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Composto Claudia y Navarro Mina - Estados, Trasnacionales Extractivas y Comunidades Movilizadas

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    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12426062007

    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y Portugal

    Sistema de Informacin Cientfica

    Composto, Claudia; Navarro, Mina LorenaEstados, transnacionales extractivas y comunidades movilizadas: dominacin y resistencias en torno de la

    minera a gran escala en Amrica Latina

    Theomai, nm. 25, 2012, pp. 58-78

    Red Internacional de Estudios sobre Sociedad, Naturaleza y Desarrollo

    Buenos Aires, Argentina

    Cmo citar? Nmero completo Ms informacin del artculo Pgina de la revista

    Theomai,

    ISSN (Versin impresa): 1666-2830

    [email protected]

    Red Internacional de Estudios sobre Sociedad,

    Naturaleza y Desarrollo

    Argentina

    www.redalyc.orgProyecto acadmico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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    nmero 25 (primer semestre 2012)

    number 25 (first semester 2012)

    http://www.revista-theomai.unq.edu.ar/numero25/Composto.pdf58

    Estados, transnacionales extractivas y comunidadesmovilizadas: dominacin y resistencias en torno de la

    minera a gran escala en Amrica LatinaClaudia Composto1

    Mina Lorena Navarro2

    Claves de un cambio de poca: acumulacin por despojo y nuevo extractivismo

    Desde su gnesis, la historia del capitalismo ha estado atravesada por el ejercicio permanente deldespojo sobre la naturaleza, los seres humanos y sus mundos de vida. Efectivamente, elcapitalismo es un sistema global que responde a una dinmica de expansin constante, tanto en

    trminos productivos como geogrficos, guiada por un nico principio rector: la acumulacinincesante. Para ello, necesita separar a los hombres de sus medios de produccin y reproduccinde la vida a fin de convertirlos en fuerza de trabajo libre desposeda- y susceptible de serexplotada; transformar a la naturaleza en un mero medio de produccin y a todos los procesosvivos que le son inherentes en potenciales mercancas; y destruir todas aquellas relacionessociales, constelaciones culturales y lenguajes de valoracin propios de otras matricescivilizatorias no predatorias3 para subsumirlas a la lgica unidimensional del mercado, el tiempoabstracto, el individualismo y la ganancia privada.Como ya sealara Marx en el captulo XXIV de El Capital, la acumulacin originaria se vali demtodos depredadores tales como la conquista de Amrica, los masivos cercamientos de tierrascomunales, el colonialismo y el trfico de esclavos, para la creacin de una nueva legalidadfundada en la propiedad privada, el mercado y la produccin de plusvala (Marx: 2004). De modoque, violencia y despojo son los pilares fundacionales del andamiaje capitalista pero, de ninguna

    1CONICET , Universidad Nacional de Quilmes, [email protected] Universidad Autnoma de Puebla, [email protected] Esther Cecea (2010) propone, desde una perspectiva histrica de ms de 500 aos, una tipologa ideal delas formaciones culturales en funcin de su relacin con la naturaleza. Sostiene que existen -por lo menos- dostipos de culturas que, en ningn caso, podemos concebir en estado puro. Se refiere a las culturas no predatorias,que mantienen vnculos de armona y respeto mutuo con la naturaleza y, por lo tanto, no erigen al hombre comosujeto organizador privilegiado, sino como una pieza ms en el marco de una totalidad compleja e integrada,donde todos sus componentes interactan como sujetos que se complementan y resuelven sus necesidades demanera recproca. Por otro lado, identifica a las culturas predatorias, donde el sujeto portador nico yexcluyente es el hombre, quedando la naturaleza subordinada a sus designios y necesidades como un mero objeto

    instrumentalizable. De stas ltimas surge la cultura occidental.

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    manera, pueden reducirse a un conjunto de acontecimientos explicativos del pasado, ya que hanmantenido un rol continuo y persistente en la amplia geografa histrica de la acumulacin decapital hasta nuestros das. Es en este mismo sentido que el imperialismo de fines del siglo XIX yprincipios del XX, y su avance destructivo sobre las economas naturales, fue descrito por RosaLuxemburgo (1967) como la continuidad de la violencia y el despojo en tanto mtodos constantesy aspectos esenciales del proceso de acumulacin de capital. Hacia finales del siglo XX, laexpresin ms acabada de estos procesos radicar en las masivas privatizaciones de bienes yservicios pblicos realizadas por gobiernos neoliberales en todo el mundo. Y, particularmente,desde los inicios del nuevo siglo XXI, sern los saberes ancestrales de los pueblos originarios ycomunidades campesinas, as como los bienes de la naturaleza y la biodiversidad en general,aquellos que cobren particular preeminencia como objeto de la violencia y del despojo capitalista.Es que, en definitiva, los procesos de desposesin son constitutivos e intrnsecos a la lgica de laacumulacin del capital o, en otras palabras, representan la contracara necesaria de lareproduccin ampliada. Si sta ltima se presenta como un proceso principalmente econmico,que cobra preeminencia durante los perodos de estabilidad y crecimiento sostenido, el despojo seexpresa generalmente en procesos extraeconmicos de tipo predatorio y toma las riendas en

    momentos de crisis, a modo de solucin espacio-temporal o huda hacia adelante. Estosignifica que la produccin de excedentes puja sobre las fronteras internas y externas- delsistema, para la incorporacin permanente de nuevos territorios, mbitos, relaciones sociales y/omercados futuros que permitan su realizacin rentable. En este sentido, ambas lgicas seencuentran orgnicamente entrelazadas, esto es, se retroalimentan mutuamente, como parte deun proceso dual y cclico que es indisociable. (Harvey, 2004).Al mismo tiempo, se sobreimprime a dicha trama una lgica polarizante del sistema, que tiende ala generacin de una dialctica centro-periferia, regida por la configuracin de relacionesasimtricas e intercambios desiguales entre las distintas reas.4Mientras que las zonas nuclearesconstituyen los polos ms dinmicos de la acumulacin y absorben un mayor porcentaje de losbeneficios generados a nivel mundial, las zonas perifricas permanecen estructuralmente

    subordinadas a los requerimientos de los centros dominantes (Wallerstein, 2010). De hecho, es enlos espacios perifricos donde el despojo adquiere histricamente su perfil ms descarnado.Incluso, tendencialmente, el avance de la acumulacin por desposesin en dichos territorios hasido condicin de posibilidad para garantizar la continuidad de la reproduccin ampliada en losterritorios del centro (Amin, 1981).Por lo tanto, existe una unidad constitutiva entre el mundo hegemnico y el subordinado, yaque ambos han surgido y se han consolidado en el mismo proceso histrico de conformacin delsistema-mundo capitalista como un todo integrado, que se configura como un mercado mundialy una divisin internacional del trabajo a partir de un ordenamiento interestatal. As, unasregiones a veces al interior de un mismo pas- fueron especializndose esencialmente en laproduccin de materias primas y bienes primarios, mientras que otras asumieron el rol deproductoras de manufacturas. Las primeras se convirtieron en exportadoras de naturaleza y las

    segundas en sus importadoras privilegiadas (Acosta, 2011b). De modo que entre los espaciosdesarrollados y los subdesarrollados no hay una diferencia de etapa o de estado del sistemaproductivo, sino de posicin dentro de una misma estructura econmica internacional deproduccin y distribucin, definida sobre la base de relaciones de dominacin de unos pasessobre otros (Beigel, 2006).Es en este marco que debe interpretarse la dependencia histrico-estructural latinoamericana, quese remonta a la conquista de Amrica en el siglo XVI, y permanece vigente bajo diversas formas-hasta nuestros das. Con la conquista del nuevo continente se inaugura la modernidad y,

    4La polarizacin centro-periferia atae tanto a los niveles del mercado mundial y de los Estados-nacin como alos niveles ms locales del sistema. Por ejemplo, en las ciudades existe tambin un sector con mayor desarrollo

    capitalista y una periferia empobrecida y subordinada que trabaja en funcin de los requerimientos de esoscentros de poder local (Dvalos, 2009: 24).

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    paralelamente, como su complemento oculto y necesario, la herida colonial que arrasa con todoslos procesos civilizatorios alternativos a su paso, perpetrando el mayor despojo y genocidio de lahistoria. Como resultado de este violento proceso, el capitalismo se desarrolla y expande a escalaglobal, con Europa y luego EEUU- como centro hegemnico de poder, y Amrica (Latina) comola primera periferia del sistema-mundo en gestacin (Quijano, 2000 y 2007). El colonialismoclsico se transformar, posteriormente, en colonialismo interno y neocolonialismo, sobre elsustrato siempre presente de la colonialidad del poder, en tanto eje articulador del patrnuniversal del capitalismo eurocntrico hasta nuestros das.5Al mismo tiempo, la incorporacin de los bienes naturales de Latinoamrica al sistema-mundocapitalista como mero recurso a ser explotado, es parte sustantiva de la lgica de lamodernidad/colonialidad. Ecosistemas enteros fueron apenas concebidos como plataforma detierras disponibles e incorporadas al espacio hegemnico europeo por su enorme rentabilidad.Pero la radicalidad de este proceso de colonizacin de la naturaleza slo se explica por la propiaradicalidad del proceso de colonizacin de los pueblos nativos (Alimonda, 2011). En tantodescubrimientos imperiales privilegiados de Occidente, la naturaleza tropical y los salvajes,fueron sometidos a mltiples estrategias de inferiorizacin, que permitieron justificar su

    sometimiento e instrumentalizacin sistemtica (De Sousa, 2009: 214). As,Occidente emprender la conquista total del mundo, partiendo en primer lugar, de laconquista/produccin colonial de la entidad Naturaleza: de la naturaleza exterior, como tierra-territorio-recursos naturales, as como de la naturaleza interior en tanto sujetos-cuerpos-fuerza de trabajo,redefinidos ambos como objetos y medios de produccin al servicio de la contina valorizacin delcapital[destacados en el original] (Machado Aroz, 2011: 146).Pero entonces, Qu tiene de particular el momento histrico actual? Sin duda, durante lasltimas cuatro dcadas, las contradicciones del sistema se han profundizado aceleradamente. Yesto se expresa en una expansin sin precedentes de la violencia y el despojo capitalista, cuyaespecificidad est dada por un grado de extensin, densidad y dinamismo que no tiene punto decomparacin en la historia, sostenida sobre la base de un salto cientfico-tecnolgico que estampliando a niveles inimaginables la escala de apropiacin privada del trabajo colectivo y lanaturaleza (Gilly y Roux, 2009).A partir de este perodo, adems de exacerbarse la contradiccin capital-trabajo, se intensifica conespecial nfasis lo que OConnor (2001) denomina como la segunda contradiccin delcapitalismo, materializada entre el capital y la naturaleza, en la medida en que el primero tiendea autodestruir sus condiciones de produccin (entre ellas el entorno natural). Dado que los ciclosde reproduccin de la naturaleza no son tan rpidos como el ciclo de rotacin del capital, sesuscita necesariamente una contradiccin entre el dominio de aquel y los ciclos biolgicos delplaneta. Expresin de ello es el aumento de los costos de produccin y la huda constante delcapital hacia nuevos territorios donde profundizar el despojo de los bienes naturales. Estasegunda contradiccin da cuenta de la estrecha relacin que existe entre los procesos deacumulacin de capital y el deterioro ambiental, poniendo en evidencia los lmites del desarrollo

    capitalista.

    5 Mientras que el colonialismo clsico remite a los procesos histrico-geogrficos de despojo y destruccinmaterial de los pueblos y las culturas no occidentales por parte de metrpolis imperialistas que imponen unnuevo rgimen de relaciones sociales fundado en la explotacin sistemtica de los territorios, los cuerpos y lassubjetividades nativas (Machado Aroz, 2011); el colonialismo interno se refiere a la pervivencia de relacionescoloniales al interior de una misma nacin luego de su independencia, en la medida en que hay en ella unaheterogeneidad tnica, en que se ligan determinadas etnias con los grupos y clases dominantes, y otras con losdominados (Gonzlez Casanova, 2006); y el neocolonialismo alude al control indirecto que ejercen las antiguaspotencias coloniales sobre sus antiguas colonias o, en sentido amplio, como proceso de recolonizacin, a aquel quelos Estados hegemnicos, las empresas transnacionales y los organismos internacionales de crdito (BancoMundial, Fondo Monetario Internacional, Banco Interamericano de Desarrollo) ejercen sobre los pases perifricosen la actualidad, tanto en el plano econmico, poltico y cultural (Seoane, Taddei y Algranati, 2010). Por su parte,

    la colonialidad es un concepto ms amplio y abarcativo que subyace a los tres primeros y los legitima, en tantorgimen de poder-saber constitutivo de la episteme moderna (Machado Aroz, 2011).

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    En efecto, durante la dcada del 70, la crisis de sobreacumulacin surgida en el seno del modelobienestarista de posguerra -como expresin de la oleada de luchas sociales y polticas que seextendieron a escala mundial desde mediados de los aos 60 6-, produce la ruptura del equilibriofordista entre capital y trabajo, inaugurando una nueva etapa de expansin del capitalcaracterizada por la reactualizacin y profundizacin de la acumulacin por despojo (Harvey,2004). Como respuesta a una brusca cada de la tasa de ganancia a nivel mundial, y cobrandopreeminencia sobre la reproduccin ampliada, esta estrategia privatizadora permiti la creacinde nuevos circuitos de valorizacin a partir de la mercantilizacin de bienes comunes y relacionessociales previamente ajenos -o no totalmente integrados- a la lgica del capital.La configuracin inicial de este nuevo imperialismo (Harvey, 2004), sostenido por los pilares dela privatizacin, la liberalizacin del mercado, y la reconversin del rol del Estado que promovala doctrina neoliberal en pleno auge apoyado en muchos casos por polticas y regmenesrepresivos-, supuso el disciplinamiento, reflujo y/o directa eliminacin de aquellas formas deresistencia que, al convertirse en un obstculo determinante para la acumulacin del capital,haban marcado el fin de un modo de acumulacin basado en el consumo del mercado interno yla intervencin social del Estado, as como la huda del capital hacia nuevas formas de produccin

    y gobierno. La ola de nuevos cercamientos7 (De Angelis, 2001) que tuvo lugar durante ladcada del 80 en varios pases constituy la primera avanzada de estas transformacionesneoliberales que, aos ms tarde, se consolidaba en todo el mundo con el establecimiento delConsenso de Washington. A partir de entonces, su objetivo estribar en la recuperacin deaquellos mbitos donde el capital tuvo que ceder terreno producto de la lucha de clases, ademsde lograr su extensin hacia esferas de la vida antes impensadas como, por ejemplo, el materialgentico, el plasma de semillas, y la biodiversidad en general- a travs de novedosos dispositivosde dominacin y tecnologas de produccin.Producto de esta bsqueda por la apertura de nuevos espacios de explotacin, los Estados de lospases perifricos compiten por la radicacin de porciones del capital global en sus territorios,desmantelando conquistas democrticas histricas a fin de convertirlas en oportunidades de

    inversin. En esta suerte de relanzamiento ampliado del rol geopoltico clsico asignado a la

    6Nos referimos a la oleada global de lucha de clases, desplegada fundamentalmente entre mediados de los aos60 y 70, contra un modo de acumulacin o, ms bien, contra una forma de vida total (Harvey, 2008:159). SegnAlberto Bonnet, estas luchas puede analizarse a partir de cuatro dimensiones que expresan los diversos espaciosde resistencia que estaban en disputa: 1) luchas contra el capitalismo keynesiano (por salarios, pero tambincontra los alienantes procesos fordistas de produccin, las normas de consumo de masas, etc.) y contra los Estadosreformistas (por ms servicios sociales, pero tambin alrededor de nuevas necesidades que expresaron losmovimientos pacifistas, feministas, estudiantiles y antirracistas), ambas especialmente centradas en los pasescentrales; 2) luchas democrticas libradas en el ex bloque del Este (particularmente en Hungra, Checoslovaquia yPolonia contra las dictaduras estalinistas en crisis); 3) luchas que asumieron un perfil esencialmenteantiimperialista (desarrolladas en los capitalismos de la periferia y particularmente en Amrica Latina, como es elcaso de la revolucin cubana); 4) movimientos y guerras de descolonizacin en Asia y frica. Tal como seala esteautor, los estrechos vnculos existentes objetivamente entre esas distintas dimensiones de lucha fueronampliamente explicitados entonces en una corriente de solidaridad internacional sin precedentes. [] Y, encualquier caso, esos vnculos se pondran de hecho de manifiesto en la crisis del capitalismo de posguerra a escalamundial. En efecto, esas mltiples dimensiones de lucha pronto confluiran en los capitalismos avanzados y, enprimera instancia, en el de Estados Unidos, expresndose como crisis del capital y del Estado [para luegopropagarse hacia Amrica Latina en la forma de una crisis de la deuda, que abri las puertas para el avance delneoconservadurismo poltico y la implementacin de los programas econmicos neoliberales] (Bonnet, 2009: 141-142).7Este concepto insiste en la necesidad de repensar la nocin clsica de acumulacin originaria, no como unmomento histricamente situado en los albores del capitalismo europeo y, por lo tanto, como algo ya superado,sino en tanto proceso en curso y de carcter permanente Esta propuesta terica permite analizar las polticas deprivatizacin y mercantilizacin de los bienes comunes implementadas en las ltimas tres dcadas como nuevasformas de cercamiento. Si bien las formas modernas que asume la acumulacin primitiva se desarrollan en

    contextos bastante diferentes de aquellos en los cuales se dieron los cercamientos ingleses en los albores delcapitalismo, continan manteniendo en la actualidad la misma lgica de violencia y despojo (De Angelis, 2001).

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    regin dentro de la divisin mundial del trabajo, los territorios y bienes naturales de AmricaLatina adquieren renovado protagonismo como uno de los ncleos centrales del desarrollocapitalista. Por su parte, las empresas transnacionales se convierten en los principales agentes ybeneficiarios de este reeditado orden global, explotando en condiciones monoplicas labiodiversidad, agua, tierra, minerales e hidrocarburos que abundan en los pases de la regin,dejando enormes pasivos sociales y ambientales en las comunidades aledaas, y asegurando laproduccin a bajo costo y el consumo sostenido de las economas centrales.8En este marco, comenzar a consolidarse en el subcontinente un modelo de desarrollo(neo)extractivista9 que presenta continuidades estructurales con el proyecto de colonialidad,despojo y dependencia histrica vigente en la regin, pero tambin novedades e innovacionesrecientes que le imprimen una especificidad propia. En efecto, el extractivismo es una modalidadde acumulacin que, desde hace 500 aos, se extiende con diversos grados de intensidad en todoslos pases de Amrica Latina. Tradicionalmente, ha remitido a las actividades econmicas cuyoncleo dinmico reside en la remocin de grandes volmenes de bienes naturales no renovables(bsicamente hidrocarburos y minerales) para ser exportados al mercado internacional sinprocesamientos previos significativos. Otras caractersticas tpicas de este modelo han sido la

    sobre-explotacin de los bienes naturales, la tendencia a la monoproduccin asociada a sucarcter extensivo, el funcionamiento mediante la lgica de enclave y la permanente expansin delas fronteras extractivas hacia nuevos territorios.Sin embargo, la renovacin actual de este perfil productivo radica en la confluencia de cuatrocaractersticas novedosas que han cobrado clara relevancia en las ltimas dcadas y que nosaproximan a complejos y desalentadores escenarios: 1)- la vertiginosa aproximacin hacia elumbral de agotamiento planetario de bienes naturales no renovables fundamentales para laacumulacin de capital y la reproduccin de las sociedades modernas -tales como el petrleo, elgas, y los minerales tradicionales-; 2)- el salto cualitativo en el desarrollo de las tcnicas deexploracin y explotacin ms agresivas y peligrosas para el medio ambiente-, que estpermitiendo el descubrimiento y extraccin de hidrocarburos no convencionales (shale oil y shale

    gas) y minerales raros (niobio, molibdeno, coltan, litio, etc.), disputados mundialmente por suformidable valor estratgico en los planos econmico y geopoltico de largo plazo; 3)- laprogresiva transformacin de los bienes naturales renovables bsicos para la reproduccin de lavida tales como el agua dulce, la fertilidad del suelo, los bosques y selvas, etc.- en bienesnaturales potencialmente no renovables y cada vez ms escasos, dado que se han constituido enlos nuevos objetos privilegiados del (neo)extractivismo o en sus insumos fundamentales, comoen el caso del agua-, quedando la tasa ecolgica de recuperacin muy por debajo de la tasa deexplotacin alcanzada, por ejemplo, a travs del desarrollo de la industria forestal y los

    8 En el plano supranacional, diversas iniciativas son diseadas de manera conjunta por Estados regionales yempresas transnacionales, tales como la Integracin de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) y el PlanPuebla Panam (PPP) -ahora Proyecto Mesoamrica (PM)-, cuyo objetivo es promover la construccin de lainfraestructura, el transporte, la energa y las comunicaciones necesarias para viabilizar la fluida circulacin de lasmaterias primas extradas de los territorios ms recnditos hacia los mercados internacionales, logrando as laefectiva consumacin del saqueo de los bienes comunes y las energas sociales. Mientras el IIRSA se proyectadesde el corazn de Sudamrica hacia fuera, a travs de sus dos costas (Atlntico y Pacfico), la trayectoria del PMest diseada desde Colombia hacia el norte, pasando por Centroamrica y Mxico.9Sin bien coincidimos en la nominacin, tomamos distancia del sentido dado a este concepto por autores comoGudynas (2009), que restringen la caracterizacin del neoextractivismo a las particularidades que adquiere laexplotacin de naturaleza en los actuales gobiernos progresistas de Amrica Latina (Bolivia, Venezuela,Ecuador, Argentina, Brasil y Uruguay principalmente). Por el contrario, y para los fines del presente trabajo, nosinteresa plantear que las novedades del (neo)extractivismo atraviesan todo el arco poltico de los gobiernosregionales (incluyendo a los de signo conservador como Mxico y Colombia, entre otros), ya que responden atransformaciones sistmicas de carcter cualitativo que, por lo menos durante los ltimos treinta aos, configuranun escenario significativamente renovado, especialmente en sus implicancias ambientales, sociales y polticas. Las

    especificidades y diferencias que adquiere el (neo)extractivismo -tal como aqu lo definimos- en los diversoscontextos nacionales sern explicadas con detalle en prximos apartados.

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    agronegocios que requiere de masivos desmontes y de la utilizacin de fumigaciones qumicaspara la produccin de transgnicos y biocombustibles- (Acosta, 2011b); y, por ltimo, 4)- laconversin de los bienes naturales -tanto renovables como no renovables- en commodities, estoes, un tipo de activos financieros que conforman una esfera de inversin y especulacinextraordinaria por el elevado y rpido nivel de lucro que movilizan en tanto mercados futuros,responsables directos del aumento ficticio de los precios de los alimentos y de las materias primasregistrado en el mercado internacional durante el ltimo lustro (Bruckmann, 2011) .En suma, consideramos que el extractivismo histrico, al igual que su versin (neo) extractivista:[] tienen sus matices en diferentes pases, pero en el fondo comparten (el intento de lograr) la instalacinde un modelo econmico que se basa en el uso de formas intensivas de capital para lograr la extraccin derecursos []. Pero quizs ms que esto, lo que se instala es una lgica cultural y una forma de ocupacin ycontrol del espacio que refleja el poder del centro frente a las regiones, el poder no-indgena y citadino frentea las poblaciones indgenas-campesinas, y el poder de la inversin privada frente a las institucionescolectivas. De nuevo, es un proyecto econmico, poltico e ideolgico a la vez(Bebbington, 2011: 30-31).Y, como analizaremos en el prximo apartado, emblema de estas transformaciones es el auge dela minera metalfera a gran escala desarrollada por empresas transnacionales sobre territorio

    latinoamericano desde los aos 90.

    La minera a gran escala en Amrica Latina

    Durante las ltimas tres dcadas, la minera a cielo abierto se ha instalado como uno de losmtodos ms eficientes para explotar de manera rentable los yacimientos de baja ley, esto es,aquellos que por presentar un alto grado de diseminacin de los metales en la roca, resultaninaccesibles mediante el mtodo tradicional por tneles o socavones. La especificidad de estenovedoso tipo de minera reside en la utilizacin intensiva de territorios, agua, energa,explosivos y tecnologa de punta, combinacin que permite realizar la extraccin y concentracinde los metales con extrema celeridad y a bajo costo. Con este objetivo, y luego de rastrear conimgenes satelitales los depsitos mineralizados, se remueven extraordinarias cantidades desuelo mediante la utilizacin de toneladas de dinamita que demuelen montaas, para luego darpaso a un proceso de trituracin y molienda de la roca extrada que, finalmente, es expuesta a losefectos de un compuesto de sustancias qumicas (cianuro, cido sulfrico, mercurio, entre otras)disueltas en gigantescas cantidades de agua para separar y capturan los metales, desechandotodo el resto del material que resulta inutilizable. Inmensos volmenes de residuos qumicos yescombro son slo algunas de las derivaciones ms visibles de este proceso. El saldo ingente sueleser la destruccin de ecosistemas, la desaparicin de culturas ancestrales y economas regionales,as como la emergencia sanitaria o la directa expulsin y desplazamiento de poblaciones enterasde sus territorios (Rodrguez Pardo, 2009).A pesar de la larga historia de sobreexplotacin minera que caracteriza el pasado de Amrica

    Latina desde la conquista, persiste un enorme potencial metalfero que haba permanecidoinexplorado hasta la llegada de estas nuevas tecnologas de explotacin a gran escala, y que haconvertido a los pases de la regin incluso a aquellos sin tradicin minera previa, comoArgentina, Ecuador, Venezuela, Honduras y Guatemala- en el destino privilegiado de lasinversiones transnacionales del sector durante los ltimos veinte aos. En efecto, durante elperodo conocido como el gran boom minero (1990 -1997), mientras la inversin mundial enexploracin aument en un 90%, slo en Amrica Latina alcanz un incremento del 400%(Bebbington, 2011: 53). En efecto, la inversin minera mundial en la regin prcticamente setriplic a lo largo de dicha dcada, pasando del 12% en 1990 al 33% en el 2000 (De Echave, 2006). 10Mientras tanto, en lo que corresponde a explotacin minera realizada entre 1990 y 2001 a nivel

    10Segn datos difundidos en 2005 por la CEPAL, los principales destinos de la exploracin minera en AmricaLatina aparecen en el siguiente orden: Per, Mxico, Brasil, Chile y Argentina (Chaparro vila, 2005).

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    nmero 25 (primer semestre 2012) Theomai number 25 (first semester 2012)

    http://www.revista-theomai.unq.edu.ar/numero25/Composto.pdf64

    mundial, 12 de las 25 mayores inversiones se hicieron en Latinoamrica: 9 en Chile, 2 Per y 1 enArgentina (Bebbington, 2011: 53).A fin de captar este flujo masivo de inversiones disponibles a partir de los aos 90, los Estados dela regin privatizaron la explotacin de sus recursos minerales, eliminaron las barreras deentrada a las inversiones extranjeras y sancionaron marcos jurdico-poltico-administrativos11tendiente a tornar atractivos sus territorios para la radicacin de las transnacionales del rubro,sobre la base de tres incentivos fundamentales: 1)- plena seguridad jurdica sobre la propiedad delas concesiones (derechos de imprescriptibilidad y transabilidad, preeminencia de la propiedadminera por sobre los derechos superficiarios de la tierra, total garanta legal y judicial de lasinversiones extranjeras); 2)- importantes beneficios fiscales y comerciales (estabilidad jurdica porperodos de entre 25 y 30 aos, eliminacin de tasas de importacin y exportacin, libredisponibilidad comercial de productos, amortizacin acelerada de inversiones, desgravacin deimpuestos, desregulacin sobre la remisin de utilidades, etc.); y 3)- un sistema de controlesambientales extremadamente laxos (supresin de fondos de garantas por impactos ambientales,vacos legales en relacin a los procesos de cierre de minas y tratamiento de pasivos ambientales,estndares ambientales inferiores a otras disposiciones internacionales, etc.). En paralelo, el Banco

    Mundial ofrecera asesoramiento y lneas de crdito para agilizar la modernizacininstitucional que permitiera la consolidacin de la gran minera metalfera en los paseslatinoamericanos. As, el sector se converta en una de las principales reas de inversin delorganismo que, entre 1993 y 2001, cofinanci 27 proyectos de gran envergadura en los pases de laregin (De Echave, 2006).Producto de estas reformas, las tasas medias de beneficio de las operaciones mineras aumentaronexponencialmente12, convirtiendo a la regin en la principal proveedora de buena parte de losrecursos mineros demandados a nivel global hacia comienzos del nuevo milenio.13 Comocorrelato, la cantidad de territorio concesionado para la inversin minera ha alcanzadodimensiones inusitadas, llegando a cubrir ms del 10% de toda la regin hacia el ao 2000(Machado Aroz, 2011: 140).

    El (neo)extractivismo latinoamericano del nuevo siglo: tres modelos socio-econmicos endisputa

    El neoliberalismo se afianz en Amrica Latina mediante la insercin de las economas locales enel mercado mundial y dando lugar a una serie de profundas transformaciones estructurales:privatizacin de los activos estatales, reforma de la administracin pblica, desregulacin,financiarizacin y reprimarizacin de la economa en base a actividades exportadoras conventajas comparativas, rearticulacin del bloque dominante por el creciente peso del capitaltransnacional y la transnacionalizacin de las fracciones del capital local (Basualdo y Arceo, 2006).Tal como se analiz en los apartados anteriores, con esta consolidacin del neoliberalismo en la

    dcada del 90, los Estados latinoamericanos renunciaron a su potestad sobre los bienes naturales,convirtiendo su explotacin en una prerrogativa exclusiva de los capitales privados y

    11Uno tras otro, los pases de Amrica Latina, fueron reformando sus legislaciones mineras imitando el modeloinaugurado tempranamente por Chile (1983) bajo la dictadura de Pinochet, que sigue los criterios deprivatizacin, transnacionalizacin y liberalizacin de la actividad: Per, Bolivia y Ecuador (1991), Mxico (1992),Argentina (1993), Brasil (1996), Guatemala (1997), Honduras (1998) y Colombia (2001) (Machado Aroz, 137-138).12En Amrica Latina, stas alcanzaron el 34% a mediados de dicha dcada, superando ampliamente el 5% quepresentaban como rendimiento promedio los pases mineros del Norte (Canad y Estados Unidos) (MachadoAroz, 2011: 140).13As, la produccin regional de oro en relacin a la produccin mundial pas del 10,3 % en 1990 al 14,9 % en2004; igualmente, la produccin regional de cobre pas del 24,4 % al 47,3 %; en el caso de la plata, del 34,2 % al

    41,4 %; del 16,8 % al 22 % en la produccin de zinc; del 23 al 27 % en el caso de la bauxita; del 22 al 29 % en laproduccin de mineral de hierro y del 11,5 al 16 % en la de nquel (Machado Aroz, 2011: 140).

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    sancionando nuevas normas jurdicas que garantizaron la proteccin de los derechos de lastransnacionales extractivas. No obstante, todo el perodo estuvo signado por el auge de masivasprotestas14a nivel regional e internacional contra las polticas neoliberales que indicaban unafuerte resistencia popular frente a los efectos de las reformas de primera y segunda generacin(tales como el crecimiento exponencial del desempleo, la pobreza, la marginalizad y el despojo delos bienes comunes). Este importante ciclo de luchas sociales que, desde mediados de la dcadadel 90, tuvo lugar en varios pases de Amrica Latina, desgast rpidamente la legitimidad delmodelo neoliberal y revirti la correlacin de fuerzas sociales, aunque con caractersticas eintensidades diferentes segn los contextos nacionales. En Venezuela, Bolivia y por lo menosinicialmente- Ecuador, dio lugar al inicio de importantes procesos de transicin poltica y cambioconstituyente en los albores del nuevo siglo, mediante la llegada a los respectivos gobiernoscentrales de actores ligados a los movimientos sociales que, a fin de transformar la matriz liberal-colonial del Estado en una matriz plurinacional, promovieron la democratizacin de la gestin delos asuntos pblicos (con mecanismos de cogestin, participacin directa, control popular,autonoma y autogobierno indgenas, revocacin de mandatos, llamado a referndums y aasambleas constituyentes, etc.); la nacionalizacin de los sectores estratgicos de la economa

    (fundamentalmente, hidrocarburos), y la socializacin de la riqueza generada en dicho marco (atravs de polticas sociales universales y de la distribucin progresiva del ingreso).Por el contrario, en Mxico, Colombia y Per, la crisis de la gobernabilidad neoliberal fuerevertida desde arriba aunque con gran dificultad- mediante el disciplinamiento social, larepresin directa va militarizacin/paramilitarizacin, y la recomposicin poltica conservadora,caracterizada por una recolonizacin econmica-territorial absolutamente descarnada de lospases involucrados que se expres en la firma de tratados de libre comercio con EEUU y en lasestrategias de contrainsurgencia desplegadas por los ejrcitos locales -y el apoyo financiero ylogstico de dicha potencia- a fin de desactivar las resistencias e imponer el orden social necesariopara cumplir cabalmente con las disposiciones de la OMC, el Banco Mundial y el FMI.Por su parte, en Argentina y Brasil se produjeron ciertas inflexiones que, de cualquier modo, no

    llegaron a implicar una ruptura del modelo, sino ms bien una mixtura entre gobiernos condiscursos progresistas y polticas de continuidad e incluso profundizacin- del neoliberalismo(por ejemplo, en trminos de la estructura productiva, la eleccin de socios econmicos, laproliferacin de vnculos polticos clientelares, etc.). La recuperacin de una retrica desarrollistay nacional-popular para promover una relegitimacin de la autoridad estatal y de las elitespolticas tradicionales, en una clara primaca del sistema institucional por sobre los movimientossociales en la arena poltica, se tradujo en un modelo democrtico de participacin popularcontrolada, que restringe la accin autnoma de las organizaciones sociales y promueve laintegracin poltico-estatal subordinada de las clases subalternas y el transformismo en trminosgramscianos- de sus dirigentes. Aunque en este contexto, dichos pases impulsaron undesmantelamiento de determinados instrumentos y orientaciones neoliberales, cierta reactivacindel empleo y una ampliacin de las polticas sociales compensatorias, no llevaron a cabo

    transformaciones verdaderamente sustanciales.De modo que, con avances y retrocesos, ambivalencias y dilemas, este quiebre de la hegemonaneoliberal gener un panorama poltico latinoamericano mucho ms heterogneo que en la

    14El estallido social que marc el inicio de esta nueva oleada de protestas confrontativas fue el levantamientozapatista de 1994, en Chiapas (Mxico). Luego, entre 1999 y 2001, no hubo ningn encuentro internacional delestablishmentglobal sin manifestaciones y contra-cumbres. Desde Seattle en 1999 a enero de 2001 en Porto Alegre,seguidas durante todo aquel ao por las protestas contra el Foro Econmico Mundial en Cancn y contra el BancoInteramericano de Desarrollo (BID) en Chile, contra el ALCA en Toronto y Buenos Aires, contra la cumbre del G8en Gnova. Asimismo, el triunfo de Hugo Chavez en Venezuela para 1998, y el apoyo popular a sus polticas degobierno. Luego, las luchas contra las privatizaciones en Arequipa, Per; el diciembre de 2001 en Argentina; lasresistencias en Paraguay, en 2002, que detenan parcialmente las tardas reformas; la guerra del agua iniciada en

    Bolivia en 2000, que gestara entre febrero y octubre de 2003 una revuelta con decenas de indgenas asesinados,para culminar con el triunfo presidencial del dirigente campesino Evo Morales a fines de 2005; etc.

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    dcada del 90. Siguiendo a Seoane, Taddei y Algranati (2010 y 2011), distinguimos tres proyectossocietales en disputa que, actualmente, se desarrollan en los citados pases de la regin: 1)- elneoliberalismo de guerra o armado; 2)- el neodesarrollismo; y 3)- el socialismo del siglo XXI osocialismo comunitario.15Ms all de las enormes diferencias sealadas entre dichos proyectos, elcrecimiento exponencial del precio internacional de los commodities durante la ltima dcada,los asimila peligrosamente en su relacin con el neoextractivismo. En efecto,[] los tres proyectos que distinguimos para orientar nuestro anlisis comparten un elementocomn: se sostienen en gran medida en base a la explotacin y exportacin de bienes comunes dela naturaleza. Claro que uno lo hace en beneficio casi exclusivo del capital transnacional y sus asociados[neoliberalismo de guerra], otro apelando a mayor regulacin pblica y a la apropiacin estatal de una partede la renta extraordinaria [neodesarrollismo] y el tercero promoviendo la propiedad pblica de los mismos yun proceso de redistribucin del ingreso y la riqueza [socialismo comunitario] [destacados nuestros](Seoane et. al., 2011).Por lo tanto, mientras los pases con gobiernos conservadores mantienen estrategias tpicas delneoliberalismo para la explotacin de los bienes naturales; resulta particularmente llamativa laaparicin de un neoextractismo progresista en otros pases de la regin (Gudynas, 2009). En

    este sentido, los gobiernos de centroizquierda legitiman las polticas de promocin yprofundizacin del (neo)extractivismo dentro de sus respectivas fronteras nacionales esgrimiendolos beneficios aparejados en trminos de crecimiento econmico y redistribucin de la rentacaptada mediante el financiamiento de programas sociales. As, la lucha contra la pobreza seconvierte en un potente justificativo para avanzar en el aprovechamiento de los recursosnaturales disponibles. En palabras de Gudynas,[] el progresismo actual despliega algunos esfuerzos estatales para regular el mercado y generar medidasde compensacin social, pero no discute la lgica de este desarrollo. Es ms, poco a poco, se difunde laidea de que las riquezas ecolgicas no deberan ser desperdiciadas y de que la izquierda puedeaprovecharlas con mayor eficiencia [destacados nuestros](2010: 157).En este marco, las resistencias contra el despojo no dejan de crecer y multiplicarse en la regin.

    Las resistencias sociales contra el despojo y la mercantilizacin de la naturaleza

    En toda la historia de la humanidad, a lo largo y ancho del planeta, han surgido diferentesrespuestas sociales para enfrentar la depredacin de los bienes naturales. En nuestro continente,los pueblos originarios resisten desde hace quinientos aos. Como parte de esta genealoga de lainsubordinacin, actualmente nos encontramos ante un renovado ciclo de luchas contra lamercantilizacin de la vida en todo el planeta, siendo especialmente notoria su intensidad yrelevancia en Amrica Latina. Slo para el caso de la minera metalfera a gran escala, existen porlo menos 118 conflictos sociales en 15 pases de Amrica Latina, que involucran a 150comunidades.16

    A partir del encuentro entre lo global y lo local emerge un proceso de tensin deterritorialidades (Porto Goncalves, 2001) en el que se enfrentan modelos antagnicos deorganizacin social, en una correlacin de fuerzas marcadamente asimtrica. La instalacin detransnacionales extractivas implica la completa reconfiguracin de los territorios de destino,subsumiendo las relaciones sociales, productivas, ecolgicas y polticas a una lgica puramente

    15 Los tres proyectos societales analizados en el presente artculo constituyen categoras analticas tiles paradescribir tendencias y establecer comparaciones en torno de los diversos vnculos que se establecen con el(neo)extractivismo No obstante, resulta importante aclarar que debido a su elevado nivel de generalidad yabstraccin, esta tipologa omite una serie de complejidades y diferencias existentes entre los pases que agrupa,las cuales deben ser cuidadosamente sopesadas en trabajos ms exhaustivos. Para profundizar sobre este punto,vase Katz (2010).16Para ms informacin, vase la Base de Datos de Conflictos Mineros en Amrica Latina, construida por OLCA yOCMAL: http://www.olca.cl/ocmal/index.php

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    instrumental que conlleva la ruptura de lazos comunitarios, la destruccin de las economasregionales, la prdida de diversidad cultural y la degradacin de las condiciones ambientales(Galafassi y Dmitriu, 2007). De esta manera, los territorios donde se emplazan las inversionesmineras entre muchos otros megaproyectos-, son fragmentados y desarticulados de sus procesosy flujos de relaciones locales para ser integrados en forma selectiva y subordinada a las cadenasglobalizadas de valor que lideran las grandes empresas transnacionales (Machado Aroz, 2009).No obstante, este intento de alienacin territorial (Santos, 1996) enfrenta radicales y masivasresistencias locales que, mediante la conformacin de redes de solidaridad y el auxilio de lastecnologas de la informacin-, se han propagado a nivel nacional y continental, dando lugar a laconfiguracin de un nuevo internacionalismo (Seoane, Taddei y Algranati, 2006). El nfasis deestas luchas en la defensa de los bienes comunes las convierte en lo que Harvey (2004)denomina como movimientos insurgentes contra la acumulacin por desposesin. Por su parte,Martnez Allier (2004), los caracteriza como movimientos del ecologismo popular, en tantoenarbolan leguajes de valoracin inconmensurables con la lgica mercantil del sistema capitalista;y Leff (2004) los define como movimientos de reapropiacin (de la naturaleza) y reexistencia (delser) debido a que no luchan por una mejor distribucin ecolgica y econmica, sino por la

    recuperacin de la propia identidad cultural vinculada al territorio y la reinvencin de lossentidos existenciales a partir de una construccin colectiva autnoma basada en el ejercicio de laracionalidad ambiental. Por ltimo, Navarro y Pineda (2009) entre otros, los presentan comomovimientos socio-ambientales, considerando que hacen hincapi en el sentido ms profundode una relacin integral con la naturaleza, entendida como espacio vital que no puede escindirsedel mundo social.Si bien mediante la defensa de los bienes comunes de la naturaleza, las comunidades movilizadaspugnan por mantener sus formas de vida tradicionales o alternativas, no se trata a priori de unaopcin poltica, sino de una reaccin defensiva ante la coaccin predatoria, que poco a poco se vacargando de otros registros colectivos y simblicos (Svampa, Sola lvarez y Bottaro, 2009). Demodo que, ante la situacin de riesgo y amenaza (re)surge una nueva sensibilidad de los pueblos

    con su entorno. Pero los principios que movilizan estas resistencias no son nuevos, sino querepresentan una continuidad actualizada de experiencias de lucha anteriores que se anidan en lamemoria colectiva de los pueblos. sta opera como un potente dispositivo de resistencia ycohesin ante el avance de las polticas neoextractivistas, que inmediatamente son reconocidascomo el retorno redivivo de la violencia originaria del capital. Se trata de una memoria de largaduracin que proviene de las comunidades indgenas y campesinas, entrelazada con la memoriade mediano y corto alcance de comunidades semi-rurales o urbanas tambin afectadasactualmente por el avance del despojo, que se articulan para iluminar en una sntesis crtica elproceso de lucha y la constitucin de nuevos sujetos antagnicos (Tischler y Navarro, 2011).En general, la necesidad de organizacin emerge ante la urgencia de compartir informacin,deliberar y reflexionar colectivamente acerca del conflicto que se enfrenta, desatado porgobiernos y transnacionales que pretenden imponer la implementacin de los megaproyectos de

    desposesin. En una primera fase, estas luchas tienden a emerger como movimientos del no,impulsados por la oposicin a problemticas puntuales que los involucran en forma directa. Sinembargo, en el proceso mismo de su constitucin, comienzan a cuestionar el por qu y para qude estos emprendimientos depredadores, comprendiendo sus ramificaciones sistmicas yratificando la conviccin de que la defensa de los bienes naturales y los mundos de vida no slose persigue en beneficio de los pueblos ms estrechamente vinculados por sus relaciones deproximidad, sino tambin para el resto del planeta y la subsistencia de la humanidad en suconjunto (Navarro y Pineda, 2009).Estos movimientos han emprendido una va poltica propia -muy diferente a la tradicional-,derivada de su fuerte arraigo territorial y de la propia naturaleza de sus reivindicaciones. Enefecto, se produce una tendencia a la reapropiacin comunitaria del territorio, como un lugar de

    resignificacin y creacin de nuevas relaciones sociales, mediante la expansin de experiencias deautogestin productiva, resolucin colectiva de necesidades sociales -tales como educacin y

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    salud-, y gestin autnoma de los asuntos pblicos comunes. En la mayora de los casos,presentan una dinmica asamblearia y horizontal de organizacin, con estructuras poco rgidasque buscan evitar la escisin entre dirigentes y dirigidos. Si bien no con la misma intensidad,existe en todos los casos una tendencia a generar espacios de discusin ms democrticos, queprivilegian el proceso de deliberacin colectiva y la toma de decisiones por consenso, as como ladesignacin rotativa de delegados para llevar a cabo las actividades acordadas (Seoane, Taddei yAlgranati, 2006; Ouvia, 2008). Todas estas prcticas de democracia directa y autoorganizacinautnoma elegidas por los movimientos sociales como formas de construccin poltica cotidiana,prefiguran en pequea escala nuevas formas de politicidad, sociabilidad y subjetividadsuperadoras de la instrumentalidad, la fragmentacin y el individualismo capitalista (Ouvia,2011).Si bien en algunas coyunturas, estos movimientos apelan a la utilizacin de canalesinstitucionales y recursos jurdicos para frenar o retrasar el avance de los proyectos dedesposesin, en la mayora de los casos se evidencia una fuerte apuesta a la accin directa noconvencional y disruptiva como principal herramienta de lucha, as como a la articulacin ycoordinacin con otras organizaciones sociales y experiencias de resistencia (Seoane, Taddei y

    Algranati, 2006; Ouvia, 2008), mediante una lgica de irradiacin,17 que rechaza elvanguardismo y los intentos de hegemonizacin entre sujetos de carcter plural, heterogneo ymultisectorial, que buscan construir acuerdos respetando sus diferencias y especificidades. Eneste sentido, se ampla la esfera de lo poltico, habilitndose un espacio de lo pblico arraigadocada vez ms en el seno mismo de la sociedad civil y menos en el aparato estatal, poniendo as encrisis la forma clsica de pensar la poltica (Ouvia, 2008).As, estos nuevos movimientos sociales contra el despojo y en defensa de la vida ponen enentredicho la legitimidad del modelo neoextractivista que se presenta como adalid del desarrolloy la modernizacin para los pases de Latinoamrica, pero exigiendo en forma implcita elsacrificio de territorios, comunidades y poblados enteros como moneda de cambio. Comocontrapartida, reivindican la construccin de una racionalidad ambiental que, en trminos de

    Enrique Leff:[] inquiere y cuestiona los ncleos frreos de la racionalidad totalitaria [occidental, moderna y capitalista]porque desea la vida. Formula nuevos razonamientos que alimenten sentimientos que movilicen a la accinsolidaria, al encantamiento con el mundo y la erotizacin de la vida. Construye saberes que antes dearrancar su verdad al mundo y sujetarlo a su voluntad dominadora, nos lleven a vivir en el enigma de laexistencia y a convivir con el otro. []. La tica ambiental explora la dialctica de lo uno y lo otro en laconstruccin de una sociedad convivencial y sustentable(Leff, 2004: 13).Sin embargo, tal como desarrollaremos en el prximo apartado:[] las autonomas no son espacios consolidados, inexpugnables para las dominaciones. [] La historia dela lucha de clases es, tambin, la del combate por ganar espacios de autonoma, por un lado, y paraobturarlos, por el otro. Cuando los de abajo consiguen abrir algunas grietas en la dominacin, tantomateriales como simblicas, se sienten en condiciones de lanzar desafos a los de arriba o, por lo menos, de

    resistir en mejores condiciones. Lo anterior ha sido comprendido en toda su importancia por las elites. Poreso aplican polticas destinadas a neutralizar los espacios-tiempos autnomos de los de abajo [destacadosnuestros] (Zibechi, 2011: 245-246).

    Territorios desgarrados: las estrategias expropiatorias del (neo)extractivismo

    El desgarramiento de los territorios producido por el avance de la minera a gran escala esintroducido en las comunidades a partir de una multiplicidad de estrategias que las empresas

    17Siguiendo a Hernn Ouvia, entendemos que el concepto de irradiacin remite a convidar una concepcindel mundo y, por qu no, una modalidad de lucha, sin pretender liderar ese proceso ni autoproclamarse

    referencia exclusiva de l []. De lo que se trata en ltimo trmino, es de buscar cmplices, no de iluminar amasas adormecidas (2011: 280).

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    mineras y el Estado -en sus diferentes niveles de gobierno- han echado a andar para desactivar lasresistencias sociales que se convierten en obstculos para la acumulacin por despojo. Elcrecimiento de las comunidades del no18, con su correlativo aumento de la conflictividad social,ha dado lugar a un refinamiento de las estrategias conjuntas capital-Estado a fin de (re)construirun escenario favorable para la profundizacin del modelo extractivo-exportador en aquellosterritorios locales previamente perifricos, y actualmente incorporados al ncleo ms dinmico dela acumulacin capitalista. Es en este marco que nos interesa caracterizar y analizar laespecificidad de las diferentes estrategias que las transnacionales mineras y los gobiernosdesarrollan activamente para contrarrestar el conflicto social, pero tambin para construirsentidos, producir subjetividades y organizar relaciones sociales que buscan invisibilizar laasimetra de poder existente entre empresas transnacionales y poblaciones locales, as como lasvinculaciones entre capitalismo global, descomposicin social y degradacin ambiental.A continuacin presentamos una posible clasificacin de las diversas estrategias que, de conjunto,constituyen un dispositivo expropiatorio19destinado a respaldar el avance y profundizacin delneoextractivismo en los territorios y comunidades: 1)- legalidad institucional; 2)- consenso ylegitimidad; 3)- cooptacin y captura; 4)- disciplinamiento y normalizacin; 5)- criminalizacin;

    6)- represin; 7)- militarizacin y contrainsurgencia. Esta variedad de estrategias involucranprocesos que podran leerse como una suerte de continuum, donde la violencia tanto materialcomo simblica- va in crescendo a medida que se pasa de una figura a otra, develando poco apoco la verdadera naturaleza del Estado como garante de la acumulacin de capital. Estaradicalizacin de las estrategias de dominacin se produce en la medida que el proceso dedesfetichizacin promovido por la lucha de los movimientos sociales logra penetrar yresquebrajar la apariencia de paz, prosperidad e igualdad guardada por del orden burgus,que slo encubre la violencia, el engao, la opresin y el pillaje (Luxemburgo, 1967) subyacentea las diversas formas institucionales y las ideologas concomitantes del progreso, lamodernizacin y el desarrollo. As que, tal como seala John Holloway, mientras ms intensosson los antagonismos sociales, ms inestables sern las apariencias fetichizadas de las relaciones

    sociales (1990: 11) y, por lo tanto, ms brutales las estrategias gestadas desde el poder.En los dos primeros casos, el Estado se presenta como un rbitro neutral garante del bien comn,y ambas estrategias se mantienen dentro del marco institucional de la construccin de ciudadanaa travs del instrumental jurdico y las polticas pblicas. Por su parte, tanto el tercer como elcuarto proceso apuntan a generar diques de contencin contra la disidencia y la movilizacinsocial, en pos de debilitar y aislar su capacidad de accin, pero moldeando deseos, necesidadesy/o lealtades de distinto tipo. A travs de un salto cualitativo, las ltimas tres figuras representanun progresivo corrimiento del Estado hacia una posicin de guerra contra el enemigo interno, quese expresa en su construccin simblica como tal, y en su eliminacin fsica en los casos msextremos.

    18Siguiendo a Mirta Antonelli, consideramos que las comunidades del no incluyen no slo a las asambleassocio-ambientales y sus redes territoriales, sino tambin a distintos actores que, sin ser asamblestas, comparten lavaloracin tica, la evaluacin epistmica y la promocin de concientizacin ciudadana [...] y que llevan adelanteacciones de promocin del discurso del noen diferentes mbitos: profesionales, acadmicos, periodistas, entreotros. Con este alcance, la designacin propuesta excede la territorialidad como principio o variable deconfiguracin de los colectivos que contienden asimtricamente contra el dispositivo hegemnico" (2010: 61)19Tomamos esta denominacin de Machado Aroz (2011). Y siguiendo a Foucault, entendemos por dispositivo,un conjunto resueltamente heterogneo que incluye discursos, instituciones, instalaciones arquitectnicas,decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados cientficos, proposiciones filosficas,morales, filantrpicas, brevemente, lo dicho y tambin lo no-dicho, stos son los elementos del dispositivo. Eldispositivo mismo es la red que se establece entre estos elementos [] por dispositivo, entiendo una especie -digamos- de formacin que, en un momento histrico dado, tuvo por funcin mayor la de responder a unaurgencia. El dispositivo tiene pues una funcin estratgica dominante [...] El dispositivo est siempre inscripto enun juego de poder (Foucault, 1985; 127-128). Esta categora es desarrollada como parte del conjunto analtico de

    la perspectiva de la biopoltica. Con ella es posible analizar cmo se establecen los sistemas de control sobre losprocesos vitales de las poblaciones (Foucault, 1995).

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    Estrategias expropiatorias del neoextractivismo1. Legalidad institucional2. Consenso y legitimidad

    3. Cooptacin y captura

    4. Disciplinamiento y normalizacin5. Criminalizacin6. Represin7. Militarizacin y contrainsurgencia

    La primera estrategia, basada en la legalidad institucional, consiste en la gestacin por parte delEstado de un nuevo andamiaje jurdico y administrativo que otorgue respaldo y coherenciainstitucional a las transformaciones econmicas, sociales y polticas impuestas por las necesidadesdinmicas de la acumulacin capitalista. En definitiva, se trata de legitimar bajo el argumento dela utilidad pblica los requerimientos estructurales para la valorizacin del capital, apelando ala representacin del Estado como rbitro neutral y garante del bien comn a travs de unapretendida objetividad legal.En los ltimos treinta aos, con la desestructuracin del orden societal fordista, se produjo unareconfiguracin los equilibrios entre el trabajo, el capital y el Estado en busca de una nuevahegemona. Como parte de este proceso, se modificaron las fronteras entre lo pblico y loprivado, se redefinieron los lmites de la ciudadana y, con ello, las relaciones entre la sociedadpoltica, la sociedad civil y el mercado, siendo la privatizacin y mercantilizacin de lo comn particularmente de los bienes naturales- uno de los componentes esenciales del nuevo paradigmasobre el cual se basa la reproduccin del sistema en su conjunto. En el caso concreto de la mineraa gran escala, los Estados latinoamericanos han sancionado leyes, creado agencias oficiales,incorporado tecnologa, y destinado financiamiento para garantizar el arraigo de inversiones enlos territorios nacionales, impulsar la consecucin de los proyectos extractivos y proteger los

    intereses de las empresas transnacionales por sobre otro tipo de intereses -por ejemplo, los de laspoblaciones locales y la naturaleza-.20La segunda estrategia, apunta a la construccin de consenso y legitimidad social sobre unareferencia directa al paradigma del progreso, el desarrollo y la modernizacin comovalores positivos que encarna la actividad extractiva, y cuya misin es propagar entre laspoblaciones aledaas mediante el crecimiento econmico que se promete como resultado directode su instalacin. La construccin de una asociacin intrnseca entre explotacin minera,generacin de empleo y mejoramiento de la calidad de vida es emblemtica de lasrepresentaciones inaugurales desplegadas por el Estado y las empresas en las comunidades dedestino.La produccin de este imaginario de carcter civilizatorio en torno de la actividad minera a gran

    escala resulta particularmente efectiva en localidades econmica y socialmente relegadas, donde

    20 Tal como postula Gramsci (1984),el derecho no expresa toda la sociedad [...] sino la clase dirigente, queimpone a toda la sociedad las normas de conducta que estn ms ligadas a su razn de ser y a su desarrollo. Sibien esta definicin resulta por dems aplicable a la reestructuracin neoliberal en los aos 90 de la normativaque rige al sector minero, no debe perderse de vista que, a partir de 2003, y como consecuencia de lasmovilizaciones populares en toda la regin, fueron sancionadas nuevas constituciones en Bolivia, Venezuela yEcuador que incorporan los derechos de la naturaleza e impulsan el vivir bien o buen vivir propio de lacosmovisin indgena. Si bien estas transformaciones legales no han impedido el avance de numerosos proyectosmegamineros en dichos pases, resulta importante aclarar que, como seala Lelio Basso, el derecho no essimplemente la expresin monoltica del poder de la clase dominante, sino por el contrario la expresincontradictoria de la lucha de clases, la cual adems de contradictoria, es por definicin asimtrica. En estesentido, lejos de constituir un cuerpo compacto de normas cuya nica finalidad fuese el dominio bruto de la

    voluntad capitalista, es, en ltimo anlisis, el resultado de un encuentro de fuerzas y del compromisoconsiguiente, que cambia continuamente, de acuerdo a la marcha de la lucha (Basso, 1974: 23 y 29)

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    ha habido una ausencia del Estado respecto de su rol benefactor y, por lo tanto, prevalece unasensacin de descobijo entre la poblacin. Ante dichas carencias, la promesa de desarrollo tomafuerza y moviliza el pasado mediante la aoranza de otros tiempos que fueron mejores, o bien laexpectativa de un futuro promisorio que est por venir.No obstante, esta idea de inclusin posible21 vinculada a la narrativa nacionalista de lacomunidad imaginada (Anderson, 1993), a travs de la cual el Estado sigue construyendo unailusin desarrollista (Svampa, Bottaro y Sol lvarez, 2009), no tiene relacin con las perspectivasreales de la minera a gran escala que, al funcionar con una lgica de enclave -es decir, sin unapropuesta integradora de las actividades primario-exportadoras al resto de la economa y lasociedad-, no requiere un desarrollo del mercado interno, genera pocos empleos, ningn tipo deencadenamiento productivo y una fuerte dependencia de las vicisitudes de los preciosinternacionales de los metales, producindose lo que Acosta (2009) denomina como la maldicinde la abundancia, en tanto la miseria de grandes masas de la poblacin parecera ser consustanciala la presencia de ingentes cantidades de recursos naturales con alta renta diferencial. Endefinitiva, lo que se pone en juego con esta estrategia es la construccin de una hegemona queasocie el proyecto (neo)extractivo de la gran minera con un horizonte desarrollista de

    prosperidad nacional y expectativa social, ocultando las negativas consecuencias socioeconmicasde este tipo de reconfiguracin productiva (Echeverra, 2005). Cuando este imaginario comienza aresquebrajarse en las comunidades locales, y aunque contine preservando su eficacia a escalanacional, es muy comn que los gobiernos y las corporaciones pongan en prctica la estrategiaque se presenta a continuacin.Nos referimos a la estrategia de cooptacin y captura, que se basa en la construccin de lealtadespersonales mediadas por el intercambio de favores y beneficios. Tanto el Estado como lasempresas mineras desarrollan programas asistenciales focalizados y acciones de responsabilidadsocial empresaria respectivamente, como forma de apaciguar las demandas sociales locales ygenerar apoyos para gobiernos y megaproyectos extractivos. Segn Gudynas (2009: 211), elpapel de la redistribucin por medio de programas sociales de compensacin focalizados es muy

    importante. All donde stos no existen, las protestas sociales frente al extractivismo son muchoms intensas. Al mismo tiempo, sostiene que son muchos los casos donde este tipo deasistencialismo queda fundamentalmente en manos de las empresas transnacionales, quienesnegocian directamente con las comunidades locales, proveen servicios sociales y construyenobras pblicas y, por lo tanto, terminan asumiendo roles tradicionalmente asociados al Estado.22Asimismo, es muy frecuente que esta estrategia opere sobre estructuras de poder localpreexistentes, basadas generalmente en relaciones tradicionales de caciquismo o clientelismopoltico, que son aprovechadas por las empresas para reforzar la gestin de la gobernabilidad(Machado Aroz, 2009: 228). En ese sentido, Garibay Orozco afirma que las corporacionesmineras imponen un rgimen autocrtico-clientelar cuya cspide reside en la administracin dela compaa, desde donde se reparten beneficios selectivos y subordinan autoridadescomunitarias, quienes a su vez reproducen esta lgica sobre el resto de la comunidad (2010: 175-

    176). La principal consecuencia de esta estrategia de cooptacin y captura es la divisin social quegenera al interior de las comunidades afectadas y, por lo tanto, el aislamiento y debilitamiento delas resistencias.

    21Debemos este concepto al aporte de Raquel Gutirrez, con quin sostuvimos un fructfero intercambio a partirde las hiptesis propuestas en el presente apartado.22En efecto, se trata de una estrategia que pretende (re)construir el liderazgo social de las empresas mineras en losterritorios de su influencia, redefiniendo y ampliando su rol dentro de la esfera pblica local, mediante laimplementacin de acciones de socializacin directa (creacin de carreras de grado o licenciaturas relacionadas ala actividad minera, campaas educativas y sanitarias, capacitacin docente primaria y secundaria, capacitacintcnica para el trabajo, etc.), asistencia social (becas para estudiantes terciarios y universitarios, provisin demateriales de estudio, equipamiento de hospitales y escuelas, organizacin y/o auspicio de eventos deportivos y

    culturales, etc.), desarrollo econmico (financiamiento y desarrollo de emprendimientos productivos) yconstruccin de obras pblicas (canales de riego, tendidos elctricos, caminos, etc.), entre otras (Composto, 2011).

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    Paralelamente, se despliega la estrategia de disciplinamiento y normalizacinque apunta no yaa moldear los espacios territoriales, sino los cuerpos y subjetividades de quienes los habitan. Esque el despojo de la gran minera no slo tiene lugar sobre los bienes materiales, sino sobre losdeseos y necesidades que construyen (a) los sujetos. Tal como sostiene Machado Aroz, en susefectos biopolticos, el control que el capital requiere sobre los territorios y poblaciones se basa enun poder total y productivo que va configurando formas de ver, sentir y experimentar el mundo.En definitiva, va moldeando formas de vida que se sustentan sobre la naturalizacin de lo dadocomo horizonte bsico de soportabilidad social (2009: 221-223). Esto es lo que, en otraspalabras, Therborn define como sentido de inevitabilidad, en tanto induce a que los sectoresdominados no impugnen la concepcin del mundo y la organizacin social difundida por partede Estados y empresas mineras, aceptando pasivamente un devenir que se les impone comonecesario y fatal.Segn este autor, no se tratara del nico mecanismo de sometimiento ideolgico que buscaasegurar la obediencia de los dominados. Tambin incluye los sentimientos de adaptacin,representacin, deferencia, resignacin y miedo como parte de esta estrategia de produccin desubjetividades dciles. En el primer caso, se hace referencia al sentido de acostumbramiento

    frente a las condiciones heternomas impuestas; en el segundo a una cierta identificacinsubordinada o deseo de pertenencia a los sectores dominantes y, en la misma lnea, en el tercero,se expresa una percepcin inferior de las propias capacidades frente a la de los dominadores, aquienes se les atribuyen cualificaciones superiores y objetivas (por ejemplo, un determinado sabertcnico o cientfico que se valora como positivo) para determinar el porvenir del conjunto. Por suparte, la resignacin se basa en la imposibilidad prctica de concebir alternativas mejores a larealidad dada, mientras que el miedo se sostiene sobre la idea de que las consecuencias de ladesobediencia sern peores que la situacin actual (1987: 75-79). En definitiva, todos estosprocesos de alienacin y fetichizacin funcionan como estrategias de reproduccin de la sociedadcapitalista, ya que apuntan a inhibir el movimiento dialctico de negacin del capital y losimpulsos de autodeterminacin social.

    Cada vez que las anteriores estrategias no logran contener la intensidad de los conflictos sociales,la criminalizacin de la protesta aparece como una pieza clave del instrumental del poder,anticipando un salto cualitativo en el marco del dispositivo expropiatorio. A modo de bisagraentre los intentos de disuasin pacfica ya descritos y la utilizacin de la violencia explcita, lacriminalizacin opera como una especie de antesala de la represin directa, no en trminosnecesariamente temporales, sino como forma de legitimar socialmente el ejercicio de la fuerzapblica contra los luchadores sociales. En esta estrategia juega un papel muy importante laformacin de una opinin pblica que perciba a los activistas como potenciales amenazas parael conjunto de la sociedad. As, en el marco de los conflictos sociales en torno de la megaminera,los opositores son generalmente identificados como fundamentalistas, subversivos,perturbadores del orden y/u opositores al inters general, al progreso de la nacin y al biencomn.23 De modo que se busca deslegitimar las razones que sustentan la resistencia social e

    23En este sentido, resulta paradigmtico el artculo titulado El sndrome del perro del hortelano, escrito por elpropio Alan Garca durante su gestin como presidente de Per. All acusa lapidariamente a los ambientalistas desu pas, que no comen ni dejan comer, ya que impiden la explotacin de los recursos naturales disponibles,condenando al pas al atraso y la pobreza. Concretamente, arguye que [] la demagogia y el engao dicen que esastierras no pueden tocarse porque son objetos sagrados y que esa organizacin comunal es la organizacin originaldel Per []. Esa misma tierra vendida en grandes lotes traera tecnologa de la que se beneficiara tambin elcomunero, perola telaraa ideolgica del siglo XIX subsiste como un impedimento ; y prosigue [] es que all el viejocomunista anticapitalista del siglo XIX se disfraz de proteccionista en el siglo XX y cambia otra vez de camiseta en el sigloXXI para ser medioambientalista. Pero siempre anticapitalista, contra la inversin, sin explicar cmo, con una agriculturapobre, se podra dar un salto a un mayor desarrollo [destacados nuestros] (vase Diario El Comercio, 28/10/07). Porsu parte, el actual presidente ecuatoriano Rafael Correa ha calificado de anti patriotas, perturbadores y "guiadospor sus obsesiones ideolgicas a los luchadores sociales que rechazan la gran minera en el pas (vase Ruptura

    entre los movimientos sociales y el presidente Correa, CETRI, 28/08/08). Asimismo, ha proclamado que hemosperdido demasiado tiempo para el desarrollo, no tenemos ms ni un segundo que perder, [] y los que nos hacen

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    instigar la creencia en la peligrosidad de sus protagonistas, con el objetivo de restarles apoyossociales y preparar el clima ideolgico para que la potencial actuacin de las fuerzas policacas omilitares no sea socialmente cuestionada. Esto suele lograrse mediante la construccin de unimaginario segn el cual,Los gobiernos rechazan esas protestas sociales, se niegan a reconocer sus causas o las minimizan, o se acusaa sus lderes de encubrir otros intereses []. En particular, se combate a los grupos indgenas y campesinosacusndolos de impedir el desarrollo y generar perjuicios para todo el pas. [] las comunidades localesdeben aceptar los sacrificios de los impactos [ambientales, sociales, sanitarios, etc.] como medio de lograrsupuestas metas nacionales []. [As,] las crticas contra el extractivismo fcilmente pueden ser tildadas deestar en contra del desarrollo nacional o el progreso, pueden ser calificadas de infantiles o soadoras, y hastade peligrosas(Gudynas, 2009: 206 y 216).Por su parte, la represin constituye una estrategia que se expresa generalmente en violentosdespliegues de fuerza contra la poblacin movilizada por parte de las agencias de seguridadestatal. Tal como subraya Acosta (2011a), la violencia aparece como un elemento consustancial al(neo)extractivismo. Desde la perspectiva del poder, la ingobernabilidad provocada por estemodelo de desarrollo producto de las profundas consecuencias socio-ambientales y

    desigualdades socio-econmicas que deja como saldo-, exige respuestas autoritarias por partedel Estado toda vez que las estrategias ms sutiles de control social no alcancen su cometido dedisuasin de los conflictos. No obstante, en estos casos, la represin excede el uso del monopoliolegtimo de la violencia por parte del Estado, extendindose rpidamente al seno de la sociedadcivil (Thwaites, 2007:145). En este sentido, se han tornado cada vez ms comunes losenfrentamientos internos a las comunidades, donde los habitantes que apoyan los proyectos deminera cuentan con apoyo financiero de las transnacionales extractivas para actuar comogrupos de choque contra los opositores. Asimismo, en algunos otros casos, las propiasempresas contratan elementos paramilitares profesionales que actan a su servicio,24potenciandola espiral de violencia estructural que subyace a este modelo de despojo.La ltima estrategia, tambin deudora de una violencia extrema, se basa en la militarizacin ycontrainsurgenciasobre los territorios en disputa y sus poblaciones nativas. En otras palabras, setrata de lo que, desde el Comando Conjunto de Estados Unidos, se define como una guerraasimtrica de espectro completo. Tal como seala Cecea,Estados Unidos se autoproclama el diseador y garante de las reglas del juego y, como parte de su misincivilizadora, propone constituirse en una especie de Leviatn externo en los casos de naciones con estadosdbiles, incapaces por s mismos de mantener el orden y disciplina de sus sociedades, y de cumplircabalmente con las disposiciones de la OMC, el Banco Mundial y el FMI. Lo que es consideradoingobernabilidad tiene variantes que comprenden los casos de rebelda o insumisin y se relacionanfrecuentemente con resistencia al saqueo de recursos, al desplazamiento de poblaciones o al atropellocultural. La franja geogrfica que el Pentgono considera crtica contiene la mayor parte de los recursos

    perder tiempo tambin son esos demagogos, no a la minera, no al petrleo, nos pasamos discutiendo tonteras. Oigan enEstados Unidos, que vayan con esa tontera, en Japn, los meten al manicomio (Vese Cadena Sabatina de RafaelCorrea, 10/12/11) [destacados nuestros].24 En la historia de las violaciones a los derechos humanos por parte de los gobiernos y transnacionalesextractivas, existen numerosos casos de asesinatos de lderes o referentes opositores. Slo en Mxico, se cuentanlas trgicas muertes de Francisco Quiones en Jalisco, por su lucha contra la Minera Pea Colorada; la de DanteValdez, maestro de Chihuahua, que denunci a la Minera Minefinders; y la de Mariano Abarca en 2009, en elmarco de la lucha contra el emprendimiento minero de la empresa Blackfire en Chicomuselo, Chiapas. O msrecientemente el asesinato de Bernardo Vsquez contra el emprendimiento minero en San Jos del Progreso,Oaxaca. Hasta el momento, ninguno de estos crmenes fue esclarecido por la justicia. Otro caso paradigmtico esel de Per, donde en junio de 2009, las comunidades indgenas nucleadas en la AIDESEP (Asociacin Intertnicade Desarrollo de la Selva Peruana), Organizacin Nacional de los Pueblos Indgenas Amaznicos del Pas, fueronbrutalmente reprimidas por fuerzas pblicas tras dos meses de sostener una protesta con corte de caminos en laprovincia de Bagua, a fin de impedir la entrada en vigencia de una serie de normas que permitiran la llegada de

    proyectos de la gran minera a la Amazonia peruana. El saldo de esta represin fue de cientos de heridos, decenasde muertos y desaparecidos.

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    petroleros y gasferos, el uranio, los metales estratgicos, la biodiversidad y el agua dulce del mundo. Es, ala vez, la regin de mayor inestabilidad y donde se registra el mayor nmero de conflictos, la mayora deellos ligados de algn modo al territorio. Es por ello tambin la regin donde ms se incrementa la presenciamilitar directa de Estados Unidos, coordinando y supervisando tambin la de los ejrcitos locales (2004:39).Por lo tanto, existe una relacin directa entre la profundizacin del modelo de desarrollo(neo)extractivista y el aumento flagrante de la violacin a los derechos humanos, en el marco deun escenario de geopolitizacin de los recursos naturales25por parte de las agendas de seguridadnacional de los pases latinoamericanos directamente ligados a los intereses de EEUU,especialmente para el caso de aquellos recursos como los minerales estratgicos- que son clavepara la reproduccin del sistema capitalista y el mantenimiento de la hegemona regional ymundial de los pases centrales (Delgado, 2012).La construccin analtica de este conjunto de estrategias desplegadas por las corporaciones y losEstados constituye una caja de herramientas que intenta tornar inteligibles una diversidadcatica de procesos empricos que se combinan, solapan y/o contraponen de forma dinmica yno siempre evidente, en un campo de batalla que se ubica en el espacio simblico y fsico de los

    territorios en disputa. Sin duda, el poder tiene de su lado la concentracin de los recursos paralograr el sometimiento de las energas sociales disruptivas. No obstante, son los sectoressubalternos -y sus mltiples formas de lucha- los que constituyen el sujeto activo de la historia;siendo el capital un sujeto reactivo que busca reencauzar el flujo rebelde de las resistencias dentrodel orden establecido, pero siempre a la zaga de la creatividad prefigurativa de las luchas. Por lotanto, a pesar de los constantes embates, los movimientos sociales que se construyen, fracasan, sereorganizan, y corrigen sus rumbos, son los sujetos dinmicos de una contienda que, si biensiempre asimtrica, permanece abierta y sin final predeterminado.

    A modo de conclusin

    La multiplicacin de concesiones mineras otorgadas en toda Amrica Latina a las transnacionalesdel rubro por parte de los Estado de la regin, abre un escenario de profunda vulnerabilidad paracientos de comunidades, cuyo territorio y forma de vida corren peligro de desaparecer. Lacreciente sofisticacin de las estrategias expropiatorias impulsadas desde el poder torna an mscompleja e incierta la situacin de poblaciones enteras que comienzan a organizarse para resistirel despojo.De cualquier manera, cabe destacar que tanto el signo de origen de los gobiernos que impulsanproyectos de socialismo comunitario (Bolivia, Venezuela y, por lo menos inicialmente, Ecuador),como las instancias de participacin popular incorporadas por las nuevas Constituciones, y lacapacidad de movilizacin autnoma de los movimientos sociales, habilitan un escenariopropicio para que la discusin a largo plazo en torno de la construccin de alternativas

    fehacientes al desarrollo capitalista pueda tener lugar en dichos pases. Lamentablemente, estaapertura no existe en el marco de los proyectos neodesarrollistas (Argentina, Brasil, Uruguay y -desde 2011- tambin Per), donde la poblacin se moviliza pero no encuentra canales de dilogoefectivos con el gobierno, que permitan un debate serio, profundo y horizontal sobre los posiblesmodelos de desarrollo nacional, corriendo incluso el riesgo de sufrir la criminalizacin como toda

    25Segn Delgado, lageopolitizacin de los recursosalude al rol estratgico o crtico que aqullos juegan desde una visindel poder de Estado y de las clases que lo detentan, nocin que ha llevado a considerarlos en algunos casos como una cuestinde seguridad nacional.Ms recientemente, en particular desde el decenio de 1990 y sobre todo en EEUU, se haasociado el discurso de la degradacin ambiental con el de geopolitizacin de los recursos, lo cual arroja comoresultado la doctrina de la seguridad ambiental, que se lee como el aseguramiento o proteccin de zonas ricas en recursosfrente a escenarios de incertidumbre. Esto, en el fondo, implica consolidar el acceso, uso y usufructo de los recursos en manosde EEUU y/o sus aliados, sea por la va del mercado o la mano del Pentgono, en un contexto de una crisis (socio)ambiental creciente [destacados nuestros] (2010: 5).

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    respuesta; menos an, en el caso de los proyectos de neoliberalismo armado (Mxico, Colombia yChile), donde la protesta social es inmediatamente sofocada y reprimida sin miramientos.No obstante, se trata de una historia abierta, y los movimientos sociales que estn emergiendopara defender los bienes naturales y la vida comienzan a aunar esfuerzos para fortalecer susluchas en un frente unificado contra la devastacin socio-ambiental. Entre las numerosasexperiencias que recorren el continente, y slo para citar algunos pocos ejemplos, se cuenta laCoordinadora Nacional de Comunidades del Per Afectadas por la Minera (CONACAMI), fundada en1999 por 1200 comunidades afectadas de nueve regiones del pas. Asimismo, laAsamblea Nacionalde Afectados Ambientales (ANAA), fue creada en 2008 por comunidades, pueblos, colectivos yorganizaciones sociales de decenas de localidades de Mxico, como espacio de encuentroautnomo y de coordinacin conjunta para enfrentar no slo los proyectos de megaminera sinodiversas problemticas ambientales. Con este mismo objetivo, a mediados de 2006 se cre enArgentina la Unin de Asambleas Ciudadanas(UAC), espacio de reflexin, articulacin y accin quenuclea a asambleas ambientalistas, movimientos campesinos, pueblos originarios, organizacionessociales y colectivos culturales de toda la Argentina en contra de la depredacin de los bienescomunes de la naturaleza y del avasallamiento territorial producido por la ofensiva

    (neo)extractivista que avanza en el pas desde hace por lo menos dos dcadas.Si bien estos espacios de coordinacin han sido capaces de aglutinar diversas luchas, entablarmecanismos de comunicacin y enlace ms estables para el intercambio de experiencias y lageneracin de espacios de formacin colectiva, todava son muchas las adversidades que seenfrentan por las propias contradicciones internas, la descomposicin del sistema, la violenciaestructural y la guerra total contra la vida. De tal forma que son cada vez mayores los desafosque deben encarar las resistencias contra los megaproyectos de desposesin si se quiereprofundizar el rumbo de la transformacin: Cmo contrarrestar las consecuencias deldispositivo expropiatorio implementado por transnacionales y Estados? Cmo enfrentar lasdiferentes estrategias de criminalizacin, represin y contrainsurgencia? Cmo impedir lacooptacin y divisin de las comunidades por la lgica de la mercantilizacin? Y tambin, Bajo

    qu modalidades continuar profundizando acuerdos entre las diversas luchas en pos de unhorizonte comn? Cmo ir gestando alternativas autnomas al modelo de desarrollo que se nospretende imponer? De qu manera construir un proyecto civilizatorio alternativo? El reto es biengrande, porque se trata de sembrar y cultivar opciones concretas en cada territorio, buscandocompartir saberes y prcticas para la construccin de proyectos emancipatorios colectivos, perosin copiar recetas ni homogeneizar experiencias. Hacia all soplan los vientos de cambio

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