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Índice de Desarrollo Humano en la Población Mapuche

Date post: 02-Apr-2023
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Instituto de Desarrollo Local y Regional

Instituto de Estudios Indígenas

Departamento de Ciencias Sociales

Universidad de La Frontera

EDICIÓN

ISSBN

REGISTRO DIBAM

TIRAJE

DISEÑO: Claudio Manzati

FOTOGRAFÍA: Alonso Azócar

EDICIÓN

Instituto de Desarrollo Local y Regional.

Universidad de La Frontera

AUTORES

Universidad de La Frontera

Instituto de Desarrollo Local y Regional

Patricio Padilla Navarro

Camilo Rosas Flores

Ronald Kliebs Yáñez

Licenciatura en Sociología

Mauricio García Ojeda

Claudio Herrera Chicahual

Gabriel Zuñiga Guzmán

Pedagogía en Historia y Geografía

Alan Garín Contreras

Luis Vergara Erices

Mario Rozas Poblete

Instituto de Estudios Indígeas

Álvaro Bello Maldonado

COLABORADOR EXTERNO

Lientur Alcamán Curivil

ÍNDICE

PRESENTACIÓN 5

1. ENFOQUES DEL DESARROLLO 7

2. EL ENFOQUE DEL DESARROLLO HUMANO 15

3. EL DESARROLLO HUMANO PERMEADO POR LA CULTURA 21

4. EL IDH EN LA POBLACIÓN MAPUCHE 2013 27

4.1. Cambios en la metodología para medir el IDH desde 2003 28

4.2. Metodología para medir el IDH en la población mapuche 30

4.3. Resultados 33

5. COMENTARIOS Y CONCLUSIONES 41

BIBLIOGRAFÍA 45

EQUIPO DE TRABAJO 51

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PRESENTACIÓN

La siguiente investigación ha sido desarrollada por la Universidad de La Frontera a través del Instituto de

Desarrollo Local y Regional, IDER, el Instituto de Estudios Indígenas, y el Departamento de Ciencias Socia-

les perteneciente a la Facultad de Educación, Ciencias Sociales y Humanidades. Su propósito es estudiar la

población mapuche bajo el enfoque del Desarrollo Humano, entendido como el proceso de ampliación de

las capacidades de las personas con miras a constituirse en sujetos capaces de tomar opciones individual y

colectivamente, para llevar adelante el modo de vida que consideren valiosos. Para ello se reeditará el Índice

de Desarrollo Humano aplicado a la Población Mapuche en la Región de La Araucanía en 2003, elaborado por

el IDER y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD (PNUD, UFRO, MIDEPLAN, 2003).

El IDH se compone de tres dimensiones: vida larga y saludable medida a través de la dimensión Salud, Educa-

ción y nivel de vida digno medido a través de Ingresos.

El objetivo de esta investigación es conocer el nivel de Desarrollo Humano en la población mapuche utilizando

el IDH, considerando la medición efectuada en 2003 y así analizar la trayectoria que ha tenido dicho índice,

además de explorar la posibilidad de incorporar aspectos socioculturales derivados del «Küme Mongen» o

noción de bienestar en la cultura mapuche.

El estudio contiene cinco secciones: 1) en la primera se presentará de forma muy resumida algunos enfoques

emblemáticos del desarrollo, 2) en la segunda se profundizará sobre el enfoque del Desarrollo Humano y el Ín-

dice de Desarrollo Humano, 3) en la tercera se revisarán algunos estudios que vinculan el Desarrollo Humano

con variables socioculturales, 4) en la cuarta se describirán y analizarán los principales resultados y finalmen-

te, 5) se revisarán algunos comentarios y conclusiones.

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1. ENFOQUES DE DESARROLLO

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1. ENFOQUES DEL DESARROLLO

El concepto de desarrollo no está exento de controversias, interpretaciones y enfoques que lo conceptualizan

de distintos ángulos y dimensiones, además tiende a ser confundido con las ideas de «crecimiento», «civiliza-

ción», «evolución» y especialmente se le asocia a «riqueza» y «progreso», ambas predecesoras del concepto

de desarrollo que comienzan a utilizarse de forma esporádica por Adam Smith en La Riqueza de Las Naciones

de 1776 (1958) y a inicios del siglo XX por Shumpeter (1957) y Benson (1942) a quien se le atribuye el concepto

de «subdesarrollo». Hasta ese entonces el desarrollo no tenía una clara conceptualización y más bien servía

como soporte a otras tematizaciones. La primera expresión pública del concepto acontece con el presidente

Harry Truman y su discurso inaugural frente al Congreso, donde hace la distinción entre países desarrollados

y países subdesarrollados, promoviendo fomentar el desarrollo en zonas “desventajadas” y así evitar el avan-

ce del comunismo sobre nuevos países. Para ello se diseñó el «Plan Marshall» y la Organización del Tratado del

Atlántico Norte, que reunía a países apoyados económicamente por Estados Unidos. De esta forma el concep-

to de desarrollo adquiere notoriedad, se amplía y valida en una época marcada por la bipolaridad mundial de

la Guerra Fría.

▷ Figura 1: Enfoques del desarrollo

Fuente: elaboración propia

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Desde ese momento el desarrollo comienza a ser incorporado por distintos actores, fundamentalmente uni-

versidades de Estados Unidos, gobiernos de varios países e instituciones internacionales, gestándose una

multiplicidad de enfoques que Amartya Sen (1998) clasifica en dos grandes grupos: i) las teorías duras del de-

sarrollo, aproximaciones mayormente economicistas, que conceptualizan al desarrollo como un proceso don-

de el avance de la sociedad implica sacrificar una parte de ésta. Expresiones de estas teorías son el enfoque

de la modernización, el enfoque de la dependencia y el enfoque neoliberal. En segundo lugar se encuentran

ii) las teorías blandas del desarrollo, donde se entiende al desarrollo como un proceso armónico y amigable;

ejemplos son el desarrollo sustentable, el eco desarrollo, el “otro” desarrollo, el desarrollo a escala humana,

las necesidades básicas, el desarrollo territorial y el desarrollo humano.

A continuación explicaremos de forma sintética y resumida los principales postulados de los siete primeros

enfoques del desarrollo, mientras que en la siguiente sección abordaremos con mucha mayor profundidad el

enfoque del desarrollo humano.

Enfoque de la modernización

El enfoque de la modernización fue la primera conceptualización consistente que recibió el desarrollo. Fue

abordada principalmente por autores como Rostow (1960) y Lewis (1958) quienes consideraban al desarrollo

como sintomático del número de bienes y servicios producidos por un país, medido a través del Producto

Interno Bruto (PIB). Para estos autores el crecimiento económico es el principal factor que explicaría el desa-

rrollo, donde sus soportes fundamentales corresponden a la producción industrial y la innovación tecnoló-

gica, es decir, a mayores niveles de industrialización de un país, mayor sería su desarrollo. Sin embargo, los

autores también destacaron la necesidad de disponer de una clase empresarial o burguesía, que fuese capaz

de rentabilizar el capital y así desplegar procesos de industrialización. Así mismo, consideraban fundamental

la influencia del Estado en la economía ya que no bastaba solamente con lograr crecimiento económico, sino

también generar políticas distributivas. El enfoque de la modernización fue uno de los principales promotores

del paternalismo estadounidense durante las décadas del 50’, 60’ y 70’, expresión de esto es el “Plan Marshall”,

estrategia de ayuda económica creada para recuperar las industrias de los países europeos y algunos asiáticos

que habían sido destruidos en la Segunda Guerra Mundial, aumentando por consiguiente la productividad

nacional y el producto interno bruto.

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Este enfoque recibió fuertes críticas, particularmente de autores como Cardozo y Faletto (1971), quienes se-

ñalaron la imposibilidad de clasificar el desarrollo a través de etapas evolutivas y que las naciones subdesa-

rrolladas tuviesen que seguir necesariamente el camino de las consideras desarrolladas, ya que el enfoque

modernizador no siempre sería aplicable en contextos distintos. Sumado a lo anterior, la Modernización, al

considerar el desarrollo solamente como crecimiento económico, ofrecía una visión muy restringida del con-

cepto, de manera que este enfoque poco a poco se fue debilitando (Lewis, 1980).

Enfoque de la dependencia

También denominado “enfoque estructuralista”, la teoría de la dependencia surge en América Latina como

una respuesta crítica a la teoría de la modernización y tiene como precursores a Raúl Prebisch, Enzo Faletto,

Fernando Cardoso, Theotonio Dos Santos y Osvaldo Sunkel, autores que generaron su reflexión durante las

décadas del 60’ y 70’.

Para la teoría de la dependencia, el capitalismo habría configurado un centro industrial desarrollado y una

periferia proveedora de materias primas y subdesarrollada. La relación entre ellas configuraría el nivel de

prosperidad de las naciones, ya que la periferia dependería de los países del centro que concentran el capital

económico y por consiguiente el crecimiento. El subdesarrollo sería consecuencia de esta “división interna-

cional del trabajo”, generada por la expansión capitalista y el establecimiento de relaciones desiguales entre

el centro industrial y la periferia productora de materias primas. De forma mucho más drástica, Baran (1970)

señalaría que el subdesarrollo sería consecuencia de los países industrializados, ya que la existencia de un

centro desarrollado requeriría de la explotación de países periféricos, suponiendo “la existencia de un orden

natural basado en la supervivencia del más fuerte” (Mujica y Rincón, 2010: 297) Con esta idea central la teoría

de la dependencia sería abordada mediante la corriente desarrollista y la corriente marxista.

El abordaje de la teoría de la dependencia de corte desarrollista, planteaba como solución al subdesarrollo

un profundo proceso de industrialización para que los países de la periferia quiebren la estructura capitalista

mundial. Lo anterior se conseguiría implementando el modelo de Industrialización por Sustitución de Impor-

taciones, el que permitiría bajar el nivel de importaciones y potenciar la industria nacional. Sin embargo, ello

implicaría robustecer un mercado interno que permitiese generar una demanda sobre bienes y servicios con

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mayor elaboración, producidos al interior del país y así superar el modelo de exportación de materias primas.

Por otra parte, la corriente marxista del enfoque de la dependencia, estuvo marcada fuertemente por el con-

texto socio-histórico latinoamericano, caracterizado por la Revolución Cubana y la expansión del comunismo

sobre el continente. Esta corriente consideraría que la solución al subdesarrollo pasa por orientar a los países

al socialismo mediante una fuerte planificación desde el Estado (Mujica y Rincón, 2010). Chile experimentaría

desde muy cerca esta corriente estructuralista bajo el gobierno de Salvador Allende.

El enfoque de la dependencia tuvo una importancia trascendental durante la década del 60’ y 70’ en toda

América Latina. Sin embargo, comienza a perder vigencia hacia los 80’, década en la que se derrumban los mo-

delos de industrialización por sustitución de importaciones latinoamericanos, se produce la caída del Muro

de Berlín y de la URSS, se establece una nueva orientación económica de la China comunista y se intensifica

la globalización.

Enfoque de las necesidades básicas

Hacia fines del 60’ emerge el enfoque humanista o de las necesidades básicas, posicionándose como una crí-

tica a la visión del desarrollo basada en el crecimiento económico. El momento clave en la presencia pública

de este enfoque corresponde a 1969 con el denominado Informe Pearson del Banco Mundial, que señalaba la

urgencia de plantear el desarrollo considerando la satisfacción de las necesidades básicas de la población.

Este nuevo enfoque tiene como principal exponente a Streeten, quien clasifica las necesidades básicas de las

personas en cuatro categorías: i) los insumos materiales, correspondientes a todos los bienes que las perso-

nas necesitan para vivir: comida, vestuario, vivienda, etc. ii) los servicios para la vida, como por ejemplo el

transporte, iii) el trabajo remunerado y iv) los insumos cualitativos asociados a la participación social de las

personas y los vínculos con su comunidad (Streeten, 1986). Para lograr el desarrollo las personas tendrían que

satisfacer el conjunto de las necesidades básicas antes señaladas, lo que se alcanzaría apoyado en los tres

pilares fundamentales de este enfoque: educación, salud y la productividad económica.

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Desarrollo a escala humana

Hacia mediados del 80’ se erige un nuevo enfoque del desarrollo conocido como el desarrollo a escala hu-

mana. Su precursor es el chileno Manfred Max-Neff, quien en conjunto con un equipo compuesto por Anto-

nio Elizalde y Martin Hopenhayn publicaron el libro El desarrollo a escala humana una opción para el futuro

(1986), donde plantearon la necesidad de reorientar la teoría del desarrollo, desde una visión centrada en el

crecimiento económico hacia una centrada en las personas. La crítica de estos autores apunta a los enfoques

economicistas sobre el desarrollo, por su cercanía con indicadores macroeconómicos y a la distancia que el

desarrollo tendría con las personas y su bienestar. Para Max-Neef “el desarrollo se concentra y sustenta en la

satisfacción de las necesidades humanas fundamentales, en la generación de niveles crecientes de auto depen-

dencia y en la articulación y organización de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, de los procesos

globales con los comportamientos locales, de las personas con lo social, de la planificación con la autonomía y

de la sociedad civil con el Estado” (Max-Neff et al., 1986: 30).

Este enfoque, al igual que el de las necesidades básicas, en su momento no generó gran debate dentro de los

círculos académicos e instituciones internacionales, no obstante marcaron un cambio significativo en lo que

se consideraba como desarrollo, debido a su énfasis en las personas como centro del desarrollo, distancián-

dose así de las miradas preferentemente economicistas que ofrecían los enfoques de la modernización y de

la dependencia.

Enfoques ambientales del desarrollo

El enfoque ambiental del desarrollo encarna una nueva crítica a la teoría de la modernización y al enfoque

de la dependencia, por el énfasis en el crecimiento económico, cuestionando su carácter universal, acultural

e impositivo. El enfoque ambiental surge en los 70’ y 80’, décadas caracterizadas por la emergencia de múl-

tiples problemáticas medioambientales como deforestaciones, contaminación atmosférica, desertificación,

entre otras. Sumado a ello, el enfoque medioambiental tuvo soporte en distintos acontecimientos públicos de

enorme relevancia: la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Entorno Humano realizada en Estocolmo,

la presentación del informe Los límites del crecimiento por el Club de Roma (Meadows, et al., 1986), el informe

de la Fundación Sueca Dag Hammarskjold, denominado ¿Qué hacer? Otro desarrollo (1975), y el informe Nues-

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tro futuro común de la comisión Bruntland, cuya definición de desarrollo sustentable resultó ser sumamente

emblemática: “un desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente, sin comprometer la capa-

cidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades” (1987).

Entre los principales planteamientos del enfoque ambiental se encuentran: i) la necesidad de incorporar as-

pectos éticos y sociales al desarrollo, donde también participan factores ecológicos, culturales y territoriales,

ii) el posicionamiento de una prudencia ecológica, es decir, la necesidad de reconocer el deterioro ambiental

que estaría generando la actividad humana sobre la Tierra, y utilizar de forma racional los recursos naturales

debido a su carácter limitado, iii) su crítica fundamental atañe al modelo de desarrollo, ya que el camino de

países desarrollados habría generado un deterioro ambiental notable, de manera que los países subdesarro-

llados no necesariamente estarían obligados a basarse de forma exclusiva en estos parámetros.

Enfoque neoliberal y de la neo modernización

Los enfoques que promueven el crecimiento económico vuelven a revitalizarse a inicios de la década del 80’,

formando un nuevo conjunto de teorías que fueron denominadas “neoliberales”, ampliamente aceptadas du-

rante los 90’ por organismos internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. El

contexto sobre el que adquieren relevancia, refiere al agotamiento de las explicaciones sobre la teoría del

desarrollo que ofrecía el enfoque de la dependencia, producto principalmente del fracaso del modelo de In-

dustrialización de Sustitución de Importaciones en Latinoamérica y el incesante avance de la globalización.

El documento rector de este enfoque se realizó en el “Consenso de Washington” en 1989, donde los círculos

académicos y economicistas del desarrollo volvieron a considerar que “era la acumulación de capital el motor

principal del crecimiento y las riquezas de las naciones” (Mujica y Rincón, 2010: 301), es decir, el crecimiento

económico nuevamente comienza a ser considerado como desarrollo, al igual que el enfoque de la moderniza-

ción, de ahí que muchos lo denominan como el de la “neo modernización”. La acumulación de capital permi-

tiría al mediano plazo aumentar la productividad a través de la inversión en tecnología, logrando acrecentar

la producción total por habitante y ampliar el mercado interno, fomentando el consumo y aumentando los

salarios de la población alcanzando así estados de desarrollo.

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Hasta aquí el enfoque neoliberal es bastante similar al de la modernización. Sin embargo, la diferencia radica

en que este último analiza principalmente las características macroeconómicas de los países, en tanto que

el enfoque neoliberal entrega vital importancia a las explicaciones centradas en el individuo y su rol en la

economía, más que en el rol del Estado. Además, el enfoque neoliberal promueve la globalización económica,

señalando que el crecimiento de los países estaría fuertemente asociado a su capacidad de integrarse en cir-

cuitos económicos mundiales.

Enfoques territoriales

El enfoque territorial ha sido abordado por corrientes como el desarrollo local y el desarrollo endógeno, am-

bos alimentados por el fracaso de los modelos de industrialización latinoamericana, erigiéndose como res-

puesta a los procesos globalizadores que profundizan aún más las desigualdades territoriales, producto de la

diferenciada inserción en la economía mundial. En este enfoque se incorpora el territorio en la discusión, al

relacionar el desarrollo con la formación de redes sociales al interior de espacios territoriales (Cuervo, 1999),

espacios donde se requieren procesos de inversión y desarrollo de innovaciones generando así condiciones de

competitividad que permitirán insertar los territorios en redes económicas internacionales.

El enfoque territorial de corte endógeno no considera al territorio como un mero receptor de inversiones y

organizaciones externas, sino que lo posiciona junto a la comunidad, como actores vitales para aumentar la

dinámica económica local (Vázquez-Barquero, 1997). Para Boisier (1993) la endogeneidad se representaría en

cuatro planos de la sociedad: i) el político, ya que la comunidad sería una entidad que toma sus propias deci-

siones, ii) el económico, que refiere a la apropiación de los recursos locales y reinversión de las ganancias en

la propia comunidad, con el fin de diversificar la base económica de ésta, iii) el plano científico y tecnológico,

que estaría asociado a la innovación proveniente desde la propia comunidad y iv) el cultural, que apunta hacia

el fortalecimiento de la identidad local.

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2. EL ENFOQUE DE DESARROLLO HUMANO

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2. EL ENFOQUE DEL DESARROLLO HUMANO

Antes de adentrarnos en el Índice del Desarrollo Humano revisaremos los principales argumentos que inspi-

ran este enfoque basado fundamentalmente en las ideas de Amartya Sen, reconocido filósofo y economista

bengalí (India) y Premio Nobel de Economía en 1998. Amartya Sen plantea que la teoría del bienestar social

y el desarrollo, tienen que seguir nociones de libertad mediante la capacidad y funcionamiento de las perso-

nas, en las que se muestre una dinámica con los recursos como medios para un fin personal. En este sentido,

Amartya Sen aboga por una teoría de la libertad como capacidad, donde el Desarrollo Humano no se redu-

ciría a su medición en el Índice de Desarrollo Humano (en adelante IDH), sino que refiere a una concepción

normativa sobre el bienestar y la libertad de las personas. Para Sen la tradición utilitarista habría posibilitado

una confianza en la homogeneidad conmensurable, generando la preocupación e intranquilidad al momento

de juzgar la elección entre distintos objetos: “decidir si compramos una entre varias cestas de mercancías o

si optamos por un plan para pasar un día libre o si escogemos por quién votar en unas elecciones, estamos

ineludiblemente implicados en evaluar alternativas con aspectos inconmensurables” (Sen, 2010a: p, 271). Es

decir, cotidianamente las personas realizan elecciones inconmensurables de manera racional.

El Desarrollo Humano desde el enfoque de Amartya Sen, es considerado en base al proceso de las libertades

reales que puede tener la gente, otorgándole menor importancia al desarrollo económico expresado en el Cre-

cimiento Nacional Bruto y mayor atención a las libertades humanas que presentan las naciones, destacando

el papel que juegan los planes sociales, económicos, derechos civiles y políticos. En este proceso participarían

tres componentes fundamentales del enfoque de Amartya Sen: Funcionamiento, Capacidades y Libertad (Sen,

2000) (Sen, 2010b).

Los funcionamientos de las personas pueden señalar cómo es su proyecto de vida, considerando su valora-

ción de libertad y bienestar social, permitiendo identificar la disponibilidad de oportunidades que poseen las

personas para alcanzar sus proyectos de vida (Sen, 2000). Se distinguen de los “recursos” ya que su aprove-

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chamiento sería variable según circunstancias personales como la edad o la salud, y socio-culturales como la

educación o el capital social (Cejudo, 2006). Definiendo que los funcionamientos son los actos que el sujeto

puede hacer en situaciones que estén dentro de sus capacidades y libertades.

Las capacidades corresponden a las habilidades de lograr varias combinaciones de posibles actividades, que

pueden ser comparables y juzgadas entre sí, desde el punto de vista de lo que disponen las personas para

valorar (Sen, 2010a). Para Sen el bienestar social y el Desarrollo Humano se pueden conseguir mientras las

personas dispongan de capacidades para articular y construir sus proyectos de vida. Sen propone el concepto

de entitlements, que refiere a habilitar, a la posibilidad de materializar un proyecto de vida, se entiende como

“el conjunto de alternativas combinables que una persona puede disponer en una sociedad considerando la

totalidad de los derechos y oportunidades” (Devereux, 2001, p.246). Los entitlements se pueden agrupar en

dos tipos de habilitaciones: la habilitación básica o directa y las habilitaciones de intercambio. La primera

tiene relación con el producto del trabajo propio, mientras que las segundas son obtenidas mediantes otras

formas (comercio, trueque, etc.). Para que las personas puedan desarrollar sus capacidades, no se requeriría

una acumulación de aspectos materiales, sino una gama de oportunidades que permitan a las personas vivir

como desean.

La libertad se relaciona directamente con las capacidades, ya que otorga a éstas la posibilidad de elección en-

tre distintas alternativas para articular y construir un proyecto de vida. Permite a las personas determinar los

modos de vida que desean, valoran y escogen, en base a sus capacidades y habilidades. Ahora bien, la libertad

es valorada debido a que otorga la oportunidad de perseguir los objetivos personales, sin importar el proceso

que se requiera; lo que produce dos efectos en la oportunidad de libertad: el efecto de culminación referido

al quehacer de las personas y el efecto comprehensivo referido a cómo las personas consiguen actuar de de-

terminada forma (Sen 2010a). El enfoque se centra no solo en las acciones de las personas, sino también en lo

que pueden y podrían hacer, aún cuando no aprovechen la oportunidad en el proceso de elección. Por tanto,

conociendo el valor otorgado al conjunto de capacidades y el valor de la combinación de las actividades esco-

gidas, es posible saber cuáles serán las realizaciones efectivas y conocer qué persona se encontraría en des-

ventaja respecto a otro producto de su libertad y oportunidad, aún cuando ambas hayan decidido lo mismo.

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Esta libertad también se traduce en la cultura, las personas tienen la libertad de elegir cómo vivir, decidiendo

seguir o no en una vida ancestral, no estando obligado a circunscribirse en un determinado modo de vida.

Ahora bien, Sen plantea que la capacidad también trae consigo deberes y obligaciones, ya que las personas

deben realizar las acciones que están dentro de sus capacidades, por ejemplo reducir la injusticia del mundo.

Por tanto, las personas deben estar conscientes de las obligaciones que tienen con los demás, distinguiendo

si se encuentran ligadas a sus capacidades, a diferencia de la felicidad que exime de dichas obligaciones (Sen

2010a).

Las ideas de Amartya Sen sobre el Desarrollo Humano se elaboraron durante la década de los 80’, pero serían

incorporadas en los 90’ por la Organización de las Naciones Unidas como un nuevo paradigma del desarrollo,

específicamente a través del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, (en adelante PNUD). El De-

sarrollo Humano puede ser entendido esencialmente como el proceso donde las personas cumplen sus metas

en la vida apoyadas por determinadas características como la Equidad, Potenciación, Cooperación, Sustenta-

bilidad, Seguridad y Productividad (ver tabla 1). De esta forma las personas otorgan un sentido a sus decisio-

nes de vida, logrando así potenciar y cohesionar socialmente sus propias tradiciones y cultura, “el Desarrollo

Humano puede describirse como proceso de ampliación de las opciones de la gente” (PNUD, 1996, p.55).

▷ Tabla 1: Características del Desarrollo Humano

Conceptos Definición

Equidad Igualdad de oportunidades para todos.

Potenciación Libertad de las personas para incidir en su calidad de sujetos y decisiones que afectan su vida.

Cooperación Participación y pertenencia a la comunidad y grupo formando una reciprocidad y sentido so-cial.

Sustentabilidad Satisfacción de las necesidades actuales sin comprometer las posibilidades de satisfacción de las mismas por generaciones futuras.

Seguridad Ejercicio de las oportunidades del desarrollo en forma libre y segura con la relativa confianza de que ésta no desaparecerá.

Productividad Participación plena de las personas en el proceso de generación de ingresos y empleo remu-nerado.

Fuente: Elaboración propia basada en PNUD, 2010

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El Desarrollo Humano viene a revitalizar la idea de no considerar de forma aislada aspectos económicos, que

medirían solamente niveles de industrialización y urbanización en determinados contextos, por el contrario

“el Índice de Desarrollo Humano (IDH) parte de la premisa de que existen ciertas capacidades básicas y comunes

a todas las sociedades y a todos los tiempos, que son esenciales para que las personas tengan la libertad de es-

coger el tipo de vida que más valoran.” (CDI, PNUD, 2006, p.26). Por ello el enfoque operacionaliza su discusión

teórica en el IDH, posicionando condiciones básicas para el Desarrollo Humano: ser capaz de poseer una vida

larga y sana, poseer conocimientos tales que permitan relacionarse con el ambiente social y poder optar a un

nivel de vida decente según los ingresos.

La pretensión del IDH es medir los niveles de calidad de vida de las personas, ligando los indicadores sociales

del ámbito de la Salud, Educación e Ingresos, considerándolos como dimensiones normativas que reflejarían

el grado de bienestar elemental que presentan las personas (Cejudo, 2006) y que resultan de una conversa-

ción entre aspectos económicos y no económicos en una misma medición. Se puede definir al IDH como “una

medida resumida del desarrollo humano. Mide el avance promedio conseguido por un país en tres dimensiones

básicas del desarrollo humano: disfrutar de una vida larga y saludable, acceso a la educación y nivel de vida

digno” (PNUD, 2011, p186). El IDH se diferenciaría de otros indicadores como el Ingreso Per Cápita, el Índice de

Pobreza o el Índice de GINI, al ser un indicador más integral que los que miden variables netamente económi-

cas (Gutierrez, 2008). Sus características fundamentales se presentan en la siguiente tabla:

▷ Tabla 2: Características del IDH

Características Meta

Mirada sintética Responde al hecho que las personas no separan sus diferentes necesidades o capaci-dades al momento de evaluar y tomar sus opciones.

Mirada respecto a logros alcanzados

Busca dar cuenta de la acumulación de capacidades humanas.

Meta predeterminada El índice está construido en relación a niveles ideales de desarrollo humano.

Reflejar características estructurales del desarrollo

Representar situaciones específicas de la sociedad.

Fuente: Elaboración propia basada en PNUD, 2010

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El IDH resulta del promedio entre tres indicadores de las dimensiones anteriormente señaladas: el índice de

esperanza de vida que representa la dimensión Salud, el índice de Educación y el índice de Ingresos que repre-

senta la dimensión de nivel de vida digno y que engloba a todos los elementos que no se encuentran determi-

nados por el factor salud y educación (PNUD, 2007; 358).

IDH = 1/3 (índice de esperanza de vida) + 1/3 (índice de educación) + 1/3 (índice del ingreso)

Este enfoque sobre el desarrollo no demoró en recibir una altísima aceptación en círculos académicos y polí-

ticos (McNeill, 2007), dado que prevalecía una insatisfacción de algunos grupos hacia el enfoque de desarrollo

neoliberal impulsado por el FMI y el Banco Mundial, sumado a que el desarrollo humano ofrecía una propues-

ta política que apuntaba hacia la operacionalización y puesta en práctica de una serie de estrategias tendien-

tes hacia la superación de la pobreza, mejoramiento educacional y de las condiciones generales de vida.

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3. EL DESARROLLO HUMANO PERMEADO POR LA CULTURA

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3. EL DESARROLLO HUMANO PERMEADO POR LA CULTURA

Por mucho tiempo la diversidad cultural fue vista como una amenaza para la unidad social e identitaria de las

naciones, provocando la persecución y marginación de minorías culturales. Sin embargo, el proceso de glo-

balización ha evidenciado una multiplicidad de culturas existentes tanto a nivel mundial, nacional y regional.

Ejemplos de estas diferencias culturales son: la etnia, valores, religiones, lenguas, modos de vida, organiza-

ción social, entre otras. El PNUD ha incorporado progresivamente dimensiones socioculturales en sus análi-

sis, destacando la importancia de políticas multiculturales que permitan mantener y fortalecer la identidad

de personas y grupos humanos, subsanando injusticias históricamente enraizadas y socialmente afianzadas

(PNUD, 2004). La incorporación de variables no estrictamente económicas, sin suprimir éstas, han permitido

al PNUD ser reconocido como un organismo propulsor de políticas de desarrollo a nivel internacional. Como

se señaló en la sección anterior, uno de los principales teóricos y propulsores del Desarrollo Humano Amartya

Sen, considera la cultura como base del desarrollo contemporáneo (Sen, 2004), por lo que no han sido pocas

las experiencias del PNUD en desentrañar otro tipo de variables en los estudios sobre desarrollo.

En Chile se han realizado diversos estudios que han permitido visibilizar temáticas relativas a: diferencias de

género, Informe de Desarrollo Humano en Chile, Género, los desafíos de la igualdad (PNUD Chile, 2010), inequi-

dades territoriales: Informe de Desarrollo Humano en Chile Rural (PNUD Chile, 2008), donde se evalúan los cam-

bios del mundo rural y cómo se vive la ruralidad en nuestro país en términos de desarrollo humano. También

se elaboró un estudio sobre libertad cultural, denominado La libertad cultural en el mundo diverso hoy, que

trata la importancia de construir sociedades inclusivas y abiertas a la diversidad cultural, potenciando este

elemento como algo fundamental para el desarrollo humano (PNUD, 2004).

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A pesar de lo anterior, el IDH no ha estado exento de críticas respecto a la escasa incorporación de elementos

culturales al abordar especialmente a los pueblos indígenas. El IDH sería demasiado estándar y generalis-

ta, lo que si bien permite comparabilidad, lo haría retroceder en especificidad. América Latina es un claro

ejemplo de los problemas de inequidad tanto en términos culturales como territoriales, pues existen pueblos

indígenas y zonas rurales que se han sumergido en la pobreza a causa de estas brechas de desarrollo. Esto es

evidenciado por el Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, RIMISP, que publicó en 2011 el Informe

Latinoamericano sobre Pobreza y Desigualdad, donde se identifican brechas y desigualdades territoriales muy

características de los países latinoamericanos y que impactarían directamente sobre las posibilidades de de-

sarrollo en la región.

Algunos estudios de América Latina han permitido establecer parámetros de comparación entre el nivel de

desarrollo y la calidad de vida de la población indígena y no indígena de un país (Gálvez, 2006), contribuyendo

a generar mayor información sobre la realidad de los pueblos indígenas y así disponer de políticas públicas

más pertinentes. Una investigación clave en esta materia es Doce experiencias de desarrollo indígena en Amé-

rica Latina (Carrasco; Iturralde; Uquilla, 2003), donde se estudian diversos casos de comunidades y pueblos

indígenas, caracterizando algunos elementos importantes para su desarrollo desde su propia percepción, cul-

tura e identidad. Una de las conclusiones de este trabajo es que no existe una “receta” que plantee la forma

de desarrollar a las diferentes comunidades, pues existe una inmensa diversidad en los pueblos indígenas. Sin

embargo, se pueden detectar algunos indicadores en común, todos trascendentales dentro de las concepcio-

nes de desarrollo de las etnias, como por ejemplo: tenencia de la tierra, revalorización de la cultura, organi-

zación comunitaria, educación intercultural, participación de la comunidad en los proyectos de desarrollo y

producción económica ligada a la identidad. Las experiencias de desarrollo indígena presentadas en este tra-

bajo, ponen en evidencia que existen diferencias en lo que cada actor percibe como el “desarrollo indígena”, y

sugieren construir nuevas políticas y estrategias que impulsen el desarrollo contextualizado a estos pueblos.

En Brasil se realizó el estudio Desenvolvimiento Humano e as Desigualdades Étnicas no Brasil: um retrato de

final de século (Paixao, 2000), el que presenta el IDH desagregado por diversas etnias. Sus resultados reflejan

desigualdades territoriales, bajos índices en zonas rurales, diferencias por género y por grupos étnicos. Mismo

caso ocurre en México con el estudio Informe sobre Desarrollo Humano de los Pueblos Indígenas en México

(CDI, 2006), realizado en 2006 y reeditado en 2010 con la colaboración directa del PNUD. Este trabajo tiene por

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objetivo conocer el nivel de desarrollo humano de los pueblos originarios medido a través de un IDH desagre-

gado. Los resultados muestran las brechas existentes, en términos de desarrollo humano, entre la población

indígena y la no indígena a distintas escalas geográficas, a nivel de entidad federativa (similar a una región) y

a nivel de municipio en las regiones consideradas como indígenas.

También existen experiencias interesantes fuera de América Latina, en 1994 se publica un estudio denomina-

do A means to closing gaps: disaggregated human development index (Akder, 1994), donde se estudia el IDH en

diversos países, desagregándolo por regiones administrativas, zonas urbanas y rurales, género y grupos étni-

cos. En Europa, específicamente Rumania, se elaboró un estudio que identificó a la población romaní con un

IDH mucho menor que el del promedio nacional, y otro estudio en Namibia donde se desagregó el índice por

grupos socio lingüísticos, evidenciando que personas con lenguas europeas tendrían un IDH hasta tres veces

mayor que las personas indígenas del lugar (PNUD, 2004).

A nivel nacional el PNUD publicó en 2012: Bienestar subjetivo, el desafío de repensar el desarrollo, que plantea

la necesidad de abordar el concepto de desarrollo desde una perspectiva basada en las personas, proponien-

do ampliar la mirada hacia conceptualizaciones como la “felicidad” y “subjetividad del desarrollo” (PNUD,

2012).

Chile es un ejemplo de país diverso cultural y étnicamente, según datos de la Encuesta CASEN 2011, el 8% de la

población pertenece a uno de los nueve pueblos indígenas reconocidos por el Estado chileno: pueblo Aymara

(0,6%), Rapa Nui (0,0%) Quechua (0,1%), Mapuche (6,9%), Atacameño (0,1%), Coya (0,1%), Kawésqar (0,0%),

Yagán (0,0%), Diaguita (0,2%). El único trabajo realizado en esta materia a nivel nacional, fue elaborado por

el equipo que desarrolla la presente investigación en la Universidad de La Frontera, a través del Instituto de

Desarrollo Local y Regional (IDER) en conjunto con el PNUD. Esta investigación publicada en 2003 se titula Ín-

dice de desarrollo humano en la población mapuche de La Araucanía, en ella se comparó el nivel de desarrollo

humano medido a través del IDH entre la población mapuche y la no mapuche a nivel nacional y exploró las

desigualdades en términos de desarrollo humano existentes dentro del propio pueblo mapuche a partir de

categorías de género y lugar de residencia (PNUD, IDER, 2003).

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Los trabajos revisados anteriormente, poseen un carácter exploratorio y descriptivo, los resultados reflejan

menores niveles de IDH en los pueblos indígenas que en el resto de la población y conciben a los pueblos

originarios como habitantes de un territorio, por ello se han realizado comparaciones entre indígenas y no in-

dígenas a distintas escalas geográficas. Como se puede apreciar, estos informes consideran al desarrollo como

un fenómeno que no difiere únicamente en términos culturales, sino también geográfica y espacialmente.

En lo que respecta al pueblo mapuche, los intentos por explicitar algún sustrato cultural no han sido escasos,

son muchos investigadores mapuche y no mapuche, quienes han investigado en los distintos componentes

pertenecientes a la cultura mapuche, diferenciándolos del pueblo chileno y de cualquier otro grupo humano.

Parte de estas conceptualizaciones refieren a que el pueblo mapuche dispondría de un conocimiento acumu-

lativo y transmitido de manera oral, independiente de la interacción generada con la cultura chilena (Cañulef,

1998). El proceso de establecimiento de relaciones entre los siglos XVII y XVIII y comienzos del XIX, habría gene-

rado una multiculturalidad que permitiría entender la coexistencia de identidades en lo que hoy conocemos

como “La Araucanía”, debido a la coevolución de identidades que ayudaron a conformar un multiculturalismo

regional basado en guerras, negociaciones, política e intercambio, lo que finalmente devino en el llamado

“estatuto de la frontera” o “pacto colonial”, que significaría una mediatización de las relaciones de un territo-

rio por la negociación política entre el mundo hispano e hispano criollo, a través del Parlamento, dispositivo

político de condensación de identidades (IDER, 2010) (Irarrázaval & Morandé, 2007).

En la cultura ancestral mapuche, el Küme Mongen, se entiende como buen vivir, calidad de vida o bienestar

social, donde se conectan los elementos que constituyen la estructura del mundo mapuche: pertenencia de

la tierra, lengua, religión, identidad y memoria cultural (Hasen & Cortez, 2012) (Ibacache, 2002) (Díaz, Pérez,

Gonzales y W.Simon, 2004). El bienestar mapuche se conforma articulando los elementos de la naturaleza

(Nor Felen) y en cómo estos interactúan con los elementos de la tierra, la lengua, religión y prácticas sociales,

ya que según la cosmovisión de las personas mapuche, la conexión con la naturaleza es base para la calidad de

vida (Tricot, 2009) (Bocarra, 2004) (Huanacuni, 2010) (Marileo, 1998). Por otra parte, para el Küme Mogñen, el

ser humano estaría en una relación horizontal con la naturaleza, surgiendo una complementariedad entre los

elementos naturales y humanos, considerando no sólo el interés humano, sino también el interés de la vida,

la madre tierra, la comunidad y la familia (Huanacuni, 2010).

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4. EL IDH EN LA POBLACIÓN MAPUCHE 2013

4.1. Cambios en la metodología para medir el IDH desde 2003

El PNUD no realizó ajustes metodológicos en la medición del IDH en el período 2003-2009, considerando las

fórmulas utilizadas que figuran en las notas técnicas. Para el caso de la dimensión Salud el indicador usado fue

la “esperanza de vida al nacer”; en Educación, se utilizó la “tasa de alfabetización de adultos” y la “tasa bruta

de matriculación”; y en la dimensión Ingreso se utilizó el “PIB per cápita ajustado por Paridad de Poder Adqui-

sitivo (PPA)” medido en dólares estadounidenses. Es necesario considerar que la tasa bruta de matriculación,

incluye el nivel pre básico, básico y medio.

▷ Figura 2: Dimensiones IDH 2003

Fuente: notas técnicas Informe sobre Desarrollo Humano 2003, los objetivos de desarrollo del milenio: un pacto entre las

naciones para superar la pobreza.

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Es en 2010 cuando la medición del IDH sufre las siguientes modificaciones (figura Nº 3). En primer lugar, el

componente de Educación pasa de dos a tres indicadores. Además, hay un cambio en su fórmula ya que su

cálculo se realiza mediante un promedio geométrico. En segundo lugar, para la dimensión de Ingreso, el cam-

bio está ligado al concepto económico del Producto Nacional Bruto, indicador que se utiliza en países con eco-

nomías abiertas como la chilena. Además, tuvo un cambio que consistió en multiplicar por logaritmo natural

cada uno de los valores mínimo, máximo y real, dado que “…el índice de cada dimensión es un valor sustituto

de las capacidades en la dimensión correspondiente, es probable que la función de transformación del ingreso

en capacidades sea cóncava” (PNUD, 2010, p. 236). Esto permite inferir que el cambio de la medición del indi-

cador está ligado a la descripción grafica producida en las curvas de ingreso. Finalmente, se ajustó la forma

del cálculo del propio IDH utilizando un promedio geométrico de las dimensiones Salud, Educación e Ingresos,

componentes que en los periodos 2003-2009 se calculaban en base a un promedio aritmético.

▷ Figura 3: Dimensiones IDH 2010

Fuente: PNUD, 2011

La justificación expresada en las notas técnicas refieren a que las mejoras metodológicas en el IDH, con nue-

vas formas de medición, tendrían cambios notorios en países con desarrollo dispar en las dimensiones. La

media geométrica ejercería solo un impacto moderado en las clasificaciones del IDH. Fijar los límites supe-

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riores en los valores máximos reales, tendría menos consecuencias en los valores del índice general y menos

aún en las clasificaciones (PNUD, 2011). Es decir, la adopción de nuevas formas de cálculo permiten reflejar

de mejor manera el nivel de IDH y sus diferencias, muestra de ello es la medición de la población mapuche

en 2003, donde se observó una brecha considerable: en Educación el resultado fue 0,722, la dimensión Salud

0,680 mientras que en Ingresos correspondió a 0,524.

Distinción entre índices en su versión internacional y nacional.

Los índices que se utilizan poseen algunas variaciones dependiendo de la versión internacional o la nacional,

pues se apunta a densificar los datos obtenidos en el país, pero esto depende de la capacidad estadística

interna de los países. Algunos poseen una mayor captura de datos y en Chile, la capacidad estadística está

basada en distintas encuestas que sirven para construir el IDH.

En un informe del año 2004 se analiza cómo aumentar la capacidad estadística de los países a nivel nacional e

internacional para así poder tener mejores resultados de los índices utilizados en el IDH, pues “es indispensa-

ble que los países desarrollen una buena capacidad estadística, lo que implica asumir un compromiso financiero

y político tanto en el nivel nacional como internacional.” (Informe Sobre Desarrollo humano)

4.2. Metodología para medir el IDH en la población mapuche

A continuación se presentarán las dimensiones del IDH: Salud, Educación e Ingresos, con las que se reeditará

el índice generado en 2003, analizando la metodología empleada para cada indicador. Sin embargo, además

de actualizar el IDH para la población mapuche, se complementará con la dimensión de Idioma referido al

nivel de comprensión del propio pueblo mapuche sobre el mapudungun o lengua mapuche y así aportar una

mirada distinta a la medición de 2003, complementando la información estándar del IDH con aspectos socio-

culturales, pero que a la vez sean susceptibles de medición estadística y permitan comparabilidad con otros

pueblos originarios. Cabe señalar que la dimensión Idioma no se incluye como una dimensión más en el IDH,

sino que solo se utiliza para tener una medida del nivel de conocimiento de su propia lengua.

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▷ Tabla 3: Características del IDH

Dimensiones IDH

Ítems

Salud ½ Promedio tasa AVPP por 1000 habitantes 2000-2009.

Años de vida potenciales perdidos, límite de edad 80 años.

½ % de personas que contestan bueno o muy bueno en la pegunta: ¿Ud. cree que su salud en general es…? (CASEN 2011).

Usted diría que en general su salud está: (nota de evaluación).

Educación ¼ Alfabetismo de adultos (15 años o más). ¿Sabe leer y escribir? (15 años y más).

¼ Tasa combinada de matriculación. Porcentaje de personas en edad escolar que están matriculados en algún establecimiento de educación básica o media.

½ Media de escolaridad (15 años o más). Último año alcanzado por adultos de hasta 15 años de edad.

Ingreso ½ Promedio del ingreso per cápita ajustado. Ingreso autónomo hogar.

½ Promedio del ingreso corregido por pobreza. Ingreso nacional bruto corregido por pobreza según Casen 2011.

Idioma % de personas que declaran hablar y entender lenguas de pueblos originarios.

Pregunta: ¿habla o entiende una de las siguien-tes lenguas?... Pregunta r7, (CASEN 2011).

Fuente: elaboración propia

En 2003 la dimensión Salud fue la que presentó “un mayor desafío dada la dificultad para obtener cifras de

este ámbito desagregadas según pertenencia a pueblos originarios” (PNUD e IDER, 2003, p.9). Actualmente esta

situación no ha cambiado, por lo que se abordará la confiabilidad que proporciona la forma de medir el AVPP,

indicador utilizado para medir parte de la dimensión de Salud y que se construye a partir del registro de las

defunciones producidas en el país. Se cuantifica la diferencia entre la edad de fallecimiento y un umbral ideal

máximo (en este caso 80 años), la suma de las diferencias agregadas según un nivel geográfico específico, da

cuenta del nivel medio de daño o pérdida potencial de años de vida en una comunidad.

Para los efectos de la presente investigación, se considera adecuado continuar con la pregunta referida a la

salud de las personas, en la encuesta CASEN 2011, con la salvedad que en 2000 se utilizó una escala Likert con

cinco categorías, mientras que en la CASEN 2011 se utilizaron siete categorías.

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Para calcular el impacto del cambio de escala en 2011, se midió la normalidad de la distribución para identifi-

car las posibilidades de comparabilidad entre las encuestas de 2000 y 2011. Los resultados evidenciaron que

al incluir dos categorías nuevas en la escala de 2011, “más que regular” y “menos que regular”, se afectó direc-

tamente al centro de la muestra. Al fusionar estas categorías con la categoría “regular”, se obtuvo las mismas

cinco categorías utilizadas en 2000, lo que permitió disponer de dos encuestas comparables utilizando las

personas que respondieron “bueno” o “muy bueno” en la CASEN de 2011.

En la dimensión Educación, actualmente el PNUD ha variado la medición desde 2010 incorporando las varia-

bles “años promedio de escolaridad” y “años esperados de instrucción”. Sin embargo, solo la primera variable

es posible incluirla en el presente análisis, ya que no existen datos desagregados por comuna y mucho menos

por etnia para “años esperados de instrucción”. Además, se realizó un cambio en el peso relativo que poseen

las mismas tres variables utilizadas en 2003, ponderando la media de escolaridad como dimensión de mayor

importancia, para luego incorporar la tasa bruta de matriculación y tasa de alfabetización de la población

con 15 años o más con la misma ponderación entre ellas. Este cambio permite que la medición se enfoque en

cómo se mide hoy el IDH, teniendo más importancia el hecho de haber alcanzado un alto nivel de educación

que simplemente estar alfabetizado, especialmente si se considera que la tasa de alfabetización en Chile es

muy cercana al 100%.

Para la dimensión de Ingreso no existieron dificultades, ya que se encuentran disponibles los datos desagre-

gados para el pueblo mapuche en La Araucanía, por lo que se utilizará la misma medición empleada en 2003.

Finalmente, en la dimensión Idioma se consideró la pregunta de la CASEN 2011 referida al idioma en pueblos

originarios.

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4.3. Resultados1

En primer lugar se presentan los valores mínimos y máximos para el cálculo del IDH utilizado en esta investiga-

ción, a partir de estos datos se calculan las distintas dimensiones que componen el IDH. Cabe recordar que el

IDH fluctúa entre 0 y 1, donde 0 corresponde a la ausencia total del atributo y 1 a su total presencia.

▷ Tabla 4: Mínimos y máximos normativos de los componentes del índice

Variable Mínimo Máximo

AVPP 360 años 16,97 años

Alfabetismo adultos % 0 100 %

Media de años de escolaridad 0 15 años

Tasa combinada de matriculación 0 100 %

Per cápita por hogar en dólares PPA US$ 100 US$ 40.000

Fuente: elaboración propia en base a PNUD, IDER 2003

El panorama general de la trayectoria que ha tenido el IDH mapuche, considerando la medición de 2003, se

expresa en el gráfico 1 que contiene el IDH global junto a sus indicadores de Ingresos, Educación y Salud. In-

mediatamente presentamos la dimensión del idioma, la que no es parte de la medición oficial del IDH ya que

se consideró exclusivamente para esta investigación.

1 Con respecto a los resultados es necesario hacer dos aclaraciones. La primera dice relación con la comparabilidad de los datos, en general se puede establecer que los datos de ambas mediciones 2003 y 2013 son comparables ya que la metodología y las variables utilizadas son práctica-mente las mismas, en aquellas en donde hubo una variación se probó manteniendo las variables originales y los resultados no variaron de manera significativa. En segundo lugar se aclara que para realizar esta medición no se utilizaron medidas geométricas, si bien parecía que estas podían ayudar a tener una mejor medida del IDH, en la práctica los resultados no fueron muy distintos, por lo que se decidió dejar el cálculo tal como fue planteado desde un comienzo en la investigación.

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▷ Gráfico 1: IDH según pertenencia a pueblo mapuche 2013

Fuente: elaboración propia en base a CASEN 2011

En primer lugar, se observa un incremento del IDH mapuche considerando la medición de 2003, ya que en 2013

el IDH aumenta de 0,642 a 0,683. Sin embargo, este valor máximo es ”bajo” según parámetros internacionales

y continúa siendo inferior al IDH no mapuche de 2003. Esta brecha del IDH mapuche y no mapuche se explica

fundamentalmente por la dimensión de ingresos, ya que a pesar del aumento de 0,582 a 0,658 sigue siendo la

dimensión que contiene la mayor diferencia entre mapuches y no mapuches.

En educación se produce un aumento marginal de 2003 a 2013, mientras que en la población no mapuche se

produce una disminución de 0,806 a 0,795. En este sentido, la educación no mapuche es el único indicador que

ha experimentado una disminución en diez años. La dimensión Salud experimenta un modesto aumento de

0,680 a 0,729 y representa la menor brecha entre la población mapuche y no mapuche (0,037).

Finalmente, se ha incorporado la dimensión de idioma entendiéndola como parte del despliegue cultural de

un pueblo. Esta dimensión no es parte del análisis realizado en 2003, pero resulta sumamente claro la alta

proporción de la población mapuche que no habla ni entiende el mapudungun, considerando que la medición

obedece a los mismos estándares del IDH convencional, es decir, la normalización de valores 0 a 1.

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▷ Gráfico 2: Nivel de comprensión en idioma

Fuente: elaboración propia en base a CASEN 2011

En el gráfico 2 se observa que más del 75% de los encuestados no habla ni entiende el idioma del pueblo

originario al que dice pertenecer. La Araucanía presenta el porcentaje más alto de personas que habla y en-

tiende su lengua originaria, obteniendo un 25%, aunque el porcentaje de personas que no habla ni entiende

el mapudungún, es de 58,5%, cifra elevada considerando que los mapuche son originarios de La Araucanía.

¿Cuáles serán las causas del bajo nivel de IDH mapuche respecto al no mapuche?, en ocasiones, los argumen-

tos sobre los niveles de desarrollo en el pueblo mapuche se refugian en determinismos, simplificaciones e

incluso prejuicios que poco y nada se ajustan a la realidad. En lo que resta de esta sección, analizaremos el

IDH contrastándolo con variables de género y territoriales para así evidenciar la complejidad de factores que

intervienen.

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¿La Araucanía será la culpable?

En 2013 La Araucanía posee un IDH de 0,649 y considerando las regiones estudiadas, es la que posee el menor

IDH, sumado a ello tiene la mayor tasa de pobreza de acuerdo a la CASEN 2011 con un 22,9%. Lo anterior

podría hacer pensar en la existencia de dispositivos en la región que afectarían el nivel de desarrollo, por

ejemplo, el gráfico 3 presenta el IDH a nivel regional, donde La Araucanía posee el menor nivel de IDH tanto

en 2003 como en 2013, aunque no experimenta el descenso que obtuvo la Región del Biobío de un 0,682 en

2003 a un 0,653 en 2013, baja que se podría explicar por el descenso de la dimensión Educación del IDH global,

presentada en el análisis anterior.

Así mismo, la Región Metropolitana sigue obteniendo el mayor IDH, con un valor de 0,754 en 2013. Cabe desta-

car que la Región de Los Ríos no experimentó una medición en 2003 por lo que solo se grafican los resultados

de 2013, convirtiéndose en la región con el segundo mayor IDH en 2013. Sin embargo, como se observará en el

próximo análisis, culpar a La Araucanía por los niveles de desarrollo no sería una respuesta adecuada.

▷ Gráfico 3: IDH según pertenencia a pueblo mapuche por regiones

Fuente: elaboración propia en base a CASEN 2011

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A diferencia de lo que sucede con la población mapuche, el crecimiento del IDH desde 2003 en las personas

que declaran no pertenecer a ninguna etnia, ha sido sostenido en todas las regiones estudiadas (gráfico 4),

tanto así que La Araucanía deja de ser la región con el menor nivel de IDH, para cederle este lamentable sitial

a la Región del Biobío, con un valor de 0,725 para 2013. Si ello no permite descartar la tesis que vincula los

niveles de desarrollo de un grupo humano a su territorio de forma homogénea, al menos sería una excep-

ción en dichas explicaciones. En este sentido, el hecho de que los mapuche presenten su IDH más bajo en La

Araucanía (gráfico 3) no necesariamente se debe a condiciones que puedan atribuírsele a La Araucanía de

forma irreflexiva, ya que para este caso la población no mapuche de La Araucanía (gráfico 4) no experimenta

la misma situación.

▷ Gráfico 4: IDH de quienes se declaran no mapuche por regiones

Fuente: elaboración propia en base a CASEN 2011

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¿La ruralidad será la culpable?

Respuestas corrientes a los niveles de desarrollo, refieren a las condiciones de urbanidad o ruralidad de deter-

minados sectores. En este sentido, la idea que relaciona mejores niveles de desarrollo en los sectores urbanos,

muchas veces no acepta matices. Por ejemplo, en el gráfico 5 se aprecia que en todas las regiones existe un

menor IDH en los sectores rurales respecto a los urbanos, además se vuelve a constatar que la región del Bio-

bío es la única con retrocesos, debido a que el sector urbano ha descendido notoriamente de 0,721 en 2003 a

0,686 en 2013. Por otra parte, se puede observar que los sectores rurales de La Araucanía y Los Lagos han teni-

do un crecimiento importante en los últimos 10 años, que han permitido reducir considerablemente la brecha

entre sectores rurales y urbanos. En términos generales, a pesar de que existe un marcado predominio del IDH

en los sectores urbanos respecto a los rurales, éste ha tendido a disminuir respecto de 2003.

▷ Gráfico 5: IDH mapuche urbano/rural por regiones

Fuente: elaboración propia en base a CASEN 2011

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Especificando las diferencias entre sectores rurales y urbanos para La Araucanía (gráfico 6), se observa que la

población no mapuche de la zona urbana posee el IDH más alto en la región (0,752) seguido por la población

mapuche que vive en zonas urbanas (0,715). Sin embargo, en la dimensión de ingresos este determinismo no

acontece ya que los no mapuche de las zonas rurales poseen un IDH superior (0,686) a los mapuche urbanos

(0,659). La ruralidad en sí misma no puede explicar en su totalidad los niveles de desarrollo humano en la

población mapuche y no mapuche.

▷ Gráfico 6: IDH mapuche urbano/rural Araucanía

Fuente: elaboración propia en base a CASEN 2011

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¿La variable de sexo será la culpable?

En el gráfico 7 se observa con claridad que existe una marcada diferencia de IDH a favor de los hombres sobre

las mujeres, dependiendo de la zona de residencia, es decir, en las zonas rurales los hombres poseen mayor

nivel de IDH que las mujeres y en las zonas urbanas ocurre exactamente lo mismo. Sin embargo, para este caso

es más determinante la zona de residencia que la variable de sexo ya que las mujeres de zonas urbanas poseen

mayor IDH que los hombres de zonas rurales.

▷ Gráfico 7: IDH según género y pertenencia urbano/rural Araucanía

Fuente: elaboración propia en base a CASEN 2011

A pesar de lo anterior, el aspecto más evidente refiere a que el grupo más vulnerable se encuentra en las mu-

jeres mapuche que habitan zonas rurales, con un IDH que en 2003 fue de 0,513 y que en la medición de 2013

alcanzó un escaso 0,593, cifra que aún es inferior a las mujeres no mapuche rurales de 2003.

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5. COMENTARIOS Y CONCLUSIONES

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5. Comentarios y conclusiones

La trayectoria del concepto de desarrollo ha sido protagonizada por diversos enfoques que han intentado po-

sicionar aspectos vinculados al crecimiento económico, industrialización, educación, salud, medioambiente,

territorio, cultura, e incluso felicidad y calidad de vida. Sin embargo, a pesar de distintos esfuerzos, el desarro-

llo ha estado colonizado por perspectivas que privilegian las variables económicas, donde incluso las discu-

siones sobre industrialización parecen haber perdido importancia en países de América Latina. En este esce-

nario más bien adverso, el enfoque del Desarrollo Humano conceptualiza el desarrollo de forma más compleja

e integrada, incorporando las dimensiones Salud, Educación e Ingresos y siendo impulsado por el trabajo de

Amartya Sen, la Organización de las Naciones Unidas y su Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

En la década de los 90’ el PNUD genera de forma sistemática informes sobre la situación internacional, regio-

nal y nacional, instalándose en Chile durante 1996 y elaborando varios estudios sobre la realidad nacional que

han tenido impacto en la esfera pública, académica y en los medios de comunicación (Ramos, 2012).

Al igual que los demás enfoques de desarrollo, el desarrollo humano no ha estado exento de críticas. La prime-

ra refiere a su exacerbación individualista, sin consideraciones por la evaluación de los contenidos colectivos

o grupales, ya que la búsqueda por la libertad filtraría las relaciones y acuerdos sociales en herramientas para

conseguir el bienestar y así lograr el desarrollo humano. En este sentido, el desarrollo humano tendría una

ética tan individualista como el utilitarismo que pretendería reemplazar, ya que las opciones de desarrollo

humano serían individuales y no comunitarias (Quintana, 2008; 6). También se critica el carácter occidental

y la verticalidad del desarrollo humano, debido a la construcción hacia las personas y no desde las perso-

nas hacia el desarrollo, estableciendo un modelo que no permitiría flexibilidades otorgadas por la cultura u

otras prácticas diferenciadas. Esta tensión por la cultura, es probablemente el mayor flanco de críticas que

ha recibido el enfoque del Desarrollo Humano y en particular el IDH. Si bien su constitución en las variables

de Salud, Educación e Ingresos permitiría comparar distintos grupos sociales, también expulsaría aspectos

socioculturales potencialmente presentes (Gasper 2002) (Dubois, 2008) (Lechner, 1999). El desarrollo humano

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estaría en un péndulo entre comparabilidad y particularidad que no permitiría captar especificidades como

las que ofrecería el Küme Mogñen, cuya idea de bienestar involucra elementos comunitarios como la tierra, el

parentesco, la naturaleza y espiritualidad (Tapia, 1995) (Quintana, 2008).

A pesar de las críticas que ha recibido el IDH, diversos estudios basados en su metodología, –incluida la pre-

sente investigación– han incorporado dimensiones socioculturales precisamente para obtener resultados con

mayor pertinencia, pero sin la pretensión de totalizarlos en una explicación estructural. Los estudios sobre

desarrollo humano y diversidad cultural han permitido informar sobre las profundas desigualdades y territo-

rios deprimidos, conocer desigualdades étnicas e interétnicas, además de construir políticas públicas más efi-

cientes en países de todo el mundo. Para el caso del pueblo mapuche, los resultados reflejan que el aumento

del IDH mapuche de 2003 a 2013 es relativo, considerando que el valor máximo alcanzado en 2013 es inferior

al IDH no mapuche de 2003. Los factores que explicarían esta diferencia pueden ser de carácter económico, ya

que el ingreso es el elemento diferenciador más importante a la hora de hacer una comparación entre la po-

blación mapuche y no mapuche, brecha mucho más notoria que los índices de salud y educación. Un segundo

aspecto donde acontecen diferencias refiere a la dimensión territorial, como se observó en el análisis, el IDH

de la población mapuche es mucho más bajo en la región de La Araucanía que en Biobío, Los Lagos, Metro-

politana y Los Ríos, situación que se intensifica considerando la pertenencia a sectores rurales respecto a los

urbanos, además de diferencias por sexo ya que las mujeres tendrían menor IDH que los hombres.

El poder generar un IDH que incorpore dimensiones socioculturales, implica un esfuerzo metodológico y uno

de pertinencia; el metodológico refiere a disponer datos confiables que permitan hacer análisis rigurosos, el

de pertinencia a que dichos datos posean un correlato con la realidad del pueblo mapuche, específicamente

las emanadas en la noción de Küme Mogñen. Esta búsqueda permite descubrir aspectos más allá de la salud,

educación e ingresos, como lo son aspectos espirituales, la relación con la naturaleza, la relación entre los

individuos, entre otros. Sin embargo, entre estas dimensiones la lengua mapuche o mapudungun, fue el único

posible de levantar con información secundaria y además es más acorde a la realidad contemporánea del

pueblo mapuche, donde los aspectos espirituales, históricos, territoriales, si bien son de mucha importancia,

no cruzan a la totalidad de este pueblo. Respecto a este punto, los resultados no dejan espacio a muchas

interpretaciones, la comprensión de la lengua es un aspecto dramático en el pueblo mapuche ya que el desco-

nocimiento sobre el mapudungun es generalizado, los mapuche que no hablan ni entienden el mapudungun

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superan el 50% en La Araucanía y el 70% en otras regiones con población mapuche.

Una discusión sobre el desarrollo tensionado por aspectos culturales, debe preguntarse si es posible hablar de

un tipo de desarrollo que difiera del enfoque de desarrollo humano, o específicamente si la forma en que se

analiza el desarrollo humano en Chile, tenga que segmentarse a distintos grupos humanos, por ejemplo, entre

los alemanes, argentinos, mapuches y no mapuches, entre las regiones del sur y del norte, del mundo rural y

urbano. El hablar de cultura e identidad no resulta sencillo si incorporamos un péndulo entre el esencialismo

que intenta homogeneizar prácticas sociales diferenciadas, hasta enfoques postmodernistas que suprimen

cualquier discurso identitario y cultural. El concepto de cultura, y por “añadidura” el de identidad, han reci-

bido críticas debido a una supuesta pérdida de consistencia teórica en su sentido global y como indicativo de

unidad y coherencia de constelaciones simbólicas, debido a la creciente individualización que desemboca en

un mayor desarraigo, fragmentación social y una menor responsabilidad del sujeto moderno en su obligación

de tener que ser parte de un “otro”, de un colectivo y en suma, de la integración social (Mascareño, 2007). Sin

embargo, en su defensa se invoca la cultura e identidad por su utilidad para otras teorías del análisis social,

que las aprehenden e incorporan de forma consistente para sus propias explicaciones (Larraín, 2007). Por

ende, un concepto puede ser eficiente o ineficiente, no para el análisis social en su integridad, sino para deter-

minadas teorías en su explicación de lo real a través de estos mismos conceptos.

Actualmente el pueblo mapuche está tensionado por otros aspectos además de los vinculados a la educación,

salud, ingresos e idioma, existen demandas ligadas a derechos, reivindicaciones territoriales, culturales, entre

otras que igualmente se diferencian entre sí, ya que los mismos movimientos mapuches que demandan refor-

mas, pueden diferenciarse en una vertiente de carácter culturalista y otra nacionalista (Tricot, 2013).

Por lo anterior expuesto, la investigación no ha pretendido cristalizar en tres dimensiones la realidad del pue-

blo mapuche, ni considerar su nivel de desarrollo exclusivamente al concepto de Desarrollo Humano medido a

través del IDH. La investigación pretende contribuir en el conocimiento sobre la realidad del pueblo mapuche,

bajo el prisma del Desarrollo Humano, actualizando información susceptible de comparación e incorporando

aspectos socioculturales al análisis, emanados de la noción de Küme Mogñen pero respetando su heteroge-

neidad y sin totalizarlo con explicaciones esencialistas.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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EQUIPO DE TRABAJO

Patricio Padilla Navarro: Sociólogo de la Universidad de La Frontera, Candidato a Doctor en Sociología por

la Universidad Alberto Hurtado, actualmente se desempeña como Coordinador Académico del Instituto de

Desarrollo Local y Regional de la Universidad de La Frontera.

Alan Garín Contreras: Geógrafo y Magíster en Geografía por la Universidad de Chile, Doctor en Geografía por

la Universidad Nacional del Sur, actualmente se desempeña como Académico y Director del Departamento de

Ciencias Sociales de la Universidad de La Frontera.

Mauricio García Ojeda: Asistente Social y Magíster en Desarrollo Humano a Escala Local y Regional por la

Universidad de La Frontera, Doctor en Sociología por la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente se

desempeña como académico del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de La Frontera.

Camilo Rosas Flores: Sociólogo de la Universidad Alberto Hurtado, actualmente se desempeña como investi-

gador del Instituto de Desarrollo Local y Regional de la Universidad de La Frontera.

Ronald Kliebs Yáñez: Estudiante de Ingeniería Civil Industrial Mención Mecánica de la Universidad de La Fron-

tera, participa como ayudante de investigación en el Instituto de Desarrollo Local y Regional de la Universidad

de La Frontera.

Luis Vergara Erices: Profesor de Estado en Historia, Geografía y Educación Cívica de la Universidad de La

Frontera y estudiante del Magíster en Ciencias Sociales Aplicadas de la Universidad de La Frontera.

Mario Rozas Poblete: Profesor de Estado en Historia, Geografía y Educación Cívica de la Universidad de La

Frontera y estudiante del Magíster en Desarrollo Humano Local y Regional de la Universidad de La Frontera.

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Claudio Herrera Chicahual: Sociólogo de la Universidad de La Frontera, participó en esta investigación mien-

tras realizaba su Seminario de Investigación Aplicada en la Carrera de Sociología.

Gabriel Zuñiga Guzmán: Licenciado en Sociología de la Universidad de La Frontera, participó en esta investi-

gación mientras realizaba su Seminario de Investigación Aplicada en la Carrera de Sociología.

Lientur Alcamán Curivil: Sociólogo de la Universidad de La Frontera, se ha desempeñado como relator y

asesor respecto a pueblos originarios para FLACSO-Chile, CONADI, Universidad Católica de Temuco y la Uni-

versidad de La Frontera.

Álvaro Bello Maldonado: Profesor de Historia, Geografía y Educación Cívica; Magíster en Ciencias Sociales,

Universidad de Arte y Ciencias Sociales; Doctor en Antropología, Universidad Nacional Autónoma de México.

Actualmente es Director de Instituto de Estudios Indígenas de la Universidad de La Frontera.

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