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Mov Piquetero Nbi

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    Latin American Research Review, Vol. 46, No. 2. 2011 by the Latin American Studies Association.

    R E P E N S A N D O L O S O R G E N E S D E L

    M OV I M I E N T O P I Q U E T E R O

    Miseria y experiencias de lucha antes de lascontrarreformas de la dcada de 1990 en el norte argentino

    Jos Daniel BenclowiczConsejo Nacional de Investigaciones Cientcas y Tcnicas y

    Universidad Nacional de Ro Negro, Argentina

    Resumen: En este trabajo se revisan los principales factores que permiten explicarla emergencia del movimiento piquetero argentino en una de las regiones donde semanifest ms tempranamente: las localidades salteas de Tartagal y Mosconi. Adiferencia de lo que se ha venido armando, la idea de la existencia de un estadode bienestar antes de las contrarreformas neoliberales de la dcada de 1990, y lacaracterizacin del movimiento piquetero, las rebeliones populares (puebladas) ylas asambleas populares de la zona como nuevas formas de organizacin y protestavinculadas al efecto de las contrarreformas, resultan inadecuados. Con respecto ala primera, se mostrar que nunca existi en la zona algo parecido a un estado debienestar; sobre la segunda, que existan experiencias de lucha previas dentro de lasque el corte de ruta y la Asamblea Popular ya haban sido implementadas, y que esas

    experiencias nutrieron los acontecimientos posteriores.

    INTRODUCCIN

    El surgimiento del movimiento de trabajadores desocupados o movi-miento piquetero en la Argentina es un fenmeno complejo y desaantepolticamente y desde el punto de vista del conocimiento. Antes de suemergencia, importantes cientcos sociales planteaban la imposibilidadde que los desempleados constituyeran una fuerza colectiva organizada(vase por ejemplo Rosanvallon, 2007: 193195). Sin embargo, el movi-miento de trabajadores desocupados se desarroll en casi todo el pas ypersiste hasta la actualidad.

    Su emergencia puede ser situada en el contexto de la desocupacinmasiva de la segunda mitad de la dcada de 1990, perodo en el que em-pezaron a producirse puebladas en el interior del pas y comenzaron aorganizarse en distintos puntos agrupaciones de trabajadores desocupa-dos, que exigieron la asistencia del Estado y soluciones para el problema

    El presente trabajo cont con el valioso apoyo del Concejo Latinoamericano de CienciasSociales (CLACSO). Agradezco a los editores y revisores de LARR, cuyas observacionespermitieron enriquecer el texto.

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    del desempleo, y recurrieron al corte de rutas y de calles como una de lasprincipales formas de protesta. Hacia el ao 2001, cuando se celebraron

    la 1a

    y 2a

    Asambleas Nacionales Piqueteras, el movimiento se encontrabaplenamente conformado, y a pesar de la heterogeneidad de orientacionespolticas presentes en su seno, las distintas organizaciones logaron im-pulsar planes de lucha a nivel nacional que las ubicaron como el principalactor poltico y social de oposicin al rgimen del presidente Fernando Dela Ra, cuyo gobierno cay a nes de ese mismo ao.

    Distintos investigadores han planteado que la cuna del movimiento seubica especialmente en los pueblos petroleros de Tartagal y General Mos-coni, pertenecientes al departamento General San Martn de la provinciade Salta.1En mayo de 1997 esas localidades se convirtieron en escenario

    de la primera de una serie de puebladas que se produciran en la regin,2en las que los desocupados organizados jugaron un papel central, garan-tizando los cortes de ruta y alentando la realizacin de asambleas popu-lares masivas que asumieron momentneamente el control del poder po-ltico local. Estos acontecimientos causaron un fuerte impacto en todo elpas, incidiendo en la orientacin de diferentes organizaciones.

    En este trabajo me propongo revisar los principales factores que permi-ten explicar la emergencia del movimiento piquetero en esas localidades.La necesidad de realizar esta revisin surge del hecho de que hasta el

    momento, los trabajos sobre el tema han privilegiado el anlisis sincrnicoy desatendido la historia local, aceptando suposiciones generales que nose ajustan al caso. Al focalizar la mirada en una de las principales zonasdonde surgi el movimiento piquetero, es posible acceder a un repertoriode elementos e intervenciones que favorecen la comprensin del origeny las caractersticas particulares del fenmeno, adems de aportar pistaspara indagar acerca del desarrollo del movimiento en diferentes regionesdel pas.

    Desde un punto de vista estructural, el estudio del fenmeno piqueteroexige considerar el impacto social producido por las polticas econmicas

    neoliberales implementadas por el gobierno de Carlos Menem. ste l-timo encabez el Partido Justicialista (PJ), que cosech tradicionalmenteel apoyo de la mayor parte de los trabajadores del pas, y asumi la pre-sidencia en 1989 en el marco de una profunda crisis econmica, poltica

    1. Si bien los primeros cortes de ruta y puebladas de la segunda mitad de la dcada de1990 se produjeron en las localidades petroleras de Cutral Co y Plaza Huincul, provinciade Neuqun, en esta zona el movimiento de protesta fue cooptado por el Estado en pocotiempo, cosa que no sucedi en Tartagal y Mosconi. Vase, entre otros, Svampa y Pereyra(2003) y Auyero (2002).

    2. En mayo de 1997, mayo de 2000, noviembre de 2000 y junio de 2001. Considero que seproduce una pueblada cuando el orden poltico es alterado y puesto en cuestin por unarebelin popular de caractersticas masivas.

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    y social.3 El nuevo gobierno, que obtuvo el consentimiento de muchossectores, incluida una parte no menor del movimiento obrero,4desarroll

    un ambicioso programa de reformas estructurales, dentro de las cualesla privatizacin de Yacimientos Petrolferos Fiscales (YPF) fue la que msefectos produjo en Tartagal y Mosconi.5

    Entre 1991 y 1992 se desarroll el proceso de privatizacin de la pe-trolera estatal, a la sombra de la cual se haban desarrollado econmica-mente ambas localidades. La venta de YPF implic la desvinculacin de90 por ciento del personal de la zona, y la drstica reduccin de la masasalarial que dinamizaba la economa local garantizando la capacidad deconsumo (Aguilar y Vzquez 1998). A su vez, la llamada exibilizacinlaboral instrumentada principalmente a travs de la sancin de la Ley

    No 24.013 de Empleo y la reforma de la Ley No 20.744 de Contratos deTrabajo, orientada al abaratamiento de la mano de obra, introdujo elmarco legal necesario para que los trabajadores que quedaron emplea-dos por las petroleras sufrieran reducciones salariales e incrementos enla jornada laboral (Aguilar y Vzquez 2000). Por otra parte, la instrumen-tacin de la exibilizacin laboral en la administracin pblica se tra-dujo en el despido de parte signicativa del personal y en la contrata-cin temporaria de trabajadores con salarios inferiores a los de la plantapermanente.

    De conjunto, es posible armar que uno de los principales efectos delas polticas implementadas a lo largo de la dcada de 1990 fue la drsticaalteracin de las relaciones de fuerza entre el capital y el trabajo en bene-cio del primero. Esta alteracin asumi un sentido opuesto al que se habadesarrollado en la Argentina hacia la dcada de 1940 y sostenido de ma-nera general desde entonces. Como es sabido, durante el primer gobiernoperonista (19461952) se registr una importante reforma social que im-plic la extensin de los derechos de los trabajadores a nivel nacional yuna signicativa redistribucin del ingreso (Doyon 1977; Torrado 1994),en funcin de lo cual buena parte de la bibliografa considera que en ese

    3. Entre mayo y junio de 1989 se produjo un espiral hiperinacionario, registrndosendices del 200 por ciento mensual. Esta situacin estuvo acompaada por un crecientedesabastecimiento y saqueos a distintos comercios; en ese contexto, el presidente radicalRal Alfonsn debi entregar el poder seis meses antes de lo previsto al presidente electoCarlos Menem.

    4. Para explicar el consenso logrado por el menemismo es preciso tener presente el terro-rismo de Estado desplegado durante la dictadura militar de 19761983 y los aos previos,que golpe duramente a los sectores internos y externos del peronismo que impugnabanno slo las polticas neoliberales, sino al propio orden capitalista. Una visin histrica de la

    hegemona que logr instaurar el menemismo puede verse en Bonnet (2007).5. La venta de la petrolera estatal fue implementada a partir de la sancin de la Ley No23.696/89 de Reforma del Estado, que autoriz las privatizaciones

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    perodo se inaugur un estado benefactor, que fue desmontado denitiva-mente durante la dcada de 1990.

    Casi todos los autores que han tratado el tema del movimiento pique-tero de Tartagal y Mosconi adoptan esa perspectiva y parten de la ideade la existencia de un estado de bienestar o distribucionista antes de laimplementacin de estas polticas. As, si bien en general se seala queYPF propici una sociedad con sectores diferenciados, se supone que to-dos ellos gozaban directa o indirectamente de cierto nivel de bienestar:las relaciones sociales propiciadas por YPF antes de su privatizacin enlas regiones en las que operaba fueron consideradas como el modelo porexcelencia del estado benefactor argentino. En esa lnea, las contrarrefor-mas neoliberales de la dcada de 1990 especialmente la privatizacin

    de YPF habran provocado el desmantelamiento denitivo de ese tipode estado, y ese hecho habra llevado, despus de algunos aos, a la po-breza e indigencia a la mayor parte de los pobladores de la zona. (Entrelos trabajos que suponen la accin previa en la zona de un estado benefac-tor o distribucionista, vase Svampa y Pereyra 2003; Barbetta y Lapegna2001; Mrquez 2004; Barbetta y Bidaseca 2004; Pereyra 2006; Andujar2007; Dinerstein Contartese y Deledicque 2008; Schaumberg 2004; BentezLarghi y Sabbatella 2006).

    La rapidez con la que operaron las transformaciones econmicas, su-

    mada a la inuencia de distintos conictos locales y extra locales hacia1997, explican en buena medida, de acuerdo a estos trabajos, la emergen-cia de un fenmeno que habra implicado una profunda ruptura con lastradiciones polticas previas en la zona: el del movimiento piquetero.6Laspuebladas, los cortes de ruta y las asambleas populares constituiran, si-guiendo este esquema, nuevas formas de protesta y organizacin.7Algu-nos investigadores llegaron a plantear, incluso, que antes de ese momentono se haban producido acciones colectivas en la regin (Aguilar y Vz-quez 1998, 2000; Crdoba, 2004).

    Los trabajos mencionados, que tocan especcamente el tema del norte

    salteo, pueden ser enmarcados dentro de una perspectiva de anlisis

    6. Svampa y Pereyra (2003) distinguen la situacin de los pueblos petroleros del interiordel pas, en los que se habran producido las novedades en las formas de organizacin ylucha, de la del Gran Buenos Aires, donde registran una continuidad con tradiciones delucha previas.

    7. Resulta interesante sealar que esta idea de novedad radical desde el punto de vistaestructural y poltico aparece tanto en textos que recurren con diferentes matices a las ca-tegoras provistas por las teoras de la accin colectiva y de los nuevos movimientos socia-les para analizar el movimiento piquetero (vase especialmente Barbetta y Lapegna 2001),como en aquellos que lo piensan como parte del conicto entre trabajo y capital (vase, por

    ejemplo, Dinerstein, Contartese y Deledicque 2008). En el primer caso se enfatiza la hetero-geneidad social presente en las protestas, mientras que en el segundo se remarcan los ele-mentos clasistas, pero en ambos el fenmeno supone el desarrollo de una nueva tradicinde organizacin y luchas.

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    ms general, de caractersticas sincrnicas, que tiene en cuenta el modo enque las polticas de la dcada de 1990 modicaron los intereses materiales,

    las oportunidades polticas y las formas de organizacin (Auyero 2002).8

    Esta perspectiva ha aportado valiosos elementos para pensar el ciclo deprotestas en el que se puede enmarcar el fenmeno piquetero, pero noincorpor realmente al anlisis la inuencia de la historia local.

    Otros autores, sin dejar de reconocer el profundo impacto de esas po-lticas y la novedad que implic la conformacin de un movimiento detrabajadores desocupados masivo y de notable inuencia, han insistido,desde una mirada histrica, sobre la existencia de una estrecha relacinentre el fenmeno piquetero y las tradiciones de lucha obrera del pasado,sealando la continuidad entre los piquetes en los lugares de trabajo que

    en la Argentina se registran desde nales del siglo XIX, y los piquetesrealizados en las rutas y otras vas de comunicacin por trabajadores des-ocupados y ocupados (vase, entre otros, Lucita 2001; Maceira y Spatal-berg 2001; Oviedo 2001). Sin embargo, esta hiptesis ha sido escasamenteacompaada hasta el momento por indagaciones empricas.

    Para contribuir en ese sentido, el presente trabajo adopta una miradahistrica recurriendo a la evidencia emprica. Sobre la base del anlisis defuentes estadsticas, publicaciones peridicas y entrevistas a informantesclave, en las lneas que siguen se exponen las razones por las que tanto la

    idea del quiebre del estado benefactor, como la del surgimiento de nuevasformas de organizacin y protesta, resultan inadecuadas. Con respecto ala primera, se mostrar que nunca existi en la zona algo parecido a unestado de bienestar; sobre la segunda, que existan un conjunto de expe-riencias de lucha previas dentro de las que el corte de ruta como formade protesta y la Asamblea Popular como forma organizativa ya habansido implementadas. En este sentido, se busca desarrollar una perspectivaque vaya ms all del contexto de la dcada de 1990 en el que se sita labibliografa acadmica sobre el tema, y que aporte elementos para pensarla emergencia del fenmeno piquetero teniendo en cuenta la historia local

    y argentina.El artculo est organizado del siguiente modo: en el primer apartadoreviso la cuestin del estado benefactor, teniendo en cuenta especialmentela informacin estadstica sobre la situacin social, disponible a partir de1980; en el siguiente analizo las caractersticas y la situacin de la claseobrera antes de las contrarreformas neoliberales; en el tercero examino elimpacto de estas ltimas; en el cuarto considero distintas experiencias de

    8. Dentro de esta perspectiva existen orientaciones dismiles: a la hora de considerar los

    intereses y las oportunidades polticas de la protesta y de la organizacin de las agrupacio-nes piqueteras, algunos autores enfatizan la cuestin del clientelismo que caracterizara a larelacin entre estas ltimas y el poder poltico (Ponce 2006); otros las alianzas con sectoresde izquierda (Alcaiz y Scheier 2007).

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    lucha previas a las protestas que adquirieron visibilidad a partir de 1997,y propongo a partir de ah un nuevo enfoque para pensar la emergencia

    del movimiento piquetero.

    RASGOSSOCIALESESTRUCTURALESDELPERODOPREVIOALASCONTRARREFORMASNEOLIBERALES

    Transcurrieron veinticinco aos desde que concluy el primer perodoperonista (1955) hasta la realizacin del Censo Nacional de Poblacin yVivienda de 1980, donde se comenzaron a registrar datos especcos so-bre la situacin social en las distintas localidades del pas. A partir deese momento, los censos estimaron la cantidad de poblacin indigente o

    con necesidades bsicas insatisfechas (NBI). En 1980, 58 por ciento de lapoblacin del departamento de General San Martn, donde se encuentranTartagal y Mosconi,9no lograba satisfacer sus necesidades bsicas (Ins-tituto Nacional de Estadsticas y Censos [INDEC] 1980). Las estadsticasmuestran una leve mejora durante la dcada siguiente en todo el pas(cuadro 1 y grco 1).

    Como se puede ver, en ambos perodos Salta excede holgadamente lamedia nacional de NBI, llegando casi a duplicarla. En 1991 es la provinciacon mayor ndice de hogares con NBI del pas, y la segunda despus de

    Formosa considerando la poblacin total con NBI (INDEC 1991). El depar-tamento General San Martn supera los ya elevados ndices de la provin-cia. A su vez, el mismo indicador registra cifras ms bajas en Mosconi, queconcentraba mayor cantidad de trabajadores de YPF que Tartagal.

    Salta percibe, adems de la coparticipacin federal que gira el estadonacional, parte de la renta petrolera, por lo que difcilmente pueda con-siderarse una provincia pobre desde el punto de vista econmico.10Porsu parte, el departamento General San Martn, donde se centra la activi-dad petrolera provincial, registra ndices de insatisfaccin que superanlos promedios generales, lo que indica que la extensin de la indigencia

    no responde a la falta de recursos econmicos, sino a la casi inexistenteredistribucin de estos ltimos.

    9. Tartagal y Mosconi son las principales localidades del departamento General SanMartn, donde se concentra la produccin petrolera de Salta. Tartagal es la ciudad cabe-cera y en 1991 tena 43.586 habitantes, la poblacin de Mosconi ascenda en ese momento a12.600. Entre las dos renen a ms de la mitad de la poblacin departamental, calculada en106.688 (INDEC 1991).

    10. Entre 1984 y 1991, el perodo previo a la privatizacin de YPF, Salta recibi un pro-medio anual de 69.330.938 de dlares estadounidenses por ese concepto, equivalente a ms

    de 28 por ciento de los recursos corrientes de la provincia aportados por la nacin du-rante ese perodo. Estimacin propia en base a los datos de las ejecuciones presupuesta-rias de la provincia de Salta, compilados en Antonelli y Laronte (1995, 9) y en Antonelli(1996, 11).

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    Cuadro 1 Poblacin con NBI

    Ao Argentina Salta Dto. G.S. Martn Tartagal Mosconi

    1980 24 43 58 53 441991 19 37 47 45 33

    Nota:Porcentajes correspondientes al total del pas, a la provincia de Salta, aldepartamento General San Martn, a Tartagal y a Mosconi (1980 y 1991).

    Si se examinan con ms detalle los indicadores sociales, en especial losvinculados al desarrollo de infraestructura, se puede conrmar que losniveles de redistribucin de los ingresos han sido extremadamente bajosdurante la segunda mitad del siglo XX. El cuadro 2 y el grco 2 muestranla situacin de las viviendas hacia 1991, antes de que se produzcan losefectos de las contrarreformas neoliberales.

    Los porcentajes que guran en el cuadro 2 conrman que Salta se ubicaentre las provincias ms pobres desde el punto de vista social; y que msseveras an son las condiciones de vida que imperan en el departamentoGeneral San Martn, de donde se extrae la mayor parte del petrleo y elgas de Salta. Como se ve, 44 por ciento de las viviendas no pueden accederal gas; el hidrocarburo sigue su curso hacia el sur, hacia la capital provin-cial primero, y despus hasta Buenos Aires. Otro tanto se puede decir dela electricidad: a pesar de la sobreabundancia de fuentes de energa, casi30 por ciento de las viviendas no estn conectadas al sistema elctrico. Enla mayora de los casos ms de 60 por ciento, an contando con luzy gas, las viviendas son decitarias; y 25 por ciento son precarias. No esposible atribuir esas condiciones a la evolucin de la situacin social du-rante la dcada de 1980: en la etapa previa, como se mostr ms arriba, las

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    %

    1980 1991

    Argentina

    Salta

    Dto. San Martn

    Tartagal

    Mosconi

    Grco 1 Poblacin con Necesidades Bsicas Insatisfechas (NBI), 19801991Fuente:Elaboracin propia en base a datos de INDEC 1980 y 1991.

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    Cuadro 2 Viviendas con carencias de infraestructura

    Tipo de carencia Salta Dto. G.S. Martn

    Sin electricidad 21,8 29,9Sin gas de red ni envasado 28,9 44,0Decitariasa 47,3 60,6Precariasb 20,5 25,6

    Fuente:Elaboracin propia en base a INDEC 1991.

    Nota: Porcentajes correspondientes a la provincia de Salta y al departamento General SanMartn, 1991.aIncluye a las viviendas precarias y a las viviendas que cumplen con una o ms de lassiguientes condiciones: no tiene provisin de agua por caera dentro de la vivienda,

    tienen piso de tierra u otro parecido, no disponen de retrete con descarga de agua.bIncluye ranchos o casillas, piezas de inquilinato, locales no construidos para habitacin yviviendas mviles.

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    %

    Sin

    electricidad

    Sin gas de

    red ni

    envasado

    Decitarias

    Salta

    Dto. San

    Martn

    Precarias

    Grco 2 Viviendas con carencias de infraestructura, 1991

    condiciones de vida fueron ms severas. Por ejemplo, hacia 1980, en todala provincia, 56 por ciento de las viviendas eran decitarias, y 34,3 porciento no contaba con electricidad; en el departamento General San Mar-tn, las decitarias alcanzaban 69,6 por ciento, y 44,1 por ciento no tenaluz elctrica (INDEC 1980).

    LASITUACINDELACLASEOBRERAEl examen desarrollado hasta aqu considera a la poblacin en general.

    Para examinar la emergencia del movimiento de trabajadores desocupados,

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    Cuadro 3 Poblacin ocupada segn categoras censales en el departamentoGeneral San Martn, 1991

    Obrero o empleado Trabajadorpor cuenta

    propiaSector

    pblicoSector

    privadoServicio

    domsticoTrabajador

    familiar Patrn Ignorado Total

    No 8.323 8.840 3.402 9.844 2.610 1.009 146 34.174% 24,4 25,9 10,0 28,8 7,6 3,0 0,4 100,0

    Fuente: INDEC 1991.

    interesa tambin atender especcamente a la situacin de la clase obrera,y al lugar que ocupa en el conjunto social.11El censo de 1991 calcula unapoblacin econmicamente activa (PEA) de 36.452 personas para el depar-tamento General San Martn. De ellos, 34.174 habran estado ocupados y2.278 desocupados. La poblacin econmicamente inactiva (PEIA) ascen-da, segn los datos, a 29.252. Dentro de esta ltima categora, el censodistingue jubilados o pensionados, estudiantes, u otra situacin. No dejade llamar la atencin que este ltimo tem est integrado por la mayorade las personas consideradas econmicamente no activas. En efecto, 17.289

    personas, 59 por ciento, corresponden a otra situacin. Lo abultado de lacifra sugiere fuertemente que tal tem esconde un importante nmero detrabajadores desocupados o subocupados (cuadro 3).

    Para evaluar el peso de la clase obrera en la sociedad, es necesario haceralgunas aclaraciones previas, dado que las categoras censales son reaciasa ese propsito. Primero, como ya seal, es posible pensar que buenaparte de la poblacin considerada econmicamente no activa integra, enrealidad, la clase trabajadora, en calidad de desocupada. Por otra parte,debe profundizarse sobre las categoras trabajador por cuenta propia ytrabajador familiar (es decir, sin ingresos). La primera comprende distin-

    tos sujetos segn las caractersticas de cada lugar: en las ciudades msdiversicadas y desarrolladas econmicamente corresponden a ella ciertonmero de profesionales independientes, entre otros sujetos que puedenser considerados de clase media. El peso de la clase media censada enesa categora disminuye en ciudades con un menor ndice de desarrollocomo Salta capital, y se reduce notoriamente en nuestra zona, donde elnmero de profesionales autnomos es limitado y la clase media es re-ducida. De esto se deduce que en el departamento General San Martnla categora en cuestin, dentro de la que se incluye a 28,9 por ciento dela PEA, corresponde en buena medida a trabajadores que no tienen un

    11. Para facilitar el anlisis, y teniendo en cuenta que Tartagal y Mosconi las principaleslocalidades del departamento General San Martn, se toman los datos departamentales.

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    Cuadro 4 Cobertura de salud de obreros y empleados del departamento General SanMartn, 1991

    Sector Sector Servicio Tipo de cobertura pblico privado domstico Totales

    Obra social 7.492 3.189 379 11.060Plan mdico o mutual 26 99 30 155Sin cobertura 781 5.431 2.898 9.110Ignorado 0 0 240 240Totales 8.299 12.266 3.547 20.565

    Fuente:Elaboracin propia en base a INDEC 1991.

    empleo jo, y viven de changas.12Otro tanto se puede decir de los tra-bajadores familiares (7,7 por ciento de la PEA) que trabajan sin recibirremuneracin.

    Dicho esto, ntese que slo el 3 por ciento de la PEA est incluida enla categora patrones, por lo cual no es difcil concluir que el peso de laclase obrera en la zona es central. Ahora bien, dentro de ella es posibledistinguir dos sectores claramente diferenciados: aquellos que accedanefectivamente a los derechos sociales que fueron conquistados a partir dela etapa peronista, y aquellos que no. A partir de la interpretacin de los

    datos del censo, es posible aproximarse a una cuanticacin de cada uno.Una forma de estimar el acceso a esos derechos es atendiendo a la ex-tensin de la cobertura de salud. El Censo de Poblacin de 1991 informasobre la situacin de parte de los trabajadores, los que guran como obre-ros o empleados (cuadro 4).

    Una rpida mirada al cuadro permite advertir la muy elevada cifra delos trabajadores que no tienen cobertura, aunque es algo superior la canti-dad de los que s la tienen. Ms adelante mostrar que en un clculo msrealista, los primeros superan ampliamente a los ltimos. Antes de eso,vale la pena detenerse en otro aspecto signicativo. Ntese que el grueso

    de los trabajadores que tienen cobertura pertenecen al sector pblico, y lamayora de los que carecen de ella se ubican en las otras dos categoras.Lo que est indicando el dato es que los trabajadores del estado (adminis-tracin pblica, sistema educativo y de salud y empresas estatales), quegeneralmente tienen una relacin laboral estable,13ejercan salvo algunas

    12. Contratacin informal de corta duracin para realizar una tarea especca en mu-chos casos por un da o algunas horas, que generalmente apenas permite reproducir lascondiciones de existencia del trabajador.

    13. Advirtase de todos modos los ms de setecientos trabajadores del sector pblico sincobertura, que indican a su vez que tambin el Estado empleaba trabajadores en condicio-nes precarias.

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    Obra social Sin

    cobertura

    Ignorado

    Estatales

    No estatales

    Plan mdico

    o mutual

    "Obreros y

    empleados"

    Grco 3 Cobertura de salud de obreros y empleados estatales y no estatales deldepartamento San Martn, 1991Fuente:Elaboracin propia en base a INDEC 1991.

    excepciones los derechos sociales, y el resto (vinculados a la explotacinforestal y agraria, y al comercio y servicios urbanos), sometido a condicio-

    nes de precariedad laboral, no.Este hecho marca una clara lnea divisoria que se expresa en las condi-ciones de existencia, diferentes para cada caso. Es preciso entonces, distin-guir a los trabajadores estatales del resto. El grco 3 agrupa a los obrerosy empleados del censo en funcin de ese criterio.14

    El grco muestra con total claridad que el grueso de los trabajadoresque carecen de cobertura de salud ms de ocho mil son los que notrabajan para el Estado. Mientras este sector qued fuera del sistema deseguridad social, la mayor parte de los estatales estaba dentro de l. Perohay otra cuestin, no menos signicativa, que se puede visualizar. El sec-

    tor informal casi diecisis mil trabajadores duplica prcticamente alsector estatal. Al contrario de lo que se suele suponer, no era el empleopblico lo que predominaba en Tartagal, Mosconi y el departamento Ge-neral San Martn, sino el empleo precario e informal, bajo condiciones desuperexplotacin.15

    Dentro de este ltimo grupo, los obreros forestales y rurales eran losque estaban expuestos a los ms altos niveles de superexplotacin. Gene-

    14. De hecho, ya el censo de 2001 procede de esta misma forma.

    15. Tomo el concepto de Marini (1991). Implica una explotacin de la fuerza fsica deltrabajador superior a la media, y se expresa en una remuneracin de la fuerza de trabajoinferior a su valor, que impone severas condiciones de existencia.

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    Cuadro 5 Extensin de la cobertura de salud y de los beneciosprevisionales en el departamento General San Martn, 1991

    Poblacin total 106.688 Sin cobertura de salud 63.373 Con cobertura de salud 43.315Poblacin de 60 aos y ms 6.862 Sin jubilacin ni pensin 3.760 Con algn benecio previsional 3.102

    ralmente eran enganchados temporalmente en obrajes y en la poca de

    cosecha, por lo que conformaban una masa de desocupados crnicos elresto del ao. En 1973, las denuncias por la situacin de los peones ruralesllegaron a la Cmara de Diputados de la provincia, donde se pusieron enevidencia las condiciones infrahumanas de hacinamiento a las que eransometidos los trabajadores temporales, adems de la continuidad del sis-tema de libreta, que redundaba en la expropiacin del salario (Cmara deDiputados de Salta 1973, 160161).16

    La extensin del empleo precario en general puede estimarse con ma-yor aproximacin si se tiene en cuenta a los trabajadores por cuenta pro-

    pia, categora que como ya se argument, corresponde en buena medidaa trabajadores que viven de changas, y para quienes el censo no mide lacobertura de salud. Lo mismo vale para la categora de los trabajadores fa-miliares. Lamentablemente resulta imposible calcular, sin caer en un an-lisis altamente especulativo, el porcentaje de esas categoras que corres-ponde a trabajadores informales. Es aqu donde resulta necesario atenderuna vez ms a los datos referidos al conjunto de la poblacin, teniendoen cuenta el peso predominante de la clase obrera. El cuadro 5 y los gr-cos 4 y 5 permiten terminar de ilustrar el escaso nivel de desarrollo delos derechos sociales en la etapa previa a las contrarreformas neoliberales

    tomando como variable, adems de la cobertura de salud, el acceso a be-necios previsionales.Los grcos muestran expresivamente la fractura social predominante

    en la zona bajo estudio. Atendiendo una vez ms a la cobertura de salud,

    16. Este sistema sufri escasas alteraciones desde principios del siglo XX, se basa en lacompra a cuenta del salario de alimentos y otros bienes necesarios para la subsistencia,que se anotan en la libreta. Como en general los establecimientos se encuentran alejadosde los centros de aprovisionamiento, el dueo o el concesionario instalan almacenes dondelos trabajadores se ven obligados a comprar mercaderas a precios elevados, y al nal del

    perodo de contrato no es extrao que su salario resulte nulo, o incluso que deban dinero.Para ampliar sobre las condiciones de vida y de trabajo de estos sectores, se puede verCafferata (1988).

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    40,6%

    59,4%

    Sin cobertura

    Con cobertura

    Grco 4 Poblacin del departamento San Martn segn su acceso a cobertura desalud, 1991

    54,8%

    45,2%

    Sin jubilacin ni pensin

    Con algn benecio

    previsional

    Grco 5 Poblacin de 60 aos o ms del departamento San Martn segn su acceso abenecios previsionales, 1991Fuente:Elaboracin propia en base a INDEC 1991.

    resulta que 59,4 por ciento de la poblacin del departamento no contabacon ella hacia 1991; a su vez, 54,8 por ciento de las personas mayores de se-senta aos no contaban con jubilacin ni pensin, superando una vez mslos altos promedios provinciales.17 Estos datos plantean la necesidad deabandonar la idea de un estado benefactor: conrman concluyentementela existencia de un vasto sector de la clase obrera que no tuvo acceso alos benecios sociales que tenan los trabajadores estatales, y que estuvosometido a severas condiciones de vida. En este sentido, es posible armar

    que la propia clase obrera estaba fracturada y polarizada entre los traba-jadores estatales y el resto, donde predominaba el empleo precario y tem-poral. Ms ac de las estadsticas, la existencia de esa diferenciacin entrelos trabajadores que se desempeaban en las empresas o dependenciasdel Estado y el resto aparece tambin en distintas entrevistas:

    Y [. . .] debo decir que no hay nada que envidiarle al convenio colectivo de YPFporque tambin Agua y Energa era una empresa del Estado que gozaba de unode los convenios colectivos de trabajo mas importantes [. . .]

    17. De acuerdo al Censo Nacional de Poblacin y Vivienda de 1991, 48,7 por ciento deltotal de la poblacin saltea no tena cobertura de salud y 40,3 por ciento de los mayores desesenta aos no tena ningn benecio previsional (INDEC 1991).

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    Pregunta: Los sueldos, cmo eran en esa poca de Agua y Energa?Respuesta: No, eran muy importantes . . .P: Y los del resto?R: No, el resto era insuciente [. . .] ganaba apenas para . . .P: O sea que las que pagaban buenos sueldos . . .R: Eran las empresas del Estado [. . .] se notaba la diferencia entre los hijos de

    los trabajadores de estas empresas con el resto de la poblacin . . . (Jos PepeBarraza, dirigente piquetero y ex trabajador de la empresa estatal de Energa, en-trevista del autor, Tartagal, junio de 2005).

    Los ypeanos18lograron obtener las mejores condiciones de trabajo yde vida, an dentro de los estatales. Distintos autores han destacado elconjunto de benecios sociales que conquistaron los trabajadores de YPFen el primer perodo peronista (Solberg, 1986: 243; Svampa y Pereyra,2003: 103). Con el apoyo de Pern, la Federacin de Sindicatos Unidosde Petroleros del Estado (SUPE) logr importantes aumentos de salariosdirectos que se mantuvieron por debajo de la media nacional, de por sbastante pobre, en el perodo anterior, y mejoras en las condiciones detrabajo. Sin embargo, es necesario apuntar que buena parte de la accinsocial y cultural que beneciaba a los trabajadores de la empresa estatalexista con anterioridad al peronismo.

    As, a nales de la dcada de 1930 los trabajadores permanentes dela cuenca saltea y de las dems dependencias haban conquistado

    benecios que se suelen considerar propios de un estado de bienestar.Contaban con seguro de salud, bonicaciones por paternidad, materni-dad, antigedad y eciencia, y un seguro colectivo de vida. El acceso a losbienes de consumo se haba visto facilitado a travs de la instalacin deproveeduras para empleados y obreros que vendan mercaderas a pre-cio de costo, y mantenan en funcionamiento comedores econmicos. Elacceso a la educacin tambin fue asegurado por la petrolera estatal, me-diante la construccin de escuelas y el nanciamiento de distintos cursosgratuitos para los hijos de sus empleados (YPF 1938a, 191197; 1938b, 313;1939, 8183). Esas prestaciones tendieron a ampliarse durante la segunda

    mitad del siglo XX, y se mantuvieron hasta la privatizacin de la empresa,en 1992.

    Al pensar en un estado de bienestar los investigadores han observadonicamente al sector obrero que mejores condiciones de vida haba lo-grado, sin atender a la grave situacin en la que se encontraba ms de lamitad de los trabajadores de la zona. Teniendo en cuenta el contraste entrelas condiciones de vida de los ypeanos en particular y los estatales engeneral con respecto a la de los trabajadores empleados en condicionesprecarias, resulta pertinente considerar de manera diferencial el efectoque causaron las contrarreformas neoliberales sobre cada sector.

    18. Denominacin con la que se designa en la zona a los trabajadores de YPF.

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    IMPACTODIFERENCIALDELASCONTRARREFORMASNEOLIBERALES

    Los efectos estructurales a nivel empleo de las contrarreformas fue-ron contundentes en todo el pas. Salta, hacia 1991, al comienzo del pro-ceso, registraba una tasa de 6 por ciento de desocupacin, similar a ladel departamento General San Martn, de 6,2 por ciento. Diez aos des-pus, el departamento al que pertenecen Tartagal y Mosconi exhiba unatasa de 33,7 por ciento de desempleo (INDEC 1991, 2001), lo que implicaun aumento de ms del 540 por ciento de la desocupacin. Comparadacon el promedio provincial, que pas a 29,2 por ciento, la tasa de GeneralSan Martn se ubicaba 4,5 puntos por encima. En 1997, tras la puebladaque se produjo ese ao, el gobierno provincial realiz un estudio sobre

    la situacin ocupacional en las principales localidades del departamentoGeneral San Martn. En Tartagal y en General Mosconi, la desocupacintotal, que surge de sumar la tasa desocupacin pura es decir, los tra-bajadores que no logran emplearse en ninguna tarea remunerativa yla de subocupacin trabajadores que realizan changas eran de 32,7y de 42,6 por ciento respectivamente. El peor escenario se presentaba enMosconi, donde vivan la mayor parte de los trabajadores petroleros; alllos ndices eran ms elevados que en Tartagal. En esta ltima localidad eldesempleo era mayor que en Salta capital, que una vez ms superaba los

    promedios nacionales (cuadro 6 y grco 6).Se puede reconocer fcilmente que el conjunto de transformacionessociales de los aos 90, entre las que sobresalen las consecuencias de laprivatizacin de YPF, impactaron fuertemente en Tartagal y en Mosconi.Pero su efecto no fue idntico para toda la poblacin. Para los trabajado-res estatales en general, y los ypeanos en particular, implicaron unatransformacin drstica y vertiginosa de su forma de vida. La estabili-dad laboral del sector pblico desapareci, y junto a ella los ingresos co-rrientes, la capacidad de consumo y la previsibilidad de la vida cotidiana.Buena parte de los marcos de referencia de esos trabajadores virtual-

    mente desaparecieron: ya no era posible conseguir trabajo y las carenciasmateriales se incrementaban de manera inconcebible para sujetos queno estaban acostumbrados a ellas ni estaban dispuestos a aceptarlas. Elprofundo cambio de relaciones sociales que implic la desocupacin, y elprogresivo hundimiento en la indigencia se impusieron frente al vvidorecuerdo de un pasado inmediato que se ubicaba en las antpodas de lasituacin que ahora vivan. En ese contexto, la opresin social a la quese vean sometidos se les present translcidamente. El impacto tambinfue muy importante en el sector comercial: la rpida transformacin dela estructura econmica dej a buena parte de los pequeos y medianoscomerciantes al borde de su destruccin como clase social. Para los sec-tores superexplotados de larga data, la situacin empeor notoriamentedespus de las contrarreformas, pero el impacto subjetivo fue induda-

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    blemente menor que en el caso de los trabajadores estatales. Su pasadoya tena importantes dosis de indigencia, y su inestabilidad laboral erapermanente.

    Otra diferencia, por lo menos igual de relevante que la anterior, dis-tingua a ambos sectores de trabajadores. Los estatales y sobre todo losypeanos tenan una importante experiencia de organizacin y de luchas.No casualmente, los dirigentes de las principales organizaciones de des-empleados fueron estatales: tal es el caso de Jos Pepe Barraza, trabaja-dor de la ex empresa pblica de Agua y Energa, y principal referente dela Coordinadora de Trabajadores Desocupados (CTD) de Tartagal. En elcaso de la Unin de Trabajadores Desocupados (UTD), la agrupacin msimportante de la zona, todos sus dirigentes, entre los que se destacaronJuan Nievas, Jos Pepino Fernandez y Rodolfo Chiqui Peralta, son exypeanos. Por su parte, los trabajadores informales tuvieron sus primerasexperiencias de organizacin y de lucha bajo la direccin de estos ltimosen el movimiento piquetero.

    0

    10

    20

    30

    40

    50

    Tartagal Argentina

    Desocupacin

    Subocupacin

    Desempleo total

    Mosconi Salta

    Capital

    Grco 6 ndices de desocupacin, subocupacin y desempleo total en Tartagal, Mosconi,Salta Capital y Argentina, 1997

    Cuadro 6 Desocupacin absoluta, subocupacin y desempleo total en Tartagal, Mosconi,Salta capital y Argentina, 1997

    Desocupacin Subocupacin Desempleo totala

    Tartagal 18,1 14,6 32,7Mosconi 17,2 25,4 42,6Salta capital 14,3 14,9 29,2Argentina 13,7 13,1 26,8

    Fuente:Elaboracin propia en base a Direccin General de Estadsticas de Salta 1997 eINDEC 1997.

    aEl desempleo total surge de la suma de las tasas de desocupacin y subocupacin.

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    LAEXPERIENCIADELUCHA

    En general, los primeros grandes cortes de ruta contra las polticas neo-liberales que son tenidos en cuenta por los investigadores son los de laslocalidades neuquinas de Cutral Co y Plaza Huincul, en junio 1996 y abrilde 1997. Ambos cortes, que derivaron en sendas puebladas, otorgaronvisibilidad a nivel nacional a esos pueblos petroleros de sur, igualmenteafectados por la privatizacin de YPF y las contrarreformas impulsadaspor el menemismo, y se convirtieron en modelos a seguir por distintossectores golpeados por el ajuste econmico. En Tartagal y Mosconi, dondeal igual que en las localidades neuquinas la privatizacin de YPF y lasmedidas econmicas haban impactado fuertemente, no pasaron desaper-

    cibidas las protestas que se produjeron en el sur del pas; un mes despusdel segundo gran corte de ruta de Cutral Co y Plaza Huincul estall elTartagalazo-Mosconazo de 1997, donde el movimiento inici un curso dedesarrollo creciente e independiente del Estado, cosa que no ocurri enNeuqun. Pero el corte de ruta como forma de protesta de los trabajadoresno era totalmente novedoso en la regin.

    Lejos de los planteos que suponen la ausencia de luchas antes de 1997,y tambin de los que postulan la emergencia de nuevas modalidades deorganizacin y de protesta, la historia de Tartagal y Mosconi presenta unafrondosa tradicin combativa, en la que los trabajadores de YPF, encabe-

    zados por distintos sectores de izquierda, jugaron un papel destacado. Esatradicin incluye un conjunto de experiencias de lucha, algunas de lascuales presentan una continuidad evidente y cuyos formatos son exacta-mente los mismos o anticipan a los ms recientes.19Por razones de espacio,en estas lneas slo menciono diferentes protestas que se desarrollaron anales de la dcada de 1980, y ofrezco una ajustada sntesis de la primerapueblada de la zona, que se produjo varios aos antes de 1997 y hasta elmomento haba pasado inadvertida.20

    Las principales luchas de nales de la dcada de 1980 en la regin estnvinculadas al rechazo de la poltica petrolera del gobierno de Ral Alfon-sn. En 1985 el gobierno radical (de la Unin Cvica Radical [UCR], partidoal que perteneca Alfonsn) instrument el Plan Houston,21que ofert al

    19. La inuencia de las experiencias de lucha del pasado en las acciones del presente esreconocida por escuelas dismiles. Por ejemplo, desde una perspectiva vinculada a teorade la lucha de clases, Thompson (1989) se reere a las tradiciones subterrneas que alimen-tan la organizacin y las luchas de los trabajadores; desde las teoras de la accin colectiva,Tarrow (1997), entre otros, seala que los actores cuentan con un repertorio histrico deformas de protesta.

    20. Una descripcin detallada del contexto en que se desarrollaron estas protestas se

    puede ver en Benclowicz (2010).21. El llamado Plan Houston, impulsado a travs del Decreto N o1.443/85, fue comple-mentado por el Decreto No1.758/87 (Plan Huergo) y el No1.812/87 (Plan Olivos I). VasePresidencia de la Nacin (1985, 1987a y 1987b), respectivamente.

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    capital privado 165 reas para la exploracin y la explotacin. Tres aosms tarde, ante el fracaso de esa poltica, el presidente Alfonsn impuls el

    Petroplan, que planteaba la creacin de uniones transitorias de empresaspara la explotacin en las reas marginales, la creacin de joint venturesde YPF con el capital privado en las reas centrales y la desregulacin delmercado petrolero.

    En la zona bajo estudio se desarrollaron importantes protestas encabe-zadas por los trabajadores de YPF en rechazo de ese proyecto. Una de lasacciones de lucha ms radicalizadas de ese perodo fue el corte de pistadel aeropuerto de Mosconi, al que deban arribar autoridades de YPF y delgobierno. En esa oportunidad, los trabajadores petroleros se declararon enhuelga de hecho, y tras una jornada completa de manifestaciones que atra-

    vesaron las calles de Mosconi y las distintas dependencias de YPF, el mar-tes 14 de junio de 1988 centenares de trabajadores petroleros instalaron unenorme piquete en la pista de aterrizaje. Esperaban el arribo de autorida-des que deban inspeccionar las instalaciones de las reas comprometidasen el Petroplan. El avin que los transportaba pudo aterrizar, pero unavez que se detuvo fue rodeado por los trabajadores. Los funcionarios nopudieron desembarcar, y fueron forzados a retirarse sin cumplir con supropsito (El Tribuno1988; Prensa Obrera1988a).

    Resulta signicativo sealar que esta experiencia de lucha, entre otras,

    forma parte de la historia militante de los actuales dirigentes piqueteros.As, no slo desde el punto de vista de las formas de protesta en estecaso, el corte de pista sino tambin considerando los actores que in-tervienen, las puebladas y los cortes de ruta evidencian una continuidadinsoslayable con las luchas previas.22

    Con todo, a pesar de la importancia de esta virtual toma del aeropuertode Mosconi, pocos hablan de esa accin. En este sentido, uno de los testi-monios sugiere que la derrota sufrida tras la privatizacin de YPF favore-ci esa reserva.

    22. Vale la pena mencionar que esta continuidad se remite a su vez a experiencias delucha obrera anteriores a las de nales de los ochenta y principios de los noventa. Distintosactivistas que participaron de la lucha contra la privatizacin de YPF evocan, al ser entre-vistados, acciones previas. El caso ms lejano en el tiempo que aparece es el de La huelgade los 42 das, que se desarroll en 1961 contra la poltica de racionalizacin ferroviaria delpresidente Arturo Frondizi, y en el curso de la cual que conuyeron tanto los trabajadoresde ese sector como los petroleros de la zona bajo estudio (entrevistas del autor a L., ex tra-

    bajador de YPF, justicialista disidente y dirigente de la lucha contra la privatizacin de esaempresa, Mosconi, diciembre de 2008, y a A., ex trabajador de YPF, ex militante del PartidoComunista, y miembro fundador de la UTD, Mosconi, diciembre de 2008). Existen registrosde que en esa oportunidad, el piquete, que forma parte de la tradicin del movimiento

    obrero, jug un papel central para garantizar la medida de fuerza (vase El Tribuno1961).Lo que resulta notable es que los entrevistados eran nios o adolescentes por ese entonces,lo cual indica el desarrollo de una cultura en comn, de la que nutri el actual movimientopiquetero.

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    [T]omamos el aeropuerto en un momento en que venan funcionarios de BuenosAires [. . .] Pero [. . .] nunca lo hable el tema. Es ms, eso creo que por ah unoquiere . . . como una posibilidad de no enojarse ni llorar, olvidarlo, porque duelemuchsimo: tanta lucha y al nal perdimos. (P., dirigente piquetero y ex trabajadorde YPF, entrevista del autor, Mosconi, diciembre de 2008).

    El lgico deseo de alejarse de experiencias dolorosas, combinado conla falta de investigaciones empricas sobre el tema, beneciaron la versinde un pasado donde la conictividad social est ausente. El caso es que alhurgar sobre el tema, no slo aparecen las luchas, sino que en casos comoeste, su carcter se revela sumamente combativo. La accin a la que meacabo de referir no es un hecho aislado. Poco despus del corte de pista delaeropuerto de Mosconi, en junio de 1988, se produjo una protesta signi-

    cativa: fue bloqueada la ruta nacional No34, la misma que luego se trans-form en el escenario central de las puebladas.23En ese momento se estaballevando adelante una importante huelga docente en toda la provincia;los trabajadores de la educacin impulsaron asambleas en las que partici-paron alumnos y padres, y votaron un apoyo activo a la huelga medianteel corte la ruta a la altura de Tartagal y la vecina localidad de Aguaray(Prensa Obrera1988b).24Si bien los cortes fueron dispersados por la gendar-mera y la polica y no se prolongaron demasiado, el mtodo fue retomadotres aos despus, en el contexto de la lucha contra la privatizacin de lapetrolera estatal impulsada por el gobierno de Carlos Menem.

    Despus de varios meses de realizar distintas protestas masivas, el 11de septiembre de 1991 una asamblea de alrededor de cinco mil personasresolvi cortar la ruta nacional No34 a la altura de Mosconi y de Aguaray,donde se encuentra la destilera de Campo Durn, para rechazar la priva-tizacin de YPF (Prensa Obrera1991). De ese modo se inici la que parecehaber sido la primera pueblada en contra de las polticas neoliberales entodo el pas. Desde el principio, el corte evidenci un importante nivel deautoorganizacin, que reej la experiencia de lucha acumulada a lo largode los aos. Uno de sus dirigentes recuerda:

    Sali . . . mir, Jos, no te miento, y pregntale a los changos, llegamos a la ruta yaestaba cortada la ruta! ya haban aparecido las motosierras, las hachas, ya estabanlas ramas encima de la ruta, ya estaban abriendo cubiertas, haba un camin deYPF, le estaban sacando gasoil el chango haban trado gasoil del tanque de com-

    bustible del camin, as que pongan los tachos, ya estaban los tachos, ya estabatodo, corte en la ruta (L., ex trabajador de YPF y dirigente de la lucha contra laprivatizacin de esa empresa, entrevista del autor, Mosconi, diciembre de 2008).

    La ruta permaneci cortada toda la noche. Desde la maana del da12 de septiembre, la poblacin de la zona comenz a volcarse a la ruta.

    23. La ruta nacional No

    34 es el principal medio de comunicacin terrestre con la vecinaRepblica de Bolivia. Eso, y el hecho de que es utilizada para el transporte de distintoshidrocarburos que se producen en la zona, le otorga un carcter estratgico.

    24. Aguaray es una localidad menor ubicada a pocos kilmetros al norte de Tartagal.

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    La adhesin de las comunidades Tartagal y de Mosconi fue masiva. Enambas localidades, y en las dems de la zona, se produjo un cierre total

    de los comercios en apoyo a la protesta (El Tribuno1991). A esa altura, elcorte se haba convertido en una verdadera pueblada. En la misma ruta serealiz una asamblea que reuni miles de personas,25y se pronunci porla continuidad del corte. Mientras tanto, se produjo el arribo de tropas dela Gendarmera Nacional con instrucciones de desalojar la ruta. El corte selevant despus de veinticuatro horas de haberse iniciado, luego de tensasnegociaciones. As, la pueblada fue desactivada, y la privatizacin de YPFse termin de consumar. Pero los acontecimientos de septiembre de 1991constituyen un importante antecedente que result una inuencia centralen el estallido de la pueblada ms conocida, de 1997.

    En 1991, y tambin en 1988, se desarrollaron ampliamente los forma-tos de protesta (corte de ruta) y de organizacin (Asamblea Popular) quefueron considerados nuevos en 1996 y 1997, por lo que resulta difcil ne-gar que estas experiencias previas aportaron elementos para el desarro-llo de las luchas ms recientes. Ahora bien: las protestas de la segundamitad de la dcada de 1990, en cuyo marco se puede registrar la emer-gencia del movimiento piquetero, alcanzaron una dimensin inusitada,an considerando estos antecedentes. A n de explicar esa nueva dimen-sin, es preciso considerar el impacto de las contrarreformas neoliberales,

    pero tambin la incorporacin activa a los procesos de lucha de un am-plio contingente de trabajadores informales, sin antecedentes previos deorganizacin.

    En este sentido, cabe distinguir a los dirigentes de las agrupacionesde desocupados que intervinieron a partir de 1997, en su mayora acti-vistas con experiencia sindical y trabajadores o ex trabajadores estatales,de sus bases. Los primeros pertenecieron al sector de la clase obrera dela zona que tena acceso a los derechos sociales en la etapa previa a lascontrarreformas neoliberales, contaban con una dilatada experiencia deorganizacin y de luchas, y las condiciones de vida que comenzaron a

    experimentar algunos aos despus de la privatizacin de YPF les resulta-ron inaceptables. Por el contrario, las bases de las organizaciones eran ma-yoritariamente trabajadores informales de larga data (Benclowicz 2011),sometidos, como se vio en los primeros apartados de este trabajo, a seve-ras condiciones de existencia. As, es posible pensar que la inuencia delos activistas estatales favoreci la visualizacin por parte de los sectoreshistricamente superexplotados de las condiciones de opresin a la queestaban sometidos, y su integracin al movimiento piquetero. Esto contri-buy a darle a este ltimo un carcter masivo y novedoso, aunque no en el

    25. Segn Prensa Obrera (1991) se reunieron diez mil personas; segn El Tribuno(1991),cuatro mil; segn algunos entrevistados, cerca de nueve mil.

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    sentido asignado habitualmente. Su novedad reside en el hecho de que seconstituy como un nuevo mbito de sociabilidad en el que participaron

    nuevos contingentes de la clase obrera, conjugando la creatividad del pre-sente con la experiencia del pasado.Desde este punto de vista, el denominado n de la sociedad salarial

    no produjo nicamente procesos de descolectivizacin, como sugierendistintos autores (vase, por ejemplo, Castel 1997). El impacto de la des-ocupacin entre los sectores insertos previamente en relaciones laboralesestables no hizo desaparecer de un momento a otro sus tradiciones orga-nizativas, lo cual resulta lgico si se tiene presente el habitual desfase delas transformaciones culturales con respecto a las econmicas y polticas.En el mediano plazo, el desempleo masivo mas bien sent las bases de

    una ampliacin de esas tradiciones sobre sectores que no haban formadoparte de la sociedad salarial y por lo tanto no haban integrado el movi-miento obrero ni compartido sus experiencias de lucha.

    As, si bien el movimiento obrero tradicional fue claramente afectadopor las contrarreformas neoliberales, el movimiento piquetero implica unensanchamiento en la organizacin de la clase obrera de la zona bajo es-tudio y aunque deba conrmarse en futuros trabajos, probablementede la clase obrera de todo el pas. Este proceso es identicable si primerose visualiza la vasta existencia de trabajadores superexplotados de larga

    data, y como consecuencia, la inexistencia de un estado benefactor. Unavez reconocido este punto, se podr ver un rasgo trascendente del mo-vimiento piquetero desde el punto de vista histrico: la participacin deamplios contingentes de trabajadores que haban permanecido al margendel movimiento obrero, bajo el liderazgo de dirigentes provistos de unconjunto de conocimientos y capacidades organizativas adquiridos en elcurso de sus experiencias polticas, gremiales y de lucha,26que no dejaronde hacer valer a pesar de haber sido expulsados del mercado de trabajoformal y de los sindicatos a los que pertenecan.

    PALABRASFINALES

    En este trabajo se muestra, primero, que la existencia de un estado debienestar en Tartagal y Mosconi antes de las contrarreformas neoliberalesno es ms que un mito. Si bien la mayor parte de los trabajadores estatalesaccedieron a los derechos sociales que se extendieron a partir del primergobierno peronista, y los ypeanos en particular conquistaron importan-

    26. Entre los que se encuentran la capacidad de organizar un piquete o una marcha, de

    elaborar un petitorio o un discurso y de intervenir y dirigir una asamblea, que en este casoes puesto al servicio de la organizacin de los desocupados. Vase Benclowicz (2011) paraampliar este punto.

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    tes benecios, la presencia de un sector mayoritario de trabajadores preca-rios que no lograban satisfacer sus necesidades bsicas, indica el desarro-

    llo de tendencias opuestas.Esta constatacin resulta especialmente interesante si se tiene en cuentaque las relaciones sociales propiciadas por YPF antes de su privatizacinen las regiones en las que operaba han sido consideradas por distintos au-tores el modelo por excelencia del estado benefactor argentino. Su inexis-tencia invita a estudiar con mayor profundidad el contexto de la emergen-cia del movimiento piquetero en otras regiones del pas en particular ylos alcances del proceso de redistribucin propiciado en la primera etapaperonista a nivel nacional.

    La identicacin de este rasgo central de la estructura social, que haba

    pasado inadvertido hasta el momento, resulta fundamental para pensar eldesarrollo del movimiento piquetero, porque en l convergen ambos sec-tores de la clase obrera, y sus caractersticas son, en buena medida, el re-sultado de esa convergencia. Las contrarreformas neoliberales quebraronen poco tiempo la tradicional polarizacin social de los trabajadores de lazona, pero las diferencias culturales y las experiencias polticas preexis-tentes no se desvanecieron. En el caso estudiado y presumiblemente,tambin en muchos otros no fue slo la velocidad de la transformacineconmica la que llev a distintos sujetos que haban logrado acceder a los

    derechos sociales en la etapa previa, a encabezar el movimiento piquetero,sino tambin su nutrida experiencia de lucha y de activismo.Esa experiencia, volcada luego a la organizacin de los desocupados,

    alent la participacin de numerosos trabajadores que haban permane-cido al margen del empleo formal y de la lucha sindical. Sobre esto ltimo,seal que el movimiento piquetero implic el desarrollo de una novedadsignicativa, en la medida en que incorpor a amplios sectores de trabaja-dores informales y superexplotados, que haban permanecido al margende las organizaciones de la clase obrera.

    En cambio, procur mostrar que no se registraron novedades signi-

    cativas con respecto a las formas de organizacin y lucha, que se puedenubicar en una lnea de continuidad con los mtodos utilizados por la claseobrera de la zona. stos ltimos forman parte de una cultura compartida,visualizable a travs de las historias militantes de los dirigentes pique-teros que participaron tanto de unas como de otras. El corte de pista delaeropuerto y las protestas contra la poltica petrolera del alfonsinismo,los cortes de ruta de 1988 y las huelgas docentes, la pueblada contra laprivatizacin de YPF en 1991, forman parte de una tradicin de luchasque aliment protestas posteriores. Ms all de los elementos propios delcontexto de la segunda mitad de la dcada de 1990, las rebeliones popu-lares de Tartagal y Mosconi hunden sus races en la propia historia de lascomunidades.

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