+ All Categories
Home > Documents > IV. LOS EXILIOS FRANCESES EN LA MONARQUÍA HISPÁNICA

IV. LOS EXILIOS FRANCESES EN LA MONARQUÍA HISPÁNICA

Date post: 24-Nov-2023
Category:
Upload: univ-montp3
View: 0 times
Download: 0 times
Share this document with a friend
30
IV. LOS EXILIOS FRANCESES EN LA MONARQUÍA HISPÁNICA * SERGE BRUNET Université Paul Valèry, Montpellier III JOSÉ JAVIER RUIZ IBÁÑEZ Universidad de Murcia 1. Introducción Al final de El vizconde de Bragelonne, tercera, amarga y última entrega de la serie de novelas de Dumas Los Tres Mosqueteros, una vez que un ya avejentado D’Artagnan ha muerto a manos de los holandeses en el sitio de Maastricht, justo en el momento en que recibía el ansiado bas- tón de mariscal, el autor recuerda que el único de los cuatro hermanos de armas de antaño que quedaba vivo no era otro que René de Herblay, Aramís: el más espiritual y devoto de los espadachines que otrora se habían inmiscuido por razones galantes en los planes del gran cardenal de Richelieu. Aramís no solo sobrevive, sino que lo hace como embaja- dor del rey de España ante su primo y cuñado Luis XIV. Ciertamente, la libertad literaria de Dumas le permite algunos divertidos anacronismos que rozan en ocasiones el verdadero delirio. El camino político del anti- guo mosquetero había sido arduo: de duelista galante había pasado a rebelde durante la Fronda y obispo de Vannes; y, de ahí, a ser, nada menos, general de los jesuitas y conspirador contra el rey Sol. Vencido en tal aventura, su siguiente aparición en la saga fue como duque de Ala- meda, conspicuo representante enviado por Carlos II para garantizar la neutralidad de la Monarquía Hispánica frente a la próxima invasión francesa de las Provincias Unidas. Esta referencia, puramente literaria, evoca bien, sin embargo, la pulsión que una parte de la elite francesa, aunque no solo de la elite, tuvo hacia la Monarquía Hispánica, movida tanto por el ideal nobiliario-feudal que permitía servir a un señor dife- 131 * Este texto ha sido realizado en el marco de los proyectos de investigación «Hispa- nofilia, la proyección política de la Monarquía Hispánica (I): aliados externos y refugia- dos políticos (1580-1610)» Ministerio de Ciencia e Innovación, código HAR2008- 01107/HIST, e «Hispanofilia, la proyección política de la Monarquía Hispánica (II): políticas de prestigio, migraciones y representación de la hegemonía (1560-1650)», HAR2011-29859-C02-01.
Transcript

IV. LOS EXILIOS FRANCESES EN LA MONARQUÍA HISPÁNICA*

SERGE BRUNET

Université Paul Valèry, Montpellier IIIJOSÉ JAVIER RUIZ IBÁÑEZ

Universidad de Murcia

1. Introducción

Al final de El vizconde de Bragelonne, tercera, amarga y última entregade la serie de novelas de Dumas Los Tres Mosqueteros, una vez que unya avejentado D’Artagnan ha muerto a manos de los holandeses en elsitio de Maastricht, justo en el momento en que recibía el ansiado bas-tón de mariscal, el autor recuerda que el único de los cuatro hermanosde armas de antaño que quedaba vivo no era otro que René de Herblay,Aramís: el más espiritual y devoto de los espadachines que otrora sehabían inmiscuido por razones galantes en los planes del gran cardenalde Richelieu. Aramís no solo sobrevive, sino que lo hace como embaja-dor del rey de España ante su primo y cuñado Luis XIV. Ciertamente, lalibertad literaria de Dumas le permite algunos divertidos anacronismosque rozan en ocasiones el verdadero delirio. El camino político del anti-guo mosquetero había sido arduo: de duelista galante había pasado arebelde durante la Fronda y obispo de Vannes; y, de ahí, a ser, nadamenos, general de los jesuitas y conspirador contra el rey Sol. Vencidoen tal aventura, su siguiente aparición en la saga fue como duque de Ala-meda, conspicuo representante enviado por Carlos II para garantizar laneutralidad de la Monarquía Hispánica frente a la próxima invasiónfrancesa de las Provincias Unidas. Esta referencia, puramente literaria,evoca bien, sin embargo, la pulsión que una parte de la elite francesa,aunque no solo de la elite, tuvo hacia la Monarquía Hispánica, movidatanto por el ideal nobiliario-feudal que permitía servir a un señor dife-

131

* Este texto ha sido realizado en el marco de los proyectos de investigación «Hispa-nofilia, la proyección política de la Monarquía Hispánica (I): aliados externos y refugia-dos políticos (1580-1610)» Ministerio de Ciencia e Innovación, código HAR2008-01107/HIST, e «Hispanofilia, la proyección política de la Monarquía Hispánica (II):políticas de prestigio, migraciones y representación de la hegemonía (1560-1650)»,HAR2011-29859-C02-01.

rente al natural,1 cuanto por la percepción de una libertad de concienciacatólica que imponía buscar al soberano que mejor siguiera los designiosde la fe.2 Aunque estos sentimientos se tradujeron en la existencia episó-dica, pero frecuente, de un exilio francés en las tierras de los Habsburgo;hasta ahora no contamos con una visión global del mismo, pese al análi-sis puntual de algunos de los casos más espectaculares; toca por elloaproximarse a él como un fenómeno global dentro del cual se incluyendiversas categorías, diversas cronologías y diversos significados.

La proximidad, influencia y larga competición por la hegemoníaentre las Monarquías francesa y española protagonizó la política euro-pea a lo largo del periodo que corre de 1521 a 1659, y tuvo su continui-dad en la presión que, a partir de ese año, mantuvo Luis XIV contra losdebilitados dominios de los Habsburgo madrileños.3 Un conflicto de talenvergadura y duración se tradujo en la posibilidad para parte de losdescontentos de ambas Monarquías de retirarse a los dominios del rivalde su señor e, incluso, de pretender desde allí restablecer su posición ensu tierra de origen. Comuneros recalcitrantes, navarros descontentos,napolitanos angevinos, milaneses, sieneses republicanos, flamencos, por-tugueses, aragoneses, moriscos, catalanes o sicilianos tomaron, en unmomento u otro el camino del Reino de Francia, una vez que la conso-lidación del poder Habsburgo (o de sus aliados) impuso una disciplinaque excluía el desarrollo local de propuestas políticas alternativas sobresus territorios.4 El rey cristianísimo podía ser un patrón muy intere-sante, por lo que a título individual nobles, militares (como Pedro Nava-rro, conde de Oliveto) o diplomáticos abandonaron también su relación

serge brunet - josé javier ruiz ibáñez132

1 En la tradición nobiliaria europea, hasta incluso en el siglo XIX, es frecuente encon-trar a combatientes que desarrollaron estancias de servicio y formación bajo la autoridadde otros soberanos, bien con permiso del suyo de origen, bien como expresión de su des-contento hacia este.

2 DESCIMON y RUIZ IBÁÑEZ, 2005, pp. 191-192.3 Las relaciones de intercambio y los elementos compartidos entre ambas Monar-

quías están atrayendo cada vez más la reflexión de los historiadores desde una perspec-tiva problemática; buscando identificar los rasgos comunes que facilitaban la inserciónde los exiliados de una procedencia en el medio político, administrativo y asistencial desu rival. En este sentido SCHAUB, 2003; los trabajos reunidos en SABATIER y TORRIONE,2009, y en DUBET y RUIZ IBÁÑEZ, 2010.

4 Estos exilios han contado con una amplia, aunque en ocasiones desigual, bibliogra-fía que no puede ser referida aquí por falta de espacio. La retirada de estos exilios polí-ticos a tierras del rey cristianísimo contaba con una triple ventaja respecto a otras posi-bles diásporas: la uniformidad religiosa, la esperanza de restablecer la propia posición enlos lugares de origen gracias a las fuerzas o la diplomacia francesa y la existencia de unsistema asistencial atractivo, dada la capacidad de patronazgo del soberano francés y suemulación tradicional con el español.

clientelar y/o su «fidelidad natural» en busca de un mejor espacio dereconocimiento o retribución.

En sentido contrario, se detecta con facilidad la existencia de corrien-tes desde los territorios que temporal o definitivamente fueron domina-dos por el rey de Francia en dirección a la Monarquía Hispánica. DesdeNápoles, Milán, Saboya,5 Cambrai,6 el sur de los Países Bajos,7 el Rose-llón, Lorena o el Franco Condado también hubo exiliados que se refu-giaron en los señoríos del rey católico esperando ser acogidos por suantiguo señor o aliado, o recuperar sus posiciones originales gracias a lavictoria de este en el combate entre ambas Monarquías; esperanza quesolo en algunos casos llegaron a realizar. Semejantes exilios traducían lapolítica expansionista y predatoria de los reyes de Francia. Precisamenteen el momento en el que, bien que mal, la potencia de los Habsburgologró frenarla de forma creíble, se hizo visible la irrupción de un nuevotipo de exiliados: los que procedían del propio Reino de Francia. Sindesconsiderar la importancia de los primeros refugios (los de súbditosno naturales del rey cristianísimo) va a ser sobre este segundo ámbitoque centraremos el texto, ya que a través suyo no solo se puede identifi-car los niveles, medios, orígenes y formas de indisciplina contra el poderde los Valois o los Borbones, sino también la propia estructura político-administrativa del reino y la representación que se hizo en él del poderhispánico.8

Por otra parte, no hay que olvidar que las fronteras que separabanambas Monarquías vieron como las noblezas locales (pirenaicas y fla-mencas) que tenían intereses a ambos lados de la raya las saltaban adap-tando su identidad personal de forma oportunista o especializandoalguna de sus ramas menores al servicio de uno u otro soberano. Unasfronteras que se estaban definiendo de forma cada vez más estricta, loque no solo afectaba a los espacios de dominación sino también a los depatronazgo. Al igual que en los Países Bajos en la propia Península, enlos Pirineos la política española fue hacer coincidir las fronteras políticascon las demarcaciones religiosas.9 La persistencia de diócesis francesas

los exilios en la monarquía hispánica 133

5 Posiblemente el más representativo de estos exilios fue el encabezado por el pro-pio Manuel Filiberto de Saboya; MERLIN, 2008, cap. II y III.

6 RUIZ IBÁÑEZ, 2003, pp. 44-46.7 VIGNERON, 1999.8 SCHAUB, 2003; HARAN, 1997.9 La reagrupación unilateral de las diócesis contó con el apoyo del papado, por el

Breve de 1566, confirmado en 1582, el Valcarlos fue separado de la diócesis de Bayonapara ser unido a la de Pamplona, lo que sucedería también con el Batzán y Fuenterrabía,un proceso que se daría inicialmente también para el Valle de Arán pero que se vio fre-nado en el episcopado de Urbain de Saint-Gelé; desde 1564, pero oficialmente desde1573 fue el turno de la diócesis de Elne reagrupada a Tarragona en perjuicio de Narbona,

que contaban con territorios en los dominios del rey católico sí sirviópara que sus habitantes y prelados jugaran la carta española ante la ame-naza de los reformados, la competición nobiliaria o el deseo de obtenerbeneficios españoles caso que tuvieran que abandonar el Reino de Fran-cia.10 El obispo de Comminges, Pierre d’Albret, ante las presiones de susobrina Jeanne d’Albret y su desgracia ante la corte terminó por refu-giarse primero en el Valle de Arán que formaba parte de su diócesis bajoel amparo de las milicias parroquiales y terminó en Estella bajo la pro-tección de Felipe II donde murió en agosto de 1567.11

Dentro de este marco general, tanto las cronologías como los compo-nentes mismos de los exilios franceses, resultan clarificadores del mundopolítico que se estaba construyendo en Europa Occidental, de sus logrosy de sus contradicciones. En principio, aunque este punto resultó máscomplejo, entre ambos poderes no existía una cesura confesional, por loque el motor central de las grandes migraciones políticas que caracteri-zaron la Edad Moderna europea estuvo principalmente ausente.12

Salvo para territorios muy concretos, significativamente el Béarn, lospríncipes territoriales franceses no aplicaron una política reformada decuius regio, eius religio, y en las ocasiones que sí hubo una limpieza reli-giosa de la población en los plazas de seguridad reformadas (La Roche-lle, Montélimar, Montpellier…),13 los expulsados se refugiaron mayori-tariamente en zonas del propio reino controladas por los católicos,aunque la diáspora también incluyó puertos españoles.14 Francia era ofi-cialmente católica, y en el breve momento en el que el soberano legal fueun hugonote (Enrique IV entre 1589 y 1593), su debilidad política era talque aunque hubiera querido aplicar el cuius regio (lo que tampoco

serge brunet - josé javier ruiz ibáñez134

y el de 1593 la creación de la diócesis de Solsona (a partir de la de Urgell) refuerza el con-trol sobre los flujos migratorios franceses. Este proceso se veía reforzado por la puestabajo dependencia de superiores y monasterios españoles de los monasterios hispanosbajo autoridad francesa, un proceso iniciado con Fernando el Católico (MijAran, 1506)y continuada por la reforma de la congregación claustral tarraconense y cesaragustana de1592; FERNÁNDEZ TERRICABRAS, 1998; BRUNET, 2003.

10 BRUNET, 2007, 799, nota 826; MOLINÉ, 1988-1989.11 BRUNET, 2004.12 Con la excepción del exilio de los jesuitas del distrito del parlamento de París en

1594 (DE WAELE, 1994) los otros destierros colectivos implicaron la salida de una pobla-ción reformada que difícilmente hubiera tomado el camino de los dominios del rey deEspaña, lo que no quiere decir que a través de las redes mercantiles, o de la acción dealgún noble particularmente díscolo, no terminara por establecerse comunidades cripto-protestantes francesas en los dominios del rey católico; de igual forma que los territoriosinsumisos al poder de aquel, sobre todo en los Países Bajos, sí se convirtieron en refugiode hugonotes ante los vaivenes de la política francesa.

13 VENARD, 1999.14 GIRARD, 1932, p. 547.

parece que estuviera nunca en su agenda, a pesar de los temores de susenemigos) hubiera carecido de los recursos para llevarlo a efecto y sinduda le hubiera costado la corona;15 pero, con todo, en un caso hipoté-tico de que el reino de san Luis se perdiera para el mundo católico noblescomo el famoso Blaise de Montluc estaban dispuestos a pasar al serviciode Felipe II.16

Ambas Monarquías compartían algo más que la religión, dado que sesustentaban sobre una cultura política, jurídica y social común; cuya apli-cación, definición y evolución en cada una de ellas se reflejaba mutua-mente entre la emulación, el ejemplo y el rechazo en la otra. Uno de losnúcleos centrales de la Monarquía Hispánica (la herencia y la propiadinastía borgoñona) no dejaba de integrar dominios propios al Reino deFrancia (al menos hasta la paz de Madrid) y de provenir de una ramamenor de la casa real francesa. Para el siglo XVI algunas de las regionesincorporadas más recientemente a Francia (Borgoña y Picardía) había per-tenecido a la Casa de Borgoña o mantenido contactos estrechos con diver-sos territorios de lo que iba a ser la Monarquía Hispánica (Baja Navarra,Provenza y Bretaña). Estos elementos hicieron que 1as posiciones políti-cas a ambos lados de las fronteras resultaran particularmente inteligiblesy que hubiera una circulación constante entre sus poblaciones, más aúnconsiderando la estrecha interrelación entre las dinastías reinantes (de lasocho esposas de los reyes católicos entre 1559 y 1700 hubo tres france-sas; y dos de las tres reinas de Francia en el siglo XVII fueron Habsburgo)y la presencia de relaciones ordinarias entre ambas cortes.

Las migraciones políticas francesas no se dirigieron únicamente (y,posiblemente, ni siquiera de forma mayoritaria) hacia la península ibé-rica. Para la primera mitad del siglo XVI no estaba aún nada claro quefuera allí donde se ubicarían los principales centros de decisión, quetanto interesaban a los grandes exiliados para negociar las condiciones desu acogida.17 Posteriormente, una vez asentada la Monarquía sobre unmodelo de decisión más o menos centralizada en la Península pero queconcentraba sus recursos militares (y su capacidad de gasto) en los PaísesBajos, fue hacia este territorio donde se dirigieron los exilios más espec-

los exilios en la monarquía hispánica 135

15 DE WAELE, 2010.16 Monluc a principios de la década de 1560 se dirigió al rey católico proponiéndole

que si no podía seguir en Francia se colocaría bajo su servicio, eso sí, comprometiéndosea no tomar jamás las armas contra su reino; esta pulsión era seguida por parte de su fami-lia ya que si su hijo segundo Peyrot intentó pasar al servicio del rey, el menor, Jean caba-llero de Malta, de desplazó al Mediterráneo para luchar contra los otomanos; BRUNET,2007, 246-247.

17 El viaje del condestable de Borbón a la península ibérica en 1526 obedeció a laaccidental presencia en ella del emperador y, a su pesar, del del rey de Francia; LÓPEZ DEMENESES, 1958.

taculares,18 aprovechando los prófugos la proximidad entre Bruselas yParís y buscando implicar los medios del rey católico en derribar en subeneficio al gobierno francés de turno o al menos intentar gestionardesde la proximidad sus propiedades en Francia. Estos exilios en Flan-des no olvidaban la existencia de la corte en Madrid, hacia ella podíandesplazarse brevemente algunos personajes prominentes o enviar, deforma más estable a sus representantes y consejeros.19

Junto con los exilios propiamente políticos, no hay que olvidar quelas migraciones más ordinarias de base agrícola o mercantil que desde lastierras densamente pobladas del rey de Francia tomaban el camino de losPaíses Bajos,20 los reinos italianos y la península ibérica. Emigrar, pormucho que fuera por causas económicas hacia territorios en los quehabía un control férreo (y no carente de significado político) de la orto-doxia confesional tenía un claro sentido político; sobre todo para losconversos del calvinismo.21 Una parte al menos de los integrantes enestas corrientes asumió también como motor de su desplazamiento laidentificación de las tierras del rey católico como un espacio afín, con elque sentían no poca empatía y hacia el que prometían una nueva fideli-dad. Los grados de este componente ideológico de los exilios económi-cos son múltiples y ambiguos, dependía de casos individuales, dado quela afirmación que la hispanofilia era lo que los había movido a un exilioforzado era una forma, sobre todo para los integrantes de las comunida-des mercantiles, de intentar prevenir así los efectos perniciosos que parael trato pudieran tener las medidas de prohibición de comercio y confis-caciones propias a la guerra económica.22

serge brunet - josé javier ruiz ibáñez136

18 En realidad, los Países Bajos fueron el principal espacio de refugio y de retribu-ción de la Monarquía al menos desde 1565, sino antes, lo que caracterizó políticamentede forma clara a este territorio: GOOSENS, 2000; y las contribuciones de JUNOT y KERVYNDE MEERENDRE, y SANDOVAL PARRA, en este mismo volumen.

19 Con la excepción del viaje de la nobleza francesa exiliada junto al archiduqueAlberto a España en 1599 (DESCIMON y RUIZ IBÁÑEZ, 2005, 231), los demás grandesrefugiados franceses se contentaron de enviar a sus delegados a Madrid, lo que habría unespacio doble, y no poco complejo, de negociación.

20 BERNARD, 2003.21 Como «David Juliano hijo del doctor Sebastian Juliano naturales de la ciudad de

Carpentras de Francia» quien habiendo abandonado el calvinismo y deseando «tomarórdenes sagros» pedía ayuda al rey, bien con un entretenimiento, bien con el vestuario ylibros, «no porq concurran en el mercimientº alguno mas por honra y serº del misº DiosYglesia Sta»; AGS E 1619, sin número, consulta de parte.

22 DESCIMON y RUIZ IBÁÑEZ, 2005, 111-114. Un caso de otro bretón, más allá de losbien conocidos Launay y Junge, es el del capitán Saubat de Çomba quien «sirve a V.M.en tierra y en mar en Bretaña y otras partes» y que podía ser nombrado cónsul de lanación francesa en La Coruña; AGS E 2747, sin número, 27 de octubre de 1612, Madrid,consulta del consejo de parte.

La salida al exilio se debe considerar desde una perspectiva triple quedepende de la propia situación diplomática entre ambas Monarquías. Laprimera se fundaba en el deseo de buscar un lugar de residencia que reu-niera mejores condiciones u oportunidades (religiosas, sociales…) que elque se podía tener en Francia; la segunda era, ya se ha evocado antes,entender el refugio como un instrumento de resistencia activa contra elpoder de París, esperando que el apoyo del rey católico fuera decisivo eneste conflicto interno; finalmente, la tercera no era propiamente un exi-lio, ya que es la que se construye sobre aquellos servidores del rey deFrancia que se colocaron, o permanecieron al servicio del rey católicocuando había, o se alcanzó, paz entre ambos monarcas; esta trasferenciade lealtad, pese a que fuera tolerada por el monarca francés, conllevabauna proclamación de su fracaso como gran patrón, al tiempo que era unaforma de cuestionar su propia política, ya que muchos de los que toma-ron esta vía lo hicieron para continuar bajo las aspas de san Andrés lalucha contra la herejía o la cruzada contra el Turco. El famoso Brantôme,quien también sirvió al rey católico, recordaba el gran número de gasco-nes enrolados en sus tropas, sobre todo durante las guerras de Italia, quehabían adquirido un comportamiento claramente español y dominabanla lengua sin mayor problema. Según su testimonio no menos de 1.200-1.500 gascones estaban empleados en los tercios de Nápoles, Lombardíay otros lugares «tous vieux soldats espaignollisez, parlans l’espaignolmieux que leur langage, s’accommodans du tout [perfectamente] à lafaçon espaignolle, las bigotas relevadas, leurs gestes bravaches… si bienqu’ilz estoient tous Espaignolz, et les eust-on jugez tous telz».23

2. Exilio y clientela: el tiempo de los príncipes

El refugio tipo más característico de franceses que pasaron al servicio delrey católico o que fijaron su residencia en la Monarquía fue el de unaserie de grandes señores, incluyendo miembros de la familia real fran-cesa, que llevaron su oposición al gobierno a salir del Reino y aliarse consu, en teoría al menos, principal rival. Para la administración españolaresultaba interesante recibir a estos grandes, de quienes se esperaba quecontaran aún con importantes contactos en Francia y que pudieran sermovilizados para debilitar la posición del gobierno de París, o que sir-vieran como monedas de cambio en una negociación entre ambasmonarquías. Sin embargo, estas expectativas se mostrarían como dramá-ticamente infundadas. A fin de cuentas, los aristócratas que cruzaron la

los exilios en la monarquía hispánica 137

23 BOURDEILLE, 1873, t. 6, p. 211 y t. 7, p. 20.

frontera lo hacían como vencidos y su aportación a la política imperialespañola se iba a mostrar como reducida. En el mejor de los casos apor-taban su prestigio militar, algunas unidades militares que iban a servirjunto a las tropas hispanas, el control de alguna localidad, sus redes deinformación y las clientelas que les acompañaran al exilio.

Los tres grandes señores que se colocaron bajo la autoridad del reycatólico fueron, en sus experiencias, clarificadoras de la evolución de lapolítica francesa. El primero de ellos es, obviamente, Carlos III, condes-table de Borbón,24 gran príncipe poseedor de un enorme dominio en elcentro de Francia, y que había jugado un papel importante en la admi-nistración y el mando de las tropas regias en las guerras contra los Tras-támara y los Habsburgo; llegando a ser, tras la batalla de Mariñano,gobernador del Milanesado por Francisco I.25 El conflicto por la heren-cia de su esposa fallecida con Luisa de Saboya, madre del rey, terminópor mostrar la debilidad política del condestable frente a la Monarquíatriunfante. Su conspiración primero y su deserción al servicio de CarlosV en 1523 son elocuentes de la incapacidad de la nobleza francesa porhacer un frente común contra el soberano.26. Los tiempos de la guerrafeudal habían pasado, pero quedaba mucho de la cultura caballeresca quelos acompañó, ya que pese a los notables éxitos de la Monarquía a lahora de conseguir disciplinar a su nobleza, a su Iglesia y a sus ciudades;para las primeras décadasaún persistía un sentimiento de autonomía quese mostraría reiteradamente en acciones de rebelión local y/o insumisiónpor una aristocracia que se definía a sí misma como malcontenta. Estanobleza, y sus servidores,27 podía considerar honorable poner su espadaal servicio de un señor que sí reconociera sus servicios y méritos, en latradición de los cambios faccionales que habían caracterizado al final dela Edad Media.28 Sin embargo, el caso de Borbón marcó los límites deesta autonomía29 y, de hecho, adquirió la imagen paradigmática de ladeslealtad que se torna en culpable al infeudarse a un poder exterior.30

Hay que considerar que, para 1523 (en plena primera pugna entre Fran-cisco I, Enrique VIII y Carlos V), los límites entre ambas Monarquías noparecían aún seguros, en medio de la inestabilidad que suponía la conso-

serge brunet - josé javier ruiz ibáñez138

24 CROUZET, 2003.25 La posición política del condestable en la administración francesa en: HAMON,

2011.26 KOHLER, 2000, pp. 174-176.27 El séquito de servidores de Borbón que le acompañó al exilio es descrito en parte

en LÓPEZ DE MENESES, 1958, pp. 585-587.28 MAJOR, 1994, cap. 3.29 JOUANNA, 2001, pp. 201-208.30 BRANDI, 1979, pp. 163-164; CROUZET, 1996.

lidación del poder del César sobre sus territorios y de la nostalgia que enalgunas tierras incorporadas por Francia aún se tenía del poder de losBorgoña; como mostraron las emociones en un ducado de Borgoñadonde el recuerdo del tiempo de los duques no se había marchitado.31

La recepción de un gran señor como Carlos de Borbón implicaba unacompleja negociación, su reconocimiento como un poder autónomo,32 ysu colocación con empleo y tratamiento adecuado a su rango; estas con-cesiones no solo tenían un sentido utilitario, ya que el emperador teníagrandes esperanzas en la actuación del condestable como comandante delas tropas de Italia y de los efectos en su inminente incursión en Pro-venza,33 sino que servían para proclamar la naturaleza ecuánime del Césary su idoneidad como patrón. Más allá de las promesas que se realizaron,el condestable y su séquito se insertaron en la administración imperial enItalia. Nombrado teniente general, el noble francés participó en elmando imperial de forma victoriosa en Sessia (1524) y Pavía (1525)34

donde fue hecho prisionero su otrora señor, ahora enemigo, Francisco I.Este triunfo estuvo lejos de satisfacer las ambiciones del exiliado, ya quese terminaron ignorando sus pretensiones (ser rey en Provenza, la manode la hermana de Carlos V, el ducado de Milán…35) o las compensacio-nes que tendría que darle el Habsburgo.

La debilidad intrínseca de la posición de un exiliado quedaba así demanifiesto: el valor de sus títulos, en tiempo de conflicto, dependía esen-cialmente del reconocimiento que les daba el poder imperial y su capa-cidad de mantener su clientela de la posición que aquel le otorgara en suadministración. La reanudación de la guerra entre ambas potencias vol-vió a colocar en el frente de guerra italiano a un condestable que solopodía reforzar su situación gracias al oficio de las armas. Su muerte antelos muros de Roma en 152736 libró al emperador de un compromisoincómodo y permitió al rey de Francia completar, vía condena de trai-ción, la incorporación al dominio real de sus propiedades (1531).37 Elexilio del duque no dio lugar a una sólida comunidad francesa perma-nente en la Monarquía. Algunos de sus clientes se reintegraron a Fran-cia, donde lograron reincorporarse al servicio regio o al de la grannobleza, y sus familias pudieron tener una carrera exitosa en la adminis-tración real: Michel de L’Hôpital el futuro canciller de Catalina de Médi-

los exilios en la monarquía hispánica 139

31 HAUSER, 1912.32 BRANDI, 1979, p. 163.33 FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, 1999, pp. 302-303.34 Ibid., 1999, pp. 310-311.35 LÓPEZ DE MENESES, 1958, pp. 584 y 624-631; BRANDI, 1979, pp. 180 y 183.36 BRANDI, 1979, pp. 198 y 202; FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, 1999, p. 365.37 Pese a lo acordado en la Paz de Madrid; LÓPEZ DE MENESES, 1958, p. 631.

cis, era hijo de Jean de L’Hôpital,38 uno de los hombres de confianza delcondestable. Con todo, casi una centuria después, a principios del sigloXVII, aún se constata la persistencia de los restos de este exilio. En 1618don Enrique de Borbón era «hijo de don Miguel Carlos de Borbón y dedoña Ana Roger y bisnieto del duque Carlos de Borbón que murió en elcerco de Roma» solicitaba recibir una pensión del rey no permitiendoque la sangre y calidad del dicho duque, tan devoto servidor de V Magd

y la merçed que siempre la hiço vaya en disminuçion. Miguel Carlos(quien «por unas copias auténticas escritas en pergamino de diferentesprivilegios y fees… consta era nieto del duque Carlos») sirvió veinteaños al rey católico hasta su muerte, para lo que había recibido un entre-tenimiento en Nápoles en 1595 de doce escudos, acrecentados a quinceen 1602, que disfrutó hasta 1612, fecha en que fue a España con un añode licencia. Ahora, Enrique ya estaba con «edad y deseos de servir», asíque solicitaba prolongar la relación clientelar con el rey católico, para loque obtuvo una nada espectacular ventaja de cuatro escudos en Milán.39

En todo caso, la memoria del servicio al condestable era siempre unargumento para quienes querían dar un sentido tradicional a su adhesiónal rey católico, como «Fray Antonio de Andrea Caballero de la orden desan Juan» cuyos «pasados siguieron la factio del duque de Borbon sirvie-ron al emperador Carlos y también al rey… hasta el establecimiento delas paces con el rey Enrico 3.º (sic) de Francia», con toda lógica cuandola Liga se colocó «bajo el amparo de S. Md… siguió aquel partido» enProvenza, para posteriormente retirarse a Malta y de ahí entrar enNápoles en la administración hispana.40

Los otros dos grandes señores que salieron de Francia ya lo hicieronhacia Flandes, lo que muestra bien el cambio de situación geopolítica delreino. El primero lideraba, de forma no particularmente eficaz, los res-tos del conglomerado nobiliario y militar que tras la derrota de la Ligacatólica en Picardía por Enrique IV (1594), y no pudo o no quiso some-terse al soberano triunfante. Carlos de Lorena, duque de Aumale, anti-guo gobernador de esa provincia, se retiró a los Países Bajos acompa-ñado por unas pocas unidades de caballería (disueltas en 1596), suséquito y sus aliados urbanos y nobiliarios, en total menos de un millar

serge brunet - josé javier ruiz ibáñez140

38 Los beneficios recibidos en la administración imperial en LÓPEZ DE MENESES,1958, p. 585, nota 35.

39 AGS E 1644, sin número, 12 de abril de 1616, consulta de parte de doña Luysa deBorbón hija mayor de don Miguel Carlos de Borbón, incluye una relación de serviciosimpresa de gran interés; AGS E 1651, sin número, consulta de parte, Madrid, 18-20 demarzo de 1618.

40 AGS E 1624, sin número, 5 de enero de 1610, consulta de parte sobre su solicitudde incremento de sueldo.

de personas. Al igual que Borbón, Aumale se vio condenado por lesamajestad, aunque su familia logró conservar una parte importante de susbienes gestionados por su mujer.41 Pese a la Paz de Vervins (1598)Aumale se quedó en los Países Bajos, ocupando cargos de relumbrecomo correspondía a un duque-par de Francia42 y disfrutando de unasuculenta pensión, pero con una proyección política muy limitada. Elduque no era un jefe de guerra como había sido el condestable de Bor-bón y habría de ser el Gran Condé; sin embargo, el exilio nobiliario de1594 sí tuvo en Chrétien de Savigny, mariscal de Rosne, un destacadomilitar que ejerció funciones de primer orden en el ejército de Flandes,concretamente la de maestre de campo general interino entre 1595 y1596, año de su muerte. En realidad, esta posición era en cierta forma laherencia institucional de la intervención española en Francia, cuandohabía dos ejércitos, el propio de Flandes y el cuerpo destacado en elreino vecino; la victoria de los borbónicos y el hundimiento del frente deguerra en 1594 llevó a la confusión de ambas entidades operativas, y aque Rosne asumiera de forma efectiva en un ejército «hispano» la fun-ción que antes tenía en la fuerza combinada hispano-ligueuse; comosucedió de igual forma con otro francés, el comisario general de víveres,el señor de Roissieu. En todo caso, el mariscal resultó un oficial particu-larmente eficaz, aunque, salvo para acciones secundarías, el mandoúltimo siempre correspondía al capitán general y gobernador de los Paí-ses Bajos y su autonomía de decisión fue siempre limitada. Tras sumuerte, y más aun con la paz de Vervins y la batalla de las Dunas (1600),lo que quedaba del exilio militar-nobiliario francés resultado de la Ligacatólica se diluyó en el ejército plurinacional de Flandes, retornó a Fran-cia o sucumbió en los combates contra los holandeses.43

Otro gran noble francés también tomaría el camino de Flandes, en estaocasión como reflejo de la tensión que se había desatado en Francia antelas exigencias fiscales que conllevaba el conflicto contra la MonarquíaHispánica iniciado en 1635. Luis II de Borbón, príncipe de Condé nosolo era un reputado militar (cuyos éxitos más sobresalientes eran haberaplastado a las tropas hispanas en Rocroi, 1643, y Lens, 1648, y habertomado Dunquerque), sino que era la cabeza del poderosísimo clan de losCondé, y, en consecuencia, uno de los parientes más próximos del rey deFrancia, miembro de la rama masculina del linaje de san Luis que segui-ría en la sucesión caso de extinguirse los Borbones.44 Desde esa posición,quien sería conocido como el Gran Condé, disputó desde 1650 el poder

los exilios en la monarquía hispánica 141

41 DESCIMON y RUIZ IBÁÑEZ, 2005, pp. 56-59 y 66-73.42 COEKELBERGHS, 1987.43 DESCIMON y RUIZ IBÁÑEZ, 2005, cap. 2 y 3.44 BEGUIN, 1999, pp. 27-38.

a la regencia del aún rey niño Luis XIV, pese a que había apoyado en unprimer momento a Ana de Austria ante los desórdenes políticos.45

El fracaso de la Fronda de los príncipes y el triunfo de Mazarino le for-zaron a retirarse a los Países Bajos e intentar desde ahí continuar la guerra.El príncipe resultó en principio un apoyo interesante para la ya muy debi-litada posición española,46 debido a que le acompañaban parte de sus fie-les y de sus tropas.47 Con estos refuerzos y con los que llegaban desdeEspaña se consiguió consolidar un tanto la posición de los Habsburgo. Lallegada de don Juan José de Austria al gobierno de los Países Bajos colocópor fin a un gobernante español que contara al menos con la misma dig-nidad y prestigio que Condé.48 Gracias en parte a la calidad militar del exi-liado el ejército de Flandes obtuvo la contundente victoria de Valencien-nes en 1656, pero, con todo, las exigencias del príncipe, las implicacionesdiplomáticas de su exilio, el costo de mantener sus tropas y séquito, y susreiterados choques con la administración española resultaron particular-mente molestos. La derrota de las fuerzas hispanas ante el vizconde deTurena49 y la ocupación anglofrancesa de Dunquerque (1658) impusoque la Monarquía Hispánica aceptara por la Paz de los Pirineos en 1659.En la negociación se solicitó por los enviados españoles y se garantizópor Mazarino el perdón para Condé, quien pudo volver a Francia con suséquito, para reintegrarse al servicio regio, lo que anulaba la condena delesa majestad y confiscación de bienes de marzo de 1654.50

Pese a ser los exilios más espectaculares con un sentido político, estosdistaron de ser los únicos. Las diversas conspiraciones que se urdieroncontra el poder regio en Francia, una vez que fueron descubiertas, die-ron lugar a la huida de aquellos implicados que no habían sido detenidospor los agentes del rey. Fue el caso del entorno del duque de Biron,quien había pactado con los españoles la rebelión y el asesinato de Enri-que IV.51 Con la detención y ejecución del duque sus colaboradores notuvieron otra opción que ponerse a salvo en las tierras del rey católico,integrándose parte de ellos, como Claude Casale52 o el famoso secreta-

serge brunet - josé javier ruiz ibáñez142

45 Ibid, 1999, pp. 102-111.46 PARKER, 2006, pp. 157-159.47 BEGUIN, 1999, pp. 132-135.48 SÁNCHEZ MARCOS, 1998.49 Quien, por otra parte también había participado del tropismo de la nobleza fran-

cesa hacia la Monarquía Hispánica, negociando con los agentes de Felipe IV en 1650 yteniendo que retirarse a los Países Bajos tras el desastre de Rethel a fines de ese año, paraluego volver al servicio de Ana de Austria; BÉRENGER, 1987, pp. 289-306.

50 BEGUIN, 1999, pp. 135.51 CANO DE GARDOQUI, 1970; SOMAN, 1996.52 AGS E 1618, sin número, 14 de noviembre de 1608, Palermo, el duque de Esca-

lona a Felipe III.

rio Charles Hébert, en la administración española e intentando desarro-llar acciones de espionaje. Precisamente, los servicios secretos españoleshacia Francia resultan un ámbito privilegiado para identificar la llegadaa los dominios del rey católico de múltiples náufragos de este tipo deconspiraciones.53

Estos exilios también podían contar con una amplia durabilidad,como recordaba «Phelippe de Memoransi(a) hijo de Jona de Memoran-sia, señor de Puy» quien había pasado su renta de 200 ducados a su her-mana para que pudiera casarse, con lo que quedó sin nada pese al nota-ble serviçio que su padre hiço al Empor Carlos… en Orleans quando suMagd çessarea passo por aquella ciudad a remediar la rebelión de Gantedándole aviso de lo que se tratava para retener su imperial persona; loque trajo la desgracia sobre el señor de Puy haviendole el Rey de Fran-çia no solo publicado por rebelde y traydor a su corona, pero asoladole ysembrado de sal sus lugares.54 Enrique, hermano de Phelippe de Memo-ransi, murió en Flandes sirviendo como soldado aventajado en la infan-tería española.55 La traslación a territorio de la Monarquía por llamadodel rey católico era también un importante argumento para reclamarmercedes. Don Gil de Zubieta y Trujillo recordaba que su abuelo elbarón don Pedro de Zubieta era baron de la casa de Çubieta en Bascostierra del rey de Françia y caballero de los de la sangre y deudo muy çer-cano el qual su Magd que esta en la gloria le mando se viniese a Españaa servirle quando las rebeliones se Françia, lo que hizo dejando un mayo-razgo de más de 10.000 ducados de renta le sirvió en cosas de muchaimportancia en esta corte asta que murió en ella con mucha necesidad;56

por lo que se le situó una renta de 200 ducados que pasó a sus nietos.57

Estos saltos de la frontera eran, por lo demás, frecuentes sobre todoentre las elites que tenían intereses a ambos lados.58

El exilio de grandes y pequeños nobles implicaba arduas negociacio-nes y un proceso complejo de inserción en la administración hispana queno pasaba necesariamente por la renuncia a sus raíces francesas; algológico, dado que el estatuto social de los exiliados se justificaba por eldeseo de mantener su posición de origen en el Reino de san Luis y susclientelas provenían sin duda de las fidelidades allí establecidas. Losrefugiados, además, iban a perder un importante patrimonio en Francia

los exilios en la monarquía hispánica 143

53 HUGON, 1995, 1996, 1997 y 2004.54 AGS E 1577, fº 30, 13 de diciembre de 1587, consulta de parte.55 AGS E 1577, fº 30, 13 de diciembre de 1587, consulta de parte.56 AGS E 1657, sn, 18 de abril de 1619, consulta de parte.57 AGS E 1609, sn, 2 de octubre de 160, consulta de parte por don Pedro de Zubieta;

AGS E 2747, sin número, 16 de octubre de 1612, Madrid, consulta de parte.58 BRUNET, 2007, pp. 244-245.

que difícilmente podría ser compensado por las retribuciones y merce-des que les otorgara el rey católico.59 Dejando aparte a Aumale, cuyoexilio tenía fuertes connotaciones ideológicas,60 Borbón y el GranCondé podían tener como primer objetivo la recuperación de los bieneshereditarios, lo que solo pasaba por la derrota militar del gobierno deParís. La posibilidad de erigir un principado independiente con las con-quistas militares realizadas bajo la autoridad de un rey extraño eran tam-bién remotas y la esperanza de mantener una notable capacidad de redis-tribución hacia sus clientes resultaba cada vez menos creíble según seprolongaban los destierros. Además, estos nobles contaban con el hán-dicap de ser en exceso visibles, por lo que su sumisión al rey y conse-cuente perdón no podían ser realizadas de forma discreta. Los fracasosde Borbón y de Aumale en que sus reclamaciones fueran atendidas en lasnegociaciones que dieron lugar a las paces de Madrid (1526) y Vervins(1598) son elocuentes de hasta qué punto si el destino de los exiliadosque estaba ligado a la gran política internacional, este no era una priori-dad cuando esta había de resolverse. La fortuna de Condé radicó tantoen el compromiso personal que había asumido Felipe IV, como, paradó-jicamente, en la coyuntura de incontestable victoria francesa que permi-tía al régimen triunfante del rey Sol mostrarse espléndido con los venci-dos y proclamar que la nueva hegemonía francesa traía la recuperacióndefinitiva por su rey del carácter de mayor patrón de Europa.

Con la excepción de la guerra de 1595-1598, el largo periodo que vadesde 1559 hasta 1635 fue presidido por una paz global (con enfrenta-mientos que podían ser muy localizados) entre las dos Monarquías; unapaz reforzada por los lazos familiares establecidos entre sus casas reinan-tes.61 En este contexto, la existencia de exilios nobiliarios que eran elresultado de los vaivenes políticos de la corte de Francia fueron relativa-mente frecuentes, sobre todo tras la consolidación del poder real, unavez superado el eclipse que significó las guerras de religión. En muchoscasos, se trató de exilios voluntarios que no implicaban ni destierro, nicondena, ni deseo (explícito al menos) de combatir al soberano francés;sino que resultaban la expresión de la disidencia contra la política de esteo de sus ministros. Para los gobiernos de Madrid o de Bruselas podía tra-tarse de una oportunidad para presionar al rey de Francia, dado que talesrefugios evidenciaban la falta de apoyo que generaba su política; pero lapresencia de estas personas de alcurnia no dejaba de ser un elementomolesto y caro, cuya utilidad parecía cuando menos discutible. Respecto

serge brunet - josé javier ruiz ibáñez144

59 DESCIMON y RUIZ IBÁÑEZ, 2005, cap. 3.60 Ibid., v., p.e., 187 o 230.61 HAAN, 2010; HUGON, 2010, pp. 135-141.

al gobierno de París, la visión podía ser también ambigua, ya que si laexplicitación de los lazos de dependencia entre una parte de su nobleza(y de su Casa Real) con un patrón exterior podía ser muestra de debili-dad política, por otro, representaba la oportunidad de abrir contencio-sos políticos que pudieran reforzar la presión del rey de Francia sobreotros asuntos, al tiempo que no dejaban de reforzar al equipo guberna-mental de turno, que podía así denunciar que sus otrora rivales políticosse comportaban como agentes del exterior.

La huida de Francia a finales de 1609 del príncipe Enrique II de Bor-bón-Condé y su esposa Charlotte-Marguerite de Montmorency (futu-ros padres del Gran Condé) se inscribió en la resistencia de la noblezafrancesa a las presiones de la Monarquía.62 Los avances corteses del reyhacia la esposa del que había sido su heredero hasta el nacimiento delfuturo Luis XIII, no podían ser tolerados por un príncipe de su digni-dad.63 Buscar refugio más allá de las fronteras del reino era ir mucho másallá de la forma de oposición ordinaria de la gran nobleza, que era refu-giarse en sus tierras o incluso alzarse en armas. Ahora, el jefe de la Casade Condé no solo desautorizaba la política regia, sino que, al no versatisfechos sus deseos de apoyo en Flandes, había iniciado una gira porlos territorios en teoría hostiles a Enrique IV. Esta huida sirvió al reypara duplicar la presión sobre el gobierno de los archiduques, que ya seestaban de por sí muy tensas por la petición francesa de paso franco através de los Países Bajos para el ejército que iba a intervenir en el con-tencioso de Cleves-Juliers.64 Al borde de la guerra, el gobierno de Bru-selas que no quería añadir más problemas diplomáticos, llegó a conside-rar la posibilidad de devolver a la princesa. El incidente no pasó amayores, ni el gobierno archiducal tuvo que asumir el descrédito deextraditar a la princesa, dado que el rey fue asesinado en 1610, y que,pese a la movilización defensiva a ambos lados de la frontera,65 el tanesperado como temido conflicto militar no estalló. La inestabilidad quedejó la muerte del rey, hizo que Condé pudiera volver a Francia contodo su prestigio66 y jugar un papel destacado como líder nobiliariodurante la regencia de María de Médicis.67 La debilidad del gobierno delReino de Francia durante los años que siguieron a la muerte de Enrique IVlimitó el número nuevos exiliados. Las facciones nobiliarias podían pre-sionar al poder regio desde el interior del reino, y el gobierno de París,

los exilios en la monarquía hispánica 145

62 HENRARD, 1870.63 CONSTANT, 2010, pp. 314-315.64 HUGON, 2010, p. 134.65 CASSAN, 2010, cap. V.66 CONSTANT, 2010, 316-318. BITSCH, 2008.67 DUBOST, 2009,pp. 430-449.

debía contar con ellas a la hora de gobernar. Por ello, y hasta bienentrada la década de 1620, el gobierno de París debía buscar mantener elacuerdo de amistad sellado con los dobles matrimonios de 1615.

Entre el reforzamiento del gobierno del cardenal-duque de Richelieu,la derrota de la facción devota en la corte francesa (la Journée desDupes68) y el fracaso de la revuelta nobiliaria del duque de Montmo-rency, la corte de Bruselas vio llegar el establecimiento de un nuevo exi-lio, esta vez el de los miembros de la Casa real francesa apartados de lainfluencia del rey. La reina madre, María de Médicis,69 y su hijo menor(y heredero de Francia) Gastón de Orléans, procedente de Lorena,70 lle-gaban a unos Países Bajos en plena crisis política, ante los desajustes quehabía traído la reintegración de los mismos en la Monarquía Hispánicay la presión militar holandesa.71 A ambos les acompañaban séquitosimportantes, instalándose la corte de María en Avesnes y contando lareina con doscientos gendarmes al mando del barón de Guesprez, mien-tras que en Luxemburgo en 1632 se fue reuniendo la caballería e infan-tería de Gastón, al mando del señor de Besmes,72 prestos para una incur-sión en Francia contra el gobierno de Richelieu.73

Ciertamente contar con unos huéspedes con un potencial político tangrande podía ser visto como una forma de amenazar al gobierno francés,buscando disuadirle de su progresiva implicación en la guerra de losTreinta Años. Si María fue recibida de forma apoteósica en Bruselas yAmberes, Gastón fue alojado a su llegada en los apartamentos quehabían sido del archiduque Alberto.74 Sin embargo, la utilidad de ambospronto se manifestó como muy limitada: la reina madre resultó un lastrepolítico para el gobierno de Bruselas,75 mientras que el siempre incons-tante Gastón, tras su expedición a Francia en 1632 en la fracasadarevuelta del duque de Montmorenci,76 hizo su paz con su hermano y,tras un segundo exilio en los Países Bajos,77 volvió a Francia.78 Además,el estallido de la guerra entre ambas Monarquías en 1634 dejaba obsoletala posibilidad de estos exilios de «amistad» y las esperanzas de usar a loque quedaba del exilio francés o de una nueva rebelión de Gastón se

serge brunet - josé javier ruiz ibáñez146

68 Ibid., cap. P. 37.69 HENRARD, 1876; VERMEIR, 2006, 54; DUBOST, 2009,cap. 38-40.70 VERMEIR, 2006, p. 57.71 ESTEBAN ESTRINGANA, 2005.72 HENRARD, 1876, pp. 79 y 181.73 VERMEIR, 2006, p. 60.74 HENRARD, 1876, p. 166.75 BOUYER, 2007, p. 84.76 Ibid, 2007, cap. VIII.77 VERMEIR, 2006, p. 64.78 DETHAN, 1992, cap. VIII a X.

diluyeron pronto.79 Las diversas conspiraciones nobiliarias urdidascontra la policía de Richelieu y el propio Luis XIII debieron de dar lugara pequeños exilios de aquellos agentes que pudieran escapar a la repre-sión oficial. En todo caso, este y el estudio de los exilios de la Frondaurbana es un tema que merecería una mayor atención por parte de la his-toriografía.

3. Refugio y fidelidad: la movilidad católica

Dentro del marco de los diversos exilios que se dirigieron hacia la Monar-quía Hispánica, el francés es posiblemente el que da una imagen más elo-cuente de la persistencia de refugio de tipo tradicional, casi medieval,formado por nobles y gentes de armas que salían de su reino buscandoun territorio en el que ser reconocidos por su origen y empleados segúnsus méritos. Este tipo de exilio singulariza, en parte, a esta corriente dela mayoría de las otras que confluyeron en las tierras del rey católico yque tenían un fuerte componente confesional. Con todo, los exilios porla religión no estuvieron completamente ausentes de la relación hispano-francesa, y su presencia es una buena prueba del liderazgo político alcan-zado por el rey católico a finales del siglo XVI.80 La afirmación del cuiusregio se tradujo en Francia a lo largo del XVI en la activación de salida deimportantes comunidades reformadas que, por razones obvias, no tuvie-ron como destino las tierras de la Monarquía Hispánica que controlabael rey católico, ya que no hay que olvidar que muchos de estos refugia-dos sí terminaron, y de hecho contribuyeron a defender, los territoriosque estaban bajo control de los «rebeldes» en los Países Bajos.

Dado que la Monarquía Francesa se afirmó sobre su catolicidad, aun-que un catolicismo en permanente mutación no necesariamente simé-trico al español,81 los exilios por la vieja religión fueron por definiciónmucho más escasos, resultando sorprendente en principio incluso supropia existencia. Solo cuando pareció que dicho catolicismo se veíaamenazado por el triunfo en la guerra civil por un gobierno que era acu-sado de ser un factor de la herejía y de contar con una agencia secretapara destruir la religión en Francia, se pudo desarrollar un movimientode expatriación del reino.82 En 1594 el duque de Aumale, su séquito yunidades combatientes, no fueron los únicos franceses que abandonaronFrancia, junto a él, y por diversas vías, salieron varios centenares de refu-

los exilios en la monarquía hispánica 147

79 VERMEIR, 2006,pp. 145-146.80 RUIZ IBÁÑEZ, 2008.81 TALLON, 2002, parte II, cap. 3; TALLON, 2010.82 CARPI y BRUNET, 2008.

giados urbanos que se negaban a aceptar la realeza de Enrique IV. Esteexilio era expresión de lo que había sido la Liga católica en las ciudadesy partió esencialmente en dirección a los Países Bajos, y a los estadossatélites de la Monarquía: Génova83 y Saboya.84 Un refugio, de largaduración esta vez, que mostraba igualmente el alto grado de internacio-nalización de la renovación católica, dada la notable presencia de prófu-gos de origen británico entre las filas de estos «franceses».85

La procedencia mayoritaria de estos exiliados eran las ciudades delSena en las que los ahora refugiados habían liderado la rebelión contraEnrique IV. Si se podían permitir salir al exilio era por sus redes de con-tacto86 y su conocimiento y relación previa con la administración espa-ñola, sobre todo con la embajada de París y en con los agentes especialesenviados a villas como Ruán.87 El aporte de la Picardía fue, obviamentemuy importante, dada la fuerte relación entre sus ciudades (Amiens yBeauvais) y las tropas españolas estacionadas en la provincia, y la persis-tencia de una importante clientela urbana de Aumale. Esta comunidadestaba compuesta por clérigos seculares, oficiales de justicia y artesanos,y funcionó como un partido en el exilio, formulando un discurso de legi-timación para la sostener la guerra contra Enrique IV, incluso tras laabsolución pontificia de 1595. Algunos de sus miembros (como los curasJean Boucher o Delaunnay, o el jurista y poeta Louis Dorléans) estabanentre los pensadores más avanzados y radicales de la Liga; ahora, bajo ladependencia directa de Felipe II podían identificar en su Monarquía (ydespués, en el régimen de los archiduques) su ideal de un gobierno ver-daderamente monárquico, verdaderamente católico.88

Los refugiados recibieron a título individual entretenimientos (pen-siones) por parte de la administración militar hispana, lo que se refor-zaba para los eclesiásticos con la concesión de beneficios. A diferencia deotros exilios franceses, la relación de base individual entre estos refugia-dos y el poder español era, cuando menos, novedosa, dado que en elresto de los casos las ayudas y pensiones se solían dar directamente alpatrón para que este las repartiese entre sus fieles. Estos exiliados llega-ban «por la religión» y justificaban su destierro voluntario, no por unaética nobiliaria propia de las banderías, sino por el ejercicio positivo de

serge brunet - josé javier ruiz ibáñez148

83 DESCIMON y RUIZ IBÁÑEZ, 2005, cap. I84 Parte de los exiliados que se incluyeron en la clientela de Carlos Manuel, lo hicie-

ron posiblemente considerando que esta era la vía de insertarse en una protección másamplia del rey católico; v. Gal, 2000.

85 VALÉRIAN, 2011; ANTHENUIS, 1939; MATHOREZ, 1917.86 DESCIMON, 1985.87 JENSEN, 1964; BRUNET, 2010.88 DESCIMON y RUIZ IBÁÑEZ, 2005, cap. 2.

la «libertad de conciencia» y de la reivindicación del martirio;89 por lotanto resultaban mucho más «modernos» que quienes se asimilaban a lasclientelas de la nobleza; aunque, al menos para sus compañeros noblesdel exilio, sí se detecta una base común en la apropiación del discurso dehispanofilia posterior a la Liga. La identificación religiosa de las tierrasde Felipe II90 como el único espacio al que se podía huir para poder prac-ticar la religión llegó incluso a algunas poblaciones rurales, que podíanasí intentar evitar las consecuencias de la guerra o efectivamente estabanplenamente identificadas con la acción de reconquista católica que pare-cía liderar el rey de España. En 1595, en pleno comienzo de la guerraentre Enrique IV y Felipe II, el gobernador interino de Gravelinas, señorde Gernonval, informaba que: «il y a plusieurs paisans franchois, tant dugouvernment de Calais comme du pais de Boullenois lesquels requierentavoir permission de pouvoir venir resider avecq leurs mohines endeca,vivre catholiquement et preter serment de fidelité de quoy la Flandres enrecevroit benefice».91

Ubicados esencialmente entre las villas de la frontera, Amberes y,sobre todo, Bruselas, estos exiliados por la religión iniciaron un procesode dispersión tras la paz de Vervins de 1598. Muchos volvieron a Fran-cia, otros temiendo las represalias del gobierno de Enrique IV y de susvictoriosos aliados locales o sintiéndose a gusto en Flandes, decidieronquedarse en la Monarquía. Los clérigos fueron los mejor situados por logeneral, y el cabildo catedralicio de Tournai fue el destino de algunos delos más notables, sin que los olvidara la corte de Bruselas ante la cual serequería su verbo, sobre todo para las oraciones fúnebres de la Casa deHabsburgo. Estos religiosos cuyo compromiso con la política estaba a laaltura de su implicación con la Contrarreforma resultaron particular-mente eficaces en unos Países Bajos, donde el gobierno paternalista delos archiduques buscaba no solo terminar de restaurar la vieja religión,sino, y lo que era más importante, hacerlo desde los nuevos criterios tri-dentinos. Si los curas franceses se implicaron en el trabajo a pequeñaescala, el feuillant Bernard Percin de Montgaillard encarna bien la ima-gen del reformador religioso que aplica en su abadía de Orval el rigorque pedían los nuevos tiempos.92

Los burgueses no contaban con estas posibilidades de inserción socialy administrativa; salvo los que como Jacques Baston tuvieron un alto

los exilios en la monarquía hispánica 149

89 EL KENZ, 2001.90 DESCIMON y RUIZ IBÁÑEZ, 1998.91 AGR/AR A 1852-4, sin número, noviembre de 1595, «Memorial pour represen-

ter a son Exce de la part du sieur de Guernonval comis au gouvernement de Graveling-hes d’aucuns poinctz despendans de sa charge», punto 2.

92 DESCIMON y RUIZ IBÁÑEZ, 2005, pp. 235-240.

reconocimiento de la administración española. Estos franceses quedaronexpuestos a las reformas de pensiones que se sucedieron desde 1600,mientras que su limitada capacidad de inserción profesional era, sobretodo para los juristas y poseedores de oficios en Francia, un duro lastreque les bloqueaba para recuperar un estatus social que se asemejara a lostítulos que reclamaban. No es de extrañar que muchos de ellos, pese aseguir en Flandes, articularan o toleraran políticas familiares de recons-trucción patrimonial en Francia. Una de las debilidades esenciales de losfranceses, en relación a las otras comunidades, era el propio sinsentidode su presencia, una vez que el rey católico hubo reconocido la legitimi-dad de Enrique IV como rey de Francia, en 1598. La otra fragilidad quecondicionó la posibilidad de consolidar una comunidad estable era lainexistencia de instituciones de acogida permanentes que dieran continui-dad e identidad al exilio.93 Es cierto que Aumale actuó como anfitrióncon los exilios nobiliarios franceses que seguían llegando a Flandes y quehizo de intermediario entre estos y la administración española, pero estono bastaba. De hecho, ninguna de los grandes que procedían de la Ligaiba a lograr establecer un linaje en la Monarquía Hispánica que hubieraservido de aglutinante a los franceses hacia el futuro: Aumale casó a suhija en Francia, el hijo menor de Rosne (el muy hispanizado Nicolas deSavigny) murió antes de casarse, y aunque la hija de Jacques de Colas«conde de La Fère»94 casó con un noble valenciano (Onofre Escrivá) elmatrimonio no tuvo descendencia,95 y tuvieron que ser los sobrinos del«conde» quienes siguieran la carrera de servicios a un rey extraño.96

La última referencia a una comunidad, entendida en ese momentocomo un mero conjunto de pensionados, data de 1616; posiblementepara ese momento la existencia misma de un exilio urbano fuera vistacomo un exotismo residual y resultara cada vez más ininteligible, no solopara la administración española, sino también para los nuevos exiliosnobiliarios que seguía llegando desde Francia; para ese momento apenas

serge brunet - josé javier ruiz ibáñez150

93 Lo que sí se daba en los Pirineos con la fundación de seminarios para la formaciónde religiosos en Esterri-de-Aneu (diócesis de Urgell) y en el convento de los agustinosde Lérida, donde acudieron muchos gascones a formarse a causa del desorden de las ins-tituciones en Francia; fenómeno que puede relacionarse con la visita del joven Vicente dePaul a Zaragoza.

94 COLAS DE LA NOUE, 1892.95 AGS E 1652, sin número, Consulta de Parte, 14 de agosto de 1618, Madrid, CP

de «don Onofre Escrivà gentilhombre de boca de VMd»; AGS E 1627, sin número, 27 denoviembre de 1610, Palermo, don Onofre Escrivà a Felipe III sobre la muerte de su mujer.

96 AGS E 1633, sin número, 8 de febrero y 5 de octubre de 1613, Madrid, consultasde parte por don Juan de Colas, conde de la Fera; AGS E 1658 y AGS E 1659, sinnúmero, 7 de marzo de 1619 y 6 de marzo de 1620, Madrid; consultas de parte por elalférez Diego Jacques Colas.

si quedaban 18 entretenidos en Flandes.97 Para el exilio de la Liga, seimponía la movilidad, que bien podía ser institucional (buscando incor-porarse a otras entidades de la administración española como el ejército,el servicio directo a los Archiduques en Flandes, el espionaje o la emba-jada en Bruselas) o geográfica, desplazándose hacia España o Milán enbusca de los ministros que habían participado en la política de interven-ción española en Francia.98

La administración regia en Madrid o Valladolid no vio con excesivoentusiasmo la llegada más o menos masiva de estas decenas de franceses(entre los que se incluían los parientes de algunos exiliados ya muer-tos),99 que dificultaba las relaciones diplomáticas ordinarias con Fran-cia.100 La solución fue reenviarlos a Flandes o Italia con promesas más omenos vagas de merced; o, en el caso de aquellos que podían resultar úti-les pero cuya situación en los Países Bajos no era cómoda, remitirlos aNápoles. Fue el caso de un antiguo líder municipal parisino, MathiasDelabruyère y de un paje de Aumale que se había pasado al serviciodirecto con los españoles: Diego Polin. En la capital partenopea se reu-nieron con otros exiliados como Louis d’Aix, que provenían de la Ligaurbana de marsellesa y que tras su derrota en 1596 se habían refugiadoen Génova, con pensiones situadas sobre las galeras primero y sobreMilán después. Si bien la mayor parte de este pequeño exilio provenzal,formado en torno al clan del cónsul Casaulx, antiguo hombre fuerte dela ciudad, seguía residiendo en Génova, otros habían buscado acomodoen la administración directa española, sirviendo en las galeras o propo-niendo todo tipo de planes de intervención en Francia. Finalmente enNápoles también se les reunieron todo tipo de aventureros y hombresprocedentes de las conspiraciones nobiliarias, como el ya referido Char-les Hébert101 o la muy activa familia Rigault, encabezada por un antiguosecretario del conde de Carcès;102 mientras que el señor de la farge con-tinuaba sus acciones de espionaje desde Sicilia.103

los exilios en la monarquía hispánica 151

97 AGS E 1643, sin número, 28 de mayo de 1616, «Los franceses entretenidos quehan sido por su Magd en Flandes».

98 RUIZ IBÁÑEZ, 2009.99 BARRAU-DIHIGO, 1909.100 CANO DE GARDOQUI y SINOBAS, 1985; LE ROUX, 1998.101 HUGON, 2004, 429; DESCIMON y RUIZ IBÁÑEZ, 2005, pp. 252-254.102 HUGON, 2004, p. 624; MICALLEF, 2012, pp. 886-892; DESCIMON y RUIZ IBÁÑEZ,

2005, diccionario. Los Rigault iniciaron un proceso de inserción y naturalización en laadministración hispana que habría de tener una amplia proyección; véase la «Relación deservicios del capitán Honorato Rigaud» en AGS E 1629, sin número, Madrid, 20 demayo de 1610, y el memorial de «Juan Antonio Rigaud» de 30 de enero de 1616; AGS E1646, sin número.

103 AGS E 1633, sin número, 1635, documentación completa sobre sus actividades.

Fue en este exilio de circulación y, no en el núcleo duro del refugio dela Liga en Flandes, donde paradójicamente se fundó la única instituciónpermanente originada por el exilio francés, y, más sorprendente aún, ellugar de su establecimiento fue Madrid. Se trata del Hospital de san Luisde los Franceses (hoy parroquia del mismo nombre) fundado por elúnico de los exiliados ligueurs que obtuvo una posición sólida en la cortedel rey católico. Henri de Saureulx era un fraile soldado que de motupropio se había apoderado de un castillo (Pierrefonds) y lo había entre-gado a la autoridad del rey católico. La fortaleza fue vendida por suguarnición a Enrique IV y «el monje» logró llegar a Flandes tras diver-sas vicisitudes. La administración de los Países Bajos no le compensósuficientemente por su pérdida, así que, como tantos otros Saureulx,tomó el camino de Madrid después de Vervins. Reconocida la justicia desu causa, fue nombrado capellán del rey y recibió cuantiosas ayudas enlos años siguientes, al tiempo acogía a sus compañeros exiliados y fungíamisiones diplomáticas con los agentes del rey de Francia que llegaban ala corte. Desde esa posición pudo establecer un hospital para los nume-rosos franceses que llegaban a la capital;104 una institución que era tam-bién expresión de la entente que habían logrado ambas Monarquías en1615 y que sobreviviría a los conflictos ulteriores.

A Flandes, entretanto, habían seguido llegando otros franceses que,aprovechando la paz entre los dos monarcas, iban a continuar su guerrapor la fe contra la herejía (otros habían tomado el camino de Hungríajunto al duque de Mercoeur105 o se habían desplazado a Canadá106 conpropósito parecido) sirviendo bajo las banderas del rey católico, ante lasuspicacia de los embajadores franceses en Bruselas. Algunos lo hicieronformando unidades propias del tamaño de compañías, otros integraronlos mil de «caballos loreneses» reclutados por Aumale, otros, como losparientes del conde de La Fère, se integraron en el ejército regular…107

Con todo, y a pesar del malestar de los católicos franceses por el Edictode Nantes,108 su número fue reducido, lo que evidencia una fuerte capa-cidad de adaptación del entorno católico radical francés al nuevo catoli-cismo monárquico,109 lo que seguramente incluía la persistencia de unfuerte exilio interior.110 Para el gobierno francés no dejaba de ser molesto

serge brunet - josé javier ruiz ibáñez152

104 ALCOUFFE, 1966; ARROYO MARTÍN, 1997.105 BURON y MENIEL, 2009.106 THIERRY, 2004.107 DESCIMON y RUIZ IBÁÑEZ, 2005, pp. 211-213.108 BAUMGARTNER, 1978.109 DAGENS, 1952; MORGAIN, 1995 y 2001.110 BRUNET, 2000, 2002; LE ROUX, 2003; HUGON, 1995, 1997, 2000 y 2004; MICA-

LLEF, 2010.

el recordatorio de la persistencia de este liderazgo confesional hispánico,pero, en todo caso, tras la Tregua de 1609 con las Provincias Unidas, elasesinato de 1610 y los matrimonios de 1615, esta concepción de prota-gonismo confesional único de la Monarquía Hispánica se había quedadoobsoleta.

4. Conclusiones

La existencia de esos franceses del rey de España muestra que la hege-monía de este no solo conllevó la activación de exilios desde los territo-rios donde el catolicismo era minoritario; incluso donde la religión eramayoritaria, la opción española fue una variable que contribuyó a defi-nir las exigencias religiosas de una parte de la población hacia a sus sobe-ranos. Los exilios de los príncipes, espías y grandes señores de los siglosXVI y XVII miden bien la capacidad como patrono del rey católico, rivalprincipal del rey cristianísimo y, en consecuencia, aliado de elección desus desafectos, al menos de los que no se sublevaban por razones religio-sas; el eclipse, pese al buen Aramís, como destino de la Monarquía His-pánica después de 1659 de este tipo de migraciones evidencia tambiénhasta qué punto esta perdió hegemonía y credibilidad, credibilidad yhegemonía.

El otro exilio, el confesional hacía tiempo que no era sino un lejano yborroso recuerdo. Su cronología había sido mucho más escasa (quizá de1570 a 1620) y coincide con la crisis política y religiosa de una Monar-quía Francesa en la que los más comprometidos con la vieja religión bus-caban aferrarse a quien era a la vez un patrono y el líder del lo que lesparecía ser la única vía de supervivencia de un mundo que veían en des-composición. La historia del conflicto entre el Reino de Francia y laMonarquía católica no puede ser más elocuente que en el relato de estosexpulsados que al definirse hicieron lo propio más en negativo que en elespejo con una patria a la que se negaban a renunciar y con una tierra depromisión que solo en parte les entendía.

Todos estos exilios fueron expresión de opciones fallidas en Francia;opciones nobiliarias y opciones de organización política y religiosa. Suhistoria es la de los vencidos en el proceso turbulento y complejo deconsolidación de la Monarquía, no la de los contrarios a la construcciónde Francia; y para entender esta en sus éxitos y dudas es preciso volveral reflejo que de ella dieron quienes tomaron una opción diferente a laque triunfó convirtiéndose en marginados de su reino y en gran parte delpropio relato histórico nacional.

los exilios en la monarquía hispánica 153

Abreviaturas utilizadas

AGS Archivo General de Simancas.AGR/AR Archives générales du Royaume/ Algemeen Rijksarchief (Bruselas).A Audience (Papiers d’État et de l’Audience)/Audiëntie (Raad van State

en Audiëntie).

Bibliografía citada

ALCOUFFE, Daniel, «Contribution à la connaissance des émigrés français deMadrid au XVIIe siècle», en: Mélanges de la Casa de Velázquez, 2, 1966, pp.179-197.

ANTHENUIS, L., «L’Odysée d’un curé ligueur, John Hamilton (154?-1609)», en:Revue d’histoire ecclésiastique, XXXV/4, 1939, pp. 724-749.

ARROYO MARTÍN, Francisco, «Apuntes sobre la emigración francesa en elMadrid del siglo XVII», en: Torre de los Lujanes, 34, 1997, pp. 171-198.

BARNAVI, Elie y DESCIMON, Robert, La sainte Ligue, le juge et la potence. L’as-sassinat du président Brisson (15 de noviembre de 1591), París, Hachette,1985.

BARRAU-DIHIGO, Louis, «Voyage de Barthélemy Joly en Espagne (1603-1604)», en: Revue hispanique, XX, 1909, pp. 458-618.

BAUMGARTNER, Frederic J., «The Catholic Opposition to the Edict of Nantes1598-1599», en: Bibliothèque d’Humanisme et Renaissance, XL/3, 1978, pp.325-336.

BÉGIN, Katia, Les princes de Condé. Rebelles, Courtisans et mécènes dans laFrance du Grand Siècle, Champ Vallon, Seyssel, 1999.

BÉRENGER, Jean, Turenne, París, Fayard, 1987.BERNARD, Bruno, «Les étrangers dans les Pays-Bas Espagnols (XVIe-XVIIe siè-

cles)», en: VILAR GARCÍA, M. B. y PEZZI, Pilar (eds.), Los extranjeros en laEspaña Moderna. Actas del I Congreso Internacional, Málaga 28-30 denoviembre de 2002, Málaga, XXX, 2003, Ministerio de Ciencia y Tecnolo-gía, pp. 175-186.

BITSCH, Caroline, Vie et carrière d’Henri II de Bourbon, prince de Condé,1588-1646: exemple de comportement et d’idées politiques au début du XVIIesiècle, París, Champion, 2008.

BOURDEILLE, Pierre de, «Señor de Brantôme», Œuvres complètes, en: LALANNE

Ludovic (ed.), París, Renouard, 1873: Discours sur les couronnels de l’infan-terie de France, t. 6; «Rodomontades espagnolles», t. 7.

BOUYER, Christian, Gaston d’Orléans: frère de Louis XIII, París, Pygmalion,2007.

BRANDI, Karl, Carlos V. Vida y fortuna de una personalidad y de un imperiomundial, México, Fondo de Cultura económica, 1979 [1937].

serge brunet - josé javier ruiz ibáñez154

BRUNET, Serge, «L’évêque ligueur Urbain de Saint-Gelais (1570-1630). DuComminges à Toulouse ou la voie espagnole», en: MIRONNEAU, Paul yPETAY-CLOTTES, Isabelle (eds.), Paix des armes, paix des âmes. Actes ducolloque international organisé par la Société Henri IV pour la commémora-tion de l’édit de Nantes et de la paix de Vervins à Pau en 1998, París, Impr.Nationale, 2000, pp. 151-176.

—, «L’attente des Espagnols à Toulouse et en Comminges à la fin des Guerresde Religion (1588-1603)», en: Actes du 52e Congrès de la Fédération desSociétés académiques et savantes (Languedoc-Lyonais-Gascogne), SaintGaudens, 2001, pp. 219-251.

—, «Anatomie des réseaux ligueurs dans le sud-ouest de la France (vers 1562-vers 1610)», en: LEMAÎTRE Nicole (dir.), Religion et Politique dans les socié-tés du Midi, París, CTHS, 2002, pp. 153-191.

—, «Les Pyrénées: genèse de la frontière et adaptations locales par des accordstransfrontaliers (XIVe-XVIIIe siècle)», en: SCHNEIDER, Jürgen (ed.), Natürlicheund politische Grenzen als soziale und wirtschaftliche Herausforderung,Referate der 19. Arbeitstagung der Gesellschaft fûr Sozial-und Wirtschafts-geschichte, Aachen, vom 18. bis 20. April 2001, Beihefte Nr. 166, Wiesba-den, Franz Steiner Verlag, 2003, pp. 69-94.

—, «Jeanne d’Albret, Pierre d’Albret, évêque de Comminges, et la “trahison”de Blaise de Monluc. Aux origines de la Ligue dans le Sud-Ouest de laFrance», en: BERRIOT-SALVADORE, Évelyne, CHAREYRE Philippe y MARTIN-ULRICH, Claudie (eds.) Jeanne d’Albret et sa cour, Actes du colloque inter-national de Pau, 17-19 mai 2001, Paris, Honoré Champion Éditeur, 2004,pp. 129-168

—, «De l’Espagnol dans le ventre». Les Catholiques du Sud-Ouest de la Franceface à la Réforme (vers 1540-1589), París, Honoré Campion, 2007.

—, «Philippe II et la Ligue parisienne (1588)», en: Revue Historique, 656,CCCXII/4, octubre de 2010, pp. 795-843.

BURON, Emmanuel y MENIEL, Bruno (dir.), Le duc de Mercoeur (1558-1602):les armes et les lettres, Rennes, Universitaires du Rennes, 2009.

CANO DE GARDOQUI Y SINOBAS, José Luis, Tensiones hispano francesas en elsiglo XVII «La conspiración de Biron», (1602), Valladolid, 1970.

—, «El incidente del embajador francés en Valladolid, 1601», en: Investigacio-nes Históricas, 5, 1985, pp. 39-53.

CARPI, Olivia y BRUNET, Serge, «La France», en: FIGEAC, Michel (dir.), Lesaffrontements religieux en Europe. Du début du XVIe siècle au milieu duXVIIe siècle, París, Sedes, 2008, cap. 3.

COEKELBERGHS, Amand, Charles de Lorraine, duc d’Aumale. Ses combats, sonexil (1556-1630), Bruselas, Armand, 1987.

COLAS DE LA NOUE, (ed.), Un ligueur. Le comte de la Fère, París-Orleans-Angers, 1892.

CONSTANT, Jean-Marie, Henri IV roi d’aventure, París, Perrin, 2010.

los exilios en la monarquía hispánica 155

CROUZET, Denis, «Le connétable Bourbon: entre “pratique”, “machination”,“conjuration” et “trahison”», en: BERCÉ, Yves-Marie y FASANO GUARINI,Elena (dir.), Complots et conjurations dans l’Europe moderne, Roma, ÉcoleFrançaise de Rome, 1996, pp. 253-269.

CROUZET, Denis, Charles de Bourbon: connétable de France, París, Fayard, 2003.DAGENS, Jean, Bérulle et les origines de la restauration catholique (1575-1611),

Brujas, 1952.DETHAN, Georges, La vie de Gaston d’Orléans, París, Éditions de Fallois, 1992.DESCIMON, Robert, «Prise de parti, appartenance sociale et relations familiales

dans la Ligue Parisienne (1585-1594)», en: CHEVALIER, Bernard y SAUZET,Robert (eds.), Les Réformes. Enracinement socio-culturel, París, Éd de laMaisnie, 1985, pp. 123-136.

—, «Chastel’s Attempted Regicide (27 December 1594) and its SubsequentTransformation into an Àffair», en: FORESTAL, Allison y NELSON, Eric(eds.), Politics and Religion in Early Bourbon France, Palgrave-Macmillan,2009, pp. 86-104.

DESCIMON, Robert y RUIZ IBÁÑEZ, José Javier, «La imagen de Felipe II en laLiga radical francesa (1589-1598)», en: Felipe II (1527-1598). Europa y laMonarquía Católica, tomo 1, El Gobierno de la Monarquía (Corte y Reinos),Madrid, Parteluz, 1998, pp. 111-136.

—, Les ligueurs de l’exil: Le refuge catholique français après 1594, Seyssel,Champ Valon, 2005.

DUBOST, Jean-François, Marie de Médicis. La reine dévoilée, París, Payot, 2009.DUBET, Anne y RUIZ IBÁÑEZ, José Javier (ed.), Las Monarquías española y fran-

cesa. ¿Dos modelos políticos?, Madrid, Casa de Velázquez, 2010.EL KENZ, David, «Les victimes catholiques au temps des guerres de Religion: la

sacralisation du prêtre», en: GARNOT, Benoît (ed.), Les victimes des oubliéesde l’histoire?, Rennes, Presses Universitaires de Rennes, 2001, pp. 191-199.

ESTEBAN ESTRINGANA, Alicia, Madrid y Bruselas. Relaciones de gobierno en laetapa postarchiducal (1621-1634), Lovaina, Universidad, 2005.

FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel, Carlos V, el César y el Hombre, Madrid, EspasaCalpe, 1999.

FERNÁNDEZ TERRICABRAS, Ignasi, «Catalunya, “frontera d’heretges”: reformesmonàstiques i reorganizació dels recursos eclesiàstics catalans per Felip II»,en: Pedralbes: Revista d’historia moderna, n.º 18, 1, 1998, pp. 547-556

GAL, Stéphane, «Fidélité et trahison à la fin du XVIe siècle: le parcours de Char-les d’Albigny, gentilhomme dauphinois au service de la Savoie», en: La Pie-rre et l’écrit, 11, 2000, pp. 111-133.

GIRART, Albert, Le commerce français à Séville et Cadix au temps des Habs-bourgs. Contribution à l’étude du commerce étranger en Espagne aux XVIe etXVIIe siècles, París-Burdeos, 1932

GOOSENS, Aline, «Les Pays-Bas méridionaux, refuge politique et religieux à l’é-poque du traité de Vervins (1590-1598)», en: LABOURDETTE, Jean François,

serge brunet - josé javier ruiz ibáñez156

POUSSOU, Jean-Pierre y VIGNAL, Marie-Catherine (eds.), Le traité de Ver-vins, París, Presses de l’Université Paris-Sorbonne, 2000, pp. 203-232.

HAMON, Philippe, «Charles de Bourbon, connétable de France (1490-1527)»,en: MICHON, Cédric (ed.), Les conseillers de François Ier, Rennes, PressesUniversitaires de Rennes, 2011, pp. 95-98.

HAAN, Bertrand, L’amitié entre princes. Une alliance franco-espagnole au tempsdes guerres de Religion (1560-1570), París, Presses Universitaires de France,2010.

HARAN, Alexandre Y., «L’Espagne dans l’imaginaire français du XVIIe siècle: entreidéalisation et démonisation», XVIIe siècle, en: CXCV/2, 1997, pp. 305-324.

HAUSER, Henri, «Le traité de Madrid et la cession de la Bourgogne à Charles-Quint: étude sur le sentiment national bourguignon en 1525-1526», en:Revue Bourgignonne, 22, 1912, pp. 1-181.

HENRARD, Paul, Henri IV et la Princesse de Condé, 1609-1610. Précis histori-que suivi de la correspondance diplomatique de Pecquius et d’autres docu-ments inédits, Bruselas, 1870.

HENRARD, Paul, Marie de Médicis dans les Pays-Bas, Bruselas, 1876.HUGON, Alain, «L’affaire L’Hoste ou la tentation espagnole (1604)», en: Revue

d’histoire moderne et contemporaine, 42/3, 1995, pp. 355-375.—, «Les rendez-vous manqués de Gérard de Raffis: espionnage et retourne-

ment idéologique sous le règne de Henri IV», en: Revue historique,CCXCVI, 1996, pp. 59-82.

—, «Le renseignement espagnol: vocation internationale et catholicité», Revued’histoire diplomatique, 1997/3, pp. 247-271.

—, «Les lendemains de Vervins: la “guerre couverte” des soldats perdus ducatholicisme ligueur», en: MIRONNEAU, Paul e PETAY-CLOTTES, Isabelle (eds.),Paix des armes, paix des âmes. Actes du colloque international organisé parla Société Henri IV pour la commémoration de l’édit de Nantes et de la paixde Vervins à Pau en 1998, París, Impr. Nationale, 2000, pp. 177-186.

—, Au service du roi catholique. «Honorables ambassadeurs et divins espions».Représentation diplomatique et service secret dans les relations hispano-fran-çaises de 1598 à 1635, Madrid, Casa de Velázquez, 2004.

—, «La Monarquía francesa en la borrasca de las paces. De Vervins a los matri-monios con los Habsburgo (1598-1615)», en: Tiempo de paces: 1609-2009.La Pax Hispánica y la Tregua de los Doce Años, Madrid, Sociedad Estatal deConmemoraciones Culturales y Fundación Carlos de Amberes, 2009, pp.127-142.

JENSEN, Lamar de, Diplomacy and Dogmatism. Bernardino de Mendoza andthe French Catholic League, Cambridge, Cambridge University Press, 1964.

JOUANNA, Arlette, «Le temps de la Renaissance en France», en: JOUANNA,Arlette, HAMON, Philippe, BILOGHI, Dominique y LE THIEC, Guy, LaFrance de la Renaissance. Histoire et dictionnaire, París, Robert Laffont,2001, pp. 1-358.

los exilios en la monarquía hispánica 157

KOHLER, Alfred, Carlos V. 1500-1558. Una biografía, Madrid, Marcial Pons,Madrid.

LE ROUX, Nicolas, «Représentation diplomatique et guerre couverte: la missiondu comte de La Rochepot, ambassadeur en Espagne pour l’application dutraité de Vervins», en: VIDAL, Claudine y PILLEBOUE, Frédérique (eds.), Lapaix de Vervins (1598), Laon, Fédération des sociétés d’histoire et d’archéo-logie de l’Aisne, 1998, pp. 185-228.

LE ROUX, Nicolas, «Guerre civile, entreprises maritimes et identité nobiliaire.Les imaginations de Guy de Lansac (1544-1622)», en: Bibliothèque d’Hu-manisme et Renaissance, LXV/3, 2003, pp. 529-569.

LÓPEZ DE MENESES, Amada «Carlos de Borbón-Montpensier, duque de Bor-bón, condestable de Francia», en: Hispania: Revista española de historia, n.º73, 1958, págs. 573-650.

MAJOR, J. Russell From Renaissance Monarchy to Absolute Monarchy. FrenchKings, Nobles & States, Baltimore-Londres, The Johns Hopkins UniversityPress, 1994,

MATHOREZ, Jules Le Ligueur écossais John Hamilton, curé de Saint-Cosme,París, 1917.

MERLIN, Pierpaolo, Manuel Filiberto: Duque de Saboya y general de España,San Sebastián de los Reyes (Madrid), Actas, 2008.

MICALLEF, Fabrice, «Sous ombre de protection. Stratégies et projets politiquespendant les affaires de Provence (France-Espagne-Italie, 1589-1596)», en:Revue Historique, 656, CCCXII/4, octubre de 2010, pp. 763-794.

—, L’Europe des possibles. Crises et compétitions politiques pendant les «Affai-res de Provence» (vers 1580-1610), Thèse de Histoire inédita, UniversitéParis-I Panthéon Sorbonne, 2012.

MOLINÉ, Enric, «Els sacerdots francesos al bisbat d’Urgell (segles XV-XVI)», en:Urgellia, t. IX, 1988-1989, pp. 365-402

MORGAIN, Stéphane-Marie, Pierre de Bérulle et les Carmélites de France, París,Cerf, 1995.

—, La théologie politique de Pierre de Bérulle (1598-1629), París, Publisud,2001.

PARKER, Geoffrey, «El desarrollo de la Crisis», en: PARKER, Geoffrey (coord.),La crisis de la Monarquía de Felipe IV, Barcelona, Instituto UniversitarioSimancas-Crítica, 2006, parte I.

RUIZ IBÁÑEZ, José Javier, Felipe II y Cambrai: el consenso del pueblo. La sobe-ranía entre la práctica y la teoría política. Cambrai (1595-1677), Rosario,Prohistoria, 2003.

—, «Inventar una monarquía doblemente católica. Los partidarios de Felipe IIen Europa y su visión de la hegemonía española», en: Estudis. Revista deHistoria Moderna, 2008, 34, pp. 87-109.

RUIZ RODRÍGUEZ, Ignacio, Don Juan José de Austria en la Monarquía Hispá-nica. Entre la política, el poder y la intriga, Madrid, Dykinson, 2007.

serge brunet - josé javier ruiz ibáñez158

SÁNCHEZ MARCOS, Fernando, «Joan Josep d’Àustria (1629-1679) i el granCondé (1621-1686): històries entrelligades», en: Pedralbes: Revista d’histo-ria moderna, n.º 18, 2, 1998, pp. 89-96.

SABATIER, Gérard y TORRIONE, Margarita (ed.), Louis XIV espagnol?: Madridet Versailles, images et modèles, París, Centre de recherche du château deVersailles- Editions de la Maison des Sciences de l’Homme, 2009.

SCHAUB, Jean-Frédéric, La France espagnole. Les racines hispaniques de l’abso-lutisme français, París, Seuil, 2003.

SOMAN, Alfred, «Le traître sur la sellette: réflexions sur le procès du duc deBiron (1602)», en: BERCÉ, Yves-Marie y FASANO GUARINI, Elena (dir.),Complots et conjurations dans l’Europe moderne, Roma, École Française deRome, 1996, 1996, pp. 231-250.

TALLON, Alain, Conscience nationale et sentiment religieux en France au XVIe

siècle, París, PUF, 2002.—, «Raison d’État, religion monarchique et religion du roi. Un aperçu de l’his-

toriographie française et ses évolutions», en: BÜTTGEN, Philippe y DUHAME-LLE, Christophe (eds.), Religion et confession. Un bilan franco-allemand surl’époque moderne (XVIe-XVIIIe siècles), París, Editions de la Maison desSciences de l’Homme, 2010, pp. 355-392.

THIERRY, Éric, «De la Ligue à la conversion des Mi’Kmaqs. Jean de Biencourtde Poutrincourt», en: LESCHEVIN D’ERE, Florence y VIARD, Georges (dir.),Les Français à la découverte des Premières Nations en Nouvelle-France,1534-1701, Langres, Association Langres-Montréal – A.N.A.C.A. – Sociétéhistorique et archéologique de Langres, 2004, pp. 23-38.

VALÉRIAN, François, Un prêtre anglais contre Henri IV: archéologie d’une hainereligieuse, París, Harmattan, 2011.

VENARD, Marc, «Problèmes et modalités de la coexistence religieuse au XVIe siè-cle», en: BOLLE, Pierre (ed.), L’édit de Nantes: un compromis réussi? Les paixde religion en Dauphiné-Vivarais et en Europe, Grenoble, Presses Universi-taires de Grenoble, 1999, pp. 14-22.

VERMEIR, René, En estado de guerra. Felipe IV y Flandes, 1626-1648, Córdoba,Universidad, 2006.

VIGNERON, Silvain, «Propriété “espagnole” et frontière franco-belge: l’exemplede la châtellenie de Lille de 1668 à 1697», en: Revue du Nord, LXXXI-330,1999, pp. 247-265.

WAELE, Michel de, «Pour la sauvegarde du roi et du Royaume. L’expulsion desjésuites de France à la fin des guerres de Religion», Canadian Journal of His-tory/Annales canadiennes d’histoire, XXIX, 1994, pp. 267-280.

WAELE, Michel de, Réconcilier les Français. Henri IV et la fin des troubles dereligion (1589-1598), Quebec, Presses de l’Université de Laval, 2010.

los exilios en la monarquía hispánica 159


Recommended