casi invisible (núms. 516, 504), tres muestran el triángulo con el punteado in­terior que representan las escamas del caimán —una presenta el triángulo curvado— (figs. 522, 525 y 526), mientras en la vasija zoomorfa el triángulo se convierte en rombo (núm. 510), aun­que ya no representa la escama del cocodrilo, sino las manchas del jaguar. Las escamas del aligátor se presentan sólo en dos vasijas (núms. 502 y 589). El punteado que acompaña a las es­camas, aislado, lo tenemos en un plato trípode, corriendo entre líneas paralelas, y en una vasija globular con huellas de patas (núms. 508 y 515); sólo un plato trípode carece del motivo del cocodrilo.

Los diseños principales están encuadrados en campos rectan­gulares, curvados, que se adaptan a la forma de la vasija, en número de dos o tres (núms. 515, 516), o bien se extienden en friso por el cuerpo del cacharro (núms. 542, 527, 522, 508, 502) ; tanto en los campos rectangulares como los frisos suelen ir sub­rayados por líneas paralelas. Las patas de los platos trípodes están pintadas con líneas rojas y negras, excepto en uno que sólo pre­senta el color negro, mientras que las de los cuencos trípodes carecen de pintura y están menos desarrollada^.

La decoración modelada es de menor importancia, consistiendo en cabezas de cocodrilo y de jaguar en la parte superior del cuerpo de los dos recipientes globulares (núms. 504, 515), con una pe­queña cola en el lado opuesto. Es de destacar que estas dos pie­zas de decoración pintada y modelada son las que presentan hue­llas de antiguas patas.

Y por último, la vasija efigie (núm. 510), que representa al jaguar, tipo menos frecuente, tiene la combinación más completa de la decoración pintada y modelada: el cuerpo del animal es glo­bular, con el cuello abierto en el dorso, una cabeza tratada con bastante realismo, cuatro patas y cola. La pintura es realista en la cabeza, patas y pecho del animal, imitando sus características, y convencional en lo que es la vasija propiamente dicha.

Las figurillas son las peor conservadas y algunas apenas tie­nen restos de pintura —rojo y negro sobre crema—. Como es ñor-

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mal en las fíguritas costarricenses, representan obj^os de la vida diaria y su factura, excepto en las figuras humanas, que son más esquemáticas, es realista. Entre los que no son silbatos tenemos un tambor con líneas horizontales, y dos reproducciones en mi-natura de vasijas efigies como la anteriormente descrita, figurando el jaguar y el armadillo y dos figurillas femeninas sentadas, en la posición típica, con las piernas abiertas y las manos en las rodillas.

Entre los silbatos, con varios orificios que permiten diferentes notas, tenemos una especie de trompo con la decoración en cam­pos semiesféricos —triángulos semiesféricos con punteado—; dos representaciones, una del jaguar y otra de un ave, un tambor con un animal, que pudiera ser un mono adosado cuya cola sirve de embocadura al silbato, y dos frutos unidos por el pedúnculo con una decoración muy deteriorada del triángulo punteado. De las 10 figuritas ,siete presentan orificios que permiten ser colgadas, incluyendo los pequeños recipientes y las figuras humanas y de animales. Sólo los dos tambores y la peonza —los objetos inani­mados— tienen mayores dificutlades de suspensión, aunque ésta no sea imposible.

CONCLUSIONES

Estas piezas nos pueden indicar algunos puntos de la vida del pueblo que las fabricó: La pasta de la cerámica es un poco basta, con un desgrasante de grano grueso, una cocción relativa­mente buena, un acabado de superficie no perfecto, sobre todo en las partes no visibles. Una factura a veces poco cuidada, donde las vasijas se tuercen y son asimétricas —recordemos que en Amé­rica no se utilizó el torno—, una decoración vistosa, buena, aun­que a veces apresuradamente hecha, presentando irregularidades en el trazo, y un uso evidente de algunas piezas. Todo esto nos puede indicar la necesidad de las vasijas, donde la importancia mayor radica en su utilidad práctica como utensilios ceremonia­les, funerarios y puede que también de la vida diaria, ya que no parecen haberse esmerado en conseguir una pasta fina y un acabado perfecto; pero al mismo tiempo, el uso de la decoración y policromía, a veces profusa, con más interés en la buena apa­riencia del cacharro que en su calidad, nos indica un avance téc­nico considerable como para mantener unos alfareros que dedica-

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sen todo o parte de su tiempo, además de a la factura esencial, a modelar, pintar y obtener colores en cantidad suficiente. Esto nos lo corrobora la existencia de grandes trabajos en piedra y oro que requerían mayores conocimientos técnicos y mayor can­tidad de tiempo disponible y, por tanto, mayor excedente pro­ductivo y un sistema de jerarquía que se encargase de su dis­tribución.

También podemos aventurar que la estratificación en clases sociales no debió existir —aunque sí unos niveles de jerarquía en relación con la familia del jefe o cacique, según se desprende de las crónicas y por el tipo de estadio histórico de desarrollo—, así como que la cerámica no era usada como medio de ostentación de la riqueza y el poder, ya que su perfección no es muy grande y no hay diferencias notables en la ornamentación, factura o ca­lidad entre las diferentes piezas de este estilo ni entre las vasijas tipo Línea Roja y Negra y otros tipos tardíos contemporáneos. El sentido eminentemente utilitario y ceremonial de estas piezas corrobora esta hipótesis y creo no está en desacuerdo con los datos etnohistóricos.

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Liíni. I.—Ccrániicn tic tipo linca rojn y nc^íra, proc<HÍ('iitC' (11' Ctista Rica, Musco de America. 1: Números 515, 525 y 526. 2 : Números 5;¿2, 51;j y 5^!).

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Láiii. II.—Ccrjímica de tipo línoa nija y UL' 'ra. Procedente de Costa Riea. Musco de Amórica. 1: Números 5\-2, 51tí y 527. 2 ; Ni'tiiieros .531, 5:¡S, .óS;!, .ó2f), 520, .'i.'iO,

5:Í2, 534 y 528.

EXPOSICIONES EN LA BIBLIOTECA NACIONAL

POR MANUEL CARRION

LA «GUGGENHEIM SUITE», DE MIGUEL CONDE

Importa que la colección de estampas de la Biblioteca Nacio­nal no se detenga y que se hallen presentes en ella todos los gra­badores españoles y los mejores representantes del arte gráfico existentes en el mundo. Dentro de éstos cabe perfectamente Mi­guel Conde, quien con su «Guggenheim Suite» alcanza una cima de perfección técnica y de inspiración creadora. Son quince gra­bados de gran formato (apaisado de 56 x 75 cm.), concebidos ini-cialmente sobre el tema del escritor y su musa, pero que termi­nan por ser una visión irónica del hombre visto ásperamente y reflejado con una intención crítica dolorida. La cantidad de ad­herencias no disimuladas, aunque sí asimiladas, que te empujan constantemente desde los flamencos y holandeses del xvii hasta Picasso, pasando por Coya, son una demostración de la secreta fluencia por la que los grandes maestros de este arte se dan la mano ocultamente o a las claras.

La exposición, montada para agradecer al artista la donación de la serie y de algunas pruebas más de la misma, comprendía veinte grabados y ha estado montada durante la segunda quin­cena de septiembre. De ella queda un catálogo que reproduce ín­tegramente lo expuesto.

«EL SIGLO DE ORO EN AMBEBES»

Dentro del Convenio Cultural Hispano-Belga surge esta expo­sición que podemos calificar de suntuosa. Dibujos y grabados de los siglos XVI y XVII, procedentes de las colecciones del Gabinete de Estampas (Museo Plantin-Moretus) de Amberes, han ofrecido una muestra de lo que fue la actividad artística sin par en esta

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ciudad durante los años 1500-1650. La afición flamenca por el pai­saje, el retrato y el costumbrismo, las influencias italianizantes y el barroco. Los cuarenta dibujos y los cien grabados que com­ponen esta exposición son la mejor prueba de esta actividad que declinaría en la segunda mitad del xvii. La exposición, inaugu­rada el día 19 de septiembre con asistencia del excelentísimo señor embajador de Bélgica en España, estaría abierta hasta el día 15 de octubre. Detrás de sí deja un bello catálogo impreso con re­producción y catálogo de las obras expuestas y con una intro­ducción del doctor L. Voet, quien ha sido también el encargado de seleccionar las piezas.

EXPOSICIÓN «FRANGÍS DE MIOMANDRE»

La adquisición masiva de una parte considerable de su epis­tolario y de libros dedicados (no olvidemos que en 1984 Mioman­dre organizó una primera venta de su biblioteca, cuyo producto le sirvió para comprar su casa de Mallorca) y el donativo a la Biblioteca Nacional de una buena parte del archivo del escritor, son los dos motivos fundamentales motores de esta exposición. La donación ha sido hecha por la condesa de Miomandre, Mar-celle Castelier, cuya amistad acompañó al escritor durante los últimos veinticinco años de su vida y que no sólo^ fue compa­ñera de Miomandre, sino también novelista notable y la mejor admiradora del escritor.

La donación — y la adquisición complementaria— del archivo del escritor francés (vivió entre 1880-1959) no era un gesto injus­tificado. Francis de Miomandre fue un escritor polifacético (crí­tico, ensayista, novelista, poeta, periodista, conferenciante, dra­maturgo, historiador del arte) y fue, por lo que respecta a las letras hispánicas, el traductor más empeñado de nuestro tiempo en dar a conocer la literatura de lengua española. Ha sido esta faceta de su obra y no precisamente su consecución del Premio Goncourt en 1908, su intensísima actividad literaria, su partici­pación viva en los movimientos literarios de su tiempo, la que interesaba resaltar. A despecho de lo que pueda acontecer con su abundantísima obra original (con obras como Ecrit sur l'eau o L'ch venture de Thérese Beauchamps, las dos traducidas al español) su presencia de traductor sigue vigente, puesto que una buena parte de los escritores contemporáneos de habla española (Azorín, Baro-

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ja, Miró, Jacinto Grau, Gabriela Mistral, M. Ángel Asturias, Amo-rim, etc.) y algunos clásicos (Cervantes, Góngora...) pueden ser conocidos por el lector francohablante gracias a Miomandre. Cerca de cuarenta hombres de nuestras letras tienen por él presencia fran­cesa. Este hecho explica la donación y justifica el que se haya con­siderado obligado dar una visión resumida y ordenada de los fon­dos adquiridos.

El día 10 de octubre, con asistencia del excelentísimo señor em­bajador de Francia, de Marcelle Castelier y de representantes del Ministerio de Cultura, se inauguró esta exposición, que en seis vi­trinas (documentos biográficos, la actividad del escritor, la obra narrativa, la tarea del traductor, epistolario) y cuatro meses de exposición (con obras originales y traducciones impresas) ofrecen una visión de un escritor todavía perfectamente vivo como tal.

A partir de ahora, el estudioso de Miomandre, además de acu­dir a la B. N. de París (algunos manuscritos y cartas, una impor­tante colección documental relacionada con la familia Miomandre, sobre todo durante el período revolucionario y una colección casi completa de sus obras), a la B. Real de Bruselas (un centenar de cartas dirigidas a Miomandre, diversos archivos referentes a la ra­ma belga de su familia), a la B. Doucet (Ste. Geneviéve) de París (algunos libros raros y preciosos y algunas cartas), deberá acudir a la Nacional de Madrid, sin olvidarse de Méjico y de La Habana, puesto que en sus últimos tiempos, Miomandre, que había sido via­jero incansable por España, con casa en Mallorca, se convirtió en un verdadero embajador europeo y francés de las letras hispanas. Ninguna prueba mejor de ello que sus trabajos, su epistolario y los libros que se le dedicaron.

COOPERACIÓN ENTRE BIBLIOTECAS NACIONALES

POR MANUEL CARRION

Durante los días 18-22 de septiembre ha tenido lugar una reu­nión en la que han intervenido representantes de las Bibliotecas Nacionales de Argentina, Méjico y España. José Edmundo Cle­mente, director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires; Ma­ría del Carmen Ruiz Castañeda, directora, y Gloria Escamilla, bi-bliotecaria de la Biblioteca Nacional de México, e Hipólito Es­colar, director, y Manuel Carrión, subdirector de la Biblioteca Nacional de Madrid.

La reunión arranca de una convocatoria hecha por la Dirección del Libro y Bibliotecas del Ministerio de Cultura de España y pretende ser la primera de otras muchas que habrán de cele­brarse en el futuro y que habrán de servir para canalizar y dar forma a una cooperación cada vez más estrecha que dé lugar —ésta es la intención— a una verdadera «biblioteca hispánica», por cuanto se refiere a la unificación de esfuerzos, medios y mé­todos al servicio de una cultura que se considera común en lo fundamental. Al reunirse en Madrid Argentina, Méjico y España, no se hacía otra cosa más que señalar los vértices de un triángulo dentro de cuyos lados caben todos los países hispano- y hasta iberoamericanos.

Sobre una agenda y un documento de trabajo que fueron apro­bados en la primera sesión de trabajo, discurrieron las tareas du­rante cuatro días en torno a once puntos de estudio: adquisicio­nes, cooperación bibliográfica, publicaciones periódicas, préstamo y servicio de reproducciones, intercambio de personal, formación profesional, difusión bibliográfica y creación y conservación del tesoro bibliográfico, entidades colaboradoras de las bibliotecas na­cionales, coordinación de esfuerzos, fomento de los estudios hispa­noamericanos y difusión de los trabajos de cooperación.

El encuentro ha servido para demostrar que hay muchos cam­pos de posible cooperación, que existe el interés por trabajar en

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ellos y que no es difícil saltar con hechos y acuerdos hacederos las tapias de las frases retóricas con que solemos adornar la co­munidad de cultura. El lector puede juzgar de cuanto digo, si tiene en cuenta que a estas fechas ya se interesa en el acuerdo Venezuela y si tiene la paciencia de leer el documento final, firmado por los representantes de las tres bibliotecas nacionales asistentes:

«Durante los días 18-22 de septiembre de 1978 se han reunido en Madrid los representantes de las bibliotecas nacionales expre-sa/dos al margen. A las reuniones han asistido, además, represen­tantes de la Dirección General del Libro y Bibliotecas de España y de la Dirección General de Publicaciones y Bibliotecas de Mé­jico y han sido invitados a algunas reuniones directores de Cen­tros nacionales cuya actividad complementa la de la Biblioteca Nacional, según lo iban exigiendo los temas tratados.

Los trabajkis, realizados sobre una agenda y un documento aprobados en la primera sesión, han transciurido en un clima de cordialidad y han dado como resultado los siguientes acuerdos que suscriben los tres directores y los representantes de los orga­nismos administrativos bibliotecarios de Méjico, Argentina y Es­paña:

1. Se reconoce la unidad sustancial de la cultura de habla española y, consiguientemente, la necesidad de coordinar en una red cooperativa las bibliotecas nacionales como principales cen­tros depositarios de esta cultura.

2. En la formación de las colecciones bibliográficas necesarias para el estudio y difusión de nuestra cultura.se establece un sis­tema de cooperación entre las bibliotecas nacionales de Buenos Aires, Madrid y Méjico. A partir de 1979, cada una de estas bi­bliotecas proporcionará a las demás signatarias la producción edi­torial propia con valor artístico, cultural o científico, dentro de los siguientes criterios: Se enviarán todas las publicaciones per­tenecientes al campo de las humanidades y de las ciencias huma­nas y sociales; de las relativas a las ciencias puras o aplicadas, aquéllas escritas por autores de cualquiera de los tres países y de las escritas por extranjeros, las que tengan un interés cultural para cualquiero de ellos.

Las publicaciones musicales (impresas o grabadas), de mapas y planos, de estampas y cualquier otra, se servirán a petición, una vez seleccionadas las obras por parte del interesado en recibirlas.

Las publicaciones se servirán con su ficha bibliográfica. 8. Para potenciar la información bibliográfica se toman los

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siguientes acuerdos: intercambio de copias de todos los catálogos de cada una de las bibliotecas ; creación de un catálogo colectivo cuyos datos habrán de ser elaborados por ordenador y publicación de una bibliografía en curso común, cuya periodicidad habrá de ser al menos anual. Para la consecución de estas metas, las dos últimas a plazo medio, se considera imprescindible la unificación de normas de catalogación, la adopción de la CDU como sistema de clasificación (para lo cual será preciso reclasificar las publica­ciones que se cataloguen en Méjico) y la adopción de formatos de ordenador idénticos o, al menos, fácilmente compatibles.

Como complemento de la información bibliográfica se establece un sistema de reciprocidad en el servicio de reproducciones, en virtud del cual el control económico del mismo quedará centrali­zado en una cuenta de la que será responsable para todo el país, la biblioteca nacional respectiva.

4. El mantenimiento de esta cooperación implica un constante intercambio de personal bibliotecario y la colaboración en la for­mación profesional del mismo. De momento, las bibliotecas na­cionales de Buenos Aires, Madrid y Méjico colaborarán entre sí con el intercambio de profesionales especialistas para tareas de en­señanza en cursos y programas de corta duración y con el de personal seleccionado para el perfeccionamiento de su formación profesional, tanto teórica como práctica.

5. Se considera patrimonio de interés común el tesoro biblio­gráfico de cada uno de estos países, cuyo concepto y límites pue­den ser distintos para cada uno de ellos. La tarea común en este campo implica la ayuda para completar, conservar y difundir este tesoro. El complemento se hará a través de copias o reproduccio­nes y de información sobre piezas pertenecientes a los tesoros de cada uno de los países; la conservación lleva consigo el asesora-miento técnico y la formación de personal adecuado, tareas para las que se ofrece el Centro Nacional de Restauración de Libros y Documentos de España; la difusión incluye un doble compro­miso : la publicación de catálogos de piezas del tesoro y de re­producciones de trabajo y de facsímiles de alta calidad, y la ce­lebración de exposiciones. En estas exposiciones se procurará la máxima colaboración en el préstamo de piezas y en el asesora-miento técnico y se concederá una atención especial a la celebra­ción de conmemoraciones culturales comunes.

6. Se expresa el deseo y se hace la invitación de que todas

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las bibliotecas nacionales del área formen parte de esta red de bibliotecas nacionales.

Cada una de las bibliotecas signatarias se compromete a la difusión de este proyecto cooperativo en su área geográfica, así como a la búsqueda de los medios económicos y funcionales ne­cesarios para llevarlo a cabo.

7. Se reconoce que es de suma importancia, para el fomento de la cultura hispánica, el mantenimiento común de relaciones con todas las instituciones de estudios iberoamericanos existentes fuera del área idiomática del español.

Madrid, 22 de septiembre de 1978.»

J E A N B A B E L L O N

(1889-1978)

POK MANUEL CARRION

Apenas llegado a la Biblioteca Nacional, hube de acarrear de París a Madrid el códice de La gran conquista de Ultramar (Ms. 1187 de nuestra Biblioteca), que estuvo presente en la expo­sición sobre «El gótico en París», patrocinada por el Consejo de Europa. No recuerdo mucho del viaje —en el que con mi tesoro a cuestas no dejaba de sentirme un tanto P. Brown chesterto-niano—, pero en el aeropuerto me estaba esperando Jean-Pierre Babelon, de los Archivos Nacionales de Francia, quien, apenas me hubo saludado, me hizo saber que su padre tendría sumo gusto en invitarme a comer en su casa. Su padre era Jean Babe­lon, un colega nuestro y un hispanista que ahora acaba de morir.

Alumno de la Ecole des Chartes, como su padre y como su hijo, Jean Babelon repartió su vida entre su profesión de biblio­tecario y su devoción de hispanista. Su profesión se desenvolvió casi por completo en el Departamento de Medallas de la Biblio­teca Nacional de París. Su devoción arranca de su llegada a Es­paña como miembro del Institut des Hautes Etudes Hispaniques en Madrid y comienza a dar frutos en 1918 con su estudio La bibliothéque frangaise de Ferdinand Colomb. A partir de él, su obra de hispanista va a comprender una serie de biografías (desde la de H. Cortés hasta la de Carlos V, pasando por la del condes­table De Luna y la de Cervantes), estudios (desde la intervención de Jacopo da Trezzi en El Escorial hasta la pintura y los hom­bres y el paisaje de España) y traducciones (Unamuno, Altami-rano, Alarcón), la principal de las cuales puede considerarse la que se publicó (y sigue publicándose actualmente) del Quijote en 1929. Me la mostraba con mano temblorosa y me hacía recorrer los cuatro volúmenes, mientras tomábamos el café con que se coronaba, en el silencio contenido de su casa, la hospitalidad de un hispanista que recibía hasta con emoción al subdirector de la Biblioteca Nacional de Madrid.

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Fue presidente de la Asociación de Bibliotecarios Franceses y comendador en España de la Orden de Isabel la Católica. A ve­ces, como suele acontecer, lo profesional —aun en campo tan es­pecializado— se le teñía de lo devocional y le resultaba un tra­bajo sobre la violencia en la iconografía de Santiago Matamoros.

De él nos quedan a los españoles unas docenas de libros váli­dos e importantes para nuestra cultura y su manera de vernos: «Les deux faces de cette figure grotesque et sublime du soldat mystique sont la générosité et l'individualisme.» Lo estoy leyendo en su A la gloire de Cervantes, una biografía cervantina de 1989.

Personalmente, guardo el recuerdo del día y de la ocasión que ya he mencionado. Me sentí a gusto con él y con su esposa. La áspera cordialidad española se suavizaba con la cortesía francesa, y ésta se calentaba con la cercanía de aquélla. Al salir a la calle de París en una tarde lluviosa, Jean Babelon, más que ima pre­sencia con la que podría volver a encontrarme, era un recuerdo agradable y como de otros tiempos, que ahora (20 de abril de 1978) ya voy a mantener para siempre.

LA JUNTA TÉCNICA DE BIBLIOTECAS

POR MANUEL CARRION

Durante más de un siglo, los profesionales bibliotecarios (uni­dos antes con los archiveros y hasta hace pocos años con los ar­queólogos) al servicio del Estado han tenido acceso a las tareas de gobierno relacionadas con ellos a través de órganos colegiales de carácter consultivo. Por su medio, el Gobierno se aseguraba la calidad técnica de sus proyectos y los bibliotecarios tenían posi­bilidad de intervenir en la planificación bibliotecaria y de asegu­rar la defensa de sus legítimos intereses.

A lo largo de este tiempo, ni el nombre, ni la constitución, ni las competencias de estos órganos han variado en gran manera, aunque sí conviene recordar las fechas fundamentales. Por real decreto de 17 de julio de 1858 se crea la Junta Superior Directiva de Archivos y Bibliotecas del Reino. Esta quedaba transformada por decreto de 12 de julio de 1867 en Junta Consultiva del Cuerpo o Junta Consultiva de Archivos, Bibliotecas y Museos, para pa­sar, por real decreto de 16 de abril de 1875, a llamarse Junta Facultativa de Archivos, Bibliotecas y Museos (de Antigüeda­des, se añadía en un principio). Una orden de 18 de abril de 1942 da nueva forma a la Junta Técnica de Archivos, Bibliotecas y Museos, y un decreto de 21 de marzo de 1968 reestructura (dis­tinguiendo, para los asuntos propios, tres secciones: de archivos, bibliotecas y museos) la Junta Facultativa de Archivos, Bibliote­cas y Museos, que, al reorganizarse el Ministerio de Educación y Ciencia, por decreto de 28 de enero de 1971, quedaba en Junta de Archivos y Bibliotecas (desgajados ya los conservadores de museos). Durante unos años (los que duró la Dirección General del Patrimonio con sus Comisarías), los bibliotecarios del Estado han carecido de todo órgano colegial capaz de influir en la polí­tica bibliotecaria del país, aun dentro de los cortos límites en los que siempre se ha movido la Junta cuyo esquema histórico esta­mos trazando.

La orden de 6 de junio (B. O. E. de 28 de junio), por la que

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se crea la Junta Técnica de Bibliotecas (con su camino adminis­trativo propio ya cada una de las tres antiguas secciones), como órgano asesor e informativo de la Dirección General del Libro y Bibliotecas, da nueva vida a la vieja Junta, con una denomi­nación en la que cabe hacer observar dos cosas: la presencia del Cuerpo de Ayudantes de Bibliotecas y su limitación a las biblio­tecas. He aquí el texto constitucional:

«Excelentísimo e ilustrísimos señores:

Durante el período de tiempo que viene funcionando la Direc­ción General del Libro y Bibliotecas se ha comprobado la nece­sidad de contar con la colaboración de un órgano colegiado con facultad de asesoramiento en materias técnico-bftbliotecarias, y dado que existe el precedente de la Junta Facultativa de Archi­vos, Bibliotecas y Museos, que ha desempeñado satisfactoriamente la función asesora en lo relativo a la conservación, acrecentamiento y debida utilización del patrimonio documental, bibliográfico y artístico confiado al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliote­carios y Arqueólogos, parece lógico encomendar las aludidas ta­reas de asesoramiento a una Junta de suficiente representación, que recibirá el apelativo de Técnica, a fin de coincidir en deno­minación con la de Archivos, que ha sido adscrita a la Dirección General del Patrimonio Artístico, Archivos y Museos mediante orden de 81 de enero último y sin que ello suponga, en ningún caso, aumento alguno de gasto público.

En su virtud, de conformidad con el informe emitido por la Comisión Superior de Personal, y previa la aprobación de la Pre­sidencia del Gobierno a que se refiere el artículo 180.2 de la Ley de Procedimiento Administrativo,

Este Ministerio ha tenido a bien disponer: Art. 1.' Se crea la Junta Técnica de Bibliotecas como órgano

asesor e informativo de la Dirección General del Libro y Biblio­tecas en cuanto se refiere a conservación, incremento y debida utilización del Patrimonio Bibliográfico de la nación.

Art. 2." Corresponde a la Junta Técnica: 1.° Estudiar y proponer la creación de nuevos Centros y Ser­

vicios y la mejora y ampliación de los existentes para conseguir la mayor eficacia en el cumplimiento de las funciones biblioteca-rias y alta rentabilidad de las inversiones.

La Junta Técnica de Bibliotecas 687

2." Proponer normas técnicas para fijación de standard biblio-teconómieos, realizar análisis de las técnicas blbliotecarlas y su­gerir la implantación de nuevos sistemas conducentes a la moder­nización de dichas técnicas.

8.° Estudiar e informar cuantos asuntos le encomiende la Di­rección General del Libro y Bibliotecas.

Art. 8." La Junta podrá actuar en Pleno y en Comisión Per­manente.

El Pleno estará constituido en la forma siguiente: Presidente: El director de la Biblioteca Nacional. Vocales: El director del Centro Nacional del Tesoro Documental y Bi­

bliográfico. El director del Instituto Bibliográfico Hispánico. El director del Centro de Canje Internacional de Publicaciones. Tres directores de Bibliotecas Universitarias, designados por

el director general del Libro y Bibliotecas. Cuatro directores de Bibliotecas Públicas Provinciales, desig­

nados por el director general del Libro y Bibliotecas. Dos funcionarios del Cuerpo de Ayudantes de Archivos, Biblio­

tecas y Museos, designados por el director general del Libro y Bibliotecas.

Actuará de secretario el funcionario que designe el Pleno de entre sus vocales.

Art. 4.° La Comisión Permanente estará formada por el pre­sidente de la Junta, tres vocales designados por el Pleno y el secretario de la misma.

Art. 6." Corresponderá a la Comisión Permanente el examen de los asuntos de la competencia del Pleno que por razones de urgencia no puedan esperar a la convocatoria y reunión de aquél. Será también competencia de la Comisión Permanente preparar la Memoria anual de actividades de la Junta, que habrá de ser aprobada por el Pleno y elevada posteriormente a la Dirección General del Libro y Bibliotecas.

La Comisión Permanente será corporativamente la represen­tante de la Junta Técnica.

Art. 6.° El presidente podrá solicitar la asistencia tanto al Pleno como a la Comisión Permanente del director o directores de Centros o Servicios bibliotecarios a los que afecte el asunto sobre el que se haya de deliberar. Actuarán con voz, pero sin voto.

Art. 7.° La Dirección General del Libro y Bibliotecas podrá

(588 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

ordenar la convocatoria del Pleno o de la Comisión Permanente y presidir sus reuniones cuando lo estime conveniente.

Art. 8." Cada dos años, el Ministerio procederá a la revisión de la composición de la Junta, conforme a las variaciones que se hayan producido en los Centros y Servicios bibliotecarios. Esta revisión se efectuará sin perjuicio de las sustituciones que pro­cedan cuando los funcionarios que ostentan los cargos especifica­dos en el artículo 8.° cambien de destino.

Lo digo a V. E. y a VV. II . para su conocimiento y efectos. Dios guarde a V. E. y a VV. II . muchos años. Madrid, 6 de junio de 1978.

CABANILLAS GALLAS.»

La composición de la Junta Técnica es la siguiente :

Presidente:

Hipólito Escolar. Director de la Biblioteca Nacional.

Vocales:

Justo García Morales. Director del Centro Nacional del Tesoro Documental y Bi-

bligráfico. Vicente Sánchez Muñoz.

Director del Instituto Bibliográfico Hispánico. Luis María Plaza Escudero.

Director del Centro de Canje Internacional de Publicaciones. Fernando Huarte Morton.

Director de la Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid.

Vicente Llorca Zaragoza. Director de la Biblioteca de la Universidad Autónoma de

Madrid. María Fernanda Iglesia Lesteiro.

Directora de la Biblioteca de la Universidad Autónoma de Bilbao.

Elena Amat Calderón. Directora de las Bibliotecas Populares de Madrid.

La Junta Técnica de Bibliotecas 689

Ernestina Cazenave Acosta. Directora de la Biblioteca Pública Provincial de Cádiz.

José Antonio Pérez-Rioja García. Director de la Biblioteca Pública Provincial de Soria.

María Victoria Sanz Osset. Directora de la Biblioteca Pública Provincial de Palencia.

Carlos Ibáñez Guillen. Archivo del Ministerio de Cultura.

Enrique Calduch Ortega. Centro Nacional de Canje Internacional de Publicaciones.

OPOSICIONES A INGRESO EN EL CUERPO FACULTATIVO

POR MANUEL CARRION

El Boletín Oficial del Estado de 11 de febrero de este mismo año de 1978 nos ofreció la orden ministerial de 81 de enero, inme­diatamente anterior, con la convocatoria de oposiciones a ingreso en el Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios (Sección de Bibliotecas). La convocatoria era vivamente esperada y se ha­bía hecho esperar demasiado, dada la escasez de personal técnico que sufren los centros bibliotecarios oficiales y la impaciente es­peranza de muchos universitarios faltos de puestos de trabajo, buena parte de los cuales había manifestado su vocación biblio-tecaria en trabajos eventuales y acudiendo a perfeccionarse en la Escuela de Documentalistas. Todo esto, unido a ciertas novedades en la convocatoria, explican el revuelo hasta periodístico provo­cado por su aparición y que, en el fondo, sirvió para expresar otras muchas preocupaciones de la profesión bibliotecaria que to­caban ya de lejos el tema de las oposiciones.

La novedad que presentaba el texto de la convocatoria era la supresión de los ejercicios de latín y paleografía y la del de cata­logación de fondos antiguos. Con ello se quería dar un nuevo ros­tro a la profesión, justificándose en las siguientes razones: la ne­cesidad de dar un nuevo aire a la profesión insistiendo en el dominio de las técnicas documentarlas más recientes y en las ta­reas de comunicación propias del bibliotecario actual; la creciente separación funcional de los archivos y las bibliotecas, refrendadas por las más recientes reformas administrativas; la poca importan­cia informativa (aunque sea enorme la histórica y cultural) de los fondos antiguos que, además, deben considerarse ya cataloga­dos ; la posibilidad de convocar oposiciones a plazas especiales cuando un caso concreto así lo exija. La inquietud, sobre todo de una buena parte del Cuerpo Facultativo, era también explica­ble por los siguientes motivos: ruptura de una tradición ya secu­lar ; existencia de ricos fondos antiguos en gran número de bi­bliotecas públicas (muchos de ellos todavía sin catalogar); carácter

Reo. Arch. Bibl. Mut. Madrid, LXXXI (1978), n.» 8, jul.-sep.

642 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

eminentemente humanístico de la profesión; existencia de nume­rosas plazas mixtas de archivos y bibliotecas.

Otra novedad no pequeña de la convocatoria era la reserva del 50 por 100 de las plazas convocadas para contratados del Cuerpo Facultativo. Con ello se tenía en cuenta lo establecido por el real decreto de 7 de abril de 1977, disposición adicional quinta, dos, buscando una salida honorable y justa a una situación de hecho cuyo aspecto más negativo era la excepcionalidad del nombra­miento y cuyo aspecto más positivo había sido la solución de buena parte del problema de personal en numerosos centros, con ahorro del gasto público. Uno y otro aspecto no suponían en modo alguno desdoro para el personal contratado y la solución de sus problemas, hasta donde se basa en derechos adquiridos, pa­rece justa, sin perjuicio de que numerosos y bien vocacionados aspirantes a bibliotecarios puedan sentirse afectados por esta so­lución.

En cualquier caso, quedan aquí resumidos, muy por su espu­ma, los capítulos de una polémica que, cuando menos, tuvo la virtud de conferir viveza y calor de actualidad a una parte de los problemas profesionales de los bibliotecarios.

Una orden ministerial de 21 de marzo de 1978 designaba el tribunal calificador de las pruebas con una nueva determinación: la presencia en él de un catedrático de universidad no pertene­ciente al Cuerpo Facultativo. Estuvo presidido por don Carlos Gon­zález Echegaray, subdirector general de Bibliotecas, y tuvo como vocales a don José Alcina Franch, vicerrector de Extensión Uni­versitaria de la Complutense, don Vicente Sánchez Muñoz, direc­tor del Instituto Bibliográfico Hispánico, don José Salinero Por­tero, director de la Casa de Cultura de Málaga, y doña Cecilia Fernández Fernández, directora de la Casa de Cultura de Gua-dalajara.

Las pruebas dieron comienzo el día 17 de mayo y terminaron el 21 de junio, con la obtención de plaza por parte de 28 oposito­res (eran 24 las plazas convocadas): tres procedentes del Cuerpo de Ayudantes de Archivos, Bibliotecas y Museos; 11 contratados con nivel de Facultativos, y dos con el de Ayudantes. He aquí la lista completa y la puntuación final de quienes entran a for­mar parte del Cuerpo Facultativo:

1. Delgado Abad, Josefina 41,12 2. Fernández Cruz, Matilde 40,10 8. Aguirre González, Francisco Javier 39,40

Oposiciones a ingreso en el Cuerpo Facultativo 648

4. Rodríguez Alvarez, Ramón 38,60 5. Gutiérrez Blanco, Carmen 36,60 6. Magro Rastrero, José Luis 35,70 7. Rubal Rubal, José Ramón 35,60 8. Lois Cabello, María Concepción 35,60 9. Gómez de Gracia, Aurelio 85,50

10. Viilora Reyero, María Luisa 34,80 11. Delgado Casado, Juan 34,62 r2 . Calbet Resello, Ernesto 34,45 13. Jalón Gutiérrez, María Mercedes 34,34 14. Redondo Huertas, María José 34,05 15. Celestino Ángulo, Sonsoles 38,84 16. Ibáñez Montoya, Carlos 33,75 17. Guerra Blasco, María del Carmen T 38,50 18. Hernández Fraile, Paloma 38,15 19. Alcalá Cortijo, María del Pilar 83,10 20. Aljaro Martínez, Josefa 82,77 21. Chapa Villalba, Salvador 82 22. Liter Mayayo, María del Carmen 81,52 23. Lacambra Montero, María del Carmen 31,45

Como estaba previsto, el 26 de de junio comenzó un cursillo de formación profesional intensiva compuesto de cien lecciones im­partidas por especialistas (la mayor parte pertenecientes al Cuerpo Facultativo) sobre paleografía, catalogación de fondos antiguos y manuscritos, documentación, dirección y gestión de centros, cen­tros nacionales, sociología de la lectura y formación de las colec­ciones. Desde esta página, la RABM da la más cordial bienvenida a los nuevos miembros del Cuerpo Facultativo.

UN INTERESANTE GRUPO DE ESTELAS DISCOIDEAS HALLADAS EN TORNO A LA ERMITA ROMÁNICA DE

NUESTRA SEÑORA DE TIERMES ^

POR CARLOS DE LA CASA-MARTINEZ

Con el presente estudio queremos dar a conocer una serie de estelas discoideas aparecidas en el curso de las excavaciones que venimos realizando en la necrópolis medieval de Tiermes.

La histórica ciudad de Tiermes se encuentra situada en el suroeste de la provincia de Soria (fig. 1), en el término municipal de Montejo de Tiermes, a unos 102 kilómetros de la capital.

La ermita románica, núcleo central de las excavaciones, está bajo la advocación de Nuestra Señora de Tiermes. Consta de una sola nave, totalmente encalada en su interior y con galería por-ticada en el frente meridional, siendo una muestra clara del ro­mánico del Alto Duero.

Las excavaciones, aparte de algunos sondeos anteriores, co­menzaron en el verano de 1975 y hasta hoy se han realizado tres campañas, habiéndose trabajado en los frentes meridional, orien­tal y occidental del edificio (fig. 2). En su curso se viene sacando a la luz una extensa e interesante necrópolis medieval que tene­mos en estudio en sus varios aspectos.

Las estelas funerarias de esta necrópolis son objeto del presen­te trabajo. Este tipo de estelas solamente han sido estudiadas en algunas regiones de la Península, por ejemplo en la región vas­co-navarra, de la que hay una exhaustiva bibliografía. Sin embar­go de otras regiones apenas existe estudio alguno, como es el ca­so de Castilla. Por esto queremos contribuir, con nuestro estudio, a la bibliografía de estelas discoideas en Castilla.

1 Queremos expresar nuestro agradecimiento al señor Izquierdo Bertiz por los consejos y correcciones que ha realizado a nuestro trabajo, agradecimiento que de^ seamos hacer extensivo a los señores Caballero y Zozaya por sus orientaciones bi­bliográficas.

Rev. Areh. Bihl. Mué. Madrid, LXXXI (19T8), n.« 8, jul.-sep.

fit6 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

ESTUDIO DE LAS PIEZAS

Estela núm. 1 (flg. 3)

Esta estela apareció en la necrópolis de Tiermes, en la denomi­nada zona 1, sondeo B.

Se trata de una estela discoidea anepígrafa y con carencia absoluta de decoración, tanto en el frente A (lám. I-A) como en su frente B.

El estado de conservación es bueno, si exceptuamos dos peque­ñas cavidades y una grieta en el frente B.

Esta estela, pese a ser la única pieza que carece de decoración, es la más importante, ya que ha sido hallada «in situ», dentro de un claro contexto arqueológico. Se hallaba situada en la cabecera de una tumba de lajas, de orientación W.-E. (lám. I-B), dentro de la zona 1, sondeo B.

Características de la estela núm. 1:

— Número de inventario: 77/11/21. — Material: piedra arenisca. — Altura total: 86,5 centímetros. — Altura del vastago: 59 centímetros. — Grosor del vastago: 20 centímetros. — Diámetro del disco: 80,5 centímetros. — Grosor del disco: 19 centímetros.

Estela núm. 2 (fig. 4)

Las estelas núms. 2, 8, 4, aparecieron en una pequeña pros­pección que realizó en las proximidades de nuestro sondeo B, en su frente meridional, don Teógenes Ortego. Estas piezas fueron custodiadas por don Doroteo Yagüe, guarda de las ruinas de Ter-mancia, quien las entregó al Museo Provincial de Soria, donde se encuentran en la actualidad.

Como no conocíamos ni el lugar donde se hallaron, ni su con­texto arqueológico ^, nos pusimos en contacto con el señor Ortego, quien, amablemente, nos comunicó que estas estelas aparecieron

* Ortego, T. Tiermes: Guío del Conjunto Arqueológico. Madrid, 1975. Publica las fotografías de dos estelas, láms. 24 y 25, pero en el texto no las menciona.

Un interetante grupo de estelas discoideas... 647

sobre las tumbas por él excavadas ' . Teniendo en cuenta estos da­tos, pensamos que, posiblemente la situación de estas estelas fue­se la misma que la de la núm. 1 y que se hallasen sobre los ente­rramientos, al haber sido removidos.

El estado de conservación es bueno, si exceptuamos una peque­ña zona del disco.

Frente A (lám. II , A), Su decoración se logra a base de tres círculos ; los del exterior fueron unidos por el cantero por medio de incisiones. El círculo interior delimita un disco central en bajo relieve. Estos círculos están rematados, en su parte inferior, con un pequeño vastago inciso.

Frente B (lám. II , B). La decoración de esta cara es geomé­trica, muy sencilla. En el interior del círculo ha realizado el can­tero un aspa.

Igualmente que en el frente A, acaba en un pequeño vastago. Toda la decoración está incisa.

No hemos encontrado paralelo alguno para el frente A, y para el B únicamente hemos hallado algo semejante en un cuadro evo­lutivo de decoraciones grabadas sobre estelas discoideas *.

Desconocemos si este tipo de decoraciones tuvo en su momen­to una signiñcación simbólica especial. Pudo tratarse de simples elementos geométricos que invadieron la superñcie de los discos, una vez que se había olvidado su signiñcación antropomórfica ' .

Características de la estela núm. 2 :

— Número de inventario: 75/18/88. — Material: piedra arenisca. — Altura total : 89,5 centímetros. — Altura del vastago: 60 centímetros. — Grosor del vastago: 16 centímetros. — Diámetro del disco: 81,5 centímetros. — Grosor del vastago : 16 centímetros.

Estela núm. S (ñg. 5)

Esta estela, como señalamos anteriormente, pertenece al grupo hallado por el señor Ortego.

3 Agradecemos a don Teógenes Ortego su amable información. * Frankowski, E.: Eitela$ discoideas de U Península Ibérica. Madrid, 1920,

pág. 165, fig. 78. 1 h. » Frankowski, E. : Ob. cit, pág. 168.

648 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

Su estado de conservación es bueno. Frente A (lám. III , A). Idéntico en decoración al frente A de

la estela número 2. Son dos círculos unidos por una serie de inci­siones, que posiblemente quieran imitar un sogueado y un círculo interior en bajo relieve. Igualmente posee el vastago realizado por incisión. El único paralelo que hemos hallado ha sido la estela número 2, aunque ésta tenga diferentes dimensiones.

Frente B (lám. III , B), Decorado con un juego geométrico de dos círculos en bajo relieve rematados por el ya clásico vastago. El que no hayamos encontrado paralelos en lo que se refiere al vastago nos ha inducido a pensar que, posiblemente, sirviese como una señal para marcar el nivel hasta donde se debería enterrar la estela, sobresaliendo el resto.

Características de la estela núm. 8 :

— Número de inventario: 75/18/87. — Material: piedra arenisca. — Altura total: 75 centímetros. — Altura del vastago: 48,5 centímetros. — Grosor del vastago: 17 centímetros. — Diámetro del disco : 88 centímetros. — Grosor del disco: 20,5 centímetros.

Estela núm. 4 (fig. 6)

De esta pieza únicamente se ha recuperado el disco y en un estado de conservación bastante malo, se ha perdido una gran parte de él.

Frente A (lám. IV, A). El motivo central es la denominada Cruz de Malta, que carece del brazo superior, aunque se aprecia su existencia. La Cruz va inscrita en un círculo, que a su vez está inscrito en otro, imitando un cierto sogueado, conseguido me­diante incisiones.

Frente B (lám. IV, B). El motivo central, al igual que en el otro frente es la Cruz de Malta, aunque aquí el estado de con­servación es muy malo, faltándole casi medio disco. Esta Cruz está inscrita en un doble círculo de sogueado. El primero es una imitación y el segundo se acerca más al modelo clásico.

La temática de la Cruz de Malta es normal en numerosas es­telas del País Vasco-Francés y de la Península Ibérica, debido a

Vn interesante grupo de estelas discoideas... 649

que este signo fue conocido en el arte popular varios miles de años antes de la fundación de la Orden de Malta *.

No hemos encontrado paralelos idénticos, pues este tipo de so­gueado no es muy común; sin embargo, sí lo hemos hallado con respecto a la Cruz de Malta. Los más destacables se encuentran en el País Vasco-Francés, donde existen ejemplares en Birdart y Arcanges ' .

Sobre este tipo de Cruz, en estas regiones, O'Shea ' plantea la hipótesis de que quizás fuese debida a que la Orden tuviese su jurisdiscción en los contornos. Esto nos parece dudoso, dada la gran dispersión de este tipo de cruces.

En Portugal existen algunos ejemplares en el Museo de San-tarem, Museo Etnológico Portugués de Lisboa y en San Joáo dos Montes *.

En España son muy corrientes en la zona vasco-navarra. El caso más destacable es el de la estela número 12 de San Martín de Unx, en Navarra *.

Durante la redacción de este trabaja hemos localizado otras piezas con la Cruz de Malta. Una de éstas se halla en el Museo de San Telmo de San Sebastián. La estela aparece en el catálogo del mencionado museo ^\ en el que se puede leer: aEstela dis­coidal visigótica procedente de Lizárraga (Navarra), que ostenta en esta cara el águila germánica y en la otra cara la cruz patada germánica» * .

Latxaga, en el citado artículo, da una serie de argumentos de los que deduce que la estela no es visigótica. Nosotros no quere­mos entrar en el fondo de esta cuestión, debido en primero lugar a que no conocemos suñcientemente la iconografía del águila para poderla datar, aunque por los argumentos dados, puede que la hipótesis de Latxaga sea cierta, y por otra parte, al estar el ar­tículo redactado en lengua vasca no nos ha sido accesible. De esta problemática, únicamente haremos algunas observaciones en lo re-

« Frankowski, E, : Oh. cit., pág. 87. 7 F'rankowski, R. : Ob. cit., págs. 86-87. * O'Shea: La Tomhe Baiique. Pau, 1889. No consultado por nosotros. 9 Frankowski, E.: Oh. cit., págs. 105 y ss. 1* Zubiaur, F. J . : «Estelas discoideas de la iglesia parroquial de San Martín de

Unx». Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra. Año IX, núm. 22, Pam-piona, 1977, págs. 188-40.

11 Catálogo del Muteo de San Telmo, San Sebastián. Publicado por la Gran Enciclopedia Vasca. Bilbao, 1976, págs. 257-258.

12 Hemos obtenido estos datos del artículo de Latxaga: «¿Una piedra discoidal visigótica en Lizárraga (Navarra)?» Cuaderno de Etnología y Etnografía de Na­varra. Año IX, núm. 25, Pamplona, 1977, págs. 119 y ss.

13

650 Revitia de Archivot, Bibliotecas y Mu»eo»

ferente a la Cruz. En primer lugar, la Cruz que el catálogo de­nomina patada germánica no es sino la denominada Cruz de Malta. Además el sogueado que lleva, aunque no es idéntico, sí es muy parecido al de la estela número 4 de Tiermes. Ante esto y la teoría de Latxaga, pensamos que la estela discoidal de Lizárraga posiblemente sea medieval.

Podemos encontrar otras piezas con esta temática en Muniain, donde existen tres ejemplares " . E n Oroz Betelú, tenemos la cruz en el frente de la estela número 18 " . En el valle del Erro, en la estela número 2 de Espoz, e igualmente en las estelas números 2 y 4 de Olóndriz ^\ En las estelas números 2, 8, 6 y 9 de Sansoain y en las números 1 y 2 de Morlones, también aparece la Cruz de Malta " .

Características de la estela número 4 :

— Numero de inventario : 75/18/89. — Material: piedra caliza. — Diámetro del disco: 25,5 centímetros. — Grosor del disco: 18,5 centímetros.

DATACIÓN

Concluimos este estudio con un intento de datacii^n, contando con los datos que actualmente tenemos de las estelas medievales de Tiermes.

Para la estela número 1 no existen problemas, pues el contexto arqueológico en donde ha sido hallada se puede datar en torno a los siglos xii-xin " .

El problema se podría plantear con mayor dificultad en el resto de las estelas, pero tanto por los paralelos encontrados, como por el lugar donde se hallaron, la cronología podría situarse en torno a los siglos xii-xiii. De época anterior no podrían ser por el lugar

i» Urrutia, R.: «Nuevas estelas discoideas del Valle de Arce y Oroz Betelu». Cuadernos de Etnohgía y Etnografía de Navarra. Núm. 17, Pamplona, 1974, págs. 815-817.

" Urrutia, R.: Oh. cit., pág. 886. 1 Urrutia, R.: (Las estelas discoideas del valle del Erro». Cuademot de

Etnología y Etnografía de Navarra. Núm. 10, Pamplona, 1972, págs. 91 y ss. 1* Urrutia, R.: cNuevas estelas de Navarra». Cuadernos de Etnología y Etno­

grafía de Navarra. Núm. 16, Pamplona, 1974, págs. 168 y ss. i'' Izquierdo Bertiz, J. M.», y De la Casa-Martfnez, C. F.: Excavaciones en la

necrópolis medieval de Tiermes. XV Congreso Nacional de Arqueología. Lugo, 1977.

Un interesante grupo de eitela» discoideas.,, 651

donde se hallaron, pues los estudios realizados hasta ahora en ese sector nos da en principio una cronología aproximada del siglo xii.

En la Baja Edad Media desaparece este tipo de estelas. La causa fundamental de esta desaparición parece hallarse en el cam­bio de enterramientos, del exterior al interior de las iglesias *. En un principio esto constituía un privilegio que en la Edad Media sólo se concedía a los Santos Mártires. En varios documentos de concilios se confirma que en el siglo xii el enterramiento en los templos estaba reservado a «obispos, abades, dignis presbyteris y laicis ñdelibus omnino pietate commendabilibus» ^".

En el siglo xvi, el enterramiento dentro de las iglesias estaba generalizado y en este mismo siglo se prohibió colocar bultos, se­pulturas y piedras que estuviesen más altas que el nivel del suelo.

Con el tiempo se volvió a enterrar fuera de las iglesias "', otra vez en los cementerios, pero ya no se volvió a colocar este tipo de monumentos funerarios.

En resumen y para finalizar este breve trabajo, creemos que sería muy interesante poner al día la obra de Frankowski, en su parte medieval, al mismo tiempo que cabría ahondar más en la interpretación simbólica e iconográfica, con lo que se dispon­dría de un útil y renovado instrumento de trabajo en este sector, tan abandonado, de la arqueología nacional como es el medieval.

POST SCRIPTUM

Cuando nuestro estudio estaba a punto de entrar en prensa ha sido publicado un artículo sobre estelas funerarias medievales ^ .

En esta breve nota, bien documentada gráficamente, el señor Roca Ribelles da a conocer una interesante colección de estelas funerarias medievales existentes en Sagunto (Valencia). Algunas de estas piezas guardan un cierto paralelo con la estela número 4 de Tiermes.

En las estelas números 8-R, 9-C, 10-C, 12-C, 18-C, 17-C, 82-C, 8 7 ^ y 87-R, el motivo central es la denominada Cruz de Malta, que se encuentra inscrita en un círculo.

En las números 1-C, 2-C, i-C, 11-C, 26-C, 26-R y 81-C apa­rece únicamente la Cruz de Malta.

18 Frankowski, E. : Oh. cit., pigs. 71-78. 19 Frankowski, E. : Ob. cit., pág. 178. 2* Debido a las medidas de higiene adoptadas en el siglo xvui. 21 Roca Ribelles, F . : «Estelas funerarias medievales de Saguntox. Boletín del

Centro Arqueológico Saguntino. Año XX, núm. 15, Sagunto, 1977,

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A PROPOSITO DE UNA EMPRESA BIBLIOGRÁFICA

POR MERCEDES DEXEUS

La aparición del primer número de lEH * exige un comentario y un análisis. En primer lugar, está destinado a ser una ayuda eñcaz para el investigador en áreas del conocimiento, marginadas hasta ahora, de la información, en mayor o menor grado. En se gundo lugar, representa un paso decisivo en el desarrollo de la información científica o documentación en España, puesto que se ha puesto en marcha la realización de un proyecto, que téc­nicamente ofrece las mayores dificultades, derivadas, como vere­mos más adelante, de las materias tratadas. Dificultades técnicas que, sumadas a las económicas —la investigación y, por tanto, la información científica en este campo no es una inversión rentable a corto plazo—, han sido la causa de la marginación a que he aludido.

El Instituto de Información y Documentación en Ciencias So­ciales y Humanidades (ISOC) tiene sus orígenes en el antiguo Ser­vicio Nacional de Información Bibliográfica, dependiente de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas y ubicado en la Bi­blioteca Nacional, que fue creado en 1952, siguiendo las direc­trices de la Unesco en materia de información bibliográfica y que tuvo también a su cargo la elaboración de la bibliografía nacio­nal. En 1969, con la creación del Instituto Bibliográfico Hispánico, que englobó dicho servicio, se separaron las funciones de infor­mación directa al usuario y elaboración de la bibliografía nacio­nal. En 1975, el personal técnico especializado — y las instalacio­nes— que realizaban la primera de dichas funciones pasaron a depender del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, al crear éste su Centro Nacional de Información y Documentación, limitándose, a partir de este momento, al área de las Ciencias

• índice Eípañol de Humanidades, Madrid, Instituto de Información y Docu­mentación en Ciencias Sociales y Humanidades (ISOC), Centro Nacional de Infor­mación y Documentación, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 19T8. Vol. I, nüm. 1, enero-junio 1979.

Itcv. Arch. Bihl. Mw. Madrid, LXXXI (1978), n.» 3, jul.-sep.

660 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

Sociales y Humanidades, bajo su actual denominación. Pero, ya desde su primera época, este servicio ha venido prestando espe­cial atención a estas materias. Tal vez porque es ahí donde la investigación española ha podido desarrollarse con mayor inde­pendencia del exterior, debido a la riqueza de nuestro patrimonio bibliográfico y documental y a las menores exigencias económicas de su realización, formándose, por ello, equipos e individualida­des cuya aportación científica se sitúa en los más altos niveles de la producción mundial. Sin embargo, ha venido faltando y falta todavía, no sólo en España, sino a nivel internacional, el establecimiento de cauces de información en el área de las huma­nidades, capaces de atender la demanda que el desarrollo de la investigación exige. Los sistemas de relación individual, usuario-centro, como los que hasta ahora ha venido empleando el ISOC, no son suficientes. Son precisos cauces colectivos de información, que no pueden lograrse más que con la publicación de repertorios bibliográficos adecuados. En este sentido y en áreas parciales, no ha estado desatendida en España la investigación: pensemos, entre otras, en la bibliografía que viene publicando la Revista de Filología Española y en la magnífica publicación bibliográfica, índice Histórico Español. Creo, refiriéndome siempre al campo de las humanidades, que las revistas bibliográficas de periodicidad frecuente superan cualquier otro tipo de sistemas, por mucho que éstos cuenten con la rapidez y precisión que las modernas técnicas permiten, puesto que, a pesar de ello, la asequibilidad de tales sistemas es mínima para el investigador no conectado de algún modo con el mundo empresarial.

El índice Español de Humanidades consta de dos partes. La primera consiste en la reproducción por fotocomposición de los sumarios, o tablas de contenido, de una amplia selección de re­vistas —171 en este primer número— especializadas en las mate­rias que solemos englobar bajo el nombre de humanidades: filo­sofía, ciencias religiosas, lingüística, filología, literatura, bellas ar­tes, geografía, historia y etnología. Se reproducen los sumarios de los números aparecidos de enero a diciembre de 1976, dato éste que no aparece más que en los preliminares del repertorio, cuando, a efectos de identificación, debiera aparecer en la portada. Preceden a los sumarios una breve presentación, las normas de utilización del repertorio y la lista alfabética de las revistas in-dizadas, con indicación del lugar de edición y la página del lEH en que aparece el sumario. Creo que sería conveniente indicar tam­bién la entidad editora, dato de interés en una previa valoración

A propósito de una empresa bibliográfica 661

del enfoque y garantía de la publicación. La segunda parte consta de dos índices, realizados ambos por ordenador, uno alfabético de autores y otro, que ocupa 681 de las 989 páginas del volumen, alfabético de materias. La localización de cada artículo en ambos índices se indica por medio de dos cifras enlazadas por guión, la primera corresponde a la página del lEH en que se encuentra reproducido el sumario de la revista ; la segunda, a la página de la misma en que aparece el artículo y que, por tanto, está tiam-bién reproducida.

La presentación de las reproducciones de los sumarios —pri­mera parte del repertorio— está muy bien impresa, pero no res­ponde a ningún tipo de ordenación. Creo que sería conveniente establecer un orden, alfabético o sistemático, acompañado de ta­blas complementarias. Representaría un ahorro de tiempo a la hora de localizar un determinado título o el conjunto de revistas especializadas en la misma materia. En la selección de revistas no sabemos qué criterios se han seguido. Es, en principio, una buena selección ; sin embargo, echamos de menos algunos títulos: Revista Española de Teología, Revista de Indias, Revista de ideas estéticas, del C. S. I. C.; Revista Española de Ldngüística, de la Sociedad Española de Lingüística ; Estudios, de los PP. Merce-darios de Madrid; Cuadernos de Filología Clásica, Filología Mo­derna, ambas de la Universidad Complutense; Rexñsta de Archi­vos, Bibliotecas y Museos y —puesto que también se incluyen algunas revistas publicadas en el extranjero— Revue Hispanique, Nueva Revista de Filología Hispánica, Hispanófila, Hispania (EE. UU.), Bulletin of Hispanic Studies, Bulletin of the Come­diantes. Cabe la posibilidad, dado el retraso con que suelen tener por costumbre el aparecer determinadas revistas, que no se ha­yan publicado algunas, o bastantes, de las citadas en 1976, por lo que deberían incluirse en la lista inicial todas las revistas pre­viamente seleccionadas, aunque algunas no aparecieran en deter­minados números del lEH.

El índice de materias se ha confeccionado por el sistema de elección, para cada artículo, de una serie de términos en lenguaje natural, que hacen referencia al contenido y denominamos pala­bras-clave, enlazándolas en cadena, de forma que cualquiera de ellas puede tomarse como encabezamiento de la serie, a manera de anilla de la que cada palabra-clave es un eslabón; dándose tantas entradas de materia como sean necesarias para cada ar­tículo. Las palabras-clave pueden ejercer función sustantiva o ad-

662 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

jetiva, como modificadores de las anteriores. Únicamente las pri­meras se han tomado como encabezamientos de materia.

Tomamos como ejemplo del sistema de indización utilizado el artículo de José Martí Mayor, «La biblioteca y archivo del mo­nasterio de Escornalbou», Archivo Ibero-Ameñcano, 86 (141-142), 1976, págs. 841-878. El trabajto forma parte de un conjunto, con­sagrado al estudio de la orden franciscana en Cataluña, y consiste en la transcripción de dos inventarios de la biblioteca del citado monasterio, fechados en 1580 y 1688, época en que era regentado por los franciscanos recoletos, haciendo referencia a la historia general del monasterio y a los archivos donde se contuvo y actual­mente se contiene parte de su documentación.

Si buscamos en el índice por «Monasterio de Escornalbou», en­contramos la serie de palabras-clave como sigue:

Monasterio de Escornalbou / Tarragona / Historia / Archivo / Biblioteca / Inventario / Franciscanos / Documento / Trans­cripción / España / Siglo xvi / Siglo xvii / 88-841.

La misma serie la encontramos repetida por los siguientes en­cabezamientos, que se han considerado sustantivos de materia: Tarragona —en este caso sigue, al encabezamiento, el término «his­toria» y finaliza la serie por «Monasterio de Escornalbou»—, Archivo, Biblioteca, Inventario, Franciscanos. El término Historia es modificador de materia, los de Documento / Transcripción, de forma y los de España / Siglo XVI / Siglo XVII, modificadores determinantes de lugar y tiempo. Los términos sustantivos actúan como tales en las entradas que encabezan, mientras que en las restantes entradas pueden actuar como modificadores, como es el caso de «Tarragona», término en el que hallamos paralelismo con «España», arabos determinantes de lugar y tomados, el segundo únicamente como modificador y el primero también como sustan­tivo. La razón, como se indica en la introducción al repertorio, se debe a que, en los temas reperloriados, el término «España» es común a su gran mayoría.

El sistema de indización a base de una cadena de palabras-clave en lenguaje natural tiene, para el investigador, la ventaja de encontrar fácilmente los trabajos referentes a los temas de su interés, con notable especificación del contenido. Para el indiza-dor, debido a que utiliza términos exentos, que luego serán tra­tados por ordenador, no precisa más que la elección de los mis­mos y su encadenamiento lógico, indicando aquellos que encabe-

A propósito de una empresa bibliográfica 688

zarán las entradas, resultando de ello, automáticamente, el juego de sustantivos y modificadores, por el que se logra matizar debi­damente la información.

Pero en la práctica se presentan una serie de problemas que se agravan en gran medida si la materia indizada forma parte de lo que entendemos por humanidades. La elección y ordenación de palabras-clave, que siempre exige una especialización en la ma­teria por parte del indizador, se dificulta enormemente en este campo, debido a las características de los objetos de investigación :

a) Ambigüedad del lenguajte natural para expresar un buen número de ideas básicas en varias de estas disciplinas. Tomamos como ejemplo una de las series, encabezada por el término «va­lores» :

Valores / Decadencia / Positivismo / Materialismo / Conocimiento / Filosofía / Siglo xviii-xx / 16-267, de la que se han tomado, además, como encabezamientos: Conocimiento / Filosofía.

i De qué valores se trata ?, ¿ de los tradicionalmente llamados es­pirituales ?, i de los específicamente religiosos ? El artículo indi-zado es : H. Skolimowski, «Conocimiento y valor (Segunda parte)». Folia Humanística, 14 (160), 1976, págs. 267-279. El autor trata de poner de manifiesto la contraposición entre las ideologías em-pirista, positivista y materialista, con la valoración del progreso científico a que conducen, y los valores ético-religiosos, predomi­nantes en Occidente hasta el siglo xviii, que denomina «valores intrínsecos» y enfrenta con el «valor-vacío», producido por las ci­tadas corrientes del pensamiento moderno.

La indización dada nos ha sugerido un contenido semejante, puesto que nos movemos en el marco de la cultura occidental. Cabe, entonces, determinar si, siendo la filosofía y la historia de las ideas, materias cuya terminología tiende forzosamente a la ambigüedad, es técnicamente aceptable el empleo de términos to­talmente ambiguos. O si, aun contando con un margen de ambi­güedad, hay que eliminar aquellos que carecen de significado si no van adjetivados.

Pero éste es sólo un aspecto y no pretendo ir más allá. Sólo plantear esta cuestión: La ambigüedad se produce cuando la idea que ha de expresarse por medio de un término —simple o com­puesto, pero único— es multiconceptual, no equivalente a la suma de conceptos contenidos en la misma —lo que teóricamente podría salvarse con la referencia a cada uno de eUos— si no a éstos más

edl- Revista de Archivos, BibUctecas y Museos

SUS modos de relación. Si esta clase de ideas es frecuente en cier­tas materias, habrá que pensar que su sistema de indización ten­drá que diferir del empleado en otras.

b) Multiplicidad e interrelación de ideas contenidas en un tema y entre diversos temas entre sí: es un problema que tiene puntos en común, pero no es idéntico al de la ambigüedad. Vamos a verlo desde un punto de vista práctico. Las dificultades que plantea a la indización surgen de la necesidad de una selección, puesto que en muchos casos no es posible hacer referencia exhaustiva del con­tenido de un estudio y habrá que adoptar unos criterios selectivos. Tomamos como ejemplo el artículo de Carlos Díaz Hernández, «Baroja filósofo», Estudios Filosóficos, 69, 1976, pág. 888, donde el autor expone y comenta una serie de ideas de Baroja sobre diversos aspectos del discurrir humano, manifestadas en boca de los personajes de sus novelas. En el lEH aparece, por el enca­bezamiento «Baroja» :

Baroja, P. / Dolor / Pesimismo / Egoísmo / Derecho / Anarquis­mo / España / Generación del 98 / Siglo xx / 228-888, habién­dose tomado también como encabezamiento, «pesimismo».

Otro modo de indización podría responder a una fórmula se­mejante a :

Baroja, P. / Pensamiento / Generación del 98 / España / Siglo XX.

En el primer caso se ha adoptado un criterio tendente a la es­pecificación. En el segundo, un criterio tendente a la concreción. En el primer caso se ha facilitado un a modo de resumen o «abs-tract» telegráfico del artículo. De ahí que sea una solución válida para la indización en el campo de las ciencias y determinadas áreas del de las humanidades —también el término cchumanidades» es ambiguo y multiconceptual— y no lo sea, posiblemente, en otras, donde es forzoso contar con un margen de vacío informativo, por lo que el contenido del estudio no resulta fielmente reflejado, siendo entonces superfina la profusión de términos. La segunda solución me parece mucho más clara y, con ello, no pretendo ha­cer una afirmación categórica. Únicamente centrar la atención en el problema, destacando la necesidad de investigación sobre este hecho, que me parece fundamental.

La ordenación de las palabras-clave dentro de la serie ofrece su mayor dificultad en el carácter rotativo del sistema encadenado.

A propótito de una empresa bibliográfica 665

El corte de la serie por cada encabezamiento puede ocasionar una aparente confusión, la separación del nombre de un autor y el título de su obra, por ejemplo. Sin embargo, conociendo el fun­cionamiento del sistema, cuyas ventajas son realmente efectivas, el inconveniente es mínimo. Lo que sí parece factible es tratar, al ordenar la serie, de que los modificadores sigan inmediatamente al sustantivo que modifican, colocando en último lugar, entre va­rios de un mismo sustantivo, aquéllos que también van a ser uti­lizados como encabezamientos y, en zona neutra, los que afecten a la serie en su conjunto. De este modo el corte por cada enca­bezamiento afecta en grado mínimo al orden lógico de la serie. Observamos cierta confusión en el siguiente ejemplo:

Calderón de la Barca, P. / «Hidalga del valle. La» / Paralelismo / Alegoría / Inmaculada Concepción / Comedia / Auto sacramen­tal / España / Siglo xvii / Crítica literaria / Valdivielso, J . de / «Nacimiento de la mejor. El» / Fuentes / 18-188.

Tomados, además, como encabezamientos, «Hidalga del valle, La», «alegoría», «Inmaculada Concepción», «comedia», «auto sa­cramental», «crítica literaria», «Valdivielso, J . de» y «Nacimiento de la mejor. El». Indización que corresponde al artículo de Ricardo Arias, «'El nacimiento de la mejpr', de Valdivielso, fuente de 'La hidalga del valle', de Calderón», Boletín de la Biblioteca de Me-néndez Pelayo, 1976, págs. 188-202. A la conclusión enunciada en el título se llega por medio de un estudio paralelo de las estruc­turas y contenidos del auto de Calderón y la comedia religiosa de Valdivielso.

Creo que resultaría más clara la indización si el término «fuen­tes» siguiera inmediatamente al título de la obra de Calderón, colocando a continuación el de «auto sacramental», modificador del título del auto y, a la vez, sustantivo. A éste podrían seguir los determinantes de lugar y tiempo, modificadores del conjunto y que, a la vez, pueden ser utilizados en función conjtuntiva o distribuidora de los restantes elementos de la serie y que, en este caso, enlazarían las zonas correspondientes a cada una de las pie­zas dramáticas, siguiendo el nombre y el título de la obra de Valdivielso. Por último, «Inmaculada concepción», cuyo signifi­cado está al margen de lo estrictamente literario. Pienso que po­dría prescindirse de los siguientes términos, cuyos significados no son objetos primarios de estudio y oscurecen más que clarifican la indización: «(paralelismo», por su ambigüedad, prestándose a

u

666 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

confusión con la figura estilística que conocemos por este nombre, «alegoría» y «crítica literaria», por redundancia, puesto que su significado se contiene en alguno o el conjunto de los restantes términos y «comedia», porque la amplitud de su significado des­borda con mucho el sentido en que ha sido aludido en el artículo.

Finalmente, tomamos un ejemplo de indización muy clara, que corresponde al artículo de Juan Rais, «La desviación de los ábsi­des en templos pre-románicos y románicos». Información Arqueo­lógica, 19, 1976, págs. 8-18, en el que se llega a la conclusión de que la desviación observada en las cabeceras de los templos de la Cataluña carolingia, desde el siglo vi hasta los inicios del ro­mánico, significa la inclinación de la cabeza de Cristo en la cruz.

Ábside / Desviación / Significado / Arquitectura prerrománica / Arquitectura románica / España / Cataluña / 128-8. Tomados también como encabezamientos, «arquitectura prerrománica», «arquitectura románica» y «Cataluña».

La razón de que en este caso no se hayan planteado los proble­mas aludidos se debe, en gran parte, a la materia indizada. La ar­queología tiene muchos rasgos comunes con las ciencias, debido a que centra su estudio en objetos materiales. La etnología y la his­toria política y social, centradas en hechos concretos, se hallan también en este caso. Las bellas artes se alejan hacia lo ambiguo y multiconceptual en su vertiente crítica, muy relacionada, en este sentido, con la crítica literaria. La teoría artística y literaria, la filosofía y la teología quedan en el polo opuesto a las materias ci­tadas en primer lugar.

A través del análisis esbozado de los problemas planteados a la indización en el campo de las humanidades podemos observar, en primer lugar, el esfuerzo que ha significado la elaboración del lEH, cuyo resultado ha sido un trabajo eficaz, un instrumento bibliográfi­co que, si alcanza continuidad, será de una utilidad inestimable para el investigador de las culturas hispánicas. Lo que no quiere decir, ni se ha pretendido al publicar este primer número, que se haya alcanzado una total perfección; en la presentación del repertorio se citan los proyectos de investigación sobre información en el área de las hiunanidades que el ISOC tiene en preparación.

En segundo lugar hemos visto la dificultad de plantearse la in­dización de las materias humanísticas en forma global debido a la diversidad de objetos y metodologías de la investigación. El lEH ha sido una solución de urgencia, por ser más factible y tener ma-

A propósito de una empresa bibliográfica 667

yor garantía de continuidad el llevar adelante una sola publicación que un conjunto de publicaciones, aunque creo sinceramente que esta última habrá de ser la solución del futuro. En ello y en la ex­periencia que supone su elaboración y difusión reside, sobre todo, su validez en esta hora concreta del desarrollo de la información científlca en España. Pero en el futuro no bastará con el entusiasmo de un grupo de especialistas, que han sido capaces de llevar adelante un proyecto que, a nivel internacional, se ve continuamente frenado por las dificultades que encierra. El Consejo Superior de Investiga­ciones Científicas tendrá que poner el ISOC a contribución de sus institutos de investigación, a fin de que pueda realizarse plenamen­te la colaboración entre especialistas —investigadores en la materia y documentalistas—, sin la que no es posible la reedización de una buena publicación bibliográfica especializada. Al mismo tiempo se ahorraría la inútil duplicación de esfuerzos y medios que represen­ta para el C. S. I. C. el mantener las bibliografías, que regularmen­te publican sus revistas —Revista de Filología, Remata de Litera­tura, Archivo Español de Arte, etc.—, y los trabajos del ISOC como compartimentos estancos. Además, el C S. I. C., por medio del ISOC, podría colaborar con otras instituciones investigadoras del país, para favorecer sus proyectos de información científlca y aun recordar el que siguieran manteniendo la iniciativa en ciertos campos, a los que han venido dedicándose hasta ahora con eficacia o posean los medios para hacerlo en el futuro.

LA COLECCIÓN DE ÍDOLOS-CILINDRO DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO PROVINCIAL DE BADAJOZ PROCEDENTES

DEL SEPULCRO MEGALITICO DE LOS FRESNOS

POR LUCIO M. MOLINA LEMOS

Los Fresnos es una dehesa agropecuaria que se encuentra al lado izquierdo de la carretera que va del pueblo de Valverde de Leganés al de Táliga, a unos siete kilómetros del primero; perte­nece al término municipal de la ciudad de Badajoz, de la que dis­ta, por carretera, treinta y un kilómetros.

Allí, en la última década del siglo pasado, don Luis Villanueva, correspondiente de la Real Academia de la Historia y antiguo pro­pietario de la finca excavó un «montículo», del que extrajo gran cantidad de objetos prehistóricos con los que formó una colección.

Dio cuenta de su hallazgo a la Real Academia en una memoria que tituló «Estación Prehistórica de Badajoz» y que aparece inclui­da en el boletín de dicha corporación ^ Don Ramón Mélida publi­có una síntesis de dicha Memoria en su Catálogo Monumental de la Provincia de Badajoz bajo el título de «Estación prehistórica de la dehesa «La Pestaña», en término de Badajoz». La Pestaña es el nombre de una parte de la extensa dehesa de Los Fresnos.

Muerto don Luis Villanueva, la mansión principal de la finca quedó abandonada y cerrada y con ella la vitrina donde se conser­vaba la colección.

Hace poco me propuse averiguar si aún existía tal colección y establecí contacto con los arrendatarios de la ñnca, que me confir­maron su existencia; a continuación, obtuve amablemente de su entonces dueño, don Luis Mendoza, el permiso para verla y estu­diarla. Hoy, toda ella pertenece al Museo de Badajoz desde 1977.

Allí, en efecto, y desde antes de 1894, fecha de publicación de la Memoria, estaban casi todos los objetos que don Luis Villanueva enumeraba con terminología propia de su época; pero había algo

1 Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo XXIV, cuaderno V, ginas 879-882.

Rev. Arch. BibU Mus. Madrid, LXXXI (1078), n." 3, jul.-sep.

670 Reviita de Archivos, Bibliotecas y Museos

más que él no sospechó e incluyó en la lista del material con nombre convencional supuesto: una buena serie de ídolos del Bronce, lla­mados cilindricos, algunos ricamente decorados, que por primera vez aparecían en su contexto arqueológico.

Aunque toda la colección es digna de estudio, que sin duda se hará, se imponía dar a conocer, cuanto antes, algunos objetos de ella, por su gran inportancia arqueológica y su aportación al estu­dio sistemático, ya comenzado, de ídolos del Bronce.

Así, lo que nos proponemos ahora no es un estudio exhaustivo de ellos, sino, fundamentalmente, darlos a conocer, aunque no por ello olvidamos de dar, jiunto a su morfología, procedencia, carac­terísticas y otros datos, algunas indicaciones sobre paralelos y cro­nología. Esperamos con ello hacer una modesta aportación al cono­cimiento de una etapa interesante de nuestra prehistoria regional y peninsular.

DESCRIPCIÓN Y PARALELOS

Son en total cinco ejemplares: uno, de alabastro, ricamente decorado, otro, de caliza marmórea, con decoración intermedia, y otros tres, de piedra caliza blanca, sin decoración alguna.

Figura 1, a. ídolo oculado, de alabastro, de rica decoración. Su forma se aparta de la común cilindrica, siendo más bien de hacha alargada y aplanada. Longitud: 12 centímetros, ancho variable, 4,5 centímetros en la parte superior más ancha y 2,5 centímetros en la parte media más estrecha. Perfil oval aplanado.

Los ojos están representados por pequeños rehundidos circu­lares rodeados por incisiones radiales (dieciséis en cada ojo) lige­ramente curvas.

Bajo cada ojo, tres líneas curvas paralelas terminadas en ángulo muy agudo, con el vértice hacia arriba, constituyen el llamado «tatuaje facial». Sobre los ojos, dos ángulos paralelos que se pro­longan formando las curvas de las «cejas», relleno el espacio entre ellos por incisiones perpendiculares algo curvas.

En la parte posterior, la supuesta representación del cabello se logra mediante seis bandas de zig-zag paralelos.

Dentro de la colección de ídolos españoles ricamente decorados (hay un sólo ejemplar portugués de Aljustrel, en el Baixo Alente-jo), el nuestro forma un grupo aparte, junto con otras dos piezas

La colección de ídolos-cilindro del Museo... 671

iguales : el ídolo de la Colección Pidal ^, procedente de la provincia de Badajoz, sin más detalles sobre su origen, y el del Museo Arque­ológico Nacional', del que sólo sabemos que procede de Extrema­dura, probablemente de Badajoz.

Estos ídolos de Badajoz se diferencian de los restantes ídolos-ci­lindro en los siguientes rasgos: su forma no es la de un cilindro, sino una especie de hacha larga y estrecha con los extremos redon­deados ; la sección es oval, aplanada; la decoración superior, so­bre los ojos (cejas o parte anterior del cabello, según autores), está tratada con mayor riqueza y equivale al plano superior del cilindro en los ídolos comunes, de rica decoración.

Diremos, por último, que en nuestro caso, el ángulo de las «ce­jas» baja mucho entre los ojos, a modo de pico o nariz, lo que contribuye a dar a nuestro ejemplar un indudable aspecto de cara de buho, pareciendo confirmar la hipótesis de un tótem, «ave noc­turna» que, con el tiempo, se personificaría en la «diosa madre» o «diosa de los ojos».

Por lo demás, es indudable su adscripción a la serie de ídolos-cilindro de rica decoración.

Figura l,c. ídolo oculado de caliza marmórea de decoración in­termedia. Su forma es ovoidal, con los extremos aplanados. Longi­tud, 10,5 centímetros, anchura máxima, 4,2 centímetros, perfil oval aplanado.

Aunque completo, como el anterior, su decoración incisa, mu­cho menos cuidada que en el primero, se encuentra bastante des­gastada, siendo difícil de discernir. Los ojos están representados por dos puntitos rehundidos rodeados de incisiones radiales muy irregulares y borradas. En cada lado, y a desigual altura, don án­gulos incisos paralelos constituyen el llamado tatuaje facial. Las «cejas» se representan por una incisión horizontal corrida sobre los ojos, que se inflexiona algo en el centro, con diez pequeñas rayitas perpendiculares en la parte de arriba.

Este último detalle lo asemeja a los ejemplares típicos portu­gueses, como el de Monear apacho, y al de Valenciana de la Con­cepción entre los españoles *. En total son once los ídolos-cilindro de decoración intermedia aparecidos hasta ahora, cuatro portu-

2 Almagro Gorbea, María José: «Los ídolos del Bronce I Hispano». Biblioteca Praehiatórica Hispana, vol. XII, pág. 142, lám. XXII, 1.

3 Almagro Gorbea, María José: Op. cit., págs. 141 y ss., lám. XXI. * A do Pa^o y G. Lyster Franco: «ídolo cilindrico oculado del Algarve». Actas

e memoria do I Congreso Nacional de Arqueología, Lisboa, 1959; y M. J. Almagro Gorbea: Op. cit., lám. XIV.

672 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

gueses y siete españoles, de los que sólo el que estudiamos apareció en un contexto arqueológico.

Este ídolo es único por su forma, aunque por su decoración no hay duda que debe incluirse en la serie de ídolos-cilindro de deco­ración intermedia, según la clasificación propuesta por M. J . Alma­gro Gorbea. Su forma es semejante a la de ciertos betilos portugue­ses ° y otros betilos neolíticos de Sesklo y Dímini (Tesalia) ".

Figura 1, b, d y e. Se trata de tres ejemplares de piedra caliza sin decoración alguna, con los extremos algo redondeados. El mayor es un grueso cilindro de 18,5 centímetros de longitud por 5,5 cen­tímetros de diámetro, tiene un desconchado en uno de sus extre­mos ; los otros dos son ligeramente troncocónicos y sus medidas son : 7,5 centímetros de longitud por 8 centímetros de diámetro máximo para el l,d y 7 centímetros por 2,2 centímetros, respec­tivamente, para el l ,b.

Esta variante de ídolos-cilindro es tan rara en España como abundante en Portugal. Los pocos ejemplares españoles proceden de Huelva (poblado de El Rincón y sepulturas excavadas de El Pozuelo ' ) , de Arcos de la Frontera (Cádiz), donde aparecieron dos ejemplares asociados, como en nuestro caso, a otro ricamente decorado y un último ejemplar del Cerro de San Benito, en Sevilla, procedente de una sepultura destruida, con campaniforme *.

PROCEDENCIA Y CONTEXTO ARQUEOLÓGICO

Gracias a la memoria redactada por el erudito don Luis Villa-nueva, excavador del yacimiento y dueño de la ñnca, conocemos el origen de estas piezas y el restante ajuar que las acompañaba, con lo que todas ellas adquieren singular importancia.

Dicha Memoria, publicada en el año 1894, a la que aludíamos al principio, es notablemente confusa por dos razones : primero, por­que mezcla las noticias sobre el «montículo artificial», del que extrajo los objetos, con la de restos de edificaciones existentes en las inmediaciones (en efecto, hay indicios claros en la misma finca

* V. Leisner: D¡e Mcyalithgraber der Ibcriscren. Der Western. Berlín, 1956, tomo láminas: láms. 4> a 6.

* M. J . Almagro Gorbea: Op. cit., lám. L I . ^ G. y V. Leisner; Die MegalithgrSber der Iberischen. Dar Western. Berlín,

1956, lám. 46, págs. 282 y ss. * C. Fernández Chicarro: V I I I Congreso Nacional de Arqueología. Zaragoza,

1964.

La colección de (dolos-cilindro del Museo... 678

de una posible villa romana) y segundo, porque al no tener cono­cimiento en esta época del fenómeno megalítico iba con la idea preconcebida de encontrara el desplome de algunos edificios, o tal vez la explotación abandonada de alguna mina». Pero leyendo detenidamente su narración no es difícil conocer la verdadera natu­raleza de aquel montículo artificial.

Transcribimos algunos párrafos significativos. Así, dice al prin­cipio de su Memoria: «Hay en el término de esta ciudad varios montículos, llamados en este país Turruñueloa, y entre ellos fijó mi atención el que existía en mi dehesa de La Pestaña, por su for­ma y situación topográfica. En medio de un campo de cereales casi plano, con un diámetro de 88 metros en su base y una altura de tres a cuator metros, revelaba ser artificialmente formado... Exci­tada mi curiosidad emprendí, hace años, la investigación atrave­sando el montículo por el centro, pero sólo encontré muchas pie­dras calcinadas, huesos humanos y algunos de animales; más no hallando ni piedras labradas, ni monedas, ni objleto alguno de me­tal, supuse que se habría librado allí alguna batalla en tiempos remotos, amontonando los cadáveres y cubriéndolos con tierra y piedra... Pero no abandoné del todo mi primitivo plan, y necesi­tando piedras para la construcción de una cerca, las mandé sacar del montículo. Cuando se habrían extraído unas cien carretadas, sin hallar más que pedazos de hueso, empezaron a encontrarse restos de vasijas de barro y algunos objetos curiosos...»

Después de la enumeración de objetos, se plantea el problema de la identificación del yacimiento: «Difícil es determinar la época y el objeto de esta antiquísima construcción mientras no lo acla­ren nuevas exploraciones que proyecto; por la mucha piedra suel­ta que se ha sacado parece ser un castro antiquísimo, pero me in­clino, más bien, a creer que se trata de una estación cuprolítica y minera perteneciente al segundo período de la Edad de piedra y del principio de la Edad del cobre, sin que se haya encontrado na­da ni de bronce ni de hierro.»

En síntesis, el ajuar consiste en más de veinte hachas de diorita, raspadores, cuchillos y puntas de flecha de sílex, agujas y punzo­nes de hueso, huesos humanos (ocho mandíbulas, etc.), conchas, diversos vasos cerámicos, entre ellos un colador y diversos utensi­lios de cobre, dos puntas de lanza, un venablo o jabalina con espi­ga larga, un cuchillo, una sierra, un hacha plana y dos espátulas. Por último, cita placas de barro agujereadas y «una figurita tos­camente labrada, que parece representar a un niño sentado». Por

674 Reviita de Archivos, Bibliotecas y Museo»

desgracia, tal ñgurita así como el venablo de largo pedicelo, han desaparecido de la colección.

No cita para nada los ídolos objeto de nuestro estudio, que de­bió clasificarlos genéricamente como «hachas de jade en bruto» o bien «piedras de mano de uso desconocido» denominaciones que aparecen en la relación.

Es obvio, por todo lo anterior, que se trata de un sepulcro me-galítico, no un dolmen del corredor (pues sin duda habría heoho referencia a sus grandes piedras) sino, con toda probabilidad, un tholos. Ciertamente no sería el primer ejemplar en esta zona de la provincia de Badajoz.

A L G U N A S INDICACIONES CRONOLÓGICAS

Todos los ídolos de esta colección son importantes ; los ocula^ dos, por ser los únicos de su género aparecidos en un contexto arqueológico y los ejemplares sin decoración, por ser casi únicos hasta ahora en España y aparecer asociados a los anteriores.

No vamos a hacer, por ahora, un completo análisis tipológico de todo el ajuar megalítico, sino sólo fijarnos en algunos objetos, especialmente significativos, para la datación del monumento.

Tenemos, en primer lugar, abundantes objetos de cobre: ha­cha, puñal, cuchillos, punta de flecha, sierra, cincel de sección cuadrangular y espátulas. Esta abundancia de metal' (cobre) con­trasta con la pobreza en él de los dólmenes de corredor típicos extremeños, de los que existen bastantes ejemplares cerca de nues­tro yacimiento. Bien es verdad que muy pocos han sido excava­dos convenientemente, y aun éstos se encontraban ya expoliados.

Hemos de destacar el puñal de cobre (fig. 2, c), de espiga an­cha y corta, bordes cuidadosamente martillados y punta ojival; es el arma típica de la población campaniforme. Para muchos au­tores ' esta forma de espiga ancha (tal vez alabarda) hay que situarla en el Campaniforme tardío, en la segunda mitad del I I mi­lenio, tal vez ya dentro del Bronce II .

El más semejante a nuestro ejtemplar es uno aparecido en una cista de Montilla (Córdoba), junto a puntas de flecha de largo pedicelo, tipo «Pálmela» y objetos de oro; la cista no contenía cerámica decorada campaniforme ^''.

9 H. N. Savory: Espanha e Portugal. Lisboa, 1971, pág. 198. 10 H. N. Savory: Op. cit., pág. 194, fig. 61.

La colección de ídolos-cilindro del Mtueo... 675

Esta data queda conñrmada por la apunta de ñecha de larga espiga», así denominada por Mélida en su Catálogo Monumental, hoy desaparecida. En efecto, ya sea una punta de flecha «tipo Pálmela» o del tipo de las aparecidas en el Dolmen de la Pastora, de Valencina de la Concepción " , nos señala la misma fecha de segunda mitad del II milenio a. de J . C , o si queremos ser más precisos, en los años poco posteriores al 1500 a. de J . C.

Los otros instrumentos de cobre (láms. 2, a, b , d) son formas comunes en todo el Eneolítico, estando también presentes en la panoplia del pueblo campaniforme, aunque no son formas carac­terísticas suyas.

Toda la cerámica es lisa, sin campaniforme, fenómeno corriente en yacimientos con metal de esta cultura, en la Meseta y Anda­lucía, fuera del área de la civilización campaniforme pura.

Naturalmente, con lo que vamos diciendo, no intentamos una adscripción cultural del yacimiento, sino una mera indicación cro­nológica. Por otra parte, no sería nada extraño la existencia de enterramientos secundarios en nuestro sepulcro colectivo, fenómeno tantas veces comprobado en otros similares; por desgracia, dadas las circunstancias de la excavación de éste, es posible que nunca lleguemos a saberlo.

Dejando aparte esta última consideración, nuestro yacimiento adquiere aún más importancia por ilustrar un momento cultural casi inédito en Extremadura que habrá que estudiar más am­pliamente. Lo dicho puede ser suficiente para dar a conocer los ídolos, objeto de este estudio y para una primera aproximación al yacimiento megalítico de Los Fresnos.

Es notable la conjunción en él de la tradición megalítica y apor­taciones de la cultura posterior campaniforme. En cuanto a la pri­mera, creo que deberíamos distinguir en Extremadura una tradi­ción occidental, posiblemente autóctona, de dólmenes cistoides y dólmenes de corredor y una corriente oriental de «tholos» que en­lazaría nuestra región con Andalucía.

11 Almagro Bash, M.; El ajuar del dolmen de La Pastora, de Valencina de la Concepción (Sevilla), iiu paralelo» y su cronología, Madrid, 1962.

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Fig. 1.—a, ídolo oculado ricamente decorado; c, ídolo oculado de decoración interme­dia; b, d y e, ídolos-cilindro sin decoración

La colección de idoJos-cilindro del Museo... 677

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Fig. 2.—Instrumentos de cobre: a, cuchillo; b, hacha plana; c, puñal de espiga; d, cincel

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

AJO GONZÁLEZ DE REPARIEGOS Y SAINZ DE ZUÑIGA, Cándido J . M . : Historia de las universidades hispánicas. Orígenes y desarrollo desde su aparición hatta nuestros días. X. Fuentes impresas: S-V... Salamanca, Impr. Calatrava, 1977, 570 págs., 1 h. , 25 cm.

Continúa la publicación de esta obra monumental cuyo final no podemos predecir. El doctor Ajo ha puesto su vida al lado de ella y nadie puede saber el número de volúmenes que va a tener que escribir para dar noticia de todo cuanto puede tener relación con o noticia sobre cualquiera de los centros superiores de enseñanza del mundo hispánico en cualquier época, desde que, en Falencia, comenzaron a existir. Vayamos con este nuevo volumen, que es el décimo, no menos nutrido y bien cuidado en su pre­sentación que los anteriores y, como hemos de ver, mucho más impor­tante que algunos de ellos por la presencia de índices que ordenan el con­tenido de varios volúmenes.

Son éstos los dedicados a recoger las fuentes impresas relacionadas con las universidades hispánicas y conservadas en la Biblioteca Nacional de Ma­drid, cuya signatura topográfica se ofrece en cada caso, después de la descripción bibliográfica. Esta descripción se apoya sobre un sistema de catalogación propio, atento sobre todo a la descripción de la portada con el mayor cuidado, además de añadir el número de páginas y el tamaño del impreso, con noticias sobre la encuademación y abundantes notas bi­bliográficas explicativas y comentarios de la más variada índole, siempre que el catalogador lo cree necesario.

El presente volumen se abre con una introducción —después de un muy donoso saludo a S. M. la Reina de España— que es un estudio teó­rico sobre el estatuto universitario en una sociedad democrática y plura­lista. La prosa está tejida con sabor y desenfado, con un aire entre solemne y añejo, entre graníticamente macizo (no en vano Ajo es de Avila) y agu­damente crítico. Lo cierto es que el autor está dotado de un raro poder de concisión y que cuanto dice, desconcertando algunas veces, hace pensar otras. Ajo no renuncia nunca, en la publicación de sus volúmenes, a echar su cuarto a espadas sobre la actualidad universitaria.

Vienen a continuación los asientos bibliográficos numerados entre el n. 7491 y el 10888, en los que van comprendidas las letras S-U (guián­dose, en general, jwr la primera palabra de la portada). Y, aquí viene lo interesante, antes de publicar el último volumen de fuentes impresas que comprenderá las letras V-Z y que irá dotado de un largo epílogo sobre «lo referente al contenido de estas fuentes impresas» (pág. 5), este volu­men se completa con una serie de índices del mayor interés, en el que se tienen ya en cuenta las entradas bibliográficas todavía sin publicar.

Rev. Arch. Bibl. Mus. Madrid, LXXXI (1978), n.» 3, jul.-sep. 15

682 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

Un índice alfabético de autores sirve para complementar la descripción bibliográfica, en la que Ajo no se ha planteado ninguna cuestión sobre el encabezamiento principal y además contiene interesantes datos biográficos sobre la condición académica del autor nombrado. Una especie de índice sistemático, llamado «Esquema de universidades», ordena las referencias en torno a dos grandes temas: los centros de enseñanza considerados colectiva o individualmente, adoptando en el primer caso un criterio de clasificación geográfico y, en el segundo, uno alfabético por el nombre de la ciudad sede del centro docente. Dentro de cada clase y subclase coexisten nota­ciones numéricas y alfabéticas, sin unidad estricta en el sistema seguido, ya que las cifras árabes, por ejemplo, sirven unas veces para subdivisión de letras y otras para mayor detalle dentro de grupos notados con números romanos. Cada centro docente reúne su información en torno a siete epí­grafes: fundación e historia, cuerpo constitucional, régimen y gobierno académico, administración y hacienda, asuntos judiciales y controversias, personal, colegios (conventos y seminarios) incorporados. Un tercer índice, cronológico, sirve para conferir al trabajo calidad de encaje de bolillos, pues que las entradas se presentan ordenadas no sólo de acuerdo con el año de su publicación, sino también de su contenido.

No vamos a hablar de heterodoxias catalográficas, puesto que dicho está ser intención del autor describirnos con escrúpulo las portadas. Los riquí­simos índices potencian la utilidad de éste y de los dos volúmenes ante­riores. La constancia del autor la atestigua el gran calado del libro que comentamos; su humor puede apreciarlo el curioso en notas como la del n. 7488, a propósito del latín eclesiástico. No está todo hecho, claro está, porque un acarreo de fuentes no es una bibliografía estrictamente dicha. Baste decir que se recogen las publicaciones periódicas académicas, pero sin analizar su contenido. Ars tonga... Ajo lo sabe y continúa» incansable su obra.—MANUEL CARRIÓN.

ESPAÑA. MINISTERIO DE CULTURA. SUBDIRECCION GENERAL DE BIBLIOTECAS: Guía de bibliotecas españolas (edicián provisional). Madrid, Instituto Bibliográfico Hispánico, 1977, 2 h . , 806 págs., 24 cm.

Una edición provisional bien puede terminar por convertirse en defi­nitiva y, sobre todo, bien vale más que nada. Desde que cesó la publi­cación de las Memorias del S. N. L . , uno se las veía y se las deseaba a la hora de identificar las bibliotecas existentes en España. De ahora en adelante, vamos a descansar sobre esta publicación, válida por su sola pre­sencia y suficiente como un principio de información cuya ausencia no ha dejado de producirnos sonrojo muchas veces.

Editada por la Subdirección General de Bibliotecas, una de las tres que forman parte de la Dirección General del Libro y Bibliotecas, con­fluyen en ella esfuerzos y aportaciones del Centro Nacional de Lectura, de la Inspección de Bibliotecas, del Instituto Nacional de Estadística y de la

Notas bibliagráficai 688

sección del Catálogo Colectivo de Publicaciones Periódicas de la Biblioteca Nacional. Se reúnen noticias sobre más de tres mil bibliotecas, entre las cuales no sólo se ha tenido en cuenta a las públicas, sino a cualquier biblio­teca que no pueda caracterizarse de estrictamente personal.

En la ordenación de datos se ha seguido el orden alfabético de provin­cias y, dentro de cada una de ellas, se comienza por la capital (distin­guiendo en ella tres clases de bibliotecas: generales, escolares y especiali­zadas) y se sigue alfabéticamente {wr las poblaciones en las que existe una biblioteca. Se excluyen de las bibliotecas escolares y son incluidas entre las especializadas las bibliotecas de seminarios conciliares y de escuelas uni­versitarias de E. G. B. (antiguas Normales de Magisterio) y, jwr supuesto, todas las universitarias y de centros superiores de enseñanza, si bien, otras veces, no parece ser así, como sucede en los casos de Castellón o de Ciu­dad Real, en los que la biblioteca de la Audiencia Provincial se halla entre las escolares y no hay lugar para las especiales. Los datos que se ofrecen en cada caso son los siguientes: nombre de la biblioteca, dirección postal y teléfono.

No es preciso analizar con lupa una edición que se sabe «provisional! y que, además de recibir nuevos datos por parte de los interesados —en el que caso de que la edición circule generosamente—, será revisada con­cienzudamente para unificar criterios. Sirva de ejemplo hacer notar que, como norma común, hay biblioteca en todos los seminarios, residencias sa-natoriales, audiencias... Sería interesante que figurasen las de todas las pro­vincias y no sólo algunas.

Por lo demás, como acertadamente se dice en la introducción, estamos ante un simple Directorio y no ante una Guía de bibliotecas. Ni se nos dice nada sobre los fondos, sobre el personal o sobre la especialización de la biblioteca, ni se nos avisa sobre horarios o requisitos para acceder a ellas. Todo eso y algunos datos más harían falta para una guía. Lo que hasta el momento se nos ofrece puede servir de base para trabajos estadísticos, para relaciones públicas, para su utilización comercial por libreros y edito­res. No es poco y hemos de felicitarnos por ello, sin dejar de animarnos para mayores empresas a corto, a cortísimo plazo.—MANUEL CARRIÓN.

J IMÉNEZ DELGADO, José (C. M. F . ) : Latine tcñpta. Disquisiti^nes ad humaniorum litterarum cultutn. Matriti [ Imp. Sáez], 1978, 4 h. , 420 pá­ginas, 24 cm.

He aquí un libro que, por desgracia para todos, parece oler a naftalina, como escaptado de una vieja biblioteca de seminario o como un libro de actas de academias retóricas. Después resulta que un Papa, Juan Pablo I I , puede entenderse con los cardenales de todo el mundo —sin sentir vergüenza alguna, puesto que en el latín no podemos hablar de «acento extranjero» en el caso de nadie— y demostrar que este idioma es batsante más que un divertido rompecabezas. El caso es que el latín de ayer sirve para hoy,

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que con él se pueden expresar los avances de la ciencia moderna y lo que pasa en la calle por la que andan nuestros contemporáneos. Esta es la mejor conclusión que se sigue de la lectura de este libro en el que, sin embargo, muchas piezas no se ven libres de parecer ejercicios «para hacer dedos».

En él se recogen los escritos en latín de quien durante cuarenta y cinco años se ha dedicado a la enseñanza de este idioma, ha estado presente en con­gresos internacionales, se ha ejercitado en la revista Palestra Latina (¿quién de cuantos hemos estudiado en seminarios no la conoce con familiaridad?) y ha profesado con fervor de iniciado en esta especie de secta preclara de los latinistas que, a veces nos hace volver la vista unos siglos atrás hasta dónde habitaban los grandes humanistas españoles del xvi. Pase lo que pase con el latín, los hombres del siglo xxi tienen aquí testimonio de que todavía latía en el último cuarto del siglo xx.

Los cincuenta artículos recogidos en esta obra, después de una «epis-tula commendaticia» firmada por Manuel Fernández Galiano, Pedro Grimal, Josech Ijsevijn y José M. Mir y de una breve presentación firmada por éste último, están divididos, o, mejor, agrupados, en cuatro partes. La primera (14 arts.), «Philologica», contiene distintos estudios gramaticales y filológicos, de los que la parte más notable y probablemente la de utili­dad más permanente son los que tratan de ortografía, con un diccionario de palabras dudosas. «Pedagógica» se dedica en 10 artículos a la defensa del latín, a dar modelos de cartas latinas y a demostrar cómo se puede actualizar el léxico. En la parte «Histórica» (12 arts.) se ocupa de temas muy variados y junto a simples ejercicios, como el dedicado a Séneca, hay verdaderas investigaciones, como la bibliográfica sobre Alfonso López de Corella, semblanzas de escritores antiguos y modernos (como Ugo Enrico Paoli) y el interesante artículo 83, que presenta una panorámica de los estu­dios latinos en España. Para terminar, «Minuta quaedam» ya se ve que es un variado conjunto en el que, junto a cartas y escritos ocasionales, se hallan notas cronológicas y comentarios surgidos a lo largo de una activa vida profesional.

Una vida profesional activa y larga. Lo pone de manifiesto esa se­rie de escritos que van desde la traducción en 1936 del célebre y gra­ciosísimo libro alemán de «Capellanus» hasta los comentarios a la edición del epistolario de Vives en 1978. Pero el cogollo de esa actividad se recoge en este libro que, aunque sólo sea por su valor de testimonio, debe estar presente en las bibliotecas, ahora cuando, como en tiempos de Séneca, ilitterarum quoque intemperantia laboramus».—MANUEL CARRIÓN.

Notas bibliográficas 685

VIÑAYO, Antonio: Real Colegiata de San Isidoro de León. Biblioteca-Archivo-Museo. Veinte años de actividad (1967-1977). León [Imp. Dio­cesana], 1978. 38 págs., 8 láms., grabs. 24 cm. (Es tirada aparte de Studium Legionense 18 (1977), 221-259.

Bien claro está que no se trata de una guía, sino de un informe o memoria de lo hecho —y muy bien hecho por cierto— desde el año 1957 hasta ahora. El año 1957 se hacia cargo de la conservación y aprovecha­miento cultural de los tesoros de San Isidoro Antonio Viñayo, un gran conocedor de la historia y de las piedras leonesas y que, además, es un leonés en ejercicio. De cómo ejerce este leonesismo es buena prueba este folleto. Interesa dar noticia de él, porque de forma breve y al vuelo se nos informa de cómo, a través de incuria, olvidos, depredaciones y tímidas tentativas, se llega a la gran restauración iniciada en 1959, de la que, ade­más del conjunto monumental que constituye la colegiata con su templo, han surgido los museos y la biblioteca-archivo, en cuya instalación se ha logrado conjugar un triple aspecto: el respeto al ambiente, las técnicas más modernas de conservación y alarma y el aprovechamiento pedagógico del tesoro conservado. Todo ello como núcleo de una verdadera institución cultural que comprende también la Cátedra de San Isidoro, la Biblioteca de Consulta, el laboratorio fotográfico, la Editorial Isidoriana, la Librería Isidoriana, el taller de restauraciones, como base de una serie de activi­dades que se describen cumplidamente.

Pero el máximo interés del folleto radica en que Viñayo, después de darnos bibliografía sobre el tema, el movimiento de visitantes y las cifras económicas, convierte sus páginas en una especie de «memorial de agra­vios», un manifiesto isidoriano, para atacar y defenderse simultáneamente frente a los que se quejan de la no gratuidad de la visita del conjunto isi­doriano, los que pregonan la necesidad de una instalación más «profesional» o los que defienden que mejor estaría todo ello en manos del Estado. Con todo ello se plantea acaloradamente toda una discusión sobre el problema del «tesoro artístico, bibliográfico y documental de España», en la que se corre el riesgo de no escucharse unos a otros si se acude únicamente a desgranar anecdóticamente la historia. Viñayo habla con pasión y hace bien, que para eso la tiene, Pero se aira con el psado. Si alguien se queja de que haya que dar una cantidad para visitar uno de los conjuntos artísticos y culturales más impresionantes de España, no vale la pena contestarle más que con el horario generoso de apertura, la instalación pedagógica y bella, el buen aire de conservación que allí se respira. Si lo que allí se visita y a través de las manos que sean, constituye «tesoro espmñoli, el Estado deberá sacar las consecuencias adecuadas y mi amigo Viñayo librarse muy mucho de cualquier forma de mala conciencia, porque, en el fondo y con el correr de muchos años, todo está bien como está. Sobre todo esa Real Colegiata de San Isidoro de León a la que debes acudir, viajero espa­ñol, caminante europeo, si te lanzas por los caminos de España dispuesto

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a poner el dedo en las venas culturalmente sustanciales. Allí está la voz tenante de Viñayo; una voz también cálidamente acogedora, torrencial-mente expresiva para quienes no padecen el verme de la ¡irisa turística.— MANUEL CABRIÓN.

JORNADAS de bibliografía. I. 1976, Madrid. Primeras jornadas de biblio­grafía. Celebradas los días 21 al 26 de mayo de 1976 en la Fundación Universitaria Española. Madrid, Fundación Universitaria Española. Se­minario «Menéndez Pelayo», 1977. 713 págs. 28 cm. (Documentación actual, 4).

Aun transcurridos dos años desde la celebración de las jornadas, y uno desde la impresión de sus actas, vale la pena dar aire a este volumen cuya importancia puede ser confirmada ahora ya también por la experiencia de su uso. Esta constatación y la esperanza encerrada en el «Primeras» con que se abre el título (con promesa implícita de segundas, terceras y cuantas fue­ren precisas por la tarea realizada) es ya una alabanza de la F . U. E . , cuyas publicaciones llegan a esta revista con admirable puntualidad.

En una primera ojeada, este volumen, compacto de ver, algo rechoncho y bien aprovechado, permite la siguiente constatación: por tratarse de una «primeras» jornadas, hay muchas contribuciones, sobre todo las de la pri­mera parte («Bibliografía General»), que realizan la importantísima tarea de fijar el estado de la cuestión de la bibliografía y de otros campos anejos en España; por tratarse de «jornadas», se ha aprovechado avariciosamente el tiempo con una increíble acumulación de intervenciones en los límites de tres días; la presencia activa de los oyentes se deja sentir en la quinta parte titulada «CJoloquios» ; y, sobre todo, las 36 personas que han intervenido suponen buena parte de lo más granado en distintos campos profesionales y científicos. En el de la bibliografía, con Millares, Simón, Aguilar Piñal; en el de la historia del libro y de las bibliotecas, con Huarte , Consolación Morales, Justa Moreno, Odriozola; en el de la investigación literaria, con Alberto Sánchez o López Estrada; en el de las bibliotecas, con García Mo­rales o Hipólito Escolar, por no hacer más que un pequeño muestreo de nombres y sin olvidarme de Gregorio de Andrés, de Melquíades Andrés o de Quintín Aldea, que se mueven, sobre todo, en el campo de la inves­tigación histórica de las ideas.

Hecha esta primera constatación, tan plural, pasemos al análisis menos apresurado del contenido. La parte I («Bibliografía General») comprende un estudio de José Simón Díaz, vivo de intención y excelente de noticia, sobre la «evolución y estado actual de la bibliografía española» ; otro, de Agustín Millares Carlos, resume «la bibliografía en Hispanoamérica»; uno tercero, de Justo García Morales, director del Centro de Defensa del Tesoro Documental y Bibliográfico, sobre este mismo «Tesoro Documental y Bi-bliográlco», como acción encaminada a la defensa de la materia prima del bibliógrafo; y uno final de Fernando Huarte, con unas consideraciones ge-

Notat bibliográficas 687

nerales —no unas normas de catalogación— sobre la descripción de libros raros. La parte 11 (oBibliografía Especial») baja a la consideración biblio­gráfica de campos especiales del saber: el catedrático López Yepes traza unas «Bases para una bibliografía de las ciencias de la información» en las que, además de ofrecer noticia sobre lo que se hace en algunos países y una lista de obras básicas españolas, se detiene en el estudio teórico de un sis­tema de clasificación adecuado a la bibliografía sobre ciencias de la infor­mación ; Quintín Aldea, buen conocedor de la historia eclesiástica de Es­paña, se ocupa de la «Historiografía concordataria española» ; José Enrique García Melero resume las «fuentes piara una bibliografía del arte español» ; de literatura se ocupan Francisco López Estrada (de la medieval, campo que tan jierfectamente domina), Alberto Sánchez (nuestro mejor conocedor de la bibliografía cervantina), Mercedes Etraros (de la sátira contra el conde-duque de Olivares), Manuel Esqueva (de Echegaray como drama­turgo), María José Lombardía (de Alfonso XII en la poesía contempwránea), Gloria Rokiski (de traducciones de clásicos en la primera mitad del si­glo xix). Religión y moral se tratan en trabajos de M. Andrés (sobre los alumbrados de 1525), Manuel Castro (sobre el padre Antonio Alvarez), Vi­cente Gómez (sobre fray Diego Murillo) y María del Carmen Simón Pal­mer (sobre libros de religión y moral para la mujer española del siglo xix). La parte I I I va dedicada a «Historia del libro» e incluye páginas de Aman­d a Labandeira para fijar el estado de la cuestión sobre los orígenes de la imprenta en España; de Antonio Odriozola, sobre «protoincunables espa­ñoles» ; de Justa Moreno, sobre el impresor madrileño del xvii Francisco Martínez; de Christian Peligry, sobre impresión y difusión de libros litúr­gicos en El Escorial de 1573 a 1615; de María Cristina Sánchez, sobre dedicatorias de libros a la villa de Madrid en los siglos xvi y xv i i ; de Mi­guel M. Rodríguez, sobre las Observaciones astronómica» en los reinos del Perú; de Francisco Aguilar Piñal, sobre «Guías de forasteros» de Sevilla; de José Patricio Merino, sobre la «introducción de la imprenta en El Fe­rrol», y de Leonardo Romero, sobre «los escritores del xix y la censura gubernativa». En la parte IV se ocupan de «historia y situación de las bi­bliotecas» Mercedes AguUó y Cobo, que escribe sobre la biblioteca de don Teodoro de Ardemáns, y Gregorio de Andrés, que lo hace sobre la biblio-filia del marqués de Mondéjar y su biblioteca manuscrita, así como Conso­lación Morales Borrero nos introduce en una parte de la historia de la Bi­blioteca de Palacio, al estudiar algunos libros de la biblioteca de Francisco de Bruna. Joseph L. Laurenti y Alberto Porqueras hacen una entrega más de su catalogación de libros españoles raros de la Universidad de Illinois. Dejando ya de mirar hacia atrás, se ocupan de centros vivos Francisco Ar­quero Soria, que analiza las bibliotecas de Madrid desde el punto de vista de las necesidades universitarias; Hipólito Escolar, quien, como director del centro, da una visión viva del momento actual —en realidad y en pro­yecto— de la Biblioteca Nacional de Madrid, mientras que Milagros del Corral nos hace la corta biografía de la biblioteca en la Facultad de Ciencias de la Información en la Complutense, y Miguel Molina Campuzano nos

688 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

hace asistir a los comienzos de lo que supone una nueva era para la Heme­roteca Municipal, centro fundamental, junto a la Sección de Publicaciones Periódicas de la Nacional, para la consulta de esta clase de publicaciones. Como tema teórico, basado en la experiencia llevada a cabo en la biblioteca de la misma entidad editora de este volumen, el artículo de Jorge Cejudo, su bibliotecario, sobre los ordenadores electrónicos al servicio de las biblio­tecas.

Larga es la nómina apuntada, conocidos —y casi siempre importantes— los nombres en ella comprendidos, de vario calado los artículos que escri­ben. Sobre ellos se podrían hacer algunos comentarios, porque se juntan bibliotecarios e investigadores (a veces las dos condiciones se cumplen en la misma persona), y sabido es cuánto divergen sobre lo mismo (aunque ya se vayan terraplenando simas) las psicologías del bibliotecario y del inves­tigador. No solemos en España cultivar en extremo la cortesía de gastar tinta en los inicios de nuestras investigaciones para agradecer colaboracio­nes y servicios. No es que no puedan hacerse otras observaciones, pero temo escuchar que hubieran sido recogidas con gusto en este volumen. Vaya un ejemplo: en la página 700 dice Aguilar Piñal que «en la Biblioteca Na­cional no hay casi nada» de los materiales sobre los que escribe. Ya sé que suele tener tanta culpa el bibliotecario com el investigador de que en una biblioteca no se encuentre una cosa en el momento apropiado. Con todo he de decir que, además de los ejemplares de guías de Sevilla que él localiza en la Nacional, existen 68 volúmenes de la guía de Gómez Zarzuela (signa­turas D/8895 y D/1571) en ejemplares duplicados en buena par te ; es de­cir, más de un 60 por 100 de lo que en la lista de Aguilar Piñal se contiene. Y que me perdone esta observación alguien cuya tarea admiro y tengo oca­sión de admirar todos los días.

Mientras repito que este volumen queda ya como des{5ensa de informa­ción, a la que uno no puede por menos de ir y venir de continuo, debo decir que buena parte de su contenido es obra del grupo, ya nutrido, de colaboradores y discípulos de Simón Díaz. Prácticamente, son el artículo de éste y el de López Yepes los únicos que tocan temas doctrinales. Un poco más de teoría hubiera conferido densidad a un volumen que, cuando radiografía centros como la Nacional, el de Defensa del Tesoro o la Heme­roteca Municipal, o cuando ofrece visiones de conjunto de campos de in­vestigación bibliográfica, resulta más fiel a la condición de unas Jornadas que, por ser primeras, debieran haber insistido más en estos aspectos gene­rales.—MANUEL CARRHSN.

Notat bibliográficas 689

SANCHO CAMPO, Ángel: El arte sacro en Falencia. Falencia, Obispado, 1971-1978. 5 vols., láms. 22,5 cm. Contiene: I . Introducción o pre­sentación de la colección o serie, 329 págs. I I . La Navidad en el arte palentino, 319 págs., 1 h. I I I . La Pasión y Resurrección del Señor en el arte palentino, 5't4 págs., 1 h. IV. Santa María y Santiago en el arte palentino, 650 págs., 3 h. V. El Museo Diocesano de Arte. 234 págs., 3 h.

De Falencia sabe uno que fue buena tierra para jugar partidas guerre­ras, de reyes entre sí o de nobles contra monarcas, en siglos pasados. Tam­bién acaso tuvo brillo y muy firme pulso cultural en el primer tercio del XVI. ¿Y después? Corriendo mundo, uno p>odía encontrarse con su nombre al lado de muchas piezas de museo o escuchar que había sido uno de los paraísos terrenales del arte más celestial. Forque, en efecto, la extrema necesidad unas veces, que obligaba a sacrificar la parte para salvar el todo, y en otras ocasiones un cierto espíritu chamarilero y la incuria de muchos años por parte de algunos eclesiásticos, contribuían a dar la impresión de que poco a poco la provincia —¡jor cuanto se refiere al arte religioso o sa­cro—' estaba siendo sacada a subasta.

No ha sido así, aun habiendo razones j>ara que lo pareciera. Para de­mostrarlo, ahí están los volúmenes del Catálogo monumental de la provin­cia de Falencia intentando fijar la abundancia fluvial del arte palentino, coincldente, en cuanto a límites, en sus vertientes civil y eclesiástica, des­pués del arreglo de los límites diocesanos. Ix) que es más importante: no va a seguir siendo así. Contra el dicho de «quien sabe lo que tiene, poc(j tiene», la diócesis palentina ha decidido examinarse detenidamente el fo­rro de los bolsillos. El bosque está ahí y hacía falta contar los árboles. Se ha hecho, y a partir de ahora los árboles van a dejar ver el bosque. Mien­tras se deshabita y se sostiene a duras penas la tierras de pan llevar, sal­tan a primeros términos los viejos habitantes de los frisos románicos y gó­ticos, los protagonistas de la piedra y la madera policromadas, los pobla­dores de los dorados retablos, coronados de doseletes o ensamblados con la sabia y poderosa arquitectura del Renacimiento. Calvarios, artesonados, retablos, templos, tablas, óleos, pilas bautismales, rejas... No me pidáis que hable en frío de todo esto, dotado ya por esta obra de presencia ciu­dadana y de carnet de identidad, puesto que partida bautismal ya la tenían de muy antiguo.

Este es el mérito principal de la obra que comentamos. Partió el im­pulso inicial de un obispo palentino de retablo, don Anastasio Granados; se sostuvo con la colaboración del Obispado, la Diputación Provincial, la Delegación de Información y Turismo (de Cultura, más tarde) y la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Falencia (esta última hasta el tomo IV) ; se llevó a cabo por la Comisión Diocesana de Arte, personificada en Ángel Sancho Campo, a quien la afición primero, la dedicación después y el es­tudio de libro y «de campo» por fin han convertido en un especialista apa-

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sionado del arte palentino. La obra, que ha de continuar todavía en nue­vos volúmenes (ya se anuncia el VI, sobre la arquitectura en el arte palen­tino), es un verdadero «corpus», sobre todo gráfico, del arte palentino, que se pretende agrupar por razones temáticas (tomos I I , I I I y IV), topográ­ficas (V) u ocasionales (I).

El tomo I lleva una introducción «resentida» —si se me quiere enten­der el término— sobre la actitud del Estado frente al tesoro de la Iglesia. Estamos ante un viejo cantar, en el que es preciso un cambio de mentali­dad por ambas partes. ¿El pueblo de Dios es el pueblo sin más? ¿La con­servación «in situ» es viable? Contestar a estas dos preguntas supondría una búsqueda de soluciones. De momento, no podemos por menos de sentir respeto por las lamentaciones ante una tierra que se despuebla y que ha sido despojada. Las páginas preliminares justifican además la publicación en la necesidad de reunir las obras palentinas restauradas en los últimos tiempos, y contiene un sumario de las mismas por grupos arqueológicos y temáticos. Se nos presenta después la ruta de las pinturas murales, a propósito de la aparición de otras nuevas en San Cebrián de Muda y Montoto de Ojeda; se dicta una lección sobre las reformas en altares, presbiterios y baptiste­rios de acuerdo con el nuevo espíritu litúrgico ; se habla de los hallazgos arqueológicos más recientes; se da una guía del arte sacro en Falencia, se­ñalando las rutas más impiortantes, acompañadas de notas históricas; se enumeran las obras en curso y se ofrecen los documentos más recientes, con normas sobre el arte sagrado. Estamos, pues, ante una obra pastoral en parte y en parte reivindicativa, muy bien dotada gráficamente con un buen número de fotografías hasta ahora completamente desconocidas. Este volumen queda como testimonio de un punto de arranque en 1970 y do­cumento de una batalla acaso desesp)erada por la conservación y restaura­ción monumental y artística en una provincia cuya frondosidad en piezas valiosas es sencillamente increíble.

La memoria de una exposición monográfica sobre el tema navideño da lugar al tomo I I , con unas palabras del obispo Granados, una carta de José Gudiol que no pretende ser más que eso, una carta, y algunos textos que ya habían sido publicados en el tomo I. El resto está constituido por 27 fo­tografías de obras diversas, 42 de esculturas y 54 de obras pictóricas con breves textos que apoyan o comentan doctrinalmente la imagen. Un índice de láminas y otro alfabético de parroquias en que se conservan las obras sirven de complemento al volumen.

Una nueva exposición, esta vez en torno al tema de la Pasión, cele­brada en 1971, ocasiona el tomo I I I , que se abre con una explicación de motivos, continúa con una antología de textos evangélicos alusivos al tema, y termina con la parte iconográfica en piedras y muros (19 fotos), cuadros (56 fotos), esculturas (109 fotos), obras de orfebrería, otras artes menores y códices.

El tomo IV, basado en una exposición nonata, se ocupa de Santa María y Santiago, barajando lo doctrinal y lo artístico. Se escribe sobre la devoción papular mariana, con enumeración de las advocaciones palentinas desde el

Notas bibliográficat 691

siglo X hasta nuestros días; se recogen textos maríanos eclesiásticos y bí­blicos ; se presentan más de 200 fotografías de obras sobre piedra y cobre esmaltado, de obras de pintura, bordado y tejido y de obras escultóricas. Una presentación gráfica de los santuarios marianos mayores del Camino de Santiago en su aspecto artístico y monumental y de la devoción al após­tol cierran el grueso volumen. Es sumamente acertada la idea de ambientar muchas imágenes presentando su «casa» o monumento en que se guardan. Así, al pasar, me da la impresión de haberse olvidado de la Virgen de la Victoria, que dio nombre al pueblo de Carrión de los Condes cuando se lla­maba Santa María de Carrión.

El tomo V, por fin, con un sabroso prólogo «a la antigua usanza» de don Luis Morales Oliver, contiene la guía e historia del Museo Diocesano de Falencia. Se describe la sede (el antiguo palacio episcopal, que ha resultado así ser felizmente una casa ocupada en buena cohabitación con el archivo diocesano), y se recorren las diez salas de que consta con obras que van del siglo XII hasta la arqueta de Gaudí y la obra de Victorio Macho. Se ofrece testimonio gráfico de 187 grandes obras, se escribe de las obras en espera de ser expuestas, se muestra una serie de pilas bautismales y se hace la crónica arqueológica de varios hallazgos.

En conjunto, esta obra demuestra que la Delegación Episcopal de En­señanza y Arte sabe vigilar, asesorar y documentar, que la provincia de Falencia es todavía inagotable y que ha tenido la suerte de encontrar en Ángel Sancho una mano entendida e incansable. Antes o después de un viaje por la provincia, estas páginas resultan de una abrumadora elocuencia.

Y ahora, sin tono magisterial alguno, voy a permitirme unas observa­ciones de lector interesado en el asunto. Hay otros muchos temas posibles (infancia de Cristo, vida pública, hagiografía, iconografía, tema históri­co...) y otros muchos objetos (sillerías, cantorales, órganos...), y yo sé, por consiguiente, que pueden salir otros volúmenes. La orientación general me parece acertada: no se trata de divulgación turística, sino de pedagogía pastoral y afán restaurador. For ahí hay que seguir, aunque se sepa (y pien­so en el inmenso navio de Támara) que va a ser en buena parte batalla per­dida. Pero la metodología de trabajo debe ser más estricta (en la ordena­ción de los materiales, en las introducciones históricas o críticas de con­junto) y mayor el rigor catalográfico (con indicación de tiempo, dimensio­nes, escuela y taller, motivo, procedencia, material, planta de edificios, etc.). También es exigible una acomodación más estrecha a las normas editoriales en la confección del libro (el tomo I , por ejemplo, lleva doble portada). Ya que no se ha hecho hasta ahora, habrá que pensar al fin en un índice cro­nológico y en otros de artistas, lugares, motivos, así como en alguna orien­tación bibliográfica detenida. Y no hablo de la calidad de las fotos, casi siempre apreeiable, porque sé que es pedir gollerías exigir el perfecto en­foque de un capitel situado acaso a considerable altura o la captación com­pleta de un inmenso retablo que no se halle «transfigurado» jwr el sol, como es el caso del de Santa María del Castillo de Frómista en ei tomo IV, o bordeado de sombras.

692 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

Y no digo más. Aquí queda una obra de innegable valor testimonial para la cultura española y de gran calidad pedagógica cristiana. En otros días no se les secaban a los artistas plásticos ni manos ni ideas, como puede apreciarse por esta especie de inventario. El historiador, el teólogo y el sociólogo deberán decirnos por qué. El arte sacro en Palencia desvela una serie de obras sobre las que hay que seguir velando y trabajando.—MANUEL CARRIÓN.

PAZ, Julián: Castillos y fortalezas del reino. Noticia de su estado y de sus alcaides durante los siglos XV y XVI... Prólogo del marqués de Lozoya. 2." ed. Madrid [Atlas], 1978, 179 págs., 2 h. 22 cm.

Costeada por el hijo del autor, y con un bello prólogo del marqués de Lozoya —uno de sus últimos escritos—, aparece esta nueva edición de una obra fundamental jwra el conocimiento de los castillos esjjañoles; su texto e índice habían aparecido en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos de 1911 a 1913 (tomos XXV-XXIX), y en 1914 se hizo una separata reu­niendo estos artículos, con tirada limitadísima y hoy extraordinariamente rara. Se trata de un extracto de datos históricos relativos a castillos, saca­dos de un legajo del Archivo de Simancas que contiene una recopilación de datos estadísticos de las fortalezas del reino ordenada por Felipe I I en 1592, y de otros documentos del mismo archivo, o de otros. El interés de estos datos es muy variado, ya que, por ejemplo, se pueden encontrar en ellos noticias de ¡lersonalidades importantes de la época; sin embargo, es una lástima que no se cite en cada caso el archivo, sección y legajo del docu­mento que se recoge.

La obra está ordenada ix)r orden alfabético de localidades que poseían castillo o estaban fortificadas (tal como apareció en su edición original), y de cada castillo o fortaleza se dan detalles sobré su situación, el tipo de construcción, su armamento, quiénes eran sus tenientes y alcaides, etc. La cantidad de datos que se dan varía considerablemente de unas fortalezas a otras, pues mientras en unas ocasiones se limita a citar quiénes eran sus alcaides, en otras constituyen auténticas monografías, como las de Almo-naster. Jerez de la Frontera, Mahón (con interesantes datos de los archi­vos nacionales de París), Plasencia, Santa Fe, etc.

Se cierra este libro con un índice alfabético de personas, que envía a la localidad en que se citan, y con un breve índice de vocablos antiguos o técnicos, que quizá hubiera debido alcanzar un mayor desarrollo.—M. SAN-CHEZ MARIANA.

Notat bibliográficas 698

R O D R Í G U E Z B A L B I N , Herminia: De un monte despoblado a un Fuero Real, 700 a 1H6. Estudio sobre los primeros siglos del desarrollo urbano de Oviedo, Oviedo, Universidad, 1977. 486 págs, con láms. 25 cm. Tesis Univ. Oviedo.

Nos encontramos ante la publicación de una tesis doctoral modélica, tanto por los métodos empleados en su elaboración, que encajan plenamente en lo que debe ser un trabajo universitario de investigación, como pwr el afán de la autora en llevar a su extremo las posibilidades de dicha inves­tigación, extrayendo todas las conclusiones pwsibles. Tal como indica el doctor Uría Ríu en el prólogo a esta obra, la investigación en el terreno del urbanismo altomedieval es ardua e incierta, obliga a exponer constan­temente hijjótesis sin llegar a conclusiones definitivas, pero a la vez es del más alto interés y de la mayor dificultad, y requiere unas dotes especiales de paciencia y atención. La autora de este trabajo sobre los orígenes y primitivo desarrollo urbano de Oviedo ha dedicado mucho tiempo a exa­minar con atención los documentos existentes en varios archivos y biblio­tecas (de Oviedo y Madrid, principalmente), ha recopilado y asimilado una abundante bibliografía, y con este bagaje, se ha lanzado a estudiar los problemas del primitivo urbanismo ovetense sobre el terreno, utilizando métodos prácticos como complemento de los testimonios documentales. El resultado ha sido este libro primorosamente editado y cuidado en todos sus aspectos, tanto en la tipografía como en las ilustraciones, en negro y en color, que reproducen todos los documentos y testimonios de interés, y muy especialmente en los interesantes y expresivos gráficos que la autora realizó expresamente como resultado de sus investigaciones.

Comienza la obra examinando las circunstancias geográficas del empla­zamiento de la ciudad, es decir, el aspecto físico del monte sobre el que, en el siglo vin, se emplazaría el monasterio de San Vicente, y en torno al mismo la corte de Fruela y Alfonso I I . Trata de descubrir, a través de los textos y de los restos vegetales centenarios que han llegado hasta la época moderna, el tipo de bosque que cubriría el monte sobre el que se asentó la ciudad: hacia el año 700, el monte ovetense sería un esplén­dido bosque de robles, castaños, fresnos y nogales.

El primitivo asentamiento sobre dicho emplazamiento geográfico debió ser el monasterio de San Vicente, en torno del cual se establecería un háBi-tat rural, pues tal como era frecuente, los monjes, quizá huidos de la zona musulmana, trasladarían su ganado, aperos de labranza, etc., llevando tras sí una serie de familias que junto con los monjes formarían la comunidad rural, haciendo del cultivo de la tierra y de la ganadería su medio de vida.

Los investigadores modernos disienten en cuanto a atribuir la funda­ción de Oviedo a Fruela o a Alfonso I I . Aquí se estudian los textos clave para la determinación de este hecho, tomados de los más antiguos croni­cones y anales que hacen a él referencia (la Crónica de Albelda, la de Al-

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fonso I I I , la Nómina leonesa, las Crónicas Silense y Najerense, las de Lucas de Tuy y de Jiménez de Rada, la Crónica general), examinando detenida­mente algunos textos básicos como el Testamento de Alfonso I I , o diver­sos documentos compilados por don Pelayo en el Libro de los Testamen­tos, y llega a la convincente conclusión de que Fruela debió ser el funda­dor de Oviedo al establecer allí su corte, si bien Alfonso II engrandecería notablemente con sus edificaciones dicha ciudad, y sobre todo la fortificaría, rodeándola de su célebre muro, a la vez que reconstruía las primitivas edi­ficaciones de Fruela, como la célebre iglesia del Salvador, de planta basi-lical y con doce altares dedicados a los doce apóstoles. Oviedo no recibiría una organización urbana hasta tiempos de Alfonso II , de cuyas espléndidas construcciones se hacen eco las crónicas, no sólo en cuanto a la arquitectura religiosa, sino también a la civil, si bien estos edificios regios contrastarían probablemente con un caserío pobre y no bien organizado. Se estudia espe­cialmente el posible emplazamiento del acueducto mencionado en el testa­mento del rey Casto, y a través del análisis de los textos y de un conoci­miento exhaustivo del terreno, la autor ha conseguido trazar unos gráficos del recorrido de dicho acueducto, de gran interés y bastante convincentes. También se estudia con la precisión posible el emplazamiento de la célebre muralla, corroborando la interpretación del profesor Uría relativa a un perímetro rectangular y más amplio que el supuesto iwr Selgas.

Continúa el estudio con uno de los capítulos más importantes, el dedi­cado al urbanismo ovetense en la época de Alfonso I I I , de cuya obra cons­tructora tenemos abundantes referencias en las crónicas y en los documen­tos (éstos, aunque interpolados o falsos en cuanto a su contenido, nos propwrcionan abundantes datos topográficos auténticos, pues respondían a una realidad geográfica concreta), así como algunas lápidas y restos arqueo­lógicos conservados. La mayor parte de este capítulo lo dedica a comentar y situar tres lápidas: la colocada actualmente en. la catedral, copiada por don Pelayo en un privilegio falsificado, la del año 875 del Museo Arqueo­lógico de Oviedo, y la sin fecha del mismo museo; la primera de las tres, referente a una fortaleza erigida para contener el ataque de los norman­dos, es la que ofrece mayor interés, habiendo sido ampliamente discutida e incluso considerada falsa; aquí la autora sigue de cerca las interpreta­ciones del doctor Uría, haciéndose incluso portavoz de las mismas, pero ampliándolas y dándoles un contenido más general. Toda esta parte es enormemente compleja y está construida a base de hipótesis de imposible demostración, aunque tiene el gran interés de recoger todas las teorías e interpretaciones y examinarlas en conjunto. La autora concluye que la con­trovertida inscripción no se referiría a la fortificación de la ciudad, sino a una cerca interior que rodeaba estrechamente la hierápolis, y que más tarde, desaparecido este muro, se colocaría en su actual emplazamiento en la catedral. También examina, con profusión de documentación, la exis­tencia y emplazamiento de la fortaleza o castillo de Oviedo, y de los pala­cios que en la ciudad o sus alrededores edificaría Alfonso I I I , relacionando con ellos los restos arquitectónicos del museo de Oviedo y los descubier-

Notas bibliográficas 695

tos por Selgas en la iglesia románica de San Juan a ñnes del siglo pasado, para terminar con el estudio de la interesantísima y única construcción civil altomedieval que es la fuente de Foncalada.

Aunque después de Alfonso I I I Oviedo pierda su carácter de urbe re­gia, al pasarse la corte a León, su desarrollo urbano continúa, favorecido I»r el hecho de encontrarse en un cruce de caminos, asi como por las pere­grinaciones a Santiago, de las que constituía un jalón previo la visita a la Cámara Santa ovetense, especialmente desde que Alfonso VI hizo abrir el arca de las reliquias en 1075. Además, en esta época empieza a abundar la documentación de carácter privado. Se examina la documentación rela­tiva a las iglesias y monasterios y sus hospitales y hospederías de peregrinos anejos, desde los más importantes y antiguos, como los de San Pelayo y San Vicente, hasta otros menos conocidos, como los de Santa Cruz, Santa Marina, Santa María y Santa Águeda. Se insiste en otros aspectos intere­santes, como en los grupos nuevos de repoblación que atrae a la ciudad la ruta jacobea (los francos, los judíos); el aspecto que prestaría a la fisono­mía urbana la presencia de los hórreos mezclados con las edificaciones; la delimitación de las vías urbanas, en relación con las calzadas y caminos que confluyen en la ciudad (un interesante gráfico completa e ilustra los datos documentales aportados), etc. Para terminar el capítulo estudia los primitivos restos monumentales del Oviedo románico que han llegado hasta nuestros días, principalmente el pórtico del antiguo monasterio de San Pe-layo, y la torre vieja de la catedral, concluyendo con unas consideraciones sobre la nueva estructura urbana desde el siglo xi, que dará lugar al otor­gamiento de su Fuero por Alfonso VI.

El capítulo siguiente es una muestra del interés y exhaustividad con que la autora se planteó su trabajo, que le llevó a construir una maqueta topográfica de Oviedo sobre la que analizar la situación, emplazamiento y sucesivo desarrollo de esta ciudad durante sus cuatro primeros siglos: nos ofrece esta maqueta fotografiada con iluminación correspondiente a dis­tintos momentos del día, para apreciar mejor las curvas de nivel, y nos reconstruye en seis láminas lo que debió ser la evolución urbana de Oviedo, desde el bosque primitivo, pasando por el núcleo de San Vicente, la pobla­ción de Fruela, de Alfonso II y de Alfonso I I I , hasta la ciudad del Fuero y de los peregrinos.

Para terminar la obra, se revisan algunos problemas documentales y epigráficos, se establecen las conclusiones, y se resume el trabajo. Un índice cronológico de documentos utilizados, a modo de catálogo documental sobre los orígenes de Oviedo, y otros índices, cierran este libro, de cuya aparición nos debemos congratular los que nos interesamos por la alta edad media hispana, ya que en él hallamos, además de un bello volumen, un estudio del mayor interés.—MANUEL SANCHEZ MARIANA.

696 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

SIMPOSIO PARA EL ESTUDIO DE LOS CÓDICES DEL COMENTA­RIO AL APOCALIPSIS DE BEATO DE LIEBANA. 1976. Madrid: Actas del Simposio para el estudio de los códices del «.Comentario al Apocalipsis)!) de Beato de Liébana. I. Madrid, Joyas Bibliográficas, 1978. 291 págs., lám. 28 cm.

Acaba de aparecer el primer volumen del Simposio sobre los códices del Comentario al Apocalipsis de Beato, que tuvo lugar en densas jornadas de trabajo desarrolladas en los locales de la Biblioteca Nacional los días 22 a 25 de noviembre de 1976, en las que un selecto grupo de especialistas pre­sentaron unas ponencias que resultaron siempre de interés y en ocasiones de especial valor para el conocimiento del contenido y de la ilustración de los mencionados códices. En este volumen se reúnen las ponencias, comuni­caciones y coloquios relativos al estudio de la época de Beato, a los aspectos textuales, codicológiccs y paleográficos; quedando para otra ocasión —que esperamos y deseamos sea próxima— la publicación de los trabajos que hacen referencia a la ilustración de los códices y al arte de la época.

Tras una breve y ceñida presentación del organizador del Simposio, Car­los Romero de Lecea, y una introducción de Manuel C. Díaz y Díaz, en que enmarca los temas de estudio que se plantearon en el Simiwsio y expone de un modo general los problemas que surgen del examen de los Beatos y sus posibilidades de enfoque, se incluyen las ocho ponencias y las cuatro comunicaciones, de las que seguidamente haremos una breve reseña.

Claudio Sánchez Albornoz: El «Asturorum regnum» en los días de Beato de Liébana. Como es de suponer, se trata de un estudio magistral que resume otras obras extensas del ilustre historiador; estimo, sin embargo, excesiva la insistencia en atribuir el himno acróstico jacobéo dedicado a Mauregato a la pluma de Beato, pues como han demostrado Díaa y Díaz y otros parece poco probable que fuese su autor.

El ilustre académico y bibliotecario don Luis Vázquez de Parga, en Beato y el ambiente cultural de su época, pwne de manifiesto, como en otros tra­bajos suyos, que la más rigurosa erudición no está reñida con el interés y la amenidad en la exposición; su estudio es fundamental para conocer la mentalidad de Beato situada en el ambiente de las disputas teológicas de su tiempo.

El profesor Ivés Christie nos ofrece en Beatus et la tradition latine des commentaires sur VApocalypse, el resultado de un minucioso análisis com­parativo de las estructuras de los comentarios de Beato y Autperto, con vistas a recopstruir la tradición del i>erdido comentario de Ticonio, y para tratar de establecer el influjo de éste en las posteriores exégesis apocalípticas.

Fuentes y tradiciones paleocristianas en el método espiritual de Beato es el título del trabajo presentado por el profesor Jacques Fontaine, en el que trata de desentrañar el significado de la compilación de Beato remon­tando a través de las tradiciones vigentes en la España visigoda hasta las fuentes paleocristianas recogidas por San Isidoro.

Notat bibliográficas 697

En la ponencia Sobre los códices de Beato, Anscario M. Mundo resume y comenta el catálogo de los códices conservados elaborado con ocasión de este Simposio.

La ponencia del profesor Sergio Alvarez Campos, que lleva el título de Fuentes literarias de Beato de Liébana constituye un minucioso y extenso trabajo que responde claramente a su título: la determinación precisa de las fuentes de cada uno de los pasajes del Comentario de Beato; trabajo que estaba ptor hacer, ya que se trata de una ingrata y larga labor. A partir de ahora, para cualquier estudio o edición del texto de Beato habrá que tener en cuenta este trabajo, en el que, tras establecer las fuentes de cada pasaje, se concluye que «todo lo que pudiera pertenecer exclusivamente a la pluma de Beato no pasa de una sola página: conjunciones, glosas brevísimas (que quizá tengan otro autor), vocativos, títulos (que pueden ser también ajenos)».

El trabajo del profesor Manuel C. Díaz y Díaz (La tradiciáti del texto de los Comentarios al Apocalipsis), denso y lleno de sugerencias, es uno de los más interesantes de los aparecidos en este volumen, y, por tanto, uno de los más discutidos en el subsiguiente coloquio. En realidad se trata de una toma de posición previa a una posible edición crítica del texto del Co­mentario al Apocalipsis. Pasa revista a todos los códices conservados, situán­dolos cronológica y geográficamente, establece sus relaciones fijando las co­pias perdidas de que derivaría cada uno, conjetura los desplazamientos de los manuscritos que darían lugar a la correspondiente tradición en cada zona. El trabajo está lleno de novedades e interpretaciones personales; destaque­mos únicamente dos aportaciones que por sí solas conferirían gran interés a este trabajo: la presentación del fragmento de Beato de San Pedro de Due­ñas de León, de comienzos del siglo x, recientemente descubierto por el autor; y la nueva interpretación de la enigmática fecha del Beato Morgan, que se sitúa en el año 962, fecha que desde el punto de vista estilístico es Ijerfectamente verosímil, y cuya interpretación en el asjiecto lingüístico re­sulta convincente.

La ponencia del ilustre paleógrafo y académico don Agustín Millares Cario asombra por la novedad y amplitud de planteamientos de un tema como el de los Problemas que suscita la escñtura de los Beatos, en el que él era ya reconocido maestro. Renovándose a sí mismo, el doctor Millares nos muestra un cuadro completo del origen y desarrollo de la escritura visi­gótica, partiendo de los dos más antiguos ejemplos del Oracional de Verona y del ms. 27 de Autun. Supone ser la minúscula redonda visigótica una adaptación caligráfica de la minúscula antigua, con influencia de la cursiva visigótica, y trata de fijar las etapas de su evolución, a través del análisis de los dos manuscritos citados, que relaciona por características paleográficas comunes, suponiendo a ambos originarios de la región pirenaico-catalana, y representantes de la tradición cultural visigótica, que en dicha región va a extinguirse poco después. Tras un breve análisis de las características de la escritura del Occidente his(>ano en sus dos primeros siglos, pasa a estudiar la paleografía de los códices de Beato, a los que relaciona con otros códices producidos tanto en la zona mozárabe, como en las regiones leonesa y caste-

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698 Revista de Archivos, Biblioiecas y Museos

llano-riojana. Con un breve análisis de los Beatos en escritura Carolina y gó­tica termina este importante trabajo, del que sólo hemos de lamentar que no se incluyan láminas por las que se pueda seguir la explicación de las dis­tintas características paleográficas.

Se recogen también en este tomo varias de las comunicaciones presen­tadas al Simposio, como unas interesantes Notas sobre el Beato de Tábara del Archivo Histórico Nacicmal, por Carmen Crespo Nogueira, quien ha dirigido la restauración de varios Beatos; o un documentado estudio de Gregorio de Andrés sobre Los cuatro códices Beatos del Escorial, y el de Guadalupe; o la presentación de Un mapa desconocido de la serie de los Beatos, descubierto por Luis Vázquez de Parga en la Biblioteca Ambrosiana de Milán. Pero quizá la más importante de las comunicaciones aquí editadas, que alcanza el desarrollo de una auténtica ponencia, sea la de Juan Gil, sobre Los terrores del año 800, en la que estudia con gran clarividencia el tema del milenarismo, y presta un claro servicio a la causa de la atribución del Comentario apocalíptico a Beato, poniendo en relación dicho Comentario con el Apologético y con otros datos que conocemos acerca de la persona­lidad de su autor.

La mayoría de las ponencias aquí editadas van seguidas de un extracto del coloquio que tuvo lugar a continuación de cada una. Creemos innecesario insistir más sobre el gran interés que ofrece este conjunto de estudios.— MANUEL SANCHEZ MARIANA.

ANTONI M.» ARAGO I RAFAEL CONDE: El Llibre Vermell de Ciu-tadella, Cathleg deis seus documents. Barcelona, Gráf. Instar, 1977. Obsequi de Banca Catalana a la ciutat de Ciutadella. 211 págs., 2 h. 21 cm.

Nuestros compañeros del Archivo de la Corona de Aragón, Antonio M.* Aragó y Rafael Conde, han procedido a la catalogación de los diferentes documentos que integran el Llibre Vermell de Ciutadella, cartulario compi­lado, en cuanto a su núcleo esencial, en el siglo xvi e incrementado poste­riormente en el xvm con nuevos documentos.

La edición ha corrido a cargo de la Corporación Municipal de Ciudadela y ha sido concebida como un catálogo diplomático, con el acompañamiento de los instrumentos precisos y adecuados para facilitar su consulta.

En cuanto a sus características externas, el Cartulario constituye un volumen de 498 folios, con algunas hojas sueltas y mide tO,5 x 27,8 cm. Tanto las hojas como su encuademación han sido restaurados recientemente por don Jesús Vallina, profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Bar­celona.

Desde el punto de vista interno, el Cartulario contiene 550 documentos y referencias que abarcan hasta 1710, partiendo de la conquista de Ma­llorca.

El 9 de julio de 1558, calificado como <Día de la desgracia», el valioso

Nota» bibliográficas 099

Cartulario fue sustraído por los turcos en su ataque a Ciudadela, perma­neciendo en Constantinopla hasta unos años después, en que fue rescatado por doña Esperanza Alsina por cien doblas de oro.

A través, pues, de este millar de fichas o extractos analíticos, redactados pulcramente por los señores Aragó y Conde, se puede obtener una infor­mación amplia y detallada sobre el gobierno, la organización político admi­nistrativa, la vida económica y social de la isla.

En el estudio preliminar que precede al Catálogo, asimismo redactado por nuestros compañeros, se ofrece un amplio comentario sobre la entidad de ios privilegios generales, los oficiales reales (capítulo muy interesante, ya que ofrece noticias sobre su misión y competencias. Cítase, en primer lugar, al lugarteniente y procurador general, al lugarteniente o gobernador, que en época de la Casa de Austria recibió, además, el título de capitán general y que, a veces, era suplido por el «gerens vices gubematoris» o «portantveus»).

También estudian brevemente otros funcionarios adscritos a la gober-nación, como el asesor, el procurador fiscal, el escribano del tribunal de justicia, el portero real y el alguacil, que actuaba, al mismo tiempo, de car­celero.

Se dedican, igualmente, a analizar las funciones de la segunda autoridad de la isla, o sea, el procurador real, llamado también «procurador del reial patrimonii, del que dependían los oidores de cuentas.

En cuanto al régimen municipal, el primer estatuto municipal dado a Ciudadela es la Carta de repoblación de 1801, fiel reflejo del régimen otor­gado a Mallorca. Ambas ciudades eran consideradas como «caput insulae», con jurisdicción sobre todo el territorio. En tiempo de Pedro el Ceremonioso se introduce por vez primera el sistema de insaculación, que sólo duró hasta 1877.

Durante su mandato, los jurados eran inviolables; a ellos competía la elección del clavario o administrador económico, del «mustassaf» y de dos oidores de cuentas.

La administración de justicia corrió a cargo, desde un principio, del lugarteniente. Poco a poco, va aumentando sus facultades, hasta llegar a dejjender exclusivamente del rey. Se observa, igualmente, una ampliación muy considerable del poder de los magistrados menorquines, tendentes a la autonomía.

La Corona contaba para la recepción de derechos y rentas a ella per­tenecientes, con el procurador real. Existían, además, los impuestos indi­rectos: el de la lana, trigo, aceite, queso y pescado.

Junto a los derechos fiscales ordinarios, se votaban también ayudas eco­nómicas de carácter extraordinario, como bodas de princesas o causas rela­cionadas con las guerras de Genova, Castilla o Cerdeña.

Hemos dedicado amplio comentario a la exposición de los distintos co­metidos a cargo de los oficiales reales, pues los señores Aragó y Conde los han expuesto con tanta claridad que bien pueden servir de ayuda no sólo al archivero, sino al investigador inquieto.

700 Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos

A continuación se estudia la defensa de la isla (a cargo del lugarteniente o gobernador, que, según se ha diclio con anterioridad, recibe en época posterior el título de capitán general); la Iglesia, la demografía (según el Llibre Vermell, bastante débil), las clases privilegiadas (militares y sacer­dotes), los esclavos (que, en Menorca, durante la Edad Media fueron mu­chos), la moneda, que la isla no poseyó hasta la época de Alfonso el Mag­nánimo ; los recursos naturales (economía agraria, caza, pesca, restos de los naufragios).

En cuanto al paisaje agrario, resulta imposible reconstruirlo documen-talmente, así como obtener un amplio conocimiento de la propiedad agra­ria a base de los documentos facilitados por el Líí6re Vermell.

La agricultura menorquina se presenta muy deficitaria en la producción básica de la alimentación humana mediterránea. Multitud de documentos refieren la prohibición de salida del tr igo: dicha documentación podría com­pletarse, si algún día llega a escribirse la historia de la isla, con las fichas que redactaron en 1955 y años subsiguientes, los señores Martínez Ferrando, Francina Solsona, Teresa Basora, Margarita Tintó y Josefina Font, bajo dirección del primero y por iniciativa del entonces director general don Fran­cisco Sintes y Obrador del Rossell, originario de la isla.

En cambio, la cría de ovejas, cabras, cerdos, caballos, asnos y bueyes presentaba en Menorca gran importancia; incluso, cierto excedente que les permitía exportar, en una primera época, al Rosellón, Mallorca y dominios del sur de Francia y a partir de la reincorporación del reino a la Corona de Aragón, a Cataluña y Macorca. Ello dio origen, igualmente, a la expor­tación de lana.

La artesanía de la isla se va desarrollando a lo largo del siglo xiv: pero de todos los grupos artesanos, el más documentado es e l , referente a los tejedores. También se encuentran, en el mencionado Cartulario, noticias sobre el comercio, la marina y el urbanismo (construcción de murallas, por ejemplo).

En resumen, el abanico de temas expuesto pov los señores Aragó y Conde en el estudio preliminar a base de un detenido estudio de los 550 documen­tos cuyos aregesta» se ofrecen, constituyen un magnífico instrumento analí­tico de penetración dentro de la contextura del mencionado Cartulario, cuya presentación (págs. 7-10) ha corrido a cargo de don Federico Udina Marto-rell, director del Archivo de la Corona de Aragón.

A continuación de los «regesta» de los documentos contenidos en el tan­tas veces citado Llibre Vermell, figura un índice sistemático de materias, una relación de oficiales y cargos municipales y un índice de nombres de personas.—F. SOLSONA CLIMENT.

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LAMINA IV

Ari'ibü: l'reiitL' de lii estela ni'iiii. -i-. Abajo: Rt'vcrüo de la estela mim. -i

R E V I S T A D E A R C H I V O S B I B L I O T E C A S Y M U S E O S

LXXXI, n.° 8 MADRID julio-septiembre 1978

Í N D I C E

PAOS.

AVILES, Miguel; MARTÍNEZ MILLÁN, José, y PINTO, Virgilio: El Ar­chivo del Consejo de la Inquisición 459

ANDRÉS, Gregorio de : Nuevas aportaciones documentales sobre los códices (uBeatos-o 519

BEUTRÁN, Luis: Los sentidos del caos: El «Eya Velar» y la Crucifi­xión de York 533

CARRIÓN, Manuel: Gómez Manrique y el protonotario Lucena: Dos cartas con memoria de Jorge Manriqtie 565

ESCOLAR SODRINO, HijMlito: Alejandría y su Museo 583 CERDESO SERRANO, María Luisa: Un nuevo tipo de fíbulas en la ne­

crópolis de Prados Redondos (Guadalajara) 605

V A R I A

CÁBELO CARRO, María Paz: Cerámica tipo linea roja y negra de Costa Rica, en el Museo de América 619

CARRIÓN, Manuel: Ejcposiciones en la Biblioteca Nacional 625 Cooperación entre Bibliotecas Nacionales 629 Jean Babelon (1889-1978) 683

— — La Junta Técnica de Bibliotecas 685 Oposiciones a ingreso en el Cuerpo Facultativo 641

CASA-MARTÍNEZ, Carlos F. de la: Un interesante grupo de estelas dis­coideas halladas en torno a la ermita románica de Tiermes 645

DEXEUS, Mercedes: A propósito de una empresa bibliográfica 659 MOLINA LEMOS, Lucio M. : La colección de ídolos-cilindro del Museo

Arqueológico Provincial de Badajoz, procedentes del sepulcro me-galítico de Los Fresnos 669

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 679


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