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Evolución y Cultura

Date post: 14-May-2023
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OMAR ROSAS Evoluciôn y cultura "Descendre d'un singe , mon clter, espérons que ce/a n'est pas uftti, et si cela était, prions pour que cela ne se sachepas !" Comentario de la esposa del obispo inglésWorcester a Emmanuel Frémiet hacia 1860, citado en Ducros et Ducros,2000. INTRooUCCIÔN n 1859 tuvieron lugar en Europa dos acontecimientos diferentes que agitaron la vida intelectual de dos grandes capitales.En Londres, la publicacidn del libro sobre el Origen de las Especies de Charles Darwin, agotado en pocos dfas, marcaba una nueva pauta en el medio cientifico mundial. Al otro lado del Canal, en el Salon des Beaux-Arts de Parfs, se prohibfa la exhibiciôn de la famosa escultura de Emmanuel Frémiet que lleva por titulo Gorille enleuant une femme. Gracias al apoyo del superinten- dente de Bellas Artes de Napoleôn III, la esculturafue finalmente presentada en un nicho cubierto por un velo, despertando asi todo tipo de comentarios en la sociedad parisina,desde los mâs grotescos hastalos mâs ingenuos.Sin embargo, mâs allâ de una coincidenciaanecdôtica, lo que se manifestaba aqui eran dos nuevas actitudes frente a la simple posibilidad de que el ser humano se viera inexorablemente ligado, a través de la ciencia o del arre, a unas criaturas poco conocidas, bastante temidas e insuficientemente valo- radas. Por una parte, la hipôtesis cientifica segûn la cual un proceso evolu- tivo habrfa conducido a un grupo de primates a un estado actual de desa- rrollo que culminaba, por lo menos provisionalmente, en el ser humano moderno, amenazaba la estabilidad de la creencia, durante siglosmantenida y reforzada, en el acto inefable por el cual los seres humanos habrian sido
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O M A R R O S A S

Evoluciôn y cultura

"Descendre d'un singe , mon clter, espérons que ce/a n'est pas uftti,

et si cela était, prions pour que cela ne se sache pas !"

Comentario de la esposa del obispo inglés Worcester a Emmanuel

Frémiet hacia 1860, c i tado en Ducros et Ducros, 2000.

INTRooUCCIÔN

n 1859 tuvieron lugar en Europa dos acontecimientos di ferentes que

agitaron la vida intelectual de dos grandes capitales. En Londres, la

publicacidn del libro sobre el Origen de las Especies de Charles Darwin,

agotado en pocos dfas, marcaba una nueva pauta en el medio cientif ico

mundial. Al otro lado del Canal, en el Salon des Beaux-Arts de Parfs, se

prohibfa la exhibiciôn de la famosa escultura de Emmanuel Frémiet que

lleva por titulo Gorille enleuant une femme. Gracias al apoyo del superinten-

dente de Bellas Artes de Napoleôn III, la escultura fue finalmente presentada

en un nicho cubierto por un velo, despertando asi todo t ipo de comentar ios

en la sociedad par is ina, desde los mâs grotescos hasta los mâs ingenuos. Sin

embargo, mâs al lâ de una coincidencia anecdôt ica, lo que se manifestaba

aqui eran dos nuevas actitudes frente a la simple posibil idad de que el ser

humano se viera inexorablemente l igado, a través de la ciencia o del arre, a

unas criaturas poco conocidas, bastante temidas e insuficientemente valo-

radas. Por una parte, la hipôtesis cientif ica segûn la cual un proceso evolu-

tivo habrfa conducido a un grupo de primates a un estado actual de desa-

rrol lo que culminaba, por lo menos provis ionalmente, en el ser humano

moderno, amenazaba la estabi l idad de la creencia, durante s ig los mantenida

y reforzada, en el acto inefable por el cual los seres humanos habrian sido

Françoise Dublet
Text Box
Revista Al Margen 7/8, 2003, pp. 5-27

A L M A R G F - N

creados a imagen y semejanza de Dios. El temor f rente a ta l amenaza des-

pertô en un buen nûmero de conciencias una mezcla de escept ic ismo y

clesazôn que las palabras de la esposa del obispo \ùTorcester, c i tadas como

epigrafe, ref le jan de manera paradigmât ica. Por otra parte, e l hecho de ver

reflejadas a través del sublime arte de la escultura ciertas semejanzas morfoldgicas

que dejabar-r intuir a l mismo t iempo sirni l i tudes dc comportamiento entre

los g randes s imios y e l hombre , p rodu jo un sent im ien to de repu ls iôn , ya que

dicha imagen atentaba contra la integr idad de la idea de una civ i l izaciôn

despojada de los r . lsgos ar-r imales que eran considerados entonces como si-

nônimos de bn-r ta l idad, lu jur ia y, por qué no decir lo, de pecado.

E,stos dos ti1-ros cle actitudes compartiân una base comitt-t. Aunque en la

ant igt iedad Ar istôrcles ya habfa real izado descr ipciones de algunos pr imates

en sv Historid de los Anima/es, dotândolos de una naturaleza intermedia

enrre la del hornbre y los cuadrûpedos, y Pl in io el Anciano, en su Histor ia

natt t ra l is , habia hablado de los "sât i ros" que se encontraban en el or iente de

la lndia, animales r : ip idos para correr y que marchaban a veces en dos patas,

a veces en cuatro, es preciso recordar que aûn en el s ig lo XIX los cotroci-

mientos de los ellropeos referentes a las caracteristicas y la vida de los primates

eran, en gr:rn parte, la herencia de innumerables récits de uoydges de expedi-

c ionar ios, misioneros y orros aventureros ql le entre los s ig los XVI y XVII I

habfan tenido un contacto mfnirno con los grandes simios. Incluso los pr i -

meros intentos taxonômicos ser ios, basados en los incipientes ensayos de

anatomia comparada, no habfan establecido claramente las di ferencias espe-

cf f icas enrre babuinos, chimpancés, gor i las y orangutanes, razôn por la cual

todos esros pr imates habian sido provis ionaln ' rente reunidos en un mismo

grupo. As f , pues , es pos ib le en tonces a t r ibu i r e l escept ic ismo y la repu ls iôn

respec to de nues t ra cercanfa con los p r imates a una auset tc ia de conoc imien-

tos s istemat izados y c laros, ausencia que parecia surgir de una esprecie de

" inst i r - r to" de auto-protecciôn de los seres humanos que les hacia temer el

drami i t ico efècto de colgar el retrato de un simio en la galer ia de ancestros

de la humanidad.

Afbrtur-radamenre hoy en dfa la s i t t raciôn es di ferente. La informacidn

respecro de nuesrros orfgenes evolut ivos c i rcula en m(r l t ip les medios de

comunicac iôn v e l ju ic io anatemat izador de la h ipô tes is evo lu t i va se ve res-

t r ing ido a c ie r tos ambien tes doc t r ina les . Cua lqu ie r lec to r , as iduo u ocas io -

nal, c1e ptrblicaciones com o Science, IVature o [Yotionrtl Geogrdpltic, const:rtarei

1a existencia c le un rango muy ampl io de invest igaciones sotrre los lazos que

nos unen a los p r i r -na tes no-humanos y sobre las "ex t raord inar ias" hab i l ida-

cles cogni t ivas c le los grandes sirnios, habi l idades que van clesde la fabr ica-

Omar Rosas Euolucitin

ciôn de herramientas sencil las para resolver tareas cognitiva y manualmente

complejas hasta la comunicacidn con humanos via el lenguaje de signos.

Emisiones de televisidn como Discouery Channel o BBC lVAture, sirvieron y

sirven para divulgar especulaciones, hipdtesis, datos empiricos e imâgenes

sobre la evoluciôn de las especies. Los parques zoolôgicos han contribuido

enormemente a la circulaciôn de informacidn sobre la vida social de los

primates, y muchos programas escolares de visitas guiadas han permitido a

nifros, jdvenes y adultos acercarse al asombroso e interesante mundo de los"animales con forma humana".

Los lectores movidos por la curiosidad fi logenética o incluso por el sim-

ple gusto l iterario habrân consultado los trabajos, elegantemente escritos y

documentados, de las discfpulas del famoso antropôlogo Louis Leakey, a

saber, Jane Goodall, Diane Fossey y Biruté Galdikas sobre los chimpancés,

gorilas y orangutanes respectivamente. Gracias a la labor desarrollada por

estos medios de difusiôn aprendemos a distinguir las ubicaciones geogrâficas

de los grandes simios y las diferencias morfoldgicas y comportamentales

entre el chimpancé, el gorila y el orangutân, aunque distinciones mâs agudas

en el mismo nivel, como las que existe n entre un chimp ancé (Pan troglodytes)

y un bonobd o chimpancé pigmeo (Pan paniscus) precisen de un mayor

grado de atenciôn.

Todo este trasfondo de informacidn ha contribuido a la construcciôn de

una idea general que nos permite clasificar, por lo menos intuit ivamente, a

los grandes simios como miembros de una especie que posee "inteligencia"

y al mismo tiempo establecer lazos evolutivos entre los primates no-huma-

nos y el hombre contemporâneo. Las especulaciones cientff icas y populares

en torno al famoso tema del "eslabôn perdido" contin(ran acrecentando nuestra

curiosidad caracterfstica, permitiéndonos reconstruir una cadena de procesos

y etapas que debieron haber tenido lugar en alg(rn momento de la historia

evolutiva y que continuarân mientras la tierra siga siendo habitable. No

obstante, aun otorgândole un cierto grado de plausibi l idad a la hipdtesis

evolutiva, resulta inevitable preguntarse cuâl o cuâles habilidades de los primates

no-humanos pueden ser evaluadas como points de repère vâlidos para explicar

el surgimiento del Homo sapiens como especie tfpicamente "cultural". ;Fueacaso un dominio avanzado de las habil idades manuales que permitieron el

uso y la fabricaciôn de nuevos instrumentos para resolver problemas técnicos

de la v ida cot id iana -com o la caza, la recoleccidn, la construcciôn de viv ien-

da o la guerra- lo que condujo a un grado elevado de evolucidn en los

primates? ;O quizâs lo que resultô decisivo fue la aparicidn de nuevas ha-

bil idades sociales, hasta cierto punto sofisticadas, gracias a las cuales los

A L M A R G L , N

pr imares lograron construir sociedades cimentadas en la jerarquia, la colabo-

raciôn, la compet ic iôn, e l respeto de las normas y la planeaciôn ant ic ipada

de actividades?

En las l ineas que siguen examinaremos de qué manera la hipdtesis de la

" intel igencia social" , emit ida desde la interfaz entre la psicologia comparada,

la antropologia y la pr imatologia, intenta dar respuesta(s) al espinoso Pro-

blema de la evoluciôn cogni t iva de los pr imates en general y de los humanos

en parr icular. Anal izando los presupuestos, a lcance y l fmites de dicha hipô-

tesis, consideraremos las razones por las que podemos afirmar, sin ruborizarnos,

que los pr imates no-humanos, bonobôs, gor i las, orangutanes, y especialmen-

te los chimpancés, son animales cul turales. Esto supondrâ enunciar algunas

preguntas que revelarân la necesidad de reformular y ampliar nuestro con-

cepto contemporâneo, popular y/o c ient i f ico, de cul tura.

LA FUNC]ION SOCIAL DE, LA INTE,LIGL,NCIA

En un bril lante y audaz articulo que lleva por tftulo 7'he Social Function of

Intellect, el psicôlogo Nicholas Humphrey (1976) formulô la hipôtesis segûn

la cual las facul tades intelectuales super iores de los pr imates evolucionaron

como una adaptacidn a las complej idades de la v ida social . Su anâl is is Parte

de una anécdota econômica. Se dice que Henry Ford sol ic i td en Norteamérica

una invest igaciôn de los depdsi tos de chatarra para saber qué partes del

modelo Ford T nunca fal laban. Los inspectores, a l presentar t iempo después

sus respectivos inlrormes, indicaron que casi todas las partes del modelo (los

frenos, pistones, etc.) fa l laban en algûn momento. Pero también l lamaron la

atenciôn sobre una excepciôn, los ejes, que duraban muchos afros en muy

buen estado. Con una lôgica inf lexible, Ford concluyô que los ejes eran

demasiado buenos para su tarea, asi que ordenô que desde ese momento en

adelante fueran fabricados de acuerdo con especificaciones de menor cali-

dad. Comentando esta histor ia, Humphrey concluye que la naturaleza debe

ser muy probablemente un economista tan cuidadoso como Henry Ford.

El la no tolera una exageraciôn innecesar ia en sus l fneas de producciôn;

capacidades excesivas son reducidas y otras nuevas especificaciones se agre-

gan en el momento y lugar requer idos. E,n este sent ido, se puede af i rmar que

no hay animales cuyas habil idades excedan las demandas de su vida natural.

Hasta la época en que aparcce publ icado ese art iculo (1 97 6) no exist ian

ser ias invest igaciones sobre la funciôn bioldgica de la intel igencia. Aunque

un buen nûmero de estudios sobre las habi l idades cogni t ivas en ciertas es-

pecies estaba a disposic idn, n inguno abordaba el problema de saber por qué

Omar Rosas Euoluciôn

dichas especies necesitan ese tipo de habil idades. La ausencia de investiga-

ci6n en este campo parec(a estar justif icada por la aceptacidn de una defi-

niciôn demasiado amplia o "generosa" del término inteligencia. Como lo

afirma Humphrey, si se toma como definicidn estândar aquella propuesta

por Heim (1970), segtin la cual la inteligencia es "la habil idad para com-

prender lo esencial de una situacidn y responder de forma apropiada", bas-

taria con sustituir la expresiôn "de forma apropiada" por la expresiôn "de

forma adaptativa" y el problema de la funciôn bioldgica de la inteligencia se

resolverfa de manera tautolôgica. Atin mâs, el hecho de definir la inteligen-

cia como "habi l idad" impl icaba la segur idad de que nadie cuest ionar ia las

ventajas biolôgicas de "ser hâbil (capaz)". Humphrey intenta, entonces, evi-

tar los riesgos de la dicha definiciôn y propone lo siguiente: "un animal

demuestra inteligencia cuando modifica su comportamiento sobre la base de

inferencias vâlidas a partir de evidencias" (p. 304). En este contexto, el

término "vâlidas" no sôlo se refiere a la validezlôgica (logically sound) como

tal , s ino también a la posibi l idad de que el animal obtenga ciertos benef ic ios

efectivos para su supervivencia. De esta manera, bajo el concepto de validez

se incluyen tanto los procesos de aprendizaie por asociaciôn como el razo-

namiento s i logist ico. Como corolar io de esta def in ic iôn, Humphrey der iva

una divisidn de la inteligencia en dos niveles: bajo y alto nivel (low-leuel;

high-leuel). Segûn su explicaciôn, se requiere un nivel bajo de inteligencia

para inferir que es probable que un acontecimiento x suceda simplemente

porque en el pasado, y en condic iones simi lares, r ha tenido lugar. Por el

contrario, se requiere un nivel alto de inteligencia para inferir que es pro-

bable que x suceda dado que x estâ implicado en una nueud conjunciôn de

acontecimientos. El primer nivel caracteriza una habil idad elemental y am-

pl iamente di fundida en el re ino animal. El segundo nivel , por el contrar io,

es especial ; a l l i se t rata de una " intel igencia creat iva", intel igencia caracter is-

tica de los primates mâs avanzados (grandes simios y el hombre).

Humphrey se propone, entonces, examinar las posibles funciones de la" intel igencia creat iva". E, l pr imer terreno en el que una intel igencia de este

tipo puede ser valiosa para un individuo es el de la invenciôn prâctica. Puede

pensarse aqui no sôlo en la fabricacidn de nuevas herramientas sino también

en el uso innovador de elementos ya existentes, incluyendo nuevas maneras

de ut i l izar los recursos del propio cuerpo. El caso t ip ico que se ci ta para

ejemplif icar el rol de la inteligencia creativa en la invencidn prâctica es la

capacidad que muestran algunos chimpancés para uti l izar ylo fabricar pe-

quef,os bastones de madera, especialmente largas asti l las de ârboles cafdos o

ramas que ellos mismos arrancan y perfeccionan, para cazar termitas en su

t 0 A L M A R C E N

nido. El método de ensayo-error apl icado por los chimpancés permite, en-

tonces, postular en estas cr iaturas un reconocimiento de las propiedades del

material uti l izado asi como un cierto grado de reflexidn para encontrar la

dimensidn apropiada y la forma adecuada de manejar el bastdn. En este t ipo

de acciones, dicha capacidad de reconocimiento se restringe a la interaccidn

fisica del individuo con su medio ambiente, sin que haya relaciôn directa

entre la invenciôn prâct ica y la v ida social del grupo. Es cierto que durante

estas actividades los jôvenes chimpancés observan atentamente cômo los

mayores construyen y ut i l izan los bastones, e incluso comienzan un Procesode emulaciôn que, a través de mrilt iples etapas y ensayos, culmina en un

actividad exitosa cuando el joven chimpancé logra capturar por primer^ vez

algunas termitas. Sin embargo, dado que no existen pruebas de una inten-

ciôn "pedagôgica" en los chimpancés adultos, el proceso de socializacidn de

la técnica no presupone un autént ico concepto de imitaciôn.

Esto no significa desacreditar el rol y la pertinencia de la invenciôn

prâctica en la vida cognitiva de los primates. Una lectura atenta de los

ejemplos de "tecnologias de subsistencia" presentados por Goodall (1960 y

Teleki ( I974) en comunidades de chimpancés hace evidente el conjunto de

ventajas que en términos de recolecciôn de alimentos significa la destreza en

la fabricacidn de herramientas. La idea general de Humphrey apunta mâs

bien a que no se puede explicar la evoluciôn de las facultades intelectuales

superiores de los primates sobre la base del éxito o el fracaso en sus "exâme-

nes prâcticos". Humphrey considera que es muy probable que la mayor

parte de las estrategias de soluciôn de problemas prâcticos que son evidentes

en los primates sean el resultado de procesos de aprendizaje que no precisan

de una inteligencia creativa. No obstante, aunque la vida de los primates

parece no requerir demasiado del lado de la invencidn prâctica, ella depende

crfticamente de la posesiôn de un amplio repertorio de conocimientos factuales

y técnicos, asi como de un amplio (re)conocimiento de las caracterfsticas del

medio ambiente.

El segundo terreno en el que Humphrey propone examinar el valor de

la inteligencia creativa es el de la vida social de los primates. El escenario

puede compararse al que presenta Daniel Defoe en su famoso libro Robinson

Crusoe. La cuestiôn de la supervivencia en una isla desierta, en donde es

preciso poner en marcha y/o inventar técnicas de producciôn de fuego,

elaboraciôn de una vivienda, encontrar agua potable, etc., no constituye, en

opiniôn de Humphrey, el verdadero desafio para una inteligencia creativa.

Lo que se revela como un verdadero challenge es la aparicidn de Viernes en

la is la. es decir . la dimensiôn de la interaccidn social d i recta. En una vida

Omar Rosas Euoluciôn

social compleja como la de los primates, los individuos obtienen beneficiostanto de la conservacidn de la estructura general de la comunidad como dela manipulaciôn de otros miembros dentro del grupo. Por esta razôn, lanaturaleza misma de su sistema social les exige calcular las consecuencias desus propios comportamientos, los comportamientos probables de los orros,el balance de ganancias y pérdidas, todo esto sobre una base social quecambia a medida que las sucesiones en la jerarqu(a del grupo se hacen

presentes. En un contexto como el anterior, la "habil idad social" va de lamano con la inteligencia, y las facultades intelectuales que se necesitan sonde un nivel considerablemente mâs elevado que las requeridas para la inven-ci6n prâctica.

Examinando con mâs detalle esa dimensiôn social, Humphrey considera

que las comunidades de primates atraviesan por dos etapas. En primer lugar,la comunidad funciona como una "escuela politécnica". All i se da la depen-dencia, hasta cierto punto prolongada, de los jôvenes respecto de los adultos.Existe una cierta l ibertad para experimentar y explo rar, y la presencia deadultos hâbiles en cuestiones de invenciôn prâctica permite a los jôvenes

involucrarse en el proceso de aprendizaje por emulacidn. Sin embargo, comose trata de una comunidad creciente, cambianre y expuesra a mûltiplesinteracciones con otros grupos de la misma especie o de especies diferenres,la convivencia de jdvenes, adultos, enfermos, etc., precisa de una buenadosis de responsabil idad y de tolerancia social. Las crisis internas que pue-den surgir en un tipo semejante de comunidad provienen de conflictos deintereses que van desde disputas por el alimento hasta rudos combates porel derecho a la reproduccidn. Pero esto constituye la primera erapa. Una vezlas demandas de la vida prâctica son satisfechas, la escuela politécnica enrraal segundo estadio y se convierte en una "comunidad colegiada' en la quelos conflictos de interés se convierten en conflictos "polit icos". Los miem-bros de la comunidad misma resultan ser mucho mâs desafiantes que loscompetidores o predadores exrernos al grupo. Esto permite pensar que siuna ventaja intelectual se correlaciona con cierto éxito social, y si el éxitosocial significa mayor fitness biolôgica, entonces todo rasgo heredado queincremente la habil idad de un individuo para manipular a sus colegas seproPagar(a râpidamente a través de la fuente genética. En este punro apareceun problema interesante y delicado que infortunadamente no podemos abordaraquf por cuestiones de espacio. Se trata del confl icto que opone las actitudesegofstas y altruistas en el seno del marco evolutivo de la comunidad -y porextensiôn, de la especie. Baste con decir que Humphrey menciona râpida-mente el aspecto de la empatfa (sympath) entre miembros de la comunidad,

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12 A I , M A R G E N

y la caracteriza como "la tendencia de parte de r-rn individuo a identif icarse

con otro haciendo suyos, hasta c ier to pl lnto, los objet ivos de este hl t imo" (p.

313). Serâ este concepto de empat ia, en opiniôn de Humphrey, el punto

mâs elevado al que ha conducido la evoluciôn de la intel igencia social en los

pr imates .

La inf luencia del ar t fculo de Humphrey ha sido considerable hasta el d ia

de hoy. Su hipôtesis de la funciôn social de la intel igencia desencadenô un

f- lLr jo dc estudios etolôgicos y psicoldgicos qlre comienzan a dar sus f rutos

actualmente. Para poder est imar el peso de tal inf luencia y las di ferentes

maneras cor lo la idea or ig inal se ha traducido en exper imentos e hipdtesis

nLlevas, consideremos :rhora algur-ras de las invest igaciones mâs destacadas

sobre la evo luc iôn cosn i t i va de los p r imates .

Pnttr.l,qtns N,{ Aeu IAVE t.tcos

La idea fur-rdamental propuesta por Humphrey cl io or igen a lo que se conoce

desde f i r ' ra les de los BOs con el nombre de hipôtesis c1e la " lntel igencia

Maqtr iavél ica" (Byrrre & \7hi ten, 19BB; \ùThi ten & Byrne, 1997). Whiten &

Bvrne cons ideran que en la func iôn "soc iA l " de la in te l igenc ia o la h ipô tes is

de la " in te l igenc ia soc ia l " (Kummer e t a l . 1997) , e l té rmino "soc iA l " no es

apropiado para ta l h ipdtesis. La razôn pr incipal es que un nûmero conside-

rab le de espec ies an ima les son soc i : r les s in ser espec ia lmente in te l igen tes . l . c r

que es pert inente resal t r r r en el caso de los pr imates es que la complej idad

de su vida social precisar de la fbrmaciôn de al ianzas y coal ic iones que son

constantemente fluctuantes. t,a hipôtesis de la inteligencia nraquiavell ica posttrla

las relaciones sociales entre pr imates como relaciones cle rnanipulaciôn y

engaf io (decept ior) , re laciones que se presentan en niveles cogni t ivanrente

sof ist icados. Segûn V/hi ten & Byrne, los pr i rnates actûlan a nrenudo "como

si" siguieran el dicton formulaclo por Maquiar.elo etr sLr texto E/ Principe para

rnanipular y ut i l izar socialmcnte i l sLrs cornpet idores v colegas (De \ùZaal ,

1 9 8 2 ) .

[Jr-ra c le las prediccior-res qLre surge de la l - r ipotesis de la intel isencia

maqtr iavél ica consiste en af i rmar quc una intel ige ncia social a l tamente desa-

rrol lad:r e jerce presiones select ivas de forma que, a lo largo del t iempo evo-

lutivo, existirâ LLn'à ltrms race conducida por un principio maquiavélico de

manipu lac iôn . S in embargo, la manera como la h ipc i tes is subraya las

interacciones compet i t ivas no debe ser considerada de fbrma mu\, ' restr ingi-

da. El término "maquiavel ismo", cuando se ut i l izer en el terreno de las re-

laciones humanas, se ref iere prâct icamente a un subconjunto de intercambios

Omar Rosas Euoluciôn

sociales caracterizado por su naturaleza explotadora y ego(sta. Y aunque se

pueda argumentar que el comportamiento animal puede ser egofsta de cara ala seleccidn natural, la cooperacidn entre individuos del mismo grupo puedeservir de igual manera para los fines evolutivos. Dado que las observaciones

en terreno sobre las coaliciones de los primates parecen revelar ese carâcter deexplotaciôn y aprovechamiento del medio social, junto con la capacidad deaprender socialmente de los otros, la inteligencia maquiavélica recoge en sumarco de explicaciôn la idea, sospechosa para muchos, de una "culrura" de los

primates (De \ù7aa1,2001). De lo anterior resulta que la hipdtesis de la inte-l igencia maquiavélica no es tanto una hipdtesis aislada como un conjunto dehipôtesis relacionadas respecto de la influencia de las relaciones sociales sobrela formacidn y ejecuciôn de procesos cognitivos en los primates.

Existen por lo menos tres variantes de la hipôtesis de la inteligencia

maquiavélica. En primer lugar, la inteligencia requerida se concibe como unacapacidad general (dnmain-general) en la que se perciben gradaciones diferenciablesentre varias taxonomias animales. En este sentido, la hipôtesis propone que losdiversos grados de inteligencia estân correlacionados estrechamente con varia-ciones en la complejidad social de las especies implicadas. Aunque la hipôtesisfue inicialmente planteada en los estudios sobre primates, varias extensiones sehan revelado exitosas en animales como los delfines, los leones y las hienas. Ensegundo lugar, existe otra variante segûn la cual la naturaleza de los sistemascogni t ivos de los pr imates ha sido moldeada para manejar fenômenos

especificamente sociales. Se trata all( de una inteligencia social especffica paratal dominio (domain-specifc). Esta posibilidad se ha examinado tanro en humanoscomo en primates no-humanos y constituye uno de los n(rcleos importantes

de la psicologia evolutiva actual (Cosmides, 1989; Barkow, Cosmides & Tooby,1992) y de la "Teorfa de la Mente" (Baron-Cohen, 1995; Astington, Harris& Olson, 1988). Una tercera opci6n, recientemente relacionada con la inte-l igencia maquiavélica, proviene de los estudios sobre la evoluciôn y el tama6odel cerebro en los primates y otras especies. La idea general consiste en afirmarque el grado elevado de encefalizaciôn de los primates se correlaciona direc-tamente con tareas que exigen alto nivel de sociabil idad y no ranro con laresoluciôn de tareas prâcticas que exigen câlculos y relaciones espaciales (Dunbar,

1995; 2000; Barton & Dunbar, 1997).

Estas explicaciones sobre los mecanismos, procesos y capacidades cognitivasy comportamentales demostradas por los pr imates, junto con la evidenciabioqufmica que nos relaciona cada vez mâs a nivel del ADN -sôlo entre un 2o/oy un 4o/o de material genético nos separa de nuestro primo, el chimpancé-,permiten considerar con mayor certeza la extraordinaria proximidad que la

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1 4 A L M A R G E N

ciencia establece entre el ser humano y los grandes simios. Lo que considerâ-

bamos en la introducciôn como "semejanza intuida' entre los primates no-

humanos y el hombre comi eîza, pues, a tomar la forma de un argumento

sustentado cientif icamente. Tanto la destreza en la selecciôn, construcciôn y

manejo de herramientas como la habilidad para manipular y utlIizar, compe-

tit iva y cooperativamente, a los congéneres, implican necesariamente un grado

elevado de desarrollo intelectual y un considerable perfeccionamiento de las

capacidades representacionales en los primates en general y en los grandes

simios en particular. Pero la "inteligencia maquiavélica" no ha sido la tînica

hipdtesis que se ha inspirado en el trabajo de Humphrey. Otros cientif icos han

encontrado diferenres maneras de analizar cdmo y hasta qué punto la comple-

jidad de la vida social de los primates se encuenûaa la base de su extraordi-

naria evolucidn cognitiva. Examinemos, pues, otra de las opciones.

EL SURGIMIENTO DE LA INTENCIONALIDAI)

Detengâmonos un instante para resumir un poco lo que hasta aquf hemos

visto. Hay por lo menos dos criterios para evaluar la inteligencia de los

primates tanro en cautividad como en su medio natural. Por un lado, algu-

nos aurores han sostenido que las habil idades cognitivas prâcticas de los

primates l levan la mayor parte de la responsabil idad en el elevado grado de

inteligencia que estos animales han adquirido a Io largo del proceso evolu-

t ivo (Goodal l , 1964;Yan Schaik & Pradhan,2003). Por otro lado, un buen

nûmero de autores sostienen que es gracias a un medio social grandemente

complejo que los primates desarrollaron sus capacidades cognitivas sofisticadas.

La ampl i tud y la pert inencia del pr imer cr i ter io pueden ser l imi tadas en

razôn de los estudios sobre otras especies animales que presentan habil idades

cognitivas similares para resolver tareas complicadas. Recientes investigacio-

nes etolôgicas sobre los cuervos de Nueva Caledoni a (Coruus moneduloides)

han demostrado que la habil idad para Ia invenciôn prâctica no es propiedad

exclusiva de los chimpancés (Chappell Ec Kacelnik,2002; Veir, Chappell Er

Kacelnik, 2002). Este tipo de cuervos es capaz de elaborar mirlt iples herra-

mientas en madera y alambre que uti l izan para capturar insectos en los

agujeros de los ârboles o para extraer comida de recipientes disefiados con

elevada complejidad en laboratorios y que requieren considerable habil idad

en la manufactura. El punto sorprendente de estas investigaciones es que

estos pâjaros resuelven tareas cognitivamente complejas sin haber sido entre-

nados previamente. De acuerdo con estas evidencias podemos afirmar que la

habil idad para la "invencidn prâctica" estâ presente en otras especies pero

Omar Rosas Euolucidn

quizâs no es la que demanda mayor esfuerzo cognitivo en el caso de los

primates, ni es la ûnica via para incrementar sustancialmente la fitness.Respecto del segundo criterio, las opiniones divergen. Para autores como

Whiten (1996, 2000), por ejemplo, los pr imates anal izados en laborator io

muestran los primeros indicios de lo que puede llamarse capacidad re-

representacional, esto es, los primates son capaces de manejar representacio-

nes cuyo contenido son otras representaciones de primer nivel. Esto significa

que los primates son capaces de traspasar la manifestaciôn externa que es el

comportamiento (behauior-reading) y "comprender" la mente y las intencio-

nes de sus congéneres uti l izando los rudimentos de lo que se conoce como"mind-reading". Valga decir que esta perspectiva abordada por Whiten se

inscribe en el marco de un debate que a partir de los 80s ha ocupado la

escena de la fi losofia de la mente, a saber, el debate entre la Theory-Theory

y Ia Simulation Theory. Sin embargo, dada la cantidad de anâlisis que existen

sobre el tema, la elaboraciôn pertinente que esta perspectiva merece no la

podemos ofrecer en el presente contexto.

Lejos del âmbito "reductor" de los laboratorios, la suerte de los experi-

mentos no fue la mejor. Lastimosamente, la mayor parte de las observacio-

nes etolôgicas en terreno recogidas hasta la fecha resultan ser simpâticas

anécdotas que no ten(an observaciones de control apropiadas para descartar

explicaciones rivales. Con todo, incluso en casos confiables y susceptibles de

repeticidn, no hubo clara evidencia de lo que sucedia cognitivamente en los

indiv iduos observados. Casos como el que descr ibe De \Vaal (1986), en el

que un chimpancé hembra tendfa su mano hacia otro chimpancé en un

gesto de aparente apaciguamiento y, aprovechando la situaciôn, lo atacô una

vez estaba cerca, no pudieron ser establecidos como evidencia incontestable

de la capacidad de manipulacidn intencional en los primates. No obstante,

es innegable que acciones de este tipo sugieren que se postule, como mini-

mo, un tipo de inteligencia dirigida hacia la manipulacidn del comporta-

miento de otros individuos (de ahi su apelativo de "inteligencia maquiavélica'),

pero la presencia esporâdica de estos comportamientos no constituye una

prueba irrefutable de la manipulacidn de los estados intencionales de otros

indiv iduos en los pr imates.

En una l(nea diferente, autores como Tomasello (1999) afirman que, si

bien es cierto que la complejidad de la vida sociai ha debido funcionar como

presidn selectiva para el desarrollo de las capacidades cognitivas de los primates,

su capacidad representacional, en términos de estados mentales sofisticados

como los que se requieren para realizar re-representaciones, es l imitada. Es

decir, para Tomasello los experimentos con primates no muestran evidencias

r5

r6 A L M A R G E N

irrefutables de que tales animales puedan reconocer las intenciones de sus

congéneres y actuar teniendo en cuenta el repertorio de estados mentales

propios y ajenos. Para comprender mejor estas reservas de Tomasello, revi-

semos brevemente algunos items de la historia evolutiva. El panorama de la

evolucidn puede representarse de manera muy general segûn Ia Figura 1. La

rama de los humanos se separô hace mâs o menos 6 millones de afios,

pasando por las etapas evolutivas del Australopithecus (A), Homo (H) (= 2

millones de afios) hasta llegar aI Homo sapiens (Hs) (t 200,000 afios). Mtrltiples

variaciones genéticas y comportamentales tuvieron lugar durante el proceso

de separacidn dando paso a mejoras considerables en la calidad de vida de

las especies e incrementando los posibles niveles de adaptacidn requeridos

por el medio ambiente.

i\ i i l lones de ÂÈos

t 5 r 0

llumanos

Chimpancés

Llonobtrs

(iori l irs

()ritn su!an!'s

CapuchinosMuriquisMono Arrjilla

Ârbol evolutivo que muestra las divisiones principales del orden de los primates

(salvo los prosimios): Monos del Nuevo Mundo, Monos delVie jo Mundo y e l

grupo hom(nido que produjo nuestra especie. El diagrama refleja avances en el

anâl is is de ADN que acercan a los grandes s imios afr icanos a los humanos mu-

cho mâs de lo que se sospechaba. (Tomado y adaptado de De Waal, 2002, p. 2).

Sin embargo, si nos atenemos a las pruebas que aportan los descubri-

mientos paleontolôgicos, las c i f ras, en opiniôn de Tomasel lo (7999, 2-4),

hacen evidente un enigma. El enigma bâsico es el siguiente. Los 6 millones

de afios que separan a los seres humanos de los otros grandes simios es un

Pdrnatcs dcl ViejoMunda lVlonos clel Viejo lMtindo

Omar Rosas Euoluciôn r7

t lemPo muy corto en términos de evoluciôn t . . ] Nuestro problema es, enron-ces, un problema de t iempo. La cuest iôn es que simplemenre no hubo suf i -c iente t iempo para que los procesos normales de evolucidn bioldgica queinvolucran variaciôn genética y selecciôn natural hayan creado, una por una,las habil idades cognitivas necesarias para que los humanos modernos inventeny mantengan industrias y tecnologias; éstas requieren la uti l izaciôn comple.iade herramientas, formas elaboradas de comunicaciôn y representacidn simbô-l ica, ademâs de organizaciones e inst i tuciones socialmente complejas. El enig-ma se acrec ien ta s i cons ideramos ser iamente la inves t igac iôn ac tua l enpaleoantropologia que sugiere lo s iguiente: a) salvo en los dos i r l t imos mi l lonesde anos, la especie human:r no mostrô s ignos de algo mâs que las habi l idadestfpicas de los grandes simios; v b) los pr imeros signos cr i t icos de habi l idadescogni t ivas i rn icas de la especie surgieron hnicamenre en el h l t imo cuarto demillôn de ailos con el moderno Homo s(tpiens [...] No exisre, enronces, sir-rouna soluciôn posible a este enigma. Esto significa que sdlo hay un nrecanismobioldgico conocido que podrfa haber dado lugar a esras clases de cambios en elcomportamiento y la cogniciôn en trln poco tiempo -sea que lo pensemos conto6 mi l lones,2 mi l lones o l l4 de mi l lôn de ai ios. Dicho mecanismo bioldgico esla transmisidn social y cultural que actr-ia en escalas de tiempo cuyos ôrdenes dernagnitud son mâs râpidos que los de la evolucidn orgânica [...] Una hipôtesisrazonable es, pues, que la asombrosa secuencia de habil idades cognitivas y pro-ductos evidenciados por los hurnanos modernos es el resultado de alsûn mocloo modos de transmisiôn cul tural ûnicos de la especie.

La h ipô tes is de fbmase l lo se desdob la en dos h ipô tes is con jun tas : enpr ime r lugar, y s iguiendo en la estela de Humphrey, puede suponerse qr-re lasadaptaciones socio-cogni t iv : r .s, hnicas de los pr imates, h ic ieron posible unavida social mtrcho mâs compleia que las de otras especies. En segundo lugar,las adaptac iones soc io -cogn i t i vas , / rn icas de los humanos, h ic ie ron pos ib leno sôlo una vida social compleja, s ino también una vidrr cul tura/ . Examine-nlos con mâs detal le lo que impl ican estas dos ideas.

I-as evic{et tc ias cogni t ivas y comportamentales, tanto en terreno como enlaborator io, muestran que la mayor ia de las especies pr imates reconocen sinInr lyor di f icui tad a los otros indiv iduos dentro de sus grupos. Dicho recono-c imie t t to da or igen a un te j i c lo de re lac iones soc ia les en las que los p r imatesptteclen prever, con relat iva Faci l idad, las acciones de otros indiv idLros co1base etr la informaciôn general del contexto y en exper iencias pasadas querevelat t las tendencias comportamenrales part iculares de los rniembros dclgruPo. [ .o que di ferencia a este t ipo de din: imica social c le los pr imates delas dindmicas de otras especies "soci : r les", es qrre los pr in-rates parecen selec-

1B A L M A R G E N

cionar sus aliados de acuerdo con su "idoneidad" segtin el oponente y la

circunstancia. Esta selectividad respecto del rango relativo de los aliados y

los adversarios sugiere que un individuo no sdlo comPrende sus propias

relaciones sociaies sino también las relaciones que terceros tienen entre si.

Estos datos observacionales parecen ser exclusivos de los primates ya que

en los estudios realizados sobre otros mamiferos ninguno de los comPorta-

mientos enumerados en la tabla 1 se encuentran presentes. Segtin Tomasello,

el hecho de no encontrar tales comportamientos en otras especies puede ser

Ia consecuencia de que los investigadores no estaban interesados en rastrear

comporramientos de ese tipo. En el caso de los primatôlogos es casi inevi-

table que ellos esrén mâs interesados en detectar y rastrear las habil idades

cognitivas de sus sujetos. Como quiera que sea, lo que resulta evidente de

las observaciones etoldgicas es que, en el dominio de la cogniciôn social, los

primates aventajan a otros animales en la comprensiôn y uti l izaciôn de ca-

tegorias relacionales en la solucidn de problemas que involucran rango, afi-

l iacidn y dominaciôn. Por el contrario, en el terreno de la cognicidn fisica,

el desarrollo de las habil idades relacionales que involucran corresPondencia,

transitividad e irregularidad (Thomas, 1980), requiere de muchos ensayos y

retroalimentaciones para que los individuos hagan las discriminaciones apro-

piadas, lo que no sucede con las categorias de relaciones sociales de terceras

partes que, segûn los experimentos, emergen naturalmente.

Tabla 1. Comprensiôn de los primates de las relaciones sociales e ntre te rceros.

Tomado de Tomasello (2000, p. 166)

Proteccidn de la amenaza

Competencia en acicalamiento

X acicala a l de mâs al to rango entre var los ln-div iduos disponibles

-

X escoge Y como al iado, quien t iene mâs jerar-qu ia q [e e l oponen te Z

'

r i tos de reclutamientoX ent iende el er i to de reclutamiento de Y indicando asi la silbordinacidn de Y a Z

Redirecciôn de la agresiônX (o un familiar de X) es atacado por Y y Xresoonde a tacando un fami l i a r de Y

ntervenciones de separaci6nX percibe a Y v Z en una tnteracctôn amlstosav a 'n t i c ipando ûna a l i anza indeseab le i n te rv ieneb"r" toirrper la interacciôn

ntermediaciôn de reconci l iac ionesX observa que Y y Z han luchado e intervtenepara anlmar su reconci l iac idn

Respeto de la propiedadX observa que Y "con t ro la " a Z (po r e iemp lo ,sexualment. ) y t . tp. ta esa re lacioh de'conïro l

Omar Rosas Euoluciôn

De acuerdo con Tomasello, si se sigue la hipôtesis propuesra por Humphrey( I976) , se puede pensar , en tonces , QUe los p r imates han desar ro l ladoevolutivamente la habil idad de comprender categorias de relaciones socialesentre terceros, retomando asf la idea original de la funciôn social de lainteligencia creativa.

Los pr imeros intentos para hal lar evidencia de que los pr imares no-humanos comprenden las categor ias relacionales entre seres animados pro-vienen de dos fuentes. En su ya clâsico art iculo sobre la teor ia de la menreen los chimpancés, Premack & Woodruff (1978) exper imenraron con unchimpancé l lamado Sarah, quien debfa escoger algunas imâgenes para com-pletar el sent ido de var ias secuencias de video en la que seres humanosl levaban a cabo acciones intencionales. Por ejemplo, Sarah escogid la ima-gen de unas l laves cuando la escena de video mostraba a un humanotratando de abr i r una puerta cerrada con seguro. El éxi to en la elecciôn dela imagen adecuada permit iô a estos dos autores infer i r que Sarah "com-

prendia" el objet ivo del humano en la escena de video. El problema fueque poster iores exper iencias l levadas a cabo por Savage-Rumbaugh et a l .(1978) mostraron que los chimpancés pueden l legar al mismo resul tadosin que haya accidn humana alguna -como en el caso en que los chimpan-cés aprendian a asociar la imagen de unas l laves con la imagen de unseguro o un candado*, razôn por la cual se sugir iô la posibi l idad de queSarah haya realizado acciones surgidas de un simple aprendizaje asociativo.La segunda fuente proviene del estudio realizado por Povinell i et al. (1990).En este exper imento los chimpancés eran colocados frente a dos personas,una de las cuales podia ver cuando se colocaba comida enrre el la y elchimpancé, mientras que la otra permanecia con la cabeza cubierta poruna bolsa de tela. Los chimpancés pref i r ieron pedir comida a la personaque habia s ido test igo v isual de la s i tuaciôn, permit iendo de esta manerainfer i r que estos animales pod(an discr iminar un humano "conocedor" deotro ignorante. El problema con este exper imento consist iô en que loschimpancés lograron la discr iminacidn después de numerosos ensayos yretroal imentaciones; un problema simi lar fue encontrado por \Toodruf f &Premack (1979). Segûn estos exper imentos, no existe prueba sôl ida de quelos chimpancés comprendan la intencional idad de las acciones de otros; loque sucede mâs bien es que aprenden a mostrar comportamienros paraobtener lo que quieren a medida que el exper imenro se despl iega. Esteproblema se suma a las observaciones cr i t icas que f i ldsofos como Bennett(1978), Dennett (1978), Harman ( I978) real izaron al exper imento or ig i -nal de Premack & Voodruff ( I978). La conclusidn fue que el exper imenro

1 9

20 A L M A R G E N

precisaba de un elemento fundamental: habia que probar si los chimpancés

eran capaces de comprender la falsa creencia de otros ya que la habil idad

represenracional debe dar cuenta también de la posibil idad de la falsa repre-

sentaci6n (m isrepresentation) .

Aunque nuesrra intuic iôn se resiste a abandonar la idea de una profun-

da af in idad cogni t iva entre los grandes simios y los humanos hay si tuacio-

nes en las que la afinidad es altamente cuestionable. Como afirma Tomasello,

los pr imates no humanos en su hâbi tat natural no sef ia lan objetos externos

a otros indiv iduos, no sost ienen objetos para mostrar los a otros, no t ratan

de l levar a orros indiv iduos a un lugar para que éstos puedan observar

cosas, no ofrecen act ivamente objetos a sus congéneres y no ense6an

intencionalmente cosas a otros. Segûn Tomasel lo, los pr imates no-huma-

nos no realizan esas acciones en su ambiente natural debido a que no

ent ienden que sus semejantes tengan estados mentales intencionales que

puedan ser potencialmente afectados. En este sent ido, la hipôtesis mâs

plausible es que los pr imates no-humanos conciben a sus semejantes como

seres animados, capaces de auto-movimiento espontâneo, y no como seres

intencionales que persiguen objet ivos. Si un chimpancé observa a otro

chimpancé que se desplaza hacia una fuente de comida, el primero puede

"infer i r" , con base en su exper iencia pasada y un minimo de memoria

requer ida, lo que sucederâ inmediatamente después. Pero los humanos

funcionan de forma di ferente. El los conciben a sus semejantes como seres

intencionales y no ûnicamente como productores de comportamientos

previs ib les. Los planes, tareas y objet ivos propios del actuar humano son

generalmenre expresados en act i tudes proposic ionales, act i tudes que se ca-

racrer izan justamente por la conciencia de intencional idad que el las impl i -

can y ref le jan. Esta di ferencia, junto con la insalvable barrera del lenguaje

hablado, parece profundizar aun mâs la brecha que nos separa de los gran-

des simios, arrojando sombras de duda sobre la posibi l idad de que exista

algo as( como una "cul tura" pr imate.

En términos evolut ivos, concluye Tomasel lo, los humanos han incor-

porado la adaptac idn cogn i t i va de los p r imates para comprender re lac io -

nes externas (sociales y f is icas); e l los sdlo han agregado un peque6o pero

significativo giro en términos de fuerzas mediadoras tales como la causalidad

y la in tenc iona l idad. Es ta imagen gana p laus ib i l idad por e l hecho de que

genera una conr inuidad entre las adaptaciones cogni t ivas de los pr imates

y la de los humanos. No obstante, es preciso recordar que esto perma-

nece aûn en e l n ive l de la h ipô tes is . No ex is te todav fa una manera incon-

r rover t ib le de comprob ar la verdad de es ta supos ic iôn . S in embargo, es

Omar Rosas Euoluciôn

preciso reconocer que, como hipdtesis, permite expl icar coherentemente

algunos de los vacios que presenta la reconstruccidn evolut iva de nuestra

espec ie .

EvOI-ucIÔN Y CULTURA

Tratemos ahora de recoger un poco de lo que hemos sembrado desde el

comienzo de esta t ravesia. Lo pr imero que podemos notar es que la evo-

lucidn de las capacidades adaptativas relativas a la cognicidn social parece

ser lo que nos une y nos separa al mismo t iempo de nuestros pr imos, los

pr imates. Aunque hayamos compart ido un ancestro comtin hace mâs omenos 6 mi l lones de af ios, la separacidn entre Homo y Pan condujo a

signi f icat ivas modif icaciones, tanto genét icas como cogni t ivas. El hecho

innegable de que la mayor parte de nuestra vida mental esté marcada porel sello de la intencionalidad, implicd de nuestra parte un esfuerzo cognitivo

considerable que culmind en una capacidad de interpretaci6n, expl icacidn

y prediccidn de las acciones de nuestros congéneres. La i l imi tada r iqueza

que constituyen nuestros estados mentales y las formas de organizaciôn

que el los permit ieron -cooperaciôn, compet ic idn, manipulaciôn, erc.- nos

ofrecen hoy un panorama en el que las artes, las rel ig iones, los s istemas

pol( t icos y la c iencia se unen bajo el rôtulo de cul tura. De todas formas,

cabe preguntarse si nuestra performance evolutiva especial, es decir, nuestra

capacidad de comprender la causal idad y la intencional idad que gobiernanla v ida mental de nuestros semejantes, puede er ig i rse como cr i ter io nece-

sario y suficiente para clasificar los organismos dentro o fuera de la dimen-si6n cul tural .

Una de las definiciones clâsicas del concepto de cultura fue la queEdward Tylor ofreciô en I871. Para Tylor, la cultura es "la totalidad com-pleja que incluye conocimiento, creencia, ar te, leyes, moral idad, costum-bres y otras capacidades y hâbi tos adquir idos por el hombre en tanro quemiembro de la sociedad". Esta def in ic iôn estâ en plena concordancia conla idea que promueve la intencional idad como prerrequis i to para que haya

semejante " total idad compleja". Sin embargo, dejando de lado por unmomento la restr icciôn de la def in ic iôn a los seres humanos, iqué sucedesi una especie animal di ferente cumple todos los requis i tos salvo el tenercreencias o producir objetos de arte? ;No pueden clasi f icarse como seres

cul turales? At in mâs, ;cômo saber s i otras especies t ienen creencias? Y si last ienen, ;son de naturaleza di ferente de las nuestras? Los problemas conesta def in ic idn de cul tura pertenecen al conjunto t fp ico de inrerroganres

21

22 A L M A R C E N

que roda def in ic iôn de un concepto complejo debe enfrentar. Esto di f icul-

ta considerablemente la tarea de encontrar Lrna definicidn que sea aceptada

unânimemente.

A pesar de esta dif icultad, podemos por lo menos resaltar algunos de los

rasgos que, en principio, son com/rnmente aceptados cuando se habla de

cultura:

. La cultura es aprendida, no heredada.

. El apre ndizale cultural proviene de miembros del mismo gruPo y no

de otras especies o de fuerzas naturales.

. La cultura es, en consecuencia, social, colectiva, no individual y soli-

tar ia.. La cultura es dinâmica, no relativa a un tiemPo determinado.

Aunque estos rasgos del concepto de cultura constituyan una base co-

mûn, cada disciplina los aborda desde diferentes perspectivas y con diferen-

res preguntas (McGrew, 2002). La antropolog(a -y sus disciplinas afines- se

interesa por preguntas del t ipo iqué es la cultura? ;Las actividades de los

Australopitecos eran culturales? El elemento capital es el fenômeno cultural

mismo. Los etnôgrafos registran la cultura material y oral de una sociedad

dada; los etndlogos explican los rangos de variaciôn que existen a lo largo

de la vida de las sociedades; los arquedlogos buscan recuPerar e interpretar

las evidencias prehistôricas del surgimiento y desarrollo de una cultura. Del

lado de la psicolo gî,a, el t ipo de pregunta es diferente. Los psicdlogos se

inreresan en saber cômo los individuos adquieren y transmiten la cultura,

cdmo los rasgos de transmisiôn cultural reflejan capacidades sociales y cognitivas.

El punto de concentraciôn estâ formado, entonces, por los mecanismos

subyacentes. El psicôlogo del desarrol lo s igue la huel la de los procesos

ontogenéticos de adquisiciôn cultural; el psicôlogo comParatista se ocupa de

los procesos fi logenéticos de transmisidn cultural. A diferencia de las dos

ciencias anteriores, la biologia es una disciplina que se ocupa del porqué.

;Por qué la evoluciôn generd especies que aprenden de sus congéneres? ;Por

qué hay informacidn almacenada en genes y en unidades de herencia cultu-

ral l lama das " memes"? Lo que resulta determinante aqui es, pues, la funciôn

y las ventajas de una fitness 6ptima.

Estas tres perspectivas y sus tipos respectivos de pregunta ata6en direc-

tamenre a la hipdtesis de ia inteligencia social. Humphrey habia intentado

caracterizar la inteligencia creativa y el surgimiento de la empatia como los

elementos claves de la evolucidn socio-cognitiva de los primates. Su defini-

ci6n de inteligencia, que involucraba modificaciones del comportamiento

Omar Rosas Euolucitin

sobre la base de inferencias vâlidas, no hacia referencia directa a la cultura.Sin embargo, si los procesos de modificaciôn comportamental en los primatesse extendieron a través de algtin mecanismo social de aprendizaje, enroncessu definicidn podrfa interpretarse a la luz del conjunto de rasgos comunes

del concepto de cultura que enunciamos mâs arriba. De igual manera, unainteligencia maquiavélica como la que evidenciaron De Waal, tVhiten yByrne en sus observaciones y experimentos, ejemplif ica una forma cultural decomprensiôn de las relaciones sociales en el interior de la comunidad, forma

que debe haber sido aprendida y extendida de alguna manera en la especie

Para que siga siendo evidente en las comunidades actuales de primates. ParaTomasello, la comprensidn de categorias relacionales que involucran terceras

partes fue el mayor logro adaptativo de los primates. Esto les permitiô esta-blecer vidas sociales suficientemente complejas sobre la base de interpretacio-

nes y previsiones comportamentales mutuas. Pero en el caso de los humanos,un Proceso acelerado y diferente de evoluciôn, junto con la apariciôn dellenguaje, les permit iô una vida social mucho mâs compleja, construida sobreel reconocimiento de fuerzas intencionales, fuerzas invisibles que favorecie-ron la creaciôn de instituciones sociales y la transmisidn continua y acumu-lada de saber cultural a través de la pedagogf a y la imitaciôn.

Recurrir â conceptos como causalidad e intencionalidad presupone que laespecie analizada presente un elevado nivel representacional y sea capaz demanejar estados mentales que no siempre son transparentes. Imitar y ensefiarson precisamente dos actividades que requieren capacidades de alto nivel.Pero, aunque autores respetables como Tomasello se resisten a creer que losprimates en su hâbitat natural son capaces de imitaciôn o de ense(tanza inten-cional, un buen nûmero de chimpancés han mostrado, en diferentes escena-rios experimentales, capacidades que evidencian verdadera imitaciôn e incluso

comunicaciôn inter-congéneres v(a el lenguaje de signos. Si las observacionesen terreno no han dado resultados positivos como los que exige Tomasello,esto se debe probablemente, como lo afirma McGrew, a un problema de lôgicatfpico de Alicia en el Pais de las Marauillas. Para demostrar verdadera imitacidntodas las variables deben ser controladas, por lo cual se requiere de un esce-nario calculado de experimentaciôn. Pero la experimentaciôn en condicionesnaturales es imposible puesto que si se controla el escenario estamos ya en unambiente artif icial. En consecuencia, la verdadera imitaciôn nunca podrâ serevidenciada en el ambiente natural. Tomasello podr(a aun objetar que culturay lenguaje son, en principio, indisociables y de esta manera, por definiciôn,una criatura no-lingtistica serfa necesariamente una criatura sin cultura. Estaobjecidn se apoya sobre la tesis, controvertible, de que los primares no poseen

23

24 A L M A R G E N

lenguaje. Obviamente no podemos esperar obtener reportes verbales de los

primates ya que su configuraciôn morfolôgica y su aparato de fonacidn les

impiden articular sonidos como lo nuestros. No obstante, estudios sobre chim-

pancés en estado natural han mostrado diferencias "dialectales" en las vocali-

zaciones de varias poblaciones, diferencias que sugieren rasgos sintâcticos y

semânticos importantes. Estas diferenciaciones se reconocen en los anâlisis de

amplitud de onda y variaciones de frecuencias realizados sobre grabaciones en

la colonias de chimpancés de Gombe, Kibale y Mahale .tt Âfti.". Si el por-

tugués se habla de forma diferente en Portugal, Brasil o en Cabo Verde,

generalmente reconocemos tales diferencias como culturales. Pero hasta que

los l ingtistas se decidan a hacer investigaciones en el medio natural de los

primates, la cuestiôn del lenguaje permanecerâ abierta. Por lo tanto, un sano

escepricismo respecto de la vida cultural de los primates debe reconocer tam-

bién su rasgo provisional. Hasta que resultados irrefutables, en laboratorio o

en terreno, nos obliguen a renunciar definitivamente a otorgarles a los primates

un status cultural, sucesivas modificaciones en nuestro concepto de cultura

deberân ser realizadas, dejando siempre abierta la posibil idad de que no sea-

mos los (rnicos seres privilegiados/culturales sobre esta tierra.

Coon

En un hermoso libro que lleva por titulo The Ape and the Sushi Master, el

primatôlogo Frans de Waal (2001) se preguntaba si un simio y un maestro del

sushi podrfan aparecer en la misma foto familiar. Esta pregunta implicaba,

claro estâ, orra mâs cruda: ppueden aparecer en una misma imagen un simio

-la representaciôn de nuestro lado natural, primitivo y que nos sirve muchas

veces para caricaturizarnos a nosotros mismos-, I un maestro de sushi -la

representaciôn de la sofisticacidn, el refinamiento y el sauoir-faire? A la luz del

estado actual del conocimiento sobre la vida de nuestros parientes cercanos

primates, hay quienes continûan negando, tal como lo hiciera la esposa del

obispo de 'Worcester

en su momento, la posibil idad de ûazar una linea que

una dos mundos, en apariencia, inconmensurables. Para ellos la exquisitez de

la cultura es Llno de los mâs nobles baluartes de la condiciôn humana que no

tolera la presencia de los primates, salvo como medio de ridiculizacidn de

nuestros propios y excusables defectos. Para otros, menos preocupados por la

singularidad que el concepto de cultura parece imponer, el problema de saber

si los simios son seres culturales o no, no constituye un verdadero problema.

Protegidos por los talismanes de lo que puede llamarse un "Darwistotelismo",

en el cual un dualismo esquizofrénico nos coloca "dentro" de la naturaleza

Omar Rosas Euoluciôn

pero al mismo tiempo "fuera" de ella, parecen vivir imperturbablemente con

sus pies atados a la tierra sin por eso perder los deliciosos juegos de la ima-

ginaciôn en la que un simio y un humano posarian juntos para una foto

familiar. Con todo, la cultura permanece para ellos como una salida de emer-

gencia cuando el peso de la naturaleza se deja sentir sobre sus hombros.

El reconocimiento de los primates como seres culturales y como precur-

sores de los humanos en la larga carrera de la evoluciôn ha sido afectado por

dos posiciones extremas: por una parte, la absoluta negaciôn de cualquier

rasgo cultural y, por lo tanto, de cualquier lazo evolutivo con los humanos. Por

otra parte, la excesiva antropomorfizacidn de los grandes monos ha sido, en

gran medida, nociva. Curiosamente, han sido los productos mismos de la

cultura los que han favorecido esta dicotom(a respecto de los primates. Ciertas

religiones no conciben la posibil idad de un proceso evolutivo como "agente

creador" del homb re, y los medios de comunicaciôn han generado un fen6-

meno de "Bambificaciôn" en la que no sôlo los primates, sino una cantidad

considerable de animales, han sido sublimados hasta el punto de atribuirles

ingenuamente estados mentales y actitudes tfpicamente humanos -al mejor

estilo de \ù7alt Disney. Lo que nos resta por hacer es considerar que la historia

de la cultura es la historia de los dualismos: alma/cuerpo, singular/universal,

parte/todo, pûblico/privado, naturalezalcultura hombre/animal. Justamenteahf residen los obstâculos que la mente humana muchas veces no puede o no

quiere superar. La presencia de dicotomias genera una dinâmica en la que

estrategias de parti pris estân a la orden del dia. Como resultado de esto, los

prototipos conceptuales que se aplican a la cultura devienen criterios conclu-

yentes de exclusividad en lugar de ser categorias susceptibles de incorporar

nuevos grados de clasificaciôn. La excelencia de una vida mental que aûn no

conocemos en toda su dimensiôn ontolôgica nos ha permitido colocarnos a la

cabe'za de la escala filogenética, dividiendo y reinando en el universo de las

especies animales. Pero es muy probable que haya otras alternativas; como

afirma De \ùZaal (2001, p.363), "con tantas criaturas culturales rodeândonos,

ya es tiempo de sepultar unas cuantas dicotomias familiares".

Agradecimientos

Particularmente ûti les han sido los comentarios y sugerencias de André Berten

y Pamela Meunier, quienes revisaron varias versiones anteriores de este ar-

ticulo. Parecidamente tit i les han sido las observaciones de Bernardo Correa

Lôpez. Sea este el lugar para agradecer la generosa colaboracidn de todos

el los. ô

25

26 A L M A R C E N

Refere ncias

Astington, J.; Harris, P. & Olson, D. Deueloping Theories of Mind. Cambridge:

Cambr idge Univers i ty Press, 1988.

Barkow J.; Cosmides, L. &Tooby, J. The Adapt€d Mind. Oxford: Oxford University Press, 1992.

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