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The Children’s Book of American Birds - Biblioteca ... · el arte descubre al hombre, el artista...

Date post: 29-Oct-2018
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The Children’s Book of American BirdsMás de cinco años acercando la ornitología al público infantil

The Children’s Book of American BirdsNúmero 3 - Diciembre de 2006

Equipo editor:Nacho Abad, Javier Arce, José Manuel Donís, Yago Ferreiro, Sandra Muñiz Justel, Miguel Paz Cabanas,

Sergio Santa Cruz Santamarta, Rafael Saravia González y Alberto R. Torices.

Portada, diseño interior y texto página 5:Javier Arce

Coordinación y maqueta:Alberto R. Torices

Edita:Club Cultural Leteo

Gumersindo Azcárate, 11 - 2º · 24008 · León

[email protected]

Depósito Legal: LE-1731/2005ISSN: 1886-2586

Impreso en Gráficas Alse, Leó[email protected]

Gracias:Pablo Andrés Escapa · David Campos · Louis Ferdinand Céline · Mar Martín · José Antonio Rojo · Uma Thurman · Juan Carlos de la Vega · Vinalia Trippers

Este número ha contado con la ayuda del Ayuntamiento de León y de la Junta de Castilla y León

Si caminas durante dos días en dirección a lapuesta de sol, encontrarás un río de aguastranquilas donde nadan peces de colores. Sisigues el curso de ese río, dejando atrás lasmontañas azules, al poco tiempo hallarás unbosquecillo de abetos que se extiende sobreuna verde colina. Casi en el centro del bos-quecillo se encuentra oculta una solitariacabaña. En el interior de la cabaña, en laplanta baja, frente a la chimenea, reposauna gran alfombra. Allí están bordadas, conhilos de diferentes colores, las siguientespalabras: "Si caminas durante dos días..."

El Hombre Que Comía Diccionarios

González6 ·

“Réquiem” (detalle), escultura en mármol de Amancio González

Del arte y del hombre

El miedo del artista ante la muerteno es una novedad en el mundo del arte.Al arte no le interesa el artista. El artistano le supone nada al arte, ni es medio nifin, ni es cómplice ni es secreto. Dondeel arte descubre al hombre, el artistahuye despavorido. Donde el arte llamaal público, el artista se siente traiciona-do en su posición privilegiada y aisladaante el mundo. El artista ha perdido suidentidad en el mundo del arte. El arte locorrompe todo, lo traga todo, lo muevetodo, lo deja exhausto, lo exprime yluego lo abandona frente a la insignifi-cancia de un trabajo como otro cual-

quiera. La paradoja de ser alguien en elmundo del arte nombra al objeto. El artellama al artista para que camufle sumediocridad en un viaje inacabable quenombra luego al hombre que mira elobjeto reproducido como se pesa unamercancía en el umbral de una vida.¿Qué es arte y qué necesidad tiene elartista para firmar con su nombre lamiseria del hombre? El miedo del artis-ta ante la muerte es el miedo del hombreante lo que no entiende como artista. Elmiedo ante el arte por lo que no entien-de como hombre. Al arte no le interesael hombre. Al artista le exige su muerte.

Kepa MuruaAmmodramussavannarum

Kepa Murua

· 7Murua

DEL INTERÉS DEL ARTE POR EL ARTISTA

Murua8 ·

El arte muestra con sus obras elestado de ánimo del hombre. Un arteserio no está reñido con un arte idiota.Artistas profundos en sus conviccionesadoptan posturas relajadas en algúnmomento de su creación. ¿Es arte loque acontece en el interior como unametáfora de esas puertas que impidenver los objetos dentro? ¿Es el humoruna decoración arriesgada de un cono-cimiento serio? Toda construccióndefinida adquiere relevancia en nume-rosos lenguajes dependiendo del esta-do de ánimo de su creador. La ironía, laparadoja, la caricatura son elementosdel arte y la comunicación, pero ¿quiénes más idiota, el artista o el espectadorque contempla maravillado ese doble

juego? La intención del artista quejuega con las apariencias y las necesi-dades del que escucha es una perspecti-va arriesgada para el arte que lo engulletodo. El espectador, inasequible aldesaliento, es capaz de quedar en evi-dencia en el escenario con tal de quecontinúe la fiesta. ¿Quién se hace, elartista o el arte? El arte como el espec-tador que necesita reír, es capaz decomprenderlo todo, mientras que elartista sólo puede transmitir emocio-nes que provienen del hombre. La idio-tez finalmente se apropia de su decora-ción porque también la exageración sinfundamento necesita tener algo propio.Una vez que se empieza es difícil sabercómo acaba todo.

DEL INTERÉS DEL ARTE POR LA IDIOTEZ

Del libro inédito DEL INTERÉS DEL ARTE POR OTRAS COSAS.

· 9

EL SONIDO DE LOS PASOS

Habrá una lámpara sobre la mesapara el hombre que camina hacia la casa en una hora a oscuras.

En el centro de la sala una lámparapara el hombre que se cansade abrir sus sentimientos.

Una lámpara para escribirun nombre que se sabede memoria.

Con el sonido perdidode tus pasos en la escalerauna lámpara rota si desapareces.

Murua

10 · González

COMO UN HOMBRE

Los restos del naufragiosobre la mesa.

Como el cielo se abrese cierra el infierno.

Como el corazón intranquiloy la costumbre del pasado.

Como la madera en el tejado.Como sentarte a mi lado sin que lo note.

Como comer sin manos.Perdido como un hombre esquivo.

Del libro inédito NO ES NADA.

Kepa Murua (Zarautz, 1962). Autor de los poemarios CAVANDO LA TIERRA CON TUS SUEÑOS (2000) yCARDIOLEMAS (2002), entre otros, y de libros de ensayo como LA POESÍA Y TÚ (2003) y LA POESÍA SI

ES QUE EXISTE (2005). Dirige la editorial Bassarai y la revista virtual “Luke” (espacioluke.com).Amancio González (Villahibiera de Rueda -León-, 1965). Autor de la pieza en bronce que constituyeel Premio Leteo. “Réquiem” es su última obra pública y puede verse en Gümüslük (Turquía). 11

Concierto para arpón¿Qué ha pasado?No entiendo nada.¿Se ha caído o se ha tirado?No lo sé.

El cielo tiene una nave de papel cha-rol acostumbrada al negro del océano yal pulso de las tormentas.

Cayó como una gota de lluvia. Nocon un plof, sino con un plas-plás. Perono llovía. Ni siquiera había nubes. Igualque aquel día en que salí a dar un paseo,fumar un cigarro, tomar el aire, despe-jar la cabeza. Tampoco había nadie porla calle. Era domingo, o lunes, no lorecuerdo. Llegué al parque. En el cés-ped, clavado como una premonición,había un arpón. Estaba lejos, pero meatrajo enseguida, me embrujó con laquimérica tentación de un descubri-miento y fui a por él, conteniendo uncaudal de preguntas al Este de mi ima-

ginación. ¿Un arpón en una ciudaddonde no hay mar, ni ballenas blancas,ni arrecifes de coral, ni playas, ni náu-fragos? Me acerqué lentamente, con elsigilo de un cazador que teme ahuyen-tar a su presa y mide el crujir de la hoja-rasca, el peso de sus pasos, el silbido desu respiración. Ya casi lo había alcanza-do, casi lo tocaba con la punta de losdedos cuando, ¡zas!, tropecé súbita-mente con algo. No vi nada en un pri-mer momento. Me sentí confuso ylancé una mirada al suelo, hasta que metopé de bruces con unos ojos que nada-ban en el desconcierto.

¿No me vas a ayudar? Me he hechodaño. Creo que tienes la cabeza másdura con la que me he tropezado.

Era como un dibujo animado. Sehabía caído de culo tras la colisión yestaba sentada en el suelo. Se frotaba conla mano izquierda un chichón incipien-te que le latía en la cima de la cabeza.

Nacho AbadCampephilusimperialis

Abad

Nacho Abad

12 ·

Por su puesto, le tendí la mano. (Lo mismo no ocurrió así, lo mismo

esto nunca sucedió como pasa con todolo que se cuenta.)

Luego fuimos a tomar un café y yobebí dos cervezas de más y a ella le bri-llaban los ojos. Mientras me hablaba desu novio, sólo pensaba en follármela,en que amaneciera con el estigma de laviolación en la espalda: deseaba deso-bedecerla y que me desobedeciera enun ataque de celo, como una puta delujo pero con pasión.

V. ¿V? Por Dios, qué nombre. ¿No te

podías haber liado con un P, un C o algomás normal?

No estamos liados. Es mi novio.Imaginé que me desabrochaba la

camisa y yo le arrancaba las bragas, yella tiraba el colgante que su novio lehabía regalado por el retrete, y durantehora y media, de dentro a fuera.Delirios de mi imaginación.

¿Y luego qué? Luego te leería un cuento, que es

mejor que fumar.

Yo prefiero un cigarro.La verdad es que no está mal, lo

malo es que mata.Sí, mata el olorcillo a bestias.

Pero debiera volver a empezar.Antes de todo esto hay un principio,que, como siempre, viene después.

La historia comienza cuando undía, movido quizá por los celos, quizápor la curiosidad, decido preguntarpor un tal V. Se entenderá que al tratar-se de una ciudad pequeña, como esésta, y de un nombre tan poco habitual,como se ha referido, no fue difícil darcon algo, una pista, el hilo de Ariadnaque guía por el laberinto. Pero no haylaberinto, ni hilo, ni nada. Sólo un bar,un lugar frío y feo que parece estar alotro lado del espejo. Allí encuentro a Vsentado, bebiendo, mirando de reojo alas rompecorazones quinceañeras quededican mucho tiempo a escoger pocaropa.

Me acerqué a él, qué locura, quién melo iba a decir, y je-je, ji-ji, ja-ja, entretrago y trago, hasta las tres de la mañana. · 13Abad

De allí nos fuimos a otro sitio.Tocados por la mentira cómplice de laborrachera, nos abrazamos... Pero noadelantemos acontecimientos. Paraque la historia se dibuje en el papel,cada elemento tiene que ocupar sulugar, y ahora hay que seguir avanzan-do, esto es, volver atrás.

Es una habitación de hotel. No setrata de nada lujoso, pero al ser nuevo,da aspecto de limpio. La colcha de lacama, por ejemplo, no está pasada demoda. Las cortinas, echadas de par enpar, no son excesivamente horteras. Elsitio es modesto y acogedor. No haynadie alrededor, ni camareros despeina-dos, ni parejas entrometidas, ni vende-doras orientales de rosas. Estamos solospor primera vez, y se hace sentir en elsilencio el zumbido de un moscardón.Noto que ella se fija en los detalles quehay en el cuarto de baño, en la pastillade jabón, en el peine, en el frasquito decolonia. Los mira durante un instante yluego se aleja, movida por un impulso.Me parece que ha decidido no tocarlospara darme buena imagen. Eso me exci-

ta. Se me pone dura al ver que está unpoco tensa. La abrazo y noto su temblorde gorrioncito dormido en las manos.

Nos desnudamos. Los temas quesuenan en el hilo musical son patéticos,como el resto de la escena. Sin embargo,nos ayudan a entrar en calor. Bebemos,entre besos, un par de copas de vino. Ytodo empieza a funcionar. Parece quelas cosas encajan perfectamente.

Métemela hasta adentro. Hasta el corazón.No. Hasta el corazón no, que no es

tuyo. Ella guarda, bajo la llave del silencio,

el baúl de sus sentimientos. Tal vez poreso se entrega a los placeres sin ruboralguno. Nos besamos, nos mordemos,me masturba y la masturbo, con ritmode soul al principio, pa-pa-pa-pa-patá.Luego un poco de jazz, patá-patá-patá-pa-tapatá. Después me la chupa y se lochupo. Nada más lamer su coño, notoque no tiene sabor. La excitación sedisuelve tenuemente. Soy consciente enese momento de cada uno de mis desig-nios a través de un miedo que se presen-ta sin excusa alguna. Me baja la erec-Abad14 ·

· 15Secada

“Le sale de dentro”, dibujo de Mikaela Secada

Abad16 ·

ción. Pero alzo la vista y veo sus pechosde Venus, sus pezones de fresas agracesy cómo se muerde el labio, y otra vezarriba la polla. Me araña ligeramente laespalda. No creo que sea para tanto. Sihe de ser sincero, me cuesta muchoadaptarme a una vagina desconocida.Pero ella quiere complacerme. Intentaque yo me sienta seguro a toda costa.Seguimos en el acto. Ahora el ritmo esmás marcado. Popón-popón-popón.Llevo la cadera adelante y atrás conmovimientos bruscos. Noto que elorgasmo empieza a segregar sus sustan-cias ácidas en todas las esquinas de micuerpo. Sudamos, nos reímos, chilla-mos, nos corremos, nos abrazamos.

Es tarde. Tengo que irme.¿No puedes quedarte un poco más?

Si quieres podemos dormir juntos, lahabitación está pagada...

No. Me esperan.Mierda, no tenía que haber dicho

eso. Qué importancia tenía que la habi-tación estuviera pagada. Tenía quehaberla tratado con cariño, tenía quehaber puesto mi mueca de seductor, micarita de niño tonto, mi puchero.

Aunque no vale de nada arrepentirse.Ya no hay remedio. Me quedo solo, mesiento ridículo, me hago un paja.Mastico el cordón de mi bota izquierda,lamo un poco las sábanas. Y me pierdoen pensamientos que me golpean confuerza, me niegan, me destruyen.

¿Por dónde íbamos? Ah, sí. Está-bamos en que nos abrazamos. V y yo,quiero decir. Beodos como los mendi-gos que duermen en los parques.

Me produjo cierta ternura cuandome habló de ella por primera vez. Por lovisto, cada uno creíamos quererla másque el otro. Él ignoraba el amor que laprofesaba, y yo, por mi parte, tenía laimpresión de que los sentimientos de Vno estaban demasiado evolucionados:debían de asemejarse a los de un perroque espera en el umbral a que llegue suamo. Conmovedor. Por eso me producíacierta ternura, por la impresión de es-tar ante un ser primitivo.

En mi corazón hacían su marchamilitar las cosquillas de un apego sin-cero. Pero como un asesino que se ena-mora de su víctima, tenía un plan y lo

iba a llevar a cabo. No me podía dejarimpresionar por la magia del momen-to. Así que le invité a un par de rayas.

A todas las tormentas del mundo lasanuncia una nave de papel charol acos-tumbrada al pulso del cielo y al negrode los océanos. Sin embargo, el día queella se precipitó al vacío desde la venta-na de mi apartamento, no llovía.

Cuando llegó, tenía la cara descom-puesta. Se deshizo en lágrimas con lavelocidad de un hielo que se derrite enuna mano. Intenté tranquilizarla.Descorché una botella de vino, pusemúsica suave, bajé la luz, y si hubierasido un prestidigitador, si hubierapodido meterme la mano en el pecho ysacar la paloma blanca del consuelo, lohabría hecho sin dudarlo.

A ella le crecía el llanto más y más,hasta hacerse una bestia acuática que lecortaba las palabras en la garganta, conel tajo de un suspiro hondo. La besé yme besó en un instante de tregua. Leacaricié la cara con mis dedos que olíana tabaco. Y de nuevo, dos gotas diáfanasle hincharon los párpados.

¿Qué te pasa?Ella no contestaba. Noté en su mira-

da un angustia terrible. Una sombra velósus pupilas, les restó luz, bailó con pasostétricos por el negro radiante de sus ojos.

V y yo seguíamos bebiendo despuésdel abrazo. El polvito blanco que digni-fica los baños públicos hacía brillarnuestras palabras. Entonces V me hablóde ella de nuevo, y ahora, la conversa-ción me dolía entre el cinturón y elombligo. Pensé pedirle que se callara,que cerrara la puta boca, pero hubierasido un grave error: téngase en cuentaque no éramos dos borrachos que lanoche había juntado, sino una víctimay un depredador, y se acercaba elmomento de ejecutar el plan.

El otro día me estaba follando a minovia y tardé más de una hora y mediaen correrme. ¡Una hora y media!

Imaginar a V tocándola me resultabanocivo, igual que ver a una niñita conlas nalgas tiznadas de hollín, o un pája-ro chapoteando en un charco de petró-leo, o el fino humo que sale cada cuaren-ta años de la biblioteca de Alejandría. · 17Abad

Abad18 ·

Sus jadeos se entremezclaban en micavidad craneal con el sonido de unamoneda deslizándose por un tubo decobre, con el estrepitoso graznido de uncuervo atropellado por una bicicleta.

¿Quieres que vayamos de putas?Por fin me atrevía. Creía que era el

momento de soltarlo y lo hice con muchanaturalidad. Aquello me estaba llevandomás tiempo y esfuerzo del que habríadeseado, pero no me quería acobardar.

Ahora la memoria late con el pulsode mi testimonio. Allí tengo grabadocon la consistencia de un tatuaje aqueldía en que salí a dar un paseo, despejarla cabeza, tomar un poco de aire, y en elparque, clavado en el césped, encontréun arpón. Al ir a verlo de cerca, movidopor la curiosidad, me di de bruces conella. Fue como una visión divina, comopronunciar una palabra cifrada en ellenguaje de los sueños. Tenía la bellezade los objetos extraviados en el fondode una piscina.

Creo que esto hay que celebrarlo. Notodos los días puedo presumir de haberencontrado un arpón en un parque.

¿Quién ha dicho que lo encontrastetú y no yo?

Así que fuimos a tomar un café yotro, y luego una cerveza y otra más. Ycuando ya estábamos un poco sueltos,cuando nos mirábamos más de la cuen-ta y hablábamos con demasiada fami-liaridad, ella me confesó que tenía no-vio. Pum. Disparo a bocajarro.

Seguro que por mucho que os que-ráis hay algo que no le perdonarías. Porejemplo que te sea infiel.

Qué tontería. Sí que le perdonaríaque me fuera infiel. ¿Quién está libre depecado?

Es un ejemplo. Da igual. Lo mismoes otra cosa. Tiene que haber algo. Alfin y al cabo, una relación es un contra-to, y explícita o implícitamente tienecláusulas por las que una de las partespuede rescindirlo.

Sí. Ya sé. Nunca le perdonaría quefuera de putas.

Así que nos fuimos de putas.Rogaría que no se me juzgara con dure-za por esto. Después de todo, lo hice poramor. Fuimos a un club frío y hermoso.

Bebimos champán con varias chicas. Vencontró una que le gustaba lo sufi-ciente. Antes de irse con ella, me pidióque le invitara a una raya más. En elbaño, mientras dibujaba la línea depolvo, me confesó que era la primeravez que venía a un sitio así, a un club.En ese momento me sentí tremenda-mente aliviado.

En los seis meses que duró nuestrarelación, ella sólo me hizo un regalo,un libro de poesía. Una noche, des-pués de hacer el amor, leímos el últi-mo poema, que terminaba preguntan-do quién no lleva en la punta de suarpón una ballena blanca. La coinci-dencia nos sorprendió. Un arpón en elparque, en el verso, una ballena blan-ca, una pregunta. En ese momento, alos dos nos hubiera gustado creer enuna mística que explicara las casuali-dades, en una presencia numinosasituada más allá del azar que anudaracon hilos invisibles cada una de lascoincidencias de nuestras vidas. Peropor desgracia, ambos éramos personasde poca fe.

Meses después, un amigo comúnme contó que el día en que se quitó lavida, ella venía del médico. Se quejabade un dolor extraño en el bajo vientre,de un resquemor metálico en la bocadel útero, de un picor caliente que leincendiaba el pis. También de unaintensa cefalea, de una presión en elpecho semejante a una gripe, de uncansancio que le espesaba los múscu-los. El médico, tras interpretar el análi-sis, le diagnosticó que el VIH habíaentrado en su organismo. Por el recorri-do anaranjado de sus venas, se hacíafuerte a gran velocidad. En esosmomentos, mientras ella lloraba ybebía y me besaba, en la sangre que cir-culaba por su cuello fino, por lasminúsculas costuras de sus ojos, en elmapamundi de sus nalgas, el virus semultiplicaba y mutaba sin obedecer anada, ni a la sístole ni a la diástole, ni ala inspiración ni a la espiración, ni alamor ni al odio: recorría esa delgadalínea que no sabe ni del bien ni del mal,que es la biología.

La música tenue, a lo lejos, nosamansaba. Ella lloraba y yo no sabía por · 19Abad

20

qué. No dijo ni una palabra mientras laintentaba consolar, y guardó el mismosilencio cuando la agasajé con mis cari-cias, cuando la mimé con palmasardientes debajo de la ropa. Permanecióenvuelta en el mismo mutismo en elmomento en que la desnudaba, cuandobesé con suavidad sus pezones, cuandodeslicé mis manos entre sus nalgas,cuando, con una ligera presión, le metíel dedo corazón en el ano. Pero justoantes de penetrarla, dijo:

No olvides el condón.

El condón. Recordé aquella nochecuando, al salir del club, ebrio y radian-te, disfrutando de mi plan maquiavélicoy triunfal, escuché cómo V comentaba:

Menuda coca. Es la hostia. Casi nime corro. Mira que puse empeño, hastarompimos el condón.

El cielo tiene una nave de papel cha-rol que trae la lluvia. Y el día que ella searrojó desde mi ventana no llovía, nihabía nubes, ni nada, pero sobre lostejados y las azoteas, al asomarme ycomprender lo que había ocurrido, vi lanave, o la intuí, o la imaginé.

Esa noche, a escondidas, me quité elcondón. Ella estaba borracha y no se diocuenta.

Eyacular fue como si de un collar,rota la tanza, se hubieran desprendidolos abalorios sobre su pecho.

Nacho Abad (León, 1980). Narrador, poeta y vídeo creador. Autor de los poemarios DE LAS PALA-BRAS PALOMAS (2001) y COMUNICADO (2006). Su último cortometraje se titula “Tripulantes” y seincluye en la antología de relatos del mismo nombre (Eclipsados, 2006).Mikaela Secada Martínez (Santander, 1977). Formada en Grabado y Técnicas de Estampación, y enArtes aplicadas a la Escultura. Ha trabajado así mismo en forja, cerámica y restauración.Actualmente imparte clases de dibujo y pintura en León.

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Noticias del infierno

El señor presidenteque fumó marihuana pero no se tragó el humo.

Ven al sabor,disfruta de la libertad sin límites de

El secretario de defensaque confiesa gastarse un billón de dólares al año en armasy 50.000 millones en desarrolloesperando que este argumento traiga la pazy la estabilidad al mundo.

Afortunadamente, hay cosas que nunca fallan, como

El Musarrafque era un dictadorcargaito de armas de destrucción masivahasta que los Estados Unidos lo necesitaronpara invadir Afganistán y se convirtió,de la noche a la mañana,en un demócrata de toda la vida.

AntonioOrihuelaCamarhynchuspsittacula

Orihuela

Antonio Orihuela

22 ·

La vida es móvil, móvil es

La señora ministra de la viviendaque no va a frenar la especulación,la construcción sin límiteslos precios abusivosy las hipotecaspero que sabe decir keli y chachipiruli.

Profesionales que responden, te lo garantiza

El ministro de trabajo que nos llama compañeroscon los dientes sucios de bolitas de caviar.

Te lo has ganado, como

La ministra de medio ambienteque habla de desarrollo sosteniblemientras se salta el protocolo de Kyoto a la piolay el uso de recursos naturales supera en un 20%la capacidad regenerativa del planeta.

Empieza a trabajar en tu futuro, mira a

El portavoz del gobierno hablando de pluralidad informativacuando el 90% de las imágenes que circulan por el mundoson suministradas por la CNN, VISNEWS y WTN.Orihuela

· 23Orihuela

75.000 cancionespara 75.000 estados de ánimo.Es un consejo de

El presentador de televisión para el que no es tragedia ni noticiala cotidiana muerte de 15.000 personas por el sida,la tuberculosis o la malaria,y otras 50.000 que se mueren, sencillamente, de hambre.

En Mayo, 2x1.

El que condena la violencia desde la presidencia de un banco.

El futuro elige VISA.

Los secretarios generales de los sindicatos mayoritariosconferenciando sobre el Estatut, la tregua de ETAy la receta del pollo al chilindrónen el mitin del primero de mayo.

Porque el tiempo nos da la razón.

El que se crucifica con cemento y ladrillosy pone él los clavos.

¿Tienes problemas para llegar a fin de mes?Agrupamos todos tus préstamos en uno.

Orihuela24 ·

El que sale de casa con el intermitente puestoexigiendo como propio el carril de adelantamiento.

¿Te gusta conducir?

El que vive dentro de una serie, de un telediarioo peor aún pensando que no hay vida más alláde verse retratado y entrevistado diariamenteen el periódico de su pueblopagado por su propio partido.

Ha llegado la revolución¿Te vas a quedar fuera?

El que se queja del precio de la consola Nintendoy su móvil de última generacióny quiere que le descuentenlos tres millones de muertos quehan provocado las multinacionales en el Congocompitiendo por la extracción de los componentes mineralescon los que se construyen nuestras chucherías.

Elígenos y no te preocupes de nada.

El que elimina el costo de las interacciones de la vida diaria,el manipulado que objetiviza sus opinionesy las imágenes correspondientes.

· 25Elia

Acrílico de Elia Torrecilla Patiño

Orihuela26 ·

Buscamos personas como tú.

El que cede sus órganos en el chat oniric love on linelos fines de semanay en el de la Congregación Virtual de la Amistad Galácticasólo los jueves.

Buscamos personas como tú.

Lo que se achata, se serializa, se vuelve repetitivo y reiterativoy es vendido cada vez como la última novedad del mercado.

Pronto todo el mundo lo tendrá.

La locomotora que valía, en 1980, 12.910 sacos de caféy que vale hoy 137.400,siendo la locomotora y el saco de café los mismos.

¿Necesitas dinero?Reventamos los precios.Tú eliges.

La Organización Mundial de la Saludque se plantea apoyar el derecho de los países pobresal uso de genéricosmientras los Estados Unidos lo bloqueay amenaza con recortar sus aportacionesa esta organización.

27

Donde no llegan las medicinasllega Coca-Cola,bébete la chispa de sus vidas

y eructa.

Antonio Orihuela (Moguer, 1965). Doctor en Historia. Poeta, ensayista y narrador. Sus últimaspublicaciones son LA CIUDAD DE LAS CROQUETAS CONGELADAS (Baile del Sol, 2006) y TÚ QUIÉN ERES TÚ

(Ediciones Idea, 2006). Cultiva también la poesía visual y coordina los Encuentros de Poetas “Vocesdel Extremo”, de la Fundación Juan Ramón Jiménez.Elia Torrecilla Patiño (Vigo, 1984). Estudia Ilustración en la Escuela de Arte de Segovia. Ha obteni-do el Primer Premio en el Certamen Nacional de Artes Plásticas de Pola de Laviana. Participó en laexposición colectiva itinerante “José Lapayese Bruna” (Teruel).

Anoche mal dormía y te soñaba. Estábamos en casa y no llovía. Yo dejaba losgrifos abiertos como venas y el agua te inundaba y tú dormías y no te dabas cuen-ta de mojado. Y entonces me asustaba y te llamaba pero no respondías esta vez.Encontré tu cabeza entre las aguas. Seguías muy dormido como si... Creo que yogrité que despertaras y entonces sí, lo hiciste. Sacaste la cabeza como un pez vola-dor y me miraste. Entendiste el desastre y lo arreglaste pronto y secaste mi llantopor debajo del agua, pese al susto tan grande de verte así... dormido.

*

Y si duermo y te sueño como acaso los peces que no descansan nunca, que norecuerdan nada y no saben de trenes o ganas de perderse en el fondo de un cuentoque no sea tan propio, entre líneas de Oriente, con letras dibujadas como si fuerancuadros que guardaran secretos de tiempos milenarios donde el amor llegabacomo hasta aquí la lluvia, de golpe, sin aviso, enrareciendo todo sólo para aclarar-lo, para salvar al mundo de tanta geometría, tanto perfil exacto, tanto tictac al fin.

Y si despierto y pienso en ti por accidente como acaso los gatos que miran dis-traídos, aunque muy fijamente, a esas almas en pena que sólo ellos aciertan a olerentre las sombras de antiguas medianoches que nunca terminaron y que siguenacá, recordando quién sabe qué besos nunca dados, qué promesa incumplida, qué

MacarenaTrigoCatameniainornata

Trigo28 ·

Un horizonte másMacarena Trigo

a F. P.

pena de vivir entre tanta tristeza, viendo pasar las fiestas donde nadie recuerda elcolor de sus ojos.

Y si tú te enfadaras o te asustaras mucho y pensaras que no, que es del todoimposible, del todo innecesario, muy desaconsejable, tenerme así de cerca, a todahora del día, ignorando delirios que cruzan por mi frente cada vez que aparecescomo si fueras alguien del todo inolvidable con quien soñar despierta.

Y si tú me dijeras que hasta aquí hemos llegado, que nada de esto existe, que no eresel que pinto con mis torpes palabras y que no he retratado ni un pedazo de ti en todaesta montaña de papel deslucido, emborronado ahora con este desatino que trata deenredarte como si fueras pez, acaso azul y frío, ignorando el anzuelo que tan paciente-mente...

Y si tú me miraras como sueles hacerlo, así, sin darte cuenta, a corazón abier-to, encontrando respuestas que acaso sólo tú, y entendieras que estoy estando entodo sólo porque estás cerca, como si mereciera tu presencia en mis días, tus ojossobre mí, tu voz cansada.

Nada sucederá. Por eso escribo. No importa no entender. No importo yo.

*

Entonces poco más. Un corazón de charcos, con mis dudas, unas manos aten-tas, un mar vulgar de llanto, una ceguera antigua y este miedo de no poder besarel horizonte y dejar de dormir. Soñar, mejor, soñar, y ser siempre feliz o estar tran-quilo con hormigas debajo de los pies y algún torpe reloj que nos atrase las ganasde partirle la boca a tanta gente. · 29Trigo

Zantleifer30 ·

Macarena Trigo (Madrid, 1979). Autora de LOS POEMAS PERDIDOS DE ELEONORA QUE MARIANA ENCON-TRÓ NO SABE DÓNDE (Amarú, 2006), Premio Internacional de Poesía Iberoamericana Víctor Jara. Dalmiro Zantleifer Ojeda (Buenos Aires). Realizó estudios de Diseño Gráfico y Dibujo Humorístico.Actualmente estudia Ilustración con Daniel Roldán. Su web es www.dalmiro.com.

Ilustración de Dalmiro Zantleifer

· 31

El silencio que pasa

I

Me gusta ese silencio que conjugaLa nada con el signo de mi tierraLa eclosión que se nutre a cada pasoNavegando sin rumbo. Me detengo

En las horas que nombro, en el constanteLatir, en el verdugo que me esperaDonde la noche rompe su espejismo.

Febril misterio, desdén que me cobijaAlud de la agonía y el recuerdoExplicación veraz, mancha que rompeUn sueño en la palabra, piel desnuda.Rival en ese ruido que se vierte donde el hombre no existe.

Adolfo AlonsoAresPasserina amoena

Adolfo Alonso Ares

Ares

Ares32 ·

Dibujo de Adolfo Alonso Ares

Adolfo Alonso Ares (Astorga, 1956). Autor de los poemarios UN RENGLÓN INFINITO (1998), EL VÉRTI-GO SAGRADO (1998), ALACENAS BLANCAS (1999), EL LIQUEN DE LOS ROBLES (2000), DEL ROJO AL

NEGRO (2000) y PLEGARIA DEL METAL (XIII Premio Gil de Biedma, 2003). Coordina los encuentrospoéticos anuales “Poemas en el claustro”, que se celebran en la Catedral de León.

RETOMARÉ EL OTOÑO

Como renglón que agota tu presente.Raíz que se ha servido de la escarchaPara acotar el cielo.

Templo donde la piedra se hace lajasPlegaria que se nutre de emocionesLumbre de las hogueras apagadasPudor que fue conciencia.

Viviré en el jardín, donde la lluviaEs vieja y el tiempo no transcurre.

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El desahucio

Pasar aquí el resto de tu vida.¿Piensas pasar aquí el resto de tu vida?

RoxanaPopelkaCerthidea olivacea

Popelka

Roxana Popelka

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¿En este lugar?¿Con el olor? Es por el olor.

¿Qué es exactamente lo que hace a los hogares de hoy tan diferentes, tan atractivos?

A veces el olor llegaba a marearme. Por el olor, era por el olor. · 35Popelka

Popelka36 ·

Las paredes desconchadas y los azulejos grasientamente siniestros. Me oían.Apuesto a que los azulejos escuchaban lo que decía.

Y las moscas, miles de moscas, moscas posadas sobre las mondas de patatas,jugando con las mondas de patatas, cagando sobre las mondas de patatas.

¿Qué es exactamente lo que hace a los hogares de hoy tan diferentes, tan atractivos?

Y un solo aviso para el desahucio.

¿Quieres que te cuente cómo se movían las paredes? Se movían las paredes.

· 37Popelka

¿Cuánto tiempo llevas ahí sentada? ¿Una hora o más? ¿Llevas una hora o más conla mente perdida, flotando?

A lo lejos las fábricas, las lúgubres acerías.

Popelka38 ·

¿Qué es exactamente lo que hace a los hogares de hoy tan diferentes, tan atractivos?

Las cosas no van a ser diferentes el año que viene, tampoco el otro.

La memoria cada vez más frágil. El deterioro final. Es la demolición. Es mi casadeshabitada. · 39Popelka

Roxana Popelka (Gijón, 1966). Licenciada en Ciencias Políticas y Sociología, y Doctora en Filosofía.Ha publicado los poemarios CIUDAD DEL NORTE (1989) y SIMPLEMENTE NADA COMÚN (1991). Dirige larevista literaria “Lúnula”, del Ateneo Obrero de Gijón. Es codirectora y guionista de cortometrajescomo “La vida en corto” o “El aparcamiento” (premiado en el Festival de Cine de Gijón).

¿Qué es exactamente lo que hace a los hogares de hoy tan diferentes, tan atractivos?

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· 41Díez

Preludio nº2Estaba acostado en la cama, con los

ojos abiertos. Sonó el timbre del portalde la calle. No hizo caso, pensó en loscarteros comerciales. Giró levemente lacabeza y sintió el roce suave de la almo-hada en su mejilla. Dejó que se hundie-ra su rostro y el resto del cuerpo desnu-do, en las señales de bruma perfumadaque aún tenía la tibieza del recuerdo yque le había dejado entre las sábanasuna mujer, antes de irse para siempre.

Pensó en el asedio diario de los car-teros comerciales y siguió escuchandoen su equipo de música a Chik Corea,en el tema The Loop. Volvieron a insistiren la llamada, pulsando el timbre delportero automático. El hombre miróhacia la mesilla de noche. Con los rayosde luz solar, que a esas horas del díaentraban a través de las lamas de la per-siana no bajada al completo, pudo ver elresto de la bebida alcohólica que aún

quedaba diluida con el hielo, en elfondo del vaso.

Bebió sin ningún temblor aquelúltimo trago, como un sediento que através de un espejismo llega a un oasisy no repara en si el agua está turbia.Cerró los ojos y siguió escuchando elsiguiente tema del álbum… I hear aRahpsody. Sólo sintió unos segundos eldolor. Fingió que se levantaba, que salíaa la calle, que caminaba sin rumbo, enmedio de la gente que iba y venía inun-dando las aceras de la ciudad. Se para-ban frente a los escaparates, sin saber elporqué y para qué. Fingían ser felicesmirando a las grandes pantallas de lostelevisores, que anunciaban más panta-llas de otros televisores. Así hasta elinfinito.

Sus ojos se llenaron de espejos inú-tiles en los que poder reflejarse. Siguió

Jesús DíezFernándezMolothrusbadius

Jesús Díez Fernández

Puertas42 ·

Óleo de Rosa Puertas

Jesús Díez (Sopeña de Curueño, León). Autor de los poemarios LA NIEVE ¿QUÉ SILENCIO? (Huerga yFierro, 2005), CLEPSIDRA DE OTOÑO (Ed. Libertarias, 1995) o NOGAL DE PERGAMINO (Andrómeda,1991), así como de los libros de relatos EQUIPAJE DEL OLVIDO (Huerga y Fierro, 2006) y EL NIÑO DEL

TREN HULLERO (Alfasur, 2004), entre otros títulos.Rosa Puertas. Ha expuesto en el Certamen Anual de Artistas en la Estación de Atocha, en elAeropuerto de Barajas, en el Botánico, Estudios Solana de Madrid, etc. Forma parte del grupoEstudio Arte Cras. Ha ilustrado varios libros de Jesús Díez. 43

caminando. Abatido, dejó caer la cabe-za sobre el hombro y el pecho de unamujer, que fingió al cruzarse con él,mirarle intensamente y comprenderle.

Estaba acostado en la cama, con losojos muy abiertos y fijos en el trenzadoque había tejido una araña, entre lalámpara que seguía encendida y eltecho de la habitación; en los últimosminutos de su vida, mientras él ya via-

jaba a través de la noche de verano, quelatía en el corazón de un piano…Summer Night.

Volvieron a insistir en la llamada loscarteros comerciales y también unagente bancario, para ofrecerle unseguro de vida o un plan de pensiones.Él fingió que cerraba los ojos Night AndDay para siempre, escuchando elPrelude nº 2 de Scriabin. Mock up.

Candidata a la presidencia del CCL, reponiéndose

The Children’s Book of American Birds

el hambre

Y después que hubimos gustado los alimentos y labebida, envié algunos compañeros —dos varonesa quienes escogí e hice acompañar por un terceroque fue un heraldo— para que averiguaran cuá-les hombres comían el pan en aquella tierra.Fuéronse pronto y juntáronse con los lotófagos,que no tramaron ciertamente la perdición denuestros amigos; pero les dieron a comer loto, ycuantos probaron este fruto, dulce como la miel,ya no querían llevar noticias ni volverse; antesdeseaban permanecer con los lotófagos, comien-do loto, sin acordarse de volver a la patria.

·Mas yo los llevé por fuerza a las cóncavas naves y,aunque lloraban, los arrastré e hice atar debajode los bancos. Y mandé que los restantes fielescompañeros entrasen luego en las veloces embar-caciones: no fuera que alguno comiese loto y nopensara en la vuelta. Hiciéronlo en seguida y,sentándose por orden en los bancos, comenzarona batir con los remos el espumoso mar.

Homero, Odisea, Canto IX

Vaz48 ·

“Ambre”, fotografía de Eva VazEl

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· 49Piquero

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Caín leyendoMon semblable, mon frère

En mi tarde más negra quiero tocar el cielo.Sentado en lo más hondodel autobús, y el libro entre las uñas,¡adiós, vertiginosa jornada laboral; adiós, salario;adiós a mi Macintosh, que ronronea y piensa por su cuenta!Leo como leía cuando era adolescente:moriría de versos.

Escucha tú, de quien sé bien el nombrepero has de ser un tipo poco recomendable —como todos nosotros—,que devuelve los golpes con precisión de fieray sabe un par de cosas que todos sospechábamos.Dime que hasta la última palabratodo es verdad, verdad,o dame una señal para olvidarme el libro en el asiento.En esta negra tarde se busca una certezay cruzo la ciudad como un feto motoro,respirando en el libro.No vayas a decirme que el mundo está ahí afuera.No es más real que este terrible soplo al corazón.

José LuisPiqueroArremonabeillei

José Luis Piquero

¿Nos hemos olvidado de escribir,idiotas instruidos mientras ella se va dando un portazo?Entonces hasta el más sórdido adolescentedebería escupirnos su desprecio en la cara.Sea Dios el libro mientras nos susurrasu espantosa verdad. Reseña: calla,no vales el talón que te ha pagado.

Escucha bien:te doy mi libertad, eres la sombraque vigila la luz de mi ventana.Yo te he dado las llaves y ahora asústame.Eras el preferido de mi Padre, jamás te perdoné, el mejor de nosotros.Tú y yo somos iguales, sólo eso sé decir.

Y que todo el dolor y la alegría y la furiason verdad, son verdad,porque si no soy yo quien está muerto y tú estás muertoy en esta gran mentira de los poemas arderemos todoshasta que cada libro no sea más que ceniza.

José Luis Piquero (Mieres, 1967). El conjunto de su poesía, reunida bajo el título AUTOPSIA (2004),le valió el Premio Ojo Crítico de RNE. Escribe crítica de libros y arte, y ha traducido al asturianoobras de Charles Dickens, Herman Melville o Arthur Miller.Eva Vaz (Huelva, 1972). Ha publicado, entre otros, los poemarios LA OTRA MUJER (2003), LEÑA

(2004) y METÁSTASIS (2006). Se ha dedicado al campo de la escena, el periodismo y las artes plásti-cas. Dirige la empresa de gestión cultural Ex-Libris. Su web es www.evavaz.net.50

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· 51Torices

La gran dieta

Antes de comenzar la redacción deEl banquete, la novela por la que serárecordado en los tiempos venideros,Micael C. Peace pesaba ciento setenta ydos kilos y era un hombre feliz.Durante los nueve años que tardó enescribirla, perdió ciento veinte kilos,buena parte del cabello y la totalidad desus relaciones con el mundo. Operaprima y a la vez postrema, hercúlea,insuperable, el manuscrito de El ban-quete se componía de seis mil trescien-tos veintinueve folios numerados yhomogéneos, escritos por ambas carascon una letra menuda pero legible, ycon más agregados que tachaduras.

Recuerdo bien el día que Micael sepresentó en las oficinas de MnemosynePublishers Ltd., por aquel entoncessituadas en un sótano de All SaintsAvenue. Pálido como un cadáver,escuálido y tambaleante como si aca-bara de escapar de un campo de con-centración, portaba bajo el brazo unacarpeta sencilla e insuficiente paradar cabida a los papeles que contenía.Tras presentarse, dijo: «Éste es el pri-mer capítulo de una novela un pocolarga. Si se deciden a publicarla lesharé llegar los ciento ochenta y tresrestantes por mensajería. Estoy unpoco débil.»

Alberto R. Torices

Nuestro querido Micael C. Peace ya ha pasado a engrosar (con perdón) la nómina de losinmortales. Requiescat in pace. Escritor desmedido y amigo entrañable, prodigioso serhumano, fue también miembro del oscuro y ya casi olvidado Oblivion’s Club; atlante,titán, portento de la naturaleza, su silueta ensombreció la de todos sus colegas. Hoy, elhonor de haberlo conocido y tratado me impone el deber de glosar, con la ignominia de labrevedad, la odisea emprendida por este hombre formidable. Pues bien, hela aquí:

Alberto R.ToricesIctinia mississippiensis

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Si he de ser sincero —y pretendoserlo, acaso más de lo que me convie-ne—, bastó la primera página para con-vencerme de que aquella carpeta conte-nía la promesa del que había de ser mimayor logro como editor.

La primera edición de El banquete,que yo dirigí y hoy es fetiche de colec-cionistas, constaba de seis volúmenesde unas mil quinientas páginas cadauno, impresos en papel biblia y a cuer-po nueve.

Pues bien, por más que cueste creer-lo, Micael C. Peace escribió esta incon-cebible historia de un solo tirón, comoquien dice. A lo largo de las entrevistasque mantuvimos durante el proceso decorrección de pruebas (en cada una delas cuales aparecía ante mí un Micaelmás recuperado y risueño, saludable yorondo), tuvo la generosidad de contar-me el relato de los nueve largos años quele supuso el alumbramiento del prodi-gio. Así conocí el secreto literario ymetabólico del más grande autor denuestros días, y acaso de todos los tiem-pos: escribir le adelgazaba, engordaba sino lo hacía. Supe, también, cuál fue la

disciplina a que se sometió durante laredacción de El banquete, la más grandenovela de nuestros días y acaso... en fin.Se levantaba a las seis de la mañana. Sinlavarse ni quitarse el pijama, se sentabaa su mesa y comenzaba a escribir. A lasocho, su mujer, la adorable RosarioO’Babian, entraba sigilosa en el cuarto ydejaba sobre sus papeles una bandejacon café, leche, azúcar, zumo reciénexprimido, tostadas y las píldoras parala vesícula. A las diez, la hoy viuda apa-recía otra vez en la habitación dondetrabajaba el genio, le reprochaba quesólo hubiera tomado el café, suplicabaque hiciera al menos el esfuerzo de tra-gar las píldoras y salía al fin murmuran-do: «Qué va a ser de este hombre, Diosmío...» Al mediodía, una nueva bandejallena de comida aterrizaba sobre lamesa del escritor; a las catorce, era reti-rada fría e intacta. A las diecisiete y a lasveintiuna horas, otro tanto ocurría conla merienda y con la cena. Por lo demás,cada tres horas Micael C. Peace se levan-taba para estirar las piernas, vaciar lavejiga y el cenicero, y hacer más café. Ya las veintidós horas, se metía en la · 53Torices

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cama y se entregaba a un sueño siempreinsuficiente y agitado.

Con el tiempo, y tras mucho rogar einsistir, Rosario consiguió que su mari-do tomase al menos zumos naturales yfrutos secos sin sal. Pero no logró, du-rante los nueve años de su cruzada, queel infatigable autor descansase una solatarde, ni que al menos los domingossumara más de ocho horas de reposo.

Micael C. Peace, sin embargo, nuncatemió por su salud. Antes de abordar Elbanquete, me dijo, había llenado sucuerpo con reservas grasas suficientespara aquella larga hibernación. Y con-forme a este carácter previsor, durantelos catorce años que había permaneci-do como contable en la plantilla de unaempresa dedicada a la importación decarnes, había ido ingresando dinero enuna cuenta bancaria hasta alcanzar lacifra que le permitiría tan prolongadoperíodo de inactividad laboral. Así,cierto día, volvió de la oficina antes dela hora habitual y le dijo a la mujer que,a su modo, tanto amaba: «He dejado eltrabajo. Voy a escribir una novela. Mellevará algún tiempo, pero aquí —y

mostró la cartilla del banco— encon-trarás dinero para ir tirando. Llamaantes de entrar en mi cuarto, y sólo si esimprescindible. Gracias, cariño.» Dicholo cual, besó a una Rosario estupefacta,y se encerró en su despacho.

Como cabía esperar, a la sensata,enamorada y temperamental mujer,semejante discurso no le bastó, yMicael C. Peace tuvo que hacer el es-fuerzo, paciente, amoroso, de explicár-selo un par de veces más, tras lo cual semostró inflexible, hermético, inexpug-nable. No permitió más intrusionesque las preestablecidas, no toleró rui-dos domésticos, no habló apenas.

Comenzaron tiempos difíciles parael matrimonio, pero nada hay contra loque no pueda la Costumbre, esa viejatejedora. Rosario cambió el estridenteaspirador por la sigilosa mopa, empezóa escuchar con auriculares su programade radio favorito y hasta para sonarse lanariz buscaba el rincón más alejado dela habitación donde trabajaba el astro.

Es verdad que al principio, cauta ycabal, Rosario había pensado que aque-llo sólo sería una extravagancia pasaje-Torices54 ·

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ra; la crisis de los cuarenta, quizá, oalgún sueño de juventud no del todoolvidado. Por eso hizo llamadas y,valiéndose de piadosas mentiras, obtu-vo de la John & James Transoceanic MeatCorporation la promesa de que readmi-tirían en plantilla a su marido una vezse le pasara la tontería. Pasaron, encambio, los días, las semanas y losmeses, y Micael no se atuvo a razones.Al final, vista la inutilidad de sus amo-nestaciones, de sus reclamos y suslágrimas, Rosario se limitó a lo únicoque, aun con esfuerzo, podía hacer:preservar mínimamente la salud de sumarido. Y la principal herramienta deque dispuso para ello fue, de maneraparadójica, el tabaco. Tras años de abs-tinencia, el mismo día que comenzó aescribir su novela, Micael volvió afumar, y como se resistía a salir de casasiquiera para ir al estanco, su mujer leproveía de cigarrillos siguiendo unapauta innegociable: por un desayunocompleto, tres cigarrillos; por mediodesayuno, sólo uno. Por una ensaladabien surtida, cinco cigarrillos; por unachuleta con guarnición, que Micael

masticaba trabajosamente mientras laslágrimas surcaban su rostro, ocho piti-llos. A pesar de la repugnancia que,durante su encierro, Micael mostróhacia la comida, aquel delicado equili-brio mercantil logró mantener losmínimos dietéticos imprescindiblespara un organismo humano e impidióque el escritor fuese víctima de un enfi-sema pulmonar.

Hubo, claro es, muchos más dile-mas, graves disputas familiares y nume-rosos problemas de todo tipo, dada latestarudez con la que Micael se negó asalir de su guarida e incluso a emitirsonidos. Su limitado interés con respec-to al caso que nos ocupa, además de ladeuda contraída con el insigne creador,nos impide, no obstante, que hagamosaquí tan enojosa enumeración.

Por fortuna, y aunque ya en el lími-te de la capacidad menguante de suorganismo, Micael C. Peace terminó lanovela. El día que escribió la palabra“Fin” en el último folio, en una bellamañana de junio, salió de su cuarto sil-bando y dio la buena nueva a su esposa,que lloró durante mucho rato. Luego se · 55Torices

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duchó, se afeitó y vino a verme. Esemismo día, también, dejó de fumar yrecuperó su fabuloso apetito. Lo cele-braron en un restaurante francés, ycomenzó para el matrimonio un nuevoperíodo de dicha... que no había dedurar demasiado, por desgracia.

Micael C. Peace pudo haberse con-formado con recuperar el peso previo aEl banquete y con la gloria que le propor-cionó la publicación de esta ingentenovela, grande entre las más grandes.No lo hizo. En realidad, ya nunca dejóde engordar. En menos de un año habíaganado los ciento veinte kilos perdidos.Y cuando se cumplió el primer aniver-sario de su gesta, ya superaba los dos-cientos. No salía de casa, esta vez no porpropia voluntad, sino porque hubierahecho falta tirar varios tabiques.Micael, sin embargo, era feliz, no sequejaba, no pedía nada... excepto tenersiempre a mano un plato de comida.

Supe todo esto porque recibí un díala llamada de Rosario. Estaba desespe-rada, no sabía qué hacer. Llegó a decir-me que se volvería loca si Micael noreventaba antes. Había tenido que

poner un candado en la despensa, man-tenía el frigorífico bajo mínimos paraevitar los ataques nocturnos y temíaque la economía familiar, pese a losnotables dividendos obtenidos por lasventas de El banquete, no pudiera resis-tir el desaforado apetito de su marido.

Hice lo posible por consolarla y pro-metí que hablaría con Micael. Le llamé,traté de hacer que entrara en razón.Nunca olvidaré sus palabras: «No sé dequé te quejas, Thomas. Sabes mejor quenadie que yo no engordo, yo acumuloideas. Escucha, creo que en dos añosmás, si Rosario no me mata de hambre,habré conseguido el peso que necesitopara acometer mi nuevo proyecto. Lotitularé La orgía, y puedes creerme: éstasí que será una gran novela. Calculo queandará por las cincuenta mil páginas,quizá más.» Micael siguió hablandolargo rato de la nueva novela que pre-tendía escribir. Estaba entusiasmado,febril. Yo tardé algunos minutos enarticular palabras. Nada deseaba másque leer nuevas páginas del maestro,pero la perspectiva de una ediciónsemejante me resultó terrorífica.Torices56 ·

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Mientras él hablaba, hice el cálculo delnúmero de mecanógrafos, correctoresy maquetistas que necesitaría para edi-tar aquella monstruosidad en un plazorazonable. Colgué el aparato recorridopor fuertes temblores.

Le llamé más veces. En cada oca-sión, Micael comenzaba por ponerme altanto de los kilos que había ganado.Siempre creía, sin embargo, que susideas aún no tenían suficiente “peso”.De nada sirvieron mis consejos, mis lla-madas a la prudencia. Micael hablabasiempre con la boca llena y, a la vez quemasticaba y deglutía, me aseguraba queesta vez sí, lo presentía, iba a escribir lamás grandísima novela de toda la histo-ria de la humanidad, la obra definitiva,insuperable, aplastante. Yo le repetíaque aquella obsesión acabaría arrui-nando su salud, que debía cuidarse,comer menos, empezar a escribir pocoa poco y sin hacer locuras. «La obesidad—me dijo una vez— es incompatiblecon la escritura, pero al mismo tiempoes su condición fundamental. El escri-tor tiene que aprovisionarse primerodel material que se propone evacuar, y

una vez que empieza ha de limitar suingesta al puro numen divino.Cualquier otro alimento estorbará en suintestino sobrecargado. A excepcióndel café y los cigarrillos, por supuesto.»Y añadía: «No sabes, amigo mío, cuán-tas veces trabajé inútilmente durantehoras, las mismas que tardaba en dige-rir un simple huevo frito. Pero eso,claro, la pobre Rosario no lo entendía.»

La pobre Rosario, como él dijo, mellamó de nuevo pocos días después demi última conversación telefónica conel escritor. Su voz fue, en esta ocasión,gélida e inapelable. Me dijo: «Micael hamuerto», y añadió el lugar y la hora enque tendría lugar el entierro. No me diodetalles sobre el modo en que ocurrió eldeceso, ni yo se los pedí. Para qué.Afirmé que el mundo perdía un granhombre, y el silencio de Rosario me hizosentirme idiota, tal vez justamenteinsultado. No le dije —tuve esa mínimalucidez— que se había perdido tambiénuna gran novela, que además hubierasido la novela más grande jamás escrita.

El 6 de abril de 1989, festividad deSan Samuel, profeta, Micael C. Peace · 57Torices

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fue enterrado en su tierra natal: en unaparcela del sector dedicado a GrandesPersonalidades del cementerio deMonticello, en el condado de Jefferson,Florida.

Durante el sepelio, diez hombrescargaron con un féretro que, por susdimensiones, parecía más bien unacama de matrimonio. El foso, reciénexcavado, me hizo pensar en loscimientos de una casa. Al triste eventoacudieron autoridades y hombres deletras, lectores devotos, endocrinólo-gos, célebres maîtres. Lamentable-mente, también hicieron acto de pre-sencia los miembros vivos del ya citadoOblivion’s Club, amigos de juventud deMicael C. Peace.

Cabe informar a los lectores que loignoren, que el Oblivion’s Club fue unaespecie de capillita literaria integradapor una media docena de escribidoressin talento ni suerte, pseudointelectua-les iluminados, hombres de poco edifi-cante carácter, bebedores, prostibula-rios... Es cierto que podría juzgarse lapertenencia de Micael C. Peace a dichocírculo como un desliz, un tanteo, un

insignificante pecado de juventud. Perotampoco podemos eludir la importan-cia que semejante experiencia llegaría atener en su condición de escritor, comosin duda había comprendido la afligidaRosario O’Babian.

Ésta, cuando vio aparecer a seme-jante panda, comenzó a dar gritos, seabrió paso hacia ellos acumulandofuria y los abofeteó, escupió e insultó.

—¡Vosotros —gritaba—, vosotrosaquí! ¡¿Es que no respetáis nada?!

No desprovista por completo derazón, la desdichada mujer les hacíaresponsables del infortunio al que sevio abocado su marido, por haberlecontagiado el delirio de la grandezaliteraria:

—Si no os hubiera conocido nunca,“Mikki” y yo estaríamos ahora pasean-do por Blossom’s Boulevard.

—Pero señora —alegó uno de ellos,el flaco Henry Pathè—, si él ya escribíacuando le conocimos...

—¡Cuentos, maldita sea, relatoscortos!

Mientras la sujetaban, la viuda, casidelirando, dijo que al principio MicaelTorices58 ·

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· 59Kovacs

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solo escribía por placer y en ratos per-didos, y que nunca hasta que empezó Elbanquete le había negado una tarde depaseo, de compras, de chocolate conchurros. Y amenazando con el puño alos del Oblivion’s Club, prudentementeretirados, añadió:

—¡Al menos sé que la novela de“Mikki” eclipsará todos vuestros ridí-culos opúsculos! ¡Vuestras obritas!¡Vuestras cagaditas de literatos estreñi-dos! —y Rosario lloraba y reía, se ara-ñaba el rostro y lamentaba su tristesuerte.

Ciertamente, El banquete eclipsarámuchas cosas, y no sólo por el espacioque ocupa. En cuanto a La orgía, no meatrevo a imaginar lo que habría sucedi-do, Micael, si hubieras logrado tus pro-pósitos. Probablemente, una densaoscuridad se hubiera cernido sobretodo el planeta durante años. Y sinembargo, te imagino y sólo puedo pen-sar con tristeza en esa obra monumen-tal de la que ahora mismo —paciente,trabajosa, inevitablemente— ya estándando cuenta los gusanos.

Sit tibi terra levis.

Alberto R. Torices (Guernica -Vizcaya-, 1972). Se ha ido a vivir a un pueblo muy pequeño.Lazslo Kovacs (Lensk -Siberia-, ¿1946?). Personaje de tupé ensortijado que camina siempre en dia-gonal porque necesita pensarse dos veces las cosas. Es omnívoro y zurdo para todo menos paraescribir y para los deportes que no practica. Fumador pasivo empedernido, nunca se acuesta sinhacer sus ejercicios de glúteos para mantener el culo inquieto.

Relato perteneciente a la serie “Memorias del Oblivion’s Club”

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Alimento para un sueñoI

Tú que acumulas tanto y tan bueno,nunca tendrás suficiente.

Harás de tu primera montaña cordillera,de tu primer logro,un múltiple canal de prosperidad;de tu mayor victoria,tu punto de partidaen las sucesivas conquistas.

Pero el hambre siempre será hambre,cielo sin reposo para un sueñoque nunca se antoja eterno.

Despliega, a través de la renuncia,tus anhelos atrapados en la infancia.

En tu intento de gloria,pájaros de colores se aferrarán a tu ceboy el aire te colmará de nuevo.

Rafael SaraviaGonzálezParomachrusmocino

Rafael Saravia González

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Fotografía de Sandra Muñiz

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II

Fuiste tenue, de arroz.Caminabas por medio de un río de migasgustando el zumbido de avispas a un lado,al otro un hilo de hambruna callado.Después te fuiste de amor.

Más tarde, si cabe.

Rafael Saravia González (Málaga, 1978). Poeta, editor y fotógrafo; fundador y miembro del ClubLeteo y Ediciones Leteo. Formó parte de las antologías poéticas Novilunio (1998) y PetitComité (2003), y en 2001 publicó la plaquette de poesía Pequeñas conversaciones derojo, títulos todos ellos de Ediciones Leteo.Sandra Muñiz Justel (León, 1983). Licenciada en Publicidad por la Universidad Complutense deMadrid. Ha realizado diversas campañas publicitarias, así como el diseño de varias publicacionesdel Club Leteo. 63

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Arce64 ·

Ilustración de Javier Arce

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· 65Laxa

Brion LeBunny

Aprendieron los jóvenes maléficos acultivar ajenjo (furioso golem de verdesojos) en la azotea y huía espantadoBrion Lebunny cada vez que se convo-caba una nueva fiesta en el piso.

El ajenjo (jilguero de rubí) adultera-ba tanto la percepción del que lo consu-mía, brillaban tanto sus pupilas queparecían sumideros ebrios sobre lascuencas de los ojos... Adulteraba tantola percepción —ya digo— que nohabía-manerahumanadiablosdeescribiruna-líneasinfaldasdeortografia.

Aprendieron los jóvenes maléficosa administrárselo a nuestro BrionLebunny sin que lo supiese. Cuando lohacían, veía cosas horribles. Buenejemplo de ello eran los cráneos degenerales franceses con murciélagos

bicéfalos enroscados en jazmines porsombrero, o los dientes de gato, distri-buidos en platos como comida paraaves vigías del parnaso... Además,molestos ancianos vestidos tan sólocon chanclas se amontonaban sobre untelevisor de ébano y bebían distraídoszarzaparilla. Cosas terribles, el pobre...Surgían de los haces de luz, divinasorgías de mujeres cuyos pechos esta-ban cubiertos de muérdago y los clíto-ris fumeteaban palabrotas tales comohijodegrandísimafulana, intentabanalzar el vuelo dedos que habían afana-do diamantes marfileños de los cajonesy (en ocasiones) el mismisisisimoBarrabás, enfundado en un traje espa-cial color miel de la Alcarria, le daba delo lindo al grog codo con codo con elcónsul irlandés de Valparaíso bajo elvolcán.

Vladimir LaxaLarus pipixcan

Vladimir Laxa

A Vito Gallo

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Laxa66 ·

Y se cagaba en diosyensumadremientras pensaba para él: “Lo han vuel-to a hacer”, y es que se veía nuestroheroico protagonista conducido delbrazo del opiáceo (kaleidoscopio decaléndula) hasta la nevera en plenamadrugada sin saber bien por qué ¡dia-blos! y sentía tanta hambruna que seproclamaba Oliver Twist por el pasillomientras gritaba ¡¡¡¡ostiaputaaa!!!!

Aunque volviese saciado a la camano tardaba en verse fotografiado encada vidrio, criaturita, con la cara tandesencajada como un peso pesado des-pués de haber perdido el título mundial(no precisamente a los puntos) contrauno de esos negratas del Bronx connombre de trapero.

Aunque hubiese devorado deliciosoemparedado de atún en escabeche ymayonesa con aceitunas verdes rellenasde anchoas y aceitunas negras conhueso, el ajenjo le hacía cosquillitas enla planta de los pies y se sentaba a laaltura de su caja torácica susurrando:

“Eres tú, esta bola de cheedar eres tú,chiquitín, este trozo de carne a la brasaque pronto vomitaré, eres tú, pequeña-jo, cachorro de marsupial” y negaba tanfuerte con la cabeza que siempre acaba-ba dándose contra alguna pared.

Oía carcajadas, nuestro BrionLebunny, mientras depositaba sin ele-gancia alguna alimentos en la taza deváter. Risas desbocadas que se abríancamino sobre su nuca, mientras —yadigo— echaba a perder un embutido deprimera... Después, otra vez el hambre,atrapado como un pájaro en la barrigade un adolescente somalí, arañaba lasentrañas del tierno Brion Lebunny quesuplicaba un trozo más de pan, un pocomás de comida “por favor” —clama-ba— y las risas cesaban ya por un nano-segundo para volver con más alegría asobrevolar aquel piso de estudiantes...

Y Brion Lebunny, que cursaba pri-mero de ciencias exactas en la Autó-noma, que calzaba un cuarenta y dos,que se leía el prospecto de los profilác-

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*Hemospensadoaumentaren30$elpreciodelosgastosestadulceflor(musgoenlaaxiladeldemiurgo)nosestádejandocasisinBlanca.

Vladimir Laxa (Nizhni Nóvgorod, 1956). Cursa actualmente segundo de bachillerato en el Institutode las Artes “Anna Nietochka Nezvanova”, Moscú. Compagina sus estudios con un trabajo a mediajornada en la mayor fábrica exportadora de estramonio de Rusia. Su madre aún espera la conclu-sión de su primera novela (UN ARTIFICIO EPISTOLAR SOBRE LA GUERRA DEL PELOPONESO).Javier Arce (León, 1981). Programador informático, diseñador y fotógrafo. Responsable de algunosdiseños del Club Leteo. Edita el weblog elhombrequecomiadiccionarios.com. 67

ticos porque era alérgico a noséqué,cuyo estómago era lo suficientementeduro como para echarle un centenar depolvos a su rolliza y fea novia.

Brion Lebunny, que hablaba con laboca llena, que se afeitaba con unanavaja herrumbrosa, que arrastrabalos pies y tarareaba ese estúpidoestú-pido tema de Neil Diamond mientraspreparaba té, que se rascaba los hue-vos prácticamente la mayor parte deldía y fumaba esa mierda de tabaco deliar llenando la moqueta de hebras,que apestaba a neo burgués y que secomportaba como un bañista vaca-cional.

Brion Lebunny, al que Jules y Jimaburrió mortalmente (sic) dejándolasin rebobinar, que encontraba todo tanbarato, todo tan bonito y que / nunca,jamás, nunca / había oído hablar deViaje al final de la noche, se agarraba lassaciadas tripas y gimoteaba.

Salió esta mañana cargado con suscosas, como alma que lleva el diablo,cargado con sus maletas camino de lahermosísima Buffalo que le vio nacer.No hemos tardado mucho en poner unanuncio en la prensa, calculamos queesta misma tarde vendrán los primerosjovenzuelos rosados a visitar nuestrabella habitación en alquiler*.

El

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La boca del estómagoque noque ya está bien de tanta coñaque ya os vale, joder,que noque no subimos al chabolopara la hora de la siesta, ¿vale?

Vinieron más boqueras.

que noque esto no hay quien lo comaque estoni es comidani es nadaque noque pasamos de subir al chabolopara la hora de la siesta, ¿vale?

Llegó el Jefe de Servicios.

¿cómo que qué pasa aquí?¿a usted qué le parece?se supone que esto son lentejas, ¿no?,pues mire, ¿lo ve?,aquí no hay más que agua, ¿lo ve?,

DavidGonzálezCamarhynchusheliobates

González

David González

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y hasta que no nos traiganuna jala como dios mandade aquí no nos movemosno subimos a la celdapara la hora de la siesta, ¿queda claro?

Tuvieron que avisar al Doble1.

voy a ir pasando lista de uno en unoy al que no deponga su actitudy siga negándose a subir a su celda

se le castigará con un fin de semanade aislamientoen las celdas de castigo.¿He hablado con la suficiente claridad?

con tanta claridadque perdimos el culoescaleras arribaa ver cuál de nosotroscogía primeroel sueño.

Después, por la noche, para cenar,

las mismasputaslentejas.

1 El director. · 69González

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JUGO DE NARANJA

Apenas te sostienes de pie.Son cinco días ya sin probar ni bocado.Los dos últimos, además, sin beber nada.Una huelga de hambre en plan salvaje.Piensas constantemente en comida.En la comida de la cárcel.En el agua tibia con cuatro lentejas.En los garibolos, que podrían servirmuy bien para jugar a las canicas.En el arroz viscoso:prueba a tirarlo contra la pared

y verás como se queda allí pegado.En las patatas fritas, frías y revenidas.En los huevos fritos, sin yema,cachos de cáscara rasgando la clara.

El Mellado entra en la celda.Lleva una naranja en la mano.La naranja más grande que has visto en tu vida.Se la pasa de una mano a la otra.La lanza al aire, la recoge.Te mira, se cachondea.

González70 ·

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¿Qué, pringao?¿Cómo lo llevas?¿Todavía no te has muerto?

Se apalanca en la cama, a tu lado,y se pone a pelar la naranja.

La pela despacio, sin ninguna prisa,cuidadosamente.Las mondas las arroja al suelo.No consigues apartar la miradade sus uñas llenas de roña.El jugo de la naranjale resbala por los dedos sucios

y deja por un momento de pelary se los chupa,

haciendo todo el ruido de que es capaz,haciéndolo adrede, por supuesto.Se pasa la lengua por los labios.Relamiéndose. Como lo perra que es.Algunas gotas han caído sobre la almohada,muy cerca de tu cara, de tus labios,demasiado cerca diría yo.Termina, por fin, de mondar la naranja,la acerca a los labios, abre la boca,

y cuando va a pegarle el primer mordisco,parece arrepentirse, entonces te mira, sonríe. · 71González

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¿Quieres que te dé un gajo?

No. Uno no.Uno es poco. Todos. Los quieres todos.Le arrancas la naranja de las manos

y te la llevas entera a la boca. No entra.Te muerdes la lengua.También un trozo de labio.Entonces arrancas los gajos de tres en tres,los llevas a la boca

y para que entren del todolos empujas con la yema de los dedos.Tienes tanta gusa que los pasas enteros.Sin masticar. Lo que masticasson tus propios dedos, tus propias uñas.Te atragantas con las pepitas.Te empapizas. Toses. Te dan arcadas.Te entran ganas de vomitar.Pero sigues devorando epilépticamente la naranja.

Después te tiras de cabeza al suelo.Todavía tienes que comerlas mondaduras.

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David González (San Andrés de los Tacones,-Gijón-, 1964). Entre sus poemarios, figuran: REZA LO

QUE SEPAS (2006), EL AMOR YA NO ES CONTEMPORÁNEO (2005) o SPARRINGS (2000). Dirige la colec-ción de poesía “Zigurat”, del Ateneo Obrero de Gijón. Su web es www.davidgonzalezpoeta.com.

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· 73Elia

Acrílico de Elia Torrecilla

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El devorador de luciérnagas

Están locos si piensan que saldrésin rechistar, si aceptan que cederé milecho, mis muebles, la silla en que mebalanceo al atardecer… Mientras con-serve un gramo de ira (un soplo mi-núsculo de fuerza), no consentiré queme expulsen de aquí.

Viene a mi memoria, con fiel exac-titud, el engañoso comienzo: cuandotodo era alborozo y creíamos, unidospor la aventura, que lo pasaríamos engrande. Íbamos en capilla, confiados,anhelosos por llegar a él. Nos sorpren-dió la tormenta en el Valle, su estrépi-to bronco y bárbaro. Los relámpagos(culebras de oro) y los truenos (negrostimbales) nos llenaron de pavor.Alguien señaló la casa entre las peñasy rompimos a correr. Siendo innume-rables, sólo yo vi el peligro: el puenteangosto, las tablas frágiles, nuestrogrupo bisoño y civil. Me giré para darla alarma, pero era demasiado tarde:

entre un mar de astillas, como piezasde ajedrez, ellos —todos ellos— se fue-ron al fondo.

Los primeros días en el refugio fue-ron hostiles. Pensé que el hambre,sobre todo el hambre, me haría enlo-quecer. Exploré los rincones con celo,pero sólo hallé despojos: carne dura,pan rancio, un puñado de nuecesamargas. Algo de lo que comí mecausó fiebre y estuve cerca de morir.Me soñé girando en una esfera, comoun gusano en una bola de cristal.

Poco a poco, de modo insensible,conseguí hacerme a él. Pasaba el tiem-po esperando y meciéndome sin cesar.Vivía casi del aire que impregnaba suscuatro paredes; y de las luciérnagas,siempre brillantes, carnales al venir lanoche.

Fue una noche, precisamente,cuando los oí por primera vez: nosusurros ni pasos torpes, sino algo de

Miguel PazCabanasTachycinetathalassina

Cabanas

Miguel Paz Cabanas

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mayor magnitud. Sonidos tensos yoscuros que me infligían un levepavor. Aquellos ruidos, crecientes, seintensificaron días después. Eran rít-micos y velados, siempre al morir eldía. Volví a evocar los muertos y sulúgubre destino: el río, furioso, loshabría llevado al mar... y sólo los bui-tres, de alas inmensas, podrían llegarhasta ellos.

Una de esas noches, la más larga, oíun golpe en el exterior. Supe entonces,con una certeza sombría, que había lle-gado mi hora. Por primera vez sentímiedo e imploré a Dios su ayuda. Fuecomplaciente, diré magnánimo, yreparó en mi torpe oración. No losescuché por un tiempo y simularondejarme tranquilo. Pero yo sabía, final-mente, que no se olvidarían de mí.

Ahora (mientras lucho con encono,mientras bloqueo la puerta maltrecha)

sé que mi suerte será esquiva. Hacetiempo que oigo sus pasos y sé quenada los detendrá. Son numerosos yfuertes, actúan sin escrúpulos. Peroestán locos si piensan que saldré deaquí. Por puñales que esgriman, porgritos que den, les plantaré cara sinmiedo. Gastaré mi último hálito y meaferraré a este sangriento cordón…Incluso ahora, cuando, en el paroxis-mo de mi humillación (mientras meflagelan las nalgas), les oigo decir:

—¿Qué es, doctora? —Un varón. —¡Un niño!—Sí. Y, por todos los santos... ¡El

muy capullo se negaba a nacer!

Incluso ahora, mientras me arro-jan, en esta noche virgen y helada, enlos brazos de mi mamá.

· 75Cabanas

Miguel Paz Cabanas (Sestao, 1963). Narrador y ensayista, su publicación más reciente es CUENTOS

CRUELES PARA LEER TUMBADO EN LA CAMA (Ediciones Leteo, 2004). Escribe relatos cortos en la webclubleteo.com, dentro de la sección “Libro de necrológicas”.

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Poesía urgentePHOTO PRESS

Te conozco bien,tu eres la fotografía de un niño hambriento,la última morada de la concienciajunto al anuncio del nuevo software.Tú eres la conversación que no se sostieneel reducto de mi rabia y la paciencia desbordada.En tu ignorancia vivimos todosen tus ojos saltones—tripón y canijo—en tus envejecidos rasgos que anuncianla inminente muerte y el debate en televisión.Te conozco tanto que ya no te temoni me quitas el sueño que no tengoni podrás nunca competir con la imagen que te robó el alma. Campo de refugiados donde gravitan los corazonesdonde los cuerpos tendidos como ropase sostienen al filo de la media vida.Desconfía entoncesde quienes fotografían sin pudor tu suerte,vuestra muerte está sobrevalorada.

Uberto StabileAnas sibilatrix

Stabile

Uberto Stabile

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Fotografía de Rafael Saravia

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JACK KEROUAC, POCAHONTAS Y YO

Íbamos Jack Kerouac, Pocahontas y yocamino del sur en mi vieja furgoneta escuchandoJohn Lee Hooker en la radioDespeñaperros pa’bajo y algo más en el cuerpocuando recogimos al estudiante colombianohaciendo autostop en la gasolinera de Bailéncon un maestría en geología y dos piedras de hachís en el bolsillo,contando historias de Manu Chao y las FARCy el estadio de sitio y una muchacha de Cáceres que le prometió el amory se quedó con sus travelcheques como recuerdo.

Íbamos, digo, camino del sur desentonando a coro al Camarónpalmeando sobre el salpicadero de la Nissancreyéndonos libres y soberanos en un país que no reconocemosni quiere reconocernos,cuando vimos la luna sobre la ciudad de Córdoba y suspiramoscomo si fuéramos niños de plata en un jardín prohibido,y nos cogimos de la mano porque en un momento todos fuimos indioscomo Pocahontas, Moctezuma y nuestro amigo colombiano,indios en una reserva de vino, ceniza y hechizos,y conjuramos al futuro para que nos fuera propicioy el futuro se nos hizo de pronto irreversible, irreverente, irrevocable.

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Y tuvimos que enterrar en una sola nochea los amigos que habían muerto desbocados, de amor,de sobredosis, de locura, de la vida misma que ahora nosotrosen el umbral del siglo reclamamos desde la memoria.Como pasajeros de un poema sin destinoíbamos Jack Kerouac, Pocahontas y yocamino del sur encañonando con insolenciala sien plateada y sospechosa de una Europa limpiaordenada y preparada para repeler el hambre que nuncanos dejaron reclamar.

Uberto Stabile (Valencia 1959). Fundador de la Editorial Malvarrosa y Ediciones del 1900. Es res-ponsable de los “Encuentros Internacionales de Editores Independientes y Ediciones Alternativas”(EDITA). Entre sus libros de poemas, figuran: LOS DÍAS CONTADOS (2000), PERVERSO (1997), LAS

EDADES DEL ALCOHOL (1995) o RENDEZ VOUS (1991).Rafael Saravia (Málaga, 1978). Ha realizado las exposiciones individuales “Nos queda la memo-ria” (2004) y “Ramblas” (2005). Ha sido comisario de la Exposición Colectiva de Fotografía“Estupor y temblores” (2006), en torno a la figura y obra de Amélie Nothomb. 79

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Fotografía de la serie “Niebla”, de Remedios Carrera

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Hambre de nieblaNecesitaba aquella noche. Salir a

pasear. Dejarse guiar por las sombras ydeleitarse con las ondas que formabansus zapatos al pisar los charcos.

La niebla se espesaba dejando atrásla tarde lluviosa. Una tarde de olvidopara caer en la melancolía, supongo.Como cualquier otra tarde de otoño. Eslo que tiene esta época del año. Ya losabemos. Él no buscaba sentirse des-graciado, o simplemente especial. Sinembargo, la atracción de la niebla erasuperior a cualquier tópico estacional ymanido.

Lo que más le gustaba era el procesode formación. El paulatino desdibujode la ciudad. Las sombras que pierdensu poder ante el reflejo anaranjado delas farolas. La única verdad del charcoque pisas porque medio metro pordelante el mundo está por descubrir.Tal vez una hermosa muchacha, puedeque un agrio encorvado o quizá una

puñalada drogadicta. El peligro quesiempre entraña explorar, se hace pró-ximo, más cercano, en las noches deniebla.

De niño soñaba con piratas, aventu-reros perdidos en el corazón de unaselva, guerreros a caballo y damas ala-das que formulaban encantamientoscontra las hordas enemigas. Hazañascultivadas en el fondo de su almohada.Creció y comprobó que aquello nuncaestaría a su alcance. Todo el imaginarioque había nutrido durante tantos añossu alma infantil, todas las imágenes desí mismo salvando el mundo con lasque se había alimentado, se derretíanen la lumbre de una caldera de gas ciu-dad. Leyó páginas nuevas. Recientesautores que apelaban de nuevo al saborde la aventura. No era lo mismo. Qué va.Las nuevas empresas le parecían abu-rridas, con todos aquellos datos técni-

Sergio Santa CruzCharistopizaeucosma

Sergio Santa Cruz Santamarta

· 81Santa Cruz

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cos que distanciaban su atención de loque realmente le importaba. Ahorasabía algunas cosas, no demasiadas,pero las suficientes como para que sumente no se dejara engañar. Cuestionesfísicas y matemáticas que aseverabanque un hombre no podía volar por símismo. La química suficiente comopara afirmar que ningún bebedizopuede hacerte invisible. La historianecesaria para creer que los caballerosmás valerosos son leyendas y, claro, lasleyendas no son reales. Pero eso eraexactamente lo que necesitaba, rebelar-se contra las normas del ser adulto. Noquería seudoensayos envueltos en elcelofán de una frágil intriga. Habíamadurado hasta ser racional. Y sentíaque su cuerpo crecía hueco, sin sustan-cia. Experimentaba con las nuevas lec-turas una pavorosa bulimia. Devorabalas páginas con ansiedad que poco des-pués se transfiguraba en decepciónhasta hacerle regurgitar todas y cadauna de las palabras. Su cuerpo se hin-chaba con la edad. Con calorías de más.Su alma por el contrario se apagaba

como velas sustentadas en parafina,artificial y moderna, versátil y barata;productiva. Estaba harto del lado oscu-ro de la condición humana, de los dese-os colectivos de triunfo sobre cualquiercosa, del sexo cuasireligioso, del amordesventurado y de los justificantespolíticos de toda condición. Sentía náu-seas en las carnicerías donde podíacomprar cuarto y mitad de novela deficción documentada y te regalo unramillete de falsa poesía. Y llegado aeste punto, está claro que no había otrasalida. Tenía que autoalimentarse.Crearse a sí mismo, a diario, como unenfermo de muerte que precisara de unsuero para no desfallecer. Tenía queinventar algo. Historias que pudieracreer con los anhelos del niño que habíasido. Cuentos para engañar a su menteadulta y aleccionada. No necesitabacompartirlas, pero surgió la duda en él.¿Habría más personas en una situaciónparecida? Descubrió que sí. Legionesenteras de hombres y mujeres ham-brientas de imaginación. Regimientosde creadores que no buscan sino relle-Santa Cruz82 ·

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narse mutuamente el alma vacía.Participó en alguna pitanza con la sanaintención de hacer acopio en la despen-sa, aunque no era su principal fuente denutrientes. El sustento primordialnacía de la soledad, de la confusión y laparadoja, de qué coño quiero hablar ycómo empiezo. Y el momento propiciopara lograr este objetivo era, precisa-mente, en esta época del año.

El otoño, como dije antes, suelemartirizarnos con la decadencia, lamelancolía y todas esas vainas tan pro-picias a los versos, pero tiene algo real-mente hermoso. La niebla.

Esa niebla que le impedía ver másallá de las ondas que forman los pies enlos charcos. El vértigo y la fascinaciónde la nada que nutre el alma de los

soñadores como él, que nunca quiso sergran cosa y sin embargo inventó unmundo para sí donde no tener que darexplicaciones y volar, si quería, parasalvar al mundo de su inminente des-trucción. Lentamente, después de diezminutos de espera en mitad de esanada, cuando estuvo completamenteseguro de estar sólo, comenzó el verda-dero banquete. Cerró los ojos y aspiró lahumedad. Recogió con las manospequeños fragmentos de condensa-ción, los llevó a la boca y masticó condeleite. Con cada ración que tragaba,sentía alojarse en su alacena una colec-ción de fantasmas y héroes a los queharía bailar más adelante. Sobre elfondo blanco de su ordenador. En para-ísos. Infiernos. Y también en extrañastierras de compleja determinación.

Sergio Santa Cruz Santamarta (Etterbeck -Bruselas-, 1974). En 2005 publicó la selección de relatosCÁRABO, EL TÉ DE LA VERDAD (Ediciones Leteo). Escribe regularmente en la web clubleteo.com,dentro de la sección “Trillando aldeas”.Remedios Carrera (Casayo -Orense-, 1972). Fotógrafa y pintora, ha participado en diversas ferias yexposiciones de arte en España y Portugal; entre las más recientes, la Bienal de Pintura de Zamora(2006). Dirige la Galería DOSMILVACAS.arte (Ponferrada). 83

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Hambre

Ya no tengopellejos en los dedosque arrancarpara sentirotro dolordistinto al tuyo

estoy perdidoy soloy tú no estás

y aunque estuvierasseguiría estándolo

yo creo.

Necesitaría devorarte

para llenar

tu vacío.

Vicente Muñoz ÁlvarezArremon taciturnus

Muñoz

Vicente Muñoz Álvarez

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Vicente Muñoz Álvarez (León, 1966). Editor del fanzine “Vinalia Trippers”. Entre sus títulos figuranel poemario PARNASO EN LLAMAS (2006) y el libro de relatos LOS QUE VIENEN DETRÁS (2002).Silvia Álvarez López-Dóriga (León, 1982). Pintora y escultora, cursa actualmente Bellas Artes en laUniversidad Complutense de Madrid por las especialidades de Grabado y Restauración. · 85Dóriga

“Gritos desde el interior”, grabado de Silvia Álvarez López-Dóriga

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The Children’s Book of American Birds

el hambre

Hora del almuerzo del secretario del Club

Confesiones

LA NOCHE

La noche en la que mi padre sintió que le costaba respirar la pasé casi despiertohasta más allá de las seis y media de la mañana. Mucho más allá no, sólo un poco,quizá. Pasé las horas pensando en lo adorables que eran las vecinas del apartaho-tel en el que nos alojábamos. Pensaba en ellas y en lo divertidas que resultabancuando jugaban a las palas en la playa, y a cada golpe recolocaban su biquini parano mostrar más de lo que deseaban. Pensaba también en sus padres, sobre todo enél, que miraba a cualquiera que se acercase como un perro de presa o un dobermano algo así. Veía, sin necesidad de cerrar los ojos para pensar mejor, sus biquinisrelucientes y felices, recién comprados, adquiridos seguramente para estos díasfamiliares en el mar. Veía sus biquinis tendidos y expuestos al sol y a ellas de cuer-pos teñidos y pechos y nalgas blancas sin necesidad de hacer esfuerzo ni de usaren exceso la imaginación. Sé que concilié el sueño cuando pasadas ya las seis ymedia de la mañana mi padre venció a la ansiedad y los ronquidos anunciaron queestaba mejor. De tanto pensar en mis vecinitas el que casi no podía respirar a esashoras de la mañana era yo.

Ignacio EscuínBoraoXolmis pyrope

Escuín

Ignacio Escuín Borao

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LISBOA

Si esto fuera Lisboa yo podría hacerte creer en algún café que soy heredero dePessoa, o rodeados por las luces amarte y decirte que un collar de uvas blancas nosabraza. Adoro las luces de Lisboa, redondas y descomunales, sueño con ellas tan-tas noches que al despertar creo estar allí en ocasiones. Pero no, mire donde mireno encuentro Lisboa, y quizá tampoco encuentro lugares más cercanos y conoci-dos. Busca Lisboa en tu corazón y llena tus manos de su primavera, aquí y en mipecho hace frío.

Ignacio Escuín Borao (Teruel, 1981). Licenciado en Filología Hispánica. Es director de la EditorialEclipsados y fue fundador y director de la Revista Literaria Eclipse. Ha publicado los poemariosPROFUNDIDADES (2005), EJERCICIOS ESPIRITUALES (2005) y POP (2006). Dirige el ciclo de encuentrospoéticos “Este jueves, poesía” en la Universidad de Zaragoza. 89

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Fotografías de la serie “Autorretrato de Kahlo”, de Marta Castro

· 91De Cuenca

Tres poemas

PUERTA ABIERTA

“¿Te gusta mi corpiño?” (Aquel corpiñoy un antifaz de raso eran sus únicasconcesiones al lobby de la tela.)“¿Te gusta mi perfume?” (Aquel perfumederretía el cerebro como el polvoblanco de la novela de Arthur Macheny no dejaba sana una neurona.)“¿Qué es lo que más te gusta de mi cuerpo?”(Díganme qué podría respondera una pregunta tan abstracta.) “Cómeme.”(Y me puse, sin más, a la tarea.)

Madrid, 9 de marzo de 2006.

Luis Albertode CuencaChondestesgrammacus

Luis Alberto de Cuenca

Castro92 ·

· 93De Cuenca

PUERTA ENTREABIERTA

Era el cuarto de baño de un hotelde contactos: jacuzzi circulary patitos de goma deslizándosepor la bañera, grifos sicalípticosy espejos tapizando las paredes.Había una rendija de luz tibiapor la que pude ver cómo llevabasa cabo turbadoras ceremonias,excitantes caricias digitales.Agrandé la rendija poco a poco,velado por la niebla del deseo.

Barcelona, 2 de marzo de 2006.

94 · Castro

Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950). Poeta, traductor y ensayista. Autor de poemarios como LA

CAJA DE PLATA (Premio de la Crítica, 1985), EL HACHA Y LA ROSA (1993) o LA VIDA EN LLAMAS (PremioCiudad de Melilla, 2005). Fue director de la Biblioteca Nacional.Marta Castro Suárez. (Sabadell -Barcelona-, 1982)Diseñadora, fotógrafa e ilustradora. Creó y dirigelos blogs “Dadanoias” (dadanoias.blogspot.com) y “Ternura porno” (unavidarosa.blogspot.com).Su obra gráfica puede verse también en www.martacastro.com. 95

PUERTA CERRADA

¿Me abrirías la puerta? Era importantepensar qué llevarías puesto entonces.O qué no llevarías. O si aquellose quedaría en un paraklausíthyron.Pasé todo un verano imaginandocómo te dirigías a la puerta,cómo manipulabas los cerrojos,cómo, al fin, te mostrabas a mi vistay me decías: “Pasa, no te quedesahí. La noche es larga, interminable.En esta casa no se duerme nunca.”

Madrid, 9 de marzo de 2006.

Cuatro puntos suspensivos

NO SÉ

Me he desprendido de casi todo aquelloque de ti se me quedó atrapado dentrofiltrándose como el gas sarínlento hasta que no hubo manera de expulsarlo.

Y ya no me quedan las nochesen tu sofá, tu sonrisalos orgasmoslos paseos, las ciudadeslos momentos, las mañanas las camas aquel mundo por descubrirnostodo aquello que del mundo escondimostodo lo malo.

—¿Por qué me quieres tanto?—No sé.—Entonces, ¿qué hacemos?—¿Ahora?

LucasRodríguez Troglodytesaedon

Rodríguez

Lucas Rodríguez Luis

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—No, ahora no, a partir de ahora supongo.—Pues, no sé.

Ya no me quedan fotosimágenes historias o recuerdoscicatrices, sueños húmedospintadas en la calle papeles repletos de palabras nada, nada de todo eso

pero joder

cómo te echo de menos.

· 97RodríguezDibujo de Lucas Rodríguez

CIUDADANO QUIÉN

Tengo la iniciativade un puñetazo encajado.

El diálogo habitualde una acera tras el desfile.

Soy así, fríocomo la nariz de un perro de presajugueteando entre tus piernas.Eternamente mojado bajo esas nubes privadas que te persiguen con sus pequeños diluvios a domicilio.

Con esta cara de mala hostiaque dios me ha dadohaciendo rebotar cualquier gesto de buena intenciónde los rostros que observo.

Me gusta ser quien no soyaparentar lo que nunca quise llegar a parecery es que me importa muy pocoel resto de las cosas

hoy soñé que tenía tatuada en la cabeza una diana.

Rodríguez98 ·

ESTRENO DE LA MAÑANA

Se cae la mañanadesde abajoarden los dos extremos de mi barriosu cielo se erige en coloressoberano burlóntodo cansalas paredes que soportan el pesola calzadasu envolturael constante murmullode una sirena sobre el asfaltoperdida, inmóvil, que anhela el mary a Ulisesy a toda su tripulación,cobrando 50 por un completo.

Se caey éste el afilado aguijónque despliega Babilonialenta como el despertar de un titánquedamos ensartados

tocadosyhundidos.

· 99Rodríguez

MALABARES

Mira mamá, sin manos…

Barájalos y contempla cómo caende mano en manocomo la auténtica moneda.Hasta que alguien se la guarday hace suyos tus problemaspor el sentir socialo por solidaria convenienciao por mera estupidez.

O por lo que suceden al final la mayoría de las cosas más bellasy más sucias:

Por un jugueteo de colorevitando que se caigan al suelotus sentimientos,un baile a ritmo de piel que resbalay contorsiones y espectáculoy al final gritos

Rodríguez100 ·

y aplausos y el truco final.Una locura de coloresrítmica y equilibrada.

Malabares sonpero llámalo sexo.

Lucas Rodríguez Luis (Logroño, 1978). Autor de los poemarios QUEDA LO COTIDIANO (www.pagi-nadeausicaa.com, 2003), SAMSARA (Ediciones del 4 de Agosto, 2005) y NARCISO EN SODOMA

(Eclipsados, 2006), entre otros. Dirige el proyecto editorial “Elkoalapuesto”, así como la serie desueltos poéticos “Versus” y el fanzine “Minimal”. 101

Mardaras102 ·

Portada de Víctor Mardaras. Técnica digital.

Single nº5, “Fetish Control”

En el cuarto, dos chicas se poníanrayas. El Coronel entró primero y nospresentó. Eran dos mujeres altas y cor-pulentas que llevaban los pezones ani-llados y el cuerpo salpicado de tatuajes.

—Estas son Katia y Vera —dijo elCoronel.

Las chicas me miraron y sonrieron.Una de ellas comenzó a esnifar.

—Están colgadas —apostilló elCoronel.

—Invítale a una raya —dijo la quese llamaba Vera.

Katia vino hacia mí con una copa enla mano. Una magnífica melena peli-rroja enmarcaba su rostro y lanzabadestellos dorados mientras cruzaba laestancia como una nube.

Me cogió de la mano y me guióhacia el centro de la reunión. El Coronel

se acomodó en una butaca y encendióun cigarrillo. Yo me senté en el sofá ynos pusimos todos a charlar.

Había una bandeja con trufas sobreuna mesa de cristal. Katia me dijo:

—¿Quieres?—Sí —dije, y me incorporé hacia la

mesa. Me acercó una trufa a la boca yme la introdujo en ella.

Jugamos una partida de billar. ElCoronel contó algunas de sus anécdo-tas. Katia y Vera reían y aportaban suspropias historias y contra-anécdotasentre susurros y exclamaciones como“oh, sí” y “toma ésa” cuando conseguí-an una buena carambola.

Al acabar la partida comenzó lamúsica y el baile. Katia puso DancingQueen, Licence to Kill, Jesus to a Child yThe Girls in the Beach; Vera, The Land of

David MurdersTorreornis inexpectata

David Murders & The Representatives Of Evil

· 103Murders

Cara A. GENTE DIVIRTIÉNDOSE

—Quiero que todo se vaya a la mier-da. Que los que tienen poder pero care-cen de autoridad se pongan a temblar,quiero su destrucción a todas luces.¿Comprenden ustedes o se lo tengo queexplicar en chino?

—Cálmese, señor Gutiérrez, seguroque hay alguna manera de solucionarsu problema.

—¿Mi problema? No es mi proble-ma, no quiero solucionar mi problema,quiero solucionar un problema.

—Ahora mismo es más tu problema

que el de cualquier otro, socio. AlCoronel Gutiérrez no le vengas con son-risas conciliadoras, acepta sus consejosy no le des tú ninguno o te puede partirla cara por listo.

—Pero Guti, hombre —intervino elsegundo funcionario— que yo teconozco desde que éramos críos.

—¡Quiero ver a vuestro jefe ahoramismo!

—¡Ar! ¡Firmes! ¡Ar!...—¡Me cago en la hostia puta! —saltó

Rape and Honey, Golden Dawn, South ofHeaven y Reign in Blood. En cuanto alCoronel, resultó ser de gustos más clá-sicos. Puso temas de blues tipo HoochieCoochie Man y Back Door Man.

Pero para entonces todo estabatotalmente desmadrado. Recuerdo que,en algún momento, mientras la fiestaseguía su curso entre música, copas ybesuqueos de toda clase, el Coronel,

presa de un apasionado entusiasmo, selevantó, descolgó el teléfono y comenzóa perorar:

Hemos vampirizado las artes como ali-mañas sarnosas acariciando el alma de unniñato repeinado que es el hijo del presiden-te de la nación. Estamos en su cerebro, atra-yéndolo a conversar con el lado oscuro, latentación vertiginosa de una cremalleraloca, la auténtica diversión.

Murders104 ·

Cara B. TAKE NO PRISONERS / POWERFUCK

David Murders & the Representatives of Evil son D. Mardaras y los Representantes del Mal. Sussingles han aparecido en espacioluke.com, clubleteo.com y bluesdeluzazul.blogspot.com.Forma parte de la antología “Tripulantes” (Eclipsados, 2006). Estos textos son extractos de su pri-mer libr0, TERRORIZER.Víctor Mardaras (Bilbao, 1978) es diseñador, ilustrador y pintor, y se encarga habitualmente deldiseño en los singles de David Murders & the RoE. 105

el Coronel. Por fin había logrado acce-der al pasillo posterior. Llegó a lapuerta del fondo del pasillo y el gorilaque le había estado acompañando se laabrió.

Bajo las bra-gas de la señoraministra ardíaun infiernohormigueante.La mueca avie-sa e inconteni-ble en el rostro,el brillo anor-mal de su cris-

talino, la dilatación de la pupila, el velloerizado sobre la piel, los pálpitos y esca-lofríos que la turbaban desde la nucahasta los pliegues del esfínter, podían

no ser percibi-dos o interpre-tados a primeravista por cual-quiera, pero elCoronel Gutié-rrez Satisfac-tion sabía per-fectamente loque estaba su-cediendo.

Merlo106 ·

Tinta china sobre papel, obra de Luis Martínez de Merlo

SiriaPoemas para una exposición de Guadalupe Luceño

ZOCO

1

Traza líneas en el aire.Estudiala arquitecturade su soledad.

2

El trazo curvilíneo de la bóvedaacomete la esfera del membrillose derrama en la duna bermellón de la especiaen el oro esplendente del alfanjeen el gajo encendido de una boca.

Luis LunaAmphispizabelli

Luis Luna

· 107Luna

Luna108 ·

3

Siento cómo la especianos otorga fraganciasde un lugar recordado.Un espacio que algunosdesignan paraíso.

4

Contemplo dos muchachosque ríen bajo el sol.Ellos no sabende los símbolos de la divinidaddel lenguaje que escribe el sudor en su cuerpo.

5

Me encuentras como una piedra en tu camino.No te inquieta mi calma te completa.

6

El té oscuro que juntos disfrutamos habitará en nosotros forjando nuestra sangre. La sangre idéntica que nos recorre.

7

La palabra esperada derrota la experiencia perfila los matices delimita sus sombras.

8

El tiempo se acumula bajo las blancas esteras del olvido. Disemino semillas para que permanezca mi memoria.

· 109Luna

Luna110 ·

PROFUNDIDAD DE CAMPO

I

Convoca breve luz e inevitablemente adquieren su relievelos rincones, las cajas donde guarda su memorialos pequeños objetos que va diseminandoen este espacio inútil del poema.

II

A Armando Zanón

“Soy el que se echa al suelo y me suplica.” J. Martínez Mesanza

Se resiste a ser cómplice.

En los márgenes trazaun plano que le guíea través del olvido.

Esa forma final de la intemperie.

III

Busca su nombre verdaderoaquel por el que un día será convocadoal último inventario de existenciaal balance final de su anonimia.

IV(Las razones de mi éxito)

A Carlos de Gredos

Adopta identidades que no le pertenecen se ampara bajo nombres casi siempre supuestose inventa un pasado por él reconstruido.Usurpa una existencia.Pretende demostrar que es prescindible.

VA G. Escarpa

Y con qué claridad se hace carne el andamioconfigura un paisajede escombroso de cuerposque renuncian a alzarseen este ensayo previo de la luz y su angustia. · 111Luna

VI

“Una surtida colección de máscaras y detrás,creo, un agujero negro.”

J. Cortázar

Enfermos sí. Convalecientes.Se ha extendido el tumor de la melancolíacon su fuerza de lluviay su insistenciaen dar forma a un paisajedonde hasta nosotrossomos solo figurasque no nos representan.

VII

Radical negación de la espesuracallamientoy fulgor de lenguajegeografía suma de la bocatestimonio de fiebreo huecoen un pasillo blancocomo última forma de inocencia.

Luna112 ·

113

EPÍLOGO

Negación del silencio

(o estudio sobre composición de figuras)

Un niño ofrecesu comida a los pájaros:soborna su sonido.

No quiere llorar solo. No quierellorarsolo.

Luis Luna (Madrid, 1975). Ha participado en varias antologías, entre las que destaca TODO ES POE-SÍA MENOS LA POESÍA (Eneida, 2004). Es miembro del equipo de la revista “Silencios” y de la Red deArte Joven de la CAM. Sus obras visuales han podido verse en la Galería Catarsis de Madrid o enALBIAC, Bienal de Arte Contemporáneo Cabo de Gata-Níjar, Almería.Luis Martínez de Merlo (Madrid, 1955). Autor de los poemarios EL TRUENO, LA MENTE PERFECTA,FÁBULA DE FAETONTE (Hiperión, 1996 y 1982) y ORPHENICA LYRA (Premio de Poesía Ciudad deAlcalá, 1985), entre otros, así como de la novela UN HOMBRE ANTICUADO (A la luz del candil, 2005).Ha traducido al castellano a Dante, Leopardi, Baudelaire, Verlaine...

Secada114 ·“Otro punto de vista”, dibujo de Mikaela Secada

Este número 3 de la revistaThe Children’s Book of American Birds,

dedicado a “El hambre”,se acabó de imprimir el día

14 de diciembre de 2006(vulg.)

14 Sable 135, E.P.: Don Quichotte, champion du monde.


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