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Manual Liturgia III-CELAM

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    Manual

    de Liturgia

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    CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO

    Manual

    de Liturgia

    Volumen III

    a  elebración del M isterio Pascual

    Los Sacramentos; Signos del Misterio Pascual

    rlos Abad - G ilson de Cam argo CM

    Miguel Angel D Annibale - Conrado Fernández

    Héctor Muñoz OP - C ristian Precht Bañados

    Roberto Russo

    LELAL III

    Bogotá,

     D.C.

     - Colombia

    2001

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    Con las debidas licencias eclesiásticas.

    © Consejo Episcopal Lat inoamericano, CELAM

    © Departamento de Liturgia

    Derechos Reservados

    Carrera 5 N- 118-31

    Apartado Aéreo 51086

    Email: ce [email protected] 

    Teis: (571) 6578330, 6714789

    Fax: (571) 6121929

    Bogotá, D.C., 2001

    ISBN Obra completa: 958-625-444-5

    ISBN Volumen: 958-625-528-X

    Diseño Carátula:

    Diseño CELAM - Carol ina Salazar

    Diseño y Diagramación:

    Dor is Andrade B.

    Imp resió n: Lito Camargo Ltda.

    Impreso en Colombia - Pr inted in Colombia

    mailto:[email protected]:[email protected]

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    PRESENTACIÓN

    publicación de este Ma-

    nual de Liturgia, que ahora tenemo s la alegría de presen-

    tar, es una respuesta, madurada a lo largo de algunos

    años, a un deseo reiteradamente expresado por el CELAM

    en sus últimas Asambleas Generales.

    Aunque hoy día hay una rica bibliografía litúrgica y mu-

    chos manuales de importantes autores, un grupo de

    liturgistas latinoamericanos se dispuso a elaborar el pre-

    sente Manual, con profundo espíritu de fidelidad al Ma-

    gisterio de la Iglesia y riguroso s entido científico y sensi-

    bi l idad pedagógica. Los diversos autores procuraron

    presentar los temas de modo de reflejar nuestra realidad

    eclesial y rescatar especialmente las enseñanzas expre-

    sadas en las Conferencias Generales del Episcopado

    Latinoamericano y Caribeño, buscando de esta forma

    expresar las carac terísticas y la índole de las Iglesias de

    nuestro co ntinente.

    Todo el Manual está construido a partir de la   dimensión

    celebrativa   del misterio pascual que se actualiza en la

    vida del Pueblo de Dios. De aquí el título de todo el Ma-

    nual:  La Celebración del Misterio Pascual.  El misterio

    pascual de Cristo es el centro de la historia de la salva-

    ción y, por lo mismo, es el objeto principal de la liturgia.

    Envuelve toda la vida de Cristo, y la vida de todos los

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    ABREVIACIONES  SIGLAS

    AA.W . Autores varios

    ADAP Asam bleas Dominicales en Ausencia

    de P resbítero

    CD   Christus Dominus

    CEC Catecismo de la Iglesia Católica

    CELAM Consejo Episcopal Latinoamericano

    CIC Código de Derecho Canónico

    CNBB Conferencia Nacional de los Obispos

    del Brasil

    CO Ceremo nial de los Obispos

    DEC OS Departamento de Com unicación Social

    de l CELAM

    DP Documento de Puebla

    DS

      Denzinger Schoenm etzer

    DSD Docume nto de Santo Domingo

    DV   Dei Verbum

    EA   Ecclesia in America

    EDIL  I; II  Ench irídiort de Instaurationes Liturgicae

    EF

      In Ecclesíasticam Futurorum

    EL   Ephem erides Liturgicae

    EM   Eucharisticum Mysterium

    Ench   Enchiridiori.  Documentos litúrgicos

    posconciliares

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    SIGLAS USADAS

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    Documentos

    SC

      Sacrosanctum Concilium,

      Constitución

    del Concilio Vaticano II sobre la Sagrada

    Liturgia, 1963.

    Med - CELA M, La Iglesia en la actual transformación de

    Am érica Latina a la luz del concilio. Con-

    clusiones de la II Conferencia del Epis-

    copado Latinoamericano, M edellín, 1968

    (Documento de Medellín).

    DP - CELAM, La evangelización en el presente y en el

    futuro de América Latina. II Conferencia

    del Episcopado Latinoamericano, Puebla,

    1979 (Documento de Puebla).

    SD - CELA M, Nueva evangelización, promoción huma-

    na, cultura cristiana. IV Co nferencia Ge-

    neral del Episcopado Latinoamericano,

    Santo Domingo, 1992 (Documento de

    Santo Domingo).

    Otros

    CNB B Conferencia Nacional de Obispos de Brasil

    CELAM Conse jo Episcopal Latino Am ericano

    12

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    AUTORES

    Volumen III

    Carlos Abad Argentina

    Gilson de Cama rgo, CM Brasil

    Miguel Angel D'Annibale Argentina

    Conrado Fernández México

    Héctor Muñoz, OP Argentina

    Cristian Precht Bañad os Chile

    Roberto Russo Uruguay

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    La iniciación cristiana

    se realiza mediante el conjunto de tres sacramentos:

    el bautismo, que es el comienzo de la vida nueva;

    la confirmación, que es su afianzamiento;

    la eucaristía, que alimenta al discípulo

    con el cuerpo y la sangre de Cristo

    para ser transformados en EL

    OCEC   1275)

    12

    .1 L a i n i c i a c i ó n c r i s t i a n a

    12 . 2 Desar ro l í o

      h i s t ó r i c o

      d e

      la

      in ic iación

    c r i s t i a n a

    12.3 La

      i n i c i a c i ó n

      cr i s t i ana de adu l tos

    12.4

      E l

      b a u t i s m o

    12 . 5 La con f i rmac i ón

    12.6   L a e u c a r i s t í a

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    LA INICIACIÓN CRISTIANA

    Roberto Russo

    12.1.1 El conc epto de iniciación

    E L término  iniciación  etimo-

    lógicamente significa  introducción, del latín initia (neutro

    plural) que deriva de  in-iter

     (=

     ingreso en el cam ino) ex-

    presa un fenómen o hum ano general que obedece al pro-

    ceso de adaptación que todo hombre se ve obligado a

    vivir en relación con el ambiente físico, social, cultural,

    religioso... Si por una parte, el sujeto se inicia ada ptán-

    dose al grupo de referencia y su cultura, por otra parte, el

    grupo se enriquece con la aportación personal del que

    es iniciado. Uno de los aspectos más importantes de la

    iniciación es su dimensión religiosa, que se manifiesta

    en una ritualidad específica, remitente al mundo de lo

    sagrado.

    La "iniciación" designa las mediaciones o ritos por los

    que "se entra" en un grupo determinado, asociación, re-

    ligión. En un sentido general, desde la fenomenología

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    Los

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    En general,  iniciación cristiana  es aquel proceso por el

    que una persona es introducida al m isterio de Cristo y a

    la vida de la Iglesia, a través de unas mediaciones

    sacramentales y extrasacramentales, que van acompa-

    ñando el cambio de su actitud fundam ental, de su ser y

    existir con los demás y en el mundo, de su nueva identi-

    dad como persona cristiana creyente

    3

    .

    El vocabulario de la iniciación cristiana fue acuñado por

    los Padres de la Iglesia. Pero luego de una largo eclipse

    en el Medioevo y un tímido uso en el Renacimiento fue

    revalorizado sobre todo con el movimiento litúrgico del

    siglo XIX para designar los sacramentos del bautismo,

    confirmación y euca ristía. En el siglo XX se lo usa cada

    vez más entre los liturgistas y los teólogos. La recupera-

    ción oficial sucede so bre todo c on el concilio Vaticano II,

    en sus diversos documentos. El concilio afirma que el

    bautismo, la confirmación y la eucaristía son "sacramen-

    tos de la iniciación cristiana" (cf.  AG   14, P0 2,  SC  71).

    Esta expresión ha entrado en el título del ritual del bau-

    t ismo de adultos, denominado   Ritual de la iniciación

    cristiana.

    Independientemente de la val idez del término, el

    redescubrimiento de la unidad que caracteriza los tres

    primeros sacrame ntos de la vida cristiana es un valor ya

    adquirido, una conquista que n ecesita conservar y con-

    solidar. Bautismo-confirmación-eucaristía son un conjunto

    sacramental, que forman una unidad teológica y no sólo

    celebrativa. Al decir de A. Nocent la iniciación cristiana

    se presenta como un sacramento que comprende tres

    etapas sacramentales

    4

    .

    3

      D. BOROBIO,  La iniciación cristiana, o.c., 33.

    4

      A. NOCENT, "Iniciación cristiana", en:  ND L 1052.

    20

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    La iniciación cristiana

    Tertuliano describió en modo sintético, este proceso

    sacramental subrayando la unidad:

    Se lava el cuerpo para que sea purificada el alma;

    se unge el cuerpo para que sea consagrada el

    alma; se signa el cuerpo [con el signo de la cruz]

    para que sea fortalecida el alma; se cub re con la

    sombra el cuerpo [por la imposición de las ma-

    nos] para que sea iluminada el alma por e l Espíri-

    tu Santo; se nutre el cuerpo con el cuerpo y la

    sangre de Cristo para que se nutra de Dios el

    alma

    5

    .

    Los tres sacramentos son participación en el misterio

    pascual de Cristo, pero de modo diverso. En modo ini-

    cial en el bautismo-confirmación, plenamente en la eu-

    caristía; una sola vez en los dos primeros sacramentos,

    repetidamente en la eucaristía. La eucaristía, porque pue-

    de repe tirse a lo largo de la vida, hace pe rman ente hasta

    la muerte la iniciación inaugurada por el bautismo-confir-

    mación. La eu caristía es sacram ento de la iniciación, pero

    también es sacramento de los iniciados

    6

    .

    La iniciación sa cramental implica un antes y un después

    que forman una sola realidad con los ritos sacram entales.

    La iniciación cristiana e s, de hecho, un camino , o un pro-

    ceso formativo que comprende etapas sacramentales.

    El Catecismo de la Iglesia Católica da una descripción

    de la iniciación cristiana en estos términos:

    5

      TERTULIANO,  De Resurrectione mortuorum, 8,3: CCL 2,931.

    6

      Cf. M. ÁUGÉ,   Liturgia, Historia, celebración, teología, espiritualidad,

    Biblioteca litúrgica 4, Centre de Pastoral litúrgica, Barcelona, 1995, 84.

    21

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    La iniciación cristiana

    Iniciación ritual.  Embarcada por unos   rituales, la inicia-

    ción se lleva a cabo mediante un rito sacramental. En

    esa acción ritual, la Iglesia revela, actualiza y celebra a

    Cristo-sacramento en el bautizado.

    Iniciación definitiva (permanente). Los sacramentos son

    don y compromiso. El bautismo y la confirmación "impri-

    men carácter", es decir, no son reiterativos, son permanen-

    tes. Dan de finitivamente el nacimiento de la vida nueva.

    Iniciación

     escatológica.

      Los sacramentos de la iniciación

    cristiana son signos de una vida nueva, anticipo de una

    plenitud final, que no es la muerte sino la vida plena.

    12.1.2.2  La iniciación cristiana es iniciación

    catecumenai

    De acuerdo con la expresión de Tertuliano "no se nace

    cristiano, sino que se deviene", la fe evangé lica no es un

    hecho natural que se adquiere automá ticamente. La ini-

    ciación cristiana es aprendizaje prolongado identificador.

    Aprendizaje. Al ser la conversión un itinerario enm arcado

    por la iniciación cristiana, se requiere un aprendizaje, es

    decir, una en trada en el misterio de Dios.

    Prolongado. Aunque la conversión puede ser brusca, de

    ordinario se necesita  un tiempo para descubrir las dimen-

    siones de la Iglesia y de la fe. Es necesario habituarse a

    entrar en un proceso de búsqueda incesante que nunca

    termina. Por medio de la mistagogía el cristiano con tinúa

    madurando su vivencia eclesial y profundizando los mis-

    terios de la salvación.

    Identificador.  La iniciación cristiana es iniciación a la Igle-

    sia en estado de comunidad, cuyos miembros confiesan

    23

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    una fe evangélica diferente de muchas creencias, de

    variados compromisos, con motivos comunes y gestos

    grupales. Es entrada en la fraternidad caracterizada por

    el reconocimiento de Dios como Padre. Para los candi-

    datos es la iniciación de un tiemp o de identificación. Para

    la Iglesia misma es asimismo re-identificación.

    12.1.3

      La i n i c i c ión

      cristiana según los rituales

    de Pablo VI

    Después del concilio Vaticano II, el rito romano tiene va-

    rios rituales para la iniciación cristiana, según los desti-

    natarios de la celebración sacramental. Este hecho ha

    sido el cumplimiento del mandato conciliar de "adaptar

    realmente el bautismo a la condición de los párvulos, y

    poner más de manifiesto en el mismo rito la participa-

    ción de los padres y padrinos"  (S C  67), y, a la vez, de

    "revisar el rito del bautismo de los adultos, tanto el sim-

    ple como el solemn e, teniendo en cuenta la restauración

    del catecumenado"  (S C  66).

    El primero en ser preparado y publicado fue el "Ritual del

    bautismo de niños" (=RBN), con fecha de 15 de mayo

    de 1969. Le siguió el "Ritual de la confirmación" (=RC),

    con fecha 22 de agosto de 1971. Este ritual va prece-

    dido de la constitución apostólica   Diviriae consortium

    naturae,  firmada en Roma por Pablo VI el día 15 de

    agosto de 1971. En esta constitución, Pablo VI preci-

    sa el signo sacramental de la confirmación y decide

    una nueva fórmula para la crismación. Finalmente, con

    fecha 6 de e nero de 1972, fue p ublicado el "Ritual de la

    iniciación cristiana de los adultos" (=RICA). El RICA está

    destinado a los adultos en el sentido más amplio de la

    palabra. Según el CIC c. 852,1, "hay que tratar como

    adultos , por lo que al bautismo se refiere, a todos aque-

    24

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    La iniciación cristiana

    l íos que han pasado de la infancia y tienen uso de ra-

    zón". El mismo Ritual, al explicar cuáles son los desti-

    natarios, afirma que

    son aquellos que al oír el anuncio del misterio d e

    Cristo, y ba jo la acción del Espíritu Santo en su s

    corazones, conscientes y libremente buscan al

    Dios vivo y emprenden el camino de la fe y de la

    conversión  (RICA 1).

    Este ritual se encuentra en el primer lugar del Ritual de

    los sacramentos, pues es el paradigma y modelo de re-

    ferencia de toda iniciación. También con templa la situa-

    ción de los niños no iniciados en edad escolar en su ca-

    pítulo V: "Ritual de la iniciación cristiana de los niños en

    edad catequética" de gran simplicidad y oportunidad

    pedagógica.

    En síntesis, la Iglesia ofrece tres rituales distintos según

    sus destinatarios: un ritual del bautismo para niños; y dos

    procesos iniciáticos cristianos: para un niño en edad

    catequética y otro para un adulto, de man era que el can-

    didato sea conducido a su plena integración en el miste-

    rio de C risto y de la Iglesia.

    Si comparamos los diversos ba utismos a los que se re-

    fieren los rituales del Vaticano II, sobre todo los dos bau-

    tismos más frecuentes: el de adultos y el de niños, se

    constatan grandes diferencias entre ellos, aun tratándo-

    se de un único bautismo. Estamos, por primera vez, fren-

    te a rituales distintos, adaptados a situaciones muy di-

    versas. Además, el r i tual del baut ismo de adul tos

    cons tituye la referencia a la luz de la cual hay que enten-

    der todo otro bautismo: es el bautismo celebrado en la

    vigilia pascual, y después de un catecumena do, junto con

    25

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    los otros sacramentos de iniciación, el que constituye el

    punto de referencia de todo b autismo.

    Se trata de dos lógicas diferentes, dos proyectos diver-

    sos. El del bautismo d e adultos, sigue la lógica del nue vo

    testam ento y el sistema de la Iglesia primitiva. El bautis-

    mo de niños invierte esta lógica: comienza con el rito

    bautismal, en la esperanza de que se llegue a la fe y no

    por la fe para terminar en el rito. La cons ecue ncia es que

    el bautismo de niños sólo encuentra su sentido pleno

    dentro de la iniciación entendida como un verdadero pro-

    ceso en continuidad.

    En el Ritual del bautismo de niños se e ncue ntra una bre-

    ve introducción general sobre los sacramentos de la ini-

    ciación, y una introducción m ás am plia para el bautismo,

    tanto de niños como de adultos. El contenido de esta

    introducción ha sido recogido por el CIC de 1983 en los

    cánones referentes al bautismo, con leves modificacio-

    nes en algunos casos (CIC, c. 849-878).

    El Catecismo de la Iglesia Católica ha recogido aspec-

    tos importantes que enriquecen la aportación del RB y

    RICA

    8

    . Comienza la exposición con una frase o rientadora:

    "Mediante los sacramentos de la iniciación cristiana, el

    bautismo, la confirmación y la eucaristía, se ponen los

    fundamentos de toda vida cristiana" (CEC   1212). Vida

    que, com o afirma el RICA (n. 1-2 , citado) "tiene una cier-

    ta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de

    la vida natural". Es justamente este carácter de comien-

    zo el que se resalta al comenzar a tratar directamente

    8

      Para una presentación completa del aporte del  CE C  con respecto a la

    iniciación cristiana, cf. D. BOROBIO,  La iniciación cristiana,  o.c., 229-

    232. Resumimos algunos aspectos señalados por el autor.

    26

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    La iniciación c ristiana

    del bautismo, que "es el fundam ento de toda vida cristia-

    na, el pórtico de la vida en el espíritu", y "la puerta que

    abre el acceso a los otros sacramentos" (CEC 1213).

    Es de destacar igualmente la presentación mistagógica

    de la teología del bautismo

    9

    , al rito de la bendición del

    agua (C EC 217 -122 2); y sobre todo al hilo del ritmo y los

    ritos de la celebración   (CEC  1234 ss). Por eso, además

    de que se titula el apartado: "La mistagogía de la cele-

    bración", aclara de form a explícita: "El sentido y la gracia

    del sacramento del bautismo aparece claramen te en los

    ritos de su celebración"  (CEC  1234).

    En síntesis, el Catecismo recupera un método y lengua-

    je mistagógico, destaca los elementos esenciales del

    proceso de iniciación, valora el catecum enad o, atiende a

    las diversas tradiciones, resalta el carácter dinámico del

    mismo bautismo, e insiste en la gracia y exigencia de

    unidad eclesial a la que llama a todos los bautizados.

    9

      Sobre la mistagogía cf. R. RUSSO,  La mistagogía: la liturgia nos guía

    e introduce al misterio celebrado,   Soleriana, XXI, 5, 1996, p. 41-62,

    27

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    BIBLIOGRAFÍA

    BOROBIO D.,  La iniciación cristiana,  Ed. Sigúeme,

    Salamanca, 1996, pp. 17-25.

    FLORISTÁN C., "La iniciación cristiana", en: Phase  171

    (1989)215- 224.

    GY

     P.M.,

     "La notion chrétienne d'initiation. Jalons pour une

    en quete", en: L MD132 (1977) 33-54.

    NOCENT A., "Iniciación cristiana", en: N DL  1051-1070.

    28

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    EL DESARROLLO

    HISTÓRICO DE LA

    INICIACIÓN CRISTIANA

    de ilustrar los ritos

    actuales de los sacramentos de la iniciación cristiana,

    es út i l mirar los datos de la historia. Los actuales

    ordenamientos ri tuales son un tentat ivo de recupera-

    ción, en gran parte logrado, de las más variadas tradi-

    ciones l i túrgicas de ayer y de la adquisición de las

    mejores elaborac iones de la teología de hoy. La histo-

    ria es una continuidad viviente, en la cual el hoy nace

    del ayer y prepara el mañana. Sólo a través de un justo

    conocimiento del pasado, como raíz del presente, se

    puede lograr comprender el momento actual con miras

    al futuro.

    En los primeros siglos de la Iglesia la iniciación cristiana

    se realizaba progresivamente, y tenía su eje en los tres

    ritos sacramentales ad ministrados en una ú nica celebra-

    ción. A continuación, diversos factores contribuyeron a

    desligar entre sí los tres sacramentos e incluso a cam-

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    Los

    biar el orde n de<

    1.

    Los

    bre la iniciación cristiana son pocos. No se habla de un

    itual de

    en  H ch  2 en que ;

    ció de la

    tado (2 ,22-36); petición por |

    fe y respuesta de Pedro i

    en el nombre de Jesús, recepción del don del

    (2,37-41); inserción en la com unidad que es asidua

    de la enseñanza de los apóstoles, en ia

    en la fracción del pan (eucaristía) y en la;

    (2,42-48).

    de los,

    da de la conversión y de la recepción de los

    tos (cf.  Hch   8,34-38; 10,34-48; 16,25-34; 18,5-8; 19,4-

    en Ef

     1,13:

      Y \

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    El primer texto:  Hch   8, 4-17. Recordemos rápidamente

    los hechos. El diácono Felipe ba utiza en Sam aría a unos

    neófitos en nombre d el Señor Jesús. La Iglesia de Jeru-

    salén oye hablar de la acogida dispensada por Sam aria

    a la Palabra de Dios y envía allá a Pedro y Juan, quienes

    oran para que a los recién bautizados les sea dado el

    Espíritu Santo, "porque aún no h abía descendido sobre

    ninguno de ellos, pues sólo habían sido bau tizados en el

    nombre del Señor Jesús. Entonces les impusieron las

    manos, y recibieron el Esp íritu Santo". Algo parecido ocu-

    rrió también en Éfeso, tal como nos lo describe el se-

    gundo texto también d el l ibro de los Hechos. A unos dis-

    cípulos de Juan que fueron bautizados en el nombre del

    Señor Jesús, "cuando Pablo les impuso las manos, el

    Espíritu Santo vino sobre e llos, y se pusieron a hab lar en

    lenguas y a profetizar"  (Hch 19, 5-6).

    Aparece aquí un ritual embrionario para conferir el Espí-

    ritu Santo, que consiste simplemente en la imposición

    de manos, acompañada de una oración en la que se in-

    voca el Espíritu. Con toda p robabilidad, en esta época el

    rito para la comunicación del Espíritu con sistía solamen-

    te en la imposición de manos.

    La conexión de este rito con el bautismo resulta eviden-

    te. Se presenta como un complemento del bautismo, for-

    mando parte del proceso de la iniciación cristiana, como

    un segundo tiempo o una segunda etapa. Entre los dos

    compo nentes de la iniciación - la inmersión en las aguas

    bautismales y la imposición de manos- forman un único

    rito de iniciación. Entre ambos introducen al candidato

    en la vida cristiana.

    Es evidente la conexión de la imposición de las manos

    con la comunicación del Espíritu. Si los textos no lo dije-

    ran explícitamente, bas taría el simbolismo de ese gesto

    32

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    El desarrollo histórico de la iniciación cristiana

    para orientarnos en este sentido. Pero es doctrina del

    Nuevo Testamento que en el bautismo se da ya el Espíri-

    tu Santo; serían inconce bibles la regeneración y la adop-

    ción filial sin el don del Espíritu

    3

    . Se trata, pues, en la

    confirmación, de un don más total del Espíritu, que, como

    resulta de los dos pasajes de los Hechos, tiene que ver

    con los carisma s, sobre todo con la profecía, para la edi-

    ficación e instrucción de los creyentes. La confirmación

    es, sobre todo, bajo este aspe cto, complemento del bau-

    tismo y realización de las profecías del Antiguo Testa-

    mento (cf. Ez 39,29; Zac 12,10; J/3,1-2) y de las reitera-

    das promesas del Señor sobre una efusión mesiánica

    del Espíritu y como una renovación del acontecimiento

    de Pentecostés.

    Tenemos que notar, por último, que no carece quizá de

    intención teológica, tal como lo ha visto la tradición pos-

    terior, el que la imposición de las manos como rito com-

    plementario del bautismo para la comunicación de la ple-

    nitud del Espíritu aparezc a de hecho como una función

    reservada a los apóstoles.

    En síntesis, el proceso de integración a la comunidad se

    desarrolla en dos tiemp os; la inmersión bautismal es

    completada por un gesto necesario para la efusión del

    Espíritu: una oración sobre los nuevos bautizados acom-

    pañada de la imposición de las manos.

    La participación a la eucaristía, culmen del proceso de

    la iniciación cristiana, no siempre se explícita en este

    período.

    3

      Cf. sobre todo   Hc h 2,38; pero también   Le  3,16;  Jn   1,33; 3,5;  Hc h 1,5;

    8,20; 11,45; 19,2-5; Rm 5,5; 8,9.

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    El desarrollo histórico de la iniciación cristiana

    ción, unción con el óleo de acción de gracias (crisma),

    seña l de la cruz en la frente (la co nsignatio) y el beso de

    paz al neófito. Vemos, pues, aparecer, con respecto a lo

    que el obispo hace, que junto a la imposición de la mano

    que ya conocem os, dos ritos nuevos: la unción y la  con-

    signación. La oración que acom paña la imposición de la

    mano es una epíclesis pidiendo para los bautizados la

    plenitud del E spíritu:

    Señor y Dios nuestro, que los has hecho dignos

    de alcanzar la remisión de los pecados por medio

    del baño de la regeneración, ha zlos dignos de ser

    colmados con el Esp íritu Santo y envía sob re ellos

    tu gracia, para que te sirvan según tu voluntad...

    El obispo al ungir al bautizado con el óleo de acción de

    gracias (crisma) dice: "Yo te unjo con el óleo santo de

    Dios, Padre omnipotente, en Jesucristo y en el Espíritu

    Santo".

    Finalmente, los neófitos oran con todo el pueblo y pa rtici-

    pan en la eucaristía. E sta primera participación eucarística

    se distingue por un rito particular: además del pan y el

    vino, los neófitos reciben una mez cla de leche y miel; los

    recién bautizados h an aband onad o el Egipto de la escla-

    vitud para vivir en adelante en una "tierra que man a leche

    y miel" (Ex3,8).

    • La catequesis mistagógica. -Mistagogía  significa "ini-

    ciación a los m isterios" o sacramentos acabad os de

    celebrar (n. 21). Hipólito destaca que si es necesario

    dar informacione s com pleme ntarias, el obispo lo hará

    en secreto a los que han recibido la eucaristía.

    La organización del ritual de iniciación en la  Tradición

    apostólica  pone en evidencia que el hacerse cristiano, y

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    bálsamo visible, es el alma la que queda santifi-

    cada por el Espíritu

     vivificante™.

    La tradición oriental -casi en bloque- parece que desde

    muy antiguo sólo conoció como rito complementario del

    bautismo la unción con el "myrón" o crisma. Algunos

    documentos orientales que mencionan la imposición

    de la mano (como las   Constitutiones aegyptiacae,  el

    Testamentum

     Domini

     y los  Cánones

     de

     Hipólito) revelan en

    este punto una influencia muy clara de la Traditio apostólica.

    Tenemos que mencionar aquí el caso singular de una parte

    de la tradición siríaca, incluyendo en ella a la Iglesia

    antioquena de los tiempos de C risóstomo, que no co noció

    ningún rito propio de confirmación: la imposición habría

    quedado reabsorbida en el acto mismo de la ablución

    bautismal. De hecho las fuentes de esta tradición hablan

    de una imposición de la mano en este mome nto.

    Como se deja ver por el cuadro que acabamos de pre-

    sentar esquem áticamente, las distintas Iglesias optaron

    por soluciones diversas ha ciendo gala de una gran liber-

    tad: confirmación por la sola imposición de la mano, al

    principio a lo que parece; luego, en algunos lugares, por

    el doble rito de la imposición y la unción; en otros luga-

    res, por el triple rito de imposición, unción y consigna-

    ción; e incluso, ausencia de todo rito específico, distinto

    del bautismo. Ahora bien, supuesto el origen apostólico

    de la imp osición de las man os, no deja de llamar la aten-

    ción el hecho de que la unción, de cuyo origen apostólico

    no consta, llegara en algunas Iglesias a eclipsar a la im-

    posición de las manos e incluso a suplantarla, más o

    menos definitivamente, en otras.

    Cirilo de Jerusalén,

      Catequesis mistagógicas

      III, 3 -y más am pliamente

    entre la 1-4 -, ed. A. Piedagnel-P. Paris, Sources chrétiennes 126 bis,

    120-123.

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    El desarrollo histórico de la iniciación cristiana

    Si la imposición de manos expresa el don, la unción y

    consignación explicitan para qué se nos da. Por la impo-

    sición de la mano part icipamos del acontecimiento

    pentecostal; por la unción somos consagrados, fortale-

    cidos para una misión; por la signación somos marca-

    dos definitivamente, e ntramos a formar parte de Cristo y

    de la Iglesia hasta la vida eterna.

    De cualquier modo, es preciso situar siempre los tres

    ritos en la iniciación cristiana, entendida como un proce-

    so continuado, como una celebración única. Es verdad

    que con estos ritos posbautismales apa recen se ñaladas

    dos etapas, que se distinguen por el ministro, los efec-

    tos... Pero su unidad se pone tam bién de manifiesto, no

    sólo por la continuidad ritual, sino también por la atrac-

    ción bipolar, por su complementariedad mistérica, por su

    significado eclesiológico.

    Como un dato universal y constante en este período de

    la historia tenem os que señalar que, a pesar de los de-

    sarrollos rituales que hemos constatado, el bautismo y

    la confirmación siguen formando una unidad de celebra-

    ción, que se desenvue lve de una sola tirada. Eso sí, gra-

    cias a esos desarrollos, los dos polos de la celebración

    se destacan ahora con más nitidez, como dos etapas

    distintas que se dirigen hacia una meta última, que es la

    eucaristía. La confirmación se presenta, pues, situada

    dentro del dinamismo de los sacramentos de la inicia-

    ción cristiana. Este es su

      Sitz im Leben,

     esta "situación

    vital" de este sacramento es un dato importante, norma-

    tivo para todos los tiempos, sea cual fuere la solución

    que aconsejen las conveniencias pastorales sobre el

    momen to más opo rtuno de conferirlo. Desintegrar aque-

    lla unidad primitiva sería arrancar el sacramento de la

    confirmación de su contexto

     vital.

     Al aislarlo indebidamen-

    te se correría peligro de falsearlo.

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    O R )

    u

     que corresponde a fines del siglo VII y está en es-

    trecha relación con el

     gelasiano.

     Según estos documen-

    tos, la iniciación se realiza en una única celebración, en

    la que se suceden bautismo, confirmación y eucaristía.

    En el  GeV   coexisten varios estratos de la historia de la

    iniciación cristiana

    15

    . En el estrato más antiguo, hacia la

    mitad del s. VI encontramos los ritos de admisión al

    catecumena do; los formularios de m isa para los escruti-

    nios del tercer, cuarto y quinto dom ingo de cuaresm a; la

    entrega del símbolo y del padrenuestro. En un se gundo

    mom ento, que corresponde posiblemente al s. VII, el GeV

    es testimonio de una transformación de los escrutinios

    en sintonía con el O fíXI

    16

    . En este último documento los

    escrut in ios incluyen ya los r i tos de ingreso en el

    catecumenado. Lo cual significa que ya no existe éste

    como tal. Los sujetos de los escrutinios son claramente

    niños. El paso de los escrutinios de los domingos a las

    ferias, que se observa en el proceso interno del  GeV  y

    de l OR

     XI,

     va unido a la ampliación de tres a siete, y esto

    obedece a criterios simbólicos: corresponde al número

    septenario de dones del Espíritu San to, a fin de que, m ien-

    tras se cump len los siete escrutinios, le sea otorgado a

    los niños la gracia septiforme del Espíritu.

    El bautismo s e realiza con la interrogación s obre la fe en

    las tres personas de la Trinidad y la triple inmersión. La

    confirmación es conferida por el obispo mediante la im-

    posición de la mano, con una fórmula que expresa los

    1 4

      Ver la edición crítica a cargo de M. ANDR IEU (ed.), Les Ordines romani

    du haut moyen áge, 5 vol. = Spicilegium sacrum lovaniense, Etudes et

    docum ents 23 (Louvain, 1960) 417-447 . Ver el texto castellano en:

    Cuadernos Phase 65, Centre de Pastoral Litúrgica, 1995.

    15

      GeV,  nn. 193-199, 225-228, 254-257, 283-328,419-424, 444-452.

    16

      Of í  XI, vol 2, 417-447.

    44

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    El desarrollo histórico de la iniciación cristiana

    siete dones del Espíritu, según el texto profético de   Is

    11,2 y por la unción con el crisma que se hace sobre la

    frente diciendo: "Signo de C risto pa ra

     la

     vida e terna". Todo

    ello concluye con la celebración eucarística.

    El interés de los docum entos posteriores, aunqu e testi-

    monian algunas modificaciones y agregados, general-

    mente repe tit ivos, está en que confirman el paso de una

    estructura progresiva de la iniciación cristiana a una ce-

    lebración unitaria de todo el proceso iniciático. Ello se

    debe sobre todo a la progresiva d esaparición del bautis-

    mo de los adultos y a la contemporáne a generalización

    del bautismo de los niños.

    En particular se m odifica profundam ente la fórmula bau-

    tismal. Hasta ahora el bautismo se realizaba con las tres

    inmersiones, cada una de las cuales comprendía una

    interrogación sobre la fe, a la que seguía la respuesta

    creo por parte del candidato o, tratándos e de un n iño, por

    parte de los padres, o padrino y madrina. Ahora por el

    contrario, al multiplicarse el bautismo de los niños, se

    piensa que es mejor interrogar a los padres, a los padri-

    nos y las madrinas antes del bautismo, y para el bautis-

    mo como tal introducir la fórmu la: Yo te bautizo...  Este

    uso está atestiguado en R oma desde el s. VIII.

    Adem ás, en este siglo se consolida la autonomía del sa-

    cramento de la confirmación de los ritos posbautismales,

    fenómeno comenzado en siglos anteriores. A este pro-

    pósito, notamos que la palabra "confirmación" (latín =

    confirmatio)  aparece y a en la mitad del s. V en las Galias.

    Un testimonio fundam ental al respecto es una homilía de

    Penteco stés atribuida a Fausto, obispo de R ietz en torno

    al 465. El término en cuestión, en el texto de Fausto, no

    tiene solamente el significado de "fortalecer", sino que

    expresa tamb ién que el obispo interviene en la iniciación

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    aparece, aunque permanecen algunos de sus r i tos

    "amontonados" en el ritual del bautismo. En el siglo XIV

    el bautismo por inmersión es raro y se generaliza el de

    infusión. Ya no hay ni "entrega"   {tradítio) ni "devolución"

    (.redditio

    ) del símbolo ni del padrenuestro, aunque el cre-

    do y el padrenuestro son proclamados.

    La confirmación se separa generalmente del bautismo,

    esforzándose así en hacer comprender su importancia

    real. Después de haber registrado en las diversas Igle-

    sias unas variantes marginales, el rito de la confirma-

    ción cristaliza sobre la base del antiguo ritual romano

    de la c onsignatio,  reuniendo en un único gesto la un-

    ción, la signación y la imposición de la mano, y trans-

    forman do el beso de paz, que cerraba el rito, en un gesto

    tan vago en su naturaleza y signi f icado que pudo

    interpretarse, simultáneamente, como una bofetada o

    como una caricia.

    Después del concilio de Trento, el  Ritual romano   pro-

    mulgado por Pablo V en 1614 propone un  O rdo baptismi

    parvulorum,  aunque de hecho no es un verdadero rito

    para los niños sino una reducción del de los adultos, se-

    guido de un  Ordo baptismi adultorum,  cada uno de los

    cuales presenta una sola celebración cuyas etapas se

    señalan sólo simbólicamente por la introducción de l bau-

    tizando en la iglesia antes del penúltimo exorcismo, y el

    cambio de los ornamentos del ministro, de morados a

    blancos, después de la unción prebautismal. En estos

    rituales encontramos una mezcla poco clara de elemen-

    tos heterogéneos.

    En lo que se refiere a la eucaristía, a la que la iniciación

    cristiana tiende como a su plenitud, notemo s que el con-

    cilio Lateranense IV, de 1215, exige a los fieles que se

    acerquen a la eucaristía por lo menos por P ascua, a par-

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    El desarrollo histórico de la iniciación cristiana

    tir de la "edad de la razón"

    17

    . Apoyándose en este canon

    conciliar, se prohibió dar la comunión a los recién nacidos.

    De este modo, los sacramentos de la iniciación cristiana se

    desvinculan definitivame nte entre sí. Ello permite más tarde

    que

     el

     orde n tradicional se trastorne

     de tal

     modo que

     la

     con-

    firmación se celebrará a veces después de la penitencia y

    la eucaristía. Com o vimos anteriormente, en la Iglesia anti-

    gua habría sido inconcebible que la participación en el cuer-

    po eucarístico de Cristo, culmen de la iniciación y de la

    incorporación a la Iglesia, se concediera a quien todavía

    no había sido marcado con el sello del Espíritu

    18

    .

    Así pues, afirma Nocent:

    hasta el Vaticano II se han u sado rituales adulte-

    rados: el de adultos era el resultado de un retoque

    de los escrutinios con las respectivas fórmulas;

    el de niños, que u til izaba las fórmu las destinadas

    para los adultos, comprendía los tres exorcismos

    del Sacrame ntarlo gelasiano, puestos uno tras otro

    en una sola celebración, y no a daptados a los ni-

    ños. Asilas cosas, había que pensar e n una res-

    tauración de la iniciación cristiana, tanto para el

    bautismo de ad ultos y de niños como para la con-

    firmación, la cual, aislada de l bautismo se había

    convertido en un rito "hinchado" en el intento de

    restituirle una importancia que la separación res-

    pecto del bautismo le había hecho perder. Ade-

    1 7

      Concilio Lateranense IV, can. 21.

    1 8

      Afirma AUGÉ: "Estas alteraciones persisten todavía hoy. Si las pode-

    mos explicar desde motivos contingentes (¿pastorales?), en el plano

    teológico no se pueden aceptar. En efecto, los sacramentos hay que

    verlos en la perspectiva cristológica, que debe conservar el orden del

    misterio tal como se ha realizado en Cristo, y no sólo desde una pers-

    pectiva pedagógica", o.c., p. 88 nota 13.

    49

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    por los ritos

    de la Iniciación Cris-

    El conjunto de estos cuatro tiempos y tres etapas com-

    pone lo que se llama Iniciación Cristiana:

    1er tiempo: Pre-catecumenado

    1

    §

     etapa: Rito de admisión en el Catecumen ado

    2°  t iempo: Catecumenado

    2- e tapa: Rito de Elección o de la Inscripción del Nom bre

    3

    §

     etapa? Celebración de los tres sacramentos de la Ini-

    ciación Cristiana

    Es el t iempo de la evangelización en que se anuncia al

    Dios vivo y a Jesucristo enviado por Él para la salvación

    de todos, para que, gu iados por el E spíritu Santo, crean

    y se conviertan adhiriéndose libremen te al Señor. De aquí

    brotan la fe y la voluntad sincera de seguir a Cristo y pe-

    dir el bautismo. Durante este tiempo debe hacerse una

    conveniente expl icación del Evangelio de modo que

    se ayude a los candidatos a integrarse en la com unidad

    La acogida del candidato que manifiesta su intención de

    ser bautizado debe hacerse en alguna reunión o encuentro

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    con la lectura de textos apropiados. Es el momen to de la

    "escucha" de la Palabra de D ios, proclamada por la Igle-

    sia. La hom ilía debe retomar brevemente aquello que se

    transmitió al candidato en el 1er tiempo de la Iniciación.

    Debe ser también una invitación a los catecúmenos a

    conocer mejor, amar y seguir a Jesucristo. Se puede

    entregar a los catecúmenos el libro de los evangelios y

    también el crucifijo. Sigue la oración de los fieles. Luego,

    después de la oración conclusiva, se hace la despedida

    de los catecúmenos. Sigue la celebración Eucarística.

    2» t iemp o: El catecu me nad o

    El catecumenado debe prolongarse, incluso por varios

    años, para que la conversión y la fe puedan madurar.

    Entre los temas propios de este tiempo, no puede faltar

    una catequesis profunda sobre el Símbolo de la Fe, la

    oración, la moral cristiana y los Sacrame ntos de la Igle-

    sia. La novedad de este momento es la inserción de los

    exorcismos menores y las bendiciones, que puede ha-

    cerlas el ministro extraordinario del bautismo.

    2

    S

     etapa: Rito de la elección o inscripción

    del nombre

    Al final del tiempo del catecumenado se celebra la se-

    gunda etapa del rito de la Iniciación Cristiana, llamada

    "Elección o Inscripción del Nom bre", por la cual se adm i-

    te al catecúmeno, cuya fe y vivencia se han reconocido

    suficientemente maduras, a los Sacramentos de la Ini-

    ciación C ristiana, durante las fiestas pascuales. Tal elec-

    ción debe realizarse durante la misa dom inical, posible-

    mente en el primer domingo de Cuaresma, luego de las

    lecturas bíblicas y la ho milía.

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    La iniciación cristiana de adultos

    Este rito consiste fundamentalmente en la presentación

    de los cand idatos, el interroga torio, la petición de los mis-

    mos candidatos, la inscripción de sus nombres y, final-

    mente, la elección con la exhortación que la acompaña.

    Termina con las súplicas por los elegidos, la bendición y

    su despedida. Continúa la Celebración Eucarística a partir

    de la Oración de los Fieles.

    3er. t iem po d e la purificación y la i lum inación

    > Los escrutinios

    Los escrutinios (del latín   scrutari  - visitar, buscar) son

    celebraciones muy densas e spiritualmente. Aclaran a los

    futuros bautizados el sentido de la lucha, las renuncias y

    rupturas a las que están llamados y los lleva a vivir bajo

    el signo de la victoria pascual de Cristo.

    Los escrutinios se realizan en las misas propias de los

    domingos 3

    Q

    , 4

    Q

     y 5

    9

     de Cuaresm a. Para cada escrutinio

    se ofrece un texto evangélico, relacionado con la con-

    versión, que corresponde a los domingos del Año A. Por

    motivos pastorales, los escrutinios pueden hacerse en

    otros domingos o en las ferias, manteniéndose siempre

    los evangelios del año A relativos a los domingos 3 -,

     4-

     y

    5

    Q

     de Cuaresma.

    El Evangelio de la Samaritana  (Jn   4,5-42) presenta a

    Jesús como fuente de agua viva a la cual los catecú-

    menos deben acercarse. Aquí el agua se muestra como

    vehículo de gracia y renovación.

    El Evangelio del ciego de nacimiento {Jn

     9,1 -41) invita a

    los catecúmenos a entrar en el Reino de la Luz, recha-

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    Si los elegidos pueden reunirse el sábado san to para pre-

    parar los sacramen tos m ediante el recogimiento y la ora-

    ción, se proponen los siguiente ritos que pueden usarse

    todos o en parte: recitación del Sím bolo, rito del "Efetá",

    elección del nomb re cristiano y unción con el óleo de los

    catecúmenos.

    3 - etapa: Celebración de los sacramentos

    de iniciación cristiana

    La tercera y última etapa de la Iniciación Cristiana con-

    siste en la celebración de los tres sacramentos: bautis-

    mo, confirmación y eucaristía.

    El Obispo es quien debe presidir esta celebración. Evi-

    dentemente, en la imposibilidad de su presencia, el pá-

    rroco u otro presbítero podrá presidir.

    La celebración de los Sacrame ntos de la Iniciación Cris-

    tiana encuen tra su lugar propio en la Vigilia Pascual. La

    liturgia bautismal com ienza luego de la bendición del agua,

    según el rito previsto. Cuando esta celebración se reali-

    ce en otra ocasión, désele un carácter pascual, usando

    los textos de la misa ritual conforme al Misal Rom ano.

    La celebración del bautismo, que llega a su cumbre con

    el paso por el agua y la invocación de la Santísima T rini-

    dad, se prepara con la bendición del ag ua y la profesión

    de fe, las dos íntimam ente ligadas.

    Con los ritos de la renuncia y la profesión de fe, los bau-

    tizados proclaman con una fe activa el misterio p ascual.

    Luego de hacerlo, los bautizados se insertan en este

    misterio por el baño ba utismal. Por este m otivo, el paso

    por el agua, que significa la participación en la muerte y

    resurrección d e Cristo, debe tener el m ayor relieve y ex-

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    AA.VV.

    1974.

    AA.VV.,

    ARDURA, B.,  La

    C.L.D.,

    de Vi

    D „

    1

    (1996), 197-231.

    222 (1997)

    U

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    CASTELLANO, J., "El Espíritu Santo en la celebración

    litúrgica. Entre Cristo y el Espíritu. Las dos manos

    del Padre y su acción conjunta en la Liturgia", en

    Phase

     223 (1998), 17-29.

    CONGAR, Y.M.,  Je crois eri l'Esprit Saint, Editions du

    Cerf, París, 1980.

    CHAUVET, L.M.,  Símbolo y Sacramen to. Dimensión

    Con stitutiva de la Existencia Cristiana, Herder, Bar-

    celona, 1991.

    GELINEAU, J.,  Dans vos assemblées,  Desclée, París,

    1989.

    GLERC K, P. DE, "La dissociations du baptéme et de la

    confirmation au haut Moyen-Age", en   La Maison-

    Dieu, 168(1986) 47-75.

    GLERCK, P. DE - LEBRUNO, D., "Initiation chrétienne

    des petits enfants", en  La Maison-Dieu  182 (1990),

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    GY, P.M., "Le problém e de la confirmation dans TEglise",

    en  La Maison-Dieu,  168 (1986), 7-13.

    HAMMAN, A.,

     L Initiation chre tienne.

    LATOURELLE, R., P roblemas e perspectivas de Teolo-

    gía fundamental,

     Ed. Loyola, Sao Paulo, 1993.

    LAURET, B et REFOULE, F., Initiation a la Pra tique de la

    Theogie, Les E ditions d u Cerf, P arís, 1983.

    MARTIMORT, A.,  L 'Eglise en priére,  Edition Desclée,

    París, 1983.

    64

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    EL BAUTISMO

    Héctor Muñoz, OM

    ESTE es el primero de los

    sacramentos de la iniciación cristiana, sacramento ori-

    ginal por el que comenzam os a traducir la vida de C risto

    en la vida de sus m iembros, de la comu nidad eclesial, y

    en las vidas singulares de quienes se sumergen en el

    misterio pascual de la muerte y vida de Jesucristo. Por

    este "sumergirnos" dejamos atrás Egipto, tierra de es-

    clavitud, y nos hacemos hombres libres, dispuestos a la

    aventura del de sierto, único camino para llegar a la tierra

    de la promesa, tierra de sobreabundancia, donde m anan

    leche y m iel.

    La liturgia bautismal es el signo exterior por el que nos

    significamos como "creyentes", como testigos de las

    palabras y los hechos de Jesús. La condición de bauti-

    zados, "regenerados por el agua y por el Espíritu", nos

    convierte en sacramentos vivos de la presencia de C ris-

    to en la historia del mundo y la vida de la Iglesia. "Este

    sacramento es llamado (...)  baño de regeneración y de

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    renova ción del Espíritu Santo" (773,5), porque significa y

    realiza ese na cimiento del agua y del Espíritu Santo, sin

    el cual "nadie puede en trar en el Reino de los cielos" (Jn

    3,5)  (CEC1215).

    12 .4 .1 El bauc ismo  en el Nuevo Tes tamento

    Nuestras celebraciones obedecen al mandato dado por

    Cristo a los apóstoles: "Vayan y hagan de todos los pue-

    blos mis discípulos, ba utizándolos en el nombre del Pa-

    dre y del Hijo y del Esp íritu Santo" (M í

     28,16-20,

     Me  16,

    15-16).

    La práctica de la Iglesia fue  bautizar. En más de una oca-

    sión vemos la exhortación de los apóstoles: "Conviértan-

    se y háganse bautizar"  (Hch 2,37-41).

    El bautismo iba precedido por la recepción de la Pala-

    bra, que causaba en quien la oía con el corazón dispues-

    to, una respuesta de fe

      (Hch

      8,12-17; 10,47-48; 16,29-

    33).

    El bautismo significa para el hombre,  la intervención de

    Dios   en nuestra historia. Dios toma la iniciativa y, sin

    méritos de nues tra parte, nos otorga el renacimiento y la

    renovación, por pura m isericordia (cf.

     Tt

     3,3-7).

    El bautismo es el  cumplimiento de las figuras bíblicas

    donde se nos muestra la intervención maravillosa de Dios

    en favor de su pueblo. Así como en el mar Rojo y en el

    diluvio los elegidos de Dios fueron salvos y, en cambio,

    perecieron bajo las aguas los injustos, así en nuestro

    bautismo, queda sepultado bajo las aguas el hombre viejo

    -hech o según Ad án-

     y

     sale de

     la

     fuente bautismal el hom-

    bre nuevo - a imagen del Resu citado- (cf. 1P 3,18-22).

    68

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    El bautismo

    El bautismo  otorga la salvación (Me  16,15-16) y confir-

    ma nuestra vocación de d iscípulos  (M t28,19).  Introduce

    en el cuerpo de Cristo (Hch 2,38-41;  Rm  6,5;  Ga  3,27.

    28 ;

     1

     Co 12,13; C o/2,12 ; 3,9-11). Purifica

     (1

     Co6,11), es

    nuevo nacimiento (Jn  3,5), nue va circuncisión (Col2,11-

    12) e  i luminación (Ef

     5,8-14;

     Hb  6,4). Nos hace vivir en

    compañía de Jesús, como  templo espiritual (1 Co 6,19),

    hijos adoptivos d el Padre (Ga  4,5-7) y

     hermanos

     y cohe-

    rederos de C risto (Rm  8,15-17).

    El bautismo presupone la confesión de fe (Hch   16,30-

    33) que nos lleva a

     la

     conversión y entrega transformadora

    a Cristo (1   P   3,20-21; 2   Co   5,17). Nos une a los otros

    bautizados en la unidad de Cristo glorificado  (G a  3,25-

    28 ; Rm  13,14).

    El bautismo es cau sa de una vida nueva: sin este sacra-

    mento no podemos entrar al Reino de Dios  (Jn  3,5) y es

    medio necesario de salvación  (M e  16,16; Hch 2,38). Sim-

    boliza y realiza la participación en la muerte y resurrec-

    ción de Cristo   (R m  6,3-4; Col 2,12; 3,1-11) y la antigua

    criatura se convierte en hombre nuevo   (G a  6,14-16;  2

    Co   5 ,16-21; c f .  Ez  36,25-27). Es un sacramento

    "pascual", comunión con la muerte y la vida de Jesús

    (R m

     6,4-11; F/p3 ,10-11).

    12.4.2.

     ES

     b autism o en la l i turgia

    Desde q ue el bautismo de niños vino a ser la for-

    ma habitual de la celebración de este sacramen-

    to, ésta se ha convertido en un acto único que

    integra de manera m uy

     abreviada,

      las

     etapas

     pre-

    vias a su iniciación cristiana. Por su naturaleza

    misma, el bautismo de niños exige un  catecume-

    nado posbautismal.  No se trata de la necesidad

    69

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    de una instrucción posterior al

     bautismo,

     sino del

    desarrollo necesario de la gracia bautismal en el

    crecimiento de la persona. Es el m omento propio

    de la  catequesis  (CEC1231).

    a) El contexto de la celebración

    > El tiempo

    Para ilustrar la índole pascual del bautismo, se

    recomienda que el sacramento se celebre en la

    vigilia pascual o en  domingo, día en que la Iglesia

    conmem ora la resurrección del Señor (RBN, No -

    tas preliminares, 9).

    Celebrar el bautismo, preferentemente el día del Señor,

    día en que Jesús resucitó glorioso de entre los muertos,

    será el mejor marco para comprender el "sacramento-

    puerta" a la vida de la Iglesia. Así se lo entendió desde

    los primeros tiempos. Cristo pasó de las tinieblas del

    sepulcro a la luz de la vida, y lo mismo sucede a un bau-

    tizado. La Pascua de Israel es figura profética de la de

    Jesús y de la nuestra, simbolizada en el bautismo: paso

    de Egipto a la patria de las promesas.

    Un mom ento celebrativo pleno, será la celebración en la

    comu nidad parroquial, dentro de la misa, dado que reco-

    nocemos al Señor del modo más claro "cuando Él parte

    para nosotros e l pan" (cf. Le  24,30-31).

    El domingo es el día de la resurrección de Jesús, día de

    la asamblea de los creyentes, d ía de la eucaristía.

    No nos cabe la menor duda de que la vigilia pascual,

    "madre de todas las vigilias", vigilia de la P alabra y de la

    luz, nos ofrece el marco ideal para subrayar que el bau-

    70

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    El bautismo

    tismo es "iluminación ", y que el bautizado es un hijo de la

    luz que, por la presencia del Es píritu, es capacitado para

    realizar las obras de la luz y así llevar dignamente su

    vestidura blanca sin mancha, coherente con la vida de

    resucitado recibida.

    > La comunidad

    El Pueblo de D ios, esto es,  la Iglesia, representa-

    da por

     la

     comunidad

     local,

      tiene una participación

    importante en el bautismo de niños así como en

    el de adultos (RBN ,  Notas preliminares 4).

    La comunidad de los fieles, será no sólo testigo de lo

    que ocurre, sino el ámbito donde la fe se proclamará,

    celebrará y será testimoniada, a m edida que vaya reco-

    rriendo su it inerario de comunidad-creyente, hacia la

    madurez plena.

    La comunidad local ejerce un verdadero ministerio me-

    diador, puesto que es el Cuerpo místico de Cristo, ámbi-

    to donde el Señor se hace presente en medio de quienes

    se reúnen en su nombre.

    > El lugar

    La celebración del bautismo (como la de otros sacra-

    mentos), no es una función privada, sino una celebra-

    ción de la Iglesia (cf.   SC   26), y debemos ayudar a que

    así sea en los hechos. El nuevo bautizado nace en una

    comunidad de creyentes y se agrega a una comunidad

    de fieles. Esto lo expresa una comunidad particular. Por

    eso el lugar propio de la celebración será la parroquia,

    hogar acogedor de las familias cristianas en la Iglesia

    diocesana. De aquí la posibilidad de celebrar el bautis-

    mo dentro de la misa dominical, el momento más im-

    71

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    portante de reunión de los fieles en su parroquia. Si

    bien es verdad que el bautismo es una ocasión para

    que la familia, "Iglesia doméstica", festeje ese aconte-

    cimiento en la intimidad del hogar, más todavía es la

    celebración de la vocación cristiana recibida por el neo-

    bautizado como don que viene de lo alto por la bene-

    volencia de un Dios que nos incorpora a Cristo, para

    ser uno con Él. Celebram os el re-nacimiento de un niño,

    gracias al misterio santo de la muerte y resurrección de

    Jesús.

    b) Presentación del Ritual

    > Ritos de bienvenida

    Es conveniente realizar todos estos ritos de bienvenida

    en la puerta de la iglesia o en un lugar cercano a la mis-

    ma convenientemente dispuesto.

    • Acogida

    La celebración comienza con el rito para recibir a

    los párvulos,

     en el

     que

     se significa el deseo d e los

    padres y padrinos y el propósito de la Iglesia de

    celebrar el sacramento del bautismo, que se ex-

    presan mediante la señal de la cruz en la frente

    del niño por parte de los padres y del celebrante

    (RBN, Notas preliminares, 16).

    Lo ideal será que la liturgia bautismal comience en la

    puerta de la iglesia, puesto que el niño, aún no bautiza-

    do, no integra la Iglesia, fam ilia de los hijos de Dios. Hay

    que invitarlo al ingreso... Allí, en la puerta, comenza rá el

    diálogo.

    72

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    El bautismo

    • El nombre

    El niño no es un ser anónimo. Tiene un nombre ante la

    sociedad para que por él se lo reconozca. Tiene un nom-

    bre para Dios, pues Él nos conoce y reconoce com o per-

    sonas. Por eso es de importancia que los padres bus-

    quen para el niño un nombre cristiano que expresa la

    realidad bautismal, o el nombre de un santo bajo cuya

    protección viva el nuevo fiel. Es un momento de hondo

    sentido. "Nom brar" a alguien significa darle un lugar en el

    mundo, conoce rlo, otorgarle una vocación. Cuand o "nom-

    bramos" algo, sea un territorio, un invento o una perso-

    na, le ponem os límites y descubrimos el "para-qué" de lo

    que conocemos y nombramos. "Nombrar" a una perso-

    na es darle una identidad.

    En la creación, "nombrar" fue reconocer a quien se nom -

    braba. Más tarde, Abram s e convirtió en Abraham , "padre

    de m uchos pueblos"; Simón, hijo de Jonás, en Pedro, "pie-

    dra". En antiguos sarcófagos cristianos, encontramos, uni-

    dos, los nombres de dos esposos cristianos e nterrados jun-

    tos: "Víctor-Victoria". Fueron dos paganos convertidos a

    Cristo, que tomaron esos nombres a partir de la resurrec-

    ción victoriosa de Jesús. Una vez que se recibe el nom-

    bre, no se lo cambia: será mío hasta el fin de mis días.

    • El pedido del bautismo

    ¿Qué pides a la Iglesia de Dios? La pregunta es provo-

    cante. Intentará arrancar de los presentes una respues-

    ta que les haga tomar con ciencia del acontecimiento que

    estamos c elebrando. La respuesta puede ser: el bautis-

    mo, la fe o la gracia de Jes ucristo o la vida e terna...

    Una buena respuesta sería   la fe, dado que el ba utismo

    es el "sacramento de la fe", una celebración cuyo efecto

    73

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    será convertir en creyente, en alguien que plasma en su

    vida y en su entorno la vida íntima de la Iglesia, comu nión

    de los fieles, o sea, de los que creen. El bautismo será,

    entonces, el signo visible de la fe de la comun idad, apo-

    yada en la Palabra y el testimonio de Jesús, tal como los

    Evangelios y la vida de la Iglesia nos lo presentan. Sólo

    un bautizado puede proclamar la fe de la Iglesia.

    El bautismo será, entonce s, la vocación por la cual Dios

    se nos presenta en Cristo, el reconocimiento de dicho

    llamado a ser uno con Él y uno con los hermanos, e n la

    fe y el amor.

    Desde una óptica de la pastoral l itúrgica y en un mu ndo

    secularizado, las motivaciones de los padres al pedir el

    bautismo para sus hijos no siempre son las más autén-

    ticas. Por eso la catequesis preba utismal además de in-

    tegrar a los padres en la comunidad eclesial debería tam-

    bién ayudarlos a lograr una verdadera expresión de fe

    que m otive el pedido de ba utismo para sus hijos.

    • La signación

    Muy queridos niños: la comunidad cristiana los

    recibe con gran alegría. En su nombre, yo los

    marco con la señal de la cruz; y también los pa-

    dres de ustedes los marcarán con la misma se-

    ñal de Cristo Salvador.

    Así se dirige a los niños quien preside la liturgia. El sa-

    cerdote y los padres, trazan con su ded o una señ al de la

    cruz en la frente del niño. Este gesto es importante para

    manifestar que nuestro signo distintivo, nuestra ma rca y

    señal para que nos recono zcan en nue stra nueva identi-

    dad, es la cruz de Cristo.

    74

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    El bautismo

    El Apocalipsis (7,3) nos dice que los servidores de Dios

    son marcados en la frente, para que no reciban daño

    alguno. Este gesto está asociado al bautismo desd e tiem-

    pos antiguos . El ministro que p reside la celebración y los

    padres y padrinos, lo realizarán como quienes señalan

    al bautizando con un distintivo que marcará para siem-

    pre su identidad: ser como Cristo, su propiedad, para

    realizar las obras de Cristo, prolongando su presencia

    salvífica en nuestras historias.

    Todos los momentos y gestos hasta aquí citados, se in-

    sertan en los "ritos de bienvenida", calificados por el Ri-

    tual como "Rece pción de los niños". Tienen que ser ce-

    lebrados para most rar a la Ig les ia como madre

    hospitalaria, tan cordial y tiernamente receptiva como lo

    es Jesús, al no impedir que los niños fueran hacia Él.

    > Celebración de la Palabra de Dios

    La renovación litúrgica conciliar puso de relieve el papel

    de la Palabra de Dios en toda celebración. En el bautis-

    mo debem os e stablecer la clara relación entre "Palabra

    y luz", "Palabra y fe", "Palabra y sacramento", pues el

    lenguaje simbólico, gestual y sensible de la c elebración

    litúrgica, es la Palabra en acción, la Palabra representa-

    da en signos visibles, audibles, palpables...

    El que preside invita a los padres, padrinos y a los de-

    más asistentes a participar en la celebración de la Pala-

    bra de Dios. Si las circunstancias lo permiten, hágase

    una procesión hacia el lugar previsto, cantando, por ejem-

    plo, el salmo 84  (RBN, n. 39).

    El anuncio de la Palabra de Dios

      ilumina

      con la

    verdad revelada a los candidatos y a la asam-

    blea, y  suscita la respuesta de la fe, inseparable

    75

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    del bautismo.

      En efecto, el bautismo es, de un

    modo particular, el sacramen to de la fe, por ser la

    entrada sacramental en la vida de fe (CEC

    1236).

    • Lecturas bíblicas

    La Palabra de Dios se nos presenta en e l Leccionario de

    la liturgia bautismal, como una mesa abundantemente

    servida. Dicho Leccionario nos presenta tres textos del

    A.T., seis salmos, seis aleluias y "versículos antes del

    Evangelio", diez textos de los Evangelios, seis lecturas

    de los apóstoles, catorce aclama ciones, himn os y tropos

    de la Sagrada Escritura.

    El sacramento aparece así como la realización de la

    Palabra anunciada, tanto en las figuras y profecías del

    A.T., como en la Palabra de Jesús y en la enseñanza de

    los apóstoles.

    • Homilía

    El que preside hace una breve homilía para ilustrar a los

    fieles sobre lo que han oído (cf.  RBN42). Intentará arro-

    jar una nu eva luz sobre la P alabra iluminadora, "l leván-

    dolos a una comprensión más profunda del bautismo, e

    invitándolos a abrazar con entusiasmo la m isión que les

    es propia" (Idem). Luego se realiza la "Oración de los

    fieles" y las "Letanías de los santos".

    • Exorcismo y unción pre-bautismal

    El Catecismo de la Iglesia Católica se refiere así a este

    momento:

    Puesto que el bautismo significa la liberación del

    pecado y de su instigador, el diablo, se pronun-

    76

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    El bautismo

    cian uno o varios exorcismos sobre el candidato.

    Éste es ungido con el óleo de los catecúmenos o

    bien el celebrante le impone la mano y el candida-

    to renuncia explícitamente a Satanás. Así prepa-

    rado, puede confesar la fe de la Iglesia, a la cual

    está confiado por el bautismo

     (cf.

     Rm

     6,17)

      (CEC

    1237).

    Los actuales exorcismos del Ritual de bautismo, llama-

    dos "menores", no intentan expulsar al demonio de un

    niño supuestamente poseído por él, sino librarlo del pe-

    cado original y convertirlo en un hijo de la luz, dispuesto

    a transitar por los caminos de la fe: l ibrando el buen com-

    bate. Consisten en hacernos pasar

     de

     un estado (el del

    reino de las tinieblas , la esclavitud, el peca do y "el mun-

    do"), al de la vida del resucitado (como "templos vivos

    del Esp íritu", en la Iglesia de Dios) (cf. 1

     P

     2,9-10).

    El "exorcismo", pronunciado por la Iglesia en nombre de

    Jesús, tiene la misión de curar y alimentar la esperanza

    de la victoria sobre el mal. Su sentido m ás claro es forta-

    lecer al bautizando con el poder de C risto.

    Una de las fórmulas de exorcismo usadas en el Ritual

    es:

    Dios todopoderoso y eterno: Tú enviaste a Jesu-

    cristo para que nos librara del espíritu del mal y

    nos hiciera pasar de las tinieblas al reino adm ira-

    ble de tu luz; te pedimos, humildemente, que li-

    bres a e stos niños de la cu lpa original y los con-

    viertas en templos de tu gloria a fin de que habite

    en ellos el Espíritu Santo.

    En esta bella oración se nos muestra el plan de Dios tal

    como lo va a plasmar Jesús en su misión: Cristo es el

    77

  • 8/16/2019 Manual Liturgia III-CELAM

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    liberador del mal y el puente  que nos hace transitar a la

    vida de la luz. Cristo rompe con la esclavitud a que está-

    bamos sometidos y, si bien el niño a bautizar no es "un

    poseso" -e n el sentido que damos a los e ndem oniados -

    , t iene el pecado original heredado por todos los hom-

    bres a causa de la culpa de nuestros primeros padres.

    Por dicho pecado estamos sometidos al poder del de-

    monio, aunque éste no habite en nosotros. Uno de los

    fines del bautismo es, precisamente, l impiarnos de este

    pecado, por la sangre de Cristo Jesús. Así como el Se-

    ñor, en muchos momentos de su vida, l iberó a hom bres

    y m ujeres de los males del cue rpo y del espíritu, así aho-

    ra, mediante esta invocación de la Iglesia,  l ibera y con-

    vierte: dejamos de ser pecadores y pasamos a ser tem-

    plos del Espíritu Santo de Dios.

    El ri to continúa con la unción con el "óleo de los

    catecúmenos" o a una imposición de manos realizada

    en silencio.

    El "óleo de los catecúmenos", es usado como signo de

    que el bautizado es un atleta de C risto, un hom bre fuerte

    que deberá resistir los emba tes del mal y atacar ese mal

    para extirparlo de la vida de los hombres, pues eso es lo

    que hizo Cristo y eso es lo que debe realizar el bautiza-

    do, pues es otro-Cristo. En más de un lugar de la Escri-

    tura encon tramos comparaciones entre la vida cristiana y

    una competencia deportiva. En los juegos paganos, los

    deportistas eran ungidos con aceite para protegerse de los

    golpes y para que sus músculos estuvieran fortalec idos.

    El que preside pide:

    Que esta unción con el aceite consagrado los

    defienda y fortalezca por el poder de Cristo

    Salvador...

    78

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    El bautismo

    El aceite no tiene poder por sí mismo. Por ser "bendeci-

    do", el poder de Cristo será el que actúe, para que sea-

    mos capaces de defendernos del mal y tener la fuerza

    que nos perm ita testimoniar el nombre del Señor.

    Este aceite es bendecido por

     el

     obispo en la misa crismal

    del Jueves S anto con esta fórmula:

    Señor Dios, fuerza y defensa de tu pueblo, que

    has hech o del aceite un símbolo de vigor; dígnate

    bendecir este óleo y concede tu fortaleza a los

    catecúmenos que han de ser ungidos con él, para

    que, al aumentar en ellos el conocimiento de las

    realidades divinas y la va lentía en el combate d e

    la  fe, vivan más hondam ente el Evangelio de Cris-

    to, emprendan animosos la tarea cristiana y, ad-

    mitidos entre tus hijos de adopción, gocen de la

    alegría de sentirse renacidos y formar parte de la

    Iglesia.

    Actualmente, con nuestra mentalidad occidental, sole-

    mos ser muy recatados en el modo de practicar esta

    unción. Una peque ña "friega", mojando el dedo en un al-

    godón humed ecido por el óleo... San C irilo de Jerusalén,

    en una de sus

      Catequesis mistagógicas,

      dice a los fie-

    les de Jerusalén, recordándo les el bautismo, que "cuan-

    do fueron desnudados, fueron ungidos con ó leo

    exorcizado, desde la punta de los cabellos hasta los

    pies...".

    El exorcismo y la unción pre-bautismal, se constituyeron

    en un gesto regenerador, apoyado en la salud que pro-

    viene de Jesucristo, dándonos fuerza para la lucha y la

    victoria contra la tentación.

    7 9

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    > Liturgia del sacramento del bautismo

    • Bendición del agua

    El agua bautismal es entonces consagrada me-

    diante una oración de epíclesis (en el momento

    mismo o en la noche pascual). La Iglesia pide a

    Dios que, por medio de su Hijo, por el poder del

    Espíritu Sa nto, descienda sobre esta agua, a fin

    de que los que sean bautizados en ella, nazcan

    del agua y del Espíritu   (Jn 3,5)  (CEC1238).

    El agua juega aquí un papel relevante. El bautismo es

    una liturgia  del agua y del Espíritu. Sabemos que el bau-

    tismo es un baño en el agua, signo de purificación, de

    muerte y resurrección.

    Desde finales de l s. II hay testimonios de la bendición de l

    agua para el bautismo en el contexto de una epíclesis,

    pues es el Espíritu Santo quien obra la renovación del

    ser humano.

    La oración de bendición de l agua tiene esta estructura:

    prólogo, anámnesis de la obra de Dios Padre manifesta-

    da en seis mom entos: el agua de la creación, el agua del

    diluvio, el agua del mar Rojo, el agua del Jordán, el agua

    del costado de C risto traspasado en la cruz, el agua del

    bautismo; epíclesis; intercesiones por la mediación del

    Hijo de Dios.

    Prólogo

    Señor, por m edio de tus sacramentos realizas las

    grandes obras de tu poder invisible y de diversas

    formas has utilizado el agua para que significara

    las aguas del ba utismo.

    80

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    El bautismo

    Este prólogo anuncia que por medio de signos sacra-

    mentales Dios realiza maravillas por su pueblo.

    Anámnesis del agua de la creación

    Señor;  en los orígenes del mundo, tu Espíritu

    soplaba sob re las aguas, para que ya desde en-

    tonces concibieran el poder de comunicar la

    vida.

    Se parafrasea al libro del Génesis (1,2) para mostrar

    que del agua -creatura de Dios- por la acción del

    Espíritu pudiera surgir la vida. Asi como el Espíritu de

    Dios aleteando sobre las aguas de la primera crea-

    ción las hizo fecundas de vida natural, de la misma

    manera el Espíritu de Dios invocado sobre el agua

    bautismal la hace capaz de donar la nueva vida, la vida

    divina. El sacramento del bautismo genera un nuevo

    nacim iento, una nu eva vida; el bautizado es un ser lle-

    no de vida

    1

    .

    Anámnesis del agua del diluvio

    Seño r, incluso en las agua s torrenc iales del dilu-

    vio prefiguraste el nuevo na cimiento de los hom-

    bres, para que una m isma agua pusiera fin al pe-

    cado y diera origen a la santidad.

    El diluvio (Gn 6,5-22; 7,1-24; 8,1-22), agua de vida para

    los justos y agua de muerte para los réprobos es tam-

    bién una f igura del bautismo. Signif ica el juicio de

    Dios que prefigura tanto aquel de los últimos tiempos

    1

      Cf. G: FERRARO,   I Sacramenti nella liturgia, ecL Dehoniane, Roma

    1997, p, 27.

    81

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    como la salvación en Cristo de los elegidos a través del

    bautismo

    2

    .

    La historia de Noé y del arca m uestra la fidelidad de Dios

    a su obra, expresada claramente en la alianza cósmica

    con Noé después que éste hubiera ofrecido un holocausto

    (Gn 8, 20- 9,17). También el nuevo Noé, después de la

    purificación, en su sangre, del pecado del mundo, ha

    dejado el paso a bierto para la alianza nueva y eterna. El

    bautismo, en este caso, es contemplado como la intro-

    ducción del hombre en este diluvio universal que es el

    misterio pascual de Cristo, para empezar a vivir, "salva-

    do en esperanza"  (R m  8,24), en la Iglesia -arca de sal-

    va ció n- "el cielo nuevo y la tierra nueva en que tiene su

    morada la justicia" (2 P3,13)

    3

    .

    Anámnesis del agua del mar Rojo

    Señor, tú hiciste pasar por el mar Rojo a los des-

    cendientes de Abraham, para que el pueblo, l ibe-

    rado de la esclavitud del Faraón, fuera imagen de

    pueblo de los bautizados.

    También el paso del mar Rojo (cf.  Ex  14,5-31) cuando

    Moisés lo atraviesa con el pueblo, es figura del bautis-

    mo. Sus aguas son signos de muerte y vida. Esta es una

    prefiguración del bautismo com o nuevo éxo do que libera

    de la esclavitud del pecado e introduce en el servicio a

    Dios, es decir en el culto verdadero. El pueblo de Israel

    que p asó a través del m ar es figura de la Iglesia, es decir

    de la comunidad de los bautizados al servicio de Dios en

    2  Ibidem , p.27-28.

    3

      Cf. D. BOROB IO (ed),  La celebración en la Iglesia II,   Ed. Sigúeme,

    Salamanca 1988, 82

    82

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    El bautismo

    la adoración en espíritu y verdad. El bautizado es una

    persona libre del pecado y dedicada a la adoración y al

    culto a Dios.

    Con esta anámnesis se concluyen las evocaciones del

    Antiguo Testamento

    4

    .

    Anámnesis del agua del Jordán

    Señor;  tu Hijo, al ser bautizado en el agua del

    Jordán, fue ungido por el Espíritu Santo.

    El Nuevo Testamento, por boca de los evangelistas (Mt

    3,13; Me 1,9; Le 3,21; Jn 1,31) nos m uestra los m aravi-

    llosos prodigios del bau tismo de C risto en el Jordán que

    man ifiesta el misterio del nuevo bau tismo

    5

    .

    El Espíritu que aleteaba sobre las aguas de la primera

    creación haciéndolas fecundas de vida, retorna al inicio

    de la nueva creación. Unge a Jesús, es decir, lo santifica

    y lo habilita para la obra profética y mesiánica de salva-

    ción y a través de él santifica las aguas por el sacramen-

    to del bautismo

    6

    .

    Anámnesis del agua del costado de Cristo traspasado

    en la cruz

    al ser elevado e n la cruz hizo brotar de su costa-

    do sangre y agua...

    4

      Cf. G. FERRARO,  I Sacrameriti nella liturgia, o.c. p.30.

    5

      Cf. Misal Romano, Prefacio de la fiesta del Bautismo del Señor.

    6

      Cf. G. FERRARO,  I Sacrameriti nella liturgia, o.c. p. 32.

    83

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    Vemos que el

      costado de Cristo

      muerto en la cruz

      (Jn

    19,31-34), también evoca nuestra inmersión bautismal

    en la pasión y muerte del Señor. Jesús en cruz realiza

    su palabra: "si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El

    que crea en mí, como dice la Escritura, de su seno co-

    rrerán ríos de agua viva"  (Jn  7, 37-38). De su costado

    fluye el agua viva símb olo del Espíritu Santo y del bautis-

    mo. Así se expresa el significado del agua bautismal

    como símbolo del don del Espíritu Santo que fluye del

    seno de Jesús elevado y glorificado en el misterio de la

    muerte y resurrección. El bautismo confiere a los cre-

    yentes el don del Espíritu Santo. El bautizado es un por-

    tador del Espíritu, templo del Espíritu Santo

    7

    .

    Anámnesis del agua del bautismo

    y des pués de la resurrección m andó a sus discí-

    pulos: "Vayan e instruyan a todas las naciones

    bautizándolas en el nombre del Pad re y del Hijo y

    del Espíritu Santo".

    Después de la resurrección (Mí 28,19), Cristo da a los

    suyos las últimas instrucciones en orden a la propaga-

    ción de la Buen a N oticia y a la incorporación a la Iglesia

    por la regeneración del agua y del Espíritu, para aquellos

    que hubieran asentido a la enseñanza impartida.

    Con las anteriores anámnesis se evocó las acciones

    mediante las cuales Dios ha preparado el agua, su

    creatura, para ser signo de la gracia bautismal. Ahora

    ella puede asumir el mandato explícito de Cristo que confía

    a los apóstoles y a sus sucesores la misión de predicar

    y de bautizar.

    7

      Ibidem,  p, 32-33.

    84

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    El bautismo

    El sacramento del bautismo en el signo del agua viene

    así presentado como conclusión de las anámnesis; en

    su m isterio total el bautismo es don de la vida trinitaria al

    creyente. El bautizado tiene una identidad trinitaria

    8

    .

    Epíclesis

    Por todo e sto te pedimos: mira a tu Iglesia y abre

    para ella la fuente del bautismo.

    Después de las referencias motivado ras el texto pasa a

    la invocación. La parte epicléptica enlaza con la parte

    anamn ética, en estrecha relación con ella.

    La invocación inicial es grandiosa y actualiza lo que se

    ha dicho al comienzo: si Dios es el gran actor de los

    sacramentos y ha realizado tales maravillas mediante el

    agua, es lógica la petición de actualización: esta Iglesia

    que está reunida en oración, que ha experimentado su

    condición maternal l levando en su seno a los que van a

    ser bautizados, pide a Dios que actúe ahora ab riéndole

    la fuente bautismal para que pueda ejercer finalmente su

    maternidad.

    Santifica esta agua, para que el hombre, creado a

    tu imagen, por medio d el sacramento del bautis-

    mo sea purificado de sus pecados y renazca a la

    vida nueva por el agua y el Espíritu Sa nto.

    La enumeración de los frutos del bautismo se concen-

    tran en la descripción d el hombre nuevo. Se advierte el

    paralelismo entre esta descripción con las anámnesis

    veterotestamentarias: el hombre "creado a imagen de

    8

      Ibidem , p.34.

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    El bautismo

    La oración de bendición del agua bau tismal contiene una

    rica doctrina sobre el sacramento del b autismo, sobre la

    identidad del bautizado. El bautismo es misterio cósmi-

    co de nueva creación y de nueva vida, de destrucción del

    pecado y muerte al pecado para nacer a una nueva

    creatura, de liberación de la esclavitud del demonio para

    servir a Dios en el culto; es misterio de santificación, de

    don del Espíritu Santo, de dedicación personal al Padre,

    al Hijo y al Espíritu S anto.

    Todo esto en el signo del agua es obra del Espíritu San-

    to, el cual unifica estos significados y valores. Presente

    en las aguas de la primera creación para fecundarlas,

    simbolizado por la paloma en el diluvio, por la nube del

    éxodo de scendido sob re Jesús en la teofanía bautismal,

    emanado de él en la exaltación en la cruz, el Espíritu Santo

    desciende en el agua con su fuerza, le comunica su po-

    tencia, que en el hom bre pecad or lava el pecado , restau-

    ra la imagen de Dios, le da la conformidad a Cristo Je-

    sús sumergiéndolo en el mister io de su muerte y

    resurrección, de su exaltación y glorificación

    11

    .

    • Renuncia al demonio y profesión de fe

    La vida de fe se expresa  po r la conversión. La fe del bau-

    tizado a fecta a su ser: lo convierte en un creyente. A par-

    tir de esto, deberá traducir su fe en obras, para hacerla

    creíble.

    La vida cristiana consiste en la afirmación de Cristo en

    nuestras vidas y en nuestra historia. Por ello, ahora el

    Ritual nos presenta una triple ren uncia y una triple profe-

    sión de fe. Nada tenemos que ver con las obras del de-

    n Ibidem, 39.

    87

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    Los sacramentos de la iniciación cristiana

    moriio ni con la men tira ni con el autor del engañ o. Ma s sí

    queremos creer en Dios Padre, Hijo y Espíritu. La profe-

    sión de fe siempre estuvo en el corazón de la liturgia

    bautismal. El modo primitivo de bautizar era profesar la

    fe en tres momentos y, después de cada uno, el bauti-

    zando era sumergido en la piscina bautismal. De este

    modo, "agua" y "profesión de fe" obraban el paso de l hom-

    bre viejo a Cristo-resucitado. Así, renuncia al demon io y

    profes


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