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24 Ápices Digital

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 1 Revista ÁPICES DIGITAL REDACCIÓN Magdalena Cámpora Diego Ribeira Luis Ángel Della Giovanna Luis Biondini Raúl Lavalle Editor responsable: Raúl Lavalle Dirección de correspondencia: Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentina tel. 4811-6998 [email protected]  nº 24    2016  Nota: La Re dacció n no nece sariamen te comparte l as opinione s vertidas en esta  publicac ión.
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Revista ÁPICES DIGITAL 

REDACCIÓNMagdalena Cámpora

Diego RibeiraLuis Ángel Della Giovanna

Luis Biondini

Raúl LavalleEditor responsable: Raúl LavalleDirección de correspondencia:

Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentinatel. 4811-6998

[email protected]  

nº 24  –  2016

 Nota: La Redacción no necesariamente comparte las opiniones vertidas en esta

 publicación.

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ÍNDICE

Federico Caivano. El estratega  p. 3

 Nicolás Penón Sobero. Paseo literario occidental (cuento)  p. 9

 Marius Bourrelly, poeta provenzal amante de Rumania  p. 13

Luciano Maia. Traducción de “Cántico a la estirpe latina” de 

Vasile Alecsandri  p. 16

Mario Rojman. Cenizas (soneto) p. 21

“Dead flowers” en latín  p. 22

Minucias varias  p. 24

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EL ESTRATEGA

FEDERICO CAIVANO

Antonio Cavalieri era un hombre de pocas palabras. A suscuarenta y un años de edad, no le gustaba perder tiempo o energía encomunicarse a menos que fuera enteramente necesario. En Treviso, suciudad natal, todos sabían esto. Sin embargo, no era para nada unhombre misterioso o complejo; jamás había viajado más de doscientoskilómetros de distancia de Treviso ni planeaba hacerlo. Le gustaba elaire de las montañas, los perros y no mucho más. No había muchassorpresas que esperar de él, y cuando Italia le declaró la guerra al

Imperio austrohúngaro, nadie se asombró de que fuera el primero en presentarse la mañana siguiente en la oficina de reclutamiento. Porque,aunque no lo dijera en voz alta, era un ferviente defensor de la causanacional y nada lo alegró más que enterarse de que podrían echar a losaustríacos de las poblaciones italianas que ocupaban en los Alpes.

Durante los meses siguientes sirvió al ejército de manera

excepcional, especialmente en asuntos estratégicos. Y, dada su edad y suconocimiento del territorio, se reservó el derecho de combatir hasta quefue absolutamente necesario.

 — Cavalieri, acérquese — le dijo un día su capitán — . Lo necesito para una expedición. Estará a cargo de quince hombres. Deben hacerse paso hasta la cima de aquel cerro y estar alertas; me acaba de llegar lanoticia de que los alemanes han enviado tropas para reforzar las líneasenemigas.

 — Señor, podría indicarles a los soldados cómo llegar y... — Lo necesito a usted al frente. Nadie aquí conoce tan bien el

terreno ni ha demostrado tanto potencial de liderazgo.

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 —Entiendo…  — Deben localizar al enemigo y, sobre todo, impedir que siga

avanzando. Cuando tengan su ubicación, repórtelo de inmediato, y si lonecesita le enviaremos refuerzos. Parten mañana al amanecer. Eso es

todo. ¿Quedó claro? — Sí, señor.

Antonio quiso protestar, pero sabía que era inútil. A pesar de todolo que había logrado su compañía en términos de reconocimiento y planificación, Italia había sufrido sucesivas y desmoralizadoras derrotasen varios frentes y las líneas de abastecimiento no llegaban a cubrir ladistancia alcanzada por los avances de las tropas. El tiempo y losrecursos escaseaban, por lo que Antonio no tenía más remedio que

empuñar su rifle y dirigir a sus compañeros por la empinada ladera de lasmontañas. Esto no le gustaba en lo más mínimo, no por el peligro deescalar los escarpados riscos (experiencia de sobra tenía como alpinista),sino por la inmensa responsabilidad que pesaba sobre sus hombros: sumisión era importante para frenar el avance de los austríacos. Además,de repente se vio a cargo de la vida de varias personas, las cuales tendríaque vigilar constantemente; la deserción era moneda corriente en esosdías y, si su pelotón se llegaba a desbandar, tendría que rendir cuentas asus oficiales. Esa noche no consiguió conciliar el sueño ni por unmomento.

A primera hora de la mañana, el pelotón liderado por Antonioemprendió el peligroso y extenuante viaje hacia la cima del cerro. Eltrayecto, que no era demasiado largo, era, sin embargo, difícil; debíanaprovechar las pocas horas de luz solar que tenían mientras caminabancon mucho cuidado. Un paso en falso podía terminar con uno o varios deellos rodando cientos de metros por un barranco.

Pero Antonio se aseguró todo el tiempo de que no hubiera ni el

más mínimo riesgo. Para su sorpresa, resultó ser un muy buen líder; lossoldados (de entre dieciocho y veinticinco años de edad, a excepción deuno de treinta) se sentían seguros bajo sus órdenes y acataban sincuestionarlo. Orgulloso de sí mismo y deseando que su padre pudieraverlo, Antonio empezó a considerar la posibilidad de hacer carrera en elejército. Sin embargo, este pensamiento quedó relegado para otromomento en el instante en que le pareció ver un escuadrón alemán a ladistancia. Todavía a diez kilómetros de la cima, estaban en una posiciónextremadamente desventajosa: escalaban por una ladera sumamenteangosta, expuestos y sin ninguna ruta de escape rápida ni segura.

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Tratando de que los soldados no entraran en pánico, Antonio lesordenó que retrocedieran para buscar otro camino más transitable, almismo tiempo que confirmaba la presencia del enemigo con sus

 binoculares. “¡Dios mío!”, pensó. “Son demasiados. Y no hay adónde

huir”. Sus manos comenzaron a temblarle y la boca se le secó porcompleto. Estaba aterrado, y antes de que pudiera siquiera pensar en quéhacer, oyó un disparo que golpeó muy cerca de sus pies. Los soldadoscomenzaron a apresurarse, pero Antonio seguía quieto, helado delmiedo. Cuando escuchó a sus compañeros maldiciendo y retirándosedesesperadamente, su embotado cerebro resolvió que lo mejor seríadejarse caer y encontrar refugio en alguna de las rocas que sobresalíanmás abajo.

Sin detenerse a pensar cuánto tiempo tendría que esperar allí oqué haría después, Antonio clavó una estaca en la roca, ató la cuerda quellevaba al cuello y comenzó a descender por el barranco cubierto denieve y tierra suelta. Le causaba terror darle la espalda al enemigo, sinsaber cuántos rifles le apuntaban, pero más miedo le daba verlos, por loque le fue más fácil concentrarse en su retirada de esa manera. Estarelativa tranquilidad, sin embargo, le duró poco. Mientras apoyaba un pie en una parte del terreno particularmente inestable, el ruido de unsegundo disparo hizo que perdiera el equilibrio y comenzara a deslizarsecada vez más rápido por la ladera de la montaña.

Desesperado por detener su acelerada caída, estiró los brazos entodas direcciones en busca de algo de lo cual sostenerse, hasta que porfin encontró un arbusto que logró aguantar su peso. Las manos, rodillasy estómago le ardían profundamente, aun con todo el abrigo que locubría de pies a cabeza. Pero trató de no pensar en eso y en cambioempezar a buscar tierra firme en la cual apoyarse. Milagrosamente, unaabertura quedó justo a un salto de distancia de donde se encontraba.

A Antonio le pareció sumamente extraño; hubiera jurado que esesaliente no estaba allí antes cuando inspeccionó el terreno, o lo hubieravisto. Pero, como no podía perder tiempo, calculó bien la distancia, seacercó lo más que pudo sin soltar el arbusto y saltó hacia la roca quehacía de plataforma. Cuando aterrizó sano y salvo, se persignó einmediatamente tomó refugio en la abertura, la cual resultó ser unacaverna bastante más profunda de lo que parecía a simple vista. Agotado pero relajado, Antonio se sentó y trató de descansar un poco. El solcomenzaba a esconderse detrás de las montañas cuando Antoniodespertó súbitamente.

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Había pasado una hora desde que cerró los ojos, pero elencuentro con los alemanes le pareció haber ocurrido hacía unaeternidad. Aliviado de no estar malherido, comenzó a pensar cuál sería elsiguiente paso en su brillante plan. El frío de la noche se acercaba, y aun

sin ninguna posibilidad de hacer fuego, estaría más resguardado delviento y una posible nevada allí adentro que si intentaba salir y volver alcampamento. Además, aunque la oscuridad le diera una ventaja paraesconderse del enemigo, también le impediría escalar la montaña de unaforma segura. Todavía quedaba un poco de luz colándose directamente por la entrada de la cueva, pero la noche caería de un momento a otro, por lo que lo mejor era permanecer allí.

Antonio suspiró pesadamente y se incorporó para estirar los

músculos. El techo de la cueva era lo suficientemente alto como para que pudiera pararse por completo. Echó una rápida mirada hacia donde creíaque estaban los alemanes, pero no vio nada. Parecía como si el terreno sehubiera modificado mientras dormía. Cuando volvió la mirada haciaadentro, notó que desde el oscuro fondo de la cueva se asomaban dos pequeños puntos de luz, como dos piedras preciosas. Al principio dudóen acercarse, pero decidió investigar aprovechando que todavía era dedía. Dio tres pasos y se detuvo en seco; horrorizado, se dio cuenta de queuna enorme serpiente lo miraba fijamente a los ojos.

 Ninguno de los dos movió un solo músculo. La serpiente sacabasu lengua amenazadoramente, pero el resto de su cuerpo permanecía taninmóvil que parecía estar hecho de la misma roca que la rodeaba.Antonio sudaba, pero sabía que tenía su cuchillo a mano. Su rifle, porotro lado, yacía en el fondo del acantilado desde que se soltó de lacuerda. “No puede ser muy difícil; un tajo certero en el cuello debería

inutilizarla. Tal vez hasta puedo espantarla y que se vaya a otro lado” pensó, mientras sacaba el afilado cuchillo de la funda de su cinturón. Laserpiente observaba atentamente los movimientos de Antonio, y al ver

que éste desenfundaba el cuchillo, estiró su cuello y comenzó aestremecerse bruscamente.

Antonio estaba confundido pero aliviado, pues pensó que elanimal sufría convulsiones y que pronto moriría por su propia cuenta.Pero la tranquilidad dio paso rápidamente al terror cuando vio que laserpiente se encogía y abultaba, sus escamas se convertían en pelos, desu cuerpo emergían patas y orejas, y sus dientes crecíanconsiderablemente. La penetrante mirada era la misma, pero ya no provenían de una serpiente sino de un acechante lobo.

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Antonio creyó estar volviéndose loco, pero no tenía muchotiempo para evaluar la situación. Instintivamente, tomó una pesada rocadel suelo mientras apuntaba al furioso animal con el cuchillo. El lobo dioapenas un paso, observando atentamente y midiendo cada pequeño

movimiento, cada leve temblor, cada músculo contrayéndose. Asíestuvieron durante lo que a Antonio le parecieron horas. Ninguno dio un paso adelante ni atrás. Antonio no se atrevía a lanzar el primer golpe y ellobo parecía estar esperando a que su víctima atacara, descuidando sudefensa. Una lluvia de gotas de sudor caía por la frente de Antonio, peroéste dejaba que le bañaran el rostro, pues sentía que ante el menordescuido el feroz animal se abalanzaría sobre él.

El lobo pareció sonreír, como si pudiera leer sus pensamientos y

se regodeara con el temor y el odio que proyectaba. En una fracción desegundo, sin darle tiempo a Antonio para reaccionar, el lobo dio un pasoatrás, se incorporó sobre sus patas traseras y transformó su pelaje en ununiforme, su hocico en boca y sus garras en guantes y botas. Antonioquedó tan estupefacto que bajó los brazos y dejó caer la roca al suelo;empezaba a temer verdaderamente por su salud mental. El lobo habíadesaparecido y en su lugar lo miraba fijamente un soldado alemán, alto,robusto y con una expresión de severidad enmarcada por frondosas cejasy bigote. Su cabeza estaba cubierta por el clásico casco en punta, el cualapenas rozaba el techo de la caverna.

“¿Qué es esto? ¿Cómo puede ser esto posible?” pensó Antonio.

“El hambre me debe estar causando alucinaciones. O tal vez sigodormido. No puedo recordar cómo llegué hasta aquí. ¿Dónde estoy?” El

alemán no dejaba de mirarlo, firme y casi sin pestañear. A Antonio casise le cae el cuchillo de las manos, pero en un súbito arrebato dedeterminación, alimentada por el odio hacia el enemigo y hacia la bestiaque parecía burlarse de él, dio un paso adelante, concentrándoseúnicamente en matarlo y terminar con todo aquello.

El alemán permaneció inmóvil y, como no parecía llevar armas,Antonio se lanzó a la carga. Pero estando cara a cara con el soldado sedetuvo en seco. El rostro del alemán era ahora completamente distinto, yuna sospecha que no quería confirmar pero que se volvióinevitablemente evidente surgió en Antonio. Como si hubiera atacado aun espejo, se encontró de pronto empuñando el cuchillo contra sí mismo. No había dudas. Las arrugas del rostro, el uniforme desgarrado y llenode polvo... incluso el cuchillo era idéntico al que blandía. Se miró lasmanos y comprobó, muy a su pesar, que eran tan reales y tan suyas comolas que veía enfrente de él. Una sensación de angustia e impotencia lecomprimió el estómago.

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Temblando de pies a cabeza, dejó caer el cuchillo. Su doble,impasible mientras veía toda la escena, excepto por un brillo sórdido ensus ojos, aprovechó la oportunidad para poner su mano en el hombro deAntonio y clavarle repetidamente su propio cuchillo en el pecho. La

 bestia se retiró al fondo de la cueva arrastrando su botín, y mientrasdespedazaba a su víctima con ropa y todo, pensaba: “Tan preparados para enfrentarse a los demás antes que a sí mismos... ¿Por qué será quelos humanos siempre caen con este truco?” 

FEDERICO CAIVANO

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PASEO LITERARIO OCCIDENTAL

 NICOLÁS PENÓN SOBERO

Ya una hora, todavía nada... Pasada La Reja, sin llegar a Álvarez.Decidido el colectivo a no pasar mientras lo estuviera esperando, girosobre mis talones y encaro la polvareda de las calles que nunca han vistoasfalto. Un paseo, pues... Cruzando por una principal hasta debería llegaraún más rápido. Sin mapa, gente no veo, los onomásticos carteles apenasvisibles, los que están.

Esta calle, larga, debería servir; no veo nada hacia el horizonte. No la conozco, no hay señales. Casas sin número... Una, sin embargo,lleva escrito en la pared, en negro y grandes caracteres: “¡Avanza!

¡Sigue avanzando!” La casa de junto, en misma caligrafía, reza: “Todolo alcanzarás, solemne loco...” Sigo caminando, entonces.

El sol pega fuerte y pocos árboles aparecen bordeando el sendero.

La primera calle secundaria que cruzo y empalma con la que vengocaminando, desierta... un par de casas en la esquina nada más. Dosgrandes barrancas, una a cada lado, delimitan el camino. Una sombra borrosa hacia la mitad de la calle. Un hombre, ¿sentado? Toma mate, parece. Me ofrece aun antes de saludarle. Pura yerba, sin palo... Saludo, pregunto si sabe en qué calle estoy. “Se llama como yo”, dice, “no sé si

es mía o si soy de ella”. “¿Cómo se llama usted?”, pregunto.“Florencio”, dice, seco, y no pregunto más. Me siento y charlamos, él

habla, yo escucho. Dice que es periodista, con afanes de dramaturgia,

que tiene familia, sí, una mujer, un par de hijos; el mayor, dice, es dotor .Recuerdo qué hago por acá, me despido, agradezco el trago y sigocamino.

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Sigo un par de cuadras sin nada notable. De repente, un bulliciolejano. Llegando a la esquina empiezo a ver cuerpos avanzando hacia micalle desde una lateral. Llego a la esquina. Es una marcha o avanzada,todas mujeres. Una bandada de mujeres, de entre 20 y 60 años, mujeres

enojadas, protestonas, descontentas. Maldicen la ausencia de su sevillanodefensor y portavoz. Está Rosita, bueno, doña Rosa ya, seria, firme, pensativa. Detrás otra mujer, de cuerpo árido y rostro jovial, lleva a sunene, contento, de la mano. Dicen las demás que es adoptado... amadoseguro. Llegadas a la esquina pegan la vuelta y retornan el avance por lacalle que venían, una marcha de órbita corta. Sus carteles son coloridos,sus sentencias potentes. “Sueño mata vigilia”, dice uno. “La verde niña

nos acompaña desde el cielo”, otro. Españolas ellas todas. Saludo a un par, me saludan exaltadas, me entregan unos volantes sobre su causa,

saludo y sigo camino.

Dos cuadras más adelante, ya ávido de un nuevo encuentro, measomo a la calleja lateral. Lo único sobresaliente en el paisaje (y esto basta, lo aseguro, para toda la manzana) es una especie de caja grande enmedio de la calle, obstruyendo el paso. Como una de esas cabinas defotos, negra, sin aberturas. Un hombre sale de dentro de la caja (tiene

 puerta, al menos, evidentemente) mientras me acerco. “Cuidado con lo

que oiga. Mejor, cuidado lo que haga con lo que oiga” , dice sin siquieradetenerse. Curioso, entro por la puertecita. En la caja solo hay lugar paraestarme parado. Está oscuro hasta que una luz tenue ilumina un cuerpodifuso y grotesco que mueve la boca sin emitir sonido alguno. “Sabe

usted qué calle es esta, ¿por casualidad?”, pregunto. Toma aire y recita: 

Es cierto y claro, le digo, pues,la calle esta de un trágico es.Nativo de Colono, gloria de Atenas,cantó penas muchas sucedidas en Tebas.Cantó hombres y coros sabios en huestes,

las vidas de aquél, de ese, de Orestes.Como oráculo le digo, tenga cuidado,cerca ya lo que busca, mas no sea funesto el hado.

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Salgo confundido, desorientado, vuelvo a mi calle, sigocaminando. Dos calles más allá, pasando de largo, me sorprende unchiflido y me giro. Un hombre mayor me saluda desde una casita a mitadde cuadra. Me hace señas de que espere y se acerca al trote. Lleva

 bombacha y alpargatas, sombrero y pañuelo, barba rala y tez curtida.“¿Ha visto a Ricardo?”, me pregunta, directo pero ameno.   “¿Perdón?¿Qué Ricardo?”, digo confundido. Arranca entonces a contarme:

“Ricardo, mi patrón, lo’spero acá. Ya tiene que venir. Novelista es. ¿Loconoce? Ricardo, buen tipo. Yo soy Ramírez, ni primero ni tercero, en elmedio de’llos. Lo espero a Ricardo. Ya una vez se fue, de joven, a París.Le gustó. ‘Tuvo allá varios años, turbados, movidos, pero volvió. Se fue

otra vez. Pa’llá también creo. Ya hace un par ‘e años. Volverá. Esta es sucalle. Si lo ve, mandeló.”. Me despido y sigo derecho, vengo parando

mucho y hace bastante calor.

Avanzo unas cuantas cuadras, cinco o seis, sin nada que ver.Advierte en una intersección un cartelito de madera que ignoro, aconsejano pasar y no le doy importancia. Un grito desaforado me llega de atrásy cuando freno se me adelanta un hombre fornido envuelto en trajenegro y calzado en botas altas. Me mira, altivo, y me impide el paso.“¿Algún problema?”, pregunto, osado. “De acá no se pasa”, me dice,

“esta del costado es calle mía y acá sobre la principal trazo raya princi paly solo pasa quien yo quiero. Hoy estoy en combativo: si quiere avanzar,lo reto a un duelo.” “No moleste”, le respondo e intento seguir adelantecorriéndolo. “Detengasé”, vocifera el extraño, “si quiere pasar, pelee.

Debe usted obedecer. Acepte o vayasé. Escritor, argentino, político yabogado soy. A mí no se me engaña. Alguno debe aceptar. Nadie quieremis duelos levantar. Uno solo se concertó, no de mi mano, y el otroconcursante no se presentó. Su honor de casado mancillé con su sopranomujer; sin embargo, se fue. Le digo que acepte mi petición, señor, esnatural que lo haga, y de naturales cosas sé yo. De lo contrario se quedausted sin rumbo y adónde ir. Acepte, y haré correr su sangre, y en la

sangre suya veremos su calaña.” A punto de responder (aunque no sabríadecir qué), echo a correr, esquivando su manotazo veloz pero no tanto.Sus gritos cubren mi retirada y sigo por esta calle principal de nombreaún desconocido para mí.

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Muchas calles después, muchas, me supongo llegando ya cercade la autopista. Allá seguro pasa algún colectivo. Hace rato que no mecruzo a nadie. Veo a lo lejos las hiladas de autos, camiones y colectivos:la autopista. ¡Al fin! Los pies me duelen, tengo la boca seca, empieza a

oscurecer. Hacia el final de esta calle de tierra, un hombre parado,abierto de brazos, sonriendo, como esperándome. Me llego hasta él y,con incertidumbre, lo saludo. “¿Qué tal?”, digo. “Muy bien, hombre,¿qué tal tú?”. “Cansado, la verdad”, confieso suspirando. “Ya no te

 preocupes”, me dice sacudiendo una mano a la altura de mi pecho, “has

llegado”. “¿Adónde?”, lo interrogo. Se ríe tranquilo, se acomodamoviendo su peso de un pie a otro y me dice: “Escucha... este camino

largo y polvoriento, de tantas calles sin nombre a la vista, lleva bastantetiempo sin ser transitado. Esta callecita a la izquierda es mía. Soy

Calderón. La palabra es mi señal y el honor mi motor. Sacerdote,caballero, abogado y, recordado por esto último, escritor. Esta profesióny pasión comparto con los dueños de todas esas calles que cruzaste.Algunos habitan sus calles, otros han dejado alguien a cargo. ¿Motivo detodo esto? Ninguno. ¿A dónde has llegado? Al final del  paseo”.

Me despido de Calderón, confundido y agotado, y subiendo al puente peatonal, a medida que termina de desaparecer el sol, miro unaúltima vez hacia atrás, hacia la polvorienta calle literaria.

 NICOLÁS PENÓN SOBERO

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MARIUS BOURRELLY, POETA PROVENZALAMANTE DE RUMANIA

 À LA ROUMANÌO

Ço que tèn de la RomanìoMe pretoco prefoundamen;Sié poulitico o pouësìoN’en seguíssi lou mouvamen. 

La Mar es la grando patrìoQue nous rejougne e que nous tèn;

 Alecsandri, Silva Carmen An anaura nouesto famiho.

Lou vaste Empèri dóu SoulèuS’estende enjusque sout lou cèu Dei Roumanesc, raço latino.

D’aquéu pople valènt e fouert Pourti la crous sus la peitrino

E sei felibre dins lou couer.MARIUS BOURRELLY (1820-1896)

A RUMANIA

 Todo lo que hace a Rumaniame conmueve profundamente:sea política o poesía,sigo su movimiento.

La mar es la gran patriaque nos reúne y nos tiene; Alecsandri y Carmen Sylvahan levantado nuestra familia.El vasto Imperio del Solse extiende hasta bajo el cielode los rumanos, raza latina.De aquel pueblo valiente y fuertellevo la cruz sobre el pechoy soy felibre en el corazón.

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 No encontré muchos datos sobre este autor. Pero no es el lugar paradetenernos en eso. Más importante es el testimonio de amor por la latinidad; yespecialmente por Rumania, ese país tan caro a mis afectos.

Bourrelly se siente unido a ella a través de lo que otros verían comouna barrera. Pero no, el Mediterráneo, el  Mare Nostrum, nos dio húmedoscaminos, para que pudiéramos viajar de un pueblo a otro de esta estirpe latina.Él, como un auténtico  felibre (poeta provenzal), siente gran admiración porCarmen Sylva, una gran intelectual alemana que fue Reina Consorte deRumania, y por Vasile Alecsandri, gran humanista y estudioso destacadísimodel folklore de su patria. Por otro lado hay la mención del “Imperio del Sol.”

Mi primera asociación, como americano que soy, es con los dominios de losincas; pero aquí sin duda expresa, en un verbo de águilas romanas, la amplitudy belleza de la cultura mediterránea, que se extendió, Urbe mediante, hasta lasfrías regiones del este de Europa.

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Veo en los rumanos un “calor latino”, porque sus gentes son hospitalarias y sumamente amables. Termino con una relación que hago entremi país del Plata y el oro de los dacios. Ambos somos grandes amantes de lacultura francesa. Bucarest es “la París del este”, mientras Buenos Aires es

dicha, quizás con bastante exageración, una suerte de París de la Américameridional. Hubo una época en que éramos afrancesados y nuestra lengua sellenaba de galicismos; lo mismo que sigue en el rumano hoy. Sí, una lenguadoblemente romana: por su origen y por la gran cantidad de vocablos latinos (através del francés) que no para de importar. No soy experto en provenzal. Eltexto lo tomé de:  Antologia provenzale (ed. E. Portal). Milano, Hoepli, 1911.Me ayudé, para traducirlo, con la versión italiana y mi conocimiento delfrancés. Pero aquí abajo encontrarás, querido lector, un muy bello obsequio,

 pues mi amiga la poetisa rumana Elena Liliana Popescu ha hecho su versión del poema de Bourrelly. Se basé en mi versión española y por supuesto en el texto provenzal. De este modo se da un itinerarium Latinum, desde el sur de Franciahasta Bucarest, pasando por Italia… y por estas lejanas tierras australes.

R.L.

ROMÂNIEI

Tot ceea ce ține de România mă emoționează profund: fie politică sau poezie, le urmăresc mișcarea. 

Marea este marea patriece ne adună și ne ține împreună; 

 Alecsandri și Carmen Sylva ne-au înălțat familia noastră. 

Marele Imperiu al Soareluise extinde până sub cerul românilor, rasă latină. 

De la acel popor curajos și puternic 

port crucea pe pieptși sunt felibru1 în inima mea.

Traducere din spaniolă de Elena Liliana Popescu

1 Membru al unei grupări literare din sudul Franței, care luptă pentru dezvoltarea limbiiși literaturii provensale. (din fr. félibre; pv.  felibre, care vine din sp.  feligrés, enoriaș,lat. filius ecclesiae, fiu al bisericii). Nume pe care și l-au dat poeții provensali dinșcoala lui Roumanille și Mistral. [nota de Elena Liliana Popescu, que dice, ensustancia, que la palabra  felibre  designa a un grupo literario del sur de Francia que

 promueve la lengua provenzal, R.L.] 

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TRADUCCIÓN DE CÁNTICO A LA ESTIRPE LATINA

DE VASILE ALECSANDRI

LUCIANO MAIA1 

CÂNTECUL GINTEI LATINE

Latina ginte e regină Intr'ale lumii ginte mari;Ea poartă în frunte o steà divină; Lucind prin timpii seculari.Menirea ei, tot înainteMăreată îndreapta paşii sei, Ea merge 'n capul altor ginteVărsând lumină 'n urmă ei. 

1 Creo que hago justicia adscribiendo el artículo a este gran poeta de Fortaleza, Brasil,que me honra con su amistad. Si bien hago la disposición del material, que tomo de una

 publicación anterior del prof. Maia, él es el verdadero autor; él es quien me enseña laexistencia de un poema tan bello y tan romano y románico. Después del texto enrumano, pongo la traducción poética de Maia, que es una suerte de nueva creaciónliteraria, y una nota también suya. Ellas y mi diccionario de rumano me animaron aintentar una muy humilde versión española. [R.L.]

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Latina ginte e o virgină Cu farmec dulce, rapitor;Streinu 'n cale i se inclină Si pe genuchi cade cu dorFrumoasă, vie, zîmbitoare, Sub cer senin, în aer caldEa se oglindă în splendid soare, Se scaldă 'n mare de smarald. 

Latina ginte are parteDe-ale pământului comori, Si mult voios ea le imparteCu celelalte a ei surori;

Dar e teribilă 'n mânie Când braţul ei liberator  Loveste 'n cruda tiranie,Şi luptă pentru al ei onor. 

In ziua cea de judecată Când faţă 'n cer cu Domnul sfânt Latina ginte va fi intrebată " Ce ai făcut p'acest pământ ? " Ea va răspunde sus şi tare : " O Doamne, în lume cât am stat,In ochii sei plini de admirare,Pe tine te-am reprezentat."

VASILE ALECSANDRI

*****

CÂNTIC0 À ESTIRPE LATINA(tradução de Luciano Maia)

Nossa estirpe latina é rainhaentre as grandes estirpes do mundo;em sua fronte uma estrela divinabrilha eterna no tempo profundo.Seu destino adiante é o guiae à vanguarda seus passos conduz.Sempre à frente, com mais galhardia,ela esparge ao redor sua luz.

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É uma deusa a estirpe latina,de fascínio e de encanto mais doce;o estrangeiro, à sua frente, se inclina,à sua voz todo o mundo curvou-se.

Tão formosa, tão viva e ridente,sob um céu que ares tíbios desfralda,ela espelha-se ao sol resplendentee se banha num mar de esmeralda.

Nossa estirpe latina faz partedos tesouros das terras louçãs;de bom grado, ela os doa e repartecom as suas diletas irmãs.Mas terrível se faz, quando um dia,o seu braço é furor libertário

e golpeia a cruel tiraniaem defesa do seu corolário.

Quando, enfim, no Juízo Final,frente a Deus, se lhe for perguntado:− Qual missão foi o teu idealna existência terrena? Eis o brado

Da estirpe latina, alto e forte:−  Senhor, quantos mundos andei

ante os olhos da vida e da morte,a Ti, sempre, Te representei!

Nota

Este poema foi escrito pelo poeta romeno Vasile Alecsandri em1878. Ligado à França e à latinidade por sua educação, suas convicçõese suas amizades, Alecsandri participou do concurso dos  félibres (grupode escritores occitanos que instituíram o  Félibrige, movimento de

resistência cultural em favor da língua e da cultura occitanas), poriniciativa de A. Quintana, para a escolha do mais belo poema dedicado àestirpe latina. De acordo com a decisão unânime do júri, composto porFréderic Mistral, C. Tourtoulon, A. Quintana, M. Obedenaru e GraziadioAscoli, venceu o concurso o poema de Alecsandri. Foi umreconhecimento da sua visão da latinidade e dos seus dons poéticos, masAlecsandri considerou a premiação ao seu “Cântecul gintei latine”

 principalmente como uma homenagem ao povo romeno que, emboradistante de Roma, soube conservar, através dos tempos, a sua identidade

e as suas tradições latinas.

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O poema de Alecsandri foi traduzido para o francês, por FrédericDamé, em 1878; para o latim, por Demetriu Fekete, em 1878; para oitaliano, por Gaetano C. Mezzacapo, em 1883; para o provençal, por A.de Gagnaud, em 1885; para o romanche, por Alfons Tuor, em 1896; para

o espanhol e para o português, respectivamente, por Luis HernánRamírez e José B. Gonçalves, em 1978. A presente tradução, de LucianoMaia, é de 1998, em comemoração aos 120 anos de sua criação porVasile Alecsandri.

Luciano Maia tradujo a varios autores rumanos;aquí, a Mihai Eminescu

CÁNTICO A LA ESTIRPE LATINA

La estirpe latina es reinaentre las grandes estirpes del mundo;ella lleva en la frente una estrella divinaque brilla por tiempos seculares.Su misión siempre hacia adelantees guía y endereza sus pasos. Anda siempre con la cabeza en alto

dejando la luz tras sus huellas.

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La estirpe latina es una diosacon un encanto dulce, arrebatador;el extranjero en su camino se inclinay cae de rodillas con ansiedad.

Hermosa, viva, sonrientebajo cielo sereno y aire cálido,ella se mira al sol resplandecientey se baña en un mar de esmeraldas.

La estirpe latina es partede tesoros de otras tierrasy muy a gusto los repartea sus otras hermanas.Pero se vuelve terrible,cuando su brazo liberadorgolpea la cruda tiraníay lucha por su honor.

 Yen el día aquel del Juicio,cuando ante la faz del Santo Diosle pregunten a la estirpe latina:“¿Qué has hecho por esta tierra?,ella va a responder muy fuerte:

“¡Oh, Señor! En cuantos mundos estuve, ante tus ojos llenos de admiración,yo a Ti te he representado.

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CENIZAS

En la fría ceniza del cigarroque mastica el anciano silencioso,se refleja un pasado rigurosoque revela, indiscreto, su catarro.

En el yugo de su vida trajinada,con pasos vacilantes, torpes, lerdos,

arrastra ociosamente sus recuerdosdesde la escasa luz de su mirada.

Un perro desteñido por los años,con huellas de maltrato y desengaños,sentado mansamente, allí a sus pies,

lo mira con ternura y a los tumbosse marchan, Dios sabe con qué rumbos,

compartiendo su abandono y su vejez.

MARIO ROJMAN1 

1 El autor, quien tiene como nombre literario El Payador Urbano, en este caso no nosofrece décimas camperas sino un finísimo soneto. Si hablamos de soneto, ¿cómo norecordar, al leer este, aquel de Quevedo “Amor constante más allá de la muerte”, quedecía: “serán ceniza, mas tendrán sentido, / polvo serán, mas polvo enamorado.”  Creoque el gran satírico y Don Mario Rojman nos exhortan a ver no solo lo triste (la cenizacomo ruina de lo que fue), sino la alegría de la bella nostalgia poética, que no nosabandona. Invitamos a los lectores a acercarse a la página del escritor y le agradecemossu autorización: https://payadorurbano.wordpress.com/cenizas/ . [R.L.]

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DEAD FLOWERS  EN LATÍN

En estos días de 2016 están de visita The Rolling Stones. Si biennunca fui ni voy a recitales y conciertos, de joven  – e incluso hoy –  disfruté mucho de sus canciones ya viejas. Me propuse entonces poneren latín mi tema preferido,  Dead flowers, de Jagger y Richards.Reconozco que traducir desde el inglés me es bastante más difícil quehacerlo desde el español o de otra de nuestras lenguas. No sé sobre ello pero creo que el rock y géneros afines producen como cortes en lamúsica, además de que la separación en sílabas y la fonética de la lenguade Shakespeare son distintas; sumemos a esto el raro estilo de cantar deMick Jagger, como “deformando” su voz. Sé que esto que acabo de

escribir es muy confuso y corro muchísimos riesgos de entenderlo yosolo, pero no puedo mejorar mi modo de expresarlo. En el caso particular de  Dead flowers, no entiendo del todo el significado, porque parece estar ambientada en Estados Unidos y en un contexto que me esajeno. A pesar de ello ofrezco mi humilde intento, con el cual, como nocomprendo cabalmente el original, trato no tanto de traducir sino más

 bien de dar una “versión” latina de este “tango”: un antiguo amante se

dirige a la que ahora es una suerte de “pelandruna abacanada.” Misadaptaciones latinas para ‘banda de música’, ‘aguja y cuchara’ (¿tiene

que ver con las adicciones?) sé que son harto discutibles; hice lo que buenamente pude, con alguna mica salis. [R.L.]

Well, when you're sitting there, Eheu,et tu ibi es,in your silk upholstered chair, in sella serico operta,talkin' to some rich folks that you know,/colloquens divitibus quos visitas,well I hope you won't see me tum spero non visuramin my ragged company. me et pannosam symphoniam.Well, you know I could never be alone. /Eheu, scis me solum esse non posse.

Take me down, little Susie, In me manes, o Susanna,

take me down: Susanna.I know you think Pro certo habeoyou're the queen of the underground. te esse reginam nobilium.And you can Et ad mesend me dead flowers every morning, rosas siccas mitte cotidianas,Send me dead flowers by the mail, rosas siccas, age, per cursores,Send me dead flowers to my wedding… /rosas mortuas oro ad meas nuptias…And I won't forget Numquam obliviscarto put roses on your grave. rosis tuum spargere tumulum.

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Well, when you're sitting back, In lectica tu sedesin your rose pink Cadillac, pulchra et Gallico modo,making bets on Kentucky Derby Day, bene favens prasinae factioni,ah, I'll be in my basement room, at me taetra in insula

with a needle and a spoon, sine nummis, ut putas,and another girl to take my pain away. puella basiat, ut amore reficiar.

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MINUCIAS VARIAS

¿Cuántos y cuáles se llamaron Muerte?A la pregunta del tíulo puedo responder que solo conozco tres. El

 primero de ellos pertenece a la antigua Grecia, pues Eurípides en su Alcestis nos pone como personaje un dios Thánatos, la Muerte personificada. Sobre el segundo, San La Muerte, necesito el concurso dela Red, a falta de otros. Acerca de este culto, que se da en algunasregiones de Sudamérica, dice la Wikipedia: “Un monje jesuita endesacuerdo se desprendió de la colonia evangelizadora de la zona, en lostiempos de Carlos III, y comenzó una tarea de ayuda al prójimo muy profunda y cercana a los enfermos de lepra. Multiplicó esta tarea junto

con la oración y la predicación del Evangelio, y se volvió muy popular.Aunque le advirtieron muchas veces que cesara con su tarea de ayudaindependiente, no se doblegó. Finalmente fue apresado y, en protesta,ayunó de pie. Luego de un tiempo lo encontraron muerto en esa

 posición, con su túnica y un cayado que lo ayudaba a caminar.” Es un

culto sin duda no oficial.El tercero no tiene tanto que ver con religión sino con medicina,

 pues es el famoso Doctor Muerte. Nuevamente la Wikipedia, que citocon alguna modificación mía: “Harold Frederick Shipman (1946-2004) fue un médico  británico,  acusado de matar a 218 de sus pacientes,corroborado solamente en 15 de ellos. Es conocido por ser uno de los peores asesinos en serie de la historia moderna. En el año 2000, Shipmanfue condenado a 15 cadenas perpetuas consecutivas por los asesinatos de15 de sus pacientes. Después del juicio, la policía siguió investigando losarchivos del doctor Shipman o, como lo apodaron posteriormente, elDoctor Muerte, ya que se estimaba que Shipman había asesinado muchasmás veces y que podría haber llegado a matar a 215 pacientes.”  Estemédico era británico; quizás por eso, cuando se dio a conocer la noticiade su muerte por suicidio, un diario sensacionalista de ese reino escribió:

“Ship Ship hooray!” R.L.

Un tesoro de la AcademiaUna bella tarde de marzo fui a la maravillosa biblioteca de la

Academia Argentina de Letras, para llevar el número anual de unamodesta revista literaria, la cual con mucho esfuerzo hacemos algunosamigos y un servidor. Hice entrega del ejemplar al Director, don

Alejandro Parada.

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El Dr. Parada me atendió con su habitual bonhomía y me permitió además ver muy de cerca dos muy antiguos libros que estabansiendo catalogados. No quería entorpecer la tarea de sendas damas, que ponían su competente dedicación al servicio de los lectores… pero

tampoco quería privarme de ver esas obras. Más aún, solicitéautorización para tomar la foto que abajo se ve. No es muy buena, locual se debe a mi impericia y a que un telephonium mobile no es elmejor instrumento, pero a falta de pan… 

 No soy competente en historia, pero se trata de una reimpresiónde la crónica de Don Juan II. Si no me engaño, es aquel que habíaatacado Granada. Buena ocasión para recordar las palabras que elromance viejo ponía en sus labios:

 Allí habló el rey Don Juan,bien oiréis lo que decía:“Si tú quisieras, Granada, 

contigo me casaría;darete en arras y dotea Córdoba y a Sevilla.” 

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Agradecí al profesor su amabilidad y me despedí. En el cortotrayecto hacia la puerta seguía pensando en el romance de Abenámar, sindarme cuenta de que me topaba de repente con la silla de una personaque estudiaba en la larga mesa.

Pedí perdón por mi distracción… ¡Madre de Dios! La estudiosaera una muy bella señora, bastante menor  – unos diez años –  que yo. No pude resistir ante su fermosura y me disculpé: “Le ruego su venia, pues

venía distraído rumiado unos versos.” Al ver que el libro que leía era bastante vetusto, me animé a recitarle las palabras del rey Don Juan aGranada y añadí, con mi necia pedantería, que según Menéndez Pidal eracomún entre los poetas árabes valerse de la imagen del amado que“asedia” a la amada, para referirse al sitio de una ciudad. “Su rara

 belleza me ha inspirado a repetir para usted los octosílabos”, terminé.Lejos de verse en apuros, la dama me dijo que conocía muy bien esetexto, como profesora que era, pero que no le parecía bien que unhombre avanzado en años jugara a Don Juan. “No obstante, le agradezco

la consideración que me ha tenido. Buenas tardes”, fue el fin de su

respuesta. Primero las palabras me parecieron duras y muy tristes… Pero

lo pensé mejor. Sí, estaba bien el rechazo de ella, pues la ciudad deGranada así hizo saber a Don Juan:

“Casada soy, rey don Juan,casada soy, que no viuda;el moro que a mí me tienemuy grande bien me quería.” 

Quizá algún día vuelva a Madrid y le cuente a la estatua deAgustín Lara, El Flaco de Oro, lo que me ocurrió en la biblioteca.

VICENTE HERRERA

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A Luciano Maia, gran poeta de Fortaleza, Brasil

Mi caro amigo Lucianoes de una tierra imperial:no son malos los imperios,según mi humilde pensar.

 Vive en tierra ecuatorialque atesora su pasado:esas heredades guardanlas memorias de los años.

Mezcla de todas las gentesencuentras allí, viajero;la sierra mitiga el solabrasador de los yermos.

Los perfumes de las floresembellecen nuestra vida;

así también el “Nordeste” florece en letras divinas.

Divinas, según Platón,quien decía que a los poetaslos inspiraban los dioses: ven “de perto” las ideas.

Francisco, José, Don Jorge, Virgílio y los otros bardosde la culta Fortaleza,sus plumas al cielo igualo.

Mi buen amigo Lucianoes un vate de ese suelo;sus escritos le daránla fama y renombre eternos.

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Muchas veces la amistadse cimentó en los afectos;la amistad entre nosotros

nació a la luz de tus versos.

Gloria de letras latinas.gloria de tu patria inmensa,me honras en tu amistad… trato de corresponderla.

R.L.


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