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Ray Bradbury - Fahrenheit 451.

Date post: 09-Dec-2023
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Fahrenheit451:latemperaturaalaqueelpapelseenciendeyarde.GuyMontagesunbomberoyeltrabajodeunbomberoesquemarlibros,queestánprohibidosporquesoncausadediscordiaysufrimiento.ElSabuesoMecánicodelDepartamentodeIncendios,armadoconunaletalinyecciónhipodérmica,escoltadoporhelicópteros,estápreparadopararastrearalosdisidentesqueaúnconservanyleenlibros.Como1984,deGeorgeOrwell,comoUnmundofeliz,deAldousHuxley,Fahrenheit451describeunacivilizaciónoccidentalesclavizadaporlosmedios,lostranquilizantesyelconformismo.LavisióndeBradburyesasombrosamenteprofética:pantallasdetelevisiónqueocupanparedesyexhibenfolletinesinteractivos;avenidasdondeloscochescorrena150kilómetrosporhorapersiguiendoapeatones;unapoblaciónquenoescuchaotracosaqueunainsípidacorrientedemúsicaynoticiastransmitidasporunosdiminutosauricularesinsertadosenlasorejas.

RayBradbury

Fahrenheit451ePubr1.6

adruki26.03.14

Títulooriginal:Fahrenheit451RayBradbury,1953Traducción:AlfredoCrespo

Editordigital:adrukiCorreccióndeerratas:Noonesunbeam,Skorzeny,Coltrane,GurneyyAndalusoePubbaser1.0

Estelibro,congratitudespara

DONCONGDON

Farenheit451:temperaturaalaqueelpapeldeloslibrosseinflamayarde...

Siosdanpapelpautado,escribidporelotrolado.

JUANRAMÓNJIMÉNEZ

Prefacio:Fuegobrillante

Cincopequeñosbrincosyluegoungransalto.Cincopetardosyluegounaexplosión.EsodescribepocomásomenoslagénesisdeFahrenheit451.Cinco cuentos cortos, escritos durante un período de dos o tres años, hicieron que invirtiera

nuevedólaresymedioenmonedasdediezcentavosenalquilarunamáquinadeescribirenelsótanodeunabiblioteca,yacabaralanovelacortaensólonuevedías.

¿Cómoeseso?Primero,lossaltitos,lospetardos:En un cuento corto, «Bonfire», que nunca vendí a ninguna revista, imaginé los pensamientos

literariosdeunhombreenlanocheanterioralfindelmundo.Escribíunoscuantosrelatosparecidoshaceunoscuarentaycincoaños,nocomounapredicción,sinocomounaadvertencia,enocasionesdemasiadoinsistente.En«Bonfire»,mihéroeenumerasusgrandespasiones.Algunasdicenasí:

«Lo quemásmolestaba aWilliamPeterson era Shakespeare y Platón yAristóteles y JonathanSwift yWilliam. Faulkner, y los poemas de, bueno, Robert Frost, quizá, y John Donne y RobertHerrick.TodosarrojadosalaHoguera.Despuésimaginólascenizas(porqueenesoseconvertirían).PensóenlasesculturascolosalesdeMichelangelo,yenelGrecoyRenoiryentantosotros.Mañanaestarían todos muertos, Shakespeare y Frost junto con HuxIey, Picasso, Swift y Beethoven, todaaquellaextraordinariabibliotecayelbastantecomúnpropietario…»

No mucho después de «Bonfire» escribí un cuento más imaginativo, pienso, sobre el futuropróximo,«BrightPhoenix»:elpatriotafanáticolocalamenazaalbibliotecariodelpuebloapropósitodeunoscuantosmilesdelibroscondenadosalahoguera.Cuandolosincendiarioslleganpararociarlosvolúmenesconqueroseno, elbibliotecario los invita a entrar,y en lugardedefenderse,utilizacontra ellos armas bastante sutiles y absolutamente obvias. Mientras recorremos la biblioteca yencontramosaloslectoresquelahabitan,sehaceevidentequedetrásdelosojosyentrelasorejasdetodoshaymásdeloquepodríaimaginarse.Mientrasquemaloslibrosenelcéspeddeljardíndelabiblioteca,elCensorJefetomacaféconelbibliotecariodelpuebloyhablaconuncamarerodelbardeenfrente,quevienetrayendounajarradehumeantecafé.

—Hola,Keats—dije.—Tiempodebrumasyfrustraciónmadura—dijoelcamarero.—¿Keats?—dijoelCensorjefe—.¡NosellamaKeats!—Estúpido—dije—.Ésteesunrestaurantegriego.¿Noesasí,Platón?Elcamarerovolvióallenarmelataza.—Elpueblotienesiemprealgúncampeón,aquienenaltece

porencimadetodo…Éstaynootraeslaraízdelaquenaceuntirano;alprincipioesunprotector.Ymás tarde,al salirdel restaurante,Barnes tropezóconunancianoquecasicayóal suelo.Lo

agarrédelbrazo.—ProfesorEinstein—dijeyo.—SeñorShakespeare—dijoél.Y cuando la biblioteca cierra y un hombre alto sale de allí, digo: —Buenas noches, señor

Lincoln…

Yélcontesta:—Cuatrodocenasysieteaños…El fanático incendiariode libros sedacuentaentoncesdeque todoelpueblohaescondido los

librosmemorizándolos.¡Haylibrosportodaspartes,escondidosenlacabezadelagente!Elhombresevuelveloco,ylahistoriatermina.

Para ser seguidaporotrashistorias similares:«TheExiles»,que tratade lospersonajesde loslibrosdeOzyTarzányAlicia,ydelospersonajesdelosextrañoscuentosescritosporHawthorneyPoe,exiliadostodosenMarte;unoporunoestosfantasmassedesvanecenyvuelanhaciaunamuertedefinitivacuandoenlaTierraardenlosúltimoslibros.

En«UsherH»mihéroereúneenunacasadeMarteatodoslosincendiariosdelibros,esasalmastristesquecreenquelafantasíaesperjudicialparalamente.LoshacebailarenelbailededisfracesdelaMuerteRoja,ylosahogaatodosenunalagunanegra,mientraslaSegundaCasaUshersehundeenunabismoinsondable.

Ahoraelquintobrincoantesdelgransalto.Hace unos cuarenta y dos años, año más o año menos, un escritor amigo mío y yo íbamos

paseandoycharlandoporWilshire,LosAngeles,cuandouncochedepolicíasedetuvoyunagentesalióynospreguntóquéestábamoshaciendo.

—Poniendounpiedelantedelotro—lecontesté,sabihondo.Ésanoeralarespuestaapropiada.Elpolicíarepitiólapregunta.Engreído,respondí:—Respirandoelaire,hablando,conversando,paseando.Eloficialfruncióelceño.Meexpliqué.—Es ilógico que nos haya abordado. Si hubiéramos querido asaltar a alguien o robar en una

tienda,habríamosconducidohastaaquí,habríamosasaltadoorobado,ynoshabríamosidoencoche.Comoustedpuedever,notenemoscoche,sólonuestrospies.

—¿Paseando,eh?—dijoeloficial—.¿Sólopaseando?Asentíyesperéaquelaevidenteverdadleentraraalfinenlacabeza.—Bien—dijoeloficial—.Pero,¡quenoserepita!Yelcochepatrullasealejó.AtrapadoporesteencuentroalestilodeAliciaenelPaísdelasMaravillas,corríacasaaescribir

«Elpeatón»quehablabadeuntiempofuturoenelqueestabaprohibidocaminar,ylospeatoneserantratados como criminales. El relato fue rechazado por todas las revistas del país y acabó en elReporterlaespléndidarevistapolíticadeMaxAscoli.

Doygracias aDiospor el encuentroconel cochepatrulla, la curiosapregunta,mis respuestasestúpidas,porquesinohubieraescrito«Elpeatón» nohabríapodido sacaramicriminalpaseantenocturnoparaotrotrabajoenlaciudad,unosmesesmástarde

Cuandolohice,loqueempezócomounapruebadeasociacióndepalabrasoideasseconvirtióenunanovelade25.000palabrastitulada«TheFireman»,quemecostómuchovender,pueseralaépocadel Comité de Investigaciones deActividadesAntiamericanas, aunquemucho antes de que JosephMcCarthy saliera a escena con Bobby Kermedy al alcance de la mano para organizar nuevaspesquisas.

En la sala demecanografía, en el sótano de la biblioteca, gasté la fortuna de nueve dólares y

medioenmonedasdediezcentavos;compré tiempoyespacio juntoconunadocenadeestudiantessentadosanteotrastantasmáquinasdeescribir.

Era relativamente pobre en 1950 y no podía permitirme una oficina. Un mediodía,vagabundeandoporelcampusdelaUCLA,mellegóelsonidodeuntecleodesdelasprofundidadesyfuiainvestigar.Conungritodealegríadescubríque,enefecto,habíaunasalademecanografíaconmáquinasdeescribirdealquilerdondepordiezcentavoslamediahoraunopodíasentarseycrearsinnecesidaddetenerunaoficinadecente.

Mesentéytreshorasdespuésadvertíquemehabíaatrapadounaidea,pequeñaalprincipioperodeproporcionesgigantescashaciaelfinal.Elconceptoeratanabsorbentequeesatardemefuedifícilsalirdelsótanodelabibliotecaytomarelautobúsdevueltaalarealidad:micasa,mimujerynuestrapequeñahija.

Nopuedoexplicarlesquéexcitanteaventurafue,undía trasotro,atacar lamáquinadealquiler,meterlemonedasdediezcentavos,aporrearlacomounloco,correrescalerasarribaparairabuscarmásmonedas,meterseentrelosestantesyvolverasaliratodaprisa,sacarlibros,escudriñarpáginas,respirarelmejorpolendelmundo,elpolvodeloslibros,quedesencadenaalergiasliterarias.Luegocorrerdevueltaabajoconelsonrojodelenamorado,habiendoencontradounacitaaquí,otraallá,quemeteríaoembutiríaenmimitoengestación.Yoestaba,comoelhéroedeMelville,enloquecidopor la locura.No podía detenerme.Yo no escribí Fahrenheit 451, élme escribió amí.Había unacirculacióncontinuadeenergíaquesalíadelapáginaymeentrabaporlosojosyrecorríamisistemanerviosoantesdesalirmepor lasmanos.Lamáquinadeescribiryyoéramoshermanossiameses,unidosporlaspuntasdelosdedos.

Fueun triunfoespecialporqueyo llevabaescribiendorelatoscortosdesde losdoceaños,enelcolegioydespués,pensandosiemprequequizánuncameatreveríaasaltaralabismodeunanovela.Aquí,pues,estabamiprimerintentodesalto,sinparacaídas,aunanuevaforma.Conunentusiasmodesmedidoacausademiscarrerasporlabiblioteca,oliendolasencuadernacionesysaboreandolastintas,prontodescubrí,comoheexplicadoantes,quenadiequería«TheFireman».FuerechazadoportodaslasrevistasyfinalmentefuepublicadoporlarevistaGalaxy,cuyoeditor,HoraceGold,eramásvalientequelamayoríaenaquellostiempos.

¿Quédespertómiinspiración?¿Fuenecesariotodounsistemaderaícesdeinfluencia,sí,quemeimpulsaran a tirarme de cabeza a la máquina de escribir y a salir chorreando de hipérboles,metáforasysímilessobrefuego,imprentasypapiros?

Porsupuesto:HitlerhabíaquemadolibrosenAlemaniaen1934,ysehablabadeloscerillerosyyesquerosdeStalin.Yademás,muchoantes,hubounacazadebrujasenSalemen1680,enlaquemidiezvecestatarabuelaMaryBradburyfuecondenadaperoescapóalahoguera.Ysobretodofuemiformación romántica en lamitología romana, griega y egipcia, que empezó cuando yo tenía tresaños.Sí,cuandoyoteníatresaños,tres,sacaronaTutdesutumbaylomostraronenelsuplementosemanaldelosperiódicosenvueltoentodaunapanopliadeoro,¡ymepreguntéquéseríaaquelloyselopreguntéamispadres!

De modo que era inevitable que acabara oyendo o leyendo sobre los tres incendios de labibliotecadeAlejandría;dosaccidentales,yelotrointencionado.Teníanueveañoscuandomeenteréymeechéallorar.Porque,comoniñoextraño,yoyaerahabitantedelosaltosáticosylossótanos

encantadosdelabibliotecaCarnegiedeWaukegan,Illinois.Puestoqueheempezado,continuaré.Alosocho,nueve,doceycatorceaños,nohabíanadamás

emocionanteparamíquecorreralabibliotecacadalunesporlanoche,mihermanosiempredelantepara llegar primero. Una vez dentro, la vieja bibliotecaria (siempre fueron viejas en mi niñez)sopesabaelpesodeloslibrosqueyollevabaymipropiopeso,ydesaprobandoladesigualdad(máslibrosquechico),medejabacorrerdevueltaacasadondeyolamíaypasabalaspáginas.

Milocurapersistiócuandomifamiliacruzóelpaísencocheen1932y1934porlacarretera66.En cuanto nuestro viejo Buick se detenía, yo salía del coche y caminaba hacia la biblioteca máscercana, donde tenían que vivir otros Tarzanes, otros Tik Toks, otras Bellas y Bestias que yo noconocía.

Cuandosalídelaescuelasecundaria,noteníadineroparairalauniversidad.Vendíperiódicosenuna esquina durante tres años y me encerraba en la biblioteca del centro tres o cuatro días a lasemana, y a menudo escribí cuentos cortos en docenas de esos pequeños tacos de papel que hayrepartidos por las bibliotecas, como un servicio para los lectores. Emergí de la biblioteca a losveintiochoaños.Añosmástarde,duranteunaconferenciaenunauniversidad,habiendooídodemitotalinmersiónenlaliteratura,eldecanodelafacultadmeobsequióconbirrete,togayundiploma,como«graduado»delabiblioteca.

Conlacertezadequeestaríasoloynecesitandoampliarmiformación,incorporéamividaamiprofesordepoesíayamiprofesoradenarrativabrevedelaescuelasecundariadeLosÁngeles.Estaúltima, Jermet Johnson, murió a los noventa años hace sólo unos años, no mucho después deinformarsesobremishábitosdelectura.

En los últimos cuarenta años es posible que haya escritomás poemas, ensayos, cuentos, obrasteatralesynovelassobrebibliotecas,bibliotecariosyautoresquecualquierotroescritor.HeescritopoemascomoEmilyDickinson,WhereAreYou?HermannMelvilleCalledYourNameLastNight InHis Sleep. Y otro reivindicando a Emily y el señor Poe comomis padres.Y un cuento en el queCharlesDickenssemudaa labuhardilladelacasademisabuelosenelveranode1932,mellamaPip,ymepermiteayudarloaterminarHistoriadedosciudades.Finalmente,labibliotecadeLaferiadelastinieblaseselpuntodecitaparaunencuentroamedianocheentreelBienyelMal.LaseñoraHalloway y el señor Dark. Todas las mujeres de mi vida han sido profesoras, bibliotecarias ylibreras.Conocíamimujer,Maggie,enunalibreríaenlaprimaverade1946.

Perovolvamosa«Elpeatón»yeldestinoquecorriódespuésdeserpublicadoenunarevistadepocacategoría.¿Cómocrecióhastaserdosvecesmásextensoysaliralmundo?

En 1953 ocurrieron dos agradables novedades. Ian Ballantine se embarcó en una aventuraarriesgada, una colección en la que se publicarían las novelas en tapa dura y rústica a la vez.Ballantine vio en Fahrenheit 451 las cualidades de una novela decente si yo añadía otras 25.000palabrasalasprimeras25.000.

¿Podíahacerse?Alrecordarmiinversiónenmonedasdediezcentavosymigalopanteiryvenirpor las escalerasde labibliotecadeUCLAa la salademecanografía, temívolver a reencenderellibroyrecocerlospersonajes.Yosoyunescritorapasionado,nointelectual,loquequieredecirquemis personajes tienen que adelantarse a mí para vivir la historia. Si mi intelecto los alcanzademasiadopronto,todalaaventurapuedequedarempantanadaenladudayeninnumerablesjuegos

mentales.LamejorrespuestafuefijarunafechaypedirleaStanleyKauffmann,mieditordeBallantine,que

vinieraa la costaenagosto.Esoaseguraría,pensé,queeste libroLázaro se levantaradeentre losmuertos. Eso además de las conversaciones quemantenía enmi cabeza con el jefe deBomberos,Beatty,ylaideamismadefuturashoguerasdelibros.SieracapazdevolveraencenderaBeatty,dedejarlolevantarseyexponersufilosofía,aunquefueracruelolunática,sabíaqueellibrosaldríadelsueñoyseguiríaaBeatty.

VolvíalabibliotecadelaUCLA,cargandomediokilodemonedasdediezcentavosparaterminarmi novela.ConStanKauffmann abatiéndose sobremí desde el cielo, terminé de revisar la últimapáginaamediadosdeagosto.Estabaentusiasmado,yStanmeanimóconsupropioentusiasmo.

Enmedio de todo lo cual recibí una llamada telefónica que nos dejó estupefactos a todos.EraJohnHouston,quemeinvitóairasuhotelymepreguntósimegustaríapasarochomesesenIrlandaparaescribirelguióndeMobyDick.

Quéaño,quémes,quésemana.Aceptéeltrabajo,claroestá,ypartíunaspocassemanasmástarde,conmiesposaymisdoshijas,

parapasarlamayorpartedelañosiguienteenultramar.Loquesignificóquetuvequeapresurarmeaterminarlasrevisionesmenoresdemibrigadadebomberos.

Enesemomentoyaestábamosenplenoperíodomacartista.McCarthyhabíaobligadoalejércitoaretiraralgunoslibros«corruptos»delasbibliotecasenelextranjero.Elantesgeneral,yporaquelentoncespresidenteEisenhower,unodelospocosvalientesdeaquelaño,ordenóquedevolvieranloslibrosalosestantes.

Mientrastanto,nuestrabúsquedadeunarevistaquepublicarapartesdeFahrenheit451llegóaunpuntomuerto.Nadiequeríaarriesgarseconunanovelaquetratarade lacensura,futura,presenteopasada.

Fue entonces cuandoocurrió la segundagrannovedad.Un joven editor deChicago, escasodedineroperovisionario,viomimanuscritoylocompróporcuatrocientoscincuentadólares,queeratodoloquetenía.Lopublicaríaenlosnúmerodos,tresycuatrodelarevistaqueestabaapuntodelanzar.

EljoveneraHughHefner.LarevistaeraPlayboy,quellegóduranteelinviernode1953a1954para escandalizar ymejorar elmundo. El resto es historia.A partir de esemodesto principio, unvaliente editor en una nación atemorizada sobrevivió y prosperó. Cuando hace unos meses vi aHefnerenlainauguracióndesusnuevasoficinasenCalifornia,meestrechólamanoydijo:«Graciasporestarallí».Sóloyosupeaquéserefería.

SólorestamencionarunapredicciónquemiBomberojefe,Beatty,hizoen1953,enmediodemilibro.Sereferíaalaposibilidaddequemarlibrossincerillasnifuego.Porquenohacefaltaquemarlibros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe. Si elbaloncesto y el fútbol inundan elmundo a través de laMTV, no se necesitanBeattys que prendanfuegoalquerosenoopersiganallector.Silaenseñanzaprimariasedisuelveydesapareceatravésdelas grietas y de la ventilación de la clase, ¿quién, después de un tiempo, lo sabrá, o a quién leimportará?

Notodoestáperdido,porsupuesto.Todavíaestamosatiemposievaluamosadecuadamenteypor

igual aprofesores, alumnosypadres, sihacemosde la calidaduna responsabilidadcompartida, sinosaseguramosdequealcumplirlosseisañoscualquierniñoencualquierpaíspuededisponerdeuna biblioteca y aprender casi por ósmosis; entonces las cifras de drogados, bandas callejeras,violacionesyasesinatossereduciráncasiacero.PeroelBomberojefeenlamitaddelanovelaloexplica todo, y predice los anuncios televisivos de unminuto, con tres imágenes por segundo, unbombardeosintregua.Escúchenlo,comprendanloquequieredecir,yentoncesvayanasentarseconsuhijo,abranunlibroyvuelvanlapágina.

Pues bien, al final lo que ustedes tienen aquí es la relación amorosa de un escritor con lasbibliotecas;o la relaciónamorosadeunhombre triste,Montag,nocon lachicade lapuertadeallado, sino con una mochila de libros. ¡Menudo romance! El hacedor de listas de «Bonfire» seconvierteenelbibliotecariode«BrightPhoenix»quememorizaaLincolnySócrates,setransformaen «El peatón» que pasea de noche y termina siendoMontag, el hombre que olía a queroseno yencontróaClarisse.Lamuchachaleolióeluniformeylerevelólaespantosamisióndeunbombero,revelaciónque llevóaMontagaaparecerenmimáquinadeescribirundíahacecuarentaañosyasuplicarquelepermitieranacer.

—Ve—dije a Montag, metiendo otra moneda en la máquina—, y vive tu vida, cambiándolamientras vives. Yo te seguiré. Montag corrió. Yo fui detrás. Ésta es la novela de Montag. Leagradezcoquelaescribieraparamí.

PrefaciodeRayBradbury,Febrerode1993

PrimeraParte:Laestufaylasalamandra

EraEstupendoQuemarConstituíaunplacerespecialverlascosasconsumidas,verlosobjetosennegrecidosycambiados.

Con la punta de bronce del soplete en sus puños, con aquella gigantesca serpiente escupiendo supetróleo venenoso sobre el mundo, la sangre le latía en la cabeza y sus manos eran las de unfantásticodirectortocandotodaslassinfoníasdelfuegoydelasllamasparadestruirlosguiñaposyruinasdelaHistoria.Consucascosimbólicoenqueaparecíagrabadoelnúmero451bienplantadosobresuimpasiblecabezaysusojosconvertidosenunallamaanaranjadaanteelpensamientodeloque iba a ocurrir, encendió el deflagrador y la casa quedó rodeada por un fuego devorador queinflamó el cielo del atardecer con colores rojos, amarillos y negros. El hombre avanzó entre unenjambre de luciérnagas. Quería, por encima de todo, como en el antiguo juego, empujar a unmalvaviscohacialahoguera,entantoqueloslibros,semejantesapalomasaleteantes,moríanenelporche y el jardín de la casa; en tanto que los libros se elevaban convertidos en torbellinosincandescentesyeranaventadosporunairequeelincendioennegrecía.

Montagmostrólafierasonrisaquehubieramostradocualquierhombreburladoyrechazadoporlasllamas.

Sabía que, cuando regresase al cuartel de bomberos, se miraría pestañeando en el espejo: surostroseríaeldeunnegrodeopereta,tiznadoconcorchoahumado.Luego,alirseadormir,sentiríala fiera sonrisa retenida aún en la oscuridad por sus músculos faciales. Esa sonrisa nuncadesaparecía,nuncahabíadesaparecidohastadondeélpodíarecordar.

Colgósucasconegroy lo limpió,dejóconcuidadosuchaquetaapruebade llamas; seduchógenerosamente y, luego, silbando, con lasmanos en los bolsillos, atravesó la planta superior delcuarteldebomberosysedeslizóporelagujero.Enelúltimomomento,cuandoeldesastreparecíaseguro, sacó lasmanosde losbolsillosycortó sucaídaaferrándosea labarradorada.Sedeslizóhastadetenerse,conlostaconesaunpardecentímetrosdelpisodecementodelaplantabaja.

Salió del cuartel de bomberos y echó a andar por la calle en dirección al «Metro» donde elsilenciosotren,propulsadoporaire,sedeslizabaporsuconductolubrificadobajotierraylosoltabaconungran¡puf!deairecalienteen laescaleramecánicaquelosubíahastaelsuburbio.Silbando,Montagdejóquelaescaleralellevarahastaelexterior,eneltranquiloairedelamedianoche.Anduvohacialaesquina,sinpensarennadaenparticular.Antesdealcanzarla,sinembargo,aminoróelpasocomosidelanadahubiesesurgidounviento,comosíalguienhubiesepronunciadosunombre.

Enlasúltimasnoches,habíatenidosensacionesinciertasrespectoalaaceraquequedabaalotroladodeaquellaesquina,moviéndosealaluzdelasestrellashaciasucasa.Lehabíaparecidoque,unmomentoantesdedoblarla,allíhabíahabidoalguien.Elaireparecía llenodeunsosiegoespecial,comosialguienhubieseaguardadoallí,silenciosamente,ysólounmomentoantesdellegaraélsehabía limitado a confundirse en una sombra para dejarle pasar.Quizá su olfato detectase un débilperfume,talvezlapieldeldorsodesusmanosydesurostrosintieselaelevacióndetemperaturaenaquelpuntoconcretodondelapresenciadeunapersonapodíahaberelevadoporuninstante,endiezgrados, la temperatura de la atmósfera inmediata. No había modo de entenderlo. Cada vez quedoblabalaesquina,sóloveíalacerablanca,pulida,contalvez,unanoche,alguiendesapareciendo

rápidamentealotroladodeunjardínantesdequeélpudieraenfocarloconlamiradaohablar.Peroesanoche,Montagaminoróelpasocasihastadetenerse.Susubconsciente,adelantándoselea

doblar la esquina, había oído un debilísimo susurro. ¿De respiración? ¿O era la atmósfera,comprimidaúnicamenteporalguienqueestuvieseallímuyquieto,esperando?

Montagdoblólaesquina.Lashojasotoñalessearrastrabansobreelpavimentoiluminadoporelclarodeluna.Yhacíanque

lamuchachaquesemovíaallíparecieseestarandandosindesplazarse,dejandoqueel impulsodelvientoydelashojaslaempujarahaciadelante.Sucabezaestabamedioinclinadaparaobservarcómosus zapatos removían las hojas arremolinadas. Su rostro era delgado y blanco como la leche, yreflejandounaespeciedesuaveansiedadqueresbalabaporencimadetodoconinsaciablecuriosidad.Eraunamirada,casi,depálidasorpresa;losojososcurosestabantanfijosenelmundoqueningúnmovimientoselesescapaba.Elvestidodelajovenerablanco,ysusurraba.AMontagcasileparecióoírelmovimientodelasmanosdeellaalandary,luego,elsonidoinfinitamentepequeño,elblancorumordesurostrovolviéndosecuandodescubrióqueestabaapocospasosdeunhombreinmóvilenmitaddelaacera,esperando.

Losárboles,sobresuscabezas,susurrabanalsoltarsulluviaseca.Lamuchachasedetuvoydiolaimpresióndequeibaaretroceder,sorprendida;pero,enlugardeello,sequedómirandoaMontagcon ojos tan oscuros, brillantes y vivos, que él sintió que había dicho algo verdaderamentemaravilloso.Pero sabíaque suboca sólo sehabíamovidoparadecir adiós,ycuandoellaparecióquedar hipnotizada por la salamandra bordada en lamangade él y el discode fénix en su pecho,volvióahablar.

—Claroestá—dijo—,ustedeslanuevavecina,¿verdad?—Yusteddebedeser—ellaapartólamiradadelossímbolosprofesionales—elbombero.Lavozdelamuchachafueapagándose.—¡Dequémodotanextrañolodice!—Lo…Lohubieseadivinadoconlosojoscerrados—prosiguióella,lentamente.—¿Porqué?¿Porelolorapetróleo?Miesposasiempresequeja—replicóél,riendo—.Nuncase

consigueeliminarloporcompleto.—No,enefecto—repitióella,atemorizada.Montag sintió que ella andaba en círculo a su alrededor, le examinaba de extremo a extremo,

sacudiéndolo silenciosamente y vaciándole los bolsillos, aunque, en realidad, no se moviera enabsoluto.

—Elpetróleo—dijoMontag,porqueelsilencioseprolongaba—escomounperfumeparamí.—¿Deveraslepareceeso?—Desdeluego.¿Porquéno?Ellatardóenpensar.—Nolosé.—Volvióelrostrohacialaaceraqueconducíahaciasushogares—.¿Leimportaque

regreseconusted?MellamoClarisseMcClellan.—Clarisse. Guy Montag. Vamos, ¿Por qué anda tan sola a esas horas de la noche por ahí?

¿Cuántosañostiene?Anduvieronenlanochellenadeviento,porlaplateadaacera.Sepercibíaundebilísimoaromaa

albaricoques y frambuesas; Montag miró a su alrededor y se dio cuenta que era imposible quepudierapercibirseaquelolorenaquellaépocatanavanzadadelaño.

Sólohabíalamuchachaandandoasulado,consurostroquebrillabacomolanievealclarodeluna,yMontagcomprendióqueestabameditandolaspreguntasqueéllehabíaformulado,buscandolasmejoresrespuestas.

—Bueno—ledijoellaporfin—,tengodiecisieteañosyestoyloca.Mitíodicequeambascosasvansiemprejuntas.Cuandolagentetepreguntalaedad,dice,contestasiempre:diecisieteañosyloca.¿Verdadqueesmuyagradablepasear a estahorade lanoche?Megustaveryoler las cosas,y, aveces,permanecerlevantadatodalanoche,andando,yverlasalidadelsol.

Volvieronaavanzarensilencioy,finalmente,elladijo,contonopensativo:—¿Sabe?Nomecausaustedningúntemor.Élsesorprendió.—¿Porquéhabríadecausárselo?—Leocurreamuchagente.Temeralosbomberos,quierodecir.Pero,alfinyalcabo,ustedno

esmásqueunhombre…Montagsevioenlosojosdeella,suspendidoendosbrillantesgotasdeagua,oscuroydiminuto,

pero conmucho detalle; las líneas alrededor de su boca, todo en su sitio, como si los ojos de lamuchachafuesendosmilagrosospedacitosdeámbarvioletaquepudiesencapturarleyconservarleintacto.Elrostrodelajoven,vueltoahorahaciaél,eraunfrágilcristaldelecheconunaluzsuaveyconstanteensu interior.Noera la luzhistéricade laelectricidad, sino…¿Qué?Sino laagradable,extrañayparpadeanteluzdeunavela.Unavez,cuandoéleraniño,enuncortedeenergía,sumadrehabía encontrado y encendido una última vela, y se había producido una breve hora deredescubrimiento, de una iluminación tal que el espacio perdió sus vastas dimensiones y se cerróconfortablemente alrededor de ellos, madre e hijo, solitarios, transformados, esperando que laenergíanovolviesequizádemasiadopronto…

Enaquelmomento,ClarisseMcClellandijo:—¿Noleimportaquelehagapreguntas?¿Cuántotiempollevatrabajandodebombero?—Desdequeteníaveinteaños,ahorahaceyadiezaños.—¿Leealgunavezalgunodeloslibrosquequema?Élseechóareír.—¡Estáprohibidoporlaley!—¡Oh!Claro…—Esunbuen trabajo.El lunesquemaaMillay, elmiércolesaWhitman,elviernesaFaulkner,

conviértelosencenizay,luego,quemalascenizas.Esteesnuestrolemaoficial.Siguieroncaminandoylamuchachapreguntó:—¿Esverdadque,hacemuchotiempo,losbomberosapagabanincendios,envezdeprovocarlos?—No.Lascasashansidosiempreapruebadeincendios.Puedescreerme.Telodigoyo.—¡Esextraño!Unavez,oídecirquehacemuchísimotiempolascasassequemabanporaccidente

yhacíanfaltabomberosparaapagarlasllamas.Montagseechóareír.Ellalelanzóunarápidamirada.

—¿Porquéseríe?—Nolosé.—Volvióareírseysedetuvo—.¿Porqué?—Ríesinqueyohayadichonadagracioso,ycontestainmediatamente.Nuncasedetieneapensar

enloquelepregunto.Montagsedetuvo.—Eresmuyextraña—dijo,mirándola—.¿Ignorasquéeselrespeto?—Nomeproponíasergrosera.Loquemeocurreesquemegustademasiadoobservaralagente.—Bueno,¿yestonosignificaalgoparati?YMontagsetocóelnúmero451bordadoensumanga.—Sí—susurró ella.Aceleró el paso—. ¿Ha visto alguna vez los coches retropropulsados que

correnporestacalle?—¡Estáscambiandodetema!—Aveces,piensoquesusconductoresnosabencómoeslahierba,nilasflores,porquenuncalas

vencondetenimiento—dijoella—.Silemostraseaunodeesoschóferesunaborrosamanchaverde,diría: ¡Oh, sí, es hierba! ¿Una mancha borrosa de color rosado? ¡Es una rosaleda! Las manchasblancas son casas. Las manchas pardas son vacas. Una vez, mi tío condujo lentamente por unacarretera. Condujo a sesenta y cinco kilómetros por hora y lo encarcelaron por dos días. ¿No escurioso,ytristetambién?

—Piensasdemasiado—dijoMontag,incómodo.—Casinuncaveo la televisiónmural,nivoya lascarrerasoa losparquesdeatracciones.Así,

pues, dispongo demuchísimo tiempo para dedicarlos amis absurdos pensamientos. ¿Ha visto loscartelesdesesentametrosquehayfueradelaciudad?¿Sabíaquehubounaépocaenqueloscartelessólo teníanseismetrosde largo?Pero losautomóvilesempezaronacorrer tantoque tuvieronquealargarlapublicidad,paraqueduraseunpocomás.

—¡Loignoraba!—Apuesto a que sé algomás que usted desconoce.Por lasmañanas, la hierba está cubierta de

rocío.Depronto,Montagnopudorecordarsisabíaaquelloono,loqueleirritóbastante.—Ysi se fija—prosiguióella, señalandocon labarbillahaciaelcielo—hayunhombreen la

luna.Hacíamuchotiempoqueélnomirabaelsatélite.Recorrieronensilencioelrestodelcamino.Eldeella,pensativo,eldeél,irritadoeincómodo,

acusandoel impactode lasmiradas inquisitivasde lamuchacha.Cuandollegarona lacasadeella,todassuslucesestabanencendidas.

—¿Quésucede?Montagnuncahabíavistotantaslucesenunacasa.—¡Oh! ¡Sonmis padres ymi tío que están sentados, charlando!Es como ir a pie, aunquemás

extrañoaún.Amitío,ledetuvieronunavezporirapie.¿Selohabíacontadoya?¡Oh!Somosunafamiliamuyextraña.

—Pero,¿dequécharláis?Aloírestapregunta,lamuchachaseechóareír.

—¡Buenasnoches!Empezó a andar por el pasillo que conducía hacia su casa. Después, pareció recordar algo y

regresóparamiraraMontagconexpresiónintrigadaycuriosa.—¿Esustedfeliz?—preguntó.—¿Quésisoyqué?—replicóél.Peroellasehabíamarchado,corriendobajoelclarodeluna.Lapuertadelacasasecerrócon

suavidad.

—¡Feliz!¡Menudatontería!Montagdejódereír.Metiólamanoenelagujeroenformadeguantedesupuertaprincipalyledejópercibirsutacto.

Lapuerta,sedeslizóhastaquedarabierta.«Claro que soy feliz. ¿Qué cree esamuchacha? ¿Qué no lo soy?», preguntó a las silenciosas

habitaciones.Se inmovilizócon lamirada levantadahacia la rejadelventiladordelvestíbuloy,depronto,recordóquealgoestabaocultotrasaquellareja,algoqueparecíaestarespiándoleenaquelmomento.Montagseapresuróadesviarsumirada.

¡Quéextrañoencuentroenunaextrañanoche!Norecordabanadaigual,exceptounatarde,unañoatrás,enqueseencontróconunviejoenelparqueyamboshablaron…

Montag meneó la cabeza. Miró una pared desnuda. El rostro de la muchacha estaba allí,verdaderamentehermosopor loquepodía recordar;omejordicho, sorprendente.Teníaun rostromuydelgado,comolaesferadeunpequeñorelojentrevistoenunahabitaciónoscuraamedianoche,cuando uno se despierta para ver la hora y descubre el reloj que le dice la hora, el minuto y elsegundo,conunsilencioblancoyunresplandorllenodeseguridadysabiendoloquedebedecirdela noche que discurre velozmente hacia ulteriores tinieblas, pero que también se mueve hacia unnuevosol.

—¿Qué?—preguntóMontag a su otramitad, aquel imbécil subconsciente que a veces andababalbuceando,completamentedesligadodesuvoluntad,sucostumbreysuconciencia.

Volvió a mirar la pared. El rostro de ella también se parecía mucho a un espejo. Imposible,¿cuántagentehabíaque refractasehaciaunosupropia luz?Por logeneral, lagenteera—Montagbuscó un símil, lo encontró en su trabajo— como antorchas, que ardían hasta consumirse. ¡Cuánpocasveceslosrostrosdelasotraspersonascaptabanalgotuyoytedevolvíantupropiaexpresión,tus pensamientos más íntimos! Aquella muchacha tenía un increíble poder de identificación; eracomoelávidoespectadordeunafuncióndemarionetas,previendocadaparpadeo,cadamovimientodeunamano, cada estremecimientodeundedo,unmomento antesdeque sucediese. ¿Cuánto ratohabíancaminadojuntos?¿Tresminutos?¿Cinco?Sinembargo,ahoraleparecíaunratointerminable.¡Quéinmensafigurateníaellaenelescenarioqueseextendíaantesusojos!¡Quésombraproducíaenlaparedconsuesbeltocuerpo!Montagsediocuentadeque,silepicasenlosojos,ellapestañearía.Yde que si los músculos de sus mandíbulas se tensaran imperceptiblemente, ella bostezaría muchoantesdequelohicieraél.

«Pero—pensóMontag—,ahoraquecaigoenello,lachicaparecíaestaresperándomeallí,enlacalle,atanavanzadahoradelanoche…»

Montagabriólapuertadeldormitorio.

Era como entrar en la fría sala de unmausoleo después de haberse puesto la luna.Oscuridadcompleta,niunatisbodelplateadomundoexterior;lasventanasherméticamentecerradasconvertíanlahabitaciónenunmundodeultratumbaenelquenopodíapenetrarningúnruidodelagranciudad.Lahabitaciónnoestabavacía.

Montagescuchó.Eldelicadozumbidoenelaire,semejantealdeunmosquito,elmurmulloeléctricodeunaavispa

ocultaensucálidonido.Lamúsicaeracasilobastantefuerteparaqueélpudieseseguirlatonada.Montag sintió que su sonrisa desaparecía, se fundía, era absorbida por su cuerpo como una

cortezadesebo,comoelmaterialdeunavelafantásticaquehubieseardidodemasiadotiempoparaacabar derrumbándose y apagándose. Oscuridad. No se sentía feliz. No era feliz. Pronunció laspalabras para sí mismo. Reconocía que éste era el verdadero estado de sus asuntos. Llevaba sufelicidadcomounamáscara,ylamuchachasehabíamarchadoconsucaretaynohabíamediodeirhastasupuertaypedirqueseladevolviera.

Sinencender la luz,Montag imaginóquéaspecto tendría lahabitación.Suesposa tendidaen lacama,descubiertayfría,comouncuerpoexpuestoenelbordedelatumba,sumiradafijaeneltechomediante invisibles hilos de acero, inamovibles.Y en sus orejas las diminutas conchas, las radioscomo dedales fuertemente apretadas, y un océano electrónico de sonido, de música y palabras,afluyendosincesara lasplayasdesucerebrodespierto.Desde luego lahabitaciónestabavacíadenoche,lasolasllegabanyselallevabancomounagranmareadesonido,flotando,ojiabiertahacialamañana en que Mildred no hubiese navegado por aquel mar, no se hubiese adentradoespontáneamenteporterceravez.

Lahabitaciónerafresca;sinembargo,Montagsintióquenopodíarespirar.Noqueríacorrerlascortinasyabrirlosventanales,porquenodeseabaquelalunapenetraraenelcuarto.

Porlotanto,conlasensacióndeunhombrequehademorirenmenosdeunahora,porfaltadeairequerespirar,sedirigióatientashaciasucamaabierta,separaday,enconsecuenciafría.

Unmomentoantesdequesupietropezaraconelobjetoquehabíaenelsuelo,advirtióloqueibaa ocurrir. Se asemejaba a la sensación que había experimentado antes de doblar la esquina yatropellarcasialamuchacha.Supie,alenviarvibracioneshaciadelante,habíarecibidolosecosdelapequeñabarreraquesecruzabaensucaminoantesdequellegaraaalcanzarlo.Elobjetoprodujountintineosordoysedeslizóenlaoscuridad.

Montagpermaneciómuyerguido,atentoacualquiersonidodelapersonaqueocupabalaoscuracamaenlaoscuridadtotalmenteimpenetrable.Larespiraciónquesurgíaporlanarizeratandébilquesóloafectabaalasformasmássuperficialesdevida,unadiminutahoja,unaplumanegra,unafibradecabello.

Montagseguíasindesearunaluzexterior.Sacósuencendedor,oyóquelasalamandrarascabaeneldiscodeplata,produjounchasquido…

Dospequeñaslunaslemiraronalaluzdelallamita;doslunaspálidas,hundidasenunarroyodeaguaclara,sobrelasquepasabalavidadelmundo,sinalcanzarlas.

—¡Mildred!Elrostrodeellaeracomounaislacubiertadenievesobrelaquepodíacaerlalluviasincausar

ningún efecto; sobre la que podían pasar lasmovibles sombras de las nubes, sin causarle ningún

efecto. Sólo había el canto de las diminutas radios en sus orejas herméticamente taponadas, y sumiradavidriosa,ysurespiraciónsuave,débil,ysuindiferenciahacialosmovimientosdeMontag.

Elobjetoqueélhabíaenviadoarodarconelpieresplandecióbajoelbordedesupropiacama.Labotellita de cristal previamente llena con treinta píldoras para dormir y que, ahora, aparecíadestapadayvacíaalaluzdesuencendedor.

Mientraspermanecíainmóvil,elcieloqueseextendíasobrelacasaempezóaaullar.Seprodujounsonidodesgarrador,comosidosmanosgiganteshubiesendesgarradopor lacosturaveintemilkilómetrosde telanegra.Montag se sintiópartidoendos.Leparecióque supecho sehundíay sedesgarraba.Lasbombascohetessiguieronpasando,pasando,una,dos,unados,seisdeellas,nuevedeellas,docedeellas,unayunayotrayotralanzaronsusaullidosporél.Montagabriólabocaydejóqueelchillidopenetrarayvolvieraasalirentresusdientesdescubiertos.Lacasaseestremeció.Elencendedorseapagóensusmanos.Lasdospequeñaslunasdesaparecieron.Montagsintióquesumanoseprecipitabahaciaelteléfono.

Loscoheteshabíandesaparecido.Montagsintióquesuslabiossemovían,rozabanelmicrófonodelaparatotelefónico.

—Hospitaldeurgencia.Unsusurroterrible.Montagsintióquelasestrellashabíansidopulverizadasporelsonidodelosnegrosreactores,y

quepor lamañana la tierra estaría cubierta con supolvo, comosi se trataradeunaextrañanieve.Aquélfueelabsurdopensamientoqueseleocurriómientrasseestremecíaenlaoscuridad,mientrassuslabiosseguíanmoviéndose.

Teníanaquellamáquina.Enrealidad,teníandos.Unadeellassedeslizabahastaelestómagocomounacobranegraquebajaraporunpozoenbuscadeaguaantiguaydeltiempoantiguoreunidosallí.Bebía la sustancia verdusca que subía a la superficie en un lento hervir. ¿Bebía de la oscuridad?¿Absorbíatodoslosvenenosacumuladosporlosaños?Sealimentabaensilencio,conunocasionalsonidodeasfixiainternayciegabúsqueda.AquelloteníaunOjo.Elimpasibleoperariodelamáquinapodía, poniéndose un casco óptico especial, atisbar en el alma de la persona a quien estabaanalizando.¿QuéveíaelOjo?Nolodecía.Montagveía,aunquesinver,loqueelOjoestabaviendo.Todalaoperaciónguardabaciertasemejanzaconlaexcavacióndeunazanjaenelpatiodesupropiacasa.Lamujerqueyacíaenlacamanoeramásqueunduroestratodemármolalquehabíanllegado.Detodosmodos,adelante,hundamosmáseltaladro,extraigamoselvacío,siesquepodíasacarseelvacíomediantelasuccióndelaserpiente.

Eloperariofumabauncigarrillo.Laotramáquinafuncionabatambién.Lamanejabaunindividuoigualmenteimpasible,vestidoconunmonodecolorpardorojizo.Esta

máquinaextraíatodalasangredelcuerpoylasustituíaporsangrenuevaysuero.—Hemosde limpiarnosdeambasmaneras—dijoeloperario, inclinándose sobre la silenciosa

mujer—.Esinútillavarelestómagosinoselavalasangre.Sisedejaesasustanciaenlasangre,éstagolpeaelcerebroconlafuerzadeunmazo,mil,dosmilveces,hastaqueelcerebroyanopuedemásyseapaga.

—¡Deténganse!—exclamóMontag.—Esloqueibaadecir—dijoeloperario.

—¿Hanterminado?Loshombresempaquetaronlasmáquinas.—Estamoslistos…LacóleradeMontagnisiquieralesafectó.Permanecieronconelcigarrilloenloslabios,sinque

elhumoquepenetrabaensunarizysusojosleshicieraparpadear.—Seráncincuentadólares.—Antetodo,¿porquénomedicensisanará?—¡Claro que se curará! Nos llevamos todo el veneno en esa maleta y, ahora, ya no puede

afectarle.Comohedicho,sesacaloviejo,seponelonuevoyquedanmejorquenunca.—Ningunodeustedesesmédico.¿Porquénohanenviadouno?—¡Diablo!—Elcigarrillodeloperariosemovióensus labios—.Tenemosnueveodiezcasos

como ése cada noche. Tantos que hace unos cuantos años tuvimos que construir estas máquinasespeciales.Conlenteóptica,claroestá,resultanunanovedad,elremedioesviejo.Enuncasoasínohacefaltadoctor;loúnicoqueserequieresondosoperarioshábilesyliquidarelproblemaenmediahora.Bueno—sedirigió hacia la puerta—, hemos de irnos.Acabamos de recibir otra llamada ennuestra radio auricular.A diezmanzanas de aquí.Alguien se ha zampado una caja de píldoras. Sivuelve anecesitamos, llámenos.Procureque su esposapermanezcaquieta.Lehemos inyectadounantisedante.Selevantarábastantehambrienta.Hastalavista.

Y los hombres cogieron lamáquina y el tubo, su caja demelancolía líquida, y traspasaron lapuerta.

Montag se dejó caer en una silla y contempló a su mujer. Ahora tenía los ojos cerrados.Apaciblementeélalargóunamanoparasentirenlapalmalatibiezadelarespiración.

—Mildred—dijoporfin.«Somos demasiados—pensó—. Somosmiles demillones, es excesivo.Nadie conoce a nadie.

Lleganunosdesconocidosy teviolan, lleganunosdesconocidosy tedesgarranelcorazón.Lleganunos desconocidos y se llevan la sangre. ¡VálgameDios! ¿Quiénes son esos hombres? ¡Jamás leshabíavisto!»

Transcurriómediahora.El torrente sanguíneo de aquella mujer era nuevo y parecía haberla cambiado. Sus mejillas

estabanmuy sonrojadas y sus labios aparecían frescos y llenos de color, suaves y tranquilos.Allíhabíalasangredeotrapersona.Sihubieratambiénlacarne,elcerebroylamemoriadeotro…Sihubiesenpodidollevarsesucerebroalalavandería,paravaciarlelosbolsillosylimpiarloafondo,devolviéndolocomonuevoalamañanasiguiente…Si…

Montagselevantó,descorriólascortinasyabriólasventanasdeparenparparadejarentrarelairenocturno.Eran lasdosde lamadrugada. ¿Eraposibleque sólohubiera transcurridounahoradesdequeencontróaClarisseMcClellanenlacalle,queélhabíaentradoparaencontrarlahabitaciónoscura,desdequesupiehabíagolpeadolabotellitadecristal?Sólounahora,peroelmundosehabíaderrumbadoyvueltoaconstituirseconunaformanuevaeincolora.

DelacasadeClarisse,porencimadelcéspediluminadoporelclarodeluna,llegóelecodeunasrisas;ladeClarisse,ladesuspadresyladeltíoquesonreíatansosegadoyávidamente.Porencimade todo, sus risas eran tranquilas y vehementes, jamás forzadas, y procedían de aquella casa tan

brillantementeiluminadaaavanzadahoradelanoche,entantoquetodaslasdemásestabancerradasen sí mismas, rodeadas de oscuridad. Montag oyó las voces que hablaban, hablaban, tejiendo yvolviendoatejersuhipnóticatela.

Montagsalióporlaventanayatravesóelcésped,sindarsecuentadeloquehacía.Permanecióenlasombra, frentea lacasa iluminada,pensandoquepodía llamara lapuertaysusurrar:«Dejadmepasar.Nodirénada.Sólodeseoescuchar.¿Dequéestáishablando?»

Pero,envezdeello,permanecióinmóvil,muyfrío,conelrostroconvertidoenunamáscaradehielo,escuchandounavozdehombre—¿ladeltío?—quehablabacontonososegado:

—Bueno, al fin y al cabo, ésta es la era del tejido disponible. Dale un bufido a una persona,atácala,ahuyéntala, localizaotra,bufa,ataca,ahuyenta.Todoelmundoutiliza las faldasde todoelmundo.¿Cómopuedeesperarsequeunoseencariñeporelequipodecasacuandonisiquierasetieneunprogramaoseconocenlosnombres?Porcierto,¿quécoloresdecamisetallevancuandosalenalcampo?

Montag regresó a su casa, dejó abierta la ventana, comprobó el estado deMildred, la arropócuidadosamentey,después,setumbóbajoelclarodeluna,queformabaunacascadadeplataencadaunodesusojos.

Una gota de lluvia. Clarisse.Otra gota.Mildred.Una tercera. El tío.Una cuarta. El fuego estanoche.Una,Clarisse.Dos,Mildred.Tres, tío.Cuatro, fuego.Una,Mildred, dosClarisse.Una, dos,tres, cuatro, cinco, Clarisse, Mildred, tío, fuego, tabletas soporíferas, hombres, tejido disponible,faldas, bufido, ataque, rechazo, Clarisse, Mildred, tío, fuego, tabletas, tejidos, bufido, ataques,rechace. ¡Una, dos, tres, una, dos, tres! Lluvia. La tormenta. El tío riendo. El trueno descendiendodesdeloalto.Todoelmundocayendoconvertidoenlluvia.Elfuegoascendiendoenelvolcán.Todomezcladoenunestrépitoensordecedoryenuntorrente,queseencaminabahaciaelamanecer.

—Yanoentiendonadadenadie—dijoMontag.Ydejóqueunapastillasoporíferasedisolvieraensulengua.

Alasnuevedelamañana,lacamadeMildredestabavacía.Montag se levantó apresuradamente. Su corazón latía rápidamente, corrió vestíbulo abajo y se

detuvoenlapuertadelacocina.Unatostadaasomóporeltostadorplateado,yfuerecogidaporunamanometálicaquelaembadurnódemantequilladerretida.

Mildred contempló cómo la tostada pasaba a su plato. Tenía las orejas cubiertas con abejaselectrónicasque,consususurro,ayudabanapasareltiempo.Depronto,lamujerlevantólamirada,vioaMontag,lesaludóconlacabeza.

—¿Estásbien?—preguntóMontag.Mildred era experta en leer elmovimiento de los labios, como consecuencia de diez años de

aprendizajeconlaspequeñasradiosauriculares.Volvióaasentir.Introdujootropedazodepanenlatostadora.

Montagsesentó.Suesposadijo:—Noentiendoporquéestoytanhambrienta.—Esque…—Estoyhambrienta.

—Anoche…—empezóadecirél.—Nohedormidobien.Mesientofatal.¡Caramba!¡Quéhambretengo!Noloentiendo.—Anoche—volvióadecirél.Ellaobservódistraídamentesuslabios.—¿Quéocurrióanoche?—¿Nolorecuerdas?—¿Qué?¿Celebramosunajuergaoalgoporelestilo?Sientocomounaespeciedejaqueca.¡Dios,

quéhambretengo!¿Quiénestuvoaquí?—Variaspersonas.—Esloquemefiguraba.—Mildredmordiósutostada—.Medueleelestómago,perotengoun

hambrecanina.Supongoquenocometíningunatonteríadurantelafiesta.—No—respondióélconvozqueda.Latostadoraleofrecióunarebanadauntadaconmantequilla.Montagalargólamano,sintiéndose

agradecido.—Tampocotúparecesestardemasiadoenforma—dijosuesposa.

A última hora de la tarde llovió, y todo el mundo adquirió un color grisáceo oscuro. En elvestíbulodesucasa,Montagseestabaponiendolainsigniaconlasalamandraanaranjada.Levantólamiradahacia la rejilladelaireacondicionadoquehabíaenelvestíbulo.Suesposa,examinandounguiónenlasalita,apartólamiradaeltiemposuficienteparaobservarle.

—¡Eh!—dijo—.¡Elhombreestápensando!—Sí—dijoél—.Queríahablarte.—Hizounapausa—.Anoche,tetomastetodaslaspíldorasdetu

botellitadesomníferos.—¡Oh,jamásharíaeso!—replicóella,sorprendida.—Elfrasquitoestabavacío.—Yonoharíaunacosacomoésa,¿Porquétendríaquehaberlohecho?—Quizá te tomaste dos píldoras, lo olvidaste, volviste a tomar otras dos, y así sucesivamente

hastaquedar tanaturdidaqueseguiste tomándolasmecánicamentehasta tragar treintaocuarentadeellas.

—Cuentos—dijoella—.¿Porquépodríahaberqueridohacersemejantetontería?—Nolosé.EraevidentequeMildredestabaesperandoaqueMontagsemarchase.—Nolohehecho—insistiólamujer—.Noloharíanienunmillóndeaños.—Muybien.Puestoquetúlodices…—Esoesloquedicelaseñora.Ellaseconcentródenuevoenelguión.—¿Quédanestatarde?—preguntóMontagcontonoaburrido.Mildredvolvióamirarle.—Bueno, se trata de una obra que transmitirán en circuitomoral dentro de diezminutos. Esta

mañana me han enviado mi papel por correo. Yo les había enviado varias tapas de cajas. Ellosescribenelguiónconunpapelenblanco.Setratadeunanuevaidea.Laconcursante,osea,yo,haderecitaresepapel.Cuandollegaelmomentodedecirlaslíneasquefaltan,todosmemirandesdelas

tresparedes,yyolesdigo.Aquí,porejemplo,elhombredice:«¿Quétepareceestaidea,Helen?»Yme mira mientras yo estoy sentada aquí en el centro del escenario, ¿comprendes? Y yo replico,replico…—Hizounapausay,coneldedo,buscóunalíneadelguión—.«¡Creoqueesestupenda!»Yasícontinúanconlaobrahastaqueéldice:«¿Estádeacuerdoconesto,Helen?»,yyo«¡Claroquesí!»¿Verdadqueesdivertido,Guy?

Elpermanecióenelvestíbulo,mirándola.—Desdeluego,loes—prosiguióella.—¿Dequétratalaobra?—Acabodedecírtelo.EstánesaspersonasllamadasBob,RuthyHelen.—¡Oh!—Esmuy distraída.Y aún lo serámás cuando podamos instalar televisión en la cuarta pared.

¿Cuánto crees que tardaremos ahora para poder sustituir esa pared por otra con televisión? Sólocuestadosmildólares.

—Esoesunterciodemisueldoanual.—Sólo cuesta dosmil dólares—repitió ella—.Y creo que alguna vez deberías tenerme cierta

consideración.Si tuviésemos lacuartapared…¡Oh!Seríacomosiestasalayanofueranuestraenabsoluto,sinoquepertenecieraatodaclasedegenteexótica.Podríamospasarnosdealgunascosas.

—Yanosestamospasandodealgunasparapagar la tercerapared.Sólohacedosmesesque lainstalamos.¿Recuerdas?

—¿Tanpocotiempohace?—seloquedómirandoduranteunbuenrato—.Bueno,adiós.—Adiós—dijoél.Sedetuvoysevolvióhaciasumujer—.¿Tieneunfinalfeliz?—Aúnnoheterminadodeleerla.Montagseacercó,leyólaúltimapágina,asintió,doblóelguiónyselodevolvióaMildred.Salió

decasayseadentróenlalluvia.

Elaguaceroibaamainando,ylamuchachaandabaporelcentrodelaacera,conlacabezaechadahaciaatrásparaquelasgotaslecayeranenelrostro.CuandovioaMontag,sonrió.

—¡Hola!Élcontestóalsaludoydespués,dijo:—¿Quéhacesahora?—Sigoloca.Lalluviaesagradable.Meencantacaminarbajolalluvia.—Nocreoqueamímegustase.—Quizásí,siloprobara.—Nuncalohehecho.Ellaselamióloslabios.—Lalluviainclusotienebuensabor.—¿Aquétededicas?¿Aandarporahíprobándolotodounavez?—inquirióMontag.—Aveces,dos.Lamuchachacontemplóalgoqueteníaenunamano.—¿Quéllevasahí?—Creo que es el último diente de león de este año.Meparecía imposible encontrar uno en el

césped,avanzadalatemporada.¿Nohaoídodeciresodefrotárselocontralabarbilla?Mire.

Clarissesetocólabarbillaconlaflor,riendo.—¿Paraqué?—Sidejaseñal,significaqueestoyenamorada,¿haensuciado?Élsólofuecapazdemirar.—¿Qué?—preguntóella.—Tehasmanchadodeamarillo.—¡Estupendo!Probemosahoraconusted.—Conmigonodaráresultado.—Venga.—AntesdequeMontaghubiesepodidomoverselamuchachalepusoeldientedeleón

bajolabarbilla.Élseechóhaciaatrásyellarió—.¡Estésequieto!Atisbóbajolabarbilladeélyfruncióelceño.—¿Qué?—dijoMontag.—¡Quévergüenza!Noestáenamoradodenadie.—¡Síqueloestoy!—Puesnoapareceningunaseñal.—¡Estoymuy enamorado!—Montag trató de evocar un rostro que encajara con sus palabras,

peronoloencontró—.¡Síqueloestoy!—¡Oh,porfavor,nomemiredeestamanera!—Eseldientedeleón—replicóél—.Lohasgastadotodocontigo.Poresonohadadoresultado

enmí.—Claro,debedeseresto.¡Oh!Ahora,leheenojado.Yaloveo.Losiento,deverdad.Lamuchachaletocóenuncodo.—No,no—seapresuróadecirél—.Nomeocurreabsolutamentenada.—Hedemarcharme.Digaquemeperdona.Noquieroqueestéenojadoconmigo.—Noestoyenojado.Alterado,sí.—Ahorahedeiraveramipsiquiatra.Meobliganair.Inventocosasquedecirle.Ignoroloque

pensarádemí¡Dicequesoyunacebollamuyoriginal!Letengoocupadopelandocapatrascapa.—Mesientoinclinadoacreerquenecesitasaesepsiquiatra—dijoMontag.—Nolopiensaenserio.Élinspiróprofundamente,soltóelairey,porúltimodijo:—No,nolopiensoenserio.—Elpsiquiatraquieresaberporquésalgoapasearporelbosque,aobservara lospájarosya

coleccionarmariposas.Undía,leenseñarémicolección.—Bueno.—Quierensaberloquehagoacadamomento.Lesdigoqueavecesmelimitoaestarsentadaya

pensar.Peronoquierodecirlessobrequé.Echaríanacorrer.Y,aveces,lesdigo,megustaecharlacabezahaciaatrás,así,ydejarque la lluviacaigaenmiboca.Sabeavino.¿Lohaprobadoalgunavez?

—No,yo…—Mehaperdonadousted,¿verdad?—Sí—Montagmeditó sobre aquello—.Sí, te heperdonado.Dios sabráporqué.Eres extraña,

eresirritantey,sinembargo,esfácilperdonarte.¿Dicesquetienesdiecisieteaños?—Bueno,loscumpliréelmespróximo.—Escurioso.Miesposatienetreintay,sinembargo,haymomentosenqueparecesmuchomayor

queella.Noacabodeentenderlo.—Tambiénustedesextraño,Mr.Montag.Aveces,hastaolvidoqueesbombero.Ahora,¿puedo

encolerizarledenuevo?—Adelante.—¿Cómoempezóeso?¿Cómointervinousted?¿Cómoescogiósutrabajoycómoseleocurrió

buscar el empleoque tiene?Ustedno es como los demás.Hevisto a unos cuantos.Losé. Cuandohablo,ustedmemira.Anoche,cuandodijealgosobrelaluna,ustedlamiró.Losotrosnuncaharíaneso.Losotrossealejarían,dejándomeconlapalabraenlaboca.Omeamenazarían.Nadietieneyatiempo para nadie.Usted es uno de los pocos que congenian conmigo. Por eso pienso que es tanextrañoqueseaustedbombero.Porquelaverdadesquenopareceuntrabajoindicadoparausted.

Montagsintióquesucuerposedividíaencalory frialdad,ensuavidadydureza,en tembloryfirmezaambasmitadessefundíanlaunacontralaotra.

—Serámejorqueacudasatucita—dijo,porfin.Y ella se alejó corriendo y le dejó plantado allí, bajo lluvia. Montag tardó un buen rato en

moverse.Y luego, muy lentamente, sin dejar de andar, levantó el rostro hacia la lluvia, sólo por un

momento,yabriólaboca…

El Sabueso Mecánico dormía sin dormir, vivía sin vivir en el suave zumbido, en la suavevibracióndelaperreradébilmenteiluminada,enunrincónoscurodelapartetraseradelcuarteldebomberos.Ladébil luzde launade lamadrugada,elclarode lunaenmarcadoenelgranventanaltocaba algunos puntos del latón, el cobre y el acero de la bestia levemente temblorosa. La luz sereflejabaenporcionesdevidriocolorrubíyensensiblespeloscapilaresdelhocicodelacriatura,quetemblabasuave,suavemente,consusochopatasdepezuñasdegomarecogidasbajoelcuerpo.

Montagsedeslizóporlabarradelatónabajo.Seasomóaobservarlaciudadylasnubeshabíandesaparecidopor completo; encendióun cigarrillo, retrocediópara inclinarse ymirar alSabueso.Eracomounagigantescaabejaque regresabaa la colmenadesdealgúncampodonde lamiel estállena de salvaje veneno, de insania o de pesadilla, con el cuerpo atiborrado de aquel néctarexcesivamenterico,y,ahora,estabadurmiendoparaeliminardesíloshumoresmalignos.

—Hola—susurróMontag,fascinadocomosiempreporlabestiamuerta,labestiaviviente.Denoche,cuandoseaburrían, loqueocurríaadiario, loshombressedejabanresbalarpor las

barrasde latónyponíanenmarcha lascombinacionesdelsistemaolfativodelSabueso,ysoltabanratas en el área del cuartel de bomberos; otras veces, pollos, y otras, gatos que de todosmodos,hubiesen tenido que ser ahogados, y se hacían apuestas acerca de qué presa el Sabueso cogeríaprimero.Losanimaleseransoltados.Tressegundosmástarde,eljuegohabíaterminado,larata,elgatooelpolloatrapadoenmitaddelpatio,sujetoporlassuavespezuñas,mientrasunaagujahuecadediezcentímetros surgíadelmorrodelSabuesopara inyectarunadosismasivademorfinaodeprocaína.Lapresaeraarrojadaluegoalincinerador.Empezabaotrapartida.

Cuandoocurríaesto,Montagsolíaquedarsearriba.Hubounavez,dosañosatrás,enquehizouna

apuestayperdióelsalariodeunasemana,debiendoenfrentarseconlafuriainsanadeMildred,queaparecíaensusvenasysusmanchasrojizas.Pero,ahora,durantelanoche,permanecíatumbadoensu litera,conel rostrovueltohacia lapared,escuchando lascarcajadasdeabajoyel rumorde laspatasdelosroedores,seguidosdelrápidoysilenciosomovimientodelSabuesoquesaltababajolacruda luz, encontrando, sujetandoa suvíctima, insertando laagujay regresandoa superreraparamorircomosisehubiesedadovueltasaunconmutador.

Montagtocóelhocico.ElSabuesogruñó.Montagdiounsaltohaciaatrás.ElSabuesoselevantóamediasensuperreramiróconojosverdeazuladosdeneónqueparpadea,

ensusglobosrepentinamenteactivados.Volvióagruñir,unaextrañacombinacióndesiseoeléctrico,depitarydechirridodemetal,ungirardeengranajesparecíanoxidadosyllenosderecelo.

—No,no,muchacho—dijoMontag.Elcorazónlelatiófuertemente.Vioquelaagujaplateadaasomabaunpardecentímetros,volvíaa

ocultarse, asomaba un par de centímetros, volvía a ocultarse, asomaba, se ocultaba.El gruñido seacentuó,labestiamiróaMontag.

Ésteretrocedió.ElSabuesoadelantóunpasoensuperrera.Montagcogiólabarrademetalconunamano.Labarra,reaccionando,sedeslizóhaciaarribaysilenciosamentelellevómásarribadeltecho,débilmenteiluminada.Estabatemblorosoysurostroteníauncolorblancoverdoso.Abajo,elSabuesohabíavueltoaagazaparsesobresus increíblesochopatasde insectoyvolvíaa ronronearparasímismo,consusojosdemúltiplesfacetasenpaz.

Montag esperó junto al agujero a que se calmaran sus temores. Detrás de él, cuatro hombresjugabanalosnaipesbajounaluzconpantallaverde,situadaenunaesquina.LosjugadoreslanzaronunabrevemiradaaMontag,peronodijeronnada.Sóloelhombrequellevabaelcascodecapitányelsignodelcenitenelmismo,hablóporúltimo,concuriosidad,sosteniendolascartasenunadesusmanos,desdeelotroladodelalargahabitación.

—Montag…—Nolegustoaése—dijoMontag.—¿Quién,alSabueso?—Elcapitánestudiósusnaipes—.Olvídatedeello.Ésenoquiereniodia.

Simplemente, funciona. Es como una lección de balística. Tiene una trayectoria que nosotrosdeterminamos.Éllasiguerigurosamente.Persigueelblanco,loalcanza,ynadamás.Sóloesalambredecobre,bateríasdecargayelectricidad.

Montagtragósaliva.—Suscalculadoraspuedenserdispuestasparacualquiercombinación,tantosaminoácidos,tanto

azufre,tantagrasa,tantosalcaloides.¿Noesasí?—Todossabemosquesí.—Las combinaciones químicas y porcentajes de cada uno de nosotros están registrados en el

archivogeneraldelcuartel,abajo.ResultaríafácilparaalguienintroducirenlamemoriadelSabuesouna combinación parcial, quizá un toque de aminoácido.Eso explicaría lo que el animal acaba dehacer.Hareaccionadocontramí.

—¡Diablos!—exclamóelcapitán.—Irritado,peronocompletamentefurioso.Sólocon lasuficiente«memoria»paragruñirmeal

tocarlo.—¿Quién podría haber hecho algo así?—preguntó el capitán—. Tú no tienes enemigos aquí,

Guy.—Queyosepa,no.—MañanaharemosquenuestrostécnicosverifiquenelSabueso.—Noeslaprimeravezquemehaamenazado—dijoMontag—.Elmespasadoocurriódosveces.—Arreglaremosesto,notepreocupes.PeroMontagnosemovióysiguiópensandoenlarejadelventiladordelvestíbulodesucasa,y

enloquehabíaocultodetrásdelamisma.Sialguiendelcuarteldebomberosestuvieseenteradodelodelventilador,¿nopodríaserqueselo«contara»alSabueso…?

ElcapitánseacercóalagujerodelasalaylanzóunainquisitivamiradaaMontag.—Estabapensando—dijoMontag—enquéestápensandoelSabuesoMecánicoahíabajo,todala

noche.¿Estávivodeveras?Meproduceescalofríos.—Élnopiensanadaquenodeseemosquepiense.—Esunapena—dijoMontagconvozqueda—,porqueloúnicoqueponemosensucerebroes

cacería,búsquedaymatanza.¡Quévergüenzaquesolamentehayadeconocereso!Beattyresoplóamablemente.—¡Diablos! Es unamagnífica pieza de artesanía, un proyectil que busca su propio objetivo y

garantizaelblancocadavez.—Poresonoquisierasersupróximavíctima—replicóMontag.—¿Porqué?¿Teremuerdelaconcienciaacercadealgo?Montaglevantólamiradaconrapidez.Beattypermanecíaallí,mirándole fijamenteaojos,en tantoquesubocaseabríayempezabaa

reírconsuavidad.

Uno,dos,tres,cuatro,cinco,seis,sietedías.Ycadavezqueélsalíadelacasa.Clarisseestabaporallí, en algún lugar del mundo. Una vez,Montag la vio sacudiendo un nogal; otra, sentada en elcésped,tejiendounjerseyazul;entresocuatroocasiones,encontróunramilletedeflorestardíasenel porche de su casa, o un puñado de nueces en un pequeño saquito, o varias hojas otoñalespulcramente clavadas enunacuartilladepapelblanco, sujeta en supuerta.Clarisse le acompañabacada día hasta la esquina.Un día, llovía; el siguiente, estaba despejado; el otro, soplaba un fuerteviento, y el demás allá, todo estaba tranquilo y en calma; el día siguiente a ese día en calma fuesemejanteaunhornoveraniegoyClarisseaparecióconelrostroquemadoporelsol.

—¿Por qué será —dijo él una vez, en la entrada del «Metro»— que tengo la sensación deconocertedesdehacemuchosaños?

—Porque le aprecio a usted—replicó ella—,ynodeseonada suyo.Yporquenos conocemosmutuamente.

—Mehacessentirmuyviejoyparecidoaunpadre.—¿Puedeexplicarmeporquénotieneningunahijacomoyo,silegustantantolosniños?—Loignoro.—¡Bromeausted!—Quierodecir…—Montagcallóymeneólacabeza—.Bueno,esquemiesposa…Ellanuncaha

deseadotenerniños.Lamuchachadejódesonreír.—Losiento.Mehabíaparecidoqueseestababurlandodemí.Soyunatonta.—No, no—replicóMontag—.Ha sido una buena pregunta.Hacíamucho tiempo que nadie se

interesabapormíparahacérmela.Unabuenapregunta.—Hablemos de otra cosa. ¿Ha olido alguna vez unas hojas viejas? ¿Verdad que huelen a

cinamomo?Tome.Huela.—Caramba,sí,enciertomodo,parececinamomo.Clarisselemiróconsustransparentesojososcuros.—Siemprepareceofendido.—Esquenohetenidotiempo…—¿Sefijóenloscartelesalargados,talcomoledije?—Creoquesí.Sí.Montagtuvoquereírse.—Surisaparecemuchomássimpáticaqueantes.—¿Deveras?—Muchomástranquila.Montagsesintióagustoycómodo.—¿Porquénoestásenlaescuela?Cadadíateencuentrovagabundeandoporahí.—¡Oh,nomeechanenfalta!—contestóella—.Creenquesoyinsociable.Nomeadapto.Esmuy

extraño.Enelfondo,soymuysociable.Tododependedeloqueseentiendaporsersociable,¿no?Paramí,representahablardecosascomoéstas.—Hizosonarunasnuecesquehabíancaídodelárboldel patio—. O comentar lo extraño que es el mundo. Estar con la gente es agradable. Pero noconsideroqueseasociablereuniraungrupodegentey,después,nodejarquehable.Unahoradeclase TV, una hora de baloncesto, de pelota base o de carreras, otra hora de trascripción o dereproduccióndeimágenes,ymásdeportes.Perohadesaberquenuncahacemospreguntas,oporlomenos, la mayoría no las hace; no hacen más que lanzarte las respuestas ¡zas!, ¡zas!, y nosotrossentadosallíduranteotrascuatrohorasdeclasecinematográfica.Estonotienenadaqueverconlasociabilidad.Haymuchaschimeneasymuchaaguaquemanaporellas,ytodosnosdecimosqueesvino,cuandonoloes.Nosfatigantantoquealterminareldía,sólosomoscapacesdeacostarnos,iraunParquedeAtraccionesparaempujara lagente, rompercristalesenelRompedordeVentanasotriturarautomóvilesenelAplastacochesconlagranboladeacero.Alsalirenautomóvilyrecorrerlascalles,intentandocomprobarcuáncercadelosfarolesesposibledetenerte,oquiéneselúltimoquesaltadelvehículoantesdequeseestrelle.Supongoquesoytodoloquedicendemí,desdeluego.No tengo ningún amigo. Esto debe demostrar que soy anormal. Pero todos aquellos a quienesconozco andan gritando o bailando por ahí como locos, o golpeándosemutuamente. ¿Se ha dadocuentadecómo,enlaactualidad,lagentesezahiereentresí?

—Hablascomounavieja.—Aveces,losoy.Temoalosjóvenesdemiedad.Sematanmutuamente.¿Siemprehasidoasí?

Mitíodicequeno.Sóloenelúltimoaño,seisdemiscompañeroshanmuertopordisparo.Otrosdiezhanmuertoenaccidentedeautomóvil.Lestemo,yellosnomequierenporestemotivo.Mitíodice

quesuabuelorecordabacuandolosniñosnosematabanentresí.Perodeesohacemucho,cuandotodoeradistinto.Mitíodicequecreíanenlaresponsabilidad.Hadesaberqueyosoyresponsable.Añosatrás,cuandolomerecía,meazotaban.Yhagoamanotodaslascomprasdelacasa,ytambiénlalimpieza.Peroporencimadetodo—prosiguiódiciendoClarisse—,megustaobservaralagente.Aveces,mepasoeldíaenteroenel«Metro»,yloscontemploylosescucho.Sólodeseosaberquéson, qué desean y adónde van.A veces, incluso voy a los parques de atracciones ymonto en loscochescohetescuandorecorrenlosarrabalesdelaciudadamedianocheylaPolicíanosemeteconellos con tal de que estén asegurados. Con tal de que todos tengan un seguro de diez mil, todoscontentos.Aveces,medeslizo ahurtadillasy escuchoen el «Metro».Oen las cafeterías.Y, ¿sabequé?

—¿Qué?—Lagentenohabladenada.—¡Oh,dealgohablarán!—No,denada.Citanunaseriedeautomóviles,deropaodepiscinas,ydicenqueesestupendo.

Pero todos dicen lomismo y nadie tiene una idea original. En los cafés, lamayoría de las vecesfuncionan lasmáquinas de chistes, siempre losmismos, o la paredmusical encendida y todas lascombinacionescoloreadassubenybajan,perosólosetratadecoloresydedibujoabstracto.Yenlosmuseos…¿Haestadoenellos?Todoesabstracto.Esloúnicoquehayahora.Mitíodicequeanteseradistinto. Mucho tiempo atrás, los cuadros algunas veces, decían algo o incluso representaban apersonas.

—Tutíodice,tutíodice…Tutíodebedeserunhombrenotable.—Loes.Síqueloes.Bueno,hedemarcharme.Adiós,Mr.Montag.—Adiós.—Adiós…

Uno,dos,tres,cuatro,cinco,seis,sietedías:elcuarteldebomberos.—Montag,estáspuliendoesabarracomounpájaroencaramadoenunárbol.Tercerdía.—Montag,hevistoqueentrabasporlapuertaposterior.¿TepreocupaelSabueso?—No,no.Cuatrodías.—¡Quécurioso,Montag!Estamañanaloheoídocontar.UnbomberodeSeattlesintonizóadrede

unsabuesomecánicoconsupropiocomplejoquímicoy,después, lo soltó. ¿Quéclasede suicidiollamaríasaesto?

Cinco,seis,sietedías.Y, luego,Clarissedesapareció.Montagadvirtió loqueocurríaaquella tarde,peoreranoverla

porallí.Elcéspedestabavacío,losárbolesvacíos,lacalletambién,ysibienalprincipioMontagnisiquieracomprendióquelaechabaenfaltaoquelaestababuscando,larealidaderaquecuandollegóal«Metro»sentíaensuinteriordébilesimpulsosdeintranquilidad.

Algo ocurría, algo había alterado su rutina. Una rutina sencilla, es cierto, establecida en unoscuantosdías,y,sinembargo…

Estuvo a punto de volver atrás para rehacer el camino, para dar tiempo a que la muchacha

apareciese.Estabasegurodequesiseguíalamismarutatodosaldríabien.Peroeratarde,ylallegadadelconvoypusopuntofinalasusplanes.

Elrevoloteodelosnaipes,elmovimientodelasmanos,delospárpados,elzumbidodelavozqueanunciabalahoraeneltechodelcuarteldebomberos:«…unatreintaycinco.Juevesmañana,4noviembre…Unatreintayseis…Unatreintaysietedelamañana…»Elrumordelosnaipesenlagrasientamesa…Todos los sonidos llegaban aMontag tras susojos cerrados, tras la barreraquehabíaerigidomomentáneamente.Percibíaelcuartelllenodecentelleosydesilencio,decoloresdelatón,decoloresdelasmonedas,deoro,deplata.Loshombres,invisibles,alotroladodelamesa,suspiraban ante sus naipes, esperando. «…Una cuarenta y cinco…» El reloj oral pronunciólúgubrementelafríahoradeunafríamañanadeunañoaúnmásfrío.

—¿Quéteocurre,Montag?Elaludidoabriólosojos.Una radio susurraba en algún sitio:…laguerra puede ser declarada en cualquiermomento.El

paísestálistoparadefendersus…Elcuartelseestremeciócuandounanumerosaescuadrilladereactoreslanzósunotaagudaenel

oscurocielomatutino.Montag parpadeó. Beatty le miraba como si fuese una estatua en un museo. En cualquier

momento,Beattypodíalevantarseyacercársele,tocar,explorarsuculpabilidad.¿Culpabilidad?¿Quéculpabilidaderaaquélla?

—Tújuegas,Montag.Miróaaquelloshombres,cuyosrostrosestabantostadosporunmillardeincendiosauténticosy

otrosmillonesdeimaginarios,cuyotrabajolesenrojecíalasmejillasyponíaunamiradafebrilensus ojos. Aquellos hombres que contemplaban con fijeza las llamas de encendedores de platinocuandoencendían susboquillasqueardíaneternamente.Ellosy su cabello cubiertode carbón, suscejas sucias de hollín y sus mejillas manchadas de ceniza cuando estaban recién afeitados; peroparecíasuherencia.Montagdiounrespingoyabriólaboca.¿Habíavisto,algunavez,aunbomberoquenotuvieseelcabellonegro,lascejasnegras,unrostrofieroyunaspectohirsuto,inclusoreciénafeitado?¡Aquelloshombreseranreflejosdesímismo!Así,pues¿seescogíaalosbomberostantopor su aspecto como por sus inclinaciones? El color de las brasas y la ceniza en ellos, y elininterrumpidooloraquemadodesuspipas.Delantedeél,elcapitánBeattylanzabanubesdehumode tabaco.Beatty abría un nuevo paquete de picadura, produciendo al arrugar el celofán ruido decrepitardellamas.

Montagexaminólosnaipesqueteníaenlasmanos.—Es…estaba, pensando sobre el fuegode la semanapasada.Sobre el hombre cuyabiblioteca

liquidamos.¿Quélesucedió?—Selollevaron,chillando,almanicomio.—Peronoestabaloco.Beattyarreglósusnaipesensilencio.—CualquierhombrequecreaquepuedeengañaralGobiernoyanosotrosestáloco.—Tratabadeimaginar—dijoMontag—quésensaciónproducíaverquelosbomberosquemaban

nuestrascasasynuestroslibros.

—Nosotrosnotenemoslibros.—Silostuviésemos…—¿Tienesalguno?Beattyparpadeólentamente.—No.Montagmiróhacialapared,másalládeellos,enlaquehabíalaslistasmecanografiadasdeun

millónde librosprohibidos.Susnombres seconsumíanenel fuego,destruyendo losañosbajo suhachaysumanguera,quearrojabapetróleoenvezdeagua.

—No.Pero, procedente de las rejas de ventilación de su casa, un fresco viento empezó a soplar

helándolesuavementeelrostro.Y,unavezmás,sevioenelparquehablandoconunviejo,unhombremuyviejo,ytambiénelvientodelparqueerafrío.

Montagvaciló:—¿Siempre…, siempre ha sido así? ¿El cuartel de bomberos, nuestro trabajo? Bueno, quiero

decirquehubounaépoca…—¡Hubounaépoca!—repitióBeatty—.¿Quémaneradehablaresésa?«Tonto—pensóMontag—,tehasdelatado.»Enelúltimofuego,unlibrodecuentosdehadas,del

quecasualmenteleyóunalínea…—Quierodecir—aclaró—,queenlosviejosdías,antesdequelascasasestuviesentotalmentea

pruebadeincendios…—Depronto,parecióqueunavozmuchomásjovenhablabaporél.MontagabriólabocayfueClarisseMcClellanlaquepreguntaba—:¿Nosededicabanlosbomberosaapagarincendiosenlugardeprovocarlosyatizarlos?

—¡Eselcolmo!StonemanyBlacksacaronsulibroguía,quetambiénconteníabrevesrelatossobrelosbomberos

deAméricaylosdejarondemodoqueMontag,aunquefamiliarizadoconellosdesdehacíamuchotiempo,pudieseleer:

Establecidos en 1790 para quemar los libros, influencia inglesa de las colonias. Primerbombero:BenjamínFranklin.

1. Responderrápidamentealaalarma.2. Iniciarelfuegorápidamente.3. Quemarlotodo.4. Regresarinmediatamentealcuartel.5. Permaneceralertaparaotrasalarmas.

TodosobservabanaMontag.Éstenosemovía.Sonólaalarma.La campana del techo tocó doscientas veces. De pronto hubo cuatro sillas vacías. Los naipes

cayeroncomocoposdenieve.Labarradelatónseestremeció.Loshombressehabíanmarchado.Montag estaba sentado en su silla.Abajo, el dragón anaranjado tosió y cobró vida.Montag se

deslizóporlabarra,comounhombrequesueña.

El Sabueso Mecánico daba saltos en su guerrera, con los ojos convertidos en una llamaradaverde.

—¡Montag,teolvidasdelcasco!Elaludidolocogiódelaparedquequedabaasuespalda,corrió,saltó,ysepusieronenmarcha,

conelvientonocturnomartilleadoporelalaridodesusirenaysupoderosoretumbarmetálico.Eraunacasadetresplantas,deaspectoruinoso,enlaparteantiguadelaciudad,quecontaría,por

lomenos, un siglo de edad; pero, al igual que todas las casas, había sido recubiertamuchos añosatrásporunadelgadacapadeplástico, ignífuga,y aquella conchaprotectoraparecía ser loque lamantuvieraerguidaenelaire.

—¡Aquíestán!Elvehículosedetuvo.Beatty,StonemanyBlackatravesaroncorriendolaacera,repentinamente

odiososygigantescosensusgruesostrajesapruebadellamas.Montaglessiguió.Destrozaron la puerta principal y aferraron a una mujer, aunque ésta no corría, no intentaba

escapar.Selimitabaapermanecerquieta,balanceándosedeunoaotropie,conlamiradafijaenelvacíodelapared,comosihubieserecibidounterriblegolpeenlacabeza.Movíalaboca,ysusojosparecíantratarderecordaralgoy,luego,lorecordaronysulenguavolvióamoverse:

—«Pórtatecomounhombre,jovenRidley.PorlagraciadeDios,encenderemoshoyenInglaterratalhogueraqueconfíoenquenuncaseapagará.»

—¡Bastadeeso!—dijoBeatty—.¿Dóndeestán?Abofeteóalamujerconsorprendenteimpasibilidad,yrepitiólapregunta.Lamiradadelavieja

sefijóenBeatty.—Ustedyasabedóndeestán,o,delocontrario,nohabríavenido—dijo.Stoneman alargó la tarjeta de alarma telefónica, con la denuncia firmada por duplicado, en el

dorso:

Tengomotivosparasospechardelático.Elm,número11ciudad.E.B.

—DebedeserMrs.Blake,mivecina—dijolamujer,leyendolasiniciales.—¡Bueno,muchachos,aporellos!Alinstante, iniciaronelascensoenlaoscuridad,golpeandoconsushachuelasplateadaspuertas

que,sinembargo,noestabancerradas,tropezandolosunosconlosotros,comochiquillos,gritandoyalborotando.

—¡Eh!Una catarata de libros cayó sobre Montag mientras éste ascendía vacilantemente la empinada

escalera. ¡Qué inconveniencia! Antes, siempre había sido tan sencillo como apagar una vela. LaPolicía llegaba primero, amordazaba y ataba a la víctima y se la llevaba en sus resplandecientesvehículos, demodoque cuando llegaban los bomberos encontraban la casa vacía.No se dañaba anadie, únicamente aobjetos. Y puesto que los objetos no podían sufrir, puesto que los objetos nosentían nada ni chillaban o gemían, como aquella mujer podía empezar a hacerlo en cualquiermomento,nohabíarazónparasentirse,después,unaconcienciaculpable.Eratansólounaoperación

delimpieza.Cadacosaensusitio.¡Rápidoconelpetróleo!¿Quiéntieneunacerilla?Peroaquellanoche,alguiensehabíaequivocado.Aquellamujerestropeabaelritual.Loshombres

armaban demasiado ruido, riendo, bromeando, para disimular el terrible silencio acusador de lamujer.Ellahacíaquelashabitacionesvacíasclamaranacusadorasydesprendieranunfinopolvillodeculpabilidadqueerasorbidoporellosalmoverseporlacasa.Montagsintióunairritacióntremenda.¡Porencimadetodo,ellanodeberíaestarallí!

Los librosbombardearon sushombros, susbrazos, su rostro levantado.Un libroaterrizó, casiobedientementecomounapalomablanca,ensusmanos,agitandolasalas.Aladébile incierta luz,unapáginadesgajadaasomó,yeracomouncopodenieve,conlaspalabrasdelicadamenteimpresasenella.Contodasuprisaysucelo,Montagsólotuvouninstanteparaleerunalínea,peroéstaardióensucerebroduranteelminutosiguientecomosiselahubiesengrabadoconunacero.Eltiemposehadormidoalaluzdelsoldelatardecer.Montagdejócaerellibro.Inmediatamentecayóotroentresusbrazos.

—¡Montag,sube!La mano de Montag se cerró como una boca, aplastó el libro con fiera devoción, con fiera

inconsciencia,contrasupecho.Loshombres,desdearriba,arrojabanalairepolvorientomontonesderevistasquecaíancomopájarosasesinados,ylamujerpermanecíaabajo,comounaniña,entreloscadáveres.

Montag no hizo nada. Fue su mano la que actuó; su mano, con un cerebro propio, con unaconciencia y una curiosidad en cada dedo tembloroso, se había convertido en ladrona. En aquelmomentometióellibrobajosubrazo,loapretóconfuerzacontralasudorosaaxila;salióvacía,conagilidaddeprestidigitador.¡Miraaquí!¡Inocente!¡Mira!

Montag contempló, alterado, aquellamano blanca. Lamantuvo a distancia, como si padeciesepresbicia.Laacercóalrostro,comosifuesemiope.

—¡Montag!Elaludidosevolvióconsobresalto.—¡Notequedesahíparado,estúpido!Los libros yacían como grandes montones de peces puestos a secar. Los hombres bailaban,

resbalabanycaíansobreellos.Lostítuloshacíanbrillarsusojosdorados,caían,desaparecían.—¡Petróleo!Bombearon el frío fluido desde los tanques con el número 451 que llevaban sujetos a sus

hombros. Cubrieron cada libro, inundaron las habitaciones. Corrieron escaleras abajo; Montagavanzóenposdeellos,entrelosvaporesdelpetróleo.

—¡Vamos,mujer!Éstasearrodillóentreloslibros,acariciólaempapadapiel,elimpregnadocartón,leyólostítulos

doradosconlosdedosmientrassumiradaacusabaaMontag.—Nopuedenquedarseconmislibros—dijo.—Yaconoce la ley—replicóBeatty—.¿Dóndeestá susentidocomún?Ningunodeesos libros

está de acuerdo con el otro. Usted lleva aquí encerrada años con una condenada torre de Babel.¡Olvídesedeellos!Lagentedeesoslibrosnuncahaexistido.¡Vamos!

Ellameneólacabeza.

—Todalacasavaaarder—advirtióBeatty.Contorpesmovimientos,loshombrestraspusieronlapuerta.VolvieronlacabezahaciaMontag,

quienpermanecíacercadelamujer.—¡Noiréisadejarlaaquí!—protestóél.—Noquieresalir.—¡Entonces,obligadla!Beattylevantóunamano,enlaquellevabaocultoeldeflagrador.—Hemos de regresar al cuartel. Además, esos fanáticos siempre tratan de suicidarse. Es la

reacciónfamiliar.Montagapoyóunadesusmanosenelcodomujer.—Puedevenirconmigo.—No—contestóella—.Gracias,detodosmodos.—Vamosacontarhastadiez—dijoBeatty—.Uno,Dos.—Porfavor—dijoMontag.—Márchese—replicólamujer.—Tres.Cuatro.—Vamos.Montagtiródelamujer.—Quieroquedarmeaquí—contestóellaconserenidad.—Cinco.Seis.—Puedesdejardecontar—dijoella.Abrióligeramentelosdedosdeunamano;enlapalmadelamismahabíaunobjetodelgado.Unavulgarcerilladecocina.Estavisiónhizoqueloshombresseprecipitaranfueraysealejarandelacasaatodocorrer.Para

mantenersudignidad,elcapitánBeattyretrocediólentamenteatravésdelapuertaprincipal,conelrostroquemado,brillantegraciasaunmillardeincendiosydeemocionesnocturnas.«Dios—pensóMontag—,¡cuánciertoes!Laalarmasiemprellegadenoche.¡Nuncaduranteeldía!»¿Sedebeaqueel fuego es más bonito por la noche? ¿Más espectacular, más llamativo? El rostro sonrojado deBeattymostraba,ahora,unaleveexpresióndepánico.Losdedosdelamujerseengarfiaronsobrelacerilla. Los vapores del petróleo la rodeaban. Montag sintió que el libro oculto latía como uncorazóncontrasupecho.

—Váyase—dijolamujer.YMontag,mecánicamente,atravesóelvestíbulo,saltóporlapuertaenposdeBeatty,descendió

losescalones,cruzóeljardín,dondelashuellasdelpetróleoformabanunrastrosemejantealdeuncaracolmaligno.

En el porche frontal, a donde ella se había asomado para calibrarlos silenciosamente con lamirada,yhabíaunacondenaenaquelsilencio,lamujerpermanecióinmóvil.

Beattyagitólosdedosparaencenderelpetróleo.Erademasiadotarde.Montagsequedóboquiabierto.Lamujer,enelporche,conunamiradadedespreciohaciatodos,alargóelbrazoyencendióla

cerilla,frotándolacontralabarandilla.

Lagentesaliócorriendodelascasasatodololargodelacalle.

No hablaron durante el camino de regreso al cuartel. Rehuían mirarse entre sí. Montag ibasentadoenelbancodelanteroconBeattyyconBlack.Nisiquiera fumaronsuspipas.Permanecíanquietos, mirando por la parte frontal de la gran salamandra mientras doblaban una esquina yproseguíanavanzandosilenciosamente.

—JovenRidley—dijoMontagporúltimo.—¿Qué?—preguntóBeatty.—Ella ha dicho «joven Ridley». Cuando hemos llegado a la puerta, ha dicho algo absurdo.

«Pórtatecomounhombre,jovenRidley»,dijo.Ynoséquémás.—«PorlagraciadeDios,encenderemoshoyenInglaterratalhogueraqueconfíoenquenuncase

apagará»—dijoBeatty.Stonemanlanzóunamiradaalcapitán,lomismoqueMontag,atónitosambos.Beattysefrotólabarbilla.—UnhombrellamadoLatimerdijoestoaotrollamadoRidleymientraseranquemadosvivosen

Oxfordporherejía,el16deoctubrede1555.MontagyStonemanvolvieronacontemplarlaqueparecíamoversebajolasruedasdelvehículo.—Conozco muchísimas sentencias—dijo Beatty—. Es algo necesario para la mayoría de los

capitanesdebomberos.Aveces,mesorprendoamímismo.¡Cuidado,Stoneman!Stonemanfrenóelvehículo.—¡Diantre!—exclamóBeatty—.Hasdejadolaesquinaporlaquedoblamosparairalcuartel.

—¿Quiénes?—¿Quiénpodríaser?—dijoMontag,apoyándoseenlaoscuridadcontralapuertacerrada.Sumujerdijo,porfin:—Bueno,enciendelaluz.—Noquieroluz.—Acuéstate.Montagoyócómoellasemovíaimpaciente;losresortesdelacamachirriaron.—¿Estásborracho?Demodo que era lamano que lo había empezado todo. Sintió unamano y, luego, la otra que

desabrochabasuchaquetayladejabacaerenelsuelo.Sostuvosuspantalonessobreunabismoylosdejócaerenlaoscuridad.Susmanosestabanhambrientas.Ysusojosempezabanaestarlotambién,comosituvieranecesidaddeveralgo,cualquiercosa,todaslascosas.

—¿Quéestáshaciendo?—preguntósuesposa.Montagsebalanceóenelespacioconellibroentresusdedossudorososyfríos.Alcabodeunminuto,ellainsistió:—Bueno,notequedesplantadoenmediodelahabitación.Élprodujounlevesonido.—¿Qué?—preguntóMildred.Montagprodujomássonidossuaves.Avanzódandotraspiéshacialacamaymetió,torpemente,el

librobajolafríaalmohada.Sedejócaerenlacamaysumujerlanzóunaexclamación,asustada.Él

yacíalejosdeella,alotroladodeldormitorio,enunaislainvernalseparadaporunmarvacío.Ellalehabló desde lo que parecía una gran distancia, y se refirió a esto y aquello, y no eran más quepalabras,comolasquehabíaescuchadoenelcuartodelosniñosdeunamigo,debocadeunpequeñodedosañosquearticulabasonidosalaire.PeroMontagnocontestóy,alcabodemuchorato,cuandosóloélproducíaloslevessonidos,sintióqueellasemovíaenlahabitación,seacercabaasucama,seinclinaba sobre él y le tocaba unamejilla con lamano.Montag estaba seguro de que cuando ellaretiraralamanodesurostro,laencontraríamojada.

Másavanzadalanoche,MontagmiróaMildred.Estabadespierta.Unadébilmelodíaflotabaenelaire,ysuradioauricularvolvíaaestarenchufadaensuoreja,mientrasescuchabaagentelejanadelugaresremotos,conunosojosmuyabiertosquecontemplabanlasnegrasprofundidadesquehabíasobreella,eneltecho.

¿No había un viejo chiste acerca de la mujer que hablaba tanto por teléfono que su esposo,desesperado,tuvoquecorreralatiendamáspróximaparatelefonearleypreguntarquéhabíaparalacena?Bueno,entonces,¿porquénosecomprabaélunaemisorapararadioauricularyhablabaconsu esposa ya avanzada la noche, murmurando, susurrando, gritando, vociferando? Pero, ¿qué lesusurraría,quélechillaría?¿Quéhubiesepodidodecirle?

Y,derepente, le resultó tanextrañaqueMontagnopudocreerque laconociese.Estabaenotracasa,esoschistesquecontabalagenteacercadelcaballeroembriagadoquellegabaacasayaentradalanoche,abríaunapuertaquenoeralasuya,semetíaenlahabitaciónquenoeralasuya,seacostabacon una desconocida, se levantaba temprano y semarchaba a trabajar sin que ninguno de los doshubiesenotadonada.

—Millie…—susurró.—¿Qué?—Nomeproponíaasustarte.Loquesíquierosaberes…—Di.—Cuándonosencontramos.Ydónde.—¿Cuándonosencontramosparaqué?—preguntóella.—Quierodecir…porprimeravez.Montagcomprendióqueellaestaríafrunciendoelceñoenlaoscuridad.Aclaróconceptos:—¿Dóndeycuándonosconocimos?—¡Oh!Puesfueen…Lamujercalló.—Nolosé—reconocióalfin.Montagsintiófrío.—¿Nopuedesrecordarlo?—Hacemuchotiempo.—¡Sólodiezaños,esoestodo,sólodiez!—Noteexcites,estoytratandodepensar—Mildredemitióunaextrañarisitaquefuehaciéndose

más y más aguda—. ¡Qué curioso! ¡Qué curioso no acordarse de dónde o cuándo se conoció almaridooalamujer!

Montag se frotaba los ojos, las cejas y la nuca, con lentosmovimientos.Apoyó ambasmanossobresusojosyapretóconfirmeza,comoparaincrustarlamemoriaensusitio.Depronto,resultabamásimportantequecualquierotracosaensuvidasaberdóndehabíaconocidoaMildred.

—Noimporta.Ellaestabaahoraenelcuartodebaño,yMontagoyócorrerelaguayelruidoquehizoMildred

albeberla.—No,supongoqueno—dijo.Tratódecontarcuántasvecestragaba,ypensóenlavisitadelosdosoperariosconloscigarrillos

ensusbocasrectilíneasylaserpientedeojoelectrónicodescendiendoatravésdecapasycapasdenocheydepiedraydeagua remansadadeprimavera,ydeseógritar a sumujer:«¿Cuántas tehastomadoestanoche?¡Lascápsulas!¿Cuántaste tomarásdespuéssinsaberlo?¡Yseguirasíhoratrashora!¡Yquizánoestanoche,sinomañana!¡Yyosindormirestanoche,nimañana,niningunaotradurantemucho tiempo,ahoraqueestohaempezado!»YMontagse la imaginó tendidaen lacama,con losdosoperarios erguidosa su lado,no inclinadosconpreocupación, sinoerguidos, con losbrazoscruzados.Yrecordóhaberpensadoentoncesque,siellamoría,estabaseguroquenohabíadellorar. Porque sería la muerte de una desconocida, un rostro visto en la calle, una imagen delperiódico;y,derepente,leresultótodotantristequehabíaempezadoallorar,noporlamuerte,sinoel pensar que no lloraría cuandoMildredmuriera, un absurdo hombre vacío junto a una absurdamujervacía,entantoquelahambrientaserpienteladejabaaúnmásvacía.

«¿Cómo se consigue quedar tan vacío?—se preguntóMontag—. ¿Quién te vacía? ¡Y aquellahorribleflordelotrodía,eldientedeleón!Lohabíacomprendidotodo¿verdad?“¡Quévergüenza!¡Noestáenamoradodenadie!”y¿porquéno?».

Bueno, ¿no existía unamuralla entre él yMildred pensándolo bien? Literalmente, no sólo unmuro, tres, en realidad. Y, además, muy caros. Y los tíos, las tías, los primos, las sobrinas, lossobrinosquevivíanenaquellasparedes,lafarfullantepandilladesimiosquenodecíannada,nada,ylodecían avoz engrito.Desde el principio,Montag sehabía acostumbradoa llamarlosparientes.«¿Cómoestáhoy,tíoLouis?»«¿Quién?»«¿TíaMaude?»Enrealidad,elrecuerdomássignificativoqueteníadeMildrederaeldeunaniñitaenunbosquesinárboles(¡quéextraño!)o,másbien,deunaniñitaperdidaenunamesetadondesolíahaberárboles(podíapercibirseelrecuerdodesusformaspor doquier), sentada en el centro de la «sala de estar». La sala de estar ¡Qué nombre más bienescogido!Llegaracuandollegara,allíestabaMildred,escuchandocómolasparedeslehablaban.

—¡Hayquehaceralgo!—Sí,hayquehaceralgo.—¡Bueno,nonosquedemosaquíhablando!—¡Hagámoslo!—¡Estoytanfuriosoqueseríacapazdeescupir!¿Aqué venía aquello?Mildred no hubiese sabido decirlo. ¿Quién estaba furioso contra quién?

Mildredlosabíabien.¿Quéharía?«Bueno—sedijoMildred—esperemosyveamos.»Élhabíaesperadoparaver.Unagrantempestaddesonidossurgiódelasparedes.Lamúsicalebombardeóconunvolumen

tanintenso,quesushuesoscasisedesprendierondelostendones;sintióquelevibrabalamandíbula,

quelosojosretemblabanensucabeza.Eravíctimadeunaconmoción.Cuandotodohubopasado,sesintiócomounhombrequehabíasidoarrojadodesdeunacantilado,sacudidoenunacentrifugadoraylanzadoaunacatarataquecaíaycaíahaciaelvacíosinllegarnuncaatocarelfondo,nunca,nodeltodo;ysecaíatanaprisaquesetocabanloslados,nunca,nuncajamássetocabanada.

Elestrépitofueapagándose.Lamúsicacesó.—Yaestá—dijoMildred.Y,desdeluego,eranotable.Algohabíaocurrido.Aunqueenlasparedesdelahabitaciónapenas

nadasehabíamovidoynadasehabíaresueltoenrealidad,seteníalaimpresióndequealguienhabíapuestoenmarchaunalavadoraoqueunohabíasidoabsorbidoporungigantescoaspirador.Unoseahogaba en música, y en pura cacofonía. Montag salió de la habitación, sudando y al borde delcolapso.Asuespalda,Mildredestabasentadaensubutaca,ylasvocesvolvíanasonar.

—Bueno,ahoratodoirábien—decíauna«tía».—Oh,noestésdemasiadosegura—replicabaun«primo».—Vamos,noteenfades.—¿Quiénseenfada?—¡Tú!—¿Yo?—¡Túestásfurioso!—¿Porquéhabríadeestarlo?—¡Porquesí!—¡Estámuybien!—gritóMontag—.Pero,¿porquéestánfuriosos?¿Quiénesesagente?¿Quién

es ese hombre y quién es esamujer? ¿Sonmarido ymujer, están divorciados, prometidos o qué?VálgameDios,nadatienerelación.

—Ellos…—dijoMildred—.Bueno, ellos…ellos han tenido esta pelea, ya lo has visto.Desdeluego,discutenmucho.Tendríasqueoírlos.Creoqueestáncasados.Sí,estáncasados.¿Porqué?

Ysinosetratabadelastresparedesqueprontoseconvertiríanencuatroparacompletarelsueño,entonces,eraelcochedescubiertoyMildredconduciendoacientocincuentakilómetrosporhoraatravésdelaciudad,élgritándoleyellarespondiendoasusgritos,mientrasambostratabandeoírloquedecían,perooyendosóloelrugidodelvehículo.

—¡Porlomenos,llévaloalmínimo!—vociferabaMontag.—¿Qué?—preguntabaella.—¡Llévaloalmínimo,aochenta!—gritabaél.—¿Qué?—chillabaella.—¡Velocidad!—berreabaél.Yellaaceleróhastacientosetentakilómetrosporhoraydejóasumaridosinaliento.Cuandoseapearondelvehículo,ellasehabíapuestolaradioauricular.Silencio.Sóloelvientosoplabasuavemente.—Mildred.Montag rebulló en la cama.Alargó unamano y sacó de la oreja de ella una de las diminutas

piezasmusicales.—Mildred.¡Mildred!

—Sí.Lavozdeellaeradébil.Montag sintió que era una de las criaturas insertadas electrónicamente entre las ranuras de las

paredesdefonocolor,quehablaba,peroquesuspalabrasnoatravesabanlabarreradecristal.Sólopodíahacerunapantomima,conlaesperanzadequeellasevolvierayviese.Atravésdelcristal,leseraimposibleestablecercontacto.

—Mildred,¿teacuerdasdeesachicadelaquehehablado?—¿Quéchica?Mildredestabacasidormida.—Lachicadeallado.—¿Quéchicadeallado?—Yasabes,laqueestudia.SellamaClarisse.—¡Oh,sí!—Haceunosdíasquenolaveo.Cuatroparaserexactos.¿Lahasvistotú?—No.—Queríahablartedeella.Esextraño.—Oh,séaquiénterefieres.—Estabasegurodeello.—Ella—dijoMildred,enlaoscuridad.—¿Quésucede?—preguntóMontag.—Pensabadecírtelo.Meheolvidado.Olvidado.—Dímeloahora.¿Dequésetrata?—Creoqueellasehaido.—¿Ido?—Toda la familia se ha trasladado a otro sitio. Pero ella se ha ido para siempre, creo que ha

muerto.—Nopodemoshablardelamismamuchacha.—No.Lamismachica.McClellan.McClellan.Atropelladaporunautomóvil.Hacecuatrodías.No

estoysegura.Perocreoquehamuerto.Detodosmodos,lafamiliasehatrasladado.Nolosé.Perocreoqueellahamuerto.

—¡Noestásseguradeeso!—No,segura,no.Perocreoqueesasí.—¿Porquénomelohascontadoantes?—Loolvidé.—¡Hacecuatrodías!—Loolvidéporcompleto.—Hacecuatrodías—repitióél,quedamente,tendidoenlacama.Permanecieronenlaoscurahabitación,sinmoverse.—Buenasnoches—dijoella.Montagoyóundébilroce.Lasmanosdelamujersemovieron.Elauricularsemoviósobrela

almohadacomounamantisreligiosa,tocadoporlamanodeella.Despuésvolvióaestarensuoído,

zumbandoya.Montagescuchóysumujercanturreabaentredientes.Fueradelacasaunasombrasemovió,un

vientootoñalsoplóyamainóenseguida.Perohabíaalgomásenelsilencioqueéloía.Eracomounalientoexhaladocontra laventana.Eracomoeldébiloscilardeunhumoverdoso luminiscente,elmovimientodeunagigantescahojadeoctubreempujadasobreelcéspedyalejada.

«El Sabueso —pensó Montag— esta noche, está, fuera. Ahora está ahí fuera. Si abriese laventana…»

Peronolaabrió.

Porlamañana,teníaescalofríosyfiebre.—Noesposiblequeestésenfermo—dijoMildred.Élcerrólosojos.—Sí.—¡Anocheestabasperfectamente!—No,noloestaba.Montagoyócómo«losparientes»gritabanensaladeestar.Mildredseinclinósobresucama,llenadecuriosidad.Élpercibiósupresencia, laviosinabrir

los ojos. Vio su cabello quemado por los productos químicos hasta adquirir un color de pajaquebradiza,susojosconunaespeciedecataratainvisibleperoquesepodíaadivinarmuydetrásdelaspupilas, los rojos labios, el cuerpo tandelgadocomoeldeunamantis religiosa, a causade ladieta,ysucarnecomotocinoblanco.Nopodíarecordarladeotramanera.

—¿Querrástraermeaspirinasyagua?—Tienesque levantarte—replicó ella—.Son lasdocedelmediodía.Hasdormidocincohoras

másdeloacostumbrado.—¿Quieresdesconectarlasaladeestar?—solicitóMontag.—Setratademifamilia.—¿Quieresdesconectarlaporunhombreenfermo?—Bajaréelvolumendelsonido.Mildredsaliódelahabitación,nohizonadaenlasaladeestaryregresó.—¿Estámejorasí?—Gracias.—Esmiprogramafavorito—explicóella.—¿Ylaaspirina?—Nuncahabíasestadoenfermo.Volvióasalir.—Bueno,puesahoraloestoy.Estanochenoiréatrabajar.LlamaaBeattydemiparte.—Anocheteportastedeunmodomuyextraño.Mildredregresócanturreando.—¿Dóndeestálaaspirina?—¡Oh!—Lamujervolvióalcuartodebaño—.¿Ocurrióalgo?—Sólounincendio.—Yopaséunaveladaagradable—dijoella,desdeelcuartodebaño.

—¿Haciendoqué?—Enlasaladeestar.—¿Quéhabía?—Programas.—¿Quéprogramas?—Algunosdelosmejores.—¿Conquién?—Oh,yasabes,contodoelgrupo.—Sí,elgrupo,elgrupo,elgrupo.Élseoprimióeldolorquesentíaenlosojosy,derepente,elolorapetróleolehizovomitar.Mildredregresó,canturreando.Quedósorprendida.—¿Porquéhashechoesto?Montagmiró,abatidoelsuelo.—Quemamosaunaviejaconsuslibros.—Esunasuertequelaalfombrasealavable.—Cogióunaescobadefregarylimpiólaalfombra

—.AnochefuiacasadeHelen.—¿Nopodíasverlasfuncionesentupropiasaladeestar?—Desdeluego,peroesagradablehacervisitas.Mildredvolvióalasala.Éllaoyócantar.—¡Mildred!—llamó.Ellaregresó,cantando,haciendochasquearsuavementelosdedos.—¿Nomepreguntasnadasobrelodeanoche?—dijo.—¿Sobrequé?—Quemamosunmillardelibros.Quemamosaunamujer.—¿Yqué?Lasaladeestarestallabadesonidos.—QuemamosejemplaresdeDante,deSwiftydeMarcoAurelio.—¿Noeraésteuneuropeo?—Algoporelestilo.—¿Noeraradical?—Nuncalleguéaleerlo.—Era un radical. —Mildred jugueteó con el teléfono—. ¿No esperarás que llame al capitán

Beatty,verdad?—¡Tienesquehacerlo!—¡Nogrites!—No gritaba. —Montag se había incorporado en la cama, repentinamente enfurecido,

congestionado, sudoroso.La sala de estar retumbaba en la atmósfera caliente—.Nopuedodecirlequeestoyenfermo.

—¿Porqué?«Porque tienes miedo», pensó él. Un niño que se finge enfermo, temeroso de llamar porque,

despuésdeunabrevediscusión,laconversacióntomaríaestegiro«Sí,capitán,yamesientomejor.

Estaréahíestanochealasdiez.»—Noestásenfermo—insistióMildred.Montagsedejócaerenlacama.Metiólamanobajolaalmohada.Ellibroocultoseguíaallí.—Mildred,¿quétepareceríasi,quizá,dejasemitrabajoporalgúntiempo?—¿Quieresdejarlotodo?Despuésdetodosesosañosdetrabajar,porque,unanoche,unamujer,y

suslibros…—¡Hubiesestenidoqueverla,Millie!—Ellanoesnadaparamí.Nohubiesedebidotenerlibros.Hasidoculpadeella,hubiesetenido

quepensarloantes.Laodio.Tehasacadodetuscasillasyantesdequetedescuenta,estaremosenlacalle,sincasa,sinempleo,sinnada.

—Túnoestabasallí,túnolaviste—insistióél—.Tienequehaberalgoenloslibros,cosasqueno podemos imaginar para hacer que unamujer permanezca en una casa que arde. Ahí tiene quehaberalgo.Unonosesacrificapornada.

—Esamujereraunatonta.—Eratansensatacomotúycomoyo,quizámás,ylaquemamos.—Aguapasadanomuevemolino.—No,aguano,fuego.¿Hasvistoalgunacasaquemada?Humeadurantedías.Bueno,noolvidaré

eseincendioentodamivida.¡Dios!Mehepasadolanochetratandodeapartarlodemicerebro.Estoylocodetantointentarlo.

—Hubiesesdebidopensarenesoantesdehacertebombero.—¡Pensar!¿Esquepudeescoger?Miabueloymipadreeranbomberos.Enmisueño,corrítras

ellos.Lasaladeestaremitíaunamúsicabailable.—Hoyeseldíaenquetieneselprimerturno—dijoMildred—.Hubiesesdebidomarchartehace

doshoras.Acaboderecordarlo.—Nosetratasólodelamujerquemurió—dijoMontag—.Anoche,estuvemeditandosobretodo

elpetróleoqueheusadoenlosúltimosdiezaños.Ytambiénenloslibros.Y,porprimeravez,medicuentadequehabíaunhombredetrásdecadaunodeellos.Unhombretuvoquehaberloideado.Unhombretuvoqueemplearmuchotiempoentrasladarloalpapel.Ynisiquierasemehabíaocurridoestohastaahora.

Montagsaltódelacama.—Quizásalgúnhombrenecesitótodaunavidaparareunirvariosdesuspensamientos,mientras

contemplaba el mundo y la existencia, y, entonces, me presenté yo y en dos minutos, ¡zas!, todoliquidado.

—Déjametranquila—dijoMildred—.Yonohehechonada.—¡Dejartetranquila!Estoestámuybien,pero,¿cómopuedodejarmetranquiloamímismo?No

necesitamos que nos dejen tranquilos. De cuando en cuando, precisamos estar seriamentepreocupados. ¿Cuánto tiempo hace que no has tenido una verdadera preocupación? ¿Por algoimportante,poralgoreal?

Y,luegocalló,porqueseacordódelasemanapasada,ylasdospiedrasblancasquemirabanhaciael techo y la bomba con aspecto de serpiente, los dos hombres, de rostros impasibles, con los

cigarrillosquesemovíanensubocacuandohablaban.PeroaquéllaeraotraMildred,unaMildredtanmetida dentro de la otra, y tan preocupada, auténticamente preocupada, que ambasmujeres nuncahabíanllegadoaencontrarse.Montagsevolvió.

—Bueno,yalohasconseguido—dijoMildred—.Ahí,frentealacasa.Miraquiénhay.—Nomeinteresa.—Acaba de detenerse un automóvil «Fénix» y se acerca un hombre en camisa negra con una

serpienteanaranjadadibujadaenelbrazo.—¿ElcapitánBeatty?—ElcapitánBeatty.Montagnosemovió,ysiguiócontemplandolafríablancuradelaparedquequedabadelantede

él.—¿Quiereshacerlepasar?Dilequeestoyenfermo.—¡Díselotú!Ella corrió unos cuantos pasos en un sentido, otros pasos en otro, y se detuvo con los ojos

abiertos, cuando el altavoz de la puerta de entrada pronunció su nombre suavemente, suavemente,«Mrs.Montag,Mrs.Montag;aquíhayalguien,aquíhayalguien,Mrs.Montag,Mrs.Montag,aquíhayalguien».

Montagsecercioródequeellibroestababienocultodetrásdelaalmohada,regresólentamentealacama,sealisóelcobertorsobre lasrodillasyelpecho,semiincorporado;y,alcabodeunrato,Mildred semovió y salió de la habitación, en la que entró el capitánBeatty con lasmanos en losbolsillos.

—Ah,hagancallaraesos«parientes»—dijoBeatty,mirándolotodoasualrededor,exceptuadosMontagysuesposa.

Estavez,Mildredcorrió.Lasvocesgemebundascesarondegritarenlasala.ElcapitánBeattysesentóenelsillónmáscómodo,conunaexpresiónapacibleensutoscorostro.

Preparóyencendiósupipadebronceconcalmaylanzóunagranbocanadadehumo.—Semehaocurridoquevendríaavercómosigueelenfermo.—¿Cómolohaadivinado?Beattysonrióydescubrióalhacerlolassonrojadasencíasylablancuraypequeñezdesusdientes.—Lohevistotodo.Tedisponíasallamarparapedirlanochelibre.Montagsesentóenlacama.—Bien—dijoBeatty—.¡Cogelanoche!Examinó su eterna caja de cerillas, en cuya tapa decía GARANTIZADO: UN MILLÓN DE

LLAMASENESTEENCENDEDOR,yempezóafrotar,abstraído,lacerillaquímica,aapagarladeunsoplo,encenderla,apagarla,encenderla,adecirunascuantaspalabras,aapagarla.Contemplólallama.Sopló,observóelhumo.

—¿Cuándoestarásbien?—Mañana.Quizápasadomañana.Aprimerosdesemana.Beattychupósupipa.—Tarde o temprano, a todo bombero le ocurre esto. Sólo necesita comprensión, saber cómo

funcionanlasruedas.Necesitanconocer lahistoriadenuestramisión.Ahoranoselacuentana los

niñoscomohacíanantes.Esunavergüenza.—Exhalóunabocanada—.Sólolosjefesdebomberoslarecuerdanahora—Otrabocanada—.Voyacontártela.

Mildredsemovióinquieta.Beattytardóunminutoenacomodarseymeditarsobreloquequeríadecir.—Mepreguntarás,¿cuándoempezónuestralabor,cómofueimplantada,dónde,cómo?Bueno,yo

diría que, en realidad, se inició aproximadamente con el acontecimiento llamado laGuerra Civil.Pese a que nuestros reglamentos afirmanque fue fundada antes.En realidad es que no anduvimosmuybienhastaquelafotografíaseimplantó.Despuéslaspelículas,aprincipiosdelsigloXX.Radio.Televisión.Lascosasempezaronaadquirirmasa.

Montagpermaneciósentadoenlacama,inmóvil.—Ycomoteníanmasa,sehicieronmássencillas—prosiguiódiciendoBeatty—.Enciertaépoca,

loslibrosatraíanaalgunagente,aquí,allí,pordoquier.Podíanpermitirseserdiferentes.Elmundoera ancho. Pero, luego, elmundo se llenó de ojos, de codos y de bocas. Población doble, triple,cuádruple.Filmesyradios,revistas,libros,fueronadquiriendounbajonivel,unaespeciedevulgaruniformidad.¿Mesigues?

—Creoquesí.Beattycontemplólabocanadadehumoqueacababadelanzar.—Imagínalo. El hombre del siglo XIX con sus caballos, sus perros, sus coches, sus lentos

desplazamientos. Luego, en el siglo XX, se acelera la cámara. Los más breves, condensaciones.Resúmenes.Todosereducealaanécdota,alfinalbrusco.

—Bruscofinal—dijoMildred,asintiendo.—Los clásicos reducidos a una emisión radiofónica de quince minutos. Después, vueltos a

reducir para llenar una lectura de dos minutos. Por fin, convertidos en diez o doce líneas en undiccionario.Claroestá,exagero.Losdiccionariosúnicamenteservíanparabuscarreferencias.Peroeranmuchos los que sólo sabían deHamlet (estoy seguro de que conocerás el título,Montag; esprobable que, para usted, sólo constituya una especie de rumor,Mrs.Montag), sólo sabían, comodigo,deHamlet loquehabíaenunacondensacióndeunapáginaenun libroqueafirmaba:Ahora,podrá leer por fin todos los clásicos.Manténgasealmismonivel que sus vecinos. ¿Te das cuenta?Salir de la guardería infantil para ir a la Universidad y regresar a la guardería. Ésta ha sido laformaciónintelectualdurantelosúltimoscincosiglosomás.

Mildredselevantóyempezóaandarporlahabitación,cogíaobjetosylosvolvíaadejar.Beattylaignoróysiguióhablando.

—Acelera la proyección,Montag, aprisa,¿Clic? ¿Película?Mira,Ojo, Ahora, Adelante, Aquí,Allí, Aprisa, Ritmo, Arriba, Abajo, Dentro, Fuera, Por qué, Cómo, Quién, Qué, Dónde, ¿Eh?, ¡Oh¡Bang!, ¡Zas!,Golpe,Bing,Bong, ¡Bum! Selecciones de selecciones. ¿Política? ¡Una columna, dosfrases, un titular! Luego, en pleno aire, todo desaparece. La mente del hombre gira tan aprisa aimpulsosdeloseditores,explotadores,locutores,quelafuerzacentrífugaeliminatodopensamientoinnecesario,origendeunapérdidadetiempo.

Mildredalisólaropadelacama.Montagsintióquesucorazónsaltabayvolvíaasaltarmientrasellaleahuecabalaalmohada.Enaquelmomento,leempujabaparaconseguirhacerleapartar,afindepoder sacar la almohada, arreglarla y volverla a su sitio. Y, quizá, lanzar un grito y quedarse

mirando, o sólo alargar la mano Y decir: «¿Qué es esto?», y levantar el libro oculto conconmovedorainocencia.

—Los años de Universidad se acortan, la disciplina se relaja, la Filosofía, la Historia y ellenguajeseabandonan,elidiomaysupronunciaciónsongradualmentedescuidados.Porúltimo,casicompletamenteignorados.Lavidaesinmediata,elempleocuenta,elplacerdominatododespuésdeltrabajo.¿Porquéaprenderalgo,exceptoapretarbotones,enchufarconmutadores,encajartornillosytuercas?

—Dejaquetearreglelaalmohada—dijoMildred.—¡No!—susurróMontag.—Elcierredecremalleradesplazaalbotónyelhombreyanodisponedetodoesetiempopara

pensarmientrasseviste,unahorafilosóficay,porlotanto,unahorademelancolía.—Aver—dijoMildred.—Márchate—replicó.—Lavidaseconvierteenunagrancarrera,Montag.Todosehaceaprisa,decualquiermodo.—Decualquiermodo—repitióMildred,tirandodelaalmohada.—¡PoramordeDiosdéjametranquilo!—gritóMontag,apasionadamente.ABeattyseledilataronlosojos.LamanodeMildredsehabíainmovilizadodetrásdelaalmohada.Susdedosseguíanlasiluetadel

libro y amedida que la forma le iba siendo familiar, su rostro apareció sorprendido y, después,atónito.Subocaseabrióparahacerunapregunta…

—Vaciar los teatros excepto para que actúen payasos, e instalar en las habitaciones paredes devidriodebonitoscoloresquesubenybajan,comoconfeti,sangre,jerezosauterne.Tegustalapelotabase,¿verdad,Montag?

—Lapelotabaseesunjuegoestupendo.AhoraBeattyeracasiinvisible,sólounavozenalgúnpunto,detrásdeunacortinadehumo.—¿Quéesesto?—preguntóMildred,casiconalegría.Montagseechóhaciaatrásycayósobre

losbrazosdeella—.¿Quéhayaquí?—¡Siéntate! —gritó Montag. Ella se apartó de un salto, con las manos vacías—. ¡Estamos

hablando!Beattyprosiguiócomosinadahubieseocurrido.—Tegustanlosbolos,¿verdad,Montag?—Losbolos,sí.—¿Yelgolf?—Elgolfesunjuegomagnífico.—¿Baloncesto?—Unjuegomagnífico.—¿Billar?¿Fútbol?—Todossonexcelentes.—Más deportes para todos, espíritu de grupo, diversión, y no hay necesidad de pensar, ¿eh?

Organiza y superorganiza superdeporte. Más chistes en los libros. Más ilustraciones. La menteabsorbemenosymenos.Impaciencia.Autopistasllenasdemultitudesquevanaalgúnsitio,aalgún

sitio,aalgúnsitio,aningúnsitio.Elrefugiodelagasolina.Lasciudadesseconviertenenmoteles,lagentesienteimpulsosnómadasyvadeunsitioparaotro,siguiendolasmareas,viviendounanocheenlahabitacióndondeotrohadormidoduranteeldíayeldemásallálanocheanterior.

Mildredsaliódelahabitaciónycerródeunportazo.Las«tías»delasaladeestarempezaronareírsedelos«tíos»delasaladeestar.

—Ahora,consideremoslasminoríasennuestracivilización.Cuantomayoreslapoblación,másminorías hay.Nohayquemeterse con los aficionados a los perros, a los gatos, con losmédicos,abogados, comerciantes, cocineros,mormones, bautistas, unitarios, chinos de segundageneración,suecos,italianos,alemanes,tejanos,irlandeses,gentedeOregónodeMéxico.Enestelibro,enestaobra, en este serial de televisión la gente no quiere representar a ningún pintor, cartógrafo omecánicoqueexistaenlarealidad.Cuantomayoreselmercado,Montag,menoshayquehacerfrentealacontroversia,recuerdaesto.Todaslasminoríasmenoresconsusombligosquehayquemantenerlimpios.Losautores,llenosdemalignospensamientos,aporreanmáquinasdeescribir.Esohicieron.Las revistas se convirtieron en unamasa insulsa y amorfa. Los libros, según dijeron los críticosesnobs,erancomoaguasucia.Noesextrañoqueloslibrosdejarandevenderse,decíanloscríticos.Peroelpúblico,quesabíaloquequería,permitiólasupervivenciadeloslibrosdehistorietas.Ydelas revistas eróticas tridimensionales, claro está. Ahí tienes, Montag. No era una imposición delGobierno.Nohuboningúndictado,nideclaración,nicensura,no.Latecnología, laexplotacióndelasmasasylapresióndelasminoríasprodujoelfenómeno,aDiosgracias.Enlaactualidad,graciasatodoello,unopuedeserfelizcontinuamente,selepermiteleerhistorietasilustradasoperiódicosprofesionales.

—Sí,pero,¿quémedicedelosbomberos?—Ah.—Beattyse inclinóhaciadelanteentre ladébilneblinaproducidaporsupipa.—¿Quées

másfácildeexplicarymáslógico?Comolasuniversidadesproducíanmáscorredores,saltadores,boxeadores, aviadores y nadadores, en vez de profesores, críticos, sabios, y creadores, la palabra«intelectual»,claroestá,seconvirtióenelinsultoquemerecíaser.Siempresetemelodesconocido.Sinduda,teacordarásdelmuchachodetuclasequeeraexcepcionalmente«inteligente»,querecitabalamayoríadelasleccionesydabalasrespuestas,entantoquelosdemáspermanecíancomomuñecosdebarro,yledetestaban.¿Ynoeraesemuchachointeligentealqueescogíanparapegaryatormentardespuésde lashorasdeclase?Desde luegoquesí.Hemosdeser todos iguales.No todosnacimoslibrese iguales,comodice laConstitución, sino todoshechos iguales.Cadahombre, la imagendecualquier otro. Entonces todos son felices, porque no pueden establecerse diferencias nicomparacionesdesfavorables.¡Ea!Unlibroesunarmacargadaenlacasadeallado.Quémalo.Quitael proyectil del arma. Domina la mente del hombre. ¿Quién sabe cuál podría ser el objetivo delhombrequeleyesemucho?¿Yo?Nolosresistiríaniunminuto.Yasí,cuando,porúltimo,lascasasfuerontotalmenteinmunizadascontraelfuego,enelmundoentero(laotranocheteníasrazónentusconjeturas)yanohubonecesidaddebomberosparaelantiguotrabajo.Selesdiounanuevamisión,comocustodiosdenuestratranquilidaddeespíritu,denuestropequeño,comprensibleyjustotemordeserinferiores.Censoresoficiales,juecesyejecutores.Esoerestú,Montag.Yesosoyyo.

LapuertaquecomunicabaconlasaladeestarseabrióyMildredasomó,miróalosdoshombresysefijóenBeattyy,después,enMontag.Asuespalda,lasparedesdelapiezaestabaninundadasde

resplandoresverdes,amarillosyanaranjadosqueoscilabanyestallabanalritmodeunamúsicacasiexclusivamente compuesta por baterías, tambores y címbalos. Su boca semovía y estaba diciendoalgo,peroelsonidonopermitíaoírla.

Beatty vació su pipa en la palma de sumano sonrosada, examinó la ceniza como si fuese unsímboloquehabíaqueexaminarenbuscadealgúnsignificado.

—Hasdecomprenderquenuestracivilizaciónestanvastaquenopodemospermitirquenuestrasminoríassealterenoexciten.Pregúntateatimismo:¿Quéqueremosenestanación,porencimadetodo?Lagentequiereserfeliz,¿noesasí?¿Nolohasestadooyendotodatuvida?«Quieroserfeliz»,dice la gente. Bueno, ¿no lo son? ¿No les mantenemos en acción, no les proporcionamosdiversiones?Esoesparaloúnicoquevivimos,¿no?¿Paraelplacerylasemociones?Ytendrásqueadmitirquenuestracivilizaciónselofacilitaenabundancia.

—Sí.MontagpudoleerenloslabiosdeMildredloqueéstadecíadesdeelumbral.Tratódenomirara

ella,porque,entonces,Beattypodíavolverseyleertambiénloquedecía.—A la gente de color no le gusta El pequeño Sambo. A quemarlo. La gente blanca se siente

incómodaconLacabañadel tíoTom.Aquemarlo.Escribeun libro sobreel tabacoyel cáncerdepulmón¿Losfabricantesdecigarrillosselamentan?Aquemarel libro.Serenidad,Montag.Líbratede tus tensiones internas.Mejor aún, lánzalas al incinerador. ¿Los funerales son tristesypaganos?Eliminémoslostambién.CincominutosdespuésdelamuertedeunapersonaencaminohacialaGranChimenea,losincineradoressonabastecidosporhelicópterosentodoelpaís.Diezminutosdespuésde lamuerte,unhombreesunanubedepolvonegro.Nosutilicemoscon recuerdosacercade losindividuos.Olvidémoslos.Quemémoslotodo,absolutamentetodo.Elfuegoesbrillanteylimpio.

Losfuegosartificialesseapagaronenlasaladeestar,detrásdeMildred.Almismotiempo,ellahabíadejadodehablar;unacoincidenciamilagrosa.Montagcontuvoelaliento.

—Había unamuchacha, ahí, al lado—dijo con lentitud—.Ahora se hamarchado, creoquehamuerto.Nisiquierapuedorecordarsurostro.Peroeradistinta¿Cómo…cómopudollegaraexistir?

Beattysonrió.—Aquío allí, es fatal queocurra. ¿ClarisseMcClellan?Tenemos fichade toda su familia.Les

hemosvigiladocuidadosamente.Laherenciayelmedioambientehogareñopuededeshacermuchodeloqueseinculcaenelcolegio.Poresohemosidobajando,añotrasañolaedaddeingresarenelparvulario,hastaque,ahora,casiarrancamosalospequeñosdelacuna.TuvimosfalsasalarmasconlosMcClellancuandovivíanenChicago.Nunca les encontramosun libro.Elhistorial confuso, esantisocial. ¿La muchacha? Es una bomba de relojería. La familia había estado influyendo en susubconsciente,estoyseguro,porloquepudeverensuhistorialescolar.Ellanoqueríasabercómosehacíaalgo,sinoporqué.Estopuederesultarembarazoso.Sepreguntaelporquédeunaseriedecosasyseterminasintiéndosemuydesdichado.Lomejorquepodíapasarlealapobrechicaeramorirse.

—Sí,morirse.—Afortunadamente, los casos extremos como ella no aparecen a menudo. Sabemos cómo

eliminarlosenembrión.Nosepuedeconstruirunacasasinclavosenlamadera.Sinoquieresqueunhombresesientapolíticamentedesgraciado,noleenseñesdosaspectosdeunamismacuestión,parapreocuparle;enséñalesólounoo,mejoraún,noledesninguno.Hazqueolvidequeexisteunacosa

llamadaguerra.SielGobiernoespocoeficiente,excesivamenteintelectualoaficionadoaaumentarlos impuestos,mejor es que sea todo eso que no que la gente se preocupe por ello.Tranquilidad,Montag. Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de las canciones máspopulares, o los nombres de las capitales de Estado, o cuántomaíz produjo Iowa el año pasado.Atibórralos de datos no combustibles, lánzales encima tantos «hechos» que se sientan abrumados,pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan,tendrán la impresión de que se mueven sin moverse. Y serán felices, porque los hechos de estanaturalezanocambian.No lesdesningunamateriadelicadacomoFilosofíaoSociologíaparaqueempiecen a atar cabos. Por ese camino se encuentra la melancolía. Cualquier hombre que puedadesmontarunmural de televisiónyvolver a armarlo luego,y, en la actualidad, lamayoríade loshombres puedenhacerlo, esmás feliz que cualquier otro que trata demedir, calibrar y sopesar elUniverso,quenopuedesermedidonisopesadosinqueunhombresesientabestialysolitario.Losé,loheintentado¡Aldiabloconello!Así,pues,adelanteconlosclubesylasfiestas,losacróbatasylosprestidigitadores,loscochesareacción,lasbicicletashelicópteros,elsexoylasdrogas,másdetodoloqueestérelacionadoconreflejosautomáticos.Sieldramaesmalo,silapelículanodicenada,silacomediacarecedesentido,dameunainyeccióndeteramina.Mepareceráquereaccionoconlaobra,cuando sólo se trata de una reacción táctil a las vibraciones. Pero no me importa. Prefiero unentretenimientocompleto.

Beattysepusoenpie.—Hedemarcharme.Elsermónhaterminado.Esperohaberaclaradoconceptos.Loqueimporta

que recuerdes, Montag, es que tú, yo y los demás somos los Guardianes de la Felicidad. Nosenfrentamosconlapequeñamareadequienesdeseanquetodossesientandesdichadosconteoríasypensamientos contradictorios. Tenemos nuestros dedos en el dique. Hay que aguantar firme. NopermitirqueeltorrentedemelancolíaylafunestaFilosofíaahoguennuestromundo.Dependemosdeti.Nocreoquetedescuentadeloimportantequeeresparanuestromundofeliz,talcomoestáahoraorganizado.

Beatty estrechó la fláccida mano de Montag. Éste permanecía sentado, como si la casa sederrumbaraalrededoryélnopudieramoverse.Mildredhabíadesaparecidoenelumbral.

—Una cosa más —dijo Beatty—. Por lo menos, una vez en su carrera siente esa comezón.Empiezaapreguntarsequédicenloslibros.Oh,hayqueaplacaresacomezón,¿eh?Bueno,Montag,puedescreerme,hetenidoqueleeralgunoslibrosenmijuventud,parasaberdequétrataban.Yloslibros no dicen nada. Nada que pueda enseñarse o creerse. Hablan de gente que existe, de entesimaginarios, si se trata de novelas.Y si no lo son, aún peor: un profesor que llama idiota a otrofilósofoquecriticaaldemásallá.Ytodosarmanjaleo,apaganlasestrellasyextinguenelsol.Unoacabaporperderse.

—Bueno,entonces,¿quéocurresiunbomberoaccidentalmente,sinproponérseloenrealidad,sellevaunlibroasucasa?

Montagsecrispó.Lapuertaabiertalemirabaconsuenormeojovacío.—Un error lógico. Pura curiosidad—replicó Beatty—. No nos preocupamos ni enojamos en

exceso.Dejamosqueelbomberoguardeellibroveinticuatrohoras.Siparaentoncesnolohahechoél,llegamosnosotrosyloquemamos.

—Claro.LabocadeMontagestabareseca.—Bueno,Montag.¿Quierescogerhoyotroturno?¿Teveremosestanoche?—Nolosé—dijoMontag.—¿Qué?Beattysemostrólevementesorprendido.Montagcerrólosojos.—Mástardeiré.Quizá.—Desdeluego,sinotepresentaras,teecharíamosenfalta—dijoBeatty,guardándoselapipaen

unbolsilloconexpresiónpensativa.«Nuncavolveréacomparecerporallí»,pensóMontag.—Bueno,quetealivies—dijoBeatty.Diolavueltaysemarchó.

Montag vigiló por la ventana la partida de Beatty en su vehículo de brillante color amarilloanaranjado,conlosneumáticosnegroscomoelcarbón.

Alotroladodelacalle,haciaabajo,lascasasseerguíanconsuslisasfachadas.¿QuéhabíadichoClarisseunatarde?«Nadadeporchesdelanteros.Mitíodicequeantessolíahaberlos.Ylagente,aveces,sesentabaporlasnochesenellos,charlandocuandoasílodeseaba,meciéndoseyguardandosilenciocuandonoqueríahablar.Otrasvecespermanecíanallísentados,meditandosobrelascosas.Mi tío dice que los arquitectos prescindieron de los porches frontales porque estéticamente noresultaban.Peromitíoaseguraqueéstefuesólounpretexto.Elverdaderomotivo,elmotivooculto,pudiera ser que no querían que la gente se sentara de estamanera, sin hacer nada,meciéndose yhablando.Ésteeraelaspectomalodelavidasocial.Lagentehablabademasiado.Yteníatiempoparapensar.Entonces, eliminaron losporches.Y también los jardines.Yanomás jardinesdondepoderacomodarse.Yfíjeseenelmobiliario.Yanohaymecedoras.Resultandemasiadocómodas.Loqueconvieneesquelagenteselevanteyandeporahí.Mitíodice…Ymitío…Ymitío…».

Lavozdeellafueapagándose.

Montagsevolvióymiróasuesposa,quien,sentadaenmediode lasaladeestar,hablabaaunpresentadorquien,asuvez,lehablabaaella.

—Mrs.Montag—decíaél.Esto,aquelloylomásallá—.Mrs.Montag…Algomás,yvueltaaempezar.Elaparatoconversor,queleshabíacostadouncentenardedólares,

suministrabaautomáticamenteelnombredeellasiemprequeelpresentadorsedirigíaasuauditorioanónimodejandounbrevesilencioparaquepudieranencajar, lassílabasadecuadas.Unmezcladorespecial conseguía, también, que la imagen televisada del presentador en el área inmediata a suslabios,articulara,magníficamente,lasvocalesyconsonantes.Eraunamigo,nocabíalamenordudadeello,unbuenamigo.

—Mrs.Montag,ahoramirehaciaaquí.Mildredvolviólacabeza.Aunqueeraobvioquenoestabaescuchando.—Sólo hay un paso entre no ir a trabajar hoy, no ir a trabajarmañana y no volver a trabajar

nuncaenelcuarteldebomberos—dijoMontag.

—Peroestanocheirásaltrabajo,¿verdad?—preguntóMildred.—Aúnnoestoydecidido.Enestemomento tengo lahorrible sensacióndequedeseodestrozar

todaslascosasqueestánamialcance.—Dateunpaseoconelauto.—No,gracias.—Las llavesestánen lamesilladenoche.Cuandomesientodeestamanera, siempremegusta

conducir aprisa. Pones el coche a ciento cincuenta por hora y experimentas una sensaciónmaravillosa. A veces conduzco toda la noche, regreso al amanecer y tú ni te has enterado. Esdivertidosaliralcampo.Seaplastanconejos.Aveces,perros.Veacogerelauto.

—No,ahoranomeapetece.Quieroestudiarestasensación tancuriosa. ¡Caramba! ¡Mehadadomuyfuerte!Nosé loquees. ¡Mesiento tancondenadamente infeliz, tan furioso!E ignoroporquétengo la impresión de que estuviera ganando peso. Me siento gordo. Como si hubiese estadoahorrandounaseriedecosas,yahoranosupiesecuáles.Inclusoseríacapazdeleer.

—Temeteríanenlacárcel,¿verdad?EllalemirócomosiMontagestuviesedetrásdelapareddecristal.Montagempezóaponersela

ropa;semovíaintranquiloporeldormitorio.—Sí,yquizáfueseunabuenaidea.Antesdequecausedañoaalguien.¿HasoídoaBeatty?¿Lehas

escuchado?Élsabetodaslasrespuestas.Tienesrazón.Loimportanteeslafelicidad.Ladiversiónloestodo.Ysinembargo,sigoaquísentado,diciéndomequenosoyfeliz,quenosoyfeliz.

—Yosílosoy.—LoslabiosdeMildredsonrieron—.Ymeenorgullezcodeello.—Hedehaceralgo—dijoMontag—.Todavíanoséqué,peroseráalgogrande.—Estoycansadadeescucharestastonterías—dijoMildred,volviendoaconcentrarsuatenciónen

elpresentador.Montagtocóelcontroldevolumendelaparedyelpresentadorsequedósinvoz.—Millie.—Hizounapausa.—Éstaestucasalomismoquelamía.Considerojustodecirtealgo.

Hubieradebidohacerloantes,peronisiquieraloadmitíainteriormente.Tengoalgoquequieroqueveas,algoqueheseparadoyescondidoduranteelañopasado,decuando,encuando,alpresentarseunaoportunidad,sinsaberporqué,perotambiénsindecírtelonunca.

Montagcogióunasilladerectorespaldo, ladesplazó lentamentehastaelvestíbulo,cercade lapuerta de entrada, se encaramó en ella, y permaneció por un momento como una estatua en unpedestal,entantoquesuesposa,conlacabezalevantada,leobservaba.EntoncesMontaglevantólosbrazos,retirólarejadelsistemadeacondicionamientodeaireymetiólamanomuyhacialaderechahastamoverotrahojadeslizantedemetal;después,sacóunlibro.Sinmirarlo,lodejócaeralsuelo.Volvióameterlamanoysacódoslibros,bajólamanoylosdejócaeralsuelo.SiguióactuandoYdejando caer libros pequeños, grandes, amarillos, rojos, verdes. Cuando hubo terminado,miró laveintenadelibrosqueyacíanalospiesdesuesposa.

—Losiento—dijo—.Nuncamehabíadetenidoameditarlo.Peroahoraparececomosiambosestuviésemosmetidosenesto.

Mildredretrocediócomosiseviese,derepente,delantedeunabandadaderatonesquehubiesesurgidodeimprovisodelsuelo.

Montagoyólarápidarespiracióndeella,violapalidezdesurostroycómosusojosseabríande

par en par. Ella pronunció su nombre, dos, tres veces. Luego, exhalando un gemido, se adelantócorriendo,cogióunlibroyseprecipitóhaciaelincineradordelacocina.

Montagladetuvo,mientrasellachillaba.LasujetóyMildredtratódesoltarse,arañándole.—¡No,Millie,no!¡Espera!¡Detente!Túnosabes…—¡Cállate!Laabofeteó,lacogiódenuevoylasacudió.Ellapronunciósunombreyempezóallorar.—¡Millie! —dijo Montag—. Escucha. ¿Quieres concederme un segundo? No podemos hacer

nada.Nopodemosquemarlos.Quieroexaminarlos,porlomenos,unavez.Luego,siloqueelcapitándiceescierto,losquemaremosjuntos,créeme,losquemaremosentrelosdos.Tienesqueayudarme.—Bajólamiradahaciaelrostrodeellay,cogiéndolelabarbilla,lasujetóconfirmeza.Nosólolamiraba, sinoque,enel rostrodeella, sebuscabaa símismoe intentabaaveriguar también loquedebíahacer—.Tantosinosgustacomosino,estamosmetidosenesto.Duranteestosañosnotehepedidograncosa,peroahoratelopido,telosuplico.Tenemosqueempezarenalgúnpunto,tratardeadivinarporquésentimosestaconfusión,túylamedicinaporlasnoches,yelautomóvil,yyoconmitrabajo.Nosencaminamosdirectamentealprecipicio,Mildred.¡Diosmío,noquierocaerme!Estono resultará fácil. No tenemos nada en que apoyarnos, pero quizá podamos analizarlo, intuirlo yayudarnosmutuamente.Nopuedesimaginarcuántotenecesitoenestemomento.Simeamasunpocoadmitirásestoduranteveinticuatro,veintiochohorasestodoloquetepido.Yluegohabráterminado.¡Te lo prometo te lo juro!Y si aquí hay algo, algo posible en toda esta cantidad de cosas, quizápodamostransmitirloaalguien.

Ellayanoforcejeaba;Montaglasoltó.Mildredretrocediótambaleándose,hastallegaralapared.Yunavezallísedeslizóyquedósentadaenelsuelo,contemplandoloslibros.Supierozabaunoy,alnotarlo,seapresuróaecharlohaciaatrás.

—Esamujerdelaotranoche,Millie…Túnoestuvisteallí.Novistesurostro.YClarisse.Nuncallegasteahablarconella.Yosí.YhombrescomoBeattyletienenmiedo.Nopuedoentenderlo.¿Porquéhandesentirtantotemorporalguiencomoella?Peroyoseguíacolocándolaalaalturadelosbomberosenelcuartel,cuandoanochecomprendí,derepente,quenomegustaba,nadaenabsoluto,yquetampocoyomismomegustaba.Ypenséquequizáfuesemejorquequienesardiesenfueranlospropiosbomberos.

—¡Guy!Elaltavozdelapuertadelacalledijosuavemente:—Mrs.Montag,Mrs.Montag,aquíhayalguien,hayalguien,Mrs.Montag,Mrs.Montag,aquíhay

alguien.Ambos se volvieron para observar la puerta.Y los libros estaban desparramados por doquier,

formando,incluso,montones.—¡Beatty!—susurróMildred.—Nopuedeserél.—¡Haregresado!—susurróella.Lavozvolvióallamarsuavemente:—Hayalguienaquí…

—Nocontestaremos.Montag se recostó en la pared, y, luego, con lentitud, fue resbalandohasta quedar en cuclillas.

Entoncesempezóaacariciarloslibros,distraídamente,conelpulgaryelíndice.Seestremecíay,porencimadetodo,deseabavolveraguardarloslibrosenelhuecodelventilador,perocomprendióqueno podría enfrentarse de nuevo con Beatty.Montag acabó por sentarse, en tanto que la voz de lapuerta de la calle volvía a hablar, con mayor insistencia. Montag cogió del suelo un volumenpequeño.

—¿Por dónde empezamos?—Abrió a medias un libro y le echó una ojeada—. Supongo quetendremosqueempezarporelprincipio.

—Élvolverá—dijoMildred—,ynosquemaráanosotrosyaloslibros.La voz de la puerta de la calle fue apagándose por fin. Reinó el silencio. Montag sentía la

presenciadealguienalotroladodelapuerta,esperando,escuchando.Luego,oyóunospasosquesealejaban.

—Veamosloquehayaquí—dijoMontag.Balanceóestaspalabrasconterribleconcentración.Leyóunadocenadepáginassalteadasy,por

último,encontróesto:—Sehacalculadoque,enépocasdiversas,oncemilpersonashanpreferidomorirquesometersea

romperloshuevosporsuextremomásafilado.Mildredselequedómirandodesdeelotroladodelvestíbulo.—¿Quésignificaesto?¡Carecedesentido!¡Elcapitánteníarazón!—Bueno,bueno—dijoMontag—.Volveremosaempezar.Estavezporelprincipio.

SegundaParte:Lacribaylaarena

Ambos leyeron durante toda la larga tarde, mientras la fría lluvia de noviembre caía sobre lasilenciosacasa.Permanecieronsentadosenelvestíbulo,porquelasaladeestaraparecíavacíaypocoacogedoraensusparedesiluminadasdeconfetinaranjayamarillo,ycohetes,ymujeresentrajesdelamédorado,yhombresdefracsacandoconejosdesombrerosplateados.Lasaladeestarresultabamuerta, yMildred le lanzaba continuas e inexpresivasmiradas, en tanto queMontag andabade unladoalotrodelvestíbuloparaagacharseyleerunapáginaenvozalta.

Nopodemosdeterminarelmomentoconcretoenquenacelaamistad.Comoalllenarunrecipientegotaagota,hayunagotafinalquelohacedesbordarse,delmismomodo,enunaseriedegentilezashayunafinalqueaceleraloslatidosdelcorazón…

Montagsequedóescuchandoelruidodelalluvia.—¿Eraesoloquehabíaenesamuchachadeallado?¡Hetratadodecomprenderlo!—Ellahamuerto.PoramordeDios,hablemosdealguienqueestévivo.Montagnomiróasuesposaalatravesarelvestíbuloydirigirsealacocina,dondepermaneció

muchorato,observandocómolalluviagolpeabaloscristales.Después,regresóalaluzgrisáceadelvestíbuloyesperóaquesecalmaraeltemblorquesentíaentodosucuerpo.

Abrióotrolibro.—Eltemafavorito,yo.Miródereojoalapared.—Eltemafavorito,yo.—Esosíquenoloentiendo—dijoMildred.—PeroeltemafavoritodeClarissenoeraella.Eracualquierotro,yyo.Fuelaprimerapersona

quehellegadoaapreciarenmuchosaños.Fuelaprimerapersonaquerecuerdequememirasecaraacara, como si fuese importante.—Montag cogió los dos libros—. Esos hombres llevan muertosmuchotiempo,peroyoséquesuspalabrasseñalan,deunauotramanera,aClarisse.

Porelexteriordelapuertadelacalle,enlalluvia,seoyóunlevearañar.Montag se inmovilizó. Vio queMildred se echaba hacia atrás, contra la pared, y lanzaba una

exclamaciónahogada.—Estácerrada.—Hayalguien…Lapuerta…¿Porquélavoznonosdice…?Pordebajodelapuerta,unolfateolento,unaexhalacióndecorrienteeléctrica.Mildredseechóareír.—¡Noesmásqueunperro!¿Quieresqueloahuyente?—¡Quédatedondeestás!Silencio.Lafríalluviacaía.Yeloloraelectricidadazulsoplandopordebajodelapuertacerrada.—Sigamostrabajando—dijoMontag.Mildredpegóunapatadaaunlibro.—Loslibrosnosongente.Túleesyyoestoysinhacernada,peronohaynadie.Montagcontemplólasaladeestar, totalmenteapagadaygriscomolasaguasdeunocéanoque

podíanestarllenasdevidasiseconectabaelsolelectrónico.

—Encambio—dijoMildred—,mi«familia»siesmigente.Mecuentancosas.¡Meríoyellosseríen!¡Yloscolores!

—Sí,losé.—Y, además, si el capitán Beatty se enterase de lo de esos libros…—Mildred recapacitó. Su

rostromostrósorpresay,después,horror—.¡Podríaveniryquemarlacasayla«familia»!¡Estoeshorrible!Piensaennuestrainversión.¿Porquéhedeleeryo?¿Paraqué?

—¡Para qué! ¡Por qué! —exclamó Montag—. La otra noche vi la serpiente más terrible delmundo.Estabamuertay,almismotiempo,viva.FueenelHospitaldeUrgenciadonde llenaronuninforme sobre todo lo que la serpiente sacó de ti. ¿Quieres ir y comprobar su archivo? Quizásencontrases algo bajoGuyMontag o tal vez bajoMiedo oGuerra. ¿Te gustaría ir a esa casa quequemamosanoche?¡Yremoverlascenizasbuscandoloshuesosdelamujerqueprendiófuegoasupropia casa! ¿Qué me dices de ClarisseMcClellan? ¿Dónde hemos de buscarla? ¡En el depósito!¡Escucha!

Losbombarderosatravesaronelcielo,sobrelacasa,silbando,murmurando,comounventiladorinmensoeinvisiblequegiraraenelvacío.

—¡VálgameDios!—dijoMontag—.Siempretantoschismesdeésosenelcielo.¿Cómodiantresestán esos bombarderos ahí arriba cada segundo de nuestras vidas? ¿Por qué nadie quiere hablaracercade ello?Desde1960, iniciamosyganamosdosguerras atómicas. ¿Nosdivertimos tanto encasaquenoshemosolvidadodelmundo?¿Acasosomostanricosyelrestodelmundotanpobrequenonospreocupamosdeellos?Heoídorumores.Elmundopadecehambre,peronosotrosestamosbien alimentados. ¿Es ciertoque elmundo trabajaduramentemientras nosotros jugamos? ¿Esporesoquesenosodiatanto?Tambiénheoídorumoressobreelodio,hacemuchísimotiempo.¿Sabestú por qué? ¡Yo no,desde luego!Quizá los libros puedan sacarnos amedias del agujero. Tal vezpudieranimpedirnosquecometiéramoslosmismosfunestoserrores.Noesosestúpidosentusaladeestarhablandode,Dios,Millie,¿notedascuenta?Unahoraaldía,horasconestoslibros,ytalvez…

Sonóelteléfono.Mildreddescolgóelaparato.—¡Ann!—Seechóareír.—¡Sí,elPayasoBlancoactúaestanoche!Montagseencaminóalacocinaydejóellibroabajo…«Montag—sedijo—,eresverdaderamenteestúpido¿Adóndevamosdesdeaquí?¿Devolveremos

loslibros,losolvidamos?»Abrióellibro,noobstantelarisadeMildred.«¡Pobre Millie! —pensó—. ¡Pobre Montag! También para ti carece de sentido. Pero, ¿dónde

puedesconseguirayuda,dóndeencontraraunmaestroaestasalturas?»Aguardó.Montag cerró los ojos. Sí, desde luego. Volvió a encontrarse pensando en el verde

parqueunañoatrás.Últimamente,aquelpensamientohabíaacudidomuchasvecesasumente,pero,enaquelmomento,recordóconclaridadaqueldíaenelparquedelaciudad,cuandovioaaquelviejovestidodenegroqueocultabaalgo, con rapidez,bajo suchaqueta.Elviejo se levantódeun salto,comosisedispusieseaecharacorrer.YMontagdijo:

—¡Espere!—¡Nohehechonada!—gritóelviejo,tembloroso.—Nadiehadicholocontrario.

Sindecirunapalabra,permanecieronsentadosunmomentobajolasuaveluzverdosa;y,luego,habló del tiempo, respondiendo el viejo con voz descolorida. Fue un extraño encuentro. El viejoadmitióserunprofesordeLiteraturaretiradoque,cuarentaañosatrás,sequedósintrabajocuandolaúltimauniversidaddeArtesLiberalescerróporfaltadeestudiantes.SellamabaFaber,y,cuandoporfindejódetemeraMontag,hablóconvozllenadecadencia,contemplandoelcielo,losárbolesyelexuberante parque; y al cabo de una hora dijo algo aMontag, y éste se dio cuenta de que era unpoemasinrima.Después,elviejoaúnsemostrómásaudazydijoalgo,ytambiénsetratabadeunpoema.Faberapoyóunamanosobreelbolsillo izquierdodesuchaquetaypronunció laspalabrasconsuavidad,yMontagcomprendióque,sialargabalamano,sacaríadelbolsillodelviejounlibrodepoesías.Peronolohizo.Susmanospermanecieronsobresusrodillas,entumecidaseinútiles.

—Nohablodecosas,señor—dijoFaber—.Hablodelsignificadodelascosas.Mesientoaquíyséqueestoyvivo.

En realidad, eso fue todo.Una hora demonólogo, un poema, un comentario; y, luego, sin nisiquieraaludirelhechodequeMontagerabombero,Faber,conciertotemblor,escribiósudirecciónenunpedacitodepapel.

—Parasuarchivo—dijo—,enelcasodequedecidaenojarseconmigo.—Noestoyenojado—dijoMontagsorprendido.Mildredrióestridentementeenelvestíbulo.Montag fueal armariode sudormitorioybuscóen supequeñoarchivo, en lacarpeta titulada:

FUTURASINVESTIGACIONES(?).ElnombredeFaberestabaallí.Montagnolohabíaentregado,niborrado.

Marcóelnúmerodeunteléfonosecundario.Enelotroextremodelalínea,elaltavozrepitióelnombredeFaberunadocenadevecesantesdequeelprofesorcontestaraconvozdébil.Montagseidentificóyfuecorrespondidoconunprolongadosilencio.

—Dígame,Mr.Montag.—ProfesorFaber,quierohacerleunapreguntabastanteextraña.¿CuántosejemplaresdelaBiblia

quedanenestepaís?—¡Nosédequémeestáhablando!—Quierosabersiquedaalgúnejemplar.—¡Estoesunatrampa!¡Nopuedohablarconelprimeroquemellamaporteléfono!—¿CuántosejemplaresdeShakespeareydePlatón?—¡Ninguno!Losabetanbiencomoyo.¡Ninguno!Fabercolgó.Montagdejóelaparato.Ninguno.Yalosabía,desdeluego,porlaslistasdelcuarteldebomberos.

Pero, sin embargo, quiso oírlo de labios del propio Faber. En el vestíbulo, el rostro deMildredestaballenodeexcitación.

—¡Bueno,lasseñorasvanavenir!Montagleenseñóunlibro.—ÉsteeselAntiguoyelNuevoTestamento,y…—¡Noempiecesotravezconeso!—Podríaserelúltimoejemplarenestapartedelmundo.

—¡Tienesquedevolverloestamismanoche!ElcapitánBeattysabequelotienes,¿noesasí?—No creo que sepaqué libro robé. Pero, ¿cómo escojo un sustituto? ¿Deberé entregar aMr.

Jefferson?¿AMr.Thoreau?¿Cuálesmenosvalioso?SiescojounsustitutoyBeattysabequélibrorobésupondráquetengotodaunabibliotecaaquí.

Mildredcontrajoloslabios.—¿Vesloqueestáshaciendo?¡Nosarruinarás!¿Quiénesmásimportante,yooesaBiblia?Empezabaachillar,sentadacomounamuñecadeceraquesederritieseensupropiocalor.LeparecíaoírlavozdeBeatty.—Siéntate,Montag.Observa.Delicadamente,comopétalosdeunaflor.Cadaunaseconvierteen

una mariposa negra. Hermoso, ¿verdad? Enciende la tercera página con la segunda y asísucesivamente,quemandoencadena,capítuloporcapítulo,todaslascosasabsurdasquesignificanlaspalabras,todaslasfalsaspromesas,todaslasideasdesegundamanoylasfilosofíasestropeadasporeltiempo.

Beattyestabasentadoallí levementesudoroso,mientraselsueloaparecíacubiertodeenjambresdepolillasnuevasquehabíanmuertoenunamismatormenta.

Mildreddejódechillartanbruscamentecomohabíaempezado.Montagnolaescuchaba.—Sólohayunacosaquehacer—dijo—.Antesdequelleguelanocheydebaentregarellibroa

Beatty,tengoqueconseguirunduplicado.—¿EstarásaquíestanocheparaveralPayasoBlancoya lasseñorasquevendrán?—preguntó

Mildred.Montagsedetuvojuntoalapuerta,deespaldas.—Millie…Unsilencio.—¿Qué?—Millie,¿tequiereelPayasoBlanco?Nohuborespuesta.—Millie, te… —Montag se humedeció los labios— ¿Te quiere tu «familia»? ¿Te quiere

muchísimo,contodaelalmayelcorazón,Millie?Montagsintióqueellaparpadeabalentamente.—¿Porquémehacesunapreguntatantonta?Montagsintiódeseosdellorar,peronadaocurrióensusojosoensuboca.—Sivesaeseperroahífuera—dijoMildred—,pégaleunpuntapiédepartemía.Montagvaciló,escuchójuntoalapuerta.Laabrióysalió.Lalluviahabíacesadoyelsolaparecíaenelclarocielo.Lacalle,elcéspedyelporcheestaban

vacíos.Montagexhalóungransuspiro.Cerró,dandounportazo.

Estabaenel«Metro».«Mesientoentumecido—pensó—.¿Cuándohaempezadoeseentumecimientoenmirostro,enmi

cuerpo? La noche en que, en la oscuridad, di un puntapié a la botella de píldoras, y fue como sihubierapisadounaminaenterrada.

»Elentumecimientodesaparecerá.Haráfaltatiempo,peroloconseguiré,oFaberloharápormí.Alguien,enalgúnsitio,medevolveráelviejorostroylasviejasmanostalcomohabíansido.Incluso

lasonrisa—pensó—,laviejayprofundasonrisaquehadesaparecido.Sinellaestoyperdido.»El convoy pasó veloz frente a él, crema, negro, crema, negro, números y oscuridad, más

oscuridadyeltotalsumándoseasímismo.Enunaocasión,cuandoniño,sehabíasentadoenunadunaamarillentajuntoalmar,bajoelcielo

azulyelcalordeundíadeverano,tratandodellenardearenaunacriba,porqueunprimocruelhabíadicho:«Llenaestacriba,yganarásunreal.»Ycuantomásaprisaechabaarena,másvelozmenteseescapaba ésta produciendo un cálido susurro. Le dolían lasmanos, la arena ardía, la criba estabavacía.Sentadoallí,enplenomesdejulio,sinunsonido,sintióquelaslágrimasresbalabanporsusmejillas.

Ahora, en tanto que el «Metro» neumático le llevaba velozmente por el subsuelomuerto de laciudad,Montagrecordólalógicaterribledeaquellacriba,bajólamiradayvioquellevabalaBibliaabierta.Habíagenteenel«Metro»,peroélcontinuóconellibroenlamano,yseleocurrióunaideaabsurda: «Si lees aprisa y lo lees todo, quizá una parte de la arena permanezca en la criba.»PeroMontagleíaylaspalabrasleatravesabanypensó:«DentrodeunaspocashorasestaráBeattyyestaréyo entregándole esto, de modo que no debe escapárseme ninguna frase. Cada línea ha de serrecordada.Meobligaréahacerlo.»Apretóellibroentresuspuños.

Tocaronlastrompetas.«DentífricoDenham.»«Cállate—pensóMontag—.Consideralosliriosenelcampo.»«DentífricoDenham.»«Nomancha…»«Dentífrico…»«Consideralosliriosenelcampo,cállate,cállate.»«¡Denham!»Montagabrióviolentamenteellibro,pasólaspáginasylaspalpócomosifueseciego,fijándose

enlaformadelasletrasindividuales,sinparpadear.«Denham.Deletreando:D-e-n…»«Nomancha,nitampoco…»Unfierosusurrodearenacalienteatravésdelacribavacía.¡«Denham»loconsigue!«Consideraloslirios,loslirios,loslirios…»«DetergenteDentalDenham.»—¡Calla,calla,calla!Eraunasúplica,ungrito tanterriblequeMontagseencontródepie,mientras lossorprendidos

pasajeros del vagón lemiraban, apartándose de aquel hombre que tenía expresión de demente, labocacontraídayreseca,el libroabiertoensupuño.Lagenteque,unmomentoantes,habíaestadosentada, llevando con los pies el ritmo de «Dentífrico Denham», «Duradero Detergente DentalDenham»,«DentífricoDenham»,Dentífrico,Dentífrico,uno,dos,uno,dos,unodos tres,unodos,uno dos tres. La gente cuyas bocas habían articulado apenas las palabras Dentífrico, Dentífrico,Dentífrico.Laradiodel«Metro»vomitósobreMontag,comounarepresalia,unacargacompletademúsicacompuestadehojalata, cobre,plata, cromoy latón.Lagenteera forzadaa la sumisión;no

huía,nohabíasitiodondehuir;elgranconvoyneumáticosehundióenlatierradentrodesutubo.—Liriosdelcampo.«Denham.»«¡Hedicholirios!»Lagentemiraba.—Llamenalguardián.—Estehombreestáido…«¡KnollWiew!»Eltrenprodujounsiseoaldetenerse.«¡KnollWiew!»Ungrito.«Denham.»Unsusurro.LoslabiosdeMontagapenassemovían.—Lirios…La puerta del vagón se abrió produciendo un silbido.Montag permaneció inmóvil. La puerta

empezóacerrarse.Entonces,Montagpasódeunsaltojuntoalospasajeros,chillandointeriormenteysezambulló,enúltimomomento,porlarendijaquedejabalapuertacorrediza.Corrióhaciaarribapor los túneles, ignorando las escalerasmecánicas, porque deseaba sentir cómomovían sus pies,cómo se balanceaban sus brazos, se hinchaban y contraían sus pulmones, cómo se resecaba sugargantaenelaire.Unavozfueapagándosedetrásdeél:«Denham,Denham».Eltrensilbócomounaserpienteydesaparecióensuagujero.

—¿Quiénes?—Montag.—¿Quédesea?—Déjemepasar.—¡Nohehechonada!—¡Estoysolo,malditasea!—¿Lojura?—¡Lojuro!La puerta se abrió lentamente. Faber atisbó, parecíamuy viejo,muy frágil ymuy asustado.Él

teníaaspectodenohabersalidodelacasaenaños.Élylasparedesblancasdeyesodelinterioreranmuysemejantes.Habíablancuraen lapulpadesus labios,ensusmejillas,ysucabelloerablanco,mientrassusojossehabíandescubierto,adquiriendounvagocolorazulblancuzco.Luego,sumiradase fijó en el libro que Montag llevaba bajo el brazo, y ya no pareció tan viejo ni tan frágil.Lentamente,sumiedodesapareció.

—Losiento.Unohadetenercuidado.MiróellibroqueMontagllevababajoelbrazoynopudocallar.—Demodoqueescierto.Montagentró.Lapuertasecerró.—Siéntese.Faberretrocedió,comotemiendoqueellibropudieradesvanecersesiapartabadeélsumirada.A

su espalda, la puerta que comunicaba con un dormitorio estaba abierta, y en esa habitación había

esparcidosdiversosfragmentosdemaquinaria,asícomoherramientasdeacero.MontagsólopudolanzarunaojeadaantesdequeFaber,alobservarlacuriosidaddeMontag,sevolvieserápidamente,cerraralapuertadeldormitorioysujetaseelpomoconmanotemblorosa.Sumiradavolvióafijarse,insegura,enMontag,quiensehabíasentadoyteníaellibroensuregazo.

—Ellibro…¿Dóndeloha…?—Loherobado.Porprimeravez,FaberenarcólascejasymiródirectamentealrostrodeMontag.—Esustedvaliente.—No—dijoMontag—.Miesposaestámuriéndose.Unaamigamíahamuertoya.Alguienque

hubiesepodidoserunamigo,fuequemadohacemenosdeveinticuatrohoras.Ustedeselúnicoquemeconstapodríaayudarme.Aver.Aver…

LasmanosdeFabersemovieroninquietassobresusrodillas.—¿Mepermite?Disculpe.Montagleentregóellibro.—Hacemuchísimotiempo.Nosoyunapersonareligiosa.Perohacemuchísimotiempo.—Faber

fuepasandolaspáginas,deteniéndoseaquíyallíparaleer.—Estanbuenocomocreorecordar.Diosmío,dequémodolohancambiadoennuestros«salones».Cristoesunodela«familia».Amenudo,mepreguntosireconoceráaSupropioHijotalcomolohemosdisfrazado.Ahora,esuncaramelodementa,todoazúcaryesencia,cuandonohacereferenciasveladasaciertosproductoscomercialesquetodo fielnecesita imprescindiblemente.—Faberolisqueóel libro—.¿Sabíaque los libroshuelen anuezmoscadaoaalgunaotraespeciaprocedentedeunatierralejana?Deniño,meencantabaolerlos.¡Diosmío! En aquella época, había una serie de libros encantadores, antes de que los dejáramosdesaparecer.—Faber ibapasando laspáginas—.Mr.Montag,estáustedviendoauncobarde.Hacemuchísimo tiempo, vi cómo iban las cosas. No dije nada. Soy uno de los inocentes que hubiesepodidolevantarlavozcuandonadieestabadispuestoaescucharalos«culpables»,peronohabléy,deestemodo,meconvertí,amivezenunculpable.Ycuando,porfin,establecieronelmecanismopara quemar los libros, por medio de los bomberos, rezongué unas cuantas veces y me sometí,porqueyanohabíaotrosque rezongaranogritaran conmigo.Ahora esdemasiado tarde.—FabercerrólaBiblia—.Bueno,¿ysimedijeraparaquéhavenido?

—Nadieescuchaya.Nopuedohablaralasparedesporqueéstasestánchillándomeamí.Nopuedohablarconmiesposa,porqueellaescuchaalasparedes.Sóloquieroalguienqueoigaloquetengoque decir.Y quizás si hablo lo suficiente, diga algo con sentido.Y quiero queme enseñe usted acomprenderloqueleo.

FaberexaminóeldelgadorostrodeMontag.—¿Cómoharecibidoestaconmoción?¿Quélehaarrancadolaantorchadelasmanos?—Nolosé.Tenemostodolonecesarioparaserfelices,peronolosomos.Faltaalgo.Miréami

alrededor.Loúnico queme constaba positivamente que había desaparecido eran los libros que heayudadoaquemarendiezodoceaños.Así,pues,hepensadoqueloslibrospodríanservirdeayuda.

—Esustedunrománticosinesperanza—dijoFaber—.Resultaríadivertidosinofuesetangrave.No son libros lo que usted necesita, sino alguna de las cosas que en un tiempo estuvieron en loslibros.Elmismodetalleinfinitoylasmismasenseñanzaspodríanserproyectadosatravésderadios

ytelevisores,peronoloson.No,no:nosonlibrosloqueustedestábuscando.Búsquelodondepuedaencontrarlo, en viejos discos, en viejas películas y en viejos amigos; búsquelo en laNaturaleza ybúsqueloporsímismo.Loslibrossóloeranuntipodereceptáculodondealmacenábamosunaseriedecosasquetemíamosolvidar.Nohaynadamágicoenellos.Lamagiasóloestáenloquedicenloslibros, encómounían losdiversosaspectosdelUniversohasta formarunconjuntoparanosotros.Desde luego, usted no puede saber esto, sigue sin entender lo que quiero decir conmis palabras.Intuitivamente,tieneustedrazón,yesoesloqueimporta.Faltantrescosas.

»Primera: ¿Sabe por qué libros como éste son tan importantes?Porque tienen calidad.Y, ¿quésignifica lapalabracalidad?Paramí, significa textura.Este libro tieneporos, tiene facciones.Estelibropuedecolocarsebajoelmicroscopio.Atravésdelalenteencontraríavida,huellasdelpasadoen infinita profusión.Cuantosmás poros,más detalles de la vida verídicamente registrados puedeobtener de cada hoja de papel, cuantomás «literario» se vea. En todo caso, ésa esmi definición.Detallerevelador.Detallereciente.Losbuenosescultorestocanlavidaamenudo.Losmediocressólopasanapresuradamentelamanoporencimadeella.Losmalosviolanyladejanporinútil.

»¿Se dan cuenta, ahora, de por qué los libros son odiados y temidos?Muestran los poros delrostrodelavida.Lagentecomodonasólodeseacarasdelunallena,sinporos,sinpelo,inexpresivas.Vivimosenunaépocaenquelasflorestratandevivirdeflores,enlugardecrecergraciasalalluviayalnegroestiércol. Incluso losfuegosartificiales,peseasubelleza,procedende laquímicade latierra. Y, sin embargo, pensamos que podemos crecer, alimentándonos con flores y fuegosartificiales,sincompletarelciclo,deregresoalarealidad.ConoceráustedlaleyendadeHérculesyde Anteo, gigantesco luchador, cuya fuerza era increíble en tanto estaba firmemente plantado entierra.PerocuandoHércules lo sostuvoenelaire, sucumbió fácilmente.Sienesta leyendanohayalgoquepuedeaplicarseanosotros,hoy,enestaciudad,entoncesesqueestoycompletamenteloco.Bueno,ahíestáloprimeroquehedichoquenecesitábamos.Calidad,texturadeinformación.»

—¿Ylosegundo?—Ocio.—Oh,disponemosdemuchashorasdespuésdeltrabajo.—Dehorasdespuésdeltrabajo,sí,pero,¿ytiempoparapensar?Sinoseconduceunvehículoa

cientocincuentakilómetrosporhora,demodoquesólopuedepensarseenelpeligroquesecorre,seestá interviniendoenalgún juegooseestásentadoenunsalón,dondees imposiblediscutirconeltelevisordecuatroparedes.¿Porqué?Eltelevisores«real».Esinmediato,tienedimensión.Tedicelo que debes pensar y te lo dice a gritos. Ha de tener razón. Parece tenerla. Te hostiga tanapremiantemente para que aceptes tus propias conclusiones, que tu mente no tiene tiempo paraprotestar,paragritar:«¡Quétontería!»

—Sólola«familia»esgente.—¿Quédice?—Miesposaafirmaqueloslibrosnoson«reales».—YgraciasaDiosporello.Unopuedecerrarlos,decir«Aguardaunmomento.»Unoactúacomo

unDios.Pero,¿quiénsehaarrancadoalgunavezdelagarraquelesujetaunavezsehainstaladoenunsalóncontelevisor?¡Ledaaunolaformaquedesea!Esmedioambiente tanauténticocomoelmundo.Seconvierteyes laverdad.Loslibrospuedensercombatidosconmotivo.Pero,contodos

misconocimientosyescepticismo,nuncahesidocapazdediscutirconunaorquestasinfónicadeuncentenardeinstrumentos,atodocolor,entresdimensiones,yformandoparte,almismotiempo,deesos increíbles salones.Comove,mi salón consisteúnicamente en cuatroparedesdeyeso.Yaquítengoesto—mostródospequeñostaponesdegoma—.Paramisorejascuandoviajoenel«Metro».

—«Dentífrico Denham»; no mancha, ni se reseca —dijo Montag, con los ojos cerrados—.¿Adóndeiremosaparar?¿Podríanayudarnosloslibros?

—Sólosilaterceracondiciónnecesariapudierasernosconcedida.Laprimera,comohedicho,escalidad de información. La segunda, ocio para asimilarla. Y la tercera: el derecho a emprenderaccionesbasadasenloqueaprendemosporlainteracciónoporlaacciónconjuntadelasotrasdos.Ymecuestacreerqueunviejoyunbomberoarrepentidopuedenhacergrancosaenunasituacióntanavanzada…

—Puedoconseguirlibros.—Correustedunriesgo.—Eso es lo bueno de estar moribundo. Cuando no se tiene nada que perder, pueden correrse

todoslosriesgos.—¡Acabadedecirustedunafraseinteresante!—dijo,riendo,Faber—.Inclusosinhaberlaleído.—Enloslibroshaycosasasí.Peroéstasemehaocurridoamísolo.—Tantomejor.Nolahainventadoparamíoparanadie,nisiquieraparasímismo.Montagseinclinóhaciadelante.—Esta tarde, se me ha ocurrido que si resultaba que los libros merecían la pena, podríamos

conseguirunaprensaeimprimiralgunosejemplares…—¿Podríamos?—Ustedyyo.—¡Oh,no!Faberseirguióensuasiento.—Déjemequeleexpliquemiplan…—Siinsisteencontármelo,deberépedirlequesemarche.—Pero,¿noestáustedinteresado?—No, si empieza a hablar de algo que podría hacerme terminar entre las llamas. Sólo podría

escucharle,silaestructuradelosbomberospudiesearder,asuvez.Ahorabien,sisugiereustedqueimprimamosalgunoslibrosynoslasarreglemosparaesconderlosenloscuartelesdebomberosdetodoelpaís,demodoquelassospechascayesensobreesosincendiarios,diría:¡Bravo!

—Dejar los libros,dar la alarmayver cómoarden los cuartelesdebomberos. ¿Eseso loquequieredecir?

FaberenarcólascejasymiróaMontagcomosiestuvieseviendoaotrohombre.—Estababromeando.—Si cree que valdría la pena intentar ese plan, tendría que aceptar su palabra de que podría

ayudarnos.—¡Noesposiblegarantizarcosasasí!Despuésdetodo,cuando tuviésemos todos los librosque

necesitásemos, aún insistiríamos en encontrar el precipiciomás alto para lanzarnos al vacío.Peronecesitamos un respirador. Necesitamos conocimientos. Y tal vez dentro de un millar de años,

podríamosencontrarbarrancosmáspequeñosdesdelosquesaltar.Loslibrosestánpararecordarnoslotontosyestúpidosquesomos.SonlaguardiapretorianadeCésar,susurrandomientrastienelugareldesfileporlaavenida:«Recuerda,César,eresmortal.»Lamayoríadenosotrosnopodemosandarcorriendo por ahí, hablando con todo el mundo, ni conocer todas las ciudades del mundo, puescarecemosdedineroodeamigos.Loqueustedandabuscando,Montag,estáenelmundo,peroelúnicomedio para que una persona corriente vea el noventa y nueve por ciento de ello está en unlibro.Nopida garantías.Yno espere ser salvadoporalguna cosa, persona,máquina o biblioteca.Realicesupropialaborsalvadora,ysiseahoga,muera,porlomenos,sabiendoquesedirigíahacialaplaya.

Faberselevantóyempezóapasearporlahabitación.—¿Bien?—preguntóMontag.—¿Hablacompletamenteenserio?—Completamente.—Esunplan insidioso, si es quepuedodecirlo.—Fabermiró, nervioso, hacia la puerta de su

dormitorio—.Ver los cuarteles de bomberos ardiendo en todo el país, destruidos como nidos detraición.¡Lasalamandradevorandosurabo!¡Oh,Dios!

—Tengounalistadetodaslasresidenciasdebomberos.Conunpocodelaborsubterránea…—No es posible confiar en la gente, eso es lomalo del caso. ¿Quién, además de usted y yo,

prenderáesosfuegos?—¿Nohayprofesorescomousted,antiguosescritores,historiadores,lingüistas…?—Hanmuertoosonmuyviejos.—Cuantomásviejos,mejor.Pasaráninadvertidos.Ustedconoceadocenasdeellos,admítalo.—¡Oh,haymuchosactoresquenohaninterpretadoaPirandello,aShawoaShakespearedesde

añosporquesusobrassondemasiadoconscientesdelmundo.Podríamosutilizarelenojodeéstos.Ypodríamos emplear la rabia honesta de los historiadores que no han escrito una línea desde hacecuarentaaños.Esverdad,podríamosorganizarclasesdemeditaciónydelectura.

—¡Sí!—Peroesosóloserviríaparamordisquearlosbordes.Todalaculturaestádeshecha.Elesqueleto

necesita un nuevo andamiaje y una nueva reconstitución. ¡VálgameDios!No es tan sencillo comorecogerunlibroquesedejóhacemediosiglo.Recuerde,losbomberoscasinuncaactúan.Elpúblicohadejadodeleerporpropiainiciativa.Ustedes,losbomberos,constituyenunespectáculoenelque,de cuando en cuando, se incendia algún edificio, y la multitud se reúne a contemplar la bonitahoguera,pero,enrealidad,setratadeunespectáculodesegundafila,apenasnecesarioparamantenerladisciplina.Demodoquemuypocosdeseanyarebelarse.Y,deesospocos,lamayoría,comoyo,seasustanconfacilidad.¿PuedeustedandarmásaprisaqueelPayasoBlanco,gritarmásaltoque«Mr.Gimmick» y las «familias» de la sala de estar? Si puede, se abrirá camino,Montag. En cualquiercaso,esusteduntonto.Lagentesedivierte.

—¡Seestásuicidando,asesinando!Unvuelodebombarderoshabía estadodesplazándosehacia elEste,mientras ellos hablaban, y

sólo entonces los dos hombres callaron para escuchar, sintiendo resonar dentro de sí mismos elpenetrantezumbidodelosreactores.

—Paciencia, Montag. Qué la guerra elimine a las «familias». Nuestra civilización estádestrozándose.Apártesedelacentrífuga.

—Cuandoacabeporestallar,alguientienequeestarpreparado.—¿Quién?¿HombresquerecitenaMilton?¿Quédigan:recuerdoaSófocles?¿Recordandoalos

supervivientesqueelhombretienetambiénciertosaspectosbuenos?Loúnicoqueharánseráreunirsuspiedrasparaarrojárselaslosunosalosotros.Váyaseacasa,Montag.Váyasealacama.¿Porquédesperdiciarsushorasfinales,dandovueltasensujaulayafirmandoquenoesunaardilla?

—Así,pues,¿yanoleimportanada?—Meimportatantoqueestoyenfermo.—¿Ynoquiereayudarme?—Buenasnoches,buenasnoches.LasmanosdeFaberrecogieronlaBiblia.Montagvioestaacciónyquedósorprendido.—¿Desearíaposeeresto?Faberdijo:—Daríaelbrazoderechoporella.Montagpermanecióquieto,esperandoaqueocurrieraalgo.Susmanos,porsísolas,comodos

hombresquetrabajaranjuntos,empezaronaarrancarlaspáginasdellibro.Lasmanosdesgarraronlacubiertay,después,laprimeraylasegundapágina.

—¡Estúpido!¿Quéestáhaciendo?Faber se levantó de un salto, como si hubiese recibido un golpe. Cayó sobreMontag. Éste le

rechazóydejóquesusmanosprosiguieran.Seispáginasmáscayeronalsuelo.MontaglasrecogióyagitóelpapelbajolasnaricesdeFaber.

—¡No,oh,nolohaga!—dijoelviejo.—¿Quiénpuedeimpedírmelo?Soybombero.¡Puedoquemarlo!Elviejoselequedómirando.—Nuncaharíaeso.—¡Podría!—Ellibro.Nolodesgarremás.—Fabersederrumbóenunasilla,conelrostromuypálidoyla

bocatemblorosa—.Nohagaquemesientamáscansado.¿Quédesea?—Necesitoquemeenseñe.—Estábien,estábien.Montagdejóel libro.Empezóarecogerelpapelarrugadoyaalisarlo,en tantoqueelviejo le

mirabaconexpresióndecansancio.Fabersacudiólacabezacomosiestuviesedespertandoenaquelmomento.

—Montag,¿tienedinero?—Unpoco.Cuatrocientosoquinientosdólares,¿porqué?—Tráigalos. Conozco a un hombre que, hace medio siglo, imprimió el diario de nuestra

Universidad.Fueelañoenque,alacudiralaclase,alprincipiodelnuevosemestre,sóloencontréaunestudiantequequisieraseguirelcursodramático,desdeEsquilohastaO'Neil¿Love?Eracomounahermosaestatuadehieloque sederritierabajo el sol.Recuerdoque losdiariosmoríancomogigantescasmariposas.No interesaban a nadie.Nadie les echaba en falta.Y elGobierno, al darse

cuentadeloventajosoqueeraquelagenteleyesesóloacercadelabiosapasionadosydepuñetazosenelestómago, redondeó lasituaciónconsusdevoradores llameantes.Demodo,Montag,quehayese impresor sin trabajo. Podríamos empezar con unos pocos libros, y esperar a que la guerracambiaralascosasynosdieraelimpulsoquenecesitamos.Unascuantasbombas,yenlasparedesdetodas las casas las «familias» desaparecerán como ratas asustadas. En el silencio, nuestro susurropudieraseroído.

Ambossequedaronmirandoellibroquehabíaenlamesa.—Hetratadoderecordar—dijoMontag—.Pero¡diablo!,encuantovuelvolacabeza,loolvido.

¡Dios!¡Cuántodeseoteneralgoquedeciralcapitán!Haleídobastante,ysesabetodaslasrespuestas,oloparece.Suvozescomoalmíbar.Temoquemeconvenzaparaquevuelvaasercomoeraantes.Hace sólo una semana, mientras rociaba con petróleo unos libros, pensaba: «¡Caramba, quédivertido!»

Elviejoasintióconlacabeza.—Los que no construyen deben destruir. Es algo tan viejo como laHistoria y la delincuencia

juvenil.—Demodoqueesoesloqueyosoy.—Entodosnosotroshayalgodeello.Montagsedirigióhacialapuertadelacalle.—¿Puedeayudarmedealgúnmodoparaestanoche,conmicapitán?Necesitounparaguasqueme

protejadelalluvia.Estoytanasustadoquemeahogarésivuelveameterseconmigo.Elviejonodijonada,ymiróotravezhaciasudormitorio,muynervioso.Montagcaptólamirada.—¿Bien?Elviejo inspiróprofundamente, retuvoelalientoy, luego, loexhaló.Repitió laoperación,con

losojoscerrados,labocaapretada,y,porúltimo,soltóelaire.—Montag…Elviejoacabóporvolverseydecir:—Venga. En realidad, me proponía dejar que se marchara de mi casa. Soy un viejo tonto y

cobarde.FaberabriólapuertadeldormitorioeintrodujoaMontagenunapequeñahabitación,dondehabía

unamesasobrelaqueseencontrabaciertonúmerodeherramientasmetálicas,juntoconunamasijodealambresmicroscópicos,pequeñosresortes,bobinasylentes.

—¿Quéeseso?—preguntóMontag.—Unapruebademitremendacobardía.Hevividosolodemasiadosaños,arrojandoconmimente

imágenes a las paredes. Lamanipulación de aparatos electrónicos y radiotransmisores ha sidomientretenimiento.Micobardíaestanapasionada,complementandoelespíriturevolucionarioqueviveasusombra,quemehevistoobligadoadiseñaresto.

Fabercogióunpequeñoobjetodemetal,nomayorqueunabaladefusil.—Hepagado por esto…¿Cómo? Jugando a laBolsa, claro está, el último refugio delmundo

paralosintelectualespeligrososysintrabajo.Bueno,hejugadoalaBolsa,heconstruidotodoestoyheesperado.Heesperado,temblando,lamitaddemivida,aquealguienmehablara.Nomeatrevíaa

hacerloconnadie.Aqueldía,enelparque,cuandonossentamosjuntos,comprendíquealgunavezquizá se presentase usted, con fuego o amistad, resultaba difícil adivinarlo.Hacemeses que tengopreparadoesteaparatito.Peroheestadoapuntodedejarquesemarcharausted,tantomiedotengo.

—Pareceunaradioauricular.—¡Yalgomás!¡Oye!Siseloponeensuoreja,Montag,puedosentarmecómodamenteencasa,

calentando mis atemorizados huesos, y oír y analizar el mundo de los bomberos, descubrir susdebilidades,sinpeligro.Soylareinaabeja,bienseguraenlacolmena.Ustedseráelzángano,laorejaviajera. En caso necesario, podría colocar oídos en todas las partes de la ciudad, con diversoshombres, que escuchen y evalúen. Si los zánganosmueren, yo sigo a salvo en casa, cuidandomitemor con unmáximo de comodidad y unmínimo de peligro. ¿Se da cuenta de lo precavido quellegoaser,delodespreciablequellegoaresultar?

Montagsecolocóelpequeñoobjetometálicoenlaoreja.Elviejoinsertóotrosimilarenlasuyaymovióloslabios.

—¡Montag!LavozsonóenlacabezadeMontag.—¡Leoigo!Faberseechóareír.—¡Suvoztambiénmellegaperfectamente!—Susurróelviejo.Perolavozsonabaconclaridad

en la cabeza de Montag—. Cuando sea hora, vaya al cuartel de bomberos. Yo estaré con usted.EscuchemoslosdosaesecapitánBeatty.Pudieraserunodelosnuestros.¡SabeDios!Lediréloquedebe decir. Representaremos una buena comedia para él. ¿Me odia por esta cobardía electrónica?Aquíestoy,enviándolehaciaelpeligro,entantoqueyomequedoenlastrincheras,escuchandoconmimalditoaparatocómoustedsejuegalacabeza.

—Todos hacemos lo que debemos hacer—dijoMontag. Puso laBiblia enmanos del viejo—.Tome.Correréelriesgodeentregarotrolibro.Mañana…

—Veréalimpresorsintrabajo.Sí,esopuedohacerlo.—Buenasnoches,profesor.—No,buenasnoches,no.Estaréconustedelrestodelanoche,comouninsectoquelehostigará

eloídocuandomenecesite.Pero,detodosmodos,buenasnochesybuenasuerte.Lapuertaseabrióysecerró.Montagseencontróotravezenlaoscuracalle,frentealmundo.

Podíapercibirsecómolaguerraseibagestandoaquellanocheenelcielo.Lamaneracomolasnubesdesaparecíanyvolvíanaasomar,yelaspectodelasestrellas,unmillóndeellasflotandoentrelas nubes, como los discos enemigos, y la sensación de que el cielo podía caer sobre la ciudad yconvertirlaenpolvo,mientraslalunaestallabaenfuegorojo;ésaeralasensaciónqueproducíalanoche.

Montagsaliódel«Metro»coneldineroenelbolsillo.HabíavisitadoelBancoquenocerrabaentoda lanoche,gracias a su serviciodecajeros automáticos,ymientras andaba, escuchaba la radioauricularque llevabaenunaoreja…«Hemosmovilizadoaunmillóndehombres.Conseguiremosunarápidavictoriasiestallalaguerra…»Lamúsicadominórápidamentelavozyseapagódespués.

—Diezmillonesdehombresmovilizados—susurrólavozdeFaberenelotrooídodeMontag—.Perodiceunmillón.Resultamástranquilizador.

—¿Faber?—Sí.—No estoy pensando. Sólo hago lo que se me dice, como siempre. Usted me ha pedido que

tuviera dinero, y ya lo tengo. Ni siquiera me he parado a meditarlo. ¿Cuándo empezaré a teneriniciativaspropias?

—Haempezadoya,alpronunciaresaspalabras.Tendráquefiarsedemí.—¡Meheestadofiandodelosdemás!—Sí,yfíjeseadóndehemosidoaparar.Durantealgúntiempo,deberácaminaraciegas.Aquíestá

mibrazoparaguiarle.—Noquierocambiardebandoyquesólosemediga loquedebohacer.Entalcaso,nohabría

razónparaelcambio.—¡Esustedmuysensato!Montagsintióquesuspieslellevabanporlaacerahaciasucasa.—Sigahablando.—¿Legustaríaqueleyesealgo?Loharéparaquepuedarecordarlo.Porlasnoches,sóloduermo

cincohoras.Notengonadaquehacer.Demodoque,silodesea,leleerédurantelasnoches.Dicenquesialguientesusurralosconocimientosaloídoinclusoestandodormido,seretienen.

—Sí.—¡Ahíva!—Muylejos,enlanoche,alotroladodelaciudad,ellevísimosusurrodeunapágina

alvolverse—.ElLibrodeJob.Lalunaseelevóenelcielo,entantoqueMontagandaba.Suslabiossemovíanligerísimamente.

EranlasnuevedelanocheyestabatomandounacenaligeracuandoseoyóelruidodelapuertadelacalleyMildredsaliócorriendocomounnativoquehuyeradeunaerupcióndelVesubio.Mrs.PhelpsyMrs.Bowlesentraronporlapuertadelacalleysedesvanecieronenlabocadelvolcáncon«martinis»ensusmanos.Montagdejódecomer.Erancomounmonstruosocandelabrodecristalqueprodujeseunmillardesonidos,yMontagviosussonrisasfelinasatravesandolasparedesdelacasaycómochillabanparahacerseoír.

Montagseencontróenlapuertadelsalón,conlabocallenaaúndecomida.—¡Todastenéisunaspectoestupendo!—Estupendo.—¡Estásmagnífica,Millie!—Magnífica.—¡Esextraordinario!—¡Extraordinario!Montaglaobservó.—Paciencia—susurróFaber.—No debería de estar aquí —murmuró Montag, casi para sí mismo—. Tendría que estar en

caminoparallevarleeldinero.—Mañanahabrátiempo.¡Cuidado!—¿Verdadqueeseespectáculoesmaravilloso?—preguntóMildred.—¡Maravilloso!

Enunadelasparedes,unamujersonreíaalmismotiempoquebebíazumodenaranja.«¿Cómoharálasdoscosasalavez?»,pensóMontag,absurdamente.Enlasotrasparedes,unaradiografíadela misma mujer mostraba el recorrido del refrescante brebaje hacia el anhelante estómago. Derepente, lahabitacióndespegódeunvueloraudohacia lasnubes,se lanzóenpicadosobreunmarverdoso, donde peces azules se comían otros peces rojos y amarillos. Unminutomás tarde, tresmuñecos de dibujos animados se destrozaronmutuamente los miembros con acompañamiento degrandes oleadas de risa. Dos minutos más tarde, y la sala abandonó la ciudad para ofrecer elespectáculo de unos autos a reacción que recorrían velozmente un autódromo golpeándose unoscontraotrosincesantemente.Montagvioquealgunoscuerposvolabanporelaire.

—¿Hasvistoeso,Millie?—¡Lohevisto,lohevisto!Montag alargó la mano y dio vuelta al conmutador del salón. Las imágenes fueron

empequeñeciéndosecomosielaguadeungigantescorecipientedecristal,conpeceshistéricos,seescapara.

LastresmujeressevolvieronconlentitudymiraronaMontagconnodisimuladairritación,quefueconvirtiéndoseendesagrado.

—¿Cuándocreéisquevaaestallarlaguerra?—preguntóél—.Veoquevuestrosmaridosnohanvenidoestanoche.

—Oh,vienenyvan,vienenyvan—dijoMrs.Phelps—.Unayotravez.ElEjércitollamóayeraPete.Estaráderegresolasemanapróxima.EsohadichoelEjército.Unaguerrarápida.Cuarentayochohoras,ytodosacasa.EsoesloquehadichoelEjército.Unaguerrarápida.Petefuellamadoayerydijeronqueestaríaderegresolasemanapróxima.Unaguerra…

Lastresmujeresseagitaronymiraron,nerviosas,lasvacíasparedes.—No estoy preocupada —dijo Mrs. Phelps—. Dejo que sea Pete quien se preocupe. —Rió

estridentemente—.QuéseaelviejoPetequiencarguecon laspreocupaciones.Noyo.Yonoestoypreocupada.

—Sí—dijoMillie—.QuéelviejoPetecargueconlaspreocupaciones.—Dicenquesiempremuereelmaridodeotra.—Tambiénloheoídodecir.Nuncaheconocidoningúnhombrequemurieseenunaguerra.Qué

sematara arrojándose desde un edificio, sí, como lo hizo elmaridodeGloria, la semanapasada.Peroacausalasguerras,no.

—Noa causade las guerras—dijoMrs.Phelps—.De todosmodos,Pete y yo siemprehemosdichoquenadadelágrimasnialgoporelestilo.Eseltercermatrimoniodecadaunodenosotros,ysomos independientes. Seamos independientes, decimos siempre. Él me dijo: «Si me liquidan, túsigueadelanteynollores.Cásateotravezynopiensesenmí.»

—Ahoraquerecuerdo—dijoMildred—,¿visteisanoche,enlatelevisión,laaventuraamorosadecincominutosdeClaraDove?Bueno,puessereferíaaesamujerque…

Montagnohabló,ycontemplólosrostrosdelasmujeres,delmismomodoque,enunaocasión,habíaobservadolosrostrosdelossantosenunaextrañaiglesiaenqueentrósiendoniño.Losrostrosde aquellos muñecos esmaltados no significaban nada para él, pese a que les hablaba y pasabamuchos ratos en aquella iglesia, tratando de identificarse con la religión, de averiguar qué era la

religión,intentandoabsorberelsuficienteinciensoypolvillodellugarparaquesusangresesintieraafectadaporelsignificadodeaquelloshombresymujeresdescoloridos,conlosojosdeporcelanaylos labios rojos como rubíes. Pero no había nada, nada; era como un paseo por otra tienda, y sumonedaeraextrañaynopodíautilizarseallí,ynosentíaningunaemoción,nisiquieracuandotocabala madera, el yeso y la arcilla. Lo mismo le ocurría entonces, en su propio salón, con aquellasmujeresrebullendoensusbutacasbajolamiradadeél,encendiendocigarrillos,exhalandonubesdehumo, tocando sus cabellerasdescoloridasy examinando sus enrojecidasuñas, queparecían arderbajo la mirada de él. Los rostros de las mujeres fueron poniéndose tensos, en el silencio. SeadelantaronensusasientosaloírelsonidoqueprodujoMontagcuandotragóelúltimobocadodecomida.Escucharonlarespiraciónfebrildeél.Lastresvacíasparedesdelsalónerancomopálidospárpados de gigantes dormidos, vacíos de sueños. Montag tuvo la impresión de que si tocabaaquellostrespárpadossentiríaunligerosudorsalobreenlapuntadelosdedos.Latranspiraciónfueaumentandoconelsilencio,asícomoeltemblornoaudiblequerodeabaalastresmujeres,llenasdetensión.Encualquiermomento,podíanlanzarunlargosiseoyestallar.

Montagmovióloslabios.—Charlemos.Lasmujeresselequedaronmirando.—¿Cómoestánsushijos,Mrs.Phelps?—preguntóél.—¡Sabequenotengoninguno!¡Nadieensujuiciolostendría,bienlosabeDios!—exclamóMrs.

Phelps,nomuyseguradeporquéestabafuriosacontraaquelhombre.—Yonoafirmaríatalcosa—dijoMrs.Bowles—.Hetenidodoshijosmedianteunacesárea.No

tieneobjetopasar tantasmolestiasporunbebé.Elmundohade reproducirse, la razahadeseguiradelante.Además,hayveces enque salen igualitos a ti, y eso resulta agradable.Condos cesáreas,estuve lista. Sí, señor. ¡Oh! El doctor dijo que las cesáreas no son imprescindibles, tenía buenascaderas,quetodoiríanormalmente,yoinsistí.

—Con cesárea o sin ella, los niños resultan ruinosos. Estás completamente loca —dijo Mrs.Phelps.

—Tengoalosniñosenlaescuelanuevedíasdecadadiez.Meentiendoconelloscuandovienenacasa, tres días al mes. No es completamente insoportable. Los pongo en el «salón» y conecto eltelevisor.Escomolavarropa;metolacoladaenlamáquinaycierrolatapadera.—Mrs.Bowlesrióentre dientes—. Son tan capaces de besarme como de pegarme una patada. ¡Gracias a Dios, yotambiénsépegarlas!

Lasmujeresrieronsonoramente.Mildredpermaneciósilenciosaunmomentoy,luego,alverqueMontagseguíajuntoalapuerta,

diounapalmada.—¡Hablemosdepolítica,asíGuyestarácontento!—Me parece estupendo —dijo Mrs. Bowles—. Voté en las últimas elecciones, como todo el

mundo,y lohiceporelpresidenteNoble.Creoqueesunode loshombresmásatractivosquehanllegadoalapresidencia.

—Pero,¿quémedecísdelhombrequepresentaronfrenteaél?—Noera gran cosa, ¿verdad?Pequeñajoy tímido.No ibamuybien afeitadoy apenas si sabía

peinarse.—¿Qué idea tuvieron los«Outs»parapresentarlo?Noesposiblecontenderconunhombre tan

bajitocontraotrotanalto.Además,tartamudeaba.Lamitaddeltiemponoentendíloquedecía.Ynopodíaentenderlaspalabrasqueoía.

—Tambiénestabagordoynointentabadisimularloconsumododevestir.Noesextrañoquelamasa votara porWinston Noble. Incluso los hombres ayudaron. Comparad aWinston Noble conHubberHoagdurantediezsegundos,yyacasipuedenadivinarselosresultados.

—¡Malditasea!—gritóMontag—.¿QuésabenustedesdeHoagydeNoble?—¡Caramba!Nohaceniseismesesestuvieronenesamismísimapared.Unodeellosserascaba

incesantementelanariz.Meponíamuynerviosa.—Bueno,Mr.Montag—dijoMrs.Phelps—,¿queríaquevotásemosporunhombreasí?Mildredmostróunaradiantesonrisa.—Serámejorqueteapartesdelapuerta,Guy,ynonospongasnerviosas.PeroMontagsemarchóyregresóalinstanteconunlibroenlamano.—¡Guy!—¡Malditoseatodo,malditoseatodo,malditosea!—¿Qué tienes ahí? ¿No es un libro? Creía que, ahora, toda la enseñanza especial se hacía

mediantepelículas.—Mrs.Phelpsparpadeó—.¿Estáestudiandolateoríadelosbomberos?—¡Aldiablolateoría!—dijoMontag—.Estoespoesía.—Montag.Unsusurro.—¡Dejadmetranquilo!Montagsediocuentadequedescribióungrancírculo,mientrasgritabaygesticulaba.—Montag,detente,no…—¿Las has oído, has oído a esosmonstruos demonstruos? ¡Oh,Dios! ¡De quémodo charlan

sobre lagenteysobresuspropioshijosysobreellasmismasy también respectoasusesposos,ysobrelaguerra,malditassean!,yaquíestán,ynopuedocreerlo.

—Hedeparticiparlequenohedichoniunasolapalabraacercadeningunaguerra—replicóMrs.Phelps.

—Encuantoalapoesía,ladetesto—dijoMrs.Bowles.—¿Haleídoalguna?—Montag.—LavozdeFaberresonóensuinterior—.Lohundirátodo.¡Cállese,noseaestúpido!Lastresmujeressehabíanpuestoenpie.—¡Siéntense!Sesentaron.—Memarchoacasa—tartamudeóMrs.Bowles.—Montag,Montag,porfavor,ennombredeDios,¿quéseproponeusted?—suplicóFaber.—¿Porquénonos leeustedunodeesospoemasdesu librito?—propusoMrs.Phelps—.Creo

queseríamuyinteresante.—¡Esonoestábien!—gimióMrs.Bowles—.Nopodemoshacerlo.—Bueno,miraaMr.Montag,éllodesea,senota.Ysiescuchamosatentamente,Mr.Montagestará

contentoy,luego,quizápodamosdedicarnosaotracosa.Lamujermiró,nerviosa,elextensovacíodelasparedesquelesrodeaban.—Montag, si sigue con esto cortaré la comunicación, cerraré todo contacto —susurró el

auricularensuoído—.¿Dequésirveesto,quédeseademostrar?—¡Pegarlesunsustotremendo,sóloeso!¡Darlesunbuenescarmiento!Mildredmiróasualrededor.—Oye,Guy,¿conquiénestáshablando?UnaagujadeplatataladróelcerebrodeMontag.—Montag,escuche,sólohayunaescapatoria,digaquesetratadeunabroma,disimule,finjano

estarenfadado.Luego,diríjasealincineradordeparedyecheellibrodentro.Mildredanticipóestoconvoztemblorosa.—Amigas, una vez al año, cada bombero está autorizado para llevarse a casa un libro de los

viejostiempos,afindedemostrarasufamiliacuánabsurdoeratodo,cuánnerviosopuedeponeraunoesascosas,cuándemente.LasorpresaqueGuynosreservaparaestanocheesleerosunamuestraquerevelaloembrolladasqueestánlascosas.Asípues,ningunadenosotrastendráquepreocuparsenuncamásacercadeesabasura,¿noesverdad?

—Diga«sí».SubocasemoviócomoladeFaber:—Sí.Mildredseapoderódellibro,altiempoquelanzabaunacarcajada.—¡Dame!Leeéste.No,ya locojoyo.Aquíestáeseverdaderamentedivertidoquehas leídoen

vozaltahaceunrato.Amigas,noentenderéisniunapalabra.Sólodicedespropósitos.Adelante,Guy,esenestapágina.

Montagmirólapáginaabierta.Unamoscaagitólevementelasalasdentrodesuoído.—Lea.—¿Cómosetitula?—Palomaenlaplaya.Teníalabocainsensible.—Ahora,léeloenvozaltayclara,yhazlolentamente.Enlasala,hacíauncalorsofocante;Montagsesentíallenodefuego,llenodefrialdad;estaban

sentadosenmediodeundesiertovacío,contressillasyélenpie,balanceándosemientrasesperabaaqueMrs.Phelpsterminaradealisarseelbordedesuvestido,yMrs.Bowlesapartaralosdedosdesucabello. Después empezó a leer con voz lenta y vacilante, que fue afirmándose a medida queprogresabadelínea.Ysuvozatravesóundesierto,lablancura,yrodeóalastresmujeressentadasenaquelgigantescovacío.

ElMaresFeEstuvounavezlleno,envolviendolatierra.Yacíacomolosplieguesdeunbrillantemantodorado.Pero,ahora,sóloescuchosuretumbarmelancólico,prolongado,lejano,

enreceso,alalientodelvientonocturno,juntoalmelancólicobordedelosdesnudosguijarrosdelmundo.

Lossillonesenquesesentabanlastresmujerescrujieron.Montagterminó:

Oh,amor,seamossinceroselunoconelotro.Porelmundoquepareceextenderseantenosotroscomounatierradeensueños,tandiversa,tanbella,tannueva,sintenerenrealidadnialegría,niamor,niluz,nicertidumbre,nisosiego,niayudaeneldolor;Yaquíestamosnosotroscomoenlóbregallanura,agitadosporconfusostemoresdeluchaydehuidadondeignorantesejércitosseenfrentancadanoche.

Mrs.Phelpsestaballorando.Lasotras,enmediodeldesierto,observabansullantoqueibaacentuándosealmismotiempoque

su rostro se contraía y deformaba. Permanecieron sentadas, sin tocarla, asombradas ante aquelespectáculo.Ellasollozabainconteniblemente.ElpropioMontagestabasorprendidoYemocionado.

—Vamos,vamos—dijoMildred—.Estásbien,Clara,dejadellorar.Clara,¿quéocurre?—Yo…yo—sollozóMrs.Phelps—.Nolosé,nolosé,esquenolosé.¡Oh,no…!Mrs.Bowlesselevantóymiró,furiosa,aMontag.—¿Love?Losabía,esoeraloquequeríademostrar.Sabíaquehabíadeocurrir.Siemprelohe

dicho, poesía y lágrimas, poesía y suicidio y llanto y sentimientos terribles, poesía y enfermedad.¡Cuántabasura!Ahoraacabodecomprenderlo.¡Esustedmuymalo,Mr.Montag,esustedmuymalo!

Faberdijo:—Ahora…Montagsintióquesevolvíay,acercándosealaaberturaquehabíaenlapared,arrojóellibroa

lasllamasqueaguardaban.—Tontaspalabras,tontasyhorriblespalabras,queacabanporherir—dijoMrs.Bowles—.¿Por

quéquerrá lagenteheriralprójimo?Comosinohubierasuficientemaldadenelmundo,hayquepreocuparalagenteconmaterialdeesteestilo.

—Clara, vamos, Clara —suplicó Mildred, tirando de un brazo de su amiga—. Vamos,mostrémonosalegres,conectaahorala«familia».Adelante.Riamosyseamosfelices.Vamos,dejadellorar,estamoscelebrandounareunión.

—No—dijoMrs.Bowles—.Memarchodirectamenteacasa.Cuandoquierasvisitarmicasaymi«familia»,magnífico.¡Peronovolveréaponerlospiesenestaabsurdacasa!

—Váyase a casa.—Montag fijó los ojos en ella, serenamente—.Váyase a casa y piense en suprimer marido divorciado, en su segundo marido muerto en un reactor y en su tercer esposodestrozándoseelcerebro.Váyaseacasaypienseeneso,yensumalditacesárea también,yensus

hijos,quelaodianprofundamente.Váyanseacasaypiensenencómohasucedidotodoyensihanhechoalgunavezalgoparaimpedirlo.¡Acasa,acasa!—vociferóMontag—.Antesdequelasderribedeunpuñetazoylasecheapatadas.

Laspuertasgolpearony lacasaquedóvacía.Montagsequedósoloenlafríahabitación,cuyasparedesteníanuncolordenievesucia.

Enelcuartodebañoseoyóaguaquecorría.MontagescuchócómoMildredsacudíaensumanolastabletasdedormir.

—Tonto,Montag,tonto.¡Oh,Dios,quétonto!—repetíaFaberensuoído.—¡Cállese!Montag se quitó la bolita verde de la oreja y se la guardó en un bolsillo. El aparato crepitó

débilmente:«…Tonto…tonto…»Montag registró la casa y encontró los libros que Mildred había escondido apresuradamente

detrásdelrefrigerador.Faltabanalgunos,yMontagcomprendióqueellahabíainiciadoporsucuentaellentoprocesodedispersarladinamitaquehabíaensucasa,cartuchoporcartucho.PeroMontagnosesentíafurioso,sóloagotadoysorprendidodesímismo.Llevóloslibrosalpatioposteriorylosocultóenlosarbustoscontiguosalaverjaquedabaalcallejón.Sóloporaquellanoche,encasodequeelladecidaseguirutilizandoelfuego.

Regresóalacasa.—¿Mildred?Llamóalapuertadeloscurodormitorio.Noseoíaningúnsonido.Fuera,atravesandoelcésped,mientrassedirigíahaciasu trabajo,Montag tratódenovercuán

completamenteoscuraydesiertaestabalacasadeClarisseMcClellan…Mientras se encaminaba hacia la ciudad, Montag estaba tan completamente embebido en su

terribleerrorqueexperimentólanecesidaddeunabondadycordialidadajena,quenacíadeunavozfamiliarysuavequehablabaenlanoche.EnaquellascortashorasleparecíayaquehabíaconocidoaFaber toda lavida.Entonces,comprendióqueélera,enrealidad,dospersonas,queporencimadetodoeraMontag,quiennadasabía,quiennisiquierasehabíadadocuentadequeerauntonto,peroquelosospechaba.Ysupoqueeratambiénelviejoquelehablabasincesar,entantoqueel«Metro»eraabsorbidodesdeunextremoalotrodelaciudad,conunodeaquellosprolongadosymareantessonidosdesucción.Enlosdíassubsiguientes,yenlasnochesenquenohubieraluna,oenlasquebrillara con fuerza sobre la tierra, el viejo seguiría hablando incesantemente, palabraporpalabra,sílabaporsílaba,letraporletra.SumenteacabaríaporimponerseyyanoseríamásMontag,estoeraloqueledecíaelviejo,seloaseguraba,seloprometía.SeríaMontagmásFaber,fuegomásagua.Yluego, un día, cuando todo hubiese estado listo y preparado en silencio, ya no habría ni fuego niagua, sino vino.De dos cosas distintas y opuestas, una tercera.Y, un día, volvería la cabeza paramirar al tonto y lo reconocería. Incluso en aquel momento percibió el inicio del largo viaje, ladespedida,laseparacióndelserquehastaentonceshabíasido.

Era agradable escuchar el ronroneo del aparatito, el zumbido de mosquito adormilado y eldelicadomurmullodelavozdelviejo,primero,riñéndoley,después,consolándole,aaquellahoratanavanzadadelanoche,mientrassalíadelcaluroso«Metro»ysedirigíahaciaelmundodelcuarteldebomberos.

—¡Lástima,Montag, lástima! No les hostigues ni te burles de ellos. Hasta hace muy poco, tútambién has sido uno de esos hombres. Están tan confiados que siempre seguirán así. Pero noconseguiránescapar.Ellosnosabenqueestonoesmásqueungigantescoydeslumbrantemeteoroquedejaunahermosaestelaenelespacio,peroquealgúndíatendráqueproducirimpacto.Ellossólovenelresplandor,lahermosaestela,lomismoquelaveíausted.

»Montag, losviejosquesequedanencasa,cuidandosusdelicadoshuesos,no tienenderechoacriticar.Sinembargo,haestadoapuntodeestropearlotododesdeelprincipio.¡Cuidado!Estoyconusted,noloolvide.Mehagocargodecómohaocurridotodo.Deboadmitirquesurabiaciegamehadadonuevovigor.¡Dios,cuánjovenmehesentido!Pero,ahora…Ahora,quieroqueustedsesientaviejo,quieroquepartedemicobardíasedestileahoraenusted.LassiguienteshorascuandoveaalcapitánBeatty,manténgasecercadeél,déjemequeleoiga,quepercibabienlasituación.Nuestrametaeslasupervivencia.Olvídesedeesassolasyestúpidasmujeres…

—Creo que hace años que no eran tan desgraciadas—dijoMontag—.Me ha sorprendido verllorar a Mrs Phelps. Tal vez tengan razón, quizá sea mejor no enfrentarse con los hechos, huir,divertirse.Nolosé,mesientoculpable…

—¡No, no debe sentirse! Si no hubiese guerra, si reinara paz en el mundo, diría, estupendo,divertíos. Pero,Montag, no debe volver a ser simplemente un bombero.No todo anda bien en elmundo.

Montagempezóasudar.—Montag,¿meescucha?—Mispies—dijoMontag—.Nopuedomoverme.¡Mesientotancondenadamentetonto!¡Mispies

noquierenmoverse!—Escuche. Tranquilícese—dijo el viejo con voz suave—. Lo sé, lo sé. Teme usted cometer

errores. No tema. De los errores, se puede sacar provecho. ¡Si cuando yo era joven arrojabamiignoranciaalacaradelagente!Megolpeabanconbastones.Perocuandocumplíloscuarentaaños,miromoinstrumentohabíasacadounafinayaguzadapunta.Siescondeustedsuignorancia,nadieleatacará y nunca llegará a aprender. Ahora, esos pies, y directo al cuartel de bomberos. Seamosgemelos,yanoestamosnuncasolos.Noestamosseparadosendiversossalones,sincontactoentreambos.Sinecesitaayuda,cuandoBeattyempieceahacerlepreguntas,yoestarésentadoaquí,juntoasutímpano,tomandonotas.

Montagsintióqueelpiederechoy,después,elizquierdoempezabanamoverse.—Viejo—dijo—,quédeseconmigo.ElSabuesoMecániconoestaba.Superreraaparecíavacíayenelcuartelreinabaunsilenciototal,

en tanto que la salamandra anaranjada dormía con la barriga llena de petróleo y las mangueraslanzallamascruzadassobresusflancos.Montagpenetróenaquelsilencio,tocólabarradelatónysedeslizóhaciaarriba,enlaoscuridad,volviendolacabezaparaobservarlaperreradesierta,sintiendoque el corazón se le aceleraba; después, se tranquilizaba; luego, se aceleraba otra vez. Por elmomento,Faberparecíahabersequedadodormido.

Beattyestabajuntoalagujero,esperando,perodeespaldas,comosinoprestaraningunaatención.—Bueno—dijoaloshombresquejugabanalascartas—,ahíllegaunbichomuyextrañoqueen

todoslosidiomasrecibeelnombredetonto.

Alargóunamanodelado,conlapalmahaciaarriba,enesperadeunobsequio.Montagpusoellibroenella.Sinnisiquieramirareltítulo,Beattylotiróalapapelerayencendió

uncigarrillo.—Bienvenido,Montag.Esperoquetequedesconnosotros,ahoraquetehapasadolafiebreyya

noestásenfermo.¿Quieressentarteajugarunamanodepóquer?Se instalaron y distribuyeron los naipes. En presencia de Beatty, Montag se sintió lleno de

culpabilidad. Sus dedos eran como hurones que hubiesen cometido alguna fechoría y ya nuncapudiesendescansar,siempreagitadosyocultosenlosbolsillos,huyendodelamiradapenetrantedeBeatty,MontagtuvolasensacióndequesiBeattyhubiesellegadoalanzarsualientosobreellos,susmanossemarchitarían,iríandeformándoseynuncamásrecuperaríanlavida;habríandepermanecerenterradasparasiempreenlasmangasdesuchaquetaolvidadas.Porqueaquéllaseranlasmanosquehabían obrado por su propia cuenta, independientemente de él, fue en ellas donde se manifestóprimero el impulso apoderarse de libros, de huir con Job y Ruth y Shakespeare; y, ahora, en elcuartel,aquellasmanosparecíanbañadasensangre.

Dosvecesenmediahora,Montag tuvoquedejar lapartidae ir al lavaboa lavarse lasmanos.Cuandoregresaba,lasocultababajolamesa.Beattyseechóareír.

—Muéstranostusmanos,Montag.Noesquédesconfiemosdeti,compréndelo,pero…Todosseecharonareír.—Bueno—dijoBeatty—,lacrisishapasadoyestábien.Laovejaregresaalredil.Todossomos

ovejasquealgunavezsehanextraviado.Laverdadeslaverdad.Alfinaldenuestrocamino,hemosllorado.Aquellos a quienes acompañannobles sentimientos nunca están solos, nos hemosgritado.Dulcealimentodesabiduríamanifestadadulcemente,dijoSirPhilipSidney.Peroporotraparte:Laspalabras son comohojas, y cuantomásabundan raramente se encuentradebajodemasiado frutoosentido,AlexanderPope.¿Quéopinasdeesto?

—Nolosé.—¡Cuidado!—susurróFaber,desdeotromundomuylejano.—¿Odeesto?Unpocodeinstrucciónespeligrosa.Bebecopiosamente,onopruebeselmanantial

delasabiduría;esascorrientesprofundasintoxicanelcerebro,ybeberenabundancianosvuelveaserenar.Pope.Elmismoensayo.¿Dóndetedejaesto?

Montagsemordióloslabios.—Yotelodiré—prosiguióBeatty,sonriendoasusnaipes—.Estotehaembriagadoduranteun

breve plazo. Lee algunas líneas y te caes por el precipicio.Vamos, estás dispuesto a trastornar elmundo,acortarcabezas,aaniquilarmujeresyniños,adestruir laautoridad.Losé,hepasadoportodoello.

—Yaestoybien—dijoMontag,muynervioso.—Dejadesonrojarte.Noestoypinchándote,deverasqueno.¿Sabes?Haceunahorahetenidoun

sueño.Mehabíatendidoadescabezarunsueñecito.Y,enestesueño,túyyo,Montag,nosenzarzamosenunfuriosodebateacercadeloslibros.Túestabasllenoderabia,melanzabascitas.Yoparaba,concalma,cadaataque.Poder,hedicho.Ytú,citandoaldoctorJohnson,hasreplicado:¡Elconocimientoessuperioralafuerza!Yyohedicho:«Bueno,queridomuchacho»,eldoctorJohnsontambiéndijo:Ningúnhombre sensatoabandonaráunacosaciertaporotra insegura.Quédate con los bomberos,

Montag.¡Todolodemásesuncaosterrible!—Nolehagascaso—susurróFaber—.Estátratandodeconfundirte.Esmuyastuto.¡Cuidado!Beattyrióentredientes.—Ytúhasreplicado,tambiénconunacita:Laverdadsaldráalaluz,elcrimennopermanecerá

ocultomuchotiempo.Yyohegritadodebuenhumor:¡Oh,Dios!¡Sóloestáhablandodesucaballo!Y:EldiablopuedecitarlasEscriturasparaconseguirsusfines.Ytúhasvociferado:Estaépocahacemáscasodeuntontoconoropelesquedeunsantoandrajosodelaescueladelasabiduría.Yyohesusurrado amablemente: La dignidad de la verdad se pierde con demasiadas protestas. Y tú hasberreado:Las carroñas sangran ante la presencia del asesino. Y yo he dicho, palmoteándote unamano:¿Cómo?¿Teproduzcoanginas?Ytúhaschillado:¡Lasabiduríaespoder!Y:Unenanosobreloshombrosdeungiganteeselmásaltode losdos.Yhe resumidomiopiniónconextraordinariaserenidad:La tonteríade confundirunametáfora conunaprueba,un torrentede verborrea conunmanantialdeverdadesbásicas,yasímismoconunoráculo,esinnatoennosotros,dijoMr.Valéryenunaocasión.

Montag meneó la cabeza doloridamente. Le parecía que le golpeaban implacablemente en lafrente,enlosojos,enlanariz,enloslabios,enlabarbilla,enloshombros,enlosbrazoslevantados.Deseaba gritar: «¡Calla! ¡Estás tergiversando las cosas, detente!». Alargó lamano para coger unamuñecadelotro.

—¡Caramba, vaya pulso! Te he excitado mucho, ¿verdad, Montag? ¡Válgame Dios! Su pulsosuenacomoeldíadespuésdelaguerra.¡Todosonsirenasycampanas!¿Hededeciralgomás?Megustatuexpresióndepánico.Swahili,indio,inglés…¡Hablotodoslosidiomas!¡Hasidounexcelenteyestúpidodiscurso!

—¡Montag,resista!—LavocecitasonóeneloídodeMontag—.¡Estáenfangandolasaguas!—Oh, tehasasustado tontamente—dijoBeatty—porquehehechoalgo terriblealutilizaresos

librosalosquetúteaferrabas,enrebatirtetodoslospuntos.¡Quétraidorespuedenserloslibros!Tefigurasqueteayudan,ysevuelvencontrati.Otrospuedenutilizarlostambién,yahíestásperdidoenmediodelpantano,entreungrantumultodenombres,verbosyadjetivos.Yalfinaldemisueño,mehe presentado con la salamandra y he dicho: «¿Vas por mi camino?» Y tú has subido, y hemosregresadoalcuartelenmediodeunsilenciobeatífico,llenosdeunprofundososiego.—Beattysoltólamuñeca deMontag, dejó lamano fláccidamente apoyada en lamesa—.A buen fin, no haymalprincipio.

Silencio.Montagparecíaunaestatuatalladaenpiedra.Elecodelmartillazofinalensucerebrofue apagándose lentamente en la oscura cavidad donde Faber esperaba a que esos ecosdesapareciesen.Y,entonces,cuandoelpolvoempezóadepositarseenelcerebrodeMontag,Faberempezóahablar,suavemente:

—Estábien,hadicholoqueteníaquedecir.Debeaceptarlo.Yotambiéndiréloquedeboenlaspróximashoras.Yusted loaceptará.Y trataráde juzgarlasypodrádecidirhaciaqué ladosaltar,ocaer. Pero quiero que sea su decisión, no la mía ni la del capitán. Sin embargo, recuerde que elcapitán pertenece a los enemigos más peligrosos de la verdad y de la libertad, al sólido einconmovibleganadode lamayoría. ¡Oh,Dios! ¡La terrible tiraníade lamayoría!Todos tenemosnuestrasarpasparatocar.Y,ahora,lecorresponderáaustedsaberconquéoídoquiereescuchar.

Montag abrió la boca para responder a Faber. Le salvó de este error que iba a cometer enpresenciadelosotroselsonidodeltimbredelcuartel.Lavozdealarmaprovenientedeltechosedejóoír.Hubountictaccuandoelteléfonodealarmamecanografióladirección.ElcapitánBeatty,conlascartasdepóquerenunamano, seacercóal teléfonoconexagerada lentitudyarrancó ladireccióncuandoelinformehuboterminado.Lamirófugazmenteyselametióenelbolsillo.Regresóyvolvióasentarsealamesa.Losdemáslemiraron.

—Esopuedeesperarcuarentasegundosexactos,queesloquetardaréenacabardedesplumaros—dijoBeatty,alegremente.

Montagdejósuscartas.—¿Cansado,Montag?¿Teretirasdelapartida?—Sí.—Resiste. Bueno, pensándolo bien, podemos terminar luego estamano.Dejad vuestros naipes

bocaabajo.Preparadelequipo.Ahoraserádoble.—YBeattyvolvióalevantarse—.Montag,¿noteencuentrasbien?Sentiríaquevolviesesatenerfiebre…

—Estoybien.—¡Magnífico!Ésteesuncasoespecial.¡Vamos,apresúrate!Saltaron al aire y se agarraron a la barra de latón como si se tratase del último punto seguro

sobrelaavenidaqueamenazabaahogarles;luego,congrandecepciónporpartedeellos,labarrademetal les bajó hacia la oscuridad, a las toses, al resplandor y la succión del dragón gaseoso quecobrabavida.

—¡Eh!Doblaronunaesquinacongranestrépitodelmotory la sirena,conchirridode ruedas,conun

desplazamiento de la masa del petróleo en el brillante tanque de latón, como la comida en elestómago de un gigante mientras los dedos deMontag se apartaban de la barandilla plateada, seagitabanenel aire,mientraselvientoempujabaelpelode sucabezahaciaatrás.Elviento silbabaentresusdientes,yél,pensabasincesarenmujeres,enaquellascharlatanasdeaquellanocheensusalón, y en la absurda idea de él de leerles un libro. Era tan insensato y demente como tratar deapagarunfuegoconunapistoladeagua.Unarabiasustituidaporotra.Unacóleradesplazandoaotra.¿Cuándodejaríadeestarfuriosoysetranquilizaría,ysequedaríacompletamentetranquilo?

—¡Vamosallá!Montaglevantólacabeza.Beattynuncaguiabaperoestanochesílohacía,doblandolasesquinas

con la salamandra, inclinado hacia delante en el asiento del conductor, con sumaciza capa negraagitándose a su espalda, lo que le daba el aspecto de un enormemurciélago que volara sobre elvehículo,sobrelosnúmerosdelatón,recibiendotodoelviento.

—¡Allávamosparaqueelmundosigasiendofeliz,Montag!LasmejillassonrojadasyfosforescentesdeBeattybrillabanenlaoscuridad,yelhombresonreía

furiosamente.—¡Yahemosllegado!Lasalamandrasedetuvoderepente,sacudiendoaloshombres.Montagpermanecióconlamirada

fijaenlabrillantebarandillademetalqueapretabacontodalafuerzadesuspuños.«No puedo hacerlo—pensó—. ¿Cómo puedo realizar esta nueva misión, cómo puedo seguir

quemandocosas?Nomeseráposibleentrarenesesitio.»Beatty,conelolordelvientoatravésdelcualsehabíaprecipitado,seacercóaMontag.—¿Todovabien,Montag?Los hombres se movieron como lisiados con sus embarazosas botas, tan silenciosos como

arañas.Montagacabóporlevantarlamiradayvolverse.Beattyestabaobservandosurostro.—¿Sucedealgo,Montag?—Caramba—dijoéste,conlentitud—.Noshemosdetenidodelantedemicasa.

TerceraParte:Fuegovivo

Laslucesibanencendiéndoseylaspuertasdelascasasabriéndoseatodololargodelacalle,paraobservarelespectáculoquesepreparaba.MontagyBeattymiraban,elunoconsecasatisfacción,elotro con incredulidad, la casa que tenían delante, aquella pista central en la que se agitaríannumerosasantorchasysecomeríafuego.

—Bueno—dijoBeatty—;ahoralohasconseguido.ElviejoMontagqueríavolarcercadelsolyahoraquesehaquemadolasmalditasalassepreguntaporqué.¿NoteinsinuélosuficientealenviarelSabuesoamerodearporaquí?

ElrostrodeMontagestabatotalmenteinmóvileinexpresivo;sintióquesucabezasevolvíahacialacasacontigua,bordeadaporuncoloridomacizodeflores.Beattylanzóunresoplido.

—¡Oh, no! No te dejarías engañar por la palabrería de esa pequeña estúpida, ¿eh? Flores,mariposas,hojas,puestasde sol…¡Oh,diablo!Aparece todoensuarchivo.Quémeahorquen.Hedadoenelblanco.Fíjateenelaspectoenfermizoquetienes.Unaspocasbriznasdehierbaylasfasesdelaluna.¡Valientebasura!¿Quépudoellaconseguircontodoeso?

Montagsesentóenelfríoparachoquesdelvehículo,desplazandolacabezaunpardecentímetrosalaizquierda,unpardecentímetrosaladerecha,izquierda,derecha,izquierda,derecha,izquierda…

—Ellaloveíatodo.Nuncahizodañoanadie,losdejabatranquilos.—¿Tranquilos? ¡Narices! Revoloteaba a tu alrededor, ¿verdad? Uno de esos malditos seres

cargadosdebuenas intencionesy concaradenohaber rotonuncaunplato, cuyoúnico talento eshacerquelosdemássesientanculpables.¡Aparecencomoelsoldemedianocheparahacerlesudaraunoenlacama!

Lapuertade la casa se abrió;Mildredbajó los escalones, corriendo, conunamaleta colgandorígidamentedeunamano,entantoqueuntaxisedeteníajuntoalbordillo.

—¡Mildred!Ella cruzó corriendo, con el cuerpo rígido, el rostro cubiertodepolvos, la boca invisible, sin

carmín.—¡Mildred,nohassidotúquienhadadolaalarma!Ellametiólamaletaeneltaxi,subióalvehículoysesentó,mientrasmurmuraba:—¡Pobrefamilia,pobrefamilia!¡Oh!¡Todoperdido,todo,todoperdido…!Beatty cogió aMontag por un hombro, mientras el taxi arrancaba veloz y alcanzaba los cien

kilómetrosporhoraantesdellegaralextremodelacalle.Seprodujounchasquido,comoeldelacaídadelosfragmentosdeunsueñoconfeccionadoconcristal,espejosyprismas.Montagsevolviócomo si otra incomprensible tormenta le hubiese sacudido, y vio a Stoneman y a Black que,empuñandolashachas,rompíancristalesdelasventanasparaasegurarunabuenaventilación.

Elrocedelasalasdeunamariposacontraunafríaynegratelametálica.—Montag,aquíFaber.¿Meoye?¿Quéocurre?—Estomeocurreamí—dijoMontag.—¡Qué terrible sorpresa! —dijo Beatty—. Porque actualmente todos saben, están totalmente

seguros,dequenuncahadeocurrirmeamí.Otrosmuerenyyoadelante.Nohayconsecuenciasniresponsabilidades. Pero sí las hay. Mas no hablemos de ellas, ¿eh? Cuando compruebas las

consecuencias,yaesdemasiadotarde,¿verdad,Montag?—Montag,¿puedemarcharse,echaracorrer?—preguntóFaber.Montaganduvo,peronosintiócómosuspiestocabanelcementonielcésped.Beattyencendiósu

encendedorylapequeñallamaanaranjadafascinóaMontag.—¿Quéhayenel fuegoque lohace tanatractivo?No importa laedadque tengamos,¿quénos

atrae hacia él?—Beatty apagó de un soplo la llama y volvió a encenderla—. Es el movimientocontinuo,loqueelhombrequisoinventar,peronuncaloconsiguió.Oelmovimientocasicontinuo.Si se la dejara arder, lo haría durante toda nuestra vida. ¿Qué es el fuego? Un misterio. Loscientíficos hablanmucho de fricción y demoléculas. Pero en realidad no lo saben. Su verdaderabelleza es que destruye responsabilidad y consecuencias. Si un problema se hace excesivamentepesado,alfuegoconél.Ahora,Montag,túeresunproblema.Yelfuegotequitarádeencimademishombros, limpia, rápida, seguramente. Después, nada quedará enraizado. Antibiótico, estético,práctico.

Montag sequedómirandoaquella extrañacasa,que lahorade lanoche, losmurmullosde losvecinos, y el cristal quebrado habían convertido en algo ajeno a él; y allí en el suelo, con lascubiertasdesgarradasyesparcidascomoplumasdecisnes,yacíanlosincreíbleslibrosqueparecíantan absurdos.Verdaderamente, era indigno preocuparse por ellos, porque no eranmás que rayitasnegras,papelamarillentoyencuadernaciónsemideshecha.

Mildred,desde luego.Debióvigilarle cuandoescondía los libros enel jardín,yhabíavuelto aentrarlos.Mildred,Mildred.

—Quieroqueseastúquienrealiceesetrabajo,Montag.Túsolo.Noconpetróleoyunacerilla,sinoamano,conunlanzallamas.Estucasaytúdebeslimpiarla.

—¡Montag,procurehuir,marcharse!—¡No!—gritóMontagconimpotencia—.¡ElSabueso!¡AcausadelSabueso!Faberoyó,yBeatty,pensandoqueelotrohablabaconél,tambiénleoyó.—Sí,elSabuesoestáporahícerca,demodoquenointentesningúntruco.¿Listo?—Listo.Montagabrióelsegurodellanzallamas.—¡Fuego!Un chorro llameante salió desde la boquilla del aparato y golpeó los libros contra la pared.

Montagentróeneldormitorioydisparódosveces,ylascamasgemelassevolatilizaronexhalandounsusurro,conmáscalor,pasiónyluzdelasqueélhabíasupuestoquepudiesencontener.Montagquemólasparedesdeldormitorio,eltocador,porquequeríacambiarlotodo,lassillas,lasmesas;y,en el comedor, los platos de plástico y de plata, todo lo que indicara que él había vivido allí, enaquellacasavacía,conunamujerdesconocidaquemañanaleolvidaría,quesehabíamarchadoylehabíaolvidadoyaporcompleto,escuchandosuradioauricularmientrasatravesabalaciudad,sola.Ycomoantes,erabuenoquemar.Montagsesintióborbotearenlasllamasyelinsensatoproblemafuearrebatado, destruido, dividido y ahuyentado. Si no había solución…Bueno, en tal caso, tampocoquedaríaproblema.¡Elfuegoeralomejorparatodos!

—¡Loslibros,Montag!Los libros saltaronybailaroncomopájarosasadosconsusalasen llamasconplumas rojasy

amarillas.Y luego,Montagentróenel salón,donde losestúpidosmonstruosyacíandormidosconsus pensamientos blancos y sus sueños nebulosos. Y lanzó una andanada a cada una de las tresparedesdesnudasyelvacíopareciósisearcontraél.Ladesnudezprodujounsiseomayor,unchillidoinsensato.Montag trató de pensar en el vacío sobre el que había actuado la nada, pero no pudo.Contuvoelalientoparaqueelvacíonopenetraraensuspulmones.Eliminóaquellaterriblesoledad,retrocedióydirigióunaenormeybrillantellamaradaamarillentaatodalahabitación.Lacubiertadeplásticoignífugoquehabíasobretodoslosobjetos,quedódeshechaylacasaempezóaestremecerseconlasllamas.

—Cuandohayasterminado—dijoBeattyasuespalda—,quedarásdetenido.La casa se convirtió en carbones ardientes y ceniza negra. Se derrumbó sobre símismay una

columnadehumoqueoscilaba lentamenteenel cielo seelevódeella.Eran las tresymediade lamadrugada. La multitud regresó a sus casas; el gran entoldado del circo se había convertido encarbónydesperdicios,yelespectáculoterminó.

Montagpermanecióconel lanzallamasensusfláccidasmanos,mientrasgrandesislasdesudorempapabansussobacos,ysurostroestaballenodehollín.Losotrosbomberosesperabandetrásdeél,enlaoscuridad,conlosrostrosdébilmenteiluminadosporelrescoldodelacasa.Montagtratódehablarunpardeveces,y,porfin,consiguióformularsupensamiento.

—¿Hasidomiesposalaquehadadolaalarma?Beattyasintió.—Perosusamigashabíandadootraconanterioridad.Deunauotramanera,teníasquecargártela.

Fue la tontería ponerte a recitar poemas por ahí, como si tal cosa.Ha sido el acto de unmalditoestúpido.DaleunoscuantosversosaunhombreysecreeráqueeselSeñordelaCreación.Creeque,conloslibros,podráandarporencimadelagua.Bueno,elmundopuedearreglárselasmuybiensinellos.Fíjateadóndetehanconducido,hundidoenelbarrohastaloslabios.Siagitoelbarroconmidedomeñique,teahogas.

Montagnopodíamoverse.ConelfuegohabíallegadounterremotoquehabíaaniquiladolacasayMildredestabaenalgúnpuntobajoaquellasruinas,asícomosuvidaentera,yélnopodíamoverse.El terremoto seguía vibrando en su interior, y Montag permaneció allí, con las rodillas mediodobladasbajoelenormepesodecansancio,elasombroyeldolor,permitiendoqueBeattyleatacarasinqueéllevantaseniunamano.

—Montag,idiota,Montag,malditoestúpido;¿quétehaimpulsadoahaceresto?Montag no escuchaba, estaba muy lejos, corría tras de su imaginación, se había marchado,

dejandoaquelcuerpocubiertodehollínparaquevacilarafrenteaotrolocofurioso.—¡Montag,márchatedeahí!—dijoFaber.Montagescuchó.Beattylepegóungolpeenlacabezaquelehizo,retroceder,dandotraspiés.La bolita verde en la que murmuraba la voz de Faber cayó a la acera. Beatty la recogió,

sonriendo.Laintrodujoamediasenunadesusorejas.Oyólavozremotaquellamaba:—Montag,¿estáustedbien?Beattydesarmóelpequeñoreceptoryseloguardóenunbolsillo.—Bueno, de modo que aquí hay más de lo que me figuraba. Te he visto inclinar la cabeza,

escuchando. De momento, he creído que tenías una radio auricular. Pero, después, cuando hasempezadoareaccionar,hedudado.Seguiremoslapistadeesto,yencontraremosatuamigo.

—¡No!—exclamóMontag.Abrióelsegurodellanzallamas.BeattymiróinstantáneamentelosdedosdeMontag,ysusojosse

abrieronlevemente.Montagviolasorpresaqueexpresabany,asuvez,semirólasmanos,paraverquéhabíanestadohaciendo.Mástarde,alrecapacitarsobrelaescena,MontagnuncapudodecidirsifueronlasmanosolareaccióndeBeattyparaconellas,loqueleimpulsódefinitivamentealcrimen.Elúltimoderrumbamientodelaavalancharesonóensusoídos,sinafectarle.

Beattymostrósusonrisamásatractiva.—Bueno,ésteesunbuensistemaparaconseguirunauditorio.Apuntaaunhombreyoblígalea

escucharsudiscurso.Suéltaloya.¿Dequésetratará,estavez?¿PorquénomerecitasaShakespeare,malditoestúpido?Nohayterror,Casio,entusamenazas,porqueestoytanbienarmadodehonestidadquepasanjuntoamícualunatenuebrisa,quenomecausarespeto.¿Quéteparece?Adelante,literatodesegundamano,aprietaelgatillo.

AdelantóunpasohaciaMontag.Montagsólopudodecir:—Nuncahabíamosquemado…Y, entonces, se produjo una estridente llamarada, y un muñeco saltarín, gesticulante, ya no

humano ni identificable, convertido en una llamarada, se retorció sobre el césped, en tanto queMontaglanzabacontraélunchorrocontinuodeardientelíquido.Seprodujounsiseocomocuandoun escupitajo cae sobre el hierro ardiente de una estufa, un borboteo y un espumear, como si sehubiese echado sal sobre unmonstruoso caracol negro para producir una terrible licuación y unhervor sobre la espuma amarilla.Montag cerró los ojos, gritó, gritó y forcejeó para llevarse lasmanosalosoídos,paraaislarsedeaquelruido.Beattygirósobresímismounayotrayotravez,y,porúltimo,secontrajosobresímismocomosifueraunmuñecoachicharradoyquedósilencioso.

Losotrosdosbomberosnosemovieron.Montagcontuvosumareoeltiemposuficienteparaapuntarconellanzallamas.—¡Volveosdeespaldas!Ambos obedecieron, con sus rostros totalmente descoloridos y húmedos de sudor;Montag les

quitó los cascos y les golpeó en la cabeza. Ambos cayeron sin sentido. Ambos permanecierontendidosysinmovimiento.Elsusurrodeunahojaotoñal.MontagsevolvióyelSabuesoMecánicoestabaallí.Estabaatravesandoelcésped,surgiendodelassombras,moviéndosecontalsuavidadqueparecíaunasólidanubedehumoblancogrisáceoqueflotarahaciaélensilencio.

El Sabueso pegó un último salto y cayó sobre Montag desde arriba, con las patas de arañaalargadasylaagujadeprocaínaasomandoensuenfurecidomorro.Montaglorecibióconunchorrodefuego,unsolochorroqueseabrióenpétalosamarillos,azulesyanaranjadosentornoalperrodemetal,quegolpeócontraMontagylehizoretrocedertresmetros,hastachocarcontraeltroncodeunárbol;peronosoltóellanzallamas.MontagsintióqueelSabuesoseapoderabadeunadesuspiernasy,poruninstante,clavabasuagujaenélantesdequeelfuegolanzaraalSabuesoporelaire,hicieraestallarsushuesosdearticulacionesdemetal,desparramandosumecanismointeriorcomouncohetearrojadoenplenacalle.Montagpermaneció tendido,observandocómoel aparato se agitabaenel

aireymoría.Inclusoentoncesparecíaquerervolverjuntoaélyterminarlainyecciónqueempezabaacausarefectoenlacarnedesupierna.Montagexperimentóunamezcladealivioydehorrorporhaber retrocedido justo a tiempo para que sólo su pierna fuera rozada por el parachoques de unautomóvilquepasóacientocuarentakilómetrosporhora.Temíalevantarse,temíanosercapazdevolver a ponerse en pie, debido a su pierna anestesiada. Un entumecimiento dentro de otroentumecimiento,yasísucesivamente…

¿Yahora…?Lacallevacía,lacasatotalmentequemada,losotroshogaresoscuros,elSabuesoallí,Beattymás

allá, los otros tres bomberos en otro sitio. ¿Y la salamandra?Montag miró el enorme vehículo.Tambiéntendríaquemarcharse.

«Bueno—pensó—,veamoscómoestás.¡Enpie!Concuidado,concuidado…Así.»Se levantó y descubrió que sólo tenía una pierna. La otra parecía un tronco de árbol que

arrastrabacomopenitenciacomoalgúnpecadocometido.Cuandoapoyósupieenella,unalluviadealfileres de plata le atravesó la pantorrilla hasta localizarse en la rodilla.Montag lloró. «¡Vamos!¡Vamos,nopuedesquedarteaquí!»

Las lucesdealgunascasasvolvíanaencendersecalleabajo,bienacausade los incidentesqueacababandeocurrir,odebidoal silencioquehabíaseguidoa la lucha.Montag lo ignoraba.Cojeóporentrelasruinastirandodesupiernamaltrechacuandolefaltaba,hablando,susurrandoygritandoórdenesaaquelmiembro,ymaldiciendoyrogándolequefuncionara,cuandotanvitalresultabaparaél. Oyó una serie de personas que gritaban en la oscuridad.Montag llegó al patio posterior Y alcallejón.«Beatty—pensó—,ahoranoeresunproblema.Siemprehabíasdicho:“Noteenfrentesconunproblema,quémalo.”Bueno,ahorahehechoambascosas.Adiós,capitán.»

Ysealejócojeandoporellúgubrecallejón.

Cadavezqueapoyabaelpieenelsuelo,unpuñalseclavabaensupierna.YMontagpensó:«Eresuntonto,unmalditotonto,unidiota,unmalditoidiota.Enbuenlíotehasmetido.¿Quépuedeshacerahora? Por culpa del orgullo, ¡maldita sea!, y delmal carácter.Y lo has estropeado todo.Apenascomienzas,vomitassobretodosysobretimismo.Pero, todoalavez, todo,juntamente,Beatty, lasmujeres,Mildred,Clarisse,todo.Sinembargo,nohayexcusa,nohayexcusa.¡Untonto,unmalditotonto!Veaentregarteporpropiavoluntad.

»No,salvaremosloquepodamos,haremosloquesedebahacer.Síhemosdearder,llevémonosaunoscuantosconnosotros.¡Ea!»

Recordóloslibrosyretrocedió,porsiacaso.Encontróunoscuantosallídondeloshabíadejadocercadelaverjadeljardín.AMildred,Diosla

bendiga,lahabíanpasadoporalto.Cuatrolibrosestabanocultosaún,dondeélloshabíadejado.Unasvoces murmuraban en la noche, y se veía el resplandor de los haces de unas linternas. Otrassalamandrashacíansonarsusmotoresenlalejanía,ylassirenasdelaPolicíaseabríanpasoconsugemidoatravésdelaciudad.

Montagcogióloscuatrolibrosrestantesycojeóysaltócallejónabajoy,derepente,lepareciócomosilehubiesencortadolacabezaysólosucuerpoestuvieseallí.Algoensuinteriorleindujoadetenersey,luego,leabatió.

Permaneciódondehabíacaído,conlaspiernasdobladasyelrostrohundidoenlagrava.

Beattyhabíadeseadomorir.Enmediodesusollozo,Montagcomprendióqueeraverdad.«Beattyqueríamorir.Permaneció

quieto allí, sin tratar de salvarse. Se limitó a permanecer allí, bromeando, hostigándole», pensóMontag.Yestepensamientofuesuficienteparaacallarsussollozosypermitirlehacerunapausapararespirar.¡Cuánextrañodeseartantolamuertecomoparapermitiraunhombreandarasualrededorconarmas,y,luego,envezdecallarypermanecervivo,empezaragritarlealagenteyaburlarsedeellahastaconseguirenfurecerla!Yentonces…

Alolejos,ruidodepasosquecorrían.Montag se irguió. «Larguémonos de aquí. Vamos, levántate, levántate, no puedes quedarte ahí

sentado.»,peroaúnestaballorando,yhabíaqueterminaraquello.Ibaamarcharse.Nohabíaqueridomatar a nadie, ni siquiera aBeatty. Se le contrajo la carne, como si la hubieran sumergido en unácido. Sintió náuseas. Volvió a ver a Beatty, convertido en antorcha, sin moverse, ardiendo en lahierba.Montagsemordiólosnudillos.«Losiento,losiento.Diosmío,losiento…»

Tratódeencajarlaspiezas,devolveralavidanormaldealgúntiempoatrás,antesdelacribaylaarena,del«DentífricoDenham»,delasvocessusurradasensuoído,delasmariposas,delasalarmasylasexcursiones,demasiadoparaunosbrevesdías,demasiadoparatodaunavida.

Unospiescorrieronenelextremomásalejadodelcallejón.«Levántate—sedijoMontag—.¡Malditasea,levántate!»—dijoalapierna.Ysepusoenpie.Parecíaquelehundieranclavosenlarodilla;y,luego,sóloalfileres;y,porúltimo,unmolesto

cosquilleo.Y tras arrastrarseydarotra cincuentenade saltos, llenándose lamanode astillasde laverja, lamolestia sehizo,por fin, soportable.Y lapiernaacabópor ser supropiapierna.Montaghabíatemidoquesicorríapodríaromperseeltobilloinsensibilizado.Ahora,aspirandolanocheporlabocaabierta,yexhalandountenuealiento,puestodalanegrurahabíapermanecidoensuinterior,emprendióunacaminataapasoacelerado.

Llevaba los libros en las manos. Pensó en Faber. Faber estaba en aquel humeante montón decarbónquecarecíayade identidad.HabíaquemadoaFaber también.Esta idea le impresionó tantoquetuvolasensacióndequeFaberestabamuertodeverdad,totalmentecocidoenaquelladiminutacápsula verde perdida en bolsillo de un hombre que ahora apenas si era un esqueleto, unido contendonesdeasfalto.

«Tienesquerecordarlo:quémalosotequemarán—pensóMontag—.Enestemomento,resultaasísencillo.»

Buscó en sus bolsillos: el dinero seguía allí, y en otro bolsillo, encontró la radio auricularnormalconlaquelaciudadhablabaconsigomismaenlafríasoledaddelamadrugada.

—Policía,alerta.Sebusca:fugitivoenlaciudad.HacometidounasesinatoycrímenescontraelEstado.Nombre:GuyMontag.Profesión:bombero.Vistoporúltimavez…

Montag corrió sin detenerse durante seis manzanas, siguiendo el callejón. Y, después, éste seabrió sobre una amplia avenida, ancha como seis pistas. «A la cruda luz de las lámparas de arcoparecía un río sin barcas; había el peligro de ahogarse tratando de cruzarla», pensóMontag. Erademasiado ancha, demasiado abierta. Era un enorme escenario sin decorados, que le invitaban aatravesarlocorriendo.Conlabrillanteiluminaciónerafácildedescubrir,dealcanzar,deeliminar.

Laradioauricularsusurrabaensuoído:

—…alerta a un hombre corriendo…Vigilen a un hombre corriendo…Busquen a un hombresolo,apie…Vigilen…

Montag volvió a hundirse en las sombras. Exactamente delante de él había una estación deservicio, resplandeciente de luz, y dos vehículos plateados se detenían ante ella para repostar. Siqueríaandar,nocorrer,atravesarconcalmalaampliaavenida,teníaqueestarlimpioypresentable.Esoleconcederíaunmargenadicionaldeseguridad.Siselavabaypeinabaantesdeseguirlamarchaparair…¿dónde?

«Sí—pensó—,¿haciadóndeestoyhuyendo?»A ningún sitio.No había dónde ir, ningún amigo a quien recurrir, excepto Faber.Y, entonces,

advirtió que desde luego, corría instintivamente hacia la casa de Faber. Pero Faber no podríaocultarle; sólo intentarlo, sería un suicidio. Pero sabía que, de todos modos, iría a ver a Faber,durante unos breves minutos. Faber sería el lugar donde poder repostarse de su creencia, quedesaparecíarápidamente,ensupropiahabilidadparasobrevivir.SólodeseabasaberqueenelmundohabíaunhombrecomoFaber.Queríaveralhombrevivoynoachicharradoallí, comouncuerpointroducidoenotrocuerpo.YdebíadejarpartedeldineroaFaber,claroestá,paragastarlocuandoélsiguiesehuyendo.Quizápodríaalcanzarelcampoabiertoyvivircercadelosríosolasautopistas,enloscamposylascolinas.

Unintensosusurrolehizomirarhaciaelcielo.LoshelicópterosdelaPolicíaseelevabandesdeunpuntotanremotoqueparecíacomosialguien

hubiesesopladounaflorsecadedientedeleón.Dosdocenasdeelloszumbaron,oscilaron,indecisosacincokilómetrosdedistancia,comomariposasdesconcertadasporelotoño.Y,después,selanzaronenpicadohacia tierra,unoporuno,aquí,allí, recorriendo lascallesdonde,vueltosaconvertirenautomóviles,zumbaronpor losbulevareso,con igualprontitud,volvíanaelevarseenelaireparaproseguirlabúsqueda.

Yallíestabalaestacióndeservicio,consusempleadosqueatendíanalaclientela.Acercándosepordetrás,Montagentróenellavabodehombres.Atravésdelapareddealuminiooyóquelavozdeunlocutordecía:«Laguerrahasidodeclarada.»Estabanbombeandoelcombustible.Loshombres,enlos vehículos, hablaban, y los empleados conversaban acerca de losmotores, del combustible, deldineroquedebían.Montagtratódesentirseimpresionadoporelcomunicadodelaradio,peronoleocurrió nada. Por lo que a él respectaba, la guerra tendría que esperar a que él estuviese encondicionesdeadmitirloensuarchivopersonal,unahora,doshorasmástarde.

Montag se lavó las manos y el rostro y se secó con la toalla. Salió del lavabo, cerrócuidadosamentelapuerta,seadentróenlaoscuridadyseencontróenunbordedelavacíaavenida.

Allíestaba,habíaqueganaraquellapartida,unainmensaboleraenelfríoamanecer.Laavenidaestabatanlimpiacomolasuperficiedeunruedodosminutosantesdelaaparicióndeciertasvíctimasanónimasydeciertosmatadoresdesconocidos.Sobreelinmensoríodecemento,elairetemblabaacausadelcalordelcuerpodeMontag;eraincreíblecómonotabaquesutemperaturapodíaproducirvibracionesenelmundoinmediato.Eraunobjetivofosforescente.Montaglosabía,losentía.

Y,ahora,debíaempezarsupequeñopaseo.Unosfarosbrillabanatresmanzanasdedistancia.Montaginspiróprofundamente.Suspulmones

erancomofocosardientesensupecho.Tenía labocaresecaporelcansancio.Sugargantasabíaa

hierroyhabíaacerooxidadoensuspies.¿Qué eran aquellas luces? Una vez se empezaba a andar, había que calcular cuánto tardarían

aquellosvehículosenllegarhastaél.Bueno,¿aquédistanciaquedabaelotrobordillo?Alparecer,auncentenardemetros.Probablemente,noerancien,peromejorcalculareso,puestoqueélandabalentamente,conpasotranquilo,yquizá,necesitasetreintasegundos,cuarentasegundospararecorrerla distancia. ¿Los vehículos? Una vez en marcha, podían recorrer tres manzanas en unos quincesegundos.Demodoque,inclusosiamitaddelatravesíaempezaseacorrer…

Adelantóelpiederecho;después,elizquierdo,yluego,elderecho.Pisólavacíaavenida.Incluso aunque la calle estuviese totalmente vacía, claro está, no podía tener la seguridad de

cruzarlasinriesgo,porque,derepente,podíaaparecerunvehículoporelcambioderasanteacuatromanzanasdedistancia y estar a tu altura omás allá antes dehaber podido respirar unadocenadeveces.

Montag decidió no contar sus pasos. Nomiró a izquierda ni a derecha. La luz de los farolesparecía tanbrillanteyreveladoracomoelsoldemediodía,e igualmentecálida.Escuchóelsonidodel vehículo que aceleraba, a dos manzanas de distancia, por la derecha. Sus faros móviles sedesplazaronbruscamenteyenfocaronaMontag.

«Sigueadelante.»Montagvaciló,apretóloslibrosconmayorfuerza,yreanudósuandarpausado.Ahoraestabaa

mitadde la avenida, pero el zumbidode losmotores del vehículo se hizomás agudo cuando ésteaumentósuvelocidad.

«LaPolicía, desde luego.Meven.Pero,despacio, ahora,despacio, tranquilo,no tevuelvas,nomires,noparezcaspreocupado.Camina,esoes,camina,camina…»

Elvehículoseprecipitaba.Elvehículozumbaba.Elvehículoaceleraba.Elvehículoseacercabaveloz. El vehículo recorría una trayectoria silbante, disparado por un rifle invisible. Iba a unosdoscientoskilómetrosporhora.Ibacomomínimo,amásdedoscientosporhora.Montagapretólasmandíbulas.Elcalordelosfarosdelvehículoquemósusmejillas,lehizoparpadearyhelóelsudorqueleresbalabaporelrostro.

Empezó a arrastrar estúpidamente los pies, a hablar consigo mismo. Y, de repente, dio unrespingoyechóacorrer.Alargólaspiernastantocomopudo,unayotravez,unayotravez.¡Dios,Dios!Dejó caer un libro, interrumpió la carrera, casi se volvió, cambió de idea, siguió adelante,chillandoen el vacíode cemento, en tantoque el vehículoparecía correr tras suspasos, a sesentametrosdedistancia,atreinta,aveinticinco,aveinte;yMontagjadeaba,agitabalasmanos,movíalaspiernas,arribayabajo,máscerca,sudoroso,gritandoconlosojosardientesylacabezavueltaparaenfrentarseconelresplandordelosfaros.Luego,elvehículofuetragadoporsupropialuz,nofuemásqueunaantorchaqueseprecipitabasobreél;todoestrépitoyresplandor¡Depronto,casiselesechóencima!

Montagdiountraspiéycayó.«¡Estoylisto!¡Todohaterminado!»Perolacaídalesalvó.Uninstanteantesdealcanzarle,elraudovehículosedesvió.Desapareció.

Montag yacía de bruces, con la cabeza gacha.Hasta él llegó el eco de unas carcajadas, almismotiempoqueelsonidodelescapedelvehículo.

Teníalamanoderechaextendidasobreél, llana.Alevantarlamanovio,enlapuntadesudedocorazónunadelgadalíneanegra,allídondeelneumáticolehabíarozadoalpasar.Montagmiróconincredulidadaquellalíneamedia,mientrasseponíaenpie.

«NoeralaPolicía»,pensó.Miróavenidaabajo.Ahora,resultabaclaro.Unvehículollenodechiquillos,detodaslasedades,

entrelosdoceylosdieciséisaños,silbando,vociferando,vitoreando,habíanvistoaunhombre,unespectáculoextraordinario,unhombrecaminando,unarareza,yhabíandicho:«Vamosaporél»,sinsaberqueeraelfugitivoMr.Montag.Sencillamente,ciertonúmerodemuchachosquehabíansalidoatragarkilómetrosdurantelashorasdeluna,conlosrostrosheladosporelvientoyqueregresaríanonoacasaalamanecer,vivososinvida.Aquelloeraunaaventura.

«Me hubiesenmatado—pensóMontag balanceándose. El aire aún se estremecía y el polvo searremolinaba a su alrededor. Se tocó la mejilla magullada— sin ningún motivo en absoluto, mehubiesenmatado.»

Siguiócaminandohastaelbordillomáslejano,Pidiendoacadapiequesiguieramoviéndose.Sindarsecuenta,había recogido los librosdesperdigados;no recordabahaberse inclinadonihaberlostocado,pasándolosdeunaaotramano,comosifuesenunajugadadepóquerocualquierotrojuegoquenoacababadecomprender.

«QuisierasabersisonlosmismosquemataronaClarisse.»Sedetuvoysumentevolvióarepetirlo.«¡QuisierasabersisonlosmismosquemataronaClarisse!».Sintiódeseosdecorrerenposdeellos,chillando.Susojossehumedecieron.Loque le había salvado fue caer de bruces.El conductor del vehículo, al ver caído aMontag,

consideróde inmediato laprobabilidaddequepisar el cuerpoa aquellavelocidadpodíavolcar elvehículoymatarlosatodos.SiMontaghubieseseguidosiendounobjetivovertical…

Montagquedóboquiabierto.Lejos,enlaavenida,acuatromanzanasdedistancia,elvehículohabíafrenado,giradosobredos

ruedas,yretrocedíaahoravelozmente,porlamanocontrariadelacalle,adquiriendoimpulso.Pero Montag ya estaba oculto en la seguridad del oscuro callejón en busca del cual había

emprendido aquel largo viaje, ignoraba ya si una hora o un minuto antes. Se estremeció en lastinieblas,yvolviólacabezaparavercómoelvehículolopasabavelozyvolvíaasituarseenelcentrodelaavenida.Lascarcajadassemezclabanconelruidodelmotor.

Máslejos,mientrasMontagsemovíaenlaoscuridad,pudoverqueloshelicópteroscaían,caíancomoprimeroscoposdenievedellargoinviernoqueseaproximaba.

Lacasaestabasilenciosa.Montag se acercó por detrás, arrastrándose a través del denso perfume de rosas y de hierba

humedecidaporelrocíonocturno.Tocólapuertaposterior,vioqueestabaabierta,sedeslizódentro,cruzóelporche,yescuchó.

«¿Duerme usted ahí dentro,Mrs.Black?—pensó—.Lo que voy a hacer no está bien, pero suesposo lohizoconotros,ynuncapreguntóni sintióduda,ni sepreocupó.Y,ahora,puestoqueesusted laesposadeunbombero,es sucasay su turno,encompensaciónpor todas lascasasquesu

esposoquemóyporlaspersonasaquienesperjudicósinpensar.»Lacasanorespondió.Montag escondió los libros en la cocina, volvió a salir al callejón,miróhacia atrás; y la casa

seguíaoscuraytranquila,durmiendo.Ensucaminoatravésdelaciudad,mientrasloshelicópterosrevoloteabanenelcielocomotrocitosdepapel,telefoneóydiolaalarmadesdeunacabinasolitariaala puerta de una tienda cerrada durante la noche. Después, permaneció en el frío aire nocturno,esperando y, a lo lejos, oyó que las sirenas se ponían en funcionamiento, y que las salamandrasllegaban, llegaban para quemar la casa deMr. Black, en tanto éste se encontraba trabajando, parahacerquesuesposaseestremecieraenelairedelamanecer,mientrasqueeltechocedíaycaíasobrelahoguera.Pero,ahora,ellaaúnestabadormida.

«Buenasnoches,Mrs.Black»,pensóMontag.

—¡Faber!Otrogolpecito,unsusurroyunalargaespera.Luego,alcabodeunminuto,unalucecillabrilló

dentrolacasitadeFaber.Trasotrapausa,lapuertaposteriorseabrió.FaberyMontagsemiraronalamedialuz,comosicadaunodeellosnocreyeseenlaexistencia

del otro.Luego,Faber semovió, adelantóunamano, cogió aMontag, le hizo entrar.Loobligó asentarse,yregresójuntoalapuerta,dondesequedóescuchando.Lassirenasgemíanalolejos.Faberentróycerrólapuerta.

—Hecometidoestupideztrasestupidez—dijoMontag—.Nopuedoquedarmemuchorato.SabeDioshaciadóndevoy.

—Por lo menos, ha sido un tonto respecto a lo importante—dijo Faber—. Creía que estabamuerto.Lacápsulaauditivaqueledi…

—Quemada.—Oíqueelcapitánhablabaconustedy,derepente,yanooínada.Heestadoapuntodesalira

buscarle.—Elcapitánhamuerto.Encontrólacápsula,oyólavozdeustedyseproponíabuscarsuorigen.

Lomatéconellanzallamas.Fabersesentó,y,duranteunrato,guardóabsolutosilencio.—Diosmío,¿cómohapodidoocurriresto?—prosiguióMontag—.Hacepocasnoches,todoiba

estupendamente.Y,derepente,estoyapuntodeahogarme.¿Cuántasvecespuedehundirseunhombreyseguirvivo?Nopuedorespirar.EstálamuertedeBeatty,queuntiempofuemiamigo.YMilliesehamarchado.Yocreíaqueeramiesposa.Pero,ahora,yanolosé.Ylacasahaardidoporcompleto.Ymehequedadosinempleo,yyoandohuyendo.Y,porelcamino,hecolocadounlibroencasadeunbombero.¡VálgameDios!¡Cuántascosashehechoenunasolasemana!

—Hahecholoquedebíahacer.Esalgoquesepreparabadesdehacemuchotiempo.—Sí,esocreo,aunquesealoúnicoquecrea.Teníaquesuceder.Desdehacemuchotiemposentía

quealgosepreparabaenmiinterior,yyoandabaporahíhaciendounacosaysintiendootra.Dios,todoestaba aquídentro.Loextrañoesqueno se trasluciera enmí, como lagrasa.Y, ahora, estoyaquí,complicándolelavida.Puedenhabermeseguidohastaaquí.

—Por primera vez enmuchos añosme siento vivir—replicó Faber—.Me doy cuenta de que

hagoloquehubiesedebidodehacerhacesiglos.Duranteciertotiempo,notengomiedo.Quizáseaporque,porfin,estoycumpliendoconmideber.Otalvezseaporquenoquieramostrarmecobardeanteusted.Supongoqueaúntendréquehacercosasmásviolentas,quetendréquearriesgarmeparanofracasarenmimisiónyasustarmedenuevo.¿Cuálessonsusplanes?

—Seguirhuyendo.—¿Sabequehaestalladolaguerra?—Loheoídodecir.—¿Verdadque resultacurioso?—dijoelanciano—.Laguerranosparecealgo remotoporque

tenemosnuestrospropiosproblemas.—Nohetenidotiempoparapensar.—Montagsacóuncentenardedólares—.Quierodarleesto,

paraqueloutilicedeunmodoútil,cuandomehayamarchado.—Pero…—Quizáshayamuertoamediodía.Utilícelo.Faberasintió.—Sileesposible,serámejorquesedirijahaciaelrío.Sigasucurso.Ysiencuentraalgunavieja

línea ferroviaria, que se adentra en el campo, sígala. Aunque en la actualidad todas lascomunicacionessehacenporvíaaérea,ylamayoríadelasvíasestánabandonadas,losraílessiguenallí,oxidándose.Heoídodecirqueaúnquedancampamentosdevagabundosesparcidosportodoelpaís. Les llaman campamentos ambulantes, y si anda usted el tiempo suficiente y semantiene ojoavizor,dicenquequedanmuchosantiguosgraduadosdeHarvardenelterritorioqueseextiendeentreaquíyLosÁngeles.Lamayoríadeellossonbuscadosyperseguidosenlasciudades.Supongoqueselimitan a vegetar. No quedan muchos, y me figuro que el Gobierno nunca lo ha considerado unpeligro lo suficientemente grande como para ir en busca de ellos. Podría refugiarse con esoshombresdurantealgúntiempoyponerseencontactoconmigoenSt.Louis.Yomemarchomañana,enelautobúsde lascinco,paravisitaraun impresorretiradoqueviveallí.Porfinsalgoacampoabierto. Utilizaré el dinero adecuadamente. Gracias, y que Dios le bendiga. ¿Quiere dormir unosminutos?

—Serámejorquesigahuyendo.—Veamoscuáleslasituación.FabercondujoaMontagaldormitorioylevantóuncuadroquehabíaenlapared,poniendoasíal

descubiertounapantalladetelevisióndeltamañodeunatarjetapostal.—Siemprehabíadeseadoalgomuypequeño,algoaloquepoderhablar,algoquepudieracubrir

conlapalmadelamano,encasonecesario,algoquenopudieraavasallarmeagritos,algoquenofuesemonstruosamentegrande.Demodoque,yave.

Conectóelaparato.—Montag—dijoel televisor.Y lapantallase iluminó—.M-O-N-T-A-G.—Unavozdeletreóel

nombre—. Guy Montag. Sigue en libertad. Los helicópteros de la Policía le buscan. Un nuevoSabuesoMecánicohasidotraídodeotrodistrito…

MontagyFabersemiraron.—…SabuesoMecániconunca falla. Desde que fue usado por primera vez para perseguir una

presa,esteinventoincreíblenohacometidoniunsoloerror.Hoy,estacadenaseenorgullecedetener

la oportunidadde seguir alSabueso, conuna cámara instalada enunhelicóptero, cuando inicia lamarchahaciasuobjetivo…

Fabersirviódosvasosdewhisky.—Lonecesitaremos.Bebieron.—…olfatotansensiblequeelSabuesoMecánicopuederecordareidentificardiezmiloloresde

diezmilhombresdistintos,sinnecesidaddeserrearmado.Faber tembló levementeymiró a su alrededor, lasparedes, la puerta, la empuñaduray la silla

dondeMontagestabasentado.Éstecaptólamirada.AmbosexaminaronrápidamentelacasayMontagsintióquesunarizsedilatabaycomprendióqueestabatratandoderastrearseasímismo,yquesunarizera,depronto,losuficientementesensibleparapercibirlapistaquehabíadejadoenelairedelahabitación; y el sudor de sumano estaba pegado a la empuñadura de su puerta, invisible pero tanabundante como la cera de un pequeño candelabro. Su persona estaba por doquier, dentro, fuerasobretodo,eracomounanubeluminosa,unfantasmaquevolvíaahacerimposiblelarespiración.

VioqueFabercontenía, a suvez, el aliento,pormiedoa introducir en supropiocuerpoaquelfantasma,aquedartalvezcontaminadoconlasexhalacionesdelfantasmaylosoloresdeunfugitivo.

—¡ElSabuesoMecánicoestásiendodesembarcadodeunhelicóptero,enellugardelincendio!Yallí,enlapantallapequeña,apareciólacasaquemada,ylamultitud;ydelcielodescendióun

helicóptero,comounagrotescaflor.«Así, pues, tienenque seguir con su juego—pensóMontag—.El espectáculo sigue, aunque la

guerrahaempezadohaceapenasunahora…»Contempló la escena, fascinado, sin desear moverse ¡Parecía tan remota y ajena a él! Era un

espectáculodistinto,fascinantedeobservar,quenodejabadeproducirunextrañoplacer.«Todoesoesparamí,todoesoestáocurriendopormicausa.Diosmío.»Si lodeseaba, podía entretenerse allí, con toda comodidad, y seguir la cacería con sus rápidas

fases,carrerasporlascalles,porlasavenidasvacías,atravesandoparquesysolares,conpausasaquíyallíparadejarpasoalanecesariapublicidadcomercial,porotroscallejoneshastalacasaardiendodeMr. yMrs.Black, y así sucesivamentehasta aquella casa en laque él yFaber estaban sentados,bebiendo, en tantoqueSabuesoMecánicoolfateabaelúltimo tramode lapista silenciosocomo lapropia muerte, hasta detenerse frente a aquella ventana. Entonces, si lo deseaba, Montag podíalevantarse, acercarse a la ventana, sin perder de vista el televisor, abrirla, asomarse y versedramatizado,descrito,analizado.Undramaquepodíacontemplarseobjetivamente,sabiendoque,enotrossalones,teníauntamañomayorqueelnatural,atodocolor,dimensionalmenteperfecto.Ysisemanteníaalerta,podríaverse,asimismo,un instanteantesdeperderelsentido,siendoliquidadoenbeneficio de lamultitud de telespectadores que, unosminutos antes, habían sido arrancados de susueñoporlafrenéticasirenadesustelevisoresmuralesparaquepudieranpresenciarlagrancacería,elespectáculodeunsolohombre.

¿Tendría tiempo para hablar cuando el Sabueso lo cogiera, a la vista de diez, veinte o treintamillonesdepersonas?,¿nopodría resumir loquehabíasidosuvidadurante laúltimasemanaconunasolafraseounapalabraquepermanecieraconellasmuchodespuésdequeelSabuesosehubiesevuelto, sujetándoloconsusmandíbulasdemetal,paraalejarseen laoscuridad,mientras lacámara

permanecíaquieta,enfocandoalaparatoqueiríaempequeñeciéndosealolejos,paraofrecerunfinalespléndido?¿Quépodríadecirenunasolapalabra,enunaspocaspalabrasquedejarahuellaentodossusrostrosyleshicieradespertar?

—Mire—susurróFaber.Delhelicóptero surgió algoqueno eraunamáquina, un animal, algoqueno estabamuertoni

vivo, algo que resplandecía con una débil luminosidad verdosa. Permaneció junto a las ruinashumeantes de la casa deMontag y los hombres trajeron el abandonado lanzallamas de éste y lopusieronbajoelhocicodelSabueso.Seoyóunsiseo,unresoplido,unrumordeengranajes.

Montagmeneólacabeza,selevantóyapurósubebida.—Yaeshora.Lamentodeverdadloqueestáocurriendo.—¿Qué? ¿Yo? ¿Mi casa? Lo merezco todo. ¡Corra deprisa, por amor de Dios! Quizá pueda

entretenerlesaquí…—Espere.Novalelapenaquesedescubrausted.Cuandomehayamarchado,quemeelcobertor

deestacama,lohetocado.Quemelasilladelasaladeestarensuincinerador.Froteelmobiliarioconalcohol,asícomolospomosdelaspuertas.Quemelaalfombradelsalón.Délamáximapotenciaalacondicionadordeairey,sitieneuninsecticida,rocíelotodoconél.Después,pongaenmarchasusrociadoresdelcésped,contodalafuerzaquepueda,yrieguebienlasaceras.Conunpocodesuerte,podríamosevitarquenossiguieranlapista.

Faberleestrechólamano.—Lo haré. Buena suerte. Si ambos estamos vivos, la semana próxima o la siguiente nos

pondremosencontacto.EnlalistadeCorreos,deSaintLouis.Sientoque,estavez,nohayamaneradepoderacompañarleconmicápsulaauricular.Hubiesesidobuenoparaambos.Peromiequipoeralimitado.Hágasecargo,nuncacreíquehabríadeutilizarlo.Soyunviejoestúpido,sinideas.Estúpido,estúpido.Y,ahora,notengootracápsulaverdeparaquepuedallevárselausted.¡Márcheseya!

—Otracosa,¡aprisa!Unamaleta.Cójala,consuropamássucia,untrapoviejo,cuantomássuciomejor,unacamisa,algunoscalcetinesyzapatosviejos…

Fabersemarchóyregresóalcabodealgunosminutos.—ParaconservarensuinteriorelantiguoolordeMr.Faber,claroestá—dijoéste,sudorosopor

elesfuerzo.Montagrociótodoelexteriordelamaletaconwhisky.—NocreoqueeseSabuesocaptedosoloresa lavez.Permítamequeme lleveestewhisky.Lo

necesitarémástarde.¡Cristo,esperoquedéresultado!Volvierona estrecharse lamanoy,mientras sedirigíanhacia lapuerta, lanzaronunaojeadaal

televisor. El Sabueso estaba en camino, seguido por las cámaras de los helicópteros, silencioso,silencioso,olfateandoelairenocturno.

BajabaporlaPrimeraAvenida.—¡Adiós!YMontagsalióvelozmenteporlapuertaposterior,corriendoconlamaletasemivacía.Oyóque,a

suespalda,losrociadoresdecéspedseponíanenmarcha,llenabanelaireoscuroconlluviaquecaíasuavementeyconregularidad,lavabanlasacerasycorríanhastalacalle.UnasgotasdeaquellalluviamojabanelrostrodeMontag.Leparecióqueelviejolegritabaadiós,peronoestuvoseguro.

Corriómuyaprisa,alejándosedelacasa,haciaelrío.Montagcorrió.PodíasentirelSabueso,comoelotoñoqueseacercaba,frío,secoyveloz,comounvientoqueno

agitaralahierba,quenohicieracrujirlasventanasnidesplazaralashojasenlasblancasaceras.ElSabuesonotocabaelmundo.Llevabaconsigosusilencio,demodoque,atravésdetodalaciudad,podíapercibirseelsilencioqueibacreando.

Montagsintióaumentarlapresión,ycorrió.Sedetuvopararecobrarelaliento,caminodelrío.Atisbóporlasventanasdébilmenteiluminadas

de las casas las siluetas de sus habitantes que contemplaban en los televisoresmurales al SabuesoMecánico,unsuspirodevapordeneón,quecorríaveloz.Ahora,enElmTerrace,Lincoln,Cak,Park,ycallearribahacialacasadeFaber.

«Pasadelargo—pensóMontag—,notedetengas,sigueadelante,notedesvíes.»EneltelevisormuralapareciólacasadeFaber,consurociadordecéspedqueempapabaelaire

nocturno.ElSabuesohizounapausayseestremeció.¡No!Montagseaferróalalféizardelaventana.¡Porestecamino!¡Aquí!La aguja de procaína asomó y se escondió, asomó, se escondió.Una gotita transparente de la

drogacayódelaagujacuandoéstadesaparecióenelhocicodelSabueso.Montagcontuvoelaliento,ysintióunaopresiónenelpecho.ElSabuesoMecánicosevolvióysealejódelacasadeFaber,calleabajo.Montagdesviósumiradahaciaelcielo.Loshelicópterosestabanmáspróximos,comounanube

deinsectosqueacudiesenhaciaunasolitariafuenteluminosa.Conun esfuerzo,Montag recordódenuevoque aquellono eraningún espectáculo imaginario

quepodíasercontempladomientrashuíahaciaelrío;enrealidad,erasupropiapartidadeajedrezlaqueestabacontemplando,movimientotrasmovimiento.

Gritó para darse el impulso necesario para alejarse de la ventana de aquella última casa, y elfascinador espectáculoquehabía allí. ¡Diablo! ¡Y emprendió lamarchade nuevo!La avenida, unacalle, otra, otra, y el olor del río.Una pierna, la otra.Veintemillones deMontag corriendo,muypronto, si las cámaras le enfocaban. Veinte millones de Montag corriendo, corriendo como unpersonajedepelículacómica,policías,ladrones,perseguidoresyperseguidos,cazadoresycazados,talcomolohabíavistounmillardeveces.Trasdeél,ahora,veintemillonesdesilenciososSabuesosatravesabanlossalones,delaparedderechaalacentral;luegoalaizquierda,desaparecían.

Montagsemetiósuradioauricularenunaoreja.—Lapolicía sugiere a toda lapoblacióndel sectorTerracequehaga lo siguiente: en todas las

casas de todas las calles, todo elmundo debe abrir la puerta delantera o trasera omirar por unaventana.El fugitivonopodráescaparsi,duranteelminutosiguiente, todoelMundomiradesdeelexteriordesucasa.¡Preparados!

¡Claro!¿Porquénolohabíanhechoantes?¿Porqué,entodoslosaños,nohabíanintentadoaqueljuego? ¡Todos arriba, todos afuera! ¡No podía pasar inadvertido! ¡El único hombre que corríasolitarioporlaciudad,elúnicohombrequeponíasuspiernasaprueba!

—¡Alacuentadediez!¡Uno!¡Dos!

Montagsintióquelaciudadselevantaba.—¡Tres!Montagsintióquelaciudadsedirigíahaciasusmillaresdepuertas.¡Aprisa!¡Unapierna,laotra!—¡Cuatro!Lagenteatravesabasusrecibidores.—¡Cinco!Montagsintiótodaslasmanosenlospomosdelaspuertas.Elolordelríoerafrescoysemejanteaunalluviasólida.LagargantadeMontagardíaysusojos

estaban resecos por el viento que producía el correr. Chilló como si el grito pudiera impulsarleadelante,hacerlerecorrerelúltimocentenardemetros.

—¡Seis,siete,ocho!Lospomosgiraronencincomillaresdepuertas.—¡Nueve!Montag se alejó de la última fila de casas, por unapendiente que conducía a la negraymóvil

superficiedelrío.—¡Diez!Laspuertasseabrieron.Montagvioensuimaginaciónmilesymilesderostrosescrutandolospatios,lascalles,elcielo,

rostros ocultos por cortinas, rostros descoloridos, atemorizados por la oscuridad, como animalesgrisáceosquemirasendesdecavernaseléctricas,rostrosconojosgriseseincoloros,lenguasgrisesypensamientosgrises.

Perohabíallegadoalrío.Lotocóparacerciorarsedequeerareal.Semetióenelagua,sedesnudóporcompletoyseroció

elcuerpo,losbrazos,laspiernasylacabezaconellicorquellevaba;bebióunsorboeinspiróotropoco por la nariz. Después, se vistió con la ropa y los zapatos de Faber. Echó su ropa al río ycontempló cómo se la llevaba corriente. Luego, con lamaleta en lamano, semetió agua adentrohastaperderpie,ysedejóarrastrarenlaoscuridad.

Estaba a unos trescientos metros corriente abajo cuando el Sabueso llegó al río. Arriba, lasgrandesaspasdelosventiladoresgirabansincesar.Untorrentedeluzcayósobreelrío,yMontagsezambulló bajo la iluminación, como si el sol hubiese salido entre las nubes. Sintió que el río loempujabamáslejos,hacialaoscuridad.Después, las lucesvolvieronadesplazarsehaciatierra, loshelicópterossecernierondenuevosobreciudad,comosihubieranencontradootrapista.Sealejaron.ElSabuesosehabíaido.YasóloquedabaelheladoríoyMontagflotandoenunarepentinapaz,lejosdelaciudad,delaslucesydelacacería,lejosdetodo.

Montagsintiócomosihubiesedejadounescenariollenodeactoresasuespalda.Sintiócomosihubieseabandonadoelgranespectáculoytodoslosfantasmasmurmuradores.Huíadeunaaterradorairrealidadparameterseenunarealidadqueresultabairreal,porqueeranueva.

Latierraoscurasedeslizabacercadeél,queseguíaavanzandohaciacampoabiertoentrecolinas.Por primera vez en una docena de años, las estrellas brillaban sobre su cabeza, formando unagigantescaprocesión.

Cuando lamaleta se llenódeaguay sehundió,Montag siguió flotandobocaarriba; el ríoeratranquiloypausado,mientrassealejabadelagentequecomíasombrasparadesayunar,humoparaalmorzaryvaporesparacenar.Elríoeramuyreal,lesosteníacómodamenteyledabatiempoparaconsiderar este mes, este año, y todo un transcurso de ellos.Montag escuchó el lento latir de sucorazón.Suspensamientosdejarondecorrerjuntoconsusangre.

Vioquelalunasehundíaenelfirmamento.Lalunaallí,ysuresplandor,¿producidoporqué?Porel sol, claro. ¿Y qué iluminaba al sol? Su propio fuego.Y el sol sigue, día tras día, quemando yquemando.Elsolyeltiempo.Elsol,eltiempoylasllamas.Llamas.Elríolebalanceabasuavemente.Llamas.Elsolytodoslosrelojesdelmundo.Todosereuníayseconvertíaenunamismacosaensumente.Después demucho tiempo de flotar en el río,Montag supo por qué nuncamás volvería aquemaralgo.

Elsolardíaadiario.QuemabaelTiempo.Elmundocorríaencírculos,girandosobresueje,yeltiemposeocupabaenquemarlosañosyalagente,sinningunaayudaporsuparte.Demodoquesiélquemabacosascon losbomberosyel solquemabaelTiempo,ellosignificaríaque todohabía dearder.

Algunodeellostendríaquedejardequemar.Elsolno,porsupuesto.Segúntodaslasapariencias,tendríaqueserMontag,asícomo laspersonasconquieneshabía trabajadohastaunaspocashorasantes.Enalgúnsitiohabríaqueempezaraahorraryapreservarcosasparaquetodotuvieraunnuevoinicio, y alguien tendría que ocuparse de ello, de una u otra manera, en libros, en discos, en elcerebrodelagente,decualquiermaneracontaldequefuesesegura,alabrigodelaspolillas,delospececillos de plata, del óxido, delmoho y de los hombres con cerillas. Elmundo estaba lleno dellamasdetodoslostiposytamaños.Ahora,elgremiodelostejedoresdeasbestostendríaqueabrirmuyprontosuestablecimiento.

Montagsintióquesuspiestocabantierra,pisabanguijarrosypiedras,sehundíanenarena.Elríolehabíaempujadohacialaorilla.

Contempló la inmensa y negra criatura sin ojos ni luz, sin forma, con sólo un tamaño que seextendíadosmillaresdekilómetrossindeseardetenerse,consuscolinascubiertasdehierbaysusbosquesqueleesperaban.

Montagvacilóenabandonarelamparodelagua.TemíaqueelSabuesoestuvieseallí.Depronto,losárbolespodíanagitarsebajolasaspasdemultituddehelicópteros.

Pero sólo había la brisa otoñal corriente, que discurría como otro río. ¿Por qué no andaba elSabuesoporallí?¿Porquélabúsquedasehabíadesviadohaciael interior?Montagescuchó.Nada.Nada.

«Millie—pensó—.Todaestaextensiónaquí.¡Escúchala!Nadaynada.Tantosilencio,Millie,quemepreguntoquéefectotecausaría.¿Tepondríasagritar“¡Calla,calla!”Millie,Millie?»

Ysesintiótriste.Millienoestabaallí,nitampocoelSabueso,perosíelaromadelheno,quellegabadesdealgún

campolejanoyqueindujoaMontagasubiratierrafirme.Recordóunagranjaquehabíavisitadodeniño,unapocasvecesenquehabíadescubiertoque,másalládelossietevelosdelairrealidad,másalládelasparedesdelossalonesydelosfososmetálicosdelaciudad,lasvacaspacíanlahierba,loscerdos se revolcabanen las ciénagas amediodíay losperros ladraban a lasblancasovejas en las

colinas.Ahora,elolorahenoseco,elmovimientodelagualehizodesearecharseadormirsobreelheno

enunsolitariopajar,lejosdelasruidosasautopistas,detrásdeunatranquilagranjaybajounantiguomolinoquesusurrarasobresucabezacomoelsonidodelosañosquetranscurrían.Permaneciótodalanocheenelpajar,escarbandoelrumordeloslejanosanimales,delosinsectosydelosárboles,asícomolosleveseinfinitosmovimientosysusurrosdelcampo.

«Durantelanoche—pensó—,bajoelcobertizoquizásoyeseunsonidodepasos.Seincorporaría,llenode tensión.Lospasossealejarían.Volveríaa tenderseymiraríapor laventanadelcobertizomuyavanzada la noche, yvería apagarse las lucesde lagranja, hastaqueunamujermuy jovenyhermosasesentaríajuntoaunaventanaapagada,cepillándoseelpelo.Resultaríadifícilverla,perosurostroseríacomoeldeaquellamuchachaquesabíaloquesignificabanlasfloresdedientedeleónfrotadascontra labarbilla.Luego, lamujersealejaríade laventana,para reaparecerenelpisodearriba,ensuhabitacióniluminadaporlaluna.Yentonces,bajoelsonidodelamuerte,elsonidodelos reactores que partían el cielo en dos, yacería en el cobertizo, oculto y seguro, contemplandoaquellasextrañasestrellasenelbordedelatierra,huyendodelsuaveresplandordelalba.»

Por lamañana no hubiese tenido sueño, porque todos los cálidos olores y las visiones de unanochecompletaenelcampolehubiesendescansadoaunquesusojoshubieranpermanecidoabiertos,ysuboca,cuandoseleocurriópensarenella,mostrabaunalevesonrisa.

Yallíalpiedelaescaleradelcobertizo,esperándole,habíaalgoincreíble.Montagdescenderíacuidadosamente, a la luz rosada del amanecer, tan consciente delmundo que sentiríamiedo, y seinclinaríasobreelpequeñomilagro,hastaque,porfin,seagacharíaparatocarlo.

Unvasodelechefresca,algunasperasymanzanasestabanalpiedelaescalera.Aquello era todo lo que deseaba. Algún signo de que el inmenso mundo le aceptaría y le

concederíatodoeltiempoquenecesitabaparapensarloquedebíaserpensado.Unvasodeleche,unamanzana,unapera.Montagsealejódelrío.La tierra corrió hacia él comounamarea.Fue envuelto por la oscuridad, y por el aspecto del

campo, por elmillón de olores que llevaba un viento que le helaba el cuerpo.Retrocedió ante elímpetudelaoscuridad,delsonidoydelolor;lezumbabanlosoídos.Diomediavuelta.Lasestrellasbrillabansobreélcomometeorosllameantes.Montagsintiódeseosdezambullirsedenuevoenelríoydejarquelearrastraraasalvohastaalgúnlugarmáslejano.Aquellaoscuratierraqueseelevabaeracomociertodíadesuinfancia,enquehabíaidoanadar,yunaolasurgidadelanada,lamayorquerecordabalaHistoria,leenvolvióenbarrosalobreyenoscuridadverdosa;elagualequemabalabocaylanariz,alborotándoleelestómago.¡Demasiadaagua!

¡Demasiadatierra!Desdelaoscuraparedfrenteaél,unasilueta.Enlasilueta,dosojos.Lanoche,observándole.El

bosque,viéndole.¡ElSabueso!Despuésdetantocorreryapresurarse,detantossudoresypeligros,dehaberllegadotanlejos,de

haberse esforzado tanto, y de creerse a salvo, y de suspirar, aliviado…para salir a tierra firmeyencontrarsecon…

¡ElSabueso!Montaglanzóunúltimogritodedolor,comosiaquellofuerademasiadoparacualquierhombre.

Lasiluetasediluyó.Losojosdesaparecieron.Lashojassecasseagitaron.Montagestabasoloenlaselva.Ungamo.Montagolióeldensoperfumealmizcladoyelolorahierbadelalientodelanimal,en

aquella noche eterna en que los árboles parecían correr hacia él, apartarse, correr, apartarse, alimpulsodeloslatidosdesucorazón.

Debíadehaberbillonesdehojasenaquellatierra;Montagseabriópasoentreellas,unríosecoqueolíaatrébolyapolvo.¡Yaotrosolores!Habíaunaromacomoapatatacortada,quesubíadetodalatierra,áspero,fríoyblancodebidoalhechodehaberestadoiluminadoporelclarodelunalamayorparte de la noche.Habíaunolor comodepepinillodeunabotella y comodeperejil de lacocinacasera.Habíaundébiloloramarillentocomoamostaza.Habíaunolorcomodeclavelesdeljardínvecino.Montagtocóelsueloconlamanoysintióquelamalezaleacariciaba.

Seirguiójadeante,ycuantomásinspirabaelperfumedelatierra,másllenosesentíadetodossusdetalles. No estaba vacío. Allí había más de lo necesario para llenarle. Siempre habría más quesuficiente.

Avanzó por entre el espesor de hojas caídas, vacilante. Y, en medio de aquel ambientedesconocido,algofamiliar.

Supietropezóconalgoquesonósordamente.Moviósumanoporelsuelo,unmetrohaciaaquí,unmetrohaciaallá.Lavíadeltren.Lavíaquesalíadelaciudadyatravesabalatierra,atravésdebosquesyselvas,desiertaahora,

juntoalrío.Allíestabaelcaminoqueconducíaadondequierasedirigiese.Aquíhabía loúnico familiar,el

mágicoencantoquenecesitaríatocar,sentirbajosuspies,mientrasseadentraraenlaszarzasyloslagosdeolorydesensaciones,entrelossusurrosylacaídadelashojas.

Montagavanzó,siguiendolavía.Y se sorprendió de saber cuán seguro se sentía de repente de un hecho que le era imposible

probar.Enunaocasión,mucho tiempo atrás,Clarisse había andadopor allí, donde él andaba en aquel

precisomomento.

Mediahoramástarde,frío,moviéndosecuidadosamenteporlavía,bienconscientedesupropiocuerpo, de su rostro, de suboca, con los ojos llenosdenegrura, los oídos llenosde sonidos, suspiernascubiertasdebriznasydeortigas,viounfuegoanteél.

El fuego desapareció, volvió a percibirse, como un ojo que parpadeara. Montag se detuvo,deseosodeapagarelfuegoconunsolosuspiro.Peroelfuegoestabaallí,yMontagsefueacercandocautelosamente.Necesitó casiquinceminutospara estarmuypróximoa ély, entonces, loobservódesdeunrefugio.Aquelpequeñomovimiento,elcalorblancoyrojo,unfuegoextraño,porqueparaélsignificabaalgodistinto.

Noestabaquemando.¡Estabacalentando!Montagviomuchasmanosalargadashaciasucalor,manossinbrazos,ocultosenlaoscuridad.

Sobre lasmanos, rostros inmóviles que parecían oscilar con el variable resplandor de las llamas.Montagnohabíasupuestoqueelfuegopudieseteneraquelaspecto.Jamásselehabíaocurridoquepodíadarlomismoquequitaba.Inclusosuoloreradistinto.

Nosupocuántotiempopermaneciódeaquelmodo,perohabíasentidounasensaciónabsurday,sin embargo, deliciosa, en saberse como un animal surgido del bosque, atraído por el fuego.Permanecióquietomuchorato,escuchandoelcálidochisporroteodelasllamas.

Habíaunsilencio reunidoen tornoaaquellahoguerayel silencioestabaen los rostrosde loshombres,yeltiempoestabaallí,eltiemposuficienteparasentarsejuntoalavíaenmohecidabajolosárboles,conelmundoydarlevueltaconlosojos,comosiestuvierasujetoenelcentrodelahogueraun pedazo de acero que aquellos hombres estaban dando forma.No solo era el fuego lo distinto.Tambiénloeraelsilencio.Montagsemovióhaciaaquelsilencioespecial,relacionadocontodolodelmundo.

Yentoncesempezaronasonarvoces,yestabanhablando,peroMontagnopudooírnadade loque decían, aunque el sonido se elevaba y bajaba lentamente, y las voces conocían la tierra, losárbolesylaciudadqueseextendíajuntoalrío,enelextremodelavía.Lasvoceshablabandetodo,nohabíaningún temaprohibido.Montag locomprendiópor lacadenciayel tonodecuriosidadysorpresaquehabíaenellas.

Entonces,unodeloshombreslevantólamiradaylevio,porprimerayquizáporséptimavez,yunavozgritóaMontag:

—¡Estábien,yapuedessalir!Montagretrocedióentrelassombras.—Notema—dijolavoz—.Seaustedbienvenido.Montagseadelantólentamentehaciaelfuego,yhacialoscincoviejosallísentados,vestidoscon

pantalonesychaquetasdecolorazuloscuro.Nosupoquédecirles.—Siéntese—dijoelhombrequeparecíasereljefedelpequeñogrupo—.¿Quierecafé?Montagcontempló lahumeante infusiónqueeravertidaenunvasoplegabledealuminioyque

seguidamentepusieronensusmanos.Montagsorbiócautelosamenteelbrebajeysediocuentadequeloshombreslemirabanconcuriosidad.Sequemóloslabios,peroaquelloresultabaagradable.Losrostros que le rodeaban eran barbudos pero las barbas eran limpias, pulcras, lo mismo que lasmanos. Se habían levantado como para dar la bienvenida a un invitado, y, entonces, volvieron asentarse.Montagsorbióelcafé.

—Gracias—dijo—.Muchísimasgracias.—Sea usted bien venido,Montag.Yome llamoGranger.—El hombre alargó una botellita de

líquidoincoloro—.Bebaestotambién.Cambiarálacomposiciónquímicadesutranspiración.Dentrodemedia hora olerá como otra persona. Teniendo en cuenta que el Sabueso le está buscando, lomejoresesto.

Montagbebióelamargolíquido.—Apestarácomounacomadreja,peronotieneimportancia—dijoGranger.—Conoceustedminombre—observóMontag.Grangerseñalóuntelevisorportátilquehabíajuntoalfuego.—Hemosvisto lapersecución.Noshemos figuradoquehuiríahacia elSur, a lo largodel río.

Cuandolehemosoídometerseenlaselvacomounalceborracho,nonoshemosescondidocomosolemoshacer.Hemossupuestoqueestaríaenelríocuandoloshelicópterosconlascámarassehanvuelto hacia la ciudad. Allí ocurre algo gracioso. La cacería sigue enmarcha, aunque en sentidoopuesto.

—¿Ensentidoopuesto?—Echemosunaojeada.Grangerpuso el televisor enmarcha.La imagen era comounapesadilla, condensada, pasando

confacilidaddemanoenmano,todaencoloresrevueltosymovedizos.Unavozgritó:—¡Lapersecucióncontinúaenelnortedelaciudad!¡LoshelicópterosdelaPolicíaconvergenen

laAvenidaOchentaySieteyenElmGrovePark!Grangerasintió.—Estáninventándoselo.Ustedleshadespistadoenelríoyellosnopuedenadmitirlo.Sabenque

sólopuedenreteneralauditoriountiempodeterminado.Elespectáculotendrámuyprontounfinalbrusco.Siempezasenabuscarportodoelmalditorío,quizánecesitasenlanocheentera.Así,pues,buscanalgunacabezadeturcoparaterminarconlaexhibición.Fíjese.PescaránaMontagdurantelospróximoscincominutos.

—Perocómo…—Fíjese.Lacámara,sujetaalapanzadeunhelicóptero,descendióahorahaciaunacallevacía.—¿Ve eso? —susurró Granger—. Ha de tratarse de usted. Al final de esa calle está nuestra

víctima. ¿Ve cómo se acerca nuestra cámara? Prepara la escena. Intriga. Un plano largo. En estemomento,unpobrediablohasalidoapasear.Algoexcepcional.Untipoextraño.NosefigurequelaPolicíanoconocelascostumbresdelospajarracoscomoése,dehombresquesalenapasearporlasmañanas, sólo por el capricho de hacerlo, o porque sufren de insomnio. De cualquier modo, lapolicía le tiene fichado desde hace meses, años. Nunca se sabe cuándo puede resultar útil esainformación.Yhoy,desdeluego,hadeserlesutilísima.Asípuedensalvarlasapariencias.¡Oh,Dios,fíjeseahí!

Loshombresqueestabanjuntoalahogueraseinclinaron.Enlapantalla,unhombredoblóunaesquina.Depronto,elSabuesoMecánicoentróenelcampo

visual.El helicóptero lanzóunadocenade brillantes haces luminosos que construyeron comounajaulaalrededordelhombre.Unavozgritó:

—¡AhíestáMontag!¡Lapersecuciónhaterminado!El inocentepermaneció atónito; un cigarrillo ardía enunade susmanos.Sequedómirandoal

Sabueso,sinsaberquéeraaquello.Probablemente,nuncallegóasaberlo.Levantólamiradahaciaelcieloyhaciaelsonidodelassirenas.Lascámarasseprecipitaronhaciaelsuelo.ElSabuesosaltóenel aire con un ritmo y una precisión que resultaban increíblemente bellos. Su aguja asomó.Permanecióinmóvilunmomento,comoparadaralinmensopúblicotiempoparaapreciarlotodo:lamiradadeterrorenelrostrodelavíctima,lacallevacía,elanimaldeacero,semejanteaunproyectilalcanzandoelblanco.

—¡Montag,notemuevas!—gritóunavozdesdeelcielo.La cámara cayó sobre la víctima, como había hecho el Sabueso. Ambos le alcanzaron

simultáneamente.ElhombrefueinmovilizadoporelSabuesoylacámarachilló.Chilló.¡Chilló!Oscuridad.Silencio.Negrura.Montaggritóenelsilencioysevolvió.Silencio.Y, luego, tras una pausa de los hombres sentados alrededor del fuego, con los rostros

inexpresivos,enlapantallaoscuraunanunciadordijo:—La persecución ha terminado, Montag ha muerto, Ha sido vengado un crimen contra la

sociedad.Ahora,nostrasladamosalSalónEstelardel«HotelLux»,paraunprogramademediahoraantesdelamanecer,emisiónque…

Grangerapagóeltelevisor.—Nohanenfocadoel rostrodelhombre. ¿Seha fijado?Ni sumejoramigopodríadecir si se

trataba de usted. Lo han presentado lo bastante confuso para que la imaginación hiciera el resto.Diablos—murmuró—.Diablos…

Montagnohabló,pero,luego,volviendolacabeza,permaneciósentadoconlamiradafijaenlanegrapantalla,tembloroso.

GrangertocóaMontagenunbrazo.—Bienvenido de entre los muertos. —Montag inclinó la cabeza. Granger prosiguió—: Será

mejor que nos conozca a todos. Este es Fred Clement, titular de la cátedra ThomasHardigan, enCambridge, antes de que se convirtiera en una «Escuela de Ingeniería Atómica». Este otro es eldoctorSimmons,delaUniversidaddeCaliforniaenLosÁngeles,unespecialistaenOrtegayGasset;éste es el profesor West, que se especializó en Ética, disciplina olvidada actualmente, en laUniversidad deColumbia. El reverendo Padover, aquí presente, pronunció unas conferencias hacetreinta añosyperdió su rebañoentreundomingoy el siguiente, debidoa susopiniones.Llevayaalgún tiempo con nosotros. En cuanto a mí, escribí un libro titulado Los dedos en el guante; larelaciónadecuadaentreelindividuoylasociedady…aquíestoy.¡Bienvenido,Montag!

—Yonosoydesuclase—dijoMontag,porúltimo,convozlenta—.Siemprehesidounestúpido.—Estamos acostumbrados a eso. Todos cometimos algún error, si no, no estaríamos aquí.

Cuando éramos individuos aislados, lo único que sentíamos era cólera. Yo golpeé a un bomberocuando, hace años, vino a quemarmi biblioteca.Desde entonces, ando huyendo. ¿Quiere unirse anosotros,Montag?

—Sí.—¿Quépuedeofrecernos?—Nada.CreíatenerpartedelEclesiastés,ytalvezunpocodeldelaRevelación,pero,ahora,ni

siquieramequedaeso.—ElEclesiastésseríamagnífico.¿Dóndelotenía?—Aquí.Montagsetocólacabeza.—¡Ah!—exclamóGranger,sonriendoyasintiendoconlacabeza.—¿Quétienedemalo?¿Noestábien?—preguntóMontag.

—Mejor que bien; ¡perfecto! —Granger se volvió hacia el reverendo—. ¿Tenemos unEclesiastés?

—Uno.UnhombrellamadoHarris,deYoungtown.—Montag—GrangerapretóconfuerzaunhombrodeMontag—.Tengacuidado.Cuidesusalud.

Si algo le ocurriera a Harris, usted sería el Eclesiastés. ¡Vea lo importante que se ha vuelto derepente!

—¡Perosiloheolvidado!—No,nadaquedaperdidoparasiempre.Tenemossistemasderefrescarlamemoria.—¡Perosiyahetratadoderecordar!—Nolointente.Vendrácuandolonecesitemos.Todosnosotrostenemosmemoriasfotográficas,

peropasamoslavidaenteraaprendiendoaolvidarcosasqueenrealidadestándentro.Simmons,aquípresente,hatrabajadoenelloduranteveinteaños,yahorahemosperfeccionadoelmétododemodoquepodemos recordarcualquiercosaquehayamos leídounavez.¿Legustaríaalgúndía,Montag,leerLaRepúblicadePlatón?

—¡Claro!—YosoyLaRepúblicadePlatón.¿DesealeerMarcoAurelio?Mr.SimmonsesMarco.—¿Cómoestáusted?—dijoMr.Simmons.—Hola—contestóMontag.—Quiero presentarle a Jonathan Swift, el autor de esemalicioso libro político,Los viajes de

Gulliver.EsteotrosujetoesCharlesDarwin,yaquélesSchopenhauer,yaquél,Einstein,yelqueestájuntoamí esMr.AlbertSchweitzer,un filósofomuyagradable,desde luego.Aquí estamos todos,Montag:Aristófanes,MahatmaGandhi,GautamaBuda,Confucio,ThomasLovePeacock,ThomasJeffersonyMr.Lincoln.YtambiénsomosMateo,Marco,LucasyJuan.

—Noesposible—dijoMontag.—Sí lo es—replicóGranger, sonriendo—.Tambiénnosotrosquemamos libros.Los leemosy

los quemamos, por miedo a que los encuentren. Registrarlos en microfilm no hubiese resultado.Siempreestamosviajando,ynoqueremosenterrarlapelículayregresardespuésporella.Siempreexisteelriesgodeserdescubiertos.Mejoresguardarlotodoenlacabeza,dondenadiepuedaverlonisospecharsuexistencia.TodossomosfragmentosdeHistoria,deLiteraturaydeLeyInternacional,Byron, Tom Paine, Maquiavelo o Cristo, todo está aquí. Y ya va siendo tarde. Y la guerra haempezado.Yestamosaquí,ylaciudadestáallí,envueltaensuabrigodeunmillardecolores.¿Enquépiensa,Montag?

—Piensoqueestabaciegotratandodehacerlascosasmimanera,dejandolibrosenlascasasdelosbomberosyenviandodenuncias.

—Hahecho loquedebía.Llevadoaescalanacionalhubiesepodidodarespléndidos resultados.Pero nuestro sistema es más sencillo y creemos que mejor. Lo que deseamos es conservar losconocimientosque,creemos,habremosdenecesitar,intactosyasalvo.Nonosproponemoshostigarnimolestar a nadie.Aúnno, porque si se destruyen, los conocimientoshabránmuerto, quizáparasiempre. Somos ciudadanos modélicos, a nuestra manera especial. Seguimos las viejas vías,dormimosenlascolinas,porlanoche,ylagentedelasciudadesnosdejantranquilos.Decuandoencuando, nos detienen y nos registran, pero en nuestras personas no hay nada que pueda

comprometernos.Laorganizaciónesflexible,muyágilyfragmentada.Algunosdenosotroshemossidosometidosacirugíaplásticaenelrostroyenlosdedos.Enestemomento,nosesperaunamisiónhorrible.Esperamosaqueempiecelaguerray,conidénticarapidez,aquetermine.Noesagradable,pero es que nadie nos controla. Constituimos una extravaganteminoría que clama en el desierto.Cuandolaguerrahayaterminado,quizápodamosserdealgunautilidadalmundo.

—¿Deverascreequeentoncesescucharán?—Si no lo hacen, no tendremosmás que esperar. Transmitiremos los libros a nuestros hijos,

oralmente,ydejaremosquenuestroshijosesperen,asuvez.Deestemodo,seperderámucho,desdeluego, pero no se puede obligar a la gente a que escuche. A su debido tiempo, deberá acudir,preguntándosequéhaocurridoyporquéelmundohaestalladobajoellos.Estonopuededurar.

—¿Cuántossonustedes?—Miles, que van por los caminos, las vías férreas abandonadas, vagabundos por el exterior,

bibliotecasporelinterior.Alprincipio,nosetratódeunplan.Cadahombreteníaunlibroquequeríarecordar,yasílohizo.Luego,duranteunperíododeunosveinteaños,fuimosentrandoencontacto,viajando, estableciendo esta organización y forzando un plan. Lo más importante que debíamosmeternosenlacabezaesquenosomosimportantes,quenodebemosdeserpedantes.Nodebemossentirnos superiores a nadie en el mundo. Sólo somos sobrecubiertas para libros, sin valorintrínseco.Algunosdenosotrosvivenenpequeñasciudades.ElCapítulo1delWalden,deThoreau,habitaenGreenRiver,elCapítuloII,enMillowFarm,Maine.PerosihayunpobladoenMaryland,con sólo veintisiete habitantes, ninguna bomba caerá nunca sobre esa localidad, que alberga losensayos completos de un hombre llamado Bertrand Russell. Coge ese poblado y casi divida laspáginas, tantas por persona. Y cuando la guerra haya terminado, algún día, los libros podrán serescritos de nuevo. La gente será convocada una por una, para que recite lo que sabe, y loimprimiremos hasta que llegue otra Era de Oscuridad, en la que, quizá, debamos repetir toda laoperación.Peroestoeslomaravillosodelhombre:nuncasedesalientaodisgustalosuficienteparaabandonaralgoquedebehacer,porquesabequeesimportanteyquemerecelapenaserlo.

—¿Quéhacemosestanoche?—preguntóMontag.—Esperar—repusoGranger—.Ydesplazarnosunpocoríoabajo,porsiacaso.Empezóaarrojarpolvoytierraalahoguera.Los otros hombres le ayudaron, lomismo queMontag, y allí, enmitad del bosque, todos los

hombresmovieronsusmanos,apagandoelfuegoconjuntamente.Sedetuvieronjuntoalrío,alaluzdelasestrellas.Montagconsultólaesferaluminosadesurelojsumergible.Lascinco.Lascincodelamadrugada.

Otroañoquemadoenunasolahora,unamaneceresperandomásalládelaorillaopuestadelrío.—¿Porquéconfíanenmí?—preguntóMontag.Unhombresemovióenlaoscuridad.—Su aspecto es suficiente. No se ha visto usted últimamente en un espejo. Además, la ciudad

nunca se ha preocupado lo bastante de nosotros como para organizar una persecuciónmeticulosacomo ésta, con el fin de encontrarnos. Unos pocos chiflados con versos en la sesera no puedenafectarla, y ellos lo saben, y nosotros también. Todos lo saben. En tanto que la mayoría de lapoblaciónnoandeporahírecitandolaCartaMagnaylaConstitución,nohaypeligro.Losbomberos

eransuficientesparamantenerestoaraya,consusactuacionesesporádicas.No,lasciudadesnonospreocupan.Yustedtieneunaspectoendiablado.

Sedesplazaronporlaorilladelrío,haciaelSur.Montagtratódeverlosrostrosdeloshombres,losviejosrostrosquerecordabaalaluzdelahoguera,mustios,ycansados.Estabanbuscandounavivacidad, una resolución. Un triunfo sobre el mañana que no parecía estar allí. Tal vez habíaesperadoqueaquellosrostrosardieranybrillasenconlosconocimientos,queresplandeciesencomolinternas,conlaluzencendida.Perotodalaluzhabíaprocedidodelahoguera,yaquelloshombresnoparecíandistintosdecualesquieraotrosquehubiesen recorridoun largocamino,unabúsquedaprolongada, que hubiesen visto cómo eran destruidas las cosas buenas, y ahora, muy tarde, sereuniesenparaesperarelfinaldelapartida,ylaextincióndelaslámparas.Noestabansegurosdequeloquellevabanensusmentespudiesehacerquetodoslosfuturosamaneceresbrillasenconunaluzmás pura, no estaban seguros de nada, excepto de que los libros estaban bien archivados tras sustranquilosojos,deque los librosesperaban,con laspáginassincortar,a los lectoresquequizásepresentaranañosdespués,unos,condedoslimpios,yotros,condedossucios.

Mientrasandaban,Montagfueescrutandounrostrotrasdeotro.—Nojuzgueunlibroporsusobrecubierta—dijoalguien.Ytodosrieronsilenciosamente,mientrassemovíanríoabajo.

Seoyóunchillidoestridente,ylosreactoresdelaciudadpasaronsobresuscabezasmuchoantesdequeloshombreslevantaranlamirada,Montagsevolvióparaobservarlaciudad,muylejos,juntoalrío,convertidasóloenundébilresplandor.

—Miesposaestáallí.—Losiento.Alasciudadesnolesvanairbienlascosasenlospróximosdías—dijoGranger.—Esextraño,nolaechoenfalta,apenastengosensación—dijoMontag—.Inclusoaunqueella

murieramehedadocuentahaceunmomento,nocreoquemesintieratriste.Esonoestábien.Algodebedeocurrirme.

—Escuche—dijoGranger,cogiéndoleporunbrazoyandandoasulado,mientrasapartabalosarbustos para dejarle pasar—. Cuando era niño, mi abuelo murió. Era escultor. También era unhombremuybueno, teníamuchoamorquedaralmundo,yayudóaeliminarlamiseriaennuestraciudad; y construía juguetes para nosotros, y se dedicó amil actividades durante su vida; siempreteníalasmanosocupadas.Ycuandomurió,deprontomedicuentadequenollorabaporél,sinoporlascosasquehacía.Llorabaporquenuncamásvolveríahacerlas,nuncamásvolveríaa labrarotropedazodemaderaynonosayudaríaacriarpichonesenelpationi tocaríaelviolíncomoélsabíahacerlo,ninoscontaríachistes.Formabapartedenosotros,ycuandomuriótodaslasactividadesseinterrumpieron,ynadieeracapazdehacerlascomoél.Eraindividualista.Eraunhombreimportante.Nuncamehe sobrepuesto a sumuerte.Amenudo,piensoen las tallasmaravillosasquenuncahancobrado forma a causade sumuerte.Cuántos chistes faltan almundo, y cuántos pichonesno sidotocadosporsusmanos.Configuróelmundo,hizocosasensubeneficio.Lanocheenquefalleció,elmundosufrióunapérdidadediezmillonesdebuenasacciones.

Montaganduvoensilencio.—Millie,Millie—murmuró—.Millie.—¿Qué?

—Mi esposa, mi esposa. ¡PobreMillie, pobreMillie! No puedo recordar nada. Pienso en susmanos,peronolasveorealizarningunaacción.Permanecencolgandofláccidamenteasuslados,oestánensuregazo,ohayuncigarrilloenellas.Peroesoestodo.

Montagsevolvióamirarhaciaatrás.«¿Quédistealaciudad,Montag?»«Ceniza.»«¿Quésedieronlosotrosmutuamente?»«Nada.»GrangerpermanecióconMontag,mirandohaciaatrás.—Cuandomuere, todoelmundodebedejaralgodetrás,decíamiabuelo.Unhijo,un libro,un

cuadro,unacasa,unaparedlevantadaounpardezapatos.Ounjardínplantado.Algoquetumanotocarádeunmodoespecial,demodoquetualmatengaalgúnsitioadondeircuandotúmueras,ycuandolagentemireeseárbol,oesaflor,quetúplantaste,túestarásallí.«Noimportaloquehagas—decía—,entantoquecambiesalgorespectoacomoeraantesde tocarlo,convirtiéndoloenalgoque sea como tú después de que separes de ellos tusmanos.La diferencia entre el hombre que selimitaacortarelcéspedyunauténticojardineroestáeneltacto.Elcortadordecéspedigualpodríanohaberestadoallí,eljardineroestaráallíparasiempre.»

Grangermovióunamano.—Miabuelomeenseñóunavez,hacecincuentaaños,unaspelículastomadasdesdecohetes.¿Ha

visto alguna vez el hongo de una bomba atómica desde trescientos kilómetros de altura? Es unacabezadealfiler,noesnada.Yasualrededor,lasoledad.

»Miabuelopasóunadocenadeveceslapelículatomadadesdeelcohete,y,despuésmanifestósuesperanzadequealgúndíanuestrasciudadesseabriríanparadejarentrarmásverdor,máscampiña,másNaturaleza, que recordara a la gente que sólo disponemos de un espaciomuy pequeño en laTierrayque sobreviviremosenesevacíoquepuede recuperar loquehadado, con tanta facilidadcomo echarnos el aliento a la cara o enviamos el mar para que nos diga que no somos tanimportantes.

»Cuandoen laoscuridadolvidamos locercaqueestamosdelvacío—decíamiabuelo—algúndíasepresentaráyseapoderarádenosotros,porquehabremosolvidadoloterribleyrealquepuedeser.»¿Sedacuenta?—GrangersevolvióhaciaMontag—.Elabuelollevamuchosañosmuerto,perosime levantaraelcráneo, ¡porDios!,en lascircunvolucionesdemicerebroencontraría lasclarashuellasdesusdedos.Élmetocó.Comohedichoantes,eraescultor.«DetestoaunromanollamadoStatuQuo»,medijo.«Llenatusojosdeilusión—decía—.Vivecomosifuerasamorirdentrodediezsegundos.Vealmundo.Esmásfantásticoquecualquiersueñorealoimaginario.Nopidasgarantías,no pidas seguridad. Nunca ha existido algo así. Y, si existiera, estaría emparentado con el granperezosoquecuelgabocaabajodeunárbol,y todosycadaunode losdías,empleandolavidaendormir. Al diablo con esto—dijo—, sacude el árbol y haz que el gran perezoso caiga sobre sutrasero.»

—¡Mire!—exclamóMontag.Ylaguerraempezóyterminóenaquelinstante.Posteriormente, loshombresqueestabanconMontagnofueroncapacesdedecirsienrealidad

habíavistoalgo.Quizásunleveresplandorymovimientoenelcielo.Talvezlasbombasestuviesenallí,ylosreactoresveintekilómetros,diezkilómetros,doskilómetroscieloarribaduranteunbreveinstante, como grano arrojado desde lo alto por la enorme mano del sembrador, y las bombascayeronconespantosarapidezy,sinembargo,conunarepentinalentitud,sobrelaciudadquehabíandejadoatrás.Elbombardeohabíaterminadoparatodoslosfinesypropósitos,asíquelosreactoreshubieron localizado su objetivo, puesto sobre aviso a sus apuntadores a ochomil kilómetros porhora; tan fugaz como el susurro de una guadaña, la guerra había terminado.Una vez soltadas lasbombas, ya no hubo nadamás.Luego, tres segundos completos, un plazo inmenso en laHistoria,antes de que las bombas estallaran, las naves enemigas habían recorrido lamitad del firmamentovisible,comobalasen lasqueunsalvajequizánocreyese,porqueeraninvisibles;sinembargo,elcorazónesdestrozadoderepente,elcuerpocaedespedazadoylasangresesorprendealverselibreenelaire;elcerebrodesparramasuspreciososrecuerdosymuere.

Resultabaincreíble.Sóloungesto.Montagvioelaleteodeungranpuñodemetalsobrelaciudad,yconocíaelaullidode los reactoresque le seguiríandiciendo, trasde lahazaña:Desintégrate, nodejespiedrasobrepiedra,perece.Muere.

Montag inmovilizó las bombas en el cielo por un breve momento, su mente y sus manos selevantarondesvalidamentehaciaellas.

—¡Corred!—gritóaFaber,aClarisse—.¡Corred!—aMildred—.¡Fuera,marchaosdeahí!Pero Clarisse, recordó Montag, había muerto. Y Faber se había marchado; en algún valle

profundodelaregión,elautobúsdelascincodelamadrugadaestabaencaminodeunadesolaciónaotra.Aunque la desolación aún no había llegado, todavía estaba en el aire, era tan cierta como elhombre parecía hacerla. Antes de que el autobús hubiera recorrido otros cincuentametros por laautopista,sudestinocareceríadesignificado,supuntodesalidahabríapasadoaserdemetrópoliamontónderuinas.

YMildred…¡Fuera,corre!Montag la vio en la habitación de su hotel, durante el medio segundo que quedaba, con las

bombasaunmetro,unpalmo,uncentímetrodeledificio.Lavioinclinadahaciaelresplandordelasparedestelevisivasdesdelasquela«familia»hablabaincesantementeconella,desdedondelafamiliacharlabaydiscutía, ypronunciaba sunombre, y le sonreía, yno aludíaparanada a la bombaqueestabaauncentímetro,después,amediocentímetro,luego,auncuartodecentímetrodeltejadodelhotel. Absorta en la pared, como si en el afán de mirar pudiese encontrar el secreto de suintranquilidade insomnio.Mildred, inclinadaansiosa,nerviosamente, comoparazambullirse, caeren la oscilante inmensidad de color, para ahogarse en su brillante felicidad. La primera bombaestalló.

—¡Mildred!Quizá,¿quiénlosabríanunca?Talvezlasestacionesemisoras,consuschorrosdecolor,deluzy

depalabras,fueronlasprimerasendesaparecer.Montag, cayendo de bruces, hundiéndose, vio o sintió, o imaginó que veía o sentía, cómo las

paredesseoscurecíanfrentealrostrodeMillie,oyóloschillidosdeella,porque,enlamillonésimadesegundoquequedaba,ellaviosupropiorostroreflejadoallí,enunespejoenvezdeenunabola

decristal,yeraunrostrotansalvajementevacío,entregadoasímismoenelsalón,sintocarnada,hambrientoysaciándoseconsigomismoque,porfin, loreconociócomoelsuyopropioylevantórápidamente lamiradahacia el techocuandoéstey la estructuradelhotel sederrumbó sobre ella,arrastrándoleconunmillóndekilosde ladrillos,demetal,deyeso,demadera,para reunirseconotras personas en las colmenas de más abajo, todos en rápido descenso hacía el sótano, dondefinalmentelaexplosiónlelibraríadetodoasumanerairrazonable.

Recuerdo.Montagseaferróalsuelo.Recuerdo.Chicago.Chicago,hacemuchotiempo,Millieyyo.¡Allífuedondenosconocimos!Ahoralorecuerdo.Chicago.Hacemuchotiempo.

Laexplosiónsacudióelairesobreelrío,derribóaloshombrescomofichasdedominó,levantóel agua de su cauce, aventó el polvo e hizo que los árboles se inclinaran hacia el Sur. Montag,agazapado,haciéndosetodolopequeñoposible,conlosojosmuyapretados.Losentreabrióporunmomentoy,enaquelinstante,violaciudad,envezdelasbombas,enelaire.Habíanpermutadosusposiciones. Durante otro de esos instantes imposibles, la ciudad se irguió, reconstruida eirreconocible,másaltade loquenuncahabía esperado ser,másaltade loqueelhombre lahabíaedificado, erguida sobre pedestales de hormigón triturado y briznas de metal desgarrado, de unmillón de colores, con un millón de fenómenos, una puerta donde tendría que haber habido unaventana,untejadoenelsitiodeuncimiento,y,después,laciudadgirósobresímismaycayómuerta.

Elsonidodesumuertellegómástarde.

Tumbado,conlosojoscubiertosdepolvo,conunafinacapadepolvillodecementoensuboca,ahoracerrada,jadeandoyllorando,Montagvolvióapensar:recuerdo,recuerdo,recuerdoalgomás.¿Quées?Sí,sí,partedelEclesiastésydelaRevelación.Partedeeselibro,partedeél,aprisa,ahora,aprisa, antesdeque semeescape, antesdeque cese el viento.El librodelEclesiastés.Ahí va.Lorecitó para sí mismo, en silencio, tumbado sobre la tierra temblorosa, repitió muchas veces laspalabras,ylesalieronperfectassinesfuerzo,yporningunapartehabía«DentífricoDenham»,eratansóloelPredicadorentregadoasímismo,erguidoallíensumente,mirándole…

—Allí—dijounavoz.Loshombresyacíanboqueandocomopecesfuerafuedelagua.Seaferrabanalatierracomolos

niñosseaferranalosobjetosfamiliares,pormuyfríosymuertosqueestén,sinimportarlesloquehaocurridoo loquepuedeocurrir; susdedosestabanhundidosenelpolvoy todosgritabanparaevitarlaroturadesustímpanos,paraevitarelestallidodesurazón,conlasbocasabiertas,yMontaggritabaconellos,unaprotestacontraelvientoquelesarrugabalosrostros,lesdesgarrabaloslabiosyleshacíasangrarlasnarices.

Montagobservócómolainmensanubedepolvoibaposándose,ycómoelinmensosilenciocaíasobreelmundo.Yallí,tumbado,leparecióqueveíacadagranodepolvoycadabriznadehierba,yqueoíatodoslosgritosyvocesysusurrosqueseelevabanenelmundo.Elsilenciocayójuntoconelpolvo, y sobre todo el tiempo que necesitarían para mirar a su alrededor, para conseguir que larealidaddeaqueldíapenetraraensussentidos.

Montagmiróhaciael río.«Iremosporel río.—Miró laviejavía ferroviaria—.O iremosporella.Ocaminaremosporlasautopistasytendremostiempodeasimilarlotodo.Yalgúndía,cuandollevemucho tiempo sedimentado en nosotros, saldrá de nuestrasmanos y nuestras bocas. Y granpartedeellaestaráequivocado,perootraserácorrecta.Hoyempezaremosaandaryavermundo,ya

observarcómolagenteandaporahíyhabla,elverdaderoaspectoquetiene.Quieroverlotodo.Yaunquenadadeelloseayocuandoentren,alcabodeuntiempo,todosereuniráenmiinterior,yseráyo.Fíjateenelmundo,Diosmío,Diosmío.Fíjateenelmundo,fuerademí,másalládemirostro,yelúnicomediodetocarloverdaderamenteesponerloallídondeporfinseayo,dondeestélasangre,donde recorrami cuerpo cienmil veces al día.Me apoderaré de ella demanera que nunca podráescapar.Algún día,me aferraré con fuerza almundo.Ahora tengo un dedo apoyado en él. Es unprincipio.»

Elvientocesó.Los otros hombres permanecieron tendidos, no preparados aún para levantarse y empezar las

obligacionesdeldía,lashoguerasylapreparacióndealimentos,losmilesdedetallesparaponerunpie delante de otro pie y una mano sobre otra mano. Permanecieron parpadeando con suspolvorientaspestañas.Selespodíaoírrespirandoaprisa;luego,máslentamente…

Montag se sentó. Sin embargo, no se siguiómoviendo. Los otros hombres le imitaron. El soltocabaelnegrohorizonteconunadébilpinceladarojiza.Elaireerafrescoyolíaalluviainminente.

En silencio, Granger se levantó, se palpó los brazos, las piernas, blasfemando, blasfemandoincesantementeentredientes,mientraslaslágrimaslecorríanporelrostro.Searrastróhaciaelríoparamiraraguasarriba.

—Está arrasada —dijo mucho rato después—. La ciudad parece un montón de polvo. Hadesaparecido.—Yalcabodeunalarguísimapausasepreguntó:

«¿Cuántossabríanloqueibaaocurrir?¿Cuántossellevaríanunasorpresa?»«Yentodoelmundo—pensóMontag—,¿cuántasciudadesmásmuertas?Yaquí,ennuestropaís,

¿cuántas?¿Cien,mil?»Alguienencendióunacerillay laacercóaunpedazodepapelquehabíasacadodeunbolsillo.

Colocaronelpapeldebajodeunmontoncitodehierbasyhojas,y,alcabodeunmomento,añadieronramitashúmedasquechisporrotearon,peroprendieronporfin,ylahoguerafueaumentandobajoelairematutino,mientras el sol se elevabay los hombresdejaban lentamentedemirar al ríoy eranatraídosporelfuego,torpemente,sinnadaquedecir,yelsoliluminósusnucascuandoseinclinaron.

Grangerdesdoblóunalonaencuyointeriorhabíaalgodetocino.—Comeremosunbocado.Después,daremosmediavueltaynosdirigiremoscorrientearriba.Tal

veznosnecesitenporallí.Alguiensacóunapequeñasartén,yeltocinofueapararasuinterior,yempezóatostarsesobrela

hoguera.Al cabo de unmomento, el aromadel tocino impregnaba el airematutino.Los hombresobservabanelritualensilencio.

Grangermirólahoguera.—Fénix.—¿Qué?—Hubo un pajarraco llamado Fénix, mucho antes de Cristo. Cada pocos siglos encendía una

hoguera y se quemaba en ella. Debía de ser primo hermano del Hombre. Pero, cada vez que sequemaba,resurgíadelascenizas,conseguíarenacer.Yparecequenosotroshacemoslomismo,unayotravez,pero tenemosalgoqueelFénixno tenía.Sabemos lamaldita estupidezqueacabamosdecometer.Conocemos todas las tonteríasquehemoscometidoduranteunmillardeaños,yen tanto

querecordemosestoyloconservemosdondepodamosverlo,algúndíadejaremosdelevantaresasmalditaspirasfunerariasydearrojarnossobreellas.Cadageneraciónhabrámásgentequerecuerde.

Granger sacó la sartén del fuego, dejó que el tocino se enfriara, y se lo comieron lenta,pensativamente.

—Ahora, vámonos río arriba —dijo George—. Y tengamos presente una cosa: no somosimportantes.Nosomosnada.Algúndía,lacargaquellevamosconnosotrospuedeayudaraalguien.Pero incluso cuando teníamos los libros en la mano, mucho tiempo atrás, no utilizamos lo quesacábamosde ellos.Proseguimos impertérritos insultando a losmuertos.Proseguimos escupiendosobre las tumbas de todos los pobres que habían muerto antes que nosotros. Durante la próximasemana,elpróximomesyelpróximoañovamosaconoceramuchagentesolitaria.Ycuandonospregunten lo que hacemos, podemos decir: «Estamos recordando.»Ahí es donde venceremos a lalarga.Y, algúndía, recordaremos tanto,queconstruiremos lamayorpalamecánicade laHistoria,con laqueexcavaremos la sepulturamayorde todos los tiempos,dondemeteremos laguerray laenterraremos. Vamos, ahora. Ante todo, deberemos construir una fábrica de espejos, y durante elpróximoaño,sólofabricaremosespejosynosmiraremosprolongadamenteenellos.

Terminarondecomeryapagaronelfuego.Eldíaempezabaabrillarasualrededor,comosiaunalámpararosadaseledieramásmecha.

Enlosárboles,lospájarosquehabíanhuidoregresabanyproseguíansuvida.Montagempezóaandar,y,alcabodeunmomento,sediocuentadequelosdemásleseguían,en

dirección norte. Quedó sorprendido y se hizo a un lado, para dejar que Granger pasara; peroGrangerlemiróy,conunademán,lepidióqueprosiguiera.Montagcontinuóandando.Miróelrío,elcieloy lasvíasoxidadasqueseadentrabanhaciadondeestaban lasgranjas,donde losgranerosestaban llenos de heno, donde una serie de personas habían llegado por la noche, fugitivas de laciudad.Mástarde,alcabodeunoodeseismeses,ynomenosdeunaño,Montagvolveríaaandarporallísolo,yseguiríaandandohastaquealcanzaraalagente.

Pero, ahora, le esperaba una larga caminata hasta el mediodía, y si los hombres guardabansilencioeraporquehabíaquepensarentodo,ymuchoquerecordar.Quizámásavanzadalamañana,cuandoelsolestuviesealtoyleshubiesecalentado,empezaríanahablar,osóloadecirlascosasquerecordaban,paraestarsegurosdequeseguíanallí,paraestarcompletamenteciertosdequeaquellascosas estaban seguras en su interior, Montag sintió el leve cosquilleo de las palabras, su lentaebullición.Ycuandolellegaraelturno,¿quépodríadecir,quépodríaofrecerenundíacomoaquél,parahacerelviajealgomássencillo?Hayuntiempoparatodo.Sí.Unaépocaparaderrumbarse,unaépocaparaconstruir.Sí.Unahoraparaguardarsilencioyotraparahablar.Sí,todo.Pero,algomás.¿Quémás?Algo,algo…

Y,acadaladodelrío,habíaunárboldelavida…condoceclasesdistintasdefrutas,ycadamesentregabansucosecha;ylashojasdelosárbolesservíanparacuraralasnaciones.

«Sí—pensóMontag—,esoesloqueguardaréparamediodía.Paramediodía…»«Cuandoalcancemoslaciudad.»

RAYDOUGLASBRADBURY,(Waukegan,Illinois,22deagostode1920-LosÁngeles,California,5dejuniode2012)escritorestadounidensedemisteriodelgénerofantástico,terrorycienciaficción.PrincipalmenteconocidoporsuobraCrónicasmarcianas(1950)ylanoveladistópicaFahrenheit451(1953).

RayBradburynacióeldía22deagostode1920enWaukegan,Illinois.SufamiliasemudóvariasvecesdesdesulugardeorigenhastaestablecersefinalmenteenLosÁngelesen1934.Bradburyfueunávidolectorensujuventudademásdeunescritoraficionado.Nopudoasistiralauniversidadporrazoneseconómicas.Paraganarselavida,comenzóavenderperiódicos.Posteriormentesepropusoformarsedemaneraautodidactaatravésdelibros,comenzandoarealizarsusprimeroscuentos.Sustrabajosinicialeslosvendióarevistas,acomienzosdelaño1940.

Ha trabajado también como argumentista y guionista en numerosas películas y series detelevisión, entre las que cabedestacar su colaboración con JohnHuston en la adaptacióndeMobyDick para la película que éste dirigió en 1956. Existe un asteroide llamado 9766 Bradbury en suhonor.


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